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cuA?F_Rlios DE MADINAT AL-ZAHRA' I a coRPoBA, t987

Los jardines de Madinat al-Zahra, Alfonso Jiménez Martín

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Cuadernos de Madinat al-Zahra: Vol. 1, Año 1987. Revista de difusión científica del Conjunto Arqueológico Madinat al-Zahra (Medina Azahara).

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cuA?F_RliosDE

MADINAT AL-ZAHRA'I

a

coRPoBA, t987

SUMARIOMANUEL OCAÑAJIMÉNEZPresentación Pág. 7

o t.ar JOtrfNADAS SOBRE MADINAT AI-ZAHRA'.PONENCIAS

MANUEL ACIEN ALMANSAMahnat al-Zahra'en el urbanísmo musulmán Pág. 11

CHRISTIAN EWERTElemenfos decoratiuos en los tableros paríetales del salón ríco

de Maúnat al-Zahra' . Pág. 27

J. E. HERNÁNDEZ BERMEJOAproximacilín al estudio de las especies botánicw originariamente existentes

enlosjardinesde Mattnatal-Zahra' Pág. 67

ALFONSO JIMÉNEZ MARTÍNLos jardines de Maúnat al-Zahm' Pág. 81

ANA LABARTA - CARMEN BARCELóLwfuentes árabes sobre al-Zahra': estado de la cuestíón Pág. 93

MANUEL OCAÑA JIMÉNEZConiileraciones en tomo al próIogo de la obra oMattnat al-Zahra'.

Arquitectura y decoraciónr, de don Félix Hemández Ciménez Pág. 107

GUILLERMO ROSSELLO-BORDOYAlgunas obseruaciones sobre la decoración cerámica en uerde y manganeso Pág. 125

. ESTUDIOS

ANTONIO VALLEJO TRIANOEl baño próximo al salón de 'Abd al-Ra\man III Pág. 141

. CRóNICA DEL CONJUNTO

ANTONIO VALLEJO TRIANOCrcinica años 1985-87 ' Pá9. 169

1.as JORNADAS SOBRE MADINAT AL-ZAHRA'

PONENCIAS

LOSJARDINES DE MADINAT AL.ZAHRA'

ALFONSO JI¡dÉNEZ MARTÍN

esde un punto de vista histórico el naci-miento y expansión del Islam no sólo

ne y hueso, disfrutarían de las siguientes como-didades eternas: sombra perpetua y orientable a

voluntad, temperatura perfecta y estable, incon-tables árboles de follaje verde oscuro con floresy frutas inéditas, aunque se mencior¡,an expresa-mente lotos, narcisos, azucenas, rosas, arrayanes,

palmeras y granados, todo ello regado por cuatroclases de ríos, ya que por sus cauces corrían res-pectivamente agua pura, leche de incomparablesabor, vino y miel purificada; en estos vergeles yen unos magníficos y altísimos palacios los bie-naventurados, reposando en bancos y lechos, en-joyados pero mullidos, serían atendidos, en todoslos sentidos, por huríes <de ojos negros) y <jóve-nes bellos como perlas> vestidos de seda verde.

En la actualidad no seríamos capaces de reco-nocer, en esta promesa de hedonismo paradisía-co y perpetuo, ninguno de los goces abstractos yespirituales que las almas de los cristianos esperan

en ia otra vida, salvo la eternidad, pero en la Igle-sia siria los anacoretas, y Mahoma tomó de ellosnumerosos rasgos formales, estaban acostumbra-dos a sermones en los que las metáforas del MásAllá eran del siguiente tencr, tomando de losHimnos del Paraíso, de Frem, el máximo predica-dor de la Iglesia siria en la época anterior al Islam:

oYo ví las mansiones de los justos y a ellos mismos,

chone ando u ngüento s, e xhalan do pe rfume s, enguím al-

dados de flores, corcnados de frutas (...) Cuando se

constituye un fenómeno insólito, por su <impre-vista> aparición, velocísimo desarrollo y generalaceptación, sino que cada vez se percibe conmayor claridad su potente influencia sobre mu-chos de los Gnómenos culturales que para varias

generaciones de historiadores han caracterizadc>

la personalidad europea desde el siglo X hasta elXVI; en esta línea de pensamiento los jardines

constituyen un magnífico ejemplo de la fecun*didad y expansión de las elaboraciones islámicas,

en las que al-Andalus desempeñó un importantepapel difusor. Además de esta idea básica, antici-paremos una conclusión que también creemosde interés y es que se ha hipervalorado, en estas

cuestiones de jardines, el peso de la influencia(persa), en detrimento de la mediterránea; esti-marnos que la herencia que el Islam desarrolló la

constituían viejas tradiciones mesopotámicas, omejor dicho, panorientales, pero conservadas yfermentadas en Siria y en Egipto desde la épocahelenística y pasadas por el tamiz judeo-cristianofinalmente.

