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Itinéraires institut universitaire graduate institute d’études du développement of development studies iuédgenève Movimientos sociales, género y alternativas populares en Latinoamérica y El Caribe Isabel RAUBER Notes et travaux n o 77 Sculpture en céramique et photos de Claude Albana Presset, Rivière, 2004.

Movimientos sociales, género y alternativas populares en Latinoamérica y El Caribe

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Un nuevo mundo a partir de una perspectiva igualitaria entre el génerofemenino y el masculino, debe tener como respaldo un grupo constituidopor nosotras/os mismas/os, capaz de evaluar nuestra comprensión delmundo y ayudarnos a dar nuevos pasos en el claroscuro de nuestrahistoria

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Itinéraires

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Movimientos sociales,género y alternativas popularesen Latinoamérica y El Caribe

Isabel RAUBER

Notes et travaux no 77

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ITINÉRAIRES Notes et Travaux

nº 77

Movimientos sociales, género y alternativas populares

en Latinoamérica y El Caribe

Isabel RAUBER

© IUED, novembre 2005

CHF 12.–

INSTITUT UNIVERSITAIRE D’ÉTUDES DU DÉVELOPPEMENT

Service des publications Case postale 136 – CH-1211 GENÈVE 21

http://www.iued.unige.ch – [email protected]

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Las ideas expresadas en la colección “Itinerarios” no corresponden necesariamente a las ideas del Instituto universitario de estudios del desarrollo (IUED).

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Movimientos sociales, género y alternativas populares

en Latinoamérica y El Caribe

Isabel Rauber

Un nuevo mundo a partir de una perspectiva igualitaria entre el género femenino y el masculino, debe tener como respaldo un grupo constituido

por nosotras/os mismas/os, capaz de evaluar nuestra comprensión del mundo y ayudarnos a dar nuevos pasos en el claroscuro de nuestra

historia.

Ivone Gebara

Índice

La problemática................................................................................................................................................... 1 Lucha por la igualdad de géneros en los movimientos sociales .................................................................... 16 Aportes de la perspectiva de género en la construcción de alternativas populares..................................... 21 Reflexiones generales a modo de conclusiones ............................................................................................... 28 Bibliografía empleada....................................................................................................................................... 35

LA PROBLEMÁTICA

En América latina, en el período de implantación del modelo neoliberal con la consiguiente aplicación de sus “planes estructurales de ajuste”, se han desatado importantes jornadas de resistencia a tales políticas, protagonizadas en lo fundamental, por actores sociales que confluyeron en la formación de novedosos, numerosos y diversos movimientos sociales.1 Entre ellos: Los sin tierra de Brasil, los indígenas de Chiapas, de Ecuador, de

1 Los movimientos sociales tienen características diversas: a) pueden expresar a organizaciones y actores sociales pertenecientes a un mismo sector social, por ejemplo, trabajadores, indígenas, campesinos, desplazados internos, sin techo, etc.; b) pueden articular a actores sociales e individuales en torno a una problemática intersectorial, como por ejemplo: la lucha por la paz en Colombia, la defensa del Amazonas, o la soberanía alimentaria, etc.; c) pueden constituirse para responder a un tema o problema puntual, coyuntural: ayuda a damnificados por inundaciones, por terremotos, contra actos represivos, contra gobiernos corruptos, etc. Como su nombre lo indica, su génesis y sus modos de existencia varían, ya que se definen marcados por las identidades, experiencias, dinámicas y problemáticas que enfrentan los actores sociales que le dan cuerpo en cada momento histórico-concreto. Generalmente no cuentan con estructuras internas, pero -si las tienen-, estas son flexibles, abiertas. Por lo general, carecen de estatutos, afiliaciones formales… En realidad, son la expresión de una identificación colectiva respecto al tratamiento y enfrentamiento de un tema, de una problemática, o de la situación de un sector social.

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Bolivia… las asambleas barriales de Buenos Aires, los desocupados y jubilados de Argentina, los cocaleros del Chapare, los movimientos barriales de República Dominicana, Colombia, Brasil y México… A la cabeza de las resistencias y las luchas, ellos espejan en sus actos la realidad en la que los ha situado el sistema. En todos ellos las mujeres resultan protagonistas fundamentales.

Nuevos actores y actoras sociales, junto a los tradicionales, han participado de un modo u otro en revueltas populares, ocurridas espontáneamente (acumulación social mediante) o impulsadas por movimientos sociales que lograron articularse entre sí. Las experiencias de los últimos 15 años resultan particularmente elocuentes al respecto: Chiapas, Brasil, Ecuador, Argentina, Bolivia…

Estos procesos estimularon el debate entre los actores sociales (nuevos y viejos) acerca de la posibilidad de cambiar la realidad en que viven, acerca del sentido y el alcance de tales cambios (proyecto alternativo), y acerca de quiénes serían los sujetos que lo llevarían adelante. Simultáneamente se replantearon reflexiones acerca de la problemática del poder, cómo se constituye, cuáles son los mecanismos de su producción y reproducción, cómo se transforma y por qué medios. A tono con ello, la búsqueda de respuestas a una interrogante subordinada: ¿el poder se toma o se construye?

Se entiende el poder, en primer lugar como una relación social, o mejor dicho, como un modo de articulación de un conjunto de relaciones sociales que interactúan de un modo concreto en cada sociedad.2 Estas relaciones no se reducen a la esfera del poder político, se

Podrían intentarse otras clasificaciones; esta busca dar cuenta, por un lado, de la diversidad de orígenes de los movimientos sociales, de la variedad de actores y sectores sociales que se nuclean y movilizan alrededor de unos y otros. Por otro lado, marca la diferencia entre los actuales y los anteriores movimientos sociales, organizados por pertenecer a una misma clase, sector social o profesional y, en algunos casos, por género o etnia: movimiento obrero, movimiento estudiantil, movimiento campesino, movimiento de mujeres, etcétera.

Los nuevos movimientos tienen entre sus rasgos predominantes el no haber nacido por decisión de algún partido de izquierda (como sí lo fueron antaño los movimientos campesinos, de mujeres, barriales, etc.). No se encuentran subordinados a ellos, ni crecen a su amparo. Hay excepciones, como en todo, pero no son ellas la que marcan la tónica de las nuevas realidades.

En virtud de ello, y por los propios orígenes de su nacimiento y conformación, no se ubican tampoco en relación de subordinación respecto de la clase obrera y su “misión histórica”; no se plantean tomar el poder para cambiar la sociedad. Reconociéndose autónomos, en su desarrollo, los movimientos sociales han ido madurando y planteando –aunque en dimensiones y ritmos diferenciados entre los diversos actores que los integran-, la necesidad de profundizar la democratización de la sociedad con un sentido integral, y avanzar hacia su transformación. Se ubican a sí mismos como protagonistas plenos de las luchas por esas transformaciones, compartiendo el protagonismo con otros actores y movimientos sociales y políticos, en la construcción desde abajo del poder propio y –junto con él- de la nueva sociedad ansiada. 2 El punto de partida de esta mirada entiende que el Poder resume una determinada relación social de fuerzas (políticas, económicas, culturales, ideológicas), a favor de una clase o sector de clase que resulta hegemónica. Se constituye como síntesis político-social de las relaciones sociales levantadas a partir de la oposición estructural capital-trabajo, que instaura desde los cimientos mismos el carácter de clase de las interrelaciones entre ellos, de las luchas por la hegemonía y la dominación, y de las luchas de resistencia y oposición a ello. Esto conforma en cada momento una determinada correlación de fuerzas (de clase) que actúa en toda la sociedad. Esta relación hegemónica dominante y de dominación se expresa concentradamente –sobre la base de una múltiple e intrincada madeja cultural, ideológica, jurídica y política que atraviesa todo-, en la

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asientan en las relaciones económicas establecidas por el dominio del capital, que se reafirman y reproducen a través de un complejo sistema sociocultural que define un determinado modo de vida. Todo ello se resume y condensa como poder dominante, poder que produce y reproduce una compleja trama social, económica, política y cultural, interarticulada a través de la vida cotidiana.3

El modo de articulación sociocultural que reafirma, impone y recrea el tipo de poder dominante fue definido por Gramsci como hegemonía, concepto que hoy cobra peculiar significación práctica en el proceso de disputa con el poder, y de construcción de poder propio (contra-hegemonía popular) desde abajo.

La construcción de poder propio se asume, desde esta perspectiva, como parte del necesario proceso de de-construcción de la ideología y las culturas dominantes y de dominación, que es simultáneamente un proceso de construcción de nuevas formas de saberes, de capacidades organizativas y de decisión y gobierno de lo propio en el campo popular. Son nuevas formas que constituyen modos de empoderamiento local-territoriales, bases de la creación y creciente acumulación de un nuevo tipo de poder participativo-consciente –no enajenado- desde abajo, de desarrollo de las conciencias, de las culturas sumergidas y oprimidas, con múltiples y entrelazadas formas encaminadas a la transformación global de la sociedad.

Esto supone construir desde abajo la hegemonía política, ideológica y cultural acerca de la nueva sociedad que se desea, simultáneamente que se la va diseñando y construyendo (a la hegemonía y a la nueva sociedad) desde ahora, en cada espacio. Postergar la lucha por la superación de la enajenación humana y el inicio de los cambios necesarios para lograrla para después de la toma del poder, empaña y aleja la posibilidad de liberación en vez de contribuir a ella. Y esto implica un cambio radical en la lógica de las luchas sociales, en la construcción de la conciencia política, de la organización, del poder propio y, también, respecto al sujeto social y político de las transformaciones.

constitución de un determinado tipo de poder político y su aparato estatal. El Estado, entonces, es solo una parte del poder político, y del Poder (de la relación de poder de la clase del capital sobre la del trabajo y –a partir de allí- sobre toda la sociedad).

Esto habla también de la necesidad política de atender a los diferentes modos de producción de la hegemonía dominante y de dominación y, a la vez, a los diversos modos posibles de construcción de contra-hegemonía popular. El punto se anuda, entre variadas aristas, con la batalla cultural político-ideológica por la hegemonía que, en nuestro caso implica, a la vez que la deconstrucción de la hegemonía de dominación, la construcción de una hegemonía propia (contra-hegemonía). 3 Las relaciones de poder parten del interior del funcionamiento del capital para inundar –a través de las relaciones mercantiles- todas las relaciones sociales, familiares, culturales, etc. Esto resulta muy marcado en la actualidad cuando “…la transformación de lo social en mercancía acentúa las relaciones de poder en todos los sectores de la vida colectiva. En otras palabras, la imposición de la ley del valor refuerza las relaciones de poder.” [Houtart 2004:2]

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De conjunto, esto conforma una nueva estrategia de transformación social, de poder, de liberación, estrategia que –para diferenciar de la que apostaba todo a la toma del poder- identifico como de construcción de poder desde abajo.4

Entre los conceptos claves de esta concepción estratégica, ubico los de: articulación,

construcción y proceso, junto a los de multidimensionalidad, multilateralidad, diversidad, pluralismo, democracia radical participativa. En esta perspectiva, las propuestas están siempre abiertas, es decir, en construcción y desarrollo permanente, acorde tanto al desarrollo de los actores-sujetos involucrados en el proceso como a las modificaciones de las condiciones histórico-sociales del país, la región y el mundo en cada momento.

Construcción y articulación resultan conceptos nodales, pues indican un modo de interrogar la realidad, de entenderla y, a la vez, de posicionarse para intervenir en ella para transformarla y construir en todos los terrenos, tanto en el ámbito social como al interior de la organización reivindicativo-social o de aquellas estrictamente políticas. Tienen un sentido y una importancia estratégica fundamental dado que apuntan a la recomposición del todo social, desaparecido hoy tras su atomización y fracturación profundas ocasionadas por el desarrollo desenfrenado de la producción destructiva (irracional) del sistema del capital.

El camino de la construcción de poder desde abajo constituye una mirada integral radical del proceso de transformación social, que solo puede ser tal si es -a la vez y en todas sus múltiples y yuxtapuestas dimensiones-, un proceso de apropiación del mismo por parte de cada uno de los actores sociales que lo protagoniza (como grupo y como individuo). La construcción entrelazada a la articulación abre pistas para tender puentes para construir redes y nodos articuladores -en lo social, en lo político, en lo sociopolítico, en lo económico-social, en lo cultural-, entre los sectores sociales, sus problemáticas y sus expresiones organizativas, entre lo político y lo reivindicativo, entre lo cotidiano y lo trascendente, entre lo local y lo nacional, entre lo micro y lo macro, entre el territorio barrial y la ciudad, entre los excluidos y los incluidos, entre las formas de inclusión y exclusión, entre lo nacional y lo internacional.5

4 La autoctonía y genuinidad de este concepto, le confieren la virtud de lo nuevo, ya que son fruto de la experiencia de resistencia, lucha y construcción de los movimientos sociales y políticos latinoamericanos a lo largo del siglo XX, sobre todo en los últimos 30 años. Pero rescata también otras miradas y experiencias que desde mucho antes consideraban la transformación social como un proceso de cambios y construcción permanente, particularmente, en lo relativo al poder.

Me refiero, en primer lugar, a los planteamientos de Carlos Marx, y también a los de Rosa Luxemburgo, quien tanto combatió al interior de las filas de la izquierda a favor de la democracia revolucionaria, subrayando la importancia de la experiencia concreta de la clase obrera en las luchas como camino para la formación de la conciencia política. Acelerarlo todo para tomar el poder, era crear una situación revolucionaria artificial, como artificiales serían los cambios que de ello se desprenderían. ¡Cuánto no habría que repasar hoy aquellas polémicas y reflexiones! Sin olvidar al infaltable Antonio Gramsci y su pertinente preocupación por la construcción de las fuerzas contra-hegemónicas revolucionarias, entendiendo que esto supone, en primer lugar, la construcción de autonomía y hegemonía propias. 5 La expresión desde abajo no alude a una ubicación geométrica, a lo que está situado abajo, si bien indica ciertamente un posicionamiento político-social desde donde se produce la construcción, colocando en un lugar central, protagónico, a la participación de “los de abajo”. Construir desde abajo indica ante todo una

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Entre los ejes principales de esta nueva concepción estratégica que señalan su presencia y definen su esencia, señalaría los siguientes:

-El poder propio se construye desde abajo, simultáneamente con la deconstrucción del poder (y la hegemonía) de las clases y los sectores dominantes.

