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33 FUCSIA homenaje FOTOS: ©AMAURY MARTÍNEZ/13. ¿ Por qué es tan importante la natura- leza para usted? “Porque encuentro en ella la nobleza que quisiera ver en el ser humano”, contesta Silvia Enz, artista de formación y pintora desde la cuna. Desde que era niña y vivía en su natal Guayaquil sentía que lo suyo era el arte. Tuvo la suerte de nacer en 1958 en una familia que valoró sus aptitudes artísticas y que la motivó a perseguir con decisión sus anhelos. Así, cuando tuvo edad para continuar estudios superiores, viajó a Austin, Estados Unidos, donde hizo una licenciatura en Bellas Artes en la Universidad de Texas, entre 1976 y 1980. Con todo lo aprendido sintió que el mundo le quedaba pequeño; tenía tantas ideas, tanto por crear, tanto por demostrar, que con su espíritu y determinación no dudó en emprender una travesía al Viejo Continente. Junto a su buena amiga, Cecilia Ordóñez, inició la aventura de recorrer Europa al estilo mochilero y algunos Silvia Enz ha participado en al menos treinta muestras, individuales y colectivas, que han recorrido Bélgica, Alemania, México, Perú y Estados Unidos. Su trabajo no se detiene y no le pesa, porque “cuando uno tiene pasión por algo, solo deja de hacerlo cuando está agotado”. Por Ángela Meléndez Sánchez La pintora que ama la naturaleza rincones del continente se reflejaron en sus pinturas. Pintaban en las afueras del Louvre o bajo los puentes de Venecia, una de sus ciudades favoritas. “Mi papá pensó que sería buena idea que viajara por Europa para desarrollar mi potencial artístico”, cuenta. Esa experiencia hizo de Silvia un ser más libre y la aferró aún más a su amor por la naturaleza y el arte. Desarrolló una de sus primeras etapas artísticas pintando platos de cerámica con exclusivos diseños. No sabe exactamente cuántos pintó, pero calcula que fueron por lo menos cinco mil. “Era una linda línea de trabajo”, comenta nostálgica. Después incursionó en otro negocio, un poco alejado del arte pero cercano a sus emociones: la venta de plantas ornamentales. El contacto con la naturaleza y el aprendizaje de la jardinería fueron parte esencial de su vida, pues se dedicó casi durante dos décadas a esta actividad. Sin embargo, hace cinco años su amor irrenunciable por la pintura regresó definitivamente. “Hace cinco años estoy comprometida por completo con el arte”, sostiene esta madre de dos hijos y esposa hace treinta años. En los primeros meses de su retorno a los pinceles, Silvia se enfocó en la técnica de acuarela, para pasar luego al óleo, siempre con un tema en la mente y el corazón: la naturaleza. “Refresco mi espíritu viendo la generosidad que tiene el mundo, la tierra… es algo que me inspira”. Entre sus obras predilectas está la serie de árboles de mango, sobre todo porque refleja sus inicios. “A los primeros cuadros se les quiere más”, asevera Silvia. En esa muestra destacan los colores muy cálidos; hay mucho amarillo, verde, naranja, rojo, colores con los que ella se identifica. ¿Cómo inicia su proceso creativo? Lo primero y más necesario –explica– es que “debe nacer de una pasión, tengo que apasionarme por algo para dedicarme a estudiarlo, a entenderlo”. Conseguido esto, lo demás deviene en una conversación. Mientras se familiariza con el lienzo, hay un momento de diálogo con el boceto, que determina cómo continuará la obra. “Este proceso me llena, para mí la pintura es como la música para el músico”. En su última exposición, que tuvo lugar en el Teatro Centro de Arte de Guayaquil en diciembre pasado, vendió 10 de las 22 obras que presentó, y aunque reconoce que la inversión que hace un artista es considerable, asegura que pintará hasta que tenga fuerzas para hacerlo. Actualmente prepara su próximo trabajo, cuyo tema son los árboles de guayacán, pero aún no define si será una serie o solamente un dibujo, porque “eso se va dando por el camino”.=

La pintora que ama la naturaleza

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Silvía Enz artista de formación y pintora desde la cuna.

