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LOS NUEVE ESCALONES DE LA AUTOESTIMA
Virginia Segú Selva
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INTRODUCCIÓN
A través de la mi experiencia en la implantación de metodologías de Mejora Continua
en la empresa, aprendí que todo en ésta vida es mejorable.
Lo primero que necesitas es observar y entender el proceso o situación que quieres
mejorar, lo segundo trazar un plan que sea posible y medible, y por último ponerte
manos a la obra y seguir el plan que has trazado.
A medida que vayas avanzando para acercarte a tu objetivo, y mejorar aquello que te
hayas propuesto, tendrás la sensación de que al mirar atrás, has dejado algo que ya no
existe, ha cambiado y ya no volverá a ser como era, ahora es mejor o se acerca más a
aquello que deseabas que fuera.
Lo que te propongo a través de éste libro es que encuentres herramientas sencillas para
mejorar tu autoestima y te habitúes a irlas utilizando, de manera que puedas dejar atrás
esa oscura sensación de no sentirte a gusto en tu piel.
Aunque el mayor reto no está en ti, sino en ayudar a mejorar o reforzar la autoestima de
los niños que corren por tu vida, hijos, vecinos, alumnos, sobrinos…puede que incluso
puedas encontrar tu niño interior y hacerle recuperar la confianza en si mismo que
perdió por el camino.
Todo lo que aquí encontrarás, no es solo una mejora o un cambio sino un
autodescubrimiento, y espero que te sirva para enterrar definitivamente la frase “tengo
baja la autoestima” y dejar de resignarte a padecerla como si se tratara de una
deficiencia en tu organismo crónica o irreparable.
El primer cambio está en tu mente, y en empezar a tener la convicción de que no hay
nada que impida que tú desees quererte más, ni nada que pueda impedir que lo logres.
Tú puedes dirigir tus pensamientos en la dirección que quieras, y lo primero que debes
conseguir es afirmar lo que quieres conseguir y decidirte a luchar por conseguirlo.
Este mismo camino ha sido recorrido por otros con éxito, y desde aquí te animo a subir
nueve escalones, nueve pasos que te acercarán a ti.
Hay una frase de Herman Hesse que dice que “La vida de cada hombre es un camino
hacia sí mismo, el ensayo de un camino, el boceto de un sendero”, desde aquí te animo a
encontrar tu propio camino.
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INDICE
- ¿Qué es la autoestima?
- Los fundamentos de la autoestima
- Alimento para la autoestima
- Upexpres: Cinco trucos rápidos para aumentar la autoestima
- Condiciones adversas para la autoestima
- Cuatro condiciones básicas que machacan la autoestima
- Los Nueve escalones
Primer escalón: Amor
Segundo escalón: Optimismo
Tercer escalón: Creencias
Cuarto Escalón: Autovaloración
Quinto escalón: Reírse de uno mismo
Sexto escalón: Respeto
Séptimo escalón: Escucharse
Octavo escalón: Cuidarse
Noveno escalón: Ternura
- Herramientas para potenciar la autoestima
- Capacidad para resolver problemas
- Formación para encontrar soluciones
- Como ayudar a su hijo a buscar alternativas
- Resolver a través de la excepción
- Cambiar la forma de pensar para resolver problemas
- Alentar la capacidad de resolver problemas
- Coeficiente emocional
- De la niñez a la independencia
- Como nos valoramos
- Nuestra percepción subjetiva
- ¿Cómo se forma nuestra autoestima?
- Valoraciones
- ¿Quién nos mide?
- Violencia en la adolescencia y conductas adictivas
- El autocontrol
- Autovaloración
- Valoración de la autoestima
- Digan lo que digan los demás
- Espejismos de alta autoestima
- Psicología del autoengaño
- Protección de la autoestima: Auto favoritismo
- Energías protectoras
- Selectividad
- Estrategias de autoayuda
- Mejoras personales
- Control de la Ira
- Cosas que ayudan a que no baje la autoestima
- Ser uno mismo
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¿QUE ES LA AUTOESTIMA?
La autoestima es la opinión emocional profunda que los seres humanos tienen de sí
mismos y que sobrepasa la lógica y la racionalización de ese hecho. Es quererse uno
mismo, y significa saber que eres valioso y afirmarlo interna y externamente.
La cuestión es que ese amor que en principio debemos tenernos, muchas veces se
empaña, se distorsiona, se empobrece y se ensombrece hasta casi desaparecer e incluso
puede transformarse en odio en los peores casos.
En principio nacemos con la autoestima intacta y bien construida, lo mismo que
nacemos con ojos y piernas u otras partes de nuestra anatomía, así que la alienación de
ese sentimiento innato tiene su raíz en las experiencias por las que hemos pasado, las
emociones que hemos vivido y como las hemos interiorizado.
Cuando tenemos un resfriado, nos cuidamos, tomamos cosas calientes, algún analgésico
y procuramos hacer lo que está en nuestra mano para restablecernos, pero cuando
tenemos problemas emocionales no sabemos detectarlos a tiempo porque nadie nos ha
enseñado como identificar, controlar y reconducir nuestras emociones.
La autoestima es el escudo que nos protege de ser manipulados o conducidos a
situaciones poco convenientes, tener conductas autodestructivas (drogas, alcohol, injerir
comida compulsivamente, adicciones… etc.) caer en relaciones donde se cometan
abusos psicológicos e incluso físicos y ordenar nuestra vida según nuestras prioridades
y no según las prioridades de los demás.
Lo primero que necesitamos es analizar como está nuestra autoestima, y después de
descubrir si hay fisuras sencillamente repararlas. Además hay elementos que se pueden
potenciar para reforzarla y conseguir que no sea algo ajeno a nuestro control, sino un
poder que no decaiga y que consiga mantenerse en los niveles ideales. Lo mismo que
recargamos el depósito de gasolina de nuestro coche y no apuramos hasta tenerlo vacío
sino que lo vamos rellenando, aprenderemos a utilizar las herramientas adecuadas para
rellenar nuestro depósito de autoestima y no permitir que se quede vacío nunca.
De igual modo, aprender a conocer y gestionar nuestra autoestima, a la vez que
proporciona un beneficio personal, también puede hacer que se beneficie nuestra pareja
o nuestros niños, que son especialmente vulnerables, sobre todo en una época
competitiva en exceso. Asegurarnos de que llegan a la adolescencia con un buen nivel
de autoestima es la mejor vacuna contra las conductas inadecuadas.
Lo que está claro es que no podemos enseñar aquello que no conocemos. La transmisión
de los valores de autoestima no son como enseñar a sumar en la escuela, es decir
aprender un concepto y ya está todo resuelto. El aprendizaje emocional es una constante
en el día a día, y es ahí donde se obtienen los mejores resultados.
Este plan está diseñado para trabajar en nuestra autoestima, convirtiéndola en un valor
sólido y a la vez hacerla extensible al resto de miembros de la familia, en especial a los
niños.
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LOS FUNDAMENTOS DE LA AUTOESTIMA
La primera valoración que hacemos de nosotros mismos es a través de los ojos de otros.
El primer espejo dónde nos miramos son los ojos de nuestra madre en el plano
emocional y de nuestro padre en la proyección de la personalidad. Si lo que vemos en
esos espejos es una proyección de nosotros mismos valorada, estimada, y querida, nos
sentiremos bien, tranquilos, seguros y felices.
Los bebés no tienen capacidades comunicativas lingüísticas a nivel de significación de
vocablos, pero si la tienen en los matices de la comunicación no verbal. Es decir que
pueden comprender estados de ánimo. Nerviosismo, inquietud, desapego, desasosiego.
Estos matices no van a afectar a la percepción de si mismo, pero si le van a privar de un
disfrute pleno de satisfacción de las emociones, sin ambigüedades. Resumiendo, el bebé
es capaz de notar si es rechazado o no es querido.
Según estudios de Clinical Child Psychology Training acreditados por la Commission
on Accreditation of the American Psychological Association, en relación a la auto
estimación personal en el niño y el marco que la determina desde los primeros
desarrollos cognitivos, hay una evolución común sujeta a las diferentes etapas de su
vida, que juegan un papel muy importante en el sentimiento de autoestimación:
- A partir de los dieciocho meses los niños, comienzan a distinguir sus habilidades
de sus limitaciones.
- A los dos años, captan cosas que los padres esperan de ellos, hacen intentos de obtener
respuestas positivas y evitar respuestas negativas.
- A los tres o cuatro años empiezan a distinguir diferentes áreas de competencia y a
entender que ciertas tareas se les dan mejor que otras. También descubren la posibilidad
de compararse con otros. La comparación les ayuda a construir valores más realistas,
pero les puede inducir a verse menos competentes que otros, lo que les haría sentirse
inferiores o ineptos.
- Hacia los cuatro o cinco refuerzan su identidad con frases como “yo mismo” “mi” y
pueden codificar recuerdos personales que formarán las semillas de su autobiografía.
- A los cinco o seis ya se preocupan de lo que los demás piensan de ellos y evitan
exponerse a las críticas, se avergüenzan y se sienten muy mal cuando otros se ríen de
ellos o los ridiculizan.
- Entre los siete y ocho años notan e identifican conflictos o tensiones entre sus deseos
y sus comportamientos. Por ejemplo, sienten deseos de satisfacer un capricho pero
deciden controlarse, o rompen el principio de la verdad y dicen una mentira. También
aprenderán que existen actos reflejos mentales como dominarse, criticarse o auto
engañarse.
Muchos niños se ven a sí mismos en el oscuro espejo de personas emocionalmente
distantes, imprudentes, amargadas o incluso crueles y poco empáticas con ellos. Todo lo
que puedan ver a través de nuestros ojos quedará grabado en su memoria emocional.
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Algo que escapa a los adultos es la cantidad de esfuerzos de aprendizaje que el niño
realiza hasta llegar a la edad de la adolescencia. Desde que no levanta un palmo del
suelo está constantemente desafiando a su entorno con limitaciones sensoriomotrices
propias de su edad, pero no por ello menos frustrantes. El simple hecho de coger un
lápiz es psicomotricidad fina que requiere un alto grado de concentración en los
primeros intentos, hacer una torre con bloques apilables, un sencillo encaje, cualquier
juego de habilidad, el lenguaje, su inmadurez física que a veces le pide descanso cuando
está absolutamente estimulado por un entorno cada vez más excitante. Y el premio a
tanto esfuerzo, a menudo es quitarle las cosas de las manos y hacerlo nosotros,
olvidarnos de felicitarle cuando ha conseguido un pequeño logro, o criticarle algo que
nos enseña, sin ni siquiera evaluar la parte positiva de lo que hizo. Todo lo positivo que
podamos decirle aún sería poco, porque el niño desde su más tierna infancia está
sometido a un aluvión de críticas y de nuevas expectativas que nunca llega a cumplir.
Este apartado es una invitación a la reflexión. Si no es así y creemos que elogiamos lo
suficiente ¡estupendo! Estamos haciendo lo correcto y ésta es una de las mejores bases
para la autoestima. Pero no olvidemos que el niño tiene que percibir que hay verdad en
lo que decimos. Un “Muy bien cariño!” sin ni siquiera mirar el dibujo que nos trae, es
una patada a la autoestima. Ignorar a alguien es la peor cosa que podemos hacerle a la
autoestima de un semejante. En una escala del uno al diez es un diez. Cuando
ignoramos a alguien le estamos diciendo “No me importa lo que hagas”. Cuando
alguien viene a enseñarnos algo que ha hecho y que le ha costado un esfuerzo, se acerca
sintiéndose orgulloso de sí mismo porque ha trabajado en algo y a puesto su intención,
su creatividad, y su espíritu. Cuando decimos “No me importa lo que has hecho!” le
estamos desmotivando para realizar nuevas cosas, y además le estamos rociando de
frialdad emocional en lugar de ofrecerle calor.
Los niños no tienen la capacidad para expresar lo que sienten, si así fuera podrían decir
“Oye mama, ¿quieres mirarme cuando te hablo?, ni siquiera te has tomado la molestia
de mirar este precioso dibujo que me ha costado mucho acabar”, de ese modo no se
llevarían una pequeña herida en su autoestima, sino que dejarían claro quien ha sido
desconsiderado en esa situación.
Obviamente no podemos ser padres perfectos, pero siempre podemos rectificar, siempre
podemos pensar que no hemos actuado bien y decir “Oye creo que no he mirado bien
ese dibujo, porque estaba cocinando y no te presté atención, ¿puedes volver a
enseñármelo?” Allí donde hayamos hecho una pequeña herida, siempre podemos poner
una tirita. Lo que no deberíamos hacer es hacer herida tras herida y pretender que no va
a suceder nada. De todo se paga un precio, antes o después.
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ALIMENTO PARA LA AUTOESTIMA
Cuando notamos a nuestro hijo algo flojo porque ha dado un estirón, o porque ha
pasado un resfriado, o porque los cambios de estación le chafan, intentamos darle algún
tipo de vitamina o algún alimento que le aumente las defensas.
La autoestima es algo que está constantemente vapuleada por la continua presión de
aprendizaje desde bien pequeños, la competitividad y la crueldad infantil que siempre
encuentra formas de herir sensibilidades con burlas. Y no hace falta que sean acosados,
puede que sean los niños más populares de la clase y tengan un montón de amigos pero
en cualquier momento alguno de ellos se acerca y le suelta un “Tu no juegas” o “Eres
un tonto” etc…
Por eso, para enfrentarse al día a día y crecer con una autoestima intacta o al menos
reparada, os voy a proponer un tratamiento de inyecciones imaginarias para
contrarrestar el desgaste al que el niño está sometido y que se compone de cinco tomas.
Os voy a explicar como esas 5 inyecciones de UPEXPRESS COMPLET, serán a partir
de ahora, básicas para mejorar la autoestima en los niños.
UPEXPRESS COMPLET
Cinco trucos rápidos para mejorar la autoestima.
He escogido éste nombre que suena a medicamento, para que lo tengamos en mente y lo
apliquemos como si así fuera. Cuando nuestro niño tiene fiebre hemos aprendido a darle
Dalsy, como la cosa más habitual. Seguro que si alguien inventara un jarabe para la
autoestima lo compraríamos sin dudar y nos dejaríamos de charlas, pero como de
momento aún no existe, vamos a utilizar el UPEXPRESS COMPLET que viene en
formato de cinco inyecciones que podemos usar siempre que queramos.
Estas “inyecciones” no tienen que ser utilizadas todas el mismo día, sino que pueden ir
alternándose, y combinándose según nos parezca. Lo bueno es que las tengamos
siempre presentes, y que las vayamos suministrando para que vayan haciendo su efecto.
De éste modo siempre tendremos niños reforzados.
1.- Orgullosos de sí mismos
La autovaloración en los niños pasa por el filtro de lo que piensan los padres de él.
Muchas veces el decirlo directamente, no es tan efectivo como hablar de ellos a otras
personas de sus logros, preferiblemente en su presencia. Aunque parezca que no está
escuchando, los niños siempre están con las antenas levantadas y al escucharnos hablar
de ellos de forma positiva, perciben que nos sentimos orgullosos de ellos, lo cual les
hace sentirse orgullosos de si mismos y ver sus logros desde un prisma más alejado y
que a la vez se refleja por partida doble: en la madre/padre y en su interlocutor.
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2.- Sus valores
Nuevamente el hecho de hablar a otras personas de sus valores. “Es muy inteligente”
“Es cariñoso” “Es muy colaborador y ayuda siempre que pueda” hace que colguemos
una etiqueta positiva del niño que la asumirá como propia y milagrosamente se adaptará
a la explicación que damos de él como para corroborar lo que estamos diciendo. De
igual modo si colgamos etiquetas negativas “Es muy rebelde” “Es celoso” “Siente
envidia de su hermano” provocaremos ese efecto y acrecentaremos esos rasgos porque
le haremos sentir no solo que esa es la opinión que tenemos de él, sino que ese
calificativo es una realidad y es exactamente así. Los niños son altamente
sugestionables, de modo que la mitad de lo que son, lo estamos creando nosotros o al
menos reforzando en lugar de neutralizarlo.
3.- Hablarles de un futuro prometedor en el que realizan sus sueños.
La incertidumbre sobre el futuro siempre planea sobre las cabecitas imparables de
nuestros niños. Una receta mágica, es hablar de ese futuro como algo alentador y
hacerle visualizar su futuro como algo prometedor y un hecho constatado. Si el niño nos
dice que quiere ser bombero, o policía, o actor. Aunque no nos parezca bien, e incluso
aunque creamos que es una idea pasajera o impropia no es bueno desalentarlos con
realidades que no pueden comprender “¿Actor? Eso es muy difícil de conseguir porque
si no tienes padrinos no podrás hacer nunca una buena película y no creas que todos los
actores son famosos, hay muchos que se mueren de hambre” Esas ideas no pueden ser
comprendidas por los niños, y lo único que conseguimos transmitirles es que han
escogido mal, y les planteamos dudas acerca de lo que es éxito en relación a talento.
