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A casi medio siglo de su aparición (1968 en el manuscrito portugués y 1970 en su edición en inglés y en español) “Pedagogía del oprimido” es un libro que MERECE SER LEIDO (o releído) y PENSADO (o repensado) por todo educador (o aspirante a serlo) en versión completa, con ojos y conciencia propia y actual. Es un texto clásico de la educación po- pular (en su teoría, en su práctica y en la formación de docentes) que, sin embargo, ha sido demasiado “simplificado” en sinopsis, resúmenes, selección de frases, recorte de conceptos básicos para “facilitar” su comprensión. Y en esa sim- plificación, el texto de base y el sentido profundo de los postulados suelen quedar “pasteurizados”, perdiendo el po- tencial concientizador y transformador de la realidad que se desprenden de la prédica de Paulo Freire en el texto origi- nal. Así como el Che Guevara es mucho más que una foto impresa en una remera, Paulo Freire es mucho más que un slogan acertado (y políticamente correcto) sobre el sentido de la educación. Hecha esa distinción y esa recomendación de lectura y de reflexión vale consignar otra: la “Pedagogía del opri- mido” es un texto de teoría política y cultural más que un texto de teoría educativa. “ Todo acto educativo es un acto político” y la educación es una herramienta fundamental (y fundante) para transformar la realidad social desde (y para) las clases populares (en oposición a las clases dominantes). Una educación popular entonces que promueva matrices de acción cultural distintas. Es un texto que analiza, dialécticamente las relaciones de opresión y liberación como cate- gorías antagónicas. Hablaba de medio siglo pues, aunque escrito en su exilio chileno por Paulo Freire a finales de la década de los 60, sistematiza el pensamiento y el análisis de la acción educativa y política desarrollada en el nordeste brasileño (Recife) en el primer lustro de la década y hasta el golpe de estado de 1964. Medio siglo de influencia. Devienen en el texto categorías resultantes del Freire educador y del Freire comprometido con su realidad social. En ese exilio nacen

Paulo Freire y Su Pedagogia del oprimido

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Una reflexión sobre los escritos de Freeire y su importancia.

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A casi medio siglo de su aparición (1968 en el manuscrito portugués y 1970 en su edición en inglés y en español) “Pedagogía del oprimido” es un libro que MERECE SER LEIDO (o releído) y PENSADO (o repensado) por todo educador (o aspirante a serlo) en versión completa, con ojos y conciencia propia y actual. Es un texto clásico de la educación po-pular (en su teoría, en su práctica y en la formación de docentes) que, sin embargo, ha sido demasiado “simplificado” en sinopsis, resúmenes, selección de frases, recorte de conceptos básicos para “facilitar” su comprensión. Y en esa sim-plificación, el texto de base y el sentido profundo de los postulados suelen quedar “pasteurizados”, perdiendo el po-tencial concientizador y transformador de la realidad que se desprenden de la prédica de Paulo Freire en el texto origi-nal. Así como el Che Guevara es mucho más que una foto impresa en una remera, Paulo Freire es mucho más que un slogan acertado (y políticamente correcto) sobre el sentido de la educación.

Hecha esa distinción y esa recomendación de lectura y de reflexión vale consignar otra: la “Pedagogía del opri-mido” es un texto de teoría política y cultural más que un texto de teoría educativa. “Todo acto educativo es un acto político” y la educación es una herramienta fundamental (y fundante) para transformar la realidad social desde (y para) las clases populares (en oposición a las clases dominantes). Una educación popular entonces que promueva matrices de acción cultural distintas. Es un texto que analiza, dialécticamente las relaciones de opresión y liberación como cate-gorías antagónicas.

Hablaba de medio siglo pues, aunque escrito en su exilio chileno por Paulo Freire a finales de la década de los 60, sistematiza el pensamiento y el análisis de la acción educativa y política desarrollada en el nordeste brasileño (Recife) en el primer lustro de la década y hasta el golpe de estado de 1964. Medio siglo de influencia. Devienen en el texto categorías resultantes del Freire educador y del Freire comprometido con su realidad social. En ese exilio nacen

dos obras “Educación como práctica de la libertad” (1967) en primer lugar y “Pedagogía del oprimido” (1969) que dan sustento a la concepción del mundo (y de la educación) del Paulo Freire que es objeto de análisis (entonces y ahora) por educadores, militantes sociales, educadores y estudiantes. El Freire que promueve la reflexión y la acción en una PRAXIS que es palabra en acción, “que fluye en la historicidad; que es palabra viva y dinámica y no categoría inerme y exánime”. Una praxis que desoculte los mecanismos “antidialógicos” del opresor (por conquista, por división, por ma-nipulación o por invasión cultural) y que permita constituir instancias para liberar al “oprimido”, sin “miedo a la liber-tad” (desalojando de su interior y de su sentido común al opresor) mediante mecanismos “dialógicos” (la colaboración, la unión, la organización y la síntesis cultural). Esas categorías fueron y siguen siendo absolutamente válidas para com-prender aquel mundo (el de la década de los 60 y sus expresiones latinoamericanas de los 70).

