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6 pedalier HISTORIAS Y a está. Ahora no puedo dar marcha atrás. Acabo de recibir por “La Poste” la confirmación de la inscripción. Además, me envían una lista de hostales, así que llamaré uno a uno para reservar una cama, allá en el corazón de los Pirineos, en Argelès-Gazost. Es mi primera gran prueba cicloturista, y estoy tan ilusionado como asus- tado. Claro que he oído hablar del Tourmalet, del Aubisque, pero no puedo imaginarme lo que suponen casi 20 km de subida constantes. Y ¿cómo serán las pendientes? Yo conozco Erlaitz, Jaizkibel, Agiña, Aritxulegi, Liza- rrieta... pero ninguno pasa de 8 km. ¿Y Hautacam? No me suena de nada. Será que no es tan duro. Estamos en 1990, tengo 19 años y me chifla la bici. Bueno, pero es que también me gusta jugar a pala, al fútbol, correr... así que ando siempre a varias bandas. Aun- que la bici es lo que más me gusta, tampoco quiero dejar lo demás, así que hago de todo. Podría hacer sólo una cosa y hacerla mejor, pero no hay manera. Ni siquiera tengo grupeta. Voy siempre por libre y salgo a andar cuando pue- do, sea mañana, mediodía o tarde. Estoy enganchado a las revistas fran- cesas de ciclismo, y he leído que se organizan pruebas cicloturistas en los Alpes y los Pirineos, allá por donde se juega el Tour todos los años. Las pruebas se llaman La Marmotte, la Louison Bobet... y la Isard-Bahamon- tes. Las 2 primeras, en los Alpes, que entonces era como decir en la luna. Pero esa última, mirando el mapa, re- sulta que está a sólo 200 km de casa. Ummmm... La prueba es a finales de julio, y ten- go que hacer kilómetros como sea: son 210 km con tres puertos “Hors Categorie”, un total de 4200 metros de desnivel. Nunca he hecho nada ni siquiera parecido. Este año me he esmerado bastante con los estudios de Ingeniería, y sólo me ha quedado una para setiembre: Mecánica. Quedan sólo tres semanas para la prueba, pero puedo dedicarlas por completo a la bici. Eso sí, conoci- mientos sobre cómo entrenar: cero patatero. Rodar cada día lo más rápido posible y ya iremos mejorando, digo yo. Pues así transcurren los días, alternando salidas en bici con partidillos de fútbol y pala. A veces, las tres cosas en un mismo día. Y cuanto más se acerca la fecha, mayores palizas me meto. Ya llevo casi 3000 km este año, no sé si será mucho o poco. Ya estamos a viernes. La prueba es mañana sábado, llevo toda la semana metiéndome caña y hoy también hay que apurar: antes de salir para Arge- lès-Gazost, por la mañana, me he propuesto una cronoescalada a Erlaitz: 4 km al 10%. Subo en 20 minutos y medio. ¡Bien! Es mi mejor tiempo hasta entonces, y tengo la moral muy alta: estoy como nunca. Cualquiera que lea esto, se estará llevando las manos a la cabeza. Pero en aquel momento, no existía PEDALIER, no había Internet, no tenía amigos que anduvieran en bici, no conocía a ningún preparador físico ni nada pa- recido, y no tenía más que juventud y ganas (que ya es mucho, por cierto). Y también unos sponsors inigualables, mis padres, que subvencionaban la aventura sin esperar nada a cambio, sólo que su hijo volviera entero. Yo no sé si las tenían todas consigo... En todo caso, la procesión iba por dentro, seguro. Y así, con unos cuantos francos en la cartera, la bici MM Lasa de 11 kg (de acero, por supuesto) en los asientos de atrás, arrancaba el R-18 Turbo (vaya cochazo en su momento...) rumbo a la prueba. Argelès Gazost es un paraíso para el cicloturista, y más me lo pareció en esa tarde de julio. Éramos 1800 inscritos, y allí estaba yo, en la cola para retirar el dorsal, nervosio perdido, como diría Miliki. Bien, ya tengo mi bolsa con el dorsal, una revista, unos clips de plástico para enganchar la placa al cuadro de la bici, un botellín... Ahora, a cenar bien y a la cama, en la encantado- ra habitación abuhardillada de este típico hostal francés con los baños y duchas comunitarios. Ni qué decir tiene que me cuesta un triunfo pegar ojo: tengo demasiadas dudas, demasiadas ganas, dema- siado respeto... La prueba sale a las 7 de la mañana, así que pongo 2 despertadores (por si acaso) a las 4, para pegarme un desayuno pantagruélico (eso sí que lo había leído en algún sitio). No hará falta el segundo desperta- dor, como me esperaba. Lo primero que hago al levantarme es mirar por el cristal abuhardillado: ¡el cielo está lleno de estrellas! En ese caso, ¡no me hará falta chubasquero! El bolsi- llo del maillot es pequeño, y aparte de llevar barritas varias (hay varios avituallamientos, pero por si acaso), me he propuesto elegir entre chu- basquero y cámara de fotos. Gana la cámara, claro. Esa misma tarde comprendería mi error, pero en esos momentos, ni tenía información ni me preocupé demasiado en buscarla, las cosas como son. El desayuno–almuerzo–comida es de campeonato. Había oído que era lo más importante del día, y por lo menos en las cantidades, no me quedé corto. Otra cosa es qué he comido. Bueno, mejor lo dejamos así. Desayuno como un oso recién des- pertado de su sueño invernal y ya está. Salgo del hotel con mucho tiempo de antelación, no puedo aguantar esos nervios, y me dirijo al coche para montar la bici. Compruebo que el cielo sigue despejado. ¡Vaya fotos que voy a sacar! La bici está montada, ahora tengo que rellenar los dos bidones de 75 cl cada uno (los más grandes que he encontrado), y a coger sitio en el parque desde el que se da la salida. Lo de cargar con kilo y medio por los dos bidones es más que discutible, pero en aquellos momentos, saber que no pasaría sed me daba cierta seguridad. Ni que fuera la París Dakar sin asistencia. En fin, ya estoy en el parque, en el camino de piedritas en el que nos han colocado. Falta aún casi una hora para las 7, pero ya hay cientos de ciclistas delante de mí. Paso los minutos escuchando a unos y a otros. Unos chicos madrileños comentan los desarrollos que llevan: un 42x26, que es con lo que suben los puertos de la Sierra. Yo no digo nada, pero por si acaso he montado un triple plato: 52x42x32, con un 25 atrás. No sé qué pasará, pero creo que ahí no me voy a equivocar. Mi tercer plato, además, por razones “presupuestarias”, está soldado a mano por ese fabuloso mecánico-artesa- no llamado Angel, de ciclos Rekord. Tan buen manitas como olvidadizo con los plazos, eso sí. Es que todo no puede ser... Dan las 7, suena un petardazo, y tras unos minutos quietos, avanzamos. Isard Bahamontes, 1990. Crónica de una experiencia irrepetible. cpedalier29.indd 6 24/4/09 14:06:12