Uno de estos errores es el de la identificacióndel Paraíso prometido por el Profeta a loscreyentes, nacidos en la seca y calcinada Arabia,con un cierto modelo <persa>; la teoría coránicadei Edén lo describe como un parque, situado enlas alturas, en el que los bienaventurados, en car-

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acuestdn a la mesa, proyectan lor árboles su sombra en

el aire claro. Las flores brotan entre ellos, Ias frutas so-

bre ellos (..) P.ápidos vientos están delante de los biena-

uenturados para sewirles (.,.) A quien aquí abajó se ha

abstenido del vino, a ese anhelan las cEa del Paraíso

(...) Y si alguien ha vivido en castidad, lc reciben ella(sic) ea su puro seno, porque como monje no cayó en el

lecho del amor teneno (...).

Incluso en aquellas cuestiones que una vez yotra se nos dice que fueron típicamente persas,

como que los ríos paradisíacos eran cuatro, está

claro que el Islam, no Mahoma, tomó el dato delGénesis, ya que el Profeta sólo alude a cuatroclases de líquidos discurriendo por los cauces delEdén, detalle que por cierto procede de la visitaque, según un midrás hebreo, reehz.ó al lugarEnoc. No hay más que repasar las páginas de Mi-tos hebreos de R Graves y R Patai o de Mahoma

de T. Andrae, pare comprobar hasta la saciedad

que la deuda del Corán en este decisivo aspecto

no es con Persia; tampoco hace felta indagar mu-cho para reconocer en las imágenes citadas los

ecos idealizados del marco de la cultura materialtardoantigua, especialmente la de sus clases privi-legiadas.

Los datos correctos que el Profet¿ diseñó

panla otra vida, el musulmán pudiente procuróadelahtarlos en ésta, en un ejercicio üterario-arquitectónico en el que se mezclaron suras delCorán, como ideal perfecto, con tradiciones re-ferentes a culturas antiguas (los persas y las cultu-ras hidráuücas del Vemen) y, una vez más, otrasleyendas cristianas y judías, particularmente las

que relataban las hazañas arquitectónicas de Salo-món. Así se fue perfilando la estreche relaciónpelacio/jerdín, adjudicándole a aquél gran altura,luminosidad, policromía, cúpulas, lámparas queproducían sensación de movimiento, estatuas deleones con rugido neumático, jardines cinegéti-cos.. Salomón, auxiliado por su genio Sayr, habría

construido ciudades portátiles, tronos automáti-cos, pero sobre todo un pabellón de cristal, cuya

pulidísima solería habrír sido tomada por Bilqk,la legendaria reina de Saba, por un estanque.

Los primeros jardines del Islam se dieron en

una docena de establecimientos de los BanuUmayya, fechados en la primera mitad del sigloVIII, y localizados en el actual desierto de Siria y

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Jordania; sn 6llos se documenta la pervivencia de

una cierta apariencia de fortalezas romanas para

alojar complejos arquitectónicos de uso disconti-nuo y eminentemente recreativo, no cortesano,

donde el sincretismo compositivo, estilístico yfuncional estaba servido por un lujo propio de

nouvelles riches; enuno se documenta :unhayrparque botánico y cinegético de 850 ha regado poracueductos subterráneos, mientras en otro la mi-tad de la superficie disponible de una especie de

castellum tardorromano estaba dedicada a jardín,

enclaustrado y presidido por un estanque, casi

totalmente ocupado por un elaboradfsimo pabe-llón, cuyas formas recuerdan poderosamente la

arquitectura de la Siria cristiarn. En estos estable-

cimientos rurales se perciben dos llneas cultura-les que heredará el Islam occidentaljunto ¿ otrosmuchos rasgos: por una parte la bAdiya, o rc-mántico deseo de übertad antiurbana, típica-mente beduino, y por otra el modelo económi-co y señorial que, desde la Repúbüca, había sido

una constante del sistema romeno de vida y querenacerá en el Veneto del siglo XVI, para ser unlugar común de cierta cultura europea; estos es-

tablecimientos principescos, entonces inmersosen un medio agrícola floreciente, fueron arrui-nados por el eiterminio de la dirnstía, cuyosúnicos supervivientes huyeron e al-Andalus;

ambién contribuyeron a su r.ípido declive eltraslado del aparato estatal al actual Iraq y la ex-tinción de los mercados mediterráneos a los queabastecíen.

