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Lección inaugural del curso académico 2007-08 por el Dr. D. Domingo Pellicer Profesor Ordinario de la Escuela de Arquitectura Pamplona, 21 de septiembre de 2007

Lección inaugural del curso académico 2007-08 por el … · Marco Vitrubio Polión expone en sus “Diez Libros de Arquitectura” las tres cono- cidas notas que caracterizan a

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Lección inaugural del curso académico 2007-08por el Dr. D. Domingo Pellicer

Profesor Ordinario de la Escuela de Arquitectura

Pamplona, 21 de septiembre de 2007

Depósito Legal: NA 2353/07

ZIUR NAVARRA, S.L. Pol. Industrial, Calle O, nave 34 - Mutilva Baja (Navarra)

REFLEXIONES SOBRE LA DURABILIDAD

DE LA ARQUITECTURA

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Excelentísimo Señor Rector Magnífico,

Excelentísimas e Ilustrísimas Autoridades,

Claustro Académico y Alumnos,

Señoras y Señores:

MUERTE POR ENVEJECIMIENTO VERSUS MUERTE SÚBITA

En agosto de 1999, un terremoto devastó el noroeste de Turquía, causando laruina de miles de viviendas y la muerte de decenas de miles de personas. Unaimagen de prensa de aquella tragedia mostró al día siguiente una panorámicadantesca de la ciudad de Golcuk en la que podía apreciarse entre las ruinas lasilueta incólume de una mezquita…, así como la de su esbeltísimo minarete.

La escena da pie a una reflexión sobre la durabilidad de la edificación, si setiene en cuenta que la mezquita en cuestión data de mediados del siglo XVIII ylas ruinas que la rodean pertenecen a edificios de muy reciente construcción.

Golcuk (Turkía), 17 de agosto de 1999

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ACERCA DE LAS NOTAS CARACTERÍSTICAS DE LA ARQUITECTURA:FIRMEZA, UTILIDAD Y BELLEZA

Marco Vitrubio Polión expone en sus “Diez Libros de Arquitectura” las tres cono-cidas notas que caracterizan a la Bella Arte: utilidad, firmeza y belleza, en susvenerables términos vernáculos “Utilitas, Firmitas, Venustas”. Las dos primerasguardan relación con la durabilidad de la Arquitectura, la tercera la trasciende.

Respecto a la Firmitas, es obvio que sus alternativas –la debilidad o, peor aún,la fragilidad– sólo pueden constituir graves inconvenientes para la durabilidadde los edificios. Y puesto que éstos están compuestos de materiales, debesuponerse que la firmeza de la que habla Vitrubio se refiere principalmente a lade los responsables de la estabilidad del edificio, a su estructura, aunque en dis-tinta medida sea una cualidad que deban poseer también otros de sus compo-nentes no tan responsables. La utilidad es una cualidad más ambigua aunqueen ocasiones sería acertado calificarla de más caprichosa.

Los edificios y en ellos, sus recintos, dejan de ser útiles en cuanto alguna de lasfunciones muy definidas que albergan, desaparecen o, con mayor frecuencia,cambian para dar paso a otras nuevas. Así, la durabilidad en este campo de lafunción depende en general de la polivalencia, de la indefinición programática yde la consiguiente huida del establecimiento de cometidos demasiado precisos.Así por ejemplo, los templos suelen consistir en grandes recintos cuya funciónes albergar a los fieles. No contienen más muebles que los precisos para fun-ciones básicas como sentarse, arrodillarse, postrarse o presidir; pero como supropio nombre indica, pueden retirarse a voluntad o cambiar de posición u orien-tación. Una catedral románica resulta hoy tan útil como cuando se erigió. Peropara funciones religiosas puede ser suficiente con un gran contenedor vacío,como un estadio, un polideportivo o este mismo Salón de Actos. Basta con cam-biar un poco el decorado.

Pero también por ejemplo una vivienda entre medianeras típica de casco viejoespañol, de escasa anchura de frente a la calle y, en su caso, a un patio de man-zana, de gran profundidad, con un patio interior reducido flanqueado por uno desus lados con un pasillo y la caja de escaleras, necesariamente deberá tenersendas habitaciones secundarias tras las dos testeras principales.

