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PASTORAL JUVENIL SALESIANA - URUGUAY Presentación de las Memorias del Oratorio. Un manual de pedagogía y espiritualidad narrada Aldo Giraudo Enero de 2012 Ponencia del P. Aldo Giraudo sdb en las XXX Jornadas de Espiritualidad de la Familia Salesiana, que constituyeron el inicio del camino que llevará a la Familia Salesiana a celebrar el Bicentenario del nacimiento de Don Bosco

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PASTORAL JUVENIL SALESIANA - URUGUAY

Presentación de las

Memorias del Oratorio.

Un manual de pedagogía y espiritualidad narrada

Aldo Giraudo

Enero de 2012

Ponencia del P. Aldo Giraudo sdb en las XXX Jornadas de Espiritualidad de la Familia Salesiana, que constituyeron el inicio del camino que llevará a la Familia Salesiana a celebrar el Bicentenario del nacimiento de Don Bosco

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Las Memorias del Oratorio, uno de los escritos más personales y vivos

de don Bosco, construyen de forma determinante la imagen del Santo

reflejada de continuo en ellas. Escritas entre 1873 y 1875, fueron

transcritas por su secretario don G. Berto y corregidas por don Bosco

con más detalle, hasta el 1879. En el 1946 salió la primera edición

impresa querida por don Pietro Ricaldone. Todavía aquellos salesianos

no se dieron cuenta de la importancia del documento: los 19

volúmenes de las Memorias biográficas aparecían más ricas de datos y

de detalles. Solo en tiempos recientes, en clima postconciliar de

retorno a las fuentes del carisma, la atención se ha incrementado. Lo

testimonian las traducciones varias, sobre todo después de la edición

crítica (1991) cuidada por Antonio da Silva Ferreira dependiente del

Instituto Histórico Salesiano.

1. ¿Qué son las Memorias del Oratorio?

No son una colección sencilla de recuerdos y datos históricos. Don

Bosco, a través de la narración al inicio y durante todo el desarrollo de

la propia vocación oratoriana, entiende presentar el sentido de una

experiencia global, formular un «programa de acción» y poner de

relieve la finalidad y voluntad de Dios sobre él. Son una relectura del

pasado en clave religiosa y pedagógica. Las Memoras resultan así el

libro más rico de contenidos y orientaciones “preventivas”, un manual

de pedagogía y de espiritualidad narrada (Braido).

¿Por qué don Bosco se ata a este trabajo en años (1873-1875) tan llenos

de acontecimientos? Él hace referencia al « mandato de una persona

de suma autoridad». Nosotros pensamos que quizás haya sido

empujado también por la idea de que el Oratorio era una experiencia

fundamental y que era necesario presentar a los discípulos la génesis,

la finalidad, el método del mismo. El desarrollo de la obra salesiana en

aquellos años, en efecto, se estaba realizando a través de la apertura

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de colegios y escuelas profesionales. Era necesario que se conocieran

las raíces carismáticas y el itinerario a través del cual llegó a realizarse

el Oratorio, para entender el espíritu y la identidad de esta experiencia

tan fundamental, sobre la que tendrían que modelarse todas las obras

de la Familia Salesiana.

Don Bosco eligió el instrumento más a la mano: el de la narración, que

le consiente traducir el pensamiento a través de historias vivas, de

encarnarlas en las palabras de los personajes. Las Memorias del

Oratorio son por tanto una presentación narrativa de la espiritualidad,

de la identidad y del método salesiano a través de la lectura

interpretativa de algunos momentos cruciales del itinerario formativo

personal y de algunas experiencias que le condujeron a estructurar en

cierto modo el Oratorio, a darle una forma y estilo inconfundible.

Leyendo esta obra tan singular podemos:

1) entrar en los cuadros mentales del mismo don Bosco;

2) captar los rasgos característicos de su mundo interior;

3) comprender los valores que consideraba más fundamentales;

4) hacernos una idea concreta del modelo de educador-pastor

que tenía en la mente;

5) conocer la finalidad, su estilo de relaciones y actividades más

originales y características de su Oratorio.