Pedalier 29 - Isard Bahamontes 1990

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Publicado en 2009

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HISTORIAS

Ya está. Ahora no puedo dar marcha atrás. Acabo de recibir por “La Poste” la confirmación de la inscripción. Además, me envían una lista de hostales, así que llamaré uno a uno para reservar una cama, allá en

el corazón de los Pirineos, en Argelès-Gazost.Es mi primera gran prueba cicloturista, y estoy tan ilusionado como asus-tado. Claro que he oído hablar del Tourmalet, del Aubisque, pero no puedo imaginarme lo que suponen casi 20 km de subida constantes. Y ¿cómo serán las pendientes? Yo conozco Erlaitz, Jaizkibel, Agiña, Aritxulegi, Liza-rrieta... pero ninguno pasa de 8 km.¿Y Hautacam? No me suena de nada. Será que no es tan duro.Estamos en 1990, tengo 19 años y me chifla la bici. Bueno, pero es que también me gusta jugar a pala, al fútbol, correr... así que ando siempre a varias bandas. Aun-que la bici es lo que más me gusta, tampoco quiero dejar lo demás, así que hago de todo. Podría hacer sólo una cosa y hacerla mejor, pero no hay manera.Ni siquiera tengo grupeta. Voy siempre por libre y salgo a andar cuando pue-do, sea mañana, mediodía o tarde.Estoy enganchado a las revistas fran-cesas de ciclismo, y he leído que se organizan pruebas cicloturistas en los Alpes y los Pirineos, allá por donde se juega el Tour todos los años. Las pruebas se llaman La Marmotte, la Louison Bobet... y la Isard-Bahamon-tes. Las 2 primeras, en los Alpes, que entonces era como decir en la luna. Pero esa última, mirando el mapa, re-sulta que está a sólo 200 km de casa. Ummmm...La prueba es a finales de julio, y ten-go que hacer kilómetros como sea: son 210 km con tres puertos “Hors Categorie”, un total de 4200 metros de desnivel. Nunca he hecho nada ni siquiera parecido.Este año me he esmerado bastante con los estudios de Ingeniería, y sólo me ha quedado una para setiembre: Mecánica. Quedan sólo tres semanas para la prueba, pero puedo dedicarlas por completo a la bici. Eso sí, conoci-mientos sobre cómo entrenar: cero patatero. Rodar cada día lo más rápido posible y ya iremos mejorando, digo yo.Pues así transcurren los días, alternando salidas en bici con partidillos de fútbol y pala. A veces, las tres cosas en un mismo día.Y cuanto más se acerca la fecha, mayores palizas me meto. Ya llevo casi 3000 km este año, no sé si será mucho o poco.Ya estamos a viernes. La prueba es mañana sábado, llevo toda la semana metiéndome caña y hoy también hay que apurar: antes de salir para Arge-lès-Gazost, por la mañana, me he propuesto una cronoescalada a Erlaitz: 4 km al 10%. Subo en 20 minutos y medio. ¡Bien! Es mi mejor tiempo hasta entonces, y tengo la moral muy alta: estoy como nunca.Cualquiera que lea esto, se estará llevando las manos a la cabeza. Pero en aquel momento, no existía PEDALIER, no había Internet, no tenía amigos que anduvieran en bici, no conocía a ningún preparador físico ni nada pa-recido, y no tenía más que juventud y ganas (que ya es mucho, por cierto). Y también unos sponsors inigualables, mis padres, que subvencionaban la aventura sin esperar nada a cambio, sólo que su hijo volviera entero. Yo no sé si las tenían todas consigo... En todo caso, la procesión iba por dentro, seguro.