Tales recintos secundarios –conocidos coloquialmente como “alcobas”– care-cen obviamente de iluminación y ventilación directas a la fachada y en lógicaconsecuencia, suelen ser calificadas de antihigiénicas por las OrdenanzasMunicipales…, que sin embargo se ven obligadas a tolerarlas y reglamentar suscondiciones de rehabilitación por el simple y tozudo hecho de su existencia.

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El cambio de hábitos de vivir va dando origen a la aparición de nuevas exigen-cias y a la extinción de otras que en su momento tuvieron su auge. La tipologíatradicional de viviendas y la que ha sido promovida por nuevas formas de orde-namiento urbanístico da lugar a contenedores no tan flexibles para un cambiode uso como pudieron serlo los templos en su momento.

LA VIDA ÚTIL DEL EDIFICIO

Ello ha auspiciado un nuevo principio de subsistencia para el edificio, el de suvida útil, a semejanza de un ser vivo, llamado primero a la decrepitud y luego amorir cuando deja de ser capaz de dar cumplimiento a sus funciones. En reali-dad el de vida útil es un concepto más complejo que se fundamenta ciertamen-te en su progresiva pérdida de funcionalidad, pero también en su depreciacióncon el paso del tiempo o, mejor dicho, en término propio de la economía, en suamortización; pues en efecto, cualquier edificio requiere afrontar desde el mismomomento de su inauguración, unos gastos de policía –en su doble acepción delimpieza y buen orden–, mantenimiento y adaptación a eventuales cambios.

Tales gastos vienen a cifrarse en una cantidad que se incrementa de año en año,atendiendo no sólo a los que pueden considerarse fijos o al menos de una altafrecuencia de aparición –como la limpieza o el mantenimiento de ascensores–sino también a los que genera el natural envejecimiento y consiguiente degrada-ción de alguno de sus componentes –pinturas, sellados, productos orgánicos engeneral– o el resultado de daños causados por el uso, como roturas de tejas,vidrios, alicatados, pavimentos o desgaste por abrasión de estos últimos. Losefectos del vandalismo se encuadrarían entre los daños causados por el uso.

Se admite de modo general que dicha cantidad acabe por alcanzar globalmen-te el coste actualizado del edificio al cabo de 50 años. Ello significa que el gastoviene a suponer una media del 2% anual a lo largo de la vida de aquél.

Desde un punto de vista fríamente economicista, al cabo de ese período –con-vencionalmente admitido para edificios “de batalla”, como pueden ser los quese han destinado a uso de viviendas para el común de la humanidad a lo largode la Historia– resultaría ya más práctico demolerlo y construir uno nuevo, mejoradaptado a las funciones que, sin duda, habrán ido cambiando durante la vidadel edificio, para reanudar el ciclo.

Sin embargo y por fortuna no todas las decisiones se adoptan por motivos eco-nómicos; y en muchas ocasiones, además de no ser este león de la pérdida deidoneidad tan fiero como lo pintan, hay razones de otra índole –afectivas, estéti-cas o simplemente abandonadas a la abulia– para permitir al edificio gozar deuna prórroga, a veces, secular, en su existencia.

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ACERCA DE LA BELLEZA

Así pues, hemos visto que la firmeza y la utilidad se encuentran en el origen dela durabilidad de la Arquitectura, la primera de un modo más decisivo que lasegunda, como pudimos ver en el ejemplo con que se iniciaban estas reflexio-nes, pero aún falta por saber qué sucede con la “venustas” vitrubiana, quérelación guarda la belleza con la durabilidad.

La primera aproximación a tal relación se hace considerando que realmente lahistoria de nuestra Arquitectura ha podido escribirse gracias a la durabilidadde sus productos. Nada hay que más frustre en el ámbito de las Artes en gene-ral, que carecer de ejemplos artísticos concretos, y la Arquitectura no se sus-trae a este principio de satisfacción intelectual: no basta con descripciones,por detalladas que sean; es preciso percibir materia por los sentidos, aunqueen el caso de nuestra Bella Arte se trate de ruinas de significación espacialsólo intuida, como las de Pompeya; o de edificaciones carentes de funcionali-dad, como las pirámides o incluso en precarias condiciones de estabilidad,como la torre de Pisa.

