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REDACCION CUARTEL DE LA MERCED BURGOS Núm. 60 34 de abril de 1938. II AÑO TRIUNFAL EDITADO POR LA DELEGA* CION DE PRENSA Y PRO- PAGANDA DE LA TERRITORIAL DE CATALUÑA 15 cénfimos SfcM-AMAIllO DE FALANGE ESPAÑOLA ADICION A LISTA V DE LAS {*. O. lü - S M PACIFICACION El discurso del Caudillo en Zaragoza, el pasado día 18, ha de quedar, en la trayectoria fijada al Nuevo Estado por las decisiones de su Jefe como el que mar- que más profundamente la liquidación de una etapa de guerra civil y el comienzo de la empresa de la pacifica- ción. Franco une al hecho de haber conducido los ejércitos de España a la victoria, el de ser el señalado por todos los índices del destino como aprovechador de aquella. L a victoria de Franco no impondrá los tratados tácitos que otras guerras civiles imponían. Fué tan cate- górica la afirmación contenida en el levantamiento, tan común a todos los españoles su significación, tan esen- cial el hecho para la vida no sólo de la Nación, sino también de cada uno de sus hijos, que no ha sido posible hallar ningún precedente en la His- toria de los últimos siglos de esta rara podemos decirio claro, rara, ex- cepcional unanimidad hispana. El país reclama, pues, en esta expectativa ( olorosa de la paz, un Caudillo que la dirija como halló uno que supo dirigir '.a guerra. Franco une, providencialmente, su fibra magnífica de guerrero—de estos guerreros modernos como Fernando de Aragón; que capacitan personalmente todas las disponibilidades del país haciendo rodar todas sus ruedas hacia la victoria—con su perfilada fisonomía de gran pacifi" cador, que es como decir, en estos momentos, la giran fisonomía de un estadista. Franco no fué un guerrillero impetuoso sino, en tiempos de gue>- rra, un gran hombre de Estado en guerra ; no usó siquiera de los mé- todos de guerrilla (pamflete, consigna, cartel) a que tan aficionados han sido los rojos siguiendo su gran tradición de pistolerismo individual, sino que enfrentó a aquellas propagandas la verdad construida y la estadística de la que los periódicos no se hacen eco pero si las con- ciencias. La guerra actual—y la paz venidera—no podía hacerla so'.o un mi- litar; tampoco un estadista. Debía de hacerla—para ser ganada—esa admirab'e conjunción de ambos que se encuentra providencialmente en- carnada en la figura de Franco. Ninguna preocupación política motivó la ascensión de este hombre a la primacía del Estado; todas las figu- ras políticas vieron borrados sus nombres por la consciencia del país en pocos momentos; nadie tuvo que esforzarse en imponer a nadie; surgió la figura con la simplicidad y la naturalidad más asombrosas; todas 'as aureolas ganadas en mítines y artículos tuvieron que sucum- bir ante la fuerza de la consciencia del país: más que todas aquellas va- lió la fuerza, ignorada por muchos, de una laure?da en un brazo apoya- do todas las noches sobre la mesa de un hogar cristiano. Su discurso del día 19 seña'.a a todos los españoles la tarea de Es- paña: la de su pacificación. No otra fué la consigna del 19 de julio de I936. Quien de aquel día acá, hubiere o'vidado aquello, hallará, en la sola figura del Caudillo, la garantía de que va equivocado. La dignidad de to- uco ponen nes a Patria Gn la página tercera ENSAYO SOBRE EL NACIO- NALISMO, por José Antonio. £ cD.irineil de fiipcBinile Fué un acontecimiento. E l rumor crecía; magno era el hecho. Era un montón de botellas vacías, polvorientas, en silencio templado; polvo caído en lluvia tenue de ye- sos y cal arenosa, desprendida a montones. Medio sepultadas. Unos enlaces, en paciente explo- ración, las encontraron. E l teniente me delegó la compra o canje de esas maravillas; tenía carta blanca. El hecho anunciado no era más que unas botellas de "champagne": unos letreros de idioma extranjero. Con prudencia y falsos desdenes de mercader, después de larga plá- tica para demostrarles que no era champán, que no era el líquido es- pumoso cantado por las canciones extranjerizadas, ni tampoco el bre- vaje que hacía vacilar y caer a esas heroínas de tangos y milongas, aceptaron, y trocamos las tres gra- cias por un horroroso pavo; por un estúpido pavo de horrible moco. Aquí, el recuerdo nos hace desfallecer Tres eran tres. "Fines champag- ne de Esparnay". Año garantizado, oro bruñido. Año de 1860. Para catarle, se comió un poco pan y queso y se bebió un sorbo: el resto de la copa se escupió. Se- doso, perfumado, tibio del calor de nuestras palmas de la mano. E! jefe decidió gustarlo con el comandante, el de Regulares. Las botellas sobre el necho, como que- bradizo tesoro, en peregrinación por caminos cubiertos, maldiciendo de antemano al posible morterazo; codo rasgado por asperezas, cosco- rrones en las traviesas, siempre demasiado bajas; resbalando en lo- dazales de orín... Ya en la chavola, con su terrible seriedad, el comandante en unción pegó fuego al algodón rociado de gasolina, preparando el mejor cog- nac "chambre" que hemos gusta- do; se bebió en dispares vasos de grandes calibres para apagar los más sedientos gaznates de toda la oficialidad del cuarto grupo de Re- guares. Fuera, enjambres de avispas zum- baban; traqueteo de ametralladoras y fusiles. PEDRO PRUNA. S ANGRE ROMANCE A menudo, los nombres geográficos, con el desgaste cotidiano o en la penumbra del desuso, pierden aliento y resplandor. E n los partes de guerra cobran, en cambio, vida nueva. Y a existían y la guerra los da a luz. Por eso el nombre de un pueblo recién con- quistado posee siempre no sé qué fragancia inédita. Una actuali- dad delirante reverdece sus letras y aviva el pasado que se escon- de tn ellas. Un pasado que es intimidad e historia, ternura y dolor. Ya está el ejército de España en tierras catalanas. "Tierras de lealtad" cuya puerta abrió Fraga en la huerta florida del Cinca. Ya a la larga cadena de nombres gloriosos, se añaden otros que suer nan a nuestros oídos con el más familiar y conmovedor de los acentos: Lérida, Balaguer, Tremp; Gandesa; Tortosa... Nombres grandes y chicos de pueblos y ciudades de Cataluña se atropellan estos días en los partes de guerra. Los hay que resue- nan con ancestral solemnidad; otros exhalan un perfume breve y recóndito que no todos pueden percibir, pero que embriaga el alma. Yo os confieso de veras que ningún nombre, entre la larga serie de los pueblos caídos, es decir, levantados, me hizo estremecer de ale- gría y emoción como el de esa aldea, desconocida de tantos espa- ñoles: La Fatarella, no lejos de Gandesa. Tampoco yo conozco él lugar. Pero su nombre lo llevaba clavado en el corazón. La Fata- rella es otra Fuente Ovejuna. Pero una Fuente Ovejuna al revés, sin Reyes ni Caudillo. Estos días están representando en un teatro marxista de París una adaptación francesa del drama de Lope. Los traductores han conservado, por cierto escrúpulo de fidelidad las figuras de los Reyes Católicos, que rematan y explican la acción de la obra. Se comprende, pues, que los espectadores queden desorientados an- te la intervención de los augustos personajes. L a "acción de ma- sas" aparece asi como un mero y vital impulso de justicia. Jus^ ticia tomada al grito de " ¡ Viva el Rey Fernando!" y que exige, pa- ra ser más lograda y gloriosa, la sanción, o el perdón, real. En Rusia, cuando representan "Fuente Ovejuna", suprimen, claro está, la apoteosis en que se funden pueblo y caudillo. El episodio histórico-social queda entonces trucado y hasta inverosí- mil. Los marxistas olvidan, en su afán sectario, que sin los Reyes Católicos el Maestre de Calatrava hubiera ahogado en sangre la muerte del Comendador. E s lo que había prometido: "Iré con quinientos hombres, y la villa he de asolar, en ella no ha de quedar, ni aún memoria de los nombres". L o que no llegó a acontecer en Fuente Ovejuna, gracias al Rey Fernando, resultó inevitable en La Fatarella en el invierno de 1936. La resistencia armada del pueblo a las hienas de la Federación Anarquista Ibérica se tradujo, por vía de bárbara represalia, en decenas y decenas de asesinatos. E n cada casa, una familia deshecha. Y en Barcelona, ¿a quién pedir justicia? Y en Barcelona, ¿quién iba a hacer justicia? Por eso, las banderas del Ejército, al llegar a La Fatarella, después de tantos meses de trágica muda y desesperada congoja, habrán despertado en los co- razones, secos ya, de aquella gente campesina el grito delirante con que se sale de una pesadilla mortal. En el "romancerillo catalán" así lo llamaba Milá y Fontanals con certera visión de las cosas , rama desgajada del árbol frondoso del Romancero, hay muchas páginas de sangre y de dolor. Como la canción (¿recordáis su fina y plañidera melodía?) de los estudian- tes de Tolosa. víctimas inocentes. Las tremendas imprecaciones del hermano vengador, jinete en su caballo blanco, nos sobrecogen to- davía de espanto: "A la vila de Tolosa, de mi se recordarán, que de la sang de les dones, els carrers se retaran..." La Fatarella sin duda, va a enriquecer, con su atroz desventura, que es en el fon- do, aunque más flagrante, la de centenares y millares de pueblos sometidos al yugo rojo, el tesoro perenne de las canciones de la raza hispánica. Pero en ese romance nuevo no todo serán velos tétricos y maldiciones desesperadas. Habrá al final banderas que llegan por Poniente y el gozo de la patria mayor, y la viril vo- luntad, sobre tanto descombro, de una vida más alta, ganada con la flor de tantas vidas. G. M * SELVA. N uestra lucha significa la sal- vación de Europa, y en ella aspiramos a vivir largos días de paz. FRANCO S

M PACIFICACION S

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Page 1: M PACIFICACION S

REDACCION

CUARTEL DE LA MERCED B U R G O S

Núm. 60 34 de abril de 1938.

II AÑO TRIUNFAL

EDITADO POR LA D E L E G A *

CION DE PRENSA Y PRO­

PAGANDA DE LA

TERRITORIAL DE

CATALUÑA

15 cénfimos

SfcM-AMAIllO DE FALANGE ESPAÑOLA ADICION A LISTA V DE LAS {*. O. lü - S

M

PACIFICACION E l discurso del Caudillo en Zaragoza, el pasado

día 18, ha de quedar, en la trayectoria fijada al Nuevo Estado por las decisiones de su Jefe como el que mar­que más profundamente la liquidación de una etapa de guerra civil y el comienzo de la empresa de la pacifica­ción. Franco une al hecho de haber conducido los ejércitos de España a la victoria, el de ser el señalado

por todos los índices del destino como aprovechador de aquella. L a victoria de Franco no impondrá los tratados tácitos que otras guerras civiles imponían. Fué tan cate­górica la afirmación contenida en el levantamiento, tan común a todos los españoles su significación, tan esen­

cial el hecho para la vida no sólo de la Nación, sino también de cada uno de sus hijos, que no ha sido posible hallar ningún precedente en la His­

toria de los últimos siglos de esta rara podemos decirio claro, rara, ex­cepcional unanimidad hispana.

