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La Araña Negra Libro IV Por Vicente Blasco Ibáñez

La Araña Negra. Libro IV

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LaArañaNegraLibroIV

Por

VicenteBlascoIbáñez

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CUARTAPARTE

ELCAPITÁNALVAREZ

(CONTINUACIÓN)

XVIII

ELPADREYLAHIJA.

DoñaFernandaadoptólaresoluciónmáspropiadelcaso.

Diodosgritos,seretorciófuriosamentelasmanos,revolviéronsesusojosensusórbitascomosiquisieransaltar,yarrojandoespumarajosporlabocasedejó caer, revolcándose a su sabor entre los muebles caídos por la anteriorlucha.

Baselganoseinmutógrancosa.

Le era muy conocido aquel accidente nervioso, medio que la baronesaempleaba en su juventud cuando vivía María Avellaneda y ésta no queríaaccederasuspeligrososcaprichos.

Sabía el conde que aquello era un medio de salir del paso como otrocualquiera, y se limitó a ordenar a la curiosa servidumbre, agolpada en lapuerta,quellevasealabaronesaasucama.

Cuando doña Fernanda, siempre agitada por sus convulsiones, salió delsalón en brazos de los criados y reclinando su desmayada cabeza sobre elpecho de la burlona doncella,más seria que nunca, el conde fijó su severamiradaenTomasa,quebajabalavistaesperandoconresignaciónlacóleradesuseñor.

—Yaesperabayoesto.Hacetiempoquecomprendoquealgúndíamihijaytúdeshonraríaisestacasaconunescándalocomoéste.¿Teparecebienqueunamujerdetuedadytucarácterprocedadetalmodo?

—Señor—seapresuróadecirelamadellaves—,yonotengolaculpa,yesto no lo ha ocasionado la enemistad que yo pueda tener con la señorabaronesa. Ha sido sencillamente que escuché desde el comedor cómo sequejabamipobreseñorita,yalentraraquívicómodoñaFernandalaponíadegolpescomounCristo,yyo...,¡vamos!,yonopuedovercontranquilidadqueaunacristianaselatratedeestemodo,ymássiendomiseñorita,yporeso,agarrandoloqueteníamásamano...,¡pum!,seloarrojéaesa“indina”señora.Esoestodo.

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Tomasa,recordandolosucedido,nosesentíayacohibidaantesuseñor,yerguíaaudazmentelacabezacomoorgullosadesubuenaacción.

—Bueno,celebroquehayasdefendidoamihija;peromientraslabaronesaytúestéisbajoelmismotechonohabráaquítranquilidad.Yaeshoradequeteretiresdelservicio,teestoymuyagradecido,yaunquenosabandones,yotedarélosuficienteparaqueenadelantenotengasqueserviranadie.

Tomasa se estremeció. Nunca había llegado a imaginarse que algún díatendríaquesalirdeaquellacasa.Asíesqueapesardelaspromesaslisonjerasparaelporvenirquelehacíaelconde,protestó:

—Yo no quiero abandonar esta casa. Señor, piense usted que yo meconsiderodelafamilia,quevinaceralaseñoritaMaríaytambiénalosniños,que...

Tomasasedetuvo.Conocíamuybienalconde,yalverqueéstehacíaunademán indicándola que callase y saliese, obedeció inmediatamente; peroantesdemarcharseabrazólloriqueandoaEnriqueta.

Estanoparecíahabersalidodelaestupefacciónproducidaporlaanteriorescena.Cuandosupadrelasacódeaquellapeleaquelaenvolvía,golpeándolaciegamente, quedó asombrada como si nopudieradarse exacta cuentade loqueacababadesuceder.

Parecíaleaquellounsueño;peroparaconvencersede locontrario, sentíaen su cuerpo delicado el escozor de los golpes, y todavía le duraba elconvulsivotemblorproducidoporelmiedo.

Alquedarsolaconsupadre,envezdetranquilizarse,sintióaumentadosuterror.

¿Qué le sucedería ahora?Después de lo ocurrido con su hermanastra, leproducíaaúnmásterroraquelpadre,siempregraveysilencioso,queenvezdefrancocariñoleinspirabaunasumisiónsupersticiosa.

Baselga,alversesoloconsuhija,procuróborrardesurostrolaexpresiónceñudaeiracundademomentosantesydijoconvozdulce:

—Aquí estamos mal. ¿Quieres que vayamos a mi despacho, hija mía?Tengoquehablarte.

Enriquetaseapresuróaobedecerasupadreconlasumisióndecostumbre,peronoporestodejódetemblar.¡Asudespacho!¡Aaquellahabitacióncasimisteriosa,enlaqueapenassihabíaentradodosveces!¡Diosmío,quécosastanterriblesibaadecirlecuandolallevabaatanterroríficogabinete!

AsíibapensadoEnriquetaalsalirdelsalónprecediendoasupadre.Juntoala puerta, sucias y pisoteadas por la anterior lucha, estaban las cartas de

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Álvarez,aqueltesorodeamorquehabíaprovocadolaviolentaescena.

La joven, por más que quiso evitarlo, fijó su vista en las cartascomprometedoras y hasta se detuvo como dudando si debía recogerlas oguardarlas.

Supadrenotóaquelmovimiento,ycuandoEnriquetavolvióaponerseenmarcha,Baselgaseagachó,agarrandoconsugranmano,enunpuñado,todoslossuciospapeles.

Aquello hizo llegar al colmo el terror de Enriqueta. Después de suhermanastra iba a saber supadre el secreto amoroso. ¡Diosmío! ¡Qué iba asucederle! La indignación de aquel hombre misterioso y ensimismado leproducíamásterrorquelaruidosacóleradedoñaFernanda.

Cuando entraron en el sombrío despacho, Baselga sentóse en su sillóngiratorio, situado junto a la mesa, y Enriqueta, obedeciendo sus mudasindicaciones, se colocó al borde de una silla con aspecto azorado y comodispuestaaescaparalprimergritoamenazador.

Elcondenodijonada.Habíaarrojadosobrelamesaelpuñadodecartas,ydeshaciendosusdoblecesyarrugasy limpiandoconsusmanos lasmanchasqueenellashabíadejadounsuciopisoteo,lasleyóconextremadaatención.

Enriquetaestabaconlacabezabajaytemblandocomosiesperaraelrayoque la anonadase; pero algunas veces, al levantar la vista furtivamente, leparecióquesupadre,suspendiendolalectura,lamirabafijamente.

La jovennoencontrabaenelgraverostrodesupadreningunaexpresiónde cólera; antes bien, le parecía ver impreso en él un gesto de cariñosabenevolencia; pero tal terror experimentaba ante el hombre misterioso ymelancólico,quesubondadlacausabamásterrorquesilehubieravistoenpieyconademáncoléricoavanzarhaciaella.

El conde, cuando hubo leído una docena de cartas, hizo un gesto comoquejándose de la monotonía de aquellos escritos, invariables sinfonías decariño sobre un eterno tema, que era un amor puro, ideal y saturado de unromanticismodulzón.

Cuandoterminólalectura,fijóseatentamenteensuhijaysumiedo,quesemanifestabaconuntemblorconvulsivo,nolepasódesapercibido.

—Hijamía—dijoconvozdedulcegravedad—,hacesmal temblandodeestemodoenmipresencia.Soytupadreynadietienegustoeninspirarterrorasushijas.Tranquilízate,quetenemosquehablardecosasmuygraves.

Estaspalabrasprodujeronenlajovenunaimpresióndebienestar.Parecíaleque veía a su padre por primera vez y que encontraba algo de que hastaentoncesnohabíapodidodarseexactacuenta;peroqueleeramuynecesario.

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Aquelpersonaje terroríficoqueellaveíaantesenelcondedeBaselgahabíadesaparecido,yensulugarcomenzabaaentreverunpadrebondadosoquelaanimabaaespontanearseyaconfesarlesussentimientos.

Enriquetasesintiómásdueñadesímisma,acabódesentarseconmenosreceloysedispusoaoírasupadre.

—Loquevoyadecirte,hijamía,esmuyimportante,porlomismoquedeellodependetuporvenir,yesperoquemecontestesconlealfranqueza.Yomeheocupadopocode tu educación.Lamuertede esa santamujer, que fue tumadre (y señalóel retratodeMaríaAvellaneda),meconmovióde talmodo,quehevividomuchosañossoloyaisladocomounmonje,huyendohastadetratarme mucho con mis hijos, y especialmente contigo, pues tu rostro merecuerdalainocentehermosuradeesainfelizaquiennuncallorarébastante.

Y Baselga, al decir esto, miraba el retrato de María, que sonreíamelancólicamente, alegrando la sombríahabitaciónconelbrillantenegrodesusojosysurosadapalidez.

Elcondehacíaesfuerzosporcontenerlaslágrimasqueproducíanaquellosrecuerdos,yensurostrosenotabalaexpresiónsublimedeunalmagrandeyamorosaquelloralaperdidafelicidad.

Enriqueta también lloraba, pero su llanto era por su padre, por aquelhombre desconocido que ahora se le revelaba con toda la grandeza de unmártir del amor. Los corazones jóvenes, que se abren como capullosprimaverales al sol del cariño, guardan siempre cierta inmensa admiraciónparalosquesufrenporhaberamadomucho.

Aquella pasión que vivía más allá de la tumba, aquel amor póstumo,conmovíaaEnriquetaylehacíamirarasupadreconlaadoraciónrespetuosaque siente un artista principiante ante el genio que lucha buscando lainmortalidad.

El ogro había desaparecido, y como en los cuentos de hadas, setransformaba en un amante entusiasta. Era ya viejo, pero su pasión tenía lagrandezameritoria de no ser rosa inclinada sobre el hermoso pecho de unaVenus, sino melancólico sauce llorando sobre una tumba que encerraba lanada.

Enriqueta sentía ya una inmensa tranquilidad. Su padre había amado yamabaaún;supadresabríacomprenderla.

EnsupresenciasentíanacerunaconfianzaquenuncahabíaexperimentadoalladodedoñaFernanda,aquellasolteronaegoístaymalhumoradaqueeraelserconelquehabíavividoenmayorintimidad.

Elexteriorfríoyantipáticodesupadreacababaderasgarseyporeljirón

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escapábase el fulgor de aquella pasión póstuma que ardía en el pecho deBaselga. Enriqueta se analizaba a sí misma, sin darse cuenta de ello, y seconvencíadeque,aunqueamabamuchoalcapitánÁlvarez,nunca llegaríaatal grado de apasionamiento.Esto la hacía sentir una admiración sin límitesporsupadre.

El conde, después de haberse frotado con fuerza los ojos, como pararechazarlaslágrimasqueaelloshacíanafluirlosrecuerdos,continuó,siempreconsudulceacento:

—Conozcoqueheobradomalalvivirtanalejadodemishijos,yesfácilqueDiosme castigue pormi criminal desvío. Tú debes de quererme poco,Enriqueta.

—Yo,papámío—seapresuróadecirlajoven—,lequieroaustedcontodamialma.

YEnriquetadijoestaspalabrascongranexpresióndesinceridad,pueselcariñoqueprofesabaasupadre,porserreciente,noladabalugaradudas.

—Puesdebíasodiarme—continuóBaselga—;oporlomenosmirarmeconindiferencia. Apenas si he sido para ti algomás que un extraño de aspectotaciturnoyantipático.Perohoy...todohacambiado,yestoyarrepentidodemidoloregoístaquemehacíahuirdelafamilia.Quieroserpadre;deseoquemihijanomemirecomounserextraño,ybuscosucariñoinmensoquemeayudeyhagamásllevaderamitristevida.

El conde se había levantado de su asiento. Sus palabras habían sidoacompañadas de una excitación que le hizo avanzar hacia su hija.Experimentaba la necesidad de estrecharla entre sus brazos, de besarla, deconvencerse de que era suya, y que su anterior conducta misantrópica yegoístanohabíadesvanecidolacariñosainclinaciónqueaquelserdebíasentirhaciaél.

Cuandolatuvosentadasobrelasrodillasysehubosaciadodelpurogoceque le producía pasar su mano por entre los rizos de su adorable cabecita,retuvolaslágrimasquepugnabanotravezporsalir,yseparándoseunpocodeaquellabocafrescaeinocentequebesabasuscurtidasmejillas,preguntóconingenuidad:

—Dime,¿esverdadquepiensasabandonarmeyentrarenunconvento?

LajovenexperimentólamismaturbaciónquecuandoerainterrogadapordoñaFernanda.

—Habla con franqueza—dijo el padre al notar su impresión—. Eso deabandonar el mundo es una resolución de gran importancia que no puedetomarsealaligera.Lavidadelclaustroespesadayparaellasenecesitagran

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vocación.¿Latienestú?

Enriqueta no contestó. Después de lo que había ocurrido con doñaFernandasentíasemásatemorizadaquedecostumbre.Temíaquelasparedes,oyendosucontestaciónfrancayleal,fuesenacontárselotodoalabaronesa,yque ésta repitiese sus vergonzosos arranques de poco antes. Su únicacontestación fue estrecharse más contra el robusto pecho de su padreocultandoelrostrosobresuhombro.

Baselgaadivinólapreocupaciónquesufríasuhija.

—Comprendotumiedo—ladijo—.Temesdisgustaraalguien,ytiemblaspensandoentucastigo.Puesbien,yoteaseguroquenadiepondrálamanoenti,mientrasvivatupadre,yqueloocurridoenelsalóndeFernandanovolveráarepetirse.

Enriqueta,apesardeesto,nohabló,yentonceselcondedijoconsuacentobondadoso:

—Veoqueno tienesconfianzaenmí,yque tendréque iradivinando tuspensamientosyanticipandotuscontestaciones.Túnoquieressermonja.Esascartasqueheleídomelodemuestran,y,además,tengoelconvencimientodeque todo es obra de esa Fernanda, beata maligna, que aconsejada por sutertuliadecuras es capazdemeter enunconventoa todos losdeesta casa.¿Noesellalaquetehahechopensarenlavidamonjil?

Enriquetamiró con azoramiento a todas partes, como si temiese ocultosespíasquefuesenacontarasuhermanaloquedecía,ydespuéshizoconsucabezaunsignoafirmativo.

—Perfectamente—dijoelconde—.Veoquenomehabíaequivocado,ymefelicitodeque tuvocaciónsea falsa.Túnoquieres iraunconvento,¿noeseso?

—No,papámío.AmomuchoaDios,peronomesientoconfuerzasparaunavidatandura,yprefiero,prefiero...

El conde fue en auxilio de su hija, que no sabía cómo expresar supensamiento.

—Prefieressercomosontodaslasmujereshonradas.Primero,unahonestajovenquegozadecuantasalegríasdecentespuedeproporcionarlasociedad,ydespués, una honradamadre de familia, útil a la patria y sostenedora de lavirtudenelhogardoméstico.Mealegrodeello,hijamía;yopiensodeigualmodo.

Enriqueta, oyendo expresarse a su padre de este modo, sentía crecer suconfianza.Porestonoexperimentóunagranturbacióncuandoelcondeledijoasí:

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—Yaquenoquieressermonja,cuéntametusamores,¿Quiéneselautordeesascartasqueacabodeleer?

Lajovenseruborizó;masnoporestosintiódeseosdeocultarlaverdad.

Mostrábase su padre tan amoroso y complaciente, que fácil era queaccedieseaautorizarsusrelacionesconelcapitánÁlvarez.

Esta dulce esperanza hizo que la joven se espontanease y con acentoconfidencial fuese relatando al conde la historia de su pasión. NingúnincidenteescapóalamemoriadeEnriqueta.Desdelamañanadeinviernoenque vio a EstebanÁlvarez por primera vez, hasta la ruidosa escena de unahora antes provocada por la indignación de doña Fernanda al conocer losamores de su hermana, la crónica completa de aquella pasión fue relatadadetalladamente, cuidando Enriqueta de aprovechar cuantas ocasiones se lepresentabandehacerunaapologíasencilla,perocompleta,desuadorador.

La jovennopodíamenosde asombrarsede aquella confianza extremadaque la dominaba, impulsándola a hacer partícipe a su padre de todos sussecretos.Una hora antes hubiese creído elmayor de los absurdos el pensarsolamentequeellallegaríaalgunavezarelatarvoluntariamentesusamoresalcondedeBaselga.

Cuando éste supo quién era Esteban Álvarez su rostro obscurecióse unpoco; pero la mala impresión fue fugaz, y reapareció aquella expresiónbenévolaqueteníaporobjetaanimaraEnriquetaensuconfesiónamorosa.

Así que ésta terminó, el padre quedóse pensativo, intentando despuéssondearmáshondamenteelalmadeEnriqueta.

—¿Yamastúverdaderamenteaesejovencapitán?

—Sípapá—contestó la joven ruborizándose—.Conozcoque leamo.Y...¡laverdad,esqueéllomerece!¡Siustedsupieracuánbuenoes!

Y Enriqueta, al decir esto, miraba fijamente a su padre para adivinar elefectoqueleproducíansuspalabras;peroelcondepermanecíaimpasible.

—No me cabe duda alguna—continuó la joven—de que él me amahonradamente.Eshombreincapazdementirymuchasvecesmehadichoconlágrimasenlosojosquequisieraqueyofuesepobreydehumildeorigenparaquenadiepudieraatribuirsupasiónaunmezquinoyegoístainterés.

Baselga,aloíresto,salióalfin,desumutismo.

—Piensamuybienesejovenalhablarasí,ydemuestraqueesunhombrehonrado.Efectivamente;paraunhombretanpobrecomoéles,puessólotienesuespada,espeligrosoamaraunajovennobleyricacomolahijadelcondedeBaselga.Siendoéltuesposo,todoelmundotendríaderechoacreerquete

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amabaportusmillones,yesoresultaríadeshonrosoparaélyparati.Poresome opongo a esos amores y te ruego, como padre cariñoso, que olvides alcapitán.

Enriquetaexperimentóunaprofundaconmoción.¡Adióssusilusiones!Supadre también se oponía a aquellos amores, y aunque no usaba las formasrudasybrutalesdelabaronesa,noporesosuresolucióneramenosfirme.

—Peroesonoestábien—arguyócon tonoquejumbroso—.Estebanyyonosamamos,¿yporloquepuedadecirlagentenosseparan?

—Hijamía, vivimos en la esferamás alta de la sociedad y ésta imponepesadosdeberesque todoshemosdecumplir.Tú,porelapellidoque llevas,merecesunmaridomejor.

—¡PerosiÁlvarezesunhombrehonrado,unperfectocaballero!

—Así lo creo. Leyendo sus cartas hace un instante y oyendo tusrevelacionesmeheconvencidodequeesunbuenchico,yademáselempleoque hoy tiene y sus cruces le acreditan como militar valiente. No me esantipático y le perdono las ridiculeces de aquella tarde que tanto memolestaronyquemeimpulsabanadarledepalos.Pero...¡fíjatebienenesto!,noesmásqueunmilitarobscuro,uncapitánpobrey talvezsinprotección,queafuerzadeañosydesalvargrandesobstáculos,puedeserquealavejezllegue a coronel. ¿Te parece bien que una joven a quien la alta sociedaddeMadridconsideradelasmásdistinguidasyricassecaseconunhombredetanhumildecondición?No,hijamía.Aúnhayclases,pormásqueseempeñaennegarlo el espíritu revolucionariode estos tiempos.Túdebes casarte conunhombre de tu alcurnia, que tenga una posición brillante que unir a la tuya.Ahoraeresaúnmuyjovenynodebesseparartetanprontodetupadre,sopenadepasarpormalahija.Cuandollegueelmomentopropicio,yaencontrarásunhombre digno de ti.De sobra los hay en nuestra clase que puedan hacer tufelicidad. ¡Vaya, muchacha! Yo te buscaré un novio que te convenga, y teadviertoqueparaestascomisionesnotengomalgusto.

Baselga, viendo que su negativa iba a hacer llorar a Enriqueta, reía ybromeaba, procurando quitar toda importancia al asunto y dando a suconversaciónuncaráctertrivialyligero.

Elcondesevaliódetodoslosrecursosparaquelanegativanoresultasealajovenmuydolorosa.Trazóunsonrienteyhermosocuadrodelavidaqueenadelantellevaríanpadreehija,ytodassusaficionesdelajuventudvolvieronarenaceralecodesuspalabras.

—Yo,aquídondemeves—decíaBaselgariendocomounniño—,hesidoun calavera enmis tiempos. Lamuerte de tu pobremadreme convirtió enhurón,peroenadelanteteaseguroqueentuobsequiovolveréaserloquefui.

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Se acabaron mis tétricas meditaciones y las largas encerronas en estedespacho.Desdehoy,¡almundo!,¡adivertirse!Noperderásniunasolafiesta;seacabaráparasiempreesaeducaciónmonjilquequeríadarteFernanda;serásla reinade lamoda,brillarásen todas las“soirées”,ycuandono tengasconquien bailar, bailarás conmigo. ¡Qué diablo!Yo, aunque viejo, no estoy deltodomalypuedeserquellamelaatencióncomoenotrotiempoenlossalonesdePalacio.Vas a tener enmí un caballero sirviente, quemuchas jóvenes teenvidiarán.Entoncestecurarásdeesapasioncillarománticayagradecerásatupadre el haberte lanzado al mundo en el que todas las jóvenes ambicionanfigurar.

Baselga estaba transfigurado.La idea de hacer nuevamente el galány elhombre de mundo en los salones acompañando a su hija, le rejuvenecía,sintiendo además un secreto placer con la esperanza de que por estemedioEnriquetaolvidaríasusactualesamores.

Tancontentoestaba,queacompañabasuspalabrasconalegrescarcajadasygestosmaliciosos,interrumpiéndosemuchasvecesparaestrecharfuertementea la joven contra sus brazos, como si quisiera ahuyentar de este modo latristezaquedeellaseapoderaba.

Enriqueta acogía con indiferencia aquellas promesas de vida alegre ybrillantequequitabanasupasióntodaesperanza.

Atrevióseaprotestarvariasveces,manifestandoquenuncapodríaolvidaraEstebanÁlvarez;peroaquelviejo,quetandominadoestabaporunapasiónpóstumaysinesperanza,mostrábaseescépticoconlosamoresdelajuventudynocreíaensufirmezaindestructible.

—¡Oh!Esosedicesiempre—exclamabaBaselgariendo—.Lajuventudesen todas las épocas lomismo. ¡Cuántas veces, cuandoyo eramozuelo, juréeterno amor, y a los cuatro díasme olvidé del juramento! ¡Cuántas de esasviejasdamasquetúconocesenlasreunionesmeprometieronenlaprimaveradesuvidanoolvidarmenunca,y,sinembargo,pocodespuéssecasaronconotros!Esasprotestasdeamorsonmuybonitas,peromira,yoestoysegurodequesólo secumplenennovelas.Elcorazóna losveinteañosesolvidadizo;necesita muchas emociones, y éstas sólo se encuentran cambiando mucho.Lánzatealgranmundo,obedécemedivirtiéndotetodoloquepuedeunajovenaristocráticaybieneducada,yyoteaseguroqueantesdemedioañotehasdeolvidardetucapitán.

Elcondesiguióhablandoenestetono,ytanocupadoestabaenpintarasuhijaunrisueñoporvenir,queseolvidabadesucélebreconquistadeGibraltary de la posibilidad de dejar abandonada a Enriqueta para ir a cumplir susaspiracionespatrióticas.

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La joven conocía ya completamente el deseo de su padre. Nada de sermonjanidehacercasodelaspérfidassugestionesdelabaronesa,peromenosaún de continuar las relaciones amorosas con un hombre de tan humildeposición comoÁlvarez.El conde ya le buscaría paramarido un general, unembajadoroungrandedeEspaña,que aumentase el lustreyprestigiode lacasadeBaselga.Estanohabíadeirabajocomootrascasasnobiliarias;antesperecerqueconsentirladecadencia,puesél,donFernandoBaselga,sehabíaempeñadoenquesunombrellegaraaserelprimeroentretodalaaristocraciaespañola.

Enriquetaestabaenpeorsituaciónqueensuescandalosaconferenciaconlabaronesa.Almenosenésta,aloírcómoinsultabanasunovio,habíasabidodefenderleysostenersupasión;peroahora,enpresenciadesupadre,carecíadetalrecurso,pueselcondelehablabaconbondadylepedíaqueolvidasesusamoreshaciendovalersuscanasysucariñodepadre.

Notabalajovenenellamismaunaimpresiónrecienteyextraña,yeraqueelcariñoqueahorasentíaporsupadre, inmensoyardiente,ejercíasobresuánimotalseducción,quehacíavacilarun tantosu inflexibilidadendefendersuamor.

Elgolpequeellaesperabaporpartedesupadrenotardóenllegar.

—Es preciso, hija mía—dijo el conde, acompañando sus palabras debondadosas caricias—, que terminen cuanto antes estas relaciones que medisgustan.Nadiecomotupadrequerrátufelicidadenestemundoyesprecisoquemeobedezcas,puesde estemodo tú serásdichosayyomeconsiderarécomoelmásafortunadodeloshombres.¿Tendrásvalorparanegarloquetepidetupadre?Piensa,hijamía,quehesidomuydesgraciadoyqueelcolmodemiinfelicidadseríaquemishijosserebelasencontramí.

Enriqueta estaba conmovida por el acento triste y resignado con que supadrelehablaba.

—¿Yquéquiereusteddemí,papá?

—Queescribasinmediatamenteaesejovendiciendoquenoleamasyquetodohaterminadoentrelosdos.

Eraunaproposiciónigualaladelabaronesa,peroapesardeellonotuvolafuerzaqueenaquellaocasiónparanegarse.

Laimpresionabalapresenciadeaquelpadrecuyaalmagrandeyamorosaacababadeconocer,ytemíarebelarse,porelinmensodolorqueestopudieraproducirle.Bastantehabíasufridoenestemundoparaqueellafueseahoraaaumentarsuspenas.

—Pero,papá—se limitó adecir, con ligera entonacióndeprotesta—. ¡Si

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yoleamo!...Esoseríamentir.

—Bueno.Nomientasyomiteeldecirleen tucartaqueno leamas.Dilesencillamente que todo ha concluido y que no piense más en ti. Este es elsacrificioquetepidetuancianopadre.¿Tenegarásaello?¿Noserás,comoyocreo,unajovensencillaybuenaquenoquiereacibararlavidaquelequedaalqueledioelser?

Enriqueta,conmovida,levantósedelasrodillasdesupadredondeestaba,ysesentóenelsillónquehabíajuntoalamesa.

Teníaloslabiosfruncidosyensurostroadivinábaseelsupremoydolorosoesfuerzoquelecostabalaresoluciónqueacababadetomar.

—Dicte usted—fue lo único que dijo, con expresión enérgica y como sipisoteasesurebeldecorazón.

Aquelloconmovióalcondeytuvoquehaceresfuerzosparanollorar.

Despuésdebuscarenloscajonesdelamesapapeldecartas,Baselgadictóy la jovenfueescribiendosinoponerningunaprotestanihacergestoalgunodedesagrado.

"Sr.D.EstebanÁlvarez:

Todo ha concluido entre nosotros. Comprendo que nuestras relacionesamorosasnuncapodríanllegaraserformalesnomereciendolaaprobacióndemi familia, y por esto me apresuro a romperlas. Juzgue usted mi conductacomoquiera,peroleruegoquenomeexijaexplicaciones.Miresolucióneseninterés de la felicidad de ambos. Usted podrá ser feliz lejos de mí y yo,después de este rompimiento, seré dichosa cumpliendo los deseos de mifamilia.

Enriqueta."

—Asíestábien—dijoelcondecuandosuhijaterminódeescribir—.Cierrala carta y dámela. Yo la entregaré a Tomasa, que se ha atrevido a ser lamedianeradevuestrosamores,yellaseladaráaesejoven.Juntoconéstaleentregarásuscartasamorosasqueestánsobrelamesa.

Enriquetahizoungestoquemanifestabasusdeseosdeprotestar.

Habíaadmitidoelrompimientoresignada,peroleparecíaunacrueldadsinlímites desprenderse de aquellas cartas, eterno poema de amor, cuya lecturapodíaconsolarlaydevolverlamomentáneamentesuperdidafelicidad.

—Noteopongas,hijamía—añadióelconde—.Esportubienporloquequieroyoalejardetiesostestimoniosdetupasiónqueestaránrecordándotelaatodashoras.

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Enriquetanadadijo.Elconderecogiólacartaescritaporsuhijayaquellacorrespondenciaamorosa.

—Estamismatarde—dijo—seencargaráTomasadellevarestospapelesasudestinoymañanatuconfidentaamorosatomaráelretiro.VoyaasegurarlaunporvenirenviándoladeadministradoraamisfincasdeCastilla.AsínoserédesagradecidoyevitaréalmismotiempoquevivajuntoanosotrosesabuenaTomasa, cuyos únicos defectos son reñir a todas horas con Fernanda einteresarsedemasiadoentusasuntosamorosos.

Enriqueta estaba ya en pie junto a la puerta y como, ansiosa por salircuantoantes.

Porquelaverdaderaqueestabaviolenta.

Aquellaatmósfera,pordecirloasí,laahogaba.

Comprendíaquehabíaobradomalnooponiéndoseresueltamentealoquesupadrelapropuso.

Reprochábasesudebilidad.

Remordíale laconcienciaporque tenía la íntimaconviccióndelprofundodolor que había de experimentar su amante al recibir aquella carta, queúnicamenteenunmomentodeinconcebibleceguedadpudoescribir.

Elcondelacontemplabafijamente.

Ytalvezllegóaleerloqueensucorazónpasaba,porqueledijoalparquelaestrechabacariñosamenteentresusbrazos:

—Hija mía, para tranquilidad de tu conciencia, basta solamente quereflexionesquehasseguidolosconsejosdetupadre,yunpadresóloapeteceelbiendesushijos.

XIX

LAFUERZAYLAASTUCIA.

Estaba el capitán Álvarez muy lejos de figurarse que Enriqueta leabandonase,asíesque,cuandorecibiósucarta,experimentóunasorpresasinlímites.

Tomasa, que había recibido de su señor la orden para marchar a susposesionesdeCastilla,entregóalamodesusobrinolaconsabidacartaytodala correspondencia amorosa en que el capitán había depositado sussentimientos.

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Álvarezsintiómuchoaquellaheridamortal,ybuscóconahíncoalqueselaproducía.

ConocíaqueaquellacartanopodíaserobradeEnriqueta,yqueríasaberdequiénprocedíaparadescargarenélsufuror.

Prontoencontró loquebuscaba,puesdesdemuchoantesconocía lagraninfluenciaqueelpadreClaudioejercíaencasadeBaselga.

LamanojesuíticaeralaverdaderaautoradeaquellaresoluciónfatalqueélnuncaesperabadeEnriqueta.

La creencia de que el padre Claudio habíamediado en sus amores paraestorbarlos poníale loco de furor, y paseándose febrilmente por su cuarto,mirabadevezencuandosusablecolgadodelapared,terrordelosmorosenla pasada guerra, y que ahora pensaba esgrimir contra la negra y malignachusma.

Aquellamalditacartapusoenfermoalcapitán.El,queporsugranapetitoeramotivodejustaalarmaparalapatrona,mostróseinapetentehastaelpuntodeexcitarlacompasióndelainteresadapupilera.

Perico, el asistente, no estaba menos preocupado por aquella situaciónextrañadesuseñor,cuyosecretoconocíaporsutía,mujerincapazdeguardarocultaslasnoticiaspormuchotiempo.

Elbuenmuchacho,que semostraba tristeporestarlo su señorito, con susolicitud habitual, buscó un medio para impedir que el capitán pasase eltiempo encerrado en su cuarto y huyendo de la conversación de suscompañeroscuandoasistíaalosactosdeservicio,yundíaarregló,nosesabecómo,queelalférezLindorofueseavisitaralamigoÁlvarez.

Aquel vizcondesillo insustancial, por pertenecer a la misma clase queEnriquetayseramigodesufamilia,gozabadegranprestigioconÁlvarezylograbaqueéstepasaseelratomuyentretenidoconsuconversación.

Elcapitánestabaenestadotaldeánimo,queleeraindispensableconfiarsuspenasaalguien,yrelatóalvizcondecuantolehabíasucedido,enseñándolelacarta.

Elaristocráticoalférezfuedelamismaopiniónquesuamigo.

Aquello era obra de los jesuitas, y si el mismo padre Claudio no habíadictado la carta, por lo menos se había mezclado en el asunto. Esto loaseguraba él, que como visitante de la casa conocía la influencia que sobretodalafamiliaBaselgaejercíaeljesuita.

—Mira,chico,créeme—continuóelvizconde—.Mientrasnopongasdetuparte a ese cura, no conseguirás nada absolutamente en tus amores. Si él te

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protegiera,aestashorasestaríasyacasadoconEnriqueta.Conozcomuybienelpoderquetieneesepájaro.Escapazconsusonrisaysuspalabrasmelosasdetrastornarel juiciodetodaslasmuchachas,yalamásenamoradahacerlaqueolvideasunovio.

—¿Demodo que tienes seguridad de que el autor demi desdicha es elpadreClaudio?

—Completa, mi querido “Séneca”. Si no es él, ¿quién puede ser? DeQuirós,granamigodelacasa,nopuedosospechar.Esunbuenmuchachoquesólopiensaenhacersecélebreyúnicamenteseocupaenamoresfáciles.Delcondetampocopuedeser.Aunqueélesquienhadadoalatíadesuasistentelatalcarta,nodebedehaber sabidonadade tusamoreshastaelmomentodelrompimiento. Aquí los que han descubierto todo y han destrozado tusrelaciones,son,indudablemente,elfamosojesuitaydoñaFernanda,queestánempeñados, como tú sabes, en meter monja a Enriqueta, sin duda paraapoderarsedesusmillones.

Álvarez,despuésdereflexionarmuchoydefruncirlascejas,preguntóasuamigo:

—¿YdóndepodríayoencontraraesepadreClaudio?

—Mira,queridoEsteban—seapresuróadecirelvizconde,comprendiendolaintencióndelapregunta—.Teconozcobieny,porlomismo,teadviertoqueno hagas ninguna tontería. El padre Claudio está hoymuy alto y no es uncualquieraaquienseledancuatropalosasíquenosestorba.

—Sóloquierohablarconél.Noestoylocoyséqueunhombrecomoyonose rinde con un enemigo de tal clase que dispone de la astucia como únicafuerza.Dimedóndepodréverle.

—Difícil resulta encontrarlo, pues es tal vez el hombremás atareado deMadrid. Sin embargo, hay una hora en que es fácil verlo. Casi todas lasmañanasvaalasdiezaPalacioparavisitaralareina,ysieldíaesbueno,esfácilverleapie,puessegúnéldice,eselúnico instanteenquepuedehacerejercicio.

—Mañanairé.

Yefectivamente,alamañanasiguienteerantodavíalasnueveymedia,yya estaba Álvarez paseando por la plaza de Oriente, frente a Palacio,aguardandolallegadadeljesuita.

Lamañanaeramagnífica.

BrillabaenelcielounsolesplendorosoquedabaalosmurossombríosdePalacio un tinte rosado y alegre, embelleciendo al mismo tiempo el vastocírculo de estatuas de reyes que como un cinturón de piedra estrechaba el

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jardín.

Una nube de gorriones revoloteaba con infernal algarabía en torno de laecuestreestatuadelcentro,yporlosandenescorreteabanlosniñosyniñerasde la vecindad, estorbando a media docena de retirados o viejos, sinocupaciones,queestabanabstraídosenlalecturadelosperiódicos.

Pequeñoscochecitos tiradosporcabrashacíandevezencuandounviajedecircunvalaciónentornodeljardín,siendosaludadasconsonrientealgazaralascabecitasinfantilesqueasomabanentrelascortinillasdelvehículoporloscompañerosque,apoyadosenelarouoprimiendoentresusmanos lapelotamulticolor,mirabanconenvidiaaaquellosexcursionistasenpequeño.

Álvarez,alentrarenlaplaza,fueamirarelrelojdePalacio.Comprendióque aún tendría que esperar por mucho tiempo, y no queriendo llamar laatención, recorrió con paso lento el espacio existente entre el arco de laArmeríaylascaballerizas.

Paróseahablarunbuenratoconunoficialdelaguardiaaquienconocía,ycuando el reloj dio las diez, volvió al jardincillo del centro de la plaza,plantándosefrentealteatroReal.

Porallí lehabíandichoque llegaba todos losdíaselpadreClaudio,yélqueríaabordarlolejosdePalacio,comositemiesequealguienpudierafijarseenaquellaextrañaconferenciaquepreparaba.

Entraronenlaplazaporelpuntoindicadodosotrescuras,eigualnúmerodevecessesobresaltóÁlvarez,disponiéndoseaabordaralqueesperaba;perocuandoestuvieroncerca,reconocióqueningunodeelloseraelterriblejesuita.

Aún esperómás demedia hora; pero, al fin, por la calle delArenal vioentrarenlaplazaalpadreClaudio.Elcapitánsólolohabíavistounavezy,apesardeesto,loreconocióinmediatamente,puestambiénaél,comoalcondede Baselga en otros tiempos, le había impresionado el continente de aqueljesuita,queconsuafectadamodestiayhumildad,nopodíaocultarsuaspectodehombreenérgicoacostumbradoaserobedecidociegamente.

Porunaextrañacasualidad,lamiradadeljesuitafijósedesdemuylejosenaquelmilitarqueestabainmóvilyerguidoenlaentradadeljardincillo.Parecíaqueadivinabaqueaquelhombreestabaallíesperándoleimpaciente.

ElpadreClaudio,comosisesintieraatraídoosupieraconanterioridadloqueibaasuceder,avanzóenlínearectahaciadondeestabaelcapitán,aunquebajandosucabezaconextremadaexpresióndehumildadysencillezymirandodereojo.

Álvarez, cuando lo tuvocasi al lado, llevósecortésmenteunamanoa surosydijoconfríaurbanidad:

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—Dispenseustedlapregunta.¿EsustedelpadreClaudio,delaCompañíadeJesús?

El jesuita mostróse algo sorprendido. Por una extraña atracción habíasefijadoenelmilitar,mozodebizarrafiguraymarcialaspecto,peronoesperabaqueésteleconocieseniledirigieralapalabra.

Sorprendido, dejó caer el embozo de su manteo de seda e hizo con lacabezaunsignoafirmativo.

—Pues,entalcaso—continuóelcapitán—,deseohablarconusted.

—¿Escasodeconcienciaoasuntoparticular?—preguntóeljesuitaconlaexpresión resignada de un hombre que se ve forzado a ejercer su profesiónextemporáneamente.

—Tengo que hablar de un asunto particular, que es para mí de granimportancia.

ElpadreClaudio,portodacontestación,sedirigióaunbancodepiedraytomóasiento.El capitánÁlvarez le imitó,y losdoshombrespermanecieronsilenciososporalgunosinstantes.

—Usteddirá—dijo,porfin,eljesuitaabarcandotodalafiguradelmilitarconelrápidorelampagueodesumirada.

—YosoyelcapitánEstebanÁlvarez.¿Nomeconoceusted?

ElpadreClaudiohizoungestonegativo.

—Extrañoqueminombreleresultedesconocido;peroyoledarédetallesquerefresquensumemoria.SoyelnoviodelahijadelcondedeBaselga,oseadelahermanadelabaronesadeCarrillo.¿Meconoceustedahora?

Desde las primeras palabras se había ya imaginado el jesuita que aquelmilitareraeladoradordeEnriqueta,elserqueremovíatodalabilisdedoñaFernanda, y de quien ésta hablaba siempre en los peores términos; pero alsaber que efectivamente era quien él se imaginaba, no pudo reprimir uninstintivomovimiento de curiosidad, y se fijó "en la casta de aquel pájaro",comoélsedecíainteriormente.

Eljesuitareflexionóantesdecontestar,y,porfin,conaquellasencillezquetannotablelehacía,contestó:

—Efectivamente,señor...;¿cómohadichoustedquesellamaba?

—EstebanÁlvarez—contestóalgoamoscadoelcapitán.

—¡Ah!;sí,esoes.Puescomodecía,señorÁlvarez,elnombredeustednomeesdesconocido;peromentiríasidijeraqueantesdeestemomentolohabíaoídomásdeunasolavez.

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—Segúneso,¿nomeconoceusted?¿Nosabequiénsoyyo?

—No digo tanto, señor capitán. Sé que usted era novio de la señoritaEnriquetaBaselga;peroesto losédesdeayer,enquesu familia tuvoabienhacermealgunasconsultassobre talasunto.Yapuedeustedconsiderarqueaunamigoantiguodelacasacomoyolosoyseledispensansiemprealgunasconfianzas.

—Puesprecisamentesobreelmismoasuntoquierohablarleyo,haciéndolealgunasadvertenciassaludables.

ElpadreClaudiohizoungestodeextrañezaanteeltonilloamenazadorconqueÁlvarezdijoestaspalabras,ycontestófríamente:

—Hableusted.Estoydispuestoaescucharle.

Álvarezfuebreveyexpusocongranclaridadloquepensaba.Enriquetaleamaba; estaba muy seguro de ello, porque la joven se lo había jurado milvecesporlamemoriadesumadreyeraincapazdementir;yapesardeesto,élhabía recibido una carta escrita en estilo seco y desesperante, en la que sedaban por muertos los antiguos amores. ¿Era posible esto? ¿Resultabaracional? No, ¡vive Cristo!, y por esto él estaba convencido de que en elnegocioandabaunamanoocultayquealguiensehabíaencargadodedictaraquellacartaquecausabasudesesperación.

Álvareznousabaanfibologíasparadecirquiénpodíaseraquel“alguien”tan fatal para su amor. Era franco hasta la rudeza, y manifestaba al padreClaudiosusvehementessospechasdequehubiesesidoélelautordeaquellatramamiserablequeamargabasufelicidad,yentalcaso...

Ya se encargaba el gesto sombrío de Álvarez de explicar lo que él eracapazdehacerconlosquedeunmodotanmiserableseoponíanasusamoresypretendíanrobarleaEnriqueta.

ElpadreClaudiorecibiósinpestañearaquellarociadadeacusacionesydeamenazas.

Estaba acostumbrado a la explosión de las justas iras que provocabanmuchas veces las intrigas jesuíticas, así es, que no se conmovió con talesacusaciones, antes al contrario, comenzó a sonreírse con la superioridadbenignadelqueseveinjustamenteatacadoynoseofendeporello.

—¿Es eso cuanto tenía usted que decirme?—preguntó aÁlvarez cuandoéstefinalizósusacusaciones.

—Sí,señor;esoescuantoqueríadecirle,yporsubienlerepitoquesiesustedquienhaobligadoaEnriquetaaescribiresacarta,deshagatodoelmalquehaproducido,puesdelocontrariopodríaustedtenermásdeundisgusto.

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El padre Claudio seguía sonriendo, y después de reflexionar algunosminutos,dijosiemprecontonoamable:

—Usteddebedetenernosalosjesuitasenmuymalconcepto.

—NoesmuybuenoelquetengoformadodesuOrden.¿Peroaquévieneesapregunta?

—La hago porque comprendo que únicamente uno que odie mucho anuestra santaCompañíapuedeatribuirnos intervencionesoficiosas comoesaqueustedmeachaca.Nopretendosincerarmenitengonecesidaddeello,puesustednotienesobremíderechoalguno;perotampocoquieroqueestéustedenunerrortanlastimosocomoahora.Vamosaver,¿quéinteréshedeteneryoenmezclarmeenlosasuntosíntimosdelafamiliadeBaselgayconquéfinhedeobligar a una joven a escribir esa carta de que usted habla? El porvenir deEnriquetanomees indiferente,pero tampocosoysupadrepara inquietarmetantoporsusuerte.

Entonces fue Álvarez quien sonrió con cierta expresión siniestra, y dijomaliciosamente:

—LosindividuosdelaCompañíadeJesússiempretienen“interés”porlasfamiliasquevisitan.

