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Medicina China Medicina Total

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Medicina china

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    Ttulo de la obra original:

    MDICINE CHINOISE, MDICINE TOTAL

    Versin espaola de

    J.M.A.

    DITIONS GRASSET & FASQUELLE, 1973 EDICIONES ACERVO, BARCELONA

    2004 EDITORIAL ACERVO, BARCELONA

    IBSN 84-7002-176-1

    Impreso por Publidisa Depsito Legal: SE-5171-2004 en Espaa

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    I N D I C E

    PREFACIO1

    CAPITULO I : El hombre entre el Cielo y el Suelo

    Calidad Cantidad accin e inercia arriba y abajo organizacin del hombre los sexos

    tiempo y espacio sedentarios y nmadas las escrituras 13

    CAPITULO II : La Ley de los ciclos

    La manifestacin cclica el nictemerio los ejes del ciclo las estaciones los ocho jalones

    espacio cualificado21

    CAPITULO III: Los operadores y el referencial

    Produccin e inhibicin impulsin y mantenimiento del ciclo el centro del tiempo la

    elipsis el esquema de los chinos el sistema griego ...31

    CAPITULO IV: La historia del hombre

    La teora de la evolucin el antepasado de la Tradicin el hombre moderno sntesis de las

    sub-tradiciones ...43

    CAPITULO V: La estructura ternaria y el plano superior

    Los tres planos de la fisiologa las funciones intelectuales idegenos propulsados e inertes

    intuicin y razn la iluminacin consciente, recuerdos, automatismos y subconsciente..51

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    CAPITULO VI: Los planos intermedio e inferior

    El plano emocional fuerzas emocionales indiferenciadas sentimientos emisores y

    receptores el contacto humano las unciones somticas: internas de los tejidos y externas

    .59

    CAPITULO VII: La columna central

    Los planos orientados circulacin vertical neutralidad del plano emocional tcnica de

    serenidad el nacimiento y la muerte.69

    CAPITULO VIII: La enfermedad

    Incidentes de estructura y de ritmo, funcionales o lesionales enfermedades degenerativas

    el anfitrin y el invitado aportaciones verticales y laterales a la estructura fisiolgica los

    agentes moduladores de las medicinas ..81

    CAPITULO IX: El diagnstico precoz

    Anlisis y sntesis las perturbaciones cualitativas los pulsos chinos calidades de los pulsos

    condiciones del examen ..93

    CAPITULO X: El mdico ante el enfermo

    La cuestin de intencin sntomas cuantitativos expresin de los sntomas cualitativos

    enfermedades primitivas y secundarias..105

    CAPITULO XI: La apertura del consciente

    Teraputicas fundamentales y teraputicas de intervencin la recuperacin de las funciones

    superiores el error de los msticos solucin del justo medio movilizacin de los recuerdos

    errores occidentales a propsito del subconsciente113

    CAPITULO XII: La alimentacin de la estructura

    Los agentes laterales los colores los olores y la msica los sabores y la nutricin las leyes

    de la alimentacin en teraputica..123

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    CAPITULO XIII: Las teraputicas de intervencin

    La farmacopea china los puntos de acupuntura resonadores y concentradores la aguja de

    los acupuntores tratamientos por transmutacin intervencin de refuerzo y drenaje la

    eleccin de los puntos a punzar las cauterizaciones puntos prohibidos ..133

    CAPITULO XIV: Las potencialidades morbosas

    La salud las virtualidades patolgicas y su desarrollo las actividades del hombre, oficio y

    ejercicio fsicos aparicin de las enfermedades por resonancia..145

    APENDICE157

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    PREFACIO

    Cuando se define la Tradicin en su sentido ms exacto, su acepcin ms apropiada,

    diciendo que es la Ciencia de nuestros antepasados, la reaccin habitual es una escptica

    irona entre los ms educados, una ruidosa hilaridad entre los dems, todos ellos debidamente

    condicionados por la enseanza de las escuelas y de las Universidades, que pretenden que los

    bocetos de seres humanos que eran aquellos antepasados no podran haber posedo los vastos

    conocimientos del hombre de nuestros das. Craso error, y el propsito de esta obra, aunque

    limitada a la fisiologa y a la medicina, es precisamente el de mostrar que, no slo aquellos

    bocetos son problemticos, sino que los conocimientos tradicionales, por el hecho mismo

    de que se sitan en un plano cualitativo en tanto que la ciencia actual est limitada a la estricta

    cantidad, son indiscutiblemente superiores. Nadie discutir que las catedrales del siglo XII, por

    ejemplo, precisaron de unos maestros de obras poco comunes, y de unos tallistas y

    picapedreros altamente cualificados que hoy resultaran muy difciles de encontrar. Ms

    lejanas en el tiempo son las pirmides de Egipto o de la Amrica mal llamada latina, todava

    ms los asombrosos trilitos de Stonehenge, y sera demasiado fcil, por no decir ilgico, ver en

    esas construcciones al simple resultado de hormigas de un innumerable ejrcito de esclavos

    sin ninguna formacin especial, a las rdenes de algunos iluminados tirnicos. Por el contrario,

    en esos monumentos imperecederos hay un entusiasmo y una autntica ciencia sin

    equivalente alguno en nuestra poca moderna.

    Lo que nos trasmite la Tradicin, pues, es el conjunto de los conocimientos antiguos,

    de los cuales aportan siempre testimonio las obras de arte antes citadas, aunque la Tradicin,

    en el curso de los siglos, se haya escindido en varias sub-tradiciones, como tendremos ocasin

    de ver a lo largo de este estudio, lo que por otra parte no modifica en nada su definicin. El

    occidente se refiere de buena gana, los motivos de proximidad histrica, a la tradicin judeo-

    cristiana, la cual, por va hebraica, deriva de la de Egipto. Por nuestra parte, consideramos que

    la de los Protochinos (es decir, de los habitantes del centro de la China antes de las invasiones

    turco-monglicas, en una poca no histrica en la cual no se haba construido an la Gran

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    Muralla, ni siquiera en su parte occidental ms antigua) es histricamente la ms remota y, por

    consiguiente, la ms cercana a la Gran Tradicin primordial de los hombres. Por este motivo

    nos referimos principalmente a ella, aunque sin rechazar las sub-tradiciones posteriores, tales

    como la de Moiss, que tendremos ocasin de evocar de cuando en cuando a lo largo de esta

    obra.

    En virtud de su carcter fundamental universal, y a fin de que todo el mundo pueda

    comprenderla al margen de las expresiones vernculas, la Tradicin utiliza el lenguaje de los

    smbolos, los cuales hay que descifrar, desde luego, para hacerlos utilizables. Adems de este

    primer punto, hay que subrayar otro, el de que el hombre actual no tiene los mismos procesos

    mentales que el de otras pocas, y que lo que se ha convenido en llamar sus motivaciones son

    completamente distintas, a pesar de los historiadores que incurren en el error de suponer que

    el hombre ha pensado siempre del mismo modo. En el terreno de la deliberacin intelectual,

    las vas modernas tales como causalidad, finalidad o dialctica, no fueron nunca las del

    caminar tradicional, que acepta una sola y nica herramienta, siempre la misma, el

    razonamiento analgico, sin el cual no podra existir la expresin simblica.

    Conocimiento inmutable por su calidad de total, adquirido por medios muy distintos

    que los irrisorios descubrimientos del mundo moderno, que slo basa su ciencia fragmentaria

    y continuamente revisada en observaciones fortuitas o en incidentes experimentales, la

    Tradicin no tolera ninguna discusin en lo que respecta a su contenido, escapando as a toda

    clase de crtica: o se la acepta, o se la rechaza, en su totalidad, ya que cada uno de sus

    elementos depende ntimamente del conjunto de los dems, y que no puede deducirse de ese

    conjunto bajo ningn pretexto, ya que entonces perdera todo sentido. Tambin es necesario,

    antes de tomar partido en lo que representa a la Tradicin, conocer su contenido, el cual no

    tememos la pretensin de querer exponer aqu por entero, ni mucho menos. En este libro nos

    limitaremos a mostrar una especie de panormica de lo que es el punto de vista tradicional en

    materia de medicina, sin tratar con ello de vulgarizar lo que no podra ser vulgarizado, ya que

    quien dice vulgarizacin dice simplificacin y, en consecuencia, alteracin. Por este motivo

    respetaremos cuidadosamente el modo de pensar propio de la Tradicin, nico que

    utilizaremos, sin tratar de recurrir a demostraciones al estilo moderno, que se revelaran

    completamente inadecuadas para nuestro propsito.

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    Captulo I

    EL HOMBRE ENTRE EL CIELO Y SUELO

    Si no tuviera los pies sobre el Suelo y la cabeza hacia el Cielo, el hombre no podra

    recibir ninguna definicin vlida, y no es la risa, como algunos han pretendido, que le es

    especfica, ya que todo el mundo sabe que numerosos animales saben rer, sino la verticalidad.

    En una primera definicin. El Hombre entre el Cielo y Suelo de la Tradicin es, pues, todo un

    ser dotado de una estructura vertical.

    Este hombre vertical (Jen), observando su medio natural, extraer de l conclusiones

    esenciales en cuanto a su situacin: mirando el Suelo (Ti), inclinndose para palparlo,

    comprueba que es slido, concreto, material, mesurable, es decir, finito, es decir, dotado de

    lmites. Lo convertir en smbolo de la substancia (Hsing: substat, lo que est debajo) y por

    extensin de la cantidad.

    Luego, mirado por encima de l, en direccin contraria a la del Suelo, encuentra el

    Cielo (Tien), cuyas caractersticas, en el marco de la anterior observacin, le parecen

    absolutamente inversas. En efecto, al tratar de cogerlo con las manos, nota que no coge nada,

    que ese medio no es slido y material, sino por el contrario impalpable y sutil, que no puede

    aplicar la medida en virtud de la ausencia de puntos de referencia fijos y que, por consiguiente,

    no pueden atribursele lmites: el Cielo ser el smbolo de la esencia (Tching) por oposicin a la

    sustancia, de la calidad con relacin a la cantidad.

