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1 Mujeres sin hogar en España Informe Nacional para FEANTSA 1999 Pedro José Cabrera Cabrera Universidad Pontificia Comillas de Madrid Mayo de 2000 Con la colaboración de: Ángeles Arechederra Ortiz, Isabel Madruga Torremocha y Eva Rubio Fernández

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Mujeres sin hogar en España

Informe Nacional para

FEANTSA 1999

Pedro José Cabrera Cabrera Universidad Pontificia Comillas de Madrid

Mayo de 2000

Con la colaboración de: Ángeles Arechederra Ortiz, Isabel Madruga Torremocha y Eva Rubio Fernández

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ÍNDICE

NUESTRA MIRADA SOBRE LA REALIDAD...........................................................................3 UNA PROPUESTA DE MARCO TEÓRICO ............................................................................................3 LA EXCLUSIÓN SOCIAL DE LAS PERSONAS SIN HOGAR EN ESPAÑA.................................................7

A) Eje Socio-relacional. ..........................................................................................................10 B) Eje Económico-laboral.......................................................................................................11

POBREZA Y EXCLUSIÓN DESDE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO ..............................13 A) LA EXCLUSIÓN SOCIO-RELACIONAL DE LA MUJER EN ESPAÑA. ...............................................14

Cambios en el modelo de familia tradicional..........................................................................14 Cambios demográficos............................................................................................................16

B) LA EXCLUSIÓN ECONÓMICO-LABORAL DE LA MUJER EN ESPAÑA. ...........................................19 Educación................................................................................................................................20 Situación laboral.....................................................................................................................21 Situación respecto de la Vivienda ...........................................................................................26

LOS SERVICIOS DE ATENCIÓN A MUJERES SIN HOGAR EN ESPAÑA ......................27 LA RED DE SERVICIOS ..................................................................................................................28 ¿CUÁNTAS PERSONAS SIN HOGAR HAY EN ESPAÑA? ....................................................................30 ¿A QUIÉN SE ATIENDE? ................................................................................................................31

Inmigrantes sin hogar .............................................................................................................35 ¿CUANTAS MUJERES SIN HOGAR HAY EN ESPAÑA? ......................................................................37 NECESIDAD DE SERVICIOS............................................................................................................39 LAS MUJERES VÍCTIMAS DE MALOS TRATOS .................................................................................42

Una experiencia concreta: La Casa de Acogida para Mujeres Maltratadas “Luz Casanova” de Madrid. ...............................................................................................................................47

LOS EFECTOS DE LA MONOPARENTALIDAD EN SITUACIONES DE POBREZA....................................49 CONCLUSIONES.........................................................................................................................55

BIBLIOGRAFÍA...........................................................................................................................57

ANEXO. TABLAS ........................................................................................................................60

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Nuestra mirada sobre la realidad

El presente informe trata de arrojar alguna luz sobre la situación de las mujeres excluidas

sin hogar en España. La dificultad para investigar la exclusión social en nuestro país es enorme. La insuficiencia de las fuentes, la carencia de estudios de alcance estatal, la precariedad de medios entre los que habitualmente han de moverse los estudiosos de la pobreza y la exclusión, se vuelve extrema cuando, a la pretensión casi imposible de arrojar una mirada sobre la exclusión, se le trata de añadir la perspectiva del género. En ese mismo instante el páramo informativo pasa a convertirse pura y llanamente en un desierto absoluto. Si los pobres sin hogar aparecen difícilmente en las estadísticas oficiales, las mujeres pobres sin hogar sencillamente no existen.

Hemos intentado solventar estos problemas utilizando en primer lugar un marco teórico

general sobre la exclusión extrema, que nos permitiera dar sentido a una serie de datos e informaciones generales que a nuestro entender ponen de relieve la exclusión diferencial que, de modo privativo y específico, padecen las mujeres en nuestro país.

Finalmente hemos tratado de presentar la exclusión adicional que padecen las mujeres,

dentro del colectivo ya de por sí excluido de la gente sin hogar. Para ello hemos explotado los datos procedentes de una macroencuesta realizada a lo largo del año 1999 entre los centros y servicios destinados a atender a las personas sin hogar en España. Por último se presentan algunos aspectos específicos que se refieren a los hogares monoparentales encabezados por una mujer, y a las mujeres maltratadas con informaciones obtenidas en un par de experiencias de intervención social.

Una propuesta de marco teórico Desde finales de los cincuenta y primeros sesenta, en gran parte como consecuencia de

los programas de lucha contra la pobreza de la administración Johnson en los EE.UU., se han venido utilizando dos líneas de trabajo para ocuparse de los más desfavorecidos: una ha considerado la pobreza, en tanto que estatus degradado, ligado fundamentalmente a la carencia de medios económicos; y otra, se ha ocupado de estudiarla vinculándola al análisis de la desviación social, esto es, en tanto que conducta divergente, anómala o atípica, tal y como quedaba reflejada en los estudios sobre grupos marginales, extraños, o sencillamente delincuentes.

Sociología de la pobreza y sociología de la desviación, han recorrido con frecuencia

caminos paralelos, sabiéndose en gran parte vinculadas por mor del propio objeto de estudio, pero raramente se han visto en la tesitura de tener que encontrarse la una con la otra. Si la primera quedó más vinculada a los estudios de tipo macro, y a la economía -puesto que la pobreza como hecho masivo, emerge fundamentalmente desde una determinada distribución de la renta-, la segunda, la sociología de la desviación, quedó circunscrita, desde las investigaciones micro, a un estudio más centrado en la descripción y el análisis de conductas y ambientes "exóticos" de la mano de disciplinas como la antropología y la psicología fundamentalmente.

Desde las necesidades de la intervención social que día a día se presentan a quienes han de intervenir con grupos de población sin hogar, las insuficiencias de la sociología de la pobreza se revelan rápidamente, cuando caemos en la cuenta del enorme vacío que resta por cubrir entre, las cifras que hablan de un número multimillonario de personas existentes en un país que no rebasan el umbral del 50% de la renta media nacional (en torno a ocho millones de personas en España), y las inmediateces de la acción social con un grupo concreto de personas, con rostro y apellido, que no admiten demoras ni aplazamientos para empezar a trabajar con ellas. ¿Cómo ubicar cada biografía, cada peripecia vital, llena de concreción y subjetividad, en un marco de comprensión del problema que sólo se ocupa de causas estructurales, o de tendencias globales y a largo plazo?.

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En cuanto a la psicosociología de la desviación, en la medida en que se ocupa de

inventariar conductas, es fácil adivinar el peligro que corre de verse propiciando la disolución de los elementos que configuran el marco estructural global de toda acción humana, para acabar simplemente por diseccionar comportamientos individuales, en un ejercicio de funambulismo intelectual que se mueve en un precario equilibrio que oscila entre el análisis teórico y el simple juicio moral (normalmente condenatorio) de quienes se muestran como diferentes.

En la actualidad contamos, sin embargo, con un nuevo marco teórico que aun cuando presenta muchos aspectos poco definidos e incluso confusos -o quizás precisamente por ello-, puede ayudarnos a superar las limitaciones e insuficiencias que emergen de las dos perspectivas anteriores, lastradas a menudo por un exceso de definición. La exclusión social es el nuevo paradigma (Paugam 1996) en el que pueden confluir y utilizarse fructíferamente los desarrollos obtenidos hasta ahora en la investigación de la pobreza y de la desviación social.

Sin pretender erigirlo en panacea, puesto que no hace sino recoger lo mejor de ambas tradiciones investigadoras para imprimirles un nuevo giro, el cuadro adjunto muestra lo que a mi modo de ver podría ser la aportación mejorada que propone la sociología de la exclusión. Naturalmente, no deja de ser una visión esquemática y hasta cierto punto reductora, puesto que, ni todas las virtualidades que ahora le atribuimos al término exclusión estaban ya en sus orígenes1, ni el estudio de la pobreza o de la marginalidad/desviación se ha atenido tan estrictamente al guión que presentamos.

No obstante, en general, cabe postular que la sociología de la pobreza ha estado fundamentalmente interesada por las consecuencias, por el resultado final (output), consolidado en un status de destitución y de carencia. Por su parte la consideración de la desviación se ha centrado en explorar los aspectos conductuales (deviant behaviour) y de comportamiento que caracterizan los roles marginales o "extraños". Frente a ambos enfoques, la sociología de la exclusión tiende a dar primacía al desentrañamiento del proceso (process) que conduce a determinadas personas y/o colectivos a verse excluidos de la participación social.

Pobreza

Desviación

Exclusión

Resultado (output/status)

Conducta (rol)

Proceso (process)

Necesidad Patología Derechos

Restrictivo Diagnóstico Comprehensivo

Distribución Diferenciación Relación Umbral Tipología Comprensión

(Contable) (Clínico) (Socio-Político) Déficit

Carencia Privación

Desadaptación Inadaptación

Mala adaptación

Configuración social Articulación

Estructuración

Subsistencia Autorrealización Ciudadanía

Redistribución Readaptación Inserción

1 La crítica de Verdes-Leroux a la primera versión de exclusión propuesta por René Lenoir en 1974, acababa por reprocharle que su mayor virtud consistía en que permitía “excluir la cuestión del origen de la ‘exclusión’, olvidándose de las desigualdades sociales y de las clases. De manera que según nos recuerda Paugam (1996:11) “era incluso percibida como una maniobra de la clase dirigente para hacer creer al mayor número posible de personas en su voluntad de reforma social y evitar así que se atacara a los verdaderos problemas de las desigualdades sociales”

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No interesa tanto el resultado final o la conducta diferencial que adoptan sino el proceso al que se ven sometidos, los ciudadanos más desfavorecidos. En el fondo tras cada uno de los tres posibles abordajes, descansa una cierta actitud por parte del que estudia, observa, mira. Si se me permite la expresión, tras cada uno de ellos es posible identificar tres miradas distintas sobre una misma realidad. Desde la primera se perciben personas necesitadas -y es bien cierto, que tras la pobreza se hallan muchas necesidades insatisfechas (aunque no sólo)-; desde la segunda se tienden a identificar patologías; mientras que por último desde la óptica de la exclusión, la pobreza extrema aparece como la expresión más palpable de unos derechos insuficientemente respetados o claramente vulnerados.

En definitiva, al estudiar el fenómeno de las personas sin hogar, desde la sociología de la pobreza, se está aplicando un criterio restrictivo, centrado de manera unidimensional en los aspectos materiales -con frecuencia el criterio ha sido marcadamente economicista incluso-, mientras que desde la psicosociología de la desviación prima el criterio diagnóstico (Ej: Vexliard), en tanto que para la sociología de la exclusión lo que se pretende favorecer son las aproximaciones comprehensivas, globalizadoras y multidimensionales.

Es decir, mientras que el estudio de la pobreza ha operado técnicamente mediante la fijación de umbrales o niveles de pobreza a partir de una determinada distribución de ingresos, los estudiosos de la desviación llevados de su afán por diferenciar, distinguir y separar, han contribuido a generar multitud de tipologías, clasificaciones y taxonomías de pobres y “subpobres”. Hoy en día, en cambio, no nos importa tanto poner el acento en la distribución de determinadas variables entre la masa de los ciudadanos, ni tampoco en las conductas que diferencian a los "normales" de los "raros", sino más bien en la relación que unos y otros mantienen entre sí, con lo cual es evidente que la forma de operar en los estudios sobre exclusión debe dar primacía a la comprensión en profundidad, mientras que queda en un segundo plano la determinación de umbrales y el establecimiento de tipologías de excluidos.

Avanzando un poco más, podríamos decir que si en los estudios sobre la pobreza, habitualmente de tipo macrosociológico y cuantitativo, se tiende a adoptar un criterio contable, que se hace patente en la insistencia con que se persigue determinar el número exacto de pobres existentes en un país (en toda esta forma de actuar, es obvio que subsisten ecos de los viejos y arcaicos censos de pobres), en el estudio de la desviación se ha dado preeminencia a la investigación de tipo clínico, de forma que la visión diagnóstica, ocupada en identificar síntomas y rasgos característicos de los colectivos marginales, ha eclipsado con frecuencia el análisis de corte socio-político, que es el que se mantiene más activo en la investigación actual sobre la exclusión social.

En el fondo, todo ello es bastante coherente, puesto que como se lleva expuesto, la mirada sobre la pobreza tiende a destacar, por su propia lógica interna, los aspectos deficitarios, carenciales y de privación, presentes entre los pobres, mientras que estudiar la conducta desviada ha sido tanto como ocuparse de los problemas que se han venido identificando como resultado de la desadaptación, inadaptación o mala adaptación de algunos grupos minoritarios frente a los dictados de la mayoría. En este sentido, los problemas de las PSH, no serían tanto un problema que resultase de una insuficiente dotación de recursos materiales, como un simple problema de ajuste a las normas colectivas. Por último, la óptica de la exclusión da primacía al estudio de los problemas que emergen de la articulación social en general. Es la manera en que la sociedad actual se configura, la estructuración de la vida contemporánea, la que acaba generando de forma sistemática e implacable unas reglas del juego que hacen altamente probable que determinados colectivos se vean lanzados a la exclusión social.

En definitiva, desde la consideración en términos de pobreza, lo que está en juego es la mera subsistencia, y el reto de construir una sociedad mejor pasa por la redistribución de ingresos, en la tríada clásica equivaldría a la pretensión por la igualdad; en tanto que desde la óptica de la desviación, lo que está en peligro es el derecho a la diferencia, a la autorrealización de acuerdo a postulados y visiones particulares y minoritarias, por lo que al viejo y conservador empeño por readaptar y reconducir a los diferentes, habría que añadirle una mayor dosis de tolerancia y

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civilidad para que la libertad como vocación colectiva y común fuese una realidad cada vez más plausible.

Por último, considerar el problema de la existencia de personas sin hogar entre nosotros desde la óptica de la exclusión, nos alerta sobre los peligros que resultan, del hecho de que se encuentren con problemas no sólo para subsistir o para poder autorrealizarse desde una cierta disidencia, sino más aún, de la amenaza que se cierne sobre ellos en tanto que ciudadanos. Lo más preocupante de todas las amenazas que se alzan sobre las personas excluidas es el peligro en que se encuentra la misma condición de ciudadanía, que –nunca está de más recordarlo- cuando es puesta en entredicho para unos cuantos de nosotros, acaba por ser cuestionada en su totalidad (García Roca, 1998). Desde estos presupuestos, es evidente que el reto del futuro pasa por construir una sociedad en la cual las condiciones de existencia de la ciudadanía (de todos los ciudadanos) estén aseguradas desde una lógica de inserción, de participación, de cohesión social, de fraternidad en definitiva.

Para tratar de expresar gráficamente la potencialidad analítica del nuevo paradigma, propongo el siguiente esquema (ver gráfico adjunto), construido con la pretensión de ofrecer una representación visual, del marco teórico propuesto a partir de las ideas contenidas en Castel, y divulgadas en España por J. García Roca.

A mi modo de ver, este modelo teórico, permite integrar las investigaciones sobre los

procesos individuales, en las que frecuentemente se ha movido la investigación empírica sobre personas sin hogar, con una comprensión panorámica de los procesos globales que afectan a las sociedades contemporáneas. Desde un modelo así, es posible entender el optimismo de los años 60 en los que parecía que la zona de vulnerabilidad se encontraba controlada gracias a la existencia de una amplia zona de integración, ya que existían tasas de ocupación cercanas al pleno empleo, programas sociales en expansión, etc, todo lo cual permitía entonces referirse a la zona de desafiliación como si se tratase de un espacio en vías de extinción, o casi, en todo caso como una realidad destinada a una supervivencia marginal dentro de las sociedades desarrolladas. En cambio, desde los años 80 para acá, se asiste a un proceso en el que es evidente que la zona de integración se fractura internamente: la segmentación del mercado de trabajo, la precarización cada vez mayor de los empleos, las altas tasas de paro, los recortes en gastos sociales, etc, hacen

GRÁFICO 1.- El proceso de exclusión social

POBREZAASISTIDA

TRABAJADORESTEMPOREROS,

INMIGRANTES, etc

ZONA DEDESAFILIACION

ZONA DEVULNERABILIDAD

ZONA DEINTEGRACION

NO-INSERCIONsociofamiliar y relacional

INSERCIONsociofamiliar y relacional

NO-TRABAJO(No integración

laboral y económica)

TRABAJO(Integración

laboraly económica)

PROCESO DE

EXCLUSION SOCIAL

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que la zona de vulnerabilidad se encuentre en expansión y que, como consecuencia lógica de lo anterior, cada vez más personas vayan a engrosar la zona de desafiliación-exclusión.

Naturalmente, esto no sucede en el vacío, sino en el contexto de una sociedad estructurada en clases, que hace que las posibilidades de verse en riesgo de exclusión, no se repartan aleatoriamente. Por el contrario, se trata más bien de una rifa en la que algunas capas de la sociedad disponen de casi todas las papeletas. Sólo basta pensar que cuando la vulnerabilidad económico-laboral (ej.: el paro) hace su aparición en una casa, los recursos disponibles para sobrellevarla son muy diferentes entre los miembros de unas clases y otras. Incluso una misma estrategia para tratar de hacerle frente, como pueda ser la de buscar refugio en las redes familiares y de parentesco, les deja a unos seres humanos en medio de entornos de relación muy "ricos" y poderosos en contactos, conocimiento, información, mientras que a otros los precipita aún más en el interior de contextos relacionales ya de por sí muy empobrecidos y debilitados. Las diferencias en capital acumulado (ya sea económico, cultural, relacional o simbólico) por unas clases y otras, se traducen en oportunidades muy desiguales tanto para la inserción (integración) social como para la exclusión (marginación) social.

En todo caso el proceso de exclusión social que aparece representado gráficamente, discurriría a través de tres espacios (integración, vulnerabilidad y desafiliación, o si se prefiere, inserción, precariedad, exclusión) cuyas fronteras son más borrosas de lo que sugiere la representación gráfica ofrecida2, lo que conviene tener muy en cuenta ya que, precisamente es en los bordes, en los flecos, donde se encuentran aquellas situaciones que permiten establecer la conexión estructural de unas áreas con otras, de unos espacios sociales marginados, con otros "mundos" de integración y bienestar.

Entender la importancia de las transiciones de una zona a otra, es imprescindible si se

quiere estudiar la exclusión social como una condición del sistema social, y no, como una realidad encapsulada en sí misma, "extraña" y ajena a la sociedad global que la soporta. En última instancia es el mismo proceso de extrañamiento que aleja a muchos ciudadanos de bienes y recursos escasos, y que reserva determinados ámbitos de sentido y participación para una parte de la sociedad, el que da lugar a la vulnerabilidad/precariedad y a la desafiliación/exclusión, de forma que, si la vulnerabilidad viene marcada por el acceso en precario al empleo, a la vivienda y a la participación social y política, la exclusión quedaría definida por el puro y simple “no-acceso “ (Laparra; Gaviria; Aguilar, 1996).

La Exclusión social de las personas sin hogar en España

Además de por todas las razones que se llevan expuestas, insistimos en enmarcar el

análisis de la realidad social de las personas sin hogar bajo el paradigma de la exclusión, porque entre otras cosas, para la opinión pública es evidente que las PSH, son personas excluidas. No todos los excluidos se encuentran sin techo (ej: minusválidos, minorías étnicas), pero desde luego, todas las personas que no tienen un techo bajo el que guarecerse son excluidos. Así aparecía reflejado en una reciente encuesta de opinión, cuando ante la pregunta sobre “¿quiénes son los excluidos?”, aparecía citado en primer lugar, por el 84% de quienes respondían: el grupo de “los sin techo” (Tezanos, 1999:94).

2 El camino que va de la integración a la exclusión laboral es el mismo que va de la exclusión laboral al aislamiento relacional, y de éste, a la ausencia de motivaciones y sentidos para vivir; y este laberinto es tan radicalmente perverso que se reproduce a la inversa: la debilidad de los dinamismos vitales fragiliza las vinculaciones sociales y éstas alimentan de nuevo la exclusión laboral. Las fronteras entre las zonas son fácilmente transitables” (García Roca, 1998:142)

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¿De quiénes hablamos?

En nuestro país no existe una definición oficialmente aceptada de “persona sin hogar”3. Hasta hace bien poco era mayoritario el uso del término transeúnte, y sólo muy lentamente va quedando circunscrito al caso concreto de aquellas PSH que vagan de un albergue a otro, alternando temporadas en que duermen a la intemperie con otras en las que descansan bajo techo, y en todo caso llevando una vida nómada y ambulante. Este perfil que se asimilaría al vagabundo tradicional (“carrilano”, en el argot de la calle, “el que hace el carril”), es evidente que no se corresponde con las definiciones internacionalmente más aceptadas del término inglés homeless, que se traduce al francés como sans-abri y al español como sin-hogar o sin-techo. En esta versión el concepto tiene que ver más con una situación que con una pauta de conducta específica. En general, se tiende a aceptar que la persona sin hogar es toda aquella que carece de un alojamiento o no puede acceder a él por sus propios medios, o es incapaz de mantenerlo salvo que cuente con la ayuda de algún servicio social de apoyo. En ocasiones, la definición se hace aún más amplia, e incluye a todos aquellos que no disponen de un alojamiento en condiciones dignas de habitabilidad, de acuerdo con las pautas vigentes en la sociedad de referencia. En este último sentido, incluiría a toda la población chabolista o alojada en condiciones muy precarias, e igualmente a toda la gente que vive en casas ocupadas, e incluso a los que, deseando vivir independientes, se ven forzados a residir en casa de amigos, conocidos y parientes, que los acogen. Como puede apreciarse, esta manera de definir el fenómeno de las personas sin hogar, tiene como referente básico, la situación respecto de la vivienda. Es una persona sin hogar todo aquel que no dispone de una vivienda o alojamiento que le proporcione independencia y autonomía y le permita vivir en condiciones dignas. Ahora bien, también este tipo de definiciones estrictamente situacionales, entrañan problemas, puesto que, como muy bien señala la profesora Sánchez Morales, “se tiende a delimitar el fenómeno en términos de planificación urbanística y de vivienda en general, desconectándolo de los enfoques cognitivos que pueden explicar las raíces de la exclusión social”, razón por la cual, es preferible una concepción en la que de algún modo se subrayen también, junto con la falta de vivienda, todos aquellos otros “déficits y carencias que se derivan de no participar de las relaciones comunitarias que se establecen en el marco del hogar” (Sánchez Morales, 1999:28). Es importante señalar que en gran parte, los problemas de definición son problemas políticos, puesto que si bien, en el marco académico, es relativamente fácil llegar a un acuerdo que permita adoptar una definición operativa, en el ámbito político en cambio, cualquier definición tiene consecuencias presupuestarias inmediatas. Este es el problema del que se hacía eco recientemente el Dictamen sobre “El problema de los ‘sin techo’ y la vivienda” , emitido en junio de este año por el Comité de las Regiones de la Unión Europea: “sabemos muy poco acerca de los ‘sin techo’ principalmente porque no existe una definición exacta ni una calificación jurídica estable en cada uno de los países. El término ‘sin techo’ abarca realidades distintas en cada país. Las definiciones, las normas y las prácticas de los distintos Estados miembros complican más esta situación” (1999:6)4.

3 Véase la excelente introducción del artículo de Manuel Muñoz y Carmelo Vázquez (1998) para acceder a un buen resumen de situación sobre este aspecto. 4 En el primer informe de FEANTSA se señalaba ya en 1993: “No existe una definición ampliamente aceptada del sinhogarismo, ni por parte de los gobiernos nacionales, ni de la Comisión de la Comunidad Europea.” (Daly, 1993:15) De hecho, allí donde existe, no se emplea una definición clara, o bien trabajan sobre un derecho a la vivienda que de una u otra forma resulta restringido. El ejemplo arquetípico lo proporciona el Reino Unido, en donde una persona es definida como sin hogar si no tiene acceso a la vivienda, pero el derecho a recibir la asistencia pública para el alojamiento se halla limitado a aquellos que pertenezcan a ciertos “grupos prioritarios” y puedan demostrar que no se encuentran intencionalmente (“intentionally”) sin hogar.

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Como resultado perverso de esta dificultad para definir el problema nos encontramos con

que las cifras de que disponemos necesariamente han de ser imprecisas. FEANTSA, la Federación Europea de Asociaciones que trabajan a favor de las personas Sin Techo, ha realizado los mayores y más sólidos intentos de arrojar luz sobre este asunto. Sin embargo, las cifras que ha podido llegar a ofrecer están llenas de problemas y dificultades. Tal y como señalaba la autora de los tres primeros informes, “las cifras obtenidas son, en primer lugar el reflejo del número de servicios disponibles en un país: los Estados miembros que ofrecen un amplio abanico de servicios tendrán tasas de incidencia más altas que los países donde los servicios son menos numerosos. Igualmente, dependen de los métodos de recuento de que disponen los prestatarios de los servicios y de la importancia que concedan a este recuento” (Daly, 1994:5) Eso explica las diferencias tan abismales de cifras entre unos países y otros que aparecen en la tabla siguiente, elaborada a partir de los datos contenidos en el 2º, 3º y 4º informes de la FEANTSA.

NÚMERO TOTAL DE PSH

AVRAMOV (1995) PAÍSES

DALY

(1993) DALY (1994) Todo el año Un día

ALEMANIA 1.030.000 850.000 876.450 490.700

BÉLGICA 26.000 26.379 5.500 4.000

DINAMARCA 2.800 2.947 4.000 2.947

ESPAÑA 30.000 29.659 11.000 8.000

FRANCIA 627.000 627.000 346.000 250.000

GRECIA NC 10.000 7.700 5.500

HOLANDA 30.000 30.000 12.000 7.000

IRLANDA 5.000 5.000 3.700 2.667

ITALIA 90.000 152.000 78.000 56.000

LUXEMBURGO 500 608 200 194

PORTUGAL 2.500 2.870 4.000 7.000

REINO UNIDO 688.000 642.980 460.000 283.000

TOTAL 2.531.800 2.381.436 1.810.544 1.117.008 Elaboración Propia. Fuente: FEANTSA

Como se puede apreciar, resulta doblemente chocante, que sean algunos de los países con un sistema de protección social más desarrollado, los que arrojen tasas de población sin hogar más abultadas: ése sería el caso de Alemania, Francia o el Reino Unido, en los tres casos por encima del 10 por mil; mientras que España rondaría el 0,8 y Portugal el 0,2.

