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    Con stru cción d el h áb itat en la Edad d e P iedra

    Hablar de Construcción en la Prehistoria obliga a

    aceptar una doble suposición. Prim ero, convenir en

    la existencia de arquitecturas o, si se prefiere, de edi-

    ficaciones, construidas en tales rem otas épocas -lo

    que no siem prc ha sido aceptado, caso de las teorías

    de Ruskin-, considerando tales obras com o produc-

    to de una actividad intelectiva propia de un estado ya

    plenam cnte desarrollado del scr hum ano -horno

    supiens-, en com paración con las arquitecturas m e-

    ram cnte instintivas que se encuentran en el m undo

    animal, por m uy bellas y claboradas que pucdan pa-

    rccem os. Dicha condición es pcrfectam ente acepta-

    blc, incluso aunque se piense que la Arquitectura y

    s u m ate rializ ac ió n co ns tru ctiv a de ben c on sid erars e

    com o una categoría superior, por la que se persiguen

    objetivos relacionados con la belleza u otros ideales

    de tipo abstracto o aním ico. No hay m ás que recordar

    la abundancia de tales connotaciones reflejadas en

    lo s o bjeto s h alla dos e n las ex ca vac ion es , las m anife s-

    ta cio nes d el p rim itivo a rte/a rqu ite ctu ra f un erario , la s

    p in tu ra s r up es tr es , e tc .

    E n segundo lugar, han de accptarse las interpreta-

    ciones -no siem pre coincidentes- de la Arqueolo-

    gía que, a partir de las excavaciones, norm alm ente

    realizadas con los m étodos estratigráficos, y apoya-

    das cn procedim ientos de datación y corrclación bas-

    tante fiables en nuestros días, conllevan la recons-

    trucción hipotética de unas edificaciones dc las que

    apcnas se conservan las trazas, algunos objetos dis-

    p e r s o s

    °

    a veces, las meras huellas en la tierra de

    m ateriales de construcción que se supone estuvieron

    F ran cisco Javier L eón V al1 ejo

    presentes hace m iles de años. Pueden, sin em bargo,

    desecharse en general las dudas, pues hay que conve-

    nir en que el rigor del trabajo de la moderna arqueo-

    logía, la abundancia de ejem plos existente y el cre-

    ciente núm ero de nuevas excavaciones aportan datos

    su fic ien tes p ar a g aran tiza r la v eros im ilitu d d e dic ha s

    reconst rucc iones ma tc r ia le s .

    Para abordar un análisis sobre las edificacÍlones

    prehistóricas conviene tener presente que sus carac-

    terísticas tipológicas así corno las técnicas que las hi-

    cieron posible, dependen de tres factores decisivos

    e n aq uellas é poc as rem otas.

    L A A CT IV ID AD

    Es comúnmente aceptado que las condiciones de la

    vida hum ana desdc los tiem pos del horno erec tu s has-

    ta el neolítico pleno dependieron absolutam ente de la

    búsqueda y obtcnción del alim ento. Así lo fueron el

    tamaño de la población en los distintos lugares y la

    co mp osic ión de l gru po , fa miliar o triba l; la s c on tin uas

    m igraciones; el tipo de econom ía, en general de sub-

    sistencia e intercam bio; y, por supuesto, el hábitat.

    Por ello, la m orada del hom bre fue durante cientos de

    m iles de años aislada y precaria, casi siem pre no ela-

    borada, aprovechando los abrigos naturales de la oro-

    grafía y el bosque, cuando estaban disponibles en la

    z on a do nde e ra p osib le co nseg uir e l alim en to.

    C u a n d o n o e r a a s Í c o m o e n la s v a s t a s l la n u r a s

    ári-

    das o esteparias, o cn los anchos valles fluviales por

     Actas del Segundo Congreso Nacional de Historia de la Construcción, A Coruña, 22-24 octubre 1998, eds. F.Bores, J. Fernández, S. Huerta, E. Rabasa, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, U. Coruña, CEHOPU, 1998.

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    don de solía perseg uirse la caza, la po blación prehis-

    tórica tuvo que adaptarse a las circunstancias e idear

    las prim eras m odificaciones del m edio y utilizar los

    p rim ero s m ateriales y herram ien tas líticas p ara crear

    las p ro to man ife stacio nes ed ific ad as. L as tie nd as p ri-

    m itiv as, las ch ozas y cabañas sem ien tcrradas o con s-

    truidas sobre los árboles o sobre plataform as apoya-

    das en el fondo de ribajes de lagos y playas, las

    cuevas m odificadas o directam ente exeavadas en las

    bases de acantilados o laderas de m ontañas son adap-

    taciones de los individuos en su dependencia de las

    p osib ilid ad es d e c on secu ció n d el alim en to co tid ian o

    en forma de caza, pesca o recolección de frutos y

    ve -

    g etales silvestres. Y cuand o tal ad apta e ión estaba re-

    lacionada con los ciclos cIim áticos o los m ovim ien-

    tos periódicos de los animales que constituyeron su

    sustento, los cazadores y recolectores tuvieron que

    disponer diversos abrigos, industrias o cazaderos,

    que fueron reu tilizan do segú n las n ecesidad es, igu al

    que las aves retornan al nido tras las m igraciones in-

    vernales.