La nueva dinastía, la de los abbasíes, se carac-terizó, entre otros aspectos, por su caracter (per-san y, sobre todo, por la planificación y rápidaconstrucción de nuevas ciudades imperiales enlas que levantaron, de la noche a la mañana,enormes palacios con inmensos jardines y pú-ques, capaces de hacer paüdecer al mismísimoSalomón o a los legendarios monarcas yemeníes,y que fueron descritos en medio de las ñntasíasde <Las Mil y Una Noches>; algunos de ellos, da-tados eh el segundo tercio del siglo IX, han sidoexcavados en fechas ya antiguas y tenemos ma-gras descripciones de ellos, que nos permiten en-trever algunos escasos elementos de interés: salo-nes de aparato con cúpulas, ligados material ycompositivamente a grandes patios y explanadas,

con fuentes y estanques descomurnles y organi-

zaciones de crucero, es decir, con rías o paseos endisposición cruciforme, tema que ya explotó elArs Topiaria de los romanos; también fue carac-terístico el serdab, ámbito subterráneo artificialrelacionado con el jardín La literatura nos per-mite añadir encarnadura a estos esqueletos arqui-tectónicos: árboles metálicos llenos de pájaros ar-tificiales capaces de cantar, diversos géneros deautómatas, espesuras dedicadas exclusivamente alhábitat de ruiseñores, amén de vegetación fron-dosa y ordenada y animales de toda especie.

Egipto, estación casi obligatoria en las rela-ciones de los centros primigenios del Islam conOccidente, asumió pronto un papel político au-tónomo bajo Ibn !ulün, quien en un nuevoarrabal de El Cairo,llamado al-Qatay, que fundóen el año 870, creó un palacio, al-Maydan, queposeía hipódromo y campo de polo; en sus in-mediaciones fundió una mezquita en la que, acomienzos del siglo X, se mezclaban influenciasabbasíes con formas típicamente cordobesas, lle-vadas por una oleada de andaluces transterrados.Casi a fines del siglo el hijo de Ibn T-ulün cons-truía un jardín,.en cuya sección botánica se con-siguieron extraños injertos y cuyas palmeras<metalizó> al forrar sus troncos con planchas decobre, que ocultaban conducciones de plomopara burlas; además consta que mandó modelarimágenes recortando arrayanes, construir unagran pajarera y un pabellón dorado en el que se

mostraban efigies suyas y de sus mujeres y un es-tanque de mercurio, donde reposaba el dueñosobre un colchón flotante; ni que decir tiene queel relato de tales maravillas se incorporó al cauddliterario del progresivo hedonismo arquitectóni-co yjardinero, proporcionando ideas para otrosgrandes señores. Este complejo de mitos, recuer-dos magnificados, datos , transmitidos por víaoral, metáforas y lugares comunes poéticos ymejoras agronómicas, constituyó la base del jar-drn hispanomusulmán, algurns de cuyas referen-cias son tan parecidas a las de sus precedentesorientales, que cabe la posibilidad de que, si otrosdatos no vienen a corroborarlos, los incluyamosen el inventario de los jardines estrictamente li-terarios y no en el de los arquitectónicos,reales y tangibles.

La Península Ibérica acogió el Banu lJmayya'Abd al-Ralrman <El Emigrado> como emir au-

tónomo y se constituyó en caldo de cultivo paraun cierto renacimiento sirio, bien enraizado enlas tradiciones arquitectónicas locales y muyconservador de sus propios hallazgos pero aten-to, sin embargo, a las novedades que llegabandesde Iraq. Así el sahn del edificio-emblema dela dinasda, l" gt- al-masiid al$mi' de Córdob4 po-seyó árboles diversos (se citan concretamente, enépoca posterior, naranjos, cipreses y palmeras,pero no sabemos desde que fecha eran éstas sus

especies) desde el mismo momento de su cons-trucción, y aunque posteriormente esto se consi-deró ilegal, se coriservaron en homenaje a lospiadosos creyentes que los habfan plantado ycuya memoria permitió que la errónea, pero tí-picamente siria, orientación de esta mezquita se

