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Pod er, aleg or ı ´ a y n a cio ´  n en el neoclasicismo hispanoamericano  Miguel Gomes The University of Connecticut-Storrs Los or ı ´  genes del campo literario hispanoamericano moderno Una de las vertientes ma ´ s fecundas de la nueva crı ´tica hispanoamericana ha sido la revisio ´ n del siglo XIX partiendo del intere ´ s en los efectos de la alegorı ´a en la intrincada interaccio ´ n de los que Pierre Bourdieu ha llamado ‘‘campo cultural’’  y  ‘‘campo del poder’’  (Field  ;  Rules  ). Segu ´ n el socio ´ logo france ´ s, toda formacio ´ n social se estructura mediante un conjunto de campos jera ´ rquicamente organizados, cada uno con sus propias leyes y tensiones, pero unidos entre sı ´  por homologı ´as; una de ellas, si no la princi- pal, consiste en una lo ´ gica  ‘‘ econo ´ mica’’  que, unas veces, puede ser literal y, otras, figurada o ‘‘ eufemı ´stica’’, ponie ´ ndose en juego poder o capital ‘‘ simbo ´ - lico’’  ( Rules  ). Por la acumulacio ´ n de este u ´ ltimo que les permite a los letrados, la alegorı ´a codica y legitima modos de adquirir prestigio y capaci- dad de intervencio ´ n en campos no precisamente artı ´sticos o espirituales, por lo que cabrı ´a ver en ella, como lo hace Gordon Teskey,  ‘‘el ge ´ nero logoce ´ n- trico por excelencia’’, fundado en violencias veladas (), o, segu ´ n Sayre Green- eld, una actividad no tan  ‘‘radical ’’  como  ‘‘conservadora ’’, o sea, destinada menos a violar lo preestablecido que a crear lazos entre categorı ´as que la anteceden (). La equiparacio ´ n que hizo Michael Ryan de cualquier forma de conservadurismo y reto ´ ricas que dan preferencia a lo metafo ´ rico-alego ´ rico j Hispanic Review  (winter  ) Copyright  Trustees of the University of Pennsylvania

Neoclasicismo hispanoamericano

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´ ´ P o d e r , a l e g o rı a y na ci o n en el neoclasicismo hispanoamericanoMiguel GomesThe University of Connecticut-Storrs´ Los orıgenes del campo literario hispanoamericano moderno´ ´ Una de las vertientes mas fecundas de la nueva crıtica hispanoamericana ´ ´ ha sido la revision del siglo XIX partiendo del interes en los efectos de la ´ ´ alegorıa en la intrincada interaccion de los que Pierre Bourdieu ha llamado ´ ‘‘campo cultural’’ y ‘‘campo del poder’’ (Field –; Rules ). Seg

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P o d e r , a l e g o r ı a y n a c i o n e n e l

n e o c l a s i c i s m o h i s p a n o a m e r i c a n o

 Miguel Gomes

The University of Connecticut-Storrs

Los or ı genes del campo literario hispanoamericano moderno

Una de las vertientes mas fecundas de la nueva crıtica hispanoamericana

ha sido la revision del siglo XIX partiendo del interes en los efectos de la

alegorıa en la intrincada interaccion de los que Pierre Bourdieu ha llamado

‘‘campo cultural’’ y  ‘‘campo del poder’’ (Field –; Rules ). Segun el

sociologo frances, toda formacion social se estructura mediante un conjunto

de campos jerarquicamente organizados, cada uno con sus propias leyes y 

tensiones, pero unidos entre sı por homologıas; una de ellas, si no la princi-

pal, consiste en una logica ‘‘economica’’ que, unas veces, puede ser literal y,

otras, figurada o ‘‘eufemıstica’’, poniendose en juego poder o capital ‘‘simbo-

lico’’ (Rules –). Por la acumulacion de este ultimo que les permite a los

letrados, la alegorıa codifica y legitima modos de adquirir prestigio y capaci-

dad de intervencion en campos no precisamente artısticos o espirituales, por

lo que cabrıa ver en ella, como lo hace Gordon Teskey, ‘‘el genero logocen-

trico por excelencia’’, fundado en violencias veladas (), o, segun Sayre Green-

field, una actividad no tan ‘‘radical’’ como ‘‘conservadora’’, o sea, destinada

menos a violar lo preestablecido que a crear lazos entre categorıas que la

anteceden (). La equiparacion que hizo Michael Ryan de cualquier formade conservadurismo y retoricas que dan preferencia a lo metaforico-alegorico

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concuerda con esa opinion (–).1 Cuando el literato se atribuye el de-

recho de producir alegorıas esta disenando puentes entre sus dominios

verbales y una sabidurıa edificante, trascendente o, en todo caso, mas impor-

tante que la de lo meramente artıstico, a la cual da a entender que tieneacceso (Teskey  –). En otras palabras, el cultivo de discursos alegoricos se

erige como credito que facilita al sujeto que opera en el campo cultural ob-

tener ganancias en el campo del poder y, a su vez, indirectamente ascender

en el de las clases sociales o fortalecer en el su posicion. La alegorıa en la

tradicion occidental, como lo ha sostenido Umberto Eco, se ha integrado

desde hace mucho en complejos mecanismos de consecucion y preservacion

de autoridad (–).

Un artıculo publicado en por Fredric Jameson ha estimulado debatesacerca de la propension de las literaturas subalternas a alegorizar lo pol ıtico,

alentando una fructıfera revision de textos no usualmente estudiados desde

tales angulos. Es el caso de los idilios novelescos iberoamericanos en Founda-

tional Fictions de Doris Sommer. Con todo, los reparos a Jameson en ese

trabajo se imponen como necesarios (Sommer –) y complementan la

crıtica de Aijaz Ahmad a la reduccion y homogeneizacion del Otro en la

enunciacion jamesoniana.2 El error de Jameson, creo, no se encuentra en que

asevere que hay abundancia de alegorıas nacionales en el ‘‘Tercer Mundo’’()—los ejemplos sobran—, sino en que, pese a su inspiracion marxista, el

crıtico no coloque el fenomeno en contextos especıficos, dando pie a que

imaginemos ‘‘substancias’’ mas o menos eternas. El objetivo de estas l ıneas

es contribuir a evitar tal esencialismo; para ello, se intentara describir en

condiciones sociales precisas el momento en que se incorporan en un sistema

las tendencias alegoricas nacionalistas que se registran en las letras hispano-

americanas.