    Finalm ente, cuando los grupos hum anos desarro-

    llan una econom ía más segura y abandonan el noma-

    dismo, el tipo y el modo de construir sus viviendas y

    la form a de agruparlas puede dejar de estar som etida

    a las arb itrarias con dicio nes de abu nd ancia o escasez

    de alimentos y de ubicación en áreas más o menos

    a le ja da s: h ab ía n ac id o la v id a s ed en ta ria .

    EL MEDIO F ÍS ICO

    En gran m edida, la existencia de alim ento en el m un-

    d o preh istórico , in clu so asentad os ya el n eolítico y la

    vid a sed en taria, estu vo ligada a las circu nstancias del

    m edio g eog ráfico , inclu yend o p or tan to la n aturaleza

    del terreno y sus rasgos cIimáticos. Y del mismo

    m odo, condicionó la tipología constructiva. Para al-

    gu no s prehistoriad ores, tales circun stan cias del en-

    torn o fu eron las verd ad eras determ in an tes de lo s m o-

    delos de la p rim itiv a ed ificación , po r delante d e o tras

    razones de tipo intelectivo. Sin aceptar tan radical

    postura, sí hay que convenir en que el clima y la na-

    turaleza del terreno, condicionantes evidentes en la

    arqu itectura actual, tuv ieron qu e serio m ás in tensa-

    m ente en lo s tiem po s rem otos.

    Por esta razón, las técnicas constructivas fueron

    dependientes del tipo de m ateriales del entorno m ás

    o m enos próxim o, sin olvidar las posibilidades de los

    F . J. L eó n

    in stru men to s p ara p od er m an ip ularlo s y tra nsfo rm ar-

    los, Y asÍ, la predom inancia del desarrollo de técni-

    cas com o la m am postería tuvo lugar en zonas m onta-

    ñosas o en los valles de los ríos donde abundan los

    cantos rodados y afloran los bancos de caliza blanda.

    La construcción de arm azón de m adera es exclusiva

    de zonas altas lluviosas con bosques abundantes o de

    riberas y llanuras donde pueden crecer tam bién coní-

    feras de materiales más blandos y trabajables. Las

    gran des estep as y llan uras desérticas su elen carecer

    d e am bo s

    y, por tanto, tuvieron que recurrir a la pro-

    pia tierra, ~solución empleada por doquier- en

    com binación con los escasos y débiles m ateriales fi-

    brosos para alum brar las edificaciones de arcilla ar-

    m ad a y , p osterio rm en te . d e la c erám ica .

    A su vez, la pluviometría, la humedad del suelo, el

    g ra dien te d ia rio y esta cio nal d e tem pera tu ra, la p re vi-

    sión de m areas y crecidas, se asociaban a la existen-

    cia de m ateriales para determ inar los tipos edifica-

    dos, principalm ente las soluciones de cobertura y de

    cerram ien to , co mo la pend iente e im perm eabiliza-

    eión de las edificaciones; las posibilidades de se-

    m ienterram iento de las cabañas o su elevación sobre

    plataform as pilotadas; el espesor y naturaleza de los

    muros, su grado de abertura y la disposición de en-

    tradas y porches. Incluso la adecuación de cuevas y

    otros abrigo s natu rales para adaptarlos a lo s cam bios

    m eteo roló gico s y crear así las prim eras solucion es de

    a co nd ic io na mie nto d e e sp ac io s d e h ab ita ció n.

    LAS FORMAS CULTURALES

    E s d ifícil d elim itar las in ten cio ne s y m an ifestac io ne s

    culturales en el quehacer del hom bre prehistórico,

    tan lim itad o en tod os lo s ám bito s po r las n ecesidad es

    de su propia subsistencia. Y , sin embargo, es un he-

    cho que la propia evolución humana, de su cerebro y

    c on sig uie ntem en te d e su s cre acio nes, es c on su bstan -

    cial con el aprendizaje y las costumbres, lo que está

    en el núcleo de lo que puede entenderse por cultura.

    Cabe afirmar que el hombre paleolítico, incluso el

    m ás antiguo, posee ya rasgos de una aculturación, to-

    davía m aterial y ligada a la talla lítica y las costum-

    bres relacionadas con las relaciones individuales o

    grupaIes y su organización para la búsqueda y repar-

    to d e lo s alim en to s. A vanzand o los tiem pos la cu ltura

    m aterial se va haciendo m ás com pleja, reflejada en la

    fabricación de útiles y objetos de adorno. Surgen las

     Actas del Segundo Congreso Nacional de Historia de la Construcción, A Coruña, 22-24 octubre 1998, eds. F.Bores, J. Fernández, S. Huerta, E. Rabasa, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, U. Coruña, CEHOPU, 1998.

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    con palos atados o entrelazados y recubiertos de ra-

    m as o pieles, clavados en el suelo con distinta incli-

    nación, lo que perm itía tam bién cierto grado de co-

    bertura (Fig. 1).

    -~.J'.

    l..