Evidentemente, sobre tales datos planea la cuestión de la definición institucional del

problema; “los obstáculos son numerosos: las estadísticas reposan sobre definiciones diferentes de la noción de sin hogar de un país a otro: en algunos, las cifras remiten al número absoluto de sin hogar, mientras que en otros, miden el flujo de personas que se encuentran sin hogar durante un período dado; finalmente, la carencia de informaciones actualizadas nos obliga, en ciertos casos, a apoyarnos sobre datos y estimaciones antiguas” (Daly, 1994:5). Esto hace que de un año para otro,

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el baile de cifras sea bastante grande, lo que llevó a Dragana Avramov a distinguir entre la población albergada a lo largo de todo el año, y la que se encuentra atendida en un día promedio.

Así, en 1995 Avramov, reexamina los datos anteriores y lanza su propia estimación: “el número mínimo de personas que cada año dependen de servicios públicos o privados para encontrar albergue temporal o vivienda puede estimarse tentativamente en 1,8 millones. En un día medio alrededor de 1,1 millones de personas pueden tener que depender del alojamiento proporcionado por el sector público o voluntario, o son ocupas o duermen a la intemperie, porque no disponen de un hogar” (1995:91), estas son las cifras que aparecen en las dos últimas columnas de la tabla precedente. Ahora bien, si a estos números les sumáramos el grupo de personas que se encuentran en pensiones, pagando por su alojamiento, o viviendo con amigos o conocidos que los tienen acogidos temporalmente, nos encontraríamos con que, siguiendo las indicaciones de los expertos, esta cifra de 1,8 millones tendría que incrementarse en un 30 ó 50 por ciento más, lo que ”implicaría que en los 12 Estados Miembros de la unión Europea entre 2,3 y 2,7 millones de personas pueden estar sin-hogar en el transcurso del año” (1995:92). Por último, si contabilizáramos a los ciudadanos de la Unión Europea que habitan en viviendas de muy baja calidad, o en espacios no concebidos para servir de alojamiento a las personas, entonces tendríamos que hablar de 18 millones de personas precariamente alojadas.

En nuestro país, la situación es más o menos la misma. Las cifras más bajas son las que han tenido en cuenta exclusivamente el número de personas que viven estrictamente en la calle, o alojándose en los albergues destinados a tal fin, que han hablado de unas 11.000 PSH. Por el contrario quienes se han referido, desde la óptica de la vivienda y la exclusión residencial a quienes “no cuentan con ningún sistema de alojamiento, o con un alojamiento precario, es decir, las personas sin techo” o alojadas en albergues, y además han incluido a quienes habitan “en infraviviendas, cuevas o ‘alojamientos’ (en la definición del INE), chabolas, prefabricados, etc,” (Cortés y Paniagua, 1997:108) elevan las cifras hasta el punto de hablar de 273.000 personas excluidas sin hogar, aproximadamente un 7 por mil de la población española.

Entre unas y otras cifras, F. Salinas, autor de los informes nacionales para Feantsa entre 1990 y 1995, ha manejado la de unas 40.000 personas (Muñoz; Vázquez 1998). En nuestro caso podemos repasar algunos datos de situación desde la perspectiva que apuntábamos en el gráfico 1, para tratar de presentar la situación actual y las perspectivas de evolución inmediata del fenómeno de la exclusión social en nuestro país. A) Eje Socio-relacional.

Es una opinión generalizada afirmar que en España es crucial el papel amortiguador que

están jugando las redes de apoyo familiar, operando como una especie de “colchón” frente a la exclusión, lo cual, si bien no resuelve el problema de fondo, sí que, al menos, permite subsistir en condiciones relativamente dignas a muchas personas, aunque sea situando a algunos miembros de la familia (especialmente a los jóvenes) en una situación que se califica como “estabilizada en la precariedad” (Tezanos, 1999:102). Así se explica que, cuando a los españoles se les pregunta si durante los últimos meses se han sentido en riesgo de caer en la exclusión social, la respuesta afirmativa –un 17%- esté aún bastante lejos de las cifras alcanzadas en sondeos similares efectuados en Francia por ejemplo, donde hace unos años se obtuvo un porcentaje del 55% ante la misma cuestión (Castel, 1993,13).

Ahora bien, el que esto haya sido así hasta ahora, no quiere decir que vaya a seguir siendo

igual en el futuro, de hecho, al interior de los hogares cada vez se produce una mayor pérdida de funciones que hasta ahora venía realizando la familia, y que de modo creciente son asumidas por la Administración, “la familia española es gradualmente menos escuela, menos hospital, y menos

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seguridad social”, de forma que aunque, “todavía conserva numerosas funciones de agente cuidador y de ayuda psicológica y económica de sus miembros” (J. De Miguel, 1998:443), en el futuro es de prever que el papel de amparo y protección social desempeñado por la familia irá a menos, entre otras cosas porque “’las mujeres ya no están disponibles’ como hace varias décadas para ocuparse de las personas mayores y de los necesitados”” (Tezanos, 1999:138). A todo ello colaboran factores muy diversos:

a) Se ha producido un incremento de la participación laboral de la mujer. b) Asistimos a un cambio de opinión respecto del trabajo de las amas de casa, que está

bastante peor valorado y considerado socialmente que hace unos años. c) La actitud de las mujeres jóvenes ha cambiado de forma sustancial, de manera que

cuando se les pregunta a las mujeres de menos de 45 años si en el futuro cuidarán de sus nietos, la respuesta que en general se obtiene es negativa (Tobío, 1996).

Además, hay un dato estructural que hace pensar que la familia en el futuro podrá

proteger bastante menos, sencillamente: los españoles del futuro tendrán menos familiares que puedan protegerlos. La reducción del tamaño de la familia, es un hecho evidente, generado entre otras circunstancias por el derrumbamiento de la natalidad que cae un 54% entre 1964 y 1991. Las estimaciones para 1997 la sitúan en 9,2 nacimientos por mil habitantes, siendo la más baja de Europa. El número medio de hijos por mujer, o índice sintético de fecundidad, pasa de 2,8 hijos en 1960, a 1,3 en 1991, y a 1,16 en 1997.

Al mismo tiempo, aumentan las personas que viven solas, cuyo número creció un 79%

entre 1970 y 1991; del mismo modo que crecen los hogares formados por 2 personas que aumentaron un 23% en el mismo período, mientras que los hogares numerosos, con cinco o más miembros, descendieron un 40% (J. De Miguel, 1998:450). Actualmente, alrededor de 2 millones de personas viven solas, sobre todo mujeres mayores.

Conviene recordar que la condición sin hogar es función inversa del número de líneas de

parentesco que se mantienen activas, y que este número a su vez depende directamente de la cantidad de parientes con que se ha llegado a contar en el transcurso de la existencia (Cabrera, 1998:290). B) Eje Económico-laboral

No es preciso abundar en muchos datos para poner de relieve que en este aspecto la

situación de nuestro país no es especialmente boyante. La tasa de desempleo ha sido, y aún sigue siendo, extraordinariamente elevada. En líneas generales durante bastante años hemos superado más de dos veces la media europea: 22,1% frente a 10,9% en la UE en 1996.

Además, el desempleo se ha acompañado de una enorme precariedad e inestabilidad

laboral: En 1996 los contratos temporales representaban el 33,6% de la población asalariada, frente al 12,6% en Francia, o el 7,5% en Italia; la media en la UE era del 11,8%. Esta situación se hace especialmente grave en los dos sectores que son claves como fuente de empleo para las PSH: la construcción y la hostelería5.

Los datos de que dispongo, hablan claramente sobre las difíciles condiciones en que se ha

desarrollado la experiencia laboral de las PSH: sólo una cuarta parte han llegado a trabajar con un contrato fijo alguna vez en su vida; el resto sólo han conocido los trabajos eventuales, estacionales y precarios, sin contrato (36%) y sin cotizar a la Seguridad Social (30%). Lo que explica buena parte de la indefensión y la vulnerabilidad a la que se ven sometidos cuando llegan las épocas de paro. Casi la mitad proceden de la construcción (25%) y de la hostelería (20%), donde han ocupado puestos de baja o nula cualificación; de manera que las profesiones más citadas entre las PSH son, por este orden: Pintor, Cocinero, Camarero, Peón, Albañil y Carpintero (Cabrera, 1998:182). 5 En ambos casos el efecto del turismo es determinante. Hay que recordar que España, con algo menos de 40 millones de habitantes, recibe cada año más de 60 millones de turistas (65 millones en 1997)

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Con esta inserción en el mercado laboral tan precaria e inestable, el acceso a la vivienda

se vuelve extraordinariamente complicado, y conviene no olvidar que estamos en un país en el que la vivienda pública en alquiler es casi inexistente, al contrario de lo que ocurre en Europa, y que el mercado de alquileres está completamente liberalizado con lo que los precios prohibitivos fuerzan a la adquisición de la vivienda. De hecho contamos con la tasa de vivienda en propiedad más alta de Europa. Sin embargo, durante unos años el dinero público se destinó a fomentar la construcción -la “ayuda a la piedra” (LEAL, 1998)- y no a apoyar directamente a las personas con menos recursos que deseaban acceder a una vivienda: mientras que en 1985 las viviendas de precio libre representaba un 33% del total de cuantas se construían, en 1991 la proporción había crecido hasta suponer el 83% del total.

Como efecto inmediato, nos encontramos con que el precio del metro cuadrado se disparó

de forma alarmante: si en 1987 estaba en 52.789 pt., en 1991 había alcanzado las 107.543 pt. Lo que supuso que, si en una vivienda financiada a 15 años, la adquisición consumía el 37,6% de los ingresos en 1987, cuatro años más tarde, en 1991, comprar una casa se llevaba más de la mitad de los ingresos: el 57,3%. Desde entonces la situación parece haber experimentado una cierta mejoría, pero en cualquier caso, la tercera parte de la renta media de los hogares debe destinarse a la adquisición de una vivienda.

También en este aspecto, los datos obtenidos sobre el acceso a la vivienda de las PSH,

son tremendamente iluminadores. Únicamente el 43% de las PSH madrileñas han llegado a vivir en una vivienda de la que eran titulares, el resto han vivido siempre en la vivienda de los padres, de los amigos, de la pareja, etc. Y de esta fracción privilegiada de las PSH, que en el pasado han residido en un domicilio particular del que eran titulares, sólo un 45% lo hicieron en régimen de propiedad, el resto estuvieron de alquiler o más en precario. Es decir, que sólo el 19% de las PSH han ostentado la condición de dueños de una vivienda (habitualmente sin terminar de pagar), mientras que para el conjunto de la población adulta madrileña que es titular de una vivienda, el 81% reside en ella en calidad de propietario de la misma (Cabrera, 1998:311).

Precisamente por la dificultad de acceder a una vivienda, no es extraño que muchos

jóvenes españoles vivan con sus padres, concretamente: el 74% de los jóvenes de 20 años. Se trata de una decisión estratégica bastante racional, puesto que salir de casa en las condiciones actuales les obligaría a descender de estatus social. Ahora bien, como hemos visto antes, según ciertas definiciones, habituales en otros países, habría que considerar como PSH a esos jóvenes-viejos que se mantienen en casa de sus padres porque no les queda otro remedio, y que posponen cada vez más la creación de un hogar independiente, retrasando todo lo que pueden el momento de casarse: la edad media de entrada al matrimonio que en 1991 era de 28,2 años para los varones y de 25,8 para las mujeres, se ha ido elevando progresivamente, y en 1995 era respectivamente de 29,8 y de 27,5. Es decir, prácticamente dos años más en tan solo un lustro (CECS 1999:533).

Por todas estas razones, no es extraño que los expertos en temas de pobreza, aventuren un

pronóstico pesimista respecto de la evolución de la exclusión en nuestro país. Si el 46% de los españoles opina que la exclusión está aumentando, y el 43% cree que dentro diez años el número de excluidos habrá crecido aún más (frente al 19,3% que piensa que disminuirá), la opinión de los expertos consultados mediante una encuesta Delphi para tratar de realizar una prospectiva sobre el tema, es mucho más pesimista aún, puesto que el 65% de ellos, piensa que dentro de 10 años la situación será aún peor que ahora (Tezanos, 1998:93).

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Pobreza y exclusión desde la perspectiva de género

La situación de sometimiento de las mujeres al cabeza de familia, su dependencia

respecto a la reproducción, así como su posición marginal en el mercado de trabajo, han empobrecido históricamente a las mujeres y aún hoy día siguen empobreciéndolas, al favorecer su exclusión económica y social. En este sentido, el análisis de las relaciones de género, resulta sencillamente imprescindible cuando se pretenden estudiar los fenómenos sociales, especialmente aquellos vinculados a la estructura de la desigualdad. Desde una perspectiva de género se entiende por relaciones de género el conjunto de prácticas y estructuras mutuamente constitutivas que producen las diferencias, las desigualdades y la jerarquía de géneros en una sociedad dada (Orloff, 1996:3)

El patriarcado, entendiendo por tal, el conjunto de prácticas, usos tradicionales, e

instituciones que favorecen y mantienen el dominio masculino y las relaciones de dependencia de las mujeres respecto de los varones, se encuentra aún firmemente establecido en muchos órdenes de la vida. Asentado sobre el vínculo de protección-sumisión, no sólo hace a las mujeres más pobres que los varones, sino que las torna sumisas y dependientes del varón, que, de esta forma, puede “defenderlas”, “protegerlas”, “ampararlas”, “enriquecerlas”, o más frecuentemente: empobrecerlas. En primer lugar, a través de la división del trabajo según género, por la cual, son las mujeres las responsables del trabajo doméstico y de las funciones de cuidado y reproducción. Ahora bien, el proceso de modernización ha supuesto entre otros cambios, la incorporación de la mujer al mercado laboral y ha reducido por tanto la oferta existente hasta ese momento en la red de solidaridad familiar.

Sin embargo, las relaciones patriarcales se prolongan más allá del espacio doméstico, a

través del salario familiar, mediante el cual los varones reciben salarios superiores y ventajas fiscales que están en parte justificados por la responsabilidad que se supone que tienen en el mantenimiento de las esposas dependientes y de los hijos.

Una expresión acabada de la situación de dominio patriarcal en que se sitúa la mujer aún

en nuestra sociedad, la encontramos en el desigual reparto de las condiciones de vida en que se encuentran unos y otras.

En la Memoria que Cáritas publicó en 1990, ya se comprobaba el hecho evidente de la

feminización de la pobreza en España: tres de cada cuatro personas pobres eran mujeres. Así pues, hace ya diez años que se dio la voz de alarma: “las mujeres solas con cargas familiares y las mujeres jóvenes paradas de larga duración que se están convirtiendo en transeúntes” son colectivos precarizados que requieren de una especial atención.

La situación específica de las mujeres sin hogar es una forma extrema de pobreza

particularmente difícil de detectar, estudiar y analizar. La delimitación del colectivo sin hogar en España, desde su misma definición, difiere ampliamente de la que resulta habitual en Europa. En nuestro país el colectivo de personas sin hogar viene definido no tanto por el alojamiento precario como por la carencia total o casi total del mismo. Por eso mismo, si no queremos restringir nuestra mirada a la construcción institucional del problema que se realiza a partir de los datos que proporcionan las instituciones destinadas específicamente a atender a PSH -que además en su inmensa mayoría fueron diseñados para acoger exclusivamente a varones-, debemos comenzar nuestro acercamiento al colectivo de mujeres sin hogar en España, desde el análisis de la feminización de la pobreza.

Carmen de Elejabeitia (1996) señala que la proporción que representan las mujeres sobre

el total de pobres ha aumentado en las últimas décadas. Las razones que explican este incremento son diversas:

- familiares: mayor número de separaciones y divorcios, lo que deja a las mujeres económicamente más desprotegidas que a los varones;

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- económicas: mayor dificultad en obtener un trabajo y un salario suficiente; - demográficas: mayor longevidad de las mujeres. Por nuestra parte, vamos a intentar ordenar los datos relativos a la pobreza y la exclusión

desde una perspectiva de género, mediante la utilización del marco teórico de explicación de los procesos de exclusión que expusimos anteriormente. Para ello comenzaremos por repasar algunos de los cambios más recientes acaecidos en la sociedad española que han hecho variar sustancialmente el mundo de las relaciones familiares y de parentesco, la trama de vínculos y relaciones próximas con la que pueden contar hombres y mujeres para afrontar las dificultades vitales que puedan acontecerles a lo largo de su vida.

A) La exclusión socio-relacional de la mujer en España. Aunque el camino recorrido por el país tras el final del régimen franquista ha sido

espectacular, y los desarrollos legislativos han equiparado la mujer al varón en casi todos los ámbitos de la vida pública, también es cierto que hace tan sólo veinte años, en España una mujer casada no podía libremente abrir una cuenta corriente en una oficina bancaria sin contar con el permiso expreso del marido6.

Sirva este pequeño recordatorio para poner de relieve la importancia del cambio

experimentado por la sociedad española durante el último cuarto de siglo, a la vez que para llamar la atención sobre la interrelación estrecha que existe entre roles familiares y sociales. Si bien es relativamente sencillo cambiar las leyes e insuflarles un espíritu de modernidad y democracia, no es tan fácil introducir tales valores en el ámbito más restringido de las relaciones domésticas y cotidianas, en las que con frecuencia pervive la huella de los viejos hábitos y estereotipos que consagraban la dominación y el sometimiento de la mujer al varón.

Cambios en el modelo de familia tradicional Como en el resto de los países europeos, durante los años 90 en España junto a los

modelos familiares tradicionales, ha terminado abriéndose paso y asentándose un nuevo tipo de familia: la familia monoparental. Aunque propiamente no es un hecho nuevo, puesto que hogares formados por madres solteras o viudas con hijos han existido siempre. Sin embargo lo que es novedoso es la extensión del número de hogares, la mayor proporción del grupo encabezado por mujeres separadas/divorciadas, y la participación de la clase media en muchos de estos comportamientos que anteriormente conllevaban una fuerte carga estigmatizadora.

En su análisis de la monoparentalidad femenina, Iglesias de Ussel (1998) señala que ésta

es una realidad familiar que se ha tratado de ocultar intencionadamente, de la que “históricamente se ha pretendido dificultar su manifestación externa”. Los medios para conseguir esa ocultación han ido desde las regulaciones jurídicas restrictivas, centradas principalmente en la prohibición del divorcio (en España sólo ha estado permitido entre 1932 y 1939 y a partir de 1981), hasta la represión con medidas legales o presiones sociales, ideológicas y económicas.

6 1981 es la fecha que consagra el cambio de modelo familiar. Con la reforma de Código Civil, se introducen importantes cambios en el derecho de familia español: - Reforma del 13 de mayo de 1981 referida a filiación, patria potestad y régimen económico del matrimonio. - Reforma del 7 de Julio referida a las causas de nulidad, separación y divorcio. Por lo que se refiere al matrimonio, se establece la igualdad de ambos cónyuges ante la ley, la solidaridad económica entre los cónyuges y la corresponsabilidad económica sobre los hijos. Otros dos aspectos innovadores del nuevo sistema familiar son la igualdad de derechos de todos los hijos con respecto a los padres, al margen de las circunstancias de la procreación y la posibilidad de disolución del vínculo matrimonial en vida de ambos cónyuges (Alberdi, 1993).

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Así pues, la emergencia de las familias monoparentales como realidad problemática es bastante reciente, al menos en sus múltiples formas actuales, pues las familias encabezadas por mujeres viudas han estado presentes constantemente a lo largo del tiempo. Las consecuencias derivadas de este hecho son las siguientes:

- La ausencia de datos estadísticos: es a partir de mediados de los años 70 cuando se tratan de impulsar investigaciones sobre este aspecto.

- La carencia de servicios sociales específicos de atención a estas familias, cuyas

necesidades han venido siendo tratadas, tradicionalmente, por instituciones religiosas o a través de la ayuda informal.

En 1981, los hogares encabezados por mujeres representaban un 15,8% y en el último

censo de 1991 habían pasado a ser un 20% (Madruga; Mota 2000:41). Desde entonces no han dejado de crecer.

Actualmente, el origen de este tipo de familia se encuentra, principalmente, en la ruptura

de las parejas con hijos, ya sea que se encuentren, o no vinculadas por el matrimonio. Según estudios recientes (VV.AA. 1999), una vez que se consuma la ruptura de la pareja, los hijos quedan con las madres en un 84% de los casos. Nos encontramos, por tanto, con una masiva feminización de la monoparentalidad, lo cual conllevará una serie de consecuencias económicas que harán más vulnerable a la nueva unidad familiar.

Hay que tener presente, que la gran mayoría de las familias integradas por un solo

progenitor, padre o madre, son de hecho, familias monomarentales: aproximadamente 9 de cada 10. El 91,83% de todas las familias con un solo progenitor tienen a la madre como cabeza de familia o persona de referencia. Teniendo en cuenta que la supervivencia de la mujer es mayor que la del varón, podría pensarse que se trata de hogares encabezados por viudas, o, lo que en gran parte es lo mismo. Sin embargo esto no es así, la gran mayoría de estos hogares, está encabezado por mujeres jóvenes: el 66,26% de los casos tienen menos de 45 años. Únicamente un 1,43% de los hogares monomarentales, está encabezado por mujeres mayores de 60 años. Es decir, las mujeres mayores viudas, o bien viven solas, o en caso de vivir con alguno de sus hijos, dejan de ser la persona de referencia, el “cabeza de familia”. Dato que contrasta ampliamente con el hecho, de que los varones mayores de 60 años en familias monoparentales, representan el 7,37% del total de hogares con un solo progenitor encabezados por un varón. Esto es, al envejecer, los varones solitarios con hijos tienen cinco veces más probabilidades de “seguir llevando las riendas” de la casa que las mujeres que se quedan sin pareja (Ver Tabla).

Tabla 1.- Familias monoparentales según grupos de edad de la persona de referencia

Ambos sexos Mujeres Hombres Absoluto % Mujeres Absoluto % Absoluto % Menores de 45 años 169,3 95,92 162,4 66,26 6,9 31,8 De 45 a 59 años 92,4 85,71 79,2 32,31 13,2 60,83 De 60 y más años 5,2 67,31 3,5 1,43 1,6 7,37 Total 266,9 91,83 245,1 100 21,7 100 Nota: Los datos inferiores a 5 deben ser tomados con precaución, pues están afectados por fuertes errores de muestreo. FUENTE: Instituto de la Mujer. Explotación específica de la Encuesta de Población Activa, IV Trimestre, 1999. INE

Buena parte de estas familias monomarentales procedentes de los estratos sociales más empobrecidos, suelen quedar sometidas a situaciones de pobreza añadida que se derivan en parte de la previa situación de dependencia respecto de un varón que se ha alejado como consecuencia de un proceso de separación, divorcio, encarcelamiento, enfermedad, muerte y/o emigración.

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Como señala Fernández Viguera, “es en el seno de la familia patriarcal en donde se fragua la dependencia económica de las mujeres respecto a los hombres, mediante la desigual distribución de funciones sociales y a través del proceso de la primera socialización.”. En ese sentido es de señalar la existencia de una nueva pobreza sobrevenida que convierte en mujeres pobres a muchas que de hecho no lo eran en su familia de origen, pero que pasan a vivir una existencia empobrecida como consecuencia de la vulnerabilidad extrema en la que quedan tras un proceso de ruptura familiar que las deja peor equipadas que a los varones para competir en el mercado de trabajo. El déficit formativo y la falta de experiencia laboral que arrastran muchas de ellas, las aboca a una precariedad extrema.

Cambios demográficos El dato demográfico más llamativo de nuestro país, lo constituye la brutal caída de la

natalidad que se ha experimentado en los últimos 25 años. Aunque la natalidad venía descendiendo de forma suave desde los primeros años del siglo, la llegada de la democracia nos encontró con unas tasas de natalidad que eran de las más altas de Europa occidental por aquellas fechas. Sin embargo, la liberalización de los métodos anticonceptivos, hasta entonces de uso muy restringido, la incorporación de nuevos modelos y pautas sociales, y los fortísimos cambios en el rol de la mujer, hicieron que la natalidad comenzara a descender en picado. A todos esos factores se vino a sumar en la década de los ochenta la incidencia de la crisis económica, cuyos efectos sobre la vida cotidiana de los españoles se habían venido retrasando de forma artificial por los primeros gobiernos democráticos para no hacer más difícil e impopular el cambio de régimen político; cuando finalmente se dejaron sentir sus efectos, los españoles se encontraron sometidos a unas altas tasas de desempleo, especialmente entre los jóvenes, y a un terrible encarecimiento del precio de la vivienda. Ambos factores aún se encuentran plenamente vigentes, y traen como consecuencia, en primer lugar, un retraso progresivo de la edad para contraer matrimonio, y, finalmente, cuando las parejas jóvenes consiguen independizarse y contraer matrimonio, da como resultado una reducción espectacular del número medio de hijos por familia.

En este sentido, las altísimas cifras de paro entre los jóvenes y el disparatado precio de las

viviendas, han sido un verdadero anticonceptivo, para toda una generación. Tal y como pone de relieve el siguiente chiste de El Roto, publicado recientemente en el diario ‘El País”.

El Roto, ‘El País’ 30 de abril de 2000

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Todo ello, entre otras consecuencias, ha ocasionado que mientras que en 1976, un año después de la muerte del general Franco, nacieron 677.456 españoles, en 1998 apenas si lo hicieron la mitad, 361.930 personas. O dicho de otra forma, el grupo de edad de 0 a 4 años prácticamente se ha reducido en un 42% en los últimos 22 años: los españoles con edades comprendidas entre 0 y 4 años eran 3.309.118 en 1977 y han pasado a ser tan sólo 1.919.375 en 1999. En España, hay muy pocos niños (Ver Gráfico).

Gráfico 2.- Población española de 0 a 4 años(Elaboración propia. Fuente: INE)

1700000

1900000

2100000

2300000

2500000

2700000

2900000

3100000

3300000

3500000

1971

1973

1975

1977

1979

1981

1983

1985

1987

1989

1991

1993

1995

1997

1999

Es decir, que desde el punto de vista de una sociología de género, la reducción espectacular de la tasa global de fecundidad femenina, ha sido el hecho demográfico más llamativo e importante de cuantos se han producido en España. De hecho el número medio de hijos por mujer que en 1975 era de 2,78, y en 1985 alcanzaba los 1,63 hijos, pasó a ser 1,33 en 1991, y en 1996, coincidiendo en el tiempo con la derrota electoral del último gobierno socialista, estaba situado en 1,17, bastante por debajo de la tasa de reemplazo generacional.

