Marof, Tristán - La Tragedia Del Altiplano

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En 1935 en Boliviano Tristán Marof (Gustavo Navarro) editó en Buenos Aires "La Tragedia del Altiplano". En esta obra realizó un análisis socio-político de la realidad boliviana, incluyendo la cuestión indígena y planteó por primera vez su famosa tesis "Tierras al indio y minas al Estado.

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La tragedia del Altiplano Tristan Marof "A manera de Prlogo" Este es un libro poltico. Escrito a comienzos de este ao, rectificando luego, siguiendo el ritmo terrible de la guerra del Chaco, el drama boliviano, tan sombro y trgico, aparecer en estas pginas escritas nerviosamente con pasin y con dolor. No tengo el menor escrpulo en confesarlo. Hombre de mi tiempo, de pasiones fuertes, mi vida tiene un objeto: la revolucin proletaria. Y no porque est de moda el desamor a lo extraordinario, y la caponera haya obtenido herldica, ttulos y consideracin, puedo contentarme con el papel de espectador. Hijo de Amrica, incrustado en la entraa indgena mi deber es luchar, mucho ms en estos instantes, en que de un confn al otro del continente semicolonial el capital financiero depredador es amo y es rey. Ligado a las masas, solamente sufriendo y conociendo sus necesidades se puede hacer historia. Los que viven en su torre de marfil, oficiando teolgicamente, buenos maestros que hablan de ideal y tienen la bolsa repleta, reposando en sus cmodas butacas, esperando la revolucin, sin mezclarse con los hombres, o apoyando sentimentalmente a la revolucin, realizan tarea de intelectuales castrados con mofletes de arzobispo. Mesurados, parcos, previsores, temen el compromiso, cuidan su bolsa y sus vidas. Estrategas de la revolucin, son los primeros, sin embargo, que se cuelan a ella cuando ya no hay la remota posibilidad de surgir en el campo reaccionario. Marxistas de ltima hora que interpretan a Marx segn sus conveniencias y su estrecho entender, revolcando la doctrina por el suelo, chata y sin luz. Tcticos que siguen la letra muerta y cultivan la idea recibida, arrellanados en sus sillones y con un temor pueril de la interpretacin y de la accin. Otros mueren, ellos discuten. Otros estudian, ellos cumplen las rdenes. Su oficio revolucionario es tragar papeles, cerrar los ojos a la realidad, dejar que las bandas fascistas ocupen todos los campos. Criticar a la zaga, ponerse a la retaguardia de todos los acontecimientos. Creo que este no es el caso mo, ni de los que estamos situados en otro terreno. Me interesa la revolucin y lucho por ella. Soy un proletario. Tengo, pues, derecho a hablar. Desterrado de mi pas desde 1927, tres gobiernos sucesivos me negaron el ingreso a Bolivia. Me condenaron a seis aos de prisin por tentativa de rebelin militar; me procesaron sin orme; me negaron la nacionalidad; me calumniaron y procuraron arruinarme; me volvieron a procesar, condenndome esta vez a muerte; pidieron al gobierno argentino que me persiga en su territorio y me niegue su hospitalidad. Y el gobierno argentino as lo hizo. En 1930 fui arrestado 21 das en el Cuartel de Seguridad de Palermo y luego obligado a abandonar la Argentina. De regreso a Buenos Aires, no me dieron tranquilidad ni reposo. Me condenaron a la miseria. Me cerraron todas las puertas. No pude trabajar en ningn diario. De Jujuy, en 1932, tuve que salir presionado por las autoridades que obedecan a gestiones de agentes bolivianos y empleados de la Standard. Se me agredi una noche, y como si esto no bastara, se me sigui proceso por desacato a la autoridad, encarcelndome. Luego se me conmin a abandonar la ciudad, amenazndome1

con entregarme al gobierno boliviano si no lo haca. En Tucumn tuve que esconderme cuatro o cinco meses que dur el estado de sitio. Por fin, se me notific con un decreto de internacin en una provincia argentina. Hoy vivo trabajosamente. Calumniado por unos, combatido por otros, sigo en el mismo brete. Mi caso no es particular; es el caso de todos los que tienen espritu crtico y rechazan absurda sumisin incondicional cuando comprueban el error o el fraude. No soy, pues, un espectador. Soy un soldado. Por eso, mis frases, las ms crudas, las ms hirientes a impiadosas tienen un sentido. La historia no es cosa muerta; es palpitante y sangrante. Los acontecimientos y los hombres, lejos de negarnos la razn la dan a cada instante. Viviendo como vivimos acribillados de heridas, luchando contra los srdidos intereses, soportando las peores calamidades, no es el tiempo de callar la ofensa y presentar la mejilla. Nuestro adversario es potente, fuerte y cnico: se llama imperialismo. Se llama capital financiero. Su vctima por el instante es toda una nacin. De las garras la tiene cogida y la devora. En los desiertos del Chaco cuarenta mil soldados, boca abajo, calcinados por el sol del trpico, yacen sacrificados. Cmo hablar entonces, con tranquilidad, cerrar los ojos para no ver y trabar la lengua? No. Nuestro deber es otro. A la espada contra la espada. Al fusil con el fusil. Pero no teniendo en este momento las armas mecnicas, recurrimos a nuestra pluma, esperando mejor oportunidad. Sin embargo con ella venceremos y ella nos abrir las puertas. No hay revolucin posible sin teora previa. Y, si en esta tarea de escribir, la nica, nica noble cuando se escribe en favor de la revolucin, caemos, buena muerte tiene aqul que se inscribi en la vanguardia, conscientemente y a la altura de su verdad. * * * No puede ser este libro mesurado, acadmico y fro. No lo puede ser, cuando el que lo escribe siente la injusticia en sus propias carnes. Es un libro de combate, un alegato, pretende interpretar la desolada realidad boliviana. Los trminos no interesan; interesa la verdad. Y si algn crtico gordinfln saliera por ah exigiendo guante blanco y humorismo suave para el gladiador y el proletario, habra que sonrer como se sonrea cierto general de un farmacutico que le daba consejos de prudencia y estrategia; o repetirle lo que escribi el historiador Pereyra cuando se refiri a Mxico, su pas: Y al que diga que esto es panfleto; le contestar que el panfleto forma parte de la historia cuando por el otro lado se ha querido amedrentar a la historia con la amenaza o corromperla con el soborno. * * * En este libro est descrita la vida gris y miserable de los que nada tienen, y sin embargo, mueren. En este libro est descrita la vida fastuosa de una media docena de bolivianos que lo tienen todo: millones, siervos, patria, y que por eso mismo pisotean la repblica, dirigen la masacre y se enriquecen an ms, aliados a los capitalistas estadounidenses y britnicos. Para Patio, Aramayo, la Standard Oil, los Guggenhein Brothers y los banqueros yanquis, Bolivia, mi pas, es apenas una tierra de siervos baratos y una reserva en materias primas. No hay Bolivia, hay colonia. El peligro verdadero para Bolivia, volviendo a citar a Pereyra, escribe en su historia de Amrica, no est en carecer de puertos, sino que sta quede totalmente afectada por la supremaca econmica de los Estados Unidos, cuyos2

capitales han hecho de esta repblica un bastn para ulteriores conquistas. Y el historiador Pereyra no es un comunista ni siquiera un hombre de izquierda es apenas un hombre de buen sentido, parsimonioso y moderado. Y si esta opinin no fuera suficiente habra que repetirles a mis compatriotas, hasta el cansancio, lo que escribe el profesor Scott Nearing, conocido por su ponderacin y sobriedad, cuando se refiere a los emprstitos realizados por los banqueros yanquis con Bolivia: Los banqueros de Nueva York pactaron con Bolivia un contrato indudablemente duro, y uno de sus malignos aspectos es la insistencia en una vigilancia extranjera de la Hacienda Pblica Boliviana durante la vigencia del emprstito. El peligro potencial para la independencia de Bolivia por la existencia de esta entidad ha sido bien calculado. La Comisin Fiscal Permanente tiene la llave econmica de la vida de la Repblica, y los banqueros controlan la Comisin. (Nuestros banqueros en Bolivia, por M. Alexander Marsh, pg. 166). Y as se podra citar trabajo un sinnmero de autores de todo matiz. * * * La guerra se la divis venir desde 1927. Destrozada la economa boliviana, en falencia el tesoro, suspendido el pago de intereses de la deuda extranjera, en dficit eterno el presupuesto, agotados los emprstitos en la compra de armas, en baja catastrfica el estao de 300 a 90 la tonelada; la nica salida que tena el gobierno de Salamanca era la guerra, ya hacia el Chaco, una compaa poderosa, poseedora de ms cuatro millones y medio de terrenos petrolferos, presionaba con ese objeto. Para no ser barrido por la ola de indignacin popular que suba rpidamente, especialmente en las clases bajas desposedas y la clase media irritada por falta de puestos, Salamanca, con toda frialdad, esperanzado, con la victoria, resolvise por la guerra. La victoria soada sobre el Paraguay y la obtencin de un puerto en el ro del mismo nombre, por cuenta de la Standard y con el sacrificio de las armas bolivianas, era la nica posibilidad que tenan los hombres de gobierno de Bolivia, es decir los seores feudales aliados al imperialismo extranjero, para subsistir, medrar y seguir dominando a sus siervos. En efecto, triunfante el ejrcito nacional, subordinada la msera burguesa y subalternizada a los intereses extranjeros, se habra desviado ntegramente la cuestin social, sometido a los trabajadores a la gloria de las batallas e implantado un rgimen de fuerza, dictadura militar sin contemplaciones, destinada especialmente a refrenar las aspiraciones de las masas, obligndolas por la fuerza y un msero salario, al trabajo rudo de las minas y pozos de petrleo, bajo el ltigo del capataz extranjero dueo de las riquezas. Eso es lo que deseaba Salamanca y su camarilla, oliendo el petrleo y dispuestos a entregar Bolivia, sin trabas y definitivamente a los yanquis, atada del cuello a sus emprstitos a inversiones. Inepta y traidora de su propio pas, la msera burguesa se arroj en brazos del capital financiero. Despus de la guerra ya estaba resuelto el negocio: para los hroes medallas, cintajos, discursos y hambre; para los abogados, negociantes, polticos y bolivianos que se arrastrasen a los pies de los imperialistas en el denigrante oficio de alcahuetes en su propio pas, prebendas y empleos. De esta manera la retaguardia y los generales habran sido recompensados.3

