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Lagrimas de Sangre Diana Sparrow

Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

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libro de amor

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Page 1: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Lagrimas de Sangre

Diana Sparrow

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SINOPSIS

¿Puede un demonio enamorarse de una simple humana?

Época Feudal, Japón.

Sesshomaru es un demonio, que no siente ningún tipo de sentimientos por los

humanos, los considera débiles y un estorbo para el mundo. Al encontrarse con el cuerpo

muerto de una pequeña niña, le devuelve la vida sin tener algún motivo aparente, sin saber

que después sería imposible deshacerse de ella y la lleva consigo a todos lados.

Al crecer la niña pasa a manos de una anciana para que la cuide y tenga más

relación con los humanos, mientras el demonio la visita constantemente. Ahora ya es toda

una mujer.

Rin es una hermosa joven de 17 años, está más segura de lo que siente por el

demonio y no va a permitir que los demás decidan a quien tiene que amar.

Una historia que muchos reconocerán y que te atrapara.

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Capítulo 1: Mirando la luna

Rin estaba sentada en una roca situada en lo alto de una colina. Bajo ésta se

encontraba el Valle Verde, lugar donde se asentaba la aldea de la anciana Kaede. Vivía allí

desde que tenía unos once o doce años. No lo recordaba exactamente. Antes había viajado

de un lado para otro bajo la protección del señor Sesshomaru y su pequeño demonio Jaken

y una especie de caballo de dos cabezas que volaba llamado A-Un, pero hacía ya mucho

que esa fase de su vida había terminado.

Rin se miró los pies descalzos mientras los movía en el aire. Le gustaban las alturas

y disfrutaba enormemente del paisaje que la envolvía, pero no era del todo feliz, por mucho

que fingiera serlo.

Había nacido hacía diecisiete años en una diminuta cabaña a las afueras de un

pequeño pueblo. En el Japón antiguo, época llena de demonios y criaturas maléficas, uno

de ellos había atacado a su familia y a sus hermanos, dejándola huérfana con tan sólo cinco

años. Había permanecido en su casita, intentando cazar peces del río y reuniendo trozos de

pan y vestidos que le daban las mujeres del pueblo, pero cuando los hombres de la aldea

descubrieron que cogía peces del río, decidieron golpearla para que aprendiera la lección.

Fue uno de esos días cuando conoció al señor Sesshomaru. Todavía podía recordarlo como

si hubiera sido ayer…

La niña tendría unos nueve años cuando todo sucedió. Iba caminando por el bosque

en busca de algún alimento que llevarse a la boca cuando encontró un demonio tumbado

entre los árboles. Se acercó sigilosamente y le contempló de cerca. No era la primera vez

que estaba tan próxima a uno de ellos, pues fue testigo de la matanza de sus padres y

hermanos, así que su primera reacción al ver al individuo fue correr, pero algo en su

aspecto le dijo que no tenía por qué temerle. Ese demonio tenía la forma de un joven, un

joven de unos veintidós años. Era alto y apuesto. También algo musculoso, pero no en

exceso. Vestía unos pantalones blancos largos y una especie de armadura oscura le servía

de camisa. Pero lo que más llamó la atención de la niña fue su hermoso rostro. Tenía la

piel muy, muy pálida y brillante. Una nariz pequeña y definida y unos ojos grandes y

hermosos, aunque ahora los tenía cerrados. Su pelo era de un color blanco luna totalmente

albino y tan largo que le llegaba al final de la espalda. En la frente llevaba el dibujo de

una luna y en sus mejillas había dos zarpazos dibujados. No había ninguna duda; era un

demonio, y uno de los poderosos.

Antes de que la niña pudiera reaccionar, el joven abrió los ojos y se la vio. Unos ojos

grandes y redondos, de un color amarillo salvaje. La muchacha se lo quedó mirando,

atrapada por su mirada hipnótica. En ese momento supo que querría estar siempre a su

lado.

- ¡Rin! ¡Rin! ¿Dónde estás? - oyó que la llamaba una voz desde el valle - ¡Rin!

Era la anciana Kaede, la mujer más vieja y sabia de la aldea y también su cuidadora.

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- ¡Ya voy! - gritó desde lo alto del peñasco y se abalanzó colina abajo - Hola, Kaede

- saludó llegando a la carrera - ¿Me llamabas?

- Sí. Necesito que me ayudes en una cosa.

La muchacha la miró expectante. Sentía curiosidad por saber a qué se debía tanta prisa.

- Es la señora Rumiko - explicó la anciana - se acaba de poner de parto de su tercer

hijo. ¿Vienes a ayudarme?

- Claro.

Ambas anduvieron un par de minutos hasta llegar a la cabaña de la señora Rumiko y su

marido. No es que a Rin le gustara mucho ayudar a traer bebés al mundo y hacer de

asistente en los partos, pero lo que sí tenía claro era que quería ser una buena persona y eso

requería hacer todo lo posible por ayudar a los demás. Después de unas horas intensas,

Rumiko daba a luz a una preciosa niña. Le puso de nombre Miki. "Un nombre bonito para

una niña bonita" pensó Rin con una sonrisa.

- Hoy lo has hecho muy bien - le dijo Kaede cuando volvían a la casa que

compartían. Ya se había hecho de noche - Cada vez lo haces mejor. Me tranquiliza

saber que te has convertido en una joven muy habilidosa. Así sé que podrás cuidar

de la aldea cuando yo no esté.

La chica se sonrojó un poco por los cumplidos, pero el hecho de ser la "sucesora" de la jefa

de la aldea no le hacía mucha gracia.

- En realidad, abuela - así era como la llamaba cariñosamente la chica - no estoy

muy segura de que sea una buena idea. Soy de las más jóvenes del pueblo y la que

lleva viviendo aquí menos años. Estoy segura de que Sango, que es una gran

exterminadora de demonios o Kagome, que es una sacerdotisa poderosa podrían

hacerlo mucho mejor que yo. Son jóvenes también, pero veinticinco años son más

que los diecisiete que tengo yo.

- Es cierto que son dos buenas candidatas. En realidad, en un principio pensé que la

mejor para cuidar de la aldea sería Kagome, puesto que es la reencarnación de mi

hermana y es una mujer de bastante sentido común, pero teniendo de marido al

semi-demio Inuyasha… no sé yo si podrá mantener a flote las dos cosas.

Ambas empezaron a reír. Inuysha era el hermano menor de Sesshomaru. Hermanastro en

realidad, y no se llevaban nada bien - los motivos se ven claramente en el anime - pero

desde luego Inuyasha no era mal tipo, simplemente era una persona de carácter fuerte y

algo bruto que actuaba primero y pensaba después. Era un tipo divertido.

- ¿Y Sango?

- ¡Ay, la pobre ya tiene bastante con tener que cuidar de sus niños!

- ¡Por no hablar de su marido! - dijo la joven.

Volvieron a reírse. Tenía razón. Sango era una luchadora que exterminaba demonios con su

boomerang gigante desde que era tan sólo una niña. Era una mujer hermosa, valiente,

decidida pero algo tímida. Y su marido era el monje Miroku. Todo un ligón con las chicas y

bastante pervertido, pero un buenazo al fin y al cabo, y quería mucho a Sango, aunque

siempre estuviera molestando a jovencitas guapas, cosa por la que su mujer siempre le

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reñía. Era bastante divertido verlos en plena discusión después que Miroku hubiera

ahuyentado a alguna chica joven intentando ligar con ella. Todo un espectáculo.

Por fin llegaron a la casa. Después de la cena, la anciana se quedó dormida junto al fuego

casi al instante de arroparse, pero Rin permanecía despierta. Su humilde cama estaba junto

a la ventana y entraba una brisa fría, pero a ella no le importaba. Su mente la ocupaban

otros pensamientos. Miró al cielo con pesar y vio la luna en posición menguante, la misma

forma que en la frente del señor Sesshomaru.

- Señor Sesshomaru, ¿cuándo volverá a visitarme? - dijo en un susurro triste

mientras una lágrima resbalaba por su mejilla sonrosada.

Finalmente cerró los ojos y se sumió en un profundo sueño.

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Capítulo 2: Una agradable visita.

Cuando Rin abrió los ojos, se encontró frente a frente con la mirada de un muchacho.

- ¡Ahh! - se levantó en el acto - ¡Me has asustado!

- ¡¡Ja, ja, ja, ja!! - se enjuagó una lágrima de la risa - Lo siento - seguía riendo - es

que no he podido resistirme.

Rin se cruzó de brazos, algo indignada.

- Pues yo no le veo la gracia. Ya sabes que no me gustan este tipo de bromas.

El muchacho la miraba divertido, pues sabía que aunque la muchacha intentara simular

enfado, en realidad estaba alegre de verlo. Shippo era un joven demonio-zorro de la edad de

la morena. Puesto que era de la estirpe de los zorros, no era un chico demasiado alto. Rin le

superaba casi de una cabeza entera, aun así, él tenía ya los dieciocho, así que la joven era

técnicamente menor que él, aunque no quería admitirlo. Ese era uno de sus muchos juegos.

- Shippo, si tú estás aquí significa que Inuyasha y Kagome han vuelto - sonrió la

pequeña.

- Sí, están fuera hablando con la abuela Kaede. ¿Vamos a verlos?

- ¡Claro!

Salieron de la cabaña corriendo.

- ¡¡Kagome!! ¡¡Inuyasha!!

- Hola, Rin, ¿Cómo te encuentras? - respondió la hermosa joven llamada Kagome.

- Muy bien. Espero que hayáis destruido a ese malvado demonio. ¿Cuál era el

problema esta vez?

- Pues verás - empezó a explicarle Kagome - este demonio se dedicaba a devorar a

los aldeanos que servían en un castillo. El monstruo había tomado la forma de la

señora del castillo y, cuando los llamaba, ninguno sabía que iban hacia una trampa.

Rin abrió la boca de admiración. Seguro que ese era un demonio poderoso y difícil de

vencer.

- Pero entonces llegué yo y con un toque de mi espada acabé fácilmente con él - dijo

Inuyasha con soberbia.

Kagome le dio un buen tirón de orejas.

- ¡¿Pero qué dices, creído?! Empezaste a luchar con él y casi te había vencido

cuando tuve que lanzarle una flecha sagrada de las mías y acabar con él.

- Bueno, bueno, si quieres verlo de esa manera… - dijo Inuyasha, viendo que su

mujer acababa de dejarlo en ridículo.

- ¿Por qué no entráis a mi casa y me lo contáis todo? - invitó la anciana Kaede - Os

serviré algo de té.

Kagome e Inuyasha accedieron enseguida, pero Rin y Shippo preferían salir a jugar un rato.

- Volveremos más tarde - anunció la niña, y salieron corriendo hacia el centro de la

aldea.

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- ¿Cómo te lo pasas con la anciana Kaede? - preguntó de repente el joven Shippo,

después de mucho rato sin hablar.

- Pues bien, supongo. Es bastante interesante estar con otros humanos.

Shippo reflexionó sobre la respuesta de su amiga.

- La verdad es que la vida que llevabas con el Sesshomaru no era muy apropiada

para una niña. Él no es muy hablador, y a parte sólo estaba su sirviente el demonio

Jaken.

Rin bufó algo molesta.

- Sé que tienes razón, pero a mí nunca me molestó vivir de esa manera. Siempre era

mejor que estar en aquella aldea de mala muerte donde murió mi familia y los

aldeanos me pegaban por pescar en su río. Por ni hablar de los lobos que me

atacaron hasta dejarme moribunda. Si el señor Sesshomaru no me hubiera

encontrado esa noche, ahora estaría muerta.

Shippo sabía lo que su amiga sentía. Se conocían desde que Sesshomaru había dejado a la

morena en la aldea. "Necesitas vivir con otros humanos como tú. No es bueno para una

niña ir viajando de un lado para otro con dos demonios" le había dicho. Desde entonces la

chica había vivido bajo los cuidados de la anciana Kaede, aprendiendo de su oficio y

relacionándose con otras personas, pero ella no era feliz del todo. Shippo lo había sabido

siempre. Ella era su mejor amiga y se lo contaban todo, y comprendía más que nadie como

se sentía.

No tardaron mucho en llegar a la plaza. Había algunos niños pequeños que jugaban a la

pelota mientras sus madres hablaban sobre sus asuntos. Más allá había un grupo de tres

chicos. Eran los algunos de los jóvenes de la aldea, y eran bastante apuestos. Tendrían entre

los dieciocho y los veinte años y eran fuertes y bravos guerreros. Todas las chicas de la

aldea esperaban poder salir con ellos algún día. Cuando los dos amigos pasaron por su lado,

los tres chicos se quedaron mirando a la hermosa Rin e incluso uno le guiñó el ojo. Rin no

les hizo caso.

- ¡Pero qué bicho les ha picado! ¿Por qué me miran así? - dijo la chica indignada.

- Porque eres guapa - le dijo sinceramente su mejor amigo.

La chica se inclinó en el agua de la fuente y contempló su reflejo. Shippo tenía razón. La

muchacha no era una chica alta, pero tampoco bajita; tenía la estatura y el peso ideal. Su

cuerpo era tonificado y estaba lleno de bellas curvas que la convertían en una joven sexy.

Tenía el pelo negro y largo, hasta la mitad de la espalda, y unos ojos grandes color entre la

miel, el café y la avellana y brillaban con la luz del sol. Y cada vez que sonreía… parecía

como si el cielo se iluminara en la noche más oscura. No había muchacha más bonita que

ella en todo el pueblo, y eso podía notarlo cualquiera de los chicos que habitaran en él.

- No es verdad - se ruborizó un poco - Lo que pasa es que les gusta fastidiarme.

Shippo se rió.

- Sabes que no es por eso. ¡Vamos! ¿Aún no has escogido?

- ¡No pienso hacerlo!

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Era tradición que las muchachas se casaran en aquella época entre los dieciséis y los

dieciocho años. Así pues, en ese tiempo se les presentaban todo tipo de pretendientes y

ellas debían escoger con quien quedarse al final. Por supuesto no era obligatorio hacer eso,

pero los que no lo hacían, no estaban bien vistos en la aldea. De esta manera, Rin había

recibido ya varias solicitudes de compromiso, pero por alguna extraña razón, ella los

rechazaba a todos y se negaba a decidirse.

- Shippo, no me gusta ningún chico de nuestra aldea. Eso ya lo sabes.

- Sí, pero tendrás que casarte igualmente. Más te vale enamorarte de alguno o no

serás feliz nunca.

- Enamorarse no es tan fácil - dijo la pobre chica - Nadie decide de quién se

enamora. Porque si pudiéramos elegir, te aseguro que habría querido enamorarme

de ti - le dijo al demonio-zorro guiñándole un ojo - Eres mi mejor amigo y sé que

puedo contarte cualquier cosa. Pero tampoco estoy enamorada de ti.

Shippo se sonrojó un poco ante la "especie de alago-confesión" que le había hecho la joven.

Pero él estaba en las mismas. Era su amiga, pero tampoco sentía nada romántico por ella.

- ¿Y qué me dices de Kohaku, el hermano de Sango? Es cierto que no es de la aldea,

pero aún así es joven y guapo, y muy fuerte, puesto que es uno de los

exterminadores de demonios más famosos de toda la comarca.

Rin se sonrojó del todo. Kohaku…sí, ese chico le gustaba mucho. Lo había visto tan sólo en

contadas ocasiones, pero se habían ayudado mutuamente cuando Naraku aún vivía, pero

Rin estaba segura de que ese chico no sentía nada por ella. Así que sus esperanzas en que se

le confesara habían desaparecido muy pronto.

- Ojalá me lo pidiera él - dijo la niña.

Shippo asintió satisfecho y empezó a jugar con las piedras del camino. Pero Rin no estaba

hablando de Kohaku, en realidad tenía la mente en otra parte, en un lugar muy lejano. Allá

donde estuviera, estaba pensado en un hombre de unos veintidós años, con el pelo blanco

ondeando al viento y una luna azul en la frente. Un hombre que atraía su pensamiento día

tras día… y noche tras noche…

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Capítulo 3: No eres tan fuerte.

La mañana del sábado había un gran alboroto en la plaza. La gente de la aldea se preparaba

para hacer una importante celebración. Acababa de morir en el pueblo vecino un anciano

monje muy popular y famoso en toda la región. Era costumbre que, al morir ese tiempo de

eminencias, se hiciera una gran hoguera en el centro y le hicieran una especie de ritual de

despedida. Se reunían todos los aldeanos con sus familias y, después de despedir al monje,

comían, bebían y bailaban. Más bien era como una oportunidad para divertirse en

comunidad.

Rin y Shippo estaban bastante ilusionados por esa fiesta. No es que a la pequeña le

interesara mucho la gente que había allí, pero sabía que las veces que la había visitado el

señor Sesshomaru lo hacía en noches de fiesta, donde nadie notara su presencia. Por otra

parte, el zorrito no encontraba a ninguna chica zorro-demonio de su especie desde hacía

mucho, y siempre le había hecho ilusión tener una novia. En realidad, durante los viajes con

sus amigos Inuyasha, Kagome, Sango y Miroku, siempre había sido muy popular entre las

nenas pequeñas (las que tenían su edad cuando él era pequeño), pero ahora sabía que debía

hacer lo mismo que los pretendientes de Rin; pensar en una chica y presentarle su solicitud.

- Chicos, ¿podéis ayudarme? - les preguntó la hermosa Sango con un montón de leña

entre las manos. A su lado estaba la gata de dos colas que le servía de transporte;

Kirara.

- Si - corrieron en su ayuda.

Esa noche todos estaban sentados en la plaza. La hoguera era tan alta como una cabaña

y el fuego ardía con velocidad. Después de que la anciana Kaede despidiera al monje

muerto (puesto que ella era la sacerdotisa), dio comienzo la fiesta. Los hombres quemaban

carne y se la ofrecían a sus mujeres, mientras ellas daban de mamar a sus pequeños bebés.

Los niños jugaban a la pelota y los adolescentes formaban corrillos para bailar. Rin observó

cómo un muchacho de unos veinte años le ofrecía unas flores a una chica de dieciséis. La

chica era verdaderamente bonita, con los ojos verdes y el pelo castaño muy claro, casi

rubio. Aun así, no superaba la belleza de Rin.

La morena se percató de que Shippo se había tensado cuando vio que aquel chico le tendía

las flores a la pequeña. Rin sonrió.

- Guapa, ¿verdad?

El zorro se sonrojó al instante.

- Sí, bueno… no sé de quién me hablas - intentó disimilar.

Rin lo miró, comprensiva.

- Se llama Yuuki. Es muy simpática. También está en edad casadera y le rondan

muchos muchachos. Ella acepta todos los regalos, pero todavía se está decidiendo.

- Ah - dijo Shippo fingiendo desinterés, pero en realidad se había quedado

contemplando a la joven. Era realmente hermosa. Al ver su cabello castaño casi

rubio y los ojos verdes le había recordado a las chicas-zorro de su especie, aunque

Yuuki, por supuesto, era humana.

- Quizá debería decirle algo. ¿Tú qué crees, Rin?

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- Mmm… conozco un lugar donde hay unas rosas preciosas. Seguro que le gustan

más que las margaritas mustias que le ha dado el otro chico.

Ambos se rieron alegres y se alejaron corriendo hacia la parte más profunda del bosque,

donde crecían esas rosas tan adorables y salvajes.

- ¿Falta mucho? - se quejó Shippo cansado - No me habías dicho que estuvieran tan

lejos. En esta zona hay muchos demonios peligrosos.

- No todos sois peligrosos - hizo notar la morena.

El chico levantó una ceja.

- Ya sabes a qué me refiero. Yo sé defenderme solo, pero tú no.

- ¿Cómo que no? - hizo una mueca molesta - Soy tan fuerte como cualquiera. No me

juzgues así sólo por ser mujer.

- No es por eso. El resto de aldeanos y aldeanas tampoco sabrían defenderse, y entre

ellos cuento a todos los hombres que tenemos.

Rin no parecía convencida. Ella sabía que no era ninguna guerrera, pero estaba convencida

de que tampoco era una debilucha como el resto de los del pueblo. Aunque si los hombres

no eran capaces de acabar con sus propias manos con los demonios, sería ella capaz de tales

cosas. No estaba segura de nada.

- Aquí es - anunció con una sonrisa - Mira, son todas rojas.

- Seguro que a Yuuki le gustarán - y empezaron a recogerlas.

De repente, Rin notó una suave corriente de aire y un sonido familiar a lo lejos. Parecía

como un gruñido. ¿Por qué le sonaba ese ruido? Miró a Shippo, pero él no parecía estar

oyendo nada. Otra vez el gruñido. Se le paró el corazón… ¿Sería, sería A-Un, el caballo

volador de dos cabezas del señor Sesshomaru?

Escrutó el cielo nocturno con la mirada, pero no pudo ver nada.

- ¿Qué haces?

- …en realidad, nada - dijo mirando el cielo por última vez y continuando con las

rosas.

- ¡Ya tenemos suficientes! - anunció el zorro - Regresemos.

Estaban tan sólo a medio camino de la aldea cuando un nuevo ruido les sobresaltó. No era

el gruñido que Rin había oído hacía un rato, sino el crujir de ramas y hojas secas.

- ¿Qué ha sido eso? - exclamó la joven, asustada.

- No estamos solos.

Al instante, aparecieron tres extrañas figuras que se acercaron con rapidez. No fue difícil

distinguirlas. Eran tres enormes bestias, similares a los osos, pero con unos ojos gigantes y

rojos, y unas zarpas que se asemejaban a cuchillas. Tenían el pelo erizado y gruñían de

forma salvaje. No eran animales; ¡eran demonios!

- ¡Corre! - le ordenó Shippo poniéndose frente a ella para defenderla.

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La muchacha quería ayudarle, pero por el momento obedeció y empezó a correr. Al verla,

los tres demonio-osos embistieron contra los chicos, pero Shippo golpeó en la cabeza a uno

de ellos y consiguió distraerlo. Pronto el segundo también tenía la mirada fija en Shippo y

el zorro los alejó del lugar, guiándolos hacia las profundidades del bosque. Pero, ¿y el

tercero?

Rin estaba escondida entre unos arbustos. Había agarrado una piedra grande por si

se veía obligada a ir a ayudar a su amigo, pero sabía que de momento se las apañaría bien.

La morena no era ninguna cobarde, todo lo contrario, era una joven de gran valor y coraje,

pero debía admitir que, al verse frente a frente con esos diablos, se había sentido pequeña y

asustada en comparación con ellos. Tal vez no fuera tan fuerte como ella creía.

Estaba envuelta en esos pensamientos cuando oyó crujir una rama. Se volvió en el acto.

- ¿Shippo? ¿Eres tú?

Ninguna respuesta.

- ¡Shippo, no es momento para bromas! - gritó la morena, pero la verdad es que

estaba muy asustada.

Otro crujido.

- ¿Shippo? ¡Oh, dios mío!

El más grande y fiero de los tres demonio-osos la había seguido y ahora estaba justo delante

de ella, abriendo sus fauces mientras mostraba sus enormes dientes.

- ¡¡¡¡Ahhhh!!!!

Rin dio un ágil saltó y se colgó de la rama más baja del árbol. A duras penas consiguió

subirse a la rama y no caerse. Pero el diablo no se dejó sorprender; se acercó al tronco del

árbol y empezó a escalarlo.

- ¡Estoy perdida! ¡Sabe trepar! - pensó en ese instante la pobre joven.

Antes de que el oso le diera un zarpazo, Rin dio otro salto y se agarró a la siguiente rama

del árbol. No sabía hacia donde huir.

- ¡¡¡¡Grrrr!!!! - era el sonido de la bestia. Intentó darle otro zarpazo, pero Rin había

vuelto a trepar a la siguiente rama.

Se habían adentrado tanto en el bosque que no los oiría nadie en la aldea. Estaban solos e

indefensos. No había nada que hacer. "Ojalá Shippo vuelva pronto" pensaba la chica

viendo que su fin se acercaba. De repente, el oso se dio impulso y consiguió alcanzar con la

pata delantera la rama en la que estaba la pobre Rin. Con mucha brutalidad, le dio un

manotazo en la pierna de la joven. Ésta sintió el dolor de la herida y el correr de su sangre.

Se sintió desfallecer y casi cae de la rama. Otro zarpazo le dio en el brazo y perdió el

equilibrio. Ahora tan sólo se sujetaba de una mano. ¡¡Estaba colgada de la rama solamente

de un brazo!!

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Sin poder evitarlo empezó a llorar. "¡Es el fin!" pensó "Lo siento mucho Shippo. Kaede,

Kagome, Sango, Inuyasha, Miroku, Kirara… Adiós"

Y se resbaló de la rama.

- ¡¡Señor Sesshomaru!! - dijo mientras caía del árbol sin poder remediarlo.

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Capítulo 4: Llévame contigo

A la mañana siguiente, Rin abrió los ojos y se encontró tumbada en su cama de la casa de la

abuela Kaede. Tenía la pierna y el brazo vendados, pero, por lo demás, no parecía estar

herida.

Se sentó con cuidado y miró a su alrededor.

- ¡Por fin despiertas!

- Lo siento mucho, abuela. No quería preocupar a nadie.

La anciana sonrió un poco.

- Bueno, al menos no tenemos que lamentar ninguna muerte. Pero ¡no vuelvas a salir

de noche al bosque! ¿Queda claro?

Rin asintió con la cabeza. De repente recordó algo.

- ¡Kaede! ¿Dónde está Shippo? ¿Está herido?

- No te preocupes - la tranquilizó la anciana - Se encuentra bien. No tiene ningún

tipo de herida. Duerme en casa de Kagome e Inuyasha.

La morena se sintió algo más aliviada, aunque se sentía un poco culpable por haberle

estropeado la noche a su amigo. No había sido culpa suya, pero aún así lamentaba no haber

sabido defenderse sola y haberlo llevado hasta una zona demasiado profunda del bosque.

- Kaede, ¿cómo es que estoy bien? ¿Cómo me encontrasteis?

La anciana sonrió ampliamente y le guiñó un ojo.

- Él te rescató - dijo a la pequeña dando a entender que ese él no necesitaba

aclaración - Estaba por la zona cuando olió tu sangre y te oyó gritar su nombre.

Las mejillas de la joven se llenaron de rubor. Él la había oído llamándolo. No pudo dejar de

sonreír.

- ¿Dónde está ahora? - quiso saber de inmediato - ¿Puedo verlo?

- Pasó toda la noche junto a ti en la cabaña. Quería asegurarse de que estarías bien,

pero en cuanto se hizo de día se marchó al bosque. Te ha dejado unos regalos.

Rin se levantó en seguida, sin que le importara la tremenda herida de la pierna y salió

cojeando hacia el exterior, sin mirar atrás.

Kaede se la quedó mirando mientras salía por la puerta. Acababa de decirle que el

señor Sesshomaru le había traído regalos y ni siquiera los había mirado. Había junto a su

cama un precioso kimono blanco con bordados de flores color oro. Era realmente bonito.

Estaba claro que Sesshomaru sabía qué colores le sentarían bien al rostro de la chica.

También había una pequeña caja plateada con dibujos de mariposas. Era una especie de

joyero, y en su interior había un espejo. Kaede sonrió al imaginarse al frío y distante

Sesshomaru pensando en regalos delicados para una chica. Era difícil de imaginar. Pero la

anciana estaba muy segura de por qué lo hacía.

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* * *

Rin cayó de bruces contra el suelo y se llenó de tierra. Otra chica cualquiera se

hubiera hecho daño o habría empezado a llorar, sin embargo, la morena se levantó sin

derramar una sola lágrima y siguió caminando a trompicones, coja de una pierna debido a

la herida, con las manos sucias debido a la caída y el vestido algo desgarrado. Pero nada le

importaba, tenía una gran fuerza de voluntad. Y ahora sólo tenía un deseo, uno que la hacía

más fuerte cada día… ver al señor Sesshomaru.

En medio del bosque había un río. Rin pudo divisar en la orilla un caballo de dos

cabezas bebiendo agua y al lado un demonio bajito y verde que dormía tranquilamente.

- ¡¡Señor Jaken!! - exclamó la niña yendo a su encuentro.

- ¡¡Ahh!! ¡¿Quién anda ahí?! - se sobresaltó.

- ¡Ja, ja, ja, ja! Soy yo, Jaken; la pequeña Rin.

El pequeño demonio abrió los ojos de par en par. Desde que habían dejado a la niña en

la aldea la habían visitado con frecuencia, pero por asuntos importantes de Sesshomaru,

hacía ya casi un año desde la última visita que le hicieron. Así que Jaken casi no podía

reconocer a la que había sido una pequeña mocosa que siempre le molestaba. Se había

convertido en una hermosa y adorable joven, la envidia de toda chica de su edad.

- ¿Rin? ¡Casi no puede reconocerte! ¡Has crecido mucho!

- Ja, ja, ja, ¡claro! Los humanos crecemos deprisa, tú en cambio, estás igual de

cascarrabias - se rió.

Jaken se cruzó de brazos molesto.

- ¡Maldita mocosa! - dijo, pero en realidad ya no estaba enfadado. Se alegraba de ver

tan bien de salud y aspecto a la chica.

- ¿Dónde está el señor Sesshomaru? ¿Anda por aquí cerca? - preguntó y Jaken pudo

notar su mirada desesperada y su sonrisa llena de esperanza.

- Sí, está cerca.

Al momento notaron una suave brisa y el demonio de cabellos blancos apareció ante los

presentes. La niña abrió los ojos; no había cambiado nada. Seguía teniendo la apariencia de

un joven de veintidós años, aunque tenía más de cien. Sus cabellos eran algo más largos,

pero siempre tan albinos como la luna. Y sus ojos amarillos, ojos casi felinos, la miraban

con detenimiento y le atravesaban el alma. Rin dio un suspiro. De repente se sentía aliviada

y… feliz. Corrió hacia su demonio y lo abrazó con fuerza.

El señor Sesshomaru se sorprendió ante la demostración de afecto de la chica, pero no

se movió. Dejó que ésta le abrazara y se sintiera feliz. Al fin y al cabo, ella siempre había

sido así, tan cálida, tan espontánea, tan diferente a como era él.

Por su parte, Rin sentía la calidez del cuerpo de Sesshomaru bajo sus brazos. Su ropa,

siempre la misma ropa, la misma armadura… desprendían su olor, el olor que a la chica

tanto le gustaba. Había sentido la necesidad de abrazarle en cuanto le vio aparecer en el

claro. Sabía que el demonio no era cariñoso, sino frío y distante, pero con ella siempre

había sido diferente, y lo estaba demostrando ahora al no apartarla de un empujón. Rin

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necesitaba de la presencia del demonio. No se había dado cuenta hasta ahora de hasta qué

punto lo necesitaba. Finalmente se apartó de él y lo miró a los ojos.

- ¿Por qué has tardado tanto en visitarme? - inquirió la niña y la pregunta sorprendió

al demonio. Él se esperaba que dijera algo como "Pensé que ya no volverías" o algo

así, pero no. Ella había hecho otra pregunta porque Rin siempre confió en que

Sesshomaru volvería. Nunca tuvo la menor duda.

- ¿Qué te ha pasado? - dijo él eludiendo la pregunta y acercándose al agua del río.

Rin sonrió en silencio. Estaba acostumbrada a los cambios de tema de su señor. Era un

guerrero fuerte con muy mal carácter y acostumbrado a que nadie le quisiera, así que

cuando Rin le hacía una muestra de cariño, evitaba mirarla y se alejaba un poco.

- Me caí cuando venía. Es que estaba corriendo.

- No deberías correr con la herida que tienes. Podrías hacerte daño.

Ese era otro de los puntos del señor Sesshomaru. Puede que fuera distante, porque lo

era y mucho, pero se preocupaba por ella… sólo por ella. Al ser un demonio cruel, nunca le

había importado la vida de los humanos. Se dedicaba a ignorarlos y si era necesario, los

mataba, pero desde que la conoció a ella, había evitado matar a cualquier humano, pues no

quería disgustarla. Algo en su interior cambió cuando salvó la vida de la pequeña cuando

tenía unos nueve años. Fue la primera en no temerle, en ver más allá de lo que él dejaba

ver, en quererle como a un padre o a un hermano. Y Sesshomaru aprendió que lo más

valioso que tenía en su vida… era Rin. Por eso se preocupaba por ella. Parecía que la

abandonaba en la aldea por egoísmo, pero no era así. Lo hacía porque sabía que una vida

con demonios era peligrosa para una simple humana. Lo hacía para protegerla.

Sesshomaru se sentó junto al caballo de dos cabezas y dijo sin mirarla todavía:

- ¿Has visto ya los regalos?

- No. Quería verte a ti primero.

Se hizo un silencio algo incómodo porque el apuesto demonio sabía lo que la chica le iba a

decir y no sabía cómo evitarlo.

- Señor Sesshomaru - empezó.

- ¿Qué quieres?

- En realidad, quería pedirle algo que llevo deseando desde hace mucho tiempo -

hizo una pausa. Tenía la esperanza de que esta vez todo saldría bien. Sonrió y dejó

que ese pensamiento la envolviera y le diera fuerzas - Sesshomaru, quiero que me

lleves contigo.

Él no dijo nada. Rin se acercó un poco y se quedó observándolo, expectante. Al fin, levantó

el rostro y la taladró con la mirada.

- No, Rin, lo siento.

La morena abrió los ojos sorprendida. No lo entendía.

- ¿Por qué? - dijo alzando la voz, a punto de llorar - Siempre que te lo pido dices lo

mismo. No lo entiendo.

- Porque aún eres joven, Rin. Ya te lo he dicho muchas veces - él mantuvo su tono

sereno e impasible. Le hablaba con su melodiosa voz llena de tranquilidad.

Page 16: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Sí, sí, ya lo sé - alzó la chica los brazos - Soy demasiado pequeña para esto, soy

demasiado pequeña para lo otro. Eso me lo decían hasta que cumplí quince.

Sesshomaru, ahora tengo diecisiete, y en un mes cumpliré los dieciocho. Ya nadie

puede decirme que soy demasiado pequeña para nada.

Él asintió. De repente fue consciente de lo mucho que había crecido su pequeña humana y

de lo inteligente que era. La miró fijándose por primera vez en lo hermosa que era ahora.

Suspiró tristemente.

- No vendrás.

Rin lo miró duramente. Se sostuvieron la mirada largo rato y ella sabía que tenía todas

las de perder, pues Sesshomaru no cedía nunca. Pero aun así quería demostrarle lo valiente

y decidida que era.

- De acuerdo - dijo ella, sin dejar de taladrarlo con la mirada - No iré si me das una

buena razón - le retó.

Él la ignoró por completo y se acercó al lago para limpiarse las manos. Claro que tenía

una respuesta, una buena respuesta, pero nunca había querido decírselo. Sabía que en

cuanto le contara la verdad se le partiría el corazón. Con la excusa de que era muy pequeña

había podido eludir la verdad muchos años, pero ahora…

Rin lo miró enfadada. Quería su respuesta.

- No me iré hasta que no me lo digas. Si de verdad no puedo acompañarte, quiero

saber por qué.

El señor Sesshomaru se giró y la miró con hostilidad. Era la primera vez que la miraba

así y ella se asustó un poco.

- No puedes venir porque yo no quiero que vengas.

En ese momento Rin sintió cómo su corazón se hacía pedazos de golpe. Sesshomaru, la

persona que más quería en este mundo acababa de decirle que no quería estar con ella.

- Entonces… - continuó ella con la voz quebrada y Sesshomaru supo el daño que le

había hecho con esas palabras - … ¿da igual cuanto crezca yo? ¿Nunca querrás que

vaya contigo?

- Nunca - confirmó él dándose la vuelta. No podía mirarla a la cara después de lo que

le había dicho.

Rin no dijo más. Las lágrimas empezaron a salirse silenciosas de los ojos y se sintió

desfallecer. Salió corriendo del claro y se adentró en las profundidades del bosque,

sintiendo que su mundo se desmoronaba bajo sus pies.

Page 17: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 5: Prefiero que me odies.

La morena llevaba horas en el bosque. Estaba acurrucada junto a unos matorrales y no

había parado de llorar.

- Entonces… ¿da igual cuánto crezca? ¿Nunca querrás llevarme contigo?

- Nunca.

No podía olvidar la conversación que habían tenido ella y Sesshomaru. ¿Cómo podía

haberle dicho eso? ¿Cómo podía haberla tenido engañada tanto tiempo? ¿Es que en realidad

él nunca la había querido? ¿Ni siquiera un poquito? Se sintió desfallecer. Lo que Rin sentía

por Sesshomaru era algo muy profundo. No estaba segura de qué era exactamente. De

pequeña pensaba que era respeto y admiración, pero ahora… ¿qué sentía ahora por él?

Cuando le abrazó, notó la calidez de su cuerpo y se encontró a si misma respirando su olor,

pensando que le necesitaba. ¿Le necesitaba? Ya no estaba segura de nada, y menos después

de lo que él le había dicho. Se abrazó las piernas y continuó llorando amargamente.

Una hora más tarde…

- ¿Rin? ¿Dónde estás? - era la voz de Jaken - ¿Rin?

- Vete - le dijo ella sin mirarlo. No quería que la viera llorar.

El demonio verde se acercó.

- ¿Lloras por lo que el señor Sesshomaru te dijo?

Rin no contestó.

- Si Sesshomaru se entera de que te cuento esto se enfadará conmigo, pero creo que

deberías saberlo - miró a la joven, pero ella no se movió, sin embargo había dejado

de llorar; le estaba escuchando - Mira, Rin, cada vez que venimos a visitarte nos

preguntas cuanto falta para que te llevemos con nosotros y él siempre responde que

eres demasiado joven, pero ahora sabes que ese no era el motivo de su negativa.

- Él no me quiere - dijo ella amargamente.

- En realidad, un día le pregunté por qué no te dejaba venir con nosotros, pues cuanto

tenías nueve años siempre te habíamos llevado. Y el amo me dijo lo siguiente:

Flash back

- Señor, ¿es cierto que dejará a la pequeña que venga con nosotros? No creo que

sea muy adecuado.

El demonio de la luna suspiró. No era su costumbre hablar de lo que pensaba hacer o

de lo que sentía, pero Jaken era su sirviente fiel y no tenía por qué tener secretos con él.

- No, nunca vendrá con nosotros.

- Eso me temía, mi señor, pero no entiendo por qué le da usted esperanzas.

- Jaken - le dijo a su sirviente - No es cuestión de lo que yo o tú queramos. Hago lo

que es mejor para ella, lo que la hará feliz.

Page 18: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- No sé si le entiendo, señor. Según parece, lo que a ella le haría feliz es venir con

usted. Nos lo dice siempre.

El albino se volvió hacia el pequeño demonio verde y se decidió a serle totalmente sincero.

- Jaken. Por mucho que nos duela, Rin es una niña humana. Los humanos son

frágiles y los demonios son peligrosos para ellos; los capturan, los devoran. Estar

conmigo, incluso que yo la visite, pone su vida en peligro. Ya la han raptado

muchas veces para chantajearme. No permitiré que vuelva a ocurrir.

- ¿Por eso la aleja de usted?

Sesshomaru suspiró tristemente.

- Sé que no es lo que quiere ella, pero en la aldea aprenderá cómo viven los

humanos normales. Estará con gente de su especie y también de su edad. Esperaba

que con el tiempo algún joven se enamorara de ella y Rin lo aceptara. De esta

manera se olvidaría de viajar con nosotros. Encontrará su felicidad y estará a

salvo… sin mí - esas últimas palabras las dijo con un gran pesar en su pecho.

Jaken comprendió una cosa en ese momento. Que aunque Sesshomaru siempre diera

respuestas cortas, hirientes y hostiles, su corazón nunca había sido de piedra.

- Pero señor, si Rin se casara y se olvidara de nosotros, entonces, el que no sería

feliz sería usted.

- Para mí es más importante que lo sea ella.

Fin del flash back

Rin miró a Jaken con los ojos bien abiertos. Ahora entendía por qué su demonio le

había hecho tanto daño. Ahora lo entendía todo.

- ¿Lo comprendes ahora, Rin? ¿Entiendes por qué te ha dicho eso? Sesshomaru

prefiere que le odies si de esa manera consigues olvidarte de él. Porque con él

estarás constantemente en peligro. En cambio, en la aldea estarás totalmente

protegida. Inuyasha, Kagome, Sango, Miroku y Shippo son las personas más

poderosas de todo Japón, y todos son de tu aldea.

- Lo entiendo - dijo enjuagándose una última lágrima y levantándose - El señor

Sesshomaru no quiere que vaya con él porque si él se despista, no podrá protegerme

siempre, y yo soy una débil humana que no puede defenderse por sí misma.

- Así es - afirmó Jaken - Me alegro de que por fin lo entiendas. Ahora te pido que

regreses a la aldea y te olvides de nosotros. Pero, por favor, no le guardes rencor al

amo Sesshomaru. Todo lo que ha hecho, es por ti, aunque jamás lo reconocerá.

Prefiere que le odies si así te mantiene a salvo.

La morena se levantó. Se sacudió la tierra del vestido y regresó al pueblo a paso lento pero

decidido. No abrió la boca en todo el camino y no derramó ni una sola lágrima más.

Page 19: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

* * *

- ¿Oye, Kaede, qué le pasa a Rin? - preguntó Kagome, que se encontraba sentada

junto al fuego de la casita.

- No lo sé - respondió la anciana - Hace días que no habla y apenas si come nada.

Está así desde que vino de ver a Sesshomaru. No sé qué le pudo ocurrir allá.

- ¡Bah! - dijo el semi-demionio Inuyasha, despreocupado - Mi hermano puede llegar

a ser muy idiota. Seguro que le dijo algo que no le gustó y por eso está así. Ya se le

pasará.

Kagome cogió la cacerola que tenía más cerca y le dio un sartenazo en la cabeza.

- ¡¡Ayyy!!

- ¡Eso te pasa por ser un insensible! ¿Acaso no ves que Rin está realmente mal?

- ¡¡Pero los niños suelen tener berrinches de este tipo!!

- ¡Abajo! - le gritó Kagome y al momento el collar mágico que Inuyasha siempre

lleva al cuello hizo que éste se estampara contra el suelo.

Kaede empezó a reír.

- Se lo merecía - dijo - Además, Rin ya no es ninguna niña. Ella nunca se comporta

de esta manera. Fuera lo que fuera lo que sucedió, debió de ser algo muy grave.

Shippo lo había estado oyendo todo muy detenidamente. Él tampoco estaba muy seguro

de lo que le estaría pasando a su mejor amiga, pero sí sabía que la quería mucho. Se acercó

a ella, que estaba metida en su cama, con la mirada perdida, como si fuera un fantasma. Se

tumbó a su lado y la abrazó por detrás. Ella no reaccionó. Probablemente ni siquiera estaba

allí, su mente volaba lejos, muy lejos de esa cabaña, pensando en un demonio albino que

anteponía la felicidad y seguridad de la chica a la suya propia.

No te preocupes, Rin - le dijo Shippo en un susurro casi inaudible - Todo se arreglará. Te lo

prometo - y la estrechó más fuerte contra sus brazos hasta que ambos se quedaron

dormidos.

Page 20: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 6: Kohaku, el exterminador de demonios.

Había pasado cosa de una semana desde que Shippo y Rin se quedaron dormidos

abrazados en la cabaña de la abuela Kaede. El zorro la había convencido de que se

levantara y comiera algo, y unos días después consiguió sacarla de la casita y llevarla por el

bosque. Esos paseos le sentaban muy bien a la pequeña; había recobrado el color en sus

mejillas y estaba mucho más animada, sin embargo, sus ojos ya no eran tan risueños y

alegres como siempre, su brillo se había apagado y no había manera de volverlos a hacer

lucir.

Al regresar pasaron por la plaza y se encontraron con un gran alboroto.

- ¿Qué ocurre? - le preguntó Shippo a otro muchacho de su edad. Tendría unos 18

también.

- Estamos haciendo un torneo entre los jóvenes. Solo pueden participar chicos entre

16 y 18 años. Los que ganen serán considerados los siguientes guerreros de la aldea,

después del grupo de Inuyasha, claro, pero a ellos no hay quien los gane.

Los chicos rieron un instante.

- ¡Está bien! - anunció Shippo convencido - ¡Voy a participar!

Rin le dio una palmadita en el hombro y le dijo en un susurro.

- Pues más te vale hacerlo bien, tu amiguita te está mirando.

Shippo se giró, confuso. Entonces vio a la adorable Yuuki, la chica rubia y de ojos verdes

que tanto le gustaba. Era cierto, la joven lo miraba sonrojada y después desviaba la mirada.

¿Qué significaría eso?

- Bien, los participantes son: Ryo, Lin, Daichi, Hikaru, Kaname y Shippo.

El tal Kaname era un muchacho de la aldea muy apuesto. Era el mismo que hacía un tiempo

le regaló flores a la hermosa Yuuki. Cuando Shippo supo que le tocaría combatir con él, se

alegró mucho. Le iba a demostrar a la rubita lo valiente que era y que valía más que el

engreído de Kaname.

Los primeros combates no fueron muy interesantes. Ryo ganó el primero y Hikaru el

segundo. Lo único que le llamó la atención a Rin fue que Daichi le guiñó un ojo antes de su

enfrentamiento, con la promesa de que ganaría por ella. No tardó mucho en perder.

Shippo y Kaname se pusieron uno frente al otro e hicieron el típico saludo de los combates

japoneses. Cuando el juez dio la voz de que empezaran, ambos se pusieron en guardia.

Kaname no luchaba nada mal. No sólo era guapo, sino fuerte, atlético y bastante alto. Se

había entrenado desde niño y sabía pelear a la perfección. Sin embargo, era incapaz de

superar a Shippo. El zorrito, en su condición de demonio, era más bajo que un humano

normal de su edad, aun así era también muy guapo, fuerte y desde luego, mejor luchador

que su contrincante. Probablemente podría haber acabado con todos los demás participantes

a la vez si hubiera querido, pero no lo hizo. Decidió no poner demasiado de su parte y dejar

que Kaname intentara atraparlo, de esa manera se burlaba un poco de él y le servía para

Page 21: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

demostrarle a Yuuki lo buen guerrero que era. Al final, Shippo se cansó de jugar y en

cuestión de segundos inmovilizó al contrincante y lo dejó KO. Todos aplaudieron al

instante.

Rin se acercó a su amigo con una risilla divertida.

- Les gustas a las chicas de la aldea - dijo señalando con disimulo a las jovencitas

que cuchicheaban sobre lo mono que era Shippo y lo fuerte que era.

- Puede - se sonrojó un poco el zorrito.

- ¿Por qué no vas a hablar con Yuuki? - propuso su amiga.

- ¡¿Pero qué dices?! No sabría que decirle.

Entonces la morena se sacó una rosa de la manga del kimono y se la ofreció a su amigo.

- ¿Por qué no empiezas diciéndole: "Una flor hermosa para una joven todavía más

hermosa"?

Ambos se rieron. Estaba claro que Rin sabía todo lo que necesitaba oír una chica. Shippo

tomó la rosa y se alejó en dirección a la rubia.

* * *

Por la tarde, Rin se encontraba en el bosque, cerca del río donde habló por última vez con

su adorado Sesshomaru. Había estado paseando con una amiga de la aldea llamada

Megumi, que vivía en la cabaña de al lado de la suya.

Llevaban mucho rato en silencio cuando Megumi se decidió a preguntar.

- ¿Qué te pasa últimamente, Rin? Te noto distante.

- No es nada.

Megumi no estaba muy convencida.

- Eres la chica más alegre y sonriente de todo el pueblo, y de repente estás siempre

seria y pensando en dios sabe qué. Ya sólo sonríes cuando estás con Shippo. En

serio, ¿qué te pasa?

Las chicas estaban sentadas a la orilla del lago. Rin se aferró las rodillas.

- ¿Qué me dirías si te contara que no quiero casarme?

- Bueno, ya sabía que tenías cierto reparo en escoger chico, pero pensé que era

porque no te gustaba ninguno.

- Y no me gusta ninguno, pero no es sólo eso.

- Entonces, ¿qué es? - Megumi estaba cada vez más preocupada.

Page 22: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Soy muy feliz aquí con vosotros. La abuela Kaede me acogió en su casa y ha sido

muy bondadosa, igual que todos vosotros, pero yo siempre he sentido que este no

era mi lugar. Siento como si debiera estar en otra parte… no sé explicarlo.

- ¿Es por algo que te pasó cuando eras niña?

Rin vaciló. En realidad, no estaba segura de por qué se sentía así.

- No lo sé - y se quedó mirando la corriente del río.

- Deberíamos volver - anunció su amiga, levantándose.

- Tienes razón.

Y ambas amigas se encaminaron nuevamente hacia la aldea.

Un ruido muy fuerte las sobresaltó y la tierra empezó a temblar. Rin y Megumi vieron

como varios árboles caían al suelo. Desde donde estaban ya se veían las primeras casas de

la aldea y para su sorpresa, un monstruo gigante se encontraba allí. Era una especie de rata

gigante de tres metros. Caminaba a gran velocidad y destruía a su paso todas las cabañas

que encontraba. Los aldeanos corrían asustados, y los hombres de la aldea le lanzaban

flechas, piedras y lanzas, pero el demonio no se detenía.

- Vayamos a llamar a Inuyasha - propuso Megumi, asustada.

- No está. Kagome, Shippo y él partieron por la mañana para una misión en un

castillo bastante lejano, y Sango y Miroku aceptaron ayer otra misión y aún no han

vuelto.

Corrieron hasta la aldea.

- ¡Kaede! - llamó Rin al no encontrarla - ¡Abuela Kaede!

La anciana apareció entre la multitud con un arco y una flecha.

- ¡Rin, ves a esconderte con las mujeres y los niños!

- ¡Pero te harán daño!

- Soy la sacerdotisa de la aldea, mi niña, cuando no están los guerreros, yo me hago

cargo de los problemas - y se marchó aprisa hacia el demonio.

Rin no sabía qué hacer. Siempre había sido una chica obediente, pero no podía abandonar a

Kaede a su suerte. Puede que la anciana fuera una sacerdotisa y todos los aldeanos la

ayudarían. Pero no nos engañemos, los humanos no pueden hacer nada contra un demonio

gigante. Así que siguió a Kaede. No podía permitir que le pasara nada malo.

La rata había alcanzado a algunos hombres con sus zarpas y había devorado a unos cuantos.

Los humanos le tiraban lanzas, palos, piedras, cualquier cosa que pudiera herir al animal,

pero nada lo espantaba. Parecía más enfadado por momentos. Entonces la anciana Kaede se

puso frente a él y, apuntándole con su única flecha le dijo:

Page 23: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¡Oh, demonio que has irrumpido en nuestra aldea, te pido que te marches y no

regreses nunca más!

El demonio empezó a avanzar hacia ella.

- Muy bien - exclamó y colocó la flecha en el arco - ¡Por el poder sagrado! - y

disparó.

Pero el poder de Kaede era ya muy débil. La flecha no le hizo más que cosquillas al

demonio rata y se abalanzó sobre la anciana.

Rin, viendo que no podría escapar, corrió hacia el lugar donde se encontraba la sacerdotisa

y la empujó a un lado, salvándole la vida pero quedando justo en frente del peligroso

demonio. Levantó una zarpa y arremetió contra ella.

De repente, un joven apareció por los aires y con su arma - una especie de hoz cortante

atada a una cadena de hierro - la enredó en el cuello de la bestia y empezó a asfixiarla. Ésta

se retorcía de dolor y chillaba enfurecida. El joven saltó ágilmente por el cuerpo del animal

hasta posarse en su cabeza y lo dejó ciego, cosa que enloqueció al demonio. Finalmente

cogió la hoz con la mano y le rasgó la garganta. El monstruo cayó al suelo con un gran

estrépito. El muchacho bajó del cadáver de un ágil salto y se posó ligero en tierra, frente a

los aldeanos.

- ¡Viva! ¡¡Hurra!! - vitoreaban todos, mientras ayudaban a los heridos y las mujeres

y niños salían de sus escondites.

El muchacho se acercó a la morena, que aún estaba en el suelo.

- ¿Te encuentras bien, Rin? - dijo tendiéndole la mano para ayudarla a levantarse.

Ésta la aceptó con gusto. No se esperaba que él se acordara de su nombre.

- Gracias, Kohaku. Me has salvado la vida.

- Siempre es un placer - y le besó la mano.

- ¡¡Kohaku!! - vinieron gritando algunas mujeres del pueblo, unas jóvenes y otras

más mayores - ¡¡Qué alegría verte de nuevo!!

- ¿Cómo estás? ¿Te quedarás mucho tiempo? Espero que sí.

- ¿Cómo te va el entrenamiento?

- ¿Ya tienes esposa?

- ¡Kohaku, ven a mi casa a comer hoy! Nos has salvado a todos.

- No, vendrá a mi casa.

- Ni hablar, se viene conmigo…

Rin se alejó de ese huracán de actividad y fue a ver como estaba la abuela Kaede. Por

suerte, estaba en perfecto estado. Gracias a la valiente intervención de Rin, ella se había

salvado. Sin embargo se dio cuenta de algo; por muy valiente que fuera, si Kohaku no

hubiera llegado en ese instante, la rata gigante la habría devorado, de la misma manera que

si Sesshomaru no la hubiera salvado al caer del árbol, ella habría muerto. Tenían razón, ella

nunca podría ir con Sesshomaru, porque era una inútil. Se llevó las manos al corazón y se

apretó el pecho, que le dolía de tristeza.

- Nunca podré defenderme - pensó con amargura - Mi destino es estar alejada de ti,

Sesshomaru.

Page 24: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Por la tarde estuvo observando cómo entre todos los del pueblo arreglaban las casas caídas.

También vio a Kohaku entrenar sus habilidades con algunos de los jóvenes mientras las

chicas se entretenían en mirar lo apuesto que era. Sí, Kohaku era el muchacho del que una

vez hablaron Shippo y ella. Era el hermano menor de Sango. Tenía 21 años y era todo un

hombre, un joven guapísimo, nada presumido. En realidad era muy humilde, pues el pasado

que habían vivido él y su hermana Sango era muy complicado - véase la serie anime.

Rin siempre le había tenido una especial simpatía, pero estaba segura de que él nunca se

fijaría en ella. Sobre todo, teniendo loquitas a las jovencitas de la aldea.

Entonces Kohaku levantó la vista y vio a la hermosa Rin sentada en un saliente rocoso de

una colina. Le sonrió y la joven se sonrojó en el acto y evitó su mirada.

Page 25: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 7: ¡Entréname!

Al cabo de unos días, la hermosa Rin había ido al encuentro del joven Kohaku. En

realidad le daba mucha vergüenza hablar con él, entre otras cosas porque, después de

Sesshomaru por el que sentía algo muy fuerte, Kohaku era la segunda persona por la que se

sentía así.

Pero la morena había estado pensando mucho. Su mayor deseo era seguir al demonio

albino a donde quiera que fuera, y si no podía porque era demasiado débil, pues se haría

fuerte. Shippo e Inuyasha eran ambos muy fuertes, pero es que el primero era un demonio

pura raza y el segundo un semi-demonio con una espada mágica. Era completamente lógico

que fueran así de fuertes. Necesitaba encontrar a humanos que fueran fuertes, y no

guerreros cualquiera de los que se encuentran en cualquier aldea o castillo, sino fuertes de

verdad. Kagome era muy poderosa, pero ésta no era una chica normal. Era una humana con

poderes espirituales; una sacerdotisa.

- No es posible adquirir de repente poderes espirituales. O naces con ellos o sin,

aunque a veces están ocultos en el interior de la persona, pero no pareces ser el

caso - recordaba que le había dicho Kagome. Por tanto, como sacerdotisa, lo llevaba

claro.

También pensó en el monje Miroku, un humano poderoso sin duda, pero eso se debía a

que, por una maldición, tenía un terrible agujero negro en la palma de su mano derecha que

lo absorbía todo. Tampoco le servía. Y fue entonces cuando dio con la solución. Sango y su

hermano pequeño - Kohaku - eran lo que se conocía como "exterminadores de demonios",

un nombre que se les daba a los humanos que se habían entrenado desde niños en el arte de

la lucha, se habían fabricado sus propias armas especiales mata-demonios y se dedicaban a

cazarlos por todo Japón. No se requerían poderes espirituales, ni ninguna otra cosa de esas,

simplemente dedicarle mucho tiempo y demostrar habilidades para la lucha.

- Kohaku - saludó Rin decidida - te estaba buscando.

El joven exterminador sonrió divertido. ¿Para qué le buscaría?

- Tú dirás.

La morena tragó saliva y lo dijo sin rodeos.

- ¡Necesito que me entrenes! - se inclinó ante él - ¡Por favor!

Kohaku se quedó a cuadros y de repente empezó a reírse.

- Ja, ja, ja, ja. ¿Por qué? - seguía riendo - ¿Qué mosca te ha picado?

- Los motivos son personales, pero necesito que me enseñes. ¡Te lo suplico!

El chico pareció vacilar.

- Es que, no sé si darás la talla.

- ¿Lo dices porque soy mujer? ¡Puedo hacerlo tan bien como un hombre! ¡Te

aseguro que…

- ¡Vale, vale, tranquila! - volvió a reírse - No lo decía por eso. Mi hermana también

es mujer y es mejor guerrera que yo. Pero nosotros procedemos de una población

Page 26: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

dedicada exclusivamente a exterminar demonios. Entrenan a niños y niñas desde

pequeños. Tú en cambio ya tienes 17 años y no has peleado nunca.

- Puede, pero aprendo deprisa.

El chico sonrió divertido. Ante el entusiasmo de la chica no pudo negarse, aunque la verdad

es que tampoco le apetecía hacerlo. Rin era una chica hermosa, simpática y siempre le

había atraído bastante. Tal vez pasar horas junto a ella sería la solución para averiguar si la

muchacha estaba o no enamorada de él, porque Kohaku, sin duda, lo estaba de ella.

* * *

Esa misma tarde, Rin y Kohaku se reunieron en un claro del bosque. El muchacho llevaba

ya varios minutos esperando cuando apareció la chica de entre los árboles. Él sonrió.

Realmente estaba a solas con ella.

- Llegas tarde - le dijo a modo de saludo.

- Estaba ayudando a Kaede, ha nacido otro niño - dijo con su tierna sonrisa. En sus

ojos aún podía verse el brillo de ternura que Rin sintió cuando vio la criatura en

brazos de su madre.

Kohaku tembló ligeramente al observar su dulce mirada perdida en el recuerdo del bebé y

sintió que su lugar estaba ahí, junto a ella. De repente se sintió abrumado, ¿sentiría ella lo

mismo por él?

- Bueno, ¿empezamos?

Al oír las palabras de la joven, Kohaku salió de su ensoñación.

- Por supuesto. Lo primero es… - se paró de repente. Acababa de fijarse en la ropa

de Rin. Llevaba su últimamente habitual kimono naranja y verde a cuadros y el pelo

liso le caía abundante y suelto sobre los hombros.

- ¿Qué sucede? - dijo la chica notando que el joven se la había quedado mirando.

- No llevas la ropa adecuada - dijo él tajante - Así no puedes aprender nada.

Kohaku se cruzó de brazos y cerró los ojos, pensativo. ¿Cómo iba a enseñarle a pelear con

un kimono encima? Era absurdo. ¿Qué podían hacer para conseguir ropa más adecuada?

- Kohaku - llamó la morena a su amigo.

El chico se volvió a mirarla y vio cómo se deshacía el lazo del kimono a cuadros. Las

mejillas se le enrojecieron de repente. ¿Por qué se lo desabrochaba?

- Rin, yo… - empezó muy nervioso. Pero antes de que acabara, el kimono de la

joven había caído al suelo y dejaba al descubierto un bonito traje de exterminadora -

¡Guau! - exclamó él - ¿De dónde lo has sacado?

- Me lo he ido confeccionando yo poco a poco. En realidad, iba a ser para cuando me

adentraba en el bosque, pero con unos arreglos, ha quedado como los vuestros.

El muchacho no podía apartar los ojos de Rin. Llevaba una camisa negra ceñida y unos

pantalones ajustados que marcaban perfectamente sus curvas. Llevaba un lazo blanco en la

cintura para sujetarse bien el traje y en lugar de sandalias, llevaba unas botas negras altas

que le permitían moverse con total libertad. Se preguntaba dónde las habría conseguido.

Page 27: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Las botas son un regalo - le dijo a Kohaku adivinando sus pensamientos.

- ¿De quién? - preguntó él, con curiosidad. ¿Quién podría haberle hecho un regalo

tan bueno y valioso a Rin?

Ella se sonrojó ligeramente y bajó la mirada.

- El señor Sesshomaru - dijo simplemente.

Kohaku se sintió extrañamente molesto, pero no supo bien por qué. Sabía que Sesshomaru

había cuidado de Rin durante muchos años, era como un hermano mayor para ella o, al

menos, siempre lo había parecido. Pero ahora que se paraba a pensar, la diferencia de edad

ya no era tan grande. Sesshomaru seguía teniendo la apariencia de un humano de veintidós

años, puesto que los demonios envejecen con mayor lentitud, y ahora Rin tenía ya 17 años.

Sintió un punzón en su estómago y se volvió molesto hacia ella.

- ¡Empecemos!

- Sí.

Lo primero que hicieron fue dar varias vueltas alrededor del claro y estirar los músculos.

Nada que Rin no supiera hacer ya.

- ¿Por qué hacemos esto? ¿No deberías enseñarme cómo usar una espada y esas

cosas?

Kohaku se rió por lo bajo.

- Rin - dijo mirándola con ternura, era tan inocente - no puedes sostener una espada

hasta que no adquieras más fuerzas. Te harías daño si lo intentaras ahora.

- No es cierto - se cruzó de brazos y bufó - Soy bastante fuerte.

- Ja,ja,ja - volvió a reír ligeramente el muchacho - Bueno, por el momento te

enseñaré a ser rápida, a caminar con ligereza, a ser silenciosa, a volar por los

árboles, ¿te parece bien?

Rin sonrió con toda su alma. Ese era el tipo de cosas que quería aprender; a ser un pájaro, a

ser un guerrero. Y llegaría el día en el que volara con Sesshomaru, el día en que estarían

juntos para siempre.

Page 28: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 8: Quiero casarme contigo.

Hacía ya tres semanas desde que Rin había empezado a entrenar. Ella y el joven Kohaku se

veían un rato cada tarde y la chica aprendía más y más cada día. Él aún no le había dejado

intentar siquiera coger un arma, pero ahora ella era rápida, ágil y ligera como una pluma,

silenciosa como un depredador acechando a su presa, como un animal salvaje que caza sin

que pueda ser cazado.

- Rin, mira allí. ¿Lo ves?

- Lo veo - dijo la joven entornando los ojos para ver mejor en la lejanía

- Pues atrápalo - le ordenó el muchacho.

Rin y Kohaku estaban escondidos tras unos arbustos. Era plena noche y el viento soplaba

frío a través de los árboles, pero Rin no tenía miedo, porque estaba con Kohaku, y tampoco

tenía frío. Después de esas semanas de entrenamiento, su sistema inmunitario se había

vuelto más resistente.

- Venga, no pierdas tiempo - continuó diciéndole el chico.

La morena trepó cautelosamente por el árbol con tanta facilidad como si fuera un gato

salvaje que pudiera trepar con sus uñas. Luego se posó en la primera rama, y fue tan ligera

que ésta ni siquiera tembló. Sus movimientos eran elegantes y cautelosos y estaba la noche

tan oscura que apenas podían verla. Cuando llegó a la rama más alta, apartó con cuidado las

hojas del árbol y contempló su objetivo. Era un pajarito. Una preciosa lechuza joven y

blanca. Sus ojos amarillentos brillaban y miraban en todas direcciones buscando a algún

ratón o conejo que comer. Tenían una vista muy aguda, y un buen oído también. Pero Rin

era mejor que el animal. Se acercó tanto como pudo sin levantar sospechas y, cuando lo

tenía tan cerca que casi podía olerlo, se abalanzó sobre él y lo agarró por las alas.

- ¡¡Gggrrr!!

El pájaro chillaba y gruñía, pero ella, lejos de soltarlo, lo apretó con fuerza a su pecho y

descendió de un ágil salto.

- Buen trabajo - la felicitó Kohaku - Excelente captura.

Ella sonrió satisfecha. Le había costado mucho ser capaz de hacer eso, pero al fin, había

podido.

- Venga, ahora regresemos a la aldea. Estarás cansada.

Ella asintió con la cabeza. Pero antes… miró al plumoso animal y le acarició las plumas

blanquecinas con ternura. La lechuza se tranquilizó. Y entonces…

- Vuela, pequeña - dijo abriendo sus manos para que ésta pudiera marcharse volando

y ser libre. Libre… - ¡Qué deliciosa palabra! - pensó Rin. Ella, que estaba atrapada

en una aldea en la que realmente no quería estar, y privada de la compañía del único

ser que despertaba algo realmente profundo y auténtico en ella.

- ¿No vienes?

- Sí, perdona - dijo la joven abandonando sus pensamientos - Vámonos.

Page 29: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

* * *

Era de día. Rin estaba sentada en un saliente rocoso de la colina colindante a la aldea. El

lugar que más de gustaba de todo el lugar. Movía las piernas en el aire, como cuando era

niña y estaba sentada sobre A-Un. Sonrió pensando en ese recuerdo.

- Te veo muy animada - dijo una voz a su espalda - ¿Puedo sentarme?

La chica no se volvió, simplemente hizo que si con la cabeza. Kohaku tomó asiento a unos

metros de ella.

- ¿Por qué siempre vienes aquí?

- Es un buen lugar para pensar - le dijo - Y a veces es necesario aclarar ideas.

- Y también va bien para ver todo lo que ocurre en la aldea desde aquí.

La chica rió tristemente.

- Sí, Kohaku, pero hay muchas cosas más allá de la aldea. Mira en cielo, ¿no es

hermoso? Y allí, a lo lejos, se ve el horizonte. Al otro lado, el mar. Mmm… ¡cómo

me gustaría ver el mar con mis propios ojos! Debe ser precioso.

- Lo es - afirmó él.

- ¿Sí? - de repente Rin recuperó el interés en la presencia del muchacho - ¿Has

estado alguna vez allí?

- Una vez - le explicó - sólo una, pero no es gran cosa. Agua y más agua, aunque

tenía algo atrayente, un no sé qué especial - miró a la muchacha - ¡En fin! Nada del

otro mundo.

Rin lo miró algo molesta.

- No puedo creer que pienses así - dijo regañándole - No creo que el mar sea un

montón de agua y nada más. ¿No te parece fascinante su brillo cuando es de noche,

los peces, sus preciosas escamas? Yo creo que debe ser algo digno de ver. Igual que

el cielo, ¿jamás te has preguntado cómo se sostienen todas esas estrellas que vemos

cada noche?

Kohaku negó confuso con la cabeza. No se planteaba ese tipo de cosas. Él era más práctico,

menos soñador.

- Pues yo sí - dijo Rin algo mosqueada. Esa gran admiración que sentía por el joven

se veía ahora algo confusa. Ella pensaba que el chico era una persona más abierta,

que pensaba acerca de la vida, que quería ver mundo, pero no que no apreciara las

cosas de la naturaleza.

Se levantó deprisa y se dio la vuelta, dispuesta a regresar cuanto antes a la aldea.

- ¡Espera! - le dijo él intentando frenarla - Lo siento, es que, nunca nadie me había

hecho ver las cosas de ese modo.

En ese instante la chica fue consciente de la gran tontería que acababa de hacer. No había

motivos para enfadarse, más bien se había hecho ilusiones sobre Kohaku y se había

Page 30: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

decepcionado un poco, pero no había nada por lo que portarse así, y ahora se arrepentía de

su conducta.

- Perdona - le dijo al exterminador - Me he enfadado por una tontería.

- Desde luego - le recriminó él - Pero no importa, y para que veas que no estoy

enfadado, quiero que aceptes esto - y le tendió un collar con el dibujo de una espiral.

Era muy bonito.

- Gracias - sonrió ella tímidamente y lo miró a los ojos - Pero no sé si debo

aceptarlo.

- ¡Tonterías! - el muchacho se acercó a ella decidido - Deja que te lo ponga.

Caminó hacia ella y se colocó a su espalda. Alzó el collar sobre su cabeza y se lo colocó en

el cuello desnudo. Al atarle el lazo, sus dedos rozaron su espalda suave y blanca, y ella

sintió la calidez de sus dedos, pero no dijo nada. Luego él le hizo darse la vuelta.

- Te queda muy bien - le dijo sonriendo.

- Es muy bonita.

- No tanto como tú.

Rin se ruborizó en el acto. Kohaku le estaba diciendo que era guapa, pero no acababa de

creérselo. Pero al final tendría que darse cuenta de que eran verdad. No era la primera vez

que las oía. Shippo ya le dijo una vez que si los muchachos de la aldea la miraban tanto es

porque era guapa, y en ese momento no le creyó, pero ahora, volviendo a oír esas mismas

palabras de los labios de Kohaku, empezó a creer que eran ciertas.

Kohaku la cogió por los hombros y la miró a los ojos. Los rayos de luna se reflejaban en

ellos, demostrando la pasión que había en los ojos del muchacho. La miró largamente y ella

lo miró a él.

- Rin - le dijo.

- ¿Qué? - dijo ella casi en un susurro, hipnotizada por sus ojos.

- ¡Cásate conmigo!

Page 31: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 9: El verdadero amor

Rin miró al apuesto joven que tenía ante sus ojos. ¿Realmente acababa de ocurrir lo que

creía que acababa de ocurrir? ¿De verdad Kohaku acababa de proponerle matrimonio?

Abrió los ojos de par en par y lo miró, incrédula. No sabía que responder.

- ¿Y bien? - insistió él - ¿Qué me dices?

La joven abrió la boca para responder, pero no pudo. No pudo porque no sabía qué decir.

Estaba terriblemente confusa. De entre todos los chicos que conocía, y en la aldea había

bastantes, el único que alguna vez le había llamado la atención había sido precisamente

Kohaku. Le parecía apuesto, fuerte y gentil. Era todo un hombre. Y ella había sido la

primera en desear que, puesto que debía casarse ya pronto, preferiría que fuera con Kohaku

a con otro cualquiera. Pero realmente nunca había imaginado que ese momento llegaría

realmente, que esos pensamientos se convertirían en algo real y, ahora que le estaba

ocurriendo, no tenía tan claro lo que sentía por él.

- Kohaku, yo… - empezó a decir, tímida - No sé qué responderte.

- Basta que me digas que sí, y me harás el hombre más feliz del mundo.

Rin estaba asustada. No quería hacerle daño a su amigo, pero tampoco quería traicionar su

corazón. Ella sólo amaba de verdad a una persona, una persona que no la amaba a ella,

alguien que la había rechazado, pero lo amaba igualmente, y ese era su verdadero amor. Ese

y no otro. Rin estaba, sin duda, perdida y locamente enamorada del señor Sesshomaru.

- No puedo decirte eso - le respondió al fin - Pero no pienses que es por ti, Kohaku.

No eres el primero que me lo pide, pero a los demás tampoco pude…

- Espera - la interrumpió el chico - Me dan igual los demás. Ellos son aldeanos de tu

pueblo, no comprenden tus sentimientos. Yo te he conocido cuando eras niña y sé

muchas más cosas de ti que ellos. Y además, puedo protegerte. Nunca dejaría que te

lastimara nadie.

La apretó más fuerte de los hombres, mirándola fijamente, y se lo volvió a preguntar.

- Entonces, ¿te casarás conmigo?

- Kohaku, por favor, suéltame. Te he dicho que no puedo - intentó soltarse.

- Pero tienes que casarte. Debes tener marido antes de los 18.

- Lo sé - continuó ella sin que él aflojara su agarre.

- ¡¿Y estás tan tranquila?! ¡Tan sólo te queda un mes, por eso he venido, para verte,

para decirte que te quiero!

La cogió de los brazos con fuerza y, de repente, se dispuso a besarla.

- ¡Kohaku, déjame, por favor!

La chica se debatía en sus brazos, sin poderse soltar. Ya no era la chica debilucha que había

sido al principio, hacía tan sólo tres semanas, pero tampoco era lo suficientemente fuerte

como para oponerse a Kohaku, el hábil exterminador de demonios que tan valientemente

defendía su aldea. Pero a pesar de todo, ella quería ser un pájaro libre, como el aire, como

las hojas de los árboles que el viento lleva por caminos nuevos e insospechados. Y si se

casaba, quedaría atada para siempre, en esa aldea, con él y privada para siempre de

marcharse con su querido Sesshomaru. ¡No! ¡No quería casarse! Necesitaba tiempo para

Page 32: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

pensar, y desde luego, por mucho que quisiera a Kohaku, ahora sabía que su amor por él no

era más que una gran amistad, pero nada más. Por mucho que le doliera, no podía

corresponderle.

- ¡Que me sueltes te digo! ¡¡Ahh!! - empezó a gritar ella para que alguien viniera

ayudarla.

- ¿¡Pero qué ocurre?! - se oyó una voz cercana - ¿Qué pasa aquí?

Era Shippo, que había oído los gritos de su amiga.

- No ocurre nada - dijo de pronto Kohaku, soltando a Rin de repente - Sólo

estábamos hablando.

- Pues no parecía eso. ¿Por qué gritaba Rin entonces? - inquirió el demonio-zorro,

valiente.

- Ha sido un malentendido - dijo Rin, porque en el fondo no quería causar problemas

a nadie - Gracias por venir a ayudarme, Shippo. Kohaku y yo ya hemos terminado

de hablar - e intentó que el exterminador la soltara por fin.

Los dos chicos se sostuvieron una larga e intensa mirada cargada de rivalidad, mientras Rin

se acercaba a su amigo.

- Vámonos a casa, por favor - le susurró a Shippo al oído.

Éste asintió.

* * *

- ¿Qué ha ocurrido? - quiso saber Shippo en cuanto se alejaron del lugar.

- Nada importante. Olvídalo.

- No - se increpó el zorro - ¿Te ha hecho algo malo? ¿Es eso? ¿Por qué gritabas si

no?

Rin se abrazó a sí misma y se frotó los brazos, por donde Kohaku la había agarrado hasta

hacerle daño.

- Me ha pedido que me case con él - le confesó finalmente a su amigo.

Él se paró en seco y se la quedó mirando.

- Pero eso es lo que querías, ¿no? Es el único que te gusta de verdad. Has rechazado

a cuantos chicos te lo han pedido porque querías que fuera él, ¿no es así?

Ahora fue Rin quien lo miró. El labio inferior le temblaba y sus ojos comenzaron a

enrojecerse. Una gruesa lágrima corrió por su mejilla hasta llegar a su cuello y se deslizó

suavemente por él.

- Eh, eh - dijo tiernamente Shippo, casi en un susurro - ¿Por qué lloras?

Y la abrazó, colocando la cabeza de ella en su pecho.

Page 33: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Es que… - más lágrimas cayeron de sus ojos y le mojaron el rostro - …yo no

quiero casarme con él, ni con nadie - lloró - No le quiero, yo no le quiero.

Shippo la abrazó más fuerte y le acarició los cabellos negros. No sabía cómo consolar a su

amiga.

- No sé qué decirte. Pensaba que le querías.

- Eso pensaba yo también - le colocó las manos alrededor de su amigo y siguió

llorando amargamente - Quiero irme con el señor Sesshomaru - lloró - Quiero estar

con él, para siempre.

Aquí es cuando Shippo lo comprendió todo. Lo que siempre había sospechado ahora dejaba

de ser una simple sospecha para convertirse en un hecho confirmado. Lo que Rin sentía por

el hombre que la salvó de morir por los lobos, no era sólo respeto o admiración, sino que

se había convertido en amor. Rin se había enamorado del señor Sesshomaru.

Continuaron así todavía un rato más, abrazados, hasta que ella se calmó y Shippo pudo

llevarla a casa. Ahora que sabía la verdad no podía dejarla sola. Haría lo que fuera por

ayudarla. Lo que fuera…

Page 34: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 10: Se puede amar a más de un corazón

Sesshomaru pasó volando sobre una aldea humana. No le gustaba pasar por ese tipo

de lugares porque jamás había simpatizado con humanos y, además, ahora le recordaban

demasiado a Rin.

En esa aldea era día de mercado, y estaban expuestas las más exquisitas telas recién

tejidas, y todo tipo de artículos hermosos y exóticos para vender. El apuesto demonio vio

en la distancia un bonito kimono azul, como el mar, y no pudo evitar pensar en su pequeña

humana. ¡Cuánto había crecido!

Flash back

- Mire, señor Sesshomaru, mire - dijo la voz de una pequeña niña.

- ¿Qué ocurre, Rin?

- Aquel señor dice que ha visto el mar. Dice que es bonito. ¿Qué es el mar?¿Usted

lo ha visto? - resonaba su voz chillona e infantil.

Sesshomaru sonrió.

- Sí lo he visto, y lo he sobrevolado.

- ¡Ohh! - exclamó la pequeña, fascinada - ¿Y es bonito?

El demonio albino se encogió de hombros.

- Supongo - dijo volviendo a su postura fría y alejándose de la niña.

De repente, una manita le tiró de la túnica y él miró hacia abajo, encontrándose con los

ojos luminosos y aquella inocente sonrisa tan típica de aquella dulce niña.

- Algún día iré, ¿verdad? - le preguntó, esperanzada - Algún día yo también volaré

por el mar.

El demonio le acarició la cabeza dulcemente.

- Sí, Rin, algún día te llevaré.

Fin del flash back

- Hola Rin - saludó Megumi, la amiga de Rin - ¿Qué haces aquí?

La morena se encontraba sentada sobre una roca, en medio del prado. Ése era el lugar

donde entrenaba cada tarde con Kohaku desde que llegó a la aldea. Ella sabía que después

de lo que había pasado la noche anterior, era probable que él no quisiera volver a verla,

pero ella no era de las que rompen sus promesas y tampoco quería perderlo como amigo.

Por eso mismo lo había esperado en el mismo sitio, fielmente, porque ella era fiel a sus

principios. Pero, después de más de una hora, él aún no había aparecido.

- En realidad, no hago nada - acabó diciéndole a su amiga - ¿Quieres que paseemos?

Page 35: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Claro. Tenemos muchas cosas que contarnos, ¿sabes qué? Mañana me voy a ver a

mi hermana mayor, la que vive en la aldea de las montañas del este…

* * *

Rin y Megumi volvían del paseo cuando vieron a Shippo paseando con alguien.

- ¿Quién será? - preguntó Megumi curiosa - No veo bien de lejos, ¿es una chica?

- Sí - respondió Rin, que tenía una vista sorprendente - Es Yuuki.

- ¡Ohh! - exclamó Megumi - ¿De verdad? ¿Te imaginas que se casen? ¡Sería genial!

Hacen buena pareja.

- Tienes razón - admitió Rin, un tanto abatida de golpe - Creo que me voy a casa.