E l país reclama, pues, en esta expectativa ( olorosa de la paz, un Caudillo que la dirija como halló uno que supo dirigir '.a guerra.

Franco une, providencialmente, su fibra magnífica de guerrero—de estos guerreros modernos como Fernando de Aragón; que capacitan personalmente todas las disponibilidades del país haciendo rodar todas sus ruedas hacia la victoria—con su perfilada fisonomía de gran pacifi"

cador, que es como decir, en estos momentos, la giran fisonomía de un estadista.

Franco no fué un guerrillero impetuoso sino, en tiempos de gue>-rra, un gran hombre de Estado en guerra ; no usó siquiera de los mé­todos de guerrilla (pamflete, consigna, cartel) a que tan aficionados han sido los rojos siguiendo su gran tradición de pistolerismo individual, sino que enfrentó a aquellas propagandas la verdad construida y la estadística de la que los periódicos no se hacen eco pero si las con­ciencias.

L a guerra actual—y la paz venidera—no podía hacerla so'.o un mi­litar; tampoco un estadista. Debía de hacerla—para ser ganada—esa admirab'e conjunción de ambos que se encuentra providencialmente en­carnada en la figura de Franco. Ninguna preocupación política motivó la ascensión de este hombre a la primacía del Estado; todas las figu­ras políticas vieron borrados sus nombres por la consciencia del país en pocos momentos; nadie tuvo que esforzarse en imponer a nadie; surgió la figura con la simplicidad y la naturalidad más asombrosas; todas 'as aureolas ganadas en mítines y artículos tuvieron que sucum­

bir ante la fuerza de la consciencia del país: más que todas aquellas va­lió la fuerza, ignorada por muchos, de una laure?da en un brazo apoya­do todas las noches sobre la mesa de un hogar cristiano.

Su discurso del día 19 seña'.a a todos los españoles la tarea de E s ­paña: la de su pacificación. No otra fué la consigna del 19 de julio de

I936. Quien de aquel día acá, hubiere o'vidado aquello, hallará, en la sola figura del Caudillo, la garantía de que va equivocado.

La dignidad de to-

uco

ponen nes o ü

a Patria

Gn la página tercera

E N S A Y O S O B R E E L N A C I O ­

NALISMO, por José Antonio.

£ c D . i r i n e i l d e

fiipcBinile

Fué un acontecimiento. E l rumor crecía; magno era el hecho.

Era un montón de botellas vacías, polvorientas, en silencio templado; polvo caído en lluvia tenue de ye­sos y cal arenosa, desprendida a montones. Medio sepultadas.

Unos enlaces, en paciente explo­ración, las encontraron. E l teniente me delegó la compra o canje de esas maravillas; tenía carta blanca. E l hecho anunciado no era más que unas botellas de "champagne": unos letreros de idioma extranjero.

Con prudencia y falsos desdenes de mercader, después de larga plá­tica para demostrarles que no era champán, que no era el líquido es­pumoso cantado por las canciones extranjerizadas, ni tampoco el bre-vaje que hacía vacilar y caer a esas heroínas de tangos y milongas, aceptaron, y trocamos las tres gra­cias por un horroroso pavo; por un estúpido pavo de horrible moco.

Aquí, el recuerdo nos hace desfallecer

Tres eran tres. "Fines champag­ne de Esparnay". Año garantizado, oro bruñido.

Año de 1860. Para catarle, se comió un poco

pan y queso y se bebió un sorbo: el resto de la copa se escupió. Se­doso, perfumado, tibio del calor de nuestras palmas de la mano.

E ! jefe decidió gustarlo con el comandante, el de Regulares. Las botellas sobre el necho, como que­bradizo tesoro, en peregrinación por caminos cubiertos, maldiciendo de antemano al posible morterazo; codo rasgado por asperezas, cosco­rrones en las traviesas, siempre demasiado bajas; resbalando en lo­dazales de orín...

Y a en la chavola, con su terrible seriedad, el comandante en unción pegó fuego al algodón rociado de gasolina, preparando el mejor cog­nac "chambre" que hemos gusta­do; se bebió en dispares vasos de grandes calibres para apagar los más sedientos gaznates de toda la oficialidad del cuarto grupo de Re-guares.

Fuera, enjambres de avispas zum­baban; traqueteo de ametralladoras y fusiles.

P E D R O PRUNA.

SA N G R E

ROMANCE A menudo, los nombres geográficos, con el desgaste cotidiano o

en la penumbra del desuso, pierden aliento y resplandor. E n los partes de guerra cobran, en cambio, vida nueva. Y a existían y la guerra los da a luz. Por eso el nombre de un pueblo recién con­quistado posee siempre no sé qué fragancia inédita. Una actuali­dad delirante reverdece sus letras y aviva el pasado que se escon­de tn ellas. Un pasado que es intimidad e historia, ternura y dolor.

Y a está el ejército de España en tierras catalanas. "Tierras de lealtad" cuya puerta abrió Fraga en la huerta florida del Cinca. Y a a la larga cadena de nombres gloriosos, se añaden otros que suer nan a nuestros oídos con el más familiar y conmovedor de los acentos: Lérida, Balaguer, Tremp; Gandesa; Tortosa...

Nombres grandes y chicos de pueblos y ciudades de Cataluña se atropellan estos días en los partes de guerra. Los hay que resue­nan con ancestral solemnidad; otros exhalan un perfume breve y recóndito que no todos pueden percibir, pero que embriaga el alma. Yo os confieso de veras que ningún nombre, entre la larga serie de los pueblos caídos, es decir, levantados, me hizo estremecer de ale­gría y emoción como el de esa aldea, desconocida de tantos espa­ñoles: La Fatarella, no lejos de Gandesa. Tampoco yo conozco él lugar. Pero su nombre lo llevaba clavado en el corazón. La Fata­rella es otra Fuente Ovejuna. Pero una Fuente Ovejuna al revés, sin Reyes ni Caudillo.

Estos días están representando en un teatro marxista de París una adaptación francesa del drama de Lope. Los traductores han conservado, por cierto escrúpulo de fidelidad las figuras de los Reyes Católicos, que rematan y explican la acción de la obra. Se comprende, pues, que los espectadores queden desorientados an­te la intervención de los augustos personajes. L a "acción de ma­sas" aparece asi como un mero y vital impulso de justicia. Jus^ ticia tomada al grito de " ¡ Viva el Rey Fernando!" y que exige, pa­ra ser más lograda y gloriosa, la sanción, o el perdón, real.

E n Rusia, cuando representan "Fuente Ovejuna", suprimen, claro está, la apoteosis en que se funden pueblo y caudillo. E l episodio histórico-social queda entonces trucado y hasta inverosí­mil. Los marxistas olvidan, en su afán sectario, que sin los Reyes Católicos el Maestre de Calatrava hubiera ahogado en sangre la muerte del Comendador. E s lo que había prometido: "Iré con quinientos hombres, y la villa he de asolar, en ella no ha de quedar, ni aún memoria de los nombres". L o que no llegó a acontecer en Fuente Ovejuna, gracias al Rey Fernando, resultó inevitable en L a Fatarella en el invierno de 1936. L a resistencia armada del pueblo a las hienas de la Federación Anarquista Ibérica se tradujo, por vía de bárbara represalia, en decenas y decenas de asesinatos. E n cada casa, una familia deshecha. Y en Barcelona, ¿a quién pedir justicia? Y en Barcelona, ¿quién iba a hacer justicia? Por eso, las banderas del Ejército, al llegar a L a Fatarella, después de tantos meses de trágica muda y desesperada congoja, habrán despertado en los co­razones, secos ya, de aquella gente campesina el grito delirante con que se sale de una pesadilla mortal.

E n el "romancerillo catalán" así lo llamaba Milá y Fontanals con certera visión de las cosas , rama desgajada del árbol frondoso del Romancero, hay muchas páginas de sangre y de dolor. Como la canción (¿recordáis su fina y plañidera melodía?) de los estudian­tes de Tolosa. víctimas inocentes. Las tremendas imprecaciones del hermano vengador, jinete en su caballo blanco, nos sobrecogen to­davía de espanto: "A la vila de Tolosa, de mi se recordarán, que de la sang de les dones, els carrers se retaran..." L a Fatarella sin duda, va a enriquecer, con su atroz desventura, que es en el fon­do, aunque más flagrante, la de centenares y millares de pueblos sometidos al yugo rojo, el tesoro perenne de las canciones de la raza hispánica. Pero en ese romance nuevo no todo serán velos tétricos y maldiciones desesperadas. Habrá al final banderas que llegan por Poniente y el gozo de la patria mayor, y la viril vo­luntad, sobre tanto descombro, de una vida más alta, ganada con

la flor de tantas vidas. G. M * S E L V A .

N uestra lucha significa la sal­vación de Europa, y en ella aspiramos a vivir largos días de paz.

FRANCO

S

Page 2: M PACIFICACION S

Comentario

PROPAGANDA Es en algunos momentos difícil

de comprender cómo bajo las te­rribles condiciones en que se des­arrolla la vida en la zona roja y el estado moral imperante como re­sultado de cerca de dos años de continuas adversidades guerreras, existe todavía entre las masas rojas la voluntad o el terror suficientes para seguir continuando vanamente •a lucha, oponiendo muchas veces la enconada resistencia que vamos venciendo.

Hay a menudo en nuestra zona un criterio elemental aue apoyán­dose en la lamentable facilidad es­pañola de juzgarlo todo rápidamen­te, ha creado alrededor de la zona roja y de los rojos en general unas imágenes que si no del todo falsas pecan cuando menos de simplistas.

Contra estos clichés, esparcidos ya casi como leyendas por la zona nacional, argumentaba con fuerza el ilustre general Yagüe en su dis­curso del pasado domingo, para desvirtuar que ridicularizando con exceso a r.cniii.itifntes rojos, fuese un hecho establecido que es­tos huyesen siempre como liebres.

No; los rojos combaten con du­reza y no por reconocer esta afir­mación—sino muy al contrario— queda menguado el alto valor de nuestras consecutivas victorias.

• * *

A buen seguro que no bastaría para juzgar esta paradójica resis­tencia desprendida de unas condi­ciones de vida inhumanas, atribuir­la únicamente a la sola fuerza del auxilio exterior representada por las brigadas de internacionales, ni a la imposición criminal de los mi­les de delincuentes y especuladores comprometidos. Con todo y reco­nocer el enorme peso que tienen estos dos elementos en la resisten­cia roja, creemos que hay un ter­cero que es indispensable no dejar en olvido ya que será contra él que en la paz tendremos que esgrimir nuestras más inteligentes armas. Nos referimos al estado de espíritu creado durante estos largos meses por la más rabiosa de las propa gandas que el mundo haya cono­cido nunca.

