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Los Cuadernos del Pensamiento ¿COMO DESENMASCARAR FALSOS CIENTIFICOS? Mario A. Bunge L a pseudociencia es tan característica de la cultura contemporánea como la propia ciencia. Florece por todas par- tes, incluso dentro de la comunidad científica; es mucho más popular y lucrativa que la ciencia; confunde a los gestores y administrado- res de la política científica, y continúa siendo un reto pa los filósos de l a ciencia. Así, pues, ha llegado la hora de intentar desenmasc la pseu- dociencia de una manera clara, enentándola vis a vis con la verdadera ciencia. Tal es el propósito de este artículo: descubrir las peculiaridades de la pseudociencia, denunciar su juego. l. FALSIFICACIONES DE LA CIENCIA El hombre es el supremo creador en la tierra, pero también el mayor impostor. Puede lsificar cualquier cosa, desde la moneda hasta la amistad. El hombre puede incluso lsificar la ciencia, y lo hace realmente de muchas más rmas que cual- quier otra cosa: puede hacerlo plagiando, manipu- lando, produciendo conocimientos inútiles o sin valor, y vendiendo mitos bajo envoltura·s de apa- riencia científica. El plagio en ciencia no se direncia de cual- quier otro tipo de robo: consiste en apropiarse de los frutos conseguidos por algún otro con su hon- rado trabajo, por ejemplo birlando datos, rmulas o diagramas sin coesar la ente original. Este tipo de lsificaciones resulta más bien inocuo, pues puede desenmascararse con bastante cili- dad. Más aún, si por rtuna el original resulta ser una investigación de calidad, el insignificante cri- men del plagiario contribuye a dindir su cono- cimiento, de modo que puede considerse un be- neficio social neto. La manipulación es un asunto completamente distinto: consiste en hacer trampas con los datos o 52 con las inrencias: viciando o incluso inflando los datos, o mintiendo acerca de las conclusiones que se derivan de un conjunto de premisas. Al igual que la lsificación de moneda, se trata de un delito grave por lo que puede ser muy dañino. (Recuérdense los pseudodatos de Sir Cyril Burt sobre la herencia de la inteligencia, aceptados por la mayor parte de los psicólogos durante tres dé- cadas). Con todo, la mayor parte de las veces el daño queda confinado a un círculo de especialistas y el delito es eventualmente descubierto -o, ejor aún, olvidado. El tercer tipo de lsificación, o la producción masiva de resultados científicos de baja calidad y raramente interesantes, habitualmente con el ex- clusivo fin de inflar el curriculum vitae, es el peor, incluso cuando se comete de buena . En ecto, supone una traición al ideal de conocer pa com- prender, produce una sobrecarga de información engorrosa, y hace que la gente se aburra y desilu- sione con la ciencia. (Pienso en las miríadas de experimentos y cálculos rutinarios que, los de abrir nuevas perspectivas o proponer nuevos pro- blemas para investigar, conducen a un callejón sin salida y alcanzan su merecido ante la humillante pregunta: ¿y qué?). Sin embgo, es el precio que debemos pagar por sostener el slogan «publicar o perecer». Además, el despilfarro que se comete al perpetrar lsificaciones del tercer tipo es sólo una pequeña acción de lo que se está despilfarrando en la carrera de armas. Hay una cuarta manera de lsificar la ciencia, que es la más peligrosa de todas: consiste en pre- sentar la no-ciencia, y algunas veces incluso la anticiencia, como ciencia -y con ecuencia en presentar también la verdadera ciencia como acientífica-. Ejemplos popules de pseudociencia son la papsicología, el psicoanálisis, y la biolo- gía creacionista (en tanto se opone al evolucio- nismo). Ejemplos de pseudociencias menos popu- lares, pero mucho más agresivas, son la botánica de Lysenko, la cosmología creacionista y el mone- tarismo. La pseudociencia es peligrosa porque: (a) hace pasar por resultados de la investigación cien- tífica especulaciones insensatas o datos incontro- lados; (b) desfigura la actitud científica (o el «espí- ritu» de la ciencia); (c) contamina algunos campos científicos, en particular los de las llamadas cien- cias «blandas; (d) resulta accesible a millones de personas (mientras la verdadera ciencia resulta di- cil y, por tanto, elitista); (e) vorece negocios multibillonarios que se aprovechan de la creduli- dad popular, y ( goza del soporte de poderosos upos de presión -a veces de iglesias y ptidos políticos al complet y de la simpatía de los mass media. Por todas estas razones incumbe al filóso suministrar un diagnóstico exacto de la pseudo- ciencia. (Omitimos una quinta categoría: las bromas y trucos de la Revista de Resultados Irreproduci- bles, que se autoproclaman como lsificaciones y que, por consiguiente, son honestos).

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Los Cuadernos del Pensamiento

¿COMO DESENMASCARAR FALSOS CIENTIFICOS?

Mario A. Bunge

La pseudociencia es tan característica de la cultura contemporánea como la propia ciencia. Florece por todas par­tes, incluso dentro de la comunidad

científica; es mucho más popular y lucrativa que la ciencia; confunde a los gestores y administrado­res de la política científica, y continúa siendo un reto para los filósofos de la ciencia. Así, pues, ha llegado la hora de intentar desenmascarar la pseu­dociencia de una manera clara, enfrentándola vis a vis con la verdadera ciencia. Tal es el propósito de este artículo: descubrir las peculiaridades de la pseudociencia, denunciar su juego.

l. FALSIFICACIONES DE LA CIENCIA

El hombre es el supremo creador en la tierra,pero también el mayor impostor. Puede falsificar cualquier cosa, desde la moneda hasta la amistad. El hombre puede incluso falsificar la ciencia, y lo hace realmente de muchas más formas que cual­quier otra cosa: puede hacerlo plagiando, manipu­lando, produciendo conocimientos inútiles o sin valor, y vendiendo mitos bajo envoltura·s de apa­riencia científica.

El plagio en ciencia no se diferencia de cual­quier otro tipo de robo: consiste en apropiarse de los frutos conseguidos por algún otro con su hon­rado trabajo, por ejemplo birlando datos, fórmulas o diagramas sin confesar la fuente original. Estetipo de falsificaciones resulta más bien inocuo,pues puede desenmascararse con bastante facili­dad. Más aún, si por fortuna el original resulta seruna investigación de calidad, el insignificante cri­men del plagiario contribuye a difundir su cono­cimiento, de modo que puede considerarse un be­neficio social neto.

La manipulación es un asunto completamente distinto: consiste en hacer trampas con los datos o

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con las inferencias: viciando o incluso inflando los datos, o mintiendo acerca de las conclusiones que se derivan de un conjunto de premisas. Al igual que la falsificación de moneda, se trata de un delito grave por lo que puede ser muy dañino. (Recuérdense los pseudodatos de Sir Cyril Burt sobre la herencia de la inteligencia, aceptados por la mayor parte de los psicólogos durante tres dé­cadas). Con todo, la mayor parte de las veces el daño queda confinado a un círculo de especialistas y el delito es eventualmente descubierto -o, r_nejor aún, olvidado.

El tercer tipo de falsificación, o la producción masiva de resultados científicos de baja calidad y raramente interesantes, habitualmente con el ex­clusivo fin de inflar el curriculum vitae, es el peor, incluso cuando se comete de buena fe. En efecto, supone una traición al ideal de conocer para com­prender, produce una sobrecarga de información engorrosa, y hace que la gente se aburra y desilu­sione con la ciencia. (Pienso en las miríadas de experimentos y cálculos rutinarios que, lejos de abrir nuevas perspectivas o proponer nuevos pro­blemas para investigar, conducen a un callejón sin salida y alcanzan su merecido ante la humillante pregunta: ¿y qué?). Sin embargo, es el precio que debemos pagar por sostener el slogan «publicar operecer». Además, el despilfarro que se comete al perpetrar falsificaciones del tercer tipo es sólo una pequeña fracción de lo que se está despilfarrando en la carrera de armas.

Hay una cuarta manera de falsificar la ciencia, que es la más peligrosa de todas: consiste en pre­sentar la no-ciencia, y algunas veces incluso la anticiencia, como ciencia -y con frecuencia en presentar también la verdadera ciencia como acientífica-. Ejemplos populares de pseudociencia son la parapsicología, el psicoanálisis, y la biolo­gía creacionista (en tanto se opone al evolucio­nismo). Ejemplos de pseudociencias menos popu­lares, pero mucho más agresivas, son la botánica de Lysenko, la cosmología creacionista y el mone­tarismo. La pseudociencia es peligrosa porque: (a) hace pasar por resultados de la investigación cien­tífica especulaciones insensatas o datos incontro­lados; (b) desfigura la actitud científica (o el «espí­ritu» de la ciencia); ( c) contamina algunos campos científicos, en particular los de las llamadas cien­cias «blandas>>; (d) resulta accesible a millones de personas (mientras la verdadera ciencia resulta di­fícil y, por tanto, elitista); (e) favorece negocios multibillonarios que se aprovechan de la creduli­dad popular, y (t) goza del soporte de poderosos grupos de presión -a veces de iglesias y partidos políticos al completo- y de la simpatía de los massmedia. Por todas estas razones incumbe al filósofo suministrar un diagnóstico exacto de la pseudo­ciencia.