convi¡tiese en la norma canónica de todes las delpals; con estos datos no extrañá que en los alre-dedores de la capital el emir mandase construiruna villa suburbana a la que trasplantó el nom-bre de R^.ofo, que había sido el de otra, en Da-masco, donde habfa pasado su infancia, iniciandoasí el tipo munya, como denominación genéricade las imnumerables fincas de recreo que rodea-ban Córdoba y que pronto abundaron en otrasciudades andalusíes, como si las viejas villaes terdo-rromanas resucitaran inopinadamente. Es impor-tante señalar que en varias de estas fincas se aloja-ron en el ríltimo cuarto del siglo X muchos cris-tianos, ya _fuesen rehenes, embajadores o aliados.LJn texto contemporáneo describe como siguela que fue propiedad de un üsir del mismo siglo:

,<El lryayr es uno de los rruís marauiLlosos, más her-mosos y sinfalta lugares de placer. Su patio es de már-mol puro; una corriente lo atraviesa, mouiéndose como

una serpiente. Hay también una dlberca donde uan aparar todas las aguas. El tejado ilel pabellón está decora-

do en oro y azul y en estos colores están decorados los

laterales y uaias partes Eljardín tiene hilera de árbo-

les siméticamente alineados y las Jlores sonien desde

los eryacios abiertos. ElJollaje deljardín euita que el sol

se asome al teneno, y k brisa soplando día y noche, (...a1

dueño)le dhtierte conuersar allí y devansar mañana ytarde>.

Aunque el autor de este texto, el poeta IbnSuhayd, que fue enterrado en estejardín cordo-bés llamado lJayr at-Zaffifi, recurrió probable-mente a tópicos literarios para su descripciór¡ es

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evidente que ésta tenía un soporte material,

como los datos arqueológicos de la época certifi-can; recordemos que este hair se convirtió en

parque público, ya en el siglo XI, por disposición

testamentaria de su propietario. Cuando IbnSuhayd describió el Hayr participaba de un gé-nero poético típicamente andalusí la Rnwdiyyat o

descripción de jardines, parejo a una Nawriyyat o

descripción de flores, en los que destacó un alci-reño, Ibn Jañi¡a, que recibió por ello el apodo

de <El Jardinero>, síntomas todos ellos de la po-pularidad de la Jardinería en al-Andalus; estos

textos llegaron al.atrevimiento de localizar, en

diversos lugares de la Península, jardines parejos

al Edén, como aquella tercera ru{of" cetcena a

Valencia- La üteratura técnica también elcanzó

un nivel que tardaría siglos en ser superado, des-

tacando especialmente la obra en verso de un al-

meriense del siglo XIV, Ibn Luyun, titulada <Li-

bro del principio de la belleza y el extremo de la

fertilidad, a.cerca de las nociones fundamentalesdel arte de la Agriculturo,'cuya <Séptima anota-

ción> trató <Sobre la disposición de los jardines,

sus viviendas y las casas de campo>, al que perte-nece el siguiente texto, donde aún brillan re-cuerdos y teorías latinos:

oPara emplazamiento de una casa entre jardines

se debe elegir un altozano que facilite n guarda y uigi-

lancia. Se orienta el edfrcio a mediodía (...) y se instala

en lo ma aln el pozo y la alberca, o mejor que pozo, se

abre una aceEtia que coffa entre la umbría (..).Junto a

la alberca se plantdn macizos que se flantengan siem-

pre verdes y alegren la uista. Algo más lejos debe haber

cuadros dejores y árboles de hoja perenne. Se rodea la

heredad con viñas y en lns paseos que la atrauiesan se

plantan panales. Eljardín debe quedar ceñido por uno

de estos paseos con objeto de separarlo del resto de lahe-redad (...). En el centro de lafnca debe haber un pabe-

llón dotado de asientos y que dé vista a todos los lados,

pero de tal suerte que el que entre en el pabellón no

pueda oir lo que hablan los que esttín dentro dc aquel,

procurando que el que se dirija aI pabellón no pase

inaduertido. Elpabellón estará rodeado de rosales trepa-

dores, así como de macizos de anayán y de toda planta

impropia de un vergel (...). E r la parte baja se construi-

rá un aposenta para huéEedes y amigos, con puerta in-

dependiente y una alberquilla oculta pr árboles a las

miradas de los de aniba (...) pard proteger la fnca se

cercará con una tapia>.