Leer ahora los periódicos rojos produce una profunda tristeza. Porque hoy la cruda realidad se encadena en un ritmo vertiginoso tal qu,e para desmentir tantas fal­sedades, no unas semanas ni unos días, sino unas simples horas bas­tan ya para poner por ejemplo en evidencia—al ritmo de los avan" ces—la absurdidad de unas mani­festaciones esperanzadas o la in­vocación a una resistencia inútil.

Es lógico y forzoso que haya en­tre ellos una minoría hostil v aue precipitándose los acontedmientos la desmoralización cunda más y más entre las masas rojas. Sin em­bargo cuanto mal habrá hecho es­ta certera propaganda: los rojos que no pudieron construir ni orga­nizar nada, han sabido servirse y manejarla bien para levantar y mantener loo odios que la causa del marxismo internacional imponía.

E s para nosotros la poderosa ac­ción; para la gran reconquista de las voluntades y la incorporación definitiva al Movimiento Nacional de una fracción que ha sido some­tida desde dentro y desde fuera a un implacable envenenamiento. An­te la proximidad de la ardua ta­rea a realizar, deben servirnos de estimulo y esperanza para esta alta propaganda de los principios na­cionales los resultndos obtenidos por ella en los estados en que, co­mo Italia y Alemania, ocupa aque­lla un lugar preeminente.

Hemos llegado al MAR...

E n la semana de Pasión del Señor, los zapatones claveteados de unos guerreros de leyenda que tras el Imperio prometido descendieron de los riscos de Aragón, de Navarra y de Galicia, se zambullían en las aguas de esmeralda del Mar Interior.

Entre festones de espuma blanca se disolvía en aquel momento el barro pardo de cien campos de batalla. Por un impulso de cruzado, un joven luchador tendía sobre las aguas eternamente inquietas la señal de la cruz... Y los huertanos de Levante, con su gorra "muscle" de corte centenario, desencogían las arrugas de su rostro sensual y curtido por el aire marino, sonriendo ante la llegada de la gente montañesa de tierras adentro, gente brava de la lejanía serrana donde se guarda en la hosca soledad el depósito de la raza y de las tradiciones.

Aquel momento rebosa un simbolismo trascendental. E r a en la Pascua de Resurrección, fecha cumbre de la guerra, cuan­

do el simbo'ismo cuajaba en episodio cierto, pastado con tierra de mon­tañas y agua salada. Y desde aquel momento había pascua en el mar y resurrección de hispanidad tierras adentro.

L a España de los grandes días y de las obras grandes, abría en Le­vante un portillo a las rutas universales de este Mediterráneo que fué simpre mar de Imperios, eje de civilizaciones, vaso rebosante donde afluyen y refluyen a lo largo de siglos y milenios, las fuentes cultura­les de todo el mundo, punto de confluencia natural de todos los "racial drífts" de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, "mare nostrum". La vitalidad inagotable de España rebosa el litoral y asoma a los um­brales de la historia del mundo que rueda incesante con el eje clavado en el Mediterráneo.

E n los tiempos nebulosos de la prehistoria más remota, ya el Me­diterráneo era el punto de cita universal que recogía en sus bordes él flujo y reflujo multisecular de razas y grumos sociales impelidos a la vida nómada por avances y retrocesos de glaciares y arenales, dramático motor de la vida primitiva. Multitudes norteñas de los tipos humanos de Cromañon. de Ofnet y de Predmost, descendían al Mediterráneo tibio huyendo de las avalanchas heladas tras el reno escaso. Multitudes me­ridionales, africanoides descendientes de los hombres de Boskop y el Serengenti. subían al Mediterráneo huyendo de los avances del desiér-to y del fueco tropical, tras el elefante sin pelo y el rinoceronte féroz.

Por el Meditrráneo se desparrama sobre la tierra el primer ensayo imperial de nuestra península, inscrito en el tipo dolménico de la cons­trucción. Sobre las aguas verdes llegaban los trirremes de Grecia, los artistas y mercaderes de Atenas cargados de ánforas, de comercio y de cánones, y los campesinos focenses con sus semillas de olivo, de mirto

v a s o d e ricino Pidió papel y pluma y trazó: I I A. T. Segundo Año Triunfal. Se sacó e. habano de U boca. L'n habano tan ancho como largo.,. A su W o dormitaba, en silencios dorados, el dioble de cerveza. Má~

allá los papeles y ias carpetas. Al fondo, su señora, en el «illón. Segundo Año Triunfal. — V probablemente e* último...dijo entre dientes masticando el haba­

no y las palabras. —¿Qné dices?...—preguntó su señora despertando sobresaltada... —Nada...—masculló. Echó un vistazo al diario. En un titufer leyó: " L a vida cómoda, frivola, vacía de años ante­

riores, ya no es posible.—Franco." —Nada...—repitió más fuerte, contra nadie, pues su señora dormía

de nuevo. Y uno de los últimos puros de su segundo año triunfal se disolvió en

humo.

y de ciprés. Tras ellos, las velas latinas expandían la ciencia, el Derecho, la inquietud nacional y el sentido de Imperio, del Lacio maestro.

Agua del Mediterráneo eran las surcadas por las naves que traían los sembradores de la fe cristiana, base primaria de la unidad que hoy re­nace: los siete enviados apostólicos de la Iglesia de Pedro, San Pablo embarcado en Ostia, y Cucufate el Africano. E n el Mediterráneo fué donde el occidentalismo cristiano endurecido por la Edad Media belicosa, aplastaba al imperialismo de Mahoma que paseaba por el mar nuestro los gallardetes de las escuadras turcas bajo el signo de la media luna. En el mar nuestro clavan sus tierras los tres grandes Imperios que han escrito la historia universal de la cultura: Grecia, Roma, España, se­milleros del helenismo, del latinismo y de la hispanidad.

E n este año de gracia costosa y suprema de 1938, a fines del I I Año Triunfal, era de nuevo en las costas del Mediterráneo, entre los solares de Tarraco y de Mastia, donde median sus fuerzas en un encuentro de­cisivo el cristianismo de Occidente y el Asia imperialista del panesla­vismo. Dios contra la Nada. La fe contra el error culteranista. L a h¡<-panidad renaciente contra el exotismo en decadencia.

Y de nuevo las alas desplegadas de la victoria cubrían con su sombra los guerreros españoles, dando el golpe de gracia al exotismo, al error, a la nada, al eslavismo de pigmentación mogoloide; mientras de un zar­pazo abría el desgarrón de Vinaroz, reintegrando de una vez para siem­pre el mar imperial, nuestro mar, a la España que revive su viejo Impe­rio en ¿ías de Pascua y de Resurrección.

N. E S E R R A

" E l único dinero que tiene valor es el de la República", decía hace poco en una de sus crónicas el pe­riódico rojo " E l Día Gráfico".

Nada más fácil de someter a com­probación.

Los últimos cambios del mercado monetario de París, cotizaban la peseta Nacional a I,BO francos, y la peseta roja a 0,25.

Otra demostración práctica del valor de la peseta roja podemos sa­carla de una información aparecida en la prensa francesa.

Un refugiado rojo llega a L u -chon con el rebaño de milicianos .-ojos empujados hacia Francia por el ejército nacional. Lleva, como buen rojo, un saquito de mano con un millón de pesetas en billetes re­publicanos. Su dinero es aceptado por los comerciantes del pueblo los primeros días, pero se reciben no­ticias de la llegada al Mediterrá­neo de las tropas nacionales y la reacción es inmediata. Nadie Quie­re pesetas roías; el millonario ten­drá que pedir ser internado en un campo de concentración de refu­giados con su saquito de mano lle­no de papeles inútiles.

Que nidan a ese hombre su ooi-nión sobre el artículo de " E l Día Gráfico."

E C O S vo los que se marcharon a Fran­cia, también.

Rapidez rapidez, señor Negrín. Atienda usted a las consignas de la "Solí".

capacidad hacendística o de la rec­titud administrativa de los gestores muncipales. Es en cambio, un pro­ducto de la capacidad para el cri­men de los dirigentes rojos que es­clavizan aquella ciudad. Porque no es nada difícil adivinar que ha sido de los "depurados". L a medida fi­nanciera se ha reducido, en suma, a hacer que tuvieran reflejo en unos presupuestos, una pequeña parte de los cuerpos que descansan en los cementerios clandestinos. No nos exponen sus economías, nos vocean sus crímenes.

L a "Solí" del día 13 decía: " E l secreto de la guerra es hoy preci­samente la celeridad. Aprendamos de nuestros enemigos. E l fascismo debe gran parte de sus éxitos a la rapidez de sus maniobras. Rapidez. Esta es la consigna para todos."

E l señor Negrín, presidente del consejo no debió prestar la debida atención a esta consigna lanzada por la "Solí". En efecto: el día 19 en­viaba un telegrama de felicitación a los defensores del Valle de Arán; pero el telegrama no llegó a tiem­po; al día siguiente, nuestro parte oficial daba la noticia de que el V a ­lle había pasado por comnleto a nuestro poder y sus defensores, sal-

Muchas veces, cuando alguna no­ticia procedente de la zona roja nos habla un lenguaje común a los paí­ses civilizados, tenemos la impre­sión de hallarnos ante un verbalis­mo, tras del cual no ha de ser po­sible hallar la menor congruencia entre el habitual significado de los términos y la realidad en que se apoyan. Y un examen ligero del caso nos convence inmediatamente de la iusteza de aquella primera im­presión, que es la impresión v el hecho cierto, de haber desaparecido fie l i zona roja todo sent'do de rí-vil'zación. Así es la naturaleza del crimen: lo invade todo y se le des­cubre en cualquier parte por "iem-nlo. en el presupuesto muniein?.! H" Madrid. " E l Diluvio" del 8 de abril nos da cuenta de que se reunió el Consejo Municioal de la que fué primera sede del Gobierno roio, oar» aprobar los p'-esunu',«-toe de TO^S. Y con una frran natnral'da'l expone la gran economía loprada en el capítulo de gastos r e f T ' n t p ? oerscnal ep el eTacia-s a la de­puración llevada a c.abn «n^rp fun­cionarios y obreros tóaft»rb»*lM: Se a l r a n r a una economía d' • * ! rni-llores de oesetas.