El plan de Salamanca ha resultado frustrado en parte con las derrotas. Lo continuarn sus sucesores. El hombre simblico ha sido derrocado por un golpe feliz, tramado en las alcobas de palacio, por su vicepresidente, el seor Tejada Sorzano. El estratega que aconsej pisar fuerte en el Chaco ha sido desplazado del tablero de ajedrez por inepto. Y junto con l, su sucesor, el hombre de paja fraguado en las elecciones fraudulentas del 2 de noviembre ltimo, lo que no deja de ser una lstima! Ya el candidato electo, Franz Tamayo, latifundista y poeta, hombre de ideales, al mismo tiempo que explotador de los indios, se relama en su casa el sabor de la presidencia, ejercitaba poses y gestos delante del presunto vicepresidente seor Ugarte, cuado de Salamanca y abogado de Patio. Al primer cerebro del altiplano tena que sucederle otro de no menos calibre: el filsofo; el defensor de la civilizacin greco-romana, la personificacin del macaquismo, enemigo formal de sus coterrneos indios en nombre del ideal. Su discurso programa tiene toda la desfachatez intelectual y el cinismo de los abogados andinos. Transcribo algunas lneas de este nacista alemn fracasado: Por mucho que el eterno macaquismo poltico nos ofrezca otras novedades, yo declaro una vez ms: no puede, no debe haber gobierno estable y honrado en Bolivia fuera de las siguientes bases: respeto a la vida de los bolivianos; (cuarenta mil bolivianos yacen en el Chaco) respeto a la libertad de los bolivianos; (centenares de pacifistas estudiantes y obreros, purgan su delito en las crceles y en destierro, no hay diarios libres ni se permite libros de ninguna clase); respeto a la propiedad de los bolivianos (el ochenta y nueve por ciento de los bolivianos carece de propiedad, una mnima minora goza de ella). Contina el charlatn: Y aado como contraparte complementaria y de mi cuenta: mano fuerte con el nihilismo turanio mongol que sopla del Este de Europa, que amenaza destruir una civilizacin milenaria, obra del genio latino y del espritu occidental, y que acaba dando al mundo el estupendo espectculo de 130 millones de seres humanos encorvados y agonizantes bajo el knut de la barbarie. (Seguramente en Bolivia, el indio goza de todas las garantas y libertades, siendo su vida un hartazgo continuado). Y en otra parte agrega: Frutos podridos antes de madurar, nacieron seguramente en razas rezagadas y de ideologas que palpitan latentes en los profundos de toda humanidad, y que peridicamente, a travs de milenios, aparecen en la historia como grmenes de mal, corrientes regresivas hacia una animalidad primitiva y que a los ojos del pensador altsimo (l, Tamayo, explotador despiadado de los indios, seguramente) hasta llegara a justificarse como la presencia de un contrapeso y de un reactivo necesario para despertar nuevos impulsos hacia las cumbres del ideal. (El mismo estilo del pintor de brocha gorda, Hitler; elmacaquisrno en Amrica cuya expresin ms cabal es Tamayo. Manifiesto programa suyo, pronunciado ante la convencin del partido republicano el 24 de Septiembre. de 1934). Es difcil concebir, o ms bien muy fcil, que un hombre ligeramente informado o un intelectual de sexta categora de provincia, pueda atreverse a lanzar tan cnico documento. Y ste, naturalmente, tena que ser el sucesor de Salamanca! En tanto la grotesca comedia electoral tuvo lugar, la sangre del Chaco sigui corriendo y sigue. La miseria y la desolacin se extiende por toda la Repblica. En los hogares falta alguien: el padre, el novio o el hermano. Toda la mejor juventud fu segada. Se contina insistiendo en el honor pero sin mencionar el petrleo. En palacio, la frmula salamnquina es ya sabida: que sucumban los indios, que sucumban los mestizos, que sucumban los obreros. En buena cuenta cuestan poco: veinte pesos por hroe. Menos que una res. Pero como tampoco se puede pagar veinte pesos por cada vctima que se traga el4

Chaco segn el decreto del gobierno para alimentar a las familias necesitadas al ciudadano boliviano, al guerrero, se le ha cotizado en ocho pesos! . . . * * * Bolivia no puede quedar en el plano que la sitan los polticos profesionales derrotados, los viejos demagogos vacos, huecos y lamentables. Liberales y republicanos se dieron la mano en el gobierno de Salamanca. Por consiguiente, el presidente cado no es el nico responsable de los desastres. Lo son todos. Nadie se atrevi a levantar la voz. Nadie puede ensear las manos limpias. El petrleo las ensuci. Tejada Sorzano, el actual presidente de facto, tampoco puede disculparse. Acompa a Salamanca desde el comienzo. Aprob y aprueba la guerra. Para l, como para Salamanca es una cuestin de honor. Detrs de Sorzano, industrial de la coca, estn los liberales, Zalles a la cabeza, cuyo discurso-programa es una mezcla confusa de ofrecimientos y reformas demaggicas que no tienen coherencia. Unas veces habla de imitar a Italia y otras a Mxico! Ni una palabra sobre las compaas extranjeras que estrujan a Bolivia. Ni una lnea sobre los emprstitos yanquis a inversiones. Ni una frase sobre los magnates bolivianos y latifundistas. Al contrario, este hombre de negocios desea para Bolivia ms capitales y amplio campo de penetracin al imperialismo. Repite frases viejas y que no tienen ningn sentido: armona entre el capital y el trabajo. Acuerdo entre el lobo y las ovejas. No las tienen en el pas ms capitalista de la tierra; los Estados Unidos, bajo el plan Roosevelt, menos las tendrn en Bolivia, pas colonial. Zalles no ignora, seguramente, que, quienes trabajan las minas y el campo son los obreros bolivianos, y quienes los explotan los capitalistas extranjeros y media docena de bolivianos poderosos. Qu obtiene el Estado? El gabinete de concentracin nacional donde figuran viejos profesionales de la poltica, es la primera parte de la escena que presenta Tejada Sorzano. El drama del altiplano, no puede resolverse por un simple cambio de escenario. En el instante actual, el pueblo boliviano que sufre y lucha, no puede hacerse ms ilusiones. El viejo sistema ha caducado con la guerra. Los viejos partidos sin ideologa, sin programa preciso y sin probidad, se sobreviven lastimosamente, debido al retardo de las masas y a la ausencia de un partido obrero vital que encare con firmeza y energa la transformacin y la revolucin boliviana. El que existi a comienzos del ao 27 fu deshecho y liquidado por la reaccin, arrojados sus lderes al destierro y a la crcel. Se le temi tanto que fu ahogado al nacer. Si la vanguardia que se forma actualmente sabe maniobrar con habilidad tctica, agrupando en su seno a los estudiantes, soldados, profesionales, trabajadores de las minas y del campo ms capaces; se capacita tericamente; se disciplina con rapidez y obtiene por todos los medios su presencia en la arena poltica, exigiendo que se cumplan las libertades y garantas ofrecidas, la amnista completa para todos los desterrados, no hay que poner en duda, tendr detrs de ella a la mayora de la masa boliviana. El futuro prximo no est con los viejos partidos, sino con el que insurja resueltamente y comprenda la realidad del pas. La guerra no ha terminado. Las masas engaadas de Bolivia y Paraguay, tienen el derecho de exigir responsabilidades a sus gobernantes y a sus lderes polticos. Los problemas angustiosos de retaguardia estn de pie.5

Solamente una Bolivia libertada de todos los yugos imperialistas puede ser la aspiracin de la juventud honesta y batalladora de mi pas. Los que saben pelear que peleen contra el que los humilla y los explota. Este no es un trabajo de uno sino de todos. Bolivia tiene que nacionalizar sus minas, tomar posesin de ellas y organizar su economa, su cultura, su arte y su vida. Ser Bolivia, no colonia. Mientras no se haga esto; mientras dominen los viejos lacayos, y en nombre del progreso y la civilizacin, entreguen todas las riquezas extractivas al extranjero, ser una sombra de pas, el cual merece desprecio porque no tuvo conciencia, ni claridad, ni supo distinguir su condicin humillada. Mientras arrastre sus cadenas, incapaz de romperlas, Bolivia tendr el gobierno que merece. Tristn Marof Las Rosas. Crdoba, 1934

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"La tragedia del Altiplano Bolivia Feudal" Bolivia se mantendr an feudal mucho tiempo. Hasta que no estallen grandes movimientos de masas que la conmuevan desde sus cimientos. Hoy da, es apenas una desdichada repblica de cerca de tres millones y medio de habitantes, de los cuales una insignificante minora sabe leer, conoce el mundo civilizado, piensa dificultosamente y se baa. Ya hablaremos en otros captulos de las causas de este atraso y el desnivel que acusan ciertos pases sudamericanos donde el feudalismo est ms acentuado. Por otra parte, no han existido en Bolivia grandes cerebros que hayan marcado una poca o que pudiera considerrselos como precursores de una cultura. Los dirigentes son juristas, polticos o generales de corta visin. Aquellos doctores de la famosa Universidad de Chuquisaca dieron su mximo grito en 1809 y se extinguieron. En otras repblicas de Amrica el espritu liberal florece con cierta reciedumbre en las vidas y en las pginas escritas de Sarmiento, Alberdi, Cecilio Acosta, Gonzlez Prada, Montalvo, Benito Jurez, Lerdo de Tejada, Blanco Fombona. En Bolivia si exceptuamos a Gabriel Ren Moreno, que vivi desterrado toda su vida, los dems escritores apenas si tienen importancia en su propia localidad. Los de ahora, entre ellos los ms ponderados, apoyan el feudalismo y lo aplauden, sin dejar de expresar por eso cierta vaga idealidad, un liberalismo que se acomode a su expresin en pblico Prcticamente, en su hogar y en sus conciencias, coexisten la metafsica y el sistema feudal, trabazn coordinada de intereses. Cuando se fund esta repblica, tena ms o menos un territorio de tres millones de kilmetros cuadrados, que lo fu perdiendo, a pedazos, porque en todo el pas jams; hubo unidad material ni supo crearse un inters colectivo. La minora directora habitaba las montaas; su lema era Dios y Patria. Pero su preocupacin inmediata no estaba en las lejanas fronteras sino en someter a sus vasallos indgenas. A pesar de todas las proclamas de la independencia, los indios permanecan en el servaje y los grandes hacendados disponan de miles de brazos gratuitos. Un territorio con tejado sobre los Andes y faldeos, ros, bosques y gomales hacia el interior del continente dice Rodrguez Mendoza en su Amrica Brbara, es un organismo trgicamente original, cuya historia debe ofrecer una multitud de tipos y escenas inequivocadamente propias. Existen todos los climas y todos los productos en este gran rin suelto y, por consiguiente, sin orientacin fija, de difcil articulacin, y en el cual, si los intereses no son contrapuestos, tampoco son concordantes, porque se trata de regiones ligadas a salidas divergentes y extraas a un mismo centro cardaco. Cada zona del territorio mira hacia un punto diverso, se da la espalda, tiene otro ambiente fsico y, por consiguiente, otros hbitos y otros intereses (Pg. 116). Los tres millones de kilmetros cuadrados de territorio, sin duda alguna, no podan ser atendidos ni cultivados por una poblacin primitiva que no conceba sino procedimientos milenarios de cultivo. Desde el tiempo del Inka, dueo y seor del Kollasuyo, pertinaz y civilizador, la agricultura no hizo ningn progreso. Al contrario, haba decado. Ya no se vean aquellos famosos canales de irrigacin de los campos, ni la seleccin de semillas, ni la distribucin metdica y equitativa de la tierra entre las familias, ni el trabajo organizado y colectivo. Los espaoles y sus descendientes destruyeron el admirable sistema agrario de7