    Figura I

    -

    C on stru ccio ne s co n a rm a;,on es y ce rr am ien to s

    l ig er os y a bi er to s:

    tien das, c ab aña s y ch oz as lev an ta -

    das sobre el suelo o, preferentem ente sobre una base

    semienterrada entre 0,5 y 1 m , con dimensiones m e-

    dias de 4 a 6 m de diámetro, a veces usando huesos

    de mamut en lugar de los pequeños troncos. La for-

    m a es circular u oval, que perm ite el m áxim o espacio

    habitable con el mínimo perímetro posible, con el

    consiguiente ahorro de m aterial y esfuerzo, ya que

    facilita la cubrición de tipo cónico a partir de un lige-

    ro entramado de ramas que se inclinan o curvan ha-

    cia un punto o línea superior central que, según las

    dim ensiones puede necesitar sostenerse con un poste

    o dos en que apoya una especie de viga cumbrera. Se

    utilizaron m ateriales ligeros o blandos com o cañas,

    juncos y ramas o troncos pequeños de sauces y abe-

    dules. Las herram ientas eran de piedra tallada, no

    siendo conocida la carpintería por lo que se lim itaron

    a u nir la s p iez as co n lig ad uras .

    Las supcrficics laterales se cubrían con ramas,

    bardas o pieles manteniendo siempre aberturas de

    paso y de ventilación de los humos del hogar inte-

    rior. T ales cerram ientos pudieron eventualm ente re-

    forzarse con capas de barro o pez en caso de habitá-

    culos m ás estables o con especiales requerim ientos

    de aislam iento. E n cualquier caso, las edificaciones

    El León

    carecían de m uros. superfluos para el tipo de vida y

    actividad.

    E l m odelo, sim ilar a las tiendas

    tepee

    d e lo s in dios

    norteamericanos es el que perm ite mayor rapidez de

    c on stru cció n y d esm on ta je p ar a lo s c ontin uos d esp la-

    zam iento, si bien es cierto que pudieron ir aparecien-

    do construcciones m ás perm anentes de los m iem bros

    del clan que podían quedar un tiempo a la espera del

    regreso de los cazadores. Se supone que este tipo es

    el prim itivo del que surgirán m ediante evolución fun-

    cional y constructiva posteriores soluciones m ás so-

    f is tie ad os d e c ab añ as .

    Solam ente al final de este período, en lo que se co-

    noce com o M esolítico. entre 12.000 y 8.000 a.c., co-

    m ienza a evolucionar dicha tipología, de acuerdo con

    la progresiva neolitización de la poblaciÓ n, que im -

    plica la m ayor estabilidad y com plejidad de los asen-

    tam ientos. Q ue, desde el punto de vista técnico, con-

    ducirá a la aparición del muro y por tanto de la

    mampostería y la fábrica de tapial y adobe; y al in-

    crem ento de la com plejidad de las arm azones de cu-

    b ie r ta l eñosas .

    E n e l P ale olític o in fe rio r, la s p rim er as c on str uc cio -

    nes conocidas de un cobijo humano del homo

    erectus,

    al parecer de unos 4 a ños de an tigü e-

    dad, son las de veinte cabañas dispersas del cam pa-

    mento temporal de Terra Amata, cerca de Niza

    (Francia), que albergaban ocasionalm ente a grupos

    de cazadores al final de la prim avera. De forma ova-

    lada, con 8 a 15 m de largo por 4 a 6 de anchura. Es-

    taban construidas a base de ram as flexibles clavadas

    a m odo de empalizada en el terreno, curvadas hacia

    un pórtico de rollizos más gruesos, dos a modo de

    postes, cuyas bases penetraban en agujeros excava-

    dos que sc conservan. y uno apoyado y encastrado o

    atado sobre ellos a m odo de dintel o caballete sobre

    el que se ataban los extremos de las ram as que al cur-

    varse ofrecían un perfil apuntado con una buena in-

    clinación para drenar las ocasionales lluvias de vera-

    no. Com o refuerzo de la base de palos que constituía

    el cerram iento lateral de las chozas. se dispuso una

    hilera de piedras. de considerable tam año. apoyadas

    contra la base en todo el perímetro. En el interior

    aparece ya el hogar, aÚn sin hundir en el suelo pero

    protegido por una barrera de guijarros. No aparecen

    otras diferencias funcionales. Cuando la cabaña es

    abandonada al cam biar el clim a o la actividad. puede

    ac on te ce r su r uin a. p ero e s re co nstru ida sis tem átic a-

    m ente en sucesivos m om entos (Fig. 2).

     Actas del Segundo Congreso Nacional de Historia de la Construcción, A Coruña, 22-24 octubre 1998, eds. F.Bores, J. Fernández, S. Huerta, E. Rabasa, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, U. Coruña, CEHOPU, 1998.

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    C onstrucción del hábitat en la Edad de Piedra

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    Figura 2

    Del Paleolítico inferior, que term ina hace unos

    cien m il años, adem ás del ejem plo extraordinario re-

    s eñ ad o, só lo s e co noc en v estig io s

    -

    r es to s d e e str uc -

    turas óseas y de piedras talladas- de campamentos

    o espacios com plejos destinados de m odo estable a la

    habitación, y donde se desarrollaron actividades pri-

    m arias. T al el caso del asentam iento de A tapuerca,

    e n Bu rg os .

