mentalidad posmo - Pinillos

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  • 8/4/2019 mentalidad posmo - Pinillos

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    Excmo. y Magfco. Sr. Rector, Seoras ySeores:

    Sean mis primeras palabras de agrade-cimiento a esta Universidad de Oviedo y asu Rector, Don Santiago Gascn, que sehan dignado honrarme admitindome en elseno de su eminente Claustro de Profeso-res. A todos ellos, y muy en especial a miscompaeros y amigos de la Facultad dePsicologa y a mi Padrino y Decano Sera-fn Lemos, mi ms sincera gratitud. Estadistincin que tan generosamente me ha-bis otorgado me hermana an ms convuestra Universidad, que ya es tambin lama, y con esta noble ciudad de Oviedo ala que me unen lazos de los que perdurantoda la vida. Gracias de nuevo, Sr. Rector,y mi reconocimiento a todos. Ahora per-

    mtidme que cumpla con la grata obliga-cin de pronunciar mi discurso de ingresoen este Claustro.

    La mentalidad postmoderna

    Considerada en s misma, al margen desus determinaciones biolgicas y sociales,la mente humana es una abstraccin cien-

    tfica o filosfica que carece de existenciareal. El hombre es siempre de algn lugar,piensa en una lengua concreta y tiene unamanera de ser y de ver la realidad que

    comparte con las gentes de su grupo. Loque entendemos por mentalidad es, pues,la forma social de la mente, es decir, laforma particular que adopta la vida mentalen funcin de su pertenencia a una socie-dad determinada. El homo universalis esun ideal del que, en el sentir postmoderno,es menester desconfiar. En mi interven-cin tratar de explicar el porqu de estadesconfianza de los postmodernos en laIdea de una mentalidad universa1.

    La tarea no es nada fcil, entre otras ra-zones por la ambigedad del propio trmi-no post-moderno que, en realidad, signi-fica bien poco, pues es obvio que despusde lo moderno puede venir cualquier co-sa. La voz postmodernidad deja prctica-mente intacto el ahora, lo que sigue a lomoderno, porque su referente es un tiempo

    que se supone ya pasado. A esta circuns-tancia se une la condicin plural y algo ex-travagante del propio postmodernismoque, como es natural, se resiste a todoaquello que tienda a unificarlo, a conver-tirlo en un monolito doctrinal, a la par quemanifiesta unas ideas bastante chocantespara el comn de las gentes. De ah que sise desconoce el sentido profundo del pen-

    samiento postmoderno, la simple enume-racin de sus rasgos ms salientes resultaincomprensible o fastidiosa para el hom-bre de la calle y, al parecer, tambin para

    Psicothema, 1996. Vol. 8, n 1, pp. 229-240

    ISSN 0214 - 9915 CODEN PSOTEG

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    Correspondencia: Jos Luis PinillosReal Academia de la LenguaMadrid. Spain

    * Discurso pronunciado con motivo de su investiduracomo Doctor Honoris Causa por la Universidad deOviedo

    LA MENTALIDAD POSTMODERNA*

    Jos Luis PinillosUniversidad Complutense de Madrid

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    las elites. En lneas generales, esta imagen

    de un postmodernismo trivial y sin pies nicabeza es la que se ha depositado en laopinin pblica espaola.

    Por razones en las que no hay tiempode entrar ahora, la realidad es que, conlas excepciones de rigor, aqu el tema dela postmodernidad no cay bien. Al pocotiempo, nuestros expertos en el arte deestar de vuelta de las cosas sin haber ido

    se apresuraron a dar por superado elasunto de la postmodernidad y decidie-ron anunciar su prxima defuncin. Loque ha ocurrido luego no tiene muchoque ver con eso, pero la mala imagen haperdurado. No importa que fuera de Es-paa el postmodernismo haya originadoa un debate importante, que an continavivo en Amrica y en gran parte de Eu-

    ropa. ltimamente, a pesar de la escasaatencin que se la prestado al tema, lasencuestas de Juan Dez Nicols y Aman-do de Miguel han detectado en la pobla-cin espaola la aparicin de unos nue-vos valores postmaterialistas caracters-ticos del proceso de posmodernizacinque, segn algunas investigaciones so-ciolgicas, ha reemplazado desde haceun cuarto de siglo al proceso de moder-nizacin clsico2.

    Alguien podra objetarme de todos mo-dos que, diga lo que diga Inglehart, no hayque hacer mucho caso de la postmoderni-dad porque objetivamente es un tema fr-volo, carente de inters y ya anticuado.Pudiera ser, no digo que no. Pero lo queest ocurriendo en los pases llamadosavanzados no es precisamente eso. En es-

    tos pases, los hechos apuntan en sentidocontrario al anuncio de la muerte delpostmodernismo. Yo ms bien creo que loque ocurri aqu es que el tema se despa-ch antes de tiempo y luego result que lascosas tomaron un camino distinto del quepareca que iban a seguir. Hoy resulta dif-cil negar que, con independencia de que

    nos agrade o no, de que sea bueno, malo o

    regular, el fenmeno postmoderno es unarealidad con indiscutible presencia en loscrculos intelectuales y artsticos de Euro-pa y Amrica, que parece haber prendidoen la mentalidad de las generaciones jve-nes.