Que en la region se hayan prodigado construcciones alegoricas—o ‘‘pos-talegoricas’’: en deuda siquiera parcial con un genero extinto (Van Dyke

. Teskey, desde luego, distingue su postura de las confusas ampliaciones de significado que cierta

crıtica ‘‘postmoderna’’ ha querido dar a planteamientos de Walter Benjamin no sensatamente

separables de su contexto historico inicial (–). Greenfield, con argumentos no tan matizados,

cuestiona incluso la fuente de esas ampliaciones (). En Ryan, como marxista que intenta deli-

near un terreno comun con la desconstruccion, hemos de suponer una crıtica velada de Paul de

Man, entronizador consecuente de lo ‘‘alegorico’’—en la lınea a la que alude Teskey — y represen-

tante del ala polıticamente contraria de los simpatizantes de Derrida.

. ‘‘We Americans, we masters of the world’’, escribe Jameson con buenas intenciones (), sin

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)—se explica por las circunstancias concretas en que se delineo el campo

literario moderno. Por este entiendo aquel que comienza con la Guerra de

Independencia y se asocia a un referente nacional relativamente autonomo

que hasta nuestros dıas sobrevive—se trata del ‘‘primer nacimiento’’ de lacultura hispanoamericana, segun Angel Rama (). Ese campo, natural-

mente, durante casi doscientos anos se ha modificado, por lo que Rama habla

tambien de un ‘‘segundo nacimiento’’ a fines del siglo XIX, absorbidas las ex

colonias espanolas y portuguesas por el mercado capitalista mundial (). Lo

cierto es que, entre y  , cuando la literatura empezaba a definir su

funcion y a buscar un lugar en los Estados nacientes, la estetica dominante

era neoclasica y esta propiciaba la frecuentacion de la alegorıa o de sus com-

ponentes tıpicos.En las paginas siguientes examinare algunos escritos que con el paso del

tiempo—varios de ellos casi de inmediato—se recategorizaron como ‘‘mo-

numentos’’, en el sentido que Michel Foucault dio al termino: trazos del

pasado que la colectividad ha llenado de memoria, construyendo un discurso

sobre su identidad, o sea, una historia, una tradicion y un origen propios ().

Vinculare, a proposito, piezas concebidas por quienes las escribieron como

‘‘documentos’’, sin funciones esteticas, con otras desde el principio literarias:

por la relacion homologica entre el campo ‘‘cultural’’ y el del ‘‘poder’’ meparece necesario destacar la condicion inestable o movil de esos textos. Ne-

garla equivale a desdenar el caracter social del arte y, no menos, a perder de

vista que lo alegorico o postalegorico ha persistido con tanta tenacidad en las

practicas de numerosos escritores porque les permite insertarse segun sus

intereses—conscientes o no—en una sociedad concreta cuyas partes dialogan

entre sı y con el todo.

Textos fundacionales y discursos alegoricos

Las manifestaciones alegoricas del neoclasicismo hispanoamericano distan de

ser simples. Sus raıces en la poesıa y la prosa barrocas, por ejemplo, no debe-

rıan desestimarse si se piensa en la presencia obvia de Quevedo o Francisco

Santos en Joaquın Fernandez de Lizardi y la inesperada de Gongora en An-

dres Bello (Gomes –). La alegorıa, sin embargo, se somete en el siglo

XVIII a un intenso escrutinio para cenirla a los nuevos gustos. El didactismoimperante podrıa apuntarse como causa de su enfatica adaptabilidad a di-

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ferentes medios Ignacio de Luzan la ve desde Homero sin importar el tipo 

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literario, como la cualidad que distingue la ‘‘mentira’’ de la ‘‘ficcion’’, engano

instructivo (–): en terminos teoricos actuales, eso ya la convertıa en

aquel entonces mas en una ‘‘modalidad’’ que en un ‘‘genero’’ reconocible

(Fowler

,

; Angus Fletcher). Russell P. Sebold ha advertido queincluso la cosmovision neoclasica exigıa abierta u oblicuamente una remision

general del arte a lo entendido como naturaleza solo expresable por un dis-

curso figurado en continua amplificacion: si, aristotelicamente, el ‘‘arte era

naturaleza poetizada’’ y la naturaleza ‘‘arte sin poetizar’’ (), entonces

debıan privilegiarse las formas literarias que restablecieran ‘‘alegoricamente’’

la unidad entre ambos (). La ubicuidad de lo alegorico se confirma en

America, asimismo, con su surgimiento tanto en registros argumentales

como formales del texto; pero no se detiene aquı: en muchas oportunidades

puede involucrar al autor de carne y hueso en el horizonte imaginal y filoso-

fico que traza la escritura.

Antes de las primeras rebeliones criollas que se traducirıan a la larga en

emancipacion polıtica continental—es decir, la de abril de en Caracas y 

la de mayo del mismo ano en Buenos Aires—, los discursos en que la socie-

dad inmediata, local, se configuraba alegoricamente no eran escasos. Y un

vistazo a los costumbristas de fines del siglo XVIII, obsesionados por aleccio-

nar a sus coterraneos y corregir sus vicios, basta para probarlo. Caso cier-

tamente memorable es el del habanero Buenaventura Pascual Ferrer. En

, censurando los modales carnavalescos de los ninos callejeros que asis-

tıan a los bautizos y acosaban a los padrinos con cantos en los que lo afrocu-

bano intervenıa, lo oiremos proclamar:

No se puede dar una cosa mas soez y barbara que semejante costumbre; y 

que esta dimana de la educacion, siendo los padres de familia los unicos

que la pueden desterrar sin intervenir otra autoridad publica. Porque si

aquellos sembrasen en el corazon de sus hijos y de sus criados las verdade-ras maximas de la sociedad y los corrigiesen y aun castigasen si fuese nece-

sario cuando se separasen de ellas, no sucederıan estos ni otros abusos [. . .]

Parece cosa cansada el repetir las maximas principales de educacion por

suponerse ya sabidas, pero en el poco uso que de ellas se hace nos vemos

obligados a creer o que no se han sabido nunca o que ya estan del todo

olvidadas. El padre de familia debe tener a sus hijos y esclavos siempre a

su vista en aquella edad en que forman su razon. ()

Los paralelos entre familia y sociedad pretenden conservar estructuras de

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dominio solo que en ellas se propone favorecer al letrado: no cuesta dema 

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siado observar que ası como el padre ha de educar a su familia literal y a la

figurada, servidumbre y mano de obra esclava, el escritor desempena una

funcion identica en la familia aun mas abarcadora que la cultura impresa

contribuye a organizar. No en balde el periodico que dirige Ferrer se titula

El Reganon y  ‘‘reganar’’, segun lo advertıa la Real Academia Espanola, ya

significaba en la epoca ‘‘renir familiarmente en las casas’’ (: ).