-El sujeto (social, político, histórico) del cambio se autoconstituye como tal en el proceso mismo de la transformación.

-La democracia participativa es una característica sine qua non de la transformación y de la nueva sociedad. Su núcleo articula la participación desde abajo del pueblo organizado, el pluralismo (la aceptación de las diferencias y los diferentes), y la horizontalidad.

-El sentido primero y último de la transformación social es la liberación, la superación de la enajenación, y no la competencia con el capitalismo.

-Supone un reposicionamiento de la política, lo político, y el poder por parte del conjunto de actores sociales, políticos, y el pueblo todo. Concibe el proceso de transformación como un proceso simultáneo de participación, apropiación y empoderamiento colectivo, a partir de promover el protagonismo de cada uno de los actores sociales.

-Se apoya en la concepción de equidad de géneros, y la desarrolla para profundizar radicalmente la crítica al poder dominante y de dominación, tanto en el sentido de su deconstrucción social, histórica y cultural, como en lo que hace a su transformación-construcción.

-Se basa en una lógica diferente de articulación de las luchas sociales, los actores-sujetos, la organización política, la conciencia y el poder: se plantea superar la sociedad capitalista transformándola desde su interior en la misma medida en que va construyendo la nueva sociedad. Junto con ello, en ese proceso, van (auto)construyéndose también los sujetos que la diseñarán y lucharán por hacerla realidad en sus construcciones cotidianas, disputando hegemonía y poder a los sectores dominantes, construyendo y acumulando poder y hegemonía propios en dirección al rumbo estratégico definido colectivamente.

-El proyecto estratégico alternativo sintetiza el rumbo estratégico y, a la vez, por ello, es el eslabón que articula, cohesiona e imprime un sentido revolucionario cuestionador-transformador a las resistencias, las luchas sectoriales y las propuestas reivindicativas proyectándolas hacia la nueva civilización humana, la civilización socialista de nuevo tipo.

concepción –y una lógica- acerca del poder del capital y del contrapoder popular, acerca de cómo contrarrestar, destruir y transformar el primero, y cómo construir el poder propio. Es por eso que dicha lógica resulta necesaria estratégicamente, independientemente del lugar desde el cual se piensen y realicen las transformaciones: en la superestructura política, o en una comunidad, desde un puesto de gobierno o en la cuadra de un barrio.

Construir y transformar desde abajo no implica negarse a construir en ámbitos que podrían ubicarse “arriba”. La ubicación y el rol organizativo institucional que se ocupe en el proceso de transformación puede estar arriba, abajo, o en el medio; construir desde abajo indica siempre y todo momento y posición un camino lógico-metodológico acerca de cómo hacerlo y una apuesta práctica a su realización.

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-Construcción de proyecto, de poder y (auto)constitución de actores sociales en sujetos de la transformación resultan estructuralmente interdependientes e interconstituyentes, cuyo eje vital se condensa sin duda en los actores-sujetos, en su capacidad (y posibilidad) para desarrollarse y (auto)constituirse en sujeto popular y, por tanto, en su capacidad para definir proyecto, construir poder, y –a la vez- dotarse de las formas orgánicas que el proceso de transformación vaya reclamando.

La transición nace en las entrañas mismas del capital

La propuesta de transformación de la sociedad [Poder] desde abajo, coloca en primer lugar la noción de proceso como camino y medio de la construcción estratégica alternativa, y se anuda directamente a la revalorización del concepto de transición.

Sobre esta base, supone:

1. No dejar las tareas propias de la transformación de la sociedad para después de la toma del poder político; construir lo nuevo desde ahora en proceso autocrítico permanente.

2. Ir más allá de la lógica del funcionamiento metabólico social del capital, construyendo lo nuevo (la nueva sociedad, el nuevo poder, el nuevo ser humano) desde abajo, desde la raíz y desde adentro del sistema del capital. Esto conforma un proceso de transición caracterizado por las dinámicas de la disputa permanente entre dos lógicas: la del capital y la de lo nuevo que se construye colectivamente en las resistencias y las luchas de los pueblos (que a su vez supone procesos internos yuxtapuestos, caracterizados por la de-construcción y auto-despojo de la sobrevivencia interior de la hegemonía de la lógica del capital).

Es por ello que la propuesta de transformación social a partir de la construcción de poder propio desde abajo reclama pensar la transición como característica central del proceso de transformación social. En él, la disputa por la hegemonía se expresa a través del “conflicto entre lógicas –capitalista y anticapitalista- que operan efectivamente en el seno mismo del mundo capitalista realmente existente (...)” [Amín 1997: 291], construyendo y acumulando contrahegemonía, conciencia, organización y poder en el proceso de luchas populares. Ello tipifica lo que identifico como proceso de transición al socialismo en el siglo XXI.

Dicho proceso nace en las entrañas mismas del capital, pero no “de” ellas, es decir, no se produce espontáneamente (de modo “natural”) ni por acumulación de reformas parciales. La construcción de una lógica propia, y la conformación de un proceso social articulado y orientado a la superación del sistema del capital, requiere de la voluntad organizada y la participación consciente de todos los actores sociales, en primer lugar, porque su actividad cuestionadora y transformadora hace al proceso mismo y, en segundo, porque el socialismo que vendrá no existe como tal prediseñado en lugar alguno, habrá de ser diseñado y construido con la participación creativa de todo el pueblo constituido en sujeto. De ahí que la democracia participativa sea uno de los pilares constitutivos de los que será el nuevo socialismo.

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De ahí el contenido y alcance revolucionarios de la concepción que plantea construir el (nuevo) poder, la nueva sociedad, desde abajo: no hay un después en cuanto a tareas, enfoques y actitudes se refiere; lo nuevo se va gestando y construyendo desde ahora, parcialmente, en balbuceos, en cada resistencia y lucha enfrentada al capital, y se desarrolla y profundiza en todo el proceso de transformación de modo permanente, antes y después de conquistar el poder político.

Lejos de ser el centro de la transformación social, el poder político es uno de sus instrumentos. Centrar la discusión en la antinómica interrogante acerca de si el poder se toma o se construye, es empobrecer el pensamiento, achicar los horizontes, tornar gris el arco iris, y podar las alas de las voluntades de quienes luchan y construyen inspirados en la posibilidad de concretar los sueños de un mañana diferente.

Sin embargo, entre los movimientos sociales y políticos del continente, las posiciones se han complejizado y polarizado, entre otros factores, por la supervivencia del pensamiento dogmático en sectores del campo político e intelectual de la izquierda latinoamericana, que mantienen todavía influencias significativas sobre el conjunto militante.6 Estos han aferrado su acción política a la “toma del poder”, y la han contrapuesto a la de muchos movimientos sociales que apuntan a transformar la sociedad en proceso contradictorio de construcción y deconstrucción permanente de poder, conciencia, organización, cultura. Y esta contraposición actúa como barrera que bloquea las capacidades para re-conocer la realidad social compleja y diversa, mestiza y multifacética de hoy, para pensar y actuar a partir de ella, junto a la reflexión y re-apropiación crítica de las experiencias del socialismo predominante en el siglo XX.

La presencia de dicha barrera es particularmente notoria en lo que hace al debate acerca del sujeto (o los sujetos) de las transformaciones, que no puede circunscribirse hoy –antes tampoco, en América Latina- a la clase obrera y sus problemáticas sectoriales.

A primera vista pudiera parecer que los movimientos sociales sustituirían el protagonismo que otrora tuviera la clase obrera, y que -por tanto-, personifican a los nuevos sujetos de la transformación. Pero ellos son, por un lado, expresiones sociales de la fragmentación, atomización y ramificaciones de la clase obrera producidas por la globalización neoliberal del capital y de su poder destructivo en la esfera productiva y también, por tanto, en la producción y reproducción de la vida social y natural de los seres humanos. Por otro lado, son la resultante del agravamiento extremo de la contradicción capital-trabajo y de las contradicciones (“secundarias”) a ella directamente articuladas. Su existencia se relaciona también, por tanto, con las nuevas contradicciones sociales.

Como señala François Houtart, el neoliberalismo globalizado actual “(…) ha significado un enorme avance de la subordinación formal, lo que se ha convertido en la causa de la

6 Considero dogmático no solo al pensamiento que se aferra a dogmas, sino también al que supone que existe -en algún lugar-, una teoría científica acabada sobre la sociedad, a la que obligatoriamente hay que referir los estudios, puesto que (supuestamente) ella reúne toda la verdad posible. O creer -a la usanza del “marxismo soviético”-, que lo que uno no conoce no existe, no es verdad (no es marxista).

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emergencia de nuevas luchas (campesinos sin tierra, pobres urbanos, inmigrantes, indocumentados, luchas por salvaguardar los servicios públicos, la defensa del medio ambiente, la oposición a la dominación del capitalismo financiero), y también de nuevas formas que han tomado luchas ya seculares (…). Treinta años de ofensiva contra el trabajo y contra el Estado, con el fin de crear nuevas condiciones para la acumulación del capital, diez años de neoliberalismo triunfante después de la caída del socialismo real, han creado evidentemente nuevas condiciones para las luchas sociales.” [Houtart 2003-a] Ellas encuentran ahora nuevas dimensiones y aristas de existencia y expresión, remodelando la compleja urdimbre de las relaciones sociales.

Ciertamente, la clase ha modificado drásticamente su composición y conductas clásicas, ha dejado de ser la protagonista primera y central de las luchas sociales y políticas, y no pocas veces desempeña en ellas un papel conservador. Los nuevos actores surgidos en las últimas décadas, junto con la clase obrera tal y como ella existe hoy, resultan todos sujetos potenciales de los cambios sociales, con pleno derecho y capacidad.

Esto anuncia el desarrollo simultáneo de un proceso de conformación de un sujeto plural, colectivo y diverso, de luchadores, pensadores y constructores de la sociedad futura en la que desean vivir. La posibilidad actual de (auto)conformación de ese sujeto sociotransformador está en dependencia de la capacidad de los actores sociales para re-articularse a través de diversos procesos de maduración colectiva, de modo tal que puedan ir conformando un actor múltiple (interarticulado), conciente de sus fines sociohistóricos, capaz de identificarlos, definirlos y trazarse vías (y métodos) para alcanzarlos, actor que -en tal situación- denomino “sujeto popular”.7

Ya no es posible pensar (ni aceptar) la supuesta existencia de varios tipos de sujetos de la transformación subordinados entre ellos: El “sujeto histórico”: la clase obrera; el “sujeto social”: el pueblo, los aliados de la clase, el campesinado, los estudiantes, los sectores medios…; el “sujeto político”: el partido político (de la clase). Consiguientemente no puede admitirse como obvia la supuesta necesidad de construir la cadena orgánico-política de subordinaciones jerárquicamente constituidas de arriba para abajo: partido-clase-pueblo.

La noción de pueblo difundida en los años sesenta y setenta tendió a borrar las diferencias entre los sectores sociales que lo componían, imaginando una homogeneidad realmente inexistente. Hoy se trata de replantearse la existencia del sujeto de la transformación social entendiéndolo como uno, en el sentido de su existencia, organización y protagonismo, sin subordinaciones ni gradaciones entre un supuesto tipo (nivel más conciente) de sujeto y otros. Se trata de un sujeto que es uno y a la vez múltiple, es decir, heterogéneo, diverso y -por tanto- articulado. Así lo van evidenciando las tendencias concretas hacia la construcción de articulaciones locales, regionales, continentales y mundiales que poco a poco van conformándose entre diversos actores sociales en los distintos escenarios del

7 Ver Rauber 2004-a: 55-57.

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continente y el mundo. Todos reclaman para sí el derecho de hacer política, y actúan claramente en ese terreno de modo directo o indirecto.

A tono con ello –junto a muchas otras variadas razones-, hoy es equivocado pensar las alternativas circunscribiendo la política y lo político a la acción de los partidos “de vanguardia”, a la usanza de la dinámica política que caracterizó los años sesenta y setenta. Resulta fundamental renovar las miradas y las reflexiones de los procesos sociotransformadores, sus perspectivas, los alcances de la acción política y sus actores, la relación entre partidos de izquierda y movimientos sociales populares. El camino de la acción política resulta de la articulación encadenada de luchas reivindicativas políticas, sectoriales e intersectoriales, además de las de clase obrera estrictamente.

Todo esto tiene relación directa con la elaboración de propuestas alternativas, con las prácticas que las van construyendo y los pensamientos que reflexionan críticamente sobre ellas y las orientan. En este empeño, por su articulación radical y transversal con los ejes planteados, lo referente a la temática de género destaca particularmente.

Género, un concepto de significación múltiple

En la definición, interpretación y empleo del concepto existen diferencias, ambivalencias y no pocas veces significaciones opuestas. Por ejemplo, las que emplean algunas agencias “de desarrollo” regenteadas desde el Norte, las que predominan en el ambiente académico cientificista [Lima Costa 2002: 203-206], y las que lo hacen en los ámbitos sociales y políticos.

