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La Inquilina de Wildfell Hall Por Anne Brontë

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LaInquilinadeWildfellHall

Por

AnneBrontë

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AJ.HALFORD,ESQ.

QueridoHalford:

La última vez que nos vimos, me obsequiaste con un relato muyinteresanteypormenorizadode losacontecimientosmásnotablesde tuvida,ocurridos con anterioridad a nuestro primer encuentro; y a continuaciónmepediste a cambio parecidas confidencias. No encontrándome en aquelmomentoenunestadodeánimopropiciopara lanarración,declinéhacerlo,con la excusa de no tener nada especial que contar, y otras parecidas quefueron consideradas totalmente inadmisibles por tu parte; porque aunquecambiastedeinmediatodeconversación, lohicisteconelairedeunhombrequenosequejaperoestáprofundamentedolidoytusemblantesecubrióconunanubequelooscurecióhastaelfinaldenuestracharla,y,porloquesé,losigueoscureciendo; porque tus cartas se handistinguidodesde entoncesporunaciertarigidezyreservadignasyalmismotiemposemimelancólicas,queme habrían afectado seriamente si mi conciencia me hubiera acusado demerecerlas.

¿Notedavergüenza,miqueridoamigo,atuedad,cuandonosconocemostaníntimamenteydesdehacetantotiempoycuandotehedadotantaspruebasde franqueza y confianza, sin quejarme nunca de tu carácter, a su vez,taciturno y reservado? Pero, en fin, así es, supongo. No eres de naturalcomunicativoypensastequehabíashechounagrancosayquehabíasdadoenaquella ocasión una prueba sin parangón de confianza y amistad—que, sinduda,hasjurado,serálaúltimadeestegénero—,yconsiderastequelomenosqueyodebíahacer,despuésde tan inmenso favor, era seguir tu ejemplo sindudarloniunmomento…

¡En fin…! No he cogido la pluma para hacerte reproches, ni paradefenderme, ni para pedir disculpas por ofensas pasadas, sino para, si fueraposible,expiarlas.

Esundíalluvioso,diluviamásbien,lafamiliasehaidodevisita,yoestoysolo en mi biblioteca, he estado examinando cartas y papeles antiguos,húmedos,meditandosobre tiempospasados…Asíqueestoyenelestadodeánimoadecuadoparaentretenerteconunahistoriadelviejomundo;ydespuésderetirarlospies,bienchamuscados,delosquemadores,hegiradosobrelostalonesymehedirigidoalamesaparadedicarlaslíneasqueprecedenamiviejoyhoscoamigo.Ahoraestoyapuntodeobsequiarteconunesbozo—no,no un esbozo—, un relato completo y fiel de ciertas circunstanciasrelacionadasconelhechomásimportantedemivida—almenosdemividaanterioramirelaciónconJackHalford—,ycuandolohayasleído,acúsame,

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sipuedes,deingratitudyreservahostil.

Séque tegustan lashistorias largasyque insistesmuchoen losdetallesconcretos y circunstanciales, igual que mi abuela, así que no voy aahorrártelos:misúnicoslímitesseránmipacienciaymipropioplacer.

Entrelascartasylospapelesdelosquehablé,estáunviejoydescoloridodiario mío, que menciono para asegurarme de que no cuento sólo con lamemoria—pormuytenazqueéstasea—paraapoyarmeenmirelato,conelfindenoabusardemasiadodetucredulidadcuandomesigasatravésdelospequeños detalles de la narración…Así que empecemos, pues, de una vez,conelprimerCapítulo,yaqueésteseráuncuentoconmuchoscapítulos…

CAPÍTULOI

UNDESCUBRIMIENTO

Debes retroceder conmigo al otoño de 1827.Mi padre, como sabes, fueunaespeciedehacendadocaballeroenelcondadode…;yyo,porsuexpresodeseo,lesucedíenlamismatranquilaocupación,nodemuybuenagana,pueslaambiciónmeimpulsabahaciametasmáselevadas,ylavanidad,desoyendosuvoz,medecíaqueestabaenterrandomitalentoenloscampos,escondiendomiinteligenciatraslosarbustos.Mimadrehabríahechotodoloposibleparapersuadirmedequeyoeracapazdegrandesproezas;peromipadre,quecreíaque la ambición era el camino más seguro hacia la ruina y el cambio unapalabraequivalenteadestrucción,nohubieraprestadoatenciónaningúnplanparamejorarmicondicióno lademissemejantes.Measeguróque todoeraunanecedadymeexhortó,consualientoagonizante,acontinuarporelviejoybuencamino,aseguirsuspasosylosdesupadreantesqueél,olvidándomedemispretensiones,apasarhonradamenteporelmundo,sinmiraraderechani izquierda, y a transmitir los acres paternos a mis hijos en un estado, almenos,tanflorecientecomoélmelosdejabaamí.

«¡En fin…!Un agricultor honrado y trabajador es uno de losmiembrosmásútilesdelasociedad;ysidedicomistalentosalcultivodemistierrasyalamejoradelaagriculturaengeneral,conellobeneficiarénosóloamifamiliayamissubordinados,sino,enciertomodo,atodalahumanidad;portanto,nohabrévividoenvano».

Coneste tipodereflexiones tratabadeconsolarmealatardecerdeundíafrío,húmedoygrisdefinalesdeoctubre,mientrasatravesabaloscamposconpasocansinoendirecciónamihogar.Peroelresplandordeunfuegoluminosoy rojo que se divisaba a través de la ventana del salón fuemás eficaz para

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levantarmeelánimoyreprocharmemisdesagradecidasquejas,quetodaslassabiasreflexionesybuenasdeterminacionesquehabíaobligadoaforjaramimente.Yoerajovenentonces,recuerda—teníasóloveinticuatroaños—,ynohabíaadquirido lamitaddeldominioqueahora tengosobremiespíritu,porinsignificantequepuedaser.

Sin embargo, no debía entrar en aquel paraíso de bienaventuranza hastahabercambiadomisbotas llenasdebarroporunpardezapatos limpios,mitosco sobretodo por una respetable levita, y haber en general arreglado miaspectoparaestarpresentableanteunasociedaddecente;mimadre,contodasubenevolencia,eraespecialmenteexigenteenciertospuntos.

Al subir a mi habitación me encontré en la escalera con una muchachainteligente,bonita,dediecinueveaños,conunafiguraaseada,regordeta,cararedonda, luminosa, frescas mejillas, rizos brillantes, arracimados, y ojosalegres y castaños.No necesito decirte que erami hermanaRose.Es, estoyseguro, una madre de familia que conserva todavía su belleza, no menosevidente—atusojos—queaqueldíafelizenquetefijasteenellaporprimeravez.Nadame hizo pensar entonces que sería, añosmás tarde, la esposa dealguiendesconocidohastaentoncesparamí,perodestinadoaconvertirsemásadelanteenunamigomásíntimoqueinclusoellamisma,másentrañablequeaquelmuchachomalcriado de diecisiete años por quien fui empujado en elcorredor cuando se dirigía abajo, estando a punto de hacerme perder elequilibrio, y quien, como correctivo de su imprudencia, recibió un sonorogolpe en la cabeza; la cual, sin embargo, no pareció muy afectada por elcastigo, porque, además de sermás dura de lo normal, estaba protegida porunagreñaexcesivadecabelloscortosyrizadosdecolorrojizo,quemimadrellamaba«albazano».

Alentrarenelsalónencontramosaaquellaveneradaseñorasentadaensusillón junto al fuego, concentrada en su labor de calceta, siguiendo sucostumbre habitual, cuando no tenía nada que hacer. Había avivado losrescoldosdelachimeneayhechounfuegoresplandecientepararecibirnos;lacriadaacababade llevar labandejapara servir el té.Roseestaba sacandoelbote del té y el azucarero del armario del oscuro aparador de roble, quebrillabacomoébanopulidoenlaalegremedialuzdelsalón.

—¡Vaya, ya estáis aquí los dos! —dijo mi madre alzando la voz yobservándonos con detenimiento sin dejar de mover sus ágiles dedos y lasbrillantesagujas—.CerradlapuertayacercaosalfuegomientrasRosepreparael té; estoy segura de que estáis hambrientos.Decidmedónde habéis estadodurantetodoeldía;megustasaberpordóndeandanmishijos.

—Heestadoadiestrandoalpotrorucio(loquenoestareafácil),dirigiendola arada de la última rastrojera (porque el yuntero no sabe orientarse) y

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haciendounplandedrenajeamplioyeficazparalastierrasbajasdepastos.

—¡Asímegusta!Ytú,Fergus,¿quéhasestadohaciendo?

—Colocandotrampasparalostejones.

Y entonces pasó a relatar minuciosamente su diversión, exponiendo losrespectivos grados de destreza del tejón y los perros; mi madre aparentabaescucharcongranatenciónymirabaelrostroanimadodemihermanoconunaexpresión de maternal admiración que me pareció completamentedesproporcionada.

—Yaeshoradequehagasalgodeprovecho,Fergus—dijeyotanprontocomounapausamomentáneaensurelatomepermitiódarmiopinión.

—¿Qué puedo hacer? —replicó él—. Mi madre no quiere dejarmeembarcar ni entrar en el ejército, y estoy decidido a no hacer nada, salvoconvertirme en una molestia tal para todos vosotros que agradezcáis eldesembarazarosdemídecualquiermanera.

Nuestra madre le pasó dulcemente la mano por su corto y onduladocabello.Élgruñóytratódeparecerarisco,yluegonossentamosalamesaennuestroslugares,obedeciendoelrequerimientotresvecesrepetidodeRose.

—Ahoratomadelté—dijoella—,yoscontaréloqueheestadohaciendo.He estado en casa de los Wilson. Es una verdadera lástima que no hayasvenidoconmigo,Gilbert,porqueElizaMillwardestabaallí.

—Bueno,¿yquépasa?

—¡Oh,nada!No tevoyahablardeella; sólo tediréqueesunapersonaamable, encantadora, cuando está de buen humor, y que no me importaríallamarla…

—¡Cállate,nosigas,querida!¡Atuhermanonoselehapasadosemejanteideaporlacabeza!—murmuróconseriedadmimadre,levantandoundedo.

—Bueno —continuó Rose—, iba a contaros un montón de noticiasimportantes que oí allí. Estoy deseando contarlas desde entonces. Comosabéis,haceunmessedijoquealguienibaaalquilarWildfellHall.Y…¿quécreéisquehaocurrido?¡Lacasaestáhabitadadesdehacemásdeunasemana!¡Ynosotrosnosabíamosnada!

—¡Imposible!—gritómimadre.

—¡Absurdo!—chillóFergus.

—¡Estáhabitada,deverdad,yporunadama!

—¡Válgameelcielo!¡Lacasaestáenruinas!

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—Hahechohabitablesdosotreshabitaciones;viveallísola,conunaviejacriada.

—¡Oh, no! Eso lo estropea todo. Yo esperaba que fuera una bruja —observó Fergus, mientras cortaba una tostada gruesa y la untaba demantequilla.

—¡Nodigastonterías,Fergus!¿Noesextraño,mamá?

—¿Extraño?¡Apenaspuedocreerlo!

—Puespuedescreerlo,porqueJaneWilsonlahavisto.Fuehastaallíconsumadre,quien,naturalmente,cuandoseenteródequehabíaunaextrañaenlavecindadestuvoenascuashastaquelavioyconsiguióenterarsedetodoloquepudosobreella.SellamaseñoraGrahamyestádeluto,aunquenodelutoriguroso,yesbastantejoven,dicen,nomásdeveinticincooveintiséisaños,¡ymuy reservada!Hicieron todo loposiblepara averiguarquién era, dedóndevenía, todo; pero ni la señora Wilson, con sus obstinadas e impertinentesindiscreciones, ni la señorita Wilson, con sus hábiles maniobras, pudieronobtenerunasolarespuestasatisfactoria,oporlomenosunaalusióncasual,unaexpresión fortuita calculada para aliviar su curiosidad o que arrojara elmásdébilrayodeluzsobresuhistoria,suscircunstancias,osusparientes.Porotraparte,apenasfueamableconellasyevidentementesemostrómásdeseosadedecir«adiós»que«muchogustoenconocerlas».PeroElizaMillwarddicequesu padre tiene intención de ir a visitarla pronto para darle algunos consejospastorales,que,sospecha,ellanecesita,pues,aunquesesabequeestáviviendoenlacasadesdecomienzosdelasemanapasada,nosepresentóenlaiglesiaeldomingo;yella,esdecir,Eliza,lerogaráasupadrequeladejeacompañarle,y estoy segura de que con sus zalamerías será capaz de sonsacarle algo.Yasabes, Gilbert, que ella puede conseguir lo que se proponga. Y nosotrosdeberíamosvisitarla.Creoqueesloadecuado.

—Naturalmente,querida.¡Pobre!¡Quésoladebedesentirse!

—Hacedloloantesposible,oslosuplico;ynoosolvidéisdeinformarmesobrecuántoazúcarechaeneltéyquéclasedegorrosydelantalesusa;noosolvidéisdenada.Nosécómopodrévivirhastasaberlo—dijoFergusconunaexpresiónrealmenteseria.

Perosipretendíaquesuocurrenciafueraaclamadacomoungolpemaestrode ingenio, fracasó estrepitosamente, porque nadie se rió. Sin embargo, nopareciómuy desconcertado por ello, porque después de haberse tomado unbocadodepanconmantequillaycuandoestabaapuntodetragarseunsorbode té, le entraron unas irresistibles ganas de reír a consecuencia de lo quehabía dicho y se vio obligado a saltar de su asiento y salir disparado de lahabitación, tosiendo y bufando; unminuto después se le oyó aullar en una

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horribleagoníaeneljardín.

Encuantoamí,estabahambriento,ymelimitéaacabarsilenciosamenteelté,eljamónylastostadas,mientrasmimadreymihermanaseguíanhablando,discutiendo las circunstancias aparentes y no aparentes y la probable oimprobable historia de lamisteriosa dama; pero debo confesar que, despuésdelaccidentedemihermano,mellevéunaodosveceslatazaaloslabiosyvolvíaponerla sobreelplatillo sinprobar sucontenido,alverquecorríaelriesgodeempañarmihonorabilidadconunaexplosiónsimilar.

Aldíasiguiente,mimadreyRoseseapresuraronacumplimentaralabellareclusa. Pocomás sabían cuando volvieron; peromi madre declaró que nolamentabaelviaje,porquesibiennohabíasidodegranutilidadparaella,sejactó de haber proporcionado alguna, lo cual eramejor todavía: había dadoalgunosconsejosprovechosos,que,creía,noseríandeltodoinútiles;laseñoraGraham,aunquefuepococomplacienteconlacuriosidaddesusinterlocutorasyaparentóseralgoobstinada,noparecía incapazdereflexión.Sinembargo,unollegabaapreguntarsequéhabíahechodurantetodasuvida,pueslapobrehabíamostradounalamentableignoranciasobrealgunascosasynisiquierasehabíaavergonzadodeello.

—¿Sobrequécosas,madre?—pregunté.

—Sobreelgobiernodelacasa,lospequeñossecretosdelacocinaytodasesas cosas con las que las señoras deberían estar familiarizadas, tanto sinecesitan hacer uso de sus conocimientos como si no. No obstante, le dialgunosconsejosútilesyvariasrecetasexcelentes,cuyovalorevidentementenopudoapreciar,puesmerogóquenomepreocupara,quellevabaunavidatantranquilaysencillaqueestabaseguradequenotendríaquehacerusodeellos.«Noimporta,querida—ledijeyo—;esalgoquetodamujerrespetabledeberíasaber;además,aunqueviveustedsolaahora,nosiempreseráasí.Haestadocasadayprobablemente(casipodríadecircontodaseguridad)volveráa casarse». «Se equivoca usted, señora —dijo ella, casi con arrogancia—;estoyseguradequenuncavolveréacasarme».Lecontestéqueyosabíamásdeestascosas.

—Supongoqueseráunaviudajovenyromántica—dije—quesedisponeaterminarsusdíasaquí,ensoledad,yallorarensecretoporsuqueridoesposodesaparecido.Nodurarámucho.

—No, yo no lo creo así—observóRose—.Después de todo no parecíamuydesconsolada;esdemasiadoguapa,másbienatractivadiría.Tienesqueverla, Gilbert; te parecerá una absoluta belleza, aunque difícilmente podrásencontrarlaparecidaaElizaMillward.

—Bueno,puedo imaginarmuchos rostrosmáshermososqueeldeEliza,

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aunque no más encantadores. Estoy de acuerdo en que está lejos de serperfecta,perocreoquesifueramásperfecta,seríamenosinteresante.

—¿Asíqueprefieressusdefectosalaperfeccióndeotraspersonas?

—Exactamente,exceptuandolaeleganciademimadre.

—¡Oh,miqueridoGilbert,quécosasdices!Séquenohablasenserio;esonopuedesercierto—dijomimadre,yconelpretextodequeteníaalgoquehacersalió,presurosa,delahabitación,paraescaparalacontradicciónqueseestremecíaenmilengua.

DespuésRosemefacilitómásdetalles referentesa laseñoraGraham.Suaspecto, susmodales, su vestido, incluso losmuebles de la habitación en laque vivía fueron descritos con una claridad y precisión que superaban micuriosidad; pero como no escuché con atención, no podría repetir ladescripción,aunquequisiera.

Eldíasiguientefuesábado,yeldomingotodoelmundosepreguntabasilabelladesconocidasacaríaprovechodelaamonestacióndelvicarioeiríaalaiglesia.Confiesoqueyomismomiré con cierto interés hacia el viejobancofamiliarpertenecienteaWildfellHall,dondelosrojoscojinesdescoloridosyla tapiceríanohabíansidotocadosnirenovadosduranteaños,y losausterosblasones, con sus lúgubres bordes de tela negra amarillenta, parecíanmirarseveramentedesdelapared.

Y allí contemplé una figura alta, femenina, vestida de negro. Su rostroestaba vuelto hacia mí y había algo en él que, una vez visto, me invitó amirarlootravez.Elpeloeranegroybrillante,dispuestoenbucleslargos,untipodepeinadobastantepococorrienteenaquellosdías,perosiempreeleganteyapropiado;sutezeraluminosaypálida;nopudeverlelosojos,puesestabanfijoseneldevocionario,ocultosporlospárpadoscaídosyunaspestañaslargasynegras,pero lascejaseranexpresivasybiendefinidas; la frenteeraaltaydespejada; la nariz, perfectamente aguileña, y los rasgos en general,intachables;sóloseobservabaunligerohundimientoalrededordelasmejillasylosojos,yloslabios,aunquefinamenteformados,eranunpocodemasiadodelgados, un poco demasiado apretados, y sugerían algo que denotaba untemperamentonomuydulceyamable;ypenséparamí:

«Preferiría admirarla desde esta distancia, bella señora, que compartir suhogar».

Depronto levantó lavistay se encontrócon lamía; conscientementenoretirémisojosdelossuyos;ellavolvióasulibro,peroconunamomentánea,indefinibleexpresióndeserenodesdén,quefueindeciblementeirritanteparamí.

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«Creequesoyunmozalbeteindiscreto—pensé—.¡Muybien!Notardaráencambiardeopinión.Sí,creoquevalelapena».

Pero entonces me di cuenta de que aquéllos eran pensamientosinapropiados para un lugar de culto y que mi comportamiento, en aquelmomento,noeraeldebido.Sinembargo,antesdeprestaratenciónalservicio,eché unamirada alrededor de la iglesia para ver si alguienmehabía estadoobservando;perono,todoslosquenoestabanpendientesdesudevocionario,loestabande laextrañadama,entreellosmibuenamadreymihermana, laseñoraWilsonysuhija;inclusoElizaMillwardmirabafurtivamentedereojohaciaelcentrodeatraccióngeneral.Luegomemiró,sonrióafectadamenteyse ruborizó, fijó con humildad la vista en el devocionario y se esforzó porcomponersuexpresión.

Denuevomiconductaera indecorosa,peroestavezmelohizosentiruninesperadocodazoquemepropinóenlascostillasmipetulantehermano.Demomento, no pude reaccionar ante la afrenta más que pisándole el pie,demorandomivenganzahastaquehubiéramossalidodelaiglesia.

Ahora,Halford,antesdeterminarestacarta,tehablarédeElizaMillward.Era lahijamenordelvicarioyunapequeñacriaturarealmenteatractiva,porquienyosentíanopocapredilección;yella losabía,aunqueyonuncahabíallegado a dárselo a entender claramente y no tenía una intención precisa dehacerlo,puesmimadre,queopinabaquenohabíamujeradecuadaparamíentreintakilómetrosalaredonda,nopodíasoportarlaideadequemecasaseconaquelser insignificante,quien,ademásdesusnumerososdeméritos,noteníaveintelibrasquepudierallamarsuyas.ElcuerpodeElizaeraalmismotiempodelicado y regordete, su cara, pequeña y casi tan redonda como la de mihermana—la tezalgoparecidaa la suya,peromássuaveysindudamenoslozana—,narizrespingona,rasgosengeneralirregulares;enconjunto,eramásencantadora que bonita. Pero sus ojos —no debo olvidar esta notablecaracterística, pues en ella residía su atractivo principal, en apariencia almenos—,susojoseranlargosyestrechos,elirisnegro,omarrónmuyoscuro,laexpresiónmudable,siemprecambiante,perosiempreoextraordinariamente—casi diría diabólicamente— maliciosa, o irresistiblemente fascinante; amenudo, ambas cosas. Su voz era melosa e infantil; su paso, ligero ysilenciosocomoeldeunagata;perosusmodales recordabanconfrecuencialos de un precioso gatito juguetón, unas veces insolentes y algo ásperos, yotras,tímidosyrecatados,segúnsupropiaydulcevoluntad.

SuhermanaMaryeravariosañosmayorqueella,varioscentímetrosmásalta, de una constitución más corpulenta y vulgar: una muchacha sencilla,tranquilaysensata,quehabíacuidadoasumadredurantesuúltima, largaytediosaenfermedad,yquehabíasidoelamadecasaylaesclavadelafamiliadesde entonces hasta elmomento presente. Contaba con la admiración y la

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confianzadesupadre,eraamadaportodoslosgatos,perros,niñosypobres,ymenospreciadayolvidadaportodoslosdemás.

ElreverendoMichaelMillwarderauncaballerodeedad,alto,grave,conun rostrode rasgos abultados, que se colocabaun sombrerode teja sobre lagrande y cuadrada cabeza, llevaba un imponente bastón en la mano y seenfundaba las todavía poderosas piernas en calzones cortos y polainas, omediasnegrasdesedaenceremoniaspúblicas.Eraunhombredeideasfijas,fuertes prejuicios y costumbres regulares, intolerante con toda clase dedisidencia, que actuaba con la firme convicción de que sus opiniones eransiempre acertadas y que todo aquel que no estuviera de acuerdo con ellasdebíaserodeplorablementeignoranteointencionadamenteciego.

En mi infancia me había acostumbrado a mirarle siempre con unsentimientodetemorreverencial,quehesuperadonohacemucho,porque,sibienerapaternalmentebondadosoconlosmansos,eraunhombreestricto,ycensurabaconrigornuestrospecadillosyfaltasjuveniles;además,enaquellaépoca, siempre que venía a visitar a nuestros padres, nosotros teníamos quepresentarnosanteélyrecitarelcatecismo,orepetir«cómohacelalaboriosaabejita»ocualquierotrohimno,o—lopeordetodo—serexaminadossobresu última plática y las partesmás importantes de ésta, que nunca podíamosrecordar.A veces el honorable señor llegaba a censurar amimadre por serdemasiadoindulgenteconsushijos,haciendoreferenciaalviejoEli,oaDavidyAbsalón,locualeraespecialmenteirritanteparasussentimientos;yapesarde lo mucho que ella respetaba su persona y sus opiniones, una vez la oíexclamar:

—¡Cómomegustaríaquetuvieraunhijoél!Asínoestaríatandispuestoadarleconsejosalagente;yaveríaloquecuestamantenerarayaadosniños.

Teníauna loablepreocupaciónpor su salud: se levantabamuy temprano,dabaunpaseoantesdedesayunar,insistíaexcesivamenteenquelaropafueracaliente y no estuviera húmeda, nunca se supoque predicara un sermón siningerir previamenteunhuevo crudo—aunque tenía buenospulmonesyunavozpotente—,yera,engeneral,muyescrupulosoconloquecomíaybebía,aun sin ser en absoluto abstemio; despreciaba olímpicamente el té y otrasaguassucias,yerapartidariodelacerveza,eltocinoyloshuevos,eljamón,eltasajo, y otras carnes fuertes, que se adaptaban bastante bien a su aparatodigestivo, por lo que mantenía que eran buenas y saludables para todo elmundo, y confiadamente se las recomendaba a los más delicadosconvalecientes de dispepsia, a quienes, si no recibían los prometidosbeneficios de sus prescripciones, les decía que era a causa de no haberperseveradoy,sisequejabandelosresultadosmolestosprovenientesdeellas,lesasegurabaqueeranfantasíassuyas.

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Me referiré brevemente a otras dos personas a las que he mencionado,antesdeconcluirestalargacarta.SonlaseñoraWilsonysuhija.Laprimeraera la viuda de un importante terrateniente, un viejo chismoso de menteestrecha,cuyocarácternovale lapenadescribir.Teníadoshijos:Robert,unagricultorzafioyrudo,yRichard,unjovenretraídoyaplicado,queestudiabaalosclásicosconlaayudadelvicario,preparándoseparalauniversidad,convistasaingresarenlaIglesia.

SuhermanaJaneeraunamuchachadeciertotalentoymásambiciosa.Porpropio deseo había estudiado en un colegio y había recibido una educaciónsuperior a la de cualquier miembro de la familia. Había aprovechado elafinamiento y adquirido una elegancia considerable de modales; sedesembarazócasicompletamentedesuacentoprovincianoypodíajactarsedemás triunfos que las hijas del vicario.Además era considerada una belleza;aunque en ningún caso pudo contarme entre sus admiradores. Tenía unosveintiséis años, era bastante alta,muy delgada, su pelo no era ni castaño nialbazano,sinoinequívoca,brillanteyluminosamenterojo;sutezerabellísimay radiante; la cabeza, pequeña, el cuello, largo; la barbilla, graciosa, aunquemuy corta, los labios, delgados y rojos; los ojos, de color castaño claro,inquietos y penetrantes, pero del todo desprovistos de poesía o sentimiento.Tuvoopudohabertenidomuchospretendientesdesurango,perolosrechazódesdeñosamenteatodos;porquenadie,salvouncaballero,podíacomplacersurefinado gusto, y nadie, salvo un hombre rico, podía satisfacer su ambiciónilimitada. Hubo un caballero, de quien había recibido últimamente ciertasatenciones bastante insinuantes, y a cuyo corazón, nombre y fortuna, eso serumorea, ella había dirigido sus designios. Era el señor Lawrence, el jovenhacendado cuya familia había ocupado primero Wildfell Hall, que habíamarchado de allí hacía unos quince años, para vivir en una mansión másmodernaycómodaenelpueblovecino.

Enfin,Halford,medespidodetiporahora.Estoeselprimerplazodemideuda.Si lamoneda te satisface,dímelo,y temandaréel restoenmis ratoslibres:siprefirieresseguirsiendomiacreedorenvezdecolmartumonederocon unas piezas tan pesadas y torpes, házmelo saber, y agradeceré tubenevolencia,guardandogustosamenteeltesoro.

Afectuosamentetuyo,

GILBERTMARKHAM.

CAPÍTULOII

UNAENTREVISTA

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Advierto con alegría,mi estimado amigo, que la nube de tu desazón hadesaparecido: la luz de tu semblante me bendice una vez más. Deseas lacontinuacióndemihistoria;asíque,sinmásdilaciones,pasoaofrecértela.

Creoqueeldíaquemencionéenúltimolugarfueundomingo,elúltimodel mes de octubre de 1827. El martes siguiente salí, con mi perro y miescopeta, en persecución de cualquier pieza de caza que pudiera encontrardentrodelterritoriodeLindenCar;peroalnohallarninguna,dirigímiarmacontra loshalconesy lascornejas,cuyospillajes,comosospeché,mehabíanprivadodemejorpresa.Conestefinabandonélosparajesmásfrecuentados—los valles arbolados, los sembrados y las praderas—, y comencé a subir laescarpada pendiente de Wildfell, el monte más alto y agreste de losalrededores; conforme se asciendepor él, los setos, así como los árboles, sevuelvenescasosydesmedrados,cediendosusitio,finalmente,losprimeros,atoscasvallasdepiedras,parcialmentereverdecidasporelmusgoylayedra,ylossegundos,alosalercesylosabetosescoceses,oalossolitariosendrinos.Loscampos,comosonásperosypedregososyporcompletoinadecuadosparael arado, se habían dedicado fundamentalmente al apacentamiento de lasovejasyelganado;lacapadetierraeradelgadaypobre:fragmentosderocagris asomaban aquí y allá en las lomas cubiertas de hierba; arándanos ymatorrales—reliquiasdeunafloraciónmássalvaje—crecíanbajolosmuros;yenmuchasdelasvallas,ambrosíasyjuncosusurpabanlasupremacíadelaescasahierba;peronadadeesoerademipropiedad.

Cercadelacimadeestacolina,aunostreskilómetrosdeLindenCar,sealzabaWildfellHall, una retiradamansión de la época isabelina, construidaconpiedragris oscura, de aparienciapintorescayvenerable, pero, sinduda,bastante fríay lúgubrepara serhabitada, congruesospartelucesdepiedraypequeñas celosías enrejadas, respiraderos desfigurados por el tiempo, y unasituacióndemasiadosolitaria,demasiadodesabrigada…sóloprotegidadelosataquesdelvientoyel tiempoporungrupodeabetosescoceses, igualmentemarchitadosporlastormentasyconunaspectotanlúgubreyausterocomolamismacasa.Detrásdeéstaseextendíancamposdesoladosy,másallá,lacimaparda,cubiertadematorrales,delacolina;delantedeella(cercadopormurosdepiedra en los que se insertabaunapuerta dehierro congrandesbolas degranito colocadas en la parte superior de los pilares, similares a las quedecoraban el tejadoy los gabletes), había un jardín, enotro tiempopobladoportodaslasrobustasplantasyfloresqueelsueloyelclimapodíanpermitirytodoslosárbolesyarbustosquelaesforzadatijeradeljardineropodíatolerar,lamayoríaprontosatomarlasformasqueescogíadarles;ahora,abandonadodurante tantos años, sin cultivar ni arreglar, entregado a la maleza y elhierbajo, a las heladas y los vientos, a la lluvia y la sequía, presentaba un

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aspectoverdaderamentesingular.Lostupidossetosdeligustrequebordeabanelsenderoprincipalestabanensusdosterceraspartessecos,yelrestocrecíamás allá de todo límite razonable; el viejo cisne de madera de boj quepermanecíajuntoalaraederahabíaperdidoelcuelloylamitaddelcuerpo;lasfortificadastorresdelaurelquehabíaenmediodeljardín,elenormeguerreroque aún se erguía a uno de los lados de la puerta de entrada y el león queguardaba el otro, habían adquirido formas tan fantásticas queno recordabannadaquehubieraen la tierraoenelcielo,oen lasaguas subterráneas;másbien, en mi imaginación juvenil, tenían todos una apariencia mágica quearmonizaba con las misteriosas leyendas y las oscuras tradiciones que noshabíacontadonuestraniñera respectoa laencantadamansióny susdifuntosocupantes.

Habíaconseguidomatarunhalcónydoscornejascuandolleguécercadela casa; entonces, renunciando a la caza, seguí paseando para contemplar elviejolugaryverloscambiosquehabíaefectuadoenélsunuevaocupante.Noqueríallegarhastalamismapuertaparahusmeardesdeallí;asíquemedetuvejuntoalmurodeljardín,miréynovicambioalguno,salvoenunadelasalas,donde las ventanas rotas y el tejado destruido habían sido claramentereparados,ydondeunadelgadaespiraldehumosubíapor loscañonesde lachimenea.

Mequedédepie,apoyadoenmiescopeta,mirandolososcurosgabletes,yme sumergí en una vaga ensoñación, tejiendo una serie de caprichosasfantasías en las que semezclaban a partes iguales los viejos recuerdos y lajovenybellaermitaña,ahoradetrásdeaquellosmuros.Oíunligerocrujidoyjadeosyalmirarhaciaeljardínendirecciónadondeprocedíanlosruidos,viunadiminutamanoqueseelevabaporencimadelmuro:seaferróalaúltimapiedra,yluegootramanosealzóparaagarrarseconfirmeza;despuésaparecióunafrentepequeñayblanca,rematadaporunosbuclesdepelocastañoclaro,conunpardeojosazuloscurodebajo,ylapartesuperiordeunapequeñanarizmarfileña.

Los ojos no advirtieron mi presencia, sino que destellaron de alegría alcontemplar a Sancho, mi hermoso perdiguero blanco y negro, que estabacorreteandoporelcampoconelhocicopegadoalsuelo.Lapequeñacriaturaestiróelcuelloyllamóagritosalperro.Elbondadosoanimalsedetuvo,miróhaciaarribaymeneólacola,sinacudiralallamada.Elniño,queparecíatenerunoscincoaños,trepóhastalacimadelmuroylollamóunayotravez;peroalverquenoconseguía supropósito,pareció tomar ladeterminación, comoMahoma,deiralamontañapuestoquelamontañanoibaaél,eintentósaltar;masunimpertinentecerezo,quecrecíavigorosocercadeallí,lecogióporelvestidoconunadelasaviesasyásperasramasqueseextendíanhastaelmuro.Alintentardesembarazarsedeella,resbalóunodesuspiesycayó,aunqueno

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al suelo; el árbol todavía lo tenía suspendido. Hubo una lucha silenciosa yluegoseoyóunchillido;peroyohabíadejadocaermiescopetasobrelahierbaymeprecipitéacogeralpequeñoenmisbrazos.

Lefrotélosojosconsuvestido,ledijequeestabaperfectamenteyllaméaSancho para que le tranquilizara. Acababa de poner su manecita sobre elcuellodelperroyempezabaasonreírentrelágrimas,cuandooí,detrásdemí,elruidodelapuertadehierroalabrirseyelrocedeunasropasfemeninas;deprontovi a la señoraGrahamabalanzarse sobremí, el cuello desnudoy loscabellosmovidosporelviento.

—¡Dejealniño!—dijoconunavozapenasmásaltaqueunmurmulloperocon un tono de sorprendente vehemencia y, cogiendo al pequeño, me loarrebató,comosiyopadecieraunaenfermedadcontagiosa;luegopermaneciócon una mano firmemente aferrada a la del niño y la otra en su hombro,fijando en mí sus ojos grandes, oscuros y luminosos, pálida, sin aliento,temblandodeagitación.

—Noestabahaciendodañoalniño,señora—dijeyo,sinsabermuybiensime sentía sorprendidoodisgustado—.Secayódelmuroy tuve la suertedecogerlecuandoestabacolgadopeligrosamentedeaquelárbol,yprevenirnoséquécatástrofe.

—Lepidodisculpas,señor—balbuceóella;secalmódepronto,laluzdela razón pareció iluminar su ensombrecido espíritu y el rubor se extendiódébilmenteporsusmejillas—.Noleconocíaausted…ypensé…

Seinclinóparabesaralniñoyrodeócariñosamentesucuelloconelbrazo.

—Supongoquecreyóustedqueibaaraptarasuhijo.

Moviólacabezaconunasonrisaconfundidayreplicó:

—Nosabíaquehabíaintentadotreparalatapia.TengoelplacerdehablarconelseñorMarkham,¿noesasí?—añadióconciertabrusquedad.

Yoinclinélacabezaymeaventuréapreguntarlecómolosabía.

—SuhermanavinoaquíhaceunosdíasconlaseñoraMarkham.

—¿Nos parecemos tanto?—le pregunté, sorprendido, no muy halagadoporlaidea.

—Creo que se parecen en los ojos y la tez —replicó ella, con airedubitativo,inspeccionandomicara—,ycreoqueleviaustedenlaiglesiaeldomingo.

Sonreí.Huboalgoenaquellasonrisa,oenlosrecuerdosquedespertó,quefue especialmentemolesto para ella, porque su rostro adquirió de pronto laexpresiónorgullosa, fría,quehabíaocasionadodeforma tan inexplicablemi

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impertinencia en la iglesia: una expresión de desprecio, adoptada de unamanera tan natural, sin cambiar en absoluto un solo rasgo, que en aquelmomentomepareciólaexpresiónnormaldesurostro,delomásprovocadoraparamí,porquenopodíapensarquefuerafingida.

—Buenosdías,señorMarkham—dijoella,ysinotrapalabraomirada,seretiróconsuhijoal jardín;volvíamicasamalhumoradoe insatisfecho.Meseríamuydifícilexplicarteporqué,yportantonolointentaré.

Entréenmicasasóloparadejarallílaescopetayelcebador,ydaralgunasinstrucciones necesarias a uno de los labradores; luego me encaminé a lavicaría,parasolazarmiespírituysuavizarmiinquietudconlacompañíaylaconversacióndeElizaMillward.

La encontré, como de costumbre, ocupada con una pieza de bordado (lamanía del estambre no había empezado aún), mientras su hermana estabasentada junto a una esquina de la chimenea, con el gato en sus rodillas,remendandounmontóndemedias.

—¡Mary, Mary, guárdalas! —estaba diciendo Eliza cuando entré en lahabitación.

—¡No quiero!—fue la flemática respuesta; ymi presencia impidió quecontinuaraladiscusión.

—¡Qué mala suerte ha tenido, señor Markham! —observó la hermanamenorconunadesusmaliciosasyoblicuasmiradas—.¡Papáseacabadeiralpuebloyprobablementenovolveráhastadentrodeunahora!

—Noimporta;puedoarreglármelasparapasarunosminutosconsushijas,siellasmelopermiten—dije,acercandounasillaalfuegoysentándomeenella,sinesperarelofrecimiento.

—Bueno,siesustedamableyentretenido,nopondremosobjeciones.

—Por favor, dejen que su tolerancia sea incondicional; porque no hevenidoparaproporcionarplacer,sinoparabuscarlo—contestéaltivamente.

Sinembargo,mepareciórazonablehacerunligeroesfuerzoparahacermicompañía agradable; y aunque realmente pequeño, fue bastante afortunado,pues la señorita Eliza nunca estuvo de mejor humor. Parecíamosverdaderamente encantados, y conseguimosmantener una animada y alegre,aunquenomuyprofunda,conversación.Fueunpocomejorqueuntête-à-tête,pues la señorita Millward no abrió nunca los labios, salvo para corregirocasionalmente alguna afirmación casual o expresión exagerada de suhermana,yunavezparapedirlequerecogieralamadejadealgodón,quehabíarodadobajolamesa.Lohiceyo,sinembargo,comoeramideber.

—Gracias,señorMarkham—dijoellacuandoselaentregué—,lahubiera

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cogidoyomisma,peroesquenoqueríamolestaralgato.

—Mary,querida,esonotedisculpaa losojosdelseñorMarkham—dijoEliza—;élodialosgatos,meatreveríaadecir,comoodiacordialmentealasviejassolteronas,comotodosloscaballeros.¿Noesverdad,señorMarkham?

—Creoqueesalgonaturalennuestropococariñososexolaaversiónporlosanimalitos—repliqué—,porqueustedes,lasmujeres,lesprodiganmuchascaricias.

—¡Bendecidlas, pequeños favoritos! —gritó ella en un estallido deentusiasmo, dando la vuelta y abrumando al animal de su hermana con unalluviadebesos.

—¡No, Eliza! —exclamó la señorita Millward, algo arisca, mientras laapartaba.

Peroyaerahoradequemefuera:pormuchoquemeapresurara llegaríatardeparaelté,ymimadreeralapuntualidadyelordenenpersona.

Eraevidentequemibellaamigasemostrabareaciaadespedirsedemí.Leestrechécariñosamentelamanoalpartir,yellamerecompensóconunadesussonrisasmásdulcesyunadesusmiradasmásencantadoras.Volvíacasamuyfeliz,conelcorazónrebosantedeautocomplacenciae inundadodeamorporEliza.

CAPÍTULOIII

UNADISCUSIÓN

Dos días más tarde, la señora Graham se presentó en Linden Car,contrariamente a la suposición de Rose, quien sostenía la idea de que lamisteriosa ocupante de Wildfell Hall desdeñaría por completo lasobservacionescomunesdelavidacivilizada,opiniónenlaquelasecundabanlosWilson,quienesatestiguabanquenisuvisitaniladelosMillwardhabíansido devueltas todavía. Sin embargo, la causa de aquella omisión fueexplicada,aunquenoalaenterasatisfaccióndeRose.LaseñoraGrahamhabíatraídoconsigoasuhijo,ycuandomimadreleexpresósusorpresadequeelniñofueracapazdehacerunacaminatatanlarga,contestó:

—Esunpaseomuylargoparaél,perodebía traerleconmigoorenunciardeltodoalavisita,porquenuncaledejosolo.Deborogarle,señoraMarkham,quemeexcuseantelosMillwardylaseñoraWilsoncuandolosvea,puesmetemoquenopodré tenerelplacerdevisitarloshastaquemipequeñoArthurseacapazdeacompañarme.

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—Perotieneustedunacriada—dijoRose—;¿nopodríadejaralniñoconella?

—Ellatieneotrasocupacionesqueatendery,además,esdemasiadoviejapara correr tras el niño; y él es demasiado inquieto para estar sujeto a unamujerdeedad.

—Perolepermitióustediralaiglesia.

—Sí,unavez;peronolohubierahechoporningunaotrarazón,ycreoqueenlosucesivotendréquearreglármelasparallevarloconmigooquedarmeencasa.

—¿Estantravieso?—preguntómimadre,bastanteimpresionada.

—No—replicó la dama, sonriendo tristemente, al tiempoque acariciabacon una mano el ondulado cabello de su hijo, que estaba sentado en untabureteasuspies—,peroélesmiúnicotesoroyyosoysuúnicaamiga,asíquenonosgustaestarseparados.

—Pero,querida,yollamoaesounachifladura—dijomifrancamadre—.Deberíaustedtratardesuprimiresosdisparatadosmimos,tantoparaevitarquesuhijoseecheaperder,comoparasalvarseusteddelridículo.

—¿Echarleaperder,señoraMarkham?

—Sí, esmalcriar alniño. Inclusoa suedadno tendríaqueestar siemprepegadoalasfaldasdesumadre;deberíaaprenderaavergonzarsedeello.

—SeñoraMarkham,leruegoquenodigaesascosas,almenosdelantedeél.¡Confíoenquemihijonoseavergüencenuncadequererasumadre!—exclamólaseñoraGrahamconunaenergíaqueasombróalospresentes.

Mimadretratódeapaciguarlaconunaexplicación,peroelladioaentenderque ya se había hablado bastante sobre el tema y cambió bruscamente deconversación.

«Tal comome lo había imaginado—me dije—. El temperamento de ladama no es muy dulce, a pesar de su rostro delicado, pálido y su frentedespejada,dondelareflexiónyelsufrimientoparecenhaberdejadosuhuellaporigual».

Durante todo ese tiempo yo permanecí sentado a la mesa en el otroextremodelahabitación,enaparienciaabsortoenlalecturadeunnúmerodelaFarmer’sMagazine,quediolacasualidadqueestabaleyendocuandollegónuestravisitante.Habíaoptadoporno ser excesivamente cortés, ymehabíalimitadoahacerunainclinacióndecabezacuandoellaentró,yhabíaseguidoconmiocupación.

Al poco rato, sin embargo, me di cuenta de que alguien se estaba

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acercandoamíconpasocauteloso,lentoydubitativo.EraelpequeñoArthur,irresistiblementeatraídopormiperroSancho,queestabatendidoamispies.Allevantarlavista, leviaunosdosmetros,observandoávidamenteconsusclaros ojos azules al perro, inmóvil, no por miedo al animal, sino por unatimidez que le impedía acercarse a su dueño. No obstante, un arranque devalorleindujoaadelantarse.Elniño,aunquetímido,noerahosco.Alminutoestaba arrodillado en la alfombra, con sus brazos alrededor del cuello deSancho, y uno o dosminutosmás tarde, el pequeño estaba sentado enmisrodillas, mirando con ávido interés los distintos tipos de caballos, ganado,cerdosygranjasmodeloqueaparecíanenlarevistaqueteníadelante.Mirabaa sumadre de vez en cuando para ver cómo le sentaba la idea de la reciénnacida intimidad; y comprendí, por la mirada de ella, que, por una u otrarazón,nosesentíacómodaconellugarqueocupabaelniño.

—Arthur —dijo finalmente—, ven aquí. Estás molestando al señorMarkham,estáocupadoleyendo.

—Deningunamanera,señoraGraham;leruegoqueledejeaquí.Estoytanentretenidocomoél—aleguéyo.Peroellavolvióallamarleconlamiradayhaciendounademán.

—No,mamá—dijoelniño—,déjameverestasestampasprimero;despuésiréytecontarécómoson.

—Vamosatenerunapequeñafiestaellunes,cincodenoviembre—dijomimadre—,yesperoquevengausted, señoraGraham.Puede traeralniñocontodatranquilidad;leaseguroqueseremoscapacesdecuidardeél.AsípodráustedexcusarseconlosMillwardylosWilson.Ellostambiénvendrán.

—Gracias,peronuncavoyafiestas.

—¡Oh!,peroéstaseráunaveladamuyfamiliar.EmpezarátempranoynoestaremosmásquenosotrosylosMillwardylosWilson,alamayoríadeloscualesyaconoce,yelseñorLawrence,sucasero,aquienseguroyaconoce.

—Leconozcounpoco,perodebeustedexcusarmeestavez.Lastardessonahora oscuras y húmedas y Arthur, me temo, es demasiado delicado paraexponerleasuinfluenciaconimpunidad.Debemosdejarparamásadelanteelplacerdesuhospitalidad,hastaquevuelvanlosdíasmáslargosylasnochesseanmáscálidas.

Entonces Rose, ante una insinuación demimadre, sacó del armario delaparador una garrafa de vino, vasos y un pastel, y el refrigerio fuedebidamenteofrecidoanuestrosinvitados.Éstoscompartieronelpastel,perorehusaronconobstinaciónprobarelvino,apesardeloshospitalariosintentosde su anfitriona por servírselo. Arthur, especialmente, huyó del rojo néctarcomo aterrorizado y disgustado, y estuvo a punto de llorar cuando le

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insistieronenquelotomara.

—Notepreocupes,Arthur—dijosumadre—,laseñoraMarkhamcreequetesentaríabiendespuésdeunpaseotanagotador;¡peroellanovaaobligarteatomarlo!Preferiríaquenoinsistiera,señora.Nosoportanisiquieralavistadelvino—añadió—,yelolorcasileponeenfermo.Yosolíaobligarleabeberun poco de vino o de licor suave con agua como medicina cuando estabaenfermoylaverdadesqueconseguíquelosdetestara.

Todoelmundoserió,exceptolajovenviudaysuhijo.

—En fin, señora Graham —dijo mi madre secándose las lágrimas dealegríadesusbrillantesojosazules—,en fin, ¡mesorprendeusted!Lacreíamás sensata. ¡La pobre criatura va a convertirse en un completo calzonazosquenuncahabrá tomadounacopademás!Pienseúnicamenteen laclasedehombrequevaustedahacerdeél,siinsisteen…

—Mepareceunplanexcelente—lainterrumpiólaseñoraGrahamconunaseriedadimperturbable—.Deesamaneraesperosalvarlealmenosdeunviciodegradante.Megustaríapoderproporcionarlelosalicientesparacualquierotroplanqueleresultetanpocodañino.

—Pero de esa forma —dije yo—, nunca le convertirá en un hombrevirtuoso. ¿Enqué consiste la virtud, señoraGraham? ¿Es la cualidad de sercapazyestardispuestoaresistirlatentación,oladenotenertentacionesqueresistir?¿Eshombrefuerteaquelquesuperagrandesdificultadesyescapazdelogrossorprendentes,auncongrandesesfuerzosmuscularesyconelriesgodelasubsiguientefatiga,oaquelqueestásentadotodoeldíasinmásocupacióntrabajosaqueavivarelfuegoyllevarselacomidaalaboca?Siquiereverasuhijo caminar honrosamente por el mundo, no debe intentar apartarle laspiedrasqueseencuentreenelcamino,sinoenseñarleacaminarconfirmezaporencimadeellas,noinsistiendoenllevarledelamano,sinodejándolequeaprendaairsolo.

—Le llevaré de la mano, señor Markham, hasta que tenga energíasuficienteparairsolo.Yleapartarétantaspiedrasdelcaminocomopueda,yleenseñaréaevitar lasdemás,oacaminar firmementeporencimadeellas,comousteddice;porquecuandohayahechotodoloposibleporapartarlelaspiedras, quedarán todavíamuchas para ejercitar toda la agilidad, entereza ycautelaquepuedallegaratener.Estámuybienhablardelaresistencianobleyde las pruebas de la virtud, pero por cada cincuenta… o cada quinientoshombresquesehanrendidoalatentación,muéstremeunoquehayatenidolavirtudderesistir.¿Porquévoyadarporseguroquemihijoseráunoentremil,envezdeprevenirmecontralopeorysuponerqueélserácomosu…comoelrestodelahumanidadsinoprocuraevitarlo?

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—Esustedmuylisonjeracontodosnosotros—observé.

—Austedesnolosconozco;hablodeaquellosalosquesíconozco.Ysiveo a toda la raza humana (con algunas raras excepciones) tropezar yequivocarse a lo largo del camino de la vida, hundirse en cada trampa,romperseloshuesosencadaobstáculodelcamino,¿hederenunciarautilizartodoslosmediosqueesténamialcanceparaasegurarleuntránsitomásllanoyseguro?

—Sí, pero la forma más segura es esforzarse por fortalecerle contra latentación,noquitárseladelcamino.

—Haréambascosas,señorMarkham.Diossabequeleasaltaránbastantestentaciones, dentro y fuera, cuando yo haya hecho todo lo posible porpresentarelvicioanteélcomoalgotanpocoseductorcomoefectivamenteesporpropianaturaleza.Yomisma,enrealidad,hetenidopocosestímulosparalo que el mundo llama vicio, pero he sufrido, sin embargo, tentaciones ypruebasdeotraclase,quehanrequerido,enmuchasocasiones,másvigilanciayfirmezaparahacerlesfrentedelasqueyohesidocapazdeoponerleshastaahora.Ycreoqueestoes loquereconocería lamayoríadelagentequeestáacostumbrada a la reflexión y deseosa de luchar contra sus perversionesnaturales.

—Sí—dijomimadreentendiendoamediaselsentidodesuspalabras—,peronojuzgueaunmuchachoporustedmisma;miqueridaseñoraGraham,permítamequelaprevengaatiempocontraelerror,elfatalerrorlollamaríayo, de asumir la responsabilidadde la educacióndel niño.Porqueusted seahábilenalgunascosas,yculta,nopuedecreersealaalturadelatarea,noloestáustedenrealidad;ysiinsisteensupretensión,créamequesearrepentiráamargamentecuandoeldañoestéhecho.

—¡Supongo que habré de mandarle a la escuela para que aprenda amenospreciarlaautoridadyelafectodesumadre!—dijonuestravisitanteconunasonrisamásbienamarga.

—¡Oh,no!Perosiquieretenerunmuchachoquemenosprecieasumadre,deje que ella lo guarde en su casa y se pase la vidamimándole, obligada atransigircontodassusextravaganciasycaprichos.

—Estoycompletamentedeacuerdoconusted,señoraMarkham,peronadaestámáslejosdemisprincipiosycostumbresquecomportarmedeunamaneratancriminaleirresponsablecomolaqueusteddice.

—Bueno,peroustedletratarácomoaunaniña,echaráaperdersuespírituy hará de él una señorita, estoy segura de ello, señoraGraham, sean cualesfuerensusideas.LediréalseñorMillwardquehableconusted:élleexplicarálas consecuencias; se las expondrá de unamanera tan clara como la luz del

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día; y le dirá lo que debe usted hacer. Estoy segura de que será capaz deconvencerlaenunminuto.

—No tiene necesidad de molestar al vicario —dijo la señora Grahammirándome; supongo que yo me sonreía ante la ilimitada confianza de mimadreenaquelnotablecaballero—.ElseñorMarkhamcreequesuspoderesde convicción son por lomenos iguales a los del señorMillward. Si no leprestoatenciónaél,tampocomeconvenceránadie,aunqueseacapazdehacermilagros,élpuededecírselo.Enfin,señorMarkham,ustedquesostienequeunmuchachonodeberíaserprotegidodelmal,sinoenviadoalucharcontraél,soloysinayuda,quenodeberíaenseñárseleaevitar las trampasde lavida,sino temerariamente precipitarle a ellas, o sobre ellas, para que busque elpeligro en vez de esquivarlo, y alimentar su virtud con la tentación, leimportaría…

—Discúlpeme,señoraGraham,perovaustedmuydeprisa.Yonohedichoque haya de enseñarse a un niño a precipitarse en las trampas de la vida, oinclusoabuscarpremeditadamentelatentaciónconelpretextodeejercitarlavirtuddevencerla;yosólodigoqueesmejorarmaryfortalecerasuhéroequedesarmarydebilitar a suadversario;y siustedcultivaun roble jovenenuninvernadero, atendiéndolo solícitamente día y noche, protegiéndolo de cadasoplo del viento, no puede esperar que se convierta en un árbol vigoroso,comoaquelquehacrecidoenelmonte,expuestoalaaccióndeloselementos,nisiquieraprotegidodelgolpedelatempestad.

—Deacuerdo,pero¿usaríausted losmismosargumentos si se trataradeunamuchacha?

—Porsupuestoqueno.

—No.Ustedcreequedeberíasertiernaydelicadamentealimentada,comouna planta de invernadero, enseñada a recurrir a los demás en busca deorientaciónyayuda,yalejadatodoloposibledelconocimientodelmal.¿Seríaustedtanamablededecirmeporquéhaceestadistinción?¿Creeustedqueunamuchachacarecedevirtud?

—Ciertamente,no.

—Pero usted afirma que la virtud sólo se pone al descubierto con latentación;yustedpiensaqueunamujernodebeserexpuestaenabsolutoalatentación, ni informada lo más mínimo sobre el vicio o cualquier cosarelacionadaconél.Debeser,porlotanto,quecreeustedqueestanviciosa,otan tonta, que no puede resistir la tentación; y aunque pueda ser pura einocente siempre que se la mantenga ignorante y limitada, al carecer, sinembargo,devirtud real, enseñarle cómopecar es almismo tiempohacerdeellaunapecadora,ycuantomayorseasuconocimiento,cuantomásampliasu

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libertad,másprofundaserásudepravación;porelcontrario,elsexomásnobleposeeunatendencianaturalalbienque,protegidaporunafortalezasuperior,cuantomássehabitúaapruebasypeligrosmássedesarrolla.

—¡Que el Cielo no permita que yo crea algo semejante! —interrumpífinalmente.

—Entoncesquizápienseustedquelosdossondébilesypropensosaerrar,yqueelmás ligeroerror, lamásmínimamanchade sombra, arruinaría a launa, mientras que el carácter del otro sería fortalecido y embellecido y sueducaciónconvenientementerematadaconunpequeñoconocimientoprácticodelascosasprohibidas.Estaexperiencia(porusarunaexpresióntrillada)seráparaélcomolatormentaparaelroble,queaunquepuedeesparcirlashojasyquebrar las ramasmáspequeñas, sirve en realidadpara afianzar las raícesyendurecery consolidar las fibrasdel árbol.Ustedquerría que animáramos anuestroshijos aprobar las cosaspor supropia experiencia;por el contrario,nuestrashijasnisiquieradebenaprovecharsedelaexperienciadelosdemás.Peroyoquerríaqueambossebeneficiarandelaexperienciadelosdemás,ydelospreceptosdeunaautoridadmásalta,quedeberíanconocerdeantemanopararechazarelmalyelegirelbien,sinrecurrirapruebasexperimentalesparaenseñarles el mal de la transgresión. Yo no enviaría al mundo a una pobremuchachadesarmadafrenteasusenemigoseignorantedelastrampasquesetienden a su paso; ni la vigilaría y la protegería hasta que, desprovista derespeto por sí misma y de seguridad, perdiera el poder o la voluntad decuidarseyprotegerseellamisma;yencuantoamihijo, sicreyeraquevaacrecerparaconvertirseen loqueusted llamaunhombredemundo,unoque«sabe lo que es la vida», y jactarse de su experiencia, aunque la hubieraaprovechadodetalmaneraquefinalmenteseserenarayseconvirtieraenunmiembroútilyrespetadodelasociedad,¡preferiríaquemurieramañana!¡Lopreferiría mil veces! —repitió seriamente, apretando al niño contra ella ybesando su frente conun cariño intenso.Éste, desdehacía algún rato, habíaabandonadoasunuevocompañeroypermanecíadepiecercadelarodilladesu madre, mirando su rostro y escuchando con silencioso asombro suincomprensiblediscurso.

—¡Bueno!Ustedes lasdamassiempre tienenque tener laúltimapalabra,supongo—dijeyo,observandoqueselevantabaycomenzabaadespedirsedemimadre.

—Puede usted tener todos los argumentos que quiera… pero no puedoquedarmeaescucharlos.

—No,deesosetrata:sólooyenustedesdeunadiscusiónloquequieren;elrestopodemosdecírseloalasparedes.

—Sitieneustednecesidaddedeciralgomássobreeltema—contestóella

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mientras le tendía la mano a Rose—, debe usted llevar a su hermana avisitarmealgúndíayescucharé,contodalapacienciaquepuedausteddesear,todoloquequieradecir.Preferiríaseraleccionadaporustedqueporelvicario,porquetendríamenosreparosendecirle,alfinaldeldiscurso,quemiopiniónsiguesiendolamismaquealprincipio…comoseríaelcaso,estoypersuadida,conelrespetodebidoalosdoslógicos.

—Sí,desdeluego—contestéyo,decididoamostrarmetanirritantecomoella—;porquecuandounadamaconsienteenescucharunargumentoquevaencontradesusopiniones,siempreestádecididadeantemanoaresistirseaél,a escuchar solamente con sus oídos corporales, cerrando a cal y canto susórganosmentalesalrazonamientomáspoderoso.

—Buenos días, señor Markham —dijo mi bella antagonista con unasonrisadeconmiseración.

Sindignarse replicar, se inclinó ligeramentey sedispusoa salir;pero suhijo,coninfantilimpertinencia,ladetuvoexclamando:

—¡Mamá,nolehasdadolamanoalseñorMarkham!

Ellasevolviósonrienteymetendiólamano.Selaapretérencorosamente;estabamolesto por la continua injusticia a la queme había sometido desdenuestro primer encuentro. Sin conocer nada demi carácter ymis principiosverdaderos,sesentíaevidentementepredispuestacontramíyparecíaresueltaa mostrar que, en lo que me atañía y sobre cada particular, sus opinionesapuntaban muy por debajo de las que yo tenía de mí mismo. Yo eranaturalmente quisquilloso; si no, no me hubiera sentido tan vejado. Quizá,también,estabaunpocomimadopormimadreymihermana,yalgunasotrasdamasconocidasmías;y,sinembargo,yonoeradeningúnmodounfatuo:deesoestoyplenamenteconvencido,locreasono.

CAPÍTULOIV

LAFIESTA

Nuestrafiestadel5denoviembretranscurrióagradablemente,apesardelanegativa de la señora Graham a honrarla con su presencia. En realidad, esprobable que de haber asistido a ella hubiera habido menos cordialidad,libertadyjuegoentrenosotrosdelosquehubosinella.

Mi madre, como de costumbre, estuvo alegre y habladora, servicial yamable;suúnicaequivocaciónfuepretendercondemasiadainquietudquesusinvitadosfueranfelices,obligandoavariosdeellosahacerloquesusespíritus

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detestaban:acomerobeber,asentarsefrentealachimeneaoahablarcuandoles hubiera gustadopermanecer en silencio.Noobstante, lo soportaronmuybien,puesestabandispuestosadivertirse.

El señor Millward fue generoso en dogmas importantes y bromassentenciosas,anécdotaspomposasydiscursosmagistrales,pronunciadosparala ilustraciónde la reuniónengeneralyde lacautivadaseñoraMarkham,elcortésseñorLawrence,lajuiciosaMaryMillward,elapacibleRichardWilsonyelprosaicoRobertenparticular,quefueronlosoyentesmásatentos.

La señoraWilson estuvomásbrillantequenunca, con su cargamentodenoticiasfrescasyfariseísmoantiguo,entrelazadosconpreguntasyreflexionestrivialesyobservaciones amenudo repetidas, emitidas aparentementeconelúnicopropósitodenodarunmomentodedescansoasusórganosdellenguaje.Sehabíatraídoconellasucalcetayparecíacomosisulenguahubierahechouna apuesta con sus dedos para aventajarles en velocidad y movimientocontinuo.

SuhijaJaneestuvo,naturalmente,tangraciosayelegante,taningeniosayatractiva como posiblemente se había propuesto: habíamuchasmujeres queeclipsar y muchos hombres que seducir, y allí estaba, además, el señorLawrence para ser apresado y subyugado. Sus pequeñas artes de seduccióneran demasiado sutiles e incomprensibles para atraer mi atención, pero mepareciónotarquehabíaenellaunafectadoairedesuperioridadyunatimidezpoco propicia a su alrededor que anulaba todos sus avances. Cuando ya sehabía ido,Rosemecomentó todassusmiradas,palabrasyactitudesconunamezcla de agudeza y aspereza que me hizo maravillarme por igual de laartificiosidaddeladamaylasagacidaddemihermana,ypreguntarmesiéstanotendríaunojopuestotambiénenelpotentado;peronotealarmes,Halford,nolotenía.

Richard Wilson, el hermano menor de Jane, se sentó en una esquina,aparentementedebuenhumor,perosilenciosoytímido,deseosodenollamarla atención, aunque interesado en escuchar y observar; y aunque estaba enciertomodofueradesuelemento,habríasidobastantefelizasumanerasimimadre lehubieradejadoenpaz;peroconsubondadequivocada,nodejódeperseguirle con sus atenciones, acosándole con toda clase de viandas con elpretextodequeerademasiadotímidoparaservirseélmismo,yobligándoleagritardesdeelotroextremodelahabitaciónsusmonosilábicasrespuestasalasnumerosas preguntas y observaciones con las que ella trataba vanamente dehacerleentrarenlaconversación.

Rose me hizo saber que el joven nunca nos habría honrado con sucompañía,sinollegaaserporlainsistenciadesuhermanaJane,quedeseabaansiosamente mostrar al señor Lawrence que tenía un hermano más

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caballerosoy refinadoqueRobert.Aestenotable individuo lohabía tratadoconlamismasolicitudparamantenerleapartado;peroélafirmóquenoveíarazón alguna para no divertirse un rato conMarkham y la vieja dama (mimadrenoeravieja,realmente),ylapreciosaseñoritaRoseyelclérigo,comoel que más; y estaba en su derecho, por otra parte. Así que habló detrivialidades con mi madre y con Rose, discutió con el vicario sobre losasuntosdelavicaría,decosasdelcampoconmigoydepolíticaconlosdos.

MaryMillwardtambiénestuvocallada,peronofuetanatormentadaporlacruel amabilidad como Dick Wilson, porque tenía una manera cortante ydecidida de contestar y rehusar, y se la considerabamás hosca que tímida.Fuera esto cierto o no, la verdad es que no complació ciertamente a laconcurrencia, ni pareció disfrutar mucho con ella. Eliza me dijo que habíavenidosóloporquesupadrehabíainsistidoenello,habiéndoselemetidoenlacabeza que se dedicaba exclusivamente a las faenas caseras, olvidándose delasdistraccionesylasdiversionesinocentesqueeranpropiasdesuedadydesusexo.Engeneralparecióestardebuenhumor.Unaodosveceselingenioyla alegríade algúnprivilegiado entre lospresentes la hicieron reír; entoncesobservéquebuscabalamiradadeRichardWilson,queestabasentadofrenteaella.ComoRichardestudiabaconelpadredeEliza, teníaciertafamiliaridadconél,apesardelascostumbresretraídasdeambos,ysupongoquehabíaunaespeciedecamaraderíaentrelosdos.

MiElizaestaba increíblementeencantadora,coquetasinafectación,ysinlugaradudamásdeseosade llamarmiatenciónque lade losdemás.Podíaleerseclaramenteensurostroencendidoyensupechopalpitanteelplacerqueexperimentabaaltenermecercadeella,sentadoodepieasulado,aldecirlealgoaloídooalapretarlelamanoalbailar,placerdefraudado,sinembargo,porpalabrasygestosatrevidos.Peroserámejorquerefrenemilengua:sihagoalardeahoradeestascosas,tendréqueruborizarmemástarde.

Seguiré, pues, hablando de las distintas personas que componían nuestrafiesta; Rose se mostró sencilla y natural, como siempre, llena de alegría yvivacidad.

Fergusfue impertinenteyabsurdo;perosu insolenciayextravagancia,sibiennoelevaronel concepto enque lo tenían losdemás, sirvieronparaqueéstosserieran.

Finalmente (pues me excluyo a mí mismo), el señor Lawrence fuecaballeroso y atento con todo el mundo, cortés con el vicario y las damas,especialmente con la anfitriona y su hija, y la señorita Wilson… ¡hombredescarriado!:notuvoelgustodepreferiraElizaMillward.ElseñorLawrenceyyointimamosenunamedida tolerable.Esencialmentereservado,yaunqueabandonabaamenudoelapartadolugardesunacimiento,dondehabíallevado

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unavida solitariadesde lamuertede supadre,no tenía laoportunidadni lainclinación de hacer muchas amistades; de todas las personas que habíaconocido, yo era (a juzgar por los resultados) el compañeromás agradableparasugusto.Amímeagradabaelhombre,peroerademasiadofrío,hurañoydueñodesímismoparaganarsetodamicordialidad.Éladmirabaenlosdemásla franqueza y la sencillez, siempre que no fueran acompañadas por lavulgaridad,peroeraincapazdeadquirirestascualidades.Laexcesivareservasobresusinteresesparticulareserarealmentebastanteirritanteyfría;peroyono se lo tenía en cuenta, pues estaba convencido de que su origen estabamenosenelorgulloy la faltadeconfianzaen susamigosqueenunaciertadelicadezaenfermizayunatimidezpeculiar,delaqueeraconsciente,aunquelefaltabaenergíaparasuperarla.Sucorazóneracomounamimosapúdicaqueseabreuninstanteconlaluzdelsol,peroquesehaceunovilloysecontraealmenorroceconeldedooelvientomásligero.Y,sobretodo,nuestraintimidaderamásunapredilecciónmutuaqueunaamistadprofundaysólida,comolaqueexisteentretúyyo.Apesardetusraptosdemalgenio,Halford,connadapuedo compararte mejor que con una vieja chaqueta, intachable de textura,perocómodayholgada,quesehaadaptadoalaformadelquelalleva,quienpuedeutilizarlacomoleplazca,sinsermolestadoporelmiedoaestropearla;por el contrario, el señor Lawrence era como una prenda nueva, elegante eimpecablealmirarla,perotanestrechaenloscodosqueunotemíaromperlascosturassimovíalibrementelosbrazos,ytansuaveydelicadaensusuperficiequeunonoseatrevíaaexponerlaaunasolagotadelluvia.

Poco después de la llegada de los invitados, mi madre mencionó a laseñoraGraham,lamentósuinasistenciaalareuniónyexplicóalosMillwardylos Wilson las razones que había dado por no haber devuelto sus visitas,esperando que ellos la excusaran, pues estaba segura de que no habíapretendidoserdescortésyqueseríaunplacerparaellavisitarlosencuanto…

—Pero es una señora muy extraña, señor Lawrence —añadió—. Nosabemos qué pensar de ella; quizá pueda usted decirnos algo, ya que es suinquilinayelladijoqueleconocíaunpoco.

Todas las miradas se volvieron hacia el señor Lawrence. Pensé que seazorabademasiadoalserinterrogadodeaquellaforma.

—¿Yo,señoraMarkham?—dijo—.Estáenunerror…yono…,esdecir,lahevisto,desdeluego,peroyodeberíaserlaúltimapersonaalaquerecurrieraustedparaobtenerinformaciónsobrelaseñoraGraham.

Luego se volvió inmediatamente hacia Rose y le pidió que interpretaraalgunamelodíaalpianoparaalegrarlareunión.

—No—dijo ella—, debe usted pedírselo a la señoritaWilson: ella es laquecantamejorylaquesabemásmúsica.

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LaseñoritaWilsonpusoobjeciones.

—Cantará de buena gana—dijo Fergus— si se toma lamolestia, señorLawrence,deponersejuntoaellaypasarlelashojasdelapartitura.

—Loharéconmuchogusto,señoritaWilson;¿mepermite?

La señoritaWilson alargó el largo cuello y sonrió, y le permitió guiarlahastasuinstrumento,endondetocóycantó,consumejorestilo,unapiezatrasotra, mientras él permanecía pacientemente junto a ella, con una manoapoyadaenelrespaldodelasilladondeestabasentada,volviendoconlaotralas hojas de las partituras. Quizá el señor Lawrence disfrutara de lainterpretacióncomoella—fuemuybuenaensuestilo—,peronopodríadecirquemeemocionaraprofundamente.Laejecuciónfueperfecta,perocareciódesentimiento.

PeroeltemadelaseñoraGrahamnosehabíaacabado.

—Nobebovino,señoraMarkham—seexcusóelseñorMillwardcuandoleofrecieronestabebida—; tomaréunpocode cerveza.Siempreprefiero lacervezaquehaceensucasaacualquierotracosa.

Halagada por el cumplido, mi madre llamó al timbre y le fue servidainmediatamente una jarra de porcelana de nuestra mejor cerveza al notablecaballero,quiensabíamuybiencómoapreciarsusexcelencias.

—¡Esto sí que es bueno!—dijo, llenando un vaso con un largo chorrohábilmentedirigidodesde la jarra al recipienteparaproducirmuchaespumasindesperdiciarunagota.Despuésdecontemplarelpreciadolíquidoalaluzde una vela, tomó un largo trago. Luego se chupó los labios, respiróprofundamenteyvolvióallenarelvaso.

Mimadrelemiraballenadesatisfacción.

—¡No hay nada como esto, señora Markham! —dijo él—. Siempre hesostenidoquenohaynadacomparableasucerveza.

—Esunagransatisfacciónparamíqueleguste,señor.Siempremeocupopersonalmentedesuelaboración,asícomode ladelquesoy lamantequilla.Megustahacerbienlascosas.

—¡Esoestámuybien,señoraMarkham!

—Sin embargo, señorMillward, ¿le parece a ustedmal beber de vez encuando un poco de vino o incluso de licor? —dijo mi madre mientras lealargaba un humeante vaso de ginebra con agua a la señoraWilson, la cualafirmabaqueelvinolesentabamalalestómago,ycuyohijoRobertestabaenaquelmomentosirviéndoseunbuenvasodelomismo.

—¡Naturalmente que no! —replicó el oráculo con un jupiterino

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movimiento de cabeza—. Todas estas cosas son una bendición si sabemoshacerusodeellas.

—Pero la señoraGrahamnopiensa lomismo.Vaaoírahora loquenosdijoelotrodía.Ledijeaellaqueselocontaríaausted.

Y mi madre hizo ante la concurrencia una detallada exposición de lasequivocadasideasdeaquelladamaydesuconductaenloreferentealasuntoquesetraíaentremanos,concluyendo:

—¿Nocreeustedqueesunerror?

—¡Unerror!—repitióelvicarioconunasolemnidadmayordelahabitual—.¡Uncrimen,yodiríaqueuncrimen!Nosóloeshacerdelniñountonto,sinodespreciarlosdonesdelaProvidencia,enseñandoasuhijoapisotearlos.

Acontinuacióndesarrollóel temaconmásamplitud,extendiéndoseen laexplicación de la insensatez e impiedad de aquella conducta. Mi madre leescuchóconlamásprofundadelasveneraciones;einclusolaseñoraWilsonconcedió descanso a su lengua por un momento, escuchando en silencio,mientras sorbía con placer su ginebra con agua. El señor Lawrencepermaneciósentadoconelcodoapoyadoenlamesa,jugandodistraídamenteconunvasodevinomediovacíoysonriendosecretamenteparasí.

—Pero ¿no cree usted, señorMillward—sugirió cuando, por fin, aquelcaballero hizo una pausa en su discurso—, que cuando un niño tiene unatendencia natural a la intemperancia, por culpa de sus padres o antecesores,porejemplo,sonaconsejablesciertasprecauciones?

(TodoelmundocreíaqueelpadredelseñorLawrencehabíaacortadosusdíasporculpadelaintemperancia).

—Algunasprecauciones,puedeser;pero la temperanciaesunacosay laabstinenciaotramuydistinta.

—Peroheoídodecirque,paraalgunaspersonas,latemperancia(esdecir,lamoderación)escasiimposible;ysilaabstinenciaesunmal(cosaconlaqueno todo el mundo está de acuerdo), nadie negará que el exceso es un malmucho mayor. Algunos padres prohíben terminantemente a sus hijos quepruebenlasbebidasalcohólicas;perolaautoridaddeunpadrenopuededurartoda la vida. Los niños tienen una tendencia natural a desear las cosasprohibidas;yenesecaso,unniñotendráprobablementeunagrancuriosidadporsaborearyprobarelefectodeloquehasidotanalabadoydisfrutadoporotrosylehaestadotanprohibido,curiosidadqueesporlogeneralsatisfechaala primera oportunidad; y una vez superada la prohibición podrían seguirsegraves consecuencias.Nopretendo ser un juez en estas cuestiones, peromeparece que el plan de la señoraGraham, tal como usted lo describe, señora

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Markham,porextrañoqueparezca,nocarecedeventajas;enestecasoelniñoya está libre de la tentación; no tiene una secreta curiosidad, ni el deseoimperiosodesatisfacerla;estátodolofamiliarizadoconlostentadoreslicoresquesepuedadesear,ynolegustanenabsoluto,sinhabersufridosusefectos.

—¿Y le parece a usted correcto? ¿No he demostrado lo equivocado, locontrario a lasEscriturasy a la razónque es enseñar aunniño amirar condesprecioydisgustolasbendicionesdelaProvidencia,envezdehacerusodeellasconvenientemente?

—UstedconsideraelláudanounabendicióndelaProvidencia—replicóelseñorLawrence,sonriendo—,y,sinembargo,nosaconsejaríaalamayoríadenosotrosquenosabstuviéramosdeprobarlo,inclusoconmoderación.Peronomegustaríaquesiguieraustedhastael finalmisímildemasiadoalpiede laletra,envirtuddelocualterminomivaso.

—Yesperoquetomeotro,señorLawrence—dijomimadre,acercándolelabotella.

Éldeclinócortésmenteelofrecimientoy,separandolasillaunpocodelamesa,segiróhaciamí—yoestabasentadoenelsofájuntoaElizaMillward—ymepreguntóconindiferenciasiconocíaalaseñoraGraham.

—Lahevistounaodosveces—contesté.

—¿Quépiensausteddeella?

—Nopuedodecirquemegustemucho.Eshermosa;omejordicho,tieneunaspectodistinguidoeinteresante,peronadaamable.Mepareceunamujercargadadeprejuiciosyaferradaaelloscontravientoymarea,quehacegirartodo alrededor de sus opiniones preconcebidas; demasiado dura, demasiadotajante,demasiadoagriaparamigusto.

Élnocontestó,peropareciómolestoysemordióloslabios.EnseguidaselevantóyseacercóalaseñoritaWilson,tanrepelidopormí,supongo,comoatraídoporella.Apenasmefijéenelloenaquelmomento,peromásadelanteme vería obligado a hacer resurgir en mi memoria este y otros hechosigualmenteinsignificantes,cuando…peronodeboanticiparme.

Concluimoslaveladabailando:anuestrobeneméritopastornoleparecióescandaloso estar presente en aquella ocasión, a pesar de que uno de losmúsicosdelpueblohabíasidorequeridoparadirigirnuestrasevolucionesconsu violín. Pero Mary Millward se empeñó obstinadamente en no unirse anosotros;y lomismohizoRichardWilson,apesardequemimadre le rogócondurezaquelohiciera,einclusoseofrecióasersupareja.

De todas formas, nos las arreglamos bien sin ellos. Con una simplecuadrilla, y varias danzas campesinas, seguimos hasta una hora bastante

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avanzada;alfin,despuésdepedirleanuestromúsicoquetocaraunvals,medisponíaaenlazarlacinturadeElizaparagiraralsondeestebailedelicioso,acompañados porLawrence y JaneWilson, Fergus yRose, cuando el señorMillwardseinterpuso.

—¡No,no,noconsientoesto!Vamos,yaeshoradevolveracasa.

—¡Oh,no,papá!—suplicóEliza.

—¡Ya es hora, hija mía, ya es hora! ¡Moderación en todas las cosas,recuerda!Éstaeslaidea…«Dejaquetumoderaciónseaconocidadetodosloshombres».

Peroenrevancha,seguíaElizaaloscuropasillo,donde,conelpretextodeayudarla a ponerse su chal, me temo que debo considerarme culpable dehaberle robadounbeso a espaldas de su padre,mientras éste se envolvía lagargantaylabarbillaenlosplieguesdeunagruesabufandadelana.¡Pero,ay!Alvolvermeviquemimadreestabacercademí.Laconsecuenciafueque,nobienhubieronpartido los invitados,mesometióauna seria reprimenda,quefrenó el curso galopante de mis ideas y constituyó un desagradable fin develada.

—MiqueridoGilbert—dijo—,¡desearíaquenohubierashechoeso!Sabescuánapechometomotusuperioridad,cuántotequieroytevaloroporencimade cualquierotra cosa en elmundo,y cuántodeseovertebien situadoen lavida, y cuántome afligiría verte casado con esamuchacha, o con cualquierotradelavecindad.Noséquévesenella.Nosólopiensoeneldinero,nadadeeso.Peronotienebelleza,niinteligencia,nibondad,niningunaotracosaqueseadeseable.Si conocieses tupropiavalíacomoyo laconozco,no soñaríasconello.¡Esperaunpocoyverás!Siteunesaellatearrepentirásdurantetodatuvidacadavezquemiresatualrededoryveascuántashayquesonmejores.Acuérdatedeloquetedigo:tearrepentirás.

—¡Bueno,madre,tranquilízate!¡Detestoquemesermoneen!¡Todavíanomevoyacasar,teloaseguro!Pero,enfin,¿nopuedodivertirmeunpoco?

—Sí,queridohijomío,peronodeesaforma.Deverdad,nodeberíashaceresas cosas. Podrías perjudicar a lamuchacha, si ella fuera como es debido;peroteaseguroqueesunapequeñayastutapicara,comotodoelmundosabe,yquedarásatrapadoensus redesantesdequepuedasdartecuentadedóndeestás.¡Ysitecasasconella,Gilbert,meromperáselcorazón!Ésaseráunadelascosasqueconseguirássilohaces.

—Bueno,nolloresporeso,madre—dijeyo,pueslaslágrimasbrotabandesus ojos—. ¡Ea!, deja que este beso borre el que le he dado a Eliza; no lainjuries más y no te preocupes; pues te prometo que nunca… es decir, teprometoqueantesdedarunpasoimportantequetúdesapruebesseriamente,

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lopensarédosveces.

Despuésdedeciresto,encendímivelaymefuialacamaconelespírituconsiderablementesosegado.

CAPÍTULOV

ELESTUDIO

Elmes llegaba a su fin cuando, cediendo a la apremiante insistencia deRose,laacompañéaunavisitaaWildfellHall.Parasorpresanuestra,fuimosconducidosaunahabitaciónenlaqueelprimerobjetoconelquetropezaronmis ojos fue un caballete de pintor; junto a él había unamesa ocupada porlienzos,botellasdeóleoybarniz,unapaleta,pinceles,pinturas,etc.Inclinadoscontralaparedhabíavariosbocetosendiversasetapasdeprogresión,yunoscuantoscuadrosterminados,lamayorparte,paisajesyretratos.

—Tengoquerecibirlosenmiestudio—dijo laseñoraGraham—,nohayfuegoenelsalónhoy,yhacedemasiadofríoparaquepermanezcanenunsitioconlachimeneavacía.

Quitódeunpardesillaslosartísticostrastosquelashabíanusurpado,nosrogóquenossentáramos,yvolvióaocuparsuasientoalladodelcaballete.Nosesentóexactamentefrenteaél,peroechabaunamiradaalapinturadevezencuandomientrasconversabaylaretocabaocasionalmenteconelpincel,comosileresultaraimposibleapartarlaatencióndesuocupaciónparafijarlaensusinvitados. Era una perspectiva de Wildfell Hall, por la mañana temprano,desdeelcampodeabajo,quedestacabaenoscurorelievecontrauncieloazulclaro plateado, con unos pocos trazos rojos en el horizonte, dibujada ycoloreadaconfidelidad,ymuyeleganteyartísticamentepintada.

—Veoquesutrabajorequieretodasuatención,señoraGraham—observéyo—; debo rogarle que continúe; porque si consiente usted que nuestrapresencialainterrumpa,nosveremosobligadosaconsiderarnosunosintrusosinoportunos.

—¡Oh, no! —contestó ella, arrojando el pincel sobre la mesa comoarrastradaporsorpresaalacortesía—.Noestoytanacosadaporlasvisitasquenopuedacompartirunoscuantosminutosconlospocosquemehonranconsucompañía.

—Casihaacabadoustedsucuadro—dije,aproximándomeparaobservarlodesdemáscercaymirándoloconmayorgradodeadmiraciónydeleitedelquepuedo expresar—. Unas cuantas pinceladas en primer término lo acabarán,

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creo.Pero¿porquélohallamadoustedFernleyManor,Cumberland,envezdeWildfellHall,condadode…?—pregunté,aludiendoalnombrequehabíatrazadoenpequeñoscaracteresenlaparteinferiordellienzo.

Pero me di cuenta inmediatamente de que acababa de cometer unaimpertinenciaalhacerloporquesesonrojóydudó;pero,despuésdeunapausamomentánea,contestóconunaespeciedefranquezadesesperada:

—Porque tengoamigos, conocidospor lomenos, en elmundoa losquedeseoocultarmi actual residencia; y comopodríanver el cuadro, ypodríanposiblementereconocerelestilo,apesardelasinicialesfalsasquehepintadoen la esquina, he tomado la precaución de darle un nombre falso al lugartambién, con objeto de hacerles seguir una pista errada, si intentan darconmigodeestaforma.

—Entonces, ¿no piensa usted quedarse con el cuadro? —dije yo,preocupadopordecircualquiercosaycambiardetema.

—No;nopuedopermitirmeellujodepintarporplacer.

—MamámandasuscuadrosaLondres—dijoArthur—;yalguiense losvendeallíynosmandaeldinero.

Alcontemplarotroscuadros,mefijéenunbonitobocetodeLindenhopevistodesdelacimadelacolina,enotravistadelacasailuminadaporelsolenmediodelaresplandecientebrumadeunatranquilatardedeverano,yenunsencillo pero sorprendente retrato de un niño que, conmirada de silenciosapero profunda y desconsolada pena, cobijaba un manojo de flores blancas,mientras detrás de él se vislumbraban unas colinas bajas y oscuras y unoscamposotoñales,yencima,uncielomelancólicoynublado.

—Yaveustedquétristeescasezdetemas—observólabellaartista—.Hepintado la casa una vez a la luz de la luna, y supongo que debo volver apintarla en un día nevado de invierno, y otra vez en un nublado anochecer;porque realmente no tengo otra cosa que pintar. Me han dicho que tienenustedesunabonitavistadelmarcercadeaquí.¿Esesocierto?¿Puedollegarallídandounpaseo?

—Sí, si no le importa andar seis kilómetros, aproximadamente.Unpocomenosdedoce,entreidayvuelta,yporuncaminounpocoabruptoyfatigoso.

—¿Enquédirecciónsehalla?

Describí la situación tanbiencomopude,y estabaadentrándomeenunaexplicación de los distintos caminos, senderos y campos que había queatravesarparallegarallí,lasvueltasyrevueltas,cuandomedetuvo.

—¡Oh,pare!Nomelodigaahora:olvidarécadapalabradesusdireccionesantes de necesitarlas. No pienso ir hasta la próxima primavera; y entonces

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quizávuelvaamolestarle.Ahoraelinviernosenosvieneencimay…

Se interrumpiódepronto,conunaexclamacióndesorpresa,yse levantóprecipitadamentedesuasiento,diciendo:

—Excúsenmeunmomento—ysaliópresurosadelahabitación,cerrandolapuertatrasella.

Sentícuriosidadporsaberquéeraloquelahabíasobresaltadodeaquellaforma y miré por la ventana —pues sus ojos se habían posadodescuidadamente en ella un momento antes—, pero sólo alcancé a ver losfaldones de una levita de hombre que desaparecían detrás de un acebo quecrecíaentrelaventanayelporche.

—Eselamigodemamá—dijoArthur.

Roseyyonosmiramos.

—Noséquépensardeella—murmuróRose.

Elniñolamiróconsorpresa.Alpunto,ellaempezóahablarconélsobrecuestiones triviales,mientrasyomedistraíamirando loscuadros.Habíaunoenunrincónoscuroenelquenomehabíafijadoantes.Eraunniñopequeñosentadosobrelahierbaconelregazollenodeflores.Losrasgosmesuradosylosgrandesojosazules,sonrientesatravésdeunamarañaderizosligeramentecastaños, desparramados por su frente al haberse inclinado sobre su tesoro,guardabanelsuficienteparecidoconlosdeljovencaballeroqueestabafrenteamí,paraproclamarlounretratodeArthurGrahamensuprimerainfancia.

Al cogerlo para acercarlo a la luz, descubrí otro detrás de él, que estabavueltocontraelmuro.Meaventuréacogeraquéltambién.Eraelretratodeuncaballero en la flor de su joven virilidad, bastante bien parecido.No estabamal pintado, pero si la mano que lo había hecho era la misma que habíapintadolosdemáscuadros,lohabíahechoevidentementealgunosañosantes;porque había en él una mayor preocupación por la minuciosidad de losdetalles, y una menor frescura en el colorido y en aquella libertad en lapinceladaquemedeleitabanymesorprendíanenlosotros.Apesardelocual,locontempléconuninterésconsiderable.

Habíaunciertocarácterenlosrasgosyenlaexpresiónqueloseñalaban,enelacto,comounretratoconseguido.Losbrillantesojosazulesmirabanalespectadorconunaespeciedeacechoburlón,unocasiesperabaverlosguiñar;loslabios—quizáenexcesovoluptuosamentegruesos—parecíandispuestosaabrirseenunasonrisa; lasmejillascálidamentecoloreadasestaban realzadaspor unas exuberantes patillas rojizas;mientras que el brillante pelo castaño,amontonadoenabundantesyondulados rizos, sobresalíademasiadosobre lafrenteyparecíaindicarquesudueñoestabamásorgullosodesubellezaque

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desuinteligencia—enloque,quizá,teníarazón—;noobstante,noparecíaunnecio.

Nohabíatenidoenmismanoselcuadrodosminutoscuandolabellaartistavolvió.

—Sólo era alguien que venía a propósito de los cuadros —dijo paraexcusarseporsubruscasalida—.Lehedichoqueespere.

—Me temo que se considerará un acto de impertinencia —dije—, eltomarselalibertaddemiraruncuadroqueelartistahavueltocontralapared;pero¿puedopreguntar…?

—Es un acto de gran impertinencia, señor, y por tanto le ruego que nopregunte nada, pues su curiosidad no será satisfecha —contestó ella,intentandocompensarlaacidezdesureprimendaconunasonrisa;peropudeapreciar, por el color de sus mejillas y el brillo de sus ojos, que se habíamolestadodeveras.

—Sóloqueríapreguntarlesilohabíapintadousted—dije,dejandodemalhumorelcuadroentresusmanos;sinpizcadeceremoniamelocogió,volvióaponerlorápidamenteeneloscurorincónvueltocontraelmuro,colocóelotrocontraélcomoantesyluegosevolvióhaciamíysonrió.

Pero yo no tenía ganas de sonreír. Me volví con negligencia hacia laventana y permanecí allí mirando el desolado jardín, dejándola hablar conRoseduranteunminutoodos;luego,diciéndoleamihermanaqueerahorademarcharse, le di lamano al pequeño caballero,me incliné fríamente ante ladama y me dirigí hacia la puerta. Pero después de despedirse de Rose, laseñora Graham me tendió su mano con una sonrisa que no era nadadesagradable.

Luego,convozsuave,dijo:

—Nodejequeelsolsepongasobresuira,señorMarkham.Sientohaberleofendidoconmisbruscasmaneras.

Cuando una dama tiene la condescendencia de excusarse, es imposiblemantener el enfado, por supuesto; así quepor unaveznos separamos comobuenosamigosyenestaocasiónlapresióndemimanoalapretarlasuyafuecordial,norencorosa.

CAPÍTULOVI

PROGRESO

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DuranteloscuatromesessiguientesnoentréencasadelaseñoraGraham,ni ella en la mía; pero las damas siguieron hablando de ella, y nuestroconocimiento siguió, aunque lentamente, progresando. En cuanto a lo quedecían,yonoprestabamuchaatención(enloquesereferíaalabellaermitaña,quierodecir), y la única informaciónque retuve fuequeundíamuy frío sehabíaaventuradoa llevarasuhijohasta lavicaríayque,desgraciadamente,nadie estaba en la casa excepto la señoritaMillward; a pesar de lo cual sehabíaquedadounlargoratoy,segúndecíantodos,habíantenidomuchoquehablarlaunaconlaotraysehabíanseparadoconundeseomutuodevolveraverse.PeroaMarylegustabanlosniños,yalasorgullosasmadreslesgustanaquellosquesabenapreciardebidamentesustesoros.

Masyomismo la vi algunasveces, no sólo cuando iba a la iglesia, sinocuando salíapor las colinas, ya fuera en sus largas caminatas conunobjetoconcreto,yafuera—endíasespecialmentebuenos—enlentospaseosporelpáramo o por los solitarios prados que rodeaban la vieja casa; ella con unlibritoenlamanoysuhijobrincandoasualrededor;yencadaunadeaquellasocasiones,cuandoladivisabadurantemispaseossolitariosacaballooapie,omientrasme dedicaba amis tareas agrícolas, generalmenteme las arreglabapara encontrarme con ella o abordarla, pues me agradaba bastante ver a laseñoraGrahamyhablarconella,ydecididamentemegustabahablarconsupequeñocompañero,que,cuandoserompióelhielodesutimidez,meparecióun pequeño camarada cariñoso, inteligente y divertido; pronto nosconvertimosenexcelentesamigos, locualnomeatreveríaadecirhastaquépuntosatisfacíaasumamá.Alprincipiosospechéqueelladeseabaecharunjarro de agua fría sobre esta creciente intimidad—apagar, por así decir, lareciéninflamadallamadenuestraamistad—,peroaldescubrir,finalmente,apesar de su prejuicio contra mí, que yo era del todo inofensivo e inclusobienintencionado,yqueentremiperroyyoproporcionábamosasuhijounagrancantidaddeplacerquedeotramaneranohubieraconocido,dejódeponerobjecioneseinclusosaludabamillegadaconunasonrisa.

EncuantoaArthur,medabalabienvenidaagritosdesdelejosycorríaamiencuentroseparándosecincuentametrosdesumadre.Siyoibaacaballo,él estaba seguro de que le invitaría a un galope omedio galope; o si habíaalgúncaballode tiro aunadistancia razonable leofrecíaque lomontara, loque legustabacasimás;perosumadre le seguíadificultosamente,no tanto,creoyo,paravigilarsucomportamiento,comoparaasegurarsedequeyonometía ideas censurables en su mente infantil, pues siempre estaba atenta ynuncapermitíaqueelniñoestuvierafueradesuvista.LoquemáslegustabaeraverlejugarycorrerconSancho,mientrasyocaminabaasulado,no,metemo,porquelegustaramicompañía(aunqueyomeilusionabaavecesconlaidea),sinomásbienporelplacerqueleproporcionabaverasuhijofelizmenteentregadoaldisfrutedeaquellosjuegosfísicostanconvenientesparasutierna

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complexión,ejercitados,sinembargo,tanrarasvecesporfaltadecompañerosdejuegodesuedad;y,quizá,suplacerfueranopocodulcificadoporelhechodeestaryoconellaenvezdeconél, incapaz,por tanto,decausarleningúnmaldirectaoindirectamente,conosinintención.

No obstante, creo que ella disfrutaba realmente un poco conversandoconmigo; y una luminosa mañana de febrero, durante un paseo de veinteminutosporelpáramo,dejóaun ladosuasperezay reservahabitualesy seentregó de pleno a la conversación, hablando con tanta elocuencia yprofundidaddepensamientoysentimientosobreuntemaenelquecoincidíafelizmenteconmispropiasideas,ypareciendotanhermosaademás,quevolvía casa entusiasmado. En el caminome sorprendí (moralmente) amímismopensando que, después de todo, sería, quizá, mejor pasar mis días con unamujer como aquélla que con Eliza Millward; y luego, me ruboricé(figuradamente)pormiinconstancia.

AlentrarenelsalónencontréaElizaconRosesolas.Lasorpresanofueenabsoluto tan agradable como debería haber sido. Charlamos durante muchotiempo,perolaencontrébastantefrívolaeinclusounpocoinsulsa,comparadaconlamásmadurayseriaseñoraGraham.¡Ay,laperseveranciahumana!

«Sin embargo—pensé— no debería casarme con Eliza, puesto que mimadreseoponetanfirmementeaello,ynodeberíahacercreeralamuchachaque tengo la intención de hacerlo. Ahora bien, si este estado de ánimocontinúa, tendrémenosdificultadenemanciparmisafectosdesudulceperoinexorablepoder;y,aunquelaseñoraGrahampuedaser tambiéncensurable,puedepermitírseme,comoalosdoctores,curarunmalmayorconotromenor,pues nome enamoraré perdidamente de la joven viuda, creo, ni ella demí,estoyconvencido,ysihallounpocodeplacerensucompañía,conseguridadme será permisible buscarlo; y si la estrella de su divinidad fuera losuficientementeluminosaparaoscurecerelbrillodeladeEliza,tantomejor;peroapenaspuedoimaginarlo».

A partir de aquel momento raras veces dejaba pasar un buen día sinacercarmeporWildfellalahoraaproximadaenqueminuevaconocidasolíaabandonarsuermita;perocontantafrecuenciavifrustradasmisesperanzasdeotraentrevista,tanvolubleeraellaensushorasdesalida,tanefímeraseranlasojeadas casuales que era capaz de disfrutar, que me sentí en cierto modoinclinadoapensarqueellasetomabatantasmolestiasenevitarmicompañíacomo yo en buscar la suya; pero ésta era una suposición demasiadodesagradable para mantenerla más que un momento, si podía ser prácticodesecharla.

Sinembargo,estabayoenelvalleunatranquilayclara tardedelmesdemarzo vigilando el allanamiento de los pastos y la reparación de una valla,

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cuando vi a la señora Graham al fondo de la cañada, con un cuaderno dedibujo en las manos, absorta en el ejercicio de su arte, mientras Arthur sedistraía construyendo diques y embalses en el arroyo poco profundo ypedregoso.Sentíanecesidaddedistraermeynoestabadispuestoadejarpasaruna oportunidad tan rara; así que abandoné los pastos y la valla, y meencaminérápidamentehaciaaquellugar,aunquenoantesqueSancho,que,encuantodivisóasujovenamigo,recorrióagalopetendidoladistanciaquenosseparabayseprecipitósobreélconunaalegríatanimpetuosaquehizocaeralchicoenmediodelriachuelo.Afortunadamente,laspiedrasloprotegierondeunverdaderobañoysutersuraimpidióquesehicierademasiadodañocomoparanoreírseporeldesafortunadoaccidente.

La señora Graham estudiaba los detalles característicos de las distintasvariedades de árboles en su desnudez invernal y copiaba, con un trazovigoroso,aunquedelicado,susdiversasramificaciones.Nohablómucho,peroyomequedéasuladoyobservélosmovimientosdellápiz:eraunplacerverlotan diestramente manejado por aquellos dedos elegantes y gráciles. Pero alcabo de unmomento su habilidad fuemenos perfecta, dudaron y temblaronligeramente, y dejaron escapar algún trazo poco armonioso; y de pronto sedetuvieron.Sudueñaalzóunrostrosonrientehaciaelmíoymedijoquesubocetonoprogresababajomivigilancia.

—Entonces—dije—,hablaréconArthurhastaquelohayaterminado.

—Me gustaría dar un paseo a caballo, señorMarkham, si mamá me lopermite—dijoelniño.

—¿Conquécaballo,muchacho?

—Meparecequehayunoenaquelcampo—contestóél,señalandoelsitioenquelafuerteyeguanegratirabadelrodillo.

—No,no,Arthur;estádemasiadolejos—objetósumadre.

Pero prometí traerlo sano y salvo después de una o dos vueltas por elprado;yalmirar su rostroansioso, sonrióy lodejómarchar.Era laprimeravezque consentía totalmente enque lo apartarade su ladounadistanciademedioprado.

Montadoensumonstruosocorcelyguiadosolemnementeporelanchoyabundante prado, parecía la verdadera encarnación de la satisfacción y eldeleite tranquilos y gozosos. El allanamiento, sin embargo, terminó pronto;pero cuando desmonté al galante caballero y lo devolví a su madre, éstapareció bastante disgustada de que lo hubiera retenido tanto tiempo. Habíacerradosucuadernodedibujoy,probablemente, llevabayaalgunosminutosesperandosuregresoconimpaciencia.

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Dijoqueyaerahoradevolveracasaymehabríadadolasbuenasnochessiyonohubieraestadodecididoanosepararmedeellatodavía:laacompañédurantepartedelcamino,colinaarriba.Sevolviómássociableyyoempezabaasentirmeverdaderamentefeliz;perocuandolaviejayfeamansiónaparecióante nosotros, se detuvo y se volvió hacia mí mientras hablaba, comoesperandoqueyonofueramáslejos,quelaconversaciónterminaraallíyquemedecidieraairme;enverdad,yaerahoradehacerlo,porque«latardeclarayfría»había«empeorado»rápidamente,elsolsehabíapuestoylagibosalunabrillabade formavisibleenel cielogrispálido;peroun sentimientocasidecompasiónme retenía.Resultabadurodejarlaenunacasa tansolitariay tanpoco acogedora. Alcé la mirada hacia ella. Se levantaba ante nosotrossilenciosa y torva.Una débil luz roja brillaba en las ventanas de una de lasalas, pero todas las demáspermanecían a oscuras ymuchas, completamentedesprovistasdecristalomarco,mostrabansuscavernasnegrasyabismales.

—¿Nolepareceunlugardesoladoparavivirenél?—dije,despuésdeunmomentodesilenciosacontemplación.

—Sí,aveces—contestóella—.Enlasnochesdeinvierno,cuandoArthurestáenlacamayyomequedosentadaahí,sola,oyendoelgemidodelvientohelado que penetra en las viejas habitaciones ruinosas, no hay libros niocupacionesquepuedanevitarelasaltode losnegrospensamientosyde lostemores…Peroesuna locuracedera talesdebilidades, losé.SiRachelestásatisfecha con esta vida, ¿por qué no iba a estarlo yo? En realidad, nuncaagradecerébastanteunasilocomoéste,mientraslotenga.

Estaúltimafrasefuepronunciadaenvozbaja,másparasímismaqueparamí.Luegomediolasbuenasnochesysefue.

Apenashabíadadounospasosenelcaminodevueltaacasa,cuandodiviséal señorLawrence, que, en unabonita jaca gris, subía por el difícil senderoque llevaba a la cima de la colina.Me separé un poco de mi camino parahablarconél,pueshacíaalgúntiempoquenonosveíamos.

—¿Era laseñoraGrahamconquienhablabaustedhaceunmomento?—dijo,despuésdelasprimeraspalabrasqueintercambiamosparasaludarnos.

—Sí.

—¡Ah!Esopensé.—Mirópensativamente lacrindesucaballo,comosiésta,ocualquierotracosa,lecausaranunprofundodisgusto.

—¡Bueno!¿Quéocurre?

—¡Oh,nada!—contestó—.Simplementecreíquenolegustaba—añadiótranquilamente,curvandosuslabiosenunasonrisaalgosarcástica.

—Aunqueasí fuera,¿nopuedeunmayorconocimientohacercambiarde

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opiniónaunhombre?

—Sí, desde luego —replicó él, alisando con cuidado la enmarañada yabundantecrinblancadesujaca.Después,sevolvióconpresteza,fijóenmísus ojos tímidos y castaños conunamirada firmey penetrante, y añadió—:Entonces,¿hacambiadousteddeopinión?

—Nopuedodecirconexactitudquelohayahecho.No,creoquemantengomiopiniónsobreella,aunqueligeramentemejor.

—¡Oh!—Miró a su alrededor intentando encontrar otra cosa de la quehablar y, echando una mirada a la luna, hizo alguna observación sobre labellezadelanoche,alaquenocontestéporencontrarlairrelevante.

—Lawrence—dije,mirandoconcalmasurostro—,¿estáustedenamoradodelaseñoraGraham?

Apesardequeesto leofendióprofundamente, inclusomásde loqueyohabíaesperado,elprimersobresaltodesorpresacausadoporlaaudazpreguntafueseguidoporunarisanerviosa,comosilaidealedivirtieraunaenormidad.

—¡Enamorado de ella! —repitió—. ¿Qué le hace pensar en algosemejante?

—El interésque se tomapor losprogresosdemiamistadcon ladamaymiscambiosdeopiniónenloqueleconciernen.Penséquepodíaestarceloso.

Volvióareírse.

—¡Celoso!No…perocreíaqueibaustedacasarseconElizaMillward.

—Puescreyómalentonces;novoyacasarmeniconlaunaniconlaotra,queyosepa.

—Entonces,creoqueseríamejorquelasdejaseenpaz.

—¿VaustedacasarseconJaneWilson?

Seruborizóyjugóconlacrinotravez,perocontestó:

—No,creoqueno.

—Entoncesseríamejorqueladejaraustedenpaz.

Ellanomedejará,podríahaberdicho;perosólopareciódesconcertadoyno dijo nada durante un espacio de medio minuto; luego volvió a intentarcambiar de conversación.Esta vezdejé que así fuera, puesyahabía sufridobastante; una palabra más sobre el tema hubiera sido la gota que colma elvaso.

Lleguédespuésdelahoradelté,peromimadrehabíadejadolateteraylosbollosenelhuecodelachimeneaparaquesemantuviesencalientesy,aunque

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meriñóunpoco,aceptómisexcusasenseguida;cuandomequejédelsabordelté,demasiadocargado,vertióloquequedabaenelbarreñoypidióaRosequeechara té frescoen la teteraypusieraahervir lamarmita, serviciosquefueron realizados en medio de una gran conmoción y ciertos comentariosnotables.

—¡Vaya! Si hubiera sido yo, me habría quedado sin té; si hubiera sidoFergushabríatenidoqueconformarseconloquehubieraquedadoylediríanque fuera agradecido, pues ya eramuchopara él; pero tú…nunca hacemosdemasiadopor ti.Siempre lomismo: si hay algo especialmentebuenoen lamesa,mamámeguiñaunojoymehaceindicacionesconlacabezaparaquemeabstengadetomarlo,ysinolehagocasomediceenvozbaja:«Nocomasdemasiado de eso, Rose; a Gilbert le gustará tomarlo en la cena». Yo nocuento en absoluto. En el salón es: «Vamos, Rose, retira tus cosas yarreglemos la habitación para que esté bonita cuando ellos vengan.Y avivabienelfuego;aGilbertlegustaunbuenfuego».Enlacocina:«Queesepastelseagrande,Rose;estoyseguradequelosmuchachosestaránhambrientos.Ynolepongasdemasiadapimienta,nolesgustará,estoysegura»;o:«Rose,nopongasmuchasespeciasenelpudin;aGilbertlegustasincondimentos».O:«Noteolvidesdeponermuchaspasasenelbizcocho;aFergus legustaquehayamuchas».Ysiyodigo:«Pero,mamá,amínomegusta»,entoncesmedice que no debería pensar en mí. «Verás, Rose, en todas las laboresdomésticas hay que tener en cuenta sólo dos cosas: primero, lo que esconveniente hacer y, en segundo lugar, lo que sea más agradable para loshombresdelacasa…paralasmujeresbastacualquiercosa».

—Yes ademásmuybuenadoctrina—dijomimadre—.Estoy seguradequeGilbertpiensaasí.

—Encualquiercasoesunadoctrinamuycómodaparanosotros—dije—;perosiquisierasrealmentecomplacerme,madre,deberías tenerencuentaunpocomástupropiaconveniencia;encuantoaRose,estoysegurodequesabrácuidarse y cuando haga un sacrificio o lleve a cabo un notable acto deabnegación,yapondrábuencuidadoenhacermesabersuimportancia.Peroencuantoati,podríahundirmeenlamásgroseracondicióndelsibaritismoyenel olvido de los deseos de los demás, por el mero hábito de estarconstantemente atendido y tener todos mis deseos inmediata oanticipadamentesatisfechos,encompletaignoranciadeloquesehacepormí,siRosenomelorecordaradevezencuando;yacogería toda tubondadsindarleimportancia,sinllegarasabercuántotedebo.

—¡Ah!, y nunca lo sabrás,Gilbert, hasta que te cases.Entonces, cuandodes con una muchacha vanidosa y frívola como Eliza Millward, sólopreocupadaporsatisfacersuspropiosdeseosysuegoísmo,oconunamujerdescarriada, obstinada, como la señora Graham, ignorante de sus deberes

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fundamentales e inteligente sólo para cosas que no le conciernen lo másmínimo,entoncesnotarásladiferencia.

—Me hará bien, madre; no he venido a este mundo para limitarme aejercitarlasmejorescualidadesylosbuenossentimientosdelosdemás,¿no?,sinoparademostrarles losmíosaellos;ysimecasoesperopoderencontrarmás placer en hacer feliz a mi mujer que en que ella me haga la vidaagradable:preferiríadararecibir.

—¡Oh!Esoson tonterías,querido, ideas juveniles.Tecansarásprontodemimar y complacer a tu mujer, por muy encantadora que sea, y entoncesempezaránlosproblemas.

—Bueno,entoncesdebemossoportarcadaunolascargasdelotro.

—Entonces tendréis que colocaros cada uno en vuestro sitio. Tú teocuparásde loque tecorrespondeyella, siesdignade ti,cumpliráconsusdeberes;peroa ti te correspondehacer loque tegustey a ella complacerte.Creoquevuestropobre,queridopadre,fueelmejormaridoquehahabido,ycuandopasaronlosprimerosseismesesdematrimonio,hubieraesperadotantoqueélsesalieradesusitioparacomplacermecomoquevolara.Siempredijoqueyoeraunabuenaesposayquecumplíaconmiobligación;yélsiemprecumplióconlasuya,¡Dioslebendiga!,siemprefueprudenteypuntual,pocasveces encontraba algo mal sin razón, siempre alabó mis comidas y no meacuerdoqueecharaaperdermisguisosllegandotarde.Yesoesmásdeloquecualquiermujerpuedeesperardeunhombre.

¿Esasí,Halford?¿Eséseel límitede tusvirtudesdomésticas?Y tu felizmujer,¿noexigemás?

CAPÍTULOVII

LAEXCURSIÓN

Nomuchosdíasdespuésdeesto,unaapacibleysoleadamañana—elsueloestaba más bien blando; la última nevada acababa de consumirse, dejandotodavíaunafinacapa,aquíyallá,demorándosesobrelafrescahierbabajolossetos;perojuntoaellos,lasprimaverasasomabanyaentresuhúmedo,oscurofollaje,y laalondracelebrabaenloaltoelverano,elamory laesperanza,ytodaslascosascelestiales—;yoestabaenlaladeradelacolina,disfrutandodeaquellasmaravillasycuidandodelbienestardemiscorderosydesusmadres,cuando,almiraramialrededor,viatrespersonasascendiendoporelvalle.

EranElizaMillward,FergusyRose;asíqueatraveséelcampoparairasu

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encuentro;aldecirmequeibanaWildfellHall,lesdijequeibadebuenaganaconellas,yofreciendomibrazoaEliza,quien loaceptó inmediatamenteenlugar del demi hermano, le dije a éste que podía volverse porque yo iba aacompañaralasdamas.

—Siento comunicarte —exclamó él— que son ellas las que meacompañan,noyoaellas.Todos lehanechadounvistazoaesamaravillosaextrañamenos yo y no podía soportarmás tiempomimiserable ignorancia,tenía que satisfacermi curiosidad como fuera; así que le rogué a Rose quevinieraconmigoalacasaymepresentaraaelladeunavez.MejuróquenoloharíaamenosquelaseñoritaElizavinieraconella;asíquefuialavicaríaabuscarla; hemos venido del brazo todo el camino, tan cariñosos como unapareja de enamorados. Y ahora tú la apartas de mi lado y encima quieresdejarmesinmipaseoymivisita.Vuelveatuscamposyatuganado,palurdo;noestásalaalturadedamasycaballeroscomonosotros,quenotenemosotracosaquehacerquehusmearalrededordelascasasdenuestrosvecinos,espiarsus escondrijos privados, rastrear sus secretos y encontrar defectos en suschaquetas cuando no están hechas a nuestra medida. Tú no entiendes deplaceresrefinados.

—¿Nopodéisvenirlosdos?—sugirióEliza,nohaciendocasoalaúltimapartedeldiscurso.

—¡Puesclaroquesí!—gritóRose—.Cuantosmásmejor,yestoyseguradequenecesitaremos toda la alegría quepodamos llevar connosotros a esahabitacióngrande,oscuraylúgubre,consusestrechasventanasenrejadasysumobiliariotristeyviejo,anoserquenosconduzcaotravezasuestudio.

Fuimostodosjuntos.Laenjutayviejacriadaquenosabrió lapuertanosacompañó hasta un aposento semejante al escenario que Rose me habíadescrito como el de su primera visita a la señora Graham, una habitaciónconsiderablementeespaciosaydetechoalto,peroapenasiluminadaporlaluzqueentrabaporlasantiguasventanas;eltecho,losentrepañosylarepisadelachimenea eran de madera de roble oscura —esta última talladaprimorosamente pero no conmucho gusto—, conmesas y sillas que hacíanjuego,unavieja libreríaaunodelos ladosde lachimenea,ocupadaporunamezclaheterogéneadelibros,yalotro,unviejopianovertical.

Ladamaestabasentadaenunsillónderespaldoalto;aunladoteníaunamesa pequeña, redonda, que contenía un escritorio y un tabaque, y al otroestaba suhijo, que,depiey apoyandouncodoenunade las rodillasde sumadre,estaba leyendoenvozalta,conunamaravillosafluidez,un libroqueteníaellaensuregazo; lamadre teníaunamanosobre laespaldadelniñoyjugabaabstraídaconloslargosyrizadoscabellosquecaíansobresumarfileñocuello.Me sorprendió el agradable contraste que producían con los objetos

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que los rodeaban; pero naturalmente sus posturas cambiaron de inmediatocuando entramos nosotros. Sólo pude contemplar el cuadro que formabandurante los breves segundos en que Rachel mantuvo la puerta entreabiertamientrasnosanunciaba.

No creo que a la señora Graham le agradara mucho vernos: había algoindescriptiblementefríoensucortesíaapacibleyserena,peronohablémuchoconella.Mesentécercadelaventana,unpocoapartadodelgrupo.LlaméaArthuryél,yoySanchopasamosunagradablerato juntos,mientras lasdosjóveneshostigabanalamadreconsucharlayFergus,sentadoenfrenteconlaspiernascruzadasylasmanosenlosbolsillosdesuspantalones,sehundíaensuasiento,mientrasmirabaaltechooasuanfitriona(deunaformatal,quedebuenaganalehubierasacadoapuntapiésdelahabitación),silbabaporlobajounfragmentodeunadesus tonadas favoritas, interrumpía laconversaciónocolmabaunapausa(encuantoéstasepresentaba)concomentariosypreguntassumamenteimpertinentes.Unadeestasvecesdijo:

—Señora Graham, me extraña que haya elegido usted un lugar tandestartalado y tan ruinoso para vivir. Si no tenía usted los medios pararestauraryocuparlacasaentera,¿porquénoalquilóunacasitapequeña?

—Puede que sea demasiado presuntuosa, señor Fergus —contestó ellasonriendo—; puede queme sintiera especialmente atraída por estamansiónanticuadayromántica;aunque,enrealidad,sonmuchaslasventajasquetienesobre una casa pequeña. En primer lugar, como puede usted ver, lashabitacionessonmásampliasyaireadas;ensegundolugar, laspiezasvacíasquenopagopuedenservirdecuartos trasteros,enelcasodeque tengaalgoqueguardarenellas;ysirvenparaquemihijopuedacorrerlosdíasdelluviacuandonopuedesalir;yfinalmentehayunjardínenelcualélpuedejugaryyo trabajar.—Luego,volviéndosehacia laventana, continuó—:Comoverá,heplantadoyaalgo.Hayunplanteldeverdurastempranasenaquelrincón,yallíalgunascampanillasdeinviernoyprimaveraqueyaestánenflor,yallá,también,uncrocoamarilloqueseabrealsol.

—Pero ¿y lomal situada que está, con los vecinosmás cercanos a treskilómetros de distancia y sin nadie que venga ni pase por aquí? Rose sevolvería completamente loca en un sitio así. No puede vivir sin ver mediadocenadesombrerosytrajesnuevosaldía,pornohablardeloqueseocultatras ellos; pero usted debe de pasarse todo el día sentada mirando por laventana,sinverotracosaquealgunaviejaquellevesushuevosalmercado.

—Noestoyseguradequelasoledaddellugarnomeparecieraunadesuscualidades más recomendables. No hallo el menor placer en ver pasar a lagenteporlasventanasymegustaestartranquila.

—¡Oh!, eso es como decir que preferiría usted que nos ocupáramos de

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nuestrospropiosasuntosyladejáramosenpaz.

—No.Un trato excesivome disgusta; pero si tengo unos pocos amigos,naturalmentemegustaverlosdevezencuando.Nadiepuedeserfelizestandosiempre solo. Por lo tanto, señor Fergus, si decide usted entrar en mi casacomoamigo,ledarélabienvenida;sino,deboconfesarquepreferiríaquesemantuviera alejado de ella. —Y volviéndose hizo algunas observaciones aRoseyaEliza.

—SeñoraGraham—dijoéldenuevoalcabodecincominutos—,mientrasveníamos hacia aquí discutíamos una cuestión que puede dilucidarnos confacilidad, ya que principalmente se refería a usted, y es que, a menudo,discutimos sobre los asuntos de nuestros vecinos, y nosotros, las plantasindígenas de este suelo, nos conocemos desde hace tanto tiempo, hemoshablado los unos de los otros tan amenudo, que estamos hastiados de estejuego; por lo tanto la llegada de una extraña supone una contribucióninapreciable a nuestras agotadas fuentes de diversión. Bueno, la cuestión, ocuestiones,quelepedimosqueresuelva…

—¡Sujetalalengua,Fergus!—gritóRose,presadetemorydeira.

—Noquiero.Losenigmasquelepedimosqueresuelvasonéstos:primero,enloqueserefiereasunacimiento,extracciónyanteriorresidencia.Algunoslatomanporextranjerayotros,poringlesa;algunosporprocedentedelnorteyotrosdelsur;algunosdicen…

—Estábien,señorFergus,lediréquesoyinglesa,noveoquérazónpodríatenernadieparadudarlo,yquenacíenelcampo.Nimuyalnorte,nimuyalsurdenuestrafelizisla;yqueenelcampopasélamayorpartedemivida…Yahora, espero que esté satisfecho, porque no estoy dispuesta a contestar aningunaotrapreguntaporelmomento.

—Exceptoésta…

—¡No, ninguna más! —dijo ella riéndose, y, a continuación, dejó suasiento y buscó refugio en la ventana cerca de la cual yo estaba sentado; y,haciendo un esfuerzo desesperado por escapar a la persecución de mihermano,inicióunaconversaciónconmigo.

—Señor Markham—dijo, al tiempo que su rápida pronunciación y susvivoscoloresmanifestabansuinquietud—,¿haolvidadoustedlabonitavistamarinadelaquehablamoshacealgúntiempo?Creoquevoyaimportunarloahoraparaquemeexpliquecuáleselcaminomáscortoparallegarallí;puessi siguehaciendobuen tiempo,puedequemeacerqueyhagamiboceto;heagotado todos losdemás temaspictóricosy sientoverdaderosdeseosdeveresavista.

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Estaba a punto de satisfacer su petición, pero Rose no consintió que lohiciera.

—¡Oh, no se lo digas,Gilbert!—gritó—; irá con nosotros.Me imaginoqueserefierealabahíade…,¿no,señoraGraham?Esuncaminomuylargo,demasiado para usted e imposible para Arthur. Pero habíamos pensadoorganizarunaexcursiónparairaverlo,undíaquehicierabueno;ysiquisieraesperar a que el buen tiempo se estabilizara, estoy segura de que todosestaríamosencantadosdequevinieraconnosotros.

La pobre señora Graham, aterrada, intentó excusarse, pero Rose, bienporquecompadecíasuvidasolitaria,bienporqueestabadeseosadecultivarsuamistad,semostródecididaanodejarlaescapar;ytodaslasobjecionesfuerondescartadas.Ledijoqueseríasóloungrupopequeño,todosamigos,yquelamejorvistadetodaseraladelosacantiladosde…,acasisietekilómetrosdedistancia.

—Para loscaballeros sóloesunagradablepaseo—siguiódiciendoRose—, pero las señoras irán en coche y a pie, por turnos. Llevaremos nuestrococheconlajaca,enelcualhabrásitiodesobraparaelpequeñoArthurytresseñoras,ademásdesusutensiliosdepinturaylasprovisiones.

Asíque,finalmente,laproposiciónfueaceptada;y,despuésdediscutirlahorayalgunosdetallesmásdelaproyectadaexcursión,noslevantamosynosdespedimos.

Pero esto fue enmarzo: un abril frío y húmedoy dos semanas demayopasaronantesdequenosatreviéramosaemprendernuestraexpediciónconlarazonable esperanza de obtener ese placer que buscábamos en los paisajesamenos,unaanimadacompañía,elairefresco,unbuenbanqueteyejercicio,sinnecesidaddecaminos intransitables,vientos fríosonubesamenazadoras.Por fin, una gloriosa mañana, reunimos nuestras fuerzas y nos pusimos encamino.ElgrupoestabacompuestoporlaseñorayeljovenGraham,MaryyElizaMillward,JaneyRichardWilson,yRose,FergusyGilbertMarkham.

El señor Lawrence había sido invitado a venir con nosotros, pero poralguna razónque sólo él conocíanoshabíanegado su compañía.Yomismosolicitéesefavor.Cuandolohice,dudóypreguntóquiénesiban.ParecíacasidecididoavenirdespuésdehabermeoídonombraralaseñoritaWilson,perocuando mencioné a la señora Graham, pensando que el aliciente sería aúnmayor, se produjo el efecto contrario, renunció a ello, y, para ser sincero,aquella decisiónme agradó, aunque difícilmente hubiera podido decirte porqué.

Cuandollegamosanuestrodestino,eraalrededordemediodía.LaseñoraGrahamhizoapietodoelcaminohastalosacantilados;yelpequeñoArthur

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tambiénfueandandolamayorpartedeltiempo;eraahoramuchomásfuerteyactivoquecuandollegóynolegustabairenelcocheconextrañosmientrascuatroamigos—mamá,Sancho,elseñorMarkhamylaseñoritaMillward—ibanapie,quedándoseatrás,oatravesandocamposysenderoslejanos.

Tengoun recuerdomuy agradable de aquel paseo, a lo largodel caminofirme, blanco y soleado, sobre el que, aquí y allá, esparcían su sombra losárboles de un verde brillante,mientras las flores y los setos florecientes, dedeliciosafragancia,adornabanlosbordes;oatravésdepradosysendasalosque las floresy labrillantevegetacióndel deliciosomayodabanun aspectoglorioso.Escierto:Elizanoestabaamilado,sinoqueibaconsusamigasenelcoche,tanfeliz,confiabaenello,comoyomesentía;einclusocuandoloscaminantes,habiendoabandonadoelcaminoprincipalporunatajoatravésdeloscampos,vimosdesaparecerenlalejaníaelpequeñococheatravésdelosverdesárbolesylasenramadas,noodiéaquellosárbolesporquitardemivistael sombrero y el chal queridos, ni sentí que todos aquellos objetos seinterpusieran entre mi felicidad y yo; porque, a decir verdad, me sentíademasiado feliz con la compañía de la señora Graham para lamentar laausenciadeElizaMillward.

Bien es verdad que aquélla se mostró al principio muy irritante en suinsociabilidad—alparecernoestabadispuestaahablarconnadiequenofueraMaryMillwardoArthur—.EllayMarycaminabanjuntas,casisiempreconelniñoentrelasdos;perocuandoelespaciolopermitía,yosiemprecaminabaallado de la señora Graham; RichardWilson se colocaba junto a la señoritaMillward,yFergusibadeunladoaotro,segúnsucapricho;alcabodeunratoella semostrómás amabley, finalmente, conseguí acaparar su atencióncasidel todo. Entonces me sentí verdaderamente feliz, pues siempre que sedignaba conversar, me gustaba escuchar. Cuando sus opiniones y sussentimientosseajustabanalosmíos,suextremadasensatezysusensibilidadygustoexquisitosmedeleitaban;cuandodiferían,suintransigenteaudaciaenladeclaraciónoladefensadeladiferencia,suseveridadyperspicacia,excitabanmiimaginación:einclusocuandomeencolerizabaconsusmiradasypalabrasduras,y suspococaritativasconclusiones sobremí, sóloconseguía sentirmemás insatisfecho conmigo mismo por haberla impresionado tandesfavorablemente ymás deseoso de justificarmi carácter ymi disposiciónantesusojos,y,sieraposible,ganarsuestima.

Finalmentenuestropaseo terminó.Duranteunrato, laalturay laescarpacrecientedelascolinashabíaninterrumpidolavistadelpaisaje;perocuandollegamosalacimadeunaabruptapendienteymiramoshaciaabajo,elespaciose abrió ante nosotros ¡y el mar azul irrumpió ante nuestra vista!: de unprofundo azul violeta, no en calma chicha, sino cubierto de brillantesrompientes. Centelleaban en su seno diminutas motas blancas, apenas

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discernibles,inclusoparalamiradamásaguda,delaspequeñasgaviotasquejugabanenloaltoconsusblancasalasrelucientesalsol:sólosepodíandivisardosembarcacionesyestabanmuylejos.

Miré ami compañeraparaver quépensabade aquel gloriosopanorama.Nodijonada:peropermanecióinmóvilylocontemplódeunaformaquemeaseguróquenoestabadecepcionada.Teníaunosojosmuybonitos:nosésitelohedichoantes,peroerangrandes,clarosyllenosdeespíritu,ycasinegros,no castaños, sino de un gris muy oscuro. Una brisa fresca y vivificadorallegabadesdeelmar—suave,pura,saludable—quecoloreabavivamentesuslabios y sus mejillas, por lo general demasiado pálidas. Ella sentía suestimulante influencia y yo también. Sentí que me estremecía, pero no meatrevíamovermemientrasellapermanecíatanquieta.Habíaunaexpresióndealborozocontenidoen su rostro,que se iluminóconuna sonrisadealegreyexaltadainteligenciacuandosusojosseencontraronconlosmíos.Nuncamehabíaparecido tan adorable: nunca, hasta esemomento, sehabía sentidomicorazón tan cálidamente unido a ella. No habría podido responder de lasconsecuencias, si nos hubieran permitido quedarnos allí solos dos minutosmás. Afortunadamente para mi discreción, y probablemente para mi placerduranteelrestodeldía,fuimosprontorequeridosparalacomida:unacolaciónmuyrespetablequeRose,ayudadaporlaseñoritaWilsonyEliza,quehabíancompartido el coche de caballos con ella y llegado un poco antes que losdemás, había dispuesto sobre una elevada plataforma que miraba al mar,protegidaporelsalientedeunarocayunosárbolesinclinados.

La señoraGraham se sentó a cierta distancia demí.Eliza erami vecinamáscercana.Seesforzóenmostrarseamable,asumaneracortésydiscreta,yestuvo, sin duda, tan fascinante y encantadora como siempre, aunque yo nopudieranotarlo.Peroprontomicorazón latiópor la señoraGrahamunavezmás;ytodosnossentimoscontentosyfelices—queyosepa—alolargodenuestroprolongadoalmuerzo.

Cuandoésteterminó,RoselepidióaFergusquelaayudaraarecogerlosrestos,loscuchillos,platos,etc.,yameterlosdenuevoenlascestas;laseñoraGrahamcogiósusilladetijeraysusútilesdedibujoy,despuésdepedirlealaseñoritaMillward que se hiciera cargo de su querido hijo y recomendarle aéste encarecidamente que no se separase de su nueva niñera, nos dejó y sedirigió, subiendo por la empinada y pedregosa colina, hacia una eminenciamásaltaymásescarpada,desdedondelavistaeraaúnmejorydondepreferíahacersuboceto,apesardequealgunasdelasdamasledijeronqueaquéleraunlugarpeligrosoyleaconsejaronquenolointentara.

Cuando se fue me pareció que la diversión se había acabado, aunqueresultaradifícildecirenquécontribuíaellaaljúbilodelareunión.Suslabiosno habían dejado escapar ni una broma, ni una risa; pero su sonrisa había

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alentadomi alborozo, sus observaciones perspicaces y sus palabras jovialesaguzado insensiblementemi ingenio,yhechoperder todo interéspor loquehacían o decían los demás. Incluso su presencia había alegrado miconversaciónconEliza,aunqueyonolosupiera;perocuandosehuboido,losjuguetones disparates deEliza dejaron de divertirme.Esmás,me aburría, ydivertirlameparecíaaúnmástedioso:aquelsitiodistantedondelabellaartistase había sentado y trabajaba con ahínco en su solitaria tarea me atraíairresistiblemente; no deseaba resistirme: mientras mi pequeña compañeraintercambiabaunascuantaspalabrasconlaseñoritaWilson,melevantéymeescabullí con astucia.Unas cuantas zancadas, después de trepar ligeramenteporelcamino,mellevaronsindificultadallugarenelqueestabasentada:unarrecife saliente de roca al borde del acantilado que descendía en abruptosesgo,cortadoenpicohastalaplayarocosa.

Nomeoyóllegar:laaparicióndemisombrasobresupapelleprodujounasacudida eléctrica. Rápidamente se volvió. Cualquiera de las damas que yoconocíahubieragritadodespuésdesemejantesusto.

—¡Oh!Nosabíaquefuerausted…¿Porquémehaasustadodeesaforma?—dijoconciertaimpertinencia—.Detestoquemesorprendan.

—¿Por quiénme había tomado?—dije yo—: si hubiera sabido que eraustedtannerviosa,habríatenidomáscuidado;pero…

—Bueno,noimporta.¿Aquévenía?¿Vienentodos?

—No;difícilmentecabríanenestepequeñosaliente.

—Mealegro,porqueestoycansadadehablar.

—Bueno,nohablaréentonces.Sólomesentaréymirarécómodibuja.

—Peroyasabeustedqueesonomegusta.

—Entoncesmecontentaréconadmirarestemagníficopaisaje.

Nopusoobjeciónaestoyduranteunratodibujóensilencio.Peronopudeevitarquemimiradaseapartasedevezencuandodelespléndidopanoramaque teníamos a nuestros pies para posarla en la elegante mano blanca quesosteníaellápiz,elgraciosocuelloylosrizosbrillantesylustrososquecaíansobreelpapel.

«Situvieraunlápizyuntrozodepapel—pensé—,podríahacerunbocetomásbonitoqueel suyo, suponiendoque fueracapazdedibujar fielmente loquetengoantemí».

Pero, aunque esta satisfacción me era negada, me sentía bastantecomplacidoporestarsentadoasuladosindecirnada.

—¿Está usted ahí todavía, señor Markham? —dijo, volviéndose para

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buscarmecon lamirada,puesyoestabasentadounpocomásatrássobreunresaltodelacantiladocubiertodemusgo—.¿Porquénovaadivertirseconsusamigos?

—Porque estoy cansado de ellos, como usted; y tendré que soportarlosmañana…oencualquierotromomento;encambio,esposiblequenotengaelplacerdevolverlaaverdurantenosécuántotiempo.

—¿QuéestabahaciendoArthurcuandosevinousted?

—EstabaconlaseñoritaMillward,dondeledejó…Bien,peroesperandoquemamánotardaramucho.Porcierto,nomeloconfióustedamí—gruñí—,apesardetenerelhonordeunaamistadmáslarga;perolaseñoritaMillwardtieneelartedeatraerydivertiralosniños,aunquenosésiserviráparaalgomás—añadí,sindarleimportancia.

—La señorita Millward tiene cualidades muy estimables, que usted nopuede esperar percibir o apreciar. ¿Quiere decirle a Arthur que estaré allídentrodeunosminutos?

—Si es así, esperaré, con su permiso, a que pasen esos minutos; luegopuedoayudarlaabajarestedifícilcamino.

—Gracias.Enocasionescomoésta,melasarreglomejorsinayuda.

—Pero,almenos,podréllevarlelasillayelcuadernodedibujo.

Nomenegóeste favor,peroyoestababastanteofendidoporsuevidentedeseo de desembarazarse de mí y empezaba a arrepentirme de miperseveranciacuandomeapaciguóunpocorequiriendomijuicioymigustopara resolver una duda que le planteaba su dibujo. Mi parecer,afortunadamente, mereció su aprobación, y la solución que le sugerí fueadoptadasinvacilaciones.

—Muchas veces he deseado en vano—dijo ella— poder contar con eljuiciodeotraspersonascuandonopodíaconfiarenmisojosyenmicabeza,porhaberestadoéstostantotiempoocupadosenlacontemplacióndeunsoloobjeto,quenoeranyacapacesdeformarseunaideaalrespecto.

—Ése—contestéyo—essólounodelosmalesa losquelasoledadnosexpone.

