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La Interp La Naturaleza Y La Psique

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Documento analitico en torno a los fenomenos de la psique desde el punto de vista de Jung

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  • l escribir este trabajo cumplo, encierta manera, una promesa que porespacio de largos aos no tuve el

    valor de cumplir. Las dificultades inherentesal problema como tal, lo mismo que las desu presentacin, me parecieron siempredemasiado grandes; y demasiado grandetambin la responsabilidad intelectual, sin lacual no es lcito abordar un asunto de esandole; insuficiente, finalmente, mipreparacin cientfica. Si ahora, venciendomis temores, me resolv, no obstante, a latarea, ello se debe principalmente a que, porun lado, mis experiencias con el fenmenode la sincronicidad han ido acumulndose dedcada en dcada, a la vez que, por el otro,mis investigaciones sobre la historia de lossmbolos, en particular las consagradas alsmbolo del pez, me acercaron cada vez msal problema...Espero no se interprete como arrogancia elque en el transcurso de la exposicin solicitea mis lectores una mente ms abierta y unavoluntad ms pronta de lo comn. En efecto,se impulsa al lector no slo a aventurarse porregiones de la experiencia humana oscuras,dudosas y sembradas de prejuicios; se leimponen tambin las dificultadesintelectuales implcitas en el estudio de untema tan abstracto.Como todo lector podr advertir despus dela lectura de algunas pocas pginas, deninguna manera pretendo aportar unadescripcin y esclarecimiento exhaustivos deun conjunto de hechos tan complicados; slointento plantear el problema con el fin deaclarar, sino todos, por lo menos algunos desus mltiples aspectos y relaciones. Tal vezpueda as abrirse un acceso a un campotodava envuelto en la oscuridad, pero desuma importancia filosfica."

    Del "Prefacio" de C. G. JUNG

    A

  • Carl G. Jung

    LA INTERPRETACINDE LA NATURALEZA

    Y LA PSIQUELa sincronicidad como un principio

    de conexin acausal

    PAIDSBarcelona

    Buenos AiresMxico

  • Ttulo original: Naturerklrung und Psyche (Studien aus demC. G. Jung-Institut, IV) Publicado

    en alemn por Rascher Verlag, Zurich

    Traduccin de Haraldo KahnemannSupervisin de Enrique Butelman

  • NDICE

    Prefacio....................................................................................... .9

    Captulo I. Exposicin.............................................................. 11

    Captulo II. Un experimento astrolgico .............................. 54

    Captulo III. Los precursores de la idea de la sincronicidad 85

    Captulo IV. Conclusiones ....................................................... 107

    Resumen...................................................................................... 125

  • P R E F A C I O

    AL escribir este trabajo cumplo, en cierta manera, una promesaque por espacio de largos aos no tuve el valor de cumplir. Lasdificultades inherentes al problema como tal, lo mismo que lasde su presentacin, me parecieron siempre demasiado grandes; ydemasiado grande tambin la responsabilidad intelectual, sin lacual no es lcito abordar un asunto de esa ndole; insuficiente,finalmente, mi preparacin cientfica. Si ahora, venciendo mistemores, me resolv, no obstante, a la tarea, ello se debe princi-palmente a que, por un lado, mis experiencias con el fenmenode la sincronicidad han ido acumulndose de dcada en dcada, ala vez que, por el otro, mis investigaciones sobre la historia delos smbolos, en particular las consagradas al smbolo del pez, meacercaron cada vez ms al problema. Por ltimo, tambin influyel hecho de que desde hace veinte aos, en diversos lugares de misescritos, he ido insinuando la existencia del fenmeno mencionado,sin procurar explicarlo. Quisiera, pues, poner fin, aunqueprovisionalmente, a un estado de cosas tan poco satisfactorio, tra-tando de exponer de modo coherente todo cuanto tengo que deciral respecto. Espero no se interprete como arrogancia el que enel transcurso de la exposicin solicite a mis lectores una mentems abierta y una voluntad ms pronta de lo comn. En efecto,se impulsa al lector no slo a aventurarse por regiones de la ex-periencia humana oscuras, dudosas y sembradas de prejuicios;se le imponen tambin las dificultades intelectuales implcitas enel estudio de un tema tan abstracto. Como todo lector podr ad-vertir despus de la lectura de algunas pocas pginas, de ninguna

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    manera pretendo aportar una descripcin y esclarecimiento exhaus-tivos de un conjunto de hechos tan complicado; slo intentoplantear el problema en forma de aclarar, si no todos, por lo me-nos algunos de sus mltiples aspectos y relaciones. Tal vez puedaas abrirse un acceso a un campo todava envuelto en la oscuri-dad, pero de suma importancia filosfica. Como psiquiatra y psi-coterapeuta tuve a menudo oportunidad de entrar en contactocon los fenmenos que aqu se examinan, pudiendo convencermede su hondo significado para la experiencia interna de mis pa-cientes. En la mayora de los casos se trata de cosas que no suelenmencionarse en voz alta por no parecer ridculo. Siempre cons-tituye para m motivo de nuevo asombro el que sean tantas laspersonas que han tenido experiencias de esa ndole y del cuidadocon que se oculta cuanto hay en ellas de inexplicable. Por eso miinters en este problema tiene un fundamento humano al par quecientfico.

    En la ejecucin de mi trabajo cont con la asistencia y lacolaboracin activas de muchos amigos, a quienes menciono en eltexto. Aqu deseo expresar mi especial agradecimiento a la Dra.Liliane Frey-Rohn, quien elabor con gran cuidado el materialastrolgico.

    C. G. JUNG

  • CAPTULO IE X P O S I C I N

    SABIDO es que diversas conclusiones de la fsica moderna, al con-mover los fundamentos de la validez absoluta de las leyes natu-rales, convirtindola en relativa, operaron un cambio fundamen-tal en nuestra imagen del mundo basada en las ciencias naturales.Las leyes naturales son verdades estadsticas, esto es, slo son com-pletamente vlidas donde se trata de magnitudes macrofsicas,mientras que en el mbito de las magnitudes nfimas el pronsticose vuelve incierto o imposible, por cuanto las magnitudes nfimasno se conducen conforme a las leyes naturales conocidas.

    El principio filosfico en el cual se basa nuestra concepcinde la legalidad natural es el de causalidad. Pero si el nexo entrecausa y efecto posee una validez nicamente estadstica, o sea,una verdad relativa, entonces tambin el mismo principio decausalidad tiene, en ltimo trmino, una aplicacin slo relativapara la explicacin de los procesos naturales, y supone, enconsecuencia, la existencia de uno o varios otros factores, necesa-rios para una explicacin adecuada. Lo que viene a significar queel nexo vigente entre ciertos sucesos puede ser en determinadascircunstancias de ndole no causal, o sea, que exige otro prin-cipio explicativo.

    Desde luego, sera intil buscar acontecimientos acausalesen el mundo macrofsico, por la sencilla razn de que los he-chos carentes de nexo causal y que requieren una explicacin porotra va, exceden nuestra imaginacin. Pero ello en modo algu-

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    no quiere decir que no existan. Su existencia al menos su posi-bilidad se desprende lgicamente de la premisa de la verdadestadstica.

    El planteamiento propio de las ciencias naturales apunta a he-chos regulares, y en la medida en que caen dentro de la rbitade la experimentacin, susceptibles de ser reproducidos. Con esose dejan de lado los sucesos nicos y raros. Adase que el expe-rimento impone a la naturaleza condiciones restrictivas, porcuanto pretende impulsarla a responder a las preguntas concebidaspor el hombre. Cada respuesta de la naturaleza, por lo tanto, h-llase ya influida por la ndole de la pregunta planteada, no pu-diendo ser el resultado final sino un producto hbrido. La lla-mada concepcin cientfica del mundo basada en tales productosno puede, en consecuencia, ser otra cosa que una visin parcialque adolece de prejuicios psicolgicos y en la cual se echan de me-nos aquellos aspectos que no por ser imposibles de registrar es-tadsticamente dejan de tener importancia. Parece, empero, quepara registrar de alguna manera esos casos nicos o raros, no hay,por de pronto, otro recurso que las descripciones individuales igual-mente "nicas". As se llegara tal vez a una catica coleccin decuriosidades que evocara el recuerdo de los antiguos gabinetesde las ciencias naturales, donde al lado de fsiles y monstruos ana-tmicos se hallaba tambin el cuerno del unicornio, la raz demandragora que semeja la figura de un hombrecito y una sirenadesecada. Las ciencias naturales descriptivas, sobre todo y en pri-mer trmino la biologa, conocen muy bien tales "casos nicos",y para ellas basta, por ejemplo, un solo ejemplar de algn servivo, por inverosmil que ste sea de por s, para demostrar suexistencia. Concedamos, s, que en tal caso multitud de observa-dores tienen oportunidad de convencerse, por sus propios senti-dos, de la existencia de semejante criatura. Mas donde se tratade acontecimientos efmeros que no dejan otros rastros demostra-bles que los del recuerdo conservado en algunas cabezas, all yano es suficiente un nico testigo, y ni siquiera varios de ellosbastan para dar credibilidad incondicional a un acontecimientonico. Sabemos demasiado bien cuan poca confianza merecen las

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    afirmaciones de testigos. En ese caso se impone imperiosamentela necesidad de indagar si el suceso, nico al parecer, es realmentenico en la experiencia, o si acaso se han producido aconte-cimentos iguales, o por lo menos similares, en otro lugar. El con-sensus omnium desempea aqu un papel psicolgicamente muyimportante, pero empricamente algo dudoso, ya que slo en ca-sos excepcionales demuestra ser valioso para establecer hechos. Laciencia emprica no dejar de tenerlo en cuenta, pero no debereposar en l. Acontecimientos nicos, transitorios y cuya exis-tencia no cabe negar, pero tampoco demostrar con medio algu-no, nunca podrn ser objeto de la ciencia emprica. Sucesos ra-ros, en cambio, pueden muy bien serlo, toda vez que haya unnmero considerable de observaciones individuales confiables. Laposibilidad de tales hechos no interesa en modo alguno a ese pro-psito, puesto que el criterio de lo que es posible se deriva en cadacaso de un supuesto de la razn condicionado temporalmente. Nohay leyes naturales absolutas cuya autoridad podrase invocar afin de apoyar en ellas los propios prejuicios. Lo nico que en ri-gor puede pedirse es un nmero lo ms elevado posible de obser-vaciones individuales. Si ese nmero, considerado estadsticamente,se mantuviera dentro de los lmites de la probabilidad del azar, sehabr demostrado estadsticamente que se trata de una casualidad,pero no por ello se habr aportado una explicacin. Trtasesimplemente de una excepcin a la regla. El nmero de sntomas deun complejo, por ejemplo, puede ser menor al nmero probable detrastornos que cabe esperar en el experimento de asociacin, peroeso no justifica en modo alguno la suposicin de que en tal casono existe ningn complejo. Sin embargo, ello no impidi que enel pasado los trastornos reactivos se consideraran merascasualidades.

    Aunque, en biologa especialmente, nos movemos en una es-fera donde las explicaciones causales a menudo parecen muy po-co satisfactorias y por cierto, casi imposibles, no nos ocupa-remos de los problemas de la biologa, sino ms bien de la cues-tin de si hay algn campo general en el que los acontecimientosacausales no slo son posibles sino tambin hechos reales.