Ahora bien, tal y como se pone de relieve en el siguiente gráfico, la estrategia de la mujer

no ha consistido simplemente en reducir el número de hijos sino que este hecho, se ha acompañado de un retraso en la edad de procreación. Son sobre todo las mujeres jóvenes con menos de 30 años, las que han reducido su tasa de fecundidad, no así las de edades comprendidas entre 30-39 que incluso la han aumentado en términos relativos.

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Gráfico 3.- Tasas de fecundidad por grupos de edad

0

20

40

60

80

100

120

15-19 20-24 25-29 30-34 35-39 40-44 45-49

1.9911.9921.9931.9941.9951.9961.997

De todo esto es fácil deducir, que en España, en líneas generales, es difícil tener hijos y

sostenerlos. A ello contribuye sin duda la práctica inexistencia de una política de ayuda a las familias, y los bajísimos niveles de prestaciones alcanzados por la política social en el terreno de la familia durante las dos últimas décadas. De hecho, las familias numerosas son las que más abundantemente se encuentran situadas bajo el umbral de la pobreza. En el supuesto de la situación más favorable para la natalidad, esto es, aquella en la que pueda encontrarse un matrimonio en el que ambos cónyuges se encuentran trabajando y con una situación laboral estable, sin embargo vemos que difícilmente consiguen ir más allá de un número superior a uno o dos hijos; e incluso empiezan a ser bastante abundantes las parejas que renuncian por completo a tener descendencia. Esto significa que cuando es una mujer sola la que se encuentra con varios hijos a su cargo, la situación social y económica de la mayoría de estas mujeres se vuelve sencillamente desesperada. Formar parte de una familia monomarental, constituye por sí solo un factor de riesgo y precarización social en España.

Otro dato demográfico que tiene una incidencia directa en la feminización de la pobreza

en España lo constituye el alargamiento de la esperanza de vida. Tal y como señala Ariño Villarroya, durante el siglo que estamos a punto de finalizar, ha crecido más la esperanza de vida de las mujeres que la de los hombres, lo que se traduce en una feminización que crece con la edad. La proporción de mujeres se incrementa en las cohortes más viejas. Hay que tener presente que la diferencia en la esperanza media de vida al nacer que en 1920 se cifraba en 1,79 años a favor de las mujeres (40,26 v. / 42,05 m.), ha crecido de modo paulatino hasta situarse en 7,83 años de diferencia en 1997 (73,63 v. / 81,46 m.). Siendo éste quizás uno de los pocos datos que socialmente parecen favorecer a las mujeres frente a los varones.

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Gráfico 4.- Esperanza de vida al nacer

30

40

50

60

70

80

90

1.920

1.930

1.940

1.950

1.960

1.970

1.975

1.980

1.985

1.990

1.991

1.992

1.993

1.994

1.995

1.996

1.997

MujeresHombres

Elaboración propia. Fuente: Proyecciones de la población de España calculadas a partir del Censo de Población de 1991. INE

Habida cuenta de la baja tasa de actividad femenina existente en nuestro país durante

décadas, y puesto que el trabajo de muchas mujeres se ha realizado en la economía sumergida (por lo tanto sin cotizar a la Seguridad Social), nos encontramos en la actualidad con que es muy abundante el número de mujeres mayores que no han podido llegar a disfrutar de una pensión digna al alcanzar la edad de jubilación. De hecho, las mujeres mayores están doblemente discriminadas: en tanto que mujeres y en tanto que personas mayores.

Así, nos encontramos con mujeres mayores que han de sobrevivir contando únicamente,

con pensiones de viudedad o con exiguas pensiones del régimen no contributivo que las sitúan bajo el umbral de la pobreza. De hecho, la mayoría de los hogares pobres encabezados por una mujer, lo están por una mujer viuda (62%).

Naturalmente existe una estrecha relación entre las nuevas pautas demográficas expuestas

anteriormente y las formas de familia que van apareciendo y difundiéndose.

B) La exclusión económico-laboral de la mujer en España. En nuestras sociedades fuertemente salarizadas, es obvio que la inserción por el empleo

es la condición más importante con la que cuentan las personas adultas para poder lograr una autonomía económica y conseguir edificar un proyecto vital dotado de autonomía e independencia. Normalmente las condiciones de acceso al mercado laboral van a estar estrechamente ligadas al bagaje formativo que previamente se haya adquirido. Por esto mismo resulta tan importante poner de relieve las especiales dificultades a las que se han enfrentado y aún se enfrentan las mujeres, para hacerse con una educación en igualdad de condiciones que los varones, y en segundo término, para obtener un puesto de trabajo remunerado. Naturalmente ha cambiado la percepción de la sociedad respecto del trabajo de la mujer y particularmente de las madres. Quedaron atrás los años en los que incluso los defensores del derecho de la mujer a trabajar fuera de su hogar pensaban que esta debía hacerlo sólo hasta el momento de la maternidad, momento en que debía volver al ámbito privado. A la reivindicación

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del derecho al trabajo, le sucedió la reivindicación del derecho de la mujer trabajadora a la familia, y en la actualidad se habla abiertamente de la conciliación de la vida familiar y laboral. No obstante, en España aún queda mucho camino por recorrer. En estos momento, como pone de relieve Luis Garrido (1991) coexisten en nuestro país dos biografías distintas de la mujer. Por un lado, se encuentran las mujeres mayores de 45 años, que se incorporaron muy débilmente al mundo laboral y lo hicieron en empleos de muy baja cualificación y con una escasa formación previa; por otro lado están las mujeres jóvenes que han podido disfrutar de mayores posibilidades educativas y se han incorporado masivamente al mercado de trabajo, aunque eso sí, en un momento en el que la crisis económica y la enorme tasa de desempleo, han confluido para hacer su inserción laboral más difícil que la de sus compañeros varones.

Educación Tradicionalmente la mujer ha visto limitado su acceso a la educación, y sólo muy recientemente ha venido a incorporarse al sistema educativo en igualdad con los varones. Actualmente, las mujeres jóvenes son mayoritarias en la enseñanza universitaria, en donde suponen el 53% del millón y medio de universitarios que existen en nuestro país. Sin embargo subsisten algunos aspectos que continúan reflejando el fuerte sesgo sexista que ha impregnado la sociedad española hasta fechas recientes. Así por ejemplo, resulta que si bien las mujeres llegan hasta el nivel universitario en parecida proporción a los varones, lo cierto es que eligen una carrera de ciclo corto (tres años) en mucha mayor medida que los chicos, que por lo general se decantan por carreras de dos ciclos (cinco años). Igualmente es muy significativa la desproporción existente en los estudios de doctorado, en los que las mujeres apenas si representan una tercera parte (37,7%) del total de estudiantes que aspiran a la máxima categoría académica. Como resultado de la historia acumulada y de las mayores dificultades que encuentran las chicas para completar sus estudios de doctorado, lo cierto es que las mujeres constituyen el 95% del profesorado en la educación infantil, y el 69,3% en la educación primaria, pero en cambio entre el profesorado universitario, las mujeres son únicamente el 33%. Además de por el componente sexista que, aunque no esté sancionado formalmente, continúa existiendo, de hecho, en los procesos de reclutamiento del profesorado universitario, lo cierto es que las mujeres continúan encontrando en nuestro país, dificultades añadidas para poder compatibilizar la maternidad con las duras exigencias de tiempo y dedicación que entraña la carrera docente, especialmente en sus primeras etapas, cuando la estabilidad laboral y financiera son menores. Así se demuestra cuando analizamos la composición del profesorado universitario por categorías docentes. El porcentaje de mujeres va descendiendo a medida que subimos de categoría. Las mujeres son el 47% de los profesores ayudantes, el 35% de los profesores titulares, y en cambio apenas alcanzan a culminar su carrera académica, puesto que únicamente representan un 13,8% de todos los Catedráticos y Agregados de Universidad. Del mismo modo subsiste un fuerte sesgo en razón del género, cuando llega la hora de elegir profesión. Mientras que las mujeres representan el 71% de todos cuantos estudian carreras del área de ciencias de la salud (enfermería, por ejemplo), o el 64% de los estudiantes de Humanidades, en cambio, apenas si suponen una cuarta parte de las profesiones técnicas (26%). Es decir que continúan existiendo unas fuertes diferencias entre hombres y mujeres, que si bien no se traducen, como en otras épocas en un abandono prematuro del sistema educativo para dedicarse a tareas domésticas y reproductivas, sí que marcan fuertes diferencias: su tiempo de permanencia en la Universidad es bastante menor que el de los varones, y se dirigen hacia carreras que supuestamente se siguen considerando como más “femeninas” -en la medida en que se relacionan con las tareas de cuidado y atención-, mientras que siguen sin decantarse por las profesiones “duras”, a pesar de que posteriormente serán las que reciban mayores recompensas salariales, que –quizás por eso mismo- siguen siendo casi un terreno privado de los varones.

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Por supuesto, existe una fuerte relación entre el aumento del nivel educativo de la mujer y el cambio de rol de la misma. Éste es un hecho que en todas las sociedades está provocando cambios importantes tanto en la esfera familiar como en las pautas de comportamiento demográfico7. Pero, precisamente porque en España, la universalización de la enseñanza es un fenómeno bastante más reciente que en otros países, subsisten aún importantes diferencias educativas entre los sexos a medida que avanzamos en la pirámide de edades. El aumento de la participación de la mujer en el sistema educativo empezó a producirse en los años 60 y sólo durante la presente década está llegando a su culminación, con todas las matizaciones que antes hemos apuntado. Naturalmente, el efecto sobre la exclusión social de todo este proceso es enorme, las posibilidades laborales que abre, los cambios de roles intra y extradomésticos que entraña, y las posibilidades de autonomía, independencia y libertad que proporciona a las mujeres jóvenes son incontables. Por eso mismo, resulta especialmente importante señalar, el enorme déficit que en todos estos ámbitos arrastran las mujeres más mayores. Es precisamente el efecto de la edad, el que hace que haya todavía 718 mil mujeres analfabetas en España, frente a 284 mil varones analfabetos. El 72% de todas las personas analfabetas son mujeres. Si a estas cifras les añadimos las que corresponden a las mujeres sin estudios, es decir, aquellas que ni siquiera han completado los estudios primarios, nos encontramos con 3.443.500 mujeres (frente a 2.228.600 varones). Prácticamente tres millones y medio de mujeres sin estudios o analfabetas, en un país que no llega a los 40 millones de habitantes. La historia aún continúa pesando, sin duda.

Es obvio que en nuestra sociedad la pobreza es mayor entre aquellas personas con bajos niveles educativos. Teniendo en cuenta que tradicionalmente la mujer ha disfrutado de menores oportunidades educativas que el varón, no tiene nada de extraño comprobar que efectivamente los hogares pobres encabezados por mujeres arrojen un balance ciertamente deficitario desde el punto de vista formativo. En España, el 25% de los hogares pobres encabezados por una mujer, tienen al frente a una analfabeta absoluta, en comparación con el 10% de analfabetos existentes entre los hogares pobres encabezados por un varón.

Situación laboral

España es uno de los países europeos con una menor tasa de actividad femenina. Los datos provisionales referidos al conjunto de los países de la Unión Europea para 1998 señalaban una tasa de actividad femenina de un 45,9%. No obstante, esta cifra media encubre enormes disparidades entre unos países y otros, puesto que mientras que en Dinamarca la tasa es de un 59,4%, en España apenas alcanza la cifra de un 37,%, la más baja de Europa con la excepción de Italia.

Bien es verdad que la tendencia es constante y paulatina hacia una elevación cada vez

mayor: en los últimos años se ha pasado de una tasa de actividad femenina de un 34,8% en 1993, hasta alcanzar la de un 39,11% en 1999.

A esta baja tasa de actividad, hay que sumarle el hecho de que, desde mediados de los 80

la tasa de desempleo femenino ha venido estando unos 10 puntos por encima de la tasa de paro masculino. La terrible crisis laboral que ha vivido el país durante más de 10 años, se ha cebado

7 Dentro de la esfera familiar, ha tenido una gran importancia el enfoque economicista de Becker. Para este autor desde el punto de vista de la utilidad y el coste de oportunidad que representan las distintas opciones, a medida que la mujer aumentara su nivel educativo, sería previsible que retrasase su entrada en el matrimonio y que postergara la decisión de tener hijos. Sin embargo, recientemente Blossfeld ha puesto en entredicho esa hipótesis. Únicamente en los sistemas familiares que denominó tradicionales (Italia y España), el hecho de que la mujer adquiera un mayor grado de educación influirá significativamente en el aplazamiento del matrimonio y la maternidad.

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particularmente con dos grandes colectivos que han resultado extraordinariamente perjudicados: los jóvenes y las mujeres.

Sin embargo la recuperación del empleo desde 1994, está haciendo posible que, aunque

de modo extraordinariamente lento, se vayan aproximando las pautas masculina y femenina de incorporación al mercado de trabajo.

Gráfico 5.- Tasas de actividad por sexo

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1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999*

Ambos sexos Mujeres Hombres

Actualmente, la tasa de desempleo sigue siendo mucho mayor entre las mujeres que entre

los varones, tal y como queda puesto de relieve en el siguiente gráfico, en el que se aprecia cómo la diferencia es de más de 10 puntos en casi todos los tramos de edad. Haciéndose máxima en el tramo de 30 a 34 años, coincidiendo con el momento de la maternidad, en el que roza los quince puntos. La mujer sale al mercado de trabajo con más dificultad que el varón, y cuando lo hace, es mucho más probable que se incorpore al mismo como desempleada.

Gráfico 6.- Tasas de paro por edad y sexo(Fuente: INE, 1999)

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MujeresHombres

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Por último, la experiencia acumulada en los últimos años ha demostrado que cuando,

finalmente empezó a quedar atrás lo peor de la crisis, y comenzó a producirse la incorporación masiva de la mujer al trabajo extradoméstico acabó haciéndolo en empleos más precarios e inestables que los que ocupan a los varones, cobrando menores salarios, y por lo general con contratos temporales.

A mediados de los noventa, los contratos temporales entre los varones representaban un

17%, mientras que entre las mujeres llegaban a ser casi un treinta por ciento del total de los empleos femeninos: un 29%. Finalmente, tal y como ha puesto de relieve la Encuesta de Estructura Salarial, el salario medio por hora de trabajo recibido por las mujeres viene a ser un 67% del que reciben los varones. Igualmente, la Encuesta de Salarios en la Industria y los Servicios que realiza el INE, arrojaba el siguiente balance en el último trimestre del 98: mientras que por término medio los trabajadores varones venían a cobrar al mes unas 208.561 pts, las mujeres cobraban tan sólo 158.829 pts.

Ciertamente, en los últimos años, la mujer ha tenido una fuerte incorporación al mercado

laboral, pero esto no siempre ha significado que haya conseguido una mayor autonomía personal, sino que sencillamente en muchas ocasiones ha sido la forma en que muchos hogares han conseguido un ‘subsalario’ extra que les permitiera vivir con algunas comodidades adicionales.

Por otra parte, con frecuencia estos ‘subempleos’ son abandonados cuando nacen los

hijos, al menos de forma temporal, para poder pasar a ocuparse de su cuidado. La función de cuidadora social para la que se sigue preparando a la mujer acabará condicionando no sólo su continuidad laboral, sino también el tipo de empleo al que acabará teniendo acceso. De hecho, el abandono del mercado de trabajo es masivo, tal y como se demuestra al observar las tasas de actividad en función del estado civil. Mientras que la tasa de actividad de los varones no presenta diferencias apreciables entre solteros (63,6%) y casados (65,4%), en el caso de las mujeres nos encontramos con enormes disparidades, únicamente el 37% de las mujeres casadas permanecen activas, cuando resulta que las solteras lo están en un 54,7% de los casos. Estar casada es todavía un fuerte obstáculo para desempeñar un trabajo remunerado fuera del propio domicilio. Naturalmente, esto significa una situación de gran dependencia respecto del varón, que puede verse quebrada bruscamente en caso de ruptura o separación. En ese momento la necesidad de salir adelante con sus propios medios, dejará a muchas mujeres inermes ante un mundo en el que no han aprendido a moverse, o que ha cambiado tanto que no les resulta familiar en absoluto.

Por supuesto, aquellas mujeres que cuentan con escasa cualificación, tienen abiertas la

puertas de un sector particular del mercado de trabajo: el que continúa en otro hogar distinto del propio aquellas labores que desde los estereotipos machistas se han venido denominando como ‘tareas propiamente femeninas’; esto es, empleos en el servicio doméstico, o trabajos asimilados, de limpieza, atención y cuidado de personas mayores y de niños, etc. En general estos empleos se caracterizan por su precariedad, sus bajos salarios, unas jornadas de trabajo excesivamente prolongadas, una gran inestabilidad, una marcada ausencia de protección social y, en muchos casos, acaban realizándose en condiciones de franca ilegalidad (economía sumergida).

Ciertamente, la educación es un factor determinante a la hora de ir unificando las

posiciones en el mercado laboral de varones y mujeres, y así queda palmariamente reflejado en los datos siguientes:

Tabla 2.- Tasas de actividad por estudios terminados y sexo

ANALFABETAS SIN

ESTUDIOS PRIMARIOS MEDIOS* F. PROF.

SUP UNI. 1er CICLO

UNI. 2º CICLO

MUJERES 5,4 11,7 24,8 51 79,9 69,4 83,9 HOMBRES 14,3 28,3 57,4 72,8 86 72,3 83,9

Diferencia 8,9 16,6 32,6 21,8 6,1 2,9 0 * Incluye formación profesional de primer grado

FUENTE: Encuesta de Población Activa. IV Trimestre 1999. INE

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Dejando aparte el caso de la población analfabeta y sin estudios, que en líneas generales

se corresponde con la población de mayor edad, por lo que la actividad es muy pequeña, nos encontramos con que a medida que se eleva el nivel de estudios, las diferencias entre los sexos se van reduciendo hasta anularse por completo entre los universitarios y las universitarios.

Y lo mismo viene a comprobarse, cuando en lugar de la tasa de actividad observamos las tasas de ocupación en función del sexo. La elevación del nivel educativo es el factor más reequilibrador de cuantos puedan imaginarse para conseguir la equiparación laboral de varones y mujeres.

Gráfico 7.- Tasas de ocupación por estudios terminados y sexo

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Analfab. y sinestudios

Primarios Secundarios omedios

Técnicoprofesionales

Universitarios

VaronesMujeres

Todo esto nos pone de manifiesto algo que tendremos ocasión de comprobar más adelante: serán las mujeres con menos estudios, y por consiguiente con menos experiencia laboral, con menos habilidades sociales para desenvolverse en la vida de forma independiente, las que pasarán a engrosar las filas de las mujeres desplazadas de su domicilio, con fuertes problemas de alojamiento e integración social como consecuencia de la violencia doméstica. No obstante, tampoco conviene exagerar la importancia y la velocidad con que la elevación de los niveles educativos de la mujer van traduciéndose en una equiparación sociolaboral de varones y mujeres. Incluso disponiendo de niveles educativos semejantes (De Miguel 1993:105), la división básica de papeles entre unos y otras, junto a la presunción de que las mujeres van a acabar priorizando a lo largo de su vida las funciones domésticas y reproductivas con la consiguiente merma de productividad, explica en mayor medida que las diferencias en capital escolar acumulado:

a) Las mayores dificultades que tienen las mujeres para acceder a su primer puesto de trabajo.

b) El mayor riesgo de desempleo al que están expuestas. c) La polarización hacia empleos de baja cualificación y con salarios inferiores a los de

los varones. Así, nos encontramos con que lamentablemente, la mejora de las condiciones de empleo en nuestro país a partir de 1994, no ha repercutido de modo diferencial sobre el empleo femenino, sino que más bien el descenso experimentado por las tasas de paro según sexo, ha afectado por

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igual a varones y mujeres, tal y como queda puesto de relieve en el discurrir casi paralelo de las series recogidas en el siguiente gráfico.

Gráfico 8.- Tasas de paro por sexo

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1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999*

MujeresHombres

*Datos del IV Trimestre.

Elaboración propia. Fuente: Encuesta de Población Activa. INE En cualquier caso si a la pauta mediterránea (Italia, Grecia, España) que parece cursar con una baja actividad remunerada de la mujer fuera del hogar, le sumamos el hecho específico de la elevadísima tasa de desempleo nacional, nos encontraremos con uno de los elementos más fundamentales de precarización socioeconómica de la mujer en España. Nuestro país es el que cuenta con la tasa de ocupación femenina más baja de la UE: tan sólo el 27,2% de las mujeres españolas están ocupadas. A años luz del 56% de las danesas, el 51% de las suecas, el 50% de las británicas, etc. Y conviene no olvidar que nos estamos refiriendo al elemento determinante de uno de los dos ejes básicos de inclusión-exclusión social.

La posición dependiente de la mujer en España respecto del varón, aunque va corrigiéndose entre las generaciones más jóvenes, es aún muy superior a la de cualquier otro país de nuestro entorno. Situación que queda claramente reflejada al comparar las diferencias entre las tasas de paro masculino y femenino en los países de la UE. Si bien es un hecho generalizado que el

Gráfico 9.- Tasas de paro por sexo en los países de la UE

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Dinamarc

a

Aleman

iaGrec

ia

Francia Ita

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mburgo

Austria

Portug

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Finlan

dia

Suecia

Reino U

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MujeresVarones

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desempleo golpea más fuertemente a las mujeres que a los varones –en todos los países, salvo Suecia y el Reino Unido, la diferencia es negativa para aquellas-, el caso español es extraordinariamente llamativa y atípico; la diferencia entre una y otra tasa es de casi 13 puntos, bastante lejos de los dos países que más se nos aproximan: Grecia (9,6) e Italia (6,9).

Situación respecto de la Vivienda

Siguiendo el hilo del discurso anterior nos encontramos con que, puesto que la situación respecto de la vivienda es muy dependiente de la existencia de pobreza económica, formativa, laboral y relacional, y puesto que a su vez, todas las formas de la pobreza revisten especial gravedad entre las mujeres, parece evidente que la precariedad residencial y las dificultades para lograr acceder a una vivienda digna, serán mayores entre las mujeres que entre los varones.

Los últimos estudios realizados, estiman que en España existen alrededor de 54.000

familias viviendo en condiciones infrahumanas (chabolas, cuevas, etc), y 245.000 familias más, se encuentran residiendo en casas que se hallan en malas condiciones. En total, unos 300.000 hogares. Esta precariedad habitacional es particularmente grave entre determinados grupos, así, mientras que el 13,7% del conjunto de las familias situadas bajo el umbral de la pobreza viven en viviendas en mal estado o infrahumanas, nos encontramos con que el 31,2% de las familias pobres emigrantes viven en estas condiciones, y el porcentaje sube hasta alcanzar el 43,9% de todas las familias gitanas pobres (EDIS 1998:280).

Las personas más pobres no sólo habitan en peores viviendas sino que disfrutan de un

régimen de tenencia más precario e inseguro. En un país que tiene la tasa de vivienda en propiedad más alta de Europa (en torno al 85%), las familias más pobres son las que deben recurrir más a otros regímenes de tenencia. El 27,6% de los hogares pobres viven en viviendas alquiladas y el 8,5% en viviendas o alojamientos cedidos u ocupados. Sólo el 47,7% de los hogares pobres cuentan con una vivienda ya pagada, y el 14,1% están pagándola.

Teniendo en cuenta la rigidez del mercado de la vivienda español, esta inseguridad mayor

del régimen de tenencia de los hogares más empobrecidos, se vuelve un elemento doblemente peligroso para la mujer con hijos dependientes, ya que en caso de ruptura o divorcio, debe abandonar la vivienda, dirigiéndose bien a la red familiar (en caso de que exista o se sigan manteniendo relaciones con la misma) o bien hacia una vivienda de renta más baja. La falta de trabajo o la realización de una actividad laboral en la economía sumergida puede llegar a complicar aún más esta situación, puesto que uno de los requisitos más habituales para conseguir alquilar una vivienda consiste en demostrar mediante una nómina que se cuenta con un contrato de trabajo.

En caso de separación/divorcio, la mujer con hijos pequeños que no se encuentra

incorporada al mundo del trabajo, sólo puede conservar la vivienda siempre que se le otorgue la guarda y custodia de los hijos y el ex-marido esté dispuesto a pasarle regularmente una pensión, cosa que en muchos casos no ocurre8. Por otro lado, en el caso de las mujeres que realizan una actividad laboral, cuando llega la separación/divorcio, ven multiplicada su actividad y mermados

8 En España la pensión alimenticia la establece el juez calculándola como una proporción del salario del padre, y por tanto con aquellas familias en las que el padre tiene bajos ingresos se obtiene como resultado una pensión muy baja. A diferencia de lo que ocurre en otros países en los que existe una prestación que garantiza el adelanto de la pensión alimenticia, de manera que el Estado establece un mínimo económico para conseguir garantizar el bienestar de los hijos. En aquellos casos en los que el padre no puede asegurar su mantenimiento (si tiene un salario bajo, también él va a resultar empobrecido) es el Estado quien paga la parte restante de esa cantidad.

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sus ingresos, lo que les supone serias dificultades para lograr compatibilizar su jornada laboral con el cuidado de la casa y los hijos.

Naturalmente, la vivienda de los segmentos más empobrecidos de la sociedad española es

más pequeña, de peor calidad, y está bastante peor equipada. El hacinamiento es la nota característica de una buena parte de los hogares pobres, un 21% de los cuales se alojan en viviendas con menos de un dormitorio para cada dos personas. Y por lo que se refiere a las instalaciones básicas, se calculan en 65.000 los hogares que carecen de agua corriente; en estos hogares viven 273.000 personas. Asimismo, 56.500 hogares, esto es, 246.800 personas no disponen de luz eléctrica en sus casas; y por último, 100.200 hogares no cuentan con su propio W.C., lo que significa 388.600 personas que a las puertas del tercer milenio no disponen en su vivienda de este equipamiento básico y elemental.

