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Universidad de Tarapaca is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Chungara: Revista de Antropología Chilena. http://www.jstor.org Universidad de Tarapaca MÉTODO PARA ESTUDIAR HUESOS DE ANIMALES EN SITIOS ARQUEOLÓGICOS: VENTAJAS Y PROBLEMAS Author(s): Héctor Velásquez M. Source: Chungara: Revista de Antropología Chilena, Volumen Especial. EDICIÓN DEDICADA A LAS ACTAS DEL XV CONGRESO NACIONAL DE ARQUEOLOGÍA CHILENA, ARICA, OCTUBRE 2000 TOMO I - SIMPOSIOS (Septiembre 2004), pp. 349-357 Published by: Universidad de Tarapaca Stable URL: http://www.jstor.org/stable/27802329 Accessed: 29-06-2015 03:39 UTC REFERENCES Linked references are available on JSTOR for this article: http://www.jstor.org/stable/27802329?seq=1&cid=pdf-reference#references_tab_contents You may need to log in to JSTOR to access the linked references. Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at http://www.jstor.org/page/ info/about/policies/terms.jsp JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. This content downloaded from 201.148.81.39 on Mon, 29 Jun 2015 03:39:07 UTC All use subject to JSTOR Terms and Conditions

Metodo Para Estudiar Huesos

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forma de estudio óseo

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    Universidad de Tarapaca

    MTODO PARA ESTUDIAR HUESOS DE ANIMALES EN SITIOS ARQUEOLGICOS: VENTAJAS Y PROBLEMAS Author(s): Hctor Velsquez M. Source: Chungara: Revista de Antropologa Chilena, Volumen Especial. EDICIN DEDICADA A LAS ACTAS DEL XV CONGRESO NACIONAL DE ARQUEOLOGA CHILENA, ARICA, OCTUBRE 2000

    TOMO I - SIMPOSIOS (Septiembre 2004), pp. 349-357Published by: Universidad de TarapacaStable URL: http://www.jstor.org/stable/27802329Accessed: 29-06-2015 03:39 UTC

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  • Volumen Especial, 2004. P?ginas 349-357

    Chungara, Revista de Antropolog?a Chilena

    M?TODO PARA ESTUDIAR HUESOS DE ANIMALES EN SITIOS ARQUEOL?GICOS:

    VENTAJAS Y PROBLEMAS H?ctor Velasquez M.

    *

    Contrastando con el notable desarrollo te?rico y consecuente literatura disponible acerca de la cuantificaci?n en zooarqueolog?a,

    hay relativamente pocas presentaciones expl?citas de la etapa b?sica de registro de "data primaria". En este trabajo presentamos un

    m?todo y sistema de planillas desarrollado inicialmente para un caso de estudio particular que -con modificaciones- nos ha sido de

    gran utilidad para abordar el estudio de diversos contextos, tanto en sitios abiertos agroalfareros de Chile Central como en aleros

    ocupados por cazadores recolectores en Patagonia. Se presenta sucintamente el m?todo, basado en el registro de espec?menes individuales en bases de datos computarizadas, conside

    rando de manera independiente su identificaci?n taxon?mica y anat?mica, y sus rasgos atribuibles tanto a acciones antr?picas como no-culturales.

    Palabras claves: Zooarqueolog?a, data primaria, m?todo.

    Compared to the important theoretical development on zooarchaeological quantification and the subsequent available literature, little effort has been devoted to the explicit presentation of basic recording procedures. In these pages, we present a method that

    -despite being originally developed for a particular context- has been very useful, with minor modifications, for the analysis of several archaeological contexts, reflecting both open-air agroceramic occupations in Central Chile and sheltered hunter-gatherer occupations in Patagonia. This method is based upon the individual analysis of bone specimens and their recording in computer data bases, using standardized categories for recording its taxonomic and anatomical affiliation, as well as traits attributed both

    to antropic and "natural" agencies. Key words: Zooarchaeology, primary data, methods.

    Como es bien sabido, los restos faun?sticos re

    cuperados en los sitios arqueol?gicos contienen un valioso potencial de informaci?n sobre las condi ciones ambientales y los sistemas culturales (ej. asen tamiento y subsistencia) en el pasado. Sin embargo, para develar esta informaci?n es preciso destinar atenci?n a t?picos tales como la recolecci?n de los

    vestigios, la clasificaci?n y cuantificaci?n de los mismos y la identificaci?n de los factores que pu dieron haber afectado la colecci?n arqueofaun?stica con relaci?n a su depositaci?n, enterramiento y con servaci?n.

    La posibilidad de acceder, a trav?s de los res

    tos, a un contexto din?mico est? relacionada con la

    capacidad de generar marcos te?ricos y metodo

    l?gicos que permitan reconstruir las transforma ciones sufridas o "historias tafon?micas", a trav?s de los elementos que componen el registro (Haber y Ratto 1988). Es por esto que planteamos la nece sidad de formular los problemas que conllevan la elaboraci?n de m?todos claros para el registro de la data primaria en una colecci?n arqueofaun?stica.

    Habitualmente, cada analista asume el regis tro inicial de una colecci?n arqueofaun?stica como

    un problema meramente pr?ctico y circunstancial, recurriendo a aquellos procedimientos a que est?

    acostumbrado, y dise?ando "plantillas" de regis tro de datos propios para cada situaci?n de modo casi oportunista y sin preocuparse mayormente por su estandarizaci?n ni justificaci?n te?rica.

    Originalmente, el desarrollo de este instrumen to no fue una excepci?n. Sin embargo, la oportuni dad de aplicarlo a una gran variedad de coleccio nes -representativas de diferentes per?odos, zonas

    y problemas arqueol?gicos (Alero Entrada Baker, Las Guanacas y Ba?o Nuevo-1 en Patagonia occi dental. Talagante Lampa. Escobarino 1, Las Bri sas y Conc?n en Chile central; Figura 1)- nos ha

    permitido mejorarlo, procurando que sea m?s ?til en situaciones espec?ficas sin perder necesariamen te su car?cter general. Creemos que es esto lo que justifica referirse a esta plantilla y los c?digos que en ella se usan como un "m?todo" incipiente, que representa una primera aproximaci?n a una re

    flexi?n te?rica acerca de las variables m?s relevan tes de consignar en cualquier an?lisis zooarqueol? gico y las definiciones operacionales para registrarlas.