los indios, inimitable hasta ahora y que, en una poca, les di tanta fama por su sagacidad y sabidura. Historiadores y cientficos como Humboldt, De la Croix, Prescott y otros, no escatiman sus elogios. Carli, filsofo italiano, se atrevi a decir que moralmente el indgena del Tahuantisuyo era superior al europeo de la conquista. Voltaire y Rousseau se maravillaron de una civilizacin tan ordenada y sagaz, de acuerdo al espritu de sus habitantes y a su propia psicologa. Don Alejandro Korn, filsofo argentino, ha escrito una magnfica pgina sobre la filosofa de los quichuas, encontrndola de tanta belleza como elevacin moral, de acuerdo a la naturaleza. No obstante de estas virtudes indgenas, del material humano inmejorable y de las posibilidades que tenan en sus manos, los espaoles y sus descendientes no las comprendieron; y lejos de anudar una civilizacin truncada por la conquista y de darle expresin, creyeron que era suficiente una constitucin republicana y unos cuantos decretos para edificar la felicidad de los habitantes del AltoPer. Los errores los estamos viendo hoy da, y las desgracias de Bolivia sern mltiples, puesto que siempre se tuvo temor de ir a la raz, de examinar los problemas hondamente y sentir el dolor de la mayora explotada. * * * Los conquistadores trajeron a Amrica diferentes animales, que, en parte, alivianaron el trabajo rudo del indgena. El caballo, elemento de guerra y de lujo, fu prohibido a los nativos. No obstante, fu desparramado por los campos y confiados los rebaos a su cuidado. Se les prohibi, igualmente, que comieran carne de oveja o de vaca, bajo penas seversimas. Los indios deban concretarse al oficio de pastores, sin pensar jams en imitar a sus patrones ni adquirir sus hbitos. Adems, el conquistador, con el singular pretexto de ensear la religin cristiana, se hizo adjudicar grandes extensiones de tierras, comprendiendo sus pobladores. En realidad, stos, desde el primer instante estuvieron sometidos a su tirnica autoridad y obligados a trabajar para el patrn. A la cada del rgimen espaol, los criollos vencedores, despus de proclamar solemnemente la constitucin republicana, juzgaron conveniente para sus intereses mantener el servaje de los indios. El criterio era simplista, anlogo al del peninsular: el indio necesitaba un Seor que velase por l y lo defendiese ante la ley. Los indios no eran an personas, no comprendan los intrincados e inicuos procedimientos de explotacin, no podan concebir principios abstractos de libertad e igualdad; por consiguiente, se les exclua de sus derechos indefinidamente. De esa manera, siguiendo a la letra, las indicaciones del Papa Alejandro VI, que dud si los indios de Amrica eran humanos y estaban en condiciones de recibir el bautismo buena falta les haca para introducirse al cielo y descansar de la explotacin en la tierra, los criollos vencedores tallaron de un solo tajo su intrnseca personalidad. Al hacerlo se apoyaban en la lgica de sus intereses y en los prejuicios inherentes, perpetuando cruelmente la creencia de que los indios eran buenas bestias de carga pero sin los cuidados de las bestias. El criollo libertador sustituy al peninsular, aventajndolo en felona. Siendo Bolivia un pas montaoso, no fu introducida la rueda, elemento civilizador, sino muy tarde. Viviendo los nativos sometidos a sus patrones en una forma absoluta y tutelar como los nefitos, resultaba ms barato y econmico utilizar el motor humano para8

cualquier trabajo y el transporte de artculos. En este sentido, Bolivia se desarroll muy poco. Si la minera que fu explotada desde antao no hubiera intervenido en este desarrollo, es posible que Bolivia permaneciera an ms atrasada, todava en la poca pastoril y con una agricultura primitiva, insuficiente para su comercio exterior y sus necesidades. Han sido las minas las que han jugado un rol importantsimo, y jugarn en el futuro, dependiendo de las cuales, en buena parte, el xito de la nueva sociedad boliviana. La mina no puede ser explotada sin la mquina. Y la mquina eleva el nivel social del trabajador. Las minas agrupan a su alrededor millares de trabajadores, y stos comprenden su fuerza y la manera cmo son explotados. En la propia mina hay una visin exacta de cunto puede dar el trabajo fsico y su aprovechamiento por el patrn. De aqu, pues de estos centros mineros han brotado todas las inquietudes, y de ellos surgir ms tarde el movimiento que estructure todo el altiplano. A pesar de que las minas, durante mucho tiempo, fueron traba jadas con mtodos primitivos, la explotacin, cada vez en mayor escala, impuso un ritmo diferente del siglo pasado. En otra poca el latifundista al mismo tiempo que explotaba la tierra tena intereses en la mina. En la poca presente los intereses de los mineros ocupan el primer rango dentro de la .economa y el patrn feudal se encuentra sometido a su vasallaje. * * * Encerrada en sus montaas, la poblacin boliviana, oprimida y miserable, no pudo desarrollarse materialmente ni cultivarse polticamente. Las diferencias de bandera, alimentadas por los seores feudales de cada regin, por otra parte, impidieron una mayor vinculacin de las clases. Buena parte de su historia es pueril y trgica al mismo tiempo. No tiene maestros ni ejemplos de calidad que imitar. Sus modelos de cultura son: o bien los generalotes audaces y motineros, surgidos en el tumulto de las luchas caudillistas, o los doctores deshonestos mezcla confusa de latn y constitucin republicana, listos a defender sus intereses particulares. Pero no hay duda: quien venci a ambos fu el minero enriquecido, que impuso luego su influencia. El comercio en ciernes, sin expansin propia, jams tuvo influencia considerable, jugando un rol de segundo orden a la cola de los mineros, a los cuales compraba letras de crdito sobre Londres y Nueva York. Mantenindose el pas as, dentro de las viejas normas feudales y caciquistas, apenas conmovido por el creciente desarrollo de las minas, la explotacin de los trabajadores tena que hacerse sin escrpulos. La ley y la constitucin lujo de otros pases ms avanzados democrticamente se haban hecho en Bolivia para ser violadas. No poda subsistir otra voluntad que la del rico minero o la del seor feudal, dueo y rbitro en sus haciendas. Aquel que se atreviese a impedir la ley y la constitucin de las violaciones diarias, se expona a perder la vida. El libro, considerado como talismn, era un mal consejero y, adems, no haca falta. La sabidura de los doctores al servicio del sistema feudal resolva todos los problemas difciles, an aquellos de considerar la injusticia un bien, la explotacin de los indios un derecho, y la constitucin de la repblica un simple mamotreto, utilizable segn los casos.9

La minora feudal que saba leer y escribir tena horror de pensar, y cuando lo haca, ausente de moralidad o mejor dicho, con su moralidad, resolva todos los asuntos a su favor, sintindose feliz de haberlos resuelto as, contando siempre con el apoyo de la religin. En todas las pocas existieron pobres y ricos, estaba escrito en el libro del Seor. Qu tena de extrao, pues, que en Bolivia una clase ntegra de la sociedad estuviese sometida a los ms duros servicios? Estaba escrito en el libro del Seor! Y los que no tenan fortuna pero pensaban tenerla poniendo esfuerzo y voluntad, en realidad la clase media, se sometan incondicionalmente a los seores feudales, les hacan toda clase de adulaciones, disputndose en servilismo e indignidad. Como en todo pas feudal, en Bolivia la situacin de las clases humildes tena que ser lamentable y desastrosa. Ya analizaremos a su tiempo cuando estudiemos las diferentes clases sociales. Los siervos del medioevo no lo fueron menos. Sin conocimientos elementales y en las peores condiciones de vida, su mentalidad pobrsima es producto de su raqutica experiencia y en buena parte de su supersticin. El feudalismo, para subsistir, remach en las tinieblas ciertas ideas madres, las cuales, sostenidas por la Iglesia y la sociedad, siguen gravitando con tal prestigio y fuerza, que es preciso una catstrofe para arrumbarlas. As, por ejemplo, la desgracia y la pobreza las soporta el humilde trabajador, creyendo que es un legado legtimo de su destino fatal e irremediable. Con absoluta buena fe, se imagina que Dios, desde lo alto, ocpase en establecer rangos, distingos y privilegios entre los hombres, premiando a los mejores y a los buenos. Pero la prctica nos ensea que el Seor del cielo, gran humorista, premia a los peores y a los malos. (El trabajador no puede darse cuenta de esta malicia celestial sino cuando tiene conciencia de clase). Todo pueblo ingenuo y presa de la supersticin, cree mucho ms en los misterios, en los filtros de brujas, en los hombres mesinicos y providenciales, que en su propia fuerza. Y como existe un empeo formal de parte de la clase opresora para mantenerlo en el oscurantismo a pesar de las promesas y discursos, no es raro sorprenderse que el pueblo boliviano, como otros pueblos sudamericanos, ponga su destino en la suerte, en la lotera y en el milagro. ELEMENTOS SOCIALES En el extranjero se tiene una idea confusa de lo qu es Bolivia. La mayora no se equivoca al pensar que el pueblo del altiplano vive an una vida feudal, aislado entre sus montaas, sin contacto con la ola civilizadora del mar, con el extranjero inquieto y con el libro. Bolivia es un Tibet misterioso donde es posible encontrar todava los rastros fehacientes de la colonia, del inkanato y de las ms antiguas tradiciones americanas. Al lado del arado de palo, est, sin embargo, el motor Diessel. Las minas son la contradiccin de la agricultura primitiva. El indio guarda una distancia, socialmente, de tres siglos al mestizo y al blanco. La vida econmica, por consiguiente, prosigue un ritmo incoherente en la ciudad y el campo. El imperialismo se ha incrustado en el feudalismo. En la ciudad y en los villorrios habitan el blanco y el mestizo; en la campaa, ntegramente el indio. El mestizo y el blanco poseen una mentalidad pseudorepublicana; el indio ignora absolutamente la repblica.

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En realidad, coexisten tres Bolivias perfectamente definidas y marcadas por la mentalidad de los habitantes, por sus costumbres y an por los trajes que usan. El mestizo y el blanco imitan servilmente a Europa, copian sus leyes y sus constituciones, admiran la civilizacin occidental con todos sus vicios y virtudes; particularmente vicios. (No puede imponerse la civilizacin occidental sin el alcohol, la prostitucin, el juego y la moda). El indio conserva sus costumbres patriarcales, su amor a tierra y al trabajo agrcola. Como no frecuenta la escuela, su vida est repleta de supersticiones. Como ignora sus derechos, es simplemente explotado sin misericordia. Pero el mestizo, que integra el cuarenta por ciento de la poblacin en las ciudades, constituye la gleba electoral, al servicio de los blancos. Son los escuderos y siervos en las mal llamadas luchas democrticas, as como los indios se encuentran entre el servaje y la esclavitud. Hacemos esta generalizacin y nos encontramos con que hay tres ramas de poblacin diferenciadas: los blancos directores, llamados decentes y caballeros; los mestizos calificados despreciativamente de cholos, y, finalmente, los indios, o sean los campesinos agricultores. Si bien es cierto que la fortuna nivela en muchas ocasiones clases sociales, pero con mucha dificultad las jerarquas. Tendrn que pasar una o dos generaciones para que los cholos e indios enriquecidos obtengan una situacin de privilegio y figuren en el mismo rango que las familias aristocratizadas. Esto es pleno feudalismo. Pero al desarrollarse la industria minera, una nueva capa ha sobrepuesto a los rangos sociales, mezclndose en vida de los latifundistas hasta dominarlos. La poltica caudillista ha sido tambin la escala oportuna para el encumbramiento de las pandillas triunfantes. El liberalismo que estuvo ms de veinte aos en el poder, enriqueci y aristocratiz a sus dirigentes ms conspicuos. Esta situacin de jerarqua social, volumen poltico, prestigio, han de tomarse muy en cuenta, si se quiere comprender el sentido de las luchas civiles y militares en Bolivia, Sin duda alguna, el blanco jug durante cien aos de vida pseudorepublicana el papel preponderante. Las pugnas fueron entre facciones emergidas de la misma entraa, con el exclusivo objeto de asaltar el poder y beneficiarse largamente de l. No hay ideas en estas luchas ni se lucen programas a realizar, ni a los hombres les empuja un noble propsito. Son bandas desorbitadas que se combaten con ferocidad y con el ms reconcentrado odio para asistir al festn, reconcilindose en la desgracia de la oposicin y destrozar al caudillo que les ha defraudado sus pretensiones. El elemento mestizo ha desempeado un importante rol en estas luchas a muerte; pero su papel ha sido siempre de segundn, de soldado de los caudillos, de carne barata de motn o de instrumento de cuartelazo. El indio jams se mezcl en las contiendas de las ciudades, desinteresndose totalmente de ellas hasta ignorar el nombre del caudillo triunfante, an de los diputados elegidos en su localidad. El campesino, el ms humilde de todos, cuya condicin en la sociedad boliviana es igual a la de los intocables de la India, slo fu considerado como un ente mecnico de trabajo, sin sensibilidad ni derechos. LUCHAS CAUDILLISTAS