—Cierto—dijoella;yvolvimosasumergirnosenelsilencio.

Aproximadamente dosminutos después, sin embargo, declaró que habíacompletadosuesbozoycerróelcuaderno.

Alvolveral lugardenuestroalmuerzo,descubrimosque todos lohabíanabandonado,exceptotres:MaryMillward,RichardWilsonyArthurGraham.Éste yacía dormido con la cabeza apoyada en el regazo de la dama; el otro

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estabasentadoalladodeellaconlaedicióndebolsillodealgúnautorclásicoensusmanos.Nuncaibaaningúnladosinuncompañerocomoaquélconelque sacar partido de sus momentos de ocio: toda ocasión que no fueradedicada al estudio, o requerida, por su naturaleza física, para elmantenimiento de la vida, le parecía tiempo perdido. Incluso en aquelmomentonopodíaabandonarsealdisfrutedelairepuroydelabalsámicaluzdelsol—aquelespléndidopaisaje,aquellosdulcessonidos, lamúsicade lasolas y del viento suave en los árboles que lo protegían—e incluso conunadamaasulado(aunquenomuyatractiva,loreconozco)habíatenidoquesacarellibroparaocuparsutiempoleyendomientrasdigeríasusobrioalmuerzoyreposabasusmiembroscansados,pocoacostumbradosatantoejercicio.

Quizá, sin embargo, interrumpió de vez en cuando su lectura paraintercambiarunapalabraounamiradaconsucompañera.Encualquiercaso,ésta no pareció molesta en absoluto por su conducta; sus rasgos sencillosmostrabanunaexpresióndealegríay serenidaddesacostumbradasy, cuandollegamos, estaba estudiando complacientemente el rostro pálido y pensativodeljovencaballero.

Elcaminodevueltanofuetanagradableparamí,nimuchomenos,comolohabíasidoelrestodeldía.LaseñoraGrahamibaahoraenelcoche,yElizaMillwardmeacompañabaapie.Éstahabíanotadomipreferenciaporlajovenviuda y evidentemente se sentía abandonada.Nomanifestó su disgusto conreprochesmordaces, sarcasmosamargos,oun silenciohoscoyenfurruñado:todos o cualquiera de estos medios los habría soportado fácilmente, o mehabríareídodeellos;lodioaentenderconunaespeciedegentilmelancolía,unatristezareprobadora,dulce,quemellegóalcorazón.Tratédeanimarlayaparentementetuveciertoéxitoenmiintentoantesdeterminarelpaseo;pero,alhacerlo,miconcienciamelorecriminó,puessabíaque,másprontoomástarde, el lazo debía cortarse; aquello no era más que alimentar falsasesperanzasyaplazareldíafatal.

CuandoelcochesehuboaproximadoaWildfellHalltodoloqueelcaminopermitía(podríahaberintentadosubirporellargoyabruptosendero,perolaseñoraGrahamnolohubieraconsentido),lajovenviudaysuhijoseapearon,cediendoelsitiodelúltimoaRose;yoconvencíaElizadequeocuparaelsitiodel cochero. Después de haberla ayudado a sentarse cómodamente,recomendarlequetuvieracuidadoconelairedelatardeydesearlelasbuenasnoches cariñosamente,me sentímuy animado yme apresuré a ofrecer a laseñora Graham mis servicios para llevarle sus utensilios a través de loscampos,peroellayasehabíacolgadosusilladetijeradelbrazoyllevabaenlamanosucuadernodedibujo;einsistióendespedirsedemíallímismoyenaquel instante, así como del resto de la compañía. Sin embargo, en aquellaocasiónrechazómipropuestadeayudadeunamaneratanamableyamistosa

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quecasilaperdoné.

CAPÍTULOVIII

ELREGALO

Habían pasado seis semanas. Era una espléndida mañana de finales dejunio.Lamayorpartedelhenoestabarecogido,perolasemanaanteriorhabíasidomuy poco propicia; ahora que por fin había llegado el buen tiempo, ydecidido a aprovecharlo lomásposible, había puesto a todos los hombres atrabajarenelhenaryyomismoestabaentreellos,enmangasdecamisa,conun ligero sombrero de paja en la cabeza, levantando brazadas de hierbahúmedayhumeante,esparciéndolaaloscuatrovientos,alacabezadeunafiladecriadosyjornaleros.Tratabaasídetrabajardelamañanaalanocheconelmismo celo y constancia que podía exigir de cualquiera de ellos y de hacerprosperarlalaborconmipropioesfuerzoalmismotiempoqueanimabaalostrabajadoresconmiejemplo.Yheaquíquetodasmisresolucionessefueronal traste en un momento cuando de pronto apareció mi hermano corriendohacia mí y me puso en la mano un pequeño paquete, recién llegado deLondres, que yo estaba esperando desde hacía algún tiempo. Rasgué elenvoltorioyantemisojosaparecióunaeleganteedicióndeMarmion.

—Mepareceque séparaquiéneseso—dijoFergus,quepermanecíadepie, mirándome,mientras yo examinaba complacido el volumen—. Es paraEliza.

Dijoestoconunamiradayuntonotanprodigiosamenteintencionadosquemesatisfizocontradecirle.

—Estásequivocado,muchacho.—Cogiendomilevita,depositéellibroenunodesusbolsillosyluegomelapuse—.Venaquí,tú,vago,yséútilporunavez.Quítatelachaquetayocupamilugarhastaquevuelva.

—¿Hastaquevuelvas?…¿Yadóndevas,sipuedesaberse?

—Eldóndees lodemenos.Loúnicoquea ti te importaeselcuándo;yestarédevueltaparalahoradelacomida,comomuytarde.

—¡Vaya!Y tendréque trabajarhastaentonces,¿noeseso?¿Yconseguirademás que estos muchachos sigan trabajando de firme? ¡Bien, bien! Loharé…por una vez.Vamos,muchachos, hay que estar ojo avizor.Ahora osayudaréyo:y¡aydelhombre,odelamujer,quesedetengaunmomento,yaseaparamiraralasmusarañas,pararascarselacabezaosonarselasnarices!Ningunaexcusavaldrá.Loúnicoque tenéisquehaceres trabajar, trabajary

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trabajarconelrostrocubiertodesudor,etcétera.

Le dejé arengando así a la gente, más para su diversión que para suedificación, y volví a casa. Después de arreglarme un poco, me dirigí conpremura hacia Wildfell Hall con el libro en el bolsillo; pues éste estabadestinado a la estantería de la señoraGraham. «¡Vaya! Entonces, ¿tú y ellahabíaisllegadoallevarostanbienquehastaoshacíaisregalos?».Nodeltodo,viejozorro;eramiprimerexperimentoenesadirecciónyestabamuyinquietoporconocerelresultado.

Noshabíamosencontradovariasvecesdespuésdelaexcursiónalabahíade…, y descubrí que no despreciaba mi compañía, siempre que laconversación se limitara a temas abstractos o de interés general; en cuantorozabael terrenosentimentalogalante,ohacíaelmenor intentodeexpresarmi ternuraconunamiradaounapalabra,nosólomecastigabaalterandodeinmediatosusmodales,sinoqueyomesabíacondenadoaencontrarlamásfríaydistante,cuandonocompletamenteinaccesible,lapróximavezquebuscarasucompañía.Sinembargo,estacircunstancianomedesconcertabademasiado,porquelaatribuíanotantoaldisgustoquemipersonapudieracausarlecomoala firme resolución, tomada antes de que nos conociéramos, de no volver acasarse,debidaprobablemente,bienaunexcesivocariñoasuanteriormarido,bienalhechodenohaberpodidosoportarlos,niaélnialestadomatrimonial.Es cierto que al principio parecía complacerse en mortificar mi vanidad yaplastarmipresunción:nodejabaescaparunasolaocasión,cuandosurgía,dedestacar mis defectos; y entonces, lo confieso, me sentía profundamenteherido,aunquealmismotiempoestoestimulabamisdeseosderevancha;perodesde hacía algún tiempo (al descubrir, sin duda, que yo no era el estúpidomequetrefe que había creído al principio) rechazaba mis modestasinsinuaciones de una manera completamente diferente. Era una especie dedisgusto serio, casi afligido, que muy pronto aprendí a evitar con todocuidado.

«Por lo pronto debo afirmar mi posición como amigo—pensaba yo—.Comodefensorycompañerodejuegosdesuhijo,comoamigoleal,austeroyllano de ella, y entonces, cuando me haya hecho indispensable para elbienestar y la alegría de su vida (como creo que puedo serlo), veremos quépuedehacerse».

Asíquehablábamosdepintura,poesíaymúsica,deteologíayfilosofía.Lepresté un libro una o dos veces, y otra fue ella quienme lo prestó amí: laabordabaensuspaseossiemprequepodía;ibaaverlaasucasasiemprequemeatrevía.Laprimeravezqueinvadíelrecintosagradofueconelpretextodellevarle a Arthur un pequeño cachorro tambaleante del que Sancho era elpadre,queentusiasmóalniñomásalládetodaexpresión,yque,porlotanto,nopodíadejardeagradarasumadre.Lasegundaexcusadelaquemeserví

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fue lade llevarleun libroque, conociendo lasparticularidadesde sumadre,había seleccionado con todo cuidado y sometido a su aprobación antes deregalárselo.Luego, le llevé algunas plantas para el jardín, en nombre demihermana—despuésdehaberpersuadidoaRosedequeselasmandara—.Encadaunadeaquellasocasioneslepreguntéporelcuadroqueestabapintandodel boceto que había tomado en el acantilado, y fui admitido dentro delestudio, al tiempo que se me pedía opinión o consejo sobre los progresosrealizados.

Miúltimavisitahabíasidoparadevolverleellibroquemehabíaprestado;yfueentoncescuando,discutiendocasualmentelapoesíadesirWalterScott,expresó el deseo de leer Marmion y yo concebí la presuntuosa idea deregalárselo; y, al volver a casa, encargué inmediatamente el elegante tomitoque había recibido esa mañana. Pero aún necesitaba otra excusa paraintroducirmeensuermita;asíquemeprocuréuncollardecueroazulparaelperritodeArthury,despuésdeserésteentregadoyrecibidoconmuchamayoralegríaygratitudporpartedequienlorecibíadeloqueelregalovalíaodeloquelasegoístasrazonesdequienloregalabamerecían,meaventuréapedirlealaseñoraGrahamquemepermitieraverlapinturaunavezmás,si todavíaestabaallí.

—¡Oh, sí!Entre—dijo (pues nos había encontrado en el jardín)—.Estáterminadoyenmarcado,yapuedomandarlo;perodemeustedsuopinióny,sitiene alguna sugerencia que hacer, será… debidamente considerada, por lomenos.

La pintura era sorprendentemente hermosa: era como si la vista realhubiera sido trasladada al lienzo por arte de magia; pero expresé miadmiración en pocas palabras y en términos moderados, por miedo adisgustarla.Ella,sinembargo,observabaatentamentemismiradasysuorgullode artista quedó sin duda satisfecho al leer la sincera admiración quemostrabanmisojos.Pero,mientrasmiraba,penséenellibroymepreguntédequéformaseloofrecería.Micorazóndesfalleció;perodecidíquenopodíasertanneciocomoparamarcharmesinintentarlosiquiera.Erainútilesperarunaoportunidad, inútil intentar improvisar un discurso para la ocasión. Cuantomássencillaynaturalmentelohagamejor,pensé;asíquemiréporlaventanaintentando reunir fuerzas, luego saquéel libro,mevolvíy lopuse entre susmanosconestacortaexplicación:

—¿DeseabaustedleerMarmion,señoraGraham?Aquíestá,siesustedtanamabledeaceptarlo.

Un rubor momentáneo cubrió su rostro—quizá un rubor de compasivavergüenzaanteunaformatanzafiadehacerunregalo—.Examinóelvolumenseriamenteporlosdoslados;luegovolvióensilenciolaspáginas,frunciendo

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lascejasalmismotiempoyreflexionandocongravedad;luegocerróellibroy,devolviéndomelo, preguntó con tranquilidad su precio. Sentí que se meagolpabalasangreenelrostro.

—Sientoofenderlo,señorMarkham—dijo—,peroamenosquelopaguenopuedoquedarmeconellibro.

—¿Porquénopuede?

—Porque…—Sedetuvoymirólaalfombra.

—¿Porquénopuede?—repetíconunavoztanirasciblequeellaalzólosojosymemiróconfirmeza.

—Porque no puedo imponermeunas obligaciones a las que nunca podrécorresponder…Ya le debo bastante por su amabilidad conmi hijo; pero suagradecidoafectoysuspropiosbuenossentimientosdebenrecompensarleporello.

—¡Quédisparate!—proferí.

Volvió sus ojos haciamí de nuevo, con unamirada de sorpresa grave ytranquila,quemehizoelefectodeunabofetada,fueraésasuintenciónono.

—Entonces,¿novaustedaquedarseconellibro?—pregunté,hablandounpocomássuavementequeantes.

—Mequedaréconélencantada,simepermitepagarlo.

Ledijeelprecioexactoylosgastosdetransportesuplementarios,contodalaserenidaddequefuicapaz,pueslaverdadesqueestabaapuntodellorardedesencantoydehumillación.

Sacósumonederoycontófríamenteeldinero,perovacilóenponérmeloenlamano.Memiróconatención;conunavozconsoladoraydulce,observó:

—Se siente usted ultrajado, señor Markham… Me gustaría hacerlecomprenderque…queyo…

—Lacomprendoperfectamente—dije—.Ustedcreequesi aceptaraestanadería de mí ahora, yo abusaría de ello en adelante; pero está ustedequivocada: si se limitara a hacerme el favor de quedárselo, créame, nomeharía ilusiones por esta razón y no lo consideraría un precedente de futurosfavores, y es estúpido hablar de que contraiga obligaciones respecto a mícuandodebesaberqueenuncasosemejanteladeudaesabsolutamentemía,elfavormelohaceusted.

—Bien, entonces le tomaré la palabra—respondió ella con una sonrisaangelical, volviendo a guardar el odioso dinero en el portamonedas—, pero¡noloolvide!

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—Recordaré… lo que he dicho; pero no castigue mi presunciónretirándomesuamistad,oesperequelaexpíesiendomásdistantequeantes—le dije extendiendo la mano para despedirme, pues estaba demasiadoemocionadoparaseguirallí.

—Bueno, entonces sigamos como antes —replicó ella estrechando mimanoconfranqueza;ymientrastuvesumanoenlamíahubedehacerungranesfuerzo para no llevarla hasta mis labios; pero eso habría sido una locurasuicida. Ya había sido bastante temerario y este prematuro ofrecimientohubieraestadomuycercadedarelgolpemortalamisesperanzas.

Volví apresuradamente a casa con el corazón y la cabeza agitados yardientes, insensible a aquel sol abrasadordemediodía—sinpensar enotracosa que en lamujer que acababa de dejar—, no lamentando nada salvo suimpenetrabilidadymipropiaprecipitaciónyfaltadetacto—notemiendomásquesuhorriblefirmezaymifaltadehabilidadparasuperarla—,noesperandonada… Pero basta ya, no te aburriré con mis esperanzas y temorescontradictorios,misseriasreflexionesyresoluciones.

CAPÍTULOIX

UNASERPIENTEENLAHIERBA

AunquepodríadecirseahoraquemissentimientossealejabanclaramentedeEliza,nodejédeltododehacervisitasalavicaría,porquedeseaba,porasídecirlo,dejarqueellasedesilusionarapocoapoco,sincausarmuchodoloroatraermuchoresentimiento,oconvertirmeenelobjetodelashabladuríasdelaparroquia;además,simehubieramantenidoapartadodeltodo,elvicario,queconsideraba que mis visitas se las hacía fundamentalmente, si nocompletamente, a él, se habría sentido ofendido por la negligencia. PerocuandofuiasucasaaldíasiguientedemientrevistaconlaseñoraGraham,élnoestaba:unacircunstanciaparamíenabsolutotanagradablecomolohabíasidoenocasionesanteriores.LaseñoritaMillwardestabaallí,esverdad,peroella,naturalmente,noeramuchomásquenada.Sinembargo,decidíabreviarmivisitayhablar conElizadeunamanera fraternaly amistosa, actitudquenuestraantigua intimidadmedabaderechoaadoptaryquenopodía,pensé,serunaofensaniservirparaalimentarfalsasesperanzas.

Nunca tuve la costumbrede hablar de la señoraGrahamcon ella ni conningunaotrapersona;peronohacíatresminutosquemehabíasentadocuandoElizaaludióaaquelladamadeunamanerabastantecuriosa.

—¡Oh,señorMarkham!—dijo,conunaexpresióninquieta,suavizandola

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vozhastaparecerunmurmullo—.¿Quépiensausteddeesasnoticiashorriblesque corren sobre la señora Graham? ¿Puede usted alentarnos a no darlescrédito?

—¿Quénoticias?

—¡Oh, vamos, tiene que saberlo! —Sonrió furtivamente y movió lacabeza.

—Nosénadasobreellas.¿Quédemoniosquieredecir,Eliza?

—¡Oh,nomelopregunte!Nopuedoexplicárselo.

Cogiósupañuelodebatista,quehabíaestadoembelleciendoconunanchoencaje,yseconcentróensulabor.

—¿Quéocurre,señoritaMillward?¿Quéquieredecir?—dije,apelandoasu hermana, que parecía estar absorta haciendo el dobladillo de una sábanagrande.

—No lo sé —replicó—. Supongo que alguna calumnia que ha estadoinventandoalgúnocioso.YonuncahabíaoídohablardeellohastaqueElizame lo dijo el otro día; pero aunque toda la parroquia me volviera sordacontándomelo,nocreeríaniuna solapalabra. ¡Conozcoa la señoraGrahamdemasiadobien!

—¡Estoy de acuerdo con usted, señoritaMillward! Tampoco yo lo creo,sealoquefuere.

—¡En fin!—observóEliza con un suave suspiro—.Está bien tener unaseguridad tanreconfortantesobre ladignidaddeaquellosa losqueamamos.Sólodeseoquevuestraconfianzanoseveatraicionada.

Y levantó el rostro y me dirigió una mirada de una ternura tandesconsoladaquepudohaberablandadomicorazón.Peroenaquellosojosseescondíaalgoquenomegustaba;mepreguntécómopodíahaberlosadmiradoalguna vez; el rostro honesto y los pequeños ojos grises de su hermanameparecieronmásagradables;peroenaquelmomentoyoestaba indignadoconElizapor sus insinuacionescontra la señoraGraham,queeran falsas, estabaseguro,tantosiellalosabíacomosino.

Nodijenadamássobreesteasuntoduranteaquellavisitaypocomássobrecualquier otro; dándome cuenta de que no podía recuperar totalmente miecuanimidad,melevantéymedespedí,excusándomeconelpretextodequeteníaalgoquehacer en lagranjaya lagranjamedirigí.Niuna solavez laposible verdad de aquellos misteriosos rumores enturbió mis pensamientos;pero me preguntaba cuáles serían, quién los habría originado, en qué sebasabanycuálseríalamejorformadesilenciarlosorefutarlos.

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Pocosdíasdespuéssecelebróotradenuestraspequeñasreuniones,alaquehabía sido invitado el grupo habitual de amigos y vecinos, entre los que secontabalaseñoraGraham.Enaquellaocasiónnohabíapodidoservirsedelaoscuridaddelanochecerode la inclemenciadel tiempocomopretextosparanoasistiry,congranaliviopormiparte,vino.Sinellatodoaquellomehabríaparecidointolerablementeaburrido;perosullegadatrajonuevavidaalacasa,y aunque no debía descuidar al resto de los invitados, o esperar que mededicaseúnicamenteamílamayorpartedesuatenciónydesuconversación,meprometídeantemanounaveladapococomún.

ElseñorLawrencetambiénvino.Nollegóhastapocodespuésdequetodosestuviéramosreunidos.YosentíacuriosidadporvercuálseríasuactitudconlaseñoraGraham.Unaligerainclinaciónfuetodoloqueintercambiaroncuandoentró; ydespuésdehaber saludadocortésmente al restode lospresentes, sesentóbastanteapartadodelajovenviuda,entremimadreyRose.

—¿Había visto usted alguna vez semejante habilidad?—murmuróEliza,que era la persona que tenía más cerca—. ¿No diría usted que son doscompletosdesconocidos?

—Casi;¿yqué?

—¡Yqué!¿Pretendeustedhacermecreerqueloignora?

—¿Que ignoro qué? —pregunté, con una voz tan aguda que ella sesobresaltóycontestó:

—¡Porfavor!Nohabletanalto.

—Bueno,puesentoncesexplíqueme—contestéenuntonomásbajo—quéquiereusteddecir.Detestolosenigmas.

—Bueno, no puedo asegurarle que sea verdad, al contrario, pero ¿no haoído…?

—Noheoídonada,exceptoloqueinsinuóusted.

—Puesentoncesdebedeserustedintencionadamentesordo,porquetodoslediránlomismo;peroyaveoquesóloconseguiréenfadarlosiselodigo,asíqueserámejorquemecalle.

Apretó los labios y se cruzó de brazos con una expresión de humildadofendida.

—Si no deseaba hacerme enfadar, debería haberse callado desde elprincipio;osino,contartodoloquetuvieraustedquedecirconhonestidadysencillez.

Ellavolvióelrostroaunlado,sacósupañuelo,selevantóyseacercóalaviuda, con la que permaneció un momento, evidentemente a punto de

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deshacerseenllanto.Yoestabaasombrado,irritado,avergonzado,notantopormirudezacomoporsucrueldadinfantil.Sinembargo,nadiepareciófijarseenella, y poco después nos llamaron a la mesa; en aquella región se tenía lacostumbredeservireltéenlamesa,entodaslasocasiones,yconvertirloenunacomida,yaquecenábamostemprano.Mesenté:teníaaRoseaunladoyunasillavacíaalotro.

—¿Puedosentarmeconusted?—dijounavozsuavecercademí.

—Siquiere…—fuelarespuesta;yElizasedeslizóenlasillavacía;luego,mirándomeconunasonrisamediotriste,mediojuguetona,murmuró:

—Esustedtanduro,Gilbert…

Le serví el té con una sonrisa algo despectiva y no dije nada porque noteníanadaquedecir.

—¿En qué le he ofendido? —dijo más lastimeramente—. Me gustaríasaberlo.

—Vamos,tómeseelté,Eliza,ynodigatonterías—contesté,alcanzándoleelazúcarylacrema.

Precisamenteenaquelmomento,seprodujounaligeraconmociónalotroladodemiasiento,ocasionadaporlaseñoritaWilson,queveníaanegociarunintercambiodeasientosconRose.

—¿Querríaustedhacermeel favordecambiarde sitioconmigo, señoritaMarkham?—dijo—,porquenoquierosentarmealladodelaseñoraGraham.Si a sumadre le parece bien invitar a una persona así a su casa, no puedeponerningunaobjeciónaquesuhijalehagacompañía.

EstaúltimafrasefueañadidaenunaespeciedesoliloquiodespuésdeirseRose,peronoquiseserdiscretoydejarlapasar.

—¿Le importaría explicarmequéquiereusteddecir, señoritaWilson?—inquirí.

Lapreguntalasorprendióunpoco,peronomucho.

—SeñorMarkham—dijo con frialdad, recobrándose rápidamente—,mesorprendebastantequelaseñoraMarkhamhayainvitadoaunapersonacomolaseñoraGraham;pero,quizá,noestéalcorrientedequeseconsiderapocorespetableelmododeserdeesaseñora.

—Ella no lo está, ni yo tampoco; y por lo tanto le agradecería que meexplicaraustedmejoraquéserefiere.

—Nocreoqueseanéstosel lugarnielmomentooportunosparaesetipode explicaciones; pero dudo de que sea usted tan ignorante como pretende;

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debeconocerlatanbiencomoyo.

—Esocreo,einclusounpocomejor;porlotanto,simeexplicaloquehaimaginadouoídoensucontra,quizápuedacorregirsusopiniones.

—¿Puededecirmequiénerasumarido,osialgunaveztuvoalguno?

Laindignaciónmeimpidióhablar.Nopodíaconfiarenmirespuestaenunmomentocomoéseyenaquellugar.

—¿No se ha fijado usted nunca—dijo Eliza— en el gran parecido queexisteentreeseniñosuyoy…?

—¿Yquién?—preguntólaseñoritaWilsonconunaexpresióndefría,peromordazseveridad.

Eliza se interrumpióasustada;habíapretendidoque su tímida sugerenciallegasesóloamisoídos.

—¡Oh, losiento!—dijo—,puedeserunerror…quizámeequivoque.—Pero al decir estas palabras sus ojos poco ingenuosme lanzaronuna furtivamiradadeescarnio.

—Nonecesitapedirmeperdón—contestósuamiga—,peronoveoaquíanadie a quien el niño se parezca, excepto a sumadre; y cuando oiga ustedrumoresmaliciosos,señoritaEliza, leagradeceré,esdecir,creoquelomejorquepuedeustedhaceresabstenersederepetirlos.SupongoquelapersonaalaquealudíaeselseñorLawrence;perocreoquepuedoasegurarleque,enesteaspecto,sussospechascarecentotalmentedefundamento;ysiéltienealgunarelaciónespecialconladama(cosaquenadietienederechoaafirmar), tieneporlomenos(ynopuededecirselomismodeotros)elsuficientesentidodeladignidad para evitar que se sepa y comportarse en presencia de personasrespetables comoun conocidodistante.Es evidenteque le ha sorprendidoymolestadoencontrarlaaquí.

—¡Sigan!—gritóFergus,queestabasentadoalotroladodeElizayeralaúnicapersonaquecompartíaaquelladodelamesaconnosotros—.¡Sigandebuengrado!¡Pónganlaverde,siquieren!

LaseñoritaWilsonseenderezóconunafríamiradadedesprecio,peronodijonada.Elizahubiera respondido,pero la interrumpídiciendo,con toda lacalmadelaquefuicapaz,aunqueenuntonoquetraicionaba,sinduda,algodeloquesentía:

—Basta. Dejemos este tema; si sólo somos capaces de hablar paracalumniaraaquellosquesonmejoresquenosotros,guardemossilencio.

—Creoqueeslomejorquepuedeshacer—observóFergus—,ylomismopiensanuestrobuenpárroco;haestadoarengandoalacompañíaensumejor

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venadurantetodoesteratoyobservándonosdevezencuandoconmiradasdeprofundo disgusto, mientras estabais sentados aquí, murmurandoirreverentemente; y una de las veces se ha interrumpido en medio de unahistoriaodeunsermón,nosécuáldelasdoscosas,yhafijadolosojossobreti, Gilbert, como diciendo: «Cuando el señor Markham haya acabado decoquetearconesasdosdamasproseguiré».

No sabría contar qué más se dijo en la mesa, ni cómo tuve pacienciasuficiente para seguir sentado hasta que acabamos de cenar. Recuerdo, sinembargo,quetraguécondificultadloquequedabadeltéquehabíaenmitazay que no comí nada; y que la primera cosa que hice fue mirar a ArthurGraham, que estaba sentado con su madre al otro lado de la mesa, y aLawrence,queestabaunpocomáscerca.Alprincipio,meparecióquehabíaun parecido, pero después de considerarlos conmayor atención, llegué a laconclusióndequesetratabasólodeimaginaciones.Losdos,esverdad,teníanrasgos más delicados y huesos más pequeños de lo que correspondía aindividuos del sexo fuerte; la tez de Lawrence era pálida y clara, y la deArthur, delicadamente blanca; pero la nariz diminuta y algo respingona deArthurnuncaseríatanlargayrectacomoladelseñorLawrence;yaunqueelcontorno de su rostro no era lo suficientemente curvo para ser redondo yconvergía con demasiada gracia en aquella pequeña barbilla en la que seformabaunhoyuelo para ser cuadrado, nuncapodría convertirse en el largoóvalo del otro. Era evidente que los cabellos del niño tenían un color másluminosoy cálidodelquehubierapodido tenernunca el caballeromayor, yquesusojosazules,grandesyclaros,aunqueavecesprecozmenteserios,eranmuydistintosdelostímidosojoscastañosdelseñorLawrence,desdelosqueun alma sensible miraba hacia fuera con tanta desconfianza que parecíasiempredispuestaarefugiarsedentrodelasofensasdeunmundodemasiadocruel, demasiado poco amistoso. ¡Qué miserable era por haber albergadoaquellaideaaunquefuerasólounmomento!¿NoconocíaalaseñoraGraham?¿Nolahabíavistoyconversadoconella,unayotravez?¿Noestabasegurodequeera,eninteligencia,purezaygrandezadeespíritu,inconmensurablementesuperioracualquieradesusdetractores;dequeera,porcierto,lapersonamásnoble, más adorable de su sexo que nunca hubiera conocido, o inclusoimaginadoqueexistiera?Sí,yhubieradichoconMaryMillward(queeraunamuchachasensata)queaunquetodoelcondadodijera,otodoelmundogritaraaquellas horribles mentiras en mis oídos, no las creería, porque la conocíamejorqueellos.

Almismotiempolacabezameardíadeindignaciónyelcorazónparecíaapuntodesaltardesuprisiónconaquellasconflictivaspasiones.Miréamisdosbellasvecinas conun sentimientodeodioydedesprecioqueaduraspenasconseguí disimular. Me había replegado en la clemencia de miensimismamiento y descuidaba groseramente a las damas; pero esto no me

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importaba gran cosa: lo único que me importaba, además del importanteobjetodemispensamientos,eraquesellevasenlastazasenlabandejadeltéynovolverahablar.PenséqueelseñorMillwardnuncaacabaríadeexplicarnosqueélnoeraunbebedordetéyqueeraaltamentenocivoencharcardeaquellamanera el estómago excluyendo así un sustentomás sano,mientras de estemodoganabatiempoparaterminarsucuartataza.

Finalmenteacabamosdecenar.Melevantéydejélamesayalosinvitadossinunapalabrade excusa: nopodía soportarlosmás tiempo.Salí fuerapararefrescarme las ideas en el balsámico aire del atardecer y para ordenarlas oacariciarmisapasionadospensamientosenlasoledaddeljardín.

Paraevitarquemevierandesdelasventanasbajéporunacortaytranquilaavenidaquebordeabaunodelosladosdelavalla,alfinaldelacualsehallabaunasientoabrigadoporlasrosasylasmadreselvas.Allímesentéapensarenlasvirtudesy losdefectosde ladamadeWildfellHall;perosólo llevabaenesta ocupación dos minutos, cuando voces y risas, y unas siluetas que vimoverse a través de los árboles, me informaron de que los demás tambiénhabían salido a tomar el aire. Sin embargo, me arrimé a un rincón de laenramada,esperandoretenersuposesiónasalvodeindiscretosydeintrusos.¡Perono—Diosloconfundiera—,alguienbajabaporlaavenida!¿Porquénopodíandisfrutardelasfloresydelsolenlaparteabiertadeljardínydejarmeamíenelsombríoescondrijo,conlosmosquitosylasmoscasdeagua?

Pero, al atisbar a través de la olorosa pantalla de ramas entretejidasintentandodescubrirquiéneseranlosintrusos(puesunmurmullodevocesmeindicabaqueeranmásdeuno),mi fastidiodesaparecióde inmediato,dandopasoasentimientosmuydiferentesqueagitaronmialma,yainquieta;pueseralaseñoraGrahamlaquerecorríalentamenteelpaseoconArthurasulado,ynadiemás.¿Porquéestabansolos?¿Habríahechoyasuefectoelvenenodelas lenguas detractoras, les habrían vuelto todos la espalda? Entonces meacordé de que había visto a la señora Wilson, a primera hora de la tarde,arrimar su silla a mi madre e inclinarse hacia delante, evidentemente paracomunicarlealgúnsecretoimportanteyconfidencial;yporelincesantemeneodesucabeza,lasfrecuentestorcedurasdesuarrugadosemblanteylosguiñosyelmaliciosoparpadeodesusojospequeñosyfeos,intuíqueeraunsabrosoescándalo lo que se traía entre manos; y por la cautelosa intimidad de lacomunicación supuse que alguna persona en aquel preciso instante era eldesgraciadoobjetodesuscalumnias;yportodosestosindicios,juntoconlasmiradasylosgestosdehorrormezcladodeincredulidaddemimadre,lleguéentonces a la conclusión de que el objeto no había sido otro que la señoraGraham.Nosalídemiesconditehastaqueellaestuvoapuntodealcanzarelfinal del sendero, para que mi aparición no la ahuyentara; y cuando meadelanté,sequedóinmóvilypareciódecididaavolverse.

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—¡Oh, no permita que le importunemos, señor Markham! —dijo—.Veníamosaquíenbuscaderetiro,noainmiscuirnosensuaislamiento.

—No soy un ermitaño, señora Graham, aunque reconozco que puedoparecerlo,abandonandodeestamaneradescortésamisinvitados.

—Temí que se sintiera usted indispuesto —siguió con una mirada deauténticapreocupación.

—Fuealgoasí,peroyaestoybien.Siénteseaquíydescanseunpoco,ynomedigaquenolegustaestaenramada—dije,yalzandoaArthurloacomodéenmediodelbanco,paraqueaccedierasumadre,quien,reconociendoqueeraunrefugiotentador,sedejócaerenunextremomientrasyotomabaposesióndelotro.

Pero la palabra «refugio» me inquietó. ¿La había obligado la falta deamabilidaddeaquellagenteabuscarlapazenlasoledad?

—¿Porquélahandejadosola?—lepregunté.

—He sido yo quien los ha abandonado—fue la risueña contestación—.Estabahartadetantacharla;nohaynadaquemecansetanto.Nocomprendocómopuedenseguirhablandodeesamanera.

Nopudeevitarsonreírmeantelaseriedadconqueexpresabasuasombro.

—¿Esqueconsideranundeberestarcontinuamentehablando—prosiguió—, de forma que nunca se paran a pensar, sino que se contentan con unacháchara sin sentido y vanas repeticiones cuando no se presentan temas deauténticointerés?¿Oesquedeverdadlesgustaesetipodeconversación?

—Seguramente sí —dije yo—: sus mentes triviales no pueden abarcargrandes ideas,y sus cabezashuecas sonarrebatadaspor frivolidadesquenoconmoveríanauncerebromejordotado.Laúnicaalternativaparasemejantetipodeconversacióneszambullirsedecabezaenelcenagaldelescándalo,queessuplacerprincipal.

—Supongoquenoseránasí todos,¿no?—exclamóladama,sorprendidaporlamordacidaddemiobservación.

—Desdeluegoqueno;excluyoamihermanadegustostanenvilecidosyamimadre,siesquelaincluíaustedensuanimadversión.

—Nohedadoaentenderquetuvieraanimadversióncontranadie,ydesdeluego no pretendí hacer alusiones irrespetuosas a su madre. He conocido apersonas sensibles hábiles en ese estilo de conversación cuando lascircunstanciaslasobligabanaello;peroesundondecuyaposesiónnopuedojactarme.Enestaocasiónheprestadoatencióntodoeltiempoquehepodido,pero cuando mis fuerzas me abandonaron me escabullí para buscar unos

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minutos de descanso en este tranquilo paseo.Detesto hablar cuando no hayintercambio de ideas o sentimientos, ni se proporciona o recibe ningúnprovecho.

—Entonces—dije—sialgunavezlamolestoconmilocuacidad,dígameloy prometo no ofenderme; poseo la facultad de disfrutar de la compañía deaquellosalosque…demisamigos,tantoensilenciocomoconversando.

—No le creo del todo; pero si fuera así, sería usted exactamente elcompañeroquemegusta.

—¿Soyyo,entonces,todoloqueusteddeseaenotrosaspectos?

—No,noquierodecireso.¡Quéhermososestánesospequeñosracimosdehojascuandolosrayosdelsolpasanentreellas!—añadió,conelpropósitodecambiardetema.

Y parecían realmente hermosas cuando, a intervalos, los rayos de solrasantepenetrandolaespesuradeárbolesyarbustosqueestabanalotroladodel paseo, revelaban su oscuro verdor, mostrando retazos de hojas casitransparentes,deunverdedoradoresplandeciente.

—Casimegustaríanoserpintora—observómiacompañante.

—¿Por qué no? Uno pensaría en un momento así que estaría ustedexultante por el privilegio de ser capaz de imitar los diversos, brillantes ydeliciosostonosdelanaturaleza.

—No;porqueenlugardeentregarmetotalmentealdisfrutedeellos,comohacenlosdemás,siempremeatormentopensandoencómopodríaproducirelmismoefecto sobreun lienzo; y comoesonopuedehacersenunca, todo esmeravanidadyvejacióndelespíritu.

—Quizá no pueda usted hacerlo de una manera que le satisfaga, peropuedeconseguir,yconsigue,quelosdemássedeleitenconelresultadodesusesfuerzos.

—Bueno,despuésdetodonodeberíaquejarme;quizáhayapocagentequeseganelavidacontantoplacerporeltrabajoquerealizancomoyo.Ahívienealguien.

Pareciómolestaporlainterrupción.

—Son el señor Lawrence y la señorita Wilson —dije—, que vienen adisfrutardeuntranquilopaseo.Nonosmolestarán.

Nopodíadescifrarlaexpresióndesurostro;peromesatisfizonoencontrarenellaloscelos.¿Envirtuddequéibayoabuscarlos?

—¿QuétipodepersonaeslaseñoritaWilson?—mepreguntó.

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—Eseleganteymásdistinguidaque lamayoríade lagentequegozadeuna posición social como la suya; algunos dicen que es toda una dama, yagradable.

—Hoymehaparecidofríaybastantearroganteensusmodales.

—Nomeextrañaquelehayaproducidoesaimpresión.Posiblementetieneprejuicioscontrausted,porquecreoquelaconsideraunarival.

—¡Amí! ¡Imposible,señorMarkham!—dijo,evidentementesorprendidaymolesta.

—Bueno,yonosénada—fuemiásperarespuesta;puesmeparecióquesufastidioiba,sobretodo,dirigidocontramí.

La pareja estaba en aquel momento a pocos pasos de nosotros. Nuestroárbol estaba acogedoramente situado detrás de una esquina en dondeterminaba el sendero, que allí se convertía en un camino más amplio quellegabahastaelfondodeljardín.Cuandollegaronalaalturadeeselugarvi,porelaspectodeJaneWilson,quedirigíalaatencióndesuacompañantehacianosotros; y tanto por su sonrisa, fría y sarcástica, como por algunosfragmentos aislados que alcancé a oír de sus palabras, supe que estabainculcándolelaideadequesentíamosungranapegoelunoporelotro.Notéqueélsesonrojabahastalasorejas,noslanzabaunafurtivamiradaalpasaryseguía andando con aspecto grave, aunque, al parecer, sin responder a lasobservacionesdelaseñoritaWilson.

Así que era cierto que abrigaba algunas intenciones con respecto a laseñora Graham; y, si hubieran sido honorables, no se habría mostrado tanpreocupado por ocultarlas. Desde luego ella era intachable, pero él eradetestablemásalládetodaconsideración.

Mientrasestospensamientoscruzabancomounrelámpagopormicabeza,micompañeraselevantóbruscamentey,llamandoasuhijo,dijoquedeseabairyaenbuscadelosdemásydesaparecióporlaavenida.SindudahabíaoídooadivinadoalgunadelasobservacionesdelaseñoritaWilson,yporlotantoresultababastantenaturalquedecidieranocontinuaraqueltête-à-têtedurantemástiempo,sobretodoteniendoencuentaqueenaquelmomentomismejillasardíandeindignacióncontramiantiguaamiga,cosaqueellapudointerpretarerróneamentecomounruborproducidoporunaestúpidaturbación.Porloqueconsideré a la señoritaWilson acreedora de un rencor aúnmayor; y cuantomáspensabaensuconducta,máslaodiaba.

Yahabíaanochecidocuandomereuníconlosinvitados.LaseñoraGrahamya sehabía arregladoparamarcharsey se estabadespidiendode losdemás,quetambiénvolvíanasuscasas.Leofrecí,esmás,leroguéquemepermitieraacompañarla.EnaquelmomentoLawrenceestabadepiehablandoconalguien

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cercadenosotros.Nonosmiró,pero,aloírmisolemnesúplica,sedetuvoenmediodeunafraseparaescucharlarespuestadeladamaysiguióhablando,conunamiradadetranquilasatisfacción,aloírqueeranegativa.

Lanegativafuefirme,aunquenoarisca.Fueimposibleconvencerladequeatravesaraquelloscamposypradossolitariossincompañíapodíaserpeligrosoparaellayparasuhijo.Todavíahabíaluzynoseencontraríaconnadie;yenel caso de que así fuera, estaba segura de que la gente de aquel lugar eratranquila e inofensiva. De hecho, no quiso ni oír hablar de que alguien sepusieraencaminoparaacompañarla,aunqueFergussedignaraofrecerlesusservicios por si resultaban más aceptables que los míos y mi madre lesuplicara que le permitieramandar a uno de los hombres de la granja paraescoltarla.

Cuando se hubo ido, todo lo demás languideció, o algo peor. Lawrenceintentóarrastrarmeaunaconversación,peromemarché,desairándolo,alotrolado de la habitación. Poco después la reunión se disolvió y él se despidió.Cuandoseacercóamí,meneguéaversumanoextendidayaoírsusbuenasnoches hasta que las repitió por segunda vez; y entonces, paradesembarazarmedeél,murmuréunarespuestaininteligibleacompañadadeunsecosaludoconlacabeza.

—¿Quéocurre,Markham?—murmuró.

Lecontestéconunamiradadeiraydedesprecio.

—¿Está usted enfadado porque la señora Graham no ha querido que laacompañara?—preguntóconunasonrisapusilánimequecasimehizoperderelcontrol.

Pero,tragándometodaslasrespuestasrabiosas,melimitéapreguntar:

—¿Esestoasuntosuyo?

—¡Oh,no!—contestóconirritantetranquilidad;alzandolosojos,memiróyañadióconsolemnidadinusitada—:perodéjemedecirle,Markham,quesiseha hecho ilusiones al respecto, no le conducirán a ninguna parte;me dueleverloacariciandofalsasesperanzasyperdiendo tiempoen inútilesesfuerzos,porque…

—¡Hipócrita!—exclamé.Él sequedósinaliento,muypálido,y,girandosobresustalones,saliósindecirunapalabra.

Lehabíaheridoenlomásvivoymealegrabahaberlohecho.

CAPÍTULOX

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UNCONTRATOYUNAPELEA

Cuandotodossehubieronmarchado,supequelavilcalumniahabíaestadocirculandoporlareuniónyenpresenciadelavíctima.Rose,sinembargo,juróquenilacreíaniibaacreerla,ymimadrehizolamismadeclaración,aunquemetemoquenoconunaconviccióntanrealytanfirme.

Parecíatenerlasiempreenlacabezaysolíairritarmeconexpresionestalescomo:

—¡Vaya, vaya, quién lohubierapensado!… ¡Bueno, siempremeparecióquehabíaalgoextrañoenella!…Yavesloquegananlasmujeresafectandoserdiferentesdelosdemás…

Undíadijo:

—Recelédeesaaparienciademisteriodesdeelprincipio…Penséquenopodíaescondernadabueno;peroresultatriste,muytriste,estarconvencidadeello.

—Pero,madre,dijistequenocreíasenesashistorias—dijoFergus.

—Y no las creo, querido; pero, a pesar de todo, deben tener algúnfundamento,¿nocrees?

—Elfundamentoestáenlacrueldadylafalsedaddelmundo—dije—yenelhechodequeelseñorLawrencehasidovistoporaquelcaminounaodosveces al atardecer. Las habladurías del pueblo dicen que va a cortejar a laextraña señora, y los chismosos se han adueñado codiciosamentedel rumor,paraconvertirloenlabasedesusinfernalesmaquinaciones.

—Bueno, Gilbert, algo debe de haber en su conducta que fomentesemejantesrumores.

—¿Hasobservadotúalgoensuconducta?

—No,desdeluego;peroyasabesquesiempredijequehabíaalgoextrañoenella.

Creoquefueprecisamenteaquellatardecuandomeatrevíallevaracabootra invasióndeWildfellHall.Había transcurridounasemanadesdenuestravelada.Mehabíapasadolosdíasesforzándomeporencontrarmeconsudueñadurante sus paseos; y siempre decepcionado (debía de habérselas arregladodeliberadamenteparaqueasí fuera),pasaba lasnochesdándolevueltasamicerebro en busca de algún pretexto para otra visita. Finalmente, llegué a laconclusióndequenopodíasoportaraquellaseparacióndurantemástiempo(aesas alturas, como verás, ya había llegado muy lejos); cogiendo de labiblioteca un viejo volumen que pensé que le interesaría —aunque no me

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habíaatrevidoaofrecérselotodavíaparaunalecturacuidadosaporsuestadoruinosoypocopresentable—,salíapresuradamente,nosintemercómoseríarecibidoycómoconseguiríahaceracopiodevalorparapresentarmeconunaexcusa tan frágil. Pero quizá pudiera verla en el campo o en el jardín, yentoncesladificultadnoseríamuygrande:loquemetrastornabatantoeralallamadaformala lapuerta,con laprobabilidaddeser llevadosolemnementeporRachelalapresenciadeunaanfitrionasorprendidaypococordial.

Mideseo,sinembargo,nofuesatisfecho.NoseveíaalaseñoraGrahampor ninguna parte; peroArthur estaba jugando con su travieso perrito en eljardín.Measomépor encimade lapuertay le llamé.Él queríaque entrara,peroledijequenopodíahacerlosinpermisodesumadre.

—Iréapedírselo—dijoelniño.

—No, no,Arthur, no debes hacer eso…pero si no está ocupada ruégalequevengaunminuto:dilequequierohablarconella.

Corrióahacermirecadoyvolvióenseguidaconsumadre.¡Quéadorableestaba con sus rizos oscuros flotando en la suave brisa de verano, sushermosasmejillasligeramentesonrosadasyunasonrisaradianteenelrostro!¡Querido Arthur! ¿Qué no te debo por esto y por todos los otros felicesencuentros?Graciasaél,enseguidamesentíalibredetodaformalidad,terrory constreñimiento. En las cosas del amor, no hay mediador que puedacompararseaunniñoalegreydecorazónsencillosiempredispuestoaunirloscorazones separados, a tenderse sobre el abismo hostil de la costumbre, aderretirelhielodelafríareserva,asaltarporencimadelosmurosdivisoriosdelaterribleformalidadyelorgullo.

—Bueno, señor Markham, ¿de qué se trata? —dijo la joven madre,abordándomeconunaagradablesonrisa.

—Queríaquevieraeste libroy, si legusta,quese loquedarapara leerlodurantesusratosdeocio.Nomeexcusoporhaberlahechosalirenunatardetanencantadora,aunqueseaparaunacuestióntanpocoimportante.

—Dilequeentre,mamá—dijoArthur.

—¿Legustaríaentrar?—preguntóladama.

—Sí;megustaríaverlosprogresosdesujardín.

—Y cómo han prosperado bajomi cuidado las raíces de su hermana—añadióella,mientrasabríalapuerta.

Paseamosporel jardínyhablamosde las flores, losárbolesyel libro,yluegodeotrascosas.Latardeeradulceyapacible,yasífuemiacompañante.Poco a pocome fuimostrandomás tiernoy afectuosode lo que, quizá,mehabíamostrado nunca; pero todavía no había dicho nada concreto y ella no

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intentórechazarme;hastaque,alpasardelantedeunarosadeJericóqueyolehabíallevadohacíaunassemanas,departedemihermana,arrancóuncapullomedioabiertoymerogóqueseloentregaraaRose.

—¿Nopuedoquedármeloyo?—lepregunté.

—No;peroaquíhayotroparausted.

Envezdelimitarmeacogerloensilencio,cogítambiénlamanoquemeloofrecía y clavé los ojos en su rostro. Ella no retiró la mano durante unosinstantes,yyoviensumiradaelbrillodeunresplandordeéxtasis,uncalordeexcitacióngozosaensurostro—creíquelahorademivictoriahabíallegado—, pero en seguida un recuerdo doloroso pareció atravesarla como unrelámpago.Unanubedeangustialeoscureciólafrente,unapalidezmarmórealeblanqueólasmejillasyloslabios;parecióproducirseunmomentodeluchainterior. Con un esfuerzo repentino, retiró la mano y retrocedió uno o dospasos.

—Ahora,señorMarkham—dijoconunaespeciedeheroicacalma—,debodecirlecontodaclaridadquenopuedopermitiresto.Megustasucompañía,porque estoy sola aquí, y su conversación me complace más que la decualquier otra persona; pero si no le satisface considerarme una amiga, unasimple, distante, maternal amiga, debo rogarle que me deje ahora y eviteverme en adelante; en realidad, en el futuro debemos comportarnos comoextraños.

—Entonces, seré su amigo, o su hermano, o lo que usted quiera,únicamentesimepermiteseguirviéndola;perodígameporquénopuedosernadamás.

Sehizounapausaconfusaypensativa.

—¿Sedebeaunapromesaimprudente?

—Algoparecido—contestó—.Quizáalgúndíapuedacontárselo,perodemomento sería mejor que se marchara; ¡y nunca, Gilbert, me ponga en ladolorosaobligaciónderepetirloqueacabodedecirle!—añadióconlamayorseriedad,ofreciéndomesumanoconunaamabilidadsincera.¡Quédulce,quémusicalsonabaminombreensuboca!

—Noloharé—repliquéyo—.Pero¿perdonaustedestaofensa?

—Conlacondicióndequenovuelvaarepetirla.

—¿Ypuedoveniraverladevezencuando?

—Quizá…detardeentarde;siemprequenoabusedelprivilegio.

—Nohagovanaspromesas,peroyaverá.

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—Enelmomentoenquelohaga,nuestraintimidadhabráterminado,esoestodo.

—¿YmellamaráustedsiempreGilbert?Suenamásfraternalyservirápararecordarmenuestropacto.

Sonrió y repitió una vezmás queme fuera; finalmente, juzgué prudenteobedecerla. Ella volvió a entrar en la casa y yo bajé por la colina. Cuandobajaba, un ruido de cascos de caballo llegó hasta mis oídos y rompió elsilenciode la rociada tarde;almirarhaciaelcamino,viaunsolitario jineteque subía. Aunque estaba oscureciendo, le reconocí inmediatamente: era elseñor Lawrence, quemontaba su jaca gris. Eché a correr campo a traviesa,saltélavalladepiedrayluegobajéporelcaminoparaencontrarmeconél.Alverme, frenó al caballo y pareció inclinado a volverse; pero, después depensarlo, aparentemente juzgómejor continuar su camino. Al acercarse mehizounaligerainclinacióndecabeza,arrimándosealavalla,conlaintencióndesaltarla.Peroyonoteníalaintencióndepermitírselo:cogíelcaballoporlabridayexclamé:

—¡Ahoramismovoyaaclararestemisterio,Lawrence!Dígameadóndevaycuálessonsusintenciones…¡deunavezyparasiempre!

—¿Quiere usted soltar la brida? —dijo él con serenidad—. Le estáhaciendodañoamijaca.

—Ustedysujacame…

—¿Porquéesustedtangroseroybrutal,Markham?Esvergonzoso.

—¡Contesteustedmispreguntas…antesdesalirdeaquí!¡Quierosaberloquepretendeustedconestadeslealduplicidad!

—Nocontestaréningunapreguntahastaquesuelteustedlabrida…aunqueestemosaquíhastamañana.

—Estábien—dije,soltandolabrida,peroobstruyéndoletodavíaelpaso.

—Hágame preguntas en otra ocasión, cuando hable usted como uncaballero—dijo haciendo un esfuerzo para seguir adelante; pero yo volví acogerlabridaydetuvealcaballo,nomenossorprendidoquesudueñoanteuncomportamientotanzafio—.¡Realmente,señorMarkham,estoesdemasiado!¿Es que no puedo ir a ver a mi inquilina por asuntos de negocios, sin serasaltadodeestamanerapor…?

—¡Éstanoesunahoraparahablardenegocios,señor!Voyadecirleloquepiensodesuconducta.

—Seríamejorquedejarasuopiniónparaunaocasiónmásoportuna—meinterrumpióenvozbaja—,porahívieneelvicario.

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Yeraverdad;elvicarioseacercabapordetrás;volvíaconpasocansadoasucasadealgúnremotolugardesuparroquia.Yodejédeinmediatoelcaminolibre al hacendadoy él siguióhaciadelante, saludandoal señorMillward alpasar.

—¿Qué,Markham,unariña?—gritóesteúltimo,dirigiéndoseamí—.Yacausadeesajovenviuda,supongo.Perodéjemequelediga, joven—añadiómeneandolacabezaconairedereprobación(aquíacercósucaraalamía,conunaireimportante,confidencial)—,¡ellanomerecelapena!

Yconfirmóladeclaraciónconunsolemnemovimientodecabeza.

—¡SeñorMillward!—exclaméenuntonodecoléricaamenazaqueobligóalreverendoavolversehorrorizado,atónitoanteaquellainsólitainsolencia,ya mirarme fijamente con una expresión que decía a las claras: «¿Cómo seatreve?».Peroyoestabademasiadoindignadoparapedirledisculpasodecirleuna palabra más; me volví y me di prisa en llegar a casa. Bajé a grandeszancadaselabruptoyquebradocaminoydejéalreverendocontinuarcomolevinieraengana.

CAPÍTULOXI

ELVICARIODENUEVO

Pon que han pasado unas tres semanas. La señoraGraham y yo éramosahora amigos declarados; o hermana y hermano, como decidimosconsiderarnos. Ella me llamaba Gilbert, por expreso deseo mío, y yo lallamabaHelen,porquehabíavistoestenombreescritoensuslibros.Enrarasocasionesintentabaverlamásdedosvecesporsemana;eincluso,siemprequepodía, procuraba que nuestros encuentros parecieran el resultado de unacasualidad —pues pensaba en la necesidad de ser muy prudente— y, engeneral,mecomportabaconunacorreccióntandesmesuradaquenotuvoquellamarmelaatenciónniunasolavez.Sinembargo,nopudedejardepercibirque se sentía a veces desgraciada o insatisfecha consigo misma o con suposición, y realmente yo mismo no me sentía contento por lo último: estaactitudde indiferencia fraternal eramuydifícil demantener y yomeveía amenudocomounhipócritaabominable.Tambiénmedicuenta,omásbienlosentí,que,apesarsuyo,«yonoleeraindiferente»,comodicenhumildementeloshéroesdenovela,yaunquedisfrutabacongratituddemibuenasuerte,nopodíadejardedesearyesperaralgomejorenelfuturo;pero,naturalmente,mereservabasemejantessueñostodosparamí.

—¿Adónde vas, Gilbert? —dijo Rose una tarde, poco después del té,

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cuandoyohabíaestadotodoeldíaocupadoenlagranja.

—Adarunpaseo—fuelarespuesta.

—¿Cepillassiempre tusombrero tancuidadosamente, tepeinascontantoesmero y te pones unos guantes nuevos tan bonitos cuando sales a dar unpaseo?

—¡Nosiempre!

—VasaWildfellHall,¿verdad?

—¿Porquécreeseso?

—Porqueparececomosiestuvieras…Elcasoesquemegustaríaquenofuerastanamenudo.

—¡Tonterías, niña!No voy allí desde hace seis semanas…¿Qué quieresdaraentender?

—Bueno, pero si yo estuviera en tu lugar no tendría tanto interés por laseñoraGraham.

—Vaya,Rose,¿estástútambiéndeacuerdoconlaopinióndominante?

—No—replicóella,dubitativa—,peroheoídocontarmuchascosassobreella últimamente, tanto en casa de losWilson como en la vicaría; además,mamádicequesifueraunapersonanormalnoestaríaviviendoallísola.¿Noteacuerdas,Gilbert,delodelfalsotítulodelcuadroquenosdijoeninviernoycómoloexplicódiciendoqueteníaamigosyconocidosalosquenoqueríadarla dirección de su residencia actual, y que tenía miedo de que ellos laencontraran; y luego, de qué manera tan repentina abandonó la habitacióncuando llegó aquella persona aquiennonosdejóver ni de lejos, y a quienArthur,conairedemisterio,llamóelamigodesumamá?

—Sí,Rose, lo recuerdo todo y puedoperdonarte esas conclusiones pococaritativas, porque quizá, si no la conociera, relacionaría todas esas cosas ycreeríalomismoquetú;pero,graciasaDios,laconozcoynoseríadignodeconsiderarmeunhombresicreyeratodoloquesedicedeella,anoserquelooyeradesuspropioslabios…Creeríadeellacosascomoésascomolascreeríadeti,Rose.

—¡Oh,Gilbert!

—Bueno,¿creesquepodríacreerenalgoporelestilo…silosWilsonylosMillwardseatrevieranachismorrearlas?

—¡Esperoqueno,desdeluego!

—¿Yporquéno?…Porqueteconozco.Bien,puesaellalaconozcotantocomoati.

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—¡Oh,no!Noconocessuvidaanterioryelañopasado,porestasfechas,nisiquierasabíasqueexistía.

—Noimporta.Sepuedesabermásenunahoradelosublime,generosayprofundaqueeselalmadeunapersonaviendosucorazónatravésdesusojos,deloquesedescubriríadurante todaunavida,sidichapersonanoestuvieradispuestaarevelarlo,osinosetienesensibilidadparacomprenderlo.

—Entonces,¿vasairaverlaestatarde?

—Puedesestarseguradequevoyair.

—Pero¿quédirámamá,Gilbert?

—Nohacefaltaquemamálosepa.

—Perotendráquesaberloenalgúnmomento,siestosigueadelante.

—¡Seguiradelante!…Nose tratadeeso.LaseñoraGrahamyyosomosamigos…yloseguiremossiendo;ynadieenelmundopodráimpedirlo…nitienederechoainterponerseentrenosotros.

—Perosisupierasloquedicen,tendríasmáscuidado,tantoporellacomopor ti. JaneWilsonpiensaque tusvisitasa laviejamansiónsonunapruebamásdesudepravación…

—¡DiosconfundaaJaneWilson!

—YElizaMillwardestámuydolidacontigo.

—Esoespero.

—Puesyonoloharía,siestuvieraentulugar.

—Noharías¿qué?¿Cómosabenquevoyallí?

—Nadaselesescapa,estántodoeldíaespiando.

—¡Oh,nuncapenséeneso!¡Ysehanatrevidoaconvertirmiamistadenpiedradeescándalocontraella!Esoprueba laabsolutafalsedaddesusotrasmentiras, siesquehacía faltaalgunaprueba.Procuracontradecirlassiemprequepuedas,Rose.

—Pero es que nomehablan abiertamente de estas cosas: sólo sé lo quepiensanporindirectasyalusiones,yporloqueotrosdicen.

—Está bien, no iré hoy, ya que se está haciendo tarde. Pero ¡oh, que eldemoniosellevesusmalditasyenvenenadaslenguas!—murmurécontodalaamargurademialma.

Y en aquel preciso instante el vicario entró en la habitación; habíamosestado tan absortos en la conversación que no habíamos oído su llamada.

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DespuésdesaludaraRose,queeraunafavoritadelviejocaballero,tanjovialypaternalmentecomodecostumbre,sevolvióhaciamíconciertaseriedad.

—Bien,caballero—dijo—,sehaconvertidoustedenunextraño.Hace…déjeme pensar —siguió diciendo con lentitud, mientras depositaba suvoluminosa mole en el sillón que Rose le había acercado con excesivasolicitud—,haceexactamenteseissemanas,segúnmiscálculos,queatravesóustedelumbraldemipuerta,hablóconénfasisygolpeóconelbastónenelsuelo.

—¿Ah,sí,señor?—dije.

—¡Sí, desde luego! —añadió, moviendo afirmativamente la cabeza ymirándomeconunaespeciedesolemnidadencolerizada,mientrassosteníaeldurobastónentrelasrodillasycruzabalasmanosdetrásdelcuello.

—He estado ocupado —dije, pues era evidente que se me exigía unaexplicación.

—Ocupado—repitióirrisoriamente.

—Sí,heestadorecogiendoelheno;ylacosechaacabadeempezar.

—Ya.

Enaquelmomentoentrómimadreydistrajoparamiprovecholaatencióndel reverendo con una bienvenida locuaz y animada. Sentía profundamenteque no hubiera venido un poco antes, a la hora del té, pero se ofrecía aprepararleunoinmediatamente,siqueríahacerleel favordecompartirloconella.

—Paramíno,gracias—contestó—;tengoqueestarencasadentrodeunosminutos.

—¡Oh,peroquédeseytomeunpoco!Estaráhechoencincominutos.

Pero el reverendo rechazó la oferta con un majestuoso movimiento demano.

—Lediréloquevoyatomar,señoraMarkham—dijo—;tomaréunvasodesuexcelentecerveza.

—¡Conmucho gusto!—exclamómimadre, procediendo con presteza atocarlacampanayordenarelpredilectobrebaje.

—Al pasar por aquí —prosiguió—, se me ocurrió acercarme a verla ysaborearsucervezacasera.HeidoaveralaseñoraGraham.

—¿Deveras?

Afirmógravementeconlacabezayañadióconunénfasishorrible:

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—Penséqueeraamíaquienincumbíahacerlo.

—¡Quémedice!—profiriómimadre.

—¿Por qué, señor Millward? —pregunté. Me miró con severidad y,volviéndosehaciamimadre,repitió—:¡Penséqueeraamíaquienincumbía!—Ydio en el suelo de nuevo con su bastón.Mimadre, oyente aterrorizadaperoadmirativa,sesentóenfrente.

—«SeñoraGraham»,dijeyo—continuóelreverendo,moviendolacabezaal mismo tiempo que hablaba—, «¡estas informaciones son terribles!».«¿Cómodice,señor?»,preguntóella,fingiendonocomprenderloquequeríadecir.«Esmideber…como…supastor»,afirmé,«decirlesaustedesdostodolo que considero censurable en su conducta y todo lo que tengo razón parasospechar,yloquelosdemásmecuentanreferenteaustedes».¡Asíselohedicho!

—¿De verdad lo hizo, señor?—grité, dando un brinco en mi asiento ygolpeando la mesa con el puño. Él se limitó a mirarme y continuó,dirigiéndoseasuanfitriona:

—Eraundolorosodeber,señoraMarkham…¡peroselodije!

—¿Yellacómoselotomó?—preguntómimadre.

—Se mostró insensible, me temo… ¡insensible! —replicó él con undesalentado movimiento de cabeza—; y, al mismo tiempo, hubo una claramanifestacióndecóleraimpúdicaydesencaminada.Selepusolacarablancayalecharelalientoentrelosdienteslohizodeunmodocasibrutal;peronointentódefenderseni justificarse;yconunaespeciedecalmadesvergonzada(enverdadhorribledepresenciar,enalguientanjoven)nosólomedijoquemiamonestación era inútil, ymi consejo pastoral absolutamente improcedente,sino que mi presencia era desagradable mientras dijera aquellas cosas.Finalmenteme retiré, viendo con toda claridad que nada podía hacerse…yafligido al comprobar que su caso no tenía remedio. Pero estoy decidido,señoraMarkham,aquemishijasnotenganningunarelaciónconella.¡Tomeustedlamismaresoluciónconrespectoalossuyos!Enbiendesushijos…ydeusted,joven—continuó,volviéndosecondurezahaciamí.

—Encuantoamí,señor…—comencéadecir,pero,contenidoporciertoimpedimentoenlavoz,ydándomecuentadequetodomicuerpotemblabadeira, no dijemás, sino queme decidímás sabiamente por coger con furia elsombrero,salirdisparadodelahabitaciónycerrarlapuertatrasdemíconungolpequehizoquelacasaseestremecierahastasuscimientos,quemimadregritara…yquesealiviarademomentomiagitadoestadodeánimo.

Al minuto siguiente me vi corriendo a grandes zancadas en dirección a

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WildfellHall.Conquéintenciónopropósito,apenaspodíadecirlo,peroalgodebíahacer,yningúnotroobjetivosemeofrecíaqueirallí;teníaqueverlayhablarconella,esoeraevidente;peronoteníaideadefinidasobrequédecir,ocómoactuar.Estostormentosospensamientos,unamultitudderesolucionesseagolpaban en mi cabeza, y mi mente era algo poco mejor que un caos depasionesenconflicto.

CAPÍTULOXII

UNTÊTE-À-TÊTEYUNDESCUBRIMIENTO

Hiceelcaminoenpocomásdeveinteminutos.Medetuveantelapuertaparasecarmeelsudordelafrente,recuperarelalientoyciertaserenidad.Laveloz carrera había mitigado ya parte de mi agitación y con paso firme ytranquilorecorríelsenderodeljardín.Alpasarpordelantedelalahabitadadeledificio, vi a través de la ventana abierta a la señora Graham, paseandolentamentedeunladoaotrodesusolitariahabitación.

Semostróinquieta,einclusodesalentada,pormillegada,comosipensaraque yo había ido también a acusarla.Me había presentado ante ella con laintención de ofrecerle mi condolencia por la maldad del mundo y paraofrecerlemiayudafrentealosabusosdelvicarioysusvilesinformantes,perodeprontomediovergüenzamencionarelasuntoydecidínohacerreferenciaaél,amenosqueellamebrindaralaoportunidad.

—Vengoaunahorainoportuna—dije,aparentandounajovialidadquenosentía,conintencióndetranquilizarla—;perosólovoyaestarunosminutos.

Medirigió una sonrisa, desmayada, es verdad, peromuy cariñosa o casidiríaqueagradecida,puessustemoresdesaparecierontotalmente.

—¡Qué triste parece usted, Helen! ¿Por qué no tiene la chimeneaencendida?—ledije,observandolalúgubrepieza.

—Estamosenveranotodavía—replicó.

—Peronosotrossiempreencendemosel fuegopor la tarde…sipodemossoportarlo;yustednecesitauno,especialmenteenestacasafríayenestatristehabitación.

—Debería usted haber venido un poco antes, lo habría encendido parausted;peroahoranovale lapena:usteddicequesóloestaráunosminutosyArthursehaidoalacama.

—A pesar de todo, es un capricho. ¿Ordenaría que encendieran la

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chimenea,sillamo?

—¿Por qué, Gilbert? No parece tener frío —dijo ella risueñamente,mirandomirostro,quesinlugaradudasparecíabastanteacalorado.

—No—repliqué—,peroquieroverlacómodaantesdeirme.

—¡Cómoda! —repitió ella con una risa amarga, como si hubiera algocuriosamente absurdo en la idea—. Estoy bien como estoy—añadió en untonodetristeresignación.

Perodecididoacumplirmideseo,tirédelacampanilla.

—¡Dígaselo,Helen!—insistí,cuandoseoyeronlospasosapresuradosdeRachelalacercarseencontestaciónalasllamadas.Nohabíamásquevolverseypedirlealacriadaqueencendieralachimenea.

Rachelhizoqueladetestaraaqueldíaporlamiradaquemedirigióantesde partir en cumplimiento de su misión. Fue una mirada huraña, suspicaz,inquisitorial,queincrepabaclaramente:«¿Quéhaceustedaquí?,mepreguntoyo». Su señora no dejó de notarla y una sombra de malestar oscureció sufrente.

—Nodebequedarsemuchotiempo,Gilbert—medijocuandosecerrólapuerta.

—Notengointencióndehacerlo—respondí,unpocoimpertinentemente,sinunápicede iraenmicorazóncontranadie salvo laentrometidavieja—.Pero,Helen,tengoalgoquedecirleantesdeirme.

—¿Quées?

—No,noahora.Nosétodavíaconprecisiónloquees,ocómodecirlo—dijeconmássinceridadquesabiduría;yluego,temiendoquemeecharadelacasa,comencéahablardeasuntostrivialesparaganartiempo.Mientrastanto,Rachelentróaencenderelfuego,loqueconsiguióintroduciendounatizadoralrojovivoporentrelasvarillasdelaparrilla,dondeelcombustibleestabayadispuesto para la ignición.Me honró con otra de sus perversas e inhóspitasmiradas al salir, pero, poco impresionadopor ellas, seguíhablando; coloquéunasillaparalaseñoraGrahamaunodelosladosdelhogaryotraparamíenel otro, y me aventuré a sentarme, no muy seguro de que ella no quisieravermemarchar.

Alpocoratolosdosnossumergimosenelsilencioycontinuamosvariosminutos observando el fuego, abstraídos: ella sumida en sus tristespensamientos,yopensandoenlodeliciosoqueseríaestarsentadoasíjuntoaella sin ninguna otra presencia que restringiera nuestra comunicación (nisiquiera la de Arthur, nuestromutuo amigo, sin el cual no nos hubiéramosconocidonunca),sipudieraaventurarmeadecirloquepensabayadescargar

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mi repleto corazón de los sentimientos que lo oprimían desde hacía tantotiempo,yqueahoraluchabaporretenerconunesfuerzoqueparecíaimposiblequepudieraprolongarse.Examinélosprosyloscontrasdeabrirlemicorazónallí y entonces, implorando la correspondencia en el afecto, el permisoparamirarla a partir de aquel momento como mía, y el derecho y el poder dedefenderla de las calumnias de lenguas malignas. Por un lado, sentía unaconfianzareciénnacidaenmipoderdepersuasión,lafuerteconviccióndequemi propio fervor espiritualme garantizaría la elocuencia, de quemimismadeterminación, la absoluta necesidadde salir victoriosoqueyo sentía, debíaproporcionarmeloquebuscaba;porotro,temíaperderelterrenoqueyahabíaganadocontantotrabajoyhabilidad,ydestruirtodaesperanzafuturaconunatentativatemeraria,cuandoeltiempoylapacienciapodríanalcanzareléxito.Eracomodecidirmividaechandoundado;y,sinembargo,estabadispuestoatomarunadecisión.Encualquiercaso,rogaríaunaexplicaciónqueellahabíamedioprometidodarmeantes;preguntaríalarazóndeestaodiosabarrera,deestemisteriosoimpedimentoamifelicidad,y,asílocreíayo,lasuya.

Pero mientras consideraba la mejor manera de exponer mi petición, micompañera despertó de su ensoñación con un suspiro apenas audible y,mirando hacia la ventana (donde una luna llena de un color rojo como lasangre, emergiendo por encima de una de las austeras, fantásticassiemprevivas,nosenvolvíaconsuluz),dijo:

—Gilbert,seestáhaciendotarde.

—Comprendo—dije—.Supongoquedeseaquemevaya.

—Creoquedeberíahacerlo.Simisbondadososvecinoslleganasaberdeestavisita(como,sindudaocurrirá)nolautilizaránenmibeneficio.

Dijo esto con lo que el vicario hubiera llamado, sin lugar a dudas, unasonrisacasibrutal.

—Déjelosque lautilicencomoquieran—dije—.Quéimportancia tienensus pensamientos para usted o paramí, si estamos satisfechos con nosotrosmismos, y el uno con el otro. ¡Dejémoslos que se vayan al diablo con susmaquinaciones,ysusmentirosasinvenciones!

Estaexplosióntrajoasurostrounflujodecolor.

—¿Haoídoustedentoncesloquedicendemí?

—He oído algunos detestables embustes; pero nadie salvo los tontos lesdaríancréditoniunmomento,Helen,asíquenodejequelainquieten.

—NopensabaqueelseñorMillwardfuerauntonto,yéllocreetodo;peroporpocoquepuedanvalorarselasopinionesdeesagentesobreuno,porpocoque se los estime como individuos, no es agradable ser considerada una

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mentirosayunahipócrita,quesepiensequeunapractica loqueaborrece,yque fomenta losviciosquedesaprueba;noes agradable encontrarse con susbuenasintencionesfrustadasylasmanosmutiladasporlasupuestaindignidad,yatraerladesgraciasobrelosprincipiosqueunaprofesa.

—Esverdad;ysiyo,conmiindiscreciónymiegoístaindiferenciaporlasapariencias, he contribuido de alguna manera a exponerla a esos males,déjemerogarlenosóloquemeperdone,sinoquemepermitareparareldaño.Autorícemeasalvarsubuennombredecadaacusación:concédameelderechoa identificar suhonorconelmío, ¡yadefender su reputacióncomosi fueramáspreciosaquemivida!

—¿Esustedunhéroecomoparaunirseaalguiendequiensabequetodoelmundosospechayaquiendespreciantodoslosquelarodean,eidentificarsusinteresesysuhonorconlossuyos?¡Piénselo!Esunacosamuyseria.

—¡Estaría orgulloso de hacerlo, Helen! Sería feliz más allá de todaexpresión.Ysieséseelobstáculoparanuestraunión,estáderribado.¡Yusteddebe…ustedserámía!

Ylevantándomede lasillaenunfrenesídepasión,cogísumanoyse lahubierabesado,peroellalaretirórepentinamente,exclamandoenlaamarguradeunaaflicciónintensa:

—¡No,no,esonoestodo!

—¿Quéesentonces?Ustedmeprometióqueyoalgunavezsabría…

—Losabráalgunavez,peronoahora;meduelelacabezaterriblemente—dijo,poniéndoseunamanosobrelafrente—,ynecesitodescansarunpoco…Desdeluego,¡yamehanpasadobastantesdesgraciashoy!—añadió,casiconviolencia.

—Pero no puede hacerle daño contarlo —insistí: tranquilizaría suspensamientosyasísabríacómoconsolarla.

Ellamoviólacabezacondesaliento.

—Silosupieratodo,ustedtambiénmeacusaría…quizáinclusomásdeloque me merezco… aunque yo le he hecho daño —añadió en un suavemurmullo,comosipensaraenvozalta.

—¿Usted,Helen?¡Imposible!

—Sí,novoluntariamente;yonoconocíalafuerzaylaprofundidaddesuafecto. Creí (o al menos quise creer) que su interés por mí era tan frío yfraternalcomoafirmóustedqueera.

—¿Ocomoelsuyo?

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—Ocomo elmío…debería haber sido…de una naturaleza tan egoísta,superficialque…

—Entonces,realmente,mehizodaño.

—Séquelohiceyaveceslosospeché;perocreíque,despuésdetodo,nopodía haber nada malo en dejar que sus fantasías y esperanzas sedesvanecieran o se fijaran en un objeto más adecuado, mientras sussentimientos amistosos permanecían conmigo. Mas si hubiera sabido laprofundidad de su interés, el afecto generoso y desinteresado que parecesentir…

—¿Parece,Helen?

—Queustedsiente,entonces,mehabríacomportadodeotramanera.

—¿Cómo?¡Nomehubieradadomenosánimosnimehubieratratadoconmás severidad! Y si usted cree que me ha hecho daño por entregarme suamistad, permitiéndome ocasionalmente que disfrutara de su compañía y suconversación,cuandotodaslasesperanzasdeunaintimidadmásgrandeeranvanas(comosiempremedioaentender),siustedcreequemehizodañoporello,estáequivocada;porquesemejantesfavores,porsímismos,nosonsólodeliciososparamicorazón,sinopurificadores,enaltecedores,ennoblecedoresparami alma. ¡Y preferiría su amistad antes que el amor de cualquier otramujer!

Pococonfortadaporesto, entrelazó lasmanos sobre la rodillaymirandohacia arriba pareció, con una angustia silenciosa, implorar la ayuda divina;luego,volviéndosehaciamí,dijoconserenidad:

—Mañana,siseencuentraconmigoenelpáramoalrededordemediodía,lecontarétodoloquedeseasaber;yquizáveaustedlanecesidaddeinterrumpirnuestraintimidad…siesquenodecidealejarsedemícomodealguienquenomerecesuinterés.

—Aesopuedoresponderconseguridadqueno:nopuedeustedtenerquehacer unas confidencias tan graves… debe de estar poniendo a prueba miconfianza,Helen.

—No,no,no—repitióellaconsinceridad—.¡Megustaríaquefueraasí!¡GraciasaDiosnoesungrancrimenloquetengoqueconfesarle!Peroesmásdeloqueaustedlegustaráoír,oquizá,deloqueestádispuestoaperdonar,ymásdeloquepuedodecirleahora;¡asíquepermítamerogarlequesevaya!

—Loharé,perocontéstemeunasolapregunta:¿meamausted?

—¡Nolacontestaré!

—Entoncesmiconclusiónesquesí;buenasnoches.

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Seapartódemíparaocultarlaemociónquenoeracapazdedominar;sinembargo,yocogísumanoylabeséfervorosamente.

—Gilbert, ¡váyase!—gritóconun tonodeangustia tanconmovedorquesentíqueeraunacrueldaddesobedecer.

Sinembargo,mevolvíamirarantesdecerrar lapuertay lavi inclinadasobre la mesa, con las manos apretadas sobre los ojos, sollozandoconvulsivamente;perome retiréensilencio.Medicuentadeque imponerlemiconsuelonoserviríamásqueparaagravarsusufrimiento.

Describirte todas las dudas y conjeturas, los temores, esperanzas yfrenéticas emociones que se atropellaban y daban caza mutuamente en micerebro mientras descendía por la colina… ellos solos casi llenarían unvolumen. Pero antes de recorrer la mitad del camino un sentimiento muyfuerte de compasión por aquella a la que había dejado había desplazado atodoslosdemásyparecíatirardemíimperiosamentehaciéndomeaminorarelpaso.Empecéapensar:«¿Porquévoytandeprisaenestadirección?¿Puedoencontrar acasoconsuelooalivio—paz, certidumbre, satisfacción, todo—oalgo de lo que busco, en casa? ¿Puedo olvidarme allí de toda la agitación,tristeza,ansiedadquedejotrasdemí?».

Y me volví a mirar la vieja mansión. Poco más había visible que laschimeneaspor encimademi restringidohorizonte.Retrocedí para tener unavista mejor. Cuando apareció ante mis ojos, me detuve un momento acontemplarlay luegocontinuémoviéndomehacia el sombríoobjetoquemeatraía.Algomedecíaquemeacercara,quemeacercaramástodavía…y,porqué no, me lo rogaba. ¿No podía encontrar más satisfacción en lacontemplación de aquel venerable edificio, con la luna llena brillando tanserenamente por encima de él en el cielo sin nubes —con aquel brilloamarillentoycálidopeculiardeunanochedeagosto—yladueñademialmaensu interior,quevolviendoamihogar,donde todo,comparativamente,eraluz,vida,alegría,yportantohostilamíenelestadodeánimoenelqueestabasumido,sobretodocuandosusmoradoresestabanmásomenosimbuidosdeaquelladetestableopinióncuyasola ideahacíaquemehirviera la sangreenlasvenas?¿Ycómopodíasoportaroírexpresarlaabiertamente…oinsinuarlacautamente,loqueerapeor?Yamehabíacausadobastantepreocupaciónunaespecie de demonio murmurador que me había estado musitando al oído:«Puedesercierto»,hastaqueyohabíagritado:«¡Esfalso!¡Tedesafíoaquemeconvenzas!».

Podíavera travésde laventanade su salónel resplandor rojodel fuegoquebrillabaoscuramente.Meacerquéalmurodel jardínypermanecídepieapoyado en él, con los ojos fijos en el enrejado, preguntándomequé estaríahaciendoopensandoella,sufriendomásbien,ydeseandopoderdecirlesólo

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unapalabra,oinclusoverlauninstante,antesdeirme.

Noestuvemuchotiempomirando,deseando,haciéndomepreguntas.Saltépor encimadelmuro, incapazde resistir la tentaciónde echar unamirada através de la ventana para ver si ella estaba más calmada que cuando nosdespedimos; si la encontraba aún profundamente deprimida, quizá pudieraaventurarme a intentar decir una palabra de consuelo, expresar una de lasmuchas cosas que debiera haberle dicho antes, en lugar de agravar sussufrimientos con mi estúpida impetuosidad. Miré. Su silla estaba vacía;tambiénlahabitación.Peroenaquelmomentoalguienabriólapuertaexterioryunavoz—suvoz—dijo:

—Sal fuera. Quiero ver la luna y respirar el aire de la noche; me harábien…,siesquehayalgoquepuedahacérmelo.

Allíestaban,pues,ellayRachel,dispuestasadarunpaseoporel jardín.Deseéestaralotroladodelmuro.Mequedéallí,sinembargo,alasombradelespesoacebo,que,situadoentrelaventanayelporche,enaquelmomentomeocultaba;peronomeimpidióveradosfigurasqueavanzabanvisiblesalaluzde la luna: la señoraGrahamseguidadeotrapersona…,noRachel, sinounhombrejoven,delgadoybastantealto.¡Oh,cielos,cómomelatíanlassienes!Laansiedadoscureciómivista;peropensé…sí,y lavozme loconfirmó…eraelseñorLawrence.

—Nodeberíapreocupartetanto,Helen—dijo—.Serémásprudenteenelfuturo;yatiempo…

Nooíelrestodelafrase;élcaminabamuycercadeellayhablabaconunavoz tan suavequenopudecaptar laspalabras.Micorazónsedesgarrabadeodio;peroescuchéatentamente,esperandolarespuestadeella.Laoícontodaclaridad:

—Perodebo irmedeaquí,Frederick.Nuncapodréser felizaquí…nienninguna otra parte, en realidad —dijo con una risa abatida—. No puedoquedarmeenestelugar.

—Pero¿dóndepodríasencontrarunsitiomejor?—replicóél—.Unsitiotanapartado…tancercademí:tenencuentatodoeso.

—Sí—le interrumpió ella—, no podría desear nadamás, si me dejarantranquila.

—Pero,dondequieraquevayas,Helen,encontraráslosmismosmotivosdeenojo.Nopuedopermitirquetevayas:deboircontigo,oiradondetúvayas;entodasparteshaymuchosneciosentrometidos,igualqueaquí.

Mientrashablaban,llegaronamialturayluegosiguieronhaciaabajoporelsendero,ynooíelrestodesuconversación;perovicómoélponíasubrazo

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alrededor de la cintura de Helen, al mismo tiempo que ella ponía sumanocariñosamenteenelhombrodeél;luegounatrémulaoscuridadnublómivista,sentí que el corazónme fallaba y quemi cabeza ardía como el fuego. Salíprecipitadamente y tambaleándome del lugar donde el horror me habíaclavadoalsuelo,ysaltéomeprecipitéalmuro—nolosémuybien—,peroséquedespués,comounniñofurioso,metiréalsueloypermanecítendidosobreél en un paroxismo de ira y desesperación durante un tiempo queme seríaimposibledeterminar;perodebiódesermuchoporque,despuésdealiviarmeparcialmenteconuntorrentedelágrimasymirarlaluna,quebrillabasobremíserenaeindolente,tanpocoinfluidapormidesgraciacomoyoporsuapacibleresplandor,ydespuésdesuplicar lamuerteoelolvido,cuandomelevantéehiceelcaminodevueltaacasa(sinfijarmeapenaspordóndeiba,sinollevadoinstintivamentepormispies),encontrélapuertacerradaconllaveyatodoelmundo acostado, excepto a mi madre, quien se apresuró a contestar a misgolpesimpacientesymerecibióconunalluviadepreguntasyreproches.

—Oh,Gilbert,¿cómohaspodidohacereso?¿Dóndehasestado?Entra,tetengolacenapreparada,aunquenotelomerecesporhabermeasustadodeesamanera,despuésdehaberteidodecasaestatardedeunmodotanextraño.ElseñorMillwardestaba…¡Pobremuchacho!¡Parecesenfermo!¡Oh,Diosmío!¿Quéteocurre?

—Nada,nada…dameunavela.

—Pero¿novasacenaralgo?

—No,quieroirmealacama—dije,cogiendounavelayacercándolaalaqueteníaellaenlamano.

—¡Oh,Gilbert, quémanerade temblar!—exclamómi angustiadamadre—.¡Quépálidoestás…!¡Dimequétepasa!¿Haocurridoalgo?

—¡Noesnada!—grité, a puntode soltarmaldiciones, irritadoporque lavelanoseencendía—.Hecaminadodemasiadodeprisa,esoestodo.Buenasnoches —añadí, reprimiendo mi indignación, y me dirigí a mi habitación,desentendiéndomedel«¡Conesaprisa!¿Dóndehasestado?»quemellamabadesdeabajo.

Mi madre me siguió hasta la misma puerta de mi dormitorio, con suspreguntasysusconsejosreferentesamisaludymicomportamiento;peroyole roguéquemedejarasolohasta lamañanasiguiente.Al finse retiróymesentíaliviadocuandooíquecerrabalapuertadesuhabitación.Sinembargo,no podía conciliar el sueño y, en vez de intentar hacerlo,me puse a pasearrápidamenteporlaestancia,despuésdehabermequitadolasbotasparaquemimadrenomeoyera.Perolastablascrujíanyellaestabaatenta.Nollevabamásdeuncuartodehoradandovueltascuandovinohastamipuertadenuevo.

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—Gilbert,¿porquénoestásenlacama?¿Nodijistequequeríasacostarte?

—¡Malditasea!Yavoy—exclamé.

—Pero¿porquétardastanto?Algodebederondarteporlacabeza…

—¡PoramordeDios,déjameenpazyvetealacama!

—¿NoserálaseñoraGrahamlaquetehacesufrirdeesamanera?

—¡No,no,yatehedichoquenomepasanada!

—¡Diosquieraqueno!—murmuróconunsuspiro,altiempoquevolvíaasudormitorio.Yometirésobrelacamasintiendounprofundoeirrespetuosorencorhaciaellaporhabermeprivadodelaqueparecíalaúnicaposibilidaddeconsueloquemequedaba,encadenándomeaaquelmiserablelechodeespinas.

Nuncahabía tenidoque sufrir una noche tan larga, tan desdichada comoaquélla. Y, sin embargo, no la pasé completamente en vela: hacia lamadrugada mis desordenados pensamientos comenzaron a perder todapretensióndecoherenciaysetransformaronensueñosconfusosyfebriles,y,finalmente,siguióunintervalodemodorrainconsciente.Perodespuéselalbaquesiguiódeamargorecuerdo,eldespertarparadescubrirquelavidaeraunvacío,ypeorqueunvacío,querebosabadeangustiaymiseria(nounsimpledesierto estéril, sino repleto de espinos y zarzas), para sentirme engañado,embaucado,desesperado, para encontrarmis sentimientosvejados, descubrirquemiángelnoeraunángel,yquemiamigoeraundemonioencarnado…todoellofuepeorquesinohubieradormidoenabsoluto.

Era una mañana fría y lúgubre, el tiempo había cambiado como misesperanzas y la lluvia golpeaba los cristales de la ventana.No obstante,melevanté y salí; no para ocuparmede la granja, aunquemehabría servido deexcusa, sino para refrescar las ideas y recuperar, si era posible, un gradosuficiente de compostura para encontrarme con la familia a la hora de lacomida matinal sin tener que soportar observaciones provocativas yfastidiosas. Si conseguíamojarme bien, esto, acompañado de un pretendidoexcesodeesfuerzoantesdeldesayuno,podríajustificarmirepentinapérdidadelapetito;ysiacontinuaciónseguíaunresfriado(cuantomásfuertemejor),ello ayudaría a explicar los hoscos arranques de humor y el abatimientomelancólicoqueibaprobablementeaoscurecermisemblantedurantemuchotiempo.

CAPÍTULOXIII

VUELTAALTRABAJO

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—¡MiqueridoGilbert!Megustaríaquetratarasdeserunpocomásamable—dijomimadreunamañana,despuésdeunaciertaexhibicióndemalhumorpormiparte—.Dicesquenotepasanadayquenohaocurridonadaquetehayaentristecidoy,sinembargo,nohevistonuncaanadietanalteradocomotúdesdehacealgunosdías.Notienesunapalabraamableparanadie;amigosyextraños, iguales y subordinados, todos reciben elmismo trato.Me gustaríaquetecorrigieras.

—Corregir¿qué?

—Quévaa ser, tuextrañocomportamiento.Nosabeshastaquépunto teperjudica.Estoyseguradequenohabríamejorcarácterqueeltuyonaturalsidejarasquesemanifestaralibremente;asíquenotienesexcusa.

Mientrasmesermoneabadeestamanera,cogíunlibroy,dejándoloabiertosobrelamesaquehabíadelantedemí,fingíestarprofundamenteabsortoensulectura. Me sentía incapaz de justificarme y al mismo tiempo no deseabareconocermis errores, no quería decir una palabra sobre el asunto. Peromiexcelente madre siguió con su amonestación, luego pasó a adularme ycomenzóaacariciarmicabello.Yoempezabaasentirmeunbuenmuchacho,peromiperversohermano,queestabaharaganeandoporlahabitación,excitómimaldadalgritarrepentinamente:

—¡No lo toques,madre! ¡Temorderá! Es un verdadero tigre con formahumana. Pormi parte le he desahuciado, he renegado de él, he roto con élcompletamente.Mientras aprecie en algomividano estaré amenosde seismetrosdeél.Elotrodíacasimerompeelcráneoporcantarunainofensivaybonitacancióndeamor,conelúnicopropósitodeentretenerle.

—¡Oh,Gilbert!¿Cómopudiste?—exclamómimadre.

—Primerotedijequetecallaras,Fergus,túlosabes—dije.

—Sí,perocuandoteaseguréquenohabíaningúnmalenelloymepuseacantarelversosiguiente,pensandoenquepodríagustartemás,mecogisteporunhombroymeempujastecontraelmurocontantafuerzaquecreíquemehabíamordidolalenguahastapartírmelaendos,yqueellugardondediomicabezahabíaquedadoembadurnadoconmissesos;cuandomellevélamanoalacabezayviquemicráneonoestabaroto,penséqueeraunmilagro,nounerror. ¡Pero pobre muchacho! —añadió con un suspiro sentimental—. Sucorazónestároto,ésaeslaverdad,ysucabeza…

—¿Tequieres callar?—grité, levantándomeymirando almuchacho contanta ferocidad que mi madre, creyendo que tenía la intención de atacarlecruelmente, puso su mano sobre mi brazo y me suplicó que le dejara. Mihermano salió afuera con paso lento y lasmanos en los bolsillos, cantandoprovocadoramente:«Porculpadeunahermosamujeryo…».

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—No voy a ensuciarme las manos con él —dije, en contestación a laintercesiónmaternal—.Noletocaríaniconunastenazas.

Entonces me acordé de que tenía una entrevista pendiente con RobertWilson,paratratardelacompradeciertoterrenoquelindabaconmigranja,entrevista que había sido postergada día tras día, pues no sentía interés pornadaenaquellasfechas;además,erapropensoalamisantropía,y,sobretodo,meresistíaespecialmenteaencontrarmeconJaneWilsonysumadre.Aunquetenía razones demasiado buenas, entonces, para dar crédito a sus rumoressobrelaseñoraGraham,nomeparecíanmejoresporello—comotampocomeloparecíaElizaMillward—,yelsolopensamientodeencontrarmeconellasmerepugnaba,yaqueahoranopodíahacerfrenteasusaparentescalumniasymantenermeenmisconviccionescomoantes.Peroaqueldíadecidíhacerunesfuerzo para reincorporarme a mis ocupaciones. Aunque no encontraraningún placer en hacerlo, sería menos fastidioso que la ociosidad y encualquiercasomásprovechoso.Sibienlavidanomeprometíaplaceresdentrodemitrabajo,almenosnosemostrabaatractivafueradeél;apartirdeaquelmomentomeencadenaríaaltornoyalafaenacomoundesgraciadocaballodetiroqueestuvieraperfectamenteamaestradoparahacer su labor,y trabajaríafatigosamentetodalavida,nodeltodoinútil,aunquenoagradable,ysumisosinocontentoconmisuerte.

Asíresuelto,conunaespeciedesombríaresignación,sisemepermiteunaexpresión semejante, encaminé mis pasos hacia la Granja Ryecote apenasconvencidodequepudieraencontrarasupropietarioenellaaaquellahoradeldía, pero esperando poder enterarme de en qué parte de sus tierras eramásprobablequeseencontrara.

Estabaausente,peroseleesperabaencasadentrodepocosminutosysemeinvitóaentrarenelsalónyesperar.LaseñoraWilsonestabaocupadaenlacocina,perolahabitaciónnoestabavacíayapenaslogréreprimirungestodedesagrado cuando entré en ella: allí, sentadas, estaban charlando la señoritaWilson y Eliza Millward. Sin embargo, decidí tranquilizarme y ser cortés.Elizaparecióhabertomadolamismadeterminaciónporsuparte.Nohabíamosvueltoavernosdesdelatardeenquenosreunimosparatomarelté,peronosenotaba en ella ninguna emoción de placer o disgusto, ninguna intención dedramatizar,nidedaraentenderquesuorgulloestabaherido:semostrófríaensuactitud,cortésensuconducta.Habíainclusounadesenvolturayunaalegríaensusmodalesyensusemblantedelasqueyonoteníalapretensióndehacergala,perohabíaunfondodemalignidadensumirada,demasiadoexpresiva,queme decía a las claras que no seme perdonaba.Aunque ya no esperabaconquistarme, todavía odiaba a su rival y era evidente que se complacía envengarse de ella descargando su odio sobre mí. Por otra parte, la señoritaWilsonfuetodoloamableyatentaquesepodíadesear,yaunqueyonoestaba

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dehumorparaconversar,lasdosdamasselasarreglaronparamantenerentreellaselcontinuoypreciosofuegodelacharla.PeroElizaseaprovechódelaprimera pausa oportuna para preguntarme en un tono casual si había vistoúltimamentealaseñoraGraham,conunamiradadesoslayo,quepretendíaseralegrementeperversa,enrealidaddesbordantedemalicia.

—Últimamente,no—contestéenuntonoindiferente,perorepeliendosusodiosasmiradas.Me sentíahumilladopor sentir que el color subíahastamifrente,apesardemistenacesesfuerzosporparecerinconmovible.

—¿Cómo? ¿Está usted empezando a cansarse ya? ¡Yo creía que unacriaturatannobletendríaelpoderdeatarleduranteunañoporlomenos!

—Preferiríanohablardeellaahora.

—¡Ah!Entoncessehaconvencido,porfin,desuerror;hadescubiertoporfinquesudeidadnoesprecisamentelainmaculada…

—Leruegoquenohabledeella,señoritaEliza.

—¡Oh,lepidodisculpas!YaveoquelasflechasdeCupidohanpenetradodemasiadohondoenusted:lasheridas,alsermásquesuperficiales,noestáncuradastodavíaysangranconlasolamencióndelnombredelaamada.

—Digamos más bien —se interpuso la señorita Wilson— que el señorMarkhamcreequeesenombrenoesdignodesermencionadoenpresenciademujereshonestas.Measombra,Eliza,queterefierasaesadesdichadapersona.Deberíassaberquehablardeellaescualquiercosamenosagradableparalaspersonasaquípresentes.

¿Cómopodíasoportarseesto?Melevantéyestuveapuntodecalarmeelsombrero con un gesto de airada indignación y salir precipitadamente de lacasa; pero dándome cuenta—justo a tiempo de salvarmi dignidad—de loridículo de un comportamiento semejante, que sólo habría proporcionado laoportunidadamisbellastorturadorasdereírseconjúbilodemíporculpadealguien a quien en el fondo de mi corazón reconocía indigno del menorsacrificio(aunqueelfantasmademiveneraciónyamorprimerosmerondabatodavíadetalformaquenopodíaaguantarquesunombrefueracalumniadopor otros),me limité a acercarme a la ventana.Después de permanecer allíalgunos segundos mordiéndome vengativamente los labios, tratando decontener las impulsivas palpitaciones de mi pecho, le hice observar a laseñoritaWilsonquenoparecíaquesuhermanoestuvieraapuntodellegaryañadíque,siendomitiempoprecioso,seríamejorquevolvieraaldíasiguienteaunahoraenqueestuvierasegurodeencontrarleencasa.

—¡Oh,no!—dijoella—.Estoyseguradequevendrádentrodeunminuto;tienealgoquehacerenL…—elmercadodenuestromunicipio—ynecesitará

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unpequeñorefrigerioantesdeponerseencamino.

Aceptélaproposiciónconlamejorbuenavoluntady,porfortuna,notuveque esperar mucho. El señorWilson llegó poco después y, poco dispuestocomoestabayoahablardenegociosenaquelmomentoypocointeresadoporelterrenoosupropietario,hiceunesfuerzoparaprestaratenciónalasuntoquemehabíallevadoaaquellacasayenseguidaconcluíeltrato:quizámásalasatisfaccióndelprósperogranjerode loqueélestaríadispuestoa reconocer.Luego, dejándole entregado a la discusión de su sustancial «refrigerio»,abandonédebuenaganalacasayfuiavigilaramissegadores.

Losdejéocupadosconsutrabajocercadelvalleysubíporlacolina,conlaintenciónde inspeccionarunsembradoqueestabaen lapartemásaltayvercuándoestaríalistoparalasiega.Peronoloinspeccionéaqueldía,porque,alacercarmeaél,vi anomuchadistanciaa la señoraGrahamya suhijoquebajabanenladirecciónopuesta.EllosmevieronyArthurechóacorrerhaciamí;peroyodilavueltainmediatamenteymedirigíamicasaconpasofirme.Habíatomadoladeterminacióndenovolveraencontrarmeconsumadre,yapesar de lo aguda que sonaba su voz en mis oídos, llamándome para que«esperaraunmomento»,memantuveenmidecisión; élprontoabandonó lapersecución considerándola inútil, o se detuvo llamado por su madre. Encualquiercaso,cuandomevolvíamirarcincominutosmástarde,nopudeveraningunodelosdos.

Esteincidentemealteróytrastornódelamaneramásinexplicable,anoserquemedigasque todo sedebióaque las flechasdeCupidono sólohabíanpenetrado en mí demasiado hondo, sino que tenían púas y estaban muyarraigadas,yyonohabíasidocapaztodavíadearrancarlasdemicorazón.Encualquiercaso,mesentídoblementedesgraciadoelrestodeldía.

CAPÍTULOXIV

UNASALTO

AlamañanasiguientemeacordédequeyotambiénteníaqueiraL…;asíquemontémicaballoymepuseencaminopocodespuésdeldesayuno.Eraundíafríoylluvioso,peronomeimportaba:eraelmásadecuadoparamiestadodeánimo.Probablementeibaaserunviajesolitario,puesnoeradíadeferia,yelcaminoquerecorríaerapocofrecuentadolosdemásdías;sinembargo,estotambiénerademiagrado.

Ibaaltrote,rumiandoamargasfantasías,cuandooíotrocaballoqueveníadetrásdemíanomuchadistancia.Nohiceconjeturassobrequiénpodríaser

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eljinete,nimedetuveapensarenelloenabsoluto,peroalaminorarlamarchaparasubirunasuavependiente(omásbienalpermitirquemicaballoaflojarael paso hasta andar perezosamente, pues, sumido en mis propiospensamientos, loestabadejandomoverseasugusto)fuiperdiendoterrenoymi compañero de viaje me dio alcance. Me abordó llamándome por minombre,puesnoeraundesconocido:¡eraelseñorLawrence!Instintivamentelosdedosdelamanoquesosteníanlafustaseestremecieronyseaferraronasucargaconunaenergíaconvulsa;masrefrenémi impulsoycontestandoalsaludoconunmovimientodecabezaintentéadelantarme;peroélmesecundóenelmovimientoycomenzóahablardeltiempoylacosecha.Respondíasuspreguntasyobservacionesde lamaneramásbreveposibleymerezagué.Élhizolomismoymepreguntósimicaballoestabacojo.Lerespondíconunamiradaantelacualsonrióplácidamente.

Yoestabatanasombradocomoexasperadoantelasingularpertinaciayeldescaroimperturbabledequehacíagala.Habíacreídoquelascircunstanciasdenuestroúltimoencuentrolehabríancausadotalimpresiónqueenadelantemetrataríaconfrialdadydistancia;enlugardeserasí,parecíanosólohaberolvidadotodaslasofensasanteriores,sinoserimpenetrablealasdescortesíasdequeestabasiendoobjeto.Antes,lamásleveinsinuación,olasolasospechade frialdad en el tonoo en lamiradahabíanbastadopara rechazarle; ahora,unaabiertarudezanopodíaapartarledemicamino.¿Sehabíaenteradodemidecepciónyveníaacomprobarelresultadoydisfrutarconmidesesperación?Agarré la fusta conmás fuerza que antes, perome abstuve de levantarla yseguícabalgandoensilencio,esperandoquesepresentaraunmotivomásclarodeofensaparaabrirlascompuertasdemialmaydejarsalirlamalditacóleraqueserevolvíaycrecíadentrodeella.

—Markham—dijoélensuhabitual tonoapacible—,¿porquéseenfadacon sus amigos por haberse llevado una desilusión? Sus esperanzas se hanvistotraicionadas;pero¿porquétengoyolaculpa?Leadvertíatiempo,peroustednoquiso…

Nodijomás;impulsadoporalgúndemonioquehabíaenmibrazo,cogílafustaporlapequeñatrencillay—rápidocomoelresplandordeunrelámpago—ledienlacabezaconlaempuñadura.Contemplé,nosinunasensacióndesalvaje satisfacción, la palidez instantánea, mortal, que se extendió por surostroylasgotasrojasquesedeslizaronporsufrente,altiempoquetodoélsetambaleaba sobre la silla y caía después de espaldas al suelo. La jaca,sorprendidaalverselibredesucargadeunamanerataninesperada,sepusosobrelaspatastraseras,hizounacabriola,coceóunpocoyluegohizousodesulibertadparaponerseacomerlahierbaquehabíaenlacuneta,mientrassudueño yacía en el suelo, inmóvil como un cadáver. ¿Le habíamatado?Unamanoheladaparecióatenazarmeelcorazónydetenersus latidoscuandome

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incliné sobre él, observando, sin atreverme a respirar, el rostro vuelto ycadavérico. Pero no: movió los párpados y dejó escapar un débil gemido.Volví a respirar: sólo estaba conmocionado por la caída. Le estaba bienempleado:esoleenseñaríaatenermejoresmodalesenelfuturo.¡Leayudaríaa subirse al caballo! No. Después de un agravio de cualquier otra clase lohabríahecho;perosuofensaeraimperdonable.Podíamontarélsolo,siquería,enunmomento:yaestabaempezandoamoverseyamirarasualrededor,ysucaballoestabatascandotranquilamentealbordedelcamino.

Así,despuésdemurmurarunamaldición,abandonéalhombreasusuertey, espoleando el caballo, me alejé al galope, excitado por una mezcla desentimientosquenoseríafácilanalizar;yquizá,silohiciera,elresultadonoseríamuyhonrosoparami carácter, puesto queno estoy segurode queunaespeciedeexultaciónporloquehabíahechonofueraunodelossentimientosprincipales.

Poco después, sin embargo, la efervescencia comenzó a disminuir y notranscurrieronmuchosminutosantesdequemedieralavueltaydesandaraelcaminoparaocuparmedemivíctima.Nofueun impulsogeneroso(ningunaclase de enternecimientome llevó a hacerlo), ni siquiera elmiedo a lo quepodrían ser las consecuencias con las que tuviera que enfrentarme, siculminaba mi ataque al hacendado dejando a éste abandonado de aquellamanera,yportantoexpuestoaundañomayor;fue,simplemente,lavozdelaconcienciaymeatribuíaunungranméritoporseguircon tantapuntualidadsus dictados; y juzgando el mérito de la proeza con arreglo al sacrificioimplícitoenella,nomeequivoquédemasiado.

TantoelseñorLawrencecomosujacahabíancambiadosusposicionesencierto grado. La jaca se había alejado unos ocho o diezmetros, y él se lashabía arreglado de algunamanera para quitarse de enmedio del camino: leencontré entre sentado y reclinado en la cuneta, con el rostromuy pálido ydemacrado todavía y con el pañuelo de batista (ahoramás rojo que blanco)pegado a la cabeza. Debía haber sido un golpe tremendo; sin embargo, lamitaddelmérito—o la culpa, comoprefieras—deéstedebeatribuirse a lafusta, que estaba adornada con una maciza cabeza de caballo de metalplateado.Lahierba,alestarempapadaporlalluvia,leproporcionabaaljovencaballero un lecho bastante inhóspito; sus ropas estaban considerablementeenlodadasysusombrerorodabaporelbarroalotroladodelcamino.Perosuspensamientos parecían dirigirse sobre todo a su jaca, a la que mirabaatentamente, enparte conuna angustia inútil y enparte conundesesperadoabandonoasusuerte.

Desmontéydespuésdesujetaramianimalalárbolmáscercano,recogísusombrero, con la intención de encajárselo en la cabeza; pero o bien élconsiderósucabezainadecuadaparaunsombrero,oelsombrero,enaquellas

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condiciones,inadecuadoparasucabeza,porqueretirandolauna,mequitóelotrodelamanoylopusoaunladocondesprecio.

—Selotienemerecido—murmuré.

Elsiguientefavorconsistíaenacercarlelajaca,loquehiceacontinuaciónsingranesfuerzo,yaqueelanimalestababastantetranquiloysólorespingóyretrocedió un poco antes de que consiguiera sujetarlo por la brida. Peroademásteníaqueveraljinetemontadoensusilla.

—Oiga usted, amigo…, truhán… perro… deme lamano y le ayudaré amontar.

No; seapartódemíconasco. Intentécogerleporunbrazo.Él se separócomosiyotuvieraunaenfermedadcontagiosa.

—¿Qué,noquiere?¡Estábien!Pormí,puedequedarsesentadoahíhastaeldíadeljuicio.Perosupongoquenoquerráperdertodalasangrequetieneenelcuerpo.Sólomedignarévendarlelaherida.

—Déjemeenpaz,porfavor.

—¡Nofaltabamás!Esunplacer.Puedeirseal infierno,siquiere,ydecirqueleheenviadoyo.

Peroantesdeabandonarletirélabridadesujacasobreunmojónquehabíaenlacunetaylearrojémipañuelo,pueselsuyoestabaempapadodesangre.Éllocogióymelotiródenuevoamí,conodioydesprecio,contodalafuerzadeque fuecapaz.No faltabamásqueaquelloparacolmar lamedidade susofensas.Despuésdemaldecirleseriamente,aunquesingritar,ledejéqueselasarreglarasolo,plenamentesatisfechodehabercumplidoconmiobligaciónalintentar ayudarle, si bien olvidándome de que era yo el culpable de que seencontraraenaquellascondicionesydelaformataninsolenteenquelehabíaofrecidomisservicios.Asíquemedispuseconánimosombríoaenfrentarmealas consecuencias en el caso de que decidiera decir que yo había intentadoasesinarle, lo que no creía inverosímil, puesto que probablemente su tenaznegativaaaceptarmiayudaestuvierainspiradaenintencionesasídemalignas.

Despuésdesubirdenuevoamicaballo,mevolvíamirarleparavercómoseguía,antesdealejarme.Sehabíapuestoenpiey,agarrándosealacrindesujaca,estabaintentandosentarsedenuevoenlasilla;peroapenashabíapuestounpieenelestribocuandounanáuseaounvahídopareciódejarlesinfuerzas:se inclinóhaciadelanteunmomento, con la cabeza apoyadaenel lomodelanimal,yluegohizootrointento,que,alserineficaz,leobligóadejarsecaerdenuevoenel sitiodondeyo lehabíadejado, reposando lacabeza sobreelcenagoso césped, y, según todas las apariencias, reclinándose tantranquilamentecomosiestuvieradescansandoenunsofádesucasa.

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Debería haberle ayudado a pesar suyo, vendado la herida que él eraincapaz de restañar, e insistir en ayudarle a subir al caballo y acompañarlehastasucasa;pero,ademásdemiindignacióncontraél,estabalacuestióndequédecirasuscriadosyamipropiafamilia.Obientendríaqueconfesarmeautordelafechoría,loquemeharíapasarpordemente,amenosqueexplicaratambiénelmotivo—yestoparecíaimposible—,obiendebíaprepararmeunamentira, loqueparecía estar también fuerade lugar, sobre todo teniendoencuenta que entonces el señor Lawrence revelaría toda la verdad, acarreandosobremí una deshonra diez veces peor, a no ser que fuera yo tanmalvadocomopara,aprovechandolaausenciadetestigos,mantenermipropiaversióndeloshechosyhacerlepareceraélaúnmáscanalladeloqueera.No;élsólotenía un corte en la sien y algunas magulladuras como consecuencia de lacaída,odelaspezuñasdesujaca;esonopodíamatarleaunquesepasaraallílamitaddeldía;yaunquenopudierasalirdelpasosolo,lomásseguroesquealguien se acercase; era imposible que en todo el día nadie pasara por elcaminosalvonosotros.Encuantoaloquepudieradecirenadelante,asumiríaelriesgo:sicontabamentiras,lecontradeciría;sidecíalaverdad,loencajaríalomejorquepudiera.Noestabaobligadoadarmásexplicacionesquelasqueconsideraranecesarias.Quizáéldecidieraguardarsilenciosobreelasunto,pormiedo a que las averiguaciones llegaran hasta la causa de la disputa ydirigieranlaatenciónpúblicaasurelaciónconlaseñoraGraham,lacual,bienporsupropiointerésoporeldeella,parecíaestarmuyinteresadoenmanteneroculta.

Razonandodeestamanera,lleguéaltrotealaciudad,dondellevéacabopuntualmente mis gestiones y me ocupé de los pequeños encargos que mehabían hecho mi madre y Rose con una exactitud verdaderamente loableteniendoencuentalascircunstanciasdelcaso.AlvolveracasameasaltaronvariasdudasacercadeldesgraciadoLawrence.Lapregunta:¿ysileencontraratodavíatiradosobrelahúmedatierra,agonizandodefríoyagotamiento…oyarígido? cruzó por mi pensamiento de la manera más desagradable, y laaterradora posibilidad se ofrecía ami imaginación con una dolorosa vivezaconformemeacercabaal lugarenelque lehabíadejado.Perono:graciasaDios,tantoelcaballocomoelhombrehabíandesaparecido;noquedabanadaquefuera testimoniocontramísalvodoscosas;bastantedesagradablesensímismas, sin duda, y con una apariencia verdaderamente fea, por no decirasesina: en un sitio, el sombrero empapado de lluvia y cubierto de lodo,melladoyrotoporencimadelalaporaquelvilmangodelafusta;enotro,elpañuelorojo, remojadoenuncharcodeaguaaúnprofundamente teñida,pormuchalluviaquehubieracaídoenelínterin.

Lasmalasnoticiasvuelanrápido:apenaseranlascuatrodelatardecuandolleguéacasaymimadremerecibiódiciendoconexpresiónpreocupada:

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—¡Oh,Gilbert!, ¡quéaccidente! ¡Roseha idodecomprasalpuebloyhaoídodecirqueelseñorLawrencehasidoderribadodelcaballoyqueselohanllevadoacasamoribundo!

Estomeimpresionóunpoco,comopuedessuponer;sinembargo,paramífuereconfortanteoírquesehabíafracturadoelcráneoyrotounapierna,pues,estando seguro de la falsedad de esto último, no dudé de que el resto de lahistoriatambiéneraunaexageración;ycuandooíamimadreyamihermanalamentarse tan conmovedoramente por el estado en que se encontraba, mecostó bastante trabajo reprimirme para no explicarles el alcance real de lasheridas,puestoqueloconocía.

—Debesiraverlemañana—dijomimadre.

—Mejor hoy—sugirió Rose—; tienesmucho tiempo; puedes utilizar lajaca, ya que tu caballo está cansado. ¿Lo harás, Gilbert, en cuanto hayascomidoalgo?

—No, no. ¿Y cómo sabemos que no es una noticia falsa?Es demasiadoim…

—Oh,yoséquenoloes;todoelpuebloestáimpresionado.Yyoviadospersonasquehanestadoconotrasquehanvistoalhombreque le encontró.Estopareceexagerado,peronoloes,silopiensasbien.

—Bueno, pero Lawrence es un buen jinete, no parece probable que secayeradelcaballo;ysi fueraasí,esmuypocoprobablequese rompiera loshuesosdeesamanera.Debedeserunaexageración,almenos.

—No,elcaballolecoceó,oalgoasí.

—¿Qué?¿Supequeñaytranquilajaca?

—¿Cómosabesquefueeseanimal?

—Muypocasvecesmontaotro.

—Detodasformas—dijomimadre—,irásaverlemañana.Seaverdadomentira, una exageración o todo lo contrario, me gustaría saber cómo seencuentra.

—PuedeirFergus.

—¿Porquénotú?

—Éltienemástiempo;yoestoymuyocupadoestosdías.

—¡Oh! Pero, Gilbert, ¿cómo puedes estar tan tranquilo? No deberíaspensar en tus ocupaciones, por una hora o dos, en un caso como éste…¡cuandotuamigoestáalbordedelamuerte!

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—¡Tedigoquenoloestá!

—¡Por lo que sabes, puede estarlo! No puedes asegurarlo hasta que lehayasvisto.Encualquiercasodebedehabersidounaccidenteterribleparaélytúdeberíasiravisitarle;selotomarámuymalsinolohaces.

—¡Maldita sea! No puedo. Nuestras relaciones no eran amistosasúltimamente.

—¡Oh,mi queridomuchacho! Desde luego, desde luego, tú no eres tanimplacable como para llevar vuestras pequeñas diferencias hasta el extremode…

—¡Pequeñasdiferencias,dice!—murmuré.

—¡Bueno,perotenencuentalascircunstancias!Piensacómo…

—Está bien, está bien, no me molestéis ahora. Ya pensaré en ello —repliqué.

Ymidecisión fue enviar aFergus a lamañana siguiente con losbuenosdeseos de mi madre, para hacer las averiguaciones de rigor; en ningúnmomento seme ocurrió ir amí, o enviar unmensaje. Cuando volvió, todoquedó aclarado: el joven hacendado tenía que guardar cama debido a laconjuncióndeunaheridaenlacabeza,algunascontusiones(producidasporlacaída—sobrelaquenoentróendetalles—yelcomportamientoposteriordesucaballo)yunfuerteresfriadoaconsecuenciadehaberpermanecidotendidoenelsuelobajolalluvia;peronohabíahuesosrotosniinmediataperspectivademuerte.

Quedó claro entonces, que, por el bien de la señora Graham, no era suintenciónacusarme.

CAPÍTULOXV

UNENCUENTROYSUSCONSECUENCIAS

Aqueldía fue lluvioso, comoel anterior; al atardecerel cielocomenzóaaclararse y la mañana siguiente se presentó agradable y prometedora. Yoestabaenlacolinaconlossegadores.Unvientoligerorozabaeltrigo;todalanaturalezaparecíaregocijarseconlaluzdelsol.Laalondravolabaalborozadaentrelasnubesplateadasqueflotaban.Laúltimalluviacaídahabíarefrescadoyaclaradoelairetandulcemente,ylimpiadoelcielo,ydejadounasgemastanrelucientessobrelasramasylashojas,quenisiquieralosgranjerosseatrevíana maldecirla. Pero ningún rayo de luz podía alcanzar mi corazón, ninguna

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brisapodíarefrescarlo;nadapodíallenarelvacíoquemialegría,mifeymiesperanza en Helen Graham habían dejado, o ahuyentar los recuerdossombríosylospososamargosdelamortodavíavivoquelooprimía.

Estaba con la camisa remangada, contemplando, abstraído, la curvaondulantedeltrigotodavíanoimportunadoporlossegadores,cuandoalgometirósuavementedelosfaldonesyunavocecita,quenoerayaagradableamisoídos,medespertóconestassorprendentespalabras:

—SeñorMarkham,mamádeseaverle.

—¿Quiereverme,Arthur?

—Sí.¿Porquésesorprendetanto?—dijomedioriéndose,medioasustadoanteelinesperadoaspectodemirostroalvolverserepentinamentehaciaél—.Y¿porquéhacetantotiempoquenolevemos?¡Venga…!¿Noquierevenir?

—Estoyocupadoahora—respondí,sinsabermuybienquédecir.

Memiróconunaturdimientoinfantil;peroantesdequeyopudierahablardenuevo,ladamaseencontrabaamilado.

—¡Gilbert, tengoquehablarconusted!—dijoenuntonodevehemenciareprimida.

Mirésuspálidasmejillasysusojosluminosos,peronocontesté.

—Essólounmomento—merogóella—.Acérqueseaestesembrado.—Echóunvistazoa los segadores, algunosde loscuales leestabandirigiendomiradasdeimpertinentecuriosidad—.Sóloleentretendréunminuto.

Atraveséconellaelbarranco.

—Arthur, querido, corre y ve amirar aquellos jacintos—dijo señalandounos que brillaban a cierta distancia, bajo la cerca a lo largo de la cualcaminábamos.

Elniñodudó,comosinoquisierasepararsedemilado.

—Ve, cariño—repitió ella, conmás apremio, enun tonoque aunquenoeraduroexigíaunapuntualobediencia,ylaconsiguió.

—¿Bien,señoraGraham?—dijeconserenidadycalma,pues,aunquelavitristeylacompadecí,meagradabaqueestuvieraenmipoderatormentarla.

Ella fijó los ojos enmí con unamirada queme llegó al corazón; y, sinembargo,mehizosonreír.

—Nolepreguntolarazóndeestecambio,Gilbert—dijoconunaamargaserenidad—. La conozco demasiado bien; pero aunque no me importa quetodo el mundo sospeche de mí y me condene, y pueda soportarlo con

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tranquilidad, no puedo sufrir que haga usted lomismo. ¿Por qué no vino aescucharmiexplicacióneldíaqueledijequeibaadársela?

—Porqueocurrióqueentretantoaverigüétodoloqueibaadecirme…yunpocomás,creo.

—¡Imposible,porqueyolehubieracontadotodo!—gritóellaencolerizada—,¡peronoloharíaahora,porqueyaveoqueustednoselomerece!

Ysuslabiostemblaronconlaagitación.

—¿Puedopreguntarleporquéno?

Ella rechazó mi sonrisa burlona con una despreciativa mirada deindignación.

—Porque nunca me comprendería, pues de lo contrario no habríaescuchado tan solícitamente amis difamadores. Sería un error depositarmiconfianza en usted…No es usted el hombre que yo creía. ¡Váyase!Nomeimportaloquepiensedemí.

Me dio la espalda y yome fui. Pensé que esto la atormentaríamás quecualquierotracosa,ycreoqueestabaenlociertoporquecuandomevolvíamirar un minuto más tarde la vi medio vuelta, como si esperara o desearatenermetodavíaasulado;luegosequedóenestaposturaydirigióunamiradahaciaatrás.Fueunamiradaquemásqueiraexpresabaunaamargaangustiaydesesperación,peroyoadoptédeinmediatounaactituddeindiferenciayfingíestar mirando a ninguna parte distraídamente. Supongo que se fue, porquedespués de demorarme para comprobar si se volvía ome llamaba, aventuréotramiradayviqueestabamuylejos,moviéndoseconrapidezporelcampo,con el pequeñoArthur corriendo junto a ella, al parecer hablando almismotiempo;sinembargo,manteníasurostrofueradelalcancedelavistadelniñocomo si tratara de ocultar una emoción incontrolable. Y volví a misocupaciones.

Enseguidacomencéalamentarmiprecipitaciónaldejarlatanpronto.Eraevidente que me amaba…; probablemente se había cansado del señorLawrenceydeseabaqueyoocuparasulugar;silahubieraamadoyrespetadomenos al principio, la preferencia podría haberme agradado y entretenido;pero,ahora,elcontrasteentresuaparienciaexteriorysuspensamientos—talcomomelosimaginaba—,entremiprimeraymiactualopiniónsobreella,eratanhorrible…,tandolorosoparamí,queborrótodaconsideraciónmásfrívola.

Y,sinembargo, teníacuriosidadporsaberquéclasedeexplicación ibaadarme,omedaríaahora(silapresionabaparaquemeladiera),cuálseríasuconfesión, cómo intentaría excusarse. Deseaba ardientemente saber quémenospreciaryquéadmirarenella;cuántolateníaquecompadecerycuánto

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queodiar;y,másaún,losabría.Laveríaunavezmásysatisfaríamideseodesaber bajo qué luz mirarla, antes de despedirnos. La había perdido parasiempre,desdeluego,peronopodíasoportar,apesardetodo,laideadequenos hubiéramos despedido por última vez con tanta acritud y tristeza porambas partes. Su última mirada se había clavado en mi corazón; no podíaolvidarla. Pero ¡qué loco estaba! ¿No me había engañado, ofendido…, nohabíamarchitadomifelicidadparasiempre?«Detodasformas,iréaverla—fuemiconclusióndefinitiva—,peronohoy;hoy,estanoche,puedededicarseapensarensusfaltasysentirsetandesgraciadacomoquiera;mañanalaveréotravezysabréalgomássobreella.Laentrevistaquizáleseaútiloquizáno.Encualquiercaso,daráalavidaquehacondenadoalainmovilidadunalientode conmoción, y puede calmar con la certeza algunos pensamientosinquietantes».

Dejépasarlamañanadeldíasiguiente,peronotodalatarde.Todavíanoeran las siete y yo había terminado mi trabajo del día; el sol se estabaponiendo, su luz roja bañaba la vieja mansión y flameaba en las ventanasenrejadas,cuandollegué,dandoallugarunaspectoalegrequenoeraelsuyo.No necesito extenderme sobre los sentimientos que me invadieron alaproximarmealsantuariodemiantiguadeidad,aquellugarllenodemilesdepensamientos deliciosos y sueños espléndidos, ahora oscurecidos por unafunestaverdad.

Rachelmedejóentrarenelsalónyfueallamarasuseñora,puesnoestabaallí; sin embargo, su escritorio se hallaba abierto sobre la pequeña mesaredondaqueestabajuntoalasilladerespaldoalto,ysobreélhabíaunlibro.Sulimitadaaunqueescogidacoleccióndelibrosmeeracasitanfamiliarcomolamía;peroaquelvolumennolohabíavistoantes.Locogí.SetratabadeLosúltimosdíasdeunfilósofo,desirHumphreyDavy,yenlaprimerahojaponía«FrederickLawrence»,escritoamano.Cerréel libro,pero loconservéen lamano, y me quedé de cara a la puerta, dando la espalda a la chimenea,esperandocontranquilidadlallegadadeladama,puesnodudabaquevendría.Pocodespuésoísuspasosenelvestíbulo.Micorazóncomenzóalatirdeprisa,perolocontuveconunamaldicióninterna,nomostrandoalteraciónalguna,almenosexteriormente.Ellaentrótranquila,pálida,confiada.

—¿Aquédeboestehonor, señorMarkham?—dijoconunadignidad tansolemne,aunquereposada,quecasimedesconcertó.

Noobstantecontestéconunasonrisaybastantedescaro:

—Hevenidoparaoírsuexplicación.

—Ledijequenoseladaría—contestó—.Tambiénledijequenomerecíaustedmiconfianza.

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—Oh,muybien—repliqué,dirigiéndomealapuerta.

—Espereunmomento—dijoella—.Éstaserálaúltimavezquelevea:nosevayatodavía.

Quedéalaesperadesusórdenes.

—Dígame—continuó—,¿enquésebasaustedparacreertodasesascosasquesedicendemí?¿Quiénselashadicho?¿Aquéserefieren?

Guardésilenciounmomento.Hizofrenteamimiradaconvalor,comosisu pecho hubiera sido acorazado con una inocencia consciente. Estabadecidida a saber lo peor y a enfrentarse a ello. «No puedo aplastar eseintrépidoespíritu»,pensé.Peromientrasdisfrutabaensecretodemipoder,mesentí inclinado a entretenerme con mi víctima como si fuera un gato.Mostrándoleellibroquetodavíateníaenlamanoy,señalandoelnombrequeaparecíaenlaguarda,sindejardemirarlafijamente,lepregunté:

—¿Conoceustedaestecaballero?

—Naturalmente que le conozco —respondió, y un rubor invadió susrasgos;nopodríadecirsifuedevergüenzaodeira;másbienparecíaloúltimo—.¿Quémás,señor?

—¿Desdecuándoseveconél?

—¿Quién le ha dado el derecho a pedirme explicaciones sobre éste ocualquierotroasunto?

—¡Oh,nadie!Eslibredecontestaramipreguntaono.Yahora,permítameque le pregunte: ¿se ha enterado de lo que le ha ocurrido hace poco a eseamigosuyo?Porquesinolosabe…

—¡Nopermitiréquemeinsulte,señorMarkham!—gritó,casienfurecidapormiactitud—.Asíqueserámejorquesevayadeestacasasiesaesoaloquehavenido.

—Nohevenidoainsultarla:hevenidoaescucharsuexplicación.

—Yyoledigoquenovoyadársela—replicó,paseandoporlahabitaciónen un estado de gran excitación, con las manos fuertemente entrelazadas,mientrasdesusojosseescapabandestellosdeindignación—.Nomedignaréexplicar mi conducta a alguien capaz de bromear con unas sospechas tanhorriblesyquepuedeserinducidoaadmitirlascontanpocosescrúpulos.

—Yono bromeo con ellas, señoraGraham—contesté, abandonando porfinmitonosarcástico—.¡Desearíadeverdadpodertomármelasabroma!¡Yen cuanto a ser inducido admitir las sospechas, sólo Dios sabe lo ciego,estúpidoeingenuoquehesidohastaahora,empeñándomeencerrarlosojosytapar losoídos frente a todo loque amenazabadesmoronarmi confianza en

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usted,hastaquelaspruebasdesmintieronmichifladura!

—¿Quépruebas,señor?

—Estábien,selodiré.¿Seacuerdausteddelatardequeestuveaquí?

—Larecuerdo.

—Hasta entonces, usted había dejado caer algunas insinuaciones quepodríanhaberabiertolosojosdeunhombremássensato;peronotuvieroneseefectosobremí:seguíconfiandoycreyendo,esperandocontratodaesperanza,yadorándolacuandonopodíacomprender.Ocurrió,sinembargo,quedespuésde dejarla volví, llevadopor la pura intensidaddemi lástimay el ardor delafecto,noatreviéndomeaimponerlemipresenciaabiertamente,peroincapazderesistirlatentacióndeecharunamiradaatravésdelaventana,simplementeparavercómoseencontraba;alparecerlahabíadejadosumidaenlaaflicción,y en parte culpaba de ello a mi falta de discreción y de dominio sobre mímismo. Si hice mal, debo decir que fue sólo el amor lo que me impulsó,aunqueelcastigofuebastantesevero.Acababadellegaraaquelárbolcuandousted salió al jardín con su amigo. Teniendo en cuenta las circunstancias,preferínomostrarmeymequedéenlasombrahastaquehubieronpasado.

—¿Ycuántooyóusteddenuestraconversación?

—Más que suficiente, Helen. Y me vino muy bien oírlo, porque algomenos importante no me hubiera curado de mi chifladura. Siempre dije ypensé quenunca creería una sola palabra pronunciada contra usted amenosquelaoyeradesuspropioslabios.Todaslasinsinuacionesyafirmacionesdelos demás las consideraba calumniasmalignas e infundadas; incluso todo loqueparecíaacusarlalocreíaexcesivo,yrespectoaloqueparecíainexplicabledesusituaciónconfiabaenqueustedpodríaexplicarlosiquería.

La señora Graham había dejado de pasear. Se apoyó sobre uno de losextremosdelarepisadelachimenea,decaraalotro,cercadelcualyoestaba,con la barbilla apoyada en sumano cerrada, los ojos no ardiendoyade ira,sino brillando con una excitación inquieta, a veces mirándome mientrashablaba,otrasdeslizándoseporlapareddeenfrenteofijándoseenlaalfombra.

—Detodasformastendríaquehabermehablado—dijo—yoídoloqueyolehubieradichoenmidescargo.Fueunerror,ypocogenerosoporsuparte,retirarsetansecretayrepentinamente,justodespuésdeunasdeclaracionesdeafectotanapasionadas,sinsuponersiquieraunarazónparaelcambio.Deberíahabérmelodichotodo,aunqueparamífueradesagradable.Habríasidomejorqueestesilencio.

—¿Conquéfinalidadlohubierahecho?Ustednopodríahabermeaclaradounacuestiónquesólomeconcerníaamí,nipodríahabermeconvencidodela

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falsedaddelapruebaquemehabíanproporcionadomissentidos.Yodeseabaque nuestra intimidad cesara de inmediato, como usted misma habíareconocido que sería el caso si yo llegaba a saberlo todo; sin embargo, noquería mortificarla, aunque (como usted misma reconoció) me había hechomucho daño. Sí;me ha causado un daño que nunca podrá reparar usted, ninadie.¡Hamarchitadolafrescuraylapromesadelajuventudyconvertidomividaenundesierto!Aunquevivieracienañosnopodríarecuperarmenuncadelos efectos de este terrible golpe… ¡y nunca podría olvidarlo! A partir deahora… Se ríe usted, señora Graham —dije, interrumpiéndome de golpe,incapaz de continuar con mi apasionada arenga debido a sentimientosinexpresables, incapazdesoportarquese rieraverdaderamentede la imagendelaruinaqueellahabíaforjado.

—¿Deverdad?—dijo,mirándomeconexpresiónseria—.Nomedicuenta.Silohehechonohasidoporelplacerquemeproporcionabalaideadeldañoque le he causado. El Cielo sabe que me ha atormentado bastante la solaposibilidad;hasidolaalegríadedescubrirqueteníaustedunalmasensibleyprofundaal finyalcabo,yquenomehabíaequivocadodel todosobre suscualidades.Perolassonrisasylaslágrimassonigualesparamí;ningunadelasdos expresan sentimientos determinados: a veces lloro cuando soy feliz ysonríocuandoestoytriste.

Memiró de nuevo y pareció esperar una réplica; pero yo permanecí ensilencio.

—¿Le gustaría saber que se equivocó en sus conclusiones? —continuódiciendo.

—¿Cómopuedepreguntarlo,Helen?

—Nodigoquepueda justificarmedel todo—dijo, hablando rápidoy envozbaja,altiempoquesucorazónlatíavisiblementeysupechovibrabaporlaemoción—,pero¿legustaríasaberqueeramejordeloqueustedcree?

—Todo lo que pudiera restablecer mínimamente mi primera opinión deusted, justificar el interés que todavía siento y aliviar los tormentos de unaindeciblepesadumbrequemeacompañan,¡nosóloseríamuyagradablesinoqueseríarecibidoconavidez!

Susmejillasardíanysucuerpoenterotemblabaconelexcesodeagitación.Nohabló,sinoqueseprecipitóhaciasuescritorioy,cogiendonerviosamentelo que parecía un grueso álbum o un manuscrito, arrancó con impacienciaalgunashojasdelfinalypusoelrestoenmismanos,diciendo:

—Nohadeleerlotodo,perolléveseloasucasa.