    En el Paleolítico medio (Musteriensc), entre

    95.000 y 32.000 a.C . predom inan pequcños grupos

    h um an os , ge nera lm en te fa milia rc s, d cl tip o homo ne-

    anderthalensis, qu e d esa rro lla n n um ero sa s in du strias

    m uy dispersas por Europa, Asia y Á frica, con asenta-

    m ientos relevantes por los restos de habitáculos en-

    contrados com o el dcl Dnieper (M oldova 1), que con-

    tiene un fondo de cabaña de 7 x 10m, cuyo

    pcrím etro estaba constituido por huesos y defensas

    dc m amut. La mayoría de hábitat al aire libre se sitú-

    an cn los valles fluviales, junto al agua, y son de tres

    tip os : talle re s, de dica do s a la ta lla de pie dras ; c az ad e-

    ros, para el despiezo de anim ales; y cabañas, y fon-

    dos de cabañas, que utilizan huesos para sus bases.

    Tales m odclos son frecuentes en los períodos inter-

    g lac ia le s t emp lados.

    El otro tipo esencial de espacio habitacional, ca-

    rac ter ístico d e c ier tas or og ra fías y p ro bab lem ente u ti-

    lizado con preferencia en los períodos fríos o glacia-

    les, es el de las cuevas. Estas form aciones naturales

    de laderas y escarpas son utilizadas de m odo ocasio-

    nal o perm anente y casi siem pre se hallan orientadas

    al suroeste. C onstituyen el hábitat principal en el M e-

    dio Oriente entre 60.000 y 40.000 años a.e. Son tam -

    bién num erosos en Francia y la península ibérica.

    D e n t r o d e la s c u e v a s s e u t i l i z a s o b r e t o d o e l e s p a

    cio cercano a la abertura y, cn algunos casos (cueva

    Morin, Santander; y en el norte de Francia) se han

    h alla do v es tigio s d e es truc tu ras a rtific iale s de h abita -

    ción en su interior, interpretadas com o tiendas cons-

    truidas con una estructura sim ilar a la de las cabañas

    de Terra Am ata y recubiertas con pieles o ramas, su-

    jetas con tiras de cuero o clavadas en los extremos de

    las ram as y estabilizadas junto al suelo con piedras.

    Su finalidad: paliar la gran hum edad que debía hacer

    o ca sio na lm en te inh ósp ito e l in terio r d e la cu eva .

    Finalm ente, otro rasgo distintivo del Paleolítico

    medio es la aparición de las prim eras evidencias de

    m anifestaciones de tipo ritual, com o las inhum acio-

    nes dentro de las propias cuevas y el denominado

    « culto al o so ».

    E n el Paleolítico superior y M esolítico, que discu-

    rren entre 32.000 y 8.000 a.e., aum enta el tamaño de

    los grupos humanos, que son ya del tipo Cro-Mag-

    no n

    (que com prende al actual

    H am o s ap ie ns ).

    Según

    las glaciaciones, la cueva sigue siendo m orada natu-

    ral, con la particularidad de que se habitan varias de

    ellas pequeñas y próxim as entre sí, destacando su uti-

    lización en el sur de Francia y norte de España. Los

    asentam ientos al aire libre predom inan en la Europa

    central, A sia y África. Se han encontrado vestigios

    de tiendas, chozas y cabañas, aunque escasos por el

    carácter efímero de los materiales leñosos y de las

    pieles, que se unen a los tradicionales de piedra y

    hueso, además de trazas de fondos y perímetros de

    los habitáculos, la ubicación de la puerta y poco m ás.

    Son destacables los yacim ientos de M altá (Siberia) y

    P in ce ven t (F ran cia ) (F ig . 3 ).

    Figura

    3

     Actas del Segundo Congreso Nacional de Historia de la Construcción, A Coruña, 22-24 octubre 1998, eds. F.Bores, J. Fernández, S. Huerta, E. Rabasa, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, U. Coruña, CEHOPU, 1998.

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    E l M eso lític o, en tre el fin al d e la ú ltim a g la ciació n

    y la neolitización, se caracteriza por el aumento de

    los asientos no perm anentes al aire libre, sobre todo

    en los m árgenes de ríos y lagos, en la costa, turberas

    y al pie de los acantilados. D e la dispersión de útiles

    líticos y por los fondos de cabaña encontrados se de-

    duce que el tamaño medio del habitáculo es de unos

    10 m 2.

    C ON ST RU CC IÓ N E N E L N EO LÍT IC O

    Hace 10.000 años, las bases de la cultura Neolítica

    eran una realidad en Oriente Medio. A partir de en-

    tonces se irá extendiendo y desarrollando en el tiem -

    po y el espacio geográfico del mundo conocido. La

    activ id ad co nstru ctiv a ev olu cio na p ara d ar resp uesta

    a las exigencias funcionales del nuevo m odo de en-

    tender la econom ía, el trabajo y las relaciones hum a-

    nas en una coyuntura de explosión dem ográfica re-

    sultante de las mejores condiciones de vida. La

    construcción neolítica se corresponde con los dos

    su bp erío do s clás ic os: n eo lítico p recerám ic o y n eo líti-

    c o p le no .

