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OM-32-04 SOIS DIOSES Evangelio según Mateo 5 :48 Tres conferencias del Maestro Con relación a los pasajes evangélicos OMRAAM MIKHAËL AÏVANHIOV LA REENCARNACIÓN SEGÚN LOS EVANGELIOS 1-La enseñanza de los Evangelios 2-El sentido del destino 3-Nosotros somos los creadores de nuestro futuro Centre OMRAAM Institut Solve et Coagula Reus www.omraam.es Primer Centro De difusión de la obra Del Maestro OMRAAM En lengua Española

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OM-32-04 SOIS DIOSES

Evangelio según Mateo 5 :48 Tres conferencias del Maestro

Con relación a los pasajes evangélicos

OMRAAM MIKHAËL AÏVANHIOV

LA REENCARNACIÓN SEGÚN LOS EVANGELIOS

1-La enseñanza de los Evangelios 2-El sentido del destino 3-Nosotros somos los creadores de nuestro futuro

Centre OMRAAM

Institut Solve et Coagula Reus

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De difusión de la obra Del Maestro OMRAAM

En lengua Española

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Conferencia del Maestro OMRAAM MILKHAËL AÏVANHOV

Sèvres, 2 de Febrero 1972 De Sois Dioses

LA RENCARNACION LA ENSEÑANZA DE LOS EVANGELIOS

« Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto », dijo

Jesús, y podemos preguntamos cómo pudo dar semejante programa a esta multitud que le seguía por los caminos. ¡El ser humano tiene tantas debilidades, tantas lagunas! ¿Corno imaginar que después de haber oído o leído estas palabras, pueda llegar a la perfección de su Padre Celestial? Haga lo que haga, No lo conseguirá. O, en todo caso, no lo conseguirá en una sola vida. El hombre puede llegar a ser perfecto, pero al final de una larga evolución que debe proseguir a través de numerosas encarnaciones; gracias a sus esfuerzos, a sus sufrimientos, al continuo despertar de su conciencia, acabará por llegar, un día, a la perfección.

Diréis: « ¡Pero no es posible! En ninguna parte de los Evangelios se

habla de la reencarnación, y Jesús no creía en la reencarnación. » Pensad lo que queráis, pero si leéis atentamente los Evangelios veréis que en ellos hay pasajes que sólo podemos interpretar a la luz de la reencarnación; si no se sobreentiende la reencarnación, son incomprensibles.

Estudiemos, por ejemplo, ciertas preguntas que los discípulos hacen a Jesús y las respuestas que él les da. Un día, Jesús les pregunta a sus discípulos: « ¿Quién dicen que soy yo ?» Según vosotros, ¿qué puede significar esta pregunta? ¿Habéis oído a menudo preguntar a la gente? « ¿Quién dicen que soy yo? » Y ¿Habéis oído a menudo que la gente pregunte sobre lo que los demás cuentan con respecto a su identidad? Saben quiénes son, y no se cuestionan la opinión de los demás al respecto. Y ved también lo que responden los discípulos: « Unos dicen que eres Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas. » ¿Cómo puede decirse que alguien es otra persona que murió hace ya mucho tiempo si no se sobreentiende la reencarnación?

En otra ocasión, Jesús y sus discípulos se encuentran con un ciego del que se precisa que era ciego de nacimiento. Los discípulos preguntan: «

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2 Rabí, ¿quién pecó, este hombre o sus padres para que sea ciego de nacimiento ?» Si una discapacidad es un castigo del Cielo por una transgresión cometida, ¿cuándo un hombre nacido ciego podría haber cometido esta transgresión? ¿En el vientre de su madre? ¿Y qué pecado se puede cometer en el vientre de la madre? ¿Qué comercio deshonesto se puede hacer allí? ¿A quién se puede asesinar ?...O bien esta pregunta de los discípulos es verdaderamente estúpida, o bien presupone la creencia en una vida anterior.

Diréis: « Sí, pero los discípulos de Jesús no eran hombres instruidos. Se cuenta que eran simples pescadores que Jesús había llamado cuando echaban las redes. Es normal que hicieran preguntas algo estrambóticas. » Si éste hubiera sido el caso, Jesús se lo habría hecho notar. Los Evangelios revelan que, en ciertos casos, Jesús no vacila en reprenderles. Pero ahí no, no les reprende, sino que les responde sencillamente corno si la pregunta fuese completamente natural: « No es porque él o sus padres hayan pecado...» Este es también un punto importante. Los discípulos preguntaron si eran los padres los que habían pecado para que su hijo hubiese nacido ciego. ¿Por qué esta pregunta? Porque habían aprendido en la ley de Moisés que las discapacidades y las pruebas eran debidas a transgresiones, pero que, a menudo, una persona puede asumir la deuda de otra. Así que, cuando vemos a un hombre en la desgracia, no podemos saber si expía sus propias culpas o las culpas de otras personas y en particular, las de sus padres.

Al ser todas las pruebas que el hombre debe sufrir el resultado de una transgresión cometida por él o por uno de sus próximos, los discípulos hicieron la pregunta porque sabían que un hombre no puede nacer ciego sin razón... ¡o solamente porque Dios quiere que sea ciego, como se imaginan los cristianos! Jesús, pues, respondió: « No es porque él o sus padres hayan pecado, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él , es decir, para que al pasar por allí, Jesús pudiera curarle y el pueblo creyera en él. Eso significa que existen también seres que aceptan soportar cualquier enfermedad o discapacidad a fin de ayudar a los humanos. Este ciego de nacimiento era uno de ellos: había descendido a la tierra con esta discapacidad para que su curación hiciese reflexionar a todos aquéllos que fuesen testigos de ella. Y por otra parte, san Juan, que relata este episodio, insiste mucho en las reacciones de los fariseos, así corno en su turbación ante este milagro.