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Hasta el ao 1879 la guerra caudillesca revisti toda su brutalidad, y la Repblica Boliviana mi pas cont en su haber ms de ciento cincuenta motines de cuartel, asonadas y desrdenes, promovidos por las facciones polticas que seguan incondicionalmente a generales y doctores, ambiciosos de llegar al poder. Una pequea lista, trgica y sangrienta, ilustra mejor el comentario. El mariscal Jos Antonio de Sucre, segundo presidente de Bolivia, pero virtualmente el primero despus de que el Libertador se alej del AltoPer, fu herido en un brazo por sus propios soldados colombianos al aproximarse a sofocar una asonada de cuartel. El general Blanco muere asesinado a los tres das de ser elegido presidente. El mariscal Santa Cruz se extingue en el destierro. El general Manuel Isidoro Belzu cae asesinado por el brazo de Melgarejo; pero ya otra vez atent contra su vida, y lo dej tendido a balazos, el general Agustn Morales, salvndose casualmente. El general Morales, que llega a la presidencia ms tarde, fu igualmente asesinado. El general Melgarejo, que domin a Bolivia durante seis largos aos, desplmase en Lima del balazo que le asest su favorito y cuado Snchez. El general Crdoba, que ocup la presidencia despus de Belzu, muere brbaramente asesinado durante las matanzas que ordena Yez, prefecto de La Paz. El general Hilarin Daza, presidente durante la guerra que sostuvo Bolivia con Chile, a su regreso del exilio fu asesinado. El anciano presidente Fras sucumbe tristemente en el destierro, olvidado de todos, igual que el dictador Linares. El presidente Arce tiene que sofocar revueltas frecuentes, librndose por azar del veneno y de los atentados. El general Jos Manuel Pando fu encontrado despedazado en una zanja, asesinado por hombres oscuros al servicio de polticos. El presidente Gutirrez Guerra, derrocado en 1920, fallece pobremente en el destierro. El tiranillo Siles se libra de la muerte escudado en el cuerpo de una mujer, la cual paga con su vida. El ex presidente Saavedra, actualmente vive en el destierro. El historiador Arguedas divide los perodos de la historia boliviana y les da nombres pintorescos: La poca de los caudillos; los caudillos letrados; y, finalmente, los doctores. Arguedas examina la superestructura boliviana en su historia monumental, cuyos ocho tomos estn nutridos de ancdotas, de chismes e incoherencias. Arguedas jams se preocup de examinar el origen de los males bolivianos ni le interes la economa. He aqu por que esta historia monumental, en ocho tomos, sobre un pas en formacin, con todos los defectos humanos, no tiene gran importancia, si exceptuamos la parte pintoresca y calumniosa. En otro sitio nos ocupamos con mayor detencin de su obra. Lo que nos interesa, por el instante, es probar la influencia del industrial minero en la poltica, y cmo el caudillismo militar se subordin a l, igual que el terrateniente. Fueron los caudillos Arce y Pacheco, grandes industriales y millonarios, los que inauguraron la poltica de preponderancia de la mina sobre la tierra. Hasta entonces el poder haba sido disputado en el propio cuartel, y los presidentes eran ungidos por sus propios soldados con el beneplcito de los terratenientes. Al aparecer en el escenario pblico Arce y Pacheco, los caudillos militares pobres y audaces, muy a su pesar, tuvieron que inclinarse ante ellos y servirlos, pero no ya en calidad de primeras espadas, sino de segundones. El ltimo militar, Narciso Campero, di a su gobierno un tinte liberal y cedi el poder. El ejrcito ya no tena la influencia de antao y se encontraba en completa desorganizacin. Arce, caudillo civil, industrioso y pacifista, le di nueva estructura. Lo12

subordin a su poltica conservadora represent en Bolivia el mismo papel que Garca Moreno en el Ecuador, siendo, desde luego, Arce hombre de negocios. Arce y Pacheco, despus del xito econmico de sus minas, formaron partidos polticos alrededor de sus personas. Tenan nombres sugestivos: partido constitucional y partido demcrata. Arce, hombre tenaz, inteligente y con un fuerte carcter, agrup a la clase feudal y la quiso transformar en burguesa progresista. Le di conocimiento. Fu el primero que construy el ferrocarril boliviano al Pacfico para exportar el producto de sus minas. Pacheco, su rival, busc la alianza de los descontentos, y, sirvindose de su dinero, repartido prdigamente, pudo competir con Arce. Pero ambos partidos eran conservadores, remachados en las viejas y rancias tradiciones, y sus programas se referan inciertamente a las libertades polticas. En el hecho, ninguno de los dos, cuando subieron al poder, respetaron esas libertades ni las canalizaron. Siguieron la regla comn y torpe: anular al adversario, persiguindolo saudamente. Arce fue el representante tpico de las minas. Encarnacin de una burguesa naciente y conservadora que tuvo una influencia considerable hasta el advenimiento del partido liberal, compuesto, ste, en su mayora de intelectuales, de abogados, de gente con cierta inquietud de la poca, que reaccionaba contra un gobierno autoritario, prestigioso y teocrtico. Al desarrollo industrial, a las carreteras y ferrocarriles que Arce haca en el pas, los liberales oponan su programa de libertades, sus ideas anticlericales mal definidas, sus conceptos confusos, entresacados de los pocos libros que llegaban de Europa. Pero cuando estos liberales llegaron al poder, despus de una larga lucha y an batindose en guerra civil, tampoco respetaron ninguna libertad ni cumplieron ningn precepto democrtico, a pesar de que se titularon enfticamente doctrinarios. Eran los mismos polticos de antao, con los mismos vicios y complacencias. Su liberalismo era muy peculiar: consista en el discurso, el traje y la concesin al extranjero. Reformaron la constitucin y como el primer punto del programa era resolver su situacin personal, a la sombra del poder se enriquecieron, transaron con la Iglesia, se burlaron de la democracia y, por ltimo, se tornaron ms conservadores que las huestes de Arce. Ni Montes, ni Pando, ni Gutirrez Guerra, personajes emergidos del liberalismo, hicieron obra liberal. Fueron a engrosar la burguesa conservadora e imitaron todos sus mtodos polticos. Se inaugur la poltica del chalet, y La Paz, asiento del gobierno, se llen de calles nuevas y construcciones suizas y vascas, que eran las residencias de los seores liberales. Todas esas casas y esos chalets brotaron de la entraa presupuestvora. La poca de los chanchullos y de los peculados hizo su aparicin con el gobierno liberal. Arce y Pacheco haban gobernado Bolivia gastando su dinero, corrompiendo al pueblo con sus caudales privados; pero como los liberales surgidos de las facultades de derecho y medicina, y, en general, de la pequea burguesa, no posean otra fortuna que sus discursos demaggicos, abrieron para s las arcas pblicas con prodigalidad y se repartieron las prebendas hasta que fueron derrotados por los republicanos en 1920. A la par de estas luchas polticas alrededor del presupuesto, la industria minera fu desarrollndose en mayor escala. A la explotacin de la plata sucedi la del estao. Aparecieron nuevos industriales como los Argandoa, los Lora, los Sainz, los Ibanergaray, los Arteche, los Daz y otros, que se sumaron a los partidos constitucional y demcrata. En13

el fondo, los industriales dirigan la poltica y la vida social, en sus diferentes aspectos, aliados a los terratenientes y abogados, con los cuales se distribuan las prebendas y los cargos pblicos. Nadie, en realidad, poda surgir con entera independencia en esta maraa de intereses. Era preciso estar con Arce o con Pacheco, ejes de la poltica, enmarcados los dos en un fondo conservador. Las pugnas, como se comprende, no podan ser ideolgicas, sino de un puro sabor caudillista. Los partidarios de Arce se titulaban negros, amigos de la constitucin, entusiastas del progreso, remachados en la sacrista. Cmo se comprenda esto? Adems eran pacifistas y se acercaban a Chile despus de la guerra del Pacfico. El partido demcrata de Pacheco, compuesto de gentes que se decan liberales pero tan conservadoras como las de Arce, queran simplemente el poder para beneficiarse largamente y con el objeto de que su caudillo Pacheco, hombre de millones, tuviese la vanidad del mando. Entre Arce y Pacheco no haba diferencia de doctrina, puesto que no exista ninguna. Los liberales surgieron como reaccin a esta poltica. Contaban con su juventud, con su audacia y sus discursos demaggicos. Pero sin el dinero de mineros enriquecidos, tales como los Ramrez, los Sainz y otros, jams habran podido abrirse paso. El general Camacho, lder mximo del liberalismo, era pobre, igual que Pando y Montes, jefes caracterizados1. * * * Qu es lo que haca la masa popular en los tiempos de Arce y Pacheco? Desde el comienzo de la historia boliviana la masa oscurecida y sin visin, presta su apoyo a los caudillos de uno u otro bando. Sometida a los seores, se entusiasma por sus querellas e intereses, y llegado el caso, da su sangre por los que saben halagar sus pasiones y estimular sus apetitos. Tambin se habla ocasionalmente de reformas. Pero ellas jams se cumplen son olvidadas al da siguiente que los caudillos llegan poder. Mas lo evidente es esto: desde el comienzo de la repblica se delinearon dos partidos opuestos por clases, por tendencias, por fortunas. Estos partidos sin doctrina, sin programa, tuvieron, sin embargo, una cierta intuicin al explicar sus contactos: privilegio, de una parte; de la otra, miseria. Ya desde el tiempo del general Ballivin se notaron estas diferencias. Su partido, por ejemplo, es de cepa aristocrtica, militar. El de Belzu, su competidor y rival, tiene sus races en la entraa popular. El uno es el triunfador de Ingavi; el otro, el caudillo emergido del pueblo, oscuro soldado que se apoya en las clases humildes y en los oficiales de baja graduacin. Belzu, nacido en el cuartel, igual que Melgarejo, Daza Morales, no puede ostentar el prestigio del apellido. Santa Cruz, Ballivin y Linares pertenecen a familias con lustre, enriquecidas y dirigentes. La inmensa popularidad del general Belzu antes y despus de su gobierno, es preciso buscarlo en su origen plebeyo. Ms tarde, los liberales, para derrocar a