    * Departamento de Antropolog?a, Universidad de Chile, Santiago.

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  • 350 H?ctor V?l?squez M.

    Este "m?todo" (Figura 2) es particularmente ?til

    para estudiar colecciones grandes y bien conserva

    das, estableciendo comparaciones entre atributos en el mismo sitio, como tambi?n en distintos espacios. Sin embargo, en colecciones peque?as permite que la informaci?n sea completa para cada fragmento en particular, a modo de registro de atributos.

    Lo anterior se explica f?cilmente ya que el m? todo gu?a la observaci?n, obligando a registrar las

    mismas cosas en todas las piezas. Esta estandari

    zaci?n -necesidad de asignar c?digos arbitrarios

    (Klein y Cruz-Uribe 1984)- facilita que un atribu to se consigne igual, incluso en dos sitios distin tos, en donde tradicionalmente los datos llamati vos oscurec?an el patr?n. Su desventaja es que no

    permite consignar atributos espec?ficos de una pie

    Figura 1. Ubicaci?n sitios estudiados de Patagonia occidental

    y Chile central.

    za, sesgo presente en todo m?todo que pretenda ser est?ndar y registrar data susceptible de usarse en comparaciones o an?lisis cuantitativos.

    M?todos Anal?ticos y Resultados

    Como hemos dicho, los restos arqueofaun?s ticos que analizamos son resultado de una serie de

    procesos que van desde los agentes naturales de disturbaci?n o tafon?micos hasta los propios de las t?cnicas de recuperaci?n del material en excava ci?n (modificaciones producidas por herramientas), los que implican p?rdida de informaci?n (Salemme et al. 1988).

    De partida, proponemos el tratamiento de los

    espec?menes como unidades de identificaci?n y registro en s? mismas, en vez de la pr?ctica co m?n de incorporarlos a grupos de piezas que son

    posteriormente descritas en sus atributos gene rales. En este caso, los datos primarios (observa ci?n directa en los huesos) concernientes a los distintos ?temes: pieza, lateralidad, completitud, estado de fusi?n, articulaci?n, meteorizaci?n, modificaci?n no humana, termoalteraciones, modificaciones humanas, son descritos en cada

    esp?cimen, dejando en claro que cada hueso tie ne sus propios problemas.

    Identificaci?n taxon?mica y anat?mica

    Los espec?menes mayormente representados por ep?fisis proveen m?s informaci?n que otros frag mentos osteol?gicos, los que son inspeccionados individualmente, y dichos datos son registrados de acuerdo a identificaci?n taxon?mica, anat?mica y aspectos espec?ficos de su condici?n. La determina ci?n taxon?mica y anat?mica se realiz? siempre bajo la sistem?tica biol?gica (Corbet y Hill 1986), consi derando los caracteres o zonas diagn?sticas del tax?n

    y la topograf?a particular de las piezas. En princi pio, el sistema presentado debiera ser ?til para cual

    quier orden de vertebrados, pero nuestra experien cia se reduce a mam?feros, y es ello lo que permite usar una misma plantilla general donde, por ejem plo, las categor?as de elemento esqueletario son re lativamente f?ciles de estandarizar.

    Algunos fragmentos de di?fisis que pudieron ser identificados a familia, especie y elemento

    esqueletario por los rasgos de su topograf?a (cres tas, tuberosidades, inserciones, for?menes, etc.) y que presentaran modificaciones interesantes son re

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  • Identificaci?n Taxon?mica

    Taxa (orden, familia, especie) Cam?lido, c?rvido, c?nido,

    f?lido

    Identificaci?n

    Anat?mica

    Agentes

    no Humanos (1) punciones (2) piqueteados

    (3) rayas

    (4) acanalados (5) raicillas (6) ro?do

    (7) pisoteo

    (p) Pulidos (p) Perforados

    (1) Lascados (r) Retocados

    Pieza: Occ, tem, mx, era, mnd, as, ax, vrt, cost, sac, est, esc, hu , hu D, ra , r D, nil P, mtc , mt , mp

    D, a, ca, car, tar, plv, fe P, fe D, ti , ti D,rot,f 1,

    f 2, f3, se, etc

    Articulaci?n (f) fusionado (a) articulado (e) ensamblado

    Lado Anat?mico

    (D) derecho

    (I) izquierdo

    Estado de Fusi?n

    (f) completamente fusionado

    (sf) semifiisionado (nf) sin fusionar

    Completitud 0,1-0,2-0,3

    0,4-0,5...

    1.

    Porci?n I (m) medial

    (p) proximal

    (d) distal

    1 Porci?n II

    (1) lateral

    (s) sagital

    (mg) marginal

    Agentes Tafon?micos

    Meteorizaci?n

    (1) Sup. Lisa, agrietad, inicial

    (2) Descamamiento (3) Manchones rugosos

    (4) Desprendimiento de astillas (5) Pieza que

    se desintegra al ser

    movida

    Agentes Antr?picos Cortes

    Sexo

    (m) Masculino (f) Femenino

    Edad >0<

    Direcci?n (d) Diagonal

    (1) Longitudinal (t)

    Traverso

    Profundidad corte (s)

    Superficial

    (p) Profundo

    Patr?n Corte (m) M?ltiple (s) Simple

    Fracturas (t) Transversales (1) Longitudinales (d) Diagonales

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  • 352 H?ctor Vel?squez M.

    gistrados de acuerdo a este protocolo. La nomen

    clatura utilizada para identificar piezas esqueletadas se refiere a una convenci?n universal para mam?

    feros (Mengoni 1999), modificada de acuerdo a nuestros objetivos.