Y salió a toda prisa de la estancia. Pero cuando yo ya me había ido y

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descendíaporelsendero,abriólaventanaymellamó.Erasóloparadecirme:

—Tráigalocuandolohayaleídoynodigaunapalabradeloquesecuentaahíanadieenabsoluto.Confíoensuhonradez.

Antesdequepudieracontestar,habíacerradolaventanaysehabíadadolavuelta.Vicómosedejabacaerenlaviejasilladerobleysecubríaelrostrocon lasmanos.Había sufrido una tensión tan grande que fue inevitable quebuscaraalivioenlaslágrimas.

Jadeandocon impacienciay luchandopor reprimirmis esperanzas, volvícon presteza a mi casa, corrí escaleras arriba hasta llegar a mi habitación,despuésdehabermeprovistodeunavela,aunquenohabíaoscurecidodeltodotodavía; luego cerré la puerta con llave, decidido a no permitir ningunainterrupción;y sentándomeante lamesaabrímipremioymeentreguéa sulectura escrupulosa: primero, pasando apresuradamente las hojas, atrapandounafraseaquíyallá,yluego,dispuestoenfirmealeerloentero.

Lotengoahoraantemí,yaunquenopodríasleerloconlamitaddelinterésconqueyolohice,séquenotecontentaríasconunresumendesucontenido;así que lo tendrás todo, salvo, quizá, algunos pasajes aquí y allá que sóloteníanuninteréspasajeroparaquienloescribió,oaquellosquesóloserviríanpara embrollar la historiamásquepara aclararla.Comienzadeunmodounpoco brusco, así… pero dejaremos su comienzo para otro capítulo, al quellamaremos…

CAPÍTULOXVI

LASADVERTENCIASDELAEXPERIENCIA

1dejuniode1821.—AcabamosderegresaraStaningley—mejordicho,regresamoshacealgunosdías—,ytodavíanoestoyinstalada,ysientocomosinunca fuera a estarlo. Dejamos la ciudad antes de lo que pensábamos, aconsecuencia de la indisposición demi tío;me pregunto cuál habría sido elresultado si nos hubiéramos quedado todo el tiempo. Estoy francamenteavergonzada pormi recién nacida aversión a la vida del campo. Todasmisocupacionesanterioresmeparecentediosasyaburridas;misentretenimientosdeantes,insípidoseinútiles.Nopuedodisfrutardemimúsicaporquenohaynadie que la escuche. No puedo disfrutar de mis paseos porque no meencuentro con nadie. No puedo disfrutar demis libros, porque no tienen elpoderdemantenermiatención:mipensamientoestátanobsesionadoconlosrecuerdosde lasúltimas semanasquenopuedoconcentrarme.Dibujar es loquemásme satisface,porquepuedohacerloalmismo tiempoquepienso;y

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aunquenadie,salvoyomismayaquellosquenoseinteresanporellas,puedecontemplar mis creaciones posiblemente alguien lo haga en el futuro. Sinembargo,hayunrostroqueintentopintaroesbozarsiempresinéxito;yestome exaspera. En cuanto al dueño de ese rostro, no puedo quitármelo de lacabezay,enrealidad,nuncalointento.Mepreguntosiélalgunavezpiensaenmí, y me pregunto si le volveré a ver. Luego podrían seguir una serie deincógnitas, preguntas que sólo el tiempo y el destino pueden contestar, conesta conclusión: suponiendo que todo lo demás fuera contestadoafirmativamente,mepreguntosinomearrepentiréalgunavez(mitíamediríaquedebería,sisupieraloqueestabapensando).Conquéclaridadrecuerdolaconversación que mantuvimos aquella tarde antes de salir para la ciudad,cuandoestábamossentadasjuntoalfuego,despuésdequemitíosefueraalacamaconunataquedegota.

—Helen—dijoella,despuésdeunsilenciopensativo—,¿piensasalgunavezenelmatrimonio?

—Sí,tía,amenudo.

—¿Yhaspensadoalgunavezenlaposibilidaddecasarteocomprometerteantesdequeterminelatemporada?

—Aveces,peronocreoenabsolutoprobablequelohaga.

—¿Porqué?

—Porque supongo que debe haber pocos, poquísimos, hombres en elmundoconlosquemegustaracasarme;ydeesospocoshayunaposibilidadentrediezdeque llegueaconoceraalguno;ysi llegaraaconocerlo,habríaunaposibilidadentreveintedequefuerasoltero,odequeseprendarademí.

—Esonoesunargumentoenabsoluto.Puedesermuycierto,yesperoquelo sea, que hayamuy pocos hombres con los que decidieras casarte. Es desuponer, realmente, que no desearas casarte con ninguno hasta que te lopidiera: el afecto de una muchacha no debería ganarse nunca sin esfuerzo.Pero cuandoesbuscado, cuando la ciudadeladel corazónes adecuadamentesitiada,esfácilqueserindaantesdequesudueñasedécuenta,yamenudoencontra de su propio juicio, y oponiéndose a todas sus ideas preconcebidassobreloquepodíahaberamado,amenosquelamuchachaseamuycautelosay discreta. Helen, quiero advertirte de estas cosas y exhortarte a que seassensatayprudentedesdeelmismocomienzodetucarrera,yaquenopermitasquetucorazónlorobelaprimerapersonaatolondradaosinprincipiosqueloambicione.Verás, querida, sólo tienes dieciocho años; tienesmucho tiempopordelante,yni tutíoniyotenemosprisaporqueteseparesdenosotros,ypuedoaventurarmeadecirqueno te faltaránpretendientes.Puedespresumirdeperteneceraunabuenafamilia,deposeerunafortunayunasperspectivas

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considerables; te puedo decir (porque, si no yo, otros lo harán) que eresbastante guapa, además, ¡y espero que no tengas nunca razones paralamentarlo!

—Esperoqueno,tía;pero¿porquétemerlocontrario?

—Porque,querida,labellezaeslacualidadquegeneralmente,juntoconeldinero,atraemásalapeorclasedehombres;yportanto,esprobablequelecausebastantesproblemasasuposeedora.

—¿Hastenidoproblemasporello,tía?

—No, Helen —dijo, con severidad incriminatoria—, pero conozco amuchasqueloshantenido;yalgunasdeellas,pornotenercuidado,hansidolas desdichadas víctimas del engaño; otras, por debilidad, han caído entrampasytentacionesqueseríaterriblerelatar.

—Bueno,noseréincautanidébil.

—¡AcuérdatedePeter,Helen!Noteenvanezcas,sinoobserva.Vigila tusojosytusoídoscomolasentradasdetucorazón,ytuslabioscomosusalida,noseaquetetraicionenenunmomentodedescuido.Recibecadaatenciónconfrialdad y desapasionamiento, hasta que hayas determinado y consideradodebidamentelavalíadelpretendiente;dejaquetussentimientossigansóloalaaprobación.Primeroestudia; luegoaprueba;despuésama.Dejaque tusojosseanciegosa todos losatractivosexternos, tusoídossordosa la fascinacióndel halago y la conversación frívola. Éstos no son nada, peor que nada:trampas y ardides del tentador para inducir a una atolondrada a que seprecipite a su propia destrucción.Los principios son lo primero, después detodo; a continuación están la sensatez, la respetabilidad y una fortunamoderada. Si te casaras con el hombre más guapo, más elegante ysuperficialmente agradable del mundo, no sabes bien la tristeza que teinvadiría si, después, descubrieras que es un réprobo indigno, o incluso unidiotasinremedio.

—Pero,tía,¿quévanahacertodoslospobreslocosyréprobos?Sitodossiguierantuconsejo,elmundoseacabaríapronto.

—¡Nolocreas,querida!Aloshombresidiotasyalosréprobosnuncalesfaltarán compañeras mientras haya tantas mujeres que los igualen; pero túsiguemiconsejo.Yéstenoesunasuntoconelquesepuedabromear,Helen.Lamentoquetrateselasuntodeesamaneratanfrívola.Créeme,elmatrimonioesunacosaseria.

Hablabadeunaformatangravequeunapodríahaberseimaginadoquelohabíaaprendidoacostadesupropiaexperiencia;sinembargo,nolehicemáspreguntasimpertinentesymelimitéacontestar:

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—Yaséque loes;y tambiénséque tienesmucharazónen loquedices;peronodebes temerpormíporquenosólocreeríaunerrorcasarmeconunhombrequecarecieradesensatezodeprincipios,sinoquenuncamesentiríatentadadehacerlo,puesnuncamegustaría,aunquefuera,porotrolado,muyatractivoyencantador; ledetestaría, ledespreciaría,mecompadeceríadeél,sentiríaporélcualquiercosamenosamor.Micariñonosólodeberíafundarseenlaaprobación,sinoqueloestaráyhabrádeestarlo:porquesinaprobaciónyonopuedoamar.Esinnecesariodecirquetendríaquesercapazderespetaryveneraralhombreconelquemecase,tantocomoamarle,puesnopuedoamardeotromodo.Asíquenotepreocupes.

—Esperoqueseaasí—contestó.

—Yoséqueesasí—insistí.

—Todavíanotehanpuestoaprueba,Helen;sólopodemosconfiarenqueseaasí—dijoconsucaracterísticotonofríoycauto.

Me irritó su incredulidad;noobstante,noestoy seguradeque susdudascarecieran de sagacidad; me temo que me ha sido más fácil recordar suconsejoqueaprovecharmedeél;enrealidadaveceshe tenidoqueponerenduda la solidezde sus teorías sobre estasmaterias.Sus consejos pueden serbuenos en la medida en que son válidos… en líneas generales; pero hayalgunascosasquehapasadoporaltoensuscálculos.Mepreguntosihaestadoenamoradaalgunavez.

Comencé mi carrera—o mi primera campaña, como la llama mi tío—acariciando esperanzas y fantasías radiantes—inspiradas fundamentalmentepor esta conversación—, y llena de confianza en mi propia discreción. Alprincipio estaba encantada de la novedad y la emoción de nuestra vidalondinense; pero pronto empecé a cansarme de su mezcla de turbulencia yfrialdad, y a suspirar por la frescura y la libertad de nuestro hogar. Laspersonasqueconocí,tantoloshombrescomolasmujeres,decepcionaronmisesperanzas,yunasvecesme irritabanyotrasmedeprimían,puesprontomecansé de estudiar sus peculiaridades y reírme de sus flaquezas —especialmenteteniendoencuentaqueteníaqueguardarmemiscríticasporquemi tía no les habría prestado atención—, y estas personas me parecíanirritantemente necias, pusilánimes y artificiales, sobre todo lasmujeres. Loscaballerosmecausaronmejorimpresión,peroquizáfueraporquelosconocíamenos o, quizá, porqueme halagaban; pero nome enamoré de ninguno deellosysibiensusatencionesmecomplacíanenunmomentodeterminado,meirritabanalsiguiente,porquemeponíandemalhumoralponeraldescubiertomi vanidad yme hacían temer estar volviéndome como alguna de aquellasdamasalasquemenospreciabasinceramente.

Habíauncaballeromayorquememolestabamucho.Eraunviejoamigode

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mi tío, quien, creo,pensabaqueyonopodíahacernadamejorque casarmecon él; pero, además de ser viejo, era feo y desagradable… y malintencionado, estoy segura, aunquemi tíame riñópor decirlo; sin embargo,admitió que no era un santo.Yhabía otro,menos odioso, pero todavíamásaburrido,porquemitía leotorgabasufavoryestabasiempreimponiéndomesu presencia y cantándome sus alabanzas. Se llamaba señor Boarham, peroprefiero llamarle Bor’em, por lo terriblemente aburrido que era; meestremezcotodavíaal recordarsuvoz,quezumbaba,zumbabaenmisoídos,mientras estaba sentado junto a mí, atormentándome con su prosa yengañándosea símismocon la ideadequeestababeneficiandoamimentecon una información útil, o inculcándome sus dogmas y corrigiendo miserroresdepensamiento,oquizá,pensandoquehablabaponiéndoseaminivelyquemedivertíaconsuentretenidaconversación.Noobstante,eraunhombrebastantehonestoengeneral,meatreveríaadecir,ysihubieramantenido lasdistanciasnuncalehabríaodiado.Talcomosecomportaba,eracasiimposiblede soportar; porque no sólomemolestaba imponiéndome su presencia, sinoquemeimpedíadisfrutardeunacompañíamásagradable.

Una noche, sin embargo, en un baile, había sido más pesado que decostumbre y mi paciencia se había agotado. Parecía como si la velada engeneralestuvieracondenadaaserinsoportable:nohabíabailadomásqueunavez con un estúpido mequetrefe, y luego el señor Boarham se me habíaacercadoyparecíadecididoanosepararsedemíduranteelrestodelanoche.Nuncabailaba.Sesentóallí,conlacabezacercademirostro,haciendocreeralosmironesqueeraunamanteconsumado,reconocido;mitíanonosquitabaojodeencima,deseándolebuenasuerte.Intentéenvanoapartarledemídandoriendasueltaamisexasperadossentimientos,einclusoaunarudezaevidente:nadapudoconvencerledequesucompañíameeradesagradable.Unsilenciohosco era tomado como una atención extasiada y le daba la oportunidad dehablar; las respuestasmordaces eran recibidas comoocurrencias inteligentesde una viveza juvenil que sólo requerían una reprimenda indulgente; y lassimples contradicciones no eran sino como el aceite para las llamas, yacarreabanunanuevaseriedeargumentosparadefendersusdogmas,dejandocaersobremíoleadasderazonamientosparaabrumarmeconconvicción.

Perohabíaalguienentrelospresentesqueparecíaapreciarmejormiestadodeánimo.Erauncaballerosituadocercadenosotrosquellevabaciertotiempoprestando atención a nuestra charla, evidentemente entretenido con laimplacable pertinacia de mi acompañante y mi manifiesta incomodidad,riéndose para sí mismo ante la aspereza y el intransigente espíritu de misréplicas.Alfin,sinembargo,seretiróyseacercóalaseñoradelacasa,conelaparentepropósitodepedirlequenospresentara,pues,pocodespués,losdosvinieronyellamelopresentócomoelseñorHuntingdon,elhijodeunantiguoamigodemitío.Meinvitóabailar.Yoaceptéencantada,naturalmente;fuemi

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acompañanteduranteelrestodelavelada,quenofuelarga,puesmitía,comodecostumbre,insistióenmarcharsetemprano.

Lamentétenerqueirmeporquehabíaencontradoenminuevoconocidounacompañantemuy vivaz y entretenido.Había una gran soltura y libertad entodo lo que decía y hacía, lo que proporcionó amimente una sensación dedescansoyexpansióndespuésdetodalacoacciónyformalidadquemehabíavistoobligadaasufrir.Podríadecirse,esverdad,quesusmodalesysumanerade hablar era quizá demasiado audaces y descarados, pero yo estaba de tanbuenhumorytanagradecidapormiliberaciónfinaldelseñorBoarham,quenomemolestó.

—Bueno,Helen, ¿qué tepareceel señorBoarhamahora?—preguntómitíaunavezquenosacomodamosenelcarruajeypartimos.

—Peorquenunca—contesté.

Ellapareciódisgustada,peronodijonadamássobreelasunto.

—¿Quiéneraesecaballeroconquienbailastealfinal—continuódespuésdeunapausa—,quefuetansolícitoalayudarteaponerelchal?

—No fue solícito en absoluto, tía, ni intentó ayudarmeenabsolutohastaque vio que el señor Boarham se disponía a hacerlo; entonces se adelantóriéndoseydijo:«Vamos,lalibrarédeesecastigo».

—Tepreguntéquequiénera—dijo,congélidagravedad.

—EraelseñorHuntingdon,elhijodeunviejoamigodeltío.

—Heoídohablar a tu tíodel joven señorHuntingdon.Leheoídodecir:«Es un buen muchacho, ese joven Huntingdon, pero un poco estrafalario,tengolaimpresión».Asíquetencuidado.

—¿Quéquieredecir«unpocoestrafalario»?—pregunté.

—Significa desprovisto de principios y propenso a todos los vicioscaracterísticosdelajuventud.

—Peroyoheoídodeciraltíoqueéltambiénfueunmuchachomaliciosoyestrafalariocuandoerajoven.

Mitíamoviólacabezaconseveridad.

—Entoncesestababromeando,supongo—dije—,yhablabaporhablar.Almenos,nopuedocreerquehayaningúnmalenaquellosalegresojosazules.

—¡Esonoesformaderazonar,Helen!—dijoconunsuspiro.

—Bueno, deberíamos ser caritativas, tía…Además, no creo que sea unjuicio falso: soyunaexcelente fisonomistay siempre juzgoel carácterde la

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genteporsuaspecto;noenfuncióndesiesguapaofea,sinoporelaspectogeneraldesusemblante.Porejemplo,yosabríaportucaraquenotienesuncarácter alegre, confiado; y sabría por la del señorWilmot que es un viejoréprobo indigno, y por la del señor Boarham que no es una compañíaagradable, y por la del señor Huntingdon que no es un tonto ni un bribón,aunque,posiblemente,tampocounsabioniunsanto.Detodasformasesonomeimportapuestoquelomásprobableesquenovuelvaaencontrarmeconél,comonoseacomoparejaocasionalenunsalóndebaile.

Sinembargo,nofueasí,porquelevialamañanasiguiente.Vinoavisitaramitíoysedisculpópornohaberlohechoantes;explicóqueacababadevolverdelContinenteynosehabíaenterado,hastalanocheanterior,delallegadademitíoalaciudad.Despuésdeesoleviamenudo;avecesenpúblico,avecesencasa.Eramuyasiduoenpresentarsusrespetosasuviejoamigo,elcual,sinembargo,noseconsiderabamuyendeudaporsusatenciones.

—Me pregunto qué demonios quiere decir el muchacho viniendo tan amenudo—decía—.¿Puedesdecírmelotú,Helen?¿Eh?Notienenecesidadenabsolutodemicompañía,niyotampocodelasuya,deesoestoyseguro.

—Entonces,megustaríaqueselodijeras—dijomitía.

—¿Porqué?¿Conquéfin?Siyonotengointerésenverle,quizáalguiensí(meguiñóunojo).Además tieneunabonitaysaneadafortuna,Peggy,ya losabes.NoestanbuenpartidocomoWilmot,peroHelennoquerráoírhablarde semejante casamiento. En ciertomodo esos tipos viejos no hacen buenapareja con las muchachas, a pesar de su dinero y su experiencia. Apuestocualquiercosaaqueellapreferiríaaese jovensinunpeniquequeaWilmotconsucasallenadeoro,¿verdad,Nell?

—Sí, tío; pero no es necesario que hagas ninguna comparación porquepreferiríaserunasolteronayunaindigentequelaseñoraWilmot.

—¿YlaseñoraHuntingdon?¿QuétepareceríaserlaseñoraHuntingdon?¿Eh?

—Telodirécuandohayaconsideradoelasunto.

—¡Ah! Entonces necesita consideración. Y ahora, dime: ¿serías unasolteronaynodigamosunaindigente?

—Nopuedodecirlohastaquesemeplanteeladisyuntiva.

Ysalíde lahabitaciónparaevitarqueel interrogatorio llegaramás lejos.Pero cincominutosmás tarde, cuando estabamirando por la ventana, vi alseñorBoarhamacercarsehacia lapuerta.Esperédurantecasimediahoraenuna tensión incómoda, aguardando a cada minuto que me llamaran yanhelandoinútilmenteoírlemarchar.Luegooípasosenlasescalerasymitía

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entróen lahabitaciónconun semblante solemneycerró lapuertadetrásdeella.

—EstáaquíelseñorBoarham,Helen—dijo—.Deseaverte.

—¡Oh,tía!¿Nopuedesdecirlequenomeencuentrobien?Esverdad…meenfermaverle.

—¡Tonterías, querida! Éste no es un asunto frívolo. Ha venido por unmotivomuyimportante:pedirtumanoenmatrimonioatutíoyamí.

—Esperoquemi tíoy tú lehayáisdichoquenoestabaenvuestropoderdársela.¿Quéderechotieneélapreguntarleanadieantesqueamí?

—¡Helen!

—¿Quéhadichoeltío?

—DijoquenoibaaentrometerseenestacuestiónyquesieradetugustoaceptarlaatentaofertadelseñorBoarham…

—¿Hadichoatentaoferta?

—No;hadichoquesiqueríasaceptarlapodíashacerlo;ysino,queeraslibredehacerlo.

—Meparecemuybien;ytú,¿quéhasdicho?

—Loqueyohedichonoimporta.¿Quédirástú?Estoesloimportante.Élestáesperandoparapreguntártelo;peropiénsalobienantesdebajar,ysitienesintenciónderechazarle,dametusrazones.

—Voyarechazarle,desdeluego,perodebesdecirmecómo,porquequieroser cortés y decidida al mismo tiempo. Y cuandome desembarace de él teexplicarémisrazones.

—Tranquilízate,Helen;siéntateunmomentoycálmate.ElseñorBoarhamno tiene prisa porque no duda de que aceptes, y yo quiero hablar contigo.Dime, querida, ¿cuáles son las objeciones que le pones? ¿Acaso no es unhombrebuenoyhonrado?

—Sí.

—¿Noescomedido,sensato,respetable?

—Sí,puedesertodoeso,pero…

—¡Pero, Helen! ¿Cuántos hombres así esperas encontrar en el mundo?¡Bueno,honrado,comedido,sensato,respetable!¿Esuncaráctertancorrientecomo para que rechaces al poseedor de unas cualidades tan nobles sin unmomentodeduda?Sí,nobles,puedollamarlasasí.Piensaenelsignificadodecadaunadeellasyenlasinestimablesvirtudesqueincluyen(ypodríaañadir

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muchasmásalalista);piensaquetodoestoloponenatuspiesyqueestáentumanoasegurarestabendiciónparaelrestodetuvida:¡unmaridoexcelenteydignoqueteamaconternura,peronodemasiadoapasionadamenteparanovertusdefectos;unmaridoqueserátuguíaa lo largodelperegrinajeporlavidaytucompañeroenlafelicidadeterna!Piensa,¿cómo…?

—Peroyoledetesto,tía—dije,interrumpiendoaquelcaudaldeelocuenciataninsólitoenella.

—¡Le detestas, Helen! ¿Es esto un espíritu cristiano? ¿Le odias? ¡Unhombretanbueno!

—No le odio como hombre sino comomarido. Como hombre le quierotantoqueledeseounaesposamejorqueyo,unaqueseatanbuenacomoél,omejor,siesquecreesqueesposible,suponiendoqueaellalegustaraél;peroamínuncapodríagustarmeyportanto…

—Pero¿porquéno?¿Quédefectosleencuentras?

—Enprimerlugar,tiene,comomínimo,cuarentaaños,aunqueamímedala impresión de tener bastantesmás, y yo sólo tengodieciocho; en segundolugar, esmuymojigato e intransigente; tercero, sus gustos y su sensibilidadsondeltodoopuestosalosmíos;cuarto,suaspecto,suvozysusmodalessonespecialmente desagradables paramí, y por último, siento una aversión portodasupersonaquenuncapodrésuperar.

—¡Entonces deberías superarla! Y por favor, compárale con el señorHuntingdon, dejando aparte la belleza (que no contribuye en absoluto alméritodelhombre,oalafelicidaddelavidamatrimonial,yquetúmismahasconfesadoamenudoquenotienemuchaimportanciaparati),ydimequiénesmejor.

—Nomecabe lamenordudadequeel señorHuntingdonesunhombremuchomejor de lo que tú crees. Pero no estamos hablando de él, sino delseñor Boarham; y como preferiría crecer, vivir y morir en bendita soledadantesquesersuesposa,lomáscorrectoseríaqueselodijeradeunavezylesacaradedudas.Asíquedéjameir.

—Perono ledesunanegativa tajante;noseesperaenabsolutounacosasemejante y le ofenderíamucho.Dile que no tienes intención de casarte demomento.

—Perosítengointencióndehacerlo.

—Oquedesearíasconocerlemejor.

—Peronoquieroconocerlemejor,sinotodolocontrario.

Ysinesperaramásamonestacionessalídelahabitaciónyfuialencuentro

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delseñorBoarham.Estabapaseándoseporlasala,altiempoquecanturreabafragmentosdetonadasymordisqueabaelpuñodesubastón.

—Mi querida señorita —dijo inclinándose y sonriendo con grancomplacencia—.Tengoelconsentimientodesusamablestutorespara…

—Lo sé, señor—dije deseando acortar la escena lomás posible—, y leestoymuyagradecidaporsupreferencia,perodeborogarlequemedisculpeporrehusarelhonorquedeseaotorgarme;creoquenoestamoshechoselunopara el otro, como usted mismo podría comprobar al poco tiempo siintentáramoslaexperiencia.

Mi tía tenía razón:eraevidentequeélnodudabadeque ibaaaceptar,yque no esperaba en absoluto una negativa rotunda. Estaba turbado ysorprendidoporsemejanterespuesta,peronosesintiómuyofendido,puesnopodíacreerloquehabíaoído.Despuésdeuncarraspeoyunarisitavolvióalataque.

—Sé, querida, que existe una disparidad considerable entre nosotros, enaños,temperamento,yquizáenotrascosas;peropermítameasegurarlequenoseréseveroalseñalarlasfaltasyflaquezasdeunanaturalezajovenyardientecomolasuya,yaunquemelasconfieseamímismo,einclusolascensureconla solicitud de un padre, créame, ningún amante juvenil podría ser mástiernamenteindulgenteconelobjetodesuafectoqueyoconusted;y,porunaparte,permítameconfiarenquemiexperienciademásañosymishábitosdereflexiónmás serios no sean una deshonra a sus ojos, pues haré lo posibleporque la conduzcan a la felicidad. ¡Vamos! ¿Qué dice? ¡Dejémonos decoqueteríasycaprichosdeseñoritayhableclarodeunavez!

—No puedo más que repetir lo que dije antes: estoy segura de que noestamoshechoselunoparaelotro.

—¿Piensarealmenteeso?

—Sí.

—Pero usted no me conoce. Querrá usted saber más de mí, tener mástiempopara…

—No,noquiero.Leconozco losuficiente,ymejorde loquemeconoceustedamí,puesdelocontrarionuncasoñaríaconunirseaalguientandistinto,taninapropiadoparausteddesdetodoslospuntosdevista.

—Pero,miqueridaseñorita,yonobuscolaperfección.Puedoexcusar…

—Gracias, señor Boarham, pero no abusaré de su bondad. Puede ustedguardarsuindulgenciayconsideraciónparaunadestinatariamásvaliosa,quenoseaparaellasunacargatanpesada.

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—Peropermítamerogarlequepidaconsejoasutía.Estoysegurodequeesaexcelentedama…

—Yaheconsultadoconella,yséquesusdeseoscoincidenconlossuyos;peroenunasuntotanimportantecomoéste,metomolalibertaddejuzgarpormímisma,yningunaopiniónpuedealterarmis inclinaciones,o inducirmeacreerquesemejantepasoconduciríaamifelicidad,oalasuya.Ymeasombraque un hombre de su experiencia y sensatez pensara en escoger semejanteesposa.

—¡Ah,bueno!—dijo—.Yomismomeheasombradoporelloaveces.Enalgunaocasiónmehedichoamímismo:«Bueno,Boarham,¿quées loquepretendes? Ten cuidado, hombre. ¡Piensa antes de dar el salto! Ésta es unacriaturadulce,encantadora,perorecuerda:¡losatractivosmásseductoresparael amante,muy amenudo se convierten en lasmás grandes torturas para elmarido!».Leaseguroquehehechomieleccióndespuésdereflexionarmucho.Laaparente imprudenciadelcasamientomehacostadomuchosquebraderosdecabezaduranteeldíaymuchashorasdeinsomnioporlanoche;peroalfinme sentí satisfecho al descubrir que no era, en verdad, imprudente. Me dicuentadequemidulcemuchachanocarecíadedefectos,peroentreéstosnoestaba su juventud, que más bien era una promesa de virtudes todavía nodesplegadas, una sólida base para presumir que sus pequeños defectos decarácter y sus errores de juicio, opinión ymodales, no serían irremediables,sinoquepodríansercorregidosomitigadospocoapococonlosesfuerzosdeun consejero juicioso y atento. Y pensé que cuando yo no fuera capaz decontrolaroguiarpodríaseguramenteintentarperdonar,enbiendesusmuchosméritos.Portanto,queridísimamuchacha,puestoqueyoestoysatisfecho,¿porquéibaustedaponerobjeciones,enmipropiobeneficio,almenos?

—Sinembargo,paradecirle laverdad, señorBoarham, espormipropiobienporloquesobretodopongoobjeciones,asíquedejemosesteasunto.—Yohabríadicho:«Porqueesalgopeorqueinútilseguirhablandodeél»,peromeinterrumpióobstinadamente,diciendo:

—Pero¿porqué?Yolaamaría,laestimaría,laprotegería—etc.,etc.,etc.

Nomemolestaré transcribiendo la interminable serie de argumentos queintercambiamos.Bastacondecirque leencontrémuymolestoyqueme fuemuydifícil convencerledequeyoquería realmentedecir loquedecía,yenverdadsemostrótanobstinadoytanciegoamisinteresesquenohabíalamásmínimaposibilidaddequeniélnimitíapudieranvencermisobjeciones.Enrealidad,noestoyseguradequellegaraa imponermedespuésdetodo;pero,cansadadequevolvieratenazmentealmismopuntoydequerepitieraunayotravezelmismoargumento,obligándomeareiterarlasmismasrespuestas,alfinalmevolvíhaciaélindignadaymisúltimaspalabrasfueron:

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—Se lo diré claramente: no puede ser. Ninguna consideración puedeinducirmeacontraermatrimonioencontrademisdeseos.Lerespetoausted(oalmenoslerespetaríasisehubieracomportadocomounhombresensato)pero no puedo amarle y nunca podría, y cuanto más habla más me repeleusted;asíqueleruegoquenodigaunapalabramássobreello.

Después de esto me deseó buenos días y se retiró, desconcertado yofendido,naturalmente;perolaculpanofuemía.

CAPÍTULOXVII

MÁSADVERTENCIAS

Al día siguiente acompañé a mis tíos a un convite en casa del señorWilmot.Teníahospedadasensucasaadosdamas:susobrinaAnnabella(unamuchachavivazybella,omásbienunamujerjovendeunosveinticincoaños,demasiado coqueta para casarse, según su propia afirmación, peroenormementeadmiradaporelcaballero,quienpropagabaaloscuatrovientosque era unamujer espléndida) y su comedida primaMilicentHargrave, queme había tomado una gran simpatía, creyéndome erróneamente algomuchomejordeloqueera.Yyo,encompensación,leteníaungrancariño.Excluiríapor completo a la pobreMilicent demi antipatía general por las damasqueconocí.Peronohemencionadolaveladaacausadeella,odesuprimo,sinoen honor de otro de los invitados del señor Wilmot: el señor Huntingdon.Tengounabuenarazónpararecordarsupresencia:fuelaúltimavezquelevi.

Él no se sentó cerca de mí durante la cena, porque le tocó en suerteacompañar a una voluminosa anciana, y amí ser acompañada por el señorGrimsby,unamigosuyo,peroqueamímedisgustabasobremanera:habíaunaspecto siniestro en su semblante y una mezcla de brutalidad agazapada ydoblez repugnante en su comportamiento, que no podía soportar. Quécostumbre tan aburrida es ésta, por cierto, entre las muchas fuentes deinnecesariaincomodidaddeestavidasupercivilizada.Siloscaballerosdebenacompañaralasdamasalcomedor,¿porquénopuedenescogeraquellasquelesgustenmás?

No estoy segura, sin embargo, de que el señor Huntingdon me hubieraescogido a mí si hubiera tenido la libertad de elegir. Es muy posible quehubieraelegidoalaseñoritaWilmot,puesellaparecíadecididaaacapararsuatenciónyélparecíadispuestoarendirleelhomenajequeleexigía.Almenosesocreícuandovicómohablabanysereíanylasmiradasquesedirigíananteel desdén y menosprecio de sus respectivos vecinos. Mi idea pareció

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confirmarse después, al reunirse los caballeros con nosotras en el salón,cuandoella,nadamáshacerélsuentrada,lepidiólevantandolavozquefueraelárbitrodeunadiscusiónquemanteníaconotradama,yeljovenacudióalallamada con presteza y decidió la cuestión en su favor sin unmomento deduda—aunque, desdemi punto de vista, era obvio que la señoritaWilmotestabaequivocada—,quedándoseluegoacharlarfamiliarmenteconellayungrupodemujeres.EntretantoyoestabasentadajuntoaMilicentHargraveenelextremoopuestodelsalón,examinandosusdibujosmásrecientes,ayudándolaconmisobservacionescríticasyconsejos,solicitadosporella.Peroapesardemis esfuerzos por mantener la compostura, mi atención se desviaba de losdibujoshaciaelalegregrupo,ysinpoderevitarlomeencolericéy,sinduda,pusemala cara, puesMilicent, creyendo que debía de estar cansada de susmanchasygarabatos,merogóquemeunieraalgrupoydejaraparamástardeel examendel resto. Pero cuando trataba de convencerla de que no deseabaunirmeaellosydequenoestabacansada,elseñorHuntingdonseacercóalapequeñamesaredondaalaqueestábamossentadas.

—¿Sonsuyos?—dijo,cogiendonegligentementeunodelosdibujos.

—No,sondelaseñoritaHargrave.

—¡Oh!Echémoslesunaojeada.

YsinprestaratenciónalasprotestasdelaseñoritaHargrave,quedecíaquenovalíalapenamirarlos,pusounasillacercademíy,cogiendolosdibujosdeuno en uno demimano, los fue examinando y dejando sobre lamesa. Nodecía nada sobre ellos pero no paraba de hablar. No sé lo que MilicentHargraveopinódeaquel comportamiento,peroyoencontré suconversaciónmuyinteresante,aunque,comodescubríluego,cuandomedetuveaanalizarla,loquepretendíaenrealidaderaburlarsedelosdiferentesmiembrosdelgrupo;y aunquehizo algunas observaciones agudas y otras en excesoburlonas, nocreo que todas en general parecieran especialmente interesantes si lastranscribieraaquísinlasaccidentalesayudasdelamirada,elgesto,eltono,yaquelencantoinefableaunqueindefinidoqueproporcionabaunhaloatodoloquehacíaydecía;yquehabríaconvertidoenunplacermirarsucarayoírlamúsica de su voz, aunque estuviera diciendo tonterías, y que hizo que mesintiera tan dolida conmi tía cuando puso fin a esta diversión, acercándosetranquilamente, con el pretextodequequeríaver losdibujos, de losque enrealidadnoentendíaunapalabranileimportaban.Mientrashacíacreerquelosexaminaba, se dirigió al señorHuntingdon en uno de sus tonosmás fríos yrepelentes,haciendounaseriedepreguntasyobservacionesdelomástrivialesy formales, con el propósitodedesviar su atencióndemí…demolestarme,como pensé. Después de mirar todo el contenido de la carpeta, los dejéentregadosasutête-à-têteymesentéenunsofá,bastanteapartadadelgrupo,sin pensar en lo extraña que podría parecer semejante conducta, tratando

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simplementede recuperarmede la vejacióndelmomento enprimer lugar, ydedicarmedespuésaldisfrutedemispropiospensamientos.

Peronopudeestarsolamuchotiempo.ElseñorWilmot—quedetodosloshombreseraalquemenosdeseabaver—seaprovechódequeestabasolaparasentarsejuntoamí.Yomehabíajactadodehaberrechazadosusinsinuacionescontantaeficaciahastaelpuntodepensarquenoteníanadaquetemerdesudesafortunadapreferencia;peroparecequeestabaenunerror:eratangrandesuconfianza,bienensufortunaoenelpoderdeatracciónquelequedaba,ytan firme sucreencia en ladebilidad femenina,que se creyóencondicionesparaintentarelcercodenuevo,loquehizoconrenovadoardor,incitadoporlacantidad de vino que había bebido… una circunstancia que lo volvíainfinitamentemásrepulsivo.Peroaunqueleaborrecíunaenormidadenaquelmomento,noquisetratarleconrudeza,puestoqueyoerasuinvitadayhabíaestado disfrutando de su hospitalidad. Además no podía echar mano de unrechazo cortés pero decidido, ni me habría servido de nada haber podidohacerlo,pueserademasiadoobtusoparapercatarsedecualquier repulsaquenofueratanclaraytajantecomosupropiadesfachatez.Laconsecuenciafueque se fue poniendo cada vez más asquerosamente tierno y másrepulsivamentecariñoso,yyoestabaalbordedeladesesperaciónyapuntodedecirnoséqué,cuandosentíquedeprontounamanocogíalamía,queestabaapoyada en uno de los brazos del sofá, y la apretaba con fervor.Instintivamente adiviné quién era, y al alzar la vista me mostré menossorprendidaquecomplacidaalverqueel señorHuntingdonmesonreía.Eracomo pasar de un demonio torturador a un ángel de luz que venía aanunciarmequelaépocadeltormentohabíaterminado.

—Helen —dijo (él me llamaba con frecuencia Helen y yo nunca memolestéporquesetomaraestalibertad)—,quieroqueveaestecuadro.EstoysegurodequeelseñorWilmotlaexcusaráporunmomento.

Melevantéconpresteza.MecogiódelbrazoymecondujoalolargodelaestanciahastallegardelantedeunespléndidocuadrodeVanDyckenelquemehabíafijadoantesperoquenohabíaexaminadoconatención.Despuésdeunmomento de contemplación silenciosa, estaba empezando a comentar subelleza y sus peculiaridades, cuando, oprimiendo alegremente la mano quetodavíareteníaensubrazo,meinterrumpiódiciendo:

—Olvídese del cuadro; no fue por él por lo que la traje aquí; fue paraapartarla de aquel viejo disoluto y vil, que estámirandohacia aquí como situvieralaintencióndedesafiarmeporlaafrenta.

—Leestoymuyagradecida—dije—.Éstaeslasegundavezquemeliberadeunacompañíatanpocoagradable.

—No me lo agradezca demasiado —contestó—: no es del todo por

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generosidadhaciausted.Enparte esporun sentimientode rencorhacia sustorturadores, que hace que me complazca en hacerles una trastada a esosviejos, aunqueno crea tener razónningunapara temerlos como rivales. ¿Latengo,Helen?

—Ustedsabequelosdetestoalosdos.

—¿Yamí?

—Notengoningunarazónparadetestarle.

—Pero ¿cuáles son sus sentimientos haciamí, Helen? ¡Dígamelo! ¿Conquéojosmemira?

Y volvió a oprimir mi mano; pero temía que hubiera más un poderconscientequeternuraensucomportamiento,ysentíquenoteníaderechoaarrancarmeunaconfesióndemipreferenciacuandoélporsupartenohabíahechootraigual,ynosupequéresponder.Porfindije:

—¿Conquéojosmeveusted?

—¡Dulceángel!¡Teadoro!

—Helen,venunmomento—dijolavozclara,grave,demitía,queestabamuy cerca de nosotros. Y le dejémurmurandomaldiciones contra su ángelmaligno.

—Bueno, tía, ¿qué pasa? ¿Qué quieres? —dije, siguiéndola hasta elalféizardelaventana.

—Quieroquevuelvascontuacompañantecuandoestésencondiciones—replicó ella, mirándome con dureza—; pero, por favor, quédate aquí unosmomentos hasta que ese llamativo color se haya desvanecido un pocoy tusojoshayanrecuperadoalgodesuexpresiónhabitual.Mesentiríaavergonzadasialguientevieraenelestadoenqueestás.

Naturalmente, semejanteobservaciónnosirviópara reducirel«llamativocolor»; al contrario, sentí que la carameardía con las redobladas llamasdeuna mezcla de emociones, entre las cuales la más importante era de iraincontenible e indignación. No dije nada, sin embargo, sino que retiré lacortinaymirélanoche,omejordicho,lafaroladelaplaza.

—¿EstabaelseñorHuntingdonhaciéndoteunaproposicióndematrimonio,Helen?—inquiriómidemasiadoatentatutora.

—No.

—¿Quéestabadiciendoentonces?Yooíalgomuyparecidoaeso.

—Noséloquehabríadichosinolehubierasinterrumpido.

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—¿Yhabríasaceptado,Helen,sitehubierapropuestocasarteconél?

—Desdeluegoqueno…sinconsultarantesconeltíoycontigo.

—¡Oh! Me agrada, querida, que seas tan prudente. Bueno —añadiódespuésdeunapausa—,yahasllamadobastantelaatenciónestanoche.Veoque las señoras están dirigiendo miradas curiosas hacia nosotras en estemomento.Volveréconellas.Ventútambiéncuandotehayastranquilizadolosuficientecomoparatenertuaspectohabitual.

—Yaestoytranquila.

—Entonces habla despacio y abandona este aspectomalicioso—dijomitranquila pero provocadora tía—. Volveremos a casa dentro de poco yentonces—añadióconsolemnidad—tendrémuchascosasquedecirte.

Así,fuiacasapreparadaparaescucharunformidablediscurso.Ningunadelasdoshablómuchomientrasnosdirigíamosanuestrohogarenelcarruaje;perocuandoentréenmihabitaciónymedejécaerenelsillónparareflexionarsobre losacontecimientosdeldía,mi tíamesiguióy,despuésdedespediraRachel,queestabacolocandocuidadosamentemisvestidos,cerrólapuertay,poniendouna silla juntoamío,mejordicho,pegadaamí, se sentó.Coneldebido respeto le ofrecími asientomás cómodo.Ella rehusó e inició así suconferencia:

—¿Recuerdas, Helen, la conversación que mantuvimos justo la nocheantesdesalirdeStaningley?

—Sí,tía.

—¿Y te acuerdas que te previne para que no permitieras que robaran tucorazónaquellosquefueranindignosdeposeerlo,ynoentregarastuafectosinohabíaunaaprobaciónpreviaysilarazónyeljuicionegabansusanción?

—Sí,peromirazón…

—Perdóname… ¿Recuerdas queme aseguraste que no había razón parainquietarse por tu bien, porque nunca te sentirías tentada a casarte con unhombre falto de sensatez y principios, por muy encantador y atractivo quefuera en otros aspectos, puesto que tú no podrías amarle, sino que ledetestarías,despreciarías,tecompadeceríasdeél,quesentiríasporélcualquiercosamenosamor?¿Nofueronéstastuspalabras?

—Sí,pero…

—¿Ynodijistequetucariñodebíafundarseenlaaprobación,yquesinopodíasaprobar,honrar,respetar,nopodíasamar?

—Sí,peroyoapruebo,honroyrespeto…

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—¿Ydequémanera,querida?¿EsacasoelseñorHuntingdonunhombredebien?

—Esunhombremuchomejordeloquetúcrees.

—Esonotienenadaqueverconloquedigo.¿Esunhombredebien?

—Sí…enciertosaspectos.Tieneunbuencarácter.

—¿Esunhombredeprincipios?

—Quizáno exactamente, pero es sólopor faltade reflexión: si tuviera aalguienqueleaconsejaraylerecordaraloqueestábien…

—Aprendería en seguida, crees tú. ¿Y tú precisamente querrías ser sumaestra?Pero,querida,éles,creo,másdediezañosmayorquetú.¿Cómoesqueerestanricaenconocimientosmorales?

—Graciasati,tía,hesidomuybieneducadayhetenidosiempreantemíbuenosejemplos,loscuales,él,probablemente,nohatenido;además,tieneuntemperamento atrevido y un carácter alegre, irreflexivo, mientras que yotiendodeformanaturalalareflexión.

—Bien, entonces acabas de reconocer que le falta sensatez tanto comoprincipios…

—¡Misensatezymisprincipiosestánasuservicio!

—¡Eso parece presuntuoso, Helen! ¿Crees que tienes suficiente para losdos?¿Teimaginasquetualegre,irreflexivocalaveraconsentiríaenserguiadoporunajovencitacomotú?

—No; yo no querría guiarle; pero creo que podría tener influenciasuficienteparaimpedirquecometieraciertoserrores,ypensaríaquemividaestaría bien empleada en esforzarme por preservar de la destrucción unanaturalezatannoble.Élmeescuchaconinteréscuandolehabloseriamente(yamenudomeatrevoadesaprobar sudesconsideradamaneradehablar), y avecesdiceque sime tuviera siemprea su ladonuncaharíaodiríaunacosamaliciosa,yqueunacharlacotidianaconmigoloconvertiríacasienunsanto.Puedeserenparteunabromayenparteunazalamería,perosinembargo…

—Pero¿todavíacreesquepuedeserverdad?

—Si pienso que hay algo de verdad en ello, no es por confianza enmipropia capacidad, sinoen subondadnatural.Yno tienesderechoa llamarlecalavera,tía;noesnadaparecido.

—¿Quién te lo ha dicho, querida? ¿Qué me dices de esa historia de surelaciónconunamujercasada?¿Note loestabacontandolamismaseñoritaWilmotelotrodía?

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—¡Eramentira!¡Mentira!—grité—.Nocreounapalabradeeso.

—¿Crees,entonces,queesunjovenvirtuoso,debuenaconducta?

—Noconozcocontodaseguridadsucarácter.Sóloséquenoheoídonadadefinitivoencontradeél,almenos,nadaquepuedaserprobado;yhastaquelagentenopuedaprobarsusdifamatoriasacusacionesnolascreeré.Yséunacosa: sihacometidoerrores,éstosson losnaturalesen la juventud,aquellossobrelosquenadiepiensasiquiera,porqueloqueveoesquetodoelmundoleaprecia,ylasmamáslesonríenysushijas(lamismaseñoritaWilmot)estándeseandoatraersuatención.

—Helen, el mundo puede considerar veniales esos pecados; unas pocasmadressinprincipiospuedenestaransiosasporcazaraunhombrejovenconfortunasintenerencuentasucarácter;yjovencitasinsensataspuedensentirsesatisfechas de ganarse las sonrisas de un caballero tan atractivo, sin buscarmásalládelasuperficie;peroyoteconsiderabamejorformadacomoparanoverconsusojosyjuzgarconsuviciadoentendimiento.¡Nocreíquellamarasvenialesestoserrores!

—Niyotampoco,tía;perosibienodiolospecados,amoalpecador,haríamuchoporsusalvación,inclusosuponiendoquetussospechasfueranciertasengeneral,loquenocreonicreeré.

—Está bien, querida, pregúntale a tu tío qué clase de amigos tiene esejoven,ysinoestáligadoaunapandilladejóvenesdisolutosylibertinos,alosqueél llamasusamigos,susmagníficoscamaradas,cuyoplacerprincipalesencenagarse en el vicio, compitiendo unos con otros para ver quién vamásdeprisa y llega más lejos por el peligroso camino que conduce al lugardispuestoporeldiabloysusángeles.

—Entonces,leprotegerédeellos.

—¡Oh, Helen, Helen! ¡No sabes la desgracia que sería que unieras tudestinoaldeesehombre!

—Tengo tanta confianza en él, tía, a pesar de todo lo que dices, quearriesgaría de buena gana mi felicidad para asegurar la suya. Dejaré loshombresmejoresaaquellasquesólotienenencuentasupropiointerés.Sihaobradoerróneamente,consideraréquevalelapenadedicarmividaasalvarledelasconsecuenciasdesuserroresanterioresyalucharparahacerlevolveralcaminodelavirtud.¡OjaláDiosmeayude!

Aquíterminólaconversación,puesalllegaraestepuntoseoyólavozdemi tío,provenientedesualcoba,quellamabaami tíaparaquesefueraa lacama.Estabademalhumoraquellanoche,porque seencontrabapeorde sugota.El dolor le había aumentado progresivamente desde que llegamos a la

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ciudad;mitíaseaprovechódelacircunstanciaparaconvencerlealamañanasiguiente de que volviéramos de inmediato al campo, sin esperar a queterminara la temporada. Su médico apoyó y reforzó sus argumentos, y encontradesucostumbre,seapresurótantoahacerlospreparativosdeltraslado(creoquetantopormibiencomoporeldemitío),quepartimosalospocosdías.YnovolvíaveralseñorHuntingdon.Mitíapresumedequeprontoleolvidaré,quizácreequeyaleheolvidado,porquenuncamencionosunombre;y puede seguir creyéndolo, hasta que volvamos a encontrarnos, si es quesucedealgunavez.Mepreguntosisucederá.

CAPÍTULOXVIII

LAMINIATURA

25deagosto.—Yaestoycompletamentemetidaenmihabitualrutinadeocupaciones invariables y entretenimientos apacibles, bastante contenta yalegre,aunquedeseandoquelleguelaprimaveraconlaesperanzadevolverala ciudad, no por sus diversiones y fiestas, sino por la posibilidad deencontrarmede nuevo con el señorHuntingdon, porque todavía está enmispensamientosyenmissueños.Entodasmisocupaciones,entodoloquehago,veo u oigo, hay una última referencia a él; todos los conocimientos ohabilidadeslosadquieroparaponerlosasuserviciooentretenerlealgúndía;todaslasbellezasnuevasquedescubroenlanaturalezaoenelarte,laspintopara que se encuentren con su mirada, o las guardo en mi memoria paradescribírselas en un posible futuro. Al menos, ésta es la esperanza queacaricio, la ilusiónque iluminamisolitariocamino.Despuésde todo,puedesersóloun ignis fatuus,peronopuedehabermalalgunoenque losigaconmisojosyme regocijeconsubrillomientrasnomeapartede la trayectoriaquedeboseguir,ycreoquenomeapartaráporquehepensadodetenidamenteenelconsejodemitíayahoraveoclaroloestúpidoqueseríasacrificarmeporalguienquefuera indignodetodoelamorquepuedoofrecerle,e incapazdecorrespondera lossentimientosmejoresymásprofundosdemicorazón.Loveo tanclaroqueaunque levolvieraaver,yseacordarademíymeamaratodavía (lo cual, ¡ay!, esmuy poco probable teniendo en cuenta cuál es susituaciónyquiénlerodea),yaunquemepidieraquemecasaraconél,estoydecididaanoaceptarhastanoestarseguradesiesmiopiniónsobreélolademitíalamáscercanaalaverdad.Porquesilamíaestotalmenteequivocada,noesaélaquienamo,sinoaunacriaturademipropiaimaginación.Perocreoquenoestoyequivocada—no,no—,hayalgosecreto,uninstintoquemedicequetengorazón.Hayunabondadesencialenél…,¡yquéplacerdescubrirla!Ysisehaextraviado,¡québendiciónhacerlevolver!Siestáahoraexpuestoa

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la perniciosa influencia de amigos corruptores y malignos, ¡qué gloriaapartarle de ellos! ¡Oh! ¡Si pudiera creer ciegamente que el Cielo me haencomendadoestamisión!

Hoyesunodeseptiembre;peromitíohaordenadoalguardabosquesquenoseocupedelasperdiceshastaquevenganloscaballeros.

—¿Quécaballeros?—preguntécuandooíaquello.

Habíainvitadoaunreducidogrupodepersonasacazar.SuamigoelseñorWilmot era una de ellas, y el amigo de mi tía, el señor Boarham, otra. Alprincipio me parecieron éstas unas noticias terribles, pero mis temores sedesvanecieroncomounsueñocuandomeenterédeque¡elseñorHuntingdoneraotrodelosinvitados!Mitía,naturalmente,seoponeaqueélvenga;hizotodo lo posible por disuadir a mi tío de invitarle; pero él, riéndose de susobjeciones,dijoqueerainútildecirnadamás,pueseldañoyaestabahecho:habíainvitadoalseñorHuntingdonyasuamigo,lordLowborough,antesdesalirdeLondres,yahoranoquedabamásquefijarlafechaparaquevinieran.Asíqueséconseguridadquevoyaverle.Nopuedoexpresarmialegría.Meresultamuy difícil ocultársela ami tía, pero no quiero preocuparla conmissentimientoshastasabersideboserindulgenteconellosono.Sidescubroqueesmideberinsoslayableolvidarlos,nopreocuparánanadiesalvoamí;ysienrealidad no encuentro nada que justifique mi renuncia a este afecto, meenfrentaréa loquesea, inclusoa la irayeldolordemimejoramigaporsucausa…seguramente,prontolosabré.Sinembargo,losinvitadosnollegaránhastamediadosdemes.

Vamos a tener también dos invitadas: el señor Wilmot va a traer a susobrinayalaprimadeésta,Milicent.Supongoquemitíapiensaquelaúltimamebeneficiaráconsucompañíayelsaludableejemplodesucomportamientocomedido,ysuespíritudócilyhumilde.Noleestoyagradecidaporesto,perome satisfará la compañía deMilicent: es unamuchacha dulce, buena, ymegustaríasercomoellao,almenos,parecermemásaella.

19.—Ya están aquí. Llegaron anteayer. Todos los caballeros han ido acazarylasdamasestánconmitíaenlasala,haciendolabor.Meheretiradoalabibliotecaporquemesientomuydesgraciadayquieroestarsola.Loslibrosnopuedendistraerme;asíqueheabiertomiescritorioytratarédeexplicarlacausademidesasosiego.Estepapelharálasvecesdelamigoconfidencialencuyooídopuedoverterlosanegamientosdemicorazón.Nosentirácompasióndemiangustia,peroporlomenosnosereirádeellay,siloguardo,nopodrácontarlo; de esta forma, es, quizá, elmejor amigo que podría encontrar conestefin.

Primeropermítasemehablarde su llegada,decómome senté juntoamiventanayestuvemirandoatravésdeelladurantecasidoshoras,antesdeque

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sucarruajecruzaralaspuertasdelparque—porquetodoslosdemásvinieronantes que él—, y qué profunda desilusión me llevé cada vez que llegabaalguienynoeraél.PrimeroarribaronelseñorWilmotylasseñoritas.CuandoMilicenthubollegadoasuhabitación,abandonémipuestounosminutosparasaludarla y tener una breve conversación privada, pues ella era ahora miíntimaamiga,despuésdehabernosintercambiadolargascartasdesdequenosseparamos.Alvolveramiventana,viotrocarruajealapuerta.¿Eraelsuyo?No; era el chariot feo y oscuro del señor Boarham; y ahí estaba él, en lasescaleras, supervisandocuidadosamente ladescargade sus cajasypaquetes.¡Vayacolección!Parecíaquehabíaproyectadounavisitadeseismesesporlomenos.Bastante tiempodespués llegó lordLowborough en su birlocho.Mepregunto si seráunode susamigosdisolutos.Yodiríaqueno,porquenadiepodríallamarleuncompañeroalegre,estoysegura.Además,parecedemasiadosobrioycaballeroensucomportamientoparamerecertalessospechas.Esunhombre alto, delgado, demirada triste, aparentemente entre los treinta y loscuarentaaños,deunaspectoalgoenfermizoyapesadumbrado.

Por fin, el ligero faetón del señor Huntingdon llegó bamboleándosealegremente por el césped. No pude verle más que un instante, porque encuantoelvehículosedetuvo,élsaltóalasescalerasdelpórticoydesapareciódentrodelacasa.

Entoncesaccedíavestirmeparalacena,undeberqueRachelhabíaestadorecordándome durante los últimos veinteminutos; y cuando esta importanteobligación fue cumplimentada, acudí al salón, donde encontré al señor y laseñoritaWilmot,yaMilicentHargrave,yareunidos.PocodespuésentrólordLowboroughyacontinuaciónelseñorBoarham,quienpareciómuydispuestoa olvidar y perdonar mi conducta anterior, y a esperar que una pequeñareconciliaciónyunafirmeperseveranciaporsupartepudieranconseguirqueyoentraraenrazón.Yoestabajuntoalaventana,conversandoconMilicent,yélseacercóamíyempezóahablarcasiensutonohabitual,cuandoentróenlaestanciaelseñorHuntingdon.

«¿Cómomesaludará?»,sepreguntómidesbocadocorazón;y,enlugardeir a su encuentro, me volví hacia la ventana para ocultar o dominar miemoción.Perodespuésdesaludarasusanfitrionesyalosdemáshuéspedes,vino hacia mí, apretó mi mano fervorosamente y murmuró que le alegrabavolver a verme. En ese momento se anunció la cena, mi tía le pidió queacompañara hasta el comedor a la señorita Hargrave, y el odioso señorWilmot, con muecas indescriptibles, me ofreció su brazo; fui condenada asentarmeentreélyel señorBoarham.Pero,después,cuandoestuvimosotravez todos reunidos en el salón, fui recompensada por tanto sufrimiento conunosdeliciososminutosdeconversaciónconelseñorHuntingdon.

Eneltranscursodelavelada,selepidióalaseñoritaWilmotquecantaray

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tocara para entretenimiento de la concurrencia, y a mí que mostrara misdibujos; y aunque a él le gusta la música, y ella es una consumadainstrumentista,creoqueestoyenlociertosiafirmoqueelseñorHuntingdonprestómásatenciónamisdibujosqueasumúsica.

Hastaaquítodofuebien;peroaloírledecir,sottovoce,peroconunénfasispeculiar:«¡Ésteeselmejordetodos!»,refiriéndoseaunodelosdibujos,alcéla vista, interesada por saber a cuál se refería y, horrorizada, vi quecontemplaba con complacencia la otra cara de la cartulina: ¡en ella habíahecho yo un boceto de su rostro y me había olvidado de borrarlo! Paraempeorarlascosas,angustiada,intentéarrebatárselodelamano;peroélmeloimpidióyexclamó:

—No, ¡por san Jorge que me quedaré con él! —Y lo colocó sobre elchalecoyseabotonólalevitaencimadeélconunarisaahogada.

Entonces, acercando una vela, reunió todos los dibujos, tanto los que yahabíavistocomolosqueno,ymurmurando:

«Ahora debo fijarme en las dos caras», comenzó ávidamente un examenque seguí al principio con bastante sangre fría, en la confianza de que suvanidad no iba a ser gratificada por ningún otro descubrimiento; porque, sibien debo reconocerme culpable de haber emborronado la cara posterior devarias cartulinas con intentos frustrados de delinear aquella fisonomíademasiado fascinante, estaba segura de que, salvo aquella desafortunadaexcepción, había borrado semejantes pruebas de mi apasionamiento. Sinembargo,ellápizdejaunamarcasobrelacartulinaqueningunagomapuedehacerdesaparecer.Talparecefueelcasodelamayoríadeéstas;y,loconfieso,meestremecícuandoviquelascolocabatancercadelavelayescudriñabatanintensamente las superficies aparentemente en blanco; no obstante, confiabaen que no sería capaz de descifrar aquellos leves trazos a su enterasatisfacción. Estaba equivocada, sin embargo. Una vez terminado suescrutinio,observócontranquilidad:

—Por loqueveo, laparteposteriorde losdibujosde lasdamas jóvenes,comolasposdatasdesuscartas,sonlomásimportanteeinteresantedeellos.

Luego,apoyándoseenelrespaldodesusilla,reflexionóalgunosminutosen silencio, sonriendo, complacido, para sí mismo. Después, mientras yoestaba buscando una frase mordaz con la que atajar su complacencia, selevantóycruzóel salónparaacercarseaAnnabellaWilmot,quecoqueteabadescaradamenteconlordLowborough.Sesentóenelsofáynoseseparódeellahastaquenosfuimostodosalacama.

«¡Vaya!—pensé—.Asíquemedespreciaporquesabequeleamo».

Yestepensamientohizoquemesintieratandesgraciadaquenosabíaqué

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hacer. Milicent vino, comenzó a admirar mis dibujos e hizo observacionessobreellos;peronopudehablarconella,nopodíahablarconnadie;y,cuandotrajeronelté,aprovechélapuertaabiertaylaligeradistracciónqueprodujosuentrada,parasalirdelsalónsinquelonotaranadie.Estabaseguradequenopodríaniprobarloybusquérefugioenlabiblioteca.MitíaenvióaThomasenmibuscaparapreguntarmesino ibaa ira tomar té;peroyo leenviéconelrecado de que no lo tomaría hoy; y, afortunadamente, estaba demasiadoocupadaconsusinvitadosparahacermásaveriguacionesenaquelmomento.

Comolamayorpartedeloshuéspedeshabíanhechounlargoviajeesedía,seretiraronprontoadescansar;cuandoloshubeoídoatodos—almenosesocreí— subir las escaleras,me aventuré a salir para cogermi palmatoria delaparador del salón. Pero el señor Huntingdon se había quedado rezagado:estaba al pie de la escalera precisamente cuando abrí la puerta y al oírmispasosenelvestíbulo—aunqueapenaspodíaoírlosyomisma—retrocediódeinmediato.

—¿Esusted,Helen?—dijo—.¿Porquéseescapódenosotros?

—Buenas noches, señor Huntingdon —dije, decidida a no contestar lapregunta.Ymedesviéparaentrarenelsalón.

—Medarálamano,¿verdad?—dijo,colocándoseenelvanodelapuerta,cerrándomeelpaso.Ymecogiólamanoylaretuvocompletamenteencontrademisdeseos.

—¡Déjemepasar,señorHuntingdon!—dije—.Deseocogerunavela.

—Lavelapuedeesperar—replicó.

Hiceunesfuerzodesesperadoporliberarmimanodelasuya.

—¿Porquétienetantaprisapordejarme,Helen?—dijosonriendoconunaautosuficienciadelomásprovocadora—.Ustednomedetesta,estoyseguro.

—Sí,ledetesto…enestemomento.

—¡No!EsaAnnabellaWilmotaquiendetesta,noamí.

—No tengo nada que ver con AnnabellaWilmot—repuse, ardiendo deindignación.

—Peroyosí,yalosabe—respondióconunénfasissingular.

—¡Esonomeimporta!—repliqué.

—¿Noleimporta,Helen?¿Seríacapazdejurarlo?¿Lojura?

—¡No,nolojuraré,señorHuntingdon!¡Mevoy!—grité,sinsabersireírollorar,oestallarenunatempestaddecólera.

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—¡Váyase entonces, fiera! —dijo; pero en el mismo momento en quesoltabamimano,tuvolaaudaciadeponermeelbrazoalrededordelcuelloybesarme.

Temblandodeirayagitación—ynosédequémás—,meescapé,cogílavelaymeprecipité escaleras arribahasta llegar amihabitación. ¡Nohabríahechoaquellodenohabersidoporaquelodiosodibujo!¡Ytodavíaloteníaensupoder,comounmonumentoeternoasuorgulloyamihumillación!

Apenaspudedormiresanochey,porlamañana,melevantéconfundidayturbadaporlaideadeencontrarmeconéleneldesayuno.Nosabíaquéactitudadoptar frente a él. Fingir una indiferencia fría y digna de poco serviría,despuésdeloquesabíademidevoción.Sinembargo,debíahaceralgoparaatajar sus presunciones.No consentiría en sucumbir a la tiranía de aquellosojos luminosos, risueños. En consecuencia, acogí su alegre saludo por lamañanatodolofríayserenamentequemitíapudierahaberdeseado,yfrustréconbreves respuestas susvarios intentosdeentablar conversaciónconmigo;porelcontrario,tratéalrestodelosinvitadosconunajovialidadyafabilidadinhabituales,especialmenteaAnnabellaWilmot,e inclusoel tíodeéstayelseñor Boarham fueron tratados con una cantidad extra de cortesía, no porrazones de coquetería, sino simplemente para mostrarle que mi frescura yreservaparticularesnoeranlaconsecuenciadeunmalhumorgeneralodeunespíritudeprimido.

Él no iba, sin embargo, a sentirse afectado por una actuación semejante.No charlómucho conmigo, pero cuando lo hizo habló con un grado tal delibertad y franqueza —y benevolencia además— que parecía insinuar conclaridadquesabíaquesuspalabraseranmúsicaparamisoídos;ycuandosumirada se encontraba con la mía iba acompañada de una sonrisa quizápresuntuosa,pero,oh,tandulce,tanradiante,tancordial,queposiblementenopudeocultarmiira;cualquiersombradedesagradoenseguidasedesvanecíaconellacomolasnubesmatinalesconelsoldelverano.

Pocodespuésdeldesayunotodosloscaballerossalvouno,conimpacienciajuvenil,emprendieronsuexpedicióncontralasdesventuradasperdices;mitíoyelseñorWilmotensusjacas,elseñorHuntingdonylordLowboroughapie;elúnicoquenosaliófueelseñorBoarham,quien,alver la lluviaquehabíacaídodurantelanoche,creyóprudenteretrasarseunpocoyunirseaellosmástarde,cuandoelsolhubierasecadolahierba.Ynosobsequióatodosconsulargayminuciosadisquisiciónsobrelosmalesypeligrosquevanunidosaunsuelohúmedo,expuestaconlamásimperturbablesolemnidad,entrelasburlasy risasdel señorHuntingdonymi tío, quienes, dejandoal prudente cazadorqueentretuvieraalasdamasconsusdebatesmédicos,salieronintrépidamentecon sus escopetas, encaminandoprimero suspasos a los establospara echarunaojeadaaloscaballosysoltaralosperros.

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Sin ningún deseo de compartir la compañía del señor Boarham toda lamañana,medirigíalabibliotecayallíinstalémicaballeteycomencéapintar.Elcaballeteylosutensiliosparapintarserviríandeexcusaamiabandonodelsalónenelcasodequemitíavinieraaquejarseporladeserción,yademásyodeseaba terminar el cuadro. Era uno en el que había puesto gran empeño ypretendíaquefueramiobramaestra,aunquelaideaeraalgopresuntuosa.Conelazulradiantedelcielo,laslucescálidasybrillantes,ylaslargasyprofundassombras,había tratadodeexpresar la ideadeunamañanasoleada.Mehabíaaventurado a acentuar el verdor luminoso de la hierba y el follaje de laprimaveraolosprimerosdíasdelveranomásdeloqueseintentacomúnmenteenlapintura.Laescenarepresentadaeraunpáramoabiertoenunbosque.Ungrupo de oscuros pinos silvestres estaba situado en segundo término pararesaltarlafrescuradominantedelresto;peroenprimertérminohabíapartedeun nudoso tronco y de las largas ramas de un gran árbol del bosque, cuyofollajeeradeunverdedoradoyluminoso,nodelcolordelamadurezotoñal,sino del de la luz del sol y la misma inmadurez de las escasas hojasextendidas. Sobre esta rama, que sobresalía en marcado relieve contra lossombríospinossilvestres,estabaposadaunaamorosaparejadetórtolos,cuyoplumaje blando y sombrío proporcionaba un contraste de otra naturaleza; ybajo ella, se veía a unamuchacha arrodillada sobre el césped adornado conmargaritas,conlacabezavueltayelhermosopelo,revuelto,cayéndolesobreloshombros;lasmanosestabanentrelazadas,loslabiosseparados,ylosojosmirandoatentamentehaciaarriba,enextasiada,aunquegrave,contemplacióndeaquellosplúmeosamantes…demasiadoprofundamenteabsortoselunoenelotroparaadvertirsupresencia.

Apenas me había puesto a trabajar en mi obra (que, sin embargo, nonecesitabamásquealgunos toquesparaestaracabada)cuando loscazadorespasaronpordelantedelaventanadevueltadelosestablos.Laventanaestabaparcialmente abiertay el señorHuntingdondebiódevermealpasar, porqueantesdemediominutovolvióy,dejandoapoyadasuescopetacontralapared,seencaramóalmarco,saltódentroysecolocóantemicuadro.

—Muybonito, en verdad—dijo, después demirarlo con interés duranteunossegundos—,yunestudiomuyacertadodeunamuchacha.Laprimaveraa punto de abrirse al verano, la mañana aproximándose al mediodía, ladoncellezalcanzando la feminidad,y laesperanzaasomándosea la fruición.¡Esunadulcecriatura!Pero¿porquénolapintóconelpelonegro?

—Penséque el pelo claro le sentaríamejor.Comove, la hepintado conojosazules,regordeta,dulceysonrosada.

—¡PorDios!¡UnaverdaderaHebe!Meenamoraríadeellasinotuvieraalaartistaantemí.¡Dulceinocente!Estápensandoenquellegaráeldíaenqueserácortejadayconquistadacomoesabonita tórtolaporunamante igualde

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enamoradoyfervoroso;yestápensandoenloagradablequeseráylotiernayfielqueellaseráconél.

—Yquizá—sugerí—enlotiernoyfielqueélseráconella.

—Puede ser, porque la descabellada extravagancia de las fantasías de laesperanzanotienelímiteaesaedad.

—¿Llamausted,entonces,aésa,unadesusdescabelladas,extravagantesquimeras?

—No,micorazónmedicequenoloes.Pudehaberpensadoesounavez,peroahoradigo:¡dadmelamuchachaqueamo,yjuraréunadedicacióneternaaellaysóloaella,enelveranoyenelinvierno,enlajuventudyenlavejez,enlavidayenlamuerte!,silavejezylamadurezdebenllegar.

Dijo esto con tal gravedad que mi corazón brincó de placer; pero unminuto después cambió su tono de voz y preguntó, con una sonrisasignificativa,siyotenía«algúnretratomás».

—No—respondí,ruborizándomeporlaconfusiónylaira.

Peromicarpetaestabasobrelamesa;éllacogióysesentótranquilamenteparaexaminarsucontenido.

—SeñorHuntingdon,ésossonmisbocetossinterminar—dijealzandolavoz—,ynuncadejoanadiequelosvea.

Y puse mi mano en la carpeta para quitársela, pero él la sujetó,asegurándomeque«losbocetossinterminareranloquemáslegustaba».

—Peroyodetestoquesevean—respondí—.¡Nopuedodejarlelacarpeta,deverdad!

—Déjemeverentoncesloquetienedentro—dijo;yenelmismomomentoen que conseguía arrancarle la carpeta de la mano, extrajo hábilmente lamayorpartedesucontenidoydespuésdehojearlounmomento,gritó:

—¡Válgame el cielo, aquí hay otro!—Y escondió un pequeño óvalo decartónenelbolsillodesuchaleco,unretratoenminiaturaacabadoquehabíadibujadocontantafortunacomoparadecidirmeacolorearlocongranesfuerzoycuidado.Peroestabadecididaaquenosequedaraconél.

—SeñorHuntingdon—grité—,¡insistoenquemedevuelvaeso!Esmíoynotienederechoallevárselo.Démeloinmediatamente.¡Nuncaleperdonarésinolohace!

Perocuantomásfirmementeinsistía,másconseguíaenfurecermeélconsurisainsultanteydivertida.Alfin,sinembargo,melodevolviódiciendo:

—Estábien,estábien,puestoquelovaloraustedtanto,noleprivarédeél.

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Parademostrarlecómolovaloraba,lorompíendosyloarrojéalalumbre.Él no esperaba una cosa así. Cesó su alborozo repentinamente y mirófijamente con mudo asombro el tesoro que se consumía; luego, con unindiferente: «¡bueno!, me iré a cazar», giró sobre sus talones y salió de lahabitación por la ventana, como había entrado, y, colocándose el sombreromusitandounatonada,cogiósuescopetaydesapareciódemivistasilbando.Nomedejóturbadahastaelpuntodenopoderterminarelcuadro,porquemesentíasatisfechadehaberleirritado.

Cuando volví al salón me encontré con que el señor Boarham se habíaaventurado a salir al campo enbusca de sus camaradas y, pocodespués delalmuerzo,alqueellosnopensabanasistir,meofrecíaacompañaralasdamasen un paseo y a mostrar a Annabella y aMilicent las bellezas del paisaje.Hicimosunalargaexcursiónyvolvimosaentrareneljardínenelmomentoenqueloscazadoresregresabandesuexpedición.Cansadosysuciosporelviaje,casitodoselloscruzaronporencimadelahierbaparaevitarnos,peroelseñorHuntingdon, todocubiertodepolvoy lodocomoestaba,ymanchadocon lasangredesupresa—paranopequeñoescándalodelestrictosentidodeldecorodemitía—,sedesviódesucaminoparaacercarseanosotrasconunajovialsonrisaypalabraspara todasmenosparamí;ycolocándoseentreAnnabellaWilmotyyo,subióporelsenderoycomenzóarelatarlasdiversasproezasydesastresdeldía,deunamaneraquemehabríahechoreírconvulsivamentesino estuviera enfadada con él; pero se dirigía sólo a Annabella y yo,naturalmente, ledejé a ella toda la risay todas lasbromas fingiendo lamásabsoluta indiferenciapor todo loquepasabaentreellos; caminédistanciada,mirandoentodasdireccionesmenosenladeellos,mientrasMilicentymitíaibandelante,cogidasdelbrazoyconversandoseriamente.PorúltimoelseñorHuntingdonsevolvióhaciamíy,hablandoenunmurmulloconfidencial,dijo:

—Helen,¿porquéquemómiretrato?

—Porque deseaba destruirlo —contesté con una aspereza que ahora esinútillamentar.

—¡Oh, muy bien! —fue la respuesta—. Si usted no me aprecia debodirigirmeaalguienquelohaga.

Yo creí que era una broma, una mezcla de resignación burlona eindiferencia fingida; pero él inmediatamente volvió a colocarse junto a laseñoritaWilmotydesdeaquelmomentohastaahora—todaaquellatarde,todoeldíasiguiente,yelsiguiente,yelsiguienteytodaestamañana(deldía22)—nohavuelto a dirigirmeunapalabra amable o unamirada agradable, nohahabladoconmigomásqueporpuranecesidadynomehamiradomásquedeunamanerafríayhostil,cosaquenuncalecreícapazdehacer.

Mi tía ha notado el cambio y aunque no ha indagado la causa nime ha

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hechoningunaobservaciónalrespecto,medoycuentadequelecausaplacer.LaseñoritaWilmottambiénlohaobservadoytriunfalmenteloatribuyeasuspropiosencantosyzalamerías.Pero laverdadesquemesientodesgraciada,más de lo que me gustaría confesarme a mí misma. El orgullo se niega aayudarme.Mehametidoenelaprietoyahoranovaaayudarmeasalirdeél.

No pretendió hacerme daño; fue una bromamás de su espíritu alegre yjuguetón; y yo, con mi mordaz resentimiento —tan serio, tandesproporcionadoalaofensa—,heheridodetalformasussentimientos,leheofendidotangravemente,quemetemoquenuncameperdonará.¡Ytodoporunasimplebroma!Élcreequenomegusta,yesposiblequesigapensandolomismo.Deboperderleparasiempre,yAnnabellapodráconquistarleytriunfarcomodesea.

Peronoesmipérdidanieltriunfodeellaloquelamentotanterriblemente,sinoelhundimientodemiqueridaesperanzadeganarelafectoqueAnnabellanosemereceyeldañoquesecausaráélasímismoalconfiarlesufelicidad.Ellanoleama:sólopiensaensímisma.Nopuedeapreciarlobuenoquehayenél:tampocoloveránunca,nilovalorará,niloestimulará.Nodeplorarásusdefectos ni intentará corregirlos, sino más bien los agravará con los suyospropios.Ydudoquenoleengañedespuésdetodo.Veoqueestáhaciendoundoble juego: mientras se entretiene con el vivaz Huntingdon, hace todo loposible por cautivar al triste amigo de éste, lord Lowborough; y si lograraponeralosdosasuspies,elfascinanteplebeyotendríapocasprobabilidadesfrentealnoblelord.Aunqueélsedacuentadelastutojuegodeella,éstenoleinquieta,sinoquemásbienañadeunnuevoalicienteasudiversiónaloponerunobstáculoestimulanteasuconquista,quede locontrarioseríademasiadofácil.

Los señores Wilmot y Boarham han aprovechado respectivamente laoportunidadqueleshaproporcionadoélalnoprestarmeatenciónpararenovarsus insinuaciones; si yo fuera como Annabella y algunas otras meaprovecharíadelaperseveranciadequehacengalaparatratardeprovocarleyreavivar así su afecto; pero, justiciayhonestidad aparte,me sería imposiblehacerlo; yame sientobastantemolesta por sus actuales persecuciones comoparaintensificarlasmás;einclusosilohicieranoproduciríademasiadoefectosobre él. Me ve soportar las atenciones condescendientes y las insípidasconversaciones del uno y las intrusiones repulsivas del otro sin elmás leveindiciode consideraciónpormí, o de resentimiento contramis torturadores.No puede haberme amado nunca, pues de lo contrario no me habríaabandonado tangustosamente,ynoseguiríahablandocon todoelmundodeunamaneratanalegre—riendoybromeandoconlordLowboroughymitío,tomandoelpeloaMilicentHargraveycoqueteandoconAnnabellaWilmot—,comosinolepreocuparanada.Oh,¿porquénopuedoodiarle?¡Deboseruna

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engreída,puessinolofueradesdeñaríaecharledemenoscomolohago!Sinembargo, he de hacer acopio de todas las fuerzas queme quedan e intentararrancarle demi corazón.Ha sonado el timbre para que vayamos a cenar yaquívienemitíaareñirmeporestarsentadatodoeldíaantemiescritorioenlugardehacercompañíaa loshuéspedes:megustaría…quesehubieranidoya.

CAPÍTULOXIX

UNINCIDENTE

22Noche.—¿Quéhehecho?¿Cuálesseránlasconsecuencias?Nopuedoreflexionarserenamentesobreello;nopuedodormir.Deborecurriramidiariootra vez; lo pondré por escrito esta noche y ya veré lo que pienso de ellomañana.

Bajéacenardecididaamostrarmejovialyamable,ymantuvemidecisiónmuy honrosamente, teniendo en cuenta cómo me dolía la cabeza y lodesdichadaquemesentíapordentro.Noséloquemehapasadoúltimamente;en verdad, mis energías, tanto mentales como físicas, deben de estarextrañamentedeterioradas,puesdelocontrarionomehabríacomportadocontantaflaquezaenmuchosaspectoscomolohehecho;peronomehesentidobienestosúltimosdosdías;supongoquesedebeacomerydormirtanpoco,yapensar tanto,yaestar tancontinuamentedemalhumor.Perosigamos:meestabaesforzandoportocarycantarparaentretenimientoyapeticióndemitíay Milicent, antes de que los caballeros entraran en el salón (a la señoritaWilmotnuncalegustaderrocharsusempeñosmusicalespararegalarsólolosoídos de las damas). Milicent había pedido una cancioncilla escocesa y yoestabaenlamitaddelainterpretacióncuandoellosentraron.LoprimeroquehizoelseñorHuntingdonfueacercarseaAnnabella.

—SeñoritaWilmot, ¿sería tan amable de deleitarnos con sumúsica estanoche?—dijo—.¡Hágalo!Séquequerráhacerlocuandoledigaqueheestadoanhelandotodoeldíaoíreltimbredesuvoz.¡Vamos!Elpianoestálibre.

Enefectoloestaba,porqueloabandonéinmediatamentealoírsupetición.Sihubieraestadodotadadeunconvenientedominiodemímisma,mehubieraacercadoaladamayotambiényhabríaunidogustosamentemissúplicasalasde él; con lo que habría frustrado sus esperanzas, si la afrenta hubiera sidohechaapropósito,o lehabríahechoconscientede laofensa, sihubierasidoproductodelairreflexión;peromehiriódemasiadoprofundamenteynopudehacer otra cosa que levantarme del taburete y dejarme caer en el sofá,

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reprimiendo con dificultad la expresión audible de la amargura que sentía.SabíaqueeltalentomusicaldeAnnabellaerasuperioralmío,peroestonoerarazónparatratarmecomounacompletanulidad.Elmomentoylamaneraenquehizosupeticiónmeparecieronuninsultoinjustificado;pudehaberlloradodepuraindignación.

Entretanto, ella se sentó al piano, exultante, y le brindó dos de suscanciones favoritas, con un estilo tanmagnífico que inclusomi ira se tornóadmiración, y escuché con una especie de placer melancólico las hábilesmodulaciones de su poderosa y bien timbrada voz, tan adecuadamenteacompañada por su briosa, perfecta interpretación al piano. Ymientrasmisoídos se sumergían en la música, mis ojos se posaban en el rostro de sudestinatario principal, encontrando un placer igual o superior en lacontemplacióndesuexpresivosemblantemientraspermanecíadepiejuntoaella, de aquellos ojos y aquella frente iluminados por un entusiasmopenetrante,ydeaquelladulcesonrisapasajeraqueaparecíacomolosrayosdesol enundíade abril.Noera extrañoquehubiera anheladooírla cantar.Leperdoné entonces, de todo corazón, su falta de consideración conmigoymesentí avergonzada por mi mezquino resentimiento ante semejante nadería;avergonzadatambiénporaquellaspenosaspunzadasdeenvidiaquemeroíanenlomásíntimo,apesardemiplaceryadmiración.

—Y ahora—dijo ella, deslizando alegremente sus dedos por el teclado,cuandohuboconcluidolasegundacanción—,¿quéquierequecante?

Pero al mismo tiempo que decía esto se volvió para mirar a lordLowborough, que estaba un pocomás atrás, apoyado en el respaldo de unasilla, un espectador también atento que, a juzgar por su semblante, estabaexperimentandolosmismossentimientosdeplacery tristezaqueyo.Pero lamirada que ella le dirigió decía claramente: «Escoja usted ahora. Ya le hecomplacido a él bastante y gustosamente me esforzaré por satisfacerle austed»;animadodeestaforma,suseñoríaseadelantóy,hojeandoellibrodepartituras,lodejóabiertoporlapáginadeunacanciónqueyoconocíayquehabía leído más de una vez con un interés que se derivaba del hecho derelacionarla enmi cabeza con el tirano que dominabamis pensamientos.Yentonces,conlosnerviosaflordepielycasisincontrol,nopudeoíraquellaspalabras tandulcemente susurradas, sin ciertos síntomasde emociónquenofuicapazdereprimir.Losojossemellenarondelágrimasyescondímirostroenelcojíndelsofáparaquepudierancorrersinservistasmientrasescuchaba.Lamelodíaerasencilla,dulceytriste;todavíasuenaenmicabeza,asícomolaletra:

¡Adiósati!,peronoadiós

amisrecuerdosmásqueridosdeti:

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permanecerántodavíaenmicorazón;

ymealegrarányconsolarán.

¡Oh,hermosoyllenodegracia!

Sinuncatehubiesevisto,

nuncahabríaimaginadoqueunrostrovivo

podíasuperartantoloshechizossoñados.

Aunquenopudieracontemplarnuncamás

esaforma,eserostrotanqueridoparamí,

nioírtuvoz,meresignaría

aconservar,parasiempre,surecuerdo.

Esavoz,lamagiadecuyotimbre

puededespertarunecoenmipecho,

haciendosurgirsentimientosque,solos,

puedenhacerfelizamiextasiadoespíritu.

Esamiradarisueña,cuyodestellosolar

mimemorianopuedeamarmenos:

y,¡oh,esasonrisa!,cuyoalegre

resplandorningúnlenguajemortalpuedeexpresar.

¡Adieu!,perodéjameacariciar,todavía,

laesperanzaconlaquenopuedopartir.

Eldespreciopuedeherir,ylafrialdadhelar,

perotodavíaardeenmicorazón.

¡YquiénsabesinoelCielo,alfin,

contestaramissúplicasmil,

yhacerqueelfuturocompenseelpasado,

conalegríaenvezdetristeza,consonrisasenvezdelágrimas!

Cuando terminó, nada ansiaba tanto como estar fuera de la estancia. Elsofá no estaba lejos de la puerta, pero no me atrevía a levantar la cabezaporquesabíaqueelseñorHuntingdonestabacercademí,ysabíatambiénporel timbre de su voz, mientras contestaba a una observación de lordLowborough,quesucaraestabavueltahaciamí.Quizáunsollozonoahogado

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deltodohabíallegadohastasusoídosyleobligóamirarasualrededor,¡Diosno lo quiera! Sin embargo, con un gran esfuerzo, impedí que mismanifestaciones de debilidad llegaran más lejos, me sequé las lágrimas y,cuandocreíqueyanomemiraba,melevantéyabandonéinmediatamenteelsalón,refugiándomeenmicuartofavorito,labiblioteca.

Nohabíamás luzque laqueproporcionabaeldébily rojo resplandordelos rescoldos que quedaban en la chimenea; pero yo no deseaba luz; sóloquería abandonarmeamispensamientos solay sinquenadiememolestara;me senté en un pequeño taburete delante del sillón, hundí la cabeza en elmullidoasientode ésteypensé,hastaque las lágrimasbrotarondenuevoylloré como una niña. Poco después, sin embargo, la puerta se abriósuavementeyalguienentróen lahabitación.Creíqueeraunasirvientaynomemoví.Lapuertasecerróotravez.Peronoestabasola;unamanotocóconsuavidadmihombroyunavozdijocondulzura:

—Helen,¿quéocurre?

Nopudecontestar.

—Debeusted,tieneustedquedecírmelo—añadió,conmásvehemencia,ylapersonaquehablabasearrodillójuntoamísobrelaalfombrayseapoderóviolentamentedemimano.Peroyolaretiré,furiosa,yrespondí:

—Noesnadaqueleimporte,señorHuntingdon.

—¿Estáseguradequeesalgoquenomeimporta?—replicóél—.¿Podríajurarquenoestabapensandoenmícuandolloraba?

Aquelloeraintolerable.Intentélevantarmeperoélestabaarrodilladosobremivestido.

—Dígamelo—continuó—.Deseo saberlo, porque si estaba pensando enmí,tengoalgoquedecirleysino,meiré.

—¡Váyase,entonces!—grité;perotemiendoqueobedecieraynovolvieramás,meapresuréaañadir—: ¡Odiga loque tienequedeciryacabedeunavez!

—Pero ¿cómo? —dijo—. Sólo se lo diré si estaba usted realmentepensandoenmí.Contésteme,Helen.

—¡Esusteddemasiadoinsolente,señorHuntingdon!

—En absoluto.Así que demasiado insolente, dice usted. ¿Nome lo diráentonces? Está bien, prescindiré de su orgullo de mujer, e interpretando susilencio como un «sí», daré por supuesto que yo era el objeto de suspensamientosylacausadesuaflicción.

—Verdaderamente,señor…

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—Siloniega,nolecontarémisecreto—meamenazó.

No le interrumpí de nuevo, ni siquiera intenté apartarle de mí, aunquehabíavueltoacogermimanoymeteníamedioabrazadaconsuotrobrazo.Apenasmedicuentadeelloenaquelmomento.

—Es éste —continuó—: que Annabella Wilmot, en comparación conusted, es como una aparatosa peonía al lado de un capullo de rosa, dulce ysalvaje,perladode rocío. ¡Yque laamohasta la locura!Ahoradígamesi lecausa algún placer saber esto. ¿Otro silencio?Eso quiere decir sí. Entoncesdéjemeañadirquenopuedovivirsinusted,ysicontesta«no»aestaúltimapregunta,me volverá loco: ¿Quiere concederme sumano? ¡Quiere!—gritó,estrechándomeensusbrazoshastaahogarme.

—¡No, no! —exclamé, tratando de liberarme de él—. Debe ustedpreguntárseloamistíos.

—Ellosnomerechazaránsitúnolohaces.

—Noestoyseguradeeso.Mitíaleaborrece.

—Perotúno,Helen.Dimequenomeamasymeiré.

—¡Megustaríaquesefuera!—respondí.

—Meiréahoramismosimedicesquenomeamas.

—Yasabequesí—respondí.Ydenuevomeestrechóensusbrazosymecolmódebesos.

Enaquelmomentomitíaabriólapuertaysequedófrenteanosotros,velaenmano, enun estadode aturdimientoy turbaciónhorrorizado,mirándonosalternativamenteal señorHuntingdonyamí.Nosotrosnoshabíamospuestoenpiedeunsaltoyahoraestábamosbastantealejadoselunodelotro.

Peroestaconfusiónsóloduróunossegundos.Recobrándosedeinmediato,conunaseguridadenvidiable,éldijo:

—¡Le pido mil perdones, señora Maxwell! No sea demasiado severaconmigo. Le estaba pidiendo a su dulce sobrina que se uniera conmigo enmatrimonio;yella,comounamuchachahonesta,mehacesaberquenopuedepensarenellosinelconsentimientodesustíos.Permítamequelesupliquequenomecondeneustedaunadesdichaeterna:siustedfavorecemicausa,estarésalvado,porqueestoysegurodequeelseñorMaxwellnopuedenegarlenada.

—Hablaremos de esto mañana, señor —dijo mi tía fríamente—. Es unasuntoqueexigeunadeliberaciónseriaycuidadosa.Demomento,seríamejorquevolvieraustedalsalón.

—Peromientras—suplicóél—,déjemeencomendarlemicausaasumás

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indulgente…

—Ninguna indulgencia con usted, señor Huntingdon, debe interponerseentremíylaconsideracióndelafelicidaddemisobrina.

—¡Cierto!Séqueellaesunángelyyounperropresuntuosoporsoñarconlaposesióndesemejante tesoro;pero,apesarde todo,preferiríamorirantesquerenunciaraellaenfavordelhombremásbuenodelmundo;yencuantoasufelicidad,sacrificaríamicuerpoymialma…

—Sucuerpoysualma,señorHuntingdon…¿Sacrificarsualma?

—Bueno,daríalavida…

—Nadielepediríaqueladiera.

—Ladedicaré,entonces…consagrarémividay todassusfacultadesa laprotecciónyaladefensa…

—Hablaremosdeelloenotraocasión,señor;ymehabríasentidodispuestaa juzgarmás favorablemente sus pretensiones, si hubiera elegido usted otromomentoyotrolugar,y,permítameañadir,otromodo,parasudeclaración.

—¿Porqué?Verá,señoraMaxwell…—comenzóél.

—Perdone, señor —dijo ella con dignidad—, los invitados estánpreguntandoporustedenlaotrahabitación.—Ysevolvióhaciamí.

—Entoncestendrásqueintercedertúpormí,Helen—dijoél,yfinalmenteseretiró.

—Sería mejor que marcharas a tu habitación, Helen —dijo mi tía consolemnidad—.Contigodiscutiréesteasuntotambiénmañana.

—Noteenfades,tía—dije.

—Querida,noestoyenfadada—replicó—.Estoysorprendida.Siesverdadque le dijiste que no podías aceptar su ofrecimiento sin nuestroconsentimiento…

—Esverdad—lainterrumpí.

—Entonces,cómopudistepermitir…

—Nopudeevitarlo, tía—grité,estallandoen lágrimas.Noeran lágrimasdetristeza,nidetemorporeldisgustoquesehabíallevadoella,sinomásbienla explosión de todosmis sentimientos tumultuosos y encontrados. Peromibuenatíaseconmovióalvermiestadodeagitación.Conunavozdulcerepitiósurecomendacióndequemeretiraray,besándomecariñosamenteenlafrente,medeseóbuenasnochesymepuso lavela en lamano.Yome fui,peromicerebro seguía funcionando y no podía hacerme a la idea de dormirme.Me

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sientomástranquilaahoraqueheescritotodoesto;meiréalacamaytratarédeganareldulcereparadordelacansadanaturaleza.

CAPÍTULOXX

PERSISTENCIA

24deseptiembre.—Porlamañanamelevantédescansadayalegre;másaún, intensamente feliz. La nube que pendía sobre mí, formada por lasopinionesdemitíayporeltemoranoobtenersuconsentimiento,sedisolvióen la luminosa refulgencia de mis propias esperanzas y en la concienciademasiado deliciosa del amor correspondido. Era una espléndida mañana ysalí a disfrutarla dando un tranquilo paseo en compañía de mis propios ydichosos pensamientos. La hierba estaba cubierta de rocío y diez mil hilosfinísimos seondulaban con la brisa; el feliz petirrojoderramaba supequeñaalmaencanto,ymicorazóndesbordabadesilenciososhimnosdegratitudyalabanzaalCielo.

Peronomehabíaalejadomuchocuandomisoledadfueinterrumpidaporla única persona que podía haber perturbado mis meditaciones sin serconsiderado un intruso inoportuno: el señor Huntingdon se acercó a mírepentinamente. La aparición fue tan inesperada que podía haberla creídocreación de una imaginación sobreexcitada, si sólo el sentido de la vistahubiera atestiguado su presencia; pero sentí de inmediato su fuerte brazoalrededor demi cintura y su cálido beso enmimejilla, mientras su vivo yalegresaludo—«¡miHelen!»—repicabaenmioído.

—Todavía no soy suya—dije, separándome con brusquedad a causa deeste saludo demasiado presuntuoso—. Recuerde amis tutores. No obtendráfácilmente el consentimiento de mi tía. ¿No se da cuenta de que estápredispuestacontrausted?

—Ya lo sé, amor mío; y debes decirme por qué para poder conocer lamejor manera de combatir sus objeciones. ¿Debo suponer que me cree unmanirroto—prosiguió, dándose cuenta dequeyonodeseaba responder—yconcluyequeapenastendréunospocosbienesqueaportaralmatrimonio?Siesasí,debesdecirlequelamayoríademisbienessoninalienablesynopuedodesembarazarme de ellos. Puede haber algunas hipotecas sobre los demás,algunas deudas y gravámenes poco importantes aquí y allá, pero nada quemerezca la penamencionar; y aunque reconozco que no soy tan rico comopodría ser (o haber sido), creo, sin embargo, que podríamos arreglárnoslasbastantebienconloquequeda.Verás,mipadreeraalgoavaro,ysobretodoen

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susúltimosdíasnoveíaotroplacerenlavidaqueamasarriquezas;asíquenoes sorprendente que suhijo tuviera comoprincipal placer disfrutarlas, comoefectivamentefueelcaso,hastaquemiencuentrocontigo,queridaHelen,hizocambiarmispuntosdevistayambicionarunasmetasmásnobles.Y la solaideadetenerquecuidartebajomitecho,meobligaríaamoderarmisgastosya vivir como un cristiano, por no hablar de toda la virtud y prudencia queinculcaríasenmimentecontussabiosconsejosytudulce,atractivabondad.

—Peronoeseso—dije—,noeseneldineroenloquepiensamitía.Estálejosdevalorarlariquezaporencimadeloqueéstavale.

—¿Quées,entonces?

—Ellaquiereque…quemecaseconunhombrerealmentebueno.

—¿Qué,unhombre«piadoso»?¡Ejem!¡Estábien,tambiénloseré!Hoyesdomingo,¿no?Iréalaiglesiaporlamañana,porlatardeyporlanoche,ymicomportamiento será tan devoto que me mirará con admiración y amorfraternal, como si fuera una antorcha sacada del fuego. Volveré a casahirviendocomounacaldera,impregnadodelperfumeylauncióndelsermóndelseñorVocinglero…

—ElseñorLeighton—dije,secamente.

—¿Es el señor Leighton un «dulce predicador», Helen? ¿Es un hombreamado,celestial,puro?

—Es un buen hombre, señor Huntingdon. Me gustaría poder decir lomismodeusted.

—Oh,loolvidaba,túeresunasantatambién.Implorotuperdón,amormío,peronomellamesseñorHuntingdon.MinombreesArthur.

—No le llamaré de ninguna manera porque no tendré nada que ver enabsolutoconustedsisiguehablandodeesemodo.Sipretendedecepcionaramitíacomodice,esmuyperverso;ysino,estámuyequivocadoalbromearsobreunasuntosemejante.

—Me corregiré—dijo, terminando su risa en un suspiro de aflicción—.Ahora—continuódespuésdeunapausa—,hablemosdeotracosa.Yacércate,Helen, y cógete a mi brazo; luego te dejaré ir. No puedo estar tranquilomientrasteveopaseartanalejada.

Accedí,perodijequedebíamosvolverprontoalacasa.

—Todavía faltamucho para que alguien baje a desayunar—contestó—.Hablaste de tus tutores hace un momento, Helen, pero ¿es que no vive tupadre?

—Sí,perosiempreconsideréamistíoscomomistutores,pueslosonen

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realidad,aunquenodenombre.Mipadreharenunciadoaocuparsedemí.Nole he visto nunca desde quemurió mi madre cuando yo era una niñamuypequeñaymitía,apeticiónsuya,seofrecióahacersecargodemíymetrajoaStaningley, en donde he vivido desde entonces; y no creo quemi padre seopusieraanadaqueaellaleparecierabienaprobar.

—Pero ¿aprobaría él algo a lo que ella considerara adecuado ponerobjeciones?

—No,nocreoqueleimporteyohastaesepunto.

—Suconductaesmuycensurable.Peronosabequéángeltieneporhija,locual es lomejor que podría ocurrirme, puesto que si lo supiera, no querríadeshacersedesemejantetesoro.

—Señor Huntingdon —dije—, supongo que sabrá que no soy unaheredera.

Declaró que no le había preocupado lomásmínimo, yme rogó que noturbaralafelicidaddequegozabaenaquelmomentomencionandoasuntostanpoco relevantes. Me satisfizo esta prueba de afecto desinteresado, puesAnnabellaWilmoteslaprobableherederadetodalafortunadesutío,ademásdeladesupadre,yafallecido,delaqueyahatomadoposesión.

Insistí entonces en dirigir nuestros pasos hacia la casa; pero caminamoslentamente,sindejardehablar.Nonecesitorepetirtodoloquedijimos:pasaréarelatarloqueocurrióentremitíayyodespuésdeldesayuno,cuandoelseñorHuntingdonllamóaparteamitío,sindudaparahablarledesusproyectos,yellamehizounaseñaparaquelaacompañaraaotrahabitación,dondeunavezmásinicióunasolemneamonestación,que,sinembargo,nosirvióenabsolutoparaconvencermedequesuspuntosdevistaeranmejoresquelosmíos.

—Leconsideraspococaritativo,tía,yalosé—dije—.Susmismosamigosnosonnilamitaddemalosdecomotelosimaginas.PorunladoestáWalterHargrave,elhermanodeMilicent;lefaltapocoparaserunángel,siesciertolamitaddeloquediceella.Estácontinuamentehablándomedeélycantandolasalabanzasdesusmuchasvirtudes.

—Te harás una idea bastante equivocada del carácter de un hombre—respondió— si lo juzgas por lo que una hermana cariñosa dice de él. Lospeoressabenengeneralcómoocultarsusfechoríasalosojosdesushermanasyalosdesusmadres.

—Luego está lord Lowborough —continué—, un hombre bastantedecente.

—¿Quiéntelohadicho?LordLowboroughesunhombredesesperado.Hadisipadotodasufortunaeneljuegoyotrascosas,yahoraestábuscandouna

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herederapararecuperarla.SelohedichoalaseñoritaWilmot,perotodassoisiguales: ella respondió con altivez queme estabamuy agradecida, pero quecreía saber cuándo un hombre la perseguía por su fortuna y cuándo por símisma;sejactódehabertenidobastantesexperienciasenestosasuntoscomopara justificar su confianza en su propio juicio; y en cuanto a la falta defortuna de su señoría, dijo que no le importaba, puesto que esperaba que lasuyafuerasuficienteparalosdos;ydesusdesvaríosafirmóquesuponíaqueélnoerapeorqueotrosyqueademássehabíacorregido.¡Sí,todossabenserhipócritascuandoquierenengañaraunamujerenamoradaymalaconsejada!

—Bueno,yocreoqueélescasitanbuenocomoella—dije—.PerocuandoelseñorHuntingdonestécasado,tendrápocasoportunidadesdeacompañarasusamigosdesoltero;ycuantomásmalossean,másmeempeñaréenlibrarledeellos.

—Estoysegura,querida;ycuantopeorseaél,supongo,másteempeñarásenlibrarledesímismo.

—Sí, teniendoencuentaquenoes incorregible,esdecir,cuantomásmeesfuerce en librarle de sus defectos, en darle una oportunidad dedesembarazarsedeldañoaccidentalcausadoporelcontactoconotrospeoresqueél,ydehacerbrillarladiáfanaluzdesugenuinabondad;enhacerloqueestéenmimanoporayudarasuladobuenofrenteasuladomaloyenhacerdeélloquehabríasidosinohubieratenido,desdeelprincipio,unmalpadre,egoísta y avaro, quien, para satisfacer sus sórdidas pasiones, le impidiódisfrutar de las alegrías más inocentes de la infancia y la juventud,predisponiéndole así contra cualquier clase de prohibición; y una madreestúpidaque se lo consintió todo, engañando a sumaridopor él y haciendotodoloposibleporfavoreceresosgérmenesdeextravaganciayvicioqueerasu deber reprimir; y luego esa pandilla de camaradas, comodice usted, quesonsusamigos…

—¡Pobrehombre!—dijoellasarcásticamente—.¡Cómolehaperjudicadosubondad!

—Elloslehanperjudicado—grité—ynoleperjudicaránmás.¡Sumujerdesharáloquesumadrehizo!

—Enfin—dijoella,despuésdeunapausa—,debodecir,Helen,queteníamejoropinióndetusensatezydetugusto.Nopuedocomprenderquepuedasamar a un hombre así, ni que encuentres placer en su compañía, porque:«¿Quérelacióntienelaluzconlaoscuridad;oaquelquecreeconuninfiel?».

—Élnoesuninfiel;yyonosoylaluz,yélnoeslaoscuridad:suúnicoypeorvicioeslairreflexión.

—Ylairreflexión—continuómitía—puedeconduciraactoscriminales,

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ynoserámásqueunapobreexcusaalosojosdeDios.ElseñorHuntingdon,supongo,nocarecedelasfacultadesquesoncomunesatodosloshombres;noestancasquivanocomoparaserirresponsable:suHacedorlehadotadodeunarazónyunaconcienciacomoatodosnosotros;lasEscriturassonclarasparaélcomo para todos los demás y «si no les presta atención, tampoco lo haráaunquealguiense levanteentre losmuertos».Y,recuerda,Helen—continuósolemnemente—, «¡los perversos serán arrojados al infierno y olvidarán aDios!».Ysupón,incluso,queélcontinuaraamándoteytúaél,yquepasaraisporlavidajuntosconunacomodidadtolerable;¿quéocurriríaalfinalcuandoos vierais separados para siempre, tú quizá llevada a un estado de eternabienaventuranzayélarrojadoallagoqueardeconunfuegoinextinguible,allíparasiempre…?

—Noparasiempre—exclamé—.Sólo«hastaquehayapagadosuúltimadeuda»;porque«sibienningunaobradelhombre resisteel fuego,él sufrirádaño,aunqueélmismoserásalvado,peroigualmenteporelfuego»;yAquelque «es capaz de someter todas las cosas a Sí mismo hará que todos loshombressesalven»,y«enlaplenituddelostiemposreunirátodaslascosasenuna, en Cristo Jesús, que murió por todos los hombres, y en quien Diosreconciliarátodaslascosas,seandelatierraodelCielo».

—¡Oh,Helen!,¿dóndeaprendistetodoeso?

—EnlaBiblia,tía.Laheleídodetenidamenteyheencontradocasitreintapasajesquepuedencimentarlamismateoría.

—¿YéseeselprovechoquesacasatuBiblia?¿Ynoencontrastepasajesquepuedenprobarelpeligroylafalsedaddesemejantesconvicciones?

—No;encontré,enrealidad,algunospasajesque, tomadosensímismos,podríaparecerquecontradicenesaopinión;peropuedenserinterpretadosdeunamaneradiferenteacomosehahechosiempre,yenlamayoríadeelloslaúnicadificultadestáenlapalabraquenosotrostraducimoscomo«perpetuo»o«eterno».Noconozcoelgriego,perocreoquesignificaestrictamente«porlossiglos»,ypodríasignificar«sinfin»o«muchotiempo».Yencuantoalpeligrodeestacreencia,nolapropalaríasicreyeraquecualquierpobreinfelizfueraaaprovecharsedeellaparasupropiaperdición,peroesunpensamientogloriosopara guardar amorosamente en el corazón, ¡y nome desprenderé de él pornadadelmundo!

Nuestra conversación terminóen estepunto, pues erahoradeprepararseparairalaiglesia.Todoelmundoasistióalserviciodelamañana,salvomitío,quecasinuncava,yelseñorWilmot,quesequedóencasaconél,jugandoalascartas.PorlatardelaseñoritaWilmotylordLowboroughbuscaronunaexcusa para no ir; pero el señor Huntingdon se brindó a acompañarnos denuevo.Nosésifueparacongraciarseconmitíapero,sifueraasí,ciertamente

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debería haberse comportado mejor. Debo confesar que no me gustó enabsolutosuconductaduranteelservicio.Cogiendosudevocionarioalrevés,oabierto por cualquier sitio menos el que tocaba, no hizo más que mirardistraídamente,salvocuandoseencontrabaconlamiradademitíaolamía;entonces dejaba caer la suya sobre su libro, con una expresión puritana desolemnidad ridícula que habría sido cómica si no hubiera sido demasiadoenojosa.Unavez,duranteelsermón,despuésdeobservaratentamentealseñorLeightondurantealgunosminutos,sacósulápizycogióunaBiblia.Dándosecuentadequeyohabíaobservadoestemovimiento,medijoaloídoqueibaatomarnotadelsermón;peroenlugardeesto,comoyoestabasentadajuntoaél, no pude evitar ver que estaba haciendo una caricatura del predicador,dibujando al respetable, devoto, anciano caballero, con la expresión y elaspectodelhipócritamás ridículo.Y sinembargo, alvolverde la iglesia, lehabló a mi tía del sermón con un interés tan serio y sincero que me sentítentadadecreerquelohabíaescuchadorealmenteyhabíasacadoprovechodeél.

Pocoantesdecenar,mitíomedijoqueleacompañaraalabibliotecaparadiscutirunasuntomuyimportante,quefueplanteadoenpocaspalabras.

—Veamos, Nell—dijo—, el joven Huntingdon ha venido a pedirme tumano.¿Quédebodecir?Tutíadiríaqueno,pero¿quédicestú?

—Yodigo sí, tío—respondí sin vacilar, puesmis ideas al respecto eranmuyclaras.

—¡Muy bien! —gritó—. Ésa es una respuesta honrada y buena…¡maravillosa en unamuchacha! Bien, le escribiré a tu padremañana. Estoysegurodequedarásuconsentimiento;asíquepuedesconsiderarqueelasuntoestá decidido.Habrías hechomejor negocio aceptando aWilmot, ésa esmiopinión;perotúnoestarásdeacuerdo.Atuedadeselamorquienmanda;alamía, es el sólido, útil dinero. Imaginoquenunca se te ocurriría examinar elestadode las finanzasde tumaridoo complicarte la vida condoteso cosasparecidas,¿verdad?

—No,nocreo.

—Bien, entonces considérate afortunada por tener cabezas más sensatasquepiensanpor ti.Nohe tenido tiempo todavíade examinardetenidamentelosasuntosdeesejovenbribón,peroporloquesé,granpartedelasaneadafortunadesupadrehasidoderrochada;noobstante,creoquehayunabonitaporcióndeellaintacta,ysiselededicanciertoscuidadospuedeconvertirseenalgoconsiderabletodavía;porotroladodebemospersuadiratupadreparaquetedéunadotedecente,puestoquesólo tieneaotrapersonaademásde tidequienpreocuparse;ysiteportasbien,quiénsabe,¿quépuedeimpedirquemeacuerde de ti en mi testamento? —continuó, con un guiño astuto y

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acariciándoselanarizconlosdedos.

—Gracias,tío,poresoyportodatugenerosidad—respondí.

—Bien,ylehepreguntadoaesejovenpisaverdesobrelacuestióndelasdotes—continuó—yélparecedispuestoaserbastantegenerosoenesepunto.

—¡Sabíaquelosería!—dije—.Pero,porfavor,noterompaslacabeza,nilasuya,nilamíaconesteasunto.Todoloquetengoserásuyoytodoloqueéltiene serámío; ¿quémás podría pedir cualquiera de los dos?—Y estaba apuntodesalirdelahabitación,cuandoélmehizovolver.

—Unmomento, espera—exclamó—. Todavía no hemosmencionado lafecha.¿Cuándodebeser?TutíalaretrasaríahastaDiossabecuándo,peroélestádeseandoatarseloantesposible:noquieresabernadadeesperarmásdeunmes;ytú,supongo,serásdelamismaopinión…

—Enabsoluto,tío;todolocontrario:megustaríaesperarhastadespuésdelasNavidades,porlomenos.

—¡Oh! ¡Bah! ¡Bah! ¡Bah!Novengas conese cuento ahora.Yo sé cómosonestascosas—exclamó;einsistióensuincredulidad.

Sinembargo,esabsolutamentecierto.Notengoningunaprisa.¿Cómovoyatenerlacuandopiensoenelcambiotrascendentalquemeesperayentodoloque tengo que abandonar? Ya es bastante felicidad saber que vamos a unirnuestras vidas, que él me ama realmente, y que puedo amarle con tantadevoción y pensar en él tan amenudo como quiera.No obstante, insistí enconsultar conmi tía la fecha de la boda, porque decidí que sus consejos notenían que ser desatendidos del todo; todavía no se ha llegado a ningunaconclusióndefinitivasobreelparticular.

CAPÍTULOXXI

OPINIONES

1deoctubre.—Yaestádecidido.Mipadrehadadosuconsentimientoyseha fijado la fecha en Navidad, por una especie de compromiso entre lospartidariosdelaprecipitaciónylosdelademora.MilicentHargravevaaserunadelasmadrinasdelabodayAnnabellaWilmotlaotra;noesqueyosientamuchasimpatíaporestaúltima,peroesamigaíntimadelafamiliaynotengootra.

Cuando le comuniqué a Milicent mi compromiso, me sentí más bienirritada por su forma de aceptar la noticia. Se quedómirándome conmudo

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asombroyluegodijo:

—En fin,Helen, supongoquedebería felicitarte…ymealegraverte tanfeliz;peronocreíque leaceptaras.Nopuedoevitar sentirmesorprendidaalverquetegustatanto.

—¿Porqué?

—Porqueerestansuperioraélentodoslosaspectosyélsecomportadeunamaneratandescaradayatrevida…quenosécómo…;nosé,perocuandoleveoaproximarsesiempretengodeseosdeapartarme.

—Peroesquetúerestímida,Milicent,yesonoesculpasuya.

—Yluegosuaspecto…—continuó—.Lagentedicequeesguapo,ydesdeluegoloes,peronomegustaesaclasedebelleza;ymesorprendequetegusteati.

—¿Porqué?

—Bueno,verás,creoquenohaynadanobleoelevadoensuapariencia.

—¡Yocreoqueloquetesorprendeesquemegustealguientandistintoalos pomposos héroes de las novelas! ¡En fin! Damemi amante de carne yhueso,ypuedesquedartecontodoslossirHerbertsyValentines…siesquepuedesencontrarlos.

—No me interesan —dijo—. A mí también me gustan los hombres decarne y hueso, pero quiero que el espíritu brille y resalte. ¿No crees que elseñorHuntingdontienelacarademasiadocolorada?

—¡No!—grité,indignada—.Noescoloradaenabsoluto.Nohaymásqueun color vivo, una saludable frescura en su tez; en ella el color cálido,sonrosado, de la piel se armoniza con el color más oscuro de las mejillas,exactamentecomoesdebido.¡Nosoportoaunhombrecuyatezseasonrosadayblanca,comolacaradeunamuñeca,otodapálida,onegracomoelhumo,oamarillacomoladeuncadáver!

—Entonces,nuestrosgustossondiferentes:amímegustaqueseapálidauoscura—respondió—. Pero a decir verdad, Helen, he estado engañándomeconlaesperanzadequealgúndíaseríasmihermana.YoesperabaqueWalterte fuera presentado la próxima temporada; pensé que te gustaría y estabaseguradequetúlegustaríasaél;disfrutabaporanticipadodelafelicidadqueseríaparamíveralasdospersonasquemásquieroenelmundo(exceptuandoamamá) unidas comouna sola. Puede que él no sea exactamente lo que túllamarías guapo, pero tieneun aspectomuchomásdistinguidoy esmejor ymásagradablequeelseñorHuntingdon;estoyseguradequediríaslomismosileconocieras.

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—¡Imposible,Milicent!Dicesesoporqueeressuhermanayporesarazónte perdonaré; pero nadie más podría menospreciar delante de mí a ArthurHuntingdonconesaimpunidad.

La señoritaWilmot expresó su opinión sobre el tema casi con lamismaclaridad:

—Así,Helen—dijo,acercándoseamíconunasonrisanomuycariñosa—,quevasaserlaseñoraHuntingdon,¿verdad?

—Sí—respondí—.¿Nomeenvidias?

—¡Oh, no, querida! —exclamó—. Yo seré probablemente ladyLowboroughalgúndíayentoncesverás,querida,cómoseréyolaquepodrépreguntarte:«¿Nomeenvidias?».

—Apartirdeahoranoenvidiaréanadie—repliqué.

—¿Deverdad?¿Tanfelizeres?—dijoella,pensativa,yalgomuyparecidoa una nube de desilusión ensombreció su rostro—. ¿Y él te ama… quierodecir,teidolatratantocomotúaél?—añadióconunamaldisfrazadaansiedadporsaberlarespuesta.

—Noquieroseridolatrada—contesté—,peroestoycompletamenteseguradequemeamamásqueacualquierotrapersonaenelmundo…comoyoaél.

—Perfecto—dijoconunmovimientodecabeza—.Megustaría…—Hizounapausa.

—¿Quétegustaría?—pregunté,molestaporsuexpresiónvengativa.

—Megustaría—continuó,conunarisa—quetodoslosdetallesatractivosy las cualidades deseables de los dos caballeros se encontraran reunidos enuno:quelordLowboroughtuvieraelbellorostroyelbuencarácter,lagracia,laalegríayelencantodeHuntingdon,oqueHuntingdontuvierael linaje,eltítuloylaencantadorayantiguamansiónfamiliardeLowborough.Entoncesmequedaríaconélytúpodríasquedarteconelotro,ytodoscontentos.

—Gracias,queridaAnnabella,peropormipartemesatisfacemásquelascosasseancomoson;encuantoati,megustaríaqueestuvierastansatisfechacon tuprometidocomoyo lo estoyconelmío—dije,y erabastante cierto,porque,aunquealprincipiomeirritósuespíritupocoamistoso,sufranquezameconmovió,yelcontrasteentrenuestrasrespectivassituacioneseratalqueyopodíapermitirmemuybiencompadecerlaydesearlesubien.

Losconocidosdel señorHuntingdonnoparecieroncomplacersemásquelosmíosconla ideadenuestrafuturaunión.Elcorreodelamañanale trajocartasdevariosamigos,durantecuyalectura,sentadoanteeldesayuno,atrajolaatencióndelosdemáscomensalesconlavariedadsingulardesusmuecas.

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Peroselasmetiótodasenelbolsillo,riéndoseparasímismo,ynodijonadahasta que terminamos el desayuno. Luego, mientras los demás invitados secerníansobrelachimeneauholgazaneabanporlahabitación,seacercóamípor detrás, apoyándose en el respaldo de la silla, con la cara pegada amisrizos, y después de darme un pequeño beso, me dijo al oído las siguientesquejas:

—Helen, bruja, ¿sabes que has hecho caer sobre mí las maldiciones detodos mis amigos? Les escribí el otro día para darles a conocer mismaravillososproyectos,yahoraenvezdeunpaquetedefelicitacionesloquetengoesunbolsillollenodeamargasabominacionesyreproches.Ningunodeelloshatenidounbuendeseoparamíounapalabraamableparati.Dicenqueya no se divertirán más, que se acabaron los días felices y las nochesgloriosas… y todo por mi culpa. He sido el primero en romper la jovialpandillayahoralosdemás,porpuradesesperación,seguiránmiejemplo.Yoeralavidayelsosténdelacomunidad,meconcedenelhonordedecirlo,yhetraicionadovergonzosamentelaconfianza…

—Puedesunirteaellosdenuevosiquieres—dije,unpocoirritadaporeltono triste de su discurso—. Lamentaría interponerme entre un hombre, ogrupodehombres,yunafelicidadtangrande;yquizáyopuedaarreglarmesintitanbiencomotusdesamparadosamigos.

—Cielos,no—murmuró—,paramíes«todoporelamoroelmundoseperderá». Déjalos que se vayan… a donde les corresponde, por hablarcortésmente. Pero si supieras cómo han abusado demí, Helen, me amaríastodavíamásporhaberarriesgadotantoporti.

Sacó sus arrugadas cartas.Creí que iba a enseñármelas y le dije que noqueríaverlas.

—No te las voy a enseñar, amormío—dijo—.Son poco dignas de unadama la mayor parte de ellas. Pero mira. Éstos son los garabatos deGrimsby…sólotreslíneas,¡elmuybribón!Nodicemucho,escierto,perosusilencioesmásexpresivoquelaspalabrasdelosdemás,ycuantomenosdice,más piensa. Y ésta es la misiva de Hargrave. Está especialmente dolidoconmigo, porque, figúrate, se había enamorado de ti por las cosas que lecontabasuhermanayteníaintencióndecasarsecontigo,tanprontocomosehubieracorridosusjuergas.

—Leestoymuyreconocida—observé.

—Yyotambién—dijo—.Miraésta:esladeHattersley.Cadapáginaestállenadeacusacionesinjuriosas,maldicionesamargasyquejaslamentables,ytermina con el juramento de que él mismo se casará en venganza; sesacrificaráa laprimerasolteronaquedecidaponerleelanillo…comosime

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importaraloquehaga.

—Bueno—dije—,sirenunciasatuintimidadconesoshombres,creoquenotendrásmuchosmotivosparalamentarlapérdidadesucompañía,porquemiopiniónesquenuncatehicieronmuchobien.

—Quizáno,perojuntosnosdivertimosmuchotambién,aunquelaalegríasemezclóconlatristezayeldolor,comopudocomprobarLowboroughasucosta…¡Ja!¡Ja!—YmientrassereíarecordandolosapurosdeLowborough,mitíoseacercóylediounapalmadaenelhombro.

—¡Vamos,muchacho!—dijo—. ¿Estás demasiado ocupado cortejando amisobrinaparahacerlelaguerraalosfaisanes?¡Recuerdaqueesprimerodeoctubre! El sol brilla, la lluvia ha cesado… incluso Boarham no temeaventurarseconsusbotas;Wilmotyyoosvamosaganaratodos.¡Nosotros,losviejos,somoslosmejorescazadores!

—Hoyledemostraréloquesoycapazdehacer—dijomiacompañante—.Mataré a sus pájaros enmasa, sólo por alejarme demejor compañía que lasuyaoladeellos.

Ydespuésdedecirestosefue.Novolvíaverlehastalahoradecenar.Meaburrímucho.Mepreguntoquéharésinél.

Es muy cierto que los tres caballeros mayores habían demostrado sercazadores mucho más perspicaces que los dos más jóvenes; tanto lordLowborough como Arthur Huntingdon habían abandonado últimamente lascacerías para acompañarnos casi todos los días en nuestros paseos yexcursiones.Peroestostiemposfelicesseacercanrápidamenteasufin.Antesdequincedíaslosinvitadosseirán,congranpenapormiparte,puesdisfrutomás cada día, ahora que los señores Boarham y Wilmot han dejado demolestarme,quemitíayanomesermonea,yqueyohedejadodetenercelosdeAnnabella (quien incluso ya nome disgusta tanto), y ahora que el señorHuntingdonsehaconvertidoenmiArthurypuedodisfrutardesucompañíasinrestricciones.¿Quéharésinél,repito?

CAPÍTULOXXII

RASGOSDEAMISTAD

5deoctubre.—Eldulcelíquidodemicopanoespuro:estárociadoconunamargorquenopuedoocultarmenidisimularcomoquisiera.Puedotratarde convencerme de que la dulzura predomina; puedo llamar a esas gotasamargasunaromáticosabor;peroaunquedigaloquequiera,estánahítodavía

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y no tengo más remedio que beberlas. No puedo cerrar los ojos ante losdefectos de Arthur y cuanto más le amo más me preocupan. Su mismocorazón,enelque tantoconfío,es,me temo,menos tiernoygenerosode loquepensaba.Almenos,hoymehadadounapruebadesucarácterqueparecíamerecer un nombre más duro que el de desconsideración. Él y lordLowborough nos acompañaban a Annabella y a mí en un largo, deliciosopaseo a caballo; él iba a mi lado, como de costumbre, y Annabella y lordLowboroughibanunpocomásadelantados,esteúltimoinclinándosesobresucompañeracomosilosdossostuvieranunaconversacióntiernayconfidencial.

—Estosdosnostomaránladelantera,Helen,sinovamosconcuidado—observóHuntingdon—.Acabaráncasándose,nocabeduda.EseLowboroughestábastantecolado.Perosospechoqueseencontraráenunaprietocuandolaconsiga.

—Yellaseencontraráenunaprietocuandoloconsigaaél—dije—,siesverdadloqueheoído.

—Nihablar.Ellasabemuybienloquesetraeentremanos;encambioél,pobre loco, se engañaa símismocon la ideadeque seráunabuenaesposapara él. Como ella le ha engatusado con alguna baladronada sobre la pocaimportancia que tienen el rango y la riqueza en los asuntos del amor y elmatrimonio,creequesienteunagranpredilecciónporél,quenolorechazaráporsupobrezayquenolocortejaporsulinaje,sinoqueloamaporsercomoes.

—Pero¿noestáélcortejándolaporsufortuna?

—No,no;esofueloprimeroqueleinteresó,desdeluego;peroahorasehaolvidadopor completode ello: no entra nuncadentrode sus cálculos, salvosimplemente como un dato importante sin el cual, por el propio bien de ladama,nopodríapensarencasarseconella.No;estámuyenamorado.Creyóquenopodríaocurrirle,pero lehaocurridounavezmás.Estuvoapuntodecasarseantes,hacedosotresaños,perosequedósinprometidaalperdersufortuna. En Londres adquirió una mala costumbre: tenía una desgraciadapasión por el juego, y desde luego el tipo había nacido con mala estrella,porqueporcadavezqueganabaperdíaotrastres.Esunmododeatormentarsequenuncamehagustadomucho.Cuandogastomidineromegustadisfrutarde todo su valor: no me divierte malgastarlo con ladrones y fulleros; y encuantoaganardinero,hasta ahora, siemprehe tenido suficiente; esbastanteangustioso estar intentando conseguir más cuando ves que se acaba el quetienes. Sin embargo, ha habido épocas en que he frecuentado las casas dejuegosimplementeparaobservarlasperipeciasdeesoslocosadoradoresdelasuerte.Teaseguroqueesunaexperienciamuy interesante,Helen,yavecesmuy divertida:me he reídomucho con los bobos y los locos. Lowborough

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estaba bastante chiflado, no voluntariamente sino por necesidad. Siempreestabadecididoadejarloynuncapodíacumplirsudecisión.Cadaaventuraera«sólo una vez más»: si ganaba un poco, esperaba ganar un poco más lapróximavez,ysiperdía,noeralógicoabandonarenestacoyuntura;teníaqueseguirhastarecuperarloperdido,porlomenos:lamalasuertenopodíadurarsiempre; cada golpe de suerte era considerado como augurio de tiemposmejores, hastaque la experienciademostraba lo contrario.Con el tiempo sedesesperó y nosotros estábamos todos los días atentos por miedo a unsuicidio…pocacosa,murmuramosalgunos,pues suexistenciahabíadejadodeserunaadquisiciónparanuestroclub.Alfin,sinembargo,sufrióunfuerterevés. Hizo una apuesta grande que afirmó sería la última, tanto si ganabacomo si perdía. Había tomado una decisión semejante a menudo conanterioridad,ycon lamisma frecuencianosehabíaatenidoaella;yasí fueesta vez. Perdió ymientras su contrincante recogía con una sonrisa todo eldinerodelasapuestas,élsepusoblancocomolacera,seapartóensilencioyse frotó la frente.Yo estaba presente en aquella ocasión; permanecía de pieconlosbrazoscruzadosylosojosfijosenelsueloymedicuentadeloquepasabaporsucabeza.

»—¿Vaaserlaúltima,Lowborough?—dije,acercándomeaél.

»—La penúltima—contestó con una torva sonrisa y, abalanzándose denuevohacialamesa, lagolpeóconunamanoy,al tiempoquealzabalavozpor encima de toda la confusión del ruido de monedas y el murmullo demaldiciones y blasfemias que había en la sala, soltó una sonora y tremendablasfemiayanuncióque,pasaseloquepasara,aquelintentoseríaelúltimoyquenuncamásvolveríaabarajarunacartaoaagitaruncubilete.Luegodoblósu apuesta anterior y retó al que fuera a jugar contra él.Grimsby seofrecióinmediatamente a hacerlo. Lowborough le miró con ferocidad, porqueGrimsbyeracasi tanconocidoporsusuertecomoélporsumalaestrella.Apesardeellosepusieronajugar.PeroGrimsbyteníamuchahabilidadypocosescrúpulos,ynopodríadecirsinoseaprovechóde la impacienciaciegadelotroparahacertrampa.ElcasoesqueLowboroughperdióotravezysesintióenfermodemuerte.

»—Deberíasintentarlodenuevo—sugirióGrimsby,inclinándosesobrelamesa.Yluegomeguiñóunojo.

»—No tengo nada con que intentarlo —dijo el pobre diablo con unasonrisaaterrorizada.

»—Oh,Huntingdonteprestaráloquequieras—dijoelotro.

»—No,yaoístemijuramento—contestóLowborough,despidiéndoseconunaserenadesesperanza.Yolecogíporunbrazoylecondujefuera.

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»—¿Vaaserlaúltima,Lowborough?—lepreguntécuandollegamosalacalle.

»—La última—contestó, sorprendiéndome en ciertomodo.Y le llevé acasa,esdecir,anuestroclub,puesestabatandócilcomounchiquillo.Allílehicebeberbrandyconaguahastaqueparecióestarunpocomásalegre,ounpocomásanimado,porlomenos.

»—¡Huntingdon, estoy arruinado! —exclamó, cogiendo de mi mano eltercervaso.Sehabíabebidolosdemásenunsilenciomortal.

»—¡No,hombre!—dije—.Descubrirásqueunhombrepuedevivirsinsudinero tan alegremente como una tortuga sin su cabeza o una avispa sin sucuerpo.

»—Peroestoyendeudado—dijo—, ¡estoyendeudadohastaelcuello! ¡Ynuncapodrésalirdeestasituación!

»—Pero ¿cómopuedesdecir eso?Hombresmejoresque túhanvividoyhanmuertoendeudados.Nopuedenmeterteenlacárcel,compréndelo,porqueeresnoble.—Lepuseenlamanoelcuartovaso.

»—¡Peroodioestarendeudado!—gritó—.¡Nonacíparaelloynopuedosoportarlo!

»—Lo que no se puede curar, debe soportarse —dije, empezando aprepararleelquinto.

»—YademásheperdidoamiCaroline.—Ycomenzóagimotearcomounniño,pueselbrandylehabíaablandadoelcorazón.

»—Noimporta—respondí—.HaymásdeunaCarolineenelmundo.

»—Sólo hay una para mí —replicó con un suspiro doloroso—. Y sihubieracincuentamás,¿quiénpodráacercarseaellassindinero?

»—Oh, alguien te aceptará por tu título; además, todavía te queda lahaciendafamiliar,esinalienable.

»—Diosquisieraquepudieravenderlaparapagarmisdeudas—murmuró.

»—Yademás—dijoGrimsby,queacababade llegar—puedes intentarlootra vez. Si yo estuviera en tu lugar me daría otra oportunidad. Nunca medetendríaenestepunto.

»—¡Te digo que no! —gritó Lowborough. Se levantó y abandonó lahabitación,tambaleándose,pueselalcoholselehabíasubidoalacabeza.Noestabamuyacostumbradoaélentonces,perodespuésdeaquelloletomógustoparaaliviarsuinquietud.

»Fuefielasujuramentodeabandonareljuego(paranopocasorpresade

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todosnosotros), aunqueGrimsbyhizo todo loposiblepara tentarleyque lorompiera; pero entonces cogió otra costumbre que le preocupaba casi igual,puesprontodescubrióqueeldemoniodelabebidaeratannegrocomoeldeljuego,yeracasitandurolibrarsedeaquélcomodeéste,sobretodoteniendoen cuenta que sus bondadosos amigos hacían todo lo posible por apoyar lacausadesuinsaciablesed.

—Entonces ellos también eran unos demonios —dije alzando la voz,incapazdecontenermiindignación—.Yusted,señorHuntingdon,porloqueparece,eraelprimeroententarle.

—Bueno, ¿qué podíamos hacer?—respondió, quitándole importancia—.Lo hacíamos por su bien. No podíamos soportar ver al pobre hombre tandeprimido.Ademáseraunacargaparanosotroscuandosesentabasilenciosoyabatido,bajoeltripleefectodelapérdidadesunovia,lapérdidadesufortunaylaresacadelanocheanterior;porelcontrario,cuandohabíabebidoalgo,sibien no estaba alegre, era una inagotable fuente de diversión para nosotros.InclusoGrimsbysereíaconlascosasquedecía;lehacíanmásgraciaquemisalegresbromaso larisacontagiosadeHattersley.Perounanocheestábamoshablandoybebiendovino,despuésdeunadenuestrascenasenelclub,lamarde contentos (Lowborough haciendo brindis absurdos y oyendo nuestrascanciones, aplaudiendo cuando no cantaba), cuando de pronto se quedócallado,conlacabezaapoyadaenunamanoysinsepararelvasodeloslabios.Pero esto no era nuevo, así que no nos preocupamos de él y seguimos connuestrojolgorio,hastaque,alzandolacabezarepentinamente,nosinterrumpióenmediodeunarisotadaexclamando:

»—Caballeros, ¿dónde acabará todo esto? ¿Quieren decírmelo ahoramismo?—Yselevantó.

»—¡Un discurso, un discurso! —gritamos—. ¡Escuchad, escuchad!¡Lowboroughvaaecharnosundiscurso!

»Élesperóserenamenteaqueelestruendodelosaplausosyeltintineodelosvasoscesara.Luegocontinuó:

»—Setratasólodeesto,caballeros:creoqueseríamejornoirmáslejos.Valdríamásquelodejáramosmientraspodamos.

»—Eso,eso—gritóHattersley—:

»Detente,pobrepecador,detenteypiensa

»antesdeseguir.

»Nojueguesmásalborde

»delaafliccióneterna.

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»—Justamente—respondió su señoría con lamayor solemnidad—.Y sidecidísvisitarelpozosinfondo,nocontéisconmigo.¡Debemosdespedirnos,compañeros,porquejuroquenovoyadarunpasomáshaciaél!¿Quéesesto?—preguntó,cogiendosuvasodevino.

»—Pruébalo—lesugerí.

»—¡Esuncaldoinfernal!—exclamó—.¡Renuncioaélparasiempre!—Ylovacióencimadelamesa.

»—¡Llénalootravez!—dijeyoalargándolelabotella—,ydéjanosbrindarporturenuncia.

»—Esunvenenoasqueroso—dijocogiendolabotellaporelcuello—¡yabjurodeél!Dejéeljuegoydejarétambiénesto.—Estabadecididoavertertodoelcontenidodelabotellasobrelamesa,peroHargraveselaquitódelamano—.¡Puesquecaigasobretilamaldición!—dijo.

