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LASARTE-ORIAKO XXX. LITERATURA SARIAK
POESIA
XXX CONCURSO LITERARIO DE LASARTE-ORIA
POESÍA
2016
AURKIBIDEA ÍNDICE
«BAZTERBIDEAK» (Igor Mercado) ................................................................................... 2«LA HUELLA DE SAL» (Joan Carles González) ......................................................... 21
BAZTERBIDEAK
I
IGOR MERCADO
HHuuttssaarrtteeaa
Izan zena
bihurtuko garena
den-dena
huts
hutsala.
3
MMiinneezzkkoo bbiiddeeaakk
Argi barik guaz oro zapalduten
baña eztakigu dogu egiten.
"Itzarrik", Lauaxeta
Minezko bideetan ez da
arnasteko biderik
oratzeko eskurik
begirada aratzik
Minezko bideetan
hautsa
gandua
basatza
Minezko bideetan
gomutak
eta ni
bakarrik.
4
ZZoorrrreettaann
Kilatu ezin diren zorrak
ditut ondasun bakar.
Haiekin lurperatuko naute.
5
IIttoollaarrrriiaa
Ez dut Jainkorik
ez dut aberririk
ez dut egirik
arnasteko lain
merezi duenik.
6
NNii
Iluntzean
bakardadean
zabuka
porturatzen den
azken txalupa.
7
MMiinnaa
Minberak
berea du mina
min bizia
bizimina
minbizi.
8
ZZuu
Nire begiek zaituzte
ezarian
tai gabe
desitxuratzen.
9
GGaauurr
Jaiki
eta berriz da
atzo
10
MMaasskkaarraaddaa
Denbora agortu zeneko maskaradan darraigu
hordi
sentimenduak tiroka erailtzen
herabe
lozorroan irrikak, izana
herresta
aingura kimikoen babespean
herdoil
11
GGoottoorrlleekkuuaakk
Hutsartez eginak egon gintezke
barne minez
herri minez
oroi minez
maite minez
gure baitan erbesteratu
atea lokatu
ahanzturan babestu,
halabeharrez ahanztura
baitugu patu
eta gaur, beste behin
izan gintezkeenaz damu
lubakietan gotortu.
12
HHeerrrraa
Loarin amaiezin honetatik
nork itzartuko nau
nork piztuko sena, noiz
akatu barreneko herra
niri burua baldin badut
etsairik doilorrena.
13
EEggoonn
Zaudenean
oparitzen didazun
hutsunea.
14
IIttzzuullttzzeenn
Lohitu nuen oro
aberria, Jainkoa, gizadia
lagunak, hurkoa, sendia
ur ugerretan itzuri
luzaro.
Deserritik bueltan
zutik aurriak
aberkideak
errukia
piztu dadin ortzemugan
nimiñoa bada ere
argi izpia
15
GGaauu eettaa eegguunn
Zure bisaian gauero
itzuliko ez den
xurgatu nahi dudan
edertasun zaurgarri
mingarri
atzemanezina.
Biharamunean pefume leuneko hutsunea
ohaide bakar.
16
JJaaiioobbeerrrriittaann
Jaioberriek irri eta negar
bezainbat
jaio eta hil egiten gara
bizitza bakarrean.
17
GGuu
Erasan gaitu denborak
urak harria nola,
behinola ginenaren hondar
zuri-beltzean dakusagu elkar
artean bizkor, ernai, laban
gu, ez beste inor
orainaldian
gorde beza azken hatsak
merezi izan du, laztana
xuxurlatzeko adina indar
18
AAññaa
Egun soil bat
hemeretzigarren mende akaberan
bazterbide galdu baten
baserriko atarian
birramonaren añak
berbok ostu eta josi zituen:
bizitzai datorren modun eman biar yako,
frontoian lez.
ehun urte geroago
entzun eta desiran:
pareta pitzatu
arrakaletan bizi
betiereko bakean.
19
OOrraaiinn
Daborduko ez da gudarik
berriz galtzeko.
Ez gara izango urkamendiko errauts
eresirik gabe gara eroriko
lili mortuen bazka bihurtzeraino
Orain
segundu bat larregi da
baina ez alferrik
20
LA HUELLA DE SAL
I
JOAN CARLES GONZALEZ
...sal se vuelven en tus arenas
Blas de Otero
22
Guardo en secreto mi sal para hacer
con ella una huella en los muros de mi miedo.