—¿Quéquiereusteddecir?Vamos—repusofríamenteelpadreClaudio.

—Quiero decir que Enriqueta tiene muchos millones, es inmensamentericayesto,enciertasocasiones,esunadesgracia.Talvezporestosequiereimpedir que ella ame, y su hermana la baronesa la inclina a entrar en unconvento,comomilvecesmelohadicholamismaEnriqueta.

ElpadreClaudiomirófijamenteconairedelástimaalgallardomilitar,ydespués,dijoportodacontestación:

—Indudablemente usted es de los que han leído "El judío errante", delimpíoSué.

—Sí,señor;¿peroaquévieneesapregunta?

—YdelmismomodohabráleídootroslibrosenquesecalumniadelmodomásinfameanuestrasantaCompañía.

—He leído algo de lo mucho que contra ustedes se ha escrito, pero nocomprendoelmotivodetalespreguntas.

—Las hago, hijomío, porqueme causa compasión el ver que unmilitardistinguidoe ilustrado,comoustedpareceserlo,creeen lasmilpaparruchasque viles escritores vendidos a los judíos y los protestantes, han propaladocontralasublimeobradenuestrosantopadreSanIgnacio.

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YelpadreClaudio,alnombrarasusantopatrono,llevósereverentementeunamanoalaladesusombrerodeteja.

Álvarez, envistadelgiroqueel jesuitadabaa laconversación,no sabíaquédecir,peroaquelcontinuó:

—Comosiyosupieseleerenloscorazones,adivinoloqueustedpiensaenestosinstantes.Usted,quesehaempapadoenlaimpíanoveladeEugenioSué,creeque los jesuitas somosgentequenos introducimosen las familias ricasparaapoderarnosdesudinero,yestáfirmementeconvencidodequeyoentroencasadelcondedeBaselgaconelpropósitodehacermonjaaEnriquetayrobarlesusmillones.¿Nopiensaustedasí?

—Sí, señor; así pienso y mentiría si dijera lo contrario. Toda personailustradaqueconozcamedianamentelahistoriasabeloqueustedeshansidoydeloquehoysoncapaces.Nadatendríadeextrañoqueustedylossuyossehubieran introducido en la familia deBaselga con tal propósito, y cualquierotroenmilugar,viéndosevíctimadeunamiserableintriga,pensaríadeigualmodo.

—Alabo la franqueza de usted; al menos no se puede dudar de quemanifiestaconclaridadsupensamiento.Pero,¡ay,hijomío!¡Enquéerrortangrandeestáusted!Lástimamecausansuignoranciaylacegueradesualma.¿SabeustedbienloqueeslaCompañíadeJesús?

Álvarezestuvoapuntodecontestar:"¡Unagavillademalvados!",perosecontuvo,prefiriendopermanecersilencioso.

—LaCompañía de Jesús—continuó el jesuita en vista del silencio de suinterlocutor—esunaInstituciónalejadaporcompletodelosfinesterrenalesycreadaúnicamenteparalanobleempresadecombatiraldemonioyasuhijoelpecado, extirpando delmundo las infames herejías. ¡Cuán lejos estamos loshijosdeSan Ignaciodemezclarnos en lasmiseriasde lavida social! ¡Cuánengañadosestánlosquecreenqueúnicamentebuscamoselpoderuniversalenloqueestotienedeagradable,queriendoconestefinapoderarnosdeldinerode todos! Nosotros somos únicamente los humildes soldados de la Fe, losobedientesservidoresdelPapa,representantedeDiosenlatierra;yasícomollegamoshastaelmartiriocuandosetratadedefenderlossacrosantosinteresesdelareligión,permanecemosneutraleseindiferentesenlosasuntossociales,en los cuales nosmezclamos únicamente por casualidad.Nuestramisión esmás alta y sublime de lo que cree ese mundo metalizado que en todas lasaccionesvesiempreunmezquinointerés.

El capitán no parecía convencido por estas palabras, pero reconocía queaquelsacerdoteeraunactor inimitable,quesabíadarasusdeclaracionesunhermosotintevehementeydramático.

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—¡El dinero!—continuó el padre Claudio—. ¡Creer que el móvil denuestrasaccioneseseldinero!¿Paraquéloqueremos?¿NuestraOrdennoespobre,porqueasíselomandanlossagradosEstatutos?¿Nohacemosnosotrosal entrar en la Compañía un solemne voto de pobreza al que no podemosfaltar, so penade ser perjuros y castigados, por tanto, en la eternidad? ¡Oh!Mientenlosquenospintancomoseresrapacesqueúnicamentepensamosenacaparartesoros.Nuestrogénerodevidanoshaceestarmuyporencimadelasmezquinasaficioneshumanasydespreciamoseldinero,esevilmetalquealosojosdelasalmasgrandesnotieneningúnvalor.

ElpadreClaudiohablabacongranvehemenciayenaquelmomentoteníansuspalabrasunaexpresióndeveracidad.Efectivamente, él, como individuo,despreciaba el dinero; su alma únicamente tenía sed de poder, afán deautoridad, y quería elevarse merced a su talento. El dinero lo despreciabacomomediovilreservadoúnicamentealosimbécilesparaabrirsepaso.Perocomo individuo de la Orden no apreciaba delmismomodo el asunto, puesconsideraba al dinero como poderoso auxiliar. Sabía el aprecio que laCompañía hacía de los millones que entraban en su caja; conocía que unabuena operación era el mejor medio de deslumbrar a sus rapacescorreligionarios, y buscaba por esto aquel dinero que él despreciaba y quenuncasehubieratomadoelmásmínimotrabajodeconquistaparasupersona.

Álvarez se sentía molestado por las palabras del jesuita y por aquellosademanes dramáticos que fingían veracidad asombrosamente, pues estabafirmemente convencido de lo que era la Compañía y de lo que buscaba suprincipalagenteencasadelcondedeBaselga.

—Usted,padreClaudio—dijobruscamenteelmilitar—,diráloquequiera,peroestésegurodequeyoporellonodejarédecreerquelaCompañíabuscalosmillonesdeEnriquetayparaellomequitaamídeenmedio.

El jesuita hizo un gesto de ira ante este brusco ataque. Sus facciones secolorearon, lucióensusojosun fugaz relámpagode iray fueacontestarentonoaúnmásduro,perosedetuvo,yvolviendoaadoptarsuactituddulceyhumilde,dijoconmansedumbre:

—Pienseustedcuantoquierademalo,queyoleperdono.Humildesiervosoy del Señor y las injurias van siempremuy bajas para que toquen enmicorazón,puestoatodashorasenDios.Noguardorencoralosquemeatacan,puesmebastacon lasatisfaccióndemiconciencia tranquila.Ya lohedichoantesylovuelvoarepetir.YonotengoconlafamiliaBaselgaotrasrelacionesque una amistad puramente espiritual. En otros tiempos confesaba a labaronesa, y ahorame limito a darla algún consejo sobre la dirección de suconciencia,siemprequemelopide.AEnriquetalaconsiderocomounaniña,yapenassimiamistadconellapasadeesecariñoquetenemossiemprealas

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personas que hemos visto nacer.Nuncame hemezclado en el asunto de suvocaciónreligiosa,ysisabíaantesdeestaconversaciónqueteníaamoresconunmilitar,fueporqueayermelodijodoñaFernandaenunaconferenciaquetuvesobrelacreacióndeunanuevaasociaciónreligiosa.

—¿Y no tiene usted arte ni parte en la tal cartita?—preguntósarcásticamenteelmilitar.

—No,señor.Seloaseguroaustedcontodomicorazón.

ElpadreClaudio,tanacostumbradoamentir,cuandoletocabaafirmarporcasualidaduna cosa cierta, sabíahacerlo conunacentoquenodaba lugar adudas. Por esto Álvarez se convenció de que en la tal carta no teníaparticipacióneljesuita.

—Lo creo—continuó—; pero si el rompimiento demis relaciones no esobradeusted, lapreparación sí que serádebida a sus consejos.Esa ideadehacermonjaaEnriqueta,lareconozco;esproductodelosconsejosjesuíticos.DoñaFernandaladefiende,yportantonoesaventuradoafirmarqueesideadelpadreClaudio.

—¡Diosmío!Memarea usted con sus sospechas. ¿Yqué empeño he deteneryoenhacermonjaaunamuchachaquehatenidonoviohacepocosdías?

Álvarezsonrió,ydijoconsorna:

—Vamos,padreClaudio,queelmeterunoscuantosmillonesdepesetasenlasarcasdelaOrdenseríaunbuengolpecito.

ElpadreClaudioperdió su aplomo.Experimentó lamisma impresióndeiraquepocoantes,peroestaveznosedetuvo,ymirandofijamentealjoven,dijorecalcandolaspalabras:

—¡Yaestánlosmillonesotravezendanza!Ajuzgarporlospresentesqueestán en sumemoria, cualquiera diría que usted es quien les tiene afición yquierehacerlossuyoscasándoseconEnriqueta.

Elgolpeeramaestro;unodeaquellosgolpesbrutales,peroterribles,queelpadreClaudiodabacuandocomenzabaaperdersuhabitualcalma.Elefectofueinmediato.

Nada lograba sublevardeunmodo tan terrible el carácter caballerescoysusceptible de Álvarez como la creencia de que aquel amor que tanto ledominaba fuese unamiserable especulación.Muchas veces en sus horas dereflexión sentíase conmovido al pensar que alguien pudiese confundirlo conunodeesosexplotadoresdelamorqueaprecianalasmujeresporsusfortunas.Ver a Enriqueta pobre y abandonada para entonces amarla más aún era lailusión quemuchas veces acariciaba como la suprema felicidad, y se sentíacapazdeaplastarcontodalaindignacióndeunhombrehonradoalmiserable

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queosaradudardeldesinterésdesupasión.

Con movimiento nervioso levantóse del banco y clavó una miradaamenazadora en el padre Claudio, apretando los puños convulsivamente ypróximoadejarloscaersobreel rostrodel jesuita.Este lemiraba impasible.Estabaacostumbradoaarrostrarlasconsecuenciasdesusataquesyademásseencontrabamuyaltoyeramuypoderosoparaasustarseante lacóleradeunpobre militar. Por esto miraba a Álvarez con la impasibilidad con quecontemplaelídologigantescolasamenazasdelesclavoquerebullefuriosoasuspies.

Álvarez apreció la diferencia de posición que existía entre ambos, y seaque temiese las consecuenciasoquenoquisiera abusarde su fuerzaconunhombre que forzosamente había de ser de costumbres pacíficas, volvió asentarseenelbanco.

Laescenahabíasidotanrápidaquenoseapercibiódeellaningunodelosqueestabanenlosbancoscercanos.

—Dispense usted mi arranque—dijo fríamente el militar al sentarse—Creíaqueestabahablandoconunhombrecomoyoymeolvidabaqueustedllevafaldas.

Tampoco fuemal dirigido el golpe queÁlvarez asestó al jesuita con talgrosería.AquelBorgiadelaCompañía,quenotemíaanadieysesentíaconvalorparaexterminaratodoelgénerohumano,recibióuntremendolatigazocon tandespreciativaspalabras.Todos los insultos consentía él antesdequenadielecreyesedébilylerecordasesuestado.El,queaspirabaalaconquistadelmundoyqueteníaánimosparaacometerlasempresasmásimposibles,seavergonzaba justamente ante aquella compasión. Hubiera preferido queÁlvarezlediesedebofetadasylopateaseenmediodeljardín,antesdetratarleconaquellacompasióndesuperioridadomnipotente,propiaparalasmujeresylosniños.

Al recibir tal insulto, en los primeros momentos, sintió tentaciones decontestarconunabofetada,perosecontuvoy todosu furor, todosuodio lodesahogóconunade aquellasmiradasque en sudespachohacían temblar atodossussubordinados.

Transcurrióalgúntiemposinquehablaseningunodelosdoshombres.

Álvarez, con la vista fija en unos niños que jugaban a pocos pasos,canturreaba batiendo el suelo con un pie, mientras el padre Claudio lecontemplabaconmiradaestúpida.Apesardeesto,notábaseenélqueestabareflexionando.

—Oiga usted, hijo mío—dijo por fin—. Hemos sido unos locos

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insultándonos de este modo. Yo no acostumbro a trabar amistad con laspersonas de un modo tan extraño y sentiría separarme de usted en estemomento quedándonos ambos con tan malos recuerdos. Usted me ha sidosimpático,noquieroque seamienemigo;yademás, leperdono los insultosquemeacabadedirigir. ¡Oh, la juventud!Yosébien loquesonesascosas,puestambiénhesidojovenyhetenidomisangreardienteymisarranquesdeintemperancia,comocualquierotro.Pensandoenestomesientodominadoporlamelancolía.

YelpadreClaudiodecíaestoconunacentodeverdadquesorprendíaalcapitán.Almiraraaquelhombrequehablabacontantadulzuraybenignidad,dudabaÁlvarezquefueseciertalaescenaviolentaocurridamomentosantes.

—Yo quiero que seamos amigos—continuó el padre Claudio—. Quieroqueustednotenganingunaquejademí.Mireusted,seríalaprimeravezquesehabríaacercadounapersonaamímarchándosedescontentademicarácter.Estoledemostraráaustedquiénesestemalvado,este“jesuita”,comodicenustedes,losimpíos,conmalignaentonación.

Y el poderoso clérigo reía bondadosamente al decir esto, como hombrecuyabenignidadestáporencimadetodaslaspasionesmundanales.

—Yo—continuó—tengo empeño en ser su amigo, porque presiento enustedungrancorazón,cuyoúnicodefectoconsisteenestaremponzoñadoporlecturas impíaspropiasde estos tiemposenque rugeamenazador el espíriturevolucionario.Sisomosamigos,comoyoespero,yameconoceráustedmása fondo y sabrá lo que somos nosotros los jesuitas, esos monstruoshorripilantes de maldad e hipocresía que con tan negros colores pintan losnovelistasenemigosdelaIglesia.

Yeljesuitaseguíariendobondadosamente,comosienlainmensidaddesurisueña misericordia incluyera también a los escritores enemigos de laCompañíadeJesús.

—Conquevamosaver—dijointerrumpiéndoseensubondadosajocosidad—:¿qué favorpuedoyohacer austed?¿Dequémododeboobrarparaqueustedseamiamigoynomeodie?Tengointerésenhacermesimpáticoausted,ynocreaqueestoesdesinteresadamente.Tengolaambicióndeconquistarloausted,arrancándoledelasgarrasdeldiablo;noquieroqueunjovendignodela mejor suerte siga encenagado en la impiedad y tenga sobre nuestraCompañíaunconceptotanerróneoeinjusto.

ElcapitánÁlvarezsentíaextrañezaanteaquellarápidamutaciónquehabíaexperimentadoelcarácterdeljesuita;perolapromesadehacerporélcuantopudieraledeslumbróhastaelpuntodequemiróyaconmássimpatíaalpadreClaudio. Álvarez recordó lo quemil veces le había dicho su compañero el

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vizconde,yteníalaseguridaddequesieljesuitaleayudabapodríallegaraserelesposodeEnriqueta.Losjesuitaseranmalagente,ydeelloestabaélbienconvencido,masnoporestodesconfiabadelpadreClaudio.Estepodíasentirporélunarepentinasimpatía;talvezlehubieseimpresionadofavorablementesu carácter vivo y arrebatado, y además... nada perdía solicitando suprotección.

Estaba el capitánÁlvarez en uno de esos instantes en que el hombre sesientepredispuesto a la esperanzay enque, acariciandouna risueña ilusión,cierralosojosalarealidad.Noseleocurrió,pues,desconfiar,ycontestóalaspromesasdeljesuita:

—Loqueyodeseodeusted,yaquemuestrainterésenprotegerme,esquenopongaobstáculos amis amores.Yo sé el inmensopoderqueusted tiene,conozco la gran influencia que ejerce sobre la familia de Enriqueta y estoyconvencidodequecomoustedquisiera,seríayomuyprontoelmaridodelamujerqueamo.Estonadalecostaríaausted,yyoseríafeliz.

ElpadreClaudioseguíariendobondadosamente:

—¡Ah, juventud, pícara juventud! Siempre lo mismo: el amorsobreponiéndoseatodoslossentimientos.Harécuantopuedahijomío;peroloqueustedpideestangrande,quenosésillegaréarealizarsusdeseos.

—¡Oh,ustedpuedemucho!

—No tanto como usted se figura. Si en mí consistiera que Enriqueta yustedsecasasen,podíayadarloporhecho;pero,amigomío,estáahíelpadre,el conde deBaselga, viejo como yo, y, por tanto, testarudo y loco. Esmuydifícil,pornodecirimposible,queunhombrecomoél,apegadoalasranciastradiciones,consientaendarsuhijaaunoquenoesnoble.

—Ustedtienesobreélgranascendiente.

—Sí,hijomío,exceptocuandonostiramoslostrastosalacabeza;pero,enfin,elasuntonoseperderápormiculpa,puesharécuantopueda.

—Si usted cree que la familia de Enriqueta no ha de hacer caso de susconsejos, almenos logreusted, por suparte, deshacer el efectode esa cartaqueaminovia laobligaronaescribir,yhaga loposibleporquese reanudennuestrasrelaciones.Comprendoquesoymuyexigenteyqueustedjuzgarátalvez degradante esta proposición; pero si usted fuera tan bondadoso queaceptase,ledeberíamifelicidad.

—Vaya,pues—dijo el jesuita, siempre en tono jocoso—.Haré ese favor,aunqueelpapelqueustedmeencargadesempeñenoseamuyhonroso.Sehade transigir algo con la juventud, siempre exigente cuando está enamorada.AconsejaréaEnriquetaquenosedejeimponerpornadieyquecumplaloque

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ledictesuvoluntad.Si tieneverdaderavocación,serámonja;ysiaquéllaesunaficcióndesuhermanadoñaFernanda,entonces tengausted laseguridaddequeellamismadesmentiráesacartayreanudaráelinterrumpidogalanteo.¿Estáustedcontento?

Álvarez, por toda contestación, tendió una mano al jesuita, que ésteestrechó con efusión; pero almismo tiempo su sonrisa tomó una expresiónsarcástica,delaquenopudoapercibirseelmilitar.

Retuvo el padreClaudio lamano del capitán, apretándola cariñosamentecomo para infundirle confianza, y pasado algún rato, le preguntó con tiernasolicitud, mirando fijamente sus ojos, como si pretendiese sondear suspensamientos:

—¿Ycómoestáustedensucarrera?¿Tieneustedesperanzasdeascender?Mepareceustedunmilitardemérito.

—Yo—contestó con sencillezÁlvarez—soy uno de esos predestinados aencontrarsiempredeespaldasalafortuna.

—Sinembargo,parasuedadnopuedeustedquejarse.Escapitánytienelacruzdelosvalientes...

—Algome costó ganarme todo esto, y haciendo lo que yo, otros seríancoroneles. Además, soy de los que únicamente se abren paso en tiempo deguerraacostadegrandesservicios;peroenlapazesimposiblequelogreserfavorecido,nimenosquesemehagajusticia.

—¿Notieneustedprotectores?

—No; ni los busco. Soy demasiado altivo para mendigar lo que, en miconcepto,sólopuedealcanzarsehonradamenteconlapuntadelaespada.

—¿Noconoceustedningúnpoderoso?¿Noesamigodeningúngeneral?

—Uno solo conozco, pero éste es imposible queme favorezca, pues surecomendacióncausaríamalefectoenelMinisterio.

—¿Quiénes?¿Puedosaberlo?

—ElgeneralPrim.

—¡Ah!...

EljesuitalanzóestaexclamacióndeunmodoquealarmóaÁlvarez.Aéstele pareció que los ojos del padre Claudio se animaban con una siniestraexpresión,comosiunaalegríainfernalleconmovierainteriormente.

Elastutoclérigo,adivinandoelmalefectoqueaquellademostraciónhabíacausadoenelmilitar,seapresuróacorregirsuimprudencia:

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—Nomeextrañaahora—dijocontonofestivo—queustedhayaperdidolaesperanzadehacercarrera.Efectivamente,malarecomendacióneslaamistadde Prim; pero usted podrá deshacer este obstáculo rompiendo toda clase derelacionesconelgeneralybuscandomejoresamistades.

Álvarezseirguióconaltivezydijoconciertasolemnidad:

—Yo sólo abandono a mis amigos cuando me ofenden y no por un vilinterés.AdmiroalmarquésdelosCastillejoscomounodelosmayoreshéroesqueha tenidoEspaña,y lomismoen laadversidadqueen la fortuna,estarésiempreasulado.

Aquello parecía gustarle al padre Claudio, a juzgar por su sonrisita, ydespuésdeestarsilenciosounbuenrato,conlavistafijaenelsuelo,comosireflexionase,dijoasí:

—LaverdadesqueustedobraperfectamentenoseparándosedelvalientePrim.¡Quiénsabesiésteseráelmediomásrápidodehacerfortuna!Estoseva, amigo mío; yo soy el primero en reconocerlo, a pesar de que estoyinteresadoenmantenerloexistente.Enaquellacasa—yseñalóalPalacioReal—eldiabloandasueltoynosehacenmásquedesatinos;asíesquenoseráextraño que cualquier día el pueblo, excitado por la propagandarevolucionaria,déal trastecon todo loquehaydetrásdeesosmuros.Siesemomento llega, Prim será el encargado de dar el golpe, y usted, de un solosalto,subiráagranaltura,porque,indudablemente,leayudaráensuempresarevolucionaria.¿Noesesto?

—Yo—contestó Álvarez con sencillez—voy siempre donde van misamigos.

EstavezelpadreClaudiofuemáscautoynosetransparentóensurostrolaalegríaquelecausabataldeclaración.

—Aun siendo contra mis intereses—continuó el astuto clérigo—, loreconozco.Lanaciónestámal.

—¡Y tanmal!—repusoÁlvarez, a quien animaba tal conversación—.LamitaddelasmiseriasquesufreEspaña,vienendeahí.

Yaldeciresto,señalabaenérgicamentealPalacioReal.

—Sí—añadió el padre Claudio—; y la otra mitad, de nosotros, los quevestimossotana.¿Leheadivinadoelpensamiento?

—Así es. ¿Por qué he dementir? Enmi concepto, España sólo será unpueblocompletoeldíaenqueseemancipedelatuteladelaMonarquíaylaIglesia.

—¡Ah, impío!—dijo el jesuita en broma y sin escandalizarse por tales

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palabras—.Necesarioesqueseaustedamigomío,quevengaavermeyquehablemos largamente para que yo limpie su inteligencia de todas esas ideaspecaminosas,adquiridasenperversaslecturas.Pasoporqueesamonarquíaquehoytenemosesmala,pero¡laIglesia!¿PorquéecharlaculpaalaIglesiadelos males de la nación? Los pueblos nunca podrán pasar sin reyes y sinsacerdotes.Perohablaremosdeestomásdespacioenotraocasión,pueshoraesyadequeentreenPalacio.

Losdoshombresselevantaron.

—Joven,yasabeustedquelequieroycuenteconqueharécuantopuedaen suasunto.Cuandoquieravermeomenecesite,meencontraráen la casaresidencia de la Orden. Pregunte por mí, que para usted tengo siempre laspuertasabiertas.

Cruzáronseentrelosdosamistosossaludosyofrecimientos,ydespuéssesepararon.

ÁlvarezibacondirecciónalacalledelArenal,pensandoqueeljesuitismono era en el fondo tan malo como lo suponían, y que aquel célebre padrepodríaserunmalvadoenotrosasuntos,peroqueenloreferentealafamiliaBaselga no tenía seguramente ningún fin secreto ni mostraba empeño enestorbarsusamoresconEnriqueta.Elcapitánsentíaungozoinmenso,conlaseguridad de que el bondadoso sacerdote, poniendo en juego su influencia,volveríalosgalanteosalmismoseryestadoqueantesdelamalhadadacarta.

Mientrastanto,elpadreClaudioentrabaenPalacio.Llevabaelrostrocasioculto en el embozo de sumanteo de seda para ocultar una risita que dabamiedo,porlomismoqueeraespontánea.

—Se ha vendido—murmuraba—. Ese muchacho es amigo de Prim yconspiraenlaactualidad.Estoyseguro:suspalabrasloindican.Haremosquelovigilen,ymuylistohadeserparaquenolocojaporsucuentaelministrodelaGuerrayloenvíeaCeuta.¡Quiénsabesiharáméritossuficientesparaserfusilado!Paraestohoybastapoco.Deunmodoodeotronoslibraremosdeunnoviorománticoqueestorbamisplanes,yesemequetrefeaprenderáaoír con más calma, sin amenazar con bofetadas... y a no burlarse de "misfaldas".

XX

ELLAZOTENDIDO.

Estaba don Fernando Baselga en el sombrío despacho, ocupado en su

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habitualtareadeestudiarlasfortificacionesinglesasdeGibraltar,cuandoentróun criado anunciándole la visita del padreClaudio, a quien acompañaba uncaballero.

Elcondeexperimentóciertaemociónaloírtalanuncio.

Hacíamásdedosmesesquenoveíaalpoderosojesuita;peroaquelmismodíaporlamañanahabíarecibidolavisitadeJoaquinitoQuirós,quienconairemisterioso,lehabíadichodepartedelpadreClaudioqueporlatardeiríaésteaverle,acompañadodeuncaballeroqueacababadellegardeGibraltar,yquese comprometería indudablemente a tomar parte muy activa en la grandeempresa.

Aquello alentaba mucho las esperanzas de Baselga. Este, siempre quereflexionabaen su soñadaconquistadelPeñóny teóricamenteapreciaba susinmensas dificultades, pensaba en el jefe de los jesuitas de España,comprendiendoquepodíaprestarleunauxiliopoderosísimo.

Las promesas veladas, pero halagüeñas, que el padre Claudio le habíahechoeldíaenqueestuvopróximoarompersusrelacionesconélacausadela educación que tanto él como la baronesa querían dar aEnriqueta, habíanentusiasmadoalconde,queconciegooptimismosecreíaya invenciblesi laCompañíaprotegíaocultamente su empresapatriótica.De aquíque acogieracon tanto júbilo el recado que Quirós le comunicó de parte del poderosojesuita.

Baselga,ocupándosecontinuamentedesuempresa,obsesionadoporella,habíallegadoalosúltimoslímitesdelaexaltación.

Cumplía laspromesasquehabíahechoa suhijaparaobligarla aolvidarsusamores,ycontinuamenteseexhibíaconellaenlospaseos,losteatrosylossalones;llevabalavidadeunhombreelegantequequierehaceragradablesuexistenciaynopierdediversión;teníaempeñoenlanzarasuhijaeneldoradotorbellino de la sociedad aristocrática, y para animarla la daba el ejemplo,haciéndoseelviejoverdeymezclándosemásentre los jóvenesqueentre losamigosdesuedad;perotodoestonologrababorrardesucerebroaquellaideade conquista que le perseguía hasta en el sueño y le impulsaba a fatigosostrabajosyauncabildeocontinuo.

Su regreso al gran mundo y a sus esplendorosas fiestas, en vez dedistraerle,habíaservidoparaexacerbarelafándegloriaqueledominaba.EnlosaristocráticossalonesoenlosregiosbailesdePalaciohabíaencontradoasus antiguos compañeros de la Guardia Real, que ahora eran generalesfamosos,políticosdegranrenombreyjefesdegobierno,gozandodetodaslasdulzuras y satisfacciones que proporcionan el poder y el aura popular. Lehabían hablado con la cariñosa franqueza que da una antigua amistad,

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bromeabanconélcomosiaúnfuesentenientesdelRealCuerpoycomentasenenelcuartodeguardialaslocurasdesugeneralenjefe,elestrafalariocondedeEspaña,olasalcahueteríasdelcomplacienteduquedeAlagón;peroapesardetantasexpansionescariñosas,Baselganotabaqueentreélysuscompañerosselevantabaunobstáculoinfranqueable,eldeladiferenciadeclase,yqueél,alladodeaquelloshombrescélebresdecuyavidayactosseocupabatodalanación,noeramásqueunhombrerico,perodesconocidofueradelmundodela aristocracia, y que sólomerecía el afectodesdeñosoque se dispensaba aldesgraciadoquehamalogradosuexistenciayllegaalavejezsinhaberhechonadadeprovecho.

Suvidaresultabaobscuraymisteriosaparasusantiguoscompañeros.

—¿Pero qué es lo que haces?—le preguntaban éstos con extrañeza cadavez que hablaban de su existencia—. ¿En qué pasas el tiempo?Indudablementetelimitasagozardetugranfortunaytecontentasconllevarunavida regaladayoscura.Podíashaber sidomucho,pero túnoconoces laambición y eres feliz no imitándonos a nosotros, que sufrimos el eternotormentodesubiraunaalturaquenotienefin.

Cadavezqueaquellosgenerales,ministrosyembajadoreshablabandeestemodoasuantiguoamigo,éstevolvíaasucasamásagitadoquedecostumbre,y muchas veces, encerrándose en su despacho, lloraba de rabia al ver queestabayapróximoa laancianidad,yerade todossusamigosde la juventudquienmenoshabíailustradosunombre.

¿Conqueélnoteníaambición?Estahabíasidosupasióndominante,ydela que no se había dado cuenta hasta verse en la vejez. Ambición era elsentimiento de bullicio y escándalo que le movió a sublevarse contra losliberalesen1822;ambición,loquelehacíallevaracabotanestupendosactosde valor al frente de su regimiento carlista, y ambición lo que ahora leenloquecíayleimpulsabaarealizarsuaventuradoplandeconquista,quedeobtenercompletoéxito,haríasunombreinmortal.

Lo que él tenía de malo, el obstáculo en que tropezaba, es que era unincapaz, un bruto (y Baselga se aplicaba con fruición este calificativo), unhombre incompleto, que había subordinado su ambición a sus amores, ycuandono,habíaestadoligadoalpadreClaudio,siendounsersinvoluntad,unamáquinaquesemovíasegúnlasórdenesqueemanabandelavoluntaddeaquél.

Sus compañeros habían trabajado para sí completamente solos, sin elbagajedeamoresqueembrutecían,depasionespóstumasqueenervaban,ydeprotecciónque envezde engrandecer, anulaba al protegido, y por esto, conmenosesfuerzosymarchandoconmásarte,habíanconseguidoescalarlacimadelaFortuna.Peroaúneratiempo,yélestabadispuestoaremediartodossus

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antiguosdesaciertos.

Allí estaba su plan, magnífico, sorprendente, digno por lo difícil yaventuradode los romancescos tiempos, el cual,deun sologolpeyenmuypocosdías,lecolocaríaamayoralturaquetodossusafortunadoscompañeros.

Laesperanzadeconquistarcontansingulargolpedemanolafortunahastaentoncesesquiva,exaltabaalcondehastaeldelirio.

Era rico; pero esto no le bastaba, y pronto sería universalmente célebre,queeraloqueconstituíasufelicidad.

Aquellaexaltaciónpatrióticaqueledominaba,habíacambiadosuexteriorlomismoquesucarácter.Teníaenlosojosesebrillopropiodelafiebrequeconsumea loshombresempeñadosen realizarporsí solosunaempresaquerayaenloimposible,ytanobsesionadoestabaporsuproyecto,queoíamalycontestaba peor cuando le hablaban de algo que no fuese la conquista deGibraltar.

Sufamiliaeralaquemejornotabalatransformaciónoperadaenelconde;sus distracciones, que muchas veces tomaban en la mesa del comedor uncarácter cómico, y sus terribles e injustificadas cóleras, que ponían enconmoción toda la casa y que estallaban los días en que Baselga sedesalentabaensuplan,convencidodelosinsuperablesinconvenientesqueseoponíanasurealización.

Pretextandounviajede inspecciónasusposesionesdeCastilla,paraqueningunodesuscontadosamigospudieraconcebirsospechasacercadelobjetode su excursión, abandonóMadrid y estuvo tres días enGibraltar, teniendoquesalir forzosamentepasadoeste tiempo,acausade las indicacionesde laPolicía inglesa, aquiendebió llamarun tanto la atención laspreguntas algoindiscretasy el examen interesadoydetenidode cuantasobras fuertes pudover.

ElviajesólosirvióparaqueelcondeseindignasetodavíamáscontralosinglesesqueexpulsabanaunespañoldelsuelodesuPenínsula,yparaqueseconvenciese de la imposibilidad de su empresa. Esto puso a Baselga de unhumor endiablado, y tanto su servidumbre como su familia sufrieron poralgunosdíaslasconsecuenciasdeaquelviaje,quelesresultabamisterioso.

ElapoyoprometidodelpadreClaudiofueenadelantesuúnicaesperanza,yesperópacientementeaqueésteleconcedieraelansiadoauxilio.

Tanvehementeeraestedeseo,queelconde,quenuncahabíaapetecidolasvisitas del poderoso jesuita, cuyo verdadero carácter creía ya conocer, lasesperaba ahora con tanta impaciencia como la devota baronesa,desesperándosealverqueelpadreClaudionocumplíasuspromesas.

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El, tan altivo y deseoso poco antes de ir rompiendo poco a poco susrelaciones con los jesuitas, fue en busca del reverendo padre a la casaresidenciadelaOrden,peroenningunadesusvisitaslogróencontraralpadreClaudio. Parecía que lo había tragado la tierra o que se ocultabaintencionadamente,deseandoconsuausenciaexcitarlosdeseosdelconde.

PorestolaalegríadeéstefuegrandecuandoQuiróslecomunicóelrecadodelreverendopadre,ymásaúncuandoelcriadoleanunciósuvisita.

Entró el padre Claudio en el despacho, siempre sonriente y haciendoreverencias,ytrasélaparecióunhombrecillomoreno,depelorojizo,nerviosamovilidad,yunaexpresiónenel rostroalgosiniestra,quepretendíacorregirconunasonrisaestúpida.

Mirabaatodaspartesconazoramientonoexentodecuriosidad,ytuvosuvista fijaalgún tiempoen lasvistasdeGibraltar,queadornabaneldespachodel conde, diciendo después con acento atolondrado, de marcadapronunciaciónextranjera:

—¡Oh!Estábien;muybien.

El padre Claudio, después de saludar a Baselga, tomó asiento con suacompañadojuntoalamesadetrabajo,yconvozmisteriosapreguntó:

—¿Estamossegurosaquí?¿Podráoírnosalguien?

—No acostumbran mis criados a escuchar tras las puertas; pero, sinembargo,tomaremosprecauciones.

Yelconde,aquien le ibagustandomuchoaquelmisterio,por lomismoque le presagiaba cosas muy interesantes, levantóse y salió del despacho,oyéndoselecerrarunapuertalejanayviniendodespuésahacerlomismoconladelahabitación.

—Ahora—dijo,volviendoasentarse—,yaestamossegurosdequenadienosoye.Digaustedcuantoquiera,padreClaudio.

Estesedetuvoantesdecontestar,comosisaboreaseungolpedeefecto,yalfindijo,dandocariñosaspalmaditasenlaespaldadesuacompañante,queinstintivamentetomabalaactituddeunperroacariciado:

—Esteseñor,queustedveaquí,eselcapitánPatricioO’Conell,caballeroinglésqueestádeguarniciónenGibraltar.

Prodújose en el conde el efecto esperado por el jesuita. En su rostroretratóselaalegríaymirócariñosamentealcapitánirlandés,examinandoconatenciónsupersonilla.

Baselga, a pesar de que estaba predispuesto a impresionarsefavorablemente,nopudomenosdereconocerconsubuenojodesoldadoque

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aquelhombreteníapocodemilitar.Eravivarachoydesgarbadoendemasía,y,además, llevaba afeitado el labio superior, demasiado grueso y prolongado,ostentandounaspatillasrojasylacias,queledabanmásairedecomerciantebritánico injertado enmercader judío, que de capitán del bravo ejército queconWellingtonsecubriódegloriaenWaterloo.

Pero el conde estaba inclinado a verlo todo por su lado bueno, einternamenteexcusóalextranjero,diciéndosequeenelejércitoinglés,aunquehabíabuenosmozos,tambiénseveíanfigurasraquíticasyextrañas,loquenoimpedíaquesebatieranbiencuandollegabalaocasión.

Baselga,algoemocionado,habíamurmuradouncumplido,extendiendosumanoalextranjero.

—Tantogustoenconocerausted, señorconde—decíael capitán, con suacentoextranjero,quecuidabadeextremar—.ElpadreClaudiomehahabladomuchodeustedydesumagníficoplan,ytantosdeseossientodeayudarleensuempresa,quehesolicitadounalicenciademisjefes,pretextandodeseosdeconocerlasprincipalesciudadesdeAndalucía,tansóloporveniraverle.

—¡Eh! ¿Qué le parece a usted?—dijo el padre Claudio—. Le prometíayudarle en su patriótica empresa, y aquí me tiene usted, con el socorroapetecido,puesletraigonadamenosqueaunodelosmásvalientesoficialesdel ejército inglés. El capitán O’Conell, cual buen irlandés, es fervientecatólico,comonosotros,ytambiénlosontodoslossoldadosirlandesesdelaguarnicióndeGibraltar,quepasandeochocientos.Porestoescasiseguroquetodos ellos tomarán parte en nuestra santa empresa. ¿No es así, amigoO’Conell?

—Asíes,reverendopadre.

Baselga estaba entusiasmado con aquellas seguridades, y se sentía tanfeliz, que hasta creía estar soñando. Aquello de poder disponer de casi lacuarta parte de las tropas del Peñón, le causaba una felicidad próxima aldesvanecimiento.

Una cosa le llamaba la atención en el capitán irlandés, y era la facilidadconqueseexpresabaencastellano.

—¿Está usted mucho tiempo en la Península, capitán?—le preguntó—.Hablaustedmuybiennuestroidioma.

—¡Oh!Esustedmuyindulgente,puesconozcoquelohablobastantemal.EstoymásdeunañoenGibraltar,peroyotengogranaficiónalosidiomas,y,además, conocía desdemi niñezmuchas palabras del español.Mi padre fuetambiénmilitar,ehizolaguerraenEspañacontralosfranceses,alasórdenesdelduquedeWellington.

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Baselga, a quien preocupaba algo aquella facilidad de lenguaje, setranquilizó,e impacienteporconocer lasprobabilidadesdeéxitode suplan,entródirectamenteatratardelaconquistadelPeñón,sutemafavorito.

Élteníaensuimaginaciónultimadotodosuplan.Sehabíaprocuradotodolo escrito sobre las célebres fortalezas de Gibraltar y sobre las costumbresmilitaresendichaplaza;habíavistoporsuspropiosojosenelmismoteatrodeoperaciones todo lo que le había permitido la policía inglesa, y, para dar elgolpe,únicamentenecesitabaquienestuvieseencombinaciónconéldentrodelaciudady leayudaseenelmomentodecisivo.¿EstabaconformeelcapitánO’Conellensersuauxiliar?

Llegóparaelirlandéselmomentodemanifestarsupensamiento,quefuebiensencilloyexpresadoenpocaspalabras.Élestabadispuestoa todo,y lomismoqueél todoslosirlandesesdelaguarnición.AntesquesúbditosdelaGranBretaña, eran vasallos del Papa y fervientes católicos, y, por tanto, sehallaban prontos a ejecutar las órdenes que Dios dictase por boca de susrepresentantes directos, los jesuitas, los cuales, al mismo tiempo, eranmuybuenos amigos de San Patricio, patrón de Irlanda.Además, sentían hacia laviejaInglaterra,suopresora,perdurablesodios,ylesgustabamuchoquitarleuna plaza de tanta importancia como Gibraltar, creándole, de paso, unconflictoconEspaña.

Laconjuraciónpodía contar conochocientos soldados esforzados, fuerzaconlacualbienpodíaintentarungolpedemanoelcondedeBaselga,decuyahistoria militar ya se habían enterado tanto él como sus compañeros, yespecialmentedesusestupendashazañasenlaguerracarlista.

Al conde resultábale extraño que su vida militar fuese conocida de losextranjeros; pero, a pesar de esto, sentíase halagado por las lisonjas, comotodo mortal, y se imaginaba ya apoderándose de Gibraltar al frente de lossoldadosirlandeses,queleaclamabancomocaudilloinvencible.

Baselga, cada vez más entusiasmado, en vista de lo segura que era laadhesión de los irlandeses, entraba a detallar su plan, y hacía preguntas alcapitán,alasqueéstecontestabaconsuhabitualprecipitación.

—¿YesosochocientoshombresformantodosunCuerpo?

—No,señorconde.Lamayoríaestánenelbatallónderifles,osealoqueallí llaman batallón de cazadores, y el resto en los otros cuerpos de laguarnición. ¡Oh! El Gobierno inglés tiene buen cuidado de esparcir a losirlandesesportodoslosCuerposevitandoqueformenunregimientocompleto,puessabenqueéstesesublevaríainmediatamente.

—¿Yquéprocedimientocreeustedmejorparadarelgolpe?

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—Elqueustedhaexpuestoanteseselmásaventurado,peroelmásseguro.Aguardamos una noche en que entren de guardia en las principalesfortificacionesunapartede losnuestros, y enqueyopuedaquedarmeenelcastillo.Usted,alfrentedelosqueesténlibres,seapoderadelgobernadordela plaza y las principales autoridades; nosotros, desde arriba, apuntamos loscañonesaloscuartelesdondeesténalojadaslasfuerzasnocomprometidas,yelhechoquedayarealizadoconéxito.

—Sí;ésteeselmejorplan.Además,tienelaventajadequelasautoridadesinglesasnoestánacostumbradasaestaclasedesucesos,yes,portanto,másfácilpillarlasdesprevenidas.

—Tieneustedrazón.Lassublevacionesmilitaressontandesconocidasdelosinglesescomopopularesentrelosespañoles.

Baselga,cadavezmásentusiasmadoydeseosodeultimarsudifícilplan,sacódeuncajóndesumesaunplanodeGibraltar,hechoporélmismo,conarreglo a cuanto había visto o estudiado sobre la célebre plaza.Había en élalgunos claros que llenar, y deseaba que aquel inesperado y valiosocompañeroleayudaseacorregirerroresyleilustraseenvariospuntosqueleresultabanoscuros.

El conde no obtuvo lo que deseaba. El rojo capitán, con tanto aplomocomo precipitación, contestaba a todas sus preguntas; pero a Baselga leparecióquemuchasveceshablabasinsaberloquedecía,yúnicamentepornodemostrarsuignorancia.

—Estemozo—pensaba el conde—sabemenos aún que yo. Debe ser unmilitarignorante,comoyoloeraenmisbuenostiempos.Peroestonoimporta.MedoyporsatisfechoconqueseavalienteysepahacersedueñodelPeñón,facilitándomelaconquistadeGibraltar.

Baselgaguardóelplanoylaconversacióncontinuó,mezclándoseenellaelpadreClaudio,quehastaentonceshabíapermanecidosilenciosoymirandoalosdosinterlocutoresconlamayoratención,comosi leinteresaramuchosudiálogo.

—Medecíaelcapitán,cuandoveníamosaquí—dijoeljesuita—,queseríanecesarioqueen laempresaentrasentambiénalgunosespañolesdecorazón,quenovacilaranaliniciarelmovimiento.

—Sí, señor conde—añadió el irlandés—. Cincuenta o sesenta hombresdecididosnoestaríandemásenelprimerinstantedenuestrasantarevolución.Serviríanparaapoderarsedeunaguardiaquepudieraestorbarnuestrosplanes,paradesarmarunapatrulla,o,cuandomenos,paraguardarlapersonadeusted,queesmuynecesariaynodebeexponerseacaertontamenteenmanosdelasautoridadesinglesas.

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—Algodeesohabíayopensado—dijoelconde—.Efectivamente,noseríade sobra ese grupo de hombres, con el cual se aseguraba la iniciativa delmovimiento.

—La cosa no es difícil. Se tienen estos hombres enLaLínea, y cuandollega el día propicio para dar el golpe, se los hace entrar en Gibraltar condiversosdisfraces.Encuantoasusarmas,yomeencargodeintroducirlassinquenadieseapercibadeello.