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    Ahora bien, hay en nuestra experiencia un campo de inmen-sa amplitud, cuya extensin equilibra, por as decirlo, la del do-minio de la causalidad: es el mundo del azar1. En se, los hechoscasuales, los que ocurren por azar, parecen no tener conexin cau-sal con hecho coincidente alguno. Debemos, por lo tanto, exami-nar en primer trmino la naturaleza y la concepcin del azar. Elazar, suele decirse, obviamente ha de ser susceptible de explica-cin causal y slo se lo denomina "azar" o "coincidencia" porquesu causalidad no se ha descubierto hasta ahora. Puesto que porla fuerza del hbito se mantiene firme la conviccin de la validezabsoluta de la ley de causalidad, tal explicacin del azar se juzgasuficiente. Pero si la validez del principio de causalidad es slo re-lativa, impnese la conclusin de que, si bien la gran mayoria delos hechos casuales podra admitir una explicacin causal, subsis-ten multitud de ellos que no manifiestan conexin causal alguna.Nos hallamos, pues, frente a la tarea de pasar revista a los hechoscasuales para distinguir los acausales de los que admiten una expli-cacin causal. Desde luego, cabe suponer que el nmero de hechosexplicables por va causal superar con mucho al de aconteci-mientos sospechosos de acausalidad, lo que da lugar a que un ob-servador superficial o prejuiciado pase con facilidad por altofenmenos acausales relativamente raros. Tan pronto llegamos atratar con el azar, se nos impone la necesidad de registrar num-ricamente los acontecimientos en cuestin.

    La investigacin del material emprico no puede realizarsesin un criterio de diferenciacin. Cmo discernir las conexionesacausales dentro de los acontecimientos puesto que no es posibleinvestigar la causalidad de todos los hechos casuales? Cabe res-ponder que podr suponerse la existencia de sucesos acausales so-bre todo all donde, a la reflexin detenida, una conexin causalparece ser inconcebible. Citar como ejemplo el fenmeno de la"duplicidad de los casos", bien conocido por los mdicos. Ocasio-nalmente trtase incluso de una triplicidad o aun ms, de suerte

    1 La palabra "a-caso", lo mismo que "o-currencia", es sumamentesignificativa: es lo que se mueve en direccin a alguno como atrado porste.

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    que Kammerer pudo hablar de una "ley de la serie", de la cualproporciona gran nmero de ejemplos excelentes2. En la mayorparte de tales casos no existe ni la ms remota probabilidad de unaconexin causal entre los sucesos coincidentes. Por ejemplo, cuan-do compruebo que mi boleto de tranva lleva el mismo nmeroque la entrada para el teatro que compro inmediatamente des-pus, y luego recibo todava en la misma noche Una llamada te-lefnica durante la cual se me da idntico nmero como perte-neciente al telfono de la persona que me llam, se me hace sobre-manera inverosmil suponer una conexin causal, y ni con losvuelos ms atrevidos de mi fantasa sera capaz de imaginarmesemejante conexin, si bien es evidente que cada acontecimientodebe tener su propia causalidad. Por otra parte, s que los hechoscasuales tienen una tendencia a la formacin de grupos aperidi-cos, y necesariamente debe ser as, ya que de otra manera slo sedara un ordenamiento peridico, es decir, regular de los aconte-cimientos, que precisamente excluira el azar.

    Kammerer sostiene que la acumulacin3 o las series desucesos casuales no estn sujetas a la operacin de una cau-sa comn4 , esto es, son acausales; pero que, sin embargo,son una expresin de la inercia la propiedad general de persis-tencia 5. La simultaneidad de la "acumulacin de hechos igualesuno junto al otro", la explica por la "imitacin" 6. Pero de esemodo se contradice, puesto que la acumulacin del azar no estsituada en manera alguna "fuera del mbito de lo explicable" 7,sino dentro del mismo, como era de esperar, y, en consecuencia,

    2 Paul Kammerer, Das Gesetz der Serie, Stuttgart y Berlin, 1919.3 Op. cit., pg. 130.4 Op. c. pgs. 36, 93 y sigtes., 102 y sigtes.5 "La ley de la serie es una expresin de la ley de la inercia que

    acta sobre los objetos que intervienen en sus repeticiones (es decir, pro-duciendo la serie). Por la inercia desproporcionadamente mayor que lees propia al complejo de objetos y fuerzas, a diferencia de la del objetoy la fuerza individuales, se explica la persistencia de una constelacinidntica y de la formacin de repeticiones que la acompaan a travs demuy prolongados espacios de tiempo", etc.

    6 Op. cit., pg. 130.7 Op. cit., pg. 94.

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    es reductible, si no a una causa comn, por lo menos a variascausas. Sus conceptos de serialidad, imitacin, atraccin e iner-cia pertenecen a una imagen causalista del mundo y no expresansino que la acumulacin del azar corresponde a la probabili-dad estadstica y matemtica8. El material de hechos aportadopor Kammerer slo contiene acumulaciones del azar cuya nica"legalidad" es la probabilidad, o sea, que no se ve razn algunapara buscar otra cosa detrs de esos hechos. Pero l, por algnmotivo oculto, busca algo ms de lo que la mera probabilidad ga-rantiza, a saber, una ley de serialidad, que pretende introducir co-mo principio junto a la causalidad y la finalidad. Pero, comohe dicho, tal tendencia no es probada en manera alguna por elmaterial de Kammerer. No puedo explicarme tan manifiesta con-tradiccin sino suponiendo que el autor posea una intuicin ne-bulosa pero fascinante de un ordenamiento y una conexin acau-sales de los acontecimientos, probablemente debido a que, comotodos los espritus reflexivos y sensibles, no pudo sustraerse a laimpresin peculiar que suelen producir las acumulaciones delazar. Luego, de acuerdo con su actitud cientfica, realiz elaudaz intento de postular una serialidad acausal sobre la basede un material experimental que se mantiene dentro de los l-mites de la probabilidad. Lamentablemente Kammerer no intentevaluar cuantitativamente la serialidad. Semejante empresa lehubiera enfrentado con interrogantes difciles de contestar. Elmtodo casustico podr prestar buenos servicios a la orientacingeneral, pero slo la evaluacin cuantitativa, es decir, el mtodoestadstico, promete resultados exitosos con respecto al azar.

    Los agrupamientos o series del azar parecen, al menos paranuestra actual capacidad de comprensin, carecer de sentido y ade-ms hallarse todos y cada uno dentro de los lmites de la proba-bilidad. Eso no quita que se presenten casos cuya "azarosidad" ocasualidad podra dar lugar a dudas. Para citar un ejemplo entre

    8 El trmino "probabilidad", por lo tanto, se refiere a la pro-babilidad en una hiptesis de azar (hiptesis de Null) . Es se elsentido con que el trmino se emplea en este trabajo.

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    muchos, tengo registrado el siguiente caso con fecha 1 de abril de1949: "Hoy viernes. En el almuerzo nos sirven pescado. En laconversacin alguien recuerda incidentalmente la costumbre del"pez de abril". Durante la maana haba yo anotado una ins-cripcin: 'Est homo Mus medius piscis ab imo'. Por la tar-de, una ex paciente ma a quien no haba visto desde meses atrs,vino a mostrarme algunos cuadros de peces, singularmente impre-sionantes, que haba pintado durante ese lapso. Por la noche se memostr un bordado que representaba monstruos marinos piscifor-mes. El dos de abril, a las primeras horas de la maana, otra expaciente a quien no haba visto desde haca muchos aos, me re-lat un sueo en el cual, estando a orillas de un lago, vio a unpez grande que se acercaba nadando en direccin a ella, paraamarrar, por as decir, a sus pies. Durante esos das estaba yoocupado en una investigacin sobre el smbolo del pez en la his-toria. Slo una de las personas mencionadas estaba enterada deello".

    Es muy natural sospechar que en ese caso podra tratarsede una concidencia significativa, es decir, de una conexin acau-sal. Debo confesar que esa acumulacin de hechos me impresion,adquiriendo para m un cierto carcter numinoso 9. En tales cir-cunstancias se suele decir: "Esto no puede ser mera casualidad", sinsaber lo que se significa con tales palabras. Kammerer, sin duda,me hubiera recordado aqu su "serialidad". La intensidad de laimpresin, empero, nada prueba en contra de la coincidencia for-tuita de todos esos peces. Ciertamente, es por dems notable queel tema del "pez" se repita nada menos que seis veces en veinti-cuatro horas. Pero hay que tener presente que "pescado" el daviernes es cosa ordinaria. Tambin es fcil que el primero de abrilse recuerde el "pez de abril". Haca entonces varios meses que yo

    9 La numinosidad de una serie de casualidades aumenta en propor-cin al nmero de sus miembros. Ello significa que contenidos incons-ciones (tal vez arquetpicos) se han constelizado, produciendo luegola impresin de que la serie hubiese sido "causada" por tales contenidos.Pero dado que no podemos concebir, sin recurrir a categoras positiva-mente mgicas, de qu manera tal cosa puede ocurrir, por lo comn so-lemos conformarnos con la mera impresin.

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    estaba ocupndome del smbolo del pez. Los peces se dan a menudocomo contenidos inconscientes. En consecuencia, posiblemen-teno se justifique ver en todo eso ms que un grupo de casualidades.Acumulaciones o series compuestas de hechos corrientes debern porahora considerarse como casuales 9 bis. Por lo tanto, por amplias quefueran, quedan eliminadas como conexiones acausa-les, ya que nose ve de qu modo se las podra demostrar como tales. Por talrazn generalmente suele suponerse que todas las coincidencias sonaciertos del azar, y que como tales no requieren una explicacinno causal10. Ese supuesto puede e incluso debe considerarseverdadero mientras no se haya demostrado que la frecuencia delsuceso excede los limites de la probabilidad. Pero si esto ltimopudiera demostrarse, al mismo tiempo se habra demostrado queexisten autnticas conexiones acausales de acontecimientos paracuya explicacin o concepcin hay que postular un factor noconmensurable con la causalidad. Pues entonces debera suponerseque los acontecimientos en general se relacionan entre si, por unaparte, como series causales, pero, por otra parte y da-

    9 bis Para completar lo dicho, deseo mencionar aqu que escrib esaslneas sentado a orillas de un lago. Terminada la frase, di algunos pasossobre la ribera: all yaca muerto un pez de unos treinta centmetrosde largo, al parecer intacto. En la tarde del da anterior no haba allningn pez. (Cabe presumir que lo habra pescado un ave de rapia oun gato.) Este pez fue el sptimo de la serie.

