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1 CAP: 1 - La evolución de la historiografía de África J. D. Fage (Traducido por la Prof. Lic. Adriana García Gastelú) Los primeros trabajos sobre la historia de África son tan antiguos como el comienzo de la historia escrita. Los historiadores del mundo antiguo Mediterráneo y la civilización islámica medieval tomaron como marco de referencia el conjunto del mundo conocido, que comprendía una parte considerable de África. El África, al norte del Sahara, era una parte integral de estas dos civilizaciones y su pasado fue uno de los centros de interés de los historiadores, al igual que el pasado del sur de Europa o el Oriente Próximo. La historia de África del Norte continuó siendo una parte esencial de los estudios históricos hasta la expansión del Imperio Otomano en el siglo XVI. Después de la expedición de Napoleón Bonaparte a Egipto en 1798, el norte de África volvió a ser un campo de estudio que los historiadores no podían pasar por alto. Con la expansión del poder colonial europeo en esta parte de África - después de la conquista de Argel por los franceses en 1830 y la ocupación de Egipto por los británicos en 1882 - el punto de vista europeo colonialista llegó a dominar el trabajo sobre la historia de la porción norte de África. Sin embargo, desde 1930, el movimiento de modernización en el islam, el desarrollo de la educación de estilo europeo en las colonias del norte de África y el nacimiento de los movimientos nacionalistas del norte de África comenzaron a combinarse para dar nacimiento a las escuelas autóctonas de historia que produjeron trabajos no sólo en árabe, sino también en Inglés y Francés, restaurando así el equilibrio en los estudios históricos de esta región del continente. Por lo tanto, este capítulo se ocupará principalmente de la historiografía de África occidental, central, oriental y meridional. Aunque ni los historiadores clásicos ni los historiadores medievales islámicos han considerado África tropical como carente de interés, sus horizontes estaban limitados por la escasez de contactos que pudieran establecer ya sea a través del Sahara en dirección a “Ethiopia” o el Bilad al- Süden, sea a lo largo de la costa del Mar Rojo y el Océano Índico, hasta los límites que la navegación de los monzones les permitiera alcanzar.

La Evolucion de La Historiografia de Africa

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CAP: 1 - La evolución de la historiografía de África

J. D. Fage (Traducido por la Prof. Lic. Adriana García Gastelú)

Los primeros trabajos sobre la historia de África son tan antiguos como el comienzo de la historia escrita. Los historiadores del mundo antiguo Mediterráneo y la civilización islámica medieval tomaron como marco de referencia el conjunto del mundo conocido, que comprendía una parte considerable de África. El África, al norte del Sahara, era una parte integral de estas dos civilizaciones y su pasado fue uno de los centros de interés de los historiadores, al igual que el pasado del sur de Europa o el Oriente Próximo. La historia de África del Norte continuó siendo una parte esencial de los estudios históricos hasta la expansión del Imperio Otomano en el siglo XVI.

Después de la expedición de Napoleón Bonaparte a Egipto en 1798, el norte de África volvió a ser un campo de estudio que los historiadores no podían pasar por alto. Con la expansión del poder colonial europeo en esta parte de África - después de la conquista de Argel por los franceses en 1830 y la ocupación de Egipto por los británicos en 1882 - el punto de vista europeo colonialista llegó a dominar el trabajo sobre la historia de la porción norte de África. Sin embargo, desde 1930, el movimiento de modernización en el islam, el desarrollo de la educación de estilo europeo en las colonias del norte de África y el nacimiento de los movimientos nacionalistas del norte de África comenzaron a combinarse para dar nacimiento a las escuelas autóctonas de historia que produjeron trabajos no sólo en árabe, sino también en Inglés y Francés, restaurando así el equilibrio en los estudios históricos de esta región del continente.

Por lo tanto, este capítulo se ocupará principalmente de la historiografía de África occidental, central, oriental y meridional. Aunque ni los historiadores clásicos ni los historiadores medievales islámicos han considerado África tropical como carente de interés, sus horizontes estaban limitados por la escasez de contactos que pudieran establecer ya sea a través del Sahara en dirección a “Ethiopia” o el Bilad al- Süden, sea a lo largo de la costa del Mar Rojo y el Océano Índico, hasta los límites que la navegación de los monzones les permitiera alcanzar.

La información proporcionada por los autores antiguos, en lo que se refiere particularmente al África occidental, fueron raros y esporádicos. Heródoto, Manetão, Plinio el Viejo, Estrabón y algunos otros describen sólo un par de viajes a través del Sahara, o breves incursiones marítimas a poca distancia de la costa atlántica, y la autenticidad de algunos de estos relatos están sujetas a animados debates entre los expertos. La información clásica sobre el Mar Rojo y el Océano Índico tiene una base más sólida, lo cierto es que los comerciantes del Mediterráneo, o al menos los alejandrinos, comerciaban en esa costa. El Periplo del Mar Eritrea (más o menos en el año 100), y las obras de Claudio Ptolomeo (hacia el año 150, aunque la versión que vino a nosotros parece se referirse principalmente al 400, aproximadamente) y de Cosmas Indicopleustes (647). Sin embargo, constituyen las principales fuentes de la historia antigua de África del Este.

Los autores árabes estuvieron mejor informados , ya que el uso del camello por los pueblos del Sahara había facilitado el establecimiento de un comercio regular con África Occidental y la instalación de distribuidores en el Norte Africano en las principales ciudades de la región occidental del Sudán. Por otro lado, el comercio con la parte occidental del Océano Índico se había desarrollado hasta el punto que un considerable número de comerciantes de Arabia y el Cercano Oriente se había establecido a lo largo de la costa oriental de África. Por lo tanto , las obras de los hombres como al- Masudi ( quien murió alrededor de 950 ), al- Bakri ( 1029 -1094 ) , al- Idrisi ( 1154 ), Yakut ( cerca del 1200) , Abul - Fida ( 1273 -1331 ), al’ Umari ( 1301 -1349 ) , Ibn Battuta (1304 -1369) y Mohammad

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Hassan Ibn al- Wuzza'n ( conocido en Europa con el nombre de León el Africano, aproximadamente de los años 1494 - 1552) son de gran importancia para la reconstrucción de la historia de África, especialmente de Sudán occidental y central durante el periodo comprendido entre los siglos IX y XV.