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Ahí tenéis todavía otro argumento. Le anuncian a Jesús que Juan Bautista acaba de ser encarcelado, y el comentario al respecto es bien simple: « Habiendo sabido Jesús que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea.» Juan Bautista fue decapitado, después, por orden de Herodes, y transcurrido algún tiempo, los discípulos le preguntan a Jesús: ¿Por qué los escribas dicen que Elías debe venir primero? Y Jesús respondió: « Es cierto que Elías debe venir y restablecer todas las cosas, pero yo os digo que Elías ha venido ya, que no le han reconocido, y que le han tratado como han querido.» Y después, el texto añade: « Los discípulos comprendieron que hablaba de Juan Bautista.»Este pasaje dice, pues, claramente, que Juan Bautista era la reencarnación de Elías.

Pero esta identificación de Juan Bautista con Elías ya está indicada al principio del Evangelio de san Lucas, cuando un ángel viene a anunciar a Zacarías el nacimiento de un hijo. Le dice: « Le darás el nombre de Juan... Caminará ante Dios con el espíritu y el poder de Elías.» Elías había sido un gran profeta de Israel, pero fue culpable de la muerte de cuatrocientos cincuenta sacerdotes de Baal que hizo degollar. No fue castigado por esta falta en vida, y hasta tuvo una muerte extraordinaria puesto que se dice que fue arrebatado al Cielo en un carro de fuego. Pero la ley es la ley, y debía por tanto ser castigado en una encarnación siguiente, y por eso, cuando volvió en la persona de Juan Bautista, fue, a su vez, degollado.

Esta ley de justicia, la enunció Jesús en el jardín de Getsemaní en el momento en que Pedro, precipitándose sobre el servidor de Caifás, le cortó la oreja: « Pedro, le dice, enfunda tu espada, porque todos aquéllos que tomen la espada perecerán por la espada. » Jesús sabía quién era Juan Bautista y qué destino le esperaba. Por eso, aunque era su primo (María era la prima de Elisabeth, madre de Juan Bautista) y había dicho sobre él palabras magníficas: « De entre los que han nacido de mujer, ninguno ha aparecido más grande que Juan Bautista », no hizo nada para salvarle. Y no hizo nada porque la justicia debía seguir su curso. ¿Comprendemos ahora por qué Jesús abandonó el país cuando le anunciaron el encarcelamiento de Juan Bautista? : Porque no podía salvarle.

La reencarnación está basada en la ley de la justicia. Toda buena acción debe ser recompensada, toda falta debe ser castigada, si no en esta existencia, en la próxima. Jesús conocía esta ley, pero añadió algo nuevo. En el Sermón de la montaña, dijo en varias ocasiones a la multitud que le seguía: « Habéis aprendido que fue dicho... Pero yo os digo...» ¿ Por qué

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4 rectifica Jesús la antigua -Ley? Él explica: « No creáis que he venido para abolir la Ley y los profetas. No he venido para abolir sino para aplicar.»

« Aplicar » significa reemplazar la ley de justicia dada por Moisés, por la ley del amor Ojo por ojo, diente por diente, así es cómo se resume la ley de justicia que no es, en realidad, más que una forma de venganza, y esta ley acarrea consecuencias sin fin. Un hombre comete un asesinato. En la encarnación siguiente la víctima vuelve para vengarse de su asesino y le mata. Pero éste a su vez, querrá de nuevo vengarse. Y la situación puede continuar así indefinidamente. Jesús vino para enseñarnos cómo romper este engranaje: « Habéis aprendido que fue dicho: Ojo por ojo, diente por diente. Pero yo os digo: Si alguien te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Si alguien quiere arrebatarte tu túnica, déjale también tu abrigo. Habéis aprendido que fue dicho: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced el bien a los que os odian, y rogad por los que os maltratan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos. »

Al insistir en la reencarnación, que no es más que una aplicación de la ley de causa y efecto (que en la India recibe el nombre de ley del Karma), los sabios del pasado quisieron que los humanos tomasen conciencia de que todo lo que hacen tendrá, un día u otro, repercusiones para ellos. Pero Jesús fue tan lejos en la enseñanza del amor que, para aquel que fuese capaz de aplicar esta enseñanza, ya no le sería tan necesario el conocimiento de las leyes de la reencarnación. Gracias al amor -y por « amor » Jesús entendía este sentimiento desinteresado que conduce hasta el sacrificio- el hombre liquida sus deudas del pasado, supera las consecuencias de las faltas que ha cometido en vidas precedentes, se libera. Ya no tiene pues que volver a la tierra para reparar sus faltas, y si vuelve, es porque él mismo lo ha decidido, para ayudar a sus hermanos humanos.

La filosofía de Cristo es la de la liberación por el sacrificio. No podemos liberarnos con el odio, la violencia, la maldad o la crueldad. Y si Jesús dijo: « Amad a vuestros enemigos», es porque sólo el amor, que finiquita una hostilidad antigua, puede ayudaros a romper los lazos y a reconquistar vuestra libertad. De lo contrario, la ley os obligará a re encontrar a las mismas personas, las mismas condiciones, y a proseguir indefinidamente las mismas hostilidades.

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El secreto de la libertad es el amor. Únicamente el amor es capaz de romper el encadenamiento de las causas y efectos que nos obligan a reencarnar para reparar nuestras faltas. El intelecto y la voluntad son unas facultades indispensables para la evolución del hombre; pero no le darán la liberación porque no contienen este elemento de generosidad, de desinterés, de sacrificio, que le obliga a superarse. Este elemento está en el corazón, y es el amor. El cristianismo puede no insistir en la reencarnación porque predica el sacrificio, y que sólo el sacrificio permite avanzar más rápidamente y más eficazmente en el camino de la evolución.