    10 Uno se ve en apuros para determinar cmo ha de interpretarseel fenmeno que Stekel denomina la "compulsin del nombre" (DieVerpflichtung des Namens" Zeitschrift f. Psycbotberapie und medizinischePsychologie, Stuttgart, 1911, vol. III,. pg. 110 y sigtes.). Se trata deuna en parte grotesca coincidencia entre el apellido y las peculiaridades ola profesin de un hombre. As, por ejemplo el seor Gross (grande)padece de megalomana, el seor Kleiner (pequeo) tiene un complejode inferioridad. Dos hermanas Altmann (hombre viejo) se casan ambascon hombres que les llevan veinte aos de edad; el seor Feist (obeso)es ministro de alimentacin; el seor Rosstuscher (chaln tramposo) esabogado; el seor Kalberer (comadrn veterinario) es partero; el seorFreud (alegra) sostiene el principio del placer; el seor Adler (guila)sostiene la voluntad de poder; el seor Jung (joven) la idea de renaci-miento, etc. Trtase aqu de absurdos caprichos del azar o de un efectosugestivo del nombre, como parece suponer Stekel, o de "coincidenciassignificativas"?

  • LA INTERPRETACIN DE LA NATURALEZA Y LA PSIQUE 19

    do el caso, tambin por una especie de conexin transversal signi-ficativa.

    Llegado a este punto, ceder la palabra a Schopenhauer, queen su disertacin "Sobre la aparente intencionalidad en el destinodel individuo" (Parerga und Paralipomena, vol. I) formulapor vez primera los conceptos que desarrollar a continuacin.Trata all la cuestin de la "simultaneidad de lo casualmente no-conexo, que se llama azar" (edicin de R. von Koeber, .1891, p.40). Schopenhauer ilustra esa simultaneidad por medio de crcu-los paralelos que representan una conexin transversal entre losmeridianos concebidos como cadenas causales (l.c. pg. 39).

    Segn esto, todos los acontecimientos de la vida de un hombreguardaran entre s dos clases de conexin fundamentalmente distintas:la primera sera la conexin objetiva y causal del proceso natural; la se-gunda, una conexin subjetiva, existente slo en relacin con el indivi-duo que la vivencia y tan subjetiva como los propios sueos de ste. ..1 que ambas clases de conexin existan simultneamente y que unmismo suceso, como eslabn de dos cadenas completamente distintas,encaje en las dos a la perfeccin, de modo que el destino de un in-dividuo invariablemente se ajusta con el destino del otro, siendo cadacual el protagonista de su propio drama y al mismo tiempo personaje enel drama ajeno eso es cosa que excede con mucho nuestra capacidadde comprensin y slo puede concebirse como posible en virtud de lamis admirable armona preestablecida." (l.c. pg. 45).

    En esta concepcin, "el sujeto del gran sueo de la vida. . .es slo uno", la voluntad trascendental, la prima causa de lacual irradian todas las series causales como meridianos desdeel polo, guardando entre s una significativa relacin de simulta-neidad en virtud de los crculos paralelos 11. Schopenhauer creaen el determinismo absoluto del proceso natural y tambin en unacausa primera. Nada hay que confirme ninguno de los dos supues-tos. La causa primera no es sino un mitologema filosfico queslo merece fe donde aparece en la forma de la antigua paradoja(En to\ pa=n, a saber, como unidad y multiplicidad al mismo tiem-po. En cuanto al supuesto de que los puntos de simultaneidad en

    11 De ah mi trmino de "sincronicidad".

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    las series causales, o meridianos, representan coincidencias signi-ficativas, ste slo podra valer si la causa primera fuera real-mente una unidad. Mas si sa fuera una multiplicidad, lo que noes menos probable, la explicacin entera de Schopenhauer se de-rrumbara, sin contar con el hecho, slo en los ltimos tiemposreconocido, de que la ley natural posee meramente validez estads-tica y deja abierta una puerta al indeterminismo. Ni la reflexinfilosfica ni la experiencia proporcionan prueba alguna de la pre-sencia regular de esas dos clases de conexin, en las cuales unamisma cosa es tanto sujeto cuanto objeto. Schopenhauer pens yescribi en una poca en que la causalidad como categora a prioritena validez absoluta, siendo, por consiguiente, obligatoria su in-tervencin en la explicacin de las coincidencias significativas.Pero, como hemos visto, slo presta ese servicio con alguna pro-babilidad si se recurre al otro supuesto, igualmente arbitrario, dela unidad de la causa primera. Pero de ah resulta tambin la ne-cesidad de que cada punto en el meridiano supuesto est en una re-lacin de coincidencia significativa con cada uno de los otros pun-tos situados en la misma latitud. Semejante conclusin, empero,excede toda posibilidad emprica, pues asigna a las coincidenciassignificativas una existencia o aparicin tan regulares y sistemti-cas que su verificacin sera innecesaria o la tarea ms sencilladel mundo. La fuerza convincente de los ejemplos que aduceSchopenhauer es tan grande y tan pequea como la de todos losotros. Pero le corresponde el gran mrito de haber visto el pro-blema, comprendiendo asimismo que no admite explicaciones f-ciles ad hoc. Puesto que el problema toca los fundamentos denuestra epistemologa, Schopenhauer lo deriv, de acuerdo con sufilosofa, de una premisa trascendental, a saber, de la voluntad,que crea la vida y el ser en todos los planos, en forma tal que ca-da uno de ellos no slo armonice con sus paralelos contempor-neos, sino tambin, actuando como hado o providencia, preparey ordene el futuro.

    En contraste con el habitual pesimismo de Schopenhauer, esaconcepcin tiene una tonalidad casi risuea y optimista con la queapenas logramos hoy simpatizar. Uno de los ms problemticos y

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    crticos siglos de la historia del mundo nos separa de esa pocatodava medieval, cuando el espritu filosfico crea poder esta-blecer y afirmar algo ms all de lo empricamente verificable.Fue una poca de grandes concepciones, que no se detena nicrea haber llegado a los lmites de la naturaleza al tocar el puntodonde los ltimos avances de la ciencia haban tenido que hacerun alto en el camino. As Schopenhauer, con visin filosficaautntica, abri al pensamiento un campo cuya fenomenologapeculiar l no estaba an en condiciones de comprender, pero quecircunscribi con bastante aproximacin. Se dio cuenta de que losomina y praesagia, la astrologa y los diversos mtodos intuitivosde interpretacin del azar tienen un denominador comn que tratde descubrir mediante la "especulacin trascendental". Advirtitambin, correctamente, que se trataba de un problema deprincipios de primer orden, y en eso contrasta ventajosamente contodos aquellos que antes y despus de l operaron con inserviblesconceptos de trasmisin de fuerza, cuando no adoptaron la vams cmoda de tildar todo el asunto de absurdo, con el fin dehurtar el cuerpo a una tarea demasiado pesada 12. El intento deSchopenhauer es tanto ms notable cuanto que ocurre en unapoca en que el avance arrollador de las ciencias naturales imbuaa todo el mundo de la conviccin de que nica y exclusivamentela causalidad poda tomarse en cuenta como ltimo principio ex-plicativo. En lugar de ignorar las experiencias que no se sometansin ms a la soberana de la causalidad, intent, como hemos visto,incorporarlas a su concepcin determinista. Pero de tal maneraforz dentro del esquema causal ciertos conceptos que en todoslos tiempos, y mucho antes de l, haban servido de base a la ex-plicacin del mundo como un orden cosmolgico diferente, quesubsiste al lado del causal, a saber, el de la prefiguracin, la co-rrespondencia y la armona preestablecida. Es probable que lo hi-ciera guiado por la intuicin acertada de que en la cosmovisinbasada en las leyes naturales, de cuya validez no dudaba, faltaba

    12 Debemos hacer aqu excepcin de Kant, cuyo trabajo Trumeeines Geistersehers erlutert durch Traume der Metaphysik, le seal elcamino a Schopenhauer.

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    empero algo que en la concepcin antigua y medieval (lo mismoque en la intuicin llena de presentimientos de los modernos)desempea un papel tan importante.

    Estimulados por la vasta coleccin de hechos recopilados porGurney, Myers y Podmore 13, y basndose en el clculo de proba-bilidades, Dariex14, Richet15 y C. Flammarion16 acometieronel problema. Dariex calcul para precogniciones "telepticas" dela muerte una probabilidad de 1:4,114,545, lo que significa quela explicacin de tales presagios como casualidades es ms de cua-tro millones de veces menos probable que la explicacin "telepti-ca" o la coincidencia acausal, significativa. El astrnomo G. Flam-marion calcul para un caso excepcionalmente bien observado de"phantasms of the livings" una probabilidad de 1:804,622,222 17.Es l quien por primera vez relaciona otros acontecimientos sos-pechosos con las percepciones de la muerte, en las que se concen-traba el inters en aquel tiempo. Relata18 que, mientras estabaescribiendo el captulo sobre anemografa para su libro L'atmos-phre, un repentino ventarrn barri todas sus cuartillas del es-critorio hacindolas volar por la ventana. Tambin cita el gracio-so suceso de la triple coincidencia de Monsieur de Fontgibu conel plum-pudding19. El hecho de mencionar esas coincidencias enconexin con el llamado problema teleptico, demuestra que ya

    13 Pbantasms of the Living, Londres, 1886.14 "Le hazard et la tlpathie", Annales Jes Sciences Psychiques,

    Pars, 1891, pgs. 295-304.15 "Relations de diverses exprieocies sur transmissin mentale, la

    lucidit, et autres phnomnes non explicables par les donnes scienti-fiques actuelles", Proceedings of the Society for Psychical Research, Londres, junio 1888.

    l6 L'inconnu et les problmes psychiques. Pars, 1900, pgs. 227 ysigtes.

    17 1. c., pg. 241.18 1. c., pgs. 228 y sigtes.19 l. c., pg. 231. Un cierto seor M. Deschamps recibi en una

    ocasin, cuando nio, en Orlans, un trozo de plum-pudding de un seorM. de Fontgibu. Diez aos ms tarde vio en un restaurante de Pars otroplum-pudding y solicit una porcin. Result, empero, que el plum-pudding ya estaba pedido, y el cliente no era otro que el seor M. deFontgibu. Muchos aos despus el seor Deschamps fue invitado paracomer un plum-pudding como especialidad rara. Durante la comida hizo

  • LA INTERPRETACIN DE LA NATURALEZA Y LA PSIQUE 23

    en Flammarion se iba esbozando, aunque en forma inconscientean, la intuicin de un principio mucho ms amplio.

    El escritor "Wilhelm von Scholz20 recopil una serie de ca-sos que demuestran a travs de qu inusitados caminos ciertos ob-jetos extraviados o robados vuelven a las manos de sus propieta-rios. Entre otros menciona el caso de una madre que haba foto-grafiado a su hijito de cuatro aos en la Selva Negra. Mand arevelar la pelcula en Estrasburgo. A causa del estallido de laguerra (1914) no pudo retirar la pelcula y la dio por perdida.En 1916 compr en Frankfort otra pelcula a fin de fotografiara su hijita que entre tanto haba nacido. Al revelarse la pelculase comprob una doble exposicin de la misma. La segunda foto-grafa era la que haba hecho de su hijito en 1914! La vieja pe-lcula, no revelada, se haba mezclado de alguna manera con otrasnuevas, saliendo de esa manera nuevamente a la venta. El autorarriba a la comprensible conclusin de que todos los indicios in-sinan una "fuerza de atraccin mutua de los objetos relaciona-dos". Supone que esos sucesos se hallan ordenados como si fueranel sueo de "una conciencia incognoscible ms amplia y de ma-yores alcances".