Sin embargo, aunque estas obras son muy útiles para los historiadores modernos, existen dudas de que podamos incluir algunos de estos autores o sus predecesores clásicos entre los principales historiadores de África. La contribución esencial de cada uno de estos es la información sobre la descripción de las regiones África que pudieron reunir en el momento que escribieron. No existe un estudio sistemático sobre los cambios que se producen con el tiempo y que son el verdadero objetivo del historiador. Por otra parte, tal descripción tampoco es verdaderamente síncronica, ya que es cierto que una parte de la información puede ser contemporánea, otras de esas informaciones, aunque podrían ser consideradas como verdaderas en el momento en que el autor vivió, a menudo podrían provenir de relatos anteriores. Por otra parte, estas obras tienen la desventaja que, en general, no hay ningún medio para valorar la autoridad de la información, saber, por ejemplo, si el autor la consiguió por medio de la observación personal directa, de un contemporáneo , o si sólo reporta rumores de aquel momento o la opinión de autores antiguos. León el Africano, es un interesante ejemplo de este problema que, como Ibn Battuta, el mismo viajó a través de África, pero, a diferencia de este último, no se puede afirmar con certeza que toda la información que nos proporciona tiene su origen en observaciones personales.

Tal vez sería útil recordar aquí que el término "historia" no deja de ser ambiguo. En la actualidad, puede definirse como "un relato metódico de los eventos de un determinado período”, pero también puede ser el sentido más antiguo de "Descripción sistemática de los fenómenos naturales". Es esencialmente en este sentido que se emplea en el título Inglés de la obra de León el Africano (Leo Africanus , A Geographical History of Africa; en francés, Description de l' Afrique ) lo que significa que sólo queda hoy del término anticuado "historia natural" (Lo cual, dicho sea de paso , fue el título de la obra de Plinio).

Entre los primeros historiadores de África, sin embargo, hay uno muy importante, un gran historiador en el sentido amplio: nos referimos Ibn Jaldún (1332 -1406), si fuera más conocido por los expertos occidentales podría legítimamente robarle el título a Heródoto "el padre de historia". Ibn Jaldún fue un norteafricano nacido en Túnez. Una porción de su obra está dedicada a África y a sus relaciones con otras personas el Mediterráneo y el Cercano Oriente. De la comprensión de estas relaciones indujo a un diseño de la historia como un fenómeno cíclico, en el cual los nómadas de las estepas y los desiertos reclaman las tierras cultivables de la gente sedentaria y allí establecían vastos reinos, que, después de tres generaciones, perdían su vitalidad y convirtiéndose en nuevas víctimas de invasiones de los nómadas .

Este es, sin duda, un buen modelo para gran parte de la historia del norte de África y un importante historiador, Marc Bloch lo utilizó para su brillante explicación de la historia de Europa en la Alta Edad Media. Sin embargo, Ibn Jaldún se distingue de sus contemporáneos, no sólo por haber concebido una filosofía de la historia, sino también - y quizás principalmente – por no haber, como los demás, dado el mismo peso y el mismo valor a cada fragmento de la información que pudiese encontrar sobre el pasado; creía que era necesario acercarse a la verdad paso a paso, a través de la revisión y comparación.

Ibn Jaldún es realmente un historiador muy moderno y es gracias a él que debemos considerar la historia de África tropical en un sentido moderno. La cualidad del norteafricano es también por el hecho de haber trabajado, a pesar de la novedad de su filosofía y su método, bajo las antiguas tradiciones mediterráneas e islámicas que no dejaron de preocuparse por lo que sucedía en

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el otro lado del Sahara. Por lo tanto, uno de los capítulos de su obra es una historia del Imperio de Malí, que en el momento en el que vivía estaba en auge. Este capítulo se basa en parte en la tradición oral de la época, y por lo tanto, sigue siendo hoy en día como uno de los fundamentos esenciales de la historia este gran país africano.

Ningún estado vasto y poderoso como Malí, o Estados de menor importancia como los primeros reinos Hausa o ciudades independientes de la costa oriental de África, podrían mantener su identidad o su integridad sin una tradición reconocida en su fundación y su desarrollo. Cuando el Islam cruzó el Sahara y se expandió a lo largo de la costa este, trayendo la escritura árabe, los africanos comenzaron a realizar textos escritos a mano a partir de los documentos orales que ya tenían para preservar su historia.

Los más elaborados, entre estos primeros ejemplos de trabajos históricos actualmente conocidos, son probablemente la Ta'rikh al–Sudán y Ta'rikh el–Fattash , ambos escritos en Tombuctú, especialmente en el siglo XVII. En los dos casos, los autores hacen un recuento de los acontecimientos de su tiempo y del período inmediatamente anterior, con muchos detalles y sin omitir el análisis y la interpretación. Pero anterior a estos informes críticos también hay una evocación de las tradiciones orales relativas a períodos anteriores. Por lo tanto, el resultado no es sólo una historia del Imperio Songhai, y su conquista y dominación por parte de los marroquíes, sino también un intento de determinar que fue lo importante en el pasado de la región, especialmente en los antiguos imperios de Ghana y Malí. En función de eso, es importante distinguir Ta'rikh Timbuktu, de las otras obras históricas escritas en árabe por los africano, tales como son conocidas por los nombres de Crónica de Kano y Crónica de Kilwa. Estas últimos nos ofrecen sólo anotaciones directas, por escrito, de tradiciones que entonces eran, sin duda, transmitidas oralmente. Aunque una versión de la Crónica de Kilwa parece haber sido usada por el historiador portugués Barros en el siglo XVI, no hay pruebas de que existía la Crónica de Kano antes del comienzo del siglo XIX.

Es interesante notar, que las crómicas de esa naturaleza escrita en árabe no se han limitado a las zonas de África que han sido totalmente islamizadas. Por lo tanto, el centro de la actual Ghana produjo su Crómica de Gonja ( Kitab al- Ghunja ) en el siglo XVIII y las investigaciones recientes de los expertos como Ivor Wilks muestran cientos de ejemplos de manuscritos árabes de esta región y regiones vecinas. Por otro lado , no hay que olvidar que una parte de África tropical - la Etiopía actual - tenía su propia lengua semítica, el Gueze, inicialmente, y más tarde, el amárico , que era una tradición literaria preservada y desarrollado por casi 2000 años. Sin lugar a dudas, esta tradición produjo obras históricas ya en el siglo XIV, de las cuales un ejemplo es “Historia de las Guerras” de Amda Syon. Las obras históricas escritas en otras lenguas africanas como el hausa y el swahili, distinto de las escritas en árabe clásico importado, pero utilizando su escritura, sólo aparecieron en el siglo XIX.