- ¿Eh? ¿Por qué?

Megumi estaba confundida ante el cambio tan repentino de actitud de su amiga, pero antes

de que pudiera añadir nada más, se había machado en dirección a la aldea.

* * *

Shippo estaba sentado junto al fuego de la casa de la anciana Kaede. Esa noche se quedaría

a dormir con Rin, porque la anciana Kaede había tenido que ir a curar a un enfermo y la

había dejado sola.

Rin se acercó al muchacho y se sentó a su lado.

- Oye, Shippo - dijo de repente - Te hemos vista con Yuuki. ¿Cómo van las cosas?

El muchacho se sonrojó un poco y tosió algo nervioso.

- Bien, bueno. Ejem. Al menos parece que me hace algo de caso.

- ¡Jaja! - rió Rin - ¡Claro que te hace caso! ¡Eres un encanto, y además guapo! Y ella

no es ciega.

El zorro sonrió contento. Entre ellos dos siempre había habido una confianza especial.

Podían ser completamente sinceros y abiertos el uno con el otro. Era un extraño

sentimiento, pero estaba claro que tenían algo especial.

- ¿Has entrenado hoy con Kohaku? - preguntó el demonio, cambiando de tema.

- No. No ha venido.

Page 36: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Shippo se sorprendió bastante.

- ¿Por lo de anoche? Mmm… - se cruzó de brazos - Estoy empezando a perderle el

respeto a ese amigo tuyo. No se deja tirada a una chica, y menos si eres tú - dijo

guiñándole un ojo para animarla.

- Bueno, a lo mejor ha tenido alguna urgencia.

El muchacho la miró con incredulidad.

- ¿De verdad te crees eso? Porque yo no. Está muy claro, querida. Está enfadado

porque anoche lo rechazaste, y encima no pudo ni besarte porque empezaste a gritar

y llegué yo.

- Probablemente sea por eso. Pero no le da derecho a faltar a su promesa. Si ya no

quiere entrenarme, que hubiera aparecido hoy y me lo hubiera dicho. Eso es lo

correcto.

- Exacto - la apoyó el demonio-zorro - Pero bueno, al menos ya sabes que hay chicos

muy idiotas. Olvídalo y ya.

- Sí - suspiró ella - Es una lástima que haya gente que valore tan poco la amistad - y

miró a su amigo - Menos mal que aún hay gente como tú - y apoyó la cabeza en su

hombro mientras miraba crepitar el fuego. Él la agarró de la cintura y apoyó su

cabeza sobre la de ella, también mirando la ardiente llama, hasta que ambos se

quedaron dormidos.

Page 37: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 11: Tormenta de sentimientos

Habían pasado tres días desde que Kohaku y Rin discutieron. La chica había vuelto al

día siguiente a la misma hora a esperar a Kohaku, pensando que tal vez viniera, aunque sólo

fuera para decir que ya no quería entrenarla. Pero él no volvió, cosa que la apenó mucho.

Ella, por su parte, no quería dejar las cosas así. Conocía a Kohaku desde muy niña, y

lamentaba profundamente que las cosas hubieran de acabar así. Quería verlo y explicarle

por qué no podía amarlo. Quería hacerle entender que no es que no lo valorara, que no es

que no le quisiera. En realidad sí había sentido algo intenso por él, pero al ir más allá había

descubierto a quién amaba en realidad, y todo lo que su corazón anhelaba era estar con esa

persona.

- ¡Ojalá Kohaku pueda entenderlo! - pensó la joven ese día en el prado. Pero como

ya hemos dicho, Kohaku no apareció, ni volvería a aparecer.

* * *

- Trae esas dos cestas, Rin; una sola no bastará - le dijo Kagome, la hermosa mujer

casada con Inuyasha, el hermano menor de Sesshomaru.

- ¡En seguida! - se apresuró la joven.

Un par de metros más allá vieron a la valiente Sango, esposa del monje Miroku, que venía

también con una cesta de cuerda.

- Hola, chicas - las saludó - Esperadme un momento.

- ¿También vas a por plantas medicinales? - preguntó Rin, extrañada, cuando la vio

llegar.

- No - rió la mujer - Voy a por frutas. Pero se llega por el mismo camino, así que, os

acompañaré.

Kagome y Rin sonrieron y las tres echaron a andar.

- Ay, mi marido me vuelve loca - dijo Kagome cuando llevaban ya un rato

caminando - Últimamente no hace más que pedirme que le cocine comida de mi

época. ¡Puff! Ya no sé qué más platos hacerle, se me ha agotado la imaginación.

- ¡Jajaja! - rieron Sango y Rin. Inuyasha nunca cambiaría.

- Pues al menos tú no tienes hijos - respondió Sango, parándose un momento a

descansar. Las otras dos la imitaron - Yo cuido de tres niños, y encima tengo que

vigilar que Miroku no moleste a las jovencitas de la aldea. ¡Siempre se comporta

como un viejo verde!

Rin sonrió pensando en lo mucho que se divertía en la aldea. En realidad, vivir allí no

estaba tan mal. Esa gente la cuidaba como si fueran su verdadera familia. Tenía casa,

comida, amigos y estaba aprendiendo un oficio, pero tenía un defecto… no estaba él.

- Y dime Rin - dijo de repente Kagome, cambiando de tema - ¿Qué tal con los chicos

de la aldea? ¿Has escogido ya?

Page 38: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Rin bajó la mirada, incómoda y empezó a jugar con el pié con una piedra que había en el

caminito.

- Pues… - titubeó - en realidad no.

- Oh, ¿y eso? - Sango también estaba interesada.

Rin alzó la vista y las miró a las dos, sopesando si debería contarles sus verdaderos

sentimientos hacia el señor Sesshomaru.

- Pues… - seguía dudando - No he escogido porque… no quiero casarme con nadie.

Las dos mujeres la miraron incrédulas.

- ¡¿Quéee?! - exclamaron ambas - ¿De verdad no quieres casarte? - continuó

diciendo Sango - ¿Y por qué?

Finalmente Rin decidió que no era buena idea contarles lo del demonio albino. Tal vez a

Shippo se lo había contado, pero era un caso muy distinto. Él era la persona en quien más

confiaba, era su mejor amigo, en cambio, aunque Rin apreciaba sinceramente a Kagome y a

Sango, no le parecía apropiado contarles ese secreto, porque sabía que no iban a entenderla.

- ¿Y bien? - inquirió Kagome - ¿Cuál es el problema?

- Pues que ningún chico de la aldea me llama la atención. Eso es todo - se cruzó de

brazos.

- ¿Ninguno, ninguno?

- Nadie - sentenció Rin - Hay alguno que me parece guapo pero no simpático, otros

son muy creídos, otros son vagos y apenas trabajan. No hay ninguno que conecte

conmigo.

Las dos mujeres se miraron un instante con complicidad.

- ¿Y Shippo? - preguntó Kagome guiñándole un ojo - Os lleváis muy bien, ¿no es

así?

Rin se sonrojó un poco.

- Sí, nos llevamos bien, pero no hay nada más que amistad. Eso puedo asegurarlo.

- ¡Jajaja! - rieron ambas - En realidad sólo lo decíamos para picarte - dijo Sango en

broma - Se nota que a él le gusta esa chica rubia que siempre pulula por la plaza.

¿Cómo se llamaba? Mmm… Yani… Iusa… Yenna…

- ¿Yuuki?

- ¡Esa! - exclamó - Los hemos visto pasear juntos varias veces. Ella aún le falta más

de un año para los 18, así que tiene tiempo de sobra por si cambia de opinión, pero

por lo que parece, acabarán juntos - y le dio un codazo amistoso a Kagome - ¿No

crees?

- Sí, sí. Sin duda.

- Bueno - continuó diciendo Sango - al menos ahora puedes conocer otros jóvenes

como tú.

- ¿Qué quieres decir? - quiso saber Rin.

- Me refiero a que antes, cuando viajabas con el señor Sesshomaru, no tenías la

oportunidad de relacionarte con nadie más que él, A-Un y Jaken. De esa forma era

imposible que te enamoraras de nadie. ¿De quién ibas a hacerlo? ¿Del caballo?

Jajaja, pero ahora en la aldea tienes para elegir.

Page 39: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Al oír esas palabras, Rin apretó los puños. Sabía que Sango no lo había dicho para herir sus

sentimientos, porque no los conocía, pero le había dolido igualmente. Sesshomaru… ¿por

qué nadie se los podía imaginar a ellos dos juntos? ¿Acaso porque él era frío? ¿Tal vez

porque era distante? ¡Qué más daría todo eso! No era más que una máscara, una oscura

máscara para proteger su corazón, porque Rin siempre había sabido que Sesshomaru

también podía amar.

Rin miró a Sango e intentó no pensar en sus últimas palabras.

- Por cierto - dijo Rin cuando las tres ya casi habían llegado al lugar donde estaban

los frutos y las plantas medicinales - Sango, ¿sabes algo de tu hermano Kohaku?

Hace días que no lo veo.

- Se ha marchado de nuevo.

- ¡¿Qué?! - exclamó Rin, sorprendida - ¿De la aldea?

- Sí - asintió la mujer - ¿no te lo ha dicho? Pensaba que erais amigos.

- Y lo somos. Pero… - la joven recordó aquella noche cuando las cosas entre ellos

cambiaron y se mordió el labio. Hablarle de ello a su hermana no le parecía

apropiado. Primero porque ella, a pesar de todo, apreciaba al chico, y además, sería

injusto que ella se quejara del muchacho a sus espaldas. Así que prefirió callar - Se

le habrá olvidado - dijo al fin.

- No te preocupes - la animó Sango - Me dijo que volvería muy pronto. Tan sólo

tenía que arreglar un par de asuntos.

- ¡Ah!

Esas palabras tuvieron un doble efecto sobre la muchacha. Por un lado, se alegraba de

que al fin podría explicarle sus motivos a Kohaku, pero por otra parte, tenía miedo de que

éste no quisiera ni escucharla o peor aún, que le dijera que seguía queriendo casarse con

ella. No sabía qué hacer. No tenía ni idea. En fin, sería valiente y afrontaría los problemas

como vinieran, pero entretanto debía buscarse a un nuevo maestro, alguien que quisiera

enseñarle a usar un arma.

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Capítulo 12: La fuerza del corazón.

- ¡¡Inuyasha!!¡Inuyasha! ¿Estás ahí?

Nadie respondió.

- ¿Inuyasha?

- Emm… ¿qué, qué ocurre?

- Hola, Inuyasa. Soy yo, Rin.

El semidemonio salió a la puerta de su casa al encuentro de la joven.

- ¿Qué ocurre? ¿Hay algún problema en la aldea? - empezó a mirar por todos lados y

se dispuso a desenvainar su espada, pero Rin le puso la mano sobre la suya,

obligándole a dejar el arma.

- No pasa nada - le aclaró al fin - Nadie nos ataca. Sólo quería pedirte un favor.

- ¿Un favor?

El semidemonio la miró extrañado de arriba abajo. ¿Un favor, había dicho? ¿Qué clase de

favor podría querer una chica tan joven como ella? La verdad es que el hecho de que Rin le

pudiera pedir algo a él le parecía sumamente extraño, puesto que las únicas conversaciones

que había tenido con niños habían sido con Shippo, pero hacía ya mucho que Shippo no era

ningún niño, y ahora que tenía delante a la joven huérfana y se fijaba bien en ella,

obviamente tampoco era ya ninguna niña, pero Inuyasha no había reparado en eso hasta ese

justo instante. Así pues, se le hacía extraño mantener una conversación ya adulta con ella.

¿Qué podría querer?

- Tú dirás, pues - le sonrió amable.

- Me gustaría que me enseñaras a usar una espada - lo miró sonriente.

- ¡¿Quéee?! - exclamó, evidentemente sorprendido - ¡Eso no puede ser, eres muy

joven!

Rin juntó las manos y se inclinó formalmente ante él.

- ¡Por favor! - suplicó - ¡Te lo ruego!

Inuyasha seguía mirándola perplejo. ¿Una humanita jugando con una espada? Le parecía

ridículo. En realidad la única humana que había visto con espada era Sango, y sólo en

contadas ocasiones, así que se le hacía sumamente extraño la sola idea de que una humana

quisiera aprender a usar un arma como esa en lugar de un arco, un boomerang o cualquier

otro artilugio de más fácil manejo.

- Oye, Rin, ¿y para qué quieres aprender eso?

- Pues… - sopesó contarle la verdad, pero le sonaría demasiado irreal: "Quiero ser

fuerte para poder acompañar al señor Sesshomaru el resto de mi vida". Era

francamente absurdo, así que prefirió decirle lo que sonaría más lógico - Quiero

aprender a protegerme.

Inuyasha no estaba muy convencido.

- Pero, pequeña - dijo acariciándole la cabeza, como si aún tuviera nueve años - en

esta aldea no tienes por qué preocuparte por eso. Los guerreros más fuertes de todo

Japón estamos aquí. ¿De qué tienes miedo?

Page 41: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Rin se miró los pies, descalzos, y se sintió terriblemente humilde, pequeña. Es cierto, ¿de

qué le servía saber luchar viviendo precisamente en esa aldea? No sabía qué responderle.

Ahora mismo se sentía como una tonta humana intentando ser algo más de lo que en

realidad era; una triste huérfana. Pero entonces se fijó en que, bajo el imponente kimono

rojo de Inuyasha, sus pies también estaban desnudos, tan humildes como los de la chica, y

entonces no pudo más que sonreír. La chica se dio cuenta de que no importa el origen de

una persona, ni su aspecto, ni su edad, ni su género, ni si eres un demonio o uno semi, o una

simple humana como ella. La fuerza está en el interior de cada uno, y eso es lo que nos

hace grandes.

Rin alzó la mirada, decidida, y la posó en los despiertos ojos de Inuyasha. Ya no volvería a

mirar más al suelo cuando tuviera miedo o vergüenza. Ya no desviaría la mirada, ni se

encogería ante los problemas. Si quería aprender a ser una guerrera, lo primero que tenía

que hacer era ser una persona valiente, fuerte, decidida. No más una niña asustadiza, ni

infantil. Ahora miraba al semidemonio con fuerza en el alma. Sus ojos risueños llameaban

decididos. Acababa de convertirse en una mujer, ya no sería más una débil niña.

- Quiero aprender - dijo mirándole con mucha fuerza - porque aunque en esta aldea

esté totalmente protegida, no puedo depender de vosotros siempre. No pretendo ser

una carga para nadie, ni tampoco una humana más a quien proteger, como un

rebaño de ovejas que guarda un pastor. ¡No! Esa vida no es para mí. Hasta ahora,

Inuyasha, no he sido más que un estorbo para aquellos que me han querido. Siempre

han tenido que protegerme, y eso es por mi culpa. Porque he sido débil, porque no

me he sabido defender sola. Y quiero que las cosas cambien. Quiero ser fuerte,

quiero saber luchar y, sobretodo, no quiero que nadie más tenga que arriesgar su

vida protegerme. A partir de ahora quiero ser yo quien proteja a mis seres queridos.

¿Me entiendes?

Inuyasha estaba atónico. El discurso de la chica lo había dejado francamente impresionado.

¿Qué razones tenía ahora para rechazarla como alumna? Ninguna. Así pues, lo haría, la

aceptaría como tal, puesto que jamás había visto una fuerza de voluntad tan grande como la

de la pequeña. Tenía el corazón más poderoso de lo que jamás se habría llegado a imaginar.

* * *

- ¡Cógela así! - ordenó Inuyasha a la joven - ¡No, así no!... ¡Así! - le mostraba.

- Así la estoy cogiendo.

- ¡No!,¡¡ La coges mal!! - exclamaba una y otra vez el semidemonio - ¡Así no vas a

aprender jamás!

Rin se cruzó de brazos, atacada de los nervios.

- ¡Pfff! Pues no sé hacerlo mejor - se indignó.

Delante de ellos, sentado en una roca, estaba su amigo Shippo, contemplando la escena

divertido. Megumi estaba sentada a su lado, y Yuuki también.

Page 42: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¡Ánimo, Rin! - gritaban las dos chicas - Ya verás cómo te saldrá al final.

- Pfff, eso espero.

Después de algo más de una hora, Rin había conseguido sostener correctamente una espada

y había hecho algún que otro movimiento, pero estaba claro que no se le daba demasiado

bien. Tal vez esa no fuera su arma correcta. Miró el brillo reluciente del acero y reflexionó.

- Da igual - pensó - Aunque no se me dé bien, lo hago por una poderosa razón, y

cuando se tiene un objetivo, es imposible fallar.

* * *

Jaken caminaba de un lado a otro a la orilla del río. Estaba nervioso pues llevaban bastante

tiempo buscando un objeto especial que Sesshomaru quería, pero no habían podido

encontrarlo de ninguna manera.

- Señor Sesshomaru - dijo el pequeño demonio verde - ¿Está seguro de que hemos

mirado en el lugar correcto?

El apuesto demonio levantó la vista y le lanzó una mirada hostil a su pequeño siervo.

- ¿No crees que si hubiéramos acertado el lugar ya tendríamos la piedra?

- Em… supongo que tiene razón, señor.

Sesshomaru suspiró. Últimamente estaba de muy mal humor. Llevaba semanas buscando

una valiosa piedra y no conseguía dar con ella de ninguna forma. Conseguía una pista, esa

pista le llevaba a otra, y así continuamente, pero no lograba dar con ella, y estaba

empezando a desesperarse.

El joven se acercó a la orilla del río y contempló su hermoso rostro en él. Sus cristalinos

ojos amarillos, los dibujos de garras en las mejillas, la luna lila en la frente. Cualquier cosa

que mirara le recordaba a su pequeña amiga, que ya no les acompañaba. Esa luna de su

frente… ¡cuántas anécdotas divertidas había vivido por ella!

Flash back

- Rin, vas a caerte - recordó haberle dicho uno de las primeras noches en que

viajaron juntos - No debes acercarte al río, ¿me oyes? - le dijo, severo.

- No te preocupes - respondió ella con su habitual sonrisa - He pescado muchas

veces en los ríos, además, sé nadar.

Sesshomaru no le dijo nada más. Se quedó observando a la pequeña mientras esta

chapoteaba en el río a la luz de la luna. Jaken y A-Un dormían pacíficamente a un lado,

iluminados tan sólo por el reflejo de las estrellas en el agua.

Page 43: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¡Sesshomaru! ¡Mira! - gritó de repente la niña - ¡He pescado uno!

- Los niños humanos están durmiendo a estas horas. Más te vale hacer lo mismo. Si

no, mañana no podrás venir, y yo no pienso retrasarme.

Rin soltó el pez de inmediato y se apresuró a salir del río y a secarse los pies con el mismo

kimono. Luego se hizo un ovillo y se tumbó cerca de la orilla.

- ¿Por qué brillan las estrellas? - dijo en su inocencia.

- No lo sé - respondió el demonio, secamente.

- Son bonitas - confirmó ella, convencida - Me gustan mucho.

- A los humanos os gustan este tipo de cosas - Sesshomaru parecía divertido - Es

algo que no comprendo.

- Porque brillan mucho - sonrió - ¿Se pueden coger?

De repente, Sesshomaru rió sorprendido.

- ¡Jajajaj! ¿Las estrellas?

- Sí, las estrellas. ¿Por qué te ríes? - la niña frunció el ceño, extrañada - Tú puedes

volar, seguro que podrías cogerme una.

El demonio dejó de reír y se levantó con elegancia. Se acercó a la niña y la tomó de la

mano.

- ¡Ven! - le dijo amablemente.

- ¿Vas a llevarme a coger una estrella? - la niña se emocionó sobremanera y

empezó a saltar - ¡Qué bien!

- No vamos a volar. Pero mira…

Sesshomaru la tomó en brazos y, quitándose sus preciosos zapatos, se metió en el río con

ella. Caminó un par de metros hasta llegar a una zona del río donde las estrellas

iluminaran toda el agua y metió la mano en ella, simulando que cogía una estrella.

- Mira, Rin - le dijo, mostrándole el agua - Aquí tienes tu estrella.

Rin abrió los ojos de par en par. Nunca había visto nada parecido. El río estaba iluminado

por cientos de lucecitas amarillas que brillaban como un árbol de Navidad. El agua hacia

la función de espejo y cada rayito de luz, por minúsculo que fuera, se reflejaba en sus

rostros y brillaba, brillaba como sólo un río en la noche podía hacerlo.

- ¿Te gusta? - le preguntó el demonio a la pequeña.

Ésta se bajó de sus brazos y se metió en agua fría.

- Me gusta - sentenció - Gracias - Sus ojos también brillaban, con una pasión y una

fuerza que Sesshomaru jamás había podido ver en ningún ser humano antes.

Contempló el rostro de la niña, que se entretenía en mirar el agua, y se dio cuenta

de que un nuevo sentimiento despertaba en su pecho, un sentimiento extraño, pero

placentero. Algo totalmente desconocido para él.

- Sesshomaru - llamó la niña cuando éste se disponía a salir del agua - mira esto.

La blanquecina Luna también estaba reflejada en el agua, como una bola enorme de nieve

que brilla con elegancia.

- Sí, es la Luna, ¿qué pasa? - respondió el demonio.

Page 44: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Tú también tienes una - hizo notar la pequeña, señalando su frente - ¿por qué?

- Nací así - respondió él.

- Me gustaría tener también una luna.

- Pues entonces, es tuya - dijo Sesshomaru señalando la gran bola blanca del agua -

Yo te la regalo.

La niña corrió a abrazarle y se le aferró a las piernas.

- Te quiero, señor Sesshomaru - le dijo felizmente en su inocencia de niña.

Esa fue la primera vez que Rin le dijo que le quería.

Fin del Flash back

- ¡Jaken! - le llamó Sesshomaru de repente.

- ¿Sí, amo?

- Levántate y recoge las cosas. Vamos a hacer una visita al pueblo de Rin.

Page 45: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 13: Eres toda una mujer

Los sonidos del crepúsculo enfriaban el ambiente y le daban un aire siniestro y

aterrador. Rin caminaba entre los árboles, atenta al menor ruido que pudiera percibirse. Una

lechuza ululaba en una rama, y unas hojas secas crujieron bajo los pies de un ratoncillo,

pero Rin no se dejó engañar, pues sabía que esos sonidos procedían simplemente de

animales. De repente, una rama rota. Ese no era un sonido natural. Había alguien a sus

espaldas. Se dio la vuelta y escudriñó los alrededores en busca de la procedencia del

sonido. Una sombra rápida la observaba entre las hojas y, al verse descubierta, se apresuró

a desaparecer entre el ramaje. La joven sacó su espada, haciendo silbar el filo con el roce de

la vaina y la asió con fuerza por la empuñadura. Contuvo la respiración y contó hasta tres

para percibir el menor cambio en el ambiente. Uno… dos…

La sombra saltó hacia ella por la espalda y la chica se volvió de repente.

- ¡¡Txiiiisss!! - resonaron los dos aceros al encontrarse.

- Shippo, tendrás que ser más silencioso. Te he oído moverte todo el rato - dijo la

muchacha a su apuesto amigo.

- ¡Ja! - se rió él - Pues tú deberías ser más rápida, por poco no me esquivas - le

recriminó mientras se enzarzaban en un combate con las espadas.

- Casi… pero lo he logrado - sonrió ella, orgullosa de sí misma.

- Por los pelos - le concedió él - pero ahora veremos quién gana.

Los aceros sonaban y silbaban cada vez que se encontraban peligrosamente cerca del

cuerpo de sus dueños.

- He mejorado mucho durante estas semanas - afirmó Rin - Inuyasha me lo ha dicho.

- No lo niego - sonrió el zorro - pero aún no puedes superarme.

- ¿Quién lo dice? - se increpó la muchacha, jadeante y cansada - Puedo contigo con

los ojos cerrados - bromeó.

- No me hagas reír - le seguía el juego el zorro, que ni siquiera jadeaba - Todavía

eres una novata - y la golpeó con la espada de manera que esta cayó al suelo, de

espaldas.

Shippo le apuntó con la espada al cuello.

- ¿Te rindes?

Rin esperó unos instantes para recuperar el aliento.

- ¡Ni de broma! - y lo hizo caerse justo encima de ella. Las dos espadas se cayeron al

suelo y Rin aprovechó para darse la vuelta y se colocó sobre él para inmovilizarlo.

- ¡Eso es trampa! - dijo Shippo.

- No hemos puesto reglas - la joven se sentía poderosa en ese momento, y en plena

forma.

- Está bien. En ese caso… - Shippo se deshizo de su agarre y empezaron a rodar por

el suelo hasta que consiguió quedar él encima y le inmovilizó las muñecas.

- ¡Eh! - se quejó la chica - ¡No se vale!

- No hemos puesto reglas - imitó el muchacho su anterior respuesta, guiñándole un

ojo.

Page 46: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Rin intentó soltarse, pero no pudo. Estaba claro quién era el más fuerte de los dos. Aún así,

la joven se debatió un buen rato para intentar soltarse por sí misma, pero finalmente tuvo

que rendirse.

- Está bien - aceptó - Has ganado… otra vez. Y ahora, ¿me sueltas?

El muchacho sonreía travieso.

- Mmm.. no sé, no sé - se burló - Es muy divertido verte así.

En ese instante Rin se dio cuenta del posible sentido que se le podía dar a la situación.

Estaban peleando en el suelo, sí, y estaban uno encima del otro. De repente se sonrojó.

Cualquiera que los viera no pensaría precisamente que estaban entrenando.

- Venga, Shippo - se quejó la morena - Si nos viera alguien, la gente empezaría a

hablar.

- ¿Y qué?

Sus ojos se encontraron. El chico podía sentir el pulso de la muchacha acelerarse en sus

muñecas y su respiración entrecortada se hizo evidente. Se fijó en la reacción que ocurría

en su amiga y sonrió sospechando en que era él quien la provocaba. Rin se había sonrojado

e intentaba mirar hacia otro lado, pero los ojos de su amigo la tenían atrapada, como si

fuera una especie de hipnosis. Entonces él la soltó y se levantó para recuperar su espada,

también algo incómodo.

- Venga, en guardia - exclamó - Tienes que entrenar duro, ¿verdad? Pues no

perdamos más tiempo.

* * *

Era medio día. El fuego crepitaba en el centro de la cabaña de la anciana Kaede. Rin y la

sacerdotisa hacían sopa de verduras en una olla oxidada.

- Rin - la llamó Kaede - ¿Puedes ir a la fuente a por agua?

- Voy enseguida.

La muchacha cogió un cubo y se dirigió a la fuente de la plaza de la aldea. Había poca

gente a esas horas, pues todo el mundo se encontraba en sus casas preparando la comida.

Mientras llenaba el cubo, vio una rápida sombra reflejada en el agua, demasiado rápida para

distinguir lo que era. Se volvió con rapidez y pudo ver como lejos, en el aire, una especie

de criatura desaparecía en el bosque.

- Un enemigo - pensó. Y, dejando el cubo en el suelo, desenvainó su espada y se

perdió rápidamente entre los árboles.

Page 47: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

* * *

- ¿Quién anda ahí? - inquirió la joven, valiente - ¡Muéstrate!

Un crujido de ramas a su espalda.

- ¡Ah! - se sobresaltó, agitando la espada.

- ¿Rin? - preguntó el personaje, apareciendo de entre los arbustos.

- ¡Señor Sesshomaru! ¡Qué alegría verle! - dejó caer la espada y se acercó a

abrazarle - Esta vez sí pensé que no regresaría.

Sesshomaru retrocedió un poco, no queriendo que ella notara su alegría al verla de nuevo.

- ¿Qué haces con una espada? ¿Se la has quitado a algún demonio?

- ¿Eh? No - dijo ella, indignada - Es mía. Ahora soy una guerrera.

Rin se sintió estúpida al oírse decir esas palabras y en ese momento supo que Sesshomaru,

sin duda, se burlaría de ella, pero lejos de hacerlo, asintió serenamente y se acercó a la

chica. Le tendió la mano para que ésta le prestara su espada. Rin se la cedió.

- Mmm… - dijo el demonio sopesándola con cuidado y agitándola en el aire - Es una

espada pesada para ti, ¿te manejas bien con ella? - dijo con su tono siempre calmado

y solemne.

- Hago lo que puedo - respondió la chica con humildad.

- Tal vez necesites una espada más ligera.

Rin frunció el ceño. Había estado entrenando y estaba segura de que no era necesario que

su espada pesara menos. Así que, se la tomó de las manos y la balanceó hábilmente en el

aire con un solo brazo. Sesshomaru se fijó en la reciente fuerza de la chica y en su principio

de músculos.

- Te dejo sola unas semanas y te conviertes en una guerrera - dijo sonriendo

ligeramente - Y en toda una mujer - esta vez ya no reía. La miraba con curiosidad,

estudiando sus rasgos, sus facciones, el nuevo carácter de la muchacha.

Rin se sorprendió. El universo se detuvo en ese instante y el viento dejó de soplar. Ya no

oía los pájaros, ni las hojas balancearse, ni el cric-cric de los grillos. Sólo estaban él y ella.

¿Toda una mujer? ¿Habían sido esas las palabras del hombre que tenía frente a frente?

Nunca antes le había oído decir al demonio albino algo así, ni sonreírle ligeramente, como

lo estaba haciendo ahora. ¿Qué había cambiado de las otras veces a esta? Estaba claro que

el joven ya no la consideraba ninguna niña, pero ¿por qué? ¿Sería todo eso fruto de la

reciente maduración de la chica? ¿Realmente se estaba convirtiendo en una mujer? Levantó

la vista y la clavó en el demonio, decidida a entender la verdad. Sus ojos ya no eran los de

una niña risueña e infantil. Ahora miraba a su demonio de una forma distinta, con un amor

distinto, casi con…pasión, y esa chispa en la mirada de ella también la notó Sesshomaru,

que no quiso apartar la vista, pues cada vez tenía más curiosidad por su pequeña humana.

- ¡¡Hola Rin!! - saludó de pronto Jaken - ¿cómo estás?

La conexión visual entre los dos se rompió en el acto y ambos miraron al pequeño demonio

verde.

Page 48: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Muy bien - sonrió la chica - ¿Y tú? ¿Alguna anécdota nueva?

- En realidad, no - dijo Jaken - Estamos buscando una piedra pero…

- ¡¡Jaken!! - dijo bruscamente Sesshomaru - ¡Llévate a A-Un a beber!

- Pero, señor…

- ¡¡Ahora!! - su tono era severo, más que de costumbre.

- Sí, sí, lo siento - refunfuñó el demonito - Voy enseguida - y se marchó.

Rin, que al principio no entendió nada, se fijó en la extraña reacción de su señor cuando

Jaken había respondido a la pregunta.

- ¿Una piedra? - quiso saber, rescatando el detalle que se le había escapado al

pequeño siervo.

- No es nada - respondió esquivo Sesshomaru, regresando a su mal humor y

olvidando todo contacto visual que hubieran tenido - Tan sólo es algo que busco.

- Mmm…

Rin torció el rostro, sin estar muy convencida. Había algo que el señor Sesshomaru le

estaba ocultando, y eso no iba a dejarlo escapar.

Page 49: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 14: Tradiciones que atan

- Te he traído algo - anunció el demonio de la luna cuando Jaken ya se había

marchado - Toma - y le entregó una especie de caja con adornos en cristales de

colores.

- ¡Ohh! ¡Es muy hermosa! - exclamó Rin.

- Ábrela - ordenó.

La joven abrió la caja de cristal. Dentro había un cuadrado de tela con un pequeño espejo y,

encima, dos pequeños bailarines en miniatura. La chica llevaba Kimono y el chico la

sostenía de la cintura, vestido igual que ella.

- La cuerda está abajo - anunció el demonio - ¿Puedo? - le tomó la caja de las manos

con delicadeza y dio un par de giros a la llavecita que colgaba.

Al instante, empezó a sonar una dulce melodía y los dos bailarines comenzaron a girar

sobre el espejo de la caja. Los colores de los cristales se reflejaban en todas direcciones y a

Rin le pareció que tenía en sus manos la luz de un arcoíris.

Miró primero la caja de música y luego a Sesshomaru, con ojos vacilantes, sin saber qué

decir, ni cómo agradecérselo.

- Yo… yo… - balbuceó - No tenías por qué.

- No tienes por qué agradecérmelo - dijo sin mirarla, con fingida indiferencia.

La chica aún seguía fascinada por la caja de cristal. Cerró los ojos y se concentró en la

música, tan relajante, hasta que una mano fría se posó en su hombro.

- Deberías volver a la aldea.

La chica lo miró con preocupación.

- Yo no me marcharé de aquí - le aseguró el demonio - Te lo prometo.

¿Por qué Sesshomaru era tan tierno cuando estaban a solas, juntos? ¿Por qué esas dos

caras? ¿Por qué esa fría máscara de maldad ante los demás? ¿Qué guarda tu oscuro

corazón, Sesshomaru?

Rin asintió, recordando de repente que Kaede le pidió agua hacía más de media hora. Si no

se daba prisa, iba a darle una buena reprimenda por lo ocurrido. Antes de marcharse, se

volvió una última vez hacia atrás y se despidió de Sesshomaru con la mano, luego

desapareció entre los árboles. El demonio se quedó mirando la parte por la que ella se había

marchado. Cada vez le provocaba más fascinación todo lo que tenía relación con la joven

humana. Ya de niña le había parecido todo un misterio, pero ahora que era prácticamente

adulta, la veía con nuevos ojos, y unos extraños sentimientos no hacían más que abrirse

paso en su pecho, como queriendo decirle algo que su corazón frío y oscuro no entendía.

Un sentimiento que lo acaloraba y le hacía sentirse diferente, como agobiado, como si se le

acelerara la respiración, pero siempre, por supuesto, sin perder la compostura. El problema

es que cada vez que se sentía de esa manera tan incómoda, en lugar de reaccionar

demostrando esos sentimientos, se encerraba en sí mismo y respondía todavía más

fríamente, para que nadie pudiera notarlo. Y eso se debía, simplemente, a que Sesshomaru

Page 50: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

era una persona elegante y dura, fría y hostil, pero sobretodo, era todo un señor, o mejor

dicho, se comportaba como un noble de la edad media o como un caballero, siempre altivo

y superior a todo el resto. Y es por ese motivo que cada vez que estaba con Rin sentía que

esos ideales cambiaban, que los humanos ya no eran inferiores, o al menos, no ella.

Siempre la había considerado como su igual. Pero su madre le había educado para ser una

persona que nunca se rebaja ni muestra debilidades, y cuando estaba con ella, sin duda

alguna, Rin era su debilidad.

A la tarde, las hojas se mecían por el viento en los árboles, pero el sol calentaba los

cuerpos, no dejando que el frío les invadiera.

- Sesshomaru - anunció Rin - quiero que veas los movimientos que he aprendido con

espada. ¿O tal vez tienes que irte?

- No, todavía no. Voy a descansar aquí unos días. Supongo que tendré visita cada

tarde - le dijo, conociendo la respuesta.

- ¡Por supuesto, yo… - pero Rin se arrepintió del entusiasmo de sus palabras y

recordó la última visita del señor Sesshomaru."No puedes venir, porque yo no

quiero que vengas" Ese hombre ya la había rechazado una vez, ¿quién le aseguraba

que no volvería a alejarla de su vida de esa manera tan brusca? Ya no quería ser más

una niña inocente, ni decirle sus frases de siempre "Mire, señor Sesshomaru" "¿Y

eso por qué, señor Sesshomaru?" "Sabía que volvería" "Sesshomaru, llévame

contigo, por favor" ¡¡No!! ¡No más niñerías! ¡No más obsesión! ¿Ella le amaba? Sí,

pero si quería algo de verdad con él tenía que demostrarle que, a pesar de ser aún

joven, podía comportarse como una adulta. ¡Ya era bien hora de crecer! Así pues, se

retractó en sus palabras y decidió hablarle de otra forma - Es decir, sí, vendré a verte

siempre y cuanto a ti no te moleste.

Ese evidente cambio de actitud fascinó todavía más al demonio, que la miró extrañado unos

segundos, y luego volvió el rostro.

- Eres libre de hacer lo que prefieras - le dijo.

- Entonces es probable que venga a verte, pero también tengo otras cosas que

atender.

- ¿Tú? - la miró, indeciso - ¿Y qué se supone que haces en la aldea?

- Ayudo a la anciana Kaede a traer a los niños al mundo, y preparo hierbas

medicinales con ella y con Kagome. Esas son mis obligaciones.

En los labios se Sesshomaru pudo verse el amago de una sonrisa melancólica.

- ¡Has cambiado mucho! - dijo más para sí que para la chica - Casi no te reconozco.

- ¡Riiin! ¡Riiin! - llamó de repente la voz de Megumi - ¡Riiin! ¿Estás ahí?

- Tengo que irme - anunció. Y se acercó al apuesto demonio para darle un abrazo de

despedida. Pero en cuanto estuvo junto a él, prefirió no hacerlo. Un abrazo es lo que

le dan los niños a los adultos cuando les quieren, pero ella no era una niña. Ya no,

así que, se acercó al joven demonio y le dio un dulce beso en la mejilla, cosa que lo

Page 51: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

cogió totalmente por sorpresa. Se quedó quieto, sorprendido ante ese acto y no supo

qué decir. Luego ella se giró, sin mencionar palabra y se dispuso a marcharse.

Pero una mano pálida le agarró la muñeca a la joven y la detuvo. Ésta se paró en seco, sin

poder creerse lo que ocurría. Se dio la vuelta y miró al demonio a los ojos, que le sostuvo la

mirada.

- ¿Ya te vas? - no era una mirada fría, ni hostil, como miraba a todo el mundo, ni

tampoco indiferente, como cuando ella le hacía preguntas infantiles al ser pequeña.

Era una mirada seria, casi melancólica. Una mirada que dolía verla, y seguro que

más dolía sentirla.

- Volveré - le dijo ella en un susurro - Siempre vuelvo - y él le soltó la mano al fin

para dejarla marcharse y volvió el rostro, serio de nuevo.

* * *

- Rin, queremos hablar contigo.

Estaba en casa de Inuyasha y Kagome. A su alrededor, sentados junto al fuego, estaban

Sango, Miroku, Kaede y Kagome. Inuyasha estaba tumbado bajo la ventana, intentando

ignorar al gentío que había en su casa.

- Tú dirás - le dijo a Kaede.

- Tu cumpleaños es dentro de dos semanas - continuó la anciana - Y ya vas a cumplir

18. Serás toda una mujer. Una joven fértil que tendrá derecho a hogar propio.

Rin sonrió. "Hogar propio" La idea sonaba muy bien.

- Pero te recuerdo que no es lo único que conlleva esta edad. En esta aldea somos

muy estrictos con estas cosas. Para las mujeres que vienen de fuera de la aldea las

reglas son diferentes, pero para las niñas que crecen aquí, lo lógico es aceptar y

cumplir las tradiciones. Si no, ya sabes que estarás mal vista, y tú no puedes dejar

que eso ocurra, porque eres una persona respetable y todo el mundo te adora.

- Lo sé, Kaede.

- Bien, entonces debes decidir. Ya lo sabes: te construiremos una casa, te regalarán

ropa y cubiertos. También te darán una cabra o una vaca. Sólo falta que escojas

esposo. ¿Tienes alguno en mente, o prefieres que te leamos los candidatos?

Rin se removió inquieta en su cojín. Había llegado la hora de la verdad.

- No me gusta nadie en especial. Ninguno me llama la atención.

- En ese caso, te leeremos los jóvenes que quieren casarse contigo - respondió

Miroku - En total son seis.

- ¡¿Tantos?! - exclamó de golpe la chica.

- ¡Claro! - respondió Miroku - No hay más que mirarte para querer casarse contigo -

dice mientras se acercaba lentamente a ella.

- ¡Miroku! ¡PLAAMM! - le dio Sango un sartenazo en la cabeza a su marido -

¡Quieto en tu sitio!

Page 52: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Sí, señora - se resignó.

- Bien, como iba diciendo Miroku, tienes seis pretendientes - continuó Sango - son

los siguientes: Daichi…

En ese instante Rin recordó al chico que le guiñó un ojo cuando hicieron los jóvenes de la

aldea el combate para ver quiénes eran los más fuertes. Combate en el que Shippo, por

cierto, ganó. Rin se estremeció al recordar a Daichi, ¡blejjj!

- Otani… Zero… Satoshi…Kirito…y Ginta.

Rin reconoció todos los nombres. Algunos eran amigos suyos desde hacía años, y otros tan

sólo los conocía de vista, pero sabía quiénes eran todos, y alguno estaba francamente bien,

pero no pensaba dejarse llevar por un físico atrayente. Ella no quería ser como las demás

mujeres que se guiaban por las tradiciones para actuar. Ella seguía al corazón, a él nada

más.

- Bueno, empecemos - anunció Kaede - Las familias de Daichi y Otani i Zero no son

gran cosa, pero la de Satoshi tienen una herrería, la de Kirito, una granja de vacas, y

la madre de Ginta es curandera. ¿Vosotras, qué pensáis?

- A mí me llama la atención el joven Satoshi. Si tienen una herrería, vivirán

confortablemente, y eso es lo que queremos para la pequeña Rin, ¿no? - dijo

Miroku.

Rin lo miró asustada. ¿Satoshi?

- Pues a mí me gusta más Kirito - dijo Sango - porque tenemos que pensar que será

el esposo de Rin para toda la vida, así que lo mejor es que también sea guapo, y

Kirito lo es.

- ¿Para toda la vida? - Rin empezó a hiperventilar, sintiéndose desfallecer.

- Pues yo no sé qué deciros - dijo Kagome - En mi época no se escoge con quién

debemos casarnos, siempre se hace por amor.

- Sí, pero aquí es así. Son las tradiciones, y aquí en Japón, lo que manda la tradición

es sagrado y ley de vida.

Kagome refunfuñó. En su mundo las cosas eran muy diferentes. Sabía por los libros de

historia que en la era feudal se obligaba a las mujeres a casarse de muy niñas y a tener hijos

con esposos a los que normalmente, ni siquiera habían visto antes, pero no estaba de

acuerdo en absoluto. No, porque ella les llevaba quinientos años de ventaja y su mentalidad

no era propia de la época, así que le costaba comprender por qué Sango, Miroku y Kaede,

que eran siempre tan elocuentes y buenas personas, estaban a favor de esa costumbre. Pero

la respuesta era sencilla; ahora no estaban en la actualidad, sino en el Japón medieval, y las

cosas, por desgracia, eran así.

Kaede, que quería muchísimo a la pequeña Rin, intentó buscar alguna solución que

contentase a ambas partes.

- Si está enamorada de alguien en concreto - empezó - podemos mirar de que se

case con ese chico. Se puede intentar. Sin embargo, si no escoge a nadie, tendremos

que mirar nosotros por su futuro. En esta época no vivimos tanto como en la tuya,

Kagome, y si no se casa ya, puede que se le pase la época.

Page 53: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Kagome se cruzó de brazos, pensativa. No estaba nada de acuerdo con todo ese asunto,

pero sabía que la cultura japonesa antigua era muy estricta en sus tradiciones, así que por

una parte no quería entrometerse, pero por otra no quería permitir que su amiga se sintiera

infeliz el resto de su vida.

- Entonces, ¿cuál? ¿Kirito?

- Sí, estoy de acuerdo.

- Bueno, a mí también me parece.

- Pues a mí no - siguió diciendo Kagome - No está bien.

Kaede miró a Rin, que permanecía sentada a su lado, seria y pálida como la muerte.

Angustiada, asustada y temerosa de rebelarse.

- Entonces Kirito. ¡Está decidido! Podríamos casarte el mismo día de tu cumpleaños,

¿qué te parece?

Los labios de Rin temblaron y se le cerraron los puños de rabia.

- ¡¡Noooo!! - gritó al fin, levantándose - ¡¡No quiero casarme con Kirito!! ¡¡No

quiero casarme!! ¡¡No quiero!!

- Pero, Rin… - empezó Sango - Escucha, nosotros sólo…

- ¡¡No!! ¡¡No quiero escuchar nada más!!

Y, sin dar opción a réplica, se marchó corriendo hacia el bosque.

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Capítulo 15: Más que amigos

- Señor Sesshomaru - llamó Rin nada más llegar al claro donde este dormía junto

con su caballo y su sirviente - ¿Puedo dormir aquí esta noche?

El demonio abrió lentamente los ojos y contempló el rostro de la joven, que jadeaba y

apoyaba las manos en las rodillas para recuperar el aliente.

- ¿Qué ocurre? - inquirió el demonio tranquilamente, levantándose y escuchando en

la distancia, pero no se oía nada fuera de lo normal - ¿Por qué no estás en tu casa?

- Es que… es complicado - Rin quería decirle por qué estaba allí, por qué había

salido corriendo de casa de Kagome, por qué no podía casarse con nadie, ni amar a

ningún chico. Pero sabía que todo sonaría absurdo en cuanto se lo explicase. Sabía

que sus deseos jamás se harían realidad, porque los demonios, por lo general, no se

casan formalmente con humanas, sabía que Sesshomaru no la amaba de la misma

manera en que ella lo amaba a él, y sabía que en cuanto le dijera lo que sentía, no

querría volver a estar con ella, por temor a que ella jamás se casara con otro ni se

olvidara de él. Por eso, y por otras tantas razones, calló y tan sólo le dio largas.

- Puedes quedarte el tiempo que quieras - le dijo el hombre al fin - pero seguro que te

estarán buscando.

- No lo creo, al menos, no esta noche - aseguró Rin - Pero tal vez mañana, si no he

vuelto, sí que empiecen a buscarme. Pero no te preocupes, no te molestaré. Será

sólo por esta noche. Lo prometo.

Sesshomaru la vio acomodarse en el regazo de A-Un y hacerse un ovillo mientras se

dormía. Miró al cielo y recordó aquella noche estrellada en el río, pero ahora ella era

mayor, era una mujer y estaba a punto de cumplir dieciocho años. ¿Por qué la veía ahora de

forma tan diferente? Se levantó cuando ésta ya dormía y le echó por encima la nube blanca

que siempre llevaba él, para que no se helara en ese frío suelo de hierba.

* * *

- ¿Fuiste a ver a Sesshomaru? - inquirió Shippo, enfadado - ¿Después de lo que te

dijo la última vez que vino a visitarte?

- Pero, Shippo, tú no lo entiendes. Él…

- ¡Desde luego que no lo entiendo! ¡Rin, soy tu mejor amigo! ¿Crees que no me

duele verte mal? ¡Sesshomaru se portó mal contigo la última vez! ¡Hirió tus

sentimientos! Y luego, ¿quién es el que te consuela siempre que te pasa algo?

¿Quién es el que está contigo? ¿El que lucha por mantenerte a flote? ¿El que te

ayuda? ¿El que te quiere?

Shippo se tapó la boca por haber dicho eso último y Rin se le quedó mirando, sorprendida.

- ¿Qué quieres decir? - inquirió.

- ¡¡Oh, diablos!! - exclamó el zorro, realmente enfadado consigo mismo - ¡Si no

hubieras ido a verle nada de esto habría pasado! - y se levantó para marcharse.

Page 55: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¡Shippo, espera! - exclamó la muchacha, yendo tras él - ¿Por qué te comportas así?

¿Qué has querido decir con eso?

El chico seguía caminando hacia delante, sin girarse.

- ¡Shippo! ¡Te estoy hablando! Al menos podrías mirarme a la cara cuando te digo

algo, ¿no?

El demonio se paró en seco, se dio la vuelta y la cogió por los hombros. Rin se quedó

rígida. Sus miradas se cruzaron un instante, y entonces, Shippo la besó.

* * *

Rin tenía un terrible enredo de sentimientos en su cabeza. Por un lado, su familia quería

casarla con alguien que ella no amaba, y eso la hacía sentirse la persona más desdichada del

mundo. Por otro lado, estaba completa y perdidamente enamorada de Sesshomaru, pero no

tenía ni idea de qué tipo de sentimientos tenía él por ella, y era demasiado vergonzosa como

para preguntárselo. Y además había que añadir el tema de Shippo. ¿Le amaba? ¿Sentía algo

intenso por él? Bueno, estaba claro que sí pero… ¿era sólo una gran amistad o algo mucho

más profundo? Lo que estaba claro es que Shippo sí la amaba a ella, ¿o tal vez se había

equivocado y el zorro había confundido también la amistad con el amor? Y en todo esto,

¿en qué lugar dejaba eso a Yuuki?

Rin se sentía repentinamente abrumada por todos esos sentimientos y no sabía qué hacer, ni

siquiera qué pensar. Y lo que más le preocupaba es que ese beso le había gustado. En lugar

de repelerle, o enfadarla, le había encantado. En realidad llevaba mucho tiempo deseándolo

también, pero se había negado a admitirlo. ¿Estaba entonces enamorada de su mejor amigo,

o era pura atracción física? Realmente no lo sabía.

* * *

Era la mañana del día siguiente. Rin se levantó temprano para visitar al señor Sesshomaru.

Necesitaba verlo y descubrir qué sentimientos despertaba él en ella. Si lo que sentía era

respeto y admiración por él o si había, como ella pensaba, algo más. Ahora todo estaba tan

confuso. Desde ese agradable beso, pero difuso, nada de lo que había en su vida le parecía

real. Quería huir de todo eso, de toda esa gente, de la boda, del lugar, de las penas, de los

amores, de los sentimientos. Pero no podía, no podía irse porque los sentimientos seguirían

siendo suyos, por muy lejos que llegara. No podía irse porque sabía que había algo en ella

que era verdadero, como un sentimiento que ni siquiera sabes cuál o qué es, pero sabes que

Page 56: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

es cierto. De esa manera no podía irse, porque la verdad nunca puede ocultarse. La verdad

te persigue a donde quiera que vayas, pero ella lo único que quería era enfrentarse de una

vez por todas a la verdad y entender ella misma qué clase de sentimientos tenía por cada

uno. Sólo pedía eso.

Cuando llegó al claro vio una nota clavada a un árbol. Se acercó rápidamente y se apresuró

a leerla:

Rin,

Tengo que marcharme por un asunto urgente. Siento no poder despedirme, pero volveré

pronto. Te lo prometo.

Sesshomaru

Rin releyó la nota varias veces, y desde luego no entendía nada. Justo cuando más lo

necesitaba, su querido demonio albino desaparecía. ¿Por qué? ¿Se trataría otra vez de ese

objeto que Sesshomaru y Jaken llevan tanto tiempo buscando? ¿Se trataría de esa "piedra"?

Ya no estaba segura de nada.

Replegó el papel y se lo llevó al bolsillo. Está bien. Si Sesshomaru había dicho que volvería

pronto; le creía.

- ¿Buscas a Sesshomaru? - preguntó una voz a su espalda - No están. Tampoco

Jaken. Se marcharon esta mañana.

La chica se dio la vuelta.

- ¿Por qué has venido?

- He seguido tu olor - le dijo su mejor amigo, recordándole que era un demonio

zorro.

- ¿Y qué quieres?

Rin no se atrevía a mirarlo a la cara. Estaba molesta con él por haberla besado de

improviso, aún sabiendo que ella está enamorada de otra persona, pero también sabía que si

la había besado no era para hacerle daño, sino al contrario. Así que, teniendo sentimientos

tan contradictorios, no sabía qué decirle.

- Shippo, yo… - empezó.

- No, Rin. Escucha - la interrumpió - quería disculparme por lo que pasó ayer. No

debí besarte. Sé que quieres a Sesshomaru y tú y yo sólo somos amigos, así que,

siento haberte confundido.

Rin estaba perpleja. No se esperaba para nada la reacción de su amigo. ¿Se… disculpaba?

Page 57: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Pero… ¿por qué lo hiciste? ¿Por qué me besaste? No lo entiendo.

Shippo se acercó lentamente hacia ella, mirándola a los ojos, sin parpadear.

- Porque en ese momento sentí que quería hacerlo. No pude resistirlo. Te quiero

mucho como amiga y, no sé…

- Pero tú quieres a Yuuki. Ella te gusta mucho, ¿verdad?

- Sí. Yuuki me parece una persona guapa, inteligente y encantadora. Y además es

buena y divertida. Y sí, la quiero, pero a veces, cuando estoy contigo, siento que…

en ese momento sólo podía pensar que… te deseaba.

La morena se había quedado sin palabras. Tenía la boca entreabierta y lo miraba con

sorpresa. ¿Él… la deseaba? No podía creerlo.

- Pero no te preocupes - continuó diciendo el joven, ante el mutismo de su amiga -

Sólo es a veces, cuando te muestras como realmente eres.

Entonces Rin no pudo resistirse más y las palabras empezaron a aflorar de su boca.

- Shippo, yo amo a Sesshomaru. ¡Sé que lo amo! No es un capricho, ni un simple

enamoramiento infantil, ni nada por el estilo. Sé que es algo real. Pero no sé qué

siente él por mí, en cambio, cuando estamos juntos, a veces siento que el mundo

podría desaparecer y no me importaría, porque estoy contigo. Y no sé cómo

interpretar eso. Lo que siento por él es más fuerte que lo que me provocas tú, pero

aún así, sé que lo que tengo contigo también es algo real, pero no entiendo el qué.

- Rin - dijo el zorro, repentinamente serio - Se puede amar a más de un corazón,

aunque sea difícil reconocerlo.

- Pero al final se tiene que escoger uno sólo - se quejó Rin - No se puede querer a

dos personas eternamente.

- No, no se puede.

- ¿Entonces? - preguntó ella, cada vez más confusa - ¿A quién elegir? ¿Y cómo saber

que no te equivocas? ¿Qué decisión es la correcta?

- No lo sé - respondió Shippo, mordiéndose el labio - Pero sí tengo clara una cosa,

este es uno de esos momentos en que te deseo.

Y antes de que el muchacho pudiera añadir nada más, Rin le rodeó el cuello con los brazos

y juntó sus suaves labios afresados con los suyos dulces. Sintió sus cálidas manos

recorriéndole los hombros y la espalda, mientras ella, por su parte, le enredaba los dedos en

sus cabellos castaño rojizos. Su respiración era entrecortada y el mundo que los rodeaba

había desaparecido a sus pies. Pues sólo estaban ellos. Rin y Shippo.

Pero lo que ninguno de los dos sabía es que alguien los había estado observando, alguien

que revelaría lo que había visto a su debido momento y eso traería graves consecuencias…

Page 58: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 16: El pretendiente sorpresa

Sesshomaru levantó su espada y la blandió con fuerza hacia su oponente. El gran

dragón negro se movía lentamente a un lado para intentar esquivar el ataque, pero no pudo;

el joven demonio albino que tenía delante era mucho más ágil, rápido y fuerte que él. Pero,

aun así, se negaba a rendirse.

El demonio cogió velocidad y saltó varios metros sobre la criatura con elegancia,

hasta posarse en su espalda y clavarle la estocada definitiva que acabaría con su vida. El

monstruo se retorció en el suelo, lanzando intensas llamaradas de fuego en un último

intento por derrotar al minúsculo demonio que lo atormentaba, pero no pudo; el demonio lo

esquivó las veces que fueron necesarias, hasta que el mismo dragón se dio por vencido y

cerró los ojos, desplomándose contra el suelo y levantando grandes cantidades de polvo. La

tierra tembló.

Luego, el demonio y su pequeño siervo entraron en la cueva que había estado custodiando

el dragón negro.

- ¡Buen trabajo, señor! - exclamó Jaken con felicidad - Ese dragón no tenía ninguna

oportunidad contra usted. Usted es magnífico, es el mejor, es…

- ¡¡Shhh!! - le ordenó el demonio de la luna - ¡Cállate!

- ¡Oh, sí, lo siento, señor! No hablaré más. Me callaré, sin duda me callaré.

- ¡¡Shhhh!! - le repitió Sesshomaru - Intento oír algo - se quejó.

En el interior de la cueva todo era silencio. Tan sólo se oían los chillidos de algunos

murciélagos y el ruido de patas de algún que otro roedor.

- ¿Qué se supone que buscamos? - quiso saber Jaken.

En ese instante, Sesshomaru percibió el olor de otro ser dentro de las galerías a las que

conducía la cueva.

- ¡Jaken, sígueme!

- Sí, señor.

* * *

El ambiente era alegre y risueño en casa de la anciana Kaede. Tanto Miroku como Sango,

Kagome, Inuyasha y Kaede se afanaban en decorar la vieja cabaña con telas de colores y

adornos de todo tipo.

- Eso quedará mejor aquí, Kagome - decía Miroku señalándole un rincón de la casita

para colocar un adorno.

- Y aquí un jarrón de flores, ¿no es precioso? - exclamó Sango emocionada.

Inuyasha estaba sentado en el portal del habitáculo, con las gemelas hijas de Sango y

Miroku tirándole de las orejas, y el pequeño bebé en brazos.

- ¿Te molestan mucho, Inuyasha? - preguntó el padre de las tres criaturas.

- No, tranquilo, Miroku. Se portan bien.

Page 59: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Era una escena adorable, y verdaderamente pintoresca.

- ¿Qué está ocurriendo? - dijo una voz de repente.

Rin acababa de llegar y se encontraba plantada en el umbral de la puerta.

- ¿Qué es todo esto? - inquirió furiosa.

Kaede, viniendo venir la tormenta, se le acercó lentamente y le posó una mano en el

hombro.

- Antes de que digas nada - le dijo - ¿podemos hablar?

Rin respiró hondo para calmarse y asintió. Ambas mujeres salieron fuera un momento.

- ¿Y bien? ¿Qué ocurre? - se cruzó Rin de brazos - No estaréis preparando mi boda

con Kirito, ¿verdad?

Kaede negó con la cabeza.

- No es eso. Estuvimos hablando un rato más cuando te fuiste y llegamos a la

conclusión de que si tú no quieres casarte con ese muchacho, no te obligaremos.

- ¿De verdad? - la cara de Rin era pura incredulidad. Miraba a su querida anciana

con repentina felicidad en los ojos, agradecida.

- Sí, sin embargo…

¡Oh, no! - pensó Rin en cuanto oyó pronunciar esas palabras.

- …sin embargo, estás a punto de cumplir los dieciocho años y te mereces tener una

fiesta, ¿o no?

La alegría de la joven no hacía más que crecer y crecer. ¿Nada de boda? ¿Nada de novios?

¿Una fiesta?

- ¡Pero aún falta más de una semana! - exclamó casi con sorpresa.

- Lo sé, pero las cosas se deben preparar con tiempo.

Kaede empezó a caminar de vuelta a la cabaña cuando, de repente, se detuvo y volvió a

mirar a la chica.

- Pero no creas que has ganado - le advirtió - La tradición del matrimonio en mujeres

antes de los dieciocho sigue viva en nuestra aldea, y también sigue siendo un hecho

para ti.

- ¿Un hecho? - quiso saber la pequeña, cada vez más confundida - ¿A qué te

refieres? ¿No acabas de decir que no habrá boda?

- He dicho - empezó Kaede - que no te casarías con Kirito - puntualizó - y que lo

que estamos haciendo es decorar la cabaña para tu fiesta de cumpleaños, pero en

ningún momento he dicho que no te fueras a casar.

- Entonces - dijo Rin con el corazón en el puño y cada vez más asustada - si no es

con Kirito, ¿con quién pretendes casarme? ¿Es otro de los pretendientes que teníais

escritos en la lista? ¿Ginta? ¿Otani? ¿Satoshi?

- Te casarás con Kohaku - sentenció.

- ¡¡¿Quéee?!! - exclamó la joven sin dar crédito a lo que acababa de oír - ¿Kohaku?

¡No entiendo nada, Kaede! - empezó a decir, enfadada y nerviosa - ¿Qué tiene que

ver él en todo esto? Ni siquiera está en la aldea.

Page 60: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Eso no importa - aclaró la anciana - Pensamos que sería mejor partido para ti.

Rin retrocedió varios pasos, vacilante, contrariada, indecisa, asustada. El mundo se

desmoronaba bajo sus pies. Sus sueños, sus ilusiones, todo su esfuerzo por aprender a

manejar una espada y defenderse sola… Todo había sido en vano. Ya nada importaba. Era

como un pájaro exótico encerrado en una jaula de cristal, notando el frío viento a través de

los barrotes, pero sin poder sentirlo realmente, sin poder volar. La sociedad la atrapaba en

esa jaula de hielo sin darle la oportunidad de ser feliz, de ser libre…

- No te vayas - suplicó la anciana con voz tierna y le puso una mano en el hombro de

forma conciliadora - Kagome se sigue oponiendo al matrimonio concertado, pero es

normal, porque en su época eso no existe, no puede entender lo importantes que son

las tradiciones en nuestra cultura y en esta época. Pero tú si lo sabes, ¿no es así?

- Lo sé, Kaede, pero aun así…

- Entonces - la interrumpió la anciana - entiendes por qué debes respetarlas y

cumplirlas. Sé que no te hace mucha gracia la idea de estar con ninguno de los

jóvenes de la aldea, aunque muchos son apuestos, ricos y agradables. Pero ante tu

negativa, tampoco queremos hacerte infeliz el resto de tu vida, así que pensamos en

buscar a alguien con el que te llevaras bien, y os conocierais desde hace tiempo.

Alguien que no fuera tan nuevo para ti.

- ¿Y pensasteis en Kohaku?

- No - Kaede se aclaró la garganta - En realidad no se nos ocurrió a nadie que

pudiera ser de tu agrado, pero entonces, Sango recibió ayer una carta de su hermano

dirigida a mí. Me pide tu mano. Toma, ¡léela! - dijo sacándose un trozo de papel

arrugada del kimono y entregándoselo a la chica.

Estimada señora Kaede,

Me gustaría pedirle formalmente la mano de su hija adoptiva en matrimonio. Como manda

la tradición, debe ser la chica quien escoja al afortunado entre los pretendientes que se le

presenten, así pues, me siento complacido de poder presentarme como uno de ellos.

Para su elección, las jóvenes deben tener en cuenta qué clase de vida les podrá aportar

cada hombre. De esta forma, le explico que, estando conmigo, nunca le faltaría de comer,

ni un techo bajo el que dormir. Vivo en la aldea de las Montañas Grises, muy cerca de la

vuestra, de manera que ella podría venir a visitarles siempre que quisiera. Soy tan sólo tres

años y medio mayor que ella, y soy un gran exterminador de demonios; jamás le faltará

protección.

Como punto negativo tengo también que decir que yo viajo mucho de una aldea a otra

debido a mi trabajo como exterminador, así que ella podría escoger entre acompañarme o

bien quedarse en casa, pero sea como sea, yo dejaría que ella hiciera lo que más le

complaciera. Así pues, por favor, informen a la joven Rin de que puede escogerme como

opción si ninguna otra le complace más.

Atentamente,

Kohaku, el exterminador de demonios.

Page 61: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 17: Almas separadas

Dentro de la cueva del dragón en la que se encontraban Sesshomaru y el diminuto

Jaken hacía mucho frío. El viento recorría las galerías y túneles que se encontraban bajo

tierra y hacía que los insectos y las criaturas infernales que allí vivían se estremecieran.

Sesshomaru caminaba sigiloso, a paso tranquilo. Siempre había sido un hombre muy

pausado a la hora de hacer cualquier cosa, pues actuaba como un señor. Pero en realidad

tenía todos los sentidos alerta, y la mano posada en la empuñadura de la espada, por si

surgía cualquier imprevisto, pero de momento no había ningún peligro aparente.

Una respiración entrecortada sonó muy cerca de ellos y se oyeron crujir las piedrecitas

del suelo. Sesshomaru desenvainó la espada y, rápido como el rayo, desapareció por un

túnel oscuro y tenebroso.

- ¿Señor Sesshomaru? - preguntó el pequeño demonio, asustado - ¡No me deje! - dijo

temblando y echó a correr por el mismo camino por donde había desaparecido su

maestro.

De repente, chocó con algo.

- ¿Quiénes sois?

Era la voz de un anciano. El señor Sesshomaru lo tenía agarrado por el cuello y éste gemía.

El demonio había vuelto incluso a guardar su espada, pues consideraba que no sería

necesaria. El anciano parecía ser una especie de ermitaño. Vestía una túnica marrón raída y

sus sandalias de caña estaban desgastadas. Le colgaba una larga barba blanca de la barbilla

y sus ojos oscuros se escondían tras unas pobladas cejas de nieve.

- ¿Un demonio?

- Es humano - sentenció Sesshomaru a modo de explicación.

- ¡¡Suélteme!! - se increpó el anciano, temiendo por su vida - ¡¿Quién te crees que

eres, demonio, para venir a mi casa a atacarme?!

El pequeño demonio verde se acercó al ermitaño y lo señaló con el dedo.

- ¡No le hables así a mi amo! - ordenó - Podría matarte en cualquier instante, y aun

estás con vida.

- ¡¡No os tengo ningún miedo, criaturas diabólicas!! - exclamó - Sé a qué habéis

venido.

- ¿Ah, sí? - preguntó irónico, Sesshomaru.

- Sí. Venís a ver al Sabio Shanti, pero como veis, él no está aquí. Mi amo ha salido

de viaje mientras yo le guardo la cueva.

Jaken se cruzó de brazos, decepcionado.

- Después del largo viaje que hemos hecho - empezó - al final, no sirve para nada - y

se dio la vuelta dispuesto a marcharse.

- ¡No tan rápido! - le dijo su amo con tranquilidad y miró al ermitaño con suspicacia

- ¿Desde cuándo un vulgar ermitaño necesita que un dragón custodie su casa?

- No es mi casa, es la del Sabio - dijo el anciano, enfadado.

- ¿Y cómo consigue un pobre humano como tú que el dragón le obedezca? Es más

¿un dragón negro? Sólo pueden ser doblegados con magia.

Page 62: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

El anciano se frotó las manos, nervioso y verdaderamente asustado.

- Verás, yo… el Sabio…

- ¡No me mientas! - el demonio lo agarró más fuertemente por el cuello y lo sostuvo

en el aire. El anciano intentaba liberarse sin éxito, temiendo haber sido descubierto.

- ¿Qué ocurre, señor? - preguntó el ingenuo Jaken.

- Jaken, te presento al Sabio Shanti, el hombre que va a ayudarnos a conseguir lo que

queremos, o perderá la vida.

Shanti tragó saliva. Estaba claro que ese demonio de pelo blanco y facciones apuestas era

alguien inteligente y fuerte al que no se le podía engañar.

Entretanto, en la aldea de la anciana Kaede…

Rin daba vueltas en la casa de Megumi. Había ido a verla para contarle todas las cosas que

estaban pasándole en su vida en ese momento. La pelea con Kohaku, el beso de Shippo, su

inminente boda con el exterminador, y finalmente acabó confesándole lo que sentía por el

demonio de la luna. No podía estar más abrumada.

- Vaya - Megumi estaba sorprendida - Jamás me hubiera imaginado que lo que

sentías por ese chico misterioso fuese amor.

Rin no contestó.

- Escúchame, Rin. Lo primero de todo es calmarse - empezó Megumi - Seguro que

encontramos una solución a todos tus problemas.

- ¿Tú crees? - preguntó insegura - Yo no lo veo tan claro.

Siguió dando vueltas por la estancia con los nervios a flor de piel, hasta que su amiga se

acercó a ella y la obligó a sentarse junto al fuego.

- A ver - dijo, para aclarar las ideas - Tú quieres a Sesshomaru.

- Sí.

- Pero quieren casarte con Kohaku.

- Sí - confirmó.

- Pero también quieres a Shippo.

- Sí.

- Pero quieres más a Sesshomaru.

- Mucho más - aclaró - Es la persona a quién amo de verdad.

- Pero no sabes qué clase de sentimientos tiene él por ti, y eso te preocupa porque

piensas que él odia a los humanos y nunca se casaría con uno, y menos contigo.

- Exacto.

- ¡Pufff! - exclamó Megumi - ¡Qué lío!

- ¡Lo sé!

Rin se llevó las manos a la cabeza y empezó a desesperarse.

- ¡Calma! ¡Calma, Rin, por favor! Todo esto tiene que poder arreglarse.

Page 63: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¡No! - dijo llorando - ¡No se puede! Y lo peor es que voy a hacer daño a más

personas a parte de a mí misma. Shippo sufrirá si me ve casarme con Kokaku,

Sesshomaru no sé qué pensará e incluso el pobre Kohaku se va a casar con una

esposa que no le ama y eso no le hará feliz. Soy una mala elección para todo el

mundo.

- Venga - la abrazó su amiga de forma conciliadora e intentó calmarla - No hagas un

drama de todo esto. La optimista aquí eres tú. No quiero verte llorar, ni pasarlo mal.

Quiero ver esa sonrisa tierna que le enseñas a todo el mundo. Quiero verte feliz.

Rin sonrió ligeramente, un poco menos triste.

- ¿Ves? Así está mejor - Y le pasó una mano por los hombros - Voy a ayudarte - dijo

decidida - Lo primero es lo primero: debes averiguar qué siente Sesshomaru por ti.

Si te ama, las cosas se volverían más sencillas para ti, porque seguro que Kaede no

se atreve a enfrentarse a él si le dice que no quiere que te cases.

- Eso es cierto - reconoció Rin - Pero hay dos problemas: primero, Sesshomaru se ha

marchado, y no sé cuándo volverá. Y segundo, no creo que me quiera, al menos no

de la misma forma en que yo le amo a él.

Megumi miró a su amiga, decidida a animarla fuera como fuese.

- Rin, eso no tiene importancia. El amor es muy extraño. Cupido dispara sus flechas

al azar, sin tener en cuenta edad, linaje o si eres humano o demonio. Todo es posible

en este mundo. Así que, ¡céntrate! Averigua qué siente Sesshomaru por ti.

- ¿Y cómo haré eso? No es tan sencillo - explicó la joven - Suele ser siempre tan

frío.

- Despliega todos tus encantos. Ya me entiendes - dijo guiñándole un ojo.

Rin asintió.

- Está bien. Lo haré en cuanto él esté de regreso - prometió - ¿Y mientras?

- Mientras - dijo Megumi, excitada ante la idea de lo emocionante que iban a ser esas

intrigas amorosas - yo voy a hablar con Kaede y el resto, para saber qué opinan de

tu boda con Kohaku. Y tú vas a hablar con Shippo.

- ¿Con Shippo? - se extrañó.

- Sí - Megumi apuntó con su dedo índice el rostro de su amiga y lo mantuvo firme,

señalándola - Más te vale descubrir qué narices hay entre vosotros dos. Quiero que

averigües hasta qué punto te gusta y lo que siente exactamente él por ti, ¿me has

entendido?

Rin asintió.

- Y luego me lo cuentas todo - dijo Megumi en tono de niña pequeña, feliz ante su

nueva e interesante misión en la vida - ¡Te veo esta noche! - dijo en tono cantarín y

salió de su casa en busca de la anciana Kaede.

Page 64: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 18: Entendiendo lo que siento

Rin se encontraba apoyada en el alféizar de la ventana de la casa de Kagome. La cabaña

estaba vacía, pues tanto ella como su marido estaban todavía arreglando la vivienda de

Kaede y decorándola para el cumpleaños de la joven. Pero ella no estaba allí por eso. En

aquel lugar también habitaba Shippo, su fiel y mejor amigo. Era a él a quien quería ver, por

recomendación de su amiga Megumi. Llevaba horas esperando su regreso, sin que hubiera

señales de que volvería. La chica se entretuvo contando los pétalos de las plantas que había

en la mesa, junto a la cama, u observaba el vuelo de los pájaros por la ventana, libres,

alegres, cantarines, moviéndose de forma ágil de un lado a otro en el cielo.

- ¡Quién fuera pájaro para volar libre por el cielo! Sin reglas, ni normas, ni

tradiciones, ni dolor. Ni siquiera amor, porque también duele - exclamó con la mano

apoyada en la mejilla y suspiró - ¿Qué estarás haciendo ahora, Sesshomaru?

* * *

Sesshomaru había soltado al viejo ermitaño, que había cogido un cuchillo oxidado,

intentando atacar al demonio, pero éste no se había dejado sorprender. Lo desarmó con una

sola mano, y lanzó el cuchillo lejos del alcance del humano.

- Se supone que eres un sabio - le dijo con arrogancia al anciano - Sin embargo,

actúas más bien como un pobre loco.

- Ya te he dicho que no soy el Sabio Shanti, sólo estoy aquí de paso.

- ¿De paso? - repitió Jaken, habiendo captado ahora la mentira - Antes decías que

eras su ayudante, ahora dices que sólo estas de paso. Tu historia no se sostiene.

- ¡Calla! - ordenó el apuesto demonio albino y empezó a caminar con elegancia hacia

el anciano - Voy a ser muy claro - le dijo en tono grave - Estamos aquí porque tú

puedes ayudarnos a encontrar cierta piedra.

- ¿Una piedra? - el anciano los miró nervioso - Hay muchas piedras, muchos lugares

donde encontrar piedras, yo no sé de piedras, yo… - empezó a decir

atropelladamente.

- La piedra - dijo el temible Sesshomaru, que de repente estaba a tan sólo unos

centímetros de la cara del sabio - no es una roca cualquiera.

Shanti retrocedió, apretándose contra la pared, muerto de miedo y temiendo por su vida.

- Es una piedra - continuó Sesshomaru - que te permite pedir un deseo.

- Ah, ya veo - exclamó el sabio - Hablas de la esfera de Shikon. Pues lamento decirte

que fue…

Sesshomaru se abalanzó hacia él y en menos de un instante lo tenía agarrado en el aire por

los brazos.

- ¿Cuánto tiempo vas a hacerme perder? - lo miró enfurecido - Tal vez podamos

acelerar el proceso - dijo de forma enigmática mientras deslizaba su mano hacia la

pierna del anciano.

Page 65: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

El hombre se desesperó.

- ¡¿Qué piensas hacerme?! - su voz sonaba asustada, tanto que apenas podía pensar

con claridad. Estaba aterrado. Su corazón se aceleró de golpe y empezó a temer que

moriría antes de que el día finalizara.

- Me pregunto cuán rápido puede correr una persona con las piernas rotas - dijo

posando la mano en su rodilla.

- ¡¡No, por favor!! ¡¿Qué vas a hacerme?! ¡¡Por favor!!

Y entonces Sesshomaru apretó con fuerza la rodilla al contrario de su articulación.

- ¡¡Aaaahhhh!!

Se oyeron los huesos del humano fracturándose violentamente. Sesshomaru lo dejó caer al

suelo bruscamente.

- ¡Dios mío, mátame! - le suplicó el pobre viejo - Mátame, te lo suplico - empezó a

lloriquear.

Jaken se acercó a él y le apretó la cabeza de su bastón de madera en el pecho.

- Más te valdría contarle a mi amo lo que quiere saber. Si haces eso, te perdonará la

vida.

El anciano miró al demonio entre lágrimas y cerró los puños con fuerza.

- ¡Que me mates! ¡No voy a contarte nada! Prefiero la muerte a revelarle a alguien

como tú los secretos de la piedra.

El demonio albino lo miró suspicaz. El anciano acababa de demostrar que sabía desde el

principio de lo que estaban hablando. Se acercó a él y le colocó suavemente la mano en la

otra rodilla. El ermitaño lo miró horrorizado.

- ¡¡No!! ¡Te lo contaré todo! ¡Te lo juro! - acabó resignándose.

Sesshomaru se levantó y sonrió con suficiencia.

- Buena elección - dijo, sentándose en una roca alta - ¿Y bien?

El anciano se retorció de dolor una vez más antes de entender quién era el demonio que

estaba frente a él.

- Tú no eres un demonio cualquiera - le dijo con voz ronca - Si conoces la leyenda,

es que has sido educado en una familia demoníaca poderosa.

- Así es - confirmó el demonio - pero lo importante es, ¿cómo encuentro la esfera?

El Sabio Shanti observó el techo de la cueva con aire pensativo, mientras intentaba no

dejarse llevar por el dolor de su pierna fracturada. Conocía perfectamente la historia de esa

misteriosa roca, pero no creía conveniente revelarle la información a un demonio tan

poderoso. ¿Quién sabe lo que podría pedirle a la esfera si la encontraba?

- No sé apenas nada acerca de la piedra - empezó, casi sin poder hablar - sé que

concede deseos, y su verdadera nombre esLa esfera prohibida.

Page 66: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

* * *

Después de dos horas y media de espera, la puerta de la cabaña de Kagome e Inuyasha se

abrió, dejando paso a una silueta joven. La sombra entró en la estancia, sin esperar

encontrarse todavía a nadie, cuando de repente vio a la hermosa Rin, que se había quedado

dormida junto a la ventana.

- Rin… Rin… - llamó la voz, suavemente - Despierta.

- ¿Eh? ¿Qué ocurre? - se sobresaltó la muchacha, asustada.

- No, tranquila. No ocurre nada.

- ¿Yuuki? ¿Pero qué haces tú aquí?

La joven rubia se sonrojó en el acto y escondió las manos en la espalda.

- Lo mismo podría preguntarte yo - dijo en un tono asustado, más que inquisidor.

- Pues yo… - Rin se daba cuenta de que se habían pillado mutuamente - He venido a

ver a Shippo - acabó confesando.

- Yo también.

Las dos muchachas se miraron un instante sin saber cómo actuar, hasta que Rin rompió el

silencio.

- Llevo mucho rato esperándolo, pero aún no ha regresado. No creo que tarden

mucho - le contó - ¿Para qué querías verle?

Los ojos de Yuuki se ensombrecieron de repente. Miró al suelo, entristecida y recordó algo

que había visto hacía tan solo unos días en el bosque. Cogió una silla y se sentó junto a la

morena.

- Rin, ¿podemos hablar?

La joven asintió, preocupada ante el semblante serio de la chica. ¿Qué sería eso que la

preocupaba hasta tal punto como para venir a ver a Shippo a su casa?

- ¿Qué ocurre, Yuuki?

La chica seguía mirando el suelo, seria. Estaba temblorosa, tal vez incluso asustada.

- El otro día… - empezó la joven, vacilante - el otro día salí al bosque para dar una

vuelta. Cuando caminaba vi a Shippo entre los árboles y quise saludarlo, pero él

camina muy rápido.

Rin asintió. Empezaba a sospechar de qué día estaban hablando.

- Empecé a seguirlo hasta darle alcance, pero entonces entró en un claro y empezó a

hablar con alguien.

Rin tragó saliva. Sabía perfectamente con quién había estado hablando.

- Me asomé para ver quién era. Sé que no estuvo bien, lo siento por eso, pero lo hice.

Shippo hablaba contigo sobre el demonio que te visita a veces. Oí que lo amas.

Page 67: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

La morena se ruborizó. Se suponía que era un secreto, un secreto que sólo conocían

Megumi y Shippo. Sin embargo ahora…

- ¿Hasta cuándo te quedaste observando?

- Lo suficiente - sentenció ella - También vi el beso.