    Herbert Silberer enfoc el problema del azar desde el ngulopsicolgico21. Procur demostrar que las coincidencias aparente-mente significativas son, en parte, arreglos inconscientes, y en par-te, arbitrarias interpretaciones inconscientes. No tom en cuentani los fenmenos parapsquicos ni la sincronicidad, y desde elpunto de vista terico apenas fue ms all del causalismo deSchopenhauer. Aparte de su crtica psicolgica de la valoracindel azar, crtica tan necesaria como recomendable, la investiga-cin de Silberer no contiene referencia alguna a la existencia decoincidencias significativas autnticas tal como las entendemosen este libro.

    la observacin que ahora slo faltaba el seor M. de Fontgibu. En el mis-mo instante abrise la puerta, entrando un anciano al parecer muy des-orientado: era el seor M. de Fontgibu que, equivocndose de direccin,haba llegado hasta esa reunin social.

    20 Der Zufall: Eine Vorform des Schicksals. Stuttgart, 1924.21 "Der Zufall und die Koboldstreiche des Unbewussten", Schriften

    zur Seelenkunde und Erziehungskunst, N III, Berna y Leipzig, 1921.

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    Slo en los ltimos tiempos, los experimentos de Rhine 22 ysus discpulos han proporcionado la prueba decisiva de la exis-tencia de conexiones acausales de sucesos, aunque estos investi-gadores no han advertido las amplsimos conclusiones que debenderivarse de sus resultados. Hasta ahora no se present ningn ar-gumento crtico en contra de esos experimentos, que no haya po-dido ser refutado. El experimento consiste, en principio, en queun experimentador descubre, una tras otra, una serie de naipesnumerados que presentan sencillos diseos geomtricos. Simult-neamente, a un sujeto separado del experimentador por una pan-talla se le asigna la tarea de indicar qu diseos tienen los naipesque se van dando vuelta. Se utiliza un mazo de veinticinco nai-pes, cada cinco de los cuales llevan el mismo signo. Cinco naipesestn marcados con una estrella, cinco con un cuadrado, cincocon un crculo, cinco con tres lneas onduladas y cinco con unacruz. Los naipes son descubiertos, uno tras otro, por el experimen-tador, que, naturalmente, ignora el orden que siguen los naipesen el mazo que tiene ante s. El sujeto de experimentacin no tie-ne posibilidad alguna de ver las cartas. Muchos de los experimentosfueron negativos, por cuanto el resultado no super la probabilidadde cinco aciertos casuales. Algunos sujetos, en cambio, estuvieronclaramente por encima de la probabilidad. La primera serie deexperimentos consisti en que cada sujeto procur adivinar 800veces los naipes. El promedio de resultados arroj 6,5 aciertossobre 25 naipes, es decir, 1,5 ms que la probabilidad matemtica,que es de 5 aciertos. La probabilidad de que se produzca unadesviacin casual de 1,5 sobre el nmero 5, es de 1:250.000.

    22 J. B. Rhine, Extra-Sensory Perception. Boston, 1934. Idem:New Frontiers of the Mind. New York, 1937, J. G. Pratt, J. B. Rhine,B. M. Smith, Ch. E. Stuart y J. A. Greenwood, Extra-Sensory Perceptionafter Sixty Years. New York, 1940. Una sinopsis general sobre los re-sultados se encuentra en J. B. Rhine, The Reach of the Mind. Londres,1948 (Hay ed. castellana: El alcance de la mente, B. Aires, Paids, 1956);y tambin en el libro recomendable de G. N. M. Tyrrell, The Personalityof Man, 1945. (Hay versin castellana: La personalidad humana a la luzde la parapsicologa, B. Aires, Paids, 1964). Un compendio breve perosinttico se hallar en J. B. Rhine, "An Introduction to the Work ofExtrasensory Percepcin". Transact. of the New York Acad. of Siences,1950, Ser. II., Vol. 12, pg. 64 y sigtes.

  • LA INTERPRETACIN DE LA NATURALEZA Y LA PSIQUE 25

    Esa proporcin demuestra que la probabilidad de una desviacincasual no es precisamente grande, que digamos, por cuanto slocabe esperarla una sola vez en 250.000 casos. Los resultados indi-viduales variaron segn las dotes especficas de cada sujeto de expe-rimentacin. Cierto joven que en numerosos experimentos alcanzabaun promedio de 10 aciertos sobre 25 naipes (es decir, el doble de loque marca la probabilidad), indic una vez correctamente los 25naipes, lo cual da una probabilidad de 1:298.023.233.876.953.125.Un aparato que barajaba automticamente los naipes, o sea, inde-pendientemente de la mano del experimentador, impeda que elmazo estuviese mezclado de alguna manera arbitraria.

    Despus de las primeras series de experimentos se fue au-mentando la distancia espacial entre el experimentador y el sujetode experimentacin, en un caso hasta 350 kilmetros. El prome-dio del resultado de numerosos experimentos arroj en ese caso10,1 aciertos sobre 25 cartas. En otra serie de experimentos, en-contrndose el experimentador y el sujeto en la misma habita-cin, el resultado arroj 11,4 aciertos sobre 25; hallndose el su-jeto en el cuarto contiguo, 9,7 sobre 25; estando a dos habitacio-nes de distancia, 12,0 sobre 25. Rhine menciona los experimentosde Usher y Burt, efectuados a una distancia de 1344 kilmetros,con resultados positivos23. Con ayuda de relojes sincronizados sellevaron a cabo experimentos entre Durham (North Carolina) yZagreb en Yugoslavia (aproximadamente 5600 kilmetros), conresultados tambin positivos 24.

    El hecho de que la distancia no produce, en principio, nin-gn efecto, demuestra que no puede tratarse de fenmenos defuerza o energa, ya que en tal caso la distancia a superar y la di-fusin en el espacio debera producir una disminucin del efecto,es decir, que debera ser fcil comprobar que el nmero de acier-tos disminuye en proporcin al cuadrado de la distancia. Mascomo se no es evidentemente el caso, no queda otra alternativaque suponer que la distancia es psquicamente variable, o sea, que

    23 J. B. Rhine, The Reach of the Mind, pg. 49. 24 "A TransoceanicE. S. P. Experiment", The Journal of Para-psychology, 1942, Vol. 6,pg. 52 y sigtes.

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    un determinado estado psquico puede en ciertas circunstanciasreducirla a cero.

    Ms notable an es el hecho de que tampoco el tiempo es,en principio, un factor prohibitivo, es decir, que la lectura de unaserie de naipes que se descubrirn en el futuro alcanza un nmerode aciertos superior a la mera probabilidad. Los resultados del ex-perimento temporal de Rhine muestran una probabilidad de1:400.000, lo que significa una considerable probabilidad a favorde la existencia de un factor independiente del tiempo. En otraspalabras, sealan una relatividad psquica del tiempo, por cuantose trata de percepciones de sucesos que todava no haban ocurri-do. En tales casos el factor tiempo parece ser eliminado medianteuna funcin psquica, o mejor dicho, por un estado psquico ca-paz tambin de eliminar el factor espacio. Si ya en los experimen-tos espaciales hubimos de admitir que la energa no sufre dismi-nucin alguna con la distancia, en el caso de los experimentos tem-porales se hace de todo punto imposible pensar siquiera en algunarelacin energtica entre la percepcin y el acontecimiento futu-ro. En consecuencia, es menester renunciar desde el comienzo atodas las formas de explicacin energetista, lo cual equivale a de-cir que sucesos de esta ndole no pueden considerarse desde elpunto de vista de la causalidad, puesto que sta presupone laexistencia de espacio y tiempo, por cuanto toda observacin se basaen ltimo trmino en cuerpos en movimiento.

    Entre los experimentos de Rhine debemos asimismo mencio-nar los realizados con dados. El sujeto de experimentacin debeechar los dados (lo cual se hace mediante un aparato) y al mismotiempo desear que salga, por ejemplo, el mayor nmero posiblede 3. Los resultados de este experimento, llamado experimento PK(psicokintico), fueron positivos, y tanto ms positivos cuantomayor fuera el nmero de dados cada vez utilizados 25. Si el espa-cio y el tiempo se manifiestan como psquicamente relativos, tam-bin el cuerpo en movimiento debe poseer una relatividad correspon-diente o estar sujeto a ella.

    25 The Reach of the Mind, pg. 73 y sigtes.

  • LA INTERPRETACIN DE LA NATURALEZA Y LA PSIQUE 27

    Una experiencia constante en esos experimentos es el hechode que el nmero de aciertos comienza a decrecer despus del pri-mer ensayo, y los resultados se van entonces haciendo negativos.Pero si por cualquier motivo externo o interno el inters del su-jeto se reaviva, el nmero de aciertos vuelve a crecer. La falta deinters y el aburrimiento son factores negativos; el entusiasmo,la expectativa positiva, la esperanza y la fe en la posibilidad de laESP, mejoran los resultados y parecen ser, por lo tanto, las condi-ciones propiamente dichas para que aqullos se produzcan. En talsentido es interesante el hecho de que la conocida mdium inglesaEileen J. Garrett obtuvo malos resultados en los experimentos deRhine, porque, como ella misma declara, no pudo establecer nin-guna relacin afectiva con los inanimados naipes de experimen-tacin.

    Esos pocos prrafos bastarn para dar al lector por lo menosuna visin superficial de los experimentos de Rhine. El libroantes citado de G. N. M. Tyrrell, actualmente presidente de laSociety for Psycbical Research, contiene una excelente recopila-cin de todas las experiencias en este campo. Por su parte, el autorha hecho grandes mritos en la investigacin de la ESP. Desde elpunto de vista de la fsica, los experimentos sobre percepcinextrasensorial han sido evaluados en un sentido positivo por Ro-bert A. McConnell en un articulo intitulado: "ESP-Fact orFancy?" 26.

    Como caba esperar, se hicieron todos los intentos posibles pornegar a fuerza de explicaciones esos resultados, que rayan en lomilagroso y en lo simplemente imposible. Mas todas esas tentati-vas se estrellaron contra los hechos: hechos que hasta ahora nohan podido refutarse. Los experimentos de Rhine nos han en-frentado con el hecho de que hay sucesos que se relacionan ex-perimentalmente, es decir, en este caso, significativamente, sin quesea posible demostrar que tal relacin es de ndole causal, ya quela "transmisin" no manifiesta ninguna de las propiedades cono-cidas de la energa. En consecuencia, incluso puede dudarse de

    26 El profesor W. Pauli ha llamado mi atencin sobre ese trabajo,publicado en The Scientific Monthly, Vol. LXIX, N 2, 1949 (Londres).