—Lo difícil es encontrar hombres que sirvan para una comisión tandelicada.

—Difícil es. Yo, como vivo en Gibraltar, conozco mucho la gente quepululaenelcampofronterizo,contrabandistasymerodeadores,yaunquesonhombresvalerosos,aconsejoausted,señorconde,quenosefíedeellos.Songente borracha y habladora, y contar con ellos es ir a la perdición, pues nosabenguardarunsecreto.

—¿Aquiénbuscaríamos?—murmuróelcondeconexpresiónpensativa.

—Noesdifícilencontrarlagentequenecesitamos—dijoelpadreClaudio—. Usted, señor conde, conserva, según muchas veces me ha dicho, susrelaciones con muchos carlistas de Navarra que hicieron la guerra a susórdenes.Estos,porloregular,songentedurayaguerrida,¿noeseso?

—Seportaronbienamisórdenesytengoenellosabsolutaconfianza.

—Perfectamente.Puesbastaqueustedlesenvíeunacarta,diciéndolesquelos necesita para una empresa importante (sin decirles cuál sea), para queinmediatamente vengan aquí, creyendo que van a hacer algo por elPretendiente.¿Estáustedsegurodequeleobedecerán?

—¡Oh! Segurísimo. A pesar de los años transcurridos, me quieren yrespetan tanto como cuando yo era su coronel. Algunos han muerto desdeentonces,peroquedansushijos,quemeobedecerándeigualmodo,puesloshefavorecidoatodosconmanopródiga,yesimposiblequetanprontoolvidenmisbeneficios.

—Ya tenemos, pues, lo que deseábamos—dijo el capitán irlandés—.Deentreesagenteescogeráustedcincuenta,losmásfornidosytemerarios.

—EscribiréaltíoFermín,deZumárraga,quefuesargentoamisórdenesyélseencargarádelreclutamiento.

—Además, los armará usted convenientemente. Puede usted comprarcincuentacarabinasderepetición,deesasquehaninventadorecientementelosyanquis.Lastienealmacenadasaquí,yyalecomunicaréyodesdeGibraltarlaformamásadecuadapararemitírmelas,introduciéndolassinriesgoenlaplaza.Todoestoresultarátalvezunpococaro,señorconde.

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—¡Bah!—repuso éste con ademanes de desprecio—. ¿Quién repara endinerocuandosetratadeunaempresatangrandeyqueredundaenbeneficiodelaPatria?

—Muybiendicho,amigoBaselga—dijoelpadreClaudioconentusiasmo—.Y,además,sieldinerofaltase,aquíestoyyo,o,másbiendicho,aquíestálaOrden,que,aunquepobre,contribuirácuantopuedaatansantaempresa.

Elcondedirigióunamiradadegratitudaljesuita.

La conversación entre los tres hombres se generalizó, y pasaronmás deunahoraocupadosenexaminarelplandeconquista,apreciándolohastaensusmenoresdetalles.

El capitán O’Conell lo aprobaba todo con entusiasmo, y mostraba aBaselgaunaconfianzasólocomparableconlaqueungranaderodelacélebreGuardiaImperialpudierasentirporNapoleón.

Estoensorberbecíaal condeyatizabaaquella exaltaciónnerviosadequeeravíctimasiemprequeexaminabasuplanpatriótico.

Sólo el padre Claudio le hacía objeciones y le oponía algunos reparos,siendodeéstoselquemásmolestabaalcondeelempeñodeljesuitaenasociarotraspersonasalaempresa.

—Meextrañamucho, padreClaudio—decíaBaselga—, que una personatancultayprudentecomo loesusted, seempeñeenmezclarenesteasuntomás personas. Recuerde usted el antiguo refrán: "Secreto de dos, lo guardaDios".Aquísomosmásdedos,ybastanteesconqueconozcanelplanusted,elseñorO’ConellyJoaquinitoQuirós.¿Aúnquiereustedqueloconozcamásgente? Piense usted que de este modo el secreto puede desaparecer, yentonces, adiós las probabilidades de éxito, pues si los ingleses llegan aapercibirsedenuestrosintentos,nadapodráhacerse.

Apesardeestasrazoneseljesuitanosedabaporvencido,yalegabaotrasparademostrarlanecesidaddeasociarciertaspersonasalaempresa.

—Desengáñese usted, señor conde—decía con expresión de superioridad—; es preciso que personas respetables, de mi mayor confianza, entrentambiénenlaaventura.Paraestaclasedenegocios,pormuchosqueseamos,nunca resultaremosbastantes.No todohade ser combatiry conquistar.UnavezseausteddueñodeGibraltar,convienequeformeunaJunta,oloquehoysellama,enlenguajerevolucionario,unComitédepatriotas,quegobiernelaplaza, que entienda de todos los asuntos puramente políticos y que negocieconelGobiernoespañol,paraqueéstenotemaaInglaterrayquieraadmitirelregalo que le haremos. Además, es necesario mover la opinión pública enfavornuestro,paraquenoseasusteante tanestupendaconquista,quepodrá

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traerconsecuenciasinternacionales,yestolohadehacerel talComité,puesusted y O’Conell no han de estar en todas partes ni ocuparse de todos losasuntos,puesbastanteharánconllevaradelantelacuestiónmilitar.

El conde, después de alguna resistencia, se rindió a las razones de suamigo, y accedió a la formación del Comité, del que sería él mismo elpresidente,yelvicepresidenteunmédicoafamadoygranpatriota,amigodelpadreClaudio.

Despuésdequedaracordesentodoslospuntos,el jesuitaselevantópararetirarse,yBaselgayO’Conellseabrazaronconunaefusiónconmovedora.ElcapitánirlandéssaldríaaquellamismanocheparaAndalucía,antesquenadiepudieraapercibirsedesuestanciaenMadrid.

Yanopodríanversehastaeldíadelgolpe;peroél,porconductodelpadreClaudio,letendríaalcorrientedecuantoocurrieseyleavisaríalafechaenquedebíallegarconsushombresalascercaníasdeGibraltar.

El jesuita se negó a que el conde les acompañara hasta la puerta de laescalera,yalpasarporlaantesalayveralayudadecámaradelconde,quelesaludabareverente,dijoconafectaciónasuacompañante:

—Pocashoraslequedanausted,"señordoctor",parasusasuntos,siesquequierecogereltrendeestanoche.

Elcriadose fijóconcuriosidadenel "señordoctor",yel jesuita,conunligerogesto,parecióindicarqueestoeraloquedeseaba.

YaestabaelpadreClaudioenlaescalera,cuandovolvióatrás,yconairedistraídopreguntóalcriado:

—¿Mehasdichoantesquelaseñorabaronesahabíasalido?

—Sí,reverendopadre.CreoquehoytienereunióndecofradíaenSanJosé.

—Losiento;queríapresentarlealdoctorO’Conell,esesabioirlandésquevieneconmigo.

Elcriadocreyódesudeberhacerunaprofundareverenciaaaquelsabio,quelevolvíalasespaldasybajabalaescaleracanturreando.

Enlapuertadelpalacioesperabaunaeleganteberlina,yaellasubieronlosdoshombres.

Cuando el coche partió, el capitánO’Conell lanzó una carcajada sonora,quehizotemblarlosvidriosdelasventanillas,ydijoasuacompañante:

—¿Eh?¿Quétal,reverendopadre?¿Soybuenactor?¿Sédesempeñarbienunafarsa?Deseguroquevuestrareverencianoesperabatantodemí.

—Hasestadobien,DanielClark,ynodesmientesqueereshijodelviejo

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JamesClark,queensutiendecitadeGibraltarsehaacreditadocomoelmásastuto truhan que compra, cambia y presta a todo elmundo. Tenías un airecompleto demilitar inglés, y nadie hubiese dicho que te has pasado la vidaregateando con los judíos del Peñón, prestando al doscientos por ciento oembarcandocontrabando.

—¡Oh!Parafingirmereconozcoconalgunasfacultades;puedoasegurarlo,aunquefalteconelloaminaturalmodestia.

—Ahora,truhan,loquedebeshaceressalirestamismanochedeMadrid.VeteaGibraltar,oalinfierno;loimportanteesqueaquínadiesepuedafijarenti.Enciertosnegociostienemásméritoqueeltrabajoelsaberdesapareceratiempo.

—Meiré;perdedcuidado.ElvalientecapitánO’Conelltomaelpetate,o,si os parece mejor, el señor doctor se va. Y, a propósito, una pregunta,reverendopadre:¿quéesesodeseñordoctor?

ElpadreClaudiocontemplóelgestodemaliciaconquesucompañerolehacíaestapregunta,yfríamente,subrayandosuspalabrasconaquellasonrisaespecial,tantemidaporalgunos,ledijo:

—Señor Clark, hay cosas que muchas veces producen al que las sabeterriblesdaños;por tanto,haráustedmuybienennoquereraveriguarelporqué lehayayo llamadoasíodeotromodo.Hedicho"señordoctor"porquemehadadolagana.Yaestáustedcontestado;ahora,cadaunoasusnegocios.

XXI

LACONFESIÓN.

La Colegiata de San Isidro, a las cinco de la tarde, ofrecía el aspectosombrío,fríoydesnudoquepresentatodaiglesiaalahoraenquelosfielesnollenan sus naves y los santos quedan en esa soledad absoluta y vacía,semejantealadelosmuertosenolvidadocementerio.

Nohabíabajo lassombríasbóvedasdel templootrosvestigiosde lavidaexterior que los hilillos del mortecino sol, que, filtrándose por las altas ypintadasventanas,trazabanenlaparedfronteraalgunastibiasmanchasdeluz,yelzumbidoquelacalledeToledo,arteriapopular,siemprerebosanteenvidaymovimiento,lanzabaalinteriordeldesiertotemplo.

En las sombras que envolvían el altar mayor y en la obscuridad de lascapillas laterales, brillaban algunos cirios y lámparas, con la misma luzindecisa y tímida de las estrellas entre los nubarrones de una noche

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tempestuosa, y de vez en cuando, el suelo conmovíase, repercutiendo conagigantadavibraciónlapisadadelsacristánylosacólitos,queibandeunlugaraotro,ocupadosenfaenasdeembellecimientoyaseo.

Golpes sordos sonaban en las capillas, anunciando la “toilette” de lossantos,quelosdependientesdelaiglesiahacíanconsuszorros,sacudiendoelpolvoalosmantosbordadosyalascabezasdecartónpiedra,quealamañanasiguiente, rodeados de cirios y de flores, habían de recibir la oración de losfieles,arrodilladosreverentementeanteellos.

Las gastadas baldosas exhalaban perniciosa humedad donde no estabancubiertas por una áspera estera de esparto,mugrienta y gastada por el rocecontinuodepiesyrodillas,yenelambienteserespirabaesecalorpegajosoycaliente propio de los locales donde muchos respiran y es escasa laventilación.

Sentadasentaburetesdetijeraestabancercadelaltarmayorunascuantasviejasquepermanecíaninmóviles,confundiendosusperfilesenlasombra,ycon todo elmisterio y el aspecto tenebroso de las brujas que aguardaban aMacbethalbordedelcamino.

Cadavezquelacanceladelagranpuertaseabría,anunciándoloelchirridode sus viejos goznes y el sordo chocar de lasmaderas, las viejas volvían lacabeza con curiosidad, y una vez se borraba la mancha de luz que dejabaentrarlapuertaentreabierta,volvíanasuinmovilidaddemomiasyseguíanensus asientos, convencidas de que ya que nada tenían que hacer, era mejorpermanecereneltemplo,queyaconsiderabancomosupropiacasa.

Oyóseelruidodeuncarruaje,queparóalapuertadelaiglesiayestavezlacuriosidaddelasbeatasfuemayor.

Abrióse la cancela y entraron dos señoras, vestidas de negro y conmantilla.

Lasviejaspudieronverbienaaquellasdoselegantes,quesepersignabanenel espaciode luzquedejabaentrar lapuerta, todavíaabierta;perono lasconocieron.

No era extraño, pues la baronesa de Carrillo y su hermana EnriquetavisitabanmuydetardeentardelaiglesiadeSanIsidro,alaquenoteníangranaficiónporestarenclavadaenunbarriopopularyruidoso.

Encambio,elpadreClaudiolateníagrancariño;llamábalesutemplo,yaél hacía ir a cuantas amigas merecían el alto honor de que él las oyera enconfesión.LaColegiatadeSanIsidrolaconsiderabaélcomounafincapropia,y relataba a los allegadosque lepedíanelmotivode tal predilección, cómouno de sus antecesores en la dirección de laCompañía enEspaña, la había

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construidoen1561conloslegadosqueparatalobjetodejólaEmperatrizdeAlemaniadoñaMaría.

Buscando, pues, al padre Claudio iban las dos señoras a tal iglesia, ycuando se vieron envueltas por completo en las tinieblas esparcidas por lasnaves, sus ojos, acostumbrados a la luz del sol que bañaba las calles, nopudierondistinguirloquelesrodeaba.

Enriquetaseasióalafaldadesuhermana,yéstafueavanzandoconciertaseguridad,dandoaentenderqueelterrenonoleeradeltododesconocido.

—Aladerecha—murmurabalabaronesa—,enlapenúltimacapilla,estáelconfesonario.Allívendrá.

Y acostumbrada a aquella oscuridad en la que se iban marcando losperfiles de los objetos, avanzó rectamente hacia el punto que indicaba,llevandosiemprearemolqueasuhermana.

Cuandollegaronalacapillasentáronseenunbancodemadera,queceñíaelfustedeunacolumna,yaguardaronpacientemente.Labaronesasacódesumanguito un elegante rosario de oro y perlas, y se puso a rezar. Enriquetaabismóseensuspensamientos.

Iba a confesarse con el padre Claudio, accediendo a los ruegos de labaronesa,queyanolamaltrataba,comodosmesesantes,contentándoseahoraconrogarleconaireimperativo.

DoñaFernanda,querespetabamuchoasupadre,elconde,sóloporqueletemía, se había abstenido de seguir educando a su modo a Enriqueta, yprocuraba no hablar ni incidentalmente de aquella pasión, cuyodescubrimientotangraveescándalohabíaproducido.

La ausencia de Tomasa, su eterna rival, la tranquilizaba, comprendiendoque esto alejaba el peligro de que volvieran a reanudarse los amoríos de suhermanaconaquelcapitánÁlvarez,contraelqueellasentíaunodiomortal.

LaaficiónqueelcondedeBaselgahabíaadquiridorecientementealavidadelossalones,yalaquearrastrabaasuhija,inquietabaunpocoalabaronesa,que temía que la coquetería elegante borrase a Enriqueta las huellas de laeducaciónmísticaquesehabíaesforzadoendarla.

Una cosa tranquilizaba a doña Fernanda, y era la seguridad de que suhermana, obedeciendo a su padre, había roto sus relaciones con el capitánÁlvarez.EstolosabíaporelpadreClaudio,quelahabíamanifestadoalgodesuconferenciaconelmilitar,aunquecuidándosedeocultarciertosdetalles.

Enriqueta era para ella más fácil de dominar olvidando aquel amor quecambiabacompletamentesucarácteryconvertíaenaltivezeindependenciasuhabitualhumildad.

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UndíatuvodoñaFernandaundisgusto.Alpasarjuntoaunaventanadesusalón, vio parado en la acera de enfrente al capitánÁlvarez, que espiaba lacasacomobuscandounaocasiónparacomunicarseconsuamada.

Elmilitarestabaenunasituaciónquejuzgabainsostenible.NadasabíadeEnriqueta; había buscado al padre Claudio varias veces, sin lograr nuncaencontrarlo,e ignorabacómomarchabalanegociaciónamorosaque lehabíaencargado, como también si la joven sentía por él algún cariño o habíaolvidado totalmente su pasión, siendo verdad cuanto le decía en la funestacarta.

Poresto,agitadoporcruelesdudasydeseosodesalirdeellascuantoantes,elcapitánrondabalacasadeBaselgaconlaesperanzadeencontrarelmediodehacerquellegaseunacartasuyaaEnriqueta.Pordesgracia,tropezabaconobstáculosdoquierasedirigía.Laservidumbrehuíadeél,haciéndosesordaasusruegosportemoralairadelcondedeBaselga,yEnriquetanoseasomabanunca a los balcones, y si salía de casa, era acompañada siempre por suhermanaosupadre.

La baronesa se alarmó ante aquella inesperada aparición. ¡Cómo! ¿Elbotaratetodavíainsistíaensuspretensionesamorosas?Habríaqueconsultarelasuntoconelsabiojesuita.

Estenomostróextrañezaalgunaal tenernoticiade losactosdeÁlvarez.Limitóseasonreír,comosiempre,ycontonodeomnipotenciaaseguróqueéltenía elmedio para anular y hacer desaparecer a aquel hombre peligroso; yque si no lo hacía inmediatamente, era porque aúnnohabía llegado la horaoportuna.

A pesar de esto, los dos compadres religiosos trataron con interés delporvenir de Enriqueta, asunto que les preocupaba. Había llegado, según laopinión del padre Claudio, el instante oportuno para trabajar. Enriqueta eraprobable que, deslumbrada por el brillo de la vida elegante, se hubieseolvidado de aquel amor romántico, obstáculo hasta entonces de granimportancia,yresultabanecesarioreconquistarprontamentesuvoluntad,antesque echasen raíces en ellas las seducciones del gran mundo y secomprometiese amorosamente con algún joven que, por su nacimiento y sufortuna,admitieseelcondedeBaselgacomoyerno.

ParadesviaraEnriquetadelcaminoenqueestabayatraerlanuevamentealasendadeladevoción,disponíadeunmediotanseguroypoderosocomoeselconfesonario,yquedódecididoquedoñaFernanda,consuhermana,fuesenal día siguiente a la Colegiata de San Isidro, donde el buen padre tenía sucajón,enquedepositabansusextravíostodaslaspecadorasdelaaristocracia.

Poresto,alacaídadelatardedeldíasiguiente,lasdoshijasdelcondede

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BaselgaentrabanenlaiglesiadelacalledeToledo.

ElpadreClaudionohabíallegadoaún,ymientrasseretardabaelinstantedelaconfesión,Enriquetapensabaconterrorenaquelactoenquetendríaquerevelartodossussecretosaunsacerdote,queapesardesusamablessonrisasypegajosasbondades,leinspirabasiempreunterrorcasisupersticioso.

EralaprimeravezqueseconfesabaconelpadreClaudio.Hastaentonces,el sagrado depositario de todas sus faltas había sido el mismo directorespiritual de la baronesa, aquel padre Felipe, en quien ella reconocíainstintivamenteunaimbecilidadinalterable,yqueoíasuconfesiónconlabocaseca, brillantes los ojos, algo temblonas las manos, y complaciéndose enenviar a través de la mugrienta rejilla hasta aquel rostro aterciopelado, sucaliente resuello cargado de los vapores grasientos de una digestión larga ydifícil.

El padre Felipe era benévolo hasta la exageración. Todo lo encontrababien,todoloexcusaba,ysilajovenparecíareservarsealgoensuconfesión,éltampocomostrabagraninterésendescubrirlo.

Pero,¡elpadreClaudio!...EstenombrealarmabaaEnriqueta,quien,sienaquellos momentos de espera estaba pensativa, era porque rebuscaba en suimaginación el medio de salir del atolladero, evitando decir cosas que ellateníagraninterésenocultar.

Resonódébilmente el pavimento conunospasosmenudosy ligeros, queparecíandemujeryeneloscuroarcoquedabaentradaalacapilla,dibujóseelcontornodeunclérigo,almismotiempoquelamortecinaluzdeunalámparahacíasurgirdelasombraelrostrodelpadreClaudio,dándoleuntinterojo.

Lasdosmujeresselevantaronrespetuosamente,yeljesuitapasóanteellasgrave, contra su costumbre, limitándose a saludarlas con una ceremoniosainclinacióndecabeza.

El acto comenzaba con la gravedad necesaria para que la jovencomprendiese que no iba a confesarla el amigo de su familia, que iba confrecuencia a reír y decir bromitas en el salón de doña Fernanda, sino elministrodeDios.

Oyóse el choque seco de la portezuela del confesonario al cerrarse,revolvióse la abultada sotana, para encontrar una posición cómoda en elasiento,ylabaronesadiounsuaveempujónasuhermana,diciendocontonoimperativo:

—¡Anda!

SearrodillóEnriquetaaunodelosladosdelconfesonario,juntoalarejillaqueservíaparaconfesarmujeres,yconvoztrémulaybalbucientecomenzóa

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runrunearel"Yo,pecador,meconfieso...".

Tan turbada estaba, que se equivocó por dos veces, y volvió a empezar,comosidesearaqueseretardaseelparaellaterriblemomento.

Dentrodel confesonario, con lasmanos juntasy laactitudestáticadeunbrahmán indio, que, tras cuarenta días de ayuno absoluto contempla aDioscaraacara,estabaelpadreClaudio,esperandopacientemente.

Porfinterminólajovensuoraciónyacercósurostroalarejilla,pegajosapor la humedad y la grasa que en ella habían dejado toda clase derespiraciones.

Lo que pensaba Enriqueta al comenzar su confesión era que el padreClaudioseperfumabademasiado,puessuolfatosentíalapicazóndelalmizcleque exhalaba la sotana del elegante jesuita. El perfume favorito de lasmodistillasycamarerascomenzabaamarearla.

—¡AveMaríaPurísima!—dijoconvozdébil.

—¡SinpecadoesconcebidaMaríaSantísima!—contestóel jesuitaconsumelifluavoz—.¿Hacemuchotiempoquenotehasconfesado?

—Másdedosmeses,padremío.AntesibamuyamenudoconFernandaaconfesarmeconelpadreFelipe,peroahorahetenidoocupacionesynomehasidoposiblevenirhastahoy.Elpapámedecíasiemprequemásadelantemeconfesaría...

—¡Vayaconlasocupaciones!—dijoeljesuitacontonojovial—.Espreciso—añadió—que no te descuides tanto en limpiar tu alma, y que antes deobedecer a tu papá, pienses en obedecer a Dios. Vamos, adelante. ¿De quépecadosteacusas,hijamía?

Puestoelasuntoenesteterreno,Enriquetacobróunpocodeconfianza.Yallevabaellapreparadotodounbagajedepecadosvenialesysinimportancia,quehabíaestadorebuscandoensumemorialanocheanterior.Paraconfesarseeraprecisodecir algo, tener actosdequeacusarse, pues la Iglesianopuedecreer que una persona honrada pase dos meses sin faltar a todas las leyesdivinasyhumanas,yporesto,lajovenseechóacazarpecadosporelcampodelaimaginación,yunosrealesyotrosinventados,formócontodosellosunmurallóndiabólico,traselcualqueríaocultarelmásgordo,oseasusamorescon EstebanÁlvarez. Este pecado sí que no lo decía ella al padreClaudio,aunquelosdemonioslapellizcasencontenazasdehierroardiente.

Laconfesióncomenzó,yEnriquetafuedesarrollandolaespantosaseriedepecadoshorriblesquelanocheanteriorhabíaalmacenadoensumemoria.Ellaseacusabadequeteníamalcorazónparalosanimalesydequemartirizabaalos gatos de su casa; de que reñía muchas veces sin motivo alguno a los

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criadosyteníagustoendesobedecerasuhermana;dequecuandoéstarezabaelrosarioellasedormíaopensabaenlasfuncionesdeteatroaquelellevabasupadre;dequeeldemoniolamartirizaba,haciéndolaquelegustasenmáslasarias italianasdelTeatroRealque losgozosque laenseñaba labaronesa;dequeenelúltimobailedelaEmbajadaalemana,enunióndealgunasamiguitas,sehabíaburladodeotraque llevabaun trajemuyfeo;dequeen lasnochesfríaspreferíarezarsusoracionesentrelascalientessábanasaestararrodilladaalpiedelacama...,yasíseguíaaestetenorhorripilanteaquellaconfesiónenque los hechos más inocentes se presentan con importancia afectada,queriendohacerlospasarporpecadosterribles.

ElpadreClaudioescuchaba tranquilamente, aunquedevezencuando seremovíanerviosamenteensuasiento,comosiseimpacientara,envistadelamarchaqueseguíaaquellaconfesión.Lamuchacharesultabaalgoladina,yasílo pensaba el jesuita, quien quería comprometerla en otra clase derevelaciones.

CallóEnriquetayentoncespreguntóelsacerdote:

—¿Nadatequedapordecir?¿Notienesmáspecados?

—No,padre.

—¿Estásseguradeello?

—Creoquesí,padremío.

ElpadreClaudio se revolvióvivamenteen suasiento.Decididamente, lamuchacha se presentaba reservada, y habría que emplear algún trabajo paralograrqueconfesasesussecretosamorosos.

—Piensa,hijamía—dijoelcura—alomuchoqueteexponessiocultasunpecado. Dios, que no quiere la muerte del pecador, sino que viva y searrepienta, es inexorable con los seres que ante el tribunal de la confesiónocultan intencionadamente algunas de sus faltas. Este lugar es la piscinaespiritualdondeselimpianlasalmasdetodamancha,yquienaquíocultaunapartedesuserpormezquinaspasiones,esunréproboqueseniegaarecibirlagraciadeDios,yaquienéstecastigaconmanofuerte.Elqueocultaalgoasuconfesor,engañaaDios,yelSeñorhadeindignarseforzosamentecuandoseveengañadoporunamiserablecriatura.

Eljesuitahablabacontonosevero;vibrabasuvozterriblemente,comosifuese la de la divina cólera, y Enriqueta temblaba atemorizada por lasamenazasdelconfesor.

Este noquiso extremar el santo terror de la joveny añadió, haciendo suvozmenosimponente:

—Hayejemplosdelosgravesmalesquehansufridomuchosinfelicesque

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pretendieron ocultar a sus confesores algunos de sus pecados. Recuerdojustamenteahoraloqueleíenunlibropiadosodignodelmayorcrédito,acercadeloocurridoaunajovenyhermosaprincesaentiemposyalejanos.Ocultóasudirectorespiritualvariospecadosdeamor,yelsacerdote,engañadoporlaque creía una joven candorosa e inocente, le dio la absolución. ¡Ojalá laprincesahubiesedichotodossuspecadossinocultarninguno!Apenasvolvióasupalacio,sintiósupechooprimidoporunagranangustia;unfuegoinfernalleabrasabaelcorazónyporsugargantasentíasubiralgoquelaahogabaylahacíaestremecerconsucontactoviscoso.Tuvounaespantosaconvulsiónydesubocasalierondisparadasesparciéndoseporelaireeimpregnándolotododeunirresistibleoloraazufre,lasmásinfernalesapariciones.Serpientesverdesyrepugnantesqueseenroscabanencomplicadosanillos,echandollamasporlastemblonas bocas; diablejos que hacían espantosas contorsiones y obscenascabriolas; sapos negros manchados de colorado, que hacían repicar lascampanillasquellevabanpendientesdelcuelloycuyosonidoponíalospelosde punta; en fin, cuantas apariciones espantables y horripilantes puedencreerseenelinfierno.¿Sabes,hijamía,loqueeraaquello?

El padreClaudio se detuvopara excitarmejor la temerosa curiosidaddeEnriquetayapreciarelefectoqueenéstacausabalarelación.Despuésañadióconacentodereligiosoterror:

—Pueseranlospecadosqueaquellainfelizhabíaocultadoasuconfesoryquesalíanbajotanhorriblesformas,pornopoderestarmástiempoencerradosen un cuerpo que la absolución había santificado. Los pecados; al salir,ahogaronalaprincesa,cuyaalmaindudablemente,estáahoraardiendoenelinfierno. Piensa, hija mía, a cuan terribles castigos se expone la miserablecriaturaqueintentaocultarsuconcienciaaDios.

ElpadreClaudiohabíalogradosuobjeto.ConocíaelverdaderocarácterdeEnriqueta,elgranpredominioqueenellatemalaimaginaciónsobrelasdemásfacultades, y, por tanto, obraba acertadamente para sus planes, relatandoaquellaleyendaestúpida,sacadadeunodeesosantiguoslibrosdedevoción,quetantoutilizanlosconfesoresparaasustaralasmujeresylosniños.

Enriquetaestabahorrorizadapor la terriblemuertedeaquellaprincesa,ycon los ojos de su viva imaginación, pronta siempre a dar cuerpo y vida atodoslospensamientos,veíaelasquerosocoleoylascabriolas incesantesdelospecadosocultadosalconfesor,yhastaporunaaberracióndelossentidos,lasexhalacionesalmizcladasdeljesuitaleparecíanoleraazufre.

¿Si iría a ahogarla a ella aquel pecadode amor, que tan cuidadosamentequeríaocultar?

No necesitó el jesuita de grandes esfuerzos para arrancar a la joven larevelaciónqueella tantosehabíaesforzadoenevadir.Llorosaysuspirando,

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pero al mismo tiempo con la satisfacción del que, arrojando un pesocomprometedor, se libra de un peligro, relató al confesor sus amores conÁlvarez,aunquehaciendolasalvedaddequeellacreíasiemprequeaquellonopodíaserpecado.

ElpadreClaudiomostrabaindignación.¿Cómoquenoerapecado?Ynovenial,sinograve,resultabaelcomprometerseenamoríosunajovenaquiensufamiliadestinabaaDios,convencidadequesentíaunasantavocaciónporlavidamonástica.

Eljesuita,oyendoelrelatodeaquellosamores,mostrabagrancuriosidad,especialmente al tratarse de los paseos matutinos por el Retiro, únicosmomentos en que los dos amantes se veían de cerca.Mostrabase el jesuitaávidodedetallesyvariasvecesinterrumpióalajoven,dirigiéndolapreguntasqueenpartenocomprendió,peroquelahicieronruborizar.

Era la primeravezqueEnriquetaoíahablar de aquellas tretas amorosas,peroobscenas,y,avergonzada,contestabanegativamente,extrañándosedequeun sacerdote le hiciera tales preguntas, y de que creyera a ella y aÁlvarezcapacesdetaleslocuras,burlandolavigilanciadeTomasa,quelosseguía.

Elbuenpadremanifestólamismaexpresióndedesalientodelcazadorquecreehaberencontradounrastroyalfinnohallanada,ysiguióinterrogandoala joven, hasta que se creyó bastante enterado de aquellos amores desde elprincipioalfin.

—Esees,hijamía—dijo,cuandolajoventerminólarevelación—,elmásgrave pecado, pues los demás que has confesado nada son al lado de talesamores.Afortunadamentehasacudidoatiempoalavartualmayalibrartedeldemoniodelavoluptuosidad,queteposee.

—Pero, padremío, ¡si ya no existen tales amores! ¡Si yo, por orden depapá,escribíunacartarompiendomisrelacionesconelcapitán!

—Noimporta;túleamas.Seconoceentumododeexpresartequenohasolvidadoaúnaesehombre,yespreciso,siquieressalvartualma,quedeellaseborrelahuelladeunamorvergonzoso.

Enriqueta,quetantohabíatemidorevelarsusamoresaljesuita,ahoraquese veía ya descubierta había recobrado su serenidad y sentía renacer sucarácter,queeradoble,puessienciertascircunstanciassemostrabadébil,ycomopropiodeunserautomático,enotrasdabaaconocerunaenergíayunaindependenciaverdaderamenteinesperada.

—Peropadre—dijocon resolución—,¡yocreíaqueunamorpuronoeratanenormepecado!

—Estásenungraveerror,hijamía,ysinduda,eldiablotemantieneenél.

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La joven que no sienta temor al pensar en las penas del infierno, la que noquierairalcielo,esapuedeentregarseaeseamorpuramenteterrenal,quenoes,enelfondo,másqueunatorpepasión;perolaquedeseefigurardespuésdesumuerteentrelasbienaventuradasygozarlasdeliciascelestes,debehuirdelasfalsasdichasterrenalesdedicándosealúnicoamorcierto,alquenoengaña,a ese amor ardiente a Dios, que tan célebre hizo a Santa Teresa. En unapalabra:dóndequieresirtúdespuésdelamuerte,¿alcielooalinfierno?

Nohabíaperdidoel tiempo labaronesaeducandoa suhermana.Lagranpreponderancia que en ésta tenía la imaginación, convertíala en ciertosmomentosenunavisionaria;lacontinualecturadeleyendaspiadosas,lehabíahecho formarse un horrible y exacto concepto del diablo y sus maléficashazañas;cerrandolosojos,veíaaSatanás,consuhorriblecatadura,ynopodíaoírhablardelinfiernosinestremecersedepiesacabeza.

—Alcielo;quieroiralcielo—contestóconansiedad,comosiyaoyeraenlasombralospasosdeldemonio,queseacercabaparacargarconella.

—Puesparairalcieloespreciso,hijamía,estarenestadodesantidad,yeste estado los que más fácilmente pueden adquirirlo son los célibes o lasvírgenes. Tú, indudablemente, procediendo como joven honrada, querríascontraermatrimonioconesehombrequedecíaamarte.¿Noesesto?

—Sí,padre.

—Pues bien; el matrimonio, aunque muchos no lo crean así, es lo másopuestoalestadodesantidadyelcaminomásrectoparairalinfierno.Nosoyyoquienlodigo,sinolaSantaMadreIglesia,quenopuedeengañarsejamás.

—¿Y cómo es que la Iglesia casa a la gente?—preguntó Enriqueta coningenuidadterrible.

—Esnecesarioelmatrimonio,puesdelocontrarioacabaríalaprocreación,y el mundo quedaría desierto. La Iglesia lo consiente, mas no por estoaconsejaelmatrimonio,puessabequeparaganarelcielosirviendoaDios,nobasta la virginidad del alma, pues es necesario también conservar la delcuerpo.¿HasoídotúhablardelSantoConciliodeTrento?

—Sí,padre—contestóEnriqueta,quealgunasveceshabíaoídotalnombreenbocadeloscontertuliosdesuhermanaaunquenoestabamuyseguradeloquepudierasignificar.

—Fueuna santa reuniónde todas las lumbrerasde la Iglesia, sobrecuyaaugustafrentedescendióelEspírituSanto.Allísedistinguióporprimeraveznuestra sagrada Compañía de Jesús, y se dictaron cánones sobre elmatrimonio, que afirman esto que te digo. Oye lo que dice el Canon X, yrecuérdalo siempre: "Si alguno dijese que el estado de matrimonio debe

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preferirse al estado de virginidad y de celibato, y que no es mejor y másventuroso permanecer en la virginidad o en el celibato que casarse, seaanatema."Anatematizados son, pues, por la Iglesia, los queno creenque lavirginidadeselprocedimientomásseguroparairalcielo,comolopruebaelcelibato de los sacerdotes, fieles representantes del Altísimo, y el de lasreligiosas,dulcesesposasdelSeñor.Ahora,yalosabes;yaestásadvertidapormí,queenestosmomentoshabloporinspiracióndelcielo;cásatesiéstaestuvoluntad y lo permite tu familia, pero está segura de que vas rectamentecaminodelinfierno.

—No, padre mío; no me casaré. Además, he roto ya toda clase derelacionesconelhombrequeamaba,yhoymicorazónestávacío.

—Nobastaesto.EsprecisoqueesecorazónlollenesconelsantoamoraJesúscrucificado,divinoEsposodetodaslasjóvenesdestinadasagozarenelcielounaeternadicha.

—¡AmaréaDios,padremío!Yoseloaseguro.Hoynoleamoaúncomodebiera,peroconeltiempo...

—La oración y la humildad haránmás que cuantos esfuerzos de ánimointentes.Obedécemeamísiempre;sigue losconsejosde tuhermana,queescasiuna santa,ynodudesqueéste es el caminoque te conducea la eternafelicidad.

—Mihermanadeseahacermemonja.

—Es porque te quiere con verdadero cariño; porque se interesa por tudicha.¿Tesientesconfuerzaparaentrarenunconvento?

—¡Yo!...Nosé.Enesteinstantecreoquesí;perodespués...

—Eso es, porque comomuy bien has dicho antes, no amas aún a Diosverdaderamente. Cuando te sumas en la inmensa felicidad que produceentregarseencuerpoyalmaalacontemplacióndelafelicidad,cuandosigasfielmentemis consejos, entonces tú serás lamás interesada en abandonar elmundoypedirlavidareligiosa.Serásmonjaynosagradecerásatuhermanayamíelcuidadoquenoshemostomadoportualma.

—¿Ymipapá?—preguntóEnriqueta,quealhablardelconventorecordabalaoposicióndesupadre.

—¿Seoponeacasoatuvocación?

—Sí;undíamedijoquepreferíavermemuertaantesquemonja.

—Esoes, sinduda,unaobcecación lamentabledel señor conde.Yo,quecomosabes,letratoconasiduidad,estoyconvencidodequelasdesgraciaslehanperturbadobastante,yquemuchasvecesnopiensabien loquedice.Su

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oposiciónseráfácildevencer.

Enriqueta hizo un gesto, como indicando que no creía fácil disuadir alconde.

—Además—continuó el jesuita—, los obstáculos que tu padre puedaoponer a tu vocación no deben torcer ésta. Los padres sólo tienen potestadsobresushijoscuandosetratadeasuntospuramenteterrenales;perocuandoun alma privilegiada quiere elevarse sobre las miserias mundanas y volardirectamenteaDios,unpadreespocacosaparaimpedirtansublimedesignio.

Enriqueta escuchaba con instintiva extrañeza tales palabras. El padreClaudioapercibiósedelefectoqueensupenitenteproducíansusafirmacionesy se apresuró a añadir, apelando al procedimiento casualista, propio de losjesuitas.

—Noesestodecirquesedebedesconocerydespreciarlaautoridaddelospadres;perotodotienesulímiteenestemundo,yanteDiosdebenenmudecerlas jerarquías y los privilegios creados por la sociedad. Nuestra santaCompañía,queporserlaquemáshombreseminenteshacontadoensuseno,sehaocupadodetodoslosproblemasquepuedensurgirenlavidacuandosetratade servir aDios, tieneprevistoel casoenque lavoluntaddelpadre seoponga a los sentimientos religiosos del hijo. Ilustres escritores de laCompañíadeJesúshanpublicadolibrosenquesemarcaloquedebenhacerlos hijos cuando por culpa de sus padres ven en peligro su piedad y susalvacióneterna.ElpadreEstevanFacúndez,jesuitaportugués,ensu"TratadosobrelosMandamientosdelaIglesia",quepublicóen1626,dicequeloshijoscatólicos pueden denunciar a sus padres, si son herejes y no creen en sureligión,yhastapueden,sincaerenpecado,asesinarlos,siintentanobligarlosaabandonarlafe.Otrojesuitaespañol,elpadreDicastille,ensulibro"DelaJusticiadelDerecho",creedelmismomodoqueunhijopuedehastaasesinarasu padre si éste le impide ser buen católico.Delmismomodo han habladootrosrespetablesescritoresdelaCompañía,quenocreonecesariocitarte,yyavesquecuandolaIglesia,porbocadenosotros,quesomossusmáslegítimosrepresentantes,autorizaaunhijo,encuestióndereligión,paraquemateasupadre,bienpuedeaconsejaraunahijaquedesobedezcaa supadre también,que desprecie sus mundanales consejos y que procure, ante todo, salvar sualma,haciéndoseesposadelSeñor.

Enriquetaparecíaconvencida.

Alládentro,enlomásprofundodesucerebro,leescarabajeabaciertadudasobre labondady la lógicade lasdoctrinasdelpadreClaudio;peroesto enunajovenignoranteeimpresionable,comoeraella,nopasabadeserunfugazchispazo,y,arrastradaporsufe,atribuíalaligeradudaaunapérfidasugestióndeldemonio,quetodavíaintentabaposeerla.

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—No;tupadrenoseopondrá—continuóeljesuita—.Ysiseopusiera,elcieloseencargaríadedefenderteydebarrertalesobstáculos.¡QuiénsabeloqueDioshabrádispuestocontratupadre,envistadesuimpíaobstinación!

El jesuita dijo estas palabras con tono tal, que Enriqueta se estremeció,presintiendoenellasunaamenaza.

Poralgunosmomentospermanecieronsilenciososconfesorypenitente,y,al fin, elpadreClaudio, comoarrancándosedeunagravemeditación,dijoaEnriqueta:

—Espreciso,hijamía,que tedecidas;que tomesuna resoluciónysepassostenerlaconenergía.Ahoraestiempoparaescogerelporvenir.Estásenelcrucededoscaminos:eldelcieloyeldelinfierno.Sieresdébil,sitesientesseducidapor lasmíseraspompas terrenales, si ocultas tu escasa fe, diciendoquequieresobedeceraunpadreque tiene tendenciaa la impiedad,entoncestoma el camino del infierno; pero si quieres ir al cielo, sacrifica el míserocuerpo,renunciaparasiemprealosgocesdelamateria,guardaunalmavirgenenuncuerpointacto,huyedelamalditasociedadyenciérrateenunconvento,lugarseguro,dondesealcanzalavidaeterna.¿Porquiéntedecides?¿PorDiosoporeldemonio?

—PorDios,padremío;yoamoaDiossobretodaslascosas,comomandaelcatecismo.

—Muybien,hijamía.AmaalSeñor,queél te recompensaráconcreces.¿Noolvidarásestaresolución?¿Nosentirásflaquezadeánimo?

—No,padremío.Estoyresuelta.

—Por si algún día te tienta el diablo con los esplendores del mundo,pretendiendo apartarte de la buena senda, piensa que esta existencia quearrastramosescosadébilyefímera,quealosojosdelaeternidadtienetantaduracióncomoelfugazrelámpagoantenuestrosojos.¿Quéeslavida?Unascuantas docenas de años, que la criatura humana malgasta en satisfacer suambiciónoenapagarsuseddeplaceres,sinpensarenponersebienconDios,nimenosenquemásalládelatumbaestálaverdaderavida,laquenoacabanunca,laexistenciaeterna,yqueloqueaquíhacemossirveparaestarporlossiglosdelossiglosnadandoenunpiélagodefelicidadcelesteosumidoenuninfiernodehorrores.Miraaesasmismasmujeresqueterodeanenlossalonesyquesellamantusamigas.Sonhonradas,nolodudo:cumplensusdeberesdeesposas,hermanasehijas:nohacenmal,almenoscondeliberada intención:pero viven totalmente olvidadas de Dios, y no piensan un solo instante enponerbiensualmaparaeldíaenquelessorprendalamuerte.Nopiensanmásqueenelpresente,nolanzanunasolamiradaalporvenir:sudioseslamoda:sudevoción,elamor:susoraciones,estúpidosydulzonesgalanteos,eignoran,

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¡oh,desgraciadas!,quellegaráeldíadelaira,eldíadeladesolación,enqueelSeñorjuzgaráalosbuenosyalosmalos,alosquelehanamadoyalosquelehan desconocido, y entonces esas carnes, ahora tan cuidadas y frescas,chirriaránalcontactodel infernal fuego: susblondoscabellos seconvertiránen ondulante corona de azuladas llamas: sentirán en el pecho una angustiaenloquecedora, y para apagar su inmensa sed sólo tendrán sus amargaslágrimas.Yalosalegresviolinesdelbaileodelteatronolasarrullaránconsusgratos sonidos: gritos de agonía, espantosas maldiciones, rugidos de dolor,llegaránasusoídos,comohorrísonoconciertodelosdesesperadosréprobos;ydanzarán sin tregua ni descanso, pero no será como ahora, por puro placer,sinoparalibrarsuspiesdelasenrojecidasbrasas,delosviscososmonstruos,delosagudospuñalesqueformanelpavimentodelinfierno.¡Ah,infeliceslosqueahorasediviertenunoscuantosaños,paraviviragonizandoduranteunaeternidad!

Conocíaperfectamenteeljesuitaelcarácterdelajoven,ysabíamanejarasu placer aquella viva imaginación, por la que pasaban las ideasatropelladamente, aunque detallándose y tomando el relieve de los hechosreales.