    La informaci?n para fragmentos no identifi cados a elemento y peque?os espec?menes que fue ron encontrados y que proveen de cierta informa ci?n para nuestros prop?sitos (caparaz?n de armadillo, c?scaras de huevos) fueron registrados por clase, tama?o, peso, n?mero de fragmento y observaciones de condiciones generales. En esta

    planilla se ingresan los espec?menes agrupados por taxa (generalmente a nivel de Familia o m?s alto) y estado de combusti?n, puesto que este ?ltimo afecta considerablemente el peso de un esp?cimen y una de las mayores utilidades de este registro es medir estado de fragmentaci?n mediante el c?lcu lo de peso promedio por fragmento. Los dientes aislados son registrados en una tercera planilla para estimar luego perfiles etarios, aunque para ello debe considerarse tambi?n informaci?n contenida en el

    registro general de piezas ?seas identificadas (ej. fusi?n epifiseal, estado de alv?olos en mand?bulas

    y maxilares). En lo sucesivo nos referiremos ex clusivamente al registro individual de espec?menes en la base de datos (restringido a espec?menes iden tificados a elemento y a una categor?a taxon?mica definida para cada caso, pero por lo general bajo el nivel de Familia).

    Con el objetivo de establecer una base de da tos que permitiera incorporar toda la informaci?n

    registrada, se precis? la medici?n de variables rele vantes y, por ende, la definici?n oper?ci?n?l de es calas estandarizadas para definir estados en cada una de ellas (ej. completitud, estacionalidad, tafonom?a

    y modificaciones culturales). Para minimizar la ar bitrariedad asociada necesariamente a toda defini ci?n oper?ci?n?l hemos procurado, en la medida de lo posible, emplear las variables y estados defi nidos por otros autores (ej. para meteorizaci?n

    Behrensmeyer 1978; para huellas de corte y da?os tafon?micos Binford 1978; para combusti?n

    Meadow 1978; para fracturas Haynes 1983). Si queremos entender patrones o recurrencias

    en el faenamiento selectivo y decisiones de trans

    porte de piezas de animales, es necesario ser lo m?s

    precisos posible en la definici?n de los espec?menes a nivel de elemento esqueletario. Sin embargo, si trat?ramos como categor?as diferentes a cada esp? cimen (o a un grupo muy preciso como, por ejem

    pio, "f?mur proximal/lateral/anterior") las mues tras se reducir?an al punto de impedir cualquier inferencia significativa. En t?rminos pr?cticos, por lo tanto, solemos distinguir dos variables para es

    pecificaciones de "porci?n" en el registro: la pri mera (columna "porci?n I") referida a ep?fisis (proximal o distal) y la segunda ("porci?n ") a

    precisiones en el plano de la lateralidad (lateral, sagital o marginal -mg- en caso de un fragmento correspondiente a un lado que no hemos podido definir si es hacia fuera o hacia el eje sagital del

    animal). Las porciones mediales s?lo se registran en la base de espec?menes individuales si es que, adem?s de ser identificables a elemento, presentan modificaciones interesantes (ej. huellas de corte o modificaciones no-humanas). En general, no pre cisamos la definici?n de porci?n del elemento m?s all? de estas variables generales (ej. posterior/an terior) para no reducir en exceso la muestra co

    rrespondiente a cada categor?a anal?tica (conside rando, sobre todo, que la sola combinaci?n de dos

    ejes anat?micos y tres categor?as genera seis clases al momento del an?lisis), aunque cada fragmento puede corresponder a una porci?n particular, lo cual

    puede consignarse a modo de "observaci?n" al mar

    gen de cualquier an?lisis cuantitativo. El nivel de resoluci?n que se decida usar al definir categor?as de descripci?n depende, en definitiva, de lo que se

    juzgue como relevante en la perspectiva de los "mo delos" o marcos te?ricos e hipot?ticos. Para esta blecer un ?ndice de fragmentaci?n se determin? un valor fraccional de completitud, desde 1 a 0,1 (Peralta 1995), elaborado a partir de la sugerencia de Klein y Uribe (1984) de minimizar el sesgo de

    traslapes o interdependencia al momento de calcu lar m?nimo n?mero de individuos.

    Por ?ltimo, la variabilidad de decisiones que se deben tomar depende de otras consideraciones

    m?s pr?cticas: experiencia del analista, tiempo y otros recursos, como el acceso a colecciones de

    referencias.

    El nivel de fragmentaci?n y completitud, pro ducto de dep?sitos continuamente afectados por actividades agr?colas en la Zona Central (Lampa, Talagante, etc.), no permiti? establecer preguntas relativas a diversidad taxon?mica a nivel espec?fi co. Se debe considerar adem?s que los huesos pa recen haber sido por lo general hervidos en reci

    pientes cer?micos, lo que alterar?a su composici?n qu?mica, rest?ndoles dureza (Chaplin 1971). Otro

    problema que perjudica la determinaci?n espec?fi

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  • M?todo para Estudiar Huesos de Animales en Sitios Arqueol?gicos... 353

    ca y, sobre todo, el an?lisis de atributos superficia les en estos sitios abiertos, es la acci?n de raicillas. En los sitios costeros (Conc?n y Las Brisas) la gran diversidad taxon?mica se encuentra sesgada prin cipalmente por el nivel de completitud de los

    espec?menes recuperados. En Ba?o Nuevo-1, en cambio, en una cueva

    relativamente fr?a y seca en donde nunca creci? ve

    getaci?n ni hubo reutilizaci?n subactual (ej. ara

    do), se observa una buena conservaci?n de la co lecci?n.

    Tafonom?a

    Para estudiar restos arqueofaun?sticos en con

    textos arqueol?gicos es necesario diferenciar los mecanismos culturales y naturales que contribu

    yen a la acumulaci?n, dispersi?n y conservaci?n de los restos ?seos (Binford 1981; Lyman 1982; Mengoni 1988). Un resto ?seo puede denominarse "cultural" cuando pertenece a especies animales

    usadas como alimento y son parte del uso, p?rdi da, abandono, enterramiento y descarte, etc. En

    cambio, un "hueso natural" es el depositado por otros mecanismos donde no interviene el hombre.