    Pero eso no es ms que una primera toma de contacto y, a esas nociones de

    consistencia, vendrn a superponerse unas correspondencias de orden dinmico, ya que si el

    Suelo, por el hecho de que sirve de punto de apoyo al observador, es para l inmvil y estable,

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    el Cielo, por el contrario, aparece perpetuamente mvil, las nubes viajan por l, unas

    luminarias se desplazan por l en un incesante discurrir: en relacin con el Cielo mvil, el Suelo

    es inerte. Adems, calor y luz vienen del Cielo, con lo que ste parece comportarse como una

    especie de emisor activo, y el Suelo, en cambio, como un receptor en virtud de su pasividad.

    Cada uno de esos dos trminos, pues, se convierte en absolutamente necesario para el otro, y

    slo puede justificarse por la existencia del otro, pues, de qu servira un emisor son

    receptor, y viceversa? A la oposicin de los dos medios se aade pues la complementariedad,

    la cual se reviste por aadidura de una jerarqua, el que da estando arriba, el que recibe

    estando abajo: hasta cierto punto, desde entonces puede concebirse el Cielo como noble y,

    por oposicin, el Suelo como vulgar.

    Existiendo entre esos dos medio y participando de ellos, el hombre posee, en sus

    diferentes funciones, algunas de ellas de acuerdo con el Cielo, otras ligadas al suelo, en el

    plano simblico, se entiende. En otros trminos, y para tomar unos ejemplos concretos de

    orden fisiolgico, el pensamiento o el dolor, que no pueden en modo alguno ser cuantificados

    por la medida, dependen de la esencia y se relacionan con el Cielo, en tanto que los rganos

    delimitados que tienen a su cargo la alimentacin y la excrecin, perfectamente cuantificables,

    se relacionan sin duda con el Suelo. Comprobamos que se superpone, en esos ejemplos, la

    nocin de jerarqua mencionada anteriormente, ya que es indiscutible que el pensamiento es

    la expresin de una funcin ciertamente ms noble que las que aseguran el tratamiento de los

    alimentos y la expulsin de los residuos del metabolismo, aunque estos ltimos sean tan

    necesarios.

    Por ah puede, en un sentido, explicarse la verticalidad del hombre, la cual no es slo

    efectiva, sino tambin y sobre todo simblica, gracias a esta cualificacin de los diferentes

    planos de la psicologa, y entonces es cuando aparece una explicacin de la constitucin del

    organismo que la ciencia moderna no intentado nunca, que nosotros sepamos. Y, sin embargo,

    esa es la cuestin primordial que debera plantearse quien, como el mdico, trata por todos los

    medios posibles (excepto este, precisamente) de comprender y de explicar los fenmenos de

    la fisiologa, cuyos incidentes constituyen la patologa.

    Lo que es noble y valioso, y este es el motivo que de que se encuentre situado en la

    parte alta del hombre, el cerebro, est slidamente protegido por esa verdadera caja fuerte

    que es el crneo. Inversamente, los rganos inferiores son relativamente bastante vulgares

    como para que no les sea otorgada semejante proteccin: la pared muscular del abdomen es

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    ms que suficiente para asegurarla. Entre la regin celeste craneana y la regin terrestre

    abdominal, hasta cierto punto a media distancia entre Cielo y Suelo, el trax contiene los

    pulmones y el corazn. Esos rganos son menos nobles que el encfalo, como lo demuestra la

    ausencia de funcin reproductora en la clula nerviosa (la reproduccin es una funcin vulgar y

    de orden inferior), pero al mismo tiempo menos vulgares que los rganos abdominales que

    tratan unos elementos materiales, ya que sangre y aire, aunque materiales, (Suelo), son

    materiales nobles (Cielo), y por ello se atribuye al trax una proteccin relativa en forma de

    caja torcica: las costillas protegen, pero estn separadas por unos intervalos en los que toda

    proteccin desaparece. Es una solucin media entre la caja fuerte craneana y la envoltura

    abdominal.

    Adems de estas incidencias sobre su organizacin anatomo-fisiolgica, la insercin del

    hombre entre el Cielo y el Suelo determina en l un comportamiento especfico ligado a las

    caractersticas funciones de misin y de recepcin de esos medios. Ese comportamiento es la

    consecuencia de la divisin de la humanidad en dos categoras sexuales, segn los individuos

    estn ms estrechamente en contacto con el uno que con el otro de los dos medios, sin perder

    por ello la relacin con ese ltimo. El individuo masculino es emisor y exteriorizado, tanto por

    sus rganos genitales prominentes y su funcin de fecundador, como por su tendencia

    profunda a trabajar fuera de su casa y utilizando su fuerza muscular; en perfecto contraste, el

    individuo femenino es interiorizado, por un parte en virtud de sus rganos genitales internos y

    receptores por otra parte por su vocacin a permanecer en el interior de sus casa sin gastar

    energa muscular.

    Ligado, tal como hemos precisado, al mismo tiempo al Cielo y al Suelo, todo ser

    humano posee pues una afinidad particular y especfica para el uno o el otro de esos dos

    trminos, y de ah la diferencia de los sexos; pero no debe verse en esto un motivo para

    justificar una hipottica lucha competitiva de los sexos ya que, lo mismo que el Cielo y el Suelo,

    aunque opuestos, no podran existir el uno sin el otro, existiendo al contrario el uno para el

    otro, la oposicin de los dos medios determina inmediatamente la complementariedad, tal

    como hemos explicado antes. Por lo tanto, ms que buscar una ilusoria igualdad de los sexos,

    lo cual constituye una imposibilidad pura y simple, es preferible insistir, por el contrario, en las

    diferencias fundamentales que los distinguen y desarrollarlas, ya que precisamente en esto

    residen las nicas bases posibles de una necesaria complementariedad. De modo que la pareja

    no debe ser concebida en modo alguno bajo el aspecto de una coexistencia ms o menos

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    tolerable y tolerada de dos enemigos hereditarios, sino ms bien como una autntica

    asociacin, un equipo, podramos decir, en el seno del cual cada uno aporta lo que le falta al

    otro, en la medida en que su polarizacin sexual est suficientemente desarrollada en el

    contexto anteriormente definido.

    Pero eso no es ms que una parte de los mltiples aspectos de la relacin del hombre

    con el Cielo y el Suelo desde el punto de vista simblico: modo cualitativo o cuantitativo de las

    funciones cuyo conjunto forma la fisiologa, diferenciacin de los individuos en emisor

    masculino y receptor femenino, slo se relacionan de hecho con un hombre completamente

    terico, el cual, por otra parte, existe en el tiempo y el espacio. Dentro de ese marco, el

    simbolismo del Cielo y del Suelo seguir interviniendo, a condicin de que espacio y tiempo

    estn bien definidos, y de que no se trate de lo que los fsicos confunden bajo el trmino

    general de parmetros, y mezclan en frmulas matemticas como si fueran trminos de la

    misma naturaleza, lo que equivale a pretender descubrir la edad del capitn combinando

    matemticamente la altura del palo mayor del barco y el nmero de los miembros de la

    tripulacin.

    Para comprender bien lo que sugerimos, procedamos a un experimento elemental:

    sentados delante de una mesa, tomemos una regla y decidamos que ser un patrn de

    medida. Basta entonces con aplicar la regla en cuestin contra el borde de la mesa para saber

    que la longitud de esta ltima es igual a cierto nmero (entero o fraccionario, no importa) de

    longitudes de regla. Aplicamos as el principio clsico de la medida de las longitudes por

    comparacin del objeto a medir con un patrn. Del mismo modo sern evaluados unos pesos,

    unos volmenes, etc. Habiendo comprendido ese principio evidente de que toda medida

    implica la coexistencia de dos valores a comparar, podemos aplicarlo ahora al tiempo? Es

    posible, superponer una hora a otra, un ao a otro, para demostrar que son iguales? Se

    comprende inmediatamente lo absurdo de tal pretensin, puesto que las fracciones de tiempo

    se suceden, sin coexistir nunca de ningn modo. As, el espacio, sede de las coexistencias, es el

    orden del Suelo puesto que la nocin de cantidad (medida) puede aplicrsele, en tanto que el

    tiempo, dominio de la estricta sucesin, escapando a toda tentativa de medida, responde al

    Cielo y a la cualidad. Las llamadas mediciones de tiempo de los fsicos no son de hecho ms

    que convenciones, por otra parte no desprovistas de cierto peligro, puesto que se pretende

    cuantificar lo que no puede ser cuantificado en modo alguno, ya que el tiempo no es una

    dimensin.

    La Tradicin ha acertado al representar el tiempo por un crculo y el espacio por un

    cuadrado (o por los smbolos del comps y de la escuadra, que permiten respectivamente

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    trazar el crculo y los ngulos rectos, o sea, el cuadrado), y el famoso problema de la

    cuadratura del crculo no tiene solucin posible, por la sencilla razn de que resulta tan

    inconcebible convertir un crculo en un cuadrado de la misma superficie como convertir el

    tiempo en espacio.

    En sus relaciones permanentes con el Cielo y el Suelo, pues, el hombre vive al mismo

    tiempo en dos mundos (y no en los dos parmetros), tan diferentes como complementarios, el

    tiempo y el espacio: por su naturaleza espacial, es una estructura, que nosotros sabemos

    vertical, y en la cual coexisten cierto nmero de rganos; en tanto que el hombre temporal

    para por una serie de etapas sucesivas en el curso de los das, de los aos, de la vida. Sabiendo

    que el Suelo depende del Cielo, resulta fcil comprender que la estructura fisiolgica se

    modifica en funcin del tiempo, en tanto que los jalones temporales recorridos por el hombre

    no dependen en modo alguno de su fisiologa.

    Otro aspecto de la dependencia del hombre respecto al Cielo y al Suelo es su sistema

    de vida de acuerdo con dos caminos distintos y opuestos: el sistema sedentario y el sistema

    nmada.