Pero esta misma evidencia nos pone en guardia contra la falta de durabilidad,ese carácter perecedero de la Arquitectura sobre el que de vez en cuando y acaso hecho conviene reflexionar, porque la historia nos demuestra que no es unprincipio tan inamovible como a primera vista pudiera parecer porque, en efec-to, es bastante poco lo que nos queda de la Arquitectura “de batalla”, la que deun modo más modesto ha ido dando cobijo a las generaciones que nos han pre-cedido.

Los repertorios históricos convencionales de la Arquitectura, no suelen contenerlos edificios más humildes donde la gente vivía de continuo, simplemente por-que esa arquitectura popular suele ser menos durable que la descrita. Sinembargo hay excepciones, pues algunos ejemplos de esa arquitectura del pue-blo llano han perdurado hasta nuestros días: edificios cuya estructura es casisiempre pétrea, como la misma piedra o el ladrillo cerámico.

El entramado de circunstancias para que ello haya podido ser así es bastantecomplejo y desde luego, interdisciplinario. La parte que se puede explicardesde la Historia de la Construcción tiene que ver con la presencia local demateriales idóneos, pues el transporte desde lugares lejanos atenta contra elprincipio de mínimo esfuerzo y también contra el de mínimo coste.

A esa circunstancia debe añadirse la habilidad de manejo, que se va adquirien-do –y transmitiendo por oficios– por la pura costumbre de trabajar sobre unmaterial familiar y próximo. Es el caso, por ejemplo, de las construcciones galle-gas sobre muros de carga de granito.

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Pero también dentro de esas excepciones hay excepciones. Siguiendo con elejemplo, cuando se quiere rehabilitar un viejo caserón rural gallego, casi siem-pre resulta preciso rehacer cubiertas, escaleras y forjados o placas de piso, asícomo otros elementos no portantes, como las carpinterías; todos ellos de natu-raleza leñosa, madera, material orgánico, mucho más sensible a las adversascondiciones higrotérmicas locales. Nada digamos ya de las instalaciones. Laimagen del edificio rehabilitado tal vez no haya variado o lo haya hecho de modocasi imperceptible –apariencia de durabilidad– pero ha sido preciso interveniren muchos de sus elementos ocultos.

Así, resulta preciso hacer una llamada de atención sobre la durabilidad de todaslas obras de Arquitectura, en ocasiones para prevenir su pérdida como patrimo-nio cultural, en otras para mejorarla dentro de unos límites razonables, perosabiendo siempre que en principio su destino es efímero, aunque con un carác-ter relativo a la duración de las propias personas o de un número limitado degeneraciones de aquéllas. Sin embargo, el hecho de que no todas las edifica-ciones se vean llamadas a su entrada en la Historia de la Arquitectura, no impli-ca el que siempre sean proyectadas con tal vocación: lo contrario conduce asituaciones como las del ejemplo del comienzo: una desmesurada carrera porganancias fáciles llevó a una construcción tan deficiente que no pudo superaruna inclemencia pues aunque un terremoto lo es, y muy grande, otras próximasla soportaron, al menos hasta el punto de no causar víctimas con su colapso.

LA DURABILIDAD EN LA NORMATIVA TÉCNICA

Como prevención a estas conductas desaprensivas, desde hace ya algún tiem-po la normativa europea relativa a las estructuras se ha empeñado en hacer estallamada de atención sobre la durabilidad de los edificios cargando el acento,como es natural que así sea, en la cualidad vitrubiana de la firmitas.

LAS ESTRUCTURAS DE HORMIGÓN

En España, la primera manifestación sobre el particular se ha dado en laInstrucción de Hormigón de 2002, documento de una tradición ya notable por laabundante experiencia de aplicación, que ha ido dando lugar a sucesivas edi-ciones de las que la citada era la última hasta hace unos días.