(Omitimos una quinta categoría: las bromas y trucos de la Revista de Resultados Irreproduci­bles, que se autoproclaman como falsificaciones y que, por consiguiente, son honestos).

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2. IMPORTANCIA DEL.PROBLEMA

Jonathan Swift (1) parece haber sido el primeroen comprender la esencia de la pseudociencia, a pesar de que la mayor parte de los críticos creen que su intención era ridiculizar la ciencia misma. En Gulliver's Travels (IIP Parte, Cap. 5.0), noscuenta la visita que el capitán Gulliver hizo en Balnibarbi a la gran Academia de Lagado. El ma­jestuoso edificio de la Academia contenía más de 500 salas, cada una de ellas ocupada por uno o más «proyectistas» y sus ayudantes. Uno de ellos «había estado trabajando ocho años en un pro­yecto para sacar rayos de sol de los pepinos, que eran introducidos en ampollas herméticamente ce­rradas, y se les dejaba salir para calentar el aire durante los crudos e inclementes veranos» (p. 164). Otro inventor estaba dedicado a «una inves­tigación para transformar los excrementos huma­nos en los alimentos originarios de los que proce­dían; separando sus distintos componentes; apar­tando la coloración que recibían de la bilis; elimi­nando el olor que despedían; y desespumándolos de saliva» (p. 165). Otros inventos proyectados en la Academia eran: un nuevo método para cons­truir casas, partiendo del tejado y trabajando hacia

abajo hasta los cimientos; un aparato para arar las tierras con cerdos, al objeto de ahorrar arados, ganado y trabajo; emplear arañas en la manufac­tura de la seda; componer libros de filosofía, ma­temáticas, etc., por procedimientos mecánicos, a saber, haciendo girar una enorme máquina com­puesta por unos bastidores sobre los que estaban inscritas todas las palabras, e incluso ristras de palabras apareadas que producían la impresión de oraciones; un mecanismo para suprimir todas las palabras excepto los nombres, y otro para supri­mir todas las palabras en su totalidad.

¿ Qué hace tan similares estos ridículos planes de investigación y las pseudociencias de nuestra época? Primero, no pretenden descubrir ley al­guna; incluso los proyectos más especulativos de Lagado persiguen objetivos utilitarios de estrechas miras. Segundo, no hacen uso del conocimiento adquirido previamente; de hecho, rompen con nuestro trasfondo cultural de conocimientos. (Por ejemplo, los proyectos primero y segundo intentan invertir procesos esencialmente irreversibles, y el precursor de los computadores gigantes pretende sacar conocimiento de la ignorancia por procedi­mientos puramente aleatorios.) Swift identificó

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correctamente dos atributos de la pseudociencia, pero nosotros precisamos de una caracterización más detallada si queremos dar cuenta del amplio espectro de pseudociencias contemporáneas. No obstante, antes de acometer esta tarea vamos a subrayar su importancia teórica y práctica, para que nadie se figure que se trata de un rompecabe­zas bizantino más, similar a alguno de los que ocupaba a los «inventores» de la Academia de Lagado.

La importancia práctica del problema de carac­terizar la pseudociencia puede medirse por el vo­lumen de los negocios que maneja, que es del orden de billones de dólares por año y que sobre­pasa el presupuesto de defensa en cierto número de países. La crítica filosófica y metodológica poco puede hacer -particularmente si es ignorada por los mass media- para mermar la rentabilidad de tales negocios. Pero al menos puede aspirar a ser de alguna utilidad a los gestores que deben tomar decisiones concernientes a la promoción de la investigación científica o a su uso. Unos pocos ejemplos bastarán para apuntalar este extremo:

( a) El ministro de Sanidad quiere saber si laquiropráctica, la homeopatía o la psicoterapia verbal son prácticas científicas serias o simples charlatanerías antes de permitir que sean incluidas en el seguro médico.

(b) El Consejo Nacional de Investigación de­sea dilucidar si la parapsicología es un campo científico antes de conceder fondos para investigar sobre telepatía, clarividencia, telequínesis o pre­cognición. (e) Compañías mineras, responsables de inver­

siones públicas, y también promotores desean co­nocer si la técnica de los zahoríes (buscadores de agua con varita mágica) está bien fundamentada antes de contratarlos para prospecciones de oro, petróleo o agua.

( d) El Rector de estudios superiores e investi­gación quiere estar seguro de que la biología la­marckista, la psicología profunda, la psicohistoria, o algo semejante son científicamente respetables osimple basura, antes de asignarles fondos de in­vestigación o de promover cursos sobre tales ma­terias.(e) A cualquier responsable científico o admi­

nistrador le gustaría ser capaz de distinguir entre una ciencia genuina inmadura, pero prometedora (i. e. una protociencia), por un lado, y una pseu-

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dociencia, por otro: pongamos por caso, entre ciencia política e ideología política, entre planifi­cación social y futurología profética, entre el uso de computadores como herramienta intelectual auxiliar y su uso como pretexto para dÍsimular indigencia intelectual.

Veamos ahora el interés teórico del problema. La cuestión de valorar las pretensiones de status científico de una doctrina o de una práctica dadas es un problema característico y central para la filosofía de la ciencia y de la tecnología. Claro que sólo podemos emitir un juicio sobre el status cien­tífico de una doctrina o de una práctica sobre la seguridad que confiere una exacta caracterización de la ciencia y la tecnología en general. Podemos decir que un campo X reúne, o deja de reunir, todas las condiciones necesarias y suficientes que definen una ciencia, sólo en el caso de que haya­mos enumerado explícitamente tales condi.ciones y nos hayamos cerciorado de que la lista se ajusta a todos los casos claros de ciencias (o tecnologías) verdaderas, pero no se acomoda con todos los casos claros de pseudociencia ( o pseudotecnolo­gía).

De hecho, los filósofos han tratado el problema de la demarcación entre ciencia y no ciencia o pseudociencia. Sin embargo, sus esfuerzos no han tenido éxito: en algunos casos han excluido cien­cias enteras, y en otras han dado sus bendiciones a perfectas pseudociencias. El fracaso es tan ca-

tastrófico que un filósofo muy célebre ha llegado a proclamar, aunque no lo ha demostrado, que puesto que no existe una diferencia radical entre ciencia y no ciencia, una sociedad democrática debería conceder a ambas «igual tiempo» en todas las escuelas (2). Así pues, la llamada «teoría» de la creación especial debería explicarse en paridad con la biología evolucionista, el psicoanálisis en pie de igualdad con la psicología experimental, la curación milagrosa a la par que la medicina, y así sucesivamente. Tal recomendación no ha logrado la aceptación de la mayor parte de los investigado­res, maestros y administradores, aunque sólo sea porque, si fuese adoptada, acarrearía el colapso total de las pautas académicas normalizadas, así como una espantosa anarquía intelectual y admi­nistrativa, y un completo despilfarro de recursos, particularmente en los países en desarrollo. (Ima­ginen una universidad que crea una Facultad de Curaciones Milagrosas al lado de su Facultad de Medicina, un Departamento de Biología Creacio­nista en competencia con su Departamento de Biología, una asignatura de Pseudofilosofía de la Pseudociencia y de la Pseudotecnología para riva­lizar con su asignatura de Filosofía de la Ciencia y de la Tecnología; ¡quién vería al Decano de Pseu­doartes y Pseudociencias pelear con el Decano de Artes y Ciencias por el alma del cuerpo estudian­til! En suma, una universidad maniquea que me­rece se le otorgue el Vellocino de Oró).

los libros de la caja oscura

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Sugiero que la razón del ftacaso de los filósofos a la hora de proponer una definición adecuada de ciencia, que pueda usarse como criterio para de­marcar la pseudociencia de la ciencia, es que su­ponen que para hacerlo basta con un solo atributo: esto es, adoptan puntos de vista simplistas sobre la ciencia. (Recuerdan el cuento indio de los cinco ciegos que intentaban describir al elefantt!). Ha­gamos un rápido repaso de las caracterizaciones más populares de la ciencia propuestas por los filósofos.

(a) El enfoque del consensus sostiene que,mientras en el campo de las humanidades abundan las controversias, en la ciencia no existen contro­versias o cuando menos en ella se aspira a conse­guir el consenso. Esta caracterización resulta ina­decuada, pues cualquier campo de investigación científica activo está repleto de controversias. Es cierto, sin embargo, que la ciencia dispone de mecanismos para saldarlas tarde o temprano.

(b) La doctrina del contenido empznco man­tiene que la ciencia sólo admite datos empíricos y síntesis inductivas de los mismos, nunca hipótesis. A pesar de que este enfoque todavía sigue siendo popular, ha sido refutado hace tiempo por el fuerte resurgimiento de la física teórica, la química teórica, la biología teórica, y de otros campos plagados de conceptos que representan entidades o propiedades no-observables.

(e) El criterio del éxito proclama que para laciencia sólo cuentan los éxitos prácticos. Este punto de vista pragmatista puede convenir a la tecnología, pero no a la ciencia básica, que persi­gue antes la verdad que el éxito.