En el siglo XV los europeos comenzaron a ponerse en contacto con las regiones de la costa de África tropical, hecho que desencadenó la producción de obras literarias que son fuentes valiosas de estudio para los historiadores modernos. Cuatro regiones de África tropical fueron objeto de especial atención: la orilla de Guinea, en África occidental; el Zaire y Angola Inferior; el valle de Zambezi y las tierras altas vecinas; y, finalmente, Etiopía. En estas regiones, durante los siglos XVI y XVII, se produjo una importante penetración hacia el interior. Pero, como en el caso de los escritores antiguos, clásicos, o árabes, el resultado no fue siempre, y por lo general inmediato en la producción de obras Historia de África.

La costa de Guinea fue la primera región del África tropical descubierta por los europeos; ella fue objeto de una serie de obras a partir de 1460, aproximadamente (Cadamosto) hasta principios

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del siglo XVIII (Barbot y Bosman ). Gran parte de ese material es de gran valor histórico, ya que ofrece testimonios directos y datados, gracias a los que podemos realizar otras relaciones de carácter histórico. Hay también en esas obras abundante material histórico (entendida como no- contemporáneo), especialmente Dapper (1688), que, al contrario de la mayoría de los demás autores, no era un observador directo sino sólo un compilador de relatos ajenos. Sin embargo, el objetivo esencial de todos esos autores era describir la situación del momento más que hacer historia. Y sólo ahora, después de que una buena parte de la historia de África occidental fue reconstituida, podemos evaluar correctamente muchas de las afirmaciones que hicieron.

En otras áreas que han atraído el interés de los europeos en los siglos XVI y XVII la situación era algo diferente. Esto tal vez se deba al hecho de haber sido el campo de actividad de los primeros esfuerzos misioneros, mientras que el motor principal de las actividades europeas en Guinea fue siempre el comercio. En cuanto los africanos ofrecían las mercaderías que los europeos querían comprar, como era en general el caso de Guinea, los comerciantes no se veían impelidos a cambiar la sociedad africana; se contentaban con observarla. Los misioneros, por el contrario, se sentían obligados a alterar lo que encontraban y, en esas condiciones, un cierto grado de conocimiento de la historia de África les resultaba útil. En Etiopía, las bases ya existían. Se podía aprender el gueez y profundizar su estudio, así como utilizar las crónicas y otros escritos en ese idioma. Obras históricas sobre Etiopía fueron elaboradas por dos eminente pioneros entre los misioneros, Pedro Páez (m. 1622) y Manoel de Almeida (1569 -1646), y una historia completa fue escrita por uno de los primeros orientalistas europeos, Hiob Ludolf (1634 -1704). En el valle bajo del Congo y en Angola, así como en el valle del Zambeze y en sus inmediaciones, los intereses comerciales eran probablemente más fuertes que los de la evangelización. Ocurre sin embargo que, en su conjunto, la sociedad africana tradicional no estaba dispuesta a proporcionar lo que los europeos querían o lo que ellos deseaban, a no ser que sufriesen presiones considerables. El resultado es que se vio obligada a cambiar de manera tan drástica que incluso los ensayos descriptivos podían difícilmente dejar de ser, en parte históricos. De hecho, importantes elementos de historia se puede encontrar en los libros de autores como López y Pigafetta (1591) y Cavazzi (1687). En 1681, Cadornega publica una Historia de las Guerras Angoleñas.

A partir del siglo XVIII, parece que África tropical recibio de los historiadores europeos la atención que merecía. Era posible, por ejemplo, ser utilizados como fuentes históricas los autores más antiguos, sobre todo los descriptivos - como los de León Africano y Dapper - de manera que las historias universales y las geografías de universales de la época, como la Historia Universal , publicada en Inglaterra entre 1736 y 1765, podían dedicar un considerable número de páginas a África. Hubo también estudios monográficos, como la historia de Angola, de Silva Correin (cercana a 1792) , de la Some Historical account of Guinea, de Benezet ( 1772) y dos historias del Dahomé: Memorias del Reino de Bossa Ahadée , de Norris ( 1789) e Historia de Dahome, de Dalzel (1793) . Pero una advertencia es necesaria en el presente documento. El libro de Silva Correin solo fue publicado en este siglo. Y la razón de que se publicaran en ese momento las tres obras mencionadas anteriormente, debe estar en el hecho de que , a finales del siglo XVIII, comenzó a intensificarse la controversia en torno al tráfico de esclavos, que había sido el pilar de las relaciones entre Europa y África tropical y que tenía por lo menos 150 años. Dalzel y Norris , por su experiencia en el comercio de esclavos en Dahome , así como Benezet , desempeñaron el papel de historiadores , por su trabajo dirigido a proporcionar argumentos a favor o en contra de la abolición de la comercio de esclavos.

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Si no fuera así, no hay manera que estos libros tuvieran compradores porque en ese momento la principal tendencia de la cultura Europa comenzó a considerar de manera cada vez más desfavorable a las sociedades no europeas y a declarar que no tenían una historia digna de ser estudiada . Esta mentalidad se debió principalmente a la convergencia de corrientes de pensamiento derivadas del Renacimiento, la Ilustración y la creciente revolución científica e industrial. El resultado fue que, basados en la lo que se consideraba una única herencia grecorromana, los intelectuales europeos convencidos de que los objetivos, el conocimiento , el poder y la riqueza de su sociedad eran tan preponderantes que la civilización europea debía prevalecerá sobre todas los demás. En consecuencia, su historia constituyó la clave de todo el conocimiento, y la historia de otras sociedades no tenían importancia. Esta actitud se adoptó sobre todo en relación con África.

De hecho, en ese momento los europeos sólo conocen África y los africanos en el ángulo de la trata de esclavos, en un momento en que el tráfico propio estaba causando un caos social cada vez más grave en muchas partes del continente.

Hegel (1770 -1831) define explícitamente esta posición en su Filosofía de la Historia, que contiene afirmaciones como las siguientes: " África no es un continente histórico; que no muestra ni el cambio ni el desarrollo”. Los negros " son incapaces de desarrollar y de recibir una educación. Siempre serán como laos vemos hoy”. Curiosamente, ya en 1793, el responsable de publicar el libro de Dalzel consideró necesario justificar el surgimiento de una historia de Dahomey. Asumiendo Claramente la misma posición Hegel, declaró: " Para tener un buen conocimiento de la naturaleza humana, es absolutamente necesario preparar el camino a través de la historia de las naciones menos civilizadas (...) (No no hay otros) medios para juzgar el valor de la cultura, la evaluación de la felicidad humana, excepto a través de comparaciones de este tipo”.