Quizá por ello algunas feministas como, por ejemplo, la periodista Margarita Cordero, de República Dominicana, rechacen el empleo del concepto género argumentando que su uso tiene “(…) una explicación a la medida de todos los problemas,” por lo que –según ella-, “(…) entorpece más que ayuda a la construcción de un pensamiento democrático.” [Cordero 2002: 2]

Pero sumarse al reclazo indiscriminado del concepto género por sus múltiples empleos y significaciones, empobrece la perspectiva transformadora acumulada y construida por el feminismo consecuente a nivel mundial. El desafío es una y otra vez retomar su contenido deconstructor-cuestionador integral de las relaciones sociales asimétricas de poder establecidas entre hombres y mujeres en detrimento de estas, y también entre mujeres de distinta clase, raza, nacionalidad... Comprender que “la categoría género se construye tanto social como relacionalmente”. [Lima Costa 2002: 206]

Actualizar su contenido, significación y alcances transformadores en cada una de las realidades del continente es el mayor aporte –académico, social, político y cultural- que podemos intentar hacer las y los feministas que compartimos esta visión de género, articulándonos a los movimientos sociales, a sus labores de formación política, a sus búsquedas y construcciones inacabadas de propuestas alternativas.

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-¿Oriundo del Norte?

Algunos rechazos se refieren al origen del concepto en los países del Norte, pretendiendo negar por ello su correspondencia con las realidades de las mujeres del Sur, sin embargo, esta afirmación no se corresponde plenamente con los hechos. Habría que conocer en detalle microscópico la historia del mundo entero para poder afirmar con certeza dónde se empleó por primera vez el concepto (no solo dónde se escribió y publicó), y en qué momento. Ello no es factible por ahora, por tal razón, puede aceptarse el planteamiento de quienes afirman que su formulación proviene del Norte, pero ciertamente, como muy bien expone Lima Costa [2002], desde hace más de un siglo muchos aspectos estaban ya siendo abordados –aunque con otros términos- por movimientos de mujeres de África y Latinoamérica.

-¿Sustituto de “mujer”?

Hablar hoy de problemática de género, de enfoques de género, de perspectiva de género, etc., resulta cada vez más frecuente entre los movimientos de mujeres o feministas, también en los movimientos sociales campesinos, de trabajadores, así como en algunas ramas de la investigación y la enseñanza sociológica y política. Pese a lo elaborado del concepto en el ámbito de especialistas, no existe una comprensión ni un criterio unificado acerca de lo que se quiere decir con género. Se lo emplea –sobre todo en los movimientos sociales- como sinónimo (y sustituto) de “mujer”. Así, las anteriores “Secretarías de la mujer” se han convertido en las actuales “Secretarías de género”, con lo cual, como señala Lima Costa [Op. Cit.: 207] se vuelva a hacer invisible a las mujeres. De ahí que –pese al empleo generalizado del concepto-, sea menester explicitar cada vez el contenido y los referentes teórico-prácticos desde los que se sostiene una posición determinada.

-¿Sinónimo de “sexo”?

Resulta frecuente también que sexo y género sean interpretados como sinónimos, sobre todo en culturas de origen hispánico, en las cuales, desde el lenguaje, el "género" femenino corresponde al sexo femenino, a la hembra, a la mujer, y el "género" masculino al sexo masculino, al macho, al varón. Para puntualizar nexos y diferencias, de un modo sintético vale decir que: "El género es la forma social que adopta cada sexo, toda vez que se le adjudican connotaciones específicas de valores, funciones y normas, o lo que se llama también, no muy felizmente, roles sociales." [Aquino, 1992, p. 67]

Esto significa que la conformación del género, entonces, no está fatalmente encadenada a lo biológico, sino a lo cultural, a lo social. La creación histórico-cultural social de estereotipos de género desde la concepción patriarcal-machista a partir de la cual se define la identidad

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(el ser) de cada sexo, hace que las características y diferenciaciones de cada sexo (lo biológico) contengan una alta asimetría discriminatoria en perjuicio de las mujeres.8

Las diferencias biológicas entre los sexos se confunden (mezclándose en una), con las construcciones socio-culturales de valores y significaciones que se adjudiquen a lo masculino y a lo femenino en cada momento histórico. "(...) esta relación se plantea como natural, cuando el género se asimila e iguala al sexo, al pretender que las diferencias entre la mujer y el hombre son estrictamente de carácter biológico, y por esa vía se rodea de un aura de naturalidad e inevitabilidad (...). En el actual sistema sexo-género con dominación masculina, la diferencia biológica oculta la generación social del género y es base de un sistema opresivo. // Se cree, de esta forma, que la subordinación de la mujer es natural porque se asienta en el hecho, también natural, de la inferioridad femenina." [Sojo 1992: 67]

Un concepto bisagra entre lo público y lo privado

Por esta vía, "(...) lo público se valora como resultado de las interacciones sociales, mientras que lo doméstico (lugar de la individualidad y lo personal) se aísla de lo político y se rodea de un halo de naturalidad. Ello, relacionado con el establecimiento de un sistema sexo-género con dominio masculino, implica que el espacio doméstico, como campo de la mujer se naturaliza y se aísla de la política, se vive como adecuado a presuntas características femeninas, también de índole natural, considerando la utilización de la biología como dispositivo del poder." [Idem: 69-70]

Con el desarrollo de la humanidad, el mundo o esfera pública quedó cada vez más separado de la esfera privada y con ello también los roles atribuidos a cada género al interior de la familia. A consecuencia de una secular (incluso puede decirse milenaria) acumulación cultural de experiencia y saberes, los hombres adquirieron mayores habilidades para la vida social y pública, la política y las guerras, la economía y el poder (del Estado, de las empresas, de la esposa, de la familia y de los hijos [¿patria potestad?]). Las mujeres adquirieron mayores habilidades para entenderse con el cuidado de la casa y la crianza de los hijos, debiendo contentarse supuestamente con dar placer a los maridos o amantes, con el cultivo de labores manuales y, rara vez, de las artes y las letras. Es decir, se tornaron expertas en hacer todo aquello que necesitaban los hombres para sentirse cómodos, compensados y complacidos, para dedicarse de lleno a su vida pública y privada. En esa división-discriminación de roles, el saber también le fue prohibido, hasta hace poco –más o

8 Por ejemplo, para los difundidos estereotipos patriarcal-machistas, ser mujer se equipara con tener sensibilidad y ternura, dejarse llevar por la emoción, la pasividad, la sumisión, la intuición, en definitiva, por lo irracional subjetivo y misterioso. Correlativamente, ser hombre se identifica con tener valor, fuerza y poder, y esto con lo racional, con la capacidad para actuar fría y decididamente, pensar científicamente, etc. Estos estereotipos, entre muchos otros, definen identidades y capacidades de cada sexo, y expresan la base socio-cultural de las asimetrías sociales en las relaciones entre los sexos sobre las que se asienta la subordinación jerárquica de la mujer al hombre. Se alimenta así la confusión entre género y sexo, entre lo socio-cultural y lo biológico.

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menos un siglo-, a las mujeres. Hace poco más de dos siglos las mujeres inclinadas a las ciencias y la sabiduría, si pertenecían a familias vinculadas a la iglesia, tuvieron que internarse en conventos para desarrollar sus aspiraciones intelectuales. Allí se dedicaron a estudiar, aprendieron y desarrollaron sus conocimientos, pero a costa de la castración de otras necesidades igualmente humanas de su ser.

Con la reiteración secular de semejante asignación de roles, el mundo de lo privado se fue cargando de un doble sentido: para los hombres, era un ámbito donde podían hacer y deshacer a su antojo ya que, para ellos, “privado” quiere decir que es de “su propiedad”. Para las mujeres, por el contrario, como lo acota María Antonieta Saa, el mundo privado significó, más que algo íntimo y propio, un mundo "privado de" libertad, de saber, de desarrollo pleno como seres humanos.9

El mundo de lo público, predominantemente masculino y autoritario, dueño de la producción, del saber, de la política y del poder, necesita y crea –a través de la conjugación de diversos mecanismos económicos, sociales, culturales-, un mundo privado subordinado a sus necesidades, una de las cuales es mantener, reproducir, y ampliar dicha subordinación. Es decir, garantizar la producción y reproducción de las relaciones de subordinación entre ambos mundos y entre los hombres y las mujeres que los integran. Pese a los mitos que alimentan el imaginario de que la mujer es la “reina del hogar”, la que ejerce el poder desde atrás del telón, etcétera… la realidad es que la mujer se encuentra en relación de desventaja en los ámbitos público y privado. Quizá por ello, hoy todos los ámbitos están en situación de disputa de poderes y derechos entre hombres y mujeres.

Veamos un ejemplo acerca de la situación de las mujeres en la Cuba actual: “El transformar la condición de subordinación a la que estaba relegada la mujer y llevarla fuera del espacio doméstico, al que estaba confinada históricamente, convirtiéndola no solo en objeto de las transformaciones sociales, sino también en sujeto de ellas mismas, fue un importante objetivo del Proyecto Social de la Revolución Cubana.” [Vasallo 2002: 19] Sin embargo, como acota la autora unas páginas más adelante, “A pesar de los avances y logros de las mujeres en estas últimas cuatro décadas, se mantiene una importante contradicción: ha avanzado considerablemente en la conquista del ámbito público y en el ejercicio de derechos fundamentales, pero sigue siendo la protagonista principal del ámbito privado. Tiene aún la máxima responsabilidad en la reproducción de la fuerza de trabajo y es aquí donde con más rigor se ha sentido la crisis económica que nos afecta y que en Cuba se ha dado en llamar Período Especial.” [Vasallo 2002: 23]

9 "(...) si analizamos un poco el concepto de `mundo de lo privado', quiere decir: privado de. En el fondo, privado de libertad. Es un mundo privado necesario para el desarrollo del 'mundo de lo público'. Así como el mundo público está cruzado por una serie de opresiones y de contradicciones de clase, explotaciones de clase, el mundo de lo privado, de lo doméstico, de la familia, también está organizado jerárquicamente (...)." [Saa 1985.]

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-¿Género o clase?

En la perspectiva que sostengo, el concepto género trasciende el plano estrictamente académico analítico. Su estudio cobra también otros sentidos sociales pues se articula a la búsqueda de la construcción de relaciones sociales de equidad de género, al visibilizar los nexos genealógicos que existen entre las relaciones de subordinación de la mujer al hombre, la producción y reproducción de un tipo de poder (subordinante, discriminante, excluyente y autoritario), y los intereses de una clase determinada: la explotadora, en detrimento de todos los otros seres humanos, particularmente, de las mujeres. En política, esto significa comprometerse con los procesos que buscan transformar y/o remover desde la raíz los pilares últimos de la producción y reproducción social de este tipo de poder (y de sociedad que a él corresponde).

Esto implica rechazar la supuesta neutralidad de la ciencia política que, en algunos casos, no expone sus presupuestos reales de partida o, en otros, aunque lo haga, no logra superar el horizonte abstracto liberal al analizar las relaciones de poder y específicamente, las de género, sin desnudar su carácter explotador discriminatorio, de clase y, junto con ello, su contenido patriarcal-machista construido social, económica, histórica, y culturalmente a través de siglos.

Al analizar el proceso de acumulación originaria de capital, Carlos Marx y Federico Engles, abordan el entrecruzamiento genealógico entre la existencia de la subordinación y discriminación de género y los intereses de determinada clase. Entre sus amplias reflexiones, deseo destacar aquí, la siguiente: “Con la división del trabajo, que lleva implícitas todas estas contradicciones y que descansa, a su vez, sobre la división natural del trabajo en el seno de la familia y en la división de la sociedad en diversas familias opuestas, se da al mismo tiempo, la distribución y, concretamente, la distribución desigual, tanto cuantitativa como cualitativamente, del trabajo y de sus productos; es decir, la propiedad, cuyo primer germen, cuya forma inicial se contiene ya en la familia, donde la mujer y los hijos son los esclavos del marido. La esclavitud, todavía muy rudimentaria, ciertamente, latente ya en la familia, es la primera forma de propiedad, que, por lo demás, ya aquí corresponde perfectamente a la definición de los modernos economistas, según la cual es el derecho a disponer de la fuerza de trabajo de otros. Por lo demás, división del trabajo y propiedad privada son términos idénticos: uno de ellos dice, referido a la actividad, lo mismo que el otro, referido al producto de esta.” [1974: 31. Cursivas en el original. Negritas y subrayado de IR]

Es curioso notar que tales planteamientos quedaron relegados o directamente fueron desconocidos por las corrientes predominantes del marxismo dogmático bajo el prisma reduccionista y mecánico, hicieron de la explotación económica un problema exclusivo de la clase obrera industrial (mal identificada como proletariado), y de la economía un ámbito separado de lo social y lo cultural. La izquierda formada mayoritariamente en este pensamiento hizo de la problemática de la discriminación y explotación familiar y la explotación socioeconómica de las mujeres, una cuestión particular, una “contradicción

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secundaria” del capitalismo. No la relacionó con la problemática de clase, ni la consideró una parte importante (fundamental) de la lucha (de clases) para poner fin a la explotación del hombre por el hombre -según el lenguaje sexista de entonces-, expresión que hoy debe leerse como la aspiración universal al fin de toda explotación de unos seres humanos por otros.

Género y clase se dan la mano, y lejos de contraponerse y excluirse logran desentrañar el contenido del poder patriarcal machista autoritario poniendo al descubierto su genealogía y pertenencia de clase: La de los que detentan el poder basado en la explotación, discriminación, subordinación, opresión y exclusión de los seres humanos en lo económico, político, jurídico, ideológico, religioso, cultural, en los ámbitos social y familiar. Ello se conforma, moldea y se asienta, en primer lugar, en la producción y reproducción de un tipo cultural de relación hombre-mujer en el seno de la familia. Esta relación ha constituido identidades y fijado roles. De ahí que su modificación y transformación radical (desde la raíz) suponga un proceso social complejo interarticulado de múltiples transformaciones y transiciones.