Por más oue en. u n naís media­namente civilizado pudiera pare-rerlo. tal economía no es m el caso de Madrid, ningún, productn de la

Para dar una id.a de la inca­pacidad y del i'racaso de la revo­lución roja. il( vada a término por l a s organizaciones marxistas al principie rtel Movimiento, y del fracaso absoluto que habría sido para España la implantación defi­nitiva d aqasl répimen. del cual á Estado Nacional-Síndxalista lle­va la liquidación, solucionando to­dos lo-- prcbleiras de trabajo y de preducción existentes antes del die­cinueve de julio. mairn:ficam<nte expresados en el espíritu del 'Tue­ro de' Tnbajo", vamns a dar unos cuantos datos de !o (¡us concierne B la ' nergía eléctrica d-: Catalu­ña:

La CoTr.pañ.'a conocida con el nombre de "La Canadiense" sumi­nistra •: ochenta por ciento del flú'do o'é-trico de Ci.talnñ'' Los principalrs saltes de la menciona­da Ccmnañía son: Camarasa con ci nto diez mil caballos de rasrai'. Seros, con cincuenti r seis mil: Capdella, con cincuenta y s is mil;

Tiemp, con cincuenta mil; Terra-dets, con cuarenta y cinco mil; Gavet, con treinta y dos mil, y Mo­linos, con veint mil

Al ter¿vinar la construcción de la presa d.- Tremp era, por su ta­maño, la cuarta del mundo Fueron empleadas en su construcción seis­cientas mil ton la das de hormigón, es decir, la capacidad de un tren de sesenta mil vagones, que llega­ría desd ' Bilboo a Valladolid, apro­ximadamente

La "Barcelona Traction", de la cual dependan, además de "La Ca­nadiense" la casi totalidad de las Compañías de c lectricidad de Ca­taluña, obtuvo en el año mil nove­cientos treinta y cinco, último de ejercicio normal, unos beneficios !i-quidos de tres millones v: inílrinco mil dólares, aproximadamente En los primeros mi-ses de mil nove­cientos treinta y seis, ant- de 'a revelución comunista, los resulta­dos de explotación iban en aumen­to en relación con ei año anterior En estas condición* s, llegado el Movimiento Nacional, fueron in­cautadas las Empresas de "La Ca­nadiense" y explotadas por los Co­mités de la F A I , U G T v C N T Pu.-s bien; a los dos me­ses de incautación y explotación, después de haber dispuesto de las cuentas corrientes, que ascendían a varios millones d p setas, y ha­berse visto obligados a retirarse los elementos del alto personal de es­tas Ccropañlas (algunos de los cuales p i-cibian su idos que osci­laban entre cinco y veinte mil pe­setas mensuales! Los Comités de la F A I . C N T y U G T no disponían de fondos para pagar los sueldos de los •m-,>l ados y obre-re% y tuTieron qni solicitar prés­tamos a los Bancos pira poder errefuar estos pagos

Es decir; estas organizacicnes Yrjn sido capaces de hac r una cosa qn • nadie, ni el más incapa­citado habla conseguido hacer has­ta ahora: convertir a una Empre­sa, que veía in«rrpsar en sus cajas mensual^-, nte dos millones limpios de p?s-ia.s. en una Empresa en tramitada y en déficit

Hoy las centrales de energía que abast cían a Cataluña son nues­tras Es seguro que muchos catala­nes d - Barcelona preferirán estar

Page 3: M PACIFICACION S

E C O S sin luz unos días Las centrales eléctricas no les dan luz, pero no les dan tampoco los espectáculos desastrosos que hundían económi­camente el país Más vale así, pen­sarán muchos de ellos Y mucho más teniendo en cuenta que la luz eléctrica se encenderá de nuevo muy pronto Faltan, exactamente, ciento cincuenta kilómetros de ca­rretera Los vamos a hacer de­prisa

AI periódico "San F r a n c i s c o Chronicle" le mandaron hace al­gún tiempo esta carta:

"Señor director: de hoy en ade­lante dejo de tomar café y conti­nuaré mi abstención hasta que ?l Brasil haya cambiado su forma de Gobierno^ En América no hay si­tio para dictadores de ningún gé­nero; todas las dictaduras debe­rían ser sofocadas en su nacimien -to para defender nuestras institu­ciones democráticas Su servidor, Arturo C Thompson "

Otro lector del periódico mandó, por el contrario, la siguiente car­ta:

"Señor director: Una vez leída la carta del mártir del café, señor Thompson, aparecida en las co­lumnas del "Chronicle", le participo que he decidido, a partir de hoy. aumentar mi consumo diario de café a tres tazas, para compensar la pérdida producida por la absti­nencia del defensor de la demo­cracia Espero dentro d epoco po-dr llegar a seis tazas diarias Vi­van todos los dictadores del Brasil y ojalá prosperen mucho los de su raza Juan Camerón "

Murió en Madrid, la pasada se­mana don Serafín Alvarez Quinte­ro, el mayor de 'os dos hermanos que habían popularizado su nombre en tantas y tantas piezas de teatro.

" L a Vanguardia" de Barcelona publicó un telegrama de Madrid, en el cual se da cuenta de haberse ce­lebrado el entierro del aue fué ilustre comediógrafo. "Sobre el féretro que conducía os restos del ilustre autor—dice " L a Vanguar­dia"—se colocó un Crucifijo, pues era esta la voluntad del finado."

Creemos que a sola reproducción de este telegrama es el meior co­mentario aue puede hacerse en la hora de su muerte, en torno a la figura de don Serafín Alvarez Quin­tero.

Las palabras de Franco el día 19. día de la Unidad, fueron precisas y terminantes:

" L a vida cómoda, frívo'.a, de años anteriores, ya no es posible. Ni han de tener cabida en nuestra España la murmuración y el despecho de •as despreciables tertulias que pre­sidieron, en casinos y corrillos, el proceso de nuestra decadencia, de­dicada, en la cortedad de su hori­zonte intelectual y en la escasez de su solvencia, a la tarea demoledo­ra y antipatriótica de manchar la honra ajena y socavar los presti­gios de personas e instituciones públicas. Tengo sobre mis hombros la responsabilidad de los destinos de España, y si a golpes de victo­rias lo estoy arrancando de las ma­nos de los rojos, nadie creerá que haya de tolerar que esos viejos vi­cios puedan desviarlo del camino trazado."

¿Comentarios? por de pronto, en los bares me­

nos comentarios. Y menos gente. Ya es algo.

E n s a y o sobre el nac ional i smo

por ÜOSE ANTONIO

L A T E S I S R O M A N T I C A D E N A C I O N Aquella fe romántica en la bondad nativa de los hombres fué her­

mana mayor de otra fe en la bondad nativa de los pueblos. " E l hombre ha nacido libre y, sin embargo, por todas partes se encuentra encade­nado", dijo Rosseau. E r a por consecuencia idea! roussoniano devolver al a su libertad e ingenuidad nativas; desmontar hasta el límite posible al hombre a su libertad e ingenuidad nativas; desmontar, hasta el lí­mite posible, toda la máquina social que, para Rousseau, habla operado de corruptura. Sobre la misma línea llegaban a formularse años después la tesis romántica de las nacionalidades. Igua que la sociedad era ca­dena de los libres y buenos individuos, las arquitecturas históricas eran opresión de los pueblos espontáneos y libres. Tanta prisa como libertad a !os individuos, corría libertar a los pueblos.

Mirada de cerca, la tesis romántica iba encaminada a la "descali­ficación"; esto es: a la supresión de todo lo ñadido por el esfuerzo (Derecho e Historia) a las entidades primarias individuo y pueblo. E l Derecho había transformado a! "individuo" en "persona"; la Historia había transformado al pueblo en "polis", en régimen de Estado. E l individuo es, respecto a la persona, lo que el pueblo respecto a la sociedad política. Para la tesis romántica urgía regresar a lo primario, a lo es­pontáneo, tanto en un caso como en el otro. L E I N D I V I D U O Y L A P E R S O N A

E l derecho necesita como presupuesto de existencia la pluralidad orgánica de individuos. E l único habitante en una isla no es titular de ningún derecho ni sujeto de ninguna jurídica obligación. Su actividad sólo estará limitada por el alcance de sus propias fuerzas. Cuando más, si acaso, por el sentido moral de que disponga. Pero en cuando al de­recho, no es ni siquiera imaginable en situación así. E l derecho en­vuelve siempre la facultad de exigir algo; sólo hay derecho frente a un deber correlativo; toda cuestión de derecho no es sino una cuestión de límites entre las actividades de dos o varios sujetos. Por eso el dere­cho que supone la confidencia; esto es: un sistema de normas condi­cionantes de la actividad vital de los individuos.

De ahí que el individuo, oura y simplemente, no sea el sujeto de la relaciones jurídicas. E l individuo no es sino el "substratum" físico, bio­lógico, con que el derecho se encuentra para montar su sistema de rela­ciones regulares. L a verdadera unidad jurídica es la "persona"; esto es, el individuo considerado no en su realidad vital, sino como portador activo o pasivo de las relaciones sociales que el Derecho regula; como capaz de exigir, de ser dompelido, de atacar y de tarnsgredir.

L O N A T I V O Y L A N A C I O N De análoga manera, el pueblo, en su forma espontánea, no es sino

el "substratum" de la sociedad política. Desde aquí, para entenderse, conviene usar ya la palabra "nación", significando con ella precisamente eso; la sociedad política es capaz de hallar en el Estado su máquina ope­rante. Y con ello queda precisado el tema del presente trabajo: escla­recer qué es la nación; si la realidad espontánea de un pueblo, cómo pien­san los nacionalismos románticos, o si algo que no se determina por los caracteres nativos.

E l romanticismo era afecto a la naturalidad. L a "vuelta" a la na­turaleza fué su consigna. Con esto, la "nación" vino a identificarse con lo "nativo". Lo que determinaba una nación era los caracteres étnicos, lingüísticos, topográficos, climato'ógicos. E n último extremo, la comu­nidad de usos, costumbres y tradición; pero tomando la tradición poco más que como el recuerdo de los mismos usos reiterados, no como re­ferencia a un proceso histórico que fuera desde una situación de partida hacia un ta', vez inaccesible punto de llegada. Los nacionalismos más pe­ligrosos por los disgregadores son los que han entendido a nación de esta manera. Como se acepte que la nación está determinada por lo espontáneo, los nacionalismos particularistas ganan una posición in­expugnable. No cabe duda de que lo espontáneo les da la razón. Así es tan fácil de sentir el patriotismo local. Asi se enrienden tan pronto los pueblos en el frenesí jubiloso de sus cantos, de sus fiestas, de su tierra.

Hay en todo eso como una llamada sensual, que se percibe hasta er. Ba aroma del suelo: una corriente física, primitiva y encandilante; algo parecido a la embriaguez y a la plenitud de las plantas en la época de Ha fecundación.