Guardo como un pomo de nostalgia mi sal
que hizo mares atroces alrededor de buques
en un reflejo del espejo de cuarto de baño
ante el cual me depilo las cejas muy de vez
en cuando. Guardo en mi puño mi propio tiempo,
los copos de lo vivido que se deshacen
al tocar tu fuego. Guardo en sal el secreto
de estos órganos de dentro, como peces
mil veces muertos que s eme van haciendo mineral.
Guardo en secreto la sal. Guardo la sal en mi piel
y en sus conventos. En mi sombra y en mi reflejo.
23
Sobre vientos de sal los cetáceos
del alba, lentísimos, agujerean el mar
en busca de un Ahab que odian
a muerte blanca. Allá, de espaldas,
como un hombre romántico
de Friedrich esperando el deshielo
de los mares nórdicos, en Reugen,
en esas rocas ariscas que arrastraran
todo nuestro miedo al reino de los narvales.
24
Perder una sábana en el forcejeo
de los cuerpos. Perder un brillo de piel
y algunos poros en un tira y afloja
de las carnes. Perder un brillo te digo,
como quien pierde un anillo en el fango,
cualquiera de mis tantos brillos fogonazos
si se hace dueña del mundo la sombra.
Perder los latidos entre las rocas cretácicas.
Perder la piedra de la locura
en un devaneo del músculo, en un arrebato,
en un arriba y abajo, en un fuera y adentro,
en un cimbrear de bombilla tocada
en un gesto brusco y luego el concepto
del triunfo el uno sobre el otro cuando
nos alcanza mortal la lanza del crepúsculo.
25
Otra palabra para las cosas.
Otra cosa que deberá adquirir palabra.
La tomas por un asa o por el canto.
O la dejas. Ese aire. Esa voz. Ese vacío.
Sólo tiempo. Madeja de pelos.
Otra doblez de lo que gimes a destiempo.
Otro estirón de lo que ríes. La fiesta del color.
Este tendón. Naturaleza de lo que tienes,.
Otra palabra, otra cosa, otra voz, otro tú,
otro yo.
26
El descubrimiento del petrificado
presente nos hacía considerar
que nada teníamos que ver con el orden
que se exige a la materia. En los cuadros
de las exposiciones veíamos
la apasionante liturgia de lo humano:
moscas sobre frutas, calaveras y manos.
Veíamos cómo se iban formando austeras
actualidades, lo ilusorio, lo por llegar,
lo que no será. Y en el frío de las calles
entonces derramábamos nuestra nieve
y el silencio de nuestras voces mientras
volvíamos a los hoteles andando por las calles
de un Madrid inundado de atardeceres
y carros de diosas Cibeles.
27
Me entra por el ojo hasta el fondo
del triste pozo que soy la sombra
como flecha. Viejo prisma interno,
lento músculo que calculo en peso
y equilibrio para nivelar las fuerzas
del cuerpo. Yo casi soy viejo y el alma
también se me avejenta en sal
que se diluye a lo largo del cuerpo
cuando hay nieve que me cae
desde el cielo en las desnudeces
y la cubren del crujido del hielo.
28
No conjura el alba el humo
que en la noche ha amarilleado
los árboles. Sigo pidiéndote
reformas en el agua, alguna cosa
que estructure con abismos nuevos
mi naturaleza monocorde. Al menos
ser más bebible. Al menos ser
más dúctil o que me hagas
más transparente como si me hubieras
envuelto de un papel de nada.
O que me hagas reír una vez más,
sentir de nuevo la zozobra del deseo.
O que no abuses de ser lobo, sombra,
asesino, dios silente, titánico coloso
con un pie en cada lomo de mi puerto.
Esto de tus dientes, señor, es el olvido.
Que no lo sea. Que vengas. Que me abraces.
Que sólo tenga tu rostro rombos sin brillo.
Que no sea yo si tú no eres de algún modo.
29
Habiendo palpado ese pan volverlo
a dejar en su sitio frente al cuchillo
y frente al arenque. Y habiendo dejado
la huella en esta fruta restituirle un brillo
con dulce deseo. Como que quien da
una pincelada. Y habiendo impregnado
de tu mundo el borde del vaso de vino
mirar el techo que se va agrietando.
Y habiendo encendido la vela hacer
un mínimo movimiento para habiéndonos
entendido en los silencios romper
la bombilla definitivaente con los dedos.
Y herirnos de luz.