El mensaje que les damos cuando inhibimos sus sueños es que no pueden conseguir lo
que quieren, es decir les estamos frustrando y desalentando antes de empezar. Estamos
decidiendo cual puede ser o no ser su futuro. La realidad ya llegará cuando deba llegar,
y sí habrá un momento cuando sea adolescente en que podamos ayudarle a decidir con
una visión realista cual es su mejor opción de futuro, pero con cinco seis o diez años los
niños deben soñar. Y probablemente cambiarán de sueño cada dos semanas, pero es su
forma de proyectarse en el futuro y verse a si mismo haciendo tal o cual cosa. No están
decidiendo nada, están jugando a decidir.
Otra buena idea para hacerles verse proyectados en el futuro es poner nombre de
profesión a alguna actividad que hagan, por ejemplo si nos enseñan un dibujo podemos
decirle: “Caray, eres un excelente dibujante” si es una construcción de piezas: “Veo que
hay en ti un gran arquitecto”: Si nos ayuda a poner una tirita “Doctor Marc, ¿va a
recetarme algo para el dolor?” Puede que no sea dibujante, ni arquitecto, ni médico… o
puede que si, nunca se sabe, y sí que hay una cosa cierta, encontrar nuestro talento no es
una tarea fácil, puede que un gesto tan sencillo, haga despertar una llama interior en el
niño que inspire el deseo de ser dibujante, abogado, periodista, enfermero o biólogo
marino…
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4.- Sentirse amado
Para que un niño se sienta amado la mejor receta es compartir con él un tiempo, a solas,
sin interferencias. En ese tiempo se puede hacer cualquier cosa, charlar, un dibujo a
medias, contar anécdotas o cantar canciones, leer un cuento. En ese espacio no debe
haber ni una sola crítica, o corrección. Si lee dos frases de un cuento y dice “ahora tu”
pues leemos sin más. No es una clase de lectura, no podemos contestar “No, no, sigue
leyendo y así practicas que todavía no lees muy bien” (esto lo hacemos mucho,
intentando que cada momento del día sea productivo, y sin darnos cuenta de que
estresamos). Si quiere jugar a algo pero luego se cansa y quiere cambiar de juego, pues
cambiamos. Si quiere cantar tal o cual canción o ya no cantar más, no vamos a
cuestionar nada. Lo que queremos trasmitir al niño es que estamos disfrutando de un
tiempo juntos, que no hay intenciones educativas detrás, que no está nuevamente
valorado su nivel de lectura, o su lenguaje o su actitud. Lo único que debemos tener en
cuenta es disfrutar de la compañía mutua y nuestra actitud debe ser generosa con él.
Sugerimos lo que nos gustaría hacer pero no lo imponemos. Establecemos contacto
físico con caricias, nos hacemos cosquillas, miramos como ha crecido su mano
comparada con la nuestra, nos miramos fijamente a los ojos a ver quien aguanta más sin
reír. Esa comunicación es superpositiva porque hace que el niño se sienta no solo amado
sino aceptado tal y como es, sin valoración o desvalorización de sus cualidades, de sus
conocimientos, de sus conductas. Os aseguro que es un ejercicio difícil y puede que no
lo consigáis el primer día, ni el segundo, pero no os desaniméis y concentraros en crear
un espacio libre de críticas, de imposiciones y de reglas. Abrid vuestra mente y sed
niños por un rato.
5.- Las confidencias
Hablar pausadamente sobre cosas de tu propia infancia o cosas que te han pasado en el
trabajo es un excelente ejercicio de comunicación. Cuando nosotros le explicamos cosas
de nosotros mismos les estamos invitando a que nos expliquen las suyas. Las
confidencias son una forma de dialogo muy positivo, porque crean un marco de
confianza en que el niño se siente cómodo para explicar sus inquietudes más secretas.
Hablarle de momentos que pasamos cuando éramos pequeños en que nos sentimos
aislados o tristes o sufrimos una pequeña humillación o vergüenza, hacen que el niño
pueda sentirse reflejado en algunos incidentes de su vida cotidiana que difícilmente
puede explicar porque le faltan recursos lingüísticos para definir determinados
sentimientos. Cuando nosotros le describimos situaciones y les ponemos nombres:
vergüenza, rabia, ira, tristeza y se las escenificamos: “Me puse colorado” “Me
temblaban las manos” “No podía aguantarme las lágrimas” “Hubiera querido
desaparecer del patio” le estamos ayudando a identificarse con situaciones que
seguramente también él ha vivido y que le han turbado pero que le resultan muy
difíciles de explicar.
El aprendizaje emocional del niño empieza por las emociones básicas: tristeza, alegría,
miedo, rabia. Incluso con ellas a veces es difícil interactuar, porque tendemos a
comunicar que hay que reprimirlas o que no es bueno sentirlas. Esto es una
contradicción. Como si quisiéramos volver a poner el corcho en una botella de cava que
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acaba de abrirse. Las emociones deben fluir por nosotros, debemos sentirlas y dejar que
se diluyan, pero no reprimirlas ni tampoco apegarse a ellas.
Como no tenemos un buen aprendizaje de las emociones básicas, las más complejas:
vergüenza, euforia, arrepentimiento, turbación… quedan inexplicadas e incluso más
reprimidas aún. Si el niño se pone rojo de vergüenza puede que alguien se ría de él, y
entonces sienta además humillación. Resultado: bloqueará esas emociones. Intentará no
sentir vergüenza porque la asociará a humillación, y ésta última le resultará
desagradable.
En contrapartida cuanto más sepa de sus emociones, más aprenderá de si mismo, por
tanto estamos ayudando a que sea un analfabeto emocional, probablemente porque, sin
ánimo de ofender, nosotros mismos lo seamos también.
Mi recomendación sería explorar juntos esas emociones complejas y tratar de descifrar
sus códigos, ¿Cuándo aparecen? ¿A que obedecen? ¿Cuáles nos agradan y cuales nos
desagradan?
Con las confidencias, hemos definido la última de las “inyecciones” para mejorar la baja
autoestima. Con la intención de animarte a que pongas el sistema en práctica y para que
no te olvides de hacerlo, en la siguiente página encontrarás el dibujo de una jeringuilla
con éstos cinco remedios rápidos, que puedes recortar y pegar en la nevera, en tu
habitación, en la cocina, o donde te resulte más visible para acordarte de utilizarlos. Es
importante que no te olvides de hacerlo, no importa el orden en que lo hagas, es
suficiente con que lo tengas presente y no desaproveches las ocasiones de aplicarlos.
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CONDICIONES ADVERSAS PARA LA AUTOESTIMA
Cuando las personas mandan sobre su destino, gobiernan sus decisiones y su día a día,
se sienten más seguras y contentas que cuando se ven impotentes o incapaces de
dominar las circunstancias.
Hay cuatro condiciones que menoscaban de manera grave la autoestima de las personas.
- Indefensión: Agresiones o humillaciones traumáticas prolongadas.
- Identidad de victima crónica
- Persecución persistente de ideales inalcanzables
- Autodesprecio melancólico
Si tenemos en cuenta que la autoestima se hunde “a causa de”, lo primero es eliminar la
causa y después intentar recomponer la autoestima. Ej. Si me clavo una espina en el
brazo, para que cure la herida, primero tengo que sacar la espina, y después iniciar el
proceso de curación con un antiséptico, una tirita etc…
La indefensión
En el caso de las personas que sufren acoso o malos tratos, se crea un vínculo entre
acosador y víctima en el que la víctima crea un estigma de inferioridad e impotencia. La
mayoría de víctimas son pacíficas, tímidas introvertidas o sobretodo vulnerables.
Cuando se crean socavones en la autoestima por situaciones prolongadas con miedo
crónico y sentimiento de indefensión, el equilibrio emocional se ve seriamente dañado.
Hay traumas emocionales tan nefastos y profundos que “funden” el sistema nervioso, en
consecuencia alteran la personalidad, deforman la percepción de uno mismo y no nos
dejan apreciarnos o sentirnos bien con nosotros mismos.
El factor más común es el gesto de indefensión y la creencia de que “hagamos lo que
hagamos nada cambiará”. Se debe a que ello alimenta en nosotros la conciencia de
debilidad, de inutilidad y de fracaso.
El miedo va más allá de la respuesta a una amenaza real o tangible, y puede ser semilla
de indefensión, sentirse abrumada por la ansiedad, temor a los peligros imaginarios o
inconscientes. Esta ansiedad continuada da lugar a sentimientos de auto rechazo. El
gesto de impotencia y descontrol, convierte a los afectados en seres aprensivos,
asustadizos y acomplejados (víctimas de los malos tratos) en casa, en el cole, o en el
trabajo.
Además de los daños corporales, causa graves trastornos de identidad, destruye la
confianza en sí mismos y desfigura el significado de su existencia, unido a la culpa que
socialmente se le atribuye solapadamente por tener una conducta que parece masoquista
o de consentimiento por admitir el mal trato.
Los niños víctimas de abusos crecerán culpándose y odiándose a si mismos,
convencidos de que la causa es su propia maldad, o su cobardía.
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En el cole, el abuso continuado, convierte la vida del alumno en una angustiosa
sensación ante la expectativa de ser heridos y humillados. Con el paso del tiempo la
venenosa acumulación de miedo e indefensión los paraliza, construye y mina la
confianza en si mismos.
La víctima se consume en el autodesprecio. Al final se deprime, se aísla, y se aborrece.
Algunos son llevados por la desesperación, al suicidio.
En el siguiente apartado analizaremos los diferentes roles establecidos en los casos de
bullying, junto algunas ideas de como actuar si se produce una situación de acoso.
Victimas perpetúas
Otra causa que puede dañar la autoestima es asentarse en el rol de víctima perpetua,
amparada por un grupo que ha sufrido la misma atrocidad. Ej. Grupo de mujeres
violadas, o víctimas del terrorismo, de acoso sexual en el trabajo, bullying etc…
Existe un lado positivo que es desculpabilizarse uno mismo y ver que otras personas
han sufrido iguales tratos sin poder evitarlos, pero a la larga puede llevar a la
autocompasión y al contagio de debilidad. La persona puede quedar sumergida en el
victimismo como forma de vida y se asienta en el papel de víctima oficial.
Si éste es el ambiente familiar en el que se cría un niño, como son esponjas psíquicas,
afectará su visión de enfrentarse a los abusos, y asumirá por contagio el papel de
víctima.
En el caso de los niños, muchas veces se crea un victimismo, fruto de la crueldad verbal
de los compañeros, las exigencias del nivel de estudios y la afinidad o incompatibilidad
con los maestros.
La burla es una forma imposible de erradicar del ámbito infantil, que suele aparecer
entre los cinco y los siete años, y que va creciendo entre los ocho y los doce. Los
niveles de burla y de agresión verbal dependen mucho del entorno, y siempre se ceban
en los más débiles, y en los introvertidos. Puede que nos parezca que nosotros no
tenemos nada que ver con eso, pero a veces fomentamos o aceptamos subliminalmente
esas conductas, cuando nosotros mismos criticamos, o calificamos de gordo, feo o friki
al presentador de la tele, a alguien que pasa por la calle, en la cola del supermercado, o
en cualquier otro entorno. Puede que no le demos importancia a los motes, e incluso
nosotros mismos tengamos apodos en nuestra propia familia, y esto no hará más que
ratificar que aprobamos esa conducta.
Hay cuatro perfiles que aparecen en todo grupo social infantil y que están claramente
tipificados en: el líder de los abusos, la víctima, los que consienten apoyando al líder y
los que no aprueban la conducta pero no intervienen. El líder puede utilizar agresión
verbal, física o psicológica en forma de humillación. Normalmente escogerá una
víctima y se cebará con ella durante todo el curso. El grado de agresión dependerá en
gran medida de la indefensión de la víctima. A mayor indefensión mayor hostilidad.
También dependerá del número de niños que “consienten” que consiga reclutar el líder,
cuanto mayor sea el grupo más grande será la intimidación de la víctima Conocer a
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nuestro hijo y situarle en uno de los tres tipos, actuando en consecuencia sería una
ayuda inestimable a la hora de paliar e incluso eliminar estas situaciones de nuestro
sistema social.
En los cuatro casos el miedo es el denominador común. En el primer caso, el miedo a
ser rechazado, hace que el líder oculte sus inseguridades bajo un falso escudo de
agresión. Si nuestro caso es el de ser el padre del niño que pega, tendremos que
orientarle hacia la empatía, y a descubrir el origen de su inseguridad. Puede que no se
sienta capaz de seguir con éxito los estudios y esconda su frustración intelectual en la
violencia social para proteger su propia autoestima. Normalmente el líder consigue
“reclutar” adeptos que van haciendo sus pinitos en la agresión amparados por la
protección del grupo, y que suelen pertenecer a niños aparentemente normales pero que
en realidad arrastran inseguridad y baja autoestima. Suelen tener arraigada la creencia
de que son poco interesantes y buscan el amparo del grupo para reforzar una
personalidad que creen en su interior pobre. El líder les utiliza como una extensión de si
mismo que acrecenta su poder ante la víctima o víctimas, y lo que persigue es,
inconscientemente, desahogar una rabia interna que puede tener un origen casi
desconocido incluso para él mismo. Puede que haya una situación traumática que le
haya hecho sentir muy indefenso, la separación de los padres o la ausencia prolongada
de alguno de los progenitores, sentirse menos valorado que uno de sus hermanos, la
indiferencia en casa respecto a un problema que le resultaba especialmente doloroso, el
rechazo a una nueva pareja de uno de los padres, una frase lapidaria que se gravó en su
mente y le hace sentir muy vulnerable, no haber sido capaz de defender a alguien en una
situación de peligro, etc… las causas pueden ser infinitas, porque en realidad la
situación no importa, lo que importa es como nos sentimos delante de ella, y que es lo
que ha gravado en nuestra memoria emocional.
La rabia puede expresarse en forma de violencia, pero en lugar de desaparecer, aumenta
porque la violencia crece proporcionalmente a la rabia que expresamos y de algún
modo se retroalimenta. Esto no siempre es así. Si nos enfadamos mucho y damos un
puñetazo en la mesa, probablemente nuestro enfado se reduzca y no tendremos ganas de
seguir golpeando la mesa. Pero en éste caso hay una acción-reacción: me enfado/doy un
puñetazo en la mesa. En situaciones en que genero rabia pero estoy impotente para
actuar, la rabia se interioriza y puede salir en una situación que no tiene nada que ver
con la que la ha provocado, si la unimos a la sensación de sentirnos poderosos y
descubrimos que podemos sentir placer viendo el sufrimiento de otro, hemos desatado
una bestia interior que solo podrá ser “neutralizada” si damos con la verdadera causa de
nuestra rabia.
Aunque nos parezca increíble cualquiera de nosotros podría convertirse en un acosador
y cualquiera de nosotros podría sentir placer sintiendo poder sobre otro ser humano.
Esto es algo inherente a la condición de supervivencia de nuestra especie. La sociedad,
y el sistema nos civilizan para portarnos como personas “amables” pero en cada uno de
nosotros habita una “bestia” capaz de hacer atrocidades. Solo necesita las condiciones
necesarias para desatarse y tomar el control. El único peligro es que cuanto más lejos
estamos en la espiral creciente de la violencia, más difícil es que podamos volver a ser
una persona “amable”. Hay barreras que una vez cruzadas, pueden cerrar el camino de
retorno.
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Esto sucede porque nuestro cerebro memoriza no solo imágenes sino emociones y
estados de todo lo que hayamos vivido de forma imborrable, por tanto todo lo que
hayamos hecho pertenecerá a nuestra biografía personal, y podemos escapar de muchas
cosas pero nunca de nuestra mente.
Otra razón es que a medida que entramos en el camino de la violencia y el abuso de los
derechos de otro ser humano, vamos perdiendo cosas que difícilmente vamos a
recuperar: compasión, empatía, ternura, capacidad de emocionarse… y vamos ganando
una especie de hambre crónica de emociones que como ya no podemos conseguir por la
vía corriente, seguiremos buscando a través de la alienación de nuestro yo. Iremos cada
vez más lejos en nuestra osadía, y caeremos cada vez más rápido en un pozo del que
probablemente nunca podamos salir.
Solo hay una puerta de salida para que un acosador pueda reencontrarse con su yo
corriente: el arrepentimiento, pero esto no pasa por un “Lo siento” obligado por los
padres o los profesores. Para llegar a arrepentirse hay que pasar por un proceso que
suele ser más lento que los dos segundos que se tarda en pronunciar esas dos palabras.
Tiene que darse primero la condición de reconocer de donde proviene nuestra rabia, ¿a
quien estamos pegando o humillando en realidad, cuando atacamos a la victima que
hemos escogido? ¿a nuestro padre autoritario? ¿a nuestra madre consentidora? ¿a un
adulto que ha abusado sexualmente de nosotros? ¿a alguien que nos ha humillado
repetidamente?... Después de encontrar la fuente de nuestra violencia, podremos mirar a
nuestra victima como lo que es en realidad, un pobre ser humano que pasaba por allí y
que recibió nuestros palos sin defenderse porque a priori no tenía nada contra nosotros y
por tanto le pillamos con la guardia baja. Si somos capaces de ver eso, empezará a
surgir el remordimiento de haber hecho algo que no debíamos hacer y después de ello el
arrepentimiento. Para reparar el mal, deberíamos recibir el perdón de nuestra victima y
después auto perdonarnos por haber atacado y acosado a otro ser humano y por
habernos atacado a nosotros mismos llevándonos a límites que no deben cruzarse si nos
amamos de verdad.
