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1 La Iglesia como familia: Por qué el liderazgo masculino en la familia, requiere un liderazgo masculino en la iglesia La Biblia nos enseña a llamar a Dios “Padre nuestro” (Mateo 6:9). Nosotros que hemos sido redimidos por Jesucristo, somos hijos de Dios (Gálatas 4:1-7). Estas dos afirmaciones bíblicas están entre muchas en las que la Biblia emplea una analogía entre la familia humana y la iglesia. Por medio de esta analogía familiar, Dios nos hace algunas de Sus más preciosas promesas respecto a la presencia de Su amor, nuestra herencia futura, y nuestra comunión íntima con él (por ejemplo, Romanos 8:12-17; Hebreos 12:5-11; Apocalipsis 21:7). Las implicaciones prácticas de estas “enseñanzas familiares” son tan profundas y tan polifacéticas, que nunca podemos comprenderlas plenamente. Vamos a concentrarnos aquí, únicamente en un aspecto de estas implicaciones, el de nuestra conducta de unos hacia otros dentro de la comunidad cristiana. La Biblia nos invita a usar estas enseñanzas de la familia para llegar a algunas conclusiones particulares sobre los respectivos papeles de hombres y mujeres dentro de la iglesia. En resumen, el argumento funciona de la siguiente manera: Así como maridos y padres deben ejercer un liderazgo piadoso en sus familias humanas, así también los hombres maduros deben ser designados como líderes paternales en la iglesia (1 Timoteo 3:1-7). También hay un papel particularmente importante que pertenece a las mujeres maduras (1 Timoteo 5:9- 16; Tito 2:3-5). Como las madres sabias de la iglesia, ellas deben enseñar a sus hijas espirituales con ejemplo y palabra. Pero así como en el caso del matrimonio (Efesios 5:22-33), las respectivas funciones de hombres y mujeres no son reversibles en todos los aspectos. Son los hombres y no las mujeres, quienes son llamados a ejercer el decisivo liderazgo paternal como supervisores. La enseñanza del Nuevo Testamento, compara al pueblo de Dios con una familia. Ahora, veamos en detalle los pasos del argumento. Primero, considera la variedad de enseñanzas en el Nuevo Testamento que comparan al pueblo de Dios con una familia. 1 La confesión de que Dios es nuestro Padre, pertenece al aspecto más fundamental de la enseñanza del Nuevo Testamento, comenzando con el modelo de oración de Jesús en el Sermón del Monte (Mateo 6:9) y continuando a través de muchos sucesos donde Dios es llamado “Dios Padre”. La Biblia nunca implica simplemente que Dios sea el creador de todos los seres humanos. Tener a Dios como Padre, implica tener un compañerismo familiar con él (Romanos 8:14-17) y reflejar su carácter santo (1 Pedro 1:14-17). Cristo, el Hijo unigénito de Dios, tiene a Dios como su padre en un sentido único. Además de él,

La Iglesia como familia: Por qué el liderazgo … ideas, ya sea la idea de la comunión con Dios en la “casa” o “templo” de Dios, o la idea de un hogar dirigido por Dios

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La Iglesia como familia: Por qué el liderazgo masculino en la familia,

requiere un liderazgo masculino en la iglesia

La Biblia nos enseña a llamar a Dios “Padre nuestro” (Mateo 6:9). Nosotros que hemos sido redimidos por Jesucristo, somos hijos de Dios (Gálatas 4:1-7). Estas dos afirmaciones bíblicas están entre muchas en las que la Biblia emplea una analogía entre la familia humana y la iglesia. Por medio de esta analogía familiar, Dios nos hace algunas de Sus más preciosas promesas respecto a la presencia de Su amor, nuestra herencia futura, y nuestra comunión íntima con él (por ejemplo, Romanos 8:12-17; Hebreos 12:5-11; Apocalipsis 21:7). Las implicaciones prácticas de estas “enseñanzas familiares” son tan profundas y tan polifacéticas, que nunca podemos comprenderlas plenamente. Vamos a concentrarnos aquí, únicamente en un aspecto de estas implicaciones, el de nuestra conducta de unos hacia otros dentro de la comunidad cristiana. La Biblia nos invita a usar estas enseñanzas de la familia para llegar a algunas conclusiones particulares sobre los respectivos papeles de hombres y mujeres dentro de la iglesia. En resumen, el argumento funciona de la siguiente manera: Así como maridos y padres deben ejercer un liderazgo piadoso en sus familias humanas, así también los hombres maduros deben ser designados como líderes paternales en la iglesia (1 Timoteo 3:1-7). También hay un papel particularmente importante que pertenece a las mujeres maduras (1 Timoteo 5:9-16; Tito 2:3-5). Como las madres sabias de la iglesia, ellas deben enseñar a sus hijas espirituales con ejemplo y palabra. Pero así como en el caso del matrimonio (Efesios 5:22-33), las respectivas funciones de hombres y mujeres no son reversibles en todos los aspectos. Son los hombres y no las mujeres, quienes son llamados a ejercer el decisivo liderazgo paternal como supervisores.

La enseñanza del Nuevo Testamento, compara al pueblo de Dios con una familia.

Ahora, veamos en detalle los pasos del argumento. Primero, considera la variedad de enseñanzas en el Nuevo Testamento que comparan al pueblo de Dios con una familia.1 La confesión de que Dios es nuestro Padre, pertenece al aspecto más fundamental de la enseñanza del Nuevo Testamento, comenzando con el modelo de oración de Jesús en el Sermón del Monte (Mateo 6:9) y continuando a través de muchos sucesos donde Dios es llamado “Dios Padre”. La Biblia nunca implica simplemente que Dios sea el creador de todos los seres humanos. Tener a Dios como Padre, implica tener un compañerismo familiar con él (Romanos 8:14-17) y reflejar su carácter santo (1 Pedro 1:14-17). Cristo, el Hijo unigénito de Dios, tiene a Dios como su padre en un sentido único. Además de él,

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solo los cristianos, esto es, aquellos que han recibido el Espíritu de Cristo, tienen el derecho de llamarlo “Abba, Padre” (Romanos 8:15). Aquellos que excluyen a Cristo, tienen al diablo como su padre, y quieren llevar a cabo los deseos de su padre (Juan 8:44; cf. 1 Juan 5:19).

Por tanto, los cristianos son llamados “hijos de Dios” en señalado contraste con los no cristianos, quienes están fuera de la familia de Dios (1 Juan 5:1-5). Ser llamado un hijo de Dios tiene muchas implicaciones. Tenemos un compañerismo íntimo con Dios Padre (Romanos 8:15). Jesucristo es nuestro hermano mayor (Romanos 8:29). Somos legalmente adoptados y librados de nuestra condición de esclavitud (Gálatas 4:1-7). Ya no somos esclavos (Gálatas 4:7; Romanos 8:15). Recibiremos la herencia plena de Dios como co-herederos con Jesucristo (Romanos 8:17). Somos conformados al modelo de la muerte y resurrección de vida, establecido a través de Cristo (Romanos 8:11-13). Compartimos en común el Espíritu de la familia, el Espíritu Santo (Romanos 8:14-15). Somos reconstruidos a la imagen de Dios (Romanos 8:29). Somos nacidos de Dios (1 Juan 5:4; Juan 1:12-13). Como hijos obedientes, debemos imitar el buen carácter de nuestro Padre (Efesios 5:1; 1 Pedro 1:14-17).