    B?sicamente, lo que se realiz? fue la identifi caci?n de la acci?n de carn?voros por la presencia de marcas producidas durante el mascado, ro?do y otras actividades. Debemos precisar que todas las observaciones fueron hechas a un nivel macros

    c?pico y se utilizaron las categor?as usadas por Binford (1981) y la traducci?n espa?ola de las mis mas publicada por Mengoni (1999). De este modo, llamamos punctures a aquellos pozos de contorno redondeado que se encuentran en el punto de co

    lapso del hueso como consecuencia de la acci?n de los dientes carniceros o caninos; pitting u ho

    yuelo a aquellas superficies extensas en donde se encuentran una serie de orificios peque?os y que surgen producto del masticado extensivo; scoring o ranurado, a los surcos transversales al eje del hueso ya sea en secci?n U o V, producto de la ac ci?n de arrastre de los dientes sobre los huesos, y furrowing o ahuecado a la extracci?n de tejido es

    ponjoso de los extremos articulares de los huesos

    largos. Es importante tener presente, sin embargo, que la acci?n de los c?nidos depende de varios fac tores, que no siempre se consideran, como son el

    tama?o y el tipo de los carn?voros en la regi?n de

    estudio, su densidad y grado de competencia, etc. En el caso de Cueva Ba?o Nuevo-1, Entrada Baker

    y Las Guanacas, existe una escasa incidencia de acci?n de carn?voros, puesto que en Patagonia no

    hay grandes carn?voros y el n?mero que existe es limitado. La acci?n de zorros no es importante y no tiene relaci?n con la desarticulaci?n de la carcasa, como ya lo hab?an observado estudios de tafonom?a sobre huesos de guanaco en Tierra del

    Fuego (Borrero 1990). Los da?os de este tipo ob servados en sitios agroalfareros parecen atribuibles,

    m?s bien, a la acci?n de perros dom?sticos (ej. Escobarino-1).

    Otro agente de modificaci?n superficial es la acci?n de roedores, que producen marcas variadas. Las m?s comunes se presentan como surcos cortos

    de fondo plano o redondeado, de a pares o super puestos, no obstante, aqu? debemos diferenciar los distintos tipos de roedores y su capacidad para ge nerar huellas en los huesos. En Ba?o Nuevo-1, el

    10,0 % de la colecci?n fue afectada en articulacio nes e inserciones musculares, recuper?ndose nu

    merosos restos ?seos de roedores, entre los que se

    pudo reconocer el tucu-tucu (Ctenomys sp.j. En la Zona Central, en cambio, los roedores son m?s

    peque?os, especialmente Abrocoma sp. y Spala copus cyanus (cururo) en Conc?n y Octodon sp. en Escobarino, dejando m?nimas huellas de ro?do en las colecciones.

    El tercer agente tafon?mico que afect? a la colecci?n se refiere a las marcas de pisoteo sobre la superficie de los huesos, las que se expresaron en rayas y surcos producto de desplazamiento de

    guijarros sobre ?stos, muchas veces confundi?n dose con marcas de cortes (Ba?o Nuevo-1). En sitios costeros y del valle este agente es muy im

    portante en la modificaci?n superficial de los hue sos, especialmente en espacios de pasturas (Escobarino-1), donde la presencia de sustratos altamente compactos tambi?n puede producir mar cas de pisoteo (Lampa y Talagante). Lo restringi do de un espacio ocupacional (ej. aleros o cuevas) se relaciona directamente con el grado de impacto por pisoteo.

    La meteorizaci?n involucra un proceso de des

    composici?n natural de los huesos por distintos mecanismos que act?an, antes de ser cubiertos por alg?n sedimento (humedad, temperatura, qu?mica del sustrato y grado de insolaci?n). El resultado es la formaci?n de fisuras, agrietamiento, exfoliaci?n

    y astillamiento, hasta producir la fragmentaci?n y pulverizaci?n de la pieza. Para nuestro estudio he mos incorporado los estadios propuestos por

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  • 354 H?ctor Vel?squez M.

    Behrensmeyer (1978) -O superficie lisa sin agrie tamiento; 1 agrietamiento inicial; 2 en proceso de descamamiento inicial; 3 manchones rugosos y fibrosos superficiales; 4 grietas abiertas y profun das con desprendimiento de astillas; 5 piezas que se desintegran al ser removidas- tan s?lo como una

    manera pr?ctica de registrar en categor?as discre tas una secuencia continua, sin pretender de nin

    g?n modo interpretar estos estadios en t?rminos de tiempo, puesto que el estudio original fue desa rrollado en estepas des?rticas en ?frica Occiden tal y la velocidad de meteorizaci?n ?sea es muy diferente en cada ambiente. La humedad, la tem

    peratura local, qu?mica del sustrato y el grado de insolaci?n son variantes regionales que no act?an en forma universal (Mengoni 1999). En los sitios de Patagonia los restos arqueofaun?sticos presen tan una buena conservaci?n, con alto porcentaje de superficies lisas y sin huellas de agrietamiento, sobre todo en espacios cubiertos (Ba?o Nuevo-1). Lo mismo sucede en sustratos con r?pida depositaci?n por agentes e?licos (Conc?n). En cambio, en los sitios afectados por sustratos m?s

    compactos y duros los niveles de meteorizaci?n

    llegan al agrietamiento completo del hueso

    (Talagante, Lampa). Las raicillas, que se encuentran cercanas a los

    dep?sitos faun?sticos, tambi?n son modificadores de la superficie de los huesos, alcanz?ndolos para la obtenci?n de nutrientes, dejando como rasgos visibles una serie de improntas dendr?ticas

    (Becker 1993), esencialmente observables en si tios alterados por actividades agr?colas (Lampa,

    Talagante).