    El

    área

    oriental

    En el N eolítico precerám ico se hará m ás com pleja la

    estructura de las casas, que aún siguen siendo circu-

    lares. Sus agrupaciones crecerán para constituir los

    poblados cuya progreso m aterial desem bocará en las

    p rime ra s c iuda de s.

    El ejem plo m ás antiguo, datado en el noveno m ile-

    nio a.c. es el de Jericó, en la actual Jordania, conoci-

    do por la m ención bíblica. Es cl arquetipo de poblado

    n eolítico ex traordinariam ente evo lucion ado , cu yos

    num erosos estratos excavados (a partir de 20 m bajo

    el nivel actual) reflejan lo que sed ya constante de la

    arq uitectura antigua, d e con strucción su cesiva sobre

    las ruinas de una anterior destruida con el devenir de

    los tiem pos. A qu í ap arecen nu evas ed ificacio nes de-

    rivadas de las nuevas necesidades de asentam iento

    permanente. No en vano su población aprovechó el

    creciente auge del comercio llegando a dominar la

    obtención y distribución de sal, betún y sulfuro del

    M ar M uerto , d ebien do hab er tenido ciud ades riv ales

    al m enos desde el V II m ilenio a.c., lo quc explicaría

    no sólo sus requ erim ientos defensivo s, sino las m en -

    F . J. L eó n

    ciones bíblicas a la destrucción por Josué dc unas

    mural la s post er io res  FigA).

    F igu ra 4

    Si bien las viviendas de la primera época son cir-

    culares según el tipo tradicional, y conservan el ho-

    gar interior sem ienterrado, aparecen rasgos clara-

    mente distintivos. Sc elevan sobre muros de cantos

    sueltos y trozos de piedra bien trabados con argam a-

    sa de barro y algo más tarde, de yeso o cal, que tam-

    bién reviste el liso param ento intcrior. Esta civili-

    zación, que no utilizaba la arcilla endurecida ni

    cocida, trab ajó m uy bien la pied ra, inclu so p ara ob je-

    to s e in str um en to s c otid ia no s.

    y

    en Jericó se h alla la m uralla m ás antigu a co noci-

    da, con siete m etros de altura sobre el prim er estrato

    (VIII milenio a.c.). De mampostería de piezas de

    d is tin to tam añ o, co nstru id a tratan do d e s eg uir h ilad as

    reg ulares. u tiliz ó o casio na]m en te arg am asa y en rip ia-

    do p ara rellen ar los h ueco s. e in tro dujo m am pu estos

     Actas del Segundo Congreso Nacional de Historia de la Construcción, A Coruña, 22-24 octubre 1998, eds. F.Bores, J. Fernández, S. Huerta, E. Rabasa, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, U. Coruña, CEHOPU, 1998.

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    Construcción del hábitat en la Edad de Piedra

    279

    alargados de modo transversaL pese a que no se

    aprecia especial intención en el aparejo. E n cualquier

    caso se trata de una form idable fortificación realiza-

    da con una técnica depurada. no ya un mero am onto-

    namiento de guijarros. Su espesor en la base es de

    dos m ctros y la altura conservada es de cuatro, aun-

    que pudo ser m ayor. Sobre este nivel se construyeron

    (o sobreelevaron la precedente) en los m ilcnios pos-

    teriores una torre circular de las m ism as caracterís-

    ticas y otros am urallam ientos. con distintos grosores

    y alturas, espesor parecido y bloques de m ayor tam a-

    ño. colocados sin interposición de barro o m ortero al-

    guno.

    E n la etapa inm ediatam ente posterior, el N eolítico

    precerám ico B. acontece, en las nuevas áreas de ex-

    pansión de Siria y Líbano, una transform ación que

    marcará un nuevo escalón en la evolución del con-

    cepto y la técnica edificatoria: la aparición de la

    planta rectangular y su crecim iento con estructura

    com pleja, em brión de la ciudad.

    Probablem ente surgió por la com binación de va-

    rios factores: m ejores aptitudes de zonificación inte-

    rior, según el program a de actividades o la categoría

    de los m iem bros de la fam ilia: posibilidad de crear

    espacios regulares contiguos, cerrados o abiertos,

    com o los nuevos patios donde com enzarán a colocar-

    se los hogares y despensas: la ventajosa com binación

    de habitaciones unidas entre sí, creando un conglo-

    m erado cerrado con m ejores posibilidades de defensa

    sin necesidad de cercados o m urallas exteriores; y,

    desde luego. la utilización del barro endurecido al sol

    en form a de adobe que perm itía una construcción

    m ás ordenada, con m ayores posibilidades de creci-

    m iento y adaptación a otras adosadas, no requiriendo

    un tipo de cobertura cónico que se adecua m ejor a las

    formas curvas. Esto es así ya que el clima seco y

    ca -

    luroso aconseja techos planos que pueden utilizarse

    en las suaves noches. m ientras los interiores son fres-

    cos por el día gracias a la inercia térm ica de los ce-

    rram ientos, prácticam ente sin aberturas, salvo la de

    entrada, que incluso a veces se hace por el techo y

    suele coincidir con la de salida de hum o del hogar in-

    terior.

