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LETRAS SALVAJES Revista de Literatura, Arte y Pensamiento de alta velocidad Editor: Alberto Martínez-Márquez Nueva época, número 19 octubre-diciembre 2015

Letras Salvajes #19

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LETRAS SALVAJES Revista de Literatura, Arte y Pensamiento de alta velocidad

Editor: Alberto Martínez-Márquez

Nueva época, número 19 octubre-diciembre 2015

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Fotografía de portada: “Harvest” (1984) del estadounidense Joel Peter Witkin (Nueva York, 1939). Composición, tipografía y diseño: Alberto Martínez-Márquez y Rogelio de Sart Cuidado de la edición: Nasón Purim Diseño del logo: Iván Figueroa Luciano Esta revista puede ser reproducida, almacenada en un sistema de informática o transmitida de cualquier forma o a través de cualquier medio electrónico, mecánico, copia fotostática, grabación u otros métodos que permitan su libre difusión y consumo. Esta revista no recibe subvenciones algunas de individuos ni de agencias de gobierno, alianzas público-privadas o entidades corporativas nacionales o

transnacionales. LETRAS SALVAJES es una publicación sin fines de lucro,

que se rige por la libre economía de la koinonía.

Copyleft 2015

Favor de dirigir sus colaboraciones al correo-e: [email protected] Para envío de libros, revistas, cd-roms, dvds o cualquier otro material apalabrado o audiovisual favor de escribir a la siguiente dirección:

Alberto Martínez-Márquez, Editor

Letras Salvajes

P.O. Box 250425

Aguadilla, Puerto Rico 00604-0425

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Laura A. López [técnica mixta]3

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Laura A. López

De la serie ECOS (Tinta sobre transparencias)

Carnaval

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El espejo

El espacio entre nosotros

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Campanario

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Para mi amor (El invento e la soledad)

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Laura A. López (laural). Nace en Buenos Aire, Argentina, en 1979. Poeta, artista plástica, comunicadora publicitaria y gestora cultural. Trabaja en E-volution como Directora de

Cuentas y Planning. Ha publica-do Marea ocular del deseo (2001, Editorial Tu Llave), Para saltar sobre el abismo del mundo (2010, Zorra Poesía), Parte de un mismo cuerpo (2011, El ojo del mármol), Maremoto en la cucha-ra de madera y Novela (2012, Kiosco de Poesía). Ilustró los libros O inicio do assoprado de Rodrigo Domingos y El tiempo y las cosas de Amira Juri. Participó en el libro homenaje de la edito-rial Muerde Muertos a Alberto Laiseca y su obra Los Sorias, titulado “Ilusorias” y en el libro que reinterpreta con artistas vi-suales y poetas 37 canciones de

Madonna, titulado Reinvención. Ha explorado el cruce de lenguajes en Sonoridades Poéticas, y desarrolló distintos sucesos en la galería de arte acción Lista Ya. Es colaboradora del Festival Internacional de Poesía y de Grupo Babel. Su obra plástica se ha exhibido en las muestras “Pide al espejo que hable” (2011), “Dobles Mixtos” (2013) y “Desapariciones y Signos del Sur” (2014) en distintas ciudades de Alemania como parte del colectivo Artistas por el Mundo. Enlaces: En Tumblr: http://lauralartworld.tumblr.com/ En Facebook: https://www.facebook.com/alohalaural

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Denisse vega farfáN

POEMA A lo mejor hay una línea que sobrevuela la muerte y respira en el poema. De pie ante un destino que muge, los trémulos ojos de extranjero detenidos en el recibidor. La espiral de insignias y sellos que nada dicen de nuestro nombre apenas entrevisto. Cuando de pronto, sin consultarnos, se nos echa de la vida con la casa a medio hacer o la pavesa de lo nunca sido entre los dedos. Soñando con sujetar lo que veloz y fugazmente bate en la opacidad del verano nos confiamos al metal que cede en la hoja, ligamento de una otredad que libremente gesticula, agua llevándonos río abajo a una inviolada memoria. Negados astros resbalan de nuestro índice -poder incierto de las gloriosas aguas, satélite ebrio de días siempre inaugurales– y es nuevamente pura la confusión de los ojos.

MANOS

If my craft is blest; if this hand is as

accurate, as honest as their carpenter’s

Derek Walcott Tienen mis manos las molduras de mi padre, mas en ellas un viento sordo construye su casa violenta a oscuras. Adivino mejor, ahora que lucho con palabras para encontrar el poema, el cepillo de mi abuelo deslizándose sobre la tosca madera recién cortada hasta dejarla como el pómulo de un jacinto.

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Persigo el camino del punzón sobre la piel de añosos árboles, la figura que, al final, asciende a la superficie, revelando su amordazado grito en la hondonada -testigo de un origen proscrito a nuestra búsqueda-. La labor de perforar en lo secreto, duro e inflamable. La destreza de detenerse cuando, del otro lado, algo nos advierte del peligro de seguir acercándonos. Muerto, cuando apenas dispuse de seis días para intentar saludar al mundo, sus manos son ahora un indescifrable tallado en el aire. En pie siguen las puertas, las mesas, los muebles que hizo, receptando el tedio y la ventura de las generaciones.

SOBRE UN FRESCO MOCHICA Por esta rampa me condujeron hacia el soberano que bebería mi sangre en una copa a la medida de la sed del dios oculto en las montañas. No fue suficiente y sus implacables oficios sepultaron nuestros templos destinándonos a vagar casi ocultos en el aire.

¡Ay qué será de mí ahora!, ¿con qué poema iré hacer el pago al final

de mi oscuro viaje?

ENCLAVE El poema está listo. Eleva casas, puentes, barcas hundidas, aves de diversa estación migratoria, vidas que hacia todos lados se desplazan. Hace realidad lo que no se toca y simple fábula lo palpado todos los días. El poema está listo. Yo estoy en otra parte. El que estuvo escribiéndolo al pie del aserradero, ha desaparecido.

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Desde el vidrio del poema veo su último retrato, enjambre en vilo. El poema está aquí, tiene forma humana, animal, de mesa, calle, estrella. Ocupa mi espacio, que ya no es propio. Respira por mí, habla por mí, en una olvidada lengua por nuestro cansancio. El poema está listo. Le es entendible el trémolo final de la tierra. Roer no es necesario.

COMPRÉ UNA PIPA PARA MI AMIGO PERUANO EN EL MERCADO DE LA SEDA… Compré una pipa para mi amigo peruano en el Mercado de la Seda. “Es de cuerno de yak”, me dijo la dependiente. Tiene un lomo suavísimo, discreto, y un revestimiento de cobre en la boca del hornillo. Ya temprano había visto su carne delicadamente sazonada en el bufet, satisfaciendo sobresaltados comensales, poetas trashumantes buscando el elixir de su infatigable demonio. Teníamos que haberlo visto a 6000 metros de altura, con la joroba dispuesta, peinando los desiertos del Tíbet. Detenidos en su ojo, complacido y triste, adivinamos la vida. Mi amigo colecciona pipas de todos sus viajes, como si no quisiera abandonar la humareda interior de cada comarca extraña. Ya en casa, enciende una al azar en la demandante hora del poema, y se pone a laborar, sin angustia, en sus apariciones reptantes. Quiero creer, que en la espiral de humo, volverá el yak, paciente, como en las estepas más frías, para guiarlo mientras escribe, entre salvajes amenazas, decapitadores vientos, que tan bien reconoce.

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Denisse Vega Farfán nace en Trujillo, Perú, en 1986. En el año 2008 ganó el premio “Poesía Joven del Perú”, organizado por el Centro Cultural de España y Lustraeditores, con su

primer poemario Una morada tras los reinos. Título que concretó una edición bilingüe español – francés, en el año 2013. En el 2010 publicó la plaquette Hippocampus en Uruguay, con La Propia Car-tonera, la cual tuvo su edición en Perú en el año 2011. Forma parte de numerosas antolog-ías y revistas especializas. Poemas suyos han sido tra-ducidos al inglés, francés, chi-no, italiano y alemán. El pri-mer asombro (2014) es su más reciente publicación, apareci-da bajo los sellos Animal de Invierno y Paracaídas Edito-

res, con la que estas editoriales inauguran la Serie Insular de Poesía. De reciente presentación en Ciudad de México, el mismo que fuera nominado por el Diario El Comercio, en palabras del crítico Ricardo González-Vigil como uno de los libros más destacados del 2014. Ha participado en diversos festivales en Perú y el extranjero como el “Festival Internacional de Poesía Trois-Rivières” (Canadá, 2013), el “Festival Internacional del Lago Qinghai” (China, 2013), México (2015), la “Feria Internacional del Libro de Santo Domingo” (República Dominicana, 2015) y el “Festival Internacional de Poesía de Bucaramanga” (Colombia, 2015).

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Ernesto R. del Valle

CONVERSACION CON MA-NUEL MANOS MOQUETE EN LA ENCRUCIJADA DE UNA NOCHE [Entrevista]

l Dr. Manuel Matos

Moquete (Poeta, Novelista, Ensayista,

Crítico Literario y Educador Domini-cano narra y razona sus andanzas por la Literatura El escritor del sur domi-nicano habla de sus inicios literarios, Sus libros y miedos permanentes.

Tengo delante de mí, luego de va-rias invitaciones a esta conversa-ción, al narrador e investigador dom-inicano, Dr. Manuel Matos Moquete, una persona singular en la cotidia-nidad universitaria y literaria de Re-pública Dominicana. Una voz plena de conceptos y análisis al que acu-den muchos en busca de referencias sobre el tema. Nació en Tamayo el 6 de abril de 1944. Poeta, novelista, en-sayista, crítico literario y educador. Recibió la primera instrucción en su pueblo natal. Tiene un doctorado en Literatura General de la Universidad de París VIII (1981) Fue profesor de literatura de la Universidad Autóno-ma de Santo Domingo. Dirige la Fa-cultad de Humanidades del Instituto Tecnológico de Santo Domingo y el programa de maestría en Lingüística de la misma Institución. Es, además,

Consultor de Currículum del Progra- ma de las Naciones Unidas para el Desarrollo. En 1983 obtuvo en Pre-mio Nacional de Novela con su obra En el Atascadero y en 1991 el Premio de Ensayo de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña con El discurso teórico en la Litera-tura en América Hispana. Ernesto R. del Valle: Quisiera escu-char las experiencias y vivencias de su infancia y adolescencia en su tierra natal, Tamayo. ¿Qué recuerda de esa época? Manuel Matos Moquete: Bueno, Ta-mayo es un Municipio de la provincia de Bahoruco, queda en la parte suro-este de Rep. Dominicana; yo nací en 1944 y, en los finales de los 50, ya ha-bía terminado mis estudios prima-rios en una época en que realmente, en esos sitios, en el país en general (a pesar de que se dice que Trujillo lle-nó el país de escuela), todavía la esco-larización era muy escasa. Lo que quiere decir que yo, hacia los años 58-59, era prácticamente un in-telectual en mi pueblo, porque con el 8vo grado ya concluido era, de los adolescentes, vamos a decir, letrados y ¿como yo lo sé? puesto que, en el sesenta se realizó el último censo de población y como buscaban ‘empa-dronadores’ reclutaron a estos jóve-nes que tenían un nivel de escolariza-

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ción, por lo menos de 8vo. grado terminado. Yo participé en ese censo y ese censo es la base de mi novela, además de otros elementos, Larga vida. ERdelV: Veo que su infancia y adolescencia se definieron en lo ru-ral, es decir, su mundo. Su Universo fue ese ambiente, ese paisaje, esa costumbre, hasta esa habla muy sui-géneris de la zona, realidad que lo modeló de manera diferente a los jóvenes de su edad residentes en la Capital. MMM: Efectivamente, ahí transcu-rrió, toda mi infancia, en un ambien-te rural, mi padre era un campesino acomodado, había mucha ganadería, campos cultivados, era semianalfa-beto pero muy preocupado por la es-colarización de los hijos, particular- mente era una familia muy nume-rosa y dentro de esa familia nume-rosa el único que salió con vocación hacia los estudios, fui yo. Aunque to-dos mis hermanos son profesionales, pero el único que le gustó la lectura, las letras, desde muy temprano, fui yo. ERdelV: Los padres dedicados al campo, por lo regular, como ley ge-neracional, desean que sus hijos lo sigan en sus labores. ¿No fuiste re-chazado por tu padre cuando se ente-ró que eras un muchacho diferente a los demás, que lo tuyo eran las letras, no el trabajo manual, etc.?

MMM: No, mis padres ni se entera-

ban porque lo que yo sentía como vocación lo tenía muy oculto, de ma-nera muy sigilosa. ERdelV: Entonces ¿como era Manuel Matos Moquete desde su infancia?

MMM: Lo que yo sé es que yo era un joven muy distinto a los jóvenes y niños del pueblo. Mientras los mu-chachos jugaban pelota, o corretea-ban, yo estaba en un rincón leyendo o pensando o distraído a tal punto que mucha gente me consideraban anor-mal. Siempre se me consideró como un tipo muy tímido, muy solitario, muy callado, y en efecto soy así, una persona extraña, y bueno, esa fue la parte que traje en el paquete social y sicológico, de mi infancia. Era un mu-chacho diferente que le gustaba la lec-tura que le gustaba apartarse, pensar, meditar, que no participaba mucho en actividades físicas, que no jugaba prácticamente sino que miraba los juegos, que no tenía muchas habili-dades manuales, un muchacho que de manera inexplicable tuvo el gusto por la lectura, en un mundo de aquella época, en un pueblito y en una familia donde prácticamente no había li-bro. Había una pequeña biblioteca municipal, en la época de Trujillo, con una decena de libros, recuerdo que yo era muy asiduo a esa bibliotequita, abría desde las seis de la tarde hasta las diez de la noche, cuando había luz, claro está. ERdelV: ¿Tenías algún escritor favo-rito en esas andanzas por los libros, es

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decir, ya buscabas las obras de un autor definido por ti como impor-tante para tus lecturas? ¿Cuáles autores eran de tu preferencia? MMM: En esa época, los autores que aquí se conocían, es decir, los que los jóvenes leíamos eran autores que después se conocieron como grandes autores, por ejemplo Vargas Vila [1] muy conocido en aquel tiempo, recuerdo que José Ingenieros [2], era un autor práctica-mente de cabece-ra entre la juven-tud y no sé cómo llegó a mis ma-nos, la novela de Máximo Gor-ki [3] titulada La madre. La leí muy joven, de hecho cando llegué a la capital a los 17 años ya yo había leído práctica-mente lo que había leído la juventud de la capital. ¿Y cómo yo leí? Bueno, yo siempre fui un lector un poco compulsivo, hasta el punto de robar libros, es decir, como no había, siem-pre buscaba la manera de tener libros. ERdelV: Y te creo, pienso que todos nosotros hemos cometido ese peque-ño pecado, quien no lo haya cometi-do que tire la primera piedra. MMM: Yo siempre tenía libro, cuan- do no lo había. Aparecía de alguna manera. Había gente en el pueblo,

maestros sobre todo, que me los pres-taban, los periódicos que leía, El Ca-ribe [4], por ejemplo. Entre las lectu-ras menores estaban los muñequitos y los libros de lectura obligatoria en la escuela, que no los leía por obliga-ción sino con placer. Es decir que siempre he sido, desde el punto de vista de los estudios, muy aplicado. En el bachillerato me destacaba como un estudiante muy bueno, creo que fui mejor estudiante en el bachille-

rato que en la básica o en la prima-ria. ERdelV: Ese

jovencito callado,

muy obser-vador del accionar de la gente, lector com-pulsivo, co-

mo me dices, ¿cuándo se dio cuenta que iba a ser un escritor, que eso era lo que le gustaba? MMM: ¿De que iba a dedicarme a las letras?, no me di cuenta rápidamente. Sí me di cuenta que era una persona que me gustaba estudiar y que dentro de esos estudios, según las profesio-nes que eligiera, siempre pensé que era una persona de ideas, siempre pensé ser un teórico. Siempre pensé vivir en el mundo de las ideas. Si iba a ser economista, pensaba en ser un teórico de la economía; si pensaba ser

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médico, iba a ser un investigador. Eso estuvo claro para mí. Ahora, a tu pre-gunta. ¿Cuándo comencé a escribir?, bueno, sin contar las composiciones que uno hacía en clases, que eran obligatorias, las poesías que uno es-cribía en algún papel, yo realmente comencé a escribir a los diez y siete años en el marco de la militancia de izquierda dominicana. ERdelV: ¿Tenías alguna influencia ideológica?, MMM: En los movimientos de iz-quierda, los militantes se decantan en militantes de acción y militantes de propagandas, y otros que son de ac-ción directa. Yo inmediatamente fui clasificado como un militante para la promoción, para participar en activi-dades ideológicas y culturales. Enton-ces comencé a escribir volantes. Re-cuerdo que los distribuía en los sitios en los que me tocaba hacerlo y luego comencé a escribir en los periódicos de izquierda, esas fueron mis prime-ras publicaciones, hasta el punto que a los dieciocho años, comencé a di-rigir uno de esos periódicos. Esa fue mi primera experiencia pero no muy definida. Si recuerdo que al escribir un artículo en el periódico Libertad. La gente entendió que yo escribía bien, tenía coordinación de ideas, contenido, que yo tenía algún tipo de lenguaje y eso me motivó a seguir escribiendo y me convertí en articu-lista oficial de uno de los periódicos de izquierda.

ERdelV: Es decir, que comenzaste co- mo periodista, tal y como ha sucedió con algunos escritores como García Márquez o Ernest Hemingway, de allí que se desprende preguntarte ¿cuándo realmente comienzas a es-cribir textos de ficción, escribir lite-ratura? MMM: El primer texto literario lo escribí en las condiciones más difí-ciles, En los años setenta, en la cárcel. Allí escribí mi primer cuento y escri-bí un librito de poemas entre los años setenta y dos y setenta y cinco; es el único que he escrito y que pu-bliqué en los años ochenta. En la cárcel yo tenía mi ‘bibliotequita’ ERdelV: ¿Sólo quiero saber si ese li-bro de poemas que escribiste real-mente en un espacio difícil como lo es la cárcel, es de tema político? MMM: Es de tema testimonial, allí recojo mis sentimientos como preso, se llama Abismos Es una reflexión sobre lo que significa la cárcel. Soy yo, describiendo la situación de cómo me apresaron, mi estado de ánimo, un texto que para mí, es prácticamente la radiografía de un joven que escribió sobre una situación difícil. Un texto mucho más impactante que salió tam-bién de la cárcel y me dio indicio de que podía ser escritor, fue una carta que envié a un periodista muy cono-cido en aquella época, llamado Julio César Martínez [5] esa carta él la publicó. Yo planteaba en esa carta la situación dramática en que nos en-

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contrábamos los presos políticos. A raíz de esa carta mucha gente me visitó a la cárcel; de esa carta armé unos fragmentos precisamente en el libro de poemas porque está muy li-gada a la misma situación que plan-teo en el libro. ERdelV: Pudiéramos decir entonces que la literatura llegó a ti por la vía política, cosa esta que jamás hubie-ras pensado cuando leías aquellos li-bros que te llegaban de alguna forma. MMM: Bueno, la carta que escribí en la cárcel, abrió los ojos a muchas personas, como un joven que ya es-cribía con unos elementos no sola-mente políticos, sino literarios. Así que efectivamente, la Literatura lle-go por la política, como acabas de de-cir, por mi temperamento reflexivo, por mi capacidad de lectura. En la cárcel le dan regularmente a los pre-sos una hora de sol por la mañana y una hora por la tarde, yo me quedaba en la celda leyendo y escribiendo, es decir que siempre he sido un lector incansable. ERdelV: ¿Cuándo sales al exilio? MMM: Al salir de la cárcel, en 1975 es que me envían al exilio y a partir de allí ya yo estaba decidido a lo que iba a ser. ERdelV: ¿Antes de irte al exilio te publicaron el cuento? MMM: Bueno ese cuento fue escrito

en la cárcel pero no fue publicado hasta después de mi regreso del exilio. Recuerdo que estando preso, yo se lo di a un amigo, Odalis Pérez Nina [6], quien lo entregó para un concurso, Ese cuento salió de la cárcel enrollado en una especie de embutido, A mi re-greso de Francia, en los años ochenta, me lo devolvió me dijo “mira lo que te traigo” ‘ah, (le dije) pero ese es el cuento que te di en la cárcel. Me di cuenta que ese cuento era imitación de un cuento de Juan Bosch[7] y lo destruí que ahora siento mucho ha-berlo destruido, lo destruí porque me di cuenta que ese cuento era producto de mi lectura de los cuentos de Juan Bosch. ERdelV: Es decir, que tenía la misma línea de la narrativa de Bosch. Que no es mala esa referencia no es mala. MMM: No, no, Bosch está considera-do un maestro del cuento, claro que un tipo de literatura que ya no es de la época, pero que es un cuentista de-purado con una sensibilidad muy fuerte, muy bueno. ERdelV: Partiste al exilio y regresaste ¿en qué año? MMM: Me fui en el setenta y cinco y regresé en el ochenta y dos. ERdelV: ¿En Francia? MMM: Sí, en Francia, Allí estudié le-tras y, mientras estudiaba letras, es-cribí una novela. Ya estaba metido de lleno en la creación literaria. Esta fue

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mi primera novela escrita mien-tras estudiaba Letras, estudiaba, trabaja-ba y la iba escribiendo y cuando lle-gué aquí, al País, la traía ya lista para ser publicada. ERdelV: ¿Qué novela fue esa, Ma-nuel? MMM: En el atascadero. ERdelV: La leí, por cierto, una novela muy compleja, laberíntica. MMM: Sí, totalmente, parecida a El pan dormido del cubano Soler Puig [8] ERdelV: Háblame de la novela. MMM: Esta novela ganó el Premio Nacional de Literatura en el año ochenta y cuatro. Cuando llegué, al año de estar aquí, la trabajé un po-quito más y la sometí al Concurso Nacional de Novela. Muy inspirada en la nueva novela francesa pero a la cual toda la crítica de aquella época, la felicitó, por su tipo de narración muy diferente a la que se hacía en el País. Esa fue mi primera novela, pu-blicada por la UASD y ganó el pre-mio que fue lo que me dio a conocer inmediatamente como escritor apar-te de que hacía algunas críticas lite-rarias y hacía colaboraciones en va-rios periódicos y luego ya me fui dando a conocer como conferencista, crítico, pero desde el punto narrativo la novela fue quien me dio esa carta de presentación.