(d) La doctrina formalista sostiene que uncuerpo de conocimientos sólo es científico cuando está completamente matematizado. Esta caracte­rización es demasiado estricta: descalifica la cien­cia experimental y la ciencia joven, que frecuen­temente debe conformarse con formulaciones prematemáticas. La verdad es más bien que la ciencia no puede avanzar a partir de un cierto grado de desarrollo sin la ayuda de. las matemáti­cas.

( e) Elfalsacionismo mantiene que el distintivode la ciencia es la refutabilidad, es decir, que la ciencia trabaja exclusivamente con hipótesis que resultan concebiblemente falsedades. Si la ciencia fuese de hecho falsacionista, entonces deberíamos

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admitir como científicas todas las creencias ya refutadas, como la astrología, y rechazar en cam­bio la mayor parte de las teorías científicas genera­les por no ser refutables sin más.

(!) El metodologismo sustenta que el único re­quisito para la ciencia consiste en adoptar el mé­todo científico. Si toda aplicación del método científico fuese realmente una pieza de investiga­ción científica, medir la correlación entre la longi­tud de la nariz y las opiniones políticas, someter a prueba las capacidades mentales de los átomos, e intentar atrapar fantasmas con redes- especiales deberían reputarse como actividades científicas con sólo dotarlas de ciertas precauciones en la observación.

Puesto que ninguna de las caracterizaciones de la ciencia mencionadas funciona, no valen para identificar una pseudociencia. Echemos, pues, por la borda aproximaciones tan simplistas y enfren­temos el hecho de que la ciencia, igual que cual­quier otra actividad, tiene muchos lados. Uno de los modos de desvelar los múltiples lados de la ciencia consiste en estudiarla como una empresa continua de investigación en lugar de contemplarla desde el trasfondo de alguna tradición filosófica. Con todo, paradójicamente, lejos de enemistarnos con la filosofía, este procedimiento nos permitirá asumir la médula ontológica, epistemológica y ética de la investigación científica.

3. CAMPOS DE CONOCIMIENTO E INVESTI­

GACION

Caracterizaremos una ciencia, lo mismo que una pseudociencia, como un campo de conoci­miento. Un campo de conocimiento puede descri­birse como un sector de la actividad humana com­prometido en la adquisición, difusión o utilización de conocimiento de algún género, sea tal conoci­miento verdadero o falso. Hay cientos de campos de conocimiento en la cultura contemporánea: ló­gica y teología, matemáticas y numetología, as­tronomía y astrología, química y alquimia, psico­logía y psicoanálisis, ciencia social y sociología fenomenológica, y así indefinidamente.

Tenga o no tenga éxito un campo dado de cono­cimiento a la hora de conseguir verdad o poder, comprensión o popularidad, comparte con otros campos de conocimiento una serie de característi­cas. Tales rasgos pueden resumirse en la decupla siguiente:

© = < W, S, G, F, D, B, P, K, O, M >

en la que: W = Grupo de personas especializadas en ese

campo D.

S = Sociedad que apoya © . G = La visión general, cosmovisión, o trans­

fondo filosófico de © . F = Transfondo formal: las técnicas lógicas o

matemáticas que se emplean en © .

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D = Dominio o universo de discurso de © : los objetos de que trata (r':; .

B = Transfondo espec(fico, o conjunto de presupuestos de © , que se toman pres­tados de otros campos.

P = Problemática, o conjunto de problemas que pueden manejarse en © .

K = Fondo de conocimiento espeéífico acu­mulado en©.

O = Objetivos o fines de © . M = Métodos utilizables en © .

Deben tomarse en consideración los diez com­ponentes a la vez, cada uno de ellos es una colec­ción, y ninguno necesita ser consistente. (Todo campo de investigación activa abunda en contro­versias, incluso cuando los que disputan compar­ten un núcleo común de presupuestos, problemas, objetivos y métodos.) Adviértase que un campo de conocimiento no es un sistema concreto como una comunidad científica o una iglesia, cuyos miembros se mantienen unidos por una red de información y actividades sociales. La noción de campo cognoscitivo es mucho más abstracta.

Por otro lado, la familia de campos de conoci­miento no es homogénea. De hecho, podemos dis­tinguir en ella dos conjuntos disyuntos: la subfami­lia de campos de investigación (en la que habría que incluir las humanidades, las ciencias formales, las ciencias básicas y las aplicadas, así como la tecnología, que abarca también la medicina y el derecho) y la subfamilia de campos de creencias (de la que forman parte las religiones, las ideolo­gías políticas, las pseudociencias y las pseudotec­nologías). Mientras un campo de investigación está cambiando permanentemente por efecto de la investigación, un campo de creencias cambia, no poco a poco, sino radicalmente por efecto de al­guna disputa, de la fuerza bruta o de alguna reve­lación divina.

Un campo de investigación puede caracteri­zarse, de hecho, por sus activos informes o averi­guaciones de algún tipo, esto es, por la formula­ción y solución de problemas, por la invención de nuevas hipótesis y técnicas, etc. Por eso, un campo de investigación se compone, en un mo­mento dado, de un cierto número de líneas de investigación (o programas de investigación) en curso. El concepto de «línea de investigación» puede clarificarse de este modo:

Sea©=< W, S, G, F, D, B, P, K, O, M > un campo de investigación en un momento dado.

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Entonces, ® = < w, s, g, f, d, b, p, k, o, m > es una línea de investigación de © si, y sólo si: (a) todo componente de ® es un subconjunto

del componente correspondiente de © , y(b) g, f, b, k, o y m son internamente consis­

tentes u homogéneos.Cada investigador, o equipo de investigación,

trabaja simultáneamente en una o dos líneas ( o proyectos). Dos líneas de investigación (o proyec­tos) pueden compartir una misma problemática y diferir en otros aspectos, como algunos extremos del transfondo general g, el transfondo formal f, los objetivos, o los métodos. Se dice que hay competencia entre dos líneas de investigación (o proyectos), cuando ambas trabajan el mismo tipo de problemas de modo diferente, por ejemplo, usando métodos especiales diferentes. Así, hace tiempo los físicos estaban divididos internamente en corpuscularistas y continuistas, y los sociólo­gos en holistas e individualistas.

La imprecisa noción de paradigma de Thomas Kuhn (4), o su más reciente concepto de «ejem­plar», puede precisarse del siguiente modo: un paradigma (o un ejemplar) es una línea de investi­gación o proyecto que, (a) habiendo logrado éxitos en el pasado, (b) se imita ( o se toma corrio mo-

delo) para la conducta a seguir en el trabajo ulte­rior de investigación.

Los conceptos anteriores ayudan a clarificar otra noción explotada y popularizada por Kuhn, a saber, la de «revolución científica» (o cognitiva), tan similar a la noción de ruptura o corte episte­mológico acuñada anteriormente por Bachelard. Diremos que un fragmento de investigación es original si, y sólo si, - consiste en (a) investigar viejos problemas con nuevos métodos (e. g. em­pleando herramientas formales o técnicas de me­dición alternativas), o (b) plantear nuevos proble­mas, o (c) proponer nuevos proyectos (líneas) de investigación viables.

En particular, un fragmento de investigación puede considerarse revolucionario sólo en el caso de que: (i) implique una desviación radical en al­gunos (no en todos) de los componentes del trans­fondo general G, o del transfondo formal F usua­les; o (ii) arroje serias dudas sobre algunas (no todas) de las creencias establecidas de antaño concernientes a cuestiones fundamentales de ca-

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rácter general; o (iii) abra todo un campo de inves­tigación nuevo (sin por ello cortar radicalmente con todos los existentes hasta entonces).

Por el contrario, un fragmento de investigación puede considerarse contrarrevolucionario si, y sólo si, implica: (i') desahuciar porciones substan­ciales del transfondo general, del transfondo for­mal o del fondo específico de conocimiento sin motivos suficientes; o (ii') renunciar a la investi­gación de algunos problemas que parecen prome­tedores respecto a las propuestas alternativas, sin colocar otros problemas en su lugar; o (iii') regre­sar a ideas o procedimientos que se han manifes­tado ya en el pasado como inadecuados y, por consiguiente, han sido reemplazados pór la inves­tigación más reciente.

Nuestra definición de «revolución cognitiva» (y en particular, de revolución científica o tecnoló­gica) no implica una ruptura completa con el pa­sado, de modo que las nuevas ideas o procedi­mientos sean totalmente «inconmensurables» con los de los predecesores, como pretende Peyera-

bend (2). Al contrario, toda revolución genuina en el campo del conocimiento se basa en alguna rea­lización pasada y se valora por respecto al cono­cimiento anterior, de manera que lo nuevo, lejos de resultar.insólito, debe ser «comparable» con lo viejo. Porque sólo puede concluirse que una teoría es más verdadera que otra, o una técnica superior a otra, en base a comparaciones.

