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La Pila Real Entre los 32 inmuebles de nuestro municipio registrados por el INAH en su Catálogo Nacional de Monumentos Históricos Inmuebles, destaca la Pila Real de Atlamica. Es, sin duda, un caso único entre ellos ya que no figura fácilmente en alguna de las clasificaciones tradicionales. No estamos frente a una construcción religiosa ni a propiedades de añejos hacendados. Se trata, en todo momento, de un bien público diseñado y ejecutado para el beneficio de todos. Si bien en la actualidad se suele considerar una construcción del siglo XVII, lo cierto es que hay registros que revelan su probable construcción a mediados del siglo XV. Esto es, anterior a la consumación de la Conquista española, pero consolidada durante la época colonial. De ahí el nombre con el que la conocemos hasta el día de hoy: Pila Real. El Archivo Histórico y Biblioteca Central del Agua registra que en 1435, y debido a las constantes crecidas del Río Cuautitlán, se realizó la principal desviación del cauce de dicho río, mismas crecidas que fueron controladas por la Pila Real y que fue administrada por los diferentes gobiernos a lo largo de los siglos, siendo los gobiernos locales quienes mayor injerencia han tenido en ella. Originalmente se trazaron 4 acequias para irrigar las diferentes zonas de cultivos, a la cual se le agregó una quinta en el transcurso de los siguientes 150 años. Tales acequias hoy son conocidas como ríos y llevan por nombres: río Córdova, río San Lorenzo, río Huayapango, río Chiquito y río Del molino. Todos ellos abastecieron gran parte de nuestro actual municipio e incluso zonas tan remotas como lo son Tultitlán, Tultepec y Teoloyucan, siendo una construcción de gran importancia a nivel regional. Estos ríos, algunos aún con agua, otros no, tienen también bifurcaciones propias y al día de hoy aun sirven para el riego de alguna milpa perdida en el laberinto de la urbanización. Es importante destacar que hoy los llamamos ríos y no canales, zanjas o acequias, tal como los mencionan los registros históricos, concediendo que ya no es necesario un gran cauce para llamar río a lo que en tiempos remotos entendían como riachuelos de cultivo. A pesar de haber perdido la utilidad de los ríos que nacen en nuestra Pila Real, conservamos ahora con orgullo un monumento digno de asombro y respeto. Es bien sabido que las culturas prehispánicas (chichimecas principalmente en nuestra zona) tenían un complejo y funcional sistema de distribución de agua, mismo que no siempre fue bien aprovechado durante la colonia. Es por ello que resulta de gran trascendencia la conservación y aprovechamiento de esta infraestructura, al menos hasta mediados el siglo XX, momento en el que el Valle de Cuautitlán sufrió un gran cambio en sus actividades productivas, resultado de cambios a nivel federal. A lo largo de los siglos, y como resultado de su constante uso, las aguas que distribuye nuestra Pila Real han sido motivo de conflictos, pero siempre resueltos por el uso justo y equitativo del vital líquido, tanto para encumbrados hacendados como para los más humildes campesinos. Ante todo, la concordia, tal como consta en las diferentes actas conservadas de los siglos XVIII, XIX y principios del XX, donde se indican los surcos que cada acequia tenía permitidos y donde podemos leer el nombre de las haciendas y pueblos que se beneficiaban de ellos. Haciendas y pueblos que se han transformado, pero a quienes une un pasado común, hermanados por el vital líquido que nuestra Pila Real reguló durante tantos años y llenó de vida el mosaico de comunidades de lo que hoy conocemos como Cuautitlán Izcalli. Es por esto que tiene sentido conservar este inmueble como uno de nuestros referentes históricos, no por su majestuosidad o longevidad, sino como un símbolo del bien común y del desarrollo que les permitió a todas las comunidades que se han desarrollado en nuestro municipio. de Atlamica

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La Pila Real

Entre los 32 inmuebles de nuestro municipio registrados por el INAH en su Catálogo Nacional de Monumentos Históricos Inmuebles, destaca la Pila Real de Atlamica. Es, sin duda, un caso único entre ellos ya que no f igura fác i lmente en a lguna de las clasificaciones tradicionales.

No estamos frente a una construcción religiosa ni a propiedades de añejos hacendados. Se trata, en todo momento, de un bien público diseñado y ejecutado para el beneficio de todos. Si bien en la actualidad se suele considerar una construcción del siglo XVII, lo cierto es que hay registros que revelan su probable construcción a mediados del siglo XV. Esto es, anterior a la consumación de la Conquista española, pero consolidada durante la época colonial. De ahí el nombre con el que la conocemos hasta el día de hoy: Pila Real.

El Archivo Histórico y Biblioteca Central del Agua registra que en 1435, y debido a las constantes crecidas del Río Cuautitlán, se realizó la principal desviación del cauce de dicho río, mismas crecidas que fueron controladas por la Pila Real y que fue administrada por los diferentes gobiernos a lo largo de los siglos, siendo los gobiernos locales quienes mayor injerencia han tenido en ella. Originalmente se trazaron 4 acequias para irrigar las diferentes zonas de cultivos, a la cual se le agregó una quinta en el transcurso de los siguientes 150 años. Tales acequias hoy son conocidas como ríos y llevan por nombres: río Córdova, río San Lorenzo, río Huayapango, río Chiquito y río Del molino. Todos ellos abastecieron gran parte de nuestro actual municipio e incluso zonas tan remotas como lo son Tultitlán, Tultepec y Teoloyucan, siendo una construcción de gran importancia a nivel regional.

Estos ríos, algunos aún con agua, otros no, tienen también bifurcaciones propias y al día de hoy aun sirven para el riego de alguna milpa perdida en el laberinto de la urbanización. Es importante destacar que hoy los llamamos ríos y no canales, zanjas o acequias, tal como los mencionan los registros históricos, concediendo que ya no es necesario un gran cauce para llamar río a lo que en tiempos remotos entendían como riachuelos de cultivo.

A pesar de haber perdido la utilidad de los ríos que nacen en nuestra Pila Real, conservamos ahora con orgullo un monumento digno de asombro y respeto.

Es bien sabido que las culturas prehispánicas (chichimecas principalmente en nuestra zona) tenían un complejo y funcional sistema de distribución de agua, mismo que no siempre fue bien aprovechado durante la colonia.

Es por ello que resulta de gran trascendencia la conservación y aprovechamiento de esta infraestructura, al menos hasta mediados el siglo XX, momento en el que el Valle de Cuautitlán sufrió un gran cambio en sus actividades productivas, resultado de cambios a nivel federal.

A lo largo de los siglos, y como resultado de su constante uso, las aguas que distribuye nuestra Pila Real han sido motivo de conflictos, pero siempre resueltos por el uso justo y equitat ivo del vital l íquido, tanto para encumbrados hacendados como para los más humildes campesinos. Ante todo, la concordia, tal como consta en las diferentes actas conservadas de los siglos XVIII, XIX y principios del XX, donde se indican los surcos que cada acequia tenía permitidos y donde podemos leer el nombre de las haciendas y pueblos que se beneficiaban de ellos. Haciendas y pueblos que se han transformado, pero a quienes une un pasado común, hermanados por el vital líquido que nuestra Pila Real reguló durante tantos años y llenó de vida el mosaico de comunidades de lo que hoy conocemos como Cuautitlán Izcalli.

Es por esto que tiene sentido conservar este inmueble como uno de nuestros referentes históricos, no por su majestuosidad o longevidad, sino como un símbolo del bien común y del desarrollo que les permitió a todas las comunidades que se han desarrollado en nuestro municipio.

de Atlamica