T O R P E P O L I T I C A A esa condición rústica y primaria deben los nacionalismos de t;po

romántico su extremada vidriosidad. Nada irrita más h los hombres y a los pueblos que el ver estorbos

en el camino de sus movimientos elementales: el hambre y el celo, ape­titos de análoga jerarquía a la llamada obscura de la tierra, son ca­paces, contrariados, de desencadenar lias tragedias más greves. Por eso es torpe sobremanera oponer a los nacionalismos románticos actitudes románticas, suscitiar sentimientos contra sentimientos. E n e' terreno efectivo, nada es tan fuerte como el nacionalismo local, precisamente por ser el más primario y asequibl a todas las sensibilidades. Y , en cambio, cualquier tendencia a combatirlo por el camino del sentimiento envuelve el peligro de herir las fibras más profundas, por más elementa-

Y si pido perdón para esos hombres equivocados o envenenados ene­migos míos en un tiempo, camaradas míos en lo futuro, y si pido perdón para esos hombres, calculad con qué fervor, con qué humildad con qué ansiedad le voy a pedir para esos camisas azules, soldados de la vieja guardia, que si están en la cárcel será porque han delinquido ¡qué duda cabe!—pero de buena fe. Estos camaradas nuestros ya fueron perdona­dos, con la hombría de bien y la bondad que pone en todos sus actos por el Caudillo al constituirse el Consejo Nacional.

Ahora están pendientes de que sus expedientes se revisen. Yo pido a los encargados de ello que roben horas al sueño, que roben horas al descanso, que revisen esos expedientes; que piensen que estos camisas azulas que están en la cárcel fueron aquellos hombres que cuando Es ­paña se revolcaba en todas las ignominias, se lanzaron a la calle para sembrar el ¡Arriba España! Que aquellos hombres que cuando España sufría, fueron los que demostraron quererla más y salieron a la calle a ofrendarla su vida y su libertad y por aquello ya sufrieron cárceles y

perSeCUCÍOneS • J U A N Y A Q U E

(Véase en pág. 5 fragmentos de su discurso del día 19.)

les, del espíritu popular, y encrespar reacciones violentas contra aquello mismo que pretendió hacerse querer.

De esto tenemos ejemplo en España. Los nacionalismos locales, há­bilmente han puesto en juego resortes primarios de los pueblos donde se han producido: la tierra, la música, la lengua, los viejos usos cam­pesinos, el recuerdo familiar de os mayores... Una actitud perfectamen­te inhábil ha querido cortar el exclusivismo rtacionallsta, hiriendo esos mismos resortes. Algunos han acudido, por ejemplo, a la burla contra aquellas manifestaciones elementales. Así los que hían ridiculizado por brusca la lengua catalana. No es posible imaginlar política más tosca: cuando se ofende uno de esos sentimientos primarios, instalados en lo profundo de la espontianeidad de un pueblo, la reacción elemental en contra es inevitable, aún por parte de los menos ganados por el espíritu nacionalista. Casi se trata de un fenómeno biológico.

Pero no es mucho más aguda la actitud de los que se han esforzado en despertar directamente, frente al sentimiento patriótico localista, e mero sentido patriótico unitario. Sentimiento por sentimiento, el n-smple puede en todo mas. Descender con el patriotismo unitario al terreno de lo efective, prceptible por una sensibilidad casi vegetal, es •uás intenso cuanto más próximo.

E L D E S T I N O E N L O U N I V E R S A L .

¿Cómo, pues, revivificar el patriotismo de las grandes unidades hete­rogéneas? Nada menos que revisando el concepto de "nación" pana cons­truirlo sobre otras bases. Y aquí puede servirnos de pauta lo que se dijo respecto de la diferencia entre "individuo" y "persona". Así como la persona es el individuo considerado en función de sociedad, la nación es el pueblo considerado en función de universalidad. L a persona no lo es en ciíanto rubia o morena, alta o baja, dotada de esta lengua o de la otra, sino en cuanto portadora de tales o cuales relaciones sociales re­guladas. No se es persona sino en cuanto se es "otro", es decir: uno frente a los otros, posible acreedor o deudor respecto de otros, titular de posiciones que no son las de los otros. L a personalidad, pues, no se determina desde dentro, por ser agrgado de células, sino desde fuera, por ser portador de relaciones. Del mismo modo, un pueblo no es na­ción por ninguna suerte de justificaciones físicas, colores o sabores loca­les, sino por ser "otro en lo universal", es decir: por tener un destino que no es el de las otras naciones, por diferenciarse "desde fuera" en el conjunto de las demás naciones. Así, no todo pueblo ni todo agregado de pueblo es una nación, sino sólo aquellos que cumplen un destino his­tórico diferenciado en lo universal.

De aquí que sea superfino poner en claro si en una nación se <|an los requisitos de unidad de geografía, de raza o de lengua; lo importan­te es esclarecer si existe, en lo universjal, la unidad de destino histórica.

Los tiempos clásicos vieron esto con su claridad acostumbrada. Por eso no usaron nunca las palabras "patria" y "nación" en el sentido ro­mántico ni clavaron las anclas del patriotismo en el oscuro amor a la tierra. Antes bien, prefirieron las expresiones como "imperio" o servi­cio de "rey"; es decir, las expresiones alusivas a "instrumento históri­co". L a palabra "España" es por sí misma enunciado de una empresa; siempre tendrá mucho más sentido que la frase "nación española". Y en Inglaterra, que es acaso el país de patriotismo más clásico, no sólo no cx ste el vocablo "patria", sino que muy pocos son capaces de separar la palabra "King" (rey), símbolo de unidad operante en la historia, de la palabra "country", referencia al soporte territorial de la unidad misma.

L O E S P O N T A N E O Y L O D I F I C I L

Llegamos al final del camino. Sólo el nacionalismo de la nación en­tendida asi puede superar el efecto disgregador de los nacionalismos locales. Hay que reconocer todo lo que éstos tienen de auténticos; pero hay superar el efecto disgrgador de los nacionalismos locales. Hay que reconocer todo lo que éstos tienen de auténticos; pero hay que suscitar frente a ellos un movimiento enérgico, de aspiración al nacionalismo mi­sional, al que concibe a la patria como unidad histórica de destino. Claro está que esta suerte de patriotismo es más difícil de sentir; pero en su dificultad está su grandeza. Toda existencia humana de individuo o de pueblo es una pugna trágica entre lo espontáneo y lo difícil. Por lo mismo que el patriotismo de la tierra nativa se siente sin esfuerzo, y hasta con una sensualidad venenosa, es bella empresa humana desenla­zarse de él y superarlo en el patriotismo de la misión inteligente y dura. Tal será ¡a tarea de un nuevo nacionalismo: reemplazar el débil intento de combatir movimientos románticos con armas románticas por la fir­meza de levantar contra desbordamientos románticos firmes reductos clásicos, inexpugnables. Emplazar los soportes del patriotismo, no en lo efectivo, sino en lo intelectual. Hacer del patriotismo, no un vago sen­timiento que cualquiera beleidad marchite, sino una verdad tan incon­movible como las verdades matemáticas.

No por ello se quedará el patriotismo en árido producto intelectual. Las posiciones espirituales ganadas así, en lucha heroica contra lo espon­táneo, son las que luego se instalan más hondamente en nuestra auten­ticidad. Por ejemplo, el amor a los padres, cuando ya hemos pasado de la edad en que los necesitamos, es, probablemente, de origen "artificial", conquista de una rudimentaria cultura sobre la barbarie originaria. E n estado de pura animal'dad. la relación paterno-filial no existe desde el momento en que los hijos pueden valerse. Las costumbres de muchos pueblos primitivos autorizaban a que los hijos matasen a sus padres cuando éstos ya eran, por viejos, pura carga económica. Sin embargo, ahora, ía veneración a los radres está tan clavada en nosotros, que nos parece como si fuera e' más espontáneo de los afectos. Tal es, entre otras, la dulce recompensa que se gana con el esfuerzo por mejorar ; si se pierden goces elementales se encuentran al final del camino otros tan caros y tan intensos que hasta invaden el ámbito de los viejos afec­tos, extirpados al comenzar la empresa superadora. E l corazón tiene sus razones que la razón no entiende. Pero también la inteligencia tiene su manera (Je amar, como acaso no sabe el corazón.

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ZoNTF PANORAMA i n f e r n a c i o n a l

E l acuerdo angloitaliano firma­do el día 17 de abril en el Palacio Chigi en Roma, marca una fecha en la historia de Europa. E l desarre­glo ha terminado. Italia y la Gran Bretaña cuyos intereses son esen­cialmente comunes, han logrado después de tres años poco afortu­nados restablecer una amistad tra­dicional.

Sin entrar ahora en el detalle de todos los puntos del pacto firma­do, que abarca y resuelve en sus varios aspectos las cuestiones más importantes existentes entre ambos países, conviene hacer resaltar la profunda importancia psicológica de este acuerdo. Queda establecida una política de reciprocidad en el Mediterráneo sustituyéndose Iss rivalidades existentes con la buena voluntad. Nadie, que no sea algún antifacista rencoroso o los busca­dores de desorden, dejará de ale­grarse de ello.

E s lógico prever que el acuerdo que supone en gran maneraj el triunfo personal de dos grandes hombres de estado—Mussolini y Chamberlain—, tendrá como resul" tado próximo un cambio total en la política exterior europea. L a lec­ción que se desprende del paso dado hoy es que la Sociedad de Nacio­nes debe renovarse, o suprimirse definitivamnte si se quiere llegar a una práctica colaboración entre las cuatro potencias de quienes depen­de el afianzamiento de la paz.

Francia, empujada por los discre tos hombres de Londres inicia es­tos días la segunda fase del proyec­to que tiene como objetivo inme­diato la celebración de una reno­vada conferencia a cuatro.

E l Gobierno francés ha realizado ya cerca de Roma los preliminares de conversaciones necesarias para llegar al restablecimiento de rela­ciones diplomáticas normales entre los dos países, inexistentes desde el conflicto etiópico. E s casi seguro también que se iniciarán gestiones cerca de la España Nacional.

Aunque con lentitud ^l eobierno Deladier se aparta de k funesta po­lítica seguida por sus predecesores. No es difícil así, que puedan apro­barse—con las debidas reservas— los primeros indicios de sensatez. Pero tengamos en cuenta que el nuevo gobierno no puede por su constitución misma raüzar grandes empresas durante las actuales va­caciones parlamentarias. En reali­dad el gobierno del señor Deladier vino a dar, más que la aphcación de una política organizada, la re­acción de una gran mayoría del país, vivamente agitado por las an­teriores experiencias.

F O G

La infame proposición Más allá de las fronteras, la voz

de nuestros enemigos y detracto­res, acallada ya en muchos, va poco a poco suavizándose.

España se había ofrecido al mundo partida en dos, como exi­giendo un plebiscito. Dia por día. en dos años de tensión, hemos vis-volcarse en nuestra lucha todos los odios, todas las ambiciones y rodos los sentimientos afines. Au­reolado ya por los primeros res­plandores de la paz, el triunfo de /a causa Nacional cobra asi más . más caracteres de universali­dad.