En virtud de que Dios es nuestro Padre en este sentido íntimo, y Jesucristo es nuestro hermano y nuestro todo-suficiente abogado ante el Padre, no necesitamos de ningún intermediario humano para entrar en contacto con Dios. En cuanto a la relación con Dios Padre, somos hermanos de todos los demás cristianos. Estamos para servirnos unos a otros, y ninguno de nosotros debe enseñorearse sobre los demás (Marcos 10:42-45). Por tanto, Jesús critica específicamente el uso de títulos honoríficos que pudieran contradecir nuestra condición de hijos y socavar nuestro sentido de intimidad con Dios:

‘Pero vosotros no queráis que os llamen “Rabí;” porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis “padre” vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados “maestros;” porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. Él que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido’. (Mateo 23:8-12). El énfasis que pone el mismo Jesús en la humildad y servicio en la mayor parte del contexto de Mateo 23, donde Jesús critica a los fariseos, indica que Jesús no está estableciendo una norma legalista sobre la mera utilización verbal de las palabras “padre” y “maestro.” Más bien, él está criticando una actitud del corazón. Siempre debemos reconocer el carácter fundamental de la hermandad cristiana. Nuestro estatus común como hermanos implica que debemos someternos a Cristo y servirnos unos a otros. Entonces, de hecho la enseñanza de Jesús es complementaria a las otras enseñanzas en las epístolas del Nuevo Testamento, que sí asignan un rol especial a los pastores y maestros (por ejemplo, Efesios 4:11). La relación más fundamental es la relación de Padre-hijo entre Dios y los creyentes cristianos. Pero el cuidado paternal de Dios debe reflejarse en el cuidado que practican los cristianos de unos hacia otros dentro de la iglesia. Por ejemplo, Cristo es nuestro Maestro en el sentido más excelso (Mateo 23:10;

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Juan 13:13-14). De la plenitud de su sabiduría y sus dones de enseñanza, él ha distribuido dones a la iglesia, y esto hace que algunas personas se subordinen o asistan a los maestros (Efesios 4:7, 11). Cristo es nuestro Pastor en un sentido único (Juan 10:11-18). Él también imparte dones a los seres humanos quienes entonces se convierten en sub-pastores (1 Pedro 5:1-4). Dios el Padre y Cristo son los máximos modelos a quienes debemos imitar (1 Pedro 1:14-15; Romanos 8:29). Pero en un sentido subordinado, se supone que debemos imitar los buenos ejemplos exhibidos por creyentes más maduros (1 Corintios 11:1; Filipenses 3:17; 1 Timoteo 4:12; Tito 2:4, 7). LA CASA DE DIOS EN 1 TIMOTEO

El tema de las relaciones familiares es particularmente prominente en la primera carta de Pablo a Timoteo. Pablo invoca repetidamente la analogía de una familia, a fin de que Timoteo comprenda mejor el orden y las responsabilidades apropiadas dentro de la iglesia cristiana. Pablo llama a Timoteo su “hijo” expresando al mismo tiempo su afecto y su relación de discipulado entre ellos (1 Timoteo 1:2, 18). Él le advierte a Timoteo que trate al anciano “como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza” (1 Timoteo 5:1-2). Si una viuda tiene hijos o nietos, ellos deben cuidar de ella (1 Timoteo 5:4). Pero si no tiene familiares cercanos, toda la familia cristiana debe cuidar de ella (1 Timoteo 5:5, 16).

Los supervisores o ancianos, deben ser hombres de familia respetables:2

“Pero es necesario que el anciano sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)”. (1 Timoteo 3:2-5)

El requisito concerniente a “gobernar bien su propia familia” es particularmente importante, porque la misma sabiduría y habilidades para el buen gobierno de una familia, se aplican también al gobierno de la iglesia de Dios.3

Finalmente, el apóstol Pablo indica explícitamente el papel principal del tema de la familia en 1 Timoteo 3:14-15: “Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad”.

De hecho, estos versos sintetizan el propósito de toda la carta. La frase “esto te escribo” es entendida más naturalmente, como refiriéndose al contenido de la carta como un todo. Aunque la carta como un todo tiene el propósito de indicar “cómo debe conducirse la gente en la casa de Dios”.

La referencia a “la casa de Dios” teóricamente podría involucrar cualquiera de estas dos

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ideas, ya sea la idea de la comunión con Dios en la “casa” o “templo” de Dios, o la idea de un hogar dirigido por Dios. En algunos contextos dentro de la Biblia, se enfatiza la idea de Dios morando entre su pueblo como en un templo (1 Corintios 3:10-17). Pero en el contexto de 1 Timoteo, la idea del orden y los acuerdos domésticos es obviamente la más prominente. El orden de la iglesia es análogo al orden de un hogar humano. Los miembros de la iglesia deben tratarse unos a otros como si fueran miembros de su propia familia (1 Timoteo 5:1-2). Deben cuidar unos de otros en la necesidad (1 Timoteo 5:5, 16). Los supervisores deben ser hombres capaces en la administración de la casa de Dios, como lo habrán demostrado por su habilidad con sus propias familias (1 Timoteo 3:1-7).

EL USO DE LA IDEA DEL HOGAR COMO BASE PARA INFERENCIAS

En 1 Timoteo la analogía fundamental del hogar no solo se limita a una o dos ilustraciones incidentales o a coloridas figuras retóricas, sino que es usada como base para argumentos e inferencias respecto a las responsabilidades cristianas. El papel central de la analogía es particularmente claro en 1 Timoteo 3:4-5, que concluye con el acertado cuestionamiento, “Pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios”? En efecto, Pablo presenta un argumento: el buen liderazgo familiar debe ser uno de los criterios para el nombramiento de una posición de anciano, porque se requiere de las mismas capacidades y habilidades para supervisar “el propio hogar” y la “casa” cristiana. Pablo no espera que Timoteo simplemente acepte la palabra de Pablo por el hecho de que tal y tal criterio sea conveniente para los supervisores. Él espera que Timoteo vea la sabiduría que conlleva, la precisión de este criterio basado en la validez de la analogía. Indirectamente aún Timoteo presumiblemente está siendo invitado a usar el mismo argumento, si es que alguien tuviera dudas al respecto.

De la misma manera, en 1 Timoteo 5:1-2, podemos ver los inicios de un argumento. “No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza”. La palabra comparativa clave como posiblemente puede ser interpretada como una mera introducción a las ilustraciones. Pero todas las ilustraciones son exactamente del mismo tipo, en ellas se usa la analogía entre la iglesia y la familia. En vista de la declaración general acerca de la conducta en “la casa de Dios” en 1 Timoteo 3:14-15, las comparaciones en 5:1-2 deben ser vistas como las muchas formas de enriquecer las implicaciones de ser un miembro de la familia de Dios. Podemos percibir la naturaleza obligatoria de las inferencias. Debes tratar a los hombres mayores como a padres, a los jóvenes como a hermanos, etc., no solo porque debes amarlos en un sentido general, sino porque eres parte de la misma familia espiritual. La conducta hacia cualquier otro miembro de la familia, debe considerar no solo las obligaciones generales de amarse, sino también las diferencias concretas debido a su distinta situación dentro de la familia de Dios: tratando a algunos como a padres, a otros como a hermanos, a otras como a madres, a otras como a hermanas. Por tanto, 1 Timoteo 5:1-2 presupone la estructura de un argumento. La iglesia es como una familia. Por tanto, debes tratar a los demás miembros de la iglesia como a los miembros de la familia.

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Entonces, parece que la analogía de la familia, es un elemento consistente en la propia visión de Pablo para articular la naturaleza del orden en la iglesia cristiana. De hecho, fácilmente podría ser un medio por el que el Espíritu Santo llevó al mismo Pablo a captar la enseñanza que presenta en las cartas pastorales (1-2 Timoteo y Tito). Desde luego, no lo sabemos con seguridad. Pablo recibió espectaculares revelaciones especiales del Señor (Hechos 9:1-8; Gálatas 1:16; 2 Corintios 12:1-7). Pero también fue alguien que tenía “la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16). A través de la sabiduría y discernimiento que el Espíritu Santo le había dado a Pablo, él entendió los principios básicos del cristianismo de manera muy profunda. Bajo la gentil dirección del Espíritu, él fue capaz de impartir inspiradas enseñanzas en sus cartas, aún sobre asuntos que sus espectaculares experiencias no habían abordado directamente.4 Además, el apóstol Pablo quería que todos los cristianos llegaran a un entendimiento profundo del principio de la fe cristiana. Los corintios son reprendidos por ser carnales, no teniendo la mente de Cristo como él la tenía (1 Corintios 3:1-4). En Romanos 12:1-2, Pablo los exhorta sobre la necesidad de crecer en la comprensión de la voluntad de Dios, concluyendo, “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. De manera similar él dice, “Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios”. (Filipenses 1:9-11).