La morena se quedó sin aliento. Yuuki había visto ese beso prohibido entre ella y su mejor

amigo, nada menos que Yuuki, la pequeña amiga de Shippo. ¿Cómo se habría tomado la

noticia? ¿Qué habría sentido en ese momento al verlos juntos? ¿Sabría Shippo que Yuuki

los había visto? Agachó la cabeza avergonzada, casi sin atreverse a mirar a la rubia a los

ojos, y entonces vio el papel que antes Yuuki se había escondido tras la espalda. Ahora

estaba en su mano, arrugando y manoseado por los nervios. Rin comprendió qué había en el

papel.

- Venías a decírselo a Shippo, ¿verdad? - dijo señalando la nota - Venías a decirle

que nos habías visto.

Al principio, Rin se enfureció, porque aquella chica no era nadie para meterse en asuntos

ajenos, pero luego se dio cuenta de que sí tenía derecho a meterse, pues Shippo la había

estado cortejando y, si ella había empezado a sentir algo por él, la visión de ese beso la

habría destrozado.

- En realidad, no - confesó Yuuki - No vengo a contárselo. Eso no - dijo con tristeza

- Venía a decirle que… que yo… - unas primeras lágrimas brotaron de sus ojos.

Rin no pudo soportarlo más y la abrazó con ternura, acariciándole el cabello rubio oro con

suavidad. La chica se abrazó a la morena y siguió sollozando, con el corazón dolorido.

- Ibas a decirle que le quieres - sentenció Rin.

La rubia asintió, descorazonada.

- Pero no sé cómo decírselo. Ni siquiera sé si le va a importar lo que le diga.

Rin se sintió fatal por todo lo que estaba ocurriendo, y no pudo evitar sentirse culpable del

dolor de la muchacha que lloraba entre sus brazos. Se dio cuenta, además, de lo buena chica

que era, pues ni siquiera pretendía decirle a Shippo que ella sabía la verdad, tan sólo venía a

hablarle de sus sentimientos, de su corazón.

- Yuuki, deberías saber algo - Rin habló despacio, asegurándose de que la chica la

entendiera - Shippo y yo no nos amamos.

- ¿Qué?

La chica levantó el rostro mojado, incrédula.

- Pero… - balbuceó - yo vi como te besaba. Yo… lo vi.

- Sí, bueno. Te confieso que hasta hace poco yo tampoco estaba muy segura de qué

había significado eso para ambos, pero ahora lo sé - miró a la joven comprensiva y

le sonrió dulcemente - La amistad entre dos chicos o dos chicas es muy frecuente,

pero no lo es tanto entre un chico y una chica. Es mi mejor amigo y lo ha sido

siempre desde que tengo uso de razón, y siempre lo había considerado casi como un

hermano. Tal vez es eso lo que nos ha causado toda esta confusión. Hemos

confundido una enorme amistad con amor. Tal vez si hubiéramos sido hermanos de

verdad, nada de esto habría pasado y tú y yo no estaríamos hablando aquí ahora,

Page 68: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

pero al no serlo, bueno, estos sentimientos que tenemos el uno por el otro nos han

trastocado.

Yuuki escuchaba con interés y asentía, intentando comprender qué era lo que aquella

adorable chica le estaba diciendo acerca de su amigo.

- Yo creía que esa amistad se había vuelto amor entre nosotros, pero me equivoqué,

y ahora lo entiendo. Te miro y sé que lo que hay entre tú y Shippo es algo tan

grande que sobrepasa cualquier sentimiento. Lo que hay entre vosotros se llama

amor. Y lo sé porque es lo mismo que yo siento cuando miro al señor Sesshomaru,

lo sé porque le miro a él y entiendo que es el amor de mi vida, que lo necesito tanto

como el aire para respirar, que sin él no soy nada, no tengo ilusiones, ni fuerzas, ni

valor. Que mi fuerza surge de mi alma cuando hago algo para poder estar con él y si

no es ese mi objetivo, no tengo fuerzas, ni ganas. Por eso, y por otras muchas

razones sé que lo que hay entre Shippo y tú es verdadero. No es por lo que me has

dicho, Yuuki, es porque miro tus ojos, y lo veo.

Yuuki se quedó fascinada ante las palabras de la chica. La miró a los ojos, ahora brillantes,

esperanzada por la confesión que acababa de hacerle su amiga. Sí, su amiga. Ahora la

consideraba como tal. La miraba también intensamente, entendiendo que lo que había dicho

era cierto, que cada palabra que había salido por su boca era verdadera, y entonces, también

lo supo. Supo que Shippo y ella tenían una oportunidad.

Page 69: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 19: Mi fuerza sale de tu amor

Rin y Yuki seguían abrazadas. Ahora ambas estaban felices. Yuki sabía que Shippo no

amaba a Rin, y ella tampoco a él, así pues, su destino no estaba escrito, podrían tener una

oportunidad. Por su parte, Rin por fin había comprendido lo que su corazón llevaba tanto

tiempo diciéndole, era como si se hubiera abierto una puerta y la luz hubiera bañado la

estancia, permitiéndole conocer al fin todos los sentimientos que se habían estado

mezclando en su ser. Ahora lo sabía, sabía que Shippo era su hermano, un amor fraternal,

tan intenso que puede hasta doler, hasta quemar la piel, pero sólo era eso, amor fraternal.

Sin embargo, el amor que sentía hacia Sesshomaru no se parecía en nada a lo que sentía por

su amigo el demonio zorro. Era un sentimiento poderoso que crecía desde la boca de su

estómago y le atravesaba el cuerpo, era como si su sangre fueran ríos de lava que la

derretían cada vez que tenía al joven albino cerca, era una explosión de mariposas que

giraban en bandada dentro de sus entrañas, haciéndola sentir hasta vértigo cada vez que el

joven la miraba, y más intenso era cuando este la tocaba. Lo que antes había sido respeto,

agradecimiento, admiración… ahora era amor puro, pasional, incontrolable, un amor que

supera barreras y devora mundos, un amor que la llevaba a dejar de ser una niña para

convertirse en una mujer guerrera, en una leona salvaje, fuerte, valiente, poderosa y,

sobretodo, enamorada, enamorada de un hombre al que no le quedaba más remedio que

confesarle lo que sentía. De no ser así, todo ese amor que le recorría la sangre le iba a

estallar en las venas. Tenía que verlo, ¡necesitaba verlo! Y entonces le confesaría lo que

hacía tantos años llevaba sintiendo por él y, pasara lo que pasase, lo sentiría siempre.

- ¡Ahora y siempre! - se dijo Rin mentalmente - ¡Estoy segura!

De repente, vieron una figura apoyada en el marco de la puerta que daba acceso a la sala.

Ambas se giraron.

- ¡¿Shippo?! - dijeron las dos a coro - ¿Cuándo has llegado?

El chico dio unos pasos hacia ellas.

- ¿Qué has oído? - continuó Rin, entrecerrando los ojos - Lo has oído, ¿verdad?

El demonio zorro asintió.

- Todo. Desde que Yuki sabía lo del beso hasta… bueno, hasta lo que tú y yo

sentimos.

Las dos muchachas miraron al suelo, nerviosas. Yuki estaba avergonzada porque el chico la

hubiera visto en brazos Rin, llorando por él, y Rin, aunque no se sentía incómoda porque

Shippo las hubiera visto así, sí que estaba algo asustada por cómo pudiera ahora reaccionar

él. Tal vez se había precipitado al afirmar que ninguno de los dos amaba al otro. Ella tenía

claro que por su parte no había amor y había dado por supuesto que por la de Shippo

tampoco, pero… ¿se habría equivocado?

Ninguna le miraba, esperando su reacción, pero entonces el chico se acercó a Yuki y le dio

un fuerte abrazo. La muchacha estaba totalmente desprevenida y se quedó de piedra, sin

saber qué hacer. No podía creerse que Shippo la estuviera abrazando, a ella, la joven Yuuki,

la hija pequeña del pescador.

Page 70: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Siento que vieras eso - le confesó el chico en un susurro - No quería hacerte daño.

A ninguna de las dos - dijo mirando a Rin, sin deshacer el abrazo que tenía con la

rubia.

Rin le colocó una mano en el hombro a su amigo en señal de afecto y lo miró comprensiva.

- Yo también lo siento - se disculpó.

Shippo soltó a Yuki y se sentó en otra de las sillas, junto a sus amigas.

- Cuando te he oído hablar - dijo dirigiéndose a Rin - me he dado cuenta de que

tenías razón. Cada palabra acertaba con lo que realmente siento por ti, y cuando he

visto a Yuki… - hizo una pausa - he sabido a quién pertenecen mis sentimientos. No

soy de los que hablan de ellos con facilidad. Incluso estar aquí, con vosotras, y

deciros todas estas cosas me está costando más de lo que podéis imaginaros, pero

debo hacerlo. Ya no habrá más confusiones entre nosotros, nunca más - y, mirando

a la joven rubia, hincó una rodilla en el suelo y le cogió la mano - Yuki Matsumura,

¿querrías casarte conmigo?

Los ojos de la joven se abrieron como platos. ¡No podía creerse lo que acababa de ocurrir!

Era todo como un delicioso sueño del que aún no había despertado. ¿Sería de verdad real?

A su lado, Rin empezó a aplaudir, entusiasmada, y sonriendo con emoción. Al oír sus

palmadas, Yuki comprendió que no estaba soñando, que estaba en la vida real, con su mano

entre las de su demonio, mirándola como si no existiera nadie más en el mundo.

- Sí quiero - dijo en un hilo de voz y la boca del chico se ensanchó en una amplia

sonrisa. Se puso de pie, tirando también de ella y, cuando la tuvo a su altura, posó

sus labios en los de la chica.

Rin miró hacia otro lado, ruborizada por estar en medio de una tierna escena en la que no le

correspondía estar. Pero entonces, vio que alguien se acercaba a través de la ventana.

- ¡Chicos, vienen Inuyasha y Kagome!

Los dos enamorados se separaron.

- ¿Tan pronto?

Rin asintió con vehemencia.

- Debéis salir de aquí - corroboró Shippo.

- ¿Y no sería más sencillo salir por la puerta y decir que simplemente veníamos a

verte? Es la verdad.

Los amigos negaron con la cabeza.

- ¿Así de sonrojados como estáis? - preguntó Rin, con los brazos en jarra - ya sabéis

que antes de una boda la chica no puede haber besado a nadie - les recordó.

Yuki se tapó la boca.

- Tienes razón. Lo había olvidado.

Page 71: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

La cortina de entrada se destapó y entraron dos siluetas.

- Vamos, antes de que entren en esta habitación - las apremió Shippo - Por aquí.

Las dos muchachas se encaramaron a la ventana y saltaron. Primero Rin y después Yuki.

- Espera - dijo Shippo, sosteniéndole la mano - Si ya nos hemos saltado las reglas,

otra vez da igual, ¿no? - y aproximó su rostro, dándole un último beso de despedida.

- Vamos, tortolitos. Os van a ver.

Y se marcharon las dos antes de que Kagome o Inuyasha hubieran siquiera advertido su

presencia.

* * *

El Sabio Shandi se acomodó en el suelo, intentando que le doliera la pierna lo menos

posible. Miró al demonio, que lo observaba inquisidor desde la roca en la que se había

sentado y se dispuso a contarle todo lo que sabía sobre la historia.

- Hace mucho tiempo, vivió una bella princesa en un lejano reino en las montañas

altas. Su nombre era… Kagura - hizo una pausa - La joven era muy querida y

amada por su pueblo, y se contaba que jamás había existido princesa tan bondadosa

como ella. Pero un día, se enamoró de un joven soldado que le robó el corazón. Al

principio, las cosas fueron bien, pero, un día, descubrió que el joven había robado

todo el oro de palacio y la había dejado sin nada. Kagura, al verse traicionada y

haber perdido su único amor, enloqueció y murió de pena. Sus criadas contaron que,

mientras moría, pronunció un hechizo en una extraña lengua y su cuerpo empezó a

brillar, hasta desaparecer completamente, dejando en el lecho donde ella había

estado una brillante esfera azul malva.

- ¿Nadie entendió el hechizo? - quiso saber Jaken.

El Sabio miró al demonio verde.

- Las criadas no, pero un anciano que vivía en palacio sí lo entendió: "Algún día,

dentro de muchas vidas, una joven de mi mismo nombre morirá a manos de un

descendiente del hombre que me ha traicionado, habiéndole también robado a ella

su corazón. Huirá, casi muerta, hasta encontrarse con el hombre al que

verdaderamente debería haber amado. Ella no podrá salvarse, pero el lugar donde

muera se convertirá en la salvación para la mujer al que el hombre bueno querrá

salvar, aún a costa de su vida. Sangre de mi sangre sufrirá, pero al salvar a la

pretendienta, el mal causado se revertirá"

Jaken empujó con su bastón el pecho del anciano.

- Eso no hay quien lo entienda - se quejó.

- ¡Jaken! - ordenó el demonio albino - ¡Déjalo!

Page 72: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

El pequeño demonio se apartó del humano.

- ¿Y dónde se encuentra la esfera de Kagura?

- Pues… yo… no sé dónde…

Sesshomaru se levantó de la roca con mirada hostil.

- ¡Sí, sí, ya recuerdo! - exclamó el Sabio Shanti, asustado - Está en algún lugar del

monte Fuji, en el fondo de una cueva.

Sesshomaru empezó a caminar hacia la salida.

- Pero dicen que está protegida de los demonios con hechizos hechos por monjes y

sacerdotisas - le advirtió el sabio - No podrás entrar.

- Eso - puntualizó el apuesto demonio - es problema mío. ¡Jaken, vámonos!

- ¿Eh? ¡Sí, mi señor!

Cuando el sabio se quedó solo en la cueva, suspiró. ¡Pero qué había hecho!

* * *

Megumi daba vueltas en su habitación mientras Rin le contaba todo lo que había vivido esa

tarde.

- Mmm… interesante.

Rin la miró apremiante.

- ¿Qué es interesante? - estaba más entusiasmada que de costumbre.

Su amiga se limitó mirarla y sonrió.

- ¿Qué? - Rin estaba a punto de perder los nervios - Dime qué ocurre.

Megumi se sentó sobre su edredón y comenzó a reírse. Rin no entendía nada de lo que

estaba ocurriendo.

- ¿Pero de qué te ríes?

- Todo ha salido a pedir de boca.

La muchacha estaba cada vez más asombrada. ¿A pedir de boca? ¿Pero de qué iba todo

eso? Megumi se incorporó y cruzó las piernas, sonriente como una niña pequeña con un

globo.

- ¿Soy o no soy buena "casamentera"? - dijo divertida - Lo he hecho bien, ¿eh?

Rin seguía sin comprender.

- Has hecho bien ¿el qué?

Megumi le hizo un signo para que guardara silencio y se lo contó.

Page 73: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Verás, cuando me dirigía a tu casa para hablar con Kaede, tal como te prometí, me

encontré a Yuki llorando y me acerqué a preguntarle qué le pasaba. Al principio no

me quiso decir nada, pero cuando le conté que yo iba a casa de Kaede para hablar de

tu boda con Kohaku, se quedó de piedra. Ella no sabía que te ibas a casar. Entonces

me contó lo que había visto en el bosque. La pobre no entendía por qué os habíais

besado si tú te ibas a casar, y pensó que a lo mejor os amabais en secreto o algo así,

y decidió no intervenir entre vosotros, por mucho que le doliera.

Rin se quedó muda de la impresión.

- ¡Guau! Sí que es buena chica. Sin duda me gusta para Shippo.

Megumi sonrió.

- A mí también me gusta para él. Bueno - dijo señalando a su amiga - si no me

interrumpes, sigo - y le sacó la lengua en broma - Entonces se me ocurrió que tanto

Yuki como Shippo necesitaban una sesión de sinceridad tanto como tú con Shippo,

y pensé en liar todo el asunto.

- ¿Liarlo? - la joven se rió - Nunca dejarás de sorprenderme.

Megumi asintió.

- Le dije que nada de no intervenir. Al contrario. Intervén, intervén - le dije -

Deberías ir a ver a Shippo y confesarle todo lo que sientes por él. Tal vez te

sorprendas. El caso es que siguió mi consejo y entre las dos redactamos la nota en

la que le confesaba sus sentimientos. Entonces la mandé hacia casa de Shippo

asegurándole que él estaba allí y si no, que iría pronto. Cuando se hubo marchado,

fui a tu casa y vi que la estaban decorando, entonces me encontré a Shippo fuera

transportando unas telas y le dije que Kagome había pedido que le trajera más telas

de su casa. Entonces él, fiándose de mí, vino hasta su casa y… voilà, os encuentra a

ti y a Yuki hablando de él. Y mira que bien ha acabado todo.

La morena la miraba con los ojos tan abiertos que parecía que iban a reventar.

- ¿Qué tú qué?

Su amiga la miró de repente, comprendiendo lo que había hecho. Había metido las narices

hasta el fondo forzando a tres personas a hablar de algo que se habían estado ocultando

entre ellas.

- Pero Rin, no me mires así, parece que me vas a matar - se echó para atrás, medio

divertida, medio asustada - Lo he hecho por ti.

Rin cogió un cojín y se lo lanzó.

- Menos mal que todo ha salido bien, porque esto podría haber sido un desastre.

Megumi interceptó el cojín.

- ¡Guerra de almohadas! - anunció.

- ¡Jajaja!- rió Rin - ¡Voy a ganar! - y empezaron a darse con los cojines hasta que no

pudieron más.

- Gracias - acabó diciendo la morena - No sé cómo lo habría hecho sin ti.

Page 74: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Megumi la abrazó.

- No hay de qué. Y mañana - miró a su amiga con los ojos entrecerrados - jejeje…

- ¿Qué estás tramando?

- Nada, nada. Pensaba en cómo arreglar lo de tu boda.

La morena se llevó las manos a la cabeza.

- ¡Ah! ¡Es cierto! ¿Hablaste con Kaede?

- Claro - asintió - Está convencida de que Kohaku y tú hacéis muy buena pareja. No

le he dicho nada de lo que sientes por Sesshomaru porque ambas sabemos que no

serviría de nada. Me ha dicho que la boda se celebrará la noche de tu cumpleaños.

- ¡Tres días! ¡No puede ser! - exclamó - ¿Tan pronto?

- Sí - afirmó su amiga, estirándose de brazos - Kohaku, si tiene tiempo, vendrá por

la mañana para desearte feliz cumpleaños y luego se irá a vestir para… bueno…

para la ceremonia. Te dejan quedarte a dormir, ¿verdad?

Rin asintió, distraída.

- No sabes cuánto odio a ese chico. Antes lo consideraba un buen amigo, y realmente

me ha ayudado muchas veces. Me ha salvado la vida en varias ocasiones y eso no se

lo podré pagar nunca, pero, al margen de eso, se ha portado como un idiota.

- ¿Lo dices por cuando te intentó forzar a besarlo?

- Sí, y por cuando se marchó de la aldea y dejó de entrenarme sólo por mi rechazo. Y

ahora, después de darse cuenta de que no le amo, envía una carta a Kaede

ofreciéndose como pretendiente.

Megumi se acurrucó junto a uno de los cojines y miró el techo, despreocupada.

- La verdad es que se ha pasado bastante. No me hubiera imaginado que podía ser

tan retorcido, sobretodo porque es obvio que iba a ganar él entre todos los que se te

presentaran.

- Por eso lo digo. Yo no quiero casarme con él. No podría mirarlo a la cara.

- Es una lástima que sea tan guapo - dijo Megumi, cerrando los ojos - si no fuera tan

idiota, hasta me gustaría.

La morena no dijo nada. Miró por la ventana oscura pensando en todas las cosas que le

habían ocurrido aquella tarde. Las lágrimas de la hermosa Yuki, la sonrisa de Shippo al

contemplarla y el tierno beso que se habían dado. Rin no tenía ninguna duda: aquello era

amor verdadero.

Siguió mirando las nubes pasar en la oscuridad hasta que se quedó dormida.

- Te quiero, señor Sesshomaru…

Page 75: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 20: El cumpleaños

Habían pasado tres días desde que Shippo, Rin y Yuki arreglaron sus asuntos y pusieron

en orden sus sentimientos. Y tanto Megumi como los dos enamorados se habían esforzado

en averiguar dónde estaba el señor Sesshomaru, pero ninguno había tenido éxito. Todos

deseaban que la joven tuviera un final feliz, tanto como el de Shippo y Yuki, y que, a pesar

de todo el dolor y todos los problemas que habían tenido que superar, Sesshomaru y Rin

pudieran estar juntos para siempre. Pero las cartas del destino parecían apuntar a otro lugar,

y el reloj del tiempo se negaba a frenar y a darle unos días más a la joven para conseguir

que su vida no fuera tan odiosa el resto de su vida. Pero el tiempo, como es obvio, no se

detuvo y, sin que nadie pudiera evitarlo, llegó el día en que Rin cumplía dieciocho años.

- Buenos días - saludó una amable voz por encima de su cabeza. La morena abrió los

ojos - ¡Feliz cumpleaños!

Rin se enderezó sobresaltada y miró a la anciana con los ojos abiertos como platos.

- ¿Es hoy?

Kaede la miró, desconcertada.

- Claro, ¿cuándo sino? - y le tendió un cuenco con gachas y unos palillos de madera -

Vamos, desayuna, que hoy te espera un gran día.

* * *

Kagome estaba arreglándole el pelo a la joven Rin. Con agua caliente y algunos tubos de

madera le había ido rizando el cabello hasta conseguir unos hermosos bucles negros que le

caían en cascada melena abajo. Sango le había lavado bien la cara y la había maquillado

ligeramente, enrojeciéndole los labios como si fueran un rubí escarlata y le decoró los ojos

sombreándolos de azul. La joven contempló su rostro en un espejo y se dio cuenta de lo

hermosa que en realidad había sido siempre. Más hermosa de lo que hubiera podido llegar a

imaginar. Ahora entendía por qué lo jóvenes se volvían para verla al pasar, por qué le

guiñaban el ojo, por qué la mitad se hubieran casado con ella.

- Aquí tienes tu vestido - dijo Kaede tendiéndole un bonito kimono rosa fresa con

dibujos de hojas verdes.

Rin volvió a mirarse al espejo. Sí, era hermosa, pero nada de eso tenía importancia. Ella no

era vanidosa, ni engreída. No deseaba ser deseada. No quería que los hombres se pelearan

por ella. Simplemente quería a un hombre. El único hombre que le hacía sentir algo

verdadero, el único que había despertado sentimientos tan intensos en ella que ya apenas

podía respirar si no estaba él cerca. Pero todo eso iba a terminar esa noche. En cuanto se

casara con Kohaku, la poca libertad que aún conservaba, se habría acabado para siempre.

- ¿Qué ocurre? - preguntó Kaede, sin sospechar nada - ¿No estás contenta? Mira lo

guapa que estás.

- Sí, sí, estoy contenta - dijo Rin con una sonrisa fingida - Gracias por arreglarme.

Page 76: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Es lo menos que podíamos hacer - dijo Sango, abrazándola - Al fin y al cabo, hoy

es tu cumpleaños - le sonrió.

La morena también sonrió ligeramente, pero estaba claro que no era feliz. Había intentado

explicárselo a su familia tantas veces que ya ni siquiera recordaba cuántas. Y, la hubieran o

no la hubieran entendido, no pensaban siquiera cambiar de pretendiente. Todos estaban

convencidos de que casarla con Kohaku era la decisión correcta y que, con el tiempo, ella

aprendería a amarlo más que a nadie. Pero se equivocaban. Todos se equivocaban. Por más

tiempo que pasara, por más años que viviera junto a Kohaku, jamás podría amarlo, ni a él,

ni a nadie.

* * *

Jaken y Sesshomaru se encontraban frente a una pequeña gruta del volcán Fuji. Aquel era el

lugar del que les había hablado el Sabio Shanti. La cueva donde, según la leyenda, se

encontraba La esfera prohibida.

- ¿Está seguro que es esta, señor? - preguntó el pequeño demonio, agotado de tanto

caminar - Es la séptima cueva que visitamos. Tal vez el viejo nos mintió.

Sesshomaru no despegó los ojos de gruta.

- No lo hizo - aseguró - Deberías aprender a entender cómo reaccionan los humanos

ante el dolor.

Jaken se quedó callado, sin saber qué decir.

- Bueno, entonces, entremos - y echó a andar.

- ¡Jaken!

- ¿Sí, amo?

- ¡No te muevas! - ordenó y desenvainó una de sus espadas.

- ¿Qué piensa hacer, señor? ¿Hay algún peligro?

Sesshomaru ignoró a su pequeño acompañante y se acercó a paso lento hacia la cueva. Se

paró justo ante el inicio de la gruta y escudriñó el arco de entrada. Aparentemente no había

nada extraño.

Jaken se acercó corriendo hasta su amo.

- Buff, espero que hayamos acertado esta vez - y dio un paso al frente para entrar,

pero entonces, la entrada brilló y una fuerza repelió al demonio verde, lanzándolo

varios metros hacia atrás.

- Te dije que no te movieras - respondió su amo con pasividad - Me lo temía - dijo

mientras seguía contemplando las piedras de la entrada - Hay dos opciones, o bien

la fuerza sale del interior o hay un sello anti-demonios en alguna parte de la entrada.

Page 77: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Jaken se levantó, jadeante y regresó con su señor.

- Buscaré el sello - y se puso manos a la obra.

Entretanto, el demonio de la luna levantó la espada ante su rostro y descargó un estoque

ante el campo de fuerza. El hechizo repelió la espada, que salió volando por los aires, sin

embargo, no pudo mover a Sesshomaru ni un centímetro.

- ¿Se encuentra bien, amo?

- Ve a por la espada. Esto será más difícil de lo que creía.

En casa de Kaede habían servido pan y queso, pollo y pescado, salchichas y arroz, mucho

arroz. Habían invitado a todas las familias del pueblo, como era costumbre por cada joven

que cumplía dieciocho años, y todos se hallaban arremolinados alrededor de la casa. Cada

familia había traído algo de comer o de beber. El padre de Megumi, que era carnicero,

había traído dos corderos asados que había hecho su mujer esa misma mañana. El padre y

el hermano de Yuki, que eran pescadores, habían traído varias cestas de pescado, y así,

todos los invitados habían traído lo que habían podido; sillas, mesas,… cualquier cosa que

pudiera ayudar a la familia a celebrar el cumpleaños de la joven.

Todavía era temprano, tan sólo mediodía, y la gente parloteaba aquí y allá sin cesar.

Una mujer anciana pasó corriendo seguida de dos niñas muy pequeñas.

- Mira, Rin - le dijo la anciana - mis nietas y yo te hemos hecho un pastel para la

boda. Vamos a guardarlo dentro. Estoy ansiosa por ver al novio, ¿tú no?

Rin asintió, cortés.

- Claro, mucho.

La anciana y las niñas se perdieron entre el gentío.

- Aquí estabas. Menos mal que te encuentro - Megumi la cogió del brazo - Pero

mírate, ¿ya te has quitado los zapatos?

La morena desvió la mirada, algo avergonzada.

- Es que… eran algo incómodos.

Megumi suspiró.

- ¡Qué voy a hacer contigo! Es tu fiesta, deberías disfrutarla.

- Pero no puedo - acabó sincerándose la chica - No puedo evitar pensar que dentro de

unas horas mi vida habrá dejado de tener sentido.

Yuki y Shippo llegaron en ese preciso instante.

- Hola, chicas - saludó la amable jovencita - Rin, estás preciosa, ¿no crees, Shippo?

Page 78: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

El joven asintió.

- No te digo hasta que punto - le guiñó un ojo.

Pero entonces se percataron de la palidez en el rostro de la morena, de la falta de expresión,

de sus ojos apagados y tristes.

- Eh, Rin, ¿qué ocurre? - Shippo la miró preocupado. La conocía mejor que nadie y

sabía que le pasaba algo grave.

- Tal vez esté enferma, o nerviosa - aventuró Yuki - La verdad es que te comprendo -

dijo dirigiéndose de nuevo a la morena - Yo también estoy nerviosa por nuestra

boda. Gracias por dejar que nos casáramos el mismo día que tú. Es muy amable de

tu parte - y le guiñó un ojo.

Rin asintió. Recordaba perfectamente cómo había ocurrido:

La morena estaba en el bosque, practicando con su pesada espada algunos movimientos

que Inuyasha acababa de enseñarle cuando, de repente, apareció la joven rubia de entre

los árboles.

- Hola, Rin. ¿Estás entrenado?

- Ajá - asintió la morena - Pero no se me da muy bien. Creo que esta no es mi arma -

y la dejó caer a un lado.

Yuki se sentó en una roca próxima e intentó recoger la espada.

- ¡Guao! ¡Sí que pesa! - y se le cayó nuevamente al suelo - Perdón - se disculpó.

- No importa - Rin se sentó a su lado y suspiró.

- ¿Qué ocurre? - quiso saber su amiga.

Rin negó con la cabeza.

- Nada importante. Sólo que a veces creo que el destino me la tiene jugada.

- ¿Por qué dices eso?

La joven se abrazó el cuerpo y miró al cielo, abatida.

- Ya sabes lo que siento por Sesshomaru - Yuki asintió - Y pensé que si le confesaba

mis sentimientos, tal vez las cosas acabaran arreglándose, pero ahora ya nunca lo

sabré.

Su amiga la miró comprensiva.

- Todavía falta un día. ¿Crees que no vendrá?

Rin se encogió de hombros, desamparada.

- No lo sé. No tengo ni idea.

- Pero él dijo que volvería pronto, ¿no lo recuerdas? - intentó animarla.

- Lo sé, pero lo que promete y la realidad han demostrado ser cosas muy diferentes.

Tal vez no ha venido porque sabe que voy a casarme y está esperando a que eso

ocurra. Tal vez quiera esperar a que ya no tengo excusa para pedirle que me lleve

con él, a que me aten a un marido para no poder acompañarle… - una triste y

solitaria lágrima le resbaló por la mejilla. Estaba destrozada.

Page 79: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Yuki le apretó los hombros con fuerza.

- ¡No digas esas cosas! - la regañó - Puede que sea un demonio frío, pero no es

ningún cobarde. Seguro que si no está es porque está ocupado en algo importante,

si no, seguro que estaría aquí, tal y como te prometió.

Rin negó con la cabeza, pero no dijo nada. En esos momentos de crisis y con el tiempo a

contrarreloj, no podía pensar con claridad

- Tengo una idea - anunció de pronto la rubia - ¿Y si Shippo y yo nos casamos el

mismo día que vosotros? Él ya le ha pedido mi mano a mi padre, y le ha dicho que

sí. Sólo nos falta el día. Así te ayudaré a superar todo esto, a que no estés sufriendo

sola. Además, en el caso de que tu boda se suspendiera, nadie se enfadaría contigo

por haberles hecho preparar tantas cosas, porque podrían usarlo para nosotros.

¿Qué te parece?

- Felicidades a vosotros también por la boda - recordó de repente Megumi - Vamos a

tener dos casamientos en uno. ¡Qué original!

La pareja asintió, sonrojada.

- Bueno, Rin, vamos a buscarte unos zapatos - dijo Megumi tirando de su amiga -

Aún tienes que recibir a muchos invitados más.

* * *

Jaken había encontrado cinco sellos mágicos alrededor de la entrada. Sesshomaru, con su

increíble espada, los había destruido todos, pero, aún así, no había podido entrar más que

unos metros. Una fuerza descomunal salía desde el propio corazón de la cueva, empujando

al demonio hacia fuera con intensidad. Jaken ni siquiera había podido entrar. El pobre se

encontraba mareado en una roca de la entrada, apoyado contra en suelo, a punto de

desmayarse.

Sesshomaru, por su parte, había llegado a una bifurcación. Estaba claro que era un

laberinto. Había sido colocado en forma de trampa para todo aquel que osara acercarse a la

piedra de Kagura, pero no le importó. El demonio siguió avanzando.

Page 80: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 21: Por ti, lo que sea

Sesshomaru llevaba largo rato caminando sin encontrar el camino correcto. Se había

encontrado con espíritus rata que colgaban de las estalactitas del techo y los había

fulminado con solo agitar la mano. Una especie de centauro habitaba el laberinto, mitad

hombre mitad bestia, que lo había atacado osadamente para derribarlo, pero el demonio de

la luna no se dejó sorprender. El espacio era reducido y no podía permitirse destruir la

cueva con su espada, así que se llevó varias cornadas del animal, que le atravesaron el

brazo y el vientre, pero no tardó en matarlo, al igual que había hecho con los espíritus

murciélago.

Siguió caminado, sin mirar atrás, sin preocuparse por estar pisando lugar sagrado.

Cualquier demonio que se hubiera acercado al lugar se habría, por lo menos, mareado o

desmayado, como le había pasado a Jaken, pero sólo los demonios verdaderamente

poderosos podían resistir la fuerza del campo de energía y de la tierra sagrada sin morir en

el intento, aunque su fuerza se debilitara sobremanera y fueran vulnerables. Tan sólo los

humanos y los espíritus de los demonios podían entrar sin notar la fuerza del campo.

Otro espíritu salió de entre las sombras, y otro, y otro más. Un grupo de mujeres armadas

con arcos apareció ante él y le apuntaron decididas.

- ¿Quién eres? - preguntó una, dando un paso al frente.

El demonio agitó la mano, dejando que salieran látigos verdes de ella, y derribó a dos de

ellas, que desaparecieron en el acto. Las de la primera fila le dispararon, pero el demonio

fue más rápido y desvió las flechas con su látigo verdoso.

Las mujeres cargaron nuevamente los arcos y dispararon de nuevo, pero esta vez las de la

segunda fila también se le unieron. Las primeras flechas se hicieron pedazos, pero las

últimas, estando él tan débil, consiguieron alcanzarle en el brazo y en el torso. Se apoyó de

espaldas a la pared.

- He preguntado quién eres - repitió la mujer que le había hablado al principio.

Llevaba una armadura de cobre, distinta al de todas las demás. Sin duda era quien

mandaba.

- Me llamo Sesshomaru, y he venido a llevarme la esfera.

La mujer rió.

- Los demonios no pueden entrar aquí. Tu presencia no te está permitida - y le

lanzaron otra lluvia de flechas.

El demonio se levantó para esquivarlas y corrió por la pared y por el techo, hasta colocarse

detrás de ellas. Sacó el látigo y les cortó a todas la cabeza. Tan sólo quedó en pie la mujer

que siempre hablaba.

- ¡Márchate de aquí o jamás saldrás con vida! - y le disparó al corazón.

Sesshomaru encajó la flecha en un costado y le cortó luego la cabeza con fiereza.

- A mí nadie me da órdenes - dijo, cuando ella ya había desaparecido.

Page 81: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

* * *

Los aldeanos llevaban más de cuatro horas en la fiesta, hablando y divirtiéndose, cuando

llamaron a Yuki y Shippo para prepararlos para la boda.

- Si necesitas cualquier cosa, me avisas - le dijo amablemente a Rin la madre de

Yuki - Pero creo que a ti sólo te falta cambiarte de vestido, ¿no es cierto?

La morena asintió.

- Bueno, de todas formas, si me necesitas, ya sabes dónde estoy - y le dirigió una

amable sonrisa - Es tan dulce como su hija- pensó Rin cuando se hubo marchado.

Caminó hacia una mesa y decidió sentarse. La había saludado todo el mundo, había

estrechado más de cincuenta manos y estaba realmente agotada de oír una y otra

vez: "Felicidades y enhorabuena por tu noviazgo" No podía soportarlo más. Cada

felicitación, cada deseo de felicidad le partía el corazón y le recordaba lo cerca que había

estado de confesarle todo su amor al demonio de la luna. Pero ya nada tenía sentido. ¿Qué

podía hacer? ¿Rebelarse? Le había dado muchas vueltas al asunto, y había estado tentada

varias veces de escaparse de casa y no volver, de ir a buscarlo y suplicarle que se la llevara

con él, que no volviera a dejarla en la aldea, que no volviera a abandonarla. Pero no se

había atrevido. El primer motivo era que no quería hacerle daño a nadie. Ni a Kaede, ni a

Kagome, Inuyasha, Sango, Miroku, Megumi, Yuki o Shippo. No quería herirles, ni

tampoco abandonarlos como si no significaran nada para ella. Significaban y mucho; eran

su familia. Y por otra parte estaba segura de que, si lo hacía, aparte de estropear la boda y

todo el esfuerzo que habían puesto en ella, Sesshomaru le diría lo mismo que la última vez

que le pidió que se la llevara con él: No puedes venir porque… yo no quiero que vengas.

Jamás olvidaría esas palabras. Jamás olvidaría cómo la única persona en el mundo que la

había hecho feliz de verdad, le había partido el corazón en mil pedazos. Pero no podía

culparle, no podía hacerlo. No, porque Jaken le había explicado por qué la había rechazado

esa vez. Lo había hecho para salvarla de los peligros a los que él se exponía

constantemente, para que ella pudiera tener una vida feliz en una aldea humana, con gente

como ella. Así que, nunca podría enfadarse por aquello, no con él.

* * *

Sesshomaru se sentó en el suelo húmedo de la gruta. Le faltaba el aliento y le dolían las

heridas causadas por las flechas. Si esa batalla hubiera sido fuera de la cueva, no habría

sufrido ni un solo rasguño y, en el caso de que sí hubiera sido alcanzado, sus heridas

Page 82: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

hubieran sanado en menos de una hora. Pero en ese lugar todo era distinto. Estaba pensado

para debilitar a los demonios que se atrevían a entrar hasta la muerte. Sesshomaru lo

comprendió enseguida. Sus heridas no sanarían. Al menos, no hasta que saliera de ese

lugar.

Deslizó su mano por el kimono y se arrancó un trozo, dejando al descubierto parte de su

torso desnudo. Observó el lugar donde le había alcanzado la flecha de la última atacante. El

lugar estaba morado y le salía humo burbujeante. Había sido envenenado. Se arrancó la

flecha y la lanzó lejos, enfurecido, y se preguntó por qué hacía todo eso.

Flash back

Jaken caminaba deprisa junto al señor Sesshomaru, tirando de las riendas de A-Un, que se

distraía con facilidad.

- Señor Sesshomaru - llamó.

El demonio no respondió.

- He estado pensando en el hechizo que lanzó la princesa Kagura antes de morir.

El albino seguía sin contestar. Tan sólo caminaba, a su paso, como siempre. Sin embargo,

sí estaba escuchando a su pequeño siervo.

- Verá, señor, creo que se ha cumplido ya la profecía.

- ¿Sí? - preguntó el demonio, indiferente - Has tardado bastante en averiguarlo, ¿no

crees?

- ¿Qué? - Jaken se sorprendió - ¿No me diga que usted ya lo sabía? - se golpeó la

cabeza con su bastón de madera - ¡Claro! ¡Qué tonto soy! Perdóneme. Por

supuesto que usted ya lo sabía. Si Jaken es capaz de averiguarlo, usted seguro que

ya lo sabía.

- ¡Jaken!

- ¿Sí, amo?

- Di lo que querías decir o cállate.

- Sí, señor - asintió el diminuto demonio - la princesa dijo: "Algún día, dentro de

muchas vidas, una joven de mi mismo nombre morirá a manos de un descendiente

del hombre que me ha traicionado, habiéndole también robado a ella su corazón.

Huirá, casi muerta, hasta encontrarse con el hombre al que verdaderamente

debería haber amado. Ella no podrá salvarse, pero el lugar donde muera se

convertirá en la salvación para la mujer al que el hombre bueno querrá salvar, aún

a costa de su vida. Sangre de mi sangre sufrirá, pero al salvar a la pretendienta, el

mal causado se revertirá"

- ¿Y bien? - preguntó Sesshomaru - Eso ya lo sabíamos.

- Lo sé, señor, pero piense en Kagura. No me refiero a la princesa, sino a la

extensión de Naraku. Ella murió en unas circunstancias similares a las del relato.

Se llamaba igual que la princesa, ha pasado muchos años después que la historia

de la primera Kagura, fue traicionada por Naraku, que la dejó casi muerta. Y eso

de robarle el corazón… puede que en este caso no se refiera al amor, sino a un acto

Page 83: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

literal. Naraku conservaba el corazón de Kagura en un tarro, hasta que se lo

devolvió para matarla. Luego ella vino a morir a un campo de flores, donde usted

la encontró… Tal vez Naraku fuera descendiente del que traicionó a la princesa, y

tal vez Kagura estuviera enamorada de usted, ¿no le parece?

Sesshomaru no contestó.

- ¿Señor, no cree que es posible? Lo único que aún falta es que usted quiera salvar a

una mujer. Una mujer por la que daría su vida. Aunque eso ya lo veo más

inverosímil, puesto que usted no daría algo tan valioso por una simple mujer, por

supuesto, eso yo ya lo sabía, pero tal vez la primera parte del relato…

- ¡Cállate! - le interrumpió el demonio, repentinamente enfadado - ¡No hables más

hasta que lleguemos!

El pequeño demonio asintió, descorazonado. ¿Por qué su amo actuaba así ahora? Tan sólo

era una hipótesis, nadie había dicho que la leyenda fuera cierta, al menos, no esa parte.

¿Por qué entonces reaccionaba así con él? Sopesó lo que su enfurecimiento pudiera

significar y llegó a una conclusión; Sesshomaru ya sabía que Kagura estaba enamorada de

él y por eso se quedó con ella haciéndole compañía hasta su muerte. Para sorpresa del

propio Jaken, Sesshomaru no era tan frío como él mismo había creído. Pero ¿y la mujer

por la que él daría su vida? Su amo jamás haría eso. No daría su vida ni por su propia

madre, que dicho sea de paso, era toda una arpía maléfica. Pero igualmente no lo haría.

En realidad, la única persona por la que Sesshomaru se esforzaría en algo sería por la

pequeña Rin. De hecho, ya había ido hasta el mismo infierno para regresar su alma al

mundo de los vivos. Pero el hechizo decía que sería por una mujer y no había ninguna

que… Entonces Jaken lo recordó; Rin estaba a punto de cumplir dieciocho años. Ya no

sería más ninguna niña.

Fin del flash back

Sesshomaru respiró profundamente, dándose cuenta de que no podía seguir avanzando en

ese estado. Necesitaba recuperarse y tomar un antídoto si no quería perecer en el intento.

Apretó los puños con rabia, y golpeó el suelo con fuerza, rompiendo las piedras y dejando

un gran agujero en la roca.

- ¡Maldita sea!

Se levantó con lentitud y anduvo un rato hasta llegar a la salida de la cueva, donde le

esperaba Jaken, algo más recuperado que cuando su amo entró en la gruta.

- Señor Sesshomaru, ¿la tiene? ¿la ha conseguido?

- Trae a A-Un - dijo, manteniéndose en pie con un esfuerzo sobrehumano -

Alejémonos de este lugar. Pronto regresaremos.

Jaken trajo el caballo y se subió detrás de su amo.

- ¿Y a dónde vamos?

Sesshomaru vaciló.

Page 84: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- A alguna aldea cercana donde haya mercado. Hoy es el cumpleaños de Rin.

Page 85: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 22: Una vida sin ti es peor que la muerte.

Rin se encontraba en casa de Kagome. Sango y ella le habían colocado el vestido de boda

mientras Kaede iba a buscar una antigua diadema suya con flores para ponerle en el pelo.

Rin se volvió y contempló su reflejo por última vez en ese espejo grande que le habían

traído. Estaba radiante. De pies a cabeza, era toda una mujer, una hermosa mujer morena a

punto de casarse. Ya no llevaría más los pies descalzos, pues le habían regalado unas

babuchas doradas que contrastaban con el vestido. Éste era en realidad un kimono blanco

de seda con bordados de flores color oro. El kimono que Sesshomaru le había traído el día

en que se dio cuenta de que no era tan fuerte como ella había creído, el día que la atacó el

demonio-oso.

- ¡Qué ironía! - pensó entristecida - Voy a casarme con el vestido que él mismo me

regaló.

Kaede le colocó la diadema con el velo y le tapó el rostro.

- Vamos, es la hora.

Los invitados estaban dispuestos a modo que quedara un amplio pasillo entre ellos para que

las dos PAREJAS pudieran pasar. Ya se había hecho de noche, de manera que la luz

venía directamente de la luna y de las antorchas que habían colocado a ambos lados del

altar. Las flores sobre las mesas brillaban como si tuvieran cien ojos tintineantes antes las

llamaradas del fuego, los grillos chistaban en la distancia, desafiando al silencio. Lo único

que interrumpía su melodía era el murmullo de los invitados, que hablaban sin cesar

mientras esperaban la aparición de la primera novia. Y allí estaba Shippo, elegantemente

vestido, a un lado del altar, vestido con un kimono negro y con el pelo anaranjado

cubriéndole parte de un ojo. Ese bucle rebelde. Sus ojos buscaban los de su rubia, tan

nerviosa como él. El corazón le temblaba, como si fuera a salírsele por la boca en lugar de

permanecer guardado en la musculosa caja de su tórax.

Se oyeron unas palmadas. Kaede estaba en el centro del escenario ricamente ornamentado

que habían improvisado para la ocasión. Al ser la sacerdotisa de la aldea, tenía plenos

poderes para oficiar la ceremonia y unir en santo matrimonio a los aldeanos que en su aldea

residían. Entonces se oyó el resonar de unas campanas y todo el público se volvió hacia la

puerta de la casa más cercana, situada justo a unos seis o siete metros de distancia del

escenario.

La cortina se retiró. La joven rubia de dieciséis años llevaba un precioso kimono blanco con

estrellas plateadas que se ajustaba perfectamente a su figura, dejando entrever dos bonitas

sandalias tan plateadas como el vestido. Y, las uñas… las uñas brillaban como si llevara el

mismo cielo en sus manos.

Page 86: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Su padre le tendió el brazo y la música empezó a sonar mientras ambos caminaban por un

camino de flores blancas hacia donde les esperaba el apuesto novio, temblando de los

nervios. Yuki caminó con elegancia, sin que ningún tropiezo entorpeciera sus movimientos.

Paso a paso, se acercó al altar, con la cabeza erguida y una sonrisa deslumbrante que le

cruzaba el rostro para hacer resaltar la blancura de sus dientes. Finalmente, su padre le

cogió la mano y se la entregó al que iba a convertirse en el futuro esposo de su hija. Luego

se hizo a un lado.

Shippo cogió su velo con suavidad y le destapó el rostro, dejando así al descubierto al

maravilloso ángel del que se había enamorado. Se dieron la mano y se volvieron hacia la

anciana sacerdotisa.

- Hermanos, hermanas. Estamos aquí reunidos para unir en santo matrimonio a esta

joven pareja de enamorados. El voto del matrimonio es algo sagrado y una vez que

dos almas se unen, ya nada puede separarlas. Así pues, sin más dilación, pronunciad

los votos después de mí - miró a Shippo - Shippo el demonio, ¿deseas unirte en

santo matrimonio a esta joven para amarla y respetarla, en la riqueza y en la

pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte os separe?

Shippo la miró a los ojos, con mirada seria y decidida.

- Sí, quiero - dijo con determinación.

- Y tú, Yuki Matsumura, ¿deseas a este joven como esposo para amarlo y respetarlo,

en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte os

separe?

Yuki sonrió tiernamente y sus ojos brillaron como centellas.

- Sí, quiero.

- Entonces, por el poder que me ha sido otorgado, yo os declaro marido y mujer - y

se volteó hacia el chico - Puedes besar a la novia.

El demonio zorro le colocó una mano en la cintura para acercársela y la otra se la colocó en

la mejilla. La miró una última vez con ojos brillantes y la besó con pasión. El gentío se

puso en pie y comenzaron a aplaudir entusiasmados. Los gritos y los vítores recorrían todas

las calles mientras los dos jóvenes se fundían en su preciado beso. Al final, se separaron

jadeantes. Yuki se colocó de espaldas al público y lanzó su hermoso ramo hacia atrás.

- ¡Es mío!

- ¡Quita, Miku!

- ¡Casi lo tengo!

- ¡Aquí, aquí!

Pero el ramo cayó justo en las manos de alguien.

- ¿Qué? - exclamó Megumi, alterada - Yo no quiero casarme.

El resto la miró decepcionadas.

- Eh, venga, que os regalo el ramo. Yo no lo quiero.

- Has sido la primera en tocarlo, ya no sirve - se quejó otra muchacha.

- ¡Vaya faena!

- Bueno, todavía queda el de Rin - cuchicheó Miku - Ese lo cogeré yo.

Page 87: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¡Que te lo has creído!

Y se marcharon discutiendo.

Entonces, Shippo y Yuki se separaron y se miraron una última vez antes de hacerse a un

lado cogidos de la mano para que pudiera colocarse el joven Kohaku, que hacía tan solo

unas horas que había llegado a la aldea. Rin ni siquiera había podido verlo todavía.

Rin estaba dentro de la misma casa por la que había salido Yuki. Antes de que ésta se fuera,

la había abrazado y le había deseado suerte. Ambas componían un cuadro muy pintoresco.

Ambas con sus vestidos blancos de novia, pero una con bordados plateados y tan rubia

como trigo al sol, y la otra con bordados dorados y el cabello tan oscuro como la garganta

de un lobo.

- Nos vemos en el altar - le había dicho Yuki a la morena.

- Allí nos vemos - aseguró la joven Rin.

Y ahora había llegado el momento de cumplir su promesa y reunirse con su amiga, su

marido. ¡Qué palabra tan extraña! Casi no se imaginaba al apuesto Shippo como marido y

Yuki como su mujer. Y también se reuniría con… su futuro esposo.

Rin tragó saliva y se le hizo un nudo en la garganta. Esto no le podía estar pasando a ella.

Nada de eso podía ser real.

En el exterior se oyeron las palmadas de Kaede y el fuerte repicar de unas campanas.

- ¡Oh, no! - Rin se llevó una mano al pecho - Es la hora.

Las cortinas de la casa se retiraron con suavidad y la joven puso un pie fuera de la casa,

depositándolo tímidamente en el caminito de flores.

- ¡Ohhhh!

El público miró asombrado a la joven, que no hizo más que salir, levantó el rostro hacia

delante.

- ¡Qué guapa está!

- ¿Habéis visto?¿No es hermosa?

- ¡Quien fuera ella!

La música empezó a sonar y Rin caminó varios pasos, pero luego se paró al darse cuenta de

una cosa. No tenía a nadie que la llevara al altar.

- ¡Kagome! ¡Kagome! ¡Tenemos un problema! - le dijo, alterada, Sango en cuanto se

dio cuenta de que Rin no avanzaba.

- ¿Qué pasa ahora?

- Se nos ha olvidado quién la llevará al altar.

Page 88: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Kagome se tapó la boca.

- ¡Oh, Dios mío! ¡Es cierto!

Rin dio un paso más, mirando a ambos lados, como si de repente pudiera aparecer su padre

muerto y llevarla hacia su destino.

- Haber… tiene que ser el padre - empezó Kagome - pero ella es huérfana. En ese

caso la lleva un hermano, pero no tiene. Entonces la lleva lo más parecido a un

padre, y ese sería Sesshomaru, que no está. Y lo más parecido a un hermano es

Shippo, que está ya en el altar.

- Deprisa, ya ha salido. Si no aparece ya su acompañante, quedará en ridículo.

Rin llegó lentamente justo donde empezaba el pasillo de la multitud y se paró

definitivamente. Miró de nuevo a ambos lados. Las caras de los invitados la ponían

nerviosa.

- Hay mucha gente - pensaba temblando en su fuero interno - Demasiada gente.

Alguna jovencita empezó a reírse disimuladamente al pensar en el ridículo que estaba

haciendo la pobre Rin. Los ancianos, sin embargo, la miraban apenados y mujeres y

hombres empezaron a murmurar.

Rin tenía las lágrimas a punto de brotar de sus ojos. Se sentía débil e indefensa ante aquella

aldea que se reía o se compadecía de ella. Recordó la aldea de su niñez, donde fueron

asesinados su madre, su padre y sus hermanos mayores. Recordó la gente del pueblo, que la

trataba con lástima y le tiraban comida como si fuera un pobre gato abandonado. Y también

recordó los golpes que le daban los hombres por robar los peces de su río. Levantó la vista

hacia el público y vio lo mismo: gente que no la conocía realmente, que no la comprendía,

que sólo le tenían lástima. Quería que se la tragara la tierra, que se abriera una gran grieta y

la hiciera desaparecer de la vista de todos. Quería correr y perderse en el bosque, en las

profundidades de la noche y no volver nunca.

De repente, una mano tocó el hombro de la chica. Rin se volvió en el acto.

- ¿Inuyasha?

- ¿Creías que iba a abandonarte, pequeña aprendiz? - le rodeó el brazo con una

sonrisa y empezaron a caminar.

La música continuó sonando hasta que llegaron al altar donde novio y sacerdotisa

aguardaban con tranquilidad. Inuyasha cogió la mano de la joven y la colocó en el brazo del

apuesto Kohaku, retirándose después para dejarlos solos.

Rin no había podido fijarse bien en su prometido hasta que estuvo bien delante. Llevaba

una túnica negra, elegante, y el pelo le caía despeinado y natural sobre la frente. Era guapo,

de eso no había duda. Le sonrió con altivez y le destapó el rostro. Lo que el muchacho vio,

lo dejó boquiabierto. Nunca había visto a Rin tan hermosa como esa noche. Sus ojos

castaños brillaban como el caramelo recién fundido y lo miraban, temblorosos, bajo una

fina sombra azul cielo. Sus mejillas estaban sonrosadas y sus labios eran puro carmín y

fresas. Y a rosas olía, como un hada, como una ninfa sacada de un cuento.

Page 89: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Siempre había querido casarse con ella, desde que la vio por primera vez cuando eran

pequeños, desde que la oyó hablarle y preguntarle mil cosas, como hacía siempre. Desde el

primer momento, había querido casarse con ella.

Rin, por su parte, había desviado la mirada hacia otra parte. Kohaku, el traidor que la había

obligado a casarse con él. El que había intentado forzarla a besarlo, el que la había

abandonado ante el rechazo de la joven, el que había escrito esa carta a Kaede, sabiendo

que lo escogerían a él como pretendiente, aún sabiendo que ella no le amaba. El que había

contribuido a que ella y Sesshomaru jamás estuvieran juntos. Miró el cielo, despejado, y

vio los cientos de estrellas que iluminaban la noche. Brillaban intensamente sobre su

cabeza, como si fueran luciérnagas sonriéndole desde alguna parte. Entonces Rin recordó

aquel día en el río, hacía ya tantos años. El día en que le dijo a Sesshomaru que quería la

luna y él se la regaló. A ella, la pequeña humana huérfana, le regaló la luna.

Su pretendiente carraspeó, impaciente. Rin bajó la mirada y se encontró con la suya, severa,

indicándole que se centrara en la boda. La morena asintió levemente.

- Adiós a las alas - se dijo a sí misma - Adiós a la libertad, al ser un pájaro fuera de

una jaula de cristal.

Miraba a Kohaku, pero no podía sentir ni un ápice de amor por él, ni uno solo. Su corazón

chillaba a gritos un nombre, un nombre que no podía ser pronunciado en ese instante, un

nombre que se le quedaría grabado en la mente y en el alma para siempre, el nombre de su

amor verdadero.

- Hermanos, hermanas. Estamos aquí reunidos para unir en santo matrimonio a esta

joven pareja de enamorados. - empezó Kaede, repitiendo el mismo discurso que

hacía tan solo unos minutos había pronunciado para Yuki y Shippo - El voto del

matrimonio es algo sagrado y una vez que dos almas se unen, ya nada puede

separarlas. Así pues, sin más dilación, pronunciad los votos después de mí.

- …ya nada puede separarlas… - se repitió Rin en su cabeza - nada…nada…nada…

- Kohaku, exterminador de demonios, ¿deseas unirte en santo matrimonio a esta

joven para amarla y respetarla, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la

enfermedad, hasta que la muerte os separe?

Kohaku sonrió con suficiencia.

- Sí, quiero.

- Y tú, Rin, ¿deseas casarte con este joven para amarlo y respetarlo, en la riqueza y

en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte os separe?

Rin tragó saliva y miró a los ojos del joven. Ojos fríos como el hielo, más fríos que los de

Sesshomaru, más que un glacial helado de piedra blanquecina. Miró a Kaede, expectante,

sonriendo orgullosa de la mujer en la que Rin se había convertido, y miróa todos los

invitados que la observaban con una sonrisa, sin comprender que Rin se estaba muriendo

por dentro."Sin ti, Sesshomaru, soy un cuerpo sin vida, una caja vacía, una música sin

notas, un espejo sin reflejo, una muñeca rota, una chica muerta en vida" Se le aceleró el

pulso y el corazón empezó a latirle, desbocado. ¿Debía decir: Sí, quiero? ¿Debía

destrozarse la vida de esa manera? ¿Acabar así con sus alas? ¿Renunciar a su libertad, a su

felicidad? ¿Engañar a sus sentimientos? ¿Traicionar a su corazón? Sería la mayor mentira

Page 90: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

que hubiera dicho jamás. El sí más falso que pudiera haber pronunciado, una condena a

muerte. Pero ¿qué razones tenía para estropear la boda? Si no era con él, sería con otro. Y si

no era hoy, lo sería mañana, pero fuera de la forma que fuese, ella estaría casada antes de

que pasaran veinticuatro horas y no sería con su querido Sesshomaru.

Cerró los ojos un instante y se permitió pensar una última vez en su amado demonio albino.

Una triste y solitaria lágrima resbaló por su mejilla y cayó al suelo. "Adiós, mi querido

Sesshomaru"

- Sí… quiero.

Kohaku respirió aliviado.

- Entonces, por el poder que me ha sido otorgado…

Rin abrió los ojos, llorosa, y levantó la vista hacia el peñasco donde solía sentarse a pensar

cuando estaba sola. Y entonces… ¡lo vio!. Sesshomaru estaba allí, con Jaken y A-Un,

contemplado la boda. Su mirada era seria y tenía los puños apretados. La estaba mirando a

ella, directamente a ella, con una severidad que jamás había visto en sus ojos. Llevaba algo

en la mano, que dejó caer al suelo, y dio media vuelta hasta desaparecer en la noche.

- yo os declaro marido y…

- ¡¡Nooo!! - chilló, empujando a Kohaku a un lado - ¡¡Sesshomaru, espera!!

- Rin, no he terminado el discurso - la riñó Kaede, en voz baja - Vuelve a tu sitio.

- Lo siento - fue lo único que alcanzó a decir, bajándose del altar.

Pero Kohaku fue más rápido y la agarró del brazo, enfadado.

- ¿A dónde crees que vas, princesa?

Rin tiró de su brazo con fuerza hasta liberarse y le plantó cara.

- Nunca seré tuya. Una vida sin Sesshomau no es vida, es muerte.

Los invitados se taparon la boca y comenzaron a murmullar. Algunas señoras se

desmayaron de la sorpresa y alguna joven chilló del asombro.

Rin tiró su ramo al suelo con desprecio, a los pies del novio.

- Esto es tuyo - y se marchó corriendo hacia el bosque, sin mirar atrás, sin pensar en

nadie más que en él, en Sesshomaru, en su demonio…

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Capítulo 23: Cacería en el bosque

Rin corría con todas sus fuerzas colina arriba, entre los árboles del frondoso bosque.

Aún oía el murmullo de los invitados de la boda y las voces de Kaede y sus amigos

llamándola desesperadamente. Pero ella ya no prestaba atención. Se negaba a escuchar un

solo lamento, un solo grito, una sola súplica más de que volviera. ¡No! No podía volver

ahora, no quería volver ahora, y menos aún después de lo que había hecho. Había dejado

plantado a Kohaku en el altar, enfurecido. Le había tirado el ramo al suelo, con ira, porque

no podía perdonarlo, porque no soportaba el verlo delante suya con esa sonrisa de

suficiencia dibujada en los labios. No podía verlo más. Y Sesshonaru, su querido

Sesshomaru… lo había visto todo desde allí, desde lo alto del peñasco. Rin no podía ni

imaginarse lo que el albino habría sentido al verla así vestida, con el vestido que él mismo

le había regalado, a punto de casarse con otro joven, con un humano.

Rin levantó las enaguas de su vestido para correr más deprisa. Los pies se le enredaban

en la maleza y los bajos de su traje arrastraban las hojas secas y el polvo del suelo, pero no

le importaba. Debía llegar a la cima del peñasco antes de que el demonio se marchara…

para siempre.

- ¡Ahh!

El largo velo se le enredaba entre los arbustos y las espinas del suelo. La chica tiró con

fuerza para seguir adelante, dejando que éste se desgarrara, sin importarle. El corazón le

latía con fuerza, desesperado. Ya nada importaba más en el mundo. Ni su pasado, ni su

futuro. Para Rin sólo estaba el presente, y éste sería el único que marcara su destino. Ya no

dejaría que los demás decidieran sobre su vida, ya no era la niña pequeña que no sabía

cuidar de sí misma. No era un pájaro enjaulado ni una princesa en una torre. Era ella; Rin,

la chica huérfana, sí, pero también una aprendiz de exterminadora, una tigresa salvaje, una

guerrera. Tenía coraje, determinación, tenía valentía en cada parte de su ser, tenía fuerza en

el corazón. Corría sin detenerse, sin que ningún otro pensamiento le ofuscara su mente.

Todo giraba en torno a su amor, a sus deseos. Quería darlo todo por su futuro, por ese

demonio albino orgulloso y tozudo que tanto la había hecho sufrir. Hubiera dado su vida

por él si fuera necesario. Hubiera vendido su alma al diablo si así pudieran estar juntos.

Pero ahora se le escapaba el destino de entre las manos, los problemas se enredaban como

si una araña maligna estuviera entretejiendo con brusquedad los hilos de su tela. La noche

había caído y con ella se desvanecían sus esperanzas de ser libre. Sesshomaru había

llegado, sí, pero lo había hecho demasiado tarde…

Los murmullos finalmente desaparecieron y la muchacha llegó por fin a lo alto del peñasco,

justo donde el demonio la había visto a punto de casarse con Kohaku. Recordó su mirada

melancólica y a la vez hostil, sus puños cerrados, su fingida indiferencia. Un objeto claro

destacó en el suelo. La morena se acercó a cogerlo. Era un estuche de madera de pino, muy

hermoso con algunos tallados en forma de espirales alargadas. Giró la llave de la cerradura

y… un collar de plata la miraba desde dentro. La cadena era fina y lisa, y en su centro

colgaba una diminuta luna menguante, como la que Sesshomaru llevaba sobre su cabeza.

Page 92: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

¿Qué significaría eso? ¿Qué había querido decirle el demonio con ese regalo? ¿Una luna

igual a la suya? ¿Un símbolo de que estarían siempre juntos? ¿Una promesa?

Rin sacó el collar del estuche y se lo llevó al corazón.

- ¡Oh, Sesshomaru! ¿Por qué tenías que ver esto?

Se ató el collar al cuello y se levantó decidida, dispuesta a seguir corriendo.

Entretanto, la boda se había vuelto un completo caos. Todo el mundo cuchicheaba sobre lo

que había pasado esa noche en la ceremonia y el por qué Rin se había marchado tan

repentinamente hacia el bosque. Las más ancianas ayudaban a Kaede y a Sango a recogerlo

todo, mientras los hombres salían a buscarla.

- Miroku - le dijo Sango a su marido - Por favor, encuentra a Rin sana y salva. El

bosque por la noche es muy peligroso y si le pasara algo, yo… - empezó a sollozar.

- Te prometo que la encontraré - le aseguró su marido - Quédate aquí. Si somos

demasiados pondremos nerviosos a los demonios que viven en el bosque y podrían

atacarla.

Sango asintió y vio alejarse a su marido junto con Inuyasha y Kohaku. Kagome también se

unió al grupo.

- Volveremos pronto, no te preocupes.

Sango se acercó a Kaede y los ojos empezaron a temblarle tristemente.

- Sango, ¿qué ocurre? - dijo la anciana, acercándose a abrazarla.

- Creo que lo hemos hecho todo mal, Kaede. Todo esto es culpa nuestra.

Kaede se quedó callada mientras la exterminada permanecía abrazada a su tórax. Cerró los

ojos un instante y se planteó muchas cosas, cosas que debería haber pensado mucho antes

de que esto ocurriera. Recordó las palabras de la morena, el comportamiento hostil que

adoptó la muchacha ante la noticia de su inminente casamiento, la primera vez que huyó al

bosque, las discusiones que mantuvo con ella y, finalmente, la triste lágrima que había

salido de su rostro en el momento de pronunciar el "sí, quiero".

- Creo que tienes razón - dijo la anciana, sin atreverse a mirar a la exterminadora a la

cara - Pero no llores más, Sango. Yo tengo la culpa.

Yuki, Shippo y Megumi se encontraban entre la multitud, preocupados e impotentes, pues

no sabían cómo ayudar a su amiga a superar todo eso, a que la pesadilla acabara.

Page 93: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Deberíamos ir tras ella - empezó Megumi - Los demás quieren traerla de vuelta

para que no le pase nada, pero nosotros no queremos eso, al menos, yo no - aseguró

la muchacha - Rin necesita hablar con Sesshomaru y arreglar todo este lío. Si no lo

hace ahora, jamás se lo perdonará.

- ¿Y qué podemos hacer? - preguntó la rubia - No hay forma de impedirles que la

encuentren. ¡Son los mejores guerreros de todo Japón!

Shippo les puso una mano a cada una en el hombro.

- Yo iré a buscarla, y me aseguraré de despistarlos. Eso le dará tiempo. Vosotras os

quedáis aquí - y se marchó rápidamente entre los árboles.

Megumi miró a Yuki con suspicacia.

- ¿Era una orden?

- Yo creo que era más bien una sugerencia - Yuki se rió - ¡Démonos prisa!

Y las dos muchachas se perdieron en la espesura del ramaje, corriendo a contrarreloj por la

vida de su amiga, por su destino, por su futuro.

* * *

La muchacha tenía las piernas arañadas y algunas espinas clavadas en los pies. Se había

tropezado y caído tantas veces que ya ni llevaba la cuenta. Se paró un segundo y se arrancó

los bajos de su precioso vestido, que sólo arrastraban y la entorpecían, y se rasgó también

las mangas, que eran tan largas como un vestido de la nobleza. Se miró las manos,

menudas, y se dio cuenta de lo insignificante que era, de lo diminuta que había sido

siempre, una mera humana, una simple niña enamoradiza.

- ¿Por qué hago esto? - se preguntó, cayendo de rodillas junto a un árbol - ¿Qué

sentido tiene la vida si todo lo que hago me sale mal? - las lágrimas caían

abundantes por sus mejillas, sin poder detenerse.

Una mano se le posó en el hombro, tranquilizadora. La muchacha se sobresaltó y soltó un

chillido.

- ¡¡Shhh!! - le indicó Shippo, tapándole la boca con una mano - No vengo a llevarte

de vuelta. Voy a ayudarte.

La joven se dejó abrazar por su amigo, muerta de frío y de pena. El muchacho le acarició el

pelo, como siempre que ella estaba triste, y dejó que la chica se desahogara el tiempo que

fuera necesario.

- ¿Por qué siempre yo?

Shippo no acababa de entenderla.

- ¿Qué quieres decir?

Page 94: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Mira que fácil ha sido para vosotros - dijo sin mirarlo, acurrucada junto a su pecho

- Os habéis enamorado, le has pedido la mano al padre de Yuki y ya estáis casados.

Y mira yo, la vida que llevo.

- Pero eso no es culpa tuya, Rin. Tú no has hecho nada malo. El destino es diferente

para cada uno, y no se le puede hacer nada.

La morena se apretó con más fuerza al torso del muchacho.

- Ya lo sé - gimió apenada - Ya sé que no es posible combatir con el destino. Lo he

intentado. Me he convertido en una guerrera sólo para estar con él, para no ser

ningún estorbo en sus viajes. He pensado en su vuelta cada noche desde que me

dejó con nueve años en esta aldea. Contaba las estrellas del cielo para dormirme

pensando en su rostro y en las semanas que faltaban para su próxima visita. Vivir el

día a día sin saber si habrá un día en que estemos juntos es un martirio eterno.

- ¡Shhh! Ya está - Shippo intentó calmarla.

- ¡No! ¡No está! Con cuatro años un demonio vino a la aldea en la que yo vivía y

asesinó a mis padres y a mis hermanos delante de mí, una pobre chiquilla. Viví sola

desde entonces, aprendiendo a cuidarme siendo tan pequeña. Los aldeanos me

pegaban si cogía peces de su río, y las mujeres me daban algún pedazo de pan

porque les daba pena. Nadie me acogió, ni me cuidó. Nadie me quiso. Entonces, con

siete años lo conocí a él. Lo recuerdo bien. Su belleza, su pelo albino, su media luna

en la frente y las garras lilas en sus mejillas. Estaba herido, e intentó asustarme, pero

no me dio miedo, y yo no le di pena ni quiso que me apartara de él, como todos los

aldeanos. Y en ese momento supe que algo había cambiado. Una voz me decía que

mi lugar estaba con él. Luego los demonios lobo me asesinaron, pero Sesshomaru

me devolvió la vida y me llevó con él. Pensé que las cosas serían diferentes después

de eso. Pero mira ahora, otra ola de desgracias me abate.

Shippo la abrazó con fuerza.

- Tu vida no ha sido la mejor, querida amiga, pero tú no eres de las que se rinden. Tú

eres fuerte.

- Sí, soy fuerte, ¿pero de qué me sirve si la persona a quien quiero no me ama? ¿Qué

puedo hacer?

De repente, unos arbustos crujieron muy cerca de ellos. Los dos amigos se levantaron.

- ¡Nos han encontrado! - exclamó el muchacho - Rin, corre a por él. No se ha ido

todavía.

- ¿Cómo lo sabes? Llevo todo este rato buscándole y no consigo dar con él.

Shippo se señaló el olfato y le indicó una dirección.

- Sigue por ese sendero y lo encontrarás. No se va porque está herido. Puedo olerlo.

Habrá llegado al río.

- ¿Y tú? - dijo Rin, cogiéndole de las manos.

- Yo los distraeré.

Rin partió enseguida en dirección al río.

- Lucha por lo que quieres, pequeña - dijo el muchacho en un susurro.

Page 95: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Y echó a correr en la dirección opuesta a la chica.

Megumi y Yuki llevaban andando un buen rato, sin ver a ninguno de los demás invitados

que habían salido a por Rin. Habían empezado siguiendo Shippo, pero en cuanto el

demonio zorro había captado el olor de la joven, empezó a correr tan rápido como cualquier

otro demonio de los que existían, veloz como una centella.

- Mira el lado bueno - le dijo Megumi a Yuki - al menos sabes que cuando lo envíes

a comprar al mercado, se dará prisa.

Yuki la miró con seriedad.

- Vale. No es momento para bromas. Lo capto - se retractó Megumi.

La rubia se paró en seco.

- ¿Qué pasa?

- ¡Shh! - le indicó con un dedo en los labios - ¿Has oído eso?

- ¿Oír el que?

Las dos amigas se callaron y se hizo el silencio.

- Yo no oigo nada. Te lo habrás…

- ¡Shhh!

El ruido de unos arbustos las sobresaltó. Algo o alguien se movía entre las sombras. Pasó

veloz por su lado, casi sin distinguirse.

- ¿Qué era eso?

- No sé. Sigámosle.

Empezaron a correr tras la sombra cuando nuevos ruidos se oyeron a sus espaldas. Las

estaban rodeando. De repente…

- ¿Megumi? ¿Yuki? ¿Pero qué hacéis vosotras aquí?

Era la voz de Miroku, que corría tras Inuyasha.

- ¿¡No dijimos que no se acercara nadie al bosque!? Además, para los jóvenes está

prohibido.

- Lo sentimos - se disculparon ambas - Es que, Rin…

El monje las miró apesadumbrado y lanzó un suspiro.

- Os comprendo - afirmó - Está bien, venid conmigo y no os separéis.

- Pero había una sombra… - empezó Yuki - iba por delante de nosotras.

- Era Inuyasha - sentenció Miroku - Estad tranquilas. Conmigo estaréis seguras - y

siguieron corriendo.

Page 96: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Las dos chicas se miraron un instante. Ese no era en absoluto el plan. Se suponía que

debían despistarlos, no acompañarlos. Debían separarse de Miroku de alguna forma para

poder confundirle a él y a los demás. Tal vez Shippo e Inuyasha, con su gran olfato, no

pudieran ser engañados. Pero Miroku y Kohaku sí. Era lo único que podían hacer ellas dos.

Hacer ruido y dejar rastros para alejarlos del paradero de Rin. La única forma.

Megumi hizo una señal a Yuki y, en un descuido, se alejó de los otros dos, que corrían

como alma que lleva el diablo en pos de la chica. Yuki le sonrió. Ella entretendría a

Miroku… desde la distancia.

Page 97: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 24: Lucha por lo que quieres

Rin llevaba corriendo mucho rato. En algunas ocasiones le había parecido oír voces a lo

lejos, pero no se había detenido. Corría y corría porque en eso le iba la vida. No

literalmente, por supuesto, pero si no hablaba con Sesshomaru, si no le veía una última vez

antes de que él se marchara para siempre, no podría seguir viviendo. Su existencia se habría

convertido en una vida vacía y banal. ¿Podría amar a otro hombre? ¿Podría seguir adelante

como si nada de esto hubiera pasado? No. Lo había intentado. Varias veces. Pero su

corazón ya había escogido por ella y, como dice el dicho: "Cuando habla el corazón es de

mala educación que la razón lo contradiga". Así pues, ¿cómo iba a forzarse a vivir con

otro hombre, a forzarse a casarse con él, a amarlo, si no podía amar a nadie más que a él?

¿Es que Kohaku no entendía que no podía quererlo, que jamás sería suya?

Por fin, llegó al final del sendero, que daba a un pequeño claro cercano a la orilla del río. A-

Un estaba sentado bajo un árbol, echando una cabezada. En cuando oyó la presencia de la

joven, levantó ambas cabezas y se acercó a ella en actitud cariñosa.

- ¡Shh! - le dijo la chica al caballo volador de dos cabezas mientras lo acariciaba -

¿Dónde están Sesshomaru y Jaken?

El animal señaló con una de las cabezas hacia el río, y la otra señaló el mismo árbol donde

había estado tumbado hasta hacía tan solo un instante. Ahí estaba el pequeño Jaken.

- Intentad no despertarlo - suplicó la muchacha en voz baja - Yo iré a ver a

Sesshomaru.

Y se acercó a las aguas, caminando despacio por la orilla, a lo largo del río.

Megumi se había separado de Miroku y Yuki hacía varios minutos, cosa que el monje había

notado enseguida. La chica empezó a correr cerca de ellos intentando romper ramas con los

pies y moviendo arbustos. De esta forma, en varias ocasiones el monje y la joven habían

creído que Rin se encontraba próxima a ellos y habían cambiado el rumbo hacia el sonido.

Por suerte, Megumi siempre conseguía huir antes de que el hombre descubriera quién era la

verdadera causante de todo ese alboroto. Por su parte, Yuki también estaba haciendo de las

suyas para colaborar. De tanto en cuanto, aunque no hubiera oído nada, se paraba y decía:

- Monje Miroku. ¿Ha oído usted eso?

- Yo no he oído nada.

- Sí, sí. Escuche bien. Parece que hubiera alguien cerca.

El monje escudriñó la oscuridad.

- Tampoco se ve a nadie. Tal vez te lo has imaginado.

Pero entonces Megumi volvía a hacer ruido y Miroku no tenía más remedio que creerla.

- Debe ser Rin. ¡Vamos!

Page 98: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Y así una y otra vez.

Entretanto, en alguna otra parte del bosque, Shippo se afanaba en despistar a Inuyasha.

Como el demonio zorro había tenido abrazada a Rin durante un rato, el olor de la joven se

había quedado impregnado en su ropa, así que bien le servía para confundir el olfato de

Inuyasha, que interpretaba que Shippo y Rin debían estar juntos. Y así ambos también se

desviaban del cauce del río, dándole una oportunidad a la joven, sólo quedaba…

Kohaku saltaba de rama en rama por los árboles. Llevaba su traje de exterminador y sus

armas. En ese bosque se escondían grandes peligros y todo tipo de criaturas monstruosas,

sin embargo, habiendo tantos humanos por la zona, probablemente no se darían tanta prisa

en salir. Al menos, eso era lo que él esperaba.

Su olfato no era bueno, pero sí su agilidad, su ligereza y su identificación de rastros. No

hacía más que oír ruidos y encontrar arbustos con hojas rotas.

A diferencia del resto, Kohaku sabía que Rin se encontraría donde estuviera Sesshomaru.

Así que, si quería encontrarla, debía encontrarlo a él primero, y no sería un encuentro

agradable. El humano y el demonio ya se conocían, pues el mismo Kohaku le había

acompañado un corto tiempo en sus viajes, antes de curarse por fin y poder vivir sin

necesitar del fragmento de Shikon que había llevado tiempo atrás incrustado en la espalda.

Pero ahora las cosas eran muy diferentes. Kohaku no iba para pedirle si podía volver a ser

su compañero de viaje, iba a exigirle que no volviera a la aldea, para que su esposa no

volviera a pensar en él. Esposa, sí. Esa era la palabra que querría poder decir, pero aún no

podía. No, porque Rin había interrumpido la ceremonia antes de que Kaede los uniera

realmente en matrimonio. Así que, técnicamente, aún estaban ambos solteros. Pero eso no

duraría mucho tiempo, no si Kohaku podía impedirlo.

De repente, un ruido lo sobresaltó y vio moverse unos arbustos. Bajó de la rama y se acercó

al lugar.

- ¿Megumi? - dijo el chico sorprendido - ¿Qué estás haciendo?

- ¡Ahh! - chilló ella sobresaltada.

La chica retrocedió unos pasos y, ante la asombrada mirada del exterminador, empezó a

correr entre los árboles. Unos segundos después, llegaron Miroku y Yuki.

- ¡Ah, eras tú! - exclamó el monje, casi sin aliento - Eres muy ruidoso. Llevamos

mucho rato persiguiéndote, pensando que eras Rin.

- ¿Ruidoso? ¿Yo? - Kohaku se quedó pensativo un instante. Observó a Yuki, que

evitaba su mirada y luego volvió a mirar los arbustos que Megumi había agitado -

Creo que ya entiendo lo que pasa. Seguid sin mí, y si oís un ruido, no os preocupéis.

No será Rin - aseguró y se fue en la misma dirección por la que Megumi se había

marchado.

No tardó mucho en alcanzarla.

Page 99: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Tú, ¿pero qué te crees que haces? - dijo cogiéndola por la parte de atrás del vestido

- ¿Pretendías engañarnos?

- ¡Suéltame! - se revolvió ella, intentando zafarse del agarre del muchacho.

Kohaku la soltó.

- ¡Pero qué genio!

- Así es. ¿Algún problema con eso?

El muchacho la miró totalmente sorprendido.

- Por mí no. Pero no nos causes más problemas.

- ¡Más que voy a causarte! ¡Es lo que te mereces!