ERdelV: ¿Qué fue lo más interesante para el autor en ese proceso de edi-ción de las obras que fueron nacien-do posteriormente? MMM: Lo interesante en este inicio literario y en esas obras que ya apa-recían es entender cómo yo me asu-mo como escritor, cuál ha sido la mo-tivación profunda, aparte de la moti-vación vocacional. La gente me pre-gunta Manuel, pero, ¿qué es lo que tú escribes? ¿por qué tú escribes? ¿cómo tú escribes?. Bueno, en el caso mío se dan dos factores, ya tengo una for-mación literaria acabada, no solamen-te estudié en el exilio en Francia sino que hice todos mis estudios literarios, Licenciatura, Maestría y Doctorado. Soy quizás, el intelectual, en el campo de la Literatura que desde ese punto de vista tiene mayor formación fran-cesa Porque otros hicieron su Licen-ciatura aquí y fueron a Francia a hacer Doctorado y Maestría, no, yo llegué a Francia prácticamente como Bachi-ller, y asumí todo el conocimiento, to-da la lectura, todos los autores fran-ceses. ERdelV: ¿Las diferentes lecturas que hiciste en tu País, caribeñas, latinas, inglesas, etc. ¿fueron un choque en tu formación con la entrada de los au-tores franceses a tu ámbito? MMM: Siempre he tenido un aprecio por la diversidad literaria en un país como Francia en que todas las gran-des corrientes literarias han dado grandes autores, desde aquellos que

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se dedican puramente al juego de las palabras, los muy formalistas, todos los ismos, hasta los autores de con-tenido social, que son grandes auto-res. ERdelV: ¿Cómo asume Matos Mo-quete su mundo literario, luego de haber transitado el Universo de dife-rentes lecturas en aquella Francia de los años de exilio? MMM: Soy una persona que piensa que la Literatura es una expresión, primero, de un individuo y esa ex-presión tiene que ver con la sociedad y se manifiesta con temas o lenguaje, con vivencias, por ejemplo, las vi-vencias son muy importantes en mi obra. Lo que yo escribo tiene que ver mucho con mi vida, pero también con mis reflexiones, con mis pensa-mientos sobre la vida, sobre el mun-do, el concepto que tengo sobre las cosas y, como fui militante político, también escribo para comunicar co-sas que quiero que los demás conoz-can. No soy un escritor que escribe para sí mismo, aunque por ejemplo en En el Atascadero, aunque es una novela muy compleja, cuando el lector logra entenderla se da cuenta que el autor estaba escribiendo sobre su infancia. En el Atascadero es mi in-fancia en Tamayo pero en un mundo demasiado complejo, es decir, todo lo que yo viví, el clima, la sequía, las lluvias, las supersticiones.., El mun-do inexplicable, que hay en un pue-blo así, en una forma muy compleja desde el punto de vista literario, es el

mundo de mi infancia. Y entonces de alguna manera yo lo que describo y narro en mis obras son los diferentes mundos que yo he vivido, claro, re-flexionándolo, repensándolo, criti-cándolo, buscándole visiones, es de-cir yo no he tenido que imaginar de-masiado para escribir, lo que pude haber imaginado ya lo había vivido, lo que tengo que hacer como autor es repensar, construir, porque hay gen-te que comienzan a escribir pensan-do en mundos que no conocen yo hago todo lo contrario, esa ha sido to-da mi narrativa, incluso mis inves-tigaciones, mis ensayos, tienen que ver con ese mundo de reflexiones. ERdelV: Quisiera que pasaras de ma-nera somera por algunas de las obras que has escrito y han marcado como autor ya realizado y conocido. MMM: Por ejemplo, yo escribí el li-bro [9] Caamaño, la última esperanza armada, que la gente piensa que es una novela y no, es un testimonio novelado, bueno, allí yo me desnudo, yo tengo mucha subjetividad tam-bién cuando escribo, es decir que yo pongo al descubierto a una persona que está pensando, que está sintiendo, dudando. La crítica a este libro se de-be fundamentalmente a que esta par-te de la Historia dominicana, nadie la había tratado de esta forma, es decir soy el primero que toca este tema en forma muy distinta, mucha gente quedó impactada al conocer lo que sucedía en Cuba sobre Caamaño y así sucesivamente las obras son siempre

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situaciones de complejidad dentro de lo que es lo vivido, las situaciones de los personajes, las dudas sobre las op-ciones que tiene que tomar. Por ejemplo tres novelas que tienen que ver con épocas o acontecimientos, una es [10] Dile adiós a la época, es una obra que tiene que ver con la situación de la juventud dominicana de los años setenta, sobre todo, la ju-ventud de izquierda y cómo esa ju-ventud que se comprometió, también fue desertando del proyecto político y fue viviendo su vida normal dentro de una búsqueda que era personal pe-ro que de repente se convirtió en co-lectiva y fue abandonada inmediata-mente después. Lo mismo puedo decir de la novela [11] Los pobladores del exilio es una novela escrita aquí, pero ambientada en Paris, en una si-tuación terrible, de muchas dificulta-des humanas donde todos los refu-giados de América, estaban en Euro-pa, me tocó vivir con chilenos, perua-nos, argentinos, brasileiros, es decir todo el exilio estaba en Europa y con-cretamente en París y vivíamos en re-sidencias de refugiados, yo recojo to-do ese complejo mundo. Entonces qué es Los pobladores del exilio, la gente dice son personas, no, los po-bladores del exilio son los sentí-mientos, la nostalgia, que es el primer poblador del exilio, es el deseo infini-to de regresar y ese desarraigo perma-nente que nos atravesó a todos. Esos son los pobladores del exilio, yo lo que cuento es sobre esos fantasmas, esas obsesiones de la gente, su sufri-miento espiritual por vivir en ese

mundo… ERdelV: Que en términos generales es un sentimiento y un sufrimiento ca-llado. MMM: Exactamente y entonces yo lo muestro en esta novela, gente que se volvió loca, gente que se suicidó. Entonces yo describo esas cosas. Por ejemplo, [12] Los amantes de Abril, es una novela ambientada en la guerra de Abril, pero con una visión diferente. Yo quería ver la guerra –la guerra que yo viví cuando joven- quería verla diferente a esa guerra que se cuenta cada año cuando se celebra un aniversario de ese hecho histórico. Siempre ha tenido un en-foque heroico, de combates y de glo-ria, entonces yo quería ver otra gue-rra; quería ver la guerra a partir de la gente pequeña, menuda, de la gente que estaba en la guerra pero no es-taba involucrada directamente, que tenía que estar ahí, porque ese era su hábitat y entonces yo me pregun-taba, durante siete meses, cómo vivió esa gente, como padeció los rigores, entonces quería ver la guerra a partir de la calle, sobre todo a partir de aquellos que no necesariamente estaban comprometidos con ningún bando. Los amantes de Abril, es una visión diferente, muy sensible, de un acontecimiento que siendo heroico lo llevo al plano personal, individual y así, son las novelas que están situa-das en grandes conflictos pero siem-pre van buscando aquella parte que a veces la gente se olvida de la parte

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humana de todos los grandes acon-tecimientos. Como ves todo lo que he escrito siempre ha sido hurgando en lo que es normal, ordinario, común, buscando aquellos recovecos, rinco-nes, en que se esconde otra visión, otro punto de vista sobre la realidad. ERdelV: Sé que tienes ensayos muy interesantes cuya temática es la lin-güística, el habla dominicana y sé que estos libros conforman un enor-me caudal de conocimientos críticos y humanos, pero, desde el punto de vista literario, ¿cuántas novelas, di-gamos, de ficción, tienes escrita? MMM: Debo tener seis o siete no-velas. ERdelV: Aparte del libro Abismo, que es de poesía y que piensas ree-ditar. MMM: Si, lo van a reeditar, ya está listo para eso. ERdelV: ¿Y le has hecho algunas mo-dificaciones, has aumentado su con-tenido? MMM: No, le he hecho pequeños re-toques no muy esenciales pero nece-sarios, pocos. Respondiendo tu pre-gunta, tengo seis o siete novelas, un libro de poesía, relatos, muchos en-sayos, ensayos generales de temas humanísticos que a la gente le gusta mucho por sus reflexiones, Me gus-tan mucho las reflexiones humanís-ticas que escribo para pensar en voz alta.

ERdelV: Hay un libro que la gente que lo ha leído lo conceptúa como ‘costumbrista’ y pienso que está equi-vocada, me refiero a tu libro sobre el habla del Ex presidente dominica-no Hipólito Mejías. [13] MMM: No, jamás es costumbrista, como género. Es una investigación lingüística una investigación en que la gente ha valorado mejor porque es aplicando mis conocimientos lin-güísticos a un tipo de habla, quizás sea costumbrista el personaje, pero este es un texto que incluso, en aca-demias extranjeras lo usan. ERdelV: Es decir, a pesar de que el personaje es un tipo popular, alejado de todo tipo de protocolo, inimitable en su forma de expresión, no quisiste trabajar ese tema. MMM: No, oye bien, el enfoque de ese libro es el siguiente: Mientras Hipólito hablaba y la gente se re-ía, yo iba recolectando los fragmen-tos y llegué a recolectar ciento y pico de fragmentos. Entonces me hice unas cuantas preguntas del punto de vista de la Lingüística y con la ayuda de varios diccionarios, decidí una se-rie de parámetros teóricos, porque yo quería saber si el habla de Hipólito era común o muy personal, llegué a la conclusión de que el habla de este señor era más común de lo que la gente pensaba que muy poco de sus dichos, era inventado. Que todas sus expresiones, o están en los diccio-narios de la Real Academia o en el

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Diccionario del dominicanismo. Eso en primer término y, como segundo término, desde el punto de vista de la alta función que el desempeñaba al frente de la Nación, si era correcto o no. Ahí sí analicé y me di cuenta de que era incorrecto de acuerdo a su cargo, no por lo que decía sino por su investidura, como Presidente, se su-pone que el tenga un tipo de habla más Universal, más general, no tan tipica como la que él usa. Es un habla coloquial, como se habla en situacio-nes normales. Fue un estudio muy sobrio. La gente lo ha valorado y lo lee desde dos puntos de vista, el lingüístico y el humorístico… ERdelV: Te voy a hacer una pregunta que pienso se la han hecho a todos los autores, no pienses que por eso es que te la hago, es por tu condición de investigador y crítico, de ser un ra-zonador de ideas, analítico y además creador literario. Creo que son pun-tos que parecen estar unidos en el paquete biológico de tu nacimiento. Como escritor, amante de la Litera-tura en buen grado, ¿Cuáles de los libros publicados prefieres? MMM: Bueno, mira, yo tengo un li-bro que se llama Las teorías Litera-rias en América Hispánica, Es un li-bro Universal. Es un libro que vie-nen de todas partes los académicos y se lo llevan. Es un libro que fue he-cho con toda la argumentación en América Latina, partió de mi Tesis Doctoral. Ese es mi primer libro pre-ferido. En el Atascadero es un libro

preferído porque fue un libro que se escribió, estando yo en París, pero con la mente en mi pueblo, en mi infancia. Hay otro libro que es el más conocido se llama La cultura de la Lengua, pu-blicado en el ochenta y cinco, es un li-bro de referencias más importante que yo he escrito aquí. Lo citan mu-cha los historiadores, profesores, in-telectuales. Otro libro muy importan-te preferido por mí es la novela Los amantes de Abril hoy precisamente la estaba hojeando, una novela muy sencilla, con una sencillez, pero con una claridad en la expresión y con un habla muy conmovedora en el conte-nido, es decir, a la gente le ha gustado mucho. Ese sería, en el término de la narrativa, como mi Best Seller, aquí y claro, un libro preferido por mí y por muchos, es mi testimonio Caamaño: la última esperanza armada. ERdelV: ¿Y por cuales obras se te co-noce más? MMM: La gente me conoce aquí, por el ensayo Las teorías Literarias en América Hispánica, claro eso es para intelectuales; la novela En el Atasca-dero, La Cultura de la Lengua, mi testimonio Caamaño: la última espe-ranza armada, porque es una manera de enfocar un fenómeno, sin ningún tipo de tabú y la novela Los amantes de Abril es una novela escrita prácti-camente para enseñar a escribir no-velas. Por ejemplo Magiolo [14] me decía que Los pobladores del exilio es una novela fundamental. Puedo decir que alrededor de veinte cinco obras

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que he publicado hay cinco o seis, que aquí en el país son consideradas como buenas o muy buenas, no digo que sean premios internacionales pe-ro tienen buena aceptación. ERdelV: ¿Tienes en proyecto algún libro, en estos momentos? MMM: Ahora, en término narrativo, llevo un año o dos escribiendo algo que no sé si va a ser una novela, pero sí, estoy escribiendo. A lo mejor es una especie de Memorias o Anti memorias, no sé. Realmente no le doy mucha importancia al género, va a llamarse algo así como La memoria del miedo. Esa es la temática en la que quiero narrar en detalle todos mis miedos desde mi infancia, hasta ahora mismo. Con un concepto de la teoría del Miedo. Dicen que la fuerza más importante es el Amor, u otro sentimiento o fenómeno o hecho de la vida pero el Miedo, por lo menos para mí, ha sido un compañero permanen-te y es lo que me ha motivado muchas veces a echar hacia delante. Yo he si-do muy miedoso, no solamente por naturaleza sino porque he vivido en el peligro y como he vivido en esas circunstancias he tenido que apren-der a tener miedo y he tenido que sor-tearlo y vencerlo o dejar que me lleve y entonces sobre eso es que estoy es-cribiendo. Eso viene incluso desde mi cultura sureña muy supersticiosa, yo viví en un ambiente de mucha su-perstición, En ese ambiente no es posible tocar algo, decir algo, pensar en algo que no tenga que ver con el

más allá. Eso hace que uno viva siem-pre con temor. Si encontrabas algo en la calle, no podías tocarlo, se decía que estaba endiablado. Me crié en ese ambiente de miedo y luego mi vida fue prácticamente una carrera dentro del miedo. Por eso quiero decir mu-chas cosas y es lo que estoy es-cribiendo, quizás dentro de uno o dos años va a dar algo, todavía no lo sé. Incluso he narrado mi miedo desde el vientre de mi madre. Comencé a imaginar el miedo del feto, supongo que el feto debe tener mucho miedo sobre todo cuando se convierte en niño. En eso es que estoy escribiendo. También tengo dos o tres libros que están ya, prácticamente a tiro de imprenta, un Ensayo sobre Humanis-mo, se llama Humanismo y Humani-dades, reflexiones, otro texto sobre Caamaño, que quiero sacarlo para el próximo año aparte de las investíga-ciones que tengo en marcha, labor prácticamente profesoral como do-cente que tengo que sacar cada año, un libro, por mi profesión. ERdelV: A raíz de yo salir de Repú-blica Dominicana, hacia Estados Uni-dos, supe que habías fundado una Empresa promotora de tus libros, Publicaciones Matos Moquete [15]. Quisiera que me hablaras some-ramente de esta idea, ¿cómo surgió? MMM: Bueno, Publicaciones Matos Moquete es una idea que surgió en la unión de dos circunstancias. Primero, la circunstancias de haber conocido a Lizet Rodríguez, mi esposa, que ve-

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nía de Cuba, que había trabajado con libros, que es profesional de las Le-tras y que tenía deseos de trabajar esa línea aquí y la otra circunstancia era aquella de sentirme en momentos de-terminados, impotente con los libre-ros a los que les llevaba mis publica-ciones de entonces, las dejaba a con-signación y no conseguía nada y con-versando con Lizet sobre esta situa-ción pues nos propusimos este pro-yecto como hacen otros artistas, por ejemplo, en el mundo del disco, que se declaran agentes libres. Comen-zamos en la casa con una secretaria, una computadora y el teléfono para que llamara para promover nuestras obras y así pues ya Publicaciones tie-ne alrededor de diez años. Hoy es una oficina de promoción de mis libros aunque también promuevo a algunos otros autores, pero fundamentalmen-te son mis obras las que se promue-ven allí. Hasta ahora pienso que esa promoción ha dado resultado, veo que la gente dice, el mercado del libro está mal y ciertamente está mal, pero si comparo la cantidad de libros que yo vendo, con los que venden otros autores creo que la diferencia es que nosotros tenemos una oficina de pro-moción y tenemos un equipo de gente que trabaja con nosotros. Voy a de-dicarle mucho más tiempo a esta ofi-cina porque, como te decía, quiero, después de años escribiendo y publi-cando, dar un relanzamiento a la par-te de proyección de mis obras y Pu- blicaciones Matos Moquete es el lu-gar ideal para este trabajo.

ERdelV: Sé que por tu trabajo inves-tigativo, todos los días estás en contacto con jóvenes que comienzan a escribir. Quisiera saber, como crea-dor, los consejos que les das a estos jóvenes escritores. MMM: Yo siempre he dicho lo siguiente a los jóvenes y a los menos jóvenes, primero es ser auténtico. La autenticidad consiste en que si Ud. tiene cierta vocación para escribir, es-criba como usted considera que es usted, es decir váyase por el lado suyo. ERdelV: No olvidar lo que dijo el ilustre francés Buffon ‘El estilo es el hombre’. MMM: Exactamente. Escriba como es Usted. No le haga mucho caso a lo que los otros dicen de usted sino en-file y profundice y váyase por el lado de lo que usted siente de lo que usted cree, ahí es donde está su vena, su ve-ta, su caudal, su filo y por ahí es que usted tiene que empezar. Porque para uno trascender en el área literaria o en cualquier otra área artística, tiene que ser original, ser propio. Quién le iba a decir a García Márquez que como el escribía era la parte exitosa y sin embargo escribió como el pensó que debía escribir. Igual que Nicolás Guillén, tan criticado en su época por su generación y sin embargo el no dejó de escribir como quería hacerlo. Porque son gente que han iniciado una línea. Eso es lo que le digo a los jóvenes, hay que ser auténtico porque si no lo es, no va a escribir nada que

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tenga valor, Eso es lo primero. Se-gundo es que escribir significa mu-cho sacrificio y mucha dedicación, es decir, es un oficio, es una vocación que requiere prácticamente las vein-ticuatro horas del día, entonces, para tener algún producto, todos los escri-tores lo tienen como receta, ¡mucho trabajo! Hay gente que están en la li-teratura por vocación y, ¡está bien! pe-ro otros están en la Literatura, además de por vocación, por dedicación, en-tonces tienen que trabajar mucho pa-ra lograr un resultado que se pueda evaluar como válido y eso es lo que yo le digo autenticidad y trabajo. Luego, tener, como hay que tener en todo en la vida, el sentido de la opor-tunidad, hay gente que escribe, que publica pero no piensa en que esa obra pueda tener un valor social o personal. Hay que buscar editores, ca-sas, patrocinadores, personas que ayuden a trascender o, de lo contrario, montar su propia empresa, también es una manera de hacerlo pero sí, aprovechar siempre las oportunida-des porque, escribir por escribir en esta época no es necesario, todo en es-ta época necesita trascender sobre to-do la gente que no tiene apellido, que no tiene esa herencia familiar necesi-ta hacerse de un nombre y necesita también ingresar en el mundo a partir de determinado apoyo. Eso es funda-mental. ERdelV: ¿Como ves la literatura do-minicana actual? ¿Cómo ves el desa-rrollo de esa contemporaneidad, que va a tomar la bandera literaria de sus

mayores? MMM: La Literatura Dominicana es actualmente muy potente, este es un país donde se publica mucho, hay una tradición importante de buenos escritores actuales que tiene mucha trascendencia. Lo único que le falta es proyección internacional, ese ha sido siempre el talón de Aquiles en la lite-ratura dominicana, para que, por ejemplo un Juan Bosch, para que un Pedro Henríquez Ureña [16] o para que un [17] Pedro Mir se conoz-can en Cuba, en Venezuela, es porque ellos vivieron fuera; de lo contrario, quizás nadie lo conoce, por eso, nadie conoce a un [18] Franklin Mieses Bur-gos y sin embargo es uno de los poe-tas más importantes, La literatura ne-cesita trascendencia, buscar contac-tos, buscar agentes internacionales, viajar si es necesario, es decir, de al-guna manera hay que salir de esta media isla porque es la parte más ne-gativa de la literatura dominicana y por eso nadie la toma en cuenta en los Concursos Internacionales incluso se han hecho estudios para conocer si en las antologías que se publican en el mundo de habla hispana, figuran muchos dominicanos y los resultados son que muy pocos figuran en esas antologías, y sin embargo esto contrasta con los buenos escritores que tenemos aquí, sobre todo muchos jóvenes importantes. Esta nueva ge-neración que tiene mezcla de cultu-ra dominicanyork, dominico-puerto-rriqueño, dominico-cubano, eso da una mezcla muy creativa, en la lite-

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ratura como en la música u otro arte. Hay mucho talento pero falta sobre todo que el Estado Dominicano apo-ye verdaderamente la cultura, apoye a los escritores, apoye el Libro como patrimonio social y educativo que se están cerrando la mayoría de las Li-brerías y son debilidades que tene-mos los escritores, en comparación quizás con otros países, donde real-mente el Estado da apoyo a la educa-ción, da apoyo a la cultura, al Libro y crea espacios culturales más impor-tantes que lo que nosotros tenemos aquí. Esto será lo último que quisiera decir y darte las gracias Ernesto por darme la oportunidad de apuntalar todas estas reflexiones. ERdelV: De ninguna manera, agrade-cido estoy por su tiempo dispensado en estas fructíferas palabras. Ya está amaneciendo, ahorita salgo para Mia-mi. MMM: Que tengas buen viaje y esperamos tenerte por acá pronto. REFERENCIAS [1] José María de la Concepción Apo-linar Vargas Vila Bonilla nació en Bo-gotá, en una familia de ideas radicales, el 23 de julio de 1860. Murió en Barcelona el 23 de Mayo de 1933

[2] Giuseppe Ingegnieri, más conoci-do como José Ingenieros (24 de abril de 1877, en Palermo (Italia); 31 de octubre de 1925 en Buenos Aires) [3] Máximo Gorki, o Maxim Gorki (en ruso Максим Горький) fue el pseudónimo utilizado por Alekséi Maksímovich Péshkov (en ruso Алексей Максимович Пешков) (Nizhny Nóvgorod, 28 de marzo de 1868 - Moscú, 18 de junio de 1936), un escritor ruso identificado con el movimiento revolucionario soviético.

[4] Fundado el 14 de Abril de 1948.El primer director de este periódico fue Stanley Ross y su primer jefe de redac-ción Rafael Herrera, luego, en septiem-bre de 1949 Ross deja el cargo de direc-tor y Herrera permanece como jefe de redacción, el cargo más alto, hasta 1960 cuando fue sustitui-do por J. A. Ozorio Lizardo.