Como podra percibirse en el texto que acabamos de releer, la comparacion

de colectividad y familia, que tendra posteriormente una larga vida en lo que

Sommer ha llamado national romances, antecede al afianzamiento de la no-

vela en Hispanoamerica. De hecho, la reflexion en torno a la etimologıa de

la palabra patria fue adoptada como autentico topico por los neoclasicos de

ambos lados del Atlantico. Ocho anos despues de que Ferrer habıa esbozado

su cuadro paternalista de la esclavitud, Manuel Quintana, poeta espanol que

tanto ascendiente tuvo entre americanos como Andres Bello y Juan Cruz

Varela, sustentaba en su periodico El Semanario Patriotico que

[l]a voz de la patria tenıa entre los Antiguos una acepcion mucho mas

estrecha que la que le han dado comunmente los modernos. Con ella desig-

namos nosotros el estado o sociedad a que pertenec ıan, y cuyas leyes les

aseguraban la libertad y el bienestar. Su derivacion misma, que parece venir

de padre y de familia, nos manifiesta que esta palabra envolv ıa siemprerelaciones de amor, de bien general y de orden. Por consiguiente, donde

no habıa leyes dirigidas al interes de todos; donde no habıa un gobierno

paternal que mirase por el provecho comun; donde todas las voluntades,

todas las intenciones y todos los esfuerzos, en vez de caminar a un centro, o

estaban esclavizadas al arbitrio de uno solo, o cada uno tiraba por direccion

diversa, allı habıa ciertamente un paıs, una gente, un ayuntamiento de

hombres; pero no habıa patria. ()

Que de inmediato Quintana agregara que la ‘‘energıa’’ del patriotismo semanifiesta ‘‘cuando las adversidades publicas le despiertan’’ () habrıa de

persuadirnos de que la asociacion definitiva de lo familiar y las iniciativas

poscolonialistas americanas acaso deba buscarse en la foundational non fiction

que acompana a la Guerra de Independencia.3 Lo que la novela despues harıa

. No empleo accidentalmente el adjetivo de finitiva: la gestacion de la asociacion a la que me

refiero debio de haber sido lenta durante la Colonia, auspiciada principal aunque no exclusiva-

mente por las actitudes crıticas del criollo hacia el peninsular. El tema, desde luego, es demasiado

vasto para este artıculo y ha sido muy explorado: en sus ‘‘Notas sobre la inteligencia americana’’

d Alf R b ‘‘ ´ i ’’ ‘‘ d d ’’ i b l i

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d Alf R b ‘‘ ´ it ’’ ‘‘ d d ’’ i b l t i 

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con esa veta alegorica constituye un derivado o una prolongacion. La razon

del exito de tal discurso se halla en la vision acompasadora de escritos que

fundan la modernidad polıtica hispanoamericana, en los cuales se tienden

fuertes lazos entre el plano del enunciado y el de la enunciacion, formulan-dose ası una teorıa de la nacion que a la vez asegura una cuota de poder

‘‘paternal’’ a la voz que la postula.

En la obra escrita de Simon Bolıvar, pronto cargada para sus lectores de

dimensiones sublimes, afines a lo sagrado o lo estetico, la simultaneidad a la

que me refiero se capta. A ella ha de prestarse atencion detenida, porque se

situa, como pocas, en el cruce de multiples inquietudes polıticas y literarias

a escala continental. En la ‘‘Carta de Jamaica’’ () se presenta, en efecto, el

proyecto de una patria-continente cuya cohesion no elimina lo heterogeneo:

Es una idea grandiosa formar de todo el mundo nuevo una sola nacion

con un solo v ınculo que ligue sus partes entre sı y con el todo. Ya que

tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religion deberıa por

consiguiente tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados

que hayan de formarse [. . .] ¡Que bello serıa que el Istmo de Panama fuese

para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! ¡Ojala que algun dıa

tengamos la fortuna de instalar allı un augusto congreso de los repre-sentantes de las republicas [. . .]! (Grases )

Por otra parte, igual de permeable a la alteridad se retrata el sujeto que forja

las nuevas naciones, instalado entre fronteras ontologicas, pues si bien la

geograf ıa ofrece un continente demarcado con exactitud—‘‘poseemos un

mundo aparte, cercado por dilatados mares’’—, en ese marco se ha efectuado

un experimento inedito, lleno de ambiguedades:

Nosotros somos un pequeno genero humano [. . .]; nuevos en casi todas

las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejos en los usos de la sociedad

civil. Yo considero el estado actual de la America como cuando desplo-

mado el imperio romano cada desmembracion formo un sistema polıtico,

conforme a sus intereses o situacion, o siguiendo la ambicion particular de

algunos jefes; con esta notable diferencia: que aquellos miembros dispersos

 ya ‘‘cincuenta anos despues de la conquista espanola’’ () y Mariano Picon Salas, en , alegaba

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volv ıan a restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que exigıan

las cosas o los sucesos; mas nosotros, que apenas conservamos vestigios de

lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos indios, ni euro-

peos, sino una especie media entre los leg ıtimos propietarios del paıs y losusurpadores espanoles; en suma, siendo nosotros americanos por naci-

miento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar estos a

los del paıs, y mantenernos en el contra la invasion de los invasores; ası

nos hallamos en el caso mas extraordinario y complicado. ()

Ademas de adelantarse al tipo de nacionalismo que Eric Hobsbawm ve surgir

en Europa despues de , aquel en que cultura y lengua finalmente tienen

una funcion central (–)—lo que, dicho sea de paso, respalda el juiciode Benedict Anderson que localiza entre criollos anglo e hispanoamericanos

el nacimiento del nacionalismo moderno ()—, la ‘‘Carta de Jamaica’’ es-

tablece un marco apropiado para la expansion de las alegorizaciones de lo

nacional. Si la nacion depende no solo de un ‘‘origen’’ (natio) sino tambien

de una ‘‘lengua’’, un ‘‘gobierno’’ y otros factores en un infatigable movi-

miento entre polos, no es de extranar que el escritor de la epoca, conocedor

de los ideales mimeticos del arte antiguo y el neoclasico, estuviera consciente

de que lo que se solıa denominar ‘‘fondo’’ y  ‘‘forma’’ fuesen sin exclusionterrenos aptos para el ejercicio alegorico nacionalista: uno y otro, especular-

mente, debıan compartir una imagen. La ideologıa no se desprende, por lo

tanto, de una disciplina verbal autorizada por la tradicion poetica y oratoria.

La misma ‘‘Carta’’ se entrega a esa sincronıa: a pesar de ser un texto informa-

tivo, dirigido a un caballero ingles de Jamaica, y por extension al ‘‘mundo

exterior’’ que no esta familiarizado con las convulsiones belicas en el imperio

espanol, no reniega de una disposicion artıstica (reparese en el ‘‘¡que bello!’’)

con indudables referentes clasicos en el aspecto elocutivo (ya hemos trope-zado con sımiles explıcitos: Panama puede ser como Corinto; la Independen-

cia es como la caıda del imperio romano) y, desde luego, en el genologico

que, hasta donde se lo permiten sus medios, ‘‘copia’’ el objeto (para tratar de

Panama-Corinto o de la desintegracion de este ‘‘imperio romano’’ las epısto-

las doctrinales al estilo grecolatino son oportunas).

