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Introducción La presente comunicación surge de un par de interrogantes que su autor viene formulándose desde que pudo iniciarse, hace ya medio siglo, en los vericuetos de la información antropológica, etnológica y arqueológica. Interrogantes, que, hasta la fecha, no han tenido respuesta. Ambos interrogantes se plantean al intentar decidir, primero, si el homínido que conocemos desde 1856 como hombre de Neanderthal 1 , perteneció realmente a la especie humana, con igualdad de cromosomas, paridad de genes y particularismos varios, que pudieran equipararle, sin objeción alguna, al homo sapiens. Y también, si este hombre de Neanderthal que convivió, durante gran parte del Pleistoceno, con el homo sapiens, hasta bien entrada la Era Paleolítica, conoció su ocaso por fuerza mayor, por sustitución territorial, por agotamiento o por alguna pandemia vírica mortal, no dilucidada. CÆSARAUGUSTA 78 73 1. La voz Neanderthal constituye un topónimo alemán (Valle de Neander), conocido nombre desde el siglo XVII, dado con doble sentido, a cierto idílico lugar próximo a Düsseldorf (Imperio Alemán), por el que discurre el río Neander, y en el que se encuentra la cueva de Feldhofer, donde se avistaron los célebres fósiles, pero que a la vez era frecuentado por el músico y clérigo luterano Neumann (= Neander). Con el tiempo y la modernidad, algunos aceptan la voz Neandertal (sin h). La expresión «hombre de Neanderthal» surgió de verter al francés el nombre científico Homo neanderthalensis, res- petando la ortografía original, por lo que hoy, sin más, se escribe «hombre de Neanderthal». En los primeros años del siglo XX, ciertos antropólogos escribieron pomposamente, homo sapiens neanderta- lensis, error que contradice las normas del Código Internacional de Nomenclatura zoológica, inde- pendientemente de que acepte, sin más, al espécimen citado como «subespecie» humana. Aparte, está la consideración de que una nominación científica aceptada no puede ser modificada bajo ningún pre- texto, ni tampoco su ortografía tenida por incorrecta, a menos que afecte a la auténtica naturaleza del animal de que se trate. Por ello quizá hoy —año 2001—, sea correcto escribir simplemente Homo nean- derthalensis, tras dejar sentado que no constituye una subespecie del Homo sapiens. La expresión Homo primigenius, utilizada también en el siglo XIX, no tiene valor taxonómico. Cæsaraugusta, 78. 2007, pp.: 73-90 ISSN: 0007-9502 Los fósiles de Sidrón (Piloña, Asturias) y la cuestión de la extinción del homo neanderthalensis José Manuel GÓMEZ-TABANERA

Los fósiles de Sidrón (Piloña, Asturias) y la cuestión de ... · como hipótesis de trabajo que el hombre de Neanderthal se dio por extinguido hace ya más de 20.000 años, aunque

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Introducción

La presente comunicación surge de un par de interrogantes que su autor vieneformulándose desde que pudo iniciarse, hace ya medio siglo, en los vericuetos de lainformación antropológica, etnológica y arqueológica. Interrogantes, que, hastala fecha, no han tenido respuesta. Ambos interrogantes se plantean al intentar decidir,primero, si el homínido que conocemos desde 1856 como hombre de Neanderthal 1,perteneció realmente a la especie humana, con igualdad de cromosomas, paridadde genes y particularismos varios, que pudieran equipararle, sin objeción alguna, alhomo sapiens. Y también, si este hombre de Neanderthal que convivió, durante granparte del Pleistoceno, con el homo sapiens, hasta bien entrada la Era Paleolítica,conoció su ocaso por fuerza mayor, por sustitución territorial, por agotamiento opor alguna pandemia vírica mortal, no dilucidada.

