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REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO | 103 Søren Kierkegaard (1813–1855) no sólo es un filósofo muy literario. Es un escritor, valga la doble o triple redundancia, muy li terario, como lo son Pessoa y Kafka. Con Kafka comparte ese estado de permanente y dubitativa emergencia ante el matrimonio, solterón implacable y teorético maltra ta - dor de mujeres. A Pessoa lo une la urdimbre textual de pseudónimos, heterónimos y or- tónimos. Meterse en el mundo del filósofo danés, como con el del poeta de Portugal, implica abandonarse a una disposición pe- ligrosa, al tráfago de una empresa en la cual la urbanidad, esa civilización propia, que- da amenazada. Estudiar a Kierkegaard es como ir a la India o a China: mientras uno sufre el miedo de no volver se sorprende aho rando, gustosamente, el capital re que- rido para perderse. Leyendo De los papeles de alguien que todavía vive, que junto con Sobre el con- cepto de ironía componen el tomo I de la nueva edición al español de los Escritos de Kierkegaard (los viene editando Trotta, en Madrid, desde 2000), descubro que su pri- mer ensayo crítico, su primer libro de he- cho, fue un estudio sobre Hans Christian Andersen (1805-1875), figura literaria de una envergadura mayor de la sospechada por quienes sólo conocemos la parte de su obra que salió de Dinamarca, sus inmorta- les (en realidad lo son) cuentos para niños. La de Kierkegaard es una “reseña fan- tástica”, género no muy estudiado en el cual un crítico, so pretexto de comentar a un autor o a una obra, lo inventa casi todo al La epopeya de la clausura Sin temor ni temblor Christopher Domínguez Michael Hans Christian Andersen Eugène Scribe

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REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO | 103

Søren Kierkegaard (1813–1855) no sóloes un filósofo muy literario. Es un escritor,valga la doble o triple redundancia, muyli terario, como lo son Pessoa y Kafka. ConKafka comparte ese estado de permanente ydubitativa emergencia ante el matrimonio,solterón implacable y teorético maltra ta - dor de mujeres. A Pessoa lo une la urdimbretextual de pseudónimos, heterónimos y or -tónimos. Meterse en el mundo del filósofodanés, como con el del poeta de Portugal,implica abandonarse a una disposición pe -

ligrosa, al tráfago de una empresa en la cualla urbanidad, esa civilización propia, que -da amenazada. Estudiar a Kierkegaard escomo ir a la India o a China: mientras unosufre el miedo de no volver se sorprendeaho rrando, gustosamente, el capital re que - rido para perderse.

Leyendo De los papeles de alguien quetodavía vive, que junto con Sobre el con-cepto de ironía componen el tomo I de lanueva edición al español de los Escritos deKierkegaard (los viene editando Trotta, en

Madrid, desde 2000), descubro que su pri -mer ensayo crítico, su primer libro de he -cho, fue un estudio sobre Hans ChristianAndersen (1805-1875), figura literaria deuna envergadura mayor de la sospechadapor quienes sólo conocemos la parte de suobra que salió de Dinamarca, sus inmorta-les (en realidad lo son) cuentos para niños.

La de Kierkegaard es una “reseña fan-tástica”, género no muy estudiado en el cualun crítico, so pretexto de comentar a unautor o a una obra, lo inventa casi todo al

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Hans Christian Andersen Eugène Scribe

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incurrir en un ejercicio formativo de in -terrogación. Georg Brandes dijo que aque -lla reseña inaugural de Kierkegaard, titu-lada “Sobre Andersen como novelista conreferencia constante a su última obra Ape -nas un músico” (1838) era una aglomera-ción ile gible de parrafadas hegelianas, yno le falta razón. Se puede colegir queKierkegaard le reclama a Andersen el serun romántico en el sentido peyorativo dela expresión, es de cir, un llorón y un sen-timentaloide que ca rece de una doctrinaelevada (o edificante) sobre la vida. Le pi -de, acaso, que sea lo que después será unDostoievsky. Pero sin ha ber leído el pu -ña do de novelas que Andersen sólo publi -có en danés, es temerario opinar.