No es hora de dilucidar preemi­nencias en nuestros afectos; esco­jamos, simplemente, en el camino de las dificultades, la nota emo­cionante de un poeta, que sinte­tiza con la diamantina fuerza de sus versos las más esforzadas amis­tades.

Este insigne poeta francés, Paúl Claudel —verdadero católico y verdadero francés— sabe llegar con sus versos a la razón profun­da del movimiento Nacional. Hay quien pretende todavía circuns-

P A U L C L A U D E L

cribir a simples razonamientos po­líticos lo que es el orgullo impul­so de una civilización que, cris­

talizando en España, opone el di­que de su energía y barbarie.

Claurel descubre, iluminándolo con su poema "A los mártires es­pañoles", el profundo sentido re­ligioso de nuestro pueblo, que en el camino abierto por los predi­cadores de la destrucción y el odio, se agruparon alrededor de lacruz,en una nueve fe naciente. Había en cada español la memo­ria de una iglesia destruida.

Era el instante supremo en que se decidía la suerte de España.

"Los ojos en los ojos —dice el poeta—; ha llegado el momento de encararse con la infame propo­sición."

1 spaña no dudó, no hubiera po­dido dudar nunca. Pero de lejos, contemplando nuestro sacrificio, el mundo, enfrentado también con la infame proposición, vacilaba...

Es bello antes del obligado ol­vido el espectáculo de tanta indi­ferencia, recordar la íntima voz del poeta, lanzándonos el primero la consigna de "escoger y desen­vainar el alma."

M A S C A R O .

DE

mi nmmi ¡Salve quinientas iglesias ca­

talanas destruidas! ¡Salve gran catedral de Vicb, catedral de José María Sert!

¡También vosotras habéis sabido dar testimonio, también vosotras sois mártires!

Las mismas iglesias sois que vió Juan: iglesias de Gerona y Tortosa, iglesias de Laodicea y Tiatira

La Testidura ardió con el sa­cerdote, y el cirio prendió fuego al candelabro.

Todavía se yergue el campa­nario —es el último instante— sobre el evangélico animal que se encabrita.

T con estrépito de trueno el campanario se desploma, se derrumba, desaparece, ha des­aparecido.

Todo se acabó, iglesia de mi primera comunión; ya no te veré más.

; ¡Pero es hermoso morir par­tido en dos: sectl snntü ¡Es hermoso morir en su puesto con un grito d triunfe!

¡Es hermoso para la iglesia de Dios subir entera al cielo en el incienso y en el holo­causto!

Sube al cíelo. Virgen vene­rable ¡Todo derecho! Sube, co­lumna Sube ángel Sube al cie­lo, gran oración de los antepa­sados

No eras admirable sino para los hombres, catedral de José María Sert Ahora, catedral, eres agradable a Dios

V E N T A N A AL. M U N D O

lili Imprento F. E. T.--Burgos

R E L A C I O N E S I T A L O - F R A N C E S A S

E l cambio iniciado actualmente por Francia para rectificar su an­terior política pone en primer término de actualidad sus relaciones con Italia. Recordemos que por espacio de dos años los dos países no han tenido relación diplomática ninguna como consecuencia de la actitud intransigente de Francia manteniendo aún la situación creada por la aplicación de las sanciones a Italia durante la conquista de Etiopía.

Así el 31 de octubre de 1936 el señor Chambrun. embajador de Francia en el Quirinal, alcanzado por el límite de edad abandonaba Roma. E l Gobierno italiano solicitó que las cartas de presentación

de su sucesor fuesen dirigidas, como era lógicomente debido, "al rey de Italia y emperador de Etiopía". E l Gobierno francés se negó a ello

y como consecuencia el puesto de embajador de Francia en Roma ha permanecido vacante desde aquella fecha.

L a situación resultante fué criticada en diferentes ocasiones tanto en los medios franceses como en los italianos sin llegarse nunca a una necesaria aproximación.

No es necesario insistir sobre los culpables de esta actitud absurda mantenida por Francia. E l Frente Popular francés acumuló suficien­temente durante su mandato, los errores más estrepitosos, para que puedan olvidarse con facilidad.

Hoy Francia se dirige, culpable y conciliadora hacia Roma. Que pensarían de esta decisión el neurótico judio Blum, que no puede físicamente llegar a pronunciar—tanto es su odio—el nombre de Be­nito MussoUm? ; Y el triste Don Juan de la melena, Boncourt, que no hace mucho afirmaba públicamente que el Duce era un césar de car­naval? Habrá sido si acaso, como decía un agudo comentario, car­naval en París y César en Roma.

P R O C E D I M I E N T O R U S O

La U . R. S. S. no da nunca la cara. P'ramenfe la d H o m í d a co­munista se manifiesta en actos o decoraciones precisos. No. la políti­ca tortuosa de los soviets saca más provecho en la Socidad de Na' ciones y en el trabajo silencioso oue en todos los países llevan a cabo, en las sombras, los agentes rusos.

Siembran la discordia entre los pueblos, con la pistola o con el oro; la U . R. S. S. ha sabido emplear indistintamente las dos armas.

Ambos procedimientos supo usar con eficacia en España. Pero en ningún caso hará hasta el último extremo causa común con los rojos. AI contrario, siguiendo su acostumbrada táctica abandona ya a sus

amigos—y a sus víctimas—temiendo que al precipitarse los aconte­cimientos vea envueltos a sus agentes en la derrota.

Sobre ello daba " L e Matin" la siguiente información: L a salida de Barcelona sin ruido de la G. P. U . con su Estado Ma­

yor y sus agentes y sus equipajes, es una manera típica del proceder soviético; uno nunca lucha, se hace que luchen los otros; nunca se arriesga la piel propia, se hace que los otros la arriesguen; uno nufl-ca inicia los incencios. se contenta uno co-; proveer las antorchas o el dinero para comprarlas.

Después, cuando las cosas salen mal, cuando los guardias se acer­can, cuando la electricidad empieza a faltar, cuando el pan escasea, cuando el desgraciado país que se ha sublevado no es más que un esqueleto vivo y esti agujereado como un colador, se repliega uno de buen grado con sus emisarios, sus consejeros y sus fondos. Se va uno a operar a otra región, o se va uno a Ginebra camuflado como partidario de la S. de N. para hallar de derecho, contratos y seguridad.

Jamás en la historia del mundo moderno, se ha visto maldad más ignominiosa. Jamás se ha visto una malificencia más tímida. Pero la abyección tiene sus límites y a URSS con su G. P. U. empieza a tro­pezar. No está lejos el día en que la Europa civilizada se decida a satír de este fango sangriento."

L A E D U C A C I O N D E L P U E B L O E N A L E M A N I A

La obra de educación popular, que es una de las más importantes tareas a realizar ñor el nacionalsocialismo puede asegurarse ya. que se ha extendido desde las grandes urbes hasta las más insignificante^ al­deas. Los procedimientos empleados en las grandes ciudades, no pueden aplicarse en las pequeñas, y son sustituidos por las bibliotecas ambu­lantes. Se cuida también de una revalorización de costumbres caídas en desuso, como son el traje nonular, etc.. etc. Desde ha aumentado considerab'emente ei número de teatCM ambulantes oue llevan a las pequeñas ciudades las obras del teatro dramátiro. asi mismo como el repertorio de las óperas v conciertos más notables. Las exposiciones artísticas en las fábricas b-n dado tamb:én rn resultado extraordinario en cuanto a su éxito S*- ha intentado enviar a las peoueñas ciudades, las obras originales de los museos; pero por ahora se ha desistido de ello por las grandes dificultades que esto acarrean'^ y oor el deterioro que a la larga habría que lamentarse. E n sustitución de esto se envían reproducciones litográficas a todo color de las obras maestras de la pintura clásica, y al mismo tiempo re estimula al trabajador para oue adquiera, en la medida posible de sus medios. I?s obras artísticas eje­cutadas por le» maestros contemporáneos. De esta manera la educa­ción popular en el tercer Reich ha encontrado su verdadero sentido.

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^ 1 O M a X N K a M K W w m m

Nuestros camaradas cadetes y flechas de Cataluña realizan coti­dianamente, en San Sebastián, ejercicios de disciplina y milicia na-cionalsindicalistas. Su formación ha llegado ya, después del tiempo

U NA de las causas de las hosti­lidad que se tiene a la Falan­

ge Española Tradicionalísta en cier tos medios de la vieja política es l carácter exclusivo y total del Mo vimiento. Hay algunas gentes qu'. quisieron esto :un régimen liberal dr democracia o de dictadura sua­ve, desde luego con asamblea na­cional. Y la Falange, una especie de somatén con camisa azul, para mantener el orden público al ser­vicio d los políticos. Del nuevo or­den social, ni hablar; de reforma económica, ni hablar: de la Pa­tria, el Pan y la Justicia, ni hablar, ¿Qué importa el "buen vasallo" si los "malos señores" gozan en Ma­drid de predilección periodística, d coro, clientes, de fiesta perpetua, con apariencias d: agobio patrióti­co? Y como la Falange Española Tradicic na lista no se ha hecho pa­ra hae r guardia cívica en torno de vejeces insepultas, hay que des­hacer a la Falange para qut, que­de el paso libre a las bellas combi­naciones.

Pero la Falange Española Tra­dicionalísta es eso: una Falange un cuadro militar en torno del me -jor Caudillo, y para destruir es preciso emplear una táctica ele­mental de guerra: hay que dislo­carla, que escindirla, y como en apariencia existe una juntura en la unificación, quieren meter por ella su cuña, sin fijarse en que (sa juntura es únicamente d? indu­mentaria. Y después dirigen sus tiros contra la Falange, creyendo que una vez desaparecida, el Rc-queté sería más dócil y manejable, sin fijarse tampoco en que el Tra­dicionalismo ha sido durante cien años el más fuerte, intransigent-y heroico baluarte de Dios y de España contra las dontrinas ÍIUÍ traían de fiip^a nuestra ruina.

Luego queda el amor propio. Muchos qu- tenían cierto nombre y cierto'pedestal hecho a medias e l p i c a r d í a y de servilismo, ven que ahora no tienen un puesto ba-io el sol de nurstro Estado en la Primavera alegre y militar que se presienta en el cielo, en la tierra y tn el mar. Muchas gentes, acos­tumbradas al coro reverencial y sumiso, ven que ya nadie Ies hace caso, y por eso grifan y sa albo­rotan v desgastan firmes espe­ciales, como los charlatán's de fe­ria tocan la campanilla o comen papel para atrarrse un corro don­de vencer sus buhonerías.