¿Cómo sabemos entonces qué clase de orden es el apropiado para la vida comunal cristiana? Lo sabemos, en parte, porque Pablo nos los dice en sus cartas. Pero ¿cómo lo supo el mismo Pablo? Pablo tenía tal sabiduría en parte porque él había absorbido profundamente la enseñanza fundamental de Cristo acerca de que Dios es nuestro Padre y acerca de la obra de salvación de Jesucristo en la cruz. La obra de Cristo nos reconcilió con Dios y nos dio una íntima comunión familiar con Dios, la comunión de hijos (Gálatas 4:1-7). Somos miembros de la familia de Dios. La estructura familiar de la iglesia de Dios, tiene definitivas implicaciones acerca de las formas específicas del amor que debe practicarse dentro de la familia (1 Timoteo 3:1-7), la clase específica de administración necesaria para tratar con las necesidades de la familia (1 Timoteo 3:8-13), etc.

De hecho, casi todo 1 Timoteo puede ser vista como un catálogo de los tipos de comportamiento y organización requeridos dentro de una familia armoniosa. La verdadera doctrina es necesaria, porque la familia necesita conocer sus propias reglas (1 Timoteo 1:3-11, 18-20). Por tanto, la doctrina es fundamental para todas las clases más específicas de organización y las mutuas relaciones dentro de la familia. La misericordia y el perdón unen a la familia (1 Timoteo 1:12-17). Es necesaria la protección de la destructiva interferencia externa, y para el beneficio de las relaciones de la gran familia mundial (2:1-7). Los hombres en la familia, no deben generar conflictos entre ellos, sino estar unidos aún en sus peticiones (2:8). Las mujeres deben dedicarse al servicio de la familia y no a frivolidades (2:9-10), o a usurpar la autoridad del varón (2:11-14). La familia debe tener supervisores sabios y competentes (3:8-13). En todos los aspectos debe ajustarse al orden divino (3:14-16). Las reglas apropiadas y el ejemplo de los

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líderes son de vital importancia (4:1-16). Todos los miembros de la familia, deben tratarse unos a otros con el respeto, el honor y la sensibilidad apropiada a su mutua posición (5:1-6:2). Debe cuidarse de aquellos en necesidad, preferiblemente por quienes sean los más cercanos a ellos (5:3-10). El uso del dinero debe apoyar los objetivos de la familia (6:6-10, 17-19).

En resumen, el tema de la casa de Dios, se aprecia a través de 1 Timoteo y es válidamente utilizada como la base para inferencias sobre del comportamiento cristiano, no solo como una ilustración incidental.

EL LIDERAZGO MASCULINO EN LA IGLESIA

Es natural que el uso de la analogía centrada en el hogar, señale las inferencias respecto al liderazgo de autoridad en la iglesia. El liderazgo dentro de una familia recae en el esposo y padre (Efesios 5:22-6:4).5 La iglesia, como la casa de Dios, también necesita de un liderazgo sabio y competente. Ese liderazgo se debe buscar entre aquellos varones que hayan demostrado sus habilidades en el contexto de sus familias inmediatas (1 Timoteo 3:1-7). Las mujeres, por contraste, no deben ser colocadas en autoridad en la iglesia, porque tal función no armonizaría con las relaciones generales entre hombres y mujeres en el matrimonio, como fue establecido desde la creación (1 Timoteo 2:11-14).6 Por tanto, las diferencias entre hombres y mujeres dentro del contexto del matrimonio y la familia, se reflejan en las diferentes funciones que hombres y mujeres pueden asumir dentro de la iglesia.

Tales inferencias son naturales, una vez que hemos notado la clara conexión entre la familia natural y la iglesia como nuestra familia espiritual. ¿Pero realmente se mantienen firmes estas conclusiones? Veamos más de cerca los distintos pasos.

Primero, ¿tienen las familias la estructura de liderazgo y autoridad ordenada por Dios? ¿Tienen los esposos la responsabilidad única del liderazgo dentro de la familia? Efesios 5:22-6:4 y Colosenses 3:18-21 indican que así es.

Segundo, ¿existen relaciones irreversibles de liderazgo y sujeción dentro de la iglesia? Es claro que las hay. El mismo título de “obispado” usado en 1 Timoteo 3:1 indica una posición que implica el ejercicio del liderazgo. Estos supervisores también son descritos como “ancianos” en Tito 1:5, 1 Pedro 5:1-4 y Hechos 20:28-31. Ellos son dignos de honor, especialmente cuando desempeñan bien sus responsabilidades de liderazgo (1 Timoteo 5:17). Hebreos 13:17 deja muy en claro que ellos merecen nuestra obediencia: “Obedeced a vuestros pastores, sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso”.

De hecho, los principios de la sujeción deberían ser más ampliamente evidentes en las relaciones entre las personas mayores y los jóvenes. La humildad debería caracterizar a todos (1 Pedro 5:5b-6). Pero los hombres jóvenes son particularmente llamados a sujetarse a los hombres mayores (1 Pedro 5:5). Pablo le aconseja a Timoteo que exhorte a un anciano “como si fuera su padre” (1 Timoteo 5:1). Es evidente, que el trato con las

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diferentes personas debe ser de manera diferente, de acuerdo al tipo de persona que se trate.

“No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza”. (1 Timoteo 5:1-2).

En las cuestiones fundamentales pertenecientes a nuestra relación con el Señor, todos nosotros disfrutamos de los mismos privilegios.7 Todos hemos sido justificados por la fe (Romanos 5:1). Todos nos hemos convertido en un reino de sacerdotes y compartimos una herencia celestial (1 Pedro 2:9-10; Efesios 1:3-14). Todos hemos sido revestidos con Cristo y somos hijos de Abraham (Gálatas 3:27-29). Todos somos miembros de la familia o casa de Dios. Pero estos privilegios fundamentales, incrementan en lugar de eliminar la peculiaridad de nuestros dones (1 Corintios 12:12-31). Nuestros privilegios deben estimular en lugar de destruir nuestro interés por tratar a cada persona en la iglesia, con la sensibilidad y el respeto que se le debe a esa persona, de acuerdo a sus dones, edad, sexo, posición de liderazgo y personalidad.8 Ese es el propósito de Pablo en el texto antes mencionado de 1 Timoteo 5:1-2. No se le pide a Timoteo tratar a cada persona de manera mecánica e idéntica a las demás personas, sino tomar en consideración el amplio rango de factores personales que intervienen en una relación familiar íntima. Cada persona en la familia de Dios no es una máscara abstracta y sin rostro para ser tratada de acuerdo a una receta inalterable, sino un ser pleno, que debe ser reconocido como tal, un hombre o una mujer, una persona mayor o joven, un adulto o un niño.

¿Los supervisores o líderes de la iglesia deben ser varones? El apóstol Pablo asume que deben ser hombres en vez de mujeres cuando los describe como “marido de una sola mujer” (1 Timoteo 3:2). Nuestras relaciones personales con los demás en la familia de Dios, deben considerar la clase de persona de quien se trata, ya sea joven o mayor, hombre o mujer (1 Timoteo 5:1-2). En particular, la estructura del liderazgo familiar debe ser transpuesta a la casa de Dios: los hombres calificados deben ser designados como supervisores, es decir, los padres de la iglesia. Sin embargo, una mujer aunque sea muy talentosa y capaz, nunca puede convertirse en un padre de familia. Como mujer, simplemente no está constituida de esa manera. De igual forma, una mujer nunca podrá convertirse en un padre en la familia de Dios. De hecho, ella puede sí puede llegar a ser una “madre” en la familia de Dios, y ejercer las funciones mencionados en 1 Timoteo 5:2; 3:11; 5:9-10,14; Tito 2:3-5; 2 Timoteo 1:5. La vida de la iglesia nunca minimiza, sino más bien realza la vida familiar, basada en el diseño de Dios desde la creación.

Tal razonamiento por parte de Pablo, es el mejor contexto para entender la enseñanza del apóstol en 1 Timoteo 2:8-15. Allí, Pablo establece las distintas responsabilidades para el hombre (2:8) y la mujer (2:9-15). La necesidad de tal diferencia es mejor entendida como consecuencia del hecho de que hombres y mujeres no son intercambiables dentro de la casa de Dios, como tampoco se encuentran dentro de la estructura de la familia humana. Bajo el tema de las responsabilidades de las mujeres, comenzando en 2:9, Pablo incluye la ordenanza de que una mujer no debe “enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre” (2:12). De acuerdo a nuestros argumentos previos,

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esta conclusión es el resultado natural de la analogía entre la iglesia y la familia humana, en la que la esposa no debe tener autoridad sobre su marido (Efesios 5:22-24). Luego Pablo apela al antecedente del orden de la creación (2:13), en donde el patrón para la autoridad del esposo es inicialmente establecida.9 También se refiere a la caída (2:14), en la que los roles del hombre y la mujer no fueron idénticos. Pablo concluye con el recordatorio de una de las funciones centrales y apropiada de las mujeres, la concepción de los hijos (2:15). Esta función distintiva en particular de las mujeres, nos recuerda más ampliamente las grandes responsabilidades que tienen las mujeres en la crianza de los hijos dentro de la familia.10 Por tanto, la totalidad del pasaje se organiza naturalmente a sí mismo, una vez que entendimos la idea central de la familia y la fecundidad de usar el hogar humano como base para discernir las responsabilidades de la gente dentro de la casa de Dios.