Y así, con unos cuantos francos en la cartera, la bici MM Lasa de 11 kg (de acero, por supuesto) en los asientos de atrás, arrancaba el R-18 Turbo (vaya cochazo en su momento...) rumbo a la prueba.Argelès Gazost es un paraíso para el cicloturista, y más me lo pareció en esa tarde de julio. Éramos 1800 inscritos, y allí estaba yo, en la cola para retirar el dorsal, nervosio perdido, como diría Miliki.Bien, ya tengo mi bolsa con el dorsal, una revista, unos clips de plástico para enganchar la placa al cuadro de la bici, un botellín... Ahora, a cenar

bien y a la cama, en la encantado-ra habitación abuhardillada de este típico hostal francés con los baños y duchas comunitarios.Ni qué decir tiene que me cuesta un triunfo pegar ojo: tengo demasiadas dudas, demasiadas ganas, dema-siado respeto...La prueba sale a las 7 de la mañana, así que pongo 2 despertadores (por si acaso) a las 4, para pegarme un desayuno pantagruélico (eso sí que lo había leído en algún sitio).

No hará falta el segundo desperta-dor, como me esperaba. Lo primero que hago al levantarme es mirar por el cristal abuhardillado: ¡el cielo está lleno de estrellas! En ese caso, ¡no me hará falta chubasquero! El bolsi-llo del maillot es pequeño, y aparte de llevar barritas varias (hay varios avituallamientos, pero por si acaso), me he propuesto elegir entre chu-basquero y cámara de fotos. Gana la cámara, claro.Esa misma tarde comprendería mi error, pero en esos momentos, ni tenía información ni me preocupé demasiado en buscarla, las cosas como son.El desayuno–almuerzo–comida es de campeonato. Había oído que era lo más importante del día, y por lo menos en las cantidades, no me quedé corto. Otra cosa es qué he

comido. Bueno, mejor lo dejamos así. Desayuno como un oso recién des-pertado de su sueño invernal y ya está.Salgo del hotel con mucho tiempo de antelación, no puedo aguantar esos nervios, y me dirijo al coche para montar la bici. Compruebo que el cielo sigue despejado. ¡Vaya fotos que voy a sacar!La bici está montada, ahora tengo que rellenar los dos bidones de 75 cl cada uno (los más grandes que he encontrado), y a coger sitio en el parque desde el que se da la salida. Lo de cargar con kilo y medio por los dos bidones es más que discutible, pero en aquellos momentos, saber que no pasaría sed me daba cierta seguridad. Ni que fuera la París Dakar sin asistencia.En fin, ya estoy en el parque, en el camino de piedritas en el que nos han colocado. Falta aún casi una hora para las 7, pero ya hay cientos de ciclistas delante de mí. Paso los minutos escuchando a unos y a otros. Unos chicos madrileños comentan los desarrollos que llevan: un 42x26, que es con lo que suben los puertos de la Sierra. Yo no digo nada, pero por si acaso he montado un triple plato: 52x42x32, con un 25 atrás. No sé qué pasará, pero creo que ahí no me voy a equivocar. Mi tercer plato, además, por razones “presupuestarias”, está soldado a mano por ese fabuloso mecánico-artesa-no llamado Angel, de ciclos Rekord. Tan buen manitas como olvidadizo con los plazos, eso sí. Es que todo no puede ser...Dan las 7, suena un petardazo, y tras unos minutos quietos, avanzamos.

Isard Bahamontes, 1990.Crónica de una experiencia irrepetible.