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1. La voz Neanderthal constituye un topónimo alemán (Valle de Neander), conocido nombre desde elsiglo XVII, dado con doble sentido, a cierto idílico lugar próximo a Düsseldorf (Imperio Alemán), porel que discurre el río Neander, y en el que se encuentra la cueva de Feldhofer, donde se avistaron loscélebres fósiles, pero que a la vez era frecuentado por el músico y clérigo luterano Neumann (=Neander). Con el tiempo y la modernidad, algunos aceptan la voz Neandertal (sin h). La expresión«hombre de Neanderthal» surgió de verter al francés el nombre científico Homo neanderthalensis, res-petando la ortografía original, por lo que hoy, sin más, se escribe «hombre de Neanderthal». En losprimeros años del siglo XX, ciertos antropólogos escribieron pomposamente, homo sapiens neanderta-lensis, error que contradice las normas del Código Internacional de Nomenclatura zoológica, inde-pendientemente de que acepte, sin más, al espécimen citado como «subespecie» humana. Aparte, estála consideración de que una nominación científica aceptada no puede ser modificada bajo ningún pre-texto, ni tampoco su ortografía tenida por incorrecta, a menos que afecte a la auténtica naturaleza delanimal de que se trate. Por ello quizá hoy —año 2001—, sea correcto escribir simplemente Homo nean-derthalensis, tras dejar sentado que no constituye una subespecie del Homo sapiens. La expresión Homoprimigenius, utilizada también en el siglo XIX, no tiene valor taxonómico.

Cæsaraugusta, 78. 2007, pp.: 73-90ISSN: 0007-9502

Los fósiles de Sidrón (Piloña, Asturias)y la cuestión de la extinción del homo neanderthalensis

José Manuel GÓMEZ-TABANERA

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ERA Algo de historia

Todo discurso, aunque se ofrezca plasmado después en un escrito, supone unleitmotiv inicial, como pretexto. El nuestro, habría que encontrarlo en la llamadacueva de Sidrón, en la localidad de Borines (Concejo de Piloña, Asturias), en la queel 23 de marzo de 1994, unos espeleólogos amateurs descubrieron diversos restosprehistóricos, ya líticos, ya fósiles (paleontológicos). La cueva en cuestión, de for-mación kárstica, había sido visitada dos decenios antes, por varios espeleólogos eincluso arqueólogos, que publicaron una nota sobre la misma, pero también,durante la Guerra Civil española (1936-1939), fue escenario obligado de excesosque costaron la vida a varios lugareños. En realidad, era la misma cueva ante cuyaentrada me detuve hace un cuarto de siglo, y que renuncié a visitar por todo lo queme contaron, nada prehistórico: que quizá sólo topase en su interior con la osa-menta de algún desgraciado. Por otra parte, días después, revisando notas, pudecomprobar que dicha cueva había sido visitada, ya en los años veinte del pasadosiglo, por el conde de la Vega de Sella2.

Unos años después, retirado ya de la Universidad, me enteré que por las mis-mas fechas de mi visita, unos espeleólogos del grupo gijonés «Torrecerredo», habíantenido ocasión de visitar la espelunca, e incluso extraer materiales fósiles, quizá per-didos. La suerte de los mismos no fue la misma que la que corrieron los retiradospor los visitantes de marzo de 1994, que ante la duda de si los fósiles recogidos per-tenecían a muertos durante la Guerra Civil o a una lejana Prehistoria, los entrega-ron a la Guardia Civil de Gijón, que por orden judicial se personaría días despuésen la cueva, acompañados de los espeleólogos descubridores, levantando acta yhaciendo acopio de otros huesos y fragmentos óseos, a efecto de enviarlos alInstituto Anatómico Forense de Madrid... sin informar a las autoridades competen-tes del Principado.

En el Instituto Anatómico Forense de Madrid, los huesos permanecieron sinpena ni gloria durante cuatro años, hasta que el doctor Prieto del mismo Instituto,pudo contar con un informe un tanto contradictorio, que pasaría al organismocorrespondiente, tras un nuevo informe de un estudioso cántabro y dos nuevos,éstos procedentes del acreditado tándem integrado por la doctora María DoloresGarralda (Universidad Complutense de Madrid), que intervino en la valoración delos fósiles de la cueva de Las Azules (Cangas de Onís, Asturias), y el doctor BernardVandermeerch, de reconocido prestigio mundial, tras su valoración de los presun-tos neanderthaloides de Kebara (Israel)3. Tal intervención supuso un singular líoburocrático, por la presunta «rivalidad de competencias» y prejuicios creados, queterminó con el nombramiento de los profesores José Enrique Egocheaga, JavierFortea y otros, de la Universidad de Oviedo, y una nueva expertización, por otrosarqueólogos de la talla de Emiliano Aguirre y A. Rosas, del Museo de Ciencias

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2. A Ricardo Duque de Estrada, VII Conde de la Vega de Sella, prócer astur, se debieron, ya hacia 1914,los primeros estudios de Arqueología Prehistórica, en el Principado de Asturias, desvelando muchosde sus yacimientos y cuevas con Arte Paleolítico, pero también el llamado horizonte asturiense(Mesolítico).