La imaginerıa de esas disquisiciones polıticas poco a poco, por acumula-

cion, construye una sutil narracion que adquiere el perfil de las antiguas

alegorıas. Piensese en el retrato de la guerra entre americanos y peninsularescomo drama familiar articulable a medida que avanza nuestra lectura: pri-

l h h d ‘‘ l d ti d l A ´ i h fi j d i bl

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mero el hecho de que ‘‘el destino de la America se ha fi jado irrevocable 

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mente; el lazo que la unıa a Espana esta cortado’’ (); despues, las causas,

entre las que se cuentan una madre monstruosa, la Pen ınsula: ‘‘todo lo sufri-

mos de esa desnaturalizada madrastra’’ () y la restitucion de la honra o la

paz a una madre verdadera, la tierra, la cual, se insinua, ha sido violada porla Conquista: ‘‘Nada ahorran los espanoles con tal que logren someter a los

que han tenido la desgracia de nacer en este suelo, que parece destinado a

empaparse con la sangre de sus hijos’’ (). La mencion exaltadora de Bar-

tolome de Las Casas en la ‘‘Carta’’ refuerza con lo mejor de la etica cristiana

esta lınea argumental (). La madrastra va cargandose de energıas sobrena-

turales, hasta rozar lo demonıaco; con ello se justifica invocar en nombre del

bien la ayuda de la civilizacion moderna y capitalista, que ha de luchar contra

un pasado monarquico y feudal equiparado al mal: ‘‘¿Y la Europa civilizada,comerciante y amante de la libertad permite que una vieja serpiente por so lo

satisfacer su sana envenenada, devore la mas bella parte de nuestro globo?’’

(). El amparo que se solicita a la civilizacion se hace en nombre del pro-

greso: ‘‘[Espana] ademas de privarnos de los derechos que nos correspon-

dıan, nos dejaba en una especie de infancia permanente’’ (); y se hace

tambien modulando el relato familiar hacia el deseado establecimiento de un

nuevo parentesco, esta vez con el mundo progresista dominado por la cul-

tura inglesa, cuyo reciente enfrentamiento con los desmanes napoleonicostrata de aprovecharse—ayudar a Hispanoamerica implica seguir sanando las

heridas abiertas por el imperialismo frances: ‘‘Cuando las aguilas francesas

solo respetaron los muros de la ciudad de Cadiz, y con su vuelo arrollaron a

los fragiles gobiernos de la Penınsula, entonces quedamos en orfandad’’

(). En el nuevo orbe, los hispanoamericanos miran con respeto a sus pa-

rientes adoptivos y tratan de adaptarse a ellos—en la medida de sus posibili-

dades: estas incluyen transiciones dictatoriales benignas hacia una

democracia futura; el rigor del dictador ilustrado llevara a cabo el ideal deeducar las masas:

En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las virtudes

polıticas que distinguen a nuestros hermanos del Norte, los sistemas ente-

ramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a

ser nuestra ruina. ()

De vez en cuando las analogıas con una historia de familia se aderezancon otras de la topica antigua: materia y espıritu, cuerpo y mente. En esta

ifi i ´ i t h d l t ´ i l d B l´ L

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ramificacion precisamente hay un asomo de la teorıa racial de Bolıvar Los 

Gomes : , j

ingleses o norteamericanos, se afirma, no deberıan temer que el antiguo im-

perio espanol caiga en manos de las mayorıas barbaras de origen no europeo;

el ahijado o hijo adoptivo que han de recibir en su seno tiene buena salud y 

el cuerpo (indıgena, negro, pardo, criollos conservadores, podemos suponer)pronto estara en posicion de obedecer a la mente (criollos reformadores):

‘‘Seguramente la union es la que nos falta para completar la obra de nuestra

regeneracion [. . .] Por fortuna, entre nosotros la masa ha seguido a la inteli-

gencia’’ (). Tener en cuenta la circunstancia venezolana es imprescindible

para comprender a que se refiere este pasaje. La ‘‘Carta de Jamaica’’, en

efecto, se redacta luego de la caıda en de la ‘‘Segunda Republica’’ por la

accion de una masa en su mayorıa de pardos y negros cuyos resentimientos

de clase contra los terratenientes habıan sabido estimular blancos como elcaudillo asturiano Jose Tomas Boves. Si se observa la conducta bolivariana

de los anos siguientes, se advierte que una de las razones de sus triunfos

polıtico-militares fue el enfoque socio-racial que dio a sus campanas. Como

Boves, Bolıvar se empenara en captar las simpatıas de los no blancos procla-

mando en , por ejemplo, la emancipacion de los esclavos; pero tambien,

en , para mantener en un juego doble las lealtades criollas, hara fusilar al

patriota mulato Manuel Piar, acusado de promover una guerra de razas

(Grases –). La ‘‘Carta de Jamaica’’, ası, es uno de los primeros escritospublicos en que Bolıvar elabora discretamente una disciplina racial, y esta se

profundizara en otros escritos privados hasta el fin de sus dıas. Una carta de

a Juan Paz del Castillo describe la ‘‘pardocracia’’ ecuatoriana como ‘‘ta-

mano mal’’ (Lecuna : ); otra misiva del mismo ano a Jose Antonio Paez

ve la tension de razas venezolana como un ‘‘inmenso volcan a nuestros pies’’

(Lecuna : –) y, en , le recordara a Pedro Briceno Mendez que hay 

una ‘‘enemistad natural de los colores’’ (Lecuna : ). En pocas palabras,

alegorizar a los revolucionarios criollos como la ‘‘inteligencia’’ los dotaba de

la autoridad iluminista que justificaba su posicion de rectores de la nueva

nacion; pero no podemos perder de vista que ella encubre el mismo poder

paternal que previamente habıamos encontrado en Buenaventura Pascual

Ferrer: lo unico que ha variado, y no en exceso, ha sido el lenguaje figurado;

el ‘‘padre’’ del cubano equivale al hombre ‘‘inteligente’’ del venezolano.