Nuestra definición nos ayuda, además, a evitar que confundamos una investigación con un pro­yecto de investigación, una confusión que em­piece algunas de las obras de Kuhn. Como es bien sabido, Kuhn sostiene que la investigación normal consiste en solucionar rompecabezas, pero no permite invenciones o descubrimientos nuevos: el resultado sería conocido de antemano excepto por lo que se refiere a los detalles. Así pues, todos los científicos que aceptaron las ideas de Franklin sobre la electricidad «sabían» que «tenía que ha­ber» una ley de atracción y repulsión �ntre cuer­pos cargados eléctricamente. El descubrimiento efectivo de tal ley sólo sería, de acuerdo con Kuhn (5), un ejemplo de ciencia normal: consistió en redondear los detalles de algo que «se conocía»

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de antemano. Esto es confundir un proyecto de investigación con una investigación actual. Fran­klin pudo haber concebido las líneas generales del proyecto de investigación, pero fueron Coulomb y Cavendish quienes diseñaron ingeniosos dispositi­vos y ejecutaron las mediciones que confirmaron la hipótesis de que la interacción electroestática es inversa al cuadrado de la distancia. Fueron, por tanto, no menos revolucionarios que Franklin. Del mismo modo Crick y Watson, que trabajan dentro de un determinado paradigma construido por otros y sobre un problema propuesto por otros, hicieron un descubrimiento revolucionario y rupturista, cuando determinaron la estructura básica de la molécula de ADN. A pesar de todo, si aceptamos las ideas de Kuhn, estos cuatro científicos estaban ocupados en modestos proyectos de «ciencia normal», es decir, estaban rellenando agujeros.

4. CIENCIA Y PSEUDOCIENCIA

Procedamos ahora a definir los conceptos deciencia y pseudociencia. Comenzaremos estipu­lando que una·ciencia particular, como la bioquí­mica o la sociología, es un campo de conocimiento

©= < W, S, G, F, D, B, P, K, O, M >, en el que:

(l) Los miembros de cada uno de los diezcomponentes de © cambian, aunque lentamente, con el curso del tiempo por efecto de la investiga­ción realizada en dicho campo o en campos adlá­teres ( en particular, aquellos que le prestan el transfondo formal F y el transfondo específico B).

(2) W es un sistema o comunidad de investiga­dores fuertemente interrelacionados (no un grupo de estudiantes aislados, ni un sistema de creyen­tes).

(3) S es la sociedad huésped que apoya o almenos tolera W.

(4) La visión general o transfondo filosófico Gconsta de:

(a) una ontología de cosas cambiantes (en lu­gar de una ontología de entidades fantas­males o inmutables).

(b) una epistemología realista (pero crítica, noingenua), en lugar de una gnoseología idea­lista o convencionalista.

(c) el ethos de la libre búsqueda de la verdad,la profundidad y la sistematización (en lu­gar del ethos de la fe o de la búsqueda de lautilidad, el lucro, el poder o el consenso).

(5) El transfondo formal F es una colección deteorías lógicas y matemáticas al día (no anacróni­cas, o inexistentes).

(6) El dominio o universo de discurso D secompone exclusivamente de entes reales, proba­dos o presuntos, pasados, presentes o futuros (más bien que de ideas que flotan libremente en el espacio).

(7) El transfondo específico B es una colec­ción de datos, hipótesis y teorías puestos al día y razonablemente bien confirmados (aunque no in-

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corregibles) obtenidos en otros campos de investi­gación relevantes para © .

(8) La problemática consta exclusivamente deproblemas cognoscitivos relativos a la naturaleza (en particular, a las leyes) que rigen en D, así como problemas concernientes a otros componen­tes de©.

(9) El fondo de conocimiento K es una colec­ción de teorías, hipótesis y datos puestos al día y comprobables (aunque no de modo definitivo) compatibles con lo <le B y obtenidos en tiempos anteriores dentro de © .

(10) Los objetivos o fines O comprende el des­cubrimiento o uso de leyes concernientes a D, la sistemati.zación (en teorías) de hipótesis acerca de D, y el refinamiento de los métodos de M.

(11) Los métodos M son exclusivamente pro­cedimientos escrutables ( examina bles, analiza­bles, criticables) y justificables (explicables).

(12) © es un componente de un campo cog­noscitivo más amplio, es decir, hay al menos otro campo de investigación contiguo © tal que:

(a) las visiones generales, transfondos forma­les, transfondos específicos, fondos de co­nocimiento objetivos y metodologías deambos campos se solapan de forma no va­cía, y

(b) una de dos, o D está incluido en el dominioD' (o a la inversa), o bien cada miembro deD es un componente de un sistema incluidoen D' (o a la inversa).

Cualquier campo de conocimiento que fracase a la hora de satisfacer las doce condiciones anterio­res será considerado acientífico. Ejemplos clási­cos de campos de investigación acientíficos son la teología y la crítica literaria. (Adviértase la distin­ción implícita entre teología, un campo de investi­gación, y religión, un campo de creencias). Un campo de conocimiento que satisfaga aproxima­damente las condiciones anteriores y se encamine presumiblemente hacia una más completa realiza­ción de las mismas puede denominarse protocien­cia o ciencia emergente. (Característicamente las protociencias son ricas en datos y pobres en teo­rías). En cambio, cualquier campo de conoci­miento que sea acientífico, pero se autopresenta como científico, se dirá que es pseudocientífico. El lector puede comprobar por sí mismo si su ciencia (o pseudociencia) favorita satisface la de­finición anterior. La diferencia entre ciencia y pro­tociencia es cuestión de grado, mientras que la

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diferencia entre ciencia y pseudociencia es de clase.

Podemos ahora definir ciencia en general, en relación con una ciencia particular o especial, como aquel campo de conocimiento, cuyas diez coordenadas resultan de la unión (o suma lógica) de los componentes peculiares de varias ciencias especiales. Pero, puesto que la unión de todos los transfondos específicos es equivalente a la suma de todos los fondos específicos de conocimiento, nos queda una n-tupla de nueve componentes:

Ciencia = < W, S, G, F, D, P, K, O, M > donde W, S, G y F son idénticos a los de las ciencias particulares, mientras:

D = La colección de todas las entidl:),des con­cretas (materiales).

P = La totalidad de problemas de conoci­miento.

K = El cuerpo (cambiante) del conocimiento científico factual.

O = El descubrimiento o utilización de leyes sobre cosas reales y su sistematización en teorías, así como el refinamiento de los métodos M.

M = El conjunto de todos los métodos científi­cos.

Las consideraciones precedentes nos ayudarán a confeccionar un mapa de la cultura intelectual en la actualidad, esto es, del campo total del co­nocimiento. La representación más simple de di­cho campo es la que hemos atribuido al positi­vismo, de acuerdo con la cual el campo de la cultura se compone de dos regiones disyuntas: una luminosa compuesta por las matemáticas y las ciencias, y otra negra constituida por la no-cien­cia, frecuentemente denominada «metafisica» (Fi­gura 1). Esta representación simplista se olvida de las tecnologías, así como de las protociencias y las prototecnologías, es decir, de aquellos campos de conocimiento en trance de convertirse en ciencias o tecnologías respectivamente. Una representa­ción más exacta muestra tres sectores: el antiguosector negro, el blanco que ahora incluye a lastecnologías, y una tercera región en gris en la que

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tienen cabida las ciencias y tecnologías emergen­tes (Figura 2). Incluso esta representación es ine­xacta, pues fracasa por excluir a las humanidades. Tal omisión se corrige en la figura 3. Pero no hay sectores homogéneos o puros: todas las ciencias tienen residuos acientíficos, y algunos campos acientíficos y protocientíficos poseen yacimientos de ciencia. Esto afecta, en particular, a las cien­cias y tecnologías humanas, así como a las huma­nidades en general, que se desarrollan científica­mente de manera creciente. Pero también afecta a las ciencias paradigmáticas tales como la física y la astronomía, en las que los métodos acientíficos (como el argumento de autoridad) e incluso los mitos (tales como la creación del universo y la dependencia de todos los sucesos físicos del expe­rimentador) aún elevan su arcaica y repulsiva ca­beza. ( cfer. la sección 8). Por consiguiente, la figura 4 es más correcta, aunque quizá aún sea

Fig. l Fig. 2 Figura 1: Representación positivista de la cultura intelectual:

ciencia (S) y no-cie�cia (S).

Figura 2: Representación que añade la tecnología (T) a la ciencia (S), más una nueva región gris para la ciencia emer­gente (o protociencia) y para la tecnología emergente (o proio­tecnología).

demasiado simple para considerarla completa­mente exacta.

5. 'UNA OJEADA MINUCIOSA SOBRE LA

PSEUDOCIENCIA

Por si nuestra definición de pseudociencia en la sección anterior se considera tan insatisfactoria como la definición de soltero en términos de la noción de casado, propondremos una caracteriza­ción positiva de la misma en términos positivos. Estipulamos que una pseudociencia es un campo de conocimiento que se anuncia como una ciencia, aunque en su estado actual deje mucho que de­sear. (No deben preocuparse de las intenciones de algunos practicantes de la pseudociencia hones­tos, porque las intenciones no son garantías de calidad. Todos sabemos que el camino hacia el infierno está pavimentado con las mejores de las intenciones.) Más exactamente, podemos decir que una pseudociencia es un campo de conoci­miento,

@ = < W, S, G, F, D, B, P, K, A, M >,tal que:

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(1 ') Los miembros de cada uno de los diez componentes de ® apenas cambian con el paso del tiempo y, cuando cambian, lo hacen en aspec­tos muy limitados, y como resultado de disputas o presiones externas, antes que por efecto de la investigación científica.