Sin embargo, es importante que comprendáis que aunque se os hable del sacrificio, no por ello debéis lanzaros a empresas extraordinarias que pueden arruinaros, destruir vuestra salud o exponer vuestra vida a graves peligros. Con una conducta insensata no pagaréis vuestras deudas kármicas. Si queréis verdaderamente seguir la enseñanza del sacrificio podéis empezar por cosas muy sencillas que, ya lo veréis si lo probáis, no son tan fáciles como parecen. Por ejemplo, tratad de aprender a dar sin esperar ni recompensa ni gratitud; como el sol: no cesa de dar, sin esperar nada. Los humanos esperan siempre recibir algo a cambio de lo que dan, por lo menos una alabanza, o las gracias, y todo el mundo lo encuentra normal Sí, pero éstas son las reglas de la tierra y no las del sol. Ayudáis a alguien, le prestáis un servicio, habláis bien de él a otras personas: ejercitaos en no esperar ningún beneficio de estos actos porque es así como crecéis, como os ennoblecéis.

Diréis: « Pero entonces, ¿nunca nos será reconocido el bien que hacemos? » Sí, pero no debéis esperar que lo sea. Y de forma inmediata, sólo debemos encontrar en nosotros mismos nuestra recompensa. Hay una ley de la que nunca debemos dudar, y es la de que cosechamos lo que sembramos; y si hacemos el bien cosecharemos también, tarde o temprano, sus frutos. Pero no hay que esperar. Todo lo que podáis hacer de bueno, actos, palabras, sentimientos, pensamientos, hacedlo, y dejad después que el tiempo ejecute su obra. Aunque no lo queráis, un día, todo este bien os perseguirá para recompensaros. No podréis impedirlo, ¡ni siquiera podréis esconderos para escaparos de él!

Amar a los humanos sin esperar nunca nada a cambio, ayudarles, iluminarles, esto es lo que debemos aprender a hacer de forma natural, de la misma manera que el sol brilla, las fuentes brotan, los pájaros cantan, las flores perfuman y los árboles dan frutos. Que os vean o no, que os aprecien

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6 o no, eso no tiene importancia, debéis hacer este trabajo. Este es el verdadero sacrificio que nos enseñó Jesús.

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Conferencia del Maestro OMRAAM MILKHAËL AÏVANHOV

Sèvres, 2 de Marzo de 1971 De Sois Dioses

La Ley de Reencarnación

EL SENTIDO DEL DESTINO Sin la creencia en la reencarnación nada tiene sentido en la religión

ni tampoco en la existencia. Preguntadle a un sacerdote o a un pastor: « Explíqueme por qué hay personas dotadas con toda clase de cualidades físicas, intelectuales, morales, y tienen éxito en todo lo que emprenden, mientras que otras nacen en unas condiciones en las que sólo pueden estar enfermos, ser miserables, estúpidos, criminales, y sólo fracasan », Os responderá que es la voluntad de Dios. A veces, os expondrá unas teorías complicadas sobre la predestinación y la gracia, pero esto no os esclarecerá nada más: de todas formas, es la voluntad de Dios.

Analicemos esta respuesta. Pero, primero, os contaré una anécdota. Un día, Nastradine Hodja1 entró en un albergue en donde estaban reunidos unos aldeanos. Llevaba su saco repleto de nueces. Le preguntaron: « ¿Qué llevas en este saco, Nastradine Hodja? - Son nueces, y quiero dároslas. - ¿Cómo? ¡Qué generoso estás hoy! » Y todos se quedaron muy extrañados, ¡porque Nastradine Hodja no solía repartir nada! « Sí, dijo, quiero daros nueces. Así que, ahora, escoged: puedo distribuíroslas de la forma que lo hace Dios, o de la forma que lo hacen los hombres. ¿Qué preferís? » Y puesto que todo el mundo sabe que los hombres son avaros, mientras que Dios es rico y generoso, pidieron que las nueces les fueran distribuidas de la forma que lo hace Dios. « ¡Muy bien! » dijo Nastradine Hodja. Y comenzó a repartir: al primero le dio tres nueces, al segundo le dio una sola, al tercero no le dio ninguna, al cuarto le dio un puñado, al quinto dos puñados, al sexto nada, y al séptimo le dejó todo lo que quedaba en el saco. Todos exclamaron: « Pero ¿qué te pasa Nastradine Hodja? ¡Dijiste que repartirías estas nueces de la forma que lo hace Dios!» Y Nastradine Hodja respondió: « Pero ¿de qué os quejáis? ¿No os habéis fijado que Dios da un poco a unos, mucho a otros, y a algunos nada? Pues esto es lo que he hecho. »

Observaréis que lo que es considerado como una injusticia si lo hacen los humanos, ¡debe ser considerado como justo cuando viene de

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2 Dios! ¿Cómo aceptar esto? Pues porque de todas formas hay que admitir que Dios es Dios, y que ésta es su voluntad, por tanto, ¡debemos inclinamos! Pero entonces, ¿por qué se encoleriza después cuando cometen faltas aquéllos a quienes ha privado de todas las buenas cualidades? Puesto que les ha perjudicado, ¿por qué les castiga? Él, que tiene todos los poderes, ¿acaso no podía darles la bondad, la honestidad, la inteligencia, la sabiduría? No es sólo suya la culpa si cometen crímenes: Dios no les ha favorecido en nada; y además, ¡les castiga por causa de estos crímenes! Todo esto no tiene sentido. Dios hace lo que quiere, de acuerdo, no podemos reprochárselo, pero entonces, ¿por qué no es más consecuente, más lógico? Por lo menos debería tratar a los pecadores con indulgencia. Pero no, los arroja al Infierno, Y parece que cuando van al Infierno, ¡es para toda la eternidad! Aquí también hay algo que no encaja. Me pregunto: « ¿Cuánto tiempo han pecado? ¿Algunas decenas de años? Bueno, pues que se queden en el Infierno sólo unas decenas de años. ¡Pero toda la eternidad!...

