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lVl s e e /o ••
Ia n e a
E)oy Urroz
Garibay yel domingomás triste del mundo
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Ya es mucho ser poca cosa y no cumplirlaenteramente.
R. G.
Quiero comenzar diciendo un disparate
que muy en el fondo, quizá no lo es: elnarrador omnisciente que oímos murmuraren Triste domingo no es otro que el mismoSalazar, el sesentón millonario, personajede esta inevitable y hermosa novela. Quienla haya leido podrá culparme por incurriren un craso y evidente error. No hay unasola mención o clave que pudiese verificarlo que ahora digo. Pero vayamos por partes, aclarando ante todo, que el disparateresulta más pertinente de lo que podemossuponer. Veamos.
Triste domingo ubica su tensión dramática-¿por qué no: melodramática?- en un triángulo amoroso. Están alli Alejandra, unajoven bella e inteligente, un poco soberbia,de veintiocho años de edad; Fabián, poeta,c1asemediero, enamoradizo; y Salazar, elamante de Alejandra en el momento en queda inicio esta historia: cincuentaiocho años,culto, rico, varonil, en exceso convencido yrefinado, casi me atrevo a decir que unhéroe sapientlsimo y ominisciente desde elinicio hasta el fin. Hacia allá es que buscodirigir la interpretación de Triste domingo.
Cuando hacia el final Alejandra, desesperada en su amor dividido entre amboshombres, le pregunta a Salazar qué le quedapor hacer y por qué han sucedido así las cosas, él responde y deja claro lo que, para migusto, uno debióadivinar desde las primeras páginas.
-( ...) Esto es vida que tú has elegido,que tú has fabricado. Pero también debodecir: es vida qué tú no pudiste dejar deelegir y de fabricar. Tenía que suceder.-¿Desde cuándo lo sabías?-[preguntóella). -Desde siempre. Tenia que suceder (p. 329).
Es decir, el poder de la masculinidad de Salazar está invadiendo cualquier resquiciode esta historia. Su voluntad es la forma sapiente, omnisciente, a que me he referidoy con la que, poco a poco, el argumento deberá cobrar fuerza. Aún más: no hay libertad para Alejandra aunque así lo crea ella;
oo.
sólo hacia el final se dará cuenta cuandoya sea demasiado tarde.
Fabián aquí también actúa como comparsa de esta virilidad desmedida, apabullante,que siempre ronda las mejores páginas deGaribay. Resulta, sí, más tímido, más afanoso también y menos decidido. En otraspalabras: contradictoriamente enamoradoy prestando, eso sí, lozanía y belleza a lanovela. La fuerza dramática de Fabiánresulta incluso más necesaria de lo que asimple vista pudimos pensar. Es indispensable como personaje, a la postre, en sobrepujanza, en plena cohesión de sí hacia elfinal, cuando durante el relato se nos habíamostrado siempre dubitativo, incipiente ysin la reciedumbre del otro, Salazar.
De cualquier manera, sin este jovencito,Triste domingo se hubiese desmoronado.Pues ¿quién está más allá, después de esehombre, de ese impresionante Salazar quetodo lo sabe y todo lo ve? Nadie, sólo podíaestar él; Fabián, constante, entregado, enamorado perdidamente de Alejandra que, un
poco en su fuero íntimo -lo podemos reconocer-, siempre ha creído que pocos la merecen. Con él gana sin duda la novela.
Debía pues, como sabemos, de merecerlaprimero y antes que nadie, ese hombrón,esa inteligencia confiada y viril que representa tan bien el personaje de Salazar.Incluso, podemos suponerlo, su carácterconfiado conoce ya el final bovarynesco deltriángulo, sí, el único: la muerte 3 todasluces indefectibJe de Alejandra. Y contradiciendo la lectura de Christopher Domínguezquien escribe: "Esta salida no era necesariapara el texto, es un alarde sentimentaloideque Triste domingo no necesitaba. Triste romanticismo" (Vuelta 181, diciembre de1991 l, creo que no, el suicidio de Alejandradebía ser el punto final, la derrota que la novela sufre junto con ella. Asi simplemente loexigió esta historia verdadera, y no Garibay,quien respetó la empecinada fuerza viril deTriste domingo.