(2') W es una comunidad de creyentes, que se autodenominan científicos o tecnólogos, pero que no ejecutan ninguna investigación científica.

(3 ') S es la sociedad huésped que apoya a W por razones prácticas (v.g., porque ® es un buen negocio) o que tolera a W en tanto pueda relegarla a las fronteras de su cultura oficial.

(4') La visión general o cosmovisión G de ® consta de una de estas cosas:

(a') una ontología referida a entidades o pro­cesos inmateriales, tales como espíritus descarnados; o

(b') una epistemología que alberga argumentos

Fig. 3 Fig. 4 Figura 3: Representación que agrega al mapa de la cultura

intelectual un sector para las humanidades (H).

Figura 4: Representación que añade embolsamientos de no ciencia en el sector de la ciencia y la tecnología (S & T), y de ciencia en el sector de la no ciencia S. Tanto la pseudociencia como la anticiencia están incluidos en S.

de autoridad, o modos paranormales de conocimiento sólo accesibles a los inicia­dos o a los que intentan interpretar ciertos textos canónicos; o

(c') un ethos que, lejos de basarse en la libre búsqueda de la verdad, se funda en la de­fensa incondicional de un dogma mediante el engaño y la violencia, si fuera necesa­rio.

(5') El transfondo formal F de ® es muy modesto. No siempre respeta la lógica y los mode­los matemáticos son más bien la excepción que la regla. Los pocos modelos matemáticos propuestos (v.g. el fenómeno «psi») son incontrastables, de modo que resultan postizos.

(6') El dominio o la clase de referencia D de ® consta de entidades irreales o al menos caren­tes de toda prueba de realidad, tales como in­fluencias astrales, pensamientos descamados, su­peregos, conciencias colectivas, voluntades na­cionales, destino, ovnis, y cosas por el estilo.

(7') El transfondo específico B de ® es muy pequeño o, incluso, nulo: una pseudociencia en-

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TABLA 1 Comparación entre las actitudes y actividades de los

científicos y las de los pseudocientíficos

Científicos

ACTITUDES Y ACTIVIDADES CARACTERISTICAS SI NO OPTIMO

Admit� !ª pr�pia . �gnorancia, y de ahí la necesidad demas 1nvestlgac1on .· ...................... , .................. , ..... . X

Encontrar el campo propio difícil y lleno de lagunas ....... . X

Avanzar proponiendo y resolviendo problemas .............. . X

Acoger bien las nuevas ideas y métodos ....................... . X

Proponer y ensayar nuevas hipótesis ........................... . X

Intentar encontrar o aplicar leyes ................................ . X

Apreciar y cuidar la unidad de la ciencia ...................... . X

Confiar en la lógica .................................................. . X

Usar las matemáticas ................................................ . X

Recoger o usar datos empíricos .................................. . X

Atender a los contraejemplos ..................................... . X

Inventar o aplicar procedimientos objetivos de control ... . X

Intentar minimizar los errores sistemáticos u observaciona-les ................................................................... . X

Favorecer contactos estrechos con otros campos ........... . X

Admitir la falibilidad de las ideas y procedimientos familia-res ................................................................... . X

Zanjar las disputas mediante el experimento o el cálculo .. X

Replegarse constantemente ante la autoridad ................ . X

Eliminar o distorsionar los datos en contra ................... . X

Actualizar la propia información ................................. . X

Solicitar comentarios críticos de otros colegas e investiga-dores ................................................................ . X

Escribir artículos que puedan ser entendidos por cual-quiera ............................................................... . X

Desear alcanzar celebridad instantánea ........................ . X

Pseudocientíficos

SI NO OPTIMO

X

X

X

X

X

X

X

X

X

X

X

X

X

X

X

X

X

X

X

X

X

X

X

seña poco o nada acerca de otros campos de co­nocimiento; y por lo mismo contribuye poco o nada a su desarrollo.

(8') La problemática P de ® incluye muchos más problemas prácticos relativos a la vida hu­mana ( en particular cómo sentirse mejor y cómo influir en otra gente) que problemas de conoci­miento.

(11 ') La metódica M de ®. consta de proce­dimientos en modo alguno contrastables con pro­cedimientos alternativos (sobre todo, científicos), que además no pueden justificarse mediante teo­rías bien confirmadas. La crítica, de hecho, no tiene buena acogida entre los pseudocientíficos y pseudotecnólogos.

(9') El fondo de conocimiento K de ® per­manece prácticamente estancado y consta de nu­merosas hipótesis inverificables o incluso falsas, en contradicción con hipótesis científicas bien confirmadas. No exhibe hipótesis universales y bien confirmadas pertenecientes a sistemas hipo­téticos deductivos, es decir, no tiene proposicio­nes legales.

(10') Los objetivos o propósitos A de ® son con frecuencia prácticos en lugar de cognoscitivos en consonancia con la problemática. En particu­lar, los fines característicos de la investigación científica, a saber, la búsqueda de leyes y su utili­zación para comprender y predecir hechos, que­dan excluidos.

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(12') No hay ningún otro campo de conoci­miento, exceptuando posiblemente alguna otra pseudociencia, que se solape con @ , de modo que esté en condiciones de enriquecer y controlar ® . Dicho de otro modo, toda pseudociencia está prácticamente aislada: no hay nada parecido a un sistema de pseudociencias paralelo al sistema de las ciencias.

Como complemento a esta caracterización ge­neral puede consultarse una lista de actitudes y actividades prototípicas de los científicos y pseu­docientíficos en la Tabla l. (Por supuesto, algunos científicos no se comportan científicamente en ocasiones. Pero esto cae fuera del asunto, porque aquí nos referimos a las normas de conducta). (Ver Tabla 1).

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6. LA PARAPSICOLOGIA: ¿CIENCIA OPSEUDOCIENCIA?

La pseudociencia es un cuerpo de conocimien­tos y prácticas, pero rara vez un campo activo de indagaciones: tiene más que ver con tradiciones cristalizadas y dogmáticas que con visiones pione­ras y avanzadas. En concreto, no voy a hablar sobre el psicoanálisis, la homeopatía o los labora­torios quiroprácticos.

Sólo la parapsicología, que versa sobre los lla­mados fenómenos psíquicos, espirituales o extra­sensoriales, aparece como un campo orientado hacia la investigación. Sin embargo, fracasa a la hora de ajustarse a las doce condiciones enumera­das en la sección 4 para que un campo de conoci­miento sea considerado científico. Inspeccioné­mosla, dejando los detalles para especialistas como Hansel (6) y Alcock (7).

(i) Mutabilidad. No puede decirse que la pa­rapsicología haya cambiado velozmente, al modo de una ciencia genuina. En realidad consiste en una colección de creencias extremadamente anti­guas que arrancan del animismo primitivo: los pa­rapsicólogos están dedicados a poner a prueba una y otra vez las mismas sospechas sin haber obte­nido todavía ningún resultado concluyente.

(ii) Enfoque científico. Broad (8) examinó me­ticulosamente el asunto de la compatibilidad de la parapsicología con la visión científica del mundo, que él mismo definió como un conjunto de «prin­cipios limitativos básicos», y concluyó que, puesto que la parapsicología no se ajusta a ellos, tales principios -no la parapsicología- deben darse por vencidos. Por ejemplo, la precognición viola el principio de causalidad, de acuerdo con el cual el efecto no puede ocurrir antes que la causa. La telequínesis viola el principio -o más bien el pos­tulado- de que la mente no puede actuar directa­mente sobre la materia. La telepatía y la precogni­ción son incompatibles con el principio epistemo­lógico de acuerdo con el cual la adquisición de conocimiento empírico precisa de la percepción sensorial en alguna medida.

(iii) Transfondo formal. El parapsicólogo me­dio no suele ser experto en manejar herramientas formales, en especial la estadística. De este modo puede permitirse el lujo de seleccionar consisten­temente la evidencia («suspensión opcional» de una secuencia de pruebas), de no distinguir una coincidencia (cor.elación accidental o espúrea) de una auténtica correlación; y de no emplear mode­los matemáticos o incluso sistemas hipotético-de­ductivos informales: todos sus aciertos son espo­rádicos, casuales.

(iv) Dominio. La parapsicología versa sobreentidades inmateriales, tales como espíritus des­camados, cuya existencia nadie ha podido esta-

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blecer. Por otro lado, la parapsicología ignora el auténtico órgano del pensamiento, a saber, el ce­rebro.

(v) Transfondo específico. La parapsicologíano hace uso de ningún conocimiento obtenido en otros campos, tales como la física o la psicología fisiológica. Al contrario, sus hipótesis chocan frontalmente con hechos y presupuestos manteni­dos por otras ciencias. En particular, la notable idea de la.s entidades mentales descarnadas es in­compatible con la psicología fisiológica; y la de­manda de que pueden trasmitirse mensajes a tra­vés del espacio sin que importe la distancia es inconsistente con la física. Peor aún, los parapsi­cólogos barren hacia fuera tales inconsistencias, alegando que ellos trabajan con fenómenos no fí­sicos, de modo que los físicos y demás científicos son incompetentes para estudiarlos.

