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Laclau - Misticismo, retórica y política (Prefacio)

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Ernesto Laclau MISTICISMO, RETÓRICA Y POLÍTICA PrefacioLos tres ensayos que componen este volumen fueron escritos entre 1996 y 1998 y publicados originariamente en inglés. “Muerte y resurrección de la teoría de la ideología” apareció en el Journal of Political Ideologies, 1996, 1 (3), pp. 201-220; “Sobre los nombres de Dios” en Sue Golding (ed.), The eight Technologies of Otherness, Londres, Routledge, 1997; y “Política de la Retórica” en Tom Cohen, Jay Hillis Miller, Andrzej Warminski y Barbar

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1ERNESTO LACLAU Misticismo, retórica y políticaProhibida su reproducción total o parcial

Ernesto Laclau

MISTICISMO, RETÓRICA Y POLÍTICA

Prefacio

Los tres ensayos que componen este volumen fueron escritos entre1996 y 1998 y publicados originariamente en inglés. �Muerte y resu-rrección de la teoría de la ideología� apareció en el Journal of PoliticalIdeologies, 1996, 1 (3), pp. 201-220; �Sobre los nombres de Dios� enSue Golding (ed.), The eight Technologies of Otherness, Londres, Routled-ge, 1997; y �Política de la Retórica� en Tom Cohen, Jay Hillis Miller,Andrzej Warminski y Barbara Cohen (eds.), Material Events: Paul deMan and the Afterlife of Theory, Minnesota University Press, 2001.

El tema central de estos ensayos, que ha estado presente en buenaparte de mi trabajo teórico de los últimos años, es el papel central delos significantes vacíos en la constitución de las significaciones po-líticas. Mi interés en el misticismo está dado por el hecho de que,intentando la experiencia mística transmitir algo que es esencial-mente inefable, sólo consigna hacerlo sobre la base de subvertir larelación significante/significado de acuerdo a lógicas que, de modomenos extremo, he también detectado en la estructuración del cam-po político. Lo que he denominado �lógica de la equivalencia� esespecialmente importante en este respecto. Estos procesos de sub-versión discursiva pueden a su vez ser descritos en términos de des-plazamientos retóricos, que constituyen el tercer tema central deeste volumen. Detrás de esta insistencia tropológica está la convic-ción de que la retórica habrá de jugar un papel cada vez más crucialen las ciencias humanas, una vez que éstas se inclinen �como ya loestán haciendo� a reconocer la centralidad de los procesos discursi-vos en la construcción de los vínculos sociales.

Londres, 18 de julio de 2001

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Muerte y resurrecciónde la teoría de la ideología

I

En un reciente ensayo acerca de las teorías de la ideología,1 SlavojZizek describe los enfoques contemporáneos sobre la base de sudistribución en torno de tres ejes identificados por Hegel como doc-trina, creencia y ritual, es decir:

Ideología como un complejo de ideas (teorías, convicciones, creencias,procedimientos argumentativos); ideología en su externalidad, es decir,aparatos ideológicos del Estado; y finalmente, el dominio más elusivo,la ideología �espontánea� que opera en el corazón de la propia �reali-dad� social.2

Zizek da como ejemplo el caso del liberalismo:

el liberalismo es una doctrina (desarrollada de Locke a Hayek) materia-lizada en rituales y aparatos (prensa libre, elecciones, mercados, etc.) yactiva en la (auto) experiencia �espontánea� de los sujetos como �indi-viduos libres�.3

En los tres casos Zizek encuentra una simetría esencial de desarro-llo: en algún punto la frontera que separa a lo ideológico de lo no-