    Por descontado, nada de esto quiere de-cir que por ah ande todo el mundo entu-siasmado con las ideas postmodernas, o

    que el pensamiento moderno haya desapa-recido de la escena. En otras partes, lascrticas al postmodernismo son muy nu-merosas y a veces feroces. Excepto que lascrticas de los postmodernos a la moderni-dad tampoco escasean y, a menudo, son delas que levantan ampollas. A decir verdad,la confrontacin actual entre modernos ypostmodernos no es menos fuerte que la

    famosa querella de antiguos y modernosque tuvo lugar durante la Ilustracin. Hoypor hoy, despus de ms de treinta aos,contina la polmica, siguen enfrentadoslos partidarios de desguazar lo que quedade la modernidad, con los que por el con-trario estn decididos a reflotarla por enci-ma de todo. En ambas posturas hay mu-chos matices, por supuesto, pero en esen-cia las posiciones principales en relacincon este asunto son de tres clases. Por unlado, estn los postmodernistas radicales,que creen que la ruptura ya se ha produci-do y no tiene vuelta atrs. En unos casos,la interpretacin de la supuesta ruptura espositiva; este es por ejemplo el caso deJohn Cage o Nicolas Zurbrugg, que defini-tivamente esperan del postmodernismo unmundo mejor. Otros, como Baudrillard,

    coinciden en que la ruptura se ha produci-do, slo que para mal. Algunos entusiastasde Braudillard, como los canadienses Kro-ker y Cook, llegan al extremo de conside-rar el postmodernismo como una culturaexcremental. En el otro extreno se encuen-tran aquellos que niegan la existencia dediscontinuidad o ruptura alguna, como es

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    el caso de Jrgen Habermas, de Callinicos

    o Charles Taylor. Por ltimo, son mayoralos que han optado por una dialctica decontinuidades y discontinuidades: porejemplo, Jean-Franois Lyotard, RichardRorty, Stephen Toulmin, Fredric Jameson,David Harvey y muchos ms. La voz queen cambio ha enmudecido es la de los queen su da anunciaron la pronta muerte delpostmodernismo. Los aos han pasado y el

    postodernismo sigue en pie, como podrncolegir ustedes de algunos datos que, aun-que sea slo de un modo telegrfico, lesofrecer a continuacin. Son datos que ha-blan por s mismos respecto de la situacinen que se encuentra actualmente la cues-tin.

    Dir algo en primer lugar de publica-ciones y de autores. El debate de la post-

    modernidad est efectivamente tan supe-rado que la Biblioteca de la Universidadde Harvard, por hablar de un tema que heseguido directamente, ha incorporado asus fondos durante los ltimos cuatro ocinco aos como medio millar de librossobre postmodernismo. De otra parte, sinms trabajo que anotar las editoriales delcentenar de obras que he manejado en es-tos aos sobre este asunto, me he encon-trado con que aproximadamente una terce-ra parte de esos libros han sido publicadospor universidades tan aficionadas a patro-cinar tonteras como el M.I.T., Yale, Prin-ceton, John Hopkins, Chicago, Illinois,Columbia, New York State, San Diego,Berkeley, California, Oxford, Cambridge,la Open University britnica o la propiaUniversidad de Harvard, aparte de edito-

    riales privadas, algunas de gran prestigio,cuyo nombre me callo, no sea que algn

    juez me incluya en la lista. Huelga decirque, entre tanto libro, hay de todo. Los haydeleznables, por supuesto, y la crtica esbien dura con ellos; pero los hay tambinque llevan la firma de autores como Step-hen Toulmin, Charles Taylor, Jrgen Ha-

    bermas, Umberto Eco, Richard Rorty,

    Charles Jencks, Jacques Derrida, o Jean-Franois Lyotard, por citar slo algunosnombres de los ms conocidos a esta orilladel Atlntico.

    A todo esto es menester aadir que elpostmodernismo ha encontrado eco en ma-terias y disciplinas tan diversas como lahistoria, el arte, la literatura, la semiolo-ga, el teatro, el cine, la msica, la crtica

    cultural, la educacin, el feminismo, losprejuicios raciales, el derecho, la sociolo-ga, la economa, la ciencia poltica, la ar-quitectura, la ecologa, la medicina, la psi-cologa, la psiquiatra, la antropologa, lafilosofa y tambin la teologa. Por su-puesto, el eco no ha sido siempre favora-ble. Ha habido comentarios enormementeelogiosos, pero tambin mortales de nece-

    sidad. Lo que no ha habido es silencio, in-diferencia. La presencia activa delpostmodernismo en la escena intelectualde pases como Estados Unidos y Canad,o los miembros de la Comunidad Europea,valga el ejemplo, constituye un hecho debulto que no es serio pretender esquivar.