Es difícil para un padre reconocer que su hijo es un acosador, pero hay algo que no falla
nunca, no solo para descubrir si lo es, sino para conseguir que no cruce los límites de no
retorno de los que hablábamos en el párrafo anterior: el dialogo. No estoy diciendo dar
un sermón sobre el bien y el mal, sino dialogar, contar, explicar y escuchar cuando ellos
nos hablan, y además de amar a nuestros hijos demostrárselo, no comprándoles ropa de
marca, o la última videoconsola de moda, sino con lo único que necesitan de verdad:
nuestra atención. Tengo una amiga que ha dicho la frase más sabia que he escuchado
nunca respecto a las relaciones entre personas. “Nadie puede resistirse al amor” solo
llegando al corazón, podemos conseguir que el acosador se desenganche de la violencia
que utilizada de forma reiterada actúa como una droga.
Si nuestro hijo tiene el perfil de victima debemos transmitirle una protección no
asfixiante, sino alentadora que le estimule a aumentar su autoprotección. Crear una
atmósfera de injusticia y empujarle a defenderse con violencia. “Tu no pegues, pero si te
pegan, pega”, no es una buena forma de salvaguardarle de si mismo. Hay niños de
temperamento tranquilo que son incapaces de matar una mosca y sufren viendo la
crueldad en otros. Por eso es imposible pedirle que se convierta en aquello que teme,
odia y le repugna. Es muy difícil mantenerse racional ante un maltrato de nuestro hijo y
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nos hierve la sangre pensando en el niño maltratador. Somos conscientes de que es
nuestro hijo quien debe aprender a defenderse y muchas veces le presionamos para
conseguir ese ataque contra el maltratador. El resultado es provocar en el niño una
situación que le lleva a sentirse muy solo porque la violencia y la anti-violencia
convertida a su vez en violencia, asfixian al niño y le deprimen, pudiendo llegar a
graves consecuencias.
¿Qué hacer cuando el niño muestra muy poca o ninguna capacidad de autodefensa? Lo
primero es evitar “culpabilizarle” de forma indirecta, diciéndole que tiene que
defenderse, y entender que se siente en una situación de indefensión alimentada por el
miedo a no poder defenderse y que esta situación no va a cambiar sola, porque la
emoción: en éste caso, el miedo, se pone por encima de la razón.
Uno de los fallos más comunes en una situación de éste tipo es ignorar la emoción. Si
siento miedo, lo siento, esto no es censurable, ni cuestionable, es una realidad que
tendré que aceptar. Otro error es creer que sentir miedo me convierte en un cobarde, las
emociones son pasajeras y no se instalan a perpetuidad en los individuos. Puedo sentir
cobardía ante una situación y en cambio sentir valentía ante otra, por tanto la
calificación de cobarde no es adecuada y lo que si hará es que la victima se sienta
desalentada e impotente.
Un enfoque que puede ser útil es separar el problema del acoso en dos. Por un lado está
al acoso físico: ataques, agresión, puñetazos, palizas… y por el otro está el psíquico:
ridiculización, burla humillación, vejación… Pretender que un niño que no está
acostumbrado a pelearse, pueda de la noche a la mañana defenderse de un atacante
como si fuera Bruce Lee, es como pretender que alguien que no habla chino, coja una
mañana un libro en lengua mandarina y lea a la perfección sin haberla estudiado.
Solución: Clases de defensa personal. Esto hará que el niño aprenda técnicas de defensa
y por tanto se vea capaz de defenderse físicamente en una situación de ataque. Y por
otro lado, en el tema psíquico, acudir a un psicólogo especialista en Terapia Breve,
talleres de resolución de problemas, o un coach que le ayude a trabajar la asertividad y
el decir no, puede ser de gran ayuda. Otro enfoque esencial es que el maltratador asienta
su poder sobre nuestra debilidad, por tanto si en lugar de bajar los ojos, le miramos de
forma desafiante, respondemos firmemente que no vamos a hacer lo que él quiera, que
estamos hartos de su fu forma de tratarnos y le hacemos sentir que podemos ser más
peligrosos de lo que él cree, automáticamente perderá confianza en su poder y se
volverá más prudente. Existe un alto índice de maltratadores que a su vez son victimas
de malos tratos, o viven en un entorno extremadamente autoritario, por tanto saben lo
que se siente siendo débil y no resultará difícil hacerle revivir esa emoción.
A medida que nuestra confianza en la defensa física aumente, la psíquica se verá
reforzada. Los dos trabajos son paralelos pero se retroalimentan y finalmente se
convertirán en un todo que ayudará a que el niño pueda aprender a defenderse lo mismo
que aprende las asignaturas de la escuela.
Obviamente todo esto lleva un tiempo del que quizás no disponemos. Ante una
situación de violencia, una solución rápida puede ser un cambio de centro escolar. Pero
aunque eso sea una forma de salvaguardar la integridad física del niño, la formación de
autodefensa debería continuarse porque la indefensión continuará minando su
confianza, su autoestima y alentando sus miedos. El niño que ha sufrido acoso, crea un
trauma del que debe ser liberado, de lo contrario llegará a la edad adulta temeroso de
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revivir una situación tan traumática y con la creencia interna de que no sabe defenderse.
La idea es que entienda que “no sabía defenderse” porque se encontró en una situación
extrema para la que no estaba preparado, pero eso pertenece al pasado, y ahora ha
aprendido o está aprendiendo, a través de técnicas de defensa personal, y de habilidades
sociales, como actuar ante un atacante.
El tercer tipo: los que consienten. Es un problema igualmente complicado. Suelen
parecer niños normales, pero en realidad su miedo a ser una posible victima le lleva a
hacer cosas con las que no está del todo a gusto, puede que en una situación que se está
poniendo extrema, se enfrente al líder apartándolo de allí, porque su mente racional le
dice que si se pasan pueden acabar con un cadáver en los pies, y después en la cárcel. El
líder, inmerso en su espiral de violencia seguramente en más de una ocasión no sepa
cuando debe parar. Pero el que consiente corre el peligro de que sin tener un motivo de
“rabia oculta” como el líder, se vaya habituando a la violencia, y a disfrutar con el
dolor de otros. La barrera que va creando y que le separa de su yo corriente, es la misma
que está creando el líder. Cuanto más lejos vaya, más difícil será volver. Solución:
Aprender a decir no, aprender a defender la justicia, a los débiles, aprender que la
mayoría puede tener voz, que el bien también puede liderar sin miedo a parecer cursi o
tonto.
El que consiente debería tener información acerca de su líder, para ver que no es tan
“guay” como parece, sino que su propia cobardía, o su rabia infantilmente traumatizada
le controla, que es un mal amigo que le echaría a los lobos si pudiera salvar su piel, y
nunca se daría la vuelta para ir a ayudarle, porque tras esa falsa seguridad se esconde
alguien frágil, débil e inseguro.
Los que consienten alimentan sobre todo su debilidad. Su personalidad se ve absorbida
por los mandatos del líder, como si entraran en una secta donde se les lava el cerebro. A
menudo el líder los tratará como si fueran sus criados, es otra forma de humillación que
también hace daño en su autoestima, y puede que acaben acostumbrándose a la
violencia porque sin saberlo irán generando rabia hacia si mismos por actuar de forma
injusta. A diferencia del líder ellos sí pueden sentir empatía, pero se obligan a no
sentirla para no contrariar al líder, porque una vez metidos en un grupo, les da pánico
salir de él y sentirse solos, y por tanto ser objetivo de burlas o de acoso incluso de su
propio líder. Su grupo de violentos se convierte en su única familia posible, porque si
salen de él, saben que los otros grupos nunca les admitirán después de todo lo que han
hecho.
Para los que consienten, la violencia no es el drenaje de la rabia que sienten por un
trauma mal digerido, sino una forma de vida adoptada que a priori no tiene base interna,
pero que pronto la tendrá, porque la empatía que intentan reprimir se convierte en rabia
hacia si mismos, que se cristalizará interiormente en forma de tristeza, sintiendo
lentamente como cada vez se quieren menos e incluso se dan asco a si mismos. Una
situación prolongada de dependencia de un líder de acoso, puede generar en
desequilibrios psíquicos, estados de ansiedad, o depresión.
El cuarto grupo, los que no aprueban lo que está sucediendo pero no intervienen, suelen
ser un grupo silencioso, casi invisible, normalmente buenos estudiantes, considerados
por los profesores pero ignorados e incluso rechazados por el grupo, pueden ser
considerados los frikis o empollones. ¿Qué hace que no sean victimas del acosador? que
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suelen ser grupo, tres, cuatro mínimo. La dificultad de éste grupo es la interactuación
con el resto de miembros. Si alguna vez son atacados, (como grupo) saben defenderse,
en algunos casos pueden llegar a decir o enfrentarse al resto de la clase en una situación
extrema, pero su opinión no suele tenerse muy en cuenta o impresionan durante poco
tiempo, y no pueden cambiar la dinámica de grupo, porque no están interesados en el
liderazgo, y normalmente no les gusta llamar la atención. Las situaciones de acoso les
hacen sufrir mucho sobre todo por impotencia, porque normalmente empatizan con la
víctima, aunque sienten que no pueden hacer nada.
Para todos los tipos: líder del acoso, víctima, consentidores, se debería hacer un trabajo
de crecimiento y de gestión emocional, en el caso del acosador, trabajar la empatía, y
emociones bloqueadas como el arrepentimiento. En el caso de la victima la asertividad,
gestión de los miedos y resilencia. Los consentidores deberían aprender a decir no, la
empatía, el arrepentimiento y la gestión de los miedos. Los que no aprueban pero no
intervienen deberían trabajar habilidades sociales y de liderazgo.
Algo a tener en cuenta para mejorar las dinámicas de grupo es que en todos los casos y
tipos, debemos ofrecer al niño la oportunidad de relacionarse fuera de su entorno para
que pueda comparar, y ver que no siempre es la victima, que no siempre tiene el poder,
y que no siempre consiente y cierra los ojos ante la injusticia.
¿Cómo? Un centro excursionista, actividades extraescolares fuera de su colegio.
Relacionarse con primos, vecinos, hijos de amigos, cualquier oportunidad de relación,
enriquece y desmitifica. Le ofrece al niño la posibilidad de verse a sí mismo con otros
matices, y entender que su yo no es algo inflexible e inmodificable, sino que reacciona o
actúa en función de su entorno y que al cambiar su entorno todo se transforma.
También es importante no formar prejuicios y anticiparnos a acontecimientos con frases
que tipifican. Al niño que pega, ante cualquier altercado nos acercamos y decimos ¿Qué
le has hecho? A la victima ¿Qué te ha pasado? Esta forma de comunicar es como colgar
una etiqueta que refuerza la idea de poder o vulnerabilidad de si mismo.
Tenemos que aprender a olvidar todo lo sucedido en cualquiera de los casos y no vivir
una recreación constante de lo que hay podido pasar y empezar de cero una y otra vez.
Sería bueno creer que las conductas se modifican y que aunque los caracteres en esencia
no cambian, si se pueden potenciar tanto en lo negativo como en lo positivo.
En el ámbito de la escuela el profesor puede tener un peso muy importante en la
autoestima del niño, porque sus comentarios o su forma de actuar pueden ir colgando
etiquetas en la mente del niño: listo, tonto, rápido, lento, trabajador, vago, sociable,
divertido, pasivo, introvertido, tímido etc… Esto no es porque realmente el profesor
quiera tipificar a nadie, sino porque su papel de enseñar conlleva que el niño ponga de
manifiesto sus destrezas, y sus torpezas. Por tanto es el niño el que va a sacar
conclusiones, interpretaciones y va a autocalificarse según la percepción que tenga y
como se auto relaciona con su propia estimación y sus creencias más internas.
El recurso que podemos ofrecer al niño para entender la relación que puede llegar a
tener con sus profesores y para luchar contra una autocritica despiadada en algunos
casos, es que su profesor/a es un ser humano y que su opinión o percepción está
supeditada únicamente a un escenario: “la escuela” por tanto lo que ve es solo una parte.
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Hacer entender al niño que una persona vive en muchos escenarios y en todos se porta
de forma distinta: casa, escuela, trabajo, centro excursionista, casa de unos amigos etc…
le ayudará a ver que no es una sola cosa sino muchas y que la variedad de su
personalidad es compleja y nada estereotipada, por tanto una “etiqueta” puede ser una
imagen de nosotros en un escenario y bajo la perspectiva de una persona, por ejemplo
en el colegio, un profesor cree que el niño es poco participativo, pero el mismo niño con
otro profesor puede ser muy participativo. Esa información es la tenemos que ayudar a
entender al niño para que vea el amplio abanico de perfiles entre los que se mueve.
También debería saber que las personas tenemos más afinidad con unas personas que
con otras, y que el profesor también puede sentir más atracción hacia unos niños que
hacia otros. Si el niño se ve mal en el espejo del maestro donde se mira puede llegar a
creer que lo que ese señor o señora ve en él es real. Eso no quiere decir que alentemos la
idea del “profe me tiene manía” sino que tratemos de hacer a nuestro niño un alumno
“profesional” que cumple por encima de todo con su misión de aprender. Se que esto
puede parecer frio, pero la realidad es que ni siquiera nosotros como padres tenemos
buen feeling con todos los profesores, sino que nos gustan unos más que otros. Eso no
podemos dejarlo entrever al niño, porque estamos formando su posición de victima, y
un error común es alentar al niño en su idea de que el profesor no es justo con él, o tiene
actitudes favoritistas con otros niños y excluyentes con él. Nada ayudará más al niño
que verse a si mismo como una montaña de posibilidades y al mundo que le rodea como
algo con lo que interactúa, pero que no va a modificar “en esencia” su interior.
Hambre de perfección
Persecución de ideales imposibles, de forma casi obsesiva “deberías, deberías,
deberías…” Desequilibrio permanente entre anhelos y logros. Las exigencias y
ambiciones frustradas fomentan la insatisfacción, la amargura, y el rechazo a uno
mismo.
Estas obsesiones pueden derrumbar el ego y empujarlas a conductas autodestructivas.
Las adicciones son en su mayoría causa y efecto de una autoestima pobre y deteriorada.
Los adolescentes que se infravaloran y se consideran incapaces o incompetentes, tienen
más probabilidades de abusar de las drogas.
Los efectos que tienen sobre la persona la persecución inútil de metas inasequibles y la
predisposición a las adicciones, son una bomba para dar bajones importantes a la
autoestima, y es entonces cuando se confunden causas y efectos.
La sociedad actual fomenta expectativas inalcanzables de perfección física y nutre la
obsesión por el cuerpo. El esfuerzo inalcanzable por conseguir una silueta juvenil
delgada y erótica que hoy glorifica la cultura y la industria de la belleza, puede ser
realmente inútil porque la realidad es que este ideal está fuera de las posibilidades
biológicas de la mayoría. En muchos casos estas ambiciones irrealizables se
transforman en ilusiones malignas que a parte de destruir cualquier posibilidad de
autoaceptación, sirven de guión para la creación de graves y mortales enfermedades de
la alimentación, o adicción a intervenciones de cirugía plástica a muy temprana edad.
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Obesos y bulímicos tienen incapacidad para frenar su voracidad o para sentirse
saciados, así como los sentimientos de culpa y una autocrítica mordaz.
Las personas obesas tienen dificultades para distinguir entre el apetito por la comida y el
ansía provocada por estados emocionales como la ansiedad, la frustración, el estrés o la
tristeza.
Para obesos o bulímicos aplacar el dolor crónico de hambre real o imaginaria es una
forma compulsiva de satisfacer necesidades afectivas más o menos inconscientes y de
calmar la ansiedad, la soledad o la tristeza.
La vigorexia puede ser otro problema, cuya causa nuevamente es la búsqueda de un
cuerpo perfecto o magnificado, con musculatura extrema. Tanorexia en busca de un
bronceado continuado y perfecto, Tratamientos obsesivos al cabello, maquillajes,
tatuajes, la necesidad de vestir determinadas marcas… todo el exceso en determinado
comportamiento puede reflejar un desequilibrio interno que trata de suplir con la imagen
más externa una imagen interna débil o insignificante. Estos cuidados ofrecen un
escudo o coraza que aparenta fortaleza o seguridad, cuando lo que esconde dentro es
una inseguridad y autoestima frágil, porque está condicionada a la perfección o
continuación de esos ideales perseguidos sin descanso.
Autodesprecio melancólico
La depresión es una forma de pesimismo patológico que nos llena de negatividad y de
remordimientos sin bases reales, oscurece nuestra perspectiva de la vida y nos llena de
odio hacia nosotros mismos.