Aunque la influencia directa de Hegel en la preparación de la historia de África ha sido débil, la posición que él representaba fue aceptada por la ortodoxia histórica del siglo XIX. Estas anacrónicas e infundadas creencias aún hoy no dejan de tener adeptos. Un profesor de Historia Moderna en la Universidad Oxford, por ejemplo, han declarado: "Puede haber una historia de África en el futuro que se enseñe. En la actualidad, sin embargo, no existe; lo que existe es la historia de los europeos en África. El resto es oscuridad... y la oscuridad no constituye el objeto de la historia. Compréndanme bien. Yo no niego que los hombres hayan existido incluso en los países oscuros y los siglos oscuros, y que hayan tenido una vida política y una cultura muy popular para los sociólogos y antropólogos; pero creo que la historia es esencialmente una forma de movimiento e incluso un movimiento intencional. No es simplemente una fantasmagoría de formas y costumbres cambiantes, batallas y conquistas, de dinastías y usurpaciones, las estructuras sociales y la desintegración social..." .

Sostuvo que " la historia, o más bien el estudio de la historia, tiene un propósito. Se la estudia (...) para averiguar cómo hemos llegado hasta el punto en dónde estamos”. El mundo de hoy, continuó, "es un punto dominado por las ideas, técnicas y valores de Europa Occidental, por lo menos en los cinco siglos pasados, en los que la historia del mundo es importante, es sólo la historia de Europa que cuenta. " Por lo tanto, no podemos permitir "entretenernos con el movimiento sin interés de tribus bárbaras de pintorescos rincones del mundo, pero que no tuvieron ninguna influencia en otras regiones”.

Irónicamente, fue durante la vida de Hegel que Europa emprendió la exploración real, moderna y científica de África y empezó sentando así las bases para una evaluación racional de la historia y logros de las sociedades africanas. Esta exploración fue vinculada en parte a la reacción en

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contra de la esclavitud y la trata de esclavos, y, en parte, a la competencia por los mercados africanos.

Algunos de los primeros europeos fueron impulsados por un deseo sincero de aprender todo lo que pudieran sobre el pasado de los pueblos africanos y de recoger todo el material que encontraran: documentos escritos, cuando habían, o las tradiciones orales y testimonios acerca de los rasgos el pasado. La literatura producida por los exploradores es inmensa. Algunos de estos contienen el trabajo histórico en el mejor sentido del término, en su totalidad, este tipo de literatura es un material de gran valor para los historiadores. La pequeña lista de los mejores títulos podría incluir “Viajes de Descubrimiento a las fuentes del Nilo” por James Bruce (1790); los capítulos específicamente históricos de los informes de las visitas a Kumasi , capital de Ashanti, T.E. Bowdich ( Misión de Cape Coast a Ashantee , 1819 ) y de Joseph Dupuis ( Diario de una residencia en Ashantee , 1824) ; Reisen und Entdeckungen en Nord und Zentral- Afrika (1857 -1858 ) De Heinrich Barth ; Documentos sur l' Histoire, la Géographie et le Commerce de l ' Afrique Oriental de M. Guillain (1856 ); Sahara y Sudán und Gustav Nachtigal (1879 -1889 ).

La carrera de Nachtigal entró en una nueva fase de la historia África: una en la que los europeos habían iniciado la conquista del continente y el dominio de sus poblaciones. Como estos intentos parecían necesitar una justificación moral, las consideraciones hegelianas se refuerzan con la aplicación de los principios de Darwin. Sintomático de esto fue el resultado del surgimiento de una nueva ciencia, la antropología, la cual es un método no –Histórico de estudiar y valorar las culturas y las sociedades de los pueblos "primitivos”, aquellos que no tienen una "historia digna de ser estudiada", los que eran " Inferiores" para los europeos y que podían ser diferenciados por la pigmentación de su piel.

Es interesante mencionar aquí el caso de Richard Burton (1821 -1890), uno de los grandes viajeros europeos en África durante el siglo XIX. Con un espíritu curioso, culto, siempre alerta y orientalista eminente. Él fue, en 1863, uno de los fundadores de la Sociedad Antropológica de Londres (que se convirtió más tarde en el serio Instituto Antropológico Real). Sin embargo, de una manera más acentuada que Nachtigal, su carrera marca el final de la exploración científica e imparcial de África, que había comenzado con James Bruce. Encontramos, por ejemplo, en su Misión de Gelele, reino de Dahomey (1864), una notable digresión sobre "el lugar de negro en la naturaleza" ( y no, como se puede ver , "el lugar el negro de la historia" ). Se pueden leer aquí frases como esta: " Los negros puros se colocan por debajo de los dos grandes razas humanas, la árabe y la familia aria " (más sus contemporáneos habrían evaluado estos dos últimos en orden inverso) y " El negro, en conjunto, no avanzaría más allá de un cierto punto, que mereciera su consideración; mentalmente sigue siendo un niño... “. Fue en vano que algunos intelectuales africanos como James Africanus Horton, respondiera a estas declaraciones en una controversia con los miembros influyentes de la Sociedad Antropológica de Londres.

Las cosas se pusieron aún más difíciles para el estudio de la historia de África después de la aparición en este momento particular, en Alemania, de una nueva concepción de la obra del historiador, que llegó a ser considerado más como una actividad científica basada en un análisis riguroso de las fuentes originales, que como una literatura vinculada o actividad filosófica. Claramente para la historia de Europa, esas fuentes eran principalmente escritas, y en este campo África parecía especialmente pobre. Esta concepción fue expuesta con mucha claridad por el profesor A. P. Newton, en 1923, al dar una conferencia ante la Royal Society de África en Londres, en " África y la investigación histórica”. Dijo que África no tenía "ninguna historia previa a la llegada de los europeos. La historia comienza cuando el hombre comienza a escribir”. Por lo tanto, la etapa de

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África antes del inicio del imperialismo europeo sólo podía ser reconstituida "de testimonios de restos materiales, del lenguaje y de las costumbres primitivas ", cosas que no dicen nada ni se relacionan con los historiadores y si con arqueólogos, lingüistas y antropólogos.

De hecho, el propio Newton estaba lejos del papel historiador tal como era concebido en esa época. Durante gran parte siglo XIX alguno de los historiadores británicos más ilustres como James Stephen (1789 -1859), Herman Merivale (1806 -1874), J.A. Froude (1818 -1894) y JR Seeley (1834 -1895) habían mostrado mucho interés en las actividades de los europeos (o de sus compatriotas) en el resto del mundo. Pero el sucesor Seeley en el cargo de Profesor Regio de Historia Moderna en Cambridge era Lord Acton (1834 -1902), que se había graduado en Alemania. Acton comenzó a preparar inmediatamente The Cambridge Modern History, cuyos catorce volúmenes aparecieron entre 1902 y 1910. Este trabajo está tan centrado en Europa que llega incluso a ignorar casi por completo, las actividades de los propios europeos en el resto del mundo. En consecuencia, la historia colonial fue dejada a hombres como Sir Charles Lucas (o, en Francia, Gabriel Hanotaux) que como Stephen, Merivale y Froude, ya se habían entregado activamente a los asuntos coloniales.