2. Las Memorias del Oratorio como escrito autobiográfico

Las Memorias del Oratorio no son una autobiografía en sentido

estricto. El centro focal no es la vida de don Bosco, sino una narración

de la vocación-misión oratoriana y de su progresiva realización. Por

eso el autor elige solo algunos momentos de la propia existencia,

aquellos que están ligados más directamente con la historia del

Oratorio: la inspiración inicial, las etapas principales del camino

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recorrido, los elementos más característicos, los acontecimientos que

la han favorecido o hecho de obstáculo para su realización.

Por ello las Memorias se diferencian de los escritos precedentes

relativos al Oratorio, que se concentraban sobre motivos y

acontecimientos que habían hecho desarrollar el catecismo

comenzado en el Convitto en una institución con iniciativas y

finalidades articuladas, roles y responsabilidades muy definidas.

Aquellos escritos tenían el objetivo de informar a las autoridades y de

sensibilizar a la opinión pública sobre el problema de la educación

juvenil, a fin de conseguir ayuda y apoyo.

Sin embargo en la narración de las Memorias la historia del Oratorio

está estrechamente unida a con la historia interior del narrador, con su

camino espiritual y formativo. Los destinatarios son exclusivamente

los «queridísimos hijos salesianos», es decir los discípulos-

continuadores en la misma vocación-misión. A ellos don Bosco

trasmite un patrimonio familiar íntimo para instruirlos, formarlos y

animarlos, indicando los pasos del itinerario que tienen que recorrer

para asimilar la misma identidad carismática, el mismo “espíritu”, el

mismo método educativo-pastoral. Por consiguiente el texto, mira

unir el pasado con el futuro y tiene una función normativa los lectores:

«¿Para qué podrá servir este trabajo?— escribe don Bosco en la

introducción — Servirá de norma para superar las dificultades futuras,

tomando lección del pasado; servirá para hacer conocer como Dios

haya él mismo guiado todas las cosas cosa en cada momento; servirá a

mis hijos de ameno entretenimiento, cuando puedan leer las cosas en

que tomó parte su padre e las leerán aún con más gusto cuando,

llamado por Dios a rendir cuenta de mis acciones, no esté ya entre

ellos».

Don Bosco quiere hacer comprender a sus discípulos que son parte

viva de aquella historia: si hubiera sido diverso, nosotros hoy no

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estaríamos aquí pues nuestra vida hubiera emprendido otro rumbo.

Dios nos ha llamado a formar parte de esta aventura salesiana, nos ha

radicado en ella. A través del arte de la narración, don Bosco nos

introduce en su intimidad espiritual. El vértice de esta estrategia de

atracción de los lectores en lo narrado está en el sueño de la

Pastorcilla, colocado en el momento del paso del Convitto a las obras

de la Barolo, es decir en la transición de las experiencias iniciales, de

carácter prevalentemente personal, a la realización del Oratorio de

carácter comunitario (con la participación de Borel, Pacchiotti y otros).

La metáfora usada en el sueño de los 9 años del cambio de los

animales salvajes en corderos, viene repetida y enriquecida. Ahora

alguno de los corderos se transforman en pastores, que creciendo «en

gran número, se dividieron y fueron a otra parte para acoger a otros

animales extraños y guiarlos a otros apriscos». En estos pastorcillos

podemos reconocernos nosotros mismos: de hecho somos fruto de la

acción educativa/trasformativa del Oratorio y continuadores de su

providencial misión.

3. Procedimientos puestos en acto por el autor

Don Bosco hace una reconstrucción de los hechos del pasado

interpretándolos en su significado profundo.

