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Pedagogía, didascalia y barbarie Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net) En la Grecia clásica el pedagogo (paidagogós, “quien guía al niño”) no era propiamente el maestro, sino por lo general un esclavo que acompañaba a la criatura a los distintos lugares donde enseñaban los maestros particulares (didáskaloi) de lectoescritura, música y gimnasia. El adulto protegía al menor de los peligros de la calle pero, sobre todo, por su proximidad con el niño, se convertía en un guía moral, ya que se encargaba de enseñarle buenos modos y vigilaba el curso de su educación. El pedagogo adquirió así mayor responsabilidad que los propios maestros en el desarrollo espiritual y moral de los jóvenes (según cuentan L. Castello y C. Mársico). Veinticuatro siglos después pudimos conocer a una pedagoga notable, que se hacía llamar Fifí y que llevaba en su microbus a los niños que iban y venían a la guardería. Fifí tocaba la armónica, cantaba y bromeaba, movía el volante con las rodillas en algunos tramos propicios del viaje, y aquell*s niñs*s aún la recuerdan, treinta años después, con una sonrisa de gratitud. Otro pedagogo, Jesús, conserje en una escuela pública de Madrid, entrenaba gratis et amore a equipos de fútbol sala compuestos por niñ*s de Primaria. También se le recuerda como un gran educador en lo referente a cooperación, buenos modales, respeto y, por supuesto, fútbol. Hay bastantes Fifís y Jesuses. Incluso much*s, en Madrid y en todas partes, son a la vez y generosamente paidagogoi y didáskaloi. No espere mi suave lector/a que ministros como José Ignacio Wert (cuyo apellido en alemán significa “valor”, de cambio, por supuesto) o consejeras como Lucía Figar (promotora de la misma clase de valor, aunque santificado por el integrismo católico) se interesen por una práctica tan poco rentable como la pedagogía. Para ellos, la función pedagógica ya viene suplida por el catecismo y por el mercado: ¿no son las celebraciones de princesas cantantes Barbies de las grandes superficies suficiente entorno pedagógico? Y respecto a la didascalia: ¿se atreverían Figar o Wert a enfrentar las pruebas de conocimiento que sirvieron a la primera para mofarse de l*s enseñantes de este desdichado país? Página 1 de 1

Pedagogía, didascalia y barbarie - Diagonal

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Pedagogía, didascalia y barbariePublicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net)

En la Grecia clásica el pedagogo (paidagogós, “quien guía al niño”) no era propiamente el maestro,sino por lo general un esclavo que acompañaba a la criatura a los distintos lugares donde enseñabanlos maestros particulares (didáskaloi) de lectoescritura, música y gimnasia. El adulto protegía almenor de los peligros de la calle pero, sobre todo, por su proximidad con el niño, se convertía en unguía moral, ya que se encargaba de enseñarle buenos modos y vigilaba el curso de su educación. Elpedagogo adquirió así mayor responsabilidad que los propios maestros en el desarrollo espiritual ymoral de los jóvenes (según cuentan L. Castello y C. Mársico).

Veinticuatro siglos después pudimos conocer a una pedagoga notable, que se hacía llamar Fifí y quellevaba en su microbus a los niños que iban y venían a la guardería. Fifí tocaba la armónica, cantabay bromeaba, movía el volante con las rodillas en algunos tramos propicios del viaje, y aquell*s niñs*saún la recuerdan, treinta años después, con una sonrisa de gratitud.

Otro pedagogo, Jesús, conserje en una escuela pública de Madrid, entrenaba gratis et amore aequipos de fútbol sala compuestos por niñ*s de Primaria. También se le recuerda como un graneducador en lo referente a cooperación, buenos modales, respeto y, por supuesto, fútbol.

Hay bastantes Fifís y Jesuses. Incluso much*s, en Madrid y en todas partes, son a la vez ygenerosamente paidagogoi y didáskaloi.

No espere mi suave lector/a que ministros como José Ignacio Wert (cuyo apellido en alemán significa“valor”, de cambio, por supuesto) o consejeras como Lucía Figar (promotora de la misma clase devalor, aunque santificado por el integrismo católico) se interesen por una práctica tan poco rentablecomo la pedagogía. Para ellos, la función pedagógica ya viene suplida por el catecismo y por elmercado: ¿no son las celebraciones de princesas cantantes Barbies de las grandes superficiessuficiente entorno pedagógico? Y respecto a la didascalia: ¿se atreverían Figar o Wert a enfrentar laspruebas de conocimiento que sirvieron a la primera para mofarse de l*s enseñantes de estedesdichado país?

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