    Modificaciones culturales

    Una de ?stas se refiere a las huellas de cortes, producto del aprovechamiento de los recursos

    faun?sticos, consecuencia de una serie de activida des que se encuentran relacionadas, como ser des

    articulaci?n de la carcasa en unidades menores

    (cuereo, trozamiento primario en el sitio de caza

    ligado al transporte; secundario, para el reparto fa miliar y terciario o de descarne, preparaci?n de ali mentos y consumo), obtenci?n de la m?dula ?sea etc. (Lyman 1987). Estas acciones dejan una serie de huellas o marcas que se producen por el contac to del filo activo del instrumento empleado (l?rico, valva, ?seo o metal) sobre el periostio o tejido su

    perficial del hueso (Mengoni 1999). Se basan en

    dos supuestos: que las marcas se repitan en los di ferentes espec?menes, en los mismos lugares y que exista una explicaci?n anat?mica determinada para que las huellas se encuentren en un lugar (asocia das a inserciones musculares o articulaciones) (Binford 1981), las que muchas veces se confun den con las producidas por otros agentes como abrasi?n de sedimento, pisoteo, dientes fractura dos, carniceros de c?nidos, etc.

    Se identificaron huellas de cortes, siguiendo categor?as precisas y descriptivas: orientaci?n, pa tr?n de corte (frecuencias) y profundidad, los as

    pectos de morfolog?a, distribuci?n en la topogra f?a del hueso, datos que fueron ingresados en

    dibujos de piezas esqueletarias para observar pa trones recurrentes de faenamiento y asociaciones con inserciones y superficies articulares. Adem?s, se establecieron comparaciones con las descritas

    por Binford (1981) para observar similitudes y di ferencias, asimismo evaluamos las categor?as des

    criptivas de Lyman (1987). El bajo n?mero de la muestra y el nivel de agen

    tes que afectan la superficie de los huesos (raicillas, pisoteo, fragmentaci?n) impidieron observar patro nes de recurrencias de huellas de cortes (Lampa, Talagante), lo que s? pudo observarse en coleccio nes grandes y de buena conservaci?n (Ba?o Nue vo-1, Las Guanacas y Conc?n).

    Las fracturas intencionales (trozamiento pri mario, secundario, de consumo y fabricaci?n de

    artefactos) las hemos distinguido de las produci das por agrietamiento (contornos escalonados), de la acci?n de carn?voros (especialmente perros y zorros, las que dejan sus improntas y se diferen cian por forma de los negativos) y del pisoteo de animales, observadas en ?reas abiertas de pasturas (Escobarino-1).

    En cuanto a sus categor?as est?ndar, las hemos descritos de acuerdo a criterios de forma: longitu dinal, en la que los bordes se orientan paralelos al

    eje longitudinal del hueso (Mengoni 1999), con

    posibles huellas de impacto. Espiral, en la que el borde de la fractura muestra forma helicoidal y en la que el borde es m?s largo que el di?metro origi nal de la di?fisis. Transversales, cuando el largo es menor al di?metro del hueso, la fractura transver sal con marcado previo, posiblemente para guiar el frente de la fractura, observadas en sitios de

    Patagonia (Ba?o nuevo-1 y Entrada Baker). Las fracturas en el esqueleto axial, tanto cr?

    neo como v?rtebras, para la obtenci?n de sesos y

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  • M?todo para Estudiar Huesos de Animales en Sitios Arqueol?gicos... 355

    m?dula contenida en el canal vertebral constituye una porci?n muy apetecida por su alto contenido de vitaminas, prote?nas y otras sustancias. Otro fac tor a considerar en la fractura es el relacionado a los procesos tecnol?gicos para la fabricaci?n de instrumentos ?seos. Ciertas caracter?sticas asocia

    das a la morfolog?a pueden indicar t?cnicas utili zadas durante la fractura intencional, las que se refieren a la presencia de huellas y negativos de

    impacto. Como en el caso de las huellas de cortes, s?lo

    son observables en sitios con escasos grados de meteorizaci?n (0-1 )y con altos niveles de comple titud, especialmente en sitios protegidos de agen tes disturbadores (Ba?o Nuevo-1), y en espacios con depositaci?n muy r?pida (Conc?n). Aqu? se

    dirigen, b?sicamente, para la obtenci?n de partes consumibles y de grasas, donde sobresalen las de descarne y fileteado, las que indican que los restos

    arqueofaun?sticos se ubicar?an al final de la cade na de reducci?n de las carcasas. En el valle central la mayor?a de los sitios est?n afectados por arados

    y pisoteos de animales (Lampa, Talagante y Escobarino).

    Termoalteraciones

    Se relaciona el uso del fuego en el desarrollo

    tecnol?gico de ciertos instrumentos, en la prepara ci?n de superficies de huesos (Binford 1981) para fracturas y principalmente en la actividad culina ria (preparaci?n de alimentos y consumo).

    Pese a las consideraciones de discusi?n con

    respecto a este tema (Mengoni 1999), especialmen te cuando se la relacionan con presencia de

    agrietamientos, fisuras, cuarteaduras y exfoliaci?n

    por calentamiento, rasgos que muchas veces apa recen asociados a estadios de meteorizaci?n, he mos considerado que la caracter?stica m?s com?n de cambios en la superficie de los huesos -seg?n el incremento progresivo en la temperatura- se re

    fiere al color y hemos considerado esta variable

    para medir la exposici?n al fuego (Meadow 1978; Brain 1981). Esta escala considera que: 0- Sin evi dencia de combusti?n. 1- Completamente calci nado. 2- Parcialmente calcinado. 3- Parcialmente

    calcinado, parcialmente carbonizado. 4- Carboni

    zado. 5- Parcialmente carbonizado, parcialmente

    quemado. 6- Quemado rojo. 7- Parcialmente que mado, parcialmente intacto. 8- Manchas de car

    b?n.

    Este ?tem no es afectado por factores de altera ci?n superficial del hueso; en el caso de sitios con muestras peque?as y con alta fragmentaci?n, los

    espec?menes identificados con evidencias de termoalteraci?n fueron comparados con los fragmen tos no identificados (Lampa, Talagante y Escobarino

    1). La alta frecuencia de combusti?n en los sitios de la zona central, especialmente agroalfareros, no ha

    br?a permitido una buena conservaci?n por altera ci?n de sus componentes qu?micos.