3. Cf. STRINGER, C. y AMBLE, C., In Search of the Neanderthals, Thames and Hudson, Londres, 1993,p. 99. En la trad. en castellano, cf. p. 113.

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Naturales de Madrid, quienes se inclinarían por asimilar los hallazgos al horizontedel hombre de Neanderthal.

Es de lamentar que no pudieran examinar una bóveda craneal, extraída subrep-ticiamente años ha, cuya localización actual desconocemos, y que se reprodujo enel diario ovetense La Nueva España (18 de diciembre de 1998), un tanto similar auna de las encontradas en Kebara.

Así, pues, ya desde 1998 pueden quizá situarse en Asturias presuntos restos deese homínido, ya predecesor, ya coetáneo, del Homo sapiens, que conocemos comohombre de Neanderthal, aunque en realidad debería haber sido denominado cal-pense o gibraltareño, dado que fue en el Peñón de Gibraltar (Península Ibérica),donde se halló el primer ejemplar del mismo (1848)4.

Refiriéndonos concretamente a la Península Ibérica, cabría señalar que aunqueson abundantes los yacimientos de ocupación en cuevas y abrigos o al aire libre,referidos al Homo neanderthalensis es harto reducido el inventario hispano de susrestos óseos.

De todas formas, y hasta los primeros hallazgos del complejo de Atapuerca(Burgos), nadie habló de la presencia en la Península Ibérica, de especímenes ante-riores a ellos, pero sí del flamante Homo antecessor, o del africano Homo rudolfense uHomo ergaster (ergaster = laborioso), quizás anteriores a los cazadores inferopaleolí-ticos de Ambrona (Soria), y orillas del Manzanares (Madrid) o del Jarama (Alcalá),e incluso Pinedo (Toledo), o de cualquier otro paraje peninsular. Aparte, se sitúa elinterrogante del llamado «hombre de Orce» (1982), identificado por una calota cra-neana, que la experta gala Mme. A. de Lumley creyó perteneciente a un équidomenor, concretamente un asno, pese a las justificadas protestas de sus descubrido-res D. Campillo y J. Gibert.

El hombre de neanderthal sive hombre de Sidrón

Por lo que concierne al Principado de Asturias, y hasta la identificación porA. Rosas, de las hemimandíbulas fósiles de la cueva de Sidrón, como pertenecientesal Homo neanderthalensis, no se conocía la existencia de resto fósil alguno del mismoen Asturias, ni siquiera en posibles niveles estatigráficos musterienses detectados enexcavaciones que se vienen llevando a cabo desde inicios del siglo XX, en toda la regiónastur-vasco-cantábrica. Ello, pese a la identificación de claras técnicas de desbastadolítico del musteriense, que se presentan en la llamada Cueva del Conde, próxima aTrubia (Asturias), estudiada y excavada por el Conde de la Vega de Sella (1920).

Posteriormente sería revisada por F. Jordá encontrando diversos restos fósiles,presumiblemente neanderthalenses y otros desgastados líticos. La última prospec-ción en fecha reciente ha corrido a cargo del conocido paleontólogo José LuisArsuaga y la paleolitista asturiana Gema Adán.

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4. Apenas hay bibliografía en castellano. Puede acudirse a un breve artículo del antropólogo Luis deHoyos Sáinz, y después a otro de divulgación, de J. M. Gómez-Tabanera, publicado en Historia 16,Madrid, 1985.

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ERA Por lo general, los estudiosos de nuestro pasado no se paran a pensar cuál

podía ser el aspecto físico del llamado hombre de Neanderthal, que campó por laEuropa glacial desde hace más de 100.000 años, y cuya presencia se acusa desdeWurm III. Por otra parte, los paleontólogos y prehistoriadores, ganados por unaexcesiva confianza, transmitida por el antropólogo Carletoon Coon (1939), trasaceptar una informal reconstrucción del ejemplar de La Chapelle-aux-Saints5