- El odio a la Falange unas ve­ce s es sistemático, por ignorancia, y muchas, por manejo. Nosotros conocemos bien una y otra clase de odio. Los dos tienen pcrfecti explicación y los dos nos satisfa­cen, aunque esto suene a parado­ja. El odio no i s otra cosa que ana forma defensiva. Nunca se tiene el odio hacia lo qu?: puede ser fácil -mente sustituido, hacia las cosas de poca monta, hacia lo mediocre. Ocurr' a veces que el odio se di­rige hacia las cosas que más se han estimado. Pu'-s el odie, en todas sus formas, también le es prove­choso a la Falange, porque la Fa-

Zoología Eolítica

transcurrido, a un grado de madurez que augura magníficos pro­nósticos para la campaña a realizar en la región catalana. Estos camaradas. que han tenido ocasión y entusiasmo para aprender todo lo que a un falangista concierne, serán uno de los mejores envíos

lange se formó frent . al odio, com­batiendo con él en los días difíciles que fu-ren vacación para muoh.-; i que hoy nos combaten.

El odio sistemático es el de aqu líos que ni siquiera nos conocen, porque no se han molestado en es­cucharnos. Teman c o m o aigu -mentó cuanto oyen a otros, quo también nes odian y no sab r de­cir por qué nos odian, que es In prueba inequívoca de su ignoran­cia; y a la pregunta: ¿por qu* edia usti-d a la Falange?, respon den: porque sí. .. El odio por madejo es el de aqu -líos que nos conocen bien. y. por conocernos, ven en la Falange un peligro para qui se realice cuan­to ellos apetecen. .. Para todas las formas de' olio, la Falang? tiene una scla réplica una sola respuesta, ¡nvariable y

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ri finitiva: La rectitud de su con­ducta dentro de los limites de la le^ponsabi'idad histórica, social v económica. Nosotros no hacemos bandería, política de grupo ni pro pa!;anda de alabanzas. La Falan­ge y su Caudillo saben que pan hacer la España Nueva a unos to­cará p -rder y otros alcanzarán cuanto habían perdido injusta­mente. La Falange, unida hoy a las milicias de la Tradición, es la única fuerza capaz de hacer y des­hacer. Y quien no sea capaz de formar en esta milicia única úz Falange y de Tradición, con espí­ritu dispuesto al sacrificio, sin otro orgullo que el de la Patria y el de Franco, bien puede pensar que es­tá dr más y le sería mejor poner­se al cuello una rueda de molino.

(De "Arriba España').

II

—juventud en hábito de disciplina—de que la Falange se servirá para la labor de proselitismo en la zona hoy todavía no liberada. E n las fotos que acompañan a este texto, se ven a unas falanges de cadetes de nuestra Territorial, en un momento de su diaria instrucción.

HUID

CON M M h Yo quisiera, burgaleses, poder llevar a esos hombres al frente y por

duro que fuese su corazón, al poco rato se darían cuenta de la grandeza de los momentos que estamos viviendo y cuando viesen combatir a nuestros soldados se sentirían orgullosos y felices de haber nacido en un país que dió tales hombres, se sentirían felices de tener de compatriotas a tales héroes.

jQué valientes son nuestros mozos, camaradas burgaleses! ¡Con qué alegría se enfrentan con todos los peligros! ¡Con qué decisión vencen todas las resistencias! ¡Con qué acometividad atacan, y cuando caen lo hacen con la sonrisa en los labios y brotándoles del corazón el "Arriba España".

Y con ser el heroísmo, camaradas, tal como es, no es para mí la vir­tud más grande que tienen nuestros combatientes, la virtud más grande que informa a nuestros guerreros es la nobleza.

Yo quisiera que esos hombres fríos de corazón viesen a nuestros gue­rreros cuando extenuados de marchas inauditas, cuando dolorido todo su cuerpo de salvar malezas y breñales, cuando rotos sus nervios de estar sometidos horas y horas y días y días a peligros, cuando tienen constrisr tado su ánimo de ver caer a su lado a los camaradas mejores, se en­cuentran con prisioneros rojos. E n ese momento que todas las cruel­dades tendrían disculpa y todas las venganzas explicación, lo primero que hacen nuestros guerreros es alargarles su bota y su petaca, y cuan­do ven que han satisfecho su necesidad material, les extiendeh los bra­zos y les estrechan contra su corazón.

Allí verían estos hombres que tampoco son ciertas esas noticias que se dan a kilómetre>s y kilómetros de distancia de los frentes y según las cuales los rojos corren y corren sin descanso, con lo cual, además de faltar a la verdad restan mérito a nuestros hombres. Los rojos luchan con tesón, defienden el terreno palmo a palmo, y cuando caen lo hacen con gallardía. Han nacido en esta santa tierra que endurece los mús­culos y templa el corazón; han nacido bajo este sol de fuego de nuestra España que desata las pasiones y las hace impetuosas, han nacido en E s ­paña, son españoles y por tanto valientes.

Allí verían estos hombres fríos, y acaso ésto les hiciera pensar, que cuando un soldado azul, siempre valiente, se encuentra con el soldado rojo, valiente también, le extiende los brazos y con el abrazo, empiezan a comprenderse, acaso adivinen el próximo enemigo común y sienten allí en los frentes, sobre la tierra española sangrante, la necesidad de unificarss.

Estos son, burgaleses, los puntos fundamentales en que se ha de asentar la unificación para que dé los frutos que el Caudillo soñó y to­dos ambicionamos: Justicia social; Justicia justa, espíritu de exalta­ción patrótica, de sacrificio y sentido militar y heroico de la vida.

Pero esto no basta. Para darle a la unificación calor humano, para que ésta sea sentida y bendecida en todos los hogares, hay que perdonar. Perdonar sobre todo. E n las cárceles hay camaradas, miles y miles de hombres que sufren prisión. Y ¿por qué? Por haber pertenecido a algún partido o a algún sindicato. Entre esos hombres, hay muchos honrados y trabajadores que con muy poco esfuerzo, con un poco de cariño se les incorporaría al Movimiento. Hay muchos que engañados o forzados han cotizado en un Sindicato. No creo que este delito sea más grave que el que cometieron aquellos banqueros y aquellos comerciantes que daban sus anuncios y su dinero a los periódicos socialistas.

Hay que ser generoso, camaradas. Hay que tener el alma grande y saber perdonar. Nosotros somos fuertes y nos podemos permitir ese lujo; pero sobre todo tenemos que seguir los mandatos del Caudillo. E l Cau­dillo hace muchos meses que prometió a los rojos—y sigue prometién­dolo y poniéndolo en práctica—que los que no tengan ningún delito co­mún de qué arrepentirse, vengan a nuestras filas, entreguen sus armas y allí encontrarán el perdón y el olvido.

Y si esto se hace con hombres que llevan veinte meses haciendo ar­mas contra nosotros ¿qué justicia, qué ley es la que mantiene en la cárcel todavía a estos señores por la única falta ya perdonada por el Caudillo de haber pertenecido a una Sociedad? ¿Es que estos hombres han cometido mayor delito que aquéllos otros que estuvieron durante ve'nte meses haciéndonos tiros? ¿Es que si a éstos hombres no les po­nemos en la calle no van a creer que a aquéllos otros les perdonamos por miedo?

Yo pido a las autoridades qve revisen expedientes. Que lean ante­cedentes y que vayan poniendo en libertad a esos hombres para que de­vuelvan a sus hogares el bienestar y la tranquilidad, para que pecamos empezar a desterrar el odio, para aue cuando venimos a predicar todas estas cosas grandes de nuestro credo, no veamos entre el público son risas de escepticismo y acaso miradas de odio, porque tened en cuenta que en el hopar donde haya un preso sin que haya habido un delito tiene

anidar el odio. General J U A N Y A G Ü E

("Del discurso del 19 de abril.)

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Entendemos que lo nacional y lo social ñan de integrarse en una síntesis superior, que para nosotros cuaja en la fórmula nacional~sindicalista.

JOSE ANTONIO 29-XII -35

D e t l í n o

E S T I L O D E D E R R O T A S

"Radio Asociación" emitió el día 19, en su comentario, las siguien­tes palabras: " L a República" des­de que empezó la lucha por su in­dependencia no ha empleado más armas que las de la verdad"... "A cambio de la verdad, el Gobierno exige confianza a todos los espa­ñoles y fe ciega en la victoria"...

Nuestros lectores pueden juzgar, sin ningún comentario nuestro, de la "veracidad" de estas afirmacio­nes. L a mentira se emplea incluso en la hora de hablar de "verda­des".

Pero, por otra parte, hay que re­conocer que la verdad, a estas ho­ras, se dice. Los rojos dicen la ver­dad, aunque con métodos falsos. No pueden dejar de decir lo que ocu­rrido en los distintos frentes; pero ¡a mentira empieza justamente en la manera de decirlo. Así, hemos podido asistir esta semana a un es­pectáculo literario regocijante. E l estilo de derrotas. Estilística difí­cil, aun para ellos, que han sido maestros en este género de cosas. E l desastre del frente de Cataluña, nuestra llegada al mar. todo ello es comentado por ellos con un ímpe­tu y un cinismo espeluznantes.

Así por ejemplo: "Sort—dice un periódico de Barcelona—se ha to" mado por los facciosos con unas semanas de retraso"...; como si nos­otros huéramos fijado fecha, o tu­viéramos un itinerario turístico prefijado.

" E n el sector de Tortosa, dice el Parte Oficial rojo del día 20, nues­tras tropas, "por conveniencia tác­tica" se han establecido en posi­cones a la orilla izquierda del Ebro."

Pero el comentario más digno de ser transcrito nos lo da "Política" de Madrid; "Política" relata la sorpresa producida en el mundo entero, "especialmente en el mun­do fascista" al ver que la evacua­ción de Vinaroz se ha llevado a ca­bo de una manera perfecta, con­forme a las órdenes del mando.

"Todos—dice "Política" en esta formidable editorial — se habrán convencido que no somos unos in­deseables, sino un Ejército fuerte, dotado de una disciplina envidia­ble bajo la dirección del Gobernó."

rojo a través de su prensa gravedad. De gravedad, pero no de desesperación, como podrían inter­pretar los pusilánimes los traido­res y los agentes de Franco infil­trados en nuestra retaguardia."

Ante la gravedad de la situación se adoptaron medidas que dan una idea de la organización de que ha­blaba "Política" en los párrafos transcritos más arriba; los co­rresponsales de los diarios ingleses afirman que, para la batalla de Tor­tosa fueron enviados para el rele­vo de las tropas que combatían, ciudadanos vestidos de paisano y sin armamento; los fusiles debían pro­curárselos de aquellos a quienes iban a relevar.

Esto se ve después confirmado por la orden de movilización, trans­crita en " L a Vanguardia" del día 16; dice:

"Decretada la incorporación a filas de todos los individuos com­prendidos en el reemplazo de 1928. "incluso los inútiles", los cuales efectuarán su incorporación en los centros de reclutamiento, instruc­ción y movilización más próximos a su residencia, en los días 20 y 21 del actual, siendo portadores de una manta, calzado, plato y cubierto to­do ello en buen uso.