Los servicios de atención a mujeres sin hogar en España

A la vista de todo este panorama, no es extraño que cada vez haya más mujeres llamando

a las puertas de los servicios sociales que prestan alojamiento. Desgraciadamente en España no existen estudios recientes de ámbito nacional que hayan estudiado el problema de las personas sin hogar. A comienzos de los años 90 el Ministerio de Asuntos sociales encargó un macroestudio (INCIS, 1991 Estudio sociológico sobre los transeúntes marginados) que a través de un amplísimo trabajo de campo buscó dejar constancia de la situación general del problema a escala estatal; sin embargo los resultados de aquella investigación finalmente no llegaron a publicarse.

Los diferentes estudios locales con los que contamos, hablan de un porcentaje que oscila

entre el 13 y el 20% de mujeres entre la población sin hogar atendida. Ahora bien, hay que tener en cuenta que tradicionalmente, los centros destinados a personas sin hogar, en España, han sido aquellos lugares destinados a las personas socialmente más aisladas y excluidas, a las que venía denominándose como transeúntes, vagabundos, o incluso mendigos. Por lo general, se trataba de servicios que contaban con una clientela exclusivamente masculina, o casi. Personas solas, desarraigadas y con frecuencia con problemas de alcohol.

Por todo ello, hay que señalar, en primer lugar, la falta de servicios especializados para

mujeres sin hogar. En general, los recursos de alojamiento existentes, están diseñados para tratar de cubrir otros problemas colaterales como por ejemplo es el caso de los malos tratos. Así, la red de servicios sociales dispone de casas de acogida que proporcionan un alojamiento, tratamiento y seguimiento de estas mujeres. Pero, naturalmente, cuando además de encontrarse sin techo, se incluyen este otro tipo de problemas, las posibilidades de intervención y tratamiento psicosocial son muy diferentes.

Últimamente, el fuerte desarrollo que han experimentado las campañas de sensibilización

social hacia el maltrato femenino, están facilitando un mayor conocimiento de la existencia de este tipo de recursos por parte de la población, lo cual facilita, su acceso o utilización.

No ocurre lo mismo cuando la pérdida del hogar viene determinada por la separación y el

empobrecimiento progresivo. El sistema de protección social, tiene entre sus medidas la creación y adjudicación de viviendas (generalmente en régimen de alquiler) de bajo precio a personas y familias con rentas que les impiden este acceso en el mercado libre. En las adjudicaciones de este tipo de viviendas, una de las categorías que se consideran, es la de las de mujeres con cargas familiares no compartidas (familias monomarentales), sin embargo, el cumplimiento de este requisito no es determinante en dicha adjudicación.

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En cuanto al acceso a servicios de residencia por parte de las mujeres mayores con menos recursos, tiene matices muy diferentes. Los servicios para la tercera edad han tenido un desarrollo creciente en los últimos años por el aumento de población que supera los 65. Los sistemas de detección y asistencia de este tipo de necesidades en este colectivo están muy extendidos y dan cobertura a gran parte de las necesidades existentes, por lo que poco tienen que ver con los servicios que se pueden pensar para mujeres sin hogar. No obstante, el futuro puede deparar muchas sorpresas a este respecto. Conviene recordar que España es el país con el ritmo de envejecimiento más rápido de todo el mundo. Teniendo en cuenta todo esto, no hay otra vía para abordar la cuestión de los servicios destinados a atender a mujeres sin hogar, que no sea la de presentar la situación general de la red destinada a personas sin hogar y posteriormente tratar de analizar las dificultades particulares que encuentran las mujeres para acceder a ella. Por último, trataremos de exponer algunos ejemplos concretos referidos a dos tipos de problemáticas específicas: el caso de las mujeres maltratadas, y el de las mujeres que encabezan hogares monoparentales. La red de servicios Afortunadamente, contamos con los primeros datos procedentes de un estudio realizado por encargo de Cáritas Española, y que ha sido financiado en una buena parte con fondos procedentes del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.

El proyecto que comenzó en octubre de 1998, fue diseñado en cuatro fases, y se ha planificado para tres años, al final de los cuales esperamos contar con una renovada forma de comprender y actuar en torno al sin-hogarismo9 en nuestro país. Tras una primera fase preparatoria (de octubre del 98 a enero del 99) en la que se llevó a cabo la elaboración del diseño definitivo, se construyeron los instrumentos de recogida de información y se procedió a una extensa difusión del proyecto, se pasó a la segunda fase de análisis de situación, que se ha extendido hasta el momento presente. Durante esta etapa se ha procedido a: a) Levantar un mapa del conjunto de experiencias de intervención social con personas sin hogar

existentes en España10. b) Llevar a cabo un sondeo a Expertos, como paso preliminar antes de realizar lo que sería el

componente principal del estudio. c) Realizar una macro encuesta a centros y servicios, que nos permitiría obtener información de

primera mano sobre la situación de la atención a PSH en nuestro país.

El trabajo de campo finalizó en octubre de 1999, consiguiéndose una tasa de respuesta cercana al 70% de los centros previamente detectados. Los datos que se presentan a continuación son fruto del resultado obtenido mediante dicha encuesta.

9 A falta de un término más adecuado que nos permita traducir el término “homelessness” habitual en la literatura anglosajona, optamos por continuar empleando este neologismo que nos evita el viejo término “transeuntismo” con las connotaciones que acarrea y que al menos respeta la literalidad de lo que queremos decir y nos evita el largo circunloquio que supone repetir una y otra vez “el problema de las personas sin hogar”. 10 Para ello se partió de la guía de recursos elaborada por el Ministerio de Asuntos Sociales en 1994 que reunía 273 direcciones. Merced a la inapreciable labor de rastreo y detección realizada desde las Cáritas diocesanas y locales, se ha conseguido obtener una base de datos informatizada que cuenta con 678 referencias de servicios que, en una u otra forma, se ocupan de atender a las personas sin hogar (en adelante PSH) en nuestro país.

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A la vista de los datos obtenidos se puede afirmar que se trata de una red integrada abrumadoramente por centros de titularidad privada y que en gran medida pertenece a instituciones religiosas; bien sea de la propia Cáritas, de la iglesia diocesana (parroquias), o de congregaciones religiosas, hermandades, cofradías, etc. De forma incipiente empiezan a dejarse ver centros de atención a personas sin hogar que pertenecen a confesiones cristianas evangélicas o protestantes que siguen el modelo de actuación habitual en otros países de mayoría protestante (Ejército de Salvación, Reto, Remar, etc.), sin embargo, en nuestro país, la inmensa mayoría de las instituciones son de la Iglesia Católica.

Gráfico 10.- Titularidad del centro

Cáritas41%

Privado religioso22%

Privado19%

Público16%

Mixto2%

La presencia de la administración pública en muy reducida, apenas si alcanza el 16% en el

conjunto del sector; porcentaje que sube hasta el 18% si le añadimos algunos centros de tipo mixto. De hecho cuando consideramos, no ya la titularidad, sino la entidad encargada de la gestión, nos encontramos con que el porcentaje de participación de la administración pública en la gestión directa se reduce al 10% del total de centros. Todo ello parece ser el resultado de un proceso de privatización en la gestión de centros que ha buscado abaratar costes, un objetivo genéricamente presente también en otros servicios sociales, y específicamente, revela también una cierta incapacidad de la administración para asumir directamente el reto que representan las personas sin hogar en nuestro país.

En general, predominan los servicios que se ocupan de atender las necesidades básicas de

subsistencia. Los centros que proporcionan información y orientación suponen el 73% del total, y a continuación se encuentran los que entregan ropa (62%), comida (61%) y alojamiento en el propio centro (49%).

El tipo de prestaciones que se encuentran más ampliamente ofertadas, son precisamente

aquellas que son menos costosas de mantener -porque requieren menos personal especializado-, y en general todas aquellas que atienden a las necesidades primarias: alojamiento, comida y ropa. En parte esto se explica por tratarse de una población en una situación de extrema pobreza, pero también como resultado de la penuria de medios con que cuentan los centros.

Sólo así se entiende que mientras la opinión mayoritaria entre las personas que trabajan en la

atención a PSH defiende la importancia del desempleo, la ruptura de vínculos, y la carestía de la vivienda en la génesis del problema, sin embargo son muy escasos los centros que cuentan con talleres (27%), que proporcinan atención psicológica (20%), o alternativas residenciales distintas al alojamiento en un albergue, sólo un 10% de los centros disponen de propuestas de residencia en pisos tutelados.

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La escasez de medios se refleja igualmente en la reducida presencia de servicios de salud que no están contemplados dentros de la asistencia sanitaria gratuita que presta la administración, como pueden ser la odontología y la podología, que sin embargo revisten una enorme importancia entre la población sin hogar, puesto que las patologías atendidas por ambas especialidades son muy frecuentes entre las PSH.

¿Cuántas personas sin hogar hay en España? Con el estado actual de la información estadística en nuestro país es completamente imposible

dar una respuesta exacta y rigurosa a esta pregunta. Lo único que podemos hacer es intentar aproximarnos a ella mediante estimaciones indirectas.

En la encuesta efectuada a centros y servicios hemos utilizado varias estrategias. Una primera

posibilidad es la que surge de preguntar directamente a los centros que prestan alojamiento, de cuántas plazas disponen, cuántas se encuentran cubiertas en un día cualquiera de invierno, y en otro de verano, y a partir de ahí tratar de estimar el número de personas que son atendidas en un día cualquiera.

Hay que tener presente que las cifras así obtenidas serán la estimación mínima de todas

las posibles, puesto que al quedar definido el fenómeno desde la red de asistencia específica, el saldo resultante será el resultado final de un proceso complejo de definición socio-institucional del sinhogarismo, en el que no quedarán incluidas todas aquellas personas que no hayan llegado a tener ningún contacto con la red institucional de atención a personas sin hogar (ej: okupas, población desahuciada, chabolistas, jóvenes en busca de vivienda y alojados en precario, etc). Por lo tanto, nuestra estimación será en gran parte deudora, no tanto de la información relativa a las propias PSH, como del “tratamiento social que se hace de su situación, [y] en particular del rol que [juegan] las instituciones en la construcción social de la categoría de los sin-hogar” (Marpsat, 1999:887).

Teniendo en cuenta todas estas precisiones, y descontado el efecto de las no-respuestas, se

puede decir que en toda España hay alrededor de 333 centros que prestan alojamiento a PSH. Aunque entre ellos hay instituciones de muy diferente tamaño, por término medio cuentan con 26,61 plazas de albergue por centro, por lo que en nuestro país habría alrededor de 9.000 plazas de alojamiento para PSH.

Aunque durante la fase del trabajo de campo, hemos intentado ampliar el espectro de

nuestros intereses y hemos insistido en que contestaran todos los servicios encargados de prestar alojamiento temporal o permanente (centros para toxicómanos sin hogar, expresos, etc), lo cierto es que el efecto generado por la aplicación institucional de la etiqueta “servicio para transeúntes” sigue siendo muy importante, y sólo parcialmente hemos podido romper los límites de la definición tradicional del problema. En todo caso, creemos haberlo conseguido, al menos parcialmente, puesto que en el último inventario realizado por el Ministerio de Asuntos Sociales, en su publicación “Centros y servicios para transeúntes sin hogar”, editado en 1994, estimaba en 5.526 el número total de plazas de alojamiento para “transeúntes sin hogar” existentes en nuestro país (CENTROS, 1994:309). Para ello contaba con los datos de 168 servicios de alojamiento, lo que suponía unas 32,9 plazas de media. Entendemos que, en nuestro caso hemos conseguido alcanzar a un mayor número de servicios pequeños existentes en el ámbito rural, y además, hemos conseguido en parte romper la definición restrictiva de “centro para transeúntes”, lo que nos ha permitido incluir a bastantes centros destinados a personas sin hogar “no-transeúntes” (por ej. Casas refugio para mujeres maltratadas).

Puesto que la ocupación media a lo largo del año ronda en torno al 85%, tenemos que una

cifra media de las personas sin hogar alojadas en la red en un día cualquiera, vendría a estar en torno a las 7.700 personas.

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Esta cifra es bastante coherente con la que se obtiene por otro procedimiento. Pedimos a todas

las personas que contestaron a la encuesta que trataran de hacer una estimación acerca del ‘número que personas sin hogar que son atendidas cada día por término medio en su ciudad’. En este caso, la cifra obtenida, tras extrapolar al conjunto de la población española y aplicar una corrección en función del tamaño de la red, nos llevaría a hablar de 8.500 personas sin hogar atendidas cada día. Todo ello confirma la bondad de la estimación apuntada por Dragana Avramov en 1995.

Si en una hipótesis sumamente generosa, calculásemos que por cada persona atendida

diariamente, hay al menos otra que pernocta en la calle, nos encontraríamos con que tendríamos que hablar de 17.000 personas diarias en situación de sinhogarismo estricto en España.

¿A quién se atiende? Llegados a este punto podemos empezar a analizar las dificultades específicas que se presentan a una persona cuando además de encontrarse sin hogar, resulta ser una mujer. En general, la red tradicional de asistencia a “transeúntes marginados” buscaba atender a una población abrumadoramente integrada por varones solitarios. En la medida en que va generalizándose una visión más comprehensiva del problema, que intenta atender a las personas sin hogar en general, sin distinción de sexo, comienzan a proliferar los servicios que atienden indistintamente a varones y mujeres. Igualmente están pasando a ser relativamente numerosos los centros que acogen no sólo a personas solas sino también a parejas, e incluso a grupos familiares. Sin embargo estos últimos son aún muy escasos nuestro país. En general, allí donde existe un servicio que atiende a familias desalojadas de su domicilio, o sin domicilio, no suelen quedar englobados bajo la rúbrica de “centros para personas sin hogar”, sino que más bien forman parte de otras redes de atención social menos específicas, ya sean los servicios sociales generales, o los centros de atención a la familia. Tal y como se puede apreciar en el siguiente gráfico, las mujeres cuentan con unas posibilidades muy limitadas de acceso a la red de atención a PSH. Posibilidades que se van reduciendo aún más, a medida que la mujer sin hogar se acompaña de otras relaciones familiares: pareja, hijos.

Gráfico 11.- Tipo de población atendida en los albergues

Todo tipo de personas

16%No contesta

2%Otros1%

Sólo Varones adultos

32%

Varones y mujeres adultos

solos20%

Varones, Mujeres y Parejas

21%

Mujeres con niños1%

Sólo Mujeres adultas

4%

Varones, Mujeres, Niños

2%

Varones solos y en pareja

1%

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Ciertamente, los varones siguen siendo el tipo de personas con más posibilidades de llegar a ser atendidas en la actual red de centros para personas sin hogar. En parte esto se explica porque la mayoría de las PSH son varones, pero también es el resultado de una fuerte inercia institucional, que puede traducirse en una dificultad añadida, cuando al hecho de encontrarse en la calle, se le añade la circunstancia de ser mujer, o vivir en pareja o en familia.

En esos casos, el que desde la propia red se favorezca la segregación en razón del género, fuerza con frecuencia a la separación, enviando al marido a un centro para varones y a la mujer a otro para mujeres. Esto es particularmente evidente en el caso de algunos colectivos sin techo donde los vínculos familiares suelen permanecer intactos como es el caso de los inmigrantes, refugiados, etc. y pone de relieve las dificultades para atender y respetar las necesidades afectivas de las PSH desde el actual diseño institucional. Este hecho nos parece de una extraordinaria importancia teniendo en cuenta que las carencias afectivas y las dificultades para el mantenimiento de los vínculos son algunos de los mayores obstáculos para la recuperación personal de los excluidos sin hogar. Así por ejemplo, en la tabla siguiente podemos ver cómo, salvo excepciones, los varones solitarios podrán ser atendidos en casi la totalidad de la red (93% de los centros); las mujeres solas únicamente podrán acceder a tres de cada cuatro centros (74%); las parejas y matrimonios sólo serán atendidos en la mitad (49%), y, finalmente los menores apenas si tienen a su disposición uno de cada cuatro centros de atención a PSH (26%).

Tabla 3.- Facilidad de acceso a la red de centros de atención a PSH según género, situación de convivencia y edad

Varones Mujeres Parejas y Matrimonios

Niños

SI, se atiende 93% 74% 49% 26% NO se atiende 4% 23% 48% 72% NC 3% 3% 3% 3% Total (N)

100%(363)

100%(363)

100%(363)

100% (363)

Los datos anteriores se refieren al conjunto de centros existentes, sean del tipo que sean, lo que incluye a comedores, servicios de información etc. Si nos centráramos específicamente en aquellos que se especializan en ofrecer alojamiento, las posibilidades de mujeres, parejas y niños serían aún menores. Las mujeres solas únicamente tienen acceso al 64% de los centros que ofrecen alojamiento. Si se encuentran casadas o viviendo en pareja, únicamente tendrían acceso al 38% de la red, y finalmente, si fuesen acompañadas de sus hijos, entonces las probabilidades se reducen aún más puesto que los niños únicamente pueden ser alojados en la quinta parte de los centros que prestan alojamiento a gente sin hogar.

Tabla 4.- Facilidad de acceso a los servicios que prestan alojamiento en el propio centro según género, situación de convivencia y edad

Varones Mujeres Parejas y Matrimonios

Niños

SI se atiende 92% 64% 38% 20% NO se atiende 5% 33% 59% 78% NC 3% 3% 3% 2% Total (N)

100% (221)

100% (221)

100% (221)

100% (221)

Sin duda, el diseño de la red y los requisitos fijados para acceder a ella continúan anclados en la vieja configuración social del problema, con unos servicios esencialmente destinados a varones solitarios de cierta edad. Lo cual penaliza de modo particular a las mujeres y

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a los más jóvenes. Siendo precisamente éstas las categorías de población que, junto a los inmigrantes, están creciendo más rápidamente entre la PSH en España. Con esto únicamente se están siguiendo los pasos de lo que ya ocurrió en otros lugares. En general tiende a admitirse que durante las últimas décadas se ha asistido en casi todos los países occidentales a un cambio en el perfil de las personas que, de modo más o menos permanente o circunstancial, se encuentran sin alojamiento. Progresivamente el riesgo de verse excluido sin techo ha venido extendiéndose hacia nuevos colectivos que, hasta fechas bien recientes, no acudían a las puertas de los servicios destinados a atender a PSH, o al menos, no lo hacían de forma tan cuantiosa. Todo ello ha provocado los consiguientes problemas de desajuste entre la configuración de la oferta de plazas de alojamiento actualmente disponibles y los nuevos perfiles de la demanda.

Algo de esto hemos apuntado cuando presentábamos el perfil de la población atendida, y hacíamos ver las dificultades especiales para encontrar alojamiento que experimentaban las mujeres, los grupos familiares, etc; si además de ello, resulta que se trata de grupos en alza dentro de la población sin hogar, el problema para estas minorías marginadas dentro de los mismos marginados, no haría sino agravarse en el futuro. Precisamente, para explorar estas nuevas realidades desde la experiencia directa de quienes ven, día a día, cómo se va transformando el paisaje humano con el que han de trabajar, incluíamos en la encuesta una batería de preguntas que trataban de dibujar el rostro cambiante de la pobreza sin hogar en España. Las respuestas obtenidas son las que aparecen en la tabla siguiente.

Tabla 5.- “Considerando su experiencia personal en el centro en que trabaja, diría que en los últimos diez años el número de…” Inmigrantes Jóvenes Mujeres Familias Ha aumentado mucho 39,2% 30,2% 13,4% 5,7% Ha aumentado un poco 18,5% 26,4% 27,5% 16,9% Permanece más o menos igual 12,8% 13,4% 23,2% 31,9% Ha disminuido un poco 2,2% 3,5% 3,3% 2,7% Ha disminuido mucho 1,4% ,3% ,8% 1,9% No sabe ,3% ,5% ,3% ,5% No contesta 25,6% 25,6% 31,6% 40,3% Total (N)

100,0% (367)

100,0% (367)

100,0% (367)

100,0% (367)

De estas respuestas parece desprenderse una clara conciencia respecto de un hecho que no por conocido, debe dejar de señalarse una y otra vez: el incremento del número de inmigrantes en los albergues. España es un país rico, que ha pasado a ser receptor de inmigrantes procedentes de los países del Sur. Muchos de ellos han de afrontar un serio problema de alojamiento, y con cierta frecuencia han de solventarlo, siquiera provisionalmente, acudiendo a los centros que tradicionalmente venían atendiendo a los excluidos sin hogar nacionales.

Los problemas que todo esto conlleva son innumerables: de idioma, de adaptación cultural, de convivencia, etc. Las luchas por “la plaza en el albergue” no han hecho sino comenzar, y previsiblemente los próximos años traerán consigo una proliferación de dispositivos de alojamiento destinados especialmente para estas personas.

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Tras los inmigrantes, parece haber bastante acuerdo entre quienes atienden a las PSH: se ha producido una acusada juvenalización de la población atendida. Las dificultades para encontrar acomodo en el mercado de trabajo, y para acceder a una vivienda a precios asequibles, además de los problemas ligados a la expansión de ciertos tipos de toxicomanías entre los más jóvenes, han provocado una mayor presencia de las cohortes juveniles de lo que venía siendo habitual hasta ahora. Naturalmente, las perspectivas de la intervención cambian radicalmente cuando en lugar de trabajar con personas en torno a los cincuenta años, se ha de realizar un trabajo en favor de chavales jóvenes de alrededor de veinte y pocos años, con toda la vida (aunque con muchos problemas) por delante.

De forma igualmente importante, se aprecia también un aumento importante de la presencia de mujeres, lo que igualmente implica enormes retos en el futuro más inmediato para poder rediseñar la red de centros - que esencialmente estaba destinada a atender a varones -, de forma que pueda acoger a bastantes más mujeres que antes. Los grupos familiares en cambio, no han hecho aún su aparición de forma masiva en los centros de atención a PSH. Aunque probablemente aquí juega un fuerte papel desincentivador, la definición mayoritariamente extendida entre los profesionales de los servicios sociales que une la situación sin techo/sin hogar, con la soledad personal, el aislamiento y la ruptura de vínculos; razón por la cual, los grupos familiares que en un momento dado se encuentran sin domicilio, suelen ser derivados hacia otras redes de atención social. Todos estos datos nos ponen de relieve que cuando cada una de estas circunstancias se acumulan, las dificultades para encontrar atención social especializada son enormes, este sería el caso extremo de las mujeres inmigrantes con hijos que se encuentran sin hogar. Más adelante podremos presentar algunos ejemplos.

Gráfico 12.- Evolución de algunos grupos de población en los últimos diez años

0,00%

5,00%

10,00%

15,00%

20,00%

25,00%

30,00%

35,00%

40,00%

45,00%

Ha aumentadomucho

Ha aumentadoun poco

Permanecemás o menos

igual

Ha disminuidoun poco

Ha disminuidomucho

InmigrantesJóvenes MujeresFamilias

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Inmigrantes sin hogar Aunque el objetivo de estos informes nacionales para Feantsa consiste en analizar la situación particular de las mujeres sin hogar, permítasenos exponer con algún detalle el hecho más novedoso al que ahora se enfrenta la red de atención a PSH. Nos referimos a la presencia cada vez más numerosa de inmigrantes. Desde hace algunos años la sociedad española asiste entre sorprendida e inexperta a la llegada masiva de inmigrantes procedentes de países menos desarrollados. Aunque su número aún no es excesivamente alto, sobre todo si lo comparamos con lo que suponen en otros países europeos, lo cierto es que su presencia resulta muy visible y significativa por lo que representa de inversión radical de una tendencia histórica. Durante siglos el saldo migratorio ha sido negativo, la emigración a Hispanoamérica resultó ser una sangría demográfica constante a lo largo de varios siglos, que en los años 60 dejó paso a la emigración económica hacia los países europeos más desarrollados. Entre 1960 y 1973, las cifras oficiales hablan de unos dos millones y medio de españoles emigrantes. Si les añadiéramos la emigración irregular su número sería bastante más elevado. Frente a esta tendencia histórica, hemos pasado en los últimos tiempo de ser un país de emigración, a convertirnos en un país receptor de inmigrantes. Por su localización geográfica, por su rol histórico y por su cultura, España resulta ser un quicio, un umbral entre Europa y África por un lado, y entre Europa y Latinoamérica por otro. En el futuro esta posición estratégica como frontera sur y occidental de Europa, no dejará de revestir cada vez más importancia para el conjunto de los países de la UE. Una parte de esta inmigración que afluye en condiciones muy precarias, acaba por hacer uso de los dispositivos destinados a las personas más empobrecidas de nuestro país. Tras explorar la opinión de los propios responsables de los centros y servicios destinados a las PSH sobre la importancia que revisten los inmigrantes entre la población atendida y sobre sus lugares de procedencia mayoritaria las conclusiones más importantes serían las siguientes:

• Es evidente el predominio de las personas procedentes de África, ya sea que vengan del Mahgreb, o del África subsahariana. Los primeros son con diferencia los más numerosos, en gran medida debido a la presencia de marroquíes y argelinos. Estas dos nacionalidades, junto con los portugueses -que ocupan la segunda posición por países-, son las tres nacionalidades que están en la mente de todos: marroquíes, portugueses y argelinos, son las tres nacionalidades específicas que claramente se destacan sobre el resto de países.

Ahora bien, teniendo en cuenta que muchas personas, más que citar una nacionalidad, se

limitan a señalar un área geográfica y cultural más amplia (Sudamérica, Europa del Este, etc) quizás sea interesante considerar el origen de los extranjeros sin hogar desde este punto de vista. En este sentido, resulta sorprendente comprobar varias cosas:

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• En general se trata personas procedentes de regiones próximas geográficamente y/o de países más empobrecidos que el nuestro, lo que pone de relieve que nos encontramos ante una emigración de carácter económico, realizada en condiciones precarias, contando con muy pocos medios, lo que obliga a muchas de estas personas a acabar usando los albergues como medio de encontrar alojamiento.

• Al mismo tiempo, no resulta nada desdeñable la presencia de ciudadanos de la Unión Europea, que por sí sola resulta ser la segunda área de procedencia. Bien es verdad que en gran medida se trata de ciudadanos portugueses, a los que cabría aplicarles buena parte de los argumentos anteriores, pero también empieza a ser frecuente la aparición de otras PSH procedentes de países más ricos, que se mueven hacia el Sur con facilidad tras la eliminación de las fronteras al interior de la UE, y que llegan a nosotros atraídos, entre otras cosas, por el clima más cálido (Alemania, Francia, Inglaterra, Bélgica). A escala europea, se reproduciría en parte lo que ya ha sido habitual con los “estados del sol” (California, Florida) en los EE.UU.