1 S. Zizek, �The spectre of Ideology�, en Mapping Ideology, Londres y Nueva York,Verso, 1994, pp. 1-33.

2 Zizek, ibíd., p. 9.3 Zizek, ibíd, p. 9.

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ideológico se desdibuja y, como resultado, se produce una inflacióndel concepto de ideología que pierde, de tal modo, toda precisiónanalítica. En el caso de la ideología como �sistema de ideas�, launidad de tal sistema depende de la posibilidad de encontrar unpunto externo a sí mismo a partir del cual una crítica de la ideologíapueda verificarse �por ejemplo mostrando, a través de una lecturasintomal los verdaderos intereses a los que responde una configura-ción ideológica dada�. Pero, como Zizek lo muestra con ejemplostomados de las obras de Barthes, de Paul de Man, de Ducrot, dePêcheux y de mis propios trabajos, es precisamente el �grado cero�de lo ideológico de esta presunta realidad extra-discursiva lo queconstituye la falsedad por excelencia de la ideología. En el caso delos �aparatos ideológicos del Estado� �o, en la versión foucaultia-na, los procedimientos disciplinarios que operan al nivel del micro-poder� encontramos versiones simétricas de la misma petitio princi-pii: ¿la unidad de los aparatos del Estado, no requiere ese cementomismo de la ideología que ellos pretenden explicar?; o, en el caso delas técnicas disciplinarias: su misma dispersión, ¿no requiere la re-composición constante de su articulación, de modo tal que tenemosnecesariamente que apelar a un medio discursivo que destruye lapropia distinción entre lo ideológico y lo no ideológico? Y el caso esaún más claro si nos movemos al campo de las creencias: aquí, des-de el mismo comienzo, nos encontramos confrontados por una rea-lidad presuntamente �extra-ideológica� cuya operación depende demecanismos que pertenecen al reino ideológico.

[En] el momento en que observamos con mayor precisión a estos me-canismos supuestamente extra-ideológicos nos encontramos enterra-dos hasta la rodilla en ese oscuro dominio ya mencionado en que esimposible distinguir a la realidad de la ideología. Lo que encontramosaquí, por consiguiente, es la tercera inversión de la no-ideología en ideo-logía: advertimos, de golpe, un para-sí de la ideología que opera en elpropio en sí de la realidad extra-ideológica.4

4 Zizek, ibíd., pp. 14-15.

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Aquí Zizek detecta correctamente la fuente principal del progresivoabandono de la �ideología� como categoría analítica:

de algún modo esta noción pasa a ser �demasiado potente�, comienzaa abrazar todo, incluso el muy neutral fundamento extra-lógico que, sesuponía, había de proveer el patrón por medio del cual se mediría ladistorsión ideológica. O sea: ¿no es el resultado, en la última instancia,del análisis del discurso el que el orden del discurso como tal sea inhe-rentemente �ideológico�?5

Vemos, pues, la lógica que gobierna la disolución del terreno ocupa-do, clásicamente, por la teoría de la ideología. Esta última muriócomo resultado de su propio éxito imperialista. A lo que estamosasistiendo no es a la declinación de un objeto teórico como resulta-do del estrechamiento de su campo de operación, sino a lo opuesto,a su expansión indefinida, resultante de la explosión de aquellas di-cotomías que �en el interior de una cierta problemática� la enfren-taban con otros objetos. Categorías como �distorsión� y �falsa re-presentación� sólo tienen sentido en la medida en que algo �verda-dero� o �no distorsionado� esté al alcance humano. Pero si un pun-to de vista extra-ideológico es inalcanzable, dos efectos se siguennecesariamente:

1) todos los discursos que organizan las prácticas sociales están al mis-mo nivel y son, a la vez, inconmensurables los unos con los otros;2) nociones tales como �distorsión� y �falsa representación� pierdentodo sentido.

¿Dónde nos deja esto, sin embargo? ¿Se supone que debemos dejarenteramente de lado nociones tales como �distorsión�, �falsa con-ciencia�, etc.? La dificultad es que si damos esta respuesta, pura ysimple, entramos en un círculo vicioso en que las conclusiones denuestro análisis niegan sus premisas. Consideremos por un momen-to las razones de la declinación del enfoque �crítica de la ideología�,

5 Zizek, ibíd., p.16.

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enfoque que ha sido expresado en sus términos más puros por elmarxismo clásico y que ha sido prolongado hoy día en el ideal regu-lativo habermasiano de una comunicación no distorsionada. La ba-se fundamental de tal crítica ha sido el postular un punto a partir delcual �al menos tendencialmente� la realidad hablaría sin mediacio-nes discursivas. La positividad e inteligibilidad plena de tal punto eslo que da su justificación al conjunto de la operación crítica. Ahorabien, la crítica de tal enfoque comienza con la negación de un talnivel metalingüístico, con el mostrar que los movimientos retórico-discursivos de un texto son irreducibles y que, como consecuencia,no hay un fundamento extra-discursivo a partir del cual una críticade la ideología podría iniciarse. (Esto no significa, desde luego, quela crítica ideológica sea imposible, lo que es imposible es una críticade la ideología en cuanto tal; todas las críticas serán necesariamenteintra-ideológicas.)