(Francia), piensan que si aún hoy nos encontrásemos por la calle con un hombrede Neanderthal tocado con sombrero y luciendo un terno, nos costaría distinguirlode un congénere achaparrado, bien afeitado.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad, pues hemos aceptado durante añoscomo hipótesis de trabajo que el hombre de Neanderthal se dio por extinguido haceya más de 20.000 años, aunque admitiendo que pudo llegar a convivir con el Homosapiens. Claro que el hombre de Neanderthal era muy diferente: un ser fornido, deanchas espaldas y extremidades cortas; manos y pies grandes; tórax en forma debarril y cuello corto, que le permitía conservar mejor el calor corporal. Presentaría uncráneo alargado, una frente huidiza con una especie de visera supraciliar o supraor-bitaria (torus supraorbitalis) y mentón variable. Considerando su complexión corpo-ral y teniendo en cuenta la maciza conformación de sus caderas, es posible que losneanderthales deambulasen de una forma peculiar, y tras la observación de los meta-tarsos de sus pies, que conocemos fosilizados, se presentasen bien dotados para laescalada alpestre. Pues su misma faz, diferiría bastante de la nuestra, si tenemos encuenta su visera supraorbitaria o su protuberancia nasal (partes blandas), adaptadaperfectamente al frío y que pudiera servirle de «radiador», protegiendo una cavidadnasal interna, totalmente distinta a la del Homo sapiens. Está, asimismo, el color depiel o epidermis, posiblemente cetrino y que, salvo el rostro, glúteos y palmas demanos y pies, presentaban una tupida protección de pelo o vello corporal. La mismacarencia de pilosidad del Homo sapiens, al ser el único primate superior que carece depelo en el cuerpo, puede abonar tal tesis. Por otra parte, se ignora en qué horizonteergológico nuestros antecesores aprendieron a vestirse o a calzarse, utilizandomayormente pieles de sus presas y también, si pese a su presunta hirsutez, el hom-bre de Neanderthal pudo cubrirse o preservarse, ya por atavismo, ya por autoapren-dizaje, y evitar así de alguna forma, la congelación de su cuerpo y de sus extremida-des inferiores —por fuerza encallecidas—. Muy poco sabemos, por otro lado, sobrela vida cotidiana, hábitos societarios, tráfago mental y manualidades del hombre deNeanderthal, aunque ello, sin embargo, haya servido para que los paleontólogospuedan tener una imagen aproximada del mismo, más virtual que real.

Cavilando sobre los restos fósiles del hombre de Neanderthal —pertenezca ono a su especie el hombre de Sidrón—, quisiéramos llamar la atención en algo quenumerosos especialistas señalan, pero no subrayan, y que ha podido ser compro-bado en estudios llevados a cabo durante más de un siglo: que el hombre deNeanderthal era un redomado antropófago o caníbal, aunque se ignora el porqué,independientemente de que fuese omnívoro, o que tempranamente, hubiesenentrado en su dieta las proteínas cárnicas. No obstante, un tanto tortuosamente,quizá pueda pensarse que un hábito adquirido como el de ingerir carne, sean cua-

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5. El trabajo, hoy clásico, de M. BOULE, «L’homme fossile de La Chapelle-aux-Saints», Annales dePaléontologie, París, (1911) 6: 1-64, (1912) 7: 65-208, (1913) 8: 209-79, tuvo repercusión mundialhasta 1942, año en que empezó a ser superado.

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les fueran sus condiciones, repercutiendo en su pitanza, cotidiana o no, pudo lle-varle en el curso de la Era Cuaternaria en la que moró en el Viejo Mundo, a la extin-ción o casi desaparición definitiva de la especie, al dar ocasión a que en su encéfa-lo pudieran desarrollarse los famosos priones —proteínas asimétricas—, que produ-cen la encefalopatía espongiforme en distintos mastozoos, tras su alimentación for-zada mediante piensos cárnicos (proteínas animales), indefectiblemente tóxicospara los herbívoros. Patología ésta, a veces confundida con la modorra o scrapie, quese manifiesta en el ganado menor (cabras y ovejas), pero también antílopes y demásfauna objeto de venación.

La existencia de tal enfermedad se conocía desde 1732 en Inglaterra, y desde1759 en Alemania, pero no empezó a ser estudiada clínicamente hasta el pasadosiglo XX, tras caracterizar, un investigador de nombre Jakob, un nuevo morbo queterminaría denominándose enfermedad de Creutzceldt-Jakob (ECJ), a manifestarseen el género humano.