• Junto a los africanos, que desde hace tiempo venían siendo habituales en las colas de

los comedores y a las puertas de los albergues, la caída del muro ha lanzado hacia Europa occidental una verdadera diáspora de europeos del Este, de manera que en estos momentos son la tercera gran área de procedencia; destacando entre ellos el caso de los rumanos, y de los polacos. Con frecuencia llegan a España tras haber probado fortuna en otros países de la UE, cuando no son puestos en dirección a nuestro país por verdaderas mafias organizadas de exportación de mano de obra.

• La presencia de inmigrantes de color procedentes del África subsahariana, siendo

importante, no lo es tanto como a menudo se ha afirmado. Probablemente su mayor visibilidad, ha llevado a exagerar su número. De todas formas esa misma circunstancia ha dado lugar con frecuencia a explosiones de xenofobia y racismo entre los propios usuarios de los servicios, lo que hace que su presencia en los centros de acogida no siempre sea fácil de aceptar por los clientes tradicionales.

Gráfico 13.- Áreas geográficas de procedencia de los extranjeros sin hogar alojados en los centros para PSH

Norte de Africa32,5%

Europa Occidental28,1%

Europa del Este17,2%

África11,8%

Latinoamérica9,8%

Asia0,5%

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• En cambio los latinoamericanos, no son especialmente abundantes en la red destinada a personas sin techo, teniendo en cuenta que se presencia en nuestro país empieza a ser numéricamente significativa. Probablemente, las posibilidades de integración cultural y laboral son mucho mayores y hacen que su presencia en esta última red de asistencia social sea menor de la que cabría esperar. No obstante, aunque su presencia en la red para PSH por lo general reviste un carácter de urgencia temporal y de tránsito hasta conseguir un empleo, lo cierto es que empieza a ser muy abundante. En estos momentos es especialmente notoria la presencia de ecuatorianos, lo cual no resulta nada extraño teniendo en cuenta la situación de quiebra económica y política que vive aquél país.

¿Cuantas mujeres sin hogar hay en España?

Ciertamente, no existen estudios reciente de ámbito nacional, que permitan establecer ni el número, ni el perfil de las personas sin hogar. Por eso mismo resulta imposible conocer con exactitud la proporción que representan las mujeres dentro del conjunto de las PSH. Únicamente contamos con estudios locales, y con los datos provenientes de las memorias de algunos centros de particular importancia. En cuanto a los datos que arrojan los escasos estudios de alcance nacional, recordemos que el realizado por Cáritas en 1985, estimó en un 15,6% el porcentaje de mujeres ; y unos años más tare el llevado a cabo por IOPE-ETMAR para el Ministerio de Asuntos Sociales en 1991, encontró un 10,6% de mujeres, si bien hay que precisar que estas últimas cifras estaban extraídas exclusivamente de los usuarios de los albergues para transeúntes, sin incluir comedores ni otros servicios y lugares de detección, con lo que más que mostrarnos la realidad de las PSH en España, el porcentaje de mujeres que acabamos de indicar, reflejaba más bien el número de plazas de albergue existentes para cada sexo en nuestro país. En 1996, en una encuesta a la población sin hogar en Madrid, Cabrera Cabrera, manejó la cifra de un 13% de mujeres, obtenida tanto a partir de datos muestrales como de los proporcionados por los archivos de los servicios destinados a la población sin hogar existentes en Madrid, en los que se incluía la población sin hogar de nacionalidad española atendida a lo largo del año 1995. Más o menos por las mismas fechas, Luis Vega (1996), obtenía una proporción idéntica (13%) en un estudio realizado en Gijón, al norte de España. Y en Barcelona, Lucas (1995) hablaba de un 14%. Un año antes, en 1994, Barroso y Martín, utilizando datos sobre la intervención social con Transeúntes en Extremadura (en el oeste del país), volvían a dar la cifra de un 13% de mujeres.

Recientemente se ha llevado a cabo una investigación muy interesante que ha tratado de realizar una estimación del número de personas sin hogar en la ciudad de Sevilla. El estudio que aún no ha sido publicado, fue realizado por el Centro Andaluz de Prospectiva y encargado a profesores de la Universidad de Sevilla. Ha utilizado una metodología muy estricta y rigurosa desde el punto de vista estadístico para lograr detectar la población sin hogar, independientemente de que se encuentre atendida o no por los servicios sociales, albergada en ellos o durmiendo a la intemperie, etc. Esta metodología podría ser aplicada en otros ámbitos geográficos adaptándola a las peculiaridades locales. El trabajo de campo se realizó entre el 9 y el 18 de febrero en la ciudad de Sevilla. Se realizaron 175 entrevistas entre la población que acudía a una serie de servicios sociales. Además del Albergue municipal y algunos otros que proporcionan alojamiento, se realizaron también entrevistas en otros servicios como comedores, roperos, etc, a los que acuden un gran número de personas sin hogar. Una vez depurados los datos para excluir a las personas que contaban con un domicilio, algunas entrevistas interrumpidas o duplicadas, etc, obtuvieron una muestra final de 130 entrevistas a personas sin hogar. Entre ellas las mujeres representan el 16,15%. Por otra parte, los

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datos de la población de referencia, tal y como figuran en los centros de atención, una vez depurados de duplicidades (a través del número del Documento Nacional de Identidad, fecha de nacimiento y sexo) y eliminados los casos en que aparecen domiciliados, no se apartan excesivamente de los datos ofrecidos por la muestra. En el período comprendido entre el 1-6-98 y el 1-12-98, es decir, durante un semestre, que va de junio a noviembre, ambos meses inclusive, fueron atendidas 1.119 personas, de las cuales el 14.12% eran mujeres. Por nuestra parte, en la encuesta realizada a centros y servicios, si nos atenemos a las respuestas ofrecidas por los centros en los que explícitamente se afirma que sí se atiende a mujeres, tenemos que la proporción de mujeres alojadas por término medio en una noche cualquiera alcanza la cifra de un 19%. Si por el contrario, consideramos la totalidad de los centros de la red que ofrecen alojamiento, muchos de los cuales albergan únicamente a varones, la proporción de muejres dentro del conjunto de la población atendida se reduce hasta un 15%. Atendiendo a estos datos, que aunque parciales y limitados, son los únicos actualmente disponibles, podríamos aceptar que las mujeres vienen a representar en la actualidad entre un 15 y un 16% de las PSH en España. Este ligero incremento puede deberse, tanto a una mayor participación de la mujer en los procesos de exclusión residencial, como a una mejora de los sistemas de detección empleados durante la fase de recogida de datos, como a una paulatina asunción de las definiciones más amplias del sinhogarismo, para conseguir incluir a centros específicamente destinados a «transeúntes » y también a centros destinados a otros grupos y colectivos sin domicilio. En todo caso, ya sea porque de hecho la presencia de mujeres vaya aumentando, o porque vaya reduciéndose su invisibilidad, lo cierto es que hemos pasado de hablar de un 13% a mediados de los 90, a hablar de un 15 ó un 16% en el año 2000. Si se acepta la cifra de 8.500 personas sin hogar atendidas en un día promedio, entonces la cifra de mujeres sin hogar en un día cualquiera estaría en torno a las 1.300 personas. A las que habría que sumar las que no se encuentran atendidas, con lo que no sería exagerado hablar de 2.000 a 2.500 mujeres sin hogar en España en un día medio. Entendiendo siempre que nos estamos refiriendo a la definición más estricta y excluida del término « sin hogar ». En general, los expertos insisten en afirmar que aunque las PSH siguen siendo mayoritariamente varones, se ha producido un incremento de las mujeres, especialmente jóvenes y de mediana edad (ver Sánchez Morales 1999 : 57). En la actualidad es mayor el número de mujeres que podrían pasar los límites de la precariedad y venir a engrosar las filas de la gente sin hogar, pero también es cierto que por lo general, la familia de referencia suele mostrarse más activa e intervenir con más frecuencia que en el caso de los hombres, para lograr hacer volver « a la vida ordinaria » a las mujeres que inician estos procesos de exclusión extrema. Parece pues que se puede aceptar que está abriéndose paso un nuevo tipo de persona sin hogar, en el que como recoge la profesora Sánchez Morales en el siguiente cuadro, es fácil detectar una mayor presencia de mujeres.

‘SIN HOGAR’ TRADICIONAL NUEVOS TIPOS DE ‘SIN HOGAR’ - Varón de edad media o elevada - Soltería - Alcoholismo - Origen social desfavorecido - Bajo nivel formativo - Bajo nivel educativo

- Varones en edad intermedia separados o divorciados

- Varones jóvenes con problemas laborales - Varones jóvenes y de edad intermedia

drogadictos o ex-drogadictos - Mujeres jóvenes y de mediana edad con

malos tratos, separaciones o divorcios - Mujeres jóvenes y de mediana edad

drogadictas o exdrogadictas - Mayor nivel educativo y cultural - Enfermos mentales - Inmigrantes

PRINCIPALES TENDENCIAS DETECTADAS EN LOS ‘SIN HOGAR’ EN ESPAÑA

TIPOLOGÍAS DE LOS ‘SIN HOGAR’EN ESPAÑA

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- ‘Juvenalización’ - Feminización - Soledad legal (separaciones y divorcios) - Toxicomanías - Elevación nivel educativo - Elevación nivel formativo - Internacionalización

Fuente: Sánchez Morales, M.R. (1999 :58) Necesidad de servicios En general, hay una conciencia muy clara sobre el tipo de servicios que se necesitan. Para la población sin hogar en general, hay bastantes centros que se dedican a atenderles en sus necesidades básicas más inmediatas. En España es relativamente fácil, encontrar cama, comida y ropa. En cambio, todos aquellos servicios de carácter integral, que trabajan desde una óptica global y de inserción, que van más allá de la atención de subsistencia, y que incorporan actuaciones profesionales de calidad, son claramente insuficientes aún. El escaso presupuesto con que cuenta la red, no ha permitido hasta el momento incorporar todos los profesionales (trabajadores sociales, psicólogos, educadores, etc) que serían necesarios. Aunque se han dado pasos importantes en los últimos veinte años, lo cierto es que los ahogos presupuestarios, en una red que necesita apoyarse en gran parte en la iniciativa privada, hacen que el número de voluntarios a los que se recurre sea excesivamente desproporcionado en comparación con el número de personas asalariadas. En el conjunto de la red de centros, el voluntariado, tiene un reparto enormemente desigual según se trate de un centro de gestión Pública o Privada. Es verdad que la incorporación de voluntarios en la red pública reviste, hoy por hoy, dificultades muy notables: en la captación, el seguimiento, la filosofía dinamizadora, etc. Sin embargo, no deben ser únicamente razones de este orden, las que explican la enorme desproporción que se refleja en los datos de la tabla siguiente.

Tabla 6.- Personal asalariado, voluntario y PSS, según el tipo de gestión. Entidad de gestión N Asalariados Voluntarios PSS* Ratio Vol./Asal. % PSS* Pública (28) 280 102 11 0,36 3,9% Privada (273) 1190 7234 258 6,08 21,7%

*PSS: Prestación social sustitutoria. Objetores de conciencia al servicio militar

Mientras que en los centros de gestión pública apenas si hay 3,6 voluntarios por cada 10 personas asalariadas, en los de gestión privada, nos encontramos con 61 voluntarios por cada 10 personas contratadas, ¡casi veinte veces más voluntarios en los centros privados que en los públicos!. Esto constituye sin duda una de las grandes riquezas de estos últimos; sin embargo, estas cifras tan desproporcionadamente altas nos hacen temer que quizás la riqueza específica que añade el voluntariado, no siempre está jugando el papel que en buena lid le corresponde, sino que en bastantes casos pudiera estar empleándose como vehículo para reducir costes en un sector que vive permanentemente agobiado ante la escasez crónica de recursos financieros. Hace ya algunos años, en el primer informe del Observatorio Europeo sobre el Sinhogarismo, su autora Mary Daly , señalaba que en casi todos los Estados miembros de la UE, predominaban los servicios y las prestaciones de carácter privado, en una relación de dos tercios a un tercio, respecto de las de carácter público, tras de lo cual se quejaba de que esta vigorosa presencia de la sociedad civil, no siempre ha de ser considerada de forma positiva, puesto que “por regla general, los servicios privados se generan y son llamados a llenar el vacío creado por la insuficiencia o la ausencia de las actuaciones públicas”, y de tal manera que “funcionan, a menudo, en condiciones de insuficiente apoyo financiero y de reconocimiento por parte de las autoridades” (1992:10). En España la situación sigue siendo exactamente así.

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Por lo demás, hablando en términos generales, se puede decir que ateniéndonos al tipo de prestaciones que en este momento demandan los responsables de los centros, en el conjunto del país se necesitarían más:

- Pisos tutelados, (cuya oferta actual se considera escasa por el 66,2% de cuantos responden), es decir, se precisan más viviendas para alojamiento alternativo y no tanto albergues.

- Talleres de inserción (63,3%) esto es, alternativas de empleo. En este momento continúa sin ver la luz la ley que deberá regular el régimen especial de funcionamiento de las empresas de inserción, que viene siendo una demanda largo tiempo reclamada por el sector, que encuentra serias dificultades para desarrollar iniciativas empresariales social y económicamente viables.

- Grupos de autoayuda (57,9%) es decir, intervención terapéutica y grupal. - Servicios de Podología (55%) y Odontología (54,3%), o lo que es lo mismo,

aquellas especialidades sanitarias que se encuentran habitualmente fuera de las coberturas de la sanidad pública y que son bastante costosas de sostener.

- Sigue realizándose muy poco trabajo de calle, aunque hay experiencias pioneras en muchas ciudades (Ej: Valencia. Proyecto Simón).

- Por último, se necesitan bastantes más centros de día, que vengan a añadirse a los que se han ido abriendo en los últimos años. En este sentido, es verdad que se ha producido un cambio de visión importante que ha venido a incorporar la necesidad de intervenir durante las horas diurnas, cuando la conciencia en vela puede ir incorporando mayores dosis de desánimo y desesperanza entre las personas excluidas sin hogar ante la falta de expectativas, y no sólo con servicios de albergue nocturnos tal y como venía siendo habitual históricamente.

Ahora bien, ¿qúe ocurre específicamente con las mujeres sin hogar? ¿Habría necesidades particularmente desatendidas? Podemos intentar aproximarnos a la cuestión, utilizando algunas de las respuestas obtenidas en la encuesta a centros. En la tabla siguiente aparecen las autodefiniciones con las que han descrito el propio centro/servicio las personas que respondieron a nuestro cuestionario. Puesto que una misma entidad, puede contar con un centro de día, un taller ocupacional, un comedor, etc, se trata de una pregunta con múltiples posibilidades de respuesta, por lo que nos encontramos con un total de 943 respuestas, recolectadas entre los 371 centros que respondieron a la pregunta.

Por otra parte, sabemos que entre los que responden, hay 275 centros/servicios que respondieron afirmativamente a la pregunta de si atendían a mujeres. Con lo cual, si cruzamos esta respuesta con la anterior, podemos saber el número de centros de cada tipo que efectivamente atienden a mujeres. A partir de ahí poniendo en relación la cifra total de, por ejemplo, el número de albergues detectados, con el número de albergues que dicen acoger a mujeres, podemos saber el porcentaje de albergues de la red que son accesibles a las mujeres sin hogar. Eso es precisamente lo que aparece consignado en última columna.

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Tabla 7.- Grado de accesibilidad para las mujeres sin hogar de los distintos tipos de centro

Autodefinición. Se trata de un…

Totalidad de los centros

existentes Centros que atienden

a mujeres % que atiende

a mujeres Centro de Día 40 36 90,0 Coordinación de proyectos 19 17 89,5 Trabajo de calle 17 15 88,2 Centro de Acogida 151 129 85,4 Comedor 110 91 82,7 Ropero 110 90 81,8 Servicio de emergencia social 61 49 80,3 Centro de acogida temporal (corta estancia) 86 69 80,2 Servicio de atención a drogodependientes 22 17 77,3 Albergue 97 71 73,2 Talleres ocupacionales 48 34 70,8 Servicio de salud mental 6 4 66,7 Centro de baja exigencia nocturno 17 11 64,7 Servicio de dexintoxicación (alcohol) 17 11 64,7 Centro de inserción (Larga estancia) 63 32 50,8 Talleres profesionales 6 3 50,0 Empresa de inserción 6 3 50,0 Otros servicios para ir especificando 2 1 50,0 Centro de alojamiento permanente (crónicos) 32 15 46,9 Pisos Tutelados 27 12 44,4 Servicio de atención a ludopatías 6 2 33,3 TOTAL DE RESPUESTAS 943 712 TOTAL DE CENTROS QUE RESPONDEN 371 275 Las cifras obtenidas resultan ser significativamente discriminadoras para la mujer. Bien sea porque históricamente el problema no se ha pensado en forma mixta, o porque las mujeres sin hogar sean bastantes menos que los varones, lo cierto es que pueden contar con un número significativamente menor de recursos accesibles para ellas de entre todos los existentes en la red que atiende a personas sin hogar. Además, la accesibilidad va reduciéndose a medida que nos aproximamos a los servicios que pudiéramos denominar como más modernos, intensivos en trabajo técnico-profesional, y orientados hacia la reinserción, laboral y residencial.

Dejando a un lado los servicios destinados a prestar información y orientación, ya sea en medio abierto o en un centro cerrado, que por lo general están abiertos indistintamente a varones y mujeres, nos encontramos con que en el momento mismo en que varones y mujeres pretenden acceder a las mínimas prestaciones materiales (comida, ropa, etc), comienzan las restricciones de acceso que penalizan a las mujeres: mientras que pueden contar con el 83% de los comedores, y el 82% de los roperos, en cambio sólo el 73% de los albergues destinados a PSH acogen a mujeres. Si entre los centros que se definen como de acogida temporal, es decir, aquellos destinados a ofrecer estancias cortas, las mujeres pueden acceder al 80% de ellos, en cambio las mujeres sólo pueden contar con que las acojan en el 51% de aquellos que se denominan como centros de inserción, esto es, aquellos que proporcionan una posibilidad de estancias más largas, y que en principio no establecen un límite predeterminado de tiempo de acogida, sino que éste varía en función de cómo vaya desarrollándose el proceso de intervención psico-social.

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Lo mismo ocurre con los escasos talleres profesionales y las pocas empresas de inserción. En este momento, la mayoría de los que existen, están diseñados desde centros que sólo acogen a varones sin hogar. Las mujeres apenas acceden al 50% de ellos. Algo parecido ocurre con las alternativas residenciales que van iniciándose distintas al albergue colectivo, como por ejemplo, los pisos tutelados o viviendas de tránsito hacia la vivienda autónoma e independiente. Como la mayoría de estas iniciativas, se han ido desarrollando, desde servicios de alojamiento especializados en atender a varones, hoy por hoy, sólo el 44% de estas iniciativas acogen a mujeres. Es decir, que la mujer accede a menos servicios, por períodos tiempo más cortos, y para recibir una atención más superficial centrada en la subsistencia material y no tanto en la inserción.

Para finalizar este informe, me gustaría prestar alguna atención a dos colectivos de mujeres entre los cuales el riesgo de verse excluidas sin hogar resulta particularmente importante: las mujeres maltratadas y las mujeres que encabezan familias monoparentales. Acompañaré la presentación de los datos básicos con algunos casos extraídos de dos experiencias actualmente en marcha en la ciudad de Madrid.

Las mujeres víctimas de malos tratos En 1975, se produce la primera reflexión de Naciones Unidas en torno a la consideración de este problema como de interés mundial. En 1980 la ONU declara que la violencia en las familias es el crimen encubierto más frecuente en el mundo (Alberdi, 1995:245). Unos años más tarde, en 1984 se publican por primera vez en España las cifras de denuncias por malos tratos en las comisarías de la Policía Nacional: 16.070 denuncias por malos tratos en total durante el año anterior. Por su parte, el Fiscal General del Estado insta a los fiscales al seguimiento y rápida tramitación de las causas de malos tratos y a ejercer las acciones legales oportunas.

A partir de ese momento, los últimos años han visto emerger en España una fuerte conciencia ciudadana sobre la gravedad del problema de la violencia doméstica que sufren muchas mujeres. Los medios de comunicación se hacen eco semana tras semana de nuevos casos de mujeres que resultan asesinadas por sus parejas. Muchas de estas mujeres arrastran un largo historial de desencuentro con las instancias oficiales, sus demandas de ayuda ante los servicios sociales, la policía o los jueces, no encuentran a menudo la respuesta que sería necesaria, y el resultado trágico acaba llenando las páginas de la crónica negra en los diarios.

Según los datos recogidos por el Ministerio del Interior en 1987 el 79,2% de las víctimas

de malos tratos fueron del sexo femenino; en 1988 un 81,2%. En cuanto a los parricidios, en 1987 el 59,6% de las víctimas eran mujeres y en 1988 lo fueron un 67,6%. En 1992, con datos procedentes de la Policía Judicial, las denuncias por malos tratos fueron 15.900. El número de parricidios consumados fue de 47 y el número de parricidios frustrados se cifraba en 67 para ese mismo año (Alberdi, 1995).

Finalmente en una fecha tan tardía como 1993, durante la Conferencia Mundial sobre

Derechos Humanos celebrada en Viena, las Naciones Unidas reconocen explícitamente por primera vez los derechos humanos de las mujeres como parte de los derechos humanos universales y en la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra las mujeres la definen como: “..todo

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acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer. Inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se produce en la vida pública como privada. Los malos tratos pueden definirse como toda acción, conducta o comportamiento agresivo que a través de distintas formas de expresión, producen daño o menoscaban la libertad de las personas agredidas”.

Ciertamente, como decía hace unos meses Pierre Sané, Secretario General de Amnistía

Internacional, “la ley internacional de derechos humanos es culpable de ceguera de género: durante mucho tiempo el tema se ha enfocado en la arena pública dominada por los hombres y se ha obviado la llamada esfera privada del hogar, de la familia y de la comunidad donde las mujeres han estado tradicionalmente confinadas” (Rev. Integral, marzo 1999).

En cualquier caso, todas estas circunstancias que hablan de un progresivo aumento de la

conciencia social sobre este problema, hicieron necesario que en España, el año 1998 el Defensor del Pueblo elaborara un voluminoso Informe sobre “La violencia doméstica contra las mujeres”. Entre sus conclusiones se reflejaba la carencia de investigaciones capaces de proporcionar datos fiables, y la escasez de recursos sociales existentes, lo que llevaba a la institución a incluir entre sus recomendaciones la de pedir al Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, “que se aumente por parte de las Administraciones con competencias en esta materia el número de Casas Refugio existentes en nuestro país, adaptando de esa forma el número de plazas disponibles a la recomendación del Parlamento Europeo”.

En cuanto a la dificultad para obtener datos de un problema que con frecuencia permanece oculto, en este momento contamos con una posibilidad muy interesante. El pasado mes de marzo de 2000, se presentaron a la prensa los primeros resultados de una macroencuesta sobre « La violencia contra las mujeres » encargada por el Instituto de la Mujer. Aunque de forma expresa no hay ningún capítulo en el que se haya tratado el problema en sus conexiones con la vivienda, resulta muy interesante analizarlo puesto que presenta datos actualizados y fiables sobre la magnitud del problema en nuestro país. Los objetivos del estudio consisten en :

- Cuantificar los actos violentos contra la mujer en el ámbito doméstico. - Identificar las variables sociodemográficas que inciden sobre el maltrato. - Determinar la sintomatología que se deriva del mismo. En la fase de encuesta fueron realizadas 22.552 entrevistas telefónicas a mujeres

españolas mayores de edad. A partir de las respuestas obtenidas se establecieron dos grupos de mujeres : un primer grupo que integraban lo que se denomina «maltrato técnico » compuesto por mujeres que respondieron «frecuentemente » o «a veces », al menos a 1 de 13 descripciones claves como por ejemplo : «Insiste en tener relaciones sexuales aunque sepa que Vd. no tiene ganas », «Le insulta o amenaza », «Cuando se enfada llega a empujar o golpear », etc ; un segundo grupo lo integraban las mujeres que directamente se autoclasifican como maltratadas en el último año, al responder afirmativamente a la pregunta «¿Ha sufrido alguna situación por la que Vd. se haya sentido maltratada por algún familiar, por su novio o alguna persona de las que conviven con usted, durante el último año?».

Los resultados más importantes indican que el 4,2% de las mujeres españolas de más de

17 años declara haber sido víctima de malos tratos durante el último año. Este porcentaje representa un total de 640.000 mujeres. En cuanto a las españolas que pueden considerarse « técnicamente » como maltratadas, vienen a ser un 12,4%, lo que representa un total de 1.865.000 mujeres. Es evidente por lo tanto que se trata de un problema extraordinariamente grave y extenso.

La mayor parte de los actos de violencia doméstica son causados por la pareja. Así ocurre

en el 52% de los casos de las que se declaran maltratadas. Los hermanos causan un 18%, los hijos un 12,5% y los padres un 11% de los actos de violencia.

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El maltrato declarado crece a medida que aumenta el tamaño del hábitat. Y por tramos de edad, el comprendido entre los 45 y 64 años es aquel en el que es más frecuente el maltrato, seguido por el de 30-44 años. Los malos tratos disminuyen a medida que aumenta el nivel de estudios de la mujer.

Las consecuencias son terriblemente destructivas. Desde el punto de vista psicológico

produce fundamentalmente : ansiedad, angustia, baja autoestima, cambios de ánimo, ganas de llorar, irritabilidad, inapetencia sexual, etc. En cuanto a las consecuencias sociales, desgraciadamente el estudio general no explora demasiado este aspecto.

Sin embargo, posteriormente como parte del mismo estudio, se realizó una nueva

encuesta más exhaustiva sobre una muestra integrada por 395 mujeres de entre aquellas que en la primera fase de la investigación se habían autodeclarado como maltratadas, o que habían manifestado conocer a alguna mujer de su entorno cercano víctima de malos tratos. Aproximadamente la mitad de las 395 aceptaron ser entrevistadas personalmente, y al resto se les realizó la entrevista por teléfono. El 40% de ellas afirmaron haber sufrido malos tratos en el último año, y el 37% en algún momento de su vida. Unos malos tratos que se prolongaron una media de 8.87 años.