Sin embargo, con el tiempo, la historia colonial o imperial va a ser aceptada, incluso permanecido al margen de la profesión. The New Cambridge Modern History, que comenzo a publicarse en 1957 bajo la dirección de Sir George Clark, trae algunos capítulos sobre África, Asia y América en sus doce volúmenes, y por otro lado, la colección de la historia de Cambridge se enriqueció en ese momento con la serie The Cambridge History of the Imperio Británico (1929 -1959), de la cual Newton fue uno de los directores fundadores. Pero basta un simple examen a primera vista de este trabajo para darse cuenta que la historia colonial de África, es muy diferente de la historia de África.

De los ocho volúmenes de esa obra, cuatro están dedicados a Canadá, Australia, Nueva Zelanda y la India británica. Luego los tres volúmenes generales restantes están claramente orientados a la política imperiale (68 capítulos, sólo cuatro se refieren directamente a las relaciones entre Inglaterra y África) y un volumen dedicado a Sudáfrica, el único lugar en el África subsahariana, donde los colonos europeos se asentaron efectivamente. Casi la totalidad de este volumen (el más grande de los ocho) se dedica al negocio intrincado de estos colonos europeos desde su llegada en 1652. Los pueblos africanos, que constituyen la mayoría de población, son relegados a un capítulo de introducción (y esencialmente no - Histórico) escrito por un antropólogo social; y dos capítulos en los que, aunque están escritos por los dos historiadores sudafricanos más lúcidos de su generación, C. W. de Kiewiet y WM MacMillan, consideran, por necesidad, en relación a la perspectiva de la presencia europea. En otros lugares, la historia de África apareció tímidamente en algunas colecciones monumentales , por ejemplo, Peuples et Civilizaciones , historia general, 20 volúmenes , París, 1927 -52 ; Glotz G. , editor, Histoire Générale , organizado por G. Glotz , 10 volúmenes , París, 1925 -1938 ; Propyläen Weltgeschichte , 10 volúmenes , Berlín, 1929 - -1933 ; Historia Mundi, der ein Handbuch Weltgeschichte en BANDEN , Berna, 1952 y siguientes ; V semirnaja Istoriya ( Historia del Mundo ) , 10 volúmenes , Moscú, 1955 y ss . El italiano C. Conti Rossini publicado en Roma en 1928, una importante Historia de Etiopía.

Los historiadores coloniales profesionales, así como los historiadores profesionales en general estaban vinculados a la idea de que las personas África al sur del Sahara no tenían una historia digna susceptible de ser estudiada. Como hemos visto, Newton considera esta historia como dominio exclusiva de los arqueólogos, lingüistas y antropólogos. Pero es cierto que los arqueólogos , así como los historiadores, en virtud de su profesión, se interesan por el pasado de los seres humanos y sus sociedades, pero ellos estaban casi tan desinteresados como los historiadores por

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descubrir y dilucidar la historia de la sociedad humana en el África subsahariana. Concurrían para ello dos razones principales. En primer lugar, que la Arqueología, entonces una ciencia en desarrollo, debía, como la historia basarse fundamentalmente en fuentes escritas. Se consagraron a encontrar la ubicación exacta de la antigua ciudad de Troya o detectar incógnitas a partir de fuentes de la literatura en relación con las sociedades antiguas de Grecia, Roma o Egipto, cuya principales monumentos fueron fuentes de especulación durante siglos. La Arqueología estaba - y, a veces sigue estando - estrechamente vinculada a la rama de Historia conocida como la Historia Antigua. En general, se preocupaba más en buscar y descifrar las inscripciones antiguas que en la búsqueda de otro tipo de reliquias. Sólo en muy raras ocasiones - por ejemplo, en Axum y Zimbabwe y alrededor de estos sitios - se asumió que el África subsahariana tenía monumentos suficientemente importantes como para atraer la atención de esta escuela de la arqueología. En segundo lugar, otra de las actividades esenciales de la investigación arqueológica estaba centrada en los orígenes del hombre, lo que resulta ser más una perspectiva geológica del pasado histórico. Es cierto que, debido a LSB Leakey y expertos como Raymond Dart, una parte sustancial de esta investigación finalmente terminó concentrándose en las regiones de África oriental y meridional. Pero esos hombres buscaban un pasado tan lejano también, que no era seguro poder decir que entonces había sociedades. Además, comúnmente había un abismo entre las conjeturas acerca de los fósiles que estos investigadores descubrieron y las poblaciones modernas cuyos historiadores del pasado deseaban estudiar.

Pero mientras la mayoría de los arqueólogos e historiadores consideraban el África subsahariana, hasta hace aproximadamente 50 años, indigna de su la atención; la inmensa variedad de idiomas de las sociedades y de tipos físicos del continente despertó el interés de los antropólogos y lingüistas a tal punto que sus disciplinas comenzaron a desarrollarse. Era común que tanto los unos como los otros permaneciera encerrado durante mucho tiempo en sus oficinas de trabajo. Pero hombres como Burton y S.W. Koelle (Africano Poliglota, 1854), en poco tiempo demostró el valor del trabajo de campo, y los antropólogos en particular, se convirtieron en los pioneros de este trabajo en África. Pero a diferencia de historiadores y arqueólogos, los antropólogos y los lingüistas se sintieron obligados a averiguar lo que sucedió en el pasado. En África, se encontraron con una gran cantidad de hechos a la espera de la descripción, clasificación y análisis, lo que representó una tarea abrumadora. A menudo estaban interesados sólo en el pasado, ya que trataron de reconstruir una historia que les parecía ser la fuente de los datos recogidos y los haría capaz de explicarlos.

Sin embargo, no siempre percibieron que estas reconstrucciones eran especulativas e hipotéticas. Un ejemplo clásico es el antropólogo C. G. Seligman que en la obra Razas de África, publicado en 1930, escribió sin rodeos: "Las civilizaciones de África son las civilizaciones de los camitas, su historia y los anales de estos pueblos y su interacción con otras dos razas africanas, el negro y el bosquimano... ".

Inferimos de esa afirmación que estas "dos otras razas africanas" son inferiores y que todo el progreso que han logrado sería el resultado de la influencia " Camita " que sufrió con mayor o menor intensidad. En otra parte esta misma obra habla de la llegada, " una oleada tras otra " de pastores "camitas" que estaban "mejor armados y eran a la vez más inteligentes" que "los atrasados agricultores negros" en los que ejercieron influencia.