Por otro lado, pocos años después de terminada la Segunda Guerra Mundial,cuando Gajdusek y Zigas, investigando en Papuasia (Nueva Guinea), descubrieronque el Kuru, una enfermedad atáxica mortal, adquirido a través de rituales caníba-les, aún vigentes en Melanesia, era similar a la ECJ, manifestándose sobre todo enmujeres y niños, que ingerían cerebro y vísceras de sus congéneres. De dicho mal,en 1960, perecieron 3.000 individuos de una población de 30.000 aborígenes.Teniendo en cuenta esto, el mismo Gajdusek, junto con Gibbs, consiguieron ino-cular el Kuru a animales de laboratorio y afirmar la hipótesis de que el Kuru lo cau-saba un virus lento que colonizaba el cerebro de la víctima.

Sin embargo, el avance de las investigaciones se produce a partir de 1980, trasnuevas indagaciones en torno al scrapie en el Reino Unido y su contagio al ganadovacuno, presentándose como una variante de la ECJ (que afectará a seres humanos),progresándose bastante en la investigación, sobre todo desde que Stanley Prusiner,de la Universidad de California, postuló que tanto el scrapie como la ECJ y la GSS,constituían neuropatologías producidas por un agente patógeno al que llamóprión, tesis que desbancó aquellas que propugnaban virus lentos y que al aceptarseen la comunidad académica, en 1997, supuso para Prusiner el Premio Nobel deMedicina, y el diagnóstico de las que se llamarían enfermedades priónicas.

Ecce Homo

Tornando al terreno de la Paleontología humana propiamente dicha, caberecordar ahora, que en investigaciones iniciadas a finales del pasado siglo XIX,quedó patente que muy bien podía ser el Homo erectus el espécimen que precedióen el Viejo Mundo al hombre de Neanderthal, con independencia de sus orígenesafricanos. Este Homo erectus, más o menos distanciado del Homo ergaster, conoció eluso del fuego y practicó, por lo que sabemos, el canibalismo al igual que sus des-cendientes, depredadores y carroñeros, gustando como ellos de consumir particu-larmente las partes blandas —médula, vísceras, cerebros, etc.—, de sus víctimas.

Por otra parte, el Homo erectus, que pudo prolongar su existencia durante granparte del llamado Paleolítico Inferior en África y Eurasia, asentándose incluso en la C

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ERA Península Ibérica, quizá paralelamente al Homo ergaster, pudo ser a la vez inventor

de unos primeros útiles líticos, hoy bien caracterizados por los estudiosos, como pri-meros modos de talla, que incluyen guijarros, bifaces y estereotipos líticos varios. Peroesto ya constituye una cuestión que no puedo tratar aquí, como tampoco la adqui-sición del dominio del fuego que llegó a Eurasia con el Homo erectus, de acuerdo conindicios que se apreciaron en los yacimientos franceses de Menez-Drangan y TerraAmata (Niza). Precisamente en Niza, se identificaron vestigios de un hogar, en ladepresión natural de una roca, con restos de carbones y de moluscos calcinados.Técnica prometeica, la del dominio del fuego, que pasaría a las estirpes sucesivas dehomínidos, permitiéndoles no sólo calentarse y protegerse, sino también asar y pre-parar la caza, carroña y restos proteínicos cárnicos que constituían su sustento.

Presencia y dependencia de hombre de Neanderthal

Pensamos si el primer hombre de Neanderthal que pudiera conocerse enAsturias, pudo ser tan caníbal como sus congéneres y antecesores de la Europa wur-miense, y si los priones que pudieron alojarse en su cavidad craneal, terminarían pormarcar su macabro destino. Deducción o hipótesis de trabajo, quizá del dominio dela ciencia ficción, dado que, hoy por hoy, carece de respaldo científico alguno.Tampoco puede afirmarse, incluso tras el análisis de un hueso hioides encontrado enKebara (Israel) y otros restos parejos hallados en Atapuerca, si tanto el Homo ante-cessor como el hombre de Neanderthal6, fue capaz de locución, lenguaje articulado eincluso conceptualización en el sentido moderno del modismo. Como divagaciónpareja, quizá podamos comentar el que hace unos 40.000 años, e independiente-mente del curriculum cuaternario del Homo antecessor, reconstruido también un tantoimaginativamente en Atapuerca, su predecesor fallido, el hombre de Neanderthal,pudo ir siendo sustituido por otro homínido más avanzado en tecnología y de orga-nización social diferente, provisto de sistema de fonación articulada y de un sistemainmunológico superior, y que terminaría desplazándole del continente europeo.