Por lo que se refiere a las consecuencias estrictamente sociales se recogieron las

siguientes respuestas : el 48% manifestó tener miedo al futuro por razones económicas, al tener que afrontarlo en soledad ; el 13% hablaba de haber tenido que presentar bajas laborales ; para el 11% los malos tratos desencadenaron la pérdida del trabajo ; y finalmente a un 8% las condujeron a abusar del alcohol y/o las drogas.

La extrema precariedad económica y laboral que generan los malos tratos queda puesta de

relieve con estas cifras. Tras la pérdida de trabajo, la violencia y las conductas adictivas, se precipita, en muchos casos la precarización residencial que conduce a las mujeres a la puerta de una casa-refugio o de un albergue. Para poder valorar en todo su alcance la magnitud del problema en términos absolutos, sólo habría que poner en relación los porcentajes anteriores con la cifra de 640.000 mujeres que declaran sufrir malos tratos en nuestro país.

Cuando se trata de buscar ayuda, el 47,3% dicen haber recurrido a alguien, mientras que

el resto lo vive a escondidas y de forma vergonzante. Las que piden ayuda, recurren en primer lugar a la familia (64%) y a los amigos (38%), a continuación al psicólogo (37%) y sólo una minoría busca los servicios de un abogado (25%), un médico (20%) o un asistente social (16%).

A raíz de tales consultas sólo un 67% de las mujeres maltratadas tomó una decisión en

uno y otro sentido, y hay que tener en cuenta que entre las sugerencias recibidas, el 20.3% recibió el consejo de marcharse de casa. Es decir, que aproximadamente en una quinta parte de los casos de malos tratos, la opinión de los observadores externos, sean profesionales o simplemente amigos o parientes, pasa por aconsejarles que deben buscar un nuevo lugar de residencia.

Naturalmente, esta opción sólo es viable para algunas personas que disponen de recursos

económicos y patrimoniales suficientes, cuando los malos tratos los padecen mujeres con pocos recursos, no queda otro remedio que, o bien aguantar, o bien “echarse a la calle”. Cuando hay hijos de por medio, con frecuencia se pospone una y otra vez un paso que genera una enorme y comprensible sensación de inseguridad y miedo.

De hecho, a pesar de que el 57% dice conocer la existencia de las casas de acogida, este

tipo de servicios son muy escasamente utilizados por estas mujeres a pesar de conocerlos. A los Servicios Sociales, dicen haber acudido el 17%, a los servicios de información jurídica el 16%, a la línea gratuita del teléfono 900 del Instituto de la Mujer recurrió el 15%, y a las asociaciones y organizaciones específicas que trabajan sobre estos temas acudió en busca de ayuda el 14%, sin embargo, el hecho es que las casas de acogida para mujeres maltratadas fueron utilizadas por el 4% de las mujeres entrevistadas, y pasaron a residir en pisos tutelados dependientes de los Ayuntamientos y las Comunidades Autónomas, el 3,1%.

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Teniendo en cuenta las características y el tamaño de la muestra que sirve como

referencia, resulta abusivo, como es lógico, pretender referir ese 3-4% de mujeres que pasan a residir en alojamientos sociales alternativos, a la cifra estimada de 640.000 mujeres que declaran haber sufrido malos tratos en el último año, pero acaso no esté de más realizar esa pirueta estadística y pensar que quizás estamos hablando de unas necesidades de alojamiento temporal que, mal que bien, pueden estar necesitando alrededor de 25.000 mujeres víctimas de la violencia doméstica. Estamos por lo tanto ante uno de los mayores colectivos que de forma más o menos prolongada o temporalmente, se encuentran situacionalmente sin techo, sin hogar, y que sin embargo no aparece jamás reflejado en las estadísticas relativas a la población sin hogar en España, debido a que normalmente las cifras que se ofrecen han sido obtenidas a partir de instituciones (albergues, comedores...) que hasta el momento presente han tenido otros tipos de población como objetivo preferente: varones, transeúntes, solitarios.

Sin embargo, aplicando las definiciones internacionalmente más aceptadas sobre sinhogarismo, las mujeres maltratadas en centros de acogida entran de pleno derecho a formar parte de la gente sin hogar. De hecho, en el mismo Informe del Defensor del Pueblo, anteriormente citado, se deja constancia de las dificultades que entraña para muchas mujeres que sufren malos tratos poder acceder a una vivienda una vez que se les ha prestado atención a sus necesidades más urgentes e inmediatas en las casas de refugio. Tal y como dice el Informe, “evidentemente hay mujeres que por su trabajo o sus circunstancias sociales pueden acceder al mercado inmobiliario general o encontrar alguna solución intermedia, como es la convivencia con algún familiar [...], pero hay otras a las que el acceso a este mercado les resulta a todas luces imposible”. Por eso mismo, entre las recomendaciones relativas al acceso a viviendas de protección, se incluyen unas cuantas dirigidas a los responsables de vivienda de varias Comunidades Autónomas, en las que se recomienda: “Que se contemple de forma específica en los procedimientos de adjudicación de viviendas de promoción pública la situación de las mujeres que han sido objeto de malos tratos y se encuentran en una casa o centro de acogida o en cualquier otra institución pública o privada por iguales motivos, de forma que su acceso a una vivienda se considere como un supuesto concreto y no tengan que ver dilatada en el tiempo la solución de su problema”.

Afortunadamente van creándose cada vez más dispositivos que prestan alojamiento

temporal mientras se resuelven los problemas básicos que se presentan tras el estallido de una crisis de violencia que hace necesario la salida del propio domicilio. Sin embargo aún son muy insuficientes y apenas si encuentran los medios necesarios para proseguir su intervención psicosocial, una vez que la actuación más urgente ha finalizado.

La historia de las casas para acoger a mujeres víctimas de la violencia doméstica es

bastante reciente. En 1972 se creó la primera casa de acogida en Gran Bretaña, y en España será en 1984 cuando aparezca la primera casa de estas características. En un principio se trataba de dar refugio, protección, ‘tener un sitio en el que esconderse’ y obtener apoyo solidario. Posteriormente se ha ido reconociendo la necesidad de una intervención terapéutica para poder abordar los distintos comportamientos y sintomatologías que se desarrollan en una situación de maltrato. Igualmente se ha ido asentando cada vez más la convicción de que es muy importante hacer frente también a los temas de formación para el empleo y a la adquisición de habilidades sociales, que con frecuencia se encuentran muy mermadas por el aislamiento al que muchas veces han estado sometidas estas mujeres.

De forma muy lenta, en España estos servicios que prestan alojamiento temporal a

mujeres que sufren malos tratos, van aceptando coordinarse con el resto de instituciones que prestan alojamiento a la población sin techo, pero aún prima la opinión de aquellos que piensan que por tratarse de problemáticas muy diferentes, no deben ser englobados bajo el mismo epígrafe. Se hace por tanto necesario insistir en la importancia de las definiciones situacionales de persona sin hogar, frente a las de carácter ontológico e identitario, para poder estudiar el caso de las mujeres maltratadas desde sus implicaciones residenciales, puesto que ciertamente, la violencia doméstica, en muchos casos tiene consecuencias inmediatas sobre el alojamiento de las afectadas y

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sus hijos, convirtiéndolas por un período más o menos prolongado en personas sin techo, sin hogar. De todas maneras la red de servicios existentes en la actualidad está aún en plena fase de desarrollo, y aunque se están creando bastantes centros, por el momento no son suficientes. Por ejemplo, en el Municipio y la Comunidad Autónoma de Madrid, además de tres Centros de Estancias Breves o de Emergencia, existen:

• Otras tres “Casa-refugio” de más larga estancia, donde se realiza una intervención social especializada;

• Algunos pisos tutelados, para mujeres con cargas familiares no compartidas; el período de estacia es máximo de 12 meses, y la intervención se encamina a facilitar el proceso de normalización personal, social y laboral;

• Residencias juveniles, que atienden a mujeres hasta 25 años que carecen de familia o de apoyo de ésta; víctimas de malos tratos, expulsadas del domicilio o en riesgo social;

• Residencias maternales, para mujeres gestantes o madres solas con un hijo menor de dos años.

• Servicio de Información y Atención de Emergencias Sociales (SITADE): atiende situaciones de emergencia social; es un servicio telefónico gratuito que funciona 24 horas al día los 365 días del año. Una vez atendida la emergencia, la situación se pone en conocimiento de los servicios sociales generales para que continúe la intervención.

Como es lógico no todas las mujeres maltratadas acuden en busca de ayuda a los centros

públicos, en general se puede decir que se trata de las mujeres con menos recursos y apoyos. De manera que las características de las mujeres víctimas de maltrato que acuden a los Servicios Sociales en Madrid serían las siguientes:

- Edad comprendida entre los 20 y los 45 años. - Con hijos. - Ausencia de recursos económicos propios. - Falta de formación profesional y de experiencia laboral. - Suelen tener antecedentes familiares de maltrato. - Con dificultades personales para salir de la situación en la que se encuentran. - Con gran sentimiento de culpabilidad.

La Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres realizó en los años 1995-1996 un muestreo-estudio de 50 casas-refugio en todo el territorio español. Los datos que obtuvieron revelan que las chicas que acuden a estas casas refugio son cada vez más jóvenes, unos 30 años, con una media de dos hijos, un 95% de ellas sin estudios, sin ingresos propios, y cada vez acuden un número mayor de mujeres inmigrantes y del mundo rural. En estos momento, el número de personas inmigrantes se ha disparado en este momento en España, sobre todo en los centros existentes en grandes ciudades como Madrid o Barcelona. Un 60% de las mujeres que acudían a estas casas-refugio abandonaban el proceso para regresar con el maltratador. Esta cifra es estremecedora porque supone que todas esas mujeres fracasan en el intento de comenzar una nueva vida lejos de la violencia y los malos tratos. Vuelven al lugar de donde quisieron salir, con el deterioro inmenso a nivel personal, la sensación de fracaso e inutilidad, y el peligro que esto supone, y todo esto ocurre en gran parte por la falta de recursos sociales y profesionales que les permitan afrontar con garantías unas vida autónoma e independiente.

Este fracaso obedece a distintas variables tanto de índole social como psicológicas y económicas. La primera asistencia en la casa de emergencia es, por esto, primordial y básica, ya que de esta primera acogida dependerá, en parte, la permanencia de estas mujeres en el programa de recuperación personal.

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Una experiencia concreta: La Casa de Acogida para Mujeres Maltratadas “Luz Casanova” de Madrid. Se trata de un centro de emergencia para mujeres maltratadas habitualmente acompañadas de hijos menores que acuden al centro remitidas por la policía o los servicios sociales. Es el primer dispositivo de ayuda de emergencia y desde él pasan a continuar su proceso en un centro de más larga estancia o en un piso tutelado, según los casos. Por tratarse de un centro de emergencia hay que tener en cuenta de cara a la intervención, que todo cuanto se haga ha de partir de la base de que el centro ofrece estancias breves y de tránsito hacia otros dispositivos, y que las situaciones que se presentan diariamente revisten un carácter de urgencia. La intervención que se lleva a cabo tiene carácter interdisciplinar y abarca el asesoramiento social, psicológico, médico y jurídico. Desde el punto de vista psicológico se trabajan los aspectos emocionales, cognitivos, motivacionales y comportamentales, tanto individualmente como en grupo. El trabajo en grupo con mujeres víctimas de malos tratos es extraordinariamente importante, puesto que posibilita:

- Tomar conciencia -al comprobar que su experiencia es común a la de otras muchas mujeres-, de que la violencia es una cuestión social y de género y no un problema intrapsíquico, derivado de las características individuales de personalidad.

- Romper el aislamiento, característico de las relaciones de violencia y maltrato. - Desarrollar habilidades de comunicación, escucha, expresión de sentimientos e

intercambio de ideas. - Dar autoridad a las iguales, rompiendo el modelo de relación desigual aprendido en la

relación violenta. Por tratarse de un centro que actúa como puerta de entrada a la red general, el centro tiene

que estar en constante coordinación con las distintas entidades impicadas: • Centros de Servicios Sociales. • Comisión de Tutela de Menores. • SITADE (servicios sociales de emergencia). • Juzgados de Guardia. • Comunidad Autónoma. Dirección General de la Mujer. • ONGs dedicadas a aspectos relacionados con el problema • Red FACIAM.

Esta última red es la Federación de Asociaciones y Centros de Atención a Marginados.

Está constituida por la mayor parte de los centros privados (en su gran mayoría vinculados a la Iglesia Católica) que atienden a las personas sin hogar en Madrid. Por tratarse de una casa de acogida cuya titularidad ostenta una congregación religiosa, las Apostólicas del Corazón de Jesús, el centro “Luz Casanova” es el único de cuantos asisten a mujeres maltratadas, que de alguna forma se encuentra incluido dentro de la red de Centros de atención a personas sin hogar de Madrid. De no ser así, quedaría completamente al margen y ambos problemas sociales se mantendrían perfectamente desconectados a nivel institucional, tal y como ocurre con el resto de los centros de mujeres. Durante el año 1999, solamente en esta casa de emergencia se atendieron a 170 mujeres y 150 niños. La edad media de las mujeres es de 29 años, se trata por tanto de gente joven o muy joven, con hijos pequeños. La presencia de inmigrantes es cada vez mayor, su procedencia es sobre todo Latinoamérica (Ecuador y Santo Domingo sobre todo), el Mahgreb (Marruecos) y últimamente de la Europa del Este (Bulgaria, Ucrania, Bosnia) Durante el año 119999 el 47% de las mujeres atendidas fueron inmigrantes, y un 53% españolas.

El 69% de las mujeres no tiene cualificación laboral y se dedican a labores de servicio doméstico.

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En cuanto al tiempo medio de estancia fue de 19 días. Aunque se trata de un centro de

emergencia para estancias breves, el tiempo de residencia ha aumentado frente al de otros años, porque hay casos de grupos familiares que fue necesario alargar su estancia, ya que por diversos problemas (sobre todo la situación de ilegalización de papeles de muchas mujeres inmigrantes) no han podido abandonar la casa para ir a otro recurso que proporcione estancias más largas. Esta situación supera la intervención estrictamente de emergencia, y hace necesaria otros recursos e infraestructuras, de las que muchas veces carecemos. Como es natural, hay que prestar atención social y psicológica a los niños y niñas que acuden al Centro acompañando a sus madres. También ellos son víctimas directas o indirectas de los malos tratos. Tienen que dejar su casa, su colegio, su entorno, sus amigos. Durante el breve tiempo en que se encuentran en la Casa, se les escolariza en un colegio próximo al centro, con lo que se persigue una cierta “normalización” dentro de lo atípico de la situación. En el centro se realizan con ellos labores de apoyo escolar, actividades de ocio y tiempo libre, psicomotricidad, expresión cretiva, etc. Finalmente con las madres también se realizan talleres de búsqueda de empleo, habilidades sociales, alfabetización, expresión creativa, y escuela de madres. La heterogeneidad y diversidad del grupo acogido hace difícil que se pueda dar una descripción unívoca de las mismas, pero a título ilustrativo pueden resultar iluminadores los siguientes casos extraídos de la realidad en los que es posible apreciar la gran conexión que existe entre malos tratos y sinhogarismo. Irene: Una mujer española de 41 años, acompañada de un hijo de 5 años. Se casó en 1990 y se separó dos años después. Actualmente se encuentra divorciada. Según dice, la convivencia con el marido era imposible. Tras la separación se fue a vivir con sus padres y hermanos. El padre maltrató a la madre toda su vida. Tuvieron 12 hijos. Irene dejó el colegio a los 10 años para cuidar a sus hermanos. Actualmente son 8 personas viviendo en una casa minúscula. En este momento todos viven de la pensión del padre ya jubilado. Ella no puede trabajar debido a una lesión permanente en la mano. Anteriormente trabajó limpiando casas y cuidando niños. A pesar de estar divorciados, el exmarido la sigue acosando, amenazando, utiliza las visitas al niño para seguir presionándola: “sé que me quieres, terminarás conmigo. Si me dejas me suicido”, etc. Tras el último episodio de violencia, el padre se llevó al niño y se negaba a devolverlo, tenía una pistola. Finalmente le arrestó la policía por conducción temeraria...En estos momentos se encuentra refugiada en una casa de acogida. Antonia: Es una mujer gitana de 31 años, con seis hijos, el mayor con doce años. Siguiendo las costumbres de su etnia se casó muy joven, con 16 años, con un primo suyo, consumidor de cocaína. Se dedicaron a la venta ambulante. Durante todo el tiempo que lleva casada ha sufrido palizas. En varias ocasiones, ella se ha marchado “para que escarmiente”. En esos casos el marido amenaza a los padres de ella; en alguna ocasión ha llegado a pegarles. Antonia tiene miedo por su familia. El clan del marido se encuentra repartido por toda España, de manera que allá donde se esconde encuentra siempre a algún familiar que la conoce y acaba localizándola. La “ley gitana” establece que en caso de separación los hijos varones deben permanecer con el padre, Antonia no quiere y al mismo tiempo tiene miedo de rebelarse. En el centro se sentía encerrada, añoraba los espacios abiertos, los seis niños no se integraban con el resto, las peleas entre unos y otros eran continuas. Finalmente volvió con él: “me encuentra en todos los sitios a donde voy, no tengo salida”. Yessica: una mujer joven, de 27 años, con una hija de 1 año. Nacida en Valencia. El padre tenía un puesto de ropa en mercadillos callejeros, se divorció cuando Yessica apenas tenía un año. Conoció a la madre veinte años después, casada con otro hombre de profesión guardia civil. Durante su infancia la cuidó la abuela, siempre tuvo problemas de aprendizaje, su cociente intelectual no es muy alto. En varias ocasiones estuvo internada en una institución de religiosas debido a los problemas de convivencia, hasta que finalmente conoció a un chico y se fue con él. Al

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poco tiempo descubre que es toxicómano, piden limosna, la obliga a prostituirse para comprar droga, van de una ciudad a otra como “transeúntes”, duermen en coches abandonados. Finalmente se queda embarazada. Su vida es miserable, con sarna, y dudando si no habrá contraído el sida, se decide a escapar y llega a Madrid en busca de unos tíos. Ingresa en el centro al cabo de unos meses. En este momento se ha casado con un marroquí y las cosas parecen irle algo mejor. Marilina: Es una atractiva mujer dominicana de 22 años, con una hija de dos años. Sus padres emigraron a España cuando ella era una niña. Se casó con un español que la puso a trabajar en un club de alterne, obligándola a prostituirse para ganar dinero, en medio de amenazas, chantajes y malos tratos físicos. A pesar de llevar más de diez años residiendo en España, no tiene papeles y se encuentra sin documentación. Tras su estancia en el centro de acogida, pasó a vivir en un piso tutelado durante un año. Después de prestarle mucho apoyo psicológico, social y jurídico, se decide a entablar la batalla legal para conseguir la separación y la custodia de la niña. Actualmente se dedica a trabajar en el servicio doméstico, tiene pocos ingresos, y vive en una casita alquilada en muy malas condiciones. A pesar de todo está descubriendo con sorpresa lo feliz que se encuentra de poder vivir sola con su hija. Lamentablemente tiene que seguir viendo al marido con ocasión de las visitas a la niña, aunque el juez determinó que debían realizarse siempre en lugares públicos y acudir siempre acompañada de otra persona.

Por último, disponemos del siguiente testimonio, escrito por una chica colombiana

acogida en la Casa, que ha estudiado la enseñanza secundaria en España y ha trabajado alrededor de cuatro años en hostelería como camarera. Estuvo casada con un hombre de origen mahgrebí.

“Me llamo Ana Pilar, tengo 27 años y una niña de casi 2. Hace 5 años conocí al

que haora es mi marido y desde entonces me va todo bastante mal. A los dos meses de conocerle me case con el, inmediatamente empezaron mis problemas. Su principal problema es la bebida, cada vez que bebía, que eso era todos los días, me pegaba por nada solo por pegarme. Cuando no bebía yo era muy buena, pero cuando estaba borracho no servía para nada y según él me odiaba. Yo aguantaba porque a pesar de todo le quería mucho. Cuando me quede embarazada los problemas fueron a más. Me pegaba mucho mas, según el para que se muriera el bebe, me tiraba por las escaleras, me daba patadas en la tripa. Así poco a poco deje de quererle, cuando mi hija nacio yo aguante porque pense que no podia dejarla sin supadre. Pero cuando empezo con la niña tambien entonces fue cuando decidi irme para siempre y salir adelante sola con mi hija. En estos años he pasado por cosas que yo pensaba que ami no me podian pasar, desde tener que ir a un sicologo hasta tener que tomar pastillas para poder vivir cada dia, llego un dia que si no me tomaba el prozac no podia levantarme. Gracias a mi hija he superado una anorexia que me dejo en 38 kilos, hasta una bulimia por la que llegue a pesar 110 kilos. Por ella que lo unico que me importa en la vida me gustaria salir adelante”.

Los efectos de la monoparentalidad en situaciones de pobreza

Para finalizar este informe vamos a exponer algunos datos que reflejan las consecuencias que la monoparentalidad desencadena entre las familias encabezadas por mujeres, y que se traducen en un incremento de las situaciones de precariedad y vulnerabilidad social. Para ello utilizaremos las informaciones recogida a partir de un grupo de discusión integrado por 8 mujeres que habitualmente integran un grupo de autoayuda en el seno de la Asociación de Mujeres con cargas Familiares no Compartidas de Tetuán (un barrio popular de Madrid). Esta Asociación madrileña de mujeres, fue creada en 1994 a instancias del centro de servicios sociales del distrito.

Desde este centro, se había observado un importante crecimiento de las familias

monoparentales encabezadas por mujeres. Se pensó que sería bueno promover su unión para que pudieran, conjuntamente, tratar de dar solución a sus necesidades. La Asociación ha sido siempre un grupo más bien pequeño (en torno a 30 mujeres provenientes de cualquier zona de Madrid) que ha ido cambiando progresivamente sus integrantes. En la actualidad está compuesta por 20

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mujeres, de clase media-baja, con hijos a su cargo, que desarrollan su actividad laboral principalmente en lo que hemos llamado la “profesionalización de las tareas domésticas”: limpieza y cuidado de personas dependientes. Su nivel adquisitivo es bastante bajo, lo que suele verse agravado con el pago de una vivienda de alquiler. Cuenta una red familiar de apoyo bastante escasa o incluso inexistente. Actualmente en la Asociación se acogen mujeres de nacionalidad española o provenientes de otros países: Marruecos, Cabo Verde, Perú, aunque éstas representan una minoría.

En el grupo de discusión se trató de profundizar especialmente sobre sus problemas de vivienda y sobre la experiencia vivida en relación a los servicios y redes de protección social. Los perfiles biográficos de las mujeres que participaron en el grupo reflejan claramente las dificultades enormes que encuentra una mujer con hijos a su cargo para poder obtener los recursos económicos que le puedan permitir mantener una residencia mínimamente estable en una ciudad como Madrid. Las personas que participaron en este grupo de discusión fueron:

Angelines: 47 años. Separada de su marido hace alrededor de 15 años. Tiene dos hijos de 17 y 20 años respectivamente. Siempre ha trabajado como empleada de hogar. El apoyo económico de su marido ha sido escaso y limitado a algunos momentos muy puntuales. La Dirección General de la Vivienda le concedió un piso en régimen de alquiler, con motivo del proceso de remodelación urbanística que tiene lugar en el barrio en el que vive.

María: 36 años. Separada de su pareja hace 5 años aproximadamente. Tiene dos hijos de 9 y 13 años. En los últimos años de su relación de pareja comenzó a trabajar en tareas de limpieza, situación en la que continúa en la actualidad. El padre de sus hijos no le ayuda en el mantenimiento de los mismos. Vive en un piso de alquiler, en muy malas condiciones, por el que paga un precio desorbitado.

Marivi: 48 años. Separada desde hace 5 años. Tiene dos hijas de 13 y 19 años respectivamente. Tras el quiebre de la empresa en la que trabajaba como secretaria, ha tenido que emplearse como limpiadora por horas. Su marido no le ayuda en la manutención de sus hijas. Vive en un piso propiedad del matrimonio, del que dispone en usufructo hasta que las hijas lleguen a la mayoría de edad. Pilar: 57 años. Separada desde hace 6 años aproximadamente. Tiene dos hijos, de 28 y 23 años. El mayor está casado y la menor vive con ella en un piso de alquiler. Trabaja en una empresa de limpieza con horarios discontinuos. No recibe ningún tipo de ayuda de su marido. Sonia: Peruana, de 32 años. Con dos hijos de 4 y 3 años. Trabaja como empleada de hogar por horas. Fue abandonada por su marido cuando estaba embarazada de su hija pequeña. No ha vuelto a tener noticias de él y éste no colabora en la manutención y educación de sus hijos. Vive en piso de alquiler con otras chicas extranjeras (ella sola no puede pagar el alquiler) Mª Angeles: 39 años. Madre Soltera de un hijo de 19 años. Trabaja como limpiadora en casas particulares. Vive con su madre en un piso de protección oficial. Celia: 42 años. Separada hace 4 años. Tiene dos hijos de 10 y 12 años respectivamente. Trabaja de auxiliar administrativo para la administración pública, completando sus ingresos con otros trabajos informales dentro de la economía sumergida. Su marido no contribuye al mantenimiento de sus hijos. Alicia: 36 años. Separada hace 8 años. Tiene un hijo de 12 años. Vive en un piso de alquiler. No ha vuelto a tener conocimiento de su marido, que no colabora en la manutención de su hijo. Trabaja limpiando oficinas para una empresa del sector. Los distintos aspectos tratados a lo largo del grupo de discusión fueron los siguientes: dificultades económicas; laborales; problemas relativos a la vivienda; y condiciones de acceso a los servicios de protección social.