[5] Julio César Martínez Sobá. Natu-ral de La Vega, nació el 14 de noviembre de 1915, de padres puertorriqueños, radi-cados en la Ciudad Olímpica, se inició como aprendiz tipográfico en la impren-ta El Provincial, que también era un pe-riódico con el mismo nombre, que publi-caba en Santo Domingo, el periodista José Cardona Ayala. [6] Odalis Pérez Nina, Critico y profesor dominicano [7] Juan Emilio Bosch Gaviño (30 de ju-nio 1909, La Vega – 1 noviembre 2001, Se le considera uno de los escritores más preclaros de Latinoamérica. [8] José Soler Puig. Uno de los más nota-

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bles narradores cubanos del si-glo XX, Soler Puig nace en Santiago de Cuba el 10 de noviembre de 1916 y muere el 2 de agosto de 1996. [9] Santo Domingo: Editorial Corripio, 1999. [10] Santo Domingo, Editorial Cocolo 2002. [11] Santo Domingo Editorial Buho, 2006. [12] Santo Domingo, Cocolo Editorial, 2004. [13] Hipólito Mejías. Presidente Consti-tucional de la República Dominicana 2000-2004. [14] Marcio Veloz Magiolo. Nació en Santo Domingo el 13 de agosto de 1936. Narrador, poeta, ensayista, crítico litera-rio, arqueólogo y antropólogo. [15] Dirección: Av. S T de Aquino 101 – Santo Domingo Tel. (809) 682-7879

[16] Pedro Henríquez Ureña (Santo Do-mingo, 1884 – Buenos Aires, 1946) Escri-tor y humanista dominicano. Hijo de la poetisa Salomé Ureña de Henríquez, ha sido una de las figuras más sólidas y estimables de la cultura dominicana. [17] Pedro Julio Mir Valentín Poeta, na-rrador, ensayista y profesor universitario dominicano. Por su profunda voz poéti-ca se le considera como uno de los gran-des bardos de la poesía hispanoameri-cana con tema de compromiso social, a favor de los explotados. [18] Franklin Mieses Burgos (1907 – 1976) Nació y murió en la ciudad de Santo Domingo. Autor de una breve e intensa producción poética

Ernesto R. Del Valle nace en Camagüey, Cuba. Es poeta y narrador. Cursó estudios sobre Docencia con la Metodóloga Makarenko en los años 1965-66. Desempeñándose como Instructor pedagógico en el Internado Manuel A. Domenech, en Camagüey, Más tarde estudió Proyectos Hidrosanitarios en la CUJAE, La Habana en el curso 1975-76. Cursó seminarios sobre Jorge Luis Borges en la Universidad de Camagüey. Gracias al Premio Julio A. Mella, fue aprobado para integrar el núcleo de creadores jóvenes que fundaron la Brigada Hermanos Saíz en la Provincia Camagüey en 1965. En 1988 resultó Mención en el Premio Navarro Luna [Manzanillo]. Se de-sempeñó como Técnico Diseñador de Proyectos Hidrosanitarios durante toda su etapa laboral en Cuba y al llegar a Santo

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Domingo en noviembre de 1998, devino, meses después Profesor de Educación Artística y Español en la Ciudad de Santo Domingo, República Dominicana. Creador del Decineto,

estructura poética neoclásica, fusión de la Décima y el Soneto. Miembro de Honor de la Sociedad Latinoamerica-na de Poetas [ASOLAPO ESPAÑA]. Corresponsal de ASOLAPO para Miami y Cuba. Se encuentra en la An-tología Mundial de Poetas del Siglo XXI. Tiene publicado varios poema-rios, tanto en soporte de papel como en soporte digital. Es fundador y director de la revista literaria virtual Guatiní. Para leer la Bio-bibliografía completa ir a la Enciclopedia cubana EcuRed: http://www.ecured.cu/ Er-nesto_Rodr%C3%ADguez_del_Valle.

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IBN Manuel GonzáLEZ

WABI-SABI

Quiero embarcar acompañado de un preservativo, tres rayas y gemidos anti-edad. Surcar el lago de tu entrepierna. No quiero tu orgasmo. Quiero medir tu éxtasis, llevarlo de la mano y dar de comer al monstruo bicéfalo de tu sexo.

AWARE

Sí, al placer a la improvisación a lo tierno a lo infinito a lo natural. No, a la silicona. Sí, sí, sí… a lo oscuro a la mentira al dolor a lo imposible a lo agónico. No a la estupidez.

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Sí, a tu boca de lobo a tu lunar en el cuello a tu mirada perforante a los besos de tres minutos a los tres besos de un minuto. No a los noventa y nueve centavos, si solo estás tú.

IKTSUARPOK

No me molestaría, para nada, que te alarmes lo necesario para requerir atención boca a boca, que tus ojos me declaren la guerra y, de vez en cuando, saltemos hacia zona neutral para correrme en tu lomo como símbolo de paz. No me importaría, lo más mínimo, que tus carcajadas y gritos fueran más sinceros que reales, que interpretemos “la bestia de dos espaldas’’ o sepas a quién parafraseo. Amo que tu boca chupe más de lo que habla.

SCHADENFREUDE

Quisiera saber: ¿a qué huele tu orgasmo, en la flor de tu entrepierna? Mataría por un suvenir de tus pechos.

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WALDEINSAMKEIT

Quiero pecar por última vez, jugar a la gallinita ciega en tu sexo.

PAPAKATA

Jesús me ama, pero no ama mis versos, ni mis malos pensamientos, ni a mi alter ego. A Jesús no le gusta mi fantasía con la señora arrodillada en el banquillo de en frente. Jesús ama al prójimo, es el tipo al que se le pone dura todos los domingos: dichosos los llamados a la cena del señor.

Ibn Maniel González nace en Arecibo, Puerto Rico, el 28 de diciembre del 2000. Ama la

literatura, el cine y la fotografía. Le aficiona la guitarra, la patineta y servir de monaguillo.

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Maribel soto matías

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Maribel Soto Matías, es oriunda de Aguada, Puerto Rico, aunque nacida en la ciudad de Mayagüez. Dibuja desde los tres años de edad. Su padre le enseñó a dibujar, mientras su

madre le enseñó la cos-tura. Realizó su Bachi-ller en Artes Plásticas en el 2001 en el Recinto Universitario de Maya-güez de la Universidad de Puerto Rico. En esa institución sus profeso-res fueron Carlos Fajar-do, Yvette Cabrera Al-fredo Ortiz, Evelyn García, Luis Bacó y Fé-lix Zapata (BA). Reali-za su MFA en Dibujo en la Universidad Intera-mericana de San Ger-man, Puerto Rico, en 2007. Allí cursó estudios con Susana Herrero, Jai-

me Carrero, Hiromi Shiba, Erick Tabales y María García (MFA). Ha realizado varias exhibiciones colectivas como “Mujer Expuesta” (Aguada, Puerto Rico) y “Orientalismo caribeño” (Ponce, Puerto Rico); al igual que exhibiciones individuales como “Aflicción” (Aguada, Puerto Rico) y “Tiempos portátiles” (San Sebastián, Puerto Rico). Algunas de sus obras forman parte de colecciones privadas. (Foto de la artista por Héctor Román).

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Ricardo Giráldez

TOMBUCTÚ

quella mañana desper-té con la vaga idea de que algo maravilloso y

original me había ocurrido durante la noche. No sabía muy bien qué era, pero turbias impresiones de parajes exóticos, de vivencias excitantes y de besos profundos me embargaban por completo. En vano intenté acla-rar en un principio lo que en mi men-te ya no eran más que espesas nebli-nas; pues nada venía en auxilio de mi memoria, todo se había desdibujado en ella como si un negro velo se hu-biese levantado entre mi sueño y mi despertar, y lo único que acudía a mi cerebro era una palabra que, con su sólo repiqueteo, traía hasta mí la má-gica ilusión de una dicha reciénte-mente gozada: “Tombuctú”.

Tal era la palabra, sí, que cual una evocación de dichas infinitas re-surgía una y otra vez desde los abis-mos del olvido para hacer vibrar to-das las cuerdas de mi alma. “Tom-buctú”, “Tombuctú” creía oír a cada momento, una y otra vez, mientras las sombras de mil sensaciones pasa-das, semejantes a espíritus insepul-tos, tanteaban en vano en mi mente alguna forma de la que apropiarse. Pero luego de ese sordo “Tombuctú” era siempre la nada; la nada que po-nía un fin imprevisto a todo aquello en lo que por un momento creí ver

cumplida la suma de todas mis ansias.

“Tombuctú”, me dije para mí mismo por centésima vez mientras intentaba, como un ciego atrapado en la noche de sus ojos, desgarrar ese negro velo tras del cual intuía una felicidad soñada. “Tombuctú”, volví a insistir, “¿qué será ello?... Al pro-nunciar esta palabra creo oír el ruido de mil tambores africanos lacerando el silencio de la selva. Sí, la sola voz impregna el aire de fragancias salva-jes, de visiones de criaturas exóticas, de amores fogosos, de convulsivas danzas en torno a fuegos chispean-tes. ‘Tombuctú’... ¡Hum!, veamos en un mapa... ¡Vaya!, no es donde yo pensaba; aquí no puede haber más que desierto... Probemos mejor en el diccionario... ‘Tom-buc-tú...’, sí, aquí está: ‘Ciudad y región del Sahara me-ridional donde moran los tuareg; especie de nómadas que nacen, vi-ven y mueren sobre sus camellos...’. ¿Tuareg? ¡Uy! Pero esos ni se bañan. ¿Qué pude haber vivido yo de in-teresante entre esas gentes? Vaya, ¡qué decepción! ‘Tombuctú’, ¿a qué vienes a martillear mi cabeza con te-naz insistencia? Yo creí haber soña-do con mujeres que sólo cubren sus morenas desnudeces con cuentas y aretes, y que se tocan el pelo con plu-mas de aves multicolores, y ahora re-sulta que en Tombuctú las mujeres se cubren hasta los ojos y sólo em-

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plean sus lenguas para lanzar alaridos al viento... Desierto, allí no hay más que desierto..., desierto y desolación...”, reflexioné apesadum-brado cuando, de golpe, una luz se encendió en mi cerebro. “Pero, ¡cla-ro!, ¡qué cabeza la mía! En esos de-siertos abundan los oasis, y allí..., allí todo cambia. Las mujeres se despo-jan de sus túnicas y dejan acariciar sus desnudeces por las aguas. Allí sólo se vive a base cocos y de ambro-sía; pues nadie trabaja; todo lo pro-vee la naturaleza. Allí sólo se ocupa uno de reposar despreocupadamente mientras bajo la sombra de las pal-meras se reciben las caricias más apasionadas. ¡Ah, Tombuctú, ya es-toy tras del enigma que encierras! Pero veamos, veamos qué dice hoy el periódico acerca de Tombuctú: ¿Na-da? Pues bien, ya no alimento dudas: en Tombuctú me aguarda la dicha soñada”.

Fue en tal estado de ánimo que me sorprendió unas semanas más tarde la mañana en que debía retirar mi pasaporte. Ya me vislumbraba dueño y señor de mi oasis privado, ya me veía poniendo objeciones a los guías de las diversas caravanas con el fin de impedir que sus camellos envenenasen mis pozos con su pestí-fero aliento, cuando ante las puertas del edificio en que debía efectuar es-te último trámite, un agente de poli-cía me informó, con la más burlona de las sonrisas: “¿Retiros? Sí, ¿cómo no, señor? Póngase al término de esa fila”.

Créanme que el corazón casi

me da un vuelco al constatar que lo que el agente llamó “fila”, de modo muy liviano, semejaba más bien una gran serpiente mitológica que envol-vía al edificio con tres apretadas vueltas, para cerrarse luego en un undo de tipo marinero del que, bam-boleante, asomaba un cabo a lo lejos. A él me aferré lo mejor que pude, sin embargo, temeroso de que un cole-tazo inesperado del animal me lan-zara por los aires y sin pasaporte al-guno. Por fortuna, no tardé en constatar que, pese a las apariencias, la gran bestia avanzaba hacia su me-ta: la ventanilla de los retiros, si bien debo decir que esto lo hacía lenta, muy lentamente. Así pasaron los se-gúndos, los minutos, las horas, mientras los miembros de la fila, que no éramos pocos, a falta de una ocu-pación mejor, comenzábamos a fra-ternizar. Pronto las opiniones más encontradas se hicieron oír para dis-putar en voz alzada sobre los temas más diversos, y por un momento tu-ve la ilusión de hallarme en el mis-mísimo Ágora ateniense, entre sa-bios vestidos con túnicas de lana blanca, dirimiendo tanto cuestiones filosóficas como políticas y munda-nas. Mas los pareceres y entonacio-nes allí oídos no tardaron en devol-verme de nuevo a la actualidad, ya que de sabios estos hombres tenían bien poco, y en cuanto a eso de las tú-nicas..., en fin, que estábamos en invierno y que hacía realmente frío.

Pronto me enteré de que el mundo se hallaba atravesando una seria crisis; que a causa de la explo-

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tación exhaustiva de la técnica los recursos naturales comenzaban ya a escasear; que mucho antes de lo que imaginábamos bienes tan esenciales para la vida de los seres como el agua, por ejemplo, se cotizarían en los mercados mejor incluso que el oro. Que entonces se expandiría la muerte por todo el globo y que el planeta, tal como lo conocemos, no sería más... “

—¡Es la consummatio mundi! —culminó el anciano que tan hala-güeñamente hablaba. Por cierto que daba la impresión de saber lo que estaba diciendo, y ello me llevó a reafirmarme en mi resolución de no ceder mi agua a los camellos.

“¡Vaya!” pensé. “Cuán acerta-do estaba en mi idea de privatizar mi pozo. Apenas llegado a mi oasis, ¡que vengan a mí las caravanas! Ya sabré yo cómo tratar a esos nómadas del desierto...”.

Claro que no tardó en hacerse oír la voz de la juventud, que hacien-do causa común con la época, no es-taba dispuesta a dejar pasar la opor-tunidad de salir en su defensa:

—Todas las personas de su edad siempre están con lo mismo —increpó al punto al vejete, con cierto aire altanero, un joven de la fila—. Ustedes no saben más que quejarse del presente, y como no cuentan ya con un futuro, pretenden negárselo también a los demás. ‘Todo tiempo pasado fue mejor’: he aquí lo único que saben decir. ¿Pero el progreso?, ¿acaso no existe? Ya quisiera verlo a usted sin todas las medicinas que le

provee nuestra era y que a duras pe-nas le conservan aún el aliento para lanzar sus filípicas al mundo. No hay gratitud en los mayores... ¡Negar el progreso...! ¿Dónde se ha visto? Pero sepa que nosotros, los jóvenes, no somos de su mismo parecer. Hoy ya no participamos de la idea de que ‘todo tiempo pasado fue mejor’. Pues tantos adelantos, tantas novedades en terrenos de la técnica han im-puesto un ritmo tan vertiginoso a nuestras existencias, y han dado tal celeridad a las mudanzas de la vida, que para nosotros hace tan sólo diez minutos el mundo era mejor.

“Vaya, ¡así se habla!”, exclamé para mí mismo sin poder contener-me, contagiado por el énfasis del jo-ven. “Tampoco es cosa de que cual-quier vejete nos ponga el mundo en crisis impunemente”. Pero la conversación se iba acalorando, y pronto se dejaron oír (o a lo menos lo intentaron), las opinio-nes más dispares. Estaban los que hacían responsables a los árabes y a su fundamentalismo teológico de to-dos nuestros males. “Ya los arreglaré a esos”, pensaba en mi interior mien-tras tanto, “ya verán sus caras cuando desde mi trono improvisado con ra-mas, con mis mujeres abanicando-me, les diga uno a uno: ‘De esta agua no has de beber’”. Entonces se oyó estallar toda una batería de calificativos poco ori-ginales que laceraron la atmósfera: “Intolerante”, gritaba el uno. “Ju-dío”, gritaba el otro. “Antisemita”, gritó alguien más. “Atrevido”, se oyó

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también escapar de labios de una mujer, aunque no sé muy bien a qué venía.

—Por favor, señores, no nos hagamos aquí portavoces del discur-so antiárabe de nuestros políticos —medió al fin un hombre de mediana edad, con cierto aire de predicador humanitario—. Borremos de noso-tros toda huella que atestigüe algún resto de intolerancia para con nues-tro prójimo.

—Además, no debemos olvi-dar que Oriente ha sido la cuna de la civilización —redondeó el anciano. —Lo dice como si usted mismo hubiese presenciado el parto —se interpuso el joven nuevamente—. Lo cual —le oí añadir por lo bajo a uno de sus compinches—, si se lo mira bien al vejete, se siente uno tentado a considerarlo más que probable. Pe-ro sepa —continuó volviéndose ha-cia el anciano— que nada debemos envidiar a Oriente nosotros los occi-dentales, y que si de la civilización fue éste la cuna, mayor es hoy nues-tra gloria al valerle de fúnebre mor-taja”. “Este chico llegará lejos”, pen-sé yo, conquistado por su ímpetu, pero al punto volví a oír la voz del viejo como un lamento plañidero: —¡Ah, siempre será igual! Los orientales por un lado y los desorien-tados por el otro.

Claro que también estaban los que responsabilizaban a la inmorali-dad de nuestros dirigentes políticos por los males de la humanidad:

—Discursos y más discursos,

esto es todo lo que saben hacer esos charlatanes —se quejaba un hombre calvo, irreprochablemente vestido, que hasta entonces había guardado silencio—. Prometen lo que no cum-plen, y sólo realizan lo indeseable.

—Culpables somos nosotros los particulares —volvió a insistir el viejo que no daba el brazo a torcer—, somos culpables por ceder nuestro protagonismo en la vida pública a unos cuantos bribones. “El hombre es un animal político”, decía Aristó-teles, y como tal debiéramos obrar.

—Ya está de nuevo usted con sus antiguallas —arremetió encoleri-zado el joven que ya parecía haber entablado un duelo personal con la edad—. “Aristóteles. ¡Qué!, ¿acaso se halla él en esta fila? ¿No sabe acaso que los ideales de la antigüedad no pueden ser ya los nuestros? Los an-tiguos descendían de dioses, señor, mientras que nosotros descendemos de monos.

—¿Monos? —interrumpió al punto una señora escandalizada—. ¿Ha dicho usted monos, jovencito? ¿Pero no creerá usted en eso de que el hombre desciende del mono...? ¡Vamos! Sólo porque algunos polí-ticos... ¡Vamos!

—Pero el joven lleva razón —intercedió de nuevo el hombre de la calva—. Es sumamente peligroso confundir al hombre con un animal político. De lo contrario podría confundirse al animal político con un hombre.

—¡Vaya! —me dije sorprendi-do por lo que escuchaba—. Nunca

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imaginé que tales confusiones estu-viesen a la orden del día. ¡Qué ne-cedad! Los monos son monos, los hombres son hombres y los políti-cos..., bueno, son lo que más les con-venga.

—Señores —volvió a insistir el viejo—, no nos desviemos del eje de la cuestión, por favor: no es del mono que gesticula y hace piruetas desde un estrado de lo que aquí se trata, si-no del dueño del circo.

—¿Y quién es ese? —preguntó un hombre muy pequeño, de malas trazas, en el que hasta entonces na-die había reparado, aunque su alien-to aguardentoso bastó para que va-rias de las narices allí reunidas ya no lo olvidaran.

—Es sólo una metáfora, hom-bre —apuntó el individuo de aire humanitario—. Lo que el señor quie-re darnos a entender, es que no son los políticos, sino sus amos, los gran-des capitalistas, los que nos llevan a mal traer con su apetito desmesu-rado.

—Ah, ya apareció el hombre de izquierdas —soltó al punto el per-sonaje de la gran calva—. Como el señor no puede llegar a nuestra al-tura desea que todos descendamos hasta él.

—¿Pero qué se cree ese cre-tino? —me dijo entonces cerca del oí-do el pequeño hombre que exudaba aguardiente por todos los poros—. Si llega a hacer una nueva alusión a mi estatura le aseguro que le pongo un ojo morado.

—Vamos, señores, no transfor-

memos esto en una vulgar reyerta verbal —se alzó una vez más la voz de los años—. Convengamos en que una sociedad como la nuestra, basa-da sólo en el consumo, no puede lle-varnos más que a la consumación final.

—Y vaya que el decrépito se halla bien cercano a ella —oí que el joven murmuraba a sus compinches, motivando la hilaridad en estos.

—El señor lleva razón —inter-cedió nuevamente el hombre de as-pecto humanitario—. Todos somos responsables de esta depredación de los recursos naturales efectuada a gran escala por la técnica. Si fue-semos capaces de prescindir de todas esas superficialidades que difícil-mente disfrutamos alguna vez, y en cuya procura se nos va la vida, le ha-ríamos un gran bien a la naturaleza, a nuestros descendientes y a noso-tros mismos.

—¿Pero está usted loco? —ex-clamó horrorizada la misma señora que se había mostrado contraria a la teoría simiesca—. Prescindir de mis muchos vestidos, de mis muchas alhajas, de mis lociones para el baño, de mis cremas hidratantes y de otros tantos artículos de consumo para los cuales no he encontrado todavía una utilidad, pero cuya carencia me haría la vida realmente indeseable...

—Es que el hombre no puede apartarse de su discurso de izquier-das —insistió el hombre de la calva, motivado por su idea fija—. Como no puede llegar hasta lo que yo ten-go, obra como la zorra de la fábula y

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lo desprecia. —¿Otra vez con mi estatura? —

inquirió entonces con el puño alzado y amenazador el pequeño borrachín que se hallaba a mi lado. Y debo de-cir que cerca estuvo de estropearme la nariz con ese su ademán, que afor-tunadamente no pasó a mayores. Pues apenas constatar que las pier-nas no le respondían con igual vigor que su mal genio, decidió diferir la venganza hasta mejor ocasión.

—No será tan solo el agota-miento de los yacimientos —reanu-dó su discurso el viejo—, o el desva-necimiento de las reservas surtidoras lo que nos pondrá fin. Por grandes que sean las depredaciones ocasio-nadas por la explotación exhaustiva, y por mucho que se fomente la for-mación de desiertos mediante el des-considerado abuso de los suelos, el hombre muy pronto se desplomará ante su propia falta de incentivos...

—¡Vaya con el vejete! —su-surró por lo bajo el joven—. Éste sí que ha hecho suya la expresión: “Después de mí, el Diluvio”.

—Ya se ven claros síntomas en nuestros días de este agotamiento mental —continuó imperturbable la ancianidad—, de esta apatía y depre-sión abúlica que congela las fuentes de la vida.

—Y sin embargo, yo consumo. Luego, existo —murmuró el joven.

—Una humanidad que sólo la-bora para el perfeccionamiento de su desarrollo técnico —insistió el fatí-dico anciano—, olvidando el propio perfeccionamiento humano, esto es,

su desarrollo personal, ¿qué podrá obtener de sus esfuerzos como no sean fracasos, habida cuenta de que desde un principio se ha pospuesto, se ha olvidado de sus obligaciones para consigo misma?

—¿Pero quién le dijo a usted que nosotros aspiramos a ser me-jores? —le interrumpió el joven sin poder contenerse—. Nosotros sólo queremos ser más ricos; luego, ya vendrá lo mejor. Además, una vez hechos con el dinero, ¿qué importa ya lo que seamos si de todos modos se nos tendrá en muy alta estima? Lo que ocurre es que usted no com-prende el sentir de la modernidad. ¿Cómo podría? Usted habla como un anciano mientras que la modernidad habla como le viene en gana, aunque la mayor parte de las veces lo hace como un adolescente, y bastante grosero, por cierto.

“Vaya, este joven es tan bri-llante”, reflexioné maravillado por sus palabras, “que de contar nues-tros tiempos con mayor número de estos paladines, no dudo de que el juicio de la posteridad será benigno con nosotros”.

—Nuestros tiempos —conti-nuó el anciano— que tan pródigos se muestran en producir máquinas, han olvidado que la tarea principal de toda época es producir hombres.

—Escuchen al fanático buscan-do a un hombre —musitó el joven—. Ya no le falta más que la linterna para parecerse al misántropo de Diógenes.

—Pero señor —protestó la mis-

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ma señora de los prejuicios simies-cos—, ¿no le parece que ya vamos siendo demasiados en el mundo?

—No es eso —se interpuso con su aire siempre conciliador el hom-bre bautizado “de izquierdas”—, lo que el señor quiere decir es que con el fin de la educación de tipo huma-nista, las escuelas se preocupan sólo de formar técnicos en todas las áreas, sin preocuparse de formarlos prime-ro como hombres.