De todas formas cabe pensar, tras diversos estudios harto consecuentes, que sellevan a cabo en los últimos lustros, que el hombre de Neanderthal se labró su pro-pio destino (¿extinción?), con independencia de que en algún momento pudieravivir solapado e incluso mestizado, al hombre de Cro-Magnon, como una especiede burdégano no fértil. A tal conclusión se puede llegar, contando ya con el cono-cimiento logrado de las llamadas patologías priónicas y su manifestación, tanto enanimales salvajes como entre hombres «primitivos» y «civilizados». Entre aquéllos,quiero volver a recordar el ya citado Kuru, que oficialmente dejó de manifestarse, trascontrolar las autoridades los ancestrales hábitos de canibalismo que subsistían enIndonesia y Nueva Guinea.

De aquí la hipótesis que presento y a la que indudablemente, pueden conce-dérsele fundamentos antropológicos o médicos. El hombre de Neanderthal —entre

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6. De todas formas, es obvio que, aun cuando el hombre de Neanderthal no conociese un lenguajearticulado, pudo lograr la formación conceptual de estereotipos en su cerebro, que le permitieronrepetir gestos, expresarse mediante técnicas varias, a utilizar en estrategias de caza y otras, pero tam-bién en el logro de los útiles líticos que constituirán el llamado horizonte musteriense.

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cuyos especímenes se han incluido los fósiles de Sidrón—, pudo autoeliminarse porsus mismos hábitos caníbales, que —independientemente de transmisiones genéti-cas—, pudieron hacerle contraer la enfermedad de Creutczeldt-Jakob.

Hoy, paleontólogos y prehistoriadores tienen claro que los neanderthales prac-ticaron el canibalismo, quizá como hábito heredado de un posible ancestro, perotambién como recurrente obligado en años de penuria alimentaria.

Recuerdo lo que pude departir sobre el tema con el finado paleontólogo ymaestro A. Carlo Blanc, descubridor de los neanderthales de Grotta Guattari(Monte Circeo, Italia) y la reconstrucción que se hizo de sus presuntos ritos caní-bales. También, cuando pude visitar en Krapina (Yugoslavia) el pabellón científicopromovido por el antropólogo croata D. Gorjanovic-Kramberger, mostrando enexposición museística de presuntos «rituales alimentarios», los restos mutilados demás de una docena de neanderthales, de cuyos cráneos se habían extraído los cere-bros, a través del foramen magnum, exhibiéndose asimismo diáfisis hendidas, tras«asarse», para facilitar la extracción del tuétano.

Hoy está claro que sólo hemos podido llegar a la conclusión que la vida delllamado hombre de Neanderthal difirió bastante de la del Homo sapiens. Por otraparte, no hay pruebas de que los neanderthales pudieran comerse a decesos de supropio grupo, cosa que, sin embargo, hacen todavía hoy algunos melanesios.

En 1912 se descubrieron los enterramientos neanderthalenses de La Ferrassie(Francia), que presentaron un sinfín de interrogantes, con resultados hasta ciertopunto satisfactorios, y que no pudieron publicarse hasta 1934. Allí se encontró, laque, con reparos, hoy llamaríamos una sepultura familiar (¿va encaminado el astu-riano M. A. Blas Cortina, al pensar que la cueva de Sidrón pudiera contener unainhumación colectiva paleolítica?). Hoy sabemos que en La Ferrassie (Francia) seexhumaron hasta seis individuos neanderthalenses, encontrándose incluso enposición fetal, a veces forzada, y presuntas ataduras en alguno de los inhumados,hechas con algún propósito, ya ritual, ya inconfesable7. Pero hay una cuestión:hasta hoy nadie se ha preguntado si la inhumación fue hecha por los propiosneanderthales o por hombres de Cro-Magnon. A principios de siglo no se sabíanada de la datación radio-carbónica, que quizá hubiera aclarado conceptos. Pese atodo, uno de los hermanos Bouyssonnie, investigadores del yacimiento, llevaría acabo muy interesantes conclusiones a utilizar en futuras indagaciones, que parecenprobar que la inhumación fue exclusivamente musteriense, aunque quizás promo-vida por cro-magnones. A esto, habría que sumar el que en 1924 brindó Crimea,en el ámbito póntico, los restos de un niño en posición fetal y de un adulto. De1930 datan todos los fósiles encontrados en Monte Carmelo (Haifa, Israel), en laCueva de Mugaret-es-Skhul, con cinco hombres, dos mujeres y tres niños, con todoun complejo ritual inhumatorio, sin rastro alguno de antropofagia8. A 1938 cabe

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7. La inhumación, ligando o atando al cadáver, con objeto de que no resucite y retorne a la vida terre-na, es un hábito aún vigente entre muchos pueblos, que admiten el animismo y la magia negra, noteniendo nada que ver con ritos como los llevados a cabo en el Egipto nilótico, que suponían elvendaje de los decesos, tras un tratamiento significativo, antes de proceder a su inhumación.