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Dificultades Económicas

Uno de los aspectos más conocidos de la ruptura matrimonial, son las negativas consecuencias económicas que acarrea, especialmente para la mujer. Según Ruiz Becerril (1999), “el factor económico es un rasgo patente y directo de la ruptura, a la vez que una variable clave que determina significativamente el resto de procesos ligados al postdivorcio”. El aspecto económico es el principal problema ante el que se encuentran los separados y divorciados. El gasto per cápita es menor en familias intactas que en familias monoparentales, sobre todo si atendemos a los gastos fijos. En general, puede afirmarse que los divorciados se empobrecen, pero este empobrecimiento tiene sus peores consecuencias entre los matrimonios que con antelación a su ruptura partían de niveles económicos más bajos. Entre los matrimonios con bajos recursos, las consecuencias de la separación para la mujer que queda sola con los hijos, pueden ser terribles: “Ahora notas que estás sola y que por mucho que trabajes no te llega” (María) La ruptura matrimonial tiene consecuencias económicas muy diferentes para el varón y para la mujer. La mayoría de los estudios coinciden en señalar que el varón, como media, mantiene un nivel de vida parecido al que disfrutaba antes de la separación o incluso la separación provoca un ascenso en su nivel de vida e ingresos. Por el contrario, la situación de la mujer es muy distinta. En general, la mujer sufre un proceso de empobrecimiento evidente respecto al nivel de vida anterior. Este descenso relativo es particularmente grave entre las mujeres que cuenta con menos cualificación laboral y educativa: “Hay mujeres que se acomodan a su situación porque no se atreven a salir a ganar dinero” (Mª Angeles)

Algunas de las razones de este descenso son las siguientes:

1.- En muchas ocasiones el exmarido incumple sus obligaciones y no paga las pensiones establecidas por el juez. En otros casos su baja cuantía hace imposible el mantenimiento de los estándares de vida anteriores.

2.- La menor empleabilidad de la mujer. La mujer separada o divorciada suele disponer de una menor de preparación, capacidad y/o experiencia: lo que se denomina capital humano. A este hecho hay que añadir la menor tasa de actividad femenina y los sueldos inferiores que reciben, bien sea por trabajar menos horas, o por estar peor retribuidas a cambio de una jornada de trabajo equivalente.

3.- Las déficits existentes en las políticas sociales respecto de los separados y divorciados. Circunstancia especialmente grave, ya que son precisamente las familias que más ayuda económica necesitan las que en mayor grado se ven desprotegidas o insuvficientemente protegidas. La situación de pobreza se agrava puesto que entre las clases más bajas son más habituales los problemas de impago.“Durante años he tenido que cuadrar las cuentas al céntimo, complementar mi trabajo con el de comercial, vender cosméticos, pasar trabajos a máquina, comprar la ropa al final de las rebajas para tenerla para el año siguiente y convencer a los niños de que las zapatillas de Alcampo sirven lo mismo que las de marca que llevan sus amigos” (Celia). Dificultades Laborales

Muchas mujeres casadas siguen dedicándose preferentemente a las tareas del hogar, lo que las sitúa en una posición dependiente y mucho más vulnerable en caso de ruptura matrimonial (Martínez:1996). Las dificultades que las mujeres tienen en el acceso a un empleo estable, se ven agravadas en el caso de encabezar una familia con hijos pequeños: “El trabajo es la base de todos nuestros ingresos para sobrevivir. Yo digo una cosa, la base entonces tiene que ser conseguir

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unos trabajos que con ese sueldo te de para alquiler, propiedad…. Todo el mundo deseamos tener una seguridad. Pero si tu tienes un trabajo, … otra de las bases ¿qué demonios es eso de si estas con compañero o sin compañero? Que no, que nos quitemos la tontería esa, que desde que nacemos tenemos que hacer ver a nuestros hijos, hacerles ver, que una persona sola tiene que mantenerse y trabajar y de un trabajo tienen que salir todos los gastos que va a proporcionarle su vida: alquiler, comida, vestido y de todo” (Angelines)

Las mujeres separadas con hijos a su cargo, suelen soportar dificultades añadidas en relación al mercado de trabajo que se traducen en una serie de aspectos muy diversos:

• Precariedad del empleo: Las mujeres solas con cargas familiares representan un

colectivo especialmente vulnerable, que se ve abocado a trabajar en empleos precarios, situados normalmente en la economía sumergida, lo que conlleva la carencia de protección del sistema de seguridad social: “Nos dan unos puestos de trabajo que nadie los paga, que de hecho en la seguridad social es un régimen especial, que no tenemos derecho a nada”11 (Angelines).

• Menor nivel salarial: Como ya dijimos anteriormente las mujeres tienden a obtener

salarios menores que los varones cuando realizan un trabajo remunerado. Cuando todos los ingresos del grupo familiar provienen de la mujer que intenta salir adelante sola, esto significa unos niveles económicos particularmente bajos: “¿Qué es eso de que todo el mundo quiere cambiar de trabajo para estar mejor?, pero no miráis por el trabajo que se puede hacer, siempre vais a lo mismo ¿no has pensado dejar la balleta? ¿por qué? Sí, en servicios, hay cantidad de trabajos, hostelería, camareros, de todo y es lo mismo. Yo lo que no considero es que para la mujer haya unos trabajos como empleada de hogar que socialmente estén mal considerados y mal pagados” (Angelines)

• Baja cualificación laboral: Como hemos indicado anteriormente, son las mujeres que

encabezan familias monoparentales de nivel medio-bajo las que tienen mayor riesgo de caer en una situación de pobreza. Dichas mujeres suelen tener unos estudios mínimos, o una formación poco adaptada a las exigencias del mercado actual (falta de reciclaje profesional). Esto tiene como consecuencia la baja movilidad laboral, obligándolas a permanecer en empleos poco satisfactorios, personal y económicamente, y de bajo reconocimiento social, como es el caso del servicio doméstico y la atención a enfermos y ancianos: “He nacido en un pueblo… y me he venido a Madrid y he empezado a trabajar en empleada de hogar porque me daban vivienda, bueno pues yo luego me he casado, me he separado, he seguido trabajando en esto y he luchado y siempre he vivido con esto” (Angelines); o bien este otro testimonio:“Antes de separarme ya trabajaba en la universidad americana y luego pues de asistenta, es lo único que he podido hacer (…). El trabajo está mal. Una de las dificultades para cambiar de trabajo es la edad… ya lo ves, 35 años: jóvenes; 36 ya eres una carroza, entonces…. Si, la edad es muy fundamental. Ahora la gente está mucho más preparada, quieren gente más joven…” (María)

• Cargas familiares: Ser mujer y cabeza de familia no suele facilitar la consecución de

un empleo en el mercado laboral normalizado. Tener hijos a su cargo suele ser un aspecto valorado negativamente en los procesos de selección de personal:“Cuando hacía las entrevistas, todo iba bien, hasta que decía que tenía dos hijos a mi cargo. Entonces, el entrevistador me decía “ya te llamaremos”. Probablemente, si hubiera sido hombre no se le hubiera cambiado el gesto. En las empresas, si eres mujer y tienes hijos, se piensan que vas a faltar al trabajo” (Celia).

11 En la intervención esta mujer se refiere al régimen especial de la seguridad social al que se acogen las empleadas de hogar. El nivel de prestaciones difiere en gran medida del régimen general.

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Problemas de Vivienda

La política actual de viviendas da por supuesto que todo el mundo está en condiciones de acceder a un régimen de tenencia en propiedad. En España, la opción del alquiler se considera una excentricidad, una elección que requiere de una explicación por oposición a la propiedad que es “lo natural”. Sin embargo esta situación tan “antinatural” es una de las pocas opciones que les quedan a la mayor parte de las familias monoparentales femeninas con bajos recursos:“La ilusión de mi vida sería un piso, claro, pero un piso mío propio” (María); “Yo cuando me casé el alquiler era caro, pero no tan caro como ahora. Nos casamos de piso de alquiler con muebles, éramos dos personas trabajando y no nos proporcionaba ningún problema” (Pilar)

En las condiciones actuales por las que atraviesa el mercado de la vivienda en España, ¿quién puede comprar? La mayoría de las unidades familiares con dos o más personas asalariadas pueden lanzarse a hacerlo, pero en muy pocos casos se puede adquirir una vivienda cuando sólo hay una persona con ingresos o ninguna: “No tengo vivienda propia porque no tengo nómina. Porque si pago 70.000 pesetas de alquiler, puedo pagar perfectamente para un piso mío propio, con lo cual me llenaría de orgullo pagar esas 70.000 pesetas,[sin embargo, actualmente] lo que me encuentro es horrorizada: todos los meses pago 70.000 pesetas para un piso que no es mío. Para mi es el peor dinero de toda mi vida que yo doy. Porque no lo disfruto. Lo cojo hoy y lo suelto mañana y además no es mío el piso, claro, eso es lo peor que yo llevo” (María). Carecer de un empleo estable, es un obstáculo casi insuperable para poder acceder a una hipoteca o a un régimen de alquiler más estable: “Los contratos de alquiler cuando son privados, que cada año venga el señor dueño de la propiedad y te suba el tanto por ciento al precio libre, y entonces a ti te supone un esfuerzo enorme y tienes una inseguridad”(Alicia). Cuando finalmente las condiciones laborales son algo mejores, la escasez de viviendas sociales sigue forzando a malgastar el dinero que con tanto esfuerzo se ha conseguido, en unos alquileres desorbitados: “Ahora tengo un trabajo estable, pero mi mayor problema sigue siendo: cómo pagar el alquiler. He solicitado varias veces un piso de protección oficial. Al principio me excluyeron por ganar menos del mínimo establecido. No lo entiendo. Y cuando entras en sus baremos, todo depende de un sorteo. No es justo que sea el azar el que determine a quién ayudar. El alquiler del piso se come casi las tres cuartas partes de mi sueldo y con lo que me queda, tengo que arreglármelas. Algo imposible. Dependo de mi familia y de mis amigos, cuando con una simple ayuda para la vivienda sería feliz” (Alicia). En caso de que exista una vivienda familiar, la mujer con hijos pequeños suele permanecer en ella, pero con frecuencia la ex esposa tiene derecho a permanecer en el domicilio conyugal únicamente mientras los hijos o hijas son dependientes. Tan pronto como éstos son mayores y se marchan, ella puede quedarse sin casa, sin que cuente con ninguna prioridad para pasar a ser realojada en una vivienda social. ¿Cuáles son las alternativas para las personas, incluidas muchas mujeres que viven solas, que no tienen ni la posición económica para comprar una vivienda, ni reúnen los requisitos requeridos para acceder a una vivienda social? En la mayoría de los casos la única opción es alquilar por la vía privada y es una mala solución en muchos sentidos; por un lado, en el sector privado es bastante más probable que las viviendas en alquiler a los precios que ellas pueden pagar estén en muy malas condiciones, y, por otro lado los arrendamientos de pisos nuevos se sitúan a niveles francamente inaccesibles para las rentas más modestas:“El funcionamiento de los bancos no lo entiendo, no dan facilidades a la gente que sí puede pagar… porque a mi quien me dice que yo llevo la nómina a un banco ¿y ese es mi aval?, pero si al mes que viene me pueden echar del trabajo y me puedo quedar sin nómina” (María). Todo lo cual, llevaba a algunas personas del grupo a imaginar propuestas innovadoras: “No entiendo por qué no existen residencias para las familias monoparentales, igual que se organizan para los estudiantes” (Mª Angeles). En la visión del problema que tienen las mujeres solas con cargas familiares, estos nuevos modelos de alojamiento alternativo, se hacen necesarios por razones que sólo en parte coinciden con la situación sin hogar que viven otros colectivos de mujeres: “Tres veces he solicitado una vivienda y me la han denegado. Llegué a ocupar una casa durante unos días para denunciar mi situación,

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pero no me sirvió de nada. La única opción que me dio la asistente social fue mandarme a una casa de acogida para mujeres maltratadas” (Alicia) En definitiva, las mujeres tienen una extraordinaria conciencia sobre el problema de la vivienda en España: “Me gustaría que el gobierno daría pisos a mujeres con hijos… que nos darían pisos de bajo alquiler y nada más, con derecho a compra a largos años, pero de momento de alquiler” (María). O al menos si no se pueden obtener viviendas, que se modifiquen las condiciones del régimen de alquileres que hacen extremadamente insegura la posición de los inquilinos: “Lo que para mi es importante es la seguridad… que socialmente lo gobiernos te den seguridad de que no te vengan y en un momento dado te exploten; porque el alquiler libre, ese es el problema… a mí, si me dan esa seguridad ya me doy con un canto en los dientes, para mi eso es la base; luego, propiedad…” (Angelines); “Indiscutiblemente el Estado tiene que proporcionarnos unas viviendas más baratas” (Marivi).

Remitir el problema de la vivienda al mercado libre, entraña múltiples problemas sociales, no sólo económicos. Equivale a dar por sentado que todas las personas cuentan con un trabajo bien remunerado y viven en el seno de familias felices, bien avenidas, en las que los dos miembros del matrimonio tienen ingresos y su relación dura hasta que la muerte los separa. La oferta inmobiliaria que actualmente existe, se dirige esencialmente hacia este tipo de situaciones. Sin embargo, puesto que no todo el mundo se adapta a esos patrones biográficos, el mercado no sólo falla a la hora de ofrecer los alojamientos que muchas situaciones requieren, sino que acaba por marginar a un número creciente de personas que no pueden satisfacer sus necesidades de alojamiento dentro de él, ya que necesitan de unas soluciones residenciales minoritarias y atípicas, muy diferentes de las ofertas existentes para la mayoría de la población, con lo cual su caso pasa a revestir un carácter excepcional, extraordinario y por lo tanto, extraño y marginal. Acceso a los servicios de protección social.

En nuestra sociedad, la monoparentalidad femenina no es vista como un problema que requiera de una atención específica. Los recursos disponibles, además de escasos, están pensados y diseñados para otras realidades personales y familiares muy distintas. Como se apuntaba anteriormente, las políticas sociales adolecen de un importante sesgo de género, primando a la familia nuclear patriarcal.

El acceso de estas mujeres solas a los servicios de protección social es vivido como una experiencia frustrante, tanto por la falta de alternativas que en ellos se les ofrecen, como por la desilusión que sienten ante muchos profesionales que inconscientemente, reproducen los modelos de discriminación de género socialmente predominantes y acaban por estigmatizar y culpabilizar a las mujeres con cargas familiares no compartidas de su propia situación, reprochándoles su falta de responsabilidad y su poca previsión de cara al futuro:“Lo que cuesta es tener que estar demostrando a las personas que están trabajando… estar luchando contra ellas y estar todo el día pidiendo, que son gente que no parece que están ahí. Ellas tienen un sueldo fantástico, que están trabajando para las personas sociales que tenemos menos ingresos y resulta que vas y te dan con la puerta en las narices. Tienes que decirle: -oiga, señora ¿pero para qué está usted? (Angelines); “Cuando fui a los servicios sociales me dijeron que lo que tenía que hacer era poner a trabajar a mi hija que ya tenía 18 años” (Pilar); “Yo tenía 39 años, había acabado el paro y la ayuda familiar, yo no tenía derecho a nada. Fui a los servicios sociales y solicité el IMI12 y qué pasó, que no me lo dieron porque yo tenía mi piso en propiedad y encima estaba cobrando, que no lo estaba cobrando, tenía la pensión de mi ex de 25.000 pelas y entonces, claro, yo dije que era mentira, que yo no estaba cobrando la pensión y me dijeron – pues venda usted el piso para poder comer” (Marivi). Esta experiencia se vuelve doblemente descorazonadora para las extranjeras: “Me dijeron en el Ayuntamiento: vuélvete a tu país” (Sonia)

En muchas ocasiones es evidente la rigidez con que se intenta hacer uso de la oferta de prestaciones disponibles y las dificultades para abrirse a las peculiares circunstancias de cada caso 12 Ingreso madrileño de integración

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particular, tal y como se expresa en el siguiente testimonio, impregnado de la lógica aplastante del sentido común: “El padre de la niña no me ayuda en nada, pero como la reconoció al nacer, tengo que denunciarle para que la Comunidad me facilite la leche infantil. (…) Tengo muchos gastos y sólo pido que me den la comida para mi pequeña, hasta que consiga un trabajo de más horas y tenga dinero para comprarla. En cambio, me ofrecen ayudas absurdas, como las vacaciones para madres solteras en pisos comunes en la playa. ¿Cómo me voy a ir a la playa si lo que necesito es dinero para comer y leche para mi hija?” (Sonia).

En estas condiciones, no es extraño que a muchas mujeres no les compense acudir a estos servicios, y opten por intentar resolver sus problemas al margen de ellos: “Sí que podría ira a otros servicios, pero me cuesta mucho hablar. Me cuesta tanto ir y hablar con ellas que prefiero sacarlo de donde sea” (María). De ahí la importancia de experiencias como la llevada a cabo por esta Asociación que realiza una labor de mediación entre los Servicios Sociales y las mujeres. En resumen, aunque la situación de las familias monoparentales, raramente se agrava hasta el punto de verse viviendo literalmente en la calle, es sin embargo evidente el gran riesgo que corren de encontrarse viviendo en situaciones de pobreza grave e incluso severa. Las familias monoparentales femeninas están encabezadas por madres equilibristas, que caminan por la cuerda floja, tratando de hacer frente a todas sus necesidades económicas, sociales y afectivas sin tener a su alcance los recursos suficientes y sin que el estado de bienestar les coloque una red protectora para aminorar el golpe en caso de caída.

Estamos ante la rueda de la pobreza, la falta de formación lleva a la falta de un buen empleo, del cual no se puede prescindir porque no hay ocasión de hacerse con más y mejores cualificaciones. El salario es bajo, inestable y obtenido tras largas jornadas de trabajo poco gratificante. Este salario insuficiente no permite ahorrar para poder comprar una vivienda, y el dinero trabajosamente conseguido se va como humo en elevados alquileres que además suben anualmente.. Estas mujeres viven, día a día, el riesgo de la calle: cualquier desliz, cualquier nueva pérdida (fundamentalmente de empleo) las acaba por situar directamente en el centro de la población sin hogar española. Conclusiones

Nuestra comprensión de la pobreza extrema sin hogar continúa estando lastrada por el peso de la historia, hasta el punto de que en España todavía continuamos identificándola con el vagabundeo y la vida nómada más o menos próxima a la picaresca. Todo ello se traduce en una invisibilización social y política del sinhogarismo en nuestro país, al convertirlo, simbólicamente al menos, en un hecho marginal y despreciable desde el punto de vista estadístico, social y político.

Si al hecho de encontrarse sin hogar se le añade además la condición de ser mujer, entonces las dificultades para poder « ver » el problema se vuelven enormes, hasta el punto de que por lo general se tiende a afirmar que no existe. Rememorando el slogan de un famoso spot de cognac de los años setenta, podríamos decir que todavía para mucha gente en España, estar sin techo « es cosa de hombres ».

No obstante, la experiencia cotidiana de los responsables de albergues, comedores y centros que atienden a la población sin hogar, muestra una y otra vez que el número de mujeres sin hogar (al igual que ocurre con los jóvenes y los inmigrantes) está creciendo cada vez más. Este hecho es perfectamente consistente con los cambios acelerados que ha experimentado la sociedad española en los últimos veinticinco años: cambios demográficos y de modelos familiares que se

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han traducido en un considerable incremento de las familias monomarentales y de las mujeres solas.

Al tiempo que la familia se reduce, pierde funciones y se debilita como dispositivo básico de protección social, se mantienen aún bastantes aspectos que discriminan fuertemente a la mujer. A pesar de que el progreso en la equiparación de varones y mujeres ha sido enorme, especialmente en el sistema educativo, sin embargo continúan existiendo importantes sesgos sexistas en el recorrido laboral que se ofrece a unos y a otras. La tasa de actividad femenina sigue siendo muy baja, mientras que la tasa de paro es prácticamente el doble que la de los varones. En estas condiciones la adquisición de una vivienda es mucho más difícil para las mujeres, y la precariedad residencial es la nota dominante en todos aquellos núcleos de convivencia encabezados por una mujer de clase trabajadora. Si esto no llega a traducirse en un sinhogarismo literal, es en gran medida por la enorme capacidad de resistencia cotidiana que demuestran estas mujeres para sacar adelante a sus hijos y a ellas mismas.

De todas formas, la situación de dependencia que padece la mujer, la hace mucho más vulnerable desde el punto de vista económico y laboral , tal y como se pone de relieve en las historias vividas por tantas y tantas mujeres víctimas de la violencia y los malos tratos, que quedan literalmente a la intemperie y sin lugar a donde ir cuando la crisis estalla. En España este problema afecta a cientos de miles de mujeres, y sin embargo no se ve reflejado en las cifras de población situacionalmente sin hogar por el hecho de que hasta ahora, la red específica de atención a mujeres maltratadas ha funcionado autónomamente; también porque carecemos de una definición oficial de sinhogarismo, lo que ha impedido que puedan ser clasificadas como personas sin hogar. Eso explica que las cifras extraídas de la red de atención a personas sin hogar sigan hablando de una proporción de mujeres relativamente baja, que oscila alrededor de un 13%, puesto que la mayor parte de mujeres temporalmente desplazadas de su vivienda, no llega a tener contacto con esta red de atención y por tanto no aparecen contabilizadas como población sin hogar.

A la minimización del problema del sinhogarismo femenino contribuye también el hecho

de que por tradición histórica, las instituciones destinadas a atender a la gente sin hogar, no han sido diseñadas para intervenir con mujeres y niños, lo que se traduce en unas dificultades añadidas para que las mujeres puedan acceder a los servicios que en ellas se ofrecen.

Marginadas al interior de los que ya están marginados, nuestra convicción es que las

mujeres sin hogar no harán sino crecer en número y en importancia durante los próximos años. Esperemos por tanto que se abra paso entre nosotros una mayor sensibilidad social y política, que haga que la investigación social y las estadísticas oficiales al respecto puedan hacerse más abundantes, precisas y modernas, de manera que el problema deje de estar oculto para pasar a ser reconocido y abordado en sus justas dimensiones.

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ANEXO. Tablas Cambios demográficos

Tabla 1.- Esperanza de vida al nacer

Años Ambos sexos Mujeres Hombres

1.920 41,15 42,05 40,26 1.930 49,97 51,6 48,38 1.940 50,1 53,24 47,12 1.950 62,1 64,32 59,81 1.960 69,85 72,16 67,4 1.970 72,36 75,06 69,57 1.975 73,34 76,19 70,4 1.980 75,62 78,61 72,52 1.985 76,52 79,69 73,27 1.990 76,94 80,49 73,4 1.991 76,66 80,58 73,36 1.992 76,71 80,73 73,35 1.993 76,76 80,88 73,32 1.994 76,81 81,03 73,28 1.995 76,84 81,18 73,24 1.996 77,01 81,32 73,44 1.997 77,17 81,46 73,63

FUENTE: Proyecciones de la población de España calculadas a partir del Censo de Población de 1991. INE

Tabla 2.- Tasas de fecundidad por grupos de edad Grupos de edad 1.991 1.992 1.993 1.994 1.995 1.996 1.997

15-19 11 10,1 9,2 8,3 7,8 7,5 7,9 20-24 45,9 41,9 36,8 31,9 28,2 25,9 25 25-29 98,7 97,5 93 85,4 80,3 76,7 73,4 30-34 77,4 80,2 80,8 83,7 83,7 86 89,7 35-39 27,5 28,6 29,1 30 31,1 32,7 35,3 40-44 5,7 5,6 5,3 5,2 5,1 5,2 5,6 45-49 0,4 0,3 0,3 0,3 0,3 0,2 0,2

Tasa Global de Fecundidad 15-49 40,4 40,1 38,6 36,75 35,89 35,7 36,2

Número medio de hijas/os por mujer 1,33 1,32 1,27 1,21 1,18 1,17 1,18 FUENTE: Movimiento Natural de la Población. INE

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Población española

-2000000 -1500000 -1000000 -500000 0 500000 1000000 1500000 2000000

0-4

10 a 14

20 a 24

30a 34

40 a 44

50 a 54

60 a 64

70 a 74

80 a 84

90 a 94

MujeresVarones

Elaboración propia. Fuente : INE. Estimaciones intercensales de población. 2000.