¡Razonemos un poco a pesar de todo, aunque parezca que no tenemos derecho a razonar! Al hablar de un Dios de amor, de un Dios de misericordia, de la gracia de Dios, la Iglesia ha hecho de Él un verdadero monstruo de injusticia y de crueldad. Y hay que aceptar eso sin protestar, ¡porque razonar es criminal! Y sin embargo, dar a los humanos una imagen tal de Dios y hacerles vivir en la incoherencia y en la desesperación, ¿no es acaso criminal ?...

A lo largo de los siglos han aparecido toda clase de doctrinas que no han contribuido en absoluto a resolver la cuestión de la justicia y de la gracia. No entraré en los detalles, pero diré solamente esto. A primera vista, es difícil conciliar estas dos nociones de justicia y de gracia y de comprender cómo se manifiesta cada una. La verdad es que ningún hombre es digno de ser salvado, ni siquiera los mejores; si la justicia siempre tuviera que cumplirse, nos reduciría a polvo. Sólo somos salvados por la gracia de Dios. Pero no debemos creer, sin embargo, que la gracia es una manifestación arbitraria de la Divinidad que actúa a su antojo.

Lo comprenderéis mejor si os doy un ejemplo. Imaginémonos a un hombre que ha emprendido la construcción de una casa: al cabo de un tiempo se da cuenta de que le falta dinero para terminarla; pide, entonces, crédito a un banco, y el banco -¡que no es estúpido! - se informa sobre la situación financiera de este hombre: quiere saber si podrá reintegrarlo. Si

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3 los informes son buenos, le da la suma necesaria. Pues bien, en cierta manera podemos decir que así es como actúa la gracia. Si visita a tal o cual persona es porque se ha « informado » y ha visto que, en otras encarnaciones, esta persona ya ha trabajado bien ; de momento se encuentra un poco bloqueada, pero a causa de lo que ya ha realizado merece que se le ayude, que se le facilite la tarea. La gracia no es ni ciega, ni caprichosa, como la gente se imagina y para recibirla un día debemos haber trabajado durante mucho tiempo para hacernos acreedores de ella.

Mientras no aceptéis la reencarnación, no podréis comprender nada acerca de las leyes del destino. Con la reencarnación, por el contrario, todo se aclara, comprendéis que Dios es, verdaderamente, el Amo más grande, el más noble; el más justo, y que si nosotros somos tan pobres y limitados, es por culpa nuestra, porqué no hemos sabido utilizar todo lo que Él nos ha dado desde el origen. Hemos querido hacer experiencias costosas y como Él es generoso y comprensivo, nos lo ha permitido diciendo: « Sufrirán, y se darán de bruces, pero esto da igual porque seguiré ofreciéndoles mis riquezas y mi amor... tienen numerosas encarnaciones por delante, y un día u otro acabarán volviendo a mí...» Dios, pues, nos dejó libres, y ahora somos culpables de todo lo que nos ocurra.

¿Por qué la Iglesia ha declinado sobre el Señor toda responsabilidad de nuestro destino? Suprimió la creencia en la reencarnación pensando que bastaría con agitar ante los humanos la amenaza del Infierno para empujarles a mejorar más rápidamente. Sin embargo, no sólo no han mejorado, sino que, además, ¡se han vuelto ignorantes! Por eso debemos recobrar esta creencia en la reencarnación, pues de lo contrario nada tiene razón de ser, la vida no tiene sentido, y el Señor es un monstruo. Muchos cristianos estarían dispuestos a admitir la reencarnación pero esperan a que la Iglesia se pronuncie oficialmente. ¿Cuándo ocurrirá esto? Sólo Dios lo sabe. He tenido varias oportunidades de hablar con miembros del clero y he visto que muchos creen en la reencarnación, pero no se atreven a decirlo porque no quieren tener problemas con sus superiores.

Si no aceptáis la reencarnación, nunca comprenderéis vuestra situación ni los acontecimientos de vuestra existencia, ni como podéis trabajar para una próxima vida. Cuando no conocemos la verdad, ¿dónde podemos ir? Mientras el clero no aclare a los humanos esta ley de la causa y efecto, y porqué continua actuando de una existencia a otra, podrá sermonearles todo lo La reencarnación que quieran, pero no servirá de

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4 nada. ¿Cuántos creen aún que se quemarán eternamente en el Infierno por las faltas cometidas? Cada vez menos. Y como han querido asustarles con todas estas cosas abusando de su credulidad, acaban por tomárselo a broma.

Por supuesto nos encontramos con seres que sin creer en la reencarnación poseen naturalmente grandes cualidades morales y ello es debido precisamente porqué en precedentes reencarnaciones trabajaron para adquirirlas. Pero no podemos estar absolutamente seguros de que duren: en ciertas circunstancias, instintos como el miedo, la codicia, el deseo de venganza, etc., pueden llevarse el gato al agua, y ya no se muestran tan buenos ni tan honestos. Sí, porque su moralidad no fue construida sobre la base sólida del conocimiento de las leyes.