    Preservaci?n relativa

    Generalmente se piensa que la mayor abundan cia relativa de ciertas piezas esqueletarias en com

    paraci?n con otras puede tener una causa basada en las decisiones humanas, dependiendo de los valores de utilidad de las diferentes partes econ?micas y las decisiones en cuanto al costo de transporte que se

    requieren para llevarlos a los campamentos de con sumo (informaci?n se hizo popular por las observa ciones hechas por Binford en los estudios

    etnoarqueol?gicos entre los esquimales Nuniamut). Observaciones que han generado una serie de mo delos no siempre de acuerdo con la informaci?n de otras fuentes etnogr?ficas (Hazda, etc.).

    Sin embargo, antes de establecer cualquier tipo de interpretaci?n sobre la data primaria es necesa rio determinar ciertos controles tafon?micos que tienen relaci?n con la capacidad de sobrevivencia o permanencia de las distintas partes de un mismo hueso y entre las diversas piezas esqueletarias de una carcasa. Dicho tema ha sido muy recurrente

    en la investigaci?n zooarqueol?gica, siendo eviden te que existe una correlaci?n significativa entre fre cuencia anat?mica, densidad ?sea y utilidad eco n?mica de las piezas representadas (Grayson 1988; Lyman 1994). Lo anterior constituye una herra mienta metodol?gica ?til para evaluar la preserva ci?n diferencial del conjunto, en miras de distin

    guir si el dep?sito fue consecuencia de la

    preservaci?n diferencial, o resultado de agentes antr?picos que sugieran modelos de acumulaci?n de huesos como consecuencia del transporte dife rencial de partes esqueletarias.

    Una consideraci?n generalmente aceptada es

    comparar la correlaci?n de abundancia de partes esqueletarias con la utilidad econ?mica y con los valores de dureza relativa o densidad ?sea (Grayson 1988; Lyman 1985, 1994). Este m?todo chequea, primero, si la correlaci?n con el rango de preser

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  • 356 H?ctor V?l?squez M.

    vaci?n es significante, si no es as?, entonces la co rrelaci?n con la utilidad es tomada por alguna in

    terpretaci?n cultural (Binford 1981), pero si la co rrelaci?n con la reservaci?n y con utilidad son ambas positivamente significativas, entonces el

    conjunto representado es consecuencia tanto del

    transporte selectivo como de la preservaci?n dife rencial, esto es, cuando nos enfrentamos con un

    problema de "equifinalidad", en donde procesos distintos llegan a manifestarse de una misma ma nera (Lyman 1994).

    Sabemos que los huesos con mayor dureza relativa tienden a resistir el da?o, sobre todo en

    partes de la carcasa que tienen menos valores en nutrici?n y utilidad econ?mica. Por lo tanto, este

    conjunto pudo haber sido producido ya sea por transporte selectivo de partes de alta utilidad o

    por la destrucci?n de partes menos densas. Este

    problema se agrava, especialmente, cuando que remos distinguir entre conjuntos faun?sticos de

    positados en sitios de matanzas y otros deposita dos en campamentos bases (Rogers 2000). De esta

    forma, entendemos que la generaci?n de mode los de interpretaci?n est? supeditada a poder en tender cu?l es la raz?n principal de un dep?sito, la que tambi?n debe ser evaluada a la luz de agen tes tafon?micos.

    Nosotros hemos utilizado los valores de dure za relativa, preservaci?n diferencial (Binford y Bertram 1977) observados para carib?, simplemen te como un par?metro del rango de preservaci?n de las piezas esqueletarias y con las consideracio nes de los valores de densidad ?sea para c?rvidos

    (Lyman 1985) y cam?lidos (Elkin 1995), aplica das por medio de una escala simple de rangos ge nerales para todos los mam?feros terrestres (Lam et al. 1999). Lamentablemente no todas las colec ciones presentaron una buena muestra para esta

    blecer correlaciones significativas, m?s bien, el resultado de la depositaci?n de dichas muestras fue consecuencia de la acci?n continua de muchos

    agentes disturbadores (pisoteo, raicillas, ro?do, etc.). Sin embargo, este control de dureza relativa versus frecuencia relativa permiti? establecer que, en general, la abundancia anat?mica no est?

    sesgada por fen?menos de conservaci?n diferen cial, es decir, que se estar?a reflejando la gran im

    portancia econ?mica que tuvo el ingreso de recur sos faun?sticos (guanaco).

    Conclusion

    Los estudios arqueofaun?sticos no pueden es

    capar a una realidad b?sica de la arqueolog?a, esto es, que la investigaci?n de sociedades pasadas im

    plica el tratamiento de objetos del presente (hue sos, plumas, pelos, etc.). Sabemos que estos ani

    males fueron parte de las relaciones ecol?gicas que las poblaciones naturales establecieron con su medio ambiente. Entonces, la probabilidad de acceder, a partir de estos restos, a una din?mica social se encuentra en directa relaci?n con la ca

    pacidad de generar marcos te?ricos y metodol?

    gicos, no s?lo para distinguir los agentes tafon? micos y culturales que actuaron en la colecci?n, sino tambi?n la clasificaci?n, cuantificaci?n del

    registro. La formulaci?n de una plantilla de datos la

    mayor?a de las veces aparece como una elabora

    ci?n oportunista, sin preocuparse por una estanda rizaci?n ni justificaci?n te?rica. Esta es, entonces, la oportunidad para plantear la necesidad de for

    mular los problemas que implica el registro de la data primaria en una colecci?n arqueofaun?stica.

    La oportunidad de aplicar una plantilla estandarizada (Mena ms.) a una serie de sitios dis tribuidos en distintos puntos geogr?ficos, acep tando que cada uno de ellos tiene problem?ticas particulares, hace que este tipo de ejercicios sea m?s valorado.