En el capítulo dedicado a la durabilidad se describen en orden de agresividadlos diversos ambientes en que puede encontrarse un hormigón –material deextenso empleo en la ejecución de estructuras de edificios– así como los tiposde ataque que es previsible pueda experimentar en cada uno de ellos.

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Sin embargo, la agresión que se describe es fundamentalmente de tipo químicoy las manifestaciones finales de falta de durabilidad, al menos en las construc-ciones arquitectónicas, constituyen un colapso, de tipo físico. En realidad, laintención de la Norma es luchar directamente contra el envejecimiento y ladecrepitud de la estructura, distinta a la de la Arquitectura, que es evitar elcolapso.

Ello tiene sentido: el cuerpo redactor de la Instrucción de hormigones está for-mado por ingenieros, técnicos que disponen en sus obras de un escaso reper-torio de materiales, entre los que el hormigón armado o pretensado ocupa unlugar destacadísimo; y cuya exposición a ambientes agresivos es de enorme fre-cuencia.

En cambio los arquitectos emplean el hormigón como un elemento muy impor-tante –es el constituyente de la estructura de sus edificios– pero en proporciónbastante baja frente a otros ingredientes de la construcción arquitectónica, almenos en términos de coste; y en general, ocultan esa estructura bajo otrosmateriales, salvaguardando al hormigón de ambientes demasiado agresivos, almenos en todas sus partes que no queden bajo tierra, pues el terreno, es ungran desconocido para tirios y troyanos.

De hecho, las precauciones que se deducen de la aplicación de la Instrucciónen relación con la agresividad del ambiente, pasan por aumentar la dosificaciónen cemento de los hormigones, el espesor de recubrimiento protector de lasarmaduras de acero y poco más. A los arquitectos no les resulta particularmen-te difícil adoptarlas, porque tampoco les supone un encarecimiento muy notableen el montante de la obra de Arquitectura.

Así, aun cumpliendo las características concretas para un hormigón que exigela Instrucción, aquéllas se les muestran completamente inexpresivas respecto alos parámetros de durabilidad: la falta de Firmitas para los arquitectos no esequivalente al progresivo deterioro por envejecimiento, aunque aquél sea rápi-do, sino el equivalente médico a una muerte por infarto.

He aquí una disyuntiva en las construcciones cuya estructura está constituidapor hormigón: para una obra civil, sería posible obtener satisfactorias prestacio-nes resistentes del material que, sin embargo, llevase larvada en su propia com-posición la amenaza de su prematuro deterioro, a causa del ambiente a que sefueran a ver sometidas aquéllas. Se trata de uno de los factores de potencialagresión a la durabilidad: la calidad ambiental. En cambio, para una obra deArquitectura, el ambiente no sería tan decisivo como la certeza de las prestacio-nes resistentes: un fallo en éstas podría acarrear la pérdida de la estructura.

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Desde el punto de vista de la durabilidad, ni siquiera cabe objetar el recurso enla construcción arquitectónica al hormigón visto como argumento estético en símismo, empleado en mayores proporciones y sin los habituales materiales queen otros casos cubren su desnudez.

A pesar de las discusiones académicas acerca de la belleza intrínseca de laestructura que induciría a no ocultarla sino antes bien a exhibirla, puesto que unmínimo de sinceridad constructiva ha justificado en la Arquitectura la manifesta-ción externa del esqueleto, como en el estilo gótico y más recientemente en elbrutalista, a semejanza de lo que ocurre en la naturaleza, por ejemplo en losárboles, los crustáceos, los insectos, cuando aflora el hormigón a la superficieen su expresión estética a la par que estructural, los cuidados por su aspectovisto, su textura y su tonalidad, son enormes.

Tales cuidados se manifiestan en una exquisita dosificación, empezando por lagranulometría del árido y la proporción de agua, pero continuando en generalpor una ligera sobredosificación de cemento, junto a depuradas técnicas demoldeado, puesta en obra y desmoldeado, condiciones idóneas todas ellaspara obtener un excelente hormigón visto, pero de paso, para garantizar sudurabilidad en términos que superan de largo a las propias exigencias normati-vas.