    Un ejemplo de este tipo es el de Behinda, donde

    cie rto s re cin to s pu ede n inte rp re tars e co mo sa ntu arios

    con plantas del tipo megaron. En otras zonas. com o

    el caso de Jarm o, en el K urdistán iraquí, con 16 nive-

    l e s d e o cu pa c ió n

    (de los cuales los cinco superiores

    son de cultura cerámica), las casas eran rectangu-

    lares, divididas en varias habitaciones, construidas

    con muros de arcilla colocadas a base de capas suce-

    sivas a modo de hiladas, que se prensaban y luego

    secaban al sol: podría considerarse un prim itivo ta-

    piaL Luego se techaban con cañas m ezcladas con ba-

    rro. Otro ejem plo sim ilar en A natolia es el nivel ace-

    rám ico de Hacilar. con casas de habitaciones

    rectangulares. a veces rodeadas de varias estancias

    m enores y con entrada por el techo.

    Sin em bargo, aún sigue conservándose la tradición

    del habitáculo circular, con ejemplos como los de

    M ureybet, en el área siria, donde aparecen ya restos

    de alfarería; y, m ás conocido, el poblado de K hiroki-

    tia, en Chipre. que floreció en torno al 6.500 a.e. Si-

    tuado en un enclave de fácil defensa. con casas circu-

    lares hechas de piedra y adobe que moldea los

    tejados cupulados. Bajo el suelo de las viviendas se

    d isp usier on en te rram ie ntos (F ig. 5 ).

    ~

    ~~T

    ,,

    '

    ,

     

    ,

    1f '

    ,

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    ,,-'

    ~

    F ig ur a 5

    El Neolítico pleno cuya frontera tem poral se sitúa

    en el final del V II m ilenio a.e., se caracteriza. desde

    el p un to d e v ista a rqu eo lóg ic o, p or la g ene ra liza ció n

    de la cultura de objetos cerám icas. Se consolida el

    tipo de hábitat rectangular, a excepción de Jericó

    donde sigue siendo circular, lo que puede explicarse

    por la enorm e potencia de una cultura acerám ica de

    v ar io s m ile nio s d e a ntig üe da d.

    En Anatolia se excavó, a partir de 1961, el pobla-

    do m ás interesante de esta cultura, < ;:atal H üyüc, que

    pervivió entre 6.100 y 5.600 a.C. Construido sobre

    una extensión de varias hectáreas, se organizaba

     Actas del Segundo Congreso Nacional de Historia de la Construcción, A Coruña, 22-24 octubre 1998, eds. F.Bores, J. Fernández, S. Huerta, E. Rabasa, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, U. Coruña, CEHOPU, 1998.

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    28 0

    com o un conjunto de casas rectangulares apretadas

    entre sí a diferentes niveles, pues se iban reconstru-

    yendo sobre las ruinas de las anteriores. O casional-

    m ente dejaban un pequeño espacio abierto, a m odo

    de patio o callejón entre alguno de los habitáculos.

    Las casas eran de fachadas escarpadas y ciegas, con

    ab ertu ras sólo hacia el in terior d e la aglo meració n, en

    los cerram ien tos sob reelevado s, siend o el acceso p or

    el techo, mediante trampa y escalera de m ano, lo que

    contribuía a la seguridad y posibilitaba la salida de

    humo del hogar interior. Las cubiertas eran planas

    co n escalon es qu e salvaban su s d esn iveles, y p erm ití-

    an desplazarse por el poblado, ya que carecían de ca-

    lles interiores. El conjunto se alzaba com o una forta-

    leza com pacta (F ig . 6).

    F igu ra 6

    La técnica de techado es bien conocida pues se con-

    servó durante m ilenios, y se basa en la disposición de

    v igu etas de m aderos desbastad os co n azu ela d e piedra

    y, sobre ellos, un encañado para soportar una capa de

    bardas o haces de paja o juncos sobre la que se exten-

    día la capa gruesa de barro que se dejaba secar y

    endu-

    recer al sol y se enlucía finalm ente con arcilla blanca

    p ar a a lis ar la y ta pa r la s g rie ta s e ir re gu la rid ad es .

    F . J. L eó n

    Las paredes eran entram ados de postes de madera

    que soportaban las vigas y otras piezas horizontales

    entrecruzadas que armaban la fábrica de adobes de

    40xlO cm, duros y resistentes una vez secos, pero

    m uy sensibles a las lluvias y la erosión, por lo que se

    reparaban y guarnecían cada verano con una capa de

    arcilla blanca similar a la de las terrazas. En el inte-

    rior, las casas poseían despensas adosadas, esteras

    sobre el suelo y repisas y nichos en las paredes para

    trabajar y dorm ir. A lgunas habitaciones son santua-

    rio s, co n pared es d eco rad as. S e p racticab an regu lar-

    m en te en terram ien tos y el culto a los difu nto s.