Ha de quedar bien claro que, aceptar la idea de la reencarnación, sólo es realmente útil en la medida en que ésta nos enseña que nuestro destino está regido por unas leyes de una precisión matemática: igual que lo que ahora vivimos es el resultado de lo que vivimos en el pasado, nuestro futuro depende de la orientación que demos ahora a nuestra existencia. Por eso, tampoco es demasiado útil ir a consultar a los c1arividentes para conocer nuestras vidas anteriores. Algunas personas me han venido a contar lo que algunos c1arividentes les habían dicho, ¡me dejaron perplejo! Resulta que un hombre dulce, gentil, humilde, que no hubiera hecho daño ni a una mosca, ¡había sido Napoleón! ¡Vaya, vaya! ¡Qué rápida transformación! Y otro, muy limitado intelectualmente, había sido Shakespeare... No tengo nada que oponer, pero es un poco inverosímil. ¡Y si supieseis todas las personas que se me han presentado como reencarnaciones de santos, de genios, de reyes, de reinas, de faraones, de Iniciados!

No quiero decir con ello que no debamos creer nada de estas cosas. Pero para saber a qué atenernos, deberíamos poder verificarlo. Pero, por otra parte, ¿acaso todo esto es verdaderamente útil? ¿De qué puede serviros que os revelen vuestro pasado? Estas revelaciones no os aportarán nada. Sobre todo si, como hacen algunos para engatusaros, tienen que presentaras fantasmagorías que sólo harán que embrollar vuestras ideas y desviaras del verdadero trabajo que tenéis que hacer. Lo que sucede cada vez más frecuentemente ahora que la idea de la reencarnación empieza a difundirse en la cristiandad, y ello no es bueno en absoluto. Y esto no es bueno. La creencia en la reencarnación no debe servir para contar cuentos chinos, o

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5 para contárselos a los demás sino sólo para tomar conciencia de la existencia de las leyes.

En cuanto admitís la ley de la reencarnación, empezáis a comprender que cada acontecimiento de vuestra vida tiene su razón de ser, porque todo tiene una causa más o menos lejana. Esta comprensión influirá, evidentemente, en vuestros sentimientos porque cuando habéis comprendido que todo tiene un sentido, ya no podéis rebelaros contra el Cielo -lo que es la peor de las reacciones- y ya no tratáis de resolver los problemas con la deshonestidad o la violencia. Cuando sabéis que todo lo que tenéis que sufrir es el resultado de transgresiones pasadas, lo aceptáis, no acusáis a los demás de vuestras desgracias, no tratáis de vengaros de ellos. Finalmente, la creencia en la reencarnación os impulsa a reforzar vuestra voluntad: evitáis cometer actos reprensibles por los que sabéis que tendríais que sufrir, y dedicáis todos vuestros esfuerzos a construir un futuro luminoso para vosotros.

Si los humanos tienen tantas dificultades para encontrar un sentido a la vida, la suya y la de los demás, es porque consideran la existencia presente, aislada del pasado y del futuro. Así, evidentemente, muchas cosas continúan siendo para ellos incomprensibles. Al leer, por ejemplo, la vida de ciertos profetas, santos o Iniciados, podemos preguntamos: « Estos seres eran magníficos, y sin embargo, sufrieron, les martirizaron. ¿Cómo es posible? No se lo merecían...» Pues sí, pero hay que buscar las causas de sus pruebas en una vida pasada. Incluso aquél que en el transcurso de una encarnación consigue restablecer el orden divino en sí mismo, ello no significa que haya pagado necesariamente todas sus deudas del pasado; por lo tanto, ahora debe pagarlas hasta el último céntimo.

Y vosotros que seguís una enseñanza espiritual, también podéis sufrir pruebas. Habéis escogido la vía del bien, de la luz, habéis decidido vivir de acuerdo con las leyes divinas, pero no por eso vuestra existencia va a ser transformada ni estaréis protegidos contra todo. Para que no os ocurra nada malo, deberíais haber liquidado ya todas las deudas del pasado. Si todavía las arrastráis, cualquiera que sea vuestra vida actual, no hay nada que hacer, debéis pagarlas. Sólo después de que hayáis pagado honestamente vuestras deudas, estaréis libres. Así que, ahora está claro: estáis en una enseñanza divina, vivís en esta luz, y a partir de ahora sólo hacéis el bien, de acuerdo, pero debéis saber que este bien dará sus frutos en el futuro, no de inmediato. El conocimiento de estas leyes es lo que os permite comprender

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6 enseguida la razón de vuestra situación presente, y os da los medios para mejorar en el futuro. Por tanto, cuando paséis dificultades, no os rebeléis, ni tampoco os hundáis, sino que debéis aceptarlas diciendo: « Dios mío, ahora lo he comprendido: si tengo que pasar estas pruebas ello significa que me libero, y esto está muy bien. No me rebelaré más, ni te pediré que me ahorres sufrimientos. »

Diréis: « Pero Jesús, que fue crucificado, ¿acaso tenía, también, deudas kármicas que saldar? » No, él es un caso completamente diferente, y en este punto entramos en el tema esencial del sacrificio. Existen seres que para ayudar a los demás aceptan sacrificar su vida pasando grandes sufrimientos, a pesar de que "ya no tienen deuda alguna que saldar. Pero se trata de excepciones muy raras. Y vosotros, si queréis evolucionar, no vayáis a imaginaros que sois una de estas excepciones, sino que trabajad sabiendo que sólo seréis libres cuando hayáis reparado todas vuestras faltas.

¡Cuántos se imaginan que la libertad consiste en poder hacer todo lo que les apetece! Es evidente que si sus deseos no les impulsan a transgredir las leyes divinas, serán libres, pero si no, se volverán cada vez más esclavos. Puesto que somos hijos e hijas de Dios, estamos en posesión de una cierta libertad y podemos disponer de ella tanto para el bien como para el mal, pero únicamente aquél que se esfuerza para cumplir la voluntad de Dios poseerá, un día, la verdadera libertad. La libertad se encuentra en el espíritu. Cuando el hombre empieza a trabajar con su conciencia, con su inteligencia, para dominar y purificar sus tendencias instintivas incorporando un elemento espiritual, conquista su libertad. La conquista de la libertad es una empresa de gran envergadura, pero cada día podéis acercaros a la meta.