El tratamiento psicológico de la depresión es la forma de quitar la espina primero para
curar la herida después, o al menos trabajar conjuntamente en ambas direcciones para
conseguir resultados, pero debe quedar claro para el paciente que disminuir los síntomas
de la depresión no es una curación, sino un dopaje circunstancial que necesita llegar a la
causa que ha provocado la depresión para poder curarla.
¿De dónde proviene ese autodesprecio?
Básicamente lo sentimos cuando vemos que no cumplimos con las expectativas que
tienen de nosotros, cuando sentimos que de una manera u otra decepcionamos, cuando
creemos que somos culpables de la infelicidad de los que más queremos.
Nos despreciamos cuando no tenemos motivos para sentirnos orgullosos de nosotros
mismos.
Se produce un desequilibrio en nuestra alegría, cuando la suma de estados negativos
supera los positivos y es reiterada. Cuando a un mal día se le suma otro mal día, y otro y
otro y otro más. Nuestra vida se empieza a convertir en algo gris, falto de luz, que nos
va empujando como a un pozo del que pronto no podremos salir porque nos habremos
olvidado de lo que es “sentirse bien”.
El niño vive bajo una presión muy fuerte del entorno, se le exige, se le riñe, se le critica,
se le corrige, se le obliga, se le ignora, se le piden cosas que a veces van contra sus
gustos, contra su naturaleza e incluso contra sus principios.
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Es inevitable que así sea, porque es parte del aprendizaje de conocimientos, social, de
educación, no digo que no hagamos eso. Pero tenemos que tener en cuenta que en la
balanza de sus días tenemos que poner el halago, el agradecimiento, el elogio, la
comprensión, la posibilidad de elección.
Ser padre no es fácil y a menudo se nos va de las manos porque el cansancio, la falta de
tiempo, el agotamiento, la falta de paciencia hace que nos centremos en lo negativo,
corregible y criticable, dejando que la balanza se vaya más a un lado que a otro. Y al
final resulta que nuestra vida es una pesadilla y la de los que nos rodean también.
¿Cómo podemos ayudar a que la balanza se vaya hacia el lado de lo chulo y no de lo
chungo? Con método, y con perseverancia. Cada día es el primer día del resto de
nuestras vidas y podemos decidir vivirlo como si fuera el último y darle toda la
intensidad y la magia, y la felicidad que merece, o decidir vivirlo como uno más dentro
de una rutina exasperante y desquiciante en la que nos sentimos como un ratón dentro
de una jaula.
Yo os propongo que subamos una escalera y ascendamos por ella ganando en cada
peldaño un valor que se instale dentro de nosotros y que nos haga subir hasta lo más
alto, lo más luminoso, lo mejor de nosotros mismos. Y os puedo asegurar que no habrá
forma de dejar de querernos, y de contagiar a las personas que estén cerca de nosotros
con nuestra luz.
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LOS NUEVE ESCALONES DE LA AUTOESTIMA
Primer escalón
Amor
Cuando pensamos en el amor, parece que damos por sentado que es un sentimiento
bueno, y no cuestionamos nada respecto a él. Pero la realidad es que es amor es el
sentimiento que más deformamos sin darnos cuenta y acabamos convirtiéndolo en un
sentimiento en muchos casos dañino y casi perjudicial, más que beneficioso.
Para valorar como amamos, vamos a pensar en las personas a las que queremos y
pensemos en como manifestamos ese amor, que pedimos a cambio, cuantas veces
empleamos el chantaje emocional para conseguir cosas, cuantas veces invadimos sin
respeto el terreno personal o íntimo de las personas a quienes amamos y les criticamos,
les decimos lo que deben o no deben hacer, cuantas veces exigimos que nos den afecto
o demostraciones de que somos amados.
La forma en que amamos a los demás es un buen espejo para ver como nos amamos a
nosotros mismos. Lo mismo que hacemos con ellos es lo que nos hacemos a nosotros.
De igual modo que decíamos que no nos enseñan en la escuela la educación emocional,
tampoco nos enseñan como amar. Así que aprendemos nuevamente de lo que hemos
visto.
Si en nuestra familia, el entorno estimula una forma de amar castrante o absorbente, o
poco expresiva y fría, o posesiva y celosa, aprenderemos que esa es la forma de amar,
interiorizaremos esas conductas, y cuando tengamos una pareja, una vez haya pasado la
primera fase de enamoramiento que se caracteriza por la generosidad y el deseo de que
la otra persona sea ante todo feliz, reproduciremos el modelo que hemos visto en
nuestros padres y aunque nos parezca increíble acabaremos repitiendo incluso aquello
que nos parecía horrible en ellos.
La información de los modelos está en el plano inconsciente. Uno no decide y planifica
deliberadamente un chantaje emocional, le sale sin querer, y en la mayoría de casos
seguro que ni siquiera lo detecta o hasta lo niega. Con los hijos, ocurre lo mismo, así
como fuimos amados, amaremos. Y si padecimos el acoso de una madre obsesionada
con nuestra salud, o con la preocupación de que nos va a suceder algo malo si salimos
de fiesta una noche, seguramente actuaremos del mismo modo o usando el extremo
contrario, lo cual tampoco es bueno porque podemos llegar a transmitir sin querer un
desapego en lugar de un deseo de que el joven viva sus experiencias en libertad.
Para saber si nuestra forma de amar es generosa y pura, debemos hacernos preguntas
sobre nuestra actitud y ver cuando estamos buscando primero nuestra propia
satisfacción en lugar de la felicidad del otro. Si prefiero que el niño (adolescente) venga
a las dos porque así duermo tranquilo, aunque le prive de estar disfrutando de la
compañía de sus amigos, estoy siendo egoísta. Si muestro mi sufrimiento (me paso la
noche levantado hasta que llega) para coartar sus libertades, estoy haciendo chantaje
emocional. Si no me porto bien con su novia porque creo que no es suficiente para él,
estoy criticando su elección, si le digo que no puede ser actor porque se va a morir de
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hambre y que tiene que ser abogado porque ganará más dinero, estoy manipulando sus
deseos. Cuando le espío y le controlo estoy invadiendo su intimidad.
Los hijos no son una proyección de nosotros mismos, o la oportunidad de llegar allí
donde no llegamos nosotros. No son de nuestra propiedad, son personas únicas con sus
propios deseos, sueños, talentos. Nuestro apoyo debe ser incondicional y nuestra
confianza se tiene que sustentar en darles herramientas para valerse por si mismos,
valores sociales que garanticen que será una buena persona, autoestima que le
proporcione un escudo para protegerse a si mismo de conductas autodestructivas o
defenderse de agresiones externas, y confianza en si mismo para llevar adelante sus
sueños. Si sus sueños no cumplen sus expectativas y decide finalmente cambiarlos por
otros, debe decidirlo él. No puede empezar por ser aquello que no quiere ser, para ver si
le gusta y le va bien, sin probar primero aquello que si le gusta. Todas las personas
tenemos un don, y no podemos escapar de él, por tanto tenemos o deberíamos tener el
derecho a dirigirnos hacia aquello que nos llama o nos hace sentir que nuestra vida tiene
sentido.
Nuestra intención y nuestra voluntad actúan como un potenciador de nuestras
habilidades. Solo la falta de confianza te puede llevar a no cumplir tus expectativas.
También puede suceder que las cosas no sean tal y como las imaginabas, y en cambio
seas capaz de ser feliz con una actividad en la que jamás hubieras pensado. En cualquier
caso cada uno de nosotros tiene derecho a equivocarse y a rectificar cuando considere
que se ha equivocado. Nuestra misión como padres es ser el paraíso emocional donde
uno no es cuestionado ni censurado ni criticado sino apoyado.
Algunas de las patologías que se desarrollan en la edad adulta corresponden al
sentimiento de decepción que notamos en nuestros padres, por no ser lo que ellos
esperaban, a no haber cumplido con sus esperanzas o expectativas. Cuando el espejo
dónde nos miramos nos devuelve una imagen borrosa o empañada, será imposible que
nos veamos nítidos algún día, siempre arrastraremos esa nebulosa ante los ojos que no
nos permite vernos en todo nuestro esplendor.
La limpieza que tenemos que hacer de nuestro sentimiento de amor, conlleva una
exploración a fondo para eliminar todo aquello que contamina el amor y dejarlo en dos
sencillas pautas. “Hacer lo que esté en nuestra mano para hacer felices a las personas
que están a nuestro lado sin esperar nada a cambio” Esto parece imposible porque es
como si nos situara en desventaja o nos puede hacer creer que van a aprovecharse de
nosotros o tomarnos por tontos. Pero nunca será así si nuestra autoestima está lo
suficientemente fuerte y sana para hacer que nos proporcionemos a nosotros mismos
aquello que necesitamos, sin pedirlo a otros, o esperando que actúe como un sustitutivo
de lo que nosotros deberíamos darnos y no nos damos.
Cuando uno está bien, da lo mejor de si mismo a los demás. Y lo cierto es que cuando
nuestra actitud es generosa con los demás y no esperamos nada, los demás también se
muestran generosos y nos dan cosas. Desde luego, si alguna vez notamos que alguna
persona se aprovecha de nuestra “candidez” puede que no se merezca ser amado por
nosotros, no olvidemos que también tenemos el poder de decidir a quien damos y a
quien no. Lo mismo que no debemos ofrecer un amor de baja calidad que esté
contaminado por la manipulación, el chantaje emocional, la invasión o el control de la
intimidad, tampoco debemos permitir que nos den amor contaminado por esas cosas.
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Las relaciones que viven bajo esa cárcel sentimental no pueden crecer ni madurar. Se
limitan, se coartan, se asfixian, y acaban con todo resquicio de la bondad que lleva el
amor en sí. El amor se empobrece con todos esos aditivos que en realidad son antiamor.
Resumiendo, la autoestima es la respuesta emocional de aprecio o rechazo de nosotros
mismos. Y esa clase de aprecio no puede poner condiciones:
- El amor condicionado no es amor
- Si tenemos que hacer una lista de atributos o cualidades, o una autovaloración
para medir así el aprecio que nos tenemos, estamos disfrazando y convirtiendo el
sentimiento del amor en algo muy pobre.
- Una madre no ama a su hijo por lo que tiene, o porque es guapo o porque es
ingeniero, lo ama o lo debería amar porque es su hijo. Así tenemos que aprender
a querernos.
- La grandeza del amor, es que debemos otorgarlo sin condiciones.
- La primera persona a la que tenemos que amar es a nosotros mismos, para poder
amar a los demás. Y aquí no caben condiciones.
- No puedo auto valorarme y después decidir que me acepto y me amo. Primero
tengo que amarme intensamente y después pensar en las valoraciones que hago
de mi mismo como un largo camino de enriquecimiento. Esas valoraciones
puede ser malas, buenas o muy buenas, y cumplir o no nuestras expectativas,
pero lo que debemos tener claro es que esas valoraciones siempre son
modificables y mejorables. Y para ello me ayudo a trazar un camino para
conseguir mejoras, pero no para quererme más (quererme, me voy a querer
igual, aunque mi vida sea un desastre, aunque me equivoque un montón de
veces, aunque no se me den bien las matemáticas, aunque esté un poco llenita, o
demasiado delgada, aunque sea alta o baja…) si mejoro mi vida es para sentirme
más a gusto, para darme oportunidades de tener una vida mejor, para sentir que
progreso y que evolucionar me proporciona satisfacción
Mejorar la calidad de nuestro amor, es mejorar nuestra calidad de vida
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Segundo Escalón
Optimismo
El optimismo es algo más que el simple pensamiento positivo. Es una disposición o
tendencia a mirar el aspecto más favorable de los acontecimientos y esperar el resultado
más favorable.
El optimista cree que los acontecimientos positivos y felices se explican a través de
cosas que son permanentes (seguirán ocurriendo en el tiempo) y generalizadas (seguirán
ocurriendo en diferentes situaciones)
Si ocurre algo malo, lo consideran como algo temporario y específico de esa situación y
se muestra realista si él mismo es culpable del acontecimiento negativo.
El pesimista piensa en términos opuestos, los acontecimientos buenos son temporarios y
los acontecimientos malos son permanentes. Los acontecimientos buenos son resultado
de la suerte o de las circunstancias fortuitas mientras que las negativas resultan más
previsibles. El pesimista también se equivoca al asignar culpas y o bien tenderá a
culparse a si mismo por todo lo malo que ocurre o a culpar a cualquier otra persona.
Si los padres responden a esa visión pesimista del mundo de modo asertivo, de algún
modo la refuerzan para ver los acontecimientos de la manera más sombría posible. La
respuesta debe ser una visión lógica. Es difícil mantenerse objetivo porque lo que les
duele a nuestros hijos, nos duele a nosotros, hay que aprender a separar nuestras propias
emociones dolorosas y ofrecer a nuestros hijos una visión neutral y positiva.
La gente deprimida desarrolla un hábito de pensamiento que se centra en un futuro
sombrío.
¿Como conseguir contagiar optimismo? Primero siendo nosotros mismos optimistas,
nuestro ejemplo es mucho mejor que las palabras. Si el ambiente que se proyecta en
casa es de confianza en el futuro y aceptar los problemas o los accidentes como algo
circunstancial y pasajero que resolveremos, pero que no va a romper nuestra estabilidad
familiar, el mensaje que enviamos es positivo, y el niño a pesar de que su naturaleza
pueda ser pesimista, tendrá un aprendizaje de optimismo que interiorizará y siempre
llevará consigo.
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Tercer escalón
Creencias
Las creencias son las ideas que se forman en nuestra mente acerca de nosotros mismos y
nuestro entorno, y son mensajes que se interiorizan y que provienen de las experiencias
que hemos vivido, de lo que hemos ido oyendo y de la repetición de ciertas experiencias
o del impacto traumático que pueden tener algunas de ellas.
Las creencias pueden ser positivas y formar una idea buena de nosotros o negativas y
formar una idea mala de nosotros. Esas creencias no necesariamente tienen que ver con
la realidad y a menudo interiorizamos mensajes que nos “han colgado” y que hemos
“adoptado” como parte de nuestra forma de ser, tanto si son verídicos como si no. Todo
depende de la insistencia o la fuerza con la que hemos recibido el mensaje o con la
intensidad con la que lo hemos interiorizado haciéndolo nuestro.
El setenta y cinco por ciento de las creencias, las formamos en nuestra primera infancia
y se quedan con nosotros durante largos años. A veces no conseguimos librarnos de
ellas durante el resto de nuestras vidas. Y como ya he dicho, algunas se ajustan a la
realidad y otras no.
No podemos modificar las creencias de los otros. Ej. Si nuestro jefe piensa que somos
demasiado charlatanes, o poco responsables, nada podremos hacer para cambiar su
opinión, que seguramente se habrá formado de forma fortuita. Es posible que en dos
ocasiones nos pillara hablando en exceso, y no tuviera en consideración que el resto de
horas estamos trabajando sin parar. El dicho “Cría fama y échate a dormir”, es muy
realista, porque las ideas que una persona se forma de nosotros son muy difícilmente
modificables. Curiosamente la persona que tenga fama de ser muy trabajadora, será
siempre así a los ojos de su jefe. Incluso aunque haya empezado a escaquearse
escandalosamente. En cambio la persona que cogió fama de escaquearse del trabajo,
probablemente nunca consiga quitarse ese calificativo, aunque se deje la piel en el
empeño. Esto sucede porque tendemos a reafirmar los conceptos creados con las
imágenes o hechos que reafirman ésta creencia y tendemos a obviar aquello que no se
ajusta a nuestra primera idea. Existe una razón fundamental para ello, y es que
naturalmente tenemos afinidad hacia ciertos individuos y en cambio sentimos rechazo
hacia otros, independientemente de la interrelación que hayamos tenido con ellos. Puede
incluso que haya personas que nos caigan mal, tan solo por su imagen, sin haber
siquiera hablado con ellas. Habitualmente tendemos a “colgar etiquetas virtuosas” en
aquellos que nos caen bien, y en cambio aquellos que nos caen mal son la diana
permanente de nuestras críticas y les colgamos las etiquetas de innumerables defectos,
sin haberlos evaluado siquiera de forma veraz y objetiva.
Cuando somos niños, si oímos repetidas veces “Este niño es tonto” puede que
lleguemos a interiorizar ese mensaje, y lleguemos además a creerlo. De éste modo,
cuando las circunstancias a nuestro alrededor sean adversas, y necesitemos un esfuerzo
de aprendizaje o adaptación a una nueva posición en el trabajo, o un estudio específico
sobre algo, puede que la vieja creencia aparezca como un fantasma salido de nuestro
inconsciente y nos sintamos inseguros y muy vulnerables, porque nuestra creencia
interna de “soy tonto” saldrá disparado de nuestro subconsciente para apoderarse de
nuestra mente consciente.
27
Hemos dicho que no podemos cambiar las creencias de otros, pero si podemos cambiar
las nuestras, y reprogramarnos para eliminar esas falsas etiquetas que nos han colgado.