Aquellaperoraciónde tonosapocalípticoseraparaEnriquetaunaespeciede linterna mágica, cuyos cuadros la aterraban. Ella, con los ojos de laimaginación,veíaaDiosiracundo,ofendidoydeseosodevenganza,arrojandolasalmasenelinfierno,ysobreelsuelo,tapizadodemonstruosybrasas,porentre las crepitantes y azules llamas, distinguía a todas sus compañeras, lasfloresdelaaristocraciamadrileña,desnudasychamuscadas,apestandoagrasaquemadayarrojandoraudalesdelágrimasporlosojos,implorandoenvanolamisericordiadivinaylanzandolamentosdelocadesesperación.

No,ellanoqueríaverseasí;noqueríairalinfierno;deseabaseresposadeJesús,y llevadadel religiosoegoísmo,propiode lasvisionarias,seprometíanodejarsetentarmástiempoporlasseduccionesmundanas,renunciaralamory desobedecer a su padre, si es que éste se oponía a que entrara en unconvento,impidiéndolaquesalvarasualma.

Pero, ¿qué era aquello que con tono tan agradable resonaba en su oído?¿De dónde procedía una armonía tan deliciosa? Era el padre Claudio, queseguía hablando; pero su acento enérgico y aterrador había tomado unaentonacióndulceymeliflua.

—¡CuándistintaeslasuertedelamujerquededicasuexistenciaaDios!Ellaveclaramenteloqueeselmundo,yconlavistafijaenelporvenirsabedespreciar el presente por lo futuro. Renuncia a las pompas y las dulzurashumanas,pero,encambio,goza laeternafelicidad,ycuandosualmaquedalibrede la terrenaenvoltura,paséasepor lascelestes salas,conversacon los

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bienaventurados, oye el arrobador concierto de los angelicales coros, y sesumerge en el esplendor de sublime luz que circunda la persona de Dios,estremeciéndose con los arrebatadores espasmos delmás sublime placer.Lalenguahumanaespobreparadescribirlainmensidaddedichasquesegozanen lamansiónde los justos, perobástate, para imaginar cuángrande será lacelestial felicidad, pensar que esDios el que todo lo puede y todo lo sabe,quien dispone y prepara los goces de los bienaventurados. Cuando seconsideralopocoquecuestaganartantadicha,escuandomejorsecomprendela inmensabondaddelSeñor.¿Quésacrificiosexige?Nada.Renunciara losengañososplaceres queproporciona el demoniodurante el poco tiempoqueduralavidadelahumanacriatura.Yamásdeesto,¡cuánllenadedichasestálaexistenciadelafelizesposadeJesucristo!Vivealejadadelasmiseriasdelmundoylosdoloressociales;laspenasqueengendralafamilia,lamaldadylamurmuración de los hombres, vienen a estrellarse contra los muros delconvento. Dentro de él, la mística esposa es libre, independiente, se hadespojadodelpesodelaspreocupacionesmundanales,notienequelucharniquepreocuparseendefender suhonor,ni tienemaridoque laaflija,nihijosquelaapenenconsusdolencias.LebastaconamaraDios,suesposo,yviveeníntimoydulceconsorcioconsuscompañeras,seresllenosdedulzuraydebenignidad.HablaamorosamenteconJesúscrucificado,quelesonríeamorosoy besa con estremecimientos de pasión sus abiertas llagas, sus raudales desangre;aspiraelmísticoytranquilizadorambientedelosclaustros,queelevanenelespaciosufiligranadepiedradeunmodotanaéreocomolaoracióndelcreyente; no tiene que preocuparse ni aún de reflexionar; todo mueredulcementedentrodesucerebro,yunpodersuperiorymaternalseencargadepensar por ella. De día, a la luz del sol, mira las florecillas que abren suscálicessalpicadosderocío,comomudasbocasqueentonansuinvisiblehimnoa la divinidad; conversa con el sencillo pajarito; de noche, para ir al coro,atraviesa las silenciosas crujías bañadas por la misteriosa luz de la luna, ysiente tras sus pasos los del invisibleÁngel de laGuarda, que con la ígneaespadadesenvainada,ladefiendedeldemonio;juntaeloroconelterciopeloylasedaparahaceruntrajealaMadredeJesús,yseextasíaatodashorasenlacontemplacióndesualma,puraylimpiademalospensamientos,porlomismoque no piensa, y hasta puede esperar que el Omnipotente la favorezca,haciéndola obrarmilagros y destinándola a que por el tiempo figure en losaltares.¿Noesestolamayordelasfelicidades?

¡Ah,padreClaudio!¡BenditopadreClaudio!Buenamanoderechaoshabíadado Dios para trastornar cabezas juveniles y para hacer hervir, hastaderramarse,alasimaginacionesfogosas.PoralgolaCompañíaletenía,yaqueno por uno de sus mejores predicadores, por el más eminente confesor decuantosenloquecencabezasjuvenilesdearistocráticasherederas,paraarrojarsobreellaslasblancastocasylimpiarlasdespuéslosbolsillos.

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Enriqueta estaba trastornada. Aquella descripción de las dulzurasmonásticas, que el jesuita aún recargó con detallesmás conmovedores, hizomás que todas las exhortaciones de la baronesa, dichas con lenguajeimperativo.

Alterminareljesuitasudiscurso,Enriqueta,conlaimpetuosidaddeaquelcarácterqueteníadosdiversasfases,exclamó:

—¡Oh,padreClaudio!¡Yoquierosermonja!¡Obedecerécuantoustedmemandeyentraréenunconvento,aunqueseopongaelmundoentero!

Eljesuitasonrióenlasombra,conladulceexpresióndeunartistaquesesientesatisfechoantesuobra.

—¡Bien,muybien!—dijo—.Serásmonja,teloaseguraelpadreClaudio,que te mira como una hija y te protegerá en todas ocasiones. Ahora di el"Señormío,Jesucristo...",yacabemos,quetuhermanaestáimpaciente.

Rezólajoven,conlacabezabaja,mientrasdentrodelconfesonariosonabaunconfusomasculleodelatín.

Acabó el rezo, y sobre la portezuela del sacro cajón apareció la blancamanodeljesuita,quetrazóenelespaciolabendiciónabsolutoria.

ConaquellobajabadelcieloalacabezadeEnriquetaladivinaclemencia,yelpadreClaudiocomenzabaatentarlosmillonesdelafamiliadeBaselga,tanapetecidosporlaOrden.

Otrogolpecitocomoaquellaconfesión,yelhermosojesuitaandabadeunsolosaltolamitaddelcaminoqueconducíaalgeneralato.

XXII

DECÓMOELPADRECLAUDIOTENDIÓLATELADEARAÑA.

EldoctordonPedroPeláezeraelmédicodeMadridmásreputadoentrelaclasearistocrática.

Unafama,sinodeexcesivabrillantez,sólidaeinalterable,acompañabasunombre, y no se sentía enfermo un individuo de la alta sociedad sin que almomento parientes y amigos dijesen con la expresión propia del que haencontradounasoluciónsalvadora:

—¡QuebusquenaldoctorPeláez!¡Quevengainmediatamente!

Sureputacióncientíficaestabaalabrigodetodoataque,yapesardequeeraunmédicovulgarquenosedistinguíaenningunaespecialidad,nadie se

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atrevíaadudardesusabiduría,queentrelasgentesdelgranmundoeracasiartículodefe.

En los saloneshubiera sidoconsideradodemal tonohablardedolenciassufridas,sinuniraellaselnombredeldoctordemoda,queparecíaprotegidoporunocultopoder,encargadodeacrecentarsufama.

La consigna era general. Enfermaba alguna aristocrática señora, y nofaltabaunamigooficiosoquedijerainmediatamente:

—Eso no es nada. Llame usted a Peláez, y en cuatro días, buena. Legustaráaustedmuchoeldoctor.Esunhombredemundo,uncarácterfrancoyagradable.

Sesentíaindispuestaalgunabeataopulenta,yentoncessumismodirectorespiritualeraelencargadodedecirla:

—Llame usted al señor Peláez. Es un granmédico, y, además, un buencatólico;unhombrevirtuosoquefíamásenDiosqueensuciencia,yquenoincurreenlasherejíasdeesosdoctoresmaterialistasquehoytantoabundan.

PodíadormirtranquiloeldoctorPeláez,puessufamanocorríapeligro.Selemoríanlosenfermosconaterradorafrecuencia;loscompañerosdeFacultadsonreían desdeñosamente al hablar de él, y le aplicaban, como saetas dedesprecio,losmásdenigrantescalificativos;peroallíestaba,paradefenderle,toda la alta sociedad, los pollos tísicos, las niñas cloróticas, los padresmartirizados por la gota, y, sobre todo, la gente de Iglesia, y másespecialmente los individuos de la Compañía de Jesús, que hablaban de lapiedad y las virtudes del médico con preferencia a sus conocimientoscientíficos.

ElpadreClaudioeralamássólidabasedeaquellareputaciónmédica,ynovisitaba una sola casa en la que no introdujera a su buen amigo don PedroPeláez, asombroso portento, que era capaz de obrar milagros, como losantiguossantos.

Nada tenía el doctor en su aspecto que justificase tan buena y generalaceptación.Conocíasesuorigencampesinoporciertarudezaensusmanerasyaunensulenguaje,queélpugnabaporocultar;surostro,curtidoycetrino,eravulgarote, teniendo, como detalles distintivos, unos ojos verdosos, querebosabanmalicia, unas patillejas recortadas con poco arte y una gran bocaque sonreía con graciosa bondad, y a esto había que añadir que vestía conciertaafectación,procurandoostentarunlujorecargadoyridículo.

Pero, en cambio, tenía una conversación entretenida, era francote eingenuo, hasta el punto de que, según la expresión de sus bellas clientas,llevabaelcorazónenlamano,ytantafacilidadteníaparalanarración,quese

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sentía capaz de pasar un día entero sin repetirse ni cansar a su aristocráticoauditorio.

Cuando entraba en una casa, aunque el enfermo estuviera muriéndose,todos desarrugaban el ceño, y hasta algunos sonreían acariciados por laconfianza que elmédico infundía con su presencia. Pulsaba a los enfermosdiciendounchiste,entreteníaalafamiliaconunalegrecuento,ycuandoselemoría el infeliz que él cuidaba (lo que ocurría las más de las veces), aunllegaba a alcanzar con sus palabras que se mitigara bastante el dolor deparientesyallegados.

Nosellegabaadeterminarenélquiénalcanzabataléxitoyeramotivodetan gran fama, si el médico o el elegante bufón. Joaquinito Quirós, granaficionado a las imágenes clásicas, aun cuando las sacase por los cabellos,decíadeélqueeraMomoembozadoenelmantodeEsculapio.

Este don Pedro Peláez era el patriota de quien el padreClaudio habló aBaselgaensuconferenciaconO’Conell,ypocosdíasdespuésdequeéstaseverificase,lopresentóalcondeenaqueldespacho,estanciamisteriosadondese incubaba, al calor de una exaltada imaginación, la gran empresa deGibraltar.

EljesuitadebíayahaberpuestoaPeláezalcorrientedeloquesetrataba,pues el médico habló al conde de la importante conquista con granentusiasmo, jurando repetidas veces hacer los mayores sacrificios paradevolverGibraltaralapatriaespañola.

ABaselga no le fuemuy simpático el doctor Peláez al primer golpe devista.Conocíadenombreaaquelmédico,delquesehacía lenguas labuenasociedad,yalverloloencontróuntipoderústico,maliciosoyvulgar,incapazdeacometerningunaempresagrande.

Peroaquél,exaltadoporelpatriotismo,teníalacondicióndeapreciarasusamigos con arreglo al grado de entusiasmo quemostraban por su grandiosaempresa, y como el famoso Peláez no anduvo parco en punto a elogios yexageraciones, tratándose de la idea concebida por Baselga, éste le reputóinmediatamente por hombre de gran valía, que bajo un exterior vulgarencerrabauncorazóndeoro.

Tratándose de un carácter tan franco y amigo de entrometerse en todo,como era el del reputado médico, fácil es adivinar lo poco que le costaríacaptarse la confianza de aquel Don Quijote del patriotismo, nombre que elpadreClaudiodabaaBaselgaensusconversacionesconsusecretario.

Peláezvisitótodoslosdíasasuamigo,yconélpermanecíahorasenteras,discutiendocalurosamentelosúltimosdetallesdelfamosoplanyloquedebíahacersedespuésdeltriunfo.

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Elcondeestabacontentoysatisfechodelcarácterdesuauxiliar,y,sobretodo, lo que más le agradaba en él, es que nunca le hacía la oposición yacatabasiempretodassusórdenes.

Aquello marchaba, según la expresión del conde, que muchas veces nopodía contener su alegría, y en la mesa hablaba a sus hijas con fruición ychispeándolelosojos,delgranplanqueélcuidabadenorevelar,peroquelashonraríaaellascomohijasdelmásgrandehombredeEspaña.

A Enriqueta producíale alguna inquietud la exaltación que notaba en supadre,yqueaumentabadeunmodopocotranquilizador.

Fernanda,porelcontrario,permanecíatranquila,yúnicamenteexaminabaasupadreconcuriosidad.SabíaqueelpadreClaudioteníaalgoqueverconaquellaexaltación,ynoseinquietaba,puesteníaabsolutaconfianzaenaquelgrandehombre,delqueerafervienteadmiradora.

Además,enellaexistíaungranfondodeodiocontraelhombrequesabíano era su padre, y que la trataba siempre con desdeñosa indiferencia,haciéndola sentir muchas veces el peso de su autoridad. El conde era unobstáculoparalosplanesdelpadreClaudio,yella,porsuamoraéste,deseabaquelehicieradesaparecer.

Undíacomenzóaalarmarse,nosólolafamilia,sinotodalaservidumbredecasadeBaselga.

Eran las ocho de la mañana, y en el patio sonaron voces coléricas,disputando con gran furor, y se vio subir precipitadamente al obeso porteroconunamejillaenrojecidaporlamarcaquedejauntremendobofetón.

Elayudadecámaradelconde,queacababadeponerseenactituddeservir,puessuseñorselevantabasiempreadichahora,acudiópresurosoalencuentrodelatribuladoportero,queconaireazoradoexclamó:

—Yonosé loqueeseso;peroabajohaymuchoshombres,una tropadepalurdos,queparecendelNorte,yquesonsalvajescomounosindios.Nolesqueríadejarpasar,ymiracómomehanpuesto.Eseviejoquevaalfrentemehadadodosbofetadas.

Yelgordosirvientesellevabalamanoalamejillaconunaexpresióndedolorqueresultabagrotesca.

—Pero,¿quéquierenesosbárbaros?—preguntóelayudadecámara.

—Buscanalseñorconde,ydicenquesonamigosdeél,yquesivienenesporque él los ha llamado.Véase si esto puede ser. ¡Como si el señor condefueraabuscarsusamigosenloscorralesdeganado!

Enestoyasonabaenlaanchurosaescaleraelpesadotrotedemuchospies

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torpes,perosegurosenelpisar,ypocodespuésdesembocabaenlaantesalaunrebañodehombresvestidosdelanaparda,laboinaazulsobrelaorejayenlamanogroserosyrobustosbastones.

Erancomounosveinte,yloshabíadetodasclases.Unosmembrudos,deestatura gigantesca y rostro ingenuo como el del niño; otros pequeños,angulosos e inquietos, con cara de rusticidad maliciosa; algunos, viejos ycurtidos;lasmás,jóvenes,conlatezrespirandoesafrescuraqueprestalavidadelasmontañas,ytodosdegestoenérgicoyaposturaresuelta,comohombressegurosdesufuerza,quenibuscannirehúyenelpeligro.

Al frente de ellos iba un viejo enjuto y pequeño, de airecillo socarrón yojosmenudos,azulesypenetrantes,elcualteníasobresuscompañerosciertoairedesuperioridadymirabaatodaspartesconconfianza,comohombrequenosecreecapazdequeleasombrecosaalguna.

Alveralayudadecámara,ledijocontonoimperativo:

—¡Eh,muchacho!Túsabrásdarnosmejorrazónqueesegordote.Dileatuamo, el señor conde, que aquí está el tío Fermín, el de Zumárraga. ¡Andavivo!,queélyanosestaráesperandohacedías.

Luego continuó dirigiéndose a los suyos, que le miraban con satisfechoamorpropioalverlemandarenaquellacasa:

—¡Vaya,chiquillos!Sentaossinvergüenza.Elcondeesmuycampechano,yaquíestáiscomoenvuestrapropiacasa.

Elrebaño,obedeciendolaordendelpastor,seesparcióporlaantecámara,moviendogranestruendoconsusfuertespatadasycolocándoseruidosamenteenlassillasdemaderatallada,algunasdelascualeschocaronviolentamentecontralapared.

Aquellahorda,consuruidosainvasión,suvoceríoenelpatioylosgritosdel tío Fermín, puso en conmoción toda la casa, y a los pocos instantes, elresto de la servidumbre asomaba sus curiosas caras tras los portiers delrecibidor, asombrándose ante aquellas feroces cataduras y la rusticidad detrajesquedesentonabandellujodelahabitación.

DoñaFernanda, avisadapor sucuriosadoncella, supo inmediatamente lairrupciónbárbaradequeeraobjetolacasa,yvistiéndoseapresuradamente,fueaasomarsusojosporlasrendijasdeuncortinajedelaantecámara.

Su instinto aristocrático se sublevó al ver aquella manada de hombrestoscos que miraban con asombro los detalles lujosos de la habitación, almismotiempoquedejabanimpresasenlaalfombralassuciashuellasdesuszapatoscubiertosdebarro.Ibalabaronesayaasalirparaarrojaralacallealaplebeyaturba,cuandovioentrarporlapuertadeenfrente,envueltoensubata,

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al conde de Baselga, erguido y sonriente, como si experimentase inmensasatisfacción.

Todosselevantaron,moviendotantoestrépitocomoalsentarse.

—¡Asusórdenes,micoronel!—gritóeltíoFermín,llevándoseunamanoalaboinaparasaludarmilitarmente,almismotiempoqueconlaotraestrechabacongranrespetolaqueletendíaelconde.

—¡Aquí están los chicos!—continuó con expresión gozosa—.Usted,micoronel,deseguroquehabrádichoenvistademitardanza:"EseFermínnoseacuerda ya demí nime quiere obedecer"; pero el tío Fermín no es ingrato,¡quéhadeser!Loúnicoquelehasucedidoesquelehasidodifícilbuscaryreunirlagente;peroloimportanteesqueyaestáaquídispuestaaobedecerlecomoenotrostiempos;¡je,je!¡Quétiemposaquéllos,micoronel!

Y el fuerte viejo se reía abriendo su boca desdentada, y oprimiendo conentusiasmolamanodelconde.

—¿Yesésta lagente, tíoFermín?—dijoBaselga,paseandosupenetrantemiradaporelconfusogrupoquelecontemplabaconrespetuosaadmiración.

—Estaes;sí,señor.Esdecir,quedanaúntreintamás,quevendrándentrodedosdías.Lesquedabaalgoquehacerporallá,yademásnoconveníaqueviniéramos todos juntos. Algunos sirvieron en las filas cuando la guerra, ytodosestosjovenzuelossonhijosdeantiguossoldadosdenuestroregimientoyleconocenaustedporlomuchoquehablabansuspadresdelvalientecoronelBaselga.¿Verdad,hijosmíos?

Aquellosmocetonescontestaronmudayafirmativamentecon talenergía,queparecíaibaasalírseleslacabezadeloshombros.

—Yaveoqueesgentequepromete—dijoelconde—,ydeseguroqueconellospuedenhacersemuybuenascosas.

Veintesonrisasestúpidasacogieronagradecidaselcumplido.

—Póngalos usted a prueba y verá. Son fieras, ymás cuando se trata dereñir por el rey legítimo. Conque, señor conde, ¿cuándo daremos el grito?Porqueyosupongoquenonoshabráustedllamado,gastandotantodinero,porelsoloplacerdevernos.

—Ya hablaremos de eso. Ven solo esta tarde y te diré lo que hemos dehacer.¿Necesitasdinero?

—¡Quiá!,no, señor.Con los tresmildurosqueustedenvióhe tenidodesobraparadejaralgoa lasfamiliasy traerestagentey laquehadevenir,yaúnquedaparamantenersemuchosdíasaquí.

—Asíquenecesitesmásdinero,avísamelo.Ahoramarchaosyprocuradir

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por Madrid en pequeños grupos, sin llamar la atención. Hasta la vista,muchachos;ytú,Fermín,teesperoestatarde.

Saliólahordaconelmismoestrépito,saludandoconsusboinasalcondeyllevando al frente, como cuidadoso pastor, al tío Fermín, que había tomadoojerizaalportero,puesalverleenlaescalerablandíasugarrotedeunmodopocotranquilizador.

Perdiéronseescaleraabajolostrotesdeaquellatribu,arrancadadelomásabrupto de las montañas navarras y llevada a Madrid por la voluntad delconde.Enlaantecámaranoquedaroncomorecuerdosdelainvasiónmásquelasmanchasdebarroenlaalfombrayunnauseabundoolorasalud.

La baronesa experimentó gran alarma con aquel acontecimientoinesperado.

Por más que esforzaba su imaginación no podía adivinar cuáles eranaquellospropósitosquesupadreocultabacontantomisterio,yporquéhabíahechovenirtantagentedesdeNavarra.

ComprendíaqueelpadreClaudiosabíamásqueellaenaquelasunto;peropornomerecerdeélunareprimenda,nioírquesucuriosidadsemezclabaentodo,noavisóaljesuitadeloocurrido,comoenelprimermomentolopensó.

Quiso aquella tarde sorprender algo de la conversación del conde con elviejo navarro, pero no pudo lograr su intento, pues Baselga, como decostumbre,cuandoteníaquetrataralgoensecreto,habíacerradolapuertadeunahabitaciónanteriorasudespacho.

La baronesa hubode contener forzosamente su curiosidad, que se excitódos días después conmotivo de otra visita que hizo el tío Fermín, conmásnumeroso acompañamiento y con el mismo estruendo, aunque sin tenerchoquesconelobesoportero.

Erantreintamozoslosqueelviejonavarropresentabaalconde,diciéndolequeacababandellegareneltrendelamañana,yqueestabantandeseososdeverasunoblejefe,quenohabíapodidodisuadirlosdetalvisita.

Labaronesa,queocultatraselmismocortinajedelaantesalapresenciabalaescena,sealarmómásaúnypensóconterrorsisupadreharíadesfilarporaquellacasaatodosuantiguoregimiento.

No creía ya que en aquello pudiera tomar parte el padre Claudio, y sepropusorevelarleloqueocurríaaunqueeljesuitalereprocharasucuriosidad.

Envióalporteroalacasaresidenciadelosjesuitas,conunaesquelaenquerogabaalpadreClaudiopasaseaverlacuantoantes,yasudirectorespiritual,elpadreFelipe, lecomunicócuantoocurríaenaquellamismatarde,puesnopodía contener más tiempo la extrañeza producida por tan inesperados

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sucesos.

Estaba la baronesa muy ocupada en comentar con su director espiritualaquellasmisteriosasmaquinacionesde supadre, cuando entró la doncella, aquiendoñaFernandahabíaencargadoqueespiaratodoslosactosdelconde.

—¡Señora,señora!—dijoapresuradamentelajoven—.Elseñorhabajadohaceunratoalascuadrasyhahechodesocuparelcuartodelforraje.

—¡Bien!¿Yqué?—contestólabaronesa,nocomprendiendoquetalnoticiapudieracausartantoazoramiento.

—Que acaban de llegar dos carros con unos cajones muy pesados, y afuerzademuchosbrazosacabandecolocarloseneldepósitodelforraje.

—¿Yquécontienenloscajones?

—Agustínel cochero,quehaayudadoacolocarlosyhahabladocon losmozos,acabadedecirmequetienendentrocarabinas.

—Seráunabroma—dijolabaronesapalideciendo.

—No,señora.Yoheoídoelruidodeloscajonesaldescargarlos,yaseguroalaseñoraquecontienenobjetosdehierro.Indudablementesonarmas.

Labaronesaysuamigosemiraronasombrados,haciéndosemudamentelamismapregunta.¿Paraquéseríanaquellasarmas?

—¿Ydóndeestáelseñor?—preguntódoñaFernanda.

—Vigilandoydirigiendolacolocacióndeloscajones.Unodeéstos,diceAgustínque lohandescargadoconprecaución,pues contiene cartuchosquepuedendispararseconfacilidad.

A la baronesa le pareció que ya se bamboleaba la casa,movida por unaexplosión,yconacentoalgoangustiado,dijoaladoncella:

—Vuelveaverloquehaceelseñor,yDiosquieraquenonossucedaunadesgracia.

DoñaFernandaysudirectorespiritualseentregaronalosmásaventuradoscomentarios, creyendo, cuandomenos, que el conde trataba de verificar unalzamientocarlistaenelmismoMadrid.

Era preciso poner aquello en conocimiento del padre Claudio, y susubordinado,elrobustoypotenteconfesor,secomprometíaamanifestarlelaurgenciaconquelabaronesasolicitabasupresencia.

A la mañana siguiente, el padre Claudio, antes de la hora en queacostumbrabaairaPalacio,entróenelsalóndedoñaFernanda.

Esta,queleaguardabahacíayamuchotiempoyque,comodecostumbre,

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sehabíavestidoyacicaladoconeleganciapararecibirdignamentealpoderosojesuita,seabalanzóaél,exclamandocondolorosoacento:

—¡Oh, padre mío! ¿Qué va a suceder aquí? ¡Con qué impaciencia leaguardaba!Creoqueyasabráustedloquehahechomipadre.

—Sí, hija mía. Este suceso lo aguardaba yo hace algún tiempo; perosiéntateyhablemosconcalma,pueselasuntolomerece.

Sentáronselosdosenunsofá,yeljesuitadijo,adoptandounairepaternal:

—Vamos,hijamía.Cuéntametodolosucedidoayer.ElpadreFelipemehadichoalgo,perodeseoque seas túquienmediga loocurrido, con todos losdetalles.

La baronesa hizo la relación de todo lo sucedido. La llegada de losnavarros,elalmacenajedelasarmas,elgransustodeloscriados,quesabíantodoloqueocurría,yelnomenorqueexperimentabaella,puescomprendíaquedetodoaquellonadabuenopodíasalir.

—Ytú—dijoeljesuita—,¿quéintencioneslesuponesatupadre?¿Porquécreesquehacetodasesascosasqueresultanextrañas?

—Yo, padre mío, la verdad, no sé cuál pueden ser sus ideas. Ahora,afortunadamente,estamosenunaépocatranquila,elpartidocarlistanopiensaenconspiraciones,yalveryoestospreparativosguerrerosdemipadre,casillegoasospecharsiestaráloco.

ElpadreClaudiosonrió,comohalagadoporestasúltimaspalabras,ydijoasuadmiradora:

—¿Recuerdas que un día vine aquí con un sabio irlandés, el doctorO’Conell? Tú estabas en una Junta de Cofradía, y encargué al ayuda decámaradetupadrequeteparticipaselavisita.¿Lorecuerdas?

—¡Oh,sí,perfectamente!Vinovuestrapaternidadconunsabioqueestabade paso en Madrid y que se marchaba aquella misma noche. El doctorO’Conell, según usted me dijo después, es un sabio de gran reputación, y,además,unbuencatólicoyamigodelaOrden.Yaveustedquemeacuerdo.

—Pues bien; aquella visita, que parecía insignificante, tenía granimportancia.YotrajeaquíaO’Conellcontodaintención.

—También ha traído usted al famoso doctor Peláez, con el que hasimpatizadomuchomipadre.

—Tambiénhasidointencionadamente.Necesitabaquelacienciaviniesearatificarunasospechaquehacetiempoabrigabayo.

—¡Cómo! ¿Qué es eso? ¿Qué es lo que usted cree, padreClaudio? ¡Oh,

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dígamelo,porDios!

Labaronesademostrabagranexcitación.Peroéstaeraproducidamásporlacuriosidadqueporlazozobradolorosaqueentodahijaproduceunriesgoqueamenazaasupadre.

—¡Calma,hijamía,calma!Noteinmutesyconservalaserenidad,queenestascircunstanciasesmásnecesariaquenunca.Comprendoquemispalabrasteimpresionarándesagradablemente,perodebestenervalor.

Yluegoañadió,bajandolavozymirandoatodaspartes,comositemieraseroído:

—Tupadreestáloco.

YdoñaFernanda,portodacontestación,murmuró:

—Melotemía.

Quedaronensilencio losdos,ypasadosalgunosminutosdereflexión, labaronesapreguntóasuídolo:

—Pero dígame vuestra paternidad: ¿qué ha sucedido? ¿Cómo ha venidoustedaconvencersedelalocurademipadre?

—¡Oh!Esmuylargodecontar.Procurarédecírtelobrevemente.TupadrehacaídoenlaextrañamonomaníadequererarrebatarGibraltaralosingleses,yhaceyamuchosmesesquenoseocupadeotroasunto.Laidea,siemprefija,de alcanzar gran renombre, como sus antiguos compañeros de armas, le hahecho incurrir en tal manía, y él que, como sabes, no ha sido nunca granaficionadoa los libros, estudia ahora con tenacidad lasobrasmilitares, yhaconseguido hacerse un sabio. Las fortificaciones de Gibraltar las conoceperfectamente,yhacepocotiempoaquelviajequeemprendió,ydelque tanmalhumoradovino,nofueasusposesionesdeCastillalaVieja...

La baronesa, que oía la relación con extrañeza y curiosidad, no se pudocontener.

—Pues,¿adondefue?—exclamó.

—AGibraltar,dedonde learrojó lapolicía inglesa, sindudaporqueconsusimprudenciasexcitósussospechas.Elmismomelohacontado,puesporuna extraña casualidad le inspiro gran confianza. Su manía le induceprincipalmente a considerar a todos sus amigos como cómplices de laconspiraciónylescomunicasusplanes.Yo,queconozcosucarácteryséqueesterriblecuandoseirrita,procuronocontradecirle,yconsientoquemetratecomo compañero de conspiración. Lomismo le ocurre a JoaquinitoQuirós,quehacetiemposeapercibiódelasmaníasdelconde.Alprincipioeranéstasinofensivas,yselimitabanarisueñasesperanzasyplanes,quenosehabíande

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realizar;pero,pocodespués, tomaronuncarácter alarmante,hasta talpunto,que hoy puedo asegurarte, hijamía, que si tú, en representación de toda lafamilia,notomasmedidasenérgicas,estelocopuedeperturbar,nosolamenteesta casa, sinoEspaña entera, creando un conflicto internacional, en el que,indudablemente, perderá la vida. Figúrate que ha comprado armas y hallamado esa gente que tú ya conoces, con el descabellado propósito deapoderarsedeGibraltarporsorpresa,yhabladeestaempresaimposibleconlamismanaturalidadqueDonQuijotehablabadelasmástremendasaventuras.Tan parecido está al loco hidalgo manchego, que toma ya por gigantes losmolinos de viento, pues a un doctor lo convierte en capitán, metiéndoloimaginariamenteensuconspiración.

—¿Cómoeseso?

—SehaempeñadoenqueelsabiodoctorO’Conellesuncapitánirlandésde guarnición en Gibraltar, y que se ha comprometido a ayudarle en suaventuradaempresa.

—Pero,¿puedehaberseforjadotalidea?Esoesundisparate.

—¿Quéteextraña,hijamía?Sinopensasetanabsurdamentenoseríaunloco.Indudablemente,loquesueñaensudesordenadaimaginaciónlocreeunarealidad, y por esto afirma tan seriamente que el doctor es un militarcomprometidoenlapatrióticaconspiración.

—Peroenalgosefundaráparahacertalesafirmaciones.

—Ennadaabsolutamente,queridahija.EldoctorO’Conelltuvoconélunalarga conferencia, de la que yo fui testigo, y en ella no se trató nada quepudiera servir de base a tales ilusiones. Es verdad que el conde habló deGibraltarconesaexaltaciónquesiempreleacometecuandotratadeeseplantanfunestoparasurazón;peroeldoctor,ocupadoenobservarlo,apenassilecontestó, fijándose únicamente en las muestras que daba de enajenaciónmental.Salimosmiamigoyyodelavisita,sinquepudieraimaginarelefectoqueéstahabíadeproducirle,yaldíasiguiente,alvolveraquí,misorpresanotuvo límitescuandoel condemepreguntóporel capitánO’Conell,y si éstetardaríamuchoenindicarle,porconductomío,elmomentooportunoparadarelgolpesobreGibraltar.PeromiasombrosetrocóenmiedocuandomehablódetraerdeNavarrahombresdeconfianzaycomprararmas.Temblé,pensandoenlosterriblescompromisosquesulocuraibaatraersobreestacasa,paramítan querida, y busqué inmediatamente al amigo Peláez, encargándole queestudiaseatentamentelaenfermedaddelconde.

DoñaFernandaestudiabafijamenteasupoderosoamigo,comosiintentaseadivinarensufrentepensamientosmuyopuestosasupalabra.

La aristocrática devota se había rozado demasiado con gentes cuya

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facultad predominante era la astucia, para no presentir que allí debía haberalgoextrañoeimportante,queelbuenpadreleocultaba.

Sentíaseinclinadaaladesconfianza,pero,almismotiempo,eratanpuralamiradadeljesuita,teníasurostrotalexpresióndeinocencia,queladevotasesentíaarrepentidadesussospechas.

El padre Claudio podía jactarse de ser dueño absoluto de su voluntad ytenerenlabaronesaunasiervasumisa.

No;ella,apesardetodossuspresentimientos,noqueríarecelarnada;nosesentíacapazdepensarmaldesupoderosoamigo,yestabadispuestaacreeraojoscerradoscuantoeljesuitaledijera.

Además,noledesagradabaaquellodequeelcondefuesedeclaradoloco,ypensabaconfruiciónenqueportalprocedimientoserealizaríansinobstáculoalgunolosplanesquesobreelporvenirdeEnriquetasehabíaforjadoellayeljesuita.

Pensandoentanhalagüeñaidea,seleescapóunasonrisadecomplacencia,ycomollamadeatalayaquehaceunaseñalenlaoscuridaddelanoche,enelfondo de lamirada del padreClaudio brilló una luz fugaz y extraña.Aquelchispazocontestabaa lasonrisa.Sedabanyaporentendidoselmaestroy ladiscípula.

DoñaFernandasehabíadecididoyaacreerenlalocuradesupadre.Ellasabía loquesignificaba tal locurasobreviniendopocodespuésdenegarseelcondealasdemandasdeljesuita;perosentíatranquilasuconciencia,másquetodoporlanaturalidadsimpleyterriblequepresentabaelasunto,yquehacíahonoralapreparaciónjesuítica.

Lacosaerasencillaynodabalugaradudas.Baselgayanoeraelmismodeunañoantes.Sehabíafijadotenazmenteensucerebrounplanimposible,yelqueanteseraunsermisantrópicoysilencioso,mostrábaseahoraexaltadoylocuaz. Esto no era suficiente para declarar a un hombre loco; pero allíestaban,comoacusacionespoderosaseindestructibles,elempeñoenconvertiraunsabiodoctorencapitándelejércitoinglés,lallamadadeaquellaturbadeferocesnavarros, lacompradearmasy, sobre todo,el testimoniodeldoctorPeláez, aquella lumbrera científica del mundo elegante, que golpeándose elpechoconsusrudasmanazas,manifestábasedispuestoajuraranteDios,sierapreciso,queBaselgaestabamáslocoquemuchosreclusosenlosmanicomios.

Ellavolvíaarepetirsequenosentíaintranquilidadenlaconciencia.Teníalaobligación, comobuenacatólica,de creer aun santovarón tan respetablecomo el padre Claudio, y desechaba, como inspiraciones del demonio, lassospechasquelaacometían.Ellanopecabacreyendoasupadreloco,aunquelarazónleasegurabatodolocontrario.Selodecíaelrespetablejesuita,yella,

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con creerlo, quedaba libre de toda responsabilidad. ¡Oh! ¡Cuán cómoda eraaquellafe!

ElpadreClaudioadivinó,consunaturalperspicacia,loquepensabaaquelsertansupeditadoasuvoluntad,yseguroyadesuobedienciasiguióadelante.

Hablóalabaronesadelanecesidadenqueestabadeprevenirlospeligrosquepudieraocasionar la locuradesupadre,y lepintóconsombríoscolorescuálibaaserlasuertedeéste,sipermanecíalibre,comohastaelpresente.

—Túno llegas a imaginarte lo peligroso que es para su familia, y hastaparasupropiapersona,unlocodominadoportanextrañamaníacomoladelconde.Hastalapazdelanaciónpeligra,situpadrepermanece,comohastaeldía,dueñoporcompletodesusacciones.Figúratequemañanamismo, tenazensuideadequeeldoctorO’ConellesuncapitánqueleayudadentrodelaplazadeGibraltar,seleocurrevalersedesusarmasydeesoshombresquehareunido,ysedirigealaposesióninglesa,intentandoentrarenellaensondeguerra. Las autoridades británicas, que no reparan gran cosa en apreciarlocuras, lo ahorcarán, indudablemente, en tal caso, y todo el mundo teseñalaría a ti como responsablede tan afrentosamuerte, pues, conociendo atiemposulocura,nohabíasevitadosusconsecuencias.

—¡Jesús!—exclamó la baronesa con afectado horror, tapándose el rostroconlasmanos.

—Vamos, hijamía; hayque tener presencia de ánimoyno entregarse aldolor.Hoyaúnestamosatiempoparaevitartaleshorrores,siesquetútienesla suficiente firmeza para adoptar una resolución que ponga en seguro laexistenciadetupadreylapazdeestacasa.

—¡Oh,digausted,reverendopadre!¿Quédebohacer?

—Ante todo hay que buscar a varios doctores de reconocida capacidad,para que celebren una consulta sobre la salud del conde, y enteradossuficientementedesusnuevascostumbresyextrañasideas,digansiestálocoono.

—Estoydispuestoaello,yllamaréalosdoctoresqueustedmeindique.

—Basta con que llames a uno; los otros los convocará el doctor Peláez,que puede apreciar mejor que nosotros el mérito de sus compañeros deFacultad.

—¿Aquiéntengoquellamaryo?

—Al doctorZarzoso, ese célebre catedrático de laEscuela deMedicina,que tanto ruido mueve con sus conferencias públicas sobre enfermedadesmentales.¿Aquiénmejorpodemosconfiareldiagnósticodelaenfermedaddetu padre? ¡Oh! Estáte segura de que si don Antonio Zarzoso nos declarase

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locosanosotrosdos,nohabríanadieenelmundoquedudasedesuspalabras.Puedes escribirle hoymismo, rogándole que te diga a qué hora podrá venirmañana a examinar al conde.El tal doctor es unhombredeperversas ideaspolíticas, un revolucionario recalcitrante, que, aunque valiéndose de rodeos,aprovechatodaslasocasionesqueselepresentanparaatacarnuestrasantafe;perosabemucho,esunportentodeciencia,yenocasionescomoésta,resultanecesariovalersedesussuperioresconocimientos.

—Le llamaré, reverendo padre. Un criado le llevará inmediatamente micarta,enquelerogarévengamañanamismo.

—EldoctorPeláezvendráconlosdoscompañerosqueelija,ylaconsultasellevaráacabo.Yo,eninteréstuyoydeestacasa,meresignaréaasistiralaconsulta, pues tal vez el doctor Zarzoso quiera interrogarme sobre lascostumbresyelcarácterdelconde.

—¡Oh,gracias,padremío!¡Cómoagradecertantasbondades!

Hablaronaúnmuchoratoeljesuitaylabaronesasobrelalocuradelconde,y cuando el primerohubodeterminadobienhasta en sus últimosdetalles loquesuaristocráticasubordinadadebíadecirenlaconsultadeldíasiguiente,sedespidiódeella,alegandosusmuchasocupaciones.

AlatravesarlaantecámaraelpadreClaudiohablóconelayudadecámaradelconde:

—¿EstáeldoctorPeláezcontuseñor?

—Sí,reverendopadre.¿Quiereustedqueledéalgúnrecado?

—Ahora,no;seríainterrumpirsuconversaciónconelcondeyestorbarlosen importantes ocupaciones. Si tarda enmarcharse, puedes entrar de aquí aunahora,ydecirlequeleaguardoenmicasa.

ElpadreClaudiosefue.

Cuando una hora después el doctor Peláez entró en el despacho delpoderosojesuita,estabaéstecompletamentesóloypapeleandoconlamismasuprema atención que cuando era joven. Aquel hombre se sentía en suelementoyexperimentabauninmensoplacercuandohojeabaaquelloslegajos,inmensoregistrodelasvidasdemuchosmilesdeseres,queencerrabasecretosimportantesyeracomouncementeriomoral,dondedormíanloshombresmásconocidos,mostrandoelesqueletodescarnadodesuvida,elcaráctersecreto,sin convencionalismos sociales que encubren los defectos, ni excusasengañosas que desfiguran los crímenes. Revolviendo aquella necrópolis depapel emborronado, el padre Claudio se agigantaba, apreciando en toda sumagnitud su poderosa omnipotencia, y al tomar en sus manos uno de loslegajos,supesoleparecíaeldelmundoentero,quepodíaestrujarasuplacer.

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El doctor Peláez entró en el despacho transfigurado. A sus elegantesclientes les hubiese costado algún trabajo reconocer en aquel hombregrave,cabizbajo y con aire de siervo rastrero que se humilla, su doctor alegre,chismosoybromista,quetantoalegrabaalosenfermos.

El padre Claudio le miró de un modo muy distinto que cuando loencontrabaenlossalonesdelaaltasociedad.

Ahorayanoerandosamigos,sinoqueelsubordinadocomparecíaanteelsuperioromnipotenteyabsoluto.

—Siénteseusted,doctor—dijoelpadreClaudio—¿Cómoestáelconde?

—Lomismoquesiempre.Estatarde,comodecostumbre,hemoshabladodeGibraltar.Diceque sóloesperael avisodeO’Conell,yque todo lo tienepreparadoparaponerseencaminoydarelgolpe.

—¿Aquéalturaseencuentrasudemencia?

—Reverendo padre, el conde está tan loco como vuestra paternidad ycomoyo.Esciertoqueenélhayalgúndesarreglodelasfacultadesmentales,queesaideadeconquistaleobsesiona,hastaelpuntodeexcitardemasiadosuimaginación;perodeestoalalocurahaymuchadistancia.

ElpadreClaudiohizoungestoterrible,yelmédicotembló.

—Doctor Peláez, es usted un imbécil, que no sabe una palabra demedicina.YoledigoaustedqueBaselgaestáloco.

YaldecirestomirabacontalairedeautoridadavasalladoraaPeláez,queeste,comosifueseelecodelaspalabrasdeljesuita,dijorotundamente:

—Estáloco,efectivamente.

—Muybien;veoqueyavasabiendoustedalgomásdemedicina.Elcondede Baselga está loco, y en la consulta que usted, comomédico de la casa,tendrá mañana con el célebre alienista Zarzoso, es preciso que sepa relatarperfectamente la historia de la enfermedad y que cuente todos los detallesjustificativos,demodoquenadiepuedadudarqueelcondeesvíctimadeunaenajenación mental. Resulta esto necesario para que la familia puedaconducirloaunmanicomio.

—Difícileseso,reverendopadre.

—Claro,esmásfácilcontarchascarrillosenlastertuliasyalborotaralaspollasconcuentecillosdecolorderosa;peroaquínolohemosencumbradoaustedporelgustodequelaaristocraciatengaunbufónmás,sinoparaquenossirvasiempreque lonecesitemos.Ustednoestáautorizadoparadecirsiunacosaesfácilodifícil;ustedloquedebehacerescumplirlaaojoscerrados,y...enpaz.

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—Lacumpliré, reverendo padre. Sólo temono saber hablar de unmodoqueconvenzaamiscolegas.

—Yoestaréallí.

—Deesemodoyaestoymástranquilo.