(vi) Problemática. La parapsicología es pobreen problemas; todos sus problemas se encierran en uno: establecer que existen fenómenos para­normales, es decir, hechos que no pueden expli­carse mediante la ciencia. Este problema no se formula en términos claros, debido a la espantosa pobreza teórica de la parapsicología.

(vii) Fondo de conocimiento. A pesar de tenera sus espaldas varios centenares de años, y de haber atraído la atención de un amplio plantel de investigadores en la última centuria, no debemos a la parapsicología ni un sólo descubrimiento: no aporta datos sólidos sobre telepatía, clarividencia, precognición o telequínesis, ni tampoco propor­ciona hipótesis para explicar estos supuestos fe­nómenos. Todo lo que nos dice es que tal y cual pretendido dato es anómalo, es decir, queda inex­plicado por la ciencia actual. No sugiere meca­nismos, ni propone teorías. Compárese esta con­ducta con la de un científico, pongamos un astró­nomo. Si un astrónomo está en condiciones de proclamar que un determinado objeto celeste pa­rece no «obedecer» las leyes de la mecánica ce­leste o de la astrofísica, se sentirá obligado a ofre­cer o a rogar alguna conjetura positiva: por ejem­plo, que no se trata de un cuerpo ordinario, sino de un quasar, de un agujero negro, o de un rayo laser, o de algún otro objeto físico. Puede conjetu­rar que tal objeto pertenece a una nueva clase, cuyas leyes aún no han sido descubiertas, pero no que viola principios físicos bien fundados como el de la conservación de la energía. El parapsicólogo no hace tal cosa: acepta, en cambio, datos aparen­temente anómalos como evidencia de capacidades paranormales y no se toma la molestia de intentar explicarlos en términos de leyes. ¿Ha oído alguien ni siquiera hablar de la Primera Ley de la Clarivi­dencia, o de la Segunda Ley de la Telepatía, o de la Tercera Ley de la Telequínesis?. Y, ¿hay al­guien que haya formulado una Teoría Matemática de los Espectros capaz de realizar predicciones definidas y comprobables?

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(viii) Objetivos. A juzgar por las conclusionesde los parapsicólogos, entre sus fines no se en­cuentra el de buscar leyes y sistematizarlas en forma de teorías destinadas a la comprensión y a la previsión. Antes bien, sus propósitos consisten o bien en reforzar antiguos mitos espiritualistas, obien en servir de sucedáneo de la religión.

(ix) Métodos. Los métodos empleados por losparapsicólogos han sido examinados por científi­cos, estadísticos y por magos de escenario o pro­fesionales durante más de cien años y siempre invariablemente los han encontrado defectuosos.

El defecto más corriente es la carencia de contro­les rigurosos. En todo caso, la parapsicología ha estado siempre plagada de engaños, sean incons­cientes como en el caso del sujeto experimental corriente que desea que el experimento tenga éxito, o sean deliberados como en el famoso caso de Uri Geller. (Pueden leerse múltiples ejemplos en la revista The Skeptical Inquirer, así como en Hansel (6) y Alcock (7).

(x) Sistematismo. Lejos de ser un componentede un sistema de conocimiento, la parapsicología es un campo aislado: no se solapa con ningún otro campo de investigación. Por esta razón sus practi­cantes exigen ser juzgados en base a sus propios merecimientos: en base justamente a la evidencia empírica que ellos mismos proclaman se ha pro­ducido. Pero eso es imposible, porque totalmente al margen de la realidad de tal evidencia, subsiste la fundada sospecha de que tales resultados han sido obtenic\os con métodos fraudulentos -por no

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hablar de viejas historias folklóricas y otras «evi­dencias» anecdóticas que aún gozan de respetabi­lidad entre los parapsicólogos. Ciertamente los hechos pueden «verse» o «interpretarse» de múl­tiples formas (esto es: pueden ser explicados por hipótesis alternativas). Esta es una de las razones por las que sólo las hipótesis que armonizan con algunas otras hipótesis resultan dignas de ser in­vestigadas científicamente. Pero éste no es el caso de las corazonadas parapsicológicas, pues no for­man parte de un sistema (hipotético-deductivo), ni encajan con la ciencia (recuérdese (v)). Más toda­vía, los propios parapsicólogos se muestran muy ufanos por investigar fenómenos que consideran paranormales y estiman se hallan fuera del alcance de la ciencia «oficial» (esto es, de la ciencia ver­dadera).

Concluimos, pues, que este pase de revista sitúa a la parapsicología en el campo de la pseudocien­cia. Si no siempre se reconoce como tal, puede deberse a que la mayor parte de las filosofías de la ciencia no conciernen a la ciencia real, o a que la etiqueta de «científico» es atribuida sin un análisis filosófico previo. (Un ejemplo reciente de esto último puede verse en Truzzi (9)).

7. OTROS EJEMPLOS

Muchas otras pseudociencias, además de la pa­rapsicología, merecen la atención del filósofo, aunque sólo sea porque son incluso más populares y frecuentemente más peligrosas que la creencia en el fenómeno «psi». El psicoanálisis es una de ellas (vide 10). El surgimiento del psicoanálisis hacia 1900 ha sido con frecuencia considerado como una revolución científica a la par de las de Newton, Darwin, Marx y Einstein. A primera vista el psicoanálisis muestra un aspecto revolu­cionario en sus hipótesis y métodos. Una inspec­ción más cuidadosa muestra que estos no son tan absolutamente nuevos y que, lejos de constituir un avance revolucionario, constituyen una contra­revolución. De hecho, las ideas del psicoanálisis son en su mayor parte especulaciones desafora­das, que o bien son incomprobables (como la re­presión) o han sido refutadas (como la sexualidad infantil, llamada de la vida en el útero, y como el efecto catártico de abrir la válvula de escape a la agresión). El psicoanálisis está desconectado de la neurofisiología y de la psicología experimental. Freud advirtió a sus discípulos para que evitasen ambas, y en esto las cien o más escuelas de psi­coanálisis están todas de acuerdo. Para hacernos las cosas más fáciles, el psicoanálisis renuncia al experimento -alegando que él está siendo com­probado a diario en el sofá- y a la estadística, con la disculpa de que dos individuos nunca son idén­ticos. El psicoanálisis, pese a no ser revoluciona­rio, ha causado un tremendo impacto en la cultura contemporánea: ha disminuido el ritmo de desa­rrollo de la psicología científica, ha contaminado las ciencias sociales, ha convertido la psiquiatría

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en charlatanería, y ha suministrado a los intelec­tuales a medio cocer una ideología fácil y multiva­lente. En suma, no sólo es una contra-revolución para la ciencia, sino un desastre cultural mayor.

La tecnología asociada con el psicoanálisis es la llamada terapia psicoanalítica, que consiste en una variedad de la psicoterapia verbal. El tratamiento de las enfermedades mentales por procedimientos puramente verbales, o psicoterapia verbal, ha sido practicado durante cientos de años por todas las sociedades humanas. Hasta el advenimiento del psicoanálisis estaba usualmente rodeada de creen­cias religiosas; desde entonces se ha convertido en la gallina ponedora de una próspera industria, aunque con claros signos de recesión. Hay entre 100 y 200 escuelas de psicoterapia en continuos altercados unas con otras, pero la mayor parte de ellas ajenas a la psicología experimental y a la psiquiatría biológica. Pocas han sido sometidas a pruebas rigurosas: habitualmente son adoptadas y practicadas en base a la fe o a la autoridad. Los alimentos, las medicinas e incluso los automóviles están sometidos a rigurosos exámenes, pero no ocurre lo mismo con las psicoterapias verbales. La reciente decisión del Instituto Nacional para la Salud Mental estadounidense de emprender un examen concienzudo de sólo dos variedades de psicoterapia con un coste aproximado de un mi­llón de dólares ha levantado un grito de indigna­ción. Significativamente, el presidente de la Ame­rican Psychological Association se opuso a esta medida porque el proyecto podía durar dos déca­das: 10 años para poner a prueba la seguridad y otros 10 para poner a prueba la eficacia (vide. (11)). ¿Por qué no se confiesa francamente que tales pruebas son un despilfarro de tiempo y di­nero, puesto que la psicoterapia no es reconoci­damente una técnica basada en la ciencia de la mente, es decir, en la biología de las funciones específicas del cerebro?

El psicoanálisis y los diversos géneros de psico­terapia verbal no son las únicas aproximaciones pseudocientíficas al estudio de lo mental. Otro enfoque similar, que ha venido incrementando su popularidad a expensas del computador, es el mo­delo de computador para la mente, o más preci­samente la familia de modelos computacionales. A pesar de su apariencia científica, o mejor tecnoló­gica, porque usa el lenguaje de la ciencia de los computadores, se trata de una pseudociencia por las siguientes razones. (Más en (12)). El modelo de la mente como un computador:

(l.ª) Evita el contacto con el cerebro y de este modo ignora por completo la neurociencia; en par­ticular, no hace uso de las propiedades caracterís­ticas del tejido nervioso, tales como la inhibición lateral, la plasticidad sináptica, y la espontaneidad (o capacidad de auto-activación).