Además de estar al servicio de una determinada clase: la del capital, y específicamente de los hombres de esa clase: los capitalistas, el poder discriminador, explotador y excluyente –para afianzarse como tal- ha necesitado (y necesita) mimetizarse socialmente, invisibilizar su contenido de clase y presentarse como un componente “natural” de la vida social y, en tanto tal, eternizable. Para ello apela a todo su aparato político, ideológico, religioso y cultural, concitando la complicidad (aceptación) –no consciente- de tales prácticas por parte de la amplia mayoría de hombres y mujeres. La generalización socio-cultural de la supuesta superioridad y los privilegios de los hombres de las clases capitalistas –antes artesanos y comerciantes, antes señores feudales, antes esclavistas- como si fueran características naturales propias de todos los hombres, le garantiza al poder autoritario machista del capital, por un lado, invisibilizar su origen, contenido y pertenencia de clase y, por el otro, contribuir a la reproducción de su esencia explotadora, subordinante, discriminante y excluyente de la gran mayoría de los seres humanos.

Con el capitalismo se han perfeccionado y modificado viejos mecanismos y modelos de subordinación de la mujer al hombre. El capital ha acondicionando el funcionamiento de la vida social pública y privada y los roles de hombres y mujeres en ellas, acorde con el funcionamiento del mercado y las necesidades de la compleja producción y reproducción de su hegemonía económica, ideológica, política y cultural. Las consecuencias deshumanizantes que ello acarrea en la vida familiar de millones de pobres despojados de sus trabajos, de sus tierras, de sus casas, de su país, junto a la sobrecarga económica, física y espiritual que ello representa, alcanza niveles insospechados en la época de la globalización neoliberal, en las regiones empobrecidas del planeta, particularmente para las mujeres y los niños. Ellos se ven envueltos en modalidades de violencia, esclavitud o sumisión que habían sido superadas históricamente por la humanidad.

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¿Cabe continuar haciendo estudios de mujeres?

La problemática de género, sus estudios y sus propuestas transformadoras que buscan la equidad en las relaciones de género (y de poder), no pueden considerarse “de mujeres” ni “para mujeres”; sus reflexiones y conclusiones atañen a hombres y mujeres y, por tanto, a la sociedad en su conjunto. Sin embargo, como existe una relación asimétrica de poder entre hombres y mujeres, existen privilegios y espacios a defender por parte de ellos, y oportunidades y espacios a conquistar por parte de ellas. Sería ilusorio pensar que esta relación asimétrica cambiará espontáneamente, y esperar que la igualdad y la justicia para las mujeres llegue a nosotras sin luchar por nuestros derechos.

La experiencia demuestra, por ejemplo, que es errado esperar que nuestra voz sea escuchada si no logramos hacernos escuchar. Como afirma la religiosa y luchadora social brasileña, Pompéa Bernasconi: “Es necesario que nos tornemos competentes, que estudiemos y procuremos participar en los debates, en los diálogos, perdiendo el miedo de hablar, de exponer nuestras ideas, para ocupar nuestro espacio porque, por la propia educación, la mujer quedó siempre en un segundo plano, para los estudios, para la participación en los debates, etcétera. Colocando nuestra forma de hablar y de pensar iremos quebrando ese machismo, asumiendo nuestro lugar.” [En Rauber 1998: 84]

Por ello, en los estudios de género –teniendo presente la interrelación social hombre-mujer que subyace y condiciona todo análisis-, considero importante priorizar el conocimiento de las experiencias de luchas de las mujeres por la equidad, la participación, las oportunidades… en diversos espacios. Somos conscientes de que no es todo el problema, pero se corresponde -de las dos partes- con la más interesada en poner fin a la explotación, subordinación y discriminación existente. Tales reflexiones buscan así, también, contribuir a la maduración crítica y el crecimiento colectivo de las mujeres respecto a su rol en el proceso de transformación social y en la construcción de las alternativas que dicho empeño reclama.

Coincido con Lima Costa, por tanto, cuando relativiza la pertinencia y utilidad transformadora de los estudios sobre masculinidad, sobre todo cuando se desarrollan desarticulados de la perspectiva crítica feminista. “(…) demasiado a menudo el estudio de la masculinidad parece alcanzarse a costa del estudio de las mujeres, con la desafortunada implicación de que los problemas sobre las mujeres han perdido interés o son tan familiares que ya no hay que cuestionarlos más. Además, cuando la investigación presta mayor atención a las preocupaciones del género y a la fragilidad de vínculos entre los varones, tiende a ignorar los fuertes lazos entre masculinidad, poder patriarcal y privilegio.” [Op.

Cit.: 211]

Luchar por nuestros derechos, resistir los embates de la complicidad masculina en todos los ámbitos de nuestro quehacer, y crear a la vez nuestros nuevos modos de ser mujer en el mundo, irá poco a poco modificando los roles, las identidades, las relaciones… Nada puede lograrse por separado de una transformación social mayor. Y aunque será difícil convertir

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el ideal utópico en realidad, para las mujeres es el único camino: la lucha y la construcción de lo nuevo que será, en gran medida, engendrado y parido por nosotras. Nos anima la convicción de que los hombres se irán sumando poco a poco, ganando conciencia acerca de la importancia de luchar por la equidad de género para construir un mundo diferente y justo. Esto supone nuevos modos de ser mujer y de ser hombre, que se irán conformando en la medida que vayamos conquistando espacios y transformándolos, demostrando que no se trata de una lucha contra ellos -para desplazarlos y ocupar su lugar, invirtiendo la relación de poder-, sino a favor de la liberación de todas y todos.

Esta afirmación tal vez no resulte muy académica para algunos porque no existen hechos tangibles en que la respalden, pero es racional. Y somos optimistas porque al igual que el gran sabio de la dialéctica, confiamos en que: si todo lo real es racional, todo lo racional

puede llegar a ser real.

LUCHA POR LA IGUALDAD DE GÉNEROS EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

Presencias, comportamientos y enfoques diferenciados

En los estudios realizados con organizaciones barriales de Santo Domingo, República Dominicana, de Lima, Perú, con organizaciones integrantes de Vía Campesina, en Brasil, con organizaciones piqueteras de Argentina, entre otras, hemos notado que la presencia y participación de las mujeres resulta mayoritaria y decisiva para la dinámica y el desarrollo de tales organizaciones. Ellas luchan sin frenos para garantizar la alimentación básica, el techo, la tierra, el agua, y para mejorar las condiciones de vida de la comunidad que son -a la vez- las de su familia y las de ellas mismas, por ser ellas quienes primero chocan con las dificultades diarias en el ámbito hogareño. En momentos diferenciados pude observar que esa presencia militante de las mujeres marca comportamientos y enfoques específicos:

! Emplean un lenguaje directo, sencillo.

! Las propuestas tienen un sentido práctico de aplicación inmediata.

! Convencen con sus obras, no con discursos.

! Trasladan a la organización sus capacidades administrativas adquiridas en el manejo del hogar.

! Laboran en la comunidad agregando otra jornada a su jornada familiar, sin recibir remuneración a cambio.10

! Hacen política a través de la lucha diaria por la sobrevivencia.

! El liderazgo se basa en el rol maternal de las mujeres.

10 Esto no es un detalle menor si se tiene en cuenta que son millones los seres humanos que encuentran contención diaria y alimentos a través de la labor de las mujeres en organizaciones comunitarias. El tiempo de trabajo invertido por ellas es una riqueza expropiada a las mujeres y no valorada aún. Esto es también parte de lo que significa la “feminización de la pobreza”.

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a) La comprensión del alcance estratégico de las luchas por la sobrevivencia

En los barrios empobrecidos, marginados o excluidos, la lucha empieza cada día por buscar el sustento para ese día. Se trata de una guerra sin cuartel contra la muerte que asecha en cada rincón, a cada instante. El hambre, las enfermedades y el analfabetismo son tres implacables soldados de la muerte que –entrecruzados- deambulan por las realidades cotidianas de los pueblos saqueados, explotados, empobrecidos y excluidos de Latinoamérica. Estas penurias son enfrentadas de modo silencioso y cotidiano, sin descanso, por las mujeres de las barriadas empobrecidas en las periferias de las ciudades, por las indígenas de los Andes y las ladinas de aldeas y ciudades, por las campesinas con y sin tierra de los campos del continente: Comedores infantiles, panaderías comunitarias, almacenes colectivos, centros de salud, núcleos de alfabetización, huertas colectivas, etc., fueron y son impulsados fundamentalmente por mujeres. Ellas asumen siempre la conducción de los hilos estratégicos de la sobrevivencia aunque, aparentemente -para el pensamiento tradicional del quehacer político-, su mentalidad sea cortoplacista y doméstica. Sin su labor, para millones de seres humanos el día de mañana sería imposible.

Las organizaciones comunitarias o cooperativas locales cuyo objetivo primero es la sobrevivencia alimentaria, han sido formadas generalmente por madres de familia y, al igual que ellas, conjugan diversos intereses: los de las mujeres, los de las familias, y los del barrio. “A partir de su trabajo en comedores, las mujeres organizadas brindan salidas alternativas a los diferentes problemas de supervivencia, se alivia el hambre de las familias abaratando el costo de los alimentos y se previene y cura enfermedades en la comunidad contando con la vigilancia nutricional en los comedores y botiquines comunales. Atienden campañas de vacunación y tratan de prevenir el cólera, la deshidratación, la diarrea y la tuberculosis.” [Córdova Cayo 1995: 109]

En el barrio de Lima en el que ocurre la experiencia mencionada en la cita anterior, se conjuga la actividad de dos tipos de organizaciones: de la Junta Directiva Vecinal y de las organizaciones de mujeres. Estas organizaciones “(…) atienden dos áreas diferenciadas: la primera preocupada por asuntos de infraestructura y servicios urbanos que cuenta con la dirección y gestión de los varones y con el trabajo comunal voluntario de los vecinos. El segundo espectro de problemas, bajo la mirada de las vecinas, atiende aspectos relacionados a la supervivencia, como la alimentación y la salud. Ambos aspectos afectan a los pobladores en la vida comunal y en la vida familiar.

“Atender la preparación de cientos de menúes, es asunto asumido por las organizaciones femeninas y se vincula directamente con la reproducción cotidiana de la familia.

“La realización de una obra comunal de instalación del servicio de luz eléctrica o de agua, es realizada bajo la responsabilidad del comité vecinal, dirigido mayormente por varones y beneficia al conjunto de la población. (…) el trabajo de los varones en el barrio tiene un impacto visible y tangible, a diferencia del de las mujeres que se hace invisible.” [Córdova Cayo 1995: 109-110]

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Como expresa la autora, existe una invisibilización del trabajo de las mujeres y, por tanto, se hace invisible también el sentido y alcance estratégico de ese trabajo; es una invisibilización que tiene un alto contenido ideológico-cultural, pues se anuda a la reproducción de obsoletos paradigmas respecto a la identidad de la mujer, sus capacidades y ámbitos de desempeño.

La permanencia en ellas del imaginario y estereotipo cultural acerca de lo que significa -social e individualmente- ser mujer y ser hombre, a pesar de las prácticas que niegan tales supuestos mostrando su lado intencionado e ideológico, pone de manifiesto, una vez más, que la incorporación del enfoque de género en las diversas organizaciones, en su estructuración interior, en sus objetivos y en el terreno de la formación de su pensamiento estratégico, resulta vital.

b) Manejo múltiple de la dimensión y concepción espacio-temporal

Las mujeres que participan en labores comunitarias no relacionan “empleo del tiempo” con “dinero no reembolsando”. Tienen un manejo (y concepto) del tiempo diferente, ya que deben multiplicarlo para poder cumplir con sus responsabilidades en el ámbito familiar y comunitario, y no pocas veces también en el laboral.

Hablando de ello con la dirigente indígena peruana, Concepción Quispe, ella reflexionaba: “La Confederación Campesina del Perú me paga mi pasaje, pero mi tiempo no. Para venir, por ejemplo, ahora, me han dado mi pasaje, de un aeropuerto a otro aeropuerto, de ese aeropuerto yo tengo que arreglarme para llegar, eso no se incluye. ¿Y tú crees que en este momento, con esta crisis, con esta hambre y con esta miseria, las mujeres van a tener posibilidades? No. Claro, el hombre dice: ‘¡Carajo!, yo voy a ir y tengo que tener en el bolsillo siquiera mil Intis11, tengo que tener diez mil’. Quieras o no quieras le tienes que dar. Con nosotras no es así.” [En, Rauber 1992: 109]

Precisamente por el tipo de labor que desempañan en las organizaciones sociales, las mujeres que allí se desempeñan tienden a relacionar el empleo del tiempo que invierten en la realización de actividades comunitarias con el tiempo que ellas dedican a su familia, haciendo de la comunidad una prolongación del ámbito familiar. Sin embargo, contradictoriamente con ello, en la mayoría de los estudios realizados en República Dominicana y en Argentina, las mujeres que militan en ámbitos comunitarios han manifestado que este es un tiempo que ellas les “roban” a la familia.

Habiendo interiorizado que su lugar es la casa y su papel atender a la familia, todo lo que ella haga en la comunidad y por la comunidad –que también es por y para la familia- se lo impone como labores que puede desempeñar además de cumplir con “sus deberes” hogareños, es decir, como algo que puede hacer luego de cumplir con lo que considera “su obligación” como madre y esposa. Esto podría explicar tal vez, la presencia de sentimientos de culpa que hemos encontrado en un porcentaje considerable de estas mujeres, en los

11. Unidad monetaria del Perú.

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lugares donde hemos realizado estudios al respecto: República Dominicana, Cuba, Argentina, Ecuador, Perú.

La violencia como respuesta

La culpa mencionada podría ser parte del soporte cultural de la tolerancia de muchas mujeres para soportar los ataques violentos de sus esposos cuando dan los primeros pasos fuera de la casa.