    Pero hay algo ms que, aunque seabrevsimamente, todava debo aadir aeste prembulo. Me refiero al lenguaje.Entre las partculas compositivas de losidiomas modernos, el prefijo post esten alza desde hace aproximadamente unadcada. Sobre todo a partir del ltimolustro, cada vez son ms las palabras queponen sus referentes a la cola de otros, esdecir, que definen sus objetos por ir de-trs de o despus de algo previo, seala modernidad, la guerra o cualquier otra

    cosa que al pasar haya dejado detras des - que eso quiere decir post - ciertassecuelas. El trmino posguerra, vaya porcaso, lo define el Diccionario de la Aca-demia como tiempo inmediato a la termi-nacin de una guerra, durante el cual sub-sisten las perturbaciones ocasionadas porla misma. Por analoga con la palabra

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    postguerra, lo postmoderno vendra a ser

    el oleaje producido por el naufragio de lamodernidad.

    Hasta hace poco tiempo, esta clase depalabras se contaban con los dedos de lamano. El Tesoro de la lengua castellana oespaola, de Covarrubias (1611) mencio-na slo tres voces -postre, postrero y pos-trimeras- que, en realidad, son variantesde la misma palabra. Siglo y medio des-

    pus, en el 1778, el Diccionario de la RealAcademia Espaola registra unas pocasms, como una media docena, entre lasque, por cierto, no se habla an de pos-guerra. Por ltimo, en la edicin del 92,las palabras que empiezan con pos opost son ya ms numerosas - aparecenpostoperatorio, posventa y otras por el es-tilo -, aunque an falta por incorporar la

    prolfera generacin de neologismos queproceden del vocablo postmoderno.Aparte de esto, en mis lecturas me en-cuentro cada vez con ms frecuenca neo-logismos formados con el prefijo post,tales como postmarxista, postcolonial,postpositivista, postilustrado, postdivor-cio, postparto, poscristiano o poscomu-nin y otras muchas - unas treinta, hastaahora - que an no estn en el Diccionariode la Academia. Pero aun as, aunque elincremento es notable, no significa nada sise compara con la impresionante lista queaparece en el Webster de este ao, con msde 300 entradas de neologismos en post.Este fenmeno lingstico quiere decir al-go: indica a mi parecer inseguridad en unpresente cuyo futuro es incierto y cuyonico referente es un pasado que ya no

    existe.En fin, todas estas y alguna ms son las

    razones, pienso yo, por las que el editor deuna reciente y muy crtica compilacin detextos sobre el postmodernismo, tituladasimblicamente Zeitgeist in Babel, se hasentido en la obligacin de declarar lo si-guiente:

    Hasta ahora, jams un signo lin-

    gstico, anunciando el advenimien-to de una poca nueva, haba recibi-do una atencin tan generalizada anivel internacional e interdisciplinarcomo el postmodernismo 3.

    Creo que la evaluacin de Ingeborg Ho-esterey, que es el autor de estas lneas, re-fleja la realidad del postmodernismo como

    un fenmeno cultural que no tiene dema-siado que ver con la movida, ni tampocoes tan sencillo de entender como creen al-gunos. A propsito de la Europa del Este,L.B. Smrgunov, un profesor de la Univer-sidad de San Petersburgo, ha publicadohace poco un artculo contando que losmovimientos de protesta de Rusia y otrospases de la rbita de la antigua Unin So-

    vitica se oponen, desde luego, a las es-tructuras del antiguo rgimen totalitario ypropugnan la defensa del pluralismo y ladiferencia, en el espritu del postmodernis-mo, excepto que entendindolo a travs dela lgica totalitaria, que es naturalmente laque la gente tiene por educacin 4. Ya medoy cuenta, desde luego, que el ejemplo deRusia no es del todo aplicable a Espaa.Pero lo cierto es que, aunque por otras ra-zones, tambin aqu el postmodernismo hatropezado con una resistencia que mereceser analizada, no s si en trminos freudia-nos, pero s prximos al psicoanlisis.