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Los investigadores están de acuerdo en que

este texto describe un tipo que era ya corrienteen épocas anteriores y gue, a no dudar, propor-cionó modelo para muchos tamaños, comarcas ymomentos, pero sería un abuso pretender que

todo jardín andalusí que existiera cumpliría fiel-mente las recomendación de Ibn Luyun, comoalgunos han pretendido, sobre todo en el caso

del Generalife.Las descripciones nos dan cuenta de otras

cuestiones relacionadas con nuestro tema, tales

como"el pabellón de cristal y dorados que existía

en un jardín principesco de Toledo en el siglo

XI, que presentaba además la particularidad de

que unai tuberías ingeniosamente dispuestas

permitían que el agua fluyera Por su exterior, sin

mojar a quienes en él permanecfan; también se

recuerda la estatuaria que adornaba los jardines,

incluidos numerosas efigies de animales comobocas de surtidores, manifestaciones todas ellas

de la tendencia artificiosa y <mineralizadoro deljardrn islámico, cuyos significados fueron bastan-

te más uprofanoso que los que animaron a los de

la Antigüedad Clásica, ya que sólo eljardín fune-rario, de ciricter privado por lo general y deno-minado RawQa, hacfa referencia directa al Edén

prometido; en Córdoba formaba parte de uncomplejo, (Dar al-RnwQa), construido, abastecido

de agua corriente y embellecido por artesanos

traidos de Bagdad y Constantinopla por'Abd al-

Ratrman III, el primer caliFa cordobés, que sería en-

terrado en él Los cementerios públicos, comoen época romana, se ubicaron a la salida de las

ciudades y en ellos existió vegetación, aunque

los datos literarios que poseemos sugieren que elaspecto de estas necrópolis o maqabir sería menosarbolado y más descuidado que sus precedentes.

El resto de los tipos, llamados indistintamente

Basafin o tannat, poseían el marcado ca-

rácter mundano que hemos venido reconocien-do, y que hemos de hacer extensivo el sahn do-méstico del medio urbano, al que suponemos

bastante menos empaque arquitectónico que a

los patios romanos. Estas características, valores

religiosos muy vagos y estrecha relación con laLiteratura, anticipar¡ entre otras, las que serán tí-picas del otoño de la Edad Media y el Renaci-miento.

Al final del período medieval, al menos en ¿/-

Andalus, las especies cultivadas y creadas eranprácticamente las actuales, salvo las novedadesamericanas y oceánicas, siendo su más notableaportación, por el importante papel simbóücoque le reservaría el Renacimiento, la de los na-ranjos, naranfa, en sus diversas especies que, nati-vas del Lejano Oriente, se documentan en la Pe-

nínsula Ibérica en el siglo X, partiendo de un usopuramente estético y no alimentario, documen-tándose incluso una cierta prevención hacia eltoronjo;la nómina de las principales especies co-nocidas en las postrimerías del siglo XV es la si-guiente:

AbiesAcer pseudoplatanus

Achillea millefoliumAlliumAnthemis nobilis

Arabis alpina

AsterBrasica alba

CampanulaCelosía argentea

Centranthus ruber

CitruslimoniumConuoluulus sepium

Coronilla glauca

Crocus

Cydonia oblonga

Chamerops humilkDaphne laureola

Digitalis puryureaErythrea centaurium

Euonymus europsFoeniculum fficinalisGentianaluteaClycinhiza glabra

Helleborus niger

IlyacinthusIrisLactuca

Lavandula ofrinalkLathirus odoratus

Limoniatrum omdtuflLonicera

MalusMelilotus oficinalisAlyrtus communis

Nerium oleander

OleaPanaver

Physalis alkeleengi

Acacia vera

Aconitum napellus

Adi an tu m c apillu s - u e n e rís

Althea rosea

Anthinihinum mQus

Arbustus unedo

Bellis perennis

Buxus setrryeruirens

Cartamus TinctoriusCelosia cristata

Centonia siliqua

CitrusparadisiCoiandrum satiuus

Corylys auellana

Cupressus sempruirensCypruspapyrusChreirantus cheiri

Delphinium orientale

DotonicumEupatoria cannabimum

Ficus carica

Galanthus niyalis

GeraniumHedera helixHesperis matronaliHypericum

JasminumLatlryrus sativus

Lawsonia inetmkLigustum

LinumLupinius termkMalva alcea

MelissaoficinalisNarcissus

NympheaOriganumPetroselinum satiuum

PLtoenix dactylfera

Acanthus mollis

Acorus calamus

Adonis estiualis

AnemoneAquilegia vulgaris

Artem' ia absinthium

Borago oficinalisCale ndula, ollicinalisCedrus

Centaurea

GstusClematkjammulaComus mas

Cithmum maritimumCyclamen europeus

Cytissus scoparíus

Chrysanthemum

DianthusEpilo bium angu stfoliu m

Euphorbia ryparissiusFicus sycomorus

Genista anglica

CladiolusHelycisum stoechas

Hippopha rhammoides

üerk umbellata

Juglans regia

Laurus nobilis

Lagerstroemia indica

LiliumL1chnis

Majorana hortensis

Mathiola incana

MenthaNepeta cataiaOcymumbailicumPeonia

Philadelphu s coron arius

Pinus

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Pistacid lentiscus

Portulaca oleracea

PúnicagranatumRosa

Ruscus

Satureia hortensis

Semperuiuum tectorum

Teucriumfruticans

WrbenaL4tis

Zebrina pendula

Platanus oríentalis

Primula

4rusRosmarinus oficinalisRuta graveolens

Scabiosa columbaria

Senecio cineraiaTLrymus

VibumumVíola

Polypodium uulgare

Prunus

QuercusRumex patientia

S antolina cham e cyp aissu s

Scilla maritimaTaxus baccata

UexWnea

Zantedeschia ethiopka

Ni que decir tiene que tales formas arquitec-tónicas y vegetales fueron servidas por unas cui-dadísimas y variadas instalaciones para la cepta-

ción, conducción y elevación del agua, ya que

los musulmanes no sólo mantuvieron la práctica

romana de los acueductos. de fábrica, y comoconsecuencia de ellos los grandes desarrollos de

jardines, sino que dieron a conocer por todo el

Mediterráneo ciertos ingenios, tales como las

norias, aceñas y demás usos de la rueda hidráuli-ca, descubiertos en el Egipto helenfstico, perosocialmente encapsulados por el mantenimientodel sistema esclavista de la Antigüedad.

**

La historia de los jardines andalusíes es una

historia fundementalmente urbana y palatin4concentrada en las tres ciudades que sucesiva-

mente ejercieron la hegemoma en al-Andalus yque representan otras tantas etapas en un proceso

casi biológico:, Qurtuba, en el siglo X,Isbiliyya, en

el siglo XII, y finalmente Camata, a lo largo delXIV. A través de solo diez jardines, de escalas ycaracterísticas muy dispares, podríamos asistir al

nacimiento, en un medio imperial y sobre ideas

abbasíes, del jardín hispanomusulmán, su fijacióna escala doméstica y sus últimas, preciosistas yagotedas elaboraciones.

El 19 de noviembre del año 936 el cahfecordobés 'Abd al-Rahrnan al-I{as.irfundó a esca-

sos kilómetros de su capital una ciudad exclusi-vamente palatina, Mattnat al-Zahra', que fue des-

truida por los bereberes el 4 de noviembre delaño 1010; de ella poseemos abundantes referen-

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cias üterarias, aunque desgraciadamente los esca-

sos textos que poseen valor descriptivo, no pue-den ser inte¡pretados con la exactitud deseada a

causa de lo fragment¿rio de nuestros conoci-mientos sobre las disposiciones generales de Ma-únat al-Zahrá'y las relaciones que le dieron entresus partes; a cambio conocemos bastantes datos

de algurns de ellas, gracias a los rigurosos trabajos

de excaveción y anastilosis que dirigió en sus rui-nas el arquitecto don Felix Hernández Giménez;así podemos disfrutar de una parte importantede su arquitecüura, incluidas las disposiciones for-males de sus jardiñes, a los que sólo falta el agua

corriendo por sus canalillos y las especies origi-nales que los ornaron en su tiempo, ya que las

que hoy crecen son solo una conjetura. Además

de innumerables patios pavimentados, con fuen-tecillas o no (fig. 1), la ciudad ofrece hoy cuatrojardines, prácticamente coetáneos de la construc-ción de un suntuoso palacio de recepciones, quees el qu. llamamos hoy <Salón Rico>, labradoentre los años 953 y 956 modificando para ellodisposiciones anteriores y que aun sufrió algunas

reformas en los años que mediaron hasta la des-

trucción de la ciudad. No estará de más recordarque contó desde el primer momento con el su-ministro de agua de un magnífico acueducto,cuyos restos aún pueden seguirse.