Asumir nuestras limitaciones en alguna materia no nos convierte en tontos. Entender
que podemos ser talentosos en ciertas cosas y poco hábiles en otras no nos convierte en
torpes. Pensar que tenemos siempre mala suerte, que somos posesivos o celosos o que
no tenemos habilidades sociales, o que no prosperaremos nunca porque no tenemos
miras o metas, nos limitan. Esas ideas son falsas creencias que arrastramos desde la
infancia, o que son opiniones que se han ido formando sin una base justificable.
Fracasar en algo no nos convierte en fracasados, haber tenido mala suerte en algunas
ocasiones no nos convierte en gafes, no haber liderado en algunas fiestas o equipos no
nos convierte en personas aburridas o de escaso interés. Hay situaciones que despiertan
las voces internas de nuestras falsas creencias y es muy difícil acallarlas. La única forma
de librarse de ellas es buscar el origen, de donde provienen, quien o quienes ayudaron a
formarlas y entender que no tienen ninguna base real.
Todas las personas llegan a las metas que se proponen, si tienen la suficiente habilidad
para ser consecuentes, persistentes y coherentes con sus deseos y objetivos. La voluntad
es algo extraordinario que puede arrasar infinidad de obstáculos. Trazarse un camino
firme y avanzar sin mirar atrás es un buen inicio para conseguir aquello que uno se ha
propuesto, y que seguramente consiga si no se deja vencer a la primera y no tiene una
limitación de tiempo que coarte su avance.
Otra cosa de la que hemos de ser conscientes, es que además de no poder cambiar las
creencias de otros sobre nosotros mismos, tampoco podemos controlar todo lo que
sucede en nuestro entorno, y seguramente las cosas vayan más lentas de lo que nosotros
deseamos en la mayoría de cosas que nos proponemos, pero ello no debe ser motivo
para tirar la toalla antes de tiempo.
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Cuarto Escalón
Autovaloración
La autovaloración es algo esencial en las bases de la autoestima. Y dentro de esa
valoración debemos separar cuerpo, mente y espíritu, viendo que las tres cosas tienen
cubiertas sus necesidades, sus expectativas y su proyección.
Aceptar nuestro cuerpo tal y como es, con sus redondeces o sus ángulos, con sus
imperfecciones y con sus perfecciones. Después de todo es un vehículo, podemos
tenerlo arreglado y vistoso pero no es lo único importante. Si compráramos un coche,
no nos fijaríamos solo en la carrocería, querríamos un motor potente, y que además
tuviera algo especial que nos hace sentir a gusto. El cuerpo es la carrocería, la mente es
el motor, y eso especial que buscamos, es el espíritu.
El siglo XXI, ha deformado más que nunca la idea que tenemos de nuestro cuerpo, y
continuamente nos hace auto compararnos con modelos establecidos que se alejan
mucho de la realidad. No podemos luchar contra el entorno y evitar que eso suceda,
pero si podemos aislarlo e ignorarlo.
Fomentar el agradecimiento por tener un cuerpo sano, alimentar la idea de que las
pequeñas señas de identidad, lunares, el tamaño de los dedos o el tamaño de las manos,
la forma o el color de los ojos, etc… no tiene que compararse con nada. No podemos ser
clones los unos de los otros. Cada uno tiene su cuerpo y eso forma parte de su identidad.
Torturarse con ideas de querer otro cuerpo que no es el nuestro es caer en una fantasía
imposible y destructiva que nos hace perder tiempo y energía en cosas que no valen la
pena, además de renunciar a las raíces genéticas que nos unen a nuestros antepasados y
que forman parte de nuestra biografía biológica e histórica.
La mente también necesita que el valor que le demos sea justo. Seguro que somos muy
listos para unas cosas y más torpes para otras, o más lentos de lo que nos gustaría, o con
menos picardía de la que quisiéramos. Pero con esto sucede como con el cuerpo. La
forma de pensar y de trabajar que tiene nuestro cerebro es una determinada, y si me
comparo con Einstein seguro que me veo como un idiota, y si me comparo con un
analfabeto me siento como si fuera un genio. Pero la cuestión es ¿Por qué y para que me
comparo? Si me comparo para auto machacarme y decirme a mi misma lo tonto que soy
no estoy portándome bien conmigo misma.
La comparación solo puede estar justificada si es para ponerla como meta o como un
reto. Me gustaría ser tan veloz como Carl Lewis, o tan bueno como Teresa de Calcuta.
En éste caso, lejos de ser una comparación destructiva, sería alentadora o motivadora.
Sin caer por supuesto, en el error de convertir el ídolo en una meta inalcanzable que nos
haga sentir frustrados. Nuestros ideales o modelos deben ser una fuente de inspiración,
nunca un deseo de ser una fotocopia de otra persona que no sea yo.
En cuanto al espíritu, es lo que hace que tengamos chispa, es la gracia y la armonía que
une cuerpo y mente y que no tiene explicación visible pero que nos hace especiales, es
nuestra luz, nuestro carisma, el ingrediente secreto que nos distingue del resto. ¿De
dónde sale? Posiblemente no se trate de una sola cosa, sino una mezcla de nuestras
particularidades, nuestros gustos, nuestras ideas, nuestras raíces familiares, nuestra pre-
historia también es parte de nuestra historia y nuestros antepasados han escrito cosas en
nuestro ADN y en nuestra memoria genética que nos distingue. El cosmos en el
momento en que nacemos, en ese segundo único e irrepetible tiene una configuración
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especial donde cada planeta tiene unas coordinadas determinadas, todo lo que soy es
único desde mi nacimiento, mi percepción del entorno, mis emociones, mi aportación al
planeta. Esa sería la base de mi esencia o de mi espíritu ¿Y como alimento eso?
Sintiéndolo. Si me siento especial automáticamente soy especial. Si me siento luminosa,
guapa, feliz, generosa y carismática, automáticamente soy luminosa, guapa, feliz,
generosa y carismática.
Después de separar cuerpo, mente y espíritu, y permitir que cada uno de ellos tenga su
sitio y su aceptación dentro de nosotros mismos, volveremos a unir las tres partes para
buscar un equilibrio y una armonía y ahí es donde podemos hacer una construcción
inexpugnable como un castillo de la Edad Media que estaba rodeado por una alta
muralla donde los enemigos no podían entrar jamás.
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Quinto Escalón
Reírse de uno mismo
El ejercicio más sano que podemos aplicar sobre un todo armónico, es perder el sentido
del ridículo y asumir que no somos seres perfectos. Que aunque tengamos una excelente
anatomía, en cualquier momento podemos tropezar o caer, que aunque tengamos una
mente excelente y analítica y tengamos amplios conocimientos, a veces nos podemos
equivocar en la cosa más tonta o ignorar la cosa más obvia. Pero esto no debe
preocuparnos o hacernos poner dramáticos. La vida tiene un punto cómico, divertido, y
sin sentido, del que también es bueno que participemos.
Hay tiempo para todo, para estar serio, para ser responsable y responder a las
obligaciones, y otros momentos en los que toca disfrutar, y divertirse. Alguna vez el
azar mezcla los momentos y la reacción puede hacernos enfurecer, pero esto no va a
ayudar a mejorar la situación, así que llevar la vida con buen humor es mucho mejor
que hacerlo a golpe de puñetazo en la mesa, sobre todo cuando las cosas no salen bien.
Indudablemente pueden surgir cosas que retrasen nuestros planes o que nos hagan
perder la paciencia o desquiciar, pero el azar forma parte de la vida y hay que aceptarlo
en lugar de vivirlo con rabia, y suplirla con ingenio para resolver y con paciencia para
reiniciar si hace falta.
Reírnos de nuestros defectos, de nuestros fallos y de nuestras faltas es una prueba de
aceptación de nuestra imperfección y ello nos hace más humanos y nos abre un camino
hacia la mejora personal que siempre tenemos que tener en mente, desde que nacemos
hasta que morimos. Nuestro camino hacia una perfección que jamás conseguiremos,
pero que siempre intentaremos, es la mejor garantía de no perdernos en el camino de
una falsa desesperación o de una falta de motivación.
Cuando nos reímos de nosotros mismos, aumentamos nuestra capacidad de
comprensión hacia lo incompresible, nos acercamos a nuestro niño interior y tendemos
un puente hacia nuestra esencia, siempre que esa risa sea sincera, espontánea, no irónica
o sarcástica, porque entonces estaremos usando nuevamente un doble sentido dañino y
corrosivo.
Reír y hacer reír con nuestra actitud o con nuestras ocurrencias es la mejor terapia
contra todos los males del planeta.
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Sexto Escalón
Respeto
¿Qué es el respeto? Es ni más ni menos que el reconocimiento de que algo o alguien
tiene valor. El dialogo interior, que tenemos con nosotros mismos no puede ser un
dialogo lleno de insultos basados en malas creencias. “Soy un tonto” “Nunca consigo
nada de lo que me propongo” “Ya sabía yo que no me iría bien en mi nuevo empleo”.
Cuando nos esforzamos en conseguir cosas, debemos respetar ese esfuerzo. Cuando
nuestra voluntad flaquea y no damos todo lo que podríamos dar, nos debemos dar
nuevas oportunidades.
Auto limitarnos con un dialogo interior negativo, derrotista o pesimista es una forma de
querernos mal, de hacernos daño y de ser poco considerados con nosotros mismos.
Felicitarnos cuando conseguimos algo, darnos un premio cuando hemos hecho un
esfuerzo, perdonar nuestros errores es una forma de querernos bien, que tenemos que
fomentar, porque a la vez es la forma que proyectamos de nosotros mismos para
conseguir que otros nos respeten.
Admirar las mejores cosas que hay en nuestra forma de trabajar, en nuestras mejores
cualidades es algo también esencial para encontrarnos a gusto con nosotros mismos.
El respeto hacia nosotros mismos también nos hará más respetuosos con los demás, y
esto hará que se cree un buen clima allí donde estemos. Parece algo muy obvio y muy
sencillo ¿verdad? seguro que estás pensando que habitualmente ya eres muy respetuoso.
Puede que en la calle o en el trabajo sí lo seas, pero analízate en casa, con tu pareja, con
tus hijos, con tu madre, con tus hermanos… ¿No hay a veces palabras que lanzas como
dardos sin tener en cuenta la herida que pueden provocar? ¿Cuántas veces insistes a los
demás para que coman lo que tú crees que es más sano? Para que se ponga el canal que
a ti te gusta criticando los programas que ven los demás…o porque no se hacen las
cosas a tu manera… o porque no se va donde tu quieres ir… o porque tu opinión te
parece muy razonable y la de los demás muy detestable…
La falta de respeto es el primer invitado non grato que aparece en un vínculo afectivo
cuando ha pasado la primera fase de enamoramiento, y si se instala permanentemente
minará tan profundamente la relación que acabará por destruir el sentimiento que
existía.
En las relaciones de padres e hijos, sucede algo muy parecido. Cuando nuestra falta de
respeto se escuda en nuestra autoridad de padres y somos capaces de manipular,
fisgonear, coartar, o recriminar de forma que puede llegar a ser invasora o injusta,
nuestro vínculo afectivo se resentirá y nuestra relación puede llegar a convertirse en
algo muy difícil de llevar. La convivencia es una prueba de fuego para el respeto, y
cuando se pierde, la convivencia puede ser un auténtico infierno.
Las convivencias fallidas y las relaciones que se desgastan o destruyen, también son una
fuente donde la autoestima beberá a placer, porque tendremos la sensación de haber
fracasado.
El respeto es tan importante que podrías llegar a tener una relación con respeto y sin
amor, pero jamás una relación con amor y sin respeto.
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Séptimo Escalón
Escucharse
Aprender a escuchar nuestra parte más inconsciente, es entrar en sintonía con nuestros
talentos, con nuestra verdadera identidad que probablemente no ha salido a la luz.
En la infancia solemos tener bastante más claro lo que queremos, pero la competitividad
social, la proyección de lo que otras personas quieren de nosotros, a menudo nos hace
olvidar lo que queríamos ser en realidad, y nos perdemos en una historia o en un guión
de vida que no es el nuestro. Puede que tengamos la sensación de que la vida que
nosotros queríamos está muy lejos de la que tenemos, pero ello no puede ser tampoco
una limitación. Nuestro camino está trazado desde nuestro interior y debemos dejar una
rendija para que asome y se proyecte en la medida en que podamos.
Está claro que tenemos obligaciones y que tenemos que ganarnos la vida con
actividades que a lo mejor no tienen nada que ver con lo que nos gusta en realidad, pero
que representan un acto circunstancial para resolver las necesidades de vivienda y
alimento que todo ser humano tiene. Sea cual sea la vida que nos proporciona esa
cobertura, no debemos dejar de ser conscientes de lo que somos y lo que queremos en
realidad, no como algo para desmoronarse y sentirse frustrado sino como un incentivo o
una meta que aunque no podamos alcanzar de inmediato sigue estando dentro y que
seguimos escuchando nuestra voz interior, nuestra “llamada” hacia aquello para lo que
creemos que hemos venido al planeta.
Por otro lado, nuestra “escucha” debe atender todo nuestro organismo. Nuestro cuerpo,
nos avisa cuando las cosas no van bien, cuando hay una dolencia, cuando hay una
molestia, o una deficiencia. Un síntoma es un aviso general, que parece que a menudo
nos dedicamos a desoír, porque tenemos miedo de ir al médico, porque no creemos que
podamos enfermar, o al revés porque llegamos a tener la convicción de que tenemos
algo terminal y preferimos ignorar.
Esto muchas veces son actitudes infantiles que pueden conducirnos s tener “un susto”
llegando a pasar a un grado mayor de gravedad por no haber querido escuchar aquello
que nuestro cuerpo nos iba susurrando suave pero constantemente.
La intuición y el instinto son también fácilmente desoídos porque nuestro lado racional
parece no querer creer en nada que no pueda controlar de forma consciente. Pero la
realidad es que recibimos mucha información de forma subconsciente y eso es una
ventaja que debemos aprovechar. No nos sintamos tontos por escuchar una corazonada,
por tener un presentimiento, por entender una situación que va a suceder incluso antes
de que ningún signo visible lo indicara.
Somos parte del universo y tenemos que aprender a vivir como tal.
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Octavo Escalón
Cuidarse
El mejor médico es uno mismo. Saber escuchar los mensajes que nuestro cuerpo nos da,
es esencial para estar en armonía. El aspecto de la inteligencia emocional más fascinante
es el que investiga la forma en la que se puede entrenar la mente para impedir y superar
la enfermedad.
Este nuevo campo de la investigación sobre el poder curativo de las emociones se
denomina psiconeuroinmunología o PNI. Este término se refiere al estudio de la
conexión entre la mente y las emociones: el sistema nervioso central, el sistema
nervioso autónomo y el sistema inmunológico. La premisa básica de ésta investigación
es que la mente puede producir sustancias químicas que protegen el cuerpo de la
enfermedad y puede en algunos casos, llegar a invertir el proceso de enfermedad.
Cuando hablamos de cuidarnos nuevamente tenemos que tener en cuenta la totalidad de
nuestro ser. Cuerpo, mente y espíritu.
El cuerpo, necesita alimento, aseo personal, vestidos, accesorios, cremas, lociones, es la
imagen que sirve de carta de presentación para el resto. La falta de tiempo no puede ser
una excusa. La desmotivación es una raíz muy mala que acaba con la ilusión, que
empobrece nuestro espíritu y manda a nuestra mente el mensaje de que no valemos
suficiente y por eso no gastamos tiempo en cuidarnos. El error es arreglarse para otros,
porque si esos otros no nos prestan atención, corremos el riesgo de “dejarnos” porque
no creemos que sea importante nuestra imagen. Debemos auto educarnos en el arreglo y
el cuidado del cuerpo para estar bien nosotros, para vernos, cuidados y arreglados, para
vernos guapos.
La mente necesita alimento, libros, noticias, música, ideas nuevas, experimentar,
aprender, crear. Si mutilamos ésta parte de nosotros o le damos mala nutrición,
telebasura, malas ideas, desmotivación, la desquiciamos y la obligamos a entretenerse
con comeduras de coco, obsesiones, darle vueltas a lo mismo… La mente es un
monstruo que no se cansa de devorar, cuanto más le damos más quiere, cuanto más
tiene más productiva se vuelve. Si no le damos nada, entonces no nos deja en paz y
como tiene que seguir comiendo, nos come a nosotros.
El espíritu necesita, fe, creencias, expansión de sus mejores dones, reflejarse en alguna
de las acciones que hacemos, proyectarse sobre otros, sentirse contemplada. Es nuestra
parte “divina” altruista, idealista, soñadora, utópica… necesita reconocimiento de
nuestra aportación al “anima mundi”, proyectos que le unan al resto de la humanidad y
que le hagan sentir que su aportación, por pequeña que sea es importante. Es la que
busca incansablemente respuestas a la “gran pregunta”, un sentido a la vida.
Y por último y como receta mágica donde las tres partes de nosotros parecen unirse y
disfrutar por completo, debemos tener en cuenta dos poderosos aliados dentro de
nuestra salud, tanto física como psíquica: la risa y la relajación, que pueden producir
efectos más milagrosos que todas las medicinas del mundo.