Es fundamental que la mujer interiorice que ella no es merecedora de tales “reprimendas”, que con su participación en actividades comunitarias o con su presencia en organizaciones sociales no le está “robando” tiempo a la familia, no está descuidando a sus hijos, sino desarrollándose como ser social que es, asumiendo tareas y responsabilidades colectivas que comprenden también a su familia. Obviamente siempre queda abierto el camino de dar la vuelta y marcharse del hogar o expulsar al marido, pero esta no es una decisión simple, en primer lugar, por los vínculos económicos que anudan la vida de ambos y, sobre todo, debido a la dependencia de la mujer respecto del hombre para mantenerse ella y sus hijos. En segundo lugar, debido a la carga cultural que la mujer lleva adentro, aunque no comparta los métodos, tiende a justificar al marido una y otra vez. No ocurre así en todos los casos, pero es todavía una actitud muy frecuentemente las mujeres.

c) La interconexión entre lo privado y lo público en la comunidad

Con mucho esfuerzo, a través de las soluciones de sobrevivencia, de la lucha por la salud y la alfabetización, a través de la vida en campamentos de asentados sin tierra o en los cortes de rutas piqueteros, ellas construyen redes que diseñan modos de interdependencia y conexión nuevas entre lo publico y lo privado. Al integrar el espacio doméstico en la comunidad, ellas logran -de hecho- la prolongación de lo que Vianello [2001] llama el “espacio ovular” doméstico. A su vez, ello implica incorporar la vida comunitaria al interior de la vida ovular, estableciendo relaciones de interacción e interdependencia entre una y otra. Incluso los problemas familiares, como la violencia del esposo hacia la esposa, pueden ser tratados de un modo diferente cuando ella es parte de un movimiento social comunitario.

Así lo refleja, por ejemplo, el testimonio de Marcelo Pereira, dirigente piquetero argentino, integrante de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) en el barrio San José, en La Matanza. Reflexionando acerca de su experiencia en este aspecto, comentó: “A este movimiento [piquetero] me trae mi madre, mi esposa. Yo era muy crítico; viviéndolo fue como cambié de parecer y empecé a profundizar lo que es este movimiento.

“Una vez vengo de afuera, del Norte, con una camioneta que había ido a probar, justo era el fin de octubre, cuando se iniciaba el corte de la Ruta 3 de los seis días... Yo sabía que mi esposa y mi mamá estaban en el movimiento, pero nada más. Cuando me entero del corte, como sabía que mi mamá estaba en la CCC, zapateaba, echaba chispas pensando en lo que pasaría, quería saber dónde estarían ella, mi mujer y mi hijo.

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“Pisé el acelerador; de 160 Km. por hora no bajaba, pensaba cómo me iba a encontrar a mi familia. Con mi pareja iba a ser un desastre el encuentro porque yo venía enojadísimo, mal... no veía la necesidad. Yo era bastante agresivo con mi pareja y venía decidido a llevarla a casa a trompadas, pues los problemas los resolvía siempre a trompadas, con mi pareja, con mis amigos...

“Al llegar allá, me metí al piquete con camioneta y todo: me encuentro a mi señora toda negra, llena del hollín de las gomas quemadas, pero también estaba mi madre, mi cuñada, mis vecinos y amigos que se criaron junto conmigo. Me quedé asombrado al ver a toda mi familia, a todos esos chicos, a mis vecinos, a mis amigos; me quedé paralizado. Me integré al piquete de inmediato. Durante el tiempo que duró, trabajé de día, y de noche iba para el piquete, hacía las guardias de seguridad, lo que fuera.

“He cambiado muchísimo, he aprendido en la discusión con mis compañeros, haciendo análisis. El movimiento también me enseñó a cambiar, sobre todo, el comportamiento violento hacia mi esposa, hacia mi familia; poco a poco uno va tomando medidas, va cambiado.” [Rauber 2003]

Como expongo en el artículo sobre las mujeres piqueteras: “En condiciones de exclusión social, pobreza y género se entremezclan, dotando de múltiples sentidos a las acciones que hombres y mujeres realizan para enfrentar la situación impuesta por la guerra de sobrevivencia, a la par que tornan más complejo cualquier debate sobre las alternativas posibles, particularmente, en el plano de las relaciones sociales-familiares hombre mujer. Los roles, valores y patrones de conducta han saltado por los aires junto con la desocupación, el abandono del Estado de su responsabilidad social para con sus ciudadanos, el chantaje por migajas de pan, la desnaturalización de la familia y las responsabilidades de cada cual.” [Rauber 2002: 160]

d) La integración de la organización social como parte de su vida familiar y personal y

viceversa

En los estudios realizados en barrios pobres de Santo Domingo, constatamos que las mujeres organizadas, las no organizadas, y también los hombres, tienen -en general- una visión positiva ponderada acerca de la importancia de las organizaciones barriales en la vida de la mujer. Esto se debe, por un lado, a que las organizaciones ayudan a mejorar la vida en el barrio y –con ello- contribuyen a mejorar la vida cotidiana en el hogar. Por otro, porque las mujeres aprecian a la organización barrial como un espacio de igualdad y de liberación de la rutina gris de las tareas domésticas. Y también, porque las organizaciones barriales propician una mayor participación de los hombres en las tareas del hogar.

La organización barrial resulta de hecho un espacio puente entre la casa y el barrio, entre el claustro doméstico femenino y su salida a la vida pública. Como lo afirman las propias mujeres: ellas se sienten allí iguales que los hombres.

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Este es uno de los resultados positivos más evidentes de la presencia de las mujeres en las organizaciones barriales y reivindicativas de variado tipo: allí ellas aprenden a valorarse como actoras sociales activas, capaces de pensar y actuar con cabeza propia.

e) La participación y la representación

La participación de las mujeres es mayoritaria en la base, pero va disminuyendo progresivamente en la medida en que se elevan las responsabilidades en cargos de representación intermedia y, más aún, en la dirección general. Ello se debe a trabas de diversos órdenes, además de que –tradicionalmente- los espacios de representación son considerados propios de los hombres, algunas veces ello ocurre porque las mujeres se niegan a integrar estos ámbitos porque consideran que no tienen tiempo para ello o por baja autoestima. Otras veces, ni siquiera son propuestas para cargos con responsabilidad y representación por la competencia que los hombres desatan contra ellas.

“Porque nosotras tenemos instalado en nuestro ser lo que hemos aprendido por tiempos inmemoriales. En primer lugar, que nosotras trabajamos para adentro de la casa, en los sustratos menos visibles, de la alimentación, del cuidado. Estamos asignadas para ocupar un lugar de servicio, pero no cualquier servicio sino de servicio a un poder existente. Y tenemos que desandar esto que está instituido en nuestro ser: estar siempre en el segundo lugar.” [En Rauber 1998: 192-193]

Es por ello que, una vez más, surge como tarea imprescindible apuntalar los procesos concretos de organización con amplia participación femenina, fortaleciendo las capacidades de acción y representación de las mujeres acorde con sus realidades y necesidades. Cuando esto emerge en los movimientos sociales con los que interactuamos, elaboramos conjuntamente los contenidos y los ritmos del aprendizaje: sobre género y poder, sobre empoderamiento, sobre política, sobre participación, sobre comunicación, manejo de computación, etcétera. Con ello nuestra labor funde práctica y teoría en ámbitos sociales concretos. No basta con denunciar la exclusión de las mujeres de los lugares de toma de decisiones; es fundamental llegar a conclusiones prácticas y comprometerse con su realización en la medida que ello sea factible y compartido por las organizaciones sociales con las que se interactúa.

APORTES DE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO A LA CONSTRUCCIÓN DE ALTERNATIVAS POPULARES

Las alternativas populares se refieren a las características de la sociedad que se busca, del tipo de poder que –siguiendo a Gramsci- a ella se corresponde, es decir, del tipo de interrelación entre democracia, estado y sociedad. Es por ello que pensarlas y diseñarlas teniendo en cuenta la búsqueda de equidad de género desde las raíces mismas de la conformación del poder, resulta central. En este sentido, además de lo ya expresado, subrayando algunos elementos en los que se destacan particularmente los aportes de esta perspectiva.

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!Amplía los fundamentos de la apuesta a la construcción de poder desde abajo

Como se ha planteado, la concepción de género resulta enriquecedora de la noción del poder, lo es también, por tanto, respecto de las propuestas y las prácticas de construcción de poder desde abajo impulsadas por los nuevos movimientos sociales.12 Incorpora elementos sociopolíticos que profundizan dichos procesos: aporta elementos claves para transformar -articulada y simultáneamente- las relaciones de opresión, explotación, discriminación y exclusión, en la sociedad, en la familia, en el trabajo, en el barrio, en la organización vecinal o sindical, en el partido, en los movimientos de mujeres, etcétera.

La mirada de género rompe las barreras del pensamiento político tradicional de la izquierda que separa la cotidianidad, lo reivindicativo social, del quehacer político. Al desnudar el contenido político de lo que se suponía privado, el enfoque de género “(…) impacta a la sociedad en dos niveles: por un lado, porque pone nuevos temas en el debate y evidencia su contenido político, y por otro, porque politiza lo privado y devela que dentro de las relaciones personales encubiertas y justificadas por amor, afecto y entrega hay relaciones terribles de poder entre los sexos." [Vargas Valente S/F: 4]

El reclamo de equidad de género es radicalmente democratizador, precisamente porque no puede haber una verdadera democratización del mundo público si se mantienen intactas las relaciones hombre-mujer en el mundo privado, y si se mantiene, en general, la subordinación de lo privado en función del desarrollo de lo público. Porque:

-"La democracia sólo para hombres es tan bárbara y tan incompleta como lo fue la democracia griega, basada en la igualdad de derechos entre los miembros de una pequeña aristocracia, y en la ausencia completa de derechos para las grandes masas populares.

-"No hay ni puede haber democracia en donde las mujeres no tienen los mismos derechos del hombre y en donde, en consecuencia, la vida social en todos sus aspectos no está constituida y dirigida por hombres y mujeres sin distinción.

-"(...) Sin las mujeres no hay democracia. Sin democracia no hay progreso del pueblo. Sin democracia no hay sentido profundo de la patria." [Lombardo Toledano 1984: 11-18] Esto alude a tres elementos importantes:

-El mundo de lo privado es parte del político (aunque más no fuese como condición de su existencia) y como tal, susceptible de convertirse en político.

-Las luchas por la democratización de las sociedades deben –para llegar hasta la raíz- incorporar la democratización de las relaciones hombre-mujer en lo público y en lo privado. En consecuencia:

12. Así lo reconoce, por ejemplo, la CEPAL, cuando en su informe para Naciones Unidas, señala: "El análisis desde la perspectiva de la participación de las mujeres ilumina muchos otros movimientos sociales, cambios culturales, incorporación de los marginados, ampliación de la ciudadanía, nueva relación entre lo privado y lo público, relación con el poder, democracia." [Naciones Unidas 1989: 6]

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-Las luchas de las mujeres en contra de su discriminación y marginación atañen a la democratización de toda la sociedad.13 Esto supone la transformación radical del poder, por lo que constituyen una lucha política.

!Acrecienta el significado, contenido y alcances de la acción política y de la dimensión ciudadana

Al incorporarse al mundo político los nuevos actores y las nuevas actoras sociales, incorporan a él también sus intereses, sus puntos de vista y necesidades, sus visiones de la realidad en que viven y la conciencia política acerca de ella. Si toda acción de transformación de las relaciones de poder allí donde éstas se den es una acción política, los temas referidos a la sexualidad, a la violencia contra las mujeres, a las relaciones padres e hijos y hombre mujer, y, en general todos los que abordan la organización de la vida cotidiana, cobran una importancia fundamental en la dimensión y acción política actual y futura.

En este sentido, las luchas por la equidad de género le imprimen un contenido más complejo a la política y a la acción política,14 sacándola del ámbito de la lucha por el poder del Estado, articulándola a los otros ámbitos de la vida social, enlazando –además de lo público y lo privado-, lo estratégico con lo cotidiano y reivindicativo. No se trata de luchas o problemáticas separadas. Las luchas de las mujeres, como la de otros actores sociales, reafirma que la lucha es reivindicativo-política, es decir, una lucha contra las estructuras, los medios, los valores, la cultura y los mecanismos de producción y reproducción material y espiritual del poder de dominación discriminatorio y discriminante, excluyente y crecientemente marginador de mayorías, y de construcción de poder y cultura propios.

Entre múltiples aspectos, esto reafirma que:

1. Que lo reivindicativo sectorial no es un “defecto” o traba que debe ser “superado” por el proyecto político. Este no está ubicado “por encima” de lo reivindicativo sectorial, sino que parte de ahí, y lo contiene articulándolo en una nueva dimensión y proyección.

a) Lo político no es jerárquicamente “superior” a lo reivindicativo.

b) Lo reivindicativo no tiene un “techo” o límite, como no sea el que le fija su propia contraposición con lo político.

13 Considerando que las mujeres somos la mitad o un poco más de la mitad de los habitantes del planeta-, incluso si fuera un asunto sólo de mujeres, sería muy importante su incorporación al debate y a las propuestas sobre la democracia en nuestras sociedades, con igual centralidad que otros problemas sociales. Pareciera que hay que recordar siempre que todos y cada uno de ellos comprende a las mujeres, quienes –al interior de cada problema-, resultan doblemente afectadas: por el problema y por los maridos, padres, hermanos, religiosos o compañeros del problema. 14 “(...), la política es básicamente un espacio de acumulación de fuerzas propias y de destrucción o neutralización de las del adversario con vistas a alcanzar metas estratégicas.” [Gallardo 1989: 102-103] Práctica política, por tanto, es aquella que tiene como objetivo la destrucción, neutralización o consolidación de la estructura del poder, los medios y modos de dominación, o sea, lo político.