- El jardfn má simple y peor conservado es elde la Dár al-tund (Casa Militar), cuyo pórtico,abierto a Mediodía como casi todos los de la ciu-dad, daba aLtnaterraza al pie de la cual se halla ungran cuadrado, ajardinado hoy en crucero, conuna característica común a los jardines de Maú-nat al-Zahra'como es la existencia de un andén

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perimetral ligeramente sobreelevado respecto a

la parte terriza, con unas rampas en los rinconespara conectar ambos niveles; sorprende en este

caso el exiguo tamaño de la única alberquilla quehoy muestra, a todas luces insuficiente, lo que

nos induce a sospechar que tal vez no estuviese

muy ajardinado, como sugiere el uso militar de

la construcción a la que servía y la existencia de

cuadras en su costado de Poniente. Por los Anales

Palatinos sabemos que en este lugar era donde las

comitivas y visitas desmontaban y montaban,por io que más bien debemos considerar este es-

pacio como una explanada terriza, a modo de pi-cadero, aptapara alardes y estancias de caballerías.

El mismo texto señala como en numerosasocasiones entre los años 971 y 975, se celebraronrecepciones cuyo rito incluía una elaborada pro-

ü-ltl

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Fig.2

cesión de notables desde la Dar al-tund, hasta elal-Maflis al-\arqí, donde se localizaba el <trono>en el Salón Oriental, sobre losJardines, y que nopuede ser otro que el menciorndo <Salón Rico>que se abre como único protagonista de una ali-neación mural de 150 m. de longitud, cuyos res-tantes componentes fueron dependencias de ser-vicio; ante él se abre un jardín casi cuadrado, quetiene 130 m. de ampütud en dirección Norte-Sur estando el resto de su perímetro delimitadopor murallas torreadas de considerable altura,que permitían desde él profundas aperturas vi-suales hacia toda la comarca circundante, dada laubicación de la ciudad en una terreza de la Sierracordobesa, asomada al Guadalquivir (fig. 2). Apesar de algunas ligeras irregularidades métricasy una probable obra tardía, el jardín muestra unacomposición simétrica respecto al planó axial del<Salón Rico>; delante de éste, a su mismo andar ya lo largo de todo el frente edificado, corre unírgran terraza ampliada ante la fachada y prolon-gada hacia el centro geométrico del jardín sincambiar de nivel La parte más cercana al <Salón>

está ocupada por urür gran alberca cuadrada, de

19 m. de lado y bastante profundidad, rodeadapor los andenes de la terreza; a continuaciónexistió un pabellón exento cuya planta reprodu-ce la del <Salón>, aunque con la orientaciónopuesta y ügeramente simpüficada- En los costa-dos y trasera de esta piezz aparecen tres albercas

de 7 m. de lado, rodeadas por la prolongación delos andenes delaterreza, que las abrazan; el con-torno de esta serie de paseos está circundado porotra red de andenes, 85 cms más abajo, que ha-cen la función de adarves para el perímetro

'amurallado general y dividen el resto del jardínen cuatro cuarteles. Los dos niveles de paseaderos

se conectan mediante parejas de rampas ubicadas

en los rincones, aunque en su caso se construyóuna escalerilla; a las albercas descienden escaleras

colocadas de manera simétrica y simétricas ellas

mismas; señalaremos que la más meridional po-seía andenes más amplios, ya que se cobijabanbajo ellos habitaciones pareadas dedicadas a letri-nas.

Los cuatro cuarteles terrizos estaban enmar-cados por unos canaüllos enlucidos con morterorojo, que distribuían el agua de las albercas demanera regular a unas plantaciones de las que

sólo poseemos escasos rastros literarios. Esta or-ganizaciónfue rota por una obra que se le añadió

al Pabellón en su ángulo NE y la presencia de unmirador instalado en la gran torre del costado de

Poniente del jardín Una de las dudas que se plan-tea es la posible existencia de una alberca más,

intercalada entre la mayor y la fachada del Pabe-llón El mirador, precedente directo de la grana-dina <Torres de Comares>, tenía al pie otro jardín(fig. 1I sólo parcialmente recuperado, en el quedestaca su limpia organización de crucero y elreparto del agua por medio de canales, salvados

por arcos en los puntos de inflexión. Estos dos

grandes jardines remiten a modelos islámicosorientales diversos, tanto iraquíes (apertura al

paisaje, correspondencia salón/ pabellón, repartoen crucero...), como sirios (apariencia amurallada,pabellón rodeado por albercas.-), siendo los edifi-cios y su decoración absolutamente cordobeses.