—No nos extrañe, pues —rea-nudó el anciano—, que los jóvenes hoy no sepan deletrear ni sus nom-bres, que sólo empleen monosílabos para comunicarse y que el lenguaje gestual prevalezca cada vez más so-bre el verbo.

—Ah, en eso sí que estoy de acuerdo —asintió la señora—. La ju-ventud ya no lee ni los anuncios pu-blicitarios de la calle.

—¿Y para qué, si todos dicen lo mismo? —replicó el joven—. Por lo demás —continuó—, nuestra época no es tan inculta como los mayores pretenden. Hoy se publican tiradas de libros en un número que no tiene precedentes. Si nadie los lee, es que todos se hallan muy ocupados escri-biéndolos. Y además, estos libros son tan malos que el hecho de que no los leamos no hace más que hablar bien de nosotros.

—¡Brillante! —exclamé sin po-der contenerme, y al punto hubiese estrechado la mano del joven de no ser por lo difícil que resultaba efec-tuar el menor movimiento de tan apretados que estábamos todos en la

fila. —Y todavía se afirma que el

hombre desciende del mono —si-guió el viejo, sin darse por aludido respecto de las objeciones que se le hacían—. Pues, ¡cuidado! —continuó amenazante—. No sea cosa que les estemos faltando el respeto a los monos con esta presunción.

—¿Otra vez con los monos? —suspiré cansado ya de este tema re-currente.

—Pero usted no nos da sosie-go, señor —se quejó entonces la mis-ma mujer en la cual, el tema de los monos, parecía despertar cierta sus-ceptibilidad—. ¿Acaso no hay ya sal-vación?

—No —se mofó el joven por lo bajo—. Parece que este vejete ha tra-mitado un pasaporte al otro mundo y pretende llevarnos con él.

—En efecto, no la hay —lanzó el anciano con tono lapidario—, a lo menos no la hay en el hombre. ¿Cómo podría haberla? ¿No fue usted misma quien hace unos mo-mentos confesó no poder vivir sin las chucherías de que la provee el confort moderno? Pues bien, he aquí el punto. La era industrial no sólo no ha venido para satisfacer nuestras necesidades naturales, sino que ha añadido a éstas un sinnúmero de ne-cesidades facticias, para cuya satis-facción es preciso saquear la tierra a un ritmo y escala que ni aún hoy ha alcanzado su máxima expresión, aunque nos hallemos muy cercanos a ella. Para tal fin es que se han pues-to en funcionamiento estas fuerzas

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titánicas que facilitan una explota-ción a medida planetaria, inmiseri-corde y siempre creciente. Ello, claro está, hasta que la depredación llegue a su fin, esto es, hasta dar con la no-vedad de que ya no existen cuevas li-bres de saqueo y no veamos a nues-tro alrededor más que un vasto de-sierto, una esfera muerta en la que por doquier abundarán los restos inservibles de nuestras otrora opu-lentas maquinarias. Y es curioso, pues estas fuerzas titánicas nos las han posibilitado los restos putrefac-tos de los titánicos dragones antedí-luvianos. Me parece oír hoy su pos-trera carcajada planear cual signo fatídico sobre nuestras cabezas. Su sangre milagrosa no es otra que aquella con la cual Sigfrido se untó para su propio mal. Sí, el hombre ha hurtado el fuego sagrado a los dioses y deberá pagar a precio de muerte su sacrílega osadía.

—Ese no ha sido el hombre; sino Prometeo, un titán —corrigió el joven.

—¿Y está ese tal Prometeo en esta fila? —preguntó la señora con-traria a la cuestión simiesca, apretan-do con signos de alarma la cartera bajo el brazo—. Porque si es así debiéramos advertir al agente de policía.

—Prometeo es una criatura mi-tológica —le explicó el joven, mien-tras concluía por lo bajo—: al igual que el fatídico vejete.

—Yo creo que de igual modo debiéramos informar al oficial —insistió la mujer—. En estos tiempos

no podemos fiarnos ni siquiera de las “criaturas”.

—¿Y por qué ocurre esto? —preguntó a los presentes el hombre de aspecto humanitario—. ¿Por qué hoy vemos a tantos niños deambu-lando por las calles en vez de asistir a las escuelas? Ello es porque esta-mos tan enredados en nuestros pro-pios asuntos que ya no nos ocupa-mos del bien común.

—¡Ah!, claramente intuía yo que usted andaba en busca de abolir la propiedad privada —le acometió el calvo de nuevo—. Vea, si estuvié-semos en tiempos de la Revolución Francesa le llamaría “jacobino”; si estuviésemos en los de la Revolu-ción Rusa le llamaría “bolchevique”; mas como estamos en nuestros tiem-pos me limitaré a llamarle sencilla-mente: “ingenuo”.

Entonces la discusión subió de punto. Todos comenzaron a vocife-rar a la vez provocando tal confusión que, de buen grado, hubiera deseado contar con la cera de Ulises para untarme generosamente los oídos.

“¡La culpa es de los políticos!”, decían unos, “¡la culpa es de los due-ños del circo!”, gruñían otros, “¡la culpa es de los monos!”, exclamó al-gún destemplado, motivado sin du-da por lo candente del tema. “¡La cul-pa es de mi marido!”, se oyó excla-mar también a la señora de los pre-juicios simiescos. “Mi marido, sí, que no me da lo suficiente siquiera para ponerme a tono con la moda”. Y mientras todas estas voces se suce-dían, se entremezclaban y confun-

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dían las unas con las otras, yo pen-saba que algo malo debería de estar ocurriendo verdaderamente en el mundo, puesto que todos se halla-ban de acuerdo en buscar un respon-sable.

Por fin se oyó también la voz del calvo sentenciando: “¡la culpa es de los de izquierdas que, como no pueden situarse a la altura de los tiempos, quieren ponerlo todo de ca-beza! No tienen estatura suficiente; eso es todo.”

—¡Uf!! —suspiró entonces con rabia el borrachín a mi lado, a la vez que impregnaba la atmósfera de zu-mo aguardentoso—. ¡Lo mato! —Y en menos de una fracción de segundo, tras propinarle al calvo un soberbio golpe de puño, lo dejó tendido sin reacción en el suelo.

Claro que a esto siguió un gran alboroto: se oyeron al punto gemidos de dolor, palabras de reconvención por parte de los hombres, gritos de desesperación por parte de las mu-jeres, risas burlonas que provenían sin duda de los jóvenes y, en fin, to-dos los clásicos sonidos que acompa-ñan semejante tipo de desmanes.

Trepidaciones que no pasaron inadvertidas para la gran víbora de la que todos formábamos parte, sino que motivaron que ésta se sacudiese con una violencia tan inusitada que llevó a que más de uno perdiera el pie, cuando no el reloj, la cartera, la dignidad y, lo que es peor, el lugar en la interminable fila.

Por fin, y con el hombre calvo ya repuesto del golpe, el debate aca-

bó por adoptar dos posiciones bien diferenciadas: “derecha” e “izquier-da”, y yo, que toda mi vida me había valido de mis dos brazos, mis dos piernas, mis dos ojos, mis dos orifi-cios nasales y mis dos orejas (y que por nada del mundo me sentía capaz de renunciar a ninguno de ellos), francamente no sabía qué posición adoptar.

No resultará extraño, pues, que llegado mi turno en la ventanilla haya tenido unos minutos de vacila-ción por no saber con qué mano to-mar mi pasaporte, temeroso de faltar a alguien con mi decisión. Pues sí, luego de tanto linchamiento, de tan-tas disputas, de tantas tonterías si-miescas y de tantos vaticinios apoca-lípticos, mi hora sonó como sonaron un día las trompetas de Jericó, sólo que aquí no se derribó ningún muro, no ‒si bien desde hacía rato algo parecido a un sueño se había des-moronado con estrépito en mis adentros‒.

“El mundo está condenado”, escuché que sentenciaba otra vez el viejo mientras salía del edificio agi-tando un pasaporte (quién sabe con destino adónde), en una de sus ma-nos... “Sus horas ya sólo pueden me-dirse con cuenta gotas...”, llegaron hasta mí los fatídicos ecos de sus úl-timas e inolvidables palabras. Y fue envuelto en la densa nube que arrojó sobre mí este negro vaticinio, ¡funes-to si los hay!, que, con mi propio pa-saporte en mis manos más que tem-blorosas, pregunté a la joven que me lo acababa de entregar desde el otro

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lado de la ventanilla: “Disculpe, señorita; pero...,

con esto, ¿me permitirán ingresar en Marte?”.

Ricardo Giraldez nace en 1970 en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Sus relatos han sido seleccionados para integrar diversas antologías, tanto en Argentina como en España,

Italia y Estados Unidos. Tiene va-rios cuentos premiados y ha colabo-rado con diferentes revistas litera-rias, entre las cuales cabe señalar Axxón, Valinor, Baquiana. La edito-rial española E-ditarx acaba de pu-blicar La fortuna o la muerte, prime-ra novela del escritor.

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Reynaldo Padilla-Teruel

PENSAR LO QUE SE VE

“Las cosas percibidas no nos re-sultarían irrecusables, presentes en carne y hueso, si no fueran ina-gotables, nunca dadas del todo, ni presentarían el aspecto de éter-nidad que en ellas encontramos si no se ofrecieran a una inspección que ningún tiempo puede termi-nar.” Maurice Merleau-Ponty

o que se ve puede ser estructura fundamental de la mirada-pensa-

miento. Más allá de poder ser enten-dido como lo visible, lo que se ve res-ponde esencialmente a la edifica-ción/creación/construcción/imagina-ción de la idea/cosa percibida. Esto es, en el momento en que sabemos que percibimos algo y justamente pensamos en eso que percibimos. Ya que lo visible puede ser entendido como todo aquello que tiene la capa-cidad de ser visto, lo que se ve es jus-tamente aquello que desplaza todo lo visible como posibilidad por a-quello que se tiene presente concre-tamente y en esencia. No es que ya no sea posible ver nada más, sino que lo que se ve es la posibilidad to-tal, la posibilidad consumada. Lo que se ve es eso que se ve que es y no lo otro.

Podemos afirmar que el acto de mirar deviene en lo que se ve. Pe-

ro eso que se ve no se logra ver real-mente hasta que se piensa en ello; hasta que es materia del pensamien-to. Esto implica que lo que se ve, no se hace del todo por medio del ór-gano visual que es el ojo, sino que también hay un pensamiento en ello. Si bien es cierto que el estímulo que le produce la cosa al ojo comienza por la percepción de este, lo que se ve en el objeto observado no necesa-riamente le pertenece a su entidad como cosa u objeto. Lo que significa que no estamos hablando de un ob-jeto observado ni de las caracterís-ticas o cualidades que pueda poseer el objeto, sino de la sensación que deja éste en su observador y lo que genera en su psiquis. Las esencias a-parentan corporeidad (física y meta-física) en tanto quien las tenga pre-sente pueda o no sentirlas y pensar-las. De esta forma, la apariencia es la vía de la cosa/objeto hacia y desde el estímulo. Un objeto causa estímulo porque sale de su ocultamiento y aparece.

El deseo de mirar, es el mismo deseo de ser cautivados por las apa-riencias de aquello que nos ocupa la vista. El ojo miente más que la boca, pero no es menos cierto que las pala-bras que describen aquello que ve el ojo (impersonal) lo describo yo (per-sonal) mientras pienso en ello. El nervio óptico recibe luz que el ce-rebro traduce y convierte en imáge-

L

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nes en las que pienso y correspondo, hasta donde sea posible, con pala-bras; que a su vez se devuelven al mundo como pensamiento de lo que se ve. Es cierto que dicha operación es posible por medio del lenguaje, pero incurrir en la reducción lingüís-tica de este fenómeno imposibilita-ría la recuperación de sensaciones pre-lingüísticas que existen en el sentir mismo de la impresión que ge-nera lo palpable.

Hablar de lo oculto como aquello que no está disponible a la mirada desnuda no es otra cosa que hablar del deseo de mirar, de la exci-tación emergente ante el desvela-miento de una forma que seduce. En cierta manera, la mirada implica cier-ta condena a la interpretación, y por ende al entendimiento. Puesto que a-quello que no se entiende, no se pue-de interpretar, al igual que si no nos aventuramos a la interpretación in-tuitiva, nunca entenderíamos nada. Surge por lo tanto, una primera in-quietud ante lo aquí expuesto: ¿Có-mo develar aquello que permanece oculto a nuestro entendímiento? ¿Cómo desbordarse en el flujo de la

1 “[…] en todo proceso de comprensión se parte de presupuestos o prejuicios (Vorur-teile) -en el sentido etimológico de juicios previos-, que son los que hacen posible todo juicio y constituyen una memoria culural que abarca teo-rías, mitos, tradiciones, etc. El sujeto de la comprensión no parte, pues, de cero ni se enfrenta al proceso de compren-sión a partir de una tabula rasa, si-o que tiene detrás suyo toda la historia.

interpretación del mundo y las cosas sin el delirio de estar in-terpretando nuestra propia mente o consciencia? O ¿Será precisamente esto lo que ocurre?

La mirada parece organizar to-do aquello que descubre la vista. Sin embargo, no todo lo que existe está organizado para ser visto. Ante la a-parente inestabilidad de lo palpable, lo oculto se hace más necesario que nunca, ya que su propio encubri-miento lo convierte en imprescindi-ble para complementarse e imple-mentarse conceptualmente con lo que se muestra. En otras palabras, lo oculto se expresa de manera tal que su recuperación se efectúa simultá-neamente por medio del encubri-miento y de la implicación que posee el entendimiento como un “descu-brir” del pensar. Todo ocultamiento es un entendimiento en reposo que todavía no ha de devenir en apa-riencia.

En el caso del arte, lo que se ve es abstracción concreta de la idea, mientras que la estética surge cómo puro prejuicio en el sentido que le otorga Gadamer [1]. La obra de arte

[…] De esta manera, Gadamer denun-cia el prejuicio de todo antipre-juicio. Los pre-juicios o presupuestos son constitutivos de la realidad histórica del ser humano, son condiciones a priori de la comprensión, y la pre-tensión historicista y cientificista de eliminar todo prejuicio es, a su vez, un pre-juicio, pero en el sentido de un falso pre-juicio. […]” Entrada del Dic-cionario de Fi-losofía Herder, Jordi

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deviene como expansión del movi-miento de un pensamiento dinámi-co, como un constante surgir del sen-tímiento originario –prelingüístico- que define y provoca cada confron-tación e interpretación de esta. En cuanto a lo estético, se sustenta que la ocurrencia de la obra de arte es el resultado del ejercicio consciente e intencional ante el desvelamiento del ser de algo que trasciende su pro-pia entidad en la cual se nos presenta. En un sentido ontológico, la obra de arte no es otra cosa que el desvelar una única apariencia sensible del ocultamiento infinito donde yace to-da potencialidad del aparecer.

La obra pictórica de Rogelio Báez Vega, por ejemplo, remite jus-tamente la ocurrencia estética de lo que se ve. La experiencia de este artista se conjuga con el verbo visual que otorga la pintura para exponer concep-tualmente aquello que se ve en su obra.

Como uno de los elementos consti-tutivos de la obra artística de Báez Vega podemos destacar fundamentalmente la constante sugerencia al desorden sin la ne-cesidad de referirse explícitamente a lo caótico. Digamos

Cortés Morató y Antoni Martínez Riu. En: Derrida en castellano. http://www.

entonces que percibimos el caos co-mo voluntad de un sentido específi-co, y a pesar de ser caos, se muestra dentro de los parámetros de cierto orden; el de las apariencias. Esto ha-ce que lo caótico en la obra de Báez Vega se brinde a un nivel de inter-pretación conceptual que implica otorgarle un valor mayor a la manera, forma y expre-sión en que el caos aparece.

El caos se expresa en la imagen artística de las cosas a través de cierto desarreglo o desacomodo, generan-do una confusión estéticamente pla-centera en torno a la desubicación y el punto de vista. Se percibe el de-sorden, pero lo transmitido en la obra no es en lo más mínimo algo de-

sordenado, sino que es el residuo visual de un proceso creativo que presenta el desor-den tal cual fue pen-sado. Lo que se ve es el pensamiento del desorden.

Cuando surge un entendimiento que supera lo plástico o gráfico de la ima-gen, ese desorden pa-sa de ser un objeto de percepción artística con todas sus consi-deraciones estéticas a un objeto del pensa-

miento con todas sus considera-

jacquesderrida.com.ar/comentarios/gadamer_3.htm.

Figura 1: POINT OF VIEW #4, 2012, acrílico,

pintura industrial graffito y esmalte sobre canvas,

48″ x 36″ http://rogeliobaez.wordpress.com/

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ciones conceptuales, epistémicas y psicológicas. Es mi intención conver-tir esa experiencia y transformación en objeto de una reconstrucción teórica por la vía fenomenológica. Es necesario entonces, atender los dife-rentes aspectos que ocurren en la obra artística y exponerlos en su de-bida formulación hermenéutica y re-flexiva.

En un aspecto arquitectónico, este desorden se presenta como un caos minimalista. Expresándose en 2 “I have special interest in the physical and psychological qualities of the architectural space, as well in its historical preeminence and its commercial relevance. In some pie-ces, it is inevitable that these conditions a-

una inestabilidad estructural, resal-tando a su vez, lo cognitivo/estético de su representación y experimenta-ción con el espacio. El propio artista expresa su interés en las cualidades “físicas y psicológicas” de la arqui-tectura y lo demuestra mediante la síntesis plástico-virtual que logra entre ambos espacios.2 Tanto lo ar-quitectónico del espacio como lo psi-cológico del mismo encuentran su morfología en la obra de Báez Vega a través de su relación con el pensa-miento y cómo queda éste manifes-tado en la pintura. El mismo acto ar-tístico (pintar e interpretar) se con-vierte en una reflexión en torno al concepto de lugar, entiéndase esto como la imagen de la idea que ocupa espacio –el espacio de la pintura- y a la vez generando y suministrando estructuras mentales claves para ubi-carse en y fuera de la obra, logrando de ella un entendimiento que a su vez la trascienda. Esto puede ser la psique como habitación interior de la propia consciencia del acto de ser consciente de algo como lo sentido al habitar un espacio deseable y desea-do. Habitar en el confort del entendí-miento es entender y reconocer las e-mociones internas y externas del es-pacio.

Las grandes proporciones y di-mensiones, tanto en formatos como en las imágenes pintadas, manifiesta

rise in its lecture. In general, my pieces are dealt as experiments, of the perception, re-cognition and manifestation that hide in the surface of everyday life.” En: http://ro-geliobaez.wordpress.com/

Figura 2: META ISLA I, 2013, acrílico y esmalte sobre

tela, 62” x 40” http://rogeliobaez.wordpress.com/

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Figura 3: LAST TREND, 2010, acrílico, esmalte,

graffito y pintura industrial sobre canvas, 52 ½” x 75”

http://rogeliobaez.wordpress.com/

una plena afirmación de lo pensado por el artista. La monumental expre-sión que logra el artista mediante su representación de la “arquitectura genérica” se logra acomodar impo-nentemente en la expresión del de-sorden. Ubicándonos en la urbe co-mo epítome del desorden monumen-tal, también como fuente de inspira-ción artística, las estructuras arqui-tectónicas se arreglan y desarreglan, se ordenan y desordenan aliándose estéticamente con las distintas expe-riencias que este desorden espacial produce. La propuesta que pudiese resultar en el espectador, o lo que és-te pudiese pensar es que a mayor grandeza, más abarcador es el desor-den y más desorden se contempla.

A pesar de la ligera levedad ca-ótica y de la inestabilidad estructu-ral, resalta en las imágenes presenta-das las formas primarias de la uni-versalidad, logrando que sea de di-chas formas fundamentales que emane la idea/pensamiento/inter-

Figura 4 UNTITLED I, 2008, acrílico sobre

canvas, 52” x 48”.

pretación de lo que se ve. Igualmente deviene a la imaginación las dimen-siones exuberantes de lo que se muestra a través de su arte. De entre las líneas, los planos y pigmentos se levantan las imágenes mentales que precisan lo arquitectónicamente sen-sible en la pintura de Báez Vega. Expresiones estéticas que va desde los cubos y cuadrados robustos, emulando edificaciones de concreto, hasta los entrelazados y patrones de líneas que resemblan andamiajes, soportes y vigas de acero. El paisaje se incorpora como una especie de aura, que reflejado en los colores y tonalidades, agudizan el ánimo, la experiencia y los detalles arquitectónicos de las imágenes. Se

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Figura 4: META ISLA II, 2013, acrílico y

esmalte sobre tela, 59” x 36”.

expresa así, una hermenéutica del es-pacio a partir de la experiencia parti-cular del artista con su idea de arqui-tectura y el por qué, cómo y dónde esta experiencia de lo arquitectónico es posible.

Cuando no son las estructuras descomponiéndose visualmente en sus elementos, son las fachadas de éstas las que toman primacía en su ubicación. En algunos casos molde-ando la perspectiva en sus nociones de profundidad y multidimenciona-lidad y en otros, denotando los as-pectos de reducción, distinción y los juicios visuales que ordenan y le dan sentido a lo percibido. Del efecto que genera la pers-pectiva –más allá del efecto visual de una representación pictórica plana- se desprende siempre un innegable

punto de vista que en lo concernien-te al espectador, expresa cierto poder apreciativo y aumenta en éste las capacidades de gozo de la obra. Esto se puede atribuir a la ilusión que emana del mismo concepto de punto de vista y su implicación o suposi-ción de que la cosa/objeto percibida pueda ser aprehendida o entendida desde una única manera dada y su-puesta que expresa su totalidad me-diante su peculiar manifestación. La propia perspectiva de Báez Vega queda expuesta como punto de

Figura 5: UNTITLED I, 2008,

acrílico sobre canvas, 52” x 48”,

http://rogeliobaez.wordpress.com/

vista de aquello que se ve y que se muestra en su obra. Sin embargo la significación de ésta para el especta-dor no es impositiva, sino que su in-

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tención es la omnipresencia de la idea sensitiva dentro del campo vi-sual/cognitivo/ estético, pero no así el ordenamien-to de la mirada del espectador. Queda reafir-mado que lo que se ve es aquello que proviene de la mente y se diri-ge hacia la pin-tura, y lo que proviene de la pintura que se aloja en mi mente mientras pienso en ello. Referencias: Broad, C. D. “The Theory of the Sensa: an Excerpt from Scientific Thought.” En: Van Inwagen, Peter and Zimmerman, Dean W. (eds.) Metaphysics: The Big Questions. Massa-chusetts-Oxford: Blackwell Publishers, 1998. Chisholm, Roderick M. “The Status of Appearances: an Excerpt from Theory of Knowledge.” En: Van Inwagen, Peter and Zimmerman, Dean W. (eds.) Metaphysics: The Big Questions. Mas-sachusetts-Oxford: Blackwell Publi-shers, 1998. Heidegger Martin. The Basics Problems of Phenomenology. (trad. Albert Hofs-

tadter) Bloomington: Indiana Univer-sity Press, 1982. Merleau-Ponty, Maurice. Phenomeno-

logy of Percep-tion. (trad. Co-lin Smith) Lon-don-New York: Routledge Clas-sics, 1958. __________. La prosa del mundo. (trad. Francisco Pé-rez Gutié-rrez) Madrid: Taurus, 1971.