30
Llevo el realismo más puro
en la sombra que arrastro
por el piso. Tu color se quedó
anoche mismo en el cuello
de mi camisa con los versos
agitados que me diste
como lametazos de un perro.
Tu azul en mi herida. Yo sobre
tu carne aún vestido, arrugándome
la estampa como un papel
de carnicería. Por música romántica
si hiciera falta en el recuerdo
pongo los sonidos de la cisterna,
el goteo del grifo mal cerrado.
Por la ventana crujía el anuncio
del mundo, los astros nerudianos
de la noche y los áridos terrenos
de T S Elliot. De tu nalga tuve
que espantar un mosquito.
31
Pedazo de tu luna sobre una montaña
de ruina. Las arquitecturas del mundo
con su silencio ensordecedor de cuerpos
que ya no están. Afianzar las arenas
contra columnas sin ojos. Traza un caracol
su brillo en los trigos revueltos del margen.
Se enciende sobre las piedras la movilidad
de la lagartija, único asistente a esta nada,
a este vacío de héroes y cosas.
Los cuerpos sólo nacen de los cuerpos.
los olvidos son voraces y nacen de las almas,
Lisipo.
32
Música para una vieja nieve
que cruje sobre el bituminoso
mar de lo soñado. Este puerto
sin barcos, él óxido brillando
en los mástiles, un poco de cal
en los ojos de los marineros
muertos en un millón de trafalgares.
33
Y así los angulos, el polvo,
los lados, todos sus reptiles
en cada grieta, en cada bombilla
de cada techo, en cada pared fusilada,
en cada mecanismo de las manijas,
en sus muelles, en las piedras
que chocan, en los ángulos,
en las cucharas y sus platos,
en el minuto en que me muevo
y repto, en los muebles y su polvo.
En los tentáculos de pulpo.
En la geometría de mi rostro
escribo palabras, la huella de tu sal
que lanzo al aire y luego, abriendo
los brazos, recibo.
34
Este espejo de abismos donde bulldozers
de piel amarilla entran desdoblándose
y a empujones, sobre el tártaro de la arena
y el cielo del cielo de piel encendida
de leopardo, de caminos de onirismo
( Boticelli, Sasetta) ciervos color de ceniza,
campos ni de trigo ni de grajos, ni de mijo
sino de piedra, áridos; aquella especie
de abismo que le queda a los infantes
en el alma después de cualquier guerra.
Como el que yo fuera entonces.
35
Vista de mi sexo sobre su violoncelo
cual la estampa de una pequeña mosca
sobre una fruta. La habitación triédrica.
Pasa en horas la luz, en facetas de brillo
una breve noción de lo bello.
Final de acordes, crepúsculo en barrio viejo
con sus olvidos, sus alambres atroces
y su cemento. Algún miedo. No damos más.
Qué podríamos dar si nada tenemos.
Nunca te lo había dicho pero es hermoso
este ir acabándose en las nadas
que tenemos entre manos, en estos viejos
planos de urbe desahuciada. Y tétrico a la vez.
Tan tétrico como ese espacio
entre las cuerdas de lo que alguien pudiera
llamar sonido melódico, de derrumbe
de contenedor o el batir de un tenedor
sobre un plato en el que se ha desparramado
el bituminoso huevo estrellado.
36
Hacía primaveras, luces, moscas
zumbaban en el silencio de los trigos
rojos y azules. Andaban lentos
los grillos, chasqueaban, lucían la luz
de sus lomos como soles los escarabajos.
Sonaba la sierra eléctrica, el disparo
del cazador, los aspersores. Temblaban
en algún lugar los jabalíes. Afilaban
sus machetes los asesinos de mariposas.
Dejaba el caracol en manos del destino
el pisotón distraído de un niño,
el quebranto de su nada. Y a lo lejos
sonaba una campana con el dulce ensueñi
de sus muertos.
37
Este caballo que te sueña en su dolor.
Ese dolor como un vacío en las entrañas,
como un agujero terrible en la piedra tocada
por las manos de Henry Moore.
Y esos ojos llenos de miedo ante el brillo
de la cuchilla del mameluco que lo destripa.
38
Tener los ojos en vilo sobre horizontes
callados. Bajar un poco al continente.
Levantar algo los pájaros. Dejarse inundar
por el negro graznido de los cuervos
de lomo pelado. Ver sus ojos en los ojos
de algunas muertes. Comerse los hilos
del cielo. Hacerse por dentro tiépolos.