    El sedentario tiende a fijarse en un punto concreto del territorio y, hecho esto, no se

    mueve de all. Construye all su vivienda con materiales dures, delimita el campo que cultivar,

    estableciendo vivienda y campo a base del cuadrado, o al menos del ngulo recto. Convertido

    en cultivador, ese hombre estabilizado est evidentemente ms cerca del Suelo que del Cielo

    y, por ello, se interesara por unas artes cuyos componentes coexisten: arquitectura, pintura,

    escultura, etc. Sus actividades agrcolas dan a su alimentacin un predominio vegetal, y l es

    quien, en particular, procede a la coccin de los cereales (pan). El Cielo se le aparece

    misterioso, por el hecho de que est alejado de l, y el sol, agente cualitativo de crecimiento y

    de maduracin de los vegetales, ser para l emblema de un Dios nico: el sedentario es

    monotesta por naturaleza. Pero es curioso observar que, por una especie de reaccin, el

    sedentario inmovilizado en el espacio tiene por nico punto de referencia el sol, astro

    esencialmente mvil, sobre el cual basa no solamente su religin, sino tambin su calendario.

    El nmada, desde luego, tiene un comportamiento completamente inverso:

    sumamente mvil en el espacio, desplazndose sin cesar, su refugio ser una tienda circular

    perpetuamente desmontada y vuelta a montar. Viviendo as lejos del Suelo, y en consecuencia

    ms cerca del Cielo, sus artes se compondrn de elementos que se suceden en el tiempo:

    danza, poesa, etc. Dada su actividad de pastor, su alimentacin es sobre todo crnica y, por el

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    hecho de que debe vigilar sus rebaos durante la noche, observa el cielo nocturno y descubre

    la luna, las constelaciones y el zodaco: su calendario no ser solar como el del sedentario, sino

    lunar. Por los mismos motivos, tender al politesmo, distinguiendo tantos dioses como

    estrellas ve en el Cielo. Su principal punto de referencia, al desplazarse, ser la estrella Polar, al

    norte, contrariamente al sedentario que se basa en el sol del medioda, al sur, para regular su

    gnomon.

    El hombre piensa, y trata siempre de consignar sus pensamientos con el fin de

    conservarlos y transmitirlos, de ah la invencin de las escrituras. Pero hay dos maneras de

    escribir, cada una de ellas perteneciente, sin duda, al modo sedentario o nmada. El

    sedentario va a incluir todos los elementos al mismo tiempo en su grafismo (coexistencia),

    creando as el pictograma, el ideograma, el jeroglfico; en tanto que el nmada escribir por

    sucesin, inventando los alfabetos.

    Si bien, en los orgenes, los hombres estaban efectivamente divididos de acuerdo con

    esos sistemas de vida, en nuestros das se encuentran estrechamente intrincados, hasta el

    punto de que puede verse en todo ser humano un sedentario al mismo tiempo que un

    nmada. Quin es el que no viaja, aunque tenga un domicilio fijo? Quin, sinceramente

    monotesta, no invoca sin embargo a tal o cual santo? Quin puede escribir un libro didctico

    sin incluir en l algn esquema? Incluso en lo ms hondo de las historia de los hombres, el

    sedentario se ve obligado a desplazarse, aunque slo sea para ir a los campos, y, por su parte,

    el nmada debe pararse tarde o temprano y plantar su tienda. Lo cual confirma lo que

    anticipbamos anteriormente, es decir, que el hombre, situado entre el Cielo y Suelo, participa

    estrechamente de esos dos mundos y, aunque en proporciones variables, obligatoriamente de

    los dos: nadie est autorizado a proclamarse de uno slo de ellos, ya que esto equivaldra a

    perder la cualidad de hombre.

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    Captulo II

    LA LEY DE LOS CICLOS

    El Cielo y el Suelo tienen necesariamente unas relaciones puesto que cada uno de esos

    dos trminos depende del otro al tiempo que lo justifica, y el conjunto de las modalidades de

    esas relaciones es lo que se expresa con la ley de los ciclos (Tchou). Para la Tradicin, todo

    fenmeno que aparece entre el Cielo y Suelo es llamado manifestacin (Tien Hsia) y, lo

    mismo que para el hombre, se produce al mismo tiempo en el plano de la calidad y el de la

    cantidad, cuyas proporciones varan segn el momento del ciclo, ya que toda manifestacin

    es evolutiva, yendo simblicamente, ora del Suelo hacia el Cielo, ora del Cielo hacia el Suelo, y

    en consecuencia se encuentra sometida a un ciclo. Una simple mesa, por ejemplo, es una

    manifestacin, puesto que existe. Hubo un tiempo en que no exista. Luego fue construida, y

    un da dejar de existir. Lo cual demuestra que el fenmeno cclico se aplica, sin ninguna

    excepcin, a todo lo que cae bajo nuestros medios de percepcin.

    Para estudiar los diversos tiempos de un ciclo, tomaremos el ejemplo del ritmo de los

    das y de las noches. En el curso de un nictemerio (perodo de veinticuatro horas), se suceden

    estados completamente distintos: el da y la noche (figura 1). Para un observador (O) que mire

    al sur, la trayectoria aparente del sol se realiza en el sentido de las saetas de un reloj, arriba de

    este a oeste (de izquierda a derecha) durante el da, y debajo de oeste a este (de derecha a

    izquierda) durante la noche. As pueden distinguirse, de buenas a primeras, un estado positivo

    arriba, entre el alba y el crepsculo (Cielo), y un estado negativo abajo, entre el crepsculo y el

    alba (Suelo), segn este presente o no en el cielo del lugar de observacin el sol, dispensador

    de calor y de luz. Cada uno de esos estados est centrado sobre un eje vertical cuyo punto alto

    es medioda, momento en que el sol llega a su culminacin, y el punto bajo es medianoche,

    diametralmente opuesto al medioda. Llamaremos a este eje vertical eje de los estados.

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    Figura 1. El nictemerio

    Pero el ritmo que expresa el crculo hace que los dos estados opuestos se alternen,

    pasando incesantemente del uno al otro. Cruzando el eje vertical, los separa un eje horizontal,

    cuyos extremos corresponden a unos puntos que, en nuestro ejemplo, son el alba a la

    izquierda y el crepsculo a la derecha. En los dos casos, son puntos de paso entre los dos

    estados de da y de noche, en los que aparece una especie de indeterminacin. En efecto, al

    alba no puede decidirse si es ya de da o an de noche, y lo mismo ocurre con el crepsculo, en

    el que no puede decirse si es an de da o ya de noche. Esos dos puntos definen lo que

    llamaremos el eje de las variaciones, sol creciente (movimiento positivo) a la izquierda (Khepri,

    el sol de la maana de los egipcios), de cero a doce horas, sol decreciente (movimiento

    negativo) a la derecha (Atoum, el sol egipcio de la tarde), de doce a cero horas.

    Una vez trazados esos dos ejes, se plantea el problema de saber cul es el momento

    exacto que seala el comienzo del nictemerio. En efecto, algunos pueblos, basndose en datos

    astronmicos (nmadas), hacen empezar ese ciclo a medianoche, en el momento en que el sol

    inicia su ascensin aparente, en tanto que otros (los sedentarios que duermen por la noche)

    fijan su comienzo al alba. La Tradicin, que aqu entendemos como la de los Protochinos,

    basada en lo nocin del justo medio como tendremos ocasin de comprobar a menudo a lo

    largo de estas pginas, aporta un punto de vista distinto e intermedio, cortando el esquema

    por medio de una lnea oblicua (figura 2).

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    Figura 2: La lnea oblicua

    Separadas por esta lnea aparecen entonces dos zonas: la zona activa a la izquierda y

    arriba, que contiene la variacin positiva centrada en el alba y el estado positiva centrado en el

    medioda, y la zona inactiva a la derecha y abajo, que rene la variacin (crepsculo) y el

    estado (medianoche) negativos. En tales condiciones, el punto Maana, que la Tradicin llama

    punto del canto del gallo, seala el comienzo real del nictemerio, que es el momento en que

    el sol abandona la zona inactiva para pasar a la zona activa. Ese punto corresponde a las tres

    de la maana, a medio camino entre medianoche y seis horas (alba de un da de equinoccio).

    Diametralmente opuesto al punto de Maana, el punto Tarde da la hora del centro

    exacto del ciclo nictemrico, las quince horas, momento en que el sol abandona la zona activa

    para entrar en la zona inactiva. Perpendicular a esta oblicua, otra lnea seala el punto Da

    entre el alba y el medioda, y un punto Noche entre el crepsculo y medianoche; de modo que

    el nictemerio se encuentra finalmente dividido en cuatro sectores: la maana, el da, la tarde y

    la noche, cuyos centros respectivos son el alba (seis horas), medioda, y el crepsculo

    (dieciocho horas) y medianoche. En la prctica, y a partir de ahora, designaremos esos cuatro

    tiempos del ciclo por sector izquierdo (maana), sector superior (da), sector derecho (tarde) y

    sector inferior (noche).

    Dado que todo ciclo obedece al mismo principio general, evidencia sobre la cual no es

    necesario insistir, transformemos nuestro reloj (figura 2) en el calendario, a fin de estudiar el

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    -17-

    ciclo anual y la sucesin de las estaciones (figura 3). Vemos entonces que el eje vertical de los

    estados se convierte en el eje de los solsticios: arriba el solsticio de verano, da en que el sol

    alcanza su punto ms alto a medioda. Sol stat, el sol se para, decan los latinos, muestra

    perfectamente que en aquel preciso instante ha terminado su aparente crecimiento por

    encima del horizonte a medioda, pero no ha empezado an a decrecer. En lo ms alto de su

    trayectoria anual, lo mismo que a medioda en el nictemerio, que el marino localiza en el

    sextante tomando el meridiano, marca un punto fijo, que no por fugaz deja der ser real:

    cuando se lanza una piedra al aire, alcanza necesariamente un punto de detencin al final de

    su impulso, antes de volver a caer. Ocurre evidentemente lo mismo, aunque de acuerdo con

    un proceso inverso, el da del solsticio de invierno, cuando el sol hace una estasis al final de su

    decrecer, antes de crecer de nuevo. Detencin, estasis, estado, son trminos bastante

    explcitos para que no insistamos ms en el aspecto mximo o mnimo que caracteriza a los

    puntos ungidos por el eje vertical: el solsticio de verano es el da ms largo del ao, el solsticio

    de invierno el da ms corto (o la noche ms larga).