Sitios web: http://www.

jacquesde-rrida.com. ar/comenta rios/gada mer_3.htm http://plato.stanford.edu/entries/abstract-objects/ http://plato.stanford.edu/entries/merleau-ponty/ http://plato.stanford.edu/entries/phenomenology/ http://rogeliobaez.wordpress.com/ http://www.saatchiart.com/profile/95570

Figura 6: FRAGMENTOS SIGLO XXI, 2008, acrílico, yeso, cinta

de enmasillar y pintura industrial sobre canvas, 58” x 70”,

http://rogeliobaez.wordpress.com/

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Reynaldo Padilla-Teruel es Director, Instituto Caribe de Movimientos Sociales y Vice-presidente y cofundador de la Universidad Sin Fronteras. Realizó Estudios formales en

Sociología, Estudios Culturales especializados en Puerto Rico y el Caribe. Asimismo, es autodidacta en Filosofía. Se ha desempeñado, dentro y fuera de espacios acadé-micos, como bibliotecario, organi-zador social e instructor de cursos en Historia y Sociología. Ha inves-tigado y publicado a cerca de las percepciones de la belleza, herme-néutica y estética del cine, ética y anarquismo, entre otros. Autor de varios libros de poesía inéditos y con Cambridge Scholars Publi-shing el ensayo “Ethics as an anar-cho-social practice” en el libro: Meléndez Badillo, Jorell y Nathan J. Jun (ed.) Without Borders or Li-mits: An Interdisciplinary Ap-proach to Anarchist Studies (Newcastle: Cambridge Scholars Publishing, 2013.

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Rocío Tame

TULUM

He aquí la roca viva. He aquí el mar y su destello azul errante. Reverberación del sol airado. He aquí la selva murmurante y hechicera, habla a cada uno por su nombre. El eco del salvaje sabio y su ritual de música sagrada. He aquí la mano fresca de las olas, los pies envuelve con su ritmo. He aquí la primitiva iguana de terrosa piel salina. Su quietud de efigie sorda al arcano remite de la tierra. He aquí la fuerza que retorna hacia su centro.

De los árboles la hechura el viento cimbra y levanta la maleza de sus verdes dedos espejeantes.

La cobrínea sombra amaina el fuego, el azul se yergue en lontananza. Agua de abismal destello. Agua sísmica que rasga en azulado hechizo. Boca abierta de cristal preñado. Piedra y altitud pulidas. Espejismo somnoliento.

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Henchida sal que estalla en el candente aliento de los aires.

Me fundo entre las olas batiéndome en espejos líquidos. Me asimilo al destierro que se esponja en sutil plumaje y transparencia.

Vibrante punto suspendido el pelícano hiende el agua, zigzagueante. No existe paraíso más allá de este calor dormido. No hay misterio solitario sin rumor de selva erguida.

Los dioses emergieron musitando eléctricos conjuros.

Kukulkán reptó de frente al horizonte. Chac cavó fulgores en su tumba de presagios.

Brotan bocas pétreas, inhumanas frentes monolíticas. Sacerdotes perfumados de claveles, ceibas hasta el cielo de diamantes. En la sombra verde plata y oropeles.

CENOTE XKE KEN

A las entrañas desciendo de la tierra. Bocanada, rumor latente.

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Aquí, en esta eternidad de sombras cristalinas se vierten lágrimas violáceas. Petrificadas lágrimas de siglos. Sólo agua, sudor de piedra donde las ondinas duermen sueños de diamantes. Empozada agua de caudales frescos. Reverberante cueva de susurros.

Con tu amor a cuestas te levantas y sabes del hechizo de tu sangre oscura. Madre de todas las criaturas descendiste más abajo del infierno a borrar tus huellas. Recoges el musgo de las rocas, el verdín que pinta el recorrido burbujeante de los lustros. Los Bacabs 1 titilan en cortejo suspendidos en los puntos cardinales.

Mi cuerpo se estremece. Mis manos de princesa desgarran vestiduras y tu nombre grito hasta agotarme.

Ecos prisioneros. Ecos del milenio. Inmortales ecos de la diosa maya.

Ix Chel 2, todo lo cubres en esta gruta de líquidos presagios donde respiran las paredes, donde los Xilbaba 3 acechan sumergidos

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con un ojo entre la tierra.

Y sales en la noche a devorar el cielo. Sabes que despunta el día con sus manos de azucena errante. Sabes que los astros mueven el destino de tu estirpe.

Aquí la añoranza vive congelada. Aquí dejó su paso la doncella. Aquí se habló del sacrificio que llegó del norte. Aquí se oye el corazón de las tinieblas.

Estalactitas de goteantes dedos. Cavidades de conjuros trashumantes.

1 Bacabs: los cuatro dioses del mundo celestial en la mitología maya.

2 Ix Chel: Diosa creadora lunar de la mitología maya.

3 xilbaba: inframundo de nueve estratos en la mitología maya.

SOLES DE CANCÚN

Todo se hizo agua. Rumores besan el salado litoral de boca líquida. Olor marino, irisado. Rasga el pelícano barco caracol de terca espuma.

Y ¡oh! ese ir y venir de la corriente

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y su atónita burbuja que llega hasta la dicha en su lomo de agua que la funde. Transpiran las palmeras. La evanescencia de sus dedos puros a las nubes tocan.

Abismo que se mezcla y se desgrana. Plomo en fundición constante. Su aliento acuoso en molusco y roca transfigura. Raíces mayas absorben las sales de la tierra, la savia florecida.

Flamígero puño el infinito, iridiscencia cristalina. Todo tiembla, se derrite, resplandece tras los ecos cavernosos de su seno. Vuelos ígneos. Ebullición de adormecida lava. Transparentes hojas.

Los troncos son guerreros, sacerdotes, espirituales ramas al oído murmurando. Impronta de un mundo que se ha ido sin marcharse.

Tulum erguida con el brío de su piedra acuática. Las moléculas retozan. Me acurruco en mi fatiga. Todo mi ser pulmones. Neumáticos vivos

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aspirando paz: rosada boca de la luna. Deja la serpiente su morada. El sigilo del jaguar se petrifica. Y es como palpar el infinito, como abarcar el horizonte de un plumazo. Olas que susurran secretos de ultramar.

En sueños de ángel mi hijo absorbe el ritmo de la selva. Se asimila a la tortuga milenaria que su embrujo primitivo muestra sobre el dorso del océano. Tortuga de agua y aire, la longitud del tiempo penetrando.

Llego a mis sentidos y sentí dos cosquilleos que a la selva nocturna me transportan.

Líquenes de agua en su perfecta conexión con la neblina. Oigo los latidos de mi hijo como ese retumbar de esencias mayas. Dibujo caracoles a su lado: límpidas auroras. Sonidos de colores que gotean. Bloques ígneos

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de brisa al ritmo subcutáneo del danzante. Marítimos plumajes esponjados. Destello, verdor flotante, nemoroso aroma. Y esta paz, este viaje trémulo del viento desgarra las nubes en racimos de naranjas donde lleva la gaviota el grano de sal sobre las alas. Arrecifes de arco iris, pez loro, sargentos, pez ángel, el nudo giratorio forman de la vida.

Allende el pináculo de la rama crujiente de los monos, en el éter condensado del silencio, tras ese rezumar de pájaros, nauyacas serpenteantes, bloques de luz a la deriva, en átomos alados de sonidos; el pensamiento se aquieta y forma nidos de luz donde florece.

Rocío Tame nace en Ciudad de México. Cursó Letras Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y estudió danza en el Instituto Nacional de Bellas Artes. Realizó talleres de creación poética con Óscar Wong; y de cuento con los escritores Edmundo Valadés y Beatriz Espejo. Impartió clases de español y literatura. Laboró como correctora de estilo y láser en el Readers Digest. Participó en el grupo de danza contem-

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poránea Andamio, con Palillo y en Eboró un año en la Sección cultural del Sol de México. Ha publicado cuento en la revista Punto de partida, y poesía

en las revistas Alforja, Cantera y Tropo a la uña. Tiene a su haber su poemario Plu-maje del viento (Editorial La Tinta del Alca-traz, 2001). Tiene un sitio en inter-net de literatura y artes plásticas: Cajón de letras. Gran parte de su obra permanece inédita.

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Michelle Gotay

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Michelle Gotay Morales nace en San Juan, Puerto Rico, en 1976. Es investigadora, fo-tógrafa y activista feminista de derechos humanos y miembra de Amnistía Interna-

cional, sección de Puerto Rico des-de el 2009. En la actualidad realiza su doctorado en Literatura Puerto-rriqueña en el Programa de Estu-dios Hispánicos de la Facultad de Humanidades, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Pie-dras. Ha escrito ensayos sobre lite-ratura, teoría y crítica literaria, fotografía y cine. Sus investiga-ciones han sido premiadas por excelencia académica a lo largo de su carrera. Publica en la prensa Puertorriqueña y revistas arbitra-das locales e internacionales. Re-cientemente recibió la Beca de Mé-rito y Ejecutorias Excepcionales del Decanato de Estudios Gradua-dos e Investigación (2013-2014) del recinto riopedrense. Sus fotogra-fías se inspiran por la cadencia del medio ambiente citadino. Se detie-ne ante el detalle, así como al mar-co amplio. Procura evocar la esta-bilidad y el movimiento, su firme-

za y soltura. La provocadora inspiración de la imagen cotidiana, que convoquen el cue-stionamiento social. Colaboró en el número 16 de Letras Salvajes.

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Sergio Inestroza

TANKAS 1 diario balance al terminar el día la verdad cerca está de ser expuesta aterrador momento.

2 la palabra última la va a tener la madre naturaleza de nosotros será el último silencio.

3 la ola rompió su vestido de espuma entre las rocas desconsolada, echó a llorar mar adentro.

4 entre los dos en esta noche eterna el viento forma un insalvable abismo donde reina el horror.

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todo pasado perdura en su empeño de sepultar las huellas que dejaste al pasar por mi vida.

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la dulce sed de tus labios consume todo mi cuerpo en silencio me quema me devora, me ahoga.

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en el espejo está grabado el rostro sin maquillaje de la muerte que espera pacientemente la hora.

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nunca valiente fui, de temperamento tímido siempre tal vez hasta podría ser llamado cobarde.

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me deslicé hasta tu lecho solo

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a ver de cerca el color de tus sueños para arropar tu cuerpo 10 qué debo usar para abrir el cerrojo de tu silencio para descifrar todos los secretos de tu cuerpo

Sergio Inestroza es un escritor mexicano, profesor de español y asuntos latinoame-ricanos en Endicott College, Beverly, Massachusetts, Estados Unidos. Entre sus publi-

caciones están el lbro de poesía Voces, trazos y silencios con el artista gráfico salvadoreño Romeo Galdámez. Tam-bién publicó en México el libro Vivir la fiesta, sobre las prácticas culturales en torno a las fiestas religiosas.

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Mónica Laneri

EL DESPERTADOR

a jubilación trae una suerte de confusión se-mántica y de género.

Para el hombre es difícil, ya sé. Pero a veces sospecho que para la mujer aún más. Al hombre lo jubilan del trabajo y ya. A las mujeres nos jubi-lan de la vida. Yo dejé de trabajar, co-mo la mayoría, con mucha alegría. Mucho tiempo había soñado con ese momento en que el despertador des-cansara para siempre.

Hasta había fantaseado con las cosas que le haría luego de ese últi-mo día laboral. No pude hacerle to-do; claro. Era más endeble de lo que yo creía.

Pero luego pasaron los días y el despertador no volvió a interesar-se en que yo me despertara. Es más, la visión de cualquier reloj desapare-ció de mi casa. Entonces comencé a perder la noción del tiempo. Acomo-dada en la cama; mi máximo anhelo durante mi vida laboral; contempla-ba al principio la televisión, que con los días dejó de interesarme; fue cuando reorienté la mirada hacia la pared. Sí, en mi pared se formaban círculos muy bonitos… de colores. Tal vez te estés preguntando si al-guien me habrá llamado, visitado o invitado a salir. Me veo obligada a responder con pesar que siempre fui bastante solitaria, y además, ocu-

pada. Las personas difícilmente cre-erían que me encontraría en casa. De mis parientes, pues, lo poco que me quedó estaba lejos. Mi esposo hacía rato ya que había fallecido, y los hi-jos, ya grandes, fueron a hacer su vida; y esperaban que yo también hiciera la mía. El punto es que mi vida, la real -no la que me imaginé durante mis años laborales- esa vida se encontraba encerrada entre cuatro paredes, a las cuales debía enfren-tarme y de alguna manera negociar; o morir. Lo único que tenía claro es que podía negociarlo todo, menos mi dignidad. Así fue que me decidí a observar círculos de colores super-poniéndose en la pared. Cualquier cosa; antes que hacer alguna tontería pública. No quería ser la deshonra de mi familia o de mí misma. Tantos años de contenerme, de vivir para cumplir con el horario y los deberes; no merecían un final indigno; una caricatura de mí misma, aunque fuese real.

En la medida en la que uno va haciéndose grande comprende que tiene muchas cosas por contar, y, tal vez, menos por vivir. Esa visión, de alguna manera, pudiera ser desalen-tadora; cuando la vida se vuelve más recuerdos que sucesos del presente o esperanzas en el futuro. Sin embar-go, qué fuente inagotable es la me-moria, cuando uno mismo se ha en-cargado de dotarla de cantidad de

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vivencias que acompañan a los días sin días, a esos días que son noches. Sí, cuando veo que soy un ente, tal vez un ser virtual, una entelequia; cuando me pregunto si existo, si existí o si siempre fui simplemente recuerdos.

Así comienza esta historia; cuando estoy aquí, en mi casa, to-cando fondo. Mi primer enemigo ya fue aplastado: el despertador. Pero ¿sabés qué?, lo necesito. Necesito que suene porque a veces me pre-gunto si sigo viva, o si existe alguna especie de invasión de zombies y por desgracia me he convertido en uno. Necesito el despertador para recor-darme que sigo viva y que las horas también pasan por mí.

Así me vi, en la misma de hace tantos años. -Necesito un despertador. -Sí, señora, ¿de qué tipo lo desea? Te-nemos varios para ofrecerle. Tam-bién radio-reloj si le gusta más… -No, con uno que suene a desper-tador ya es suficiente. Uno que tenga un sonido clásico y que pueda conec-tarlo cada dos horas. -La señora al parecer tiene un trabajo muy delicado... -No, delicado no precisamente. Solo necesito que cada dos horas me re-cuerden que sigo viva. Y así el reloj despertador en adelante sonó cada dos horas, para que yo tuviera constancia de que no soy un zombie y de que sigo viva.

EL FANTASMA DE "MARÍA SOLEDAD"

ncerrada en una prisión de recuerdos, que se es-capan antes de alcan-

zarlos, María Soledad vaga durante las largas noches que para ella toman la forma de inagotables pasillos. Sus pies, que no alcanzan a tocar el piso, no obstante, no se cansan de reco-rrerlos. Con el silencioso porte de mujer joven y misteriosa; María So-ledad, la fantasma, esparce una vita-lidad extraña, en los rincones más so-litarios del vetusto Hospital Nacio-nal.

¿Cómo imaginar que un ani-ma, un ser, una esencia o figura del

“más allá” pudo también estar aso-ciado con la vida en sus formas tradi-cionales? Todo esto me pregunto cuando la veo pasar como cada no-che: seria, discreta y respetuosa; sa-ludando con un rápido movimiento de cabeza, evitando la mirada en los ojos, y ocultando una fugaz sonrisa, que en su rictus me acerca más dolor que alegría. Y pensar que María So-ledad también tuvo 18 años. Los te-nía, aquel día en que la recibimos en el gran hospital. Un caso de emer-gencia, casi típico, hasta extraña-mente “normal”. Llegó con un seve-ro traumatismo de cráneo. La atro-pelló un colectivo, en la ruta. ¿A dón-de iba Soledad tan sola y distraída?, descuidada de las carreras mortales

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que emprenden los choferes de los buses, que circulan en vuelo bajo (así como sus caminatas fantas-males), desprevenida de ese poco va-lor que para algunos, tiene la vida ajena.

Era perfecta y bella en su tra-gedia. El rostro pálido, los largos ca-bellos oscuros, el semblante tranqui-lo. Las manos cuidadas, la ropa… hasta coqueta. Un perfecto ser anóni-mo. Uno más. Quizás, una de las tan-tas jovencitas, dedicadas al trabajo doméstico, que los fines de semana se arriesgan en la ruta para regresar a sus hogares.

María Soledad ingresó al hos-pital sin documentación alguna. Ni un solo dato que testimoniara quién era o de dónde venía. Solo conjeturas y rumores, impresiones que fuimos armando entre todos, en un intento por construirle una historia que refi-riese a María Soledad, la persona, que aún respiraba aferrándose a la existencia.

El nombre se lo dieron las en-fermeras, compadecidas de la her-mosa chica solitaria, peleando triste-mente por su vida. La batalla no la ganó la muerte, pero tampoco la vi-da. María Soledad quedó atrapada en ese universo paralelo de las almas que se aferran a la Tierra sin ser parte de ella. María Soledad quiso quedar-se y para eso nos eligió a nosotros.

No tardó mucho en desfalle-cer, víctima de soledad o angustia, víctima de las graves lesiones sufri-

das. Pero Soledad no pudo con tanto dolor. Se quedó implacable, en la morgue, a la espera de que alguien, algún ser querido, llegase y la recla-mase. Fueron tres meses intentando cumplir su deseo. Publicando su fo-to, aún de muerta. Buscando a sus padres o familiares, a alguien que supiera decirnos quién en realidad era ella. Y no ocurrió. Los que la bus-caron, no la conocían. Buscaban a otras chicas perdidas; a otras “Sole-dades” escondidas, tal vez, en otros hospitales.

Finalmente, tuvimos que re-signarnos y enterrarla. Parecía ya im-posible ofrendarle esa última despe-dida que queríamos para ella: con sus seres queridos, y su verdadero nombre. Así que una tarde, un pe-queño grupo, entre alguna médica, enfermeras y trabajadores del hospi-tal, decidimos darle un cristiano re-poso. No sabíamos que su alma no aceptaba consuelos. Ni rosarios, ni misas ni palabras. Ella, no admitía descanso.

Y desde entonces, María Sole-dad recorre los pasillos de la morgue, sube al último ascensor, visita enfer-mos, especialmente niños. A las ma-dres ocupadas, las releva en el cui-dado de sus hijos. Les brinda un pe-queño respiro entre tanta angustia. Casi nadie la nota. Tan solo los de siempre, y sus protegidos. María So-ledad es casi tan discreta, como lo es su dolor.

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Mónica Laneri es una poeta que desde la antología 99 Poetas de los 90 (Ediciones Ombli-go del mundo, 1999), realizó varias publicaciones de poesía. Periodista, poeta, narradora

y estudiante de Arte Dramá-tico. Nació en Asunción en 1971. Trabajó en medios ra-diales, escritos y televisivos. Publicó su primer poemario Versos Horizontales en 2001 (Editorial Servilibro). Asi-mismo Eras Dios y te hice hombre, versos de una Mag-dalena y Versos para un hombre ocupado, ambos bajo Servilibro. También cuenta con los poemarios cartoneros Copulario y Acaso pudiera-mos ser Buda, ambos publi-cados por la Editorial Felici-ta Kartonera. Es autora del blog “Un graffiti más en la pared” y de una columna del mismo nombre en el Diario ABC Color. Su poesía forma

parte de varias antologías de poesía publicadas en Paraguay y en otros países. Su obra más reciente Razón Psiquiátrica se encuentra en proceso de impresión. Trabaja en el Cen-tro Cultural de la República El Cabildo, extensión cultural del Congreso de Paraguay.

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Miladys Hernández Acosta

JOSÉ MARÍA COTARELO: EL HIMNODA DE LA NAVE VERT-IDA HACIA EL MAR DEL INFI-NITO ¿hacia dónde conducir la nave cuya proa es imagen suicida? José María Cotarelo

i intromisión analó-gica a la obra de José María Cotarelo Ro-

dil (Asturias) se debe a una ex profe-sa unidad de todo lo existente que el Universo encierra.

Su poesía se levanta sobre un idealismo epicúreo donde la razón -su razón- reclama una racionalidad orgiástica, una embriaguez convulsi-va, -transparentada- que se transfor-ma en mimesis de una extrarracio-nalidad del hombre frente a la ima-ginación y el deseo.

Por partida doble Canta con el entusiasmo de los dioses. Brevedad, misterio, aseveración del alma que sufre –prematuramente- su esencia mortal. Dentro de la proliferación de la obra de este poeta subyace un Ser que busca maravillado y/o horrori-zado todas las formas existentes del amor. Sondea como los estoicos el orden, el ratio o los puros signifi-cados de la otrora: una cristalización de la inocencia original donde todo está permitido.

Su entramado poético es suma de una ferviente fusión de los sentí-dos, una alteridad de emociones donde hace inteligible su denodado apasionamiento ante lo más hetero-géneo o plural de sus cosmovisiones. Como la propia esfera de Pascal, su -corazón- como centro está en todas partes, y la circunferencia en ningu-no. Su centro es la finitud de sus de-seos, su fragmentación corporal co-mo cifra de la totalidad cósmica. El Ser y la Nada, de ahí que Cante o que sea el interprete de lo más excep-cional de la condición humana: el amor “símbolo o correspondencia”, arquetipo universal de todo cuanto coexiste, se mueve, metamorfosea, expande y prevalece.

El amor como nave primige-nia, espejo o idea sustancial del mundo, indisoluble e imperecedero; por ende bajo el influjo de las naves de Isis, Chema Cotarelo redimen-siona o desacraliza un erotismo que está trazado más allá de lo sagrado o de lo maldito. Desfenomeniza esa frontera dual para solo darle acceso al Ser, al nominado por el destino que adquiere fortaleza, confianza o apoyatura para enrumbar su vida.

Expresado como en la Roma pagana, bajo la dinastía de los Seve-ros, caracterizada por el impulso del sincretismo; donde bajo una lluvia flores se celebraba, y sobrevivía con mucha fuerza el culto a la diosa Isis,

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que además de la liturgia cotidiana, celebrada con la apertura y la clau-sura de los templos, comprendía una serie de ceremonias anuales que eran muy bellas y que Apuleyo nos ha dejado como prueba su Navigium Isidis aportando una brillante des-cripción de estas fiesta celebrada el 5 de marzo, en el momento en que se reanudaba la navegación interrump-ida durante los meses de invierno.

José María Cotarelo, nacido en Taramundi (Asturias), el 11 de abril de 1961, arranca sabiendo que su poesía es un elemento de esa trave-sía, una duplicación simbólica entre el significante y el significado de las cosas. Afirmación de la continuidad del hombre frente a la naturaleza pe-ro sin hipertrofiar su yo por la nece-sidad que tiene de personificar su re-lación entre las palabras y los fe-nómenos. Dígase en este caso, su re-lación con los paraísos pasados o fu-turos en todo lo concerniente a las emociones resistidas.