Recorriendo su propia formación, revela a sí mismo y a nosotros

cuanto las personas le han ayudado y puesto obstáculos, en los

ambientes y en los acontecimientos históricos, y de qué forma estas

experiencias y acontecimientos han formado parte de su conciencia y

de su "método". De esta manera transforma la experiencia repensada

en un recurso que le permite reconstruir un "saber" espiritual y

pedagógico para los propios lectores.

Para realizar esta reconstrucción autobiográfica don Bosco pone en

acción complejas dinámicas de memoria, selección de hechos y de

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organización de ellos en una trama según un significado superior

unitario, relacionándolos con la "historia" del Oratorio, en torno a la

cual reconstruye su narración. Este es el hilo conductor para mostrar la

íntima conexión entre lo vivido en diversos momentos y etapas:

infancia, juventud, madurez y el presente del narrador.

En la conclusión de la narración observamos que el texto de las

Memorias se configura como una continua búsqueda de características

del Oratorio en el tejido de una existencia marcada por una vocación

divina. Lo vemos en las narraciones de situaciones que predicen y

anticipan el Oratorio, como los Primeros entretenimientos con los

chicos a la edad de diez años, en las normas que regulaban las

reuniones de la Sociedad de la Alegría, en la atención y cuidado de los

jóvenes durante las vacaciones que preceden a la vestición. Y también

en la descripción del catecismo en el invierno 1841-1842, precozmente

definido "Oratorio".

Lo descubrimos sobre todo cuando se ponen en escena personajes

representativos, en negativo o en positivo, con estilo y método

oratoriano, como — por citar solo un par —el párroco de Castelnuovo

con su vicepárroco en su actitud de poca atención y escucha a su

protagonista muchacho («Si yo fuera sacerdote querría hacer

diversamente; querría acercarme a los muchachos, decirles una buena

palabra, darles buenos consejos ») y el profesor de humanidades don

Banaudi («Era un auténtico modelo de profesor. Sin dar castigos se

hacía amar por todos sus alumnos. Los quería a todos como a hijos, y

ellos le querían como a tierno padre»).

La lectura atenta del documento muestra, casi en cada capítulo, que el

punto final —la articulada y viva realidad del Oratorio de S. Francisco

de Sales al principio de los años Cincuenta, con su finalidad, método

educativo, y sus objetivos formativos, sus ritmos de vida y el típico

modelo de pastor/educador— ha sido de hecho el filtro a través del

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cual don Bosco ha actuado su revisión autobiográfica para el bien de

sus discípulos.

4. Estructura de la narración

Las Memorias del Oratorio comienzan con la narración de los primeros

diez años de vida: el nacimiento del protagonista, la muerte

prematura del padre, el rol de la madre Margarita afrontando y

superando graves dificultades, su interés educativo, la instrucción

primaria de Juan. Después nos metemos en la narración del sueño de

los nueve años, reconstruido de forma dramática. Este

acontecimiento se inserta en el texto como el verdadero comienzo de

las memorias oratorianas. De hecho determina la organización de

textos sucesivos y la división en décadas. La primera década (1825-

1835) comienza con la actividad del pequeño predicador saltimbanqui

entre los compañeros de I Becchi y se concluye en Chieri con el

discernimiento vocacional y la decisión de entrar en el seminario. La

segunda década (1835-1845) parte del rito de la vestición y la entrada

en Seminario y termina con el traslado del Oratorio al cobertizo

Pinardi. La tercera década (1845-1855) narra el desarrollo del Oratorio

definitivamente instalado en Valdocco hasta la ampliación de los

edificios.

Además del sueño de los 9 años los eventos que narra dan al texto un

valor particular y una estructura simbólica. Entre ellos emergen dos:

sobre todo el encuentro con Bartolomé Garelli (8 diciembre 1841),

principio de esta actividad catequística y asistencial que nos conducirá

enseguida a la fundación del Oratorio; después la acogida en casa

Pinardi del huérfano de Valsesia, el primer joven que habitó en el

Oratorio.