LOS CIMIENTOS Y LA DURABILIDAD DE LOS EDIFICIOS

En consecuencia de todo lo expuesto, las exigencias legales contenidas en lacitada Instrucción EHE, enfrentan a los arquitectos a peligros más bien remotosen relación con la durabilidad de sus estructuras de hormigón armado, salvo talvez cuando aquéllas se sumergen en todo o en parte bajo tierra para constituircimentaciones, porque en el subsuelo de nuestros edificios se establece unaestrecha interacción entre el cimiento y el terreno, de modo que la naturaleza deéste permite afirmar que se trata del único material de construcción que no esposible elegir a placer.

Un material así sobrevenido está lleno de misterio y no es extraño que losambientes que en la instrucción de hormigones se califican como más agresivosse encuentren con frecuencia en el subsuelo. Sobre este particular no se distin-gue la obra civil de la construcción arquitectónica.

Pero sin embargo, también en este caso y frente a las tremendas amenazas quepara los cimientos se deducen de la agresividad de los suelos, la tozuda reali-dad señala que en construcción arquitectónica es muy infrecuente el colapsopor fallo de cimentación, técnicamente conocido por el nombre de ruina catas-

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trófica; o incluso cuando ocurre, una vez más tiene su origen más bien en cau-sas físico-mecánicas que en ataques químicos producidos por el ambiente.El episodio sísmico en Turquía con el que se ha iniciado la exposición constitu-ye un paradigmático ejemplo de ello.

LA DURABILIDAD EN EL CÓDIGO TÉCNICO.

No ha podido por menos que recoger el testigo de los criterios de durabilidadinaugurados por la Instrucción de Hormigones el Código Técnico de recienteaparición, cuerpo legal de carácter específicamente técnico, como su propionombre indica, nacido con vocación de “madre de todas las Normas”, que havenido a sustituir en un paquete normativo homogéneo al disperso panoramatécnico-legal hasta ahora vigente, así como a rellenar sus lagunas; y todo elloenmarcado en una clara vocación unificadora paneuropeísta.

Aunque el concepto de durabilidad debería extenderse a todos los materiales ytécnicas que ocupan su lugar en el hecho arquitectónico –con los obligadosmatices conforme a su importancia relativa dentro de su conjunto– al igual quelos de la norma de hormigones, los criterios de durabilidad del Código Técnicolimitan su aplicación a los que sean susceptibles de configurar estructuras arqui-tectónicas. Así, señala que “… las estructuras deben, con el grado de fiabilidadapropiado, soportar las acciones e influencias medioambientales que previsible-mente puedan ocurrir durante su ejecución y comportarse adecuadamentedurante su utilización a lo largo del período de vida útil previsto, que debe serespecificado por el promotor…”

Conforme a tales criterios, todos esos elementos constructivos de carácterestructural tienen una misión, pero sus condiciones no son siempre las mismassino que se alcanzan en un determinado momento –el de su empleo– mostrán-dose entonces en “estado de servicio”.

Tal concepto es también muy concreto: describe una situación de servicio paraalgo, en particular: en el caso de las estructuras, para resistir, garantizando laestabilidad del edificio y en consecuencia la seguridad de sus usuarios. Pero elenvejecimiento del elemento, según sea su naturaleza, lo aboca inexorablemen-te, antes o después, a ir perdiendo ese “estado de servicio”: cuando se pierdamás allá de límites inadmisibles, deja de ser útil. No debe olvidarse que ha sidoel promotor del edificio quien habrá establecido la duración de su vida útil.

Se cae así en la cuenta de que la estructura en esa situación, “sirve” o dicho enotros términos, “es útil”: por lo tanto el concepto de durabilidad queda ligado alde utilidad, la “utilitas” vitrubiana; y como antes habíamos llegado a la conclu-sión de que la durabilidad debía referirse al principio de resistencia, pero ésta

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ha resultado ser un término relativo, hemos de concluir que la “firmitas” no esmás que un tipo particular de utilidad, aunque del todo imprescindible en la cosaarquitectónica.