En toda su extensa obra puede constatarse un yo vivaz que está rehaciéndose constantemente: un yo como fusión de contrarios –abstraí-do- en el amor; visto no solo como acto natural, sino como el acto –es-pecíficamente humanizado-, súbito e inacabado frente a la fratricida in-terdicción social y la lacerante idea cristiana del pecado, además como transgresión, como esplendente po-sibilidad; imagen de ser otro. Cre-ación o destrucción: determinismo. Acción para reconocerse e identifi-carse. Enajenación de los poderes

más recónditos de la existencia. Un poder que le permite ir más allá de sí mismo. Sediento de un lenguaje –llano- que le condicione transformar el mundo en perfil de su deseo, en encarnación de su sueño.

La gran aventura de este poeta es hacer vibrar con un lenguaje co-loquial, diáfano, conversacional, re-codificado en los moldes neorro-mánticos ese advenimiento. La trama de este poeta y dramaturgo español, es esplender un transito pasional frente al vacío y las fragmentaciones contemporáneas. De ahí que imagi-ne una diosa capaz de colmar esos re-cónditos agujeros abiertos por la ine-xorable avalancha tecnológica y la pérdida de las energías primordia-les.

José María poetiza el amor co-mo acceso hacia la divinidad, comu-nión con lo absoluto, transparencia perfecta, transmutación alquímica y progresión espiritual.

Desde la aparición de su pri-mer poemario, Paréntesis (1980), has-ta los últimos textos que recojo bajo el título de La Nieve y las Campanas, escritos entre el 2009 hasta el 2015, Chema Cotarelo hace patente los in-franqueables límites donde el canto se hace verso, y el canto poesía. Vol-cado sobra la pasión o el éxtasis, su impronta, además del -amor expre-sado- como temática perenne, tam-bién tiene como contrapunto una avidez por reformular el paso fugaz del hombre tal como lo vieron los profetas Isaías, Ezequiel u Elías. Asevera la legítima condición efí-

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mera del hombre con un tono me-ditabundo, locuaz cargado de una profunda nostalgia. A sabiendas de que nada es nuevo bajo el sol, y que este tema por antonomasia es una de las más antiguas obsesiones de poetas y pen-sadores, este autor no se traza una exploración filosófica, ni mucho me-nos positivista de esta realidad. Re-cordemos que este creador es, por mostradas pujanzas: un Cantor, un poeta que vivifica y/o principia de todo cuanto entiende de la limitada y perecedera trayectoria del hombre, y del lugar que ocupa en el Cosmos. Se sabe neófito, un simple buceador de los tramos más complejos del sig-nificado último de las cosas. Un humilde mensajero que canta y que lucha contra todas las manifestacio-nes más precarias de la condición inalienable del hombre en el Uni-verso: una lucha psicológica contra la más amenazante miseria del ser contemporáneo: la soledad. Y esa so-ledad es copleada como si estuviese siendo –amaestrada- por Federico García Lorca, su gran artífice donde Chema con su conocida y difundida obra teatral “El sueño de Federico”, rebusca constantemente ciertas reva-luaciones, seguras redecalificacio-nes; una afirmada aprobación para darse como apéndice o como voz de coro. Una obra donde el sueño es la carnalidad vivencial, el corpus in-vasor, el referendo acuciante para re-frendar la flecha tendida por el gran poeta andaluz.

Y más allá de esa profunda

huella lorquiana, archicomprobada en su poesía, puede verificarse tam-bién un estrecho vínculo, por no de-cir influencia, u acertado reacomodo con la obra de Neruda, José Ángel Valente, Miguel Hernández por su profundo fervor pastoral, articula-ción espiritual y preferencia por el tono humilde, pero sobre todas las vertientes de su cercano Vicente Aleixandre con quien tuvo el pri-vilegio de compartir momentos en-trañables en su casa de Wellingtonia, además de proveerse con la sono-ridad de Pepín Bello.

A pesar de todo lo expresado, no todo en José María es canto, hay también en su obra, una –poética- enfilada en la narración, que acude al relato y que se fusiona en los mol-des de la postmodernidad para en-rumbarse en el testimonio. Uno de los libros que más aprecio de este indiviso autor es Poemas de Leonard Von Scotrodfinger, publicado en el año 2013. Libro donde este poeta se legitima y toma conciencia severa de la literatura, y de la esencia primor-dial de la poesía como ente testimo-nial.

En este atendible poemario la búsqueda de lo perdido alcanza cate-gorías axiomáticas. La Resurrección de secuencias dolorosas en el plano de la memoria inconsciente, y su aso-ciación con un Surrealismo más que visionario provoca una inmersión en las profundidades del yo para reve-lar lo olvidado e irreductible de una azarosa infancia.

Leonardo fue un hermano del

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autor, muerto unos años antes de na-cer él. Esta muerte desencadena en el autor un vacío insondable que so-lo puede redimir con una Elegía su-perior a ese dolor: un empate crucial para la memoria. Personificando esa ausencia concibe un personaje que mitifica aquella criatura muerta; cu-ya sombra coexiste al lado del poeta, y lo vivifica en Austria, glosando su Asturias, y por supuesto sirviendo de traductor en un tiempo infalible para darle voz, cuerpo y semejanza a esa presencia que quiere preservar. Con el extrañísimo apellido Scotrod-finger logra el poeta una especie de rejuego formal. Le sirve de oxímoron para confinar su preeminencia, como Borges expresarse en el Otro como contrapartida del Uno: identidad perdida que, con la apoyatura de un -espectro cercano- se desea recobrar. De este modo, S(es) Cot (Cotarelo) Rod (Rodil), Finger (dedo). Comple-tando la trama se traduce que «es el dedo de Cotarelo Rodil».

Con estas junturas y conexión-es espirituales logra un libro cuasi místico de meritorios desafíos. Ofre-cido con un lenguaje metafórico, cal-deado de signos trastoca las fronte-ras genéricas y versa sin límites entre la narración, el testimonio vivo, y una dramaturgia que le es consus-tancial al traducir su “yo” y el propio significado de los símbolos. Iman-tación, aliteraciones, maniobras lú-dicas, experimentación, paradojas, provocaciones, hacen que en la bús-queda de su ajuste de cuenta con el pasado, alcance este sujeto lírico: un

texto de mucha madurez escritural y de una palpable proyección ideo-estética.

Revaluando otros libros que conforman esta valida selección, creo justo reconocer otras aristas verifica-das en “El dardo en la Rosa” (2007), un poemario de honda factura lírica, permeado de una abrumante pro-pensión de refinamiento, y búsque-da incansable de la belleza, además de una ingenuidad que tiende a rep-legarse en un romanticismo agota-dor. En este apartado entiende como Bretón, que el lenguaje de la pasión, y la pasión propia del lenguaje son anverso y reverso de una misma ac-titud, de un mismo impulso creativo, y sobre ese impacto este sujeto lírico en otros espacios, en otros contextos propiciará nuevas inclinaciones bus-cando una imaginación sin ataduras, un salto hacia zonas prístinas, hacia dinamizados focos de realidades. So-bresalen en este sentido libros como Brevialia (2009); El silencio colmado (2010); Postales de Estambul a Gra-nada (2012); Tristes cosas del tiempo y de los hombres (2014); y La Canción que el viejo Marinero no podía cantar (2014); obras que testimonian su condición de viajero, que ponen de manifiesto a un narrador omniscien-te que escudriña todos los ambientes por donde trasiega, con una precep-ción -por supuesto externa-, para re-validar la misión de desmitificador que pone al desnudo plurales signi-ficados culturales y etimológicos. Ya sea Puerto Rico, Cuba o Estambul.

En estos poemarios se vuelve

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polimorfo ofreciendo un máximum de posibilidades, de aperturas opera-tivas e interpretativas. Propone cua-dros que tienen como soporte el horror vacui de esas sociedades que ambientaliza y/o cuestiona. El poeta increpa, reevalúa los acontecimien-tos visualizando todo con una con-ciencia humanista con el propósito de señalizar horizontes de novísimas utopías, y en esas laderas crea para-fraseando a su coetáneo Leopoldo María Panero La canción que el viejo Marinero no podía cantar, una larga historia contada a sus anchas, que tiene como leitmotiv la realidad de la sociedad cubana más actual; una historia que pretende ir más allá de la experiencia concreta que describe con la necesidad de definirse plena-mente con ella, como lo hizo prime-ramente Federico García Lorca. Con este difuso Canto, su voz -nada ha-lagadora-, revela un solapado infier-no transcultural, cuya materia –ex-clusiva- gana en secuencias formales e imaginativas para descodificar los aciagos laberintos, el doblez de la isla: idiosincrasia e identidades; in-tensificando los símbolos, volcados todos bajo el rumor del mar ascen-

dente; zozobradas olas donde el poeta se siente marinero.

Antinomias de su aguda con-ciencia crítica que desea legitimarse en ese mar último de situaciones complejas, de abismos límites, de inmanencias oscuras para unificarse con lo temporal como una herida que no cicatriza, y desea sin ambages sa-nar.

Esto y mucho más hay en esta selección: Paroxismos, cantos, canta-res difundidos bajo el título de en otros labios, un complemento de ro-mances que el poeta en CD, quiso performar bajo el reflujo de guita-rras, palmadas y tacones. Rosas, nos-talgia acumulativa, plenitud paradi-siaca e intemporal. Zonas de peligro, memorias, amor, desamor, residuos de osadía, bondad, infinitas reflexio-nes de un Ser que se contrapone a la aridez física y espiritual de nuestros tiempos. Alma que entiende que la poesía es canto y sinfonía / huellas de corazones dolidos.

Sobrevivirá la Nave que con-duce la suma de estos poemas y un nido rojo, en salvada isla donde la alondra eterniza con sus alas.

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Miladis Hernández Acosta naceen Guantánamo en 1968. Es poeta, editora, crítica, ensayista y Licenciada en Historia por la Universidad de Oriente. Entre sus últimos

poemarios publicados apare-cen Los imponderables reinos (Ediciones Extramuros, 2015); Después de la caída (Ed. Orien-te. Colección Mariposa, 2014); Los filos del barro (El Mar y la Montaña, 2009); Libro de los prójimos (Unión, 2010); La som-bra que pasa (Letras cubanas, 2010); La armada tristeza inven-cible (Ácana, 2009) y Al sur de los Páramos (Ateneo Insular, Academia de la Lengua Domi-nicana, 2012). Sus obras han sido incluidas en numerosas Antolo-gías y en Revistas en Cuba, Ve-nezuela, Brasil, España, Francia, México, Uruguay, Perú, y Esta-dos Unidos. Como antologadora tiene publicado: Harold Hart Crane: El divergente (Colección Ático, Ediciones Holguin, 2015); La incierta superficie. Antología Poética de Francisco Muñoz So-ler (Unión, 2012); Ríos de cabe-

zas. Selección poética de Roberto Bianchi (Unión y Sello Abrace, Uruguay, 2013). Ha obtenido los Premios de poesía Regino E. Boti, Manuel Navarro Luna, José María Heredia, Primer Accésit en La Puerta de los Poetas (Francia, 1998), y otros. Es Miembro del grupo Interiorista República Dominicana. De igual forma es fundadora del Grupo Hispanoamericano Guantanamera 206.

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Jorge Dávila Vázquez

DE UNA ROSA (Para la escena)

El narrador-personaje es un hombre de mediana edad

ecuerdo que aquel año pasábamos va-caciones en la Costa.

El mar batía la playa, allí, cer-ca de las cabañas que la señora Me-yer había construido, para arrendar-las a las pálidas familias de la Sierra, que venían en pos de un poco de sol, y que se encontraban con el frío gla-cial de agosto y septiembre, con uno que otro día soleado y semanas de un tiempo de perros, como decía papá, lleno de niebla, viento y hasta de una llovizna finita que nos ponía a todos de mal humor.

Por la noche, nos reuníamos, a veces, en la gran sala de la señora Meyer. Alguien tocaba el piano. (Se escuchan unos acordes) Unos grupos de huéspedes jugaban cartas. Las se-ñoras mayores tejían y conversaban sobre las vacaciones de otra época, y se reían al evocar a sus madres, tías y abuelas, cubiertas por amplios som-breros que venían de Europa o de Es-tados Unidos, y protegidas, por den-sos velos, del sol, del viento, de las miradas impertinentes, de todo.

–Cuando alguna se metía al mar –comentaba una voz–, era todo un espectáculo, con su largo camisón

que se pegaba al cuerpo y volvía aún más insinuante su figura, que recor-daba ciertas estatuas de la anti-güedad a las que se conocía como “de las túnicas mojadas”.

-Así, cualquier gordita se vol-vía una Venus.

Y todos se reían. –Pero ahora la cosa es de un

descaro total –se quejaba otra voz–, ¿para qué ponerse esas prendas mí-nimas, que muestran más que ocul-tan?

–La juventud es así –afirmaba una cuarta–, no tiene mucha cabeza. Pero no hay que olvidarse de que todas fuimos jóvenes.

–Sí, pero no andábamos por ahí, semidesnudas, en medio del frío.

–Nuestras madres no lo hu-bieran permitido –remataba una quinta.

–No, por supuesto que no –de-cían todas a coro.

(Leve pausa) Una noche, vinieron a visitar a

la señora Meyer un pianista y una cantante, que luego de un concierto en el casino de la autoridad portua-ria, decidieron quedarse unos días en un pequeño hotel de la playa. Él era un hombre menudito, dueño de unas largas manos que volaban sobre las teclas del piano y que extra-ían del viejo instrumento de la due-ña de casa, insospechadas melodías.

(Se acentúa la música de fon-

-R

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do). -Por favor –pidió la señora Me-

yer a la dama- cante algo, le ruego. Ella, gorda, expresiva, hermo-

sa en su juventud, se hizo de rogar uno poco, pero accedió luego; poseía una voz que emocionaba a los ma-yores y causaba risa a casi todos los más jóvenes.

Y digo casi, porque nuestra prima Mireya, que acababa de divor-ciarse, a sus diecinueve años, y que vino a pasar cerca de nosotros una temporada de frialdad playera, “en busca de cura para su desgarrado co-razón” –como dijera alguna de las ancianas del grupo vacacionante–, nos convenció a dos o tres de los me-nos bullangueros, que escuchásemos a la señora Boursellier, porque no tendríamos muchas oportunidades parecidas. Nos habló de su celebri-dad, de sus conciertos y sus discos, con admirable conocimiento, y sedu-cidos por la convicción con que decía las cosas, nos quedamos a oírla, mientras los rebeldes salían a pa-searse en la orilla, a la luz de la luna, y los fatigados por el juego diurno y las caminatas iban en pos de sus lite-ras en las diversas cabañas.

Madame Boursellier cantó una serie de piezas que nos llamaron la atención por los sonidos tan extraños que salían de su garganta, más que por otras cualidades, pues de músi-cos no teníamos nada.

Luego de seis o siete cancio-nes, ella dijo en un español pésimo, que no quería terminar sin ofre-cernos algunas piezas de las Noches

de estío de Berlioz, ciclo que, como todos sabían –“nosotros no”, cuchi-cheó el primo Anselmo–, se basaba en poemas de Gautier. “Y ése, quién es”, volvió a comentar el muchacho, y fue silenciosamente reprendido por el gesto y la mirada de Mireya.

Pese a que no nos convencía mucho la cantante, las tres obras que interpretó nos gustaron, sobre todo la última. (Se escucha “El espectro de la rosa” en piano o cantado, pero muy bajito, a lo largo de todo el diálogo sobre el tema)

–Es El Espectro de la rosa –dijo la señora Meyer, con aire de gran conocedora–. ¡Una hermosa canción! –y, en medio de aplausos, entregó a la artista un ramo de menudas rosas, que tomó de un jarrón que estaba sobre el piano.

–¡Y qué bella letra! –observó Mireya.

–¿La ha entendido usted? –preguntó la cantante.

–Algo, pero mi profesor de francés nos hacía recitar esta historia de una muchacha que vuelve del bai-le y a la que se le aparece el espectro de la rosa.

–“Je suis le spectre d’une rose, que tu portais hier au bal.” –recitó la señora Meyer. Se hizo un breve si-lencio.

– “Soy el espectro de una rosa que tú llevaste en el baile ayer…” Todas las rosas tienen un espectro –afirmó, pensativa, Mireya.

–¿Usted cree? –interrogó la cantante.

–Por supuesto –aseguró nues-

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tra prima, con esa pasión suya por las cosas de arte. Hubo reacciones de todo tipo, desde las risitas juveniles, hasta los susurros escépticos de las señoras mayores.

–Todo eso es poesía –concluyó la señora Meyer–, nada más que poe-sía. (Fin de la música)

Luego, la conversación derivó hacia la imposibilidad de traducir li-teralmente y con ritmo la frase “que tu portais hier au bal”.

–“Que tú llevabas ayer en el baile”, suena feo, sin melodía, usted lo ha dicho mejor Mireya, cómo era: “qué tu llevaste en el baile ayer”, ¿verdad?. Mireya asintió. Pero no todos estaban de acuerdo con la tra-ducción, y empezaron a proponer va-rias opciones, pero ninguna pareció convencerles.

Finalmente, la señora Meyer recordó que se había creado un ba-llet para el gran Nijinsky (“¿Y quién diablos es el gran Nijinsky?”, pre-guntó Anselmo entre dientes. “En su tiempo el más grande bailarín del mundo”, repuso, en voz baja, pero solemne, la joven divorciada, como algunas señoras mayores llamaban a nuestra prima).

–Se mantiene el tema, pero con otra música –observó el pianista, que no había abierto la boca en toda la noche. (Empieza a sonar la “Invita-ción a la danza de von Weber)

–Una lástima –se quejó la se-ñora Meyer.

–Perdóneme querida, yo sé que usted conoce mucho de música –y los mayores se miraron entre ellos,

como diciendo “ves, yo te había di-cho que esta mujer no era, simple-mente, la dueña de un alojamiento playero”, afirmó el pianista, en un español perfecto, pese a ciertos gutu-ralismos–; pero créame, nuestro gran Berlioz no está hecho para las pirue-tas de la danza, se necesitaba algo más dinámico, más ágil, más baila-ble. Digamos que está muy bien von Weber (“hasta que nos salió otro de nombrecito raro”, comentó Ansel-mo, pero ya Mireya estaba cansada de las correcciones).

–De acuerdo –aceptó la señora Meyer–, pero cada vez que he visto “El espectro”, pienso en Berlioz.

–¿Lo ha visto aquí, en este país? –preguntó con cierta increduli-dad la cantante.

–No, no, por supuesto que no. Pero parece que Ana Pavlova (“Y esta Anita”, interrogó Anselmo. “Era una bailarina extraordinaria”, susu-rró, secamente, la prima), de gira, ciertamente, de paso, lo interpretó unos años antes de llegar nosotros.

–¿La Pavlova? –Sí, ella estuvo acá. –Mon Dieu! –exclamó la can-

tante. –Sí querida, usted no es la pri-

mera gran artista que pisa este país –había algo en la voz de la señora Meyer que hacía pensar en una cierta sorna.

–Bueno, ustedes me perdona-rán, pero debo retirarme –se excusó Mireya, y comenzó a despedirse.

–¿Debe ir muy lejos? –se in-quietó la cantante.

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–Oh, no –sonrió Mireya–, es-toy en la tercera cabaña, de aquí unos cuarenta metros –y reinició las des-pedidas.

–Para usted –dijo afectuosa-mente la soprano, y le entregó una pequeña rosa–. Espero que tenga un espectro que la acompañe.

–Seguro que sí, madame –agradeció la joven divorciada, con una ligera venia. Salió y la vimos alejarse.

–Una muchacha encantadora –observó el pianista–. Pero ya no está sola.

–No –dijimos todos a coro.

De pronto, como salida de la nada, una figura casi inmaterial caminaba dialogando amistosamen-te con ella.

–Se diría que es le spectre d’ une rose… –susurró la cantante. El espectro de una rosa, susurramos to-dos, conmovidos.

(El narrador queda estático) Y nadie añadió una palabra

más. (El volumen de la música sube, unos instantes). OSCURO FINAL

Jorge Dávila Vázquez nace en Cuenca, Ecuador en 1947. Escritor y crítico de arte. De su extensa obra mencionamos Este mundo es el camino (cuentos, 1980, Premio "Aurelio Espinosa Pólit"); Los tiempos del olvido (cuentos); Espejo Roto (teatro, premio CCE,

1990); De rumores y sombras (novelas cortas, 1991); César Dávila Andrade, combate poético y suicidio (ensayo, (1998); La vida secreta (novela breve) y Memoria de la poesía (lírica), ambos de 1999; Río de la memoria (poesía, 2004); Minimalia, cien historias cortas (2005); Temblor de la palabra (anto-logía de lírica, 2009), y Danza de fantasmas (narraciones, 2011). Cola-boró en el número 7 de Letras Salvajes.

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Ana pobo

LA LUZ DE AYER

Esto es un documento gráfico en donde podemos ver la evolucion de los distintos tipos de bombillas que había en España entre los años 1950 a 1970, de la marca Osram. Su forma, los filamentos y el cristal con que están fabricados, que como se puede ver es muy frágil. Y cuya mar-ca es Osram. Origen de la bombilla

La bombilla incandescente es uno de los elementos más comunes que se encuentran en una casa mo-derna. Su invento revolucionó la ilu-minación, así como la manera de vi-vir, trabajar y jugar. Con la luz bri-

llante, clara de bajo costo, el mundo se iluminó de una manera nunca an-tes imaginada. Muchos de ellos ha-bían tratado de hacer una luz eléctri-ca antes que Thomas Edison, pero él fue el primero en crear una bombilla práctica de larga duración. OSRAM

Es uno de los dos mayores fa-bricantes de la industria de la ilumi-nación en el mundo. Forma parte de Siemens AG. Su nombre deriva de Osmio y Wolfram (Wolframio en ale-mán), que eran los elementos co-múnmente usados en los filamentos de las bombillas en los tiempos en que la compañía fue fundada.

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Ana Pobo Castañer nace en Teruel, España, en 1966. Es fotógrafa y escritora. Co-autora de los libros Las huellas del pasado y El color de la ira. Ha participado activamente en

exhibiciones y ferias de arte en alrededor del mundo: España, Francia, Japón, China, Italia, Rusia, Moldova, Brasil y Estados Unidos, entre otros países. Fue seleccionada para representar a España en la VI Bienal Internacional del Arte de Bolivia en 2009 y en la Bie-nal Fotografía y Arte Digital 2010 en San Francisco del Mon-te de Oro, en San Luis, Argen-tina. Sus fotos han recibido premios. Tiene obra permanen-te en la Galería O+O en Barcelona y en la Galería San Vicente de Raspeig en Alicante, España. Tiene obra expuesta en diversos museos y galerías de Europa, Asia, Norte y Sur Amé-rica. Sus fotografías también se encuentran en los libros Juan García “El Tenor de los Reyes” de Juan Villalba Sebastián y

Grandes Asedios en la Historia de Es-paña de Rubén Sáez. En la actualidad ocupa una plaza de Admistrativo en la Biblioteca Pública de Teruel dependiente del Servicio Provincial de Cultura y Turismo, de la Diputación General de Aragón. Es asidua colaboradora de Letras Salvajes.