En resumen, Pablo basa su razonamiento en principios generales, remontándose finalmente a la narración bíblica de Génesis 2 y 3. Pablo tiene un discernimiento de los planes y propósitos de Dios al crear el matrimonio y la familia. Pablo enseña que en la iglesia, que es la casa de Dios, las mujeres no deben ejercer autoridad sobre los varones, así como en la familia humana, ellas no deben ejercer autoridad sobre sus maridos. Pablo entiende que la posición del supervisor, implica el ejercicio del cuidado paternal sobre la familia de Dios. Por lo que las mujeres están excluidas de ser supervisoras basándose en los principios bíblicos concernientes a la familia, no sobre la base de algunas circunstancias temporales.

LO INEVITABLE DE LAS CONCLUSIONES RESPECTO A LAS DIFERENTES

FUNCIONES DE LA GENTE

Las conclusiones a las que hemos llegado respecto a las diferentes funciones de hombres y mujeres en la iglesia, sin duda serán rebatidas por determinados círculos. Sin embargo, en mi opinión, la vida de la iglesia de acuerdo a tales conclusiones, no es sino el resultado de la obediencia y el amor cristiano dentro del cuerpo de Cristo. Solo circunstancias y dificultades temporales dentro del cuerpo de Cristo y dentro de la sociedad que lo rodea, hace que las prácticas genuinamente bíblicas parezcan menos inevitables o incluso contrarias a la intuición. Veamos cómo funciona el proceso.

El cristianismo vigoroso comienza con una ferviente fe en Cristo. Cuando por la fe, contemplamos a Cristo en su verdadera belleza y amor, comenzamos a responder con un vigoroso amor por él. A su vez, ese amor por Cristo, es expresado y reflejado en el amor hacia los demás cristianos (1 Juan 4:20-21).

En particular, el amor cristiano transforma a la familia. Los esposos y esposas comienzan a poner en práctica la Palabra de Dios en Efesios 5:22-23 y empiezan a imitar el amor que Cristo tiene por la iglesia y la sujeción que la iglesia debe tener a Cristo. El amor cristiano en su mejor y más alta representación, no es meramente un sentimiento ordinario y difuso del amor, o un indefinido impulso para hacer el bien. Es el amor en unión con Cristo. Nuestro amor debe ser animado por el supremo ejemplo de Cristo, fortalecido por la resurrección de Cristo, encarnado en la práctica de seguir a Cristo. En el seno familiar, tal amor nunca se sentirá capaz de prescindir del poder

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generado por la analogía cristológica de Efesios 5:22-23 y las declaraciones del Antiguo Testamento acerca de Dios como esposo de Israel (por ejemplo, Oseas 2; Ezequiel 16 e Isaías 54:5-6). De acuerdo a Efesios 5:22-23, los esposos tienen responsabilidades como las de Cristo, mientras que las esposas tienen responsabilidades como las de la iglesia. Las responsabilidades simplemente no son más intercambiables, de lo que son los roles de Cristo y la iglesia. La Biblia nos aleja así de cualquier identidad pura en el papel de los esposos y esposas. Los esposos desarrollan una imitación del amor de Cristo y las esposas una imitación de la sujeción de la iglesia. Los roles de esposos y esposas no son reversibles. La Biblia contradice la radical filosofía del igualitarismo, o sea, una filosofía que dice que hombres y mujeres son intercambiables en casi todos los aspectos, y que sus funciones no deberían tener relación con su constitución sexual.

Desde luego, hay cierto grado de superposición en las maneras en que podemos describir las responsabilidades de esposos y esposas. Aunque Efesios 5 no lo expone de esta forma, la verdad es que los esposos deben ministrar para las necesidades de sus esposas, así como Cristo atiende las necesidades de la iglesia, y las esposas deben amar a sus maridos como la iglesia ama a Cristo. Pero los deberes y prácticas de los esposos y esposas, no son puramente idénticas e intercambiables, precisamente porque ellos representan de manera más profunda los patrones bíblicos irreversibles, dados una vez y para siempre en el cumplimiento de la redención a través de Jesucristo.

Por tanto, la práctica matrimonial cristiana, gradualmente trasciende más allá del igualitarismo puro de algunas personas y la dominante inmadurez de otras. Los diferentes matrimonios cristianos, aún pueden tener muchas diferencias, debido a las distintas capacidades y diferentes personalidades de los dos compañeros. Pero, conforme Cristo transforma un matrimonio, los esposos, a diferencia de sus esposas, comienzan a practicar la responsabilidad de dirigir y “liderar”11 a la familia.

El amor cristiano también une a todos los miembros de la iglesia universal. Puesto que Dios es nuestro Padre, somos verdaderamente en el sentido fundamental, una familia. El Espíritu Santo, como el espíritu de la familia nos da el amor los miembros de nuestra familia. A la larga, los cristianos no pueden estar satisfechos con solo una gran reunión anónima una o dos veces por semana. Los lazos de amor demandan relaciones más frecuentes e íntimas, tal vez junto a una reunión de domingo por la mañana con un grupo mucho mayor.

Mientras los cristianos se encuentran y se conocen unos a otros más íntimamente, crece su sentido de formar parte de una familia. Ellos comienzan a tratarse unos a otros de la manera en que Pablo aconseja: a los hombres mayores como a padres, a los jóvenes como a hermanos, a las mujeres mayores como a madres, a las mujeres jóvenes, como hermanas (1 Timoteo 5:1-2). Las personas ya no son máscaras sin rostro, sino gente real, unidas por lazos familiares. La misma lógica que opera en una familia natural, comienza a darse entonces por sí misma en la iglesia como la casa de Dios. En la intimidad de esta familia espiritual, las personas encuentran que se tratan unos a otros de una manera que respeta las diferencias de edades, sexo y personalidad.

La presencia de Cristo y el Espíritu Santo en la casa de Dios, así como la del propio Dios

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Padre, exige el respeto del orden doméstico. Las peleas, herejías y varias clases de manifestaciones de inmadurez, deben atenderse, en lugar de ser simplemente ignoradas o verlas con indiferencia. La intimidad de la familia espiritual misma, exige una amorosa participación, cuando hay pecados y dificultades, y no solo una cómoda abstinencia o una relajada tolerancia.

En tales situaciones, los “padres” de la iglesia deben hacerse cargo. Hombres maduros, firmes, sobrios, piadosos, con vidas familiares ejemplares, son los líderes naturales en esta gran familia. En primer lugar, toda la iglesia los trata naturalmente como padres, y percibe las habilidades de liderazgo que ejerzan en sus propias familias inmediatas. En segundo lugar, el liderazgo de la iglesia, en una situación de intimidad familiar, es como un asunto de liderazgo familiar, no tanto en imponer reglas formales, sino en dar un buen ejemplo que de manera natural genere admiración y quiera ser imitado por la gente. Pablo mismo nos presenta un ejemplo de subordinación a Cristo, quien es el ejemplo por excelencia (1 Corintios 11:1). Timoteo es exhortado a ser un buen ejemplo (1 Timoteo 4:12). Por la misma razón, para Pablo es importante la devoción general de los supervisores, y no solo su ortodoxia doctrinal o habilidad de palabra. Por supuesto, los hombres y mujeres maduros deben actuar ambos como ejemplos de una manera general (Tito 2:2, 3-5). Pero en el caso particular de los supervisores, estamos tratando con personas que deben ser un ejemplo específicamente en su liderazgo familiar; tanto en su liderazgo en la casa de Dios como en el liderazgo de su propio hogar. Esa aptitud natural obliga a la iglesia a abstenerse de involucrar a mujeres, y buscar entre los varones para la elección de supervisores.