Esos conceptos (a veces “estereotipados” y simplificados), propios de una pedagogía LIBERADORA (a partir de la “concientización”), con respecto a la “sociedad” (cerrada, en transición o democratizada), a la “conciencia” (intransitiva, ingenua, mágica, crítica) o la educación (como práctica de la libertad, como concepción ban-caria, como problematizadora) siguen siendo referencia ineludible para la comprensión de una EDUCACIÓN POPULAR de cuño latinoamericanista y de orientación nacional y popular.

El pensamiento de Freire es reflejo de PRAXIS (palabra en acción, palabra y acción con conciencia) en el contexto de los años 60 pero su pensamiento, riguroso pero no dogmático, trasciende geografía y tiempos (aún con realidades cambiantes) por lo que sigue siendo, la “Pedagogía del oprimido” y su autor Paulo Frei-re, una referencia ineludible en el mundo entero, aún en nuestros días.

Aún a riesgo de caer en las simplificaciones que he criticado con anterioridad es preciso comentar brevemente algunas de esas nociones. En las “primeras palabras” llama al trabajo social, a la recuperación de la palabra (“su” palabra) de los oprimidos en un mundo desequilibrado entre las clases populares (“oprimidos”) y las clases domi-nantes (“opresoras”) en una relación de antagonismo necesario como condición de existencia. Esa “resignación” ante la opresión de los oprimidos es consecuencia de ac-ciones mucho más sutiles que la simple “represión” por la violencia física sino que a través de mecanismos infinitamente más sutiles. Es necesario desenmascarar esas ac-ciones y su sentido profundo, “concientizando”. “Así como el opresor necesita una te-oría para mantener la acción dominadora, los oprimidos igualmente precisan de una teoría para alcanzar la libertad”. El hombre es un ser inconcluso pero que habita un mundo “mitificado” en el cual se siembra el “miedo a la libertad” (en Erich Fromm) como acción antidialógica sistemática, en situaciones siempre concretas, siempre con-sistentes.

La concientización debe partir de la “radicalización” siempre liberadora siempre liberadora por la criticidad que alimenta pero alertando contra toda forma de “sectarismo” siempre castrador por el fanatismo que lo nutre. En el capítulo I justifica y contextualiza la pedagogía del oprimido desde ambas miradas (las del que oprime y la del oprimido) entendiendo que la liberación es un “parto doloroso” que no puede cons-truirse con acciones paternalistas sino desde la confianza como condición indispensable (“nadie libera a nadie, ni nadie se libera solo; los hombres se liberan en comunión”). En el capítulo II describe y desenmascara a la “concepción banca-ria de la educación” como “un modelo de opresión estandarizado y naturalizado en la relación entre un ignorante ab-soluto, el educando y un sabio absoluto, el educador que deposita datos dentro de la cabeza –en una acción unidirec-cional- sin considerar ni cultura ni saberes previos, ni ningún otro elemento de la relación y manteniendo naturalizada la sumisión”. Freire opone un educando activo, en búsqueda y en una relación bidireccional con el educador (“nadie educa a nadie, ni se educa a sí mismo; los hombres se educan entre sí con mediación del mundo”) En el capítulo III ana-liza y conceptualiza la dialogicidad (en la cual la educación es realmente práctica de la libertad) y en el capítulo IV des-pliega (magistralmente) la TEORÍA ANTIDIALÓGICA (como teoría de los opresores) y la TEORÍA DIALÓGICA (como teoría de los oprimidos). La teoría antidialógica (que impone, que se apoya en el no diálogo, que se afirma en la supremacía, que “falsea el mundo para dominarlo mejor” a través de operaciones tales como la conquista (dominación militar o fascismo), el paternalismo o la dominación económica, propiciando la división de los sectores populares o su manipula-ción llegando la a invasión cultural (entendida como la penetración intencionada de la cultura de los opresores en el sentido común de los oprimidos, “naturalizando “ esa penetración). Freire postula que, “como la división (a partir del no-diálogo) es una de las principales herramientas para la domi9nación, el diálogo resultará en la principal arma para la unión, la organización para derrotar la opresión cultural. Porque “la acción cultural debe ser de una de dos formas: o ayuda a la opresión (conciente o inconscientemente) por parte de sus agentes, o estar al servicio de la liberación”. La teoría dialógica entonces debe apoyarse en la colaboración, la unión, la organización y la síntesis cultural entendiendo

que diálogo es “amor” y es “valentía”.