(2. ª) Está en desacuerdo con la fisica post­aristotélica cuando postula que todo estado de transición está causado por algún estímulo externo -un axioma de la teoría de los autómatas-.

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(3. ª) Está en desacuerdo con la psicología, puesto que sostiene que el cerebro es un meca­nismo de procesamiento de información incapaz de crear información.

(4.ª) Consagra la mítica dualidad mente-cuer­po, al distinguir el hardware material (innato) del software inmaterial (aprendido).

(5.ª) En consecuencia, consagra la dicotomía entre disfunciones «orgánicas» y «psicológicas» -lo que interrumpe el progreso de la psiquiatría­alegando que, mientras los primeros son defectosde instalación, los últimos son errores de informa­ción.

(6.ª) No hace prediciones precisas, y de ahí que no pueda ser sometido a comprobaciones em­píricas.

En esta misma línea, e incluso con mayor apa­riencia de rigor a causa del alto nivel de las mate­máticas que emplea, se encuentra la teoría de las catástrofes (vide. (13) y (14)). Al trabajar con pro­blemas biológicos y sociológicos, los teóricos de catástrofes son culpables de cometer los siguien­tes pecados pseudocientíficos:

(l.º) Han adoptado una ontología idealista (platónica), al suponer que todas las fórmulas ma­temáticas deben ser eventualmente materializa­das, y han abrazado una epistemología hiperracio­nalista, al suponer que basta la razón para investi­gar la realidad, siendo la experiencia innecesaria.

(2. º) Han ignorado o incluso rechazado teorías generales básicas y bien confirmadas, en especial la mecánica cuántica, la genética, y la teoría dar­winiana de la evolución.

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(3.0) Han ignorado inmensas cantidades de evidencia empírica, por ejemplo, sobre el papel de los genes y de las fuerzas físicas en la morfogéne­sis.

(4.0) Nada explican y nada predicen.(5.º) Han usado casi exclusivamente una y

otra vez un único modelo para representar (aun­que no para explicar) muchos procesos diferentes, a saber, la «catástrofe cúspide».

(6.0) «Han abusado de las matemáticas básicas de modo que han sido conducidos a razonamien­tos erróneos, han ofrecido modelos basados en supuestos poco razonables que les han guiado hasta conclusiones erróneas; y han hecho predic­ciones que o bien son vacías, o bien tautológicas, o son vagas o resulta imposible ponerlas a pruebaexperimentalmente», según concluyen Zahler ySussmann (15).

Deberíamos seguir aún a la caza de más espe­címenes de pseudociencias, pues abundan no sólo en la cultura popular, sino también en la literatura científica -sin excluir las revistas de alto nivel de física teórica, de biología teórica, y de sociología matemática. Baste mencionar un surtido elegido al azar de semejantes bestias: la teoría del quantumde medida (supuestamente aplicable a cualquier aparato posible de medida); la psicohistoria (o psi­coanálisis de los caracteres históricos); las profe­cías emitidas de cuando en cuando por «tanques pensantes», tales como el Instituto Hudson; algu­nos de los modelos de «sistemas generales» criti­cados por Berlinski (16); muchas de las teorías sociológicas ridiculizadas por Andreski (17); y los charlatanes de la salud denunciados por la Unión de Consumidores (18). La pseudociencia abunda porque tiene raíces antiguas, o porque trata cues­tiones descuidadas por la ciencia, o hace deman­das agresivas, o promete resultados eficaces a bajo costo, o porque es mucho más fácil de com­prender y practicar que la ciencia. De este modo, salta a la fama en todo tiempo y lugar.

8. ¿COMO DISTINGUIR LA PSEUDOCIENCIADE LA PROTOCIENCIA Y DE LA HETE­RODOXIA?

Hemos trazado la línea de demarcación entre ciencia y pseudociencia, pero casi no hemos dicho nada sobre protociencia, heterodoxia científica, y anticiencia. Conviene decir algo sobre estas últi­mas, porque frecuentemente se las confunde con la primera.

Siempre existe el temor de que puedan yacer enterradas en el seno de la pseudociencia algunas pepitas de oro: esta última puede que no sea tal, sino protociencia o ciencia emergente. Este temor está completamente justificado al principio, parti­cularmente desde el momento en que una teoría o técnica extremadamente original -una heterodo­xia- puede tener un saborcillo a pseudociencia justo a causa de su novedad. Pero la precaución debe convertirse en escepticismo, y el escepti-

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cismo en denuncia, si la novedad fracasa a la hora de convertirse en un componente hecho y derecho de la ciencia al cabo de medio siglo. Realmente, mientras las protociencias avanzan y acaban con­virtiéndose en ciencias, las pseudociencias son charcas estancadas al lado de las rápidas corrien­tes centrales de la investigación científica. Y no hay precaución posible para todo aquello que venga exigiendo trato igual desde el principio, cuando la nueva idea que ofrece choca frontal­mente con la visión científica, con el método cien­tífico, y con las teorías científicas mejor estableci­das (aun cuando de hecho sean falibles). La obje­ción esperable de que semejante intolerancia ha­bría segado de raíz la ciencia moderna está fuera de lugar, pues en 1600 no había aún visión cientí­fica, ni método científico, ni mucho menos teorías científicas bien fundamentadas.

Que «pueda haber algo cierto» en determinadas demandas de la pseudociencia, es verdad, pero también otra cuestión. Así los alquimistas estaban en lo cierto al sostener que el plomo podía trasmu­tarse en oro. Pero estaban equivocados al creer que eran capaces de producir semejante trasmuta­ción, porque (a) carecían de la teoría necesaria (sobre la estructura nuclear), (b) carecían de los instrumentos necesarios (aceleradores de partícu­las) y (c) carecían de la posibilidad de adquirir ni la teoría ni los instrumentos, porque estaban atra­pados por la tradición ( en particular la teoría de los cuatro elementos) y ponían su confianza en el método de ensayo y error (en lugar de en experi­mentos bien diseñados) así como en los conjuros mágicos. De este modo, el descubrimiento de la transmutación (genuina) fue una coincidencia ob­tenida precisamente desde el atomismo rechazado por los alquimistas.

Del mismo modo la telepatía, después de todo, puede ser un hecho, aunque no la clarividencia, la precognición o la telequínesis, todas ellas en con­flicto con leyes físicas básicas. Sin embargo, si la trasmisión del pensamiento existe, no ocurre de la misma manera entre todos los humanos; y si no ocurre entre nosotros, entonces es tan extrema­damente infrecuente que jamás lo podremos inves­tigar. Las razones para tal escepticismo son al menos dos. En primer lugar, ¿por qué nadie ha sido capaz de demostrar un caso de telepatía, esto es, un caso verdadero que no pueda ser explicado como una coincidencia (particularmente frecuente entre personas que llevan vidas paralelas) o como un engaño deliberado?. Si hay telepatía, debe via­jar sobre campos o sobre partículas. Ahora bien, se sabe que las radiaciones más fuertes que emite el cerebro humano son electromagnéticas. Pero, para bien o para mal, esta radiación es unas cien mil veces más débil de la que se necesitaría para una trasmisión efectiva, por no hablar de la au­sencia de mecanismos conocidos de detección y de codificación (19). Con todo, la telepatía, aun­que parece imposible entre seres humanos, no puede excluirse en otros seres; pero en todo caso

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no sería de hecho el tipo de transmisión del pen­samiento que proclaman psiquistas y parasicólo­gos, a saber, una trasmisión inmaterial y por tanto indetectable mediante instrumentos fisicos. De modo que si la telepatía fuese descubierta, no confirmaría la parapsicología, sino que se conver­tiría en una materia de investigación científica normal -a semejanza de la trasmutación del plomo en oro. Semejante descubrimiento sería el coup de grace de la parapsicología, del mismo modo que la química de Robert Boyle acabó con la alquimia, y la astronomía newtoniana exterminó la astrología.

La heterodoxia científica es un berenjenal com­pletamente diferente: se trata de la ciencia no convencional e impopular. La fisica de campos fue heterodoxa cuando se propuso por primera vez, porque discrepaba de las teorías dominantes de la acción a distancia. Pero era un campo cientí­fico genuino, repleto de hipótesis contrastables y de experimentos pasmosos. Lo mismo puede de­cirse de todas las heterodoxias científicas que si­guieron, como la teoría de la evolución de Darwin, la crítica de Marx al capitalismo, la mecánica es­tadística, la genética, las dos relatividades, la teo­ría sintética de la evolución, las dos teorías cuán­ticas, la biología molecular, la psicología fisioló­gica, etc. Todas ellas fueron, tomando prestada la exacta expresión de Asimov, endoherejías (des­viaciones en el seno de la ciencia), que deben distinguirse de las exoherejías o desviaciones fuera de la ciencia. Sea propuesto por miembros de una disciplina dada o por advenedizos, un nuevo tema de conocimiento que satisfaga la defi­nición propuesta en la sección 4, pero suscita un conflicto con algún otro tema (no con todos) del transfondo específico estándar o con el fondo de conocimiento pactado, debe ser calificado como una endoherejía. La endoherejía debe ser acep­tada con júbilo en la ciencia, la exoherejía no. Tolerancia, sí, pero dentro de la ciencia: fuera de ella no hay salvación (intelectual).