Finalmente, noten que en situaciones de convivencia más directa, la iglesia en su mayor parte está compuesta de familias completas, que como tal, asisten juntas a las reuniones de la iglesia. Es muy común que la iglesia se reúna regularmente en pequeños grupos en los hogares de sus miembros, y la atmósfera hogareña se extiende a toda la reunión. En las reuniones propias de la iglesia, los padres continúan ejerciendo la autoridad sobre sus familias. En Tito 1:6, Pablo indica que los supervisores deben ser hombres “que tengan hijos creyentes,” en cuyo caso, toda la familia asistiría regularmente a las reuniones, y la obediencia o desobediencia de los hijos a su padre sería manifiesta en la reunión misma (ver Tito 1:6; 1 Timoteo 3:4). De hecho, en una reunión de la iglesia, las líneas entre la familia y la iglesia no están claramente definidas, porque la familia asiste a la reunión como una familia y no solo como individuos aislados. El culto familiar en casa, y el culto familiar con un grupo más grande, pueden parecer muy similares, excepto porque el grupo mayor está compuesto por la extensión familiar, esto es, la familia de Dios.

Entonces, todos estos factores se unen para generar una base firme para detectar a los padres maduros en la iglesia, personas comunes, que se convierten en padres en un sentido más extenso y oficial, es decir, en padres de la iglesia, como una extensión espiritual de la familia. Si la vida de la iglesia es tan sólida e íntima como debe ser – si tiene una vida familiar normal – la iglesia se encontrará reconociendo a supervisores varones, aún si hipotéticamente no tuviera las instrucciones específicas que menciona el apóstol Pablo en 1 Timoteo 3:1-7 y Tito 1:5-9.

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EL CARÁCTER TEMPORAL DE LAS DUDAS MODERNAS

Por supuesto, hay amplios sectores de la iglesia de hoy, que tienen dudas sobre estos asuntos, y algunos van tan lejos como para oponerse abiertamente a los principios bíblicos. Sin embargo, las dudas y oposiciones surgen, como yo lo veo, de aberraciones y debilidades temporales en la vida de la iglesia y de la sociedad en general, más bien que de la fuerza de la verdad.

En primer lugar, la iglesia occidental está profundamente infectada por el modernismo teológico o liberalismo. Cuando la Biblia ya no es reconocida como la Palabra de Dios, ya no es claro que exista una norma divina para la obediencia de la iglesia y el amor por Cristo (si es que lo hay) se enfría.

Segundo, el ritmo de los cambios tecnológicos y sociales dentro de las sociedades post-industriales, nos ha hecho reservados acerca de las respuestas de las generaciones anteriores, y nuestro cuestionamiento se extiende a cada aspecto de la sociedad y de la vida de la iglesia. Además, varios cambios en la educación de las mujeres, la naturaleza del quehacer doméstico, y la participación de la mujer en el trabajo fuera del hogar, ha levantado muchas nuevas y difíciles preguntas acerca de la naturaleza de las funciones de hombres y mujeres, tanto en la familia como en la iglesia.

Tercero, el igualitarismo radical, filosófico y político, aunado al pecado y la envidia, ha generado el odio hacia todas las diferencias y distinciones entre los seres humanos. Muchos en la actualidad piensan que los ricos, los poderosos, los superdotados y los poseedores de autoridad oficial, deben ser bajados al nivel de la mediocridad de las masas, ya sea que hayan obtenido su puesto y función o no, a través de medios honestos. Tal igualitarismo, cuando se extiende a la familia y a la iglesia, se rehúsa a reconocer cualquier diferencia entre hombres y mujeres.

Cuarto, mucha gente se ha vuelto sinceramente preocupada por la opresión pasada y presente de la mujer, y las innecesarias restricciones sobre el uso de los dones de las mujeres. Tales males realmente existen, y hay que oponerse a ellos, pero eso no justifica las conclusiones radicales del igualitarismo.

Finalmente, muchas iglesias evangélicas de la actualidad, son vistas principalmente como salas de conferencias o estaciones de predicación. La gente identifica la iglesia con sus instalaciones, en contraste con el énfasis bíblico de que aquellos unidos con Cristo, son la verdadera iglesia. Además, las instalaciones de la iglesia son vistas meramente como un lugar para escuchar un sermón o disfrutar de entretenimiento religioso. Tal perspectiva empobrece nuestra vida comunitaria como cristianos. Es cierto que los monólogos de sermones son importantes, puesto que son un medio para llevar la Palabra de Dios a la iglesia. Pero Dios quiere que la iglesia sea mucho más que eso. Si pensamos solo en los sermones, hemos perdido la visión de las riquezas expresadas en el hecho de que la iglesia es el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:12-27). Cada miembro de la iglesia debe ejercer sus dones para el beneficio de los demás. Se supone que todos debemos exhortarnos y animarnos unos a otros, basados en el amor de Cristo (Colosenses 3:12-17). Debemos ser afectuosos unos con otros como amados hijos de

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Dios (Efesios 4:32-5:1). El compañerismo cristiano no se supone que sea solo un tiempo de convivencia social superficial, sino el compartir un tiempo basándonos en nuestra relación con Dios Padre y con Jesucristo (1 Juan 1:3-4). Debemos expresar intimidad y cuidado de unos por otros, como lo hacemos con nuestra propia familia, puesto que de hecho todos somos miembros de la familia de Dios o de la casa de Dios.

Pero en muchas iglesias evangélicas, la gente tiene poca experiencia de las prácticas bíblicas en la vida de una familia común. También puede no haber respeto por la necesidad de disciplina en la iglesia. Los líderes de la iglesia no son más que oradores dotados o consejeros (ministros pagados), o administradores de la propiedad y/o programas de la iglesia (ya sea que sean llamados administradores, supervisores o diáconos). Tales “líderes” son solo gente cuyos útiles dones los han colocado en prominencia. En tales situaciones, es comprensible que algunas personas puedan dejar de ver la razón por la que mujeres apropiadamente calificadas, no pueden ejercer las funciones clave que ellos asocian con el liderazgo. De hecho, los cristianos no entenderán totalmente la lógica conducente al liderazgo masculino, hasta que llegan a comprender lo que la iglesia realmente debería ser como la familia de Dios.

LA DIRECCIÓN DEL HOGAR CONTRASTADA CON LA SIMPLE

COMUNICACIÓN

La analogía entre la familia y la iglesia, también ayuda a dejar en claro lo que distingue el oficio del pastor del de los otros roles en la iglesia. Considera la situación dentro de una familia natural. Dentro de una familia podemos encontrar una variedad de destrezas, habilidades y dones. Un esposo y padre sabio, animará el desarrollo pleno y el uso de estas habilidades. Su liderazgo bien entendido, es realzado en lugar de verse amenazado por el pleno florecimiento de la familia en su conjunto.

Por ejemplo, la conversación dentro de una sana situación familiar, involucra una buena comunicación, incluyendo el dar y recibir entre los miembros de la familia. Aún los niños participan activamente. Al aprender de Dios y de fuentes externas, de la escuela, o de juegos, algunas veces ellos pueden comunicar a sus padres cosas que los padres no sabían. La esposa, como una persona madura, está un una mejor posición para lograr que su esposo aprenda y crezca a través de cosas que ella le comunica. Aunque el liderazgo pertenece al esposo, ello no contradice la intercomunicación entre todos los miembros de la familia. De la misma manera, todos los miembros de la familia tienen en un sentido amplio, la responsabilidad del manejo o gobierno del hogar. Aún el niño más pequeño puede ayudar al “manejo” del hogar, poniendo la mesa, o lavando los trastos, o cuidando del gato. Las esposas ejercen autoridad sobre sus hijos, pero también pueden tener extensos proyectos en los que ellas ejercen su administración, no solo sobre el gobierno físico del hogar, sino también sobre transacciones con la sociedad que lo rodea (Proverbios 31:10-31; cf. 1 Timoteo 5:14). Por tanto, en un sentido más amplio, el gobierno del hogar es responsabilidad de todos. Sin embargo, el padre ejerce una autoridad general sobre todo el hogar en su conjunto.