    En definitiva, dado el estado de vague-dad en que ha quedado por estos parajes elproblema de la postmodernidad, creo quemi intento de aclarar un poco ms en quconsiste eso de ser postmoderno acaso

    puede tener algn sentido. No hace faltadevanarse mucho los sesos para compren-der que si a la gente se le dice a palo secoque los postmodernos defienden el caos,

    juegan al vale todo en el arte y en la vi-da, les encantan el collage y los pastiches,en arquitectura mezclan el gtico con elestilo internacional de Mies van der Rohe

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    o de Le Corbusirre, se complacen en

    romper las fronteras y lmites de las disci-plinas cientficas, no respetan los gneros,ni los literarios ni los del sexo, dan por ob-soletos el heroismo y la patria, anteponenlas autonomas y el cultivo de las lenguasvernculas a la Nacin y su idioma oficial,van de frvolos e irnicos por la vida,practican la crtica por sistema, tienen co-mo objetivo prioritario desmontar cual-

    quier conocimiento o sistema establecido,desprecian la metafsica, cultivan el pen-samiento light, declaran que su filosofacarece de fundamento, rechazan la idea deverdad, recelan de la objetividad, opinanque nuestras representaciones mentales noson reflejo de las cosas sino construccio-nes socio-lingsticas, se oponen al huma-nismo, han condenado a muerte al sujeto,

    estn en contra de la autenticidad perso-nal, abrigan muchas reservas con respectoa las seas de identidad de las personas yde los grupos, prefieren el cambio y lasrupturas a la permanencia y continuidadde las costumbres, les encanta lo fragmen-tario y efmero, conciben la vida como unvideo clip, anteponen la esttica a la tica,estn convencidos de que la historia uni-versal es un invento del imperialismo oc-cidental para dominar el mundo, insistenen que hay que reemplazarla por la mi-crohistoria, creen que en realidad la histo-ria como camino de progreso de la huma-nidad ha concluido, proclaman que la teo-ra y la unidad de la razn son sino argu-cias para lograr la unificacin del mundoad mayorem Occidentis gloriam y, en defi-nitiva, hacen del error, de los falsos razo-

    namientos y del desorden la clave de unaciencia postmodernista, entonces muchasgentes se asusten y piensen del postmo-dernismo lo peor.

    Por supuesto, esta clase de afirmacio-nes no las hacen los postmodernos as, si-no al hilo de un discurso que trata de jus-tificarlas. Pero cuando se prescinde de es-

    te transfondo explicativo, y las afirmacio-

    nes se exponen de tal forma que lo quems resalte es lo que tienen de contrariasal sentido comn y a la recta razn, ycuando adems se emplea un lenguaje abs-truso, plagado de galicismos y de trminosinslitos como diferendo, diffrance,textualidad, paralogismo, conmodificacio-nes, implosin o performatividad, en esemomento es obvio que cabe esperar lo pe-

    or. Habr quiz quien ponga cara de cir-cunstancias y diga que muy bien; otros sereirn, y algunos llegarn a enfadarse antelo que consideren que es una intolerabletomadura de pelo. Por fortuna, no faltanquienes se han preocupado de proponerexplicaciones tericas del asunto. Crticosmarxistas como Fredric Jameson, porejemplo, mantienen la tesis de que el

    postmodernismo es la lgica cultural delcapitalismo tardo. Socilogos conserva-dores como Daniel Bell tienden a cargarlea la postmodernidad el muerto de los con-flictos del capitalismo. Bell parece estarconvencido de que el postmodernismo noes sino un nihilismo de pacotilla y un he-donismo narcisista, responsable poco me-nos que de la decadencia de Occidente.Segn cont la prensa, un da lleg a deciren El Escorial -y eso al menos tiene gra-cia- que la postmodernidad era una ollapodrida, supongo que sin saber lo que de-ca. La mayora de la gente, sin embargo,pasa del tema. O no ha odo hablar de l, ole trae al fresco, o piensa que a esos pobresposmodernos o pos lo que sea les falta untornillo.

    Lo que ocurre es que muchas de esas

    afirmaciones que se atribuyen a lospostmodernismo son medias verdades, quedichas fuera de contexto suenan rarsimas.Una vez explicadas, ya no parecen tan es-trambticas. Todo el asunto toma efectiva-mente un cariz muy distinto si se contem-pla al trasluz del discurso que hay detrs.Pero la tarea no es fcil. El postmodernis-

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    mo carece de una teora y un mtodo uni-

    ficados. Por principio, no posee un mani-fiesto o programa comn que compartantodos los que se reclaman de postmoder-nos, y eso evidentemente dificulta la tarea,aunque no la hace imposible. De hecho,hay reas de pensamiento ms o menos co-munes al postmodernismo que, si uno po-ne empeo, se pueden entender. Si se haceeste esfuerzo, entonces se cae en la cuenta

    de que muchas, o algunas, de las ideaspostmodernas responden a una crtica deproblemas de nuestro tiempo que la mo-dernidad ha ocultado cuidadosamente. Pe-ro de todos modos es verdad que la aclara-cin de ese oculto trasfondo exige un tra-bajo que a mucha gente no le parece quemerezca la pena. A la postre, igual queocurre con tantas cosas, el postmodernis-

    mo puede ser una necedad, una locura o al-go sumamente interesante dependiendo delo que se lea y de quien lo lea. En el restode mi intenvencin tratar de convencerlesde que los postmodernos tienen ms raznde lo que parece en lo que dicen.