Pero la narración hace también surgir una estructura espacial. Don

Bosco atribuye un valor particular a la localidad y ambientes en los que

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se desarrolla su vocación oratoriana. Se presentan casi como puntos

de un mapa espiritual y pedagógico: el lugar de nacimientos; la

casacon el pajar y el prado; la capilla de Morialdo; el pueblo de

Castelnuovo; la ciudad de Chieri, sus casas, la escuela, el café Pianta,

el camino de Porta Torinese, y el Duomo y el seminario con sus

dependencia y aulas; Turín y sus calles, plazas, iglesias, cárceles e

instituciones caritativas, los barrios y los prados de la periferia, los

Molinos Dora, los santuarios de los alrededores. En fin el Oratorio de

Valdocco, el cobertizo-capilla, las habitaciones para la escuela y el

patio para el recreo. Toda esta variedad de lugares se transforma en

principio organizativo de la narración, junto a los elementos

cronológicos, temáticos y simbólicos. A los espacios se unen valores,

experiencias educativas y espirituales. El cambio de lugar asume el

significado de una peregrinación hacia la tierra prometida del

Oratorio, su misión e identidad.

Así, la "estructura de superficie" de la narración se presenta diseñada

en la intercesión de las tres coordenadas de tiempo, espacio y núcleo

temático de fondo.

Las partes del texto de las Memorias del Oratorio está impregnada de

eventos, de personajes, pero también de observaciones, comentarios

y anotaciones que son fruto de una estructura más profunda, la que

coincide con la mentalidad de don Bosco, su cultura y visión del

mundo, sus convicciones religiosas, educativas y morales, su

espiritualidad.

En síntesis. En la base de la obra está “el hombre don Bosco”, con todo

su universo que tiende, en cada página a surgir. Es posible intentar una

lectura de las Memorias del Oratorio que nos ayuda a penetrar un

mensaje articulado, constituido no solo por cuanto el Autor quiere

decir, sino de cuanto el texto nos dice en relación a la propia

coherencia contextual y a los sistemas a los que se refiere.

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5. Itinerario de lectura y niveles de interpretación

Las llaves interpretativas presentadas en la introducción de las

Memorias nos invitan ya sea a una lectura espiritual como a una

interpretación pedagógica del texto. Aquí me limito a señalar dos

itinerarios de lectura: el de las dinámicas espirituales y el del modelo

de educador-pastor. Para el primero elijo la “confianza en Dios”, como

cómo actitud que implica confianza, obediencia, desprendimiento y

don generoso de sí.

5.1. Confianza en Dios, confianza en los formadores y entrega de sí

El padre Francisco muriendo recomienda la «confianza en Dios». Esta

actitud es una de las llaves interpretativas más importantes de las

Memorias. Viene puesto en evidencia en la narración de las situaciones

en las que la “confianza” suscita abandono confiado, pero también

valiente entrega.

Sobre todo nos introducimos en el episodio de Margarita que afronta

la grave carestía sin perder la calma, recordando la recomendación del

marido y traduciéndola en acción. Los eventos sucesivos manifiestan

un conjunto de actitudes que ponen en acción la "confianza", a partir

de la actitud ejemplar de la madre, ejemplo de confianza en la

providencia, de operosidad, de espíritu de sacrificio, de frugalidad y

dedicación educativa.

También la compleja construcción del sueño de los nueve años exige

la confianza en Dios que llama e indica al protagonista la misión y los

caminos a seguir para hacerse idóneo. Confianza, abandono y don de

sí son manifestaciones de un único movimiento de fe impregnado del

sentido de correspondencia a la llamada del Señor, pero también a los

cuidados y atención de los educadores. Muchos son los indicadores

que subrayan la importancia atribuida por don Bosco a un tal

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movimiento del espíritu. Por ejemplo, la llamada a «darse por largo

tiempo» a una vida virtuosa, enunciado en el Joven instruido (1847), y

repetido varias veces en los escritos y diálogos a con los jóvenes, sobre

todo en la vidas de Domingo Savio, Miguel Magone y Francisco

Besucco, y sobre todo cuando se narra el diálogo entre don Calosso y

Juan Bosco muchacho:

«¿Recuerdas que se trató en la primera predicación? —En la primera

predicación se habló de la necesidad de darse a Dios siempre y no

distanciar la conversión». Es un indicio textual significativo que da luz

sobre el desarrollo del afortunado encuentro: «Yo mi me puse en

manos de D. Calosso [...].Le di a conocer toda mi persona. Cada

palabra, pensamiento, acción se la manifestaba enseguida [...].Conocí

entonces lo que significa tener una guía estable, un fiel amigo del alma

[...].Desde aquel momento comencé a gustar lo que significa la vida

espiritual». El abandono confiado e incondicional del discípulo induce

al anciano sacerdote a ir más allá de la simple enseñanza del latín: a

hacerse guía espiritual, ayudando al muchacho a poner en acto el

abandono en Dios.

Él hilo de la narración y también las etapas es el punto de llegada del

camino interior de don Bosco para llegar a una confianza plena en Dio.

El diálogo con la marquesa Barolo culmina en la renuncia al empleo de

capellán para obedecer a la voluntad de Dios: a la misión entre los

jóvenes en el más completo abandono:

«Pero ¿cómo podrá vivir? — Dios siempre me ha ayudado y me

ayudará en el futuro [...]. Mi vida está consagrada al bien de la

juventud. Le agradezco la oferta que me hace, pero no puedo alejarme

del camino que la divina Providencia mi ha marcado [...].Dejé el

encargo [de la marquesa] abandonándome a lo que che Dios había

dispuesto de mi».

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El contexto narrativo del diálogo nos introduce en una situación de

aislamiento, de incomprensión por parte de los párrocos, de las

autoridad civiles, hasta de los amigos más íntimos, unido al

agotamiento y total incertidumbre sobre el futuro. Todo exalta el

significado espiritual de su elección. Enseguida viene la descripción

dramática que sufre cuando se ve expulsado de los prados Filippi: «Al

atardecer de aquel día contemplando la multitud de muchachos que

se entretenían y jugaban; y consideraba la copiosa mies, que me

esperaba en el sacro ministerio, y que me encontraba solo trabajando,

agotado de fuerzas, de salud y sin saber donde podría la próxima vez

reunir a los muchachos. Me sentí fuertemente conmovido […].

Paseando y alzando la mirada al Cielo, mi Dios, exclamé, ¿por qué no

me hacéis saber el lugar en el que queréis que recoja a éstos

muchachos? ¿O hacédmelo saber o decidme que debo hacer?».

Estamos ante el epílogo del camino de un hombre que, después de

haber batallado incondicionalmente contra todo por fidelidad a su

misión y llegado, como Abrahán, a punto de sentirse obligado a

sacrificar hasta la propia vocación para obedecer a algo más radical y a

rendirse, sin condiciones, a Dios. Y es en aquel momento cuando la

narración nos muestra la respuesta al problema. La llegad de

Pancrazio Soave, la confusión entre oratorio y laboratorio y la duda de

don Bosco en aceptar la oferta del cobertizo ponen en evidencia más

la intervención de Dios, más allá de toda experiencia humana, como

respuesta al gesto de la confianza incondicional del protagonista.

Destacamos que el itinerario de confianza en Dios se conjuga en la

narración con la confianza en los formadores. Las relaciones con la

madre y con don Calosso, la relación con Lucía Matta, con el confesor

Maloria, con el amigo Comollo y con el director espiritual don Cafasso,

se manifiestan con los rasgos de confianza «ilimitada», de la apertura

del corazón y de manifestar sus pensamientos, por la obediencia dócil

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y pronta. Es un movimiento de docilidad que llega a su vértice en el

dialogo con don Cafasso al concluir los estudios en el Convitto: «Mi

propensión de ocuparme de la juventud. Usted haga de mi lo que

quiera […].Quiero conocer la voluntad de Dios en sus decisiones y no

poner nada de mi voluntad».