    Este m odelo constructivo variará poco salvo por la

    u tilizació n d e pied ra o ladrillo co cid o para cim entar

    las fáb ricas de ado be y tap ial. L a po sterio r aparición

    de instrum entos de m etal perm itirá tam bién una m a-

    yor complejidad de la labra y organización de mate-

    riales y estructu ras. E n E gip to, p ese a ser co nsid era-

    do la cuna de la civilización, la neolitización no se

    realiza hasta el V milenio a.c., quizás por la abun-

    dancia de recursos naturales en el valle del Nilo que

    retrasaron lógicamente el final de la economía de

    ap rop iació n. L os restos arqu eo ló gicos ex cavado s co-

    rresponden a silos de barro con fondos recubiertos de

    esteras. No hay restos de habitaciones por lo que se

    sup one q ue el háb itat estaba co nstitu ido s po r cabañas

    o ch ozas d e m ateriales perecederos, ya aband on ad as

    e n O rie nte tr as la s ed en ta riz ac ió n.

    En Eur opa

    A qu í las circu nstancias son diferen tes. La neolitiza-

    ción es más tardía, pues ha de desarrollarse a partir

    de las migraciones desde Asia Menor y las costas

    o rien tales del M editerráneo. D el períod o acerám ico

    en G recia (fin ales del V II m ilen io a.c.) cab e d estacar

    el

    tel

    de Soupphi M agoula, en Tesalia, cuyo pobla-

    dores, dedicados a la agricultura y el pastoreo, habi-

    tab an en casas rectan gu lares, p arcialm en te en terra-

    das, de 4 x 2 m ., con paredes de ramaje y cubiertas a

    dos aguas de los mism os materiales. Del neolítico

    temprano,

    durante el VI milenio a.c., destaca el ya-

    cim iento de N ikomedia, cerca de Tesalónica, que

    d escu bre ca sas recta ng ula res, co nstru id as co n ad ob es

    y agrupadas alrededor de un gran edificio central que

    pudo ser un santuario. En el V milenio a.c. se produ-

    cen cambios importantes en la evolución técnica y

    cultural en lo que será el

    N e ol ít ic o M e dio ,

    represen-

     Actas del Segundo Congreso Nacional de Historia de la Construcción, A Coruña, 22-24 octubre 1998, eds. F.Bores, J. Fernández, S. Huerta, E. Rabasa, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, U. Coruña, CEHOPU, 1998.

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    C onstrucción del hábitat en la Edad de Piedra

    tado principalm ente por el poblado de Sescklos, en

    Tesalia, donde las casas se distribuyen con un cier-

    to orden, algunas adosadas, otras veces separadas

    en áreas delim itadas por tapias de fábrica de adobe,

    al igual que la muralla exterior. Las viviendas son

    ahora cuadradas, construidas con paredes de adobes

    sobre zócalos o cim ientos de m am postería caJcárea, a

    veces m uy com partim entadas por paredes gruesas,

    enlucidas interiorm ente, con tím panos rebajados que

    soportan los maderos del armazón de la cubierta;

    ésta, organizada a dos aguas, se realizó con ram aje

    r ev estid o p or u na g ru esa capa d e b ar ro e nd ur ec id o

    (F ig . 7 : re co nstru cc ión d e K orre s).

    F ig ur a 7

    O tro de los enclaves interesantes del N eolítico eu-

    ropeo es la isla de Creta, donde se han excavado seis

    m etros de sedim entos que culm inan con las ruinas de

    los palacios m inoicos, en diez niveles a partir del

    6.100 a.e. Destaca la evolución de los habitáculos:

    desdc asentam ientos eventuales de agricultores a

    basc de cabañas, pasando por casas más sólidas he-

    28 1

    chas con muros de adobe y ladriJIo cerámico, para

    pasar a viviendas am plias, con patio, construidas con

    fá br ica s d e tap ia l, c laro s an tec ed ente s de lo s g ra nd io -

    sos edificios m inoicos de la época histórica. A partir

    de entonces no se darán cam bios arquitectónicos des-

    tacables, m anteniéndose la construcción con tapial

    sobre zócalo de m am postería de piedra; la planifica-

    c ió n u rb an ís tic a s er á la p rin cip al in no va ció n.

    D e la península balcánica, cerca del D anubio, inte-

    resa el asentam iento de Lepenski Vir, con varios pe-

    río do s s ob re u no in ic ial

    subneolítico,

    p ues lo s p obla -

    dores llevaban vida sedentaria pero dedicada a la

    caza y la pesca, que consta de más de cien cabañas

    de planta trapezoidal, repartidas en algo m ás de m e-

    dia H a, construidas sobre una base de piedras coloca-

    das sobre el terreno, en las que se apoyan los peque-

    ños palos o rollizos inclinados sobre uno horizontal

    que descansa sobre dos postes; exteriorm ente podría

    cubrirse con ram aje m ás tupido (Fig. 8: según Srejo-

    vic). Hacia 5.500 a.e., ya en pleno NeoJítico, las vi-

    viendas, sim ilares a las del otro gran asentam iento de

    K uranovo, adoptan la form a cuadrada o rectangular,

    y se construyen con paredes de tapial y cubierta de

    ramaje a dos aguas sobre ligera armazón de palos.