Por lo demás, las condiciones de durabilidad se exponen en función de su natu-raleza, para los sistemas más habituales que junto al de hormigones se empleanen la ejecución de estructuras arquitectónicas: fábricas –término por el que seconoce a la tipología estructural de muros resistentes–, acero estructural ymadera.

Cada uno de ellos queda recogido en un documento básico, dentro del capítu-lo de “Seguridad Estructural”, en el que además se definen dos documentosbásicos más, uno de ellos dedicado a las acciones o esfuerzos que hay queconsiderar que afectan a las estructuras; y otro, dedicado a los cimientos que,aunque habitualmente se hacen de hormigón, presentan unas característicasespecíficas –las que antes denominábamos como de interacción entre el cimien-to y el suelo– que los hacen susceptibles de un tratamiento particular.

LAS ESTRUCTURAS DE MUROS DE CARGA.

Probablemente en el tratamiento que se da a la durabilidad en el documentobásico que se refiere a las fábricas o construcciones resistentes de muros decarga se aprecia de un modo más nítido que en otros casos la disyuntiva a quese hacía referencia antes en relación con el hormigón, de obtener satisfactoriasprestaciones resistentes de aquél en la obra civil, sin perjuicio de que su com-posición le abocase a un deterioro prematuro a causa de un ambiente agresivo;mientras que en una obra de Arquitectura, el ambiente no sería tan decisivocomo las buenas prestaciones resistentes, pues la falta de éstas comportaría unriesgo, de efectos probablemente devastadores.

Y ello es porque cualquier criterio de durabilidad que se aplique a este sistemaconstructivo, ahora se hace sobre terreno sobradamente conocido: la tradiciónarquitectónica de construir sobre muros resistentes es tan antigua y presentaaún tantos y tan notables ejemplos seculares manifiestamente incólumes, quedespierta recelos en cuanto plantee presuntos efectos dañinos que nuestra pro-pia experiencia nos señala como muy remotos o incluso imposibles.

Es preciso concretar ahora los materiales que se comprenden en el sistema demuros de carga. La piedra natural, el ladrillo cerámico y la piedra artificial, enforma de bloques de mortero o de hormigón. Es decir, se trata siempre de pro-ductos conformados, previamente formados.

Lo primero que puede observarse es que en cuanto a daños que afecten a ladurabilidad en el propio material conformado, sólo se hace referencia al ladrillo

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cerámico, y en cambio, no se alude a la piedra ya sea natural o artificial; y encuanto al ladrillo, un ambiente agresivo podría causarle “… sabulización de losladrillos y expansión de los núcleos de cal…” Pero tales manifestaciones pato-lógicas aparecerían mucho antes por otros defectos del ladrillo, como son, laprimera –por cierto, el galicismo “sabulización” tiene su equivalente en castella-no técnico aplicado a la patología de la piedra y es “arenización”– cuando elladrillo cerámico es heladizo, motivo de rechazo en casi todo el territorio nacio-nal; y la segunda, la expansión de los núcleos de cal, coloquialmente conocidoscomo “caliches”, cuando el ladrillo los tiene por defecto de fabricación y ademáses poroso.

Cierto que en los correspondientes ambientes agresivos el efecto sería el quedescribe el documento básico; pero aún lo es más que los motivos anterioreshubieran llevado a rechazar un ladrillo que podría verse afectado por agentesmás corrientes –el hielo, el agua– y desde luego más inmediatos.

Pero el resto de daños que conducirían a la pérdida de durabilidad de las fábri-cas se refiere a las armaduras de acero que entran en su constitución. Es preci-samente en este punto donde se funda el recelo, puesto que tradicionalmentelas fábricas se han caracterizado por su simple composición y funcionamientosin necesidad del recurso a armarlas; hasta tal punto que cuando una fábricarequiere de su armado para garantizar su estabilidad, puede afirmarse que, obien ha sido mal diseñada o bien su elección en la estructura del edificio ha sidoinapropiada.