1 La revolucin federal contra el presidente Alonso, fue en realidad, el triunfo de los comerciantes

y burgueses paceos, que deseaban su independencia y libertad econmica, rompiendo el acatamiento debido a la capital aristocrtica Sucre, y a su feudalismo acentuado de cepa espaola. 14

los caudillos conservadores vinculados a la tradicin, volvieron al pueblo y le hablaron un lenguaje de libertad embriagador. Pero nadie fue tan respetado entre los caudillos conservadores como Arce. Haba subido al poder con muchsimos millones, ganados en sus minas de plata, y quiso tener el placer de gastarlos en empresas diversas, que nunca supo explotar bien, arruinndose aos ms tarde. En su juventud fu muy pobre, trabaj como obrero para costear sus estudios y se abri paso demostrando un carcter de hierro y una voluntad a prueba. De familia estimable y distinguida, aunque desestimada, Arce, a pesar de su inmensa fortuna, fu amable y demcrata a su manera. Al descender de la presidencia not que haba gastado toda su fortuna, enriquecido a algunos, corrompido otros y agotado sus energas. Los liberales le acusaron implacablemente de corruptor y tirano. Nunca le dejaron en paz y por todo el pas sembraron la conspiracin y el desorden. El anciano sofren a todos sus adversarios, emple cuantos mtodos de seduccin tuvo a su alcance, y muchas veces su mano frrea hizo apretar algunas gargantas. Triunf, convirtindose en el nico elector, dueo y seor de sus huestes conservadoras y del pas. Arce, para los liberales, no slo era el presidente clerical, enemigo del pensamiento libre, sino tambin el amigo de Chile arma que se esgrimi en contra de su gobierno con singular perfidia, aprovechndose de los estrechos contactos que tena su firma minera con hombres de negocios de aquel pas. Los liberales, en la oposicin, se titulaban patriotas y puritanos, exagerando su extraordinario inters por las libertades y el bien pblico. Treinta y tantos aos despus el partido republicano compuesto de todos los deshechos de los dems partidos, para derrocar a los liberales les haca las mismas acusaciones que ellos le hicieron a Arce, de ser amigo de Chile. Se repiti a las masas, el ao 20, que Montes y Gutirrez Guerra estaban vendidos a este pas y subordinados a sus intereses. Y haba un pie de referencia en los negocios que realizaba el presidente Montes y la facilidad que tenan los chilenos para explotar minas en Bolivia. La ingenuidad y la ignorancia de la masa boliviana ha sido aprovechada por los caudillos en su beneficio, engandola groseramente en el instante de asaltar el poder. Los artesanos, maestros de taller, en el fondo pequeos burgueses con las mismas aspiraciones de los burgueses y su espritu individualista, tuvieron siempre una inconstancia poltica, prendidos a la cola de los latifundistas y patrones mineros. No hicieron una poltica diferenciada ni hablaron de sus propios intereses. El artesano crea en la herldica de los seores y respetaba sus escudos que se perdan en la noche de los tiempos. Se avergonzaba de ser obrero, y lo que ms le hera era el calificativo de Cholo. Prefiri cobijarse bajo el ala del caudillo de sus simpatas y luchar por sus xitos polticos. Si triunfaba l, triunfaba su pasin. Si perda. mora con gusto, vivando a su hombre. En la persona del caudillo estaban significados para l la patria, el civismo, la energa y su inters. Sumiso, llegaba hasta sus plantas, y le renda admiracin. Alguna vez y eso en stos ltimos tiempos al artesano ms obsecuente o al que se distingui por su combatividad, se le eligi concejal o se le di un cargo honorfico, de tal manera que estuviese representado el pueblo. . . Pero nunca, en las cmaras, lleg a sentirse un obrero genuino, fiel intrprete de su clase y de sus aspiraciones. Ni artesanos ni indios ingresaron al parlamento: les estaba prohibido. Y si alguna vez, por rara casualidad, emergi un hombre de la plebe, generalmente dctil y de poca inteligencia, los bandos caudillistas lo absorbieron en sus filas, tallando su personalidad con el halago y la15

seduccin. A los otros, a los que lucan un fuerte carcter, les estaba sealado el destierro y la prisin. Iturralde, caudillo conservador, se atrevi a decirle a un lder obrero, cierta ocasin, que su banca de diputado honesta y legalmente ganada, en disputa victoriosa contra los dos partidos tradicionales, estaba reservada para los caballeros . . . Se le invalid, por consiguiente, su acta de representantes. Iturralde fu aplaudido por sus colegas! . . . Todo ha girado en Bolivia, como es natural, alrededor de intereses privados. Los caudillos no slo se han servido de las masas, ms o menos disculpables por su ignorancia, sino que han utilizado a los profesionales, a los intelectuales y periodistas. El artesano, como acabamos de ver, abundante en las ciudades y villorrios bolivianos, no se ha independizado de la burguesa completamente. Ha integrado sus filas sin recibir recompensa alguna, an despreciado y miserable. El caudillo ha sido y es el reflejo de una poca. Intil negarlo. Su influencia perdura en Bolivia y en muchos pases sudamericanos con la vibracin tan particular de este continente. Unas veces surge de entraa conservadora y catlica y defiende ferozmente los intereses de su rango; otras, cuando se debilita la clase opresora o sufre lesin pasajera, aparece el caudillo popular, demaggico, y toma el poder. No hay duda que en estas luchas caudillescas el capital extranjero arroja sus cartas al ganador. Chilenos e ingleses tuvieron fuerte influencia desde el tiempo de Arce, como hoy da los norteamericanos, esqueleto y alma de la mnima burguesa nacional. Si en el pasado vemos disputarse el predominio dos caudillos enriquecidos en las minas: Arce y Pacheco, hoy da la corriente poltica gira alrededor de Patio y Aramayo con sus satlites, los cuales influyen poderosamente por medio de sus diputados, senadores y presidentes, evitndose de esta manera las responsabilidades personales. As, cuando es derrocado un presidente en Bolivia, los millonarios no aparecen comprometidos. Pero inmediatamente se apresuran a felicitar al nuevo gobernante emergido de la eleccin fraudulenta o del motn. Amarrados a una serie de negocios grandes y pequeos, ninguno de los presidentes ltimos hizo una poltica contraria a los intereses de los millonarios. Patio opina con terrible insolencia sobre tal o cual candidatura presidencial, insinuando sus antipatas o sus singulares preferencias. Aramayo hace lo mismo. Bolivia es una hacienda! En cuanto a la masa popular, contina an manejada por republicanos y liberales. Pero ya desde 1920 brot en las minas, entre los obreros, los estudiantes y los espritus ms inquietos, un germen de descontento, que diaria y tenazmente ha ido creciendo, hasta formar cierta conciencia proletaria. Es de aqu, de esta minora, que se orienta trabajosamente, de donde surgir la llama que alumbre a la enorme masa explotada en su ruda lucha de liberacin. Comprendiendo este peligro, tanto Siles como Salamanca, desde hace aos, han reprimido las organizaciones, clausurado sus diarios, perseguido a sus lderes e instaurado el terror.

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"Divisiones sociales. El indio, el cholo y el blanco. Sus condiciones de vida y su mentalidad" EL INDIO Antes de la conquista espaola, lo que hoy se llama Bolivia tuvo otros nombres. Constitua una de las cuatro ramas en las que se divida el Tahuantinsuyo, o sea el imperio de los Inkas. Estaba poblada casi por entero de quichuas y aimars, que se diferenciaban por ciertos rasgos tnicos y por su lengua. Los aimars, que luego fueron sometidos por el ejrcito del Inka, habitaban el norte del pas, junto a sus monumentos histricos de Tiahuanacu, a la orilla del Titikaka, su lago sagrado, de donde emergieron, segn la leyenda, los grandes reformadores del Kollasuyo. Los quichuas se esparcieron hacia el sud y, para evitar las insurrecciones de los aimars, siempre rebeldes e insumisos, el Inka previsor orden formar un crculo de mitamaes a su alrededor, vastas pobladas de sbditos que se entremezclaban con los reacios. De esa manera, en el propio rin aimar, cuyo foco de poblacin actual es La Paz, encontramos hoy da algunas provincias como las de Muecas, Apolo y otras, habitadas por quichuas. El calificativo que los conquistadores dieron a los pobladores de Amrica, como es sabido, fu una equivocacin. Todos los naturales desde las Antillas hasta el cabo de Hornos, para los espaoles, eran indios. El trmino se hizo general y no se diferenciaba a los caribes salvajes, por ejemplo, de los civilizados peruanos, entre los cuales haba una enorme diferencia de mentalidad, de costumbres, exactamente la misma que hubo entre los negros del Africa y los egipcios. En verdad, si reflexionamos seriamente, no hubo en Amrica otra civilizacin que la de los Inkas en el sur, la de los mayas en el centro y la de los toltecas y aztecas en el norte. Los pobladores de otras regiones se encontraban en un estado muy primitivo. Es importante saber esto, si se quiere estudiar la sociologa americana, y no caer en el error muy difundido por propios y extraos, de confundir el indio guaran [con el] araucano, o caribe con el quichua o el aimar, mentalmente superiores, organizados en pueblos, con sus leyes, sus filsofos, sus poetas y sus funcionarios responsables, mucho antes de la conquista. Los quichuas y los aztecas formaban imperios enormes, tenan leyes, conocan el arte, y su afn civilizador se extenda hasta las tribus atrasadas y brbaras que vivan nmadas en los bosques de Amrica. Sera intil en este estudio, agregar el testimonio de los cronistas espaoles para fortalecer nuestro juicio. Quien desee penetrar en la historia admirable de estos pueblos, puede acudir a Prescott, a Cieza de Len, a Herrera, a Garcilaso de la Vega y, por ltimo, buscar en el archivo de Indias los documentos de Ondegardo y Sarmiento. Pero lo que nos interesa, hoy da, es considerar la situacin social de los pobladores indgenas que habitan Bolivia y Per. Aimars y quichuas constituyen dos ramas tnicas diferenciadas. El aimar es bajo de estatura por lo general, ancho de espaldas y de pecho; miembros cortos y pmulos del Asia; nariz aplastada y ojos japoneses. Su contextura fsica fuerte y su temperamento igualmente.17