»Antesdesalirdelahabitacióngritó:

»—¡Adiós,tentadores!—Ydesaparecióentrerisotadasyaplausos.

»Estábamos convencidos de que volvería a sentarse con nosotros al díasiguiente;peroantenuestrasorpresa,vimossusitiovacío;novolvimosasaberdeélduranteunasemana;empezamosapensardeverdadqueibaamantenersupalabra.Finalmente,unanoche,cuandoyaestábamoscasitodosreunidos,entró, silencioso e impenetrable como un fantasma; y se hubiera deslizadotranquilamente hasta su asiento, pero todos nos levantamos y le dimos labienvenida, yvariasvoces se alzaronparapreguntarlequé tomaría, y variasmanoscogieronbotellasyvasosparaservirle;peroyosabíaqueunbuenvasode brandy con agua le gustaría más y lo tenía casi preparado, cuando lorechazóconungestodemalhumor,diciendo:

»—¡Déjameenpaz,Huntingdon!¡Yvosotrostranquilizaos!Nohevenidoaacompañaros:sólohevenidoaestarconvosotrosunrato,porquenopuedosoportarmispensamientos.

»Cruzó los brazos y se sentó en su silla; así que no lemolestamos. Sinembargo,yodejéelvasocercadeél;alcabodeunrato,Grimsbydirigiómiatenciónhaciaélpormediodeunguiñosignificativoyalvolverlacabezaviqueelvasoestabavacío.Mehizounaseñaparaquevolvieraallenarloymeempujó lentamente la botella.Yo acepté la proposiciónde buenagana, peroLowborough se dio cuenta de la pantomima y se irritó ante los gestos queestábamosintercambiando;arrojóelcontenidoalacaradeGrimsby,metiróelvasoalamíaysalióprecipitadamentedelahabitación.

—Esperoqueterompieralacabeza—dije.

—No, querida —respondió, riéndose escandalosamente al recordar el

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incidente—;lohabríahechoy,quizá,mehubierapartidolacaratambién,peroprovidencialmente este bosque de rizos (se quitó el sombrero y mostró suabundantecabelleracolorcastaño)salvómicráneoe impidióqueelvasoserompierahastaquecayósobrelamesa.

»Después de esto —continuó—, Lowborough se mantuvo apartado denosotrosunaodossemanasmás.Yoavecesmeloencontrabaen laciudad;como era demasiado bondadoso para sentirme resentido por su conductadescortés, y él no me guardaba rencor, nunca se mostraba reacio a hablarconmigo;porelcontrario,sepegabaamíymeseguíaadondefuera,salvoalclub,lascasasdejuegoyotrospeligrososlugaresderecreo;estabacansadodesu estado de ánimo abatido ymelancólico. Por fin conseguí que volviera alclub,con lacondicióndequeno le indujeraabeberydurantealgún tiempocontinuó visitándonos casi todas las noches, absteniéndose todavía, con unaperseveranciamaravillosa,del«asquerosoveneno»delquehabíaabjuradotanvalerosamente.Peromuchosdelosmiembrosdenuestroclubprotestaronporsuconducta.Noqueríantenerlesentadoallícomounesqueletoenunafiesta,envezdecontribuirconsucuotaaladiversióngeneral,siendocomounalosasobre todosymirando, conojoscodiciosos, cadagotaque se llevabana loslabios.Todosestabandeacuerdoenquenoerajustoyalgunossosteníanqueose le obligaba a hacer lo que los demás hacían o se le expulsaba de laasociación;yjuraronquelapróximavezqueaparecieraselodirían,yquesino hacía caso de la advertencia, pondrían en práctica su decisión. Yo ledefendí en aquella ocasión y les propuse que le dejaran comportarse comohastaentoncesduranteun tiempo, insinuandoque,conunpocodepacienciapor nuestra parte, cambiaría de actitud y volvería a ser el de antes. Pero laverdad es que era bastante chocante que yo dijera esto, pues, aunque él senegaba a beber como un honrado cristiano, yo sabíamuy bien que siempreteníaamanounabotelladeláudanodelaquenodejabadebeber,o,másbien,delaquerenegabaoalaqueseagarraba,absteniéndoseundíayexcediéndoseelsiguiente,igualqueconloslicores.

»Unanoche,sinembargo,duranteunadenuestrasorgías(unadenuestrasgrandes fiestas, quiero decir) se deslizó dentro de la habitación como elfantasmaenMacbethysesentó,comodecostumbre,unpocoseparadodelamesaen lasillaquenosotrossiempre teníamosdispuestapara«elespectro»,tantosidecidíaocuparlacomosino.Medicuentaporlacaraquetraíadequesufríalosefectosdeunadosisexcesivadesumalignoconfortador;peronadielehablóyélnohablóconnadie.Algunasmiradasdereojoyelmurmullodeque«elfantasmahabíallegado»fueronlosúnicoscomentariosquesuscitósuaparición y nosotros seguimos nuestro festín como antes, hasta que nossorprendió a todos acercando repentinamente la silla, inclinándose haciadelanteconloscodosapoyadosenlamesayexclamandoconunasolemnidadamenazadora:

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»—¡Bueno!Meintrigaloquepodéisencontrartandivertido.Noséloqueveis en la vida. ¡Yo sólo veo la negrura de la oscuridad y la pavorosaexpectacióndeljuicioydelfuegodelaindignación!

»Todos los presentes le acercaron sus vasos al unísonoy yo los coloquédelantedeél formandounsemicírculo; lediunascariñosaspalmaditasen laespaldaylerecomendéquebebiera,esperandoqueprontotendríaeljubilosoaspectodetodosnosotros;peroéllosapartóymurmuró:

«—¡Quitadlosdemivista!Noloprobaré,yaoslodije.¡Noloharé,noloharé!

»Asíquedevolvílosvasosasusdueños,peroadvertíquelosmirabaconunbrillodeávidapesadumbremientrassealejaban.Luegosetapólosojosconlasmanosparanoverlos.

Dosminutosdespués, levantó lacabezadenuevoydijoenunmurmulloroncoperovehemente:

»—¡Y,sinembargo,debo!¡Huntingdon,dameunvaso!

»—¡Toma labotella,hombre!—dijeyo,poniéndole labotelladebrandyenlamano…

—Pero ya está bien, estoy hablando demasiado—murmuró el narrador,sorprendidoporlamiradaqueyoledirigía—.Peronoimporta—añadióconindiferencia,ysedecidióacontinuarelrelato.

»Conunaavidezdesesperadacogiólabotellaybebiódirectamentedeellahastaquesecayódelasillaydesapareciódebajodelamesaenmediodeunatempestad de aplausos. La consecuencia de esta imprudencia fue algo asícomo un ataque de apoplejía, seguido de una seria meningitiscerebroespinal…

—¿Ycuálfuesuopinióndesímismo,señor?—preguntéalmomento.

—Desdeluego,mesentímuyarrepentido—respondió—.Fuiaverleunaodosveces, no, no, dos o tres;más, unas cuatroveces, y cuando se encontrómejorlotrajedenuevocariñosamentealredil.

—¿Quéquieredecir?

—Quierodecirqueloreintegréalsenodelcluby,compadeciéndomedeladebilidaddesusaludydeladepresiónquesufría,lerecomendéque«tomaraun poco de vino para el bien de su estómago», y cuando ya estuvosuficientemente restablecido, que abrazara el plan media-via: ni-jamais-ni-toujours,quenosemataracomountontoniseabstuvieracomounmentecato,enunapalabra,quesedivirtieracomounacriaturaracionalehicieraloqueyohacía.Nocreas,Helen,quesoyunbebedor;nolosoyenabsoluto,nuncalohe

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sido y nunca lo seré.Valoro demasiadomi bienestar. Sé que un hombre nopuede entregarse a labebida sin sentirseunmiserable lamitaddel díayunlocolaotramitad;además,megustadisfrutardelavidaentodossusaspectos,lo que no puede hacer quien consiente en ser el esclavo de una solainclinación. Y, aun más, la bebida estropea la buena apariencia de uno—concluyó, con lamásvanidosa de las sonrisas, que hubiera debido irritarmemásdeloquelohizo.

—¿Y sacó lord Lowborough algún provecho de su consejo? —seguípreguntando.

—Enciertomodo, sí.Durantealgún tiempose lasarreglómuybien:erarealmenteunmodelodemoderaciónyprudencia,algoqueparecíaexcesivoalos ojos de los miembros de nuestra frenética hermandad; pero, de algunamanera,Lowboroughnoteníaeldondelamoderación:siseinclinabaunpocohaciaunladodebíacaersedeltodoantesdeerguirsedenuevo;sisepasabadela rayaunanoche, los efectos le dejaban tan deprimido al día siguiente quedebíarepetirlafaltapararepararla;yasíundíayotro,hastaquesuclamorosaconciencia le obligaba a detenerse. Y luego, en sus épocas de abstinencia,abrumaba a sus amigos de tal manera con sus remordimientos, terrores ypenas,queéstosseveíanobligados,porsupropiointerés,ahacerleahogarsuspenasenvinoocualquierotrabebidamásfuertequeestuvieraamano;yunavezvencidossusprimerosescrúpulosdeconciencia,nonecesitabaquenadieleempujara,sevolvía temerarioamenudoyera tanbribóncomocualquieradeellos…perosóloparalamentartodavíamássupropiaeinefableperversiónydegradaciónunavezelataquehabíapasado.

»Porfin,undíaqueestábamoslosdossolos,despuésdereflexionarunosmomentos, sumido él en uno de aquellos estados de ánimo sombríos yabstraídos, con los brazos cruzados y la barbilla hundida en el pecho, saliórepentinamentedesuestupory,cogiéndomeunbrazoconviolencia,dijo:

»—¡Huntingdon,estonopuedeseguirasí!Estoydecididoaacabar…

»—¿Cómo?¿Vasamatarte?—dije.

»—No;voyareformarme.

»—¡Vaya,esonoesnuevo!Llevasmásdedocemesesdiciendoquevasareformarte.

»—Sí, pero vosotros nomedejabais y yo era tan estúpido que no podíavivir sin vosotros. Pero ahora ya sé lo queme incita y lo que necesito parasalvarme;estoydispuestoatodoparaconseguirlo.Sólotemoquenohayaunaoportunidad.—Ysuspirócomosiselefueraapartirelalma.

»—¿De qué se trata, Lowborough? —pregunté, creyendo que se había

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vueltolocodeltodo.

»—Unaesposa—contestó—,porquenopuedovivirsolo,yaquelacabezameestalla,ynopuedovivirconvosotrosporqueosponéisdepartedeldiabloyencontramía.

»—¿Quién,yo?

»—Sí, todos lo hacéis, y tú más que nadie, lo sabes muy bien. Pero siconsigocasarme,conunamujerconbastantedineroparapagarmisdeudasydarmeunaposiciónenelmundo…

»—Desdeluego—dije.

»—…Ycon ladulzuray labondad suficientes—continuó—parahacermi casa soportable y reconciliarme conmigo mismo, creo que aún loconseguiría. Nunca volveré a enamorarme, es verdad; pero quizá eso noimportedemasiado,mecapacitaríaparaelegirconlosojosabiertos,yseríaunbuenmaridoapesardetodo;pero¿puedealguienenamorarsedemí?Éstaeslacuestión.Contuaparienciaytupoderdefascinación(lodecíaencantado)podríateneresperanzas;peroenmicaso,Huntingdon,¿creesquemeaceptaráalgunamujer,arruinadoydestrozadocomoestoy?

»—Seguroquesí.

»—¿Quién?

»—Bueno, cualquier solterona a la que nadie haga caso, hundiéndoserápidamenteenladesesperación,estaríaencantadade…

»—No,no—dijo—,debeseralguienaquienpuedaamar.

»—¡Perosiacabasdedecirquenovolveríasaenamorarte!

»—Bueno,amornoeslapalabra…Alguienquepuedagustarme.¡Buscarépor toda Inglaterra, por donde sea! —gritó en un arrebato de esperanza odesesperación—.Tengaéxitoofracase,serámejorqueprecipitarmedecabezahacialadestrucciónenesecondenadoclub;asíqueadiósaélyati.Siempreque te encuentre en un terreno honesto o bajo un techo cristiano, mecomplaceráverte;¡peronovuelvasallevarmeaeseescondrijodeldiablo!

»Aquéleraunlenguajevergonzoso,peroledilamanoynosdespedimos.Mantuvosupalabra,ydesdeentonceshasidounmodelodecorrección,porloqueyosé;perohastahacepoconohetenidomucharelaciónconél.Avecesbuscabamicompañía,peroconfrecuencialarehuíapormiedoaquevolvieraa llevarle por el camino de la destrucción, y yo encontraba la suya nomuydivertida, sobre todo porque a veces trataba de despertar mi conciencia yapartarmedelaperdicióndelaqueélmismoconsiderabaquehabíaescapado.Perocuandomeencontrabaconélraravezlepreguntabaporsusesfuerzosy

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pesquisasmatrimoniales,y,engeneral,pocoteníatampocoquecontarme.Lasmadresseechabanatrásantesusarcasvacíasysureputacióndejugador,ylashijasantesufrenteceñudaysutemperamentomelancólico.Además,élnolasentendía; carecíadel espírituy la seguridadnecesariospara llevar a cabo suplan.

»EnestoledejécuandofuialContinente;ycuandovolví,afinalesdeaño,leencontrétodavíasoltero,desconsolado,aunque,desdeluego,conunaspectounpocomenosdemalditoexiliadodelatumbaqueantes.Lasdamasjóveneshabían dejado de temerle y comenzaban a encontrarle bastante interesante;perolasmamáserantodavíaimplacables.Fueporestaépoca,Helen,cuandomibuenángelhizoquemeencontraracontigoy,desdeentonces,nohetenidoojosnioídosparanadiemás.Pero,entretanto,Lowboroughconocióanuestraencantadoraamiga,laseñoritaWilmot(pormediodelaintercesióndesubuenángel, te diría él), aunque no se molestó en poner sus esperanzas en unapersona tan admirada y cortejada hasta que luego intimaron más aquí, enStaningley;yella,enausenciadesusdemásadmiradores,sindudaempezóafijarseenélyaanimarleensustímidosavances.Luegocomenzóaesperardeverdadelalbadeunosdíasmásalegres;ysibien,duranteuntiempo,oscurecísusproyectosinterponiéndomeentreélysusol(porloqueestuveapuntodeprecipitarle de nuevo en el abismo de la desesperación), no hice más queintensificar su ardor y fortalecer sus esperanzas cuando decidí abandonar elcampoenbuscadeuntesoromásradiante.Enunapalabra,comotehedicho,está perdidamente enamorado. Al principio podía percibirmal que bien losdefectosdelamuchacha,yleproducíanbastantedesasosiego;perosupasiónylahabilidaddeellanolepermitenverahoranada,salvolasperfeccionesdesuadoradaysuasombrosabuenasuerte.Anochevinoavermerebosantedefelicidad.

»—¡Huntingdon, no soy un desecho! —dijo, cogiéndome la mano yapretándomela como si yo fuera un virrey—. Todavía queda para mí lafelicidad,inclusoenestavida…¡Ellameama!

»—¡Vaya!—exclamé—.¿Telohadicho?

»—No,peroyanopuedodudarlo.¿Noveslointencionadamenteamableyafectuosaquees?¡Yconoceelalcanceabsolutodemiruinaynoleimportanada!Sabelolocaypervertidaquehasidomivida,ynotemeconfiarenmí;ymilinajeymitítulonosonunatractivoparaella,porquenoleimportannada.Eselsermásgenerosoymagnánimoquepuedaimaginarse.Ellamesalvará,en cuerpo y alma, de la destrucción. Me ha ennoblecido ya en mi propiaestimaymehahechotresvecesmássabio,mejorymásgrandedeloqueera.¡Oh, si la hubiera conocido antes, cuánta degradación y miseria me habríaevitado!Pero¿quéhabréhechoparamerecerunacriaturatangenerosa?

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»—Y lo mejor de la broma —continuó diciendo el señor Huntingdon,riéndose—esquelaastutacoquetanoamadeélmásquesutítuloysulinaje,y“esaencantadoramansiónfamiliar”.

—¿Cómolosabes?—pregunté.

—Melodijoellamisma:«Alhombreensílodespreciototalmente;perolaverdad esqueya eshoradequehagauna elección, pues si voy a esperar aalguienqueseacapazdeganarmiestimayafecto,mequedarésoltera,porque¡los detesto a todos!». ¡Ja! ¡Ja! Sospecho que en eso se equivoca; pero encualquiercasoesevidentequenosienteamorporél,pobremuchacho.

—Entonces,deberíasdecírseloaél.

—¿Qué? ¿Y estropearle a la pobre muchacha todos sus planes yesperanzas?No, no; eso sería traicionar su confianza, ¿no, Helen? ¡Ja! ¡Ja!Además,esoleromperíaelcorazónaél.—Yvolvióareírse.

—Enfin, señorHuntingdon,nosé loqueencuentra tandivertidoenesteasunto.Yonoveonadadequéreírme.

—Me río de ti en este momento, amor mío —dijo, redoblando susrisotadas.

Ydejándolequesedivirtierasolo, toquéaRubycon la fustay lapuseamediogalopeparaunirmeanuestroscompañeros.Habíamosidoalpasotodoeste tiempo y nos habíamos alejadomucho de ellos. Arthur en seguidamealcanzó;peronodispuestaahablarconél,pusealanimalalgalope.ÉlhizolomismoconelsuyoynodisminuimosnuestropasohastaquealcanzamosalaseñoritaWilmotylordLowborough,aunkilómetrodelaspuertasdelparque.Evitétodaconversaciónhastaquellegamosalfinaldenuestropaseo,cuandomedisponíaasaltardelcaballoydesaparecerdentrodelacasa,antesdequeél me ofreciese su ayuda; pero mientras trataba de desprender mi traje demontardelasilla,élmebajódeellaymesujetóconlasdosmanos,afirmandoquenomedejaríairhastaquelehubieraperdonado.

—Notengonadaqueperdonar—dije—.Nomehamolestado.

—No, querida. ¡Ojalá fuera así! Pero estás enfadada porque fue a mí aquienAnnabellaconfesósufaltadeestimaporsupretendiente.

—No, Arthur, no es eso lo que me disgusta: es su comportamiento engeneral con su amigo; y si quiere que le perdone, vaya ahora a decirle quéclasedemujeresaquellaa laqueadoratanapasionadamenteyenlaquehadepositadosusesperanzasdefelicidadfutura.

—Yatedije,Helen,queesoleromperíaelcorazón,seríalamuerteparaél;además,seríaunavilezaparalapobreAnnabella.Nopuedehacersenadaporél ahora; es inútil tratar de convencerle. Además, ella puede mantener el

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engañohastaelfinalyentoncesélserátanfelizconlailusióncomosifuerarealidad;oquizásólodescubrasuerrorcuandohayadejadodeamarla;ysino,es mucho mejor que la verdad vaya desvelándose poco a poco. Así, pues,ángelmío,esperohaberteexplicadoelcasoconclaridadyconvencidodequeno puedo hacer la reparación que me pides. ¿Qué otra petición tienes quehacerme?Hablayobedecerégustoso.

—Sólotengouna—dijecontantaseriedadcomoantes—:enelfuturonoseburlaráde lossufrimientosde losdemás,yutilizarásu influenciaconsusamigos para ayudarles a combatir sus malas inclinaciones, en lugar deapoyarlasparaperjudicarlos.

—Harétodoloposible—dijo—porrecordaryejecutartodoslosmandatosdemi ángel tutelar.—Y después de besarmis dosmanos enguantadas,medejómarchar.

Cuando entré en mi habitación, me sorprendió ver a AnnabellaWilmotantemi tocador, examinándose tranquilamente en el espejomientras jugabaconunamanocon la fustadeempuñaduradeoroycon laotra levantaba lafaldadesulargovestido.

«Desde luego es una criatura magnífica», pensé, mientras contemplabaaquella figura alta, bien proporcionada, y el reflejo de su bello rostro en elespejo que estaba frente a mí, con el pelo oscuro brillante, ligera ygraciosamente alborotado a consecuencia del paseo a caballo, la tezmorenaradianteporelejercicioylosojosnegrosdestellandoconunbrilloinusitado.Aldarsecuentademipresencia,sevolvió,exclamandoconunarisaqueeramásmalignaquealegre:

—¡Helen! ¿Por qué has tardado tanto? He venido a comunicarte unamaravillosanoticia—continuó,sinimportarlelapresenciadeRachel—.LordLowborough me ha pedido que me case con él y yo he aceptadograciosamente.¿Nomeenvidias,querida?

—No,amigamía—dije,«niaéltampoco»,añadímentalmente—.¿Yéltegusta,Annabella?

—¿Gustarme?Desdeluegoquesí…¡estoylocamenteenamorada!

—Enfin,esperoqueseasunabuenaesposaparaél.

—Gracias,querida.¿Yquémásesperas?

—Esperoqueosaméislosdosyseáisfelices.

—Gracias; ¡y yo espero que tú seas una buena esposa para el señorHuntingdon!—dijoconunareverenciaregia,yseretiró.

—¡Oh,señorita!¿Cómohapodidodecirleustedeso?—exclamóRachel.

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—¿Decirqué?—respondí.

—Queustedesperabaquefueraunabuenaesposaparaél.¡Esincreíble!

—Porqueéstaesmiesperanza…o,mejordicho,mideseo.Ellaestámásalládetodaesperanza.

—¡Bueno!—dijo—.Loquesíesperoesqueélseaunbuenmaridoparaella.Abajosedicencosasextrañas.Dicen…

—Yalosé,Rachel.Losétodo;perohacambiado.Yabajonotienenporquécontarcuentosdesusamos.

—No, señorita, o de lo contrario habrían dicho también algunas cosassobreelseñorHuntingdon.

—Noquierosaberlas,Rachel;sonmentira.

—Sí,señorita—dijoconserenidad,mientrasseguíaarreglándomeelpelo.

—¿Lascreestú,Rachel?—pregunté,despuésdeunapausa.

—No,señorita,enabsoluto.Verá,cuando loscriadosse juntan, lesgustahablar de sus amos y a algunos, un poco por fanfarronear, les gusta dar laimpresióndequesabenmásdeloqueparece,ysueltaninsinuacionesycosassóloparaasombraralosdemás.Perosiyofuerausted,señoritaHelen,pondríamuchaatenciónantesdedarelsalto.Creoqueunadamanuncaesdemasiadocuidadosaalelegirmarido.

—Desdeluegoqueno—dije—;perodateprisa,¿quieres,Rachel?Quierovestirme.

Y realmente estaba deseando deshacerme de la buenamujer, porquemeencontrabaenunestadodeánimotanmelancólicoqueapenaspodíacontenerlas lágrimasmientras ellamevestía.Corrieron pormismejillas no por lordLowborough,niporAnnabella,nipormí,sinoporArthurHuntingdon.

13.—Sehan ido.Élseha ido.Vamosaestarseparadosdurantemásdedosmeses…¡másdediezsemanas!Untiempomuylargoparavivirsinverle.Pero ha prometido escribirme a menudo, y me ha hecho prometer que leescribiré más a menudo todavía, porque él estará ocupado arreglando susasuntos y yo no tendré otra cosa mejor que hacer. En fin, creo que tendrésiempre muchas cosas que decir. ¡Oh, pero cuánto vamos a tardar en estarjuntos continuamente para poder intercambiar nuestros pensamientos sin laintervencióndeestosfríosmensajeros,lapluma,latinta,elpapel!

22.—YaherecibidovariascartasdeArthur.Nosonlargas,perosonmuydulces,igualesqueél;llenasdeafectofervorosoydeunhumorvivoyalegre;pero—siemprehayun«pero»enestemundoimperfecto—,peroavecesmegustaría que hablara en serio. No puedo conseguir que escriba o hable con

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verdadera formalidad.Nomepreocupamuchoahora,perosiessiempreasí,¿quéharéconlaparteseriademímisma?

CAPÍTULOXXIII

PRIMERASSEMANASDEMATRIMONIO

18defebrerode1822.—Estamañanatemprano,Arthurmontósucaballodecazaypartiócongranalborozotraslospodencos.Estaráfueratodoeldía,asíquemeentretendréconmiabandonadodiario,siesquepuedollamarasíaunacomposicióntanirregular.Haceexactamentecuatromesesqueloabríporúltimavez.

Ahoraestoycasada,ysoylaseñoraHuntingdondeGrassdaleManor.Miexperienciamatrimonialalcanzaya lasochosemanas.¿Lamentoelpasoquedi?No,aunquedeboconfesarmesinceramenteamímismaqueArthurnoesloque yo creí al principio, y si le hubiera conocido tan bien al comienzo denuestra relación como ahora, probablemente nunca le habría amado, y si lehubieraamadoprimeroyluegohubierahechoeldescubrimiento,metemoquehabríaconsideradomidebernocasarmeconél.Nocabedudadequepodríahaberleconocidoantes,pues todoelmundoestabadeseandocontarmecosasde él y él mismo no era un completo hipócrita. Pero yo me empeñabatenazmente en permanecer ciega y ahora, en vez de lamentarme por noconocerbiensucarácterantesdeunirmeindisolublementeaél,mealegrodeello, puesmeha salvadode librar unagranbatalla conmi concienciayporconsiguientemehaahorradounagrancantidaddepreocupaciónydolor;y,sealoquefuereloquetuvieraquehaberhecho,mideberahoraessencillamenteamarleynosepararmedeél,yestoestádeacuerdoconmiinclinación.

Estámuyenamoradodemí…casidemasiado.Meconformaríaconmenoscariciasymás racionalidad. ¡Megustaría sermenosunanimalitomimadoymásunaamiga,sipudieraelegir,peronovoyaquejarme!Sólotengomiedode que su cariño pierda en profundidad lo que gane en pasión.A vecesmeparececomoelfuegodelashojasylasramassecascomparadoconeldeunsólidocarbón,muybrillanteycaliente;perosiardieraynodejaranadasalvocenizas,¿quéharía?Peronoocurrirá,nopuedeocurrir,estoydecidida,yestoyseguradeque tengo fuerzaparamantenerlovivo.Asíquedesecharédeunavez este pensamiento. Pero Arthur es egoísta, no tengo más remedio quereconocerlo; y, en realidad, admitirlo me produce menos dolor del que sepodríaesperar,porqueleamotantoquepuedoperdonarlesinesfuerzoqueseame a sí mismo: le gusta que le complazcan, y para mí es un deleitecomplacerle,ysi lamentoestatendenciasuyanoespormipropiobien,sino

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porelsuyo.

El primer ejemplo me lo proporcionó con motivo de nuestro viaje denovios. Él quería que fuera corto y rápido, porque todos los sitios delContinente le eran familiares:muchoshabíanperdido interéspara élyotrosnunca lohabían tenido.Laconsecuencia fueque,despuésderecorrera todavelocidad parte de Francia e Italia, volví casi tan ignorante como antes, sinhaberme familiarizado ni con personas ni con costumbres, ymuy poco concosas; la cabeza me bullía con una abigarrada confusión de objetos yescenarios.Esciertoquealgunosmedejaronunaimpresiónmásagradablequeotros, pero ésta se veía amargada por el recuerdo de quemis emociones nohabíansidocompartidaspormicompañero;porelcontrario,cuandoyohabíaexpresado un interés especial por algo que veía o deseaba ver, él se habíasentidomolesto,porcuantoprobabaquepodíaencontrarplacerenalgoquenoteníarelaciónconél.

En París sólo estuvimos de paso, y él no me dio tiempo ni para ver ladécimapartedelasbellezasylosobjetosvaliososdeRoma.Queríallevarmeacasa,dijo,paratenermeparaélsoloyparavermeinstaladafelizmentecomolaseñoradeGrassdaleManor,talcualera:sencilla,ingenuaeincitante.Ycomosi yo fuera una frágil mariposa, expresó su miedo a que perdiera el colorplateadodemisalasalponermeencontactoconlasociedad,especialmenteladeRomayParís; y,más aún, no tuvo escrúpulos en decirmeque en ambasciudadeshabíadamasquelearrancaríanlosojossillegabanaverleconmigo.

Todo estome irritó, naturalmente; sin embargo, lo queme turbó no fuetantoladesilusiónquemellevécomoladecepciónqueélmecausó,yelapuroenquemevialtratardedarunaexplicaciónamisamigosporhabervistoyobservado tanpocosinecharleunapartículadeculpaamicompañero.Perocuandollegamosacasa—aminuevayencantadoracasa—,yomesentí tanfelizyél fue tancariñosoquese loperdoné todoespontáneamente;yestabaempezandoacreerquemisuerteerademasiadobuenaymimaridodemasiadobueno para mí, aunque no demasiado bueno para este mundo, cuando, elsegundodomingodespuésdenuestrallegada,mehorrorizóeimpresionóconotramuestradesuexigencia irrazonable.Volvíamosacasaandandodespuésdelserviciodelamañana.Eraundíafríoperoagradable.Comovivimoscercadelaiglesiayohabíapreferidonoutilizarelcochedecaballos.

—Helen—dijo—,noestoydeltodosatisfechocontigo.

Leexpresémideseodesaberquéeraloquehabíahechomal.

—¿Prometescorregirtesitelodigo?

—Sí,sipuedo,ysinircontramisprincipios.

—¡Ah!Yasalió,¿noves?Nomeamascontodotucorazón.

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—Notecomprendo,Arthur(almenosesperoqueno):porfavor,contesta,¿hehechoodichoalgoinconveniente?

—Noesnadaquehayashechoodicho;esalgoqueeres…eresdemasiadoreligiosa.Desde luegome gusta que unamujer sea religiosa, y creo que tupiedadesunodetusencantosmásgrandes,pero,comopasaconotrasbuenascualidades,puedenllevarsedemasiadolejos.Enmiopinión,lareligióndeunamujernodeberíahacerdisminuirsudevociónporsuseñorterrenal.Estábienquepurifiqueyespiritualicesualma,peronoqueseolvidedesucorazónyseeleveporencimadetodossussentimientoshumanos.

—¿Estoyyoporencimadelossentimientoshumanos?—dije.

—No, cariño, pero estás haciendo más progresos en tu camino hacia lasantidaddeloqueyoquisiera;duranteestasdoshorasheestadopensandoentiydeseandoencontrarmecontusojos,perotúestabastanabsortaentusrezosquenisiquieramehasdedicadounamirada.CreoqueessuficienteparatenercelosdelHacedor,locualestámuymal.Asíque,porelbiendemialma,novuelvasaexcitarunaspasionestanperversas.

—Daría todo mi corazón y toda mi alma a mi Hacedor si pudiera —contesté—ya tiniunátomomásde loqueÉlpermite.¿Quiéneres túparadártelasdediosyatreverteadisputarlaposesióndemicorazónconAquelaquien debo todo lo que tengo y todo lo que soy, todas lasmercedes que hedisfrutadoypuedadisfrutar,túentreellas,siesqueeresunamerced,locualestoymedioinclinadaadudar?

—No seas tan dura conmigo,Helen; y nomepellizques el brazo de esamanera;meestásmetiendolosdedoshastaelhueso.

—Arthur—continué,aflojandolapresióndemimano—,nomeamasnilamitaddeloqueyoteamo;y,sinembargo,simeamarasmuchomenosnomequejaría si amarasmás a tu Hacedor.Me alegraría verte tan absorto en tusrezos que ni siquiera tuvieras una mirada para mí. Pero, en realidad, noperdería nada en el cambio, porque cuanto más amaras a tu Dios, másprofundo,puroyverdaderoseríatuamorpormí.

Antemirespuestaselimitóareíryabesarmelamano,llamándomedulcefanática.Luego,quitándoseelsombrero,añadió:

—Peromíramebien,Helen:¿quépuedehacerunhombreconunacabezacomoésta?

La cabeza no parecía tener ningún defecto, pero cuando puso mi manoencimadeella,éstasehundióenunlechoderizos,alarmantementeprofundo,sobretodoenelmedio.

—¿Tedascuenta?Noestoyhechoparaserunsanto—dijoélriéndose—.

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SiDioshubieraqueridoquefueraunhombrereligioso,¿porquénomedioÉlunórganoapropiadodeveneración?

—Eres como el criado—respondí— que, en lugar de emplear su únicotalento al servicio de su amo, se lo devuelve sin mejorar, alegando, comoexcusa, que él sabía que era «un hombre duro, que cosecha donde no hasembrado, que recoge donde no ha esparcido».A quien le es dado poco, leserápedidopoco,peroatodossenospideelmayoresfuerzodequeseamoscapaces. A ti no te falta la capacidad de veneración, ni fe ni esperanza, niconciencia ni razón, ni ninguna otra cualidad cristiana, si decidierasemplearlas; pero todos nuestros talentos aumentan con el uso, y todas lasfacultades,tantobuenascomomalas,sefortalecenconelejercicio;portanto,sidecidesutilizarlasmalas,aquellasqueconducenalmal,hastaconvertirlasen tus dueñas, y abandonas las buenas hasta que desaparecen, sólo tú eresresponsabledeello.Perotútienestalento,Arthur,donesnaturalesdecorazón,espíritu y carácter, dones que muchos cristianos mejores que tú desearíanposeer,contaldequelosemplearasalserviciodeDios.Nuncaesperaríaqueteconvirtierasenunbeato,peroesperfectamenteposibleserunbuencristianosindejardeserunhombrefelizyalegre.

—Hablascomounoráculo,Helen,ytodoloquedicesesindudablementecierto;peroescuchaesto:estoyhambrientoyveoantemíunacomidabuenayabundante;semedicequesimeabstengodeprobarlahoytendrémañanaunsuntuoso banquete, consistente en toda clase de golosinas y manjaresexquisitos.Bien,enprimerlugar,meopondríaaesperarhastamañanacuandotengodelantedemílosmediosparaaplacarmihambre;ensegundolugar,lassólidasviandasdehoysonparamímásque losmanjaresexquisitosquemesonprometidos;entercerlugar,yonoveoelbanquetedemañana,y¿cómoséque no es todo una fábula inventada por el tipo de cara grasienta que meaconsejaquemeabstengaparaquedarseélcontodaslasbuenasvituallas?Encuarto lugar, esta mesa debe estar preparada para alguien, y, como diceSalomón,«¿quiénpuedecomer,oquiénpuededisfrutarestoapartedemí?».Yporúltimo,contupermiso,mesentaréysatisfarémisdeseosdehoyynomepreocuparédemañana.Quiénsabe,peroquizápuedaasegurarmeésteyaquél.

—Pero no se te exige que te abstengas de la abundante comida de hoy;únicamente se te aconseja que comas esas viandas más vulgares con talmoderación que no te incapacite para disfrutar del selecto banquete demañana. Si a pesar de ese consejo, eliges embrutecerte ahora, comiendo ybebiendoenexcesohastaelpuntodeconvertirlasbuenasvituallasenveneno,¿a quién echarás la culpa si después,mientras tú sufres los tormentos de laglotoneríaylaembriaguezdeayer,vesahombresmásmoderadossentarseadisfrutardelespléndidobanquetequetúnopuedesniprobar?

—Muycierto, santapatrona;pero,denuevo,nuestroSalomóndice:«No

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haynadamejorparaunhombrequecomer,beberyseralegre».

—Y también —repliqué— dice: «Regocíjate, oh, hombre joven, en tujuventud; y sigue los impulsos de tu corazón y lo que ven tus ojos; perorecuerdaqueportodasestascosasDiostepedirácuentaseneljuicio».

—Pero,Helen,estoysegurodequehesidomuybuenodurantelasúltimassemanas.¿Quéhasvistodemaloenmíyquéquerríasquehiciera?

—Nadamásqueloquehaces,Arthur:tucomportamientoescorrectohastaahora;peromegustaríaquecambiarasdeidea:megustaríaquetefortalecierascontra la tentación y no llamaras mal al bien y bien al mal; querría quereflexionarasmásprofundamente,mirarasmásallá,aspirarasamásdeloquehaces.

Habíamos llegado a la puerta, así queme callé; pero le dejé después dedarleunapasionadoabrazoempapadoenlágrimas.Entréenlacasaysubílasescalerasparaquitarmelagorraylacapa.Nodeseabaañadirnadamássobreelasuntoparaqueéstenoleinspiraraaversión,nitampocoyo.

CAPÍTULOXXIV

PRIMERAPELEA

25demarzo.—Arthurseestácansando,nodemí,creo,sinode lavidaociosaytranquilaquelleva;ynomeasombra,porquetienepocasfuentesdeentretenimiento:noleemásqueperiódicosyrevistasparacazadores;ycuandomeveocupadaleyendounlibro,nodescansahastaqueconsiguequelocierre.Cuandohacebuentiemposelasarreglaparapasarlobastantebien,peroenlosdías lluviosos—quehan sido losmás frecuentes últimamente—es bastantepenosocomprobarsuaburrimiento.Hagotodoloquepuedoparaentretenerle,peroes imposiblehacerque se intereseporaquellode loquemásmegustahablar;porotraparte,aélleplacehablardecosasquenopuedeninteresarme—que incluso me molestan— y éstas son las que más le gustan; suentretenimiento favorito es sentarse o recostarse junto a mí en el sofá ycontarme anécdotas de sus amores anteriores, que siempre se refieren a ladecepción de alguna muchacha fiel o al engaño de un marido confiado; ycuandoyoexpresomihorroreindignaciónentoncesélloatribuyetodoaloscelos,yseríehastaquelaslágrimasleruedanporlasmejillas.Alprincipioyosolía deshacerme en lágrimas o encolerizarme, pero viendo que su placeraumentabaenproporciónami iraymiagitación,he tratadodereprimirmissentimientosyescucharsusrevelacionesenelsilenciodeunserenodesprecio;pero a pesar de ello, él lee en mi rostro la lucha interior e interpreta la

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amargurademialmaporsuindignidadcomoeldolorquedejaenmílaheridadeloscelos;ycuandosehadivertidosuficientemente,otemequemidisgustose convierta en algo demasiado serio para su comodidad, intenta besarme ycalmarme para que sonría otra vez. ¡Nunca sus caricias fueron tan malrecibidas como en esosmomentos!Éste es el egoísmo hipócrita desplegadoantemíyantelasvíctimasanterioresqueseenamorarondeél.Hayvecesenque, con un arrepentimiento momentáneo—o un desánimo pasajero—, mepregunto:«¿Quéhashecho,Helen?».Perocensuroesavozinterioryrechazolosintrusospensamientosqueseagolpanenmicabeza.Aunqueélfueradiezvecesmássensualeinsensiblealasideasbuenasyelevadas,séquenotengoderechoalamentarme.Ynomelamentonimelamentaré.Leamotodavíayleseguiré amando, y no me arrepiento ni me arrepentiré de haber unido midestinoalsuyo.

4deabril.—Hemostenidounaltercado.Losdetallessoncomosiguen:

Arthurmehabíacontado,aretazos,todalahistoriadesuaventuraconladyF…,alaqueantesnodabacrédito.Fueunconsuelo,sinembargo,descubrirqueenestecasoladamahabíasidomásculpablequeél,puesenaquellaépocaél era un muchacho y ella había sido claramente la que había dado losprimeros pasos, si es cierto lo que él dice. La odié por ello, porque parecíacomosihubieracontribuidoasucorrupción.Cuandoempezóahablardeellael otro día, le rogué que no la mencionara, no podía soportar que sepronunciarasunombre.

—Noporquelahayasamado,Arthur,sinoporquetehizodañoyengañóasu marido y, en general, era una mujer abominable, a quien no deberíasmencionarsinavergonzarte.

Pero él la defendió diciendo que tenía un marido chocho a quien eraimposibleamar.

—Entonces,¿porquésecasóconél?—dije.

—Porsudinero—fuesurespuesta.

—Entonces eso fue otra indignidad, y la solemne promesa que hizo deamarleyrespetarlefueotramás,quenohizomásqueagravarlaúltima.

—Eres demasiado dura con la pobre señora —se rió—. Pero no tepreocupes,Helen,ellanomeimportaahora;nuncaheamadoaningunanilamitaddeloqueteamoati,asíquenodebestemerqueteabandonecomoaellas.

—Simehubierascontadotodasestascosasantes,Arthur,nuncatehabríadadolaocasióndehacerlo.

—¿Deverdad,cariño?

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—¡Estoycompletamenteseguradequeno!

Serió,incrédulo.

—¡Megustaríapoderconvencerteahora!—grité,separándomedesulado.Y por primera vez en mi vida, y espero que la última, deseé no habermecasadoconél.

—Helen—dijo,conmásseriedad—,¿sabesquesicreyera loqueacabasdedecirmepondríafurioso?Pero,graciasaDios,nolocreo.Aunqueestésahídepieconesacarapálidayesosojosqueechanchispas,mirándomecomounaverdadera tigresa, conozco tu corazón quizá un poco mejor de lo que loconocestúmisma.

Sin decir una palabra abandoné la sala y me encerré con llave en mihabitación.Alcabodeunamediahoravinohastamipuerta;primerointentóabrirlayluegollamóconlosnudillos.

—¿Nomedejasentrar,Helen?—dijo.

—No,mehasdisgustado—respondí—,ynoquierover tucaranioír tuvozhastamañana.

Se quedó allí unmomento como si estuviera aturdido o no supiera quéresponderasemejanteafirmación;luegosefue.

Esto ocurrió una hora después de cenar: yo sabía que para él seríamuytriste quedarse sentado solo hasta la hora de acostarse, y esto suavizóconsiderablemente mi resentimiento, pero no me obligó a ceder. Estabadecididaademostrarlequemicorazónnoerasuesclavoyquepodíavivirsinél si quería. Me senté y le escribí una larga carta a mi tía, en la que,naturalmente,noledecíanadadeesto.Pocodespuésdelasdiezdelanocheleoísubirdenuevo,peropasódelargopordelantedemipuertayfuederechoasugabinete,dedondenosalióentodalanoche.

Estababastanteinquietaporvercómomeacogíaalamañanasiguiente,ymi decepción no fue pequeña cuando le vi entrar en la habitación dondedesayunábamosconunasonrisaindolente.

—¿Estás todavía enfadada, Helen?—dijo, acercándose a mí como parasaludarme.Medirigífríamentealamesayempecéaservirelcafé,haciéndolenotarquesehabíaretrasadobastante.

Silbó por lo bajo y se acercó perezosamente a la ventana, dondepermaneció unosminutos contemplando el grato panorama que ofrecían lasnubesgrisesysombrías,lalluviacayendo,elcéspedempapadoylosárboleshúmedos,deshojados…murmurandomaldicionescontraeltiempo.Luegosesentóparadesayunar.Cuandoprobóelcafédijoqueestaba«c…efrío».

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—Nodeberíashaberdejadoqueseenfriara—dije.

Nocontestóyterminamosdedesayunarensilencio.Fueunalivioparalosdosquenostrajeranelcorreo.Habíaunperiódico,unaodoscartasparaélyunparde cartasparamí,que tiró en lamesa sindecirnada.Unaerademihermano, la otra de Milicent Hargrave, que está ahora en Londres con sumadre. Las suyas, creo, eran cartas comerciales y en apariencia pocointeresantes,pueslasmetióenelbolsillomurmurandoalgunasinterjeccionesque yo habría censurado en otra ocasión. Extendió el periódico ante él yparecióprofundamenteabsortoensu lecturaduranteel restodeldesayunoybastantetiempodespués.

Leer y contestarmis cartas y la dirección de los asuntos domésticosmetuvieronocupadatodalamañana;despuésdelalmuerzomepuseadibujary,desdelahoradecenarhastairmealacama,leí.Entretanto,elpobreArthurnosabía qué hacer para entretenerse u ocupar su tiempo. Deseaba dar laimpresióndeestartanatareadoydespreocupadocomoyo:siel tiemposelohubierapermitido,sindudahabríaordenadoqueleprepararansucaballoysehabría dirigido a algún lugar alejado—no importaba adónde— después deldesayuno,ynohubieravueltohastalanoche;dehaberhabidounadamaasualcance, que no tuviera menos de quince años ni más de cuarenta, habríaprocurado resarcirseydedicarse a coquetearo a intentar coquetear conella;pero,para íntimasatisfacciónmía,comonopodíarecurriraestasfuentesdeentretenimiento, sus suplicios fueron realmente lamentables. Después debostezarsobreelperiódicoygarabatearcortascontestacionesasuscartasaúnmás cortas, dedicó el resto de la mañana a ir de una habitación a otra, aobservarlasnubesymaldecirlalluvia,acariciando,azuzandoymaltratando,alternativamente,asusperros,avecestumbándoseenelsofáconunlibroquesesentíaincapazdeleer,yamenudomirándomefijamentecuandocreíaquenomedabacuenta,conlavanaesperanzadeencontrarenmirostrohuellasdelágrimas,oalgúnindiciodeangustiallenaderemordimientos.Peroyomelasarreglé para conservar una serenidad apacible, aunque seria, durante todo eldía. En realidad no estaba enfadada, sentía pena por él y deseabareconciliarme;peromehabíaempeñadoenquedieraélelprimerpaso,o,almenos,quemanifestaraalgunaseñaldeespírituhumildeycontrito;porquesiera yo quien lo hacía, sólo conseguiría alimentar su vanidad, aumentar suarroganciayecharaperderlalecciónquedeseabadarle.

Sequedómucho rato en el comedordespuésde la cena, yme temoquebebió más vino que de costumbre, aunque no lo suficiente para desatar sulengua,porquecuandoentróymehallóocupadatranquilamenteconmilibro,demasiadoabsortaenélparalevantarlacabezaconmotivodesuentrada,selimitó amurmurar una expresiónde contenida censura y, cerrando la puertacon fuerza, se encaminó al sofá y se tumbó sobre él cuan largo era,

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disponiéndoseadormir.PeroDash, sucocker favorito,queestaba tendidoamispies,setomólalibertaddesaltarencimadeélyempezaralamerlelacara.Loapartódeungolpe,yelpobreperrogimióycorrióaacurrucarsedenuevojuntoamí.Cuandosedespertó,unamediahoradespués, lollamódenuevo,peroDashlemirósoñolientoysólomeneóunpocoelextremodesucola.Lollamómásautoritariamente,peroDashseacercómásamíymelamiólamanocomoimplorandoprotección.Exasperado,sudueñoagarróunpesadolibroyseloarrojóalacabeza.Elpobreperrosoltóunaullidolastimeroycorrióhacialapuerta.Ledejésaliryluegorecogítranquilamenteellibro.

—Dameeselibro—dijoArthurenuntononomuycortés.

Selodi.

—¿Porquéhasdejadosaliralperro?—preguntó—.Sabíasqueyoqueríaquevinieraamilado.

—¿Quépodíahacermesuponereso?—respondí—.¿Queletirarasellibroalacabeza?¿Oibaquizádirigidoamí?

—No;peroyaveoquetambiéntealcanzó—dijo,mirándomelamano,quetambiénhabíarecibidoungolpeyteníaalgunosrasguños.

Seguí leyendo y él se esforzó por hacer lo mismo; pero, al poco rato,después de varios bostezos portentosos, declaró que su libro era una«condenadabasura»y lo arrojó encimade lamesa.Luego siguieronochoodiezminutosdesilencio,durantelamayorpartedeloscuales,creo,memirófijamente.Porfin,supacienciaseagotó.

—¿Quélibroesése,Helen?—preguntó.

Selodije.

—¿Esinteresante?

—Sí,mucho.

Seguí leyendo, o fingí seguir leyendo, al menos; no puedo decir queexistieramucha comunicación entremisojosymi cerebro, pues aunque losprimeros se deslizaban sobre las páginas, el último se preguntaba inquietocuándovolveríaahablarArthur,quédiríayquécontestaríayo.Peronovolvióahablarhastaquemelevantéahacerté,ysólofueparadecirqueélnoquería.Continuó tumbado perezosamente en el sofá, alternativamente cerrando losojosymirandoelrelojoamí,hastalahoradeacostarse;cuandomelevanté,cogíunavelaymeretiré.

—¡Helen!—gritó,cuandoyoyahabíasalidodelahabitación.

Mevolvíyesperésusórdenes.

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—¿Quéquieres,Arthur?—dijeporfin.

—Nada—respondió—.¡Vete!

Mefuipero,aloírlemurmuraralgocuandoestabacerrandolapuerta,mevolvídenuevo.Meparecióoíralgomuyparecidoa«malditaperra»,peroyoestabadeseandoquefueraalgomás.

—¿Meestabasdiciendoalgo,Arthur?—lepregunté.

—No—fuelarespuesta,ycerrélapuertaymefui.Nolevolvíaverhastalamañanasiguienteeneldesayuno,cuandobajóunahoradespuésdeloqueteníaporcostumbre.

—Tehasretrasadomucho—fuemisaludomatinal.

—Noteníasningunanecesidaddeesperarme—fueelsuyo;ysedirigióalaventanaotravez.Eltiempoeraexactamenteigualaldeldíaanterior.

—¡Oh, esta maldita lluvia! —murmuró. Pero después de estudiardetenidamente el paisaje durante un minuto o dos, pareció ocurrírsele unabrillanteidea,porquedeprontoexclamó—:¡Peroyaséloquevoyahacer!—Y luego se volvió y ocupó su sitio en la mesa. La saca de correos estabatodavíaallíesperandoquelaabrieran.Laabrióyexaminósucontenido,peronodijonadasobreél.

—¿Hayalgoparamí?—pregunté.

—No.

Abrióelperiódicoycomenzóaleer.

—Seríamejorquetomaraselcafé—sugerí—;seteenfriaráotravez.

—Puedesirte—dijo—,siyahasdesayunado.Notenecesito.

Melevantéymeretiréalahabitaciónvecina,preguntándomesiíbamosatener otro día tan triste como el anterior, deseando fervientemente queterminara esta mutua tortura. Poco después le oí tocar la campanilla y daralgunasórdenessobresuguardarropa,loquemeparecióquesignificabaquetenía intencióndehacerun largoviaje.Luegomandó llamaralcocheroyoíalgo acerca del coche y los caballos, Londres, y mañana a las siete de lamañana;todolocualmesorprendióeintranquilizónopoco.

«Nodebodejarle, de ningunamanera, quevaya aLondres—medije—;harátodaclasedediablurasyyotendrélaculpa.Perolacuestiónes:¿cómovoyaalterarsusplanes?Enfin,esperaréunpoco,aversilomenciona».

Esperéunahorayotra,angustiada;nomedijoniunapalabrasobreello,nisobreningunaotracosa.Silbabay leshablabaa losperrosydeambulabadehabitaciónenhabitación, al igualque lohabíahechoel día anterior.Por fin

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empecéapensarquedebíaseryoquiensacarael tema,yestaba tratandodeencontrarlamaneradehacerlo,cuandoaparecióJohny,sacándomedelapurosinpretenderlo,nostransmitióelsiguientemensajedelcochero:

—Perdone,señor,Richarddicequeunodeloscaballostieneunresfriadomuy fuerte y cree que si no tuviera usted ningún inconveniente en hacer elviajepasadomañanaenvezdemañana,élpodríacurarlohoyparaasí…

—¡Malditaimprudencialasuya!—exclamóelamo.

—Perdone, señor, pero dice que sería mucho mejor que lo pensara —insistióJohn—,porqueesperaquehayauncambiodetiempodentrodepoco,ydicequenoesconveniente,cuandouncaballoestátanresfriadoymedicado,que…

—¡Queeldiablosellevealcaballo!—gritóelcaballero—.Enfin,dígalequelopensaré—añadió,despuésdereflexionarunosinstantes.Melanzóunamiradainquisitivaunavezqueelcriadoseretiró,esperandoencontraralgunaseñaldealarmayprofundoasombro;pero,estandosobreaviso,meprotegíconunaexpresióndeestoicaindiferencia.Susemblantesedesmoronóalcruzarseconmiserenamirada,apartó lasuyaconpatentedecepciónyseacercóa lachimenea,dondepermanecióenunaactituddefrancoabatimiento,apoyadoenlarepisaconlafrentehundidaenelbrazo.

—¿Adóndequieresir,Arthur?—pregunté.

—ALondres—respondiócongravedad.

—¿Paraqué?—pregunté.

—Porquenopuedoserfelizaquí.

—¿Porquéno?

—Porquemiesposanomeama.

—Ellateamaríacontodoelcorazónsitúlomerecieras.

—¿Quédebohacerparamerecerlo?

Estosonóbastantehumildeyserio,yyoestaba tanemocionada,entre latristezaylaalegría,quenotuvemásremedioquehacerunapausadevariossegundosantesdeaclararmivozparacontestar.

—Siella tedasucorazón—dije—, túdebesacogerlocongratitud,ynodespedazarlo,yreírteensucara,porqueellanopuedearrancárselo.

Élsevolvióysequedómirándomeconlaespaldaapoyadaenlarepisadelachimenea.

—Venentonces,Helen.¿Vasaserunamuchachabuena?

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Estoparecíademasiadoarrogante,ylasonrisaqueacompañóalafrasenomegustó.Deahíquedudaraencontestar.Quizámiprimerarespuestahabíaimplicadodemasiado:habíaoídoquemivozvacilabaypodíahabervistoquemesecabaunalágrima.

—¿Vasaperdonarme,Helen?—continuó,enuntonomáshumilde.

—¿Estásarrepentido?—respondí,acercándomeaélysonriéndole.

—¡Apesadumbrado! —contestó con una expresión triste, pero con unasonrisaalegreacechandoenlosojosyenlascomisurasdesuslabios;masestonopudodetenermeymeechéensusbrazos.Meabrazóapasionadamente,yaunque yo era unmar de lágrimas, creo que nunca fui tan feliz enmi vidacomoenaquelmomento.

—Entonces, ¿no irás a Londres, Arthur?—dije, cuando cedió el primerarrebatodelágrimasybesos.

—No,amormío…anoserquevengasconmigo.

—Iré encantada —respondí—, si crees que el cambio te divertirá y siaplazaselviajehastalapróximasemana.

Consintió con placer, pero dijo que no era necesario hacer tantospreparativos, ya que no pensaba estarmucho tiempo, pues no quería que lagran ciudadmemoldeara a su gusto y perdierami frescura campestre ymipersonalidad relacionándome demasiado con las damas mundanas. Esto mepareció una tontería, pero no deseaba contradecirle en aquel momento: melimitéadecirquemishábitoseranmuydomésticos,comoélsabíamuybien,yquenoteníaespecialinterésenmezclarmeconelmundo.

Así que vamos a ir a Londres el lunes, es decir, pasado mañana. Hanpasadocuatrodíasdesdeque terminónuestroenfado,yestoy seguradequenoshasentadobienalosdos:mehahechoapreciaraArthurmuchomás,ylehaobligadoaélacomportarsemuchomejorconmigo.Desdeentonces,nuncahaintentadomolestarmeconlamásligeraalusiónaladyF…,oconalgunosdelosdesagradablesrecuerdosdesuvidaanterior.Megustaríaborrarlosdemimemoria,oconseguirqueélconsidereestascuestionesalamismaluzqueyolohago. ¡En fin!Loqueha ocurrido es algo, sin embargo, que le ha hechocomprender que éstos no son asuntos apropiados para una broma conyugal.Podrá darse cuenta de más cosas alguna vez. No pondré límite a misesperanzas; a pesar de las predicciones de mi tía y de mis inexplicablestemores,estoyseguradequevamosaserfelices.

CAPÍTULOXXV

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PRIMERAAUSENCIA

El18deabril fuimosaLondres;el8demayoyoregresé,cumpliendoeldeseo de Arthur: completamente en contra del mío, pues le dejé solo. Sihubieravenidoconmigo,mehabríasentidocomplacidadevolveracasa,puesmientras estuvimos allíme obligó a llevar una vida tan bulliciosa y agitadaque, en este corto espacio de tiempo, me quedé completamente agotada.Parecíadecididoaexhibirmeantesusamigosyconocidosenparticular,yanteel público en general, en cualquier ocasión que se presentaba y sobre todocuando el lucimiento podía ser mayor. Daba la impresión de que meconsiderabaunvaliosoobjetodelqueestabaorgulloso;perohubedepagarunprecio muy alto por esta satisfacción porque en primer lugar, paracomplacerle,tuvequecontrariarmisgustosmásqueridos:misprincipioscasiarraigadossobreunaformadevestirsencilla,oscuraysobria;debíadestellarcon costosas joyas, engalanarme como una mariposa pintada, justo lo que,hacía mucho tiempo, había decidido no hacer nunca; y esto no fue unsacrificio pequeño. En segundo lugar, me esforzaba continuamente porsatisfacer sus atrevidas aspiraciones y hacer honor a su elección, en miconductayprocedergenerales, temiendodecepcionarleconalguna torpezaoalgúnrasgodeinexpertaignoranciasobrelascostumbresdelasociedad,sobretodocuandometocabaelpapeldeanfitriona,quesemepedíadesempeñarconnopocafrecuencia.Yentercer lugar,comoyainsinuéantes,estabacansadadelamuchedumbreyelbullicio,elapresuramientoyelcambioincesantedeunavidatanajenaamiscostumbresanteriores.Porfin,descubrióquelosairesde Londres no me sentaban muy bien y que suspiraba por mi hogar en elcampo,porloquedebíaregresarinmediatamenteaGrassdale.

Yo le aseguré sonriente que el caso no era tan urgente como él parecíacreer, pero que deseaba ciertamente volver a casa si él también quería.Respondió que tendría que quedarse una o dos semanas más, pues ciertosasuntospendientesrequeríansupresencia.

—Entonces,mequedarécontigo—dije.

—Esonopuedeser,Helen—fuesurespuesta—:mientrasestésaquíhabrédeocuparmedetiydesatendermisnegocios.

—Pero no tendrás que hacerlo —repliqué—. Ahora que sé que tienesasuntosdelosqueocuparte,insistoenquetedediquesaellosymedejessola.Adecirverdad,estoydeseandodescansarunpoco.Puedodarmispaseosapieyacaballoporelparquecomosiempre;ytusnegociosnopuedentenertetodoeldíaocupado;porlomenosteveréalashorasdecomeryaúltimahoradelatarde,yesoserámejorqueestaraleguasdetiynoverteenabsoluto.

—Pero,amormío,nopuedopermitirquetequedes.¿Cómopuedoponer

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enordenmiscosascuandoséqueestásaquí,abandonada…?

—No me sentiré abandonada: mientras estés cumpliendo con tu deber,Arthur,nuncamequejaré.Simehubierasdichoque teníasalgoquehacer,aestas alturas ya habrías hecho lamitad; en cambio ahora debes recuperar eltiempoperdidocondobleesfuerzo.Dimeloqueesyserétucapataz,enlugardeserunobstáculo.

—No,no—insistiólatercacriatura—,debesirteacasa,Helen;debotenerlasatisfaccióndesaberqueestásbienyasalvo,aunquelejos.Tusluminososojos están cansados y esa tierna y delicada lozanía ha desaparecido de tusmejillas.

—Esosedebesóloatantoajetreoybullicio.

—Te digo que no; se debe al aire de Londres; estás suspirando por lasfrescasbrisasdetucasaenelcampo,ylassentirásantesdequepasendosdíasmás.Yrecuerdatusituación,queridísimaHelen;detusaluddependelasalud,sinolavida,denuestrafuturaesperanza.

—Entonces,¿quieresquemevaya?

—Sí,quiero,yteacompañaréyomismohastaGrassdale,yluegovolveré.Noestaréausentemásdeunasemanaoquincedíascomomucho.

—Puessideboirme,meirésola;sitútienesquequedarte,noesnecesarioquemalgastestutiempoenelviajedeidayvuelta.

Peroaélnolegustabalaideademandarmesola.

—Pero ¿por qué? ¿Por qué clase de inútil criatura me has tomado —repliqué—,quenopuedespermitirmerecorrercientocincuentakilómetrosennuestro propio carruaje, atendida por nuestro criado y nuestra doncella? Sivienesconmigo ten laseguridaddeque te retendré.Perodime,Arthur,¿quéaburridoasuntoesése?¿Porquénolomencionastenuncaantes?

—Esalgoquetengoquehacerconmiabogado—dijo.

Mehablóalgosobreunterrenoquedeseabavenderparapagarunapartedelosgravámenessobresupatrimonio;pero,obienlaexplicaciónfueunpococonfusa, o yo estaba bastante torpe, porque no pude entender con claridadcómo podía retenerle esto en la ciudad una quincena después de irme yo.Ahora me resulta más difícil todavía comprender cómo podía retenerle unmes,pueshaceese tiempoque ledejéyaúnnohe tenidonoticiasdeél.Entodaslascartasmeprometeestarconmigodentrodepocosdíasysiempremeengañaoseengañaasímismo.Susexcusassonvagaseinsuficientes.Nomecabedudadequeandadenuevoconsusantiguoscamaradas.¡Oh,porquéledejé!¡Cómomegustaríaquevolviera!

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29dejunio.—NosénadadeArthurtodavía;llevomuchosdíasbuscando,buscandoenvanounacartadeél.Lassuyas,cuando llegan,sonunascartascariñosas, si es que las palabras bonitas y los epítetos cariñosos puedenatribuirlesesetítulo,peromuycortas,yllenasdeexcusastrivialesypromesasenlasquenopuedoconfiar;¡y,sinembargo,cómolasechodemenos!¡Conquéansiaabroydevoroestascontestacionesbrevesyescritasatodaprisaalastresocuatrolargascartasquehastaahoraharecibidodemí!

¡Oh,escrueldejarmetantotiemposola!Élsabequenotengoanadieconquien hablar aparte de Rachel, pues no tenemos vecinos aquí, excepto losHargrave,cuyaresidenciadifícilmentepuedovislumbrardesdeestasventanas(lasmásaltas),ocultaporesascolinasbajasyllenasdeárbolesqueestánmásalládelDale.MepusemuycontentacuandomeenterédequeMilicentestabatancercadenosotros;sucompañíaseríaunconsueloparamíahora,peroellatodavía está en la ciudad con sumadre: no hay nadie en elGrove, salvo lapequeñaEsther y su institutriz francesa, puesWalter está siempre fuera. EnLondresviaesedechadodeperfeccionesmasculinas:apenasparecíamerecerloselogiosdesumadreysuhermana,aunquemediolaimpresióndesermástratableyagradablequelordLowborough,máscándidoyconunamentemáselevada que el señor Grimsby, y más refinado y caballeroso que el señorHattersley, el otro de los dos únicos amigos queArthur consideró oportunopresentarme.¡Oh,Arthur,porquénovienes!¡Porquénomeescribesdeunavez!Hablastedemisalud:¿cómopuedesesperarquerecupereaquímilozaníay vigor, atrapada día tras día por la soledad y la angustia? Te serviría delección encontrar cuando vinieras quemi buen aspecto ha desaparecido deltodo.Les rogaríaamis tíos,oamihermano,quevinieranaverme,peronoquieroquejarmedemisoledaddelantedeellos.Ylaverdadesquelasoledades el menor de mis males; pero ¿qué está haciendo? ¿Qué es lo que lemantiene alejado? Es esta pregunta, siempre repetida, y las sugerencias quesuscitaloquemeenloquece.

3 de julio. — Mi última y amarga carta le ha arrancado, por fin, unacontestación,ybastantemáslargadelohabitual;sinembargo,aúnnoséquépensardeella.Mereprochaalegrementeelrencorylaamargurademiúltimodesahogo, me dice que no puedo hacerme una idea de la multitud decompromisosque leretienen lejosdemí,peroaseguraque,apesardeellos,estaráconmigoantesdequeterminelapróximasemana,aunqueesimposibleparaunhombretanocupadocomoélfijarunafechaprecisaparasuregreso;entretantomeexhortaaquetengapaciencia,«laprimeradelasvirtudesdelamujer», y quiere que recuerde el dicho, «la ausencia hace al corazón máscariñoso», y me consuela con la confianza de que cuanto más tiempo estéseparadodemí,másmeamarácuandovuelva:yhastaqueregrese,meruegaque siga escribiéndole asiduamente, porque, aunque se encuentra demasiadocansado y a menudo demasiado ocupado para contestar mis cartas una por

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una,legustarecibirlasdiariamente,yquesicumplomiamenazadenovolveraescribirlecomocastigoporsuabandono,seenfadarátantoqueharátodoloposibleporolvidarme.AñadeestaligerainformaciónsobrelapobreMilicentHargrave:

TupequeñaamigaMilicentesprobablequeno tardemuchoenseguir tuejemploy tomesobresíelyugodelmatrimonioenunióndeunamigomío;Hattersley, como sabes, todavía no ha cumplido su horrible amenaza deofrecersupreciosapersonaalaprimerasolteronaquedecidamostrarternuraporél;peroestáresueltoacumplirsudecisióndeserunhombrecasadoantesdequetermineelaño:«Únicamente—medijo—,quierocasarmeconalguienquemedejehacerlascosasamimanera,nocomotuesposa,Huntingdon;ellaesunacriaturaencantadora,peroparececomosisiempresesalieraconlasuyay pudiera encolerizarse cuando se presenta la ocasión» (yo pensé: «en esotienes razón, amigo», pero no se lo dije). «Debo tener a mi lado un almabuena, tranquila, que me deje hacer lo que me gusta, ir a donde quiera,quedarme en casa o salir, sin una palabra de reproche o queja; no puedosoportar quememolesten». «Bueno—dije—, yo conozco a alguien que teviene como anillo al dedo, si no te importa el dinero, y es la hermana deHargrave,Milicent».Quisoqueselapresentarainmediatamente,porquedijoqueélteníaeldineronecesario…olotendríadesobracuandosuviejopadredecidiera desaparecer de escena. Como ves, Helen he hecho un favor a tuamigayamiamigo.

¡PobreMilicent!Peronopuedoimaginarmequeseveaobligadanuncaaaceptar semejante pretendiente, alguien que está tan lejos de lo que ellaconsideraquedebeserunhombredignodeserrespetadoyamado.

5. — ¡Ay! Estaba equivocada. He recibido una larga carta de ella estamañana, en la queme dice que ya está comprometida y que espera casarseantesdefindemes.

Apenasséquédecir—escribe—oquépensar.Adecirverdad,Helen,nomeagradalaideaenabsoluto.SivoyaserlaesposadelseñorHattersley,debointentar amarle; y lo intento con todas mis fuerzas, pero he hecho pocosprogresostodavía;ylopeordetodoesquecuantomáslejosestádemí,másmegusta:measustaconsusmodalesbruscosysusextrañasbravatas,ytemola idea de casarme con él. «Entonces, ¿por qué le has aceptado?», mepreguntarás;yonosabíaquelehabíaaceptado;peromamámedicequesíyélparecepensarlomismo.Yonoteníaintencióndehacerlo,peronoqueríadarleunanegativarotundapormiedoaquemamáseenfadarayentristeciera(puessabíaqueellaqueríaquemecasaraconél),ydeseabahablarconellaprimerosobreesto,asíquelecontestéconloqueyocreíunaevasiva,unarespuestaenpartenegativa;peroelladicequefuetanbuenacomounaaceptación,yqueélpensaría que yo soymuy caprichosa si intentaba ahora echarme atrás. Y la

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verdadesqueestabatanconfusayasustadaenaquelmomento,queapenasséloquedije.Ycuandovolvíaverlemeabordóconlaseguridaddequeerasuprometidaeinmediatamentecomenzóaarreglarlascosasjuntoconmamá.Notuve el valor de contradecirles entonces, ¿y cómo puedo hacerlo ahora?Nopuedo;pensaríanqueestoyloca.Además,mamáestátanencantadaconlaideade la boda…; cree que lo ha arreglado todomuy bien paramí, y no puedosoportarlaideadedecepcionarla.Yolepongoobjecionesaveces,yledigoloquesiento,peronopuedes imaginartecómohabla.El señorHattersleyeselhijodeunprósperobanquero,comosabes,yEstheryyonotenemosfortuna,yWalterpoca;asíquelabuenademamáquierevernosatodosbiencasados,esdecir,unidosacónyugesmuyricos.Dicequecuandoyoestébieninstaladay no tenga que preocuparse de mí, descansará; y me asegura que será unabuenacosatantoparalafamiliacomoparamí.InclusoWalterestáencantadoconlaidea,ycuandoleconfiesolaaversiónquesientopormifuturomarido,dicequeesunaestupidezinfantil.¿Creesqueesunaestupidez,Helen?Nomeimportaríasivieraalgunaposibilidaddesercapazdeamarleyadmirarle,perono puedo. No hay en él nada que sea digno de estima y afecto: esdiametralmenteopuestoa loqueyome imaginabaquedebía sermimarido.Nointentespersuadirmeporquemidestinoyanopuedecambiarse:yaseestánhaciendo los preparativos para este importante acontecimiento; y no digasnadaencontradelseñorHattersley,porquequieropensarbiendeél;yaunqueyomismahehabladomal,lohagoporúltimavez;apartirdeahora,nuncamepermitiré una palabra de menosprecio, aunque parezca merecerla; yquienquiera que se atreva a hablar despectivamente del hombre a quien heprometido amar, respetar y obedecer, deberá esperar mi serio disgusto.Despuésde todo, piensoque es tanbueno comoel señorHuntingdon, si nomejor;y,sinembargo,túleamasyparecequeestáscontentayfeliz;yquizáamímesucedalomismo.Debesdecirme,sipuedes,queelseñorHattersleyesmejor de lo que parece, que es honrado, honorable, sincero; de hecho, unperfectodiamanteenbruto.Puedesertodoesto,peroyonoleconozco.Sóloconozcolaaparienciayesloqueesperoquesealopeordeél.

Su carta concluye así: «Adiós, querida Helen, espero ansiosamente tuconsejo,peroprocuraqueseaelacertado».

¡Ay,pobreMilicent!¿Quévalorpuedodarte,oquéconsejo,salvoqueesmejorplantarseahoratemerariamente,aunqueseaacostadeencolerizara lamadre, al hermano y al prometido, que consagrar toda tu vida, de aquí enadelante,alatristezayallamentoinútil?

Sábado,13.—Hapasadoyalasemanaynohavenido.Seestáacabandoeldulceveranosinqueyorecibaunabrisadeplaceryélladisfrute.Heestadotantotiempoanhelandoestaestaciónconlacariñosa,ilusionadaesperanzadedisfrutarla tan dulcemente juntos…; y de que, con la ayuda de Dios y mis

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esfuerzos, fuera elmedio de elevar su espíritu y refinar su gusto hasta queapreciaradebidamentelosplaceressaludablesypurosdelanaturaleza,lapazyelsagradoamor.Peroahora,denoche,cuandoveocómoelsol redondoyrojo se hunde serenamente tras esas colinas pobladas de árboles, dejándolasdormirenunabrumacálida,roja,dorada,sólopiensoenelhermosodíaquehemosperdidolosdos;yporlamañana,cuandomedespiertanelgorjeoyelaleteodelosgorrionesyelcantoalegredelasgolondrinas—ocupadostodosen alimentar a sus crías y llenar de vida y alegría sus pequeños cuerpos—,abro la ventana para aspirar el aire fragante y vivificante, y contemplo elmaravilloso paisaje, risueño por el rocío y los rayos del sol. Demasiado amenudo deshonro este escenario glorioso con lágrimas de ingrata tristezaporqueélnopuedesentirsuinflujorefrescante;ycuandovagoporlosviejosbosquesymeencuentroconlaspequeñasfloressilvestresquemesonríenenel sendero, ome siento a la sombra de nuestros nobles fresnos al borde delagua,consus ramasoscilandosuavementecon labrisaestivalquemurmuraentre su emplumado follaje, con los oídos llenos de esa música suavemezclada con el ligero zumbido de los insectos, los ojos abstraídos en lasuperficiecristalinadelpequeñolagoqueseextiendeantemí,conlosárbolesque se agolpan en su orilla, algunos inclinándose graciosamente a besar susaguas,otroselevandosuscopasaloaltoconmajestad,peroconsusgruesasramas extendidas sobre elmargen, todos ellos reflejándose claramente en lohondo,muyen lohondode suprofundidad cristalina…Aunqueaveces lossaltosdelosinsectosacuáticosquiebranlasimágenes,yaveces,duranteunossegundos,todalasuperficiesehaceañicosconunabrisaquesoplademasiadoáspera…Sin embargo, nada de esome produce placer.Cuantomayor es lafelicidadquelanaturalezadespliegaantemí,másmelamentodequenoestéélaquíparadisfrutarla;cuantomayoreslabendiciónquepodríamosdisfrutarjuntos,mássientonuestradesdichadeestarseparados(sí,nuestra:éldebedeser desdichado aunque quizá no lo sepa); y cuanto más se complacen missentidos, más se oprime mi corazón, porque él lo tiene confinado entre elpolvoyelhumodeLondres…quizáencerradoentrelascuatroparedesdesuabominableclub.

Perosobretodo,denoche,cuandoentroenmisolitariaalcobaylevantolacabeza para contemplar la luna del verano, «dulce regente del cielo», quepende sobremí en la «bóveda azul oscuro del firmamento», derramando undiluvioderesplandorargénteosobreeljardín,yelbosque,yelagua,tanpura,tanserena,tandivina,mepregunto:¿dóndeestáahora?¿Quéestáhaciendoenestemomento?Totalmenteajenoaestepaisajecelestial…quizádivirtiéndoseconsusalegrescamaradas,quizá…¡Dios,ayúdame,esdemasiado!

23. — ¡Ha venido por fin, gracias a Dios! Pero ¡qué cambiado está!,coloradoyfebril,distraídoylánguido,subellezahadisminuidoextrañamente,suvigorysuvivezahandesaparecido.Nolehereprendidoconelgestonila

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palabra;nisiquieralehepreguntadoquéhaestadohaciendo.Notengovalorpara hacerlo, porque creo que se avergüenza de sí mismo. Debe de estarpesarosodeverdad,yunapregunta semejante seríapenosapara losdos.Miindulgencialecomplace,leemocionaincluso,meatreveríaadecir.Dicequesealegradeestardenuevoencasa,yDiossabeloquemealegratenerledenuevo, incluso en el estado en que se encuentra. Se pasa casi todo el díatumbadoenelsofá,yyomepasohorascantandoytocandoelpianoparaél.Meocupodecontestarsuscartasensulugar,ylellevotodoloquenecesita;aveces le leo, otras le hablo, y otras me limito a sentarme junto a él,acariciándole en silencio. Sé que no se lo merece, y temo que no le hagoningúnbien,peroporestavezleperdonaré,libreyenteramente.Leimpulsaréhacialavirtudsipuedoynuncavolveréapermitirlequemedejesola.

Le complacenmis atenciones, quizá está agradecido por ellas. Le gustatenermecerca,yaunqueesbruscoydisplicenteconsuscriadosysusperros,esamableycariñosoconmigo.

No sé cuál sería su reacción si nome anticipara tan solícitamente a susdeseosyevitaracontantoescrúpuloodesistieraenelactodehaceralgoquepudieramolestarleoirritarle,aunquefueramínimamente.¡Conquéintensidaddeseo que seamerecedor de todos estos cuidados!Anoche,mientras estabasentada junto a él, con su cabeza enmi regazo, pasandomis dedos por sushermosos cabellos, este pensamiento hizo llenar mis ojos de desconsoladaslágrimas,comomeocurreamenudo;peroenestaocasiónunalágrimacayóensu rostro y le obligó a mirar hacia arriba. Sonrió, pero no de una maneraofensiva.

—¡Helen, querida!—dijo—. ¿Por qué lloras? Sabes que te quiero.—Yapretómimanocontrasuslabiosfebriles—.¿Quémáspodríasdesear?

—Únicamente,Arthur,queteamarasatimismo,tanverdaderayfielmentecomoyoteamo.

—¡Eso sería realmente difícil! —respondió, apretándome con cariño lamano.

24deagosto.—Arthureselmismootravez,tanvigorosoyatolondrado,taninconstantecomosiempre,ytanimpacienteydifícildeentretenercomounniño mal criado, y casi igual de malicioso también, sobre todo cuando eltiempolluviosoleobligaaquedarseencasa.Megustaríaquetuvieraalgoquehacer, alguna ocupación útil, o profesión, o empleo, algo en que ocupar sucabezaosusmanosduranteunashorasaldía,queleobligaraapensarenalgomásqueensupropioplacer.Podríaocuparsedelagranja,comouncaballerodel campo, pero no tiene el menor conocimiento sobre estas cosas y no separaríaaconsiderarloniunmomento…;ocomenzaralgúnestudioliterario,oaprender a dibujar o a tocar el piano, ya que le gusta tanto lamúsica…; a

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menudo trato de convencerle de que aprenda piano, pero es demasiadoperezoso para semejante empeño: tiene tanta idea de cómo esforzarse pararemontar dificultades como de dominar sus apetitos naturales; y estas doscosas son su ruina. Hago responsables de las dos a su severo aunquenegligentepadreyasuindulgentemadre.Sialgunavezsoymadrelucharécontesóncontraestecrimendelaexcesivaindulgencia.Difícilmentepodríadarleunnombremássuavecuandopiensoenlosmalesquetraeconsigo.

Porfortuna,seacercalaépocadecazayentonces,sieltiempolopermite,tendrá bastante ocupación persiguiendo y acabando con las perdices y losfaisanes; no tenemos urogallo, pues de lo contrario podría estar ocupado eneste momento, en vez de tumbarse bajo la acacia tirándole de las orejas aDash. Pero dice que es muy triste cazar solo; le gustaría tener uno o dosamigosqueleacompañaran.

—Pues que sean aceptablemente decentes, Arthur —dije. La palabra«amigo», en sus labios, hacía que me estremeciera: sé que fue uno de sus«amigos» quien le indujo a quedarse solo en Londres tanto tiempo. Enrealidad,porloqueselehaescapadoohainsinuadoalgunaqueotravez,nomecabeningunadudadequelesenseñabamiscartas,paraquevieranconquécelo su esposa velaba por sus intereses y cuán tristemente lamentaba suausencia;ydequeleconvencieronparaquesequedaraunasemanatrasotra,yse precipitara en toda clase de excesos para evitar que le tomaran por unestúpido dominado por sumujer, y quizá para demostrar lo lejos que podíallegar sin correr el peligro de resquebrajar la fervorosa veneración de lacariñosacriatura.Esunaideaodiosa,peronocreoqueseafalsa.

—Bueno—respondió—, pensé que lord Lowborough podía ser uno deesosamigos;peronohayposibilidaddeconseguirquevenga sin suesposa,nuestracomúnamiga,Annabella;asíquedebemospedírseloalosdos.Ellanote preocupa, ¿verdad,Helen?—me preguntó con un brillomalicioso en losojos.

—Desde luego que no —respondí—. ¿Por qué iba a preocuparme? ¿Yquiénmás?

—ElotroseríaHargrave.Legustaríavenir,aunquevivatancerca,porquetiene poco campo donde cazar, y podemos extender nuestras capturas en elsuyo, siqueremos; es absolutamente respetable, comosabes,Helen, todouncaballero; también he pensado en Grimsby: es un tipo bastante decente ytranquilo.¿TienesalgunaobjeciónqueponeraGrimsby?

—Le detesto; sin embargo, si quieres que venga, intentaré soportar supresenciaduranteuntiemponomuylargo.

—Estodounprejuicio,Helen…unasimpleantipatíademujer.

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—No.Tengosólidasrazonesparamiaversión.¿Esesotodo?

—Bueno,creoquesí.Hattersleyestarádemasiadoocupado,acariciandoybesuqueandoasuesposa,paraquelesobretiempoparaescopetasyperros,demomento—respondió.

YesomerecuerdaqueherecibidovariascartasdeMilicentdesdequesecasó,yqueestá,opretendeestar,muycontentaconsusuerte.Confiesaquehadescubierto innúmeras perfecciones y virtudes en sumarido, algunas de lascuales,metemo,seríandifícilesdeapreciarparaojosmenosparciales,aunquelasbuscaranhastavolverseciegos;yahoraquesehaacostumbradoasuvozchillona y a sus modales bruscos y descorteses, afirma que no encuentradificultadenamarle comounaesposadeberíahacer,yme ruegaquequemeaquellacartaenlaquehablabatanimprudentementeencontradeél.Asíqueconfío en que logre ser feliz, a pesar de todo; pero, si lo fuera, seríaabsolutamenteuna recompensapor subondaddecorazón;porquesihubieraescogidoconsiderarselavíctimadeldestino,odelasabiduríamundanadesumadre,podríahabersidocompletamentedesgraciada;ysi,porcumplirconsudeber,nosehubieraesforzadotodoloposibleporamarasumarido,sinduda,lehabríaodiadohastaelfindesusdías.

CAPÍTULOXXVI

LOSINVITADOS

23deseptiembre.—Nuestroshuéspedesllegaronhacetressemanas.Lordy lady Lowborough hace ahora más de ocho meses que se casaron; leconcederé a la dama el derecho a decir que su marido es otro hombre; suapariencia,suespírituysucarácterhanmejoradoostensiblementedesdequele vi por última vez. Aunque aún pueden mejorarse más. No siempre estáalegre,nosiempreestácontento,yellasequejaamenudodesumalhumorapesar de que es la última persona que debería hacerlo, puesto que nunca lodescargasobreella,salvocomoconsecuenciadeunaconductaqueprovocaríaaunsanto.Él laadora todavíae iríaal findelmundoporcomplacerla.Ellaconocesupoderyloutiliza;sabeperfectamentequeadularyhalagaresmásseguro quemandar, y suaviza con astucia su despotismo con las suficienteszalameríasparahacerqueélsesientaunhombreafortunadoyfeliz.

Ellatieneotramaneradeatormentarlequemeconvierteenunacompañeradefatigas…opodríaconvertirmeeneso,simeconsideraratal.Éstaconsisteen coquetear abierta aunque no escandalosamente con el señorHuntingdon,quienestádeseandoseguirleeljuego;peronomepreocupoporello,porque,

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paraél,nosetratamásquedesatisfacersuvanidad,ydeundeseomaliciosodeprovocarmiscelos,y,quizá,detorturarasuamigo;yaella,sinduda, laguíanlosmismosmotivos,conladiferenciadequehaymenosafándejuegoymásmaliciaensusmaniobras.Por tanto,en loqueamíse refiere,esobvioquemiinterésconsisteendecepcionarlosalosdosconservandounaalegreeimperturbableserenidadentodomomento;enconsecuencia,meesfuerzopordaraentenderlagranconfianzaquetengoenmimaridoylatotalindiferenciapor la habilidad de mi atractiva invitada. Al primero no le he llamado laatención más que una vez, y fue por reírse del semblante deprimido yangustiadode lordLowboroughunanoche,despuésdehaberestado losdosespecialmenteprovocadores;yenesaocasión,laverdadesquemeexplayéagusto sobreel temay le reprendí conbastante severidad; sinembargo, él selimitóareírydijo:

—Tedapena,¿verdad,Helen?

—Medapenacualquierpersonaqueestratadainjustamente—contesté—ytambiénmedanpenaaquellosquelaofenden.

—¡Vaya,Helen,estástancelosacomoél!—gritó,riéndosetodavíamás;ymefueimposibleconvencerledesuerror.Así,apartirdeentonces,hetenidomuchointerésenevitarcualquieralusiónalasunto,ydejaralordLowboroughquesecuideporsímismo.Élcarecedelpodero la intuiciónparaseguirmiejemplo,aunquetratadeocultarsuincomodidadtodolomejorquepuede;noobstante, se leacabanotandoen lacara,y sumalhumorasomaa intervalos,aunquenoconlaexpresióndeunresentimientoabierto:ellosnuncallegantanlejoscomoparajustificarlo.Sinembargo,confiesoqueavecesyomismamesientocelosa—dolorosayamargamentecelosa—cuandoellacantaytocaelpiano para él, y él se apoya en el instrumento y alaba su voz con unentusiasmo no fingido; entonces sé que está realmente encantado y que notengo el poder de suscitar en él un fervor similar. Puedo entretenerle ycomplacerleconmissencillascanciones,peronofascinarledeesaforma.

Si quisiera, podría vengarme, ya que el señor Hargrave muestra unadisposiciónmuycortésyatentaconmigoenmicalidaddeanfitriona,unavezquesehadadocuentadelanegligenciaexcesivadeArthur,nosésiporsentirunacompasiónequivocadahaciamí,oporhaceralardedesubuenacrianzaencomparaciónconelabandonodesuamigo;encualquiercaso,suscumplidosme resultan muy desagradables. Si Arthur es un poco descuidado, resultanaturalmente irritante ver el exagerado defecto por el contraste; y sercompadecida como esposa desatendida, cuando no me considero tal, es uninsultoqueapenaspuedosoportar.Peroenbeneficiodelahospitalidad,hagoloposiblepor reprimirmi resentimientopoco razonabley comportarmeconunacortesíadecente connuestro invitado,quien,no tengomás remedioquedecirlo,noes,enabsoluto,uncompañerodesagradable: tiene talentopara la

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conversación, así como una cultura y un gusto considerables, y habla sobrecosasqueaArthurnoleinteresanyqueseríaimposiblemencionarle.PeroaArthur no le gusta que hable con él y semuestra visiblemente enojado porsimplesgestosdecortesía;noquierodaraentenderquemimaridosospecheindignamentedemí—odesuamigo,creo—,sinoquenolegustaquetengaotrafuentedeplacerquenoseaél,otroshomenajesyconsideracionesquenosean los que decida otorgarme: sabe que él es mi sol, pero cuando decideretirarme su luz le gustaría que mi cielo se oscureciera completamente; nosoportaquepuedarecurriraunalunaparamitigarlapérdida.Estomepareceinjustoyavecessientolatentacióndeatormentarlecomosemerece;peronocaeréenlatentación:sillevademasiadolejossujuegoconmissentimientos,encontraréotrosmediosdemantenerloaraya.

28.—AyerfuimosalGrove, laabandonadacasadelseñorHargrave.SumadrenosdecíaconfrecuenciaquelepermitiéramosdisfrutardelacompañíadelosamigosdesuqueridoWalter;enestaocasiónnoshabíainvitadoaunacena y había reunido a toda la gente principal de los alrededores pararecibirnos. La velada fue muy agradable, pero yo no pude sacarme de lacabezaloquelehabríacostado.NomegustalaseñoraHargrave;esunamujerpretenciosa, egoísta, mundana e interesada. Tiene el dinero suficiente paravivir con comodidad, pero no sabe cómo utilizarlo juiciosamente, y hatransmitido a su hijo el mismo defecto; ella se esfuerza continuamente porguardar lasapariencias,conesedeplorableorgulloqueesquiva laaparienciadepobreza comosi fueraundelito.Agobia a sus subordinados, acosa a suscriadosyprivaasushijasyasímismadelascomodidadesrealesdelavida,porque no consentiría en ceder un palmo en la apariencia exterior anteaquellos que son tres veces más ricos que ella; y, sobre todo, porque estádecididaaquesuqueridísimohijopueda«codearseconelcaballerodemásaltorangodelatierra».Supongoqueestehijoesunhombredegustoscaros—nounmanirrototemerario,ounhombreabandonadoalasensualidad,sinoalguienaquienlegusta«quetodoloqueestáasualrededorseaelegante»,yllegarhastaunciertolímiteenlosexcesosjuveniles—,notantoparasatisfacersus preferencias como para mantener su reputación de hombre de la altasociedad y de amigo respetable entre sus licenciosos camaradas; aunque esdemasiado egoísta para tener en cuenta cuántas comodidades podríanconseguirse para su sacrificadamadre y sus hermanas con el dinero que deesta formamalgasta en símismo: siempre y cuando ellas puedan hacer unarespetableapariciónenlaciudadunavezalaño,lesconcedepocaimportanciaa las luchasyataquesprivadosque tienenporescenario sucasa.Ésteesundurojuiciosobreel«querido,nobleygenerosoWalter»,perometemoqueesdemasiadojusto.

ElafándelaseñoraHargraveporconseguirbuenasbodasparasushijasesenparte lacausa,yenparteelresultado,deestoserrores:haciendounbuen

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papel en sociedad con el lucimiento de sus hijas espera obtener mejoresoportunidades para ellas; al vivir éstas por encima de sus posibilidadesvolcándosematerialmentesobresuhermano,lasdejasindoteylasconvierteencargasparasusmanos.PobreMilicent,metemoqueyahasidosacrificadaa las maniobras de esta equivocada madre, que se congratula de habersequitadodeencimatansatisfactoriamentesudebermaternalyesperahacerlomismo con Esther. Pero Esther es una niña todavía, una alegre criatura decatorceaños:tanbuenaytancándidaysencillacomosuhermana;peroconunespírituintrépidoque,sospecho,asumadrelevacostardoblegarparacumplirsuspropósitos.

CAPÍTULOXXVII

UNAFECHORÍA

9 de octubre. — Fue la noche del 4, poco después de tomar el té.Annabella había estado cantando y tocando el piano, con Arthur, como decostumbre, a su lado; había terminado su canción, pero todavía permanecíasentada ante el instrumento; él estaba apoyado en el respaldo de su silla,conversandoenvozbaja,consurostromuycercadeldeella.

Miré a lord Lowborough. Estaba en el otro extremo de la habitación,hablandoconlosseñoresHargraveyGrimsby;perolevilanzarhaciasumujery su anfitrión una rápida e impaciente mirada de reojo, que expresaba unaintensainquietud,antelaqueGrimsbysonrió.Decididaainterrumpireltête-à-tête,me levanté y, seleccionando una partitura del libro que estaba sobre elatril,meacerquéalpianoconlaintencióndepedirlealadamaquelatocara;peromequedéestupefactaysinhablaalverlaescuchando,conloqueparecíauna sonrisa exultante en su rostro sonrojado, los susurros deArthur, con sumano abandonada a la de él. La sangre se agolpó primero enmi corazón yluegoenmicabeza,porquehabíaalgomás:casienelmismomomentoenqueme aproximaba, Arthur miró rápidamente por encima de su hombro a losdemásocupantesdelahabitación,yluegolebesóconfervorlarendidamano.Al levantar losojosmevioy losbajódenuevo,confundidoyaterrado.Ellatambién advirtió mi presencia y me lanzó una mirada de perverso desafío.Dejé la partitura sobre el piano y me alejé. Me sentía enferma, pero noabandonélahabitación;afortunadamente,seestabahaciendotarde,ynopodíafaltarmuchoparaquelareuniónsedisolviera.Fuialachimeneaeinclinélacabezasobrelarepisa.Dosminutosmástardealguienseacercóapreguntarmesimesentíaindispuesta.Yonorespondí;laverdadesqueenaquelmomentono sabía lo queme habían dicho; pero alcé los ojosmecánicamente y vi al

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señorHargravejuntoamí,sobrelaalfombra.

—¿Quierequeletraigaunvasodevino?—murmuró.

—No,gracias—respondíy,apartándomedeél,miréamialrededor.LadyLowboroughestabajuntoasumarido,queestabasentado,inclinadasobreél,hablándole dulcemente y sonriéndole; y Arthur estaba junto a la mesa,hojeandounlibrodegrabados.MesentéenlasillamáspróximaaélyelseñorHargrave,viendoquesusserviciosnoerannecesarios,seretiródiscretamente.Pocodespuéslareuniónsedisolvió,y,mientras loshuéspedesseretirabanasushabitaciones,Arthurseacercóamí,sonriendoconlamayorseguridad.

—¿Estásmuyenfadada,Helen?—murmuró.

—Estonoesunabroma,Arthur—dijeseriamente,perocontodalacalmaque pude—, a menos que pienses que es una broma perder mi afecto parasiempre.

—¿Cómo? ¿Tanto te ha molestado?—exclamó, risueño, cogiéndome lamano entre las suyas; pero yo la retiré, indignada, casi con asco, pues eraobvioqueestababebido.

—Entonces debo arrodillarme —dijo y, arrodillándose ante mí con lasmanos juntas en actitud de súplica, continuó—: ¡Perdóname, Helen!¡Perdóname, querida Helen, nunca lo volveré a hacer!—Y escondiendo elrostroensupañuelo,fingiósollozarruidosamente.

Cogí una vela y, dejándole así, me escabullí de la habitación y subí lasescaleras lomás rápidoquepude.Peroéldescubrióenseguidaque lehabíadejadosoloy,corriendodetrásdemí,merodeóconsusbrazosjustocuandoyahabíaentradoenlaalcobayestabaapuntodecerrarlapuerta.

—¡No, no, cielos, no huirás de mí de esa manera! —gritó. Luego,alarmadopormiagitación,me rogóquenomeencolerizaradeaquelmodo,diciéndome que estaba pálida y queme pondríamortalmente enferma si lohacía.

—Déjame, entonces —murmuré; y él me soltó en el acto;afortunadamente, porque yo estaba furiosa.Me dejé caer en la butaca ymeesforcéporrecuperarme,puesqueríahablarleconserenidad.Élpermaneciódepiejuntoamí,peronoseatrevióatocarmeoahablarduranteunossegundos;luego,acercándoseunpocomás,pusounarodillaenelsuelo,noenactituddehumildadbufa,sinoparaponerseamialtura,apoyóunamanoenunbrazodelabutacayempezóadecirenvozbaja:

—Todo es una estupidez, Helen… una simple broma, nada… a lo quemerezca la pena dedicar un solo pensamiento. ¿No comprenderás nunca—continuóconmásaudacia—quenotienesquetemernadademí,queteamo

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total y enteramente?Y si—prosiguió con una sonrisa furtiva— alguna vezpresto atención a otra, puedes perdonarlomuybien, porque esos juegos sonfugacescomounrelámpago,mientrasquemiamorportiardeconstantementeyparasiemprecomoelsol.Pequeñatiranaexagerada,no…

—¿Quierescallarteunmomento,Arthur?—dije—.Escúchameynocreasque tengo un ataque de celos. Estoy muy tranquila. Mira mi mano—y laextendísolemnementehaciaél,perolacerrésobrelasuyaconunaenergíaqueparecíacontradecirmiafirmación,loquelehizosonreír—.Nohayrazónparareírse, señor—dije, sin dejar de apretar el puño,mirándole fijamente hastacasi intimidarlo—. Puede usted encontrarmuy divertido, señorHuntingdon,entretenersesuscitandomiscelos;perotengacuidadonovayaaserqueloquesuscite sea mi odio. Y cuando haya logrado que mi amor se extinga, leresultarámuydifícilhacerloarderdenuevo.

—Estábien,Helen,novolveréaofenderte.Peronoquisedaraentendernada,teloaseguro.Habíabebidomuchovino,yenaquelmomentonoerayomismoenrealidad.

—Amenudobebesdemasiadovino,yéstaesotracostumbrequedetesto.—Élalzólavistahaciamí,atónitoantemifirmeza—.Sí—continué—;nuncalohabíamencionadoporquemeavergonzabahacerlo;peroahora tediréqueesomepreocupaypuedemortificarmesicontinúashaciéndoloydejasqueelhábitoseapoderedeti,loqueocurrirásinotedetienesatiempo.Perotodotucomportamiento con lady Lowborough no es imputable al vino; esta nochesabíasperfectamenteloqueestabashaciendo.

—Bien, lamento haberlo hecho —dijo, con más tozudez quearrepentimiento—.¿Quémás?

—Lolamentasporquetevi,nohayduda—lerespondífríamente.

—Sinomehubierasvisto—murmuró,mirando la alfombra—nohabríacausadoningúnmal.

Mesentíapuntodeestallar;peroestabadecididaaocultarmisemocionesycontestéconcalma:

—¿Creesqueno?

—No—respondióélconaudacia—.Despuésdetodo,¿quéhehecho?Noesnada.Loqueocurreesquehasdecididoconvertirloenmotivodeacusaciónydesgracia.

—¿Qué pensaría lord Lowborough, tu amigo, si lo supiera todo? ¿Quépensaríastúmismo,siéloalguiensehubieracomportadoconmigocomotúlohashechoconAnnabella?

—Levolaríalossesos.

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—Entonces,Arthur,¿cómopuedesnodarleimportanciaaunaofensaporla que encontrarías justificado volarle los sesos a alguien, como tú dices?¿Carecedeimportanciaquejueguesconlossentimientosdetusamigosylosmíos, tratando de robarle a un hombre el cariño de su mujer, cuando él lovaloramásquesudinero,conloqueelroboestodavíamásdeshonroso?¿Sepuedebromearcon laspromesasdelmatrimonio?¿Nosignificanadapara tifaltaraellasparadivertirteytentaraotrapersonaahacerlomismo?¿Puedoamaraunhombrequehacesemejantescosasysostienealegrementequenotienenningunaimportancia?

—Tú tampococumples tuspromesasmatrimoniales—dijo, levantándoseindignadoyponiéndoseapaseardeunladoaotro—.Prometistehonrarmeyobedecerme, y ahora intentas intimidarme con bravatas; me amenazas yacusas, y dices que soy peor que un forajido. Si no fuera por tu situación,Helen,noloconsentiríatandócilmente.Nomegustaqueunamujermandeenmí,aunqueseamiesposa.

—¿Quéharásentonces?¿Seguiráshaciendolomismohastaqueteodie,yluegomeacusarásderompermispromesas?

Sequedócalladounmomentoyluegorespondió:

—Nuncameodiarás.—Volviendoasuposturaanterior,amispies,repitióconmásvehemencia—:Nopuedesodiarmemientrasyoteame.

—Pero ¿cómo puedo creer que me amas si tu conducta sigue siendo lamisma? Ponte por un momento en mi lugar: ¿pensarías que te amo si mecomportaracomotúlohaces?¿Creeríasenloqueyodijeraymerespetaríasyconfiaríasenmíensemejantescircunstancias?

—Nuestros casos son diferentes —respondió—. Forma parte de lanaturalezadeunamujerserconstante,amaraunhombre, sóloauno,ciega,tiernamenteyparasiempre.¡Dioslasbendiga,maravillosascriaturas!¡Yatimásqueaninguna!Perodebestenerpiedaddenosotros,Helen;debessermástoleranteconnosotros,porquecomodijoShakespeare:

Pormuchoquenosalabemos,

nuestroscaprichossonmáshuidizosyefímeros,

másanhelantes,vacilantes,másrápidamenteperdidosyganados

quelosdelasmujeres.

—¿Quieres decir con eso que he perdido tu afecto y lo ha ganado ladyLowborough?

—No. El Cielo sabe que la considero simple polvo y cenizas encomparacióncontigo,yseguirépensandolomismo,anoserquemeapartes

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deticontuexcesivaseveridad.Ellaesunahijadelatierraytúeresunángeldel Cielo; sólo te pido que no seas demasiado rígida en tu divinidad y querecuerdes que yo soy un pobre y débil mortal. Vamos, Helen, ¿no vas aperdonarme?—dijo,cogiéndomecariñosamenteunamanoymirándomeconunasonrisainocente.

—Silohago,volverásaofenderme.

—Juropor…

—Nojures;tengotantafeentupalabracomoentujuramento.Megustaríapoderconfiarenambos.

—Inténtalo, Helen: ¡confía en mí, perdóname esta vez y verás! Vamos,sufrolostormentosdelinfiernoesperandoquedigasunapalabra.

No la pronuncié, pero puse mi mano sobre su hombro y le besé en lafrente,yluegomedeshiceenlágrimas.Meabrazóconternura;desdeentonceshemossidobuenosamigos.Hasidodecentementecomedidoenlamesaysucomportamiento con lady Lowborough ha sido impecable. El primer día semantuvoalejadodeellasiemprequepudosinolvidarporellosusdeberesdeanfitrión;desdeentonceshasidoamableyeducado,peronadamás,almenosenpresenciamía,sibiencreoqueentodomomento.EllaparecedisgustadayarroganteylordLowboroughestámásalegreysemuestramáscordialconsuanfitriónqueantes.Peroestoydeseandoquesevayan,porquesientotanpocasimpatíaporAnnabellaqueestodounesfuerzosereducadaconella,ycomoeslaúnicamujerquehayenlacasa,apartedemí,meveoobligadaaestarconella.LapróximavezquenosinvitelaseñoraHargravesaludarésuideacomoun alivio. Seme ha ocurrido pedir permiso aArthur para invitar a la viejadamaaquedarseconnosotroshastaquesemarchenlosinvitados.Creoqueloharé.Ellalotomarácomounaamableatencióny,aunquesucompañíanomeagradamucho,seráenverdadbienrecibidacomounatercerapersonaquesecolocaentreladyLowboroughyyo.

La primera vez que las dos estuvimos a solas, después de aquelladesgraciadanoche,fueunahoraodosdespuésdeldesayunodeldíasiguiente,cuandoloscaballerossalieron,despuésdeltiempohabitualdedicadoaescribircartas, a leer el periódico y a conversar inconexamente. Permanecimossentadas en silencio durante dos o tres minutos. Ella estaba ocupada en sulabor y yomiraba sin atención las columnas del periódico, al que hacía yaveinteminutoshabíasacadotodoeljugo.Paramíeraunmomentodepenosoazoramientoypenséquepara ella debía de serlo infinitamentemás; pero alparecer estabaequivocada.Ella fue laprimeraenhablary, sonriendoconelmayordescaro,dijo:

—Tumaridoestabamuyalegreanoche,Helen;¿loestáamenudo?

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Sentíquemehervíalasangreenlacara;peroeramejorqueellaatribuyeralaconductadeArthuraaquelloqueacualquierotracosa.

—No—respondí—,yconfíoenquenuncavuelvaaestarlo.

—Leamonestaste,¿verdad?

—No,pero ledijequenomegustabasucomportamientoymeprometióquenoserepetiría.

—Mediolaimpresiónestamañanadequeestabamuymanso—continuó—; tú, Helen, veo que has estado llorando. Ése es nuestro gran recurso,¿sabes?, pero ¿no te escuecen los ojos? ¿Eres capaz de llorar en cualquiermomento?

—Nunca lloro para producir un efecto, ni puedo concebir que nadie lohaga.

—Bueno, no sé; nunca he tenido ocasión de intentarlo; pero creo que siLowboroughllegaraacometertalesinconvenienciasleharíalloraraél.Nomeextraña que te hayas enfadado, porque estoy segura de que le daría a mimaridouna lecciónquenoolvidaría fácilmenteporunaofensamenosgravequeésa.Detodasformas,élnuncaharíaunacosaparecida,porqueparaesolemantengoaraya.

—¿Estás seguradequeno te atribuyes equivocadamente todoelmérito?Porloqueheoído,lordLowborougheratannotableporsutemplanzaalgúntiempoantesdecasarsecontigocomoloesahora.

—Oh,terefieresalvino;sí,nocorrepeligroporeso.Yencuantoamirardesoslayoaotramujer, tambiénsecuidamuybiendehacerlo,yseguiráasímientrasyoviva,porqueadorahastaelsueloquepiso.

—Desdeluego.¿Yestássegurademerecerlo?

—Bueno, en cuanto a eso, no sé qué decir: como sabes, todas somoscriaturas débiles,Helen; ninguna de nosotras semerece que la adoren. Pero¿estás segura de que tu queridoHuntingdon semerece todo el amor que leprodigas?

Nosupequécontestaraaquello.Estabaardiendode ira,peromeesforcéporocultarloymelimitéamordermeel labio inferioryfingirquearreglabamilabor.

—De todas formas—continuó, aprovechándose de la ventaja—, puedesconsolarteconlaseguridaddequetemerecestodoelamorqueélteda.

—Mehalagas—dije—,pero,almenos,puedointentarmerecerlo.

Yluegocambiédeconversación.

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CAPÍTULOXXVIII

SENTIMIENTOSPATERNALES

25dediciembre.—EnlaNavidaddelañopasadoyoeraunanoviaconelcorazón rebosante de felicidad y llena de ardientes esperanzas respecto alfuturo,aunquenoexentasdetemores.Ahorasoyunaesposa:mifelicidadnosehadesmoronado,peroesmoderada;misesperanzashandisminuido,perono desaparecido; mis temores han aumentado, pero no se han confirmadotodavíadeltodo;y,graciasaDios,soymadreademás.DiosmehaenviadounalmaparaquelaeduqueparaelCieloymehaconcedidounanuevafelicidadmásserena,yesperanzasmásfirmescomoconsuelo.

Peroparececomosidetrásdelaesperanzasiempretuvieraqueagazaparseelmiedo, y cuando aprieto ami adorado pequeño contrami pecho, cuandovelosusueñoconindescriptibledeleiteyunmundodeesperanzaanidaenmicorazón, siempre rondanporahíunoodospensamientosdispuestosaponerfrenoamigozo;uno:melopuedenarrebatar;otro:puedeacabarmaldiciendosupropiaexistencia.Enelprimercaso,tengoesteconsuelo:elbrote,aunquearrancado, no se marchitaría, sólo sería trasplantado a un terreno másadecuadoparaqueélmaduraraycrecierabajounsolmásluminoso;yaunqueenestecasoyonopodríapresenciaryalentareldesplieguedelintelectodemihijo,almenosésteseríaarrancadodelasgarrasdelsufrimientoylospecadosde la tierra,ymivisióndelmundomedicequeestonoseríaungrandaño;peromicorazónseencogesólodeimaginarestaposibilidadymesusurraquenopodríasoportarverlemorir,yrenunciarenfavordeunatumbafríaycruelaestaformatanacariciada,cálidadevidafrágil—carnedemicarneyaltardeesa llamapuraque sería ladulce tareademividamantener inmaculaday asalvo delmundo—, e implora ardientemente que el Cielo le permita seguirsiendomiconsueloymialegríaymedejeamísersuescudo,suinstructora,suamiga,paraguiarleporelpeligrosocaminodelajuventudyprepararleparaser el servidor de Dios mientras esté en la tierra y un santo bendecido yhonradocuandoestéenelCielo.Peroenelcasodelsegundopensamiento,sihadevivirparadecepcionarmisesperanzasyfrustrartodosmisesfuerzos—paraconvertirseenunesclavodelpecado,unavíctimadelvicioyladesgracia,unamaldiciónparaotrosyparasímismo—.¡PadreEterno,siTúhasprevistosemejantevidaparaél,llévatelodemiladoahoramismoporgrandequeseamiangustia,yarráncalodemipechoparaacogerloenelTuyoahoraqueestodavíauncorderillosinmanchanimalicia!

¡MipequeñoArthur!Duermesentusueñoinconscienteydulce,diminuto

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epítomedetupadre,peroaúnsinmanchacomoesanievelimpiaquehacaídodelCielo.¡QueDiostelibredesuserrores!¡Nosabescómovigilaréylucharéparaprotegertedeellos!Sedespierta;extiendesusbracitoshaciamí;susojosseabren;seencuentranconmimirada,peronomeresponden. ¡Mipequeñoángel! No me conoces; no puedes pensar en mí ni amarme todavía; y, sinembargo,conquéfervorseatamicorazónaltuyo;¡quéagradecidamesientoportodalaalegríaquemedas!Situpadrepudieracompartirlaconmigo…sipudiera sentir mi amor, mi esperanza y participar de mis resoluciones yproyectosparaelfuturo…no,sipudierasolamentecongeniarconlamitaddemis puntos de vista y compartir lamitaddemis sentimientos, eso sería unabendiciónparaélmismoyparamí:asíseelevaríaypurificaríasuespírituyélsesentiríamásligadoasuhogaryamí.

Quizá vaya sintiendo despertar interés y afecto por su hijo conformecrezca.Demomentosesientecomplacidoconlaadquisiciónyesperaqueseconviertaenunbuenmozoyunherederoestimable;yesoescasitodoloquepuedodecir.Alprincipiofueparaélunacosadelaqueasombrarseyreírse,aunquenopara tocarla: ahora esunobjeto casi indiferente, salvo cuando sesiente irritadopor su«incapacidad»e«imperturbableestupidez» (comodiceél), o por mi excesiva atención a sus necesidades. Muchas veces viene asentarse cerca demí cuando estoy ocupada conmis laboresmaternales. Alprincipio yo esperaba que fuera por el placer de contemplar a nuestroinapreciable tesoro; pero pronto descubrí que era para disfrutar de micompañía y huir de la soledad. Yo le recibo con amabilidad, naturalmente,pero elmejor cumplido para unamadre es apreciar a su pequeño.Me dejómuyimpresionadaenunaocasión:todoocurrióunosquincedíasdespuésdelnacimiento de nuestro hijo, estando él conmigo en la habitación del niño.Habíamosguardadosilenciolosdosduranteuntiempo.Yoestabatotalmenteabsorta en los cuidados del bebé y creí que él, a su vez, también lo estabacontemplando,almenosenlamedidaenqueyolecreíacapaz.Perodeprontomesacóviolentamentedemiensimismamientoexclamando:

—¡Helen, acabaré odiando a ese granuja si sigues adorándole de esamaneratandemencial!¡Estáslocaporél!

Yoalcélavistahaciaél,asombradaeincrédula,paracomprobarsiestabahablandoenserio.

—No piensas en otra cosa —siguió diciendo, con el mismo énfasis—.Puedoirovenir,estarpresenteoausente,alegreo triste;a ti teda igual.Encuantoestápormedioesahorriblecriatura,teimportauncominoloquepuedapasarmeamí.

—Esoes falso,Arthur;cuandoentrasen lahabitaciónmesientosiempredoblemente feliz; cuando estás cerca demí, notar tu presenciame encanta,

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aunquenotemire;ycuandopiensoennuestrohijo,mecomplacela ideadequecompartesmispensamientosysentimientos,aunquenohabledeellos.

—¿Cómodemoniosvoyamalgastarmispensamientosysentimientosenunpequeñoidiotaeinútilcomoése?

—Es tu hijo, Arthur, y si eso para ti no significa nada, es mi hijo; ydeberíasrespetarmissentimientos.

—Bueno,no teenfades,nohasidomásqueun lapsus—seexcusó—,elcríomeparecebien,sóloquenopuedoadorarlocomotú.

—Comocastigo,vasacuidarunratodeél—dijeyo,poniéndomeenpieparadejaralbebéenlosbrazosdesupadre.

—¡No,Helen,no…!—gritó,conelrostrodescompuesto.

—¡Sí,sí…!Lequerrásmáscuandolosientasentusbrazos.

Depositélapreciosacargaensusmanosymeretiréalotroextremodelahabitación, riéndome de la expresión ridícula de desconcierto con la que sesentóconelniñoenlosbrazosmientraslemirabacomosifuerauncuriososerdeotraespecie.

—Ven a cogerlo,Helen, ven—gritó por fin—.Comonovengas lo dejocaer.

Compadecidaporsudisgustoo,quizá,másbien,alarmadaporlaposicióninseguradelniño,leliberédelacarga.

—Bésale,Arthur,bésale…¡Todavíano lehasbesadoniunavez!—dije,derodillas,acercándoselo.

—Preferiríabesarasumadre—replicó,abrazándome—.¿Valeasí?

Volvía sentarmeenel sillónyobsequiéamipequeñoconuna lluviadebesoscariñososparacompensarlanegativadesupadre.

—¡Míralo!—gritó su celoso progenitor—.En unminuto has derramadomásbesossobreesapequeñaostra insensibleydesagradecidadelosquemehasdadoamíenlasúltimastressemanas.

—Ven,entonces,insaciablemonopolistayrecibirástantoscomoquieras,apesar de lo poco que te lomereces y lo incorregible que eres…¿Te parecebastante?Nopiensodarteniunomáshastaquehayasaprendidoaquereraminiñocomodeberíahacerlounpadre.

—Perosielpequeñodiablomegusta…

—¡Arthur…!

—Bueno, el pequeño ángelme gusta bastante.—Y pellizcó su delicada

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naricita para demostrar su afecto—. Pero lo que pasa es que no puedoquererle.¿Quées loquehayquequerer?Élnopuedequerermeamí,nia titampoco;nopuedeentenderniunapalabradeloqueledices,nisentirlamásmínimagratitudporelcariñoqueleprodigas.Esperaaquepuedamostrarunpocodeafectopormíyentoncespensaréenquererle.Demomentonoesmásqueunpequeñoegoísta insensibleysensual,ysi túvesalgoadorableenél,meparecemuybien…Sóloquemeasombraqueloveas.

—Sitúmismo,Arthur,fuerasmenosegoísta,noloveríasasí.

—Posiblementeno,cariño;peroelcasoesquenosepuederemediar.

CAPÍTULOXXIX

ELVECINO

25dediciembrede1823.—Otroañohaquedadoatrás.

MipequeñoArthurcreceysedesarrolla.Essanoperonorobusto,llenodevivacidad,dulcey juguetón,yyaafectuoso, emocionablee irritable, aunquepasarámuchotiempoantesdequepuedaencontrarpalabrasparaexpresarlo.Porlomenossehaganadoelcorazóndesupadre;yahoramiterrorconstantees que no se estropee con la indulgencia imprudente de ese padre. Perotambiéndeboprevenirmecontramipropiadebilidadporquenuncasupehastaahora lofuertesquesonlas tentacionesdelospadresdeecharaperderaunhijoúnico.

Tengonecesidaddelconsuelodemihijo,porque (aestepapel silenciosopuedoconfesárselo)enmimaridopocoheencontrado.Leamotodavía,yélmeamaasumanera,pero¡oh,quédiferentedelamorquepodríahaberdadoydel que había esperado recibir una vez!Qué pocas afinidades reales existenentre los dos. ¡Cuántos pensamientos y sentimientos quedan tristementeenclaustradosdentrodemialma!¡Cuántodemiyomáselevadoymejorsigueaún sin estar casado… condenado a endurecerse y agriarse en la oscurasombradelasoledad,oadegenerarseymarchitarseporfaltadealimentoeneste malsano suelo! Pero, repito, no tengo derecho a quejarme; sólopermítasemeconsignar laverdad—partede laverdad, almenos—yverdeahoraenadelantesialgunasverdadesmássombríasemborronanestaspáginas.Llevamos dos años juntos: el «romance» debe habersemarchitado del todo.Tengo laseguridaddequeelafectodeArthurhadescendidoalescalónmásbajoydequehedescubiertotodoslosmalesdesunaturaleza;sihadehaberalgúncambio,tendráqueserparamejor,encuantonosacostumbremoselunoal otro: estoy segura de que no podemos caer más bajo. Y, si lo hacemos,

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podréllevarlobien…tanbien,porlomenos,comohastaahora.

Arthurnoesloquesellamacomúnmenteunhombremalo:tienemuchascualidades; pero es un hombre que carece de control de sí mismo oaspiracioneselevadas,unamantedelplacer,entregadoa losgocesanimales;no es un mal marido, pero sus ideas sobre los deberes y ventajas delmatrimonio no son las mías. A juzgar por las apariencias, su idea de unaesposaesladeunacosaqueleamaaunodevotamentesinsalirdecasa,quevela por su marido, le entretiene y procura su bienestar en todo momento,mientraséldecidepermanecerconella;yquecuandoélestáausente,seocupadesusintereses,domésticosydeotrotipo,yesperasuregreso,sinimportarleaquelloenloqueélpuedeestarocupadoentretanto.

Al comienzo de la primavera, anunció su intención de ir a Londres: susasuntosallísolicitabansuatenciónysupresencia,dijo,ynopodíandemorarsepormás tiempo.Expresó supenapor tenerquedejarme sola, pero esperabaquemeentretuvieraconelniñohastaquevolviera.

—Pero¿porquédejarme?—dije—.Puedoircontigo:estoypreparadaparahacerloencualquiermomento.

—¿Llevaríasalniñoalaciudad?

—Sí,¿porquéno?

La cosa era absurda: el aire de la ciudad no era conveniente paramí, nipara él, que era un niño de pecho; en tales circunstancias, el horario y lascostumbresdeLondresnome sentaríanbien;y, engeneral,measeguróqueseríaengorroso,nocivoypeligroso.Rebatísusargumentoslomejorquepude,porque temblaba ante la idea de que se fuera solo, y estaba dispuesta asacrificarmepormipropiobien,másaúnporeldelniño,paraevitarlo;peroalfinal me dijo tajante y algo impertinentemente, que no podía ir conmigo;estabaagotadoporlasintranquilasnochesqueledabaelniñoynecesitabaunpocodedescanso.Lepropusequeviviéramosenhabitacionesseparadas;peroesonoserviríadenada.

—Laverdad,Arthur—dijeporfin—esqueestáscansadodemicompañíay estás decidido a no llevarme contigo. Podrías haberlo dicho así desde elprincipio.

Lonegó,peroyoabandonélahabitacióninmediatamenteycorríalcuartodelniñoparaocultarmisemociones,yaquenopodíacontenerlasallí.

Estaba demasiado dolida para seguir expresandomi desacuerdo con susplanes, o volver a referirme al tema, salvo para llevar a cabo las gestionesnecesariasparasupartidayladireccióndelosasuntosensuausencia,hastaeldíaantesdeirse,enqueleexhortéseriamenteaquesecuidaraysemantuviera

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alejadodelcaminodelatentación.Élseriódemiinquietud,measeguróquenoteníarazónparapreocuparmeyprometióseguirmiconsejo.

—Supongoqueesinútilpedirtequefijesundíaparaturegreso—dije.

—Nopodríahacerloconseguridad,teniendoencuentalascircunstancias;peroteaseguro,amormío,quenoestaréfueramuchotiempo.

—No deseo tenerte prisionero en casa—repliqué—.Nome quejaría deque estuvierasmeses enteros fuera y pudieras ser feliz tanto tiempo sinmí,siemprequesupieraqueestabasbien:peronomeagradalaideadequeestésallícontusamigos,comotúlosllamas.

—¡Bah,bah,quétontaeres!¿Creesquenopuedocuidardemímismo?

—No lo hiciste la última vez. ¡Pero esta vez, Arthur —añadí, conexpresión decidida—, demuéstrame que puedes, y dame razones para quepuedaconfiarentisintemor!

Me lo prometió seriamente, pero de lamismamanera enque se trata deconsolar a un niño. ¿Y cumplió su promesa? No; desde ahora nunca podréconfiar en su palabra. ¡Amarga, amarga confesión! Las lágrimasme cieganmientrasescribo.Semarchóaprincipiosdemarzoynovolvióhastajulio.Enestaocasiónnomepreocupédebuscarleexcusas,ysuscartasfueronmenosfrecuentes, y más cortas, y menos afectuosas, sobre todo después de lasprimeras semanas: cada vez tardaban más en llegar y eran más concisas einexpresivas. No obstante, cuando me abstuve de escribir, se quejó de miabandono.Cuando leescribí cartas seriasy frías, comoconfiesoquehicealfinal,me reprochómi rigor y dijo que era suficiente para ahuyentarle de suhogar;cuandointentabaserdulcementepersuasiva,semostrabaunpocomásamable en sus respuestas y prometía regresar; pero yo, al menos, habíaaprendidoanotenerencuentasuspromesas.

Aquéllosfueroncuatromesesmiserables,enlosquemiánimooscilóentrelaangustia,ladesesperaciónylaindignación;sentíapiedaddeélydemí.Sinembargo, a pesar de todo, no estaba desconsolada; tenía a mi pequeño,inofensivo, querido, inocente, para consolarme, pero incluso este consueloestaba muy amargado por un pensamiento que se repetía constantemente:«¿Cómopodréenseñarlea respetarasupadrey,noobstante,anoseguirsuejemplo?».

Perorecordéqueyomehabíabuscado,enciertomodo,voluntariamente,estasaflicciones;ydecidísoportarlassinunsuspiro.Almismotiempodecidíno entregarme a la tristeza por las transgresiones de otro, y esforzarme pordivertirmetodoloquepudiera;ademásdelacompañíademihijoylademiquerida y fiel Rachel (que evidentemente se daba cuenta de mis pesares,aunque era demasiado discreta para mencionarlos), tenía mis libros y mi

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pincel,mistareasdomésticasylapreocupacióndeprocurarelbienestardelospobres arrendatarios y jornaleros de Arthur. Buscaba y encontrabaentretenimientoen lacompañíademi jovenamigaEstherHargrave:avecesibaacaballoaverlayunaodosvecesvinoellaapasareldíaenlafinca.LaseñoraHargrave no visitó Londres aquella temporada; no teniendo hija quecasar, creyómejorquedarse en casay economizar; parami sorpresa,Waltervinoahacerlecompañíaacomienzosdejunioysequedóhastacasifinalesdeagosto.

La primera vez que le vi fue un dulce y cálido atardecer cuando estabapaseando por el parque con el pequeño Arthur y Rachel, que es al mismotiemponiñeraydoncella.Como,pormiordenadavidaymishábitosbastanteactivos, necesito que se ocupen poco de mí, y como ella me ha criado ydeseaba criar a mi hijo, y era de toda mi confianza, preferí encargarle tandelicadafunción,ayudadaporunaniñeraqueestábajosusórdenes,envezdecontratar a alguien; además, esto me ahorra dinero y desde que me hefamiliarizado con los asuntos deArthur, he aprendido a valorar estas cosas;porque,porexpresodeseomío,casilatotalidaddelasrentasdemifortunasededica,ysededicaráduranteaños,alpagodesusdeudas;eldineroqueélselasarreglaparamalgastarenLondresesincalculable.PerovolvamosalseñorHargrave:yoestabaconRachel albordedel agua, entreteniendoyhaciendoreíralniño,queellateníaensusbrazos,conunaramitadesaucecargadadeamentos,cuando,congransorpresamía,élentróenelparque,montadoensucostosocaballodecazanegro,yatravesóelpradoparaencontrarseconmigo.Me saludó con una galantería muy fina, compuesta de delicadas palabras,pronunciadasademásmodestamente,comosindudahabríaestadoplaneandoconforme se acercaba.Me dijo que traía unmensaje de sumadre, quien, alenterarsedequeibaadarunpaseoacaballoenestadirección,lehabíapedidoque se acercara a la finca yme rogara que le proporcionara el placer de nicompañíaenunacordialcenafamiliarquesecelebrabaaldíasiguiente.

—No estaremos más que nosotros —dijo—, pero Esther tiene muchasganas de verla; y mi madre teme que se sienta usted sola en esta casa tangrandey tanaislada,y legustaríapersuadirlaparaque leproporcionaraconmás frecuencia el placer de su compañía y dispusiera de nuestra humildemorada hasta que el regreso del señor Huntingdon haga ésta un poco másconfortable.

—Es muy amable —respondí—, pero, como puede ver, no estoy sola;aquelloscuyotiempoestáocupadorarasvecesselamentandesusoledad.

—¿Novendrá,entonces,mañana?Mimadresellevaráunagrandesilusiónsinoaccedeusted.

No me agradó que me compadeciera de aquella forma por mi soledad,

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pero,sinembargo,prometíasistiralacena.

—¡Quéatardecermásagradable!—comentóél,recorriendoconlavistaelsoleadoparque,lasimponentespendientes,elplácidolagoylosmajestuososgruposdeárboles—.¡Yenquéparaísovive!

—Es un atardecer hermoso—contesté, y suspiré al pensar lo poco quehabía sentido su hermosura y lo poco que de dulce paraíso tenía para míGrassdale,y cuántomenos todavíapara elvoluntario exiliadode supaisaje.No sé si el señorHargrave adivinómis pensamientos, pero con un tono decompasiva, medio dubitativa seriedad, me preguntó si había tenido algunanoticiadelseñorHuntingdon.

—Últimamente,no—respondí.

—Suponía que no —murmuró como para sí mismo, mirandopensativamenteelsuelo.

—¿NohavueltoustedhacepocodeLondres?—lepregunté.

—Precisamenteayer.

—¿Ylevioallí?

—Sí,levi.

—¿Estababien?

—Sí,esdecir—dijo,vacilandomástodavíayconunairedeindignacióncontenida—,estabatodolobienquesemerecía;pero,teniendoencuentalascircunstancias, debería haberlo considerado increíble en un hombre tanafortunadocomoél.

Aquíalzólavistaysubrayólafrasededicándomeunasolemnereverencia.Supongoquemirostroestabadecolorcarmesí.

—Perdóneme,señoraHuntingdon—continuó—,peronopuedoocultarmiindignación cuando contemplo una ceguera y una perversión del gustosemejantes;aunquequizáustednosedacuenta…

—Nomedoycuentadenada,señor,salvodequeélretrasasuregresomásdeloqueyoesperaba;ysi,enestemomento,élprefierelacompañíadesusamigosaladesuesposaylasdisipacionesdelaciudadalatranquilidaddelavidaenelcampo,supongoquedebodarleslasgraciasaesosamigosporello.Sus gustos y ocupaciones son similares a los de él, y no veo por qué suconductahadedespertarsuindignaciónosusorpresa.

—Se equivoca usted cruelmente conmigo —contestó—. He compartidomuypoco lacompañíadelseñorHuntingdondurante lasúltimassemanas;yencuantoasusocupacionesygustos,estánporcompletofuerade losmíos.

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Cuandoyonohehechomásque sorberyprobar, él apura la copahasta lasheces; y si alguna vez, por un momento, he buscado ahogar la voz de lareflexiónenlalocuraylainsensatez,osihemalgastadodemasiadomitiempoymis talentosentrecamaradasdisipadosy temerarios,Diossabequehabríarenunciadoaellosabsolutamenteyparasiempredehabertenidolamitaddelas bendiciones que ese hombre con tanta ingratitud deja a sus espaldas, lamitaddelosalicientesparalavirtudylascostumbresordenadasyhogareñasqueéldesprecia,¡unhogaryunacompañerasemejantesparacompartirlo!¡Esinfame! —dijo entre dientes—. Y no crea, señora Huntingdon —añadió,alzandolavoz—,quepodríaculpabilizársemedeincitarleaperseverarensuspretensiones; todo lo contrario, le he llamado la atención por sucomportamientounayotravez,heexpresadoconfrecuenciamisorpresaantesu conducta, y le he recordado sus deberes y privilegios… pero sin ningúnéxito;élsólo…

—Ya es suficiente, señor Hargrave; debería darse cuenta de que,cualesquiera que fueran las faltas demimarido, sólopuede agravar el dañoquemecausaneloírlasdelabiosdeunextraño.

—¿Soyentoncesun extraño?—dijo conun tono triste—.Soy suvecinomáscercano,elpadrinodesuhijoyelamigodesumarido;¿nopuedoserlosuyotambién?

—A la verdadera amistad debe preceder un conocimiento íntimo; leconozcoaustedpoco,señorHargrave,ysólodeoídas.

—¿Haolvidadoustedentonces las seiso siete semanasquepasébajosutecho el último otoño? Yo no las he olvidado. Y sé lo suficiente de usted,señoraHuntingdon,paracreerquesumaridoeselhombremásenvidiabledelmundo,yyoseríaelsiguientesimeconsideraradignodesuamistad.

—Sisupieraustedmásdemínolocreería,osimeconocieramejornolodiríaynoesperaríahalagarmeconelcumplido.

Retrocedí unos pasosmientras hablaba.Él se dio cuenta de que deseabaponer fin a la conversación; e inmediatamente después de captar lainsinuación,mehizounasolemnereverencia,sedespidióycondujoelcaballohacia el camino. Parecíamolesto y dolido por la acogida poco amable quehabíadispensadoyoasusmanifestacionesdecondolencia.Noestabaseguradehaberhecholocorrectoalhablarletanduramente;peroenaquelmomentomehabía sentido irritada,casi insultadapor suconducta;parecíacomosi seestuviera aprovechando de la ausencia y el abandono de mi marido, einsinuandoinclusomásquelaverdadcontraél.

Rachelsehabíaapartadounosmetrosdemídurantenuestraconversación.ElseñorHargraveseleacercóconsucaballoylepidióveralniño.Locogió

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cuidadosamenteensusbrazos,lemiróconunasonrisacasipaternalyoíquedecíaconformeseaproximaba:

—¡Yaéstetambiénlehaabandonado!

Luegolobesótiernamenteyselodevolvióalahalagadaniñera.

—¿Le gustan los niños, señorHargrave?—dije, procurando suavizarmitonodevoz.

—En general, no —respondió—, pero éste es un niño encantador y separeceasumadre—añadió,bajandolavoz.

—Seequivocaeneso;esasupadreaquienseparece.

—¿Notengorazón,niñera?—dijo,apelandoaljuiciodeRachel.

—Creo,señor,quetienealgodelosdos—respondióella.

Se marchó. Rachel dijo que era un caballero muy agradable. Yo teníadudasalrespecto.

Enelcursodelasseissemanassiguientes,levivariasveces,perosiempre,salvoenunaocasión,encompañíadesumadre,desuhermanaodeambas.Cuando ibaavisitarlas,daba lacasualidaddeque siempreestabaencasay,cuandoellasveníanavisitarme,eraélquienlastraíaenelfaetón.Sumadre,evidentemente, estaba, encantada de sus respetuosas atenciones y sus reciénadquiridoshábitosdomésticos.

Lavezquemeencontré a solas conél fueundíadeprincipiosde julio,soleado aunque no excesivamente caluroso. Yo había llevado al pequeñoArthuralbosquequerodeaelparque,yunavezallílohabíasentadosobrelasraíces cubiertas de musgo de una vieja encina; había reunido un ramo decampánulasy rosas,yestabaderodillasdelantedeél,ofreciéndoselasunaauna para que las cogiera entre sus diminutos dedos; disfrutando la bellezacelestial de las flores, a través de sus ojos risueños; olvidándomemomentáneamente de todas mis preocupaciones, riéndome con sus alegresrisas,regocijándomeconsuplacer.Depronto,unasombraeclipsóelpequeñoespaciosoleadodelcéspedqueseextendíaantenosotros;levantélosojosyviaWalterHargravedepiecontemplándonos.

—Perdone, señora Huntingdon—dijo—, pero estaba fascinado: no tuvevalorparaacercarmee interrumpirlos,niparaprivarmede la contemplacióndesemejanteescena.¡Quéfuertecrecemiahijado!¡Yquécontentoestáestamañana!

Seacercóalniñoysedetuvoacogersumano;pero,alverquesuscariciasiban a producir probablemente lágrimas y lamentos, en lugar dedemostracionesigualdeamistosas,seapartóprudentemente.

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—¡Qué placer y consuelo debe de ser esta pequeña criatura para usted,señora Huntingdon! —observó con un toque de tristeza en su entonación,mientrascontemplabaadmiradoalniño.

—Así es —respondí; y a continuación me interesé por su madre y suhermana.

Él contestó amablemente amispreguntasy luegovolvió al temaqueyodeseaba evitar, aunque con un cierto grado de timidez que atestiguaba sutemoraofenderme.

—¿NohasabidonadadeHuntingdonúltimamente?—inquirió.

—Estasemanano—respondí.Lasúltimas tressemanasno,podríahaberdicho.