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Noveno Escalón
Ternura
La ternura es el baño de color que debemos darle a los ocho escalones anteriores, para
darle una suavidad al auto trato personal que nos proteja de cualquier agresión externa.
Si intentamos pesar en que momento hemos sentido ternura, puede que venga a nuestra
mente, algún bebé, un cachorro de mascota que hayamos visto o tenido, en definitiva
alguien a quien hemos visto desvalido y a la vez lleno de belleza.
El concepto de belleza también tiene que tener en nuestra mente un parámetro amplio
donde no quepan solo los estándares conocidos, sino que nuestros propios gustos se
diversifiquen y busquemos en nuestro interior las cosas que encontramos bellas aunque
no se ajusten a parámetros conocidos. Y esa ternura, tiene que envolvernos como si
nosotros mismos fuéramos un ser desvalido que lucha por mantenerse a flote.
Hay personas que habitan nuestro planeta que no corresponden al calificativo de
personas y se asemejan más a animales que sin valores, pueden llegar a ser muy crueles,
y actuar casi como depredadores. Dentro de éste grupo están los que no tienen ningún
aprecio por la vida ajena, los que pueden torturar a otro ser humano y disfrutar con su
sufrimiento, los que se alegran de la desgracia ajena, los que fomentan conductas
antisociales entre los que tienen más próximos, los que utilizan una palabra que saben
que hiere. Estas personas que están en un grado evolutivo muy bajo, y ya digo que casi
se asemejan más animales que a personas, hacen su aportación al planeta de crueldad,
de insolidaridad, y están por todas partes conviviendo con nosotros.
Por otro lado la naturaleza es a veces muy cruel y desata verdaderas catástrofes
naturales que ponen a un gran número de personas en condiciones de indefensión y de
pobreza extrema, sin poder cubrir sus necesidades mínimas.
A nuestro alrededor suceden injusticias, violencias, y todo ello sería mucho menor si el
sentimiento de ternura se impusiera por encima de todo, incluso del amor, que parece el
máximo paradigma de los sentimientos.
Si un asesino, un torturador, un maltratador, pudieran sentir por un momento ternura
hacia su victima, no podrían continuar con su actitud depredadora.
Que el ser humano pase su vida luchando contra mil inconvenientes para tener una vida
digna y proporcionar una a los que tiene cerca, para después morir, debe despertar en
nosotros el grado más alto de ternura. Y ese grado es el que debemos sentir en nuestro
interior hacia nosotros mismos para poder aplicar los ocho escalones anteriores.
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HERRAMIENTAS PARA POTENCIAR LA AUTOESTIMA
La capacidad para resolver problemas
El lenguaje para resolver problemas YPRP (Yo puedo resolver problemas) es un
programa probado por dos psicólogos David Spivak y Myrna Shure que está
encaminado a ayudar a resolver problemas a niños a partir de tres y cuatro años.
Dentro de éste programa se resumían tres objetivos:
- Pedirle a otro que comparta un juguete en lugar de quitárselo
- Decir que están enfadados en lugar de pegar
- Hablar a favor de sí mismos en lugar de retirarse y sentirse resentidos.
Una vez aprendidas estas capacidades, perduran. Los niños capacitados por el programa
YPRP tienen menos probabilidad de ser impulsivos, insensibles, agresivos o
antisociales.
Otro de los aprendizajes básicos de éste programa está en los pares de palabras iniciados
para creer hábito de veracidad:
- es / no es
“No es cierto que le he estirado del pelo” “Es cierto que le he estirado del pelo”
- y / o
“Me quitó la muñeca y yo le pegué” “Me quitó la muñeca y pude pegarle o
llamar a mamá y decírselo
- algo / todo
“No todo lo que dice es cierto” “Algo de lo que dice es cierto”
- antes / después
“Eso sucedió antes de que yo le pegara” “Todo empezó después de que yo le
estirara del pelo”
- ahora / más tarde
“Ahora estoy demasiado enfadado para hablar” “Podemos discutir eso más
tarde”
- mismo / diferente
“El no explica lo mismo que yo” “Cuenta lo sucedido de diferente modo a como
lo explico yo”
Una vez introducidos estos pares de palabras, introducimos un nivel más complejo:
- Es un buen momento / no es un buen momento
- Si / entonces ej. Si haces tu tarea, entonces podrás ver la televisión
- Podría /quizás ej. Podría hacer esto y entonces quizá sucedería esto otro…
- La razón por la que/ porque ej. La razón por la que sucedió esto es porque…
- Justo/ injusto
Estas técnicas llevan probándose durante más de treinta años y han conseguido ser útiles
con niños calificados de insensibles, impulsivos, reservados, agresivos o antisociales.
La sensación de valerse por si mismo, es una de las que mejor alimentan la autoestima.
Cuando transmitimos al niño de forma verbal o no verbal la idea de que no puede
protegerse solo, o de que no puede hacer cosas por si mismo, hacemos que se sienta
desvalido, y por tanto inseguro, y de resultas su auto estimación se resiente.
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No debemos confundir cuando el niño es consciente de que una situación le supera y
nota la protección adulta, esto es beneficioso porque hace que se sienta seguro. El
problema está cuando según su edad o preparación ya debería ser capaz de hacer X y
nosotros le hacemos a un lado con la frase: “Deja, ya lo hago yo, porque… se te va a
caer, no sabes hacerlo, me da miedo que te cortes, te hagas daño etc…”o incluso con
frases más groseras o avergonzantes que puedan hacer que el niño verdaderamente se
sienta tonto, o torpe. No debemos sentirnos culpables de actuar a veces de forma
desconsiderada, que nos sale espontáneamente. No somos súper humanos, tenemos el
derecho de equivocarnos, pero también tenemos el deber de rectificar y de identificar
cuando hemos sido descorteses, o rudos y hemos coartado la acción de otro solo por
ahorrar tiempo o porque nuestro miedo a que el otro no lo haga bien, actúe como un
paralizador de los movimientos de los que nos rodean, especialmente de los niños.
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FORMACIÓN PARA ENCONTRAR SOLUCIONES
El Coeficiente emocional
Centrarse en las soluciones en lugar de concentrarse en los problemas y en las
emociones que éstos nos provocan, facilitará mucho la resolución de los mismos.
El Coeficiente emocional de una persona, no tiene nada que ver con su Coeficiente de
Inteligencia. Todos conocemos algún caso de personas muy inteligentes, que en la vida
son muy tontos, y tienen amistades inadecuadas o se juntan o casan con personas que no
les convienen nada y que convierten su vida doméstica en un infierno. Personas que en
su trabajo son muy eficientes, pero en casa son auténticos desastres incapaces de
organizar ni unas simples vacaciones.
Esto sucede porque nadie nos enseña a controlar nuestras emociones, y fuera de casa la
educación, el miedo a no ser aceptados o criticados, hace que nos “portemos bien” y no
digamos todo lo que pensamos, o seamos más generosos y tolerantes con las personas
con las que nos relacionamos.
Pero cuando ya no sentimos vergüenza por mostrar nuestras emociones, “soltamos a la
bestia” y hacemos todo aquello que hemos reprimido en otros ambientes.
Por otro lado las emociones ofuscan el pensamiento y no podemos ver con claridad ni
ser justos con alguien, cuando pensamos de él que se ha portado como un cerdo,
independientemente de si tenemos razón o no.
La solución para aumentar nuestro coeficiente emocional es identificar cuando estamos
fuera de si, o poseídos por las emociones y por tanto no es un buen momento para tomar
decisiones. La popular frase “Lo consultaré con la almohada” se refiere a dejar pasar
emociones (Ilusión, entusiasmo, rabia, dolor…) y entonces, con la cabeza fría, ya somos
capaces de razonar.
Cuando no intervienen las emociones, los niños aprenden de manera instintiva muchas
estrategias para resolver problemas.
Con los problemas interpersonales, la conexión entre cerebro lógico y el cerebro
emocional puede verse obstaculizada. En términos neurológicos, la amígdala que es la
parte del cerebro que conecta la parte del cerebro emocional y la parte racional, pierde
su capacidad de formar caminos que se interconectan con la corteza y de ésta manera
dependen exclusivamente de su lógica emocional.
La lógica emocional que forma la base de la intuición puede ser suficiente para resolver
algunos tipos de problemas. Pero en muchos casos, cuando intervienen emociones
fuertes, solo la ayuda desapasionada de la corteza puede guiar al cerebro hacia el
descubrimiento de soluciones realistas y efectivas.
Cuando los niños practican como descubrir soluciones a sus problemas, establecen vías
de comunicación entre la porción emocional y lógica del cerebro.
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Como ayudar a sus niños a buscar alternativas
La generación de soluciones, ofrece distintas visiones ante un problema. Existen
diferentes herramientas que podemos aplicar en la resolución. No hay un manual escrito
donde se enumeren todos los problemas y sus posibles soluciones, por tanto debemos
guiarnos por la intuición y probar la que nos parezca que nos va a ayudar mejor en tal o
cual ocasión, y si no funciona y no damos con la solución, siempre podemos probar con
otra. Lo más importante que podemos enseñar al niño, respecto a los problemas es a ser
activo en buscar soluciones, y aplicarlas. aquí os propongo algunas ideas que le podéis
ofrecer.
Resolver a través de excepciones
Se enumeran todas, se destacan las que no sean posibles y se concentra uno en las que sí
son posibles.
- “Todos en la escuela me odian” (porque tiene sobrepeso y se burlan de él)
Uno obliga a definir. ¿Quiénes son todos? Conseguimos hacer una lista de los que sí lo
hacen y los que no lo hacen. Al final resulta que los que lo hacen son tres o cuatro, no el
resto. Así que uno debe olvidarse de esos tres o cuatro y centrarse en los que no, para
empezar a pensar de quien puedo ser amigo.
Cuando trabajamos la excepción, minimizamos el problema. Si es más pequeño es más
manejable y podemos colocarlo dentro de un patrón de resolución de problemas. “Todo
patrón de quejas generales son típicas de la gente que se siente desesperada y fuera de
control.
Si alguien dice “La escuela es espantosa” preguntamos ¿En que momento no es
espantosa? ¿Cuándo me encuentro a gusto? ¿Qué actividades me resultan menos
terribles? Abrir la posibilidad de que para cada problema existe una excepción brinda
las oportunidades para que los niños perciban que domina la situación mejor de lo que
piensa.
Muchas veces, contar los minutos, las horas o los días en que un problema no interfiere
en el trabajo de la escuela, o la casa lo hace aparecer como un problema que resulta más
fácil de resolver y es menos invasor. No podemos dejar que el problema se coma
nuestra vida, nuestro ánimo y nos aplaste. Hay que darle el espacio que merece y dejar
oxigeno en el resto.
Cambiar la forma de pensar para resolver los problemas
El psicólogo Stephen Shacer es partidario del pensamiento orientado a las soluciones y
explica que una estrategia puede conducir a cambios importantes en la forma en que
percibimos y experimentamos los problemas. Muchas veces conocemos la solución pero
no sabemos que la conocemos. Como si nuestros problemas estuvieran detrás de una
puerta cerrada y no tuviéramos la llave. Un cambio en el pensamiento puede ser la llave
que abra esa puerta.
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Con esto quiero decir, que tenemos que tener la mente abierta y pensar en soluciones
que incluso no nos gustan, aunque solo sea para poder descartarlas y quedarnos con la
que si nos parece aceptable.
Todos los problemas generan en nuestra mente una emoción. Esta emoción puede ir
desde la rabia, la impotencia, el desamparo, la desesperación. Para llegar a una solución
del problema tenemos que inhibir la parte emocional y dejar a la racional que se ocupe
del tema.
Hacer listados con soluciones, es muy útil para enseñar a organizar la mente de forma
productiva. No podemos perdernos en la parte emocional, porque ésta lo único que hace
es incrementar emociones o aportar nuevas que antes no sentíamos, y así podemos pasar
de la rabia a la impotencia y a la desesperación o al revés. No se trata de inhibir las
emociones, sino dejarles un espacio limitado, y cuando ya consideremos que nos hemos
explayado bastante, debemos actuar para resolver nuestro problema. Por eso es
importante hacer algo que le diga a nuestro hemisferio cerebral que su tiempo ha
terminado y que deje trabajar al otro. Una lista es perfecta para que “visualicemos” esa
separación de funciones cerebrales.
Alentar la capacidad de resolver problemas
La forma más avanzada de resolver problemas se denomina pensamiento medios-fin.
Este tipo de resolución de problemas depende de la capacidad de planificar una
secuencia lógica de acciones que den como resultado la consecución de comprender lo
que se aprende a cada paso, impedir o evitar posibles obstáculos y disponer de
estrategias alternativas en caso de ser necesario para enfrentar los obstáculos que se
levantan ante la meta.
El pensamiento medios-fin, incluye el conocimiento de que no siempre se alcanzan las
metas de inmediato. La meta final puede modificarse respecto de la meta original.
Por ejemplo: Hay un niño que me molesta en el colegio.
1.- Primero tengo que identificar que es lo que creo que le molesta de mí.
2.- Pienso si es reciproco.
3.- Veo si hace cosas para manifestar ese desagrado.
4.- Las clasifico en un nivel de agresión desde pegar como máximo, insultos, amenazas,
frases agresivas, frases aparentemente educadas de alto sentido de rechazo, frases
edulcoradas de contenido subliminalmente de rechazo, como mínimo
5.- Veo si manipula a otros para que tengan la misma actitud conmigo.
6.- Después veo si esa persona me importa mucho, poco o nada y decido si quiero
modificar su conducta y porque. Decido si lo que deseo es vengarme y si ello merece la
pena, si lo que quiero es evitar que se extienda y contagie a otros, o si tengo que
defender mi integridad porque ello puede suponer un desprestigio para mí.
7.- Después tengo que decidir si tengo recursos suficientes para enfrentarme a ello y
como voy a usarlos Utilizo el potencial que creo que puedo usar, pero no me pido cosas
que van contra mi naturaleza.
Una vez que he analizado el problema tengo que pensar que recursos tengo, como voy
a utilizarlos y en qué orden.
40
1.- Hablar con la profesora
2.- Hablar directamente con el niño y en qué términos.
3.- Hablar con los niños a los que intenta manipular en mi contra.
4.- Hablar con los padres del niño
Los pasos que decida incluir en mi acción tienen que tener una progresión y ser
utilizados sólo cuando el anterior falló. Normalmente uno acaba con el problema antes
de acabar con todos los recursos, y eso alimenta la autoconfianza en la resolución de
conflictos, y ayuda a tener una visión positiva de los problemas. Sencillamente cuando
aparecen se resuelven. Cuando uno tiene un resfriado acude al médico, toma su
medicación y acaba curándose. Hay que enseñar al niño que los problemas son como los
resfriados, solo que en lugar de acudir al médico, nosotros mismos actuamos como
nuestro asesor y resolvemos nuestros conflictos, y si no podemos porque hay algo que
nos supera, buscamos asesoramiento externo sin sentirnos mal por ello. Cuando tengo
un escape de agua acudo al fontanero, cuando se estropea la lavadora llamo al técnico,
con ejemplos sencillos le enseño al niño, que yo como adulto tampoco se resolverlo
todo, solo algunas cosas, pero puedo acudir a quien necesite en un momento
determinado.
Algo que debemos tener en cuenta como adultos es que debemos intentar que aprendan
a resolver ellos solos sus conflictos y actuar solo cuando la situación se ha ido de las
manos, porque para nuestra sorpresa su mayor enemigo de hoy puede ser su mejor
amigo mañana. Sus relaciones evolucionan de forma muy rápida y a menudo tienen
enemistades ficticias con niños a los que sencillamente no han tratado, y que después
pueden tener cosas en común. Por eso no podemos alimentar la saña de nuestros hijos
contra ningún niño en particular, y hacernos eco de sus odios. Con eso lo que hacemos
es quitarle recursos sociales y capacidad de experimentar sus propias vivencias en
cuanto a relaciones.
En resumen, nuestra ayuda está en ofrecerle las herramientas y explicarle la teórica de
resolución de problemas pero hemos de saber dejar que pueda ser el niño quien los
ponga en práctica.
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VALORACIÓN PERSONAL
Lo que pensamos de nosotros mismos, está supeditado a lo que sentimos, y aunque el
estado ideal sería amarnos a pesar de que seamos, ineficientes, torpes, o hagamos mil
cosas mal, esa sensación es antinatural. Estamos ligados a la idea de progreso y nuestra
insatisfacción y búsqueda de perfección es el motor que ha convertido el mundo en lo
que es. Siempre queremos ir un paso más lejos. Por tanto nuestra proyección de lo que
hacemos es totalmente influyente en la opinión y el sentimiento que tenemos hacia
nosotros mismos.
Como se forma nuestra autoestima
Según estudios realizados al respecto, el 30% de la autoestima es genético, el otro 70%
viene formado por nuestro entorno. En los niños:
- Para el sano crecimiento de la autoestima se requiere la satisfacción de tres
necesidades esenciales: seguridad, afecto y estímulo apropiado a su edad.