La ‘‘Carta de Jamaica’’ vislumbra un final ‘‘feliz’’ tras los sinsabores de la

guerra. La marcha del progreso no se detendra; este, que ya se habı´a despla-zado de las viejas civilizaciones orientales a la modernidad occidental, em-

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pieza a hacerlo del continente europeo a sus islas y antiguas colonias 

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americanas. El padrinazgo anglo-estadounidense facilitara una ansiada ma-

durez a tono con designios globales:

Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nacion liberal, [. . .]las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado a Europa

volaran a Colombia libre que las convidara con un asilo. ()

La proteccion que se solicita ha de entenderse como un recurso mas que un

fin, parte de una tactica de guerra, como lo recalca la cautela que con el paso

del tiempo mostrarıa Bolıvar, en distintas oportunidades, hacia la interven-

cion norteamericana en la region: los padres adoptivos pronto han de ceder

su lugar a un padre natural— y  ¿quien mas apropiado para desempenar esepapel que alguien que se habıa levantado en armas y describıa todo un con-

tinente como una indefensa nina? Aun los admiradores incondicionales de

Bolıvar han admitido que su concepto de las sociedades americanas fue ‘‘un

poco paternalicio’’ (Blanco-Fombona ).

En resumidas cuentas: la alegorıa nacional que traza la ‘‘Carta de Jamaica’’

lleva adelante una campana de obtencion de poder simbolico que no solo

imita sino que coopera con la campana personal paralela desarrollada en los

campos de batalla y cuyo principal objetivo es la obtencion de poder polıticoconcreto. La adquisicion de autoridad se logra por medios tan heterogeneos

como la America hispana: comparaciones implıcitas entre el escritor de hoy 

 y los admirados antiguos, paganos o neotestamentarios, que acudieron tam-

bien al genero de la epıstola doctrinal; esbozo de similitudes entre la sa-

bidurıa de los rectores del mundo clasico, que armonizaron la diversidad

griega, y los que desean repetir esa hazana en un imperio a punto de fragmen-

tarse; insinuacion de que la ‘‘inteligencia’’— y quien escribe con tanta lucidez

un vasto panorama continental, sin duda, ha de ser una personificacion deella—esta en capacidad de gobernar a la ‘‘masa’’ con sabia mano autocratica.

La creacion de ese Bolıvar simbolicamente poderoso le dara a Bolıvar mismo,

muy pronto, dividendos polıtico-militares, produciendose la conversion de

lo inmaterial en material a la que Bourdieu hizo referencia en numerosas

ocasiones (Swartz ). Ya para la iconograf ıa publica lo representaba

como ‘‘Padre de la Nacion’’ en cuadros o grabados que formalmente asumen

lo alegorico (Ades ).

Otros textos fundadores que debemos a Bolıvar convergen en ese tipo deoperaciones retoricas, que, por supuesto, aprovechan, con obvios prestamos

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clasicos el arsenal de topoi del discurso ilustrado En el celebre ‘‘Decreto de 

Gomes : , j

Guerra a Muerte’’ () se percibıa antes de la ‘‘Carta’’ una concentracion

de tropos y figuras de resonancias no exactamente documentales. La mision

de los patriotas es ‘‘romper las cadenas de la servidumbre’’ y hacer que ‘‘desa-

parezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre’’, vengando, ası, la ofensa que se ha hecho a ‘‘los

hijos de America’’ (Grases ). Los americanos que han traicionado la causa

patriotica son ‘‘hermanos’’ que ‘‘el error o la perfidia ha extraviado de la

senda de la justicia’’ (). El clımax de la alegorıa familiar es la paradoja del

parrafo final, que recurre al pathos para dar fuerza, soslayando incluso nocio-

nes basicas y racionales de justicia, a los lazos de parentesco con los que se

equipara la nacion; en otras palabras: la verdadera familia ante todo. Tal

argumento tiene, claro esta, el proposito de persuadir a los ‘‘hermanos’’ rene-

gados: ‘‘Espanoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes,

si no obrais activamente en obsequio de la libertad de la America. America-

nos, contad con la vida, aun cuando seais culpables’’ (). Nuevamente, la

matriz retorica de la totalidad del texto pertenece a la tradicion clasicista—

recuerdense ciertos paradigmas polıticos del Renacimiento como los encar-

nados por Cesar Borgia, en cuya espada se leıa el lema Aut C æsar aut 

nihil 4—, pero respaldada por otra fuente de autoridad, la bıblica (Mateo

, ).

En el Decreto la totalizacion abrumadora, sin embargo, admite una salve-

dad que delata el caracter no natural de lo nacional: el equivalente temprano

del proceso moderno de nacionalizacion, mediante el cual alguien que no sea

‘‘hijo’’ de un suelo puede alcanzar el rango de descendiente adoptado; ‘‘los

espanoles que hagan servicios al Estado’’, asevera Bolıvar, ‘‘seran reputados y 

tratados como americanos’’ (). Esa concesion al artificio—en el sentido

positivo de la palabra: hay actos humanos que compensan los hechos de-

terminados por la biologıa o la geograf ıa—, probablemente, es una manera

crıptica que elige el discurso de contrabalancear una de sus apor ıas mas

evidentes, que, lıneas atras, habıa amenazado con destruir cualquier coheren-

cia que quisiera darsele a la fundacion de la nueva nacionalidad ‘‘americana’’

o ‘‘[gran]colombiana’’:

Todo espanol que no conspire contra la tiranıa en favor de la justa causa

por los medios mas activos y eficaces sera tenido por enemigo y castigado

. Debo el dato al profesor Franco Masciandaro, a quien agradezco la provechosa referencia a

J h L li G ( )

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J h L li G ( ) 

i : winter 

como traidor a la patria, y por consecuencia sera irremisiblemente pasado

por las armas. ()

¿Como castigar a un espanol por ‘‘traidor a la patria’’ si lucha por los intere-ses de Espana, en guerra con los americanos rebeldes? La contradiccion ho-

mologa el ‘‘caso complicado’’ que apuntara Bolıvar en la ‘‘Carta de Jamaica’’,

pero revela de igual modo el acto de imaginacion y violencia logico-verbal

que acompana a la invencion de un paıs.

En el extremo opuesto del espectro expresivo bolivariano, ‘‘Mi delirio

sobre el Chimborazo’’ () independiza el discurso alegorico de los con-

textos legislativos o informativos, acercandolo sin tapujos a los ambitos de

la ‘‘ficcion’’ neoclasica—de allı el confeso ‘‘delirio’’. Una primera personafacilmente asociable al Bolıvar real por su recorrido geografico y sus ideales

se inscribe con franqueza en un sistema tropologico extendido:

Yo venıa envuelto con el manto de Iris, desde donde paga su tributo el

caudaloso Orinoco al Dios de las aguas. Habıa visitado las encantadas fuen-

tes amazonicas, y quise subir al atalaya del Universo [. . .] Ninguna planta

humana habıa hollado la corona diamantina que pusieron las manos de la

Eternidad sobre las sienes excelsas del dominador de los Andes. (Blanco-

Fombona )

En las alturas del Chimborazo y en medio del ‘‘delirio febril’’ que la posesion

del ‘‘Dios de Colombia’’ produce, el Tiempo, hoz en mano y  ‘‘cargado con

los despojos de las edades’’ se presenta y le da a entender al ‘‘nino o viejo,

hombre o heroe’’ al que el envanecimiento tienta que todas sus acciones

son nada comparadas con ‘‘el Infinito, que es mi hermano’’ (). Cuando el

‘‘fantasma’’ desaparece, el hablante siente el impulso de escribir, senalando

que su discurso constituye el punto de encuentro de lo sonado y lo vivido

(y, no menos, que la America independiente ‘‘ha sido’’ o ‘‘es’’ otra plasma-

cion de la locura creadora del hablante):

Absorto, yerto, por decirlo ası, quede exanime largo tiempo, tendido sobre

aquel inmenso diamante que me serv ıa de lecho. En fin, la tremenda voz

de Colombia me grita; resucito, me incorporo, abro con mis propiasmanos los pesados parpados: vuelvo a ser hombre, y escribo mi delirio.