    Completamente distinto es el eje horizontal de nuestro calendario, que es el de los

    equinoccios: equinoccio de primavera y equinoccio de otoo son unas fechas que sealan la

    igualdad de duracin del da y de la noche (doce horas de da y doce horas de noche). El da del

    equinoccio de primavera separa los perodos de los das cortos (o noches largas) y de los das

    largos (o noches cortas), e inversamente al equinoccio de otoo. No puede dejar de

    compararse este fenmeno de igualdad del da y de la noche con el del alba y el crepsculo, en

    el que noche y das se mezclan hasta la indecisin.

    Figura 3: El calendario

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    -18-

    La analoga de los jalones del reloj y del calendario entraa la de sus sectores, y en ese

    sentido puede decirse que la primavera es la maana del ao, el verano su da, el otoo su

    tarde y el invierno su noche. O tambin: la maana es la primavera del nictemerio, el da su

    verano, la tarde su otoo u la noche su invierno. Elevando la comparacin hasta el lmite, cabe

    preguntarse dnde empieza tradicionalmente el ao, en comparacin con el esquema

    nictemrico. Prolongando la aplicacin de la analoga, se comprende por qu la Tradicin sita

    el nacimiento del ao haca el 4 de febrero, a medio camino, por as decirlo, entre la fecha del

    solsticio de invierno (21 de diciembre) y la del equinoccio de primavera (21 de marzo). Este es

    el comienzo real del ao solar de los sedentarios, pero habiendo sido invadidos estos ltimos

    por los nmadas (y el fenmeno es perfectamente claro en China), stos les impusieron su

    calendario lunar y, finalmente, se adopt una solucin intermedia, como siempre, que fija el

    Ao Nuevo en el da siguiente a la luna nueva ms prxima al 4 de febrero.

    La mitad del ao, segn lo que precede, cae a medio camino entre el solsticio de

    verano y el equinoccio de otoo, es decir, a primeros de agosto, poca en la cual se celebran

    grandes fiestas entre los pueblos sedentarios, para sealar el trmino de la maduracin de los

    vegetales y el comienzo del perodo de las recolecciones (paso de la zona activa a la zona

    inactiva). Entre los Celtas, herederos de los Atlantes, esta fiesta, llamada Lugnusad, era la ms

    importante del ao, ya que duraba un mes, en tanto que los otros jalones del ciclo anual

    (Imbolc a primeros de febrero, nacimiento del ao; Beltein a primeros de mayo, entrada en el

    verano; Samain a primeros de noviembre, entrada en el reposo del invierno) slo daban lugar

    a tres das de festejos. En la China antigua, la celebracin de la mitad del ao se llama fiesta

    de los pequeos perros, ya que se atribua a cada uno de los cuatro sectores del ciclo un

    animal simblico y opuesto al gallo del sector izquierdo, el perro presida en el sector derecho,

    y aquel da era muy joven, ya que slo tena unos instantes de vida. Sealemos de pasada que

    perro pequeo es caniculus en latn, y que nuestra expresin de cancula aplicada

    concretamente a este perodo del ao no tiene nada que ver con la idea de calor, sino que es

    una herencia de la Tradicin llegada hasta nosotros por unos caminos lo bastante complicados

    como para que no los evoquemos aqu, desvindonos de nuestro propsito. Sea como fuere,

    se comprueba que el calendario occidental moderno, que hace empezar cada estacin el

    mismo das de la seal astronmica solsticial o equinoccial, es completamente artificial a los

    ojos de la Tradicin, y que los ritmos biolgicos, de los cuales veremos algunos ejemplos a

    continuacin, slo obedecen al calendario tradicional. Motivo por el que hemos insistido en

    ese tema que, a pesar de las apariencias, interesa a la psicologa muy de cerca y, como

    consecuencia, a la patologa.

  • Jacques Andr Lavier Medicina China, Medicina Total

    -19-

    El simple ejemplo de la comparacin de los ritmos del nictemerio y de las estaciones

    basta para hacer comprender la ley de analoga, principal instrumento del conocimiento

    tradicional. Dado que todo fenmeno, sea cual sea, est sometido a un ciclo de perodo

    determinado, y que por otra parte todos los ciclos comportan los mismos jalones y los mismos

    sectores, resulta posible comparar e identificar manifestaciones parciales muy distintas en

    apariencia. Cuando se trata, en el hombre, de los latidos del corazn, de la respiracin, de las

    alternativas de estados de vigilia y de sueo, del ritmo de funcionamiento de tal o cual rgano

    digestivo, del metabolismo celular (asimilacin-desasimilacin), etc., la ley de analoga se

    aplica rigurosamente desde el momento en que se posee el esquema universal que

    constituyen los jalones y los sectores de un ciclo.

    Los jalones cclicos, tal como hemos visto, son ocho, siendo los extremos ejes

    cardinales (vertical y horizontal) y sub-cardinales (oblicuos). Pero, como hemos sealado, toda

    manifestacin se inscribe entre el Cielo y el Suelo, entre calidad y cantidad, en el espacio-

    tiempo, digamos entre el crculo y el cuadrado y, por ese hecho, participa a la vez de esas dos

    figuras geomtricas. Para la Tradicin, el octgono es intermedio entre el crculo y cuadrado,

    ya que puede ser lo mismo un cuadrado cuyos ngulos se multiplican para convertirse en un

    crculo, que un crculo en cuyo permetro aparecen ngulos y que tiende as al cuadrado.

    Matemticamente, el nmero 12 representa la divisin natural del crculo (los doce meses, las

    doce horas, sabiendo que la hora china equivale a dos horas occidentales), en tanto que el

    nmero 4 se aplica al cuadrado (lados, ngulos, ejes), y el nmero 8, nmero de los lados del

    octgono, es intermedio, desde ese punto de vista, entre 12 y 5 (12-4 = 8; 4+4 = 8). Se

    encontrar aqu una justificacin de muchos smbolos, desde los ocho trigramas de Fo Hsi

    hasta las torres octogonales de los Templarios, pasando por las ocho aristas de la pirmide, los

    ocho tentculos del pulpo de los cretenses y las ocho direcciones de la rosa de los vientos.

    Hemos evocado anteriormente el problema insoluble de la cuadratura del crculo,

    precisando que era imposible transformar un cuadrado en crculo, o viceversa. Pero, en

    cambio, est permitido considerar que el octgono, cuando se halla situado horizontalmente,

    puede a voluntad convertirse en un crculo por su cara vuelta hacia el Cielo, o en un cuadrado

    por su cara que mira al Suelo. Desde ese punto de vista, el nico posible, puede percibirse una

    correspondencia entre tiempo y espacio diligencia que nos permitir encontrar lo que hay de

    comn en esos dos llamados parmetros, sin pasar por la ilusin de la medida que, tal como

    hemos subrayado, no podra en modo alguno aplicarse al tiempo. Los ocho jalones del ciclo,

    trasladados del crculo (Cielo) al octgono (relacin del Cielo con la manifestacin),

  • Jacques Andr Lavier Medicina China, Medicina Total

    -20-

    descendern a continuacin del octgono al cuadrado (Suelo), en el marco de la relacin entre

    la manifestacin y el Suelo. En este proceso de transferencia, se respeta perfectamente la

    norma segn la cual una influencia nace arriba para actuar abajo, y todo intermediario

    desmultiplica esta relacin. Aqu, el octgono es Suelo para el Cielo, al mismo tiempo que Cielo

    para el Suelo (ms adelante veremos las importantes conclusiones que se derivan de ese

    principio cuando se aplica a la fisio-patologa). As, los jalones cclicos nacidos a nivel del crculo

    y luego descendidos sobre el octgono, van a aplicarse de aqu al cuadrado, aunque

    cambiando de modo en la medida en que cambian de nivel. En otras palabras, de temporales y

    sucesivos arriba (crculo, Cielo), van a convertirse en espaciales y simultneos abajo (cuadrado,

    Suelo): los ocho jalones del tiempo se convierten as en las ocho ramas de la rosa de los

    vientos (figura 4).

    Figura 4: Los ejes del espacio

    Entre el esquema cclico del nictemerio y las ocho direcciones de la latitud, la analoga es clara:

    en su trayectoria aparente, el sol se levanta al este, culmina al sur, se pone al oeste y pasa a

    medianoche en direccin al norte, detrs del observador (siempre inmvil cara al sur).

    Limitados aqu a lo esencial de la teora del crculo y del cuadrado, no hablaremos de la

    aparicin de la tercera dimensin del espacio (que hace de ese cuadrado un cubo),

    determinada por las posiciones alta y baja del sol a medioda y a medianoche, y retendremos

    nicamente que el espacio, visto bajo este ngulo, aade a su cuantificacin intrnseca (el

    Suelo es mesurable) la cualificacin que le aporta el Cielo: recorrer quinientos metros en un

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    -21-

    sentido o en el otro equivale cuantitativamente a lo mismo, pero la direccin tomada aade

    una diferenciacin cualitativa que, como veremos, es de suma importancia en lo que respecta

    a la aparicin de ciertas enfermedades. Resumiendo, puede decirse que si bien el tiempo

    (circulo y sucesin) est siempre cualificado sin que pueda ser cuantificado nunca (el Suelo

    receptor no tiene influencia sobre el Cielo emisor), la latitud es cuantificable por naturaleza

    (Suelo y coexistencia) pero tambin cualificable en virtud de la influencia del Cielo y, por

    afinidad, de los ejes del crculo sobre el cuadrado.

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    -22-

    Captulo III

    LOS OPERADORES Y EL REFERENCIAL

    Cuando el matemtico procede a sus clculos, utiliza convenciones a las que llama

    impropiamente smbolos: a, b, x, y, etc., que representan en su mente nmeros concretos.

    Esos smbolos son puestos en relacin por unos operadores, que definen lo que ocurre entre

    ellos. As a+b significa que los nmero a y b se aaden el uno al otro. Los operadores no

    pueden ser ms que dos, la suma y la resta, sabiendo que la multiplicacin no es otra cosa que

    una serie de sumas, y la divisin una serie de restas.