Tabla 3.- Familias monoparentales según grupos de edad de la persona de referencia

Ambos sexos Mujeres Hombres Absoluto % Mujeres Absoluto % Absoluto % Menores de 45 años 169,3 95,92 162,4 66,26 6,9 31,8 De 45 a 59 años 92,4 85,71 79,2 32,31 13,2 60,83 De 60 y más años 5,2 67,31 3,5 1,43 1,6 7,37 Total 266,9 91,83 245,1 100 21,7 100 Nota: Los datos inferiores a 5 deben ser tomados con precaución, pues están afectados por fuertes errores de muestreo. FUENTE: Instituto de la Mujer. Explotación específica de la Encuesta de Población Activa, IV Trimestre, 1999. INE

Tabla 4.- Familias monoparentales según estado civil de la persona de referencia Ambos sexos Mujeres Hombres Absolutos % Mujeres Absolutos % Absolutos % Casadas/os 25,5 97,65 24,9 10,16 0,6 2,76 Solteras/os 13,5 84,44 11,4 4,65 2,1 9,68 Viudas/os 69,8 86,25 60,2 24,56 9,6 44,24 Separadas/os 158,1 93,99 148,6 60,63 9,4 43,32 Total 266,9 91,83 245,1 100 21,7 100 Nota: Los datos inferiores a 5 deben ser tomados con precaución, pues estan afectados por fuertes errores de muestreo. FUENTE: Instituto de la Mujer. Explotación específica de la Encuesta de Población Activa, IV Trimestre, 1999. INE

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Tabla 5.- Familias monoparentales según la actividad económica de la persona de referencia

Ambos sexos Mujeres Hombres Absolutos % Mujeres Absolutos % Absolutos % Activas/os 208,5 91,37 190,5 77,72 18,1 83,41 Ocupadas/os 169,3 90,84 153,8 90,85 15,6 9,15 Paradas/os 39,2 93,62 36,7 93,62 2,5 6,38 Inactivas/os 58,3 93,65 54,6 22,28 3,7 17,05 Total 266,9 91,83 245,1 100 21,7 100 Nota: Los datos inferiores a 5 deben ser tomados con precaución, pues estan afectados por fuertes errores de muestreo. FUENTE: Instituto de la Mujer. Explotación específica de la Encuesta de Población Activa, IV Trimestre, 1999. INE

Tabla 6.- Familias monoparentales según nº de hijas/os de la persona de referencia Ambos sexos Mujeres Hombres Absolutos % Muj Absolutos % Absolutos % 1 Hija/o 178,1 90,62 161,4 65,85 16,8 77,42 2 Hijas/os 74,6 94,91 70,8 28,89 3,7 17,05 3 Hijas /os 9,9 89,9 8,9 3,63 1,1 5,07 4 Hijas/os 3,2 93,75 3 1,22 0,2 0,92 5 Hijas/os 0,8 100 0,8 0,33 0 - 6 Hijas/os y más 0,2 100 0,2 0,08 0 - Total 266,9 91,83 245,1 100 21,7 100 Nota: Los datos inferiores a 5 deben ser tomados con precaución, pues estan afectados por fuertes errores de muestreo FUENTE: Instituto de la Mujer. Explotación específica de la Encuesta de Población Activa, IV Trimestre, 1999. INE

Tabla 7.- Tiempo dedicado al trabajo doméstico por tipo de actividad y sexo 1993 1996

Ambos sexos Mujeres Hombres

Ambos sexos Mujeres Hombres

Trabajo de la casa 2 h 42' 4 h 46' 0 h 28' 2 h 34' 4 h 24' 0 h 37' Mantenimiento 0 h 35' 0 h 29' 0 h 43' 0 h 38' 0 h 28' 0 h 49' Cuidado de la familia 1 h 14' 1 h 42' 0 h 43' 1 h 17' 1 h 40' 0 h 53' Compras 0 h 35' 0 h 47' 0 h 21' 0 h 39' 0 h 50' 0 h 26' Servicios 0 h 14' 0 h 17' 0 h 16' 0 h 17' 0 h 14' 0 h 20' Total 5 h 20' 7 h 58' 2 h 30' 5 h 25' 7 h 35' 3 h 5' FUENTE: Encuesta sobre "Usos del tiempo" del Instituto de la Mujer

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Tabla 8.- Tiempo dedicado al trabajo remunerado por tipo de actividad y sexo 1993 1996

Ambos sexos Mujeres Hombres

Ambos sexos Mujeres Hombres

Traslado lugar de trabajo 0 h 14' 0 h 11' 0 h 17' 0 h 8' 0 h 5' 0 h 10' Viajes de trabajo 0 h 10' 0 h 4' 0 h 16' 0 h 9' 0 h 4' 0 h 14' Trabajo en ocupación más importante 1 h 41' 0 h 46' 2 h 42' 1 h 56' 1 h 13' 2 h 41' Trabajo en ocupación diferente a la más importante 0 h 4' 0 h 1' 0 h 7' 0 h 3' 0 h 2' 0 h 4' Total 2 h 9' 1 h 1' 3 h 22' 2 h 15' 1 h 23' 3 h 10' FUENTE: Encuesta sobre "Usos del tiempo" del Instituto de la Mujer

Tabla 10.- Tiempo dedicado a las necesidades personales por tipo de actividad y sexo

1993 1996

Ambos sexos Mujeres Hombres

Ambos sexos Mujeres Hombres

Descansar 7 h 45' 7 h 41' 7 h 49' 7 h 59' 7 h 52' 8 h 7' Aseo personal 0 h 46' 0 h 49' 0 h 44' 0 h 49' 0 h 50' 0 h 47' Comer 1 h 32' 1 h 27' 1 h 38' 1 h 32' 1 h 26' 1 h 37' Reposo por enfermedad 0 h 17' 0 h 11' 0 h 23' 0 h 20' 0 h 20' 0 h 20'

Total 10 h 21' 10 h 8' 10 h 35' 10 h 40' 10 h 35' 10 h 52'

FUENTE: Encuesta sobre "Usos del tiempo" del Instituto de la Mujer

Tabla 9.- Tiempo dedicado a la educación por tipo de actividad y sexo

1993 1996

Ambos sexos Mujeres Hombres

Ambos sexos Mujeres Hombres

Asistencia a cursos relacionados con la profesión 0 h 4' 0 h 2' 0 h 7' 0 h 4' 0 h 1' 0 h 6' Clases de estudios académicos u oposiciones 0 h 19' 0 h 20' 0 h 5' 0 h 4' 0 h 5' 0 h 6' Lectura de temas relacionados con la profesión 0 h 4' 0 h 3' 0 h 6' 0 h 5' 0 h 5' 0 h 6' Lectura o estudio relacionados con la educación académica u oposiciones 0 h 13' 0 h 10' 0 h 15' 0 h 5' 0 h 5' 0 h 6' Cursos de enseñanza no reglada y no relacinada con la profesión ejercida 0 h 4' 0 h 4' 0 h 4' 0 h 2' 0 h 2' 0 h 3' Total 0 h 44' 0 h 37' 0 h 52' 0 h 22' 0 h 18' 0 h 26' FUENTE: Encuesta sobre "Usos del tiempo" del Instituto de la Mujer

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Tabla 11.- Tiempo dedicado al ocio por tipo de actividad y sexo

1993 1996

Ambos sexos Mujeres Hombres

Ambos sexos Mujeres Hombres

Deportes 0 h 9' 0 h 6' 0 h 13' 0 h 13' 0 h 7' 0 h 20' Entretenimiento 5 h 37' 5 h 19' 5 h 56' 6 h 9' 5 h 47' 6 h 33' Relaciones Sociales 2 h 4' 1 h 52' 2 h 17' 2 h 17' 2 h 8' 2 h 28' Lectura no profesional ni de estudios 0 h 40' 0 h 35' 0 h 45' 0 h 37' 0 h 33' 0 h 42' Viajes de placer y turismo 0 h 7' 0 h 8' 0 h 6' 0 h 13' 0 h 13' 0 h 13' Total 8 h 37' 8 h 0' 9 h 16' 9 h 30' 8 h 47' 10 h 15' FUENTE: Encuesta sobre "Usos del tiempo" del Instituto de la Mujer

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Trabajo

Tabla 12.- Tasas de actividad por sexo

Ambos sexos Mujeres Hombres

1993 49 34,8 64,3 1994 49 35,6 63,3 1995 49 36,2 62,7 1996 49,6 37 63,1 1997 49,8 37,6 63 1998 50 37,8 63,2 1999* 50,69 39,11 63,27 *: Datos del IV Trimestre. FUENTE: Encuesta de la Población Activa. INE

Tabla 13.-Tasas de actividad en la UE por sexo

Ambos sexos Mujeres Hombres Diferencia

Unión Europea 55,5 (1) 45,9 (1) 65,8 (1) 19,9 Bélgica 50,9 41,7 60,6 18,9 Dinamarca 65,1 59,4 71,1 11,7 Alemania 57,7 48,4 67,6 19,2 Grecia 50,9 38,7 64,1 25,4 España 49,3 37,1 62,4 25,3 Francia 55,5 48,6 63 14,4 Irlanda - - - - Italia 47,4 34,8 61,1 26,3 Luxemburgo 51,4 38,5 64,6 26,1 Países Bajos 61,7 51,5 72,2 20,7 Austria 58,8 49,3 69,3 20 Portugal 60,8 52,1 70,5 18,4 Finlandia 60,3 55,1 65,8 10,7 Suecia 60,2 55 65,6 10,6 Reino Unido 61,6 53,2 70,5 17,3 (1) Se ha calculado con datos referidos a la UE excepto Irlanda. Nota:Datos provisionales referidos a 1998 FUENTE: Instituto de la Mujer a partir de datos del Anuario de Estadísticas Laborales, 1998. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales

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Tabla 14.-Tasas de actividad por estado civil y sexo

Ambos sexos Mujeres Hombres Solteras/os 59,4 54,7 63,6 Casadas/os 51,2 37 65,4 Viudas/os 7,8 7,2 10,4 Separadas/os y divorciadas/os 73,3 73,7 72,6 Total 50,7 39,1 63,3 FUENTE: Instituto de la Mujer a partir de datos de la Encuesta de Población Activa, IV Trimestre de 1999. INE

Tabla 15.-Tasas de actividad por CCAA y sexo

Ambos sexos Mujeres Varones Diferencia Andalucía 49,87 37,52 63,07 25,55 Aragón 48,77 35,1 62,7 27,6 Asturias (Principado de) 42,62 32,85 53,58 20,73 Baleares (Islas) 54,22 43,75 65,55 21,8 Canarias 53,29 41,52 65,89 24,37 Cantabria 44,4 30,45 60,19 29,74 Castilla y León 47,27 35,5 59,92 24,42 Castilla La Mancha 47,68 32,38 63,5 31,12 Cataluña 52,64 42,3 64,07 21,77 Comunidad Valenciana 52,22 40,77 64,79 24,02 Extremadura 48,76 35,49 63,1 27,61 Galicia 48,88 39,36 59,55 20,19 Madrid (Comunidad de) 53,53 42,12 66 23,88 Murcia (Región de) 51,97 38,62 66,14 27,52 Navarra (Comunidad Foral de) 49,83 37,67 62,62 24,95 País Vasco 51,68 41,51 62,68 21,17 Rioja (La) 48,6 33,72 64,35 30,63 Ceuta y Melilla 51,7 36,17 69,87 33,7 Total 50,69 39,11 63,27 24,16 FUENTE: Elaboración propia a partir de datos de la Encuesta de Población Activa, IV Trimestre 1999. INE

Tabla 16.-Tasas de actividad por estudios terminados y sexo

ANALFABETAS SIN ESTUDIOS PRIMARIOS MEDIOS* F. PROF.

SUP UNI. 1er CICLO

UNI. 2º CICLO

MUJERES 5,4 11,7 24,8 51 79,9 69,4 83,9 HOMBRES 14,3 28,3 57,4 72,8 86 72,3 83,9 AMBOS SEXOS 7,9 18,6 40,3 62,1 83,4 70,4 83,5 * Incluye formación profesional de primer grado FUENTE: Encuesta de Población Activa. IV Trimestre 1999. INE

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Tabla 17.-Tasas de ocupación por CCAA y sexo

Ambos sexos Mujeres Hombres Diferencia

Andalucía 36,48 23,38 50,55 27,17 Aragón 44,82 30,36 59,56 29,2 Asturias (Principado de) 34,85 24,07 46,94 22,87 Baleares (Islas) 50,16 39,22 62 22,78 Canarias 45,76 32,8 59,63 26,83 Cantabria 37,82 23,49 54,03 30,54 Castilla y León 40,38 26,97 54,8 27,83 Castilla La Mancha 40,71 24,25 57,71 33,46 Cataluña 47,34 36,28 59,57 23,29 Comunidad Valenciana 45,24 32,53 59,19 26,66 Extremadura 36,94 22,72 52,29 29,57 Galicia 41,01 30,38 52,93 22,55 Madrid (Comunidad de) 46,99 35,01 60,07 25,06 Murcia (Región de) 45,12 31,41 59,66 28,25 Navarra (Comunidad Foral de) 46,27 32,87 60,36 27,49 País Vasco 44,63 32,84 57,4 24,56 Rioja (La) 44,28 28,73 60,73 32 Ceuta y Melilla 38,2 22,47 56,6 34,13 Total 42,87 30,35 56,47 26,12 FUENTE: Elaboración propia a partir de datos de la Encuesta de Población Activa, IV Trimestre 1999. INE

Tabla 18.-Tasas de ocupación por estudios terminados y sexo

Ambos sexos Mujeres Hombres

Analfabetas/os y sin estudios 13,2 7,84 21,48 Primarios 34,57 19,52 51,14 Secundarios o medios (excepto téc-prof medios) 50,53 36,55 63,84 Técnico profesionales (grados medio y sup.) 65,84 54,65 75,71 Universitarios 67,45 62,61 72,62 Total 42,87 30,35 56,47 FUENTE: Elaboración propia a partir de datos de la Encuesta de Población Activa, IV Trimestre 1999. INE

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Tabla 19.-Tasas de ocupación en la UE por sexo

Ambos sexos Mujeres Hombres Diferencia

Unión Europea 49,8 (1) 40,4 (1) 59,9 (1) 19,5 Bélgica 46,1 36,8 56 19,2 Dinamarca 61,8 55,6 68,3 12,7 Alemania 52 43,4 61,3 17,9 Grecia 45 31,9 59 27,1 España 40 27,2 53,7 26,5 Francia 48,8 41,7 56,5 14,8 Irlanda - - - - Italia 41,7 29,1 55,3 26,2 Luxemburgo 49,9 36,9 63,3 26,4 Países Bajos 59 48,5 69,8 21,3 Austria 55,6 46,6 65,5 18,9 Portugal 58 49,1 67,9 18,8 Finlandia 52,3 47,6 57,4 9,8 Suecia 54,8 50,6 59,2 8,6 Reino Unido 57,8 50,4 65,7 15,3 * Datos provisionales (1)Se ha calculado con datos referidos a la UE excepto Irlanda FUENTE: Elaboración propia a partir de datos del Anuario de Estadísticas Laborales, 1998. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales

Tabla 20.-Tasas de paro por sexo

Ambos sexos Mujeres Hombres 1993 22,7 29,2 19 1994 24,2 31,4 19,8 1995 22,9 30,6 18,2 1996 22,2 29,6 17,6 1997 20,08 28,3 16 1998 18,8 26,6 13,8 1999* 15,4 22,4 10,8 *Datos del IV Trimestre

FUENTE: Encuesta de Población Activa. INE

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Tabla 21.-Tasas de paro por CCAA y sexo

Ambos sexos Mujeres Hombres Diferencia

Andalucía 26,81 37,68 19,86 17,82 Aragón 8,1 13,5 5,02 8,48 Asturias (Principado de) 18,24 26,73 13,39 13,34 Baleares (Islas) 7,48 10,35 5,42 4,93 Canarias 14,13 21 9,5 11,5 Cantabria 14,83 22,86 10,23 12,63 Castilla y León 14,58 24,04 8,55 15,49 Castilla La Mancha 14,63 25,09 9,11 15,98 Cataluña 10,06 14,24 7,01 7,23 Comunidad Valenciana 13,36 20,21 8,64 11,57 Extremadura 24,25 35,98 17,12 18,86 Galicia 16,1 22,83 11,12 11,71 Madrid (Comunidad de) 12,22 16,87 8,98 7,89 Murcia (Región de) 13,19 18,67 9,79 8,88 Navarra (Comunidad Foral de) 7,15 12,75 3,61 9,14 País Vasco 13,63 20,89 8,43 12,46 Rioja (La) 8,89 14,79 5,62 9,17 Ceuta y Melilla 26,11 37,87 18,99 18,88 Total 15,4 22,4 10,8 11,6 FUENTE: Elaboración propia a partir de datos de la Encuesta de Población Activa, IV Trimestre 1999. INE

Tabla 22.-Tasas de paro por edad y sexo

Ambos sexos Mujeres Hombres

de 16 a 19 37,7 45,3 32 de 20 a 24 26 33,5 19,6 de 25 a 29 19,7 25,6 14,6 de 30 a 34 15,4 23,6 9,2 de 35 a 39 13,4 20,9 8 de 40 a 44 11,3 17,2 7,1 de 45 a 49 9,7 15,3 6,5 de 50 a 54 9,2 14,1 7 de 55 a 59 11,3 13,3 10,5 de 60 a 64 8,2 8,9 7,9 de 65 a 69 1,5 4,5 0 de 70 y más 0,4 0 0,6 Total 15,4 22,4 10,8 FUENTE: Elaboración propia a partir de datos de la Encuesta de Población Activa, IV Trimestre 1999. INE

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Tabla 23.-Tasas de paro por estado civil y sexo

Ambos sexos Mujeres Hombres

Casadas/os 11,1 19,2 6,5 No Casadas/os 21,7 26 18 Tasa de paro 15,4 22,4 10,8 FUENTE: Elaboración propia a partir de datos de la Encuesta de Población Activa, IV Trimestre 1999. INE

Tabla 24.-Tasas de paro por sector de actividad y sexo

Ambos sexos Mujeres Hombres

Agricultura 17,59 28,16 12,92 Industria 7,02 11,67 5,47 Construcción 11,06 19,84 10,57 Servicios 9,12 11,98 6,28 Total 15,4 22,4 10,8 Nota: Por sector económico sólo se clasifican las personas paradas que han trabajado en los últimos tres años y en el total se incluyen a los parados que buscan su primer empleo o han dejado su último empleo hace 3 o más años.

FUENTE: Elaboración propia a partir de la Encuesta de Población Activa, IV Trimestre 1999. INE

Tabla 25.-Tasas de paro en la UE por sexo

Ambos sexos Mujeres Hombres Diferencia

Unión Europea 10,2 (1) 11,9 (1) 8,9 (1) -3 Bélgica 9,3 11,7 7,6 -4,1 Dinamarca 5,1 6,4 3,9 -2,5 Alemania 9,8 10,4 9,3 -1,1 Grecia 11,7 17,5 7,9 -9,6 España 18,9 26,6 13,9 -12,7 Francia 12,1 14,1 10,4 -3,7 Irlanda - - - - Italia 12 16,3 9,4 -6,9 Luxemburgo 2,8 4,2 1,9 -2,3 Países Bajos 4,4 5,8 3,4 -2,4 Austria 5,5 5,6 5,5 -0,1 Portugal 4,7 5,8 3,8 -2 Finlandia 13,2 13,6 12,9 -0,7 Suecia 8,9 8 9,7 1,7 Reino Unido 6,2 5,4 6,9 1,5 Nota: Datos provisionales referidos a 1998. (1) Se ha calculado con datos referidos a la UE excepto Irlanda FUENTE: Elaboración propia a partir de datos del Anuario de Estadísticas Laborales, 1998. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales

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Tabla 26.-Beneficiarias/os de prestaciones por clase de prestación y sexo Ambos sexos Mujeres Hombres Absolutos % Absolutos % Absolutos % Nivel contributivo 439,2 52,3 189,3 51,6 249,5 52,75 Nivel Asistencial 400,8 47,7 177,3 48,4 223,5 47,25 Total 840 100 366,6 100 473 100 *: Media de enero a noviembre de 1999

Nota: Datos en miles FUENTE: Boletin de Estadísticas Laborales 1999. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales

Tabla 27.- Salario medio anual por CCAA y sexo

Ambos sexos Mujeres Hombres

Razón Muj/homb.

Andalucía 1.687.422 1.307.920 1.894.944 69,02 Aragón 2.130.396 1.575.577 2.446.096 64,41 Asturias (Principado de) 2.103.939 1.630.644 2.342.038 69,63 Baleares (Islas) 1.860.705 1.457.515 2.150.216 67,78 Canarias 1.841.141 1.560.632 2.019.592 77,27 Cantabria 2.080.341 1.622.577 2.311.776 70,19 Castilla La Mancha 1.757.327 1.429.953 1.916.186 74,62 Castilla y León 2.033.546 1.618.213 2.246.688 72,03 Cataluña 2.284.846 1.754.821 2.650.444 66,21 Extremadura 1.484.016 1.266.300 1.590.837 79,6 Galicia 1.919.869 1.620.578 2.075.945 78,06 Madrid (Comunidad de) 2.702.589 2.115.070 3.082.496 68,62 Murcia (Región de) 1.628.646 1.200.391 1.882.530 63,76 Rioja (La) 1.998.245 1.568.569 2.249.374 69,73 Comunidad Valenciana 1.826.800 1.403.899 2.072.978 67,72 Territorio de régimen fiscal común 2.054.817 1.621.156 2.311.757 70,13 Nota: En la fuente se ha eliminado Navarra y el País Vasco por no disponer de los datos completos. FUENTE: Elaboración propia a partir de datos de Empleo, Salarios y Pensiones en las Fuentes Tributarias en 1996. Instituto de Estudios Fiscales.

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Tabla 28.- Pensión media anual por CCAA y sexo

1996 Ambos sexos Mujeres Hombres Razón Muj/Hom. Andalucía 1.011.103 852.840 1.149.887 74,17 Aragón 1.102.109 884.050 1.275.156 69,33 Asturias (Principado de) 1.338.398 918.947 1.698.777 54,09 Baleares (Islas) 995.656 832.870 1.172.809 71,01 Canarias 1.059.817 886.233 1.207.060 73,42 Cantabria 1.147.154 900.050 1.385.595 64,96 Castilla La Mancha 988.990 850.200 1.080.582 78,68 Castilla y León 1.061.357 885.363 1.201.179 73,71 Cataluña 1.121.944 891.528 1.365.232 65,3 Extremadura 904.480 810.323 973.902 83,2 Galicia 944.344 821.485 1.082.962 75,86 Madrid (Comunidad de) 1.307.847 1.028.073 1.584.503 64,88 Murcia (Región de) 1.050.927 882.888 1.204.784 73,28 Rioja (La) 1.022.798 857.703 1.155.358 74,24 Comunidad Valenciana 997.993 831.137 1.157.096 71,83 Territorio de régimen fiscal común 1.080.887 883.826 1.263.793 69,93 Nota: En la fuente se ha eliminado Navarra y el País Vasco por no disponer de los datos completos. FUENTE: Elaboración propia a partir de datos de Empleo, Salarios y Pensiones en las Fuentes Tributarias, Institutode Estudios Fiscales

Tabla 29.-Ganancia media por trabajador/a y mes, sector de actividad, categoría profesional y sexo

Total Empleadas/os Obreras/os Razón

Mujeres/Hombres

Hombres Mujeres Hombres Mujeres Hombres Mujeres Empleadas/os Obreras/os Industria 227.018 164.584 321.401 205.473 190.479 134.916 0,64 0,71 Construccion 175.272 160.279 271.540 164.215 153.918 125.172 0,6 0,81 Servicios 205.451 155.376 257.453 175.522 137.649 111.416 0,68 0,81 Todos los sectores 208.561 158.829 275.598 180.838 164.376 123.684 0,66 0,75 NOTA: Ganancia media por trabajador/a y mes, pagos ordinarios en jornada normal y extraordinaria FUENTE: Encuesta de Salarios en la Industria y los Servicios. IV Trimestre 1998. INE

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EDUCACIÓN

Tabla 30.- Población de 16 y más años por sexo y estudios terminados Ambos Sexos Mujeres Hombres

Absolutos % Muj Absolutos % Absolutos %

Analfabetas/os 1.003,30 71,64 718,8 4,22 284,5 1,81 Sin estudios 4.668,80 58,36 2.724,70 16 1.944,10 12,4 Estudios primarios 9.527,10 52,43 4.994,60 29,3 4.532,50 28,9 Estudios secundarios o medios 12.159,00 49,12 5.972,50 35 6.186,50 39,4 Técnico-Profesionales superiores* 1.579,20 42,24 667 3,91 912,2 5,81 Universitarios primer ciclo 1.878,60 57,04 1.071,60 6,29 807 5,14 Universitarios segundo ciclo 1.845,90 46,45 857,4 5,03 988,5 6,29 Universitarios Tercer ciclo (Doctorado) 49,9 37,68 18,8 0,11 31,1 0,2 Otros 40,3 58,56 23,6 0,14 16,7 0,11 Total 32.752,10 52,1 17.049,00 100 15.703,10 100 * FPII ( y equivalentes academicamente) y Módulos-Ciclos Formativos de Grado Superior de FP y de las enseñanzas de Artes Plásticas y Diseño. Hasta la publicación del cuarto trimestre de 1.992 se denominan "Formación Profesional Segundo Grado" Nota: Datos en miles. FUENTE: Instituto de la Mujer, a partir de datos de la Encuesta de Población Activa, IVTrimestre 1999. INE

Tabla 31.- Alumnado universitario matriculado por sexo y área de conocimiento

Ambos sexos Mujeres Hombres % Muj

Humanidades 156.482 99.929 56.553 63,86 CC. Sociales y Jurídicas 810.750 491.147 319.603 60,58 CC. Experimentales 129.634 69.258 60.376 53,43 CC. de la Salud 114.957 81.398 33.559 70,81 Técnicas 358.765 93.464 265.301 26,05 Todas las titulaciones 1.570.588 835.196 735.392 53,18 FUENTE: Elaboración propia a partir de datos de la Estadística de la Enseñanza Superior en España 1997/1998. INE

Tabla 32.- Alumnado que terminó los estudios universitarios por sexo y área de conocimiento

Curso 1996/97

Ambos sexos Mujeres Hombres % Muj Humanidades 17.577 11.985 5.592 68,19 CC. Sociales y Jurídicas 108.547 69.551 38.996 64,07 CC. Experimentales y de la salud 32.813 21.797 11.016 66,43 Técnicas 30.260 7.828 22.432 25,87 Todas las titulaciones 189.194 111.161 78.033 58,76 FUENTE: Elaboración propia a partir de datos de la Estadística de la Enseñanza Superior en España 1997/1998. INE

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Tabla 33.- Profesorado según nivel educativo y sexo A. sexos Mujeres Hombres % Muj Ed. Infantil/Preescolar 43.341 41.243 2.098 95,16 Ed. Primaria (Exclusivamente). 106.147 73.572 32.575 69,31 Ambos Niveles 9.313 7.120 2.193 76,45 E.S.O./8º E.G.B. (Exclusivamente) 33.877 17.487 16.390 51,62 E.Primaria y E.S.O./8º E.G.B. 52.430 31.449 20.981 59,98 Bachilleratos (Exclusivamente) 38.850 20.188 18.662 51,96 Programas de FP (Exclusivamente) 27.622 11.679 15.943 42,28 E.S.O./8º E.G.B. y Bachillerato/FP 78.831 38.535 40.296 48,88 Educación Especial Específica 4.593 3.401 1.192 74,05 Otras Posibilidades 12.947 7.982 4.965 61,65 Universidad 86.362 28.146 58.216 32,59 Total General 494.313 280.802 213.511 56,81 FUENTE: Elaboración propia a partir de datos de la Oficina de Planificación Estadística 1996/97, MEC y de la Estadística de la Enseñanza Superior en España 1996-97, INE

Tabla 34.- Profesorado universitario por categoría y sexo Ambos sexos Mujeres Hombres Absolutos % Muj Absolutos % Absolutos % Catedráticas/os y Agregadas/os 9.587 13,79 1.322 4,38 8.265 13,55 Profesoras/es titulares 36.984 35,47 13.120 43,47 23.864 39,13 Asociadas/os 32.650 32,71 10.680 35,39 21.970 36,02 Ayundantes 5.518 47,19 2.604 8,63 2.914 4,78 Eméritas/os 398 12,81 51 0,17 347 0,57 Maestras/os de taller 351 30,77 108 0,36 243 0,4 Profesoras/es visitantes 595 26,05 155 0,51 440 0,72 Otras/os y no consta 5.085 42,1 2.141 7,09 2.944 4,83 Total 91.168 33,1 30.181 100 60.987 100 FUENTE: Elaboración propia a partir de datos de la Estadística de la Enseñanza Superior en España, 1997-98. INE

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