( )

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() 

Gomes : , j

No es de extranar que tal encrucijada se haya captado en el nacionalismo,

que aquı, continuando el proceso de aceptacion de las aporıas de lo nacional

que he advertido en el Decreto de guerra a muerte, delata su ındole de ‘‘cons-

truccion’’ ideologica y no de cualidad o estado ‘‘innato’’ (Gellner –;Hobsbawm ), sustentado el artificio por las alegorıas, es decir, relatos o

fragmentos de relatos que subrayan la convencionalidad y  figuratividad del

lenguaje, puesto que remiten a otros relatos y no a las ‘‘cosas’’ a los que estos

se refieren (De Man, Blindness ; Allegories ; Aesthetic –).

Un vistazo a otros escritos de Bolıvar prueba su conciencia de que el um-

bral entre lo fantasmagorico o mental y lo tangible en la circunstancia in-

dependentista era muy transitable: en sus no menos famosas cartas a Jose

Joaquın de Olmedo, donde lo vemos ejercerse desembarazadamente en lacrıtica literaria, con buenos conocimientos de Boileau y coqueteando incluso

con el humorismo, se refiere a sı mismo en tercera persona—puesto que es

uno de los personajes de la poesıa olmediana—(Blanco-Fombona ) y a la

guerra como ‘‘nuestra pobre farsa’’ ().

La imitacion mutua de lo escrito y lo vivido que sugiere Bolıvar esta, indu-

dablemente, en lo mas original del pensamiento emancipador. En el caso de

Simon Rodrıguez, maestro del ‘‘Libertador’’, los ejemplos son ilustrativos de

manera literal, puesto que en las diversas ediciones o, mejor dicho, versionesde su Sociedades americanas (, , ) se advierte que ‘‘la forma es un

modo de existir’’ () y que hay un ‘‘arte de dibujar Republicas’’ (Sociedades

americanas en , ). El nacimiento de nuevas sociedades tiene que estar

acompanado de medios novedosos de expresion, sobre todo escritos, y la

‘‘logograf ıa’’ que Rodrıguez inventa—‘‘Inventamos o erramos’’ es una de sus

sentencias mas lapidarias (Sociedades americanas en , )—constituye el

necesario correlato de la nacion que va consolidandose. El ‘‘Prodromo’’ de

la obra graficamente establece las vidas paralelas de lengua (que es indisocia-blemente escritura para un defensor aguerrido de la libertad de imprenta, el

mismo cajista) y de gobierno:

PARALELO entre

la LENGUA y  el GOBIERNO

. .

El dogma de cualquier lenguaje es El Dogma de esta funcion es . . .Hablar para entenderse Llevar una o mas acciones a un fin

d i d

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d t i d 

i : winter 

Se supone como principio fundamental

que gobernar no es un acto simple; sino

la reunion de cuatro actos contraıdos

a un solo objeto.la articulen ordenar

todos los la canten del mismo dirigir

nativos la construyan modo regir y  

  y la escriban mandar.

. .

En la Sintaxis reposa principalmente el Dogma. En el regimen reposa principalmente el Dogma.

la Ortologıa La disciplina del Gobierno es . . .

  y son de Disciplina mantener en vigor la accion particular 

la Prosodia y  

en buen orden la accion general.

Su economıa es proteger la accion.

No se protege sin ayudar , y se ayuda de

cuatro modos.

La Ortograf ıa es de Economıa. designando

  y movimientos

asignando

guiando en unos casos

  y a los agentes.

conduciendo en otros.

(Sociedades americanas )

Que la logograf ıa de Rodrıguez dibuje el pensamiento no debe separarse del

imperativo educativo que persiste en cada una de sus paginas, empleadas tal

como una pizarra—lo cual encierra otra alegorıa, solo que crıptica, reservada

a los ya ilustrados: el intelectual que postula como fundamentales estas in-

venciones librescas en el proceso de cristalizacion de lo nacional reclama el

papel de maestro de la nacion, y, de hecho, Rodrıguez se intereso en proble-

mas de instruccion publica y fue pedagogo (

). El letrado—sin los reaccio-narismos propios de la ‘‘ciudad letrada’’, si atendemos en este punto a la

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Gomes : , j

apologıa que hace Rama de Sociedades americanas ()—persigue poder sim-

bolico poniendo en claro las equivalencias que hay entre este y el poder

polıtico. Es mas: a la autoridad de la figura de maestro-fundador de patria

Rodrıguez anade otras capas alegoricas que hemos percibido como conven-cionales en la ilustracion americana, entre ellas el relato familiar, que harıa

del maestro y el dibujante de naciones un ‘‘padre’’ de la colectividad:

de Logica en los padres

Por falta de Celo en los gobiernos, y  

de Pan en los Maestros

leyendo sin boca y sin sentido

Pierden los ninos pintando sin mano y sin dibujo

el tiempo calculando sin extension y sin numero

(Sociedades americanas )

En su Defensa de Bol ıvar  Rodrıguez recalca que su discıpulo merece el

respeto de las nuevas naciones porque ‘‘los americanos deben considerarlo

como un padre’’, lo cual corrobora que en la red imaginal disenada el sitio

que se reserva al letrado esta junto al del heroe (‘‘Defensa’’ ).

Campos y jerarquıas

Luego de lo anterior, el inventario exhaustivo de textos de creacion publica-

dos durante el proceso independentista resulta innecesario para probar la

importancia de la alegorıa en la epoca y las coincidencias de sus modalidades

elocutivas y enunciativas. Basta traer a la memoria ejemplos mayores.