    Si hemos recordado esas nociones es porque han surgido, en forma de residuos

    degradados (en el sentido de que slo pueden aplicarse a la cantidad), de los principios

    operativos de la Tradicin. Para sta, los smbolos son cinco (los cuatro sectores, con la adicin

    de un elemento particular que estudiaremos ms adelante), unidos por dos operadores, uno

    de produccin (Cheng), otro de inhibicin (Keu). La figura 5 muestra el principio de accin de

    esos dos operadores, el uno surgido de la sucesin de los sectores en el tiempo (figura 5, A), el

    otro de su coexistencia en el espacio (figura 5, B).

    El operador de produccin acta desde el sector izquierdo al sector superior en la zona

    activa, y desde el sector derecho al sector inferior en la zona inactiva: la primavera produce el

    verano, el otoo produce el invierno. O bien, en el nictemerio: a la maana sigue el da, y a la

    tarde la noche. As, cada sector del eje horizontal de las variaciones est prolongado por el

    sector que le sigue en el sentido de las saetas de un reloj (sentido del curso aparente del sol) y

    que, perteneciendo al eje vertical de los estados, es su conclusin lgica. Se trata de una

    produccin directa, es decir, paso de un sector al siguiente sin abandonar la zona (activa o

    inactiva) a la cual pertenecen esos sectores. Pero se sabe por su experiencia que la tarde

    (sector derecho) sigue al da (sector superior), y que la noche (sector inferior) precede a la

    maana (sector izquierdo), que el verano y l invierno son seguidos respectivamente por el

    otoo y por la primavera. Seguimos refirindonos al operados de produccin, pero cuya

  • Jacques Andr Lavier Medicina China, Medicina Total

    -23-

    accin, por el hecho de que a partir de un estado determinado debe franquear la frontera

    entre las zonas activa e inactiva, aparece indirecta, en la medida en que, como veremos, un

    elemento exterior al sistema debe invertir en el proceso: el punto Partida, comienzo del ciclo,

    es al mismo tiempo el final del ciclo precedente, y nada, al parecer, obliga a que un nuevo ciclo

    lo contine. Un antiguo texto chino dice que, cada ao, la vspera del nacimiento del ao,

    puede producirse el fin del mundo. El paso del 4 de febrero, o el que las tres de la maana en

    el ciclo nictemrico, tiene lugar pues gracias a un impulso que, comparable al sistema de

    escape de un movimiento de relojera, asegura la continuacin, la sucesin de los diferentes

    ciclos. Es el ejemplo del columpio que, soltado tras el primer impulso, terminara por

    detenerse si el ligero empujn aplicado a cada balanceo no conservara el movimiento.

    A: produccin

    B: inhibicin

    Figura 5: El principio de los operadores

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    Diametralmente opuesto al punto Partida se encuentra el punto Medio del ciclo.

    Tambin aqu el operador de produccin debe franquearlo para que el sector superior pueda

    continuarse por el sector derecho. Pensemos en un elemento mvil desplazndose sobre una

    circunferencia: a partir de una determinada velocidad, tender a abandonar el circuito que le

    est atribuido, a y tomar la tangente en el sentido ms estricto del trmino (basta con

    observar la trayectoria de un automvil que toma un viraje a excesiva velocidad). En nuestro

    ciclo, ese efecto, que puede ser perfectamente comparado al de la fuerza centrfuga, es

    anulado por una fuerza igual de direccin opuesta, es decir, centrpeta, que obliga al elemento

    mvil a permanecer en su rbita: otra intervencin exterior al operador de produccin, que

    convierta su accin en indirecta.

    Prescindamos de momento del agente encargado de mantener el cielo por ese doble

    medio de relanzamiento en el punto de Partida y de mantenimiento en el punto Medio, para

    ocuparnos del segundo operador, segn que tal sector inhiba a tal otro. Si la existencia del

    operador de produccin est basada en el fenmeno de sucesin (estaciones, sectores

    nictemricos), en el curso del cual los sectores del ciclo que siguen en el tiempo y se desplazan

    regularmente los unos a los otros, el operador de inhibicin slo puede ser considerado en la

    medida en que los sectores coexisten, ya que para que el uno acte el otro a fines de

    atenuacin, es preciso que se encuentren en presencia, lo que implica su simultaneidad. Lo

    mismo que el operador de produccin aparece de naturaleza celeste y temporal, el operador

    de inhibicin pertenece al Suelo y al espacio, y por ello fenmeno manifestado, inserto por

    consiguiente entre Cielo y Suelo y localizndose al mismo tiempo en el tiempo y en el espacio,

    est sometido al doble sistema de los operadores, uno anablico, otro catablico.

    La figura 5 (B) muestra que los sectores derecho e inferior inhiben respectivamente a

    los sectores izquierdo y superior, que, en otras palabras, los sectores de la zona inactiva

    inhiben a los de la zona activa: lo mismo que nuestro automvil anteriormente lanzado en un

    viraje, el ciclo posee un acelerador con su zona activa, as como un freno que representa la

    zona inactiva. Consideramos que la imagen es lo bastante clara como para no tener que insistir

    en ella.

    Una direccin cardinal slo tiene validez en funcin de un punto concreto de

    observacin: Pars se encuentra al este, pretende el bretn. Desde luego que no! protesta el

    alsaciano. Pars se encuentra al oeste! Dilogo de sordos que desaparece inmediatamente

    su se aade: En relacin con mi punto de observacin. Por consiguiente, cuando los cuatro

    sectores son aplicados al espacio, slo tienen validez como tales a partir de un centro, que es

  • Jacques Andr Lavier Medicina China, Medicina Total

    -25-

    entonces el centro geomtrico del cuadrado, aunque esto plantea un importante problema, ya

    que ese centro espacial no es ms que la proyeccin del centro temporal, y se hace necesario

    situar este ltimo. La cosa no resulta tan sencilla como podra creerse a primera vista, ya que

    el centro de un da o de un ao slo puede estar sobre el propio crculo, es decir, sobre el hilo

    de tiempo, lo que excluye de buenas a primera el punto en el que se apoya la punta seca del

    comps, y que est fuera del crculo.

    produccin

    Inhibicin

    Figura 6: Produccin e inhibicin

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    En una ocasin nuestro estudio del nictemerio (figura 2), precisamos que su mitad es, y

    slo puede ser, el punto Tarde, diametralmente opuesto al punto de Maana. Asimismo, la

    mitad del ao es diametralmente opuesta al nacimiento del ao tradicional (figura 3), y se

    sita ms concretamente en la cancula, a primeros de agosto. Siendo todo centro referencia y

    punto de apoyo (o de aplicacin), se habr comprendido que l es, dado su emplazamiento, el

    responsable del mantenimiento del crculo al intervenir en el operador de produccin entre los

    sectores superior y derecho. Adems, se adivina que ese mismo centro es el responsable del

    relanzamiento del ciclo al final de su carrera, es decir, en el nacimiento del ao o las tres de

    la maana, lo que hace que, en definitiva, y teniendo n cuenta esta bilocacin, el centro

    parecer ser la lnea oblicua que separa el ciclo en sus dos zonas, activa e inactiva (figura 2),

    sobre la cual todo ocurre como si se desplazara una fuerza que, en relacin con un elemento

    mvil recorriendo el crculo, sera retentiva cuando est arriba y a la derecha, y por el contrario

    propulsora si se encuentra abajo y a la izquierda. Llamaremos a esta lnea de doble efecto el

    referencial, teniendo en cuenta el papel del centro que sirve hasta cierto punto de origen a las

    direcciones del espacio, al mismo tiempo que de regulador del ciclo temporal.

    Cuando el referencial ejerce su papel de retencin, su masa, por as decirlo, est

    situada entre los sectores superiores y derecho (cf, el automvil en el viraje) y, por tal motivo,

    se convierte en una especie de sector suplementario que a partir de entonces participar en el

    juego de los operadores (figura 6).

    Sabiendo que el operador de produccin una a dos sectores sucesivos en el sentido de

    las saetas de un reloj, ya no es posible decir que el sector superior produce el sector derecho.

    Sabemos que ese proceso es aqu indirecto, y se evidencia que, ms concretamente, el sector

    superior produce el referencial, el cual produce inmediatamente el sector derecho, y

    permanece as el estado de neutralidad que le es especfico, ya que todo lo que recibe del

    sector superior pasa ntegramente al sector derecho. Y tambin participar en el operador de

    inhibicin, sabiendo que ste parte de un sector determinado para desembocar en el segundo

    que le sigue: si el sector inferior inhibe al sector superior, si el sector derecho inhibe al sector

    izquierdo, hay que completar el sistema aadiendo que el sector izquierdo inhibe al referencial

    y que ste inhibe a su vez al sector inferior. Aadamos finalmente que, al pasar en cierto modo

    por encima del referencial, el sector superior inhibe al sector derecho. As, los operadores

    forman dos circuitos distintos, el circuito de produccin que se desarrolla sucesivamente en la

    serie de los sectores izquierdo, superior, referencial, derecho, inferior y de nuevo izquierdo, en

    tanto que el circuito de inhibicin sigue el orden de los sectores izquierdo, referencial, inferior,

    superior, derecho y de nuevo izquierdo.

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    Figura 7: El ciclo elptico

    La lnea oblicua del referencial aporta una precisin suplementaria en lo que concierne a la

    forma exacta de un ciclo. Hasta aqu, habamos considerado a este ltimo, dado su nombre,

    como de forma circular, cuando de hecho resulta fcil comprobar que nada, en la naturaleza,

    gira en redondo propiamente hablando, sino que todo obedece a una trayectoria elptica,

    como sucede con los cuerpos celestes, por ejemplo. La figura 7 muestra cmo se presenta

    realmente un ciclo cualquiera, segn una elipse cuyo gran eje es precisamente el referencial.

    Esto explica por qu el comienzo del ao, lo mismo que el de nictemerio, no estn n en medio

    del sector inferior, ni en medio del sector izquierdo, sino entre esos dos puntos de referencia,

    all donde la curva se encuentra a menor distancia del foco de la elipse donde se cruzan los

    ejes del sistema. En el extrema opuesto, el centro expresa que la accin de franquear el punto

    superior del eje vertical de los estados no representa el final del desarrollo evolutivo del ciclo,

    el cual se sita en el punto ms alejado del precedente foco en el que se cruzan los ejes, y a

    partir del cual empieza la fase involutiva (zona inactiva) que termina en el punto de impulsin

    de la Partida.