Dichos individuos irán socorri­dos con 5 pesetas diarias por los presidentes de los respectivos con­sejos municipales a partir de la fe­cha que emprendan la marcha para la incorporación, debiendo utilizar para los correspondientes viajes cuantos medios encuentren a su al­cance y caso de carecer de todos ellos, realizarlo en jornadas a pie, de duración mínima de 20 kilóme­tros diarios, a fin de que se en­

cuentren en las fechas citadas en los puntos de incorporación."

Con un ejército en estas condi­ciones, se quiso evitar nuestra lle­gada al Mediterráneo.

N E G R I N O P T I M I S T A Negrín, sin embargo, sigue res­

pirando optimismo. Nos lo dijo en su último discurso. Y nos lo ra­tifica en " L a Vanguardia" del 17, donde, por medio de su redactor oficial, se comenta a sí mismo di­ciendo: "En toda la actuación gu­bernamental del Sr. Negrín sobre­sale una cualidad: el optimismo."

"¿En qué se basa este optimis­mo? Pues en que "se ha logrado desbaratar el propósito del ene­migo de obtener una victoria ful­minante". Es decir: para Negrín. solo una victoria instantánea sería un fracaso. No lo es haberle se­parado de Madrid en cuarenta días de avance desde Zaragoza. Negrín triunfa, según él, con nuestra vic­toria no fulminante. Un avance co­mo el nuestro le pone optimista. Qu'zá sea porque nuestro avance, kilómetro tras kilómetro, le oermi-te cargar sobre su conciencia un mayor número de bajas de las rtUe se cargaría con una victoria ful­minante nuestra. Este es tal vez, el único fundamento de su opti­mismo. No acertamos a encontrar otro.

Al OO MAS .SOBPE E L S E G U N D O G O B I E R N O

N E G R I N

Poco a poco se van aclarando las razones que motivaron, hace apro­ximadamente quince días, la for­mación del segundo gobierno Ne­

grín, con la salida de Prieto de la cartera de Defensa y la incorpo­ración de las sindicales. Según apuntan algunos diarios extranje­ros, Prieto, en combinación con Azaña y algún otro grupo hoy ya moderado en relación con la ex­trema izquierda anarco sindicalista, pretendía plantear el problema de si aún sabiendo que la guerra es­taba irremisiblemente perdida, era oportuno continuar la resistencia. Prieto era el paladín más esforza­do—según estos diarios extranje­ros—de la capitulación, llevada a cabo a última hora para salvar las últimas ruinas del país. Parece que la idea de Prieto y de los repu­blicanos halló una contundente oposición en Negrín y, sobre todo, en las sindicales. Y Prieto y con ello las voces oficiales de capitu­lación—saltaron por la ventana del Ministerio para instalarse en Pa­rís siguiendo el camino de todos los capituladore-! de primera y segun­da hora, desde Pórtela Valladares y Mai'ra hasta les trotskystas del 7 de Mayo,

Así. pues, el nuevo gobierno no ••epreFenta siqf 'era a los rojos es­pañoles. L a situación internacional le coloca en oposición de todos. Y así, cuanto más fi'erte es esta, por dentro y por fuera, el Gobierno sobreviene más y más fuerte; for­taleza exterior que era la única apetencia de los sindicalistas que han visto, por fin. llegada la hora —el minuto, quizás solamente—de conducir las riendas de este país que de puro débil, no tiene ni áni­mo de encabritarse contra el látigo que le castiga.

Elogio al revés Cuando el que esto escribe co­

menzó a darse cuenta, hace algu­nos años, de que las cosas en E s ­paña no marchaban, resolvió por escrúpulos de conciencia proceder a una revisión minuciosa de su

el mundo entero un hombre negado para la alta y verdadera política, ese hombre es—después de Maciá—Pi Margall. No tuvo Pi Margall du­rante toda su existencia más que una sola y constante preocupación,

"Debemos hacer saber a las po- ideol ¡3 DeSeo5o de enterarse en un solo metro para medir todas las tencias democráticas este detalle, por el que habrán sin duda sabido valorar la exactitud de nuestra po­lítica."

E s decir: según "Política", el mundo entero debe rendir homena­je a un ejército fuerte, tan fuerte que evacúa las poblaciones con ab­soluto orden.

Según ellos, las batallas las ga­nan, quizás, los que mejor saben evacuar.

E l mundo fascista está admira­blemente sorprendido ante esta ma­ravilla. Y por este detalle las po­tencias democráticas se darán cuen­ta de que ellos no son una tribu de indeseables, sino que tienen, por el contrario, una política exactí­sima...

¡Oh, magnífico estilo de derro­tas!... Como quedará el mundo ad­mirado ante el espectáculo de la evacuación de su periódico llevada a cabo por los redactores de "Po­lítica".

L A L L E G A D A A L M A R

E l editorial de "Treball" del día 16 comienza con esta afirmación: " A la vista de los acontecimientos militares en el bajo Ebro, hemos de decir claramente a todo nuestro pueblo que la situación militar ac­tual reviste caracteres de suma

las fuentes y para no caer en enga­ño se entregó a 'a lectura en unos casos, a la relectura en otros, de las obras fundamentales de los pontí­fices del izquierdisnio nacional y extranjero.

No tenía al hacerlo ningún pre-hiicio contra esto o aquello. Preten­día enterarse de verdad. Había en­tre heredado y absorbido del niedin en que transcurrieran los años de su adolescencia, unas ideas que sin re­flexión 'e habían parecido bien y había vivido espiritualmente de ellas. Pero 'a experiencia le había ido enseñando que la práctica de esas ideas se alejaba bastante de la teoría. L a república había sido una piedra de toque de primer orden. Podía pues ser, a su edad, un ob­servador imparcial.

Su sorpresa fué enorme porque se halló ante un inmenso vacío. De Rousseau acá los teorizadores iz­quierdistas no han escrito en ge­neral más que sandeces. Los auto­res nacionales, sobre todo, constitu­yeron su desesperación. ¿ Cómo se podía, con un bagaje tan mezquino de ideas y de sentido común, aspi­rar y lo que es peor, llegar a la góbernaCíÓn de país?

Pi Margall fué durante unos me­ses su obsesión. Si ha habido en

cosas de universo entero, un sólo norte y una sola musa: el federa­lismo, panacea para todos los ma­les. No supo jamás apartarse de él. E n todas sus obras, aun en aque­llas que nada tienen que ver con 'a organización constitucional del E s ­tado, no se desmiente nunca esa creencia. L a ciencia, ¡a política, el arte, la sociología, todo es por él observado y juzgado a través del federalismo.

Y es que Pi Margall fué un hom­bre obtuso, sin penetración, sin sensibilidad, incapaz de comprender la poesía, base insustituible de la gran poitica; un hombre que de joven había adquirido unas cuantas ideas que constituyeron su patri­monio espiritual hasta la muerte. L a vida no le enseñó nada. L a realidad no existió para éil.

i Cómo ha podido ese hombre, levantar unas masas y cómo su fa­ma y su sistema han conseguido llegar hasta nosotros? ¿Cómn es que el federalismo ha tenido ^anta difusión en España? Estas pregun­tas fueron una incógnita que preo­cuparon a quien esto escribe.

Existe evidentemente una varie­dad regional que constituyó el substrato sobre el que se asentaron los partidos más o menos federa­

listas. Existia también un poder débil y decadente que favorecía con su poqueidad claudicante, nuestro espíritu radicalmente centrífugo. Esto es mucho, pero no basta para para explicarlo. Todo eso no llega

• a Ja masa o no es suficiente para llevarla a la pólítica. E n potencia existen en España mil posibilida­des que no se han manifestado y que acaso no lleguen a manifestar­se nunca. Y además no explica el prestigio místico de Pi Margall.

Hay algo má«. evidentemente. En primer lugar el sistema pimarga-lliano; su lógica elemental y pri­maria, su racionalidad mecánica, accesibe por su sencillez a todas las inteligencias aún sin meditación y estudio. Después la figura física de Pi; su aspecto patriarcal y bonda­doso, su mirada vaga—como la de Maciá—du'Ice y apacible detrás de las gafas, que inspiraba a las masas una confianza, mezclada de ternu­ra, infinita. Todo esto pesa en el gran juego en que intervienen las mnsns -obretodo en un país donde "nos ahog-a la estética". Y por úl­timo su machaconería. Esa repe­tición, durante toda 'la vida, en una prosa transparente de la= mismas e invariables ideas, sin cambiarlas jamSs. ni aún en sus matices secun­darios sin dudar ni un instante de su verdad, constituve una fuerza.

Una fuerza y un ejemplo que nosotros hoy en nuestra tarea no debemos olvidar.

E . U. GANTUS

Catalán: ¿No recuer­das la vida de terror pasada j la que toda­vía sufren tus ñerma-nos? Remédialo, como es tu deber, por meato de * Auxilio Social».

E l Gobierno Negrín. para apar­tarse de toda popularidad—aún de la poca popularidad con que pu­diera contar cuanto Prieto gozaba de la cartera de Defensa—debía, por tanto aventurarse a las dificulta,-des inherentes a esta caracterís­tica con alguna compensación a su favor; no llegamos a imaginar que la dictadura más impopular del mundo suba al poder únicamente por el placer de su tiranía. Pues bien; esta compensacién—es claro— era la última posibilidad de no per­der la guerra. Los anarco-sindica-listas del Gobierno no se avenían a perderla. Tampoco consentían en una capitulación. E l único cami­no que quedaba era propagar esta guerra por toda Europa, y así, en­tre la humareda de una guerra mundial, hacer desaparecer bajo es­combros el conflicto hispano.

Esta era la trayectoria y la con­signa del segundo Gobierno Ne­grín. " E l Socialista" de Madrid con fecha 6 de abril la enuncia sin asomo de venriienza: "Ya había­mos anunciado —decía éste— qj>" después de Teruel vendrían días duros. Pero quedan POCOS días de éxitos a los fascís+as normie Italia v Alemania fndrán nno arndir con todas sus fuerzas al incend'o mun­dial."

Todo ha desmentido la presun­tuosa y trágica pretensión de Ne­grín v sus cómplices. L a firma del tratado ítalo-británico—que los ro­jos, cuando el Gobierno Negrín su­bió, tenían esperanzas de frustrar— y el comienzo de las negociaciones franco-italianas—contra las cuales el ministro rojo de Negocios ex­tranjeros Alvarez del Vayo tira ahora sus me i ores dardos veneno­sos—han venido a desment'r rotun­damente, a los quince días de su­bido al poder, toda la táctica del segundo Gobierno Neprín. Fste no tiene pues, obietivo alguno. Su ais­lamiento físico y moral es ahora, absoluto. L o oue se busra ahora e s la solución de la fórmula: narece que la más elegante—v la mis fa­miliar será la de evacuar Barce­lona "por razones de táctica".

i

P A R A T U S CAMARADAS. que sufren todavía con los rojos.

Suscribe las fichas de A U X I L I O S O C I A L .