El texto de las Memorias muestra como el Oratorio encuentra su forma

definitiva solo cuando don Bosco, dejando el empleo en el Hospitalillo

de la Barollo y habitando en casa Pinardi, privado de todo recurso

económico, vivirá en un estado de absoluto abandono en Dios. La

situación de precariedad económica la afronta junto a su madre, que,

abandonando la tranquilidad de I Becchi por «agradar al Señor» se une

a la misión del hijo. Si cumple así el arco narrativo cumpliendo con la

recomendación del padre agonizante. Ahora la confianza en Dios se

cumple plenamente y inicio de un desarrollo insospechado.

5.2. Un modelo de educador-pastor

Toda la dinámica de las Memorias va dirigida sobre todo a definir una

misión y un modelo pastoral.

Destinatarios, método, contenidos formativos, espíritu animador y

estilo de relaciones, todo está ilustrado y destacado a través de un

diálogo didáctico representativo. Las ideas de don Bosco son

representadas por los personajes que él pone en escena y por los roles

que desarrollan, con el fin de resaltar las características de un único

personaje, el pastor del Oratorio según su prospectiva y método

educativo. El modelo de pastor/educador que poco a poco va

emergiendo a lo largo del diálogo presenta articulaciones muy

interesantes que podemos reconocer hasta con detalles.

1. Qué elementos, sobre todo, se recogen de la pastoral tradicional. En

los prados de I Becchi, Juanito juega y predica, repite «los ejemplos

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oídos en el sermón o en la catequesis » y se comporta como un buen

párroco de pueblo entre sus amigos.

2. Aparece también – muy enfatizado - una aproximación pastoral de

tipo familiar. Personaje emblemático es la madre, a la cual se le confía

un rol de grande relieve en la formación de su sensibilidad religiosa e

interioridad del hijo, en una intensa relación de intimidad dialógica y

afectuosa.

3. Todos los sacerdotes, aunque solo fugazmente, aparecen en la

narración están siempre marcados por una actitud virtuosa en relación

a su misión pastoral. Por ejemplo, el maestro de Capriglio don Lacqua

(«sacerdote de mucha piedad […], el cual se ocupó mucho de mí, de

mi instrucción y más todavía de mi educación cristiana»), el párroco de

Castelnuovo (reflejado en el acto de guiar «con mucho celo» la

preparación y acción de gracias de la comunión), don Calosso

(«hombre muy piadoso», que se acerca al joven Bosco y dialoga

amablemente con él), el teólogo Borel («un santo sacerdote, un

modelo digno de admirar y de ser imitado», apóstol ardiente que

«robaba horas a su sueño para confesar a los jóvenes; negaba

descanso a su cansado cuerpo por ir a predicar»).

4. Sobre todo, con la narración del encuentro y la intensa relación con

don Calosso, se subrayan los elementos más marcadamente salesianos,

que lleva en el corazón don Bosco. El viejo sacerdote se fija en los

muchachos en medio a la muchedumbre, se acerca y le habla con

cariño, intuye su problema y manifiesta su disponibilidad. El texto

reconstruye la relación madura de afectuoso paternidad por la que

Juanito se siente imbuido y se da cuenta que le incita a la

correspondencia generosa y dócil. Es una que provoca resonancias

fecundas en el ánimo del joven huérfano, haciéndole capaz de una

correspondencia alegre. Se crean así las condiciones ideales para una

acción formativa profunda.