    Esta elipse no representa el curso aparente del sol, sino ms concretamente la

    reaccin de la manifestacin a las solicitaciones de aqul, reaccin que se produce con cierto

    retraso debido a la inercia de todo lo que est entre el Cielo y Suelo, lo que tiene por efecto

    que el acme de un ciclo a nivel de la manifestacin se produzca despus del paso del sol a su

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    -28-

    punto ms alto. Del mismo modo, el punto de impulsin, punto de partida (o de llegada) del

    cielo, queda desplazado con relacin al punto de mnimo solar.

    Los antiguos chinos atribuan a los cuatro sectores y al referencial unos elementos-

    smbolos de los cuales la figura 8 da la disposicin y las correspondencias. Al eje vertical le son

    asignados unos elementos sutiles e inaprehensibles, imagen de los lmites superior e inferior

    del ciclo, el Cielo y el Suelo que, de hecho, no son alcanzados nunca en el curso de una

    manifestacin, ya que alcanzar al uno hara perder al otro, lo cual no puede ser tomado en

    consideracin desde ningn punto de vista: el Fuego (Hwo) es mvil, asciende en direccin al

    Cielo, produce calor y luz; el Agua (Chwei) desciende hacia el suelo, es inerte, fra y sin color

    propio.

    En cuanto al eje horizontal, es definido por la Madera (Mou) y el Metal (Tchin), dos

    slidos muy palpables, ya que aqu nos hallamos en el mismo centro de la manifestacin, del

    metabolismo general por as decirlo, en medio del incesante torbellino de los procesos de

    construccin y de destruccin. Al sector izquierdo responde la Madera, vegetal, slido viviente

    y actico en la medida en que se desarrolla y crece hacia el Cielo, y al sector derecho el Metal,

    slido inerte.

    El referencial est simbolizado por la Tierra (Tou) que, en su calidad de origen de los

    otros cuatro elementos, les sirve de punto de apoyo. En efecto, las glosas chinas explican que

    de la Tierra salen la Madera (las plantas), el Fuego (por los volcanes), el Metal (en forma de

    mineral o en estado natural) y el Agua (por las fuentes). No hay que confundir esta Tierra-

    elemento (Tou) con el Suelo (Ti), opuesto al Cielo.

    Esos elementos-smbolos ilustran por otra parte la accin de los operadores ya que,

    siempre segn las glosas, el Agua apaga el Fuego, que funde el Metal, que corta la Madera,

    que agota a la Tierra, que absorbe el agua; esto en lo que respecta al operador de inhibicin.

    En cuanto al operador de produccin, lo mismo que la Madera alimenta el Fuego, el Metal

    produce el Agua. Tan clara es la imagen para los sectores de la zona activa (Madera y Fuego)

    como oscura y misteriosa para los sectores de la zona inactiva (Metal y Agua), pero, en cierto

    modo, tambin aqu se respeta la analoga: los alquimistas chinos se inspiraron siempre en los

    operadores tradicionales en sus manipulaciones, y pensando en ellos puede concebirse el

    Metal ms perfecto al mismo tiempo que el ms simple de los cuerpos, en el estado sublime

    del gas, como el fabricante de Agua ideal, tal como lo indica su nombre: hidrgeno.

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    Figura 8: Los cinco elementos chinos

    Para el resto de las ramas del circuito del operador de produccin las analogas son

    claras: el Fuego produce Tierra (el humus o el mantillo, ya que aqu se trata de una tierra

    nutritiva, son el resultado de combustiones) la Tierra produce el Metal (vase cita anterior), el

    Agua produce la madera (el trigo, cereal principal de los Protochinos, slo puede germinar

    despus de haber pasado el invierno en tierra). Los aficionados a las ciencias tradicionales

    podrn ver tambin aqu el simbolismo inicitico de la muerte que precede al renacimiento:

    hay que pudrirse para poder renacer.

    Para los griegos de la poca clsica, hay cuatro estados (lo caliente, lo fro, lo seco y lo

    hmedo) que, combinados dos a dos, forman cuatro elementos, tal como indica la figura 9. Se

    trata aqu de un esquema mucho ms limitativo que el de los chinos, ya que slo describe los

    aspectos posibles de la materia: seco y clido, el Fuego es subliminando; clido y hmedo, el

    Aire es vapor; hmeda y fra, el Agua es lquida; fra y seca, la Tierra es slida. Si bien, por otra

    parte, puede encontrarse en esta disposicin la figura del octgono, le falta de todos modos el

    referencial, la Tierra de los chinos, que algunos haban presentido: as, Pitgoras habl de un

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    -30-

    quinto elemento, el ter, que estara en el origen de los otros cuatro; Anaximandro supone un

    quinto trmino, el apeiron (lo ilimitado), que servira de sustrato a los otros cuatro. Los

    decadentes, seguidos en esto por todas las substracciones occidentales, desde la alquimia

    hasta la astrologa, buscaron intilmente ese quinto elemento bajo el nombre de

    quintaesencia, y tal vez la imposibilidad de aprehenderla dio origen a la curiosa repulsin que

    sentan los griegos, segn se dice, a pronunciar la palabra pent, que significa cinco, y que era

    considerada de mal agero (a cotejar con el vocablo francs pente pendiente, que

    evoca lo oblicuo del referencial).

    Figura 9: Los cuatro elementos griegos

    Al margen del hecho de que se intua la existencia del referencial, era sabido, al menos

    por algunos, que los elementos actuaban los unos sobre los otros: segn Ferecides de Syros,

    Herclito expuso el principio de la lucha entre elementos contrarios en un movimiento

    perpetuo, lo cual puede ser comparado fcilmente con el modo de actuar del operador de

    inhibicin. La escuela eletica, con Empedocles, parece haber llagado ms lejos, al concebir los

    elementos unidos por las fuerzas opuestas del amor y del odio. Equivala hasta cierto punto

    a aadir el operador de produccin al de inhibicin, lo cual no excluye el hecho de que, para

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    -31-

    todos aquellos maestros del pensamiento, los elementos seguan siendo siempre lo que eran,

    tan estables como los estados de la materia que evocaban, en tanto que los elementos chinos,

    y por derivacin los sectores espacio-temporales tradicionales, son eminentemente evolutivos

    basados como estn en el principio cclico. Hipcrates fue el nico, que nosotros sepamos, que

    intuy cierta variabilidad en los elementos: Los dos elementos principales son el Fuego y el

    Agua. Sucesivamente, cada uno de ellos domina o es dominado, aunque nunca por competo.

    Alusin a un sistema cclico?.

    De todos modos, aquellos diversos esquemas inspiraron todas las cruces de ramas

    iguales, de significado altamente simblico, tales como las de los Templarios, de Malta, de los

    Celtas, de los Ctaros, etc., y que son la expresin nica de una ley bastante general para ser

    universal, y segn la cual se trata, lo mismo por el ciclo (crculo o elipse) que por la estructura

    que de l resulta (cuadrado), de definir cualquier fenmeno producido entre Cielo y Suelo, y de

    ahondar en sus modalidades ms ntimas. Gracias a este instrumento, y slo gracias a l,

    vamos ahora a intentar comprender al hombre, con todos los incidentes de ritmo o de

    estructura que son sus enfermedades.

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    -32-

    Captulo IV

    LA HISTORIA DEL HOMBRE

    En virtud de su integracin a la manifestacin, todo hombre est sometido al ciclo, que

    l reproduce, en particular, en las diferentes etapas de su vida: tras un perodo de crecimiento

    (sector izquierdo), pasa por la madurez (sector superior), luego llega a la esclerosis (sector

    derecho) que desemboca en la vejez, en la necrosis (sector inferior). Del punto de partida que

    es el nacimiento y del punto de llegada que es la muerte hablaremos ms adelante,

    limitndonos de momento a resumir sucintamente el ciclo de la vida, al cual vamos a aplicar

    inmediatamente la analoga a fin de comprender esta otra forma de manifestacin que es la

    humanidad, la cual obedece, desde luego, aunque en una escala distinta, al mismo principio.

    En efecto, analgicamente a la mesa que nos sirvi de ejemplo (captulo II), analgicamente a

    un individuo que nace, vive y muere, la humanidad ha tenido su principio y tendr su final, sin

    duda alguna.

    Desde el pasado siglo, la ciencia oficial pretende, aunque sin aportar ninguna prueba

    de lo que afirma, que el hombre es una especie de animal que ha ido perfeccionndose poco a

    poco en el curso de los siglos. Asombrosa opinin, que a fin de cuentas no es ms que una

    simple profesin de fe, una hiptesis completamente gratuita que tenemos que aceptar como

    un dogma, y segn la cual la vida habra aparecido por azar en al seno del mar: unas molculas

    se asociaron por azar, sbitamente, y siempre por azar, empezaron a absorber ciertas cosas

    que les complacan y a rechazar otras que no les convenan. Luego, tras aquella invencin del

    metabolismo, aquella clula form, asocindose por azar con otras a las que haba ocurrido

    lo mismo, una especie de colonia llamada tejido. Siempre por azar, aquel tejido encontr

    otros, cuyas vocaciones metablicas eran distintas de las suyas (cabe preguntarse cmo y por

    qu), se asoci con ellos y as apareci un organismo.

    Parece ser que era un pez, pero el pez en cuestin, que deba ignorar el proverbio, por

    lo visto no era feliz en el agua, puesto que se nos ensea que se las ingeni para transformar

    sus branquias en pulmones y sus aletas natatorias en patas para convertirse en reptil y vivir

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    -33-

    sobre la tierra. Nuestro supuesto antepasado, a pesar del carcter milagroso de aquella

    promocin, no fue sensible a ella, ya que decidi que arrastrarse por el suelo no constitua

    finalmente un ideal. La prueba est en que se fabric inmediatamente un par de alas,

    partiendo de sus ex aletas natatorias convertidas en patas delanteras, a fin de poder realizar su

    nuevo sueo: volar. Otros, en cambio, que probablemente no tenan vocacin area, lo mismo

    que los que haban decidido, por motivos que se nos escapan, continuar siendo peces, no

    emigraron a tierra firme, se negaron a cambiar de medio pero, para no ser menos que sus ex

    semejantes, empezaron a transformar frenticamente tal o cual parte de su cuerpo, porque

    era absolutamente preciso, al parecer, que las transformaciones se llevaran a cabo

    Preferimos interrumpir aqu esta absurda catarata de milagros al trmino de la cual

    abra salido un hombre, siempre por azar, del tero de una mona. Pero, sabiendo que la

    naturaleza est en perpetua creacin, que todos los ciclos, empezando por el de las estaciones

    que nadie se atreve a negar, vuelven a cerrarse sin cesar, que las especies se reproducen

    regularmente, cmo es posible que no asistamos ya a aquellos extraordinarios fenmenos?