—Yoherecibidounacartasuyaestamañana.Megustaríaquefueradetalclase que pudiera mostrársela a su esposa. —Hizo asomar un poco por elbolsillo de su chaleco una carta que tenía una dirección escrita con la letratodavíaqueridadeArthur,lamiróconsemblanteceñudoyvolvióaguardarla,añadiendo—:Peromeinformadequetieneintenciónderegresarlapróximasemana.

—Siemprediceesocuandomeescribe.

—¿Deveras?Bueno,nomeextraña.Pero amí siempremeconfesóqueteníaintencióndequedarsehastaestemes.

Aquello me dolió como un golpe: era una prueba de transgresiónpremeditadaydeunsistemáticoincumplimientodelaverdad.

—Noesmásqueunamuestradelrestodesuconducta—observóelseñorHargrave,mirándome pensativamente y leyendo enmi rostro, supongo,missentimientos.

—Entonces,¿vaavenirrealmentelapróximasemana?—dije,despuésdeunapausa.

—Puedeconfiarenello,siesquelaseguridadlecausaalgúnplacer.¿Esposible, señora Huntingdon, que pueda usted alegrarse de su regreso? —exclamó,escudriñandoatentamenteotravezlaexpresióndemirostro.

—Naturalmente,señorHargrave;élesmimarido,¿no?

—¡Oh, Huntingdon, no sabes lo que menosprecias! —murmuró convehemencia.

Cogíenbrazosamihijoy,deseándolebuenosdías,medespedídelseñorHargraveparamantenermispensamientosasalvodeescrutiniosenelsagradolugardemihogar.

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¿Y estaba contenta? Sí, encantada, aunque indignada por la conducta deArthur,yaunquelamentabaquemehubieraengañado,yestuvieradecididaaqueéllolamentaratambién.

CAPÍTULOXXX

ESCENASDOMÉSTICAS

A la mañana siguiente yo misma recibí algunas líneas de él, queconfirmabanlasinsinuacionesdeHargravesobresuprontoregreso.Yllególasemana siguiente, pero en unas condiciones físicas y mentales peores queantes.Sinembargo,estaveznoteníaintencióndepasarporaltosuabandonosinhaceralgunaobservación:nomeparecióadecuado.Maselprimerdíaélestaba cansadodel viaje yyo contentapor tenerledenuevo conmigo: no lereprendería entonces; esperaría a mañana. A la mañana siguiente él seguíacansado;esperaríaunpocomás.Peroalahoradecenar,cuando,despuésdehaberdesayunadoalasdoceunabotelladeaguacarbónicayunatazadecafébiencargada,dehaberalmorzadoalasdosconotrabotelladeaguacarbónicamezcladaconbrandy,empezóasacarledefectosatodoloquehabíasobrelamesa,afirmandoquedebíamoscambiardecocinera,penséquehabíallegadoelmomento.

—Eslamismacocineraqueteníamosantesdequetefueras,Arthur—dije—.Entonces,estabasmuysatisfechoengeneralconella.

—Puesentonces esquehasdejadoque sedescuidaramientrashe estadofuera.¡Comerestaasquerosaporqueríaessuficienteparaenvenenarleauno!—Apartó con expresión caprichosa el plato que tenía delante y se dejó caerdesesperadosobreelrespaldodesusilla.

—Creo que eres tú el que ha cambiado, no ella—dije, con la máximasuavidad,porquenoqueríairritarle.

—Puede—respondióconaire indiferente,almismotiempoquecogíaunvaso llenodevinomezcladoconagua; cuando se lohubobebidoañadió—:¡porquetengounfuegoinfernalenmisvenasquetodaelaguadelocéanonopuedeapagar!

«¿Qué lo prendió?», estuve a punto de preguntar, pero en esemomentoentróelmayordomoycomenzóaretirarlascosas.

—Dese prisa, Benson; ¡termine cuanto antes con ese ruido infernal!—gritó su señor—. ¡Yno traigaelqueso, amenosquequieraqueenfermedeverdad!

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Benson,algosorprendido,sellevóelquesoyseesforzóporquitartodolodemás lomás deprisa y silenciosamente posible; pero, por desgracia, habíauna arruga en la alfombra, causada por el súbito retroceso de la silla de suseñor,conlaquetropezó,originandounaalarmanteconmociónenlabandejallenadelozaquellevabaenlasmanos,aunqueningúndañoreal,salvolacaídaylaroturadeunasalsera;pero,paramiindeciblevergüenzayconsternación,Arthur se volvió furioso hacia él y lemaldijo con una vulgaridad brutal.Elpobrehombrepalidecióytemblabavisiblementecuandoseinclinóarecogerlospedazosrotos.

—No ha sido culpa suya, Arthur —dije—. Tropezó con la alfombra;además, no ha pasado nada grave. No se preocupe por los pedazos ahora,Benson,puederecogerlosdespués.

Aliviado,Bensonpusoelpostreenlamesayseretiró.

—¿Quépretendes,Helen,alsalirendefensadelcriadoponiéndoteenmicontra?—dijoArthur una vez se hubo cerrado la puerta—. ¡Sabías que yoestabaconfuso!

—No sabía que estuvieras confuso, Arthur, y el pobre hombre estabaasustadoydolidoantetureacción.

—¡Pobrehombreencima!¿Creesquepuedopararmeatenerencuentalossentimientos de un bruto insensato como ése, cuando tengo los nerviosdestrozadosporculpadesusmalditasequivocaciones?

—Nuncatehabíasquejadoantesdetusnervios.

—¿Yporquénoibaatenernervioscomotú?

—Oh,nodiscutotuderechoatenerlos,peronuncamequejodelosmíos.

—No,¿cómoibasahacerlosinuncahacesnadaquelospongaaprueba?

—Entonces,¿porquéponesapruebalostuyos,Arthur?

—¿Creesqueno tengootracosaquehacermásquequedarmeencasaycuidardemímismocomosifueraunamujer?

—¿Es imposible, entonces, que te cuides tú mismo como un hombrecuando estás fuera? Me dijiste que podías y que lo harías, además; y meprometiste…

—Vamos,vamos,Helen,noempiecesconesaestupidezahora.Nopuedosoportarlo.

—¿No puedes soportar qué? ¿Que te recuerde las promesas que no hascumplido?

—Helen, eres cruel. Si supieras cómo latía mi corazón y cómo se

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estremecían todos los nervios de mi cuerpo mientras me hablabas, meperdonarías. Puedes compadecerte de un criado necio por romper un plato,perono tienescompasióndemí,cuando lacabezasemevayardoconestafiebrequemeconsume.

Apoyólacabezaenlamanoysuspiró.Meacerquéaélylepuselamanoenlafrente.Efectivamente,estabaardiendo.

—Vamos,venconmigoal salón,Arthur;no tomesmásvino.Hasbebidovariosvasosdurantelacenaynohascomidocasinadaentodoeldía.Esonopuedehacertesentirmejor.

Con ruegos y caricias conseguí que abandonara la mesa. Cuando metrajeronalniño intentéqueseentretuvieraconél;peroalpequeñoArthur leestaban saliendo los dientes, y su padre no podía soportar sus lamentos.Decidiósuexpulsiónalprimersíntomademalhumoryporque,enelcursodelanoche,fuiacompartirsuexilioduranteunosinstantes,semereprochó,amivuelta,quepreferíalacompañíademihijoalademimarido.Encontréaésteechadoenelsofátalcomolehabíadejado.

—¡Vaya!—exclamóelofendido,enuntonodeafectadaresignación—.Nopensaballamarte;queríasabercuántotiempotegustaríadejarmesolo.

—No he estado fueramucho tiempo, ¿no, Arthur?No ha llegado a unahora,estoysegura.

—Oh, claro, una hora no esmucho para ti, que estabas tan entretenida;peroparamí…

—No he estado entretenida —le interrumpí—. He estado cuidando anuestro pobre pequeño, que no está nada bien, y no pude dejarle hasta queconseguíquesedurmiera.

—Oh, no cabedudade que estás rebosante de generosidady compasiónportodosmenospormí.

—¿Yporquétendríaquecompadecerte?¿Quétepasa?

—¡Me pasa todo! ¡Después de todo lo desmejorado que estoy, cuandovengoacasaenfermoycansado,anhelandounpocodebienestar,esperandoencontraratenciónybondad,almenos,enmiesposa,ellatranquilamentemepreguntaquequémepasa!

—No te ocurre nada —le repliqué— que no te hayas buscado túvoluntariamenteyencontrademisconsejosysúplicas.

—Basta,Helen—dijoenérgicamente,medioincorporándoseenelsofá—;simeabrumasconunapalabramás,llamaréaltimbreypediréquemetraiganseisbotellasdevino…y,¡juroquemelasbeberétodasseguidassinmoverme

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deaquí!

Nodijemás,sinoquemesentédelantedelamesaycogíunlibro.

—Déjametranquiloporlomenos—continuó—,yaquemeprivasdeotraclasedeconsuelo.—Ysevolvióahundirenel sofá recuperandosuposturainicial,ycerrandolánguidamentelosojoscomodisponiéndoseadormir,conunarespiraciónimpaciente,amediocaminoentreelsuspiroyelgruñido.

No puedo decir cuál era el libro que tenía ante mí porque no llegué amirarlo. Con los codos sobre lamesa y lasmanos tapándome los ojos, meentregué a un silencioso sollozo. PeroArthur no estaba dormido: en cuantooyó un ligero suspiro, levantó la cabeza y miró alrededor exclamando,impaciente:

—¿Porquélloras,Helen?¿Quédemoniospasaahora?

—Lloro por ti, Arthur—respondí, secándome rápidamente las lágrimas;melevantéymearrodilléanteél;cogísufláccidamanoycontinué—:¿Notedas cuenta de que eres una parte de mí? ¿Crees que puedes perjudicarte ydegradartesinqueyolosienta?

—¿Degradarme,Helen?

—¡Sí,degradarte!¿Quéhasestadohaciendotodoestetiempo?

—Valemásquenomelopreguntes—dijoconunadébilsonrisa.

—Ytúvalemásqueno locuentes;peronopuedesnegarquehasestadodegradándote miserablemente. Has estado haciéndote un daño vergonzoso,perjudicandoatualmayatucuerpo,yamítambién;¡nopuedosoportarloconcalma…ynoquiero!

—¡Estábien,nomeestrujeslamanotanfrenéticamente,ynomeinquietesde esamanera, porDios! ¡Oh,Hattersley! Tenías razón; estamujer serámimuerte, con sus sentimientos vehementes y su atractiva fuerza de carácter.Vamos,vamos,tenpiedaddemí.

—¡Arthur, debes arrepentirte! —grité, en un frenesí de desesperación,rodeándoleconmisbrazosyhundiendomirostroensupecho—.¡Dimequelamentasloquehashecho!

—Bueno,bueno,lolamento.

—¡Nololamentas,loharásotravez!

—No viviré para hacerlo otra vez si me tratas tan salvajemente —respondió,apartándomedeél—.Casimedejassinrespiración.—Sepuso lamanoenelpecho,ypareciórealmenteperturbadoyenfermo.

—¡Ahora, tráeme un vaso de vino —dijo— para remediar lo que has

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hecho,tigresa!Estoyapuntodedesmayarme.

Me apresuré a traerle el remedio requerido. Pareció reanimarleconsiderablemente.

—¡Quévergonzosoes—dijealcogerdesumanoelvasovacío—queunhombrejovenyfuertecomotúsehayareducidoélsoloasemejanteestado!

—Silosupierastodo,querida,diríasmejor:«¡Quémilagroesquepuedasllevarlotanbien!».Hevividomásenestoscuatromeses,Helen,deloquehasvividotúalolargodetodatuexistencia,odeloqueviviráshastaelfindetusdías,aunquesumencienaños;asíquedeboesperarpagarlodealgunamanera.

—Tendrásquepagarunpreciomáselevadodeloquesuponessinotienescuidado:perderás totalmente tu salud,y tambiénmiafecto, si esqueéste teimportaalgo.

—¿Cómo? ¿Sigues con el juego de amenazarme con la pérdida de tuafecto?Creo que no pudo sermuyverdadero al principio si se destruye tanfácilmente.Sinotienescuidado,mipreciosatirana,harásquelamenteenseriomi elección y que envidie a mi amigo Hattersley por su pequeña y dócilesposa.Ellaestodounmodeloparasusexo,Helen.LahatenidoconéltodalatemporadaenLondresynohasidoenningúnmomentounproblema.Élpudodivertirsecomoquiso,alestilonormaldelossolteros,yellanuncasequejódeabandono;podíavolveracasaacualquierhoradelanocheodelamañana,onovolver;estuvierasombrío,serenoogloriosamenteborracho;podíahacerellocooeltonto,segúnleapeteciera,sintemoraquelemolestaran.Ellajamásledirigeunapalabradereprocheodequeja,hagaloquehaga.Éldicequenohayen toda Inglaterrauna joyacomoellay juraqueno la cambiaríaniportodounreino.

—Perohacequeparaellalavidaseaunamaldición.

—¡En absoluto!Ella no tienemás voluntad que la de él, y está siemprefelizycontenta,mientrasélsedivierte.

—Enesecasoesunaestúpidatangrandecomoél;peroyoséquenoloes.Herecibidodeellavariascartasenlasqueexpresasuangustiaporlamaneradecomportarsedesumaridoydondesequejadequetúleincitasacometeresasextravagancias.Enunameruegaespecialmentequeutilicemiinfluenciasobre ti para que te vayas de Londres, y afirma que sumarido nunca hizosemejantescosasantesdequetúllegaras,yaseguraquedejaríadehacerlastanprontocomotútedespidierasyledejarasguiarseporsubuensentido.

—¡Detestable traidorzuela!Dameesacartayse laenseñaré,puedesestartanseguracomoqueestoyvivo.

—No,élnolaverásinelconsentimientodeella;yaunquelleguealeerla

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no hay allí nada que pueda encolerizarle, como tampoco en ninguna de lasotras. Ella nunca dice nada contra él; se limita a expresar su preocupación.Aludeasuconductaenlostérminosmásdelicadosybuscatodaslasexcusasqueseleocurren.Yencuantoasupropiatristeza,másbienlapresientoquelaveoexpresadaensuscartas.

—Peroellameataca,yestoysegurodequeenesocuentacontuapoyo.

—No;ledijequesobreestimabalainfluenciaqueyoteníasobreti,queamímegustaríapoderalejartedelatentacióndelaciudadsipudiera,peroqueteníapocas esperanzasde conseguirlo,yquecreíaqueestabaequivocadaalsuponer que tú arrastrabas al señor Hattersley o a cualquier otro al malcamino.Yomismahabíamantenidolaopinióncontrariaduranteciertotiempo,pero ahora creía que os corrompíais mutuamente; y que, quizá, si ella lellamabaconcuidadolaatenciónasumarido,podíaserútil;pues,aunqueeramásmaleducadoqueelmío,pensabaqueestabahechodeunmaterialmenosimpenetrable.

—Así que os dedicáis a eso: ¡os dais ánimo la una a la otra parasublevaros, atacáis cada una al marido de la otra, y tú lanzas acusacionescontraeltuyo,parasatisfaccióndelasdos!

—Segúntupropiaconfesión—dije—,mimalconsejohatenidomuypocoefectosobreella.Yencuantoalosataquesylasacusaciones,lasdosestamosdemasiado avergonzadas de los vicios y los errores de nuestros respectivosmaridos para convertirlos en el tema habitual de nuestra correspondencia.Amigas como somos, de buenagana nos ocultaríamosmutuamente vuestrosdeslices, inclusonoslosocultaríamosanosotrasmismassipudiéramos,anoserqueconociéndolospudiéramosevitarlos.

—¡Estábien,estábien!Novuelvasaechármelosencara:noconseguirásnadabuenoconello.Tenpacienciaconmigo,ycargaconmipostraciónymimalhumorunpocomás,hastaqueconsigaquitarmeestamalditacalenturadelasvenas;entoncesmeencontrarásmásalegreybondadosoquenunca.¿Porquénopuedes ser tan amableybuena como fuiste laúltimavez?Tepuedoasegurarqueloagradecímucho.

—¿Y de qué sirvió tu gratitud?Me ilusioné con la idea de que estabasavergonzadodetusfaltas,yconfiéenquenuncavolveríasacometerlas;¡peroahoramehasdejadosinesperanza!

—Mi caso es absolutamente desesperado, ¿verdad? Una consideraciónmuyfelizsimeliberaradeldolorylamolestiaquemeproducenlosesfuerzosdemiqueridaypreocupadaesposaporconvertirme,ysilaliberaraaelladelatarea y las molestias de semejantes esfuerzos, y a su dulce rostro y a susacentos de plata de los efectos ruinosos de éstos.Un estallido emocional es

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unacosaconmovedoraalgunaqueotravez,Helen,yuntorrentedelágrimases maravillosamente enternecedor; pero, cuando se prodigan demasiado amenudo, las dos cosas son condenadamente fastidiosas porque estropean labellezadeunoyabrumanademásasusamigos.

A partir de entonces reprimímis lágrimas ymis emociones todo lo quepude.Meahorrélassúplicasylosinútilesesfuerzosportratardeconvencerle,porqueme di cuenta de que todo era en vano: Dios podría despertar aquelcorazón, indolente y embrutecido por el desenfreno, y quitar el velo de laoscuridadsensualdesusojos,peroyono.Todavíameoponíaymemolestabacuando descargaba injustamente sumal humor en sus subordinados, que nopodían defenderse, pero cuando sólo yo era su objeto, como erafrecuentementeelcaso,losoportabaconpacienteserenidadsalvoavecesenque mi temperamento, agotado por los repetidos disgustos, o atormentadohasta el aturdimiento por alguna nueva muestra de irracionalidad, semanifestaba,amipesar,ymeexponíaaacusacionesdeferocidad,crueldadeimpaciencia.Yoatendíatodossusdeseosyrequerimientos;pero,loconfieso,noconelmismocariñofervientedeantes,porquenopodíasentirlo;además,tenía ahora otra persona que reclamabami tiempo ymis cuidados:mi niñoenfermo, por cuyo bien arrostraba y sufría los reproches y las quejas de suirrazonableydespóticopadre.

PeroArthurnoesunhombrequisquillosooirritablepornaturaleza;tantoesasí,quehabíaalgocasi ridículoen la incongruenciadeestemalhumoryesta irritabilidad espontáneas, que parecían calculadas para provocar la risamásquelaira,sinofueraporlasdolorosasconsideracionesqueibanunidasaestos síntomas de un continente enfermo. Su carácter mejoró gradualmenteconformeserestablecíasusaludcorporal,loqueocurriómásprontodeloquecabíaesperar,graciasamistenacesesfuerzos;porquehabíatodavíaalgoenélaloqueyonorenunciabayunempeñoporcuidarlequenoqueríaabandonar.Su apetito por el estímulo del vino había aumentado, como demasiado bienhabíaprevistoyo.Ahoraeraparaélalgomásqueunalicienteaccesoriodeltratosocial:eraunaimportantefuentedeplacerensímismo.Enestaépocadedebilidad y depresión se habría convertido en sumedicina y soporte, en suconsuelo,suentretenimientoysuamigo,yportantosehabríahundidomásymás, y encadenadopara siempre a la abyección en la quehabía caído.Perodecidíqueestonoibaaocurrirnuncamientrasmequedaraalgunainfluenciasobreél;yaunquenopudeevitarquebebieramásdeloqueleconvenía,sinembargo, con una perseverancia incesante, con benevolencia, firmeza yvigilancia, con halagos, cuidados y determinación, conseguí alejarle de lacompleta sumisión a ese detestable vicio, tan nocivo en sus avances, taninexorableensutiranía,tandesastrosoentodossusefectos.

Yenestonodeboolvidarmedequenopocoledeboasuamigo,elseñor

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Hargrave. En esa época venía a visitarnos con frecuencia a Grassdale, y amenudo cenaba con nosotros. En estas ocasiones, me temo, Arthur habríatiradodebuenaganaeldecoroylaprudenciaporlaventanaysehabríadado«unagrannoche»,tanamenudocomosuamigohubieraconsentidoenunirsea él en ese exaltado entretenimiento; si este último hubiera decididocomplacerle,podríahaber echadoaperder enunanocheodosel trabajodesemanasydemolidoconunsologolpeelfrágilbaluartequetantosesfuerzosytrabajomehabíacostadoconstruir.Teníatantomiedoalprincipioquepaséporla humillación de insinuarle en privado mis temores por la propensión deArthur a estos excesos, y de expresarle mi esperanza de que él no lafavoreciera. Le complació esta señal de confianza y, efectivamente, no latraicionó.Enaquellayposterioresocasiones,supresenciasirviódefrenoasuanfitriónmásquedeincitaciónaunaintemperanciamayor;siempreconsiguiólevantarledelamesaatiempoyencondicionesaceptables;porquesiArthurdesatendíainsinuacionestalescomo:«Bueno,noquieroentretenerte,tumujerte espera», o: «No debemos olvidar que la señora Huntingdon está sola»,insistíaenabandonar lamesayunirseamí, con loque suanfitrión,aunquefuerademalagana,seveíaobligadoaseguirle.

Por lo tanto, aprendí a recibir al señor Hargrave como a un verdaderoamigodelafamilia,comouncompañeroinofensivoparaArthur,quealegrabasu espíritu y le protegía del tedio de la absoluta ociosidad y de un totalaislamientodetodacompañíasalvolamía,ycomounvaliosoaliadoparamí.Entalescircunstanciasnopudesinosentirmeagradecidahaciaélalaprimeraoportunidadnodudéenreconocermideuda;noobstante,cuandolohice,algomedijoquenotodoibabien,ydemismejillasseapoderóuncolorvivo,queélacrecentóconsumiradafirmeyseria,mientras,porsumaneraderecibirmireconocimiento,nohizomásqueredoblarmistemores.Elinmensoplacerquesentía por serme útil estaba impregnado de lástima pormí y conmiseraciónhaciasímismo;noséporquérazón,puesnoquisedetenermeapreguntárseloni darle la oportunidad de que me contara sus penas. Sus suspiros einsinuaciones de escondidas tribulaciones parecían provenir de un corazónhenchido; pero o bien debe esforzarse pormantenerlas dentro de él, o biendebe suspirarlas en otros oídos que no sean los míos: ya había bastanteintimidad entre nosotros. Me parecía mal que existiera entre el amigo demaridoyyounsecretodelqueéleraelobjetoyqueademásnoconocía.Peromireflexiónposteriorera:«Siestámal,laculpaserádeArthur,nomía».

Además,nosési,enaquelmomento,meruboricéporArthurmásquepormímisma. Porque, desde que Arthur y yo somos uno,me identifico de talformaconél,quesientosudegradación,suscaídas,sustransgresiones,comosifueranmías;mesonrojoporél,temoporél;mearrepientoporél,lloro,rezoysufroporélcomopormímisma;peronopuedoactuarporél.Y,porlotanto,deboestar,yestoy,humillada,corrompidaporlaunión,tantoantemispropios

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ojoscomoantelosdelaverdad.Estoytandecididaaamarle,tanansiosaporexcusar sus errores, que continuamente estoy insistiendo en ellos yesforzándome por paliar elmás disoluto de sus principios, o la peor de suscostumbres, hasta familiarizarme con el vicio y convertirme casi en uncómplice de sus pecados. Cosas que al principio me impresionaban yrepugnaban,ahorasólomeparecennaturales.Séquesonunerror,porquelarazónylapalabradeDioslodeclaranasí;peroestoyperdiendogradualmenteese horror y repulsión instintivos que me fueron dados por naturaleza, oinculcados por los preceptos y el ejemplo demi tía.Quizá, entonces yo erademasiado severa en mis juicios, pues aborrecía al pecador tanto como elpecado; ahora me jacto de ser más caritativa y comprensiva; pero ¿no meestoy volviendo también más indiferente e insensata? ¡Qué estúpida fui alsoñarqueteníafuerzaypurezadesobraparasalvarleysalvarmeamímisma!¡Una presunción tan vana sería bien castigada si yo pereciera con él en elabismodelque tratabade salvarle!Sinembargo, ¡DiosmeprotejadeélyaArthur también! Sí, mi pobre Arthur, todavía esperaré y rogaré por ti; yaunqueescribocomosifuerasunmiserableviciososinremisiónniesperanza,sonmisansiosostemores,misfervientesdeseoslosquemeobliganahacerlo;alguienqueteamaramenosestaríamenosagriado,menosinsatisfecho.

Suconductahasidoúltimamenteloquelagentellamairreprochable;perosé que su corazón no ha cambiado; sé que la primavera se acerca, y temoprofundamentesusconsecuencias.

Encuantoempezóarecuperareltonoyvigordesuconstituciónexhaustayconellospartede suantigua intoleranciaal retiroyel reposo, le sugeríquepasáramos unos días en la costa, para su entretenimiento y su mejorrecuperación, y en beneficio también de nuestro pequeño. Pero no; losbalnearioserantaninsoportablementetristes…Además,unodesusamigoslehabíainvitadoapasarunoodosmesesenEscociaparamayordisfrutedelacazadelaperdizblancaydelacazaalacecho,yhabíaprometidoir.

—Entonces,¿vasadejarmesoladenuevo,Arthur?—dije.

—Sí, amormío, pero sólo para amartemás que nunca cuando vuelva ypara recompensarte por las ofensas y las negligencias pasadas; esta vez notienesporquésentirmiedo;nohaytentacionesenlasmontañas.Durantemiausenciapuedes iravisitarStaningley,siquieres:yasabesque tus tíoshacetiempo que quieren que vayamos a verlos; pero en cierto modo hay unaincompatibilidad tan grande entre la buena señora y yo que nunca me hesentidoconánimosdehacerlo.

Yoestabadeseosadeaprovecharestepermiso,aunqueno temíapoco laspreguntasycomentariosdemitíaconcernientesamiexperienciamatrimonial,sobrelaquehabíasidomuyreservadaenmiscartas,yaquenoteníamuchas

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cosasagradablesquecomunicar.

Enlatercerasemanadeagosto,ArthursalióparaEscociay,pocodespués,lesiguióelseñorHargrave,paramiíntimasatisfacción.Alospocosdías,fuiconelpequeñoArthuryRachelaStaningley,miantiguoyqueridohogar,quevolví a ver, así como a sus queridos habitantes, con una mezcla desentimientos de placer y dolor tan íntimamente fundidos que apenas pudedistinguirelunodelotro,ynosabríaacuáldeellosatribuirlaslágrimas,lassonrisas y los suspiros que despertaron aquellas escenas, voces y rostrosfamiliares.

Nohabíanpasadotodavíadosañosdesdelaúltimavezqueloshabíavistoyoído;peroparecíauntiempomucho,muchomáslargo¡ynoeraextraño,sipienso en el inconmensurable cambio que se había producido en mí…!¡Cuántas cosas no había visto, sentido, aprendido desde entonces!Ami tío,además,seleveíamásviejoeinseguro,yamitía,mástristeyseria.Creoquepensabaquemehabíaarrepentidodemiapresuramiento,aunquenoexpresóabiertamentesuconvicción,nimerecordó,conairesdetriunfo,susconsejosdesatendidos,talycomoyomehabíatemidoqueharía;peromeobservómuydecerca,demasiadodecercaparamigusto,ypareciódesconfiardemibuenhumor, remarcando excesivamente cualquier asomo de tristeza o depensamientos sombríos, atenta a cualquier observación casual hecha pormiparteparahacersuspropiasdeduccionesensilencio.Almismotiempo,porelprocedimientodeunsolapadoyaparentementetranquilointerrogatorioqueserenovabadevezencuando,mesacómuchascosasquenolehabríacontadodeotramanera;yponiendotodaslasinformacionesjuntas,metemo,sehizounaideabastanteclaradelosdefectosdemimaridoydemisaflicciones,aunqueno de las fuentes de consuelo y esperanza queme quedaban todavía; pues,aunquemeesforcéporcausarleunagranimpresiónconlaideadelasbuenascualidadesdeArthurydenuestroafectomutuoydelasmuchasrazonesqueteníayoparasentirmeagradecidayafortunada,ellarecibiótalessugerenciascon frialdad imperturbable, como si mentalmente estuviera sacando suspropiasconclusiones;conclusionesqueestaban,engeneral,estoysegura,muyalejadas de la verdad, aunque reconozco que yo exageré un poco el ladobrillantedelcuadrodemisituación.¿Fueelorgulloloquemehizoesforzarmetanansiosamenteporparecersatisfechaconmisuerte…ounadeterminaciónjustadellevarsolalacargaqueyomismamehabíaimpuestoypreservaramimejoramigade lamásmínimaparticipaciónenaquellas tristezasde lasquehabía tratadodesalvarmecon tantoahínco?Puedequefueran lasdoscosas,peroestoyseguradequepredominóelsegundomotivo.

Noprolonguémuchomivisitaporquenosólomesentíaconstreñidaporlaimplacable vigilancia y la incredulidad demi tía y oprimida hasta extremosqueellanopodíaimaginarporsucontinuadoysilentereproche,sinoporque

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medabacuentadequemipequeñoArthureraunamolestiaparasutío,aunqueéste hiciera lo posible porque estuviera a gusto, y no era un granentretenimiento para su tía, aunque estuviera dispuesta a complacerle ydedicarlesuafecto.

¡Querida tía…! Me cuidaste con tanto cariño desde que era niña, meguiaste e instruiste con tanta atención durante mi infancia y juventud… Yahora ¿nopuedoofrecerte a cambionadamásque esto: ladecepciónde tusesperanzas, la oposición a tus deseos, el desprecio a tus advertencias yconsejos y el ensombrecimiento de tus últimos años con tristezas ymiedosangustiosos por sufrimientos que no puedes aliviar? Casi se me partía decorazóndesólopensarlo,yunayotravezmeesforzabaporconvencerladequeerafelizyqueestabasatisfechaconmisuerte;perosusúltimaspalabras,altiempoquemeabrazabaybesabaalniñoqueteníaenmisbrazos,antesdequeyoentraraenelcoche,fueron:

—Cuidaatuhijo,Helen.Puedequetequedentodavíadíasfelices.Puedoimaginarmemuybienelconsueloyeltesorotangrandequeesélparati;perosilemimasdemasiadoparaalegrartussentimientosactuales,serádemasiadotardeparaarrepentirtedeellocuandotucorazónsehayaroto.

Arthur no volvió a casa hasta varias semanas después de mi regreso aGrassdale;peronomesentí tanpreocupadaporélentonces:creerleocupadocon la caza en las agrestes colinas de Escocia eramuy diferente de saberleinmerso enmedio de las corrupciones y tentaciones de Londres. Sus cartasahora eran, si no muy largas ni emocionadas, más regulares de lo que lohabíansidonunca;ycuandoregresócomprobécongranalegríaque,envezdeestarpeorquecuandomarchó,semostrabamásalegreyvigorosoymejorentodoslosaspectos.Desdeentonceshetenidopocosmotivosdequeja.Todavíatieneunadesgraciadapredilecciónporlosplaceresdelamesa,alosquetengoquehacerfrenteyvigilar;sinembargo,lehaempezadoallamarlaatenciónsuhijo,yestoesunafuentecadavezmayordediversiónparaéldentrodecasa,mientrasquelacazadelzorroydelaliebresonunaocupaciónsuficientefueradeella,cuandoelsuelonoestáendurecidoporelhielo;deestamanera,yanodepende enteramente demí para su entretenimiento. Pero ahora estamos enenero:seacercalaprimavera;y,repito,temolasconsecuenciasdesullegada.Esa dulce estación, que yo saludaba tan gozosamente como el tiempo de laesperanza y la alegría, despierta ahora con su regreso unas previsionesmuydistintas.

CAPÍTULOXXXI

VIRTUDESSOCIALES

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20demarzode1824.—LatemidaestaciónhallegadoyArthursehaido,como ya temía. En esta ocasiónme hizo saber su intención de permanecermuypocotiempoenLondresytrasladarseluegoalContinente,dondeestaríaprobablemente varias semanas; pero no creo que vuelva hasta al cabo demeses;ahoraséqueparaéllosdíassignificansemanasylassemanasmeses.

Yo iba a acompañarle, pero un poco antes de ponernos en marcha, mepermitió—y hastame animó con urgencia y una apariencia demaravillososacrificio—quefueraaveramidesgraciadopadre,queestámuyenfermo,yamihermano,quesesientemuyinfelizporlaenfermedadysucausayaquienno había visto desde el día del bautizo de nuestro hijo, del que fue padrinojuntoconelseñorHargraveymitía,quefuelamadrina.Nodeseandoabusardelabuenadisposicióndemimaridoaquedarsesolo,acortémivisitatodoloquepude;perocuandovolvíaGrassdale,élyasehabíaido.

Dejó una nota para explicar su precipitadamarcha argumentando que sehabíaproducidounaemergenciainesperadaqueexigíasuinmediatapresenciaen Londres, por lo que le era imposible esperarmi regreso; añadía que eramejorparamínotratardeseguirle,yaquepretendíapermanecerenlaciudaddurantetanpocotiempoquenomerecíalapena;yquecomoélpodíaviajarsolo, naturalmente, por lamitad del precio que le costaría hacerlo conmigo,pensaba que era mejor demorar el viaje hasta el año siguiente, cuando yahubieraconseguidoarreglarlascosasdeunamaneramásestable,talcomoseproponíahacerahora.

¿Erarealmenteasí…oeratodounaestratagemaparaasegurarsedequesuviaje en busca de placeres no iba a verse coartado por mi presencia? Esdoloroso dudar de la sinceridad de las personas a las que amamos, pero,despuésde tantas pruebasde falsedadyde indiferencia tan absoluta por losprincipios,¿cómopuedocreerenunahistoriatanimprobable?

Mequedaunarazónparaelconsuelo:tiempoatrásmehabíadichoquesialguna vez volvía a París o Londres sería más moderado que antes en susaficiones,puesdelocontrarioacabaríadestruyendosucapacidaddedisfrute.No ambicionaba, según él, vivir hasta una edad demasiado avanzada, sinosacarlejugoalaviday,sobretodo,disfrutardesusplacereshastaelfinal,paralocualcreíanecesarioeconomizar,puestemíanoseryaunvaróntanapuestocomolohabíasido,ni tanjoven:habíadetectadoúltimamentealgunascanasentresusqueridosrizoscastaños;tambiénsospechabaquehabíaengordadounpocomásdelodeseable,aunqueestosedebíamásbienalabuenavidaylaociosidad; por lo demás, se encontraba tan fuerte y animoso como siempre;pero no dijo nada sobre si otra temporada de locura y diablura sinmedida,como la última, podía acabar con él. Sí; me dijo esto a mí… con todo eldescaroysinsonrojarseyconaquelbrillopícaroysocarrónenlosojosque

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tantomehabíaembelesadoantes,yaquellarisaprofundayfelizcuyosonidoalegrabatantomicorazón.

¡En fin! Tales consideraciones tienen más peso, sin duda, para él, quecualquier otra por la que yo pueda abogar.Ya veremos lo que ellas puedenhacerporsubien,yaquenomequedaotraesperanza.

30 de julio. — Hace tres semanas que regresó, con una salud bastantemejorqueantes,perosucarácterhaempeoradotodavíamás.Y,sinembargo,quizá estoy equivocada: soy yo la que esmenos paciente y tolerante.Estoycansadadesusinjusticias,suegoísmo,ydesudepravaciónsinesperanza—megustaríaexpresarloconunapalabramás suave—;nosoyunángel,ymicorrupciónsesublevacontraella.Mipobrepadremuriólapasadasemana.AArthurleirritólanoticia,porquevioqueamímeimpresionabaymecausabadolor,ytuvomiedodequeestacircunstanciaestropearasubienestar.Cuandohablédeencargarlasropasdeluto,exclamó:

—¡Oh, detesto el negro! Sin embargo, supongo que debes llevarlo unatemporada, para guardar las formas; pero espero, Helen, que no creas tuinexcusabledeberadaptar tu rostroy tusmodalesalatuendo funerario.¿Porqué ibas a tener que suspirar y gruñir, y yo sentirme incómodo porque unancianocaballerodelcondadode…,un totaldesconocidopara losdos,hayacreídooportunobeberhastamorir?¡Pero,vaya,siestásllorando!Bueno,debedeserpuraafectación.

Noquisosabernadadequeyoasistieraalfuneral,ofueraundíaodosahacerle compañía al pobreFrederick.Era absolutamente innecesario, dijo, yera irrazonable que yo lo deseara. ¿Qué erami padre paramí?No le habíavistomásqueunavezenmividadesdequeeraunaniñaysabíamuybienqueyonoleimportabanada;ymihermano,tambiénerapocomásqueunextraño.

—Además,queridaHelen—dijo,abrazándomeconunaternuraexagerada—,nopuedoestarniunsolodíasinti.

—Entonces,¿cómotelashasarregladoparaestarsinmítodosesosdías?—dije.

—¡Ah!Peroentoncesyoestabadandotumbosporelmundoyahoraestoyencasa;ymicasasinti,midiosafamiliar,seríainsoportable.

—Sí,enlamedidaenquemenecesitasparatucomodidad;peronodijisteesoentonces,cuandomeforzasteadejarteconelfindepodermarchardetucasa sin mí —repliqué; pero antes de acabar la frase lamenté haberlapronunciado.

Parecíaunaacusaciónmuygrave:sierafalsa,erauninsultomuyfuerte;sieraverdad,eraunhechodemasiadohumillanteparadecírseloabiertamentea

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la cara. Pero podría haberme ahorrado ese remordimiento. La acusación nodespertósuvergüenza,nisuindignación:nohizoningúnintentodenegarlaoexcusarse, sino que su contestación fue una larga risa ahogada, como si lanegociaciónfueraunabromaingeniosaydivertidadeprincipioafin.¡Nocabedudadequeestehombreconseguiráfinalmentequeledeteste!

Entonces,conformelaelaboras,miqueridadoncella,

tenpresentequeasídebesbeberlacerveza.

Sí;ylabeberéhastalasheces:¡ynadie,salvoyomisma,sabráloamargaquees!

20deagosto.—Volvemosaestardondeestábamos.Arthurseencuentracasi en elmismo estado de antes y ha vuelto a sus antiguas costumbres. Elmejorplanquehepodidoencontrarescerrarlosojosalpasadoyalfuturo,enloqueaél,almenos,serefiere,yvivirsóloelpresente;amarlecuandopuedo;sonreírle(siesposible)cuandoélsonríe,estaralegrecuandoélestáalegre,ycontentacuandoesagradable;ycuandonoloes,intentarquelosea,ysiestono sirve de nada, soportarle, excusarle y perdonarle tanto como pueda, yreprimirmismalignaspasionesparaquenoseagravenlassuyas;noobstante,mientras de esta forma cedo y contribuyo a sus tendencias menos nocivas,hagotodoloqueestáenmimanoparasalvarledelopeor.

Peronoestaremossolosmuchotiempo.Prontomeveréobligadaaatenderalmismoselectogrupodeamigosqueestuvieronconnosotroselpenúltimootoño,conlaadicióndelseñorHattersleyy,apeticiónmía,desumujerysuhija.TengoganasdeveraMilicentytambiénasupequeña.Tienecasiunaño;seráunaencantadoracompañeradejuegosparamipequeñoArthur.

30deseptiembre.—Nuestros invitadosestánaquídesdehaceunaodossemanas; pero no he tenido tiempo hasta ahora de transcribir ningúncomentariosobreellos.NopuedosuperarmiantipatíaporladyLowborough.No se basa en una simple cuestión personal; es lamujermisma la quemerepugna,porquenohaynadaenellaquemeguste.Evitosucompañíasiemprequepuedo,sinviolarlasleyesdelahospitalidad,aunquecuandonosponemosa conversar juntas, ella lo hace con la máxima cortesía, incluso con unaaparentecordialidad.¡Diosmelibredesemejantecordialidad!Escomollevarescaramujo y flores de espino en la mano: luminosas para los ojos yaparentementesuavesaltacto;perounosabequedebajohayespinasydevezencuandotambiénsiente;yquizáprotestacontraeldolorestrujándolashastaquesedestruyesupoder,aunquedealgúnmodosonlospropiosdedoslosqueresultanlastimados.

Últimamente,sinembargo,nohevistoensuconductahaciaArthurnadaque me indigne o alarme. Durante los primeros días creí que estaba muy

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empeñadaenganarsuadmiración.Susesfuerzosnopasaroninadvertidosparaél,yconfrecuencialevireírparasusadentrosantelasastutasmaniobrasdeella;pero,dichoseaensufavor,lasflechascaíanasuspiessinfuerza.Todassusfascinantessonrisas,susaltivosmohines,fueronsiempreacogidosconelmismoinmutable, indiferentebuenhumor;hastaque,alverquesemostrabaverdaderamente impenetrable, ella cedió de repente en sus intentos y sevolvió,enapariencia,tanindiferentecomoél.Desdeentoncesnohenotadoelmás leve indicio de que Arthur se sienta tentado por ella, ni de que ellarenuevesusesfuerzosdeconquista.

Asíescomodeberíaser:peroArthurnuncapermitiráqueestésatisfechaconél.Desdequemecasé,nuncahesabido,niporunasolahora,loqueesesadulceidea:«Enlapazylaconfianzaestarátudescanso».Esosdosdetestableshombres,GrimsbyyHattersley,handestruido todami laborencontradesuamor por el vino. Le animan diariamente a que sobrepase los límites de lamoderacióny,connopocafrecuencia,acubrirsedeignominiaconelexceso.Tardaréenolvidarmede la segundanochedespuésde su llegada.Nadamáshabermeretiradodelcomedorconlasseñoras,antesdequelapuertasecerraradetrásnuestro,Arthurexclamó:

—Y,ahora,muchachos,¿quémedecísdeunjolgorioformal?

Milicent me echó unamirada de reproche, como si yo pudiera evitarlo;pero su expresión cambió cuando oyó que la voz deHattersley se alzaba atravésdelapuertaylapared:

—¡Yo,soyvuestrohombre!Ordenaquetraiganmásvino;¡aquínohaynilamitaddelquenecesitamos!

Alpocodeentrarnosotrasenelsalón,senosuniólordLowborough.

—¿Porquéhasvenidotanpronto?—exclamósuesposaconunaexpresióndedesagradodelomásmolesta.

—Yasabesquenobebo,Annabella—respondióélconseriedad.

—Bueno, pero podrías pasar un rato con ellos; ¡resulta tan tonto estarsiemprepegadoalasmujeres!¡Nosécómopuedes!

Él le reprochó su comentario conunamiradade amarguray sorpresa, y,reprimiendounsuspiro,semordióloslabiosconlavistafijaenelsuelo.

—Hahechobienendejarlossolos,lordLowborough—dijeyo—.Confíoen que continúe usted honrándonos tan pronto con su compañía. Y siAnnabella conociera el valor de la verdadera sabiduría, y la miseria de lainsensatez y… y de la intemperancia, no diría una tontería semejante, nisiquieraenbroma.

Lord Lowborough levantó los ojos mientras yo hablaba, los volvió

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gravementehaciamí,conunamiradamediosorprendida,medioabstraída,yluegolosdirigióhaciasuesposa.

—Almenos—dijo ésta—, conozco el valor de un corazón cálido y unespírituintrépido,varonil.

Ypuntuósuspalabrasconunamiradadetriunfodirigidaamíqueparecíadecir:«Loqueesmásde loquetúconoces»,yunadeescarnioasumaridoquelellegóalalma.Estomeexasperóintensamente,peronomecorrespondíaa mí reprenderla ni, como parecía, expresar mi simpatía por su marido sinofenderlossentimientosdeéste.Loúnicoquepudehacer,obedeciendoamiimpulsointerior,fueofrecerleunatazadecafé,llevándoselapersonalmenteyantesdeserviralasdemásdamas,comomediodecompensareldespreciodeAnnabellaconmiexcesivadeferencia.Éllatomódemimanomecánicamente,con una leve inclinación, pero en unminuto se incorporó y la dejó intactasobrelamesa,mirando,nolataza,sinoasumujer.

—Estábien,Annabella—dijoenuntonoroncoyprofundo—puestoquetedesagradamipresencia,telibrarédeella.

—¿Vas a volver con ellos, entonces? —dijo su esposa con aire deindiferencia.

—No—exclamóélconunénfasissorprendenteyagrio—,¡novolveréconellos!¡Ynomequedaréniunsegundomásdeloqueyoconsiderecorrecto,nipor ti ni por ningún otro tentador! Pero no debes preocuparte por eso; novolveréamolestarteimponiéndotemicompañíadeunaformataninoportuna.

Saliódelahabitación,oíqueseabríaysecerrabalapuertadelvestíbuloe,inmediatamentedespués,alcorrerlacortina,levialejarseporelparque,enlaoscuridaddelhúmedoynubosocrepúsculo.

Escenas como ésta son siempre desagradables de presenciar. Nuestropequeñogruposehundióenuncompletosilencioporunmomento.Milicentjugabaconsucucharilla,conunaspectoviolentoyconfundido.SiAnnabellasentía alguna vergüenza o incomodidad, intentó disimularla con una risitabreve,atolondrada,ydirigiéndoseconcalmaaservirseelcafé.

—Sería una buena lección para ti, Annabella—dije, por fin— que lordLowborough volviera a sus antiguas costumbres, que estuvieron a punto decausarle la ruina y con las que tanto esfuerzo le costó romper; entonces tearrepentiríasdetucomportamiento.

—¡Enabsoluto,querida!Nomeimportaríaquesuseñoríaseemborracharatodoslosdías:melibraríadeélmáspronto.

—¡Oh,Annabella!—gritóMilicent—.¡Cómopuedesdecirunascosastanmalignas!SeríarealmenteuncastigojustoparatiquelaProvidenciatetomara

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lapalabraytehicierasentirloqueotrassienten…

Se detuvo al llegar hasta nosotras una algarabía de voces y risasprocedentes del comedor, en la que hasta mi inexperto oído distinguióclaramentelavozdeHattersley.

—Loque túsientesenestemomento,¿verdad?—dijo ladyLowboroughconunasonrisamaliciosa,mirandoconfijezaelangustiadosemblantedesuprima.

Ésta no dijo nada, pero apartó la cara y se secó una lágrima. En aquelmomentoseabriólapuertayenelumbralaparecióelseñorHargrave,unpocosonrojado,conlosojosbrillandoconunadesacostumbradavivacidad.

—¡Oh,me alegraquehayasvenido,Walter!—gritó suhermana—.PeromehubieragustadoquetrajerasaRalph.

—Del todo imposible, queridaMilicent—respondió él con jovialidad—.Hetenidomuchosproblemasparamarcharmeyo.Ralphintentóretenermepormediode laviolencia;Huntingdonmeamenazócon la irrecuperablepérdidadesuamistadyGrimsby,elpeordetodos,hizotodoloposibleparaquemeavergonzara de mi virtud, recurriendo a los sarcasmos e insinuacionesofensivas que sabía que podían herirme más. Como ven, señoras, deberíandarme la bienvenida después de haber arrostrado tantos peligros y sufridotantoporelfavordesudulcecompañía.

Se volvió, risueño, hacia mí y me dedicó una reverencia una vez huboconcluidolafrase.

—¿No está guapo ahora, Helen? —murmuró Milicent, con su orgullofraternoimponiéndose,demomento,atodaotraconsideración.

—Lo estaría —repliqué— si ese brillo en la mirada, los labios y lasmejillasfuerannaturalesenél;perovuelveafijarteenéldentrodeunashoras.

Entonceselcaballerosesentóa lamesacercademíypidióuna tazadecafé.

—Consideroestounaperfecta ilustracióndetomarelCieloporasalto—dijo, cuando le acerqué la taza—.Ahora estoyen el paraíso;perohe tenidoque abrirme paso entre el fuego y el diluvio para conquistarlo. El últimorecursodeRalphHattersleyfuepegarsuespaldaalapuertayjurarquenomedejaríapasarcomonofueraatravésdesucuerpo(bastantesólido,porcierto).Afortunadamente, no era ésta la única puerta y huí por la entrada lateral,atravesando la despensa del mayordomo, ante el desconcierto absoluto deBenson,queestabalimpiandolavajilla.

El señor Hargrave se rió, y también su prima; pero su hermana y yopermanecimosseriasycalladas.

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—Perdonemi ligereza, señoraHuntingdon—murmuró él, con expresiónmás grave, al tiempo que alzaba la vista hacia mí—. Usted no estáacostumbradaaestascosas:padecerlasafectaasuespíritudemasiadosensible.PenséenustedenmediodeesoslicenciososfanfarronesytratédepersuadiralseñorHuntingdondequepensaraenustedtambién;perofueinútil:metemoqueestádecididoadivertirseestanoche; sería inútil tenerelcafépreparadoparaélosuscamaradas;yaseríamuchoquesereunieranconnosotrosatomarel té. Entretanto, desearía de veras poder apartar sus nombres de supensamiento…ydelmíotambién,puesdetestopensarenellos;si,inclusoenmiqueridoamigoHuntingdon,cuandopiensoenelpoderque tienesobre lafelicidaddealguientaninmensamentesuperior,yelusoquehacedeél.¡Esehombreesdetestable!

—Seríamejorquenomelodijera,entonces—leatajé—,porque,aunquesea malo, es parte de mí misma, y no puede usted hablar mal de él sinofenderme.

—Perdóneme,entonces,porquepreferiríamorirantesqueofenderla.Peronodigamosunapalabramássobreél,demomento,sinoleimporta.

Porfinvinieron;peroeranmásdelasdiez,yelté,quehabíamosretrasadomásdemediahora,estabacasifrío.Aunqueyohabíadeseadoquevinieran,micorazónsepusoalatirdesenfrenadamentealoírelalborotoqueanunciabasullegada.MilicentsepusopálidayestuvoapuntodelevantarsecuandoelseñorHattersleyirrumpióenlahabitaciónconunasalvaderuidososjuramentos,queHargraveintentócortarsuplicándolequetuvieraencuentaalasdamas.

—Ah, haces bien en recordarme la presencia de las damas, miserabledesertor—gritó,agitandosuformidablepuñoendirecciónasucuñado—.¡Sino fuera por ellas, sabesmuy bien que te derribaría en un abrir y cerrar deojos,entregandotucuerpoalasavesdelcieloylosliriosdelcampo!

A continuación, colocó una silla junto a lady Lowborough, se dejó caersobreellayempezóahablarleconunamezcladeestupidezeimprudenciaquemásqueofenderlaparecíadivertirla,apesardequefingiómolestarseporsuinsolenciaymantenerloarayaconocurrenciasinteligentesypunzantes.

Entretanto, el señor Grimsby se sentó junto a mí, en la silla que habíadejado vacanteHargrave cuando entraron, y con solemnidad afirmóquemeagradecería una taza de té. Arthur se sentó junto a la pobre Milicent,acercándoleconfidencialmentelacabezaalacarayacercándosemáscadavezque ésta se retiraba.Noera tan escandaloso comoHattersley, pero su rostroestabacoloradoenexceso,reíasincesary,cuandomesonrojéportodoloqueleveíahacerydecir,mealegrédequedecidierahablarasucompañeraenuntonotanbajoporqueasínadiepodíaoírloquedecíasalvoellamisma.Enelmejor de los casos debió de tratarse de tonterías insoportables, porque la vi

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muy violenta: primero enrojeció, luego empujó su silla con indignación yfinalmentebuscórefugiodetrásdemíenelsofá.LaúnicaintencióndeArthurparecíahabersidoocasionaralgunosdeestosdesagradablesefectos:seriósinmedida al ver que la había ahuyentado; acercó su silla a lamesa, se apoyósobre ella cruzando los brazos, y se abandonó a un paroxismo de débiles,apagadas y estúpidas risas. Cuando se cansó de este ejercicio, levantó lacabeza y llamó en voz alta a Hattersley, y de ahí se siguió una clamorosadisputasobrenoséqué.

—¡Quéestúpidosson!—exclamóelseñorGrimsby,quenohabíadejadode hablarme al oído con una solemnidad sentenciosa; pero yo había estadodemasiadoabsortaenelestadodeplorabledelosotrosdos,sobretodoeneldeArthur,parahacerlecaso.

—¿Haoídoalgunaveztantastonterías,señoraHuntingdon?—continuó—.Meavergüenzodeellos:nopuedentomarseunabotellaentretodossinqueselessubaalacabeza…

—Estáustedechandolalecheenelplatillo,señorGrimsby.

—¡Ah!Sí,yaveo,peroesqueestamoscasiaoscuras.Hargrave,despabilaesasvelas,¿quieres?

—Sondecera;nohayquedespabilarlas—observé.

—La luz del cuerpo es el ojo —observó Hargrave, con una sonrisasarcástica—.Situojoessencillo,todotucuerpoestarállenodeluz.

Grimsby le rechazó con un ademán solemne y, volviéndose amí, siguiótartamudeando,arrastrandolaspalabrasdeunamaneraextraña,conlamismaexpresiónsolemnedeantes:

—Como te estaba diciendo, señora Huntingdon, no tienen el menoraguante:sonincapacesdebebersemediabotellasinquelesafectedealgunamanera;porelcontrario…yo,bueno,hebebidotresvecesmásqueellosestanoche,yustedpuedecomprobarqueestoyperfectamentesereno.Ahorabien,estoquepuedeparecerle a usted singular, creoquepuedo explicárseloverá,suscerebros(nodigonombres,peroustedentenderáaquiénmerefiero),suscerebros son ligeros, para empezar, y los vapores del licor fermentado losvuelvemásligerostodavía,produciendounaturdimientoabsoluto,odesvarío,quetienecomoconsecuencialaintoxicación;mientrasquemicerebro,alestarcompuesto dematerialesmás sólidos, absorbe una considerable cantidad deestealcohólicovaporsinqueseproduzcaunresultadosensible…

—Creo que vas a experimentar un sensible resultado con ese té —interrumpióelseñorHargrave—,porlacantidaddeazúcarquelehasechado.Envezdeunterróncomotienesporcostumbre,lehasechadoseis.

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—¿Deveras?—replicóelfilósofo,sumergiendolacucharillaenlatazaysacando varios terronesmedio disueltos, en confirmación del comentario—.¡Vaya!Medoycuenta.Comove,señora,éstassonlasconsecuenciasdeestardistraído, de pensar demasiado mientras se está ocupado con las cosasnormalesdelavida.Ahorabien,sihubieraestadoatento,comoloshombresnormales,envezdedistraídocomounfilósofo,nohabríaechadoaperderestatazadetéynomeveríaobligadoamolestarlaaustedparaquemedieraotra.Consupermiso,lavaciaréenestecacharro.

—Éseeraelazucarero,señorGrimsby.Ahorahaechadoaperderelazúcartambién;y le agradeceréque llameal servicioparaque traiganmás,porqueaquíestá lordLowboroughalfin.Esperoquesuseñoría tengalaamabilidaddesentarseconnosotrosymepermitaofrecerleunpocodeté.

Suseñoríahizounasolemnereverenciaencontestaciónamiofrecimiento,peronodijonada.Mientras tanto,Hargrave seofrecióa tocar la campanillaparaque trajeran el azúcar, y el señorGrimsby lamentó su error, intentandoprobarqueéstesedebíaalasombradelateterayalamalailuminacióndelapieza.

LordLowboroughhabíaentradounoodosminutosantessinquenadieloadvirtiera salvoyo,y sehabíaquedadodepiedelantede lapuerta,mirandoconterrorlareunión.LuegosedirigióhaciaAnnabella,queestabasentadadeespaldasaél,conHattersleytodavíaasulado,aunquenoleprestabaatenciónenesemomento,puesestabaocupadoenintimidare insultarruidosamenteasuanfitrión.

—Bueno,Annabella—dijo sumarido, inclinándose sobreellapordetrás—, ¿a cuál de estos tres «espíritus intrépidos, varoniles» te gustaría quemepareciera?

—¡Por todos los demonios, te parecerás a todos! —gritó Hattersley,levantándoseycogiéndoleporelbrazoconviolencia—.¡Eh,Huntingdon!—gritó—.¡Yaletengo!¡Ven,hombre,yayúdame!¡YqueelCielomeconfundasinoconsigoemborracharleantesdedejarleir!¡Pagaráportodossusdelitosanteriores,tansegurocomoqueestoyvivo!

Luegosiguióunavergonzosadisputa.LordLowborough,verdaderamentedesesperado y pálido de ira, luchó en silencio para liberarse del loco quetrataba de arrastrarle fuera de la habitación. Intenté obligar a Arthur a queinterviniera en favor de su ultrajado huésped, pero lo único que consiguióhacerfuereírse.

—¡Huntingdon,estúpido,venaayudarme,vamos!—gritóHattersley,algodebilitadoporsusexcesos.

—Estoyimplorandoparatilaayudadivina,Hattersley—gritóArthur—,y

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ayudándoteconmisoraciones.¡Nopodríahacernadamásaunquemefueralavidaenello!Estoyagotado.¡Oh,oh!—Yechándosehaciaatrásensusilla,segolpeólosmuslosconlaspalmasdelasmanosysoltóungrito.

—¡Annabella, dame una vela! —dijo Lowborough, cuyo adversario lehabíarodeadolacinturaconlosbrazosyseesforzabaahoraporarrancarledelquiciodelapuerta,alqueélsehabíaaferradofuriosamentecontodalafuerzadeladesesperación.

—¡No tomaré parte en vuestros violentos juegos! —replicó la dama,retrocediendoindiferente—.Nosécómoseteocurre.

Peroyocogíunavelayselallevé.LordLowboroughlatomóyacercólallama a lasmanos deHattersley, y lamantuvo allí hasta que éste empezó arugir como una bestia salvaje, entonces se las soltó y le dejó libre. Luegodesapareció,ysupongoqueseencerróensuhabitación,puesnovolvimosaverle hasta la mañana siguiente. Soltando juramentos y maldiciones,Hattersleyseechósobre laotomanaqueestaba juntoa laventana.Alver lapuerta libre,Milicent intentó entonces huir del escenario del oprobio de sumarido;peroélladetuvoconunavozeinsistióenqueseleacercara.

—¿Qué deseas, Ralph?—murmuró ella, aproximándose a sumarido demalagana.

—Quiero saberqué tepasa—dijoél,poniéndolade rodillascomoaunaniña—.¿Porquéestásllorando,Milicent?¡Dímelo!

—Noestoyllorando.

—Síloestás—insistióél,apartándoleconviolencialasmanosdelrostro—.¿Cómoteatrevesamentirdeesamanera?

—Ahoranoestoyllorando—alegóella.

—Pero has estado haciéndolo y hace unminuto también; y quiero saberporqué.¡Vamos,dímelo!

—¡Déjameenpaz,Ralph!Recuerdaquenoestamosencasa.

—No importa: ¡contestarás a mi pregunta! —exclamó su torturador; eintentóobtenerlaconfesiónporlafuerza,zarandeándola,mientraslehincabaimplacablementelosdedosensusdébilesbrazos.

—Nopermitaquemaltrateasuhermanadeesaforma—ledijeyoalseñorHargrave.

—Vamos, Hattersley, no puedo permitir eso —dijo el caballero,acercándosealadesgraciadapareja—.Dejaamihermanaenpaz,porfavor.

Hargraveintentódesprenderlosdedosdelrufiándelbrazodesuhermana,

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perofuerepelidosúbitamenteycasiarrojadoalsueloporunviolentogolpeenelpechoacompañadoporlasiguienteadvertencia:

—¡Esoportuinsolencia!Yaprendeanovolverainterponerteentreloqueesmíoyyo.

—¡Si no estuvieras borracho, responderías de lo que has hecho!—dijoHargrave,pálidoysinaliento, tantopor la indignacióncomopor losefectosinmediatosdelgolpe.

—¡Vete al diablo!—respondió su cuñado—.Vamos,Milicent, dime porquéestabasllorando.

—Telodiréenotromomento—murmuróella—,cuandoestemossolos.

—¡Dímeloahora!—gritóél,sacudiéndoladenuevoyapretándoleelbrazode talmaneraque lamujercontuvo larespiraciónysemordióun labioparareprimirungritodedolor.

—Se lo diré yo, señor Hattersley —dije—. ¡Estaba llorando porque sesentía avergonzada y humillada por usted! Porque no podía soportar verlecomportarsedeunamaneratanlamentable.

—¡Váyase al diablo, señora!—dijo él entre dientes, con unamirada deestúpidoasombropormi«imprudencia»—.Noeraporeso,¿verdad,Milicent?

Ellanodijonada.

—¡Vamos,habladeunavez!

—Nopuedodecirloahora—repitióMilicent,sollozando.

—Pero puedes decir «sí» o «no» igual que has dicho «no puedo decirloahora».¡Vamos!

—Sí —murmuró ella, dejando caer la cabeza y sonrojándose por elhorrorosoreconocimiento.

—¡Malditamuchachaimpertinenteydescarada!—gritóél,apartándoladesuladocontalviolenciaquecayóasuspies;peroellaselevantóantesdequesuhermanooyopudiéramosacercarnosaprestarleayudaysaliórápidamentedelahabitación;supongoquesubiríalasescalerassinpérdidadetiempo.

El siguienteobjetivodeataque fueArthur,queestabasentadoenfrenteyhabía,sinduda,disfrutadosobremaneradelaescena.

—¡Vamos, Huntingdon! —exclamó su irascible amigo—. ¡No permitiréquetequedesahísentadoriéndotecomounidiota!

—¡Oh,Hattersley!—gritóArthur, frotándose losvidriososojos—.Vasaacabarconmigo.

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—Sí, lo haré, pero no como tú supones: ¡te arrancaré el corazón si mesiguesirritandoconesarisaimbécil!¿Cómo?¿Todavíateatreves?¡Estábien!¡A ver qué te parece esto! —gritó Hattersley, agarrando un taburete yarrojándoloalacabezadesuanfitrión.Perofallóelblanco,yArthursedejócaer de nuevo en la silla, estremeciéndose con una débil risa, mientras laslágrimaslecaíanporelrostroenunespectáculoverdaderamentelamentable.

Hattersley siguió soltando imprecaciones y juramentos, pero fue inútil.Cogióentoncesunmontóndelibrosdelamesaquehabíadelantedeélyloslanzó, uno por uno, hacia el objetivo de su cólera, pero Arthur se rió mástodavía. Al fin, se abalanzó sobre él lleno de furia y, cogiéndole por loshombros, lo sacudió con violencia, ante lo cual el otro rió y chilló de unamaneraescandalosa.Peronovimás;penséqueyahabíapresenciadobastanteladegradacióndemimaridoy,dejandoqueAnnabellaylosdemássiguieranallíeltiempoquequisieran,meretiré,aunquenoadormir.DespuésdemandaraRachelquedescansara,mepuseapasearpormihabitación,angustiadaporloquehabíapasadoeintranquilapornosaberloquepodríaocurrirdespués,ocómo,ocuándoaquelladesgraciadacriaturasubiríaaacostarse.

Porfinvinolentamente,subiendolasescalerasatrompicones,ayudadoporGrimsbyyHattersley.Ningunodelosdoscaminabaconpasomuyfirme,perosereíanymofabandeél,haciendoelruidosuficienteparaquelooyerantodosloscriados.Arthurnosereíaya,sinoqueparecíaenfermoyestupefacto.Noescribirénadamássobreesto.

Escenas tan lamentables (o casi) se han repetidomás de una vez.No ledigomuchoaArthur al respecto, porque, si lohiciera, seríamásperjudicialque beneficioso; pero le doy a entender que me repugnan profundamentesemejantesexhibiciones:siempremehaprometidoquenoserepetirían;perotemoqueestáperdiendoelpococontrolyrespetoporsímismoqueunavezposeyó. Antes se hubiera avergonzado de comportarse de esta manera, almenosdelantedeotrostestigosquenofueransusalegrescamaradas,ogentecomoellos.SuamigoHargrave,conunaprudenciayundominiodesímismoqueyadesearíaparaArthur,nuncaseexpusoaladeshonradebebermásquelo suficientepara sentirseunpoco«achispado»yes siempreelprimeroqueabandonalamesa,despuésdelordLowborough,quien,mássensatoaún,siguesaliendo del comedor inmediatamente después de nosotras. Pero ni una solavez,desdequeAnnabellaleofendiótanprofundamente,haentradoenelsalónantesquelosdemás:pasalosintermediosenlabiblioteca,queyomeocupodeque esté bien iluminada para su comodidad o, en las espléndidas noches deluna llena, paseando por los campos. Pero creo que ella se arrepiente de sumala conducta, pues no ha vuelto a hacer lo mismo desde entonces yúltimamentesehaportadoconmaravillosacorrecciónconél, tratándoleconunagenerosidadyconsideraciónconstantes,algoquenolehabíavistohacer

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nunca.YofechoeliniciodeestamejoraenelmomentoenquedejódehacerseilusionesdeobtenerlaadmiracióndeArthur.

CAPÍTULOXXXII

COMPARACIONES:INFORMACIÓNRECHAZADA

5 de octubre. — Esther Hargrave se está convirtiendo en una hermosamuchacha.Nohaterminadosusdíasescolarestodavía,perosumadrelatraecon frecuencia cuando viene a visitarme por las mañanas, una vez que loscaballeros se han ido, y a veces pasa una o dos horas en compañía de suhermana, los niños y yo.Cuandovamos alGrove, hago todo lo posible porverla y hablomás con ella que con ninguna otra persona, porque siento ungranafectopormipequeñaamiga,lomismoqueellapormí.Sinembargo,mepreguntoquépuedeverenmíqueleguste,puesyanosoylamuchachafelizyvivaz que era antes; pero no tiene otra compañía, salvo la de su antipáticamadre, lade su institutriz (unapersona todo loartificialyconvencionalquepudoencontrarsuprudentemadrepararectificarlascualidadesnaturalesdesupupila)y,devezencuando,ladesusumisaypacíficahermana.Amenudomepregunto cuál será su suerte en la vida, y lo mismo hace ella; pero susespeculaciones sobre el futuro están llenas de alegres esperanzas, como loestuvieron las mías una vez. Me estremezco al pensar que ella, como yo,pueda descubrir su engañosa vanidad. Parece como si sintiera su posibledesilusión incluso más profundamente que la mía. Me parece como si yohubieranacidoconsemejantedestino,peroellaes tanalegreyconfiada, tanpurosucorazónytanlibresuespíritu,taninocenteypocosuspicazademás…¡Oh, sería una crueldad hacer que se sintiera como me siento yo ahora, yenseñarleloqueahorasé!

Suhermanatambiéntiemblaporella.Ayerporlamañana,unodelosdíasmásluminososyhermososdeoctubre,Milicentyyoestábamosenel jardín,disfrutando junto con nuestros hijos de una media hora escasa, mientrasAnnabella estaba echada en el sofá del salón, absorbida por la lectura de laúltima nueva novela. Habíamos estado correteando con los niños, casi tanalegrey fogosamente comoellos, y ahoradescansábamos a la sombrade laaltaycobrizahaya,pararecuperarelalientoyarreglarnoselpelo,alborotadoporelajetreoylatraviesabrisa,mientraslosniñosdabantumbosenelanchoy soleado sendero.MiArthur vigilaba los pasosmás débiles de la pequeñaHelenyleseñalabalasbellezasmásbrillantesdelaorillasegúnandaban,conun parloteo semiarticulado, que ella entendía tan bien como cualquier otromodo de lenguaje. Después de reírnos por la bonita escena, comenzamos a

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hablar de la vida futura de los niños; esto nos dejó pensativas. Las dos nossumimosenunameditaciónsilenciosaconformecaminábamos;supongoqueunaseriedeasociacionesllevaronaMilicentapensarensuhermana.

—Helen—dijo—,vesamenudoaEsther,¿verdad?

—Nomuyamenudo.

—Perotienesmásoportunidadesdeverlaqueyo;ellatequiere,losé,yterespeta,además.Ningunaopiniónvalora tantocomola tuya;diceque tienesmássentidoquemamá.

—Esoesporqueesterca,ymisopinionesengeneralestánmásdeacuerdoconlassuyaspropiasqueconlasdetumadre.Pero¿porquélodices?

—Bueno,puestoquetienestantainfluenciasobreella,megustaríaquelaconvencieras de que nunca, bajo ningún concepto, o por los argumentos denadie,secasepordinero,oporelrango,olaposición,ocualquierotrarazónmundanaquenoseaelverdaderoafectoylaestimabienfundada.

—No hay necesidad de ello—dije— porque ya hemos hablado de esteasuntoyteaseguroquesusideassobreelamoryelmatrimoniosontodolorománticasquesepuedadesear.

—Perolasideasrománticasnovanaservirledenada;yoquieroquetengalasideasclaras.

—De acuerdo; pero, ami juicio, lo que la gente critica como románticoestámáscercadelaverdaddeloquesesuponegeneralmente;porque,sibienlas generosas ideas de la juventud se ven a menudo oscurecidas por lassórdidasperspectivasqueofrecelavida,esoapenaspruebaqueseanfalsas.

—Estábien,perosivesquesusideassoncomoesdebido,fortaléceselas,¿quieres?, y confírmaselas siempre que puedas; yo también tuve ideasrománticas… No quiero decir que me queje de mi suerte, porque estoycompletamenteseguradequeno…pero…

—Te comprendo —dije—, te conformas, pero no te gustaría que tuhermanasufrieralomismoquetú.

—No… o más. Ella podría sufrir mucho más que yo; porque yo estoyrealmentecontenta,Helen,aunquenopuedascreerlo:tejuroquenomientosite digo que no cambiaría a mi marido por ningún hombre, aunque pudierahacerloconlamismafacilidadconquearrancoestahoja.

—Estábien,tecreo.Ahoraquelotienes,nolocambiaríasporningúnotro,perocambiaríasdebuenaganaalgunasdesuscualidadesporlasdehombresmejores.

—Sí,delamismamaneraquecambiaríaalgunasdemispropiascualidades

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por las de otras mujeres; porque ni él ni yo somos perfectos, y deseo superfeccióntantocomolamía.Élsecorregirá,¿nocrees,Helen?Notienemásqueveintiséisaños.

—Puedehacerlo—contesté.

—Lohará,lohará—repitióella.

—Perdona laescasa fuerzademiconformidad,Milicent.Nomegustaríapor nada del mundo desalentar tus esperanzas, pero las mías se han vistodecepcionadas tan a menudo, que me he vuelto tan incrédula en misexpectativascomolamásaburridadelasoctogenarias.

—¿Y, sin embargo, aún esperas… incluso en lo que se refiere al señorHuntingdon?

—Sí, lo confieso, «incluso» con respecto a él; porque parece como si lavidaylaesperanzadebieranacabaralmismotiempo.¿YesmuchopeorqueelseñorHattersley,Milicent?

—Bueno,siquieresquetedémiopiniónsincera,creoquenoselospuedecomparar.Peronodeberíasofenderte,Helen,porquesabesquesiempredigoloquepienso,ytúpuedeshacerlotambién;nomeimportará.

—Noestoyofendida,querida;ymiopiniónesque,siseloscomparara,ladiferencia,fundamentalmente,seríaafavordeHattersley.

LabuenadeMilicentsediocuentadeloquemecostabareconocerestoy,siguiendo un impulso infantil, expresó su compasión besándomerepentinamente en la mejilla, sin decir una palabra, y luego, alejándoserápidamente,cogióenbrazosasuniñayocultósurostroenelvestidodeésta.¡Quéextrañoesquelloremostanamenudolosunosporlasdesgraciasdelosotros, cuando no derramamos ni una lágrima por las nuestras! Su corazónestaba bastante lleno de penas propias, pero se desbordó ante la idea de lasmías.Yotambiénderramélágrimasalavistadesuscompasivossentimientos,aunquenohabíalloradopormímismadesdehacíamuchassemanas.

Sin embargo, la satisfacción deMilicent por su elección no era del todofingida. Ella ama de verdad a sumarido y es demasiado cierto que éste notiene nada que envidiar almío.O bien se controlamejor en sus excesos, obien,debidoasuconstituciónmásfuerteydura,aquéllosproducenunefectomuchomenosperjudicialenél;porquenuncaacabaenunestadocercanoalaimbecilidad y en su caso el peor efecto de una noche de vicio es un ligeroaumento de la irascibilidad o, en otras ocasiones, un período de tétricaferocidada lamañana siguiente.Nohaynadadeesa aparienciadeprimente,perdida…esadisplicencia, esaconsunción innoble,quedejaexhaustoaunocon verdadera vergüenza para el transgresor.Y, sin embargo, no era éste el

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casodeArthurantes;ahorapuedeaguantarmenosdeloqueaguantabacuandotenía laedaddeHattersley;ysiéstenosereforma,sucapacidaddeaguantepuedevenirseabajoigualmentecuandohayaabusadodeelladuranteelmismotiempo.Lellevacincoañosdeventajaasuamigoysusviciosnoledominantodavía:noloenvuelvenhastaelpuntodehaberseconvertidoenunapartedesímismo.Parecenunaprendaquelesientaholgada,comounacapadelaquepodríaprescindir cuandoquisiera…Pero ¿durante cuánto tiempomáspodráelegir? Aunque criatura sensual y de pasiones, indiferente a los deberes yprivilegiossuperioresdelosseres inteligentes,noesvoluptuoso:prefierelosentretenimientosanimalesmásactivosyvigorizantesalosdetipoenervanteyderelajación.Noconvierteenunaciencialasatisfaccióndesusapetitos,nienelcasodelosplaceresdelamesanienningúnotro;comedebuenaganaloqueleponendelantesindegradarseconeseabandonoalpaladarylavista:esaparticularidadindecorosaenlaaprobaciónodesaprobaciónqueestanodiosadepresenciarenlaspersonasqueestimamos.Arthur,metemo,seentregaríaallujocomoelsupremobienypodríaenúltimotérminosucumbiralosexcesosmásgroseros,sinofuerapormiedoaembotarirremediablementesusapetitosydestruir su capacidaddedisfrute futuro.Creoque, en cuanto aHattersley,rufián torpe como él es, hay todavía base razonable para la esperanza; y…lejosdemi intenciónculpara lapobreMilicentde losdelitosdesumarido,perocreoquesiellatuvieraelvalorolavoluntaddedecirloquepiensasobreaquéllos y mantuviera sus puntos de vista con decisión, habría másposibilidades de que él se contuviera y probablemente la trataríamejor y laamaríamás,endefinitiva.Hellegadoaestaconclusión,enparteporloqueélmismo me dijo no hace muchos días… Me propongo darle a ella algúnpequeño consejo a la primera oportunidad; pero aún dudo, porque me doycuenta de que su predisposición y sus ideas no son favorables y si misconsejosnofueranbeneficiosos,causaríanmásperjuicioporquelaharíanmásinfeliz.

Era un día lluvioso de la semana pasada. La mayoría de los invitadosmatabaneltiempoenelsalóndelbillar,peroMilicentyyoestábamosconelpequeño Arthur y con Helen en la biblioteca, con nuestros libros, nuestrosniños,ylaunaconlaotra,nosdisponíamosapasarunaagradablemañana.Deestaformainstaladas,nollevábamosrecluidasmásdedoshoras,sinembargo,cuandoentróelseñorHattersley,atraído,supongo,porlavozdesuhija,puesletieneunextraordinariocariño,asícomoellaaél.

Traíaelolorde lascuadras,dondesehabía recreadocon lacompañíadesus semejantes, los caballos, desde la hora del desayuno. Pero eso no leimportóamipequeña tocaya: tanprontocomo lacolosal figuradesupadreoscurecióelumbralde lapuerta,dejóescaparunagudochillidodeplacery,apartándosede sumadre,corrióhaciendoaspavientoshaciaél.Equilibrandosu rumbo con los brazos extendidos y, abrazándose a sus rodillas, echó la

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cabeza hacia atrás y le dedicó una sonrisa. Bien podía él mirar sonrienteaquellosrasgospequeños,bellos,radiantesdejúbiloeinocencia,aquellosojosazules, claros y brillantes, y aquel pelo rubio y suave que se desparramabasobreelpequeñocuellomarfileñoyloshombros.¿Nopensabaél lo indignoque era de semejante pertenencia?Me temo que tal idea no le pasó por lacabeza.Lacogióenbrazosyluegosiguieronunosminutosdejuegosbruscos,durante los cuales es difícil decir quién de los dos, padre o hija, se reía ygritaba más alto. Finalmente, la turbulenta diversión terminó… de repente,como era de esperar: la pequeña se había hecho daño y empezó a llorar.Elrudocompañerodejuegoladepositóenelregazodesumadre,rogándoleque«la compusiera». Tan feliz por volver a aquella dulce consoladora como lohabía sido al abandonarla, la niña se iluminó en susbrazosy enmudeció enseguida;hundiendosucabezaensupechosequedódormida.

Entretanto,elseñorHattersleyseacercóagrandeszancadasalachimenea,e interpuso su corpulencia entrenosotras y ésta, con losbrazos en jarras, elpechohenchido,ymirándolotodocomosilacasaysuspertenenciasfuerandesuindiscutiblepropiedad.

—¡Maldito tiempo éste!—comenzó—.Meparece que no podremos ir acazarhoy.

Luego,levantandorepentinamentelavoz,nosobsequióconunosversosdeuna alegre canción, que, como terminaban bruscamente, acabó silbando.Luegosiguióhablando:

—Por cierto, señora Huntingdon, ¡qué estupenda caballada tiene sumarido!Nomuygrande,peroesbuena.¡Heestadoexaminandolosejemplaresun poco esta mañana y le aseguro que Black Bess, Brey Tom y ese potro,Nimrod, son losmejores animales que he visto enmucho tiempo!—Luegosiguióunexamenminuciosodesusméritos,seguidodeunadescripcióndelasgrandes cosas que pensaba hacer en las competiciones ecuestres, cuando suviejopadrecreyeraoportunoabandonarlaescena—.Noesqueyoquieraquecierresuscuentas—añadió—;pormíelviejotroyanopuedetener los librosabiertostodoeltiempoquequiera.

—Esoespero,deverdad,señorHattersley.

—¡Oh, sí! Sólo esmi forma de hablar. El hecho ha de ocurrir en algúnmomento,asíquecontemplosuladomásalegre.Esoesloindicado,¿verdad,señoraH.?Apropósito,¿quéestánhaciendo lasdosaquí?¿Dóndeestá ladyLowborough?

—Enelsalóndebillar.

—¡Qué criatura más espléndida! —continuó, mirando fijamente a sumujer,quecambiódecolorypareciócadavezmásdesconcertadaconformeél

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hablaba—. ¡Qué figuramásnoble tieneyquémagníficosojosnegros! ¡Quéespírituyquélengua,también,cuandolegustausarla!¡Laadoro!Peronoteinquietes, Milicent: ¡no la tomaría por esposa, aunque tuviera por dote unreino! Me satisface más la que tengo. ¡Vamos a ver! ¿Por qué estás tanenfurruñada?¿Nomecrees?

—Sí, tecreo—murmuróellaen tonode resignaciónmedio triste,mediohosco, al tiempo que volvía a pasar lamano por el pelo de la pequeña quedormía,alaquehabíatendidosobreelsofáquehabíaasulado.

—Bueno, entonces, ¿te pone eso de tanmal humor? Ven aquí,Milly, ydimeporquénopuedesatisfacertemiseguridad.

Ella seacercóy,poniendosupequeñamanoenelbrazodeél, lemiróydijoenvozbaja:

—¿Adóndenosllevaesto,Ralph?Sóloaestepunto:queaunqueadmirasmucho aAnnabella, por cualidades que yo no poseo, sin embargo prefierestenermeamíporesposa, loquepruebasimplementequenocreesnecesarioamaratuesposa;tedasporsatisfechoconqueellapuedaocuparsedetucasay cuidar a tu hija. Pero no estoymalhumorada; sólo estoy triste, porque—añadióconunavozmásbajay trémula, retirandosumanodelbrazodeélyfijandolosojosenlaalfombrilla—sinomeamas,nomeamas,yesonotieneremedio.

—Muycierto;pero¿quiéntehadichoquenoteamo?¿DijequeamabaaAnnabella?

—Dijistequelaadorabas.

—Es cierto, pero adoración no es amor. Adoro a Annabella, pero no laamo;yyoteamo,Milicent,peronoteadoro.

Como prueba de su afecto, agarró un puñado de sus rizos color castañoclaroyparecióretorcerlosdespiadadamente.

—¿Deverdad,Ralph?—murmuróella,conunadébilsonrisadestellandoentresuslágrimasyacercandosumanoalasuya,queélcogiócondemasiadarudeza.

—Desde luego que sí —respondió él—, sólo que a veces me molestasbastante.

—¡Temolesto!—gritóella,verdaderamentesorprendida.

—Sí, tú, pero sólo por tu excesiva bondad. Cuando unmuchacho se hapasadoeldíacomiendouvaspasasyciruelas,deseaunzumodenaranjaagriopara variar. ¿No has observado nunca,Milly, la arena de la orilla delmar?¡Qué agradable y suaveparece, québlanday acariciadora se siente bajo los

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pies!Perosiunoarrastralospiesdurantemediahoraporestasuaveyblandaalfombra(quesehundebajolospies,cediendomáscuantomásaprietauno),acabaencontrándolafatigosaydeseaponerlospiessobreunabuenayfirmerocaquenosemoveráunapulgada,tantosiunoseponesobreella,comosicamina o salta; y aunque fuera dura como una piedra de molino, unoencontrarámáscómodopasearporellaapesardetodo.

—Sé lo que quieres decir, Ralph —dijo Milicent, mientras jugabanerviosamenteconlacorreadesurelojyrecorríaelcontornodelafiguraquehabíaen laalfombrillacon lapuntadesudiminutopie—.Sé loquequieresdecir, pero yo creía que te gustaba siempre que me sometiera; y ahora nopuedocambiar.

—Megustadeverdad—replicó,atrayéndolahaciaélytirándoledenuevodelpelo—.Nodebestenerencuentamispalabras.Unhombredebeteneralgodequequejarse;ysinopuedelamentarsedequesumujerleacosesincesarcon su perversidad y mal humor, debe lamentarse de que le agote con sucariñoyamabilidad.

—Pero ¿por qué lamentarse en absoluto, a no ser que estés cansado einsatisfecho?

—Para excusarmis propias debilidades, desde luego. ¿Crees que estaríadispuestoasoportartodalacargademispecadossobremishombros,mientrashayaotrapersonadispuestaaayudarmeyquenotieneningunopropioconquecargar?

—Noexisteunapersonasemejantesobrelatierra—dijoellagravemente;y luego,quitando lamanodeélde sucabeza, labesóconunaexpresióndeauténticadevociónyseprecipitóhacialapuerta.

—¿Quépasaahora?—dijoél—.¿Adóndevas?

—A arreglarme el pelo —contestó ella, sonriendo por entre susdesordenadoscabellos—;mehasdespeinado.

—¡Vete, entonces! Una excelentemujercita—observó cuando ella hubosalido—, pero con una cabeza demasiado blanda. Casi se deshace en lasmanos de uno. Sé positivamente que a veces lamaltrato cuando he bebidodemasiado, pero no puedo evitarlo, porque ella nunca se queja, ni en elmomentonidespués.Supongoquenoleimporta.

—Puedo aclararle las ideas en esa cuestión, señorHattersley—dije—: aellasí le importa;ytambiénleimportantodavíamásalgunasotrascosas,delasqueusted,sinembargo,nosabenadaporquenuncalahaoídoquejarse.

—¿Cómo lo sabe? ¿Se queja delante de usted? —inquirió él, con unarepentinachispadefurialistaparaestallarenunallamasiyocontestaba«sí».

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—No—respondí—,perolaconozcodesdehacemástiempoqueustedylaheobservadomásdetenidamentede loqueustedhahecho.Ypuedodecirle,señorHattersley,queMilicent le amamásde loqueusted semerece,yqueestáensupoderhacerlamuyfeliz,enlugardelocualustedessuespíritudelmal,y,meaventuraréadecirquenopasaundíasincausarlealgúndaño,queustedpodríaahorrarlesiquisiera.

—Bueno, no es culpa mía —dijo, mirando con indiferencia el techo yhundiendosusmanosenlosbolsillosdelpantalón—;simiformadesernoseacomodaalasuya,deberíadecírmelo.

—¿Noesellaexactamentelaesposaqueusteddeseaba?¿Noledijoustedal señor Huntingdon que debía tener una que se sometiera a todo sin unmurmullo,quenuncalereprocharanada,hicieraloquehiciera?

—Escierto,peronotendríamosquetenersiempreloquedeseamos:echaaperderlomejorquehayennosotros,¿verdad?¿Cómopuedodejardehacerelvillanocuandoveoqueparaellaes lomismoqueyomecomportecomouncristianoocomouncanalla,queescomolanaturalezamehahecho?¿Ycómopuedo evitar atormentarla cuando ella es tan incitantemente dócil y mansa,cuando se tiende a mis pies como un perro de aguas y nunca suelta ni ungemidoparadarmeaentenderqueyabasta?

—Admitoquesiustedesun tiranopornaturaleza, la tentaciónes fuerte;peroningúnespíritugenerosoencuentraplacerenoprimiraldébil, sinomásbienendarleánimosyprotegerle.

—Yo no la oprimo; pero es tan condenadamente aburrido estar siempredando ánimos y protegiendo…; y luego ¿cómo puedo decir que la tiranizocuando«desapareceynodaseñalesdevida»?Avecespiensoquenosientenadaenabsoluto;yentoncessigohastaquellora…yesomesatisface.

—Entonces,¿secomplaceverdaderamenteenoprimirla?

—¡No, se lo aseguro! Sólo cuando estoy demal humor, o de un humorespecialmentebuenoydeseocausardolorporelplacerdeconsolardespués;ocuando ella parece abatida y deseo que se estremezca un poco.Avecesmeprovoca llorando por nada, sin querer decirme qué le pasa; y entonces, loadmito,esomeenfurecedeunamanerainsufrible,sobretodocuandopierdoelcontroldemímismo.

—Comosindudaesgeneralmenteelcasoenocasionessemejantes—dije—.Peroenelfuturo,señorHattersley,cuandolaveaabatida,ollorandopor«nada»(comousteddice),atribúyaseloaustedmismo:estésegurodequeesalgo que ha hecho usted mal, o su mala conducta general, lo que le causadolor.

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—Nolocreo.Sifueraasímelodiría.Nomegustaesamaneradeabatirseyangustiarseensilencio,sindecirnada;noesjusta.¿Cómopuedeellaesperarquecorrijamismanerasaeseprecio?

—Quizácreequeustedtienemásjuiciodelqueposee,yseilusionaconlaesperanzadequealgúndíaveasuspropioserroresyloscorrija,silodejaasupropiareflexión.

—Puedeahorrarsesusburlas,señoraHuntingdon.Tengojuiciosuficienteparaverquenosiempremecomportoadecuadamente;peroavecespiensoqueesonoimportamucho,mientrasnohagadañoanadiesalvoamímismo…

—Esunasuntomuyimportante—leinterrumpí—tantoparausted(comolo descubrirá más adelante a su costa) como para todos los que le rodean,sobre todo su esposa.Sin embargo, es una tontería hablar de nohacer dañomásqueaustedmismo;esimposiblequesecauseusteddaño(especialmentepor actos semejantes a los que aludimos) sin causarlo también a cientos,cuandonoamiles,depersonasenmayoromenorgrado,tantoporelmalquecausacomoporelbienquedejadehacer.

—Estaba diciendo —continuó él—, o habría dicho si no me hubieraquitadolapalabra,queavecespiensoquemicomportamientoseríamejorsiestuviera unido a una persona que me llamara la atención siempre queestuvieraequivocado,ymedieraunmotivoparahacerelbienyevitarelmalmostrándomedecididamente suaprobaciónparaelprimeroy su rechazodelsegundo.

—Si no contara usted más que con la aprobación de su prójimo, esoserviríadepoco.

—Bien, pero si tuviera una compañera que no fuera siempre sumisa ybuena, sino que tuviera espíritu para pararme los pies de vez en cuando ydecirmehonradamenteen todomomento loquepiensa,unacomousted,porejemplo…Ahorabien, le juroque siyocontinuaraconustedcomo lohagoconellacuandoestoyenLondres,meacaloraríademasiadoparacontenerme.

—Seequivocaconmigo:nosoyunafiera.

—Bueno,mejorqueseaasí,porquenopuedosoportarquemecontraríen,ymegustahacermivoluntad tanto comoa cualquierotro; únicamente creoquehacerlodemasiadonoesbuenoparaningúnhombre.

—Yonuncalecontradeciríasinunarazón,peroestésegurodequesiemprele haría saber lo que pensara de su conducta; y sime oprimiera en cuerpo,espírituorango,notendríarazonesparasuponerque«amínomeimportaba».

—Ya lo sé, señoramía; y creo que si mimujer hiciera lomismo, seriamejorparalosdos.

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—Selodiré.

—No, no, déjela hacer a ella; haymuchoquedecir por ambaspartes.Yahora que lo pienso, Huntingdon se queja a menudo de que no se parezcaustedunpocomásaella…Esecanalla…,peroveusted,despuésdetodo,nopuedehacerque cambie: esdiezvecespeorqueyo.Estoy segurodeque letienemiedo…,esdecir,seportamuybiencuandoestáusteddelante,pero…

—Me pregunto entonces qué hace cuando se comporta mal —no pudedejardedecir.

—Siquierequeledigalaverdad,esrealmentemalo,¿verdad,Hargrave?—dijo,dirigiéndosealhombrequehabíaentradoenlahabitaciónsinqueyomedieracuenta,puesestaba juntoa lachimenea,deespaldasa lapuerta—.¿NoesHuntingdon—continuó—unréprobo…?

—Sumujer no permitirá que se le censure impunemente—respondió elseñorHargrave,adelantándose—;perodebodecirquedoygraciasaDiospornosercomoél.

—Quizáseríamásapropiado—dije—quesevieracomoesydijera:«Diostengacompasióndeunpecadorcomoyo».

—Esustedsevera—replicóelseñorHargrave,inclinándoseligeramenteeirguiéndose luego con expresiónorgullosa y ofendida.Hattersley se rió y lediounapalmadaenelhombro.Separándosedeél conungestodedignidadagraviada,elseñorHargravesetrasladóalotroladodelaalfombra.

—¿No es una vergüenza, señoraHuntingdon?—dijo, alzando la voz, sucuñado—. Golpeé a Walter Hargrave cuando estaba borracho la segundanoche después de llegar, y desde entoncesme trata con frialdad, aunque lepedíperdónalamañanasiguientedehaberlohecho.

—La manera de pedírmelo —replicó el otro— y la claridad con querecordabas todo el incidente, me demostraron que no estabas tan borrachocomoparanodartecuentadeloqueestabashaciendoynoresponsabilizartetotalmentedelaafrenta.

—Pretendíasinterponerteentremimujeryyo—gruñóHattersley—yesoesbastanteparaprovocaracualquierhombre.

—¿Lo encuentras justificado, entonces? —dijo su oponente, lanzándoleunamiradallenaderencor.

—No, te aseguro que no lo habría hecho si no estuviera bajo una fuerteemoción; y si insistes en encontrarlo malicioso después de todo lo que hedichoparadisculparme,hazlosiquieres,¡yvetealinfierno!

—Por lomenos yo no emplearía un lenguaje semejante en presencia de

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una dama—dijo el señor Hargrave, ocultando su ira bajo una máscara dedisgusto.

—¿Qué he dicho? —respondió Hattersley—. Sólo la verdad. «Secondenará si no perdona las ofensas de su hermano», ¿verdad, señoraHuntingdon?

—Usteddeberíaperdonarle,señorHargrave,puestoqueselopide—dije.

—¿Locreeasí?¡Entoncesloharé!

Sonriendo casi con franqueza, dio unos pasos y ofreció su mano. Sucuñado la estrechó inmediatamente y la reconciliación, en apariencia, fuecordialporambaspartes.

—Laafrenta—continuóHargrave,volviéndosehaciamí—debiólamitaddesugravedadalhechodehabersidoinfligidaensupresencia;ypuestoqueustedmeruegaquelaperdone,loharé,ylaolvidarétambién.

—Creo que la mejor satisfacción que puedo ofrecer es retirarme —murmuróHattersleyconunaampliasonrisa.Suamigosonrió,yélabandonóla habitación. Esto me puso en guardia. El señor Hargrave se volvióseriamentehaciamíydijoconairegrave:

—QueridaseñoraHuntingdon,¡cómohedeseadoytemidoestemomento!No se alarme—añadió al ver que mi rostro enrojecía de ira—. No voy aofenderlaconningunapeticiónoquejainútil.Novoyatomarmelalibertaddemolestarla con la mención demis sentimientos o de sus perfecciones, perotengo algoque revelarle y quedebería usted saber, lo cual, noobstante,medueleindeciblemente…

—¡Entoncesnoseatormenterevelándolo!

—Peroesimportante…

—Si es así, lo oiré inmediatamente, sobre todo si se trata de una malanoticia,comopareceustedconsiderarla.Enestemomento tenía intencióndellevarlosniñosalaniñera.

—¿Nopuedeustedllamarparaquevenganaporellos?

—No,quierohacerunpocodeejerciciosubiendohastaelúltimopisodelacasa.Vamos,Arthur.

—Pero¿volverá?

—Demomento,no;nomeespere.

—Entonces,¿cuándopodréverladenuevo?

—Enelalmuerzo—dije,poniéndomeencaminoconlapequeñaHelenen

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unbrazoyllevandoaArthurdelamano.

Élsevolviómurmurandoalgunafrasedecensuraimpaciente,odequeja,enlaque«cruel»fuelaúnicapalabraquepudeentender.

—¿Qué tontería es ésa, señorHargrave?—exclamé, deteniéndome en elumbraldelapuerta—.¿Quéquiereusteddecir?

—Oh, nada…No creí que pudiera oír mi monólogo. Pero el hecho es,señoraHuntingdon,quetengoquehacerunarevelación(tandolorosaparamícomo para usted) y deseo que me conceda unos minutos de atención enprivadoenelmomentoylugarqueustedquieraacordar.Noselopidoporunmotivoegoísta,niporunacausaquepuedaalarmarsusobrehumanapureza;portantonotienenecesidaddematarmeconesamiradadédesdénfríoycruel.Conozcomuybien los sentimientos con losque semira a losportadoresdemalasnoticias…

—¿Cuáles son esos asombrosos secretos? —dije, interrumpiéndole conimpaciencia—. Si es algo de verdadera importancia, dígalo en tres palabrasantesdequemevaya.

—Nopuedodecirloentrespalabras.Dejemarchara losniñosyquédeseconmigo.

—No;guárdeselasmalasnoticias.Séqueesalgoquenodeseooíryalgoquememolestaríaquemedijera.

—Lohaadivinadodemasiadobien,metemo;noobstante,desdequelosé,creoquemideberesrevelárselo.

—Oh,ahórrenoslapena,yleeximirédesudeber.Ustedsehaofrecidoadecírmelo;yomehenegadoaoírlo:noleculparédemiignorancia.

—Está bien…, no se lo diré. ¡Pero si el golpe, cuando llegue, la cogedesprevenida,recuerdequedeseéamortiguarlo!

Ledejé.Estabadecididaaquesuspalabrasnomealarmaran.¿Quépodíaél,entretodosloshombres,revelarmequefueratanimportantecomoparaqueyo lo supiera?Seguroque era algún cuento exagerado sobremi infortunadomarido al que él quería sacarle el mayor partido para apoyar sus malasintenciones.

6. — No ha vuelto a hacer alusión a su trascendental misterio desdeentonces, y nohevisto razón algunapara arrepentirmedenohaber queridooírlo.Eltemidogolpenohacaídotodavíasobremí,ynolotemodemasiado.Hasta ahora no tengo queja de Arthur: lleva más de una semana sin hacerningúnexcesoytodalasemanapasadahasidotancomedidoenlamesaquepercibounanotablediferenciaensuaspectoysucarácter.¿Puedoatrevermeaesperarquesigasiendoasí?

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CAPÍTULOXXXIII

DOSVELADAS

7. — Sí, ¡puedo confiar! Esta noche he oído a Grimsby y Hattersleyquejarse de la inhospitalidad de su anfitrión. No sabían que yo me hallabacerca,porquediolacasualidaddequeestabadetrásdelacortinadelaventana,observandolasalidadelalunaporencimadelamasadealtos,oscurosolmossituados más abajo del prado, preguntándome por qué Arthur estaba tansentimentalcomoparaestarsolo,apoyadocontraunacolumnadelporche,alparecermirándolatambién.

—Meparecequeyanovaahabermásalegresorgíasenestacasa—dijoelseñorHattersley—. Sabía que su compañerismo no duraríamucho. Pero—añadió, riéndose—noesperabaque terminaradeestamanera.Másbiencreíque nuestra bonita anfitriona erizaría sus púas de puercoespín, y nosamenazaríaconecharnosdelacasasinocorregíamosnuestrosmodales.

—¿Noprevisteestoentonces?—respondióGrimsbyconunarisaahogada—.Peroélcambiaráotravezcuandosehartedeella.Sivolvemosaquídentrodeunañoodos,loharemostodoanuestramanera,yaverás.

—Nolosé—respondióelotro—.Ellanoesdeesaclasedemujeresdelasque te cansas en seguida; sea como fuere, el caso es que es diabólicamenteirritantequenopodamosdivertirnosporqueélhadecididoportarsebien.

—¡La culpa la tienen esas condenadasmujeres!—murmuróGrimsby—.¡Son realmente el azote del mundo! Crean problemas y molestias pordondequieraquevan,consuscarasfalsas,bellas,ysuslenguasmentirosas.

Enestepuntosalídemiesconditey,sonriendoalseñorGrimsbyalpasardelantede él, abandoné lahabitacióny salí enbuscadeArthur.Habíavistoque se dirigía a losmatorrales, le seguí en esa dirección y le alcancé justocuandoseinternabaenelumbrososendero.Mesentíatanalegre,tanrebosantedecariño,quesaltésobreélylerodeéconmisbrazos.Esteinesperadoabrazotuvo un curioso efecto sobre él. Primero murmuró: «¡Cielos, querida!» ycorrespondióamiabrazoconotrotancariñosocomoenotrostiempos,yluegosesobresaltóy,enuntonodeabsolutoterror,exclamó:

—¡Helen!¿Quédemoniosesesto?—Yvi,porladébilluzquesefiltrabaatravésdelosdensosárboles,quehabíapalidecidodelaimpresión.

¡Quéextrañoqueelimpulsoinstintivodelcariñofueralaprimerareacción,yluegosiguieralaimpresióndelasorpresa!Estodemuestraqueelcariñoes

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auténtico:todavíanosehacansadodemí.

—Te he sorprendido, Arthur —dije, riendo en mi alborozo—. ¡Quénerviosoestás!

—¿Porquédemonioslohashecho?—gritóél,conbastanteimpertinencia,ylibrándosedemisbrazossepasóelpañueloporlafrente—.¡Vuelve,Helen,vuelveinmediatamentealacasa!¡Vasamorirtedefrío!

—Nome iré hasta que te haya dicho por qué he venido. Los demás temaldicenportutemperanciaysobriedad,yhevenidoadartelasgraciasporello.Dicenquelaculpalatienen«esascondenadasmujeres»,yquesomoselazotedelmundo;peronopermitasqueseríanniteechenencaratusbuenospropósitos,otucariñopormí.

Élserió.Leestrechéenmisbrazosdenuevoygritésinpodercontenerlaslágrimas:

—¡Persevera!¡Yteamarémásdeloqueteheamadonunca!

—Está bien, está bien, lo haré—dijo, besándome apresuradamente—.Yahoravete.Estásloca,criatura.¿Cómohaspodidosalirconesetrajetanligeroenunanochedeotoño?

—Esunanochegloriosa—dije.

—Esunanochequetellevaráalatumbacomosigasaquí.¡Corre,vamos!

—¿Ves mi muerte entre estos árboles, Arthur? —dije, porque mirabaatentamentehacialosarbustos,comosilavieravenir,ymecostabairme,enmireencontradafelicidadyelrenacimientodemiesperanzaymiamor.Peromidemoralepusofurioso;asíquelebeséyvolvícorriendoalacasa.

Estuvedeunhumorexcelentetodalanoche.Milicentmedijoqueyoeraelalma de la reunión y me murmuró al oído que nunca me había visto tanradiante. Desde luego hablé por veinte y les sonreí a todos. Grimsby,Hattersley, Hargrave, lady Lowborough, todos compartieron mi fraternalbondad.Grimsbymemiraba con la boca abierta, sorprendido;Hattersley sereíaybromeaba(apesardelpocovinoquesevioobligadoabeber),peroseportótanbiencomosupo;HargraveyAnnabella,pordiferentesmotivosydedistintasmaneras,me imitaron,y sinduda losdosmesuperaron,elprimerocon su versatilidad discursiva y su elocuencia, la segunda en audacia yanimaciónporlomenos.Milicent,encantadadeverasumarido,suhermano,y a su sobreestimada amiga en tan buena armonía, estaba animada y alegretambién, a sumanera. Hasta lord Lowborough se contagió del buen humorgeneral: losojososcuros,verdosos,brillabanbajosusmelancólicascejas;susombrío semblante se embelleció con las sonrisas; todas las señales deabatimientoyorgulloo fría reservahabíandesaparecido;nosdejóatónitosa

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todos, no sólo por su jovialidad y animación generales, sino por susocurrencias esporádicas, verdaderamente ingeniosas y brillantes. Arthur nohablómucho,peroserióyescuchóalosdemás,yestuvodemuybuenhumor,aunquenoacaloradoporelvino.Así,entretodos,celebramosunafiestamuyalegre,inocenteyentretenida.

9.—Ayer,cuandoRachelvinoavestirmepara lacena,medicuentadeque había estado llorando. Quise saber la razón, pero parecía reacia acontármelo. ¿Se encontraba mal? No. ¿Había tenido malas noticias de susamigos?No.¿Lahabíamortificadoalgunodeloscriados?

—¡Oh,no,señora!—contestó—.Noespormí.

—¿Entoncesquées,Rachel?¿Hasestadoleyendonovelas?

—¡Cielos,no!—dijoconuntristemovimientodecabeza;luegosuspiróycontinuó—: Pero si quiere que le diga la verdad, señora, no me gusta lamaneradecomportarsedelseñor.

—¿Quéquieresdecir,Rachel?Suconductaesintachableestosdías.

—Bueno,señora,siustedlocreeasí,estábien.

Ysiguióarreglándomeelpeloconpremura,enlugardehacerloconcalma,comoerasucostumbre,murmurandomedioparasímismaqueerarealmenteun cabello hermoso. Cuando terminó, lo acarició, y me dio unos suavesgolpecitosenlacabeza.

—¿Esos golpecitos de afecto van destinados a mi pelo? —dije,volviéndome,risueña,haciaella;perohabíaunalágrimaensusojos.

—Pero¿quéteocurre,Rachel?—exclamé.

—Nolosé,señora,perosi…

—Perosi¿qué?

—Pues,siyofueraustednopermitiríaqueladyLowboroughpermanecieraenlacasaniunminutomás…¡niunosolo!

Me quedé como fulminada por un rayo; pero antes de que pudierarecuperarmedelaimpresiónlosuficienteparapedirunaexplicación,Milicententróenmihabitación,comohacefrecuentementecuandosevisteantesqueyoysequedóconmigohastaquefuehoradebajar.Debiódeencontrarmeunacompañera muy huraña esta vez, porque las últimas palabras de Rachelsonaban enmis oídos. No obstante, esperaba—confiaba— que no tuvieranmásfundamentoqueciertosrumoresvanosdeloscriados,deducidosdeloquehabían observado en la conducta de lady Lowborough en el últimomes, o,quizá,dealgoquehabíapasadoentresuseñoryellaen laanteriorvisitadeésta.Durantelacenaobservédecercaalosdosynovinadaextraordinarioen

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laconductadeningunodeellos,nadadestinadoalevantarsospechas,salvoenmentesdesconfiadas,loquenoeralamía;portantonoquisesospechar.

Casi inmediatamente después de cenar, Annabella salió fuera con sumaridoparadisfrutarconéldeunpaseoalaluzdelaluna,pueseraunanocheespléndidacomolaanterior.ElseñorHargraveentróenelsalónunpocoantesque los demás, yme propuso jugar una partida de ajedrez. Lo hizo sin esatriste, aunque altiva,modestia con la que suele dirigirse amí, salvo cuandoestáalteradoporelvino.Lemirélacaraparaversieraéseelcasoahora.Memiró con firmeza: había algo en él queno comprendí, peroparecíabastantesereno.Nodeseandocomprometermeconél,ledijequejugaraconMilicent.

—Esunamala jugadora—dijo—.Quieromedirmi ingenioconel suyo.¡Vamos!Nomedigaquelemolestadejarsulabor.Séquenuncalacoge,salvocuandonopuedehacernadamejor,parapasarelrato.

—Perolosjugadoresdeajedrezsontanhuraños…—objeté—;nosehacencompañíamásqueasímismos.

—AquínoestámásqueMilicent,yella…

—¡Oh,me encantará verlos jugar!—gritó nuestramutua amiga—. ¡Consemejantesjugadoresserátodounplacer!Mepreguntoquiénganará.

Acepté.

—Está bien, señora Huntingdon—dijo Hargrave, mientras colocaba laspiezas sobre el tablero, hablando con seguridad y con un énfasis peculiar,comosidieraatodassuspalabrasundoblesignificado—,ustedesunabuenajugadora,peroyosoymejor;seráunapartidalargayustedmelaharádifícil,peropuedosertanpacientecomousted,y,alfinal,estoysegurodequeganaré.

Fijósusojosenmíconunaexpresiónquenomegustó:aguda,descarada,insolente;yamediovictoriosaporeléxitoanticipado.

—¡Espero que no, señor Hargrave!—repliqué con una vehemencia quedebió sorprender, por lo menos, a Milicent; pero él se limitó a sonreír ymurmuró:

—¡Eltiempolodirá!

Nospusimosa jugar:él,bastante interesadoenel juego,perotranquiloysin miedo por el convencimiento de su agudeza superior; yo, inquieta pordecepcionar susexpectativas,porqueconsiderabaaquéllaunacontiendamásseria que un juego—como imaginaba que él también—, y sentía unmiedocasisupersticiosoaservencida.Encualquiercaso,nopodíasoportar la ideadequeelpresenteacontecimientoañadierauntítulomásasupoderconsciente(su autosuficiencia insolente, debería decir), o fomentara lomásmínimo susueñode conquista. Su juego era cauteloso y profundo, pero yomedefendí

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muybien.Duranteciertotiempolapartidaestuvoindecisa;alfinal,paragranalegríamía,lavictoriaparecíainclinarsedemilado:lehabíacomidovariasdesuspiezasmásvaliosasydesbaratadosusproyectos.Élsellevólamanoalafrenteysedetuvounmomento,evidentementeperplejo.Yomeregocijabaconmiventaja,peronomeatrevíaacantarvictoriatodavía.Porfin,alzólacabezay,haciendotranquilamentesumovimiento,memiróydijoconserenidad:

—Bien,ustedcreequevaaganar,¿verdad?

—Eso espero —respondí, comiendo el peón que él había puesto en ladiagonaldemialfilconunaexpresióntanindiferentequecreíquehabíasidoun error; pero no era muy generoso, dadas las circunstancias, llamarle laatención sobre ello, y demasiado incauto, en aquel momento, prever lasconsecuenciasdemimovimiento.

—Sonesosálfiles loqueme inquieta—dijo—;peroel intrépidocaballopuede asaltar al arrojado caballero —comiéndome el último álfil con sucaballo—;y,ahora,unavezdesaparecidasesaspeligrosaspiezas,triunfaré.

—¡Oh, Walter, cómo puedes decir eso! —gritó Milicent—. A ella lequedantodavíabastantesmáspiezasqueati.

—Todavía tengo la intencióndeponerleenunaprieto—dije—;yquizá,señor,seveaustedderrotadoantesdequepuedaevitarlo.Miresureina.

Lapartidasecomplicó.Fueunjuegolargo,ylepuseenaprietos,peroéleramejorjugadorqueyo.

—¡Qué jugadores más inteligentes! —exclamó el señor Hattersley, quehabíaentradoenlahabitaciónyllevabaciertotiempoobservándonos—.¡Pero,señora Huntingdon, le tiembla la mano como si se lo jugara todo en estapartida! Y Walter, perro, ¡pareces tan frío y tranquilo como si estuvierassegurodequevasaganar,y tanastutoycruelcomosi fuerasachuparle lasangre! Pero si yo estuviera en tu lugar, no la derrotaría de puromiedo: teodiarásilohaces…¡porDios,quelohará!Loveoensusojos.

—Cállese,¿quiere?—dije.Suconversaciónmeirritaba,puesmiposiciónen el tablero era muy mala. Tras unos cuantos movimientos, me quedéinextricablementeenmarañadaenlatrampademiadversario.

—Jaque—gritóél;busquéconangustiaalgúnmediodeescapar—.¡Mate!—añadió tranquilamente, aunque con evidente placer. Había demorado lapronunciación de las dos últimas sílabas para saborear mejor miconsternación.

Me quedé estúpidamente desconcertada. Hattersley se rió y Milicent sequedópreocupadaalvermetannerviosa.

Hargrave me cogió la mano que descansaba sobre el tablero y,

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presionándolafirmeycariñosamente,murmuró:

—¡Vencida, vencida! —Y me miró con una expresión en la que laexultación se mezclaba con una pasión y una ternura que la hacían másinsultante.

—¡No, nunca, señor Hargrave! —exclamé, retirando rápidamente mimano.

—¿Loniega?—respondióél,señalandoeltableroconunasonrisa.

—No,no—respondí,dándomecuentadeloextrañaquepodíaparecermiactitud—,mehavencidoenestapartida.

—¿Quierejugarotra,entonces?

—No.

—¿Reconoceustedmisuperioridad?

—Sí,comojugadordeajedrez.

Melevantéparacogermilabor.

—¿Dónde está Annabella? —preguntó Hargrave con expresión seria,despuésdeecharunvistazoporlahabitación.

—Salió con lord Lowborough—contesté, pues él memiraba esperandounarespuesta.

—¡Ytodavíanohavuelto!—dijo,gravemente.

—Supongoqueno.

—¿DóndeestáHuntingdon?—mirandoasualrededorotravez.

—Salió con Grimsby, como sabes —dijo Hattersley, reprimiendo unacarcajada,quesoltócuandoconcluyólafrase.

¿Porquéserió?¿PorquéHargravelosrelacionódeaquellamanera?¿Eracierto, entonces? ¿Y era aquél el horroroso secreto que había deseadorevelarme?Debía saberlo y pronto.Me levanté inmediatamente y salí de lahabitaciónenbuscadeRachel,parapedirleunaexplicaciónporsuspalabras.PeroHargravemesiguióhastalaantecámaray,antesdequepudieraabrirlapuerta,pusosuavementelamanoenlacerradura.

—¿Puedo decirle una cosa, señora Huntingdon? —dijo en un tonomodesto,conlamiradabaja.

—Si es algo que merece la pena oírse… —respondí, luchando pormantenerlacompostura,puesmetemblabatodoelcuerpo.

Conamabilidadmeacercóunasilla.Yosimplementeapoyéunamanoen

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surespaldoyleroguéquecontinuara.

—Nose alarme—dijo—.Loquequierodecirleno significanadapor simismo, y dejaré que saque usted sus propias conclusiones. ¿Ha dicho ustedqueAnnabellanohavueltotodavía?

—Sí,sí…¡Siga!—dije,impaciente,puestemíaquemiserenidadforzadameabandonaraantesdequeélmehicieralarevelación,cualquieraquefuera.

—¿Y ha oído —continuó— que el señor Huntingdon ha salido conGrimsby?

—¿Bien?

—Oí a este últimodecirle a sumarido, o almenos al hombre se que seconsidera…

—¡Acabedeunavez,señor!

Hizounainclinacióndecabezaysiguió:

—Le oí decir: «¡Me las arreglaré, ya verás! Pasearán por la orillas; lessaldréalencuentroallíylediréaélquequierohablarledeciertascosasconlas que no tenemos por qué aburrir a la dama; y ella dirá que puede volverpaseandoalacasa.Entoncespedirédisculpas,yasabes,ytodoeso,yleharéunaseñalaellaparaquetomeelcaminodelosmatorrales.Yoleentretendréaélhablandodeesosasuntosquemencioné,ydetodoloquesemeocurra,todoel tiempo que pueda, y luego le llevaré por el otro lado, parándome acontemplarlosárboles,loscampos,ytododeloquesemeocurradeciralgo».

ElseñorHargravehizounapausaymemiró.

Sin decir una sola palabra ni hacer más preguntas, salí disparada de lahabitación y luego de la casa. No podía soportar el tormento de laincertidumbre.Noestabadispuestaasospecharenfalsodemimaridopor laacusacióndeaquelhombre,niacreerleindignamente.Debíasaberlaverdaddeunavez.Voléendireccióna losmatorrales.Apenashabía llegadoaelloscuandounasvocesdetuvieronmicarreraymialiento.

—Llevamosdemasiado tiempo; él habrá vuelto ya—dijo la voz de ladyLowborough.

—Seguroqueno, cariño—fue su respuesta—;peropuedescorrerporelprado,yluegoentrartodolocompuestaquepuedas;teseguirépocodespués.

Lasrodillasmetemblaban;micerebroflotabaygiraba:estabaapuntodedesmayarme. Ella no debía verme así.Me escondí entre los arbustos y meapoyéenunárbolparadejarlapasar.

—¡Ah,Huntingdon!—decíaellaconairedereproche,parándosedondeyo

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habíaestadoconéllanocheanterior—.¡Fueaquídondebesasteaesamujer!

Miróhaciaatrás,hacialaoscuridadfrondosa.Avanzandohastaallí,Arthurcontestóconunarisaindiferente:

—Bueno,cariño,nopudeevitarlo.Yasabesquedeboportarmebienconellamientras pueda. ¿No te he visto acaso besar al bobo de tumarido unaveintenadeveces?¿Ymehequejadoalgunavez?

—Perodime,¿nolaamasunpoquitotodavía?—dijoella,colocándoleunamano en el brazo y mirándole con ansiedad; porque podía verlos con todaclaridad,alaluzbrillantedelalunallena,desdedetrásdelasramasdelárbolquemeocultaba.

—¡Te juro por lo más sagrado que no! —respondió él, besando suencendidamejilla.

—¡Diosmío,deberíahabermeido!—dijoella.Seseparóbruscamentedeélysefuea todaprisa.Yahí le tenía,delantedemí;peronomesentíaconfuerzas para enfrentarme en aquelmomento.Tenía la lenguapegada al velodelpaladar,estabaclavadaenelsueloycasimeasombrabadequeélnooyeralos latidos de mi corazón por encima del suave suspirar del viento y elvacilante crujido de las hojas que caían. Parecía que los sentidos iban afallarme,perovisuoscuraformapasardelantedemíy,atravésdelzumbidoquesonabaenmisoídos,leoídecirmientrasmirabahaciaelprado:

—¡Allávalaloca!¡Corre,Annabella,corre!¡Vamos,entra!¡Ah,élnolahavisto!¡Perfecto,Grimsby,retenle!

Yhastasurisabajallegóhastamímientrassealejaba.

—¡Ayúdame, Dios mío! —murmuré, arrodillándome entre la húmedamalezay losmatorralesquemerodeaban,mirandoelcielo iluminadopor lalunaatravésdelescasofollaje.Todoparecíaoscuroytrémuloamiempañadamirada.Miardiente,estallantecorazónluchabaporvolcarsuagoníaenDios,peronopodíadarformadeoraciónasuangustia,hastaqueunaráfagadeairesopló sobre mí, la cual, al tiempo que esparcía las hojas muertas comoesperanzas marchitas, refrescó mi mente y pareció reanimar un poco mientumecido cuerpo. Luego,mientras elevabami alma en una súplicamuda,grave,unflujocelestialpareciófortalecermepordentro:respirémásaliviada;mivisión se aclaró;vinítidamentebrillar la limpia luna,y las ligerasnubesrozarelcielolimpio,oscuro;luegovicentellearlasestrellaseternas;supequesuDioseraelmío,queÉlerapoderosoyestabadispuestoaescuchar.«Nuncate abandonaré, ni te desampararé», parecía susurrar desdemás arriba de susmilesdeórbitas.No,no;sentíqueÉlnomedejaríasinconsuelo:¡apesardelinfierno y de la tierra, yo tendría fuerza para superar todas mis pruebas, yconquistaríafilialmenteungloriosodescanso!

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Aliviada,confortada,aunquenotranquilizada,melevantéyvolvíalacasa.Debo confesar que gran parte de mi renacida fuerza y valor me abandonócuandoentréenellaycerré lapuertaalvientorefrescanteyelesplendorosocielo.Todoloqueveíayoíaparecíacausardoloramicorazón:elvestíbulo,lalámpara,elhuecodelaescalera,laspuertasdelosdiferentescuartos,elsonidosocialdelasrisasylacharlaqueproveníandelsalón.¡Cómoibaasoportarmividafutura!Enestacasa,entretodaaquellagente…¡Ocómoibaasercapazdevivir!Enaquelmomentoentró Johnenelvestíbuloy, al verme,medijoquelehabíanmandadoabuscarme,añadiendoquehabíallevadoeltéyqueelseñordeseabasabersiibaatomarlo.

—Pregúntele a la señoraHattersley si es tan amable de hacer ella el té,John—dije—.Digaquenomeencuentrobienestanocheyquedeseoquemedisculpen.

Me dirigí al comedor inmenso, vacío, en donde todo era silencio yoscuridad,sóloporoíreldulcesuspirodelvientoquesoplabafuerayvereldébilresplandordelaluzdelalunaqueatravesabalaspersianasylascortinas.Y allí di vueltas rápidamente de un lado a otro, sumida en mis amargospensamientos. ¡Quédistintaeraestanochede ladeayer!Lanocheanterior,parecía,habíasidoelúltimoresplandoragonizantedelafelicidaddemivida.¡Quépobrey ciega estúpida fui al ser tan feliz!Ahorapodía comprender elextraño recibimiento que me había hecho Arthur entre los arbustos; laexplosión de afecto estaba destinada a su amante; el sobrecogimiento dehorror, a su esposa. Ahora, también, podía entender mejor la conversaciónentreHattersley yGrimsby; no cabía duda de que hablaban de su amor porella,nopormí.

Oíqueseabríalapuertadelsalón;oíunruidoligeroyrápidodepasosqueproveníade laantecámara,cruzabaelvestíbuloyascendía lasescaleras.EraMilicent, la pobre Milicent, que iba a ver cómo estaba yo; nadie más sepreocupaba por mí; seguía siendo buena conmigo. No había derramadolágrimashastaesemomento,peroentoncescorrieronpormirostrorápidasylibres. De esta forma, me hizo bien sin acercarse a mí. Infructuosa subúsqueda, bajó las escaleras más lentamente que cuando las había subido.¿Entraríaymeencontraría?No,sedirigióenladirecciónopuestayvolvióaentrarenel salón.Mesentímásaliviada,puesnosabíacómoenfrentarmeaellaoquédecirle.Nodeseabaconfidenteenmiaflicción.Nomerecíaningunoynodeseabaninguno.Habíatomadolacargasobremímisma;quemedejaransoportarlasola.

Comoseacercabalahorahabitualderetirarse,mesequélosojos,ytratédeaclararmivozycalmarmiespíritu.DebíaveraArthuresanocheyhablarcon él; pero lo haría serenamente: no le haría una escena, nada de lo quejactarse o lamentarse ante sus amigos, nada de lo que reírse con su amada.

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Cuando los invitadosse retirabana susalcobasabrí suavemente lapuerta,ycuandoélpasólehiceunaseñaparaqueentrara.

—¿Qué teocurre,Helen?—dijo—.¿Porquénopudistevenir ahacerelté? ¿Y por qué demonios estás aquí, en la oscuridad? ¿Qué te pasa,mujer?¡Parecesunfantasma!—continuó,examinándomealaluzdesuvela.

—Noteimporta—contesté—;noparecequetengasningúninteréspormí;yyoyanotengoningunoporti.

—¡San…tocielo!¿Quédemoniosesesto?—dijoentredientes.

—Mañanatedejaré—continué—.Ynuncavolverébajoestetecho,salvoparavenirapormihijo.—Hiceunapausaparaserenarmitonodevoz.

—Por todos los demonios, Helen, ¿qué es esto? —gritó—. ¿Adóndequieresiraparar?

—Lo sabes perfectamente. No perdamos el tiempo en explicacionesinútiles,perodime…

Jurovehementementequenosabíade loque lehablaba,e insistióenoírqué venenosa vieja había estado manchando su nombre y qué infamesmentirashabíasidoyolobastanteestúpidaparacreer.

—Ahórrate lamolestia de caer en el perjurio y devanarte los sesos paraahogarlaverdadconlamentira—repliquéconfrialdad—.Noheconfiadoeneltestimoniodeunatercerapersona.Estabaentrelosmatorralesestanoche,yviyoípormímisma.

Estofuesuficiente.Dejóescaparporlobajounaexclamacióndeespantoydesaliento,ymurmurando:«¡Ahoraloentiendo!»,colocólavelaenelasientode lasillamáscercanay,apoyandosuespaldacontra lapared,memiróconlosbrazoscruzados,desafiante.

—Bueno, ¿y qué? —dijo con la serena insolencia de la desvergüenzamezcladaconladesesperación.

—Sólo esto—repliqué—: ¿dejarás queme lleve a nuestro hijo y lo quequedademifortunayquemevaya?

—Irte¿adónde?

—Acualquierparte,adondeestéasalvodetuinfluenciaperjudicial,yendondemevealibredetupresencia,ytúdelamía.

—No.

—¿Dejarásentoncesquemequedeconelniño,sineldinero?

—No,nidejaréquetevayassinelniño.¿Creesquevoyapermitirserel

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objeto de las habladurías de todo el país por culpa de tus fastidiososcaprichos?

—Entonces debo quedarme aquí para ser odiada y despreciada. Pero deaquíenadelantesomosmaridoymujersólodenombre.

—Muybien.

—Soylamadredetuhijoytuamadecasa,nadamás.Asíqueyanotienesporquémolestarteen fingirelamorquenopuedessentir.No tepedirémáscariciascobardes,ni tampoco lasofreceréni las toleraré. ¡Noseréengañadacon lacáscarahuecade la ternuraconyugal,cuandohasdadosusustanciaaotra!

—Muybien,siloprefieres.Yaveremosquiénsecansaprimero,midama.

—Simecanso,serádevivircontigoenelmundo:nodevivirsinlamofade tu amor. Cuando te canses de tus hábitos pecaminosos, y te muestresverdaderamente arrepentido, te perdonaré, y quizá intente amarte otra vez,aunqueesoserámuydifícil.

—Uf, y entretanto, ¿irás a hablarle de mí a la señora Hargrave, y leescribiráslargascartasalatíaMaxwellquejándotedelmalignomiserableconelquetehascasado?

—Nome lamentaréantenadie.Hastaaquímehacostadomuchoocultartus vicios a todas lasmiradas y adornarte con virtudes que nunca poseíste;peroahoradebesmirarteatimismo.

Ledejémurmurandogroseríasparasí,ysubílasescaleras.

—Estáustedenferma,señora—dijoRachelexaminándomeconprofundaansiedad.

—Deverdadloestoy,Rachel—dije,contestandomásasustristesmiradasqueasuspalabras.

—Losabía,puesdelocontrarionohabríamencionadounacosasemejante.

—Pero no te preocupes—dije, besando su pálida y arrugada mejilla—.Puedosoportarlomejordeloqueimaginas.

—Sí, usted siempre fue muy «paciente». Pero si yo fuera usted no losoportaría: ¡lo dejaría salir, lo gritaría bien alto!Y lo diría bien claro, ya locreo…Leharíasaberloque…

—Yahehablado—dije—;hedichobastante.

—Entoncesyolloraría—insistióella—.Notendríaesacaratanpálida,nitendríaunaspectotansereno.Micorazónestallaríaconesodentro.

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—He llorado—dije, sonriendo, a pesar de mi tristeza—; y ahora estoyserena,deverdad,asíquenomeinquietes,ama:nohablemosmásdeelloynose lo digas a los criados.Ahora puedes irte.Buenas noches; y no alteres tudescansopormí:dormirébien…sipuedo.

Apesardeestaresolución,encontrémicamataninsoportableque,antesdelasdosdelamadrugada,melevantéy,alaluzdelavelaquetodavíaardía,meacerqué al escritorio yme senté en bata a referir los acontecimientos de lanoche pasada. Era mejor ocuparse en algo que estar echada en la camatorturandomicerebroconlosrecuerdosdellejanopasadoylasanticipacionesdel pavoroso futuro. He encontrado alivio describiendo las mismascircunstancias que han destruido mi paz, así como los detalles pequeños ytrivialesreferentesasudescubrimiento.Elsueñonopodría,estanoche,haberhecho tanto por aclarar mis ideas y prepararme para enfrentarme a lasocupacionesdeldía…esocreo,porlomenos;y,sinembargo,cuandodejodeescribir,meencuentroconquelacabezamedueleterriblemente;ycuandomemiroenelespejomesorprendodemiaparienciaojerosaycansada.

Rachelhavenidoavestirmeydicequesedacuentadequehepasadounamalanoche.Milicentsólohaasomadolacabezaparapreguntarmecómomeencontraba.Ledijequeestabamejorpero,para justificarmiaspecto,admitíque no había descansadomucho por la noche. ¡Me gustaría que este día sehubieraacabado!Meestremezcoantelaideadebajaradesayunar.¿Cómomeenfrentaré a ellos? No obstante, permítaseme recordar que no soy yo laculpable:notengorazónalgunaparatenermiedo;ysiellosmemenospreciancomolavíctimadesuculpa,yopuedocompadecersuestupidezydespreciarsumenosprecio.

CAPÍTULOXXXIV

OCULTAMIENTO

Noche. — El desayuno transcurrió bien; mantuve la calma y frialdaddurantetodoeltiempo.Contestésinalterarmetodaslaspreguntasreferentesamisalud;ytodoloqueparecíainhabitualenmiaspectooenmismodalesfueen general atribuido a la ligera indisposición que me había obligado aretirarme antes de tiempo la noche anterior.Pero ¿cómovoy a remontar losdiezodocedíasquedebentranscurrirtodavíaantesdequesevayan?Además,¿porquédemorantantosupartida?Ycuandosehayanido,¿cómoaguantarélosmesesylosañosdemifuturavidaencompañíadeestehombre,mimayorenemigo? Porque nadie podría herirme como él lo ha hecho. ¡Oh!, cuandopiensoloprofundayestúpidamentequeleheamado,dequémaneratanloca

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he confiado en él, con qué constancia he trabajado, estudiado, rezado yluchadoporsubien;yconquécrueldadhapisoteadomiamor,traicionadomiconfianza, menospreciado mis ruegos y mis lágrimas, y mis esfuerzos porprotegerle;haaplastadomisesperanzas,destruidolosmejoressentimientosdemijuventudymehacondenadoaunavidademiseriasinesperanza—hastaelpuntodequepuedehacerlounhombre—…¡LEODIO!Lapalabramemirafijamente como una confesión culpable, pero es verdad: le odio… ¡le odio!¡Dios tenga compasión de su miserable alma!, y le haga ver y sentir suculpa… ¡Nopido otra venganza!Conque pudiera comprender plenamente ysentirdeverdadmismales,meconsideraríavengada,ypodríaperdonarlotodoespontáneamente; pero está tan perdido, tan endurecido en su crueldepravación,quecreoqueenestavidanuncalohará.Peroesinútilseguirconeste tema:permítasemeunavezdisipar la reflexiónen lospequeñosdetallesdelosacontecimientos.

El señor Hargrave me ha fastidiado todo el día con su cortesía seria,compasivay(esocreeél)discreta.Sifueramásdiscretamemolestaríamenos,porque entonces podría desairarle; pero se esfuerza tanto por parecerrealmente preocupado y amable, que no puedo hacerlo sin rudeza y unaaparente ingratitud.Avecespiensoquedeberíadarle créditopor losbuenossentimientosquefingetanbien;peroluegopiensoquemideberesdudardeélteniendo en cuenta las peculiares circunstancias en que me encuentro. Suamabilidadpuedenoserdeltodofingida;noobstante,nodejemosqueelpuroimpulsodegratitudhaciaélhagaquemeolvidedemímisma;basterecordarla partida de ajedrez, las expresiones que utilizó con esemotivo, y aquellasindescriptiblesmiradassuyas,quetanjustamenteprovocaronmiindignación,ycreoqueestarébastanteasalvo.Hehechobienenfijarlasenmimemoriatandetalladamente.

Creoquedeseaunaoportunidaddehablarmeasolas:mehaparecidoquehaestadoalacechotodoeldía,peromeheencargadodefrustrarsusplanes.Noesquetemaalgoquepuedadecir,peroyatengobastantespreocupacionessinnecesidaddeañadirsusinsolentesconsuelos,condolenciasocualquierotracosaquepuedaintentar;porelbiendeMilicent,nodeseoenfadarmeconél.Seexcusódeiracazarconlosdemáscaballerosporlamañanaconelpretextodequeteníacartasqueescribir;yenlugarderetirarsealabibliotecaahacerlo,ordenó que le llevaran su cartera al salón, en donde yo estaba sentada encompañía de Milicent y lady Lowborough. Ellas habían reemprendido sulabor;yo,menosparadistraermimentequeparaevitar laconversación,mehabíaprovistodeunlibro.Milicentsediocuentadequedeseabaquenomemolestaran, así que me dejo en paz. Annabella, sin duda, se dio cuentatambién;peroésanoerarazónpararefrenarsu lenguaoreprimirsualegría;así que se puso a charlar, dirigiéndose casi exclusivamente a mí y, con lamayor seguridady familiaridad, se fue animandoprogresivamente amedida

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que más frías y cortas se iban haciendo mis respuestas. El señor Hargravereparóenqueyoapenaspodíasoportarloylevantandolamiradadesutablero,contestó en mi lugar, siempre que pudo, sus preguntas y observaciones eintentóquesusatencionessocialessedesviarandemíaél;perofueenvano.Quizáellacreyóqueyoteníajaquecaynopodíaaguantarunaconversación;en cualquier caso, vio que su locuaz vivacidad me molestaba, como pudeobservar por la maligna pertinencia con que insistía. Pero lo impedíeficazmente,poniendoensumanoellibroqueyohabíaintentadoleer,encuyaguardahabíaescritodeformaapresurada:

«Conozcodemasiadobientucarácterytuconductaparasentirportiunaverdaderaamistady,comonoposeo tu talentopara lasimulación,nopuedodarlaimpresióndetenerlo,Debo,portanto,rogartequedeaquíenadelantecesetodointercambiofamiliarentrenosotras,ysitodavíacontinúotratándotecon educación, como si fueras unamujer digna de consideración y respeto,comprendequesedebealaconsideraciónquememerecenlossentimientosdetuprimaMilicent,nolostuyos».