No es cosa de extenderse sobre estas dos disfunciones del proceso de diseñoarquitectónico, porque llevaría mucho tiempo y nos desviaría del objeto final quees discurrir sobre la durabilidad. Baste ahora con concluir que los tipos de agre-sión son similares a los expuestos para el hormigón armado, porque el materialinicialmente afectado, el conglomerado de cemento y arena que constituye elmortero que rellena las juntas entre piezas conformadas es de la misma natura-leza que aquél; y en último término acaban, como en el hormigón, por originarla corrosión más o menos rápida de las armaduras.

La similitud de agresiones ambientales entre las que expone la Instrucción dehormigones y el Documento Básico de Seguridad Estructural de Fábricas delCódigo Técnico es tan sospechosamente coincidente que entre los ejemplos deelementos susceptibles de agresión por exposición a las heladas se recogen–¡también para las fábricas!– los “tableros de pasarelas o barandillas de puen-tes en zona de alta montaña…”

Un argumento más sobre el apresuramiento sin la debida reflexión con que talvez se ha introducido esta preocupación por la durabilidad en un elementoarquitectónico que precisamente constituye el paradigma de esa cualidad, es la

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descripción de las tipologías de armado y condiciones de las propias armadu-ras; puesto que tras haber definido la colocación de piezas en junta delgadacomo aquéllas que distan sólo un milímetro entre el lecho y el contralecho de doshiladas sucesivas –junta horizontal que se conoce por el nombre de “tendel”–impone que el recubrimiento de mortero por encima y por debajo de la armadu-ra de esa junta no sea menor de dos milímetros añadiendo luego que se adop-te esta precaución “… incluso para los morteros de junta delgada…”

Es obvia la imposibilidad de cumplir a la vez condiciones tan contradictoriasentre sí.

LAS ESTRUCTURAS DE ACERO

El tratamiento que se da a la durabilidad de las estructuras de acero en el docu-mento básico que le corresponde en el Código Técnico no resulta en absolutonovedoso, salvo en lo tocante a su explícita consideración, como objetivo; pues-to que en la Norma que substituye, la NBE EA-95, sin referirse de modo expre-so a la durabilidad, la está contemplando en su epígrafe “Protección”, puestoque realmente los aspectos a proteger y los medios de hacerlo son de sobraconocidos: no en vano el material que puede verse afectado es el acero, y essabida desde antiguo su tendencia a la corrosión incluso en ambientes no nece-sariamente agresivos.

LAS ESTRUCTURAS DE MADERA

Y finalmente en lo relativo a la durabilidad de las estructuras de madera, aqué-lla se plantea para el período de servicio de modo que durante éste se encuen-tre en adecuadas condiciones de uso: se trata con toda probabilidad del docu-mento en que de un modo más explícito se plantea ese criterio limitativo delalcance de la durabilidad, a la que se hace depender del diseño constructivo yen su caso, del tratamiento, puesto que se trata de un producto orgánico del quea nadie sorprende el envejecimiento con la consiguiente pérdida de propieda-des.

Tampoco resulta una novedad el que hagan depender la durabilidad de lamadera de su protección superficial, media o más profunda frente a los ataquesbiológicos, por agentes xilófagos como insectos, crustáceos u hongos; y de lascondiciones de diseño en cuanto a su exposición a los agentes meteorológicos.

Aunque probablemente hubiera sido deseable más energía de exposición res-pecto al empleo de madera estructural al exterior: salvando la libertad de los quediseñen la estructura de madera, exponerla al exterior, simplemente al exterior

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es ya en sí mismo un atentado cierto a su durabilidad, al menos en un panora-ma climático como el de España.

VENTAJAS E INCONVENIENTES DE LA CONSIDERACIÓN NORMATIVA DE LADURABILIDAD

El establecimiento de conceptos formales de durabilidad como los que se hanhecho figurar en la normativa española, tiene ventajas e inconvenientes para laArquitectura.

Las ventajas se derivan de que a partir de tales criterios es más fácil establecergradaciones de calidad –también en lo tocante a la durabilidad de las estructu-ras– extremo al que estamos ya muy acostumbrados en otras industrias, porejemplo la del automóvil: se comprende bastante bien la diferencia de precio devehículos de distinta gama, puesto que a cada una corresponden prestacionescuya gradación –velocidad punta, potencia del motor, estabilidad, por ejemplo–es también muy clara.