A falta de texto, vida. Según leo en labiografía de Kierkegaard de Joaquim Graff(2005) las relaciones entre Andersen y elfilósofo fueron un tanto misteriosas. Vi vie -ron al mismo tiempo, en la pequeña ciudadde Copenhague, durante periodos largos pe -ro no hay testimonios que narren haberlosvisto juntos. No fueron ni amigos ni ene-migos pero intercambiaron una serie de gui -ños discretos o amenazas silenciosas. Se creeque Kierkegaard no desperdició la oportu-

nidad de aludir a la homosexualidad delcuentista y es evidente que en algunos desus cuentos éste caricaturizó las ideas delfilósofo. Una dedicatoria manuscrita de An -dersen a Kierkegaard alude a dos de los tí -tulos más conspicuos del filósofo (O lo unoo lo otro y Temor y temblor) en un tono agri -dulce y confianzudo: “O te gusta o no tegusta mi libro pero te lo mando sin temorni temblor”.

Abundan, eso sí, las noticias sobre laaparición del “cometa Kierkegaard” en la vi -da pública danesa que sus amigos le envia-ban a Andersen mientras se paseaba con lar -gueza por Europa. Møller describe así loque Kierkegaard significaba para sus con-temporáneos:

La producción literaria ha resultado ser, pa -

ra él, una necesidad física. La usa como una

medicina, un baño María, una sangría o co -

mo una dosis de eméticos. Mientras una

per sona sana descansa durmiendo, él des-

cansa escribiendo en vez de comer, beber o

dormir.

De todo esto me enteré mientras trata-ba de comprender las ideas de Kierkegaard

sobre la crítica literaria. Quizá no sea sor-prendente que un apasionado de Aristófa-nes, como él, haya expuesto su doctrina enun ensayo dedicado a El primer amor, unacomedia de Eugène Scribe (1791-1861),el dramaturgo del Boulevard que carece,sin que a nadie le importe, de crédito en lallamada literatura seria. Que Kierkegaard nohaya sido un lector literario de horizon tesmuy amplios (tuvo suficiente con Shak es -peare, Goethe, Schiller y los románticos ale -manes) no quiere decir que ignorase la du -dosa posteridad de Scribe. Por un lado, loleía desde su propio lado convencional ybur gués (que también formaba parte de supersona: es cosa de releer el Diario de unseductor) y por el otro supo ver, en el dile-ma de la literatura comercial y de su éxito,algo más de lo que parece a simple vista.

A partir de Scribe, Kierkegaard meditasobre la ocasión, esa “circunstancia excep-cional” a la que el artista le apuesta paratriunfar y trascender. A sus ojos la ocasiónmisma es un personaje sólo en aparienciainsignificante: no es nada ni nadie y a la vezlo es todo. Hay, dice Kierkegaard en O louno o lo otro (Escritos, II, 2006), dos clases depoetas apegados a la circunstancia, los queson llamados por las musas y los que las lla -man a ellas con desesperación. Esas circuns -tancias entran en el dominio de lo acciden tal,que por más que a los grie gos les parecierauna locura y a los judíos un escándalo, a Kier -kegaard le parece que forma parte de lo ne -cesario. De la ocasión pende el fruto, todossomos hijos de las circunstancias.

Llegado a ese punto paradójico, Kier-kegaard reflexiona sobre los poderes del crí -tico. Éste, dado que no produce poesía, nonecesita del llamado de las musas pero tam -poco necesita del concurso favorable de lascircunstancias para respaldar una opinión.El crítico, según él, es un esteta, un filóso-fo de la belleza (y de la acción estética) queestá más allá del acierto o del error. Es unautócrata pelagiano, es decir, un diviniza-dor del hombre, dueño de una libertad deltodo arbitraria para decidir, en términosartísticos, donde está la verdad, “lo verda-deramente cristiano” que Kierkegaard noencuentra en Andersen, que llamaba a lasmusas sin ser escuchado pero aparece enScribe, que no las llamaba, pero recibía suexitosa visita. El asunto es arduo.

Søren Kierkegaard

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