El cuarto jardín de Mattnat al-Zahra'es ptra-mente doméstico, como corresponde a una casa

cortesana que se ha dado en llamar, no sabemoscon qué fundamento, <Casita del Príncipe>, y dela que no conocemos referencias literarias (fig.3). El conjunto tiene planta rectangular, alargadaen sentido Este-Oeste, cuyos extremos edifica-dos son salas muy sencillas abiertas mediante trí-foras, ya completamente restauradas, al huecodel patio cuadrado, de 30 m. de lado, cuya orga-ruzactón arquitectónica está virtudmente intacta.El tratamiento del patio sigue el plano axial quemarcan los citados huecos, perfectamente en-frentados pero algo movidos hacia el norte, conlo que la división del espacio no fue rigurosa-mente simétrica- Como en todos los patios de laciudad existió un andén perimetral, pero dadas

las exiguas dimensiones del conjunto el desnivelcon la parte terriza se eliminó. El protagonismo,incluso en el nombre que comienza a imponer-se, lo ostenta una alberca cuadrada, profunda ycon escalera de doble tiro, que se ubicó ante eltriple hueco de la Sala de Poniente y que estaba

abrazeda por la prolongación de los andenes, co-nectándose el central con otro axial que permi-tió el reparto casi equitativo de la superficie ajar-dinada en dos grandes cuarteles, subdivididos a

su vez por un simple reborde, de manera que se

repitió a escala minúscula la partición del jardíndel <Salón Rico>, cuyos canalitos también apare-

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o 20m.

Fig. i

cen aquí. El agua llenaba la alberca gracias a unsurtidor colocado sobre una gran lastra de már-mol que se conserva ín situ, en el eje, de manera

que el animal de bronce que producía el chorromiraba hacia la puerta de la Sala de Poniente. Elagua, que podía evacuarse por los oportunos de-sagües del fondo, rebosaba de la alberca gracias a

dos canalillos que daban agua a los de los cuarte-les. Los muros laterales del jardín, que conservangran parte de su decoración de estuco rojo, sonmuy diferentes entre s( ya que el meridional era

un simple paredón ciego, mientras el costadonorte muestra una estupenda escalera simétricade dos tiros, desde cuya cima se podía contem-plar el paisaje por encima del muro opuesto ycon el jardín directamente debajo; la infraestruc-tura de la escalera proporcionó unas hornacinas

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aljardín y dos accesos secundarios por los rinco-nes del patio.

Como ya hemos señalado, este jardín enlazzformalmente con los monumentales ya analiza-dos, y sirve de eslabón con los ejemplos domés-ticos posteriores, configurándose como el arque-tipo clásico del patio andaluz y del Norte deAfrica para los tiempos venideros, aunque he-mos de aguardar más de un siglo paradocumentar el siguiente ejemplar, ya que ningu-no de los jardines que adornaron los palacios delos Mufuk al-Tawa'íJ en los que quedó fragmen-tado el Califato tras la pavorosa ftna del af,o1010, nos ha legado más que abundantes restos

literarios, y muy poco de sus formas arquitectó-nicas; así abundan las noticias sobre los palacios yyil/as suburbanas de la taifa que tenía a lulaytula

por cepital, pero donde los restos materiales apa-recen es, aunque incompletos y poco expresivospor lo general, en las alcazabas de Malaqa y otrasciudades, siendo el caso más interesante el de laAljafería de Saraqusta, cuyo modelo fue induda-blemente cordobés, dadas las similitudes que se

observan con el ejemplar más sencillo de los quehemos descrito. A juzgar por lo que conocemosde las etapas subsiguientes tales jardines mostra-rían sus mayores novedades en lo decorativo, eltratamiento de la vegetación y en las originalida-des extraarquitectónicas, ya que la continuidadde tipos es absoluta- As( en el llamado <Castillejode Monteagudo> (Murcia) que se supone palaciode Ibn Mardanis, fallecido en 1172, un patio de33 por 18 m., regado mediante el agua que pro-porcionaba una noria" repitió el crucero y las al-bercas delante de los salones de Maúnat al-Zahra',cristalizando un modelo que se repetiría en ade-lante sin modificaciones. Hemos de imaginarque por todo al-Andalas se producirían experi-mentos similares que, sobre la base de los jardi-nes que acabamos de anelizet,llevaron a las ma-duras elaboraciones de la Isbiliya del siglo XII y a

las sofrticadas áreas ajardinadas del reino nazarí.

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