Así pues, en teoría, conforme a las exigencias del Código Técnico, será posibleofrecer también distintas prestaciones, partiendo de algunas que han de consi-derarse mínimas: evidentemente, por ejemplo, las condiciones resistentes deuna casa deberán ser tales que garanticen la seguridad de sus habitantes, porlo que se habrán establecido para las situaciones habituales de carga duranteun período razonablemente largo. En cambio las estructuras de un hospital o deun cuartel de bomberos habrán sido calculadas para situaciones extremas, muypoco habituales pues si se diesen éstas, afectarían a centros neurálgicos deasistencia de los que de ninguna manera podría prescindirse, precisamentepara atender a esas situaciones extremas.

Sin embargo hay que reconocer que tales planteamientos ya existían antes dela redacción del Código Técnico. Tal parece entonces que habría que suponery buscar gradaciones más sutiles, prestaciones diferentes para cubrir unamisma necesidad con mayor grado de satisfacción, y descartando para ello lossimples criterios de elección de materiales más lujosos o simplemente mejores–pues ello ya se incluía en el carácter vitrubiano de la “venustas”– habrá que irpensando en prestaciones graduables en técnicas o en tecnologías. Y obvia-mente el sector práctico, el del día a día, de la construcción, no está para estasflorituras: se pierden a pasos agigantados las maestrías y las habilidades clási-cas de los gremios.

Por ello, para que tales ventajas de la aparición de criterios de durabilidad en lanormativa se hagan realidad, parece preciso tender a una actividad en que laintervención de la mano directa del operario se vaya reduciendo en lo posible,

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dando paso a una actividad más industrializada y con un mayor número de ele-mentos prefabricados, de complejidad tecnológica creciente. Naturalmente ellodebería ser extensivo al ámbito de las estructuras arquitectónicas.Pero también hay inconvenientes para la Arquitectura en este establecimiento decriterios concretos de durabilidad.

Nada hay más peligroso para un ingrediente natural de esta Bella Arte que cono-cemos como Arquitectura como es la aspiración a perdurar, que su traslación afórmulas y expresiones positivas y cuantificables. Y ello es así porque mientrasla exigencia de durabilidad sea una aspiración, ningún arquitecto se plantearáen su tarea otra cosa que conseguirla, de un modo tácito, dejando simplemen-te al transcurso del tiempo la labor de que se cumpla. En cualquier caso seríauna aspiración inherente al hecho arquitectónico.

En cambio, sometida la durabilidad a recetas, habida cuenta de que éstas pue-den ser de un determinado modo pero también de otro, incluso menos exigen-te; y de que ha pasado de ser un concepto más o menos evanescente perosiempre tácito, a otro que ya puede concretarse con el lenguaje, al caer enmanos de éste ya puede ser sometido a interpretaciones: no en vano tiene tantoéxito el aforismo “hecha la ley, hecha la trampa”.

De momento, en el Código Técnico no se cuantifica el cómo se determina ladurabilidad, qué medidas concretas deben adoptarse en cada caso para alcan-zar una durabilidad específica, pero no debe caber duda de que se trata de unpaso que acabará por darse. Pero si los criterios de durabilidad en Arquitecturapierden ese espíritu de inherencia a la Bella Arte, quedándose en el puro esque-leto formal de una exigencia normativa muy concreta, se corre un grave riesgo,pues se atentará contra su carácter de servicio de primer orden para la socie-dad.

Los constructores de los edificios arruinados por el terremoto de Turquía bienhubieran podido ser quienes, amparados en unos principios positivos de dura-bilidad que han cumplido al pie de la letra, han acabado por desvirtuar la aspi-ración natural de perdurabilidad que debe iluminar la tarea del Arquitecto, si éstehace trascender hacia el servicio a la sociedad. No otra cosa se desprende dela aplicación a la Arquitectura con equilibrada ponderación de los atributos vitru-bianos de Utilitas, Firmitas y Venustas.