A despecho de que lo tacharan de faciloide o romanticón, deseo creer que Garibaydejó en libertad su novela; le otorgó solamente vuelo y le insufló vitalidad, que es, alcabo, lo que en grandes cantidades popemos recibir de ella. Pues, todavía antes deacabarla, recurrentemente me hacía a mímismo la pregunta: ¿cómo puede terminar?,¿qué final darle?, ¿qué final merecen ellos,Fabián y Salazar, y también Alejandra? y de-
lV1 I s e e /,a n e a
veras insisto. no podla haber otro. ¿Deblaella quedarse con Fabián, el dulce amor debuhardilla que, si llamaba su atención. luegoiba a cansarla? ¿O el hastlo amoroso conSalazar, llena de lujos, ahlta de confianza yde futuro? ¿Acaso ninguno de los dos?"Bah", como única respuesta para ella ytambién para nosotros.
Para poder hacer de Alejandra una dignaherolna. no en el sentido decimonónicotrasnochado, sino en el artIstico' de eso quela misma obra impone y conmina a su autora seguir (veracidad. fidelidad. justicia),ella debe desaparecer. ser aniquilada. Antela desvergüenza de tener dos hombres.de amarlos a los dos. de no tener una respuesta, de saber que la balanza jamás semoveré dentro de esa infinitud de espacio ytiempo en la que. infaliblemente. cayó el dlade conocerlos, no queda nada més que ladestrucción, la suya, Nmpia, rápida. sin lugar-eso sI- al descorazonamiento.
Pero resulta también un error creer queella se suicida fécilmente. que lo hace porpropia voluntad dando fin a una novela quecon empello lo exigla as!. lo que sucede esque por fin Triste domingo viene a ser lavaliente muestra de una "inteligencia ffllica"en plena pujanza. de un poder viril y unavoluntad obstinada en mermar la otra.la "uterina". la .igineceica". hasta darle
muerte. Por ejemplo. este deslumbrantediélogo entre Alejandra y Salazar. es muestra de ello:
-Te viene bien darme mi trago y ponertede rodillas.(...)-¡Quién se pone, quién está de rodillasl-Tú.-¿Cuándo estoy de rodillas?-Deberlas estarlo a todas horas.(...)-Sólo por el hecho de ser mujer debovivir de rodillas delante de mi sellor...-Es la actitud que más conviene a la gratitud femenina.-Gratitud feme... ¿De qué? IGratitud dequé!-De todo. Pero. sobre todo del pan dehombre que recibe.-¿Pan? ¿Cuál pan?-la inteligencia, la sabidurla, el mundo yel cuerpo y sus maniáticas urgencias.-¿V lo que yo doy?-Nada.-¡Nadal
-Tú te presentas. te ofreces, y yo te recibo y te devuelvo a ti misma, exhausta.enriquecida, recién nacida cada vez ycada vez con dos o tres siglos más de
vida encima. Por mí eres santa, sabia ydeliciosa.
-iFijate! (páginas 53-55).
Podemos descubrir. con anticipación acusada. la manera vital en que el destino, elpseudodestino de Alejandra (ningún otro.repito, que esa voluntad falocrática de Salazar y Fabián unidos. insospechadamenteconfabulados hacia el final) se le imponehasta agotarla y conducirla a la muerte.
Es en ese maremágnum en que Alejandracae, en ese vértigo expiatorio de su inocultable y también poderosa feminidad. porel que el lector de Triste domingo transitafascinado sin soltar el libro. Un triánguloamoroso llevado a cabo con maestrla y ligereza, requerimientos ambos de una madureznarrativa que consigo trae Garibay. a pesarde esos breves altibajos. de sus posiblescaidas. Con algunos ajustes -la mayor1a deestilo: eliminación de adjetivos en algunospfmafos. de gerundios. de frases repetidas.etc.-, Triste domingo resulta contundenteen la llaneza de su argumento. robusta en lasimplicidad de su propuesta pletórica decontenidos. O
Ricardo Garibav. Trist8 dommgo. Jo quin Moniz.
Serie "Novelistas Cont mporénoos". MéxiCO.
1991. 332pp.
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REVISTAMARZO DE 1992
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VUELTANÚMERO 184
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