Después de leerlo con atención, se puso roja y se mordió un labio.Arrancando con discreción la hoja, la arrugó y la echó al luego; luego sededicósinprisaapasarlaspáginasdellibro,y,realoaparentemente,aleersucontenido.PocodespuésMilicentanunciósu intencióndedirigirsealcuartodelosniñosymepreguntósiqueríaacompañarla.

—Annabellanosexcusará—dijo—;estáocupadaleyendo.

—No—gritóAnnabella,alzandolavistarepentinamenteytirandoellibrosobre lamesa—; quiero hablar conHelen unminuto. Puedes irte,Milicent;ellateseguirápocodespués.(Milicentsefue).¿Mehaceselfavor,Helen?—continuóella.

Su desvergüenza me dejó asombrada; pero accedí y la seguí hasta labiblioteca.Cerrólapuertayseacercóalachimenea.

—¿Quiéntedijoeso?—preguntó.

—Nadie;soycapazdeverpormímisma.

—¡Ah,eresdesconfiada!—gritó,sonriendoconunbrillodeesperanzaenlosojos.Hastaesemomentohabíahabidounaespeciededesesperaciónensuosadía;ahorasesentíaevidentementealiviada.

—Sifueradesconfiada—repliqué—,habríadescubiertotuinfamiamuchoantes.No,ladyLowborough,nobasomiacusaciónenlasospecha.

—¿En qué la basas, entonces?—dijo, dejándose caer sobre un sillón yestirandolospieshastaelguardafuegosdelachimenea,enunvisibleesfuerzoporparecertranquila.

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—Megustatantopasearalaluzdelalunacomoati—respondí,fijandomisojosenella—;yda lacasualidaddeque losmatorrales sonunodemislugaresfavoritos.

Sevolvióaruborizarsobremaneraysequedócallada,apretándoseundedoconlosdientesymirandofijamenteelfuego.Yomecomplacíenmirarlaunossegundosconunsentimientodemalévolasatisfacción;luego,encaminándomehacialapuerta,lepreguntétranquilamentesiteníaalgomásquedecir.

—¡Sí, sí! —gritó con avidez, levantándose con precipitación—. QuierosabersivasadecírseloalordLowborough.

—Supónquelohago.

—Bueno,siestásdispuestaaairearelasunto,nopuedodisuadirte,desdeluego;perosilohacesseproduciráunterribleescándalo,ysino,creeréqueeres lamásgenerosa de losmortales; y si hay algo en elmundoquepuedahacerporti…como…—Dudaba.

—Algocomorenunciaratuculpablerelaciónconmimarido,supongoquequieresdecir.

Sequedocalladaporunosinstantes,conunaexpresióndedesconciertoyperplejidadmezcladaconunafuriaquenoseatrevíaamostrar.

—Nopuedorenunciaraloquemeesmáspreciosoquelavida—murmuróenvozbaja.Luego,alzólacabezarepentinamenteyfijosusbrillantesojosenmí,paracontinuar,muyseria—:PeroHelen…oseñoraHuntingdon,ocomoquieraquedeseesquete llame…¿selodirásaél?Sieresgenerosa,heaquíuna oportunidad espléndida para que ejercites tu magnanimidad; si eresorgullosa,aquíestoyyo,turival,dispuestaareconocermedeudoradeunactodelamásnobleindulgencia.

—Noselodiré.

—¡No se lo dirás! —gritó ella, encantada—. ¡Acepta entonces miagradecimientomássincero!

Diounbrincoymeofreciósumano.Yoretrocedí.

—No me lo agradezcas; no es por tu propio bien por lo que no voy ahacerlo. Tampoco es ningún acto de indulgencia: no deseo hacer pública tudeshonra.Lamentaríaafligiratumaridohaciéndoselasaber.

—¿YaMilicent?¿Selodirás?

—No,todolocontrario:harétodoloposibleporocultárselo.¡Pornadadelmundoquerríaqueconocieralainfamiayladeshonradesuprima!

—Utiliza usted palabras muy duras, señora Huntingdon… pero puedo

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perdonarla.

—Y, ahora, lady Lowborough —continué—, déjeme aconsejarle queabandoneestacasa loantesposible.Debecomprenderquesupresenciaaquíes demasiado desagradable para mí…, y no porque le guste al señorHuntingdon—dije, observando el comienzo de unamaliciosa sonrisa en surostro—.Porloqueamíserefiere,puedeustedacogerleensusbrazos,silegusta;peroespenosotenerquedisfrazarsiempremisverdaderossentimientosrespecto a usted, y esforzarme por mantener una apariencia de cortesía yrespetoenfavordealguienquenomemerecelamásligerasombradeestima;y si usted permanece aquí, su conducta posiblemente no podrá pasarinadvertidamuchomástiempoparalasdosúnicaspersonasquenolaconocentodavía.Yporelbiendesumarido,Annabella,einclusoporelsuyomismo,deseo… le aconsejo seriamente y le ruego que interrumpa en seguida estailícita relación,yquevuelva a susdeberesmientraspueda, antesdeque lashorrorosasconsecuencias…

—Sí, sí, desde luego —dijo ella, interrumpiéndome con un gesto deimpaciencia—; pero no puedo irme, Helen, antes de la fecha fijada paranuestrapartida.¿Quépretextopodríainventarparahacerunacosasemejante?Tantosipropongovolveryosola(cosaqueLowboroughnoaceptaría)comoirme con él, el hecho en símismo levantaría sin duda sospechas…Ademásnuestravisitaestáapuntodeterminar…nosiremosdentrodealgomásdeunasemana… ¡Estoy segura de que podrás soportar mi presencia durante estetiempo!Novolveréamolestarteconningunademisamistosasimpertinencias.

—Estábien,notengonadamásquedecirte.

—¿LehasmencionadoesteasuntoaHuntingdon?—preguntó,cuandoyoestabaapuntodesalirdelahabitación.

—¡Cómoteatrevesamencionarmesunombre!—fuemirespuesta.

Desde entonces no hemos intercambiado más palabras que las querequierenlasbuenascostumbresylapuranecesidad.

CAPÍTULOXXXV

PROVOCACIONES

19.—EnlamedidaenqueladyLowboroughsedacuentadequenotienenadaquetemerdemí,ycuantomásseacercalafechadelapartida,másaudaze insolente se vuelve. No se priva de hablarle a mi marido con afectuosafamiliaridad en mi presencia, cuando nadie más está cerca, y le gusta

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especialmentedemostrarsuinterésporsusaludybienestar,oportodoloqueserefiereaél,comositrataradehacerevidenteelcontrasteentresugenerosasolicitudymifríaindiferencia.Yéllarecompensaconsemejantessonrisasymiradas, semejantes palabras susurradas al oído, o descaradas insinuacionesindicativasdelabondaddeellaydemiabandono,quehacenqueelcolormesubaalrostroamipesar;porqueseríaabsolutamenteindiferenteatodoello—sordayciegaacuantopasaentreambos—desdeelmomentoenquecuantomássensiblememuestroasumalignidad,másseregocijaellaporsuvictoriay más se jacta él de que le amo ardientemente todavía, a pesar de mipretendida indiferencia. En esosmomentosme he visto sorprendida a vecespor una sutil, perversa sugestión que me incita a hacerle ver lo contrarioanimandoenaparienciaaHargraveensusavances;perosemejantesideassondesechadas de inmediato con horror y vergüenza; ¡y entonces le odio diezvecesmás por haberme conducido a esto! ¡Diosme perdone por ello y portodosmispecaminosospensamientos!En lugardehumillarmeypurificarmeenmisaflicciones,sientoqueestánamargandomicarácter.Estodebedesertantoculpamíacomodeellos,quemehacendaño.Ningúnverdaderocristianopodríaalimentartanamargossentimientoscomoyolohagocontraélycontraella, sobre todo contra ella: siento que a él todavía podría perdonarle—demaneraespontánea,sinesfuerzo—,alamenorseñaldearrepentimiento;peroporesamujer…nohaypalabrasquepuedanexpresarmiaborrecimiento.Larazónloprohíbe,perolapasiónmeempujaconfuerzaydeborezarylucharparanosometermeaella.

Mealiviapensarquesevamañana,porquenopodríasoportarsupresencianiundíamás.Estamañanaselevantóantesdelohabitual.Laencontrésolaenlaestanciacuandobajéadesayunar.

—¡Oh,Helen!¿Erestú?—exclamó,volviéndosehaciamícuandoentré.

Hice un involuntario ademán de retroceder al verla, ante el cual dejóescaparunarisitayobservó:

—Creoquelasdosnoshemosllevadounchasco.

Meadelantéymeocupédelascosasdeldesayuno.

—Ésteeselúltimodíaqueabusodetuhospitalidad—dijo,altiempoquesesentabaalamesa—.¡Ah,aquívienealguienquenosealegraráporello!—murmurómedioparasímisma,cuandoArthurentróenlahabitación.

Él le estrechó la mano y le deseó buenos días; luego, mirandocariñosamentesurostroyreteniendotodavíasumano,susurróconpatetismo:

—¡Elúltimo…elúltimodía!

—Sí—dijoellaconciertaaspereza—,ymehe levantado tempranopara

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disfrutaralmáximodeél.Llevoaquísolamediahora,ytú,perezoso…

—Bueno,yotambiéncreíqueeratemprano—dijoél—,pero—bajandoeltonohastaconvertirloenunmurmullo—,comopuedesver,noestamossolos.

—Nuncaloestamos—replicóella.Peroeracomosiestuvieransolos,puesen esemomento yome hallaba junto a la ventana, observando las nubes ytratandodereprimirmiira.

Intercambiaronalgunaspalabrasmás,que,afortunadamente,noalcancéaoír; peroAnnabella tuvo la osadía de ponerse ami lado, posar incluso unamanosobremihombroydecirdulcemente:

—Notienesporquéaborrecerme,Helen,puestoqueleamomásdeloquenuncalehabrásamadotú.

Estomepusofuerademí.Lecogílamanoylaapartéviolentamente,conuna expresión de rencor e indignación irreprimible. Sorprendida, casihorrorizada, por esta repentina reacción, se retiró en silencio. Habría dadoriendasueltaamifuria,yhabríadichomás,perolarisasolapadadeArthurmeretuvo.No lleguéapronunciardel todo la invectivaque teníapensadaymevolvícondesprecio,lamentandohaberleproporcionadotantoentretenimiento.Todavía se reía cuando hizo su aparición el señor Hargrave. No sé cuántopresenciólaescena,porquelapuertaestabaentreabiertacuandoentró.Saludóa su anfitrión y a su prima fríamente, y amí con unamirada que intentabaexpresar la más profunda simpatía mezclada con una gran admiración yestima.

—¿Cuánta lealtaddebeustedaesehombre?—mepreguntóenvozbaja,cuando se colocó ami lado ante la ventana, fingiendo hacer observacionessobreeltiempo.

—Ninguna—respondí.Einmediatamente,volviendoalamesa,meocupédeprepararelté.Élmesiguió,yhabríainiciadoalgunaclasedeconversaciónconmigo,perolosdemáshuéspedesempezaronaentrarenesemomentoynomeocupémásdeél,salvoparadarlesucafé.

Después del desayuno, decidida a pasar el menor tiempo posible encompañía de lady Lowborough, me oculté de los invitados y me retirétranquilamentealabiblioteca.ElseñorHargravemesiguiópocodespués,conel pretexto de ir en busca de un libro; volviéndose hacia los estantesseleccionó un volumen; luego, serena, aunque en absoluto tímidamente, seacercóamíysequedódepie,apoyandolamanoenelrespaldodemisilla.

—¿Seconsideraustedentonceslibre,porfin?—dijo,dulcemente.

—Sí—respondí,sinmoverme,nilevantarlosojosdellibro—,libreparahacercualquiercosamenosofenderaDiosyamiconciencia.

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Seprodujouncortosilencio.

—Muy acertado —dijo él—, suponiendo que su conciencia no seademasiado morbosamente delicada y sus ideas sobre Dios no demasiadoerróneamenteseveras;¿puedeustedcreerqueofenderíaaeseSerbenevolentehaciendofelizaalguienqueestaríadispuestoamorirporsufelicidad,alzandoun corazón devoto por encima de tormentos expiatorios hasta un estado desublimebienaventuranza,cuandopuedeustedhacerlosininfligirelmáslevedañoaustedmismaoaotro?

Estolodijoenuntonobajo,solemne,apasionado,inclinándosesobremí.Entonceslevantélacabezayhaciendofrentefirmementeasumirada,respondíconserenidad:

—SeñorHargrave,¿pretendeustedofenderme?

Noesperabaaquello.Sequedócalladounosinstantespararecuperarsedelaimpresión;luego,irguiéndoseyquitandosumanodemisilla,respondióconunatristezaorgullosa:

—Noeraésamiintención.

Miréhacialapuertaconunligeromovimientodecabezayluegovolvíamilibro.Élseretiróinmediatamente.Estofuemejorquesihubieracontestadocon más palabras, cediendo al colérico estado de ánimo, inspirado por miprimer impulso. ¡Qué buena cosa es ser capaz de dominar el propiotemperamento! Debo procurar cultivar esta inestimable cualidad; sólo Diossabeloamenudoquelanecesitaréenesteásperoyoscurocaminoqueseabreantemí.

EnelcursodelamañanafuienelcochedecaballosalGroveconlasdosdamas,paradarleocasiónaMilicentdedespedirsedesumadreysuhermana.Éstaslaconvencierondequesequedaraconellaselrestodeldía,ylaseñoraHargraveprometióquelatraeríadevueltaalatardeceryquesequedaríahastaque los invitados se fueran a la mañana siguiente. Por consiguiente, ladyLowboroughyyotuvimoselplacerdevolvertête-á-têteenelcoche.Durantelos dos o tres primeros kilómetros, guardamos silencio, yomirando pormiventanilla y ella echada en la esquina. Pero no iba a limitarme a unadeterminadaposiciónporculpadeella:cuandomecansédeestardecaraalviento frío y desapacible, examinando los setos bermejos y la enmarañada,húmedahierbadesusmárgenes,dejédemirarlosymerecostétambién.Consu habitual descaro, mi compañera hizo algunos intentos de entablarconversación; pero losmonosílabos «sí», o «no», o «hum», fueron lo únicoquepudieronsacarmesusvariasobservaciones.Porfin,alpedirmemiopiniónsobrealgúnextremoinsustancialdeunadiscusión,lecontesté:

—¿Porquéquiereustedhablarconmigo, ladyLowborough?Hadesaber

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yaloquepiensodeusted.

—En fin, si siente usted tanto rencor por mí —replicó— yo no puedoevitarlo;peronopiensoenfurruñarmepornadie.

Nuestrocortopaseoconcluíaenesemomento.Tanprontocomoseabriólapuertadelcoche,ellasaltófueraycaminóporelparqueparairalencuentrodeloscaballeros,quevolvíanenesemomentodelbosque.Naturalmente,yonolaseguí.

Pero no había acabado todavía su osadía: después de cenarme retiré alsalón, como teníapor costumbre, y ellame acompañó; conmigo estaban losdos niños y les dediqué todami atención, y estaba decidida a ocuparme deellos hasta que vinieran los caballeros, o hasta queMilicent llegara con sumadre.LapequeñaHelen,sinembargo,secansóenseguidadejugareinsistióeniradormir;mientrasestabayoenelsofáconlapequeñaenmisrodillasyArthuramilado,jugandomansamenteconelsedosoyrubiopelodelaniña,ladyLowboroughvinoasentarsecondespreocupaciónalotrolado.

—Mañana,señoraHuntingdon—dijo—,severálibredemipresencia, loque,sinduda,lecomplacerá.Esnatural…,pero¿sabeustedquelehehechoungranfavor?¿Quierequeledigacuáles?

—Me encantará saber cualquier favor que me haya hecho usted—dije,decididaanoperder lacalma,puessabíaporel tonodesuvozquedeseabaprovocarme.

—Está bien—continuó—. ¿No ha observado usted el saludable cambioque se ha operado en el señorHuntingdon? ¿No se ha fijado en el hombresobrio y moderado en que se ha convertido? Usted veía con tristeza loslamentables hábitos que estaba adquiriendo, lo sé; y sé que hizo todo loposibleparalibrarledeellos,aunquesinéxito,hastaqueyovineensuayuda.Le dije en pocas palabras que no podía soportar verle degradarse de esamanera, y que dejaría de… No importa lo que le dije, pero ya ve que heconseguidoreformarle;deberíaestarmeagradecidaporello.

Melevantéyllaméparaquevinieralaniñera.

—Peronoquieroquemedélasgracias—siguiódiciendo—;loúnicoquepidoacambioesquelecuidecuandomehayaido,ynoledeje,porabandonoyseveridad,volverasusviejascostumbres.

Yomesentíacasienfermadecólera,peroRachelestabaen lapuerta.Leseñalé los niños porque nome sentía capaz de hablar; se los llevó y yo laseguí.

—¿Loharás,Helen?—insistiómiinterlocutora.

Le dirigí unamirada quemarchitó lamaligna sonrisa que asomaba a su

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rostro—oalmenoslacontuvoporunmomento—ymefui.Enlaantecámarameencontré con el señorHargrave.Sedio cuentadequeno teníaganasdehablarymedejópasar sinpronunciarunapalabra;perocuando,despuésdealgunosminutosdereclusiónenlabiblioteca,huberecuperadolaserenidadyvolvía para reunirme con la señoraHargrave yMilicent, a quien había oídobajar las escaleras y dirigirse al salón, le encontré allí todavía, haciendotiempoenelapenasiluminadocuarto,evidentemente,esperándome.

—SeñoraHuntingdon—dijocuandoentraba—,¿mepermiteunmomento?

—¿Dequésetrata?Seabreve,porfavor.

—Laofendíestamañanaynopuedovivirconsurepulsa.

—Váyase,pues,ynovuelvaapecar—respondí,siguiendomicamino.

—¡No, no! —dijo apresuradamente, cerrándome el paso—. Perdóneme,perodeboconseguirsuperdón.Mevoymañanaypuedequenovuelvaatenerla oportunidad de hablarle.Me equivoqué al olvidarmedemí…yde usted,como lo hice; pero permítame rogarle que olvide y perdonemi precipitadaarrogancia y que se acuerde de mí como si esas palabras no hubieran sidonuncapronunciadas;porque, créame, lamentoprofundarmehaberlohecho,ylapérdidadesuaprecioesuncastigodemasiadoduro.Nopuedosoportarlo.

—Elolvidoesalgoquenosecompraconundeseo;ynopuedootorgarmiestimaatodoslosqueladesean,amenosquelamerezcan.

—Mi vida estará bien empleada si la empleo enmerecerla, siempre queperdoneustedestaofensa.¿Lohará?

—Sí.

—¿Sí?Lohadichoconfrialdad.Demelamanoy lecreeré.¿Noquiere?Entonces,señoraHuntingdon,¡ustednomeperdona!

—Sí…aquílatiene,ymiperdónconella;pero…novuelvaapecar.

Estrechómimanofríaconfervorsentimental,peronodijonadaysehizoaun lado para dejarme entrar en la habitación donde estaban ahora reunidostodos los invitados. El señor Grimsby estaba sentado cerca de la puerta; alvermeentrar,seguidacaside inmediatoporHargrave,memiródereojoconunaexpresiónde intolerablemalicia.Lemiréhastaque sevolvióhaciaotrolado sombríamente, si no avergonzado, al menos momentáneamenteconfundido. Entretanto, Hattersley había cogido del brazo a Hargrave y leestaba susurrando algo al oído. Alguna burda broma, sin duda, pues esteúltimoniseriónicontestó,sinoque,apartándosedeélconunligeromohínenloslabios,selibródesumanoyseacercóasumadre,queleestabadiciendoalordLowboroughcuántasrazonesteníaparasentirseorgullosadesuhijo.

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GraciasaDios,mañanasevantodos.

CAPÍTULOXXXVI

DOBLESOLEDAD

20 de diciembre de 1824. — Hoy se cumple el tercer aniversario denuestro dichoso enlace. Ahora hace dos meses que nuestros huéspedes nosdejaron para que disfrutáramos uno de la compañía del otro. Llevo nuevesemanasexperimentandolanuevafasedelavidaconyugal:dospersonasquevivenjuntascomoseñoryseñoradelacasa,ypadreymadredeunhermosoyalegreniño,comprendiendolosdosquenoexisteamor,niamistad,nisimpatíaentreellos.Enloquedependedemímeesfuerzoporvivirapaciblementeconél: le tratoconuna impecablecortesía,mepliegoasuconvenienciasiemprequeme parece razonable hacerlo, y le consulto con un aire casi profesionalsobrelosasuntosdomésticos,condescendiendoconsuplaceryjuicio,inclusocuandoséqueesteúltimoesinferioralmío.

En cuanto a él, durante la primera o dos primeras semanas estuvodisplicente y algo malhumorado, supongo que por la partida de su queridaAnnabella, y especialmente desagradable conmigo: todo lo que yo hacíaestaba mal; era insensible, dura, insensata; mi rostro huraño y pálido erarepulsivo; mi voz le hacía temblar; no sabía cómo podría pasar todo elinvierno conmigo; yo le habría cortado en pedacitos. Propuse de nuevo unaseparación,peronosirviódenada:noqueríaserobjetodelashabladuríasdelvecindario;noestabadispuestoaquedijeranqueeratanbrutoquesuesposanopodíavivirconél;no,debíahacerloposibleporsoportarme.

—Querrásdecir quedebo esforzarmepor soportarte yo—dije—,porquemientrasdesempeñemisfuncionesdeadministradorayamadecasatanbienyconcienzudamente, sin recompensa ni agradecimiento, no serás capaz dedeshacertedemí.Portanto,meeximirédeestosdeberescuandomicautiveriosevuelvaintolerable.

Estaamenaza,pensé,serviríaparamantenerlearaya,siesquealgopodíahacerlo.

Creoquesellevóunagrandesilusiónalcomprobarqueyonoacusabademanera visible sus frases ofensivas porque cuando decía algo especialmentecalculadoparaherirmissentimientos,memirabaalacaraescrutadoramente,yluegogruñíacontrami«marmóreocorazón»,omi«insensibilidadsalvaje».Siyohubieralloradoamargamenteylamentadolapérdidadesuafecto,quizáélhabría condescendido a compadecerse demí yme habría otorgado su favor

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duranteuntiempo,sóloparasuavizarsusoledadyconsolarseporlaausenciade su amada Annabella, hasta que pudiera verla de nuevo, o encontrar unasustitutamásadecuada.¡GraciasaDios,nosoydébilhastaesepunto!Antesmehabíacegadouncariñoestúpido,fatuo,queseapegabaaélapesardesuindignidad, pero ahora había desaparecido del todo… completamentedemolidoymarchitado;yestoteníaqueagradecérselosóloaélyasusvicios.

Al principio (cumpliendo los mandatos de su dulce dama, supongo), seabstuvoasombrosamentedebuscaralivioasuspenasenelvino;peroal finempezóacederensusvirtuososesfuerzos,ydevezencuandoseexcedíaunpoco, y todavía lo sigue haciendo—más aún— a veces más que un poco.Cuando está bajo el influjo de estos excesos, a veces se exalta y trata decomportarsebrutalmente.Entoncesyonohagonadaporreprimirmidesprecioy repulsa; cuando está bajo la depresiva influencia de las consecuenciasposteriores,lamentasuserroresysufrimientos,ymelosimputaamí;élsabequesemejantes indulgenciasafectansusaludy lecausanmásmalquebien;pero dice que soy yo quien le conduce a ello conmi conducta antinatural,antifemenina; será finalmente su ruina,pero todoesculpamía…yentoncesmeveoobligadaadefenderme,avecesconamargasrecriminaciones.Éstaesunaclasedeinjusticiaquenopuedosufrirconpaciencia.¿Noheluchadoduraylargamenteparasalvarledeestevicio?¿Nolucharíatodavíaporlibrarledeél,sipudiera?Pero¿podríahacerloadulándoleyacariciándolecuandoséquemedesprecia? ¿Es culpamía haber perdidomi influencia sobre él, o que élhaya perdido todo derecho a mis atenciones? ¿Debería buscar unareconciliación cuando siento que le aborrezco y queme desprecia y cuandotodavía se escribe con lady Lowborough, como sé que hace? ¡No, nunca,nunca,nunca!¡Puedebeberhastamorirse,peroNOesculpamía!

Noobstantepongotodavíaalgodemiparteparasalvarle:ledoyaentenderque la bebida apaga sus ojos y enrojece e hincha su rostro; que tiende avolverle imbécil de cuerpo y mente; y si Annabella le viera tan a menudocomoyo,notardaríaendesencantarse;yquecontodaseguridadleretirarásufavorsisigueporesecamino.Estaespeciedeadvertenciassólomegranjeanmalos tratos,y laverdadesquecasisientoquemelomerezco,puesdetestousarsemejantesargumentos,peroéstosincidenensuestupefactocorazón, lehacen detenerse, reflexionar y abstenerse, más que cualquier otra cosa quepudieradecir.

Demomento,estoydisfrutandounaliberacióntemporaldesupresencia:sehaidoconHargraveaunacaceríalejana,yprobablementenoestarádevueltaantesdemañanaporlanoche.¡Dequémaneratandiferentesentíayoantessuausencia!

El señor Hargrave está todavía en el Grove. Él y Arthur se reúnen confrecuencia para proseguir la práctica de sus deportes rurales: él viene a

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visitarnosamenudo,yconnopocafrecuenciaArthurvaensubuscaacaballo.Nocreoqueningunodeestossoi-disantamigosestéhenchidodeamorporelotro;perosemejanterelaciónayudaapasareltiempo,ydeseoardientementeque continúe, puestoqueme salvade la incómoda compañíadeArthur, y aésteleproporcionaunentretenimientomejorquelaalcoholizadaindulgenciade sus apetitos sensuales. La única objeción que pongo a que el señorHargraveestéen losalrededoresesqueelmiedoaencontrarmeconélenelGrovemeimpideverasuhermanatanamenudocomodeotromodoharía;porque últimamente se ha comportado conmigo con una corrección taninalterable que he olvidado casi su conducta anterior. Supongo que se estáesforzando por «ganarmi estima». Si sigue actuando de estamanera puedeconquistarla;pero¿entoncesqué?Enelmomentoqueintentepediralgomás,laperderádenuevo.

10defebrero.—Esunacosadurayamargaqueleechenaunaencarasusbuenasintencionesybondadosossentimientos.Comenzabaaablandarmeconmidesgraciadocompañero,acompadecermedesuabandonada,irremediablecondición, no mitigada por el consuelo de los recursos intelectuales y elrespaldodeunabuenaconciencia,yapensarquedeberíasacrificarmiorgulloy renovar mis esfuerzos una vez más para hacerle su hogar agradable ydevolverlealcaminodelavirtud;noconfalsasdeclaracionesdeamor,niconunfingidoremordimiento,sinosuavizandomifrialdadhabitualyconvirtiendomiheladacortesíaengenerosidadsiemprequesepresentaralaoportunidad;yno sólo empezaba a pensar así, sino que había empezado a actuar enconsecuencia.¿Ycuálfueelresultado?Ningunachispadegenerosidadcomorespuesta,ningúnarrepentimientoincipiente,sinounimplacablemalhumoryunespíritudetiránicaextorsiónqueaumentabaconlaindulgencia,yunbrilloamenazador de triunfo autocomplaciente cada vez que percibía el menorsuavizamiento en mi actitud que me congelaba como el mármol otra vez,siempre que se repetía; y esta mañana remató su labor: creo que lapetrificación se ha realizado de una manera tan definitiva, que nada puedeconmoverme de nuevo. Entre sus cartas había una que leyó con unasatisfacciónpocohabitual.Luegomelaarrojóporencimadelamesa,conlasiguienteadvertencia:

¡Mira,leeesoyaprendelalección!

EralaletragrandeyostentosadeladyLowborough.Echéunaojeadaalaprimerapágina;parecíallenadepródigasdeclaracionesdeafecto,impetuososanhelosdeunnuevoencuentroyunimpíodesafíoalosmandatosdeDios,yandanadas contra Su Providencia por haberle separado de su amado,condenandoalosdosalodiosocautiveriodelaalianzaconaquellosalosquenopodíanamar.Élsoltóunarisitaalverqueyocambiabadecolor.Doblélacarta,melevantéyseladevolvísinmásobservaciónqueésta:

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—Gracias…¡Aprenderélalección!

MipequeñoArthurestabadepieentresusrodillas,jugandoencantadoconel brillante anillo de rubí de su dedo. Movida por un impulso repentino yacuciante, para librar a mi hijo de aquella perniciosa influencia, le cogí enbrazosy salí conélde lahabitación.Nocontentoconsubrusco traslado,elniñocomenzóahacerpucherosyallorar.Éstafueunanuevapuñaladaenmiya dolorido corazón. No quise dejarle marchar, sino que, entrando en labiblioteca, cerré lapuertaymearrodillé enel suelo juntoa él, le abracé, lebesé, lloré sobreél convehemente ternura.Másasustadoqueconsoladoporesto, trató de separarse de mí y llamó a gritos a su papá. Le libré de misbrazos, y nunca hubo lágrimas más amargas que aquellas que entonces leocultaron amis ojos ciegos, ardientes. Al oír sus gritos, el padre vino a lahabitación. Me volví de inmediato para que no viera e interpretaraerróneamentemiemoción.Memaldijoysellevóalniñoyacalmado.

Sería cruel quemi pequeño favorito le amaramás a él que amí; y quecuando el bienestar y la educacióndemihijo es la única razóndemivida,vieramiinfluenciadestruidaporalguiencuyoafectoegoístaesmásdañinodeloquepodríanser lamásfría indiferenciao lamássevera tiranía.Si,porsubien, le niego algún favor trivial, se dirige a su padre y éste, a pesar de suindolenciaegoísta,escapazinclusodesacrificarseparacumplirsusdeseos;sile llevo la contraria o si le miro con seriedad por algún acto de infantildesobediencia,sabequesuotroprogenitorlesonreiráysepondrádesuladoenmi contra.De esta forma,no sólo tengoque luchar contra el espíritudelpadreenelhijo,buscaryerradicarlosgérmenesdesustendenciasperversas,ycontrarrestar el trato y el ejemplo corruptor en su vida futura, sino que élcontrarresta ya mi ardua labor en favor del progreso del niño, destruye miinfluenciasobresumentesensibleyhastamerobasumismoamor;notengomás esperanza terrenal que ésta, y él parece disfrutar diabólicamentearrancándomela.

Pero es un error desesperar; recordaré el consejo del inspirado escritor aaquel «que teme al Señor y obedece la voz de su siervo, que está en laoscuridadynotieneluz;¡queconfíeenelnombredelSeñor,yseapoyeensuDios!».

CAPÍTULOXXXVII

OTRAVEZELVECINO

20dediciembrede1825.—Ha transcurridootro año; estoy cansadade

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estavida.Sinembargo,nopuedodesearabandonarla:cualesquieraqueseanlasafliccionesqueaquímeasalten,nopuedodesearmarcharmeydejarsoloami pequeño en estemundo oscuro ymezquino, sin un amigo que le guíe atravésdesustediososlaberintos,queleadviertadesusmiltrampasylepongaenguardiacontralospeligrosqueleacechanportodaspartes.SéquenoestoyenladisposiciónAdecuadaparasersuúnicacompañera,peronohayotraquepueda ocupar mi lugar. Soy demasiado seria para contribuir a suentretenimientoy tomarparteensus juegos infantiles talcomounamadreounaniñeradeberíanhacer,yamenudosusestallidosdejúbilomeinquietanyalarman;veoenelloselespírituyelcarácterdesupadreymeestremecenlasconsecuencias; demasiado a menudo apago la inocente alegría que deberíacompartir.Esepadre,porelcontrario,nollevaelpesodelatristezasobresuespíritu,noesturbadoportemoresoescrúpulosreferentesalfuturobienestardesuhijoyporlasnochesespecialmente,queescuandoelniñolevemásymásamenudo,élsemuestraparticularmentejovialyfranco:dispuestoareírseybromearconcualquiercosaoconcualquierpersona—menosyo—yestoyparticularmente silenciosa y triste; por tanto, naturalmente, el niño estáchifladoporsuaparentementealegre,entretenidoysiempreindulgentepapá,ycambiaencualquiermomentodebuenaganamicompañíapor lasuya.Estome inquieta mucho: no tanto por el afecto de mi hijo (aunque lo valoroextraordinariamenteysientoqueesmiderecho,yséquehehechomuchoporganarlo)comoporesainfluenciasobreélqueporsupropiobienlucharíaporlograryretener,y lacualsupadresecomplaceporpurorencorenrobarme;por simple egoísmo desidioso, él goza conquistándola, sirviéndose de ellanadamásqueparaatormentarmeyecharaperderalniño.Miúnicoconsueloesque,comparativamente,pasapocotiempoencasa,y,durantelosmesesquepermaneceenLondresocualquierotrositio,tengolaoportunidadderecuperarel terreno perdido, sojuzgando con el bien elmal que él ha forjado con supremeditadaindisciplina.Masluegoesunaamargaexperienciavercómo,asuvuelta,hace todo loposibleporecharpor tierrami labory transformaramiinocente, afectuoso, dócil pequeño en un niño egoísta, desobediente ymalicioso; de estamanera prepara el terreno para esos vicios que con tantoéxitohacultivadoensupervertidanaturaleza.

Afortunadamente,ningunodelos«amigos»deArthurfueinvitadoaveniraGrassdaleelpasadootoño:envezdeello,semarchóélavisitaraalgunos.Quisieraquehicierasiemprelomismo,ymegustaríaquesusamigosfueranlosuficientementenumerososyafectuosospararetenerleentreellostodoelaño.ElseñorHargrave,paragranfastidiomío,nofueconél;perocreoqueporfinmehedesembarazadodeesecaballero.

Durantesieteuochomesesseportótannotablementebienyfuetanhábil,además, que casi abandoné mi desconfianza, y empezaba de verdad aconsiderarleunamigoeinclusoatratarlecomotal,conprudenteslimitaciones

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(que apenas juzgué necesarias) cuando, de pronto, apoyándose en miamabilidadsinrecelos,creyóquepodríaaventurarseasobrepasar los límitesdeldecoroylamoderaciónquelehabíancontenidodurantetantotiempo.Elincidente tuvo lugar un agradable atardecer de finales de mayo: yo estabapaseandoporelparqueyél,alvermeallícuandopasabaacaballo,hizoacopiode valor para entrar y aproximarse amí; se apeó del caballo y lo dejó a lapuerta.Eralaprimeravez,desdequemehabíaquedadosola,queseatrevíaairrumpirenelparquesinelsalvoconductodelacompañíadesumadreodesuhermana, o almenos con la excusa de ser portador de unmensaje de ellas.Pero se las arregló tan bien para parecer sereno y cortés, respetuoso ycomedido en su talante amistoso, que, aunque un poco sorprendida, ni mealarménimeofendípor ladesacostumbrada libertad,ypaseóconmigobajolosfresnosyporlaorilladelaguayhabló,conunaanimación,buengustoeinteligencia considerables, de muchos temas, antes de que yo empezara apensarendesembarazarmedeél.Luego,despuésdeunapausa,durantelacualnosquedamoslosdosmirandoelaguatranquilayazulada(yotratandodedarconelmejormediodedespediramiacompañante;él,sinduda,reflexionandosobreotrascuestionesigualmenteajenasalosamenospanoramasysonidosdelos que sólo se percataban sus sentidos), me electrizó de pronto, cuandoempezóaverter,enuntonopeculiar,bajo,dulce,peroperfectamenteclaro,lasmás inequívocas expresiones de grave y apasionado amor, defendiendo sucausacontodalaatrevida,aunquehabilidosa,elocuenciaquepudollamarensuayuda.Peroatajésusúplicaylerechacétandecididaytajantemente,yconuna mezcla tal de indignación despreciativa, temperada con fría,desapasionada tristeza y compasión por su mente ofuscada, que se retiróatónito, violento y humillado; pocos días después oí decir que se habíamarchadoaLondres.Sinembargo,regresóalcabodeochoonuevesemanasynosemantuvodeltodoapartadodemí,aunquesecondujodeunamaneratansingularquesuagudahermananopudodejardeapreciarelcambio.

—¿QuélehahechoaWalter,señoraHuntingdon?—preguntóunamañanaque había ido yo al Grove y él había abandonado la habitación después deintercambiar algunas frases de la más fría cortesía—. Ha estado tanceremoniosoydistanteúltimamentequenopuedoimaginarlacausa,anoserquelehayaofendidoustedterriblemente.Dígamedequésetrata;yopuedosersuintermediariayconvertirlosenamigosdenuevo.

—No he hecho nada intencionadamente para ofenderle—dije—. Si estáofendido,élesquienmejorpuedeexplicarteloqueocurre.

—Le preguntaré —gritó la atolondrada muchacha, dando un salto ysacandolacabezaporlaventana—.Todavíaestáeneljardín.¡Walter!

—¡No, no, Esther! Me disgustaría seriamente que lo hicieras y memarcharíadeinmediatoynovolveríaenmeses…,quizáaños.

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—¿Mellamabas,Esther?—inquiriósuhermano,acercándosealaventana.

—Sí,queríapedirte…

—Buenos días, Esther —dije, cogiéndole la mano y apretándosela confuerza.

—Pedirte —continuó ella— que me trajeras una rosa para la señoraHuntingdon.

Élsealejó.

—Señora Huntingdon —dijo ella volviéndose hacia mí, reteniendo mimanoconfuerzatodavía—,mesorprendeusted…Estátanenfadadaydistantey fríaconél…Estoydecididaaquevuelvana ser tanbuenosamigoscomosiempreantesdequesevaya.

—Esther,¿cómopuedes ser tangrosera?—gritó la señoraHargrave,queestaba sentada haciendo calceta en su butaca—. ¡Desde luego, nuncaaprenderásacomportartecomounadama!

—Bueno,mamá, túmismadijiste…—Pero la jovendamafuesilenciadaporeldedoalzadodesumamá,unidoaunseveromovimientodecabeza.

—Parece contrariada, ¿verdad?—me susurró al oído; pero antes de quepudieraañadirmipartedereprobación,elseñorHargraveapareciódenuevoenlaventanaconunabellarosadeJericóenlamano.

—Esther,tehetraídolarosa—dijo,alargandoelbrazohaciaella.

—¡Dáselatúmismo,alcornoque!—dijosuhermana,retrocediendodeunsalto,dejándonosfrenteafrente.

—LaseñoraHuntingdonpreferiríaqueselaentregarastú—replicóél,conuntonograve,perobajandolavozparaquenoleoyerasumadre.Suhermanacogiólarosaymeladio.

—Con los mejores deseos de mi hermano, señora Huntingdon, el cualespera que con el tiempo usted y él se comprendan mejor. ¿Está bien así,Walter —añadió la descarada muchacha, volviéndose hacia su hermano yponiéndoleelbrazoalrededorcuello,mientrasélseguíadepieapoyadoenelantepechodelaventana—,odeberíahaberdichoquelamentashabersidotansusceptible?¿Oqueesperasqueellaperdonetuofensa?

—¡Estúpida niña! No sabes de qué estás hablando —replicó él conseveridad.

—Desdeluegoqueno,¡porqueestoysumidaenlastinieblas!

—Vamos, Esther —se interpuso la señora Hargrave, quien, aunqueigualmenteignorantedelarazóndenuestroalejamiento,sediocuentadeque

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su hija estaba comportándose con poca educación—, ¡debo insistir en queabandoneslahabitación!

—No, por favor, señora Hargrave, porque me voy a ir —dije, yrápidamentemedespedí.

Aproximadamenteunasemanadespués,elseñorHargravetrajodevisitaasu hermana.Al principio se condujo con el aire frío, distante, altivo,mediomelancólico,endefinitivaofendido,queerapropiodeél;peroestavezEsthernohizoobservaciónalgunaal respecto; evidentemente, lehabían llamado laatención. Habló conmigo y se rió y correteó con mi pequeño Arthur, sucariñosoyamadocompañerodejuegos.Enciertomodoparamidisgusto,elniño se la llevó un momento de la habitación para hacer una carrera en elvestíbulo, y de ahí al jardín. Me levanté para avivar el fuego. El señorHargrave me preguntó si tenía frío y cerró la puerta; una galanteríaverdaderamenteinoportuna,puesalseguirconlamiradaa losrevoltososmehabíapreguntadosivolveríanpronto.Luegosetomóla libertaddeacercarsetambiénalachimeneaypreguntarmesisabíaqueelseñorHuntingdonestabaahora en la residencia de lord Lowborough, y que era probable quepermanecieraallíalgúntiempo.

—No, pero no importa—contesté con indiferencia; y simismejillas seencendieroncomoelfuego,sedebiómásalapreguntaquealainformaciónqueimplicaba.

—¿Noseoponeaello?—dijo.

—Enabsoluto,silordLowboroughdisfrutaconsucompañía.

—¿Nosienteningúnamorporél,entonces?

—Nielmásmínimo.

—Lo sabía… ¡Sabía que era usted demasiado elevada y pura pornaturalezaparacontinuarinteresándoseporalguientancorrompidoydesleal,conotrossentimientosquenofueranindignación,desdényaborrecimiento!

—¿Noessuamigo?—dije,retirandomisojosdelfuegoydirigiéndolosasurostro,quizáconunaligerapizcadeaquellossentimientosqueélasignabaaotro.

—Lo era —respondió, con la misma gravedad de antes—, pero no seequivoqueconmigosuponiendoquepodíacontinuarhonrandoconmiamistadyestimaaunhombrequeescapazdeofenderyabandonardeunamaneratanmalvadaydeshonrosa a alguien tan fundamentalmente…Bueno, nohablarédeello.Pero,dígame,¿nuncapiensaenvengarse?

—¡Vengarme!No,¿dequéserviría?Noleharíamejoraél,nimásfelizamí.

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—Nosécómodirigirmeausted, señoraHuntingdon—dijosonriendo—;esustedsóloenparteunamujer.Sunaturalezadebedeserenpartehumanayenparteangélica.Semejantebondadmeintimida;noséquéconclusiónsacardeello.

—Entonces,señor,metemoquedebedeserustedmuchopeordeloquedebiera,siyo,unasimplemortal,soy,porsupropiaconfesión,tanvastamentesuperiorausted;ypuestoqueexistentanpocasafinidadesentrenosotros,creoqueharíamosmejorenbuscarcompañerosmásafines.

EInmediatamente,meacerquéalaventanayempecéabuscaramihijitoyasujovenyalegreamiga.

—No, soy un simple mortal, insisto—replicó el señor Hargrave—. Nopuedo admitir queyo seapeorquemis semejantes; perousted, señora (y lomantengoconlamismafirmeza)…,nohaynadiecomousted.Pero¿esfeliz?—preguntó,congravedad.

—Tanfelizcomomuchasotras,supongo.

—¿Esustedtanfelizcomoquisiera?

—Nadieestanbienaventuradohastaesepunto,aesteladodelaeternidad.

—Pero estoy seguro de una cosa—replicó él con un profundo y tristesuspiro—:ustedesinfinitamentemásfelizqueyo.

—Entonceslosientoporusted—nopudeevitarresponder.

—¿Losientedeverdad?No,porquesilolamentaralegustaríaaliviarme.

—Yloharíasipudiera,sinofendermeamímismanianadie.

—¿Ypuedeustedimaginarsequeyodeseequeseofendaasímisma?No,todolocontrario,essufelicidadlaquedeseomásquelamía.Ustedestátristeahora,señoraHuntingdon—continuómirándomedescaradamentealacara—.Nosequeja,peromedoycuenta, siento, séqueestá triste,yque lo seguiráestandomientrasmantengaesasmurallasdehielo impenetrablealrededordesu corazón todavía cálido y palpitante; y yo también estoy triste. Dígnesesonreírmey seré feliz; confíe enmíyusted también será feliz, porque si esustedunamujerpuedohacerlafeliz…,¡yloharéapesardeustedmisma!—murmuró entre dientes—; y en cuanto a los demás, el asunto nos conciernesóloanosotros:nopuedeustedofenderasumarido,losabe,yanadiemásleatañeestacuestión.

—Tengo un hijo, señor Hargrave, y usted tiene una madre —dije,apartándomedelaventana,adondemehabíaseguido.

—No tienen necesidad de saberlo—comenzó a decir, pero antes de queningunodelosdosdijéramosalgomás,EstheryArthurvolvieronaentraren

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lahabitación.LaprimeramiróelsemblantesonrojadoyalteradodeWalteryluego el mío, un poco sonrojado y alterado también, me atrevería a decir,aunqueporrazonesdiferentes.Debiódepensarquehabíamosestadoriñendoviolentamente, y era evidente que estaba perpleja y conmovida por lacircunstancia;perofuedemasiadoeducadaotemíademasiadolacóleradesuhermanopara referirsea ello.Se sentóenel sofáy, echandohaciaatrás susbrillantes y dorados bucles, que se le habían alborotado sobre el rostro,comenzó en seguida a hablar sobre el parque y su pequeño compañero dejuegos,ysiguiócharlandoconsudesenvolturahabitualhastaquesuhermanolainstóaquesedespidiera.

—Si he hablado demasiado calurosamente, excúseme —murmuró él aldespedirse—,onuncameloperdonaré.

Esthersonrióymemiró.Yomelimitéahacerunainclinacióndecabeza,yelsemblantedeellasedemudó.Consideróaquellounapobrerecompensaparala generosa concesión deWalter y se sintió dolida por su hermano. ¡Pobremuchacha,quépocosabedelmundoenelquevive!

Después de ésta, el señor Hargrave no tuvo oportunidad de encontrarseconmigo a solas durante varias semanas; pero cuando lo hizo, había en suactitudmenos orgullo y una tristezamás conmovedora que antes. ¡Oh, quéfastidio era! Al final me vi obligada a renunciar a mis visitas al Grove, aexpensas de ofender gravemente a la señora Hargrave y causar un grandisgustoalapobreEsther,quienrealmentevaloramicompañía,afaltadeotramejor,yquenodeberíasufrirporculpadesuhermano.Peroesteinfatigableperseguidor no se dio, sin embargo, por vencido: parecía estar siempre alacecho.Leveíaconfrecuenciacabalgaralpasomásalládenuestras tierras,mirando inquisitivamente a su alrededor; y si no yo, le veía Rachel. Estaperspicazmujerenseguidaadivinóloquepasabaentrenosotrosy,divisandolosmovimientosdelenemigodesdelaventanadelcuartodelniño,mehacíauna discreta advertencia si me veía dispuesta a dar un paseo cuando teníarazones para creer que él andaba cerca o para considerar probable que meencontrara o me abordara en el lugar por donde yo pensaba ir. Entoncesrenunciaba a mi paseo o me confinaba en el parque o los jardines, o si laexcursión era un asunto importante, como una visita a los pobres o a losenfermos,llevabaaRachelconmigoydeestaformanuncamolestaba.

Perounapacibleysoleadodíadeprincipiosdenoviembre,meaventuréavisitarsolalaescueladelpuebloyaalgunosdelospobresarrendatarios,yalvolvermealarméconelruidodeloscascosdeuncaballoqueseaproximabapordetrásdemíatroterápidoyfirme.Nohabíaportillonihondonadaporlosquepudieraescaparen loscampos,asíqueseguícaminandotranquilamente,diciéndomeamímisma:«Despuésde todopuedeno serél;y si loesymemolesta, lo hará por última vez, estoy decidida, si es que hay poder en las

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palabras y mis miradas contra una insolencia y un sentimentalismoempalagosotaninagotablescomolossuyos».

Elcaballonotardóenalcanzarmeyeljinetelocolocópegadoamí.Eraelseñor Hargrave.Me saludó con una sonrisa que pretendía ser tibia y triste,perosutriunfantesatisfacciónporhabermeatrapadoporfineratanvisibleenella que fue un fracaso.Después de corresponder brevemente a su saludo einteresarmeporlasmujeresdelGrove,meseparéyseguícaminando;peroélmesiguióymantuvoalcaballocercademí:eraevidentequepretendíasermiacompañantetodoelcamino.

«¡Bueno!Nomeimportamucho.Siquiereotrodesaire,encájelo…ybienvenido—pensé—.Yahora,señor,¿quépasa?».

Estapregunta,aunquenoformulada,no tardóenserrespondida:despuésdealgunasobservacionespasajerassobretemasindiferentes,comenzó,enuntonosolemne,lasiguienteapelaciónamihumildad:

—El próximo abril hará cuatro años que la conocí, señora Huntingdon.Usted puede haber olvidado el detalle, pero yo no, nunca. Entonces laadmirabaprofundamente,peronomeatrevíaamarla;alotoñosiguientetométanclaraconcienciadesusvirtudesquenopudeevitaramarla,aunquenoosédemostrárselo.Durantemásdetresaños,hesoportadouncompletomartirio.La angustia de emociones reprimidas, anhelos intensos y vanos, silenciosatristeza,esperanzasaplastadas,sentimientospisoteados:hesufridomásde loquemis explicaciones pueden dar a entender o de lo que usted imagina; yusted fue la causa de ello, y no del todo la causa inocente.Mi juventud seconsume; mis perspectivas son oscuras; mi vida es un vacío desolado; nodescansonidenochenidedía:meheconvertidoenunacargaparamímismoyparalosdemás,yustedpodríasalvarmeconunapalabra,unamirada,peronovaahacerlo,¿verdad?

—Enprimer lugar,no le creo—respondí—;en segundo lugar,nopuedoevitarqueseaustedtanestúpido.

—Si usted quiere —repuso con solemnidad— considerar estúpidos losimpulsosmejores,másfuertes,másdivinosdenuestranaturaleza…nolacreo.Séquenoesustedelserdesalmadoygélidoqueaparentaser;tuvoustedunavezuncorazónyseloentregóasumarido.Cuandosediocuentadequeéleraabsolutamenteindignodeltesoro,loreclamó;ynopretenderáhaberamadoaeselibertinosensualymundanotanprofundamentequenopuedaamaraotro.Séquehaysentimientosensunaturalezaquenuncasehanvistoobligadosasalir.Sétambiénqueensuactualestadodeabandonoysoledadsesienteysedebesentirtriste.Estáensupoderalzaradossereshumanosdesdesuestadode verdadero sufrimiento hasta una indescriptible beatitud que sólo el amorgeneroso, noble, abandonado a sí mismo puede proporcionar (porque usted

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puedeamarmesiquiere);puedeusteddecirmequemedespreciaymedetesta,pero(puestoquemehadadopruebasdehablarclaro)¡leresponderéquenolacreo! ¡Pero no lo hará! Prefiere abandonarnos a la desgracia y me dicealegrementequeeslavoluntaddeDiosquepermanezcamosasí.Ustedpuedellamaraesoreligión,¡peroyolollamoidiotismosalvaje!

—Hayotravidatantoparaustedcomoparamí—dije—.SiesvoluntaddeDiosquedebamossembrarlágrimasahora,sóloesparapodercosecharalegríamás adelante. Es su voluntad que no dañemos a otros gratificando nuestraspasiones terrenales; usted tieneunamadre, hermanas, amigos, que se veríanseriamenteafectadosporsuignominia.Yotambiéntengoamigos,cuyapazdeespíritu no sacrificaré jamás conmi consentimiento ami placer, ni al suyotampoco; y si estuviera sola en el mundo, tendría todavía a mi Dios y mireligión,ypreferiríamorirantesquedeshonrarmifeyrompermilealtadconel Cielo para obtener unos pocos años de felicidad falsa y efímera, unafelicidadqueestoyseguradequeterminaríaendesgracia,inclusoenestavida,¡paramíocualquierotro!

—Notieneporquéhaberdeshonranidesgracianisacrificioparanadie—insistió—. No le pido que abandone su hogar o desafié la opinión delmundo…

Nonecesitorepetirtodossusargumentos.Lorefutéconmimejorpoderdeconvicción: pero éste era irritantemente pequeño en aquelmomento, porqueestaba demasiado ofuscado por la indignación (y hasta por la vergüenza),después de que se hubiera atrevido a abordarme de aquella manera, paraconservarundominiosuficientedelasideasyellenguajequemepermitieraenfrentarme adecuadamente a sus poderosos sofismas.Dándome cuenta, sinembargo, de que no podía ser silenciado por la razón, y de que hasta semostraba secretamente exultante por su aparente ventaja y se atrevía aridiculizar aquellas afirmaciones que yo no podía probar con serenidad,cambiéelhilodemidiscursoeintentéotroplan.

—¿Me ama usted verdaderamente? —dije con expresión seria,deteniéndomeamirarlealrostro.

—¡Quesilaamo!—gritó.

—¿Deverdad?—inquirí.

Susemblanteseiluminó,creyendoquesuvictoriaestabaalavista.Inicióuna apasionada declaración de la veracidad y el fervor de su afecto, queinterrumpíconotrapregunta.

—¿Peronoesunamoregoísta?¿Sienteunafectolobastantedesinteresadoparasercapazdesacrificarsupropioplaceralmío?

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—Daríamividaporservirla.

—Nolepidosuvida,pero¿sientedeverdadlapiedadsuficientepormisafliccionesparainducirleahacerunesfuerzoporlibrarmedeellas,acostadeunpequeñomalestarparaustedmismo?

—¡Inténteloyverá!

—Si lasiente,novuelvaahablarmedeestootravez.Nopuedevolverahacerlo, de la forma que sea, sin redoblar el peso de esos sufrimientos queusted deplora tan sentidamente. No me queda nada salvo el alivio de unabuenaconcienciayunaconfianzaesperanzadaenelCielo,yustedseempeñacontinuamente en robármelas. Si insiste, deberé considerarle como mi másmortalenemigo.

—Peroescúchemeunmomento…

—¡No,señor!Usteddijoquedaríasuvidaporservirme;yosólolepidosusilenciosobreunpuntoconcreto.Hehabladoconclaridad,ysé loquedigo.¡Si sigue atormentándome de esta manera, habré de concluir que susdeclaraciones son absolutamente falsas y que me odia en el fondo de sucorazóntanardientementecomoprofesaamarme!

Se mordió un labio y dirigió la vista al suelo en silencio durante unosinstantes.

—Entoncesdebodejarla—dijopor fin,mirándome fijamente, comoconuna última esperanza de percibir alguna señal de irreprimible angustia odesmayo producidas por aquellas solemnes palabras—. He de dejarla. Nopuedo vivir aquí y guardar eterno silencio sobre el objeto obsesivo de mispensamientosydeseos.

—En otra época, según creo, pasaba usted poco tiempo en su casa —repuse—.Noleharáningúndañoausentarsedenuevoporunatemporada,siesenverdadnecesario.

—Siesrealmenteposible—murmuró—;¿ypuedeustedrogarmequemevayatanfríamente?¿Lodeseadeverdad?

—Nolequepalamenorduda.Sinopuedevermesinatormentarmecomolohaestadohaciendoúltimamente, ledirédebuenaganaadiósyno leverénuncamás.

Nocontestó,sinoque,inclinándose,mealargólamano.Lemiréalosojosyvienellostalexpresióndeauténticaagoníaespiritualque,aunsinsabersipredominabaenellalaamargadesilusión,elorgulloherido,elamorquenoseapaga,olacóleraencendida,nodudéenponermimanoenlasuyacontantafranqueza como sime estuviera despidiendo de un amigo. Él la apretó confuerza, e inmediatamente espoleó su caballoy se alejó al galope.Muypoco

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después, supe que se había ido a París, donde todavía está; y cuanto mástiempopermanezcaallí,mejorseráparamí.

¡DoygraciasaDiosporestaliberación!

CAPÍTULOXXXVIII

ELHOMBREHERIDO

20diciembre de 1826.—El quinto aniversario demi boda y, confío, elúltimoquepasobajoestetecho.Miresoluciónesfirme,miplanestátrazadoyparcialmente ejecutado ya. Mi conciencia está tranquila, pero mientras miproyecto madura, permítaseme entretener estas largas veladas de inviernoexponiendoelcasoparamipropiasatisfacción…unentretenimientobastantetriste,peroal tenerel airedeunaocupaciónútil,yalproseguirsecomounatarea,mesentarámejorqueotromásligero.

EnseptiembreelapacibleGrassdaleseanimódenuevoconunareuniónde(así llamados) damas y caballeros, los mismos individuos que habían sidoinvitadoshacedosaños,conlaadicióndedosotresmás,entrelosqueestabanlaseñoraHargraveysuhijamenor.LoscaballerosyladyLowboroughfueroninvitadosporelplacerylaconvenienciadelanfitrión,lasotrasdamassupongoqueporrazóndelasapariencias,yparamantenermearayayobligarmeaserdiscretaycortésenmiconducta.Perolasdamasestuvieronsólotressemanasyloscaballeros,condosexcepciones,másdedosmeses,pueseldueñodelacasasemostrabareacioadeshacersedeellosyquedarsesoloconsubrillanteintelecto,suinmaculadaconcienciaysuamadayamorosaesposa.

EldíaquellególadyLowborough, laacompañéhastasualcobayledijeclaramentequesillegabaatenerrazonesparacreerquetodavíacontinuabasuilícitarelaciónconelseñorHuntingdon,creeríamiineludibledeberinformarasumaridodelhecho,oalmenosdespertar sus sospechas,pormuydolorosoquefuerahacerloyporterriblesquefueranlasconsecuencias.Ellaalprincipiose quedó sorprendida por la declaración, tan inesperada y tan decidida yserenamenteexpresada;perose recuperóde inmediatoy repusoalegrementequesíyoveíaalgo reprensibleosospechosoensuconducta,nomepondríaninguna traba para que fuera a contárselo a su señoría. Con el deseo decontentarme con esto, la dejé; y ciertamente desde entonces no vi nadareprensible o sospechoso en su comportamiento con su anfitrión, aunque yotenía otros invitados a los que atender y no los vigilé de cerca…porque, adecirverdad,temíaveralgoentreellos.Yanoloconsiderabaalgodeinterés,peroeramideberponeralcorrientea lordLowborough,unpenosodeber,y

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mehorrorizabavermeobligadaacumplirlo.

Pero mis temores se acabaron de una manera que no había previsto.Aproximadamentequincedíasdespuésdelallegadadenuestrosinvitados,mehabíaretiradoalabibliotecacuandoeldíatocabaasufinparatomarmeunosminutos de descanso de la forzada jovialidad y la conversación agotadora(porque después de un período tan largo de reclusión, realmente monótonacomo me había parecido a menudo, no siempre me era fácil violentar missentimientos,incitarmitalentoparahablar,sonreíryescuchar,yrepresentarelpapelde laatentaanfitriona,ohastaelde laentretenidaamiga):acababadecolocarmebajoelarcode laventanayestabamirandohaciaeloeste,dondeloscontornosdelasoscurascolinassealzabannítidoscontralaluzambarinadelanochecer,quesefundiógradualmentehastadesvanecerseenelazulclaroy puro del firmamento, donde brillaba una luminosa estrella, como siprometiera:«Cuandoesaluzagonizantehayadesaparecido,elmundonoseráabandonadoalaoscuridad,yaquellosqueconfíanenDios—cuyosespíritusno están empañados por las tinieblas de la incredulidad y el pecado— noquedarán nunca sin consuelo». De pronto oí el ruido de unos pasosapresurados que se acercaban y entró lord Lowborough: esta habitación eratodavíasurefugiofavorito.Cerrólapuertaconunaviolenciainsólitaenélyarrojó el sombrero sin preocuparse dónde caía. ¿Qué le ocurriría? Tenía elrostrohorriblementepálido;losojos,fijosenelsuelo;apretabalosdientesylafrentelecentelleabaconelsudordelaagonía.¡Eraevidentequeporfinhabíaconocidosudesgracia!

Sindarsecuentademipresenciacomenzóapasearporlahabitaciónenunestado de horrible agitación, retorciéndose las manos y dejando escaparprofundosgruñidosyexclamacionesincoherentes.Memovíparahacerlesaberquenosehallabasolo;peroestabademasiadopreocupadoparanotarlo.Quizá,aprovechando que me daba la espalda, podría atravesar la habitación ydeslizarmefuerainadvertida.Intentéhacerlo,perosepercatódemipresencia.Se sobresaltó y se quedódepie, inmóvil, unmomento; luego, frotándose lafrente húmeda y avanzando haciamí con una especie de serenidad forzada,dijoenuntonograve,casisepulcral:

—SeñoraHuntingdon,deboirmemañana.

—¡Mañana!—repetí—.Novoyapreguntarlelacausa.

—La conoce entonces… ¡y cómo puede estar tan tranquila! —dijo,mirándome con un profundo asombro, no ajeno a una especie de amarguraresentida,talcomomeparecióamí.

—Hacetantotiempoqueestoyfamiliarizadacon…—medetuveatiempo,yañadí—,conelcarácterdemimarido,quenadamesorprende.

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—Peroesto…¿cuánto tiempohaceque losabe?—inquirió,apoyando lamanocerradaenlamesaquehabíajuntoaélymirándomealacara.

Mesentícomounacriminal.

—Nomucho—respondí.

—¡Usted lo sabía!—gritó con amargavehemencia—. ¡Ynome lo dijo!¡Contribuyóalengaño!

—Señoría,yonocontribuíanada.

—Entonces,¿porquénomelocontó?

—Porquesabíaqueseríadolorosoparausted.Esperabaqueellavolvieraasus deberes de esposa, y entonces no hubiera necesidad de martirizar sussentimientosconsemejante…

—¡Dios mío! ¿Cuánto tiempo hace que empezó esto? ¿Cuánto tiempohace, señora Huntingdon? Dígamelo… ¡Debo saberlo! —exclamó con unaavidezintensa,atroz.

—Dosaños,creo.

—¡Cielosanto!¡Yhaestadoengañándometodoesetiempo!

Sevolvióconungruñido reprimidodeangustiayvolvióapasearpor lahabitación,enunparoxismoderenovadaagitación.Elcorazónmedolía;peroteníaqueintentarconsolarle,aunquenosabíacómohacerlo.

—Ella es una mujer maligna —dije—. Le ha engañado y traicionadovilmente. Le importa tan poco su dolor como le importaba su cariño. Nopermitaquelehagamásdaño;olvídesedeellayresistasolo.

—Y usted, señora—dijo severamente, deteniéndose y volviéndose paramirarme—,¡usted tambiénmehahechodañoalocultarmeestodeunmodotanpocogeneroso!

De pronto me sentí indignada. Dentro de mí algo se revolvió que meempujaba a ofenderme por esta desagradable recompensa a mi sinceracompasión,y adefendermecon ladurezaapropiada.Por fortuna,nocedí alimpulso.Medicuentadesuangustiacuando,golpeándosedeprontolafrente,se acercó de pronto a la ventana y, alzando la cabeza paramirar el plácidofirmamento,murmuró: «¡Oh, Diosmío, déjamemorir!»; y sentí que añadirunagotade amargura a aquella copayadesbordante seríamuycruel.Y, sinembargo,metemoquehubomásfrialdadqueamabilidadenelserenotonodemiréplica:

—Podríaofrecerlemuchasexcusas,de lascualesalgunasadmitiríacomoválidas,peronomepropongoenumerarlas.

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—Lasconozco—seapresuróadecir—:diríaquenoeraasuntosuyo,queyo debería haber cuidado de mí mismo, que si mi propia ceguera me haconducidoaesteinfierno,notengoderechoaculparaotroporhabersupuestoquetengomássagacidaddelaqueposeo.

—Confieso que estaba equivocada —continué diciendo, sin tener encuentaestaagriainterrupción—,perosilacausademierrorhasidolafaltadevalor o una generosidad mal entendida, creo que me acusa usted condemasiada severidad. Le dije a lady Lowborough hace dos semanas, en elmismomomento en que llegó, que sin lugar a dudas consideraríami deberinformarleaustedsicontinuabaengañándole;ellameautorizóahacerlosiyoveía algo reprensible o sospechoso en su conducta. No he visto nada y hecreídoqueellahabíacambiadodeactitud.

Él siguiómirandohacia fueramientrasyohablabayno respondió, pero,acuciadoporlosrecuerdosquemispalabrasdespertaron,golpeóelsueloconunpie,apretólosdientes,arrugólafrente,comosiestuvierabajolosefectosdeunagudodolorfísico.

—¡Fue un error, fue un error! —murmuró por fin—. ¡Nada puedeexcusarlo, nada puede repararlo, nada puede hacer volver estos años decondenadacredulidad,nadapuedeborrarlos! ¡Nada,nada…!—repitióenunsusurrocuyadesesperadaamarguraexcluíatodoresentimiento.

—Cuandoreflexionésobreello,confiesoquemeparecióunerror—repuse—;peroahorasólopuedolamentarnohaberlovistoantesbajoestaluzyque,comodiceusted,nadapuedahacervolverelpasado.

Algoenmivozoenelánimodeestarespuestaparecióalterarsuhumor.Sevolvióhaciamíy,examinandoatentamentemirostroaladébilluz,dijoenuntonomásdulcedelquehabíavenidoempleando:

—Supongoqueustedtambiénhasufrido.

—Sufrímuchoalprincipio.

—¿Cuándofueeso?

—Hace dos años, y dentro de dos años usted estará tan sereno como loestoyahora…ymucho,muchomásfeliz,creo,porqueustedesunhombreyeslibredehacerloqueleplazca.

Algoparecidoaunasonrisa,aunquemuyamarga,cruzósurostroporunmomento.

—¿Nohasidofelizúltimamente?—dijo,conunaespeciedeesfuerzoporrecuperar la calma y renunciar a una posterior discusión sobre su propiadesgracia.

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—¡Feliz! —repetí, casi irritada por una pregunta semejante—. ¿Podríaserloconunmaridoasí?

—He notado un cambio en su aspecto desde los primeros años de sumatrimonio —prosiguió—. Se lo comenté a… a ese demonio infernal —murmuró entre dientes—, y él dijo que se debía a sumismo temperamentoavinagrado,queestabadevorandosubelleza; laestabahaciendoenvejeceryafearseantesdetiempo,yhabíayaconvertidoelhogarenelqueélvivíaenalgo tan inhóspito como una celda de convento. Se sonríe, señoraHuntingdon…, nada la conmueve.Me gustaría que mi naturaleza fuera tantranquilacomolasuya.

—Mi naturaleza no era en principio tranquila—dije—. He aprendido aaparentarloafuerzadedurasleccionesymuchosyrepetidosesfuerzos.

EnestepuntoelseñorHattersleyirrumpióenlahabitación.

—¡Hola, Lowborough! —empezó a decir—. ¡Oh! Le pido perdón —exclamó al verme—, no sabía que era un tête-á-tête. Anímate, hombre —continuó,dándolealordLowboroughunapalmadaenlaespalda,quehizoqueésteseapartaradeélconunaexpresióninefablederepulsaeirritación—.Ven,quierohablarcontigounmomento.

—Habla,entonces.

—Peronoestoysegurodequevayaasermuyagradableparaladamaloquetengoquedecirte.

—Entonces tampocoseríaagradableparamí—dijosuseñoría, iniciandounmovimientoparasalirdelahabitación.

—Sí,losería—dijoelotroalzandolavozysiguiéndolehastaelvestíbulo—.Si tienes el corazóndeunhombre sería lo adecuadopara ti. Se trata deesto, amigo —continuó, bajando considerablemente la voz, aunque no losuficiente para impedir que oyera todas las palabras que dijo, aunque entrenosotrosmediabalapuertaentreabierta—.Creoqueeresunhombrevejado…no, vamos, no te enojes… No quiero ofenderte: no es más que mi bruscaforma de hablar. Debo hablar con claridad, o de lo contrario no hablo enabsoluto;yhevenido…,¡esperaunmomento!Déjamequeteexplique…Hevenidoaofrecertemisservicios,porqueaunqueHuntingdonesmiamigo,esun diabólico bribón, como todos sabemos, y seré tu amigo en este caso. Sécuálestudeseo:arreglarlascosasdebidamente,esdecir,batirteapistolaconél.Entoncestesentirásbiendenuevo;ysiocurreunaccidente…bueno,esoestaríabientambién,meatreveríaadecir,parauntipodesesperadocomotú.Vamos, dame lamano y no lo veas tan negro.Dime lugar y hora y yomeocuparédelresto.

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—Ése—contestó la vozmásgravey pausadade lordLowborough—esprecisamenteelremedioquemipropiocorazón(oeldiabloquehayenél)mesugirió:enfrentarmeaélynodespedirmesinsangre.Tantosicayerayocomosicayeraél,olosdos,seríaunalivioindescriptibleparamí,si…

—¡Exactamente!Bueno,entonces…

—¡No! —exclamó su señoría con un énfasis profundo, decidido—.Aunque le odio con todo mi corazón y me alegraría de que le sucedieracualquierdesgracia,lodejaréenmanosdeDios;yaunqueaborrezcomipropiavida,tambiénvoyadejarlaenmanosdeAquelquemeladio.

—Peroverás,enesecaso…—alegóHattersley.

—¡No quiero escucharte! —exclamó su amigo, alejándoseapresuradamente—. ¡Ni una palabramás!Yame basta con luchar contra eldiabloquellevodentro.

—Entonceseresunestúpidocobardeyyomelavolasmanos—gruñóeltentador,altiempoquesevolvíaysemarchaba.

—Muybien,muybien,lordLowborough—gritéyo,saliendorápidamentede la biblioteca y sujetando sumano ardiente, cuando empezaba a subir lasescaleras—.¡Empiezoapensarqueelmundonoesdignodeusted!

Sin comprender este estallido repentino, memiró con una impresión desombríodesconciertoquehizoquemeavergonzaradel impulsoalquehabíacedido;peroenseguidaunaexpresiónmáshumanizadaafloróensusemblantey,antesdequeyopudieraretirarmimano,laapretóafectuosamente,mientraslosojosseleiluminabanconunbrillodeauténticaternuracuandomurmuró:

—¡QueDiosnosayude!

—¡Amén!—respondí,ynosseparamos.

Volvíalsalón,donde,sinduda,mipresenciaeraesperadaporlamayoría,deseada por uno o dos. En la antecámara estaba el señorHattersley, que seburlaba de la cobardía de lord Lowborough ante una selecta audiencia, esdecir, el señorHuntingdon, que estaba apoyado en lamesa, exultante en supérfidavillanía,riéndosedespectivamentedesuvíctima,yelseñorGrimsby,que estaba a su lado, frotándose tranquilamente lasmanos y riéndose entredientesconunamalignasatisfacción.

Enel salónencontréa ladyLowborough,evidentementeenunestadodeánimo nada envidiable; con un esfuerzo denodado por ocultar su inquietud,afectabaunaanimaciónyvivacidadpococomunes,verdaderamentegratuitasenaquellascircunstancias,porquehabíadadoaentenderalosquelarodeabanquesumaridohabíarecibidodesucasaunadesagradablenoticiaqueexigíasuinmediatapartida,yquelehabíaperturbadohastaelpuntodeproducirleuna

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jaqueca, debido a la cual, y a los preparativos que juzgaba necesarios paraadelantarsumarcha,creíaquelospresentesnotendríanelplacerdeverleesanoche.Sinembargo,afirmó,setratabasólodeunacuestióndenegocios,quenocreíaquedebierainquietarla.Estabadiciendoestocuandoentré,ymelanzóuna mirada tal de descaro y desafío que me asombró y sublevó al mismotiempo.

—Peroestoypreocupadaymolestaademás—continuódiciendo—,porquecreomideber acompañar a su señoría, ypor supuesto lamentomucho tenerquesepararmedemisamablesamigostaninesperadamenteytanpronto.

—Y,sinembargo,Annabella—dijoEsther,queestabasentadajuntoaella—,nuncatehevistodemejorhumorentodamivida.

—Esoesmuycierto,querida,porquedeseoaprovecharalmáximovuestracompañía, puesto que parece que ésta será la última noche en que voy adisfrutardeellahastaelCielosabecuándo;yquierodejarosatodosunabuenaimpresión.—Dirigióunamiradaalrededoryalverquesutíaclavabalosojosen ella, demasiado escrutadoramente, como con toda probabilidad debió depensar, se levantó y siguió hablando—: Con este fin, voy a cantarles unacanción. ¿Quiere, tía? ¿Quiere, señora Huntingdon? ¿Quieren, damas ycaballeros…todos?Muybien,harétodoloposibleporentretenerlos.

Ella y lordLowborough ocupaban las habitaciones contiguas a lasmías.No sé cómo pasó ella la noche, pero yo estuve despierta la mayor parteescuchandolospesadospasosdeél,recorriendoarribayabajoeltocador,queestaba pegado a mi alcoba. Una vez le oí detenerse y arrojar algo por laventanaaltiempoquesoltabaunacoléricaexclamación;yporlamañana,unavezquesehubieronmarchado,seencontróunanavajaconlahojamuyafiladaen la porciónde céspedquehabía debajode suhabitación; igualmente, unanavajadeafeitarhabíasidopartidaendosyenterradaentrelascenizasdelaparrilla de la chimenea, pero parcialmente corroída por los rescoldos quecaían.Tanfuertehabíasidolatentacióndeacabarconsumiserablevida,comodecididasuresoluciónderesistirseaella.

Mi corazón sufría por él mientras, tumbada, escuchaba aquel paseoincesante.Hastaaquelmomentohabíapensadodemasiadoenmí,demasiadopocoenél;entoncesolvidémiscalamidadesysólopenséenlassuyas,enelfervoroso cariño tan tristemente malgastado y en la ciega confianza tancruelmente traicionada, la… no, no intentaré enumerar sus desgracias, peroodioasumujeryamimaridomásquenunca,ynopormí,sinoporél.

«Ese hombre—pensé— es objeto del desprecio de sus amigos y de lasociedadbienpensante.Laesposafalsayelamigotraidorquelehanengañadonosontandegradadosydesdeñadoscomoloesél;ysunegativaavengarlasafrentas le ha alejado todavía más del alcance de la simpatía ajena y

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ennegrecidosunombreconunadesgraciamáshonda.Éllosabe,loquedoblaelpesode sucarga.Ve la injusticiade todoello,peronopuedehacernada;carecedelpodersustentadordelaautoestima,quellevaaunhombre,segurodesupropiaintegridad,adesafiarlamaldaddesusdesgraciadosenemigosyresponderaldesprecioconeldesprecio…o—todavíamejor—aelevarleporencima de los vapores turbulentos y sucios de la tierra, para reposar en laeternaclaridadsolardelCielo.ÉlsabequeDiosesjusto,peronopuedeverSujusticia ahora; él sabe que esta vida es corta y que, sin embargo, lamuerteparece insufriblemente lejana;creequeexisteunestadofuturo,pero tanto leabsorbelaagoníadelpresentequenopuedeexperimentarsuextáticoreposo.No puede más que inclinar la cabeza ante la tormenta y aferrarse ciega,desesperadamente,aloquesabequeestábien.Comoelmarineroque,víctimadeunnaufrago,seaferraaunabalsa,ciego,sordo,desconcertado,siente lasolas que se abalanzan sobre él y no ve posibilidad alguna de escapar; y sinembargo,sabequenotienemásesperanzaqueésta,ymientrassesientavivir,concentrará todas susenergíasparamantenerla. ¡Ojalá tuvierayoelderechodeunaamigaaconsolarleydecirlequenuncalehetenidoenmásaltaestimacomoestanoche!».

Semarcharonporlamañanatemprano,antesdequenadiebajara,exceptoyo;precisamentecuandoyosalíademihabitación, lordLowboroughbajabaparaocuparsusitioenelcoche,dondeyaestabasentadasumujer;Arthur(oel señor Huntingdon, que es como prefiero llamarle, porque el otro es elnombredemihijo)tuvoladescaradainsolenciadesalirenbataadespedirasu«amigo».

—¿Cómo?¿Tevasya,Lowborough?—dijo—.Bueno,buenosdías.

Sonriente le ofreció la mano. Creo que el otro le habría derribado, siHuntingdonnohubiera retrocedido instintivamente ante aquelhuesudopuñoque temblabade rabia, apretadohasta el puntodeque losnudillosbrillabanblancos a través de la piel.Mirándole con un semblante lívido por el odioferoz,lordLowboroughmurmuróentredientesunaterriblemaldiciónquenohabríapronunciado si hubiera estado lo suficientemente serenopara escogerlaspalabras,ysefue.

—Yo llamo a eso un espíritu anticristiano —dijo el villano—. Sinembargo, nunca abandonaría a un amigo por culpa de una esposa. Puedesquedarte con lamía si quieres, y yo llamo a esto generosidad…No puedohacernadamásqueofrecertereparación,¿no?

PeroLowboroughhabíallegadoalfinaldelasescalerasycruzabaahoraelvestíbulo;elseñorHuntingdonapoyándosesobrelabaranda,gritó:

—¡TransmítalemiamoraAnnabella!Ylesdeseoalosdosunfelizviaje.—Yseretiróriendoasualcoba.

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Despuéssemostróbastantecomplacidoporqueellasehubieramarchado:

—Era tan condenadamente absorbente y dominante —dijo— que ahoravolveréasereldesiempre,ymesentirébastantemástranquilo.

Nadamás he sabido del proceder ulterior de lord Lowborough, salvo loqueme ha dichoMilicent, que, aunque ignora la causa de la separación deaquélde suprima,meha informadodeque tal separaciónesunhecho;quellevan vidas totalmente separadas; que ella reparte su alegre y frenéticaexistenciaentrelaciudadyelcampo,mientrasélviveenestrictareclusiónensu castillo del norte. Los dos niños del matrimonio permanecen bajo sucustodia.Elvarón,yheredero,esunniñoprometedorquetienecasilaedaddemiArthur, y que es, sin duda, una fuente de esperanza y consuelo para supadre;peroa laotra,unaniñademenosdedosaños,deojosazulesypelocastañorojizoclaro,latieneconélprobablementepormotivosdeconciencia,convencidodequeseríaunerrorabandonarlaalasenseñanzasyelejemplodeunamujercomosumadre.Unamadrealaquenuncagustaronlosniñosyquesiente tanpocoafectopor lossuyosquemepreguntosiparaellanoseráunalivio estar separada de ellos y liberada de la responsabilidad y laspreocupacionesdesucustodia.

NopasaronmuchosdíasdesdequelordyladyLowboroughsemarcharony el resto de las damas retiró la luz de su presencia de Grassdale. Quizápodrían haber estado más tiempo, pero ni el anfitrión ni la anfitriona lesinsistieronparaqueprolongaransuvisita;dehechoelprimeromostródeunamanerademasiadopatenteque se sentiría encantadode librarsede ellas; asíquelaseñoraHargraveseretiróconsushijasysusnietos(tienetres)aGrove.Peroloscaballerossequedaron:elseñorHuntingdon,comoyainsinué,estabadecididoaquepermanecierantodoeltiempoquepudieraretenerlos;y,libresde cualquier freno, dieron rienda suelta a toda la locura y brutalidad quellevaban dentro y convirtieron la casa, noche tras noche, en escenario dedisturbios, confusión y escándalos. No podría decir quién de ellos se portópeoryquiénmejor,porquedesdeelmomentoenquemedicuentadeloqueibaapasar,tomélaresoluciónderetirarmealpisodearriba,orecluirmeenlabibliotecaenelmismoinstanteenqueabandonaraelcomedor,paranovolveraacercarmeaelloshastalahoradeldesayuno.Debodecir,sinembargo,queel señor Hargrave, por lo que vi, fue un modelo de decencia, sobriedad ymodalescaballerososencomparaciónconlosdemás.

No se unió a la comitiva hasta una semana o diez días después de lallegadade losdemás invitados,puesestaba todavíaenelContinentecuandoellos llegaron y yo todavía acariciaba la esperanza de que no aceptara lainvitación. Sin embargo, la aceptó, pero su conducta conmigo, durante lasprimerassemanas,fueexactamenteloqueyodeseabaquefuera:respetuosayeducada sin afectar desánimo ni abatimiento, distante sin altivez, o aquella

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rigidezyfrialdadnotablescalculadasparaperturbarointrigarasuhermana,oatraerlaatenciónsuspicazdesumadre.

CAPÍTULOXXXIX

UNPLANDEFUGA

Lamayorfuentedeinquietud,enestaépocadeprueba,fuemihijo,aquiensupadreylosamigosdesupadresecomplacíanenanimarentodainclinaciónalvicioqueunniñopequeñopuedemostrar,yaquieninstruíanentodaslasmalascostumbresquepudieraadquirir:enunapalabra,«hacerunhombredeél» era uno de sus entretenimientos corrientes. No necesito decir más parajustificarmi alarma ymi decisión de librarle a toda costa de lasmanos desemejantes tutores. Al principio intenté tenerle siempre conmigo o en sucuarto,yledabaaRachelórdenesprecisasparaquenoledejaranuncabajaren la sobremesa mientras estuvieran aquellos «caballeros», pero fue inútil;estasórdeneseraninmediatamenterevocadasyanuladasporsupadre:noibaapermitir que su pequeño se volviera tonto por estar bajo el dominio de unavieja niñera y unamadre condenadamente estúpida. Así, el pequeño bajabatodas lasnochesapesardelmalhumorde sumamáyaprendíaabebervinocomopapá,adecirpalabrotascomoelseñorHattersley,yacomportarsecomounhombre,yamandaramamáaldiablocuandoellatratabadeimpedirlo.Vera aquel niño tan pequeño hacer semejantes cosas con aquella traviesaingenuidad,yoírselasdecirconaquellavacilantevozinfantil,eraparaellosunestímulo tan original y una diversión tan irresistible como indeciblementeangustioso y descorazonador paramí; y cuando hacía reír a toda lamesa acarcajadas, losmirabaa todosencantadoyañadía suaguda risaa las suyas.Perosiaquellosalegresojosazulesseposabanenmí,subrillosedesvanecíaporunmomentoydecíaconciertapreocupación:

—Mamá,¿porquénoteríes?Hazlareír,papá…nuncaquiere.

Y he aquí que yome veía obligada a quedarme entre aquellos salvajes,acechando una oportunidad de alejar al niño de su compañía, en lugar dedejarlos inmediatamente después de que retiraban el mantel, como hubierahechoenotrascircunstancias.Élnuncaqueríairseyconfrecuenciateníaquellevármeloalafuerza,porloquemeconsiderabamuycrueleinjusta;avecessupadreinsistíaenqueledejaraquedarse;entoncesdejabaalniñoenmanosde sus bondadosos amigos y me retiraba a rumiar sola mi amargura ydesesperación,oadevanarme lossesosenbuscadeunasoluciónparaaquelmal.

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Perounavezmásdebohacer justicia al señorHargravey reconocerquenuncalevireírseporlasfechoríasdelniño,nileoípronunciarunapalabradealientoasudeseodesatisfacerlosgustosvaroniles.Perocuandoelpequeñolibertinodecíaohacíaalgoverdaderamenteextraordinario,notabaavecesunaexpresiónpeculiarensurostroquenopodíainterpretarniunbrillorepentinoen los ojos, al tiempo que lanzaba una rápidamirada al niño y luego amí:entoncespudeimaginarqueensurostroaparecíaunasatisfaccióncruel,sutil,tétrica,alcontemplarenelmíounaexpresióndeangustiaycóleraimpotente.Sin embargo, en una ocasión en que Arthur se había estado portandoespecialmentemal,yelseñorHuntingdonysusinvitadossehabíanmostradoespecialmenteirritantesyofensivosconmigoensumaneradealentarle,yyoespecialmentedeseosadesacarledelahabitación,albordemismodedejarmellevar por un arrebato de ira, el señor Hargrave se levantó de pronto de suasiento con aire decidido, quitó al niño de las rodillas de su padre, dondeestabamedioborracho,conlacabezaladeadariéndosedemíymaldiciéndomeconpalabrascuyosignificadoapenasconocía,lellevódelamanofueradelahabitación, lesentóenelvestíbulo,dejó lapuertaabiertaparamí,se inclinóconsolemnidadcuandoyomeretiréylacerrócuandosalí.Oíunintercambiode fuertes palabras entre él y su anfitrión, cuando marchaba llevándome alturbadoydesconcertadoniño.

Pero esto no podía continuar: mi hijo no debía ser abandonado a estacorrupción;eramuchomejorquevivieraenlapobrezaylaoscuridadconunamadrefugitiva,queenellujoylaabundanciaconsemejantepadre.Aquelloshuéspedespodríannoestarmuchotiempoconnosotros,perovolveríanyél,elmás dañino de todos aquellos hombres, el peor enemigo de mi hijo, sequedaría.Yo podía soportarle pormí, pero pormi hijo aquella situación nodebíaprolongarsemás:laopinióndelmundoylossentimientosdemisamigosdebíanserigualmentedesoídos,almenos,enlamedidaenquemeimpedíancumplir con mi deber. Pero ¿dónde encontraría asilo y cómo obtendríasustentoparalosdos?Oh,cogeríamipreciosacargademadrugada,tomaríaladiligenciaparaM…,huiríaalpuertode…,cruzaríaelAtlánticoybuscaríaunhogarhumildeytranquiloenNuevaInglaterra,dondenosmantendríamosconeltrabajodemismanos.Lapaletayelcaballete,enotrotiempomisqueridoscompañerosdejuego,debíansermiscompañerosdetrabajoahora.Pero¿erayounaartistalosuficientementehabilidosaparaganarmelavidaenunatierraextraña,sinamigosysinapoyo?No;debíaesperarunpoco;debíatrabajardefirmeparamejorarmitalento,paraproduciralgovaliosocomounamuestrademis facultades, algo que hablara favorablemente demí como una verdaderapintora o profesora. Yo no buscaba, por supuesto, un éxito brillante, perocierto grado de seguridad frente a la necesidad era indispensable: no podíallevarme a mi hijo para que se muriera de hambre. Además, tenía queconseguiralgúndineroparaelviaje,elpasaje,yotropocoparamantenernos

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ennuestroretiroenelcasodequenotuvieraéxitoalprincipio:ynotanpoco,porque¿quiénsabíacuántotiempotendríaquelucharconlaindiferenciaoelabandono de los demás, o con mi propia inexperiencia o incapacidad parasatisfacersusgustos?

¿Quédebíahacerentonces?¿Recurriramihermanoyexplicarleaélmiscircunstanciasyresoluciones?No,no:aunquelecontaratodasmisdesgracias,cosaquemerepugnabahacer,seopondríafirmementeaquedieraaquelpaso:lepareceríaunalocura,aligualqueamistíos,oaMilicent.No;debíatenerpaciencia y reunir una provisión exclusivamentemía.Rachel seríami únicaconfidente.Pensabaquepodríaconvencerlaparaqueseunieraalproyectoyquemeayudaría,primero,aencontrarunmarchanteenalgunaciudadlejana;luego,atravésdeella,venderíasecretamenteloscuadrosquetuvieraamanoquesirvieranasemejantepropósitoyalgunosdelosquepintaraenelfuturo.Ademásdeesto,planeabavendermisjoyas,nolasjoyasdelafamilia,sinolaspocasquemetrajedecasa,ylasquemediomitíocuandomecasé.Algunosmesesdearduotrabajopodríansobrellevarsebienconsemejanteproyectoenla cabeza; entretanto mi hijo no podría sufrir mucho más daño del que yasufría.

Una vez tomada esta decisión, me puse a trabajar para llevarla a cabo.Posiblementepodríahaberme inclinadoaolvidarmedeelladespués,oquizáseguirsopesandolosprosyloscontrashastaqueestosúltimossuperaranalosprimeros y me viera conducida a abandonar el proyecto por completo, o ademorar su ejecución de forma indefinida, si no hubiera ocurrido algo queconfirmómideterminación,alaquetodavíapermanezcofielyquepiensoquehicebienentomaryharémejorenejecutar.

Desde la marcha de lord Lowborough había considerado la bibliotecaexclusivamente de mi propiedad, un refugio seguro a todas horas del día.Ninguno de nuestros caballeros tenía la más mínima pretensión de gustosliterariossalvoelseñorHargrave;yél,enaquellaépoca,seconformabaconlosperiódicosylasrevistas.Ysi,porcasualidad,hacíaunavisitaalapieza,yo estaba segura de que, sime veía allí, se iría pronto, porque, en lugar devolversemenosfríoydistante,loeranotablementemásdesdelapartidadesumadreysushermanas,comoyodeseaba.Aquí,pues,colocabamicaballeteytrabajaba enmi lienzo desde lamañana hasta el anochecer, conmuy pocaspausas, salvo las estrictamentenecesarias, o cuandomis deberes conArthurmeobligabanasalir,puestodavíaconsiderabaapropiadodedicarunapartedeldíaexclusivamenteasuinstrucciónyentretenimiento.Sinembargo,encontradetodasmisprevisiones,laterceramañana,cuandoestabatrabajando,entróelseñorHargraveynoseretiróalverme.Sedisculpóporsuintrusiónydijoquesólo había venido a por un libro; pero cuando lo hubo cogido, se permitióecharunvistazoamicuadro.Alserunhombredegusto,teníaalgoquedecir

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sobreésteasícomodecualquierotrotema,ydespuésdecomentarmicuadrocomedidamente, poco alentado por mí, extendió su disertación al arte engeneral.Alnoversesecundadoenestetematampoco,loabandonó,peronosemarchó.

—Nosedejaustedvermucho,señoraHuntingdon—observó,despuésdeunabrevepausa,durante lacual seguí tranquilamentemezclandoyafinandomiscolores—,ynomeextraña,puesdebeustedestarhartadetodosnosotros.Yo mismo estoy avergonzado de mis camaradas, y tan cansado de susirracionalesdiversiones(sobretodoahoraquenohaynadiequeloshumaniceylosmantengaaraya,desdequeustednosabandonóparaquehiciéramosloquequisiéramos)quecreoquelosdejaréenbreve,probablementeestamismasemana…Ynopuedosuponerquelamenteustedmimarcha.

Hizounapausa.Yonocontesté.

—Probablemente—continuó—loúnicoquelamentaráesquenomelleveconmigoatodosmiscamaradas.Avecesmejactodeque,sibienestoyentreellos,nosoycomoellos;peroesnaturalqueaustedlesatisfagaverselibredemí.Puedolamentarlo,peronoculparlaporello.

—Nomealegrarásupartidaporqueesustedcapazdecomportarsecomouncaballero—dije,nopensandomásqueenexpresarleciertoagradecimientoporsubuenaconducta—,perodeboconfesarquedebuenaganadespediríaalosdemás,aunqueparezcapocohospitalariodecirlo.

—Nadiepuedereprocharlesemejanteconfesión—repusomuyserio—,nisiquieralosmismoscaballeros,supongo.Lediré—continuó,comoimpulsadoporunarepentinaresolución—loquesedijoanocheenelcomedor,despuésde dejarnos usted; quizá no le importe, puesto que es ustedmuy serena enciertas cuestiones —añadió con una ligera expresión de burla—. Estabanhablando de lord Lowborough y de su deliciosa mujer, la causa de cuyarepentinapartidanoesunsecretoparaellos;elcarácterdeestadamaes tanconocidoentre todos,que,aunsiendoparientacercanamía,nopudeintentardefenderla. ¡Maldígame —murmuró, par parenthèse— por contarle estoimpunemente!Perosielvillanohadedeshonraralafamilia,¿hadepresumirdeelloanteelprimerbribónzafioqueseencuentre?Lepidoperdón,señoraHuntingdon. En fin, estaban hablando de estas cosas, y algunos de ellosobservaronque,puestoqueellaestabaseparadadesumarido,élpodríaverlaotravezcuandoquisiera.

»—Gracias—dijo él—, estoy bastante cansado de ella, demomento: novoyahacerningúnesfuerzoporverla,anoserquevengaamí.

»—Entonces, ¿qué piensas hacer cuando nos vayamos? —dijo RalphHattersley—. ¿Tienes intención de retractarte de tus errores y ser un buen

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marido, un buen padre, etcétera, comohago yo, cuandome libro de ti o detodosestosdiablosretozonesquellamastusamigos?Yocreoqueyaeshora;tumujerescincuentavecesdemasiadobuenaparati,yalosabes…

»Y añadió algunas alabanzas dirigidas a usted, las cuales no meagradecería que repitiera ni le estaría reconocida a él por decirlasproclamándolasagritos,comohizo,sintactonidelicadeza,anteunaaudienciatal que parecía una profanación pronunciar su nombre y siendo élabsolutamente incapaz de comprender o apreciar sus verdaderas virtudes.Huntingdon entretanto se sentó con toda tranquilidad, bebiendo vino, omirando sonriendo su vaso, sin interrumpir ni replicar hasta que Hattersleygritó:

»—¿Meoyes,hombre?

»—Sí,sigue—contestóél.

»—De ninguna manera, ya lo he dicho—repuso el otro—: sólo quierosabersitienesintencióndeseguirmiconsejo.

»—¿Quéconsejo?

»—Empezarunanuevavida,canalla—gritóRalph—,implorarelperdóndetuesposayserunbuenchicoenelfuturo.

»—¿Miesposa?¿Quéesposa?Yonotengoesposa—repusoHuntingdon,levantando inocentemente la vista de su vaso—; y si la tengo, fíjense,caballeros, en tanto la valoro que cualquiera de ustedes que quieraencapricharsedeellapuedequedárselaytodoscontentos.¡Podéishacerlo,porJúpiter,yconlagangaosllevaréismibendición!

»Yo…¡ejem!,unodenosotroslepreguntósisabíadeverdadloqueestabadiciendo,a locualrespondiójurandoconsolemnidadquesí,sinduda.¿Quépiensa usted de eso, señoraHuntingdon?—me preguntó el señorHargrave,después de una pausa, durante la cual yo había tenido la impresión de queescrutabaconinterésmirostromediovuelto.

—Creo—repuseconcalma—queloqueélvaloratanalaligeranovaaestarentresusposesionesmuchotiempo.

—¡Noquerrádecirmequeselepararáelcorazónyquemoriráporculpadeladetestableconductadeuninfamevillanotomoése!

—En absoluto:mi corazón está demasiado seco para fallar tan pronto ytengointencióndevivirtantocomopueda.

—¿Entonces,vaadejarle?

—Sí.

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—¿Cuándo…ycómo?—preguntó,conimpaciencia.

—Cuandoestépreparadaydelamaneramáseficazquepuedaencontrar.

—¿Ysuhijo?

—Mihijosevieneconmigo.

—Élnolopermitirá.

—Novoyapedirlepermiso.

—¡Ah,entoncesesunahuidasecretaloqueustedplanea!Pero¿conquién,señoraHuntingdon?

—Conmihijoyposiblementesuniñera.

—¡Sola…y sinprotección! ¿Adóndepuede ir? ¿Quépuedehacer?Él laseguiráylaharávolver.

—Loheplaneado tododemasiadobienparaquenoocurra eso.UnavezhayaconseguidosalirdeGrassdale,meconsideraréasalvo.

ElseñorHargraveseacercóamíunpasomás,memiróalosojosytomóaireantesdehablar;peroaquellamirada,aquelcolorqueselehabíasubidoalrostro,aquelbrillorepentinoenlosojos,hizoquemisangresesublevara.Mevolví bruscamentey, cogiendomipincel, comencé adeslizadopor el lienzocondemasiadaenergíaparaelbiendemicuadro.

—Señora Huntingdon—dijo él con una solemnidad amarga—, es ustedcruel,cruelconmigo,cruelconustedmisma.

—SeñorHargrave,recuerdesupromesa.

—Debohablar…¡Micorazónestallarásino lohago! ¡Heestadocalladobastantetiempoytieneustedqueoírme!—gritó,impidiendocondescaroqueme dirigiera a la puerta—.Me dice que no le debe ninguna fidelidad a sumarido;éldeclaraabiertamentequeestácansadodeustedydispuestoadejarlaenmanosdequienquierallevársela;estáustedapuntodeabandonarle;nadiecreeráquesemarchaustedsola.Todoelmundodirá:«Ellalehaabandonadopor fin, y ¿quién puede sorprenderse por ello? Pocos podrán reprochárselo,todavíamenostenerpiedaddeél;pero¿quiénlaacompañaensuhuida?».Portanto nadie creerá en su virtud (si es que usted la llama así): incluso susmejoresamigasnocreeránenella;porqueesmonstruoso,ynofácildecreer,salvoparaaquellosquesufrenporsusefectostormentostancruelesquesabenqueesunarealidad.Pero¿quévaustedahacerenestemundofríoyhostil?Usted, una mujer joven y sin experiencia, delicadamente educada ytotalmente…

—Enunapalabra,ustedmeaconsejaríaquemequedaradondeestoy—le

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interrumpí—.Bueno,lopensaré.

—¡Abandónelecomopueda!—gritóconexpresiónseria—.¡Peronosola!¡Helen,déjemeprotegerla!

—¡Nunca!, mientras el Cielo conserve mi sentido común —repliqué,apartandobruscamentelamanoqueélsehabíaatrevidoacogeryretenerentrelassuyas.Peroyanopodíadetenerse;habíarotolabarrera:estabafueradesíydecididoaarriesgarlolodoporlavictoria.

—¡Nopuede rehusar!—exclamóconvehemencia;ycogiéndome lasdosmanos,melassujetóconfuerza,cayóderodillasymemiróconunaexpresiónmediosuplicante,medioimperiosa—.Ahoranotienerazón:estáoponiéndosealosdesigniosdelaProvidencia.Dioshaqueridoqueyoseasuconsueloysuprotector… lo siento… lo sécon tanta seguridadcomosiunavozdelCieloafirmara:«Vosotrosdosseréisunasolacarne»,yustedmerechaza…

—¡Déjeme,señorHargrave!—dijesecamente.Peroélmesujetóconmásfuerza—.¡Déjeme!—repetí,temblandodeindignación.

Surostroestabacasifrentealaventana.Conunligerosobresalto,viquemirabahaciaella;deprontounbrillodetriunfomalignoiluminósusemblante.Miréporencimademihombroyvidesaparecerunasombraenlaesquina.

—Es Grimsby —dijo intencionadamente—. Contará lo que ha visto aHuntingdonyalosdemás,conlosdetallesqueconsidereoportunos.Nosientesimpatíaporusted,señoraHuntingdon,ni respetoporsusexo;nocreeen lavirtud, ni siente admiraciónpor su imagen.Va a dar unaversión tal de estahistoriaque en lamentede todos aquellosque laoigannoquedaráningunadudasobresucarácter.Subuenareputaciónhadesaparecido;nadadeloqueyoousteddigamospodránunca restablecerla. ¡Peroconcédameelpoderdeprotegerla,muéstremealvillanoqueseatrevaaofenderla!

—¡Nadie se ha atrevido nunca a ofenderme como está usted haciéndoloahora!—dije,liberandoporfinsusmanosyseparándomedeél.

—No la ofendo—gritó—: la adoro. ¡Es ustedmi ángel…mi divinidad!¡Pongotodasmisfacultadesasuspiesyusteddebeaceptarlasylasaceptará!—exclamó,poniéndoseenpiedeunsalto—.¡Serésuconsoladoryprotector!¡Y si su conciencia sí lo reprocha, dígaleque la dominéyqueno tuvomásremedioquesometerse!

Nunca vi a un hombre tan fuera de sí. Se precipitó hacia mí. Cogí miespátulaylehicefrenteconellaenlamano;élmemiróasombrado;meatrevoadecirquemiaspectoeratanferozyresueltocomoelsuyo.Meacerquéalacampana y puse lamano en el cordón. Esto le asustómás todavía. Con ungesto medio autoritario medio suplicante de la mano, trató de impedir que

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llamara.

—¡Nosemueva, entonces!—dije; éldiounpasoatrás—.Yescúcheme.No me gusta usted—continué, con tanta decisión como pude, para dar lamayoreficaciaamispalabras—;yaunqueestuvieradivorciadademimarido,o él estuviera muerto, no me casaría con usted. ¡Espero que se dé porsatisfechodeunavez!

Surostrofuepalideciendodeira.

—Estoysatisfecho—repusoconunamargoénfasis—:¡esusted lamujermáscruel,desalmadaydesagradecidaquejamásheconocido!

—¿Desagradecida,señor?

—Desagradecida.

—No,señorHargrave;nolosoy.Ledoylasgraciasportodoeldañoquehaya podido hacerme, o quisiera hacerme; y por todo el daño que me hahecho, y todo el que me habría hecho, le pido a Dios que le perdone y ledevuelvaeljuicio.

De pronto se abrió la puerta y aparecieron los señores Huntingdon yHattersley.Esteúltimosequedóenelvestíbulo,ocupadoconsucargadorysuescopeta; el primero entró y se colocó de espaldas a la chimenea,observándonos al señor Hargrave y a mí, sobre todo al primero, con unasonrisainsoportable,acompañadacomoestabaporlainsolenciadesufrenteyunbrillotaimado,maliciosoenlamirada.

—¿Bien,señor?—dijoHargraveinterrogativamenteyconlaexpresióndealguiendispuestoaladefensiva.

—Bien,señor—repusosuanfitrión.

—Queremossabersiestáslibreparaunirteanosotrosparairlosfaisanes,Walter—intervinoHattersleydesdefuera—.¡Ven!Nodispararácontranadamás,salvounaliebreodos;respondodeello.

Walter no respondió, sino que se acercó a la ventana para recobrarse.Arthursilbóporlobajoylesiguióconlamirada.UnligerosonrojodecóleraaparecióenlasmejillasdeHargravepocodespués,sevolvióconcalmaydijoconaireindiferente:

—Hevenidoaquíadespedirmede la señoraHuntingdonyadecirlequedeboirmemañana.

—¡Hum!Tu decisión parecemuy repentina. ¿Puedo preguntar qué es loqueteobligaamarchartetanpronto?

—Negocios—respondió, repeliendo la incrédula expresión de mofa del

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otroconunamiradadedespectivodesafío.

—Muybien—fuelarespuesta;yHargravesefue.Acontinuativo,elseñorHuntingdonserecogiólosfaldonesdelalevitay,apoyandosuespaldacontrala repisade lachimenea, sevolvióhaciamí,y,envozbaja,apenasaudible,soltó una descarga de las palabras más viles y soeces que la imaginaciónpueda concebir y la lengua pronunciar. No intenté interrumpirle; pero miespírituseinflamóycuandohuboterminadorespondí:

—Si su acusación fuera cierta, señor Huntingdon, ¿cómo se atreve acensurarme?

—¡Por Júpiter, ha dado en el blanco! —gritó Hattersley, dejando suescopetaapoyadacontra lapared;entróen lahabitación, cogióa suqueridoamigodelbrazoeintentóllevarlefuera—.Vamos,muchacho—murmuró—,verdaderaofalsa,notienesderechoacensurarla,yalosabes,niaéltampoco,despuésdeloquedijisteanoche.Asíquevente.

Habíaenaquellaspalabrasalgoimplícitoquenopodíapasarporalto.

—¿Seatreveasospechardemí,señorHattersley?—dije,casifuerademíporlacólera.

—No,deningunamanera,nosospechodenadie.Estábien…deacuerdo.Vámonos,Huntingdon,canalla.

—¡No puede negarlo! —gritó el caballero al que se dirigían de estamanera, con unamueca de rabia y triunfo—. ¡No podría negarlo aunque suvidadependieradeello!—Y,murmurandoalgunasgroseríasmás,sedirigióalvestíbuloycogiósusombreroysuescopeta,queestabanencimadelamesa.

—No pienso rebajarme a darle explicaciones —dije—. Pero usted —dirigiéndome a Hattersley—, si presume de tener algunas dudas sobre elasunto,pregúntelealseñorHargrave.

Al oír esto, los dos soltaron al mismo tiempo una carcajada brutal queestremeciómicuerpohastalapuntadelpie.

—¿Dóndeestá?¡Selopreguntaréyomisma!—grité.

Reprimiendo una nueva carcajada, Hattersley señaló la puerta exterior.Estabaentreabierta.Sucuñadoestabafuera.

—SeñorHargrave,¿quiereentrarunmomento,porfavor?—dije.

Élsevolvióymemirósorprendido,conexpresióngrave.

—¡Entre,por favor!—repetí,deunamanera tandecididaquenopudooprefiriónoresistirseamiautoridad.Subiódosescalonesconciertadesganayentróenelvestíbulo.

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—Dígales a estos caballeros —seguí diciendo—, a estos hombres, siaccedíasusdeseos.

—Nolacomprendo,señoraHuntingdon.

—Ustedme comprende, señor; le exijo, por su honor de caballero (si esquelotiene),quecontestelaverdad.¿Accedíono?

—No—murmuró,volviéndose.

—Hablemásalto,señor;nopuedenoírle.¿Cedíasuspeticiones?

—No,nolohizo.

—No, yo juraría que no —dijo Hattersley—, pues de lo contrario notendríaeseaspectotantétrico.

—Quierodarteunasatisfaccióndecaballero,Huntingdon—dijoelseñorHargrave,dirigiéndoseserenamenteasuanfitrión,peroconunaexpresióndedesprecioensurostro.

—¡Vete al diablo! —replicó el otro con un movimiento impaciente decabeza.Hargraveseretiróconunamiradadedesdén,diciendo:

—Yasabesdóndeencontrarme, enel casodequequieras enviarmeaunamigo.

Esta insinuaciónrecibiópor todarespuestaunmurmullode juramentosymaldiciones.

—¡Yaloves,Huntingdon!—dijoHattersley—.¡Clarocomolaluzdeldía!

—Nomeimportaloqueélvea—dije—oloqueseimagine;perousted,señor Hattersley, cuando oiga mi nombre difamado y calumniado, ¿lodefenderá?

—Loharé.

Inmediatamente me despedí y me encerré en la biblioteca. ¿Qué pudoapoderarse de mí, para hacerle a un hombre semejante una petición comoaquélla?Nopuedodecirlo,perocuandoloshombresseahoganseagarranaunclavoardiendo:entretodoshabíanconseguidodesesperarme;apenassabíaloquedecía.Nohabíanadiemásparaimpedirqueminombrefueradenigradoydifamadoenaquelnidodealegrescamaradas,yatravésdeellos,enelmundo;entre el desdichado de mi marido, el ruin, maligno Grimsby, y el bellacodeslealdeHargrave,aqueltoscorufián,groseroybrutalcomoera,brillócomounaluciérnagaenlaoscuridad,entresusamigosgusanos.

¡Quéescenafueaquélla!¿Podíahaberimaginadonuncaqueeldestinomecondenaraasoportarsemejantesinsultosbajomipropiotecho,aoíraquellascosas dichas en mi presencia… más aún, sobre mí y dirigidas a mí y por

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aquellos que reclamaban por sí mismos el nombre de caballeros? ¿Podíahaberme imaginadoque sería capaz de soportarlo con tanta serenidady querepelería sus insultos tan firmey temerariamentecomo lohabíahecho?Unadureza semejante, sólo la proporciona la ingrata experiencia y ladesesperación.

Estospensamientosseapelotonabanenmicabeza,mientraspaseabadeunladoaotrodelahabitaciónyansiaba—¡oh,cómolodeseaba!—cogeramihijoydejarlosenaquelmomento,sinmásdilación.Peronopodíaser; teníaunatareaantemí,unaduratarea,quedebíahacerse.

«Entonces hagámosla —me dije— y no perdamos ni un momento enquejasinútiles,ycomentariosamargosyociosossobremidestinoyaquellosquetieneninfluenciasobreél».

Y,dominandomiagitaciónconungranesfuerzo,mepusealmomentoatrabajarytrabajédefirmetodoeldía.

ElseñorHargravesemarchóa lamañanasiguiente;nohevueltoaverledesde entonces. Los demás se quedaron dos o tres semanas más; pero memantuve apartada de ellos todo lo que pude y continué trabajando, y hecontinuado haciéndolo con un ardor casi ejemplar hasta hoy. Pronto puse aRachel al corriente de mis planes, confiándole todos mis proyectos eintenciones, y con agradable sorpresa hallé pocas dificultades para hacerlecomprendermispuntosdevista.Esunamujerecuánime,prudente,peroodiatantoa su señoryama tantoa su señoraya suhijo,que,despuésdevariasexclamaciones, algunas débiles objeciones y muchas lágrimas y lamentos,aplaudiómidecisióny consintió en todo lo posible conuna sola condición:queellacompartieramiexilio.Delocontrario,seoponíaabsolutamente,puesconsiderabaunacompletalocuraqueArthuryyonosfuéramossolos.Conunaconmovedora generosidad, se ofreció humildemente a contribuir con suspequeñosahorros, esperandoque«laperdonaríapor la libertad,peroqueenrealidad,si lehicierael favordeaceptarloscomounpréstamo, laharíamuyfeliz».Porsupuestonopodíanipensarencosasemejante;peroahora,graciasa Dios, he reunido un pequeño tesoro de mi exclusiva propiedad, y mispreparativos están tan avanzados, que estoy deseando una prontaemancipación.Queelrigordeesteinviernoamaineunpoco,yentonces,unamañana, el señor Huntingdon bajará a sentarse a una solitaria mesa paradesayunar,yquizárecorrerálacasallamandoagritosasusinvisiblesesposaehijo, cuando éstos estén ya a unos cien kilómetros hacia el oeste…o quizámás, pues le abandonaremoshoras antes deque amanezcayno es probablequenosechedemenoshastabienavanzadoeldía.

Soyplenamenteconscientedelosdañosquepuedenyhanderesultardelpaso que estoy a punto de dar; pero esto no me obligará a vacilar en mi

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decisión, porque nunca dejo de pensar en mi hijo. Esta misma mañana, sehallaba sentado a mis pies, jugando con los restos de lienzo que habíaextendidoporlaalfombra,mientrasyoseguíaconmitareahabitual.Perosuspensamientos estabanocupados conotra cosa, pues, al poco rato, levantó lacabeza,memiróconairepensativoydijo:

—Mamá,¿porquéeresmala?

—¿Quiéntehadichoqueyoeramala,cariño?

—Rachel.

—No,Arthur,Rachelnuncahadichoeso,estoysegura.

—Bueno,puesfuepapá—replicópensativo.Luego,despuésdeunapausa,añadió—:porlomenostedirécómolleguéasaberlo.Cuandoestoyconpapá,sidigoquemamámenecesita,oquemamádicequenohagaalgoqueélmedice que haga, él siempre dice: «Quemamá se vaya al infierno».YRacheldice que sólo la gentemala se va al infierno.Así,mamá, por eso creo quedebesdesermala…,ymegustaríaquenolofueras.

—No lo soy, amor mío. Éstas son palabras feas, y la gente mala confrecuencia las utiliza para referirse a los demásmás que a símismos. Esaspalabrasnopuedenhacerquelagentesecondene,nidemuestranquemerezcaser condenada. Dios nos juzgará por nuestros propios pensamientos yacciones, no por lo que los demás digan de nosotros. Y cuando oigas esaspalabras,Arthur,recuerdaquenodebesrepetirlas:estámaldeciresascosasdelosdemásniquetelasdiganati.

—Entonces,espapáelmalo—dijocontristeza.

—Papáhacemalendeciresascosas,ytúharíasmuymalenimitarleahoraqueyasabesloquesignifican.

—¿Quéquieredecir«imitar»?

—Hacerloqueélhace.

—¿Élsabeloquedice?

—Quizá,peroesonoescosatuya.

—Sinolosupiera,tendríasquedecírselo,mamá.

—Yaselohedicho.

El pequeñomoralista se calló y reflexionó. Traté inútilmente de hacerlepensarenotracosa.

—Lamento que papá sea malo —dijo con tristeza, al fin—, porque nodeseoquevayaalinfierno.

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Ydespuésdedecir esto seechóa llorar.Leconsolécon laesperanzadequequizásupapácambiaraysevolvierabuenoantesdemorir.Pero¿noeshoradelibrarledesemejantepadre?

CAPÍTULOXL

UNCONTRATIEMPO

10deenerode1827.—Ayerporlanocheescribíaloanteriorsentadaenelsalón.ElseñorHuntingdonestabapresente,pero,esocreí,dormíaenelsofádetrás demí. Sin embargo, se había levantado sin que yome diera cuenta,llevado por una curiosidad ruin, y había estadomirando por encima de mihombrodurante no sé cuánto tiempo; porque cuandodejé la pluma sobre lamesayestabaapuntodecerrarelcuaderno,puso inesperadamentesumanosobreélydiciendo:«Contupermiso,voyaecharunaojeadaaesto,querida»,me lo quitó con violencia, y, acercando una silla a la mesa, se sentótranquilamenteaexaminarlo.Pasóhojatrashojabuscandounaexplicacióndelo que había leído. Desgraciadamente para mí, estaba más sereno aquellanochedeloquesueleestarloaesahora.

Naturalmente no le dejé proseguir con tranquilidad esta ocupación: hicevarios intentosdearrancarleelcuadernode lasmanos,pero loagarrabacondemasiada firmezaynopude.Leechéencaraconamarguraydesprecio suconductamezquinaydeshonrosa,peronolecausóningúnefecto.Finalmente,apaguélasdosvelas,peroélsediolavuelta,seacercóalfuegoy,avivandolasllamaslosuficienteparasuspropósitos,continuóconcalmasuinvestigación.Penséseriamenteenirabuscarunjarrodeaguayapagaraquellaluztambién;peroeraevidentequesucuriosidadestabademasiadoexcitadaparaextinguirlade esemodo, y cuantasmásmuestras de inquietud daba yo para frustrar suescrutinio,más firmeerasudecisiónde insistirenél.Además,era—dijo—tarde.

—Parece muy interesante, cariño —dijo, levantando la cabeza yvolviéndosehaciadondeyoestabaretorciéndomelasmanosconunarabiayunaangustiasilenciosas—;peroesdemasiadolargo;leecharéunaojeadaenotromomento;entretanto,perdonaquetepidalasllaves,querida.

—¿Quéllaves?

—Lasllavesdetuescritorio,tuburó,tuscajonesydetodoloqueposees—siguió,levantándoseyalargandolamano.

—Nolastengo—respondí.Lallavedemiburó,efectivamente,estabaensucerraduraenaquelmomento,conlasdemásenelmismomanojo.

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—Entoncesdebesordenarquetelastraigan—dijo—,ysiesedemoniodeRachelnomelastraealpunto,sevamañanacontodassuscosas.

—Ella no sabe dónde están—respondí, colocando suavementemimanosobreellasysacándolasdelburó,sinqueélsedieracuenta,opor lomenosesocreí—.Yosílosé,peronotelasentregarésinunarazón.

—Yotambiénlosé—dijo,cogiéndomeinesperadamentelamanocerradayquitándomelasllaves.Luegotomóunadelasvelasylavolvióaencenderacercándolaalfuegodelachimenea—.Veamos—dijoconungestodeburla—, debemos proceder a una confiscación de propiedad. Pero, primero,echemosunaojeadaalestudio.

Seguardólasllavesenelbolsilloysedirigióalabiblioteca.Yoleseguí,no sé si con la idea de impedir un ultraje o sólo para saber lo peor. Habíacolocadomismateriales de pintura sobre lamesa de la esquina, preparadosparausarlosaldíasiguiente,únicamentetapadosporuntrapo.Enseguidalosdescubrióy,dejando lavela,empezóaarrojarlo todoal fuego: lapaleta, lostubos de colores, los pinceles, el barniz. Vi cómo se consumía todo, lasespátulaspartidasendos;elaceiteylaesenciadetrementinachisporrotearonyavivaronlasllamasdelachimenea.Luegollamóaltimbre.

—Benson,lléveseestascosas—dijo,señalandoelcaballete,ellienzoyelbastidor—;ydígalealadoncellaquepuedeencenderlacocinaconellas:suseñorayanolasnecesita.

Bensonsequedóaterrorizadoymemiró.

—Lléveselas,Benson—ledije;ysuseñormurmuróunamaldición.

—¿Yesto también,señor?—preguntóelatónitosirviente, refiriéndosealcuadroinacabado.

—Esotambién—respondióelseñor;ytodaslascosasdesaparecieron.

El señor Huntingdon fue luego arriba. No intenté seguirle, sino quemequedé sentada en el sillón, sin hablar, sin lágrimas y casi rígida, hasta quevolvió unamedia hora después.Acercándose amí, puso la vela junto amirostroyescrutómisojosconexpresionesycarcajadasdemasiadoinsultantesparaquepudieratolerarlas.Conunrepentinogolpetirélavelaalsuelo.

—¡Vaya!—murmuró, retrocediendo—. ¡Esunverdaderodiablodeodio!¿Vioalgunavezunmortalojossemejantes?Brillanenlaoscuridadcomolosdeunagata.¡Oh,vayadulcegataqueestáshecha!—Ydiciendoestorecogiódelsuelolavelaylapalmatoria.Comolaprimeraestabarotayapagada,llamóparaqueletrajeranotra.

—Benson,suseñoraharotolavela;traigaotra.

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—Seexpresaustedprimorosamente—observécuandoelcriadosefue.

—Nodijeque larompierayo,¿no?—replicó.Luegodejócaer las llavesenmiregazo—.¡Aquítienes!Noecharásdemenosnadasalvotudineroylasjoyas…y algunas baratijas que creí oportuno guardar conmigo, para que tuespíritu mercantil no tuviera la tentación de convertirlas en oro. He dejadoalgunaslibrasentumonedero,queesperoquetedurenhastafindemes.Detodas formas, cuando necesites más serás buena y me dirás en qué lo hasgastado.Voyaponeratudisposiciónunapequeñagratificaciónmensualparatus gastos; ya no necesitas preocuparte por mis intereses; buscaré unadministrador, querida; no te expondré a la tentación. Y en cuanto a losasuntosdomésticos,laseñoraGravestendrácuidadoconlascuentas:vamosaseguirunplancompletamentenuevo.

—¿Qué gran descubrimiento ha hecho ahora, señor Huntingdon? ¿Heintentadoacasoestafarle?

—Porloqueparecenoexactamenteenlascuestioneseconómicas,peroesmejormantenerseapartadodelcaminodelatentación.

EntoncesentróBensonconlasvelas,yluegosiguióunbreveintervalodesilencio;yosentadatodavíaenelsillónyéldepiedeespaldasalachimenea,congratulándoseensilenciopormidesesperación.

—Así que —dijo por fin— pensabas deshonrarme escapando yconvirtiéndote en una artista, manteniéndote con el trabajo de tus manos¿verdad? ¡Vaya, vaya! ¿Y pensabas quitarme ami hijo también, y educarlepara que se convirtiera en un asqueroso tendero yanqui, o en un vulgar ymiserablepintor?

—Sí,paraimpedirqueseconvirtieraenuncaballerocomosupadre.

—Esunasuertequenopudierasguardartusecreto…¡Jaja!Esunasuertequelasmujeresnopodáisdejardechismorrear…Sinotenéisunaamigaconquien hablar, les contáis vuestros secretos a los peces, o los escribís en laarena,odondesea;yesunasuertequenomehayaexcedidoestanoche,ahoraque lo pienso, pues de lo contrario me habría quedado dormido y nuncahubierasoñadoconverloqueestabatramandomidulceesposa,omehabríafaltadolafuerzaoeljuicionecesariosparallevaracabomimisióncomounhombre,talcomohehecho.

Dejándoleentregadoasuautocomplacencia,melevantéparaasegurarmimanuscrito,puesdeprontorecordéquehabíaquedadosobrelamesadelsalón,ydecidí,sieraposible,salvarmedelahumillacióndeverloensusmanosdenuevo.Nopodíasoportarlaideadeverleentretenerseconmispensamientosyrecuerdosíntimos;aunque,indudablemente,leeríapocascosasagradablesparaél en ellos, salvo en la primera parte. ¡Oh, preferiría quemar todo el

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manuscritoantesqueleyeraloquehabíaescritocuandoeratanestúpidaqueleamaba!

—Por cierto—gritó, cuando salía de la habitación—, seríamejor que ledijerasaesacondenadacorreveidiledeniñeraquesequitedemivistaduranteundíaodos.Lepagaríasusueldoyleordenaríaquesefueramañana,peroséquecausaríamásdañosfueraquedentrodecasa.

Ycuandosalí,siguiómaldiciendoeinsultandoamifielamigaysirvientaconepítetosquenorepetiréparanomancharestepapel.Fuiaverlatanprontocomo puse a salvo mi diario y le conté el fracaso de nuestro proyecto. Sequedótanangustiadayhorrorizadacomoyo,ymásdeloqueyomesentíesanoche, pues estaba enparte bajo los efectos del golpey enparte excitadayprotegidadeellosporlaamargurademicólera.Peroporlamañana,cuandomedesperté sin aquella querida esperanza que había sidomi consuelo ymiapoyotantotiempo,ydurantetodoeldíadehoy,cuandodeambulabainquietaysinrumbo,rehuyendoamimarido,huyendoinclusodemihijo—sabiendoquenopuedosernisumaestranisucompañera,sinesperarnadaparasuvidafutura y deseando ardientemente que no hubiera nacido—, sentí toda laextensióndemidesgracia,yahoratambién.Séqueundíatrasotrosentirélomismo:soyunaesclava,unaprisionera…peroestonoesnada.Sifuerasólopormí,nomelamentaría,perosemeprohíberescataramihijodelaruina,yloqueunavezfuemiúnicoconsuelosehaconvertidoenlamayorcausadedesesperación.

¿No tengo fe enDios? Intento volverme hacia Él y alzarmi corazón alCielo,pero sehundeenelpolvo; sólopuedodecir:«Élmehacercadoparaque no pueda salir. Él ha hecho mi cadena pesada». «Me ha llenado deamargura,mehaemborrachadoconajenjo»;olvidoañadir:«PeroaunqueÉlcause dolor, Él tendrá compasión, de acuerdo con la grandeza de Sumisericordia.PorqueÉlnoafligirávoluntariamentenioprimiráaloshijosdelos hombres». Debería pensar en esto; y este mundo no me deparara másdolor, ¿qué significa la más larga vida demiseria comparada con toda unaeternidad de paz? Y en cuanto a mi pequeño Arthur, ¿acaso no tiene másamigaqueyo?¿Aquiénseledijo:«NoeslavoluntaddetuPadrequeestáenloscielos,quesepierdaniunsolodeestospequeñuelos»?

CAPÍTULOXLI

«LAESPERANZABROTAETERNAENELPECHOHUMANO»

20demarzo.—Ahoraquemehe libradodelseñorHuntingdonporuna

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temporada,micorazónrevive.Medejóaprincipiosdefebreroyenelmismomomentoenquesefue,respirédenuevoysentíquevolvíamienergíavital;noconlaesperanzadehuir—élsehacuidadodenodejarmeningunaocasiónposibledehacerlo—,pero sí con la decisiónde sacar elmejorpartido a lascircunstancias en las que me desenvuelvo. Por fin estaba Arthur conmigosolamente; sobreponiéndome a la apatía y desaliento,me dispuse a hacer loImposibleporarrancar todas lasmalashierbasquesehabíanplantadoensumente infantil y sembrar de nuevo la buena ternilla que aquéllas no habíandejadofructificar.GraciasaDios,noesunterrenobaldíooduro;silasmalashierbascrecenrápidasenél,mejorloharánlasplantas.Susensibilidadesmásviva, sucorazónmás llenodeafectode loquehayapodidoestarlo elde supadre;noesunatareadesesperanzasometerlealaobedienciayhacerqueameyconozcaasuúnicaamigaverdadera,mientrasnohayanadiequeanulemisesfuerzos.

Alprincipiomecostómucho trabajoquitarle todas lasmalascostumbresque le había enseñado su padre, pero esta dificultad está ya vencida ahora:pocasveces lasgroseríasensuciansubocayheconseguidoque le repugnentodas las bebidas alcohólicas, repugnancia, espero, que ni su padre ni losamigosdesupadreseancapacesdevencer.Esunacriaturademasiadojovenparatenertantasimpatíaporellos,y,acordándomedemidesgraciadopadreydelsuyo,temílasconsecuenciasdesemejantepreferencia.Perosi lehubieraprivadodesucantidadhabitualdevino,o lehubieraprohibidoprobarloporcompleto, no habría conseguido más que aumentar su preferencia por él yhacerqueloconsideraramásquenuncacomounplacerexquisito.Asíqueleservíatantocomosupadrelehabíaacostumbradoabeber,tanto,enrealidad,como deseara tomar, pero en cada vaso introducía subrepticiamente unapequeña cantidad de tártaro emético: justo lo suficiente para producirinevitablemente náuseas y abatimiento sin que enfermara. Al encontrar queunasconsecuenciastandesagradableseraninvariablementeelresultadodesugusto por el vino, pronto se hartó de él, pero cuanto más renunciaba a suplacer cotidiano, más le instaba yo a que bebiera, hasta que su desgana seconvirtióentotalaborrecimiento.Cuandolecogióascoatodaclasedevinos,lepermití,cuandomelopedía,queprobarabrandyconagua,yluegoginebracon agua; porque el pequeño borrachín estaba familiarizado con todas lasbebidas,yyoestabadecididaaquelasodiasetodasporigual.Yestoyaloheconseguidopuestoqueafirmaqueel sabor,elolor,yhasta la solavisióndecualquieradeellasbastaparaponerleenfermo.Hedejadodeatormentarleconellas, salvo, de vez en cuando, como objeto de terror, en casos de malcomportamiento:«Arthur,sinoeresunniñobuenotedaréunvasodevino»,o«Arthur, si vuelves a decir eso te obligaré a beber brandy con agua» es tanbuena amenaza como cualquier otra; y una o dos veces, cuando estabaenfermo,heobligadoalpobrechiquilloatragarunpocodevinoconaguasin

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eltártaroemético,comomedicina.Piensocontinuarconestaprácticadurantebastante tiempo;noesquelacreadeverdaderautilidadensusentidofísico,peroestoydecididaaponertodoelpoderdeasociaciónamiservicio:quieroquelaaversiónsearraiguetanprofundamenteensunaturalezaquenadaensuvidafuturapuedasercapazdevencerla.

Portanto,meenorgullezcodehaberleapartadodeestevicio;encuantoalo demás, si al volver su padre encuentro alguna razón para temer quemisbuenasleccionesserándestruidas,sielseñorHuntingdonempiezaotravezeljuego de enseñar al niño a odiar y despreciar a su madre y a emular lainmoralidaddesupadre,estoydecididaaapartaramihijodesusmanos.Heideado otro plan que podría ponerse en práctica en un caso semejante, y sipudieraconseguirlaayudayelconsentimientodemihermano,nodudaríadesu éxito. La vieja mansión en donde crecimos los dos, y en donde muriónuestramadre,noestáhabitadaahora,niestádeltodoenruinas,segúncreo.Sipudieraconvencerledequehicierahabitablesunaodoshabitacionesydequemelasalquilaracomosiyofueraunadesconocida,podríavivirallíconmihijo, bajo un nombre supuesto,manteniéndome conmi arte favorito. Élmeprestaríaeldineroparaempezar,yselodevolveríayviviríaenunamodestaindependencia y estricta reclusión, pues la casa está situada en un lugarapartado y los alrededores apenas están habitados, y él mismo podríaencargarse de la venta demis cuadros. Tengo todo el plan preparado en lacabeza; lo único que necesito es convencer a Frederick de que el plan esbueno.Vaaveniravermepronto,yentoncesleharélaproposición,despuésdehaberleinformadosobrelascondicionesenlasquevivo,losuficienteparajustificarelproyecto.

Dehecho,creoqueconocemisituaciónmuchomejorde loquedebería,teniendoencuenta loque lehecontado.Digoestopor la tierna tristezaqueimpregnasuscartasyporlaspocasvecesquemencionaamimarido,yporquegeneralmenteponedemanifiestounaencubiertaacritudcuandoserefiereaél;y también por el hecho de que nunca viene a verme cuando el señorHuntingdon está en casa. Sin embargo, nunca ha expresado abiertamente sumalaopinióndeélnisimpatíapormí;nuncamehahechopreguntas,odichonadaquemeinvitealaconfidencia.Silohubierahecho,probablementeyonohabríapuestomuchosreparosenabrirmeaél.Quizásesienteheridopormireserva.Esunserextraño.Megustaríaquenosconociéramosmejor.ÉlsolíapasarunmesenStaningley todos losañosantesdequeyomecasara;pero,desdelamuertedenuestropadre,sólolehevistounavez,cuandovinoaquíapasar unos días mientras el señor Huntingdon estaba fuera. Esta vez sequedarámuchosdías,yhabráentrenosotrosmásconfianzaycordialidaddelaque ha habido nunca antes, desde nuestra primera infancia: mi corazón seagarraaélmásquenuncaymialmaestáhartadesoledad.

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16deabril.—Havenidoysehaido.Nohaestadomásdequincedías.Eltiempopasórápida,peromuy,muydichosamente,ymehahechobien.Debotenerunmalcarácter,porquemisdesgraciasmehanagriadoyamargadoenexceso: insensiblemente comenzaba a alimentar sentimientos muy pocoamablescontramiscongéneres…sobre todocontra loshombres;peroesunconsuelo comprobar que al menos hay uno de ellos digno de confianza yestima;sindudahaymás,aunquenuncalosheconocido…siexceptúoalordLowborough,yfuebastantedepravadoenotrotiempo.Pero¿quéhabríasidodeFrederick,sihubieravividoenelmundo,mezcladodesde la infanciaconhombres como los que yo conozco? ¿Y qué será de Arthur, con toda sudulzuranatural,sinolesalvodeesemundoyesoscompañeros?Comuniquémis temores a Frederick y saqué a relucir el tema demi plan de rescate lanochesiguienteasullegada,cuandopresentéamihijitoasutío.

—Es como tú, Frederick—dije—, a veces creo que en algunas de sustendenciasseparecemásatiqueasupadre;yesomegusta.

—Me halagas, Helen —repuso él, acariciando los cabellos suaves,onduladosdelniño.

—No, no lo considerarás un cumplido si te digo que preferiría que separecieraaBensonantesqueasupadre.

Élalzóligeramentelascejas,peronodijonada.

—¿SabesquéclasedehombreeselseñorHuntingdon?—dije.

—Creoquemehagounaidea.

—¿Te haces una idea tan clara como para poder oír, sin sorpresa nirechazo,quetengoplaneadoescaparconesteniñoaalgúnrefugioescondidoendondepodamosvivirenpazydondenovolvamosaverle?

—¿Tangravees?

—Sinotelahaces—continué—,tediréalgomássobreél.