    Los muros, de unos 50 cm de grueso, se levantaron

    dejando en su interior una hilera de palos verticales

    que reforzaban la fábrica y seguram ente sostenían las

    piezas inclinados de la arm adura de cubierta. M ás al

    este, junto al Dnieper, florece, entre el V y IV mile-

    nios a.e. la cultura de Tripolje, cuyo poblado más

    interesante es el de K olom ishchina, con grandes vi-

    vie nd as d e o rd en ada co mp artim en tac ión dis tribu id as

    Figura

    8

     Actas del Segundo Congreso Nacional de Historia de la Construcción, A Coruña, 22-24 octubre 1998, eds. F.Bores, J. Fernández, S. Huerta, E. Rabasa, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, U. Coruña, CEHOPU, 1998.

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    en una am plia circunferencia de 100 m alrededor de

    dos construcciones cuadradas. El tipo de casa puede

    apreciarse en la fig. 9, según reconstrucción de Pig-

    got .

    Q

    ,

     

    ~

    Figura 9

    En centroeuropa son representativos los hábitats

    de la etapa Oanubiano 1, en torno a 4.500 a.c., prin-

    cipalm ente en Chequia, A lem ania y Países Bajos. Se

    trata, por lo normal, de poblados que ocupan una

    gran extensión (800 x 400 m en Bylani), agrupando

    varias granjas en un recinto protegido por una em pa-

    lizada, un terraplén y un foso. Las casas se ordenan

    co n la m ism a o rientación y po seen plan ta rectan gu lar

    muy alargada (42 m en Bylani). Se construyeron con

    hileras de postes de madera de diversa altura para

    so sten er lo s grand es e in clin ad os tejado s. necesarios

    en zonas lluviosas, revestidos con bardos, ram ajes o

    corteza de árbol; los faldones descienden a hasta m u-

    ros ex terio res b ajos de ban'o arm ad o con en tretejid os

    de cañas o fi bras. Las casas suelen di v idirse en tres

    ám bitos: vivienda, cuadra y cobertizo y disponen

    parcialmente de un sobrado forjado de palos yuxta-

    pu estos (F ig. 10 ).

    F ig ur a lO

    F . J . L eó n

    En el oeste de Europa, desde el Rhin al Atlántico,

    el Neolítico pleno se instaura desde el 3.500 a.c.,

    a partir de diversas corrientes de neolitización pro-

    venientes del M editerráneo y de centrocuropa. Son

    escasos los vestigios de hábitats con armadura de

    m adera. bien por el uso frecuentes de m ateriales efí-

    m ero s o p or ser desco nocid a tal técn ica con stru ctiva.

    No obstante se han encontrado en Francia restos de

    asentam ientos con num erosas cabañas circulares.

    aun que b uena p arte de la p oblación segu ía hab itan do

    cuevas, incluso llevando vida dedicada a la agricul-

    tura. También se conocen restos de maderamen de

    palafitos en Suiza. Las casas de este tipo con estruc-

    tura de pilotes parece proceder de construcciones

    prim itivas en los ribajes de ríos y lagos como pro-

    tección contra las inundaciones. En la zona del Rhin

    se han hallado vestigios de casas cuadradas del tipo

    del O an ub iano y tam bién otras circu lares, ex cavad as

    en el suelo y con hogar casi central, lo que habla de

    la permanencia de costumbres enraizadas aún en el

    p ale olítico . E n In gla terra, e l traza do m ejo r co nserv a-

    do es el de Haldon Hill, cerca de Exeter. Se trataba

    de una cabaña rectangular de sólo 6 m de largo, con

    muros de tierra o turba entramados con delgados

    pies derechos, y cimentados sobre m ampostería de

    piedra.

    Finalmente, el ejemplo más destacado y mejor

    conservado de hábitat neolítico en Europa. del III

    Figura 1 1

     Actas del Segundo Congreso Nacional de Historia de la Construcción, A Coruña, 22-24 octubre 1998, eds. F.Bores, J. Fernández, S. Huerta, E. Rabasa, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, U. Coruña, CEHOPU, 1998.

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    C onstrucciÓ n del hábitat en la Edad de Piedra

    28 3

    m ilenio a.c., con características muy diferentes

    por influcncia dc la incipiente m egalitism o funera-

    rio dc Bretaña, sc encuentra en las islas Orkney,

    en Escocia, donde además de los túmulos. se reali-

    zaron destacables estructuras ciclópeas de vivien-

    da. Skara Brae es un conjunto de diez casas se-

    m ienterradas, m edianeras o separadas por m uros, y

    enteram ente construidas en fábrica de grandes pie-

    dras alargadas y colocadas sin interposición de ar-

    gam asa. Cada habitación com prendía una única es-

    tancia con ángulos redondeados, de unos 6 x 7

    metros. Se desconoce la composición de los teja-

    dos, única parte las construcciones que ha desapa-

    recido, aunque se piensa que pudieron organizarse

    con pieles de animales (sus habitantes criaban ga-

    nado) extendidas sobre una armadura de grandes

    huesos de ballena. U na particularidad interesante

    es la utilización del m ismo tipo de piedras para los

    salados, escalones. elem entos de alm acenaje, pla-

    taformas de asicntos y lechos. así como todo tipo

    de utensilios y cacharrería. (Fig. 11: reconstruc-

    ció n de C hild e)

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