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Nadya M. Echevarría

OTRO CABARET POÉTICO Como una nave que se hace a la mar... de espaldas a una luna brillante mecida en la noche nace una ruta directa a un sueño mira en su sombra lugares con luces neón sacudir la aurora en su vientre días ocultos bajo agua días sin sobres permanentes días que sobran sin labor lo que remunera una sombra es la codicia perenne a restituir un vacío, sin perdón, sin pedir, sin endeudar hay una historia mecida en la noche hace una ruta directa a un sueño mil bailes bajo una noche estrellada entre luces de neón, sombras de gente, sobre ella un planeta refracta días en que respira harta días en que se celebra y basta su sombra para navegar a un mar desde un río en la ciudad con música vibrando, sube el ancla, comienza una nueva canción.

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LA OCASIÓN CRECIENTE Acá se asienten ocasión y la crueldad creciente según el sol asume que se oculta. Es mía la nueva arqueología de guiarme, la nube y la máscara antigás; gravedad de luna nueva. El algo de insistir, instinto movedizo como ruinas silentes en la avenida. Hay adiós leves como suspiros antes de un olvido de cosas, de causas nunca.

POEMA EN JUNKER piezas conectan con corriente como mi boca y sus ruegos al aire una vez mío mi sistema se pronuncia en conversión anticipada un toque y acelero continuos minutos se despedazan tiemblo el sentido busca asomarse y enseguida suelto hacia fuera hasta la sangre montones de maneras de aventajarme: mi alma se traba en su cadena de tiempo

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ACTO 3 Ando buscando huella en el pensamiento móvil siniestro en mi cabeza, búsqueda y verdor Permítase detallar la mirada ingenua el motivo grande la huella en el pensar que se afianza Recupera la escena penetra la oscuridad del acto primera letra y pisada acuerdo, bombos con platillos Otro encuentro lo asimila pedid otra copa de cuento en este recuento de todos contra algunos Dígase cómplice o encubierto neuronal, misterios de siempre.

CORREDOR DISTÓPICO Vi cómo ahorcaron a aquella mujer en público, en youtube, en este mundo. Aquí entendí

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cuando en el piso no movía más su cuerpo aquella mujer, siria: podía ser yo en otra tierra, frente a otra cámara. Horarios de invasión: a toda hora cobros por transacción de lo que se tenga que ofrecer. No necesito haber sido violada bajo los estándares de mi jurisdicción: Estoy autorizada a servir con todo mi servicio y a callarme cuando más debo.

Sílabas son incandescencias.

También son plantas: sus raíces

fracturan el silencio, sus ramas

construyen casas de sonidos. --Octavio Paz

Hacia la ciudad

tras una rueda de luz marcada en tu frecuencia vibra ritmo intra- vena, peso, fuerza promesa. Tiene música el hoyo negro

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que en hechizo te persigue; con el tiempo cada vuelta pulsa cada rueda que sigues suelta pedazos de luz perdidos al dejar de caminar dejándote alcanzar en la ciudad prendida sin tí. Te pierdes en la senda atonal se deshacen los rayos en tu cuerpo sedado, consumado, al oblivio.

Unidad

a vuelo de quietud prismas peregrinos cambiando de caras. Diurna tejo una historia con rítmica de sueños periódicos, trances estáticos, fenómena entre gentes: Un espíritu futuro urga edificio por edificio. Habito en los pueblos conquistados en tu mirada Rindo mi voz en el palacio contando de residuos en un duelo de lámparas.

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Nadya Melissa Echevarría Quiñones nació en el 1984, el año de la muerte, en el pueblo de Yauco, Puerto Rico. Poeta y narradora. Actualmente vive en la ciudad de San Juan,

capital de Puerto Rico, donde se dedi-ca a ser editora en Gato Malo Editores. Es maestra de español y da talleres de escritura. Su trabajo literario se puede acceder a través del portal chocarreras. blogspot.com y en posthumos.word-press.com . Próximamente publicará su primer libro, Curas Insurrectas, con Gato Malo Editores.

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Melissa Nungaray SEGREGACIÓN ERRÁTICA

odo se ha ido en el fue-go, las garzas danzan en el vidrio de una pared

somnolienta, el hombre y su muro giran para entrar al espejo hilando los cabellos que hondean flagrantes rayos decididos a fugarse en el rostro de lo que alguna vez fue una mujer.

Desde la habitación más lúgu-bre, vacía y silenciosa, yacía acostada Irina Dagmar, mujer de cabellos pe-lirrojos y sinuosos, su rostro iba en picada hacia una agonía muda, intac-ta por el resto de su vida. La más pe-queña de los Dagmar, Bluma, a veces la visitaba por las mañanas, se que-daba mirándola, acariciaba el cristal y le decía en voz alta –“Es hora de que te levantes y salgas de ahí ma-má”- dando un beso al cristal que la dividía de su madre.

Hace un año desde que suce-dió y aún no despertaba, parecía no tener vida, desde el espejo se veía la cama donde dormía profundamente, en un sueño que no gotea, que no fractura la realidad, dentro de la os-curidad, en la tenue abertura de la in-consciencia vociferando suplicas.

Cada sábado acudía el Doctor Rabbiffa, un poco viejo y cansado, escarpines negras, pantalones verdes oscuros, y un chaleco café siempre vestía. Subía a la habitación de Irina

con un grupo de científicos y cerraba la puerta, a veces dejaba ver cuando la revisaba, pero otras veces no. El úl-timo sábado que visitó a la familia Dagmar, cerró por horas y horas la habitación. Se escuchaban golpes tras golpes, parecía una batalla, y siempre que terminaba se oía que arrastraban cadáveres. Después de revisar a la Sra. Irina cómodamente se sentaba en el tercer sillón de la sa-la principal y toda la familia lo rode-aba mirándolo seriamente.

-- Sr. Evans, mis compañeros están muy inquietados por lo que le ocurre a su esposa, ya ha transcu-rrido un año y aún no sabemos por qué. Nos ha contado cada detalle que recuerda desde el accidente, pero sus padecimientos no concuerdan.

--¿Doctor, Irina se recuperará? -- Si, en efecto, pero requeriría-

mos más tiempo e investigarla más de cerca, necesitamos que se transfi-riera al laboratorio por un periodo.

--Confiare en usted Doctor en tres noches la trasladaré al laborato-rio. Espero que pueda sanarla.

--No se preocupe, vendrán por ella a las 7 de la mañana, el día miér-coles. ¿Le parece? --Está bien. Tenemos nuestras esperanzas en sus manos. Hasta pronto Dr. Rabbiffa.

Emerick Evans como todos los días por la tarde revisaba la habita-

T

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ción de Irina, vaciaba el agua del florero que estaba sobre el esquinero a fuera del cristal y buscaba las lla-ves almacenadas en el segundo cajón de la cómoda para abrir la cabina donde yacía su esposa encerrada, amarrada de pies a cabeza y sedada. Él era el único que sabía lo que ocu-rría dentro de ella, así que cerró la puerta con llave para que sus hijos no entraran a ver la realidad de lo que era su madre.

Al salir de la habitación Evans encontró a Agnes acostado bocabajo en el suelo sin decir una palabra, con una mirada nostálgica lo abrazó fuertemente cómo si supiese lo que sucedería, pero él no sabía por qué se comportaba de tal manera, a partir de que enfermo su madre, la comunica-ción había perdido su significado.

Tras ese largo día se acostaron temprano los Dagmar. Emerick los escoltó hasta su cuarto para encerrar-los con llave por precaución.

-Mis creaturas aterradoras re-cuerden lo que siempre les he men-cionado, aunque perciban a su ma-dre, no se le acerquen, no le hablen, escóndanse, no salgan de sus cuar-tos. Ahora a dormir.

Agnes y Bluma se introduje-ron a sus habitaciones un poco ate-morizados como todas las noches, pero esa noche era diferente a las de-más, a media transición, no lograban conciliar el sueño, y mucho menos con lo que ocurrió, se empezó a oír que el techo bamboleaba, como un terremoto pero nada caía encima, nada se derrumbaba.

--Desperté por fin, después de todo desperté, amanecí regando mis flores, acariciando el rocío que ex-plora bajíos de pólvora ancestral en cada gota que se desliza palpitando en circuito anímico, los olores que espigan rodean la escalera, me llevan hacia mi habitación, después de tanto veré a mi querido Emerick y a mis hijos—

Despertó, el cristal se hizo añi-cos, por todas partes de la habitación había trozos de vidrio, los muebles se tornaron más blancos que una ho-ja de papel, las paredes se abrieron, lo que parecía ser una habitación, ahora era un campo de concentración con un rumbo indefinible, las flores extendían la sangre. 1…3…7… ojos miraban desde el jardín, los árboles aspiraban ser viento, los siniestros pájaros envueltos de membrana putrefacta atracaron la inocencia.

--No los dañaré, dentro de mí hay un colibrí palpitando en un di-minuto corazón que expande su bo-ca, los envolveré en mi manto—

La noche que tanto habían esperado llegó sin advertencia algu-na, los científicos siempre habían te-mido que pudiese despertar, o quizá anteriormente despertó y los vigi-laba. Aún no era miércoles, Emerick sin salir ni voltear al epicentro del fe-nómeno que acontecía en el jardín, dejó a sus niños encerrados, salió por la puerta trasera de la casa y condujo al laboratorio para informar lo que estaba sucediendo y estaba por suceder.

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Subió el elevador hasta el últi-mo piso, se ahogaba en sí mismo, su-cumbía de desesperación, debía de ver al Doctor. y contarle todo, sin voltear a ver a la recepcionista, tocó 3 veces seguidas la puerta.

--Si adelante, Sr. Dagmar, siéntese por favor.

Evans tomo asiento, se recar-gó, suspiro largamente y le contó to-do lo que sucedió.

--Hasta ahora todo lo que me ha mencionado… mmm, espéreme un momento por favor. —

Ambos consternados por el ac-cidente precursor, en blanco, se vol-tearon a ver a los ojos como si uno supiera lo que el otro piensa mien-tras las miradas entrecruzan fugiti-vas esperanzas.

El Doctor Rabbiffa se dirigió a la parte de arriba del edificio en el último piso, camino hacia la orilla, estando al borde de la caída, observo como las nubes encerraban al sol, las ramas secas se anudaban en el vien-to, tras unos minutos de contempla-ción, dio su último paso y al mismo instante se desato un nido de alari-dos, un batallón de gritos suplicando silencio, no paraban de ufanarse.

La supremacía de aquel lugar se hizo presente, todos morirían después de esto, la policía acudió al incidente, Evans fue visto mal enca-rado, se fue de su hogar, desapareció, abandono a sus extensiones huma-nas en la enorme fogata carnal, des-terrado de cualquier parte, se entre-gó al lago cristalino, con delicada sutileza desprendió el vuelo.

Melissa Nungaray nace en Guadalajara, Jalisco, México, en 1998. Ha publicado en las

revistas: Casiopea, Alforja, La Rue-da, Periódico de Poesía, Punto en Línea, El Humo, Papalotzi, y De la tripa, entre otras. Está incluida en el Muestrario de letras en Jalisco (2007), Medusas (2008), Canto de Sirenas (2010), Poesía para el fin del mundo (2012) y Poetas Parricidas (2014). Es autora de los poemarios Raíz del cielo (2006), Alba-vigía (2008), Sentencia del fuego (2011) y Travesía: Entidad del cuerpo (Editorial La Zonámbula, 2014). Ha colaborado con varios números de la revista Letras Salvajes.

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DORIS MELO

SOBRE EFRAÍM CASTILLO Y LA MANÍA DE NARRAR. LECTURA HETEROGLÓSICA Y DIALÓGI-CA SEGÚN EL CRITICO RUSO MIJAIL BAJTÍN

fraím Castillo es un es-critor dominicano de “pura cepa”, como lo

considero y no ha sido una sino var-ias veces , que desde lejos me he qui-tado el sombrero ante sus escritos. No obstante él mismo en su modes-tia me dijo que no había estudiado literatura, que era un autodidacta a lo que yo me reí pensando que era un chiste… pero me dijo que había leí-do mucho yo pienso que como leyó Sor Juana la biblioteca de su abue-lo… ….muchísimo diría yo, que he leído algunos de sus trabajos y los encuentro excelentes dentro de lo que se considera un buen ensayo crí-tico serio y de peso.

Es un escritor polifacético y lo digo porque es uno de naturaleza hí-brida, capaz de sacarle punta a las palabras. Escribe diferentes géneros: Cuento, novela, ensayo, teatro, críti-ca de cine, Crítica de obras de arte y otras cosas que no conozco que haya escrito , pero de lo que si pienso, no sería sorpresa con un bagaje como el que tiene este hombre de letras.

Es una pena que no haya en-contrado parte de la crítica que es-

criba sobre Castillo, como él escribe los trabajos que he leído acerca de otros escritores.

Este trabajo no pretende ser uno de la seriedad que merece el au-tor pero me gustaría compartir lo que voy escribiendo de lo que he descu-bierto en su prosa o narrativa.

Para mi no deja de ser de una importancia mayúscula, el conocer e indagar sobre la forma en que el au-tor maneja la estética en su escritura narrativa sea esta novela o cuento. De todo lo que ha ido almacenando en su conciencia, de sus experiencias como lector que aparenta ser.

Pienso, que el autor ha leído a Dostoievski, a Kafka, a Kierkegaard, Lukács, Hegger, Camus, Sartre, Mar-cuse, entre otros existencialistas, También podría afirmar que ha leí-do sobre el barroco hispanoamerica-no, pues algunos cuentos y capítulos de su novelas que ha compartido re-cientemente por facebook reflejan en su construcción y en el entramado de sus textos ciertas características del lenguaje barroco. Pero no del Ba-rroco que nació del siglo XVIII sino del Barroco que se vive y se escribe en el Caribe, “sui generis”. en es-pecial, hablo de un lenguaje trans-gresor como el de Severo Sarduy, Reinaldo Arenas, Lezama Lima y Ca-brera Infante… donde las palabras entrampan al receptor o lector y tiene este que estar muy atento, para no

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perderse en ese laberinto en que el autor, valiéndose de lo dialógico en-vuelve al lector en esa encrucijada sin salida.

Castillo, propone en estas his-torias o relatos largos en su mayoría, una agenda intelectual, metafísica, moral y existencialista y plantea va-rias cuestiones en cuanto a su propia búsqueda de un mundo mejor que sirva muchas veces de reflexión al lector. Por lo general escribe para un lector inteligente y culto capaz de re-conocer en el entramado del texto lo que él, Castillo pretende dejar saber o denunciar. No solo un mundo que cuestione el discurso político sino también trata de enmendar con sus reflexiones los hechos que en ge-neral afectan la sociedad. Como bien se puede apreciar en algunos de los cuentos de su recién libro La manía de narrar. Cuentos de diferentes épo-cas que mantienen todavía su vigen-cia en relación a lo que acontece den-tro de las sociedades en que vivimos. Como el incesto y la violación de la mujer, el maltrato, y en otros las vo-ces reclaman justicia divina por el abuso y pecado. Un sacerdote que se encuentra viviendo en el mismo in-fierno, donde las ratas devoran al personaje y él mismo lo va descriien-do con macabra actitud. Cuento titu-lado “Paraíso relativo.” Hago un aparte para expresar lo que sentí al leer casi al final del cuento: cuando el hombre, que ya ha sido devorado por las ratas, al otro día amanece y se puede mirar completo y se siente contento porque piensa que ha sido

un sueño. Pero, a su vez, de inmedia-to observa que miles de rata vuelven a devorarlo comiéndole los pies has-ta los huesos… Esto me lleva a recor-dar el referente mitológico de Pro-meteo encadenado… donde cada día el águila le come el hígado a Pro-meteo y el tiene que subir una piedra inmensa al Caucaso. Así como Pro-meteo se le restablece el hígado para ser devorado de nuevo por el águila como castigo por haber desovedeci-do a Zeus ,de igual forma el cuerpo del hombre vuelve a cubrirse de piel y es a su vez devorado por las miles de ratas…

Para tratar de desentrañar la complejidad de este tejido discur-sivo en los textos de Castillo he deci-dido enfocarlo, desde una perspec-tiva bajtiniana. Ante todo conviene recordar las ideas básicas de Bajtín, crítico ruso que escribe sobre la no-vela, quien define la novela como un género abierto e incompleto en con-tacto continuo con el presente. Este contacto es dialógico, es decir, uno que refleja una pluralidad de dis-cursos que se presentan en la reali-dad contemporánea.

Este trabajo trata de analizar entre otras cosas, sobre el discurso del narrador como ejemplo destaca-do de la heteroglosia social y de la forma en que los distintos extractos lingüísticos, con sus fuerzas centrí-petas operan en el discurso del na-rrador y en los diversos mundos na-rrativos representado en algunos cuentos de Castillo.

La manía de narrar de Efraím

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Castillo es una obra esencialmente heteroglósica donde se enfrentan y contractan multitud de discursos. Desde el discurso en el cuento “Los ecos tardíos”. Se trata de una mujer maltratada y vituperada por su ma-rido, a quien defiende en la hora de su muerte La que este mismo marido ha sometido a las más crueles tortu-ras y que la han postrado como un vegetal en una silla de rueda. Por otro lado es su marido quien ha vio-lado las hijas en su propia casa y que una de ellas se ahorca por la im-potencia ante la situación que no puede cambiar por falta de atisbos existenciales. Luego que él tira al pi-so a su esposa, ella cae de la silla de rueda y la patea brutalmente. Proce-de a tomarse una botella de licor y es la otra hija quien le ha envenenado el licor que lo conduce a la muerte más horrorosa. Cuando el se da cuen-ta ya es tarde y pide que lo salve pero la hija lo contempla con un despre-cio y fríamente. La mujer que yace adolorida en el piso le pide a su hija que por favor no lo deje morir. Sin embargo la hija le dice que el no ha tenido compasión con ellas y le re-cuerda como ha sufrido por él, por haber violado a su hermana y a ella misma.

Son cuentos con un contenido de morbosidad y de impiedad de los cuales así que me viene a la mente. solo he leído a Horacio Quiroga, quien en “La gallina degollada” pre-senta la muerte de la niña en mano des sus cuatro hermanos en cámara lenta, por así decirlo. En el caso de

Castillo habría que leer todo el libro con mucho cuidado para buscar y es-cudriñar en el entre línea más allá de lo visual. Definitivamente, hay que leer cada historia distanciado, por-que detrás de todas esas voces que circulan en estos cuentos hay mu-chas respuestas que se encuentran en la historia social nuestra . Es una transgresión tras otra en las que la mujer resulta ser la victima degrada-da a situaciones más hostiles que uno se pueda imaginar.

En La manía de narrar se en-cuentran diseminados una multitud de discursos que aparecen en con-tinuo contacto dialógico , en distinto niveles. No obstante es la voz del na-rrador donde todos los extractos lin-güísticos entran en contacto unos con otros para afirmarse y negarse mutuamente, de manera que ningu-no de ellos pueda tomar un papel protagónico.

Bajtín en su obra Dialogic imagination define el termino He-teroglosia como la coexistencia de distintas variedades dentro de un único código lingüístico, que no es más que el habla del otro. Que sirve a su vez, para expresar las intensio-nes del autor, pero de una manera refractada. Bajtín identifica la na-rración directa del autor, en lugar de diálogo entre los personajes, como la ubicación principal de este conflicto.

Esto de lo que habla Bajtín, la heteroglosia, es manipulada por Cas-tillo en su discurso en algunos de sus relatos, como es el caso de Josefa (del cuento “En nombre del hombre”),

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una niña abusada a los trece años, que luego queda embarazada, lo oculta hasta el parto y tira a su bebe en un zafacón donde éste muere. Es-ta mujer, que ha vivido atormentada, sintiéndose culpable por haber ase-sinado a su niño después de una vio-lación de su propio padre. En este discurso las voces de Josefa, del pa-dre de Josefa, y del psicólogo se en-tremezclan logrando una polifonía de voces. Es uno de los cuentos me-jor logrados de este libro a mi pare-cer. Por la tensión en que Castillo ha-ce sentir a los personajes. Me parece un cuento que puede muy bien ser representado como obra dramática.

En este cuento logra también

una relación entre el tiempo y el es-pacio, lo que Bajtín reconoce como el cronotopo. Con ello trata de hacer que Josefa confiese el nombre del que la violó para de esta manera libe-rarla de su culpa. Cuando el psicólo-go retrotrae esos momentos de Josefa en su niñez a convivir con el momen-to en el que ella ya es una mujer con canas.

De manera que el crítico ruso estructuralista sostiene que el poder de la novela y el poder de un relato se originan en la coexistencia, en el conflicto de diferentes discursos: El discurso de los personajes, el dis-curso de los narradores, e incluso el discurso del autor.

Bibliografía Bajtín, Mijail. The Dialogic Imagina-tion: Four Essays. Ed. Michael Holquist. Trans. Carryl Emerson y Michael Hol-quist. Austin: University of Texas Press, 1982. ____________Problemas de la poética de Dostoievski. Traducción de Tatiana Bobnova. 2nda ed. México: Fondo de

Cultura Económica, 2003. ___________. Teoría y Estética de la no-vela. Madrid: Taurus 1989. Castillo, Efraim. La manía de narrar. Santo Domingo: Editorial Santuario, 2014.

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Doris Melo Mendoza nace en Santo Domingo, República Dominicana, en 1948. Vive en Puerto Rico desde 1979. Obtuvo un grado de Licenciada en Psicología clínica en 1975 de la Univeridad Autónoma de Santo Domingo. En el 2004 obtuvo su ma-estría en Artes con concentración en Estudios Hispánicos y un Docto-rado en Filosofía con concentra-ción en Literatura Hispanoameri-cana, ambos de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. Ha pu-blicado numerosos ensayos y artí-culos en revistas especializadas en literatura en Hispanoamerica y Es-paña. Figura en varias antologías, como Pinceladas y relatos (2010), Prosa, poesía y artistas plásticos 2011). Ha prologado varios libros como Arena, mar y viento (2010)

del poeta español Teo Revilla Bravo y Cuentos de luz de Paola E. Troya (Uruguay) y La mujer espiral (2012) de la poeta dominicana Jennet Tineo, entre otros. Como poeta, ha publicado: Solo de pasión, soledades y otras ausencias (2010), El olor de la palabra rota (2011), Rasgada memoria (2012) y En ese espacio de nadie don-de gravita la prudencia. Asimismo, publicó Mito y tragedia en el teatro his-panoamericano y dominicano del siglo XX (2011) Además, estudió Artes Plás-ticas: dibujo, pintura, litografía y xilografía. Fue profesora en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Actualmente enseña en Caribbean Uni-versity, en Carolina, Puerto Rico.

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Escríbenos a: [email protected]

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Marithelma Costa

ROMA

Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!, Y en Roma misma a Roma no la hallas Francisco de Quevedo

Caminar por Roma con la levedad que despliegan las monjas cuando se desplazan los miércoles de audiencia por el Vaticano, levitar como levitan las novias mientras atraviesan la plaza de San Pedro y entran en la basílica.

De basílica en basílica, de capilla en capilla, de pesebre en pesebre, de altar en altar: Roma se te ofrece en sus zaguanes húmedos, en sus manantiales y en sus fuentes. En su Foro.