Megumi ya no era tierna ni comprensiva, ni sonreía como una niña pequeña. Ahora se

había vuelto dura y rebelde y estaba dando a conocer todo su mal genio. Lo hacía por Rin,

por su amiga, que por culpa de ese muchacho había pasado muy malos días. Estaba

enfadada. Enfadada con él. Por ser como era. Por haber herido a su amiga sólo para

satisfacer sus sentimientos amorosos.

Kohaku se cruzó de brazos, realmente interesado en las palabras de la chica.

- ¿Y por qué se supone que merezco tener tantos problemas?

- ¡¿Es que no es obvio?! Rin te rechazó y tú, en lugar de pasar página, convences a

Kaede para que la case contigo. La has forzado indirectamente. ¡Eso es horrible,

Kohaku! - cada vez levantaba más el tono de voz - Si Rin no te quiere, ¡supéralo!

Pero no puedes obligar a la gente a hacer algo que no quiere. ¿Te queda claro,

"exterminador"? - dijo la chica con sorna.

Kohaku se la quedó mirando, severo. Megumi se esperaba que el joven empezara a gritarle

igual que había hecho ella y le dijera que no tenía derecho a meterse en sus asuntos, pero no

lo hizo. Se limitó a mirarla con sorpresa, casi con admiración. Y una media sonrisa surgió

en su cara.

- ¿De qué te ríes? - espetó ella, molesta.

- Tienes agallas - la alagó él - Y mucho genio.

La chica también se cruzó de brazos.

- ¿Y qué tienes que decir respecto a lo que te he dicho? ¿No te avergüenzas de lo que

has hecho?

El joven no contestó. Se limitó a mirar la oscuridad que los rodeaba y pensó en las palabras

de la chica, en Rin, su adorada Rin. Encantadora pero salvaje. Hermosa pero enjaulada, y

ahora quería correr libre por el bosque y vivir su propia vida, y eso implicaba lejos de él.

Volvió a mirar a la chica, pero ahora más serio.

- Te llamas Megumi, ¿verdad?

La chica asintió.

Page 100: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Pues bien, Megumi, no deberías meterte en lo que no entiendes - y se dispuso a

saltar a la primera rama que viera. Pero Megumi le agarró de la manga.

- ¡No te atrevas a seguir a Rin!

- ¿Tanto te importa? El destino ya está escrito. Lo que tenga que pasar, pasará.

Intervengas tú o no intervengas.

- ¡Eso no es cierto! - Megumi seguía sin soltarlo - Nada está escrito en esta vida.

Podemos cambiar nuestro destino. Es posible luchar por lo que uno quiere, y

conseguirlo.

- En ese caso, si me sueltas, podré ir a luchar por lo que yo quiero.

Intentó seguir, pero ahora Megumi se abrazó fuertemente a todo su brazo.

- No dejaré que te vayas - le espetó - Puestos a hacer realidad lo que uno quiere, yo

no quiero que la encuentres.

Kohaku suspiró y soltó el brazo que ya tenía enganchado al árbol.

- Esto no puede seguir así, Megumi. Me estás cansando.

- Mejor - sonrió - Era lo que quería - y le sacó la lengua.

* * *

Varios metros más allá de donde dormían Jaken y A-Un, se encontraba el señor

Sesshomaru. Había dejado su parte de arriba del escudo y sus espadas junto a la orilla del

río, perfectamente a mano por si aparecía algún peligro, y se había sumergido tan sólo con

los pantalones en el agua cristalina. Su torso estaba desnudo y el agua purificaba la herida

del costado, de la que le brotaba humo ponzoñoso. Tenía los brazos extendidos, a ambos

lados de la orilla, y estaba apoyado así, intentando relajarse y curarse lo más pronto posible.

Quería irse de allí, de ese lugar, de ese bosque, de esa aldea de mala muerte que nunca le

había gustado. La única razón por la que había vuelto, una y otra vez, era para ver a Rin

crecer, para que ella supiera que no la había abandonado, que aunque tuviera sus propios

asuntos que atender, de tanto en tanto pensaba en ella.

Así había sido desde que la dejó. Iba a visitarla, normalmente con algún regalo para ella,

pues se le hacía extraño venir a ver a alguien de vacío. Prefería llevar alguna cosa, como si

fuera un encargo, en lugar de que se hiciera obvio que venía a visitar a una humana. Sí, una

humana. ¡Quién lo hubiera dicho! Su propia madre se lo dijo una vez: "Parece que has

heredado el mismo cariño por los humanos que tu padre. Jamás lo entenderé" No era

exactamente cierto que Sesshomaru apreciara a los humanos. De hecho, casi no podía

soportar a ninguno, pero ese "casi" era Rin, la niña que conoció con siete años y le trajo

comida humana cuando él estaba herido. La niña que no se asustó de él, que lo visitó cada

día. Nunca nadie había hecho nada así por él, ni siquiera su propio hermanastro. Esa

pequeña humana, desde siempre, le había parecido algo sobrenatural, fascinante. Y lo que

en un principio había sido como un juego, cuidar a un humano para ver qué ocurría, cómo

eran, se había convertido en algo mucho más importante, más fuerte, más intenso. Había

Page 101: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

aprendido a quererla como a una hermana pequeña, como a una hija. La quería a su manera

hostil y silenciosa, pero la quería. Desde un principio había sabido que esa relación no

duraría para siempre. Él era un demonio y Rin…ella era mortal. Los demonios no viven

eternamente, por supuesto, pero pueden llegar a vivir varios miles de años. Por su parte, el

joven y apuesto Sesshomaru, que ya tenía más de cien, aparentaba el aspecto de un joven de

veintiún años. Y todavía tardaría una década más en aparentar los veintidós. Sin embargo

Rin, en esos mismos años en los que él apenas envejecía, ella había llegado a la edad de

dieciocho, y con eso, se había convertido en toda una mujer.

Sesshomaru nunca pensó que la vería de esta forma. Para él siempre había sido "la pequeña

Rin, la humana que lo acompañaba". Pero ahora no tenía nada de pequeña. Era hermosa,

todavía más de lo que había sido en su niñez, y había madurado, conservando una pizca de

su carácter curioso y hablador, pero mezclado con la sensatez y el valor que había

descubierto que poseía. Cuando la miraba, la veía ahora distinta y una extraña sensación le

invadía el estómago y el pecho. No había acertado en averiguar lo que era y tampoco sabía

cómo evitarlo. Pero al verla allí, en medio de toda esa multitud, con su precioso kimono

blanco y su velo transparente. Al verla allí, con su ramo rojo de novia y sus ojos caramelo

mirando las estrellas, a punto de casarse con… Kohaku… ¡No! No pudo evitar enfurecerse.

O tal vez entristecerse. Aún no tenía claro cómo se había sentido en ese instante. Sólo sabía

que, cuando los vio, fue como si algo se rompiera dentro de él, y en ese instante se dio

cuenta de que la idea de llevarla a la aldea para que se integrara con otros humanos,

realmente había funcionado.

Rin lo vio nada más girar una curva que trazaba el río. Estaba de espaldas, en un lugar

apartado, escondido por el ramaje. Aún así, la luz de la luna se filtraba entre las hojas y

bañaba el cuerpo del demonio, semidesnudo en el agua. Su armadura, su nube y sus espadas

estaban detrás suyo, en la tierra, y él se encontraba sumergido hasta medio torso. La luz

hacía brillar su piel pálida y sus cabellos albinos. Las gotas de su torso caían lentamente

hasta volverse a meter en el agua. De un costado salía agua violácea y algunas burbujas

humeantes del mismo color. Estaba herido.

De repente, una suave brisa le meció los cabellos a la chica y recorrió el río. Sesshomaru

aspiró el aire y la reconoció de inmediato.

- ¿Qué quieres? - dijo sin volverse.

Rin se sobresaltó. El demonio estaba de espaldas y aún así la había reconocido. Se acercó a

él con pasos vacilantes y se arrodilló junto a la orilla, pero sin acercarse demasiado a él.

- Quería verte - dijo ella en un susurro.

Page 102: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 25: ¿No lo entiendes? ¡Te quiero!

Rin miraba el agua cristalina, contemplando su reflejo. Aún llevaba la diadema que Kaede

le había dado para su boda con Kohaku, su velo estaba roto y raído y su vestido… el

precioso vestido que Sesshomaru le había regalado tenía los bajos y las mangas hechas

trizas de su corrida por el bosque. Pero eso no quitaba que estuviera igual de hermosa, tanto

como siempre, o bien mirado, más que nunca.

A través del agua también pudo ver el reflejo de Sesshomaru, que permanecía a su lado,

con el torso desnudo y herido. Tenía los ojos cerrados y respiraba con serenidad. Si no

fuera porque le había hablado, casi parecía que estuviera dormido. Pero no lo estaba.

Escuchaba cada una de los movimientos de la chica; sus pasos, su respiración…

Rin metió una mano en el agua, que estaba muy fría, y la sacó enseguida, con los dedos

congelados.

- Vas a resfriarte - le dijo intentando empezar una conversación - y además, estás

herido.

El demonio seguía sin abrir los ojos.

- Me estoy curando - aseguró - Sólo necesito un par de horas más y estaré bien de

nuevo.

Rin estaba seria. Él no quería mirarla, eso estaba claro, y ella se sentía terriblemente mal,

porque sabía que era la causante de ese enfado y la frialdad de las palabras de él esa noche.

- Te lo has puesto.

Rin se miró el vestido y se avergonzó de llevarlo puesto, precisamente ese, pero cuando

volvió a mirar el agua, vio que el demonio tenía por fin los ojos abiertos y, a través de su

reflejo, supo que lo que miraba no era su vestido, era el collar de plata con la luna que había

encontrado dentro del estuche de madera. Instintivamente, Rin tocó la luna.

- Sí. Lo encontré donde lo dejaste caer. Pero si quieres que te lo devuelva, lo

comprendo.

Sesshomaru miró hacia otro lado.

- Puedes quedártelo. Yo no lo quiero.

Ambos se quedaron en un incómodo silencio.

- ¿Era… por mi cumpleaños? - quiso saber ella.

- Pensé que te gustaría.

- ¿Y qué significa la luna?

- Es un astro - dijo el demonio en tono neutro.

Rin se cruzó de brazos.

- Eso ya lo sé. Quería decir que…

- Sé lo que querías decir - la cortó él con tono hostil y se señaló la luna violácea de

su frente de marfil.

Page 103: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

A través del reflejo del agua, Rin vio su mirada amarilla y la silueta de su hermosa luna.

- Una vez me pediste la luna, ¿recuerdas?

"¡Cómo olvidarlo!" - pensó Rin - Jamás olvidaré ese día - pero se limitó a asentir.

- Pues ahí la tienes. Ahora puedes llevártela.

La muchacha no estaba segura de si eso había sido una indirecta para que se marchara.

Contempló su reflejo, otra vez con los ojos cerrados, y vio burbujear de nuevo la ponzoña

de su costado. Se levantó, algo airada, y se adentró unos metros en dirección contraria de

por donde había venido. Unos instantes después regresó al río con algunas plantas en la

mano.

- Son hierbas medicinales - dijo arrodillándose junto a él - Kaede me dijo que

absorben el veneno y lo eliminan del cuerpo.

El demonio abrió los ojos y por fin la miró directamente a la cara.

- No necesito tu ayuda - le espetó, pero el tono no le había salido tan hostil ni frío

como él había pretendido. Se apartó un poco, para que ella no lo tocara, pero Rin,

cabezona como siempre, metió los pies en el agua y se acercó a él por el río.

- No pienso irme - le dijo con dureza la chica - al menos, hasta asegurarme de que

estás bien. Luego, si es lo que quieres, volveré a la aldea.

El demonio se quedó quieto, notando las calientes manos de la joven posarse en su herida

mientras le colocaba las hojas. Luego Rin rompió otro jirón de su propio vestido y se

dispuso a vendarle el torso al albino. Él no dijo nada en ningún momento. Le veía las

manos trabajar con cuidado para no hacerle daño, mientras su pelo se agitaba con el viento

y llevaba hasta él el olor de la joven, ese olor dulzón y afresado que siempre la

acompañaba. Cada vez que Rin le envolvía la cintura con una vuelta de la tela, el demonio

sentía sus dedos cálidos acariciándole la piel y sentía un suave hormigueo por todo su

cuerpo, como si una corriente electrizante le atravesara la piel para fundirse en su pecho.

Cuando Rin terminó de atarle al vendaje, levantó ligeramente el rostro y se descubrió a sí

misma contemplando el pecho el joven, lleno de gotas de agua, que se deslizaban

suavemente hacia abajo. Rin jamás lo había visto sin camisa, nunca en su vida. Él siempre

había sido muy cuidadoso con su vestimenta y, aparte de Jaken, nadie le había visto el

cuerpo a no ser que estuviera herido. Pero esa vez era diferente, pues lo que le veía no era

un trozo de herida, sino toda la parte superior, de cintura para arriba. Su respiración se

entrecortó, teniéndolo tan cerca y admirando ese cuerpo fuerte y tonificado, mucho más

hermoso de lo que ella hubiera llegado a imaginar. Levantó la vista y se encontró con los

ojos amarillos del joven, que la escrutaban curiosos.

Al verse descubierta, Rin se ruborizó y se apartó del demonio, temblando de frío.

Sesshomaru no tardó mucho en salir del agua, cogió su camisa y se la puso sin atársela. La

armadura, sin embargo, seguía reluciente en el suelo, junto a las espadas.

Rin notó que algo suave le caía sobre los hombros. Era la nube del demonio de la luna.

- No te resfríes. Tu marido te estará buscando.

Page 104: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

La morena recordó entonces por qué estaba allí, en medio del bosque, con ese demonio.

Los acontecimientos de las últimas horas se agolparon de repente contra su mente y empezó

a desesperarse de nuevo.

- ¿Ya te vas? - dijo, siguiendo al demonio con la mirada, llena de angustia.

- Aquí no queda nada que tenga que ver conmigo - afirmó rotundo - No volveré.

Rin ahogó un grito en su garganta. Quería chillar, suplicar, gritarle que no se fuera, que no

había comprendido nada de lo que había visto desde el peñasco, que estaba equivocado, que

le tocara el corazón y sabría la verdad, que se parara a mirarla y decirle a la cara que de

verdad quería marcharse, pero no pudo. No pudo porque las palabras se negaban a salir de

sus labios, porque el sonido se había escondido en lo profundo de su garganta y la tenía

presa de un mutismo horripilante.

El demonio empezó a caminar, pero entonces la joven se abalanzó hacia el albino y se le

abrazó a la cintura por la espalda. Sesshomaru se paró en seco, confundido.

- Lo siento - dijo ella tan flojito que apenas se había oído - Lo siento mucho - siguió

susurrando, apretada fuertemente a su espalda. Le estaba haciendo daño en la

herida, pero ella no se daba cuenta, y él no se quejaba. Tan sólo permanecía quieto,

sin saber cómo reaccionar ante una situación así. No quería hacerle daño, pero

tampoco quería ya nada de ella.

- Rin. Debes irte - dijo en tono severo - Tu lugar está en la aldea, con otros humanos.

Los demonios no son buena compañía para ti.

Rin se separó de él bruscamente y se colocó delante suya, sin entender nada de lo que el

demonio le estaba diciendo.

- Pero ¿de qué hablas? ¡Eso no es cierto! He vivido contigo desde los siete años

hasta los nueve. Hablo con Shippo, con Jaken, con Inuyasha, con A-Un, con Kirara.

Todos ellos son demonios. Tú lo sabes.

- Las cosas cambian, Rin - dijo seco, mirando la nada - No sabes cuánto.

- No lo entiendo, Sesshomaru. ¡Te prometo que no lo entiendo! Si es por lo que ha

pasado esta noche te aseguro que yo no…

- ¡No es por lo de esta noche, Rin! ¡¡Ha sido así siempre!!

El demonio estaba muy serio y enfadado. Había gritado a Rin y ésta lo contemplaba

temerosa, sin atreverse a moverse. Por fin se mostraba con ella como se había mostrado

siempre con todo el mundo: agresivo y fiero. Las cosas estaban cambiando en cuestión de

segundos y los sentimientos que hubieran estado ocultando estaban saliendo a la luz de

diferente modo del que habían pensado.

- Es la primera vez que me gritas - dijo ella, encarándosele - Supongo que llevaba

tiempo esperándolo. No podía durar siempre.

Él la miró severo, sin saber qué responder exactamente, ni qué había querido decir la chica

con su afirmación.

- Sesshomaru, antes de que te precipites, te diré que Kohaku y yo no nos hemos

casado.

Page 105: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Sesshomaru volteó el rostro, sorprendido. Pero luego se dio la vuelta para no mirarla,

fingiendo indiferencia.

- No lo he preguntado - dijo secamente.

- Lo sé, pero quería que lo supieras. Y también quiero que sepas por qué.

- No es necesario que me expliques nada. Puedes hacer con tu vida lo que quieras, a

fin de cuentas, es tu vida - y empezó a caminar hacia donde Jaken dormía.

Pero Rin no consintió que se fuera. No ahora. No ahora que lo había encontrado y tenía

tanto que decirle. Dio un paso hacia delante y agarró la manga de su camisa con fuerza,

obligándolo a detenerse.

- ¡Quiero que me escuches!- le gritó.

El demonio estaba muy sorprendido. A él nadie le gritaba. Rin no le había gritado nunca.

Nunca se le había enfrentado, ni revelado. Siempre había sido una pequeña y alegre

chiquilla de cabellos oscuros y mirada cálida. Pero ahora no era esa chica a quien veía. Veía

a una Rin completamente diferente. Una Rin fuerte y decidida, segura de sí misma. Pudo

haberla dejado ahí, pudo haber sido agresivo, pudo haberla golpeado o haberle dicho a la

cara cualquier cosa para destrozar de una vez por todas su corazón, pero no lo hizo. La

escuchó. La escuchó porque ella se lo pedía. Porque esa persona era alguien diferente que

le infundía respeto. No más que el suyo propio, pero sí un gran aprecio. Por eso quería

escucharla y acabar con esto de una vez. Porque se lo debía, por haberle salvado la vida, ya

que, aunque había sido él el que la había salvado en diversas ocasiones, en realidad había

sido ella quien, con su alegre presencia, había dado color a la triste y solitaria existencia del

demonio.

- Quiero que escuches todo lo que voy a decirte y, si después de eso no quieres saber

nunca nada más de mí, lo aceptaré. Pero no pienso dejarte ir sin que oigas todo lo

que tengo que decirte. ¿Entiendes?

Él no contestó. Se giró para verle la cara y se sostuvieron la mirada intensamente, con

fuerza. Entonces ella empezó su discurso.

- Sesshomaru, me encontraste cuando tenía siete años y desde entonces me has

cuidado y me has enseñado muchas cosas. Habrá quien diga que no eres cariñoso, ni

cálido y, de hecho, no lo eres, pero eso nunca me ha impedido quererte. Siempre has

sido como un hermano mayor para mí, como el padre que nunca tuve. Y sí, es cierto

que al acompañarte he puesto mi vida en peligro en innumerables ocasiones e

incluso he perdido la vida en varias de ellas. Lo sé. ¡Todo eso lo sé! Y también

comprendo perfectamente que no quieras llevarme contigo y Jaken, porque soy un

estorbo. ¡¿Crees que no lo sé?!

Los ojos de Sesshomaru ya no eran hostiles. La miraba con un semblante serio, incluso

frustrado, porque ahora veía que le había hecho más daño del que él se había llegado a

imaginar.

- Pero también he intentado esforzarme para arreglar eso. He estado entrenando día y

noche para aprender a disparar un arco, a manejar un boomerang, una espada, pero

no se me da bien ninguno. Sin embargo, yo lo he intentado. Ahora soy más ágil,

más rápida y veloz, más sigilosa, más fuerte. ¡Lo hice para poder acompañarte!

Page 106: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

¡Para que no tuvieras que cuidar de mí! ¿Comprendes? ¡Lo hice para poder estar

contigo!

Sesshomaru abrió la boca para responder, pero la muchacha se lo impidió.

- No, aún no - dijo, colocando una mano en el pecho del joven - Sé lo que vas a

decirme. Soy una humana, y por ello siempre seré mucho más débil que cualquier

demonio tan fuerte como tú. Pero te diré algo, Sesshomaru. Si no me quieres llevar

contigo, no me lleves. ¡Si no quieres saber nada más de mí, si no quieres volver a

verme nunca, no lo hagas! ¡Abandóname aquí con los humanos! Pero que sepas que

si yo te seguía no era porque me sintiera más segura contigo, ¡te seguía porque estoy

enamorada de ti desde el primer momento en que te vi! ¡Y si muriera por haberte

acompañado en una misión peligrosa, no me importaría! ¡Porque antes de quedarme

aquí como un triste pájaro enjaulado, añorando la libertad, preferiría morir una y mil

veces si así pudiera haber pasado un solo segundo más a tu lado! Uno solo…

Rin estaba muy cerca de su rostro, a varios centímetros de su cara. Se sostenían la mirada,

frustrada y dolorosa. El silencio invadía el ambiente. Rin le había dicho todo lo que tenía

que decirle y le había plantado cara como nunca nadie lo había hecho. Y ahora estaba frente

a él, cara a cara, mirándose a los ojos con dolor.

- Y si después de esto vas a decirme que me aleje de ti para siempre, yo…

Pero Rin no pudo acabar la frase. Unos labios se posaron sobre los suyos impidiéndole

pronunciar una sola palabra más. Unos labios finos y suculentos, tan fríos como el

témpano, pero al fin y al cabo, de una calidez mucho mayor de la que ella nunca hubiera

podido llegar a imaginar.

Page 107: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 26: Demasiado tarde

Kohaku había tenido que arrastrar a Megumi por todo el bosque, ya que ésta se había

negado a soltarlo del brazo y a dejarle ir en busca de la joven Rin. Así pues, al final, él no

había podido hacer otra cosa que intentar despistarla para que le soltase, pero no había dado

resultado.

- ¿No te cansas de molestarme? - preguntó el muchacho, agotado - Sería más fácil si

fueras un demonio. Te atacaría y se acabó.

- Lástima, pero no lo soy - dijo ella, empezando a divertirse.

- ¿Seguro? Muchos demonios son muy feos.

Megumi le dio un fuerte pellizco.

- ¡Ay!

- ¿Insinúas que soy fea? - dijo ella, ofendida - Pues no hablemos de ti.

- Oye, que era broma - se rió - Te enfadas enseguida. Eres como una cría.

Megumi infló sus mofletes, cada vez más ofendida.

- Me siento ligeramente insultada - le dijo.

Kohaku volvió a reírse.

- Es que es muy divertido.

La chica le sacó la lengua. Pero entonces, despistada como iba, tropezó con una piedra y

cayó de bruces contra el suelo. El chico volvió a reír silenciosamente, contemplando la

patosidad de la joven.

- ¡No tiene gracia! - dijo ella, ya muy enfadada - Me he hecho daño.

- Tendrías que ver la cara que has puesto.

Entonces Megumi se dio cuenta de que había liberado el brazo de Kohaku y que éste podía

irse corriendo en cualquier momento. Pero, ante la mirada asombrada de la muchacha, le

tendió la mano amablemente y la ayudó a levantarse.

- Gracias - dijo ella, sacudiéndose el polvo de su vestido - ¿No vas a marcharte?

- En contra de todo lo que piensas de mí, te diré que yo no dejaría abandonada a una

chica en mitad de la noche en el centro de un bosque donde habitan demonios - le

sonrió.

Megumi le devolvió una media sonrisa.

- Gracias, supongo.

El exterminador le tendió el brazo.

- Bueno, creo que ya es hora de que encontremos a Rin y nos vayamos todos a

dormir por esta noche.

- ¡Oh, no! ¡Eso sí que no!

Pero el muchacho ignoró sus palabras, la cogió en volandas y se la colocó en la espalda.

- ¿Eh? ¿Qué haces?

Page 108: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Iremos más rápido por las ramas. Tú sólo agárrate fuerte. Y, por una vez, confía en

mí - y saltó con facilidad al primer árbol que estaba junto a ellos.

* * *

Sesshomaru y Rin se encontraban fundidos en un tierno beso. Los labios del joven, suaves

y finos, se amoldaban lentamente a los carnosos labios afresados de la chica. Sus

respiraciones se entrecortaron, empezó a faltarles el aire, pero no quisieron parar. Un deseo

irrefrenable corría por las venas de Rin, y un extraño instinto de avance movía al chico a

seguir besando a su pequeña, como si más que un deseo, fuera una necesidad, algo que

debía hacer para seguir viviendo.

Finalmente se separaron.

Al apartar los labios el uno del otro, lo primero que vio Rin fue su musculoso torso, que

estaba frente a ella, a la altura de su cara. Por él, corrían diversos mechones de pelo blanco,

más albinos que la misma luna que los miraba desde lo alto del firmamento. Luego,

temblorosa y a la vez emocionada, levantó lentamente el rostro hasta encontrarse con la

mirada de él, con sus ojos felinos. Él la estaba observando también, sin saber qué decir, sin

saber qué hacer. Él nunca había besado a nadie, nunca había sentido nada verdadero por

nadie, si siquiera lástima. Y ahí estaba, frente a una persona hermosa que le hacía palpitar

el corazón como si fuera un pájaro recién nacido a punto de alzar el vuelo. Así le aleteaba

el corazón en el pecho, pero no dijo nada. No sonrió, no se rió, no comentó lo extraño y a la

vez feliz que se sentía en ese momento. Se limitó a observar a Rin, con su mirada

impertérrita, tan sereno y calmado como siempre, tan altivo y majestuoso como el príncipe

que parecía. Pero algo se escapaba a su control esa vez; se había ruborizado.

Rin enseguida notó ese detalle. Era apenas perceptible, pero lo notó. Le pareció tierno y a

la vez adorable aquel sutil color rojo que adornaba sus mejillas y permanecía allí, como si

el propio cuerpo del muchacho quisiera mandarle a ella una señal e indicarle aquello que el

joven no se atrevía a decirle.

Por su parte, Rin también sabía que sus mejillas debían de estar igualmente coloradas. Las

notaba ardiendo y el corazón tan agitado que pensó que en algún momento iba a estallarle

en el pecho, como si fueran fuegos artificiales.

Él la miró. Ella lo miró de nuevo. Y antes de que pudieran pronunciar una palabra siquiera,

sus corazones ya los habían empujado y sus bocas habían entrado de nuevo en contacto,

pero esta vez fue distinto.

La primera vez que se habían atrevido a besarse, no había sido más que un roce, una

pequeña y electrizante caricia que les envolvía el cuerpo como si de cálida luz se tratase.

Page 109: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Pero esta vez no. Lo que antes había sido un beso con miedo, inseguridad, ahora había

cambiado a pasión y deseo. Sesshomaru estaba descubriendo que lo que sentía por esa

humana, tal y como hacía poco había empezado a sospechar, era amor.

- ¡Qué sentimiento más extraño! - pensó mientras la besaba - Es como si toda mi

vida hubiera cambiado de repente, como si ahora fuera una persona diferente y por

mis venas corriera fuego en lugar de nieve. Y ella… Rin es lo mejor que me ha

pasado en la vida.

Por su parte, Rin no podía estar más enamorada. ¿Son de verdad las personas capaces de

contener tanto deseo, tanta necesidad, tanto amor a la vez en su pecho? Parecía que no. Las

venas de la sien le palpitaban en la cabeza, como si le taladraran la mente a punto de

reventarla. Sin que ella lo pretendiera, alzó las manos arriba y enlazó sus brazos en el cuello

del demonio, sin que él la rechazara. Metió una mano en su cabello y, mientras lo

acariciaba suavemente como si de seda se tratase, notó que él, como por instinto, también

respondía a sus caricias y le había colocado una mano en la cintura. El cuerpo de ella se

estremeció ligeramente ante el contacto de su piel fría. Notó su mano presionándole la

cadera y las uñas clavándosele ligeramente en la espalda.

- Es muy fuerte - pensó ella - Y muy apasionado.

Nada de lo que sucedía a su alrededor importaba. El beso, interminable, estaba firmando un

pacto de amor entre ellos. Un mundo nuevo se abría paso en sus vidas, un mundo de

pasión, de amor, de sentimientos, de lujuria.

Sesshomaru, enamorado y descontrolado al mismo tiempo, olvidó su parte más humana y el

animal demoníaco que llevaba dentro empezó a cobrar vida. Sin que ninguno de los dos lo

notase, los ojos le cambiaron al color rojo característico de su transformación y las uñas

empezaron a alargarse ligeramente. El "Sesshomaru humano" empezaba a enterrarse en su

ser, dejando paso al lobo blanco de su interior, al lado de las pasiones, de los sentimientos.

Pero él no lo sabía. La emoción y tensión del momento se mezclaban a la vez dentro de su

cabeza.

Sin ser ya él mismo, cogió a Rin por la cintura con las dos manos y la empujó hasta el árbol

más cercano, para apoyarla contra él. Fue un breve momento que aprovecharon para

respirar. La empujó siendo más brusco de lo que pretendía, aunque ella no se quejó. Seguía

abrazada a su cuello y le acariciaba el pelo como si no existiera nada más en el mundo.

Las manos de él le recorrieron la espalda y los muslos, arrancándole a ella pequeños gritos

de placer. Y mientras, ella pasaba las manos por su fuerte espalda y su musculoso pecho.

Quería tocar cada parte de aquel cuerpo mágico y misterioso, cada fibra de su ser. Quería

poder besarlo, abrazarlo, acariciarlo hasta el fin de sus días, y aún así, le sería insuficiente.

Quería, por encima de todo, estar con él para siempre.

Pero entonces Rin le tocó, sin pretenderlo, la herida que el demonio tenía vendada a un

costado. Al sentir el dolor, éste abrió los ojos de par en par y su consciencia racional

empezó a empujar al animal que llevaba dentro de nuevo a las profundidades de su cuerpo.

Vio a Rin, frente a él, apretada contra el árbol porque él así la sostenía. La miraba y la

Page 110: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

miraba, y no entendía cómo podía gustarle tanto aquella humana hermosa a la que tenía

atrapada.

Ella también lo miraba, sin entender por qué había parado o en qué pensaba.

Pero él ahora sólo pensaba en una cosa. Ahora que sabía que la amaba, no podía perderla,

de ninguna forma.

- ¿Qué ocurre? - le preguntó ella, preocupada, al ver que le soltaba los brazos y daba

un paso atrás, para darle aire a ella - ¿Estás bien?

Sesshomaru no contestó. La miraba seriamente, y luego al suelo, y luego entre los árboles.

Y pensaba, y las ideas y los malos pensamientos le carcomían por dentro. ¿Qué había

estado a punto de hacer? ¿Unirse físicamente a Rin, a su pequeña? No, ya no era una

pequeña. Era una mujer, una fuerte y preciosa joven que tenía valor y era capaz de tomar

sus propias decisiones. Y él, se había dejado llevar demasiado por el deseo animal que

sentía por ella. Al fin y al cabo, no quería hacerle daño.

- Sesshomaru - ella le tocó el brazo y lo sacó de su ensoñación - ¿Qué pasa?

Él se apartó bruscamente.

- Podría haberte hecho daño.

- ¿Pero qué dices? - murmuró ella, sin comprender.

El demonio cerró los ojos con fuerza e hizo un esfuerzo por devolverles el color amarillo al

que la chica estaba acostumbrada. Pero su cuerpo estaba todavía tan agitado que sus pupilas

se negaban a obedecer.

- Tú no lo entiendes, Rin. Soy peligroso. Podría haberte matado si no llego a parar.

La joven puso las manos en jarra y se acercó enfurruñada.

- No ha pasado nada, Sesshomaru. Yo sé que tú no me harías daño. Estoy bien - e

intentó acariciarle la mejilla, pero él giró la cara y no la dejó.

Rin, hastiada y decepcionada, le dio la espalda y contempló el cielo nocturno. La luna había

desaparecido bajo las espesas nubes que cubrían la zona. Oyó un búho ulular, y luego vio

un cuervo negro que se posaba en las espesas ramas de un árbol y luego desaparecía. Un

solo cuervo; señal de mal augurio.

La chica oyó pisadas y se dio de nuevo la vuelta. Sesshomaru empezaba a alejarse hacia el

río.

- ¡Espera! - le gritó ella - ¿Por qué te vas?

Lo alcanzó y le cogió la manga de su camisa desabrochada. Él paró en seco, pero no se dio

la vuelta. Tan sólo volteó un poco el rostro, para verla de reojo. La miró, con un semblante

tan extraño que Rin no supo interpretarlo. La verdad es que nunca lo había visto tan serio,

ni frustrado, ni preocupado. Tenía delante el lado oculto de Sesshomaru.

Page 111: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Escúchame - le dijo el demonio, lentamente, sin moverse de su posición - Ahora

tengo que irme. Estoy buscando algo importante que puede ayudarnos. No te

interpongas - dijo bruscamente, casi enfadado.

- No lo entiendo - replicó ella - ¿Ayudarnos?

La joven le miraba sin comprender. Entonces él la cogió por ambos brazos con excesiva

fuerza y la miró a los ojos con intensidad.

- Rin, esto no está bien. Un demonio y una humana no pueden… - señaló con enfado

el árbol en el que habían estado apoyados hacía tan sólo un momento - Es peligroso.

¿Te has preguntado alguna vez por qué todas las humanas que están con demonios

completos acaban muertas? ¡¡Mira a la madre de Inuyasha!!

Rin tragó saliva ante la atenta y amenazadora mirada del chico, e hizo de tripas corazón.

- Soy más fuerte de lo que piensas - declaró ella con orgullo.

Él la miró decepcionado. Rin no entendía la gravedad de la situación. No sólo era cuestión

de amor y de sexo, se trataba de la vida de ella.

- ¡No entiendes nada, Rin! ¡Sigues siendo una niña! - y la apartó de él.

- ¡¿Qué?! - la morena estaba empezando a enfadarse - ¿Por qué dices eso? ¿No ves

que ya soy mayor? ¡He cambiado!

Sesshomaru se apartó de ella y dio unos cuantos pasos más hacia el río, luego volvió a girar

sobre sus elegantes babuchas para ponerse de nuevo mirándola de cara, pero ahora los

salvaban varios metros de distancia.

- Dime, ¿y qué crees que pasará ahora?

Ella lo miró extrañada.

- Mmm… no… no entiendo a qué te refieres.

- ¡¿Que qué crees que pasará ahora?! - rugió enfurecido, pero no estaba enfadado

con ella, sino consigo mismo. Por quererla y no poder tenerla. Por amarla y saber

que su amor era imposible. Por haberse dejado cambiar por esa humana y ser el

demonio que era ahora, porque Sesshomaru lo tenía claro: él, por amor, había

cambiado.

Rin lo miró, temblando de miedo ante el demonio furioso. No se atrevió a dar ni un paso,

porque sabía cómo podían llegar a actuar los seres sobrenaturales cuando estaban enfadados

o en descontrol. Pero había algo que le gustaba, aunque sólo fuera ligeramente: ese

descontrol lo había causado ella al besarlo tan apasionadamente como lo había hecho. Ella

había sido el primer ser en la tierra capaz de trastocar no sólo el cuerpo, sino también el

corazón del gélido demonio de la luna.

La joven habló finalmente.

- ¿Te refieres a qué pasaría si estuviéramos juntos? - su voz era calmada. Intentaba

calmarlo también a él.

Page 112: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Sesshomaru no contestó, se limitó a mirarla con sus ojos, amarillos de nuevo. Eso

significaba que había recuperado toda su racionalidad y que el salvaje deseo que sentía por

el cuerpo de Rin había cesado.

- Yo no soy inmortal, Rin, pero la vida de un demonio de mi categoría es de unos mil

años. Tal vez más. ¿Cuánto crees que vivirás tú?

Ella se mordió el labio. Hacía mucho que no se paraba a pensar en eso. Había puesto tanto

empeño en descubrir si Sesshomaru la amaba que había olvidado por completo qué

ocurriría si, de alguna forma inexplicable, él la correspondía.

- Yo te lo diré - prosiguió él - Con suerte vivirás unos cuarenta o cincuenta años - su

voz era calmada. Sus pasos, elegantes; y su porte, altivo. Había vuelto el demonio

que ella conocía, el que era calmado y frío - Yo no puedo darte la vida que mereces.

Mi vida son peligros, batallas y muerte constante.

- Lo sé - murmuró ella en voz queda.

- No vivo en un lugar fijo. No tengo tierra ni casa - continuó.

- Lo sé - repitió.

- No puedo tocarte apenas sin transformarme en lo que soy de verdad. Porque tú

sabes que mi verdadera forma no es esta - lo dijo con pesar, como sintiendo que no

fuera así.

- También lo sé.

- Y aún así me quieres - sentenció. Pero más que una afirmación, era un intento de

pregunta.

- Te quiero - afirmó ella con voz firme y decidida, mirándole - Te quiero más que a

mi vida. Y no me importa que no seas humano, que mi existencia corra peligro si te

acompaño, tener que viajar de un lado a otro sin descanso, luchar contra otros

demonios, no tener casa estable, tener que buscarme mi propia comida y… no me

importa que me hagas daño cuando me besas…

Dijo las últimas palabras temiendo que Sesshomaru la reprendiera o le dijera que olvidara

lo que había pasado entre ellos. Temía que después de todo lo que habían pasado esa noche,

él le dijera que había sido un error, que ese beso, la confesión de la chica… que todo había

estado mal y debían olvidarlo.

Pero él no dijo nada. Fijó la mirada en el suelo un instante y se quedó pensativo. Se tocó la

herida del costado pensando en lo difícil que le estaba siendo conseguir la esfera de Kagura

y si de verdad la quería. Entrecerró los ojos recordando la cueva, los espíritus, el campo de

fuerza, las flechas, el veneno… Si volvía a entrar, es posible que no sobreviviera.

Una mano le tocó suavemente el brazo y de nuevo abrió los ojos. Rin estaba tan cerca suyo

que casi podría haberla besado de nuevo. Pero ahora su racionalidad era quien hablaba y

había recuperado el dominio de sí mismo.

No le apartó la mano, sino que la tomó entre las suyas, con fuerza.

- Jamás te he pedido que me acompañaras - empezó - Jamás te he obligado a

seguirme ni a estar conmigo. Siempre te he dejado hacer lo que quisieras. Tú eras

quien elegías.

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Ella asintió.

- Y si te dejé aquí fue porque Kagome y Kaede querían encarecidamente que

vivieras con humanos para que, llegado el momento, pudieras decidir - el demonio

hizo una breve pausa - Ha llegado ese momento.

Los ojos de la joven empezaron a brillar de entusiasmo. No podía creerse que de verdad

hubiera llegado ese momento, que tuviera en sus manos la oportunidad de decidir quién

quería ser y qué quería hacer con su vida.

Rin se puso de puntillas y posó suavemente los labios en los del muchacho. Fue un beso

breve, pero claro.

- Yo ya he elegido - le susurró.

- En ese caso - dijo Sesshomaru, luchando nuevamente para que sus ojos no se

volvieran de color rojo - Debo pedirte algo.

Ella le apretó las manos y asintió.

- Te lo prometo, sea lo que sea.

- Quédate aquí y espérame. Tengo que ir a un lugar y encontrar algo importante para

ambos. Algo que nos va a ayudar.

La joven ladeó la cabeza.

- ¿Pero qué es eso tan misterioso que estáis buscando Jaken y tú? ¿No puedes

decírmelo?

El posó un dedo en sus labios para que se callara.

- Si dentro de tres días no he vuelto, te olvidarás de mí. Para siempre.

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Capítulo 27: Complicaciones

- ¡¿Queeé?! - Rin estaba totalmente alterada. Soltó las manos de Sesshomaru

bruscamente y dio un paso atrás - ¡¡No puedes pedirme esto!! ¡No después de

decirte que te quiero!

Cada vez que la joven pronunciaba esas palabras, el corazón del demonio daba un vuelco y

se calentaba un poco más, alejándose poco a poco del glacial que había sido siempre. Ahora

su corazón empezaba a derretirse.

- Confía en mí - le ordenó y se alejó corriendo entre las sombras.

- ¡¡No!! - gritó ella - ¡¡No lo hagas!! ¡Vuelve, por favor! - cayó de rodillas al suelo y

una lágrima le recorrió la mejilla - Te lo suplico… - susurró.

De repente, un crujido a su espalda la sobresaltó. Se enjugó la lágrima y se levantó con

rapidez, colocándose en posición, dispuesta a defenderse.

- ¿Quién anda ahí?

Nadie respondió. De nuevo un crujido.

- ¡Muéstrate si tienes agallas!

Dos siluetas salieron de entre las sombras. Una se movía bruscamente mientras la otra la

sostenía. Al acercarse al claro en donde estaba ella, pudo vislumbrar perfectamente sus

rostros. Eran Kohaku y Megumi. Esta última tenía la boca tapado por la fuerte mano del

chico, y se debatía por liberarse. Cuando estuvieron frente a Rin, la soltó.

- Perdona Megumi - le dijo Kohaku en tono sincero - No quería hacerte daño, pero

sabía que no te callarías.

- ¡Serás idiota! - le espetó Megumi, enfadada - ¡¿Cómo iba a callarme, si pretendías

espiar a mi amiga?!

¿Espiar? Rin se estremeció al oírlo.

- ¿Qué quieres decir? - dijo atropelladamente - ¿Qué hacíais ahí? ¿Cuándo habéis

llegado?

Kohaku esbozó una ligera y cruel sonrisa.

- Supongo que en realidad preguntas cuánto hemos visto.

La morena tragó saliva. Tenía razón. Quería saber si habían oído la conversación con el

demonio y si habían visto cómo se besaban. Sus mejillas empezaron a ruborizarse y miró al

suelo, avergonzada.

Kohaku sonrió de nuevo.

- Pues yo te lo diré - continuó - Estamos aquí desde que te ha estrellado contra el

árbol.

Rin ahogó un grito. ¡Lo habían visto prácticamente todo! No sólo su mejor amiga, que se

había visto obligada y por eso no le echaba la culpa de nada, sino también el engreído y

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egocéntrico de su prometido. Kohaku era un sucio renacuajo que no valía la pena ni

dirigirle la palabra. ¡Cómo se atrevía a violar su intimidad!

- Supongo que te lo has pasado bien - le dijo con tono burlón - ¿No, cariño?

- No me llames así - le advirtió ella, con un tono de voz que no dejaba lugar a dudas

de que lo odiaba - ¡No tenías derecho a observarnos! Esa conversación era privada.

Kohaku dio otro paso hacia su prometida y casi esposa.

- ¿Qué te ha gustado más: cuando él te recorría la espalda con las manos, o cuando te

ha subido la mano por el muslo? - dijo divertido - En ese momento hasta has

gritado. Espero que te lo hayas pasado tan bien como parecía, porque desde ahora,

se te ha acabado el juego.

Rin le dio un guantazo.

El golpe sonó tan fuerte que hizo eco entre los árboles, y la mejilla de Kohaku estaba ahora

al rojo vivo. Rin aún sostenía la mano en el aire y respiraba de forma agitada de la rabia

contenida.

Kohaku no le devolvió el golpe. No la insultó ni le hizo el menor daño físico.

- Creo que esto habrá que arreglarlo de hombre a hombre - dijo pensando en voz alta

- Te veré a mi regreso - y empezó a correr en la misma dirección por la que había

desaparecido el demonio.

- ¡No, Kohaku! ¡Te matará! - le advirtió la chica. Kohaku no tenía idea de lo

poderoso que era el apuesto joven albino.

Un bostezo sonó a sus espaldas y las dos muchachas se volvieron para descubrir la

procedencia del sonido.

- ¡¿Jaken?! - exclamaron sorprendidas.

- ¿Eh? ¿Qué hacéis las dos aquí a estas horas de la noche? - preguntó el demonio,

aún bostezando y en un tono que daba a entender que aún seguía medio dormido.

- Pe…pero… - tartamudeó Megumi - ¿Sesshomaru no… no se ha ido contigo?

- ¿Irse? - inquirió el pequeño demonio verde, desconcertado - Sesshomaru está

sanando sus heridas en el río.

Rin se golpeó la frente con la palma de la mano, indignada.

- No. Ya no - le explicó - Sesshomaru se ha ido en busca eso que lleváis semanas

investigando.

- ¡¡No es posible!! - el demonio verde estaba alterado - ¡El señor Sesshomaru no se

iría sin mí!

Megumi le colocó una mano en el hombro.

- No te ha abandonado, Jaken. Es que tenía prisa. Han pasado cosas… complicadas.

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- Entonces… entonces él… ¿se ha ido sin mí?

- Em… pues… - musitó Megumi, insegura de si su respuesta iba a hacer sentirse

mejor o peor el menudo demonio.

- Jaken - Rin se sentó a su lado y le tomó una mano con delicadeza - Necesito que

me cuentes qué es lo que busca Sesshomaru y donde se encuentra. Por favor…

* * *

Sesshomaru estaba a punto de salir del límite del bosque. No había querido ir muy deprisa

para que ni Jaken ni A-Un lo oyeran. Es posible que cuando llegara a la cueva, perdiera la

vida, así que no quería que su caballo y su siervo más fiel perecieran innecesariamente por

una reliquia que le interesaba sólo a él.

Cerró un instante los ojos y se paró. Sesshomaru, el que no tenía sentimientos, el que

odiaba a los humanos, el que era frío y distante, y hielo y nieve y desdén al mismo tiempo.

Al que temían los aldeanos, del que huían los otros demonios. Un Sesshomaru que seguía

vivo en él, pero que había cambiado. En realidad, cambió el mismo instante en que esa

chica apareció en el bosque hacía ya más de diez años. Recordó sus cálidos ojos de niña, si

pelo enmarañado, su sonrisa dulce y su vestido naranja a cuadros. Cuando la conoció no

hablaba nada, pues perdió el habla cuando asesinaron a su familia frente a ella. Ni hablaba

ni sonreía. Pero con él, el día en que se conocieron, sonrió de nuevo después de mucho

tiempo. Y al cabo de los meses, la chica empezó a hablar, como si al conocer al demonio,

su vida se separara en dos partes: un antes y un después de conocerlo.

Sesshomaru estaba enamorado.

- Ahora comprendo a mi padre - pensó - Ahora entiendo cómo fue capaz de amar a

la madre de Inuyasha.

Y no le importaba. No le importaba haber heredado uno de los rasgos más extraños de su

padre. Precisamente el rasgo que Sesshomaru más había odiado de él, pero ahora todo era

distinto. Ojalá estuviera él ahí para decirle que le comprendía.

Sesshomaru empezó a caminar lentamente. Esa noche había aprendido dos cosas. La

primera: su siervo y su caballo le importaban más de lo que él había creído. Y dos: aunque

se quisiera mucho a sí mismo, había una persona a la que todavía quería más, una persona

por la que sería capaz de dar su vida, y de hecho, puede que tuviera que hacerlo. Y lo hacía

sólo para estar con ella, para tenerla nuevamente entre sus brazos, para besarla hasta la

saciedad, para poder descontrolarse sin que ella sufriera ningún daño. Porque, aunque el

demonio no lo hubiera dicho en voz alta, él también la quería. Ya no le importaba ser o no

el demonio más poderoso de todos los tiempos, le daban igual las batallas y los

Page 117: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

enfrentamientos. Una larga y gloriosa vida en la soledad no valía nada si Rin no estaba en

ella. Así que prefería perder la vida intentando conseguir aquello que podía darles un futuro

juntos antes que renunciar a su amor por ella y tener que abandonarla para siempre en la

aldea de Kaede. No soportaría tener que mirarla a la cara y decirle nuevamente que no

podían estar juntos, que no podían volver a verse. Se imaginaba la cara de su pequeña, de

esa joven mujer en la que se había convertido. Se la imaginaba y veía en sus ojos el dolor si

Sesshomaru volviera a decirle que era imposible, veía cómo se le partía el corazón, cómo la

mataba sin siquiera tocarla; una muerte en vida. ¡No! Definitivamente, no podía hacer eso.

No podía volver a abandonarla. Ya no volvería a hacerle daño, nunca más.

Un ruido sonó cercano y el demonio se detuvo, pero no se dio la vuelta.

- ¿Qué quieres? - dijo en su habitual tono hostil.

Cuando Rin no estaba cerca, era el mismo demonio fiero y frío de siempre.

- Sólo quiero hablar, Sesshomaru, - dijo una voz a su espalda - de mi prometida.

* * *

Rin y Megumi estaban perplejas.

- ¿Quieres decir que esa piedra puede cumplir cualquier deseo, por imposible que

sea?

Jaken asintió con solemnidad.

- Así es - aseguró - Cualquier cosa, sin límites ni engaños ni condiciones. Pero sólo

una única cosa. Y una vez cumplido el deseo, la esfera desaparecerá para siempre.

Las dos chicas se miraron un instante.

- ¿Y qué es lo que quiere pedir Sesshomaru? - inquirió Megumi, muerta de

curiosidad - ¿Para qué la busca con tanto ahínco?

El pequeño demonio hizo una pausa breve. Luego miró directamente a la morena.

- Rin, quiere pedir tu inmortalidad.

Page 118: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Sesshomaru y Kohaku estaban uno frente al otro, a varios metros de distancia. El

exterminador había sacado su arma gigantesca y la sostenía con una fuerza sorprendente.

- ¡Estúpido! - dijo el demonio perfectamente tranquilo - Eres un novato de

exterminador de veinte años. ¿Crees que puedes vencer a un pura sangre de ciento

cincuenta?

El humano sonrió brevemente.

- Me pareces un poco viejo para estar con Rin. Aunque, bien pensado, a ella lo que

le gusta es tu cuerpo joven. ¿Cuántos tienes físicamente? ¿Diecinueve? ¿Veinte?

- Veintiuno - sentenció Sesshomaru de forma hostil - Y ahora, apártate o no me hago

responsable de lo que te pase.

Empezó a caminar, a paso firme y tranquilo, pero entonces oyó el arma del muchacho, que

se acercaba por detrás y cortaba el viento al aproximarse.

El demonio alzó el brazo y la interceptó, sin girarse siquiera, con una elegancia

sobrehumana. Luego tiró del arma hacia delante y el chico, que tenía en la mano en la larga

cadena que iba atada a la gran cuchilla que le había lanzado, cayó al suelo.

- Tú lo has querido - rugió Sesshomaru y se lanzó hacia el humano.

Page 119: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 28: Aún no está todo perdido

Sesshomaru y Kohaku llevaban enzarzados en la pelea más de veinte minutos. El

demonio podría haber acabado fácilmente con la vida del joven y, de hecho, deseaba

hacerlo. Pero luego pensó en la familia de éste. En su hermana mayor, Sango, a la cual

conoció una vez y le pareció una humana fuerte y luchadora. Pensó en que el muchacho

ahora tenía sobrinos y una vida, lejos del fragmento de Shikon del que pendía su existencia

hacía ya tantos años.

Pero no eran esos los motivos por los cuales no había querido matarlo todavía, sino

porque Inuyasha y él hicieron un pacto: Ninguno de los dos podía meterse en los asuntos

del otro ni lastimar a sus seres queridos.

En ese entonces Sesshomaru pensó que a él sólo le concernía la parte de: ninguno de

los dos podía meterse en los asuntos del otro… Y creyó pues, que lo de "…ni lastimar a sus

seres queridos" iba sólo por Inuyasha. Es decir, que Sesshomaru no podía tocarle ni un pelo

a Kohaku porque éste era un ser querido de su hermanastro. Pero ahora las cosas eran

diferentes. Ahora Sesshomaru sí tenía seres queridos. Lo que se estaban jugando en ese

momento no era un duelo, ni un combate por una reliquia. Ambos estaban peleando por el

amor de Rin. No lo habían dicho en voz alta, no lo habían admitido, ni tan siquiera habían

dicho por qué luchaban, pero ambos lo sabían. Se disputaban el amor de Rin.

Kohaku dio un ágil salto y se encaramó a la primera rama del árbol más cercano. Luego se

escondió rápido entre el ramaje y saltó sobre Sesshomaru.

El albino lo esquivó con facilidad y sacó su látigo verde que cortaba como cuchillas y lo

agitó contra el joven. Éste lo esquivó, justo en el momento en que el árbol sobre el que se

había posado quedaba hecho trizas.

Sesshomaru no hablaba cuando combatía. Se concentraba y permanecía serio, porque

siempre había sido una persona seria. Sin embargo, Kohaku disfrutaba charlando y

metiendo cizaña tras cada movimiento.

- ¿Qué quieres de ella? - le preguntó el exterminador mientras esquivaba otro golpe

mortal del airado demonio - Ya la tuviste una vez, ¿no fue suficiente?

Sesshomaru se envaró con el chico y desplegó también los látigos verdes de su otra mano.

- Hablas demasiado - le dijo en tono severo.

Kohaku lanzó su arma contra el albino, pero éste, como siempre, la esquivó con rapidez.

La pelea ya no era algo banal o casual. Se había vuelto un asunto personal. Ese chico

pretendía forzar a casarse con él a la hermosa joven que Sesshomaru amaba, a la niña a la

que había rescatado de los lobos de Koga cuando tenía tan sólo siete años, a la chica que se

había convertido en toda una mujer y le había robado el corazón. ¡No podía consentirlo! ¡A

la porra el trato!

Page 120: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¡¡Sesshomaru no sigue órdenes de nadie!! - pensó fieramente, apretando los

dientes - Además, ahora tengo un ser querido, y esa es Rin. Así que Kohaku es el

que verdaderamente está rompiendo el tratado.

Se dirigió al altivo muchacho y, antes de que éste pudiera reaccionar, el demonio le clavó la

mano en el pecho y le atravesó por la espalda.

* * *

Rin tenía las manos sobre los hombros de Jaken y lo sacudía con fuerza.

- Por favor, por favor, por favor, por favor…

La morena repetía una y otra vez las mismas palabras, como si de un juego se tratase.

Intentaba convencer al demonio verde para que le diera toda la información que necesitaba,

pero éste se negaba a revelarla.

- Me estoy mareando - dijo Jaken cuando los ojos empezaron a rodarle y sintió el

almuerzo en la boca del estómago.

Megumi le puso la mano en el hombro a su amiga para que se controlara.

- Así no te va a contar nada. Sólo conseguirás que te vomite.

El rostro del demonio se puso más verdoso todavía y Rin se apartó deprisa, evitando que

éste le echara todo el vómito encima.

- Lo siento - se disculpó la chica - No pretendía que te marearas tanto.

Jaken se echó para atrás en la hierba húmeda. Necesitaba recobrar el sentido y que los

árboles dejaran de bailar a su alrededor. Siempre se había mareado con facilidad.

- ¿Y si le hacemos cosquillas? - propuso Megumi, buscando alguna hoja que sirviera

para hacerle cosquillas en los pies al demonio.

- ¡No! - dijo éste, más recuperado - ¡No más mareos, ni más cosquillas! - declaró

enfadado - Sesshomaru se ha ido a una cueva situada al este de la cima del monte

Fuji.

- ¡¿El monte Fuji?! Eso está muy lejos - declaró Rin, asustada ante la expectativa de

que su querido señor estuviera tan lejos, en tierras hostiles y desconocidas para ella

- Y… ¿va a estar bien? ¿Cómo se hirió la primera vez?

Jaken cerró los ojos, juntó las manos y cruzó las piernas en actitud de meditación. De

repente, se puso serio.

- Rin. Nunca había visto una cueva más peligrosa que esa, ni un campo de energía

más poderoso ni más sagrado. Ni siquiera Naraku fue capaz de hacer algo tan

poderoso cuando se escondió en el Monte de las Ánimas.

Page 121: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

La joven tragó saliva y comprendió inmediatamente hasta qué punto era peligrosa esa

misión. Se frotó las manos, nerviosa.

- Pero, ¿estará bien? ¿Crees que puede pasarle algo malo? - su frente había

empezado a perlarse de sudor. Estaba asustada por Sesshomaru.

- Rin - Jaken la miró a los ojos - Si Sesshomaru vuelve a entrar en la cueva…morirá.

Las dos chicas abrieron los ojos de par en par. Rin se tapó la boca, horrorizada y asustada al

mismo tiempo. ¿Morir? ¿Era eso posible? No podía creer que eso le fuera a ocurrir al señor

Sesshomaru. Estaba segura de que era uno de los demonios más fuertes y poderosos de todo

Japón. Pero, por la descripción de la cueva y sus características, era la peor situación a la

que el demonio nunca se hubiera enfrentado. La tierra santa está prohibida para los

demonios. Cualquiera que la pise se marea y al final, acaba muriendo. Cuanto más

poderoso, más tiempo soporta estar pisando terreno sagrado, pero si no se sale de allí

rápidamente, también acaba perdiendo la vida. Sólo los fantasmas y los humanos pueden

pisar esos terrenos. Nadie más.

- ¡Eso no puede ser! - exclamó Rin, cada vez más exaltada - ¡Sesshomaru no habría

ido a una muerte segura! ¡Eso no es cierto!

- Rin, cálmate - intentó serenarla Megumi, pero ella no se dejó.

- Jaken, ¡dime que no es cierto! Lo va a conseguir, ¿verdad?

El demonio verde la miró con seriedad, sin saber qué decir.

- ¿Por qué Sesshomaru ha hecho algo así? ¡Es una locura!

Esta vez Jaken habló con claridad, sin tartamudeos ni rodeos. La miró y se lo dijo.

- Lo hace porque te quiere.

Rin lo miró, perpleja.

- No valgo tanto como para que haga una locura de ese calibre. ¡Mi vida no vale más

que la suya! - se enfureció. Con Sesshomaru, y consigo misma. Por haber sido tan

tonta, por no haber previsto que esto podría pasar.

- Rin, Sesshomaru no me lo ha dicho, pero no soy tonto. Desde que entendí el

conjuro de la princesa Kagura, lo comprendí todo. Sesshomaru no sólo te ama,

aunque sea frío y distante, aunque no te lo diga. No sólo te ama, sino que estaría

dispuesto a dar su vida por ti, a intentar mantenerte a salvo y darte la vida que te

mereces.

- ¡¡Pero puede morir!!

- No le importa si muere intentando conseguir que estés siempre a su lado. Pero no

lo hace porque lo desee él, lo hace porque lo deseas tú.

"No le importa si muere intentando conseguir que estés siempre a su lado". Eso acababa de

decir Jaken acerca del señor Sesshomaru. Inmediatamente Rin recordó las últimas palabras

que ella misma le había dicho antes de que el demonio la besara por primera vez: "Antes de

quedarme aquí como un triste pájaro enjaulado, añorando la libertad, preferiría morir una

y mil veces si así pudiera haber pasado un solo segundo más a tu lado! Uno solo…"

La joven se llevó una mano al corazón.

- Sentimos lo mismo - dijo para sí.

Page 122: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¿Qué? - Jaken la miró extrañado, sin entender qué narices había dicho.

Rin se levantó, presurosa.

- Tengo que irme - dijo y empezó a correr.

- ¡Eh, Rin! ¡Espera! - Megumi intentaba alcanzarla.

- Megumi, te quiero mucho - dijo la morena desde la distancia - No sabes cuánto te

agradezco todo esto.

- ¡Espera! ¿A dónde vas?

Las palabras de Rin fueron casi inaudibles.

- A salvar al hombre al que amo.

* * *

Miroku y Yuki acababan de llegar al río. Oyeron voces y se acercaron corriendo hasta el

lugar. El monje estaba alerta por si alguna criatura salía de la oscuridad y les atacaba, pero

no eran demonios salvajes quienes hacían ruido, sino que eran las voces de Megumi y

Jaken.

- ¿Qué hacéis vosotros aquí? - inquirió el monje, mientras apoyaba las manos en las

rodillas, recuperándose de la carrera.

Megumi se acercó a él precipitadamente.

- ¡Miroku! - exclamó alterada en cuanto lo vio - Rin está en peligro. ¡Se ha vuelto

loca!

- ¿Qué?

El monje no entendía ni una palabra de lo que la chica decía. Respiró e inspiró unas cuantas

veces más hasta recuperar el aliento, y luego se irguió hacia ella con mirada inquisidora.

- ¿Qué ha pasado? ¿La habéis visto?

Megumi iba a abrir la boca, pero justo en ese momento, dos personajes más se unieron al

claro. Y luego, un tercero.

- Inuyasha, Kagome, Shippo, venid a oír esto.

- ¿Qué ocurre? - quiso saber Kagome, altamente preocupada - ¿La habéis

encontrado?

- Sí - afirmó Megumi - Ha estado aquí, pero acaba de irse.

Inuyasha dio media vuelta y se disponía a marcharse, pero la joven le detuvo.

- ¡Espera! Yo sé donde está. Se ha ido al monte Fuji, a buscar una esfera que

concede un deseo. Pero es muy peligroso y se ha ido sola.

La rubia Yuki se abrazó a Shippo y le susurró al oído.

Page 123: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Tienes que ir tras ella. Todos deberíamos ir y traerla de vuelta. Esto se nos ha ido

de entre las manos.

Inuyasha levantó el rostro e inhaló el aire profundamente.

- ¿Qué ocurre? - quiso saber su mujer - ¿Hueles algo?

El semidemonio asintió.

- Huelo sangre. Y es de Kohaku.

* * *

Paralelamente a la charla que estaban teniendo sus amigos, Rin llegó hasta una parte del río

cercana a donde había llegado en un principio. Junto a un árbol, vio sentado a A-Un, tan

despierto y quieto como si fuera una estatua de piedra. Cuando vio a Rin, se levantó e hizo

algunos gruñidos cariñosos. Se acercó a ella y dejó que ésta le acariciara el lomo.

- A-Un, necesito que me llevéis a un sitio. Es muy urgente.

El caballo de dos cabezas se volteó para ofrecerle el lomo y se agachó ligeramente a fin de

que la chica pudiera subir.

Poniendo un pie y luego el otro, Rin montó sobre el caballo alado y, sujetándose a las

riendas con fuerza, dejó que éste se elevara en el aire y la llevara al destino que su corazón

le había dictado.

Page 124: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 29: El arma perfecta

- ¿Qué está pasando aquí? - Inuyasha estaba furioso cuando llegó al claro. Los

demás se asustaron al ver la escena.

Kohaku estaba tirado en el suelo. Un charco de sangre salía de su pecho y lo manchaba

completamente. Estaba pálido y tenía muy mal aspecto. A su lado, Sesshomaru estaba de

pie, con la mano cubierta completamente de sangre. Sobre el hombro tenía clavada la

gigantesca hoz que Kohaku le había clavado sin escrúpulos.

Kagome y Megumi se abalanzaron hacia el exterminador, que yacía en el suelo.

- ¡Lo has matado! - exclamó Kagome, horrorizada al ver al hermano menor de Sango

desangrado en el suelo.

- No está muerto - declaró el albino, sin inmutarse - Sólo está inconsciente. No le he

tocado ningún órgano vital.

- ¡Eres un monstruo! ¿Por qué has hecho esto? - Kagome seguía en estado de shock

después de haber visto el cuerpo del joven.

Megumi, con lágrimas en los ojos, posó su cabeza sobre el pecho del joven y esperó a oír

sus latidos.

- Bo-bom, bo-bom, bo-bom,…

- ¡Kagome! - chilló Megumi, entusiasmada - ¡Kohaku está vivo!

- ¡¿Qué?!

La mujer se volvió y le tomó el pulso.

- Es cierto - dijo sorprendida - Y tiene buen pulso - miró al demonio de la luna con

cara de disculpa - yo… pensé que tú…

Pero al demonio le traían sin cuidado sus disculpas.

- Que no vuelva a interponerse en mi camino. Para curarle, bastan las hierbas

moradas que cultiva la sacerdotisa en su pequeño huerto. En tres o cuatro días estará

bien - entonces una idea le cruzó la mente y sonrió de forma maliciosa - Supongo

que tendrá que posponer su boda con Rin hasta que se recupere.

Justo en ese preciso momento, el menudo Jaken pasó corriendo entre los presentes y se

abalanzó hacia su apuesto amo.

- ¡Señor Sesshomaru! - venía gritando de lejos y combinándolo con jadeos - Por fin

os alcanzo. Pensé que se había marchado sin mí al monte Fuji. Pero entonces oí que

habían olido sangre y pensé que usted - hizo una pausa para respirar - bueno, que tal

vez usted aún no había salido del bosque.

El albino lo miró desconcertado. Bueno, al menos ya estaban todos reunidos.

Entonces Sesshomaru miró a su alrededor, confundido.

- ¿Y Rin?

Jaken agachó la cabeza y dirigió la mirada al suelo, avergonzado.

Page 125: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Lo lamento, señor, pero tuve que contarle qué estábamos buscando exactamente y

me torturaron para que les explicara dónde se hallaba.

Sesshomaru lo miró con expresión incrédula.

- ¿Te torturaron?

- Sí - dijo el demonio verde, señalando a Megumi - Esa y Rin me amenazaron hasta

que se lo tuve que contar. Por favor, no se enfade con Jaken - le suplicó, temiendo

que su altivo señor le diera un manotazo en la cabeza, o peor, que se fuera sin él.

- ¡Eh! - se quejó Megumi - ¡Sólo te hicimos cosquillas!

El albino ni le miró. Su siervo sólo decía estupideces.

- Está bien. ¿Y dónde está Rin ahora?

- No lo sé, señor, pero A-Un tampoco está. Creo que ha ido de verdad al monte Fuji,

a buscarle antes de que usted entrara en la cueva.

Sesshomaru puso los ojos en blanco y luego adoptó un semblante más serio.

- ¡Eres estúpido! - le gritó - ¡Sal de mi vista antes de que te golpee! ¡Y no te muevas

de la aldea, o podrías salir mal parado!

Jaken tragó saliva. Su señor tenía mal carácter, mal genio, mal temperamento y todas las

formas que hubiera de expresarlo, pero la última frase demostraba que, en el fondo, el

demonio verde le importaba bastante. Fuera de la aldea había innumerables peligros que

fácilmente podrían acabar con la vida de Jaken. Sesshomaru pretendía ir a buscar a Rin,

pero quería asegurarse de que su siervo, o tal vez su amigo, estaba a salvo. Pero eso no lo

admitiría nunca en voz alta.

Y partió sin más demora.

* * *

Cuando llegó al lugar indicado, habían pasado ya tres horas de viaje. A-Un descendió del

aire y se tumbó en el suelo para que la muchacha pudiera bajar más fácilmente a tierra.

Rin miró en todas direcciones. El paisaje le parecía idéntico por todos lados. No había

árboles, ni plantas, ni agua, ni nada que indicara vida. La explanada se extendía a su

alrededor como si fuera un desierto de tierra arenosa y piedras.

No, Rin no había ido al monte Fuji. Rin había ido a ver al maestro Totosai.

Page 126: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Caminó varios metros hacia la derecha, o lo que ella creyó que era en dirección a la

derecha, pero no se veía absolutamente nada. Luego caminó en dirección contraria y oteó el

horizonte en busca de algún lugar, alguna casa en la que el viejo herrero pudiera vivir, pero

siguió sin ver absolutamente nada.

- ¿Estáis seguros de que es aquí? - preguntó a las dos cabezas del cabello.

El equino asintió y se puso en pie. Caminó hacia ella con paso firme y luego siguió hacia

delante.

- ¿Me estás guiando? - preguntó ella, desconcertada.

El animal bufó. Rin lo tomó como un sí.

Un rato después estaban ante un gran peñasco que Rin, desde lejos, había supuesto que no

era más que una piedra grande. Pero ahora que estaba frente a ella, veía que era tan grande

como una casa y tan profunda como un laberinto. Era la cueva de Totosai.

- ¿Hola? - la joven dio unos pasos hacia el interior - ¿Hay alguien?

Nadie contestó.

- ¿Hola? He venido a buscar al señor Totosai. ¿Está por aquí?

La cueva le devolvía la voz en forma de eco y la ignoraba por completo.

De repente, se oyó un crujido al fondo, como si alguien hubiera roto algo.

- ¡Ah! - la joven ahogó un grito sordo - Creo que deberíamos irnos - dijo temblando

de miedo y dirigiéndose a la salida. Pero A-Un se interpuso en su camino y empezó

a empujarla hacia dentro - ¡No, no! - riñó al caballo en voz baja, para que no la

oyera ningún tipo de criatura que pudiera habitar el lugar - ¡Déjame salir!

- ¡Hola!

- ¡¡¡Ahhhhhh!!!

Una mano había tocado el hombro de la chica por detrás.

- Oh, lo siento. ¿Te he asustado? ¡Jajaja! No era mi intención.

Rin se dio la vuelta. Eso era mentira. Escudriñó la oscuridad en busca del dueño de la voz

que le había hablado, pero ya no había nadie.

- ¿Dónde estás? - preguntó ella, esta vez más confiada.

- ¡Aquí! - de nuevo un dedo le tocó el hombro. Estaba helado.

- ¡¡Ahh!!

- ¡Shhh! - le dijo un hombre que apareció ante ella con un dedo en los labios - Si

chillas vendrán los snicks.

La morena lo miró estupefacta y sin comprender.

- ¿Los snicks?

- Demonios de roca - aclaró el anciano - Y ahora, ven. Quiero enseñarte mi último

trabajo. Es impresionante - y tiró del brazo de ella mientras ésta contemplaba al

caballo en tono de súplica.

Page 127: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

El caballo también la miró. Se habían entendido: Ese hombre estaba pirado.

El anciano llevó a la joven a una mesa de trabajo que estaba al fondo de la cueva. Un candil

y varios quinqués se encontraban repartidos en diferentes partes de la estancia, de manera

que esa parte estaba mucho más iluminada que la entrada. A un lado había un grupo de

tablas con paja y una manta encima. Un plato con restos de comida estaba junto a la cama,

en el suelo. Rin lo observó todo, comprendiendo en el acto que ese hombre era tan pobre

como lo había sido ella cuando era nada más que una huérfana.

- ¿Por qué vive aquí? - preguntó ella, intentando no parecer maleducada - Quiero

decir, ¿es usted el maestro Totosai?

- Llámame Totosai a secas, muchacha. Y puedes tutearme.

La joven asintió.

- De acuerdo. Entonces, ¿por qué vives aquí? Si tus trabajos son tan buenos como se

rumorea, podrías vivir donde quisieras. Eres famoso.

El anciano negó con la cabeza.

- Me gusta vivir apartado del mundo. Sin vecinos, sin problemas y sin demonios que

me ataquen. Soy un herrero, no un guerrero. Poco sé de defenderse.

- ¿Y los demonios de las rocas?

- ¿Los snicks? ¡Bah! Me las apaño bien. Tampoco soy tan inútil.

Entonces cogió el brazo de Rin con fuerza y la estiró bien delante de la mesa de trabajo.

- Mira, jovencita. A que nunca has visto una espada tan fantástica.

Rin miró el objeto que éste le mostraba y se esforzó en fijarse en los detalles. Era un arma

fina, muy, muy fina, pero sumamente larga. De la punta a la empuñadura debía hacer, por

lo menos, un metro y medio. Y ésta última tenía incrustaciones de diamantes tanto en los

costados como en el mango.

Rin le tendió la mano.

- ¿Puedo?

El anciano asintió y se la cedió.

- Tiene una bonita hoja. Y es muy ligera. ¿No se romperá con facilidad?

- Pruébala - la invitó el hombre acercando una gran roca.

Rin agitó la espada y, sin apenas esfuerzo, la roca se partió en dos. El arma no sufrió

ningún rasguño.

- ¡Guao! ¡Es asombrosa!

- ¡Jeje! - rió Totosai - Lo sé. Y ahora dime, joven Rin, ¿qué te trae por aquí?

La morena lo escrutó con la mirada.

- ¿Cómo sabes mi nombre?

El herrero sonrió.

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- Has venido con A-Un. Y que yo sepa, pertenece al señor Sesshomaru - y añadió

flojito y entre dientes - Dios me libre de volver a verlo.

Pero Rin, que tenía buen oído, lo entendió perfectamente.

- ¡Jajaja! - se rió - ¿Se enfadó contigo?

- ¡Buf! - el viejo se dejó caer en una silla como si fuera un pesado tronco - No lo

sabes tú bien. Vino a pedirme que le hiciera una espada, pero el material que me

entregó era peligroso. Trajo huesos malditos. Claro que él es capaz de controlarlos,

puesto que su fuerza y poder son inimaginables, pero era un trabajo muy duro para

un simple herrero como yo. Para él no era peligroso, pero para mí sí.

- Comprendo - dijo Rin - Y aun así, ¿lo hizo?

- ¡Qué remedio! ¿Has visto cómo mira?

- ¡Jajaja! - Rin volvió a reír - Sí, lo sé.

- Pues ya sabes por qué no me pude negar. Pero hice un gran trabajo. Mis espadas

siempre son magníficas. Bueno, pues te decía - dijo agitando una mano en el aire y

retomando el hilo de la conversación - que eres Rin porque A-Un solo deja que lo

monte Jaken y el señor Sesshomaru. Pero hace unos años oí que una niña se había

unido a su grupo - el anciano le cogió la cara y la acercó bruscamente a la luz de un

quinqué, sobresaltando a la muchacha a más no poder - No eres ninguna niña, pero

eres muy hermosa. Sí, sin duda eres Rin. Y dime - dijo soltándola - ¿qué te trae por

aquí?

La joven cogió aire y le dijo en tono solemne.

- He venido a que me construyas un arma.

- ¿Qué? ¡Jajajajaja! - el viejo empezó a reírse a carcajadas abiertamente - ¿A ti?

¿Acaso sabes manejar algún arma?

Rin se sintió francamente ofendida y se cruzó de brazos. A-Un resopló cerca de ella,

mostrando su conformidad con la chica.

- Por supuesto que sé manejar un arma.

El herrero se levantó, cogió un martillo, y empezó a golpear otra de las espadas que tenía

pendientes. Rin no se movió.

Al cabo de un minuto de silencio, excepto por los golpes del martillo, el hombre la miró.

- ¿Aún sigues ahí?

- No pienso irme - declaró - hasta que me forjes un arma.

Totosai dejó el martillo bruscamente en la mesa y la miró, hastiado.

- ¿Es que no entiendes la palabra "no"? ¡Márchate!

Rin se cruzó de brazos.

- No lo entiendo. ¿Acaso no eres un herrero? ¿No vienen cientos de personas a

pedirte que les forjes un arma? Entonces, ¿por qué no aceptas mi encargo también?

El anciano, mugriento y sucio, la miró de hito en hito con hostilidad y se acercó altivo hasta

ella.

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- Eres una mujer, ¿te parece eso poca justificación para rechazar tu encargo? La

guerra y los combates son sólo para hombres. No te dejes confundir por las jóvenes

nacidas en pueblos de exterminadores. Ellas son criadas como guerreros desde que

nacen. Pero tú no has sido más que una niña débil a la que ahora le ha dado por

hacerse la heroína. Nunca supiste defenderte y no serás capaz de hacerlo nunca. Así

que, no pienso perder mi tiempo en alguien que es incapaz de defenderse a sí

misma, y mucho menos de luchar por lo que en realidad quiere.

Rin no podía creer que en verdad el anciano herrero hubiera dicho las palabras que ella

acababa de oír. ¿Una mujer? ¿El problema es que era una mujer, que era débil, que no sabía

pelear por lo que deseaba?

- ¡Eso no es cierto! - le espetó - ¡No hable como si me conociera!

El anciano se giró a mirarla.

- ¿Acaso insinúas que vales algo como guerrera?

- No sé si valgo algo o no como guerrera. Y es cierto que he tenido que practicar

mucho para saber simplemente empuñar bien una espada. Soy lenta y débil, y muy

ruidosa. Y puede que no sea más que una novata intentando ser alguien más fuerte

de lo que en realidad es capaz de ser. Tienes razón, no soy nadie. Pero no es mi vida

la que me importa en este momento, no es por mí por quién estoy aquí en realidad.

Da igual lo que tenga que hacer, da igual las cientos de horas que tenga que entrenar

y las cientos que ya lo haya hecho. Da igual los golpes, el cansancio, el sufrimiento.

Y me da igual si he nacido mujer o no, si soy débil y un estorbo. Antes me

encontraba perdida y no sabía bien quién era ni por qué estaba siquiera con vida,

pero ahora ya lo sé. Hay personas que son muy importantes para mí y podrían

perder la vida si no las ayudo. No me importa lo que me pase. No soy de las que se

rinden. Yo pienso luchar hasta que mi último aliento se desprenda de mi boca y me

quede muerta sin vida. Totosai, di si quieres que soy una mujer, di que soy débil,

que no sirvo para nada, que soy torpe e inexperta, pero no digas jamás que no lucho

por lo que quiero, porque es por él por quien estoy aquí ahora. Porque quiero luchar

a su lado, porque no pienso perderlo.

El anciano la miró, curioso, y entrecerró los ojos para estudiarla con la mirada. Se acercó a

ella, caminó a su alrededor y la observó de arriba abajo, estudiando su figura, mientras ella

le clavaba la mirada, expectante. Luego el herrero se dirigió a un rincón de la sala, en donde

tenía innumerables armas colgadas con clavos de la pared. Unas eran grandes arcos llenos

de figuras sinuosas, otros eran hoces gigantescas con cadenas de pinchos; otras, simples

espadas, pero de todas las medidas y modelos. También un gran boomerang se encontraba

apoyado en lo más alto de la pared.

El anciano recogió varias de las armas, demostrando una fuerza impresionante, y las echó a

una carreta. Luego echó a andar hacia la entrada de la cueva y salieron al exterior.

- ¿A dónde va? - preguntó la joven, acelerando el paso para darle alcance - ¡Totosai!

- ¡Cállate! - le ordenó, brusco - Coge esta - y le tendió a la joven una hoz como la de

Kohaku. El arma doblaba la estatura de la joven y tenía pinta de ser sumamente

pesada.

- ¿De… de verdad me va a dar un arma? - tartamudeó asombrada.

Page 130: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Totosai no contestó, la miró seriamente, sosteniendo todavía la hoz en su mano. Rin quería

darle las gracias, pero el carácter del anciano había cambiado radicalmente, demasiado

como para hacerlo en ese momento. Había pasado de la simpatía que mostraba cuando

llegaron a la cueva a una gran hostilidad que aterraba a la joven. Así que, decidió esperar.

- Em… no creo que ésta…

- ¡Cógela! - le indicó el viejo.

- Vale.

Rin se acercó a él y cogió el arma con las dos manos. En cuanto Totosai la soltó, Rin y la

hoz cayeron juntas al suelo. La primera haciéndose daño en los brazos.

- Definitivamente, esta no - dijo el hombre - Me parece que tendrías que ponerte

cuadrada para poder sostenerla como Dios manda.

La morena se levantó y se quitó el polvo de su traje de exterminadora. Pues antes de salir

de la aldea, se las había apañado para recogerlo sin que nadie la viera.

- Venga - sonrió el herrero - Sé que puedes hacerlo mejor - y le tendió un arco y dos

flechas - Dale a aquel cactus de allí. Da igual donde la claves, pero en el cactus.

- ¿Ha sonreído? - pensó la muchacha, asombrada.