    Por lo pronto permtanme sealar queser postmoderno no es slo ir detrs de odespus de lo moderno, sino que sobretodo consiste en estar de vuelta de lo mo-derno. Auschwitz, Hiroshima o el Goulagimpiden a muchos postmodernos seguircreyendo en la unidad de la razn y en laracionalidad esencial de la raza humana.El postmodernismo entiende que el discur-so humano es heterogneo y que la racio-nalidad moderna es instrumental. Dicho deotro modo, los postmodernos estn con-vencidos de que el ideal de una humanidad

    emancipada a travs de su ascenso a launiversalidad de la razn es una quimera.A la vista est, dicen, en qu se ha tradu-cido el progreso del conocimiento duranteel siglo XX. Despus de lo que ha ocurri-do, las grandes palabras sobre la emanci-pacin y la felicidad del gnero humanosuenan a delirio o a cinismo.

    El rechazo de estos grandes relatos le-

    gitimadores del proyecto de una moderni-dad progresiva y emancipadora, punto pri-mero del credo postmoderno segn Lyo-tard, cobra sentido si se le mira al trasluzde las incalificables monstruosidades co-metidas en este siglo con ayuda de la cien-cia. De otro lado, ese rechazo tambin se

    justifica si se le sita en una lnea de rei-vindacin de la pluralidad de culturas

    frente a la alternativa uniformizante queofrece la civilizacin tecnolgica. Elpostmodernismo protesta de que se identi-fique la postmodernidad con la civili-zacin postindustrial. Lo que Baudrillardconsidera postmoderno forma parte, en re-alidad, del postindrustrialismo a que justa-mente se opone la postmodernidad. El re-chazo de los grandes relatos -gran rcits-

    que se han contado con el fin de legitimarla misin emancipatoria de la modernidad,no se limita slo a criticar la consabidahistoria del ascenso del hombre a la uni-versalidad de la razn por medio de laciencia y la educacin. Incluye tambin unvade retro a la gran narrativa de la salva-cin por las nuevas y omnipotentes tecno-logas que Jean Baudrillard ha descritocon tanta perspicacia en sus anlisis del si-mulacro y la hiperrealidad.

    Pero Jean-Franois Lyotard es quien talvez ha explicado mejor cmo el nuevo sta-tus que el saber ha adquirido durante estesiglo de grandes avances tecnolgicos, fi-nalmente se ha convertido en el determi-nante estructural de una condicin post-moderna, en la cual ya no es posible legi-timar el conocimiento apelando a metadis-

    cursos de ningn gnero. Las grandes na-rrativas como la elaborada por los ilustra-dos del XVIII sobre la emancipacin delgnero humano a travs de la razn suenanya a hueco. Lyotard ve el postmodernismocomo un movimiento de deslegitimacinde la modernidad: lo postmoderno es la in-credulidad en las metanarrativas. Bien en-

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    tendido -aqu un galicismo no va mal- bien

    entendido, digo, que Lyotard incluye tam-bin en la categora de metadiscursos legi-timadores la narrativa cristiana que cuentacmo el pecado de Adn es redimido porel amor y, cmo no, tampoco se deja fuerala buena nueva marxista, que anuncia quela clase obrera se liberar de la explota-cin y la alienacin del capital mediante lasocializacin del trabajo. Todas esas so-

    lemnes palabras, insiste Lyotard, estnfuera de servicio. En parte, desde luego,como resultado de los tremendos cambiostcnicos, polticos, militares y econmicoshabidos durante el siglo XX; pero sobretodo a causa de la insuficiencia respirato-ria que padecen los metadiscursos mis-mos.

    En nuestro tiempo, explica Lyotard, el

    conocimiento ha perdido el aura sacral quetena en el modernismo, o sea, recibe elmismo tratamiento que cualquier otro sis-tema de produccin disociado de los indi-viduos. En esencia, tres le parecen ser losfactores que han contribuido ms a la g-nesis de la condicin postmoderna. De unaparte, la primaca que desde la II GuerraMundial han adquirido las cuestiones decomunicacin, eficacia y rendimiento, enperjuicio de las relativas al valor intrnse-co de los conocimientos y a la naturalezade los fines perseguidos con ellos. Valgacomo ejemplo el hecho de que el conoci-miento se ajusta cada vez ms al formatoexigido por el procesamiento de informa-cin que son capaces de ejecutar las nue-vas mquinas -los ordenadores-, de las quea la postre dependen el funcionamiento del

    sistema. El segundo factor determinantede la condicin postmoderna habra sido eltriunfo de la nueva economa capitalista(el llamado postfordismo), con su antepo-sicin del consumo hedonista al heroismode las grandes causas o, dicho de otro mo-do, con la substitucin de las relaciones deproduccin por las de consumo. Y en ter-

    cer lugar, el factor decisivo consistira en

    los grmenes de nihilismo que albergandentro de s las propias ideologas legiti-madoras de la modernidad, que son losque en definitiva las han hecho vulnera-bles a la erosin de las nuevas tecnologas.Una vulnerabilidad que por lo visto noexiste en Japn, quiz porque su culturano sea moderna en el sentido occidental.