- Todos tenemos la posibilidad de realizarnos como individuos, pero para lograrlo
tenemos que tener cubiertas las tres necesidades básicas
- La conexión afectiva con otras personas moldea de forma determinante el
concepto de uno mismo.
- Es importante que no reciban mensajes confusos o incongruentes: “Le
compramos caramelos a diario pero al mismo tiempo le reñimos cuando nos los
pide”
- No criticar al niño como persona sino centrándose en lo que el niño ha hecho. ej.
“Tu habitación necesita ser ordenada” Nunca: “Eres un desordenado”.
- Procurar utilizar frases en positivo y a ser posible impersonales “La habitación
necesita ser ordenada” en lugar de “Tu habitación está desordenada” ya que con
esta última frase aunque no hemos utilizado la acusación directa, si lo hemos
hecho de forma indirecta, por deducción inconsciente el niño acabará pensando:
“Si tu habitación está desordenada y es tu habitación es porque tú no la has
ordenado, por tanto eres un desordenado”
Como nos valoramos
Las condiciones indispensables para que los seres humanos podamos valorarnos son
dos:
- Ser conscientes de nosotros mismos
- Capacidad de introspección, es decir, de mirar hacia dentro de nosotros mismos,
para poder identificar, entender y explicar nuestras emociones, nuestros
pensamientos, nuestros actos y sus consecuencias.
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Autovaloración
Según William James, a la hora de valorarnos, solemos considerar tres componentes de
nuestra identidad.
- El “yo espiritual”, facultades mentales, creencias, inclinaciones más íntimas,
nuestro estilo de pensar, de sentir y de actuar.
- El “yo social”, cualidades o defectos que reconocen en nosotros los demás y la
buena o mala reputación que tenemos en nuestro entorno.
- El “yo material” incluye nuestra imagen corporal, riquezas, patrimonio
económico y las propiedades que son importantes para nosotros.
Para calcular el nivel de autoestima tenemos que dividir los éxitos entre las
pretensiones. Si nuestros triunfos igualan o superan nuestras aspiraciones, la autoestima
es positiva.
Si nuestros anhelos suman más que nuestros logros la autoestima es negativa.
Nuestra autovaloración puede aumentarse incrementando los éxitos o disminuyendo las
pretensiones.
Valoración de la autoestima
Podemos hacer preguntas sencillas para llegar a conclusiones.
- ¿Qué es lo que pienso de mí?
- ¿Cómo me siento conmigo mismo?
Si el juicio de valor es favorable, el sentimiento es placentero, si nos consideramos
inadecuados nos sentimos mal
- Los sentimientos positivos vinculados con el extremo positivo de la autoestima
incluyen ideas de competencia, confianza, o incluso de orgullo y los
sentimientos de alegría, seguridad y bienestar.
- En el extremo negativo, los reproches y condenas de uno mismo se mezclan con
sentimientos de vergüenza, culpa, decepción y fracaso
Nuestra percepción subjetiva
A veces nos obsesionamos con cosas o conductas que tienen importancia para nosotros,
pero que los demás no pueden ver, a no ser que nosotros las señalemos. Con eso lo que
estamos haciendo es ayudar a otros a formar una idea sobre nosotros que a lo mejor no
es la adecuada y que si ellos no ven a no ser que la señalemos, pues no debe ser tan
importante como creemos.
Dostoievsky escribe en “El idiota”:
“Si un día te sale una verruga en la nariz o en la frente, no puedes evitar imaginarte que
nadie en el mundo tiene otra cosa que hacer más que mirar fijamente a tu verruga, reírse
de ella y condenarte por tenerla, incluso aunque seas el descubridor de América”
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Con esto quiero decir que a veces nos fijamos en defectos físicos que otros no ven, y
que sólo van a ver cuando nosotros los señalemos. De igual modo, si nos
autocensuramos en voz alta respecto a un punto. “Soy tonto, y los demás se aprovechan
de mi” “Soy un desastre, todo lo hago al revés” fomentaré en los demás esa opinión, y
llegarán a la conclusión de que somos aquello que nosotros les hemos indicado, y que
probablemente no hubieran detectado solos, seguramente porque esa idea no es ni
siquiera real, sino una deformación de la realidad que nosotros percibimos.
Situaciones y reacciones
La forma habitual de explicar las situaciones que nos afectan, dice mucho de cual es
nuestra autovaloración. Habitualmente son tres:
- La duración que le damos a los efectos de los sucesos
- La intensidad del impacto que le asignamos a los eventos
- Grado de responsabilidad personal que hacemos recaer sobre nosotros mismos
por lo ocurrido.
Por ejemplo, si un vaso resbala de nuestras manos y se estrella rompiéndose en mil
trozos ¿Cómo reaccionamos? ¿Estallamos desproporcionadamente? ¿Dos horas después
aún estamos dando vueltas al suceso? ¿Nos llamamos a nosotros mismos idiota o cosas
peores? ¿O por el contrario culpamos de cualquier cosa sucedida a las personas que
están a nuestro alrededor y desviamos nuestra culpa?
Hay familias en las que cualquier suceso ordinario, la rotura de un vaso, la pérdida de
algún objeto, o el olvido de algo que era importante recordar, desata una verdadera
“Guerra de Culpas” Cualquier pequeño accidente domestico se convierte en una
verdadera batalla, donde todos los que puedan escurrir el bulto, lo harán incluso aunque
sean culpables. Esa actitud familiar potencia la idea de “colgar etiquetas” que además se
gravará en la memoria emocional del niño “a fuego”, porque irá acompañada de
visiones que impactarán en su memoria. El vaso que está apunto de caer y no puede
coger. La visión del vaso que se estrella en el suelo. Los gritos de quien sea, culpándole
por el hecho. Estas imágenes son devastadoras para la mente infantil y pueden meterle
en la cabeza la idea de “eres un tonto o un torpe” incluso aunque nadie haya
pronunciado esas palabras. Frases como “No te fijas en lo que haces!” “Mira lo que ha
sucedido por tu culpa!” que parecen casi inofensivas son un hachazo en la autoestima.
A veces lo que sucede, es que esos sucesos son la gota que colma el vaso, de una tarde
en la que el niño estuvo insoportable. Y en el momento en que se rompe el vaso, nuestra
paciencia estalla y tenemos la necesidad de demostrar que esa desgracia es el resultado
catastrófico del mal comportamiento, aunque no sea cierto. Pero hay que separar unos
hechos de otros y reprender al niño por su conducta inadecuada cuando sucede e
indicarle las cosas que nos sacan de nuestras casillas y no entremezclarlas con
culpabilidades donde no toca.
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¿Quién nos mide?
- Durante la infancia, la persona de más peso es la madre, seguida del padre y
educadores.
- En la adolescencia las opiniones sobre nosotros, que expresan nuestros
compañeros del grupo social al que pertenecemos.
- Como seres sociales vivimos constantemente expuestos a la opinión de otros.
- Nuestra autovaloración se parece más a la percepción que tenemos de cómo los
demás nos evalúan que a la verdadera valoración que los demás hacen de
nosotros.
- Nos auto valoramos no por lo que los demás ven, sino por lo que nosotros
creemos que ven
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DE LA NIÑEZ A LA INDEPENDENCIA
El paso de niño a adolescente es uno de los pasos más difíciles dentro de la evolución
personal de cada uno de nosotros. La influencia de los adultos en ésta etapa puede
actuar como un propulsor o como un lastre. Imaginemos un ave con sus polluelos en el
nido a los que está enseñando a volar, si pudiera hablar no les diría: “Cuidado hijos
míos hay mucha altura y os vais a estrellar, mejor que no voléis nunca y así estaremos
todos más tranquilos” sino que en el momento preciso debería decirles “Hijos míos ha
llegado el momento, vuestras alas están perfectamente diseñadas para planear en el
cielo, así que no tengáis miedo, lanzaros al vacío, agitadlas con pasión, y disfrutad de lo
mejor de ser ave”.
A menudo nosotros actuamos llenándoles la cabeza de miedos y omitimos lo
maravilloso que es tomar las propias decisiones, disfrutar de ir donde quieras, y sentirse
libre. Obviamente todo debe tener una progresión, y no ofreceremos la misma libertad
con doce que con diecisiete, pero nuestra confianza en ellos es el primer escalón de la
escalera de su propia confianza. Todo lo que debíamos explicarle sobre drogas, alcohol,
sexo, malas compañías, etc… ya debe estar explicado anteriormente. No esperemos al
último momento justo cuando tiene que ser valiente, y enfrentarse, a miedos,
tentaciones, y propias decisiones o experimentaciones. La vida es para vivirla y se
pueden hacer infinidad de cosas siendo joven que son enriquecedoras y fantásticas. No
es el momento de hacerle echar raíces cuando tiene que usar las alas.
A veces hay niños que tienen una terrible fama de “enfant terrible” a los que la entrada a
la adolescencia puede ser la puerta para tener una carta blanca definitiva de hacer lo que
les de la gana, pero no olvidemos que:
- La noción que los niños tienen de si mismos es el reflejo de las opiniones que
los demás forman y difunden de ellos.
- Para apreciarse uno mismo y pasar la infancia sin heridas graves en la
autoestima uno tiene que contar con cariño y el suave apoyo de algún adulto.
Cuanto más terrible sea la idea que corra por ahí y nuestro entorno de nosotros
mismos (es un desastre, no será nada en la vida, es un gamberro, es un
zoquete…) más indispensables se hacen esos vínculos afectivos que nos
demuestren que hay alguien que aún confía en nosotros y nuestras capacidades.
Esto puede suceder de forma espontánea, la llegada de un pariente que va a
pasar una temporada con nosotros, un profesor sustituto que deja una huella
imborrable, un universitario que hace de profesor de refuerzo… o podemos
pensar en alguien que pueda ejercer una influencia positiva y pedirle que nos
eche una mano para hacer “despertar” el buen niño que todos llevamos dentro.
Hasta los más rebeldes tienen dentro un niño necesitado de afecto.
- En la medida en que seamos capaces de proporcionar o hacer visible ese afecto,
esa “reconciliación” con el mundo, más fácil será que se produzca y se refleje en
un cambio de conducta.
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La pertenencia a un grupo
Los adolescentes buscan la aprobación de sus compañeros, y pertenecer a un grupo se
convierte en una prioridad. El adulto puede moverse solo y con total seguridad. El
adolescente tiene necesidad del apoyo grupal antes de acabar de construir su identidad
como individuo social.
Se enfrentan a sus diferentes formas de ser en diferentes ámbitos y eso les produce
inseguridad porque el todo se ha roto y se ha convertido en un puzle de distintas piezas
que no saben como encajar. Su identidad es una autentica incógnita, que a veces no son
capaces de descifrar.
La percepción del propio atractivo físico en comparación con el modelo estándar
socialmente admirado, contribuye sustancialmente al concepto de sí mismos.
Las emociones juegan el papel más importante en el desarrollo del concepto de nosotros
mismos. Deseo de amar a otros y sentirnos amados por ellos. Se es muy sensible al
rechazo, y ese temor da lugar al desarrollo de importantes emociones sociales como el
orgullo, la vergüenza, la culpa y el remordimiento. Cuando digo emociones sociales, me
refiero a la exposición evidente de sus emociones frente a los demás, por ejemplo
ponerse rojo porque alguien nombró a un chico o chica que les gusta, y ser por ello la
diana de las burlas de adultos, niños o compañeros. Un adulto tiene la capacidad de
reírse o enfrentarse abiertamente y decir “¿Y qué?” el adolescente teme la exposición, la
invasión de su reciente adquirida intimidad que aún no sabe como manejar, el
descubrimiento del sexo opuesto, la presión social para que se identifique con
determinados roles: ser resuelto, extrovertido, tener amigos, vida social etc… todo junto
es un peso que no le resulta fácil de gestionar, y que se une a su desequilibrio hormonal,
emocional, psíquico, y de cambios físicos constantes que no tiene tiempo de asimilar.
Sentirse orgulloso de uno mismo es un motor infalible para tener una autoestima
equilibrada. El adolescente está lejos de sentir orgullo de si mismo, La situación normal
es que haya demasiadas dudas sobre si mismo como para sentirse claramente satisfecho,
no de forma puntual, esto si es posible (una nota alta en un examen, o la persona que te
gusta te manda un mensaje…) sino de forma continuadamente estable.
El orgullo de nosotros mismos incluye el incentivo, el camino y la energía para la
consecución de metas constructivas. El orgullo o sentimiento de satisfacción personal
nos estimula a relaciones con los demás. Pero existe un peligro: cuando la
autosatisfacción degenera en un orgullo excesivo que deriva en arrogancia, nos
distanciamos emocionalmente de las demás personas. Por ejemplo el adolescente que
tiene el ego exageradamente subido, porque es extremadamente guapo y lo sabe, o
popular o un crack en alguna actividad física etc…pero incluso en éste caso, dime de
que presumes y te diré de que careces. Cuando nuestra expansión del ego es tan
extrema, seguramente hay una gran fragilidad en nuestro yo corriente, que
probablemente sea muy difícil de detectar.
La vergüenza y la culpa surgen en situaciones en las que sentimos que hemos perdido
valor a los ojos de los demás. Situaciones en las que no nos consideramos merecedores
de la aprobación ajena y tememos vernos o sentirnos rechazados. Aunque estas
emociones parece que tengan connotaciones negativas, tienen una parte positiva
respecto al crecimiento personal. La culpa nos lleva al remordimiento y éste al propósito
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constructivo de enmienda. Es más útil que la vergüenza porque nos anima a corregir
errores, pero a la culpa suele llegarse a través de la vergüenza primero y el
arrepentimiento o remordimiento después, por tanto son emociones que se
complementan.
La competitividad alimenta la idea de superioridad de unos seres humanos sobre otros.
La sociedad “devalúa” ciertos grupos “inmigrantes, negros, moros, sudacas,
homosexuales, enfermos mentales etc…” ofrece un falso sentimiento de “orgullo” por
no pertenecer a esos grupos. Si unimos competitividad y falta de empatía tenemos una
bomba que puede estallar en forma de agresión ya sea verbal o física hacia esos grupos,
como forma de reafirmar el yo fuera de ellos, y con una pertenencia a un grupo
“superior”.
Por otro lado, la obsesión por conseguir un cuerpo o bien perfecto, o que se adecue al
grupo o tribu urbana al que pertenece puede ser una fuente de descontento y de
desconcierto, porque tal vez sea aceptado por su grupo de amigos pero no por su grupo
familiar, y por tanto se desate una guerra cada mañana tan solo por escoger tal o cual
prenda de vestir. Su identidad cuestionada a diario, facilita su etiqueta de rebelde y esto
influye emocionalmente en su comportamiento diario. Cuanto más énfasis se de a su
apariencia más estimulara su adrenalina de rebeldía.
En conclusión, el adolescente está a medio formar, su cuerpo sufre transformaciones
que le es difícil de aceptar porque los modelos sociales ponen un listón muy alto al que
ninguno cree llegar. Su visión de si mismos pasa por el filtro de lo que opinan en su
entorno. Y ese entorno a menudo es cruel con los que parecen no encajar en los
estándares o pertenecen a uno de los grupos non gratos sociales, y cimientan su orgullo
de casta sobre los escombros de las autoestimas pisoteadas de los rechazados.
Sobrevivir emocionalmente a la adolescencia es más duro aún que sobrevivir a la
infancia, por ello es esencial el apoyo familiar incondicional que sirva de refugio y para
recargar las baterías necesarias para enfrentarse a un mundo a menudo hostil.
Violencia en la adolescencia y conductas adictivas
La necesidad de pertenencia a un grupo se pone muchas veces por encima de las propias
tendencias. La baja autoestima es el otro ingrediente necesario para “atentar” contra uno
mismo haciendo cosas que uno sabe que no le benefician en absoluto.
La autoestima es la única protección segura que impide a una persona la autolesión o la
autodestrucción, incluso aunque exista el deseo de pertenencia a un grupo, por la
sencilla razón de que un adolescente con un buen nivel de autoestima, verá no solo el
peligro de autodestrucción, sino que verá al grupo como seres indeseables que se
autodestruyen y con los que no quiere compartir su tiempo. El adolescente con buen
nivel de autoestima creerá en sus habilidades para encajar en otros grupos más acordes a
su forma de ver la vida.
En cambio el adolescente con baja autoestima, se ve a si mismo como alguien poco
interesante y caerá fácilmente en las manos del primero que le preste atención, porque
no creerá que pueda encontrar algo mejor.
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La habilidad para dirigir y regular las propias acciones se daña temporalmente en
personas que están bajo la influencia de grupos indisciplinados, radicales o de bandas
incontroladas y violentas. En éstos casos los participantes se concentran en sucesos
externos excitantes, las emociones les obnubilan y “desenchufan” el “superyo” o
conciencia moral que controla y modera las pasiones.
Cuanto más se diluye la función ejecutiva en una colectividad incontrolada, más altos
son las posibilidades de perder el raciocinio y la capacidad de ponerse en la piel de
otros. La falta de empatía separa el ser humano del animal, y las conductas de una
persona que no siente empatía pueden ser terriblemente desalmadas, como de un ser sin
conciencia.