- ¡Venga!

- ¿Eh? ¡Ah, sí! Perdón.

Rin tensó el arco y colocó la flecha tal y como le habían enseñado. Postura erguida, bien

derecha, con un ojo cerrado y el otro observando el objetivo. Tensó los brazos, y… disparó.

La flecha rozó el cactus, rompiéndole una rama, pero luego siguió avanzando hasta

perderse.

- Tienes buena puntería - reconoció - Más que fuerza. Así que todas estas las

podemos descartar - dijo empujando prácticamente el resto de la carreta. Y luego le

tendió una espada - ¡En guardia! ¡Ahhh!

Antes de que Rin pudiera reaccionar, el viejo loco ya se había abalanzado hacia ella con

otra espada en mano. Pero el arma de Totosai era tan grande como su propio cuerpo,

mientras que la espada de Rin no era más que un palillo tan fino como el que antes le había

dejado probar.

Se apartó de un salto antes de que el herrero la cortara en pedacitos.

- ¡¿Está usted loco?! - exclamó enfadada - ¡Casi me mata!

El hombre se echó a reír y cayó el suelo sosteniéndose el vientre, llorando de la risa.

- Deberías haberte visto la cara, preciosa ¡Jajajaja! - se reía - Creías que iba a matarte

¡Jajajajaja!

- Pues si - dijo Rin sin rodeos - Lo creía. Si no me llego a apartar, yo…

El viejo apareció de repente frente a ella y le tapó la boca con una mano.

- ¡¡Shhh!! ¿Oyes eso?

Page 131: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Rin se quedó quieta, intentando oír algún sonido. Pero lo único que se oía eran las aves

carroñeras que sobrevolaban ese árido desierto de roca en busca de algún animal muerto.

La joven hizo que no con la cabeza.

- Es el sonido de la iluminación - y le destapó la boca.

- ¿De la qué?

- De la iluminación, mujer. Ya sé cuál es tu arma perfecta. Debe ser ligera, porque tú

eres menuda, y también ser corta, porque si no, no podrás con ella. Por otra parte,

cuanto más corta, más tendrás que acercarte al oponente, y eso tú… - la miró de pies

a cabeza - No sobrevivirías.

- Entonces, ¿qué propone?

- Necesitas un arma que requiera agilidad, porque la tienes, y también puntería,

porque no se te da mal. Y también debe ser sofisticada, y elegante. Pero sobretodo,

mortal - Alzó los brazos al cielo - ¡Lo tengo, lo tengo, lo tengo! ¡Soy un genio! - y

desapareció dentro de la cueva, dejando a Rin, A-Un y todas las armas tiradas fuera.

- Pero… - la pequeña empezaba a pensar que a ese hombre le faltaba más de un

tornillo - ¡Este hombre es bipolar!

- Ah, sí - dijo el viejo de repente, apareciendo tras ella.

- ¡¡¡Ahh!!! ¿De dónde ha salido?

Totosai la cogió de la cintura y le la acercó a la cara.

- Dime, preciosa, ¿crees que serás capaz de matar a un gran demonio y traerme sus

huesos? - y la miró con sus ojos grandes y bizcos, que parecía que estuvieran

mirando a los lados en lugar de mirarla directamente a ella.

- Pues… yo, creo que puedo intentarlo.

- Más te vale - y la dejó caer al suelo de golpe - Vuelve esta noche con los huesos y

hablaremos de los honorarios - y desapareció.

- ¿Honorarios? ¡Oh, no! - se dio un manotazo en la cabeza. Había olvidado por

completo que estos encargos suelen salir muy caros. Así que ahora tenía dos

problemas. Primero: no sabía cómo conseguir el dinero para pagar al herrero, y dos:

¿dónde iba a encontrar a un demonio poderoso, y cómo iba a poder derrotarlo? -

Vamos, A-Un, tenemos mucho que hacer.

Page 132: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 30: El poder de la luna

Sesshomaru llevaba un día entero pululando por el monte Fuji. Por desgracia para él,

Inuyasha, Kagome y Shippo también estaban allí. Los cuatro, por separado, buscaban a la

joven para asegurarse de que estaba bien y llevarla de regreso a la aldea.

El albino se había sentado en lo alto de unas rocas, semioculto por unos frondosos árboles

de copas verdes. Desde esa posición podía ver perfectamente la entrada de la cueva en

donde sabía que se encontraba custodiada la esfera.

Por una parte, se moría de ganas por entrar y acabar con esto de una vez por todas, pero no

podía. No, porque Rin podía llegar en cualquier momento y él tenía que impedirlo. ¡Cómo

habían podido llegar a esta situación! Rin siempre había sido una niña un poco rebelde y

desde siempre supo que su espíritu no podía ser atado; era libre. Pero al margen de eso, era

una chiquilla obediente que hacía caso de lo que se le decía.

- ¿Cuándo cambió eso?- se preguntaba el demonio en silencio - ¿Cuándo fue que

creció y se convirtió en la mujer que es ahora?

El demonio se tocó los labios, suavemente, y cerró los ojos un instante. Recordó el

momento en que Rin se había sincerado con él, en que le había dicho que lo había amado

desde siempre, que quería estar a su lado.

No pudo creerse que realmente su pequeña amiga le hubiera dicho eso. Había sido tan

pequeña hacía tan sólo unos años, y ya nunca más lo sería. Recordó sus labios, sus mejillas,

sus caricias, su cuerpo. Recordó cómo sus cálidas manos le recorrían la espalda y lo

apretaban hacia ella. Y también pensó en sus propias manos, acariciando su cuello, su

cintura, sus muslos… cosas que él nunca había experimentado antes. Pero estaba seguro de

que no hubiera sido lo mismo con otra humana.

- Con otra no - se dijo - No me atraen nada ninguna. Excepto ella…

Se preguntó cuánto tiempo llevaba deseándola sin saberlo.

- Cuando era pequeña no. Ni se me hubiera ocurrido.

Entonces ¿cuándo había empezado a sentir algo por ella? ¿Cuándo empezó a mirarla de

forma diferente y a sentir que él mismo era luego diferente? No lo sabía. No tenía ni idea de

cómo esa muchacha había conseguido colarse entre su máscara de frialdad y su verdadero

rostro, para llegarle directo al corazón.

Y tampoco entendía cómo había sido capaz de desarmarlo de esa manera. Él, que no se deja

mandar por nadie, que no hace caso a nadie, que conserva la calma incluso en las peores

situaciones, había sucumbido ante ella. No se refería a que hubiera perdido los papeles. No

lo había hecho. En realidad, hacía literalmente siglos que no había perdido su calma y

serenidad en ningún momento. Podía enfadarse, podía gritar, pero no era nada comparado

con un enfado de verdad. No. Sesshomaru no se refería a perder los papeles, se refería a que

Rin había conseguido, involuntariamente, despertar el animal demoníaco que llevaba

dentro. ¿Cómo era eso posible? Nunca le había pasado algo así. Hay demonios que no son

capaces de controlar su verdadera forma y se convierten en bestias salvajes de un instante a

Page 133: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

otro, pero Sesshomaru era una leyenda entre los suyos. Era todo un poderoso al que no se le

escapaba una y, desde luego, su parte demoníaca quedaba totalmente bajo su control. Pero

cuando Rin le había devuelto el beso. Cuando sus finas manos se habían posado en su

cabello albino y los había acariciado, cuando él la empujó contra el árbol y ella, en lugar de

quejarse, se dejó llevar y lo abrazó con fuerza, como si pidiera más… en ese momento sí

que perdió la autoridad sobre sí mismo, y hubiera deseado dejarse llevar del todo y

permitirle a su demonio que saliera. Pero entonces pensó en ella, y supo que no podía

permitirse ese lujo sin que ella saliera herida.

- Sesshomaru - llamó la voz de Kagome desde debajo de los árboles - Ya es muy de

noche. A lo mejor se ha perdido y no ha encontrado el camino hasta el monte.

Acamparemos por aquí cerca. ¿Quieres venir?

El albino no contestó.

- Como quieras - continuó la mujer, amablemente - Si cambias de opinión, estamos

junto a la hoguera.

El demonio no se movió del sitio. Su relación con su hermanastro nunca había sido buena,

así que no le apetecía nada compartir hoguera con él, ni con su mujer ni con el demonio-

zorro. Además, no tenía frío. Estaba preocupado por Rin, por lo que le pudiera haber

pasado. No era natural que la joven, habiendo partido antes que ellos, no hubiera llegado

aún al monte, y ya había caído la noche.

- Al menos está con A-Un - se dijo - Él sabrá defenderla.

Pero lo que le preocupaban eran tantas cosas en ese momento. Se llevó las manos a la

cabeza y respiró profundamente. Él nunca había pretendido ser controlador y, de hecho,

nunca lo había sido. Cuando viajaba junto a Rin, ella siempre podía hacer lo que quisiera, y

en diversas ocasiones se le presentó la oportunidad de marcharse a vivir en aldeas humanas,

y Sesshomaru siempre le dijo:"Puedes hacer lo que quieras" Pero ella lo había seguido

siempre, como si fuera una mascota que no abandona a su dueño. Pero Rin no era una

mascota, era una persona, la mejor persona que había conocido.

Pero sí se arrepentía de una cosa: de haberla dejado en la aldea de la anciana Kaede. No

porque la hubieran tratado mal - él sabía que no - sino porque había sido en contra de la

voluntad de ella, y él no quería forzarla a nada. Pero Kaede insistió tanto en que era

necesario.

Sesshomaru nunca sigue consejos de humanos, pero tratándose de lo que sería mejor para el

futuro de Rin… pensó que sería una buena forma de evitar que muriera por tercera vez,

porque, si ocurría, ya no habría espada ni medallón que valieran para devolverla a la vida.

Sesshomaru se levantó.

- Voy a seguir buscándola.

* * *

Page 134: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¡No me lo puedo creer! - exclamó el viejo Totosai nada más ver llegar a Rin y A-

Un con un enorme demonio muerto a rastras.

- ¿Dónde te lo dejo? - preguntó Rin con una sonrisa.

El anciano señaló un rincón, aún con la boca abierta, y luego se acercó a verlo.

- Es un demonio ogro de río - dijo la chica en tono orgulloso - Fue pura casualidad.

Se acercó a beber al río y lo atacó otro demonio más fuerte, dejándolo casi muerto.

Cuando huyó, bueno… digamos que A-Un y yo acabamos de derribarlo.

- O sea, que el mérito principal es el del otro demonio.

- Mmm… más o menos.

El viejo se frotó las manos.

- No importa. Es una gran pieza. Creo que con esto podré hacer, por lo menos, una

espada de medio metro de amplitud. Aunque luego habrá que añadirle unos de

estos, y unos de estos otros y luego… - estaba empezando a divagar.

- Emm… Totosai.

- ¿¿Qué?? - dijo tan fuerte que casi la deja sorda.

- Sólo quería decirte que, respecto al pago…

- ¡¡Uhhhh!! ¡Cómo brilla!

- ¿Eh? ¿Qué?

Rin estaba confusa. No entendía qué narices le pasaba a ese abuelo demento por la cabeza.

El hombre se abalanzó hacia ella y la joven pensó que la iba a tirar al suelo, pero no lo hizo.

Se paró justo en frente y le bajó un poco la camisa negra del traje.

- ¡Pero qué hace! - le espetó ella, alejándose unos pasos de él.

- ¡No seas tonta! - le replicó el herrero - No pretendo nada contigo. Sólo quiero ver

tu collar.

- ¿Mi collar?

Rin metió las manos en el cuello de su camisa y sacó a la luz el collar de plata del que

colgaba una brillante luna igualmente de plata. El regalo de Sesshomaru.

- ¡Dámelo! - exigió el anciano.

- ¿Qué? ¡No! - exclamó ella, repentinamente preocupada - Es un regalo de alguien

importante.

- ¿De tu novio?

- No, bueno… no es mi novio, yo…

- ¿Tal vez de un prometido?

- Tampoco exactamente… yo…

- Entonces no es un regalo tan importante. ¡Dámelo y estamos en paz!

Rin se apretó el colgante al cuello, horrorizada ante la idea de tener que desprenderse de él

para pagar su arma.

- Lo siento, Totosai, pero no puedo darle esto. Es… demasiado importante para mí.

- ¡Precisamente! Si no fuera importante, ¿para qué lo quiero?

Rin no comprendió.

Page 135: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Oye, ¿quieres un arma o no? No tengo todo el día.

La joven sopesó las posibilidades. Si conservaba el colgante, no conseguiría el arma, de

manera que Sesshomaru acabaría entrando en la cueva, si es que no estaba ya allí, y moriría

sin remedio, y ella no podría hacer nada por evitarlo.

Por otra parte, si conseguía hacerse con una herramienta de combate, aunque se quedara sin

collar, podría intentar salvar la vida de su demonio, aunque luego… ¿se enfadaría si se daba

cuenta de que había vendido el collar para comprarse algo tan vulgar como un arma? ¿Lo

entendería? Esperaba que sí.

- Está bien - le dijo Rin con el corazón en un puño, y sin ninguna gana de hacerlo -

Te doy mi colgante - y se lo entregó.

- ¡¡Genial!! - chilló el herrero.

Cogió el artilugio que la muchacha le tendía y se dirigió hacia su mesa de trabajo. Sacó un

bulto negro que brillaba sobre la mesa y lo colocó sobre un yunque. Sacó luego un martillo

y colocó la luna sobre la pieza negra. Luego cogió el martillo y empezó a golpearla.

- ¡Pero qué hace! ¡Va a destrozarla! - la joven se llevó las manos a la cabeza sin

entender qué demonios sucedía. ¿Para eso le había pedido el collar? ¿Para hacerlo

migas ante sus narices?

Pero entonces el hombre se volvió y le tendió el objeto negro a la joven.

- Aquí tienes tu arma. Tu arma perfecta.

Dejó caer la cosa en las manos de Rin y la empujó para que saliera fuera de la cueva. Era de

noche, así que tuvieron que esperar unos cuantos segundos antes de que se les

acostumbraran los ojos a la oscuridad.

- El mismo cactus - señaló Totosai - Pártelo en dos, justo por la primera rama.

- Pero si antes no he sido capaz ni de clavar la flecha en el cactus.

- Tú hazlo. Este abanico está pensado para mejorar tus habilidades y potenciarlas.

Rin se colocó en posición. Echó el abanico hacia atrás, en alto, y finalmente lo lanzó, con

fuerza y precisión, hacia la zona del cactus que el anciano le había indicado.

La planta se cortó en dos exactamente como Totosai le había pedido. Luego el objeto,

trazando una perfecta circunferencia, regresó a manos de la joven, que lo interceptó sin

problemas.

- ¡Vaya! - exclamó ella, más impresionada que nunca - Es una maravilla - y se quedó

embobada mirándolo.

El abanico era de un color tan negro que se confundiría con la garganta de un lobo. Era

ligero y sencillo, y muy sofisticado. En la parte de delante del abanico estaba incrustada la

luna, justo en la pieza del centro. Y sobre cada una de las puntas del objeto, sobresalía una

cuchilla, en forma de triángulo asesino.

- Cuando quieras recoger las cuchillas dentro del abanico, pulsa en el lateral - le

explicó - así podrás meterte el arma en el bolsillo. Además, como ya has

Page 136: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

comprobado, el abanico tiene efecto boomerang. Siempre que lo lanzas, vuelve.

Bueno - rectificó - si lo lanzas bien. Y lo has hecho.

Rin no podía estar más contenta, ni más agradecida. Miró al herrero que, aunque

ciertamente estaba loco, era todo un maestro en su trabajo.

- No sé cómo agradecérselo. Yo…

- Ya lo has hecho. Me has traído un cadáver de demonio. Con sus huesos arreglaré

algunas espadas que se me torcieron.

- ¿Para eso era el demonio? Pensé que usarías su material para hacer mi arma.

- ¡Nah! - hizo un gesto vago con la mano - Es mejor así.

- ¿Y la luna de plata? ¿No piensa quedársela?

Totosai puso los brazos en jarra.

- Y yo ¿para qué voy a quererla? - ella no respondió, así que él se acercó a

explicárselo - La mayoría de armas sólo son realmente buenas cuando tienen algún

tipo de magia. Eso significa principalmente, que se construyen con huesos de

demonios. En tu caso no he querido hacer eso, porque digamos que no eres una

humana demasiado fuerte, así que tal vez los poderes demoníacos de un arma con

huesos de demonio te trastocaran o ¡qué sé yo! Entonces te he hecho una buena

arma de materiales normales y luego le he añadido la pieza clave: la luna.

- ¿Y por qué es importante la luna?

- Es la parte especial de tu abanico. Ese collar tiene un gran poder. Digas lo que

digas, te lo ha tenido que regalar una persona muy especial para ti, el collar me lo

dice.

- ¿El collar? - la cara de Rin se llenó de escepticismo - ¿El collar se lo ha dicho?

Totosai puso los ojos en blanco y prosiguió.

- Está rodeado por un aura poderosa. Significa que esa luna está vinculada a tus

sentimientos más fuertes y, por lo que parece, no sólo los tuyos. Tu abanico será una

maravilla mientras la luna esté ahí. Si se pierde, no te servirá de mucho. Ahí

dependerá de tu habilidad para la lucha, que es poca.

La joven se estaba mosqueando un poco, pero teniendo en cuenta el gran trabajo que había

hecho el anciano, prefirió no decir nada. Se limitó a sonreír y le dio las gracias.

- Maestro Totosai, me alegro de haberle conocido. Ha sido un placer - y se inclinó

con educación.

- Lo mismo digo.

- Y ahora, A-Un y yo deberíamos irnos. Pasaremos la noche en una aldea cercana.

Totosai asintió.

- ¡Espera! - Rin se detuvo - ¿No querrías cenar algún día conmigo? Estoy soltero.

La joven le miró totalmente perpleja, pero poco a poco sus pupilas se fueron poniendo al

rojo vivo y Totosai notó que se había disgustado.

- Bueno, bueno, como quieras.

Rin se marchó caminando.

Page 137: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Son tal para cual - le dijo el viejo al caballo - Ella es adorable, lo reconozco, y muy

guapa, pero si se enfada, tiene el mismo temperamento que su novio. Podrá decir lo

que quiera, pero estos dos tienen algo, te lo digo yo - y le guiñó un ojo al caballo -

El collar me lo ha dicho.

A-Un dio un soplido y empezó a trotar para alcanzar a su amiga.

- ¡Eso, corre! ¡Piensa que estoy loco! - le dijo todavía al caballo cuando éste ya había

desaparecido en la noche - ¡Pero te equivocas! ¡No estoy loco! ¡Uyy, una rata!

Mmm… la cena….

El caballo alcanzó a la joven.

- Gracias A-Un. Sin vosotros no habría encontrado a Totosai, ni tendría esta

magnífica arma - se palmeó el bolsillo, donde guardaba su nueva posesión - Y ahora

vayamos a la aldea más cercana. Es peligroso pasar la noche en medio de la nada,

sobretodo, habiendo tantos peligros cerca.

Page 138: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 31: Libre soy cuando estoy contigo

Megumi estaba arrodillada en el suelo, junto a un cubo de agua y una bayeta. A sus pies, se

encontraba una colcha de seda verde con dibujos de hojas. Sobre ésta, un muchacho

descansaba con los ojos cerrados y la boca prieta.

Megumi metió la bayeta en el agua fría del cubo y se la posó en la cabeza al joven, para

retirarle el sudor y que la fiebre le bajara.

Debido al contraste de su frente con el paño húmedo, el chico se despertó.

- ¿Me….Megumi? - preguntó él, todavía medio adormilado.

- ¡Shh! - le indicó ella, colocándose un dedo en los labios - Tienes que descansar.

El chico no le prestó atención e intentó erguirse. Pero no había sido una buena idea;

enseguida notó la herida en su pecho oprimiéndole con fuerza.

- ¡Ahh! - se quejó con los dientes apretados - ¡Maldito Sesshomaru!

Megumi le ayudó a tumbarse de nuevo.

- ¡Maldito tú! - le espetó enfurecida - ¿Es que no te das cuenta de la gravedad de la

situación?

Kohaku la miró perplejo. ¡Claro que se daba cuenta! Él casi moría por culpa de ese

demonio.

- ¡Casi me mata! ¡Por supuesto que entiendo lo grave que es esto! Y en cuanto me

levante, iré a buscarle y…

Megumi le dio un guantazo. Kohaku la miró sinceramente sorprendido.

- ¿A qué viene eso? ¿Yo que te he hecho?

- ¡Eres un imbécil! - replicó ella, con los ojos enrojecidos - ¡Y un estúpido!

- Megumi… - Kohaku no sabía qué hacer. De los ojos de la chica brotaban

silenciosas lágrimas surcándole las mejillas hasta llegar a la piel blanca del cuello.

Lo miraba como si estuviera enfadada, furiosa. Y, de hecho, lo estaba. Pero su

semblante no sólo era de enfado, sino también de preocupación. ¿Megumi… estaba

preocupada por él?

- ¡¿Te paraste a pensar que Sesshomaru es mucho más fuerte que tú?! - continuó ella

- No tenías ninguna posibilidad. ¡Si sigues vivo es porque él no ha querido matarte!

- ¡Pero si me atravesó el pecho! - se quejó.

- Ya lo sé. Lo sé. Y tampoco me parece bien. Pero dime… ¿quién atacó primero al

otro? ¿Él o tú?

El chico guardó silencio, delatándose.

- Me lo temía - susurró ella, decepcionada - Sesshomaru sólo es violento si se le

provoca. Tú le provocaste y él, que tiene mucho genio y muy poca paciencia, se

hartó de ti. Lo que hizo no estuvo bien, pero tú… ¡eres lo peor!

Page 139: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Megumi se dispuso a golpearlo de nuevo, pero el chico le agarró la muñeca con fuerza

antes de que ésta le alcanzara y se irguió con dificultad hasta quedar sentado en la colcha, al

mismo nivel que ella, que estaba de rodillas.

- ¿Por qué lloras si tanto me odias? - le preguntó en voz suave y calmada.

Megumi miró hacia otro lado. Intentó que el joven le soltara la muñeca y, para su sorpresa,

lo hizo.

- ¿Y tú por qué insistes en que Rin sea tuya cuando ella no quiere?

El chico tampoco respondió.

Megumi miraba el suelo, incómoda. Y Kohaku la miraba a ella, con curiosidad.

- Porque la quiero - dijo él, finalmente - Bueno…la quería, o eso pensaba.

La chica lo miró un instante.

- ¿Qué quieres decir con que eso pensabas?

- Pensé que ella me gustaba… pero ahora sé que sólo lo pensaba porque nunca antes

me había enamorado de nadie.

- ¿Te has enamorado de ella? - quiso saber Megumi.

- De ella no - Kohaku volvió a tumbarse, sin mirar a la chica y le dio la espalda.

Ésta estaba sorprendida. Se quedó de piedra un instante, intentando procesar lo que el joven

exterminador había dicho: de ella no.Entonces, ¿de quién?

Una idea surcó su mente como un relámpago divino. ¿Se refería Kohaku a que él la amaba

a…?

Se levantó en el acto y salió de la cabaña, confusa.

- Voy a por más agua - dijo sin recoger el cubo ni la bayeta.

* * *

Rin y A-Un habían pasado la noche en un establo, en una pequeña aldea que daba al mar.

En cuanto salió el sol, se escabulleron del establo sin que nadie los viera y se acercaron a la

costa, donde el olor a muelle y algas se extendía por todos lados.

- ¡Guao! ¡Es precioso! - exclamó Rin totalmente asombrada - Es la primera vez que

veo el mar.

Page 140: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

La chiquilla se acercó corriendo hasta la orilla y dejó que el agua le bañara los pies. Notaba

la arena entre sus dedos, y las algas del mar haciéndole cosquillas. El agua era trasparente y

cristalina, y el cielo, más azul que el propio mar.

Cerró los ojos un instante y notó la brisa en la cara y el olor a sal y algas que ésta

desprendía. Sus cabellos ondeaban al viento y se le enredaban los mechones negros unos

con otros, dejándose mecer por él.

Desplegó los brazos y respiró profundamente, disfrutando de la sensación de libertad que la

invadía en ese momento y empezó a reír. Rió con ilusión, con felicidad, con frenesís. Rió a

carcajadas y se dejó caer hacia atrás, quedando su espalda y cabellos llenos de arena.

- Soy libre - dijo en voz baja, como sin creérselo - ¡Soy libre! ¡Yuhuuu! - gritó a

todo pulmón, desahogándose y dejando que toda la presión que llevaba acumulada

de las últimas semanas desapareciera de su cuerpo, fugándose por la boca -

Sesshomaru, ojalá estuvieras aquí para ver esto.

Rin recordaba la vez que, siendo muy pequeña, le preguntó al demonio si algún día la

llevaría a ver el mar.

- Algún día - había dicho él.

Hubiera querido que él estuviera ahí en ese preciso instante, abrazándola, besándola.

Se llevó las manos a los labios y recordó ese primer beso que él le había dado. Recordó que

ella le estaba gritando, le decía que le había amado desde el primer instante en que lo vio. Y

él, sin dejarla terminar, la besó con sus fríos labios, como si no hubiera nada mejor en el

mundo.

- Me besó - dijo ella, temblando - Aún no puedo creerlo. Nunca pensé que él…

Se levantó del suelo y se sacudió la arena de su traje negro. Se acercó al agua y contempló

su reflejo: era alta y esbelta. Llevaba unos pantalones y una camisa de manga larga que se

ajustaban perfectamente a su figura femenina. Le cubrían los pies unas botas negras con los

bordes rosas, similares a las de Sango, y una pequeña tela rosa se apretaba a su cintura y le

llegaba hasta medio pecho, haciendo la función de una fina armadura contra los golpes que

pudieran alcanzarla. A un lado del cinto, llevaba una daga que había conservado de su

padre, cuando ella aún tenía cuatro años y él estaba vivo. Y, finalmente, en el interior de la

bota derecha, llevaba el abanico, plegado y con las cuchillas recogidas para no hacerse

daño.

Se miraba en el agua y no se reconocía. No ya por el hecho de ser una mujer, sino porque

no llevaba sus habituales kimonos, ni iba descalza. Cazadora, guerrera, luchadora… en

todas esas cosas se había convertido. Pero algo seguía sin cuadrar todavía. Se miraba y se

miraba y no llegaba a averiguar qué era.

A-Un se acercó de repente y refregó una de sus cabezas a la chica, para que ésta lo

acariciara.

- Ahora no, Un, estoy pensando.

Page 141: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

El caballo se sintió molesto y la cabeza de Un le mordisqueó un poco el pelo.

- ¡Un, no seas malo! - entonces se dio cuenta - ¡Claro! Un, ¡eres un genio!

El caballo ladeó la cabeza, sin comprender.

Rin se arrancó un trozo de lazo de los que le sujetaban una de las botas y se lo llevó al pelo.

Se cepilló la melena abundante con los dedos y luego se subió los cabellos en alto, se ató el

lazo rosa con fuerza y dejó que la coleta le cayera larga y ligeramente ondulada por la

espalda. El color rosa del lazo hacía un fuerte contraste con la oscuridad de la melena, pero

le daba un aire elegante y femenino, tan propio de ella.

Volvió a mirarse.

- Ahora sí estoy lista.

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Capítulo 32: Los sentimientos de Megumi.

Había pasado un día y medio desde que Sesshomaru y Kohaku combatieron, y desde que

Rin se escapó de casa con A-Un para salvar a su demonio.

La chica se había visto obligada a desviarse e ir primero a ver al maestro Totosai para

conseguir que éste le forjara un arma y así poder salvar la vida de su señor. ¿De qué hubiera

servido, sino, aparecer con las manos vacías, implorándole que volviera? Lo único que

habría conseguido es que los peligros la mataran a ella por el camino, y ni siquiera le habría

alcanzado.

- Probablemente Sesshomaru ya habrá entrado en la cueva - se dijo - pero sé que

puede aguantar muchas horas sin ayuda de nadie. Seguro que aún está vivo.

Pero muy lejos de acertar, Sesshomaru, igual que el resto, se encontraban lejos de la cueva,

buscándola por los alrededores del monte y las inmediaciones de los bosques y aldeas

colindantes.

Rin no sabía que Sesshomaru había tenido que pararse para enfrentarse a Kohaku y que, por

tanto, se había retrasado. Ni tampoco sabía que Jaken había llegado a alcanzarlo y le había

contado que ella había partido hacia el monte. Rin no sabía nada, así que estaba convencida

de que su amado habría llegado ya a su destino y temía que pudiera perder la vida en el

intento. Pero no iba a rendirse. No iba a dejar que él muriera en el intento de encontrar la

misteriosa esfera de Kagura. Esta vez, pasara lo que pasara, sucediera lo que sucediera,

sería ella quien lucharía por crear un futuro para ambos.

Rin tomó las riendas de su montura e instó a A-Un para que se volara más deprisa hacia el

monte Fuji. No quedaba mucho tiempo.

* * *

- ¿Cómo está? - preguntó la hermosa Yuki dándole un cubo con agua fresca a

Megumi - ¿Ha mejorado?

Megumi asintió levemente.

- Está algo mejor. La herida se le ha cerrado y respira normalmente, pero aún no

puede ponerse en pie - suspiró tristemente.

Yuki se dio cuenta de que algo grave le pasaba a su amiga y le puso una mano en el

hombro.

- Siéntate - le dijo para que ésta tomara asiento a su lado.

Megumi la obedeció

Page 143: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¿Qué ocurre, Megumi? Últimamente estás muy apagada.

La morena ladeó la cabeza y desvió la mirada, perdiéndose en el infinito.

- No es nada. Sólo estoy algo cansada.

Yuki la miró de soslayo, perspicaz.

- ¿No será que estás preocupada por Kohaku? - señaló astutamente.

- ¿Eh? Yo, bueno, es que… está grave - se justificó.

- ¡Jajaja! - la rubia se echó a reír y le señaló la nariz con el dedo índice - ¡Te pillé! -

sonrió.

Megumi volvió a ladear la vista, ligeramente sonrojada, sin saber bien qué decir.

Yuki dejó de reírse y entrelazó las manos, apoyando la barbilla sobre ellas, y la miró con

ternura.

- ¿Te gusta Kohaku?

La morena la miró sorprendida. ¿Cómo había llegado Yuki tan rápido a una conclusión a la

que ella misma aún no había llegado?

- Pues… la verdad es que no lo sé.

Yuki se levantó de la mesa y fue a llenar un vaso con algo de té verde. Luego regresó a su

asiento y se lo tendió a su amiga.

- Bébetelo; te hará bien.

- Gracias - dijo Megumi, soplando a la taza y dándole pequeños sorbos.

- ¿Sabes? - dijo de repente Yuki, recostándose en su silla - El amor es de los

sentimientos más imprevisibles que existen.

Megumi la miró asombrada. Yuki era casi dos años más joven que ella y, sin embargo,

parecía saber tanto de la vida como si fuera una adulta. Era alguien muy madura para su

edad.

- Claro - continuó Yuki - Es fácil saber cuando alguien te odia. Basta con provocarle

o hacer daño a sus seres queridos. Entonces, indudablemente, su reacción será ira u

odio. Si eres amable con alguien, incluso con las personas que son más frías, se

sentirán alegres. Hay quienes lo demuestran abiertamente y quienes se lo guardan

para sí, pero se sentirán alegres. Pero el amor… - suspiró - Puedes actuar de mil

formas distintas y nunca sabrás si con eso alguien se está enamorando de ti - Miró a

Megumi - Pero cuando llega el amor, siempre es mejor abrirle la puerta y no ponerle

obstáculos, ¿no crees?

La morena asintió.

- Supongo que sí. Pero es que estoy tan confusa.

- ¿Confusa, por qué?

- Pff - resopló Megumi - por todo. Se supone que debería odiarlo o, al menos, que no

me cayera bien. Se ha portado fatal con Rin, y ella es mi mejor amiga. Tendría que

estar apoyándola en lugar de cuidar de él. Además, ha estado a punto de casarse con

ella. Es su casi marido. ¿No se supone que debería guardarle un respeto a esas

Page 144: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

cosas? Aunque Rin no le quiera, ¿está bien que su amiga se lance a por su ex

prometido? ¡Pff! - volvió a resoplar - ¡No sé qué hacer! - se llevó las manos a la

cabeza, desesperada.

Yuki se acercó a ella y le retiró las manos del rostro.

- ¿Por qué le quieres? - preguntó, con toda tranquilidad y una gran sonrisa serena que

apaciguaría hasta la bestia más feroz. Mirarla no sólo proporcionaba calma, sino que

ofrecía la seguridad que Megumi llevaba tanto tiempo necesitando - Quiero decir,

¿qué ves en él?

Megumi se tranquilizó un poco y respiró profundamente, escarbando en su memoria a la

espera de encontrar una respuesta sobre por qué se había enamorado de Kohaku, porque,

sin duda, se había enamorado.

- Creo que me ha gustado desde siempre - empezó - Cuando era pequeña él vivía en

la casa de Sango y yo solía verlo jugar de lejos. Siempre me había parecido muy

guapo y atlético, pero nunca fui capaz de hablar con él. Cuando se marchó de la

aldea para vivir en su propia casa y dedicarse a exterminar demonios, intenté

olvidarme de él y pensar más en mi vida y en la de mis amigos. Y lo había

conseguido pero…

- Pero hace un tiempo, regresó - sentenció la rubia.

- Así es - afirmó su amiga - Y desde entonces no me lo quito de la cabeza. Al

principio pensé que era una oportunidad que me brindaba el destino, que una fuerza

mayor estaba ayudándome para que nos conociéramos, pero él sólo tenía ojos para

Rin, para ella y nadie más - agachó la cabeza, apenada.

- ¿Estabas enfadada con ella?

- ¡No, no! - aclaró Megumi con rapidez - Yo sé que ella no tiene la culpa. Ambas

estábamos sufriendo mucho. Ella amaba a Sesshomaru, pero hasta que se dio cuenta

de eso, estuvo hecha un lío, y nadie se esforzaba en entenderla. Y yo me sentía

igual: frustrada y deprimida, pero no quise contárselo a nadie. Decidí guardar mis

penas para mí misma y sufrir yo sola en silencio. Al fin y al cabo, si Kohaku quería

casarse con Rin, estaba claro que no sentía nada por mí en absoluto.

Yuki se levantó de la silla y le dio un tierno abrazo a su amiga.

- Megumi - dijo sin soltarla de su abrazo - El destino sí te ha dado una oportunidad

para conocerle. Las personas a veces se equivocan en sus decisiones y no

comprenden bien sus propios sentimientos. Kohaku ha amado a Rin durante mucho

tiempo, pero después de lo que ha pasado es posible que se obre un cambio en su

actitud. Kohaku está madurando.

La morena abrió los ojos, sorprendida ante la evidencia de esa afirmación. Yuki tenía

razón: las personas cambian, y Kohaku es probable que estuviera reflexionando sobre su

comportamiento y sobre su futuro de ahora en adelante.

Megumi se apartó suavemente de su amiga y se puso en pie, decidida.

- Tienes razón - exclamó - Tengo que intentarlo - y miró la puerta de la habitación de

al lado, donde el apuesto joven descansaba de sus heridas profundamente dormido -

Pero eso no quita que se ha portado fatal hasta la fecha - dijo la chica bastante más

Page 145: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

repuesta y regresando a su tono avispado y alegre - Así que, primero, que sufra un

poco - miró a su alrededor - ¿Dónde has puesto el cubo con el agua fría?

Yuki le señaló un rincón en el suelo.

- ¿Qué piensas hacer? - preguntó la rubia, frunciendo el ceño.

- ¿Está muy, muy fría?

- Em… sí, bastante. ¿Por qué?

- ¡Je je! - rió Megumi - Creo que al guapito le conviene darse un baño, ¿no crees? - y

se dirigió con paso firme hacia la cama donde descansaba el muchacho.

Page 146: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 33: El Monte Fuji

Rin cabalgaba a toda velocidad por el aire, subida a lomos de A-Un.

- Más deprisa - le apremió - No sé cuánto más aguantará Sesshomaru en tierra

sagrada - y el animal aceleró el paso como pudo.

Iban a tanta velocidad que el viento enredaba los cabellos de la chica y las migajas del aire

le arañaban la cara, pero no le importaba. Rin sonreía, no porque estuviera feliz, sino

porque estaba decidida. "¿Quién soy? ¿Para qué he nacido?" Esas eran dos de las grandes

preguntas que la joven siempre se había hecho. "Si el destino me ha dejado morir varias

veces, me ha arrebatado mi casa, mi aldea, a mi padre, a mi madre y a mis hermanos, ¿por

qué sigo viva? ¿Qué misión tengo en este mundo?" Ahora lo sabía. Daba igual quien fuera

y de dónde venía. Daba igual su aspecto, su figura, su procedencia, su todo. Ella había

nacido para amar a Sesshomaru y para estar con él, para acompañarlo en cada trecho del

camino y darle felicidad y alegría siempre que pudiera. No había nada más importante para

ella en ese momento, ni en ese, ni en ninguno.

Rin quería mucho a las personas de la aldea: a Kaede, Inuyasha, Kagome, Sango, Miroku,

Shippo, Kirara, Yuki, Megumi… Kohaku. Su corazón no podía albergar odio ni rencor por

ninguno, nada más que alegría y felicidad. Shippo, Megumi y Yuki se habían internado en

el bosque sólo para conseguir alejar a los demás de ella y que pudiera hablar de una vez por

todas con su demonio. Shippo la había cuidado y protegido tantas veces y de tantas formas

posibles que había perdido la cuenta. Megumi la había acogido de noche en su casa y la

había aconsejado sobre cómo descubrir a quién amaba y poner orden por fin a sus

sentimientos. La quería como a una hermana y no podía más que estarle agradecida por

todo lo que había hecho por ella. Y Kaede y Sango… no estaba enfadada con ellas. Habían

sido las dos personas que más presión habían puesto sobre ella para forzarla a escoger

pretendiente y a casarse rápido, pero no podía odiarlas, ni culparlas de nada. Rin

comprendía perfectamente el poder y el peso que tenían las tradiciones y lo arraigadas que

podían vivir las costumbres en algunas personas, pero aún así, la chica sabía que no lo

habían hecho por su mal. Sólo querían asegurarse de que Rin tuviera un futuro agradable y

sin preocupaciones, con un buen marido, una buena casa y además, que fuera alguien que

pudiera protegerla. No habían pretendido nunca hacerle daño.

Y Kohaku… quería odiarlo, deseaba poder hacerlo con todas sus fuerzas y con todo su

corazón, pero no pudo. No pudo porque en el fondo le entendía perfectamente. Puede que

Kohaku hubiera sido demasiado protector, posesivo, y un idiota, pero a veces, cuando amas

a alguien, no se piensa racionalmente lo que uno hace.

- Si alguien quisiera quitarme a Sesshomaru, si alguien quisiera hacerle daño o

alejarlo para siempre de mi lado, yo sería posesiva - se dijo Rin a sí misma,

comprendiendo la gravedad de la situación.

Cuando se quiere tanto a alguien que hasta te duele el pecho, cuando lo miras y parece que

a través de sus ojos estás rozando un pedazo de cielo, cuando sólo con un simple contacto

te late el corazón desbocado hasta hacerte creer que no existe nada más en el mundo, sólo

esa persona y tú, entonces sientes que ya no puedes vivir sin ella y te aferras a ese

Page 147: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

sentimiento con toda tu alma. Y si alguien se atreve a intentar arrebatártelo, es como si te

faltara el aire y tu mera existencia estuviera perdiendo sentido.

Rin no sabía hasta qué punto Kohaku la había amado a ella. No sabía si había sido un mero

encaprichamiento o si de verdad había llegado a estar profundamente enamorado de ella,

pero fuera como fuese, ahora Rin entendía que, cuando no puedes conseguir aquello que

más deseas en el mundo, tu mundo se vuelvo pequeño y hostil y todo carece de sentido. Así

que, no, no podía odiar a Kohaku. Puede que lo hubiera odiado antes, pero ya nunca más

podría volver a hacerlo. Kohaku y ella eran iguales: luchaban con una voluntad imparable

para conseguir el destino que tanto anhelaban sus corazones.

A-Un empezó a descender un par de metros y lanzó un resoplido por la nariz.

- ¿Ya llegamos?

El caballo relinchó de nuevo.

- ¡Ah! ¡Allí es! - exclamó la chica señalando una montaña enorme que se alzaba ante

ellos - Aquella montaña es el monte Fuji. Date prisa - y se llevó la mano al corazón

- Espérame, Sesshomaru. Pronto te sacaré de allí.

* * *

Inuyasha y Shippo habían estado toda la tarde caminando por las aldeas cercanas al monte

preguntando si alguien había visto a una chica joven montada a un caballo volador. Pero

siempre respondían lo mismo.

- No, lo siento. No he visto a nadie así.

- No pasa nada. Gracias de todas formas.

Y seguían caminando en busca de alguien que la hubiera visto.

- ¿Crees que estará bien? - le preguntó de repente Shippo a Inuyasha - Rin siempre

se mete en problemas y necesita que alguien vaya a salvarla.

Inuyasha lo miró con las cejas alzadas.

- Oye, que tú tienes mujer - le dijo medio en broma, sonriendo como si acabara de

hacer un chiste gracioso.

Shippo le dio un codazo amistoso.

- No es eso. Rin es como mi hermana. Es que… ha cambiado tanto estos últimos

meses.

Varias mujeres pasaron junto a los dos chicos.

Page 148: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¡Eh, señoras! ¡Esperen! - las llamó Inuyasha - No habrán visto a una mujer joven

sobre un caballo volador, ¿verdad?

- ¿Un caballo volador? - dijo la más anciana. Luego negó con la cabeza - Ni idea.

Las demás hicieron otro tanto.

- Da igual. Muchas gracias - y siguieron caminando.

- Decía - continuó Shippo - que ya no me parece la misma pequeña Rin de hace unos

meses. Ella y yo siempre nos metíamos en problemas por andar por el bosque a altas

horas de la noche, y nos colábamos en campos de demonios y volvíamos loco a

Jaken - Shippo sonrió abiertamente, recordando todos los buenos momentos que

había pasado con su mejor amiga - Pero desde que empezó todo ese rollo sobre lo

de casarse antes de los dieciocho, escoger pretendientes y eso, su mirada cambió. Se

volvió mucho más… - titubeó, buscando la palabra adecuada.

- ¿Madura? - sugirió Inuyasha.

- ¡Eso es! Madura. Ahora sabe lo que quiere y, desde que tiene una meta, saca

fuerzas de donde no las hay para conseguirlo. Creo que estar enamorada le ha hecho

mucho bien. Por fin sabe quién es en esta vida y lo que de verdad quiere - Shippo

levantó la vista al cielo y sonrió - Por fin, desde que la conozco, veo que es

completamente feliz - se paró un momento para aspirar el aire y dejó que le entrara

en los pulmones, relajándose - Y yo le debo mucho, porque gracias a ella he sabido

distinguir quiénes eran mis verdaderos amigos y quiénes no. Nunca me ha dejado

solo y me ha acompañado en todas mis trastadas, sin delatarme nunca. Y si no fuera

por ella, nunca habría sido capaz de decirle a Yuki lo que sentía por ella. Así que,

estar aquí ahora, buscándola, es lo menos que puedo hacer por ella.

Inuyasha lo miró, enarcando las cejas de nuevo.

- Desde luego, que cursis sois los jóvenes hoy en día. Os resulta muy fácil hablar del

amor, como si fuera lo más importante del mundo, y como si fuera algo sencillo - se

rascó la cabeza con las garras - Pues yo no lo entiendo. ¿Qué crees que ve ella en mi

hermano? Es la persona más fría que he conocido en mi vida - se cruzó de brazos.

Shippo lo miró, incrédulo, y se echó a reír.

- ¡Jajajajaja! Hablas de él como si no tuviera sentimientos - y le dio una fuerte

palmada al semidemonio en el hombro.

- Es que no tiene - Inuyasha arrugó el morro, como si fuera un niño pequeño

enfadado, y se cruzó nuevamente de brazos - Es muy violento y no le importan los

sentimientos de los demás.

Shippo sonrió.

- ¿Violento? ¿A quién me suena eso?

Inuyasha lo miró de reojo.

- Yo no soy violento - dijo, riendo - Él es el violento.

- Que sí, que sí - siguió riendo Shippo - Lo que tú digas.

En ese instante, una voz conocida les llamó desde lejos.

- ¡Eeehh! ¡¡Inuyasha, Shippo!!

Page 149: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Kagome venía corriendo a la carrera desde varios metros más allá. En cuanto llegó hasta

ellos, se paró a tomar aliento, jadeando.

- Kagome, ¿qué ocurre?

- La han visto - soltó ella, entre jadeo y jadeo - Un anciano ha visto a un caballo de

dos cabezas sobrevolando la aldea en dirección a la montaña.

Inuyasha la cogió por los hombros.

- ¿Hace cuánto tiempo de eso, Kagome?

- Quince minutos.

Sesshomaru estaba sobrevolando el profundo bosque que había a los pies del monte Fuji.

Se había esmerado en inspeccionar bajo cada árbol, cada piedra, cada tramo de río, cada

rincón. Había intentado detectar olor a sangre, por si estaba herida, por si algún demonio la

había atacado y estaba intentando devorarla, pero no olió nada fuera de lo común.

El aire era frío y la brisa le traía el olor a agua salada y algas marinas.

- El mar está cerca - pensó el demonio e inmediatamente su mente se transportó a

aquel día en que le prometió a la pequeña llevarla en un futuro a ver el mar. En

realidad, no estaba seguro si en aquel entonces se lo había dicho en serio o sólo para

que ella estuviera feliz creyéndolo, pero justo en ese instante le hubiera gustado

poder llevarla hasta la arena y dejar que la chica corriera descalza entre la espuma

de las olas del mar. A él no le gustaba mucho la playa, pero cualquier lugar era

bueno siempre que ella estuviera con él.

De repente, el viento cambió de dirección y el olor a roca de la montaña le dio de lleno en

la nariz. Sesshomaru inspiró el aire, pensativo. Un suave aroma acarició su nariz y una

sensación conocida lo envolvió por completo.

- Es el olor de Rin - dijo serio y miró hacia el monte Fuji - Proviene de la montaña -

y partió hacia el lugar a la velocidad de un rayo.

Page 150: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 34: En la boca del lobo

Rin pasó una pierna sobre A-Un, quedándose sentada de lado sobre él, y luego bajó al suelo

de un salto.

- ¿Estáis seguros de que esta es la cueva? - susurró ella en voz baja - De camino aquí

hemos visto unas cuantas.

A-Un relinchó ligeramente y clavó las pezuñas en el suelo, con fuerza.

- Vale, vale, está bien - dijo Rin, acariciándole el lomo para que se calmara - Esta es

la cueva - consintió.

Rin dio un par de pasos cautelosos para acercarse a la entrada. Aunque fuera plena tarde, la

cueva se encontraba sumida en una inquietante oscuridad.

- Sesshomaru, ¿estás ahí? - dijo ella en voz baja, temerosa de lo que pudiera

encontrarse - ¿Señor Sesshomaru?

Pero nadie contestó. Sólo el eco de su propia voz le fue devuelto como respuesta. La joven

dio un par de pasos más y penetró definitivamente en el umbral de la cueva.

- ¿Sesshomaru?

Nadie contestó

- ¿Hay alguien?

Sólo silencio.

A-Un la seguía de cerca, justo detrás de la chica. Pero de repente, empezó a jadear y se

derrumbó en el suelo con un gran estrépito. Rin se volvió en el acto.

- A-Un, ¿estás bien? - lo miró horrorizada - ¿Qué te pasa?

El caballo alado se encontraba tumbado en el suelo. Respiraba con dificultad y jadeaba.

- ¡Oh, Dios mío! No sé qué hacer.

Miró al pobre animal, impotente, observando cómo relinchaba y resoplaba dolorido. La

chica se agachó junto a él y tiró de sus riendas para ponerlo en pie de nuevo.

- Vamos, pequeño, vamos a alejarte de la cueva.

* * *

Shippo, Kagome e Inuyasha corrían a toda velocidad por el bosque que subía a la Montaña

Fuji.

- ¿Creéis que llegaremos a tiempo de detenerla? - preguntó Kagome, visiblemente

preocupada - Pensad que nos lleva quince minutos de ventaja. Y ella iba volando.

Page 151: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Ya habrá entrado - aseguró Shippo - La conozco. Si cree que la vida de

Sesshomaru peligra, lo va a dar todo por él, incluso su vida.

Una sombra apareció de repente e Inuyasha se chocó contra ella de forma brusca. Ambos

cayeron al suelo.

- ¡Maldita sea! - dijo el semi-demonio, levantándose - ¿Quién puñetas…

¿Sesshomaru?

El demonio de la luna lo miró con hostilidad y se levantó elegantemente del suelo.

- No me estorbes, híbrido, tengo prisa.

- ¿Cómo que híbrido? ¿Me estás insultando?

- Sesshomaru - Kagome posó una mano en el brazo de su marido para que se

calmara mientras se dirigía al demonio - Un anciano nos ha dicho que han visto a

una muchacha joven y un caballo volador llegando al monte.

- Lo sé - respondió Sesshomaru secamente - Los he olido. No perdamos tiempo.

Y siguieron corriendo desesperadamente hacia la cima. Lo que ellos no sabían es que ya

nadie podría ayudarla.

* * *

- A-Un, quedaos aquí, ¿vale? - Rin acarició el lomo del animal y abrazó una de sus

dos cabezas - Estáis cerca de la cueva, pero no lo suficiente para que os afecte como

antes. Yo voy a entrar, pero volveré pronto.

Y se apartó del animal. A-Un relinchó de forma lastimera. Rin se volvió para mirarlo.

- No te preocupes - le sonrió - Todo saldrá bien. Confía en mí - y echó a correr hacia

el lugar.

Sin perder ni un instante más, entró en la cueva y se fundió con la oscuridad que reinaba en

el interior, como si todo el lugar fuera la negra garganta de un lobo que acabara de tragarla.

¿Qué peligros aguardarían en su interior? ¿Qué clase de criaturas y monstruos la atacarían?

¿Estaría Sesshomaru aún con vida, o ya habría sido derrotado por el cansancio y el esfuerzo

de permanecer tantas horas en un lugar sagrado y hostil como ese?

Rin miraba a su alrededor, sin ver nada, pero todo el lugar emitía extrañas vibraciones que

hacían que la joven se estremeciera de miedo a cada paso que daba. Cada rincón y cada

hueco parecían tan misteriosos que Rin veía por todas partes la palabra "Peligro"Pero no

miró atrás ni una sola vez. No sintió deseos de huir, ni de volver a casa, ni de abandonar

esta peligrosa y arriesgada misión. Tenía miedo, sí, pero se tragaba el orgullo y el temor y

caminaba decidida hacia delante.

Page 152: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Cuando quieres tanto a alguien como yo a Sesshomaru, no se tienen dudas - se dijo

a sí misma en voz baja - Lo encontraré y lo llevaré de vuelta a la salida. Da igual si

conseguimos la esfera o no. Lo importante es que él no muera en vano en esta

cueva, y menos por mí. No lo permitiré.

De repente, oyó un crujido y luego todo se quedó en silencio.

Rin se agazapó contra una de las paredes y se quedó quieta, intentando vislumbrar algo en

mitad de la espesa oscuridad, pero no vio nada.

- ¿Sesshomaru? - susurró, muy, muy flojo, casi de forma inaudible - ¿Eres tú?

No pudo ver nada en medio de la oscuridad que reinaba en la zona, pero el crujido se

repitió de nuevo.

La chica se levantó despacio, intentando ser lo más cautelosa que pudiera, y con suma

lentitud para no ser descubierta, descendió la mano hasta el muslo y sacó su nuevo abanico,

desenvainando luego las cuchillas. Al abrirlas, el objeto desprendió un ligero silbido. Rin

dejó de respirar, temiendo que la hubieran oído.

De repente, algo brilló en el aire y una flecha surcó la oscuridad y se le clavó en el hombro.

Rin cayó hacia atrás, viéndose totalmente sorprendida y ahora además, herida.

- ¡Ahh! - Rin lanzó un chillido de dolor y se miró el hombro: le corría algo de

sangre. Tragó saliva y se llevó una mano a la flecha, respiró hondo y se la sacó del

brazo, arrancándose un nuevo grito de dolor.

Luego se puso en pie en seguida y adoptó una actitud defensiva, blandiendo el abanico por

delante.

- ¿Quién anda ahí? ¡Muéstrate si tienes valor! - dijo, muy segura de sí misma.

Otra flecha voló por el aire hacia ella, pero esta vez, Rin estaba en guardia y la desvió

simplemente con agitar el abanico.

Se oyó una voz de fondo.

- ¿Quién eres?

La pregunta era la misma, pero esta vez la persona que la había formulado era totalmente

distinta a la primera.

Una silueta surgió de entre las sombras y se abrió camino hacia la joven.

- ¡Quieta! ¡No des ni un paso más! - amenazó Rin, apuntando con el abanico.

La sombra se paró. Era una mujer joven, vestida con una armadura de cobre y armada con

un buen arco y un carcaj de flechas.

- He preguntado quién eres - repitió la mujer, con voz metálica.

- Me llamo Rin, y he venido a salvar a un demonio.

Page 153: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Los demonios no pueden entrar aquí - anunció la mujer armada - Todo demonio

que entra, muere.

Rin apretó los dientes de rabia y acercó las puntas del abanico al cuello de la mujer.

- ¡Eso es mentira! - dijo enfurecida - ¿Qué le habéis hecho?

La mujer ni se inmutó. Se limitó a mirarla con sus ojos fríos y hostiles y habló de nuevo,

con un tono de voz todavía más frío y cruel.

- Nadie debe entrar aquí. Los humanos también deben morir - e hizo una señal con la

mano.

Justo en ese instante, una lluvia de flechas surgió de la oscuridad y se dirigieron hacia Rin.

La chica dio un paso atrás y se alejó de la mujer.

- ¿De dónde salen tantas flechas? - se dijo, intentando desviarlas como podía.

Y entonces las vio. Un grupo de mujeres fantasma, vestidas con armaduras de cobre iguales

a las de la primera mujer. Se encontraban dispersas por toda la estancia, disparándole

puntiagudas flechas para matarla.

Rin agitaba el abanico aquí y allá, intentado defenderse. Dio un salto y cayó al suelo,

esquivando otro montón que se dirigían a la vez hacia ella.

- No puedo hacerlo. Son demasiadas.

Pero entonces vio brillar la luna en su arma negra y recordó de inmediato todo lo que estaba

en juego.

- No puedo rendirme -se levantó - ¡Esto va por Sesshomaru!

Alzó el abanico en el aire y lo impulsó hacia delante con todas sus fuerzas, deseando

fervientemente que ese supuesto poder que el arma poseía de verdad funcionase.

El abanico surcó el aire y cortó las cabezas de un buen grupo de mujeres fantasma que se

encontraban en primera fila, rebanándoselas de un tajo. Y luego, siguiendo su efecto

boomerang, regresó a las manos de Rin, que lo interceptó sin problemas.

- Siguiente fila. ¡Adelante! - ordenó la primera mujer de la armadura de cobre.

Otro grupo de mujeres surgió de entre las sombras y se colocó en el lugar de las primeras,

que se habían desvanecido en la nada. Una nueva lluvia de flechas saltó por la bóveda de

piedra y rodeó a la muchacha, terriblemente asustada. Intentó desviarlas de nuevo, pero una

se le clavó en el brazo y otra le dio en la pierna.

- ¡Ahhh! - se lamentó, encogiéndose de dolor. Pero si se rendía ahora, moriría como

tanta gente lo había hecho hasta ahora. ¡No! ¡No podría darse por vencida!

Lanzó nuevamente el abanico, a pesar del fuerte dolor que sentía, y rebanó otras tantas

cabezas, que cayeron al suelo y desaparecieron con sus dueñas.

- Siguiente fila. ¡Avance!

Page 154: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Cuando Rin oyó de nuevo esas palabras, se estremeció. ¿Cuánto tiempo más iba a poder

aguantar? Y es más, ¿cuántas mujeres fantasma había en la maldita cueva? ¿Es que no se

acababan nunca?

- ¡Apunten!

La morena buscó con la mirada rápidamente una salida o, sino, cualquier hueco o grieta que

le pudiera servir de vía de escape.

- ¡Disparen!

Otra lluvia de flechas se le echó encima y Rin volvió a esquivarlas. Pero luego, en lugar de

contraatacar, empezó a correr así como pudo, cojeando, hacia el fondo de la cueva: la salida

más próxima. Las flechas volaban a un lado y otro de su persona, pero no podían

alcanzarla.

- La salida. Tengo que llegar a la salida de este tramo.

Sin embargo, no parecía que las mujeres estuvieran dispuestas a permitírselo.

- Este no es lugar para humanos - dijo la mujer de la armadura.

Rin no le hizo caso. Siguió corriendo hacia el hueco que había vislumbrado en el suelo.

Pero la mujer, que tensaba rápidamente su magnífico arco, no iba a dejar que la joven

escapara de su emboscada. Apuntó a la espalda de la joven, tensó con más fuerza

y…disparó. La había alcanzado.

La chica cayó al suelo bruscamente. La flecha se le había clavado en las costillas y la había

dejado abatida. Rin se dio la vuelta con lentitud, gimiendo, y vio que la mujer estaba

repentinamente frente a ella, con otra flecha cargada en su arco.

- Prepárate a morir.

- Creo que hoy no - y le lanzó el abanico, rebanándole la cabeza.

En cuanto la mujer de la armadura de cobre hubo muerto, todas las demás desaparecieron

en el acto.

* * *

- Mirad, aquí está A-Un - exclamó Shippo nada más verlo.

El caballo gruñó.

- Pobrecito - Kagome le abrazó - Está muy mareado.

- Mmm… creo yo también lo estoy.

Shippo empezó a tambalearse y tuvo que sentarse un momento en el suelo a descansar.

- Estamos en suelo sagrado - aclaró Sesshomaru - No es lugar para demonios - y se

dirigió a la entrada.

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- Espera, Sesshomaru - lo llamó su hermano Inuyasha - Tú tampoco aguantarás ahí

mucho ¡Es una locura!

El demonio de la luna le puso una mano en el hombro y lo miró a los ojos con severidad.

- Esto tengo que hacerlo yo solo - y se adentró en las profundidades de la cueva.

- ¡Maldita sea! ¡Será idiota! - se quejó el semi-demonio, empezando a sentir también

los efectos de la tierra sagrada - A este paso morirá antes de encontrarla.

- ¿Cuánto puede aguantar ahí un demonio completo? - quiso saber Kagome, que

desconocía totalmente el tema.

- Si es un demonio débil, poco. Pero tratándose de él, puede aguantar hasta un par de

días. Eso si no le hieren. Si ese fuera el caso, moriría en cuestión de horas.

- ¿Y qué propones? - preguntó Shippo, intentando ponerse en pie sin poder hacerlo -

¿Cómo sino vamos a salvarla?

- Entraré yo - anunció Kagome, decidida y se llevó el carcaj al hombro - A mí no me

afecta la tierra sagrada. Y tú, Inuyasha, acabarás convirtiéndote en humano, así que,

ven conmigo.

El semi-demonio la miró un instante, y asintió.

- Esperad, ¿y yo? - se quejó Shippo.

- Tú te quedas. Cuida de A-Un - echaron a correr. Antes de entrar, Kagome se dio un

instante la vuelta - Volveremos pronto - y desaparecieron también en la cueva.

- ¡¡Nooo!! - Shippo le dio un puñetazo al suelo, furioso - ¡¡Rin!! ¡Maldita sea!

¡¡Rin!!

Pero ella no podía oírlo. Ninguno de ellos podía oírlo ya, pues los peligros de esa cueva no

habían hecho más que comenzar.

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Capítulo 35: Más allá de la muerte

Rin se encontraba sentada en el suelo, jadeante y débil.

- Parece mentira. Sólo me han atacado una vez y ya estoy destrozada - sonrió

irónicamente e intentó calcular cuantas heridas le habían hecho.

Tenía una pequeña en el hombro, que ya no le dolía. Se le habían clavado dos flechas más:

una en el brazo con el que lanzaba el abanico, y otra en la pierna, haciendo que estuviera

ligeramente coja. Esta última le dolía bastante. Pero, sin duda alguna, el dolor más intenso

lo sentía en las costillas, allí donde la mujer de la armadura de cobre le había lanzado su

última flecha. Por alguna razón, es como si la flecha de esa mujer fuera distintas a las del

resto de las fantasmas que la habían atacado.

Se llevó una mano al costado y confirmó lo que ya se temía.

- Ponzoña - dijo apartando su mano llena de sangre con burbujas violetas - Me ha

envenenado ¡Aaahh! - gimió.

Intentó ponerse en pie y apoyó las manos en la pared, ligeramente mareada.

- Esto es lo que le debió pasar a Sesshomaru el día que volvió para curarse en el río.

Cerró los ojos y lo pensó cuidadosamente. Si Sesshomaru, que era un demonio fuerte y

poderoso, había sido incapaz de recuperarse del ataque dentro de la cueva, ella, que no era

más que una joven humana, no iba a poder superar esto. El veneno se estaba extendiendo

rápidamente por su cuerpo y ella lo sabía.

- Tengo que encontrarlo antes de que la ponzoña acabe conmigo. A lo mejor él

puede sacarnos - y siguió caminando lenta y dificultosamente.

* * *

Sesshomaru no caminaba, pero tampoco se puede decir que corriera. Prácticamente volaba

por el interior de la cueva, a la máxima velocidad que su fuerte cuerpo de demonio le

permitía. Empezaba a sentirse débil, pues a cada metro que avanzaba, el poder de la tierra

sagrada era más potente y su instinto animal le decía que diera la vuelta si quería conservar

la vida, pero no iba a hacerlo. No daría la vuelta bajo ningún concepto.

- ¿Salvar mi vida? - se dijo - ¿Para qué la quiero si no puedo salvarla a ella?

Él sabía que ella estaba ahí. Sabía que estaba cerca. Notaba su olor, oía sus pasos, incluso

podía sentir el latido acelerado y asustado de su corazón, y eso le partía el alma.

- Ella tiene miedo - pensaba una y otra vez - Está sola y yo no puedo encontrarla.

Volaba lo más deprisa que podía, pero todos los caminos dentro de la cueva eran iguales.

Había numerosos pasadizos y túneles, incluso a veces habitaciones. Sesshomaru intentaba

evitar a los enemigos, pero no lograba dar con ella. De repente, dejó de oírla respirar.

Page 157: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Tuvo que detenerse un momento, porque estaba frenético. Lo que más le importaba en este

mundo era la vida de ella y estaba a punto de escapársele de entre las manos. Empezó a

temblar de rabia y apretó la mandíbula hasta clavarse los colmillos en sus finos labios y

hacerse sangre.

- ¡¿Por qué no puedo encontrarla?! - dio un puñetazo en la pared, con furia, y una

roca que sobresalía de la superficie rocosa se rompió, haciéndose añicos - ¿Por qué

ya no la oigo?

Cerró los ojos y escuchó con atención. Silencio, crujidos, las pisadas de Inuyasha y

Kagome todavía cerca de la entrada, sombras acercándose, más crujidos, silencio….

- Bo-bom

Un latido.

- Bo-bom, bo-bom, bo-bom, bo-bom…

Los latidos del pecho de Rin.

Sesshomaru se dio impulso enseguida y siguió sobrevolando el interior de la cueva con

rapidez.

- No dejes de respirar, Rin. Tus latidos son mi guía.

* * *

La morena había llegado a una especie de camino cortado. No había más que muro y no

veía ninguna posible continuación.

- Creo que me he vuelto a equivocar.

Se sentó en el suelo un momento y contó sus respiraciones para calmarse. Se levantó un

poco la camisa raída y vio que el veneno se había extendido mucho. Lo que antes era sólo

un punto violeta, ahora tenía el tamaño de un puño. Las burbujas no paraban de salir de la

herida, que se negaba a cerrarse, dejando así un delicioso rastro de veneno y sangre para

cualquier enemigo que estuviera en la zona.

Se llevó una mano al pecho.

- Casi no puedo respirar.

De repente, vio algo brillar en el techo. Al momento, desapareció. Luego volvió a aparecer.

Page 158: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

La chica fijó la mirada en ese punto del techo y pudo adivinar lo que eran: unos ojos

parpadeantes. Se puso en pie con lentitud y desenvainó el abanico. Las cuchillas hicieron

un silbido al salir.

La criatura, viéndose descubierta, se dejó caer al suelo y apareció frente a la chica. Era una

especie de lagarto gigante de color verde oscuro y marronoso. Su cuerpo estaba cubierto de

escamas y sus manos y pies eran como patas membranosas de las cuales no surgían ni

garras.

- Pero si no tiene uñas - pensó Rin, confiada - Este no supondrá ningún problema.

Pero entonces, el lagarto gigante sacó su larga lengua azulada y la pegó al abanico.

- ¡Eh! ¡Qué haces!

Rin tiró de su arma con fuerza, pero el lagarto la tenía bien sujeta y la lanzó con la lengua

por los aires, lejos de la pequeña.

- ¡Oh, no! Sin el arma… yo…no valgo nada como luchadora.

Recordó las palabras de advertencia del maestro Totosai:

- Si se pierde, no te servirá de mucho. Ahí dependerá de tu habilidad para la lucha,

que es poca.

"Que es poca", "Que es poca", "Que es poca", "Que es poca"…

Se sintió totalmente desolada. Si no hubiera sido tan confiada, ahora no estaría desarmada y

totalmente indefensa.

El lagarto se lanzó inmediatamente sobre Rin. A diferencia de las mujeres fantasma, esta

criatura demoníaca no hablaba, ni parecía inteligente. Tan sólo era un depredador gigante,

rápido y agresivo, que estaba dispuesto a matar a la humana para poder luego devorarla.

Rin se tiró al suelo y esquivó así su duro golpe. Se levantó deprisa y empezó a correr para

alejarse del lagarto, pero éste fue más rápido y le cerró el paso.

- ¿Dónde estás, abanico? ¿Dónde te ha lanzado?

El monstruo se lanzó de nuevo contra ella, pero la chica volvió a esquivarlo. El lagarto

chocó fuertemente contra la pared y ésta crujió entera, apareciendo grietas hasta en el techo.

- ¡Ahí está! - exclamó la joven en cuanto lo vio clavado en la pared de enfrente y se

movió rápida hacia él.

Pero ese descuido le costó caro. El lagarto se dio la vuelta y con la cola, le dio un fuerte

latigazo que le dio en el pecho y le golpeó la cara, partiéndole el labio. La pobre Rin fue

lanzada por los aires sin ningún escrúpulo. Las heridas de Rin se reabrieron y empezó a

salir sangre a borbotones. El veneno le nubló la vista y sintió cómo le fallaban las fuerzas.

- Después de todo lo que hemos pasado, ¿es así como voy a acabar?

Page 159: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

El lagarto se colocó frente a ella y abrió sus fauces. Un horrible sonido gutural salió de su

garganta y se inclinó sobre la joven.

- ¡¡Me niego!!

Rin se sacó la daga del bolsillo y, sin ver absolutamente nada, se inclinó hacia delante con

rapidez, cuchillo en mano, y desgarró la garganta del monstruo que tenía enfrente. La

sangre salió atropelladamente y a presión. Era de un color tan oscuro que casi se confundía

con la oscuridad de la cueva. El lagarto se retorció de dolor, chillando y contorsionándose

hasta que cayó muerto en el suelo.

Rin se dejó caer y perdió durante varios minutos el conocimiento. Al principio aún podía

ver las grietas del techo y las gotas de sangre de la criatura, que se extendían por las

paredes y el suelo. Finalmente, se le nubló la vista y cerró los ojos.

Page 160: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 36: Una luz en la oscuridad

Rin se encontraba en mitad de un claro en el bosque. Era de noche y una dulce brisa

soplaba entre los árboles, llenándola de tranquilidad y frescura.

Respiró el aire fresco y sonrió, relajada.

De pronto recordó todo lo que le había pasado en la cueva y se dio cuenta de que nada de

esto tenía sentido.

- ¿Dónde estoy? - se preguntó a sí misma, mirando alrededor sin comprender cómo

había podido salir de allí y cómo era posible que estuviera viva.

Se llevó las manos a la herida de las costillas, esperando sentir el dolor punzante que le

provocaba el veneno, pero no había nada allí. Ni rastro de la sangre, ni del veneno, ni de la

herida. Se miró el brazo, la pierna y el hombro. Se tocó el labio que supuestamente estaba

partido, pero allí no había nada más que su piel fina y delicada.

Todavía había una cosa que consideraba aún más insólita: su ropa. Vestía un traje largo de

seda blanca, como si fuera un largo camisón de algodón blanco, pero en seda. E iba

descalza. ¿A dónde habían ido a parar su traje de exterminadora y sus armas? ¿Dónde

estaban la daga y el abanico? ¿Y Sesshomaru? ¿Dónde estaba él?

Una voz se oyó en las cercanías y la muchacha la reconoció enseguida: era él, su demonio.

Corrió hacia la voz, repentinamente feliz de saber que el señor Sesshomaru estaba bien, que

el demonio de la luna había conseguido salvarse y sacarlos a los dos de allí sanos y salvos.

Corrió feliz y llena de dicha hasta salir de los arbustos y llegar donde él estaba.

- ¡Sesshomaru! ¡Sesshomaru! ¡Estoy aquí!

Se lanzó contra él para abrazarlo, pero, de alguna forma inexplicable, lo traspasó y se chocó

contra el árbol de atrás, cayendo de bruces contra el suelo.

Rin se sacudió la ropa y se levantó de nuevo.

- Señor Sesshomaru, ¿qué está pasando?

Pero él parecía como si no la viera. Estaba de pie, justo a su lado, hablando con una mujer

albina y llena de símbolos violáceos iguales a los del demonio de la luna: su madre.

La chica volvió a llamarlo, pero ninguno de los dos se dignó a mirarla, y cuando la joven

los tocó, su mano traspasó sus cuerpo, como si fuera un…

- ¿Fantasma? - aclaró una voz infantil.

- ¿Quién ha dicho eso?

Una ráfaga de viento envolvió a la joven y, de repente, apareció una niña junto a ella.

- Lo he dicho yo - le dijo - Yo soy la que vigila este mundo: la Guardiana.

Page 161: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Rin dio un paso atrás y la estudió con precaución. Era una niña bajita, aunque por su rostro

parecía tener unos catorce o quince años. Tenía el pelo gris brillante que le llegaba hasta

media espalda, y unos ojos totalmente blancos, muy, muy grandes. No tenía pupilas. Pero

tenía una sonrisa bonita y su tono de voz poseía un efecto tranquilizante.

- ¿Este mundo? ¿Quieres decir que… estoy muerta?

- Más o menos - la extraña niña agitó la mano en un signo de desdén y luego le

señaló el cielo - Por ahora estás simplemente en otro plano.

Rin miró a su alrededor y volvió a fijar su mirada en Sesshomaru y su madre, que seguían

hablando en mitad del bosque.

- Pero ¿dónde estoy exactamente?

- Ahí - la guardiana le señaló un rincón entre las matas y allí se vio.

Acurrucados entre las hojas, estaban ella y el señor Jaken, junto a A-Un, que mordisqueaba

las plantas. Era el único que estaba despierto. Rin y Jaken estaban completamente

dormidos.

- Pe…pero - se alteró Rin - ¿Cómo es posible? Yo estoy aquí. Yo… ahí tengo unos

¿siete años?

- Ocho - corrigió la guardiana - Tenías ocho años.

- Entonces esto es…

- Un recuerdo.

La niña de los ojos blancos la cogió de las manos y la acercó hacia su yo de cuando era más

joven.

- No se despertará, ¿verdad?

La albina negó con la cabeza.

- Hoy duermes profundamente.

- ¿Sabes? Se me hace raro verme a mí misma desde fuera. Se me ve tan tranquila y

tan sana.

- Lo estabas. En esa época eras muy feliz.

- Lo sé, porque estaba con él - dijo Rin, señalando a su querido demonio - Aunque

en ese entonces aún no sabía lo afortunada que era ni todas las barbaridades que nos

deparaba el futuro.

Rin suspiró.

- ¿Por qué estoy aquí?

La guardiana negó con la cabeza.

- No lo sé. Yo sólo soy la que abre la puerta hacia los mundos y la que vigila que

nadie vaya a donde no le pertenece. Has muerto, Rin. Moriste en la cueva. Y ahora

estás sumida en tus recuerdos, en un lugar que en realidad no es ningún sitio.

Rin se quedó pálida.

- ¿Mo…morí? - empezó a temblar - ¡Eso no es posible! Yo estoy aquí ahora mismo.

¡Puedo tocarme! Yo… - miró a la niña albina, desesperada, y su tono de voz

Page 162: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

empezó a apagarse hasta convertirse en amargura - Yo… fracasé. No pude salvarlo.

Es eso, ¿verdad? Morimos los dos.

La Guardiana cogió a Rin del brazo y la llevó hasta donde Sesshomaru y su madre

conversaban.

- ¡Shhh! - le indicó la niña, llevándose un dedo a los labios para que Rin guardara

silencio y se limitara a escuchar.

- Deberías ser más razonable, Sesshomaru. ¿Una humana viajando contigo? No es

precisamente una de las cosas más inteligentes que hayas hecho.

Sesshomaru se cruzó de brazos y miró hacia el cielo, indiferente.

- Esto no tiene nada que ver contigo. Vete.

- ¿Así tratas a tu madre? No has cambiado nada, hijo mío.

- Al parecer, tú tampoco - le contestó en el mismo tono frío y hostil que ella siempre

tenía, aunque fuera con su propio hijo.

La mujer demonio hizo un gesto con la mano.

- Sólo intento advertirte. Los demonios son una evolución de los humanos. Las

personas son débiles y codiciosas, y es precisamente esa debilidad lo que hace que

se entreguen tan fácilmente a los placeres prohibidos y a fuerzas demoníacas que

están fuera de su alcance. Sesshomaru, eres un demonio fuerte y estás intentando

convertirte en el amo y señor de un ejército, como antaño hizo tu padre. No puedes

permitirte debilidades. ¡Mírala, es sólo una niña!

Sesshomaru bajó la vista y la dirigió hacia la pequeña de ocho años que dormía en el suelo.

- ¿Debilidad? - se burló - La veo madre, y no veo nada de lo que preocuparme en

ella.

- No es de ella de quien hablo, es de ti. ¿Por qué la llevas contigo si no es poderosa,

ni es un guerrero, ni tan siquiera es capaz de defenderse sola?

El demonio de la luna se acercó a la niña dormida y se agachó junto a ella, contemplándola.

Ella respiraba dulcemente, y su pecho subía arriba y abajo con lentitud. Sesshomaru le

acarició ligeramente la cara y la miró con ternura.

- Porque es lo más bello que he visto en mi vida - dijo en un susurro.

- ¿Qué? - preguntó su madre, que no le había llegado a oír bien.

Sesshomaru se levantó.

- Nada de esto es asunto tuyo, ni si consigo hacer un ejército ni mis ambiciones

como guerrero. No tengo debilidades, y si las tuviera, desde luego no dejaría que ni

tú ni nadie las supiera. Gracias por las advertencias, pero no me hacen falta.

La mujer demonio lo miró con frialdad y alzó el rostro en un gesto altivo.

- Como quieras, Sesshomaru. Pero he visto antes de ti muchos demonios poderosos

que han sucumbido a los encantos de una mujer humana. Tu padre fue uno de ellos.

Page 163: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Esa humana te hará mal, Sesshomaru, y tu presencia tampoco le hará ningún bien a

ella.

Y se transformó en un demonio zorro que desapareció elegantemente en el cielo de la

noche.

- ¿Lo has oído todo? - le preguntó la guardiana a Rin con tranquilidad.

- Sí - afirmó la morena lentamente - Lo he oído - y guardó silencio, sin saber qué

pensar.

- Este recuerdo - continuó la niña de ojos blancos - ha estado guardado en tu mente

sin que tú lo supieras. La mente humana, aunque esté dormida, puede percibir lo

que pasa a su alrededor y lo almacena en el subconsciente. No sé por qué ha

escogido precisamente este recuerdo, pero está claro que tu consciencia quiere que

aproveches este momento para que aprendas algo. ¿Qué has aprendido?

Rin guardó silencio durante un instante y respiró hondo.

- Ahora sé que Sesshomaru supo desde el principio que yo era su debilidad, y sin

embargo, se ha arriesgado todo este tiempo para poder estar conmigo y cuidarme.

También sé ahora que fue su madre la que le metió esa idea en la cabeza de que una

humana no debería estar con un demonio, porque no es bueno para nadie. Pero al

menos ahora sabemos que eso no es del todo cierto, que quien lucha por ello, puede

escribir su propio destino. Y yo quería escribir un destino para nosotros. Él ha

luchado para que estuviéramos juntos desde que yo era una niña. Sabía que me

quería, pero no hasta el punto de saber que soy su debilidad y arriesgarse.

- Todavía puedes escribir un destino para vosotros.

Rin miró a la niña, perpleja.

- ¿Qué quieres decir? Estoy muerta, ¿no?

- ¿Una muerta puede recordar? - señaló astutamente la Guardiana.

- Supongo que no, pero… tú has dicho que yo estaba muerta.

La niña de pelo gris se rió y de alguna forma y a pesar de sus ojos completamente blancos y

sin pupilas, Rin supo que la estaba mirando.

- Te mentí. Y ahora, es hora de que te abra la puerta y vuelvas al lugar al que

perteneces.

- ¿Por qué has hecho esto? ¿Por qué no me has enviado de vuelta desde el principio?

La guardiana apretó la mandíbula y miró seriamente a la joven.

- En el mundo real, ¿te quedan fuerzas y energía para continuar?

- Pues… en realidad, no.

- Lo sé. Estás herida, gravemente herida. Te han envenenado, te has mareado y has

perdido la vista y la consciencia. ¿Crees que si no te hubiera dado un nuevo motivo

para luchar, no habrías acabado sucumbiendo? Este recuerdo no ha sido sólo una

lección de aprendizaje, ha sido una forma de darte coraje y valor para seguir

adelante. Y vas a necesitarlos.

Rin miró el suelo, avergonzada.

- Supongo que estoy en las últimas.

Page 164: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Lo estás - confirmó la guardiana - Tu muerte es cuestión de tiempo, pero ahora

sabes que Sesshomaru no se rindió nunca. ¿Vas a rendirte tú?

Y la empujó con fuerza hacia atrás. El bosque desapareció de repente, la luna se volvió

negra y la oscuridad se comió el cielo y los árboles. De un momento a otro, todo estaba

sumido en las tinieblas. Poco a poco, una pequeña luz apareció en el horizonte y se fue

haciendo cada vez más grande. Más grande y más luminosa. Rin caminó a zancadas hacia

ella, intentando llenarse de su calidez. Y, entonces, abrió los ojos.