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La falta de articulación de lo político con lo reivindicativo se traduce en la fractura entre las luchas por la transformación de la sociedad y las que impone la dinámica de la vida cotidiana, el ideal de la nueva sociedad ansiada con los modos alternativos y solidarios de vida generados en ámbitos de la comunidades, etcétera.

2. Que es necesario articular las protestas (oposición) con propuestas concretas (posición propia) capaces de orientar en sus luchas a la población del sector en conflicto en cada caso. Esto es: construir respuestas concretas a problemáticas también concretas. Reclama elaborar respuestas inmediatas a reivindicaciones inmediatas, pero ello no implica que la inmediatez y la temporalidad sean su horizonte y límite “natural”. Al contrario, tales propuestas encierran un alto potencial político que es posible (y necesario) poner de manifiesto en el propio proceso de lucha por su concreción.

Es allí, cuando el proceso práctico pedagógico de formación de conciencia política logra su mayor potencialidad. Sobre la base de procesos colectivos de reflexión-formación sobre sus luchas los actores sociales van conformando procesos práctico-teórico-pedagógicos de formación de conciencia política. En ellos se va poniendo de manifiesto la raíz sistémica del problema y también la dimensión y el alcance altersistémico (no confundir con anti-sistémico) de la propuesta. En esto radica, de últimas, el contenido y sentido político central de lo reivindicativo sectorial.

Aceptar esto implica romper con la aún mayoritaria idea de que la práctica política corresponde sólo a partidos políticos o a especialistas, 15 supone reconsiderar lo que se entiende por escena política, tradicionalmente entendida como el campo de acción abierta de las fuerzas sociales mediante su representación en partidos. Pero la escena política comprende al conjunto de fuerzas sociales actuantes en el campo de la acción política en un momento dado, independientemente de que éstas se hallen organizadas o no en estructuras político-partidarias. Respetando todo lo que son o puedan llegar a ser las opciones partidarias, la participación política de la ciudadanía, de hecho, reclama la incorporación de los diversos actores y actoras a una discusión y a un escenario más amplio que el de los partidos.

La incorporación de las mujeres a la vida política no puede circunscribirse entonces a su incorporación a los partidos tradicionales de izquierda o derecha, ni a integrar sus listas electorales. En determinadas realidades, esto resulta un paso importante para la transformación del mundo público, pero no basta. Porque no es extraño ni difícil encontrar

15 Esta interpretación resulta hoy indefendible; sostenerla implica suponer que existen gradaciones de sujetos: a) aquellos que aportan sólo en número porque son incapaces de trascender el horizonte reivindicativo inmediato: los movimientos sociales, barriales, sindicales, estudiantiles, de mujeres, cristianos, etc., b) los que son capaces no sólo de captar el conjunto de los problemas y las vías para solucionarlos sino también de guiar a los demás: los partidos de izquierda (de la clase obrera), tradicionalmente autoconsiderados vanguardia.

Ya no puede pensarse en los movimientos sindicales, barriales, de mujeres y otros, como "soportes" de políticas elaboradas por fuera de ellos desde tales partidos. La actividad política y los actores que la llevan a cabo no puede definirse fuera del terreno en el que se desarrolla ni al margen de sus protagonistas. [Ver: Rauber 1997: 7, 8, 23, 30-32]

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a las mujeres desempeñando tareas de contenido infraestructural también en los ámbitos públicos, acondicionando, agilizando y potenciando con ello el tiempo y las capacidades masculinas para que los hombres se concentren en la toma de decisiones, y en la ejecución y el control de las mismas “Se requiere que la responsabilidad del ámbito privado y las labores domésticas no sigan recayendo sólo sobre las mujeres y que la presunta inferioridad de esos papeles no se traslade a las labores públicas.” [Ramírez. 1994, p.9].

“Es por eso que la participación de la mujer en la vida política, es necesariamente subversiva porque concierne al fundamento mismo de la sociedad, a la vida social, la vida de la familia, los roles tradicionales del hombre y de la mujer, las reparticiones de carga en el seno familiar.” [Saada 1990: 21-22]

La participación de las mujeres tiene que darse a todos los niveles, en lo “(...) económico social, científico, tecnológico e inclusive en la planificación de las políticas de desarrollo tan importante para el avance de nuestros países. La democracia adquiere así un sentido básico de derecho a la vida, a una vida diferente, a una vida donde no solamente haya bienestar, sino donde haya posibilidades de desarrollar la igualdad de los seres humanos, respetando la posibilidad de ser diferentes.” [Idem: 3]

!Incorpora con fuerza la cultura teórico-práctica de la educación popular

La articulación de las concepciones y prácticas de la educación popular, resulta imprescindible en los actuales procesos de construcción de alternativas: ella orienta la acción del pensamiento a tomar como punto de partida las prácticas concretas, para reflexionar desde allí y colectivamente, es decir, se propone construir el conocimiento desde abajo, con todos los y las protagonistas de las luchas y, por el mismo camino, definir los rumbos, alcances y objetivos de las mismas.

La educación popular está presente en las organizaciones sociales, en los procesos de formación y en las prácticas de vida y organización sobre la base de prácticas horizontales y participativas. Si se tiene en cuenta que en tales organizaciones las mujeres son la fuerza mayoritaria y clave, puede comprenderse que el empleo sistemático de la educación popular que se caracteriza por dar la palabra a los sin voz, contribuye a hacer visible -social y políticamente- la presencia de las mujeres en los procesos sociotransformadores, contribuye a dignificar y valorizar su palabra, su pensamiento y su acción. Y esto es así tanto hacia el exterior de la organización como hacia su interior, y en cada mujer, en la elevación de su autoestima y su capacidad para constituirse en una ciudadana plena y activa.

Su práctica educativa -que construye saberes a partir de los modos de vida concretos-, levanta los puentes básicos que ponen al descubierto los nexos e intercondicionamientos entre un determinado modo de existir y reproducirse del mundo privado y un determinado modo de existir y reproducirse del mundo público, y contribuye a que los que participan del proceso educativo puedan descubrir los nexos entre una realidad supuestamente privada e

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individual, aparentemente casuística, con la realidad de un determinado modo de existencia económica, política y cultural de la sociedad en que vive.

Saber y poder se conjugan en los procesos de su realización. Por ello resulta, por un lado, cuestionadora radical del poder hegemónico, discriminador y excluyente del capital, haciendo visible los nexos que existen entre este y una determinada conformación –histórico cultural- de las identidades, los roles y los ámbitos atribuidos -en tal relación-, a los géneros. Por otro, al fortalecer el conocimiento colectivo de los movimientos sociales acerca de sus experiencias, al contribuir al mejor análisis de evaluación de logros y deficiencias, la educación popular es clave también para los procesos de empoderamiento social,16 entendiendo que el primero y fundamental de ellos es el del saber: qué, cómo, para

qué, quiénes. Como dice Pompea Bernasconi: “(…) el poder está vinculado al saber y al hacer. Por eso, en la educación popular es importante lograr que el pueblo descubra su saber y posea una conciencia crítica de la realidad para que tenga poder sobre ella y pueda modificarla.” [En, Rauber 1998: 75-76]

Por todo ello, para las mujeres de las organizaciones sociales populares la educación popular es una herramienta importante: legaliza su participación, otorga sentido social a su saber supuestamente limitado por lo cotidiano y “sin importancia”, la autodescubre como ciudadana y a través de su saber –formación mediante- contribuye a profundizar los procesos concretos de empoderamiento en los que ellas participan, tornándolos “para sí”, es decir, fortaleciéndolas como actoras sociales y políticas plenas.

!Reivindica el reconocimiento positivo de las diferencias, de los y las diferentes

Reivindicar la diferencia como vía de profundización de la individualidad del ser humano propia de la modernidad, es el reclamo primero de la posmodernidad. Junto a ello, emergen también con fuerza los estudios acerca de lo micro, y muestran su riqueza y pertinencia frente a las anteriores predominantes visiones macro que invisibilizaron gran parte de las realidades particulares. Ambos aspectos pueden considerarse –a mi entender- como uno de los importantes aportes de esta corriente de pensamiento. Pero el centrarse casi exclusivamente en la explicación de la diferencia, de lo micro, ha mostrado su lado flaco, al tornar los análisis particulares en abstractos y unilaterales al considerarlos inconexos con los fenómenos del mundo real (interdependiente, multifacético, complejo). Esto dificulta

16 “Por empowerment [empoderamiento], entendemos un proceso de desarrollo de las capacidades de negociación, a nivel familiar y colectivo, para arribar a una apropiación mas igualitaria del poder. No es suficiente interrogar acerca de las asimetrías de las relaciones de género y sus implicaciones sobre el medioambiente y el desarrollo, es necesario interrogar de qué manera puede haber una concientización de la desigualdad de esas relaciones sociales entre hombres y mujeres y cuáles serían las posibilidades de cambiarlas de modo tal que permitan a las mujeres una verdadera participación en los procesos de poder y de toma de decisiones. Esta perspectiva no descansa solamente sobre una relación más justa en la sociedad entre hombres y mujeres, sino sobre la hipótesis según la cual el empoderamiento de las mujeres puede impulsar una transformación de la sociedad que permita no solamente romper con el desarrollo desigual de manera general, sino también de atacar los problemas medioambientales que le acompañan.” [Hainard y Verschuur 2001: 29-31]

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pensar la sociedad como totalidad, buscar los nexos socio-económicos y culturales entre los sectores sociales que la integran, descubrir –además de sus diferencias- sus intereses comunes y, por tanto, su capacidad y posibilidad de pensar, luchar y organizarse colectivamente por sus derechos.

“En los ochentas en los Estados Unidos, surgió la teoría que las opresiones sociales son interseccionales y no meramente aditivos, y entonces las feministas no pueden desconectar la identidad de género de las identidades raciales y de clase e intereses. Esto señala que debemos rechazar la idea de que las mujeres tienen intereses en común como grupo (Collins 1990, Harris 1990, Spelman 1988). Pero esta conclusión parece dejar los movimientos de mujeres sin una base social para unirse a pesar de diferencias de raza, clase y sexualidad. Gayatri Spivak propone la idea de una “esencial estrategia” de mujeres como grupo social (Spivak 1990). Pero, ¿podemos suponer que las mujeres como grupo social tienen intereses en común?” [Ferguson 2005]

Transformado en objetivo de sí mismo lo diferente pierde sentido social y político ya que –por esta vía- la sociedad sería una suma creciente de grupos humanos e individuos aislados entre sí, fragmentados y clasificados por género, raza, color de piel, edades, lenguas, identidades, preferencias sexuales, gustos musicales, etcétera.

¿Qué hacer con las diferencias?

El reconocimiento y destaque de las diferencias, en tanto estas han sido construidas por actores sociales en el proceso de su vida real, resulta indispensable, pero para construir alternativas superadoras, es fundamental que ese reconocimiento se constituya en la base para dar pasos concretos hacia la articulación de los y las diferentes, respetando sus identidades, sus problemáticas, sus aspiraciones, imaginarios y necesidades, contribuyendo también por esta vía a profundizar la matriz democrática de la sociedad.

Esto requiere avanzar en el pensamiento y en las prácticas integradoras de una realidad tan fragmentada como compleja y diversa, que reúne realidades e identidades yuxtapuestas intrínsicamente interconectadas, intercondicionadas e interdefinidas entre sí.

Como señala Ferguson: “Sin un análisis de dominación social a base de sistemas múltiples, las mujeres pueden lograr empoderamiento en relación a ciertos hombres, pero quedan sin poder en relación al racismo, imperialismo, capitalismo.” [Ferguson. 2005] Ciertamente, reflexionando sobre experiencias de empoderamiento de mujeres, pueden obtenerse importantes lecciones sobre el significado negativo -en el sentido de empobrecedor de las prácticas y sus alcances-, que contiene la visión estrictamente sectorial, fragmentada, centrada exclusiva y unilateralmente en la búsqueda de satisfacción de las necesidades de un actor social “diferente”.

No cuesta trabajo darse cuenta de la diversas banalizaciones que se han hecho sobre la diferencia, mostrándola como el llavín del descubrimiento (y de la manifestación) de las diferencias hombre-mujer, y también entre las mujeres.

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Por este camino, el concepto género puede ser atractivo y útil en ciertos ámbitos y sectores sociales de mujeres, pero disminuye considerablemente su importancia crítico-transformadora para conocer, pensar las actuaciones sociales y construir las alternativas posibles, orientadas hacia un nuevo tipo de sociedad humana, desde y mediante las prácticas del presente.

Es en este sentido que el destaque de las diferencias, y de las y los diferentes resulta un aporte importante a tener en cuenta: contribuye a desmitificar la carga políticamente negativa que ello tiene aún en el seno de gran parte de la izquierda latinoamericana, donde predomina el pensamiento político tradicional, que se propone alcanzar la unidad de todas las organizaciones sociales y políticas apelando a la unanimidad y homogeneización de todos: partidos, movimientos, pueblo, y –cuando sea posible- de la sociedad toda. El enfoque de género contribuye a pensar la unidad, lo colectivo, sobre nuevas bases, haciendo del reconocimiento de las diferencias -en vez de un obstáculo- un enriquecimiento, un pilar para posibles articulaciones. Es un granito de arena puesto en el caldero de la construcción colectiva, plural y diversa de lo nuevo.

Esta sigue siendo –desde la perspectiva de los movimientos sociales que construyen alternativas-, su importancia analítica y práctica fundamental. Ello no impide, sin embargo, que se sitúe en un terreno de disputas y grandes controversias ideológicas y de poder.

REFLEXIONES GENERALES A MODO DE CONCLUSIONES

1.