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Los que abogan por las mujeres en el liderazgo, son rápidos en observar que las mujeres cristianas tienen muchos de los dones y habilidades necesarios para una buena comunicación y un buen liderazgo. Si ellas tienen tales dones, ellas deberían ejercerlos para el beneficio del cuerpo de Cristo (1 Pedro 4:10). Estas observaciones son básicamente correctas, pero hay factores tan relevantes y útiles para las familias cristianas, como lo son para la iglesia como la extensión familiar. En ambos casos, los líderes sabios deben ser animados a usar sus dones. Pero en ninguno de los casos, la existencia de dones destituye la legitimidad del liderazgo único del padre. Por el contrario: la comparación con la familia muestra que esos dones, en y por sí mismos, jamás pueden ser una razón válida para desplazar un orden basado en otros factores de la creación. Puesto que el gobierno o liderazgo es crucial para este argumento, seamos más específicos acerca de las varias clases de gobierno. La imagen de Proverbios 31:10-31, ilustra varios tipos importantes de gobierno; el manejo de la ropa, la comida, el dinero, los campos, ofrendas caritativas, y ventas. Todo este tipo de manejos deben ser tratados como ejemplos de mayordomía, puesto que el mundo entero le pertenece a Dios. Jamás seremos dueños absolutos, sino solo mayordomos a quienes les ha sido confiado temporalmente algo de la propiedad de Dios. Además, el gobierno de otras personas debe hacerse siempre respetando el hecho de que son personas creadas a la imagen de Dios. La autoridad sobre ellas necesariamente tiene un carácter diferente al de la autoridad sobre la creación infrahumana. Los hombres y las mujeres pueden variar considerablemente en sus habilidades en estas diferentes áreas. Las habilidades relacionadas con la sabiduría y la madurez cristiana en general, ayudan en todo tipo de dirección, pero algunas personas son más hábiles en unas áreas que en otras. Por otra parte, la gente puede mejorar sus habilidades al desarrollar la madurez y la experiencia. Dentro de una familia, la diversidad de habilidades resulta naturalmente en la división de las tareas. El esposo, la esposa, y los niños pueden ser responsables de algunas áreas específicas que se les delegue. Naturalmente, si los nietos u otros familiares están viviendo juntos, también quedan incluidos. Además, las consultas e imitación ayudan a los miembros de la familia a aprender unos de otros. Algunas áreas de la administración pueden funcionar mejor si son responsabilidad de toda la familia, en lugar de delegarla a una sola persona. Efesios 5:22-6:4 y otros pasajes sobre la familia, claramente dejan abierta un sinfín de posibilidades para la forma exacta de las disposiciones administrativas. En estas cuestiones, un líder sabio trata de llegar a acuerdos en los que cada miembro de la familia utilice y mejore sus dones. Sin embargo, Efesios 5:22-6:4 sí establece líneas claras de sus límites. Los hijos deben sujetarse a sus padres y por su parte, los padres tienen la responsabilidad de dirigir a sus hijos. Las esposas deben someterse a sus esposos, y los esposos tienen la responsabilidad de la dirección con respecto a sus esposas, así como para con el resto de la casa. Estas responsabilidades directivas son establecidas por Dios. Las responsabilidades pueden ser delegadas a otros miembros de la familia, de acuerdo a su madurez y habilidades. En particular, todos ellos pueden comprometerse en diversos tipos del manejo de la creación infrahumana. Pero todavía

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hay un líder sobre todo esto. En este punto, las responsabilidades de hombres y mujeres en el matrimonio son irreversibles, y no intercambiables. En resumen, un esposo sabio, dirige su casa usando la consulta, la conversación, y delegando autoridad. En todas estas prácticas, él simplemente está imitando el cuidado de Cristo por la iglesia. Cristo nos involucra en una conversación de dos vías, y nos delega responsabilidades. Sin embargo, Cristo es la autoridad máxima en toda la vida; los esposos, sujetos a la autoridad de Cristo, han sido asignados como cabezas de sus hogares. Cuando se abusa de las instrucciones de Pablo y los esposos usan su autoridad como una excusa para un comportamiento egoísta y dominante, se provoca una reacción. Muchas personas en nuestros días, deploran la opresión de las mujeres y la necedad que implica el negarse a animarlas a probar e utilizar sus dones. Si la gente no tiene ante ellos los modelos adecuadamente correctos, es comprensible que creen un patrón de responsabilidades completamente intercambiable que es la única alternativa razonable, consistente con la libertad que nos ha sido dada en Cristo. Sin embargo, el objetivo real de la Escritura es aún más rico. Por tanto, la analogía entre la familia natural y la familia de Dios, sugiere los mismos procedimientos aplicables para la casa de Dios. Las responsabilidades para su administración, en un sentido amplio, pueden ser delegadas y distribuidas entre la familia de Dios. Pero los supervisores/pastores, como padres en el hogar, tienen la máxima autoridad. Éstos deben ser varones, en analogía con el hecho de que el padre y no la madre de familia es quien posee la máxima autoridad. Los que abogan por las mujeres como supervisoras, también apelan al bien que se ha llevado a cabo en el pasado particularmente por mujeres cristianas, por mujeres que han ejercido el liderazgo. Al evaluar esta petición, deben considerarse varios factores. Primero, Proverbios 31:10-31 muestra que algunas clases de liderazgo y administración hechas por la mujer, armonizan con el máximo liderazgo de un marido (Proverbios 31:23). Segundo, la comunicación valiente pero humilde de la verdad de las esposas a sus maridos, no socava la autoridad de sus esposos, más de lo que Pablo tuvo la intención de minar la autoridad general estatal por sus críticas a las acciones de las autoridades del estado (ver Hechos 16:37; 22:25; 23:3-5; 25:10-11). Tercero, los casos familiares que involucran a las viudas, divorciadas, y padres ausentes, muestran que algunas veces las mujeres deben ejercer la autoridad en ausencia de cualquier mejor alternativa; pero tales situaciones están lejos de ser lo ideal. Cuarto, los casos familiares que involucran a esposas dominantes, muestran que por la gracia de Dios algún bien puede ser logrado, aún a través de personas y acciones contaminadas por el pecado. Todos estos casos ilustran por analogía lo que puede suceder dentro de la iglesia como la casa de Dios. Ninguno de estos casos niega el punto principal de que el ideal es que los padres ejerzan la autoridad máxima, tanto en la familia como en el hogar. En particular, debemos evitar confundir el liderazgo con la habilidad para entender la Biblia y la habilidad para comunicar sus enseñanzas a otros. Tales habilidades son valiosas dentro del cuerpo de Cristo. Pero cuando son mujeres quienes las poseen, es

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obvio que esto no implica algún menoscabo de sus responsabilidades de sujeción a sus esposos en el Señor. Los esposos por su parte, deben animar a desarrollar y utilizar estas habilidades en sus esposas, y ellos mismos pueden beneficiarse grandemente; pero no por esto los esposos pueden renunciar a sus propias responsabilidades. Lo mismo ocurre con los supervisores en la casa de Dios. LOS EFECTOS NEGATIVOS QUE PROVIENEN DE ALTERAR EL ORDEN DE

LA FAMILIA DE DIOS

Mantener el liderazgo masculino en la iglesia, no es un asunto de poca importancia. Los malos efectos surgen inevitablemente cuando nos desviamos del patrón establecido por Dios. Tales efectos son en gran medida el reverso de la imagen que hemos venido señalando. Debido a la estrecha relación entre la familia y la iglesia, la vida piadosa de una familia, estimula el reconocimiento de Dios como nuestro Padre celestial, y el reconocimiento de Dios, estimula una vida familiar piadosa. Ambas son enriquecidas por el ejemplo de líderes maduros y paternales dentro de la iglesia. Por el contrario, la desintegración del orden familiar en el marco de la iglesia, afecta negativamente tanto nuestra conciencia de ser parte de la familia de Dios, como la calidad del amor dentro de las familias cristianas.

Para empezar, la ausencia de un liderazgo paternal y piadoso dentro de la iglesia, hace que la afirmación de la paternidad de Dios sea casi una abstracción. Por supuesto, la paternidad de Dios, está ilustrada especialmente en los grandes hechos de la historia de la redención, que encarnan su gobierno, cuidado y disciplina paternal. Pero lo que enriquece más nuestra comprensión de Dios, es que la mayoría de nosotros nos gozamos de tener un padre humano, y nos enriquece aún más el poder ver el cuidado paternal y el gobierno de Dios encarnado en un nivel práctico en los supervisores de la iglesia (Tito 2:2).