Pero en realidad, no hay ninguna evidencia histórica para apoyar la afirmación que dice que las "Civilizaciones de África son las civilizaciones de las camitas" o que el progreso Histórico comprobado en el África subsahariana se deba exclusiva o principalmente a ellos. El libro en sí no presenta ninguna evidencia histórica, y muchos de los supuestos en que se apoya ahora se sabe que

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no tienen ningún fundamento. J. H. Greenberg, por ejemplo, demostró de una vez por todas que los términos "camita" y "camítico" no tienen ningún sentido, a no ser, en la mejor de las hipótesis, que sean consideradas como categorías de clasificación lingüística.

Es cierto que no necesariamente existe una correlación entre la lengua hablada por una población y su origen racial o su cultura. Por lo tanto, Greenberg puede citar, entre los otros, este maravilloso ejemplo: " los cultivadores de Hausa, que hablan un idioma ' camita‘, están bajo el dominio de los pastores Fulani que hablan ( ... ) una lengua Níger -Congo "(es decir , una lengua negra ). También refuta el fondo camítico argumentado que gran parte de la reconstrucción hecha por Seligman de la historia cultural de los negros en otras partes de África, en especial de las poblaciones de habla bantú. Elegimos especialmente a Seligman porque él se situaba entre las personalidades más sobresalientes de su profesión en el Reino Unido (fue uno de los primeros en llevar a cabo una seria investigación de campo en África) y porque su libro se convirtió, en cierto sentido, en un modelo, reimpreso varias veces. En 1966 él fue presentado como "un clásico en su género". Pero este mito de la superioridad de la gente con piel clara sobre los de piel oscura no era el único de los prejuicios vigentes en Europa a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX. Los europeos creían que su superioridad sobre los negros africanos había sido confirmada por su conquista colonial. En consecuencia, en muchas partes de África, especialmente en el cinturón sudanés y la región de los Grandes Lagos, estaban convencidos de que eran la continuidad de un proceso de la civilización que otros invasores de la piel clara, genéricamente denominado camita, habían comenzado antes que ellos. El mismo tema reaparece en muchas otras obras de la época entre 1890-1940, aproximadamente, y contiene una cantidad mucho mayor de elementos erróneos de la historia que las que se encuentran en el pequeño manual Seligman. La mayoría de estas obras fueron escritas por hombres y mujeres que había participado personalmente en la conquista o la colonización y no eran ni antropólogos ni lingüistas, ni historiadores profesionales.

Se trató, más bien, de amateurs, en el mejor sentido de la palabra, que estaban interesados sinceramente por las sociedades exóticas que habían descubierto, y querían más información acerca de ellos para compartir esos conocimientos con otros. Sir Harry Johnston y Maurice Delafosse, por ejemplo, trajeron contribuciones notables a la lingüística africana (así como otras ramas conocimiento). Pero el primer gran general llamó a su estudio La Historia de la colonización de África por Alien Races (1899, revisado y ampliado el trabajo 1913), y las secciones históricas del magistral estudio de Delafosse sobre Sudán West, Haut- Sénégal - Níger (1912), el tema general aparece cuando se invoca una migración judeo-siria para fundar la antigua Ghana. Flora Shaw (La dependencia Tropical, 1906) estaba fascinada por la contribución de los musulmanes a la historia África. Margery Perham, amiga y biógrafa de Lord Lugard, se refiere con propiedad al "majestuoso recorrido de la historia desde las primeras conquistas árabes de África a las de Goldie y Lugard". Un excelente historiador aficionado, Yves Urvoy ( Histoire des Poblaciones du central Soudan , 1936 y Histoire du Bornou , 1949 ), se equivoca por completo acerca de la importancia de las interacciones entre los nómadas del Sahara y los negros sedentarios que describe con precisión; mientras Sir Richmond Palmer ( Memorias de Sudán , 1928 y El Sahara de Bornu y Sudán , 1936) , arqueólogo inspirado, busca siempre los orígenes de la acción del pueblo nigeriano en lugares tan tan lejanos como Trípoli o Yemen.

Sin embargo, después de Seligman, los antropólogos sociales británicos lograron de alguna manera escapar a la influencia del mito camita. Su formación en aquel tiempo fue dominada por la influencia de B. Malinowski y A. R. Radcliffe-Brown, que resueltamente se oponen a cualquier tipo de historia fundada en conjeturas. De hecho, el estricto método adoptado por los antropólogos

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funcionalista británicos entre 1930 y 1950 para el estudio de las sociedades africanas tendió a desalentar cualquier interés histórico, mismo cuando gracias a su trabajo de campo, estaban en una situación excepcionalmente favorable para obtener datos históricos. Sin embargo, en el continente europeo (y también en América del Norte, aunque pocos antropólogos norteamericanos tienen trabajado en África antes de los 50 años) subsistió una tradición más antigua de etnografía que, entre otras características, le dio mucha más importancia a la cultura material sobre la estructura social.

Esto generó una gran cantidad de trabajos de importancia histórica, tales como El Rey de Ganda , Tor Irstam (1944 ) , o el comercio de Guinea, Lar Sundstrom (1965). Sin embargo, dos obras notables merecen un trato especial; Völkerkunde von Afrika, Hermann Baumann (1940) y Geschichte Afrikas Diedrich Westermann (1952). El primero fue un estudio enciclopédico de los pueblos y civilizaciones de África que valoriza bastante las partes de su historia más conocida y que hasta hoy no ha sido superado como manual de un solo volumen. El libro más reciente, “África: sus pueblos y su historia Cultura” (1959), escrito por el antropólogo estadounidense G.P. Murdock, sale perjudicado en la comparación con el anterior por faltarle experiencia directa sobre África a su autor lo que no le habría permitido evaluar correctamente los materiales de los que dispone y porque ofreció esquemas hipotéticos tan excéntricos en su género tanto como los de Seligman , aunque menos perjudiciales. En cuanto a Westermann , él era sobre todo un lingüista . Su trabajo sobre la clasificación de las lenguas de África se encuentra en muchos aspectos, como precursora de la de Greenberg; además, contribuyó con una sección de lingüística para el libro de Baumann. Pero su Geschichte, infelizmente deformada por la teoría camita, también es una recopilación muy valiosa de tradiciones orales africanas, como se presentan en su tiempo.