Las heridas del brazo, el hombro y de la pierna habían dejado de sangrarle, pero la de las

costillas estaba muy mal. Se levantó la camisa raída y sucia y posó una mano en el

manantial de ponzoñosas burbujas violetas. El veneno se había extendido tanto que ahora

tenía media espalda y todo el vientre completamente morado.

- Debo haber estado inconsciente unos veinte minutos - calculó - Por eso está tan

extendido.

Intentó levantarse, pero enseguida notó la presión en su estómago, y una oleada de calor le

sobrevino de repente. Vomitó un buen trago de sangre.

Se llenó las manos de ella y, antes de que pudiera evitarlo, otra arcada roja le manchó el

traje al completo. Respiró hondo y se limpió las manos en los pantalones.

- Me estoy muriendo - dijo en voz alta para ir haciéndose a la idea de que no iba a

salir de esta.

Hizo un esfuerzo e intentó levantarse, acordándose del sueño, pero no pudo. No tenía

fuerzas.

- Ya no hay nada que hacer - suspiró - Me rindo.

Y se recostó en la pared, esperando que el veneno acabara de extenderse del todo y la

matara de una maldita vez. Pero entonces se dio cuenta de que no estaba en el mismo lugar

que donde la había atacado el demonio lagarto y se había desmayado. Ahora estaba en una

sala pequeña, iluminada por el tenue fuego de una antorcha.

- ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Quién me ha traído? - pensó - ¿Hola? ¿Hay

alguien? - dijo esperanzada, pensando que tal vez su demonio la había encontrado

finalmente y se encontraba también por algún rincón, agonizando igual que ella de

dolor. Pero no contestó nadie - ¿Hola?

Repentinamente, apareció una extraña luz en el suelo, tras una esquina.

Rin fijó la vista en la oscuridad. No era una luz, sino una criatura, como una especie de bola

peluda con patas, y a la vez, luminosa.

El pequeño ser la miró un momento y se escondió de nuevo tras la esquina. Luego volvió a

asomarse, con timidez. La joven sonrió.

- Oye, pequeño, ven. No voy a hacerte daño.

Page 165: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

La bolita salió lentamente de la grieta y se acercó con cautela a la joven. Rin alargó el brazo

y se dispuso a tocarla. La criatura cerró los ojos y empezó a temblar.

- Tranquilo, pequeño. Todo está bien - y acarició el pelaje del ser luminoso - Jaja - se

rió la chica - que suave eres - y le sonrió con ternura - ¿Qué cosa eres tú?

La criatura peluda la miró con ojos tiernos y ladeó el rostro, sin comprender.

- Miau - fue lo único que dijo.

- ¡Vaya! - exclamó la joven - Eres como una bola de luz con patas, y además,

maúllas. ¿Tienes nombre? Jaja, mmm… voy a llamarte Kuppuru. ¿Te gusta?

- Miau - repitió la criaturita.

- ¿Eres tú quién me ha traído aquí?

- Miau

La joven sonrió.

- No hablas mucho, ¿eh?

De pronto, las paredes y el suelo empezaron a temblar y toda la estancia se empezó a

encoger.

Rin se puso en pie, sobresaltada.

- ¿Qué está pasando?

Las paredes y el techo se estaban encogiendo. Si no salía inmediatamente de la sala, iban a

aplastarla. Miró a todos lados, desesperada, pero no era capaz de ver ninguna entrada o

salida de la estancia. ¿Por dónde habría entrado? No estaba dispuesta a dejarse asesinar por

unas paredes. Tal vez el veneno fuera algo contra lo que un humano no puede luchar, pero

no unas paredes.

- ¡Dios mío! ¿Qué hago? ¿Qué hago?

- Miau

Rin miró a la criatura luminosa, que estaba quieta en una esquina de la habitación.

- ¿Qué pasa, Kuppuru? ¿Has encontrado una salida?

- Miau - y desapareció en la oscuridad.

- ¡Espera, Kuppuru! - la joven se lanzó al suelo y gateó a través de la grieta por la

que el ser luminoso había salido justo a tiempo de evitar que el techo se le echara

encima.

Page 166: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 37: La Puerta de la Desesperación

Rin salió del hueco de la pared y se puso en pie. Se encontraba en un pasillo oscuro lleno de

huesos blanquinosos a los lados. Viendo los cadáveres le entró una arcada y volvió a

vomitar sangre.

Se encorvó en el suelo y se quedó quieta un momento, tratando de recuperarse. La vista

estaba empezando a nublársele de nuevo.

Respiró.

Después de un par de exhalaciones, se puso en pie e intentó vislumbrar algo más en la

oscuridad a parte de los huesos putrefactos.

Había un par de caminos por seguir. Concretamente tres. Entrecerró los ojos para ver mejor

y puedo vislumbrar, algo más allá, una especie de cuerpo negro en el suelo del primer

camino.

- Podría ser que fuera…

No, no. Agitó la cabeza y desechó la idea en el acto. Se negaba a creer que Sesshomaru

hubiera muerto en mitad de una asquerosa pila de huesos en el interior de una cueva.

Además, la mancha negra tenía una forma pequeña y peculiar. Demasiado pequeña para

tratarse de él. Pero tal vez sí fuera una criatura esperando a que algún viajero pasara para

atacarlo. Rin dio un paso atrás y retrocedió.

Los otros dos caminos parecían despejados, pero no podía asegurar nada, pues no había ni

un solo vestigio de luz en esas entrañas rocosas.

Un crujido la sobresaltó y vio varias ratas correteando entre las rocas y los huesos. Se llevó

la mano a la boca para no volver a vomitar.

- ¿Por dónde debería seguir? Los dos caminos parecen iguales.

Entonces, en el camino del centro pudo ver una pequeña luz amarillenta que brillaba con

fuerza. La luz se acercó un poco para que la joven pudiera reconocerla.

- Miau - dijo suavemente.

- ¡Kuppuru! - exclamó la chica - Estás bien.

- Miau - la bola luminosa dio media vuelta y empezó a desaparecer con lentitud por

el oscuro pasadizo. Cuando estaba a punto de torcer hacia un lado, se paró un

instante, miró a la joven, y continuó caminando.

- Quiere que le siga - advirtió Rin - ¡Kuppuru, espera! - y empezó a correr tras él.

* * *

Page 167: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¡¡Inuyasha!!

Kagome llamaba a su marido, pidiendo ayuda a gritos.

- ¡Ya voy! ¡Maldito fantasma! ¡Suelta a mi esposa!

Y desenvainó su espada para enviar a la gigantesca criatura al mismo infierno. La mujer

cayó al suelo.

- Kagome, ¿estás bien?

- Creo que sí - y dejó que el semi-demonio la ayudara a levantarse - ¿Oyes algo?

¿Crees que están bien?

Inuyasha hizo un gesto con la cabeza.

- No estoy seguro. A Sesshomaru no le oigo, aunque le huelo lejos. Sin embargo, a

Rin si siquiera la detecto. Pero huele mucho a sangre, muchísima.

Kagome se estremeció.

- Este lugar debe ser inmenso. Desde fuera no parecía que su extensión fuera tan

grande. Es casi un suicidio.

- El lugar es toda una trampa - aseguró el semi-demonio - Acuérdate de lo que está

aquí guardado. La esfera de Kagura puede concederte cualquier deseo, por

imposible que parezca. ¿No creerás que un arma tan peligrosa quedaría sin

protección?

- Eso ya lo sé - replicó la mujer - Pero es que esto es demasiado. Incluso para tratarse

de un objeto de tanto valor, nadie se tomaría tantas molestias para salvaguardarlo.

Aquí hay algo que no encaja, y no me gusta nada.

Inuyasha frunció el ceño, pensativo.

- ¿Qué quieres decir?

- Quiero decir que aquí debe haber algo mucho más peligroso que la esfera. Algo

con tanto poder que se requieren montones de criaturas para asegurar que nadie

llegará hasta el final del laberinto.

Kagome e Inuyasha se miraron. La tensión era palpable. Podían ver el miedo en los ojos del

otro.

- ¿Y qué crees que hay ahí, al final de todo?

Kagome contuvo la respiración.

- Un monstruo.

* * *

Page 168: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

La bola luminosa giró una última vez tras una esquina hasta que Rin la perdió de vista. Rin

miró a todos lados, buscando su luz, pero no vio nada. Entonces se dio cuenta de que había

llegado al final del camino y que no había salida.

- Kuppuru - susurró en voz tenue, temiendo que pudiera haber algún demonio allí -

Kuppuru, ¿dónde te has metido?

No hubo ninguna respuesta.

Esperó unos minutos a que los ojos se le acostumbraran a la oscuridad que producía la

ausencia de la luz del gatito.

En cuanto pudo ver un poco, divisó una puerta en la pared, completamente hecha de piedra

maciza.

La joven dio un par de pasos hacia ella y apoyó las manos con cuidado sobre la superficie.

Empujó un poco, pero nada. Estaba cerrada con llave.

Levantó la vista hacia el techo, advirtiendo las desmesuradas dimensiones de la puerta.

Estaba claro que si era tan pesada es porque detrás tenía que haber algo muy valioso. De

eso no le cabía la menor duda. O tal vez muy poderoso y por ello se requerían puertas tan

resistentes.

Se sentó en el suelo.

- La esfera debe de estar dentro - pensó en voz alta y se llevó una mano a la barbilla,

intentando urdir algún plan eficaz - Si toda la cueva está protegida con espíritus y

tierra sagrada, no es posible que la puerta se abra simplemente con la fuerza. Porque

entonces cualquiera que hubiera pasado todos los peligros y hubiera llegado hasta

aquí podría abrirla sin dificultad ninguna.

Suspiró. Tenía que haber alguna manera diferente para abrirla. Algo más "mágico",

dijéramos.

Entonces lo recordó.

Flash back

- ¿Y la luna de plata? ¿No piensa quedársela?

Totosai puso los brazos en jarra.

- Y yo ¿para qué voy a quererla? - ella no respondió, así que él se acercó a

explicárselo - La mayoría de armas sólo son realmente buenas cuando tienen algún

tipo de magia. Eso significa que principalmente se construyen con huesos de

demonios. En tu caso no he querido hacer eso, porque digamos que no eres una

humana demasiado fuerte, así que tal vez los poderes demoníacos de un arma con

Page 169: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

huesos de demonio te trastocaran o ¡qué sé yo! Entonces te he hecho una buena

arma de materiales normales y luego le he añadido la pieza clave: la luna.

- ¿Y por qué es importante la luna?

- Es la parte especial de tu abanico. Ese collar tiene un gran poder. Digas lo que

digas, te lo ha tenido que regalar una persona muy especial para ti, el collar me lo

dice. Está rodeado por un aura poderosa. Significa que esa luna está vinculada a

tus sentimientos más fuertes y, por lo que parece, no sólo los tuyos. Tu abanico será

una maravilla mientras la luna esté ahí. Si se pierde, no te servirá de mucho. Ahí

dependerá de tu habilidad para la lucha, que es poca.

- Maestro Totosai, me alegro de haberle conocido. Ha sido un placer - y se inclinó

con educación.

- Lo mismo digo.

Fin del Flash back

Rin miró con incredulidad su arma y vio brillar un instante la plata de la luna.

- Totasi habló de magia en las armas que construía. Tal vez no esté hecha de huesos

de demonios, pero según él mi collar era un buen sustituto - respiró con dificultad y

se levantó, posando las manos en las rodillas - Habrá que intentarlo.

Volvió a colocarse frente a la imponente puerta y la miró con la cabeza altiva, haciéndole

frente.

- Muy bien - murmuró - Vamos a ver si se abre.

Cogió el abanico y lo puso con la parte de la luna mirando hacia la puerta.

- ¡Ábrete! - dijo. Pero la puerta ni se inmutó - Vamos, ábrete - repitió una segunda

vez, sin más suerte que la primera.

Se mordió el labio, impacientándose.

- A ver, ¿y si la luna toca la cerradura?

Apretó el abanico en el agujero de la cerradura y contó hasta tres, esperando a que algo

ocurriera.

- ¡Ábrete! - repitió de nuevo, pero tampoco nada.

- ¡Puff! - resopló, ligeramente nerviosa - No se me ocurre nada para hacer que se

abra - soltó el abanico a sus pies y se dejó caer de rodillas, enfadada consigo misma

- Mi vida es una porquería. ¿Qué sentido tiene todo esto? ¡No puedo más! ¡Maldita

sea, no puedo más! - gritó, con las lágrimas a punto de brotar de sus ojos - Maldigo

el día en que aquellos bandidos asesinaron a mis padres y a mis hermanos, y

maldigo el día en que salí del bosque y conocí a Sesshomaru. Y también en el que

me enamoré de él, y en el que nos alejaron, y el que me fui a vivir a la aldea, y el

que quisieron casarme a la fuerza, y el que dejé que se fuera sin confesarle lo que

sentía. ¡Lo maldigo todo, lo odio todo, porque ya no puedo más! Ya no tengo

fuerzas…

Page 170: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Y dejó que el llanto la envolviera y se le tiñeran los ojos de saladas lágrimas.

Había sido fuerte y valiente. Había conseguido lo que ningún humano o demonio había

logrado jamás. Había salvado decenas de peligros, había recorrido todo un desierto para

encontrar a un viejo loco que le construyera un arma poderosa para rescatar a su amante.

Había sobrevivido al dolor y a la impotencia de vivir en una aldea y en una época donde el

hecho de ser mujer no vale nada, donde las doncellas se casan sin que puedan decidir

cuándo ni con quién. Había aprendido a luchar, a no acobardarse ante los problemas, a

manejar una espada y embravecerse ante las adversidades en lugar de desviar la mirada y

asustarse. Había crecido y había madurado de golpe todo lo que no había sido capaz de

asimilar en los años anteriores. Había sobrevivido a dos muertes a lo largo de su vida,

resucitando de entre los muertos, y había encontrado por fin amigos de verdad, gente que la

quería y la respetaba: una familia. Y tenía un objetivo y una razón de ser en la vida.

Pero ya no podía más. Le sangraba la pierna y los brazos. El veneno se extendía con

rapidez. La vista se le nublaba a ratos y vomitaba sangre al menor esfuerzo. El corazón le

latía demasiado débil y sus respiraciones se iban tornando en agonizantes suspiros. Apenas

si estaba viva físicamente, y en lo que concernía a lo moral, lo único que le daba fuerzas era

pensar en él, y ya no podía pensar en nada.

Rin no quería ponerse melodramática, ni tampoco exagerar todo lo que le estaba pasando.

Pero es que no era ninguna exageración. La joven había tenido una vida cruel y llena de

dificultades, y cuanto más se esforzaba en ser feliz, peor le salían las cosas.

¿Acaso el destino se la tenía jurada? ¿Acaso alguien, desde el Más Allá, había decidido

trazarle las peores líneas del destino que hubieran existido? ¿Había hecho algo realmente

malo en otra vida para merecer esto?

Rin se miraba las manos, y no entendía por qué era tan desdichada. Por qué los demás

conseguían sus finales felices sin apenas esfuerzo y ella en cambio sólo iba a peor.

Tal vez si se hubiera enamorado de Kohaku, las cosas hubieran sido más fáciles. Se habrían

casado aquel día, en la aldea. O tal vez mucho antes. Habrían tenido hijos mortales, y los

habrían podido criar junto a otros niños humanos en alguna aldea cercana. No hubiera

necesitado convertirse en guerrera, porque Kohaku sólo salía a exterminar demonios veces

contadas, y si Rin no quería, no se la hubiera llevado con él. Así que ella no hubiera corrido

peligro.

- Si me hubiera casado con él, todo el mundo habría estado contento con mi

elección. Y habrían salido todos ganando.

Rin estaba seria. La desesperación, el miedo y la tristeza se estaban apoderando

rápidamente de ella. La misma desesperación e impotencia que convirtieron al ladrón

Onigumo en el monstruo de Naraku. El mismo miedo y tristeza a los que los humanos más

débiles se abandonaban, dejándose así atrapar por las almas de demonios que necesitaban

poseer desesperadamente un cuerpo para volver a la vida.

Pero Rin no era débil, aunque ahora estuviera indefensa y desesperada.

Page 171: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Pero fui mi decisión - acabó por decir - Tal vez una boda con Kohaku hubiera sido

la solución a todos nuestros problemas. Habría sido lo que todos querían y yo podría

haberme acabado por acostumbrar, incluso puede que lo hubiera acabado queriendo.

Pero en ese momento no pude engañarme. Ni antes ni ahora - suspiró y se puso en

pie - Podré engañar a muchas personas, pero jamás podré engañar a mi corazón. Yo

quiero a Sesshomaru. En mi interior lo he sabido siempre. Y también sabía que la

misión era dura, y que estar con él era una empresa casi imposible. Pero aún así

decidí hacerlo, y lo hice porque vale la pena darlo todo por él. Valen la pena las

heridas, la sangre, el dolor, las lágrimas, los malos momentos, el miedo y la

soledad. Toda mi desdicha vale la pena si lo hacemos por estar juntos - cogió el

abanico del suelo y echó la mano atrás, en alto - ¡¡Todo vale la pena porque te

quiero!! - y lanzó el arma fuertemente contra la piedra, como si fuera un enemigo al

que hubiera que vencer.

Todo estaba claro ahora. No era una puerta que se abriera con la fuerza bruta, sino La

puerta de la desesperación. Aquel que mereciera llegar al final no sólo debía haber

demostrado destreza y habilidad en el combate, sino que debía demostrar también su

fortaleza psíquica y mental, y en el peor momento de su camino, en el momento en que ya

lo das todo por perdido, sacar esperanzas y fuerzas de donde ya no quedan y levantarte

como un valiente para darlo todo, sin rendirse, sin volver atrás, sin temor.

El abanico se estrelló contra la puerta y, en cuanto las puntas tocaron la superficie

pedregosa, todo se iluminó de repente. Una luz que procedía de todas partes y que lo

iluminaba todo de forma cegadora. Y entonces, la puerta se abrió.

Page 172: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 38: Flores marchitas

La luz proyectada por el contacto entre la puerta y el abanico era tan intensa que cegó a Rin

unos instantes, mientras el inmenso portón de piedra se abría ante ella con un gran

estrépito.

Finalmente, la luz desapareció y la chica abrió los ojos, asombrada ante la visión que se

ofrecía frente a ella.

Necesitó unos instantes para recobrarse, pues había lanzado el abanico con tanta fuerza que

había tenido que agacharse para vomitar otra bocanada de sangre. Pero una vez expulsada,

ya estaba un poco mejor.

Tras la puerta había una pequeña cámara de piedra. Las paredes estaban cubiertas de musgo

y hojas de enredadera. Había varias antorchas clavadas a los lados, que iluminaban la

estancia, haciendo que fuera el lugar más luminoso de toda la cueva. No había ventanas, ni

ningún hueco por donde pasara el aire, sin embargo, una extraña brisa recorría la estancia y

hacía que las verdes hojas se mecieran suavemente. Por las paredes de roca también corrían

finos hilillos de agua, que salían del techo. Probablemente estuviera bajo una cascada

subterránea.

Rin dio un paso al frente y recogió su abanico. Acto seguido, penetró en la estancia.

En cuanto lo hizo, el portón de piedra se cerró rápidamente a sus espaldas, dejándola

atrapada dentro de esa sala de piedra y musgo.

- ¡No! - gritó ahogadamente y se precipitó hacia la puerta, aporreándola para que se

abriera de nuevo, pero no pude ser.

Volvió luego la vista a la habitación y la estudió detenidamente con la mirada, conteniendo

la respiración.

En el centro de la estancia había una especie mesa de roca labrada, recubierta de hojas. Pero

no era el mismo tipo de formación que las de las paredes. Las enredaderas que cubrían la

mesa parecían estar enrolladas sobre algo.

Rin dio un paso hacia ella, muerta de miedo. Había extraños símbolos y dibujos en la mesa

y en el suelo. También en las paredes. Parecía como si alguien hubiera sellado la habitación

completa con un hechizo poderoso. La cuestión era ¿por qué?

Cuando la joven se acercó, se dio cuenta de algo en lo que aún no había reparado a pesar de

ser algo sumamente visible. Sobre la enredadera que cubría el bulto de la mesa de piedra

había una flor roja. Se acercó un poco más.

Era de un color rojo brillante y llamativo. Tendría el tamaño de un puño y era tan tupida

que parecía que nunca se le podrían acabar los pétalos. De hecho, todo su alrededor estaba

lleno de pétalos rojos, tan brillantes como los que aún estaban sujetos a la flor. Y también

Page 173: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

había en el suelo. Todo el suelo a los pies de la mesa estaba cubierto por una pequeña de

montaña de cientos de pétalos al rojo vivo.

- ¿Cómo pueden seguir frescos? - se preguntó Rin - Deberían estar marchitos.

Alargó una mano y la acercó lentamente hacia la flor del centro; la gardenia roja. Sus ojos

se centraron en ella y no pudo dejar de mirarla, como si la flor la estuviera llamando, como

si, de alguna forma, le pidiera a gritos que la tocara, que la acariciara, que la hiciera suya.

Rin no pudo vencer esa atracción magnética y, antes de que se diera cuenta, estaba

totalmente hipnotizada por el color de la bella gardenia. Acercó los dedos con cautela y

acarició los primeros pétalos, lentamente. Una corriente le recorrió el cuerpo y sintió un

escalofrío por todo el brazo, pero no se retiró. No quería. La gardenia le pedía que se

quedara con ella, que la tocara, que se acercara más todavía. Más, más, un poco más…

De repente, todas las antorchas se apagaron a la vez y la habitación quedó sumida en el

silencio.

- Ayúdame…

- ¡Ah! - la joven dio un respingo y se apartó de inmediato de la flor - ¿Quién ha

dicho eso?

El ambiente se tornó frío y una bocanada de vaho salió de su boca. Parecía como si de

repente estuviera en pleno invierno. El aire se levantó y la brisa se volvió brusca e irregular,

moviendo todas las hojas y los pétalos del suelo.

- Ayúdame… - repitió la voz.

No había sido más que un susurro, pero Rin lo había oído perfectamente. No estaba sola.

* * *

Sesshomaru paró un instante a descansar. La presión de la tierra sagrada estaba haciendo

mella en su estado de ánimo y en su salud física. Podía notar la electricidad que un lugar así

emitía contra los demonios, y su cuerpo se resentía a cada paso que daba. Llevaba horas

dentro de la cueva. Largas horas en las que su único pensamiento había sido encontrarla.

Ya no a la esfera, sino a Rin.

Se sentó en el suelo y se recostó contra la pared, recobrando el aliento y cogiendo nuevas

fuerzas. Pero parase tal vez no había sido tan buena idea, porque empezó a pensar y a darle

vueltas a todo lo que les estaba pasando.

Page 174: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Él nunca había sido un demonio muy feliz. Era frío y distante. Lo había sido siempre y lo

seguiría siendo. Su madre nunca le había mostrado cariño, y su padre, claramente protegía

más a su hermano Inuyasha, porque era sólo un medio demonio. Un híbrido, mitad

demonio mitad persona al que repudiarían el resto de su vida tanto en un bando como en el

otro. Pero, de alguna forma, las cosas no habían sido así. Mientras que Sesshomaru vivía

una vida como demonio frío y calculador, tal como se espera de cualquier demonio,

Inuyasha había conseguido hacerse amigo de los humanos, incluso se había enamorado y

casado. Y ahora era admirado por ellos, y querido por los aldeanos a los que salvaba.

Al principio Sesshomaru no lo entendía. ¿Cómo podía ser tan feliz sólo por tener a alguien

cerca que le quiere? El amor nunca había formado parte de la vida del albino, nunca había

sido una opción. Así que le era imposible saber por qué eran tan importante los

sentimientos para su hermano, o para los humanos en general.

Pero entonces la conoció. Rin tendría sólo siete u ocho años cuando la vio por primera vez

en el bosque. Y desde entonces, nunca había podido olvidarla.

Su vida era peligrosa. Lo sabía. Los lugares a los que viajaban él y Jaken y los demonios a

los que se enfrentaban eran todavía más peligrosos. También lo sabía. Pero aún así llevó a

Rin siempre a su lado, como si no pudiera vivir sin ella, como si la necesitara.

- Tal vez he sido demasiado egoísta - se dijo a sí mismo - Probablemente esto es mi

culpa.

Se sentía mal por todo lo que estaba pasando. Se culpaba de que la vida de Rin hubiera sido

tan desdichada. Es cierto que la salvó de la muerte cuando los lobos de Koga la asesinaron,

pero al margen de eso, siempre que ella había estado en peligro, es porque él la había

expuesto.

También es cierto que nunca la obligó a seguirlo. Nunca le dijo que viniera con él o que no

se le ocurriera irse. Al contrario, ella sabía que podía hacer lo que quisiera. Pero en el fondo

Sesshomaru siempre supo que ella no iba a marcharse. Sabía que ella le quería, fuera como

un padre o como a un hermano, pero que de alguna forma le quería y no soportaría

marcharse por las buenas. Y tampoco es que él lo deseara.

Nunca lo demostró, ni le sonrió, ni le dijo palabras reconfortantes o tiernas a ella, pero

siempre estuvo feliz de que ella lo siguiera y por eso tampoco fue capaz de decirle que tenía

que dejarla en una aldea con otros humanos. Sesshomaru sabía que en un momento u otro

tendría que hacerlo, pero había querido retrasarlo lo máximo posible para estar con ella. Y

ahora pagaba las consecuencias.

Haber estado tanto tiempo juntos era irremediablemente uno de los motivos por los que Rin

se había enamorado de él. Y el hecho de que él fuera siempre ha visitarla y a ver cuánto

había crecido desde la vez anterior también hacía que el demonio se fuera enamorando, de

ella poco a poco y sin saberlo.

Page 175: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Y entonces comprendió que el dolor que sentía en el pecho era sólo culpa suya. Su vida

peligrosa, los combates, la vida de Rin. Había jugado con fuego y ahora se estaban

quemando los dos. Por amar a quien no debía. Por estar luchando por un amor prohibido.

- Ya me lo dijo mi madre una vez - recordó

- "Esa chica humana te traerá problemas" - le había dicho ella. "La miro, madre, y

no veo nada peligroso en ella" había respondido él.

- No es ella quien me preocupa. Eres tú. He visto a muchos demonios sucumbir a los

encantos de una mujer humana. Su presencia no te hará ningún bien, y tú tampoco

le harás ningún bien a ella.

- Esto no tiene nada que ver contigo. Vete.

- Está bien, me iré. Pero escúchame bien, hijo. Puede que ahora pienses que eso

nunca pasará, pero ya verás como si la dejas seguir contigo, acabarás

enamorándote de ella. Y el amor entre un humano y un demonio no puede ser. Si

persistes en tu empeño, Sesshomaru, que sepas que vuestro destino será destruiros

el uno al otro. Nunca ha habido otro camino. El final siempre es el mismo.

- Entonces habrá que escribir otro final - se levantó y se llevó la mano a la espada.

- ¿Qué murmuras, demonio?

Una voz grave y profunda le habló desde detrás, esperando asustar al albino, pero el

demonio de la luna era mucho más fuerte de lo que el gigante fantasma pensaba. Y

lamentaría mucho haberse cruzado en su camino.

* * *

- ¿Quién eres? - repitió Rin, nerviosa y asustada por estar encerrada en esa extraña

estancia con la voz de un desconocido - ¿Qué es lo que quieres?

- Ayúdame…

El aire se abalanzó sobre ella y le golpeó la cara, despeinándola por completo.

- ¡Basta! - chilló la chica, con autoridad, intentando disimular su miedo y hacer de

tripas corazón.

La palabra rebotó contra las paredes y todas las antorchas se encendieron de nuevo. Rin se

volvió a toda velocidad para encontrar al extraño que había estado susurrándole, pero no

había nadie.

- No te escondas - profirió, decidida.

Page 176: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

La morena se metió la mano en la bota y volvió a sacar su abanico, desenvainando las

cuchillas y poniéndose en guardia.

Cuatro velas colocadas en el fondo se encendieron de golpe e iluminaron un pequeño

pergamino que estaba oculto entre las espesura de las enredaderas.

- "Non mortui. Inter vitam et infernum" - leyó la joven que ponía. Y en cuanto

pronunció aquellas palabras, una mano se posó en su hombro - ¡¡Ahhhhh!!

- ¡Shh! - le indicó el espectro justo a su lado - Estás en una tumba, no deberías gritar

de esta forma.

Rin se apartó bruscamente de la aparición y se apretujó contra la pared, lo más lejos que

pudo.

- ¿Qu… qué quieres? - tartamudeó - ¿Tú también vienes a matarme?

Levantó su abanico y apuntó al espectro, decidida a lanzárselo al menor movimiento que

hiciera.

El hombre se rió.

- No podrás matarme con eso. Al menos, no si me apuntas a mí.

Rin abrió levantó las cejas, sorprendida.

- ¿Qué quieres decir?

El fantasma le hizo una señal para que se acercara y le señaló luego la mesa de piedra.

La joven lo escrutó con la mirada, sin fiarse un pelo de él, pero decidió obedecer y se

acercó con cautela otra vez a la mesa.

- ¿Qué pasa? ¿Qué hay ahí debajo?

- Retira las ramas y lo verás.

- ¿Y cómo se que no me atacarás cuando me dé la vuelta para destapar lo que sea

que hay ahí debajo?

El fantasma se fue a la otra parte de la estancia e hizo una breve reverencia con la cabeza.

- ¿Mejor? - dijo en tono amable y calmado.

- Mejor - sentenció la joven, algo más tranquila.

Había algo en el tono de voz de aquel hombre que le decía que no había por qué tener

miedo.

Acercó las manos a la planta y retiró las ramas hasta llegar prácticamente a la piedra

desnuda. Y ahí estaba: una cara cadavérica reposaba bajo las hojas de las enredaderas.

- ¡¡Aaahh!! - Rin soltó bruscamente las ramas y se echó para atrás, chocando de

espaldas con la pared - ¿Qué era eso? ¿Un muerto? - dijo totalmente espantada.

- Por favor, cálmate - imploró el espectro - Te dije que estabas en una tumba. En mi

tumba, de hecho.

- ¿Tu tumba? Entonces… ¿el que está en la mesa de piedra es tu cuerpo?

Page 177: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Así es - asintió el fantasma - Bueno, lo que queda de mí.

Rin volvió a mirar furtivamente la cara que ahora sobresalía entre las ramas y sintió vértigo.

Una oleada de calor la invadió y volvió a vomitar una arcada de sangre. Se llevó las manos

a la garganta y sintió cómo le escocía todo el interior de la tráquea, quemada a causa de la

abundante sangre que no hacía más que expulsar.

- No deberías forzarte tanto, pequeña. ¿Por qué no te sientas?

La joven lo miró con recelo.

- ¿Por qué me cuentas todo esto? - entrecerró los ojos - ¿No vas a matarme?

El hombre volvió a sonreír tranquilamente y se acercó a ella flotando con cautela.

- No voy a hacerte daño - aseguró- Sólo quiero que me escuches. Necesito tu ayuda.

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Capítulo 39: Santuario de piedra

Yuki y Megumi estaban en casa de Sango, preparando cena para cuatro. Yuki cortaba las

verduras a un lado de la estancia que hacía de cocina mientras que Megumi hervía un poco

de agua en un fuego pequeño.

- ¿Crees que Sango tardará mucho en volver?

- No lo sé. Dijo que iba a buscar un par de herramientas para arreglar su boomerang.

Debe estar al caer.

- Supongo que tienes razón - respondió Yuki y continuó troceando las verduras para

echarlas en el cazo.

La cortina que separaba la cocina del único dormitorio que había se abrió y salió un

muchacho.

- Mmm… ¡Qué bien huele! - exclamó - ¿Qué estáis cocinando?

- Sopa de verduras - respondió Yuki mostrándole los trozos que estaba amontonando

a un lado - Y Megumi hace pastel de carne.

Megumi evitó la mirada del joven y fue a echarle un vistazo al pastel.

Kohaku se sentó junto al fuego. Tenía la camisa abierta, de manera que se le podía ver el

musculoso pecho parcialmente vendado, al igual que el brazo derecho. Llevaba el cabello

revuelto y despeinado, cosa que le daba un aire más varonil.

- ¿No deberías peinarte un poco? - le dijo Megumi sin atreverse a mirarlo - Estás

hecho un desastre - aunque en el fondo ella era la primera que pensaba que estaba

especialmente bien.

- Sí, supongo que tienes razón - y salió fuera a por un poco de agua para peinarse.

En cuanto el chico salió de la casa, Yuki se echó a reír sin disimular ni un pelo.

- ¿Y tú de qué te ríes? - le espetó Megumi, confundida.

- "¿No deberías peinarte un poco? Estás hecho un desastre" ¡Jajaja!

- ¿Y qué pasa con eso? - Megumi empezó a ponerse colorada.

- Nada, sólo te faltaba añadir: "Por favor, péinate, porque si sigues así de sexy voy a

acabar por abalanzarme sobre ti aunque Yuki nos esté mirando" ¡Jajaja!

- N… no es verdad - Megumi se puso colorada del todo - No estaba pensando eso.

- No, qué va - y continuó riendo.

Megumi cogió un trozo de pimiento y se lo tiró a Yuki.

- Pero serás, jaja - la rubia cogió un trozo de patata y se la tiró a la morena.

- Ey, ahora verás - y le lanzó un trozo de col.

- ¡Eh! ¿Qué está pasando?

Ambas dejaron de reír y se dieron la vuelta. Sango acababa de volver a casa. Unos

segundos después entró Kohaku.

- Nada. No hacíamos nada - se apresuró a decir Megumi, quitándose un trozo de

verdura del pelo - Sólo estábamos acabando de hacer la comida, ¿no, Yuki?

- Sí, sí. Claro.

Page 179: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Sango frunció los labios y las miró con recelo.

- Bueno, da igual. Si habéis acabado de tiraros la comida, será mejor que lo recojáis

todo y os preparéis para salir. Fuera hace algo de frío.

- ¿Fuera? ¿A dónde vamos? - preguntó Kohaku.

- A la casa de Kaede - le respondió su hermana - Miroku y Jaken ya están allí.

Quieren contarnos algo.

Yuki y Megumi entraron corriendo al dormitorio de Sango y recogieron los chales de lana

que habían traído hacía unas horas. Luego cogieron la olla de la sopa y el pastel de carne y

los metieron en una cesta para llevar a casa de Kaede. Los cuatro salieron por la puerta.

- Toma - le dijo Megumi al salir a Kohaku - Vas a resfriarte - y le tendió una

pequeña manta.

- Gracias - dijo él, algo sorprendido y siguieron avanzando.

Kaede, Jaken y Miroku estaban sentados alrededor del fuego de la casa de Kaede. La

sacerdotisa asentía gravemente mientras Miroku le exponía sus preocupaciones acerca de

sus amigos desaparecidos. Esa noche hacía dos días de la boda de Rin, de su trágica huída y

de la marcha del grupo de Inuyasha hacia el Monte Fuji para detenerla.

Sango, Kohaku y las chicas tomaron asiento a su lado y sacaron las cestas.

- Traemos comida - dijo alegremente Yuki - La hemos hecho nosotras.

- Gracias - dijo la anciana sacerdotisa en tono amable - Hay platos y cubiertos sobre

la mesa. Si queréis servirnos.

- Con mucho gusto - convino la joven rubia y fue con Megumi a por los platos.

- ¿Qué es eso tan importante que teníais que decirnos? - inquirió Sango una vez que

Yuki y Megumi regresaron con la comida en los platos - ¿Se trata de Inuyasha?

- Más o menos - concedió Miroku, mirando su plato de sopa como si a través de él

pudiera ver lo que les ocurría a sus amigos en ese preciso instante al otro lado del

país - En realidad os hemos hecho venir porque Jaken quería contarnos algo sobre la

esfera, pero yo también tengo mis sospechas de lo que les puede haber pasado.

- ¿Crees que están bien? - Yuki parecía asustada. La voz le tembló ligeramente

cuando pronunció la pregunta. Estaba claro que estaba preocupada por Shippo.

- No sabría decirte - le respondió Miroku - Por eso estamos aquí. Kaede - dijo luego

dirigiéndose a la anciana - hace ya dos días que no sabemos nada de ellos. Para

llegar de aquí al Monte Fuji se tarda alrededor de un día. Sin embargo, Rin fue

volando sobre A-Un, e Inuyasha, Shippo y Kagome fueron sobre Kirara. Incluso

Sesshomaru se transformó en su forma demoníaca para darse más prisa. Volando no

se tarda más de medio día, incluso unas horas si se dan suficiente prisa. No creo que

sea normal que tarden tanto.

Page 180: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Si necesitan medio día para ir y medio para volver, eso nos deja un día entero en el

Monte Fuji - calculó Sango - Tal vez la han encontrado y han decidido entrar juntos

en la cueva para conseguir la esfera de la que nos ha hablado Jaken, ¿no creéis?

- No lo creo - dijo Kohaku, decidido - Rin ha ido para detener a Sesshomaru. Así que

cuando se entere de que aún no ha entrado y se lo encuentre en la puerta, no le

permitirá entrar. O incluso al revés. Si Rin ha llegado antes que ellos y ha intentado

entrar, Sesshomaru y los demás se lo habrán impedido. Él nunca querría que ella se

pusiera en peligro innecesariamente. La quiere demasiado.

Megumi y Yuki lo miraron perplejas. ¿Acaso Kohaku había comprendido al fin la

profundidad del amor entre la joven y el demonio de la luna?

- En todo caso, de una forma u otra, seguro que han entrado - sentenció Miroku,

resuelto - Porque no es normal que tarden tanto si no hubieran llegado a entrar.

- Tienes razón - le apoyó su esposa - No hay otra posibilidad.

Kaede había permanecido todo el rato callada, mirando el crepitar del fuego o dando

pequeños sorbos a su sopa.

- ¿En qué piensa, señora Kaede? - preguntó Megumi con curiosidad - ¿Tiene alguna

sospecha de qué les puede haber pasado?

La anciana tomó un sorbo más de la sopa y depositó el plato a su lado.

- Creo que sí.

Los demás presentes la miraron, expectantes.

- Nosotros tenemos cierta ventaja sobre ellos - continuó - porque nosotros contamos

con toda la información. Sabemos que Rin habrá sido la primera en llegar, porque

adelantó a Sesshomaru cuando éste se paró a pelear con Kohaku - miró al chico de

reojo - Los demás llegaron después y marcharon juntos.

Todos asintieron, escuchándola atentamente.

- Os voy a decir lo que habrá pasado: Rin habrá llegado al Monte Fuji y, creyendo

que Sesshomaru debía llevar ya algún rato dentro, habrá entrado a salvarlo. Como

A-Un es un demonio, habrá tenido que dejarlo en la puerta, cosa que habrá hecho

entender a los demás que ella ya estaba allí. Shippo y Kirara no habrán podido

entrar tampoco por su condición de demonios, pero Kagome e Inuyasha sí. A

medida que Inuyasha se adentre en tierra sagrada perderá por unas horas sus

poderes demoníacos y dejará de afectarle la fuerza de la cueva.

- ¿Y Sesshomaru? - preguntó Yuki con curiosidad.

- Habrá entrado - dijeron Jaken y Kohaku al unísono. Ambos se miraron un instante.

- Conozco a mi señor - comentó altivamente Jaken - Si se trata de la vida de Rin, no

hay más que hablar. Siempre ha sido así.

Kohaku le dio la razón.

- Lo suponía.

- Es usted muy sabia - le dijo Megumi a la anciana sacerdotisa - Y pensar que todo

es por pura deducción.

Page 181: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Kaede sonrió.

- Gracias, pero esa es la parte fácil. Lo que ninguno de nosotros puede saber es qué

se encontrarán en las profundidades de la montaña. O mejor dicho, qué se han

encontrado ya, y cuándo van a volver.

Los demás asintieron, dándole por desgracia la razón.

- En realidad - empezó a decir Jaken - Yo sí me hago una idea de qué hay allí dentro.

- ¿Cómo puedes saberlo? - quiso saber Sango - Tú no llegaste a entrar, ¿o sí?

El pequeño demonio verde hizo que no con la cabeza.

- No he entrado porque yo también me mareo, pero conozco la historia de la esfera

de la princesa Kagura. La historia completa.

- ¿Qué quieres decir con eso? Pensaba que ya nos habías explicado en qué consistía

la profecía.

- La profecía no es más que un hechizo que lanzó la princesa, esperando que en un

futuro se cumpliera para poder vengarse de quién la traicionó. Pero nunca os he

contado su historia completa. Quién la traicionó y por qué.

Los presentes se miraron unos a otros, totalmente absortos en la conversación que estaba

teniendo lugar.

- Si es tan amable, Jaken, nos gustaría mucho oír esa historia - lo invitó Kaede a que

empezara a narrar.

- Muy bien. Entonces, prestadme atención, porque sólo la contaré una vez - y

empezó a explicarles la historia.

* * *

Rin estaba sentada a los pies de la musgosa mesa de piedra. El espectro se colocó a su lado

y le sonrió calurosamente.

Rin aprovechó el momento para estudiar su aspecto y vestimenta. Era un hombre joven.

Bastante, de hecho. Probablemente tendría unos veintitrés o veinticuatro años. Tenía el pelo

negro oscuro y algo revuelto. Los ojos eran azules. Más azules que el propio mar. Y la cara

era ovalada y fina, incluso algo puntiaguda. Era alto, aunque no excesivamente. Llevaba

una camisa blanca de hilo y unos pantalones anchos parecidos a los de Inuyasha, pero de

color azul marino, casi negro, con bordados dorados. Unos ornamentados zapatos le

cubrían los pies, cosa que le indicó a Rin que debía haber sido muy rico en otra vida. O

bien que el último día de su existencia decidió robar unos zapatos de rico. Aunque era

mucho más probable la primera opción.

- Te escucho - le dijo más calmada al espectro - Explícame qué necesitas de mí y, si

puedo ayudarte, lo haré. Pero antes, dime qué eres y por qué estás aquí encerrado.

Page 182: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

El hombre hizo un gesto de asentimiento y respondió cordialmente a sus preguntas.

- Me llamo Nibori, y supongo que soy lo que tú entiendes por fantasma.

Rin asintió, confirmando sus sospechas.

- ¿Cómo puede ser que tú flotes como un verdadero fantasma mientras que los

espectros de ahí fuera sí pueden tocarme y atacarme?

- Porque ellos han sido embrujados para salvaguardar y vigilar la cueva, mientras

que yo no. Ellos son muertos a los que les han dado un cuerpo falso no demoníaco

para que puedan pisar la tierra sagrada sin morirse. En cambio yo permanezco aquí,

separado de mi cuerpo, pero sin estar realmente muerto - señaló el pergamino que

colgaba en la pared sobre las velas - "Non mortui. Inter vitam et infernum" - leyó -

Es latín. "No muerto. Entre la vida y la muerte" - tradujo luego.

La joven sacudió la cabeza, algo confundida.

- ¿Eres un no muerto? ¿Qué quiere decir eso?

El hombre se acercó a su cuerpo enterrado por las ramas y lo miró con melancolía.

- Hay algo que me ata a este mundo y me impide morir del todo.

- Y quieres que yo averigüe qué es para que puedas morir en paz - aventuró la chica.

El fantasma sacudió la cabeza.

- Ya sé lo que me ancla a vuestro mundo: la Esfera de Kagura.

Rin abrió mucho los ojos y se precipitó hacia el espectro.

- ¿Sabes dónde está? ¿Tú la has visto?

Pero debido al esfuerzo, empezó a toser fuertemente y unas gotas de sangre le salieron por

la boca. Se dio la vuelta y se abrió ligeramente la camisa. El veneno se había extendido por

todo su pecho y empezaba a ascender por el cuello y el brazo derecho. No le quedaba

mucho tiempo.

- Por favor, Nibori, necesito encontrarla. Si sabes dónde está tienes que decírmelo.

- No te sobre esfuerces - le aconsejó el joven - La herida que tienes está muy grave y

si haces tonterías, acabarás matándote incluso antes de que el veneno se haya

extendido por completo.

- ¿Cómo puedes saber todo eso?

Nibori sonrió.

- Simplemente lo sé.

Rin bajó la mirada y observó el suelo, seria. El fantasma tenía razón. No podía hacer

ninguna tontería si quería sobrevivir. Cuanto más se esforzara, más deprisa se extendería la

ponzoña y antes acabaría muerta en el suelo. Su única posibilidad era intentar moverse lo

menos posible durante un rato para recuperar fuerzas, y luego darlo todo para salir de esa

sala. Y no iba a ser una tarea fácil.

- ¿Cuánto tiempo me queda? - acabó por preguntarle.

- No más de una hora.

Page 183: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 40: Historias del pasado

- Bien. Entonces, si sólo me queda una hora, será mejor que nos demos prisa.

- Me parece bien - asintió el espectro y se sentó a su lado, flotando a un par de

centímetros del suelo - Necesito que me liberes de este lugar y me ayudes a salir de

aquí.

Rin rió sarcásticamente y le miró con absoluto asombro.

- Yo soy la primera que quiere salir de aquí, y no puedo. Primero, porque estoy

atrapada en esta tumba. Segundo, porque ya no tengo ni fuerzas. Y tercero, he

acabado en esta estancia por error. Antes tengo que encontrar a alguien, y sin él no

pienso marcharme.

- ¿Hablas del demonio albino que tiene una luna violeta en la frente?

- Sí. ¡Exacto! ¿Sabes dónde está? ¿Está bien? ¿Está vivo? - gritó atropelladamente,

repentinamente animada por si Nibori podía darle noticias sobre su demonio.

- Él está bien - aseguró - de momento.

Rin agitó la cabeza, frenética.

- ¿Qué quieres decir? No le habrá pasado algo, ¿verdad?

El espectro ladeó la cabeza.

- Más o menos. Al contrario que tú, no ha sabido encontrar el camino rápido para

llegar aquí. Pero todos los demonios fantasma con los que se ha enfrentado han

acabado destrozados antes de poder siquiera hacerle un rasguño.

Rin suspiró aliviada.

- ¡Gracias a Dios! - exclamó.

- No te confíes todavía - le advirtió el fantasma - El demonio del subsuelo sí ha

conseguido pillarlo por sorpresa y le ha dejado una dentellada venenosa en el

hombro derecho. Y ya sabes que si el veneno se extiende por completo…

La joven se llevó las manos a la garganta y pensó en su querido demonio. Y luego pensó en

ella misma. En cuestión de minutos podría extendérsele por el resto del cuerpo y entonces

todo habría acabado.

- ¿Y cómo pretendes que te saque de aquí? - continuó la morena - ¿Conoces alguna

forma de salir de la cueva? Haría lo que sea por sacarlo de aquí.

- ¿Lo que sea? - Nibori la miró sonriente.

- Lo que sea - sentenció Rin con decisión.

- En ese caso, estoy dispuesto a ofrecerte un trato.

- Te escucho.

* * *

Page 184: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Sango, Miroku, Yuki, Megumi y Kohaku aguardaban silenciosos a que Jaken contara la

verdadera historia de la esfera de Kagura. Si todo era como pensaban, la historia

probablemente revelara la naturaleza de la esfera y el por qué era tan difícil acceder a su

interior.

- Hace mucho, mucho tiempo, vivía en tierras de Japón una hermosa joven princesa

llamada Kagura.

- ¡Qué buen comienzo! - dijo Kohaku.

Megumi le dio un pellizco.

- ¡Shhh!

Jaken los miró a los dos severamente y continuó.

- La princesa no tendría aún dieciséis años cuando sus padres contrajeron una rara

enfermedad que los llevó a la tumba.

El demonio verde hizo una pausa y dio un sorbo a su sopa.

- La pobre princesa estaba desolada. Su única familia acababa de morir. No tenía

hermanos, ni primos, ni tíos, ni abuelos que pudieran cuidarla y hacerle compañía.

De manera que quedó completamente sola y a cargo de un enorme reino.

Al principio las cosas le fueron un tanto difíciles, pues no tenía idea de cómo

manejar todo su gran territorio, pero pudo continuar gracias a la ayuda de los

antiguos consejeros de su padre. De manera que en poco tiempo se convirtió en un

reino próspero. Pero entonces, todo cambió.

Kagura acababa de cumplir dieciocho años cuando llegaron ese año los feriantes a

la ciudad. Era día de mercado y los mejores comerciantes llegados de diferentes

países se presentaron en palacio para ofrecerle a la princesa sus más ricas

mercancías.

La princesa les dio paso y observó con atención los productos que le ofrecían, pero

entonces alguien llamó su atención. Entre los comerciantes había un joven y apuesto

mercader procedente de China.

Kagura se sintió inmediatamente atraída hacia él. Y ella, que era joven e inocente,

no supo lo peligroso que sería para ella entrañar amistad con aquel muchacho.

Hizo otra pausa para beber. Todos estaban expectantes.

- Los mercaderes estuvieron alrededor de dos semanas en la ciudad antes de

marcharse hacia otros reinos colindantes. Pero Kagura, completamente enamorada

del joven, le pidió que se quedara en su reino. A cambio, le prometió darle el dinero

que necesitara para que pudiera establecer una tienda permanente de telas y así

nunca le faltara de nada.

El apuesto joven aceptó y se hizo construir una tienda de telas y vestidos en el

centro de la ciudad.

Pasaron dos años antes de que la princesa Kagura manifestara en voz alta sus

verdaderos sentimientos hacia el hombre. Durante ese tiempo habían seguido

viéndose y con frecuencia el mercader era invitado a palacio como huésped por

Page 185: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

unos días. Y éste le hacía constantes regalos a la princesa, aunque ella no le

encargara ningún vestido nuevo.

Pero entonces empezaron a ocurrir cosas extrañas en el pueblo. Al principio sólo

fueron ancianos, pero pronto empezaron a desaparecer toda clase de aldeanos del

reino. Incluso niños.

- ¿Desaparecer? - inquirió Miroku - ¿Qué quieres decir con eso? ¿Los estaba

secuestrando alguien?

- Al principio eso era lo que creían. Ninguno de los desaparecidos tenía motivos para

haberse marchado por su propio pie. Así que todo era muy extraño, y pronto

abarcaron la posibilidad de que un espíritu o un demonio los estuviera alejando de la

aldea para devorarlos.

La princesa, temiendo que un día su apuesto mercader desapareciera también, lo

invitó a residir permanentemente en palacio. Al menos, hasta que se resolviera el

asunto de las desapariciones.

El mercader aceptó y en cuestión de día estaba durmiendo en la habitación contigua

de la princesa.

- ¿Y qué pasaba con los aldeanos? - Megumi estaba realmente intrigada - ¿Los

encontraron?

Jaken hizo un signo de asentimiento.

- Sin duda - aseguró - Todos muertos.

- ¡¡Oh!! - las dos chicas se taparon la boca con las manos.

- Sus cuerpos fueron encontrados en un tramo del bosque. Se dice que había tantos

cadáveres que la tierra había absorbido parte de la sangre, haciendo que las flores

del tramo en el que estaban se volvieran rojas sangre.

A pesar de eso, la mayoría de los cuerpos estaban vacíos. Les habían drenado hasta

la última gota de sangre que no hubiera caído aún al suelo.

La población estaba aterrada. Había un monstruo entre ellos.

- ¿Y qué pasó con la princesa y el mercader?

El demonio verde asintió y sonrió de forma misteriosa.

- Como el mercader no podía salir de palacio por temor al demonio, la princesa le

enseñó todos los lugares del castillo y le permitió acceder a casi cualquier sala para

que no le faltara de nada. Se veían cada noche en los aposentos de la princesa y se

abandonaban a la pasión, al menos por las noches.

Un día, Kagura pensó que aunque el mercader no fuera ningún príncipe, no podía

imaginarse la vida sin ese hombre. Por ello le dijo que le gustaría casarse y él

consintió. Los ataques no cesaron en ningún momento.

El reino se estaba desmoronando y los problemas se le veían encima a la princesa.

En consecuencia, decidió desvelarle a su nuevo marido su secreto más bien

guardado. Lo cogió de la mano y lo llevó a la cámara real de los tesoros - Jaken

guardó silencio un instante para crear expectación.

- ¿Qué había allí? - Kohaku estaba igual de intrigado que el resto.

- Una esfera.

- ¡La esfera de Kagura! - exclamaron todos al unísono.

Page 186: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Exacto. La leyenda cuenta que en su lecho de muerte pronunció un hechizo y

después de eso, desapareció, apareciendo en su lugar una esfera azul malva. Pero no

fue así como sucedió en realidad.

La anciana Kaede juntó las manos y se arrimó un poco más hacia el fuego.

- Creo que empiezo a entender.

- ¿De verdad? - Yuki y Megumi volvieron a asombrarse de la sabiduría de la anciana

sacerdotisa - ¿Ha adivinado qué pasó?

Kaede sonrió.

- Más o menos. Pero dejemos que el señor Jaken termine su historia, a ver si mis

sospechas se confirman. Pero os diré algo, esa muchacha murió persiguiendo la

esfera. Ya lo veréis.

Jaken hizo que guardaran silencio y continuó.

- Como iba diciendo, la princesa le mostró la cámara del tesoro real a su recién

marido. La estancia estaba llena de dinero y joyas preciosas. Pero la más valiosa de

todas era esa esfera azul malva llamada "La esfera de Kagura"

"Este es mi tesoro más preciado" - le confió la hermosa joven - "Fue un regalo de

mis padres antes de morir. Lleva varias generaciones en mi familia. De hecho, me

pusieron el nombre de Kagura por la esfera" El muchacho quedó impresionado por

la belleza de la gema y le preguntó sin comprender: "¿Por qué me cuenta todo esto,

mi señora?" "Os lo voy a decir" - empezó ella - "Temo mucho por mi reino y

empiezo a pensar que está condenado a desaparecer. Esa criatura hace ya mucho

tiempo que devora a nuestros hombres y mujeres y se lleva a los niños. Cada vez

hay menos población y temo que un día ataque el palacio" "Lo comprendo, mi

señora" - respondió el mercader - "Pero ¿qué tiene eso que ver con vuestra cámara

real y con la esfera?" Kagura asintió, apenada "Voy a usar gran parte del dinero y de

las joyas para contratar a cuantos monjes y sacerdotisas sean necesarios para acabar

con el horrible demonio. Y, respecto a la esfera, he de decirte que es un obsequio

muy especial, pues se cuenta que puede conceder cualquier deseo, por descabellado

que sea. Pero sólo uno" El mercader asintió y fijó la mirada en la esfera "¿Y para

qué quiere usarla?" "En el caso de que nadie consiga acabar con la bestia, yo misma

iré a buscarla para derrotarla, aunque me cueste la vida. Y entonces, deseo que tú

cojas esta esfera y pidas un deseo: La recuperación y prosperidad para todo mi

pueblo.

El mercader escuchó los deseos de la princesa y le prometió cumplir con sus deseos,

pero había algo que lo intrigaba, ¿cómo iba a ser capaz la frágil y delicada princesa

de enfrentarse a un demonio devorador de almas en caso de que los poderosos

monjes y sacerdotisas fracasaran? Y entonces lo comprendió todo: su mujer también

era una sacerdotisa, y tenía grandes poderes espirituales ocultos, sin estar activados.

Ella misma era consciente de ello, y por eso se veía capaz de enfrentarse a la bestia

si así salvaba a su pueblo.

- ¿Y qué pasó al final?

Jaken alzó los brazos al cielo y empezó a gesticular con las manos para acrecentar la

emoción de la historia y darle vida a su relato.

Page 187: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Esa misma noche se oyeron extraños ruidos en el castillo y se oyeron gritos

desgarradores. Pero la princesa no notó nada, pues alguien había puesto

intencionadamente un fuerte somnífero en su cena.

Cuando llegó la mañana Kagura advirtió que su marido no se encontraba junto a ella

en la cama. Pensó que ya se habría levantado y fue a buscarlo. Cuando salió de la

habitación encontró el pasillo lleno de guardias muertos sin una gota de sangre.

También las cocineras y las sirvientas. No quedaba una sola persona viva en todo el

palacio.

Kagura corrió a buscar a su marido, y pensó que tal vez se hubiera escondido en la

sala del tesoro. Pero cuando llegó allí, no quedaba nada. Ni joyas ni su misteriosa y

valiosa esfera.

La princesa estaba horrorizada. ¿Cómo habían podido entrar en el castillo? ¿Tan

poderoso era el demonio? Y lo que más la intrigaba… ¿cómo sabía la bestia el

paradero de su querida esfera?

- ¡¡El mercader!! - exclamó Sango - ¡Él se lo dijo!

- No - replicó Jaken - No se lo dijo a nadie. No fue necesario. Él era el demonio.

- ¡¡Oh!!

El pequeño demonio verde asintió con gravedad.

- Kagura lo comprendió todo en ese instante. El mercader era un astuto demonio que

ejercía de comerciante para devorar las almas de los aldeanos de los reinos por los

que pasaba. Pero al haberle ofrecido la princesa la oportunidad de establecerse,

pensó que sería una buena forma de adquirir no sólo almas, sino también poder.

Vivió dos años matando tan discretamente que nadie notó apenas nada. Y cuando ya

era un ciudadano como otro cualquiera, empezó a devorar tantas almas que se hizo

evidente que había un demonio en la ciudad. Se aprovechó del amor de la princesa

para asegurarse que nadie sospecharía de él. No la amó en ningún momento, tan

sólo la utilizó para poder alimentarse y… obtener la esfera.

- ¿El demonio ya sabía que la esfera existía? - inquirió Kohaku.

- No era ningún secreto. Mucha gente conocía la leyenda. Pero nadie sabía dónde

podría encontrarse exactamente.

El demonio fue muy listo, y aprovechó todo ese tiempo para averiguar quién podría

tenerla. Hasta que la princesa le ahorró el esfuerzo de seguir buscando más. Cogió

el dinero, cogió la gema y devoró todas las almas que pudo. Y luego se marchó

antes de que la princesa despertara.

Yuki se llevó una mano al corazón.

- Pero si le perdonó la vida a ella es que en el fondo sí la amaba.

Jaken la miró con las cejas alzadas.

- Si tú fueras un demonio y supieras que tu mujer es una poderosa sacerdotisa que

podría sellarte con un simple gesto de mano, ¿decidirías arriesgarte a atacarla?

La rubia negó con la cabeza.

- Supongo que no.

- Ya sabes entonces por qué le perdonó la vida. Ella era la única que podría haberlo

detenido. Así que huyó antes del amanecer.

Page 188: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Kagura se armó de valor y, llevando simplemente como acompañante a un caballo,

cogió la armadura de su padre, su arco y sus flechas, y cabalgó en pos del demonio.

Pero un anciano sacerdote que vivía en una aldea cercana pasaba por el reino esa

mañana y al ver la masacre, se sumó a la cacería que la princesa iba a emprender.

- Y llegaron a la cueva, ¿cierto? - quiso saber la anciana Kaede.

- En efecto - concedió Jaken - En cuestión de horas rastrearon al demonio hasta dar

con el cerca del prado donde había dejado la mayoría de cadáveres de sus víctimas.

La princesa, despechada, lo atacó con toda su furia y todo su dolor y rabia. Y el

monje la ayudó. Pero el demonio devora almas era poderoso y la batalla estaba

verdaderamente igualada. Poco a poco fueron retrocediendo hasta llegar a la cueva

del Monte Fuji donde está escondida actualmente la esfera. La batalla que allí se

libró fue épica y duró cinco días con sus noches. Finalmente, viendo la princesa y el

monje que no había forma de matar al demonio, decidieron sellarlo en lo más

profundo de la cueva para evitar que pudiera seguir matando y arrasando las aldeas

del reino. La princesa usó toda la fuerza que le quedaba para encerrarlo en el

interior y vinculó su alma a un objeto para evitar que se pudiera romper el sello. De

esta manera ató la esfera al demonio y los arrojó juntos al final del laberinto de roca.

Finalmente bendijo la cueva como tierra sagrada y la llenó de espíritus poderosos

para que el demonio no pudiera escapar jamás.

- ¿Y qué paso con ella? ¿Sobrevivió?

- No - negó Jaken - ya os dije que no pudo. Fue a morir al prado de flores donde

habían muerto tantos aldeanos. Se dejó caer en el suelo y murió de pena. Por haber

sido traicionada, por haber sido engañada, por haber perdido al amor de su vida y no

haber sido capaz de proteger mejor a su reino, por estar sola, por haber tenido tan

mala suerte, por estar herida y abatida, y porque ya no tenía motivos para seguir

viviendo.

Por ello, se dejó morir en ese prado, que está enteramente vinculado a la sangre. Y

en el momento de fallecer lanzó el conjuro. Y luego el monje contó su historia

¿Recordáis el hechizo?

- "Algún día,- empezó a recitar Megumi - dentro de muchas vidas, una joven de mi

mismo nombre morirá a manos de un descendiente del hombre que me ha

traicionado, habiéndole también robado a ella su corazón. Huirá, casi muerta,

hasta encontrarse con el hombre al que verdaderamente debería haber amado. Ella

no podrá salvarse, pero el lugar donde muera se convertirá en la salvación para la

mujer al que el hombre bueno querrá salvar, aún a costa de su vida. Sangre de mi

sangre sufrirá, pero al salvar a la pretendiente, el mal causado se revertirá"

- Fijaos en la última frase: "al salvar a la pretendiente, el mal causado se revertirá".

Es una forma de destruir para siempre al demonio. Lo que no pudo hacer ella quería

que alguien poderoso lo hiciera en un futuro.

Yuki se mordió el labio.

- ¿Quién es la pretendiente? ¿Quién tiene que salvarla?

Miroku negó con la cabeza.

- Por fin lo entiendo todo. No se refiere a un descendiente real, sino a

reencarnaciones.

- ¿Qué quieres decir? - quiso saber su esposa Sango.

Page 189: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

El monje se lo explicó.

- Todo se ha cumplido. Verás, la "joven de su mismo nombre" se refiere a Kagura, la

encarnación de Naraku. "Morirá a manos de un descendiente del hombre que me ha

traicionado" Ese es Naraku. No quiere decir necesariamente que sea su

descendiente, sino que también es un demonio y es un traidor. De hecho, le

devolvió su corazón a Kagura sólo para matarla después. "…habiéndole robado

también a ella su corazón" Se refiere claramente a que Naraku tenía el corazón de

Kagura en un tarro hasta que se lo dio.

"Huirá, casi muerta, hasta encontrarse con el hombre al que verdaderamente

debería haber amado" ¿De quién creéis que habla?

Los demás se miraron, sin sospechar quién podría ser.

- Sesshomaru - sentenció Sango, que estuvo allí ese día, junto a Miroku, Kagome,

Shippo e Inuyasha - El que la encontró fue Sesshomaru. Y Kagura estaba

enamorada de él.

Miroku asintió.

- Eso es. "Ella no podrá salvarse, pero el lugar donde muera se convertirá en la

salvación para la mujer al que el hombre bueno querrá salvar, aún a costa de su

vida"Kagura no se salvó, pero murió en un prado de flores blancas que se tiñeron de

rojo. El mismo prado a los pies del Monte Fuji donde murió la princesa Kagura de

la historia.

- Entonces si ese prado será la salvación para la mujer que Sesshomaru ame,

significa que Rin está en peligro y que todo va a acabar en ese prado - Megumi

estaba aterrada. Miró a Yuki y a Kohaku, y vio el miedo y la seriedad reflejados en

sus ojos.

- "Aún a costa de su vida" - repitió Sango - ¿Eso significa que Sesshomaru va a

morir?

Jaken reparó en ese detalle y se levantó sobresaltado de alrededor del fuego.

- ¡No, no, no, no! ¡Eso ni en broma! El señor Sesshomaru es muy poderoso y no

existe demonio alguno capaz de derrotarlo - la voz se le cortó de la angustia - Mi

señor no puede morir - tragó saliva y cerró los ojos. ¿De verdad iba a morir

Sesshomaru?

- ¿Y lo de "Sangre de mi sangre sufrirá, pero al salvar a la pretendiente, el mal

causado se revertirá"? ¿Eso es que todo saldrá bien? - Yuki tenía la esperanza de

que así fuera.

Kaede la puso una mano en el hombro y la miró con gravedad.

- Eso significa que, si Sesshomaru salva a Rin, no tan sólo estarán ellos a salvo, sino

que además habrán vengado a la princesa Kagura y a la Kagura de Naraku y sus

almas quedarán por fin libres.

- ¿Y si no puede salvarla?

- El final siempre es el mismo, ¿no? El prado - la anciana respiró profundamente -

De hecho, la historia ya ha empezado a repetirse.

Page 190: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Se miraron unos a otros, impotentes, sin saber qué decir o cómo actuar. Las cartas estaban

echadas, todo estaba en juego y no había forma de combatir al destino. Ya todo estaba

predispuesto y lo único que podían hacer era aguardar sentados, cruzando los dedos y

rezando para que nada malo les ocurriera a sus amigos. Pero bien sabían todos que contra el

destino no se puede luchar. Siempre gana él.

- ¿Puedo hacerte una pregunta? - dijo Megumi.

- Claro - asintió el pequeño demonio verde - ¿Qué quieres saber?

- ¿Cómo se llamaba el mercader?

Jaken respiró hondo y lo dijo.

- Nibori.

Page 191: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 41: Me enamoré de un idiota, pero me enamoré

Rin se acercó un poco más al fantasma para que éste le explicara el trato que quería

ofrecerle. Una hora le había vaticinado que le quedaba antes de que el veneno de la herida

en el costado acabara con su vida. Por tanto, era una hora lo que tenía para encontrar la

forma de salir de ese santuario de piedra, encontrar a Sesshomaru y salir de allí.

- El veneno está ya muy extendido - le dijo el espectro viendo como unas líneas

azuladas empezaban a surcar la piel del cuello de la joven - Aunque salieras con

vida de este sitio, no sé si podrás curarte.

Rin notó un dolor punzante en el pecho y se doblegó de dolor. Permaneció acuclillada unos

instantes en el suelo, pensando que había llegado su hora, pero todavía no. Ya no vomitaba

tanta sangre, pero sentía una fuerte presión en el pecho y la respiración se le cortaba a ratos,

como si le faltara el aire y se estuviera ahogando.

- Respira hondo - le aconsejó el fantasma - No queremos que mueras todavía.

- Gracias, Nibori - le agradeció Rin, entre jadeos - Lo sé. Todavía no quiero morir.

- Bien dicho.

La joven se levantó y se acercó a él.

- ¿Cuál es tu plan?

Nibori sonrió de medio lado, de manera que los afilados dientes brillaron a la luz de las

antorchas que alumbraban la cámara.

- Es muy sencillo. Tú quieres salvar a tu demonio y, si tienes oportunidad, pues

encontrar de paso la esfera, ¿no?

Rin asintió.

- La esfera es secundaria - aclaró la joven - Lo primero es asegurarme de que él está

bien y salir con vida. Si de paso encontramos la esfera, mejor. Pero me preocupa

más su vida.

Nibori asintió con satisfacción y confirmó lo que ya sabía.

- Y yo - continuó el espectro - necesito que alguien me libere de esta prisión y me

presten un cuerpo.

- ¿Un cuerpo? ¿Pero no tienes el tuyo sobre la mesa de piedra? - quiso saber Rin,

claramente confundida - ¿O es que ese ya no te sirve?

- Es complicado - profirió el espectro - Como te he explicado, la princesa Kagura fue

poseída por un demonio que la volvió loca. Yo era un poderoso exterminador de

demonios y por eso me encerró aquí. El demonio que la poseyó fue muy astuto,

porque gracias a sus poderes de sacerdotisa pudo crear este lugar y sellarme aquí

dentro.

- Lo sé - le dijo Rin, que seguía sin comprender - Eso me lo has explicado. Lo que

no entiendo es por qué no puedes volver a introducirte en tu cuerpo y salir de aquí

por tu propio pie.

Nibori apretó la mandíbula y forzó otra más de sus amables sonrisas.

Page 192: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Verás, querida Rin, mi cuerpo está muerto - empezó, dando una vuelta con lentitud

alrededor de la chica mientras la taladraba con la mirada - Murió de sed y de

hambre después de que la princesa Kagura me encerrara aquí. Como ya sabrás,

todos los cuerpos de los seres vivos tienen un alma, ¿no es así? Tú misma tienes una

ahora mismo. Cuando las personas mueren, su cuerpo se pudre y su alma se marcha

al Más Allá.

Rin asintió con lentitud. Empezaba a comprender.

- Pero mi espíritu no pudo irse cuando murió mi cuerpo porque la princesa me había

sellado aquí. Mi espíritu y mi cuerpo están ambos anclados a la esfera. Pero si tú me

ayudas y coges la esfera, dejarán de estar sellados y podré volver a la vida.

Recuperaré el tiempo que me fue arrebatado tan injustamente.

Rin agitó la cabeza.

- Todavía hay algo que no comprendo. Entiendo que si cojo la espera, te liberaré,

pero lo que yo creo que pasará entonces es que tu espíritu por fin podrá abandonar

este mundo, pero no creo que al liberarte vuelvas a la vida. No tiene sentido, ¿o sí?

La chica le daba vueltas al asunto rápidamente, intentando procesar todo lo que el espectro

le decía. Pero, o bien porque lo que le explicaba no tenía ningún sentido, o bien porque el

veneno estaba empezando a hacer estragos en su capacidad de comprensión, seguía sin

entender lo que el fantasma pretendía.

- Por eso necesito un cuerpo. Para poder seguir viviendo.

La joven empezó a temerse que Nibori no estuviera muy bien de la cabeza. Los muertos no

pueden revivir. Alterar las leyes de la naturaleza es muy peligroso, y muy arriesgado.

Cuando se altera el equilibrio de esa forma, siempre hay consecuencias. Además, cualquier

alma que vuelve a la vida después de mucho tiempo, nunca es para continuar la vida a partir

de donde la dejó, sino para saldar sus cuentas pendientes, o mejor dicho, para buscar

venganza.

- Nibori. Puedo liberarte. Es más, lo haré. Pero no entiendo cómo vas a conseguir un

cuerpo para vivir si el tuyo no te vale. Tendrás que ¿arrebatarle uno a alguien?

Cuando Rin pronunció las palabras, se dio cuenta de la gravedad de la situación. ¿Qué

pretendía ese fantasma? ¿Arrebatarle la vida a alguien para poder seguir él adelante? Eso

era algo horrible. Además, ¿de dónde pensaba sacar un cuerpo vivo? En ese antro no había

nadie.

Entonces lo comprendió. Nibori quería… ¡su cuerpo!

La chica retrocedió un par de pasos hasta notar la pared de la gruta a su espalda. Las gotas

de agua le empaparon el traje y sintió un sudor frío en la camisa, pero no era su salud lo que

le preocupaba en ese preciso instante. Era su vida.

- No - dijo Rin, sacando valor - Lo que dices no tiene ningún sentido. No voy a darte

mi cuerpo a cambio de que me des la esfera. ¡No pienso hacerlo!

Page 193: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

El espectro empezó a desesperarse y los ojos le brillaron de enfado, pero respiró hondo e

intentó calmarse.

- No tienes de qué preocuparte - dijo fingiendo un tono de voz tranquilo y amable -

Sólo quiero tu cuerpo durante un par de días. ¿Crees que me lo quiero quedar para

siempre? - esbozó una sonrisa dulzona - Claro que no, pequeña. Además, estás en

las últimas. No podría quedarme tu cuerpo de forma permanente ni aunque quisiera.

Sólo lo necesito para salir de aquí. Y luego te liberaré. Tu cuerpo unos días a

cambio de la esfera. Es un precio justo.

- No es para nada justo - se quejó Rin de inmediato - Es a ti a quien te interesa que

coja la esfera para liberarte. Son dos favores por el precio de uno. Además, ¿quién

me garantiza que cuando poseas mi cuerpo me ayudarás luego a encontrar y salvar a

mi demonio? - la chica lo fulminó con la mirada - No creo que lo hagas. De hecho,

ni siquiera creo que me liberes con el tiempo suficiente para que pueda intentar

salvarme del veneno. Agotarás todo mi tiempo y me dejarás morir. Sé que lo harías.

Nibori empezó a reírse de forma aterradora y clavó su mirada áspera en los ojos de la joven.

Rin había dado en el clavo y, de hecho, en cuanto pudiera convencerla para que sostuviera

en sus manos la esfera, se apresuraría a poner su plan en marcha. Llevaba tantos siglos

encerrado en ese lugar que la desesperación fluía por sus venas como si de un torbellino se

tratara. La miró con desprecio y mostró sus dientes amarillos en una afilada sonrisa.

- ¿De verdad no vas a prestarme tu cuerpo?

La chica negó con vehemencia.

- ¡Nunca!

- Entonces que sepas que acabas de firmar la sentencia de muerte de tu querido

demonio.

- ¡No te burles de mí! - se quejó la chica - Conseguiré salir de aquí y encontrarlo.

Eso ni lo dudes.

- ¿Dudar? - el espectro parecía divertido - Llevo seis siglos aquí y puedo asegurarte

que la única forma de que las puertas se abran es liberándome.

- No puedes saberlo. Nunca las has visto abrirse desde dentro - apuntó Rin

inteligentemente.

- Cierto - le concedió el mercader - Pero estas puertas permanecen fuertemente

cerradas por una razón: impedir que nadie acceda a la esfera para liberarme. Si me

liberas, ya no tendrán razón de ser, y se abrirán.

La chica se mordió el labio y sopesó sus posibilidades. El fantasma parecía saber de lo que

hablaba y, de hecho, su argumento tenía bastante lógica. Pero ¿cómo podía saber que esto

no era una simple treta para engañarla? ¿Y si al liberarlo no se abrían las puertas y seguían

ambos allí encerrados? Si eso fuera lo que ocurriera, ella estaría perdida. Nibori tendría una

oportunidad para poseer su cuerpo y ella no podría escapar a ningún sitio.

Se pasó la mano por la nuca. No, no podían no abrirse. Tenía que haber sin duda una forma

de salir, y si no se les ocurría ninguna otra, la buena tenía que ser esta.

Nibori la miró y lanzó un suspiro.

Page 194: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¡Es una lástima! Si me quisieras liberar, todavía llegarías a tiempo de salvarlo. O, si

tardas un poco más, de verlo morir.

- ¿Morir? - Rin ahogó un grito, aunque su tono de voz subió varias octavas - ¿Es que

Sesshomaru está en peligro?

- ¡Shh! - Nibori se llevó un dedo a los labios - Escucha atentamente. El combate está

a punto de empezar.

* * *

Kaede y Sango recogieron la mesa y fregaron los platos mientras Miroku y Jaken hablaban

todavía del asunto de la esfera.

Yuki y Megumi charlaban también sobre lo mismo, un poco más allá.

- Espero que Shippo esté bien - dijo la rubia - No podría soportar que no volviera a

verlo - cerró los ojos y arrugó la frente en una mueca de dolor - Necesito que

vuelva. Necesito que vuelvan todos.

Megumi la abrazó y le acarició el pelo con suavidad.

- Van a volver - dijo con optimismo - Puedes estar segura.

A pesar de las palabras y la fe de Megumi, Yuki no podía sentir alivio en ese momento.

Añoraba a Shippo desde el mismo instante en que se marchó hacia el Monte. No podía para

de pensar en que le había pasado algo y esos pensamientos no le dejaban pegar ojo por la

noche. Pero el abrazo de la morena sí que le servía de consuelo. Hacía que se sintiera un

poco menos sola en aquellos momentos tan duros.

Pronto se separaron.

- Oye, ¿y Kohaku?

- Pues no lo sé - Yuki miró a su alrededor - Estaba aquí hace un momento.

Ambas miraron por toda la cabaña, pero no lo vieron en ningún sitio.

- Kaede, Sango, ¿sabéis a dónde ha ido Kohaku? - inquirió Megumi, preocupada.

- Ha dicho que iba a ir a mi casa a por unas cosas. Que ya volvería más tarde - le

contestó Sango con total tranquilidad.

- ¿A por unas cosas? - Megumi frunció el ceño, pensativa - ¡Oh, no! - exclamó y se

apresuró hacia la puerta.

- ¡Eh, espera! - Yuki la siguió hasta el umbral - ¿A dónde vas?

- A casa de Sango - le gritó Megumi alejada ya unos metros de la casa - No te

preocupes. Ya nos veremos - y se perdió en la oscuridad de la noche.

Page 195: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Unos minutos después, Megumi estaba a las puertas de la cabaña de Sango y Miroku. Vio

algo de luz a través de la ventana, así que supuso que Kohaku abría vuelto a avivar el

fuego.

¿Sería verdad que sólo había ido a la casa de Sango a por unas cosas? Mmm… ella no

estaba tan convencida. Puede que Sango fuera su hermana mayor y lo conociera muy bien,

pero de alguna forma Megumi era capaz de entender a Kohaku casi mejor que su propia

hermana, y estaba convencida de lo que el muchacho quería hacer. Así que se asomó a la

ventana y esperó a que éste apareciera.

No tardó mucho en oír ruidos en la casa y vio una sombra que se acercaba a la mesa y

depositaba una nota. Luego se agachó junto al fuego y volvió a apagarlo. Megumi se

acuchilló bajo la ventana y contuvo la respiración.

El muchacho salió por la puerta con un petate a la espalda. Pero en lugar de caminar en

dirección hacia la casa de Kaede, a donde había prometido que volvería, encaminó sus

pasos en dirección al bosque. Llevaba su arma en la mano e iba muy despacio, con una

mano apoyada en la herida del pecho que le había hecho Sesshomaru, que aún le dolía un

poco.

- ¿A dónde vas? - inquirió de repente la voz de Megumi.

Kohaku se dio la vuelta, sobresaltado.

- ¿Megumi? - la miró molesto - ¿Qué haces aquí?

La chica no se movió de donde estaba. Se sentía dolida. Dolida por lo que él estaba

haciendo.

- ¿Vas a abandonarnos? - le preguntó, sin responder a la pregunta que el chico le

había formulado.

El chico no respondió.

- Y lo peor es que no pensabas decirnos nada - continuó la morena - Ibas a marcharte

sin despedirte siquiera de tu hermana. Podrías habérselo dicho al menos a ella.

Kohaku miró al horizonte, dándole la espalda.

- Lo superará. Sabe que volveré a verla.

- Y tampoco vas en dirección a ninguna aldea cercana para exterminar demonios -

continuó ella, que no pensaba escucharlo - Vas hacia tu casa. A tu aldea.

- Sí - admitió el muchacho - Me voy a casa.

Megumi apretó los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos.

Page 196: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¿Por qué? - inquirió, enfadada - ¿Por qué te largas de esta manera? - apretó los

dientes - No digo que tengas que quedarte, pero al menos podrías esperar un par de

días más aquí hasta tener noticias de nuestros amigos. ¡¡Podrían estar muertos!!

La cara de Megumi se contrajo en una mueca de dolor y se llevó las manos a la cara,

sintiendo que las lágrimas le quemaban en los ojos, dispuestas a salir.