El orden de la iglesia puede desviarse del ideal, ya sea por carecer de supervisores, por tener supervisores no calificados, por designar mujeres supervisoras, o por redefinir el oficio de supervisor. Cualquiera de estos casos tiende a hacer más vaga la experiencia de la gente de lo que es la iglesia como familia. La falta de una genuina práctica de correspondencia entre la iglesia y las familias naturales basada en la Biblia, hace que la gente pierda la capacidad para ver la analogía. Por tanto, ellos pierden parte de su aprecio por la importancia de la intimidad y el apoyo familiar dentro de la iglesia. Por otra parte, dejan de entender que la paternidad de Dios es expresada en su gobierno sobre nosotros, y que su gobierno es ejercido en parte a través de supervisores paternales y maduros.

En particular, la radical filosofía del igualitarismo, que dice que debemos tratar a todas las personas exactamente de la misma manera, dificulta que los cristianos tengan la clase de sensibilidad que corresponde a la edad, sexo y posición de otros a los que Pablo nos insta a tratar de manera especial (1 Timoteo 5:1-2, 17). Las relaciones de vuelven más impersonales, y las realidades de ser una familia de Dios, debilita la conciencia y la práctica de los cristianos.

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La práctica de la vida familiar cristiana, también es afectada negativamente. La mayoría de la gente aprende más del ejemplo, y de la enseñanza estrechamente relacionada con los ejemplos de sus líderes, de lo que lo hacen de la enseñanza en lo abstracto. Así que ¿cómo pueden asimilar apropiadamente la enseñanza acerca de la vida familiar? Idealmente, ellos imitan las vidas familiares de sus líderes en la iglesia. Pero esta imitación es más efectiva si ellos realmente ven algo de la vida familiar de sus líderes. Por ejemplo, en la reunión de un grupo pequeño que se lleve a cabo en un hogar, ellos ven la manera en que el líder se comporta con los otros miembros de la familia que se encuentren presentes en la adoración. La adoración de los cristianos en grupos más pequeños se vuelve algo muy parecido a la adoración en familia, lo que debe ser el palpitar de la vida para cada familia en particular. Todo este proceso se confunde, cuando se ignoran las diferencias entre hombres y mujeres, y padres y madres. Entonces las familias comunes no tienen modelos directos sobre los que puedan ellos edificar la suya propia.

Aparentemente, el movimiento feminista tiene como objetivo liberar a las mujeres de la opresión. Pero tal libertad en el verdadero sentido, solo puede proceder de los poderes divinos de la liberación y el amor que se encuentran en Jesucristo. La verdadera felicidad se encuentra en la obediencia a Cristo; cualquier otra cosa, solo constituye alguna forma de esclavitud al pecado.

La familia, más que cualquier otra institución en la sociedad moderna, necesita desesperadamente la libertad y la renovación a través del amor de Cristo. Esa libertad se obtiene más efectivamente, cuando somos capaces, bajo la gracia de Dios, de aprovechar toda la riqueza de los recursos que él nos ofrece. Debemos enseñarle a la gente sobre todo a encarnar en sus familias el modelo de Cristo descrito en Efesios 5:22-23. Y debemos enseñarles mediante los ejemplos que exhibamos en la vida familiar de la iglesia, incluyendo el ejemplo maduro y piadoso de los supervisores, quienes son los padres espirituales. Por tanto, dificultaremos la verdadera liberación, si nos desviamos del modelo de supervisores masculinos. Sería irónico que un sincero deseo de la liberación femenina debiera corromperse en la práctica con lo opuesto, un obstáculo para el poder liberador de Dios, que está obrando en su casa.

Conclusión

Algunos cristianos, creen que el matrimonio cristiano ideal debe expresar un patrón radicalmente igualitario: un esposo y una esposa deberían ser capaces de funcionar indistintamente en todos sentidos. Si tuvieran razón, la analogía entre la familia y la iglesia sugeriría que los hombres y las mujeres podrían intercambiar sus roles en todos los aspectos dentro de la iglesia.

Pero no están en lo correcto. Efesios 5:22-23 se opone a ello, así como lo hacen otros pasajes que comparan con un matrimonio la relación de Dios con Su pueblo.12 Con el tiempo, podemos esperar que el Espíritu Santo use el poder de estos pasajes bíblicos para generar matrimonios piadosos y vencer así el abstracto sentimiento del igualitarismo. Si, como yo creo, estos pasajes bíblicos proporcionan una justificación para asignar una responsabilidad específica de liderazgo a esposos y padres, también

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necesitamos reconocer el mismo patrón dentro de la iglesia. Los hombres maduros y no las mujeres, son quienes deben ser elegidos como supervisores. Pero la obediencia ciega a una regla formal no es suficiente. Debemos luchar para lograr vivir más fielmente las realidades de nuestra vida comunal en nuestras iglesias. Somos hijos de Dios, miembros de una familia gobernada divinamente. Solo la plena expresión del amor de Cristo en la comunidad cristiana, hará realidad la libertad, el poder y la belleza derivada de la manifestación de la gloria de Dios en su casa (Efesios 3:10).

Copyright 1997 Concilio sobre la masculinidad y feminidad Bíblica. (Council on Biblical

Manhood and Womanhood) Todos los derechos reservados.

1 En un análisis más profundo de las enseñanzas del Nuevo Testamento, sería apropiado tratar de delinear las diversas contribuciones de varios autores del Nuevo Testamento. Pablo enfatiza nuestra adopción legal y nuestra participación presente y futura en la herencia de Dios. Juan enfatiza que Dios nos ha dado un nuevo nacimiento y nos ha transformado en personas caracterizadas por la fe y el amor. Pero estos énfasis distintivos, son contribuciones complementarias para un cuerpo unificado por la enseñanza divina con un solo autor divino. 2 De acuerdo a J. B. Lightfoot “supervisores” (episkopoi) y “ancianos” (presbuteroi) se

refieren a las mismas personas, “Epístola de San Pablo a los Filipenses” “Saint Paul’s Epistle to the Philippians) (London: Macmillan, 1913, pp. 95-99, y muchos otros eruditos del Nuevo Testamento. 3 En ciertas maneras limitadas, tanto hombres como mujeres deben ejercer sus habilidades en la administración. En 1 Timoteo 5:14, las mujeres son instadas a administrar sus hogares. Proverbios 31:10-31 indica con cierto detalle el carácter virtuoso y el amplio alcance de la administración de una esposa. Pero tal administración no es igual a la responsabilidad de los padres. Efesios 5:22-6:4 deja en claro que mientras que las esposas ejercen autoridad sobre sus hijos y sobre asuntos financieros, los esposos ejercen la autoridad tanto sobre sus esposas, como sobre todas las demás áreas. Por tanto, el alcance de autoridad es diferente en el caso de esposos y esposas. Tal diferencia en alcance debe ser entendido cuando comparamos 1 Timoteo 3:4-5 con 1 Timoteo 5:14. En el siguiente argumento, pretendo demostrar que la misma diferencia se extiende a la iglesia, puesto que la iglesia es la casa de Dios. 4 Yo creo que las declaraciones difíciles de 1 Corintios 7:12, 25 y 40, deben ser entendidas de esta manera. 5 Ver pp. 000-000 para la discusión adicional de Efesios y el liderazgo de los maridos dentro de sus familias. 6 Ver más abajo mi manera de entender 1 Timoteo 2:11-14. 7 Ver más adelante en Gálatas 3:28.