Imaginaos que hacéis una travesía por el océano: estáis en un barco y os veis obligados a seguir su itinerario así como las escalas previstas. Pero en el interior de este barco, sois libres: podéis ir y venir, subiros al puente, admirar la vista, bajar a leer en vuestro camarote, jugar al ajedrez, ver una película o charlar descansando en una hamaca. También podéis pelearos con vuestros compañeros de viaje, o tratar de seducirles, de robarles objetos, etc. Pero dejemos de lado estos detalles. Sólo os doy esta imagen para mostraros que en el barco en que os habéis embarcado, gozáis de una cierta libertad. Pues bien, vuestro destino se parece a un barco en el que os habéis embarcado : hay cosas que están determinadas, como por ejemplo el

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7 país y la familia en donde habéis nacido, vuestro cuerpo físico, vuestro temperamento; pero tenéis un intelecto, un corazón, una voluntad, que os permiten utilizar las condiciones que propiamente poseéis. Así que, si en una próxima encarnación queréis obtener mejores condiciones, procurad emprender, desde ahora, un trabajo sobre vosotros mismos para merecer estas condiciones.

Pero mientras tanto, sabed que tenéis también la posibilidad de superar los acontecimientos que debéis afrontar. Aquí, en esta encarnación, vuestra libertad empieza con la decisión de aceptar las pruebas que el Cielo os envía. Os las envía porque os las merecéis y porque deben haceros reflexionar para llegar a comprender ciertas verdades que todavía no habéis comprendido. Si actuáis así, el Cielo, que os observa, suavizará vuestras pruebas, pero no exteriormente porque estas pruebas y estos acontecimientos debéis pasarlos, sino interiormente, es decir, que no los sentiréis de la misma manera.

Supongamos, por ejemplo, que hubiere sido decretado en vuestro destino que debéis sufrir un accidente. El accidente se produce y os quedáis inmovilizados durante algún tiempo. Y seréis vosotros quienes decidiréis cómo utilizar este tiempo : podéis leer, reflexionar, oír música, empezar a aprender una lengua, o bien, pasaros los días mirando cualquier cosa en la televisión, lamentándoos y rebelándoos contra el destino. No sois libres para decidir los acontecimientos, pero lo sois para vivirlos inteligentemente, o estúpidamente. Cuando hayáis comprendido esto, habréis hecho grandes progresos.

Los acontecimientos de nuestra existencia están determinados. Lo que no lo está, es nuestra reacción, la forma en que los viviremos. Nuestra libertad está en la actitud interior que adoptemos. El que no cesa de lamentarse o de rebelarse contra su suerte, no sólo no cambiará nada de los acontecimientos, sino que agravará aún más su desgracia. Por el contrario, si frente a una gran pérdida tratáis de superar vuestro desánimo, no sólo aliviaréis vuestra pena, sino que, al actuar así, trabajáis para vuestra próxima reencarnación, acumuláis materiales más puros, más sólidos, que participarán en la construcción de vuestra nueva existencia.

No olvidéis nunca que lo más importante en vuestra vida no son los acontecimientos sino vuestra actitud. Y esta regla es válida no sólo para los acontecimientos desgraciados, sino también para los acontecimientos

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8 felices. Si no sabéis cómo acoger una dicha, si os mostráis descuidados, egoístas, ingratos, si no sabéis lo que tenéis que hacer para servir a vuestra evolución y a la de los demás, lo que debía ser oro para vosotros acabará por convertirse en cenizas, y estas cenizas no serán unos buenos materiales para vuestra futura encarnación. Así que, cómo podréis ver, los acontecimientos felices o desgraciados, los éxitos o los fracasos, no son los que deben preocuparos. Lo que debe preocuparos, es la forma en que los viviréis.

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Sèvres, 2 de Abril de 1971 De Sois Dioses

La Ley de Reencarnación

NOSOTROS SOMOS LOS CREADORES DE NUESTRO FUTURO

Para conocer su futuro, algunos van a consultar a los clarividentes.

Pues bien, puedo aseguraros que no necesitamos clarividentes para eso, ¡porque es muy fácil conocer nuestro futuro! Quizá consigamos adivinar cuál será nuestra profesión, nuestras relaciones, las ganancias o las pérdidas de dinero, las enfermedades, los accidentes, los éxitos, pero todo eso no tiene mucha importancia. Lo esencial, es decir si avanzaremos en el camino de la evolución, si seremos libres, si viviremos en la luz y en la paz, es muy fácil predecirlo. Si amáis todo aquello que es grande, noble, justo y bello, y si trabajáis con todo vuestro corazón, con todo vuestro pensamiento y con toda vuestra voluntad para alcanzarlo y realizarlo, vuestro futuro ya está trazado: viviréis, un día, en las condiciones que corresponden a vuestras aspiraciones. Esto es lo esencial que debéis saber sobre vuestro futuro. Todo lo demás, las posesiones, la gloria, las relaciones con tal hombre o tal mujer, o incluso la salud, es secundario. Y es secundario porque es pasajero; os puede ser dado y arrebatado. Cuando abandonéis la tierra os quedará, verdaderamente, aquello que corresponde a las aspiraciones de vuestra alma y de vuestro espíritu.