Sentir en los párpados leves terremotos.
Seguir hirviendo en lo vivo. Seguir temblando
en lo muerto. Rendirse en lo sabido.
Creer en lo ignorado. Dudar en lo obligado.
39
La uva descorazonada de su dulce
órgano doble. Esas carnes sangrantes
en aguas pequeñas, pulpa y piel dejada
indolente sobre el mármol, ofreciéndose
a lo que se olvida. Esa modestia
del instante esperando paciente la cirugía
práctica de la podredumbre. Ese gesto
que hacemos al escupir lo sobrante.
40
Alba. Vínculo entre volúmenes y tiniebla.
Esta noche se va hacia el norte del tiempo,
sur donde se amarra mi luz con las uñas
y con los dientes en los salientes de la muerte.
Espejos del estanque que doblan la imagen
de los árboles.
41
El aire trae panales escondidos
en los pliegues de su piel. El árbol
cruje mecido por unas manos blancas.
Suena lejana una sierra eléctrica.
La hora es un ángulo deshilachado.
Huele a menta. Huele a animal herido
entre los matorrales. El humo de octubre,
cabizbajo, ensombrece la luz que revierte
sobre la hierba. El camino no lleva
a ninguna parte. El camino lleva
a la fábrica abandonada, al tanatorio
de sueño, al escenario de una muerte
con violencia.
42
El bucintoro encendido en un canal
de asfalto. Veo el amor sollozando
con los brazos extendidos desnudo
y sin carcaj, perdido con la espalda
hirviendo de plumas arrancadas.
Corre por los arrabales del mundo
con los testículos al aire.
Veo la piedra preciosa formarse
bajo el tumulto de toneladas de nada.
Veo un dios derrotado y estéril
que baja la mirada, la dama del lago
ahogada en lágrimas. Veo el siniestro
rodar del carro de los desesperados.
El escarabajo de plata hace una bola
de mi propio corazón agusanado
y lo lleva al nido de los desplazados.
43
La arena articulada por el aire
se deja vencer por gaviotas
heridas de distancia. Ha perdido
el corazón en una apuesta
con el sol, que lo devora todo.
44
Mirarme las heridas lamiéndome
el puño con el que me liberé
a golpes de la luz que me hacía
blanco y demasiado puro,
lamiéndome la carne con la que empujé
a las afueras de la razón los monstruos
que me tenían detenido. Lamiéndome
los dedos como una bestia
que se autoprotege después
de haberme arrancado del alma
los duros anzuelos de mí mismo.
45
Todo se pervierte cuando un pájaro
irrumpe en la primavera y pica
La paciencia milenaria del hielo.
¿Dónde estamos entonces?
En el aire traza un arco tan sucio
que se hace difícil la mecánica del amor.
Como si el tiempo, impaciente
se hiciera un grumo densísimo
de horas y olvido. Todo se pervierte.
46
Sé que nada es. Sé que ni las cosas
más pías son más que un nombre.
Todo es temblor de montaña,
tan inasible voz, trigo que se eriza
como obedeciendo un mandamiento
seráfico, migaja de luz que hace blancos
los graznos graznantes y a los lirios
los hace negros como tizones,
como se hacen negros los muertos
en las trincheras. Sé que no soy nada
por muy azul que me vea en el horizonte,
por muy limpio que sea el hueco
que dejo al elevarme.
47
Somos conformistas. Dormimos un silencio
de puertas cerradas y rellanos
bien barridos, de chaquetas y corbatas
planchadas, de camisas almidonadas.
Somos blancos como el nunca y la nada,
como la silla esquemática, como el techo,
como las paredes planas. Dormimos
en la pulcritud de la mentira del sueño
que soñamos.
48
Te he atravesado, ingenuo,
con un hierro viejo el corazón,
la entraña negra, como un ángel
de Bernini atraviesa el corazón
de una santa no virgen.
Se te notan las vísceras azules
y anaranjadas, un cierto erotismo
en el cielo abierto de tu herida,
espirales en rojo y fuego, hierba
mullida donde yo podría tenderme
a ver pasar los trenes / polifemos
de tu alba cuando cierres los ojos
del crepúsculo.
49
Arquitecturas de sol. Rudimentario
lienzo de luz. Hay un humo dulce de hojas.
Si levantas la tierra negra encontrarás
el gusano. Si rompes la corteza del árbol
sabrás algo más de mi alma. Puente de sombra.
Pasarela de vidrio que ha crujido a tu paso.