Visitar la ciudad como aquéllos que creen y se santiguan cuando acceden a las iglesias y toman agua bendita. Como los que rezan y se humillan el primero de enero ante la reliquia de San Alejo, o los que le encienden cirios al Cristo Niño, ése que en cuatro meses ascenderá a un leño en el Gólgota.

Ese niño milagroso que hoy preside los altares mayores de la ciudad eterna y desde hace quinientos años espera a sus devotas en la capilla de Santa María del Aracoeli, el templo romano dedicado a la diosa de los partos, Juno Lucina. Tallado de un olivo del jardín del Getsemaní, tras un largo viaje terminó junto a la plaza del Campidoglio,

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donde recibe las oraciones de las futuras madres. Y se las pasa a Juno.

Recorrer Roma como el que ama el arte y persigue puntos de fuga en sus frescos; como el que se conmueve con el tardo Medioevo y se queda en éxtasis ante los íconos; como el que recuerda a Bizancio y se ilumina con los mosaicos de los ábsides, con los evangelistas que del otro lado del tiempo te observan silenciosos, con las aves que vuelan impasibles tras el Pantocrátor y la Madonna.

La Madonna, la Madonna, la Madonna en cada una de las esquinas, en los cruces de caminos, en los altares empotrados, con sus cirios encendidos a pesar de la lluvia, con sus flores frescas, aunque nunca se ve al devoto que las renueva.

Entrar en Roma a través de sus pinos, sus plátanos, sus cedros y sus encinas; reconocerla con la ayuda de los cipreses que te guían tras los muros y los naranjos y los limoneros generosos que desbordan los patios de los conventos. Y te reciben.

Caminar en Navidad, cuando la ciudad se multiplica en cada uno de sus pesebres. Pesebres como el de Santa Bárbara, donde el Santo Niño y sus padres no se hallan en Judea, sino en la misma plaza triangular donde se alza la iglesia de los libreros. O como el de Santa María en el Trastévere, que tampoco se ubica en Belén, sino que en un juego de infinitas cajas chinas, está en la propia plaza del Trastévere, frente a la iglesia y junto a su fuente. O el de Santa María sopra Minerva detrás del elefante y su obelisco, enmarcado en el monte Greccio de la Umbría

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donde el santo Francisco imaginó el primero. Y era viviente.

Caminar, caminar en Navidad, repasar la ciudad y cada una de sus colinas. Encontrar hacia las vísperas, el pesebre de la iglesia congoleña de la Natividad, el nacimiento de la iglesia del Nacimiento, cuyos ornamentos no se distinguen por las bóvedas con perspectivas falsas como en los Jesuitas, ni por los mármoles y bronces como en San Luis de los Franceses y Santa Agnese, sino por los frescos desconchados, los cirios de “todo a un euro”, los bombillos, los globos, los timbales y las congas.

Recorrer la ciudad intentando abarcarla en cada paso, poseerla en cada trayecto. Roma en la espuma del café San Eustaquio, frente al venado y la estrella; ese venado y esa estrella que reaparecen en el palacio de los duque de Fiano, también romano; palacio hoy vacío donde se regodearon en sus faustos los Orsini.

Roma en sus camareros que te preguntan locuaces de dónde eres, que adivinan discretos de dónde vienes. Roma en sus africanos ambulantes que te abren y conceden la ciudad en su sonrisa, que te dan el mundo mientras te ofrecen la bolsa Gucci, o la bolsa Fendi, o la bolsa Versace, o la bolsa Channel que no deseas comprar, que no necesitas; pero que quisieras necesitar, que desearías querer, para que su mirada se prolongara aún más tiempo, para que esa sonrisa que viene del sur del globo

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y se te ofrece junto al Campo de Fiori, te acompañara hasta el final del camino.

Buscas a Roma en Roma endemoniada, intentando estar en Roma, ser Roma, transformarte en el laberinto del centro y en las piedras de su Foro. En la Roma de la República y la del Imperio. En la del arco de triunfo de Tito, ésa que celebró la toma de Palestina, la toma de una tierra que pocos años más tarde a su vez conquistaría ésta.

Entrar ciega en San Nicola in Carcere, la iglesia de tres naves construida sobre un templo bizantino que aún guarda los fémures de los creyentes. La basílica cristiana alzada sobre los templos romanos de Jano y la gran protectora Juno, donde se esconde uno de los múltiples manantiales que surgen tibios en la ciudad invisible.

Una basílica, una iglesia bizantina, tres templos republicanos del caput mundi; losas del mercado, basamentos, cornisas superpuestas, piedras levantadas sobre otras piedras; piedras levantadas bajo mis pasos, piedras bajo mis pies que las recorro como una posesa, que las repaso y las escucho; pues hablan, hablan, conversan en las criptas, susurran en los sepulcros, discuten en el Foro… Hablan, hablan, hablan. Repiten los nombres las vidas de los que se han ido.

Encontrar a Roma cuando ya ha caído el sol, en el valle de la sorpresa, ese espacio límpido que con sus columnas de pórfido y sus arcos de triunfo

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sirve de escenario a todos los pesebres del globo.

Saludarla plena en la alegría, para tener que despedirte de inmediato porque ha terminado el plazo. Porque los estorninos ya planean rumbo a su querencia; porque trazan ballenas, halcones, clepsidras en el cielo antes de llegar a la estación central de los trenes.

Dejar la ciudad en una mañana de luz, con el sol que ciega, con el asombro. Dejar la ciudad roja, esa Roma a la que nunca se llega plenamente pues los pies se enredan en el camino. Dejarla por la vía Appia, a lo lejos, las colinas nevadas de los castillos, dejar los pinos, los acueductos, cerrar los ojos. Despegar. Marithelma Costa, poeta y narradora puertorriqueña. Es autora de varios poemarios, estudios sobre la literatura y de la novela Era el fin del mundo. Desde que se cayeron

las torres en el 2001, practica en Nueva York la pintura sumi-e, o el arte japonés de la pintura a tinta. A veces, interviene los cuadros con objetos emblemáticos que trazan una narración, y los fotografía.

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José M. Fernández Pequeño

PARA CONTAR A LINO NO-VÁS CALVO

recer sin familia en los barrios más pobres de La Habana, hacerse

adulto ejecutando labores de obrero, boxeador, contrabandista, carbone-ro, chofer de taxi y muchas otras pe-ripecias semejantes, nada de eso pa-rece biografía adecuada para los ini-cios de un hombre de letras. A me-nos que ese hombre viniera al mun-do con un don excepcional. Lino No-vás Calvo, quien nació en Galicia (1903) y fue enviado a Cuba antes de cumplir diez años, aprendió en las calles habaneras, entre la miseria de los solares y los plantes de santería, lo que ninguna academia le hubiera enseñado jamás sobre los seres hu-manos y las voces que pueden con-tarlos.

Su trayectoria hasta el recono-cimiento literario se resume fácil. En el segundo lustro de los años veinte ya hacía los primeros ejercicios se-rios en el entorno de la Revista de Avance y casi enseguida sus tra-ducciones empezaron a poner al al-cance del lector en español a los na-rradores norteamericanos e ingleses que catalizaron la evolución de la na-rrativa latinoamericana hasta desem-bocar en el tan manoseado boom:

Faulkner, Hemingway, Dos Passos, Huxley y demás. En la década del cuarenta –tras una permanencia en España entre 1931 y 1939, guerra civil incluida– Lino Novás Calvo se había convertido en el más importante na-rrador cubano vivo, apuntalado por una novela y dos libros de cuen-tos: Pedro Blanco, el negrero (1933), La luna nona y otros cuentos (1942) y Cayo Canas (1947).1 La anterior no es poca afirmación si recordamos al-gunos de los nombres que narraban en aquel momento cubano: Alejo Carpentier, Carlos Montenegro, En-rique Labrador Ruiz, Onelio Jorge Cardoso, Félix Pita Rodríguez... y así hasta el dominicano Juan Bosch.

La obra de Novás Calvo resol-vía desde la contundencia estética tres falsas contradicciones que tram-pearon la literatura latinoamericana de la época: aquellas que se estable-cieron entre el criollismo naciona-lista y el humanismo universal, entre la lengua literaria y el habla cotidia-na, y entre el realismo y la fantasía. Al derribar esas anquilosadas barre-ras, su voz narrativa estableció un crucial punto de equilibrio que le permitía contar en un registro reco-nocidamente cubano sin que esto fuera óbice para explorar con hondu-ra las agonías del ser humano some-tido a situaciones extremas. De cual-quier ser humano, digo.

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Los críticos e investigadores han insistido sobre el signo trágico de los personajes novacianos, siem-pre enfrentados a fuerzas que termi-nan por destruirlos. Lo que no se ha resaltado con la debida intensidad, creo yo, es la verdadera esencia del conflicto que en esas obras se narra: el del ser humano enfrentado a sí mismo. Al sumergirse en el crudo mundo de la trata negrera y la pira-tería durante la segunda mitad del siglo XIX, Pedro Blanco explora sus propios límites y los desafía sin pie-dad. En “Cayo Canas”, Oquendo es-tá derrotado desde el principio por-que su lucha real es contra su desa-liento y no contra las llamas que ve avanzar sin remedio. “La visión de Tamaría” es una crónica sensible y minuciosa de la forma en que el per-sonaje intenta escapar al complejo que le produce su condición de cie-go. Tan evidente o más es el conflicto consigo mismo del taxista que prota-goniza esa joya del cuento en espa-ñol que es “La noche de Ramón Yen-día”, a quien leemos correr en medio de la violencia desatada por la revo-lución antimachadista sin que nadie lo esté buscando; pero no puede de-jar de huir, su conciencia culpable no se lo permite. Así podríamos seguir, ejemplo tras ejemplo, para entender la razón última de ese estremeci-miento que producen las piezas de Novás Calvo en los lectores de cual-quier nacionalidad y cultura: no hay tragedia más amarga y frecuente que la derrota del ser humano frente a sí mismo.

Esa fue también la tragedia de Novás Calvo. Como sus más nota-bles personajes, él protagonizó un despiadado combate contra sí mis-mo, un enfrentamiento que lo movió a escribir sus líneas más brillantes, del mismo modo que terminó por hundirlo en el silencio. Llegados los años cincuenta, el narrador que me-jores registros había logrado para la literatura cubana hasta ese momento abandonó su carrera de escritor. Cierto es que luchó, agónica e inútil-mente. En los últimos años cuarenta escribió varios relatos, algunos de los cuales fueron publicados en di-versas revistas. Entre 1947 y 1952 fue dando a conocer en Bohemia un ma-nojo de cuentos policiales, género que siempre le había sido cercano. Durante ese tiempo, quiso una y otra vez escribir una novela2 que se frus-tró también una y otra vez.

Los investigadores y críticos no han cesado de preguntarse por qué dejó de escribir Lino Novás Cal-vo. Las respuestas a esa interrogante son poco variadas: depresión ante la difícil situación económica que vivió en la Cuba de fines de los cuarenta, desencanto provocado por la falta del reconocimiento que su obra me-recía y que el mostrenco medio cuba-no le negaba, falta de fe en la perti-nencia de la literatura, abandono ra-dical de sus antiguas posiciones, cer-canas a la izquierda política, etc. To-das me parecen causas circunstan-ciales. La verdad pudiera ser más cruda y tajante. La literatura es una irreprimible necesidad de decir que

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encuentra o no su correlato en una posibilidad de decir. Novás Calvo se quedó sin necesidad de decir, sim-plemente su mundo literario, que había maravillado a tanto lector, se agotó y él no logró reinventarse.

Basta consultar las cartas que escribió al crítico e investigador José Antonio Portuondo entre 1945 y 1950 para percibir el temor –nunca expre-samente declarado, es cierto– de es-tarse repitiendo. Va una muestra. El 26 de diciembre de 1946, Novás Cal-vo se queja: “Hace quince años que vengo escribiendo –y rompiendo religiosamente– una [novela] que no acaba de salir. No sé por qué. Todos los caminos se me cierran. Me en-cuentro trabado en todas partes, en todas las técnicas, en todos los esti-los, en todos los temas. Todo cuanto he escrito no es más que retazos de novelas abortadas. Y cada vez que re-leo una página mía, tiro el libro bien lejos: me da algo parecido a náu-seas”.3

La lectura de los cuentos escri-tos por Novás Calvo a partir de 1945 y de los dos capítulos de la novela que sobrevivieron4 ofrece, en efecto, elementos que pudieran apuntalar ese temor de estarse repitiendo. El propio Portuondo hizo la adverten-cia en un texto crítico de 1947 donde, por otro lado, hacía justicia a la cali-dad y la trascendencia de la obra fir-mada por Novás Calvo: “Es imposi-ble persistir en esa visión del mun-do –el individuo aislado, acechado por la angustia y por la muerte– sin caer en la monotonía del acento mo-

nocorde, en la repetición hasta el cansancio de una misma nota eje-cutada por diversos instrumentos”.5

Lo estrictamente cierto es que en el segundo lustro de los años cin-cuenta, con una situación financiera mucho más equilibrada como jefe de información de Bohemia, el autor de “Long Island” miraba hacia la escri-tura creativa con distancia y desdén. Cada vez que algún aprendiz de es-critor se le acercaba con la reverencia del discípulo –y fueron muchos: Lis-andro Otero, José Soler Puig, José Lorenzo Fuentes, etc.–, su respuesta era siempre la misma: “Deje eso, la literatura no da nada; dedíquese a es-cribir crónicas de sucesos”.

Cuando se exilia, en 1960, es-pantado por la violencia que estre-mecía a la Cuba revolucionaria, el universo del escritor que había sido Lino Novás Calvo quedó abandona-do. Hasta su muerte, ocurrida en 1983, si le preguntaban por textos no recogidos en libros, respondía inva-riablemente: “No conservo nada de lo publicado en revistas y periódicos antes de 1960”.6 De lo que había que-dado inédito, por supuesto, conservó menos. En 1970, ante la posibilidad de publicar un volumen de sus rela-tos clásicos entreverados con otros nuevos,7 prefiere reescribir –para mal– “Angusola y los cuchillos”, texto que había dado a conocer en un número de Bohemia correspondien-te a 1947,8 antes que buscar por cual-quier vía la versión original de un relato sin dudas muy interesante.

Pero nada prueba mejor el

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agotamiento literario de Novás Cal-vo que el grupo de cuentos escritos por él en los Estados Unidos después de 1960. Y no solo porque carecen de la intensidad, la fuerza narrativa y la atmósfera de su mejor obra, sino por-que están en su mayoría dirigidos al testimonio y la denuncia sociopolíti-ca, algo incompatible con un autor que había dado una clase magistral acerca de cómo la literatura puede acercarse a la historia reciente en “La noche de Ramón Yendía” y que con “Aquella noche salieron los muer-tos” logró tal penetración literaria en la mística del poder absoluto que in-cluso adelantó muchos de los ele-mentos medulares de la circunstan-cia política que se ha vivido durante el último medio siglo en Cuba. Claro que aquí y allá es posible encontrar en algunos de esos relatos restos del pulso narrativo novaciano, pero ya no es aquel autor que en 1933 había escrito, en carta a Regino Pedroso: “Para mí el arte-política no es po-lítica ni es arte […] Para mí el sentido verdaderamente humano y artístico acaba donde comienzan las fórmu-las, como la religión acaba donde co-mienza la teología […]”.9

A partir de los años noventa, un pequeño grupo de escritores, in-vestigadores y críticos se ha dedica-do –cada quien por su parte– a re-flotar el mundo que Lino Novás Cal-vo dejó sumergido.10 Las dos figuras más tenaces en esa búsqueda han sido Cira Romero, dentro de Cuba, y Carlos Espinosa Domínguez, fuera de la Isla. La primera agrupó los

cuentos no policiales que dejó dis-persos el narrador, las cartas que este envió a varios intelectuales de su época y las crónicas que escribió des-de España entre 1931 y 1933 pa-ra Orbe.11 El segundo acaba de dar a conocer los textos que el autor de “Un dedo encima” escribió en la prensa durante su exilio norteameri-cano y tiene prácticamente lista una compilación de artículos escritos por Novás Calvo sobre la guerra civil española, de la que fue un inquieto protagonista.12

Poco a poco, cada vez de forma más nítida, va quedando a la vista ese ser genial y contradictorio, en perseverante conflicto consigo mis-mo, que fue Lino Novás Calvo y, jun-to a su imagen, crece también un anecdotario copioso que a veces pro-viene de sus múltiples andanzas por la vida y a veces de aquellos que lo conocieron.13 mortales no podemos. Pero ese don está

Es fama entre los creyentes de los sistemas mágico-religiosos cuba-nos que las personas capaces de co-municarse con deidades, espíritus y muertos son seres que han recibido un don para ver lo que el resto de los condicionados: si quien lo recibe re-nuncia a ejercerlo, entonces la gracia se vuelve contra él. También Lino Novás Calvo recibió de la vida un excepcional don de narrador al que renunció; en respuesta, parece estar-se convirtiendo él mismo en literatu-ra. En tanto dejó de contar, hace bas-tante que comenzó a ser contado.

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Notas 1 Publicó también Un experimento en el Barrio Chino (1936), No sé quién soy (1945) y En los traspatios (1946), novelas cortas o relatos largos, según sea el criterio de quien lee esos textos. 2 “Los Oquendo” era su título provisio-nal. Las prestigiosas editoriales Losada y Espasa Calpe se habían mostrado inte-resadas en publicar el proyecto. 3 Carta a José Antonio Portuondo, en Laberinto de fuego; epistolario de Li-no Novás Calvo; compilación, anotación y prólogo de Cira Romero. La Habana, Ediciones La Memoria, Centro Pablo de la Torriente Brau, 2008, p. 117. 4 Fueron publicados ambos en Cuader-nos Americanos. El primero, “Camila Ti-miraos cuenta”, en el número corres-pondiente a septiembre-octubre de 1947. El segundo, “Esto también es gri-tar”, en el de julio-agosto de 1948. 5 “Lino Novás Calvo y el cuento hispa-noamericano”, en Cuadernos America-nos, Vol. XXXV, año VI, No. 5, sep-tiembre-octubre de 1947, México, p. 261. 6 “Diez preguntas a Lino Novás Calvo”, en El Alacrán Azul, año 1, No. 2, 1971, Miami, p. 106-107. 7 Maneras de contar. New York, Las Américas Publishing Company, 1970. 8 Bohemia, año 39, No. 51, 21 de diciem-bre de 1947, La Habana, p. 42-44 y 73-74. La nueva versión recibió el título de

“Peor que un infierno”.

9 Carta a Regino Pedroso, 3 de marzo de 1933, en Laberinto de fuego, p. 65. 10 Yo mismo recogí sus cuentos policía-les en Lino Novás Calvo: Ocho narra-ciones policiales; compilación y prólogo de José M. Fernández Pequeño. San-tiago de Cuba, Editorial Oriente, 1995. Algunas de sus crónicas cubanas más valiosas pueden consultarse en Lino Novás Calvo, periodista encontrado; selección y prólogo de Norge Céspedes Díaz. Matanzas, Ediciones Aldabón, 2004. Los textos biográficos y autobio-gráficos que diera a conocer Novás Calvo en la prensa española entre 1933 y 1936 han sido recogidas en Vidas extraordinarias; selección, edición y estudio introductorio de Jesús Gómez de Tejada. España, Editorial Verbum, 2014. 11 La colección cuentos apareció co-mo: Angusola y los cuchillos; compila-ción y prólogo de Cira Romero. Santia-go de Cuba, Editorial Oriente, 2003. Mientras, los artículos de Orbe se en-cuentran en: España estremecida; com-pilación de Cira Romero. España, Edito-rial Renacimiento, 2013. Igualmente, Cira Romero ha intentado establecer la biografía del escritor, oscura en muchos de sus tramos, a través de un montaje de voces en Fragmentos de interior: Lino Novás Calvo, su voz entre otras voces. Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 2010. 12 Lo que entonces no podíamos saber; compilación de Carlos Espinosa; prólo-

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go de Rafael Rojas. USA, Libros de las Cuatro Estaciones, 2015. 13 Quizás la más impactante de esas anécdotas sea la narrada por Guillermo Cabrera Infante a partir de su visita al hospital donde Novás Calvo estuvo re-cluído para morir. Involucra al cuento “Angusola y los cuchillos” y es posible

leerla en: “La luna nona de Lino Novás Calvo”, en Mea Cuba. Barcelona, Plaza Janés, 1983, p. 358-363. Como ocurre siempre en estos casos, nunca sabremos cuánto aportó a la anécdota la imagina-ción narrativa de Cabrera Infante.

José Fernández Pequeño nace en Bayamo, Cuba, en 1953. Comienza su carrera literaria como crítico, pero luego se desplaza hacia la narrativa y el ensayo. Entre sus libros

publicados se encuentran: Peri-plo Santiaguero de Max Henrí-quez Ureña (Ediciones Caserón, 1989), Regino E. Boti: Cartas a los orientales (compilación, E-ditorial Letras Cubanas, 1990), Las cosas de cierto mundo (Edi-ciones Bayamo, 1992), Crítica sin retroceso (Ediciones Unión, 1994), Cuba: la narrativa poli-cial entre el querer y el poder (Editorial Oriente, 1994), Cami-nos para llegar al héroe (Edito-rial Oriente, 1995), Lino Novás Calvo: Ocho narraciones poli-ciales (compilación, Editorial Oriente, 1995), Un tigre perfu-mado sobre mi huella (Editorial Cañabrava, 1999; Editorial Pla-za Mayor, 2004), En el espíritu

de las islas: los tiempos posibles de Max Henríquez Ureña (Editorial Santillana, Tau-rus, 2003), Cuentos para Angélica (Editorial Libresa, 2003; Editorial Oriente, 2005), La mirada en el camino (Universidad INTEC, 2006); Tres, eran tres (Grupo Editorial Norma, 2007) y Distantes y distintos: comunicación profesor-estudiante en la universidad dominicana (ensayo, FUNGLODE, 2008, escrito junto a Jorge Ulloa Hung). Ha desarro-llado una larga carrera como profesor universitario, editor y gestor cultural. Colaboró en el número 11 de Letras Salvajes.

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Enrique mónaco

Boceto de desnudo

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Desnudo de Mónica con paloma

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Desnudo en azul

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La espera interior

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La maja desnuda (copia de la obra de Goya)

Enrique Mónaco nace en Córdoba, Argentina, en 1914 y fallece en el año 2000 en esa misma ciudad. En su juventud, viajó a Comodoro Rivadavia, donde comenzó sus

primeras exposiciones en el año 1932. Luego, se radicó en la localidad de Saldán y, para los años 1940, regresó nuevamente a Córdoba. Mónaco egresó en 1937 de la Academia Provincial de Bellas Artes “Figueroa Alcor-ta”. Recibió numerosas distinciones por su trabajo, entre ellas, fue nombrado Ciuda-dano Ilustre de la Ciudad de Córdoba en 1994 y Miembro Honorario de UNICEF. Sus obras han sido expuestas en diversos museos del país y en el exterior como el Museo Emilio Caraffa, Museo Genaro Pérez, Museo del Banco Provincia de Córdoba, Museo de la Catedral de Córdoba, Museo de Santiago del Estero, Museo de Presidencia de la Nación, museo del Vaticano en Roma, Ayuntamiento de Cádiz, España, entre otros.

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Desarmando las fronteras del arte y del saber.