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    que en realidad se trate de una "transferencia" 27. En principio, losexperimentos temporales la excluyen, puesto que sera absurdo su-poner que una situacin no existente an y que slo habr de pro-ducirse en el futuro pudiera transmitirse como fenmeno energ-tico a un receptor en el presente28. Parecera ms bien que laexplicacin cientfica debiera comenzar, por una parte, con unacrtica de nuestros conceptos de espacio y tiempo, y por la otra,de lo inconsciente. Como dije antes, con los medios actualmentea nuestro. alcance resulta imposible explicar la percepcin extra-sensorial, es decir, la coincidencia significativa, como un fenme-no energtico. Queda as eliminada tambin la explicacin cau-sal, pues el "efecto" no puede entenderse sino como fenmenoenergtico. En consecuencia, no puede tratarse aqu de causa yefecto, sino de una coincidencia temporal, una especie de simulta-neidad. En virtud de tal cualidad de simultaneidad he elegido eltrmino sincronicidad para designar un hipottico factor expli-cativo que se opone, en igualdad de derechos, a la causalidad.En mi artculo "El espritu de la psicologa" ("Der Geist derPsychologie", Eranos-Jahrbuch, 1946, pg. 485 y sigtes.), he des-crito la sincronicidad con una relatividad del tiempo y del espaciopsquicamente condicionada. Los experimentos de Rhine muestranque, en relacin con la psique, el espacio y el tiempo son, poras decirlo, elsticos, por cuanto pueden, al parecer, reducirse avoluntad. En la disposicin espacial del experimento es el espacio,en la temporal el tiempo, los que se reducen aproximadamente acero. Vale decir, parece como si espacio y tiempo dependieran decondiciones psquicas y no existieran en s mismos, sino que fuesenslo "puestos" por la conciencia. En las concepciones del mundo delhombre primitivo, el espacio y el tiempo son un asunto sumamentedudoso. Slo en el curso de la evolucin intelectual lle-garon a serconceptos "fijos", sobre todo causa de la introduccin

    27 No debe confundirse con el trmino de "transferencia" usado en-la psicologa de las neurosis, donde designa la proyeccin de una relacin de parentesco.

    28 Kammerer se ocup del problema del "efecto contrario de un-estado posterior sobre el anterior", pero no lo hizo de manera muy convincente (cf. Das Gesetz der Serie, pg. 131 y sigtes.).

  • LA INTERPRETACIN DE LA NATURALEZA Y LA PSIQUE 29

    de la medicin. En s mismos, espacio y tiempo consisten de nada.Son conceptos hipostasiados provenientes de la actividad discri-minatoria de la mente consciente y forman las coordenadas indis-pensables para la descripcin de la conducta de los cuerpos en mo-vimiento. Por lo tanto, son esencialmente de origen psquico, yello parece haber sido la razn que movi a Kant a concebirloscomo categoras a priori. Pero si el espacio y el tiempo slo sonpropiedades aparentes de los cuerpos en movimiento, producidaspor las necesidades intelectuales del observador, entonces su rela-tivizacin por una condicin psquica deja de ser un milagro, ycae dentro de los lmites de la posibilidad. Tal posibilidad, empe-ro, se presenta cuando la psique observa, no cuerpos externos, sinoa s misma. Tal es precisamente el caso de los experimentos deRhine: la respuesta del sujeto no es el resultado de observar losnaipes fsicos, sino que nace de la pura imaginacin, es decir deocurrencias, en las que se manifiesta la estructura de aquello quelas produce: lo inconsciente. En este lugar slo quiero sealar queson los factores decisivos de la psique inconsciente, los arquetipos,los que constituyen la estructura de lo inconsciente colectivo. Loinconsciente colectivo representa una "psique" idntica a s mismaen todos los hombres. En contraste con los fenmenos psquicosperceptibles, no puede ser percibida o representada directamente,y por eso la califico de psicidea. Los arquetipos son los factoresformales que organizan los procesos psquicos inconscientes; sonpatrones de conducta ("patterns of behaviour"). Al mismo tiem-po, poseen una "carga especfica", es decir, desarrollan efectosnuminosos que se manifiestan como afectos. El afecto causa unparcial abaissement du niveau mental, pues aunque eleva un de-terminado contenido a un grado supernormal de lucidez, retiraen la misma medida energas a otros posibles contenidos de la con-ciencia, al punto de oscurecerlos o hacerlos eventualmente incons-cientes. A consecuencia de la restriccin de la conciencia produ-cida por el afecto en tanto ste perdure, hay una correspondientedisminucin de la orientacin, que a su vez brinda a lo inconscienteuna oportunidad propicia para invadir el espacio que ha quedadovaco. De ah que regularmente encontramos que en los es-

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    tados afectivos irrumpen y llegan a manifestarse contenidos nor-malmente reprimidos, o sea, inconscientes. Tales contenidos sonno pocas veces de naturaleza inferior o primitiva, delatando deesa manera su origen arquetpico. Ms adelante puntualizar c-mo en ciertas circunstancias, los fenmenos de la simultaneidad,es decir, la sincronicidad, parecen estar ligados a los arquetipos.

    La extraordinaria orientacin en el espacio que se observa enalgunos animales, tal vez apunte tambin en el sentido de unarelatividad psquica del espacio y del tiempo. Asimismo cabe men-cionar aqu el misterioso sentido del tiempo del gusano palolo, cu-yos segmentos caudales cargados de productos sexuales aparecensobre la superficie del mar la vspera del cuarto menguante de laluna en octubre y noviembre 29. Se ha sugerido como causa la ace-leracin de la rotacin terrestre que en ese momento tiene lugar aconsecuencia de la gravitacin lunar, pero razones de orden as-tronmico hacen inadmisible semejante explicacin 30. La relacinque sin duda existe entre el perodo de menstruacin humano y latrayectoria lunar, se vincula con la tima slo numricamente,y en realidad no coincide con ella. Tampoco se ha probado que al-guna vez hubiera coincidido.

    El problema de la sincronicidad me preocupa desde hacemucho tiempo, sobre todo a partir del segundo decenio de nues-tro siglo 31, cuando mis investigaciones sobre los fenmenos de

    29 Dicho con ms precisin, la "salida en enjambre" comienza unpoco antes y termina un poco despus de este da, en que la salida alcanza su punto ms alto. Los meses cambian segn el lugar. Sedice que el gusano palolo de Amboina aparece en marzo con la lunallena (Krmer, ber den Bau der Korallenriffe, Kiel y Leipzig, 1897).

    30 Fr. Dahns, "Das Schwrmen des Palolo", Der Naturforscher,VIII, 1932, cuaderno 11.

    31 An antes de esa poca se me haban presentado dudas sobre laaplicabilidad ilimitada del principio de causalidad en psicologa. En elprlogo a la primera edicin de Collected Papen on Analytical Psycho-logy, Londres, 1916, p. XV), escrib: "Causality is only one principleand psychology essentially cannot be exbausted by causal methods only.because the mind (psyche) lives by aims as well." La finalidad psquica se basa en un sentido "preexistente" que slo se torna problemticocuando se trata de un ordenamiento inconsciente, pues en tal caso hayque suponer una especie de "saber" previo a todo acto consciente. A la

  • LA INTERPRETACIN DE LA NATURALEZA Y LA PSIQUE 3 1

    lo inconsciente colectivo me hicieron tropezar una y otra vezcon conexiones que ya no me era posible explicar como agrupa-ciones o acumulaciones casuales. Tratbase de "coincidencias" tansignificativamente conexas, que su concurrencia "casual" repre-sentaba una improbabilidad que slo podra expresarse medianteuna magnitud inconmensurable. Citar como ejemplo un caso demi propia observacin: una joven paciente tuvo en un momentodecisivo del tratamiento un sueo durante el cual se le regalabaun escarabajo de oro. Mientras me relataba el sueo, estaba yosentado de espaldas contra la ventana cerrada. De repente percibdetrs mo un ruido, como si algo golpeara suavemente contra laventana. Volvindome advert que un insecto haba chocadocontra la ventana desde afuera. Abr la ventana y lo cac al vue-lo. Era la analoga ms prxima a un escarabajo de oro que cabeencontrar en nuestras latitudes, un scarabeide cetonia aurata, la"cetonia comn de la rosa", que evidentemente se haba sentidoimpulsado, en contra de sus hbitos comunes, a penetrar en unahabitacin oscura en ese preciso momento. Debo admitir que niantes ni despus me ocurri ningn caso semejante, y que esesueo sigue siendo nico en mi experiencia.

    A tal propsito quisiera citar otro caso ms, tpico de ciertacategora de sucesos. La esposa de un paciente mo, cincuentn,me refiri de pasada, durante una conversacin, que a la muerte desu madre y de su abuela habase reunido delante de las ventanasde la cmara mortuoria gran nmero de pjaros. Su narracinera similar a las que ya haba yo escuchado de otras personas.Al acercarse a su fin el tratamiento de su marido, habindose cu-rado su neurosis, se manifestaron ciertos sntomas, bastante inno-cuos en apariencia, que atribu a una enfermedad cardaca. Loremit a un especialista, el cual, empero, no pudo encontrar nadade cuidado en la primera auscultacin, como me lo comunic porescrito. Al regresar de la consulta a su casa (con el informe m-dico en el bolsillo), mi paciente se desplom repentinamente enla calle. Mientras se lo conduca moribundo a su casa, su mujer

    misma conclusin llega tambin H. Driesch (Die Seele als elementarerNaturfaktor, Leipzig, 1903, pg. 80 y sigtes.).

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    se hallaba ya muy angustiada, porque poco despus de haber salidosu marido una bandada de pjaros haba descendido sobre el techode la casa. Naturalmente, ella record al punto sucesos similaresacaecidos a la muerte de sus familiares, y temi lo peor. Aunqueconozco muy de cerca a las personas relacionadas con esosacontecimientos, por lo cual me consta que los hechos relatadosson autnticos, ni por un instante imagino que quien estdecidido a considerar tales cosas como meras casualidades, sesentir movido a cambiar de opinin. Al relatar esos dos casosno persigo otro fin que el de hacer alguna somera indicacin acercade la manera en que las coincidencias significativas suelenpresentarse en la vida prctica. En el primer caso, la relacinde significado es evidente en razn de la identidad aproximadade los objetos principales (a saber, los dos escarabajos); pero en elsegundo caso, la muerte y la bandada de pjaros parecen ser rec-procamente inconmensurables. Pero si se tiene en cuenta que enel Hades babilnico las almas llevan un "vestido de plumas" yque en el antiguo Egipto el "ba", es decir, el alma, es imaginadacomo ave 32, ya no es tan remota la suposicin de un simbolismoarquetpico. Si un incidente semejante hubiera sido soado, talinterpretacin estara justificada, por el material psicolgico-com-parativo. Tambin en el primer caso parece existir un fundamentoarquetpico. Ya he mencionado que se trataba de un tratamientoextraordinariamente difcil, que, hasta llegar al sueo en cuestin,no haba hecho progreso alguno. Para que se aprecie mejor lasituacin, debo advertir que la razn principal de ello resida enel animus de mi paciente, educado en la filosofa cartesiana yaferrado de tal manera a su rgido concepto de la realidad, que nilos esfuerzos de tres mdicos (yo era el tercero) haban podidoablandarlo. Haca falta evidentemente un acontecimiento irra-cional, que yo, desde luego, no poda producir. El sueo por ssolo haba producido una leve conmocin en la posicin raciona-lista de mi paciente. Pero cuando el escarabajo lleg volando enla realidad, el ser natural de ella pudo romper la coraza de la po-

    32 En Hornero las almas de los muertos "gorjean".

  • LA INTERPRETACIN DE LA NATURALEZA Y LA PSIQUE 33

    sesin del animus, con lo cual tambin se inici el proceso de trans-formacin. Cualesquiera cambios fundamentales de actitud signi-fican renovaciones psquicas, las cuales por lo regular van acom-paadas de smbolos de renacimiento en los sueos y en la fan-tasa. El escarabajo es un clsico smbolo de renacimiento. En el Am-Tuat, libro del antiguo Egipto, se describe cmo el dios-sol,despus de haber muerto, se transforma, al llegar a la dcima esta-cin, en Kepher, el escarabajo, y como tal sube en la duodcimaestacin a la barca que asciende con el sol rejuvenecido al cielomatutino. La nica dificultad radica aqu en que tratndose depersonas cultas, a menudo no es posible excluir la posibilidad decriptomnesia (aunque el smbolo no era conocido por mi pacien-te). Pero ello no modifica el hecho de que el psiclogo tropiezaconstantemente con casos en los cuales la emergencia de parale-los simblicos 33 no puede explicarse sin la hiptesis de lo incons-ciente colectivo.