    De otra parte, en un espritu comple-

    mentario al de la incredulidad en los gran-des mensajes se halla el imperativo de-construccionista que Ihab Hassan designinicialmente con el trmino unmaking, unaforma del verbo unmake, deshacer, quecabra traducir acaso por desmontaje o de-construccin. De hecho, la primera pre-sentacin general de la literatura y el pen-samiento postmodernos se debe a un art-

    culo que Hassan publica en 1971, dondeya declara que el Post-Modernismo esesencialmente subersivo en la forma, yanrquico en su espritu cultural. Es Post-Modernismo dramatiza su falta de fe en elarte, e incluso en su propia produccin denuevas obras de arte encaminadas a preci-pitar su disolucin artstica y cultural5.

    En un notable artculo sobre la funcininnovadora de la crtica, aparecido unosaos ms tarde, el crtico norteamericanoacepta la existencia de otros trminos mso menos afines al de unmaking, como porejemplo deconstruccin, descentramiento,desmitificacin, descontinuidad, diffran-ce, que se usan para significar una relacinde oposicin con otros trminos bsicosdel modernismo, tales como totalizacin,universalismo, centro, trascendencia, je-

    rarqua y orden. Lo cual, a juicio de Has-san, significa que el pensamiento postmo-derno representa un momento antinmicode la mentalidad occidental clsica. Elpostmodernismo implica una obligacinde deconstruir, un imperativo de desmon-tar cualquier sistema de conocimiento es-tablecido, por entender que slo as ser

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    posible romper el orden rgido que conge-

    la las posibilidades de hacer frente de for-ma creadora a los inmensos cambios acon-tecidos en el mundo desde finales del sigloXIX. Esta pretensin, que tomada al pie dela letra a muchos les resulta inquietante,contiene sin embargo un punto de razn,en la medida en que el orden excesivo re-duce la entropa y, con ella, reduce tam-bin las posibilidades de crear rdenes al-

    ternativos con mayores posibilidades deincrementar la autonoma funcional delhombre frente al medio.

    En relacin con este punto, djenme de-cirles que este verano he pasado por la ciu-dad de Santa Fe, en Nuevo Mjico, dondetiene su sede el Instituto de Ciencias de laComplejidad. Este Instituto, fundado amediados de la dcada de los 80 por Geor-

    ge Cowan, eligi la idea de complejidadcomo marco de referencia de sus trabajossobre redes neurales, inteligencia artifi-cial, teora del caos, ecologa, poltica yeconoma. Los cientficos del Instituto,entre los que se encuentran varios premiosNobel, como Murray Gell-Mann y PhilipAnderson en fsica, y Kenneth Arrow eneconoma, piensan que disponen de unamateria no lineal -no s si se puede llamaras- capaz de ayudar a descifrar el procesode organizacin espontnea que preside deforma inexorable la evolucin del univer-so, como ya anticip Heriberto Spencer elsiglo pasado en su principio de la evolu-cin de lo simple a lo complejo. En todocaso, los miembros del Instituto piensanque en el Instituto se est forjando la pri-mera alternativa rigurosa al pensamiento

    reduccionista y lineal que ha dominado enla ciencia desde la poca de Newton6.

    De entre las muchas investigacionesque se llevan a cabo en el Instituto de San-ta Fe, aqu interesa especialmente una quedice referencia directa al problema del or-den, que juntamente con la idea de Totali-dad, es el caballo de batalla del pensa-

    miento postmoderno. Esta investigacin

    tiene por objeto la formulacin de unanueva Segunda Ley de la Termodinmica,segn la cual el crecimiento del orden y laestructura en el universo es tan inexorablecomo el de la entropa y puede considerar-se como su contrapartida. Excepto que elcamino de la organizacin, es decir, de laperpetua generacin de un orden nuevo, esms dificil de entender que el de la desor-

    ganizacin, ya que los tomos estn cons-tantemente tratando de actuar de formaaleatoria.