—Yapuedeustedapreciarelmodomásadecuadodehacerlahistoriadelalocura de Baselga. He aquí la síntesis: primero, un hombre ensimismado,malhumorado, misántropo; después, se le ve dedicarse con ahínco a losestudios militares, habla de gloria a todas horas, cambia de carácterrápidamente,seirritaconfrecuencia,almismotiempoquesienteretoñarenéllosapetitosjuveniles,yselanzaalmundoelegantedequeanteshuíabailandocomounmuchachoyadoptandoelaspectodeunviejoverde.LaideaabsurdayestupendadeconquistaraGibraltarlaacariciaensecreto,yalfinacabaporrevelarla avarios amigosde confianza.Yo,que soyunodeéstos,y aquienempiezanainspirarlecuidadolasideasestrambóticasdelconde,aprovechoelrápido paso por Madrid de un amigo mío, renombrado médico irlandés,llamadoO’Conell,ylollevoacasadeBaselga.Laconferenciaestranquila.Elcondehabla,comosiempre,desuplansobreGibraltar;elmédicolecontestacuatrogeneralidades,conelúnicofindehacerlehablarmásyestudiarmejorsupensamiento,yterminalavisita,sinqueocurraningúnincidenteysinqueO’Conelldémotivoalgunoparaqueelpobre lococreaqueélesuncapitándelejércitoinglésqueseproponeayudarleenlaconquistadelPeñón.Aldíasiguiente,yoveoconelmayorasombroqueelcondetergiversalascosasdelmodomáslamentable,yquetienepormilitaralquesóloesdoctor,ysuponeque dentro de la posesión inglesa hay quien secunda sus planes. Esto meproduceunainmensaalarma,yentoncesyolebuscoaustedparaqueestudiela enfermedad del conde, y usted, por datos que tendrá recogidos, probaráclaramenteasuscolegasqueBaselgaestálocoderemate,añadiendoquetantenazessumaníapatrióticayconquistadora,quetambiénloconsideraaustedcomo uno de los conjurados y le expone sus planes. Además, puede ustedasegurar al doctor Zarzoso, que a él, en el momento que visite al conde,tambiénésteloconsiderarácomoauxiliarparalaconquista.

—Pero...,reverendopadre.¿Cómovamosaconseguirestoúltimo?¿Ysielconde recibe amis colegas como simplesmédicos y no quiere hablar de sufamosoproyecto?¿Cómonosarreglaremosentoncesparaprobarsulocura?

—Noseocupeustedde eso, señorPeláez.Es cuentamía,yya sabréyoarreglarlascosasparaqueeléxitoseaanuestrogusto.

—Procuraré, reverendo padre, cumplir sus órdenes y proceder de modoquelaOrdennoquededescontentademí.

—Haráustedperfectamente.Estaeslaprimeravezquenecesitamosdesus

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serviciosparaunasuntoserio.Hastaahoranohahechoustedmásquevigilarpornuestracuentaaciertasfamiliasydarnosrelaciónexactadesusacciones.Servicios de poca importancia, menudencias que no merecen muchoagradecimiento. Ya empieza usted a devolver lomucho que nos debe, y esprecisoqueenesteasuntoseextremeyaguceelingenioparaquenopodamostacharledeingrato.Pienseusted,antetodo,quesihoysevebienrecibidoenlaaltasociedadyviveenlaopulencia,anosotrosnoslodebe,yqueasícomolohemoselevado,podemoshacerlecaerenlaruinadeunsologolpe.Procure,pues,nodejardescontentaalaOrden.

—Reverendopadre:soydelaCompañíaencuerpoyalma.

—PuesaeliminaralcondedeBaselgadelmundodeloscuerdos.

—OeldoctorPeláeznosirveparanada,omañanaelcondeesdeclaradoloco.

—Así sea,queridodoctor.Conello libraremosauna familiacatólicadelyugodeunaobstinaciónimpía,ylaOrdenrecibiráunrefuerzodeimportanciaparacontinuarsuobrasublimedeconquistarelmundoennombredeCristo.Considere usted si el servicio que yo le exijo esmeritorio y digno de santaalabanza.

XXIII

BASELGACONVERTIDOENMOSCA.

La baronesa de Carrillo vivía en el palacio de su padre con completaindependencia.

Ocupabansushabitacionesunagranpartedelprimerpiso,ysólodosotrespiezas, lasmássombrías,por tenersusvistasalpatio,eran las reservadasaljefe de la familia, que vivía en completo aislamiento, y únicamente iba enbusca de su hija Enriqueta cuando tenía que acompañarla a una fiesta desociedad.

Entrelashabitacionesdelabaronesaylasdelconde,aunquesóloestabanseparadasporlaantecámara,padecíamediarunabismo.

El odio de la falsa hija y la indiferencia del padre, que sabía bien a quéatenerse acerca de la sangre que circulaba por las venas de la baronesa,impedían toda relación entre los dos, y de aquí que sólo se viesen en elcomedor,dondecambiabanalgunasfríaspalabras.

Estafaltadecomunicaciónenqueambosvivíancreabaenaquellacasados

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mundosdistintosqueseguíansusrumbos,sinrozarseniaparentementeelunoconelotro.

Baselganoponíanuncalospiesenlashabitacionesdesuhijamayornisepreocupabadelasvisitasqueéstarecibíaydesusrústicastertulias.

Encuantoa labaronesa,éstanosepreocupabaaparentementede lavidaque hacía su padre, ni hacía preguntas a sus enviados; pero era porque suchismosa doncella, mediante generosas recompensas, se encargaba deaveriguarloqueelcondehacíadesdelamañanahastalanoche,yquégentesentrabanavisitarleensudespacho.

AestaseparacióneradebidoqueBaselganoseenterasedeloquecontraélsetramabaenelsalóndesuhija,niseapercibieradelaspersonasaquieneséstarecibía.

Deestemodo,nadasupodelareuniónqueseverificabaendichapiezaalasoncedelamañana,oseaalahoraenqueél,conloscodosapoyadosensumesa de trabajo y la cabeza entre lasmanos, reflexionaba sobre su célebreplan,quenuncasecansabadeacariciar.

Mediahoraanteshabíaestadoconél su íntimoamigo,elpadreClaudio,para anunciarle de allí a poco rato la visita de tres individuos del ComitépatrióticoquedirigíaPeláez, las cuales semostrabanansiososdeconoceralgranhombreencargadodedarelgolpesobreGibraltar.

El jesuita había salido poco después, anunciando que iba a visitar a labaronesaensushabitaciones,y,efectivamente,allíestabahablandoconella,enunrincón,explicándolaconciertavehemenciaelmodocomodebíarecibiraldoctorZarzoso.

Depie,juntoaunaventana,estabaPeláezmirandoatentamentealacalle,ysentadosengrandessillones,conlaexpresióndehombresqueseencuentranen un sitio que no les inspira confianza, figuraban los dos médicos que eldoctorde laaristocraciahabíabuscadoparaquesirviesencomodecoroa laconsultamédicaquesepreparaba.

Eran dos facultativos insignificantes, dos médicos vulgares, a quienesprotegíaPeláez,dándoleslasmigajasdesuclientela,ydelosquedisponíaasuantojocomoverdaderosautómatas.

Apesardesutítuloacadémico,considerabanaPeláezcomounoráculo;sufalta de ciencia les hacía creer, como a toda la alta sociedad, que elaristocráticomédicoeraunportentodesabiduría,ybastabaqueésteabrieselabocaparaquelosdosacólitoscomenzasenamoverlacabezaparaapoyarconsignosdeaprobacióntodassuspalabras.

Paróenlacalleuncarruaje,yPeláezseretiródelaventana,diciendocon

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precipitación:

—Yaestáahí.Suberlinahaparadoenlapuerta.

El rato que transcurrió hasta la presentación del famoso catedrático, loempleólagentequeestabaenelsalónencolocarseconvenientemente.

Losdosmédicoslimitáronseaincorporarseunpocoensussillones;perolabaronesa y el jesuita levantáronse de sus asientos para colocarse en el sofá,donde doña Fernanda, estrujando nerviosamente su pañuelo y ladeandodolorosamentesucabeza,tomóunaactitudtrágica.

ElpadreClaudioestabaasuladocomoesforzándoseeninspirarlavalor,yPeláezcolocósemodestamenteenunángulodelsalóncontoda laactituddeun hombre eminente, que, en obsequio a un sabio que le sobrepuja, quierehacersepequeñoeinsignificante.

Un criado anunció al doctor Zarzoso, y éste entró inmediatamente en elsalón.

Eraunhombredecincuentaaños,deestatura regular,quedisminuíaunaexcesivaobesidad;derostrocetrino,canobigotecortadoacepillo,cráneoalgodespobladoy reluciente, y frente anchurosa, cruzadapor una arrugaverticalquenacíaentrelasdoscejasyquesemarcabadeunmodoalarmanteapenasestallabaenélelmalhumor.

Todoenéldenotabaaunhombre testarudoe inflexible,capazde reñirapuñetazolimpioconlaciencia,siésta,despuésdehacerleentreveralgunodesusmisterios,seempeñabaenocultárselo.

Llevaba un gabán azul abrochadohasta el cuello ymuy estrecho, por loquemarcabademasiadosuprominenteabdomen,ysusojuelosbrillabantrasloscristalesdesusgafasdeoro,conlaexpresióndeunhombredesconfiadoytosco,queensufranquezallega,sinnotarlo,hastalagrosería.

Eraelverdaderotipodesabioqueapareceencomediasynovelas,yquehallegadoahacersepopular.SudespreocupaciónerayalegendariaenlaescueladeMedicina;sus frecuentesdistracciones,muchasvecesdecaráctercómico,dabanmuchoquereíraalumnosypracticante,yresultabatípicoenélsuodioaesasridículasconvenienciassocialescreadasporlaaristocracia.

Aborrecía el “confort”, se burlaba demodas y recordaba con fruición lafeliz edad en que no había encontrado aún un inteligente protector que lededicase a la ciencia costeándole la carrera, y era él todavía un aprendiz decarpintero,traviesocomoundiablo,queconelsaquilloalhombroibaaltallerpeleándosedepasocontodosloschiquillosdelacalle.Empeñadoenrecordarsuprimeraedad, eldoctorZarzoso, elprofesor insigneacuyasconferenciassobre enfermedadesmentales acudía todo elmundo científico y literario de

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Madrid,ydecuyasabiduríasehacíanlenguastodaslasrevistasprofesionalesde Europa, hacía la vida de un obrero: comía tan “vulgarmente” como unalbañil,yconunatiraníaqueresultabachusca,dirigíalasmásatrocescensurasaaquellosdesusjóvenesdiscípulosque,deseososdedeslumbraraeleganteshermosuras,vestíanconarregloalaúltimamoda.

Susopinionespolíticasyreligiosaseranelperpetuomotivodeentusiasmodesusalumnos,ylaconversaciónobligadaenlossalonesdeesaclasesocialque,inspiradaporelfanatismo,arrastrabaasucasaunpedazodeIglesia.

Aquelhijodelpueblo,elevadoalassublimesalturasdelacienciaporsuspropios esfuerzos y por la característica terquedad que le hacía pasar porencimadetodaclasedeobstáculos,inspirabaunterrorcasisupersticiosoalasbuenasgentesdevotas.

Susexplicacionesmaterialistas,aquelateísmodequehacíagalaconciertaafectación, sin duda porque le divertían los aspavientos de los fanáticosescandalizados,formabanalrededordesunombreunaterribleleyenda.

A pesar del horror que sentía hacia su persona la gente devota y esainmensa masa indiferente que no cree en nada, pero que se muestraprofundamente religiosa mientras esto le produce algún resultado material,nadieponíaendudasusconocimientoscientíficos,yeragenerallaopinióndeque nadie como él podía dedicarse con gran éxito a la curación de lasenfermedades.

Eraunhombreterrible,unréprobo,unmonstruo,uninsensatoquenocreíaenDiosnienlosreyes,quesemostrabapartidariodelaRepúblicayhablabapestes contra el Papa, pero a pesar de esto, no había familia aristocrática nipríncipede la Iglesiaquevacilaseen llamarleapenas teníanecesidaddesusservicios.

En sus relaciones con los clientes, tenía el doctor Zarzoso grandesextravagancias,segúnafirmabansuscompañerosdeFacultad.

Una vez se hizo pagar dos mil duros por haber curado a un opulentocanónigo de una enfermedad mental casi insignificante. Esto nada tenía departicular, según sus compañeros; pero lo que en su concepto resultabaabsurdo esque almismo tiempodedicasegranparte de su tiempoehiciesenuevosestudiospara lacuracióndeuncerrajero,alqueapenasconocía,yaquieneldoctortuvoqueconducirporfinaunmanicomio,entregandoantesasumujer losdosmildurosdelcanónigoparaquesededicaraaunapequeñaindustriaymantuvieraasuscuatrohijos.

EldoctorZarzososeindignódeunmodoterribleundíaqueseatrevieronapreguntarleporquéprocediódeaquelmodo.

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—Déjenmeustedesenpaz—gritódirigiéndosea losotroscatedráticos—.SiyotuvieseelpoderqueselesuponeaesetalDiosaquiennadiehavisto,irían las cosas de otra manera, pues sería un terrible nivelador. Entretanto,procuroquitarloquepuedoalosfavorecidosporelrepartosocialparadárseloalosdespojadosquemuerendemiseria.

Eranhorribleslasteoríasdeaquelsabioendemoniado.Conellas,¿adóndeiríaapararelmundo?

Lasgentesindiferentessóloreconocíaneneldoctorungrandefecto,yéstetanarraigado,quedifícilmentepodríanuncadespojarsedeél.

Eratanapasionadoporsusideaspolíticasyreligiosas,ytanrudamenteseencastillaba en ellas, quemiraba con odio a todos los que no pensasen delmismomodoqueél,ysibuscabanlosauxiliosdesuciencia, lostratabacontantosescrúpuloscomounbrahmánquesevieraobligadoaponersusmanossobreunpariadelaIndia.

Toda la inmensa paciencia y los cuidados maternales que dedicaba acuantos enfermos no le inspiraban ninguna preocupación, lo trocaba enmalhumoryasperezacuandoteníaquecuraraalgúnserqueensuépocadesanarazónsehabíadistinguidocomoardientedefensorde ranciasy tradicionalesideas.

Enélestabaarraigadalacreenciadequetodofanáticoesunloco;peronoqueríacomprenderseenestareglageneral,porquenuncallegóapensarqueélfueseotrofanático,aunquedelasideasmásopuestas.

Al entrar el doctor en el salón de la baronesa, todos los hombres selevantaron,haciéndoleunrespetuososaludo.

ElseñorZarzoso,alveradoñaFernanda,quesuponíaseríalaseñoraquelehabíallamado,avanzóhaciadondeellaestaba,dirigiendoalmismotiempounaescudriñadoramiradaalasotraspersonasqueocupabanelsalón.

Tanto el padre Claudio como los dos médicos le eran desconocidospersonalmente; pero al mirar al doctor Peláez hizo un gesto de desagrado,comosiseencontraraenpresenciadeunapersonamolestayantipática.

El sabio, cuya rudeza casi era legendaria, odiaba con todo suapasionamiento característico a aquel médico aristocrático, bufón científico,quecifrabatodosurenombreenhacerreíralosenfermosdealtacategoría.

EltalPeláezveníaaserlacontinuapreocupacióndeldoctorZarzoso.Porestoleagobiabaconburlascruelesysarcasmosterribles;peroelaristocráticodoctor, ducho en el arte de doblar reverentemente el espinazo, contestabasiempre con lisonjas y adulaciones, lo que aumentaba todavía más el malhumor en el rudo sabio, puesto que odiaba aún más los procedimientos

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rastrerosqueelcharlatanismocientífico.

Peláeznoignorabalapocasimpatíaqueleteníaelcélebreprofesor,ydeaquí que, a pesar de toda su serenidad, se inmutase un poco al verse en supresencia.

—Querido maestro—dijo, inclinándose servilmente y con acento propiodelqueexperimentaunagransatisfacción—.¡Cuáninmensaesmialegríaaltenerlahonrade...!

El médico de la alta sociedad no pudo continuar. El doctor Zarzoso lehabía mirado despreciativamente con sus ojillos grises, que en ciertosmomentos parecían reír chuscamente bajo sus tapaderas de cristal y fue aestrecharlamanoqueletendíalabaronesa,siempreenactitudtrágicaycomopróximaadesmayarse.

—Señora, he acudido a su llamamiento tan pronto como me ha sidoposible. Ahora espero que me diga usted lo que ocurre y deseo que misserviciospuedanserdegranutilidad.

—Doctor, se trata de una consulta.Mi padre, el conde de Baselga, estágravementeenfermo,ycomolafamadeustedcomoespecialistaendolenciasmentales es universal, me he tomado la libertad de llamarle, deseando quetengaabiencelebrarunaconsultaconestosseñores.

—¿Con quiénes?—dijo con extrañeza el doctor Zarzoso, que estabamirandofijamentealpadreClaudiocon la insolenciapropiadeunclerófoborudoyempedernido.

Nopodíaexplicarse lapresenciadeuncuraenaquella reuniónque ibaaconvertirseenconsultacientífica,yporestosiguiódiciendoconciertaironíaalmismotiempoqueseñalabaaljesuita:

—¿AcasoelseñorestambiéndelaFacultad?

—No,señordoctor.Elseñor,eselpadreClaudio,delaCompañíadeJesús,unamigodeminiñez,unprotectordemiinfancia,aquienconsiderocomomisegundopadre.Comoíntimoamigodemifamilia,hatratadoamipadreconintimidadypuedesuministraralaconsultadatosdealgunaimportancia.

El jesuita se inclinó modestamente como ratificando las palabras de labaronesa,yelsabiodoctoraúnmiróconmásfijezaalsacerdote.

Había oído hablar mucho de aquel jesuita que visitaba a la Reina conasiduidad;teníagranprestigioenloscentrosoficialeseinfluíaalgunasvecesen la vida de losGobiernos, cuando éstos no tenían al frente algún generaltestarudo.

Siempre había sentido deseos de conocer qué "clase de pajarraco" era

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aqueljesuitaquetanpoderososemostraba,yahoraquepodíaexaminarloasusabor,esforzábaseenadivinarenaquelexteriorqueafectabahumildadalgúngesto, algún detalle que revelase el genio de intriga que poseía en tan altogrado.

Prontolesacódesucontemplaciónescudriñadoralavozdelabaronesa.

—Encuantoaestosotrosseñores,ilustredoctor,soncolegasdeusted,conlos que podrá verificar la consulta. Permítame usted que los presente. EldoctordonPedroPeláez.

Elaludidoseinclinóconafectación,ydespuésdijoconénfasis:

—Teníayaelhonordequeelsabiocatedráticomeconociese,puesyahelogradovariasocasionesenquehepodidomanifestarlequetieneenmíunodesusmayoresadmiradores.

Peláezsequedómuysatisfechodesuspalabras;peroel sabio lasacogiócongruñidospocotranquilizadoresydijodespuésconsorna:

—Efectivamente,conozcoalseñor...¿Yquiénnoconoceaesta lumbreradelacienciaelegante,aesteportentocapazdehacerreíraunmoribundoconsushabilidades?Estodounsabioqueirámuylejos;lástimaquelamuerteseempeñeenimpedirsiempresustriunfoscientíficos.

YeldoctorPeláezsereíaallanzarsucolegaaquellasburlascruelesyvercómohacíaesfuerzosporconservarsuserenidad.

—¡Oh!Mi ilustremaestro—murmuró como si estuviesemuy agradecido—,siempremedistingueconsualegrebenevolencia.Permítameahoraquelepresenteamiscompañeros.

Y Peláez hizo la presentación de sus dos compañeros, aquellosmédicosvulgaresqueconsuexpresióndezozobraalversefrenteaaquellaeminenciadabanmuchoquereíraldoctorZarzoso.

—He aquí—murmuró éste—dos excelentes acólitos que dirán “amén” atodo.

Despuésde lapresentacióneranecesarioentrarenmateria,y labaronesafuequienabordólacuestión.

—Señordoctor—dijoconacentoquejumbroso—.Enestacasa,despuésdemipadre,soyyoquien,pormiedad,deboencargarmedeladireccióndeella,yporesto,hoy,queconprofundodolorveoenpeligrolarazóndelconde,mehe apresurado a impetrar los auxilios de la ciencia para impedir mayoresmales. Mi padre está loco o, al menos, esta es la opinión de todos estosseñores.Amí,comohijacariñosa,merepugnacreerentaldesgracia,yparaconvencermeoanimarmeenmisesperanzas,sóloesperoloquedigaelsabio

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quegozadetanjustorenombreenestaclasedeenfermedades.

EldoctorZarzosoinclinólacabeza,agradeciólalisonja,sindejardemiraraquellamujermadurayfeaqueseexpresabaconacentostandramáticosyqueparecíaserlistaendemasía.

—Yo,señordoctor—continuodoñaFernanda—,sólolepido,¡porDiosypor todos los santos!, que piense bien antes de dar su dictamen, que de suspalabras pende la tranquilidad demi pobre hermana, joven inocente que nosabenadadeladolenciadesupadre,ylamíapropia;perotambiénlepidoqueno nos oculte la verdad, pues de seguirmi padre como hasta hoy, libre porcompleto,teniendolarazónperturbada,podríanoriginarseterriblessucesosyde sus consecuencias todos me culparían a mí por no haberlos evitado atiempo.

Peláez, los dosmédicos y el jesuita hicieron signos de aprobación, y eldoctorZarzosocreyódelcasohablar:

—Efectivamente,señora;enestosasuntoshayquedecirsiemprelaverdad,ysiyovalgoalgoesporquejamáslaheocultado,aunariesgodedestrozarlossentimientosmásnaturalesdelasfamilias.Notemaustedqueyolaoculteloque piense.Mi rudeza es bien conocida de todos cuantosme tratan, y si supadre está loco o si está cuerdo, con la misma claridad se lo manifestaré.Vamos,pues,alasunto.¿Hayalgúninconvenienteenqueveamosalenfermo?

—No,señordoctor.Mipadreestáensudespachoypuedenustedesentraraverlocuandoquieran.

—Eso se hará después. Ahora oigamos al médico de la casa. ¿Es elseñor...?

—Peláez, para servirle, querido maestro—dijo el aludido fingiendo nocomprenderlamalignidaddeaquelolvido.

—¡Oh!Sí;dispenseusted.Conoceunoatantos...Peroestonoimpidequeseaunpecadoimperdonableolvidarunnombretanconocidocomoeldeustedloesenlaclasemásselectadelasociedad.

Peláez semordía los labios al sentir aquellas incesantes punzadas que ledirigíaelirónicomaestro,ytodoslospresentes,apesardelagravedaddelasituación, comenzaban a regocijarse algo en su interior, al ver el apuro delmédicoaristócrata,tanchuscoyatrevidoensusconversacionescomotímidoyrastreroconelcélebreprofesor.

—Vamosadelante—dijoéste,quesegozabaenelmartiriode suvíctima—.Averlahistoriadelaenfermedad.

Peláez recitó hábilmente la lección aprendida. Todo cuanto en el díaanteriorlehabíadichoelpadreClaudioensudespacho,lofuerepitiendocon

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unaexpresióntal,queensuspalabrasnosenotabapreparaciónajenayparecíaelresultadodelargasmeditacionescientíficas.

Elaristocráticomédicoseexplicóconclaridadyprobólalocuradelconde,después de afirmar que sólo se decidía a hacer tal declaración tras meditarlargamentesobreelasunto.

La historia de la enfermedad fue breve, pero precisa. Primeramente, elpaciente,poseídodeunamaníaheroicaque lehacíaansiar lagloria,habíasedecididoarealizarunplantanabsurdocomolaconquistadeGibraltar,porungolpedemanohijodesu iniciativa,ysinconfiarenningúnauxilioextraño.Después,dominadoporestamanía,habíacaídoenotramáspeligrosa,cualeraconsiderar a todos sus amigos comprometidos voluntariamente en tan locaempresa.Lavisitadeunmédicoextranjerolehabíahechoconcebirlaabsurdaesperanza de que dentro de la plaza inglesa había gente que secundaría susplanes, y desde este momento su locura se extremó, llegando a hacerpreparativos materiales, tales como la compra de armas y reclutamiento dehombres; medidas que podían perturbar el orden, que tenían en perpetuaalarmaalasfamilias,yquehacíannecesariaunaresoluciónprontayenérgicaenlapersonadeaqueldesgraciado,queconstituíauncontinuopeligro.

EldoctorZarzosoescuchabasilenciosamentelalargaydetalladarelaciónde Peláez, y comenzaba a interesarse por el conde de Baselga, diciéndoseinteriormentequeaquelenfermoerauncasoraroydignodeestudio.

Alterminar,sucompañeroleinterrogóconunamiradaqueteníalamismaexpresióndelcortesanoqueaguardaanhelosamenteunaexpresióndesuseñorparacelebrarla,yeldoctorZarzoso,que,cuandoentrabaenelejerciciodesuprofesión adquiría la gravedad sagrada de un augur, dijo con expresiónpensativa:

—Rara es, señores, la locura del conde. En estos tiempos son másfrecuentes que nunca los desarreglos mentales por el exceso de vicios y laimbecilidadproducidaporladegeneraciónprogresivadelasfamilias;perounamaníaheroicacomoesaqueacabandeexplicar,resultacadavezmásrara.Loquemásmepasmaesqueunidaa la locuravaya taldosisdeactividadyderaciocinio, como suponenesospreparativosbélicosque, segúndice el señorPeláezyafirmanustedes,haverificadoelenfermo,pero...,bienconsiderado,de nada de esto debemos pasmarnos. El genio no es más que el hermanomayordelalocura.Sisehubieraaumentadounpocolaexaltacióndecarácterdel gran Napoleón; si en su cerebro se hubiese extremado aquel afán a lograndiosohastaelabsurdo,aloinesperadohastalofantástico,esseguroqueelcondedeBaselgahubiesetenidoundignocompañero.

ElpadreClaudiosonrióconciertoagrado,ylostresmédicoscreyerondelcaso acoger con sendas inclinaciones de cabeza las palabras del ilustre

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profesor.

—Peronodivaguemos,señores—continuóelsabiodoctor—.Noperdamostiempo y determinemos bien la historia de la enfermedad antes de ver alpaciente.Antetodo,segúnlasanterioresexplicaciones,resultaqueelenfermomanifestó claramente su locura después de la visita de ese doctor irlandés,pues al día siguiente se lo representaba en su imaginación como un capitáninglésdispuestoaayudarloenlaconquistadeGibraltar.¿Noesesto?

—Asíes,ilustremaestro.

—¿Yquiéntrajoaestacasaaesemédicoextranjero?

—Fuiyo,señorZarzoso.

YelpadreClaudio,aldeciresto,sonreíahumildemente.

—¡Ah!¿Fueusted...?

El sabio miraba fijamente al jesuita y en sus ojos leía una marcadaexpresióndeduda.Parecíaqueleinspirabafuertessospechaslacircunstanciadesereljesuitaquienarreglóaquellavisitatraslacualtanmarcadamentesemostrólalocuradelconde.

—Sí, yo fui; señor doctor—continuó el jesuita ansioso por deshacer lamala impresión que adivinaba en el ánimo del profesor—. Como ha dichoantes la señora baronesa, me inspiranmucho interés su familia y todos losasuntosdeestacasa,yporellometomélalibertaddetraeraquíamiamigo,eldoctorO’Conell,paraqueexaminaseal conde, cuyoestadome inspirabayaentoncesmuchainquietud.

—¿YquiénesesedoctorO’Conell?Aquí,enMadrid,resultadesconocido.Yo conozco a todos losmédicos de Europa yAmérica que gozan de algúnrenombre,ydeeseseñornuncaheoídohablar.

—Apesardeeso,señordoctor—contestóeljesuitasinperdersuserenidad,en vista de la desconfianza que mostraba su interlocutor—, mi amigoO’Conell tienemuchafamaensupatriayobtuvograndeséxitoshacepocosaños con sus explicaciones en la escuela de Medicina de Dublín. En laactualidad se dedica a estudios de observación, para lo cual hacecontinuamente grandes viajes. En Madrid sólo estuvo un día y salióinmediatamenteparaCádiz,dondeseembarcóparairanorecuerdoquépuntodelaAméricadelSur.

El jesuita, al hablar así, reíase interiormente del doctor Zarzoso, y deaquellamiradadesconfiadaeinquisitorialquefijabaenélconelpropósitodesorprenderlamenorvacilaciónyapreciarlacantidaddeverdadquehabíaensuspalabras.

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—Mira cuanto quieras—se decía el jesuita interiormente—. Serías tú elprimerhombrequeleeríasenmipensamientocuandoyoestoymintiendo.Noesfácilquehombrescomotúmesorprendannimeatolondren.

Efectivamente, el doctor estaba desconcertado por aquel tono de naturalveracidad con que hablaba el jesuita, y comenzaban a extinguirse lassospechasquemomentosanteshabíaconcebido.

—¿Y cuál fue la opinión de ese doctor sobre el estado del conde?—preguntóelsabio,queapesardetodoseguíasospechando.

—Dijorotundamentequeestabaloco.

—¿NodijonadaensuconversaciónquetendieraaproducirenelcerebrodelcondelaideadequeeltaldoctorerauncapitándelEjércitoinglés?

—Nadaabsolutamente.

—¿NohablódeGibraltar?

—Poca cosa. La conversación versó principalmente sobre viajes, y elcondesemostróenellamuyrazonableycomedido.ÚnicamentelemostróaO’Conell los planosde la posesión inglesaque tiene en sudespacho, ydijoqueseestabaocupandoenunagranobra.Eldoctorprocuróhacerlehablardetal asunto para apreciar mejor su exaltación; pero el conde se mostrabaentoncesmuyreservado.

—¿Y cómo se explica usted que al día siguiente al hablarle, se refieratranquilamenteauncapitáningléshabiéndoleustedpresentadounmédico?

—Eso, lacienciapodráexplicarlo.Yoúnicamentepuedosacardeello laconsecuenciadequeelcondeestáloco.

El doctor Zarzoso, a pesar de la humildad candorosa con que el jesuitacontestaba a sus preguntas, seguía firme en su creencia de que había algoextrañoenaquellatrasformacióndepersonalidadquetanrápidamentesehabíaoperadoenelcerebrodelconde.

Parecíaqueel célebremédicopresentíaalgode la terribleverdadque seencerraba en el fondo de aquella inicua intriga; pero sus sospechas no erandeterminadas, ni tenían ningún hecho real sobre que apoyarse. Además, élqueríamanifestar al jesuita que dudaba de sus palabras, para ver si de estemodo turbaba aquella serenidad tan completa; y por esto preguntó conmarcadaintención:

—¿Y fue usted el único que presenció la conversación del conde y eldoctorirlandés?

—Yo solo, señor Zarzoso. ¿Quién más debía presenciar la visita? Laseñorabaronesa estaba fuera de casa, y, por tanto, sóloyopodía estar en la

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entrevistadeldoctorydelconde.

—¿YhasidoustedelúnicoquehatratadoaltaldoctordurantesuestanciaenMadrid?

El sabio profesor marcó mucho esta pregunta, como si esperasedesconcertarconellaal jesuitademostrándole lassospechasqueabrigabadequeaqueldoctorfueseunserfantásticoinventadoporélmismo.

—No,señordoctor.MiamigoO’Conell,aunquesólopermanecióalgunashoras en Madrid, conversó largamente sobre materias científicas con unapersonaqueseencuentraaquí.

EldoctorZarzosopreguntabaconsumiradaquiéneraelaludido.

Eljesuitaseapresuróaresponder:

—FueeldoctorPeláez,queencontróalsabioO’Conellenmidespachoyquedómuyencantadodesuconversación.

El padre Claudio sabía improvisar, según las necesidades del momento,mentiras con visos de veracidad, y, además, tenía la seguridad de que suprotegidoratificaríainmediatamentecuantoélafirmase.

—Así fue—se apresuró a decir Peláez—. Tuve el gusto de encontrar aldoctor O’Conell en casa del reverendo padre, y le aseguro a usted, ilustremaestro,quequedéencantadodesuamabilidadydesuciencia.

Elmédicointrigante,puestoyaamentir,creyódelcasoseguiradelanteensusafirmaciones.

—Acababa de ver, según me dijo, al señor conde, y me manifestó queestaba firmemente convencido de su locura, y eso que ésta aún no habíatomado un carácter tan alarmante como en el presente. Sus observacionescoincidieronconlasqueyohicedespués,yestomeafirmóenmicreenciadequeeldoctorO’Conell,aunquenotansabiocomousted,ilustremaestro,esunentendidoespecialistaenenfermedadesmentales.

EldoctorZarzosoyanopudoseguirdudando.Poralgunosmomentossuinstinto había adivinado algo de intriga jesuítica en aquella enfermedad, yhastallegóapensarqueaqueldoctorirlandéseraalgúnserimaginario,creadoporelpadreClaudioconocultosfines;peroenvistade lodichoporPeláez,creyóabsurdoseguirdudando.

Elmédico aristocrático era para él un bufón sin formalidad alguna, queenvilecíaa la cienciacon suconducta;pero,por lomismoqueapreciaba suescasez de inteligencia, le creía incapaz demezclarse en ninguna intriga deimportancia.

Además,¿porquénohabíadesertodoaquelloverdad?Tratándosedeun

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loco, resultaba lógico que confundiese la profesión de ciertas personas,siempreconventajaparasusabsurdosplanes,yyasemostrabaélarrepentidode que su preocupación contra los jesuitas le llevase a ver maquiavélicastramasdondesóloexistíanhechosnaturalesysencillos.

El padre Claudio adivinaba cómo en el ánimo de su interlocutor ibandisipándose las dudas, y para vencer definitivamente su desconfianza, selevantódelsofá,saliódelsalónyvolvióaentraralospocosinstantes,seguidodelayudadecámaradelconde.

—Además, señor Zarzoso—dijo el jesuita—, tenemos este criado, quepodrádecirleaustedalgodelavisitadeO’Conell,puestambiénlevio.

—¿Recuerdas—añadiódirigiéndoseal ayudadecámara—la tardeenquevineavisitaralseñorconde,acompañadodeuncaballero,pequeñodeestaturayconpatillasrojas?

—Lo recuerdo perfectamente, reverendo padre—contestó el criado conentonación respetuosa—. Era un sabio extranjero, y recuerdo que vuestrareverencialellamabadoctoryquehablabaconél,alatravesarlaantecámara,delobrevequeerasuestanciaenMadrid.

—¿Recuerdasalgomás?

—Meparecequevuestrareverenciamepreguntóporlaseñorabaronesa,yal saber que había salido,me encargómanifestara que el doctor...O’Conell(eso es, ya semehabía olvidado, el nombre), que el doctorO’Conell habíaestadoasaludarla.

—Estábien.Puedesretirarte.

El doctorZarzosono creyóprudente insistirmás sobre tal punto.Estabaconvencidodequeaqueldoctoreraunserreal,unmédicocomoél,quehabíaestado allí a instancias de su amigo el jesuita para cumplir un deberprofesional,yqueelconde,alempeñarseencreerlouncapitáninglés,queleauxiliabaensusabsurdosplanes,demostrabaestarrealmenteloco.

—Doy a usted las gracias—dijo al sacerdote, sin reparar que en suinterrogatorio había pecado algo de grosero—por los datos que me hasuministrado,ycomocreoinútilinsistiryamássobreestepunto,pasemosalacuestiónmásimportante,oseaalexamendelenfermo.

Labaronesa,quehastaentonceshabíapermanecidomuda,creyódelcasointervenirenlaconversación,obedeciendoaunamiradadelpadreClaudio.

—SeñorZarzoso,antesdequeusted,consucolega,entreaveramipadre,meatrevoadirigirleunruego.Noleexasperenustedescontradiciéndole,puesentonces se revuelve furioso, y su cólera es tan terrible, que pone enconmociónatodalacasa.

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El doctor se inclinó, contestando con toda la galantería de que erasusceptiblesurudocarácter:

—Señora, agradezco esa indicación, pero es inútil. Estoy acostumbradohace ya muchos años a tratar dementes, y sé que nada se gana conexasperarlos y contradecir directamente sus manías. Permítame usted ahoraunapregunta:¿sonmuyfrecuentesenelcondelosaccesosdecólera?

—Sí,señor;muyfrecuentes—contestólabaronesaconlaprecipitacióndelquehadementirsinpreparaciónalguna—.Amenudoseponefuriosocuandocree encontrar obstáculos a su plan; sólo que yo, para evitar que laservidumbre se entere de la triste verdad, procuro ocultar tales raptos deviolentalocura.

—¿Peronohabráustedpodidoocultardelmismomodo lospreparativosmilitaresdelconde?

—¡Oh! Eso no. Todos los criados saben que abajo, en las cuadras, hayvariascajasdearmasymuniciones,ycomentandeunmodopocorespetuosoparamipadrelallegadadeesabandadehombrescasisalvajesqueélhahechovenirdesdelasmontañasdeNavarra.

—Ya ve usted, querido maestro—dijo entonces Peláez—, que esospreparativos constituyen un tremendo peligro, que es preciso que nosotrosevitemoscuantoantes.

—¡Oh! Efectivamente—dijeron a un mismo tiempo los dos médicosanónimos,quehastaentoncesnohabíandespegadoloslabios.

El doctor Zarzoso, por toda contestación, se levantó, diciendo a labaronesa:

—Conelpermisodeusted,vamosaveralenfermo.

—Sí;vayanustedes.ElpadreClaudiolesacompañará,puesélyeldoctorPeláez son las únicas personas que logran inspirarle confianza. ¡Ah! MeolvidabadeJoaquinitoQuirós,quetambiénesgranamigosuyo.

—¿Quiénesesecaballero?—preguntóelsabiodoctor.

—Un joven, amigo demi padre, que fue el primero a quien confió esemalditoplan,causadesu locura.Quirósno tardóencomprenderqueestabaloco. Debíamos haberlo llamado hoy, pues aunque nada nuevo hubieseañadidoalosinformesdeldoctorPeláezydelpadreClaudio,siemprehubiesesidoútilsupresencia.¿Cómonoselehaocurridoaustedllamarlo,reverendopadre?

—Ayerleenviéaviso;perotalvezsusocupacionesnolehabránpermitidovenir.

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Esto no era verdad, pues el padreClaudio había tenido buen cuidado enque Quirós no se enterara de lo que él proyectaba acerca del porvenir delconde.

Nosuponíaestareservaqueéldudasedelaadhesióndelescritorcatólico,perohacíaalgúntiempoqueQuirósleresultabapeligroso.Notabaenélciertafatuidad y el claro intento de labrarse una posición sin el apoyo del padreClaudio, para recobrar su independencia, y esto hacía que el astuto jesuitaevitasequesemezclaraenunasuntotanimportantecomoeraeldelafamiliadeBaselga.Ellobotemíalasuñasdeaquelcachorrilloquecontantoesmerohabíaeducado,yreconocíaenélfacultadessuficientesparasertemible.

Loscuatromédicosyeljesuitaestabanyadepie,dispuestosasalirdelahabitación.

ElpadreClaudiodirigiósealdoctorZarzoso,paradecirle,consuairedehombrehumildeyamable:

—Debo advertir a usted, señor doctor, que nuestra visita al conde, si notienealgúnpreparativo,puedeextrañarle,y les será,por tanto,muydifícil atodosustedeselestudiarleconenteralibertad.

—¿Yquépreparativoeselqueustedpropone?

—Elcondesólosedejallevardesumaníacuandosecreeenpresenciadehombrescomprometidosensufamosoplan.

—Bien:puedeustedpresentarnosaélenlaformaquemásguste.

—Si a usted le parece bien diré que son ustedes individuos del Comitépatriótico,quepresideeldoctorPeláez.Unadesusmaníasescreerqueesteseñor tiene formada una Junta que ha de ayudarle en sus trabajos deconspiración.

EldoctorZarzosomoviólacabeza,enseñaldeasentimiento,yestrechólamanoqueletendiólabaronesa,mediodesmayadaenelsofá.

—Valor, señora—dijo el sabio, que, a pesar de su rudeza, se sentíaconmovidoporeldolorteatraldeaquellamujer—.Lavidaesunalucha,yhayquesabersufrirlasdesgracias.

—QueDiosleilumine,señordoctor.Yosólopidolaverdad,queustedmedigalaverdad,sinocultarmeelverdaderoestadodemipadre.

SubieronPeláezy susdos acólitos, llevandoenmedioaldoctorZarzosocontodalaveneraciónrespetuosadelos labriegoscuandosacana lacallealsantopatronodellugar.

El padre Claudio les seguía con paso lento; pero cuando les vio salir,volviórápidamentealsofádondeestabalabaronesa.

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—¿Qué va a suceder, padre mío?—exclamó doña Fernanda, que,repeliendo su actitud trágica, semostraba inquieta y alarmada—. ¿Qué diráesedoctorsobreelestadodemipadre?¿Nostraeráelhaberlollamadoalgunanuevadesgracia?

—Tranquilízate. Tu padre será declarado falto de razón. Los alienistaseminentes, como Zarzoso, a fuerza de tratar locos, acaban por invertir elestado de la humanidad, y creen que la demencia es la regla general, y lacorduraunaexcepción.Bastaquesesospechedelarazóndeunapersonaparaqueladeclareninmediatamenteloca.ElcondeserámuyprontoparaZarzosoun caso raro de locura, digno de un curioso estudio. Por eso pensé yo enllamarlo.

—Vayausted,reverendopadre;vayaprontoapresenciareseexamen,ynotarde,¡porDios!,puesestaintranquilidadmemata.

ElpadreClaudiosaliórápidamentedelsalónyalcanzóenlaantecámaraalgrupodemédicos,quelentamentesedirigíaaldespachodelconde.

El jesuitaestabaradiantedesatisfacción.HabíaestudiadorápidamenteelcarácterdeldoctorZarzoso,yteníayalaseguridaddeltriunfo.

Laarañaacababadetejersutupidayviscosatela,yBaselgaeralaincautamoscaquerevoloteabaalrededordeaquellapérfidared.

El padre Claudio acechaba tras la oscilante malla, y su alma satánica yambiciosasentíacomounescalofríodeplaceralpensarqueestabapróximoelinstante en que sería anulado el hombre que se oponía a los planes de laOrden.

XXIV

BASELGACAEENLARED.

Elconde,alverentrarensudespachoalpadreClaudioyaPeláez,seguidodetresdesconocidos,levantósedesusillónconlaactituddeunhombrecortésyamableyleshizotomarasientoenderredordesugranmesadetrabajo.

El jesuita tuvo buen cuidado en sentarse junto al doctorZarzoso, que sehabía colocado frente al conde, y que con sus vivos ojillos, tan prontoexaminabaelrostrodeBaselgacomoaquellahabitación,hastaensusmenoresdetalles.

Paraelcélebrealienista,queteníalacostumbredeanalizarlosrostrosconuna solamirada, no pasaron desapercibidos la exaltación que brillaba en la

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miradainquietayvagadelcondeyelensimismamientoqueenélsenotaba,apesardesuempeñoenmostrarseamableyatractivo.

El aspecto del despacho no le preocupaba menos. En sus conferenciascientíficas se había detenido siempre con predilección en las relacionesdirectasqueexistenentrelahigieneylalocura,ymirandoaquellahabitaciónsombría,conventanasaunpatio,yen laque jamáshabíaentradoelsol,norecibiendo más resplandor diurno que una luz tenue, sucia y cernida, queresbalabaporlasparedesgrises,despuésdeatravesarlaclaraboyadecristalesdel tejado, sacaba como consecuencia inevitable que el ser que pasara lamayorpartedeldíaencerradoenunaestanciatanlóbrega,forzosamentehabíade sufrir un desarreglo de sus facultadesmentales y sentir predilección porempresasabsurdasydisparatadas.