Tomando palabras apropiadas: “la teoría dialógica es posible de desarrollar en la medida en que se tenga FE, CONFIANZA y ESPERANZA en el pueblo para hacer un verdadero diálogo, sin imposición del educador, donde ambos compartan y se expresen libremente, para sintetizar las diferencias de lucha de clases y lograr una acción liberadora que se consolide en una pedagogía “permanente”. Reitero: fe, confianza y esperanza …

En un texto reciente leía (y compartía) “Freire jamás pensó la educación popu-lar como una simple clase de salón, sino como el punto de partida para la liberación social. Al fin y al cabo, no había recorrido tanto sendero sinuoso con el sólo propósito de enseñar a leer. Ese algo más, sin duda, expresaba la confianza de Freire en el pue-blo: y esa iba a ser la raíz de su pensamiento” (Martín Azcurra 2012).

La esperanza, el “inédito viable” que tanto menciona Paulo Freire en sus libros y que motiva la práctica de la Educación Popular. Esa noción de no quedarse, de no resignarse es la que nos conduce a su idea de transformación concreta, posible, del mundo. Y es esa noción la que tiende un puente entre “aquellos” desafíos (los que se planteaban en el tiempo y contexto histórico en que se escribió “Pedagogía del oprimi-do) y “estos” desafíos (los que se plantean en nuestra sociedad de según da década del siglo XXI). “El mundo no es, el mundo está siendo”. Pero ese puente debe partir de revisar aquellos postulados y adecuarlos (con rigurosidad y sin “simplificaciones”) al mundo de hoy (que es…¿el mundo de los opresores…el de los oprimidos…u otro mun-do…postmoderno…?)

El mismo Paulo Freire se “revisitó” a sí mismo y a sus postulados cuando escri-bió “Pedagogía de la esperanza: un reencuentro con la pedagogía del oprimido” en 1992, siendo consciente que sus postulados habían sido “desvirtuados” (inclusive “alienados” por las clases dominantes) durante la “derrota” de muchos procesos populares por dictaduras latinoameri-canas. Y mucho más se “revisitó” en su texto casi póstumo (que analizaremos en una oportunidad venidera) “Cartas a quien pretende enseñar” (1996). En ambos sostiene LO MISMO que pretendo decir: se mantienen los conceptos y las categorías pero es necesario “leerlas” en contextos distintos en los cuales, los sectores dominantes han demostrado una capacidad de mutación, de adaptación y un “pragmatismo” notable para sostener mecanismos de injusticia social. El capitalismo económico, la hegemonía, y la acción cultural son mucho más “flexibles” que la acción cultural de los sectores populares.

Vivimos en una sociedad fragmentada, dividida y crecientemente injusta en la cual la educación cumple un rol fundamental (como instrumento de enajenación o domesticación o como instrumento de concientización). Una de las características del mundo actual es la” sociedad del conocimiento” en la cual la disputa por los sentidos y el acceso al conocimiento (y a los significados de los mismos) es una disputa central y que debe hacerse desde categorías mucho más sutiles. Hoy los sistemas educativos han expandido su cobertura, han propiciado la inclusión de “todos” y puesto sobre el tapete la necesidad del cuidado de trayectorias escolares “exitosas” para todos. Pero esas BUENAS INTENCIO-NES son formuladas por quienes detentan el poder (político, o económico pero, sobre todo, cultural) como la expre-sión de un derecho que se otorga…pero con mucho de paternalismo, de invasión cultural, de predeterminación de qué es lo bueno y qué es lo malo, qué es lo necesario y qué no lo es en la vida de los “neooprimidos” (perdón por el neolo-gismo, expresa al sector social de los llamados oprimidos en los 60 y que hoy deberían llamarse…marginados?...excluidos?). Otras vez, en otro contexto, las seudosoluciones vienen de arriba-abajo, volviendo a negar la palabra y la definición del rumbo apropiado por par-te de los protagonistas. Otra vez, se desalienta la PRAXIS y se deshumaniza, sin fe, sin confianza y sin esperanza, pero con un discurso que dice apoyarse en esos principios: humanidad, fe, confianza, esperanza…

A modo de cierre, “Pedagogía del oprimido” es un libro que merece ser leído (o releído) y pensado (o repensado) por todo educador (o aspirante a serlo) en ver-sión completa, con ojos y conciencia propia y actual. Valió la pena para mí cuando mi Nona Cata me regaló una segunda edición española de 1978 de “Pedagogía del opri-mido” en el lejano 1982…y me cambió la vida…fue con ese regalo y con ese libro que resolví ser educador como opción de vida. Vale la pena para cualquier persona sensi-ble que siga creyendo que la educación es la herramienta igualadora por excelencia y un instrumento formidable para construir un mundo mejor, más justo, más solidario y mucho más humano para habitar, entre todos.