    Por qu los peces no se convierten ya en reptiles? Por qu los reptiles no se convierten ya en

    pjaros? Por qu las monas no dan a luz a seres humanos? Esas preguntas, a pesar de su

    sencillez, han acosado probablemente a los evolucionistas, ya que, siguiendo con ello sus

    propias leyes, se convirtieron en transformistas apoyndose en el fenmeno de las

    mutaciones, accidentes bruscos que, al cambiar radicalmente las condiciones de vida, obligan

    al animal a adaptarse so pena de desaparicin pura y simple. Hiptesis de recambio que no

    resuelve nada, ya que su se le corta el rabo a un ratn, sus descendientes continuarn

    imperturbablemente luciendo sus rabos, quirase o no. En cuanto a los llamados mutantes,

    monstruos fabricados en un laboratorio por medio de bombardeos de radiaciones o

    inoculaciones de los productos ms diversos, la nica caracterstica que tienen en comn es la

    incapacidad de reproducirse.

    Y los hombres primitivos que viven an en nuestros das?, se argir. He aqu a dnde

    conduce el frenes de buscar una prueba tangible de la teora, ya que la tendencia de las razas

    blancas a considerarse como la perfecta culminacin de la cadena evolutiva es tal que olvidan

    que los africanos, por ejemplo, o incluso los indgenas de Australia, no tienen nada de

    primitivos (por qu no habran evolucionado?), sino que son, por el contrario, los

    supervivientes de grandes civilizaciones anteriores. Sus extraos ritos, sus medicinas, no son

    en modo algunos balbuceos de una inteligencia naciente, sino los restos de una tradicin que

    fue muy elaborada y que ellos ya no comprenden.

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    -34-

    Desde hace milenios, la Tradicin ha aportado otra explicacin a la aparicin de la

    manifestacin, la cual fue efectuada globalmente, de acuerdo con un esquema general basado

    en la jerarqua Cielo-Suelo, y a partir del cual cada especie se vio atribuir unas funciones

    adaptadas a su papel particular. En suma, cada ser viviente es concebido sobre un plan lo

    bastante amplio como para ser comn a todos, pero cuyas posibilidades estn limitadas en

    funcin del lugar que van a ocupar en el teatro de la vida, y no porque el caracol posea un

    hgado como el hombre tiene que derivar necesariamente este ltimo del caracol. Desde este

    punto de vista, el ser humano se ha visto conferir el mximo de posibilidades, se ha

    beneficiado del quasi-integralismo del plan, al menos en los primeros tiempos, ya que en

    nuestros das se encuentra al final, no de una evolucin, sino ms bien de una involucin, y

    esto requiere evidentemente algunas explicaciones.

    Para la sub-tradicin que es el Gnesis del sacerdote egipcio Moiss, la ms abordable

    por el Occidente, a condicin de descifrar su simbolismo, el hombre experiment una

    elaboracin y luego una degradacin antes de ser tal como nosotros lo conocemos, y debemos

    acudir al esquema del ciclo para comprender su historia. En primer lugar, fue creado a partir

    del Suelo, materia prima inerte, oevre au noir de los alquimistas, la materia prima de los

    escolsticos. Una vez formada, aquella masa recibi en Rouah, el soplo de vida: paso del sector

    inferior al sector izquierdo, impulso de comienzo de ciclo, de orden metafsico. Entonces el

    hombre se elabor en el Edn, es decir que la humanidad creci (sector izquierdo) en un

    recinto cerrado, analgicamente al nio modelado en el seno del medio familiar. Luego vino

    del drama, ya que salido de abajo, Adn alcanz el punto ms alto de la curva cclica, toc el

    Cielo (sector superior). Poseyendo desde entonces todo conocimiento, slo poda decaer.

    Expulsado del Edn, como el nio convertido en adulto abandona la familia (abandonas a tu

    padre y a tu madre), inici el perodo de declive, y todas las sub-tradiciones, lo mismo

    orientales que occidentales, atestiguan esta cada del hombre, una degradacin progresiva a

    partir de un antepasado superior. En el curso de aquel declinar, mal que les pese a los que

    pretenden que el hombre se perfecciona cada vez ms a partir de un antepasado inferior,

    inspirados, o mejor dicho condicionados como estn por el evolucionismo, el hombre vio

    disminuir sus potencias, hasta el punto de que tuvo que buscar una ayuda exterior para

    sobrevivir. En el Nei Tching Sou Wen, texto nico de la tradicin mdica china, se plantea una

    cuestin de un modo muy concreto:

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    -35-

    Nuestros antepasados eran unas personas extraordinarias: vivan durante centenares

    de aos, no estaban nunca enfermos, saban desplazarse en el espacio utilizando unos medios

    que nosotros ya no tenemos, vean y oan cosas que nosotros no vemos ni omos ya. Ha

    perdido algo la humanidad?.

    El hombre actual (y al decir actual se trata de la humanidad en curso, de la que se

    degradaba ya hace casi cincuenta siglos, cuando fue redactada la obra que acabamos de citar)

    est enfermo, debilitado, y slo excepcionalmente llega al centenario. No es esto un sntoma

    de decadencia? No sabe ya desplazarse por s mismo en el espacio y, para hacerlo, tiene que

    utilizar mquinas, no oye no ve ciertas cosas, y tambin en este aspecto tienen que recurrir a

    una ayuda exterior. Tocamos aqu un punto capital en lo que respecta a la comprensin del

    hombre moderno: parece que somos cada vez ms geniales, puesto que la tcnica da pasos de

    gigante. Bonito progreso, en verdad, el que consiste en fabricar todos los bastones, muletas y

    sillas de ruedas que el hombre necesita ahora para intentar sin conseguirlo, ni mucho

    menos equipararse a su verdadero antepasado.

    (El lector puede tener la seguridad de que, al margen de que algn momento nos

    mostremos sarcsticos, no hay ninguna intencin polmica en nuestras afirmaciones, y si

    recordamos algunas verdades primordiales slo lo hacemos porque son de la mayor

    importancia para la compresin de ciertas enfermedades).

    Pero, volvamos a las fuentes de la degradacin, es decir, al momento en que Adn fue

    expulsado del Edn. Fue entonces cuando tuvo sucesivamente dos hijos: Can primero, Abel

    despus. El Gnesis nos concreta que el primero era agricultor y el segundo pastor. As,

    interpretando correctamente el simbolismo, Adn, originalmente sedentario en su calidad de

    jardinero del Edn, errante luego a raz de su expulsin, reprodujo esos dos tiempos de su vida

    a travs de sus hijos, el mayor sedentario, el menor nmada. En otras palabras, si antes hemos

    distinguido (captulo Primero) el desdoblamiento de la humanidad en esas dos categoras,

    aparece ahora una cronologa que sita al sedentario como anterior nmada. Por

    consiguiente, la tradicin ms prxima a la Gran Tradicin primordial es la de los sedentarios,

    que corresponden analgicamente a Adn en el Edn.

    Basndose en lo que precede, puede considerarse a los nmadas como a unos

    sedentarios expulsados y, por otra parte, es conocida su tendencia a querer establecerse

    siempre en alguna parte, buscando con ello reencontrar su estado primitivo. No hay ms que

    recordar el fenmeno de las invasiones, protagonizadas siempre por pueblos nmadas,

    dispuestos a sedentarizarse: turco-mongoles en China, rabes en Egipto, etc. Si las grandes

    civilizaciones anteriores no existen, hay que atribuirlo nicamente a las invasiones cuyos

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    -36-

    autores, a pesar de su sincero deseo (al menos as lo suponemos) de asimilarse, no pudieron

    digerir el modo de ser de los vencidos, ya que haba que pasar a la vez del politesmo, de la

    poligamia a la monogamia, del salvajismo a la mansedumbre, del calendario lunar al calendario

    solar, de una orientacin al norte a una orientacin al sur, etc. Desde luego, se ensayaron unas

    sntesis, pero stas desembocaron solamente en incoherencia: calendarios luni-solares chinos,

    un ciclo hind en el cual el eje vertical de los estados permanece invariable, pero en el que se

    ha invertido el eje horizontal de las variaciones El tercer hijo de Adn, Set, el es smbolo de

    esta tentativa de unin de las dos sub-tradiciones del agricultor y del pastor. Se sabe que Can

    mato a Abel, crimen simblico que demuestra que, pase lo que pase, el sedentario acaba

    imponindose. Por otra parte, el Gnesis no menciona ninguna condena de Can, el cual, por el

    contrario, recibi una proteccin especial y termin fundando la primera ciudad. En cuanto a

    Set, no reemplaz a Abel, sino que trat de conciliar los dos puntos de vista, con los resultados

    sabidos, ya que en hebreo Set significa lo mismo renacimiento que tumulto.

    He aqu cmo empieza, en la memoria de los hombres, la primera humanidad, la cual

    desapareci a raz del diluvio, catstrofe planetaria registrada por todos los anales (etimologa

    exacta de vocablo leyenda). Pero el personaje de No demuestra que, a raz de toda

    destruccin en masa de la humanidad, siempre hay supervivientes, que los sabios toman

    cndidamente por unos hombres prehistricos emergiendo apenas del salvajismo, cuando en

    realidad se trata de unos supervivientes enloquecidos (cosa muy comprensible), que van a dar

    el impulso de una nueva partida. Los aficionados a los misterios bblicos encontrarn tal vez

    aqu la explicacin de aquel incomprensible personaje que es Melquisedec, smbolo del

    impulso dado a cada nuevo ciclo: es el referencial en su papel propulsor. Nos encontramos,

    pues, actualmente, al final de la segunda humanidad iniciada en No (la primera corresponda

    a Adn), es decir, al final de un ciclo, un hecho demostrado de un modo fehaciente por la

    importancia del hombre, expresada por su alto tecnicismo. Y puesto que el Agua fue el agente

    de la catstrofe anterior, no cabe duda de que ser el elemento contrario, tanto para los

    chinos como para los griegos (captulo III), el que esta vez arrasar la superficie del planeta

    para dejar subsistir nicamente a unos cuantos supervivientes, refugiados en grutas o en

    subterrneos, y que sern considerados con una mezcla de ternura y de desdn como

    primitivos por los sabios del aos 30.000 Es necesario precisar en qu clase de Fuego

    destructor estamos pensando?