    Las coincidencias significativas, que deben distinguirse delos meros agrupamientos del azar, parecen tener un fundamentoarquetpico. Por lo menos, todos los casos de mi experiencia, y sonbastante numerosos, presentan esa caracterstica peculiar. Ya hesugerido antes lo que eso significa 34. Si bien el que posea algunaexperiencia en este campo puede percatarse sin dificultad del ca-rcter arquetpico de tales vivencias, no por esto podr sin mscorrelacionar con ello las condiciones psquicas del experimento deRhine, ya que en stas una constelacin del arquetipo no se ad-vierte a primera vista. Ni tampoco es la situacin tan emocional.Sin embargo, debemos sealar que Rhine obtiene los mejores re-sultados durante la primera serie de experimentos, decayendo luegola curva rpidamente. Pero en cuanto se logra reavivar el interspor el experimento (de suyo aburrido), los resultados vuelven amejorar; de donde se sigue que el factor emocional desempea unpapel importante. Y la afectividad descansa en gran medida enlos instintos, cuyo aspecto formal es precisamente el arquetipo.

    33 Naturalmente, eso slo puede ser verificado cuando el mdicodispone de suficientes conocimientos en materia de simbologa.

    34 Eranos-Jakrbuch, 1946, pg. 448.

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    Hay tambin una analoga psicolgica entre mis dos casos yel experimento de Rhine, aunque no muy obvia. Esas en aparien-cia totalmente diferentes situaciones, tienen como caractersticacomn un elemento de imposibilidad. La paciente con el escarabajose hallaba en una situacin "imposible" por cuanto el tratamientose haba estancado sin que se vislumbrase solucin alguna. Entales situaciones, si son bastante graves, suelen presentarsesueos arquetpicos que sealan una posibilidad de progreso alldonde nadie lo hubiera pensado. Son las situaciones de esta ndolelas que constelizan el arquetipo con la mayor regularidad. De ahque en ciertos casos el psicoterapeuta se ve obligado a descubrir elproblema racionalmente insoluble hacia el cual enfila loinconsciente del paciente. Una vez descubierto, las capas msprofundas de lo inconsciente, las imgenes primordiales, se ven ac-tivadas, y se inicia la transformacin de la personalidad.

    En el segundo caso se daba un temor semiinconsciente, porun lado, y la amenaza de un fin letal, por el otro, sin que hubierala posibilidad de comprender la situacin en grado suficiente. Enel experimento de Rhine es en ltima instancia la imposibilidad dela tarea misma la que dirige la atencin a los procesos internos,dando as a lo inconsciente una posibilidad de manifestarse.

    Los problemas planteados por el experimento de ESP tienendesde el comienzo un efecto emocional, por cuanto postulan algoincognoscible como potencialmente cognoscible y de tal manera con-sideran seriamente la posibilidad de un milagro. Sin cuidarse delescepticismo del sujeto, esa insinuacin apela a la disposicin in-consciente a presenciar un milagro, y a la esperanza, latente entodos los hombres, de que tal cosa pueda ser posible a pesar detodo. La supersticin primitiva subsiste bajo la piel incluso de losindividuos ms ilustrados, y son precisamente aquellos que conms vigor la combaten los primeros en sucumbir a su poder su-gestivo. Por lo tanto, cuando un experimento serio apoyado por laautoridad cientfica, toca esa predisposicin, inevitablemente sus-citar una emocin que lo acepta o rechaza afectivamente. Seacomo fuere, de una u otra manera se origina una expectativa afec-tiva, aun cuando se niegue su existencia.

  • LA INTERPRETACIN DE LA NATURALEZA Y LA PSIQUE 3 5

    Querra ahora llamar la atencin sobre la posibilidad de unmalentendido susceptible de ser ocasionado por el trmino "sincro-nicidad". He elegido ese trmino porque la simultaneidad de dosacontecimientos conexos de manera significativa, pero acausal, mepareci ser un criterio esencial. Empleo, por consiguiente, el con-cepto general de sincronicidad en el sentido especfico de la coin-cidencia temporal de dos o ms acontecimientos, no relacionadosentre s causalmente, cuyo contenido significativo es idntico osemejante. Sincronicidad, entonces, nada tiene que ver con sin-cronismo, que significa mera simultaneidad de dos acontecimientos.

    As, pues, sincronicidad significa en primer lugar simulta-neidad de un estado psquico con uno o varios acontecimientosexternos que aparecen como paralelos significativos con el mo-mentneo estado subjetivo y en ciertos casos, viceversa. Misdos ejemplos lo ilustran de diversas maneras. En el caso del esca-rabajo, la simultaneidad es evidente inmediatamente, pero no as enel ejemplo segundo. Es verdad que la bandada de aves produjouna vaga preocupacin, mas esto admite una explicacin causal.La esposa de mi paciente, por cierto, no haba tenido previamenteconciencia alguna de un temor comparable con la preocupacinque yo senta, ya que los sntomas (dolores del cuello), no erande ndole tal que pudiesen inducir a un profano a sospecharalgo grave. Pero lo inconsciente con frecuencia sabe ms que loconsciente, y me parece posible que lo inconsciente de la mujerpresintiese ya el peligro. No cabe demostrarlo, pero existe la po-sibilidad, y hasta la probabilidad, de que as fuera. Si excluimos,pues, un contenido psquico consciente tal como la representacinde un peligro mortal, hay una notoria simultaneidad de la ban-dada de aves, en su significado tradicional, y la muerte del mari-de. El estado psquico, si dejamos de lado la posible pero no de-mostrable excitacin de lo inconsciente, parece ser independientede los acontecimientos externos. Sin embargo, la psique de la mujerest implicada, pues los pjaros se haban posado sobre su casa yfueron observados por ella. Por tal razn, tambin me pareceprobable que su inconsciente estuviera constelizado. La ban-

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    dada de aves tiene tradicionalmente un significado mntico35.Este ltimo manifistase tambin en la propia interpretacin de 1amujer, y por lo tanto parece como si los pjaros representaran unapremonicin inconsciente de muerte. Los mdicos del Romanticis-mo habran hablado aqu de "simpata" o "magnetismo"; pero,como ya dije, tales fenmenos slo pueden ser explicados causal-mente si uno se permite las ms fantsticas hiptesis ad hoc.

    Como vimos antes, la interpretacin de la bandada de pjaroscomo signo ominoso se bas en dos coincidencias similares ante-riores. No haba existido todava cuando la muerte de la abuela,pues entonces la coincidencia se represent solamente por la muer-te y la aglomeracin de los pjaros. Tanto entonces como a lamuerte de la madre la coincidencia haba sido evidente; en eltercer caso, en cambio, se la pudo verificar como tal slo cuandoel moribundo fue trado a su casa.

    Menciono esas complicaciones por la importancia que revistenpara el concepto de sincronicidad. Consideremos ahora otro caso:un conocido mo vio y vivi en sueos la muerte repentina yviolenta de un amigo, con todos los detalles caractersticos. Elsoador se encontraba en Europa, su amigo en Amrica. A la ma-ana siguiente la muerte fue confirmada por un telegrama y losdetalles diez das ms tarde por una carta. La comparacin entrela hora europea y la americana estableci que la muerte se pro-dujo por lo menos una hora antes del sueo. El soador se habaacostado tarde, sin dormirse hasta alrededor de la una. El sueoocurri aproximadamente a las dos. La vivencia onrica no es sin-crnica con la muerte. Las vivencias de esa ndole con frecuenciatienen lugar un poco antes o despus del acontecimiento crtico.J. W. Dunne36 menciona un sueo particularmente instructivoque tuvo en la primavera de 1902 mientras serva en el ejrcitodurante la guerra de los Boers.

    Le pareca estar de pie sobre una montaa, un volcn. Era

    35 Un ejemplo literario son las grullas de Ibico. Se supone queuna bandada de urracas que se posa ruidosa sobre una casa, es presagiode muerte, etc., Recurdese tambin el significado de los ageros.

    30 An Experiment with Time. N. York, 1927, pg. 34 y sigtes.

  • LA INTERPRETACIN DE LA NATURALEZA Y LA PSIQUE 37

    una isla, con la que anteriormente haba soado y de la cualsaba que se hallaba amenazada por una catastrfica erupcinvolcnica (cmo la del Krakatoa!). Aterrorizado, quiso salvar alos cuatro mil habitantes de la isla. Trat de inducir a las auto-ridades francesas de una isla vecina a movilizar inmediatamentetodos los barcos disponibles para la accin de salvamento. A partirde ese momento el sueo comenz a desarrollar los tpicos temasde la pesadilla, apresuramiento, persecucin, y no-llegar-nunca,mientras resonaban continuamente en los odos del soador laspalabras: "Cuatro mil hombres morirn, a menos que. . .". Pocosdas ms tarde, Dunne recibi con su correspondencia un ejem-plar del Daily Telegraph. Su mirada se detuvo en la siguientenoticia:

    CATSTROFE VOLCNICA EN MARTINICA. UNA CIUDAD ARRA-SADA. AVALANCHA DE FUEGO. PROBABLE PRDIDA DE MAS

    DE 40.000 VIDAS

    El sueo no haba ocurrido en el mismo momento que la cats-trofe real, sino slo cuando ya estaba en viaje el diario con la no-ticia. Al leerlo, cometi un error: ley 4.000 en lugar de 40.000.La percepcin defectuosa se fij como paramnesia, de manera quecada vez que relataba el sueo deca 4.000 en vez de 40.000.Fue slo al cabo de quince aos, mientras copiaba el artculo deldiario, cuando descubri su error. Su conocimiento inconscientehaba cometido el mismo error de lectura que l.