Nuestro presente es el resultado de nuestro pasado. Por eso no tenemos casi ningún poder sobre él: es la consecuencia, la secuencia lógica de este pasado. Los pensamientos, los sentimientos, los deseos que hemos tenido en nuestras encarnaciones anteriores, desencadenaron en el universo unas fuerzas y unos poderes de la misma naturaleza que han determinado nuestras cualidades, nuestras debilidades, y los acontecimientos de nuestra existencia. Por eso es casi imposible cambiar, en el curso de esta encarnación, lo que, de esta manera, ha sido determinado por nuestro pasado. Lo único que está en nuestro poder es preparar el futuro. Sí, y esto es algo que todavía no tienen claro la mayoría de los humanos: discuten incansablemente sobre la libertad del hombre, unos afirman que lo es, y

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2 otros que no, pero en realidad no plantean adecuadamente la cuestión. La libertad no es una condición que le sea o no concedida al ser humano de forma definitiva. En lo que concierne al presente, su libertad es muy limitada porque el presente es la consecuencia de un pasado sobre el que ya es imposible retroceder para modificarlo; el pasado hay que sufrirlo, digerirlo. Es para el futuro que somos libres, porque tenemos las posibilidades de crearlo tal como lo deseemos.

Esta es la verdad más importante que hay que conocer para comprender en qué sentido debemos trabajar. Si no, ¿qué sucede? Si no sabemos que podemos mejorar la situación para el futuro, padecemos el presente y nos dejamos llevar por un comportamiento cada vez más deplorable, con lo cual sólo conseguiremos que en la próxima reencarnación seamos todavía más limitados, más esclavos.

Desde hoy podéis preparar ya vuestro futuro. Con el deseo, con el pensamiento, con la oración, con la imaginación, escogéis la mejor orientación a fin de manifestaros, un día, como seres de paz, de bondad, de luz. Pero sobre todo, una vez que hayáis escogido esta dirección, procurad seguir en ella. Aprended a canalizar todas vuestras energías y a orientarlas hacia este mundo luminoso de armonía y de amor. Aunque de vez en cuando aparezcan algunas sombras, no durarán; en la medida en que mantengáis interiormente la buena orientación, llegará un día en que ya no os desviaréis. Esto es lo esencial, y yo sólo me ocupo de lo esencial: para lo demás, podéis consultar a los clarividentes que queráis, pero recordad que nunca os dirán lo esencial.

Suceda lo que suceda, seguid construyendo vuestro futuro, no os desaniméis: vuestros sufrimientos, vuestras pruebas, pronto serán para vosotros como las olas de una tempestad sobre la que planeáis. Si a veces os sentís aplastados por las pruebas, es que no habéis sabido mantener la visión de vuestro futuro luminoso. Vuestro horizonte está cerrado, pero está cerrado porque lo habéis cerrado vosotros. Sólo vosotros podéis ahora abrir una ventana para ver el sol.

Muchos me dirán, claro, que trabajan para el futuro, para su futuro y el de sus hijos. Sí, ya lo sé, ingresan su dinero en el banco, compran acciones, suscriben pólizas de seguro de vida… ¡y piensan que así trabajan para el futuro! ¡Dios mío! Pero ¿a qué llaman futuro? El futuro no son los treinta, cuarenta o cincuenta años que todavía tienen que vivir en la tierra,

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3 ¡o incluso lo que dure la vida de sus hijos y de sus nietos!... El futuro, el verdadero futuro, son sus próximas encarnaciones y deben prepararlas con la práctica de las cualidades y de las virtudes.

Mucha gente está aún obnubilada por las adquisiciones materiales que desea obtener para su provecho y el de sus hijos. Es evidente que deben asegurarse lo esencial para vivir. Pero, ¿por qué pierden su tiempo y sus energías persiguiendo todo lo demás que verdaderamente, no necesitan? ¡La vida es tan corta! ¿Cuántos años tendrán para aprovecharse de estas adquisiciones? No sólo no se las llevarán consigo al otro mundo, sino que ni siquiera se acordarán que tuvieron un castillo, un cargo de director, de ministro, de presidente... ¡Todo se borra tan pronto!

Este futuro para el que los humanos pretenden trabajar es tan próximo, que muy pronto será presente, y un presente que pronto se borrará. Sólo trabajan para el vacío, para el viento. Sí, todos los acontecimientos que van a vivir en esta existencia pertenecen, en realidad, al presente. El futuro es otra cosa, y todavía no sabéis, verdaderamente, lo que es. Este futuro del que os hablo, es la eternidad, el infinito, y es el que podemos crear. No podemos borrar el pasado, ni cambiar el presente, pero podemos crear el futuro. Es Dios quien nos ha dado este poder. Con el pensamiento, con el deseo, con la voluntad, lo podemos todo. Mientras no tomemos conciencia de este poder, no mejoramos nuestra situación, y a veces, incluso, sólo la agravamos.

Ya sé que, al oírme hablar así, algunos se preguntan: « Pero, ¿en qué planeta vive ése? La existencia es tan complicada, tan difícil: las preocupaciones, las pruebas, las enfermedades... ¡y nos habla de un futuro de esplendor y de perfección! Verdaderamente, está en las nubes. ¿Cómo piensa que va a convencemos con una filosofía tan poco realista? » Pues bien, sabed que, por el contrario, yo conozco tanto o mejor que vosotros lo que llamáis las realidades de la existencia: las privaciones, la adversidad, la hostilidad, los oprobios, pero nunca he querido detenerme en esta realidad porque sé que no es más que un aspecto insignificante, una sombra de la verdadera realidad.

Tratad de dedicar unos minutos cada día, a pensar en crear vuestro futuro sabiendo que tenéis, sobre este futuro, el mismo poder que Dios mismo. Poco podéis hacer para cambiar el presente, pero tenéis todos los poderes para el futuro porque cada uno de vosotros sois un hijo de Dios,

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4 una hija de Dios. Todos los grandes Maestros, todos los grandes Iniciados nos lo enseñan: el hombre es un espíritu, una llama brotada como la tierra misma del seno del Eterno. Tiene todo un camino que recorrer, y aunque a lo largo de la ruta se deje aturdir, enfriar, oscurecer, está predestinado a volver a estas regiones que abandonó.