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8 Por lo tanto, Gálatas 3:28 está en total armonía con las demás enseñanzas de Pablo. Solo leyendo en Gálatas 3:28 una teoría social sobre el intercambiabilidad abstracta de los individuos, puede uno leer posteriormente un principio que vaya en desacuerdo con las enseñanzas de Pablo en otras partes. De hecho, las enseñanzas de Pablo afirman ampliamente la pluralidad de personas y la diversa complejidad de las relaciones sociales en la creación. 9 Ver la discusión de Génesis 1-2 en el Capítulo 3 de este volumen. También es relevante, aunque exagerado en algunos puntos, el artículo de David J. A. Clines “¿Qué hace Eva para ayudar? Y otras orientaciones irremediablemente androcéntricas en Génesis 1.3” (What Does Eve Do to Help? And Other Irredeemably Androcentric Orientatios in Genesis 1-3) Society of Biblical Lietrature paper, Diciembre 7, 1987. 10 Para una discusión más amplia de 1 Timoteo 2:8-15, y para una interacción con las complejas interpretaciones del pasaje, ver el Capítulo 9 de este volumen. Sin duda debe considerarse la posibilidad de interpretaciones alternas. Pero mi interpretación, surgida naturalmente del prominente tema de la familia de 1 Timoteo, tiene una ventaja natural sobre interpretaciones que dan lugar a reconstrucciones altamente especulativas sobre las circunstancias especiales en Éfeso. Cuando el argumento de Pedro es entendido en el contexto de la analogía de la familia, resulta claro que sería apropiado para cualquier situación como la de Éfeso, donde la gente estaba teniendo problemas para entender las diferentes responsabilidades de hombres y mujeres. 11 Respecto a la conveniencia de entender el liderazgo en Efesios 5:22-23 como la implicación del ejercicio de autoridad, ver Wayne A. Grudem, “¿La palabra Kephale

(“Cabeza”). Significa ‘Origen’ o ‘Autoridad sobre’ en la Literatura griega? Una encuesta de 2,336 Ejemplos, Apéndice 1 en George W. Knight III, “La relación del papel de hombres y mujeres” (The Role Relationship of Men and Women) (Chicago: Moody, 1985) pp. 49-80; también aparece en Trinity Journal 6 NS (1985): 38-59. Berkley y Alvera Mickelsen se oponen a Grudem “¿Qué significa Kephale en el Nuevo Testamento?” en “Mujeres, autoridad y la Biblia” (Women, Authority and the Bible) ed. Alvera Mickelsen (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1986) pp. 97-110; Gilbert Bilezikian, “Inculturismo de la jerarquía e igualitarismo” (Hierarchist and Egalitarian Inculturations), Journal of the Evangelical Theological Society 30 (1987): 423-424; idem, “Una Crítica del Tratado de Wayne Grudem de Kephale en los Antiguos Textos Griegos” (A Critique of Wayne Grudem’s

Treatment of Kephale in Ancient Greek Texts) (ETS 0025; Theological Research Exchange Network, 1987); y Catherine Kroeger, “El concepto clásico de ‘Cabeza’ como ‘Origen’” (The Classical Concept of ‘Head’ as ‘Source) (ver arriba p. 486, n. 9). Ver la reciente evaluación hecha por H. Wayne House, “¿Debería una mujer profetizar o predicar ante los hombres?” (Should a Woman Prophesy or Preach before Men?) Biblioteca Sacra 145 (1988): 146-148.Para un estudio cuidadoso de ‘kephale,’ ver el Apéndice 1 en este volumen.

12 Génesis 12 también se les resiste, como lo demuestra el capítulo 3 de este volumen.

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Apéndice: Preguntas de discusión para ‘La Iglesia como familia’

MEN7/52 es un ministerio de varones de bible.org. Nuestro deseo es ver que todos los varones se conviertan en verdaderos seguidores de Jesucristo 7 días a la semana/52 semanas al año. Estamos incluyendo este artículo, y en particular este apéndice como un complemento de Intentional Shepherding – Radical Mentoring. Si como hombre cristiano, has hecho el

compromiso de limpiar tu templo, a ti mismo, y a tus hombres en piadoso liderazgo, este artículo, y las preguntas de discusión preparadas por bible.org, te pueden ayudar. El Dr. Poythress nos lleva a través de la visión bíblica de la familia y la iglesia, y nos proporciona una clara imagen de lo que debemos elegir como líderes y por qué. Más importante aún, es que mientras examinas y comprendes los requerimientos para el liderazgo en tu iglesia, estarás preparado para ayudar a tus hombres a alcanzar los niveles de liderazgo bíblico que están delineados claramente en 1 Timoteo. Usa estas preguntas como una herramienta para reflexión personal o para ayudarte mientras das tutoría a otro varón o trabajas en el ministerio dentro de un grupo pequeño de varones. PREGUNTAS A DISCUTIR

1. ¿Qué analogía utiliza Pablo con Timoteo en la enseñanza del orden y la responsabilidad en la iglesia?

2. Describe la cualidad fundamental del carácter que deben tener los supervisores y

ancianos.

3. En 1 Timoteo 3:2-5, Pablo señala requerimientos específicos para los supervisores y ancianos. ¿Cuáles son estos?

4. ¿Qué pregunta crítica hace Pablo al final de 1 Timoteo 3:4-5?

5. En 1 Timoteo, Pablo cataloga los tipos de comportamiento necesarios dentro de

una familia armoniosa. Escribe doce de ellos, con sus referencias bíblicas, y explica por qué son importantes en tu familia.

6. Usando la analogía familiar, ¿de qué manera estas características son críticas

para la salud de tu iglesia?

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7. ¿En quién recae el liderazgo de la familia?

8. De acuerdo a 1 Timoteo 2:11-14, ¿qué es lo que no se le permite hacer a las

mujeres y por qué?

9. ¿Qué implicación tiene esta restricción en nuestra iglesia actual?

10. En tus propias palabras, describe la estructura de liderazgo y autoridad que Dios ha ordenado en Efesios 5:22 – 6:4 y Colosenses 3:18-21.

11. ¿Cómo se compara la estructura de tu familia con estos versos? Especifica.

12. Pablo da instrucciones específicas acerca de cómo deben tratar los jóvenes a los

hombres mayores. Descríbelo por favor.

13. ¿Cómo te tratan los varones más jóvenes en tu vida, especialmente tus hijos?

14. En 1 Timoteo 2:8-15, Pablo establece el argumento para que los roles de hombres y mujeres no sean intercambiables en la casa de Dios o en la familia humana. Favor de compartir con el grupo, las áreas en tu estructura familiar, en las que estas funciones han sido intercambiadas.

15. En 1 Timoteo 2:12, el apóstol Pablo es muy directo acerca del papel de las

mujeres en el liderazgo. ¿Cuál es su instrucción?

16. Por favor describe en detalle y con tus propias palabras, las bases para la enseñanza de Pablo en 1 Timoteo 2:12.

17. Describe las áreas en tu iglesia, donde las mujeres han logrado autoridad sobre

los hombres, ya sea como líderes o maestras.

18. ¿Sobré que bases justificas que una mujer enseñe a un hombre, y cómo está respaldada tu justificación en la Escritura?

19. ¿Cómo es que la “ausencia de un liderazgo piadoso y paternal dentro de la

iglesia, hace que la afirmación de la paternidad de Dios sea una mera abstracción?

20. ¿Tu liderazgo revela y afirma el carácter y la realidad de Dios en tu familia?

Favor de explicarlo.

21. Describe por favor las áreas en tu papel como esposo y padre, donde al carácter y la realidad de Dios no esté manifiesta.

22. ¿Te describirías a ti mismo como un mejor líder en tu hogar, o en tu iglesia?

Explica por favor.

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23. ¿Cómo puede la iglesia y la familia desviarse del ideal?

24. Como líder en tu iglesia, califícate a ti mismo, con una explicación, sobre los

siguientes requerimientos de liderazgo como aparecen en 1 Timoteo 3:2-5:

o Irreprensible

o Marido de una sola mujer

o Sobrio

o Prudente

o Decoroso

o Hospedador

o Apto para enseñar

o No dado al vino

o No pendenciero, sino amable

o Apacible

o No avaro

o Que gobiernas bien su casa

o Que tienes hijos obedientes que te respetan

25. ¿Crees que estas cualidades siguen siendo los requisitos en la actualidad? Si no

es así, ¿cuáles crees que pueden ser eliminados, y por qué?

26. ¿Hay líderes en tu iglesia que en este momento estén luchando con alguno de estos requisitos?

27. ¿Sus luchas los descalifican para el liderazgo? ¿Por qué?

28. Como líder en tu familia y en tu iglesia, ¿con cuál de estas áreas estás luchando

en el presente?

29. Usando de toda tu honestidad, ¿qué tanto tu orgullo personal te impide reconocer, admitir, confesar y buscar ayuda en las áreas en las que está fallando tu liderazgo?

30. ¿Quién te está ayudando a vencer tus fallas en tu liderazgo bíblico?

31. ¿Qué estás haciendo, intencional y proactivamente, para ayudar a otros varones

en las áreas donde están fallando con sus familias y con las responsabilidades de su liderazgo en la iglesia?

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32. ¿Qué debería estar haciendo tu iglesia, intencional y proactivamente, para

ayudar a los varones a ser los líderes que Dios los ha llamado a ser en sus familias?

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