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5. Para cuanto se relaciona con las características interiores y

espirituales, que se desarrollan en el periodo transcurrido en el

Convitto, notamos que don Bosco anticipa lo esencial en el encuentro

con el clérigo José Cafasso, una relación inseparable entre actitudes

pastorales y vida interior. Apoyado en la puerta de la iglesia de

Morialdo con motivo de la fiesta patronal el joven Cafasso manifiesta

su espíritu de recogimiento, finura de trato, amable capacidad de

relación. Las «memorables palabras» dirigidas al adolescente Juan

Bosco declaran como el recurso más fecundo para un educador/pastor

consista en la dedicación amorosa y exclusiva al servicio de Dios y de

los hermanos.

6. Detalles posterior completan el perfil ideal del educador según don

Bosco. Están encarnados en la persona de los profesores de Chieri,

todos con actitudes positivas: don Valimberti representa la acogida

cordial, la cercanía y el arte de facilitar la inserción del joven en el

nuevo ambiente; el teólogo Valeriano Pugnetti encarna la atención

personalizada y afectuosa; el profesor Cima es el retrato del profesor

exigente, pero competente, capaz de estimular la responsabilidad de

sus alumnos, de hacer brotar las energías y buena voluntad; don Pietro

Banaudi representa la amabilidad salesiana, la capacidad de

conquistar ganarse a los jóvenes recurriendo al corazón al arte de

hacerse amar; don Giuseppe Maloria, el confesor, lo describe como

amigo del alma, acogedor, entusiasta y previsor. Junto a ellos

menciona al arcipreste del Duomo (catedral), el canónigo Massimo

Burzio, descrito en el momento de una intervención “disciplinar” como

ejemplo de prudencia y muy humano, que sitúa al joven a su gusto

creando las condiciones para un diálogo serio y confidencial.

7. La narración de las Memorias del Oratorio pone también de relieve

algunos peligros que amenazan el modelo propuesto. Por ejemplo,

narrando la fiesta después de la vestición, se estigmatiza la

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mundanidad, la superficialidad y el mal ejemplo. En las palabras de

Margarita al hijo antes de entrar en el seminario, le pone en guardia

contra la dejadez en los propios deberes. Con la mención del malestar

encontrado por Juan en el seminario con relación a los superiores se

deplora un estilo autoritario que genera desconfianza lejanía. En la

descripción de las predicaciones de verano que tuvo en Capriglio y en

Alfiano se invita a vigilar contra la tendencia a la vanagloria y a la inútil

búsqueda estilística, a estar atentos a la capacidad de los auditores.

Con la narración de aventuras estivas en el periodo del seminario se

muestra como es fácil ceder a la disipación si no tenemos una continua

vigilancia. Cuando se ponen objeciones por parte de los párrocos

contra el Oratorio, diciendo que « así los jóvenes se alejan de las

parroquias», se condena una visión rígidamente jurídica, burocrática, de

la misión educativa y pastoral, más centrada en el criterio territorial

que en las necesidades de las personas. En fin, narrando los eventos

que agitaban los ánimos entre 1848 y 1849, se pone en evidencia la

confusión y el desequilibrio de ideas y comportamientos consecuencias

de las pasiones políticas en perjuicio de la responsabilidad educativa y

pastoral.

* * *

Como conclusión, la narración de las Memorias del Oratorio manifiesta

la historia y notas características de una institución educativa y

pastoral estrechamente ligada a la vida del Fundador. Al mismo

tiempo instruye a los lectores sobre el carisma que anima tal

institución. La interpretación providencial realizada por don Bosco de

una vocación divina realizada en la realidad histórica concreta pone en

evidencia dos núcleos dinámicos de la vocación salesiana: el don

incondicional de sí a Dios como respuesta a una misión recibida,

injertada en una actitud nativa positiva, cordial y afectuosa hacia el

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mundo juvenil. Las dos dinámicas, fecundándose recíprocamente, dan

vida a una espiritualidad, a una forma de actuar inteligente y fecunda,

a un modo de ser y de actuar en función de la promoción y salvación

juvenil. Así los lectores de hoy pueden encontrar en estas Memorias

elementos estimulantes para una interpretación actualizada, pero

también puntos muy críticos de revisión a nivel personal e

institucional.