La defensa de la vida se articula directa y radicalmente con la búsqueda de emancipación (de la clase y toda la humanidad sojuzgada por el capital), y exige (volver a) pensar la transformación social como un multifacético y complejo proceso radical-integral, es decir, como un proceso de inter-transformación de la sociedad en lo social, político, económico, ético y cultural, desde abajo, en la perspectiva de liberación de la humanidad toda. De ahí la pertinencia del enfoque de género y de la búsqueda de relaciones de equidad de género en la construcción de las alternativas.

En relación a ello, los paradigmas predominantes de nuestra cultura y nuestro modo de vida, nacidos y desarrollados bajo la hegemonía de la civilización (occidental) están en crisis, y esto comprende también a los paradigmas emancipatorios socialistas del siglo XX, marcados de un modo u otro por la competencia con ese capitalismo.

La utopía de hoy, se replantea a sí misma como soporte ético e ideológico de la construcción de un sistema social más democrático, humanista y liberador que los que han existido en la historia de la humanidad. Y ello solo puede llegar a ser tal –hoy queda demostrado-, sobre la base de crear y construir una nueva civilización humana.

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2.

Fundar y construir una nueva civilización humana significa fundar y construir un nuevo modo de vida.17 Esto significa incorporar la noción y visión de género como elemento constitutivo del pensamiento y las prácticas cuestionadoras de las sociedades actuales, y de los procesos de construcción de las nuevas. Ello posibilitará hacer visibles y modificar las relaciones sociales asimétricas establecidas entre hombres y mujeres, base para la producción y reproducción de otras tantas asimetrías y discriminaciones: de color de piel, discapacidad física, etnia, cultura, belleza, identidad sexual, etcétera.

Ciertamente esto aun forma parte de los deseos de las mujeres feministas y de los hombres lúcidos que van comprendiendo que la humanidad es una sola y que, por tanto, los modos sociales de articulación que definen su existencia social están interconectados entre sí, se interdefinen y a la vez son interdependientes: no hay liberación humana posible, sociedad nueva si se mantiene el sojuzgamiento social, económico, político y cultural de las mujeres. No habrá tampoco hombre nuevos y libres, si su ese su ser hombre resulta castrado en aras de mantener una identidad falsa como soporte de privilegios obtenidos sobre la base del sojuzgamiento de la mitad de la población humana.

Como dicen Vianello y Caramazza: “El hombre no es el enemigo principal de las mujeres: la distorsión impuesta (sufrida) por el mundo masculino (…) es el enemigo principal de la humanidad entera, comprendido los hombres. Es a través de la toma de conciencia de esta realidad y el esfuerzo tendiente a modificarla que mujeres y hombres podrán determinar un vuelco dentro de la historia (…). // Un vuelco radical supone (…) la conciencia de la igualdad dentro de la diversidad: una realidad y, sobre todo, una aspiración que comienza perfilarse lentamente durante los últimos siglos y que explota en la segunda mitad del siglo XX.” [Vianello y Caramazza 2001: 128-129]

3.

Llegar a la conciencia universal de ello supone un largo proceso histórico –de transición-, complejo y multifacético que combina procesos de auto constitución de actores-sujetos en sujeto colectivo (popular), con procesos de construcción de propuestas y proyecto alternativo, con la construcción de poder –cultura y organización políticosocial- desde abajo.

En ello, las transformaciones que tienen lugar en las dinámicas de la vida cotidiana, ocupan un lugar fundamental. No porque de ahí nazca el cambio de toda la sociedad, sino porque sin enraizarse allí, sin articular la utopía del mundo nuevo a la vida de la familia, este será un imposible. Para eso -en primer lugar y a la vez-, la familia debe modificarse a sí misma,

17 Ello implica el desarrollo yuxtapuesto, simultáneo y articulado de procesos de transformación de la sociedad, de sus modos de producción y reproducción, y de transformación-autotransformación de los propios seres humanos que realizan esas transformaciones: los hombres y las mujeres y las interrelaciones sociales entre ellos establecidas.

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en tanto gestante de ese nuevo ser humano, de esa nueva sociedad y de ese nuevo mundo. Es vital ir haciéndolo posible desde ahora, transformándolo desde nuestra propia vida cotidiana doméstica y comunitaria, integrándola a nuestras prácticas familiares, comunitarias, sociales, políticas, etcétera.

Teniendo en cuenta:

a) que en la vida cotidiana se producen y reproducen, conjuntamente con los valores individuales y familiares, también los valores sociales de convivencia (éticos, morales, culturales, políticos, etc.);

b) que el mundo de lo cotidiano resulta el espacio por excelencia para la internalización y reproducción (o rechazo y modificación) de la ideología de dominación,

puede entenderse que lo cotidiano y la cotidianidad se hayan tornado en ámbitos eminentemente políticos. ¿En que espacio se produce y reproduce la básica interrelación de discriminación y asimetría?, pues en el ámbito doméstico, en la vida familiar cotidiana. Su democratización resulta indispensable para una democratización mayor de toda la sociedad. Mientras las asimetrías y discriminaciones de género se mantengan en el ámbito familiar, el espacio social más pequeño y universal, no serán posibles una verdadera y radical democracia y justicia social.

“La potencialidad transformadora en dirección de una sociedad humanamente rica, podríamos decir finalmente ‘humana’, y entonces victoriosa, negación de la sociedad actual caracterizada por la sumisión y la destructividad, radica en el espacio ovulario.” [Vianello y Caramazza, 2001, p. 118] Es a partir de replantear a la vida y organización de la familia como nueva célula básica política (en tanto concentradora, productora y reproductora de relaciones económicas, sociales, culturales, políticas e ideológicas del poder social), que articula el funcionamiento de lo publico y lo privado imprimiéndole una cierta dinámica a lo uno y lo otro, que será posible (re)integrar las -hasta ahora- dos realidades.

Es indispensable pensar y proyectar la familia como una pequeña red de base multicéntrica en vez de androcéntrica, donde se articulen en convivencia seres humanos en igualdad de condiciones, sin que uno proponga crecer a costa del sometimiento y subordinación de los demás. Esto, articuladamente con el desarrollo de redes informales entre familias, que compartan entre el buscar los niños a la escuela, el tiempo dedicado a paseos, deportes, etc, todo esto, con el apoyo de la tecnología (el que brinda y el que potencialmente puede llegar a brindar orientada con sentido de desarrollo social), y la fundación de un Estado social, entrecruzado responsablemente con las actividades tradicionales de la familia: salud, educación y asistencia y seguridad. [Ver: Vianello y Caramazza 2001: 114]

4.

La comunidad se abre paso como un espacio (y un concepto) integrador de lo público y lo privado.

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El ámbito comunitario cobra cada día más importancia tanto en la lucha por la sobrevivencia, en la construcción de redes sociales de subsistencia -en lo económico, educativo, salud, etc.-, como en el desarrollo de sólidas redes interfamiliares que distribuyen la dura carga de las labores domésticas cotidianas y mejoran la posibilidad de integración laboral de las mujeres. A ellas se le abren puertas en el sector informal, generalmente en el servicio doméstico, aunque este todavía no es reconocido mayoritariamente como trabajo, social y jurídicamente (no tienen derechos como trabajadoras, por ejemplo, no tienen vacaciones pagas, ni aportes jubilatorios, ni cobertura por enfermedad, etc.). Para poder desempañarse en él, las mujeres han de desarrollar redes de apoyo mutuo para el cuidado y alimentación de los niños de unas mientras las otras trabajan, y viceversa. Así, redes solidarias entre mujeres se abren paso más allá del ámbito familiar.

Un modo de vida diferente, basado en la horizontalidad y democratización solidaria de responsabilidades y tareas se va conformando a través de de estas prácticas en la dimensión comunitaria. En ella, a través de la cultura participativa de las mujeres, se van haciendo cada vez más visibles los nexos que se establecen entre la posibilidad de participación en el mundo público y las tareas del mundo privado, articulando tiempo de trabajo y dedicación en uno con el tiempo y la dedicación en el otro.

¿La ventaja?, que la solución se logre articulada a la vida comunitaria; ¿la desventaja?, que –como es de esperar aun en estos tiempos- esto implica una sobrecarga física y síquica en las mujeres. Física, ya se sabe por qué, y síquica porque significa que “lo doméstico” sigue siendo un “asunto de mujeres”.

Claro, estos primeros pasos son insuficientes, resulta vital incorporar a los hombres a esta gesta. Y también al Estado. “La verdadera liberación de la mujer de la familia, que hoy todavía la excluye, la mortifica, la paraliza, se hará luego que el hombre y la mujer se reencuentren en ella sobre un pie de igualdad. Evidentemente, esto no significa abandonar la creación de infraestructuras capaces de aligerar los trabajos domésticos. Pero es necesario transformar la visión de los hombres acerca del espacio, llevarlos a mirar sobre el interior, de habituarlos a valorar los detalles concretos ligados a lo cotidiano. Es la única forma de realizar una igualdad efectiva, que le inducirá a descubrir lo femenino que existe en él, e igualmente a vencer el miedo que le tiene.” [Vianello y Caramazza 2001: 110]

“Mientras que la realidad familiar continúe pesando esencialmente sobre la mujer, no cambiará nada. Pero, a partir del momento donde se genere un movimiento de cara a la re-socialización de los hombres dentro del sentido indicado antes, se llegará, en consecuencia, a la igualdad de los sexos al interior de los muros domésticos, entonces es presumible que, lentamente, se produzca una toma de conciencia de que la unidad familiar, que aparentemente debe tenerse en privado, tiene igualmente una consecuencia pública.” [Vianello y Caramazza 2001: 114]

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5.

El debate acerca de las alternativas va más allá de la discusión teórico-general acerca del capitalismo y las posibles vías para superarlo, supone también desmitificar las fórmulas y recetas supuestamente “brillantes y salvadoras” del capital en la era de la hegemonía del mercado. Analizar, por ejemplo, los resultados de su aplicación en sociedades como Argentina, Brasil, Chile… ¿Son “salvadoras” realmente sus propuestas?, ¿en qué sí y en qué no?, ¿por qué?

Rebatir sus argumentos uno por uno, exige sólidos y renovados fundamentos. No se trata de una disputa entre buenos y malos; es ideológica la lucha, pero no ideologicista. No es simplemente por ser un producto del capital que algo no funciona, sino cuando está montado sobre bases falsas, y es la falsedad de esas bases la que hay que demostrar y hacer visible y comprensible por las mayorías, o seguirán ancladas en el imaginario colectivo como (si fueran) verdaderas. Y nosotros continuaremos sin comprender porqué los pueblos siguen apoyando el sistema capitalista, porqué los pobres votan por los partidos tradicionales que los explotan y oprimen, etcétera. Las mujeres seguiremos sin entender porqué, a pesar de tantas conferencias, escritos y denuncias acerca de la desigualdad de género, seguimos reproduciendo en nuestras prácticas y en nuestras subjetividades los pilares del poder masculino autoritario social y familiar.

Construir alternativas viables y realizables, pasa también por hacer de este debate con el capital parte de nuestra vida cotidiana, y desde ahí proyectarlo y hacerlo omnipresente en todos los ámbitos y por todos los medios posibles, desde la batalla por la información y la formación, en nuestras labores político-reivindicativas diarias, en los medios de comunicación, en la familia, en el trabajo, en la militancia…

6.

Resulta fundamental disputar el sentido común de los hombres y mujeres del pueblo, en primer lugar el de los trabajadores y las trabajadoras, en la amplia diversidad en que ellos existen en la actualidad. Valores como la solidaridad, la justicia social, la equidad de género, razas e identidad sexual, el derecho efectivo al trabajo, el respeto a la naturaleza, deberán ir conquistando la cabeza y el corazón de millones y millones de seres humanos. Solamente cuando la aplastante mayoría de la población en cada uno de nuestros países descubra la mentira y el fraude para con sus propias vidas llevado a cabo por el poder clasista, machista y excluyente desarrollado hasta ahora y, particularmente, por el poder correspondiente al capitalismo contemporáneo, cuando descubra la trampa mortal a la que el capital los ha conducido mediante engaños desde las primeras etapa de su acumulación originaria, y vaya vislumbrando a la par otro modo de vida posible, tendrá deseos de explorar nuevos caminos y la voluntad para intentarlo prácticamente. Este no resulta –vale reiterarlo- un camino fácil ni corto; es parte de una larga e indispensable transición hacia una nueva humanidad.

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Las transformaciones no se logran por decreto. La lucha no es en blanco y negro ni su lógica el todo o nada. Como rescata Federici: “(…) el patriarcado y la acumulación en una escala mundial constituyen el marco estructural e ideológico dentro del cual la realidad de la mujer hoy tiene que ser comprendida, el movimiento feminista mundialmente no puede sino retar este marco referencial, conjuntamente con el sexual y la división internacional del trabajo, con las cuales están unidas. [Mies 1986:3]

“Al anclar la política feminista en la lucha en contra de la división internacional del trabajo, Mies (como otras feministas con las que ha colaborado) no solamente ha combinado una perspectiva feminista con la crítica tercermundista del “intercambio desigual”, sino ha contribuido a demostrar que la liberación de las mujeres es incompatible con el desarrollo capitalista, en tanto que este necesariamente es desarrollo de miseria y desigualdades, y que el logro de la solidaridad feminista internacional demanda que confrontemos, como primer problema histórico, la superación del capitalismo.” [Federici 1999]

La afirmación traza con claridad un camino estratégico imprescindible de transitar, pero adelantando posibles y habituales tendencias a la simplificación, vale aclarar que ello no anula la posibilidad de realizar –como avances también imprescindibles de lo nuevo- pequeños cambios que vayan clarificando el camino, haciéndolo al andar, y fortaleciendo el espíritu y la voluntad para realizarlos.

7.