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¿Por qué es tan importante la natura-leza para usted? “Porque encuentro en ella la nobleza que quisiera ver en el ser humano”, contesta Silvia Enz,

artista de formación y pintora desde la cuna. Desde que era niña y vivía en su natal Guayaquil sentía que lo suyo era el arte. Tuvo la suerte de nacer en 1958 en una familia que valoró sus aptitudes artísticas y que la motivó a perseguir con decisión sus anhelos.

Así, cuando tuvo edad para continuar estudios superiores, viajó a Austin, Estados Unidos, donde hizo una licenciatura en Bellas Artes en la Universidad de Texas, entre 1976 y 1980. Con todo lo aprendido sintió que el mundo le quedaba pequeño; tenía tantas ideas, tanto por crear, tanto por demostrar, que con su espíritu y determinación no dudó en emprender una travesía al Viejo Continente.

Junto a su buena amiga , Cec i l i a Ordóñez, inició la aventura de recorrer Europa al estilo mochilero y algunos

Silvia Enz ha participado en al menos treinta

muestras, individuales y colectivas, que han

recorrido Bélgica, Alemania, México, Perú

y Estados Unidos. Su trabajo no se detiene y no

le pesa, porque “cuando uno tiene pasión por

algo, solo deja de hacerlo cuando está agotado”.

Por Ángela Meléndez Sánchez

La pintora que ama la naturaleza

rincones del continente se reflejaron en sus pinturas. Pintaban en las afueras del Louvre o bajo los puentes de Venecia, una de sus ciudades favoritas. “Mi papá pensó que sería buena idea que viajara por Europa para desarrollar mi potencial artístico”, cuenta. Esa experiencia hizo de Silvia un ser más libre y la aferró aún más a su amor por la naturaleza y el arte.

Desarrolló una de sus primeras etapas artísticas pintando platos de cerámica con exclusivos diseños. No sabe exactamente cuántos pintó, pero calcula que fueron por lo menos cinco mil. “Era una linda línea de trabajo”, comenta nostálgica. Después incursionó en otro negocio, un poco alejado del arte pero cercano a sus emociones: la venta de plantas ornamentales. El contacto con la naturaleza y el aprendizaje de la jardinería fueron parte esencial de su vida, pues se dedicó casi durante dos décadas a esta actividad. Sin embargo, hace cinco años su amor irrenunciable por la pintura regresó definitivamente.

“Hace cinco años estoy comprometida por completo con el arte”, sostiene esta madre de dos hijos y esposa hace treinta años. En los primeros meses de su retorno a los pinceles, Silvia se enfocó en la técnica de acuarela, para pasar luego al óleo, siempre con un tema en la mente y el corazón: la naturaleza. “Refresco mi

espíritu viendo la generosidad que tiene el mundo, la tierra… es algo que me inspira”.

Entre sus obras predilectas está la serie de árboles de mango, sobre todo porque refleja sus inicios. “A los primeros cuadros se les quiere más”, asevera Silvia. En esa muestra destacan los colores muy cálidos; hay mucho amarillo, verde, naranja, rojo, colores con los que ella se identifica.

¿Cómo inicia su proceso creativo? Lo primero y más necesario –explica– es que “debe nacer de una pasión, tengo que apasionarme por algo para dedicarme a estudiarlo, a entenderlo”. Conseguido esto, lo demás deviene en una conversación. Mientras se familiariza con el lienzo, hay un momento de diálogo con el boceto, que determina cómo continuará la obra. “Este proceso me llena, para mí la pintura es como la música para el músico”.

En su última exposición, que tuvo lugar en el Teatro Centro de Arte de Guayaquil en diciembre pasado, vendió 10 de las 22 obras que presentó, y aunque reconoce que la inversión que hace un artista es considerable, asegura que pintará hasta que tenga fuerzas para hacerlo. Actualmente prepara su próximo trabajo, cuyo tema son los árboles de guayacán, pero aún no define si será una serie o solamente un dibujo, porque “eso se va dando por el camino”.=