Raza guerrera y batalladora, ms tenaz que el quichua, pero tal vez menos sensible y menos artista. Le gustan al aimar las artes mecnicas y siente un gran atractivo por las armas de fuego, con las cuales, sabe, le domina el blanco. Le interesan los inventos modernos y siente verdadero inters por la electricidad, la qumica y los clculos. Excelente comerciante, recorre distancias enormes vendiendo sus artculos y haciendo permutas. Solamente l sabe lo que vende. Baja y sube sus montaas, y no se confa a nadie si no es de su propia raza. Hosco, hurao, poco sociable: he aqu sus defectos. Misntropo, la soledad es su mundo. Sus mejores amigos, los cndores y los huanacus. Menos sumiso y, no obstante, ms explotado que el quichua, vive en el altiplano trabajosamente. Ninguna raza podra vivir a tanta altura y soportar como l las durezas del clima. Su alimento frugal consiste en un poco de maz, unas patatas heladas y quinua. La tierra inclemente y fra no tiene verdor, y su entraa miserable apenas le proporciona mseros alimentos. Algunas ocasiones, en las largas caminatas, se alimenta de tierra salitrosa y durante meses y an aos no prueba carne, a pesar de que posee rebaos de ovejas y llamas. Se contenta con trasquilarles la lana, con la cual se fabrica vestidos. Es indudable que la coca significa para l un elemento importante en su vida. Mascando las hojas de este vegetal puede trabajar sin fatiga, caminar distancias increbles y aniquilar su apetito. Es posible que su pasividad se deba en parte a este alcaloide. Su vivienda es miserable y consiste ella en un rancho pequeo, las paredes de barro y el techo de paja. No conoce absolutamente el ms elemental confort ni se ven en su casa sillas, mesas ni camas. Duerme l y su familia en promiscuidad, sobre pellejos de oveja o de cabra, cubierto con mantas de gruesa lana, policromadas. Sus rebaos, si es rico, consisten en unas cuantas docenas de ovejas o de llamas. Otros no poseen nada, y viven de lo que les produce el pedazo de tierra que cultivan. Regularmente pasan hambre y la mortandad de las criaturas acusa uno de los ms altos porcentajes entre los pases de Amrica. El quichua es de facciones finas y atildadas; nariz aguilea y ojos negros, cabello lacio y, por lo general, ojos ligeramente oblicuos. Su contextura fsica difiere de la del aimar, as como su carcter. El quichua es delgado, espigado y de maneras amables y pacficas. Excelente diplomtico, confa la resolucin de los asuntos ms difciles a su palabra y a sus razonamientos, y, cuando stos no bastan, recurre a otros ms sutiles y complicados. Sabe simular y sonrer, disculpa los errores, contemporiza con los males irremediables y es menos levantisco y alzado que el aimar. Se acomoda con mayor facilidad al blanco y llega a captarlo con su dulzura y bondad. En cuatro siglos de dominacin, el indio se ha rehusado a aprender el castellano; el blanco ha aprendido el quichua. En las dos razas indgenas, no obstante, hay un sentimiento de clase bien definido que se exterioriza cuando estallan las insurrecciones del campo. Basta la ms mnima chispa para encender la campaa y convertir a los pacficos labradores en rebeldes intransigentes. El sueo que alimentan ambas razas es la reivindicacin de sus tierras, y, cualquiera que les hable con autoridad en este sentido y les haga ver posibilidades inmediatas de lucha, logra sublevarlos. La burguesa boliviana comprende perfectamente cul es el punto neurlgico de su sistema social, basado en la ms completa sumisin, y evita por todos los medios preservar la agitacin entre los campesinos. Las sublevaciones indigenales no son de ayer ni aparecieron con el comunismo actual. Son tan viejas como su misma esclavitud. Todas18

terminaron ahogadas en sangre, reprimidas brbaramente, fusilando a los caciques, ametrallando pobladas enteras. Quien desee enterarse de estos crmenes colectivos del gobierno boliviano no tiene que tomarse otro trabajo que leer las crnicas de los mismos diarios de Bolivia. La ltima insurreccin indigenal en el departamento de Potos, durante el gobierno de Siles, cost ms de doscientas vidas. El ejrcito boliviano ejercit la puntera de sus armas modernas en los cuerpos de hombres, mujeres y nios. Los lanceros hicieron magnficas proezas y derrotaron completamente a los pobres indios armados de palos! El error de los indios, indudablemente, ha sido levantarse contra la autoridad o simplemente reclamar sus elementales derechos, sin estar provistos de armas suficientes y de una buena organizacin. Supliendo estas fallas, uniendo sus reivindicaciones a las de los mineros y formando un frente comn, es posible el xito. Pero la ms grande sublevacin que conoce la historia del AltoPer es la que ha pasado hasta nosotros, acaudillada por un formidable indgena llamado Tupac Amaru, el corazn ardiendo y el cerebro gil; sublevacin que cont en sus filas a ms de doscientos mil indios y puso cerco a la ciudad de La Paz por 159 das, all por el ao 1781. Derrotado Tupac Amaru ms propiamente engaado por los espaoles, el caudillo fu condenado a muerte, siendo descuartizado despus de ser atado a la cola de cuatro caballos furiosos. Tupac Amaru habra podido vencer, tal vez, si no cae en la hbil celada que le tendieron las autoridades. Como sucede estos casos, se le hizo concebir proyectos de reformas si depona su belicosa actitud y suspenda el sitio. Se le habl de la justicia que asista a su raza y, finalmente, se le propuso una conferencia, a la que asisti con la mejor buena fe, la que concluy, como es natural, con aprehensin y juzgamiento, acusado de reo de la ms alta traicin, la cual consista en reclamar derechos para los indios que moran y se agotaban a millares en las mitas, las encomiendas y los trabajos forzados. La sublevacin de Tupac Amaru es recordada como el primer empeo formal de los indgenas americanos para reivindicar sus propios intereses, sin estar mezclados a los mestizos y a los blancos, que, un siglo despus, combatiran unidos y derrotaran al conquistador. Histricamente no figura en primer plano entre los hechos heroicos de Amrica. La historia fu escrita por el criollo, victorioso sobre el espaol. Pero es indudable que esta insurreccin, as como las que han seguido hasta nuestros das, guardan un ritmo uniforme y no se pueden confundir con los motines y revoluciones cuarteleras. El indio, a travs de todas sus luchas, ha perseguido siempre la tierra. Igual que en Mxico, le ha preocupado la conquista agraria antes que la poltica. Su intento ha consistido en posesionarse de la tierra que trabaja. Detrs del cura Hidaldo [Hidalgo], de Morelos, Matamoros, los indgenas mexicanos perseguan antes que nada la restauracin de sus ejidos, y si peleaban contra el espaol era con el objeto de despojarlo de sus tierras, secularmente suyas. Los criollos se aprovecharon largamente de esta buena disposicin de los indios para sus luchas polticas de predominio contra el espaol. Les hablaron un lenguaje conmovedor de libertad, les ofrecieron restituirles sus tierras, logrando de esa manera un contingente apreciable de soldados que dieron su sangre y su bro sin beneficiarse lo ms mnimo despus del triunfo.19

Belgrano y Castelli, generales a argentinos se preocuparon del indio e incluyeron las reivindicaciones de los autctonos en sus proclamas fogosas y patriticas; pero ellas sirvieron solamente de adorno lrico. Las olvidaron muy luego, cometiendo los soldados de la independencia iguales depredaciones y felonas con los indios, hasta el extremo que los habitantes de Potos, justamente indignados, se sublevaron contra el ejrcito libertador argentino que haba ingresado al AltoPer. Inaugurada 1a repblica, todos los caudillos hablan de libertar al indio y adaptarlo a las costumbres democrticas. Dctanse leyes y decretos en tal sentido, pero son tan falsos y tan vacos de contenido, que pretenden de un solo golpe, por acto mgico, trasplantar la mentalidad occidental al cerebro del indio. La evidencia niega tcitamente las leyes. El indio permanece sometido a todos los abusos y exacciones. Si la repblica fu el fruto de cruentas luchas de todos los americanos contra el espaol, el indio no haba ganado otra cosa que cambiar de amo. Y el amo criollo era peor que el espaol. La repblica fu una muletilla cmoda, pero sus apetitos de dominacin inmensos. Se sobrecarg a los indios los trabajos ms duros y vejatorios, teniendo en una mano la ley y en la otra la espada en tanto que en las ciudades se hilaban reformas polticas y se hablaba de los derechos del hombre, imitando a los franceses. Cincuenta aos ms tarde, el presidente Morales se titula protector de la clase indgena, y lo que hace es expoliarla. El tirano Melgarejo declrase salvador de los indios y por intermedio de su ministro, el letrado Muoz, su consejero fiel y subordinado, interpreta la democracia a su leal entender y saber. Para mejor protegerlos, confisca las tierras de muchsimas comunidades y las obsequia a sus parciales y amigos. Melgarejo resucita el procedimiento colonial. Entre los conquistadores fu una vieja costumbre asentar su dominio feudal sobre la propia comunidad. As, enormes territorios incluyendo sus pobladores pertenecan a un solo hidalgo o funcionario afortunado. La consigna era graciosa y criminal: hasta donde alcanzase la vista como premio a sus hazaas, a sus denuncias y a sus certificados de impunidad[1]. Almagro es dueo de Chile. Per, Bolivia y Ecuador estn distribuidos entre los secuaces y soldados de la conquista. Era la costumbre feudal y el conquistador, por lo menos, proceda con menos descaro. Pero inaugurada la repblica los despojos son idnticos y con un disfraz que horroriza. Los grandes propietarios de tierras se hacen en palacio y son resultado de la adulacin, del motn y de la intriga. El presidente regala tierras o se apropia de ellas mediante decretos. Los indios son considerados como esclavos, y se justiprecia la tierra por el nmero de brazos. Tanto per cpita. Tierra sin colonos es tierra pobre. Mejor si est prxima a la ciudad. A los presidentes de la primera poca caudillista y militar se les ha calificado de tiranos con legtima razn. Sus actos han sido arbitrarios,manu militari, sin contemplaciones de equidad. Cuando los diarios actuales hablan de Melgarejo, de Daza o de Morales, no dejan de horrorizarse de sus actos contra toda ley y justicia. Pero no porque hayan pasado los tiempos de Morales y Melgarejo, los procedimientos de apropiacin de la tierra indigenal ha pasado a la historia. El general Montes, que ocup la presidencia el ao 1906 y se hizo reelegir por segunda vez en 1914, valise de iguales mtodos, y todava ms arbitrarios, cuando despoj a los indios de Taraco de sus tierras. Esas grandes y hermosas propiedades,20