- Kagome, Shippo, Rin, Inuyasha, A-Un, Kirara... incluso Sesshomaru. Puede que

estén muertos y a ti no te importa. ¡Eres un idiota! - levantó las manos y le golpeó

repetidas veces el pecho con los puños - ¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota!

Kohaku soltó el arma y le cogió las muñecas.

- Megumi, ¡Cálmate!

- ¡No quiero! - se quejó, llorando con todo su corazón - ¿Por qué quieres irte? ¿Es

por Rin? Ahora que no vas a casarte con ella ya te da igual todo, ¿no? Ya no tienes

nada que hacer en esta aldea, ¿verdad? Pues ¿sabes qué te digo? Que si quieres irte,

¡que te vayas! - la chica dejó salir toda su ira y le habló a Kohaku de la forma más

hostil que le hubiera hablado nunca a nadie - ¡Vete y no vuelvas! ¡Abandónanos

como haces siempre!

Kohaku no pudo soportar más el enfado y los desvaríos de Megumi y le dio una bofetada.

La chica se quedó de piedra un instante y dejó de proferir insultos. Se llevó una mano a la

cara y se notó la mejilla caliente.

Se sostuvieron la mirada un instante que pareció eterno, y Megumi dejó que más lágrimas

cayeran por sus mejillas.

- ¡Eres un idiota! - y empezó a correr hacia el bosque.

Kohaku dejó la mochila y el arma en el suelo y corrió tras ella, alcanzándola casi al

instante.

- ¡Megumi, espera! ¡ No seas boba! ¡Es peligroso!

La atrapó por detrás de la cintura y le hizo darse la vuelta.

- ¡Suéltame! ¡Quiero que me dejes! - se debatió ella, enfadada y rabiosa por todo lo

que estaba pasando - ¡No quiero que me toques! - y lo empujó.

Pero Kohaku no podía dejarla irse en ese estado. Estaba moralmente afectada por todas las

cosas que le habían ocurrido estos días. Tenía los sentimientos confundidos y había tenido

que soportar muchas cosas a lo largo de este tiempo. Además, el bosque era peligroso y

Kohaku no se perdonaría nunca si le pasaba algo a ella.

- ¡Megumi! - dijo con severidad tomándola por los hombros para conseguir que se

tranquilizara de una vez - ¡Ya basta! ¡Es suficiente! ¡No te comportes como una

niña pequeña!

Cuando Kohaku la miró a los ojos, dejó de forcejear y se dio cuenta de lo borde y agresiva

que había sido con él. Pero es que no había podido evitarlo. Al ver que Kohaku se

Page 197: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

marchaba sin despedirse, lejos de la aldea, lejos de todos, se sintió derrotada, como si en

ese lugar no hubiera nada que le importara lo suficiente para quedarse, como si ella no le

importara. Sí, en el fondo todo se resumía eso. A que Megumi no podía competir por los

sentimientos de Kohaku, que no estaba a la altura, que no había manera de conseguir

expresarle sus sentimientos, pero tampoco de olvidarlo. Ese era el problema.

- Podrías haberte despedido de mí - acabó recriminándole, ahora más tranquila - No

te habría juzgado - le dijo. Agachó el rostro y miró al suelo - Comprendo que

quieras alejarte de aquí y olvidar. Siento mucho lo que te he dicho. Y siento haberte

golpeado en el pecho - se disculpó.

Kohaku negó con la cabeza.

- No pasa nada. Comprendo que estés enfadada.

- No… Bueno, sí, lo estoy. Pero en el fondo te entiendo. Tú también lo has pasado

muy mal. Nunca has tenido una vida fácil y las cosas tampoco te están saliendo bien

ahora. Tal vez necesitas empezar de cero o algo así. Y yo no soy nadie para

juzgarte. Ni tampoco puedo retenerte - la última frase la dijo con pesar,

convenciéndose a sí misma de que eso era cierto.

Al joven se le crispó la expresión al oírla menospreciarse a sí misma. Ella no tenía ni idea

de por qué se iba, y eso implicaba que estuviera sufriendo tanto como él.

- Megumi, no es que quiera irme, es que… - no sabía cómo explicárselo - Siempre

que estoy con las personas a las que quiero acabo por hacerles daño.

- Eso no es verdad - le replicó la chica, agitando la cabeza - Tu hermana está muy

feliz de que vengas a verla. Siempre que vas a llegar está días emocionada y

contándoselo a todo el mundo.

Kohaku suspiró.

- No lo entiendes. A ella también le hago daño. Mira como acabaron mis padres, y

todo lo que sufrió mi hermana para devolverme a la vida y salvarme de las garras de

Naraku. Y los demás también lo pasaron mal viendo cómo ella sufría. Y ahora lo de

la boda con Rin - la miró directamente a los ojos - Ya no quiero hacerle daño a

nadie más. Es hora de que me vaya y deje que cada uno viva su vida sin estorbarles.

Kohaku había cambiado mucho. Tanto que Megumi casi ni le reconocía. Siempre había

sido un chico sincero y directo, pero sólo pensaba en sí mismo y en lo que él deseara. Sin

embargo, por primera vez desde que le conocía, no sólo se limitaba a luchar por lo que él

quería, sino que se esforzaba en proteger a los demás a su manera. Irse también era

doloroso para él, aunque no quisiera admitirlo. Quería a su hermana Sango con locura y

esta aldea era su familia. Pero era capaz de renunciar a todo para no hacerle más daño a

nadie. Sin duda, Kohaku había madurado mucho.

Megumi ladeó el rostro y dirigió su vista hacia los árboles más cercanos, avergonzada.

- Kohaku, aunque es verdad que a veces eres un poco molesto - rió ligeramente - no

es cierto que vayamos a estar mejor sin ti. Eso no lo pienses nunca - lo miró

directamente a los ojos - No te vayas - le pidió.

Page 198: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

El chico guardó silencio y se quedó contemplando sus ojos oscuros y penetrantes. El pelo

de la chica, de un castaño oscuro, casi negro, le ondeaba al viento y hacía que se le

enredasen los cabellos entre ellos. Pero Megumi ni se inmutó. Le sostenía la mirada,

esperando a que el chico respondiera. Esperando que, de alguna forma, pudiera comprender

sus sentimientos.

- Tengo que irme. Creo que es lo mejor - vaciló.

Sus ojos no se separaron.

- Ahora piensas que hay personas que están mejor sin ti. Pero deberías plantearte que

tal vez otras son más felices cuando tú estás con ellas - Megumi apretó los labios y

lo miró con seriedad - Hazlo por mí - suplicó - Quédate por mí.

Kohaku entendió perfectamente a lo que Megumi se refería y se quedó de piedra. Casi no

podía creerse que fuera ella quien le estuviera pidiendo que se quedara. Ella había sido la

primera chica que lo había insultado en su vida, y varias veces. Lo había agarrado del brazo

durante horas para que no pudiera dar alcance a Rin en el bosque. Lo había cuidado

mientras estaba enfermo y era la única capaz de hacerle reír y enfadarlo a la vez. Y también

era la única que había tenido el valor suficiente para pegarle.

La miró a la cara y estudió sus facciones. Era una chica hermosa, con el pelo castaño

oscuro hasta media espalda, ondulado y brillante. Los ojos eran también castaños caramelo,

pero profundos, como si la noche se escondiera tras ellos. Y los labios… tan finos y

delicados como una flor.

Al igual que en un principio fueron la fuerza de voluntad y la delicadeza y femineidad de

Rin lo que tanto le gustaron, ahora eran la determinación y la sinceridad de Megumi lo que

lo encandilaban sin remedio. Pero lo que sentía por esta chica era mucho más intenso que lo

que llegó a sentir jamás por su querida Rin.

Incluso el descaro y el mal genio de Megumi le parecían encantadores. Todas las veces que

le había pegado o insultado, al final habían acabado haciendo que, una vez pasado el

enfado, todavía le gustara más y más como era. La veía como una chica frágil y pequeña,

pero que se crecía ante las dificultades y era fiel a los que quería.

Sin darse ni cuenta, había olvidado su encaprichamiento por Rin y se había enamorado

secretamente de su mejor amiga.

La miraba y la miraba, y cuanto más lo hacía, más difícil se le hacía el decirle de nuevo que

tenía que irse. La mirada de ella le hacía perder su propia resolución. Estaba luchando en

contra de sus propios sentimientos y estaba cansado ya de reprimirse.

Le miró la mejilla donde él la había golpeado cuando ella se había puesto histérica. Aún

estaba roja por el golpe y Kohaku se sintió bastante mal.

Levantó la mano y la posó en su mejilla, acariciándosela suavemente.

- ¿Te duele mucho?

Page 199: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

El corazón de Megumi se aceleró y las mejillas empezaron a enrojecérsele.

- Sólo un poco - respondió con un hilo de voz.

Él la miró de nuevo a los ojos y le sonrió.

- Lo siento. No quería pegarte.

- No pasa nada. Eso ya da igual.

Kohaku retiró la mano lentamente de su mejilla hasta dejarla caer. Miró un instante el suelo

y empezó a darse la vuelta.

Megumi le cogió el brazo antes de que se fuera.

- Kohaku, vas a hacérmelo decir en voz alta, ¿no? - dijo medio enfadada.

- ¿Decir el qué?

Se quedaron mirándose. Y Megumi todavía sintió más rabia de que él se hiciera el

despistado, pero a la vez le parecía tan sexy su forma de ser que no sabía ni qué sentía

exactamente, si ira o embobamiento.

- Kohaku, me gust…

Antes de que acabara la frase, los labios del chico se habían posado en los de Megumi,

atrapándola en un cálido beso que la dejó sin respiración y la pilló totalmente por sorpresa.

Kohaku le envolvió la cintura con un brazo y la atrajo hacia él, pegándola a su pecho.

Megumi podía sentir el calor corporal del joven a través de su camisa y de las vendas. Era

cálido, como un refugio en medio de ese frío invernal. Le colocó las manos en la nuca del

chico y dejó que sus labios se amoldaran poco a poco, en un beso lento, pero intenso.

Al final, acabaron separándose, pero sin llegar a soltarse.

Megumi jadeó de la emoción y sintió como si le faltara el aire. No lo soltó, pero no se

atrevió a mirarlo otra vez a la cara.

- Que difícil me lo pones - le recriminó Kohaku - Así me va a costar mucho más

irme.

- Pues no lo hagas.

Megumi le puso las manos en la cara y se puso de puntillas para volver a besarlo. Él le

correspondió el beso, pero esta vez con más pasión y más fuerza.

La chica enredó las manos en su cabello mientras él apretaba su cintura contra la suya.

Colocó las manos en los omoplatos de la chica y los acarició, junto con su espalda. Le besó

el golpe de la sacara con suavidad, y siguió besándola con desespero. Y ella respondió

gustosa a todos sus besos y caricias, ciñéndose más a él como si necesitara todavía más,

como si no lo tuviera la suficiente cerca.

Page 200: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Kohaku la empujó contra el árbol más cercano y le acarició la cintura y las caderas. Ella le

recorrió la espalda, notando a trazos su piel y a otras las vendas que todavía llevaba puestas.

- ¿Te duele… la herida? - dijo entre jadeos mientras él le besaba el cuello.

- No demasiado - aseguró y posó los labios en los de ella - Puedo soportarlo.

Megumi sonrió y le marcó una línea de besos por todo el cuello y el nacimiento del pecho.

Los brazos fuertes del muchacho la acorralaban contra el árbol y la hacían sentir protegida

del frío y de los demonios que habitaban el bosque.

- ¿Entonces, te quedas en la aldea?

Kohaku la inclinó hacia atrás para que la luz les diera en la cara.

- Me quedaré. Pero si veo que las cosas con los demás no funcionan y prefieren que

yo…

Ella le cayó con un beso.

- Nadie quiere que te vayas. Y yo tampoco.

- En ese caso me quedaré un poco más de tiempo. Hasta que todo se solucione.

La joven le sonrió y se apartó un poco de él, cogiéndole la mano.

- Ven, vamos a un sitio.

- ¿A dónde? - inquirió Kohaku, sorprendido.

- Aquí podrían vernos - susurró ella en voz baja - Vamos a la casa de Inuyasha y

Kagome. Allí nadie nos encontrará.

Y fueron corriendo entre las casas de la aldea hasta llegar a la cabaña del medio demonio y

su esposa. Allí pasaron toda la noche sin que nadie supiera donde se habrían metido.

Page 201: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 42: Cuando pierdes al amor de tu vida

Cuando Nibori se lo indicó, Rin guardó silencio. El fantasma pululaba arriba y debajo de la

estancia, produciendo un extraño sonido similar al de un vestido al arrastrarse. La

muchacha lo miró de reojo mientras trataba de oír cualquier cosa que sucediera fuera de esa

estancia de musgo y piedra.

Nibori sonreía con frialdad mientras reía para sus adentros. Llevaba mucho tiempo sin

ninguna compañía y esta situación le estaba divirtiendo. Su liberación estaba cerca y la

emoción que sentía en ese instante no hacía más que aumentar mientras el dolor y la

desesperación de Rin crecían.

- Yo no oigo nada - acabó por decirle la chica - Sesshomaru no está en medio de

ningún combate. Me estás mintiendo.

El espectro se volvió hacia ella y sonrió de forma maliciosa.

- No puedes oírles porque te niegas a creer que sea cierto. Pero su muerte, al igual

que la tuya, es inminente.

- ¡Maldito idiota!

Rin desenvainó el abanico y, sin siquiera sacar las cuchillas, se lo lanzó al fantasma. Pero,

como era obvio, el arma lo traspasó y chocó contra la pared, cayendo luego al suelo.

Nibori la miró con odio y se abalanzó contra la joven.

Rin pensaba que él la atravesaría de la misma forma en que el abanico lo había traspasado a

él, pero no fue así. Cuando el espectro estuvo frente a ella, Rin notó como una especie de

energía que la empujaba y la empotró contra la pared.

El fantasma abrió los brazos y la sujetó así, frente a la gran puerta de piedra que les barraba

el paso.

- ¡Suéltame!

- ¡¡Shh!!

Nibori cerró los ojos y Rin empezó a notar que se le helaba el cuerpo. La temperatura del

fantasma estaba a tantos grados menos que ella que la chica apenas podía sentir los brazos y

el pecho. Pronto notó todo su cuerpo entumecido por el frío y no pudo moverse.

- Ahora que no estás en condiciones de pelear, escucha con atención.

La muchacha intentó debatirse, pero no hubo forma. Estaba atrapada por el incómodo

abrazo sobrenatural del espectro. Sus palabras, sumadas al frío y el cansancio, tuvieron un

efecto electrizante en la joven y decidió obedecer.

Al principio no se escuchaban más que crujidos y algún ligero temblor, pero pronto las

voces se hicieron más audibles y Rin pudo reconocer perfectamente los sonidos de un

combate.

- ¡¡¡Agrrrrrrr!!!

Page 202: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Los gruñidos de un animal retumbaban por toda la cueva, dándole un toque especialmente

terrorífico.

- ¿Qué es eso? - inquirió Rin, asustada.

Nibori sonrió.

- El guardián del cruce.

- ¿El guardián del cruce?

Rin no entendía nada de lo que estaba sucediendo. Ruidos, crujidos, sonidos guturales…

¿qué estaba ocurriendo?

- Antes de llegar a la puerta de esta estancia, tuviste que escoger entre tres caminos,

¿no es así?

La chica intentó hacer memoria. Había salido de la sala que se encogía y…. ¡sí! Había un

cruce con tres caminos. El primero tenía una especie de sombra extraña en el suelo. Pero

entre los otros dos había escogido el de en medio porque el gatito de luz la había guiado por

allí.

¡Es cierto! ¿Qué habría pasado con el gato?

Nibori continuó sin esperar respuesta.

- Llegaste sana y salva por el camino correcto gracias a mí.

- ¿Qué? - la joven estaba confusa - No fue precisamente gracias a ti que esté aquí

ahora.

- Te equivocas.

El espectro se apartó un poco de la muchacha, pero ésta siguió sin poder moverse debido a

la rigidez que aún conservaban cada uno de sus músculos.

Nibori se acercó a las cuatro velas del fondo de la estancia y posó las manos sobre ellas, sin

quemarse, sin notar su calor. Cerró los ojos y respiró hondamente. Al instante, una bola de

luz apareció a los pies de la mesa de piedra y se acercó lentamente hacia la chica.

- ¡Kuppuru! - exclamó al reconocer al gato luminoso - Eres… ¿tú eras…?

- ¿Eso a lo que llamas Kuppuru? Sin duda. Puedo controlar algunos espíritus desde

aquí, pero sólo algunos - retiró la mano de las velas y el gato desapareció - Un

nombre ridículo, por cierto. No podrías haber encontrado otro peor.

Rin no le dio importancia al comentario. Era ya más que evidente que se encontraba con el

ser más peligroso de todo el laberinto, aunque todavía no sabía hasta qué punto.

- Llevo seis siglos aquí atrapado. Comprenderás que, teniendo tanto tiempo libre,

haya aprendido algunos trucos para relacionarme con el exterior sin tener que salir

de mi tumba.

Rin estaba aterrorizada. Sin duda había confiado en quien no debía y, desde luego, también

lo había subestimado.

- ¿Por qué me guiaste hasta aquí?

Page 203: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¿Acaso no está bastante claro? - rió el espectro - Necesito que me liberes y me

prestes tu cuerpo.

- Sabías perfectamente que me negaría a darte mi cuerpo. Cualquiera hubiera hecho

lo mismo. Y aunque me lo quitaras por la fuerza, si no decido liberarte yo antes, no

podrás hacer nada más que resignarte. ¿De qué te sirve toda esta actuación si sabes

tanto como yo que nadie puede ayudarte?

El espectro la miró con suspicacia y decidió responderle con sinceridad.

- Obviamente no eres la primera que pisa esta cueva. Tanto humanos como

demonios han venido a este lugar a lo largo de los siglos para encontrar la fabulosa

esfera. Todos ellos eran mucho más poderoso que tú, e incluso alguno era tan fuerte

que no consiguieron herirle ni envenenarle. Grandes candidatos para prestarme un

cuerpo, ¿no te parece? - alzó las cejas para mirarla y continuó - A los que llegaron a

más de la mitad del laberinto, decidí ayudarles. A través de seres similares al que te

ha guiado a ti, los traje hasta mí y entraron en mi tumba.

Nibori se dio la vuelta y miró las protuberancias de las rocas de la pared.

- ¿Por qué no los poseíste a ellos? - quiso saber la chica - ¿Qué hiciste mal?

- Algunos estaban demasiado heridos, y murieron a los pocos minutos. Otros no se

fiaron de mí y no fueron capaces de encontrar la esfera por temor a que esto fuero

otra trampa más. Sólo uno, de esos pocos que a lo largo del tiempo han logrado

llegar hasta aquí, llegó a tocar la esfera con sus propias manos. No la cogió, pero la

tocó.

- ¿Y?

- No pude poseerle. Al comprender mis intenciones soltó la esfera antes de sacarla

por completo de su escondrijo y, como no podía salir de aquí, decidió quitarse la

vida él mismo.

La joven se miró las palmas de las manos y se las limpió en su pantalón desgarrado.

- Eso significa que soy la que más tiempo ha aguantado aquí con vida.

- Y no sólo eso - dijo el espectro en tono solemne - Tú tienes algo que ellos no

tenían: un amor esperando al otro lado de la puerta.

A la mención de Sesshomaru las manos de Rin se cerraron en un puño y levantó el rostro

para mirar al fantasma directamente a la cara.

- ¡Qué tendrá que ver él en todo esto!

Pero no hubo necesidad de que el espectro respondiera. Rin ya lo sabía.

- ¡No! - espetó enfurecida - ¡No permitiré que le hagas daño!

Una vez que la conversación había tomado ese curso, no le fue difícil a la chica entender

hasta qué punto era el retorcido cerebro del espectro que la acompañaba. Nibori la había

estado utilizando desde el principio. Él ya sabía que Sesshomaru estaba en la cueva. Lo

sabía desde el principio, pero en lugar de guiarlo a él hasta su tumba la había guiado a ella.

¿Por qué? Eso era lo que antes inquietaba a la chica y ahora ya no. Ahora sabía la verdad.

- Eres un mentiroso - le dijo con rabia en los ojos - Ahora lo entiendo todo. Nunca

has podido salir porque todos los que han llegado estaban tan graves que han muerto

Page 204: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

al poco tiempo, y eso es lo que me va a pasar a mí. Y la única persona lo

suficientemente fuerte como para llegar casi ileso decidió suicidarse antes de que

alguien como tú le arrebatara el cuerpo para siempre - Rin apretó los dientes - Si

hubieras guiado hasta aquí a Sesshomaru, él tampoco hubiera accedido jamás a

liberarte. Antes morir que perder su cuerpo para siempre. Por eso me has traído a

mí. Piensas utilizarme para llegar hasta él. No es mi vida la que te interesa, yo soy

sólo un cuerpo provisional, desechable. Te interesa la suya.

Ahora Nibori estaba francamente sorprendido. Todos esos siglos de cautiverio le habían

servido para urdir millares de planes y hacerse cada vez más astuto e inteligente, sin

embargo, aquella chiquilla acababa de adivinar todos sus planes sin hacer el mínimo

esfuerzo, usando tan sólo la deducción y la lógica.

- No sabía que fuera tan transparente - dijo el espectro en un intento de broma.

- ¡Déjate de sobradas! - Rin estaba al rojo vivo - ¡Nunca le conseguirás! Es

demasiado fuerte para ti. Nunca has amado a nadie y por eso no puedes

entendernos. No pienso permitir que te acerques a él, aunque me cueste la vida.

Nibori se enfureció.

- ¡Eres una niña tonta que no entiende nada de la vida!

- ¿Qué? - la respuesta había cogido a Rin totalmente por sorpresa.

- ¡Lo que oyes! - continuó el espectro, acercándose lentamente hacia ella - Vienes

aquí, derrochando valor y coraje para impedir que tu demonio perezca en el intento

de obtener una esfera que te permitiría tener una vida demoníaca larga y próspera

junto a él. Es lo que tú también deseas, pero si corre el riesgo de que él muera en el

intento, te niegas, aunque eso suponga que al ser tú humana y él demonio, no

podréis estar nunca juntos.

- ¿Cómo sabes eso?

- ¡Vienes aquí, pensando en el amor que le profesas y en realidad lo que has estado

haciendo es interponerte en vuestro propio futuro juntos!

- ¡¡Basta!! - chilló Rin - ¡¡Eso no es cierto!!

- Y para colmo - dijo el fantasma, apareciendo justo delante de la cara de la joven.

Los ojos le brillaban de forma diabólica y los dientes de los lados empezaron a

alargársele - Ahora que el destino te ha dado la oportunidad de arreglar tu error y

obtener la esfera que tu novio buscaba a la vez que salvarle a él la vida, rehusas mi

ayuda. Pequeña niña, ¿cuándo crecerás?

Rin no podía pensar con claridad. Todo lo que el espectro había dicho era cierto y a la vez

mentira. Sesshomaru quería ofrecerle una vida demoníaca a través de la esfera. Una vida

como demonio de la luna, de cabellos blancos y poderes descomunales, como los que él

tenía. Un milenio o dos que aunque no eran comparables a la eternidad, era una vida larga y

próspera que pasarían juntos. ¡Juntos! Y ella, sin duda alguna, quería esa vida. Sabía

perfectamente que la esfera era la única que les podría dar la oportunidad de estar juntos.

Sin su poder, Rin moriría de vejez en unos cuarenta o cincuenta años mientras que

Sesshomaru pasaría el resto de su larga vida echándola de menos. Una condena eterna, un

amor de desdicha.

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Pero, por otro lado, si Sesshomaru intentaba obtener la esfera ¿sobreviviría? Rin confiaba

en él, pero era todo tan difícil…

- Quiero la esfera - pensó - ambos la queremos, pero no a costa de su vida. Si yo le

hubiera esperado en la aldea y él hubiera perdido aquí la vida, ¿qué sentido habría

tenido todo esto?

Se le secó la garganta y los ojos se le humedecieron de rabia e impotencia. ¡Era cierto!

¡Todo lo que Nibori había dicho era cierto! Rin quería esa vida demoníaca junto al albino, y

sin embargo, había luchado desde el principio para impedirlo.

- ¡Lo hice por él! - le respondió al fantasma - Prefiero que él viva mucho sin mí a

saber que ha muerto intentando alargar nuestro tiempo juntos. No valía la pena.

- Y además, eres una egoísta - le respondió el espectro, cada vez con el rostro más

deformado y diabólico - Él no debe arriesgarse para conseguir tiempo contigo, pero

tú si puedes arriesgar tu insignificante vida de humana para impedir que muera. ¿Te

has planteado cómo será su vida después de que tú, débil humana, mueras de vejez

dentro de un tiempo? Estará condenado a estar solo. Lo dejarás solo… Yo creo que

eso es peor que la muerte.

Rin abrió mucho los ojos, sorprendida. Tenía razón. ¡El maldito espectro tenía razón! Había

estado actuando como una niña egoísta que sólo pensaba en sus propios deseos. Aunque la

idea de una vida larga la atrajera sobremanera, si eso no podía ser, se conformaba con una

vida como humana junto a él. Pero y después, ¿qué? ¿Qué sería de su querido señor

Sesshomaru? Había estado intentando salvarle la vida y alejarlo de los peligros de la cueva

sin darse cuenta de que eso significaría que, un día no muy lejano, él se quedaría solo de

nuevo.

Miró a Nibori con odio y escupió:

- No creas que me engañas - empezó a decir, e intentó ganar tiempo para que los

brazos y las piernas volvieran a su anterior temperatura corporal - Tú tampoco me

estás ofreciendo ninguna solución. Dices que soy egoísta porque he venido a por

Sesshomaru pero no a por la esfera. Dices que el destino me ha dado una

oportunidad de encontrar las dos cosas y por eso estoy aquí, en el mismo lugar

donde tu tumba y la esfera se encuentran vinculados. Pero en cuanto toque la esfera

con las manos, ya sé lo que va a pasar. En cuanto la coja, poseerás mi cuerpo y lo

usarás para salir de aquí - la joven sacudió la cabeza - Y luego cuando esté

moribunda me dejarás y lo poseerás a él. Tampoco así acabaremos juntos, porque

yo seré tú, y luego tú serás él. Y también te quedarás con la esfera.

Nibori empezó a reírse maliciosamente y sus carcajadas sonaron estridentes y horripilantes

al oído de Rin.

- Eres más inteligente de lo que había creído - su sonrisa era de suficiencia - Está

bien. Tienes razón. No hay forma de que esto salga bien para vosotros. Si no coges

la esfera, morirás aquí atrapada. Y él también. Si la coges, te poseeré un rato hasta

que el veneno acabe con tu vida y luego me quedaré con la suya - cruzó las piernas

y quedó suspendido en el aire, sobre su tumba - Siempre puedes suicidarte - sugirió

- A mí no me importa esperar un par de siglos más.

Page 206: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Rin apretó los puños de rabia.

- ¡Eres un monstruo! - le espetó, con enfado.

Nibori volvió a reír de esa forma tan terrorífica y molesta. Estaba jugando con los

sentimientos de ella. La estaba confundiendo y manipulando de una forma tan dolorosa que

la joven ya no sabía ni qué era lo correcto ni qué un error.

Rin estiró los brazos e hizo esfuerzos también por caminar. Se llevó una mano a la garganta

y notó el calor interior que su piel desprendía. Los brazos y las muñecas también estaban

violetas. Tan sólo la cara y las piernas seguían aún libres del potente veneno. Pero de

alguna forma, la chica seguía en pie. Seguía viva a pesar de todos.

- Sobreviví al asesinato de mis padres y hermanos, resucité cuando los lobos de

Koga me atacaron, resistí a la caída por el precipicio cuando nos atacaron los

Sishinintai, conseguí regresar después de ir a por la planta medicinal que curaría a

Jaken, entré en el inframundo y mi alma volvió a la vida cuando la madre de

Sesshomaru me colocó el medallón. Y ahora estoy aquí, y de alguna forma

inexplicable, todavía no he muerto. Si no es esto una señal, que venga Dios y lo

vea.

De repente, la estancia entera empezó a temblar de una forma tan violenta que varias de las

rocas que sobresalían de las paredes se rompieron y cayeron al suelo con gran estrépito.

- ¿Qué está pasando? - Rin se tambaleó y cayó al suelo.

- Han llegado.

Rin no sabía a qué se refería Nibori exactamente. ¿Quiénes habían llegado? ¿Más

monstruos? ¿Los de la pelea?

Algo grande se estampó en ese instante contra la puerta de la entrada. El choque fue tan

brutal que las plantas que colgaban del techo empezaron a caer y el agua que corría hacia

abajo salpicó algunas de las antorchas, apagándolas.

Rin se levantó del suelo y fue a buscar su abanico, que continuaba clavado en la pared en la

otra parte de la cámara.

Un gruñido desgarrador sonó en la distancia y oyó el silbido del filo de una espada.

- ¿Una espada?- pensó Rin, asombrada - ¡Sesshomaru! - gritó a pleno pulmón -

¡¡Sesshomaru!!

Una voz respondió desde el otro lado de la enorme puerta de piedra.

- ¡Rin! ¿eres tú?

- ¡Sí! ¡Sesshomaru, soy yo! ¡Estoy encerrada!

Rin se abalanzó hacia la puerta y colocó las palmas sobre la roca, como si así pudiera tocar

las frías y pálidas manos de su demonio. Jadeó de la emoción y se apretó contra la piedra.

- ¿Estás bien? ¿Estás herido?

Page 207: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

El demonio no contestó. Su descuido le había costado una fuerte dentellada del animal

salvaje que le estaba atacando. Gruñó de rabia ante el ataque y se lanzó contra el monstruo

para arrancarle un brazo.

Sacó las garras venenosas y el animal retrocedió, temiéndose el peligro.

La bestia estaba herida, y Sesshomaru también. Llevaba varias dentelladas graves en el

hombro y en un brazo, de forma que se estaba debilitando más y más a cada golpe que le

asestaba a su contrincante. Y además, ahora su mente estaba parcialmente distraída: Rin

estaba en la cueva, atrapada tan cerca que sólo sentía deseos de arrancarle de inmediato la

cabeza al monstruo para poder ir corriendo a liberarla.

El animal saltó sobre el albino y cayó encima suyo. Sesshomaru le atravesó el pecho con la

espada y la bestia se retorció de dolor. Volvió a chocar contra la pared y la cueva volvió a

estremecerse de nuevo.

- Si siguen así se va a venir el techo abajo - se quejó Rin, desesperada - Tengo que

ayudarle.

Su determinación no tenía límites. Se apartó de la puerta un par de pasos y lanzó su abanico

con fuerza, usando la misma estrategia que cuando consiguió que se abriera la puerta, pero

no funcionó. Esta vez la roca no se había movido.

- No puede ser.

Recuperó su arma, sacó las cuchillas y volvió a lanzar, esta vez con más fuerza.

- ¡Vamos!¡Tienes que abrirte! - gruñó mientras el abanico impactaba contra la roca y

luego regresaba a la manera de un boomerang. Rin lo interceptó al vuelo - ¿Por qué

no funciona? - tenía la voz ronca y sus ojos eran pura desesperación.

Fuera seguían los golpes y los gruñidos. Sesshomaru lanzó una maldición y Rin supo que el

monstruo lo había alcanzado.

- ¡Sesshomaru! - volvió a gritar a la puerta, sin saber qué hacer - ¿Cómo puedo

ayudarlo?¡Maldita sea! ¿Qué puedo hacer?

- Podrías coger la esfera - sugirió de repente Nibori, como si le hubiera leído el

pensamiento. Estaba flotando tranquilamente en el aire, a ras de suelo, en el mismo

sitio que antes de que empezara el combate.

- ¡Que no! - le espetó la muchacha, nerviosa - ¡No me distraigas! - y continuó

lanzando el abanico una y otra vez contra la roca mientras los golpes y temblores

persistían.

El espectro se acercó a Rin por la espalda y le susurró suavemente al oído.

- Ya sabes lo que hay que hacer… es la única forma de salvarle, la única forma de

que se abra esta cámara.

Page 208: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Rin se dio la vuelta y lo miró a los ojos. Por desgracia, tenía razón. La única forma de que

las puertas se abrieran desde dentro es que alguien tomara en sus manos la Esfera de

Kagura. Pero en cuanto lo hiciera, Nibori le robaría el cuerpo.

La morena miró a los lados, a punto de perder los nervios, y agitó la cabeza con

vehemencia.

- ¿Qué debo hacer? - se mordió el labio, nerviosa y dejó que los pensamientos

fluyeran en su cabeza - Si no salgo, moriremos los dos. Si la cojo, mi existencia

está condenada, pero tal vez la suya no - cerró los ojos un breve instante y volvió a

abrirlos con rapidez - Seguro que este espectro es en realidad un demonio. ¿Por qué

si no le asusta tanto la tierra sagrada? ¿Por qué sino prefiere poseerme a mí

primero cuando tendrá a Sesshomaru a un par de metros? Si consigo salir de esta

habitación antes de que me posea, la tierra sagrada le frenará y estaremos a salvo.

Y en el caso de que no lo consiga… me suicidaré. Me mataré en cuanto Nibori me

toque -cerró los ojos y varias lágrimas rodaron por sus mejillas - Puede que sea una

decisión egoísta, pero si puedo ayudarlo, prefiero que Sesshomaru viva una larga

vida, aunque yo no esté en ella. Tal vez algún día pueda enamorarse otra vez de

alguien.

Nuevos golpes de batalla se oyeron en el exterior y Rin pudo oír la fuerte respiración de su

demonio. El terreno sagrado le tenía agotado. Se oyó un chillido animal y luego el

chasquido de un latigazo. La joven se temía lo peor.

- ¡Lo haré! - acabó anunciando con resolución - Pero no pienso dejar que me atrapes,

Nibori. No renunciaré sin luchar.

Rin acababa de tomar la decisión más dura y difícil de su vida. No era de extrañar que

pretendiera rescatar al demonio de la luna, pero era plenamente consciente de que si el

fantasma poseía su cuerpo, ya no volvería a ser ella nunca más. Nunca volvería a sentir

amor ni odio por nadie. No volvería a ver a sus amigos, ni a su familia, pues los de la aldea,

eran su familia. Nunca más volvería a ver a Shippo ni dormirían abrazados junto a las

cenizas de la candela. Nunca volvería a escaparse a los prados de flores con Megumi ni a

dormir en su casa. No volvería a ver a la joven y alegre Yuki sonriéndole con esos bonitos

labios y esos ojos dulces. No estaría para el nacimiento de los hijos de Sango y Miroku, ni

volvería a entrenar con Inuyasha o a observar a Kagome mientras ella practicaba con el

arco. Kaede y ella no volverían a cocinar juntas ni la ayudaría a que las madres de la aldea

trajeran sus bebés al mundo. Y tampoco volvería a encontrarse con Kohaku para arreglar

las cosas, como cuando eran sólo amigos.

Ya no volvería a tener nada de lo que había tenido en su vida anterior. El espectro le robaría

el cuerpo y lo explotaría, agotando todas sus fuerzas, para salir al exterior de la cueva.

¿Intentaría Nibori aguantar hasta el último instante de su vida, o por el contrario

abandonaría su cuerpo a su suerte para dejarla sufrir esos últimos instantes de vida en pleno

dolor y agonía?

Fuera como fuese, tenía que salir de allí, y darle una oportunidad a su demonio para

salvarse. Él estaba menos herido que ella, de eso no había duda alguna. Él era fuerte y

Page 209: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

valiente: un guerrero. Podría superar esto. Rin sabía que podía. Y algún día encontraría a

alguien especial y volvería a enamorarse.

El corazón de la joven tiritaba y tenía frío y tenía miedo. Se sentía sola y desamparada, y

hubiera deseado tener a alguien a su lado que la abrazara y le diera consuelo.

Su decisión implicaba renunciar al amor de su vida, porque Rin había comprendido que, a

veces, aunque luches con todas tus fuerzas y con todo tu corazón, hay veces que las cosas

no pueden ser, y personas que jamás estarán juntas.

- ¿Dónde está la esfera? - inquirió, con voz temblorosa.

Nibori enseñó los dientes en una sonrisa diabólica y le señaló la tupida flor roja que

descansaba sobre la tumba de piedra. La que estaba en el centro del montón de pétalos rojos

como la sangre que brota fresca de una víctima.

Rin tragó saliva y se acercó lentamente a la flor. A cada paso notaba los crujidos y el fragor

de la batalla que su novio y su enemigo estaban librando fuera.

Un golpe. Un paso.

Un gran temblor. Otro paso.

Un gruñido, un grito, más golpes. Otro paso.

Alargó la mano con lentitud hacia la flor, conteniendo la respiración. Sus dedos rozaron los

primeros pétalos y enseguida notó la misma sensación de ensoñación que la primera vez

que la vio.

Una lágrima triste y solitaria salió de sus ojos caramelo y rodó por su mejilla hasta caer

sobre los pétalos del suelo.

- Renuncio a mi vida contigo - se dijo - porque te quiero.

Y metió la mano hasta el fondo.

Page 210: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 43: Persecución en las tinieblas

La mano de Rin se encontraba sumergida entre los tupidos pétalos rojos de la flor. Las

yemas de sus dedos no tardaron en rozar el centro y allí, tal y como el espectro le había

indicado, había una esfera. La joven la tomó en su mano y la sacó de la flor.

Era suave, como si hubiera sido pulida a consciencia, y de un color azul malva tan brillante

que pensó que había atrapado una estrella del cielo. Pero en cuanto la esfera se hubo

separado de la flor, ésta perdió su color rojizo.

La gardenia se consumió en el acto y todos sus pétalos se pudrieron y pusieron negros.

Rin dio un paso hacia atrás, asustada.

Los pétalos del suelo que había esparcidos por toda la sala se fueron arrugando también

desde los más cercanos a la flor hasta los que estaban más alejados. Su color rojo fuego fue

sustituido por el negro de la muerte y las plantas de enredadera que colgaban de las paredes

y el techo se ennegrecieron también.

- ¡¡Sí!! - Nibori saltó de alegría y alzó los puños al aire, emocionado y excitado por

que todo le estuviera saliendo a pedir de boca.

La joven chocó con la espalda en la pared y se vio atrapada. Miró la gigantesca puerta de

piedra y vio que no pasaba absolutamente nada. No había indicios de que fuera a abrirse. Se

volvió hacia el espectro y lo contempló con rabia.

- ¡Me mentiste! ¡Seguimos aquí atrapados!

Rin desenvainó su abanico y apuntó hacia Nibori.

- No podrás tocarme.

El fantasma sonrió desquiciado y la miró con sorna.

- Tu patética arma no es capaz de herirme, tan sólo me atraviesa.

Pero ahora era Rin la que sonreía.

- A ti no, pero a él sí - dijo señalando el cadáver de Nibori que yacía en la mesa de

piedra. Gracias a la descomposición de las enredaderas, ahora permanecía

perfectamente visible y al alcance del arma de Rin.

- ¡No! - exclamó Nibori, pero en lugar de dirigirse hacia su cuerpo, se abalanzó hacia

las velas del fondo de la estancia.

Rin levantó su abanico y la luna brilló.

- ¡Ahí va! - y lo lanzó con todas sus fuerzas.

Pero justo delante del pecho cadavérico, apareció el pequeño gatito de luz que había guiado

a la chica hasta la cámara. El abanico se le clavó en el pecho y el animal cayó muerto en el

suelo mientras su luz se apagaba.

- ¡Oh, no! - exclamó la chica visiblemente abatida - ¡¿Cómo has podido?!

Page 211: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

A Rin se le encogió el corazón en el pecho. Puede que aquel ser luminoso no fuera más que

una invocación que hacía el espectro para poder engañar a viajeros como Rin y conseguir

sus propósitos, pero Kuppuru tampoco se merecía morir así. ¡Nadie se merece morir de esta

manera!

Rin corrió hacia el cadáver del pobre gato, ya apagado, para recuperar su arma antes de que

Nibori hiciera algo más para que ella no pudiera destruir su cuerpo físico.

- ¿Por qué te importa tanto tu cadáver? No es más que un montón de huesos y polvo.

Nibori sacudió la cabeza.

- Si destruyes mi cuerpo ahora, mi alma también desaparecerá. Y eso no te lo

consiento.

Y entonces pasó lo que la chica temía desde hacía rato: Nibori intentó poseerla.

El espectro se abalanzó hacia ella por el aire con todas sus fuerzas, pero la chica se agachó

y dejó que Nibori chocara contra la pared.

Rin se dio la vuelta y echó a correr hacia el lado opuesto de la estancia. Pero no importaba

cuanto corriera; no tenía a dónde ir.

- Estás acabada - le dijo el espectro con sorna mientras volvía a lanzarse hacia ella

con violencia.

La morena no sabía qué hacer. No podía huir, no podía correr. Las armas no servían contra

esa cosa e intentar destruir su cuerpo real tampoco le serviría. Ya había visto lo que ese

monstruo era capaz de hacer con los pobres espíritus en el caso de que su vida peligrara.

Rin dio un traspié y cayó al suelo. Se levantó con rapidez y se ocultó tras la mesa de piedra.

El espectro se lanzó de nuevo hacia ella y esta vez consiguió alcanzarla.

- ¡Noo!

El pecho y los brazos de Rin se pusieron rígidos en el acto y notó cómo el frío del fantasma

le penetraba a través de la piel y se le colaba en los huesos. Nibori estaba sobre ella,

introduciéndose con rapidez en su interior mientras ella, impotente, yacía en el suelo sin

poder evitarlo.

Intentó levantar su mano derecha y clavarse su abanico en el pecho, pero no pudo mover ni

un músculo. Notaba la dureza de su arma, notaba la superficie lisa de la luna de plata que

ésta llevaba incrustada, y se repetía una y otra vez que tenía que ser fuerte y resistir, pero no

podía.

- Lo siento - fueron los últimos pensamientos que ocuparon su mente antes de que

Nibori se introdujera de lleno en su cuerpo.

Pero entonces sucedió lo impensable. La luna de plata empezó a brillar con intensidad y

fuerza y su fulgor fue tan impresionante que llenó la habitación de luz durante un instante e

Page 212: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

hizo que tanto el cuerpo de Rin como la consciencia de Nibori quedaran cegadas por un

momento.

Rin notó en su interior una sacudida. El frío que Nibori proyectaba en su ser empezó a

calentarse y fue como si una sábana blanca le fuera arrancada desde sus entrañas y

expulsada al exterior.

Cuando la luz se apagó, Nibori estaba tirado en el suelo al otro lado de la estancia, lejos del

cuerpo de Rin.

- Me has salvado - dijo la chica, agradecida, mientras acariciaba el precioso adorno

de su abanico.

Se puso en pie enseguida y señaló al fantasma con la mano.

- No puedes poseerme - anunció con orgullo - A mí no. Aquí acaba todo para ti.

Pero el espectro no estaba dispuesto a renunciar a la vida tan fácilmente.

Se miró las manos blancas y pálidas y vio cómo se le empezaban a desvanecer en el aire.

Sus pies también dejaron de existir y su rostro, casi cetrino, comenzó a disolverse en el aire.

- ¡No, no, no! - gritó con desesperación - Un cuerpo, ¡necesito un cuerpo!

Miró a su alrededor, pero sólo estaba Rin con él. La puerta no se había abierto al coger ella

la esfera, de manera que el cuerpo del demonio de la luna quedaba todavía fuera de su

alcance.

- ¡Maldita sea! ¡Un cuerpo! ¡Un cuerpo!

Estaba aterrorizado. Era su última oportunidad de salir de aquel antro y volver al mundo

exterior, sin embargo, todo estaba a punto de acabar para él. Pero entonces lo vio.

Su cuerpo, esquelético y casi momificado, estaba sobre la mesa de piedra. Había intentado

acceder a él centenares de veces, miles si me apuras, pero nunca había podido. ¿Sería capaz

de moverlo ahora que la esfera ya no estaba en la flor roja?

Nibori se abalanzó contra su cuerpo y se colocó entre los huesos de su figura.

- Pe... ¿pero qué haces? - Rin se llevó las manos a la cabeza y dio un traspié. No

creía que aquello que sus ojos estaban viendo fuera real. ¿Acaso Nibori pretendía

mover su cuerpo después de tantos siglos? ¿Era eso posible?

El espectro de Nibori desapareció en unos segundos y de repente, su cadáver abrió los ojos.

Rin retrocedió.

El cuerpo del joven mercader empezó a moverse con lentitud y su forma esquelética y

repulsiva fue transformándose en un demonio de grandes dimensiones. Su caja torácica

aumentó varios metros y se convirtió en un pecho fuerte y musculoso, cubierto por una piel

escamosa de color violáceo. Las piernas y los brazos le crecieron a la par que el cuerpo, y

Page 213: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

eran tan largos los brazos que casi rozaban el suelo. Los ojos se le encendieron en dos

esferas de fuego y un cuerno color arena le surgió del nacimiento de la frente. Las garras se

le agrandaron y sus colmillos eran tan grandes y puntiagudos que se le desbordaban por la

boca.

Lanzó un sonido horrible mientras acababa de transformarse.

- ¡¡Sesshomaru!! - gritó la chica, muerta de miedo junto a la puerta - ¡¡Por favor!!

¡¡Ayuda!!

El demonio era tan grande que apenas si cabía en la estancia. Si seguía aumentando a esa

velocidad, reventaría la cueva.

- Ja ja ja ja - rió con su voz grave y profunda. No quedaba ni un solo vestigio de

humanidad en él, ni en su voz, ni en su mirada.

- No podrás salir de aquí con tu cuerpo, ¡monstruo! Si tocas la tierra sagrada,

¡morirás!

Rin no estaba segura de que Nibori pereciera si entraba en contacto con el suelo del resto

del laberinto. Sesshomaru había podido llegar hasta tan lejos porque se había ido

acostumbrando a la tierra sagrada progresivamente, desde la entrada, donde la influencia

era menor, hasta el propio corazón de la cueva. Pero Nibori, en cuanto saliera de allí, el

poder sagrado le daría de lleno y lo destruiría. Por eso necesitaba un cuerpo humano. Pero

ahora que ambos sabían que no podría poseer a Rin, se lanzaría directo a por Sesshomaru.

Rin se fijó en la nueva piel de Nibori. No hacía ni un minuto que se le había formado y ya

se le estaba cayendo a tiras.

- ¡Aparta! - gritó el gigante y le dio un manotazo a Rin para que se quitara de en

medio.

La chica salió despedida por el aire y chocó contra una de las paredes.

Nibori posó sus enormes manos en las puertas de piedra de la entrada y empezó a ejercer

presión sobre ellas. El techo empezó a temblar y se formaron grietas por el suelo y las

paredes.

Rin estaba algo aturdida por el golpe, pero entendía a la perfección lo que el demonio

pretendía. Rió ligeramente al pensar en su estupidez. ¿De verdad creía que podría abrir las

puertas sólo con la fuerza bruta? Ella ya lo había intentado tanto para entrar como para

salir. Y al final sólo se abrió por su determinación y no por su habilidad con el abanico. Y

no había vuelto a abrirse.

El monstruo continuó forcejeando con la roca. Empleaba tanta fuerza que todas las paredes

crujían y en el techo se formaban más grietas.

- ¡¡Nos caerá el techo encima!! - se quejó Rin, viendo que las rocas sobre sus

cabezas los iban a aplastar.

- ¡¡Cállate!!

Page 214: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

El gigantesco Nibori siguió empujando mientras la piel se le caía a tiras por momentos.

- Tus esfuerzos no te servirán de nada- le respondió Rin, haciéndose la valiente

cuando en realidad le temblaban las rodillas - La princesa Kagura hizo un buen

trabajo. Lo tenía todo muy bien pensado.

El demonio paró un instante y empezó a agacharse para acercar su monstruoso rostro al de

la joven. Rin se estremeció.

- Kagura no previó una cosa.

- ¿El qué? - Rin levantó la cabeza y le miró directamente a los ojos, sin dejar que el

temor la delatara.

- Que habría otro demonio intentando abrir la puerta a la vez desde el otro lado.

- ¿Qué?

La joven pegó el oído a la pared y pudo oír los golpes y una espada contra la puerta. Había

estado tan asustada por la transformación de Nibori que no se había dado cuenta de que el

combate en el pasillo contiguo había terminado y que ahora Sesshomaru estaba intentando

abrir las puertas para sacarla.

- ¡Rin, no te preocupes! ¡Voy a sacarte de aquí! - oyó que decía, con valor.

- ¡No, Sesshomaru! ¡No lo hagas!

El demonio de la luna no le hizo caso y siguió golpeando la puerta.

- ¡Para, por favor! ¡Si abres la puerta te estarás condenando!

La joven ya no tenía duda alguna de lo que iba a pasar. Sesshomaru no pensaba escucharla.

Haría lo que fuera por ella de la misma forma en que Rin había estado a punto de suicidarse

para acabar así con Nibori. Puede que las cosas hubieran tomado un sentido diferente y que

ella aún siguiera en pie, pero para Sesshomaru, ¿sería todo tan sencillo?

- ¡¡No lo hagas!! ¡¡Por favor, vete!! ¡Sal de aquí! ¡Huye!

Rin chillaba una y otra vez, pero su querido albino no pensaba hacerle caso. Luchaba con

todas sus fuerzas por liberarla, sin entender que eso los condenaría a ambos.

Entonces oyó las palabras de Sesshomaru y vio en ellas la misma fuerza y determinación

que habían hecho que las puertas se abrieran para Rin hacía tan sólo un rato. Estaban

perdidos.

- ¡Rin, no pienso abandonarte! - y asestó con su espada el golpe más fuerte de todos

cuanto había propinado jamás.

Una luz cegadora lo envolvió todo en ese instante y las puertas de piedra se abrieron.

Page 215: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Rin, que estaba apoyada en la roca de las puertas, cayó hacia adelante cuando éstas se

abrieron, pero en lugar de darse de bruces contra el suelo, notó que unos brazos la sujetaban

con fuerza.

La chica levantó la mirada.

- Sesshomaru.

La morena levantó el rostro y sus ojos se encontraron. La mirada de él era puro miedo y

desesperación. Claramente había temido que le hubiera pasado algo a la chica. Pero al ver

la mirada de Rin, al ver sus ojos castaños brillar de alegría, al contemplar su sonrisa dulce e

inocente, no pudo soportarlo ni un momento más y la abrazó con fuerza contra su pecho.

- Lo siento - se dijeron a la vez, lamentando el dolor que había pasado el otro hasta

encontrarse.

Sesshomaru le pasó la mano por los cabellos y se los acarició. Dejó que su olor lo

embriagara y que el calor de su cuerpo humano lo llenara de valor y consuelo.

- Temía que hubieras muerto - le dijo la chica en un susurro, sin deshacer el abrazo.

- Yo también - afirmó él.

Pero no tuvieron tiempo de decirse nada más. Nibori estaba totalmente recuperado de la luz

cegadora y se disponía a salir de su cuerpo para alcanzar el de Sesshomaru.

Sesshomaru y Rin se soltaron y se dieron la vuelta.

El cuerpo de Nibori se estaba deshaciendo con rapidez y las garras y los colmillos estaban

cayendo en el suelo.

- ¡Corre! - Rin apremió a Sesshomaru, que no era aún consciente del peligro que

corrían junto a ese despiadado monstruo.

El demonio albino la tomó de la mano y empezaron a correr hacia la salida.

- ¡¡No!!

Nibori no había acabado de salir de su cuerpo, pero no podía permitir que el demonio y la

humana se le escaparan de aquella forma. Dio un paso y salió de la que había sido su

prisión durante todos aquellos siglos.

En cuanto puso un pie en terreno sagrado, la piel le empezó a arder y los músculos se le

chamuscaban.

- ¡¡¡Aaaahhhh!!!

Su voz era puro dolor y su chillido fue tan fuerte y vivo que retumbó por las inmediaciones

de toda la cueva y empezaron a aparecer más grietas en las paredes. El techo se

derrumbaba, los demás demonio fantasmas se escondían o peleaban entre ellos,

aterrorizados, mientras Rin y Sesshomaru intentaban encontrar el camino de vuelta.

- Mi olfato no funciona bien aquí - anunció el demonio a su pequeña - No pudo

rastrear por donde vine.

Page 216: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

El suelo se estremeció y una gran roca se desprendió de la pared.

- ¡Cuidado!

Sesshomaru cogió a Rin por la cintura y la apartó hacia un lado. La piedra cayó al suelo y

se hizo añicos.

La joven lo miró a los ojos, conmovida.

- Gracias - le dijo con un hilo de voz, como si estuviera a punto de echarse a llorar.

Las emociones fuertes, los problemas, las dificultades… ahora todo le pasaba factura y el

hecho de que Sesshomaru estuviera en ese momento con ella la hacía sentir como si ya no

llevara tanto peso sobre sus hombros, como si pudiera dejar de hacerse la dura y confiar en

alguien más. Con Sesshomaru podía permitirse ser débil, porque él la protegía. La

protegería siempre.

Unas lágrimas resbalaron por sus mejillas y sintió que las piernas le fallaban.

- Eh, Rin - Sesshomaru se agachó junto a ella y le colocó una mano en la mejilla,

enjugándole las lágrimas - Voy a sacarte de aquí, ¿me oyes? Te lo prometo - y le dio

un breve beso en la frente.

Pero al contacto con la piel de la chica se dio cuenta de que algo no iba bien. La mejilla le

ardía de una forma antinatural. Sesshomaru estaba seguro de que no era por el cansancio ni

por el esfuerzo. Rin estaba enferma.

- Rin, ¿qué te pasa? - la escrutó con la mirada y la estudió con precaución,

intentando sopesar por qué estaba tan caliente, pero a la vez tan pálida.

La chica estaba jadeando.

- No puedo… respirar…

Rin se llevó las manos a la garganta mientras boqueaba asustada, intentando que el poco

aire que había en el subsuelo le llegara a los pulmones.

Sesshomaru le apartó las manos y le rasgó la parte de arriba del vestido con brusquedad. Su

cuello y sus hombros quedaron inmediatamente al descubierto y el demonio pudo ver

aquello que hacía que su querida Rin estuviera tan exhausta.

- Te han envenenado - dijo más para sí mismo - Con una flecha - adivinó.

Rin lo miró desde el suelo. El aire no le llegaba porque el veneno no sólo había cubierto la

piel de su cuello y pecho, sino que, además, había penetrado en los órganos internos y la

estaba destruyendo.

- Es un veneno lento - le explicó el chico - Te mata lo más lentamente que puede

mientras uno se contamina por dentro. Empieza tan sólo por la piel, y cuando ya se

ha extendido por una superficie suficientemente grande, se introduce en los órganos.

Eso explicaba por qué Rin había podido sobrevivir tanto rato a pesar de que la marca no

hacía más que crecer sin descanso. Hasta el momento tan sólo su piel estaba infectada, pero

Page 217: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

se le había sumado el estómago, lo que le había provocado arcadas de sangre al menor

esfuerzo, y ahora eran los pulmones.

Sesshomaru le miró el cuerpo y se dio cuenta de que la perdía sin remedio. Las rocas caían

a los lados y sólo podía pensar en eso: Rin estaba muriendo.

Sacó las garras y las acercó a la pequeña.

- Esto va a dolerte un poco, pero no te muevas.

La joven asintió y el chico clavó lentamente las garras en la piel de Rin. Ella se estremeció

de dolor e intentó retorcerse, pero el demonio se lo impidió.

- No te muevas. Todavía no - y le arañó la piel del cuello y el pecho.

Rin sintió cómo un líquido brotaba de su persona y la iba empapando, pero cuando se miró,

no era sangre lo que salía de su piel, sino veneno.

- ¿Qué me has hecho? - inquirió, intentando ponerse en pie, pero estaba demasiado

mareada para soportar su propio peso.

Sesshomaru volvió a agarrarla de la cintura.

- Te he abierto la piel. Es una forma de expulsar el veneno que está en la superficie.

El interno no se puede, pero al menos evitaremos que se siga introduciendo en tus

pulmones.

- Gracias, Sesshomaru. Me has salvado.

En circunstancias normales, el demonio nunca hubiera mostrado ningún tipo de afecto, pero

tratándose de la situación en la que estaba, no podía permitirse ser frío. Ella se le moría. Ya

le daba igual todo, absolutamente todo.

- Te quiero - le dijo, mientras le besaba la frente con ternura y la tomó en brazos para

que no tuviera que caminar. No creía que pudiera.

Sesshomaru dio un salto y continuó volando en busca de la salida. Cada cierto tiempo se

encontraban fantasmas que estaban desorientados o perdidos o bien depredadores que se

devoraban unos a otros aprovechando la confusión.

De repente, un fuerte crujido sonó a sus espaldas y al volverse, pudieron ver de lejos un

increíble cuerpo esquelético de enormes dimensiones.

- ¡Oh, Dios mío! - exclamó la chica, apretándose contra el pecho de su demonio.

Nibori se arrastraba como podía por el suelo, sin piel, sin cuerno, sin garras y sin dientes,

pero tan grande y terrorífico como al principio.

Sesshomaru dejó a la chica en el suelo y desenvainó la espada. Si lo mataba rápidamente,

podrían salir antes.

- ¡No lo hagas! - Rin tiró de su manga y suplicó - Por favor, salgamos de aquí antes

de que nos alcance.

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- Ese demonio acabará saliendo - explicó el albino - Cerca de aquí hay un río donde

podrás curarte. Si nos ataca entonces y no le oigo llegar, podría matarnos. Es mejor

acabar con esto aquí y ahora.

Rin estaba desesperada. Sesshomaru no entendía nada de lo que estaba pasando. ¿Es que no

se daba cuenta de que ese demonio de huesos era capaz de liberar su alma y poseer la de

otras personas? La mayoría de demonios pueden percibir esas cosas. A no ser que los

sentidos de Sesshomaru estuvieran mucho más débiles en tierra sagrada de lo que él quería

hacer ver. Estaba siendo fuerte por ella.

Una flecha atravesó el aire como un susurró y se clavó en uno de los brazos del monstruoso

Nibori.

- ¡Vamos! - anunció Kagome desde la distancia - ¡Hay que salir de aquí!

Sesshomaru tomó a Rin en brazos y voló hacia donde estaban Inuyasha y Kagome. La

mujer estaba ligeramente herida, pero por lo demás parecía sana y en perfectas condiciones.

Inuyasha, por su parte, había perdido sus garras, sus colmillos y su color albino de pelo.

Ahora tenía el pelo negro: era humano. Tenía varios golpes en la mandíbula y el kimono

algo desgarrado, pero también estaba bien.

- ¡Inuyasha! ¡Kagome! - exclamó la chica, aliviada de ver que no estaban solos.

- Shippo, Kirara y A-Un están fuera - aclaró Kagome - salid y alcanzadlos.

- Yo me encargaré de este monstruo - anunció Inuyasha con ganas de probar sus

fuerzas como humano.

- No, ¡esperad! - Rin apretó los brazos de Sesshomaru y éste se detuvo para dejarla

hablar - Ese demonio puede poseer los cuerpos de los demás, tanto humanos como

demonios.

- ¿Qué? - los otros tres fruncieron el ceño, confusos - ¿De verdad?

- De verdad. Quería un cuerpo humano para no sufrir el dolor de la tierra sagrada,

pero no ha podido poseerme. Sin embargo, sigue necesitando un cuerpo con

urgencia antes de que el suyo se deshaga del todo. No dejéis que os toque.

Los demás comprendieron en el acto la gravedad de la situación y cuando Nibori estaba ya

a unos metros de ellos, salieron todos corriendo hacia la salida.

- ¡¡No podréis huir de mí!! - exclamó el monstruo entre jadeos y chillidos de dolor -

¡¡Os acabaré atrapando!!

En pocos minutos consiguieron llegar a la salida y la luz del amanecer les dio de lleno en la

cara.

Al volverse, la cueva entera se derrumbó con un gran estrépito y piedras grandes como

puños taponaron la entrada.

- ¡¡Estáis vivos!!

Shippo se levantó del suelo y corrió al encuentro de sus amigos. Abrazó a Kagome y a

Inuyasha y se rió en broma del deplorable aspecto de éste último como humano. Pero

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entonces dirigió la mirada hacia donde estaban Rin y Sesshomaru y se dio cuenta de la

gravedad de la situación.

- ¡Rin! - corrió hacia ella y se agachó. Sesshomaru acababa de ponerla en el suelo -

¿Qué te pasa? ¿Estás herida?

- Shippo… - le contestó ella en un hilo de voz mientras se le nublaba de nuevo la

vista y volvía a vomitar sangre.

Sesshomaru le desgarró un trozo más de su traje de exterminadora y volvió a clavarle las

garras, repitiendo la misma operación que antes. Arañó la suave piel de su vientre y al

instante empezó a brotar parte del veneno que había encerrado en su piel.

Rin dejó de vomitar sangre, pero seguía sin poder moverse.

- Hay que llevarla a la aldea más cercana - anunció Kagome viéndola en ese estado -

Conseguiremos medicinas y luego…

- Iremos al río - replicó Sesshomaru, tajante - No le servirá nada más.

Le acarició los cabellos negros y llenos de polvo. Le colocó un mechón detrás de la oreja y

la miró con seriedad.

- Vas a estar bien - prometió, aunque en realidad estaba intentando convencerse a sí

mismo de que no iba a perderla.

- Sesshomaru… - Rin lo miraba a los ojos y solo podía ver dolor y angustia en ellos.

Nunca había visto al demonio tan preocupado por nada. De hecho, nunca había

visto al demonio preocupado, excepto ahora.

Intentó levantar el brazo y tocarle la mejilla, pero él no quería que hiciera sobreesfuerzos.

- Siento mucho que las cosas hayan salido así - le confesó el demonio de la luna -

Nunca hubiera querido que te pasara esto, y lo que más rabia me da es que ni

siquiera he podido encontrar la esfera. Ni siquiera eso…

Ahora Rin sí consiguió que su mano llegara a la cara de él y le acarició las marcas violetas

que tenía en las mejillas.

- Pero estamos vivos - dijo sonriente - Y estamos juntos.

Sesshomaru sacudió la cabeza.

- No por mucho tiempo.

Rin no supo si su demonio se refería a que ella podía morir o a que en un par de décadas la

chica habría perecido debido a la vejez. Pero fuera por lo que fuera, no tenía importancia.

Se inclinó ligeramente de lado y miró a su demonio.

- Sesshomaru… mete la mano en mi bolsillo.

El demonio obedeció y deslizó la mano por el pantalón rasgado de la chica. Metió la mano

en el bolsillo, a la altura del muslo, y sus dedos tocaron algo suave. Sesshomaru retiró la

mano.

- La esfera - se quedó sin habla cuando la tuvo entre sus manos.

Page 220: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Kagome, Inuyasha y Shippo se acercaron en cuanto oyeron la palabra "esfera".

En efecto, el demonio albino tenía entre sus manos una gema de un azul malva

verdaderamente brillante.

Miró a Rin y a la esfera intermitentemente y esbozó una pequeña sonrisa. Sesshomaru no

solía sonreír, y aunque sus labios apenas se habían curvado, su chica percibió el gesto y

sonrió también, pero más ampliamente.

- Recuerda - le dijo ella poniendo una mano sobre la de él - Sólo un deseo. Piénsalo

bien.

- Ya lo tengo pensado.

Pero justo en ese instante las rocas de la cueva temblaron y el suelo se estremeció. Una gran

mano de huesos salió de entre ellas. Pronto el cuerpo entero del gigantesco Nibori apareció

justo delante de sus narices.

Page 221: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 44: Puñalada de amor

Los chicos retrocedieron. De alguna forma casi imposible el monstruoso y gigantesco

Nibori había conseguido sobrevivir al hundimiento de la cueva y había resurgido de entre

los escombros. Echó las piedras a los lados con las manos y apareció en mitad de aquel

montón de rocas y polvo. No se vio a ningún fantasma demonio ni a ninguna otra criatura

demoníaca más. La misión de todos aquellos espíritus era preservar la cueva e impedir que

nadie liberara al malvado monstruo. Pero ahora que habían fracasado, ya no tenían por qué

permanecer más en el plano terrenal. En cierta forma, era un alivio. Por fin podían ser

libres.

Pero ahora no era ese el problema de los chicos. Nibori estaba a unos metros de ellos. Su

tamaño era tan grande que hubiera podido confundirse con el de un castillo. Tan sólo le

quedaban huesos y algún que otro jirón de piel, pero todavía podía mantenerse en pie. Y

ahora que estaba fuera del alcance de la tierra sagrada, no se descompondría con tanta

rapidez. Al contrario, su fuerza iría en aumento hasta que su verdadero cuerpo no pudiera

más y se deshiciera en pedazos.

Sesshomaru alzó a Rin en volandas y llamó a su caballo.

- ¡A-Un! ¡Ven aquí! ¡Ya!

El caballo de dos cabezas se acercó de inmediato y el albino depositó sobre su lomo a la

joven convaleciente.

- Llévala al río - le ordenó - y no la dejes sola.

- No, Sesshomaru - Rin apretaba con fuerza la mano de su demonio - Es a ti a quien

quiere.

Sesshomaru negó con la cabeza.

- Yo estaré bien. Luego iré a buscarte - y le dio una palmada al caballo para que se

marchara.

A-Un obedeció y empezó a volar en dirección a las aguas del río más cercano.

Kagome sacó una flecha de su carcaj y la colocó en el arco. Inuyasha desenvainó a

Colmillo de acero y Sesshomaru sacó sus garras venenosas mientras con la otra mano

sostenía a Bakusaiga.

Shippo se acercó a Kirara y le dio una palmada en el lomo.

- Ves con Rin y A-Un. No sabemos si hay demonios rondando por la zona.

La gata demoníaca hizo un ligero signo de asentimiento y aumentó su tamaño para darse

más prisa en alcanzar a la joven y a su montura.

Shippo se puso en posición.

Page 222: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Nibori avanzó un paso, acercándose más a sus oponentes. Aunque no tuviera rostro, los

huesos de la mandíbula se le tensaron en lo que parecía ser una sonrisa. Una horrible

sonrisa.

- No te acerques más o disparo - amenazó Kagome desde su posición.

El monstruo pareció aturdido al principio, pero pronto posó su atención en cada uno de sus

oponentes y los estudió con la mirada.

- Con que una sacerdotisa, ¿eh? - inquirió, casi divertido, aunque en realidad era

quien más miedo le infundía, pues fue precisamente la princesa Kagura quien,

siendo también sacerdotisa, fue capaz de encerrarlo en esa cueva durante más de

seis siglos.

- Así es - confirmó Kagome - Y no dudaré en disparar.

Los ojos de Nibori saltaron de los de la mujer a los de Shippo.

- Sólo es un demonio zorro joven. Son bastante débiles.

Luego posó la vista en Inuyasha.

- Mmm… - pensó - es tan sólo un medio demonio, no creo que valga mucho. Pero

esa espada que lleva… puedo sentir sus poderes desde aquí. Es un buen ejemplar.

Finalmente miró a Sesshomaru, que apretaba los dientes de rabia pensando en el deplorable

estado en que había quedado Rin después de superar todas las pruebas para conseguir llegar

hasta ese ser. Lo odiaba. Lo odiaba con toda su alma y deseaba matarlo él mismo con sus

garras. Pero Nibori permanecía ajeno a los pensamientos del demonio albino mientras lo

escrutaba con curiosidad.

- Es un demonio completo - pensó con satisfacción - y sumamente poderoso.

También su espada lo es. Y ha conseguido llegar hasta el final del laberinto

pisando tierra sagrada. Es un cuerpo perfecto para mí.

Pero antes de que Nibori pudiera hacer ningún movimiento, Sesshomaru ya sabía que iba a

ir a por él. Dio un ágil salto, espada en mano, y le atravesó los huesos del brazo,

arrancándoselo de la misma forma en que una vez Inuyasha le arrancó el suyo. Por suerte,

volvió a recuperarlo. Pero Nibori no sería tan afortunado.

La criatura lanzó un aullido y fijó su mirada felina en el albino.

- Muy bien. Como quieras - y levantó su gran mano para golpear al señor

Sesshomaru.

El apuesto demonio lo esquivó por los pelos e intentó clavarle las garras venenosas en los

huesos, pero no pudo. Era como si esas cosa tuviera los huesos hechos de metal.

Shippo se abalanzó hacia él por el otro lado, pero Nibori le dio un manotazo y lo lanzó con

fuerza por los aires.

- ¡¡Shippo!! - Kagome tensó su arco y disparó la flecha que tenía cargada - ¡Vamos!

Page 223: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

La flecha voló hacia Nibori, pero le atravesó el estómago sin rozarle ningún hueso y se

clavó en la tierra de más allá.

El monstruo suspiró aliviado. Las flechas sagradas de una sacerdotisa poderosa pueden

acabar con cualquiera de un solo golpe. No quería ser el caso.

Inuyasha blandió su espada contra Nibori, pero éste interpuso su mano y lo echó hacia

atrás.

Sesshomaru también le impidió seguir.

- No te metas, Inuyasha. Esto es cosa mía.

Sesshomaru creía que no necesitaría ayuda. Era plenamente consciente de sus grandes

capacidades de aguante y sus impresionantes habilidades como luchador. Y además, era

muy orgulloso. Quería ser él quien derrotara a Nibori por varias razones: 1. Porque era su

cuerpo el que ambicionaba, no el de los demás. 2. Porque Inuyasha y él siempre se había

llevado bastante mal y no se consideraban hermanos, así que no quería deberle nada. Y 3.

Nibori había atacado a su chica.

Los dos primeros motivos casi podía pasarlos por alto, pero el tercero no. "A Rin ni tocarla"

le habría dicho. Este asunto ya era algo personal.

Sesshomaru alzó a Bakusaiga y le propinó una fuerte estocada en la cabeza, donde se le

formó un crujido en el cráneo que casi le hace rodar.

- No pienses que con esos ataques acabarás conmigo - se burló el engendro - Este

cuerpo apenas puede ya sentir dolor. No tengo problema en llevarlo a su límite. Y lo

mismo hubiera hecho con tu amiguita - añadió.

A la mención de Rin, los ojos de Sesshomaru se encendieron de rabia y se abalanzó con

toda su ira sobre Nibori. Le clavo las garras en la caja torácica y usó el veneno que ésta

producían para fundirle algunas costillas.

Nibori hizo un pequeño gesto de dolor, pero no más que eso.

- Sólo siento molestias - volvió a reírse - Parece ser que no eres tan fuerte.

Kagome lanzó otra flecha, y esta vez sí acertó. Le dio de lleno en una de las piernas, que se

le desintegró al instante y el monstruo cayó al suelo.

- ¡No os metáis! - se increpó Sesshomaru, cada vez más furioso.

Nibori había herido su orgullo al considerarlo un demonio más débil de lo que en realidad

era. De hecho, si no fuera por todo lo que su cuerpo había tenido que soportar al estar

sometido a la tierra sagrada, ya habría acabado con él hacía mucho rato. Sesshomaru era

uno de los demonios más fuertes y poderosos que existían en todo Japón y, más

ampliamente, uno de los más poderosos y conocidos del mundo. Pero en ese estado de

cansancio no podía desplegar todas sus habilidades como luchador y asesino.

Page 224: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Nibori se puso en pie como pudo y arrugó las pocas garras que le quedaban en la otra mano

para lanzarle un zarpazo a Kagome. Por desgracia, la alcanzó y la dejó herida.

- ¡Kagome! - gritó Inuyasha yendo a su encuentro - ¿Estás bien?

La espalda de Kagome estaba llena de sangre y no fue muy difícil adivinar que le había roto

el brazo por el golpe, pero los cortes sólo eran superficiales.

- Vamos - dijo su marido, cogiéndola en brazos - Te sacaré de aquí - Luego se dio la

vuelta y se dirigió hacia el albino - Sesshomaru, está bien. Encárgate de él. Y

asegúrate de matarle o volveré y lo haré yo mismo.

Sesshomaru esbozó una sonrisa irónica.

- Eso tenía pensado.

Y volvió a lanzarse contra el demonio gigante de huesos.

Entretanto, Kirara, Rin y A-Un habían llegado al río más próximo en cuestión de minutos y

ahora la chica se encontraba sumergida casi por completo en las aguas cercanas a la orilla.

- ¡Iiiiii!

El caballo estaba tumbado junto al río, con la cabeza junto a la de Rin, asegurándose de que

ésta no se ahogara. Kirara, por su parte, estaba un par de metros más allá. La gata tenía los

ojos bien abiertos y las orejas tiesas, atenta a cualquier ruido extraño que se aproximara.

Las heridas de Rin eran muy extensas. La peor parte era el punto en las costillas donde la

mujer de la armadura de cobre le había lanzado la flecha contaminada. Esa zona soltaba

burbujas de color lila y blanco, pero gracias al contacto con el agua, se estaba

desinfectando.

Por otra parte, gracias también a los arañazos que le había hecho Sesshomaru en la piel, el

veneno pudo huir más fácilmente de la piel de Rin. Si no le hubiera hecho esas heridas,

habría tenido que esperar a que todo el veneno se le fuera marchando poco a poco por la

herida del costado. Y eso hubiera sido mucho más lento. De todas formas aún estaba muy

herida y envenenada, y la ponzoña de los órganos internos iba a tardar días en desaparecer

por completo. Pero al menos se sentía un poco mejor.

Kirara gruñó y desapareció un instante. Pronto regresó con un pequeño demonio entre los

dientes y lo hizo pedazos.

- Gracias, Kirara - le respondió Rin a la gata.

Ésta maulló y siguió vigilando.

- Chicos, espero que estéis bien - dijo pensando en todos sus amigos que luchaban

contra Nibori.

Page 225: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Shesshomaru sacó el látigo de sus garras y lo dirigió hacia el gigante. Pero Nibori se hizo a

un lado y lo esquivó por poco. El monstruo no era ágil, pero sí muy fuerte e inteligente. ¿Su

problema? El demonio albino también lo era.

- ¿Qué puedo hacer para derrotarlo?- se preguntó el malvado engendro.

Nibora sabía que no podría poseer fácilmente el cuerpo de Sesshomaru. Ya lo había

intentado otras veces tanto con humanos como con demonios. Y en todos estos años había

aprendido una cosa: si el cuerpo del oponente es fuerte, es difícil someterlo, pero si además

es fuerte psicológicamente, es imposible poseerlo.

Así pues eso era un problema añadido para el cadavérico Nibori. Sabía que su oponente era

fuerte en su físico, pero estaba también convencido de que mentalmente era igual de

poderoso.

- Un hombre que hace un camino tan largo y se arriesga a morir en una cueva

sagrada para salvar a la mujer a la que ama, sin duda es alguien fuerte de mente.

Nibori dejó caer su cuerpo sobre el demonio albino y éste tubo que esquivarlo, atravesando

sus huesos y apareciendo en el otro lado.

Pero entonces los dedos de la mano de Nibori empezaron a deshacerse y fueron cayendo al

suelo con un gran estrépito.

- Parece que se te ha agotado el tiempo - le dijo Sesshomaru levantando una ceja -

Deja que te ayude a morir - y levantó por última vez su espada para acabar de una

vez por todas con ese temible enemigo.

Pero Nibori fue muy astuto esta vez. En lugar de intentar frenar el golpe o devolverlo,

simplemente cambió de dirección y empezó a adentrarse en el bosque tan rápido como su

única pierna se lo permitía. Redujo un poco su tamaño físico y empezó a volar, tal y como

Sesshomaru era capaz de hacer.

- ¡Eh! ¿Dónde crees que vas? - Sesshomaru apretó los dientes y lo siguió.

Pero Nibori ya le llevaba un par de metros de ventaja, y ahora que su tamaño era menor, era

mucho más veloz que antes. Prácticamente tanto como Sesshomaru.

- Se dirige al río - adivinó el albino - ¡Oh, no! ¡Rin! - y apretó el paso.

Exactamente. Nibori era demasiado inteligente para que nadie hubiera podido prever lo que

iba a hacer.

- Si Sesshomaru tiene una mente demasiado fuerte para que yo lo posea, debilitemos

esa mente privilegiada. Y la mejor forma es… matar a su prometida.

Page 226: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Kagome, Inuyasha y Shippo estaban a punto de llegar a las aguas del río. Kagome no estaba

demasiado grave. Era un alivio para todos. Sin embargo, los tres estaban preocupados tanto

por su querida Rin como por el altivo Sesshomaru. ¿De verdad sería capaz de derrotar a ese

traidor en las condiciones en que estaba? No sabían qué pensar.

De repente, dos sombras pasaron rápidas sobre sus cabezas y desaparecieron en la

distancia.

- ¿Qué era eso? - quiso saber Kagome.

Inuyasha y Shippo olisquearon el aire.

- Sesshomaru y el monstruo - aclaró Inuyasha, a quien le habían regresado sus

poderes demoníacos - ¡Démonos prisa!

Se llevó a Kagome a la espalda y corrieron con rapidez hacia el río.

Rin estaba completamente aturdida. Su respiración mejoraba por momentos, y su dolor de

estómago casi había desaparecido, pero sabía que sólo era por el contacto con el agua fría,

que la aliviaba sobremanera. Pero todavía se encontraba malherida y el cansancio hacía

mella en todos los músculos de su cuerpo.

De pronto, notó que la tierra temblaba y alzó la cabeza del agua. Nibori.

- ¿Qué haces aquí? - Rin retrocedió en el agua, asustada, y buscó a tientas su abanico

entre sus ropas, que ni siquiera se las había quitado al introducirse en las aguas -

¿Qué les has hecho a mis amigos?

Nibori sonrió, divertido. Pero ahora no tenía tiempo de escucharla. Sesshomaru le pisaba

los talones y seguro que ya había adivinado sus intenciones.

- ¿Dónde está tu abanico ahora, querida? - le dijo en un tono entre felino y mordaz.

Rin seguía trasteando en su vestimenta, pero no lo encontraba. Entonces se fijo en la orilla

y vio algo brillar. Su abanico.

Nibori sonrió.

- Supongo que ya es hora de que te posea.

Kirara y A-Un se le interpusieron en frente, pero Nibori los lanzó a ambos por los aires de

un solo ataque.

- ¡Kirara, A-Un! ¡No! - Rin temía por sus amigos y por su propia vida.

Page 227: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Se mordió el labio y empezó a temblar. ¿Por qué narices quería ahora su cuerpo? ¿No era el

de Sesshomaru el que quería? ¿O es que Sesshomaru estaba…?

- ¡No! ¡No puede ser! - exclamó Rin abatida, alejándose en las aguas, pero sin

quitarle los ojos de encima - ¡No puedes haberlo matado!

- ¡Claro que no! - exclamó una voz de repente entre los árboles y la chica sonrió.

- ¡¡Sesshomaru!!

Nibori se dio la vuelta y se rió.

- Ya es muy tarde - le dijo.