    El hecho de que l so la noticia poco antes de la llegada desta, constituye una experiencia relativamente frecuente. A menudosoamos con personas de quienes el prximo sueo nos trae unacarta. Repetidas veces pude comprobar que en el momento de pro-ducirse el sueo ya se hallaba la carta en la sucursal de correo deldestinatario. Tambin me es posible confirmar, por experienciapropia, el error de lectura. Durante las vacaciones de Navidad de1918 estaba yo estudiando el orfismo, en especial el fragmentorfico de Malalas, donde la luz primordial se designa de maneratrinitaria" como Metis, Fanes y Ericepaeus. En esa ocasin yo

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    lea insistentemente Ericapaeus en lugar de Ericepaeus como diceel texto. (En realidad existen las dos formas de escribir la pala-bra.) Ese error de lectura se fij como paramnesia, no recordan-do nunca yo ese nombre de otra manera que como Ericapeus, ydescubriendo slo treinta aos ms tarde que en el texto de Ma-lalas figura Ericepaeus. Por ese tiempo, una de mis pacientes, ala que no haba visto desde haca cuatro semanas, tuvo un sueoen el que un hombre desconocido le haca entrega de una hojadonde estaba escrito un himno "latino" a un dios llamado Erici-paeus. Al despertar, la soadora logr anotar por escrito ese him-no. El idioma era una mezcla peculiar de latn, francs e italiano.La seora posea algunos conocimientos elementales de latn, do-minaba un poco ms el italiano y hablaba el francs con soltura.El nombre Ericipaeus le era completamente desconocido, pues nohaba recibido instruccin alguna en humanidades clsicas. Ladistancia entre nuestros domicilios era aproximadamente de noventakilmetros, y haca un mes que ninguna comunicacin habatenido lugar entre nosotros. Es digno de notarse que la variantedel nombre, es decir, el "error de lectura", incidiese precisamenteen la vocal donde tambin yo me haba equivocado (a en lugar dee); pero su inconsciente se equivoc de otra manera leyendo i enlugar de e. Supongo, en consecuencia, que lo que ella "ley" in-conscientemente no fue mi error, sino el texto donde existe latransliteracin latina de Ericepaeus, en lo cual, al parecer, slofue molestada por mi error de lectura.

    Los acontecimientos sincronsticos se basan en la simultaneidadde dos diferentes estados psquicos. Uno de ellos es el normal yprobable (es decir, causalmente explicable); el otro, la vivenciacrtica, es el estado que no cabe deducir causalmente del primero.Esa ltima, en el caso de una muerte repentina, no es de inmediatoevidente como "percepcin extrasensorial", sino que puede serverificada como tal slo posteriormente. Pero asimismo en el casodel escarabajo, lo inmediatamente vivenciado es un estado o ima-gen psquicos que difieren de la imagen onrica slo por el hechode que pueden ser verificados inmediatamente. En el caso de labandada de aves, se trataba de una excitacin o preocupacin, in-

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    consciente en la mujer, pero que por cierto era consciente en miy que me haba impulsado a remitir al paciente a un especialistaen enfermedades cardacas. En todos esos casos, se trate de ESPespacial o temporal, existe una simultaneidad del estado normal ocomn con otro estado o vivencia no derivable de l por vacausal, y cuya existencia objetiva slo puede verificarse posterior-mente.

    Esa definicin debe tenerse en cuenta sobre todo donde setrate de acontecimientos futuros, los cuales, evidentemente, no sonsincrnicos, pero s, en cambio, sincronisticos, dado que son vivi-dos como imgenes psquicas en el presente, como si el aconte-cimiento objetivo existiese ya. Un contenido inesperado que se vin-cula inmediata o mediatamente con un acontecimiento objetivoexterno y coincide con el estado psquico ordinario, tal es lo queyo llamo sincronicidad; al mismo tiempo, sostengo que se tratade una misma categora de acontecimientos, aunque su objetividadaparezca separada de mi conciencia en el espacio o en el tiempo.Tal opinin la confirman los resultados obtenidos por Rhine, yaque ni el espacio ni el tiempo ejercen, al menos en principio,influencia alguna sobre la sincronicidad. Es probable que el espacioy el tiempo, las coordenadas conceptuales de los cuerpos enmovimiento, sean en el fondo una misma cosa, lo que tambinexplicara el que se hable de un "espacio de tiempo" y que ya Filndiga que "la extensin del movimiento celestial es el tiempo" 37.

    La sincronicidad espacial puede concebirse asimismo como unapercepcin en el tiempo, pero es realmente notable que no seafactible comprender con igual facilidad como espacial la sincro-nicidad en el tiempo, puesto que nos es imposible imaginar unespacio donde los acontecimientos futuros existan ya objetiva-mente y puedan ser vivenciados como actuales por una reduccinde esa distancia espacial. Pero como la experiencia ha demostradoque en ciertas circunstancias el espacio y el tiempo pueden redu-cirse casi a cero, con ellos desaparece tambin la causalidad, yaque se halla ligada a la existencia de espacio y tiempo y de los

    37 De Opificio Mundi, 26, Philonis Aleximdrini Opera, ed. Leop. Cohn,P. ,pg. 8.

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    cambios fsicos y consiste esencialmente en la sucesin temporal decausa y efecto. Por esa razn el fenmeno de la sincronicidad nopuede, en principio, asociarse con ninguna concepcin causalista.En consecuencia, la conexin entre los factores significativamentecoincidentes debe concebirse necesariamente como acausal.

    Ligados a este punto, por falta de una causa demostrable nosvemos en la tentacin de suponer una causa trascendental. Peroslo una magnitud demostrable puede ser "causa". Una causa"trascendental" es una contradictio in adjecto, dado que algotrascendental se sustrae, por definicin, a toda demostracin. Sino se quiere arriesgar la hiptesis de la acausalidad, no quedaotra alternativa que afirmar que los fenmenos sincronsticos sonmeras casualidades; pero al hacerlo se entrara en contradiccincon los resultados alcanzados por Rhine y tambin otros hechosbien establecidos. En el caso contrario, nos vemos llevados a re-flexiones de la misma ndole que la descrita antes y a someternuestros principios bsicos de explicacin a una crtica en el sen-tido de que el espacio y el tiempo son magnitudes constantesdentro de un sistema determinado, slo si se los mide sin tomaren consideracin los estados psquicos. Tal es lo que regular-mente ocurre con los experimentos de las ciencias naturales. Perocuando un hecho se observa sin restricciones de ndole experimental,el observador puede verse influido por un estado emocional quemodifica el espacio y el tiempo en el sentido de una contraccin.Todo estado emocional produce una modificacin de la conciencia,que Janet ha denominado "abaissement du niveau mental", o sea,que se da un estrechamiento de la conciencia simultneamente conuna intensificacin de lo inconsciente, lo cual, en especial si setrata de afectos fuertes, es tambin evidente para el profano. Eltono de lo inconsciente se eleva, crendose as un declive desdeall hacia lo consciente. Lo consciente cae de tal modo bajo elinflujo de impulsos y contenidos inconscientes, instintivos. Estosson, comnmente, complejos cuyo fundamento ltimo son losarquetipos, es decir, el "patrn instintivo". Junto a sos hay en loinconsciente tambin percepciones subliminales (y asimismoimgenes mnmicas olvidadas, que no pueden

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    ser reproducidas en el momento, o tal vez nunca). En lo que tocaa los contenidos subliminales, debemos distinguir entre las per-cepciones y lo que yo llamara un "saber" o "existencia inme-diata" inexplicables. Mientras que las percepciones pueden rela-cionarse con posibles o probables estmulos sensoriales sublimina-les, el "saber" o la "existencia inmediata" de imgenes incons-cientes carece de fundamento reconocible, o guarda conexionescausales reconocibles con ciertos contenidos ya existentes, a me-nudo arquetpicos. Pero esas imgenes, estn o no enraizadas enfundamentos preexistentes, hallanse en una relacin de analogao equivalencia, es decir, de significado, con acontecimientos ob-jetivos que no tienen con aqullas ninguna relacin causal reco-nocible o siquiera concebible. Cmo, por ejemplo, puede un acon-tecimiento espacial o temporalmente remoto estimular la gnesisde una imagen psquica correspondiente, si el proceso energticode transmisin necesario ni siquiera es concebible? Por incompren-sible que parezca, nos vemos finalmente obligados a suponer queen lo inconsciente hay algo as como un saber a priori, o mejordicho, una "existencia inmediata" de acontecimientos, que carecede todo fundamento causal. Sea como fuere, nuestro concepto decausalidad es incapaz de explicar los hechos.

    Ante un estado de cosas tan complicado, convendr recapitu-lar el argumento examinado antes, y ello podr hacerse mejor so-bre la base de los ejemplos citados. En el caso del experimentode Rhine supongo que, a consecuencia de la tensin de la expec-tativa, es decir, del estado emocional del sujeto, una imagen yaexistente y correcta, pero inconsciente, del resultado, capacita alo consciente para un nmero de aciertos superior a la mera pro-babilidad. El sueo del escarabajo es una representacin conscienteque nace de una imagen inconsciente ya existente, de la situacinque se producir al da siguiente, a saber, el relato del sueo y laaparicin de la cetonia aurata. La mujer de mi difunto pacienteposea un saber inconsciente del deceso inminente. La bandada deaves evoc las correspondientes imgens mnmicas y por ende sutemor. Similarmente, el sueo casi simultneo de la muerte violentadel amigo surgi de un saber inconsciente preexistente.

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    En todos esos casos y otros similares parece existir un saber apriori que no admite explicacin causal y se refiere a un estadode cosas no conocible en el momento respectivo. El fenmeno dela sincronizacin consiste, por lo tanto, en dos factores: 1. Unaimagen inconsciente entra en lo consciente directamente (es decir,literalmente) o indirectamente (simbolizada o insinuada) comosueo, ocurrencia o premonicin. 2. Una situacin objetiva coin-cide con ese contenido. Tanto lo primero como lo segundo es asom-broso. Cmo se origina la imagen inconsciente, cmo la coinci-dencia? Comprendo demasiado bien por qu algunos prefieren po-ner en duda la autenticidad de tales hechos. Aqu slo deseo plan-tear el problema. Ms adelante tratar de formular una solucin.

    En lo que atae al papel que desempea el afecto en la produc-cin de acontecimientos sincronsticos, cabe mencionar que no setrata en manera alguna de una idea nueva, pues ya hablan deello claramente Avicena y Alberto Magno. Dice Alberto Magno:

    "Encontr una explicacin instructiva (de la magia) en el Libersextus naturalium de Avicena, en el que se afirma que en el alma huma-na mora una cierta facultad (virtus) de cambiar las cosas y de subordinara ella las dems cosas, en particular cuando es arrebatada por un granexceso de amor u odio o algo semejante (quando ipsa fertur in magnumamoris excessum aut odii aut alicuius talium). Cuando, pues, el alma deun hombre es presa de un gran exceso de alguna pasin, puede pro-barse por el experimento que se [el exceso] liga a las cosas [mgica-mente] y las modifica en el sentido que desea (fertur in grandem exce-ssum alicuius passionis invenitur experimento manifesto quod ipse ligatres et alterat ad idem quod desiderat et diu non credidi illud); porlargo tiempo no lo quise creer, pero despus de haber ledo libros nigro-mnticos y otros sobre signos mgicos (imaginum) y magia, encontrque la emocionalidad (affectio) del alma humana es la raiz principalde todas esas cosas, ya sea porque debido a su gran emocin va alteran-do su cuerpo y las cosas a que tiende, ya sea porque a causa de sudignidad las otras cosas inferiores le estn sujetas, ya sea porque la horasideral apropiada o la situacin astrolgica o alguna otra fuerza coincidencon un tal afecto, que trasciende todos los lmites, hacindonos creer [enconsecuencia] que todo cuanto haga esa fuerza es hecho por el alma(cum tali affectione exterminata concurrat hora conveniens aut ordo coe-lestis aut alia virtus, quae quodvis faciet, illud reputavimus tunc animamfacere). .. Quien desee conocer el secreto de hacer y deshacer todo eso,debe saber que cualquiera puede influir mgicamente en todas las cosas

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    si llega a ser presa de un gran exceso, y hacerlo con las cosas que el al-ma le prescriba. Pues el alma hllase entonces tan ansiosa de las cosasque quiete realizar, que espontneamente aprovecha la hora sideral mssignificativa y ms favorable, la cual gobierna tambin las cosas que me-jor convengan a ello. .. y as es el alma que apetece las cosas con mayorintensidad la que las hace ms efectivas y ms semejantes a lo que luegoresulta. .. de manera similar se produce todo cuanto el alma apetece condeseo intenso. Todo lo que el alma hace con ese fin, posee energa mo-triz y eficiencia para lo que ella anhela" 38.