De ahí no se sigue que la ciencia no tenga ene­migos internos o quintas columnas. Los tiene, pero son fácilmente identificables porque se trata de fragmentos acientíficos. Los enemigos interio­res más terribles son el dogmatismo, en particular la negativa a discutir cuestiones de principio, y la excesiva tolerancia con las ideas o prácticas que arruinan de nuevo los frutos de la ciencia. Un ejemplo de lo primero es la rigidez (actualmente en decadencia) respecto a la interpretación fisica de los formalismos matemáticos de la teoría cuán­tica -una construcción maravillosa expoliada por una filosofía obsoleta (vide (20)). Ejemplos de to­lerancia excesiva, dentro de la comunidad cientí­fica, para con ideas acientíficas son: la hipótesis de la creación de la materia ex nihilo, introducida en casa por los defensores de la ahora difunta cosmología del estado estacionario; el viejo mito del alma inmaterial que flota por encima del cere­bro, que aún encuentra un lugar en las publicacio­nes neurocientíficas y psicológicas; y la biología

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lamarckista, aún prevalente en Francia. La regla moral es: ni demasiado rígido, ni demasiado laxo.

Los estudiosos de la pseudociencia frecuente están divididos a la hora de determinar cuál de los dos, la pseudociencia o el dogma científico, es más perjudicial. A mi modo de ver la cuestión está mal planteada y el modo usual de resolverla es acientífico. La pregunta pertinente no es precisa­mente «¿cuál es peor?», sino más bien «¿cuál es más perjudicial, para quién y en qué aspecto?». Y esta última cuestión debería investigarse empíri­camente en lugar de sobre la base de argucias, pues concierne a cuestiones de hecho: se trata de un problema para la psicología, la sociología e incluso la economía del conocimiento y de la igno­rancia. Me explico.

Presumiblemente la pseudociencia supone un peligro pequeño para el científico especialista, quien más bien corre continuamente el peligro de rendirse al dogma, que acaba obstruyendo la in­vestigación a lo largo de nuevas líneas. (Ojo: puesto que todo científico es un profano fuera de su campo, se encuentra doblemente involucrado en la hipótesis anterior). Por otro lado el profano, puesto que sabe poco o nada de las ortodoxias científicas del momento, está a merced de nume­rosas supersticiones y de dos tipos de predicado­res, los que le enseñan como a un niño y los que le tutean como un científico. Al no estar equipado para distinguir entre el producto genuino y su fal­sificación, el profano estará presumiblemente más dispuesto a comprar al último, aunque sólo sea porque le parece más inaccesible. (Por lo demás, la mayor exposición la sufre el que quiere creer: muchos de los que abrazan supersticiones, viejas o nuevas, lo hacen porque sienten la necesidad deun apoyo extra para hacer frente a la lucha por lavida). En suma parecería que, aunque el dogma­tismo científico es más perjudicial para el cientí­fico que para el profano, este último tiene más quetemer de la pseudociencia. Pero ésta es precisa­mente una conjetura no contrastada. Lo que noadmite la menor duda, en cambio, es la economíade la pseudociencia. Sabemos que tiene montadauna industria de muchos billones de dólares. Ysabemos que, mientras creer en la percepción ex­trasensorial es barato, la fe en la meditación tras­cendental resulta costoso, y la creencia en el psi­coanálisis puede resultar ruinosa. Con todo, tam­bién esto es un asunto de investigación empírica.

La anticiencia es harina de otro costal. Por de­finición, una anticiencia es un sistema de creen­cias abiertamente hostil a la ciencia y que lucha por desplazarla. Ejemplos: todas las ciencias «ocultas»; la homeopatía (en tanto se opone a la medicina «oficial»); la psicología racional ( opuesta a la psicología empírica); la sociología humanista (opuesta a la sociología empírica). La anticiencia no es necesariamente hostil a un cuerpo dado de conocimientos científicos sino a la visión científica y al método científico.

Sin embargo, la diferencia entre la anticiencia y

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la pseudociencia es sólo de actitud: si bien ambas son igualmente acientíficas, los pseudocientíficos demandan ser acogidos por la ciencia, mientras los anticientíficos la deprecian. Al lado de estos dos grupos están los exoheresiarcas y todos ellos ejercen una influencia perniciosa sobre el incauto público. Con todo, no puede decirse que sean todos igualmente perniciosos: mientras algunas anticiencias pueden considerarse comparativa­mente inocuas, otras -en particular la psicología y la sociología humanistas- son positivamente peli­grosas, posiblemente más aún que la parapsicolo­gía, porque intentan destruir lo poco que se ha conseguido en un siglo de dificil navegación cientí­fica contracorriente. No obstante no exageremos las diferencias entre anticiencia y pseudociencia: ninguna de las dos es científica y a ambas les gustaría desalojar a la ciencia.

9. PUNTUALIZACIONES FINALES

Los científicos y los filósofos tienden a tratar lasuperstición, la pseudociencia y la anticiencia como desperdicios inocuos: están demasiado em­bebidos en sus propias investigaciones como para molestarse con semejantes sinsentidos. Esta acti­tud es desafortunada por las siguientes razones. En primer lugar, la superstición, la pseudociencia y la anticiencia no son desperdicios que puedan reciclarse para algo útil: son virus intelectuales que pueden atacar a cualquiera, desde el lego al científico, hasta el punto de infectar a toda la cultura y revolverla contra la ciencia. En segundo lugar, el surgimiento y difusión de la superstición, la pseudociencia y la anticiencia son importantes fenómenos psicosociales dignos de ser investiga­dos, y quizá incluso utilizados como indicadores del estado de salud de una cultura. En tercer lu­gar, la superstición, la pseudociencia y la anti­ciencia son un buen banco de pruebas para cual­quier filosofía de la ciencia. El valor de una filoso­fía de la ciencia puede ser efectivamente calibrado por su sensibilidad a la hora de diferenciar entre ciencia y no ciencia, ciencia de alta calidad y de baja calidad, ciencia viva y ciencia muerta. (¿ Qué pensarían ustedes de un historiador del arte que fuese constantemente engañado por burdas falsifi­caciones artísticas, o del crítico de arte que pasase por alto constantemente obras de elevada calidad y exagerase el valor de obras menores, o que volviese la espalda por completo al arte de su tiempo?).

Dado el interés intrínseco y la importancia cul­tural de la pseudociencia y de la anticiencia, re­sulta sorprendente que haya recibido tan poca atención por parte de los filósofos, en particular en nuestra época de crisis de confianza pública en la ciencia. Debemos admitir que el filósofo ha abandonado al científico en esta hora de prueba. Peor aún, unos pocos filósofos han tomado par­tido por el enemigo declarando que la ciencia no es mejor que la pseudociencia, la religión, la ma-

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gia o el arte de la brujería y que todas estas acti vi­dades deberían recibir «igual trato» en las escue­las, sin haber ofrecido de hecho argumentos a favor de semejante demanda (2). Este hecho debe­ría ser una clara indicación de que hay algo esen­cialmente podrido en la filosofía de la ciencia tal como se practica en la actualidad. Quizá algunos magos o alquimistas la hayan metamorfoseado en una pseudofilosofía de la pseudociencia. (Versión castellana y adaptación de Al­berto Hidalgo Tuñón) e

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS Y NOTAS

(1) J. Swift, Gulliver's Travel, 1726; Folio Society, Lon­don, 1965. Agradezco a Clifford Truesdell el haberme recor­dado el pasaje citado en el texto.

(2) P. K. Feyerabend, Against Method, New Left ·Books,London, 1975. (Hay vers. cast. de Diego Ribes en Tecnos, Madrid, 1981: Tratado contra el método). lnquiry, 18, 167 (1975).

(3) M. Bunge, Method, Model and Matter, D. Reidel, Dor­drecht, 1973.

(4) T. Kuhn, Toe Structure of Scientific Revolutions,University of Chicago Press, 1962. (Vers. cast. de A. Contín en F. C. E., México: La estructura de las revoluciones cientí­ficas, 1971).

(5) T. Kuhn, en Scientific Change, A. Crombie, Ed., Hei­nemann, London, 1963.

(6) C. E. M. Hansel. ESP and Parapsychology, Promet­heus Books, Buffalo, N. Y., 1980.

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(8) C. D. Broad, Philosophy, 24, 291 (1949).(9) M. Truzzi, J. Parapsichol. 44, 35 (1980).(10) M. Bunge, Scientific Research, Vol. I, Springer­

Verlag, Berlin-Heildelberg-New York, 1967. (Vers. cast. de M. Sacristán en Ariel, Barcelona, 1969: La Investigación cientí­fica).

(11) Science, 207, 35, 506 (1980).(12) M. Bunge, The Mind-Body Problem, Pergamon, Ox­

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