Así pues, nunca olvidéis esto: vuestro futuro es llegar a ser como Dios mismo. Si olvidáis esta sabiduría, esta luz, no os extrañéis si encontráis siempre decepciones, amarguras y desesperación. Y después, evidentemente, daréis trabajo a los médicos y a los psiquiatras. ¡Hay tantos que han llegado al borde de los precipicios! Son considerados depresivos, neurasténicos, neuróticos... ¡los epítetos científicos no faltan! Pero, en realidad, se trata siempre de la misma enfermedad: el olvido de la verdadera naturaleza del hombre, de su esencia divina y de su predestinación final: la vuelta al seno del Eterno. Así que, aferraos al sol pensando en vuestro futuro luminoso.

Los humanos se preguntan, a veces, cómo será la vida en la tierra dentro de diez años, de cincuenta años, de un siglo... Es importante, claro, pero lo esencial es saber que, un día, brillarán como el sol, que su sola presencia perfumará la atmósfera, que se sentirá el perfume de su alma y que, por doquiera que pasen, se oirán sinfonías porque todas sus células cantarán. Cada día, por lo menos durante unos minutos, representaos este futuro magnífico, y sentiréis de repente recuperar el ánimo y la sonrisa.

Algunos pensarán: « ¡Pero, verdaderamente, se burla de nosotros! ¡Somos tan limitados, tan miserables! ¿Qué futuro maravilloso podemos imaginar? » Pues bien, sabed que esta reflexión prueba que razonáis mal. Quienes se sienten felices y satisfechos, no tienen necesidad de desear y de imaginar. Por el contrario, quienes tienen esta necesidad, son los que se sienten desgraciados y son capaces de hacerlo cien veces más poderosamente que los otros. Así que, si os sentís tan desheredados, es el momento preciso para que creéis con el pensamiento un futuro de riqueza y dé esplendor.

¿Qué nos sucede cuando sabemos que vamos a heredar una gran fortuna, o que vamos a hacer un gran viaje? Ya vivimos felices de antemano pensando lo que haremos con esta fortuna, o con todo lo que viviremos en este viaje. ¿No podéis, pues, hacer lo mismo con algo mucho más importante que el dinero y los viajes, como es vuestro futuro divino?

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5 Claro que se trata de imaginación, pero esta imaginación no permanece inoperante: los pensamientos y los sentimientos que generan en vosotros la representación de este futuro divino, influencian y transforman realmente vuestro destino.

Por eso, escuchadme bien: utilizad todos los años que todavía tenéis por delante para preparar vuestra próxima encarnación pidiendo las mejores cosas: de esta manera lanzáis proyectos que, en el futuro, cristalizarán. La cristalización actual resiste y se niega a ser cambiada, es normal: hasta que no se haya desgastado, no podrá ser reemplazada. Pero cuando volváis a la tierra, todo lo que hayáis creado de bueno se materializará en una nueva estructura, y esta estructura, a su vez, será tenaz. Resistente, se opondrá a las fuerzas de la destrucción. Os lo repito, el trabajo que hacemos ahora no puede aportar muchos cambios para esta encarnación, pero para la próxima, sí. Por eso, si todavía no veis los resultados de vuestros esfuerzos, no os desaniméis, hay que esperar; en una próxima encarnación, cuando la forma actual haya desaparecido, veréis la nueva, aquélla sobre la que habéis trabajado, y estaréis asombrados ante su esplendor.

Sois herederos del Cielo y de la tierra. Vuestra herencia está ahí, pero como todavía sois demasiado jóvenes, no podéis tomar posesión de ella. ¿Debéis, acaso, desesperaros y desanimaros porque todavía tenéis que esperar un poco? « Sí, pero mientras tanto vivo miserablemente, me extenúo trabajando, la gente no me respeta, hasta me insultan. -¡Ah! Pero es necesario. El Rey, vuestro Padre, os ha enviado para hacer un aprendizaje semejante por razones pedagógicas. » ¡Porque la pedagogía existe también en el Reino de Dios! Y precisamente ésa es la verdadera pedagogía. Porque el Señor dice: « Cuando este hijo reine, tendrá inmensos poderes sobre millones de criaturas, pero ¿qué va a pasar si no ha desarrollado, primero, cualidades de bondad, de paciencia, de generosidad, de valor? Será malo, perezoso, caprichoso, cobarde. Se conducirá como un déspota, imaginándose que todos deben estar a su servicio. No le daré, pues, posesión de su reino hasta que haya dado pruebas de que no abusará de su poder ni de sus riquezas. »

Podéis pues esperarlo todo, pero mientras tanto, ¡trabajad! La esperanza modela y realiza el futuro en los planos sutiles porque es una fuerza mágica. Así que, tranquilizaos, conozco vuestra situación, y si os doy esta clase de métodos, no es para burlarme de vosotros sino para seros

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6 útil. Después, haced lo que queráis. Yo os aconsejo lo mejor para vosotros, y después vosotros sois quienes debéis decidir.

Se dice en el Génesis que el hombre fue creado a imagen de Dios, pero cuando hablamos del futuro sublime que le espera a la humanidad, muy pocos se toman en serio esta idea. Sin embargo, si creemos verdaderamente que el hombre ha sido creado a imagen de Dios, debemos ser lógicos y aceptar todas las consecuencias que se derivan de ello. Y justamente, una de estas consecuencias es que hay un futuro divino, sublime. No tenemos derecho a suprimir la mitad de esta verdad, porque si no, ¿qué futuro podemos predecir para la imagen de Dios? está en nosotros ».

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