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HISTORIAS

Cuidado, que vamos sobre piedritas y sería interesante no pinchar en el km 0. Más de uno empieza bastante mal el día.Al pasar por la verja que marca la salida se encuentra, a la derecha, Federico Martín Bahamontes, el Águila de Toledo en persona, fijándose en los detalles de las bicis que van pasando. Un plus de motivación para mí.La primera dificultad se llama Tourmalet, nada menos. Para mí, es como si estuviera jugando a fútbol en Wembley. Llego arriba contentísimo, y pido el clásico favor de la foto con el cartel. Y otra por si acaso, que aún faltaban unos cuantos años para que llegaran las digitales.El cielo sigue azul, la temperatura es fresquita y pasaré frío en la bajada, pero las fotos son las fotos. Sin embargo, a poco de terminar la bajada, ocurre lo que debía de ocurrir: el cielo se nubla rápidamente, y en minutos me encuen-tro pedaleando bajo la lluvia. Pasan los kilómetros, y aunque me encuentro algo cansado, mi determi-nación es absoluta: voy a acabar sí o sí. Y, además, me he propuesto un reto tonto: puedo poner pie a tierra donde sea, menos en ninguna de las 3 grandes subidas.Llevamos ya 135 km, y comenzamos a subir el Aubisque (Ubisqui para cier-tos comentaristas televisivos). Sigue lloviendo, y además hace cada vez más frío. Tanto que, a pesar de ir subiendo, lo siento cada vez más. Queda ya poco para la cima, y comienzo a pasar gente andando. No uno, ni dos, los hay a decenas. Entre ellos, uno de los chicos madrileños con su 42x26. Pa-rece que esto se hace más duro que la sierra.Ahora mi preocupación se centra en el color de mis piernas: las veo moradas, por el frío. La verdad es que lo que realmente me preocupa es que me vea un médico de la prueba y me haga bajar de la bici. He leído en las condiciones de inscripción que eso puede pasar, y supondría una catástrofe para mí.Subo mirando a un lado y otro, entre la niebla, y por fin llego a la cima. Como y bebo lo que pillo, y saco de nuevo la cámara de su funda, en busca de ayuda. Me dirijo a un chico francés, le entrego mi cámara totalmente mojada, y me pregunta: “¿elle est étanche?” es decir, “¿es estanca?”, a lo que sólo se me ocurre responder: “¡elle a interêt!”, o sea, “más le vale!”.

Lo siguiente y urgente es buscar algo que me proteja en la bajada. Añoro mi chubasquero azul y amarillo del Kas, pero las fotos son las fotos.Nos dirigimos al bar a pedir periódicos, cartones, lo que sea. No le quedan periódicos, pero nos ofrece cajas de cartón vacías que despedazamos ense-guida. Un trozo para la tripa, otros dos para los brazos, y otros dos para las piernas, por debajo del culote... Un canto a la elegancia, vamos.Meses más tarde, un chico que iba en coche de apoyo a un grupo ese día, me reconoció en mi ciudad, Irún, y me contó que allá en el Aubisque, a las 3 de la tarde, estábamos a.... ¡3 grados!Me lo creo, me lo creo. A pesar de los preciados cartones, con un maillot corto sin camiseta por debajo, la bajada se vuelve peligrosa... a causa del castañeteo dental. La bici se me mueve al ritmo de mis piños, y no puedo pasar de 20 km/h. Queda la subidita hasta el Soulor, que sirve para entrar un poco en calor, la bajada de nuevo hasta Argelès-Gazost, y los 20 km finales hasta Hautacam.En Argelès he de pasar justo por delante del hotel, pero ni se me ocurre parar. Muchos se bajan de la bici (ese año abandonaron 600 de los 1800 partici-pantes), pero a mí ni se me pasa por la cabeza.Hautacam se hace muy duro, con rampones de cuidado. “¿Y cómo es que no se ha subido nunca en el Tour?”, nos preguntamos muchos. La respuesta llegaría 4 años después, con Miguel Indurain tirando de Luc Leblanc casi hasta la cima.En muchos tramos, no puedo pasar de los 6km/h, pero nada de poner pie a tierra. Eso me lo he prohibido.Y a eso de las 7 de la tarde, 12 horas después de haber tomado la salida, paso por la pancarta de meta. Tan exhausto como realizado. La media de velocidad es ridícula, pero eso me importa poco o nada. Además, entre pa-radas para avituallamientos, fotos y búsqueda de periódicos y cartones, he debido de “perder” más de 1 hora. Lo he conseguido, y sólo eso cuenta. Ahora falta buscar de nuevo periódicos y cartones, cubrirse al máximo, nue-vas fotos, y 20 km más hasta el hotel, con lluvia y frío, cómo no. Sin duda, los 20 kilómetros más dulces de mi vida ciclista.

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