En ‘‘Los paseos de la experiencia’’ de Jose Joaquın Fernandez de Lizardi

hallaremos viajes aereos en el que personificaciones del Tiempo y la Expe-

riencia ensenan al narrador protagonista donde esta la cordura—lo que la

sociedad olvida— y donde la locura—lo que la sociedad entroniza, mundo al

reves de las vanidades—, y en la conclusion, como en ‘‘Mi delirio sobre el

Chimborazo’’, el viajero despierta en su cama ‘‘en estado de poder escribir a

mis hermanos estas breves lecciones que me dio, aunque entre suenos, laexperiencia’’ (). El escritor es ‘‘hermano’’ de sus compatriotas, pero ha de

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entenderse que se trata de un ‘‘hermano mayor’’ cuya experiencia ha de ser-

vir de guıa: no dista demasiado su tutorıa colectiva de la que insinuaba Bue-

naventura Pascual Ferrer en sus artıculos de costumbres.

La influyente ‘‘Alocucion a la Poesıa’’ (

) de Andres Bello, con la cualel argentino Juan Marıa Gutierrez encabezarıa la primera antologıa de poesıa

hispanoamericana, la America poetica (), se abre con una invitacion a

que la diosa, amante de la naturaleza, se traslade de la demasiado civilizada,

incluso decadente Europa al Nuevo Mundo, donde todav ıa lo bucolico podıa

armonizar con el progreso: notese que se trata, justamente, del itinerario de

Oriente a Occidente con que concluye la ‘‘Carta de Jamaica’’. Por otra parte,

la forma elegida por Bello, la ‘‘silva’’, alegoriza metricamente la cualidad aun

maleable y natural que se atribuye al continente para el cual quiere fundarse

una poesıa: la escritura participa mimeticamente de la sustancia silvestre

americana (Gomes –)—no es ilogico, entonces, esperar que se le tribute

al poema el respeto que la patria misma exige para s ı. Ello completa la auto-

exaltacion del poeta que se compara con un nuevo Virgilio, o sea, el vate

nacional:

Tiempo vendra cuando de ti inspirado

algun Maron americano, ¡oh diosa!

tambien las mieses, los rebanos cante,

el rico suelo al hombre avasallado,

 y las dadivas mil con que la zona

de Febo amada al labrador corona;

donde la candida miel llevan las canas,

 y animado carmın la tuna crıa,

donde tremola el algodon su nieve,

 y el ananas sazona su ambrosıa;

de sus racimos la variada copiarinde el palmar, da azucarados globos

el zapotillo, su manteca ofrece

la verde palta, da el anil su tinta,

bajo su dulce carga desfallece

el banano, el cafe el aroma acendra

de sus albos jazmines, y el cacao

cuaja en urnas de purpura su almendra. (vs. –)

Aunque el autorretrato se disimule en una pretericion—lo que se dice que

i ´ t´ i d l di i ´ l ti t t l bli

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ocurrira esta ocurriendo en la digresion relativamente extensa la publica 

Gomes : , j

cion de la muy virgiliana ‘‘Agricultura de la zona torrida’’ tres anos despues

aclara por medios intertextuales cualquier duda sobre la identidad del hipo-

tetico ‘‘Maron’’. El traslado de la alegorıa erotico-familiar de la ‘‘Alocucion’’

(‘‘la zona / de Febo amada’’) a los primeros versos de la ‘‘Agricultura’’(‘‘Salve, fecunda zona, / que al sol enamorado circunscribes / el vago curso’’)

integra aun mas ambos poemas, en los que el himeneo de tropico y sol actua

como nueva fuente de nacionalidad, pero en los que tambien los heroes, en

particular Bolıvar, se consubstancian con esa naturaleza y reclaman su de-

recho a ser ‘‘progenitores’’. En la ‘‘Alocucion’’ es celebre la comparacion de

Bolıvar y el Saman de Guere, arbol en mas de una ocasion cantado por Bello:

Mas no a mi debil voz la larga sumade sus victorias numerar compete;

a ingenio mas feliz, mas docta pluma,

su grata patria encargo tal comete;

pues como aquel saman que siglos cuenta,

de las vecinas gentes venerado,

que vio en torno a su basa corpulenta

el bosque muchas veces renovado,

 y vasto espacio cubre con la hojosacopa, de mil inviernos victoriosa;

ası tu gloria al cielo se sublima,

Libertador del pueblo colombiano;

digna de que la lleven dulce rima

 y culta historia al tiempo mas lejano. (vs. –)

Y en ‘‘La agricultura’’ es asimismo conocida la postulacion final que hace la

Fama del linaje de las nuevas naciones:

hijos son estos, hijos

(pregonara a los hombres)

de los que vencedores superaron

de los Andes la cima;

de los que en Boyaca, los que en la arena

de Maipo, y en Junın, y en la campanagloriosa de Apurima,

t i l l ´ d E ˜ ( )

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postrar supieron al leon de Espana (vs ) 

i : winter 

La victoria de Junın (–) de Jose Joaquın de Olmedo, igualmente,

ademas de todo su aparato mitologico ‘‘rimbombante’’, segun el decir de

Bolıvar (Blanco-Fombona ), termina con el establecimiento de paralelos

alegoricos entre la actividad del bardo nacionalista y la actividad guerrera, loque convierte al letrado en una especie de mariscal poetico— y de allı, sin

duda, el tono jocoso de las ya mencionadas lecturas bolivarianas:

Mas ¿cual audacia te elevo a los cielos,

humilde musa mıa? ¡Oh! no reveles

a los seres mortales

en debil canto, arcanos celestiales [. . .].

Yo me dire feliz si merecierepor premio a mi osadıa

una mirada tierna de las Gracias

 y el aprecio y amor de mis hermanos,

una sonrisa de la Patria mıa,

  y el odio y el furor de los tiranos. (Olmedo )

La sofisticacion de lo anterior, por supuesto, supera otras alegor ıas, tradicio-

nales, que produjo el ecuatoriano.5 La correspondencia que se intenta pro-

mulgar entre poeta cıvico y lıder independentista constituye una reclamacion

directa de prerrogativas simbolicas en el espacio polıtico postcolonial. En la

reaccion crıtica bolivariana, que censura la falta de verismo de las descripcio-

nes de combates, los excesos imaginativos y elocutivos, ası como la ideologi-

camente endeble utilizacion de Huayna-Capac como portavoz de los ideales

independentistas, por otra parte, podemos ver, ademas de una opinion que

se adelanta a la de Franz Fanon de que el poeta en lucha con el colonialismo

‘‘debe comprender que nada substituye a un levantamiento en armas’’ (),

la situacion subordinada que tiene el campo de la produccion cultural con

respecto al campo del poder—en lo cual no se diferencia Hispanoamerica de

otras regiones con historias literarias disımiles (Bourdieu, Rules –). Si

bien los amortigue con elogios acaso no demasiado sinceros, al permitirse

destacar fallos en su cantor, Bolıvar establece leyes que distribuyen tajante-

. Pienso sobre todo en su Introduccion a la funcion de teatro (): con ocasion de celebrar el