El grupo actúa como catalizador de esa violencia, y a la vez arropa a la persona que
pierde su empatía entre otros seres que sienten lo mismo, minimizando el efecto en la
conciencia de lo monstruoso y concentrándose en el placer morboso de la descarga de
pasiones desatadas sin control. Algo así como liberar a la bestia que tenemos dentro.
¿Qué necesita un adolescente para no dejar desatar a la “bestia”?
El autocontrol
El autocontrol requiere dos cosas:
- Motivación
- Fuerza de voluntad
Pero estas dos herramientas no pueden utilizarse sin un objetivo. Sería como tener
muchas ganas de construir un armario, tiempo para hacerlo y una sierra pero no madera,
o ninguna idea de como queremos hacerlo, o para qué lo vamos a utilizar. Trazar un
guión de vida, aunque sea provisional, es esencial para que el adolescente no vea su
vida futura como una nebulosa indefinida que no tiene nada que ver con él, y por tanto
lo único que le excita es vivir el presente de forma muy apasionada. Algo así como si a
alguien le dijeran que probablemente no va a tener un mañana. Esa “desesperación” por
vivir le puede llevar a “quemar” todo lo que hace de forma compulsiva. “La
insatisfacción conduce inexorablemente a la voracidad” decía muy sabiamente Walter
Riso, pero esa voracidad (sexo, drogas, delitos, violencia…) puede llegar a ser muy
autodestructiva.
Digan lo que digan los demás
La impresión que causamos en los otros es algo de lo que no podemos escapar, en la
escuela, entre los compañeros, en presencia de los profesores que han de catalogar
nuestro nivel, en el medio laboral, en la búsqueda de relaciones afectivas.
Gran parte de nuestra vida seremos juzgados de forma subjetiva. Estamos expuestos a
que las personas del “jurado ficticio” de nuestra vida, no les guste lo que ven, porque
tienen otros gustos, y ello nos lleve a sentir el “Síndrome de la pieza que no encaja”.
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Conscientes de ello siempre ponemos el escaparate atractivo y eso hace que a fuerza de
“no ser”, dejemos de “ser”. Y ahí empiecen las dudas sobre quienes somos en realidad.
Es importante saber cuando nos quitamos el traje de Spiderman y volvemos a ser Peter
Parker. Recomendaciones:
- Acudir a especialistas cuando tenemos estados depresivos o crisis de identidad,
es algo ante lo que uno pone barreras por el “qué dirán”.
- Evitar que los fármacos puedan constituir una forma de dopar nuestros estados
de animo y nos inhiban de la lucha por nuestra propia identidad.
- Huir de la idea de que la apariencia física sea sinónimo de éxito, y nos convierta
en una “fashion victim” que esconda detrás miedos a intentar buscar nuestra
propia apariencia fuera de los dictados de la moda o las tendencias.
- Nuestro gusto por nosotros mismos, depende menos de nuestras cualidades y
circunstancias que de nuestra actitud hacia ellas.
- Todos tenemos rasgos de nuestra personalidad o de nuestro cuerpo que no nos
gustan. Ej. Podemos tener una mala opinión de nuestro rendimiento laboral o
sobre nuestro talento en algo determinado pero tener la autoestima alta.
- La valoración de uno mismo también depende del equilibrio entre lo que
creemos que somos y lo que nos gustaría ser.
- Las personas con una discrepancia entre sus logros y sus pretensiones, bajan su
autoestima, por tanto es imprescindible, adecuar nuestros objetivos a nuestras
posibilidades reales, y buscar la formación o entrenamiento necesarios para
elevar el nivel de nuestras metas.
- Evitar la Ansiedad Social: Aquellos momentos en los que el individuo quiere dar
una cierta impresión ante los demás pero está seguro de que no lo logrará.
Cuanto más importante sea para la persona causar una impresión determinada y
menos segura se sienta de poder lograrlo, más ansiosa se sentirá. Vuelve a se
importante evaluarnos de forma objetiva y entender que habilidades nos faltan
para conseguir causar la impresión deseada.
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ESPEJISMOS DE ALTA AUTOESTIMA
A menudo podemos creer que no tenemos ningún problema con la autoestima, pero la
realidad es que si la hemos cimentado sobre una base nada solida que puede ser
derribada como un castillo de naipes bajo una corriente de aire. Hay diferentes
comportamientos o hábitos que podemos haber ido haciendo nuestros y que esconden
una autoestima frágil que está igualmente dañada, aunque no demos esa apariencia. el
autoengaño, el autofavoritismo, la automanipulación, la represión, pueden ser formas
dañinas de esconder nuestra vulnerabilidad bajo una falsa capa de fortaleza que no es
tal. Vamos a definirlas a continuación:
Psicología del autoengaño
Nos dice Daniel Goleman, “En algún punto entre los extremos de vivir una vida de
mentiras vitales y una vida de simples verdades se encuentra el mejor camino de la
supervivencia y la cordura”.
El autoengaño nace principalmente de la necesidad de complacer a los demás. Creemos
que los otros no nos van a aceptar tal y como somos, y por tanto en lugar de rebelarnos
o de ocultar la verdad a los que creemos que no nos aceptan, nos la ocultamos a
nosotros mismos.
Esta actitud es profundamente dañina porque es una autoimposición a menudo espartana
que nos auto obliga a hacer cosas que no queremos: estudiar Empresariales o Derecho,
encargarnos del negocio familiar, competir en algún deporte, fomentar una amistad de
conveniencia familiar que en realidad aborrecemos.
Detectar el autoengaño puede ser muy difícil y en la mayoría de casos estalla en forma
de ansiedad, depresión o cualquier alteración psicológica. Para entenderlo fácil es como
una olla exprés al fuego y con el mecanismo de salida de vapor obturado, que acabará
estallando si se mantiene durante demasiado tiempo bajo los efectos del calor.
Protección de la autoestima. Autofavoritismo
La necesidad de destacar y el deseo de ser admirados, hacen que cuando juzgamos a
otras personas nos comparemos, situándonos por encima de ellas. Esa sensación de ser
mejores que otros (mejores conductores, mejores amantes, mejores trabajadores,
tonifican nuestra confianza en nosotros mismos) a veces se sustenta bajo una
comparativa en la que siempre encontramos alrededor personas que juzgamos peores
que nosotros. Si esto es un hábito de pensamiento, en realidad puede ocultar una baja
autoestima que necesita una continua reafirmación sobre modelos de “más baja calidad”
con cuya comparación salimos siempre ganando.
En sucesos que nos afectan como desafortunadas ruptura con la pareja, fracaso escolar,
situación de desempleo, frente a otras más ventajosas, adoptamos una actitud subjetiva
en la que atribuimos nuestros éxitos a la propia competencia y nuestros fallos a la mala
fortuna.
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Estrategias protectoras
Las estrategias protectoras nacen de nuestro deseo de negar una realidad sobre nuestro
carácter o forma de ser que en realidad no nos gusta pero que sale naturalmente de
nosotros y en lugar de aceptarla y en todo caso iniciar un cambio consciente, nos
ocultamos y tratamos de enmascarar. Hay básicamente tres tipos de automanipulación:
Represión- Anular recuerdos y “amañarlos” o imaginar como hubieran sido, lo que
hubiéramos hecho etc…que afianzaremos explicando hazañas en las somos el héroe,
pero que nunca tuvieron lugar, o que hemos exagerado de tal modo que no
corresponden a la realidad. Por ejemplo un enfrentamiento a un jefe autoritario al que le
“cantamos la caña” cuando la realidad es que sufrimos su despotismo sin rebelarnos, o
una situación en la que defendimos una injusticia ante un grupo o individuo que pudiera
ser acosador o peligroso, etc…y que nunca tuvo lugar, sino que procede de lo que nos
hubiera gustado decir o hacer.
Proyección- Pensar que otros tienen nuestros defectos, envidia, manipulación, avaricia
y señalarlo como algo terrible, criticando y despotricando contra esa persona
abiertamente, pero a sus espaldas. Probablemente ese gran defecto también es nuestro,
pero no tenemos capacidad para verlo y solo lo descubrimos en los demás, incluso
probablemente de forma obsesiva. Ej. El envidioso cree que todos le envidian a él.
Formación reactiva- Un ejemplo de esta argucia es cuando nuestra inclinación a la
intolerancia choca con nuestro concepto ideal de nosotros mismos y lo compensamos
con esfuerzos exagerados por demostrar que uno es una persona muy flexible y
transigente, por ejemplo el que empieza la frase diciendo “Yo no soy racista pero…” a
continuación encontrará mil argumentos para defender políticas de discriminación o
medidas altamente intolerantes contra determinados colectivos.
Selectividad
Nos relacionamos exclusivamente con personas que tienen buena opinión de nosotros.
Somos adictos al halago y la aprobación. Basamos nuestras relaciones en la
discriminación de otros grupos, y tendemos a formar “petit comité” de exclusividad. La
principal ocupación es excluir a otros de nuestro grupo y señalar porque son diferentes y
lo equivocado de sus actuaciones o ideologías.
La confianza exagerada o irracional en uno mismo también puede ser peligrosa, y ésta
forma de actuación puede ser la cuna de fanatismos.
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ESTRATEGIAS DE AUTOAYUDA
Hay algunas estrategias que podemos poner en práctica fácilmente para mejorar
notoriamente nuestra autoestima y que podemos trabajar por separado, intentando
reflejar los progresos en alguna libreta a modo de diario, o de algún modo que para
nosotros sea medible y notorio. Podemos trazarnos algún objetivo sobre nuestra forma
de actuación que creemos que nos gustaría modificar y sin obsesiones ni diálogos
internos destructivos, irla adecuando a nuestro día a día. Pequeños gestos pueden
representar grandes cambios, y esto puede animarnos a afrontar nuevos retos, quizás
más complejos.
Mejoras personales
El ser humano tiene la necesidad de mejora, de progreso y evolución. Esta necesidad
incluye además de su entorno a si mismo. Pero cuando queremos cambiar algo de
nuestra forma de ser, funciona mejor la empatía que la autocrítica, y eso es algo que no
siempre se tiene en cuenta.
Algo que deberíamos saber es que el carácter es algo que no cambia en nosotros, lo que
si podemos cambiar es hábitos y conductas. Por ejemplo, yo puedo ser una persona
irascible que se enfada con facilidad. Ese es mi carácter y difícilmente lo podré cambiar,
pero si puedo evitar gritar, ser grosero, insultante o mal educado. También puedo
analizar cuales son las circunstancias que más encienden mi temperamento y tratar de
analizar cual es la raíz de ese enfado. A menudo diseccionando los momentos en que
nos calentamos, encontraremos que los motivos suelen ser intolerantes, egoístas y poco
empáticos. Seguramente intentamos imponer nuestra autoridad o intentamos que todo se
haga a nuestra manera sin tener en cuenta la opinión de otros.
En cuanto hayamos observado y analizado las causas, podremos empezar a trabajar en
como mejorar ciertas actitudes que son las que provocan nuestro enfado y que nacen en
nuestro interior y no en el entorno como siempre queremos creer. “Ya me has hecho
enfadar” “Sabes que no soporto que… y lo haces para cabrearme”
Otros aspectos de nuestro carácter, igual pueden ser analizados y después de
comprender los hábitos en los que se explayan, decidir como modificarlos o eliminarlos.
La mejora personal debe ser consciente y racional. Debe tener un plan medible y
posible. Con pequeñas metas autoimpuestas y dirigidas a un objetivo. De este modo
conseguiremos pulir aquellas cosas de nosotros que hacen que nuestra vida sea peor.
Control de la ira
Una vez que hemos identificado que tenemos problemas con nuestra explosión de
carácter delante de un incidente: “Por pequeño que fuese el suceso, notaba que hervía
dentro de mí”. En lugar de perder el tiempo auto censurándose por ello, hay que
empezar a pensar en utilizar una herramienta que nos ayude a controlar la ira. Una
buena forma es ponerse en el lugar del otro y mirar sus errores o lo que nosotros
consideramos errores con amor, pensando como nos sentiríamos nosotros si alguien nos
gritara o estuviera furioso por algo de lo que no somos culpables.
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Cosas que ayudan a que no baje la autoestima
- En lugar de regañar o castigar, buscar el dialogo constructivo y resolutivo de
problemas. Invitar a la reflexión, al arrepentimiento, propósito de enmienda y
consecución de cambios de actitud.
- Los miedos, deben tratarse como algo externo contra lo que luchar, en el caso de
los niños, incluso poniéndoles nombre de monstruo y animándose a luchar
contra él para vencer.
- Cambiar la química del cerebro, mediante el uso de un lenguaje de pensamiento
que fomente las hormonas llamadas de la felicidad, endorfinas, dopaminas etc..
y tratar de controlar la adrenalina mediante la distracción del cerebro con otros
pensamientos que no estén aumentando nuestra rabia.
- Reubicar el problema y formularlo por escrito, analizarlo de forma racional y
buscar soluciones posibles.
- Hablarse a si mismos con un dialogo amable
- Fomentar imágenes de autoayuda.
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SER UNO MISMO
¿Qué es ser uno mismo?
Ser uno mismo, es olvidarse por un momento del entorno y de los modelos que nos
marcan, de lo que esperan de nosotros, de lo que ven los demás que somos y de lo que
creemos que somos en realidad, y mirar hacia dentro y sentirnos como parte integrante
del planeta, sentirnos como lo que somos: seres únicos e irrepetibles, la magia de algo
que sucedió en un momento preciso y que no volverá a repetirse jamás y pensar en
nuestro paso por el planeta como algo importante, pensar en las huellas que dejamos en
los seres de nuestro círculo de confianza, pensar que somos capaces de generar felicidad
y alegría dentro de nosotros y repartirla entre los demás, solo por el hecho de hacerles
sentir bien.
Ser compasivo y comprensivo con nuestros errores, trazarnos nuestras metas
independientemente de que gusten o no a los que nos rodean, escuchar a nuestro
inconsciente cuando nos susurra y nos habla de nuestros deseos y de nuestros talentos y
de nuestros dones.
Mimarnos, y querernos, respetando nuestras peculiaridades, perdonando nuestros
fallos, dándonos cada día la oportunidad de empezar de nuevo, de descubrirnos y
proyectarnos, dando lo mejor de nosotros.
Estos y no otros son algunos de los secretos de la autoestima. Un camino que podemos
iniciar en cualquier momento, tanto si creemos haberla perdido, o si nunca hemos sido
conscientes de tenerla del todo. Sea cual sea nuestro caso, mirarnos a los ojos, ver
nuestro yo reflejado y sentir complicidad, ternura, respeto, o amor será el mejor regalo
que podemos hacernos a nosotros mismos. Dejemos todo lo negativo que haya sucedido
a un lado y empecemos a vernos como nuestro compañero de viaje, nuestro colega,
nuestro mejor amigo. Alguien que nació contigo y que estará a tu lado hasta el final de
tus días.
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BIBLIOGRAFIA
PSICOLOGIA DEL NIÑO
JEAN PIAGET
MORATA, 2015
PSICONEUROINMUNOLOGIA
JOSE VIDAL GOMEZ
UNIV DE BARCELONA, 2003
RAISING A THINKING CHILD WORKBOOK: TEACHING YOUNG CHILDREN
HOW TO RESOLVE EVERYDAY CONFLICTS
ICAN
Myrna B. Shure
INTELIGENCIA EMOCIONAL EN EL AULA:
PROYECTOS, ESTRATEGIAS E IDEAS
JONATHAN COHEN
TROQUEL (ARGENTINA), 2004
THINKING PARENT, THINKING CHILD
ICAN
Myrna B. Shure
INTELIGENCIA EMOCIONAL
DANIEL GOLEMAN
KAIROS, 1996
BULLYING: EL ACOSO ESCOLAR
WILLIAM VOORS
ONIRO, 2005
PSICOLOGIA DE LA ADOLESCENCIA
J.C. COLEMAN; L.B. HENDRY
MORATA, 2003
LA TRASCENDENCIA DEL EGO
JEAN-PAUL SARTRE
SINTESIS, 2014
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Virginia Segú Selva
Responsable de implantación de herramientas de
Mejora Continua e Ingeniería de Procesos en el
sector de la filtración medioambiental en empresas
multinacionales y líderes del sector. Formada en el
Lean Institute, ha participado en diversos
programas formativos en EEUU. Experta en la
puesta en marcha y seguimiento de metodologías
Lean Management y Formación Continua.
Formada en Coaching, Programación
Neurolingüística y Análisis Transaccional que la
enfocan a la mejora personal a través de la
Inteligencia emocional.
Durante tres años, directora y presentadora del
programa de radio DELICATESSEN de Radio Star
desde donde impulsaba el Coaching y la Gestión
del Cambio como herramienta imprescindible para
la implantación de proyectos de mejora, además de
extender la filosofía de alimentar cuerpo y mente.
En la actualidad enfocada en la difusión a través de
la literatura de técnicas de Mejora Personal.
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