y que hoy da pertenecen a las familias ilustres de Bolivia, han sido anteriormente comunidades, como consta en los ttulos. Si alguien hace la historia de la propiedad boliviana, encontrar, seguramente, muchas lgrimas, mucha sangre e iniquidad. Est por hacerse esta historia! Los indios de Taraco, por ejemplo, fueron trados a la crcel de La Paz acusados de insurreccin. Se les sigui proceso y se ejecut a algunos cabecillas. Pero por qu se insurreccionaron? Porque se les arrebataba sus tierras; y ellos, de padres a hijos, no haban conocido otro hogar que su comunidad. Es pblico y notorio que, en la crcel de La Paz, se les hizo firmar a los caciques principales documentos pblicos de venta y se les despoj de lo que siempre fu suyo con el apoyo y la complicidad de la justicia. No hay por qu admirarse. Si antes el general Melgarejo, por medio de un decreto, haca propietarios de grandes latifundios a sus parciales y a sus queridas, en 1908, otro presidente se serva de procedimientos ms modernos. Es la terrible y lgica historia de la propiedad! Y no est agotado el captulo de iniquidades. Es muy frecuente, hoy da, y la prctica viene de muy lejos, que expendedores y comerciantes de alcohol al por menor se siten en la vecindad de una comunidad indgena, y al cabo de cierto tiempo aparezcan propietarios de ella. (Podran darse muchos nombres ilustres y aureolados que figuran en sociedad). Estos tienen a su disposicin el juez el notario y, finalmente, el gobierno, que toleran todos sus latrocinios con tal que sostengan su poltica y gocen de influencia. Esos grandes hombres pblicos que descansan en las ciudades bolivianas en medio de la molicie, dedicados con inusitado afn a la poltica, a la poesa y a la alquimia, tienen la conciencia de su situacin privilegiada despus de haberse convertido en poderosos latifundistas, usando los procedimientos ms conocidos, desde la posesin brutal pasta la escritura dolosa y fraudulenta. El indio jams ha sido defendido ni atendido por nadie. Cuando ha ido a la ciudad en busca de justicia y a proclamar sus derechos de la tierra que trabaja, ha tropezado con el abogado ladino que le esquilma sus ltimos recursos; con el juez de piedra, sordo ante sus clamores, y el gobierno dispuesto a tolerar cualquier exaccin[2]. Entonces las sublevaciones son justificadas. Pero ese mismo gobierno unido en un todo a los grandes propietarios, siempre y cada vez ms estrecho, dispone en seguida la defensa del orden. Y no es un delito en Bolivia matar indios y exterminarlos. Y esta es la historia eterna de las sublevaciones y de las luchas indigenales. Falso sentimentalismo sobre el indio Hemos examinado las condiciones en que vive el indio y se desarrolla. El hombre ya lo sabemos es producto del medio social en que se desarrolla. No es posible que el indio, en la terrible situacin en que se encuentra hoy da, produzca algo digno de mencionarse ni tampoco cree nada. En otros tiempos los indios organizaron pueblos, construyeron monumentos, fundaron templos al sol, hicieron caminos de cientos de leguas, dictaron leyes sabias, acertadas y de alta moral. Ningn pueblo ha sido sometido, en forma tan absoluta, como el pueblo indio. Los mismos judos, bajo el reinado de los faraones, tuvieron sus jefes, su religin y sus profetas. Al indio se le ha quitado todo, desde sus tierras hasta su mentalidad. Lo nico que no pudieron arrancarle fu su idioma. Y por l se mantiene unido. El conquistador lo crey pupilo y lo trat como tal, aprovechndose nicamente de sus21

fuerzas fsicas. El criollo que hizo la revolucin de la independencia, se sirvi igualmente de sus fuerzas y de su sangre, pero no lo libert. De una plumada, todos los habitantes del AltoPer fueron declarados libres, tericamente, segn la constitucin. Pero los indios siguieron siervos. A tal extremo esto es de evidente, que, hoy da mismo, la ciudadana boliviana se concede a aquel que tiene renta de ms de doscientos pesos anuales, que no provenga de servicios prestados en clase de domstico, sepa leer y escribir. (Artculo 33). Pero la mayora de los indios y mestizos, es decir, el ochenta y cinco por ciento de la poblacin boliviana, ignora el alfabeto y no por su culpa, sino por falta de escuelas, no goza de rentas. vive en la ignorancia, soportando la tirana de una clase minscula que la subyuga y se beneficia de su sudor y de su sangre. Es natural que los espaoles no tolerasen a los conquistados en su sociedad y les privasen de sus derechos a pesar de que mezclaron abundantemente su sangre con las indias, pero parece incomprensible que los republicanos, durante ms de cien aos, hubiesen perpetuado tan injusta opresin. No obstante, los doctores de todo matiz poltico, en sus discursos y proclamas, siempre han hablado de civilizar al indio, obsequindole lricamente una libertad que no posee. Las luchas electorales y las contiendas polticas para nada han contado con el indio. Han sido luchas entre seores y seores, triunfando los caudillos, ya por la fuerza de las armas o por la corrupcin sobre los mestizos. Dejando la repblica a la voluntad de los ciudadanos, el placer de instruirse y educarse, se anticipaba a advertir que solamente podran hacerlo los que contasen con medios propios o fuesen favorecidos por circunstancias excepcionales. Y cuando la ley estableci la instruccin obligatoria y se festej la noticia con alborozo, tampoco se cre escuelas en nmero tal, y adecuadas, que pudieran servir eficientemente. El pobre indio desparramado por los campos, en las serranas y en los valles, acosado por la vida, cultivando su msera tierra, no poda desatender sus trabajos urgentes para ir a la escuela y aprender a leer. Adems, las obligaciones de la hacienda servicios gratuitos y constantes le ocupaban el tiempo disponible. Y en estas obligaciones no slo estaba comprometido l, sino tambin su familia y sus hijos. Cmo era posible pensar que este hbito escolar se incorporase en su vida? Adems, hay que hablar con franqueza: el patrn marrullero y astuto, siempre prefiri el indio analfabeto, miedoso y tmido, a aquel que hablase de sus derechos humanos. Jams ningn mestizo, ni an espoleado por la miseria, fu a trabajar las tierras del hacendado y reemplazar al indio. Ningn mestizo se rebaj en la calidad de pongo, y si alguna vez fu al lado de los indios, lo hizo en calidad de capataz o patrn. Esto ha sucedido en todas partes del mundo donde han habido clases terriblemente sometidas y no hay por qu sorprenderse. Es preciso leer a los escritores ms antiguos, entre ellos al mismo Aristteles, haciendo el elogio de la esclavitud y, por consiguiente, de la ignorancia de las masas, para abominar de la sabidura, porque as convena al predominio de las clases ricas. En los oscuros y tenebrosos libros de los sostenedores del rgimen feudal encontramos prrafos como stos, que avergenzan a sus autores: El patrn, en toda poca y tiempo, tiene que hacer sentir la autoridad sobre sus siervos. Y debe mantenerla por cualquier medio, an usando de la violencia, de la astucia y de la malicia. Los castigar por la ms pequea falta, descuido o ligereza, con tal que no se relaje la disciplina ni el respeto. Los22

obligar a trabajos continuos, no permitindoles el descanso, que engendra la molicie y el ocio. No demostrar jams satisfaccin por los trabajos que ejecuten, por ms que ellos fueren hechos a perfeccin, exigindoles siempre mayor rendimiento. Es un error la blandura, la sonrisa o la complacencia, cuando se quiere sostener una posicin privilegiada; y est demostrado, histricamente, que la ms pequea libertad, dulzura o debilidad con los siervos acarrea desastrosas consecuencias. Podra enajenrseles el deseo de trabajar, despertndoles en el alma derechos inadmisibles. Mano fuerte, ignorancia, he aqu lo que necesitan. Estos consejos no han sido escritos en vano. Los patrones del AltoPer los tienen grabados en sus corazones. No han fallado. Su mano ha sido dura, as como su conciencia. Por eso se sostienen hasta hoy da, sin importarles la sangre y el dolor de los que gimen a sus plantas. Pero, por eso mismo, por su corta visin y su estpido egosmo, soltarn la presa indgena, espoleados por el apetito voraz del imperialismo que no admite competidores. Ellos, a su vez, mezclados con los indios, sern los vasallos. Sin embargo, estos mismos patrones que piensan con cerebro del medioevo y que proceden sin ninguna hipocresa en sus fundos, cuando se encuentran en la ciudad y participan en actos pblicos, rivalizan en la expresin de un lenguaje conmovedor de libertad, humanidad y fraternidad. As, dicen: hay que civilizar al indio, necesitamos incorporarlo a nuestra civilizacin. (La civilizacin boliviana, como todas las civilizaciones, consiste actualmente en el fraude, el ocio, la prostitucin, el burocratismo, adems del alcohol y del consabido motn; fuera de esto no se notan las obras maestras). Pero al incorporarlo a su civilizacin y ya los mestizos participan en las luchas polticas se tendra un nuevo factor no despreciable de inquietud, y entonces los patrones no podran dormir tranquilos en las haciendas ni contemplar el cielo y las estrellas; desapareceran el pongueaje, el derecho de pernada y otros servicios denigrantes tan arraigados. Y el indio incorporado a su civilizacin, arreglara cuentas con sus opresores. El resultado sera la quiebra de sus intereses. Por eso est de moda hablar sentimentalmente de los indios y condolerse de su desgraciada situacin; pero en la prctica de la vida, recurrir al subterfugio, la astucia y el fraude, para retardar eternamente que ellos adquieran exacta conciencia de la humillacin que soportan. Es un tema literario defender al indio, condolerse de su miseria y bordar sobre su miseria artculos, poemas y libros. Pero ninguno de estos sentimentales ha ido an a la campaa y ha predicado la insurreccin, mezclando su sangre por la libertad de los indios. Ningn patrn sentimental y catlico a pesar de que el evangelio prohibe la explotacinha permitido que sus indios aprendan a leer y menos se organicen para defender sus derechos. Ningn militar ha puesto su espada ni luchado por ellos; menos se neg cuando le exigieron que masacrase a los indios. Y, cuando alguna vez se quisieron fundar escuelas de tipo socialista, los diarios conservadores, junto con los patrones, elevaron sus airadas protestas ante las autoridades. El grito unnime era perseguir a los agitadores y defender a los indios de los agitadores, ellos que siempre los lancearon y ametrallaron. Intil negar la hipocresa, puesto que es una evidencia: los patrones feudales jams desearon el despertar indgena. No deja de ser un falso sentimentalismo, explotado por todos, inclusive por los curas, los pastores de la iglesia evanglica y las ilustres damas.23

Ya veramos al indgena despierto si no iba a romper en pedazos a esa trinidad de explotadores: doctor, militar y cura, que durante siglos ha hablado de educar al indio a incorporarlo a su civilizacin. En realidad, el problema indgena reviste otra amplitud y traspasa la rbita de la rutina. Los proyectos insulsos de los doctores o de los pedagogos latifundistas son despreciables. Lo que le interesa al indio no es su instruccin inmediata, sino su libertad inmediata, vale decir su independencia econmica, la ruptura de su sumisin con el patrn, la revalidacin de sus condiciones de hombre. Maritegui amigo leal y sincero de los indios, como que era proletario tuvo mucha razn al escribir que el asunto no era de libro ni de discurso sino de distribucin de tierras. El indio con tierra, libertado y organizado, podra darse la instruccin y educacin que le plazca, sin recibir el favor de nadie ni estar sujeto a la vejatoria filantropa social. Seguramente que su educacin estara dentro del acierto, pues el indio realista, obrero excelente, con tanta paciencia para las artes y los trabajos difciles, no perdera el tiempo en discusiones verbalistas. LA PROPIEDAD Y EL SERVICIO PERSONAL DEL INDIO Todos son iguales en Bolivia, segn la constitucin, ante la ley! Pero el observador menos inteligente, el trabajador ms atrasado, si reflexiona unos minutos, se dar cuenta de que no existe tal repblica democrtica, ni principios legales, ni libertad de opinin, ni derecho sindical, ni garantas para que los ciudadanos se asocien libremente y formen sus partidos proletarios, ni mucho menos para que los campesinos indios formen sus organizaciones defensivas contra la explotacin de los patrones. Y es tan cierto esto, que cualquier movimiento, el ms insignificante o tentativa de agrupacin proletaria, es calificada inmediatamente de subversiva. Las peticiones de los campesinos y de los mineros que alguna vez reclaman mejores condiciones de vida, son ahogadas con la crcel, la metralla y el destierro. Los lderes obreros son perseguidos con saa, ultrajados por los esbirros, y, finalmente, condenados a la miseria. Cualquier gobierno caudillista no retrocede cuando se trata de masacrar indios y mineros, para favorecer la explotacin de las empresas. Matar indios en Bolivia no significa crimen alguno! Militares ignorantes y policas son premiados por tales servicios y calificados de salvadores del orden. Por centenas, los desgraciados indgenas son baleados, lanceados hombres y mujeres, y a los que quedan con vida se les sepulta en las crceles por el delito de rebelin, cuando no se les fusila aparatosamente como cabecillas peligrosos. Marca Tola y sus compaeros indgenas siguen en la crcel sin que nadie reclame por ellos, esperando su triste destino. Infinidad de obreros y estudiantes son arrojados continuamente a las prisiones por el grave delito de predicar ideas sociales. Tomamos estos prrafos del manifiesto N 1, publicado por el Grupo Revolucionario Tupac Amaru, el ao 1932. Ellos explican la condicin miserable de los proletarios bolivianos, especialmente de los indios. Pero falta an analizar por qu el indio se encuentra en esta situacin y cul es la raz de sus males. El indio est atado y encadenado a la propiedad. El sistema feudal, tallndole su personalidad, le obliga a prestar servicios personales y le somete incondicionalmente al patrn. Considerado como semoviente, su situacin es casi igual a los animales de labranza. El patrn cuida sus caballos de lujo con especial inters, los alimenta con fina avena, los baa y se interesa en su reproduccin. En24