MientraseldoctorZarzosoreflexionaba,elpadreClaudiohacíaaBaselgala presentación de aquellos señores, "ardientes patriotas que pertenecían alComité del señor Peláez, y que sentían vehementes deseos de conocer algrandehombrequeibaavengaraEspaña."

LosdoscompañerosdePeláezcreyeronacertadoafirmarmudamente laspalabrasdel jesuita,y se inclinaronprofundamente;pero, apesardeesto, elcondeapenassifijóenelloslaatención.

Comosiinstintivamenteconocieralainsignificanciadeunosylavalíadeotros, despreciaba a los dosmédicos y fijaba su atención enZarzoso, quienclavaba en él su mirada escrutadora e inquebrantable, que tenía algo de laagudezayfrialdaddelestileteanatómico.

ElpadreClaudionotó inmediatamente lapredilecciónqueBaselgasentíaporelcélebredoctor,ycomprendiólacausa.Elcaráctersusceptibleycoléricodelconde,forzosamentesehabíadeirritaranteaquelexamendetenidoyfijo,queleresultabaunaimperdonableinsolencia.

No creía el jesuita que fuera favorable a sus planes un choque entre elcondeyeldoctor,puespodíaimpedirlaconferencia,yporestoseapresuróaintervenir.

—Esteseñor—dijoseñalandoalsabio,queestabaasulado—,es,detodoslosadmiradoresdelcondedeBaselga,elmásentusiasta,yquienmásansiabaconocerle.Deseguroqueenestosmomentosexperimentaunasatisfacciónsinlímitesalversecercadelqueessuídolo.¿Noesasí,señorZarzoso?

—Así es, no quiero negarlo. Tengo una gran satisfacción en conocer alseñorconde,ymehonraríamuchoentratarloconmásasiduidad.

Baselga agradeció la lisonja con palabras que demostraban no habíamuertoenélelantiguocortesano,pero,apesardeesto,aquelhombrepanzudo

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seguíaatrayéndoleconlaantipatíaqueleinspiraba.Sumiradaespecialmente,con su fijeza y su frialdad, que parecía registrarle desde la cabeza hasta lospies, lecrispaba losnervios,hastaelpuntodequeenciertos instantesnosesentía dueño de su voluntad y experimentaba irresistibles impulsos deabofetearalinsolentecurioso.

Peláez,queporcarecerdelapenetracióndelpadreClaudionocomprendíalo que pasaba en el interior del conde, sonreía sin objeto, y, deseoso demezclarseenlaconversación,dijoalconde:

—Aquí, donde usted ve ami amigo el señor Zarzoso, es un hombre degran importancia, un sabio, que podrá ser de gran utilidad para nuestraempresa.

—¡Oh!, los sabios—dijo con expresióndesdeñosa el conde, quedeseabadesahogarsuiracontraelquetantolemortificabaconsumirada—.Lossabiosno sirven gran cosa en esta clase de empresas, y en nuestro Comité, señorPeláez, lo que deben figurar son los hombres de acción, patriotas demuchaalma,quepuedanayudarnos.Nosuponeestoqueyodesprecieaesteseñor;enesta clase de asuntos todos sirven, pero, siempre que se pueda, debenescogerse personas aptas.Creo que, porque hable con esta franqueza, no seofenderáelcaballero.

—No, señor conde—contestó el doctor, siempre mirando fijamente aBaselga—.Me gustamucho hablar con franqueza, y, por lomismo, deseo,antes de comprometerme en una empresa como la que usted ha ideado,enterarmedeciertosdetallesimportantes.

Elcondesesonrióconciertodesprecio,ydijoirónicamente:

—¡Ah!¿Elcaballerotienedudassobremiplan?

—Algunas, señor conde, aunque no de gran importancia, y desearía queustedlasaclarase.Adviertoaustedqueestosamigos—yZarzosoindicóalosdos médicos anónimos—se encuentran en el mismo caso que yo, y deseansaberdeunmodoclaroconquéelementoscuentalapatrióticaempresaantesdecomprometerseenella.

Eldoctoryanomirabafijamentealconde,yéste,comosisevieralibredeunapresiónmagnética,quelepredisponíaalmalhumor,sintiósemásaliviadoycomunicativo.

—Estoydispuestoasatisfacersudeseo.Pregunteusted.

El sabio doctor miró a sus compañeros, como indicándoles que iba acomenzarelexamen,yhablóasí:

—Mi amigo Peláez me ha dicho que dentro de Gibraltar tendremoscompañerosquenosayudaránennuestraempresa.¿Sondignosdeconfianza

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esosauxiliares?

—¡Oh!Yo respondo de ellos, y aquí hay también quien responderá contanta seguridad como yo. Tenemos allí al capitán O’Conell, un irlandés degranvalor,queestádispuestoaauxiliarnos,aunqueestaempresalecuestelavida. El padreClaudio lo conocemejor aún que yo, y sabe que es todo unhéroe.

La rodilla del jesuita chocó suavemente con la del doctor, y aquel roceparecíaindicaralseñorZarzosoqueelcondecomenzabayaadejarsearrastrarporlalocura.

Elsabiohizoungestodeinteligenciaycontinuó:

—¿Ynopodríaengañarnosesecapitán?

—¿Engañarnos?No,señor.Yosoydelosqueaprimeravistaconocenalaspersonas,ytengoalcapitánporunhombrefrancoeincapazdeunatraición.¿Nopiensaustedlomismo,padreClaudio?

—¡Oh!Seguramente.MiamigoO’Conellesunabuenapersona.

Yvolvieronatocarselasrodillas,paraexcusarseeljesuita,porqueseguíaalcondeensumanía,conelpropósitodeevitarqueésteseirritara.

—Nodudo—continuóeldoctorZarzoso—queeseirlandésseaunabuenapersona. Pero, ¿está usted seguro de que sea, efectivamente, un capitán delejército inglés? ¿Dijo que era militar o se presentó con otro carácter: porejemplo,médico?

El padre Claudio, a pesar de su serenidad a toda prueba, comenzaba ainmutarse.Aqueldoctorteníaunmodotanintencionadodepreguntar,queeljesuitatemíaquedeunmomentoaotro,ymercedaunapalabrainsignificante,se descubriera la verdad, y su trama, con tanta paciencia forjada, viniese alsueloconestrépito.

Afortunadamenteparaél,eldoctorZarzosoresultabaantipáticoalosojosdeBaselga,quiengozabaencontradecirleyendemostrarquesuspreguntasnoteníanpizcadesentidocomún.

—¡Qué cosas tan extrañas dice usted, caballero!—exclamó el conde—.¿Acasoestoyyoloco?O’Conellesuncapitándelejércitoinglés,ycomotalseme presentó, pues tratándose de un caballero, como yo lo soy, no tuvoinconvenienteenmanifestarsetalcomoes.¿Conqueeltalcapitánpodíaserunmédico, según usted? ¡Buena es esa! Estos sabios tienen unas ideasverdaderamente originales, y si no le hubiera visto ahímismo, donde ustedestá sentado, y si no hubiera conversado largamente con él, sobre lasfortificaciones deGibraltar, casime haría usted creer que yo había soñado.Padre Claudio, ¿no le parece a usted muy extraño lo que pregunta este

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caballero?

—Sí, señor; pero hay que permitir que el señor se entere bien de laempresaqueustedprepara,antesdecomprometerseenella.

Yeljesuita,aldeciresto,volvióatocarconsurodillaaldoctor.

—Perdone usted, señor conde, que yo haga esas preguntas que a ustedparecentanextrañas.Ahora,envistadesusexplicaciones,comprendoquesonimpertinentes y las retiro.Después de esto, lo que yo desearía es que ustedtuvieseabienexplicarnostodoelplan,hastaensusmenoresdetalles.

Peláezintervino:

—¡Oh!Elplanesmagnífico.Honraalseñorcondeydemuestraqueesunmilitardeprimerorden.

El sabio lanzó al médico aristocrático una furibunda mirada, comoindicándole que él, como sus dos compañeros, estaban allí para oír y callar,dejándolealmásantiguolatareadeinterrogaralenfermo.

El conde no se hizo rogar. Estaba tan entusiasmado con su plan, quegozaba en relatarlo; así es que inmediatamente comenzó a contar lo que yaconocemos,oseaelmedioquepensabaemplearparaapoderarseporsorpresadelPeñón.

Eldoctorvolvíaatenerfijasumiradaenelconde,estudiandoatentamentesu fisonomía y apreciando aquella exaltación que brillaba en sus ojos y lafiebrenerviosaqueledominabaalhablardelafuturavictoria.

El jesuita comenzaba a tranquilizarse, pues el sabio, preocupado enanalizaraBaselgamientrashablaba,nosecuidabadeocultarsusimpresiones,y algunasveces, instintivamente, rozabacon supierna ladelpadreClaudio,comoindicandolacertidumbrequeyaabrigabasobrelalocuradelconde.

Este no ocultó ninguno de sus preparativos. Habló de los hombres queteníaasusórdenes,ydeloscajonesdearmasquehabíaalmacenado,todoporindicacióndelcapitánO’Conell,yconacentodeindignaciónrelatósuviajeaGibraltarylagroseríadelaPolicíainglesa,queleobligóasalirdelaplazaavivafuerza.

Eldoctor,oyendohablaraBaselgacontantanaturalidaddesuconferenciaconO’Conellysusbélicospreparativos,sentíatantoasombrocomointerés,ysedecíaensuinteriorqueeraunodeloscasosdelocuramásrarosydignosdeestudio.

Elcondeterminósurelación.

—Y en este estado, señores—dijo—, se encuentran las cosas Yo estoydispuesto a no demorar el golpe. Espero una carta del capitán O’Conell,

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anunciándomequetodoestápreparado;perolaimpacienciameconsume,ysitardamuchoenescribirmeeseirlandés,esmásqueprobableque,poniéndomeal frente demi gente, salga paraGibraltar, dispuesto a dar el golpe pormipropia cuenta. Yo conozco bien aquello, y, además, no soy hombre paraestarmeesperandopacientementecuandoyalotengotodopreparado.

—¿Yno retrocederá usted ante el silencio que guardan los auxiliares dedentrodelaplaza?

—No,caballero.Tengoelvalorsuficienteparaultimarlasempresasqueheiniciado,aunqueenellopierdalavida.Sóloaguardaréunasemana,yaselohemanifestado así varias veces al padre Claudio. Si durante ese tiempo noescribe O’Conell, iré con mi gente a situarme en las inmediaciones deGibraltar.

EldoctorZarzosomiróatodoslosquelerodeaban;peroestaveznofuecon enojo, sino conmarcada expresión de alarma.Decididamente, el condeestaba loco de remate, y su demencia era de temer, pues podía producirtremendosconflictos.

ParaBaselganopasódesapercibidaaquellamirada.

—Seasustanustedesdemidecisión,¿noesasí?Yoreconozcoqueesalgoaventurada;pero,señores,enlasgrandesempresashayquejugareltodoporeltodo,y seraudazhasta la locura.Por si lodudanustedes, ahí tienenalgranNapoleón, quemuchas veces semetía voluntariamente en trances que sabíaeranpeligrosos,y,sinembargo,salíasiemprevictorioso.

Eldoctorseanimó,comohombreaquienhablandesutemafavorito.

—¡Oh!Esmuchaverdad—exclamó—;usted,señorconde,tienemuchodeNapoleón,yhaceunmomentoteníaelhonordedecírseloaestosseñores.

Yalmismo tiempoquedecía estaspalabras, conciertamaliciamirabaasuscompañeros,comodiciéndoles:"Nohayremedio,estáloco".

—Sí, señores—continuó el conde, hablando con creciente exaltación—.Cuandosesienteapegoalavidahayquepermanecertranquiloencasa;perocuandosepiensavengara lapatria, cuandosedeseavolverpor sudignidadultrajada,hayqueservalientehastaelheroísmo,despreciarlaexistencia,ysila suerte es adversa,morir, con la sublime serenidad de losmártires de unagranidea.

Mientras el conde hablaba, el doctor Zarzoso decía, entre dientes, muyquedo,apesardelocualsuspalabrasllegabanalfinooídodeljesuita:

—Monomaníaheroica;casocurioso.

—Estoy decidido a todo—continuaba el conde—. Yo no espero ya más

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tiempo,ycomotanmeritorioesalosojosdelaHistoriaalcanzarlavictoria,comosabermorirheroicamentepor conseguirla, no reparoya enpeligros, ysaldréinmediatamenteparaGibraltar,dondenotardaréendarelgolpe.

Quedó en silencio el conde durante algunos instantes, y después añadióconacentotriste,marcándoseensurostrounaexpresióndedesaliento:

—Y la verdad es que sería terrible que yo fuera vencido, cayendo enmanos de las autoridades inglesas, pues con mi muerte se desvanecería lasegundapartedemiplan,queesmagnífico,yningunodeustedesconoce.

Todos se conmovieron, y hasta el padre Claudio hizo un gesto decuriosidad.¿Quésegundaparteseríaaquella,delaquenuncahabíahablado?

Baselgavioelansiade lacuriosidadmarcadaen todos los semblantes,ycomono era hombre capaz de ocultar nada cuando le poseía el entusiasmo,hizolarevelaciónesperada:

—Voy a decirles cuál es mi idea. He pensado que, en caso de quetriunfemos, es una locura devolverGibraltar a España,mientras esté regidaporelGobiernoactual.

—¿Yqué es lo queusted se propone?—preguntó el jesuita, quedeseabaaclarase pronto el conde aquel punto, con la esperanza de que expusieraalgunaideadisparatada,quehiciesecreermásensusupuestalocura.

—Puesloqueyopiensohacer,apenasmeveadueñodelacélebreplaza,esdarunmanifiestoalosespañoles,diciéndolesqueGibraltaresdeEspaña,puesparaesolahabréconquistadoyo;peroquesuguarnición,sublevada,noharáentregadeellamientraslanaciónestégobernadapordoñaIsabelII.

—Muybien;megusta la idea—dijo el doctorZarzoso,que conel sesgoquetomabalaconversaciónsentíaqueensuinteriorlacuriosidaddelhombrepolítico comenzaba a sobreponerse a la del sabio—. ¿Y cuál ha de ser lacondiciónprecisaparaquelaentregaseefectúe?

—QuevuelvaareinarenEspañaelGobiernolegítimo.

—¿YquéentiendeustedporGobiernolegítimo?

—Caballero,supreguntameextraña.EnestanaciónnohaymásGobiernolegítimo que el delReyDonCarlosV, por el cual tanto expusemi vida enNavarra,durantelaguerracivil.YaqueelMonarcahamuerto,sóloformanladinastíalegítimasushijosydemássucesores,yúnicamenteaellosentregarélaplazadeGibraltarcuandoseamía.Losespañoles,contaldevolveraposeerel trozo de la Península que les pertenecía, y que tan infamemente les fuerobado,selevantaránenmasa,pidiendoelrestablecimientodemisreyes,ydeestemodoyohabrélogradoloquevulgarmentesedicematardospájarosdeungolpe.

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El padreClaudio estabamuy contento de aquella extraña idea que se lehabíaocurridoalconde,llevadodesufanatismopolítico,ysugozoeramayoralverelgestodedesagradoquehacíaeldoctorZarzoso.

Elsabioestabairritadoporaquelplan,quecalificabadeestúpido,yhastalefaltópocoparaolvidarsequeexaminabaaunlocoydeciralcondequesuideaeraabsurdayridícula.

Eljesuitaletocóconsurodilla,comopararecordarlequehablabaconunloco,yeldoctorseserenó.

—Esasegundapartedelplan—dijoelpadreClaudio—megustamucho,ycreoquedeigualmodopensaránestosseñores.

Todos hicieron gesto de aprobación, y el doctor Zarzoso, que estaba yaconvencido de la locura del conde, aunque no creía necesario insistir, quisoaún apreciar el dominio que en su ánimo ejercía la familia y hasta dóndellegabasumaníaheroica.

—La patria—dijo—tendrámucho que agradecer a usted; pero, por gratoque sea el aprecio de los conciudadanos, creo que usted, señor conde, seexpone demasiado y lleva su sacrificio a un límite exagerado. Usted tienefamilia: ¿ha pensado alguna vez en el dolor de ésta, si es que usted llega amorirenlaempresa?

Esterecuerdo,hábilmenteevocado,produjobastanteefectoenelánimodeBaselga. La figura de Enriqueta surgió de su imaginación, rodeada de unambientedepurezaysencillez,ysesintióconmovido.

—Sí,señores.Tengofamilia,y,sobretodo,unahija,miEnriqueta,alaqueamomucho,yqueeselúnicoserquemeligaaestemundo.

Peroelcondesólopodíasentirunenternecimientopasajero,cuandoestabaposeídodesuafánheroico,quetantoledominaba.

—Sentiría mucho—continuó con el acento del que toma una resolucióndefinitiva—quemimuerte laprodujerauneternodolor;peromeconsuela laideadequeundíauotrodebomorir, yque aunquenoquisiera exponermividaenestasantaempresa,noporestolaevitaríatalaflicción.Soyyaviejo,ytodo consiste en que elmomento fatal llegue antes o después.Además, losmártiresdelcristianismo,paramorirporsuidea,noreparabanensumujernien sus hijos, y el amor a la patria es una verdadera religión, que tambiénnecesitamártires.

El doctor desistió de seguir la conversación sobre tal punto. Era inútilexcitar en el conde el recuerdo de la familia, pues esto no causaba mellaalgunaensusambicionestanarraigadas.

—Celebromuchoverle tandecidido—dijoeldoctor—,y ledeseoque la

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suerte lefavorezca.Laempresameparecemuyaventurada;pero,apesardeello,estoydispuestoatrabajarenellayaseguirasusórdenes.

—Segúneso,¿notieneustedya,másobjecionesquehacer?

Yelconde,aldeciresto,sonreíaconairedesuperioridad.

—Algunas me quedan, señor conde—respondió el doctor—; pero evitohacerlas,noseaqueustedlotomeamal.

—¡Oh! No. Hable usted con entera confianza, que yo le escucharé sininmutarme.

Baselga desmentía sus recientes palabras, pues hacía un gesto de malhumor, como indicando lamolestia que le producían las preguntas de aquelhombre,queparaéleraundesconocido.

EldoctorZarzosomiró rápidamentea suscompañeros,ydespuésdiounenérgicorodillazoalpadreClaudio.

El jesuitacomprendióen la talseñalqueZarzoso ibaa intentarelúltimomediopara convencersede la locuradel conde.Sinduda,quería apreciar lairritabilidaddesucarácter.

MostrabaBaselgamarcadaimpacienciaporoíraldoctor;peroéste,comosisepropusieraexasperarle,siguiómirándolofijamente,sindecirnada,y,porfin,hablóasí,conlentitud:

—Queríamanifestarleaustedqueestoyadmiradodeesevalorsublimequedemuestra, pero que esto nome impide creer que puede ser víctima de unengaño.¿EstáustedsegurodehabervistoalgunavezaesecapitánO’Conell,dequetantohabla,yquetangranconfianzaleinspiró?

Elcondepalideció; el cetrinocolorde su rostro tomóun tinteverdosoysus manos se agitaron con un temblorcillo nervioso. Para el jesuita, queconocíasucarácter,eraaquelloelclarosignodeunaexplosiónviolenta.

—Caballero—dijoBaselgaconvozinseguraporlaira—.¿Tengoyocarade haber mentido alguna vez? A ver, explíquese usted: se lo exijo, se lomando,o,delocontrario...

YBaselga,conaireamenazador,seerguíaensusillón.

Peláeznopermanecíamuytranquiloantelaactitudquetomabaelconde,yencuantoasusdoscompañeros,lossilenciososmédicosquecreíanhabérselasrealmente con un loco, comenzaban a lamentarse en su interior de lasimprudenciasdeldoctorZarzoso,queteníagustoenexasperaralosenfermos.

Sóloelsabioyeljesuitapermanecíantranquilos.

—No se altere usted, caballero—dijo el doctor Zarzoso con absoluta

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tranquilidad,comosi laspalabrasdelcondefuesen insignificantes—.Daréausted cuantas explicaciones quiera, pues aquí lo importante es buscar laverdad.HequeridodecirantesquetalvezsehubieseustedengañadoacercadelapersonalidaddeeseseñorO’Conell.

—¿Qué engaño es ése, caballero? ¿Acaso estoy yo ciego o es que ustedquieresuponerqueyoestoyloco?

YBaselga,apesardetodasucólera,sereíasardónicamente,solamentedepensar que alguien pudiera suponerlo falto de razón, cuando se sentíaintelectualmentemásfuertequenunca.

Eralaprimeravezquereíaentodalaconferencia.ElpadreClaudiotocónuevamente al doctor, indicándole que se fijase en aquella risa pocoespontánea.

—Séperfectamenteloquemedigo—continuó—,yamenosqueusted,ensuodiosoafándecontradecirme,noquierasuponerquesoyunloco,habrádecreerqueahí,enelmismositiodondeustedseencuentra,estuvosentadohacealgún tiempoel irlandésPatricioO’Conell, capitándel batallónde rifles, deguarniciónenGibraltar.

Calló Baselga, pero su razón revolvíase furiosa contra aquellassuposiciones, que él tenía por impertinentes, y que parecían tender a lanegacióndesusfacultadesmentales.

—Y¡granDios!—continuó—.¿Porquéesasdudassobre lapersonalidaddeO’Conell,cuandoyolehevisto,lehehabladoyhequedadomuysatisfechodel valor y de la resolución que mostraba? Paso porque se dude de sufidelidad,porquesecreaquenocumplirásupromesadeauxiliarnos,aunqueestoseamuyaventurado;pero,¿creerqueélnoesél,o,másbiendicho,llegarasuponerqueyonohehabladocondichocapitándelaconquistadeGibraltar,niescuchadosuspromesasdeauxilio?Vamos,esosíqueesunabsurdo,unatremendalocura.

Baselga se agitaba nerviosamente en su asiento, como si aquellassuposicionesdeldoctorlemolestasen,comootrastantaspunzadas,yclavabasus ojos amenazadores en la fríamirada del sabio, que cada vez le irritabamás.

El conde resultaba ya peligroso, y los dos médicos amigos de Peláezlamentaban las palabras delmaestro, ymirando a Baselga esperaban de unmomentoaotroque,levantándosedelasiento,cerrasecontodosydejasecaersobresusespaldasunchaparróndegolpes.

El supuesto loco se serenó un tanto, y, dirigiéndose al jesuita, dijo conacentodespreciativo:

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—¿Quélepareceausted,padreClaudio,loquesuponeesteseñor?¿SeráO’Conell algún ser que yome habré inventado?Usted puede decirlomejorquenadie,puesfuequienlotrajoaquíypresenciótodalaconversación.¿Noleparecequeestecaballerotieneganasdeburlarse,ymecreetanmentecatoquequierehacermedudardeloqueyohevisto?

EldoctorZarzoso, envista de la exaltacióndel condeyde la insolenciaagresivaconquedijolasúltimaspalabras,creyóprudenteintervenir.

—YonohedudadodequeustedhablaseconO’Conell.SéqueestuvoaquíyquelopresentóelpadreClaudio.Pero,señorconde,¿nopodríaustedhaberoído mal? A veces la imaginación puede engañarnos. A ver, procure ustedrecordar lo ocurrido en aquella conferencia. ¿Está usted seguro de que elirlandéserauncapitánquetratóconusteddelacélebreempresa,oustedseloimaginóasí,apesardequeélnadadijodeperteneceralejército?

El conde, con el ceño fruncido y lamirada centelleante, estuvo algunosmomentos contemplando frente a frente al doctor Zarzoso, que seguíaimpasible.

Todoscallaban,aguardandoconimpaciencia.

Porfin,elcondeagitólacabeza,comosiquisierarepelerunaideaenojosa,yextendiendosudiestra,dijoconfoscavoz:

—Caballero,salgaustedinmediatamente.

Prodújose un movimiento de extrañeza en todos, menos en el célebredoctor,queseguíaimperturbable.

Elcondeseirritómásanteaquellacalma,yavanzandoelcuerposobrelamesa,comounafieraansiosadedevorar,lelanzóestaspalabras,conlamismaexpresiónquesiselasescupieraalacara:

—Estáustedburlándosedemí,yhaceunmomentohesentidotentacionesdeabofetearle;peroestamosenmicasa,yestoesloquemedetiene;massinosale usted inmediatamente, ¡por Cristo!, que le marcaré el rostro, para queeternamenteseacuerdedesuimpertinencia.

Yel conde, al jurar, diounpuñetazo sobre lamesa, quedemostró cómoquedabaaúnensusbrazosaquellafuerzadelajuventud,quetaninsolentelehacía.Elpuño,alchocarcontra lamadera,produjounenormeestampido,ytododanzóenlamesa,papeles,plumas,plegaderas,cajasdedibujoyhastalatinta,que,movidaporlatrepidación,saltódelnegroreceptáculo,invadiendoconsucrecientesuciedadladoradaescribanía.

Elfierogolperepercutióenelánimodelosmédicosanónimos,que,comomovidosporun resorte, se levantaronde sus asientos.Nohabía remedio: ellocoibaapegarles.

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Peláez se levantó también, y el padre Claudio le imitó, poniendo elsemblantetriste,aunqueensuinteriorestabamuysatisfechodelresultadodeaquella conferencia. El doctor Zarzoso fue el último en levantarse, y sedispusoasalir.

Mientras tanto, el conde, comopara evitar la presencia de aquel hombreque tan antipático le resultaba, y cualmuestra de soberano desprecio, habíahechogirarsusillónyestabaconelrostrovueltoalapared.

Losmédicoscomenzaronadesfilar.

El padre Claudio no se separaba del doctor Zarzoso, y éste, cuando yaestaba en la puerta del despacho, al ver la preguntamuda que el jesuita lehacíaconlosojos,dijoconvozqueda:

—Estáloco.Notengoyalamenorduda.

Eljesuitaacercósuslabiosaloídodeldoctoryhablóenelmismotono.

—Pueden ustedes celebrar su consulta en el salón donde aguarda labaronesa.Yomequedoaquíparadisiparuntantoelfurordelcondeyevitarque lo descargue después sobre su familia. Es un deber queme imponemisagradoministerio.

El doctor Zarzoso hizo un movimiento de hombros y salió tras suscompañeros.

Cuandoseextinguióel ruidodesuspasos,elcondevolvióel rostro,quetodavíateníaimpresoungestodeferozira.

Alver al padreClaudioderecho en el centrodel despacho, se serenóunpoco.

—¿Havistousted,padre?—dijo,despuésdeunlargointervalodesilencio—.¡Quéentestanantipáticoshayenelmundo!Nosécómonolehedadodebofetadas.

—Calma, señor conde,muchacalma.Hayciertos caracteresque resultaninsufribles.Yosientohaberpresentadoaustedeseseñor,quetanmalratoleha dado; pero, en fin... lo mejor que podemos hacer es olvidarnos de loocurrido.

—Si todos los individuos delComité formadoporPeláez son como ése,noshemoslucido.Dígaleustedanuestrodoctorqueenadelantenocuenteconeltalsabio,queamímepareceunmajadero.

—Selodiré.Ahorayoconfíoenqueloocurridonohabráentibiadosufe,yqueseguiráusted tandispuestocomosiemprea llevaracaboelpatrióticoplan.

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—¡Oh! Eso siempre. Esto ha sido un incidente ligero, y nada más. Encuanto se desvanezca la irritación producida por las suposiciones de esemajadero,todolohabréolvidado.

—Así lo espero. El desaliento no existe para hombres como usted.Adelante,ysiempreadelante,queDiospremiaráalosquesesacrificanporsucausa.

Elcondeyel jesuitahablarondespuéslargamentesobreeleternoasunto,extremándoseelsegundoenentusiasmaraBaselgaconoptimistasilusiones.

—Usted—dijo—debecumplirsupropósitodepartirparaGibraltarasíquepaseunasemanayyonorecibacartadeO’Conell;peronocreoquetranscurraesetiemposinqueelcapitándéseñalesdeexistencia.UnagentequetenemosenaquellaplazadicequeO’Conellhacemuchostrabajossediciososentresuscompatriotasdelaguarnición,ynoséporquémefiguroquenotardarámuchoen avisar. Tal vezmañana recibamos noticias suyas y nos indique que todoestápreparadoparaquepuedaustedmarcharalaplazaconsushombres.

La esperanza quemostraba el jesuita animómucho al conde, e hizo quecuando aquél salió del despacho, su rostro estuviese ya serenado y no senotaseenéllamenorhuelladesuanteriorira.

CuandoelpadreClaudioentróenelsalóndelabaronesa,éstasehallabacompletamentesolaysentadaenelsofá,siempreconactitudtrágica.

—¿Ylosmédicos?—preguntóeljesuita,extrañándosedeaquellasoledad.

—¡Chist! Hable usted más bajo—contestó la baronesa, indicándole conuna señal que no levantase tanto la voz—. Están en el gabinete inmediatocelebrandoconsulta.¿Nolosoyevuestrareverencia?

Enefecto;apagadoporlapuertayloscortinajes,llegabahastaelsalónelecodelavozdePeláez,haciendotímidasindicacionesaldoctorZarzoso,queexplicabalaenfermedaddelconde.

—Heescuchadounpoco—continuó la baronesa—,y, a la verdad, noheentendidograncosa.Hablanentérminostécnicosylaspalabrasacabadaseníayenoniserepitenconunafrecuenciaabrumadora.Loquemepareceesquetodosestamosconformesendeclararlocoamipadre...¡Ay,padreClaudio!

—¡Qué es eso, hija mía!—exclamó el jesuita, asombrado por aquellainesperadamanifestacióndedolor—.¡Vamos,tenunpocodevalor!Además,estanoticianoesnuevaparati,puesyahacedíasqueconocíaslalocuradetupadre.PiensaqueDiossacamuchasveceselbiendelmal,y...nodigomás.

Labaronesacomprendiólaintencióndeestaspalabras,quedijoeljesuitadeunmodomuymarcado,ypermaneciósilenciosa.

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Eramásacertadoguardarabsolutomutismoqueseguirunaconversaciónenlaqueambosseexponíanaserdemasiadofrancosydecirpúblicamentesuspensamientos, que mutuamente eran conocidos. Muchas veces las paredesoyen.

Transcurriócomouncuartodehorasinqueningunodelosdosdespegaselos labios. El padre Claudio tenía apoyada la barba en el pecho, y parecíaentregadoaprofundameditación;labaronesaseentreteníaenpeinarconsusdedoslasfranjasdecordoneríadelsofá.

Lasvocesde losmédicos iban siendocadavezmás sordas; callaronporfin,ylevantándoseelcortinajedelapuertadelgabinete,entrarontodosellosenelsalón.

EldoctorZarzosoibaalfrenteyteníaelaspectograve,cabizbajoytétricodeunsacerdotedeóperaquesepresentaadarlanoticiafatal.

—Señora—dijo colocándose en frente de la baronesa—, la concienciaprofesionalmeimponeelpenosodeberdeproporcionarleconmispalabrasunprofundodolor.Miscompañerosyyonoshallamosplenamenteconvencidosdequeelseñorcondeestáloco.

DoñaFernandamiróalcieloconlamismaexpresiónquesiensuinteriorsedesgarraraalgo.

—Nodebeustedporesoentregarsealadesesperación—continuóeldoctor—.La locura del conde no esmás que unamonomanía que, aunque grave,resultadeposiblecuración.Conunrégimenmorallento,peroseguro,iremosdespojándole de esas creencias que hoy le perturban, y es casi cierto querecobrarálarazón.

—¡Dios loquiera! ¡Dios loquiera!—murmuró labaronesacondramáticaresignación.

—Ahora,inútilesqueyodigaaustedelterriblecompromisoquearrostrateniendoasupadreenestacasa.

—Losé,señordoctor;¿quédebemoshacer?

—Despuésde ladeclaraciónsuscritapornosotros,enquecertificamoslafalta de salud mental que aqueja al conde, puede usted, como jefe de lafamilia,hacerloingresarenunmanicomio,dondeatenderánasucuración.

—¡Oh, Jesús mío! ¿Y cómo comunico a mis hermanos la fatal noticia?¿Qué dirá Enriqueta? ¿Qué impresión tan cruel experimentará Ricarditocuandosepaquesupadre,aquiennohavistoentantotiempo,haperdidolarazón? ¡Por Dios, padre Claudio! Ocúltele usted al pobre niño la verdad,mientraspueda.

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—Notengascuidado,hijamía—dijoel jesuita—.Asíloharé;peroahoraloimportanteesocuparsedeloinmediato,oseadeloquedebehacersecontupadre.EldoctorZarzosocreoquedirigeunmanicomio,montadoconarregloalosúltimosadelantos.

—Sí,señor—contestóelaludido—.Lodirigeuncompañero;peroyovoyallítodoslosdíasparahacerestudiosprácticos.

—Pues allí llevaremos al conde, y así podrá usted atender másdirectamentealacuración.¿Estásconforme,hijamía?

Labaronesaaprobótodaslasdisposicionesdeljesuitayseconvinoenquealdíasiguienteelcondeseríaconducidoalmanicomio.

Era preciso no perder tiempo, según decía el padre Claudio, pues de locontrario,secorríaelpeligrodequeBaselga,enunraptodelocura,aceleraselaejecucióndesusquiméricosplanes,yconsugenteysusarmassalieseparaGibraltarmarchandoaunamuertecierta.

Peláezquedóencargadodeconduciralcondealacasadesalud,yelpadreClaudiosecomprometióahacerlemarcharaellasinviolencia,valiéndosedeunhabilidosoengaño.

El doctor Zarzoso creía que era más fácil curar una manía como la deBaselga permaneciendo éste en su casa; pero el miedo a que estando enlibertadpromovieseunconflictodecarácterpúblico,lehacíatransigirconlaideadeconducirloalmanicomio.Paraelsabio,lacuracióneralarga,peronodifícil. Todo consistía en hacerle comprender que el tal O’Conell era unmédicoyqueúnicamenteporunaaberraciónintelectuallohabíaélcreídounmilitar.Unavezdemostradoesto,todosaquellosplanesdescabelladoscaeríanporsubase.

Losmédicosdespidiéronsedelabaronesa,yéstaquedósolaconeljesuita,quiennopudoreprimirsusimpresiones.

—¡Porfin!...—exclamó,suspirandoconlaexpresióndelquesedespojadeunpesoenorme.

ElpadreClaudio,apesardetodalaserenidadquehabíademostradopocoantes,estababastanteintranquilo.Laintrigaerahábil,perofrágilenexceso,yunapalabrademasiadoindiscretapodíahaberdesbaratadosuobra,dejándoleaélendescubiertocomoúnicoautordetaninfamemaquinación.

La suerte, que siempre le había favorecido, acababa de mostrárseleconstante.

Ya se había librado del conde, eterno obstáculo para sus planes; y éljesuita,alpensarensutriunfo,sonreíadiabólicamente.

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Estabasatisfechodesufuerzaydesuterribleastucia.Onohabíajusticia,oélseríageneraldelaCompañíadeJesús.

XXV

DONDEELPADRECLAUDIODAELÚLTIMOGOLPEABASELGAYVUELVEAOCUPARSEDELCAPITÁNALVAREZ.

Cuando a la mañana siguiente el conde de Baselga vio entrar en sudespacho a su amigo el jesuita, llamóle la atención inmediatamente laexpresióndealegríaquellevabaimpresaenelrostro.

Acababaelcondedelevantarse;eranlasochodelamañanayenlaotraaladelacasa,oseadondeestabansituadaslashabitacionesdedoñaFernandaydeEnriqueta,todoestabaensilencio,veladoporladulcepenumbradelsueñomatutino.

El conde, en la noche anterior, había ido con su hija al teatro Real.Necesitaba repeler del todo elmal humorproducidopor su altercado con eldoctorZarzoso,aquelseñordesconocidoparaél,quetantairritaciónlehabíacausado; y logró su deseo, pues se acostó muy tranquilo y se levantótarareandotrozosdemúsicaitalianaquehabíanquedadoensumemoria,yqueél,faltodesentidofilarmónico,desfigurabadeunmodohorrible.

CuandoBaselgacanturreaba,apesardehacerlomuymal,sealegrabatodalacasa.Eraestosignoevidentedebuenhumorenaquelgigantazoqueconunbufidodecólerahacíatemblaratodos.

El gozo interior que delataba la cara del jesuita, extremó la alegría delconde.

—¿Quéhay,padreClaudio?¿Porquétancontentoaestashoras?

—Grandes noticias, señor conde—contestó el jesuita sentándose en unsillónyrespirandoprecipitadamente,comosillegasesofocado.

—¿Quéesello?Vamosaver.Sientograncuriosidad,ymeparecequevausted a darme un alegrón. Anoche, no sé por qué, presentía que hoy iba aocurrirmealgúnsucesofeliz.¿EsquehaescritoO’Conell,marcandoyafechaparaelgolpe?

—Mejor,muchomejor—dijoel jesuita,queparecíagozarseenexcitar lacuriosidaddelconde,paralocualretardabalaexplicacióndefinitiva.

—¿Mejor?Puesconfiesoquenoloentiendo.¡PorDios,explíquesepronto!

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El jesuita se levantó, y acercándose a su amigo, le dijo al oído, conentonaciónmisteriosa:

—O’Conellestáaquí.

—¿Dónde?—exclamó el conde, incorporándose con nervioso impulsoproducidoporlasorpresa.

—EnMadrid.Nopuedodeciraustedmás.

—¿Ylehavistousted?

—No; pero acabo de recibir aviso de su llegada, y almismo tiempo, elencargodequeéldeseahablaraustedconmuchaurgencia.

—¿Yporquénovieneaquí?

—Lo ignoro:mas él tendrá susmotivos para obrar tanmisteriosamente.Tal vez teme ser espiado por el personal de la Embajada inglesa: tal vez laíndoledesuconferenciaconustedrequieraelmisterio.

—¿Yquédeboyohacer?

—Vestirseinmediatamenteyacudiralacita.

—¿Enquépuntomeespera?

—Nohe tenido tiempode informarme,pues inmediatamentehevenidoamanifestarle la noticia. Abajo, en un coche de punto, para no llamar laatención, le espera el doctor Peláez, que es quien sabe dónde se hallaO’Conell.Élleconducirá.

—Voy al momento. La impaciencia me devora, y no tardaré ni cincominutosenestarlisto.

Salió el conde del despacho apresuradamente, llamando a su ayuda decámaraconestrepitosasvoces,ydespojándosedesubatarameadaparaacabarcuantoantesdevestirse.

ElpadreClaudiolanzóunamiradadistraídaalamesadetrabajo,dondelospapelesestabanendesordenadoabandono.

Unobjetobrillabaasomandobajoalgunosperiódicos,yeljesuitafijóenélla atención. Apartó los papeles, y vio una pistola doble, con los cañonesniqueladosylaculatadeébano.Teníalapequeñezdelasarmasdebolsillo;losarabescoscomplicadosyfantásticosquelaadornabandábanleciertocarácterdejoya;peroelexcesivocalibredesuscañoneslehacíaunamáquinaterrible.

El jesuita la contemplaba con curiosidad. Examinó sus cañones, queestaban cargados, y se puso a reflexionar que un tiro disparado con aquellapistola,acortadistancia,eratansegurocomomortal.

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El conde eramuy aficionado a las armas; tenía siempre en casa lasmásmodernas,yaquellapistolaera,sinduda,unanovedad.

Dabavueltaseljesuitaensusmanosalabrillantepistolaysonreíadeunmodo extraño, como si le fuera muy grato el pensamiento que en aquellosinstantesseagitabaensucerebro.

Cuando el conde volvió a entrar en el despacho, con traje de calle y elsombreropuesto,hallóalpadreClaudioexaminandotodavíaconatención lahermosapistolaysonriendoconunaexpresiónpoco tranquilizadora.Peroelcondenosefijóenlasonrisa.

—¿Legustaausted,padreClaudio?—lepreguntó.

—Mucho.Es unahermosa armaqueda gran seguridad al que la lleva yquealmismotiemponoocupagranpuestoenlosbolsillos.

—Esaessuprincipalventaja.Yolasuelollevaralgunavez,ysiemprelametoenunbolsillodelchaleco,sinqueapenassenoteelbultoqueproduce.Es de moderna invención, y ahí donde usted la ve, tan diminuta, yo mecomprometoahacerblancosconellaacincuentametros.

—Esunarmamaravillosa.

—Quédeseustedconella,silegusta.

—¡Yo!¿Paraqué?Unsacerdotenodebellevararmas;y,además,ustedlanecesitaahoramismo.

—¿Necesitaryoarmas?SalgoúnicamenteparaveraO’Conell.

—En asuntos como el nuestro, que no es muy legal, aun cuando ustedpiense lo contrario, conviene siempre ir prevenidos.CuandoO’Conell se haescondido, susmotivos tendrá, y no es cosa que vaya usted a un punto quedesconoce sin tomar sus precauciones. ¿Quién sabe lo que puede ocurrir?Recuerdeustedque,segúnelrefrán,"hombreprevenido..."

—Sí:"valeporciento";peroyotengosiempremispuños,quecasidanlosmismosresultadosqueunapistola,cuandoelenemigoestápróximo.

—Vamos,señorconde,noseaustedtanconfiado,ymétaseestaarmaenelbolsillo.

—Comoustedquiera, yaque tanto se empeña.Bien considerado, nomeestorballevarla,ytalvez,comoustedcree,puedesermedealgunautilidad.

Elcondemetió lapistolaenunbolsillodesuchaleco,yabrochándoselalevita,indicóaljesuitaqueestabadispuestoapartir.

Salieronlosdosyatravesaronlaantecámarasinencontrarningúncriado.

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Baselga iba delante, y ocupado en reflexionar sobre la extraña cita deO’Conell, en nada se fijaba. El padre Claudio, que lanzó una mirada a lapuerta que comunicaba con las habitaciones de la baronesa, vio que elcortinajeseagitabayhastaleparecióqueunamano,semejantealadedoñaFernanda,asomabaparadesaparecerrápidamente,despuésdehacerunaseñaldedespedida.

Al salir a la calle encontraron parado frente a la puerta un coche dealquiler,porcuyasportezuelasveíaserecostadoenelinterioraldoctorPeláez,fumandotranquilamente.

Elaristocráticodoctorseapresuróaabrirlaportezuela,ydemostrandounaagitaciónquecontrastabaconsuanteriorcalma,gritó:

—Vamos, señor conde; suba usted inmediatamente, pues se hace tarde ynosaguardaránconimpaciencia.

—¿Adóndevamos?—preguntóelcondesubiendoalaberlinadealquiler.

—Yalosabeelcochero.Vaya,¡adiós,padreClaudio!

—Saludeustedenminombre,amigoPeláez,alcapitánO’Conell.

Elmédicocorrespondióconunmaliciosoguiñoalasonrisaintencionadaconqueeljesuitaacompañósuspalabras.

EstrechóelcondelamanodelpadreClaudio,einmediatamenteelcarruajesealejóabuenpaso.

Eljesuitaquedóinmóvilenlaacera,comoatendiendoalmonólogoquelaalegríarecitabaenelinteriordesucerebro.

—¡AndaconDios!—sedecía—.Porfinhelogradolibrarmedeti,queereseleternoobstáculoparamisplanesdentrodetufamilia.Yanomeirritaráscontutenazoposición;yanoimpedirásquetuhijaentreenunconventoytuhijoen lasantaCompañíadeJesús,yyopodrécon toda tranquilidadguiarhacialas cajas de la Orden ese rebaño de millones que no son tuyos, sino de tumujer.

Elpensamientodel jesuitacambióde faz repentinamente,yelmonólogocontinuó:

—No puedo quejarme. Hoy es un día feliz; se inicia del modo másfavorable, pues ese imbécil se ha dejado conducir sencillamente y sinresistenciaallugardedondenosaldránunca.¡Yquiénsabeloqueallípodrásucederle!Poralgolehehechotomarsupistola.

Este pensamiento se reflejaba en el rostro del jesuita con una sonrisadiabólica.