    Quiz?s la dificultad m?s importante para es tablecer estandarizaciones es la consideraci?n de

    aspectos que son muy distintos en cada zona am biental, como es el caso del tama?o de la mues tra, la acci?n de agentes disturbadores en zonas

    muy afectadas por actividades agr?colas y pastoriles, agentes tafon?micos biol?gicos, que a

    pesar de comportarse en forma similar no son pre cisamente iguales (acci?n de c?nidos dom?sticos y silvestres, acci?n de roedores de distintos ta ma?os, Ctenomys y Spalacopus cyanus, etc.). No obstante, este m?todo permite establecer compa raciones entre realidades distintas cuando la mues tra lo permite, ya que obliga a estandarizar los atributos de las distintas modificaciones. En el caso en que la colecci?n no sea representativa, permite tener una descripci?n de los restos

    arqueofaun?sticos recuperados. Reci?n sobre lo anterior podemos elaborar la

    data secundaria y los marcos interpretativos de los

    aspectos relacionados con los sistemas de asenta

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  • M?todo para Estudiar Huesos de Animales en Sitios Arqueol?gicos... 357

    miento y subsistencia. La problem?tica y discusio nes que se generan en este nivel de an?lisis son tan

    amplias (zooarqueolog?a cuantitativa, anatom?a eco n?mica, estacionalidad, etc.), sin examinar los apor tes de estudios actual?sticos y etnoarqueol?gicos

    (consideraciones sobre el reparto, deslonje en sitios de caza, etc.), que deben ser tratados en otro trabajo.

    Agradecimientos: Proyectos Fondecyt 1950106, 1990159, dirigidos por Francisco Mena.

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    Article Contentsp. [349]p. 350p. 351p. 352p. 353p. 354p. 355p. 356p. 357

    Issue Table of ContentsChungara (Septiembre 2004) pp. 1-534Front MatterEDITORIAL [pp. 5-7]InauguracinDISCURSOS INAUGURALES DEL XV CONGRESO NACIONAL DE ARQUEOLOGA CHILENA 16 DE OCTUBRE DE 2000 [pp. 8-9]

    Simposio Perspectivas Tericas y Metodolgicas en los Estudios LticosCOMENTARIO AL SIMPOSIO PERSPECTIVAS TERICAS Y METODOLGICAS EN LOS ESTUDIOS LTICOS [pp. 13-14]SELECCIN DE MATERIAS PRIMAS PARA LA CONFECCIN DE RASPADORES EN CONTEXTOS DE CERRO DE LOS INDIOS 1 (LAGO POSADAS, SANTA CRUZ, ARGENTINA) [pp. 15-28]USO DE TECNOLOGAS LTICAS ENTRE EL ARCAICO TARDO Y EL PERODO TARDO: EL MODELO DE LA LOCALIDAD DE CASPANA [pp. 29-35]APROVECHAMIENTO DE MATERIAS PRIMAS LTICAS EN ALTO CHACABUCO [pp. 37-47]LA EXPEDITIVIDAD Y EL REGISTRO ARQUEOLGICO [pp. 49-60]TECNOLOGAS DE PROYECTIL DURANTE LOS PERODOS ARCAICO Y FORMATIVO EN EL LOA SUPERIOR (NORTE DE CHILE): A PARTIR DEL ANLISIS DE PUNTAS LTICAS [pp. 61-76]VARIABILIDAD INTERLOCAL EN SECUENCIAS DE REDUCCIN LTICA: CONJUNTOS CORDILLERANOS DE CHILE CENTRAL [pp. 77-87]PRIMEROS CAZADORES MARTIMOS Y TERRESTRES DE PATAGONIA AUSTRAL Y TIERRA DEL FUEGO: TECNOLOGA LTICA E IDENTIDAD CULTURAL [pp. 89-94]LOS IMPLEMENTOS DE MOLIENDA EN UN CAMPAMENTO ESTACIONAL DEL HOLOCENO MEDIO: IMPLICANCIAS FUNCIONALES Y CONTEXTUALES [pp. 95-103]

    Simposio Estado Actual de la Arqueologa Histrica en Chile: Teora y MtodosPRESENTACIN Y COMENTARIO AL SIMPOSIO ESTADO ACTUAL DE LA ARQUEOLOGA HISTRICA EN CHILE: TEORA Y MTODOS [pp. 107-108]EVALUACIN TERICO-METODOLGICA DEL TRABAJO DE ARQUEOLOGA HISTRICA EN LA EXTENSIN DE LA LNEA CINCO DEL METRO DE SANTIAGO [pp. 109-116]ARQUEOLOGA HISTRICA EN LA PARROQUIA LA PURSIMA CONCEPCIN DE COLINA. REGIN METROPOLITANA [pp. 117-129]ARQUEOLOGA DEL SIGLO XX: EL CASO DE ISLA DE LOS MUERTOS, PATAGONIA OCCIDENTAL, AISN [pp. 131-139]LA PRIMERA BOLSA COMERCIAL DE VALPARASO: INFORMACIN HISTRICA Y ARQUEOLGICA [pp. 141-149]ARQUEOLOGA HISTRICA EN LA PLAZA SOTOMAYOR DE VALPARASO: EL PRIMER MUELLE DEL PUERTO PRINCIPAL [pp. 151-159]RELACIONES INTERTNICAS EN ASENTAMIENTOS DEL SIGLO XVI DE LA PRECORDILLERA LACUSTRE ANDINA, IX Y X REGIONES: ANLISIS CERMICO [pp. 161-174]SITIOS HISTRICOS TEMPRANOS DE CARCTER DEFENSIVO. SECTOR ORIENTAL DE LA VILLA RICA (1550-1602) [pp. 175-186]ARQUEOLOGA E HISTORIA URBANA: INVESTIGACIONES EN LA CIUDAD Y EL CONURBANO MENDOCINO [pp. 187-196]