8. Tales excavaciones, entre las que se incluye el estudio de la cueva de Tabun-et-Tabun (El Horno), handado lugar a muy minuciosos estudios de D. A. Garrod y D. M. A. Bate (1977), pero también de TetMacCown y A. Keith (1919), donde se estudia globalmente la Edad de Piedra en Monte Carmelo yse decide que las gentes neanderthales que allí vivieron podían constituir un tipo intermedio (?).

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ERA referir otro enterramiento de un niño neanderthalense en la cueva de Teshik-tash

(Uzbekistán), que fue inhumado (¿votivamente?) con seis pares de cuernos demuflón. De todos estos hallazgos y muchos más9, pueden deducirse multitud deobservaciones, imposibles de repasar aquí. Incluso tras el estudio y análisis de laspartes más vulnerables del cuerpo de los neanderthales, ante luchas y cacerías. Asíresulta que casi siempre se presenta vulnerado el lado izquierdo del cuerpo, lo queha dado por supuesto el uso prioritario de la mano derecha, lo que nos lleva adeducir que eran diestros.

Tornando al presunto canibalismo del Homo neanderthalensis, hay que tenerpresente que gran parte de la pitanza cárnica de dicho paleoántropo no procedía decaza directa, sino de restos dejados por fieras y depredadores, por lo que el hombrede Neanderthal, más que cazador, nos da imagen de carroñero que se llevaba a suscuevas aquellos restos aún aprovechables. Si alguna vez pudo hacerse con una piezade caza mayor, fue porque logró rematarla, extraerla de una ciénaga o de la lenguade un glaciar. Claro que dentro de los hábitos antropofágicos, cabe suponer otrasopciones, más, cuando los estudios de Stanley M. Gran y Walter D. Bloch, dejanclaro que el conjunto muscular de un homínido de 50 kilos puede proporcionar 5kilos de proteínas útiles a su cazador, no demasiado si se piensa en la carne de unéquido, de un bisonte, de un oso, también de un mamut, etc., capturado tras unaexitosa asechanza. No desechemos, pues, ninguna posibilidad. Los ejemplos másescalofriantes, quizá nos los den los descubrimientos que se llevaron a cabo a ori-llas del río Solo (Java), con 100.000 años de antigüedad, donde se encontraron oncecráneos y otros restos (tibias de paleoántropos), cuyo estudio y conocimiento duróaños. Quizá restos de un rito alucinante. Por otra parte, el análisis del orificio en labase craneal, denominado foramen magnum, por la que la médula espinal se conec-ta con el cerebro y que suele presentar un diámetro de 4 cm, demostró, en el casode Solo, que había sido ampliado aposta usando diverso utillaje contundente, aligual que hacen los caníbales modernos.

Por todo lo expuesto, independientemente de lo que pueda escribirse hoy delhombre de Neanderthal, como competidor e incluso como predecesor del hombrede Cro-Magnon en Europa, sólo cabe admitirse que la realidad antropológica yarqueológica parece demostrar que su paulatina sustitución del área de ocupacióndel Viejo Mundo, por el Homo sapiens, no se produjo sólo por su eliminación físi-ca por parte de los «invasores». Pudieron aunarse otros factores, como el ya suge-rido, al contraer el Neanderthal una enfermedad priónica con todas sus consecuen-cias, favorecida por su dieta cárnica. No descartamos que pudieran existir hombresde Neanderthal o asimilados de dieta omnívora, que no contrajeron el dichososíndrome de una encefalopatía, y que su estirpe pudiera sobrevivir siglos, dandolugar a mitos, consejas y leyendas varias. De aquí se explica que algún naturalistapostule su existencia junto a otras especies aún desconocidas, vigentes en nuestroplaneta.

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Hoy la cuestión se ha resuelto con nuevas dataciones, mediante TL y REE: pertenecieron a pobla-ciones distintas, separadas por el margen de unos 40.000-60.000 años.