cuanto a sus colonos indgenas, a parte de que puede emplear sus fuerzas fsicas, no le interesan ni le preocupan mayormente. El indio cultiva una parcela de tierra que le cede el patrn, mediante el pago de un arriendo anual, el cual vara segn la proporcin de las parcelas. Lo que le produce apenas si le alcanza para vivir. El indio no conoce lujos y su sobriedad es proverbial en relacin con su miseria. De esa pobrsima produccin que obtiene el indio, algunos patrones cobran el diezmo (costumbre feudal que consiste en sustraer el diez por ciento, ya sea tratndose de cereales o de animales). Esto, independientemente del arriendo y del servicio personal que debe prestar en la hacienda o en la ciudad. Raro es el indio que posee propiedad individual. Sus economas no le permiten, aunque la tierra se cotice a nfimo valor. Y si llega a poseer tierras, no tardarn stas en ser absorbidas por el patrn vecino, que cuenta con influencias y no ignora las mil argucias del Cdigo Civil. An organizados los indgenas en comunidades, son devorados por hombres inescrupulosos, como hemos analizado en anterior captulo. Esta expropiacin de la propiedad indigenal, en todo tiempo, no ha dejado de ser violenta y presentar todas las trazas de despojo. No se deben sorprender los patrones actuales que el indio quiera reivindicar su tierra, en forma igualmente violenta y con mayor justificacin,puesto que la trabaja. Pero el inters nuestro es demostrar cmo el indio boliviano, desde que nace hasta que muere, est sometido al rgimen patronal, sin que pueda excluirse. He aqu su real tragedia, tan larga que se recuesta en el coloniaje, tres siglos, y en la repblica constituye un siglo ms de vergenza. En efecto, el indio no tiene otra salida, no mantiene ninguna esperanza dentro del rgimen que vive y lo explota, no le interesa ninguna ley ni se conmueve por lo que le circunda. Es natural que su vida sea gris, opaca y sin brillo; y que en lugar de singulares virtudes haya adquirido otras que no son sino resultado de su terrible sumisin. La franqueza, la hombra, el desprendimiento, son condiciones casi inherentes de los pueblos libres. La hipocresa, la simulacin y la timidez son autodefensas de los oprimidos. Una larga experiencia le comprueba que aunque tenga razn perder; aunque tenga justicia le dominar su adversario; ya sabe que, hombres y leyes se dan la mano cuando se trata de sacrificarlo a l. Los pueblos mal nutridos dice el profesor Escudero en su libro Alimentacin exteriorizan su desgraciada condicin en forma inequvoca: un menor rendimiento de vida, traducido en muchos otros factores: resignacin a vivir en condiciones materiales muy pobres, alta delincuencia, falta de combatividad colectiva, manifiesta tendencia a aceptar la a esclavitud como medio cmodo de vida. El indio del altiplano, por ejemplo, escasamente tiene un pedazo de tierra pobre que le produce cebada, patatas, habas y un poco de quinua. A veces ni eso. Si la cosecha ha sido buena y por buena se entiende unas cargas ms, comercia el excedente, procurndose con la ganancia, medicinas, un poco de hierro y objetos sumamente indispensables, que l mismo no puede fabricarse o suplirlos. Lo ahorrado, centavo a centavo, todo el ao en la forma ms difcil, es sustrado por el corregidor funcionario oficial sin sueldo y, por lo25

tanto, voraz ave de presa que vive exclusivamente de la carroa de los indios con el mnimo pretexto: contribucin, multa, etc. Si todava le quedan algunos centavos que el corregidor no los ha podido descubrir en el escondite del indio, son tomados con mano llana y bondadosa por el cura, personaje muy conocido, que tiene entre sus dedos un bazar de mercancas celestiales, unas, y terrenales, otras. Hay curatos en Bolivia que rinden a sus prrocos hasta veinte mil pesos anuales! El arzobispado tiene distribuidos a sus mejores gavilanes en la campaa, y en este ltimo tiempo extranjeros, para su mejor servicio[3]. Entre las mercancas terrenales, est la fiesta en homenaje al santo patrono del lugar. Mediante este procedimiento, muy del agrado del indio, debido a su ignorancia, el cura le extorsiona sus economas en unin del comerciante de alcohol, quedando despus de estos espectculos religiosos, la miseria, el crimen y la relajacin en su hogar. En la excesiva sobriedad del indio, en sus extraordinarias condiciones vitales, comiendo la tercera parte de lo que consume un hombre normal, y fabricndose todo lo que necesita l y su familia, desde el vestido, el sombrero hasta sus instrumentos de labranza, reside uno de los secretos del feudalismo. El indio, sin necesidades ni aspiraciones porque se las han tallado, ha podido resistir durante siglos, sin darse cuenta de su esclavitud sino cuando la explotacin llega hasta los ltimos lmites de la indignidad. El indio ha venerado siempre la tierra, y la ha querido como no la quiere ningn doctor ni poeta del altiplano. Y ha salido a defenderla porque es su madre, y porque, a pesar de su menguada entraa, le ha nutrido siempre. Las sublevaciones indigenales tienen una verdad profunda y una justicia a la luz del da. No poseyendo propiedad el indio, viviendo de races y de yerbas, muchas veces, en la ms terrible ignorancia, sometido al patrn, al corregidor y al cura la trinidad que le explota , no le ha quedado sino su fuerza fsica que tampoco le reporta provecho alguno, ni siquiera un msero salario en la mayora de los casos. Se ha convertido, as, en una masa disponible, humillada y a los pies de los patrones, como es de regla en el rgimen feudal. Entre sus obligaciones perentorias y de las que no puede excusarse so pena de ser eliminado, estn: sembrar las tierras del patrn, recoger las cosechas y an venderlas, como sucede en La Paz, donde los indgenas soportan un yugo ms fuerte que los del sur. En algunas haciendas se les paga un salario que no excede de diez centavos al da por un trabajo de sol a sol; pero en mayora de los casos el indio trabaja gratuitamente porque existe la obligacin. Las siembras y cosechas, como hemos dicho, corren por cuenta del indio, el cual, curvado, se entrega a la tarea, bajo la mirada vigilante de un capataz, generalmente mestizo, si no es el propio patrn que vigila sus intereses. Y los dos no escatiman el ltigo, las trompadas y los procedimientos expeditivos. Cientos y algunas veces miles de aborgenes renense, siguiendo sus viejas costumbres de cooperacin, trabajando y comiendo juntos, proporcionndose su alimentacin, sin que de las faenas se excluyan las mujeres ni los nios.

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El cuidado de los cultivos, as como el sostenimiento de la hacienda, incluso el de los rebaos, se encuentra :encomendado a los nativos, sin que el patrn del altiplano se tome otro trabajo que el de recibir los productos de la ciudad, junto con el dinero que el indgena de servicio le deposita en sus manos. Y no es posible que este empleado gratuito haga abstracciones o incurra en lamentables olvidos. El indgena de servicio, llamado pongo del cual nos ocuparemos ms adelante est conminado a llevar una contabilidad en extremo laboriosa y sutil, porque parte de la conservacin de su salud depende de ella. El terrible patrn jams le perdonara la prdida de una carga de patatas o de quesos. En otras haciendas est establecido el servicio de hilacatas, funcionarios ad honorem de la comunidad indgena, encargados de hacer cumplir las costumbres y las obligaciones. El hilacata, sometido al patrn porque no tiene otro remedio, es elegido por sus mismos compaeros de trabajo y sufrimientos, anualmente. Para merecer el honor de este puesto debe demostrar excepcionales cualidades de honradez, rectitud y juicio. Lo malo es que estas virtudes indias, que vienen de muy lejos, sean explotadas, precisamente por los opresores, transformndose el hilacata en capataz gratuito, viga de intereses ajenos, contra su propia raza. Pero mucho ms denigrante es el servicio personal del indio, remachado al yugo de las haciendas y sin poderse evadir. Ya dijimos que junto con la tierra, el patrn impuso su dominio sobre las familias que la habitaban. Es muy natural, entonces, que su autoridad se extienda hasta el hogar de sus colonos, intervenga en los matrimonios de stos, goce de las vrgenes y arregle sus asuntos domsticos. La autoridad del patrn es absoluta; sus decisiones definitivas. Sus competidores, en menor escala, son el cura y el corregidor. El curioso y pintoresco anticlericalismo de algunos patrones es, simplemente, debido a esto. El cura, en nombre de Dios, se ingenia para que los diezmos y primicias vayan a la Iglesia su diligencia es inapreciable, molestando al patrn y debilitando su prestigio, mucho ms cuando el seor cura siempre en nombre de Dios interviene en las cuestiones espirituales y catequiza a indiecitas jvenes, robustas y en estado de gracia, robndoles su inocencia. Pero este es otro asunto! El autor de este libro ha vivido en el campo y ha visto con sus propios ojos innumerables abusos, exacciones y latrocinios, ejecutados con toda sangre fra sobre la piel indgena. Abusos diarios que a fuerza de repetirse se han tornado costumbres. A nadie impacientan; menos a los pudientes bolivianos. Es preciso amar la libertad y la justicia para indignarse, o tener el gesto seero del padre Las Casas, msculo y piadoso fraile que di todo su corazn a los indios, para salir en su defensa. Maltratados, oprimidos y despreciados, hoy da, no tienen confianza en ningn blanco, porque desde hace siglos la dolorosa experiencia no les traicion. Dbiles y sin armas suficientes para la insurreccin, las veces que lo hicieron pagaron duramente su pecado de ser libres. Nunca coordinaron sus movimientos ni fueron dirigidos por jefes capaces. Al fusil ametralladora opusieron l