    Simposio Arica Pasado y Presente, una Visin Antropolgica MultidisciplinariaPRESENTACIN AL SIMPOSIO ARICA, PASADO Y PRESENTE, UNA VISIN ANTROPOLGICA MULTIDISCIPLINARIA [pp. 199-200]SNTESIS Y PROPUESTAS PARA EL PERODO ARCAICO EN LA COSTA DEL EXTREMO NORTE DE CHILE [pp. 201-212]EL PERODO FORMATIVO EN LOS VALLES DEL NORTE DE CHILE Y SUR DELPER: NUEVAS EVIDENCIAS Y COMENTARIOS [pp. 213-225]EL HORIZONTE MEDIO EN LOS VALLES OCCIDENTALES DEL NORTE DE CHILE (ca. 500 - 1.200 d.C.) [pp. 227-233]CONTINUIDAD Y CAMBIO EN LAS COMUNIDADES LOCALES, PERODOS INTERMEDIO TARDO Y TARDO, VALLES OCCIDENTALES DEL REA CENTRO SUR ANDINA [pp. 235-247]LOS TEXTILES EN EL CONTEXTO MULTITNICO DEL PERODO TARDO EN ARICA [pp. 249-260]TMULOS, IDEOLOGA Y PAISAJE DE LA FASE ALTO RAMREZ DEL VALLE DE AZAPA [pp. 261-272]

    Simposio Ocupaciones Iniciales de Cazadores Recolectores en el Sur de Chile (Fuego-Patagonia y Araucana)PRESENTACIN AL SIMPOSIO OCUPACIONES INICIALES DE CAZADORES RECOLECTORES EN EL SUR DE CHILE (FUEGO-PATAGONIA Y ARAUCANA) [pp. 275-275]COMENTARIO AL SIMPOSIO OCUPACIONES INICIALES DE CAZADORES RECOLECTORES EN EL SUR DE CHILE (FUEGO-PATAGONIA Y ARAUCANA) [pp. 277-281]MODELOS DE OCUPACIN TEMPRANA EN LA BAHA DE CONCEPCIN Y GOLFO DE ARAUCO [pp. 283-288]POBLAMIENTOS INICIALES EN LA COSTA SEPTENTRIONAL DE LA ARAUCANA (6.500-2.000 a.p.) [pp. 289-302]EVALUACIN DE LA MODALIDAD CULTURAL FELL 1 EN MAGALLANES [pp. 303-315]POBLAMIENTO TEMPRANO DE LOS EXTREMOS GEOGRFICOS DE LOS CANALES PATAGNICOS: CHILO E ISLA NAVARINO 1 [pp. 317-331]UNA MIRADA AL MODO DE VIDA CANOERO DEL MAR INTERIOR DESDE PIEDRA AZUL [pp. 333-346]

    Simposio Estudios Bioarqueolgicos en Chile como Fuente de Apoyo al Encuentro, Reencuentro e Interpretacin de Data Biolgica en Sitios ArqueolgicosMTODO PARA ESTUDIAR HUESOS DE ANIMALES EN SITIOS ARQUEOLGICOS: VENTAJAS Y PROBLEMAS [pp. 349-357]ANIMALES QUE CUENTAN HISTORIAS [pp. 359-364]DOMESTICACIN DE PLANTAS Y ANIMALES EN LA ARAUCANA: DATOS, METODOLOGAS Y PROBLEMAS [pp. 365-372]PENSANDO LA ANTRACOLOGA PARA EL CENTRO-SUR DE CHILE: SITIOS ARQUEOLGICOS Y BOSQUE EN EL LAGO CALAFQUN [pp. 373-380]ESTUDIOS BOTNICOS, PALEOAMBIENTE Y ARQUEOLOGA. CERRO ONAS, TRES ARROYOS, TIERRA DEL FUEGO [pp. 381-386]INICIOS DE PRESENCIA DE CULTGENOS EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE, PERODOS ARCAICO Y AGROALFARERO TEMPRANO [pp. 387-399]

    Simposio Clima y Cultura: Approximaciones para una Geoarqueologa AndinaCAMBIOS EN EL USO DE LOS RECURSOS VEGETALES DURANTE EL HOLOCENO EN LA PUNA MERIDIONAL ARGENTINA [pp. 403-413]PROCESOS DE FORMACIN DE SITIOS ARQUEOLGICOS Y SU RELACIN CON CAMBIOS PEDOLGICOS, EL RINCN, TAF DEL VALLE, TUCUMN [pp. 415-423]

    Simposio Marxismo y Arqueologa, Ao 2000EL ARTE RUPESTRE COMO IDEOLOGA: UN ENSAYO ACERCA DE PINTURAS Y GRABADOS EN LA LOCALIDAD DEL RO SALADO (DESIERTO DE ATACAMA, NORTE DE CHILE) [pp. 427-440]ARQUEOLOGA Y CAMBIO SOCIAL: UNA VISIN DE GNERO Y MATERIALISMO HISTRICO PARA EL NORTE DE CHILE [pp. 441-451]PRODUCCIN LTICA DURANTE EL PERODO FORMATIVO EN LA SUBREGIN DEL RO SALADO [pp. 453-465]ACERCA DEL DOMINIO INKA, SIN MIEDO, SIN VERGENZA [pp. 467-480]

    Simposio Manejo de Recursos del Patrimonio Cultural y Estudios de Impacto Ambiental en Sitios ArqueolgicosTRAMPAS Y AMARRAS: ES POSIBLE HACER ARQUEOLOGA EN EL SISTEMA DE EVALUACIN DE IMPACTO AMBIENTAL? [pp. 483-488]MANEJO DEL RECURSO ARQUEOLGICO EN RAPA NUI: TEORA Y REALIDAD [pp. 489-497]GESTIN DE RECURSOS CULTURALES ARQUEOLGICOS EN EL NORTE DE LA PROVINCIA DE MENDOZA (REPBLICA ARGENTINA): ALGUNAS EXPERIENCIAS DE TRABAJO [pp. 499-508]PROTECCIN JURDICA DEL PATRIMONIO CULTURAL: LOGROS Y ENCRUCIJADAS DEL PATRIMONIO ANTROPOARQUEOLGICO CHILENO [pp. 509-522]IMPACTO AMBIENTAL ARQUEOLGICO EN LA REGIN DE ANTOFAGASTA [pp. 523-529]REFLEXIONES Y SUGERENCIAS SOBRE LA ARQUEOLOGA AMBIENTAL EN CHILE DESDE LA PERSPECTIVA DE UN OBSERVADOR EXTERNO [pp. 531-534]

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