    Para los Protochinos, el primer hombre se llamaba Pan Kou, el iniciado que, sobre su

    barca, avanza con la ayuda de dos remos, imaginen de la primera Tradicin antes de la

    separacin de los sedentarios y de los nmadas, los cuales, si se profundiza en este sentido, no

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    -37-

    poseen ya cada uno de ellos ms que uno solo de los dos remos. (Curiosamente, Adn fue

    ascendido a jefe de la creacin cuando se le confi el gobernalle, si se traduce literalmente

    aquel prrafo del Gnesis). Hasta cierto punto, pues, la humanidad dividida llego remando a la

    pareja mtica que forman Fo Hsi y Niu Kwa, su hermana al mismo tiempo que su esposa. Aqu

    no hay asesinato simblico al estilo del de Abel, sino por el contrario unin y

    complementariedad, ya que esos dos personajes se representan siempre estrechamente

    enlazados, uno sosteniendo la escuadra y el otro el comps, lo cual nos exime de todo

    comentario. nicamente a partir de ese matrimonio simblico, de esta hierogamia, la

    humanidad puede proclamarse de nuevo parte de la Tradicin primordial: la sntesis de Fo Hsi

    y Niu Kwa es compaable a la que evoca el personaje de Set, dejando aparte la idea de

    tumulto que implica este ltimo.

    Fo-hi y Niu-kua

    Bajo relieve este la funeraria, Shantung, China, s. II d.C

    Fo-hi y Niu-kua es una pareja divina que no pueden comprenderse por separado; con cuerpo humano y colas de dragn son esposos y hermanos a la vez y los atributos con los que se los representa son la escuadra y el comps, smbolos de la construccin universal. Esta pareja divina est en los orgenes mticos mismos de la tradicin extremoriental: Fo-hi, inventor del calendario, de los Ocho Trigramas, base del I Ching, y de la msica y Niu-kua creadora de los primeros seres humanos que model del barro.

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    Captulo V

    LA ESTRUCTURA TERNARIA Y EL PLANO SUPERIOR

    Uno de los errores de Descarte fue el de creer, y dar a creer, que el hombre es una

    dualidad, distinguiendo en l el cuerpo (material) y la mente (inmaterial). Sin embargo,

    sabemos que la Tradicin considera al ser humano entre el Cielo y Suelo y que por

    consiguiente, si se aplica la ley de analoga, no son dos, sino tres los planos que le componen, a

    saber:

    1. Un plano superior, correspondiente al Cielo; 2. Un plano inferior, correspondiente al Suelo; 3. Un plano intermedio, correspondiente al propio hombre.

    Esta jerarqua tradicional, que clasifica las funciones del hombre en tres categoras, nos

    permitir en primer lugar evitar las innumerables confusiones cometidas por los psiclogos,

    cuyas nociones de psiquismo, de mente, de alma, de intelecto, de emotividad, etc., dan lugar a

    unas definiciones tan distintas que son una fuente de discusiones interminables, de un dilogo

    de sordos al mismo tiempo que torre de Babel.

    La figura 10 muestra lo esencial del sistema que propone la Tradicin, con el conjunto

    de los planos funciones del hombre comparado con un carruaje, en el cual el plano superior

    intelectual es el auriga (Tchou), el plano medio emocional el caballo (Ma), y el plano inferior

    corporal el carro (Tcheng). Antes de abordar el comportamiento general de este conjunto, es

    decir, de llevar a cabo un estudio sinttico de esos tres planos, ya que la fisiologa no es otra

    cosa que sus interacciones gracias a la existencia de la columna central que los enlaza

    (riendas y atelaje), hay que analizar previamente el contenido de cada uno de ellos, disponer

    de los datos de su fisiologa propia, en funcin, desde luego del esquema general

    anteriormente establecido, con sus cuatro sectores y su referencial.

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    Figura 10: La estructura fisiolgica

    La figura 10 muestra la estructura ternaria de perfil, y ms adelante insistiremos sobre

    ese punto de vista, prefiriendo en lo inmediato, y a fin de comprender perfectamente la

    organizacin de cada uno de los tres planos, presentarlos a vista de pjaro, desde arriba, y

    empezaremos lgicamente por el estudio del plano superior.

    La figura 11 muestra la constitucin de ese plano superior que, como sabemos,

    responde en el hombre al Cielo, asegura la direccin del carruaje (auriga) en la medida en que

    agrupa todas las funciones intelectuales. Esta posicin superior hace que los fenmenos que

    tienen lugar en l sean sobre todo de orden cualitativo, de ah la forma circular que hemos

    dado al esquema. A este propsito, repitamos que la calidad pura, lo mismo que la pura

    cantidad, por otra parte, no podran existir en el seno de la manifestacin, y que cada una de

    ellas, en su grado ms elevado posible, est provista siempre y necesariamente de un rastro, al

    menos, de la otra. Por eso decimos que la fisiologa de ese plano es de orden sobre todo

    cualitativo, y, por ello, escapa y escapar siempre, dada la presencia puramente terica de

    cantidad, a cualquier tentativa de medicin.

    El centro del sistema, su referencial, contiene los grmenes de las ideas (Yi) que

    nosotros llamamos idegenos. Sin buscar de momento su origen, nos limitaremos a constatar

    su presencia en el centro. Esos idelogos son esencialmente mviles (caracterstica del Cielo), y

    tienden, por ese hecho, a abandonar el centro para dispersarse en todas las direcciones (el

    Cielo no tiene lmites). Cuando, en el curso de ese proceso, un idegono entra en uno de los

    cuatro sectores perifricos, va a diferenciarse para convertirse en una idea, cuyas

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    caractersticas dependen del sector afectado. Por otra parte, in idegeno puede desplazarse

    sin abandonar el centro, es decir, permaneciendo en el referencial, y tomar as la direccin del

    impulso (abajo y a la izquierda), o la de la retencin (arriba y a la derecha).

    Alrededor del centro se encuentra los cuatro sectores tradicionales, ordenados de

    acuerdo con la accin de lo que poda compararse a unos motores, uno a la izquierda

    propulsando las ideas de abajo a arriba, del polo inferior (punto C) al polo superior (punto I); el

    otro a la derecha, una especie de motor de inercia, que moviliza las ideas hacia abajo, desde el

    polo superior (punto I) hasta el polo inferior (punto C). Se reconoce aqu la analoga con el

    desplazamiento aparente del sol alrededor de la tierra (captulo II). En trminos ms

    tradicionales, la propulsin moviliza las ideas hacia el Cielo, en tanto que la inercia las precipita

    hacia el Suelo. Esos dos motores, cuya ralentizacin durante las horas en que se duerme

    explica la aberracin de los sueos, que son ideas entregadas entonces a su incontrolada

    tendencia a la difusin, son conferidos al individuo por sus padres: la propulsin (Houn)

    procede del padre (masculino, Cielo), la inercia (Pai) de la madre (femenino, Suelo).

    Los idegenos que se difunden en los cuatro sectores van como hemos dicho, a

    diferenciarse para dar unas ideas, ya que los sectores existen en la medida en que los

    motores estn en funcionamiento. Pero resulta interesante, antes de continuar, estudiar de

    cerca lo que ocurre cuando un idegeno pasa exactamente entre dos sectores, es decir,

    siguiendo uno de los ejes oblicuos del esquema. Un idegeno partiendo hacia arriba y al

    mismo tiempo a la izquierda, es decir, siguiendo el lmite entre los sectores izquierdo y

    superior, tomara la direccin sealada por la fecha q si no existiera la propulsin. Por otra

    parte, si el idegeno no tuviera impulso propio sera arrastrado por la propulsin segn la

    tangente que materializa la flecha 2. La combinacin de la fuerza propia del idegeno y de la

    propulsin compone las dos direcciones, y la resultante es una vertical hacia arriba, hacia el

    Cielo, que representa la intuicin, conocimiento inmediato.

    Segn el mismo procedimiento, un idegeno partido hacia arriba y a la derecha,

    desplazado por tanto a lo largo del referencial, ver su resultante tomando una direccin

    horizontal hacia la derecha, lado adinmico: es la razn, conocimiento mediato que no puede

    en modo alguno elevarse como lo hace la intuicin. Esas dos diagonales limitan el sector

    superior que, en virtud de su analoga con el da en el nictemerio, o tambin con el verano en

    el ao, podra llamarse el soleamiento del intelecto: es el consciente (Chen), gracias a cuya

    funcin concebimos claramente las cosas.

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    Entre los dos medios de conocimiento que son la intuicin y la razn, la Tradicin no

    seala ninguna preferencia y preconiza ms bien el justo medio, como siempre. En efecto, el

    que cultiva igualmente intuicin y razn equilibra la propulsin y la inercia en el sector del

    consciente, y centra ste en el punto I, punto de solsticio o de medioda, en el que ya no existe

    ninguna fuerza perifrica, y la consecuencia de ese estado es que todo idegeno que tome

    esa direccin conservar su propio impulso, sin experimentar ninguna desviacin por parte de

    los motores: es la iluminacin, conocimiento total por contacto directo entre el centro del

    plano, del que ha salido el idegeno, y el Cielo, sin que pueda ser evocada una participacin

    cualquiera del sujeto, sin que el conjunto del intelecto sea solicitado.

    Se habr observado que la razn, adems de su inercia debida a las tendencias

    perifricas dirigidas hacia abajo, procede de un idegeno que permanece en el referencial.

    Pero sabemos que toda fuerza central desplazada de la periferia hacia arriba y a la derecha

    tiene un papel inmovilizador y retentivo (captulo III), lo q