    Lo importante de esta nueva segundaley de la entropa es que afirma que las en-tidades emergentes -nuevas especies, nue-vas formas artsticas, etc.-ejecutan susoperaciones ms creativas cuando operanal borde del caos, at the edge of chaos. Es

    de esas zonas asomadas al abismo del ca-os de donde surgen niveles cada vez msaltos de complejidad. As es como funcio-nan la biosfera, y tambin la historia. Losseres vivos no estn inscritos en un ordenrgido; de algn modo operan siempre enesas situaciones de transicin donde lascosas andan, por decirlo as, como mssueltas y la accin es ms fluida. Dema-siado orden acaba por paralizar la esponta-neidad, aunque por el lado contrario lasturbulencias la volatilicen. Los sistemascomplejos -y la historia es uno de ellos-son incompatibles con el ordenancismo.Por poner un ejemplo, djenme recordar-les que en dos fascinantes libros relaciona-dos con esta cuestin -Los usos del desor-den yLos usos del error-, Richard Sennety Frank Kermode cuentan hasta qu punto

    ambos factores, el desorden y el error,pueden tener consecuencias fecundas7.

    En definitiva, lo que pretendo decir contodo esto es que las fluctuaciones entre lasfuerzas de dispersin y las del orden de quese ocupa la ciencia de los sistemas comple-

    jos -por ejemplo, las investigaciones dePrigogine sobre las estructuras disipativas-

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    guardan una intrigante analoga con los

    principios cosmognicos de Empdocles yde los Upanishads, tambin con la osci-lacin pendular que va del polo de la unin(Bindung) al de la dispersin (Losung), ob-servada por Karl Jol en su clsico estudiode las fluctuaciones de la visin del mundoa lo largo de la historia y, asimismo, con lavisin postmoderna del mundo 8. Uno delos miembros del Instituto, Chris Langton,

    piensa que la leccin que debemos apren-der es que la evolucin no ha concluido,que contina en su marcha hacia una com-plejidad creciente, que ahora tiene lugar enel plano de la historia.

    No s. Sin pretenter apurar el arriesga-do juego de las analogas, he de confesarque el pensamiento postmoderno muestra,al entender de muchos, una cierta conver-

    gencia con los postulados fundamentalesde la ciencia de este siglo. La pluralidad,la discontinuidad, el particularismo y eldesorden forman parte de las categorasdel pensamiento cientfico actual, y tam-bin de la visin postmoderna del mundo.La mecnica cuntica primero, y luego lasciencias de la complejidad sugieren que larealidad es heterognea y se halla estruc-turada de una forma plural. Como se hapermitido apuntar Wolfgan Welsch en suriguroso volumen sobre la postmoderni-dad, en los umbrales del tercer milenio larealidad muestra un diseo postmoderno 9.Despus de todo, si se piensa bien, puedeque la entrada en Babel que encabezan losactuales postmodernos tenga ms sentidodel que parece a primera vista. Quiz msque una modernidad que se ha vuelto loca,

    la postmodernidad sea una modernidadque est tomando conciencia de sus pro-pias locuras. En todo caso, el postmoder-nismo representa un desafo a quienesidentifican la defensa de la verdad con sumonopolio.

    En fin, contempladas desde esta pers-pectiva, la guerra contra la obsesin mo-

    derna por legitimar la homogeneidad del

    discurso humano, la lucha contra el granfetiche de la totalidad, la bsqueda delpluralismo y de la diferencia, el imperati-vo de complejidad y disentimiento, el usode juegos de lenguaje y de paralogismosaptos para fragmentar un discurso que sesupone unitario, la deslegitimacin deesos conceptos solemnes como verdad,fundamento o sujeto, que son necesarios

    para acceder a un Todo al que no es posi-ble llegar sin ellos, son acciones decons-tructivas que, vistas desde la perspectivade una lucha contra los totalitarismos, co-bran un cierto sentido que no hay que per-der de vista. La ruptura de la unidad, el he-cho en apariencia aterrador de tener quevivir sin seguridad en el fragmento, con-lleva desde luego unos graves riesgos, pe-

    ro tiene tambin sus ventajas, porque jus-tamente amparados en la universalidad delTodo es como suspartidarios se hacen to-talitarios, es decir, se erigen en terriblesmesas de una unidad frente a la cual todadiferencia es culpable. Desenmascarar elviejo sofisma de presentar la parte como elTodo, poner en un aprieto a los falsosmensajes emancipadores, hechos en nom-bre de una Idea del Todo que ofrecen co-mo constitutiva cuando en realidad slo esregulativa, todo eso da, como digo, uncierto sentido a la defensa postmoderna deun pluralismo entendido como condicinde posibilidad de la libertad.