El planteamiento de género pretende llegar hasta los cimientos mismos de la cultura del poder patriarcal que fue heredado y desarrollado por el capitalismo. De ahí su fundamental importancia para un replanteo profundo del conjunto de relaciones sociales de una sociedad dada y del poder, en el sentido de posibilidad de construcción de nuevo proyecto social (alternativa). No digo que sea suficiente, pero sí necesario, imprescindible, insoslayable. Para avanzar hacia una concepción más integral es importante, además de todo esto, sumar, articular los enfoques, las críticas y los planteamientos de otros ámbitos, como la ecología, la ética, la jurisprudencia, etc., siempre atravesados radical y transversalmente por el enfoque de género y su relación con el poder (o los poderes).

8.

Las reflexiones en torno a las alternativas -que suponen el cuestionamiento transformador de las relaciones de poder existentes-, se enriquecen hoy con la inclusión de la perspectiva de equidad de género en sus análisis y reflexiones acerca del poder actual y sus posibles caminos superadores hacia una humanidad constituida con equidad y justicia social. Cualquier concepción que las aborde prescindiendo de comprender en sus análisis acerca de la naturaleza y alcance del poder a las relaciones de género que lo sustentan y sobre las que se sustenta, resulta incompleta y cercenada en su valor práctico y teórico. Y a la inversa

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ocurre también, si se aborda la cuestión de género sin vincularla al cuestionamiento de las relaciones de poder (económicas, culturales, sociales, familiares, etcétera).

9.

Es necesario edificar nuevos referentes teóricos integrales, visiones del mundo que ayuden a superar la fragmentación del pensamiento y a reflexionar con lucidez sobre los procesos de emancipación social y los modos de producir subjetividades acordes con estos retos.

** *** **

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Collection Itinéraires

Notes et travaux

Nº 76 Pratiques de la décroissance Camille MADELAIN (2005, 96 p.) CHF 12.–

Nº 75 Development in Cooperation ? Tendencies and Consequence

for Research and Training in European Development Studies Louk BOX (2005, 14 p.) CHF 5.–

Nº 74 Transforming the Labour Skills Arena in South Africa :

The International Dimension Michel CARTON and Kenneth KING (2004, 35 p.) CHF 12.–

Nº 73 Le financement communautaire des services de santé.

La situation au Mali et dans d’autres Etats francophones d’Afrique Sous la direction de Jean-Dominique LAPORTE (2004, 72 p.) CHF 12.–

Nº 72 La conduite du pouvoir et sa relation à la société

sous l’angle de la psychanalyse politique Miguel ESCOBAR GUERRERO (2004, 68 p.) CHF 12.–

Nº 71 Globalisation, inégalités d’éducation et dynamiques de précarisation

à Genève : un état de la question Frédérique WEYER et Christophe DUNAND (2004, 50 p.) CHF 12.–

Nº 70 Prétextes anthropologiques VII Textes réunis et édités par A. MONSUTTI et G. RIST (2004, 74 p.) CHF 12.–

Nº 69 Politiques commerciale, agricole et de développement de la Suisse.

Café – coton – sucre : quelques pistes pour gérer les conflits d’intérêts Textes réunis et édités par Catherine SCHÜMPERLI YOUNOSSIAN (2004, 92 p.) CHF 12.–

Nº 68 L’émergence internationale des organisations non gouvernementales Christian COMELIAU (2003, 25 p.) CHF 12.–

Nº 67 Le revenu minimum social à Genève : douze ans de débats politiques Andràs NOVEMBER (2003, 33 p.) CHF 12.–

Nº 66 Prétextes anthropologiques VI Textes réunis et édités par A. MONSUTTI et G. RIST (2003, 83 p.) CHF 12.–

Nº 65 Dominor, ergo sum. Aux racines religieuses du concept occidental

de « développement » : la gestion des ressources naturelles,

entre objectivisme scientifique et rationalisme culturel Claudia CAPPA (2003, 22 p.) CHF 12.–

Nº 64 La Déclaration de Doha et l’Accord sur les ADPIC. Confrontation et sens Séverine DEBONS (2002, 42 p.) CHF 12.–

Nº 63 Où va le Pérou ? Bilan du fujimorisme et questions pour l’avenir Sous la direction de Claude AUROI et Sandra BOSSIO (2002, 123 p.) CHF 12.–

Nº 62 Prétextes anthropologiques V Textes réunis et édités par A. MONSUTTI et G. RIST (2002, 82 p.) CHF 12.–

Nº 61 Néolibéralisme au Pérou (1990-2000).

Bilan et perspectives de la politique économique Carlos NIETO (2001, 64 p.) CHF 12.–

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Nº 60 De l’entre-deux à l’interculturalité. Richesses et embûches de la migration M.-A. CIPRUT, avec la coll. de A. LIECHTI, A. CAMELO et M. BUDRY (2001, 80 p.) CHF 12.–

Nº 59 Précarité et exclusion à Genève : une face cachée de la Suisse.

Intervention de Réalise (1984-2000) Mathieu LEWERER et Christophe DUNAND (2001, 39 p.) CHF 12.–

Nº 58 Prétextes anthropologiques IV Textes réunis et édités par Y. DROZ, A. MONSUTTI et G. RIST (2001, 91 p.) CHF 12.–

Nº 57 Le défi social du développement. Notes critiques Christian COMELIAU (2000, 32 p.) CHF 5.–

Nº 56 Modernisation agraire, oligarchies et mouvements paysans au Brésil.

Une évaluation historique

Jacky BUFFET (2000, 34 p.) CHF 12.– Nº 55 Prétextes anthropologiques III

Textes réunis et édités par Yvan DROZ et Gilbert RIST (2000, 119 p.) CHF 12.– Nº 54 Propriété intellectuelle. Quels enjeux pour les pays en développement ? (...)

Dossier de l’Annuaire Suisse-Tiers Monde 1998 (1999, 116 p.) CHF 12.– Nº 53 Prétextes anthropologiques II

Textes réunis et édités par Yvan DROZ et Gilbert RIST (1999, 97 p.) CHF 12.– Nº 52 De la monoculture de la vache à l’autoexploitation.

Quelle économie pour quelle agriculture ? Yvan DROZ (1998, 63 p.) CHF 12.–

Nº 51 Prétextes anthropologiques Textes réunis par Gilbert RIST et Yvan DROZ (1998, 91 p.) CHF 12.–

Nº 50 Investissements éthiques et solidaires – Le cas de la Suisse Kristin BARSTAD (1998, 75 p.) CHF 12.–

Nº 49 Socio-anthropologie de la décentralisation en milieu rural africain.

Bibliographie sélective et commentée Jean-Pierre JACOB, Giorgio BLUNDO (1997, 118 p.) CHF 12.–

Nº 48 L’apport de la diaspora au renouveau vietnamien. Les Vietnamiens de Suisse Bertrand LAMON (1997, 102 p.) CHF 12.–

Nº 47 Démocratie et nouvelles formes de légitimation en Afrique.

Les Conférences nationales du Bénin et du Togo Sous la direction de Jean ZIEGLER (1997, 50 p.) CHF 12.–

Nº 46 Feeding Asia in the Next Century C. AUBERT, G. ETIENNE, J.-L. MAURER (1996, 72 p.) CHF 12.–

Nº 45 Développement rural et libéralisation économique en Inde.

Le cas de l’Etat d’Orissa Marie THORNDAHL (1996, 89 p.) CHF 12.–

Nº 44 Comment mieux coopérer avec le Brésil ?

Aide des ONG et relations économiques de la Suisse Gérard PERROULAZ, Serge GHINET (1995, 58 p) CHF 12.–

Nº 43 From Bonafide Citizens to Unwanted Clandestines :

Nepali Refugees from Bhutan Rebeka MARTENSEN (1995, 76 p.) CHF 15.–

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Nº 42 Réseaux et stratégies migratoires entre le Burkina Faso et la Côte d’Ivoire.

Histoire de vie d’un migrant Prosper KAMBIRÉ (1994, 82 p.) CHF 12.–

Nº 41 Questions de « genre » ? Réflexions autour des rapports sociaux de sexe

dans l’emploi et dans l’institution Yvonne PREISWERK et al. (1994, 98 p.) CHF 8.–

Nº 40 Guide d’approche des institutions locales (GAIL). Méthodologie d’étude

des acteurs locaux dans le monde rural Jean-Pierre JACOB et al. (1994, 40 p.) CHF 10.–

Nº 39 El rol de las mujeres en las estrategias de subsistencia: el caso del Ecuador Jessica LOPEZ PINTO (1993, 63 p.) CHF 8.–

Etudes du développement

Nº 20 Femmes en mouvement(s). Empowerment et organisations de femmes

dans le conflit et lepostconflit au Guatemala Mélanie GONIN (2004, 96 p.) CHF 12.–

Nº 19 ONG et management fondé sur la qualité :

terre des hommes ou terre des normes ? Justine ROSSELET (2003, 71 p.) CHF 12.–

Nº 18 Le dispositif humanitaire Emil COCK (2003, 116 p.) CHF 12.–

Nº 17 L’indemnisation des victimes de mines antipersonnel :

le FIPOL, un modèle transposable ? Emilie CARON (2003, 86 p.) CHF 12.–

Nº 16 Médiation et développement.

L’émergence des ONG et des passeurs culturels à Kuna Yala (Panamá) Mònica MARTÍNEZ MAURI (2003, 76 p.) CHF 12.–

Nº 15 Les entrepreneurs marocains. Un nouveau rôle social et politique

face au Makhzen ? Simon PERRIN (2002, 110 p.) CHF 12.–

Nº 14 Sphère financière contre économie réelle.

Le cas de la crise financière thaïlandaise Olivier CASSARD (2001, 81 p.)

Nº 13 Une greffe de l’Etat inédite.

Le clan corse, de la segmentarité à la décentralisation Charaf ABDESSEMED (2000, 55 p.) CHF 12.–

Nº 12 « Ecotourisme » ou « tourisme durable » entre la théorie et la pratique.

Principes déclarés et arguments publiciaires en Amazonie Dorothy Jula PREZZA (2000, 86 p.) CHF 12.–

Nº 11 Género, ajuste estructural y trabajo : Análisis a través del Banco Mundial

y del caso del Perú, Lima 1986-1993 Roxana ORUÉ (1998, 115 p.) CHF 12.–

Nº 10 The Andean Cocaine Industry : A Maze with no Way out?

Failures of the U.S.’ « War on Drugs » Vanessa PEAT (1998, 77 p.) CHF 12.–

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Nº 9 Secteur informel et politiques publiques en Afrique. Acteurs et conceptions Marie-Joséphine NSENGIYUMVA (1996, 73 p.) CHF 12.–

Nº 8 Les éleveurs, l’Etat et les agriculteurs au Burkina Faso.

L’exemple de la région du centre-ouest Yves DELISLE (1996, 79 p.) CHF 12.–

Nº 7 Niños y jóvenes en situación de calle espacio y campo social.

Ciudad de Córdoba, Argentina Patricia MAZZINI (1996, 178 p.) CHF 12.–

Nº 6 Le secret de l’unité de santé.

Les agents de santé de base et les matrones en Guinée-Bissau Mary-Josée BURNIER (1993, 109 p.) CHF 12.–

Nº 5 Agriculture de subsistance et technologie appropriée.

Impact de l’ICTA à Quesada, Guatemala Ileana VALENZUELA (1991, 180 p.) CHF 12.–

Nº 4 Les jardins de la sécheresse. Tamazalak versant ouest de l’Aïr Ulrike MIX (1988, 135 p.) CHF 5.–

Pratique et réflexion

Nº 9 La démarche d’appui institutionnel au secteur de la santé.

Programme médico-sanitaire bénino-suisse Valérie BOULOUDANI (1998, 77 p.) CHF 12.–

Nº 8 L’entreprise coopérative et de type coopératif :

pour une analyse économique hétérodoxe Souleymane SOULAMA (1997, 36 p.) CHF 10.–

Nº 7 Le système de Programmation – Suivi – Evaluation (PSE) dans une démarche

d’appui institutionnel D. FINO, S. GHINET, C. DUNAND, P. UVIN (1996, 77 p.) CHF 12.–

Nº 6 Démarche d’appui institutionnel.

De l’analyse des acteurs à un processus de renforcement institutionnel Daniel FINO et Serge GHINET (1995, 57 p.) CHF 8.–

Nº 5 L’appui institutionnel au Niger. Résultats d’un atelier de réflexion Peter UVIN et al. (1994, 60 p.) CHF 8.–

Leçons inaugurales

Nº 10 L’Europe du développement :

tendances et conséquences pour la recherche et la formation Louk BOX (2005, 15 p.) CHF 5.–

Nº 9 Adieu Bodin ? Souveraineté et mondialisation Zaki LAÏDI (2003, 35 p.) CHF 5.–

Nº 8 Croissance, mondialisation et pauvreté. Eléments du débat et perspectives

d’avenir Kemal DERVIS (2000, 9 p.) CHF 2.–

Nº 7 Chine trois fois muette. De la place de la Chine dans le monde d’aujourd’hui Jean François BILLETER (2000, 36 p.) CHF 5.–

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Nº 6 Les droits de l’homme : frein ou moteur au développement ? François A. DE VARGAS (1999, 23 p.) CHF 5.–

Nº 5 Enjeux de la mondialisation à la veille du IIIe millénaire Rubens RICUPERO (1998, 12 p.) CHF 5.–

Nº 4 La pratique de la gouvernance pour un monde responsable et solidaire (...) Pierre CALAME (1996, 17 p.) CHF 5.–

Nº 3 « Refonder » l’économie politique George CORM (1995, 23 p.) CHF 5.–

Nº 2 Les défis conceptuels de la mondialisation Maurice BERTRAND (1994, 14 p.) CHF 5.–

Nº 1 Développement et environnement. Humaniser l’homme ou répudier le soleil Joseph KI-ZERBO (1994, 17 p.) CHF 5.–