Lo que no es, sin embargo, percibido usualmente es que la �críti-ca de la ideología� puede avanzar en dos direcciones diferentes queconducen a resultados contradictorios. El primero conduce a lo quepodríamos llamar un nuevo positivismo y objetivismo. Si abandona-mos enteramente la noción de �distorsión� y afirmamos que haysolamente �discursos� inconmensurables, transferimos simplemen-te la noción de una positividad plena del fundamento extra-discursi-vo a la pluralidad del campo discursivo. La transferencia mantieneenteramente la idea de una positividad plena. Del mismo modo queantes teníamos un positivismo naturalista ahora tenemos uno decarácter fenomenológico. Pero si, por el contrario, lo que afirmamoses que la noción misma de un punto de vista extra-discursivo es lailusión ideológica por excelencia, la noción de �distorsión� no esabandonada sino que pasa a ser la herramienta central en el desman-telamiento de toda operación metalingüística. Lo que es nuevo eneste desmantelamiento es que lo que constituye ahora una represen-tación distorsionada es la noción misma de un cierre extra-discursi-vo. Discutiremos más tarde el modo en que el concepto de �distor-sión� tiene que ser reformulado a los efectos de desempeñar estanueva función. Por el momento, digamos tan sólo que esta reformu-

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lación es el punto de partida de la posible re-emergencia de unanoción de ideología que no esté obstaculizada por los problemasinherentes a una teorización esencialista.

Concentrémonos por un momento en la teoría althusseriana de laideología. La ideología es, para Althusser, eterna. Los mecanismos queproducen al sujeto a través del no�reconocimiento están inscritos enla esencia misma de la reproducción social. No tenemos posibilidadde escapar al juego especular que la interpelación ideológica implica.Para él, sin embargo, la ideología se constituye a sí misma como obje-to a través de su oposición a la ciencia: la determinación de la distor-sión que las representaciones ideológicas acarrean, el carácter aliena-do del sujeto, dependen del conocimiento que el analista tiene de loque la reproducción social realmente es, un conocimiento que incluyela comprensión del mecanismo especular. Sabemos que la historia esun proceso sin sujeto precisamente porque somos capaces de ir, cien-tíficamente, más allá de la alienación subjetiva.

Esto nos deja enfrentados, sin embargo, a un problema aparente-mente irresoluble. Todo depende de aquello que no es reconocidocomo tal o, más bien, de la naturaleza y extensión de esta falta dereconocimiento. Si lo que es reconocido en cuanto tal es un tipoparticular de relación social, podríamos fácilmente imaginarnos otroen el que esa ausencia de reconocimiento no tiene lugar. Esto es loque presuponía la clásica noción de emancipación. Pero lo que Alt-husser sostiene es diferente: es que nos enfrentamos con un no-reconocimiento necesario, independiente de todo tipo de configura-ción social. Pero, en tal caso, lo que es objeto de un no-reconoci-miento es el principio de la estructuración social como tal, el cierreoperado por cualquier sistema simbólico. Y esto nos enfrenta conun nuevo problema: si el cierre como tal es lo que requiere un no-reconocimiento (es decir, su opuesto) es la misma idea de cierre laque constituye la forma más alta del no-reconocimiento. O bien elno-reconocimiento puede ser reducido a una función objetiva poruna mirada neutral, o bien esa mirada no es neutral sino parte delno-reconocimiento universal �en cuyo caso lo que se presenta co-mo lo opuesto del no-reconocimiento pertenece a la esencia de este

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último�. Es posible mantener una frontera nítida entre el cierre (laauto-reproducción de las relaciones sociales) y las formas necesa-rias de no-reconocimiento que lo acompañan sólo en la medida enque hay un punto de observación metalingüístico desde el cual elcierre se muestra a sí mismo sin ningún pasaje subjetivo a través delno-reconocimiento. Pero si la existencia de ese punto de observa-ción es ilusoria, el no-reconocimiento contaminará al cierre; y, dadoque el no-reconocimiento, la distorsión es universal, su otro (el cie-rre, la auto-transparencia) pasa a ser la principal forma del no-reco-nocimiento. En tal caso, la distorsión es constitutiva de la objetivi-dad social. ¿Qué puede ser, sin embargo, un tipo de distorsión quepermanece como tal pese a que la distinción entre distorsión y loque es distorsionado se eclipsa?

Éste es el próximo problema que debemos encarar.