9. En el libro ya citado de C. H. Stinger y C. Gamble (cf. supra nota 3), se incluye tanto en la ediciónoriginal inglesa como en su traducción al castellano (1996) y en un apéndice, una relación selecti-va de los principales yacimientos referidos al hombre de Neanderthal, inventariados hasta 1990.

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Por otra parte, no hay que descartar que en algún momento del Pleistocenoeuropeo, pudieran convivir ambas especies; a veces en una simbiosis interesada. Elmismo arte rupestre cuaternario parece confirmar tal supuesto, ya que hasta noso-tros han llegado presuntas imágenes de neanderthales, trazadas por el mismo Homosapiens.

Ocaso y extinción del hombre de Neanderthal

En el estudio y conocimiento del hombre de Neanderthal como predecesor ycompetidor de nuestra especie humana, siguen existiendo grandes lagunas. Sea cualfuere la explicación, cabe aceptar que el prototipo de nuestra especie inició el pobla-miento de todo el Occidente de Eurasia, posiblemente a través del llamado «corredordel Próximo Oriente» (hace unos 90.000 años), tendiendo a reemplazar la poblaciónneanderthalense, ya instalada desde la misma glaciación wurmiense, sucediendo ahomínidos más arcaicos cercanos al Homo erectus. Se ha constatado que no existenfósiles híbridos propiamente dichos, evidencia que zanja toda discusión en torno a lamiscigenación de ambas especies, que es posible, según Linneo, caso de que el híbri-do resultante sea fecundo. Desde hace una veintena de años, se han sucedido inútil-mente análisis genéticos que puedan probar tal hibridación.

Aquí estamos. Como también, que en manera alguna cabe aceptar aquel catas-trofismo, por no hablar de genocidio, que propugnó el inefable Loring Brace hace yaun cuarto de siglo, por los mismos años en que diversa documentación, apenasconocida en Occidente, en su mayor parte acopiada por naturalistas rusos y viajerospor Oriente, empezaron a sumar datos sobre tipos de primates no catalogados y«hombres-reliquia», aún vigentes, en Asia Anterior, Tíbet, Mongolia y SudesteAsiático, a emparentar con los extintos neanderthales. ¿Qué decir de todo esto?Quizá, que aún no se ha escrito el epílogo de una especie y que si se admite en elOccidente su extinción, ésta quizá pudiera achacarse al papel que el llamado priónpudo tener en su malhadada existencia.

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Dos maxilares fósiles recogidos en la cueva de Sidrón, Asturias. Actualmente en estudio por E. Egocheaga y otros. (Rep. del Bol. del RIDEA, n.º 46, 2000).

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Bóveda craneal fósil, supuestamente de Homo neanderthalensis, ante la pronunciada viserasupraorbital que parece presentar. Extraída subrepticiamente de la cueva de Sidrón hace unpar de años, fue publicada en el diario La Nueva España de Oviedo, con fecha 18/12/1998.

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Juan Luis Arsuaga, a la izquierda, y Gema Adán, en la cueva del Conde, en Santo Adriano.

Los caníbales de la cueva de Kaprina, óleo del pintor checo Z. Burián, en el que se reconstruyeimaginativamente una familia de neanderthales, durante un festín caníbal, en la cueva

de Kaprina (Yugoslavia).

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Presunto perfil caricaturesco de la cabeza de un hirsuto neanderthaloide, que sepresenta grabado en la cueva de Isturitz, situada entre los municipios de Isturitz y deSaint-Martin-D’Arberoue, estudiada por E. Passemard (1913-1922) y por René y Susande Saint Perier (1928). En dicha cueva se encontraría, asimismo, una plaqueta ósea de105 mm, grabada por ambas caras, presentando en una de ellas una pareja de bisontescon presuntas marcas de caza. En la otra, una pareja de homínidos (neanderthalenses),quizá también objeto de caza, lo que daría por supuesto que todavía pudieron existirdurante el Magdaleniense. Uno de los personajes (hembra) se presenta sin cabeza, peroambos, nítidamente velludos, parecen mostrar colleras, muñequeras y tobilleras…Hasta la fecha, no se puede dar explicaciones a dicha representación, a menos deinterpretarlos como neanderthales cautivos o domésticos, explicación que no concuerdacon nuestra visión de la humanidad prehistórica, ni con la cronología prehistóricavigente, a menos que se trate de una mistificación.

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