Arbotantes, paisaje, ciertas realidades.
Una rueda vieja, un gato muerto.
El vertedero. Arquitecturas del mundo,
aquí en la amapola. Insectos, electricidades.
50
Libera la boca de la palabra.
Libera la mano de sus presas.
Libera las presas de tus manos.
Libera el lobo de sus bosques.
Libera el fuego de su ardor.
Libera el pecho de sus sueños.
Libera los hombros de sus pesos.
Libera los ojos de mis heridas
abstractas. Tiene un puente
Entre tu amor y mi amor.
51
Alzábamos los brazos. Sacudíamos
la nieve sobrante y blanca
de nuestras crines. Se alzaba el espurio
polvo de lo vivido un eterno instante
desde nuestro bozales. Quedaba
en suspenso lo que sentíamos.
Se detenían los átomos del olvido
tan presente. Como un humo lento
que volvía al suelo donde se había
encendido, caían tus sueños de niño
para luego no poder recogerlos.
Mi cuerpo coceante dejaba huellas
en el frío.
52
Allá, no más lejos. En aquel centro
carnoso de la luz, como una mancha
azul de silencio se sublevaban tirantes
los puentes como heridas que se abrían.
Era el Neretva eléctrico que arrastraba
los espejos y los nombres de los muertos.
Cerrábamos la puerta y volvíamos a andar
nuestros pasos hacia atrás. No queríamos
verlos. Allí donde todo se medía a besos
desganados o vacíos de entre las manos
o zumbidos disonantes. Justo en aquella
ceniza del mundo donde pusimos
los dedos para marcarnos la frente.
53
Cuerpos con la clara luz de la piedad
Rondanini abiertos de par en par.
Cuerpos con la sombra de ser cuerpos
dejados en la cuneta como el cuerpo
de un perro atropellado. Cuerpos
con la soledad de los cuerpos buscando
otros cuerpos bajo su propio cuerpo.
Las dudosas bombillas de lo azul pendiendo
del techo como un sexo iluminando
cuerpos asexuados. El amarillo de los huesos
en cada niño que veo jugando a ser
sólo silencio de cuerpos.
54
Por dentro llevamos el cuerpo goteando
de espesa luz como un buey abierto
del matadero. Te alzas sobre las sábanas
de repente, gritando. Has tenido un sueño.
Siento en el pecho el repicar de tu miedo.
Y no duermes más ni yo duermo.
55
Las escamas que hacen pez al pez
por sus reflejos. El espejo hecho añicos
que multiplica los violoncelos de la habitación.
las heridas que me tienen vivo.
Los volúmenes que me hacen animal doméstico.
Los tendones que me tensan los espacios
que me echan de este mundo como quien
arrastra a un muerto hasta un agujero.
56
Todo chocando. Todo desbocado.
Todo desbotonado. Como los ojos
de Goya en los ojos de un caballo.
Todo feroz agravio. Todo espanto.
Todo furia, todo vil, raro, barato,
duro, quebrado, todo dejado
y lejano, todo pájaro, autobús
destrozado, serrín, metal oxidado.
Todo meandro, todo extraño,
todo mecánico, edificio hundido,
solar quemado, perro enrabiado.
todo lavadero, estancado, lavabo
embozado, todo verdín, ajado.
Todo trapo, todo callado,
todo arrugado, todo sin lazo, todo
atado, desordenado, todo labio
sellado, todo encajado, todo
secuestrado. Nada de ti ni de mí
está a salvo.
57
Línea donde pongo el vaso,
la mano, el libro, el silencio
y todo lo que tengo. Hasta
el canto de la mesa, justo
en el límite desesperado
de lo que se hace sombra
como esos tiempos de nadie
que pintaba Mark Rohtko.
Sereno equilibrio. Hora que sueña
pedazos de líquido amniótico,
de cartílago deshecho, víscera
dejada a la vista para el festín
de las moscas que llevas
en los brazos. La creación
por la masacre. La aniquilación
de lo que no entiendo.
Este presagio.
58
Quito sillas de en medio. Cavo.
Saco tierra negra, bolas de pelo,
cemento, opus spicatum, cascotes
de viejos palacios. Agujereo el centro
de la nada de mis raíces, el vacío
de mí mismo. Busco. Y no me encuentro.
Al fin me hayo el cadáver. Da miedo
la ignorancia de quien vive abajo
y no me detiene en mi viaje hasta
su centro.
59