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—Día que así empieza—continuaba diciéndose—forzosamente ha de sermuyfavorableamisplanes.Deseguroquemeesperaalgunabuenanoticia.Apostaríaalgoaquedeaquía lanocheconquistounafortunaomelibrodealgún enemigo.Me lo dice el corazón. Hoy, después de tan feliz principio,haréalgobueno.

ElpadreClaudiovolvióensí,ydándosecuentadequeestabaplantadoenelcentrode laacera,gesticulandomudamentey llamando laatenciónde lostranseúntes,emprendiólamarchacondirecciónalaantiguacasadondeteníaestablecida su oficina y su archivo y en la cual vivía con independencia yseparadodelaOrdenquedirigía.

Saludandoalgunasvecesapersonasqueleconocíanyrehuyendomuchaselencuentrodeotrascuyaconversaciónimportunaleeramolesta, llegóasucasa.

Entró en ésta, no por el gran portal, sino por una escalerilla de servicio,segúnerasucostumbre,paraquenoconocieransuausencialaspersonasqueibanabuscarleyquellenabancontinuamentelaantesala.

Aquella mañana nadie le esperaba, según dijo un lego que le servía deujier.Habíanestadounbuen ratoalgunosde losque laCompañíaempleabacomoagentes;pero,despuésdehacersusrevelacionesalpadreAntonio,queseguíasiendoelsecretariogeneraldelasistenteovicariode laCompañíaenEspaña,sehabíanmarchadoinmediatamente.

ElpadreClaudioentróensudespacho,dondesusecretarioestaba,comosiempre, entregado al trabajo de ordenar notas y extractar informes paraenviarlos a Roma o encerrarlos en aquellos legajos que, cada vez másnumerosos,invadíantodoelgransalón.

El secretario saludó con una rápida cabezada a su superior, y siguióescribiendo.

—¿Quéhay?—preguntóelpadreClaudio,conaquelacentoimperativoqueeraelsuyopropioysemanifestabasiemprequeeljesuitaestabalejosdelosconvencionalismosdelasociedad.

—Han venido tres de nuestros agentes, y en estos instantes estoyredactandoenformalasnotasquehetomadodesusrevelaciones.

—¿Quéinformessonlossuyos?

—Dosdeellosno tienengran importancia.Helosaquí.ElpresidentedelConsejo deMinistros dijo anoche, en una antesala de Palacio, que hay quetemermásavuestrareverenciaqueasorPatricioyalpadreClaret,pueséstosnosonmásqueagentesdevuestrapaternidad,que losmueveasugusto.Elotroinformeesdetallandoelcarácterdeeseperiodistarojoquetanfuribundos

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artículosescribecontranuestraOrden.Esirritableenextremo,y,además,tanfaltodedotesoratoriasytímido,comomordazconlapluma.

—Está bien. Al presidente del Consejo ya procuraré, de aquí a un rato,cuandoyovayaaPalacio,darleaentenderqueestoyenteradodesuspalabras,y de paso le haré comprender a lo que se expone tirándonos chinitas a loscompañerosdeJesús.Encuantoalasuntodeeseperiodista, tomanotade loquevoyadecir.

Elsecretariopusolospuntosdesuplumasobreelpapel,yesperó.

—¿Quiénhatraídolosinformes?

—Pepe,"elAmericano",esequeperoraenlosclubsyqueestáafiliadoenlaMasonería,paradarnoscuentadetodoloquepiensannuestrosenemigos.

—¿Cómoestáahoraenpuntoaprestigio?

—Mejorquenunca,reverendopadre.Haestadoaquílargorato,ycomoesmuychistoso,mehahechoreírmuchoremedandogrotescamentelaquehacenenlassociedadessecretas,ylassartasdebarbaridadesqueélsueltaaguisadediscurso.Comoestanvocingleroeintrigante,ycomohablamaldetodoslosque se distinguen en los partidos avanzados, ha conseguido formarse sucorrespondientegrupitoconcuatro imbéciles,yhoysedaya importanciadehombredeprestigioenlasmasas.

—Perfectamente.Puesordenarásanuestroagentequepocoapocoyconmucho arte emprenda una campaña de difamación contra ese periodista quetantonosataca.Elmejormediodematarsupluma,quetantonosmolesta,esaislarle, quitarle el afecto y la admiración de los suyos, que hoy tanto leaplauden.Estopuedeconseguirlonuestrohombre.

Alsecretariodebióparecerledifícillaempresa,pueslevantandoelrostro,interrogóconlamiradaasusuperior.

—¿Teparecedifícilloquemepropongo?Puesnadatansencillo.Nuestroagente tiene facilidad de palabra, y esto constituye una ventaja preciosacuando sehade trabajar sobre la concienciademuchedumbres tornadizasyveleidosas,máspropensasaderribarqueasostenerasusídolos.Vesanotandolo que "el Americano" debe hacer para anular a nuestro enemigo. Primeroperoraráenlosclubs,diciendoconmalignaintenciónquealoshombreshayque apreciarlos por lo que hagan y no por lo que digan, y de paso hará laapoteosisdelafuerza,diciendoquevalemásuncarboneroqueestédispuestoa salir con un trabuco a la barricada, que todos esos periodistas, oradores ysabiosqueúnicamentesirvenparaenredarlotodo.Esteserá,elprimergolpe.Después,cuandoelterrenoestépreparadoyhayatronadoenvariosdiscursoscontra los traidores y los espías, asegurando que entre los partidarios hay

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muchosagentespagadosporlosjesuitas...

—Estopodráéljurarloporsualma,sintemordeiralinfierno.

—Nomeinterrumpasyescribe.Despuésque,comodecía,hayapreparadoel terreno,podrá irpocoapocodeslizandola ideadequeeseperiodistaquenos ataca es uno de tantos traidores pagados por los jesuitas. ¡Eh! ¿Qué tepareceelgolpe?...¿Porquéponesesacara?

—Reverendopadre;esomeparecedemasiado fuerte.¿Cómovanacreeresasgentesqueestápagadoporlosjesuitaselmismoquecontantorigornosataca?

—¡Bah!Túnoconocesalasmuchedumbres.Sonenemigosporinstintodetodoelquesedistingueyseelevaporencimadelovulgar,y,además,todoloque es absurdo y raro lo recoge conmás entusiasmo, por lomismo que locomprende menos. Únicamente aquél que posee una oratoria vehemente ytribunicia,eselqueconsigueconservarelapreciodelpueblo;peroelquenotienemásarmaquelapluma,pierdeconfacilidadelprestigio,puesesasmasasrevolucionariassólosesientensubyugadasporunapalabraardiente.Además,lasmasassientenprimeroquediscurren;adivinanentreellasmástraidoresyespías de los que nosotros pagamos, y aquél que cualquiera señale comoagentejesuítico,seráeldesgraciadosobreelcuálcaeráelodiopopular.Enfin,Antonio,escribemisinstruccionesyaprendeesobien;séloquemedigo.Yaveráscuáleselresultado.

Elsecretarioescribiólasórdenesdesusuperior.

—La calumnia—continuó el padre Claudio—es siempre entre lasmasaspopularesunaboladenievequeapocoqueruedeseconvierteenimponentealud.Quenuestroagenteobedezcamisórdenesydentrodepocoapreciaráselresultado.Nofaltaráunaturbadeimbécilesquelehagacoro;todos,unavezseñalado el traidor, querrán estar enterados de su traición, se aguzarán lasimaginaciones,lamentirarodarádebocaenbocaagigantándoserápidamente,yantesdedosmeseshabráexaltadoquecontarácontodossuspelosyseñaleslatraicióndelperiodista,ellugardondeseavistaconnosotros,lasórdenesqueledamosyhastalacantidadquepercibeporsuinfameobra.Hayqueempleartodoslosmediosparabatiralenemigo.

ElpadreAntoniomostrabalaadmiraciónqueleproducíaeldiabólicoartedesusuperior.Estecontinuóhablando.

—Después que la calumnia se extienda, será cuestiónde poco tiempo elrobarle la pluma al escritor y hacernos dueños de su conciencia. Se veráescarnecido, insultadoycalumniadopor losmismosqueahoraleadmiran,yposeídodeldespechoy la rabia,despreciará justamenteaasamismagenteaquienquiereilustraryabrirlosojos,yquepagaacocessusdesvelos.Elvacío

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se formaráen tornode supersona;no tendrá a su ladounadmiradorque lealienteniunamigoquelesostenga;susescritosnoseránleídosycareceráyadel mezquino producto que hoy le da su trabajo y que le permite vivir.Intentarádefendersedepalabraenlasreunionesdesupartido;perosutimidezpersonal y su falta de elocuencia, harán que sea anonadado por nuestrosagentes, que pintarán su balbuceo e inseguridad como el rubor de suconcienciaquesedelata;ycuandoestéyadefinitivamenteperdido,cuandonotengaunamigoyestéaplastadobajoelpesodesudescrédito,entonces...

—Entoncesllegaremosnosotros.¿Noeseso,reverendopadre?

—Así es. Entonces nosotros nos presentaremos a él como seres que nosapiadamos de su desgracia y que llevados de nuestro noble y generosocarácter, sabemosperdonar al enemigo cuando éste se halla en la desgracia.Nuestra dulzura por una parte, y por otra el odio que él sentirá contra losingratos,haránque,singranesfuerzo,suvoluntadsenosentregue,yentoncesdispondremos por completo de esa pluma que ahora tanto nos incomoda.Además,viviráen lamiseria,y lasnecesidadesde su familia leharánmirarnuestra amistad como un auxilio de la Providencia. No dudes que así será.Tengomuchaexperiencia,ymásdeunavezheconseguidoigualeséxitos.Conlos hombres ocurre lo mismo que con las plazas fuertes. No hay ningunoinexpugnable,yeléxitoúnicamentedependedelmodoyformadeestablecerelbloqueo.

—¡Oh!, ¡magnífico!, reverendopadre.La comparación es exacta, y cadavezmeconvenzomásdequeal ladodevuestrareverencia,siempreseestánaprendiendocosasnuevas.

—¡Bah!Déjate de palabrerías y vayamos a lo importante. ¿Hadicho "elAmericano"algosobretrabajosrevolucionarios?

—Nadaimportante.EnlosclubssehablamuchoyseconfíaenquePrimhará pronto unmovimiento; pero nada se dice de cierto. Pero hay aquí otrarevelaciónsobreelmismoasunto,queesmuyimportante.

—Vamosaella.¿Dequiénes?

—De aquel teniente retirado a quien hace más de quince días encargóvuestra reverencia que siguiese los pasos a un capitán llamado donEstebanÁlvarez.

—¿Yhanllegado,porfin,losinformes?¡GraciasaDios!

—Caroshancostado.Hedadotresmilrealesaltalteniente.

—Nohayquerepararengastoscuandosetratadeasuntosimportantes.Vediciendo.

YelpadreClaudiosecolocóenactituddeescucharconprofundaatención.

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Brillábanlelosojosyensurostrosemostrabaunasatánicaalegría.Sucerebrorumiaba con detención un pensamiento halagador. Iba a darle una lección aaquelmequetrefequeenlaplazadeOrientelohabíatratadocomounamujer,amenazándole con darle de bofetadas. Ahora vería el tal mequetrefe si sepodíainsultarimpunementeaunhombrecomoelpadreClaudio.

Elsecretarioconsultósusnotasparaestarmássegurodesuinforme.

—El teniente, para encarecer su servicio, ha dicho lo mucho que le hacostado averiguar la vida y costumbres del capitánÁlvarez. Adivinaba queéste conspiraba y que era amigo de Prim; pero no podía saber la cosa, contodos los detalles que le pedía su paternidad. Por fin,merced a las palabrasindiscretasdeunamigodelcapitán,ydespuésdehaberseguidoaésteatodaspartes, ha podido averiguar cosas que comprometen mucho al espiado. ElcapitánÁlvarezeselsecretariodelaJuntamilitarquepresidePrim,yqueestáencargadadelostrabajosrevolucionariosentodaEspaña.

—¿Nohaymásdatos?

—Sí, reverendo padre. Los conspiradores se reúnen en una casa cuyasseñas exactas tengo aquí. Está en las inmediaciones de la plaza de SantoDomingo.ElcapitánÁlvarezasisteatodaslasreuniones.Lohavistonuestroagente.

—¿Ynosabemás?

—Ha indicado un dato de gran estima. El tal capitán, como ejerce desecretario del Comité, tiene en su poder papeles importantes ycomprometedores,y,segúncreenuestroagente,losguardaensudomicilio.

—Síqueesde importancia lanoticia.Conestedatoesehombreestáporcompleto a nuestra disposición. Ya pensaremos en el medio más adecuadopara que el Gobierno se incaute de esos papeles y dé su correspondientecastigoalosconspiradores.¿Nohaymásasuntos?

—No,reverendopadre.

—Sacaextractodelasdosprimeros,eldelperiodistaylamurmuracióndeljefedelGobierno,paraenviarlosalarchivodeRoma,comoescostumbre.

—¿Y el otro?—preguntó el secretario, lanzando una rápida mirada a susuperior.

—¿Te refieres al asunto del capitán Álvarez?—dijo el padre Claudio—.¡Oh! Ese es negocio particular, que sólo amíme importa, y del que no esnecesario que sepan una palabra en Roma. Es una pequeña venganza, undesahogoquemepermito,ynocreonecesarioocuparlaatencióndelgeneralydesussecretarioscontalesnimiedades.

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Elsecretariosiguióescribiendo,con lacabezabaja,ysinhacerelmenormovimiento; pero el padre Claudio, bien fuese por curiosidad o porqueadivinasesuspensamientos,sintióseimpulsadoapreguntarle:

—Oye,Antonio,¿teparecemalloqueyohago?

Elsecretarioclavósumiradaconciertaaudaciaenlosojosdesusuperior.

—Reverendopadre,yaconocéislosestatutosdelaOrden.

—Te pregunto si te parece censurable mi conducta. Respondeterminantemente.

—Ya que me preguntáis, fuerza es contestar, cumpliendo mi voto deobediencia.LaOrdentieneleyes,ynadiedebefaltaraellas.

—¿Yteparecequeyofalto?

—Nuestros estatutos disponen que todo individuo de la Compañía décuentadesusasuntosasussuperioresprovincialesynacionales,yqueéstos,igualmente,locomuniquentodoalpadregeneral.

—Yyo,queocultoalgoalosdeRoma,faltoanuestrasleyes,¿noesesto?

—Asíes,seguramente.

—Celebro que seas franco. Yo lo seré de igual modo, diciéndote queconvienequeteconvenzasdetodolocontrario.Esportubien.Haycosasqueresultanpeligrosasúnicamentealpensarlas.

YelpadreClaudiosonreíaaldeciresto,y fijabaensusecretarioaquellamiradaextraña,quehacíatemblaracuantosleconocían.

—Está bien, reverendo padre—contestó fríamente el secretario—. Noolvidarévuestrasindicaciones.

—Confío—continuó el padre Claudio—que todo quedará en secreto yserástanfielcomosiemprelohassido.Pon,pues,todaslasnotasreferentesalcapitánÁlvarezencarpetaaparte,yqueseaunsecretopara todos loquesehagaentalasunto.

Elsecretariosiguióescribiendodurantealgunosminutos,pero,depronto,hizounrápidomovimiento,yseencaróconsusuperior.

—Reverendopadre—dijo—,yasabéisqueosquiero.

—Nomucho.Medebíasquererverdaderamente,puestodocuantoeresmelodebesamí;pero,enfin,prefieroquemetengasunafectodébilaqueseasmienemigo.¿Aquévienentuspalabras?

—Aqueporlomismoqueosquiero,nopuedomenosdelamentarqueosseparéis demasiado de vuestros deberes. Son muchos ya los asuntos que

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figuranencarpetaaparte,ydelosquenosedaconocimientoalgunoaRoma.

ElpadreClaudiohizoungestoexpresandoelpococuidadoqueledabatalindicación.

—Hacéis mal en trabajar tanto por vuestra cuenta, y en faltarcontinuamenteanuestrasleyes.Yoguardarésiempreelsecreto;peroestonosupone que vuestros negocios queden ocultos eternamente a los ojos delgeneral.

—¡Ah!Guardandotúelsecreto,¿quiénpuedeenterarsedemisasuntos?

—YasabéisqueennuestraOrdentodosesabe.

—Por esta vez, no se sabrá. Tengo tomadas mis precauciones, y estoyseguro de que si algo llega a oídos del general, será porque tú me habrásvendido.Yaestásenterado;ahora,atrabajar.

El padre Claudio dijo esto con su tono imperioso, y el secretario leobedecióinmediatamente.

Transcurrió algún tiempo, sin que mediara palabra alguna entre los dosjesuitas.Elsecretarioescribía,yelsuperior,depieantelamesa,hojeabalospapelesqueestabanenésta,esperandounaclasificación.

Un criado levantó con discreción el cortinaje de la puerta, y asomó sucabeza,conelpropósitoderetirarsesilenciosamentesiveíaalpadreClaudioentregado a una grave preocupación. A los sirvientes de aquella casabastábalesuna sencilla ojeadapara apreciar la importanciadel trabajode sudueñoysunecesidaddeaislamiento.AlveralpadreClaudiocontemplandocon mirada distraída los papeles, se atrevió a interrumpirle y dijo con vozmeliflua:

—Reverendopadre,donJoaquínQuirósdeseaveravuestrareverencia.Havenidoyamuchasvecesenestamañana.

—Queespereenelgabinete.Voyalláinmediatamente.

Salióelcriado,yelpoderosojesuitadijoenvozalta:

—¿QuéquerráQuirós?¿Porquévendráabuscarmecontantainsistencia?Esemuchachocadavezmegustamenos.Presiento en él algode ingratitud.¿Quétepareceati,Antonio,deesemuchacho?

—EsunfatuoquesehahecholailusióndeemplearavuestrareverenciayalaOrdenparallegarmuyalto.Hayquetenercuidadoconeseambiciosillo.

—Pues si piensa aprovecharse de nuestro poder para lograr sus fines, ydespuésdesligarsedenosotros,estámuyequivocado.Esoseríaengañarnos,y,¡francamente!, tendría que ver que un trastuelo como ése engañase a la

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CompañíadeJesús.

El padre Claudio salió del despacho, y, atravesando varias habitaciones,entró en un pequeño gabinete de paredes grises y desnudas, amueblado conunaantiguaconsolayunasilleríadedamascoraído.

Joaquinito Quirós, al entrar el poderoso jesuita, se abalanzóinmediatamenteabesarlelamanohumildemente,recibiendosubendiciónconairecompungido.

—¡Hola, desertor!—dijo el padre Claudio con jovialidad—. ¿Qué malvientoletraeporaquí?Yocreíaqueyahabíamuerto.

—¡Oh, reverendopadre!Apesar demis trabajos apremiantes, hevenidoporaquívariasveces,sóloquenuncaestabaustedvisible.

—Noesextraño;yo,aunquenomepresentoagobiadoporeltrabajo,comousted, no dispongo de un minuto todos los días para recibir a los amigos.Conque,vamosaver,¿quéletraeaustedporaquí?

—VengocorriendodecasadeBaselga.

—¡Ah!...¿Yqué?—dijoeljesuitaconunafrialdadquecontrastabaconelazoramientoexageradodeljovenescritor.

—Había ido a consultar a la baronesa sobre un asunto urgente de laAsociacióndeSanVicentedePaúl...

—Bueno,¿yquéquiereusteddecirme?

—Quedebocadelamismabaronesahasalidounanoticiaqueapenasmeatrevíaacreer.

—Vamosaveresanoticiaestupenda.

—Queelcondehasidodeclaradoloco.

—Yqueyoloheenviadoalmanicomio,¿noeseso?Deseguroqueasíselohabrádicholabaronesa.¿Yquéhayentodoestoparaqueustedvengacontantoazoramientoacomunicarmecosasqueyacasitengoolvidadas?

—¡Oh!, reverendo padre: la impresión, lo inesperado de la noticia...Comprendaustedelefectoqueenmíhabrácausado.

—Déjese usted de pamplinas. Usted sabía tan bien como yo, hace yamucho tiempo, que el conde estaba loco, y que su manía de conquistarGibraltar,quecomunicóaustedantesqueanadie,eraunsolemnedisparate.¿Aquéextrañarse tantoahora?Baselgaestabalocoylohemosencerradoenunmanicomio.Esoestodo.

—Perdone usted, padre Claudio. Yo esperaba que, como amigo de la

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familia,mehubieseustedllamado,altratarsedeunasuntotanimportante.Talvezhubiesenaprovechadoparaalgomisservicios.

—Nohemosnecesitadoaustedparanada.

—Muchasgracias.Ademásdebomanifestarlemidisgustoporlaconductaqueustedhaobservadoconmigo.Hace tiempoquecomprendíqueno leeramuygratamipresenciaencasadeBaselga,yporesoheestadotantotiemposinirporallí.

—Así es. Nome gustabamucho que fuese usted por aquella casa; peroahorapuedevolvercuandoguste.

—Sí, eso es—dijo con rudezaQuirós—. Puedo ya volver, ahora que noestáelcondeyquelehandeclaradoloco,Diossabecómo.

Quirós, apenas dijo estas palabras, se arrepintió, al ver el gesto deindignaciónquehizoelpadreClaudio.

—Joven—dijoeljesuitaconfrialdadhostil—,labenevolenciaqueyolehedispensado, sólo ha servido, según veo, para que usted se muestresobradamenteaudazyseatrevaahacersuposicionesquenopuedoconsentir.El conde ha sido declarado loco, porque realmente lo estaba, y yo no heinfluidoparanadaentaldeclaración.¿Quéinteréspodíayotenerenello?

Quirós,apesardequetemíaalpadreClaudio,nopudoevitarungestodeincredulidad.

—¿Duda usted de mis palabras? Pues pronto tendrá que convencerseforzosamente. ¿Quémédicos cree usted que han certificado la demencia delconde?¿Selohadichoaustedlabaronesa?

—No, señor; pero, como si lo viera: elmédico encargado de tal trabajohabrásido,indudablemente,eldoctorPeláez.Unamigofielyobediente.

—Pues se engaña usted.El que ha certificado la demencia del conde hasidoeldoctorZarzoso,esesabioalienista,queesbienconocidoporsusideasantirreligiosas. ¿Dirá usted ahora que Zarzoso es de los nuestros y que yopuedomanejarleparahacerquedeclarecosascontrariasalaverdad?

El joven quedó moralmente aplastado por estas palabras, y el padreClaudiosegozóenmirarlocondesdeñosacompasión.

Quirósestabaperplejo.Comprendíaqueacababadecometerunatorpeza,mostrandoantesdetiempociertaaspiracióndeindependenciaanteelterriblejesuita, queno consentía la emancipacióndeningunade las voluntades a élsupeditadas.Poresto,deseosoderemediarsuligereza,seapresuróadecirconacentohumilde:

—Perdón,reverendopadre.Nohabíayoimaginado,niremotamente,nada

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quefueseenperjuiciodelahonradezycaridaddevuestrareverencia,peroelmaldito amor propio, herido por el despego que hace algún tiempo memostrabausted,hasidolaprincipalcausadequeyohayahabladodeunmodoirrespetuoso. Ruego a usted que me perdone. Ya sabe que le venero y queeternamenteleseréfiel.

El jesuita hizo como que creía en estas palabras, cuyo verdadero valorconocía.

—Esustedunniño,amigoQuirós—dijoconpaternalbenevolencia—,ysino estuviera convencido de esa ligereza, que le ha de producir muchosdisgustos,tomaríaenseriosuspalabras,encuyocasomienojoseríaterrible.Usted tiene un defecto, que consiste en querer subir demasiado aprisa a lasalturasdonde learrastra suexageradaambición.Yonocriticoqueusted seaambicioso: todos lo somos en este mundo, y yo el primero: pero hay quepensarbienqueaquelloquetodohombrehadeprocurarparasubir,esescogerbien losmediosquehande servirlepara su elevación.Usted,mientras subaapoyadopornuestraOrden,harácarrera,yeldíaqueintenteemanciparsedenosotros,suruinaserácompleta.

—Reverendopadre,yonointentosepararmedeusted,alquetantovenero;yo...

—Menosprotestasdeadhesión,amigoQuirós.Dios,queleeenelcorazónde todos los humanos, es quien sabe mejor la verdad y puede apreciar lossentimientos de cada uno. Aunque no estoy muy seguro de la adhesión deusted, le quiero, a pesar de todo, y buena prueba de ello es que hace unmomento pensaba en usted y le procuraba un medio seguro paraengrandecerse.

—¡Amí!—exclamóQuirósconcodicia—.¡Oh,cuántoleagradeceríaquehiciese algo por mi suerte! Mi situación es cada vez más difícil; miscompañerosascienden todos,hacenfortuna,yyopermanezco inmóvilenmimiserable medianía, sin adelantar un paso. Necesito un protector poderoso,comovuestrapaternidad,yquenomeabandoneenningunaocasión.

—Mi protección dependerá del modo como usted se porte en adelanteconmigo.Pordepronto,sepaquetengounmedioseguroeinmediatoparaqueel Gobierno agradezca a usted un servicio importantísimo y le premie conlargueza.

Quirós hizo un gesto de impaciencia; estaba ansioso por conocer aquelmedio,tanseguro,deengrandecerse.

—Setrata—dijoeljesuitacongrancalma—dedescubriralGobiernounaconspiraciónrevolucionaria,verdaderamenteterrible,porlaspersonasquedeellaformanparte.

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Quirósmostróciertaextrañezaalescucharestaspalabras.Notábaseenélqueacababadesufrirunaprofundadecepción.

—¡Oh!—exclamó—. ¡Si no es más que eso!... Todos los días recibe elGobierno delaciones de esa clase, y apenas si las premia con unas cuantasonzasdeoro.Losministroshacenyapococasodetalesrevelaciones,pueslasmásde lasveces resultanfalsaso inútiles,yaquenopuedenencontrarse laspruebas.

—Es que aquí las hay, señor Quirós: pruebas claras y concluyentes,papelesdetantaimportancia,queconelloselGobiernopuedeponersealtantodeunaterribleconspiraciónmilitar,yconoceratodaslaspersonasqueestáncomprometidasenella.

—¡Ah!—exclamóel joven,cuyosojosbrillaronconterriblellamaradadealegría—.Eso es otra cosa. Si vuestra paternidadme facilita tan importantedelación,miascensoestáyaasegurado.

—Puescuenteustedconque leapoyaré. Iráustedaveralministrode laGobernación.¿Noloconoceusted?

—Sí,reverendopadre.Hehabladovariasvecesconélenlasreunionesdelgranmundo.

—Perfectamente. Pues puede usted decirle que enMadrid funciona unaJunta revolucionariamilitar, de la cual es secretario un capitán llamadodonEstebanÁlvarez.

—Esonobasta,reverendopadre.

—Noseausted impaciente, y escuche.Dichocapitán tiene en su casa lamayorpartede lospapelesde laconspiración,y registrandosudomicilio,elGobiernopuededarunbuengolpealosrevolucionarios.

—¿Estáustedseguro,reverendopadre,dequelospapelesestánencasadeesecapitán?

—¡Oh!, segurísimo.Ya sabe usted que estoy siempre bien informado detodo.Tengobuenosamigos.

—¡Diablo!,pues lacosa resultagraveparaesecapitán, si lepillanen sudomiciliolospapeles.¿Esalgúnjovenesecapitán?

—Creoquesí.Segúnmehandichoesunacabezaligera,unexaltadomuypeligroso.

—¿Noleconocevuestrareverencia?

—No.Nuncalohevisto.

Quiróssequedópensativounosminutos.

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—¡Vamos!—dijo el jesuita—.¿Quépiensausted?¿No se atreveadar elgolpe?

—Piensoquesilepillanlospapelesaesepobremuchacho,prontoleolerálacabezaapólvora.ElGobiernoestáhoymás irritadoquenuncacontra losrevolucionarios,yseráinexorableconaquelquepille.

—Así lo creo yo también. Pero veo queme he equivocado al pensar enusted y ofrecerle unmedio tan rápido de elevación. ¿Tiene usted reparo endelatar tan peligrosa conspiración?Nohablemos, pues, del asunto.Olvídeseusteddetodolodicho,queotroseencargarádehacereltrabajo.NofaltagentequequieraserpremiadaporelGobierno.

Quirósseestremeció,comosiacabaraderecibirunrudogolpe.

—¡Eh! ¿Qué es eso, reverendo padre?... El negocio es paramí, y yo nopuedo consentir que otrome lo arrebate. ¿Hedichoyo acasoquenoquieroencargarmedeladelación?Loquehayesquemeinspirabaalgodecompasiónesepobremuchacho,queesunjovencomoyoyquenoaguardaseguramenteel terrible cataclismoque leva a caer encima.Unpocode simpatía, ynadamás.Peroseacabóyaelescrúpulo;nosoytanimbécilquedéunpuntapiéalaFortuna, cuando ésta se me presenta. Se acabó la compasión. ¡Vaya, padreClaudio!,sigausteddándomeórdenes,queyolascumpliréinmediatamente.

—Celebro verle tan animoso y dispuesto a aprovecharse demi cariñosabenevolencia.Paraalcanzar lagratituddelGobierno,notieneustedmásquehaceresadelación.Yomeencargarédespuésderecomendarloyhacerquelarecompensaoficialsealomásaltaposible.

—Pero, padre Claudio, con lo dicho no basta para que la delación seacompleta. Falta saber, el domicilio del capitán Álvarez, el punto donde losconspiradores se reúnen y todos los demás detalles que vuestra paternidadjuzgueimportantes.

—Esverdad.Tieneustedmejormemoriaqueyo.Paseustedamidespachoymisecretarioledaráunanotaexactadetodocuantopide.

Quirós hizo un gesto de alegría, como si ya tuviera en sus manos elimportanteascensoquetantodeseaba.

Ansiosoporrealizarcuantoantesaquelnegocio,ysinelmenorrastrodelescrúpuloquemomentos anteshabía sentido, sedispusoa salir delgabineteparadirigirsealdespacho.

—Aguarde usted, impaciente joven—dijo el jesuita sonriendo conamabilidad—.Supongoquetodoestoquedaráenelmásabsolutomisterio,yqueelGobiernonotrasluciráquiénhaproporcionadotanimportantesdatos.

—¡Oh!Deesonohayquehablar,padreClaudio.Buenosoyyoparaquese

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meescapeunapalabraindiscreta.Yosólodigoloquequiero.

—Buenacondiciónesésa.Conellairáustedmuylejos.Loimportanteesque usted no se arrepienta nunca de lo hecho, y quiera perder a sus amigosalgúndía,sabiendoperfectamenteloquedice.

EljovencomprendióqueelpadreClaudioseguíadudandodesuadhesión.

—Norecelevuestrareverenciademifidelidad—dijoQuirós—.Yaquenopor cariño, por egoísmo, debo seguir siempre al lado del padre Claudio.Tratándomecomohoy,nuncapodréquejarmedesuprotección.Yo,alquemeda,nuncalefalto.

—¡Magnífico!Esusted adorablepor su, franqueza, Joaquinito.Usted irálejos y nunca le faltará mi protección. Únicamente—continuó el jesuitasonriendo con cierto aire de superioridad—, le falta a usted el no dejarsedominarporlacompasiónenmomentossupremos.

—¡Oh!Laindecisióndeanteshasidomomentánea,comoustedhavisto.

—Cuando yo le aconseje una cosa, no dude usted nunca. Yo no puedoaconsejar a nadie que peque y pierda su alma, y las acciones que yorecomiendo,aunqueaprimeravistaparezcancensurables,seguramentenolosonporvenirdebocadeunsacerdotedelAltísimo.Diossacaelbiendelmal,noolvideustedesto,yparahacerbienanuestrossemejantes,esprecisoqueantesleshagamosdaño.Aldelataraesejovencapitán,talvezlesentenciemosamuerte;pero,¡cuáninmensocaudaldebienesnoproduciránuestradelación!Con su prisión y la incautación de sus papeles, la Sociedad permanecerátranquila,larevoluciónquedarádesbaratada,pereceránesasideasdiabólicasydisolventes que propagan los enemigos de la Monarquía y de la Iglesia, yquedarántranquilasenelpoderíodequehoygozan,porlavoluntaddeDios,Doña Isabel II, esa reinamodelodevirtudes,y laCompañíade Jesús, santainstituciónquetrabajaporlasalvacióndelmundo.Siquiereustedsergrandeypoderosoen la tierra,ydespuésfelizybienaventuradoenelcielo,novacileustednuncaenobedecermisindicaciones.Todocuantoyoordenees...

—"Para mayor gloria de Dios"—interrumpió el joven—. Si ya lo sé,reverendopadre,yjuroobedecerleinmediatamente.Ahora,sileparecebien,vamosaldespachoaporlanota,puessientoverdaderaimpacienciaporserviraDioshaciendoladelación.

El jesuita sonrió bruscamente al oír estas palabras. Sabía él a qué Diosservíaeljovenegoísta,almostrarsetanimpacienteporcumplirsusórdenes.

—Sobre todo, amigo Quirós, no cometa usted ninguna imprudencia, nidejeque lacometaelGobierno.Sihaceusted ladelaciónahoramismo,nosexponemosaqueelministrodéinmediatamenteórdenesalaPolicía,encuyo

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casoesposiblequearmándoseestruendoextemporáneamente,senosescapelaliebre.VayaustedalMinisterioalanochecer,yhagaladelación.Lanocheesfavorableparaestaclasedeasuntos.

Quirós se conformó a esperar algunas horas para dar el golpe queaseguraba su porvenir, y con aire de humildad hipócrita, siguió al poderosojesuitaasudespacho.

XXVI

LAÚLTIMABUENAOBRADELPADRECLAUDIO.

ABaselgacomenzabaaparecerledemasiadoextrañoelaparatomisteriosoconqueelcapitánO’Conellhabíarevestidosucita.

PasabaelcondeporaltoquelehubiesehechosaliraunaleguadeMadridpara ir a aquel caserón de grandes y desiertos patios, rodeado de un vastojardín con solitarias alamedas, a cuyo extremo había entrevisto algunoshombres que al notar su presencia habían desaparecido; hacía caso omisoigualmentedequeeldoctorPeláezlohubieseabandonadodiciendoqueasíloexigía el secreto de la entrevista, dejándolo bajo la dirección de un criado,soberbio mocetón de grandes patillas que orlaban una cara cuadrada y sinexpresión alguna; pero no le parecía ya indiferente, pues le causaba ciertamolestiapróximaa la irritación,que le tuvieranmásdeunahoraenaquellasala,grande,fríaydeelevadotecho,cuyadesnudezaúnhacíamásantipáticael torrentedesolqueentrabapor lasdos rejas situadassobreelvasto jardínqueélhabíaatravesado.

Laaventura ibayaresultandoparaelcondedemasiadoextraña.Aquellasrejas eran demasiado robustas y tenían todo el aspecto de las de presidio.Mirándolasfijamente,elcondellegóasonreírse.

—En esta casa—pensaba—debe ser la gentemuymiedosa. Según leo avecesenlosperiódicos,haybastantesladronesenlosalrededoresdeMadrid;perolacosanocreoqueseaparatomartantasprecauciones.¡Cuidadosihanempleadohierroenlastalesrejas!

Y Baselga, que para buscar distracción al tedio que comenzaba adominarle,sehabíaentretenidoencontarvariasveceslosbarrotesdelasrejas,pasóafijarseenotrosdetallesdelahabitación.

—Pues aquí dentro—continuó pensando el conde—no han sido tanpródigosenmueblescomoenelhierrodelasrejas.¡Vayaunmenaje!Pareceque sólo hayan puesto lo estrictamente necesario para que la pieza no sea

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inhabitable.

Así era.La sala eramuyespaciosa, y apesarde esto, sólohabía en ellacuatrosillasdepaja,muyligerasporcierto,yunamesillacolocadaentrelasdosrejas.

Baselga se levantó, fue tocando uno por uno los escasos muebles, ydespuéssiguiópaseandodeunextremoaotrodelahabitación.

Sacósurelojdeoroymirólahora.Lasdiezymedia.Estabayaallímásdeunahoraycomenzabaaparecerlelaesperamásquepesada.

Enunodesuspaseos,alpasarjuntoalapuerta,quecreíaentornada,sefijóenella.Tambiénnotó,comoenlasrejas,granlujodeprecauciones.Vayaunapuerta sólida. Los tableros estaban tan ajustados, que no dejaban la menorrendija, y toda ella parecía hecha de una sola pieza. En el centro tenía unventanillocerrado.

Elconde,alpasar,lagolpeódistraídamenteconelpie,comoparaapreciarsurobustez,ylapuertanosemovió.

Baselga hizo un gesto de inmensa extrañeza. ¿Qué era aquello? ¿Acasoestabalapuertacerrada?¿Eraélunpreso?

Esta consideración sublevó al conde, quien, para convencerse de si lapuertaestabacerrada,dejócaersobreellasusrobustospuños.Conmovióselareciamaderaproduciendounsonidosordo,perolapuertanosemovió.

Ya no podía dudar el conde. Estaba encerrado, prisionero en aquelladestartaladahabitacióntaninaccesiblealafugacomouncalabozo.Lasrejasleimpedíansaltaraljardín.

ApoderósedeBaselgaunaterribleindignaciónalversetratadodeunmodotaninicuo.¿Porquélerecibíandetalmodo?¿DóndeestabaaquelO’Conell,quenollegabanunca?

Derepentecruzóporlaimaginacióndelcondeunaabsurdaidea,propiadesucontinuapreocupación.Sinduda,elGobiernoinglésconocíasuplan,temíaalaudazpatriota,yseatrevíaasecuestrarlocasialaspuertasdeMadrid.Estapresunción fatua y loca consolaba al conde y le daba cierto valor parasobrellevar tanextrañaaventura;peroapesardeesto, seguíagolpeandoconsus vigorosos puños la fuerte puerta, sin lograr que hiciera el menormovimiento.

Elmásabsolutosilenciocontestabaaaquellosgolpes,yBaselgasedecidióporfinagritar:

—¡Eh!Losdelacasa.¿Quéesesto?Venidaabrirestapuerta.

Variasvecesgritóynovinonadie.Perolosgritosnofueronacogidoscon

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elmismosilencioquelosgolpes.

A los oídos de Baselga llegaron confusas y amortiguadas vocesestentóreas, chillidos y cánticos monótonos, que formaban un extrañoconciertoyqueserepetíancadavezqueélllamaba.

—No—dijoelcondeenaltavoz,comosi tuvieraasusespaldasquienlooyera—,pueslabromaresultabastantepesada.¿Yquégritatodaesagente?...Juro a Dios, que en cuanto salga de aquí aprenderán cómo nadie se burlaimpunementedeunhombrecomoyo.

Transcurrieronalgunosminutossinqueelcondesecansaradegolpear lapuerta.Antesbien,parecíaquesuspuños,almaltrataralamadera,adquiríannuevovigor.

Cuando comenzó a llamar, habíale parecido oír unas pisadas queligeramentesealejaban,yéstasvolvieronaescucharsepasadounbuenrato,aunqueaproximándosecongranrapidez.

El condevioabrirseel estrechoventanillode lapuerta, a travésdel cualapenassipodíanmiraralavezconambosojos.

En el pasillo estabandos hombres; el criadote de las patillas y de rostroinmóvil,que,segúnsedecíaelconde,teníacaradepalo,yunjoventambiénfornidoybarbudo,quellamabalaatenciónporsugestointeligente.

Baselgasedirigióaéllanzándoleporelventanillounamiradairacunda.

—Caballero,¿eséstamaneraderecibirunapersonadecente?¿Soyalgúncriminalterribleparatenermecerrado?SoyelcondedeBaselga,sépalousted.

—Lo sé, señor conde—dijo el joven con sonrisa amable—; y ruegodispense esta falta de atención. El tenerle cerrado, comprendo que le será austedtanenojosocomomolestoparamí;perotengoquecumplirforzosamentelasórdenesquemedan.Austedmismoleconvienepermanecerahí.

—¿EsasórdenessondeO’Conell?Aver,¿dóndeestáO’Conell?

El joven médico no sabía quién era aquel extranjero que nombraba elconde;peroconelaplomoqueledabasucontinuotratoconlosenajenados,respondió:

—Sí; O’Conell me ha dado la orden. No tardará en venir, puede ustedesperartranquilo.Escuestióndeunahoraalomás.Leruego,sobretodo,quenoseincomodeniseexalte.Pienseustedenqueleconvieneestarasí.

El conde seguía no comprendiendo aquel extraño aparato; pero setranquilizabacontemplandoaquellosdoshombres.

No;aquellagentenopodíasermala.Teníabuenaspectoynoparecíaque

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sepropusierancausarleelmenordaño.Esperaría,yaquetancortésmenteselosuplicaban, y cuando llegara O’Conell, éste le explicaría la razón de tanextrañaconducta.

Eljovenhizounacortesía,disponiéndosearetirarse.

—Yalosabeusted,señorconde.Permanezcaustedtranquilo,queasíquellegueelqueustedespera,entraráaverleinmediatamente.Mientrastanto,elventanilloquedaráabierto,ysialgoseleocurre,notieneustedmásquellamaraesteseñor,queacudiráinmediatamente.

Los dos hombres se retiraron, y el conde volvió a pasearse por lahabitación.

Enlosprimerosmomentosestabatranquilizadoporlaconferencia;peroasíque estuvo solo unbuen rato, comenzaron a renacer las antiguas sospechas.¿No podían ser terribles enemigos aquellos hombres que tan amables semostraban?

Todoinducíaaesperaralgomalo,porqueunmisteriotanabsurdo,raravezpuedeserprecursordefelicesacontecimientos.

Y el conde, al pensar esto, se dirigía a símismopreguntas de imposiblecontestación.

—Vamosaver,¿dóndeestáO’Conell?¿Porquéordenaestasprecaucionesirritantes?¿SeráacasountraidorquenoshabráengañadoalpadreClaudioyamí?¿Yquécasaesésta?Semehaolvidadopreguntarloaesejoven,asícomoporquéchillabantandesaforadamentehacepocorato.

Justamentecuandoelcondesedecíaesto,volvióaestallaraquelextrañoyespeluznanteconciertodegritos,rugidoseincoherentescanciones.

Estavezseoíamejor,yparecíamáspróximoelgriterío,sindudaporestarabiertoelventanillo.

A Baselga le ponía nervioso aquel estruendo, que parecía arañarle losoídos.Además,creíaqueeraunaburla;elregocijodeocultosenemigos,quecelebrabanconrisotadasextravagantesverleaélencerrado,yporesto,dandoenelsuelounafuriosapatada,murmuróiracundo:

—¡Dios!Estopareceunacasadelocos.

Después,comositomaraunaresolución,sedirigióalventanillo:

—¡Buenhombre!—gritó—.¡Eh,buenhombre!

Sonaronlaspisadasdelcriado,queapesardesurobustez,andabaconunaligerezajuvenil.

—¿Qué se leofrece?—dijo apareciendoy conacento rudo,quepugnaba

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pordulcificar.

—¿Qué ruido es ése? ¿Por qué chilla esa gente de un modo tanextravagante?Digaustedquecallen.Meincomodaesamúsicarara.

—Nohagaustedcaso,señor.Sonhuéspedesquetenemosaquíhacealgúntiempo,yquenosdanbastantetrabajo.

—¿Yquéclasedecasaesésta?¿Quéhacenaquí?

Por fin, la cara de palo del criado perdió su expresión estúpida paraanimarseconunasonrisaextrañamenteirónica.

—¡Oh!Yalosabráusted,yaseencargarádedecírselolapersonaaquienespera.

—¡Yalocreoquemelodirá!Tengodeseosdesaberelporquédelaparatodeestacita,quemevaresultandopesada.Algunaextravaganciatalvez.¡Esosinglesessontanexcéntricos!

Baselganotóenlainanimadacaradelcriadociertaexpresióndeextrañeza.¡Siéllograrahacerlehablar!