A estos trabajos quizás puede añadirse el de H. A. Wieschoff, “La cultura Zimbabwe – Monomotapa” (1943), aunque sea sólo para presentar a su maestro, Leo Frobenius. Frobenius fue un etnólogo y antropólogo cultural, pero también fue un arqueólogo disfrazado de historiador. Durante su períodos de actividad, que corresponde aproximadamente a las primeras cuatro décadas del siglo XX, fue con certeza el más productivo de los historiadores del África. El emprendió numerosos trabajos de campo en casi todas las partes de África y presentó sus hallazgos en una serie regular de publicaciones (actualmente poco leídas). Escribió en alemán, idioma que se ha convertido en poco importante para el África y los africanistas. Sólo una pequeña parte de sus obras han sido traducidas, y su significado es a menudo difícil de recuperar, porque ellas están repletas de referencias a teorías míticas como la de Atlantis, la influencia etrusca sobre la cultura africana, etc.

A los ojos de los historiadores, arqueólogos y antropólogos de hoy, de formación bastante rigurosa, Frobenius aparece como un autodidacta cuya obra original, ha sido desvalorizada no sólo por sus interpretaciones un tanto osadas, sino también por su método de trabajo rápido, sumario y a veces destructivo. Con todo el llegó a algunos resultados que anticiparon claramente los obtenidos por los investigadores que han trabajado con rigor científico surgidos después de él, y otros difíciles, o incluso imposibles, de obtener en las condiciones actuales. Parece que tenía un talento instintivo para ganarse la confianza de los informantes y descubrir datos históricos . Los historiadores modernos deberían buscar estos datos en las obras de Frobenius y reevaluarlos a la luz de los conocimientos actuales, liberándolos de las interpretaciones fantasiosas que él añadió.

Las singularidades de un genio autodidacta como Frobenius , que buscaba inspiración en sí mismo, ayudó a reforzar la opinión de los historiadores profesionales que la historia africana no constituía un campo aceptable para su profesión y así desviar la atención de muchos trabajos serios hechos durante el período colonial. El creciente del interés de los europeos por África había dado a los africanos gran variedad de culturas escritas, que les permitió expresar el interés en su propia

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historia. Ese fue el caso principalmente de África Occidental, donde el contacto con los europeos había sido más largo y más constante, y donde - en particular en las regiones que se convirtieron en colonias británicas - una demanda por la educación europea ha existido desde el de principios del siglo XIX. Así como los eruditos islamizados de Tombuctú se pusieron rápidamente a escribir sus ta'rikh en árabe o en lengua Ajami. A fines del siglo XIX también los africanos que habían aprendido a leer el alfabeto latino sintieron la necesidad de dejar por escrito lo que sabían de la historia de su gente, para evitar que fuesen completamente tragados por los europeos y su historia.

Entre los primeros clásicos de este género, escritos por africanos que como los autores de los ta'rikh antes de ellos - habían ejercido una actividad en la religión de la cultura importada y le habían extraído sus nombres, podemos citar “La Historia de la Costa de Oro y Asante” de Carl Christian Reindorf (1895) e “Historia de los Yorubas” de Samuel Johnson (terminado en 1897 pero publicado sólo en1921). Se trata de dos obras de historia bastante serias; hasta ahora nadie puede llevar a cabo un trabajo sobre la historia de los yorubas sin consultar a Johnson. Pero tal vez era inevitable que los ensayos históricos de este orden se incorporasen a las primeras obras de los protonacionalistas, desde J.A.B. Horton (1835 -1883) y E.W. Blyden (1832 -1912) J. M. Sarbah (1864 -1910), J.E. Casely – Hayford (1866 -1930) y J.B. Danquah (1895 -1965), que abordaron muchos temas de la historia, pero en la mayoría de los casos, con el fin de hacer publicidad. Es probable que J.W. de Graft -Johnson (Hacia la Nación en el África occidental, 1928; Geografía histórica de la Costa de Oro, 1929) y E.J.P. Brown (La costa de Oro y el lector, 1929) pertenezcan a dos categorías. Después de ellos, sin embargo, se puede observar en algunos ensayos una tendencia a glorificar el pasado de África con el fin de combatir el mito de la superioridad cultural europea, como por ejemplo, en el libro de D.O. Lucas “La Religión de los Yoruba” (1949) y el de J.W. de Graft - Johnson “La gloria africana” (1954). Algunos autores europeos demostraron una tendencia similar. Este es el caso, por ejemplo, Eva L.R. Meyerowitz, que en su libro sobre los Akan, trata de concederles ancestros gloriosos del mediterráneo, comparable a lo que Lucas buscó para los Yoruba.

Por otro lado, en una escala más reducida, muchos africanos continuaron el registro de las tradiciones históricas locales de manera más seria y fiable. Contactos con los misioneros cristianos parecen haber jugado un papel importante. Por lo tanto, floreció en Uganda una importante escuela de historiadores locales desde la época de A. Kagwa (cuyo primer trabajo fue publicado en 1906); al mismo tiempo, R.C.C. Law señaló, para la región Yoruba, 22 historiadores que habían publicado obras antes de 1940, en general (como lo hicieron los autores ugandeses) en lenguas nativas. Entre las obras de este tipo, se convirtió en merecidamente célebre: “Una breve historia de Benin” J.U. Egharevba, reeditada varias veces desde su primera publicación en 1934.

Por otro lado, algunos colonos, de mentes inteligentes e inquisitivas, intentaban descubrir y registrar la historia de los que habían venido a gobernar. Para ellos la historia de África en general, tenía un valor práctico. Los europeo podían ser mejores administradores si tenían algún conocimiento sobre el pasado de la gente que habían colonizado. Además , sería útil enseñar un poco de la historia de África en las escuelas , cada vez más numerosas, fundada por ellos y sus compañeros de misión , aunque sólo sea para servir como una introducción a la enseñanza de lo más importante, la historia de Inglaterra o Francia. Esto permitiría a los africanos obtener los Certificados escolares y bachilleratos para contratarlos luego como preciosos auxiliares pseudo europeos.

Flora Shaw, Harry Johnson, Maurice Delafosse, Yves Urvoy y Richmond Palmer ya se han mencionado. Pero también hay otros que escribieron obras históricas sobre el África relativamente libres de prejuicios culturales, aunque a veces han elegido (ellos o sus editores) títulos bizarro. Entre estos autores están: Ruth Fisher, “Cuentos crepusculares de los Negros Baganda” (1912 ); C. H.