Y le hice una descripción general de su conducta, haciendo hincapiéespecialensucomportamientoconrespectoasuhijo,yleexpusemistemorespor el biende este último, ymidecisiónde apartarle de la influenciade supadre.

Frederick se indignó sobremanera con el señor Huntingdon y lamentómucho mi situación; no obstante, consideró mi proyecto descabellado eimpracticable; juzgó mis temores por Arthur desproporcionados a lascircunstancias y puso tantas objeciones amis planes, propuso tantas formasmenos drásticas para mejorar mi situación, que me vi obligada a entrar endetallesparaconvencerledequemimaridoeraabsolutamenteincorregibleyde que nada podría persuadirle a renunciar a su hijo, sean cuales fueren las

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consecuenciasquesederivaranparamí,estandoéltandecididoanopermitirqueelniñoleabandonaracomoyoloestabaanodejaralniño.Yanteeso,nohabíamás soluciónque la queyoproponía, a no ser queme fueradel país,como había planeado antes. Para evitarlo, Frederick consintió finalmente entenerunaladelaviejamansióndispuestaparaserhabitada,comounlugarderefugioenunmomentodenecesidad;peroesperabaqueyonomeaprovecharadeello,amenosquelascircunstanciaslohicieranrealmentenecesario,locualestuvebastantedispuestaaprometer; sipiensosóloenmí, semejanteermitame parece elmismo paraíso, comparada conmi situación actual, pero debopensar también en mis amigos—en Milicent y Esther, que son como mishermanas,enlosinquilinosdeGrassdaleysobretodoenmitía—,yportantomequedarétodoeltiempoquemeseahumanamenteposible.

29dejulio.—LaseñoraHargraveysuhijahanvueltodeLondres.Estherestá cansada de su primera temporada en la ciudad; pero su corazón estátodavía intactoysincompromiso.Sumadrelebuscóunexcelentepartido,einclusohizoqueelcaballeropusierasucorazónysufortunaasuspies;peroEsthertuvolaaudaciaderehusartannoblesregalos.Eraunhombredebuenafamilia y rico, pero la díscola muchacha mantuvo que era tan viejo comoAdán,feocomounpecadoyodiosocomo…unoalquenomencionaré.

—Perolaverdadesque lopasémalporsuculpa—medijo—:mamásellevó un gran disgusto por el fracaso de su querido proyecto y se enfadómucho conmigo por resistirme obstinadamente a su deseo, y todavía estáenfadada;peroyonotengolaculpa.YWaltertambiénestátandisgustadopormi perversidad ymi absurdo capricho, como él lo llama, queme temo quenunca me perdonará. No creí que pudiera ser tan intratable como hademostrado últimamente. PeroMilicent me suplicó que no cediera, y estoysegura, señora Huntingdon, de que si hubiera visto usted al hombre quequeríanendosarme,tambiénmehabríaaconsejadoquenoloaceptara.

—Lohabríahechoaunquenolohubieravisto—dije—.Essuficientequenoteguste.

—Sabía que diría eso; aunquemamá afirmó que usted se quedaríamuyimpresionadaalconocermiirrespetuosaconducta.Nopuedeimaginarsecómomesermonea:soydesobedienteydesagradecida;estoyfrustrandosusdeseos,perjudicandoamihermanoyconvirtiéndomeenunacargaparaella…Avecespienso que podrá conmigo, a pesar de todo. Yo soy testaruda, pero ellatambiénloes,ycuandomediceesascosastandesagradables,meponeenunaprietotangrandequemesientoinclinadaahacerloquemepide,yahacerdetripascorazónydecir:«¡Estábienmamá,tuyaeslaresponsabilidad!».

—¡PorDios,nohagaseso!—dije—.Obedecerporesemotivo seríaunainmoralidad, y estoy segura de que te acarrearía el fustigo que merece.

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Mantente firme y tu madre pronto desistirá de su propósito; el mismocaballero pronto dejará de molestarte con sus atenciones al ver que sondecididamenterechazadas.

—¡Oh,no!Mamácansaráatodoelmundoantesdecejarensusintentos;yen cuanto al señor Oldfield, le ha dado a entendí que yo he rechazado suproposición,noporquemedisgustesupersona,sinosimplementeporquesoyjoven y atolondrada, y porque por ahora no puedo hacerme a la idea delmatrimonio en ningún caso; pero cuando llegue la próxima temporada, noduda que tendré más juicio y espera que mis fantasías juveniles hayandesaparecido.Asíquemehantraídoacasaparainstruirmesobremisdeberes,alaesperadequemamáseproduzcaunanuevaoportunidad.LaverdadesquecreoquemamánoseexpondráallevarmeaLondresotravez,amenosqueyoceda:nopuedepermitirseellujodellevarmealaciudadporplacer,dice,ynotodos los hombres ricos están dispuestos a aceptarme sin fortuna, por muyatractivaqueyomeencuentre.

—En fin, Esther, te compadezco; sin embargo, sé firme. Podríascondenartealaesclavitudparasiempre,si tecasasconunhombrequenoteguste.Situmadreytuhermanosoninsoportablespuedesabandonarlos,peronoolvidesqueestarásencadenadaatumaridoparasiempre.

—Pero no puedo dejarlos a no ser queme case, y no puedo casarme sinadie me conoce. En Londres conocí a uno o dos caballeros que podíanhabermegustado,peroeranhijosmenores,ymamánomepermitiótratarlos.Creo que a uno le gustaba, pero ella hizo todo lo posible para que nollegáramosaconocernosmejor.¿Noesindignante?

—Nome cabe la menor duda, pero es posible que si te casaras con él,tuvierasmásrazonespara lamentartequesi tecasarasconelseñorOldfield.Cuandoteaconsejoquenotecasessinamor,noteaconsejoquetecasessóloporamor.Hayotrasmuchascosasquedebenconsiderarse.Manténelcorazónylamanobajotudominiohastaqueveasunabuenarazónparaentregarlos;ysinuncallegaraapresentarseunaocasiónsemejante,consuelatuespírituconestareflexión:aunquelavidadesolteranodeparamuchasalegrías,almenoslas tristezas no sonmásde las quepueden soportarse.Elmatrimoniopuedehaceque tu situaciónmejore,peroenmiopiniónesmuchomásprobableelresultadocontrario.

—EsopiensaMilicent;peropermítamequeledigaqueyopiensodeotramanera.Simevieracondenadaaserunaviejasolterona,dejaríadevalorarmivida. La idea de vivir año tras año en el Grove, dependiendo de mamá yWalter,comounacargamásdelafinca(comoahoraséquemeconsiderarían),estotalmenteinaguantable.Preferiríaescaparmeconelmayordomo.

—Admito que tus circunstancias son especiales, pero ten paciencia,

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querida;nohagasnadaprecipitadamente.Recuerdaquesólotienesdiecinueveaños,ytienenquepasartodavíamuchosantesdequealguienteconsidereunaviejasolterona:nosabesloquelaProvidenciatetienereservado.Yentretantorecuerda que tienes derecho a la protección y el apoyo de tu madre y tuhermano,pormuchoquelesmolesteconcedértelos.

—Es ustedmuy seria, señoraHuntingdon—dijoEsther, después de unapausa—.CuandoMilicentexpresólasmismasdescorazonadorasideassobreelmatrimonio,lepreguntésierafeliz:dijoqueloera;perolecreísóloamedias;yahoradebopreguntarlelomismoausted.

—Esunapreguntamuyimpertinente—dije,riéndome—paraquelahagauna muchacha a una mujer casada mucho mayor que ella, y no voy aresponderle.

—Perdóneme, querida señora —se echó en mis brazos riéndose ybesándomeconunafectofestivo;perosentíqueunalágrimacaíaenmicuellocuando apoyó su cabeza enmi pecho y siguió hablando con unamezcla detristeza y frivolidad, timidez y audacia—. Sé que no es tan feliz comomegustaría que fuera, porque se pasa la mitad de su vida sola en Grassdale,mientras el señor Huntingdon anda por ahí divirtiéndose donde y cuandoquiere.Espero quemimarido no disfrutemás que de aquello que compartaconmigo; y si sumayor placer no fuera disfrutar demi compañía…pues…seríapeorparaél…nadamás.

—Si eso es lo que esperas delmatrimonio, Esther, de verdad, debes sercuidadosaalelegirmarido;delocontrario,nodebescasarte.

CAPÍTULOXLII

UNAREFORMA

1deseptiembre.—NingúnasomodelseñorHuntingdontodavía.Quizásequede con sus amigos hastaNavidad; y luego, la próxima primavera estaráfueraotravez.Sisiguedeestemodo,serécapazdevivirenGrassdalebastantebien,esdecir,serécapazdevivir,yesoesbastante.Inclusounareunióncasualdeamigosenlaépocadecazapuedesoportarse,siemprequeArthursigatanfirmemente ligado a mí, tan afianzado en el buen sentido y en los buenosprincipiosantesdequeellosvengan,queyoseacapaz,pormediodelarazóny el cariño, de mantenerle insensible a su influencia. ¡Vana esperanza, metemo!Sinembargo,hastaquellegueesetiempodeprueba,dejarédepensarenmitranquilorefugioenlaqueridayviejamansión.

ElseñorylaseñoraHattersleyhanestadoquincedíasenelGrove;comoel

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señorHargraveestáausentetodavíayeltiempoeraexcelente,nodejédeverniunsolodíaamisdosamigas,MilicentyEsther,aquíoallí.EnunaocasiónenqueelseñorHattersleylashabíatraídoaGrassdaleenelfaetón,juntoconlos pequeños Helen y Ralph, y estábamos divirtiéndonos en el jardín, tuveunos minutos de conversación con ese caballero, mientras las damas seentreteníanconlosniños.

—¿Quieresaberalgodesumarido,señoraHuntingdon?—preguntó.

—No,anoserquepuedadecirmecuándovendráacasa.

—Nolosé.Ustednoquierequevenga,¿verdad?—dijoconcararisueña.

—No.

—Bueno,creoqueestáustedmejorsinél.Pormiparteestoyfrancamentehartodeél.Ledijequedejaríadeverlesinomodificabasuscostumbres…ynolohizo;asíqueledejé.Comove,soyunhombremejordeloqueustedcreey, lo que es más, tengo el firme propósito de lavarme completamente lasmanosenloqueaélserefiere,yatodosellos,ydecomportarmedeahoraenadelantecontodahonestidadymoderación,comodebehaceruncristianoyunpadredefamilia.¿Quéleparece?

—Esunadecisiónquedeberíahabertomadohacemuchotiempo.

—Bueno,todavíanotengotreintaaños;noesdemasiadotarde¿no?

—No;nuncaesdemasiadotardeparareformarse,siemprequesetengaeldeseo de hacerlo y la fuerza de voluntad necesaria para cumplir con elpropósito.

—Siquierequeledigalaverdad,hepensadoenellomuyamenudoantes,pero, al fin y al cabo, Huntingdon es un compañero tan condenadamenteagradable…Nopuedeimaginarselojovialyencantadorqueescuandonoestácompletamenteborracho,sinoalgoachispadoomediobebido…Enelfondode nuestro corazón todos tenemos debilidad por él, aunque no nos merecerespeto.

—¿Perodesearíaustedsercomoél?

—No,prefierosercomosoy,aunqueseamalo.

—Nopuedeustedseguirsiendotanmalocomoessinvolversepeorymásembrutecidocadadía,yportantomásparecidoaél.

No pude evitar sonreírme ante la expresión cómica, medio indignada,medioconfundida,quepusoanteestaformapocohabitualdedirigirmeaél.

—Noseinquieteporquelehabletanclaramente—dije—;lohagoconlamejorintención.Perodígame,¿legustaríaquesushijosfuerancomoelseñor

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Huntingdon,oinclusocomousted?

—¡Caramba!No.

—¿Legustaría que su hija le despreciara o, almenos, que no sintiera elmenorrespetoporusted,nimásafectoqueelqueestáimpregnadodelamásamargadelaspenas?

—¡Oh,no!Nopodríasoportarlo.

—Yporúltimo, ¿legustaría que su esposa estuvieradispuesta ametersebajotierracuandooyerahablardeusted?¿Yquelerepugnaraelsolosonidodesuvozyseestremecieracuandoseaproximaraustedaella?

—Nuncalohará;legustolomismo,hagaloquehaga.

—¡Imposible, señor Hattersley! Usted toma su silenciosa sumisión porafecto.

—Rayosytruenos…

—Vamos,noarmeunescándaloporeso.Nopretendo insinuarqueno leama;leama,ymuchomásdeloqueustedsemerece;peroestoyseguradequesiustedseportaramejor, leamaríamás,ysiseportarapeor, leamaríacadavezmenos,hastaquetodoseconvertiríaentemor,aversiónyamargura,sinoen odio y desprecio secretos. Pero, dejando el tema del cariño, ¿le gustaríaconvertirse en un tirano para ella, hacer desaparecer todo rayo de luz de suvidayhacerlaabsolutamentedesgraciada?

—Naturalmentequeno;nolohago,nipiensohacerlo.

—Sehaacercadoaellomásdeloqueustedsupone.

—¡Bueno, bueno! No es la criatura susceptible, angustiada, preocupadaqueustedseimagina:esunapersonadócil,pacíficaycariñosa;capazdeserbastanteariscaaveces,peroengeneraltranquilayalegre,ydispuestaatomarlascosascomovienen.

—Pienseencómoerahacecincoaños,cuandosecasóustedconella,yencómoesahora.

—Ya sé… Entonces era una jovencita regordeta con una bonita carasonrosada y pálida; ahora es una criatura pequeña, que se consume y sedeshacecomouncopodenieve.Pero¡caramba!,esonoesculpamía.

—¿Entonces a qué se debe? No a los años, pues no tiene más deveinticinco.

Tiene una salud delicada, y…, ¡maldita sea, señora! ¿En qué quiereconvertirme? Además, no cabe duda de que los niños le dan bastantesquebraderosdecabeza.

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—No,señorHattersley,losniñoslecausanmásplacerquedolor:sonniñosexcelentes,debuencarácter…

—Yalocreo…¡Dioslosbendiga!

—¿Por qué echarles la culpa entonces?Lediré lo que es: es el desgastesilencioso y la constante angustia por culpa de usted,mezclados, sospecho,con unmiedo físico por parte de ella. Cuando usted se porta bien, sólo seatreveaalegrarseconmiedo;notieneseguridad,niconfianzaensujuiciooensus principios, sino que está siempre temiendo el final de una felicidadpasajera;cuandoustedseportamal, sólopodríaenumerar todos losmotivosdesuterrorysutristeza.Alsoportarensilenciolamaldad,ellaseolvidadeque es nuestro deber llamar la atención a nuestros semejantes por sustransgresiones. Puesto que usted toma su silencio por indiferencia, vengaconmigo y le enseñaré una o dos cartas suyas; esto no es traicionar suconfianza,puestoqueesustedsuotramitad.

Meacompañóhastalabiblioteca.BusquéypuseensusmanosdoscartasdeMilicent;unaestabafechadaenLondresyhabíasidoescritaduranteunadelastemporadasmásfrenéticasdetemerariadisipacióndesumarido;laotra,enel campo, en un intervalo lúcido. La primera mostraba preocupación yangustia; no le acusaba a él, pero lamentaba profundamente que tuvierarelaciónconsus libertinoscamaradas,elprocazseñorGrimsbyy losdemás,insinuando cosas desagradables sobre el señorHuntingdon, y echando de lamaneramásingeniosalaculpadelmalcomportamientodesumaridosobreloshombrosdelosdemás.Lasegundaestaballenadeesperanzayalegría,sibienconlatrémulaconcienciadequeestafelicidadnoibaadurar;poníalabondaddeélporlasnubes,perosenotabaundeseomedioexpresadodequeestuvierabasada en un terreno más sólido que el de los impulsos espontáneos delcorazón, un temor, amedias profético, a la caída de aquel hogar cimentadosobrelaarena…caídaqueseprodujopocodespués,comoHattersleydebiódedarsecuentamientrasleía.

Casi al comienzo de la primera carta tuve el inesperado placer de verleruborizarse;peroinmediatamentemediolaespaldaycontinuólalecturajuntoa la ventana. Cuando le llegó el turno a la segunda le vi una o dos vecespasarse apresuradamente la mano por la cara. ¿Quizá fue para secarse unalágrima? Cuando terminó, hubo un intervalo que empleó en aclararse lagargantaymirarporlaventana,yluego,despuésdesilbaralgunoscompasesdeunadesustonadasfavoritas,segiró,medevolviólascartasymeestrechósilenciosamentelamano.

—Diossabequehesidounbribónexecrable—dijo,altiempoquemelaapretaba—, pero ya verá usted cómo doy satisfacción por ello. ¡Que mecondenesinolohago!

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—No se maldiga, señor Hattersley. Si Dios hubiera tenido en cuenta lamitaddesusinvocacionescomoésa,hacetiempoqueestaríaenelinfierno;yusted no puede dar cumplida satisfacción por el pasado cumpliendo con sudeberenelfuturo,puestoquesudebernoesmásqueloqueledebeustedasuCreador, y no puede hacer otra cosa que cumplirlo: es otro quien debe darsatisfacciónporsusdelitospasados.Parareformarse,invoquelabendicióndeDiosySumisericordia:noSucondena.

—Dios me ayude, entonces, porque estoy seguro de que lo necesito.¿DóndeestáMilicent?

—Allívieneconsuhermana.

Salió por la puerta de cristal y fue a su encuentro. Yo le seguí a pocadistancia.Conciertasorpresaporpartedesuesposa,éllaalzóenbrazosdelsuelo y la saludó con un beso sincero y un fuerte abrazo; luego le puso lasmanosenloshombrosylehizosaber,supongo,partedelasgrandescosasquetenía intencióndehacer,puesMilicent,depronto, le rodeóconsusbrazosyexclamórompiendoallorar:

—Hazlo,hazlo,Ralph…¡Seremostanfelices…!¡Québuenoeres!

—Nadadeeso,nolosoy—ledijo,obligándolaavolverseyempujándolahaciamí—.Agradéceseloaella.

Milicent corrió a agradecérmelo, llena de gratitud. Negué que tuvieraningúnmérito,diciéndolequesumaridoestabadispuestoaenmendarseantesdequeyoañadieramipizcadeexhortaciónyánimo,yquesólohabíahecholoqueellapodía…odeberíahaberhecho.

—¡Oh,no!—exclamó—.Estoyseguradequenohubierapodidoinfluirenél con nada que le hubiera dicho. Si lo hubiera intentado, sólo le habríafastidiadoconmistorpesempeñospersuasivos.

—Nuncalointentaste,Milly—replicóél.

Poco después se despidieron. Ahora han ido a visitar al padre deHattersley.Después volverán a su casa en el campo.Espero que los buenospropósitos de él no se frustren y que la pobre Milicent no se lleve otradecepción. Su última carta estaba llena de alegría por el presente y deagradables premoniciones del futuro; sin embargo, a él todavía no se le hapresentado una ocasión particularmente tentadora que ponga a prueba suvirtud.Noobstante,apartirdeahoraellaserá,sinduda,algomenostímidayreservada,yélmásbondadosoyreflexivo.Seguramente,pues,lasesperanzasde ella no son infundadas; y yo tengo, por lo menos, un punto luminosoadondedirigirmispensamientos.

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CAPÍTULOXLIII

MÁSALLÁDELLÍMITE

10deoctubre.—ElseñorHuntingdonregresóhaceunastressemanas.Nome molestaré en describir su aspecto, su conducta, su conversación y missentimientosconrespectoaél.Sinembargo,aldíasiguientedesullegada,mesorprendióanunciándomesuintencióndeprocurarleunainstitutrizalpequeñoArthur; le dije que era absolutamente innecesario, por no decir ridículo, demomento:yocreíaqueeraplenamentecompetenteparalatareadeenseñarle,enlospróximosaños,porlomenos.Laeducacióndelniñoeraelúnicoplacerylaúnicaocupacióndemividay,puestoqueélmehabíaapartadodetodaslasdemás,estabaseguradequenolecostaríaningúntrabajodejaréstaenmismanos.

Medijoqueyonoeralapersonaadecuadaparaenseñaralosniñosoestarconellos:yahabíareducidoalpequeñoapocomenosqueunautómata,habíaestropeado su excelente predisposición con mi rígida severidad; y acabaríahaciendodesaparecertodalaalegríadesucorazón,convirtiéndoleenunniñotanascéticoysombríocomoyomisma,siseguíateniéndoloamicargomuchomás tiempo. La pobre Rachel fue también víctima de sus abusos verbales,comodecostumbre;nopuedesoportaraRachelporquesabequeellatieneunaopiniónacertadadeél.

Yo defendí serenamente nuestras respectivas actitudes como institutriz yniñera,ymeresistífirmementealaumentodenuestrasociedadfamiliar;peroélme atajódiciendoque era inútil discutir sobre el asunto, porqueyahabíacontratado a una institutriz, que iba a llegar la próxima semana; así que loúnicoqueteníaquehaceryoeratenerlotododispuestopararecibirla.Éstaeraunainformaciónbastantesorprendente.Meaventuréapreguntarsunombreysusseñas,quiénselahabíarecomendado,oporquélahabíaelegido.

—Es una joven muy estimable y religiosa —dijo—; no tienes por quépreocuparte. Su nombre esMyers, creo; yme la recomendó una respetableviuda,unadamadegran reputaciónenelmundo religioso.No lahevistoypor tanto no puedo darte ninguna información sobre su persona o su trato;pero,siloselogiosdelaviejadamasonexactos,laencontrarásenposesióndetodas las virtudes deseables para su puesto… sobre todas, un amor pococomúnporlosniños.

Dijotodoestoconseriedadytranquilidad,perohabíaundemoniorisueñoen sumiradamedio desviada que no presagiaba nada bueno. Sin embargo,penséenmirefugiodelcondadode…ynopusemásobjeciones.

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Cuando llegó la señorita Myers, yo no estaba preparada para darle unabienvenida muy cordial. Su aspecto no estaba calculado para producir unaimpresión precisamente favorable, a primera vista, ni sus modales ni suconducta posterior, de ninguna manera, hicieron cambiar el prejuicio quehabía concebido contra ella. Su talento era limitado, su inteligencia nosuperaba la mediocridad. Tenía una voz excelente y podía cantar como unruiseñor, acompañándose bastante bien al piano; pero éstas eran todas sushabilidades.Habíaensurostrounaexpresiónastutaysutil,unecodeellaensu voz. Parecía tenerme miedo, y se sobresaltaba si me acercabainesperadamenteaella.Ensucomportamientoerarespetuosaycomplaciente,inclusoservil: alprincipio intentóhalagarmeyadularme,peroenseguida lepusefreno.Sucariñoporsupequeñodiscípuloeraforzadoymeviobligadaareconvenirla respecto a la excesiva indulgencia y a las alabanzas pocojuiciosas; pero era incapaz de ganarse el corazón del niño. Su religiosidadconsistía en suspirar de vez en cuando, alzar lo ojos al techo y pronunciaralgunas vulgaridades de beata.Me dijo que era hija de un clérigo y que sehabíaquedadohuérfanasiendoniña,peroquehabíatenidolabuenasuertedeencontrarunacolocaciónenunafamiliamuyreligiosa.Luegohablócontantoagradecimientode la bondadde todos susmiembros, queme reproché amímismamispensamientospococaritativosymiconductapocoamistosaymeablandéduranteciertotiempo—peronomucho—;lascausasdemidisgustoerandemasiadoracionales,missospechas,demasiadobienfundadasparaquefuera de otra manera; sabía que mi deber era mantenerme alerta y haceraveriguaciones hasta que mis sospechas desaparecieran o se confirmaranplenamente.

Lepreguntéelnombreyladireccióndelabondadosayreligiosafamilia.Ella mencionó un nombre común y un lugar o domicilio distante ydesconocido, pero me dijo que estaban ahora en el Continente y que sudirección actual la desconocía. Nunca la vi hablar mucho con el señorHuntingdon,peroélhacíafrecuentesvisitasalcuartodeestudioparaverquétalleibaaArthurconsunuevacompañeracuandoyonoestaba.Porlanochesesentabaconnosotrosenelsalón,cantabaytocabaelpianoparaentretenerle—o entretenernos, como ella pretendía—y estabamuy atenta a sus deseos,anticipándose a ellos, aunque sólo hablaba conmigo—la verdad es que élpocasvecesestabaencondicionesdequeledirigieranlapalabra—.Sihubierasido otra persona, hubiera visto su presencia como un alivio, pero para esohabríatenidoqueolvidarlavergüenzadequealgunapersonadecentevieraamimaridoenelestadoenqueseencontrabaamenudo.

NopuseaRachelalcorrientedemissospechas;peroella,queyallevabamediosigloenestatierradepecadoytristeza,habíaaprendidoasospecharporsu cuenta. Desde el principio me dijo que «la nueva institutriz la poníaenferma»,yprontomedi cuentadeque lavigilaba tanestrechamentecomo

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yo;mesentísatisfechaporello,puesdeseabaconocerlaverdad.LaatmósferadeGrassdaleerasofocanteparamí,ysólomedabaánimospensarenWildfellHall.

Por fin,unamañana,Rachel entró enmi alcobacon tal informaciónquetoméladecisiónantesdequeellahubieradejadodehablar.Mientrasmevestíale expliquémis intenciones y la ayuda que iba a pedirle, y le expliqué quécosasmíasteníaqueempaquetarycuálesteníaquequedarseparaella,puestoqueyonoteníamediospararecompensarlaporestesúbitodespidodespuésdesu largo y fiel servicio, una circunstancia que yo lamentaba profundamente,peroquenopodíaevitar.

—¿Yquéharáusted,Rachel?—dije—.¿Seiráasucasa,obuscaráotra?

—Notengomáshogarqueelsuyo,señora—respondió—;ysiladejo,novolveréaservirenunacasamientrasviva.

—Pero ahora no puedo permitirme vivir como una señora—repliqué—:tengoquehaceryomismadecriadayniñera.

—¿Qué importa eso? —repuso ella, algo emocionada—. Necesitará aalguienquelimpie,laveycocine,¿no?Yopuedohacerlo;ynosepreocupeenabsoluto por los honorarios. Todavía conservo mis pequeños ahorros, y siustednomellevatendréquebuscaralojamientofueradeaquío,sino,trabajarentreextraños,yaesonoestoyacostumbrada.Asíquepuedepedirmeloquequiera,señora.

Suvoztemblabaalhablarylaslágrimasasomaronasusojos.

—Nada me gustaría más, Rachel, y le pagaría el mejor sueldo quepudiera…elmismoquepagaríaacualquiercriadaquepudieraemplear;pero¿nosedacuentadequesearrastraríaconmigocuandonohahechonadaparamerecerlo?

—¡Oh,tonterías!—exclamó.

—Además,mifuturaformadevidaserátancompletamentediferentealadelpasado,tandiferenteatodoloquehaestadoustedacostumbrada…

—¿Creeusted, señora, quenopuedo soportar loquemi amapuede?Nosoy tan orgullosa y delicada… y mi pequeño señor, además… ¡Dios lebendiga!

—Pero yo soy joven, Rachel; nome importará; yArthur lo es también;paraélnoseránada.

—Tampocoparamí:nosoytanvieja;puedosoportarlacomidaescasayeltrabajo duro si se trata de ayudarlos a ustedes, a los que he amado como sifueranmis hijos. Para lo que soy vieja es para soportar la idea de dejarlos

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preocupadosyenpeligro,ydemarcharmeavivirentreextraños.

—¡Entonces no irás, Rachel! —grité, abrazando a mi fiel amiga—.Marcharemostodosjuntosyyaverásquébientesientalanuevavida.

—¡Dioslabendiga!—gritóella,devolviéndomeafectuosamenteelabrazo—.Salgamosdeestacasaperversayyaverácómonoslasarreglamosbien.

—Eso creo yo —fue mi respuesta; de esta forma este asunto quedósolucionado.

Por el correode lamañana le enviéunas apresuradas líneas aFrederick,rogándole que dispusiera el refugio para mi inmediata recepción, porqueprobablementelonecesitaríaaldíasiguientederecibirlanota,yleexplicaba,enpocaspalabras,lacausademirepentinadecisión.Luegoescribítrescartasde despedida: la primera a Esther Hargrave, en la que le decía queme eraabsolutamente imposiblepermanecermás tiempoenGrassdale, odejar amihijoenlasmanosdesupadre;yque,comoeradelamayorimportanciaquenuestrafuturaresidenciafueraignoradaporélysusconocidos,selorevelaríaúnicamenteamihermano,a travésdelcualaúnesperabamantenercontactoconmis amigas.Luego le daba su direccióny la exhortaba a que escribieracon frecuencia, reiterando algunos de los consejos que había dado en lorelativo a sus propios intereses; finalmente me despedía con un cariñosoabrazo.

LasegundacartaeraparaMilicent;ledecíamásomenoslomismo,perodeunamaneramásconfidencial,comocorrespondíaanuestraviejaintimidadyasumayorexperienciayconocimientodemiscircunstancias.

Laterceraeraparamitía,unempeñomuchomásdifícilydoloroso,porloque la escribí enúltimo lugar;pero teníaquedarle algunaexplicaciónde laextraordinariadecisiónquehabía tomadoyhacerlo rápidamente,puesellaymi tío se enterarían sin duda de mi marcha uno o dos días después de midesaparición, puesto que era probable que el señor Huntingdon se dirigierainmediatamenteaellosparasaberquéhabíasidodemí.Alfinledecíaquemedabacuentademierror:nomequejabade sucastigo,pero lamentaba tenerquemolestaramisamigosconsusconsecuencias;pero,porelbiendemihijo,nodebíaconformarmemástiempo;eraabsolutamentenecesariolibrarledelacorruptora influencia de su padre. Ni siquiera a ella podía revelarle ladireccióndemi refugio,conel findequeellaymi tíopudieran,con razón,negarelconocimientodecualquierdatoreferenteaaquél;perotodaslascartasquemeescribieran,enviadasenunsobredirigidoamihermano,mellegaríanconseguridad.Esperabaquetantoellacomomitíocomprendieranelpasoquehabía dado, pues si lo supieran todo, estaba segura de que no me loreprocharían; confiaba enqueno se afligiríanpormi culpa, porqueunavezquellegaraamiretiroasalvoymequedaraallísinquenadiememolestara,

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seríamuyfeliz,aunquelosecharíademenos;ymesentiríamuysatisfechadededicarmivida,enlaoscuridad,aeducaramihijoyenseñarleanocometerloserroresdesuspadres.

Todas estas cosas las hice ayer: he dedicado dos días enteros a lospreparativosdenuestramarcha, para queFrederick tuvieramás tiempoparatenerapuntolashabitacionesyRachelparaempaquetarlascosas,yaqueestaúltimatareahatenidoquerealizarseconlamayorcautelaydiscreción,ysóloyo podía ayudarla: soy capaz de reunir las cosas, pero no conozco arte demeterlas encajasde formaqueocupenelmenorespacioposible;yhayquemetersuscosas,lasdeArthurylasmías.Difícilmentepuedopermitirmedejarnada,puestoquenotedinero,salvoalgunasguineasenmimonedero;además,comoobservóRachel,todoloquedejemuyposiblementepasaráapropiedaddelaseñoritaMyers,ynomeagradalaidea.

¡Perocuántosesfuerzosmehacostadoaparentarcalmaytranquilidadestosdos días, encontrarme con los dos como de costumbre, cuando me veíaobligadaahacerlo,vencermiresistenciaadejaralpequeñoArthurenmanosdeelladurantehoras!Masconfíoenqueestaspruebashayanacabado:loheacostado en mi cama para mayor seguridad y nunca más, confío, seránprofanadossusinocenteslabiosporlosbesoscorruptoresdeesosdos,nisusoídos mancillados por sus palabras. Pero ¿lograremos escapar? ¡Oh, ojaláhubierallegadolamañanayestuviéramosdecamino!Estanoche,despuésdehaber ayudado a Rachel todo lo que pude y cuando no me quedaba sino;esperar,confiarytemblar,mepusetannerviosaquenosabíaquéhacer.Bajéacenar, pero no fui capaz de comer. El señor Huntingdon hizo notar lacircunstancia.

—¿Quétepasa?—dijo,cuandoleretiraronelsegundoplato.

—Nomeencuentrobien—respondí—:creoquedebo tendermeun rato.¡Nomeecharásmuchodemenos!

—Nilomásmínimo;sidejaslasillavacíaserálomismo…Quizáunpocomejor—murmurócuandosalíadelahabitación—,porquepuedoimaginarmequelaocupaotrapersona.

«Puedequemañanalaocupeotrapersona»,pensé,peronolodije.

—¡En fin! Espero que ésta sea la última vez que te veo—murmuré alcerrarlapuerta.

Rachelinsistióenquedescansaraafinderecuperarfuerzasparaelviajedemañana, ya que debemos irnos antes de que amanezca, pero en mi actualestado de excitación nerviosa no podía ni pensar en ello. Tampoco podíapensarensentarmeodeambularpormihabitación,contando lashorasy losminutoshastaelmomentoseñalado,forzandomioídoyestremeciéndomeante

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cadaruido,paraquenadienosdescubrieraynostraicionaradespuésdetantocuidado.Cogíunlibroeintentéleer.Misojosrecorríanlaspáginas,peromeresultaba imposible concentrarme en su contenido. ¿Por qué no recurrir alviejoexpediente,yañadiresteúltimoacontecimientoamicrónica?Abrí laspáginasdemidiariounavezmásyescribítodoloanterior…condificultadalprincipio;peropocoapocomiespíritusefueserenando.Asíhantranscurridovariashoras:seacercaelmomento;ahoramisojosestáncansadosymicuerpoexhausto:encomendarémicausaaDios,meacostaréyganaréunaodoshorasdesueño;¡yluego…!

ElpequeñoArthurduermeprofundamente.Toda la casaestá en silencio:no puede haber nadie vigilando. Las cajas han sido atadas por Benson, ysilenciosamentellevadasalasescalerasdeatrásdespuésdeponerseelsol,yenviadasenuncarroalaagenciadetransportesdeM…Enlasetiquetaspuseel nombre de señora Graham, que es el que pienso adoptar de ahora enadelante.ElnombredesolterademimadreeraGraham,asíquepiensoquetengociertoderechoaadoptarlo,yloprefieroacualquierotro,exceptoelmío,quenomeatrevoaseguirutilizando.

CAPÍTULOXLIV

ELRETIRO

24 de octubre. — ¡Gracias a Dios, por fin estoy libre y a salvo! Noslevantamos temprano, nos vestimos con rapidez y en silencio, bajamos alvestíbulo lenta y furtivamente. Allí nos esperaba Benson con una luz,dispuesto a abrirnos la puerta y cerrarla detrás de nosotros. Nos vimosobligadasapermitirqueunhombreconocieranuestrosecreto,acausadelascajas,etc.Todosloscriadosestándesobrafamiliarizadosconlaconductadesuamo,yBensonoJohnhubieranestadodispuestosaayudarme,perocomoelprimero era el de más edad y el más juicioso, y además un compinche deRachel, le indiqué a ella naturalmente que lo eligiera como ayudante yconfidenteenestaocasión,enlamedidaquefueranecesario.Sóloesperoqueno le traiga complicaciones, y me gustaría poder recompensarle por elpeligrososervicioquenodudóenhacer.Deslicédosguineasensumanocomorecuerdo, mientras estaba en el vano de la puerta, levantando la vela parailuminar nuestra partida, con una lágrima en sus honestos ojos grises y unmontón de buenos deseos en su solemne semblante. ¡Ay!, no podía ofrecermás:apenasmequedabadinerosuficienteparalosgastosdelviaje.

¡Qué estremecida alegría cuando el portillo se cerró cuando salimos delparque!Luego,duranteunmomento,medetuve,paraaspirarunabocanadade

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aquelairefresco, tonificante,yaventuréunamiradaalacasa.Todoestabaaoscurasyensilencio;nobrillabaningunaluzenlasventanas;ningunaespiralde humo oscurecía las estrellas que resplandecían por encima de ella en elfirmamentohelado.Aldespedirmepara siempredeaquel lugar, el escenariode tanta transgresión y tanto sufrimiento, me alegré de no haberlo dejadoantes, porque ahora no me quedaba duda sobre la propiedad de un pasosemejante, ni sombra de remordimiento por aquel a quien dejaba: nadaperturbabamialegríasalvoeltemoraserdescubierta;ycadapasonosalejabamásdeesaposibilidad.

Habíamos dejado Grassdale muchos kilómetros atrás cuando el sol,redondoyrojo,sealzóparasaludarnuestraliberación,ysicualquierhabitantede su vecindad tuvo la oportunidad de vernos entonces, mientras dábamostumbossentadosenelcoche,dudodequesospecharanuestraidentidad.Comopretendíapasarporunaviudacreíaconsejableentrarenminuevaresidenciavestidade luto:asíque ibaataviadaconunsencillovestidodesedanegroycubiertaporunvelotambiénnegro(quemecuidédequemecubrieralacaradurante losprimeros treintao cuarentakilómetrosdel viaje), yun sombreronegrodesedaquenotuvemásremedioquepedirleprestadoaRachel,yaqueyonodisponíadeunaprendasemejante;noeradeúltimamoda,peronopodíaquejarmeteniendoencuentalascircunstancias.Arthuribavestidoconsuropamássencillayenvueltoenunarústicamantadelana;Rachelibaenfundadaenuna capa con capucha que había conocido mejores días y que le daba elaspectodeunamujerviejavulgarperodecente,másqueeldeladoncelladeunadama.

Oh,quédeliciaerairsentadaallíarriba,deslizándomeruidosamenteporelancho y soleado camino, y notar la fresca brisa de lamañana enmi rostro,rodeada por la fragancia una tierra desconocida —que sonreía alegre yesplendorosamenteenel resplandoramarillentodeaquellos rayos tempranos—,conmiqueridohijoenlosbrazos,casitanfelizcomoyo,ymifielamigaami lado; ¡unaprisióny ladesesperacióndetrásdemí,alejándosemásymáscadavezqueoía los cascosde los caballos,y la libertady la esperanzapordelante! Apenas pude reprimir mis alabanzas en voz alta a Dios por miliberación o asombrar a mis compañeros de viaje con algún: inesperadoestallidodehilaridad.

Pero el viaje fuemuy largo y todos nos cansamos bastante antes de queconcluyera. Era noche cerrada cuando llegamos a la ciudad de L…, y aúnestábamos a unosdiezkilómetros denuestrodestino; nopudimos conseguirotrovehículo—omediodetransporte—queuncarrocomún,yestocongrandificultad,pueslamitaddelaciudadestabayaenlacama.Yconéllaúltimaetapa de nuestro viaje fue agotadora, con frío y cansados como estábamos.Íbamos sentados ennuestras cajas, sin nada a que agarrarnos, nada sobre lo

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que recostarnos, lentamente arrastrados y sacudidos por los abruptos yescarpadoscaminos.PeroArthursehabíadormidoenel regazodeRachelyentrelasdosnoslasarreglamosbastantebienparaprotegerledelairefríodelanoche.

Por fin comenzamos a ascender por un empinado y pedregoso sendero,que, a pesar de la oscuridad, Rachel dijo recordar bien: había paseado amenudoporallíconmigoenlosbrazos,ynuncapensóquevolveríaaéltantosañosdespuésyenunascircunstanciascomoaquéllas.ComoArthursehabíadespertadoconlassacudidasylasdetencionesrepentinas,nosbajamostodosynospusimosacaminar.Nonosquedabamuchotrecho;pero¿ysiFredericknohubiera recibido mi carta, no hubiera tenido tiempo de prepararnos lashabitacionesylasencontráramososcuras,húmedas,inhabitables,sincomida,nifuego,nimuebles,despuésdetodonuestroafán?

Porfinelausteroyoscuroedificioaparecióantenosotros.Elsenderonoscondujo a la parte de atrás. Entramos en el desolado patio trasero, yconteniendo la respiración inspecciónanos la ruinosa mole. ¿Era toda ellanegruraydesolación?No;undébilresplandorrojonosdioánimosdesdeunaventanacuyoenrejadoestabaenbuenascondiciones.Lapuertaestabacerrada,perodespuésdellamarconlosnudillos,yesperar,ycruzarunaspalabrasconunavozquesonabaenunaventanadearriba,unamujerdeedad,quehabíasido encargada de airear y guardar la casa hasta nuestra llegada, nos hizoentrar en una pequeña pieza bastante abrigada, la antigua despensa de lamansión,queFrederickhabíahabilitadocomococina.Aquíellanosproveyódeuna luz, avivóel fuegohastaque surgieronunas llamas reconfortantes, einmediatamentepreparóunsencillorefrigerioparaquerepusiéramosfuerzas;mientras, nos desembarazamos de nuestros atavíos de viaje, y echamos unarápida ojeada a nuestro nuevo hogar. Además de la cocina había dosdormitorios, un salón bastante grande, y otro más pequeño, que decidíconvertirenmiestudio,todosbienaireadosyaparentementebienreformados,aunquesóloenpartedecoradosconalgunosviejosmueblesderobleoscuro:losmismosquehabían estado allí antes, yquehabían sidoguardados comoreliquiasdeanticuarioen laresidenciaactualdemihermano,yqueahora,atodaprisa,habíansidodenuevotrasladados.

La ancianamujer nos llevó la cena aArthur y amí al salón, yme dijo,ceremoniosamente,que«elseñorpresentabasusrespetosalaseñoraGraham,yquehabíapreparadolashabitacioneslomejorquehabíapodidoteniendoencuentaloprecipitadodelaviso,peroqueélpersonalmentetendríaelplacerdevisitarlamañana,paracumplirsusórdenes».

Sentíunagransatisfacciónalsubirlaausteraescaleradepiedrayecharmeenlalúgubreyantiguacama,juntoamipequeñoArthur.Élsequedódormidoen seguida; a mí, cansada como estaba, la emoción y los pensamientos

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inquietos me tuvieron despierta hasta que la aurora comenzó a disipar lastinieblas;peroelsueñofuedulceyreconfortantecuandollegó,yeldespertarfue delicioso más allá de toda expresión. Fue el pequeño Arthur quien medespertó con sus cariñosos besos. ¡Allí estaba él, pues, a salvo entre misbrazos,yamuchaleguasdesuindignopadre!Laclaraluzdeldíailuminabalahabitación; el sol estaba en la cúpula del cielo, aunque oscurecido por lasondulantesmasasdelanieblaotoñal.

Elescenarionoeraespecialmentealegreensímismo,dentronifuera.Lainmensayvacíahabitación, con su antiguoy austeromobiliario, la estrechaventanaenrejadaquedejabaverelcielosombríoygrisen loaltoy la tierradesolada yerma de abajo, donde los muros de piedra oscura y la puerta dehierro,elnutridoespesordelahierbaylamaleza,ylasrobustassiemprevivasde formas extraordinarias eran las únicas señales que quedaban de que allíhabíahabidounjardín,yloscamposdesoladosybaldíosdemásallá…todopodía haberme parecido horriblemente tenebroso en otra época, pero ahoracada una de estas cosas parecía devolver como un eco mi regocijantesensación de libertad: visiones indefinidas del pasado lejano y luminosasanticipaciones del futuro parecían saludarme en cada recodo. Me habríaregocijado con más seguridad, naturalmente, si el ancho mar se extendieraentremihogaranterioryéste,peroseguramenteenestelugarsolitariopodríapasar inadvertida; además, tenía ami hermano aquí para alegrarmi soledadconsusocasionalesvisitas.

Vinoesamañanayhe tenidovariasentrevistasconélasolas;peroseveobligado a ser muy prudente sobre cuándo y cómo viene; ni siquiera suscriados, ni sus mejores amigos deben estar al corriente de sus visitas aWildfell, salvo en aquellas ocasiones en que podría esperarse que unpropietario fuera a visitar a una inquilina desconocida, para no levantarsospechas referentes a mí, tanto de la verdad como de alguna mentiradifamatoria.

Yallevoaquícercadequincedíasy,apartedeunamolestainquietud—elobsesionante temor a ser descubierta—, estoy cómodamente instalada enminueva casa: Frederick me ha proporcionado los muebles necesarios y losmaterialesdepintura.Rachelhavendidopormí lamayoríademis trajesenuna lejana ciudad y me ha procurado un guardarropa más apropiado a miactualcondición:tengounpianodesegundamanoyunalibreríabastantebienprovista en mi salón; mi otra habitación tiene ya un aspecto bastanteprofesionalyordenado.Estoytrabajandoarduamentepararecompensaramihermano por todos los gastos que ha hecho enmi favor; no es que haya lamenornecesidaddeello,peromesatisfacehacerlo:disfrutarémuchomásdemitrabajo,misingresos,micomidafrugalymieconomíadoméstica,siséquemeganolavidahonradamenteyquelopocoqueposeoeslegítimamentemío;

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y que nadie sufre por mi locura… por lo menos desde el punto de vistapecuniario. Haré que coja hasta el último penique de lo que le debo, siefectivamentepuedohacerlosinofenderledemasiado.Tengoalgunoscuadrosyaacabados,pues ledijeaRachelqueempaquetara todoslosquetenía;ellacumpliólaordendemasiadobien,puesentreellosmetióunretratodelseñorHuntingdon que había pintado el primer año de casados. Me quedémomentáneamenteespantadacuandolosaquédelacajaycontempléaquellosojosfijosenmíconsualegríaburlona,comoexultantes,todavía,porsupoderparacontrolarmidestino,ymofándosedemisesfuerzosporescapar.

¡Quédistintoshabían sidomis sentimientos alpintar aquel retratode losqueahorameinspirabasucontemplación!¡Cuántohabíatrabajadoymehabíaesforzado para crear, como creí, algo digno de sumodelo! ¡Quémezcla deplacereinsatisfacciónanteelresultadodemiempeño!:placerporelparecidoquehabíacaptado; insatisfacciónpornohaberlohechomáshermoso.Ahoranoveobellezaenél:nadaagradableenningunapartedesuexpresión;y,sinembargo,esmáshermosoybastantemásatractivo—muchomenosrepulsivo,debería decir— de lo que es ahora; porque estos seis años han forjado uncambiocasitangrandeensupersonacomoensentimientosconrelaciónaél.Elmarco,sinembargo,esbastatebonito;serviríaparaotrocuadro.Elretratonolohedestruidocomofuemiintenciónalprincipio;lohepuestoaparte;noporningunaocultadebilidadporelrecuerdodelcariñodeantaño,nitampocopara que me recuerde mi anterior locura, sino fundamentalmente para quepuedacompararlosrasgosyelsemblantedemihijo,cuandocrezca,conlosde él, y asímedé la posibilidadde apreciar hasta quépunto se parece a supadre… si se me permite tenerlo conmigo hasta entonces y si no vuelvo acontemplarlacaradeesepadre,unabendiciónconlaqueapenasmeatrevoacontar.

Parece que el señor Huntingdon está haciendo todo lo posible paradescubrirelparaderodemirefugio.SehapresentadoenStaningley,buscandoreparaciónasuinjusticia—esperandosaberalgodesusvíctimas,cuandonoencontrarlas allí—, y ha contado muchas mentiras, con una frialdad tanimperturbablequemitíolecreealgomásqueamediasyabogadecididamenteporquevuelvayme reconcilieconél;peromi tíaopinadeotramanera, esdemasiadocautayfría,yestádemasiadofamiliarizadaconelcarácterdemimarido y con el mío, para que la engañen las plausibles falsedades que élpudiera inventar. Pero él no quiere que yo vuelva; quiere a mi hijo y da aentender a mis amigas que si prefiero vivir separada de él, respetará micaprichoydejaráque locumplasinmolestarme,yque inclusopondríaamidisposiciónuna razonable pensión, siemprequemedesprendiera de suhijo.Pero¡elCielomeasista!,novoyavenderamihijopororo,aunqueestonossalvaraalosdosdemorirdehambre:mejorseríaquemurieraconmigoantesquevivirconsupadre.

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Frederickmehaenseñadounacartaqueharecibidodeesecaballero,llenadeunataldesvergüenzaquedejaríaatónitoacualquieraquenoleconociera;pero,apesardetodo,estoyconvencidadequenadiehabríasabidocontestarmejorquemihermano.Nomehizoreferenciaasuréplica,salvoparadecirmequenohabía reconocidosaberelparaderodemi refugio, sinoquemásbienhabíadadoaentenderqueleeracompletamentedesconocido,aldecirqueerainútilrecurriraél,oacualquierotrodemisparientes,enbuscadeinformaciónsobreelasunto,puesparecíaqueyohabíasidoconducidaa talextremoquehabíaocultadomiretirohastaamismejoresamigas;peroquesiéllosupiera,oenalgúnmomentollegaraasaberlo,elseñorHuntingdonpodíaestarsegurodequeseríalaúltimapersonaaquienlesuministraralainformación;yqueerainútilquesemolestaraenreclamaralniño,porqueél(Frederick)presumíadeconocer lo suficiente a su hermana para declarar que dondequiera queestuviera, o cualquiera que fuera su situación, ninguna consideración lainduciríaadesprendersedeél.

30.— ¡Ay! Mis amables vecinos no van a dejarme en paz. De algunamanerahanestadoindagandosobremí,yhetenidoquesoportarlasvisitasdetresfamiliasdistintas,todasmásomenosinteresadasensaberquiényquésoy,de dónde vengo, y por qué he elegido una casa como ésta para vivir. Sucompañíame resulta innecesaria, por no decir otra cosa, y la curiosidadmemolestayalarma:silasatisfago,puedoconduciralaruinademihijo,ysisoydemasiadomisteriosa,noharémásquealimentarsussospechas,invitarlosalaconjetura, y aumentar sus iniciativas… y quizá convertirlas en elmedio deextendermi famadeparroquiaenparroquia,hastaque lleguea losoídosdealguienqueselohagasaberalseñordeGrassdaleManor.

Esperarán que les devuelva sus visitas; pero si después de haceraveriguaciones, descubro que viven demasiado lejos para que Arthur meacompañe, habrán de esperar en vano una temporada, porque no puedosoportar la idea de dejarle, a no ser para ir a la iglesia; y esto no lo heintentadotodavía,porque,puedeserunadebilidadestúpida,perotengotantomiedoaqueselolleven,quenoestoytranquilacuandonoestáamilado;ytemo que estos terrores perturbarían tanto mi devoción que no obtendríaningúnbeneficioporasistiralacapilla.Sinembargo,tengointencióndehacerelexperimentoelpróximodomingoyobligarmeadejarlebajolacustodiadeRachel durante unas horas. Será una ardua tarea, pero no una imprudencia,estoy segura; además, el vicario ha venido a reñirme por descuidar misdeberesreligiosos.Noteníaunaexcusarazonablequeofreceryleprometí,sitodoibabien,quemeveríaenmibancoelpróximodomingo.Noquieroquese me tome por atea; además, sé que me produciría un gran consuelo unaasistenciaocasionalalcultopúblico,situvieralafeylafortalezasuficientespara adecuar mis pensamientos a la solemne ceremonia y prohibirles estarsiemprependientesdemihijoausente,ydelaposibilidaddenoencontrarloa

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mi vuelta; estoy segura de que Dios en Su misericordia me librará de unapruebatandura:porelbiendemihijo,sinoporelmío.Élnopermitiráqueselolleven.

3denoviembre.—Heconocidoaotrosmiembrosdeestacomunidad.Elexcelentecaballeroygalándelaparroquiaysusalrededores(almenosensupropiaestimación)esunjoven…

**

Aquíterminaba.Elrestolohabíaarrancado.¡Quécrueldad…precisamentecuandoibaahablardemí!Porquenomecuponingunadudadequeibaaseratu humilde servidor a quien iba a aludir, aunque no de una forma muyagradable, naturalmente.Estoy segurode ello, tantopor esas pocas palabrascomo por el recuerdo de su aspecto y su actitud hacia mí cuando nosconocimos.¡Enfin!Estabadispuestoaperdonarlaporsuprejuiciorespectoamíyporsusdurasopinionessobrenuestrosexoengeneral,teniendoencuentalosbrillantesespecímenesalosquesehabíalimitadosuexperiencia.

Respecto a mí, sin embargo, hacía tiempo que ella había reconocido suerroryquizácaídoenotroenelextremoopuesto,porque,sibienalprincipiosuopiniónhabíasidoinferioramisméritos,ahoraestabaconvencidodequemismerecimientoseran inferioresasuopinión;ysi laprimerapartedeestacontinuación había sido arrancada para no herir mis sentimientos, quizá laúltimahabía desaparecidopormiedo a alimentar demasiadomivanidad.Encualquiercasohabríadadocualquiercosaporleerlaentera,paracomprobarlaprogresiva amistad hacia mí y cualquier sentimiento más cálido que ellapudieraabrigar,porvercuántoamorhabíaensuestimaycómosehabíaidoacrecentando en ella a pesar de sus virtuosas resoluciones y sus tenacesesfuerzospara…Perono,no teníaderechoaverlo: todoestoerademasiadosagradoparacualquiermiradaquenofueralasuya,yellahabíahechobienalnoponerloamialcance.

CAPÍTULOXLV

RECONCILIACIÓN

Bueno, Halford, ¿qué piensas de todo esto? Y mientras lo leías, ¿teimaginaste por algún momento qué sentimientos me habrían embargado alleerloyo?Seguramenteno;peronovoyacomentarlosahora; sóloharéestaconfesión, por poco honrosa que pueda ser para la naturaleza humana, y enparticularparamí:laprimerapartedeldiariofue,paramí,máspenosaquelaúltima; no es que fuera en absoluto insensible a los pesares de la señora

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Huntingdonoinconmovibleantesussufrimientos,sinoque,deboconfesarlo,experimentéunaespeciedesatisfacciónegoístaalcontemplarqueelconceptoenque tenía a sumarido ibadegradándosepocoapoco,y alver cómoésteextinguíatodoelafectoqueellasentía.Elefectodeconjunto,sinembargo,apesarde toda lasimpatíaquesentíaporellay lacóleraqueélmeinspiraba,fue librar a mi espíritu de una carga insoportable, y llenar de alegría micorazón, como si algún amigo me hubiera despertado de una horrorosapesadilla.

Eranya lasochode lamañana;mivela sehabíaagotadoenmitadde lalectura, sin dejarme más alternativa que hacerme con otra, con riesgo dedespertaratodalacasaoirmealacamayesperarelretornodelaluzdeldía.Pensandoenmimadreelegíloúltimo;peroconquéganatoquélaalmohadaycuántosueñomeproporcionó,lodejoatuimaginación.

A los primeros indicios del amanecer, me levanté y me acerqué con elmanuscrito a la ventana, pero era imposible leerlo todavía. Dediqué mediahoraavestirmeyluegovolvíaélotravez.Entonces,conciertadificultadyunintensoyávidointerés,devoréelrestodesucontenido.Cuandoloconcluíymerecuperédelapasajeraimpresiónquemehabíaproducidosusúbitofinal,abrílaventanaysaquélacabezaparaquemedieraenelrostrolafrescabrisamatinal y para aspirar profundas bocanadas de aire puro. Era una mañanaespléndida; un espeso rocío medio helado cubría la hierba, las golondrinasgorjeabanamialrededor,lascornejasgraznabanylasvacasmugíanalolejos;laescarchatempranayelresplandordelsoldelveranomezclabansudulzuraen el aire. Pero yo no pensaba en esto; una confusión de incontablespensamientos y encontradas emociones me invadía mientras contemplabaabstraídamenteelbellorostrodelanaturaleza.Enseguida,sinembargo,estecaos de pensamientos y sentimientos se aclaró, dando paso a dos nítidasemociones:indescriptiblealegríaporquemiadoradaHeleneralaqueyohabíasoñado,porqueatravésdelosnocivosvaporesdelascalumniasdelmundoyde las propias condenas de mi fantasía, su carácter brillaba cegador, claro,inmaculadocomoaquel solquenopodíamirardirectamente;yvergüenzayprofundoremordimientopormipropiaconducta.

Nada más desayunar salí precipitadamente hacia Wildfell Hall. Rachelhabía ganadomuchos puntos enmi estimación desde el día anterior. Estabadispuestoasaludarlacomoaunaviejaamiga;peromiscariñosasintencionesfueron contrarrestadas por la fríamirada de desconfianza queme dirigió alabrirme lapuerta.Laviejadoncella sehabíaconstituidoen laguardianadelhonordesuseñora,supuse,ysindudaveíaenmíaotroseñorHargrave,sóloquemáspeligrosoalgozardelaestimaylaconfianzadesuama.

—La señora no puede ver a nadie hoy, señor. Está indispuesta —dijocuandoleanunciémideseodeveralaseñoraGraham.

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—Perodeboverla,Rachel—dije,poniendo lamanosobre lapuertaparaimpedirquelacerrara.

—Deverdad,señor,noesposible—replicó,mirándomeconunafrialdadmásaceradaqueantes.

—Seabuenayanúncieme.

—Esinútil,señorMarkham,ledigoqueestáindispuesta.

Justoatiempodeimpedirquecometieralaimprudenciadetomarlacasaporasaltoyentrarenellaviolentamente,seabrióunapuertadentroyaparecióelpequeñoArthurconsutraviesocompañerodejuegos,elperro.Mecogiólamanoconlassuyasysonriendotiródemí.

—Mimamádicequeentreusted,señorMarkham—dijo—,yqueyosalgaajugarconRover.

Rachel se retiró conun suspiro, y yo entré en el salóny cerré la puerta.Allí, delante de la chimenea, estaba la alta, hermosa figura, consumida pormuchasaflicciones.Arrojéelmanuscrito sobre lamesay lamiré.Su rostro,angustiadoypálido, sehabíavueltohaciamí; susojososcurosy francos sefijaronenlosmíosconunagravedadtanintensaquemeencadenaroncomounhechizo.

—¿Lohaleído?—murmuró.Elhechizosehabíaroto.

—Lo he leído entero—dije, internándome en la habitación— y quierosabersimeperdonará…sipuedeustedperdonarme.

Ellanocontestó,pero susojosbrillaronyun levecolor rojo seextendióporsuslabiosymejillas.Alaproximarme,sevolvióbruscamenteysedirigióalaventana.Nofueporqueestuvieraindignada,estababienseguro,sinosóloparaocultarycontrolarsuemoción.Asíquemeaventuréaseguirlayponermea su lado, pero sin decir nada.Me ofreció lamano, sin volver la cabeza, ymurmuróconunavozqueenvanoseesforzóporquesonarafirme:

—¿Puedeustedperdonarme?

Podríaconsiderarseunabusodeconfianza,pensé,llevarestapálidamanoamislabios,asíquesólolaestrechéconlamíaydijesonriendo:

—Mecuestahacerlo.Deberíahabérmelodichoantes.Demuestraunafaltadeconfianza…

—¡Oh,no!—gritóella,interrumpiéndome—.¡Noeraeso!Noerafaltadeconfianzaenusted;perosilehubieracontadopartedemihistoria,tendríaquehabérselo contado todo para justificar mi conducta; y tenía buenas razonesparaevitarsemejanterevelación,hastaquelanecesidadmeobligaraahacerla.Pero ¿me perdona?Me he equivocado, lo sé; pero, como de costumbre, he

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recogidolosfrutosamargosdemipropioerror…,ydeborecogerloshastaelfinal.

Fue verdaderamente amargo el tono de angustia, reprimido por unadecididafirmeza,conquedijoesto.Entoncesllevésumanohastamislabios,yla besé fervorosamente una y otra vez; la angustia me impedía dar otrarespuesta. Ella soportó estas apasionadas caricias sin resistencia niresentimiento;luego,apartándoserepentinamentedemí,recorriólahabitacióndos o tres veces. Me di cuenta por la contracción de su frente, la fuertecompresióndesuslabiosyelretorcimientodesusmanos,queensuinteriorseestabalibrandounsilenciosocombateentrelarazónylapasión.Finalmentesedetuvo delante de la chimenea vacía y, volviéndose hacia mí, dijoserenamente,siesquepodía llamarseserenidada loqueeraresultadodeunviolentoesfuerzo:

—Gilbert, tienes quemarcharte, no en estemomento, pero pronto, y nodebesvolvernunca.

—¿Nuncamás,Helen?¡Precisamentecuandoteamomásquenunca…!

—Por esa misma razón no deberíamos volver a vernos. Pensé que estaentrevistaeranecesaria,oalmenosmeconvencíamímismadequeeraasí,quepodríamospedirnosyconcedernosmutuoperdónporelpasado;peronopuedehaber justificaciónparaotra.Dejaréeste lugar tanprontocomo tengalosmediosparabuscarotrorefugio;peronuestrarelacióndebeterminaraquíyahora.

—¡Aquí y ahora! —repetí como un eco; y aproximándome a la alta ytallada repisa de la chimenea, apoyé mi mano en las gruesas molduras ydescansémifrenteenella,consombríadesesperación.

—No debes volver—continuó ella. Había un ligero temblor en su voz,peromeparecióquesuaspectoengeneralerairritantementesereno,teniendoencuentalahorriblefrasequehabíapronunciado—.Tienesquesaberporquéte lo digo—prosiguió—; y tienes que comprender que esmejor despedirsepara siempre; y ya que es terrible decirnos adiós para siempre, deberíasayudarme. —Hizo una pausa. Yo no dije nada—. ¿Me prometes que novolverás?Sinolohacesyvienesaquíotravez,meobligarásairmeantesdesaberdóndeencontrarotrorefugio,ocómobuscarlo.

—Helen—dije yo, volviéndome hacia ella con impaciencia—no puedodiscutir el asunto de una separación definitiva tan serena ydesapasionadamente como tú. Para mí no es una cuestión de simpleconveniencia:¡esunacuestióndevidaomuerte!

Estabacallada.Suspálidoslabiostemblaronysusdedosseestremecieronalentrelazarsenerviosamenteenlacadenadelaquecolgabasupequeñoreloj

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de oro, la única cosa de valor que se había permitido conservar. Yo habíadicho algo injusto y cruel; pero a continuación, sin poder evitarlo, dije algopeor:

—¡PeroHelen!—empecéenuntonodulceybajo,sinatrevermeamirarlaalacara—:esehombrenoestumarido;alosojosdelCielohaperdidotododerechoa…

Ellamecogióunbrazoconunaasombrosaenergía.

—¡Gilbert,no!—gritóconuntimbredevozquehabríarotouncorazóndediamante—. ¡Por Dios te lo pido, no invoques esos argumentos! ¡Ningúndemoniopodríatorturarmeigual!

—¡Noloharé,noloharé!—dije,poniendocariñosamentemimanosobrela suya, casi tan alarmado por su vehemencia como avergonzado por miconducta.

—En lugar de comportarte como un verdadero amigo —me dijo,separándose de mí, y dejándose caer en el viejo sillón—, y ayudarme contodas tus fuerzas,oparticiparen la luchade la razóncontra lapasión,dejascaertodalacargasobremí;ynosatisfechoconeso,hacestodoloposibleporenfrentarteamí…cuandosabesque…—Separó,yescondiósurostroenelpañuelo.

—¡Perdóname, Helen! —supliqué—, nunca volveré a pronunciar unapalabraalrespecto.Pero¿nopodemosseguirviéndonoscomoamigos?

—Eso no puede ser —repuso ella, moviendo pesarosamente la cabeza;luego alzó los ojos en busca de los míos, con una expresión dulcementereprobadoraqueparecíadecir:«Debessaberlotanbiencomoyo».

—Entonces, ¿qué hemos de hacer? —grité con frenesí. Peroinmediatamenteañadíenuntonomástranquilo—:Haréloquedesees;sólotepidoquenodigasqueéstaeslaúltimavezquenosvemos.

—¿Porquéno?¿Notedascuentadequecadavezquenosveamoslaideade una despedida final serámás dolorosa? ¿No ves que cada encuentro noshaceacadaunomásqueridoparaelotroqueelanterior?—Dijoestoúltimocon voz apresurada y baja, y la caída de sus ojos y el encendido rubordemostraban que ella ya lo había sentido así. Era poco prudente admitirsemejante cosa, o añadir, cómo efectivamente hizo—:Ahorame siento confuerzaspararogartequetevayas;perolapróximavezpodríaserdiferente.—Sin embargo, yo no era lo bastante mezquino para aprovecharme de susinceridad.

—Peropodemosescribirnos—sugerítímidamente—.¿Vasanegarmeeseconsuelo?

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—Podemossaberelunodelotroatravésdemihermano.

—¡Tuhermano!—Me invadió la vergüenza y el remordimiento.Ella nosabía la afrenta que él había sufrido a mis manos y no tuve el valor dedecírselo—. Tu hermano no nos ayudará —dije—: terminaría con todarelaciónquehubieraentrenosotros.

—Y tendría razón, supongo. Como amigo de los dos, nos desearía lomejor;ycualquieramigonosdiríaqueseríaparanosotroslomejor,ytambiénnuestro deber, que nos olvidáramos el uno del otro, aunque fuéramosincapaces de comprenderlo. Pero no tengas miedo, Gilbert —añadió,sonriendotristementealvermiinquietud—,haypocasposibilidadesdequeteolvide.PeronoquisedecirqueFrederickfueraelmedioparaintercambiarnosmensajes,sinoquecadaunopodría,atravésdeél,sabercómoseencuentraelotro;ynodeberíamossobrepasareste límiteporque túeres joven,Gilbert,ydeberías casarte, y lo harás, aunque te parezca imposible ahora.Aunque nopuedodecirquedeseoquemeolvides, séquedeberíashacerlo, tantopor tufelicidad como por la de tu futura esposa, por tanto, debo desearlo y así lodeseo—añadióconvencida.

—Tú también eres joven, Helen —osé decir—, y cuando ese canallalibertino haya malgastado su vida, me concederás tu mano. Esperaré hastaentonces.

Peroellatampocoibaaconcedermeesteconsuelo.Independientementedelamezquindadmoralque suponíabasarnuestrasesperanzasen lamuertedeotrapersonaqueademásdeindignodeestemundonoloeramenosdelotro,cuyamejoraseríanuestraruinaylamayordesustransgresiones,nuestrobienmás grande, lo consideró una locura: muchos hombres con los hábitos delseñorHuntingdonhabíanvividohastaunaavanzadaaunquemiserablevejez.

—Y si soy joven en cuanto a años—dijo ella—, soy vieja en cuanto asufrimientos;peroaunquelaangustianofueracapazdeacabarconmigoantesdequeelvicioledestruyera,piénsalo,siélllegaraaloscincuentaañosoasí,¿esperaríasveinteoquinceaños,sumidoenlaincertidumbre,mientraspasalomejor de tu juventud, para casarte finalmente con una mujer marchita ycansada,comoseréyo,sinhabermevistoniunavezdesdehoyhastaesedía?No, no lo harías —siguió diciendo, interrumpiendo mis solemnesdeclaraciones de constancia infalible—, y aunque lo hicieras no deberíashacerlo. Créeme Gilbert, sobre esto sé más que tú. Crees que soy fría einconmovible,ypuedequetú…

—Nolocreo,Helen.

—Bueno,qué importa;podríassiquisieras…peromisoledadnohasidodeltodoociosa,ynoestoyhablandobajoelimpulsodelmomentocomohaces

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tú:hepensadoentodoestounayotravez;hediscutidotodasestascuestionesconmigo misma, he reflexionado justamente sobre nuestro pasado, nuestropresente y nuestro futuro; y, créeme, finalmente he llegado a la conclusiónacertada.Confíaenmispalabrasmásqueentussentimientosydentrodeunosaños comprenderás que tenía razón, aunque ahora a mí misma me cuestecomprenderlo—murmuróconunsuspiro,altiempoqueapoyabalacabezaenlamano—.Ynodiscutasconmigomás:todoloquepuedasdecirlohadichoyami propio corazón y refutadomi razón.Ya fue bastante doloroso lucharcontraestassugerenciascuandomeeransusurradasenmiinterior;entubocasondiezvecespeoresysisupieraslomuchoquemeduelennolasharías,losé. Si conocieras cuáles son mis sentimientos ahora, tratarías incluso delibrarmedeellosaexpensasdelostuyos.

—¡Me iré en seguida, si ello puede aliviarte, yNUNCAvolveré!—dijeconamargoénfasis—.Perosinopodemosvernosnuncamás,niesperarquevolvamosaencontrarnos,¿esuncrimencomunicarnosnuestrospensamientosporcarta?¿Nopuedenespíritushermanosencontrarseyunirseencomunión,cualesquiera que sean el destino y las circunstancias de sus moradasterrenales?

—¡Sí que pueden! —gritó ella, en un momentáneo estallido de alegreentusiasmo—. Yo también pensé en eso, Gilbert, pero temía mencionarlo,porque teníamiedodequenoentendierasmispuntosdevista.Y todavía lotengo…Metemoqueunamigo lealnosdiríaquenosestamosengañandoanosotros mismos con la idea de conservar nuestra relación espiritual sin laesperanza o la vista puesta en algo más, sin alimentar vanos reproches ydañinas aspiraciones, y haciéndonos ilusiones que estarían cruel eimplacablementecondenadasaperecerdeinanición…

—Olvídate denuestros amigos leales: ya es bastante quepuedan separarnuestros cuerpos; ¡pero, en nombre de Dios, no les dejemos que separennuestras almas!—grité, aterrorizado; ante la ideadequeella considerara sudebernegarnosesteúltimoconsuelo.

—Peronopodemoscruzarnoscartasaquí—dijo—sinencenderel fuegodel escándalo;y cuandomevaya,mi intención seráqueminuevadirecciónseadesconocidapara ticomoparael restodelmundo;noesquedudede tupalabra si me prometes que no irás a visitarme, pero he pensado que tetranquilizaría más saber que no puedes hacerlo, y probablemente te seríamenosdifícilestarseparadodemísinopuedesimaginartemisituación.Pero,escúchame—dijo,alzandosuíndiceysonriendoparacontenermiimpacienterespuesta—:alcabodeseismesessabrásporFrederickdóndemeencuentro;ysi sigues deseando escribirme y crees que puedes mantener unacorrespondenciaespiritual,deideas(talcomopodríanmantenerladosalmasodosamigosdesapasionados),escríbemeytecontestaré.

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—¡Seismeses!

—Sí,paradartiempoaquetuardorseaplaque,yponerapruebalaverdady la constancia del amor que tu alma siente por la mía. Bien, ya hemoshablado bastante. ¿Por qué no despedirnos de una vez?—exclamó casi confuria, después de un momento de silencio, al tiempo que se levantaba delsillónconlasmanosfirmementeentrelazadas.

Pensé que mi deber era marcharme sin más dilación; y me aproximé ymedio extendí lamano como para despedirme. Ella la estrechó en silencio.Pero la ideade la separación final erademasiado insoportable:parecíadejarsinsangreamicorazón;ymispiesestabanpegadosalsuelo.

—¿Y no debemos vernos nuncamás?—murmuré, en la angustia demialma.

—Nos encontraremos en el Cielo. Pensemos en eso—dijo ella con unaserenidaddesesperada;pero susojosbrillabansalvajementey sucaraestabamortalmentepálida.

—Peronotalcomosomosahora—nopudeevitarreplicar—.Mesirvedepococonsuelopensarquelapróximavezqueteveaseráscomounespíritusincuerpo, o como un ser distinto, con un cuerpo perfecto y glorioso ¡pero nocomoéste!,yuncorazón,quizá,alejadodemí.

—¡No,Gilbert,enelCieloelamoresperfecto!

—Tanperfecto,supongo,queseelevaporencimadecualquierdistinción,ynotendrásmássimpatíapormíqueporcualquieradelosdiezmilángelesylainnumerablemultituddeespíritusbeatíficosquenosrodeen.

—Sealoquefuereyo,túseráselmismoy,portanto,posiblementenololamente;seacualfuerelanaturalezadelcambio,sabemosqueseráparamejor.

—Perosivoyacambiarde talmaneraquedejedeadorartecon todomicorazónytodamialma,ydeamarteporencimadecualquierotracriatura,noseréyomismo;y aunque si llegoaganar elCielo séque seré infinitamentemejor y más feliz de lo que soy ahora, mi naturaleza terrenal no puederegocijarse en la anticipación de semejante beatitud, de la cual esa mismanaturalezaysuprincipalalegríadebeestarexcluida.

—¿Esacasotuamorúnicamenteterrenal?

—No,perosupongoquenoestaremosenmásíntimacomuniónelunoconelotroqueconlosdemás.

—Siesasí,esoquerrádecirquelosamamosmás,peronoquenosamemosmenoselunoalotro.Elcrecimientodelamorllevaconsigoelaumentodelafelicidad,cuandoesmutuoypurocomoserá.

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—Pero, Helen, ¿puedes contemplar complacida esta perspectiva deperdermeenunocéanodegloria?

—Reconozcoqueno;peronosabemossiseráasí;peroséquelamentarelcambio de los placeres terrenales por las alegrías del Paraíso, es como si elgusanoquesearrastralamentaraqueundíadebaabandonarlaroídahojapararemontarsealoaltoyrevolotearenelaire,vagandodeflorenflor,saboreandoladulcemieldesuscálices,oharaganeandoensussoleadospétalos.Siestaspequeñas criaturas conocieran el gran cambio que les espera, sin duda lolamentarían;pero¿noseríaequivocadatodaesatristeza?Ysiesteejemplonoteconmueve,aquítienesotro:somoscomoniñosahora;sentimoscomoniños,y comprendemos como niños; y cuando se nos dice que los hombres y lasmujeresnosediviertenconjuguetes,yquenuestroscompañerossecansaránun día de los juegos y ocupaciones triviales que ahora les interesan y nosinteresantanprofundamente,nopodemosevitarentristecernosantelaideadesemejantecambio,porquenopodemosconcebirque,alcrecer,nuestroespírituseensancheyelevehastaelpuntodeconsiderarinsignificantesesosobjetosydiversiones con los que ahora disfrutamos tanto, y que, aunque nuestroscompañeros no jueguen más con nosotros a esos pasatiempos infantiles,beberánconnosotrosenotrasfuentesdeplacer,yfundiránsusalmasconlasnuestras en la persecución de objetivos, más elevados y en la dedicación aocupacionesmásnoblesqueahoraescapananuestracomprensión,aunquenoporellomenosprofundamentedisfrutadasomenosverdaderamentebuenas…mientras al fin y al cabo ellos y nosotros seguimos siendo en ausencia losmismosindividuosdeantes.Pero,Gilbert,¿nopuedeserrealmenteparatiunconsuelolaideadequepodamosreunimosdondenohaydolornitristeza,nienfrentamientoconelpecado,niluchadelespíritucontralacarne;dondelosdos contemplaremos las mismas verdades gloriosas, y beberemos labienaventuranzasublimeysupremadelamismafuentedeluzybondad,eseSeraquienlosdosadoraremosconunamismaintensidaddeardorsagrado,ydondelascriaturashumildesyfelicesamaránconelmismoafectodivino?¡Sinopuedeserparatiunconsuelo,nomeescribasnunca!

—¡Helen,sípuedeserlo,simifenosedebilita!

—Pues entonces —exclamó—, mientras esta esperanza no se debilitedentrodenosotros…

—Nos separaremos—exclamé—. No tendrás que pasar por el dolorosotrancedeecharme:meirédeunavez;pero…

No llegué a expresar con palabras mi petición: la comprendióinstintivamenteyestavezella tambiéncedióo,másbien,nohubonada tandeliberadocomopedirocederenestepunto;hubounimpulsoalqueningunode los dos pudo resistir. Permanecí un segundo mirándola a los ojos y al

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siguientelaacerquéamicorazón,yparecimosfundirnosenuníntimoabrazoqueningunafuerzafísicaomentalpodíadeshacer.Unmurmurado:«¡Diostebendiga!» y «¡vete, vete!», fue todo lo que ella dijo; pero al decirlo meabrazabatanfuertementequenopodíahaberlaobedecidosinviolencia.Alfin,sin embargo, con un esfuerzo heroico, nos separamos y salí de la casacorriendo.

Recuerdo confusamente que el pequeñoArthur corría por el sendero deljardínparaveniramiencuentroyqueyosaltéelmuroparaevitarle,yqueacontinuacióncorríporelterrenoescarpado,salvandolascercasdepiedraylossetosconformeveníanhaciamí,hastaquelaviejamansión,cuandolleguéalpiedelacolinaquedócompletamentefueradelalcancedemivista;ydespuésde largas horas entregado a lágrimas y lamentos amargos, y melancólicasmeditaciones enel solitariovalle,mientras resonabaenmisoídos lamúsicaeternadelvientodeloestesoplandoentrelosárbolesumbríosyelmurmullodelarroyodeslizándoseporsupedregosolecho,misojos,inútilmentefijosenel abismo,vislumbraron sombrasque jugueteaban inquietas sobre la soleadahierba donde de vez en cuando alguna hoja marchita venía bailando acompartirlaalgazara;peromicorazónestabaarriba,enlacimadelacolina,en aquella oscura habitación en donde ella lloraba sola y desolada; ella, aquienyonoibaaconsolar,niverotravez,hastaqueañosdesufrimientonoshubieranvencidoa losdosyarrancadonuestrosespíritusdesusperecederasmoradasdebarro.

Pocosehizoaqueldía,puedesestarseguro.Lagranjaquedóabandonadaalos jornaleros, y éstos hicieron lo que se les antojó. Pero había todavía undeberquecumplir:nomehabíaolvidadodemiasaltoaFrederickLawrence;debía verle para pedir disculpas pormi desgraciada hazaña.De buena ganahabríapostergadomivisitahastalamañanasiguiente;pero¿ysiélmeacusabaante su hermana entretanto? No, no, debía pedirle perdón esemismo día yrogarlequefueraindulgenteensuscargos,sieranecesariohacerlarevelación.Pero demoré la ejecución de mi propósito hasta el anochecer, cuando miespírituestuvieramássereno,ycuando—¡oh,maravillosaperversidadde lanaturaleza humana!— algunas débiles semillas de esperanzas indefinidascomenzarana fructificarenmiespíritu;noesqueyo tuviera la intencióndealimentarlas,despuésde todo loque sehabíadichoal respecto,perodebíanpermanecer durante un tiempo, no fomentadas, aunque tampoco trituradas,hastaquesupieravivirsinellas.

AlllegaraWoodford,laresidenciadeljovenhacendado,encontrénopocadificultadenconseguirquemipresenciaseadmitiera.Elcriadoquemeabrióla puerta me dijo que su amo estaba muy enfermo, y que creía difícil queestuviera en condiciones de verme. Yo no estaba, sin embargo, dispuesto afracasar en mi intento. Esperé tranquilamente en el vestíbulo a que se me

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anunciara,peroenmi interiordecididoanoaceptarunanegativa.El recadofueelqueyoesperaba:unacortés insinuacióndequeel señorLawrencenopodíaveranadie;teníafiebreynoseledebíamolestar.

—Nolemolestarémuchotiempo—dije—;perodeboverleunmomento;quierohablarconéldeunasuntoimportante.

—Selodiré,señor—dijoelhombre.Avancéconélporelvestíbuloyleseguícasihastalapuertadelcuartodondeseencontrabasuamo,puesparecíaque no se hallaba en la cama. La respuesta que recibí fue que el señorLawrenceesperabaqueyofueratanamablededejarleunmensajeounanotaalcriado,puestoquenopodíaocuparsedeningúnasuntoenaquelmomento.

—Puedevermeigualqueausted—dije;yanticipándomealatónitocriado,llaméalapuerta,entré,ylacerrédetrásdemí.Lahabitacióneraespaciosayestabaagradablementeamueblada,muyconfortable,además,paraunsoltero.Un fuego rojo y luminoso ardía en la brillante parrilla; un viejo galgo,entregadoalaociosidadylabuenavida,estabatumbadodelantedeélsobrelagruesa,mullida alfombra, en cuya esquina, junto al sofá, estaba sentado unjoven perro de ojeo que miraba atentamente el rostro de su dueño; quizá,pidiéndole permiso para compartir su sofá, o, tal vez, solicitando sólo unacaricia suya o una palabra amable. El mismo enfermo ofrecía también unaspectohartointeresante,tendidoallí,vestidoconlabatayconunpañuelodesedaquelecubríalassienes.Surostro,habitualmentepálido,estabasonrojadoy febril; susojosestuvieronentrecerradoshastaqueadvirtiómipresencia,yentonceslosabriócondesmesura;alargónegligentementeunamanohaciaelrespaldodelsofáycogióunpequeñovolumenconelque,enapariencia,habíaestado intentando en vano pasar el tiempo. Lo dejó, sin embargo, en susobresaltodeindignadasorpresacuandoavancéporlahabitaciónymedetuvedelante de él de pie sobre la alfombra. Se incorporó con la ayuda de susalmohadasymemiró,conelhorror,lacólerayelaturdimientoreflejándoseensurostro.

—¡Señor Markham, no esperaba esto de usted! —dijo; y el colordesapareciódesusmejillas.

—Ya sé que no —contesté—, pero tranquilícese, le diré para qué hevenido.

Meacerqué inconscientementeunpocomásaél.Sesobresaltóalvermiaire decidido. Su expresión de disgusto y de instintivomiedo físico nomeparecióconciliadora.Sinembargo,retrocedí.

—Seabreve—dijo,poniendolamanoenelpequeñotimbredeplataqueestabaenlamesasituadajuntoaél—,delocontrariomeveréobligadoapedirayuda.Nomeencuentroencondicionesdesoportarsusbrutalidadesosiquiera

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supresencia.

Yefectivamenteelsudorasomabaasusporosybrillabaensupálidafrentecomosifuerarocío.

Unrecibimientosemejantenopodíaconsiderarsedirigidoadisminuir lasdificultadesdemidifícilmisión.Pero,encualquiercaso,yodebíacumplirla;asíquefuidirectamentealasuntoyexpliqué,vacilante,elobjetodemivisitalomejorquepude.

—La verdad, Lawrence —dije— es que no he sido muy correcto conusted,sobretodolaúltimavezquenosvimos;hevenidoa…,enfin,hevenidoadecirlequelamentoloquehiceyarogarlequemeperdone…Sidecidenoconcederme su perdón—añadí apresuradamente, porque no me gustaba laexpresióndesucara—,noimporta…,sóloquehecumplidoconmideber…nadamás.

—Esmuy fácil—replicó, con una débil sonrisa, que se acercaba a unamueca de burla— ofender a un amigo y golpearle en la cabeza, sin razónalguna,yluegodecirlequelaafrentanofuemuycorrecta,sindarimportanciaaquelaperdoneono.

—Olvidédecirlequetodofuelaconsecuenciadeunerror—murmuré—.Le habría dado una explicación apropiada, pero me ha irritado usted tanprofundamenteconsu…Bueno,supongoquelaculpaesmía.ElhechoesqueyonosabíaqueustederaelhermanodelaseñoraGraham,yviyoíalgunascosas relativas a su conducta con ella, que despertaron desagradablessospechas, las cuales, permítame decir, podrían haberse desvanecido con unpocodesinceridadyconfianzaporsuparte;yporúltimo,diolacasualidaddeque oí amedias una conversación que ustedmantuvo con ella queme hizopensarqueteníarazonesparaodiarle.

—¿Ycómoha llegadoasaberquesoysuhermano?—preguntóunpocoinquieto.

—Melodijoellamisma.Melohacontadotodo.Sabíaquepodíaconfiarenmí.Peronotieneporquéinquietarse,señorLawrence,¡pueslahevistoporúltimavez!

—¡Porúltimavez!¿Acasosehaido?

—No,perosehadespedidodemí.Leheprometidoquenomeacercaréaaquellacasamientrasvivaenella.

Podía haber suspirado escandalosamente ante los amargos pensamientosquesuscitóestapartedemiexplicación.Peromelimitéacerrarlasmanosygolpear la alfombra con el pie. Mi acompañante, sin embargo, se sentíaevidentementealiviado.

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—¡Ha hecho usted bien! —dijo en un tono de inmoderada aprobación,mientrassurostroseiluminabaconunaexpresióncasialegre—.Yencuantoala confusión, lamento por los dos que haya ocurrido. Quizá pueda ustedperdonarmifaltadesinceridadyrecordar,comounasuavizaciónparcialdelaofensa, lo poco que me ha ayudado a confiar amistosamente en usted sucomportamientoenlosúltimosdías.

—Sí, sí, lo recuerdo todo: nadie puede reprochármelomás de lo que detodo corazón me lo reprocho a mí mismo; en cualquier caso, nadie puedelamentarconmássinceridadqueyoelresultadodemibrutalidad,comolahadenominadoustedcorrectamente.

—Olvídesedeello—dijo,sonriendodébilmente—;olvidémonosdetodaslaspalabrasdesagradablesquehemospronunciado,asícomodelasafrentas,yconfinemosalolvidotodoloquetenemosrazonesparalamentar.¿Tienealgúnreparoenestrecharmimano?

Temblabadedebilidadmientraslateníaextendidayladejócaerantesdeque yo tuviera tiempo de cogerla y darle un cariñoso apretón que no pudodevolvermeporfaltadefuerzas.

—Qué seca y caliente está su mano, Lawrence —dije—. Está ustedenfermodeverdad,ylehepuestopeorcontodaestacharla.

—Oh,noesnada:noesmásqueunresfriadoquecogíbajolalluvia.

—Porculpamía,además.

—No se preocupe. Dígame, ¿le mencionó usted este incidente a mihermana?

—Siquierequeledigalaverdad,notuvevalorparahacerlo,perocuandoustedselocuente,¿querrádecirlequelolamentoprofundamenteyque…?

—¡Oh,notema!Noledirénadaencontrasuya,siemprequecumplaconsupromesademantenersealejadodeella.¿Tieneustedalgunanoticiadequesepalodemienfermedad?

—Creoquenolosabe.

—Esometranquiliza,puestodoestetiempohaestadoatormentándomelaideadequealguienledijeraqueyoestabaagonizando,ogravementeenfermo,conloquesehabríaangustiadoporlaimposibilidaddetenernoticiasmíasydecuidarme,oquizáhabríacometidolalocuradeveniraverme.Debohacerlo posible por hacerle saber cómo me encuentro —continuó diciendo conexpresión reflexiva—, o de lo contrario acabará enterándose de una historiasemejante.Amuchos les gustaría llevarle una noticia así, simplemente paravercómolaencaja;yluegoellapodríaexponerseaunescándalo.

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—Mehubieragustadodecírselo—dije—.Sinofuerapormipromesairíaadecírseloahora.

—¡Deningunamanera!Noestabapensando en eso; pero si le escribierauna nota ahora, sin mencionarlo a usted, Markham, sino simplementecomunicándole brevemente mi enfermedad, qué me impide ir a verla,poniéndolaenguardiacontralasexageradasinformacionesquepuedarecibir,escribiendo en el sobre su dirección con una letra deformada, ¿sería tanamabledeecharlaenelbuzóndecorreoscuandopaseporél?Nomeatrevoaconfiarenningúncriadoenuncasosemejante.

Accedí de buena gana y le llevé inmediatamente lo necesario para queescribiera la nota. No tuvo que hacer grandes esfuerzos para desfigurar suletra, porque al hombre le costó mucho mantener firme el pulso, así comoconseguir que sus trazos resultaran legibles. Cuando terminó, creí oportunoretirarme yme despedí después de preguntarle si había alguna cosa que yopudierahacerpor él, porpequeñaque fuera,para aliviar sus sufrimientos,yreparareldañoquelehabíacausado.

—No—dijo—,yahahechobastante;hahechopormímásde loqueelmássabiodelosmédicospodíahacer;porquehelibradoamiespíritudedospesadascargas:lainquietudporlasituacióndemihermana,ylapreocupaciónqueeraustedparamí,porquecreoqueestasdosfuentesdedolorhanhechomásencontrademisaludquecualquierotracosa;ahoraestoyconvencidodequeme recuperaré pronto.Hay otra cosa que puede hacer pormí, y es quevengaavermedevezencuando,porque,verá,yoestoymuysoloaquíy leprometoquenolenegarélaentradaotravez.

Mecomprometíasatisfacersudeseoymemarchédespuésdeestrecharlecordialmente la mano. Camino de casa, eché la carta al correo, resistiendovalerosamentelatentacióndeponerunapalabrademiparte.

CAPÍTULOXLVI

CONSEJOSAMISTOSOS

Avecesmesentíafuertementetentadoderevelaramadreyamihermanael verdadero carácter y las circunstancias reales de la acosada inquilina deWildfell Hall, al principio lamenté haberme olvidado de pedirle a la damapermisoparahacerlo;pero,despuésdereflexionardebidamente,medicuentadequesiellaslosconocieran,noseríapormuchotiempounsecretoparalosMillwardsylosWilsoryestalmiopiniónsobreelcarácterdeElizaMillwardque, si alguna vez llegara a conocer la clave de la historia, me temo que

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encontraríalaformaderevelarlealseñorHuntingdonel lugardelrefugiodesu esposa. Por tanto debía esperar pacientemente a que pasaran estos seismeses, y luego, cuando la fugitiva hubiera encontrado otro hogar, y se mepermitiera escribirle, le rogaría que me dejara limpiar su nombre de estasmezquinas calumnias; de momento tenía que contentarme con la simpleafirmación de que sabía que eran falsas, y que lo probaría algún día, paravergüenza de aquellos que la calumniaban. No creo que me creyera nadie,pero todo elmundo aprendió en seguida a evitar pronunciar una palabra encontradeella,oinclusomencionarsunombreenpresenciamía.Mecreíantantrastornadoporlasseduccionesdeaquellainfelizmujerqueestabadecididoadefenderlacontratodalógica;entretantomevolvícadavezmásmalhumoradoy misántropo por culpa de la idea de que todos los que me encontrabaocultabanpensamientos indignossobre lasupuestaseñoraGrahamyque losexpresaríansiseatrevieran.Mipobremadreestabamuypreocupadapormí;peroyonopodíaevitarlooporlomenoscreíaquenopodía,aunqueavecessentía remordimientos por mi irrespetuosa conducta hacia ella y hacía unesfuerzoporcorregirme,lograndomiobjetivosóloparcialmente;laverdadesqueyoeramáshumanoenmitratoconellaqueconningunaotrapersona,aexcepción del señor Lawrence. Rose y Fergus rehuían mi presencia; y eramejorasí,puesyonoeraunacompañíaapropiadaparaellos,niellosparamí,enlascircunstanciaspresentes.

LaseñoraHuntingdonnodejóWildfellHallhastaunosdosmesesdespuésdenuestraúltimaentrevista.Entodoesetiemponuncaaparecióporlaiglesia,yyonuncameacerquéalacasa.Únicamentesabíaqueellaestabatodavíaallíporlasbrevescontestacionesdesuhermanoalasmuchasyvariadaspreguntasque lehacía sobre ella.Fui unvisitante asiduoy atentode su casamientrasduró su enfermedad y convalecencia; no sólo por el interés que tenía en surecuperación y mi deseo de animarle y hacer méritos que compensaran mianterior«brutalidad»,sinopormiafectocrecienteporélyelplacercadavezmayor que me proporcionaba su compañía, en parte debido a su mayorcordialidadhaciamí,perofundamentalmenteporsuíntimarelación,tantoporsangrecomoporcariño,conmiadoradaHelen.Lequeríamásporellodeloque me gustaba admitir; y encontré un secreto placer en estrechar aquellamanodededosfinosypálidos, tanmaravillosamenteparecidosalosdeella,teniendo en cuenta que no era una mujer, y en contemplar los cambiossucesivos que se operaban en su cara pálida y bella, y observar lasentonacionesdesuvoz,detectandosemejanzasquenuncamehabíallamadolaatenciónantes.Avecesme indignaba, realmente con suevidente renuncia ahablardesuhermana,aunqueynoponíaendudasusbuenasintencionesdenotratardefomentarmirecuerdodeella.

Surecuperaciónnofuetanrápidacomoélhabíaesperado.Nopudomontarsujacahastaunosquincedíasdespuésdelafechadenuestrareconciliación;y

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elprimerusoquehizodesurecuperadasfuerzasfueiracaballoporlanocheaWildfell Hall para ver a su hermana. Era un empeño azaroso tanto para élcomo para ella, pero creyó necesario consultarle el asunto de su proyectadamarcha,cuandonotranquilizarlaconrespectoasusalud,yelpeorresultadofue una ligera recaída; nadie salvo yo y losmoradores de la viejamansiónsupieron de su visita, y creo que no fue su intención mencionármela, puescuandofuiaverleeldíasiguienteymedicuentadequenoestaba tanbiencomo era de esperar, dijo simplemente que se había resfriado por haberpermanecidodemasiadotiempofueradecasaalanochecer.

—No podrá ver nunca a su hermana si no se cuida—le dije, un pocoirritado,enlugardecompadecerleporloqueaellaconcernía.

—Yalahevisto—dijo,tranquilamente.

—¿Lahavisto?—inquirí,alzandolavoz,atónito.

—Sí.—Yentoncesmeexplicólasconsideracionesquelehabíanimpelidoacorrerelriesgoylasprecaucionesquehabíatomado.

—¿Ycómoestaba?—pregunté,ansioso.

—Comodecostumbre—fuelabreveaunquetristerespuesta.

—Comodecostumbre,esdecir,nadafelizynadaanimada.

—No está enferma—replicó—, y recuperará su ánimo dentro de poco,estoyseguro.Perotantaspenalidadeshansidocasidemasiadoparaella.Quéamenazadoras son esas nubes—siguió diciendo,mirando por la ventana—.Meparecequevamosa tener tormentay lluviaantesdequeanochezca…,yprecisamenteenelmomentoenqueestoyenlamitaddelarecogidadeltrigo.¿Harecogidoelsuyoya?

—No…Lawrence,suhermana…¿lehablódemí?

—Mepreguntósilehabíavistoúltimamente.

—¿Yquémásledijo?

—Nopuedodecirletodoloquemedijo—repusoconunadébilsonrisa—porquehablamosmuchoaunquemivisitafuecorta;peronuestraconversaciónversó fundamentalmente sobre su proyectada marcha, la cual le rogué queretrasara hasta queme encontrara en condiciones de ayudarla a buscar unanuevacasa.

—Pero¿nodijonadamássobremí?

—Nohablómuchodeusted,Markham.Yonolahabríaanimadoahacerlo,sisehubierainclinadoaello;peroafortunadamentenofueasí;sólomehizoalgunas preguntas referentes a usted y pareció satisfecha con mis breves

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respuestas,enloquesemostrómássensataquesuamigo;ypuedoasegurarlequelepreocupabamásqueustedpensarademasiadoenella,queelqueustedlaolvidara.

—Tienerazón.

—Perometemoquelapreocupacióndeustedeslaopuesta.

—No, de verdad: deseo que sea feliz, pero no quiero queme olvide enabsoluto.Ellasabequeesimposiblequeyollegueaolvidarla;ytienerazónaldesearquenolarecuerdedemasiado.Nomegustaríaquemeecharademenosdemasiado profundamente; pero me cuesta creer que se sienta muydesgraciada pormi culpa, porque sé que no lomerezco, salvo en lo que serefiereamiopinióndeella.

—Ninguno de los dos se merece un corazón destrozado, ni todos lossuspiros,laslágrimasylospensamientostristesquesehanmalgastadoy,metemo,semalgastarán,porpartedelosdos;pero,enestemomento,cadaunotieneunaopiniónmásexaltadadelotrodeloqueustedoellasemerecen.Lossentimientos de mi hermana son tan vehementes por naturaleza como lossuyos,ycreoquemásconstantes;peroellatieneelbuensentidoylaenterezade luchar contra ellos; y confío en que no descanse hasta haber alejado deltodoesospensamientos…—Dudó.

—Referentesamí—dije.

—Ydeseoqueustedintentelomismo—continuó.

—¿Ledijoellaqueésaerasuintención?

—No;noaludimosaesacuestión:nohabíanecesidaddehacerlo,porquenodudédequeésaerasudeterminación.

—¿Olvidarme?

—¡Sí,Markham!¿Porquéno?

—¡Oh, bueno! —fue mi única respuesta audible; pero interiormentecontesté: «No, Lawrence, está usted en un error, ella no está decidida aolvidarme. Sería un error olvidar a alguien tan profunda y fervorosamenteapegadoaella,quepuedeapreciartanplenamentesusvirtudesycomprendersusideascomopuedohaceryo,yseríaunerrorpormiparteolvidarmedeunacriaturatanexcelsaydivinasalidadelasmanosdeDioscomoella,despuésdehaberla conocido y amado con tanta sinceridad». Pero no le dije nadamássobreelasunto.Deinmediatoiniciéunaconversaciónbanalymedespedídemiamigoconunsentimientomenoscordialquedecostumbre.Quizánoteníaderechoasentirmemolestoconél,peroasíera.

Algo más de una semana después de esta conversación me lo encontré

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cuando volvía de hacer una visita a losWilson. Entonces decidí hacerle unfavor,aunacostadesussentimientos,y,quizá,conelriesgodellevarmeesedisgustoquesueleserlarecompensadequienescomunicanunainformacióndesagradable o dan un consejo no requerido. En esto, créeme, no meimpulsaronmotivosdevenganzaporlasinquietudesquemehabíacausadoenlosúltimostiempos,niningúnsentimientodemalevolenteenemistadhacialaseñoraWilson, sino únicamente el hecho de que yo no podía soportar quesemejantemujerseconvirtieraenlahermanapolíticadelaseñoraHuntingdonyque,tantoporsubiencomoporeldeél,meresistíaaadmitirqueseunieraauna persona que lemerecía tan poco, y tan absolutamente inadecuada paracompartirsu tranquilohogaryser lacompañeradesuvida.Élmismohabíatenidodesagradablessospechassobreaquellacabezahueca,supuse;peroeratalsuinexperiencia,ytaleslospoderesdeatraccióndeladama,ysuhabilidadpara conseguir que éstos se grabaran en su joven imaginación, que aquellassospechasnolehabíanvueltoapreocupar,ycreoquelaúnicacausarealdelavacilanteindecisiónquelehabíaimpedidohacerunadefinitivadeclaracióndeamorera laconsideraciónque lemerecíasufamilia,enespecialsumadre,aquienélnopodíasoportar.Sivivieranlejos,podríahabervencidolaobjeción,pero dentro de los tres o cuatro kilómetros deWoodford, no era un asuntobanal.

—¿Viene usted de visitar a losWilson, Lawrence?—pregunté mientraspaseabajuntoasujaca.

—Sí—medijo,volviendoligeramenteelrostro—;creíunaobligacióndecortesía aprovechar la primera oportunidad para agradecerles sus amablesatenciones, puesto que han mostrado un interés constante a lo largo de mienfermedad.

—TodosedebealaseñoritaWilson.

—Y si es así—replicó él, sonrojándose de forma perceptible—, ¿es ésaunarazónparaqueyonolesmuestreadecuadamentemiagradecimiento?

—Es una razón para que no muestre usted el agradecimiento que ellabusca.

—Dejemosesetema,porfavor—dijo,evidentementemolesto.

—No,Lawrence,consupermisocontinuaréconélunratomás;ylediré,ahoraquehablamosdeello,algoquepuedeustedcreerono,comoprefiera;sólolepidoquerecuerdequenoesmicostumbrehablarcalumniosamenteyque,enestecaso,notengomotivosparadesfigurarlaverdad.

—¡Enfin,Markham!¿Quéocurre?

—LaseñoritaWilsonodiaasuhermana.Puedeparecerlógicoque,ensu

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ignorancia del parentesco, sintiera cierta enemistad hacia ella, pero ningunamujerhonestaoamableseríacapazdeexhibirunamaliciatanmordaz,cruelypremeditada contra alguien que piensa que es su rival, como yo he podidocomprobar.

—¡¡Markham!!

—Sí…,yestoyconvencidodequeElizaMillwardyella,sinolasautorasde las informaciones calumniosas que han sido propagadas, fueron quienescon toda intención las fomentaron y quienes principalmente las propagaron.LaseñoritaWilsonnodeseabamezclarelnombredeustedenesteasunto,porsupuesto,peroera,yestodavía,unplacerparaellahacertodoloposibleporcalumniar a su hermana, sin arriesgarse demasiado a que se descubra sumalignidad.

—No puedo creerlo —me interrumpió mi acompañante, con la caraencendidaporlaindignación.

—En fin, como no puedo probarlo, debo contentarme con afirmar queestoyplenamenteconvencidodeello;perocomoustednosecasaríadebuenaganaconlaseñoritaWilsonsifueraverdad,harábienensercauto,hastaquehayaprobadoquenoesasí.

—Nuncalehedicho,Markham,quetuvieralaintencióndecasarmeconlaseñoritaWilson—dijo,conorgullo.

—No,pienseustedhacerloono,ellapretendecasarseconusted.

—¿Selodijoella?

—No,pero…

—Entoncesnotieneustedderechoahacerunaafirmaciónsemejante.

Obligóa la jacaaquealigeraraelpaso,peroyocogí sucrin,decididoaquenosefueratodavía.

—Espereunmomento,Lawrence,ydéjemequeleexplique;noseatan…nosécómollamarlo…inaccesible.SéloquepiensadeJaneWilsonycreoqueséhastaquépuntoestáustedequivocadoensuopiniónsobreella;creequeessingularmenteencantadora,elegante,sensibleyrefinada;nosedaustedcuentadequeesegoísta,cruel,ambiciosa,taimada,inconsciente…

—Yabasta,Markham,yabasta.

—No;déjeme terminar.Ustednosabequesi secasaraconellasuhogarseríasombrío,inhóspito;yalfinseleromperíaelcorazónalverseunidoaunapersonatanabsolutamenteincapazdecompartirsusgustos,sussentimientos,sus ideas, tan desprovista de sensibilidad, buenos sentimientos y verdaderanoblezadeespíritu.

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—¿Haterminado?—preguntómiacompañanteconserenidad.

—Sí;séquemeodiapormiimpertinencia,peronomeimportasiconelloconsigoimpedirquecometaeseerrorfatal.

—¡Bien!—repuso él, con una sonrisa glacial—.Me complace que hayasuperado u olvidado sus propias aflicciones, hasta el punto de ser capaz deestudiartanexhaustivamentelosasuntosdelosdemás,ydepreocuparse,sinnecesidad,porlasposiblesosupuestascalamidadesdesuvidafutura.

Nosdespedimosconciertafrialdadunavezmás;peronohemosdejadodeser amigos;mibienintencionado consejo, aunquepodríahaber sidoofrecidoconmás precauciones, y aceptado conmás agradecimiento, no fue del todoinútil en cuanto al efecto deseado: su visita a los Wilson no se repitió y,aunqueennuestrasentrevistassiguientesnuncamencionósunombre,niyoselo mencioné a él, tengo razones para creer que ponderó mis palabras ensolitario,queconsolicitudaunqueensecretobuscóinformaciónsobrelabelladamaporotrosmedios,quecomparósinadvertirloladescripciónqueyohabíahechodelcarácterdeellaconlaqueélsehabíaimaginadoyconlaquededujodelasafirmacionesdeotraspersonas,yquefinalmentellegóalaconclusión,valorándolotodo,dequemásvalíaqueellasiguierasiendolaseñoritaWilsondeRyecoteFarm,envezdeconvertirseen laseñoraLawrencedeWoodfordHall. Creo asimismo que pronto comenzó a contemplar con íntimaestupefacción su anteriorpredileccióny a felicitarsepor la afortunadahuidaquehabíaemprendido;peronuncame loconfesó,ni insinuóunapalabradeagradecimientoporlaparticipaciónqueyohabíatenidoensuliberación.Peroestonofueunasorpresaparaalguienqueleconocíacomoyo.

EncuantoaJaneWilson,sellevóunadecepciónyleamargóelinesperadoy frío abandonoy la final desercióndel quehabía sido su admirador. ¿Hicemalenecharportierrasusqueridasesperanzas?Creoqueno;ydebodecirtecon toda seguridad que nunca hasta ahorame ha acusadomi conciencia dehabermedejadoguiarporunamalvadaintenciónenesteasunto.

CAPÍTULOXLVII

NOTICIASALARMANTES

Unamañana,enlosprimerosdíasdenoviembre,cuandoredactabaalgunascartascomercialespocodespuésdeldesayuno,ElizaMillwardvinoavisitarami hermana.Rose no tenía la lucidez ni la virulencia necesarias para ver alpequeño demonio como yo le veía, y las dos todavía conservaban suintimidad. Sin embargo, en el momento de su llegada no estábamos en la

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habitaciónmás que Fergus y yo;mi hermana ymimadre estaban ausentes,ocupadas«ensuslaboresdomésticas»;peroyonoteníaningunaintencióndeentretenerla, si podía entretenerla otro; me limité a dedicarle un saludoindiferenteyalgunaspalabrasirrelevantes,yluegoseguíescribiendo,dejandoamihermanoquefueramáscortés,siquería.Peroelladeseabaimportunarme.

—¡Quéplacerencontrarleaustedencasa,señorMarkham!—dijoconunasonrisa solapadamente maliciosa—. Le veo poco últimamente, porque noviene nunca por la vicaría. Le aseguro que papá está bastante enfadado—añadióconairefestivo,mirándomeconunarisaimpertinente,altiempoquesesentabacasienfrente,nomuyalejadademiescritorio,alaalturadelaesquinadelamesa.

—Hetenidomuchoquehacerúltimamente—dije,sinlevantarlavistademicarta.

—¿De veras? Alguien me dijo que ha estado usted descuidando susasuntosestosúltimosmeses.

—Pues ese alguien se equivocó, porque precisamente los últimos dosmeseshesidomuytrabajadorydiligente.

—¡Ah!Bueno,supongoquenohaynadamejorqueunaocupaciónactivaparaconsolaralosafligidos;perdóneme,señorMarkham,peronotieneustedmuybuenaspecto, y, segúnmis referencias, ha estado tan tristeypensativoúltimamente, que casi me inclino a pensar que tiene alguna preocupacióníntima que agobia su espíritu. Antes —dijo con timidez— podía habermeaventuradoapreguntarleloqueerayquépodíahacerparaconsolarle;ahoranomeatrevoahacerlo.

—Esustedmuyamable,señoritaEliza.Cuandocreaquepuedehaceralgoparaconsolarme,tendréeldescarodedecírselo.

—¡Hágalo, se lo ruego! Supongo que no puedo adivinar lo que lepreocupa.

—Notienenecesidaddehacerlo,porquese lodiréconclaridad.Lacosaquemásmemolesta en estemomento es una joven dama que está sentadacercademíyquemeimpideterminarmicartay,portanto,cumplirconmisobligacionescotidianas.

Antesdequepudieradarréplicaaestaafirmaciónpocogalante,Roseentróen la habitación. La señorita Eliza se levantó para saludarla y las dos sesentaroncercadelachimenea,dondeaquelmuchachoocioso,Fergus,estabade pie, apoyando su espalda contra la esquina de la repisa, con las piernascruzadasylasmanosenlosbolsillosdelpantalón.

—Rose,tengoquecontarteunasnoticias.Esperoquenolassepasya,pues

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sean buenas,malas o indiferentes, a una siempre le gusta ser la primera encontarlas.Serefiereaesatristemujer,laseñoraGraham…

—¡Chitón! —susurró Fergus, con un ademán solemne—. Nunca lamencionamos;nuncasepronunciasunombre.

Y alzando la mirada, le sorprendí mirándome de soslayo señalando sufrenteconundedo;luego,guiñandounojoalajovendamaconunlastimeromovimientodecabeza,susurró:

—Unamonomanía…peronolamencione…,todomenoseso.

—Lamentaríaherirlossentimientosdealguien—repusoellahablandoenvozbaja—;enotraocasión,quizá.

—¡Hablealto,señoritaEliza!—dije,sincondescenderahacercasodelasbufonadasdelotro—.Notengamiedodedecirnadaenmipresencia.

—Estábien—contestó—,quizásepaustedyaqueelmaridodelaseñoraGraham no ha muerto en realidad y que ella le había abandonado. —Mesobresaltéysentíquesemeencendíael rostro;pero loocultécon lacartayseguídoblándolaconformeellahablaba—.Peroquizánosabequehavueltocon él y que se han reconciliado. Fíjate —continuó, volviéndose hacia laconfundidaRose—,¡quéestúpidodebedeserelhombre!

—¿Y quién le proporcionó a usted esa información, señorita Eliza? —pregunté,interrumpiendolaexclamacióndemihermana.

—Laheobtenidodeunafuentefidedigna,señor.

—¿Puedopreguntardequién?

—DeloscriadosdeWoodford.

—¡Oh! No sabía que tuviera usted un conocimiento tan íntimo de losasuntosdomésticosdelseñorLawrence.

—No me lo contó el criado, pero él se lo dijo en confianza a nuestradoncellaSarah,ySarahmelocontóamí.

—Enconfianza, supongo,yustednos locuentaenconfianzaanosotros;pero puedo asegurarle que es una historia disparatada, y más de la mitad,mentira.

Mientrashablaba,terminédeponerelselloyladirecciónalossobresdemiscartasconunamanountantovacilanteapesardetodosmisesfuerzosporaparentar serenidad y a pesar demi firme convicción de que la historia eradisparatada,dequelasupuestaseñoraGrahamnohabíavueltoconsumaridoyquejamáshabíasoñadoconunareconciliación.Lomásprobableesquesehubiera ido,yqueel chismosodel criado,no sabiendo loquehabía sidode

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ella, hubiera inventado la historia, y nuestra bella visitante nos la contabaahoracomocierta, encantadade tener laoportunidaddeatormentarme.Peroeraposible—difícilmenteposible—quealguienlapudierahabertraicionado,yquesehubieravistoobligadaamarcharse.Dispuestoaconocerlopeor,cogírápidamentelasdoscartasymurmurandoalgosobrellegardemasiadotardealcorreo,abandonélahabitación,meprecipitéalpatioypedíagritosmicaballo.Comonohabíanadieporallí, losaquéyomismodelacuadra,lecoloquélasillaylasbridas,montéenélysalíalgalopecaminodeWoodford.Encontréasupropietariovagandopensativamenteporelcampo.

—¿Sehaidosuhermana?—fueronmisprimeraspalabrasaltiempoqueleestrechabalamano,enlugardemihabitualpreguntasobresusalud.

—Sí, se ha ido—fue su respuesta, pronunciada tan serenamente quemiterrordesapareció.

—Supongoquenopuedosaberdóndeestá…—dije,mientrasdesmontabayponíamicaballoenmanosdeljardinero,que,comoeraelúnicocriadoqueestabacerca,habíasidorequeridoporsuamoparaquedejarasuocupaciónderastrillarlashojasmuertasdelpradoparallevarelcaballoalacuadra.

Mi amigo me cogió gravemente del brazo y, conduciéndome hacia eljardín,contestóasíamipregunta:

—EstáenGrassdaleManor,enelcondadode…

—¿Dónde?—grité,conunsobresaltoconvulsivo.

—EnGrassdaleManor.

—¿Quéocurrió?—dije,sinaliento—.¿Quiénlatraicionó?

—Fueporsupropiavoluntad.

—¡Imposible,Lawrence!¡Nopuedeestartanloca!—exclamé,cogiéndolevehementementedelbrazo,comoparaobligarleadesmentiraquellasodiosaspalabras.

—Es la verdad—insistió él con lamisma gravedad—, y no lo hizo sinrazón—continuódiciendo,desembarazándosesuavementedemimano—:elseñorHuntingdonestáenfermo.

—¿Asíquehaidoacuidarlo?

—Sí.

—¡Estúpida! —no pude evitar exclamar, y Lawrence me miro con unaexpresiónllenadereproche—.¿Estámuriéndoseacaso?

—Creoqueno,Markham.

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—¿Y cuántas enfermeras más tiene a su alrededor? ¿Cuántas damas,ademásdeella,estánallíparacuidarle?

—¡Ninguna!Estabasolo,delocontrarioellanohabríaido.

—¡Oh,malditasea!¡Estoesintolerable!

—¿Elqué?¿Queestésolo?

Nointenté replicar,porquenoestabasegurodequeaquellacircunstancianomecondujeraa la locura.Continuépaseandoangustiado,ensilencio,conunamanopegadaa la frente;depronto,medetuvey,volviéndomehaciamiacompañante,exclamé:

—¿Por qué tomó esa descabellada decisión? ¿Qué demonio la obligó ahacerlo?

—Nadasalvosupropiosentidodeldeber.

—¡Patrañas!

—Yomeinclinéadecirlomismoalprincipio,Markham.Leaseguroqueella no fue siguiendo mi consejo, pues detesto a ese hombre tanfervientementecomopuedeusteddetestarlo,aunque,siquierequelediga laverdad,suenmiendamesatisfaríamásquesumuerte;peroloúnicoquehiceyo fue informarla de la circunstancia de su enfermedad (que se debe a unacaídadelcaballocuandocazaba),ydecirlequeaquelladesgraciadamujer,laseñoritaMyers,lehabíadejadohacetiempo.

—¡Hizo mal! Ahora que le conviene que ella esté allí, se dedicará asoltarle toda clase de discursos mentirosos y a hacerle bonitas y falsaspromesasparaelfuturo,yellalecreerá,yluegosusituaciónserádiezvecespeorydiezvecesmásirremediablequeantes.

—Demomentonoparecequehayamuchabasepara semejantes temores—dijoél,sacandounacartadelbolsillo—:porlainformaciónquerecibíestamañana,yodiría…

¡Era su letra!Conun impulso irresistible alargué lamanoy las palabras«¡Déjemeverla!»salieron involuntariamentedemis labios.Eraevidentequeélseresistíaasatisfacermideseo,peromientrasdudaba,selaarrebatédelamano. Pero un minuto después recuperé la compostura y le ofrecídevolvérsela.

—Cójala—dije—,sinoquierequelalea.

—No—repusoél—,puedeleerlasilodesea.

Laleí,comopuedesleerlatúahora.

Grassdale,4denoviembre

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QueridoFrederick:

Séqueestarásimpacienteporsaberdemí,ytecontarétodoloquepueda.El señor Huntingdon está muy enfermo, pero no agonizando, ni ante unaamenazainminente;estábastantemejorenestemomentoquecuandollegué.Encontrélacasaenunestadodetristeconfusión:laseñoraGreaves,Benson,todosloscriadoshonradossehabíanidoylosquehabíanvenidoasustituirlosformabanunapandillanegligente,desordenada,pornodeciralgopeor.Tengoquecambiarlosdenuevosimequedo.Unaenfermeraprofesional,unamujerde edad, ceñuda y severa, había sido contratada para atender al infelizenfermo.Éstetienemuchosdoloresycarecedefortalezaparasoportarlos.Sinembargo, los daños inmediatos que sufrió a consecuencia del accidente nofueronmuygravesy,segúneldoctor,habríansidodepocaimportanciaparaunhombredehábitosmásmoderados,peroensucasoesdiferente.Lanochedemi llegada, cuando entré por primera vez en su habitación, yacía en unaespecie de delirio.No advirtiómi presencia hasta que hablé y entoncesmeconfundióconotrapersona.

—¿Erestú,Alice,hasvuelto?—murmuró—.¿Porquémedejaste?

—Soyyo,Arthur…soyHelen,tumujer—respondí.

—¡Mimujer!—dijo, en un sobresalto—. ¡PorDios, no la nombres!Notengomujer.El diablo se la lleve—gritó, pocodespués—. ¡Y a ti también!¿Porquélohiciste?

No dije nadamás; pero al ver que él se quedabamirando los pies de lacama, fui a sentarme allí, colocando la vela de forma que me iluminaraperfectamente, porque pensé que podría estar agonizando y quería que mereconociera. Durante mucho tiempo fijó sus ojos en mí, primero con unamirada vacía y luego inmóvil, de una extraña y creciente intensidad. Porúltimo,me asustó cuando se incorporó repentinamente y, apoyándose en uncodo,mepreguntóconunmurmulloterrorífico,sindejardemirarme:

—¿Quiénes?

—SoyHelenHuntingdon—dije, levantándome tranquilamente almismotiempoycolocándomeenunsitiomenosvisible.

—Debo estar volviéndome loco—gritó— o quizá estoy delirando; perodéjeme,quienquieraqueseausted…Nopuedosoportaresacarablancayesosojos.¡PorDiosbendito,váyase,yenvíemeaalguienquenotengaeseaspecto!

Por fin me fui y le envié a la enfermera contratada; pero a la mañanasiguienteme aventuré a entrar de nuevo en su alcoba.Ocupé el lugar de laenfermerajuntoasucama,lecuidéylehicecompañíadurantevariashoras,dejándome ver lo menos posible y hablando sólo cuando era necesario, y

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siempreenvozbaja.Alprincipiosedirigióamícomosifueralaenfermera,pero, al cruzar la habitación para abrir la celosía, obedeciendo sus órdenes,dijo:

—No,noeslaenfermera;esAlice.¡Quédateconmigo!Esaviejabrujavaallevarmealatumba.

—Tengointencióndequedarmecontigo—dije.Yapartirdeesemomentome llamaríaAlice,o cualquierotronombrecasi igualde repulsivoparamissentimientos. Me obligué a mí misma a soportarlo durante cierto tiempo,temiendo que contradecirle pudiera afectarle demasiado, pero cuando,habiendo pedido un vaso de agua, se lo acercaba a sus labios, murmuró:«¡Gracias, amormío!»,nopudeevitarhacer la siguienteobservación—:Nodiríasesosisupierasquiénsoy.

Teníaintencióndeaclararunavezmásmiidentidadacontinuación,peroélmurmuró una respuesta incoherente, así que lo dejé para otro momento.Cuandoleestabahumedeciendolafrenteylassienesconvinagreyaguaparaaliviarelcaloryeldolorquesentíaenlacabeza,observó,despuésdemirarmeávidamenteduranteunminuto:

—Tengounas alucinaciones extrañas…Nopuedo librarmede ellas y nomedejandescansar;ylamássingularypertinazdetodasesquetucaraytuvozmeparecenlasdeella.Podríajurarenestemomentoqueestáamilado.

—Loestá—dije.

—Parece reconfortante—continuódiciendoél sin comprender el sentidodemispalabras—;cuandoestásaquí lasotras fantasías sedesvanecen,peroésta no hace más que cobrar fuerza. Quédate… quédate, hasta que sedesvanezcatambién.Nopuedosoportarunaobsesiónsemejante;¡memataría!

—Nuncasedesvanecerá—dijeclaramente—,porqueeslaverdad.

—¡La verdad! —gritó sobresaltándose como si un áspid le hubieramordido—.¿Noquerrásdecirquetúeresrealmenteella?

—Eso es precisamente lo que quiero decir; pero no tienes necesidad deapartarte de mí como si fuera tu mayor enemiga: he venido a cuidarte y ahacerloqueningunadeellasharía.

—¡Por amor deDios, nome atormentes ahora!—gritó en un estado deagitación lastimoso; luegocomenzóamurmuraramargasmaldicionescontramí,ocontralamalasuertequemehabíallevadoallí;mientras,volvíaponeren su lugar la palangana y la esponja, y ocupé de nuevomi sitio junto a lacama.

—¿Dóndeestán?—dijo—.¿Mehanabandonado…todos?

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—Hay criados a los que puedes llamar si quieres; pero seríamejor quesiguieras acostadoy no temovieras: ningunode ellos te atendería ni podríaatendertetancuidadosamentecomoloharéyo.

—Noentiendonada—dijo,perplejoyaturdido—.Aquellofueunsueño.—Ysetapólosojosconlasmanos,comotratandodedescifrarelmisterio.

—No,Arthur,nofueunsueñoquetuconductameobligaraaabandonarte;perome enteré de que estabas enfermo y solo, y he venido a cuidar de ti.Puedes confiar en mí sin temor: pídeme todo lo que quieras y trataré desatisfacerte.Nohaynadiemásquepuedacuidardeti,ynovoyareprenderteahora.

—¡Oh, ya comprendo!—dijo con una amarga sonrisa—. Es un acto decaridadcristiana,pormediodelcualesperasganarunlugarmáselevadoenelCieloparatiycavarunpozomásprofundoenelinfiernoparamí.

—No; he venido a ofrecerte el consuelo y la ayuda que tu situaciónrequería;ysipudierahacerbiena tualmaasícomoatucuerpo,ydespertarciertosentidodelacontrición,y…

—¡Oh,sí;sipudierasabrumarmeconelremordimientoyelbochorno,ésteeselmomento!¿Quéhashechoconmihijo?

—Seencuentrabienypodrásverlecuandotetranquilices,peronoahora.

—¿Dóndeestá?

—Estábienatendido.

—¿Estáaquí?

—Donde quiera que esté, no le verás hasta que hayas prometido dejarlebajo mi protección y cuidado exclusivos, y permitirme llevarlo a donde ycuandoyoquiera,sienelfuturojuzgaranecesariodenuevoquecambiáramosdecasa.Perohablaremosdeestomañana;nodebesagitarteahora.

—No,déjameverleahora.Loprometosiesnecesario.

—No…

—¡LojuroanteDiosqueestáenlosCielos!Ahoradéjameverle.

—Nopuedoconfiarentusjuramentosypromesas;hedetenerenmimanounacuerdoescritoydebesfirmarloenpresenciadeuntestigo…peronohoy,mañana.

—No, hoy… ahora mismo —insistió; y estaba en semejante estado deexcitación febril, y tan decidido a satisfacer su deseo, que creí mejorcomplacerle, puesto que me di cuenta de que no descansaría hasta que lohiciera.Peroyoestabadecididaaquenoseolvidaranlosinteresesdemihijo

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y, después de escribir claramente sobre una hoja de papel la promesa quequeríaquehicieraelseñorHuntingdon,laleícontodaintenciónenvozaltayle dije que la firmara en presencia deRachel.Me rogó que no insistiera enesto:eraunaexhibicióninnecesariaantelacriadademifaltadeconfianzaensu palabra. Le dije que lo lamentaba, pero puesto que había perdido miconfianza,debíaaceptarlasconsecuencias.Acontinuaciónalegóquesesentíaincapazdecogerlapluma.

—Entonces tendremosqueesperarhastaquepuedashacerlo—dije.Anteestodijoquelointentaría;peroentoncesresultóquelefallabalavistayquenopodíaescribir.Coloquémidedoenellugardondedebíaponerlafirmayledije quepodía escribir sunombre aoscuras si sabíadóndehacerlo.Peronoteníafuerzasparatrazarlasletras.

—Enesecaso,debesdeestardemasiadoenfermoparaveralniño—dije.Se dio cuenta de que mi actitud era inexorable por lo que se las arreglófinalmentepararatificarelacuerdoyordenéaRachelquetrajeraalniño.

Todoestopuedequetesorprendaporsudureza,peromedicuentadequenopodíaperdermiventajaactualyqueelfuturobienestardemihijonodebíasacrificarseaningunaternuraequivocadaporlossentimientosdeestehombre.El pequeño Arthur no se había olvidado de su padre, pero trece meses deausencia,duranteloscualesrarasvecesselehabíapermitidooírunapalabrasobre él, o difícilmente susurrar su nombre, le habían vuelto algo huraño;cuando fue conducido a la oscura habitación en donde se encontraba elenfermo,tancambiadofísicamente,conelrostrosonrojadoylosojosconunbrillobrutal,instintivamenteseaferróamíysequedómirandoasupadreconunsemblantequeexpresabamástemorqueplacer.

—Venaquí,Arthur—dijoesteúltimo,alargandosumanohaciaél.Elniñose acercó y tocó tímidamente aquella mano ardiente, pero casi retrocedióalarmado cuando su padre le cogió de pronto de un brazo y lo acercómáshaciasí.

—¿Meconoces?—preguntóelseñorHuntingdon,intensamentependientedesurostro.

—Sí.

—¿Quiénsoyyo?

—Papá.

—¿Tealegrasdeverme?

—Sí.

—¡No!—replicóeldesilusionadopadre,soltandoelbrazoy lanzándomeunamiradallenaderencor.

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Alverselibre,Arthurseacercóamíymecogióunamano.Supadrejuróque yo había conseguido que el niño le odiara, y me ofendió y maldijoamargamente.Enelmismoinstanteenqueempezóahacerloenviéanuestrohijofueradelahabitación;ycuandosecalmó,leaseguré,sinalterarme,queestabamuyequivocado;nuncahabíaintentadopredisponerasuhijocontraél.

—Deseabadeverdadque teolvidara—dije—y sobre todoqueolvidaralas leccionesquelehabíasdado;poresacausa,yparaatenuarelpeligrodeldescubrimiento,reconozcoqueengenerallehedesalentadoensuinclinaciónahablardeti;perocreoquenadiepuedereprocharmequelohayahecho.

Elenfermo,comorespuesta,gimióydeslizósucabezaporlaalmohadaenunparoxismodeimpaciencia.

—¡Estoeselinfierno!—gritó—.¡Estacondenadasedestáconvirtiendomicorazónencenizas!Porfavor…

Antesdequepudieraterminarlafrase,yohabíallenadounvasoconunaespeciedebebidaagriayfrescaqueestabasobrelamesayselahabíallevado.Lobebióávidamente,peromurmuró,cuandoleretiréelvaso:

—Supongoquepretendesavergonzarmedevolviendobienpormal.

Pasandoporaltosuobservación,lepreguntésihabíaalgomásquepudierahacerporél.

—Sí,tedaréocasióndemostrartumagnanimidadcristiana—seburló—;arréglame la almohada y estas condenadas ropas de cama.—Lo hice—. Yahora dame otro vaso de ese potingue. —Se lo ofrecí—. Es delicioso,¿verdad?—dijo,conunamuecamaliciosa,cuandoseloacerquéasuslabios—.Nuncasoñasteconunaoportunidadtanmagnífica,¿noesasí?

—Ahora, ¿quieres que me quede contigo—dije, poniendo de nuevo elvasosobrelamesa—,otesentirásmástranquilosimevoyyhagoveniralaenfermera?

—¡Oh,eresmaravillosamenteamableysolícita!¡Peromevuelvesloco!—respondió,moviéndoseconinquietud.

—Entoncestedejo—dije;ymeretiré,novolviendoamolestarleconmipresenciaesedía,salvoduranteunminutoodosparacomprobarcómoestabaysinecesitabaalgo.

Alamañanasiguienteelmédicoordenóquelesacaransangre;despuésdehacerlo,sequedómástranquiloydócil.Pasélamitaddeldíaensuhabitación,a intervalos. Mi presencia no parecía irritarle o inquietarle como antes yaceptómis servicios con serenidad, sin observaciones amargas; la verdad esqueapenashabló,salvoparahacersabersusnecesidades,yaunasílohizoconpocaspalabras.Peroaldíasiguiente—esdecir,hoy—enlamedidaenquese

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recuperabadesuestadodeaturdimientoyagotamiento,sumalignanaturalezapareciórevivir.

—¡Oh, qué dulce venganza!—gritó, después de haber estado haciendotodoloposibleparaquesesintieracómodoypararemediarlanegligenciadesuenfermera—.Ademáspuedesdisfrutardeellaconlaconcienciatranquila,porquelohacesparacumplircontudeber.

—Mecomplacecumplirconmideber—dije,conunaacritudquenopudereprimir—, porque es el único consuelo que tengo; ¡y parece que lasatisfacción de mi propia conciencia es la única recompensa que necesitobuscar!

Élpareciósorprendersemuchoporlaseriedaddemiactitud.

—¿Quérecompensabuscas?—preguntó.

—Mecreerásunamentirosasitelodigo,peroesperabahacertebien:tantomejorar tu espíritu como aliviar tus sufrimientos; pero parece que no voy aconseguir ninguna de las dos cosas; tu mala predisposición no me lo va apermitir. Por culpa tuya he sacrificado mis propios sentimientos y el pococonsueloterrenalquemequedabaparanada.¡Ycualquiercosaquehagoporti,porpequeñaquesea,esatribuidaaunaintenciónegoístayaunavenganzarefinada!

—Todoestoestámuybien,supongo—dijo,mirándomeconunaestúpidasorpresa—,yporsupuestodeberíadeshacermeenlágrimasdearrepentimientoy admiración ante la vista de tanta generosidad y bondad sobrehumanas…,pero, verás, me es imposible hacerlo. Sin embargo, te ruego queme hagastodoelbienquepuedas,sirealmenteencuentrasalgúnplacerenello;porquete das cuenta de que ahora mismo soy casi tan desgraciado como puedasdesear. Confieso que desde que llegaste estoy mejor atendido que antes,porqueestosmiserablesmedescuidabanvergonzosamenteytodosmisviejosamigos parecen haberme abandonado por completo. Te aseguro que lo hepasado horrorosamente mal: a veces pensaba que debería haber muerto.¿Creesquehayalgunaposibilidad?

—Siempre existe la posibilidad demorir y es siempre conveniente vivirteniendoencuentasemejanteposibilidad.

—Sí, sí…, pero ¿crees que hay alguna probabilidad de que estaenfermedadtengaundesenlacefatal?

—Nosabríadecirlo;pero,suponiendoque lahaya,¿estáspreparadoparaenfrentartealacontecimiento?

—¿Para qué? El doctorme dijo que nomoriría, por qué pensar en ello,puestoquenohabíaningunadudadequemecuraría,siseguíasurégimeny

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susprescripciones.

—Esperoqueseaasí,Arthur;peronieldoctorniyopodemoshablarconseguridad en un caso semejante; hay una lesión interna y es difícil saber elalcancequetiene.

—¡Vaya!Quieresasustarmeparaquememuera.

—No; pero no quiero tranquilizarte con una falsa seguridad. Si unaconciencia de la fragilidad de la vida puede predisponerte a pensar seria yprovechosamente,noteprivarédelbeneficiodesemejantesreflexiones,tantosialfinterecuperascomosino.¿Teasustamucholaideadelamuerte?

—Eslaúnicacosaenlaquemehorrorizapensar;asíquesitútienes…

—Peroesunhechoquehadeproducirsealgunavez—leinterrumpí—;yaunquevivasmuchosaños,concertezatesorprenderácomositesobrevinierahoy,ynocabedudadequeserátanpocodeseadacomoahora,amenosquetú…

—¡Caramba! No me atormentes con tus prédicas ahora, a no ser quequieras matarme ahora mismo… Te digo que no puedo soportarlo, ya hesufridobastantesinpensareneso.Sicreesquehaypeligro,sálvamedeél;yluego,comogratitud,escucharétodoloquequierasdecirme.