    La ltima y definitiva legitimidad que ala postre valora la ciencia postmoderna noes, pues, la mejor actuacin, no es la efi-cacia mxima que estamos acostumbrados

    a tomar como el ms alto criterio de valo-racin del conocimiento: es ms bien la di-ferencia comprendida como paraloga, co-mo la produccin de enunciados incon-mensurables con los ya expresados y tam-bin con aquellos que eventualmente lessucedan, o sea, como la gnesis de enun-ciados que no estn comprometidos con el

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    consenso. Por virtud de este mecanismo

    paralgico de ruptura con los supuestos t-citos de la lengua usual, las ciencias hu-manas son capaces de hacer saltar por losaires, vaya por caso, categoras bipolarestan establecidas en la episteme modernacomo la de hombre-mujer, raza blanca-ra-za de color u otras por el estilo que, bajo laapariencia de la pura simplificacin des-criptiva en trminos de esto o lo otro, in-

    troducen de forma insidiosa sesgos perju-diciales para el segundo miembro del par.Pues bien, la ciencia postmoderna no sloes incompaginable con el uso de esta clasede oposiciones binarias, sino que rechazacualquier narrativa que utilice la sintaxisopresiva de un nosotros que en realidades un nos sin los otros. En suma, laciencia postmoderna se opone frontalmen-

    te a la entronizacin de saberes que pre-tendan pasar por perennes, o aspiren aconvertirse en fundamentos inmutables,en paradigmas estticos que impidan laaparicin de otras nuevas maneras de con-siderar la realidad. Con la salvedad de queen esta ciencia post lo nuevo no tiene elsentido admirativo y acumulativo que po-see el discurso moderno.

    En fin, el tiempo manda y he de con-cluir dejando intactas mil cuestiones queme habra gustado al menos rozar. De to-dos modos, lo que pretenda decir ya que-da dicho. Mi pretensin no era otra quemostrarles que con argumentos como estosque hemos expuesto al galope, y otros mu-chos que habra que aadir, la crtica delpostmodernismo ha alcanzado a la moder-nidad en su taln de Aquiles. Considerada

    a la luz de esta crtica, no parece nada se-guro que el proyecto de la Ilustracin esta la altura de lo que exigen las nuevas cir-cunstancias. Tampoco el postmodernismotiene la solucin del problema, desde lue-go. Pero es ms que dudoso que las fr-mulas que fueron tiles en el pasado seanlas que se necesitan hoy, y el postmoder-

    nismo aspira al menos a renovarlas, o en

    todo caso pretende despejar el camino delos obstculos que estorban la creacin dealternativas. Sin duda, son muchos, mu-chsimos los aspectos del postmodernismoque resultan discutibles o francamente ina-ceptables. Pero hay en l un empeo de re-novacin y, sobre todo, un deseo de quenadie pueda arrogarse la posesin de laverdad absoluta que a m me lo hacen

    atractivo. Naturalmente est por ver que eslo que va a quedar de la postmodernidad.Quin va a saberlo? Pero quede lo quequede, pienso que en la mentalidad de mu-chos postmodernos late el deseo de de-fender lo que Lyotard ha llamado el ho-nor del pensamiento. Y eso ya es muchoen los tiempos que corren.

    Por ello, cuando veamos que un presun-

    to postmoderno escribe panfletos contra elTodo, cuando le oigamos criticar la verdado alabar el desorden pensemos que detrsde todo ello puede haber algo ms que me-ra incongruencia o ganas de enredar. Ten-go para m que en asuntos tan complicadoscomo ste, y en todas las ocasiones, co-mo se dice en Asturias, es bueno atenersea aquel sencillo lema de Espinosa que, an-te lo que parece incomprensible, aconsejano reirse, no mentir, ni despreciar, sino en-tender: non ridere, non lugere neque de-testare, sed intelligere. El tema de la men-talidad postmoderna nos ofrece a todos, ya mi el primero, desde luego, una excelen-te ocasin de practicar este admirable con-sejo. Muchas gracias.

    Notas

    (1) Ronald Inglehart: Modernization andPostmodernization: The Changing Relatioshipbetween Economic Development, CulturalCahnge and Political Change. Encuentro sobrevalores sociales y polticos, en conmemoracindel 700 aniversario de la Universidad Complu-tense, Madrid, 1993.

    LA MENTALIDAD POSTMODERNA

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    (2) Ingeborg Hoesterey (ed.): Zeitgeist in

    Babel. Indiana University Press.(3) L. B. Smrgunov. Revista de la Univer-sidad de San Petersburgo, n 6, marzo de 1993.

    (4) Ihab Hassan: POSTmodernISM: A Pa-racritical Bibliography. New Literary History,3, 1, 1971.

    (5) Cf. M. Mitchell Waldrop: Complexity.The emerging Science at the Edge of Order andChaos. A Touchstone Book, Nueva York, 1995.

    (6) Richard Sennet: The Uses of Disorder.

    Personal Identity and City Life. Penguin Bo-oks, Londres, 1970. Frank Kermode: TheUses of Error. Harvard University Press,1991.

    (7) Karl Jol: Wandlungen der Weltans-chauung (2 vols). Tbingen 1928-1934.

    (8) Wolfgang Welsch: Unsere postmoder-ne Moderne. Acta Humaniora, Weinheim,1991.

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    MARINO PEREZ, JOSE LUIS PINILLOS, SERAFIN LEMOSFotografa realizada por Jos Luis Cereijido