    El texto demuestra a las claras que los acontecimientos sin-cronsticos ("mgicos") se consideraban dependientes del afecto.Como es natural, de acuerdo con el espritu de la poca, AlbertoMagno lo explica postulando una facultad mgica del alma, sintener en cuenta que el proceso anmico no es menos "ordenado"que la representacin coincidente, que anticipa el proceso fsicoexterno. Esa representacin procede de lo inconsciente y pertenece,por lo tanto, a esas cogitationes quae sunt a nobis independentes,que, en opinin de Arnold Geulincx, son ocasionadas por Dios, yno se originan en nuestro propio pensar39 . Tambin Goethepiensa respecto de los sucesos sincronsticos de la misma manera"mgica". En los coloquios con Eckermann dice: "Todostenemos ciertos poderes elctricos y magnticos dentro de nosotros,y ejercemos, como el imn, una fuerza de atraccin o de repulsin,segn que entremos en contacto con algo homogneo o heterogneo"40.

    Despus de esas consideraciones generales, volvamos ahora anuestro problema de los fundamentos empricos de la sincronici-dad. La dificultad principal, desgraciadamente difcil de superar,es la obtencin de un material emprico que permita conclusio-nes bastante seguras. Las experiencias que aqu entran en juegono estn al alcance de la mano. Si queremos ampliar la base denuestra comprensin de la naturaleza, es menester escudriar por

    38 De mirabilibus mundi. Incunable de la Biblioteca Central deZurich, sin fecha. (Existe una impresin, realizada en Colonia en1485.)

    39 Metaphysica Vera, parte III, "Secunda scientia", en Opera phi-losopbica, ed. por J. P. N. Land, vol. II, La Haya, 1892.

    40 Insel-Verlag, pg. 359 y sig.

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    los rincones ms oscuros y reunir el valor necesario para desafiarlos prejuicios de nuestra actual cosmovisin. Cuando Galileo des-cubri con su telescopio los satlites de Jpiter, choc de inmediatocon los prejuicios de sus doctos contemporneos. Nadie sabiaentonces qu era un telescopio ni qu poda ser. Nadie jams ha-ba hablado antes de los satlites de Jpiter. Desde luego, cadapoca piensa que todas las anteriores adolecan de prejuicios; hoylo pensamos ms que nunca, y al hacerlo tenemos tan poca ra-zn como todas las pocas anteriores que pensaban de la mismamanera. Cuntas veces no se ha visto que la verdad es condena-da. Es triste, pero por desgracia cierto, que el hombre no aprendenada de la historia. Este hecho nos causar las ms grandesdificultades, pues si comenzamos a reunir material emprico quede alguna manera sirva para esclarecer asunto tan oscuro como elque nos ocupa, podemos estar seguros de hallarlo all donde todaslas autoridades nos aseguraron que no hay nada.

    Relatar notables casos aislados, por bien autenticados queestn, no es provechoso, y lleva, en el mejor de los casos, a que setenga al narrador por una persona crdula. Incluso un cuidadosoregistro y verificacin de un crecido nmero de casos, tal como selo encuentra en la obra de Gurney, Myers y Podmore41, apenascaus impresin alguna en el mundo cientfico. La gran mayorade los "profesionales", a saber, los psiclogos y psiquiatras, pare-cen ignorar por completo esas investigaciones 42.

    Los resultados de los experimentos sobre ESP y PK han pro-porcionado una base estadstica para evaluar el fenmeno de lasincronicidad, sealando al mismo tiempo el papel importante quedesempea el factor psquico. Ese hecho me sugiri indagar si nosera posible encontrar un mtodo que por una parte demostrarala existencia de la sincronicidad, y por la otra proyectara sobre loscontenidos psquicos suficiente luz como para obtener siquiera al-

    41 Phantasms of the Living, 1886.42 Recientemente Pascual Jordn propugn en forma excelente la

    investigacin cientfica de la clarividencia espacial (Zentralblatt fr Psy-choterapie, t. IX, 1936, Cuaderno 3). Deseo mencionar tambin su trabajo Verdrngung und Komplementariat, Hamburgo, 1947, importantepara las relaciones entre la microfsica y la psicologa de lo inconsciente

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    gunos indicios acerca de la ndole del factor psquico involucrado.En otras palabras, me pregunt si no exista algn mtodo queproporcionara resultados medibles y a la vez nos permitiera unatisbo en los entretelones psquicos de la sincronicidad. En los ex-perimentos sobre ESP hemos ya visto que hay ciertas condicionespsquicas esenciales para los fenmenos de sincronicidad, si bienesos experimentos se limitan, por su misma ndole, al hecho de lacoincidencia, cuya condicionalidad psquica slo destacan, sinproyectar mayor luz sobre este factor. Saba yo desde tiempo atrsque ciertos mtodos intuitivos (los llamados mnticos) partendel factor psquico y presuponen la realidad de la sincronizacin.Proced entonces, en primer trmino, a enfocar especialmente miatencin sobre esa tcnica auxiliar de una captacin intuitiva de lasituacin total que es caracterstica de China, a saber, el I Ging.El espritu chino, a diferencia del occidental educado en latradicin griega, no tiende a la captacin de lo individual por smismo, sino a una concepcin que percibe lo individual comoparte de un todo. Por razones obvias, semejante operacincognoscitiva le resulta imposible al intelecto puro. El juicio tiene,en consecuencia, que basarse en mayor medida en las funcionesirracionales de lo consciente, esto es, la sensacin (como "sensdu rel") y la intuicin (como percepcin principalmentedeterminada por contenidos subliminales). El I Ging, al que cabellamar la base experimental de la filosofa clsica china, es unode los ms antiguos mtodos conocidos para captar una situacinde manera integral, encuadrando de ese modo el problema indivi-dual dentro del gran juego antagnico de Yin y Yang.

    La captacin de la totalidad es desde luego tambin la finali-dad de las ciencias naturales; pero tal finalidad se halla necesaria-mente muy lejos, por cuanto las ciencias naturales proceden en loposible experimentalmente y en todos los casos estadsticamente.El experimento, empero, consiste en un determinado planteamien-to que excluye, en la medida de lo posible, todo elemento pertur-bador y no pertinente. Pone condiciones y las impone a la natu-raleza y de tal manera la fuerza a dar una respuesta orientada se-gn la pregunta formulada por el hombre. Al proceder as, se le

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    impide responder segn la plenitud de sus posibilidades, ya queestas ltimas se restringen en todo lo posible. Con tal fin se creaen el laboratorio una situacin artificialmente limitada al proble-ma que ha de plantearse, obligando a la naturaleza a dar una res-puesta lo ms inequvoca posible. El obrar de la naturaleza en suintegridad sin restricciones queda as excluido por completo. Paraconocerlo es menester un mtodo de indagacin que imponga elmenor nmero posible de condiciones, o ninguna, si ello es facti-ble, permitiendo que la naturaleza responda segn su plenitud.

    En el experimento de laboratorio, el procedimiento conocidoy establecido constituye el factor invariable en la compilacin ycomparacin de los resultados. El experimento intuitivo o "mn-tico" con la totalidad, en cambio, no requiere una pregunta queimponga cualesquiera condiciones, restringiendo de tal manera latotalidad del proceso natural. Se le da a ese ltimo todas las opor-tunidades posibles de expresin. En el I Ging las monedas caen yruedan como les da la real gana43. Una pregunta desconocida esseguida por una respuesta incomprensible. En tal sentido, pues, lascondiciones para una reaccin total son simplemente ideales. Perola desventaja es conspicua: a diferencia del experimento cientfico,no sabemos qu ha sucedido. Este inconveniente trataron de subsa-narlo ya dos sabios chinos del siglo XII a. J. C., que, basndose enla hiptesis de la unidad de la naturaleza, intentaron explicar la si-multaneidad de un estado psquico y un proceso fsico como unaequivalencia de significado. En otras palabras, suponan que elmismo ser se expresa a s mismo en el estado psquico como en elfisico. Pero a fin de verificar tal hiptesis, se requera tambin eneste experimento, al parecer libre de restricciones, una condicinlimitadora, a saber, una forma determinada de proceso fsico, unmtodo o tcnica que obligara a la naturaleza a responder connmeros pares o impares. Estos, en calidad de representantes deYin y Yang, encuntranse tanto en lo inconsciente como en lanaturaleza, en la forma caracterstica de opuestos, como madre ypadre de todo acontecer, y forman, por consiguiente, el tertium

    43 Si el experimento se ejecuta con los clsicos tallos de milenra-ma, la divisin de los cuarenta y nueve tallos representa el factor casual.

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    comparationis entre el mundo psquico interior y el mundo fsicoexterior. De tal modo esos dos viejos sabios elaboraron un mtodomediante el cual un estado interior poda representarse como unestado exterior, y viceversa. Ello, naturalmente, presupona unconocimiento (intuitivo) del significado de cada figura delorculo. El I Ging, por lo tanto, consiste en una coleccin de se-senta y cuatro interpretaciones donde se halla perfilado el signifi-cado de cada una de las sesenta y cuatro posibles combinaciones Yin-Yang. Esas interpretaciones formulan el conocimiento inconscienteinterior que coincide con el estado consciente en ese momento, ycon esa situacin psicolgica coincide el resultado casual delmtodo, esto es, con los nmeros pares e impares que resultan dela cada de las monedas o la distribucin casual de los tallos demilenrama 44.

    Como todas las tcnicas adivinatorias, es decir, intuitivas,tambin ese mtodo se basa en el principio de la conexin por sin-cronicidad o acausal45. Durante la ejecucin prctica del experi-mento, como cualquier persona desprejuiciada lo admitir, ocurrenmuchos casos obvios de sincronicidad, que podran racional y algoarbitrariamente ser explicados como meras proyecciones. Pero sise supone que en realidad son lo que parecen ser, entonces slopuede tratarse de coincidencias significativas, que, en la medidade nuestros conocimientos, no admiten explicacin causal. El m-todo consiste en dividir al azar cuarenta y nueve tallos de milen-rama en dos partes, cada una de las cuales es contada, luego, detres en tres o de cinco en cinco tallos, o en lanzar tres monedasal aire, determinndose cada lnea del hexagrama por el valor del

    44 Vase ms abajo.45 Us por primera vez el trmino sincronicidad en un discurso

    dedicado a la memoria de Richard Wilhelm (10 de mayo de 1930 enMunich). Ese discurso figura en la segunda edicin y siguientes de DasGeheimnis der