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Stigand , “La Tierra de Zing” (1913 ); Sir Francis Fuller, “Una dinastía desvanecida : Ashanti” (1921 ), exactamente en la tradición de Bowdich y Dupuis ; E. W. Bouill , “Caravanas del Antiguo Sahara” (1933 ); numerosas obras eruditas de Charles Monteil (por ejemplo , “Los imperios de Malí” , 1929 ) o Louis Tauxier (por ejemplo, Histoire des Bambara, 1942). Parece que los franceses fueron más exitosos que los británicos en el desarrollo de una historia realmente africana. Algunos de los más sólidos trabajos británicos – por ejemplo, “La historia de la Costa de Oro y Ashanti” (1915) W.W. Claridge o “Historia de Gambia” (1940) de Sir John Gray (excepción hecha a algunos de sus artículos recientes sobre África Oriental) - tenían una fuerte tendencia eurocéntrica. Cabe señalar también que, a su regreso a Francia, algunos administradores franceses (como Delafosse, Georges Hardy, Henry Labouret) desarrollaron historias breves sobre el continente o el conjunto del África subsahariana. Esto puede explicarse en parte por el hecho de que la administración colonial francesa tendió a desarrollar estructuras más rígidas para la formación y la investigación que la administración británica. Podemos citar la institución (creada en 1917) Comité d' Etudes Scientifique et Historique de l' AOF y su Boletín, que dio lugar a la creación del Instituto Francés del África Negra, con sede en Dakar (1938), editaron una serie de Boletines y Memorias; a partir de entonces surgirán obras como el magistral Tabla Geográfica del África occidental en la Edad Media (1961) de Raymond Mauny. A pesar de esto los historiadores de la época colonial permanecen como aficionados y se quedaron al margen de la principal corriente historiográfica. Esto ocurrió tanto en Francia como en Gran Bretaña, ya que si bien los hombres como Delafosse y Labouret habían obtenido cargos universitarios cuando volvieron a Francia, lo hicieron como profesores de lenguas africanas o de administración colonial, y no como los historiadores clásicos.

Desde 1947, la Sociedad africana de Cultura y su revista “Presencia Africana” se han esforzado por promover una historia de África descolonizada. Al mismo tiempo, una generación de intelectuales africanos que habían dominado las técnicas europeas de investigación histórica comenzaron a definir su propio enfoque en relación al pasado africano y a buscar la fuente de una identidad cultural negada por el colonialismo. Estos intelectuales refinaron y ampliaron las técnicas de la metodología histórica desenredando al mismo tiempo, una serie de mitos y prejuicios subjetivos. Al respecto hay que destacar el simposio organizado por la UNESCO en El Cairo en 1974. Eso permitió a los investigadores africanos y no africanos enfrentar libremente sus puntos de vista sobre el problema del poblamiento del antiguo Egipto.

En 1948 apareció la obra La historia de la Costa de Oro de W.E.F. Ward. En el mismo año, la Universidad de Londres creó el cargo de profesor de Historia África en la Escuela de Estudios Orientales y africanos, a cargo del Dr. Roland Oliver. Es a partir de esa fecha que Gran Bretaña se compromete a un programa de desarrollo de las universidades en los territorios que de ella dependían, fundación de universidades en la Costa de Oro y Nigeria, elevación del Gordon College en Jartum y del Makerere College en Kampala a la categoría de universidades. En las colonias francesas y belgas, se desarrollaba un proceso similar. En 1950 se creó la Facultad de Letras de Dakar que siete años más tarde, adquirió la condición de una universidad francesa. Lovanium, la primera universidad del Congo (luego Zaire), comenzó funcionar en 1954.

Desde el punto de vista de la historiografía africana, la multiplicación de nuevas universidades después de 1948 fue, sin duda, más importante que el existencia de los raros lugares creados antes, que vegetaban por la falta de recursos, tales como el Liberia Monrovia College y el Fourah Bay College de Sierra Leona, fundada en 1864 y 1876 respectivamente.

Por otro lado, las nueve universidades existentes en Sudáfrica en 1940 se vieron perjudicadas por las políticas de segregación del régimen de Pretoria: ambos, la investigación

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histórica y la enseñanza de la historia eran euro centristas y la historia de africana no pasaba de ser la historia de inmigrantes blancos.

Todas las nuevas universidades, por el contrario, organizaron rápidamente departamentos de historia, lo cual, en primer lugar, llevó un número considerable de historiadores profesionales a trabajar en África. Inevitablemente, en un primer momento, la mayoría de estos historiadores eran de universidades no africanas. Pero la africanización no tardó en llegar. El primer director de un Departamento de Historia de África, el profesor K.O. Dike, fue nombrado en 1956 en Ibadán. Se formaron muchos estudiantes africanos. Los profesores africanos se convirtieron en historiadores profesionales y sintieron la necesidad de ampliar la parte reservada de la historia de África en sus programas y, cuando esta historia era poco conocida, la incluyeron en sus investigaciones.

Desde 1948, la historiografía de África será progresivamente parecida a la de cualquier otra parte del mundo. Es evidente que ella tiene problemas específicos, tales como la relativa escasez de fuentes escritas para períodos antiguos y la necesidad de recurrir a otras fuentes como la tradición oral, el lenguaje o la arqueología. Pero aunque la historiografía África ha hecho contribuciones importantes en relación con el uso y la interpretación de estas fuentes, no es fundamentalmente diferente de la historiografía de algunos países de América Latina, Asia y Europa y enfrenta problemas similares. Por otra parte, el conocimiento de la procedencia de los materiales no es esencial para el historiador, cuya tarea principal es la de revisar y hacer de ellos un uso comparativo, a fin de crear una descripción inteligente y con sentido del pasado. Lo importante es que los últimos 25 años, equipos universitarios africanos se han dedicado al oficio de historiador. El estudio de la historia de África hoy en día es una actividad bien establecida, dependiente de expertos de alto nivel. Su desarrollo se garantizará mediante los intercambios interafricanos y las relaciones entre las universidades del África y de las otras partes del mundo. Pero hay que destacar que esta evolución positiva no hubiera sido imposible sin el proceso de liberación del yugo colonial de África: el levantamiento armado en Madagascar en 1947, la independencia de Marruecos en 1955, la heroica lucha del pueblo argelino y las guerras de liberación en todas las colonias del África contribuyó en gran medida para que este proceso tuviera lugar, para los pueblos africanos, la posibilidad de reanudar el contacto con su propia historia y el control de su organización. Comprendiendo esta necesidad inmediata, la UNESCO promovió y facilitó los encuentros entre expertos. Acertadamente, colocó como requisito previo la recolección sistemática de las tradiciones orales. En respuesta a los deseos de los intelectuales y de los estados africanos esta entidad puso en marcha en 1966, la idea de elaborar una Historia General África. La ejecución de este importante proyecto se inició bajo sus auspicios, en el año 1969.

História geral da África, I: Metodologia e pré -história da África / editado por Joseph Ki -Zerbo. – 2.ed. rev. – Brasília : UNESCO, 2010.