Sesshomaru blandió la espada y se lanzó contra él.

- ¡Nunca le pongas una mano encima a Rin!

Y le arrancó la cabeza de un solo tajo.

Los huesos de Nibori empezaron a descoyuntarse y pronto la gran montaña que formaba su

esqueleto quedó reducida a un simple montón de escombros.

- ¡Lo has logrado! - exclamó Rin con alegría - Por fin todo ha acabado.

¡Qué equivocados que estaban! Ya lo adivinó Rin una vez: a veces hay personas que no

están destinadas a estar juntas.

Una especie de figura blanquecina y fantasmagórica surgió de entre los huesos de Nibori y,

antes de que Sesshomaru o alguien pudiera impedirlo, penetró en el cuerpo de Rin.

Fueron unos instantes desagradables. Rin sentía vértigo y a la vez frío, mucho frío, mientras

el espectro de Nibori intentaba entrar en su cuerpo.

- ¡Rin no! ¡Maldita sea! ¡Rin!

Sesshomaru se lanzó al agua y nadó hasta ella, pero ya era demasiado tarde. El fantasma se

había introducido por completo en el cuerpo de Rin y ahora era toda suya.

La conciencia de Rin fue arrojada a una parte profunda de su cuerpo. Ella era consciente de

estar viva y también veía a través de sus ojos, pero no podía controlar su cuerpo, porque ya

no era su cuerpo, ahora le pertenecía a Nibori.

La otra vez había podido librarse de su ataque gracias al increíble poder de la luna de plata

que Sesshomaru le regaló por su cumpleaños y que Totosai habría incrustado en su arma

como elemente mágico. Pero ahora que estaba lejos de su alcance, estaba condenada a

permanecer así hasta que Nibori la liberase, o en su defecto, para siempre.

- ¡Rin!

Sesshomaru llegó a su altura justo cuando Kagome, Inuyasha y Shippo entraban en el claro

y comprendían de golpe lo que había ocurrido. Bastaba con mirar la columna de huesos

caídos y luego darse cuenta del comportamiento de Rin y la nota de temor en la voz de

Sesshomaru.

Page 228: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

El demonio le tocó los hombros y la sacudió ligeramente, como si quisiera despertarla de

un sueño, pero Rin le dio una manotazo en la mano y se apartó de él.

- ¡No me toques, demonio! ¡No quiero volver a saber nada de ti!

Sesshomaru se quedó de piedra. Esas palabras no las había dicho Rin, las había dicho

Nibori, pero era su cuerpo el que las había pronunciado, y eso hacía que fuera igualmente

doloroso escuchárselo decir.

- ¡No creas que me engañas, demonio traidor! - profirió Sesshomaru con rabia -

Pienso liberarla de tus garras. Cueste lo que cueste.

Rin esbozó una sonrisa irónica y sus ojos se volvieron oscuros, casi negros. Los ojos de un

demonio.

- ¿De verdad crees que esto lo está diciendo el demonio que me ha poseído? -

continuó diciendo Nibori desde el cuerpo de la joven - Estos son mis verdaderos

sentimientos. Lo han sido siempre. Pero tú no eras capaz de aceptarlos.

Sesshomaru apretó los dientes y agarró a Rin de la camisa, alzándola en el aire. Pero luego

la miró sin poder atacarla, sin poder golpearla.

- ¡No es ella quién habla! - le gritó Shippo desde la orilla - ¡Sesshomaru, no es ella!

- ¡Ya lo sé! ¡Ya lo sé! - pensaba el albino - Pero ¿qué puedo hacer?

Rin esbozó una sonrisa diabólica y le propinó un guantazo a Sesshomaru. Éste la soltó en el

acto y ella cayó al agua.

- Ya te dije que no me tocaras. Me das asco.

Todas aquellas palabras no eran más que un producto del plan de Nibori para que

Sesshomaru sufriera. Cuanto más sufriera, cuanto más le doliera ver a Rin así y escuchar

esas dolorosas y falsas palabras, más débil estaría su mente y su autoestima, y así Nibori

podría por fin poseer el cuerpo de ese fuerte demonio albino que tenía delante. El cuerpo

perfecto para su retorno al mundo de los vivos.

- ¡Ojalá nunca te hubiera conocido! - continuó diciendo el cuerpo de Rin - Me

arrepiento de todo. De haberte querido, de haberte besado. Nunca he odiado tanto a

una persona como te odio a ti ahora mismo. ¡Ojalá estuvieras muerto!

Los ojos de Sesshomaru se enrojecieron de rabia y enfado, pero también de dolor.

"No es ella" "No es ella" tenía que repetirse una y otra vez, pero al mirarla y ver que era su

cara la que estaba allí, en frente de él, le partía el corazón. Era como si de verdad lo

estuviera diciendo ella.

Sesshomaru la cogió por los brazos y se los apretó con fuerza. Tanta que Nibori soltó un

pequeño gemido de dolor.

- Sí, eso es - exclamó - Párteme los brazos. Ya es lo único que te queda para hacerme

más daño.

El demonio de la luna agarró a Rin del cuello y le dio un guantazo.

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- ¡Maldita sea, despierta! - le dijo, desesperado - ¡Yo sé que sigues ahí! - le dio otra

bofetada - ¡Sé que es verdad!

A cada golpe que le daba se le hacía trizas el corazón. No podía soportar más verla en ese

estado. Simplemente, no podía.

- Estoy aquí, Sesshomaru - gritaba la conciencia de Rin desde algún rincón de su ser

- Todo lo que he dicho es mentira. Esa no soy yo, es Nibori. Sesshomaru, yo te

quiero. Te quiero mucho.

Pero era inútil cuanto gritara desde dentro. La única voz que salía al exterior eran las

terribles e hirientes palabras del maldito espectro. Y Rin no sabía cómo expulsarlo.

- ¡Basta! Ya me he cansado.

Rin le dio un fuerte empujón a Sesshomaru para deshacerse de su agarre y empezó a nadar

a toda velocidad hacia la orilla.

El demonio la seguía de cerca, sin entender qué era lo que Nibori se proponía. Inuyasha y el

resto tampoco entendían nada.

Kagome cargó una flecha y la puso en el arco. Tal vez si le acertaba a Rin su poder

espiritual expulsaría al demonio. Había que intentarlo. Pero la chica cambió de dirección y

se dirigió hacia su arma.

- ¡Eso es! Cógelo, Nibori, cógelo - exclamaba la conciencia de Rin.

- No soy idiota - le respondió Nibori interiormente - Ahora verás qué bien nos lo

pasamos con tus amigos.

Cogió una piedra del suelo y, rápido como el rayo, la estrelló contra la luna que descansaba

en el negro abanico. La luna se partió en dos al instante y las dos mitades cayeron sobre la

hierba haciendo un ligero tintineo.

- ¡¡No!! - Rin estaba aterrorizada. La luna era la única forma de que ella pudiera

deshacerse de ese demonio devora almas. Sin ella…no…no… no era nada.

Nibori cogió el abanico del suelo y abrió las cuchillas, que silbaron en el aire.

- ¿Y bien? ¿Quién quiere jugar?

Kagome no se lo pensó ni un instante más. Tensó el arco y disparó su flecha sagrada contra

Rin. Pero ésta fue rápida y la desvió con el abanico.

- ¿Esto es todo lo que tienes? - y le lanzó al arma a Kagome, haciéndole un corte

profundo en el brazo.

Kagome cayó al suelo y se llevó la mano a la herida, que le sangraba abundantemente.

Shippo e Inuyasha se pusieron delante suya para protegerla.

- Rin, tienes que despertar - le dijo Shippo mirándola a los ojos - Piensa en todas las

cosas que hemos hecho juntos. Piensa en tus días en la aldea, en Megumi, en Yuki,

en mí. Tienes que acordarte. Eres mucho más fuerte que esto. ¡No dejes que te

venza!

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- No puede oírte - le dijo Nibori, sonriente - Rin ya no está - y juntó los labios para

pronunciar las palabras sílaba a sílaba - Rin ya no existe.

- ¡Eso nunca!

Sesshomaru saltó hasta donde se encontraba Rin y volvió a cogerla de los brazos. La agarró

con tanta fuerza que le clavó las garras y le hizo brotar varios hilos de sangre.

La sacudió con fuerza, le dijo que despertara. Apretaba los dientes de impotencia mientras

la zarandeaba una y otra vez, descontrolado, sin saber qué hacer, sin saber cómo

despertarla.

Nunca antes le había pasado nada parecido. Rin había muerto una vez, pero era cuestión de

aceptar esa muerte o que se obrara un milagro, que se obró. Pero esta vez era distinto. Rin

no estaba muerta, estaba atrapada en algún lugar ahí dentro. La cuestión era cómo sacar a

esa cosa que estaba dentro.

Cuando la soltó, Rin cayó al suelo, mareada, pero enseguida se repuso.

- Sesshomaru, ¿eres tú? - dijo con voz suave.

Los ojos del demonio de la luna se abrieron como platos y brillaron de alivia.

- Sí, pequeña, soy yo - y la abrazó con fuerza.

Pero entonces Rin le clavó las púas del abanico en la espalda y el hizo un fuerte tajo en el

hombro.

Sesshomaru la apartó de él de inmediato y profirió un insulto.

- ¡Qué patéticos sois todo! - dijo la chica sacudiendo el abanico para que se le fuera

la sangre del demonio albino y se colocó en posición de ataque - ¿De verdad te lo

habías creído? ¡Patético!

Sesshomaru sacó las garras y también se preparó.

- Eres un ingenuo si crees que voy a atacarla a ella - le dijo, dirigiéndose a Nibori -

Yo jamás le haría daño.

- Oh, pues vas a tener que hacerlo - le respondió el cuerpo de Rin - O de lo contrario,

te matará ella a ti - y se abalanzó contra Sesshomaru.

Ahora Rin era mucho más fuerte. Un adversario al que más valía no subestimar.

Puede que para un demonio tan fuerte como Sesshomaru, matar a un humano no fuera

ningún esfuerzo, pero ahora Rin tenía un cuerpo atlético y fuerte y, a pesar de los estragos

causados por el veneno, tenía la fuerza, la velocidad, el ingenio y las habilidades en el

combate de Nibori. No estaba luchando contra un cualquiera. Luchaba contra una especie

de demonio.

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Rin lanzó el abanico hacia la cara de Sesshomaru, pero lo esquivó sin esfuerzo y saltó

frente a la chica. Ésta retrocedió y recuperó su arma, que volvía por el aire. Volvió a

lanzársela al demonio y éste la desvió de un zarpazo.

Se movían a la par. Rin atacaba una y otra vez, con fuerza, con rapidez y velocidad, sin

descanso. Mientras que Sesshomaru se limitaba a esquivar los golpes. Obviamente no se

atrevía a responder a los ataques. ¿Y si la hería? ¿Y si le hacía daño a ella? No podría

perdonárselo.

- ¿Qué deberíamos hacer? - quiso saber Shippo - ¿No deberíamos ayudarle?

- No - Inuyasha habló con firmeza - Nosotros no podemos hacer nada. Él es el único

que puede hacer que Rin reaccione. El único.

Rin volvió a lanzarle el arma y, aprovechando que el demonio la esquivaba, corrió hacia él

e intentó golpearlo en el pecho, pero él paró el puñetazo y la echó hacia atrás.

- ¿No estás ya cansado de jugar? - le dijo Nibori con voz divertida - ¿Por qué no la

matas de una vez y ya? Seguro que es más fácil para ti vivir sabiendo que ella murió

que no saber que su cuerpo anda por ahí poseído por un demonio.

Sesshomaru apretó los dientes.

- ¡Cállate! - y le propinó un puñetazo en la mejilla.

Nibori cayó al suelo, pero se repuso pronto. Se frotó el labio partido con la manga y lo miró

con suspicacia.

- ¿Quieres que sigamos con las frases? - le dijo - Sesshomaru, te detesto tanto que

preferiría estar muerta antes que verte a ti vivir.

El rostro del albino se crispó en una mueca que Rin no supo interpretar. La verdadera

conciencia de la chica lo miraba una y otra vez y gritaba desde su interior que pararan, que

ya era suficiente. No más dolor. No más violencia. No más sufrimiento. Pero Nibori le

contestaba desde sus pensamientos y se burlaba de ella.

- Eres débil - le decía el demonio, mofándose de sus intentos por tomar el control del

cuerpo - Tú misma lo has dicho. Sin la luna no vales nada.

Pero entonces Rin se dio cuenta de una cosa en la que aún no había reparado. No era la luna

la que le hacía ser fuerte, y no era tampoco la luna la que en realidad le daba a su arma esos

extraordinarios poderes. Bueno, puede que sí, pero habían sido sus sentimientos por

Sesshomaru los que le habían dado fuerzas desde el principio para seguir adelante. Fuerzas

para esperarlo en la aldea durante años, fuerzas para soportar el tiempo entre cada una de

sus visitas y poder volver a estar juntos. Fuerzas para enfrentarse a la sociedad en la que

vivía y a sus costumbres para decir: "No, yo no me caso". Fuerzas para haberse escapado,

para haber hecho un largo viaje y haber conseguido un arma. Fuerzas para amarle y

soportar todos los obstáculos que la vida les ha puesto de por medio. El monstruo estaba

equivocado.

- No, Nibori - le dijo desde lo más hondo de su corazón - Tú eres el débil.

Y empezó a empujar desde dentro con todas sus fuerzas. Empujó para que Nibori se quitara

de encima, para dejar de oír su horrible y profunda voz y poder volverse a oír a sí misma.

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Empujó y empujó para que éste la liberara y se marchara de una vez por todas de su cuerpo.

Puede que estuviera débil, y herida y envenenada. Pero no era ninguna cobarde. Y por amor

se puede hacer cualquier cosa.

La conciencia de Nibori empezó a desplazarse.

- ¡¡Basta!! - le ordenó a la chica mientras en el exterior seguía combatiendo con

Sesshomaru - ¡Estate quieta o heriré a tu demonio!

- No podrás herirle - le contestó - Estoy yo aquí para impedírtelo.

Tantos años de madurez y crecimiento. Tanto esfuerzo por dejar de ser una niña débil y

consentida para convertirse en una joven bella y fuerte, de gran valor y nobleza. Ahora

todos sus esfuerzos daban frutos y su fuerza interior y su determinación atacaban a ese

maldito demonio, empujándolo hacia el exterior con toda la fuerza de su alma.

- ¡Rin, vamos! ¡Reacciona!

La voz de Sesshomaru sonaba cada vez más cercana cuanto más desplazado estaba Nibori

dentro del cuerpo de Rin.

- ¡Maldita niña! ¡¡Para!! ¡Te digo que pares!

- Un poco más. Sólo un poco más.

Fuerza. Valor. Coraje. Determinación. Bondad. Amor. Amistad. Verdad. Cariño. Fuerza

interior.

Todo estaba en el corazón de Rin. Todas esas cualidades habían estado siempre en su

interior esperando a ser potenciadas y sacadas a la luz con todo su esplendor. Sólo

necesitaba un estímulo. Un estímulo más para que su cuerpo reaccionara con la misma

eficiencia que lo estaba haciendo su conciencia.

- ¡Rin, por favor! ¡Vuelve conmigo!

- ¡Está muerta, demonio! ¡Tu amiga está muerta!

Sesshomaru no pudo soportarlo más. Rin no estaba muerta, no lo está.

La agarró por los hombros con rapidez y juntó los labios con los suyos. La besó con pasión,

con sinceridad, con amor. Y Rin, en lugar de pegarlo o apartarlo, se quedó quieta, como si

hubiera recibido una descarga eléctrica. Los ojos negros propios del demonio se le fueron

aclarando hasta que se tornaron castaños. Los ojos castaños de Rin.

El beso era dulce y sabía a ansiedad, a necesidad de más. Rin estaba completamente

hipnotizada por el beso de su demonio y, cuando él dejó de besarla y a miró a los ojos, supo

que era ella.

- Rin - la abrazó - Has vuelto.

La chica esbozó una sonrisa sincera y se apretó contra sus brazos, dejando que la invadiera

una oleada de calor. Lo había conseguido. Estaba con él. Estaba fuera con él, abrazados,

libres, vivos.

Page 233: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Los demás se aproximaron corriendo a la pareja.

Shippo abrazó a su amiga fuertemente.

- Pero, ¿y Nibori? - Kagome no estaba muy convencida de que esto hubiera acabado

con tanta facilidad.

Rin dio un respingo y entonces notó al demonio, dentro, todavía dentro.

- Sigue aquí - dijo llevándose una mano al pecho y estremeciéndose - ¡Ay! Quiere

salir - anunció, doblegándose de dolor - No parará hasta que tenga lo que quiere.

Sesshomaru, quiere que tú me matas y que te sientas luego tan culpable que estés lo

suficientemente débil para que él te posea.

- Muy lista. Ahora ¡Vuelve dentro!

- No podrá hacer que yo te mate - le aseguró Sesshomaru - Yo nunca te haría daño -

dijo con su habitual tono solemne y tranquilo, tan propio de cuando luchaba con

altivez y elegancia ante cualquier enemigo que se le interpusiera, y eso relajó un

poco a Rin. Él era el de siempre.

Pero relajarse en ese momento fue el mayor error que jamás había cometido.

- Pues yo sí te lo haré - los ojos de Rin volvían a ser negros y su voz grave de nuevo.

Se apartó del demonio y comenzó una nueva oleada de ataques. Le lanzó el abanico, una y

otra vez. Le clavó un puñetazo en el vientre, aunque al demonio no le dolió. Le clavó las

puntas de su arma en uno de los brazos y sonrió ante cada mirada de impotencia que le

divisaba al demonio.

Los demás retrocedieron. Kagome intentó poner otra flecha en su arco, pero el corte que le

había hecho antes Rin le impedía moverlo. Ella no podía ayudarla.

- Sesshomaru, acéptalo de una vez. Ni te quiero, ni te he querido nunca. Lo más

bonito que puedes hacer por mí es darme muerte. Así acabarán todos tus problemas.

Así terminará todo.

- ¡Bastardo! - Sesshomaru empujó a Rin con fuerza y ésta cayó al río, cerca de una

cascada.

El demonio de la luna saltó dentro del río y sacó cogida por el kimono a la chica,

estampándola de espaldas contra el árbol más cercano.

Sesshomaru no la soltaba. La tenía bien asida y la miraba con intensidad.

- Óyeme bien, Nibori - dijo con los dientes apretados - Te juro que si no la sueltas

ahora mismo te mataré. Todavía no sé cómo, pero te juro que te perseguiré hasta el

fin del mundo y te daré muerte.

Rin sonrió.

- Me gusta bastante la idea. Estaré esperándote en este cuerpo - y volvió a clavarle el

abanico a Sesshomaru, que la dejó caer de nuevo al agua.

- Sólo hay una manera de hacer que salgas de mi cuerpo - le dijo la verdadera

conciencia de Rin al espectro - Si no sales por tu propia voluntad, tendré que

sacarte yo a la fuerza.

Page 234: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Eso no es posible - le respondió el odioso espectro, burlándose de la joven - No

eres lo suficientemente poderosa como para expulsarme.

- No me conoces bien - profirió la chica - No saldrás hasta que yo muera, ¿cierto?

Pues que sepas que no dejaré que Sesshomaru cargue con la culpa.

- ¿Qué? ¡No, no, no, no, no! - dijo atropelladamente - ¿Qué piensas hacer? ¿Estás

loca?

Pero Rin ya no le escuchaba. Cogió fuerza de donde no las tenía y empezó a empujar y a

empujar a Nibori para hacerlo a un lado de su mente. Si conseguía recuperar la consciencia

por un minuto, aunque sólo fuera por un minuto, podría para todo esto. Podría salvar a

Sesshomaru aunque no pudiera salvarse a sí misma.

- Se…sho..maru - empezó a decir el cuerpo de Rin - Se…sho…maru.

El demonio albino la miró a los ojos. El negro volvía a desvanecerse para dejarle paso al

castaño oscuro de los ojos de la chica.

- ¡Maldita niña! ¡Vuelve a entrar! ¡Vuelve! - estiraba Nibori desde su interior.

Rin se doblegó de dolor y cayó de rodillas, sujetándose el vientre.

- Quiero…decirte… que nada…. de lo que Nibori ha dicho… es cierto - tragó saliva.

- ¡No pasa nada! ¿Me oyes? ¡No pasa nada!

Sesshomaru se arrodilló junto a ella. Tenía que mantenerla con él como fuera. ¡Como fuera!

- No… escucha - le ordenó Rin, que no había terminado - Todo lo que he hecho… ha

sido por ti… Siento haber sido tan inmadura…. Todo ha sido por mi culpa.

Sesshomaru le acarició la mejilla y le levantó el rostro para mirarla a la cara.

- Eso no es cierto - la miró con ternura - Tú no tienes la culpa de nada.

La chica sonrió, pero una nueva oleada de dolor le sobrevino y volvió a agarrarse el

estómago.

- No tengo mucho tiempo… Es demasiado fuerte… Pero no quiero que cargues con

la culpa de algo que no la tienes.

- ¿Cargar con la culpa? ¿Qué quieres decir?

Kagome, Shippo e Inuyasha estaban igual de asombrados. ¿Qué era lo que pretendía decir

Rin con eso?

Pero ella ya no escuchaba. Cerró los ojos y dejó que las lágrimas le resbalaran por las

mejillas.

- En cuanto Nibori salga de mi cuerpo - pidió al demonio - ¡Mátalo! Tendrás poco

tiempo. No lo desperdicies.

- ¿Qué quieres decir? ¿Cómo vas a expulsarlo?

Rin ignoró sus preguntas y se llevó la mano a la bota, alcanzando el puñal que siempre

llevaba consigo, el que antaño había sido de su padre. Lo acercó a su pecho y lo vio brillar

por un instante.

Page 235: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Te quiero mucho, Sesshomaru - y hundió el puñal en su corazón.

Page 236: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Capítulo 45: Lágrimas de sangre

- ¡No, Rin, No!

Shippo, Kagome e Inuyasha se acercaron corriendo hacia escena. No podían creerse que

hubiera ocurrido lo que habían visto con sus propios ojos. No podía ser. Simplemente no

podía.

Rin acababa de apuñalarse delante de sus narices. Había levantado el puñal y se lo había

clavado en el corazón. Rin… se había suicidado.

Shippo llegó a su altura y zarandeó a su amiga de lado a lado, pero ésta no se movía.

- ¡Vamos, Rin, vamos! ¡Abre los ojos, maldita sea! ¡Tienes que despertar!

La chica no respondió. Ya no podía. La mano que sostenía el puñal cayó inerte al suelo y el

su cuerpo cayó muerto hacia atrás, mientras Shippo la sostenía en sus brazos con manos

temblorosas. Un reguero de sangre le cubrió el pecho a la joven y empezó a expandirse bajo

su cuerpo.

Sesshomaru, por su parte, se había quedado bloqueado. No podía pensar. No podía

moverse. Ni siquiera era capaz de procesar lo que acababa de ver.

- En cuanto Nibori salga de mi cuerpo - había pedido Rin al demonio - ¡Mátalo!

Tendrás poco tiempo. No lo desperdicies. Te quiero mucho, Sesshomaru.

Esas habían sido las últimas palabras de la muchacha. Lo último que había sido capaz de

decir antes de hundirse el puñal en el pecho y rasgarse el corazón. Y precisamente la última

de todas las palabras que había dicho en vida había sido su

nombre. Su nombre:Sesshomaru.

- No - dijo el albino simplemente, negando con la cabeza, como si pudiera sacudirse

la visión de su querida Rin muriendo, como si nada de eso fuera real, como si

estuviera dormido y fuera a despertar en cualquier momento.

¡No podía entenderlo! ¡Rin no podía estar muerta!

- ¡Estúpida chica! - gritó de repente una voz nueva.

El alma de Nibori se había visto lanzada al exterior ahora que Rin ya no estaba viva. Surgía

con rapidez de sus entrañas mientas buscaba con la mirada el cuerpo más cercano en el que

meterse. Entonces sus ojos se encontraron con los de Sesshomaru.

El albino se alzó en el acto, como si acabara de despertar de un extraño letargo, y

desenvainó a Colmillo Sagrado en lugar de a Bakusaiga, la única espada incapaz de cortar

nada del mundo real, pero preparada para destruir cualquier ser sobrenatural. Y Nibori se

dio cuenta en el acto.

Los ojos de Sesshomaru llameaban. Pero ya no de rabia o de dolor. Su mirada era puro

odio. La más despiadada y cruel de cuantas formas de mirar existían en ese mundo. Sus

ojos amarillos se tornaron rojo fuego y los colmillos y las garras le crecieron, iniciando su

Page 237: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

transformación en el demonio lobo gigante que era, pero sin llegar a completarla. Apretó la

espada con tanta fuerza que casi la parte en dos y asesinó con la mirada al espectro.

- Nunca te perdonaré por lo que has hecho - le dijo con voz calmada, pero temible -

¡Nunca!

Y asestó un poderoso golpe contra el espectro. Nibori empezó a volar hacia los árboles,

intentando alejarse de su enemigo, pero Sesshomaru fue mucho más rápido. Le movía el

odio. Nibori no podría salvarse de eso.

La espada lo atravesó, pasando entre su fantasmagórica nebulosa, como si no le hubiera

hecho absolutamente nada. Sin embargo, cuando Nibori ya pensaba que la espada del

albino no habría hecho efecto, el cuerpo blanquecino del espectro se partió en dos mitades y

cayó al suelo entre chillidos. Unos segundos después ya no quedaba nada de él.

Sesshomaru dejó caer la espada en el suelo y se quedó allí, de pie, sin moverse. Giró

lentamente el rostro y volvió la mirada hacia Rin, hacia su cuerpo inerte. Ya no podía oír

los latidos de su corazón, esos que lo habían guiado dentro de la cueva para encontrarla. Y

tampoco podía oírla respirar. No se movía, no sonreía, ni abría los ojos… cualquier vestigio

de vida que hubiera existido jamás en ella había abandonado su cuerpo para siempre.

Los ojos del demonio se volvieron vidriosos y su mirada quedó perdida en el infinito. Esta

vez, la había perdido de verdad.

Kagome y Shippo lloraban junto a su cuerpo, abrazándola y retirándole el pelo de la cara,

como si aún pudiera molestarle.

- Ya no eres Rin - se dijo Sesshomaru a sí mismo - Rin ya no existe.

El corazón se le paró un instante. Nunca había sentido tanto dolor como en ese preciso

momento. Con que eso era querer tanto a alguien que hasta te duele.

Sesshomaru nunca había querido a nadie. Nunca había estado enamorado ni había deseado

proteger a nadie con todas sus fuerzas, hasta que la conoció a ella. De cuantas mujeres,

humanas o demonios, hubiera conocido, ella siempre fue, es y sería la persona a la que más

había querido en su vida.

- Escúchame bien, hijo - recordaba que su madre le había advertido una vez - Puede

que ahora pienses que eso nunca pasará, pero ya verás como si la dejas seguir

contigo, acabarás enamorándote de ella. Y el amor entre un humano y un demonio

no puede ser. Si persistes en tu empeño, Sesshomaru, que sepas que vuestro destino

será destruiros el uno al otro. Nunca ha habido otro camino. El final siempre es el

mismo.

Cuánta razón había tenido y qué poco caso le había hecho él. "Eso no va a pasarme a mí"

había creído "Yo no voy a enamorarme de mi pequeña, y jamás le haría daño" Pero el

destino nunca juega limpio. Humanos y demonios no pueden estar juntos porque siempre

Page 238: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

ha sido así. Da igual cuanto lo desees, da igual cuanto luches por ello. "El final siempre es

el mismo" Y ahora él lo sabía. Pero para Rin ya era demasiado tarde.

Sesshomaru empezó a caminar para alejarse de allí. Quería irse de ese lugar, olvidarse de

todo lo que habían vivido, de todo su pasado, de los problemas, de las dificultades, de

ella…

No podía seguir viviendo en un mundo donde ella no existiera. ¿No era precisamente por

eso por lo que había empezado todo? ¿Por qué Rin le había dicho que le quería, con todas

las consecuencias, y él no podía aceptar que ella muriera en cuestión de tiempo?

Ahora se lamentaba de todo. De haberla visitado en la aldea, de no haberla rechazado

cuando le confesó que lo amaba, de haberla besado aquella noche junto al lago y haberle

pedido que le esperara durante tres días. Tal vez si no le hubiera dicho que la quería, tal vez

si hubiera evitado enamorarse de ella, Rin ahora estaría viva.

El demonio sentía que dentro de él ya no había nada. Su corazón sonaba como si fuera un

tambor, pero él no lo notaba. Sentía el frío del aire mientras caminaba hacia A-Un para

marcharse de allí, para irse y no volver. Para no mirar atrás.

Cuando se acercó, vio algo brillar en el suelo y se agachó a cogerlo. Era una de las mitades

de la luna de plata que le había regalado a Rin por su cumpleaños. El día en que la vio a

punto de casarse con Kohaku. ¡Qué guapa estaba aquel día frente al altar, con su kimono

blanco y su pelo negro brillante bajo el velo transparente! Y qué guapa seguía estando

después de muerta. Una belleza propia de una diosa.

Apretó la luna contra su mano y subió al caballo.

- A-Un, vámonos de aquí.

El caballo resopló y señaló con las cabezas a Rin. A-Un no quería alejarse de ella. También

era su amiga.

- Vamos - lo increpó el demonio - Llévame a donde sea.

Pero entonces una idea cruzó por su mente como un rayo y se metió la mano en el bolsillo

de sus pantalones. ¡La esfera!

Bajó del lomo del caballo apresuradamente y voló hacia el lugar donde yacía el cuerpo de

la joven.

- ¡Apartaos! - dijo retirando a Shippo con una mano y se acuchilló junto a su querida

chica.

Colocó la hermosa gema azulada en las manos de Rin y luego se las tomó, quedando así sus

dedos entrelazados. Luego cerró los ojos.

- Kagura - dijo en voz baja, sin saber muy bien cómo seguir - Princesa Kagura…

Page 239: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Frunció el entrecejo y se concentró. ¿Qué era lo que debería decir? Si no decía las palabras

precisas puede que su deseo no se cumpliera al pie de la letra. Es más, ¿de verdad

funcionaría la esfera? Tampoco había pensado mucho en eso. Se habían tirado de cabeza a

una aventura sin estar seguros de los resultados. Se había basado en leyendas y en

supersticiones, en las historias de un viejo sabio loco llamado Shanti que sabía ciertas cosas

de la historia. ¿Y si no era real? ¿Y si la esfera simplemente servía para mantener atrapado

a Nibori pero en realidad no concedía ningún deseo?

Apretó las manos de Rin y deseó que así fuera, que pudiera concederle un deseo.

Volvió a abrir los ojos y le contempló el rostro pálido y mortecino. Sus finos labios, sus

párpados cerrados, sus mechones de pelo oscuro. ¿Cómo podía seguir siendo tan hermosa?

- Sólo un deseo - le había dicho ella al salir de la cueva - Piensa bien qué vas a

pedir. No lo desperdicies.

Es como si todavía pudiera oírla susurrando eso junto a su oído. Su dulce voz, su cálido

aliento.

- Ya lo tengo pensando.

Sí, en ese instante sabía lo que quería pedir, pero ahora las circunstancias habían cambiado.

Antes sólo había una cosa que ambos desearan: que Rin se convirtiera en un demonio

como Sesshomaru, de cabellos blancos y símbolos violetas en el rostro y los brazos, con

una luna en la frente. Eso habría significado no tener que temer más por la vida de ella, ni

por su protección. Poder estar juntos todo el tiempo que quisieran, durante siglos, durante

milenios.

Pero ahora que ella ya no vivía, ¿de qué serviría pedir que se convirtiera en uno de los de su

especie? No. Ahora la respuesta era muy distinta.

- … deseo que Rin vuelva a estar viva.

Pronunció las palabras y aguardó en silencio. Los demás también observaban, expectantes.

Sesshomaru sabía todo lo que su deseo conllevaba. En el caso de que de verdad funcionase

y Rin volviera a la vida, sería como hasta ahora. Ella tendría una vida humana y en cuarenta

o cincuenta años moriría de vejez, y no volverían a verse nunca.

Y no sólo eso. En cuanto Rin despertara, si despertaba, no podrían volver a verse nunca. Él

la ponía en peligro. Cualquier amistad con un demonio guerrero la pondría en peligro. Ya

no podrían volver a verse, ni a besarse. No volvería a visitarla ni a llevarle regalos. No

volverían a abrazarse, verse ni estar juntos. Si quería que la vida de ella fuera larga y

próspera como humana, debía alejarse de ella para siempre. Pero todo eso, si despertaba.

Pasaban los segundos y nada sucedía. Sesshomaru apretó con más fuerza la esfera y las

manos de la chica y volvió a repetir su deseo. Una vez. Y otra. Varias veces.

Inuyasha agachó la cabeza miró a su mujer. Hizo que no con la cabeza.

Page 240: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Lo siento mucho - dijo, poniéndole una mano en el hombro a su hermano.

Pero este se zafó de su contacto y miró a Rin con más intensidad.

- Vamos. Por favor.

Sesshomaru se agarraba a un clavo ardiendo. Es que ella no podía haber muerto. Era tan

joven. ¡Tenía que vivir!

Kagome alzó las manos y las posó sobre las de Sesshomaru, que seguía agarrando las de la

chica.

- Princesa Kagura, que Rin vuelva a vivir - repitió Kagome, mirando a los ojos del

albino.

Éste no dijo nada. Consintió que la mujer lo tocara e hizo un pequeño signo de asentimiento

con la cabeza.

Shippo también adelantó las manos y las posó sobre las de Kagome. Inuyasha las colocó

sobre las de él.

A-Un y Kirara aparecieron a su lado y ambos se tumbaron junto a la cabeza de la chica y le

colocaron los hocicos rozando su pelo.

¡Ojalá hubiera abierto los ojos! Pero Rin no despertaba.

Estuvieron así varios minutos. Al final, muchos minutos. Pero ella no despertó.

Kagome, Shippo e Inuyasha se apartaron de ellos y empezaron a alejarse.

- Te dejaremos a solas con ella - anunció Inuyasha a su hermano mayor - De verdad

que lo siento.

Cuando se hubieron alejado, Sesshomaru se inclinó sobre el rostro de la chica y besó sus

labios, fríos, que ya no sabían a nada. Tan sólo conservaban un toque de su antiguo olor a

fresas y hojas secas que tanto le gustaba.

La miró de arriba abajo, saboreando cada parte de su cuerpo con la mirada. Le acarició la

cara y el pelo y la levantó para abrazarla. Le sacó el puñal del pecho y lo hizo a un lado,

arrojándolo con desprecio.

Posó su cabeza sobre la de ella y quedaron así, abrazados, él vivo y ella muerta.

- Desearía tanto que esto no hubiera acabado así - Sesshomaru la sostenía

fuertemente, pero ni siquiera eso le servía de consuelo - Ojalá pudiera haberlo

evitado. Yo… te quiero tanto.

Cerró los párpados y una lágrima pequeña y solitaria corrió por su mejilla y cayó en la cara

de Rin. Nadie nunca había visto llorar al señor Sesshomaru. Y eso es porque Sesshomaru

no había llorado nunca, en ningún momento de su larga vida. Ni cuando era bebé, ni

Page 241: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

cuando era niño. Sesshomaru no lloraba porque nunca había habido nada que le importara

tanto como para hacerlo. Hasta ahora.

La lágrima se deslizó por el cuello de Rin y cayó sobre las manos que tenían entrelazadas.

Se filtró entre sus dedos y dio de lleno sobre la esfera. La esfera de Kagura. En cuanto la

lágrima tocó la piedra, la gota se volvió de color sangre, en perfecto contraste con el azul de

la gema. La lágrima era de dolor y de pérdida, y la esfera tenía el poder de revelar los

sentimientos de quien la tocara.

En el acto, la azulada gema empezó a brillar y una luz blanca y pura les inundó las manos.

Sesshomaru apartó los dedos de la chica y contempló cómo la gema se elevaba en el aire y

quedaba allí suspendida.

Inuyasha y los otros vieron la luz desde su posición, entre los árboles del camino, y

decidieron dar marcha atrás y regresar corriendo hacia el lugar de la muerte.

En cuanto llegaron, lo que vieron les dejó asombrados.

Una hermosa dama, joven y ricamente vestida, flotaba en el cielo, sobre la esfera. Llevaba

un largo vestido azul turquesa con bordados en hilo de oro y plata. Un pequeño velo le

cubría parcialmente la sonrisa, aunque no impedía ver sus ojos verdes como las copas de

los árboles en verano. Tenía la piel blanca, más blanca que la leche, y unos rasgos tan

delicados que no cabía duda de que era una princesa.

El pelo estaba recogido con un broche de oro con dibujos de flores y lo llevaba tan largo

que casi le rozaba la cintura.

La mujer sonrió.

- Mi nombre es Kagura. Y he venido a cumplir mi promesa.

El asombro de todos creció cuando la mujer, iluminada por un halo de luz, se posó en el

suelo y se acercó a los chicos.

- Habéis sido todos muy valientes - pronunció con voz tranquila y solemne - Y

habéis obrado con vuestras mejores intenciones - Miró a Shippo y sonrió - Joven

demonio, una vida llena de felicidad te espera a la vuelta de la esquina. Sólo

necesitas volver a casa y decirle a tu mujer cuánto la quieres.

- Lo… lo haré - tartamudeó Shippo, tan asombrado como el resto.

- Tú, poderosa sacerdotisa, serás una gran arquera algún día - se acercó a la mujer y

le tocó el brazo herido - Confía en ti misma y acertarás - el profundo corte del brazo

se cerró de repente y la piel volvió a estar tan fina y perfecta como antes de la

herida.

- Y en cuanto a ti - acabó por decirle a Inuyasha - Tu padre estaría muy orgulloso.

Inuyasha y el resto asintieron y la contemplaron en silencio. Su figura era majestuosa, y su

actitud, la de una reina.

Page 242: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Se aproximó con elegancia hacia la pareja que permanecía en el suelo y se arrodilló junto a

ellos.

- Pero el deseo es para ti - le dijo al demonio, mirándolo con altivez - Tú eres quien

más se lo merece. Por no decir ella.

Sesshomaru la miró a la cara, directamente a los ojos, y formuló de nuevo el deseo.

- Sólo quiero que ella viva y sea feliz.

La princesa hizo un gesto de asentimiento y colocó su delicada mano sobre los párpados de

la chica. Una sensación de vida y calidez envolvió el ambiente y un viento extraño los

rodeó. Luego Kagura retiró la mano y se acercó al oído de la joven.

- Rin - dijo en un dulce susurro - Ya puedes abrir los ojos. Despierta.

Al principio no ocurrió nada. Pero entonces, los párpados de la chica temblaron y Rin…

abrió los ojos.

- ¿Se… señor Sesshomaru? - preguntó nada más despertar.

- Estoy aquí - le dijo, abrazándola con fuerza mientras le acariciaba el cabello con la

otra mano - Estoy aquí contigo.

Los demás aplaudieron y chillaron de alegría. Rin estaba bien. ¡Estaba viva!

Shippo se tiró a los brazos de su amiga y la levantó en el aire. Luego Kagome e Inyasha

también se abalanzaron hacia ella y la abrazaron contentos.

- No apretéis tan fuerte - se quejó ella, que se sentía agobiada - Vais a matarme.

- ¡Eso ni en broma! - le dijo Shippo señalándola con el dedo - Algo así no tiene que

volver a pasar nunca, ¿me oyes?

Rin esbozó una tierna sonrisa.

- Entendido.

Y rió con satisfacción. ¡Estaba viva! ¡Estaba viva!

Se dio la vuelta y miró a su demonio.

- Pero las cosas no han salido tan bien para nosotros, ¿verdad? - le dijo, mirándolo

con melancolía, porque ella sabía tanto como él lo que esta aventura conllevaba. Y

sabía cómo actuaría él a continuación. Aunque le doliera, se alejaría de ella.

- No. No han salido bien - le respondió él en su habitual tono serio y distante - Pero

tú estás viva.

Lo dijo de una forma tan tierna y tan intensa que el corazón de Rin se derritió. Le miró a los

ojos y supo que, pasara el tiempo que pasara, ella nunca podría olvidarle, ni amar a otro, ni

ser feliz si no estaba con él. Ya había llegado a esa conclusión una vez: "Una vida sin ti es

peor que la muerte" se dijo a sí misma el día de su casi boda con Kohaku. Y seguía

pensando lo mismo.

Le apretó la mano y se lo quedó mirando, enamorada y al mismo tiempo desdichada.

Page 243: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Pero entonces la princesa habló de nuevo.

- Hay alguien más que quiere hablaros y agradeceros lo que habéis hecho por

nosotras.

Se hizo a un lado y una figura conocida apareció ante ellos.

- ¡Kagura!

Frente a sus narices estaba Kagura, la de los vientos. La encarnación de Naraku a la que

éste último había robado su corazón y lo había guardado en un tarro para luego

devolvérselo y matarla.

- Kagura, ¿cómo es que estás aquí? - quiso saber Kagome - Pensábamos que habías

muerto feliz. Sesshomaru dijo que moriste sonriendo.

Kagura curvó los labios en una amplia sonrisa que resaltó su belleza femenina.

- Y así fue. Morí feliz, porque por fin era libre, libre como el viento. Y porque había

podido ver una última vez a Sesshomaru antes de morir - dijo, dirigiendo la mirada

hacia el apuesto demonio - Pero ya sabéis que Naraku y yo, por alguna razón,

formamos parte de la profecía de la princesa. Por eso no podía descansar hasta que

todo esto acabara. Hasta que acabarais con la vida de Nibori.

- Y ahora, ¿ya estás liberada? - inquirió Inuyasha, también intrigado.

- Casi. Todavía me queda una cosa pendiente - y señaló el suelo - ¿Os habéis fijado

que estáis en un campo de flores blancas y rojas?

Los demás miraron al suelo, desde el río hasta los árboles más cercanos.

- ¡Es cierto! - exclamó Kagome - Es el campo donde tú moriste.

- Y donde morí yo - la apoyó la princesa - Y también donde murió la joven Rin. Tres

muertes para un solo pecador. Pero ahora todo ha terminado - miró de soslayo a la

otra Kagura - Bueno, casi.

- ¿Casi? - quiso saber Rin, que andaba algo perdida - ¿Qué queréis decir?

Entonces Kagura se acercó a Sesshomaru y extendió su mano.

- ¿Me permites? - dijo con la palma hacia arriba, como si esperara que el demonio le

diera algo.

- ¿La luna? - quiso saber él, que comprendió enseguida.

Kagura asintió y Sesshomaru le dio la media luna de plata que había recogido del suelo. La

princesa levantó la mano y mostró la otra mitad.

- Jaja - rió Kagura - Yo también voy a hacerte un regalo, Rin. Os lo debemos.

Kagura alargó la mano con la media luna y la princesa Kagura alargó también su mano, de

manera que las dos mitades se tocaran. Un aura dorada surgió de las dos figuras

fantasmagóricas y les recorrió el cuerpo entero hasta llegar a los brazos y a la luna. Cuando

la luz las envolvió por completo, las dos mitades se unieron y formaron una sola figura de

nuevo.

Sin que la luz se apagara, Kagura se acercó a Rin y le colocó una mano en la barbilla,

haciendo que se levantara.

Page 244: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Rin, por tu coraje y determinación te mereces lo que andabas buscando - y sopló

hacia su rostro.

La luz envolvió mágicamente también a Rin y apareció un humo blanco que lo cubría todo,

como si fuera niebla.

Sesshomaru se puso en pie y abrió mucho los ojos. ¿Qué estaba pasando?

Rin se elevó varios centímetros en el aire y notó como le colgaban los pies, sin poder pisar

el suelo. La piel se le volvió blanca, mucho más de lo que ya la tenía. Las heridas y

arañazos que tenía se le fueron cerrando uno a uno, hasta que no quedó ninguna marca

sobre su piel. La herida del costado desapareció y los signos de veneno que surcaban su

cuerpo dejaron de perforarla por dentro y de hacerle daño. Los brazos se le llenaron de

líneas violetas y las uñas de las manos se le alargaron ligeramente. Sintió cómo le surgían

varios colmillos dentro de la boca y supo que cuatro marcas púrpuras, dos a cada lado,

habían decorado sus mejillas. El pelo se le alargó y cogió volumen, dándole un aspecto

todavía más hermoso si cabía. Y se le puso blanco, de un color tan brillante y atractivo

como el de Sesshomaru. Un color demoníaco. Peros sus ojos, esos enormes y preciosos

ojos entre la canela, el café y la avellana no cambiaron. Seguían siendo sus ojos.

Una enorme cola le apareció en el reverlo y, como por instinto, se le envolvió en el brazo,

de la misma forma en que su querido demonio llevaba envuelta la suya.

La neblina se desvaneció y la nueva Rin quedó frente a ellos, con los pies de nuevo en la

tierra.

- ¡¡Oh!! - exclamaron los demás, al verla tan cambiada - ¡No puede ser! - exclamó

Shippo - ¿Esa es Rin? Huele a ella, pero ahora percibo su aura demoníaca.

Rin no podía creer lo que acababa de pasarle, y parece que Sesshomaru tampoco. Se la

quedó mirando, embelesado, sin pronunciar una sola palabra, como si estuviera en mitad de

un sueño y en cualquier momento fuera a despertar.

Rin se dio la vuelta y se aproximó a la orilla del río. Tragó saliva y se asomó para ver su

reflejo. En efecto, estaba cambiada.

Se llevó una mano al rostro y acarició las marcas demoníacas de su mejilla. ¿De verdad esa

era ella? Su pelo blanco abultaba por los lados y brillaba con elegancia. Incluso su ropa rota

de exterminadora había cambiado. Ahora llevaba una especie de kimono blanco, similar al

de Sesshomaru, pero más ajustado a su cuerpo y con un bonito lazo azul atado a su cintura.

Era tan elegante y hermosa como lo había sido siempre Sesshomaru.

Pero al margen de todos los grandes cambios, seguían siendo sus ojos y su sonrisa. Era ella.

¡Sin duda lo era!

Page 245: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Sesshomaru apareció tras ella y Rin pudo verlo reflejado en el río. La misma clase de

belleza, la misma clase de amor.

Se dio la vuelta y se puso en pie. Lo miró a los ojos y se le llenaron las mejillas de rubor.

- Yo, em… - dudó, colocándose el nuevo cabello tras sus orejas puntiagudas - ¿Te

gusto? Quiero decir, estoy muy cambiada. Ya no soy… bueno, yo. Y ahora mi

aspecto es diferente y…

Sesshomaru le puso un dedo en los labios.

- Tú me gustas siempre - sentenció, acercándose para besarle la frente

completamente blanca - pero ahora debo decir que estás más guapa que nunca -

susurró.

La joven se ruborizó y se apartó un poco de él, nerviosa y avergonzada porque todos les

estuvieran mirando.

- Pero aún falta algo - anunció la princesa, esbozando una pequeña sonrisa.

- Sin duda - coreó Kagura, visiblemente contenta. Entonces tomó la luna reparada en

su mano y sopló - Esto te pertenece.

La luna de plata voló hasta la frente de Rin y se le incrustó en la frente. Justo cuando el

metal tocó su piel fría, se fundió en su interior y se tornó una luna morada, exactamente

igual a la de Sesshomaru.

- "Yo también quiero una" - dijo Rin, señalándose la luna que ahora tenía en la frente

y recordando aquel día cuando ella tan pequeña en que le pidió cerca de un lado la

luna a Sesshomaru.

- "Pues yo te la regalo" - le respondió nuevamente él.

Y se sonrieron.

- ¿Estamos juntos? - inquirió la chica - ¿Sin más obstáculos ni pruebas?

- Juntos - aseguró el demonio, mirándola fijamente a sus ojos color café, mientras

ella le devolvía la mirada y fijaba su atención en los exóticos ojos amarillos de su

demonio.

Lo habían logrado. Por fin todo por lo que habían luchado se había hecho realidad. Los

problemas, las dificultades, el dolor y el sufrimiento… todo había valido la pena, porque

habían luchado hasta el final y lo habían conseguido.

- Sólo quien se rinde lo tiene todo perdido - pensó Rin con alegría - Pero nosotros

no nos rendimos nunca. Siempre supimos que estábamos destinados a estar juntos,

aunque tuviéramos que crear nosotros mismos nuestro futuro.

Y se volvieron a tiempo de ver como las dos Kaguras desaparecían con la esfera junto al

viento. Ambas sonrientes.

- Gracias.

Page 246: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Epílogo: 10 años después

- Papá, papá - llamó el joven Akira de ocho años a su padre - Ya he acabado de

comer. ¿Puedo irme ya?

Kohaku lo miró con extrañeza.

- ¿Por qué tienes tanta prisa?

- Yo… es que… quería ir…

- No pasa nada, Kohaku - dijo Megumi poniéndole una mano en el hombro a su

marido - deja que el niño se vaya. Sólo quiere jugar un poco, ¿verdad? - y le guiñó

un ojo a su hijo.

Akira asintió.

- Está bien - consintió Kohaku y Akira se levantó con velocidad - ¡Pero no vuelvas

tarde! - le gritó cuando el chico ya había salido por la puerta rápido como un rayo -

¿A dónde irá tan deprisa? - inquirió, cruzándose de brazos.

Megumi se rió.

- Va a ver a Suzu, la hija de Shippo y Yuki. No hay más que verlo para saber que le

encanta esa niña - la mujer volvió a sonreír - Aunque creo que va a tener

competencia.

- ¿Qué quieres decir? - Kohaku frunció el ceño - Nuestro hijo es muy resuelto. Si

quiere estar con esa niña, lo conseguirá. Además, ¿quién más va detrás de ella?

Megumi se sentó a su lado y le puso una mano sobre la pierna, conciliadora.

- Cariño, tú nunca cambias, ¿eh? Jaja - se rió dulcemente - Suzu es preciosa, y como

comprenderás, cuando sea mayor tendrá muchos pretendientes. Pero el mayor rival

de Akira va a ser precisamente Hayato.

- ¿Eh? - Kohaku ladeó la cabeza en un gesto de incomprensión - ¿Quién es ese?

Megumi le dio una colleja y se levantó de la silla.

- ¡Serás tonto! Es el hijo de Sesshomaru y Rin. El mayor.

Kohaku frunció los labios en una mueca de desagrado.

- Sí, es igual que su padre… - comentó Kohaku mirando el horizonte a través de la

ventana - Parece que la historia vuelve a repetirse.

- Sí, eso parece. Y en el fondo tu hijo también es clavado a ti ¡Pero venga, no te

distraigas! - Megumi le tendió un paquete con bolas de arroz recién hechas - Por si

tienes hambre. Y ahora, venga, exterminador, que si te retrasas más ese demonio

arrasará la aldea del otro lado del valle.

Akira llegó corriendo a casa de Suzu y llamó a la puerta.

Page 247: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- Suzu, soy yo, Akira. ¿Vienes a jugar?

Suzu tenía sólo siete años; un año menos que Akira. Era menuda y delgada, pero tenía unos

cabellos de una tonalidad tan extraña que la hacían sumamente atractiva. Su melena era un

claro efecto de la mezcla entre el pelirrojo de Shippo y el rubio dorado de su madre. Y era

tan dulce que casi parecía un pajarito. Muy callada y tímida, y siempre alegre.

Suzu estaba sentada a la mesa, comiendo con sus padres. Yuki la tenía sentada sobre su

regazo mientras Shippo le hacía tonterías desde el otro lado de la mesa para que la pequeña

se riera.

Cuando Akira llegó, los tres se dieron la vuelta.

- Hola, Akira - saludó Shippo alegremente - ¿Quieres quedarte a comer? - lo invitó.

- Gracias, pero acabo de comer en mi casa - respondió el chico educadamente - Sólo

venía a ver a Suzu.

- Papi, ¿puedo? ¿puedo? - respondió la dulce niña con voz alegre y chillona - Quiero

ir con él a jugar un ratito.

Yuki le pasó una mano por el cabello para arreglarle la coleta que le pendía por la espalda y

posó a la niña en el suelo.

- Venga, iros a jugar.

- ¡Siií!

Y se marcharon corriendo por la puerta.

- Tan juguetona como tú con Rin - le dijo la hermosa y joven Yuki recogiendo la

mesa.

- Pero igual de guapa que tú - la agarró por la cintura y la besó.

- Vamos a por las gemelas - pidió Suzu a Akira - Y luego a casa de Kagome.

- Vale.

La casa de Sango y Miroku estaba cada vez más abarrotada. Habían tenido dos gemelas que

ahora tenían nueve años llamadas Hanako y Yukiko. Las dos tenían el pelo castaño y corto,

por los hombros. Eran traviesas y divertidas. Les gustaba meterse en líos y hacerles bromas

a los adultos de la aldea. Aunque no todos se lo tomaban igual de bien.

A parte de ellas, Sango había dado a luz a un pequeño niño llamado Chiharu, que significa

"mil primaveras". Tenía sólo un año y medio y era un gran dormilón, por no hablar de lo

que comía.

Sin duda había una gran diferencia entre la casa de Akira o Suzu, pues ambos eran hijos

únicos y probablemente lo fueran siempre.

- Hola - saludaron los chicos - ¿venís a jugar?

Page 248: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¡Hanako, Yukiko! ¡Dejad de jugar con la comida! - Sango les quitó las cucharas de

las manos y las volvió a meter dentro de los platos de sopa - ¡Comeos lo guisantes o

se lo diré a vuestro padre! - se enfadó la mujer.

La pobre Sango estaba muy estresada. Las niñas eran muy desobedientes y además, ella

tenía entre los brazos al pequeño bebé e intentaba dormirlo. ¿Cómo iba a dormirlo con esas

dos gamberras pululando por la casa?

- Papá está en casa de la vecina - respondió una de las gemelas.

- ¡Shh! - le respondió la otra - Dijo que no dijéramos nada.

Sango puso un brazo en jarra mientras sujetaba al bebé con el otro.

- ¿Qué vuestro padre qué? - su voz se elevó varias octavas - ¡Ya está otra vez

ligando con la jovencita de enfrente! Cuando vuelva le voy a dar un sartenazo.

- Vamos, vamos - se acercó la anciana Kaede, que ahora era bastante más mayor y

caminaba apoyada en un bastón tallado - No te enfades tanto. Ya sabes cómo ha

sido siempre Miroku. Venga, dame al niño, que yo lo duermo.

- Gracias, Kaede - respiró Sango con alivio - ¡Qué haría yo sin ti!

Y se dio la vuelta hacia la mesa.

- ¿Dónde están las niñas? - miró a su alrededor - ¡Maldita sea! Esas dos ya se han

vuelto a escapar. ¡En fin! ¿Comemos algo, Kaede?

Akira, Suzu y las gemelas estaban ante la puerta de casa de Kagome e Inuyasha. Estos dos

habían tenido una niña de ocho años llamada Haru ("Primavera") y un hermoso niño de

siete llamado Hotaru ("Luciérnaga")

Ambos se encontraban plantando flores con su madre en la parte de atrás de la casa.

- Hola Haru. Hola Hotaru. Hola señora Kagome - saludaron las gemelas con su voz

cantarina y se acercaron a ver las flores más de cerca - ¿Qué hacéis?

- Plantamos flores - le respondió Hotaru a las gemelas y Hanako (una de las

gemelas) se ruborizó.

- ¿Sí? ¡Qué bien! - exclamó la chica - ¿Puedo ayudarte?

Hotaru la miró con sorpresa, pero luego sonrió.

- ¡Claro! Cuando quieras.

Y ambos se pusieron a cavar un hoyo con las manos para introducir la flor.

Yukiko, la gemela de Hanako, bufó.

- Venga - dijo tocándole el hombro a su hermana - No te entretengas con Hotaru.

Tenemos que irnos.

- Estás celosa - le respondió su hermana.

Page 249: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¡Eso es mentira! - y volvió la cara, cruzándose de brazos, evidentemente molesta.

- ¿Y a dónde vais? - quiso saber Kagome, que había estado siguiendo toca la

conversación.

- Vamos al río que hay en el bosque. Cerca hemos descubierto una especie de

madriguera y queremos ir a investigar - respondió Akira, el hijo de Kohaku y

Megumi.

Kagome echó una rápida mirada a la tropa de niños que tenía delante. Suzu y su propia hija,

Haru, eran menudas y muy monas. Las miraba y no podía pensar otra cosa que no fuera que

eran dos pequeñas niñas indefensas. Pero luego vio a Akira, a su hijo Hotaru y a las dos

traviesas gemelas y pensó que no habría ningún problema.

- Está bien - les dijo a sus hijos - Pero tened cuidado.

- Claro - prometieron.

Haru se limpió las manos de tierra en el vestido y le dio un beso en la mejilla a su madre.

- Adiós, mami. Volveremos pronto. Díselo a papá.

- Sí, sí, claro - los despidió la mujer con la mano. Luego siguió plantando mientras

sonreía - Estos niños - exclamó - cómo me recuerdan a nosotros.

Rin se encontraba sentada sobre una roca en mitad del tupido bosque que rodeaba la aldea

de la anciana Kaede, la aldea donde se había criado la mitad de su infancia y su

adolescencia al completo. Era el lugar donde estaba toda la gente a la que quería y amaba,

excepto su familia. A veces mezclar una cosa con la otra era tan difícil. Sobre todo porque

el poco afecto que tenía Sesshomaru por los humanos no había cambiado demasiado.

Excepto con ella, por supuesto. No obstante, Rin ya no era ninguna humana. Puede que lo

hubiera sido antaño, y su vida fue, sin duda alguna, muy desdichada. Pero desde hacía diez

años, el amor y la suerte le habían sonreído por fin y no sólo había ganado un amor largo y

dichoso, sino que además se había convertido en una joven y hermosa demonio de la luna,

como Sesshomaru. Igual de menuda y delgada que cuando era humana, pero ahora

visiblemente más bella y más elegante de lo que lo había sido nunca, y eso que en vida

humana era terriblemente hermosa.

- Señorita Naomi, no corra tanto - oyó Rin la voz de Jaken - Vamos a enseñarle el

ramo a su madre. Pero pórtese bien.

De entre los arbustos apareció una pequeña niña de cinco años con los ojos color ámbar; los

ojos de su padre. Tenía el cabello corto, recogido en dos graciosas coletas a los lados.

Vestía un kimono rosa con flores de almendro blancas y en las manos llevaba un ramo lleno

de margaritas.

Jaken iba a su lado. Ambos eran del mismo tamaño, cosa que hizo que Rin sonriera

divertida. El pequeño demonio verde le daba la mano a la niña para que fuera a su paso y

no se perdiera sola por el bosque.

- ¡Mamá!

Page 250: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

En cuanto la pequeña Naomi vio a su madre, se soltó de la mano del señor Jaken y corrió

hacia ella.

Rin soltó una risotada dulce y la cogió en brazos.

- Hola, mi niña. ¿Te has portado bien?

- Sí, mami - dijo con su voz infantil y dulce, esbozando una sonrisa - He cogido estas

flores para ti. ¿Te gustan?

- Claro, cariño. Son muy bonitas - dijo tomando el ramo.

Jaken llegó hasta ellas y se sentó en el suelo, sudando.

- ¡Buff! - se quejó el demonio - ¡Qué terremoto!

Rin volvió a reír, divertida.

- ¿De verdad es tan movida? Conmigo se porta muy bien.

- Es exactamente igual que tú cuando eras pequeña - señaló el pequeño demonio

verde - Exacta, exacta. Sólo que ella tiene el pelo blanco.

La pequeña Naomi ("Belleza") se cruzó de brazos y miró al demonio.

- No seas malo, Jaken - se quejó con su linda vocecita - Pero si yo soy muy buena.

Además, yo te quiero mucho - y se abrazó a la cintura del demonio verde.

- ¡Ah! - levantó él los brazos - ¡Rin, quítamela! ¡Por favor, haz algo!

Rin empezó a reír tanto que se tuvo sujetar el vientre. Aquella escena era de lo más

pintoresca y feliz. Y, de hecho, Jaken tenía razón. El carácter de la pequeña Naomi era muy

parecido al de ella cuando era joven. Esa misma reacción la había tenido Jaken cuando Rin

le trajo la planta medicinal para salvarlo de un envenenamiento y luego ella lo abrazó

diciendo: "Señor Jaken, ¡estás vivo!"

Pero aunque Jaken lo negara, se veía a la legua que quería mucho a la niña.

En ese preciso instante Rin oyó un ruido y escuchó con atención. Jaken también guardó

silencio.

A-Un apareció entre los árboles cargando con un gran demonio muerto sobre su lomo. Un

niño sumamente apuesto de unos nueve años lo tenía asido por las riendas y caminaba a su

lado. Sesshomaru apareció algunos metros más atrás.

- Madre, mira. Lo he cazado yo - dijo con orgullo.

El niño se llamaba Hayato, que significa "valor". Era alto y delgado, e incluso más hermoso

que su hermana Naomi. Tenía el pelo completamente blanco que le llegaba hasta media

espalda, completamente liso. Pero sus ojos… sin duda eran los de su madre. Estaban en una

tonalidad entre el caramelo, el café y la avellana, y eran profundos. Se le veía un chico

inteligente. Pero tan serio, callado y frío como su padre.

- ¿De verdad has cazado eso tú sólo? - quiso saber la joven Rin - ¿No te ha ayudado

tu padre?

Page 251: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Hayato negó con la cabeza.

- Esta vez lo he hecho yo solo - dijo en tono neutro y elegante, sin moverse de al

lado del caballo.

- Me alegro entonces - sonrió Rin.

Sesshomaru llegó al claro en ese instante. El hombre no dijo nada, pero cruzó su mirada

con los ojos de su prometida y Rin pudo ver la simpatía y la dulzura en ellos que sólo

guardaba para ella. Para ella y tal vez para sus hijos, pero mucho más para ella.

- ¡Onee-san! - llamó la pequeña Naomi y fue corriendo hasta él para abrazarlo.

- ¡Mimi, quita!¡No seas tan pegajosa! - se quejó Hayato, pero usó el apelativo

cariñoso de su hermana, cosa que le quitó importancia a la rudeza de sus palabras.

- ¡No quiero! - se quejó ella, apretándolo más fuerte mientras él permanecía inmóvil

e incómodo.

- Venga, niños, basta - les riñó Rin con paciencia.

Pero entonces Naomi soltó a su hermano y ambos olisquearon el ambiente.

- Los primos están aquí - dijo Naomi esbozando una sonrisa.

- No los llames así - dijo Sesshomaru algo enfadado - No les llames primos - y se

alejó un poco con el semblante serio.

Rin suspiró. En esa década no había cambiado nada.

Naomi siguió olisqueando.

- Están todos - dijo - También Akira y las gemelas.

Hayato no le hizo ni caso.

- Y Suzu… - continuó su hermana astutamente.

Los ojos de Hayato brillaron.

- ¿Suzu? - y olisqueó el aire una vez más, comprobando que su hermana tenía razón

- Em… ¿podemos ir, madre? - preguntó Hayato intentando adoptar un tono de

indiferencia.

Rin lo miró, sonriente, y asintió.

- ¡A Onee-san le gusta Suzu! ¡A Onee-san le gusta Suzu! - empezó a cantar su

hermana.

- ¡No es verdad!

Por primera vez en todo el día, el apuesto niño abandonó su tono neutro e indiferente y se

envaró, poniéndose rojo.

- Venga, Mimi. Vámonos - y le dio la mano para llevársela.

- ¿Te parece bien que les deje ir? - le preguntó Rin a Sesshomaru, que se había

apoyado en un árbol.

A modo de respuesta, el albino llamó al demonio verde.

- Jaken.

Page 252: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

- ¿Sí, señor Sesshomaru?

- Vigila que no se hagan daño - dijo con voz seria - Y llévate a A-Un también.

- Em… sí, claro - y echó a andar hacia el sendero por donde habían desaparecido los

niños - Claro, que el viejo Jaken se encargue de los niños. ¡Siempre igual! -

exclamó enfurruñado mientras se perdía en la distancia.

Rin levantó la vista y miró al cielo. La tarde había pasado rápidamente y el sol crepuscular

comenzaba a descender hacia el suelo para esconderse pronto tras la línea del horizonte.

La joven se acercó a su demonio y se acuchilló delante de donde él estaba recostado.

- Tenemos un rato para nosotros - le dijo mientras acariciaba la parte de arriba de la

túnica del joven - ¿Quieres que hagamos algo?

Su tono era seductor y su mirada, traviesa.

Sesshomaru se apartó de ella y se levantó.

- Hoy Hayato ha cazado por primera vez solo. Yo no le he ayudado - dijo con su

habitual tono neutro, ignorando a la joven - Será un buen demonio - afirmó.

Rin suspiró y se levantó del suelo. Se dio la vuelta para dirigirse a la aldea. Pero entonces

una mano rodeó su cintura y le obligó a darse la vuelta.

- Había pensado - dijo Sesshomaru, sosteniéndola con una sola mano y mirándola

directamente a los ojos - que tal vez te gustaría ir a un sitio especial.

Rin esbozó una sonrisa.

- ¿Qué sitio?

Sesshomaru la miró de forma misteriosa.

- Es una sorpresa.

No hizo falta decir más. Sin dejar de mirarse el uno al otro, sus ojos se tornaron rojos fuego

y empezaron a transformarse. Se les alargaron los brazos y las piernas, así como las garras

y los colmillos. Dos orejas completamente blancas les salieron de la cabeza y se les cubrió

el cuerpo de pelo blanco y, en el caso de Rin, de color caoba. La pequeña cola que siempre

llevaban enredada al hombro se les deshizo y se convirtió en una tupida y larga cola de

demonios lobo.

Posaron las grandes patas en el suelo y se dieron impulso para empezar a volar.

Una hora más tarde, Sesshomaru y Rin habían sobrevolado gran parte de la isla de Japón y

se encontraban cerca de la costa.

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El demonio de la luna se cruzó por delante de la chica y le indicó que descendiera.

Nada más poner los pies en tierra, Rin comprendió lo que Sesshomaru había pretendido.

- Es una playa - sonrió, habiendo vuelto a su forma humana.

- Sí - afirmó él - Te lo había prometido, ¿no?

La chica se quitó las babuchas y empezó a correr hacia el agua. Cuando llegó, introdujo los

pies en ella y dejó que las olas la bañasen. La arena y las algas le cosquilleaban entre los

dedos y el agua salada la salpicaba en su vaivén, haciendo que se le mojaran los bajos del

kimono. Las aguas oceánicas se extendían ante ella como si quisieran saludarla con su

imponente belleza. Rin recordó inmediatamente aquel día en la playa, diez años atrás,

cuando había ido a pedirle a Totosai que le forjara un arma para salvar a su demonio y, de

regreso, se había encontrado en una playa como esa, brillante y cristalina. Recordó la

felicidad que sintió en aquel entonces, pues era la misma que sentía ahora. La sensación de

libertad la invadió y se sintió como si pudiera comerse el mundo, como si no hubiera

límites, ni barreras. Pero en aquel entonces le faltó algo que no le faltaba ahora: el señor

Sesshomaru.

Rin cerró los ojos y respiró la brisa, dejando que el aroma del mar le acariciara la nariz y le

recorriera todo su ser. Por fin, estaba completa.

Sesshomaru se acercó con lentitud y elegancia hacia ella.

- ¿Era esto lo que querías? - preguntó, mirando cómo el sol anaranjado se comía las

aguas del horizonte.

- Sin duda - le sonrió la chica y salió del agua - Sesshomaru, te quiero - y lo abrazó

tiernamente, apoyando la cabeza en su robusto pecho.

El demonio no se movió. Su mirada continuaba perdida en el sol crepuscular, como si

estuviera recordando algo del pasado. O tal vez todo lo contrario. Quizá estaba pensando en

su presente, junto a su querida Rin, o en el futuro que tenían por delante.

Habían cambiado tanto las cosas desde que se habían conocido. El destino había querido

que se encontraran aquel día en el bosque, hacía ya veintiún años. Todavía recordaba la

comida que Rin le había traído con siete años cuando él estaba herido en el suelo del

bosque, y sin un brazo. Cerró los ojos y pudo ver de nuevo su cara, llena de moratones

porque los hombres de su aldea le habían pegado por robar peces de su río para traérselos a

él, el apuesto demonio del bosque que no le daba miedo.

Y luego pensó en unos días después, cuando los lobos de Koga atacaron la aldea de la

pequeña y Sesshomaru percibió su sangre en el aire. El día en que la resucitó de entre los

muertos gracias a su espada Colmillo Sagrado y la llevó consigo en sus viajes.

¡Había pasado tanto tiempo!

- Vas a coger frío - le dijo el demonio, refiriéndose a los pies mojados de su

pequeña. Para él siempre sería su pequeña.

- Ya no soy una humana - respondió ella con una sonrisa cálida - Y los demonios no

se resfrían.

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Sesshomaru sonrió ligeramente, sin mirarla.

- Además - le dijo la chica, acariciándole el musculoso pecho lentamente con una

mano - se me ocurre una idea para calentarme. ¿Quieres ayudarme?

El demonio desvió la vista del horizonte y clavó los ojos dorados en ella, levantando una

ceja.

Rin se rió por su expresión y se dio la vuelta, algo ruborizada.

- No pasa nada - dijo avergonzada - Lo comprendo si no quieres.

De repente se sentía algo tonta. Puede que Sesshomaru la quisiera mucho, pero su carácter

no había cambiado. Seguía siendo frío y distante, y cualquier cosa que tuviera que ver con

los placeres carnales y el afecto le daban algo de aversión.

Pero al fin y al cabo, era un hombre. Un hombre enamorado.

Cuando Rin empezaba a alejarse, la mano de Sesshomaru se le posó en el hombro y ella se

detuvo.

- Como quieras - empezó el demonio - Yo hago… lo que tú quieras.

Su tono de voz había sido serio y directo, pero Rin había percibido una nota de

nerviosismo, cosa que le hizo sonreír. Estaba frente a uno de los demonios más fieros y

poderosos de todo el mundo, serio, frío, calculador. Y sin embargo, el descubrir que había

algo que lo pusiera nervioso, le pareció sumamente tierno. Aunque prefería no decírselo,

pues eso podría enojarle mucho.

Rin se volvió lentamente y lo miró a los ojos con determinación.

- ¿Lo que yo quiera? - inquirió, traviesa.

- Lo que quieras - afirmó él.

Rin le rodeó el cuello y acercó sus labios a los de él. Sesshomaru le rodeó la cintura y la

acercó a su cuerpo. Sus labios se amoldaron el uno al otro a la perfección, como dos piezas

de un puzle que estaban esperando a ser encajadas juntas. Los besos de ella sabían a cosas

dulces: a miel, a fresas, a días de verano. Y los de él a cosas frías, como el otoño o los días

de lluvia. Pero era maravilloso.

- Estás tan joven como hace diez años - dijo de repente la chica, aprovechando que

sus bocas se habían separado un instante - Es como si jamás hubiera pasado el

tiempo.

Sesshomaru la tumbó en el suelo y se recostó a su lado, con la cabeza apoyada en una

mano. Rin lo miró con deseo y pensó que era la postura más sexy que jamás hubiera visto.

- Eso es lo que significa ser un demonio completo. Y además, de mi especie -

Sesshomaru le acarició la mejilla mientras se lo explicaba y le colocó un mechón

blanco detrás de la oreja - Tú también pareces mucho más joven de lo que eres. Han

pasado diez años, pero para tu físico es como si sólo hubiera pasado uno.

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La chica esbozó una sonrisa jovial.

- Entonces técnicamente sólo tengo diecinueve, y tú veintidós.

- Así es.

- Más que padres, parecemos dos eternos adolescentes - apuntó Rin, mordiéndose el

labio - Si siguen creciendo así de rápido llegarán a ser de nuestra misma edad física.

Pareceremos cuatro jovencitos - se rió.

Sesshomaru se quitó la armadura y se posó sobre Rin.

- Sólo crecen rápido los primeros años. Pronto se les ralentizará el crecimiento,

como a nosotros. Y vivirán unas vidas largas como las nuestras.

Rin alargó los brazos y atrajo a Sesshomaru hacia sí. Ya no podía esperar más. Necesitaba

besarlo, abrazarlo, tocarlo y acariciarlo. Quería sentir su piel contra la suya, fuego con

fuego.

Le colocó las manos en el fuerte pecho y le descorrió un lado de su kimono.

Los ojos de Sesshomaru la escrutaron, y Rin pudo ver un ápice de diversión en ellos. Él

también estaba excitado.

El demonio le desató la cinta del kimono con lentitud mientras la miraba a los ojos, y echó

sus ropas a un lado. Luego dejó que ella hiciera lo mismo y le descorriera lentamente la

parte de arriba del kimono. Finalmente se quitó los pantalones.

Sus largas colas de demonio les cubrían ligeramente y los protegían de la brisa y el frío. Era

casi de noche y el cielo comenzaba a poblarse lentamente de estrellas.

- ¿Crees que los niños estarán bien? - preguntó ella entre jadeos.

- Están con Jaken - respondió él con total tranquilidad - Y seguro que le han

suplicado a mi hermano que les deje quedarse a dormir, como siempre.

- Has dicho mi hermano - apuntó ella, completamente asombrada - ¿Ya no le

consideras un estorb…?

- ¡Calla! - le dijo él mientras la silenciaba con un beso.

Las manos de ella se entrelazaron con los cabellos albinos y largos de su prometido,

mientras que él tenía las manos posadas en la espalda de ella. Rin sintió un cosquilleo,

como una corriente eléctrica surcándole todo el cuerpo cuando las manos de Sesshomaru

empezaron a deslizarse por la piel desnuda de su cintura hasta llegarle a las caderas.

Sus caricias eran como un suspiro. Tan placenteras que tan sólo sentir las yemas de sus

dedos rozándole la piel le ardía todo el cuerpo y se le encendían las mejillas de rubor.

Rin se colocó encima suya y le marcó una línea de besos por todo el cuerpo. En el cuello,

cosa que hizo suspirar de placer al chico; en el pecho, en el abdomen, en el estómago…

La arena les surcaba el cuerpo y les llenaba el pelo y las colas, pero no les importaba. En

ese momento no existían más que ellos. Ellos dos y nada más. No había mar, ni cielo, ni

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nubes, ni estrellas que les rodearan. En ese preciso instante existían dos cosas en el

universo: Rin y Sesshomaru.

El albino pasó su fuerte brazo tras la cintura de la chica y rodaron, quedando él encima. Rin

se ruborizó al instante y él alzó ligeramente las comisuras de sus labios.

- ¿Estás preparada? - inquirió con un leve atisbo de emoción.

- Siempre lo estoy, pero siempre duele.

Sesshomaru le cogió una mano y se la besó.

- Ya sabes que yo nunca te haría daño.

El corazón de ella se aceleró y sus latidos se hicieron tan audibles que Sesshomaru empezó

a percibirlos como un fuerte martilleo, pero le gustó.

Se inclinó hacia ella y le besó la mejilla.

- Tranquila -susurró - No te haré daño. Te lo prometo.

Rin asintió y se quedó quieta, esperando a que Sesshomaru se introdujera dentro de ella.

El chico colocó las manos a los costados de la chica y se aproximó con lentitud.

- ¿Te duele? - dijo mientras penetraba lentamente, con cuidado de no hacerle

demasiado daño.

Rin lanzó un gemido ahogado y empezó a respirar de forma entrecortada.

- Un poco - admitió, completamente ruborizada - Pero sigue - sonrió.

El demonio obedeció y empezó a darse más rapidez en las entradas y las salidas.

Las manos de Rin se contrajeron y arañó la arena bajo sus dedos.

- Shh - le susurró él con cariño - Intenta disfrutarlo.

Los ojos de la chica se pusieron progresivamente rojos a la par que los del demonio. Sus

garras se alargaron y le salieron los colmillos. Rin cerró los ojos y se concentró para no

transformarse del todo. Ahora entendía qué difícil le había sido a Sesshomaru controlarse

aquella noche en el bosque, cuando se besaron por primera vez. Los ojos de él se habían

vuelto de fuego y el demonio temía que pudiera dañar a su humana, pero ella, en aquel

entonces, no le había entendido. Pero ahora sí. La diferencia es que ella ya no sería más una

humana, y ahora podía soportar el peso del bello cuerpo de su demonio y su fuerza

demoníaca sobre ella.

Rin se irguió para abrazarle y le acarició la espalda, volviendo a juntar los labios con los de

su demonio. Le cogió una mano y se la colocó en su propio pecho, para que él se dejara

llevar de verdad. Fuera como fuese, al principio él siempre tenía miedo de dañarla. Pero

ella necesitaba que se soltara. Necesitaba sentirse no sólo como su chica, sino una parte

importante de él.

Page 257: Lagrimas de Sangre - Diana Sparrow

Los colmillos de Sesshomaru también le salieron y sus ojos perdieron por completo su

color amarillo dorado. Ahora eran tan granates como los de ella. Y con eso se iba casi

cualquier vestigio de racionalidad que hubiera podido residir en ellos aquella tarde.

Acababan de dejarse llevar y habían escondido su consciencia en lo más profundo de su ser

para dejar que el placer les invadiera por completo.

Sesshomaru volvió a ponerse encima de ella, pero esta vez con más brutalidad, y volvió a

introducirse, ahora con agilidad, con dureza, con avidez y deseo. Y la chica no se quejó.

Deseaba tanto como él que tocara cada fibra de su cuerpo e hiciera vibrar cada músculo.

Necesitaba de sus caricias, de sus besos, de su cuerpo y de sus brazos. Necesitaba

contemplar esos ojos de demonio que tanto le atraían y aspirar su olor a otoño mientras le

acariciaba el cabello. Y él también necesitaba hacerle lo mismo a ella.

Con los años, en lugar de aburrirse o cansarse el uno del otro, se querían cada vez más. Más

deseo, más amor, más pasión. Ya no había forma de que visualizasen un mundo sin el otro.

Por fuera eran los mismos: el demonio frío y hostil y la niña dulce y encantadora. Pero

entre ellos había mucho más que un físico y una apariencia. Había amor. Y eso es algo

contra lo que uno no puede luchar, ni siquiera el poderoso destino.

- Te quiero, Sesshomaru - dijo mientras apoyaba la cabeza en su pecho y se

acurrucaba junto a él.

- Y yo a ti, mi pequeña.

Y así, en aquella playa de Japón, en mitad de un crepúsculo de noviembre, Sesshomaru y

Rin continuaron besándose entre la arena y la sal de las olas, hasta que ambos se quedaron

profundamente dormidos. Una noche en que no había nadie para juzgarles o separarlos, una

noche en que no había peligros acechándolos, ni más obstáculos aguardándoles para el día

de mañana. Era simplemente una noche en la playa en que dos jóvenes podían amarse

libremente sin que nadie intentara separarles. Una noche estrellada en la que Rin se dio

cuenta de que sus sueños se habían hecho realidad.

Fin