triunfo de Ayacucho, la figura de la Libertad coloca la estatua de Bol ıvar en su templo personal,

l d l d l d l Vi i

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l d t l d l d l Vi t i 

Gomes : , j

mente dicho poder. No importaba que los letrados propusieran un patrio-

tismo ‘‘hermanador’’: las relaciones de la nueva familia nacional estaban

fuertemente jerarquizadas desde sus inicios y los grupos legislativo-militares

reclamaban la potestad paternal, superior a la del hermano mayor.Bolıvar y otros coetaneos, recuerdese, aspiraban a una modernizacion de

las sociedades americanas, lo que implicaba la insercion de estas, amparadas

por ‘‘la Europa civilizada y comerciante’’, en el mercado mundial que hacia

principios del siglo XIX estaba a punto de instaurarse.6 Como sabemos, tal

modernizacion planteada teoricamente contra las polıticas economicas aisla-

cionistas de Espana (Van Oos –) no se llevarıa a cabo en los anos que

siguieron a la separacion de la metropoli, sino mucho mas tarde, hacia ,

 y ya sin la igualdad de condiciones con que los ‘‘padres de la patria’’ sonaron.Contra lo sugerido en textos teoricos romanticos,7 en el paso de la estetica

preponderante en el tiempo de la Emancipacion a la de los primeros decenios

de republica no se observa una ruptura brusca o una profunda renovacion;

en la nueva tendencia, mas bien, el estancamiento general de la sociedad de la

region se duplica. Un buen conocedor del romanticismo hispanoamericano,

Emilio Carilla, al final de dos volumenes exhaustivos, no tiene mas remedio

que concluir que, en todo el perıodo que ha examinado, el lector moderno

debe esforzarse en mirar con interes los logros ‘‘por escasos que sean’’; y agrega: ‘‘esos logros no aparecen en novedades doctrinales, ni originalidades

filosoficas que vertebran un pensamiento. Los aciertos mas rotundos estan

en la concrecion que significan determinadas obras’’ (: ).

En lo que atane al recurso a materiales alegoricos, la supuesta rebelion

romantica contra costumbres neoclasicas se hace notablemente fragil. Los

 jovenes escritores perpetuan la fidelidad a discursos que aleccionan acerca de

la fisonomıa que tiene y la que deberıa tener la nacion, y lo hacen echando

mano parcial o totalmente, tal como los neoclasicos, de las estrategias ex-presivas de la alegorıa. Para no ir muy lejos, en la transicion del neoclasi-

cismo al romanticismo que se verifica en la obra de Jose Marıa Heredia no

. Entre muchos otros ilustrados, Camilo Henr ıquez, en Chile, tambien defendio lo que hoy 

podemos describir como avance de los modos de vida burgueses: ‘‘¡Cuanto hay que hacer![:]

Fundar un rico comercio sobre una inmensa cultura e industria[,] establecer ciudades en llanuras

tan vastas como fertiles, atraer habitantes utiles, propagar maximas desconocidas, y aun la urbani-

dad y el gusto por la educacion, los libros, los papeles [periodicos] . . . Este es el unico medio de

elevar provincias obscuras a la dignidad de naciones’’ ().

. Uno muy explıcito: ‘‘Clasicismo y romanticismo’’ de Esteban Echeverrıa, con su entronizacion

d l ‘‘ i i lid d’’ ( )

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d l ‘‘ i i lid d’’ ( ) 

i : winter 

falta la adopcion del relato familiar tejido en torno a la figura del padre de la

nacion; ocurre en la oda ‘‘A Bolıvar’’ (), donde el heroe, muy olmediana-

mente, se mitologiza:

Colombia independiente y soberana

Es de tu gloria noble monumento.

De vil polvo a tu voz, robusta, fiera,

De majestad ornada,

Ella se alzo, como Minerva armada

Del cerebro de Jupiter saliera. (vs. –)

Y aunque enseguida se critiquen las tentaciones monarquicas de las que seacusaba a Bolıvar por esas fechas—la historia, como sabemos, las desmen-

tirıa—, el tono celebratorio prevalece, matizado por una postura que deja

entrever un enfrentamiento ‘‘filial’’ a las posibles vacilaciones morales del

padre.8

La sola mencion de ‘‘El matadero’’ y la poesıa narrativa de Esteban Echeve-

rrıa, o del Facundo y la profusion de paralelos estetico-testimoniales con que

narra una lucha bıblica entre ‘‘luz’’ y  ‘‘tinieblas’’ (Sarmiento ) basta para

entender la continuidad de habitos neoclasicos en el romanticismo, que per-mite suponer que para la epoca en que se completa la formacion del ‘‘sistema

literario latinoamericano’’ (Rama ), o sea, la modernizacion que induce

el ‘‘segundo nacimiento’’, el entendimiento alegorico de la nacion se habıa

. Serıa muy oportuno reflexionar, con la extension que el tema merece, acerca del paralelismo

entre esa fabulacion del padre colectivo y el padre personal rastreable en Jose Marıa Heredia, en

particular por la oscilacion ideologica de este entre las posturas polıticas familiares y el indepen-

dentismo: hacia , no se olvide, el joven Heredia pertenec ıa ya a la sociedad revolucionariacubana ‘‘Caballeros Racionales’’, rama de los ‘‘Soles y Rayos de Bolıvar’’—notense las implicacio-

nes alegoricas del nombre. Si el ambito paterno personal domina en la subjetividad pol ıtica que

se expresa en sus primeros poemas—una tierra escenario de la lucha por la independencia le

sugiere lugubres epitafios cıvicos como ‘‘Las ruinas de Mayquetıa’’ (de fines de o principios

de )—, la madurez lo hara elegir una distancia que nunca deja de ser respetuosa, como la de

‘‘A Bolıvar’’. Cabe recordar que en una carta de a su madre el poeta tratara de disuadirla en

los siguientes terminos de publicar en Nueva York las Memorias de las revoluciones de Venezuela

de Jose Francisco de Heredia: ‘‘Bolıvar, que a los ojos de mi padre no pudo parecer sino un

faccioso obstinado, es hoy el Dios tutelar de America [. . .] Una octava parte del mundo le debe

su existencia, cede gustos[a] al ascendiente de su genio, y le mira como un ente posible entre el

hombre y la divinidad. Su nombre [. . .] es el ma s bello que presenta la historia de su siglo [. . .]

Mi papa, por desgracia, tuvo el desconsuelo de no ver sino la parte oscura y sangrienta del cuadro ’’

(XXI)

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(XXI) 

Gomes : , j

arraigado como legado transgeneracional. El escritor americano daba por

sentado que sus obras, apartandose de lo llanamente artıstico, debıan instruir

o conducir a significados mas elevados.

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