Siguiendosusdeseosdejéeldesagradable tema.Yahora,Frederick,creoquedebo terminarmi carta.Por estosdetallespuedeshacerte tupropia ideasobre el estado de mi paciente, y de mi situación y perspectivas futuras.Escríbeme pronto, y te contestaré para contarte cómo siguen las cosas poraquí;peroahoraquemipresenciaenlahabitacióndelenfermoesaceptada,einclusorequerida,mequedarápocotiempolibreentreatenderamimaridoyamihijo,puesnodeboabandonardeltodoaesteúltimo:noestaríabiendejarletodo el tiempo con Rachel, y no me atrevo a dejarle ni un momento conningunodeloscriados,nipermitirqueestésoloparaquenoseencuentreconellos.Sisupadreempeora,lepediréaEstherHargravequeseencarguedeélduranteuntiempo,porlomenoshastaqueyohayareorganizadolacasa;sinembargomegustaríamuchomástenerleamicuidado.

Meencuentroenunasituaciónbastantesingular:meesfuerzotodoloquepuedoconelfindefacilitarlarecuperaciónylaenmiendademimarido.Perosi lo consigo, ¿qué haré? Mi deber, naturalmente…, pero ¿cómo…? Noimporta; puedo ejecutar la tarea que tengo ante mí ahora, y Dios me daráfuerzaparahacerloqueÉlexijaenelfuturo.Adiós,queridoFrederick.

HELENHUNTINGDON

—¿Qué le parece? —dijo Lawrence, mientras yo volvía a doblar ensilenciolacarta.

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—Me parece —respondí— que está arrojando margaritas a los cerdos.¡Puedeestarsatisfechasilapisoteanyvuelvenahacerlapedazos!Peronodirénadaencontradeella:medoycuentadequeentodoloquehahechosehamovidoporlosmotivosmásnoblesymejores;yaunqueelactonoessensato,¡quieraelCieloprotegerlade susconsecuencias! ¿Puedoquedarmeconestacarta,Lawrence?Comove,nomehamencionadoniunasolavezenella,nihahecho lasmás ligeraalusiónamí;por tanto,nopuedehaberningúnmal enello.

—Pero¿porquédeseaguardarla?

—¿No fueron escritos estos caracteres por sumano? ¿Y no fueron estaspalabras concebidas en su pensamiento ymuchas de ellas pronunciadas porsuslabios?

—Está bien—dijo.Así que la conservé; de lo contrario,Halford, nuncapodríashaberconocidotodosucontenido.

—Ycuandoleescriba—dije—,¿tendríaustedlabondaddepreguntarlesimedapermisopararevelarleamimadreymihermanasuverdaderahistoriaysusituación,sóloenlamedidaenqueseanecesariohacersaberalvecindariola vergonzosa injusticia que han cometido con ella? No quiero enviarlerecuerdos cariñosos, sino simplemente pedirle eso, y decirle que es el favormásgrandequepodríahacerme;ydecirle…No,nadamás.Sabequeconozcosudirección,ypodríaescribirleyomismo,perosoylobastantevirtuosoparacontenerme.

—Estábien,haréestoporusted,Markham.

—Ytanprontocomorecibacontestación,¿mepermitiráconocerla?

—Sitodosedesarrollasatisfactoriamente,iréyomismoadecírselo.

CAPÍTULOXLVIII

MÁSNOTICIAS

Cinco o seis días después, el señor Lawrence nos hizo el honor de unavisita, y cuando nos quedamos a solas los dos—lo que procuré tan prontocomomefueposible,llevándolefueraconmigoparaquevieramicosechadetrigo—, me enseñó otra carta de su hermana. Estaba bastante dispuesto asometerlaamiansiosalectura;supongoquepensóquemeharíabien.Laúnicarespuestaquedabaamipeticióneraésta:

«El señor Markham está en libertad de hacer aquellas revelaciones

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referentesamíqueconsiderenecesarias.Éldebesaberquemegustaríamuypocoquesehablaradeltema.Esperoqueseencuentrebien;perodilequenodebepensarenmí».

Puedo transcribirte algunos pasajes de la carta, porque se me permitiótambiénconservarésta,quizácomounantídotocontratodaslasesperanzasyfantasíasperniciosas.

Ha mejorado notablemente, pero está muy abatido por los efectosdepresivosdesugraveenfermedadyel régimenestrictoqueestáobligadoaobservar,tancontrarioatodossushábitosanteriores.Esdeplorablecomprobarhastaquépuntosuvidapasadahadegeneradosuconstituciónenotrotiemponoble, y viciado todo el sistema de su organismo. Pero el doctor dice quepuede considerársele fuera de peligro, siempre que continúe observando lasnecesariasrestricciones.Debetomaralgunoslicoresestimulantes,perohandeser diluidos convenientemente y utilizados espaciadamente; y me resultadifícilqueseatengaaello.Alprincipiosuterroralamuertemehizofácillatarea;peroamedidaquesientequesusagudosdoloresceden,yvealejarseelpeligro, se vuelve más intratable. También está empezando a volverle elapetito por la comida; y en esto, una vez más, sus antiguos e indulgenteshábitos se vuelven contra él. Le vigilo e impido que se exceda todo lo quepuedo, y amenudome reprocha amargamentemi rígida severidad; a vecestratadeeludirmivigilanciayotrasactúaencontrademivoluntad.Peroahorase ha acostumbrado tanto a mis atenciones en general que nunca estásatisfechocuandonoestoyasulado.Avecesmeveoobligadaaserinflexibleconél, puesde lo contrariomeconvertiría en su esclavay séque seríaunadebilidad imperdonable abandonar por élmis otras ocupaciones. Tengo quevigilaraloscriadosycuidaramipequeñoArthur,ytambiéndemisalud,todolo cual sería desatendido si me dedicara a satisfacer sus desorbitadaspeticiones.Generalmentenoveloporlanoche,porquecreoquelaenfermeraque lohaceestámejorpreparadaparaesteservicioqueyo;noobstante,unanoche entera de descanso es algo de lo que disfruto en pocas ocasiones ynunca puedo aventurarme a contar con ello, porque mi paciente no tieneescrúpulos en llamarme a cualquier hora cuando sus deseos o sus caprichosrequierenmipresencia.Peroéltemeclaramentemidisgusto,ysienocasionesponeapruebamipacienciaconsusexigenciaspocorazonablesysusquejasyreprochesmalhumorados,enotrasmedeprimeconsusumisiónabyectayunsuplicanterebajamientodesímismocuandotemehaberidodemasiadolejos.Maspuedoperdonartodoestosinesfuerzo;séqueesfundamentalmenteunaconsecuenciadesudebilitadaconstituciónysusnerviosalterados;loquemásmemolestasonlosocasionalesintentosdedemostrarsuafecto,quenopuedonicreerauténticosnicorresponder.Noesqueleodie:sussufrimientosymislaboriosos cuidados le han hechomerecedor de cierta consideración pormiparte, incluso de mi afecto, pero me gustaría que se tranquilizara y fuera

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sincero,yse limitaraadejar lascosascomoestán;perocuantomás tratadeatraerme,másmeapartodeélydelfuturo.

—Helen, ¿qué piensas hacer cuandome encuentre bien?—me preguntóestamañana—.¿Temarcharásotravez?

—Dependetotalmentedetucomportamiento.

—Oh,serémuybueno.

—Pero si creo necesario dejarte, Arthur, no me «escaparé»: sabes quetengo tupromesadequepuedo ir adondequiera,y llevarmeconmigoamihijo.

—Oh,peronotendrásmotivosparahacerlo.—Yacontinuaciónvinieronunaseriededeclaracionesqueatajéconbastantefrialdad.

—¿Novasaperdonarmeentonces?—inquirió.

—Sí,teheperdonado;peroséquenopuedesamarmecomolohicisteunavez y lamentaríamuchoque fueras a hacerlo, porque no tengo intención decorresponderte;asíquedejemoseltemaynovolvamosahablardeél.Puedesdeducirloqueharédeloquehehechoporti,siemprequenoseaincompatiblecon la obligación más importante que tengo con mi hijo (más importanteporqueélnuncaperdiósusderechosyporqueesperoserlemásútildeloquenunca pueda serlo a ti); y si quieres que tenga consideración por ti, son loshechos,ynolaspalabras,losquedebenganartemiafectoymiestima.

Su única respuesta a esto fue una ligera mueca y un encogimiento dehombrosapenasperceptible.¡Quélástimadehombre!Paraéllaspalabrassonmuchomás baratas que los hechos; era como si yo hubiera dicho: «Son laslibras y no los peniques las que deben comprar el artículo que deseas». Yluegosoltóunsuspiroquejicosodeautocompasión,comosilamentaraqueél,quehabíasidoamadoycortejadoportantasadoradoras,sevieraabandonadoalamisericordiadeunamujersevera,exigenteycruelcomoaquélla,yaunenlanecesidaddesentirseagradecidoporlaamabilidadqueéstaquisieraotorgarle.

—Esunapena,¿verdad?—dije;nosésiadivinésusmeditaciones,perolaobservaciónestuvodeacuerdoconsuspensamientosporquerespondió:«Notieneremedio»,conunatristesonrisa.

HevistodosvecesaEstherHargrave.Esunacriaturaencantadora,perosualegreespírituestácasidestrozado,ysudulcecaráctercasiechadoaperder,acausadelasimplacablespersecucionesdesumadreenfavordesurechazadopretendiente, no violentas, pero agotadoras e incesantes como un goteo. Lamadreparecedecididaahacerunacargadelavidadesuhija,siéstanocedeasusdeseos.

—Mamáhacetodoloquepuede—diceella—parahacermesentirquesoy

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una carga y un estorbo para la familia, y la más desagradecida, egoísta ydesobediente de todas las hijas;Walter, además, semuestra antipático, frío,arrogante,comosimeodiararealmente.Creoquehabríacedidoalprincipiosihubiera sabido la resistencia que iba a costarme; ¡pero ahora, por puraobstinación,resistiré!

—Unmalmotivoparaunabuenaresolución—respondí—.Sinembargo,sé que tienes mejores motivos, en realidad, para tu perseverancia: y teaconsejoquenolospierdasdevista.

—Confíe en que lo haré. A veces amenazo a mamá con escaparme ydeshonrar a la familia ganándome la vida, si sigue atormentándome; yentoncesesolaatemorizaunpoco.Peroloharé,enserio,sisiguenasí.

—Tenpaciencia—dije—yvendránmejorestiempos.

¡Pobremuchacha!Megustaríaquealguienquefueradignodeellavinierayselallevara.¿Notegustaríaatitambién,Frederick?

Silalecturadeestacartamellenódedesalientorespectoalavidafuturade Helen y la mía, había una gran fuente de consuelo: estaba ahora en mipoder limpiarsunombredetodasuciacalumnia.LosMillwardylosWilsonveríanconsuspropiosojoselluminososolestallandodetrásdelasnubesysusrayos losdeslumbraríanyabrasarían; también loveríanmispropiosamigos,aquelloscuyassospechashabíanamargadotantomialma.Parallevarmitareaa cabo, no tenía más que dejar caer la semilla en la tierra, y pronto seconvertiríaenunahierbafrondosaymajestuosa:unaspalabrasamimadreyamihermanabastaríanparaquelanoticiaseextendieraportodoelvecindario,sinmásesfuerzopormiparte.

Rose estaba encantada; tan pronto como le conté todo lo que considerénecesario—aparentandoqueeratodoloquesabía—,seprecipitóconalegríaa ponerse el sombrero y el chal, y corrió a llevar la buena nueva a losMillward y losWilson. Sospecho que no fue buena nueva para nadie salvoparaellamismayparaMaryMillward,esamuchachasensataysensiblecuyascualidadesdebuenaleyhabíansidorápidamentepercibidasyvaloradasporlasupuesta señora Graham, a pesar de su sencilla apariencia; y quien, por suparte,habíasidocapazdeveryapreciarelverdaderocarácterycualidadesdeaquelladamamejorqueelgeniomásbrillantedeellos.

Como puede que nunca tenga la oportunidad de mencionarla otra vez,puedodecirtetambiénahoraque,porestaépoca,Maryestabacomprometidaen secreto con Richard Wilson —un secreto, creo, para todo el mundo—.Aquel buen estudiante estaba ahora en Cambridge, en donde su conductaejemplar y su diligente perseverancia en aprender le hicieron terminar losestudios, adquiriendo junto con los laureles arduamente ganados, una

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reputación sin mancha. Con el tiempo se convirtió en el primer y únicopárroco del señor Millward, pues la decadencia obligó a este caballero areconoceralfinquelosdeberesdesuextensaparroquiaerandemasiadoparasuscacareadasenergías,delasqueteníaporcostumbrejactarsedelantedesushermanosdehábitomásjóvenesymenosactivos.Estoeraloquelospacientesyfielesamanteshabíanplaneadoyesperadodesdehacíaaños;yasudebidotiemposeunieron,anteelasombrodelpequeñomundoenelquevivían,quehacíatiempoloshabíadeclaradoalosdosnacidosparalabienaventuranzadelcelibato;pueslesparecíaimposiblequeelpálidoyretraídoratóndebibliotecallegaranuncaatenerelcorajenecesarioparabuscaresposa,ofueracapazdehacerse con una si lo hacía, e igualmente imposible que la fea, bondadosa,pocoatractivaseñoritaMillwardencontraranuncaunmarido.

Continuaron viviendo en la vicaría; la dama dividió su tiempo entre supadre,sumaridoysuspobresfeligreses,y luego losnuevosmiembrosde lafamilia; ahoraque el reverendoMichaelMillwardha ido a reunirse con susantepasados, lleno de años y honores, el reverendo Richard Wilson le hasucedido en la parroquia de Lindenhope, para gran satisfacción de susmoradores, que tanto tiempo llevaban comprobando susméritos y los de suexcelenteybienamadacompañera.

Si estás interesado en el destino ulterior de la hermana de la dama, sólopuedodecirte—locual,quizá,habrásoídoporotroconducto—quehaceunosdoce o trece años libró a la feliz pareja de su presencia casándose con unpotentadocomerciantedeL…;no le envidio su suerte.Me temoqueella lehace llevar una vida poco agradable, aunque, afortunadamente, él esdemasiado insensible para darse cuenta de su desgracia. He tenido pocarelaciónconella:nonosvemosdesdehaceaños;peroestoysegurodequenoha olvidado ni perdonado a su admirador de antes, ni a la dama cuyassuperiorescualidadeslehicieroncomprenderlaestupidezdesuafectopueril.

EncuantoalahermanadeRichardWilson,siendoabsolutamenteincapazde volver a cazar al señor Lawrence, o de conseguir un pretendiente losuficientementericoyeleganteparaencajarensusideassobrecómodeberíaserelmaridodeJaneWilson,siguesoltera.Pocodespuésdelamuertedesumadre, retiró la luzdesupresenciadeRyecoteFarm,al resultarle imposiblesoportarpormástiempoloszafiosmodalesylascostumbrespocosofisticadasde su honrado hermano Robert y de su digna esposa, o la idea de serconfundida a los ojos delmundo con una gente tan vulgar. Se alojó en unapensiónde…,laciudaden laquehavividoy todavíavive,supongo,enunaespeciedetacaña,fríaeincómodaexquisitez,nohaciendobienalosdemásypoco a sí misma; pasando los días entre sus labores y sus escándalos;refiriéndose frecuentemente a su«hermano, elvicario»,y a su«hermana, laesposadelvicario»,peronunca a suhermano, el granjero,y suhermana, la

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mujerdelgranjero;viendoatantosacompañantescomopuede,sindemasiadoesfuerzo, pero sin amar a nadie ni ser amada por nadie: una solteronainsensible,arrogante,insidiosayprofundamentecriticona.

CAPÍTULOXLIX

«YDESCENDIÓLALLUVIA,YVINIERONLASRIADAS,YSOPLARONLOSVIENTOS,YROMPIERONCONTRAAQUELLA

CASA,YCAYÓ:YSUDERRUMBAMIENTOFUEGRANDE»

Aunqueel señorLawrenceestabaahoracompletamente restablecido,misvisitas fueron más frecuentes que nunca, aunque no tan prolongadas comoantes.Rarasveceshablábamosde la señoraHuntingdon;noobstante, nuncanosencontrábamossinmencionarla,porquenuncabusquésucompañíasinlaesperanzadesaberalgodeella,yélnobuscabanunca lamíaporqueyameveíabastanteamenudosinnecesidaddehacerlo.Peroyosiempreempezabahablandodeotrascosas,yesperabaprimeroaversiélsacabaeltema.Sinolohacía, yo decía, como por casualidad: «¿Ha tenido noticias de su hermanaúltimamente?».Siéldecía:«No»,nohablábamosmásdelasunto;siéldecía:«Sí»,me aventuraba a preguntarle: «¿Cómo está?», pero nunca: «¿Cómo seencuentrasumarido?»,aunqueestuvieradeseandosaberlo;porquenoteníalahipocresíadeaparentarningunainquietudporsurecuperación,ynieldescarode expresar ningún deseo por un resultado adverso. ¿Tenía yo semejantedeseo?Me temoquedeboconsiderarmeculpable;peropuestoquehas leídomiconfesión,debesprestaratencióntambiénasujustificación,oaalgunasdelasexcusas,almenos,conlasqueyobuscabaapaciguarmiremordimiento.

En primer lugar, como sabes, su vida perjudicaba a los demás, yevidentemente no le beneficiaba a sí mismo; y aunque yo deseaba que seterminara,nohabríaaceleradosufinalaunquehubierapodidohacerloconsólolevantarundedo,oaunqueunespíritumehubiera susurradoaloídoqueunesfuerzo de voluntad sería suficiente… a menos, realmente, que tuviera elpoderdecambiarleporcualquierotravíctimadelatumbacuyavidapudieraserbeneficiosaparasu raza,ycuyamuerte fuera lamentadaporsusamigos.Pero¿habíaalgúnmalendesearque,entrelosmilesdepersonascuyasalmasseríanciertamente requeridasantesdeque terminarael año, estedesdichadomortalfueraunadeellas?Yocreíaqueno;yportantodeseabacontodasmisfuerzasqueelCielotuvieraabienllevárseloaunmundomejor,o,siestonopodíaser,queselollevaradeéste;porquesiahoranoestabaencondicionesde responder a la llamada, despuésdeuna aleccionadora enfermedad, y consemejante ángel a su lado, no cabía esperar que lo estuviera nunca; y era

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indudable,encambio,queelretornodelasaludtraeríaconsigoelretornodelasensualidadylavileza,ycuantomásseguroestuvieradesurecuperación,másacostumbrado a la generosa bondad de ella, más crueles se volverían sussentimientos,más insensible e impenetrable su corazón a los razonamientospersuasivos de ella. Pero todo estaba en manos de Dios. Entretanto, sinembargo, no podíamás que estar ansioso por el resultado deSus designios,sabiendo,comoyosabía,que(dejándomeamícompletamenteaparte),aunqueHelenpudierasentirseinteresadaenelbienestardesumarido,aunquepudieradeplorarsusuerte,mientrasélvivieraellaseríadesgraciada.

Transcurrieronquincedíasymispreguntassiemprefueroncontestadasdeforma negativa. Por fin un deseado «sí» me impulsó a hacer la segundapregunta.Lawrence adivinabamis angustiosos pensamientos y apreciabamiprudencia. Al principio temí que fuera a torturarme con respuestasinsatisfactorias,dejándomeenlamásabsolutaoscuridadenloquesereferíaalo que yo deseaba saber, o forzándome a arrancarle la información, gota agota, pormedio de preguntas directas. «Y te estaría bien empleado», dirás;pero él eramás compasivo; al poco rato pusomis enmanos la carta de suhermana.Laleíensilencio,yseladevolvísincomentarioalguno.Estemodode proceder le gustó tanto que en adelante siempre me enseñó las cartascuandolepreguntabaporella,siesquehabíacartaqueenseñar—eramuchomenosmolestoquecontarmesucontenido—;yorecibíaaquellasconfidenciascontantadiscreciónquenuncacambiódecostumbre.

Pero yo devoraba aquellas cartas preciosas con los ojos, y nunca lasdevolvíahastaquesucontenidosequedabagrabadoenmimente;ycuandovolvíaacasa,registrabalospasajesmásimportantesenmidiariojuntoconlosmásnotablesacontecimientosdeldía.

La primera de estas cartas daba cuenta de una grave recaída del señorHuntingdon, debida exclusivamente a su imprudencia al insistir enabandonarse a su afición a las bebidas alcohólicas. En vano le había ellallamado la atención, en vano le había mezclado el vino con agua: susargumentos y sus amenazas eran un fastidio, su interferencia un insulto tanintolerableque,finalmente,unavez,aldescubrirquelehabíaaguadoeloportoquelellevaba,tirólabotellaporlaventana,diciendoquenoestabadispuestoa permitir que le engañara como a un niño; ordenó al mayordomo, bajoamenazade inmediata expulsiónde la casa si noobedecía, que le llevara labotelladelvinomás fuertequehubieraen labodega,declarandoquehabríaestadobienhacíatiemposiselehubieradejadohacerloquequería,peroqueellaqueríamantenerlodébilparapoder tenerlobajosu férula—y,por todoslosdiablos,no ibaapermitirque ledieranmás la lata—,cogióunvasoconunamanoyunabotellaconlaotra,ynodescansóhastadejaréstavacía.Unossíntomasalarmantesfueronlasinmediatasconsecuenciasdesu«imprudencia»

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—como ella la denominó suavemente—, síntomas que aumentaronmás quedisminuyerondesdeentonces;éstafuelacausadequeelladejaradeescribirasuhermano.Todoslossignosdelaenfermedadanteriordesumaridohabíanvuelto a presentarse con mayor virulencia; la ligera herida exterior, mediocicatrizada, se había vuelto a abrir; se había desarrollado una inflamacióninterna,quepodríatenerconsecuenciasfatalessinoseatajabadeinmediato.Naturalmente, el carácter del desdichado enfermo no mejoró con sucalamidad; de hecho, sospecho que se volvió casi insoportable, aunque subondadosa enfermera no se quejaba; pero decía que al fin se había vistoobligadaaponerasuhijoenmanosdeEstherHargrave,yaquesupresenciaeratanamenudorequeridaenlahabitacióndelenfermoquecasiyanopodíaatenderle;elniñolehabíarogadoqueledejaraquedarseconellayayudarleacuidarde supapá,yaunqueaellano lecabíadudadequehabría sidomuybueno y pacífico, no podía soportar la idea de que sus infantiles y tiernossentimientos tuvieran que enfrentarse a la visión de tanto sufrimiento, opermitir que fuera testigo de la impaciencia de su padre, u oír el horrorosolenguaje que estaba acostumbrado a utilizar en sus paroxismos de dolor oirritación.

Este último —continuaba ella— lamenta profundamente elcomportamientoquehaocasionadosurecaída,pero,comodecostumbre,meecha la culpa amí. Si hubiera razonado con él como una criatura racional,dice, nunca habría ocurrido; pero ser tratado como un bebé o como unestúpidoerasuficienteparaacabarconlapacienciadeunhombre,yllevarleaafirmar su independenciaaunacostade supropio interés; él seolvidabadecuánamenudolehabíarazonadoyohasta«acabarconsupaciencia».Parecedarsecuentadelpeligroquecorre;peronadapuedepersuadirleaconsiderarloen la perspectiva adecuada. La otra noche mientras le hacía compañía, einmediatamentedespuésde llevarle unapócimapara aliviar su ardiente sed,observó,volviendoasuantiguaysarcásticaamargura.

—¡Sí, túeressumamenteatentaahora!Supongoquenohaynadaquenoestuvierasdispuestaahacerpormí.

—Ya sabes—dije, un poco sorprendida por su actitud— que de buenaganaharíacualquiercosaquepudieraaliviarte.

—Sí,miángelinmaculado;perocuandohayasaseguradoturecompensayteencuentresasalvoenelCielo,yyoaullandoenelfuegodel infierno,¡nomoverásniundedoparaayudarme!¡No,memirarásconplacer,ynisiquieramojaráslapuntadetudedopararefrescarmelalengua!

—Si ocurre así, la causa será el gran abismo que no podré salvar; y sipudieramirarteconplacerenuncasosemejante,seríasóloporlaseguridaddequeestaríaspurificándotede tuspecadosypreparándoteparadisfrutarde la

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felicidad que sintiera yo. Pero, Arthur, ¿estás decidido a que yo no teencuentreenelCielo?

—¡Hum!Megustaríasaberquéesloqueharíaallí.

—Enrealidad,nopuedodecírtelo,ymetemoqueesdemasiadociertoquetusgustosytussentimientosdebencambiarradicalmenteantesdequepuedasteneralgúngoceenelCielo.Pero¿prefiereshundirteenelestadodetorturaquepredicesparatimismosinhacernadaporevitarlo?

—Oh,todoesuncuento—dijo,condesdén.

—¿Estás seguro,Arthur? ¿Estás completamente seguro?Porque si tienesalguna duda, si después de todo te dieras cuenta de que estás equivocadocuandofuerademasiadotardepara…

—Desde luegoseríabastanteembarazoso—dijo—:peronomemolestesahora. No voy a morirme todavía. No puedo ni quiero —añadió convehemencia,comosideprontosesintieraaterrorizadoante laposibilidaddeaquel terrible acontecimiento—. ¡Helen, debes salvarme! —Y cogióansiosamentemimanoymemiróa losojosconunaangustia tansuplicantequemicorazónsedeshizoylaslágrimasmeimpidieronhablar.

Lasiguientecartanoshizosaberqueladolenciaseagravabarápidamente;el horror a lamuerte del pobre enfermo era todavíamás angustioso que sufalta de resistencia ante el dolor físico. No todos sus amigos le habíanabandonado, pues el señorHattersley, al enterarse de su estado, había ido averledesde su lejanacasaenelnorte.Sumujer lehabía acompañado, tantopor el placer de ver a su querida amiga, de quien llevaba separada tantotiempo,comoporvisitarasumadreyasuhermana.

La señoraHuntingdon semostró complacida por ver aMilicent una vezmás,yleagradócomprobarqueseencontrabatanbienytanfeliz…

AhoraestáenelGrove—seguíadiciendolacarta—,perovieneavermeamenudo. El señorHattersley pasa gran parte del tiempo junto a la cama deArthur.Conmássensibilidaddelaqueleatribuía,manifiestaunaconsiderablecompasión por su desdichado amigo, y semuestramuchomás deseoso quecapazdeconsolarle.Avecestratadebromearyreírseconél,peronosirvedenada; otras, se esfuerza por levantarle el ánimo hablándole de los viejostiempos, y esto en ocasiones sirve para distraer al paciente de sus tristespensamientos,yenotras, sólo le sumeenunamelancolíamásprofundaqueantes;entoncesHattersleysequedaperplejo,ynosabequédecir,salvohaceruna tímida sugerencia de que podría irse a buscar al sacerdote. PeroArthurnunca lo consiente: sabe que en otras ocasiones ha rechazado lasbienintencionadasamonestacionesdelsacerdoteconunafrivolidadburlona,ynopuedenisoñarenvolveraélahoraenbuscadeconsuelo.

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ElseñorHattersleyofreceavecessusserviciosenlugardelosmíos,peroArthurnodejaquemevaya:esteextrañocaprichosiguecreciendoconformedeclinasufuerza—elantojode tenermesiempreasu lado—.Casinunca ledejo,salvoparairalahabitaciónvecina,endondeavecesduermounaodoshoras cuando él está tranquilo; pero incluso entonces, dejo la puertamedioabierta para que sepa que puede llamarme. Ahora estoy con él mientrasescribo; me temo que mi ocupación le molesta, aunque interrumpo confrecuenciamicartaparaatenderleyaunqueelseñorHattersleyestátambiénasu lado.Estecaballerovino, segúndijo,para implorarundescansoparamí,paraquepudieradarunpaseoporelparqueestaexcelente,fríamañana,juntoconMilicent,EstheryelpequeñoArthur,aquienélhabíatraídoparaquemeviera. A nuestro pobre enfermo evidentemente esta proposición le pareciócruelylehabríaparecidotodavíamáscruelqueyolaaceptara.Portanto,dijequesóloiríaunmomentoahablarconellos,yqueluegovolvería.Asíquenohice más que intercambiar unas palabras con ellos, junto al pórtico —aspirando el aire fresco y vigorizante— y luego, resistiéndome a losvoluntariosos y elocuentes ruegos de los tres para queme quedara un pocomásymeunieraaellosenunpaseoporelparque,memarchéyvolvíconmipaciente. No había estado ausente ni cinco minutos, pero él me reprochóamargamentemifrivolidadyabandono.Suamigosalióenmidefensa.

—No,deningunamanera,Huntingdon—dijo—,eresdemasiadoduroconella; debe comer y dormir, y aspirar una bocanada de aire fresco de vez encuando,odelocontrarionopodráresistirlo,teloaseguro.Mírala,hombre,seestáquedandoenloshuesos.

—¿Qué son sus sufrimientos comparados con los míos? —dijo eldesdichadoenfermo—.Nomeguardas rencorporestasatenciones, ¿verdad,Helen?

—No,Arthur,sipudieraayudarterealmenteconellas.Sipudieradaríamividaporsalvarte.

—¿Loharías,deverdad?¿No?

—Loharíamuygustosamente.

—¡Ah!Esoesporquecreesqueestásmejorpreparadaparamorir.

Se hizo un penoso silencio.Era evidente que estaba sumido en lúgubresreflexiones, peromientras pensaba en algo que decir que pudiera consolarlesinalarmarle,Hattersley,cuyamentehabíaestadosiguiendoelmismocurso,rompióelsilenciodiciendo:

—Mira, Huntingdon, yo haría venir a algún clérigo. Si no te gusta elpárroco,puedeshacerveniralcoadjutoroalgúnotro.

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—No;ningunodeellospuedehacermeningúnbiensiellanopuede—fuelarespuesta.Ylaslágrimasbrotarondesusojosaltiempoqueexclamabaconverdadera angustia—: ¡Oh, Helen, si te hubiera escuchado, nunca habríallegadoaesto!¡Ysitehubierahechocasohacemuchotiempo…!¡Oh,Dios,quédiferentehabríasido!

—Escúchameentoncesahora,Arthur—dije,apretándolecariñosamentelamano.

—Es demasiado tarde—dijo con desdén.Y a continuación le sobrevinootro paroxismode dolor; entonces su lucidez comenzó a vacilar, y temimosquesumuerteestuvierapróxima;peroestavezlesuministramosunopiáceo,ysus sufrimientos comenzaron a ceder, se fue serenando poco a poco yfinalmentesesumióenunaespeciedemodorra.Desdeentonceshaestadomástranquilo.Hattersleysehamarchadohacepoco,expresandosuesperanzadequemañanaseencuentremejorcuandovengaavisitarle.

—Quizá pueda recobrarme—ha respondido el enfermo—. ¿Quién sabe?Éstapuedehabersidolacrisis.¿Quécreestú,Helen?

Paranodeprimirlelehedadolacontestaciónmásoptimistaquehepodido,apesardelocualleherecomendadoqueseprepararaparalaposibilidadqueyotemíaconmayorcerteza.Peroélestabadecididoaconfiar.Pocodespués,havueltoacaerenunaespeciedesoporyahoragimedenuevo.

Sehaproducidouncambiorepentino.Deprontomellamóasulado,conunaexcitacióntanextrañaquetemíqueestuvieradelirando;peronoeraasí.

—¡Esofuelacrisis,Helen!—dijo,complacido—.Teníaundolorinfernal;ahoramehadesaparecidodeltodo;nuncameencontrémejordesdelacaída…¡Diosmío,mehadesaparecido!—Ymecogiólamanoymelabesóllenodeemoción;pero,aldarsecuentadequeyonoparticipabadesualegría,lasoltódegolpeymaldijoconamarguramifrialdadeinsensibilidad.¿Quépodíayodecir? Arrodillándome junto a él, cogí su mano y la apreté cariñosamentecontramis labios (porprimeravezdesdenuestra separación)y ledije, en lamedidaenquelaslágrimasmedejaronhablar,quenoeraesoloquemehabíamantenidoensilencio;erael temoraquelarepentinadesaparicióndeldolornofueraunsíntomatanfavorablecomoélsuponía.Inmediatamentemandéabuscaraldoctor.Ahoraleesperamos,impacientes.Teescribiréloquediga.Laausenciadedolor,laausenciadesensacionesendondeeldoloreramásagudosiguensiendolasmismas.

Mispeores temores sehan confirmado, sehapresentado la gangrena.Eldoctor le ha dicho que no hay esperanza.Nohay palabras para describir suangustia.Nopuedoescribirmás.

Lo que seguía era todavía más penoso en cuanto a su contenido. El

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enfermoseacercabarápidamentealaextinción;eraarrastradocasialbordedeaquel horroroso vacío, que él se estremecía al contemplar y del que ni laagoníadelasoracionesnilaslágrimaspodíansalvarle.Nadapodíaconsolarleahora; los burdos intentos de Hattersley fueron pronunciados en vano. Elmundonoeranadaparaél: lavidaytodossusatractivos,susinsignificantessolicitudes y placeres eran una burla cruel.Hablar del pasado era torturarleconvanosremordimientos;referirsealfuturohacíaaumentarsuangustia;ynoobstante, permanecer callado era dejarle presa de sus propios lamentos ymiedos.Amenudoinsistíaconunaestremecedoraminuciosidadeneldestinode su cuerpo perecedero: la lenta y progresiva disolución que invadía ya sucuerpo;elsudario,elataúd,laoscuraysolitariatumba,ytodosloshorroresdelacorrupción.

—Si intento —decía su afligida esposa—, apartar estas cosas de supensamiento,obligarleaconcentrarseentemasmáselevados,noesmejor.

—¡Peorypeor!—gime—.Sihubieraverdaderamenteotravidamásalládelatumbayunjuiciodespuésdelamuerte,¿cómovoyaenfrentarmeaello?

Nopuedohacerleningúnbien;noconseguiréhacerlever,nianimarle,nireconfortarle con nada que diga; y sin embargo se agarra a mí con unaobstinaciónimplacable,conunaespeciededesesperacióninfantil,comosiyopudierasalvarledeldestinoqueteme.Estoydíaynochejuntoaél.Metienecogidalamanoizquierdaahora,mientrasescribo;melahatenidoasídurantehoras: a veces aferrándose con violencia a mi brazo, mientras le correngrandesgotasporlafrenteantelaideadeloqueve,ocreequeveantesí.Siretiromimanounmomento,seangustia.

—Quédateconmigo,Helen—dice—,déjamecogerteasí:parececomosinopudierapasarmenadamalomientrasestésaquí.Perolamuertevendrá,seacerca ahora… ¡deprisa, deprisa! y… ¡oh, si pudiera creer que no hay nadadespués!

—No intentes creerlo, Arthur; después está la alegría y la gloria; ¡sólotienesqueintentaralcanzarla!

—¿Yo?—dijoconalgoparecidoaunarisa—.¿Novamosaserjuzgadosde acuerdo con lo que hemos hecho en vida? ¿Cuál es la utilidad de unaexistencia llena de pruebas, si un hombre puede emplearla como quiera,precisamenteencontradelosmandamientosdeDios,siluegovaalCieloconlos mejores, si el más vil pecador puede ganar la recompensa del másbienaventuradosanto,sólocondecir:«mearrepiento»?

—Perositearrepientessinceramente…

—Nopuedoarrepentirme;únicamentetengomiedo.

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—¿Sólotearrepientesdelpasadoporlasconsecuenciasquehatenidoparatimismo?

—Exactamente…, salvo que lamento haberte hecho daño,Helen, porqueerestanbuenaconmigo…

—PiensaenlabondaddeDiosynopodrásmásquelamentarteporhaberleofendidoaÉl.

—¿QuéesDios?Nopuedoverlenioírle.Diosnoesmásqueunaidea.

—Dios es Infinita Sabiduría, y Poder, yBondad, yAMOR; pero si estaideaesdemasiadovastapara tus facultadeshumanas, si tuentendimiento sepierdeensuabrumadorainfinitud,fíjalaenAquelquecondescendióaasumirnuestranaturaleza,queascendióalosCielosinclusoenSuglorificadocuerpohumano,enquienlaplenituddeladivinidadbrilla.

Pero no hizo más que mover la cabeza y suspirar. Luego, en otroparoxismodehorror,apretómibrazoymimano,y,gimiendoylamentándose,seaferróamítodavíaconestafrenéticaydesesperadaavideztanangustiosaparamialma,porqueséquenopuedoayudarle.Hice todo loquepudeparacalmarleyreconfortarle.

—¡La muerte es tan terrible…, no puedo soportarla! —gritó—. Tú nosabes,Helen,nopuedesimaginarteloquees,porquenolatienesdelantedeti;ycuandomehayanenterrado,túvolverásatuvidadeantesyserásmásfelizquenunca,ytodoelmundoseguirátanocupadoyfelizcomosiyonohubieraexistidonunca;mientrasyo…—Seechóallorar.

—No tienes que afligirte por eso—dije—; todos te seguiremos bastantepronto.

—¡OjaláquisieraDiosquepudierallevarteconmigoahora!—exclamó—.Deberíasintercederpormí.

—Ningúnhombrepuedeliberarasuhermano,nihacerporélunacuerdoconDios—repliqué—: costómás redimir sus almas; costó la sangre de unDios encarnado, perfecto y sin mancha en Sí mismo, para redimirnos delcautiveriodelmaligno:dejaqueÉlintercedaporti.

Pero parece que hablo en vano.Él no se ríe ahora, como antes, de estasverdadessagradashastadespreciarlas;peronopuedetodavíacreerenellasocomprenderlas. No puede tardar en morirse. Sufre terriblemente y tambiénsufrimoslosquevelamosporél.Peronotefatigaréconmásdetalles.Creoquehedichobastanteparaconvencertedequehicebienenveniraquí.

¡Pobre, pobre Helen! ¡Verdaderamente terribles han debido de ser laspruebas que pasó! Y yo no pude hacer nada por suavizarlas…, todo locontrario, parecía casi como si yo mismo la hubiera expuesto a ellas, por

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mediodemis secretosdeseos;y al contemplar sus sufrimientos, o losde sumarido, era como si me sintiera juzgado por haber acariciado semejanteanhelo.

Alosdosdíasllegóotracarta.Éstatambiénmefueentregadasinningúncomentario,yésteerasucontenido:

5dediciembre

Seha idopor fin.Estuve sentada junto a él toda lanoche, conmimanofuertemente cogida por la suya, observando los cambios en sus rasgos yescuchandosurespiracióndesfalleciente.Llevabacalladomuchotiempoyyocreíaquenuncavolveríaahablar,cuandomurmuró,débilperoclaramente:

—¡Ruegapormí,Helen!

—Ruego por ti, cada hora, cadaminuto,Arthur; pero debes rogar por timismo.

Suslabiossemovieron,peronoemitieronningúnsonido;luegosusojosseagitarony,suponiendoqueestabainconscienteporlaspalabrasincoherentes,pronunciadas amedias,que se le escapabandevez encuando,desembaracésuavementemimanodelasuya,conlaintenciónderespirarunpocodeaire,puesestabacasiapuntodedesmayarme;perounconvulsivomovimientodesus dedos y un «¡No me dejes!» débilmente susurrado me retuvoinmediatamente:cogídenuevosumanoynolasoltéhastaquedejódeexistir.Yentoncesmedesmayé:no fue el dolor; fue el agotamiento,que, hasta esemomento, había sido capaz de combatir. ¡Oh, Frederick, nadie puedeimaginarselatristeza,físicaymental,deaquellechomortuorio!¿Cómopodíasoportarlaideadequeaquellaalmatrémulasehabíaprecipitadoaltormentoeterno? ¡Una idea así iba a volverme loca! ¡Pero, gracias a Dios, tengoesperanza,nosóloporlaconfianzaenlaposibilidaddequelapenitenciayelperdónpuedanhaberlealcanzadoenelúltimomomento,sinoporlafesagradaenque, sean las que fueren las llamas expiatorias que el espíritu extraviadopueda estar condenado a sufrir, sea cual fuere el destino que le espere, noobstante,noestáperdido,yDios,quenoaborrecenadaqueÉlhayacreado,losantificaráalfinal!

Sucuerposerádepositadoeljuevesenesaoscuratumbaquetantotemía;peroel ataúddebecerrarse lo antesposible.Sipiensasasistir al funeralvenpronto,porquenecesitoayuda.

HELENHUNTINGDON

CAPÍTULOL

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DUDASYDECEPCIONES

Al leer esto no tenía razones para ocultar mi alegría y mi esperanza aFrederickLawrence,porquenoteníanadadequeavergonzarme.Loúnicoquemeproducíaalegríaeraquesuhermanasehabíaliberadoalfindesupenosayabrumadoralabor;miúnicaesperanzaeraqueellaserecuperaraconeltiempodesusefectosyquese lepermitieradescansarenpazy tranquilidad,por lomenos, el resto de su vida. Yo experimentaba una dolorosa piedad por sudesdichadomarido(aunqueeraplenamenteconscientedequehabíasidoélelcausante de todos sus sufrimientos y de sobra merecedor de ellos), unaprofundacondolenciaconellapor suscalamidadesyunagranpreocupaciónpor las consecuencias de aquellos agotadores cuidados, aquellas terriblesvigilias,aquelconfinamientoincesanteynocivojuntoaunagonizante,porqueestabaconvencidodequenohabíaaludidoalamitaddelossufrimientosquehabíatenidoquesoportar.

—¿Vaairustedaverla,Lawrence?—pregunté,poniéndolelacartaenlasmanos.

—Sí,inmediatamente.

—¡Muybien!Ledejaré entonces para que haga los preparativos para sumarcha.

—Yaloshehecho,mientrasleíaustedlacartayantesdequeviniera;yelcocheacabadellegar.

Aprobando interiormente su prontitud,medespedí de él yme retiré.Medirigióunamiradapenetrantealtiempoquenosestrechábamoslasmanosparadespedirnos; sea lo que fuere lo que buscaba enmi semblante, no vio en élnadamás que lamás decorosa gravedad… quizámezclada con un poco derigorporqueporunmomentomeofendíporloquesospechabaqueleestabapasandoporlacabeza.

¿Había olvidado yo mis propias expectativas, mi ardiente amor, mispertinacesesperanzas?Parecíacomoun sacrilegiovolver a ellas ahora,perono las había olvidado. Reflexioné, sin embargo, sobre estas cosas con unlúgubre sentido de la oscuridad de esas expectativas, la falacia de esasesperanzas,y la fatuidaddeesteafecto,almontardenuevoenmicaballoyhacer lentamente el viaje de vuelta a casa. La señora Huntingdon era libreahora;yanoeraundelitopensarenella;pero¿pensóellaalgunavezenmí?No,enaquelmomento,naturalmente,noeradeesperar,pero¿loharíacuandosehubierarecuperadodelaimpresión?Alolargodetodasucorrespondenciaconsuhermano(nuestromutuoamigo,comoellamismale llamaba),nomehabía mencionado más que una vez, y había sido por necesidad. Esto sólo

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dabafuerzaalapresuncióndequemehabíaolvidado;noobstante,noeraestolopeor:podríahabersidosusentidodeldeberloquelahabíahechoguardarsilencio, podría estar tratando sólo de olvidar; pero además de esto, tenía lasombría convicción de que las horribles realidades que ella había visto ypadecido, su reconciliación con el hombre que había amado una vez, lossufrimientos y la muerte espantosos de éste, debían de haber borradofinalmente de su pensamiento todas las huellas de su efímero amor pormí.Ella podría recuperarse de estos horrores hasta el punto de recuperar suantigua salud, su tranquilidad, incluso su alegría, pero nunca aquellossentimientos que a partir de entonces le parecerían un afecto pasajero, unsueñovano, ilusorio; sobre todo cuandono había nadie que le recordaramiexistencia, ni medio de hacerle saber mi ferviente constancia, ahora queestábamos tan lejos el uno del otro, y la delicadeza me prohibía verla oescribirle durante meses por lo menos. ¿Cómo podía conseguir que suhermano me ayudara? ¿Cómo podía romper aquella helada corteza decautelosareserva?Quizáéldesaprobaraahoramiafectoigualqueantes;¿nome consideraría quizá, demasiado pobre, demasiado humilde, para suhermana?Sí,habíaotrabarrera:era indudablequehabíaunagrandiferenciaentreel rangoy la situaciónde la señoraHuntingdon, ladamadeGrassdaleManor, y los de la señora Graham, la artista, la inquilina deWildfell Hall;quizálosamigosdeella,elmundo,siesquenoellamisma,consideraríanunapresunción que yo ofrecieramimano a la primera… una penalidad que yopodría arrostrar, si estuviera seguro de que ella me amaba; pero si no meamaba, ¿cómo podía hacerlo? Y, finalmente, su difunto marido, con suhabitualegoísmo,podríahaberredactadosu testamentode talmaneraque lepusieraimpedimentosparaquesecasaraotravez.Comoves, teníabastantesrazonesparadesesperarmesihubieraquerido.

No obstante, esperé el regreso del señor Lawrence deGrassdale con nopocaimpaciencia,impacienciaqueaumentabaamedidaqueseprolongabasuausencia.Estuvo fuera unosdiezdías.Meparecíamuybienque se quedaraallí para consolar y ayudar a su hermana, pero podía haber escrito paradecirmecómoseencontrabaella,oalmenoscuándopensabavolver;porquepodríahabertenidoencuentaqueyoestabaangustiadoporellaysumidoenlaincertidumbre en cuanto amis planes futuros. Y cuando regresó por fin, loúnico queme dijo fue que se hallaba exhausta y rendida por sus incesantesesfuerzos en favor de aquel hombre que había sido el azote de su vida y lahabía arrastrado con él hasta lasmismas puertas de lamuerte, y que estabatodavíamuy impresionada y deprimida por su triste fin y las circunstanciasquelohabíanrodeado.Peronodijoningunapalabraqueserefirieraamí,nohizoningunaalusiónaqueellapronunciaraalgunavezminombre,oqueéstefueramencionadoensupresencia.Naturalmenteyotampocolehiceningunapregunta: no se me pasó por la cabeza hacerlo, creyendo, como creía, que

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Lawrenceeracontrarioalaideademiuniónconsuhermana.

Medicuentadequeélesperabaqueyolehicieramáspreguntassobresuvisitaytambién,conlaagudapercepcióndeloscelos,odelamorpropio—ocomo quiera que deba llamarlo—, de que a él no le gustaba la idea delinterrogatorio que le amenazaba, y se mostró no menos complacido quesorprendido al ver queno seproducía.Comoesnatural, yo ardíade cólera,peroelorgullomeobligóareprimirmisemociones,yamantenerserenomisemblante—oalmenosaaparentarunaestoicacalma—atodololargodelaentrevista. Hice bien en comportarme así, pues volviendo a considerar elasunto una vez recuperada la calma, debo decir que habría sido absurdo eimpropiodiscutirconélenunaocasiónsemejante;deboconfesartambiénquelodetestéenmifuerointerno;laverdaderaquemeteníaunagransimpatía,peroeraplenamenteconscientedequeunauniónentrelaseñoraHuntingdonyyo sería lo que el mundo llama una mésalliance; y no era propio de sunaturalezaburlarsedelmundo,sobretodoenuncasocomoéste,porquelarisadeaquél,osuopinióndesfavorable,seríaparaélmásterriblequesedirigieracontra su hermana que contra símismo. Si hubiera creído que la unión eranecesariapara la felicidadde losdos,odeunode losdos,ohubierasabidoconcuantofervorlaamabayo,sehabríacomportadodeformadiferente;peroviéndometanserenoyfrío,pornadadelmundohabríaalteradomifortalezadeánimoy,aunqueabsteniéndoseabsolutamentedetodaoposiciónactivaalaboda,tampocohabríahechonadaparaquesecelebrara,ysehabríainclinadomás bien a actuar con moderación, ayudándonos a superar nuestro apegomutuo, que a dejarse arrastrar por la emoción, y fomentarla. «Y no seequivocabaalhacerlo»,dirás.Quizáno;encualquiercaso,yonoganabanadaconestar resentidoconél como loestaba;peroenaquelmomentonopodíajuzgar el asunto con semejantemoderación; y después de una conversaciónsobretemasindiferentes,mefui,sintiendoelescozordelorgulloheridoydelaamistad traicionada, ademásdeldolorquemeproducía el temordequeellame hubiera olvidado verdaderamente, y la certeza de que aquella a la queamabaseencontrabasolayapenada,padeciendofaltadesaludyabatimientode espíritu, sin que yo pudiera hacer nada para consolarla o ayudarla, nisiquiera demostrarle mi condolencia, pues la comunicación de un mensajesemejanteatravésdelseñorLawrencenopodíaniplantearse.

Pero¿quéibaahacer?Esperaríayveríasielladabamuestrasdeacordarsedemí,locualporsupuestonoibaaocurrirsinopormediodeunaespeciedemensaje confiadoa suhermano, el cual, con todaprobabilidad,nomeharíallegar, y entonces —¡horrible pensamiento!— ella creería que me habíaenfriadoyquehabíacambiadopornocontestarlo…O,quizá,élya lehabíadadoaentenderqueyohabíadejadodepensarenella.Sinembargo,esperaríaaquehubierantranscurridolosseismesesdenuestradespedida(esdecir,hastafinales de febrero), y entonces le enviaría una carta en la que le recordaría

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humildemente su anterior permiso para escribirle al final de ese período yesperaba que pudiera hacer uso de él, al menos para expresarle mi sinceropesarporsusúltimasdesdichas,mijustaapreciacióndesugenerosaconductaymiesperanzadequesehubierarestablecidodeltodo,ydeque,algúndía,sele permitiera disfrutar de las bendiciones de una vida tranquila y feliz quedurante tanto tiempo se le habían negado. Vida que nadie podía decir quemereciera conmayormotivoque ella; añadiría algunaspalabrasde cariñosorecuerdo para mi pequeño amigo Arthur, con la esperanza de que no mehubiera olvidado, y, quizá, algunas más referentes a épocas pasadas, a lasdeliciosas horas que había pasado en su compañía, y mi imperecederorecuerdodeellas,queeralasalyelconsuelodemivida,ylaesperanzadequesussinsaboresrecientesnomehubierandesterradodesupensamiento.Sinocontestaba a esta carta, no le escribiría ningunaotra; si la contestaba (comoseguramenteharía,dealgunamanera),miactuaciónposteriordependeríadesurespuesta.

Diez semanas eramucho tiempo para esperar en un estado de tan tristeincertidumbre,pero¡valor!,debíasoportarlo;entretantocontinuaríaviendoaLawrence de vez en cuando, aunque no tan a menudo como antes, ycontinuaría incluso conmis habituales preguntas sobre su hermana, si habíasabidoalgodeellaúltimamente,quecómoestaba,peronadamás.

Así lo hice, y las respuestas que recibía se limitaban irritantemente a lacarta objeto de mis pesquisas: se encontraba como de costumbre, no sequejaba, pero el tono de la última carta ponía de manifiesto una grandepresión; decía que se encontrabamejor, y, por último, que estaba bien, ymuy ocupada con la educación de su hijo y con la administración de laspropiedades de su difunto marido, y la reorganización de sus asuntos. Elpícaronuncamedijocómohabíansidodispuestosesosbienes,osiel señorHuntingdon habíamuerto sin hacer testamento o no; y yo preferíamorirmeantes que preguntárselo, para que no interpretara mi deseo de saber comocodicia.Élnuncaseofrecíaahoraaenseñarmelascartasdesuhermana,yyonunca insinué el deseo de verlas. Febrero, sin embargo, se aproximaba;diciembrehabíapasado;enero,porfin,estabaterminando…algunassemanasmásydespués,unaciertadesesperaciónorenovacióndelaesperanzapondríafinaaquellalargaagoníadeincertidumbre.

Pero ¡ay!, fue precisamente por esa época cuando ella tuvo que encajarotrogolpeconlamuertedesutío…,unviejobastantecarentedeméritos,meatreveríaadecir,peroquehabíamostradosiempremásgenerosidadyafectohacia ella que hacia ninguna otra criatura, y ella se había acostumbrado atratarlecomoaunpadre.Estabaconélcuandomurióyhabíaayudadoasutíaacuidarleenelúltimoestadiodesuenfermedad.SuhermanofueaStaningleypara asistir al funeral y me dijo, a la vuelta, que ella estaba allí todavía,

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tratandodelevantarelánimoasutíaconsupresencia,yprobablementeconintencióndequedarsealgúntiempo.Éstaeraunamalanoticiaparamí,porquemientrasestuvieraallínopodíaescribirle,puestoquenosabíaladirecciónyno iba a pedírsela a él. Pero una semana seguía a otra, y cada vez que lepreguntabaporellamedecíaqueestabatodavíaenStaningley.

—¿DóndeestáStaningley?—lepregunté,porfin.

—Enelcondadode…—fuelaescuetacontestación;yenellahabíaalgotanfríoysecoquemedisuadiódepedirleunaexplicaciónmásdetallada.

—¿CuándoregresaráaGrassdale?—fuemisiguientepregunta.

—Nolosé.

—¡Malditasea!—murmuré.

—¿Por qué,Markham?—me preguntómi acompañante, con un aire deinocente sorpresa. Pero no me digné contestarle, salvo con una mirada dedesdén hosco y desdeñoso, ante la cual él inclinó la cabeza y contempló laalfombra con una ligera sonrisa, medio sombría, medio distraída. Luego,alzandolamiradaconpresteza,comenzóahablardeotrostemas,tratandodearrastrarme a una conversación alegre y cordial; pero yo estaba demasiadoirritadoparadivagarconélyenseguidamedespedí.

Verás,dealgunamaneraLawrenceyyonoconseguíamos llevarnosmuybien.Laverdades,creo,quelosdoséramosdemasiadosusceptibles.Esunacosamolesta,Halford,estasusceptibilidadporafrentasen lasquenadieestáimplicado.Ahorayanosoyvíctimadeella,comopuedesatestiguartúmismo:heaprendidoaseralegreysensato,aestarmásdeacuerdoconmigomismoyser más indulgente con mis semejantes, y puedo hasta reírme de ti y deLawrence.

Enparteporcasualidadyenparteporunanegligenciavoluntariapormilado (porque estaba empezando a disgustarme de verdad), pasaron variassemanas antes de que volviera a ver ami amigo.Cuando nos encontramos,habíasidoélelquemehabíabuscadoportodaspartes.Unaluminosamañanadeprimerosdejunio,sepresentóenelcampoendondeyoestabaempezandolasiegadelheno.

—Hacía mucho tiempo que no le veía, Markham —dijo, después deintercambiaralgunaspalabras—.¿NopiensaveniraWoodfordnuncamás?

—Fuiunavez,peroestabaustedfuera.

—Lolamenté,peroesofuehacemuchotiempo;esperabaquevolvieraotravez;entoncesfuiaverle,peroustedestabafuera,comoocurreamenudo,puesdelocontrariohubieraidoconmásfrecuencia;peroestandodecididoaverleestavez,hedejadomi jacaenelcaminoyhesaltadoelsetoy lazanjapara

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encontrarle;esquevoyadejarWoodfordporunatemporadaypuedequenotengaelplacerdevolveraverleduranteunmesodos.

—¿Adóndeva?

—PrimeroaGrassdale—dijo,conunamedia sonrisaquedebuenaganahabríareprimidosihubierapodido.

—¡AGrassdale!¿Estáellaallíentonces?

—Sí,perodentrodeundíaodossemarcharáparaacompañaralaseñoraMaxwellaF…,parabeneficiarsedelairedelmar,yyoiréconellas(F…eraen aquella época un tranquilo y acreditado balneario; ahora es mucho másfrecuentado).

Lawrence parecía esperar que yo aprovechara esta circunstancia paraconfiarle algún tipodemensajedirigidoa suhermana;y creoque sehabríacomprometido a entregarlo sin objeciones, si a mí se me hubiera ocurridopedírselo, aunque, naturalmente, no se habría ofrecido a hacerlo si yo mecontentaba con dejarlomarchar sinmás. Pero no pude decidirme a hacer lapetición.Hastaqueélsemarchónomedicuentadelaexcelenteoportunidadque había dejado escapar y entonces, de verdad, lamenté mi torpeza y miestúpidoorgullo,peroyaerademasiadotardepararemediarelmal.

Noregresóhastalosúltimosdíasdeagosto.Meescribiódosotresvecesdesde F…, pero sus cartas fueron irritantemente insatisfactorias: versabansobre generalidades y nimiedades que no me interesaban en absoluto, oestabanrepletasdedivagacionesyreflexionesigualmentemalacogidaspormíenaquelmomento,ynodecíanprácticamentenadasobresuhermanaypocomás sobre sí mismo. Esperaría, sin embargo, a que volviera; quizá pudieraentonces sonsacarle algo. De todas formas, no le escribiría a ella entonces,mientrasestuvieraconélyconsutía,quiensindudaseríatodavíamáshostilque él a mis presuntuosas aspiraciones. Cuando regresara al silencio y lasoledaddesupropiacasaseríamimejoroportunidad.

Cuando Lawrence regresó, sin embargo, se mostró más reservado quenuncasobreeltemademiimpacientecuriosidad.Medijoqueasuhermanalehabía sentadomuy bien su estancia en F…, que su hijo se encontrabamuybienyque—¡ay!—losdoshabíanvueltoconlaseñoraMaxwellaStaningley,yallípermanecieronporlomenostresmeses.Peroenlugardeaburrirteconmi disgusto, mis esperanzas y desilusiones, la fluctuación entre mi tristedesalientoymisesperanzasvacilantes,misdiversasresoluciones,unasvecesabandonadas y otras mantenidas —pensando unas veces en un arranquetemerarioyotrasendejarcorrerlascosasyesperar—,mededicaréaexplicarlasituacióndeunoodospersonajespresentadosenelcursodeestanarración,aquienespuedequenotengaocasióndemencionardenuevo.

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Poco antes de producirse la muerte del señor Huntingdon, ladyLowborough se escapó con otro galán al Continente, en donde, después dehabervividounatemporadaenalborotadadisipación,riñeronysesepararon.Duranteuntiemposiguiódandotumbos,perolosañospasabanyeldineroseiba; finalmente naufragó en medio de necesidades y deudas, desgracia ymiseria;murió según he oído, en la penuria, el abandono y lamás absolutavileza. Pero esto podría ser sólo un rumor: puede que viva todavía, si nosatenemos a los datos que yo o cualquiera de sus parientes o antiguosconocidossabemos;porqueéstosnohanvueltoaverladesdehacemuchoañosysipudieranseolvidaríandeelladeltodo.Sumarido,sinembargo,despuésdeaquellasegundacalaverada,tratóinmediatamentedeobtenereldivorcio,loobtuvoynomuchodespuésvolvióacasarse.Fueunaacertadadecisión,pueslordLowborough,tristeyrarocomoparecía,noerahombreparaunavidadesoltero. Ni los intereses públicos, ni ambiciosos proyectos, ni absorbentesocupaciones —ni siquiera lazos de amistad (si es que había tenido algúnamigo)—, podían compensarle de la ausencia de comodidades y ternurasdomésticas.Teníaunhijoyunahijanominal, esverdad,pero le recordabandemasiadodolorosamenteasumadre,ylapequeñaAnnabellaeraunafuenteperpetuadeamarguraparasualma.Sehabíaimpuestoasímismotratarlaconbondadpaternal;sehabíaobligadoanoodiarlaeincluso,quizá,asentirunaamable simpatía hacia ella, al final, como respuesta al cariño sencillo yconfiadoquelaniñasentíaporél;perolaamarguradesuautocondenaporlossecretos sentimientos que le inspiraba aquella inocente criatura, su luchaconstantepara subyugar lasmalasocurrenciasde sunaturaleza (puesnoeraunanaturalezagenerosa),aunqueparcialmenteadivinadasporaquellosqueleconocían,sólolasconocíanDiosysupropiocorazón;tambiénduroseransusconflictos con la tentación de volver al vicio de su juventud—y buscar elolvidodesusdesgraciaspasadasyelamortiguamientodelatristezapresentede un corazón marchito, de una vida sin alegría ni amistad, y una mentemórbidamente desconsolada—, cediendo de nuevo ante ese enemigo de lasalud, el juicio y la virtud, que tan deplorablemente le había esclavizado ydegradadoantes.

Elsegundoobjetodesuelecciónfuemuydistintodelprimero.Algunosseasombraron de su gusto; algunos incluso lo ridiculizaron, pero en esto laestupidez de sus críticos era más aparente que la suya. La dama teníaaproximadamentesuedad—esdecir,entre treintaycuarentaaños—,noeranotable por su belleza, ni por su salud, ni por sus brillantes dotes, ni porningunaotracosadelaquehayaoídohablaralgunavez,salvounaauténticasensatez,unaintegridadinquebrantable,unaactivapiedad,uncorazóncálidoybenevolente,yunainagotablealegría.Estascualidades,sinembargo,comopuedes fácilmente imaginar, se combinaban para convertirla en una madreexcelenteparalosniñosyenunainapreciableesposaparasuseñoría.Él,con

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suhabitualfaltadeestimaporsímismo,lacreíademasiadobuenaparaél,yaunqueseasombrabadelabondaddelaProvidenciaalhaberlefavorecidoconsemejante regalo, e incluso del gusto de ella por haberle preferido a otroshombres,hizotodoloposiblepordevolverleelbienquelehizoytuvotantoéxitoensupropósitoqueella fue,ycreoque todavíaes,unade lasesposasmásfelicesyenamoradasdeInglaterra;ytodoslosqueponenendudaelbuengusto de los dos pueden estar agradecidos si sus respectivas elecciones lesaportanlamitaddeauténticasatisfacciónconelmismofin,osirecompensansupreferenciaconunafectolamitaddeduraderoysincero.

Si estás interesado de alguna manera en el destino de aquel bellacollamado Grimsby, sólo puedo decirte que fue de mal en peor, hundiéndosepatéticamente en el vicio y la vileza, sin otra compañía que los peoresmiembrosdesuclubylaescoriadelasociedad—porfortunaparaelrestodelmundo—, y que finalmente encontró su fin en una reyerta de borrachos, amanos,sedice,deuncompañerodeaventuras,aquienhabíaengañadoeneljuego.

En cuanto al señor Hattersley, nunca olvidó del todo su resolución de«apartarsedeellos»ycomportarsecomounhombreyuncristiano,ylaúltimaenfermedad y muerte de su en otro tiempo jovial amigo Huntingdon leimpresionó tan profunda y seriamente y le hizo reflexionar tanto sobre elpeligro de sus anteriores costumbres, que nunca más necesitó otra lecciónparecida. Evitando las tentaciones de la ciudad, continuó viviendo en elcampo, inmerso en las habituales ocupaciones de un hacendado activo ycordial;eranéstaslalabranzaylacrianzadecaballosyganado,alternadasconlacazayaliviadasporlacompañíaocasionaldesusamigos(mejoresquelosde su juventud) y la de su diminuta y feliz esposa (ahora alegre y confiadacomopudieradesearelcorazón),yladesuexcelentefamiliadefornidoshijosylozanashijas.Comosupadre,elbanquero,murióhaceañosyledejótodasufortuna, ahora tiene todos losmedios necesarios para ejercitar sus aficionespreferidas, y no necesito decirte queRalphHattersley es famoso en todo elpaísporsunoblecríadecaballos.

CAPÍTULOLI

UNSUCESOINESPERADO

Volveremos ahora a una tarde tranquila, fría y nubosa de comienzos dediciembre,cuandolaprimeranevadaseextendíacomounafinacapasobreloscampos yermos y los caminos helados, o se amontonabamás espesa en loshuecos de las huellas profundas de los carros y las pisadas de hombres y

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caballos impresas en el fango, ahora petrificado, de las últimas lluviastorrenciales.Larecuerdobienporquevolvíaandandoacasadelavicaría,encompañíanadamenosquedelaseñoritaElizaMillward.Yohabíaidoavisitarasupadre:unsacrificioenarasde lacortesíaaceptadoexclusivamenteparacomplaceramimadre,noamímismo,puesodiabaacercarmea lacasa;nosólo a causademi antipatía hacia la enotro tiempoencantadoraEliza, sinoporque no había perdonado al anciano caballero por su mala opinión de laseñoraHuntingdon;puesaunqueahorareconocíaquesehabíaequivocadoensuprimerjuicio,seguíamanteniendoquehabíahechomalenabandonarasumarido:estoeraunaviolacióndesussagradosdeberesdeesposayunapruebaparalaProvidenciaalexponersealatentación;únicamentelosmalostratos(yéstosdenopocaimportancia)podíanexcusarsemejantepaso…ynisiquieraeso, porque en un caso semejante habría debido apelar a las leyes paraprotegerse.Peronoeradeéldequienqueríahablar;eradesuhijaEliza.Enelmomentoenquemedespedíadelvicario,ellaentróenlahabitación,dispuestaadarunpaseo.

—Precisamenteibaaverasuhermana,señorMarkham—medijo—;asíque, si no pone objeciones, le acompañaré hasta su casa. Me gusta iracompañadacuandosalgo.¿Nolegustaausted?

—Sí,cuandolacompañíaesagradable.

—Naturalmente—replicó la jovendama,sonriendoconmalicia.Asíquesalimosjuntos.

—¿CreequeencontraréaRoseencasa?—dijocuandocerramoslapuertadeljardínynosencaminamosendirecciónaLinden-Car.

—Creoquesí.

—Confíoenqueasísea,puestengoalgunasnoticiasquecontarle…,siesqueustednosemehaadelantado.

—¿Yo?

—Sí. ¿Sabe usted por qué se ha ido el señor Lawrence? —Me miródeseosadeconocermicontestación.

—¿Sehaido?—dije;ysucaraseiluminó.

—¡Ah!Entonces¿nolehadicholodesuhermana?

—¿Qué?—pregunté, aterrorizado ante la idea de que le hubiera pasadoalgomalo.

—¡Oh,señorMarkham,cómoseharuborizado!—gritóella,conunarisainquietante—.¡Ja,ja,todavíanolahaolvidado!Peroledigoqueseríamejorquelohicieradeprisa,porque(¡ay!,¡ay!)vaacasarseelpróximojueves.

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—¡No,señoritaEliza!Esoesmentira.

—¿Quiereacusarmedementirosa,señor?

—Estáustedmalinformada.

—¿Loestoy?¿Acasoloestáustedmejor?

—Creoquesí.

—Entonces ¿qué es lo que le ha hecho ponerse tan pálido? —dijosonriendo,encantadadevermetanimpresionado—.¿Estáindignadoconmigoporcontarleunembuste?Pueshadesaberquele«cuentoelcuentotalcomomelocontaron»:norespondodesuverdad;peroalmismotiemponoveoporquérazónibaaengañarmeSarah,oibaaengañarlaaellasuinformador.Ellame dijo que el criado le había dicho esto: que la señora Huntingdon iba acasarseeljuevesyqueelseñorLawrencesemarchabaparaasistiralaboda.Medijoelnombredelcaballero,peromeheolvidadodeél.Quizápuedaustedayudarmearecordarlo.¿Nohayalguienquevivecerca,oquehacefrecuentesvisitasalosalrededores,yquellevamuchotiempoenamoradodeella?Esuntalseñor…¡Oh,cielos!Elseñor…

—¿Hargrave?—sugerí,conunaamargasonrisa.

—¡Esoes!—gritóella—.Éseeraprecisamenteelnombre.

—¡Imposible,señoritaEliza!—exclaméenuntonoquelasobresaltó.

—En fin, verá, eso fue lo que me dijeron —dijo, mirándometranquilamentea lacara.Y luegoestallóenunacarcajadaestridentequemehizoenloquecerdeira.

—Realmentedebeustedperdonarme—dijoenvozalta—.Séqueesmuyduro, pero ¡ja!, ¡ja!, ¡ja! ¿Pensaba usted casarse con ella? ¡Pobrecito,pobrecito,quépena!¡Ja!¡Ja!¡Ja!¡VálgameDios,señorMarkham!,¿vausteda desmayarse? ¡Oh, cielos! ¿Llamo a ese hombre? ¡Eh, Jacob! —Peroimpidiendoquesiguieragritando, lacogíporelbrazoy ledi,creo,unbuenpellizco, porque se encogió con un débil grito de dolor o terror; mas eldemonio que había dentro de ella no se sometió: recuperándoseinmediatamente, continuó, con un interés bien fingido—: ¿Qué puedo hacerpor usted? ¿Quiere un poco de agua, o de brandy? En la taberna de abajodebendetener;siquierequevaya…

—¡Acabe de una vez con esta estupidez!—grité, terminante—.Ya sabequedetestoestasbromas—continué.

—¡Unabroma,dice!¡Noestababromeando!

—Encualquiercasoseestabariendoynomegustaqueseríandemí—repliqué,esforzándomeporhablarconlacomposturayladignidadadecuadas,

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ypornodecirmásque loqueera sensatoycoherente—.Ypuestoqueestáusted de tan buen humor, señorita Eliza, debe de ser usted bastante buenacompañíaparasímisma;portantoladejaréparaqueconcluyasolasupaseo,porque,ahoraquepiensoenello,tengocosasquehacer;asíquebuenastardes.

Conestaspalabrasladejé(frenandosumaliciosacarcajada)ymeadentréen los campos, salvando la zanja y atravesando el seto por la aberturamáscercana.Decididoaprobardeunavezlaverdad—omásbienlafalsedad—dela historia, me dirigí apresuradamente a Woodford, corriendo lo másrápidamente que permitían mis piernas—primero dando un rodeo, pero encuantoestuvefueradelángulodevisióndemibellaatormentadora,atajandoacampotraviesa,casicomopodríavolarunpájaro—,sobrepradosybarbechos,rastrojeras y senderos, saltando setos, zanjas y vallas, hasta que llegué a laspuertas de la casa del joven hacendado. Nunca hasta ese momento habíaconocido yo todo el apasionamiento de mi amor, toda la fuerza de misesperanzas,nodel todoaplastadasnisiquieraenmishorasdemásprofundodesaliento, en las queme agarraba tenazmente a la idea de que un día ellapodría sermía, y si no eso, por lomenos a que algo enmimemoria, algúnluminoso recuerdo de nuestra amistad y nuestro amor, sería acariciado parasiempreensucorazón.Meencaminéalapuerta,decidido,siveíaalseñordelacasa,apreguntarledescaradamentesobresuhermana,anoesperaryvacilarpormás tiempo, sinoadesembarazarmede la falsadelicadezay el estúpidoorgulloysabermisuertedeunavez.

—¿EstáelseñorLawrenceencasa?—lepreguntéansiosamentealcriadoquemeabriólapuerta.

—No,señor,elamosefueayer—respondióél,pareciendomuyalarmado.

—¿Adónde?

—AGrassdale,señor.¿Nolosabía,señor?Esmuyreservado—dijoeltipoconunasonrisaestúpida,forzada—.Supongo,señor…

Perome volví y le dejé, sin esperar a oír lo que él suponía. No estabadispuesto a quedarme allí para exponer mis torturados sentimientos a lacarcajadainsolenteylaimpertinentecuriosidaddeunhombrecomoaquél.

Pero ¿qué iba hacer ahora? ¿Era posible que ellame hubiera dejado poraquelhombre?Nopodíacreerlo.¡Podíaabandonarme,peronoentregarseaél!Bien,sabría laverdad…,nopodíaatendermis interesesen lavidacotidianamientrasesta tempestaddeduday temor,decelosyrabia,meobsesionaran.CogeríaladiligenciadelamañanasiguienteprocedentedeL…(ladelatardese habría ido ya) y volaría haciaGrassdale.Debía estar allí antes de que secelebrara la boda. ¿Y por qué? Porque seme ocurrió la idea de que podríaimpedirla,que,sinolohacía,ellayyopodríamoslamentarlohastaelfinde

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nuestrosdías.Semeocurrióquealguienpodríahaberlementidorespectoamí:quizásuhermano…sí,nohabíadudadequesuhermanolahabíaconvencidodequeyoeradesleal e infiel,yaprovechándosede su lógica indignación,yprobablemente de su desalentada indiferencia por su vida futura, la habíaalentado, engañosa y cruelmente, a casarse de inmediato con aquel hombreconelfindealejarlademí.Siéstefueraelcaso,ysielladescubríasuerrorcuandofuerademasiado tardepara repararlo, ¡aquévidade tristezayvanaslamentaciones podíamos los dos vernos condenados! ¡Y qué remordimientoparamí darme cuenta de quemis estúpidos escrúpulos habían conducido aello! ¡Oh, debía verla, ella debía conocer mi verdad aunque tuviera quedecírselaa laspuertasde la iglesia!Podríapasarpor locooporunestúpidoimpertinente—inclusopodríaofenderseporsemejante irrupción,oalmenosdecirmequeerademasiado tarde—, ¡perosipudiera salvarla, si ellapudierasermía…!¡Eraunpensamientodemasiadoarrebatado!

Impulsado por esta esperanza y aguijoneado por estos temores, volvídeprisa a casa con el fin de disponer lo necesario para mi marcha al díasiguiente.Ledijeamimadrequeasuntosurgentesquenoadmitíandemora,peroquenopodíaexplicarenesemomento,reclamabanmipresenciafuera.

Miprofundaansiedadymigravepreocupaciónnopudieronquedarocultasasusojosmaternales;mecostómuchotrabajoconvencerladequesutemoraquesetrataradealgúnmisteriodesastrosocarecíadefundamento.

Aquella noche cayó una gran nevada, que retrasó tanto lamarcha de lasdiligenciasaldía siguiente,quecreíqueme ibaavolver loco.Viajé toda lanoche, naturalmente, pues era miércoles: al día siguiente, sin duda, secelebraría la boda. Pero la noche era larga y oscura: la nieve dificultabaenormementeelgirodelasruedasyenredabaloscascosdeloscaballos; losanimales estaban agotados y eran lentos; los cocheros, execrablementecautelosos; lospasajeros,condenadamenteapáticosensusupina indiferenciaante la lentitud de nuestro avance. En lugar de ayudarme a intimidar a loscocheros y obligarlos a que aceleraran la marcha, se limitaban a mirarmefijamente y sonreír antemi impaciencia: hubo uno que incluso se atrevió aburlarsedemí,perolehicecallarconunamiradaqueloapaciguóparaelrestodel viaje; y cuando, enúltimo término, estuvedispuesto a tomar las riendaspersonalmente,todossepusierondeacuerdoparaoponerse.

ErayaplenodíacuandollegamosaM…ynosdetuvimosdelantedelRoseandCrown.YobajéypedíagritosuncochedecaballosparairaGrassdale.No había nadie que lo tuviera; el único que había en la ciudad estabareparándose.

—¡Entoncesunacalesa,uncalesín,uncarro,loquesea,perorápido!

Había un calesín pero no un caballo disponible. Hice que fueran a la

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ciudad en busca de uno; pero tardaban tanto en volver que no pude esperarmás: pensé quemis propios pies podrían llevarmemás rápidoy, rogándolesqueenviaranelmediodetransportedetrásdemí,siesqueestabalistoantesdeunahora,memarché tandeprisa comopude caminar.Ladistancia era pocomás de nueve kilómetros, pero el camino me era desconocido y tuve quepararmevarias vecesparapreguntar por dóndedebía ir, llamando a gritos acarreteros ypatanes e invadiendo frecuentemente las casas, pueshabía pocagentefueraaquellamañanainvernal;aveceslevantandoalosperezososdelacama, pues había tan poco que hacer, quizá tan poca comida y leña para elfuego, que no les importaba dormir demasiado. Sin embargo, yo no teníatiempoparapensarenellos;conelcuerpodoloridodefatigaydesesperación,seguícorriendo.Elcalesínnomealcanzó:habíahechobienennoesperarlo;me indignaba, más bien, haber sido tan estúpido como para esperar tantotiempo.

Porfin,sinembargo,lleguéalascercaníasdeGrassdale.Meacerquéalapequeñaiglesiarural,peroheaquíquehabíaunafiladecarruajesdelantedeella.Nofueronnecesarioslosblancoscoloresqueadornabanaloscaballosyalos criados, ni las alegresvocesde los holgazanesdel puebloque sehabíanreunido para contemplar el espectáculo, para darme cuenta de que estabacelebrándoseunaboda.Meabrípasoentreellos,preguntandosihacíamuchoque había comenzado la ceremonia. Se limitaron a dejarme paso ymirarmeatónitos. Desesperado,me adelanté a ellos y estaba a punto de entrar en elcementerio de la parroquia, cuando un grupo de golfillos harapientos, quehabíanestadocolgadosdelasventanascomoavispas,sebajarondeprontoyseprecipitaronhaciaelatrio,vociferandoeneltoscodialectodesutierraalgoquesignificaba:«Haterminado.¡Yasalen!».

SiElizaMillwardmehubieravisto en aquelmomento, habríadisfrutadomucho.Meagarréalacolumnadelaentrada,ymequedémirandofijamentehacia la puerta para contemplar por última vez la delicia demi alma, y porprimera a aquel detestable mortal que la había separado de mi corazón,condenándola, estaba seguro, a una vida desgraciada y vacía, de lamentosinútiles.Porque¿aquéfelicidadpodíaellaaspirar?Yonoqueríaimpresionarlaconmipresenciaperomesentíaincapazdemoverme.Aparecieronlanoviayel novio.A él no le vi; yo sólo tenía ojos para ella.Un largo velo cubría amediassugraciosa figura,perono laocultaba;pudever,mientrassucabezapermanecíaerguida,quesusojosmirabanelsueloyquesurostroysucuelloestabanbañadosenunruborcarmesí;perotodossusrasgosestabanradiantesporlassonrisasybrillandoatravésdelabrumosablancuradesuveloseveíanracimos ¡de rizosdorados! ¡Oh, cielos,noeramiHelen!Laprimeramiradame sobresaltó…, peromis ojos estaban empañados por el agotamiento y ladesesperación.¿Podíaatrevermeafiarmedeellos?¡Sí…noeraella!Eraunabellezamás joven,más delicada,más sonrojada…preciosa, realmente, pero

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con mucha menos dignidad y profundidad de alma, sin aquella graciaindefinible, aquel encanto espiritual aunque delicioso, aquel inefable poderparaatraery subyugarel corazón,micorazónalmenos.Miréalnovio: ¡eraFrederickLawrence!Mesequé lasfríasgotasquemecorríanpor lafrenteyretrocedí conforme él se aproximaba; pero sus ojos se fijaron en mí y mereconoció,apesardemialteradaapariencia.

—¿Es usted, Markham? —dijo, sobresaltado y confundido por laaparición,quizátambiénpormiextravaganteaspecto.

—Sí,Lawrence.¿Esusted?—Recuperémicomposturapararesponder.

Sonrió y se sonrojó, como si se sintiera medio orgulloso y medioavergonzadode su identidad.Si tenía razónpara estar orgullosode la dulcedama que llevaba del brazo, no tenía menos motivo para avergonzarse porhaberocultadodurantetantotiemposubuenasuerte.

—Permítamequelepresenteamiesposa—dijo,esforzándoseporocultarsuturbaciónyadoptandounairedeindolentejovialidad—.Esther,ésteeselseñor Markham; querido Markham, la señora Lawrence, antes señoritaHargrave.

Lehiceunareverenciaalanoviayestrechélamanodelnovio.

—¿Porquénomedijonadadeesto?—dijereprobadoramente,fingiendoun resentimientoqueno sentía (porque laverdadesque estabacasi locodealegríaaldarmecuentademifelizerror,ydesbordantedeafectohaciaélporlavil injusticiaquehabíacometidoenmispensamientos.Élpodríahabermeengañado, pero no hasta ese punto; le había odiado como a un demoniodurante las últimas cuarenta horas y la reacción contraria a semejantesentimiento fue tan grande que podía perdonar todas las ofensas demomento…yquererleapesardeellasademás).

—Selodije—repuso,conunairedeconfusiónculpable—;¿recibióustedmicarta?

—¿Quécarta?

—Lacartaenlaqueleanunciabamipróximaboda.

—Jamásherecibidonadaparecido.

—Debe de haberse cruzado con usted en el camino; debería haberlellegadoayerporlamañana;erabastantetarde,loreconozco.Pero¿quéletrajoaquí,entonces,sinoestabainformado?

Ahorametocabaamísentirmeturbado;perolajovendama,quesehabíaentretenidoendargolpecitossobre lanieveconelpiedurantenuestrobrevecoloquio sotto voce, vino en mi ayuda muy oportunamente pellizcando el

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brazo de su acompañante y sugiriéndole al oído que su amigo debería serinvitadoasubirenelcarruajee irseconellos,pueseramuypocoagradablepermanecerallíentretantosmironesyhaceresperarasusamigosinútilmente.

—¡Yconelfríoquehaceademás!—dijoél,mirandoconsternadolaligeraropa de ella y ayudándola a subir inmediatamente al carruaje—. ¿Viene,Markham?VamosaParís,peropodemosdejarleencualquierparteentreaquíyDover.

—No, gracias, adiós.No necesito desearles un feliz viaje; pero esperaréunaexcelenteexcusaasudebidotiempo,noseolvide,ymontonesdecartasantesdequenosvolvamosaver.

Meestrechólamanoyseapresuróaocuparsusitiojuntoasudama.Aquélno era el momento ni el lugar adecuados para una explicación o unaconversación:yahabíamoshabladoduranteeltiemposuficienteparallamarlaatención de los mirones del pueblo y quizá para excitar la cólera de losasistentes a la fiesta nupcial; aunque, naturalmente, todo esto ocurrió enmuchomenos tiempo del queme ha llevado relatarlo, o incluso del que tellevaráleerlo.Mequedéjuntoalcarruajey,comolaventanillaestababajada,vicómomifelizamigorodeabacariñosamenteeltalledesuacompañanteconsu brazo, mientras ella apoyaba su encendida mejilla en el hombro de él:parecían la verdadera personificación de la confiada felicidad del amor.Mientrasellacayocerrabalaportezuelayocupabasusitiodetrás,ellaalzólosojosmarronesysonrientesy,mirándole,observó,conalegría:

—Temo que vas a creermemuy insensible, Frederick: sé que es normalquelasdamasllorenenestasocasiones,peromesientoincapazdeverterunalágrima.

Él sólo contestó con un beso y la estrechó más fuertemente contra supecho.

—Pero¿quéesesto?—murmuró—.Pero¿cómo,Esther?¡Estásllorando!

—Oh,noesnada…,essóloelexcesodefelicidadyeldeseo—sollozó—dequenuestraqueridaHelenfueratanfelizcomonosotros.

«¡Dios te bendiga por ese deseo! —respondí interiormente mientras elcarruajesealejaba—.¡YqueelCielonopermitaquehayasidoexpresadodeltodoenvano!».

Meparecióqueunanubehabíaoscurecidorepentinamenteelrostrodesumaridomientrashablaba.¿Quépensaba?¿Podíacodiciarsemejantefelicidadpara su hermana y su amigo tal como se sentía entonces? En semejantemomento era imposible. El contraste entre su suerte y la de ella debíaoscurecersufelicidadduranteuntiempo.Quizá,tambiénpensóenmí:quizá

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lamentaba el papel que había desempeñado en la obstaculización de nuestraunión, negándose a ayudarnos, cuando no realmente conspirando contranosotros. Le exoneré de ese cargo, entonces, y lamenté profundamentemismezquinas sospechas anteriores; pero él nos había perjudicado, todavíaesperaba, sabía que lo había hecho.No había intentado detener el curso denuestro amor cerrando el paso a las corrientes, pero había contemplado,pasivo,cómolosdostorrentescorríanperdidosporeláridodesiertodelavida,declinando quitar los obstáculos que los separaban, esperando secretamentequelosdosseperdieranenlaarenaantesdequepudieranconvertirseenunosolo.Yentretanto,habíaseguidoocupándosedesuspropiosasuntos:quizásucabezaysucorazónsehabíanentregadotanplenamenteasubelladamaqueapenas había tenido un pensamiento para los demás. Sin duda la habíaconocido—oalmenoshabíaentradoensuintimidad—durantesustresmesesdeestanciaenF…,porqueentoncesmeacordédequeunavezhabíahecholaligerainsinuacióndequesutíaysuhermanaestabanconunajovenamigaenesaépoca,yestoexplicabaporlomenoslamitaddesusilenciosobretodoloque ocurría allí. Entonces también comprendí la razón demuchas pequeñascosas que me habían dejado ligeramente perplejo antes: entre otras, lasdiversassalidasdeWoodfordylasausenciasmásomenosprolongadas,delasque nunca dio una explicación satisfactoria, y sobre las que detestaba serpreguntadoasuvuelta.Conrazónhabíadichoelcriadoquesuamoera«muyreservado». Pero ¿por qué esta extraña prevención contramí?En parte, poraquella notable idiosincrasia a la que he aludido antes; en parte, quizá, porconsideraciónhaciamissentimientos,omiedoaalterarmiserenidadsacandoarelucirelcontagiosotemadelamor.

CAPÍTULOLII

FLUCTUACIONES

Ellentocalesínmehabíadadoalcanceporfin.Montéenélyleroguéalhombre que lo había traído que lo condujera a Grassdale Manor. Estabademasiado ocupado con mis propios pensamientos para llevarlo yo mismo.Quería ver a la señoraHuntingdon.No podía considerarse impropio que lohicieraahoraquehacíaunañoquehabíamuertosumarido.

Yporsualegríaosuindiferenciaantemiinesperadavisita,podríasaberenseguidasisucorazóneraverdaderamentemío.Peromiacompañante,untipolisto y locuaz, no estaba dispuesto a permitir que me entregara a miscavilaciones.

—¡Allá van! —dijo al ver el carruaje que iba delante de nosotros—.

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¡Menudorevuelosevaarmarhoyalláabajo!¿Sabealgodeesafamilia,señor?¿Onoconoceestastierras?

—Mehanhabladodeellos.

—¡Hum! De todas formas, la mayor parte se ha ido. Y supongo que laseñorasemarcharácuandotodoestealborototermineyseiráaviviraalgunapartedesuheredad;ylajoven(bueno,enrealidadnoesnadajoven)vieneaviviralGrove.

—¿SehacasadoacasoelseñorHargrave?

—Ay,señor,hacemeses.Teníaquehabersecasadoconunaviuda,peronopudieronponersedeacuerdosobreeldinero:ella teníaunabuenabolsayelseñorHargrave la quería toda para él; pero ella no quería perderla, así queriñeron.Éstanoes tanrica,ni tampoco tanguapa,peronohaestadocasadaantes.Dicenqueesmuyfeayquetienecuarentaañosomás,yasí,yasabe,sino aprovechaba esta oportunidad, pensaba que nunca tendría otra mejor.Supongoquepensóqueunmaridotanapuestoyjovenvalíatodoloqueellatenía, y él podría tomarlo y todos contentos; pero apuesto a que no tardarámucho en arrepentirse del negocio que ha hecho. Dicen que ya empieza adarse cuenta de que él no es en absoluto la perla, el caballero generoso,simpático y encantador que creía antes delmatrimonio; él empieza ya a serdejadoydominante.Ay,yellaloencontrarámásmaloydejadodeloquecree.

—Pareceustedconocerlemuybien—observé.

—Le conozco, sí, señor; le conozco desde que era muy joven; eraorgulloso y testarudo. Fui criado allí abajo durante años; pero no podíasoportar la tacañería de aquella casa. Ella era cada vez peor con susexigencias,suvigilanciaysucodicia;asíquedecidíbuscarotrositio.

Entonces sumonólogoseextendió sobre su trabajoactualdepalafreneroenelRose&Crownysobrecuántomejoreraéstecomparadoconelanterior,en libertadycomodidadaunqueaparentementemenosrespetable;yentróendetallesrespectoalaeconomíaenelGroveylospersonajesqueallívivían,laseñoraHargraveysuhijo,detallesalosqueyo—estandotansumidoenmisesperanzas,colmadasdenerviosismoyangustia—,noprestéatenciónyqueabarcaron también el carácter del paisaje que estábamos atravesando, que, apesardelosárbolesdeshojadosyelsuelonevado,habíaempezadoarevelarsignosinequívocosdequenosaproximábamosalafincadeuncaballero.

—¿Noestamoscercadelacasa?—lepregunté,interrumpiéndole.

—Sí,señor;allíestáelparque.

Mi corazón desfalleció al contemplar aquella majestuosa mansión enmedio de sus inmensas tierras. El parque parecía tan bello ahora, con su

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aparienciainvernal,comopodíaserloensuesplendorveraniego:elgrandiosotrazado,laondulacióndelterreno,quedestacabaalmáximoenaquelmantodedeslumbrante pureza, inmaculado y sin huellas —salvo el largo y sinuosorastrodejadoporunamanadadeciervos—, losmajestuososárbolescon suspesadas ramas blancas brillando contra el cielo sombrío, gris; los frondososbosquesquenosrodeaban;laanchaextensióndeaguaquedormíaenheladaquietud,yelfresnoyelsaucelloróncuyasramascubiertasdenievependíansobreella…todopresentabaunaspectorealmenteimpresionanteyagradableparaunespíritulibre,perodeningunamaneraeraalentadorparamí.Habíaunconsuelo,sinembargo:todoaquelloformabapartedelaherenciadelpequeñoArthurynopodía,enningúncaso,estrictamentehablando,perteneceraladesu madre. ¡Pero de qué situación gozaba ella! Venciendo con un repentinoesfuerzomirepugnanciaamencionarsunombreamilocuazacompañante,lepreguntésisabíasisumaridohabíadejadotestamentoyquéhabíadispuestodelapropiedad.Oh,sí,éllosabíatodo;yfuirápidamenteinformadodequeellahabíarecibidotodoelcontrolylaadministracióndelaherenciamientrassuhijofueramenordeedad,ademásdelaabsolutaeincondicionalposesióndesupropiafortuna(peroyosabíaquesupadrenolehabíadejadomucho)ydelapequeñasumaadicionalquehabíasidopuestaasudisposiciónantesdecasarse.

Antes de que concluyera la explicación, nos detuvimos a las puertas delparque. ¡Ahora, a pasar la prueba!, si la encontraba a ella dentro, pero ¡ay!quizáestuviera todavíaenStaningley: suhermanonomehabía insinuado locontrario.PreguntéenlacasadelosguardassilaseñoraHuntingdonestabaencasa.No,estabaconsu tíaenelcondadode…,peroesperabanquevolvieraantesdeNavidad.EllapasabalamayorpartedelañoenStaningleyyveníaaGrassdale sólo ocasionalmente, cuando la administración de la finca o losinteresesdesusarrendatariososubordinadosrequeríansupresencia.

—¿Cerca de qué ciudad está situada Staningley? —pregunté. Laimprescindible información me fue facilitada inmediatamente—. Entonces,amigo,demelasriendasyvolveremosaM…DebodesayunaralgoenelRose&CrownyluegoiréaStaningleyenlaprimeradiligenciaquevayaa…

—Nollegaráhoy,señor.

—Nome importa, no quiero llegar hoy.Deseo llegarmañana y pasar lanocheenelcamino.

—¿En una fonda? Estaríamejor en nuestra casa; ymañana puede partirdescansadoydisponedetodoeldíaparahacerelviaje.

—¿Qué?¿Yperderdocehoras?Nihablar.

—¿Es usted acaso pariente de la señora Huntingdon? —dijo, buscando

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satisfacciónasucuriosidad,yaquenopodíallevarmeasuposada.

—Notengoesehonor.

—¡Ah,claro!—replicómirandosospechosamentedereojomispantalonesgrises llenosdemanchasymiencogidosobretodode lana—.Pero—añadiócomoparadarmeánimo—,yocreoquehaymuchasseñoras finascomoésaquetienenparientesmáspobresqueusted.

—Nolodudo…yhaymuchoscaballerosquesesentiríanmuyhonradosdedeclararseemparentadosconladamaqueustedmenciona.

Entoncesmemiróconexpresiónastuta.

—¿Quiereacasodecirustedque…?

Adivinéloqueibaadecir,asíqueinterrumpílaimpertinenteconjeturaconun:

—Seguroqueesustedtanamabledecallarseunmomento.Estoyocupado.

—¿Ocupado,señor?

—Sí,conmispensamientos,ynodeseoquelosperturbe.

—Faltaríamás,señor.

Como verás,mi decepción nome había afectado demasiado, pues de locontrarionohubierapodidosoportarcontantapaciencialaimpertinenciadelindividuo.Elhechoesquemepareciómásquebien, teniendoencuenta lascircunstancias,noverlaesemismodíayquemedieratiempoparaordenarmisideas con vistas al encuentro y prepararme para una decepción aún másgrande,despuésdel intensoplacerexperimentadopor ladesaparicióndemismiedosanteriores;pornomencionarque,despuésdeviajarunanocheyundíaenteros sin parar y correr desenfrenadamente diez kilómetros por un sueloreciénnevado,miestadonopodíasermuypresentable.

EnM…tuvetiempo,antesdequesalieraladiligencia,dereponerfuerzasconunsustanciosodesayuno,lavarme,mejorarunpocomiaspectoytambiénecharalcorreounabrevenotadirigidaamimadre(yoeraunhijoexcelente)enlaqueledabaseñalesdevidaymeexcusabapornoaparecerenlafechaprevista.Meesperabaun largoviaje antesde llegar aStaningleyporque loscaminosnoestabanenbuenascondiciones;peronomeneguéamímismoelnecesariodescanso,nisiquieradormirporlanocheenunaposadadelcamino;preferíasufrirciertademoraantesquepresentarmeagotado,comounsalvaje,curtidopor la intemperie,antemidueñaysu tía,quienesyaseasombraríanbastantedevermesinnecesidaddeeso.Alamañanasiguiente,portanto,nosólomefortalecíconundesayunotanabundantecomomiexcitadoestadodeánimo me permitió devorar, sino que me entretuve más de lo habitual en

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acicalarme;despuésdecambiarmelaropainteriorporotraquellevabaenmipequeña maleta, con el traje bien cepillado, las botas brillantes, y guantesnuevos,mesubíaElRelámpago,yproseguímiviaje.Todavíamequedabandosetapas,pero ladiligencia,me informaron,pasabapor losalrededoresdeStaningley y, como deseaba que me dejaran lo más cerca posible de lamansión, no tenía nadaquehacer salvo sentarme con los brazos cruzadosyhacerespeculacionesdurantelahorasiguiente.

Eraunamañanaclara,muyfría.Elmismohechodeirsentadoenloalto,alegre,examinandoelpaisajenevadoyelhermosocielosoleado,aspirandoelaire puro, reconfortante, y haciendo crujir con el coche la rizada y heladanieve, era bastante regocijante; pero añade a esto la idea de hacia quémetacorríayaquiénesperabaver,ypodrás tenerunavaga ideademiestadodeánimoenaquellosmomentos…sólounavaga idea, sinembargo,porquemicorazónestabahenchidodeundeleite indescriptibleymiespírituseelevabacasi hasta la locura, a pesar demis prudentes esfuerzos por obligarle a unarazonable normalidad, pensando en la innegable diferencia de rango entreHelenyyo;entodoloquelehabíapasadoaelladesdenuestradespedida;ensu largo silencio nunca roto; y, sobre todo, en su fría y cautelosa tía, cuyosconsejos, sin duda, tendría cuidado en no desatender de nuevo. Estasconsideracionesestremecíanmicorazóndeansiedadehinchabanmipechodeimpaciencia por superar la crisis, pero no podía oscurecer su imagen enmipensamiento, ni desfigurar el vivido recuerdo de lo que habíamos dicho ysentido,nidestruirlavehementeanticipacióndeloqueibaapasar;dehecho,nopodíadarmecuentadelosterroresqueimplicaban.Sinembargo,haciaelfinaldeltrayecto,dosdemiscompañerosdeviajevinierongenerosamenteenmiayudaymedeprimieronbastante.

—Unaexcelentetierraésta—dijounodeellos,señalandoconsuparaguaslosextensoscamposde laderecha,quedestacabanporsusmacizossetosdearbustos,suszanjasprofundasybiencortadas,ysusmagníficosárboles,quese alzabanunasveces en los bordesyotras enmediodel coto—, realmenteexcelente,cuandoseveenveranooprimavera.

—Desde luego—respondió el otro, un ceñudo hombre de edad, con ungabán gris pardusco abotonado hasta el mentón y una sombrilla entre lasrodillas—.SupongoqueesdelviejoMaxwell…

—Erasuyo,señor,peromurió,¿sabeusted?,yselodejótodoasusobrina.

—¿Todo?

—¡Todos y cada uno de los acres, y la mansión, todos sus bienesterrenales!Salvounanadería,amododerecuerdo,quedejóasusobrino,queviveenelcondadode…,yunapensiónparasuesposa.

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—Esextraño,señor.

—Loes.Yellatampocoerasusobrinaenrealidad;peronoteníaparientescercanos,ningunosalvounsobrinoconelqueestabareñido,yélsiempretuvopredilecciónporésta.Dicenquesuesposaleaconsejóhacerloasí:ellahabíaaportadolamayorpartedelaspropiedadesalmatrimonioyerasudeseoqueestadamalasposeyera.

—¡Hum!Seráunabuenapresaparaalguien.

—Yalocreo.Esviuda,aunquemuyjoventodavía,yextraordinariamenteatractiva, dueña de una fortuna, además, y sólo tiene un hijo. Y estáadministrando una excelente herencia para él en… ¡Habrá muchos quesuspiren por ella! Pero me temo que no tenemos ninguna posibilidad —dándomejocosamenteconelcodo,asícomoasucompañero—.¡Ja!,¡ja!,¡ja!Esperonohaberlemolestado,señor—amí—.¡Ejem!Yocreoqueellanosecasaríamásqueconunnoble.Mireallí,señor—continuó,dirigiéndosealotrovecinoyseñalandopordelantedemíconsusombrilla—,ésaeslamansión.Un gran parque, como ve, y bosques llenos de árbolesmadereros, y buenacaza…¡Eh!¿Quéocurre?

Esta exclamación fue provocada por la repentina parada de la diligenciajuntoalaspuertasdelparque.

—¿El caballero para Staningley Hall?—gritó el cochero. Me levanté yarrojémipequeñamaletaalsuelo,antesdesaltar.

—¿Enfermo, señor? —me preguntó mi locuaz vecino, mirándomefijamente(meatreveríaadecirqueyoestababastantepálido).

—No.Aquí,cochero.

—Gracias,señor.¡Vámonos!

Elcocheroguardóensubolsillosushonorariosyladiligenciasepusoenmarcha;cuandosealejó,noentréaúnenelparque,sinoquepaseédeunladoa otro delante de sus puertas con los brazos cruzados y los ojos fijos en elsuelo. Un torrente abrumador de imágenes, pensamientos e impresiones seagolpaban en mi cabeza, y nada veía con claridad salvo esto: había estadoacariciando un amor en vano;mi esperanza se había perdido para siempre;debíamarcharmeencontrademivoluntaddeunavez,ydesterraroreprimirtodos los pensamientos referentes a ella como si fueran el recuerdo de unsueño descabellado, frenético. Me habría quedado de buena gana dandovueltasporelsitiodurantehoras,conlaesperanzadeverlafugazmentedesdelejos,almenos,antesdeentrar,peroesonoeraposible:nodebíatolerarquemeviera;porque¿quémehabíallevadohastaallísinolaesperanzadehacerrevivir su afecto, y la pretensión, después, de pedir sumano? ¿Y podía yo

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soportarlaideadequeellameconsideraracapazdehacersemejantecosa?¿Oabusardelaintimidad—elamor,siquieres—accidentalmentesurgida,omásbienimpuestaencontradesuvoluntad,cuandoeraunafugitivadesconocida,que trabajaba para mantenerse, aparentemente sin fortuna, ni familia niconocidos,parapresentarmeanteellaahora,cuandovolvíaaestarinstaladaensupropiaesfera,ypretendercompartirsuprosperidad,sincuyaprivación lomás seguro es que yo nunca la hubiera conocido? ¿Y esto cuando noshabíamos separado hacía dieciséis meses, y ella me había prohibidoexpresamente que confiara en un encuentro en este mundo, cuando no mehabíaenviadoniunaslíneasniunmensajedesdeentonces?¡No!Lasolaideaerainconcebible.

Yaunenelcasodequesintierapormíunciertoafectotodavía,¿deberíayo perturbar su paz despertando aquellos sentimientos, obligándola a librarunabatallaentreeldeberylainclinación—cualquieraquefueraelgradodeseduccióndelasegundaolafuerzaconquesintieralallamadadelprimero—,tanto si consideraba su deber exponerse a los desaires y las censuras delmundo,lapenayeldisgustodeaquellosalosqueamaba,porunarománticaidea de la fidelidad hacia mí, como si lo consideraba sacrificar sus deseospersonales a los sentimientos de sus amigos y a su propio sentido de laprudenciaylacorrección?¡No…yyotampoco!Meiríaparasiempre,yellanuncasabríaquemehabíaaproximadoallugardesuresidencia;puesaunqueyopudierarenunciaralaideadeaspirarasumano,oinclusodesolicitarunlugar entre sus amistades, su paz no debía ser rota pormi presencia, ni sucorazónafligidoporelespectáculodemifidelidad.

¡Adiós,entonces,queridaHelen,parasiempre!¡Adiósparasiempre!

Esodije…,ysinembargo,nofuicapazdemarcharme.Dialgunospasos,luegome volví, paramirar por última vez sumajestuoso hogar, para podertenerlo grabado en mi pensamiento tan indeleblemente como su imagen, lacual, ¡ay!, no debía volver a ver. Después di algunos pasos más; y luego,perdido en melancólicas meditaciones, me detuve de nuevo y apoyé miespaldacontraunrobustoyviejoárbolquesealzabajuntoalcamino.

CAPÍTULOLIII

CONCLUSIÓN

Estaba así, absorto en mis tristes ensoñaciones, cuando un carruajeaparecióporunacurvadelcamino.Nomefijéenélysihubierapasadosinmás, no habría recordado ahora su aparición en absoluto; pero una voz

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menudamesobresaltóalexclamar:

—¡Mamá,mamá,ahíestáelseñorMarkham!

No oí la contestación, pero inmediatamente después la misma vozrespondió:

—Sí,esél,deverdad.Míralo.

Yonoalcélavista,perosupongoquesumadrememiró,porqueunavozclara,melodiosa,cuyotimbremehizoestremecer,exclamó:

—Oh, tía, ahí está el señor Markham… ¡El amigo de Arthur! ¡Pare,Richard!

Había una excitación tan alegre y, aunque reprimida, tan evidente en eltono en que fueron pronunciadas aquellas palabras —especialmente aqueltrémulo:«Oh, tía»—quecasimecogiódesprevenido.El carruaje sedetuvoinmediatamente, alcé los ojos y me encontré con la mirada de una mujermayor,pálidayseria,quemeexaminabadesdelaventanillaabierta.Mehizounainclinacióndecabeza,queyodevolví,yluegoseapartó,mientrasArthurpedíaagritosalcocheroqueledejarabajar;peroantesdequeaquelempleadopudierabajardesucabina,unamanosaliósilenciosamenteporlaventanilla.Yo conocía aquella mano, aunque un guante negro ocultara su delicadablancura y en parte sus bellas proporciones y, cogiéndola con presteza laestreché con fervor durante unos instantes. Luego, recuperandoinmediatamentelacompostura,lasolté,yenuninstantedesapareció.

—¿Venía usted a visitarnos o sólo pasaba por aquí?—preguntó la vozgrave de su propietaria, quien, lo sentía, estaba examinando mi semblante,desdedetrásdesugruesovelonegroque,juntoconlacarrocería,meocultabacompletamenteelsuyo.

—Vine…vineaverellugar—balbucí.

—El lugar —repitió ella, en un tono que denotaba más disgusto ydesilusiónquesorpresa—.¿Noentraráentonces?

—Siustedquiere…

—¿Cómopuededudarlo?

—¡Sí, sí, tiene que entrar!—gritó Arthur, saliendo por la otra puerta ycorriendo hacia mí. Cogió mi mano entre las suyas y la estrechócalurosamente.

—¿Seacuerdademí,señor?—preguntó.

—Sí, muy bien, jovencito, aunque estás muy cambiado —respondí,examinando la figura comparativamente alta, delgada del muchacho con la

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efigiedesumadreestampadaensusrasgosbelloseinteligentes,apesardelosojosazulesbrillantesdejúbiloylosluminososrizosqueseapretabanbajosugorra.

—¿Noestoyalto?—dijo,estirándosetodolomásquepodía.

—¡Ochocentímetrosmásaltoporlomenos!

—He cumplido los siete años—fue la orgullosa respuesta—.Dentro desieteañosserécasitanaltocomousted.

—Arthur—dijosumadre—,dilequeentre.Siga,Richard.

Habíauntoquedetristezayalmismotiempodefrialdadensuvoz,queyono sabía a qué atribuir.El coche se puso enmarcha de nuevoy entró en elparque.Mi pequeño acompañanteme condujo por él, hablando alegrementetodoelcamino.Cuandolleguéalapuertadelamansión,medetuveantelasescaleras y miré a mi alrededor, esperando recuperar la calma, si me eraposible, o, en cualquier caso, recordar mis recientes resoluciones y losprincipiosenloscualessebasaban.DespuésdequeArthurestuvieraunratotirando de mi levita y repitiendo su invitación a que entrara, consentífinalmenteenacompañarlealaestanciaendondenosesperabanlasdamas.

Helen me miró al entrar como examinándome amable y seriamente, yluegomepreguntóconcortesíapor la señoraMarkhamyRose.Yocontestérespetuosamentesuspreguntas.LaseñoraMaxwellmerogóquemesentara,observandoquehacíabastantefrío,aunqueellasuponíaquenohabíahechounlargoviajeaquellamañana.

—Nohallegadoaloscuarentakilómetros—respondí.

—¿Apie?

—No,señora,endiligencia.

—AquíestáRachel,señor—dijoArthur,elúnicoqueeraverdaderamentefeliz entre nosotros, llamandomi atención sobre aquella buena persona queacababadeentrarparallevarselascosasdesuseñora.Mededicóunasonrisacasi amistosa al reconocerme (un favor que requirió, al menos, un saludocortéspormiparte,que fueapropiadamentepronunciadoy respetuosamentedevuelto); sehabíadadocuentade lo equivocadaquehabía sido su anteriorestimacióndemicarácter.

Cuando Helen fue despojada de sus lúgubres sombrero y velo, de supesadacapadeinvierno,etc.,mepareciótanigualaantesquenosupecómoreaccionar. Me gustó particularmente ver su hermoso pelo negro, sueltotodavíaymostrandosubrillantelozanía.

—Mamásehaquitadoelsombrerode lutoenhonora labodadel tío—

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observó Arthur, leyendo mis pensamientos con la sencillez y rapidez deobservación de un niño. Su mamá tenía una expresión grave y la señoraMaxwellmeneólacabeza—.YlatíaMaxwellnuncavaaquitarseelsuyo—insistióeltraviesomuchacho;perocuandosediocuentadequesudescaroeramuydesagradableypenosoparasutía,seacercóensilencioaella,lerodeóelcuello con el brazo, la besó en la mejilla y se retiró a uno de los grandesmiradores,dondeseentretuvoconsuperrosindecirnada,mientraslaseñoraMaxwellhablabasolemnementeconmigodelosinteresantestemasdeltiempo,laestaciónyloscaminos.Considerésupresenciamuyútilcomofrenoamisimpulsos naturales, un antídoto contra aquellas emociones de turbulentaexcitaciónquedeotramaneramehubieranarrastradoencontrademirazónymi voluntad, pero en aquel momento aquella limitación me pareció casiintolerable, y tuve grandes dificultades para obligarme a atender a susobservacionesycontestarlas conamabilidadporquenopodíadejarde sentirqueHelenestabajuntoalfuego,aunospasosdemí.Nomeatrevíaamirarla,pero sentía sus ojos clavados en mí, y por una rápida y furtiva mirada desoslayomeparecióquesusmejillasestabanligeramentesonrojadasyquelosdedos, que jugaban con la cadena del reloj, se agitaban con ese inquieto,temblorosomovimientoquedenotagranagitación.

—Dígame —dijo, aprovechando la primera pausa en la conversaciónvacilanteentresutíayyo,yhablandorápidamenteyenvozbaja,conlavistapuestaenlacadenadeoro(porquemehabíaaventuradoavolveramirarladereojo)—, dígame cómo están todos ustedes en Lindenhope. ¿No ha pasadonadadesdequelosdejé?

—Creoqueno.

—¿Nohamuertonadie?¿Nadiesehacasado?

—No.

—¿O…va a casarse alguien? ¿No se han deshecho antiguos lazos, o sehanformadoalgunosnuevos?¿Nohayviejosamigosolvidadososustituidos?

Bajó tanto la voz en la última frase que nadie salvo yo podía habercomprendido las últimas palabras y al hablar fijó sus ojos en mí con unasonrisa apenas esbozada, dulcementemelancólica, con una expresión tímidaaunque decididamente interrogante que hizo estremecer mis mejillas conindeciblesemociones.

—Creoqueno—contesté—;desdeluegoqueno,siesquelosdemáshancambiadotanpococomoyo.

Surostroseencendióensolidaridadconelmío.

—¿Yrealmentenoteníaustedintencióndevisitarnos?—exclamó.

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—Temíamolestar.

—¡Molestar!—gritó ella con un gesto de impaciencia—.Qué…—Perocomo si se percatara de pronto de la presencia de su tía, se contuvo y,volviéndosehaciaestadama,continuó—:¿Quéleparece,tía?¡Estehombreesíntimoamigodemihermanoyfuetambiénamigomío(almenosduranteunosmeses),yprofesabaungrancariñoamihijo…ycuandopasapordelantedelacasa,queestáamuchoskilómetrosdelasuya,prefierenoentrarpormiedoamolestar!

—ElseñorMarkhamesmuydelicado—observólaseñoraMaxwell.

—Demasiado ceremonioso, diría yo —dijo su sobrina—, demasiado…bueno,noimporta.

Ydándomelaespalda,sesentóenunasillajuntoalamesa,cogióunlibroycomenzóapasarlashojasenunaenérgicaespeciedeensimismamiento.

—Sihubierasabido—dije—queustedmehonraríarecordándomecomoaun íntimoamigo, lomásprobableesquenomehubieranegadoelplacerdevisitarla,perocreíquesehabíaolvidadodemíhacíatiempo.

—Juzgaalosdemásporustedmismo—murmuróellasinlevantarlavistadel libro, pero poniéndose más colorada conforme hablaba y pasandoapresuradamenteunadocenadepáginasdeunavez.

Hubo un silencio, del cual Arthur pensó que podría aprovecharse paraenseñarme su hermoso perro perdiguero y mostrarme lo maravillosamentecrecidoqueestaba,yparapreguntarmeporelbienestardesupadre,Sancho.LaseñoraMaxwellseretiróentoncesparadespojarsedesuscosas.Helendejóel libro inmediatamente y, después de examinar en silencio durante unosinstantes a su hijo, a su amigo y a su perro, envió al primero fuera de lahabitaciónconelpretextodequequeríaquefueraabuscarsunuevolibroparaenseñármelo.Elniñoobedecióconpresteza;peroyocontinuéacariciandoalperro.Elsilenciopodríahaberduradohastaqueregresarasudueñosihubieradependidodemíromperlo,pero,antesdequetranscurrieramediominuto,mianfitrionase levantó impacientementey,volviendoaocuparsuanteriorsitioenlaalfombra,entrelaesquinadelachimeneayyo,exclamóconinquietud:

—Gilbert, ¿qué te pasa? ¿Por qué estás tan cambiado? Es una preguntamuy indiscreta, lo sé —se apresuró a añadir—: quizá muy brusca. No lacontestessinoquieres,perodetestolosmisteriosylossecretos.

—Nohe cambiado,Helen.Desgraciadamente sigo siendo tan vehementecomosiempre.Nosoyyo,sonlascircunstanciaslasquehancambiado.

—¿Qué circunstancias? ¡Dime!—Susmejillas palidecieron de angustia;¿sedebíaaltemordequemehubieracomprometidoalocadamenteconotra?

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—Telodirédeunavez—dije—.Confiesoquevineaquíconelpropósitode verte (no sin cierta desconfianza y temor a ser recibido con tan pocoentusiasmocomoconseguridadsuponíacuandollegué),peroyonosabíaqueesta hacienda era tuya, hasta que fui informado sobre tu herencia por unaconversación entre dos compañeros de viaje cuando éste estaba a punto deconcluir;entoncesmedicuentade lodescabelladode lasesperanzasqueyohabía acariciado y de la locura de seguirlasmanteniendo unminutomás; yaunquemebajédelantede tuspuertasdecidínosobrepasarlas;meentretuveunosminutosviendo el lugar, pero completamentedecidido avolver aM…sinverasudueña.

—¿Y si mi tía y yo no hubiéramos vuelto en ese momento de nuestropaseo,nohabríasabidonuncadeti?

—Pensé que sería mejor para los dos que no nos encontráramos —respondí, tanserenamentecomopude,perosinatrevermeahablarmuyalto,dándomecuentadequenopodíaafianzarmivoz,ysinatrevermetampocoamirarlaalacarapormiedoaquesedesmoronaramifirmeza—.Penséqueunaentrevistanoserviríamásqueparaalterartupazyenloquecerme.Peroahoraestoycontentoporestaoportunidaddeverteunavezmásymealegrasaberquenomehasolvidadoypoderasegurartequenuncahedejadoderecordarte.

Hubounmomentodesilencio.LaseñoraHuntingdondiounospasosyseacercóalmirador.¿Considerabaaquellocomounainsinuacióndequesólolamodestia me impedía pedir su mano? ¿Estaba considerando la manera derechazarmehiriendolomenosposiblemissentimientos?Antesdequepudierahablar para librarla de semejante perplejidad, ella rompió el silenciovolviéndoserepentinamentehaciamíyobservando:

—Podrías haber tenido una oportunidad semejante antes, por lo menos,quierodecir,paraasegurarmequemerecordabasconafecto,yyotambién,simehubierasescrito.

—Lohabríahecho,perono sabía tudirecciónynoqueríapedírsela a tuhermano,porquecreíqueseopondríaaqueteescribiera,aunqueestonomehabría detenido ni un momento si hubiera podido arriesgarme a creer quedeseabas saber algo demí, o que te acordabas de tu infeliz amigo; pero tusilenciomehizoconcluirlógicamentequemehabíasolvidado.

—¿Acasoesperabasqueteescribiera?

—No,Helen… señoraHuntingdon—dije sonrojándome por la implícitaacusación—,desdeluegoqueno;perosimehubierasenviadounmensajepormediodetuhermano,osilehubieraspreguntadopormídevezencuando…

—Pregunté por ti con frecuencia. No iba a hacerlo más —continuó,sonriendo—,mientrastúsiguieraslimitándoteainteresartecortésmentepormi

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salud.

—Tuhermanonuncamedijoquehubierasmencionadominombre.

—¿Selopreguntastealgunavez?

—No,porquemedicuentadequeaélnolegustabaquelepreguntaraporti,nifomentarlomásmínimomiobstinadoafecto.—Helennodijonada—.Yteníarazón—añadí.Peroellaseguíacallada,mirandoelpradonevado.«Oh,la librarédemipresencia»,pensé;me levantéde inmediatoydiunospasospara despedirme, heroicamente resuelto; pero el orgullo era la causa de midecisión,puesdelocontrarionohabríasidocapazdetomarla.

—¿Tevasya?—dijoella,cogiendolamanoqueyoleofrecía,sinsoltarladeinmediato.

—¿Porquéibaaquedarmemástiempo?

—EsperaaquevuelvaArthur,almenos.

Desobradispuestoaobedecer,mequedéapoyadocontralaotrapareddelmirador.

—Medijistequenohabíascambiado—dijoella—:perohascambiado,ymucho.

—No,señoraHuntingdon,aunquedeberíahabercambiado.

—¿Quieresdecirquemeconsiderasigualquecuandonosvimoslaúltimavez?

—Sí,peroseríaunerrorhablardeelloahora.

—Fueunerrorhablardeelloentonces,Gilbert;noloseríaahora,anoserquehacerlofuerafaltaralaverdad.

Estaba demasiado nervioso para hablar; pero, sin esperar una respuesta,ellavolviósucentelleantemiradaysumejillacarmesí,abriólaventanaymiróhaciafuera,nosésiparaserenarseoparaalejarsu turbaciónosimplementepara coger aquel hermoso eléboro que crecía en el pequeño arbusto queasomabaporencimadelanieve;lanievelohabíadefendidohastaentoncesdela helada y ahora estaba deshaciéndose con el calor del sol. Lo cogió y,despuésdequitarleelpolvoblancodelashojas,loacercóasuslabiosydijo:

—Estaflornoestanfragantecomounaflordelverano,perohasoportadopenalidades que ninguna de ellas podría sufrir: la fría lluvia del invierno habastadoparaalimentarlaysudébilsolparacalentarla;losheladosvientosnole han hechoperder el color, ni han roto su tallo, y la dura helada no la hamarchitado.Mira,Gilbert,siguefrescaylozanacomocualquierotraflor,aunconlafríanievesobresuspétalos.¿Laquieres?

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Alargué lamano:nomeatreví a hablar pormiedo aque la emociónmedominara.Ellapusolarosasobremipalma,peroyoapenaslarodeéconmisdedos, tan absorto estaba pensando en cuál podría ser el significado de suspalabrasyenloquedebíahacerodeciralrespecto,siexpresarlibrementemissentimientos o contenerme aún. Interpretando equivocadamente estavacilación como indiferencia —o incluso renuncia— a aceptar su regalo,Helenme la arrebató repentinamente de lamano y la arrojó de nuevo a lanieve,cerrólaventanaconénfasisyseacercóalachimenea.

—Helen, ¿qué significa esto? —grité, paralizado por este sorprendentecambiodeactitud.

—Nocomprendistemiregalo—dijo—,o,loqueespeor,lodespreciaste;lamentohabérteloofrecido;peropuestoquecometísemejanteerror,elúnicoremedioquesemeocurriófuetirarla.

—Mehasentendidocruelmentemal—repuse,yenunminutovolvíaabrirlaventana,saltéfuera,recogílaflor,volvíaentrardentroyselaofrecíaella,rogándolequemeladieraotravez,paraconservarlaparasiempreyvalorarlamásquetodoloqueposeíaenelmundo.

—¿Yesotesatisfará?—dijoella,alcogerla.

—Sí—respondí.

—Entonces,tómala.

La presioné solemnemente contra mis labios y la guardé celosamente,mientraslaseñoraHuntingdonmemirabaconunasonrisamediosarcástica.

—¿Temarchasya?—preguntó.

—Loharésidebohacerlo.

—Has cambiado—insistió ella—: o te has vueltomuy orgulloso omuyindiferente.

—No soy ninguna de las dos cosas, Helen… señora Huntingdon. Sipudierasvermicorazón…

—Debes ser una de las dos cosas o las dos. ¿Y por qué señoraHuntingdon?¿PorquénoHelen,comoantes?

—Helen,entonces…¡queridaHelen!—murmuré.Yoestabaenunaagoníaenlaquesemezclabanelamor,laesperanza,elplacerylaincertidumbre.

—Laflorquetehedadoeraunemblemademicorazón—dijoella—;¿telahedado,dejándomeaquísola?

—¿Meconcederíastumano,sitelapidiera?

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—¿No he dicho bastante? —respondió con la más encantadora de lassonrisas.Cogísumanoyestabaapuntodebesarlafervientementecuandomecontuveydije:

—Pero¿haspensadoenlasconsecuencias?

—Detenidamente, creo, pues de lo contrario no me habría entregado aalguien demasiado orgulloso para aceptarme, o demasiado indiferente parahacerquesuamorpesaramásquemisriquezas.

¡Era unmaldito estúpido! Estaba deseando estrecharla entremis brazos,peronomeatrevíaacreerentantafelicidadyaúnmeparéapreguntar:

—¿Ysitearrepintieras?

—Seríaculpatuya—respondió—.Nuncamearrepentiré,anoserquemedecepciones amargamente. Si no tienes la confianza suficiente enmi afectoparacreeresto,déjame.

—¡Mi ángel querido, mi Helen! —grité, besando apasionadamente sumano,quetodavíaretenía,yrodeándolaconmibrazoizquierdo—.Nuncatearrepentirássidependedemí.Pero¿haspensadoentutía?

Esperabaansiosamentelarespuestaylaestrechéaúnmáscontramí,poruntemorinstintivoaperdermireciénencontradotesoro.

—Mi tía no debe saberlo todavía—dijo ella—.Lo consideraría un pasoprecipitado,una locura,porquenopuede imaginarse lobienque teconozco,sino que debe conocerte ella misma y aprender a quererte. Debes dejarnosahora,despuésdelalmuerzo,yvolverenprimaveraparaquedartemástiempoycultivarsuamistad.Séqueosgustaréiselunoalotro.

—Y entonces serás mía—dije, besándola en los labios una y otra vez;porque ahora me mostraba tan osado e impetuoso como antes tímido yreprimido.

—No,alañosiguiente—repusoella,desembarazándoseconsuavidaddemiabrazo,peroapretandotodavíamimanoconcariño.

—¡Otroañomás!¡Oh,Helen,novoyapoderesperartantotiempo!

—¿Dóndeestátufidelidad?

—Quierodecirquenopodrésoportarlatristezadeunaseparación.

—No será una separación: nos escribiremos todos los días; mi espírituestarásiemprecontigoyavecesnosveremos.Noserétanhipócritaparadecirque deseo esperar tanto yo misma, pero como mi matrimonio sólo va acomplacermeamí,deberíaconsultaramisamigossobrelafechadelmismo.

—Tusamigoslodesaprobarán.

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—Ellos no se opondrán a él, querido Gilbert —dijo, besándomecariñosamentelamano—;nopodrán,cuandoteconozcan,ysilohicierannoserían verdaderos amigos. No me importaría que se distanciaran. ¿Estássatisfechoahora?

Memiróalosojosconunasonrisadeinnegableternura.

—¿Podríaacasonoestarlocontuamor?¿Meamasdeverdad,Helen?—dije, sin dudar de ello, pero deseando oír que lo confirmaba su propioreconocimiento.

—Sime amaras comoyo te amo—respondió con expresión seria—, nohabrías estado tan cerca de perderme; esos escrúpulos de falsa delicadeza yorgullo jamás te habrían turbado de esa manera; habrías visto que esasdiferenciasydistincionesderango,nacimientoyfortunatanimportantesparaelmundosoncomopolvocomparadasconesaunidaddepensamientosydesentimientos, de almas y corazones que se aman y se comprendensinceramente.

—Sinembargo,esdemasiadafelicidad—dije,abrazándolaotravez—;nola he merecido, Helen. Nome atrevo a creer en tanda dicha y cuanto mástengaqueesperar,másgrandeserámitemoraqueocurraalgoqueteseparedemíypensaré:¡milesdecosaspuedenpasarenunaño!Serépresadeunalargafiebredeterroreimpacienciatodoeltiempo.Además,elinviernoesunaestacióntantriste…

—Yotambiénhepensadolomismo—dijoconairegrave—:nomecasaríaeninvierno,noendiciembreporlomenos—añadióconunescalofrío,puesenesemeshabíatenidolugareldesdichadomatrimonioquelahabíaesclavizadoasuanteriormaridoylaterriblemuertequelehabíalibradodeél—;poresodijeunañomás,enprimavera.

—¿Lapróximaprimavera?

—No,no…,elpróximootoño,quizá.

—Enverano,entonces.

—Bueno,afinalesdelverano.¡Vaya!¿Estarássatisfecho,supongo?

Mientras hablaba, Arthur volvió a entrar en la habitación… buenmuchacho,porhaberestadofueratantotiempo.

—Mamá,nopudeencontrarellibroenningunodelossitiosenlosquemedijiste que buscara —había algo intencionado en la sonrisa de mamá queparecíadecir:«No,querido,yasabíaquenopodrías»—;peroRacheldioalfinconél.Mire,señorMarkham,unahistorianaturalcontodaclasedepájarosyanimales,¡yeltextoestanbonitocomolosgrabados!

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Deunhumorexcelentemesentéaexaminarellibroypuseamipequeñoamigosobremisrodillas.Sihubieravenidounminutoantes,lehabríarecibidomenosamablemente,peroahoraacariciésusensortijadoscabellosyhastabesésu marfileña frente: él era el hijo de mi Helen y, por tanto, mío; y desdeentonces le he considerado como tal. Este guapo niño es ahora un apuestojoven: ha hecho realidad las esperanzas más queridas de su madre y ahorareside enGrassdaleManor con su joven esposa, la alegre y pequeñaHelenHattersleydeantaño.

No había hojeado lamitad del libro cuando apareció la señoraMaxwellpara invitarme a pasar a la otra pieza para almorzar. Los modales fríos ydistantes de aquella damamás bienme desalentaron al principio; pero hicetodoloposibleparaganarmesuestima,ynodeltodosinéxito,creo,inclusoen aquella primera y corta visita; porque cuando le hablé animadamente, sefuevolviendopocoapocomáscordialyamable,ycuandomedispuseapartirsedespidióafablementedemí,esperandonotardarentenerdenuevoelplacerdeverme.

—Pero antes de marcharse debe usted ver el invernadero, el jardín deinviernodemitía—dijoHelen,cuandomeacerquéadespedirmedeella,contodalaserenidadydominiodequefuicapaz.

Meaproveché,complacido,desemejanteprórroga,ylaseguíyentréenunenorme y hermoso invernadero, abarrotado de flores, teniendo en cuenta laestación en la que nos encontrábamos. Pero, naturalmente, les presté pocaatención.Nofue,sinembargo,paracelebraruntiernocoloquioporloquemiacompañantemehabíallevadoallí.

—Amitíalegustanextraordinariamentelasflores—observó—,ytambiénle gusta Staningley: te he traído aquí para pedirte que éste sea su hogarmientrasvivay, aunquenoelnuestro,queyopuedaverlaamenudoyestarconella,porqueme temoque leproduciráunagranpenaperderme; aunquelleva una vida retirada y contemplativa, puede deprimirse si se la dejademasiadosola.

—¡PeroporDios,Helen,puedeshacerloquequieras!Nuncasemehabríaocurrido proponer que tu tía dejara este lugar, en ningún caso; y nosotrosviviremosaquíoencualquierotrositio,segúnloqueellaytúdecidáis,y laverás tan a menudo como quieras. Me doy cuenta de que le entristeceríasepararse de ti, y estoy dispuesto a compensarla de la mejor manera quepueda.Laquieroportiysufelicidadserátanqueridaparamícomolademipropiamadre.

—¡Gracias, cariño! Te mereces un beso por ello. Adiós. Basta, Gilbert,vamos,déjameir;ahívieneArthur:noimpresionessumenteinfantilcontuslocuras.

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Enfin,yaeshoradequeconcluyaminarración;cualquieramenostúdiríaqueya lahe alargadodemasiado;pero,para tu satisfacción, añadiré algunaspalabrasmás, porque supongo que sentirás simpatía por la vieja dama y tegustarásaber laúltimapartedesuhistoria.Volvíenprimaveray, felizmenteparalosrequerimientosdeHelen,hicetodoloposibleporcultivarsuamistad.Ellamerecibiómuyamablemente,yapreparada,sinduda,paratenerungranconceptodemicarácterporlascosasdemasiadofavorablesquesusobrinalehabíacontadodemí.Yomostrémuybuenadisposición,naturalmente,ynosentendimos maravillosamente bien. Cuando conoció mis ambiciosaspretensiones,lasaceptómáscuerdamentedeloqueyomehabíaaventuradoaesperar.Laúnicaobservaciónquehizosobreeltemadelantedemífue:

—Así,señorMarkham,quevaustedarobarmeamisobrina,segúnparece.¡Bueno!EsperoqueDiosbendigasuuniónyhagafelizporfinamiqueridaniña.Reconozcoquesisehubieracontentadoconpermanecerviudamehabríasentidomássatisfecha;pero,sidebecasarseotravez,noconozcoanadiedeunaedadapropiadaaquienyoselaentregaramásgustosamentequeausted,oquefueramássensibleparaapreciarsuvalíayhacerlaverdaderamentefeliz,porloqueyosé.

Naturalmenteme agradó el cumplido y confié en demostrarle que no sehabíaequivocadoensufavorablejuicio.

—Tengo, sin embargo una solicitud que hacerle—continuó diciendo—.SegúnparecetodavíapodréconsiderarStaningleycomomihogar:deseoqueloconsiderenelsuyotambién,porqueHelensienteafectoporel lugarypormí, y yo la quiero mucho. Existen penosos recuerdos relacionados conGrassdale,queellanopuededesterrarfácilmente;yaquíyonolesmolestarécon mi compañía, ni seré un estorbo: soy una persona muy pacífica; merecluiréenmishabitaciones,mededicaréamisocupacionesysólolosverédevezencuando.

Naturalmente acepté demuy buena gana la proposición y vivimos en lamayor armonía con nuestra querida tía hasta el día de su muerte, un tristeacontecimiento que ocurrió pocos años después; no triste para ella misma(pues le sobrevino apaciblemente y ella deseaba llegar al final de su viaje),sinosóloparalospocosamigosquelaqueríanylosagradecidossubordinadosquedejabaatrás.

Volvamos, sin embargo, a mis propios asuntos: me casé en verano, unagloriosa mañana de agosto. Fueron necesarios los ocho meses, y toda labondad y generosidad de Helen para vencer los prejuicios de mi madre encontradelamujerdemielección,yreconciliarlaconlaideadequeyodejaraLinden Car y viviera tan lejos. No obstante, después de todo, se sentíasatisfechadelabuenasuertedesuhijo,yconorgullolaatribuyóenteramente

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a sus méritos y dotes extraordinarios. Legué la granja a Fergus, con másesperanza sobre su prosperidad de la que habría tenido un año antes encircunstanciasparecidas;sehabíaenamoradoúltimamentedelahijamayordelvicariodeL…,unadamacuyasuperioridadhabíahechoaflorarsusvirtudeslatentes, y le había estimulado de unamanera sorprendente a esforzarse nosóloparaganarsuestimayconseguirunafortunasuficienteparaaspirarasumano,sinoparasermásdignodeella,antesuspropiosojos,asícomoantelosdelospadresdeella;yfinalmenteloconsiguió,comoyasabes.Encuantoamí,nonecesitodecirtelofelicesquehemossidoHelenyyo,ylosfelicesquesomos todavíaelunoencompañíadelotroycon losprometedoresvástagosque crecen alrededor de nosotros. Ahora esperamos con impaciencia quevengáis túyRose,puesseacercalaépocadevuestravisitaanualydedejarvuestra polvorienta, neblinosa, agotadora, ruidosa ciudad para pasar unatemporadadeestimulantedescansoyretiroconnosotros.

Hastaentonces,adiós.

GILBERTMARKHAM

Staningley,10dejuniode1847.

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