—Qué,¿teextrañasdeloquedigo?¿NoconocestúalcapitánO’Conell?

—Yo, no, señor. Es decir..., ese capitán, ¿no es la persona que ustedespera?

—Sí,hombre.Alqueespero,yporelquehevenidoaquí.

—Puesaésesíqueloconozco;sóloquenosabíaqueustedlollamabaportalnombre,niqueeracapitán.

—¿Pues,cómollamáisaquíalqueyoespero?

—Aquí se le llama el doctor Zarzoso, y todas las mañanas, a las once,viene a hacer su visita. Por lo regular, sólo inspecciona a algunos de loshuéspedes y se pasamás de dos horas hablando con ellos. Hoy tendrá conustedunaconferencialarga.

El conde quedó profundamente desconcertado por tales palabras. ¿Quéenredo era aquél? ¿Había otro que al capitán irlandés quería convertirlo endoctor?Baselgacomprendía lanecesidaddehacerhablar a aquelhombre,yrecordandosusantiguasprácticasdehombredemundo,quehaceapreciareldinerocomoelmejormediodedesatarlenguas,sacódelbolsillodelchalecodospiezasdeaduro,ysacólamanoporelventanillo.

—Toma,estoparati.Porlamolestiaquetetomasalentretenermecontuconversación,hastaquellegueeseseñoraquienespero.

—Gracias,señorconde—dijoelcriadomirandoconcodicialasrelucientes

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monedas—;peromeesimposibleaceptarla“fineza”.Elreglamentodelacasaloprohíbeterminantemente.

—Tómalossincuidado.Guardaréelsecreto,puestengoelgustodehacerteesteregalo.

Lamanazadelcriadonotardóenapoderarsedelasdosmonedas.

—Ydime—continuóelconde—;¿eseseñordoctorquetúnombras,eselmismoaquienyoespero?

—¡Vaya una pregunta! ¿Usted no espera al doctor Zarzoso? ¿No es élquienlohaenviadoaquíparasucuración?

—¿Parami curación?... ¡Ah!, sí. Por esome encuentro en este sitio y leesperocontantaimpaciencia.Miraloquesonlascosas.Conozcomuchoaeseseñormédico,y,sinembargo,enestemomentonomeacuerdodesucara.

—Noesextraño;amuchoslessucedeigualaquí.Veaustedsirecuerda.Esun señor gordo, de bigote cano, gasta gafas y mira muy fijamente cuandohabla.Todoelmundoleconoce.Puesdicenqueesungransabio.

Alcondenolecabíayadudaalguna.Setratabadeaquelcaballero,queenlamañana del día anterior había ido a su casa a revolverle la bilis con susobjeciones.¿Quévenganzaeraaquella?

Baselga sentía verdadera ansia de penetrar en lo más hondo ce aquelmisterio, que comenzaba a asustarle. Sospechaba algo que le causabaescalofríos de terror, y al mismo tiempo, empezaba a hacer hervir suimpetuosocarácter.

—Habla, querido, habla—dijo al criado—. ¿Ycrees tú que el doctormecurará?

—Bien puede ser. Yo, por mi parte, lo creo segurísimo, si usted ayuda.Debe usted hacer esfuerzos, y, sobre todo, no atolondrarse y conservar suserenidad.Unadesgraciaacualquiera lesucede,ynadiepuedeasegurarqueestálibredeviviraquíoenpresidio.

Aquelmocetónhablaba con tonode filósofo.Al conde le causaba ciertopavor su filosofía; pero a pesar de todo tuvo serenidad para preguntar conmarcadaimpaciencia:

—¿Yquéenfermedadeslamía?¿Losabestú,acaso?

—Noesgrancosa.HacepocoratomelacontabadonCésar,elmédicodeguardia,esejoventansimpáticoqueanteshahabladoconusted.Sehallaustedtanbuenoysanocomoyouotrocualquiera;sóloqueenciertosmomentosledominaunamanía,quelehacemuypeligroso.

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El conde temblaba de pavor. El, tan animoso, tan enérgico, se sentíadominadoporelmiedoanteelsesgoquetomabalaaventura,quemomentosantescreíaunabromademalgusto,perosinconsecuencias.

Adivinaba ya dónde estaba, para qué servía el edificio, y qué clase dehombre era el que con él hablaba: ¡Horror! Convertido de pronto en undemente,yteniendoquehablarconfingidatranquilidadconunloquero.

Laseguridadqueteníaelcondedequesurazónestabasana,aúnhacíamáshorriblesusituación.

—Conque decías—continuó el conde esforzándose en sonreír—que mimaníaesmuypeligrosa.

—Asíloheoído.¿Ustednopiensaenalgunosratosirahacerlelaguerraalosingleses,yteníapreparadosmuchoshombresyarmasparatalnegocio?

Baselga aún experimentómayor impresiónde terror. ¡Cómoera aquello!¿Su secreto era ya del dominio público? ¿Lo conocía hasta un criado demanicomio?...

Sentíaelinfelizunacrecientecuriosidad,yporesto,apesardesuterribleangustia,siguiópreguntando:

—¿Cómosabéisaquíloqueyopienso?

—¡Bah!Aquí se sabe la historia y lamanía de cada enfermo.Ese señormédico que le ha acompañado a usted aquí, ha estado examinándolo condetención durante mucho tiempo, hasta que se ha convencido de suenfermedad.

—¡EldoctorPeláez!—exclamóconextrañezaelconde.

—Sí, ese creoque es sunombre.Hasta hacepocoha estado abajo en elgabinete de consultas explicando la enfermedad de usted a don César yrecomendándolequelotratemuyatentamente.

Baselganosepudocontener.

—¡Peroesoesunainfametraición!...

Elcriadovolvióasonreírirónicamente.

—¡Bah!Todosdicen lomismocuandovienenaquí, ydespués, si esquesalencompletamentesanos,dan lasgraciasporhaberlos tenido tanto tiempoenestacasaatendiendoasucuración.

Reinó un largo silencio. El conde, con la cabeza baja, reflexionaba sinllegaracreercompletamenteensuhorriblesituación.Tanabsurdoleparecía.

Al fin, como quien pregunta una cosa que tiene por axiomática, dijo al

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criado:

—Peromi familia no sabrá que yo estoy aquí; no tendrá noticia de estemiserablesecuestro.

—¡Toma! ¡Hermosa pregunta! ¿Le parece a usted, señor conde, que sinconsentimientodesufamilialehubierantraídoaustedaquí?¿Tenemosacasoganasdeirapresidio?Austedlehantraídoaquídespuésqueayerverificaronen su casa una consulta el doctor Zarzoso, el doctor Peláez y otros dosmédicos.Así he oído que aquel señor se lo decía a donCésar.Qué, ¿no seacuerda usted ya? Pues dicen que usted estaba presente, y que hablaronlargamenteensudespacho.Tambiénestabauncuraquehatrabajadoparaqueusted, a quien quiere mucho, quede aquí, en seguridad, sin emprenderpeligrosasaventuras.¿Noseacuerdausteddeeso?

—Sí, lo recuerdo; lo recuerdo perfectamente—dijo el conde con vozdesfallecida.

Y, efectivamente, recordaba con todos sus detalles la conferencia de lamañana anterior en su despacho, y ahora comprendía la significación de lasmiradas del sabio doctor y aquellas preguntas que tanto le habían irritado.Pero,¡Diosmío!,¡cuáninfameeraaquello!,¡quétraicióntanterrible!Habíaparavolverse loco,perodeverdad;noconaquellademencia fingida,queélcomenzabaacomprenderdequiéneraobra.

Sumanocrispadaapretabaconvulsamenteelbordedelventanillo,yconlacabezabajapermanecíasilenciosoymeditando,sincomprendermuchasdelaspalabrasqueledirigíaelcriado.

—Debe usted tranquilizarse, señor conde, y tomar con calma lo que lesucede.Estossonpercancesdelavida,delosquenadiesehallalibre.Siustedtiene serenidad y pone de su parte para ayudar a la ciencia es posible quepronto se encuentre bueno. Calma,mucha calma.Aquí no se pasa del todomal.LehemosalojadoenestapiezahastaquevengaeldoctorZarzosoyhableconusted.Después,lotrasladaremosaunaceldadondetendráustedvecinos;gentedivertida,queenlosprimerosdíasleincomodará;peroquealfinleharáreír.Sonlosqueustedoíaantes.Además,yoseréelencargadodecuidarle,ynotendráquejaalguna.Meesustedmuysimpático,ymásdesdequeveoqueespersonarazonable.Ratosdesobratendremosparacharlardenuestrascosas,comoahoralohacemos.

El conde seguíameditabundo, y de las palabras del criado sólo algunaslograbandeslizarsehastasucerebro,dondenoerandeltodocomprendidas.

Una sorda irritación comenzaba a bullir en el ánimo de Baselga,sustituyendoalmiedoquemomentosantesledominaba.

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Hubouninstanteenqueelcondesecreíavíctimadeunalúgubrepesadilla;perotocabalapesadapuerta,oíaalcriado,ylaesperanzadesertodounsueñosedesvanecíainmediatamente.

La dignidad de clase, el orgullo viril, la rectitud de conciencia y elconvencimiento de su sana inteligencia, todo se sublevaba enérgicamentecontra aquella terrible situación, con tan imponente fuerza, con tanarrebatadora rabia, que Baselga se creía capaz de proceder como un locofurioso,yaquetodosseempeñabanenhacerloaparecercomotal.

Enaquelmomento,porunmisteriosoencadenamientodeideas,recordabalaescenaterribleenquesusmanosdehierroestrangularonaPepitaCarrillo,laesposainfielycínica.

Elrostrodelcondepalidecía,susojosadquiríanelbrilloextrañoyeltintesanguinolento que produce la indignación en ciertos hombres de carácterprontoparalaviolencia.

Apesardeesto,logrócontenerseaún,yconvozroncapreguntóalcriado:

—¿Perotúmecreesloco?

—¡Yo!¡Jé,jé!

Yelcriado,portodacontestación,reíamaliciosamente.

—¿Dequéteríes?Quierosaberlo;loexijo.Nocreoqueestasituaciónseacosaderisa.

—Merío,señorconde,dequetodoscuantosvienenaquíhacenlamismapregunta.

—¡Perocontesta,conmildemonios!¿Túcreesqueestoyloco,síono?

—Enestemomentonoloestáusted;perosisigueasí,notardaráendarleelacceso.Loconozcoensusojos,yleruegoqueprocurecalmarse.

El conde se estremeció. ¿Si estaría realmente loco? Esto es difícil quepueda apreciarlo el mismo paciente, y, además, él se sentía en un estadoanormal, a causa de la indignación. Debía tener en el rostro una expresiónterrible,ajuzgarporelaspectoalarmadodelsirviente.

Baselgahabíacomprendidotodoelhorriblecarácterdeaquellatrama,quesehabíaurdidoentornodesupersona,paraconducirloatanmíserasituación.Sentía la necesidad imperiosa de salir de allí; ansiaba destrozar a aquellosmiserables enemigos que tan rastreramente habían preparado su ruina.AnhelabaprocurarseeldivinogozodedespedazarentresusmanosdehierroalrepugnantepadreClaudio.

Porestohizoungestodeimponenteautoridad,comosiaunestuvieseenel

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Norte,alfrentedesuregimientodelanceroscarlistas,ydirigiéndosealcriado,dijoconvozbreveeimperiosa:

—Abrelapuerta.Necesitosaliralmomento.

El mocetón puso el mismo gesto del que oye una cosa ridículamenteabsurda.

—¿Quién,yo?Tienegracia.

—Queabras,tedigo,osino,¡porCristovivo!,que...

Yelcondecomenzóadarpatadasenlapuerta,vomitandoporelventanillountropeldejuramentosymaldiciones.

El criado permanecía impasible ante aquella rociada de insultos. Veíasequeestabaacostumbradoatalesdesahogosdeloshuéspedesdelacasa.

—¡Cobarde!Abre, u os echo la puerta abajo y le pego fuego a la casa.Abrid, canallas. ¡Es así como se procede con un hombre honrado! ¡Ah,miserablesjesuitas!Abrid,esbirrosdelpadreClaudio.Dejadsaliraunpadreinfeliz.Dios sabe qué será a estas horas demi hija.Quierenhacerlamonja,pararobarlesudinero;quierenmeterfraileamihijo,pararobarloigualmente,yamímeencierranparaquenoloestorbe.Abrid,olorompotodo...Perotú,cara de palo, ¿qué haces ahí tan quieto? Abre y no repares en pedirmegratificación.Tedarécuatromilduros,diezmil...,¡losquequieras!Peroabreenseguida.Abreesapuerta,o,¡porCristo!,quemecomotushígadosylosdetodoslosdoctorescanallas.

Yelcondesedestrozabalasrodillasysequebrantabalospies,golpeandoaquellapuerta,quepermanecíataninmóvilcomoelflemáticocriado.

Apuró Baselga en su balbuciente y furiosa indignación todas lasmaldiciones y blasfemias aprendidas en los campamentos, sin conseguiralterar aquella estatua de carne, que permanecía rígida e indiferente en elpasillo.Sucalmaledesesperaba.¡Oh,cuántohubiesedadoélporpodersalirydestrozarapuñetazosla"caradepalo"!Eraelprimerhombrequeseburlabaimpunementedeél,queeraelterrordecuantosintentabanofenderle.

La frialdad con que acogía sus palabras era lo que aumentaba suindignación.HubiesepreferidoBaselgaqueelcriadocontestaraasusinsultos,queseenfureciera,queledirigieseinjuriasinsufribles;peroverseacogidoconun silencio compasivo, propio para seres irresponsables, para niños o paraviejos,excitabaaúnmássuterriblerabia.Erayaunloco,nopodíadudar.Suspalabras no tenían valor; le habían despojado de su condición viril, y, enadelante,asusmás injuriosaspalabrascontestarían todosconunasonrisadeconmiseración.

Al conde de Baselga le cegaba la rabia, como si para aliviarla y

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desahogarsenecesitaraalgomásqueproferirinsultos,apretósurostrocuantomáspudo contra el estrechoventanillo, y escupió furiosamente al rostrodelcriado.

—Toma,caradepalo;esto,parati.Aversiabreslapuertayentrasareñirconmigo.

Baselgarecibióenelrostrounrudogolpe,quelehizoretrocederalcentrodelahabitación.

Eraqueelcriadolehabíaarrojadolahojadelventanilloenlasnarices,ydespuésdecerrarloseretirabaconlentospasos.

Elgolpe,apesardeserfuerte,apenassicausóefectoenBaselga.Prontoserepusodelaturdimientoqueleprodujoelchoquedelareciamaderacontrasurostro, y dando un salto prodigioso que tenía algo de la ligereza flexible yelegantedeltigre,cayócontodoelpesodesucorpulentocuerposobreaquellapuerta,alaquecombatíaeinjuriabalomismoquesifueseunserviviente.

Nada.Gimieronlasmaderassordamente,peroniunasolasemovió.Eranprevisoresenaquellacasaylapuertaestabaapruebadelocos,aundelosmásfuriososyforzudos.

Variasvecesrepitióelcondeaquelasalto,sinconseguirabrirbrechaenlapuerta.

Su rostro estaba congestionado; gruesas gotas de sudor surcaban susfacciones; respiraba fatigosamente, con la entonación del rugido; sus ojosestaban veteados de sangre; las venas de su cuello, hinchadas por furiosascontracciones,parecíanquererestallar,y,apesardeesto,nosesentíafatigado.

LarabiosaindignacióncentuplicabasufuerzadeHércules,yél,altropezarconaquelimplacableobstáculo,inmóvilyfirme,secreíaunniño,ylefaltabapocoparallorarsudebilidad.

Excitadoporsumismaimpotencia,ydominadoporlocatenacidad,volvióvariasvecesacaerenprodigiososaltodesdeelcentrodelaestanciasobrelapesadapuerta,yaquelloschoquesquelemagullabanhacíancrecersufurorsinlímites.

Fueradelaestancia,laespeluznantegriteríadeloslocoscontestabaacadaunodelosquejidosdelamadera,combatidaporaquelarietehumano.

Losmédicosyloscriadosdelestablecimiento,agrupadosenelfondodelcorredor, escuchaban el estrépito producido por Baselga, y se prometíantratarlo en adelante con grandes precauciones, pues sus violentos accesos lehacíantemible.

Elconde,despuésdegolpearinútilmentelapuerta,dirigiósealasrejas,y

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poseídodevertiginosamovilidad,ibadeunaaotra,agarrandolosbarrotesconsusnervudasmanosyhaciendoesfuerzospoderososporromperelhierro.

Desollose sus manos, tirando de los robustos barrotes, y... nada; noconsiguióquelasrejashicieranelmenormovimiento.

Estabavencido, leera imposible libertarse,yaquellacasahabíadeserelsepulcrodesurazóncalumniada.

El sol, que en oleadas de oro entraba en la habitación, marcando en elsuelodoscuadriláterosdeluz;lasverdescapasdelosárbolesdeljardín,enlasquepiabanalgunosgorriones;elcieloazulyesplendorosoqueseveíaatravésde las rejas, todo constituía un sarcasmo para el infeliz prisionero. LanaturalezasonreíaymostrabaaBaselgalainmensalibertadqueenellaexistejustamentecuandoeldesgraciadoreconocíaquehabíaperdidoyaparasiemprelasuya.

El conde se sentía poseído de tal furor, que en su cerebro surgió estepensamiento:

—¡Siestaréyoloco!

Yexperimentóun tremendodolorde cabeza. ¿Quéera aquello?Hizounesfuerzo Baselga para volver en sí, y cuando adquirió cierta serenidad,encontrósequeestabagolpeándosefuriosamentelacabezacontralasparedes.

Otra vez volvió el mismo pensamiento a surgir en su cerebro, dándolerazonablesconsejos.

—Si sigues entregándote a tu desesperación, si te golpeas, creeránfundadamentequeestásloco.Modérate,tencalma.

Había en aquellos instantes en el interior deBaselga dos seres distintos.Uno, sensato, que aconsejaba y veía claramente la situación; otro, irascible,indignado,furioso,queansiabasangreydestrucción.

Losmúsculos,lasangre,losnervios,elorganismoentero,seibadetrásdelúltimo,yobedecíatodossusmandatos.

—Detente,espera,nopierdaslacalma—gritabalaeternaideaenelinteriordelcerebrodelconde.Y,sinembargo,eldesgraciadogritaba,aullabadefuror,daba puñetazos en las paredes, se arrojaba con la cabeza baja a embestir lapuerta,sedestrozabalaropa,searañabalacara,semordíalasmanos,y,alfin,se arrojó en el centro de la habitación, revolcándose, agitado por terriblesconvulsiones.

Suroncavoznocesabadegritar,alternando laspalabrasconaullidosdefiera. Pedía por centésima vez a los canallas de afuera que le abrieran lapuerta,yenalgunosmomentossecreíaestarluchandoconelpadreClaudio,y

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como si le asestara terribles puñetazos, se golpeaba el rostro, hasta hacersesangre.

Su cuerpo rodaba sobre el pavimento, como una informe y gigantescamasa,derribandolassillasydejandotrassípedazosdesu traje, rasgadoporterribles zarpadas, y si alguna vez se incorporaba era para dejarse caer conmayorfuria,golpeandoconrabiosasañasumagulladorostrocontralosfríosbaldosines.

Esta terrible escena duró más de diez minutos, y al fin las fuerzas deBaselga,consertangrandes,seagotaron,ydejócaersucuerpoinerte.

Una saludable reacción comenzó a operarse en él. Su respiración erasemejante al estertor delmoribundo, y así, tendidode espaldas, con la vagamirada fija en el techo y agitándose de pies a cabeza por un nerviosoestremecimiento,permaneciómuchotiempo.

Porfinmoviólacabezaaunoyotrolado;sumirada,vagahastaentonces,contemplófijamentecuantolerodeabaconmarcadaexpresióndeextrañeza,yseincorporó,comosivolvieraensídespuésdeunterribleensueño.

Susojosfueronfijándoseenlasdesgarradasropasyenlassillascaídas,ycomenzó a sentir al mismo tiempo el punzante dolor que en todos susmiembrosproducíanlascontusionesymagullamientos.

Otra vez el buen sentido volvió a hablar bajo su cráneo, y una sonrisacontrajoloslabiosdelconde.

—Bravo, Fernando—se dijo con terrible ironía—. Ya han logrado tusenemigosloquequerían.Tehasentregadoaladesesperaciónneciamente,hasdejado libre de toda traba tu carácter violento, has hecho locuras, y ahoranadie dudará que eres un demente furioso.Ya no saldrás de aquí, y tal vezdentrodepocoteponganlacamisadefuerza.

Mientras que estas ideas se agitaban en su cerebro, el condepermanecíasentadoenelsuelo,conloscodossobrelasrodillas,lacabezaentrelasmanosymirandoconestúpidafijezasusombrero,que,pisoteadoyroto,estabaenunrincón.

Cuando Baselga salió de su abstracción, se encontró derecho, paseandoapresuradamenteporlasala,deunextremoaotro.

El conde había experimentado una reacción. Sentía una calma absoluta;todoloveíadediversomodo,sentíaunatranquilidadsobrenaturalyhasta leparecíaquedurante laanteriorcrisishabíamuerto,yahoraseencontrabaenotravida,libredelasmiseriasydelasdesgraciasdeestemundo.

Habíaenelinteriordesucerebroalguienqueleseguíahablando,ycuyosconsejosaceptabasinprotesta.

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—Resignación, Fernando. Ya estás loco; ¿y qué? Piensa en permanecertranquilo;tusaludesantesquenada.Notegolpees,notemaltrates.¿Quévasganandocondesesperarte?Olvídatedelmundo,deesosmiserables,quetehanengañado;detufamilia,quetehatraídoaquí.

Las ideasdelcondegiraban invariablementedentrodelmismocírculo,ydespués de una vuelta vertiginosa, venían a parar al punto de partida: a lanecesidaddepermanecertranquilo.Peroenunadelasvueltasdesucerebro,salióalpaso,yseintrodujoenlaincesanterondadesusideas,elrecuerdodesus hijos, de Enriqueta y de Ricardo, de aquellos seres inocentes ydesgraciados,aquienesélveíaahoraacechadosporlanegratraición,tímidoseincautosinsectos,queibanacaerenlareddelasombríaaraña,enaquellared que había aprisionado a su razón, y que de un hombre fuerte eindependientehabíahechounguiñapohumano,arrojándolo,sincompasión,alfondodeunmanicomio.

LafiguradelpadreClaudioaparecióenlaimaginacióndeBaselga,irónica,sonrienteycomocomplaciéndoseenburlarsedesudesesperación.

¡Oh,rabia!Estarencerrado...,nopodervengarse...Yelcondese llevólacrispadamanoalafrente.Necesitabaarañaralgo.

Iba,sinduda,areproducirselacrisisdefuror.Perolavozmisteriosadebióhablarotravezbajoelcráneo,ylamanocayódesmayadaalolargodeltronco,chocandoconunobjetoduro.

Baselga palpó instintivamente el objeto que había detenido su mano, ysacódelbolsilloderechodelchalecolapequeñaybrillantepistolaquehabíatomadoensucasa,aruegosdelpadreClaudio.

Comosielbrillodelosniqueladoscañonesleprodujeranunprincipiodehipnotismo,estuvomirándolafijamentebastantetiempo.Sufrentesecontraíacomosienelinteriorlepunzaraalgúnterriblepensamiento;sonriódosotresvecesconfrialdad,ysuvozmurmurómuyquedamente:

—¿Yporquéno...?

Movió la pistola, levantó el gatillo, miró las dos negras bocas de suscañones, siempre con lamisma sonrisa de frialdad; pero de repente hizo unmovimiento de sorpresa horrible, como el que despierta al borde de unprecipicio,yseapresuróadejarlaterriblearmasobrelamesa.

Había hablado otra vez su buen sentido, y comprendía la terriblerevelaciónqueencerrabaaquelhallazgo.

—Quieren mi muerte—pensaba—, por eso el padre Claudio mostrabatantoempeñoenquemellevaralapistola.Élsabíabienadóndemeconducían.

Y el conde se prometía mentalmente no dar gusto a sus enemigos.

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¿Queríansumuerte?Puesbien,élviviría,élharíaesfuerzosporconservarsesanoyrecobrarsulibertad,élprobaríaquesurazónnoestabaenfermayquetenía derecho a salir de allí, y en cuanto saliera... El condemiraba otra vezfijamentelapistola;peroeraapreciandolobienalojadasqueestaríansusdosbalasenlacabezadelpadreClaudio.

Laesperanzadevengarsealgúndíadesumiserableenemigo,tranquilizóalconde, devolviéndole su perdida calma; pero una mirada que lanzó a lasrobustasrejasyalapuerta,lehizocaerbruscamenteenlaterriblerealidad.

¿Cuándo saldría él de allí? Los médicos serían tan duros e inexorablescomo aquel hierro y aquella madera; en vano pugnaría él por hacerlescomprenderquesurazónestabasana,yqueeravíctimadeunamaquinacióninfame;losmédicosestabanprevenidoscontraél,teníanelprejuiciodequeélsehallabaprivadoderazón,ycuantosesfuerzos intentaseparaconvencerlosde su verdadero estado, serían tan infructuosos como las tremendasacometidasquehabíadado a la robustapuerta.Además, ¿los encargadosdeaquelestablecimiento,aqueldoctorZarzosoquetanantipáticoleresultaba,nopodíanseragentesdelterriblejesuita,quedespreciaríansusalardesderazónyeternamenteletendríanporloco?

—¡Diosmío!—seguíadiciéndoseelconde—,¡quéinfiernoenelporvenir!Hayparavolverselocodeveras.

Nohabíasalvación.Dentrodeunmomentollegaríaelantipáticosabio,¿yqué?Leescucharíaconatención,sonreiría,comolohabíahechoelloqueroaloír que le era necesario salir de allí, y después lo enviaría a unamiserablecelda,dondeagonizaríaañosyaños,acompañadosiempreporaqueldiabólicogriteríodelalocura,quelecrispabalosnervios.

No; un hombre como él, un Baselga, no había nacido paramorir de talmodo.Sabía salirdelmundomásdignamente.Ydentrodesucráneoseguíabailoteandoelmismopensamiento:

—¡Yporquéno!...¡Yporquéno!

Elcondeavanzóhacialamesa,poniendosumanosobrelapistola.Elfríodelbrillanteaceroleprodujoelefectodeunaducha.

Elsiniestropensamientosedesvaneció,suinteligenciapareciódespejarseynuevasideasvinieronatocarsucerebro,conconsoladoracaricia.

Él no podía morir. Tenía en el mundo dos seres que necesitaban de suapoyo,y estabaeneldeberde lucharpara recobrar la libertadycorrer a sulado.

Además,unarranquedealtivezledabafuerza.Matarseeradargustoasusenemigos,aaqueldiabólicopadreClaudio,quecasihabíapuestolapistolaen

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su mano, y él no quería pasar por un imbécil capaz de vivir o perecer acaprichodelavoluntadajena.

Viviría; así se lo exigía su altivez y su instinto de padre: tendría fuerzaspararesistirel infortunio.Yhalagadoporestasdecisionesquelefortalecían,permanecióderecho,inmóvilyconlamanopuestaenlapistola,sinpensarennada,invadidoporunadulcesomnolencia.

El silencio que le rodeaba quedó turbado repentinamente. Otra vez elgriterío irritantede los locos, pero en estaocasiónhabíaunocuyos rugidos,que parecían imposibles para una garganta humana, sobresalían sobre lasvocesylascarcajadasdelosdemás.

Baselga sonrióse tristemente.Otro que estaba como élmismomomentosantes,yconcuriosidadoíaaquelrugido,tanatentamentecomosisemiraraaunespejo,paraapreciarsurostro.

Aquellotrastornabaalconde, leproducíahondapena.¡Acuánbajonivelpuedeladesgraciahacerdescenderaunhombre!¡Ypensarqueélhacíapocorato había gritado así, y que tal vez, a lamenor contrariedad, o apreciandotodosuinfortunio,volvieraacaerenlabrutalirracionalidad!

El conde sentía miedo, y como si la imaginación se complaciera enasustarle,ledesarrollabaelporvenircontodasuhorripilantelobreguez.

Pronto tendría él por vecinos a aquellos infelices. Como ellos, gritaría,golpearíasucuerpo,pormáscuidadososqueconélfueranlosguardianes,iríasiempre cubierto de andrajos, como ahora estaba, pues su traje aparecía yadespedazadoporvariaspartes,lasplagasdeunamiseriairracionalsecebaríanen él, languidecería e iría muriendo lentamente, y la razón se anularía delmismomodo,gradualmente,extinguiéndosehastaensuúltimachispa.

No,aquellonollegaríaasucederle;élsabríaevitartantadegradación,tanhorriblemiseria.

Y aquella idea, persistente y diabólica, que parecía estar clavada en sucerebro,seguíagritandodentrodelcráneo:

—¡Cobarde!Atrévete...¡Yporquéno!¿Porquéno?

¿Porqué?Porquenoqueríaproporcionar a sus enemigoselplacerde sumuerte;porqueteníaenelmundodosseresinocentesporquienesvelar...Pero,¡Diosmío!¡Quéluchatanterrible!

Apenaspensabaesto, lafunesta ideaserevolvíaindignada,echándoseencara su cobardía, ypintándole el porvenir con losmás sombríos colores. ¡Yqué!Sivivía,¿evitaríaconestoelpermanecerhastaelinstantedesumuerteencerrado en aquella casa, sumido en una horrible degradación, yconvirtiéndose en loco lentamente, por el contagio moral con los otros

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enajenados? ¿Acaso conservando su vida podría acudir en auxilio de sushijos?

Sus enemigos habían sido más hábiles que él, y le habían muertomoralmente.Yaquesurazónhabíamuerto,¿porquénoanularaquellamíseraenvoltura,aquelcuerpodestinadoarugir,poseídodedeliranteindignación,yaagitarseconlasmásviolentasconvulsiones?

El diabólico pensamiento seguía aconsejándole, al par que le inspirabatalesreflexiones.

Había que apresurarse, si quería aprovechar la ocasión. No tardaría enllegareldoctorZarzoso;lesometeríanentoncesaunregistroantesdellevarloa lanuevacelda; lequitarían supistola,y conella todaesperanzadeeternaemancipación: si quería matarse, tendría que estrellar su cabeza contra lapared.

Baselga pensaba en la muerte con una calma sobrehumana. El mismosentíaasombroanteaquellatranquilidadabsolutaqueleposeía.

—Atrévete;ésteeselmomento.Novaciles,porquedespués,serátarde.

Elcondesesorprendió,hablandoenaltavoz:

—Acabemos—murmuraba—,sufromucho.

Ysuimaginaciónserecreabaenconsiderarlacalmaabsoluta,eldescansoeternoqueleaguardabaenlatumba.Unsupremoegoísmoleembargaba,yelrecuerdodesushijoserayaparaélungrupodepálidasfiguras,sincontornoniexpresión,quenolograbaconmoverle.

Amorir; a sumirse para siempre en la densa sombra de la nada.Allí nohabíarepugnantestraiciones,nipadreClaudioalguno.

Elconde,comosidespertaradeunsueño,sevioconlapistolaenlamano,yelíndiceenelgatillo.

Experimentóunaligerasorpresa.¡Quéibaahacer!...¡Ah,sí!Ibaamatarseynosearrepentíadesudecisión.

Lanzó una mirada a su traje desgarrado, y le pareció contemplarse,demacrado,miserableyroto, talcomoestaríaalpocotiempodepermanecerenaquellacasa.Elpasadoacudióa sumemoriay recordóaaquelcondedeBaselga, elegante y palaciego y adorado de las damas. ¿Podría tal hombremorir deunmodo tanmiserable?Seguramentequeno.A librarse, pues, delpeligro;ademostrarqueeneltrancesupremosabíasalirdelmundocontodalamaestríadeunactorqueconoceelmediodedesaparecerdignamentedelaescena.

Baselgamiróaunadelasrejas.Sufríayaalucinaciones,yleparecíaque

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algo negro había cruzado volando por delante de ella. Tal vez la sotana delpadreClaudio.

—¡Adiós,canalla!Hicistebienendarmelapistola.Eselúltimofavorquetedebo.

El conde apoyó la pistola en el pecho, buscando el sitio del corazón.Oprimióelgatillo,y recibióungolpeviolentoque lehizocaer; aunquecongranextrañeza,nooyódetonaciónalguna.

Habíaquedadoderodillas,agarradoconunamanoalbordedelamesa,ymiraba a su alrededor, con ojos asombrados, pareciéndole que toda lahabitaciónteníaotroaspecto.

Lapistolahabíacaídoalsuelo,yélmurmurabaconrabia:

—¡Malditapistola!¡Hafalladoeltiro!

Perosupechoysumanoderechaestabancubiertosdesangrecaliente,que,escurriéndosealolargodelcuerpo,caíasobreelpavimento.

Asusoídos llegabanun tropeldeapresuradospasosyelchirridodeunacerradura.

—¡Vienen,vienen!

YBaselga, alarmado, buscó a tientas la pistola que estaba en el suelo, ehizounesfuerzosupremoparamontarelgatillo.

Apoyóelsegundocañónenlasien,enelmismoinstantequelapuertaseabríayentrabanenlasalamuchoshombres,alarmadosporladetonación.

Elcondeapretóelgatillo,yleparecióreconocerentrelosqueavanzabansobre él despavoridos al sabio, que tan antipático le era, el doctor Zarzoso,cuyavisitaesperabanenelmanicomio.

Estaveztampocooyóelinfelizruidoalguno,perorecibióenlacabezaungolpetananonadadorcomosilacasaenterahubiesecaídosobresucráneo.

Sintió lomismoque si le arrebatasen, arrojándolo enuna inmensidaddenegrura vibrante, en la que danzaban como chispas de una colosal fragua,millonesdemillonesdepuntosluminosos.

Peroaúntuvofuerzasparahacersubirasuslabiosunasonrisadeamargaironía y murmurar de modo que lo oyeran todos aquellos hombresconsternadosquelerodeaban:

—Yatengobastante.

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XXVII

REVELACIÓNINESPERADA

Aquellatarde,labaronesasehabíamostradomuycomplacienteyamablecon su hermana. La había dirigido alegres palabras, acariciandobondadosamentesuscabellos,ylahabíaprometidoconcederlealgunalibertadmientraselpapáestuvieradeviaje.

IgnorabaEnriqueta cuál era la suertede supadre,y cuandoa lahoradecomermostróextrañezaporsuausencia,labaronesayelpadreClaudio,queala vuelta de su visita a Palacio había sido invitado por doña Fernanda aquedarse "a hacer penitencia", le dijeron que el conde había salidomuy demañanaparaunviajeenelqueestaríaalgúntiempo.

Enriqueta se lamentóde la inesperadamarchade supadre,porcuanto leimpedíalaasistenciaaalgunasfiestasaristocráticas,quehabíandeverificarseenaquellasemana,perolaamabilidaddelabaronesaylajocosidaddelpadreClaudio,ydelpadreFelipe,quellegóalahoradelospostres, laresarcieronalgúntantodelacontrariedadsufrida.

—Hoy estás libre—la dijo la baronesa—; si no quieres dedicarte a laoraciónoaltrabajo,puedeshacerloquegustes.Ves,siquieres,aasomartealbalcón;tedoypermiso.Mañanayasaldremosdepaseo.

Enriquetaseapresuróaaprovecharsedelpermiso,ysaliódelcomedor,sinver cómo su hermana miraba con dramática tristeza a los dos jesuitas, ymurmuraba:

—Pobrecilla;¡siellasupieraloquesucede!

Depie, tras loscristalesdelbalcón,quedaba luzalgabinetecontiguoalsalónde labaronesa,permanecióEnriqueta toda la tarde,entreteniéndoseencontemplar la incesante circulación de los transeúntes y los coches quebajaban la calle al paso tardo de sus huesudos caballos, y llevando en elpescante, con toda la prosopopeya de un dios, al cochero, de nariz vinosa,envueltoensucaparemendada.

Alahoradepermanecerenaquelsitio,EnriquetaoyóenelsalóncercanolasvocesdesuhermanaydelpadreFelipe.

ElpadreClaudiosehabía idoya, llamado,sinduda,porsusapremiantesocupaciones,ylabaronesaysudirectorespiritualseentregabanasusdiariasconferencias.

Lapuertaquecomunicabaconelgabineteestabacerrada.

Enriqueta no era curiosa, y, además, presentía algo del significado de

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aquellasrelacionesespirituales,ysudelicadezaypudorlaalejabandeellas.

Lajovennoeradecarácterinocente:nosentíaesacuriosidadmaliciosaymalsana,que espatrimoniode ciertos temperamentos juveniles; peronoporestoignorabalaexistenciadeesesagradomisterio,productordelavida,quelasmásdelasvecesdegeneraenvicio.

Sóloenciertasnovelasaparecenjóvenesdesublimecandor,ignorantesdelamor sexual; en la vida real, y más aún en las elevadas capas sociales, esimposibleencontrartanprodigiosainocencia.

Enriqueta era una joven igual a todas. No experimentaba ningunacuriosidad, ni sentía deseos de hacer penetrar su pensamiento en lasoscuridadesdelvicio,perohabíavisitadodemasiadolossalones,habíatratadocon cariñosa intimidad a jóvenes de su clase, educadas más libremente, ysabedorasde cuanto en elmundopasa, y comprendía ahora cosasquehastapocoantesleresultabanindescifrablesmisterios.

Adivinaba el significado de aquella intimidad entre su hermana y elrobusto jesuita,presentía la formadeaquellas conferencias,que tantodabanquehablaralaservidumbre;peronoqueríaconocerdecercatalessuciedades.

Experimentabanáuseasalpensarenaquellasrelaciones,queyasehabíanhechopúblicasyqueerancomentadasenloscorrillosdemurmuraciónquelasdamasyavenerablesformabanenlossalonesaristocráticos.

La curiosidad de Enriqueta permanecía alejada de tales relaciones, quepresentía, sin sentir deseode conocerlasde cerca, al igual de ciertasdamas,que al saber las miserias del pobre se compadecen de ellas, pero no van abuscarloasuvivienda,pormiedoamancharseelvestidodeseda.

La joven teníaelegoísmode lacastidad,ynoqueríaponerlaenpeligro,atisbandocosasdelasquelehabíanenseñadoahuir.

Por esto hacía caso omiso de aquella escena que, indudablemente, seestaba desarrollando en el salón, y seguía de pie tras los cristales,contemplandoelmovimientodetranseúntesenlagrancalle.

Aquello constituía para ella una gran distracción. Contemplaba consimpatíaalaspersonasdeportefrancoyatrayente;reíasedeotrasdeaspectoridículo, entreteniéndose en buscar en su imaginación apodos que lescuadrasen,yseguíaconmiradacariñosaalosniños,que,cogidosdelasfaldasde sus madres, andaban con paso vacilante, contoneándose con la timidezgraciosadelpollueloalromperelcascarón.

Enriqueta, fijando sus ojos en la acera de enfrente, recordaba a EstebanÁlvarez,quetantosdíashabíainvertidoenpasearporella,esperandosiempreunamiradafurtiva,promesafuturadefelicidad.

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La joven se sentía invadida por una dulce tristeza. ¿Qué sería ahora deEsteban?

Hacíayamuchotiempoquenadasabíadeél.Desdeeldíaenquesupadrele hizo prometer que olvidaría para siempre su amor, no había recibido yaningunacartadelcapitán,nicruzadoconéllamenorpalabra.

Su padre y su hermana habían formado en torno de ella una murallainfranqueable, sobre la que se estrellaban todos los esfuerzos que hacía elcapitánporprotestaramorosamentecontraaquelinesperadorompimiento.

Varias veces, al ir con el conde al teatro o a una fiesta del granmundo,bajando de su coche, había visto a Esteban entre la gente, lanzándola unamiradainterrogante,mezcladeamorydereproche;perolajoven,heridaporlavergüenzayescudándoseensupadre,huyóligera.

Después,lavigilanciadelabaronesaylapromesahechaalpadreClaudio,al pie del confesonario, y en un momento de exaltación mística, la habíanalejadomoralmentemásaúndesuantiguoamor.

Pero en aquella tarde, por un fenómeno de su alma, sentía renacer confuerza su antigua pasión, y gozaba recordando todas las dulzurasexperimentadas en las gratas mañanas del Retiro, cuando en vez deencontrarsebajolairritantevigilanciadelabaronesa,estababajolaproteccióndelacariñosaycondescendienteTomasa.

Enriqueta estaba arrepentida de su debilidad, y se lamentaba de habercedidoporcariñoa las indicacionesde supadreypor terrora lasdelpadreClaudio,perdiendoparasiempreaquellapasión,quetanfelizlahacía.

¿Quién sabe loque a aquellas horasharía el capitánÁlvarez?Tal vez lahubieseolvidado,envistadeaquellacartacruelqueellaleenvió,yhastabienpudiera ser que ahora amase a otra joven más fiel, y que supiera defendermejorsucariño.

Enriqueta,pensandoenesto,yanomirabaa lacalle,y,deespaldasa losvidrios,mirandoaloscurofondodelgabinete,llorabasilenciosamente.

Yanoseoíaningúnrumorenelsalóninmediato.ElpadreFelipeacababadeirse,ylabaronesanotardaríaenllamarlaparadecirlequesevistiera,conobjetodeir,comotodaslastardes,alasCuarentaHoras.

Esperandolajovenque,deunmomentoaotro,sepresentasesuhermanaen el gabinete, secábase ya apresuradamente las lágrimas, y hacía esfuerzospararecobrarsuserenidad,cuandouncarruaje,queapresuradamentebajabalacalle,produciendogranestrépito,parórepentinamenteenelcentrodelavía,frentealamismapuertadelacasa.

EnriquetamiróyviobajardeunaberlinadealquileralpadreClaudio,que,

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entregandounamonedaalcochero,atravesócongranprisalacalleyentróenla casa. La joven respiró con satisfacción.Aquella visita eramuy oportuna,pueslalibrabaaelladelpesadotormentodefingirunacompletatranquilidadantelossagacesojosdesuhermana.

Comenzaba la caída de la tarde. En las calles, los últimos rayos de soldoraban las puntas de las chimeneas de los tejados fronterizos, pero en lashabitacionesseibaextendiendoesapenumbradelosrápidoscrepúsculosdelinvierno.

Oyó Enriqueta cómo entraba en el salón el poderoso jesuita, y casi almismotiempo,enlabarnizadamaderadelapuerta,cubiertaenparteporloscortinajes, surgióunpuntode luz.Eraqueacababandeencender la lámparadelsalón,cuyasventanas,cargadasdepesadascortinas,apenassiamediodíadejabanpasarunasemiluz,queenvolvíalavastapiezaenunaclaridadmística.

A los oídos de la joven llegó el eco de la voz del jesuita, aunque suspalabras no podían determinarse, y prefiriendo volver a abismarse en susrecuerdos, apoyó su rostro contra los cristales, que producían una gratasensacióndefrescuraensusmejillas,abrasadasporelllanto.

Un grito estridente, agudo, que punzaba los oídos, vino a sacarla de suabstracción.

EraFernandaquienhabíagritado.¿Quéseríaaquello?

YEnriqueta,conmovidaporaquelgrito,queparecíahaberlaarañadoenlomáshondodelpecho, se retiródelbalcónyquedó indecisaenel centrodelgabinete,no sabiendosi ir abuscar laotrapuerta,paraentrar enel salón,oescuchartraslaqueteníamáscerca,yqueestabacerrada.

Alfinsedecidióporúltimo,yaplicóunojoenlaluminosacerradura.

Desde allí no se veía al jesuita, pero distinguía bien a su hermana, que,sentadaenunabutacayconlacarahacialapuertaqueocultabaaEnriqueta,parecíavíctimadeunterribleespasmo.

Tenía impresa en el rostro una expresión de inmenso terror; sus ojosmirabanconelmismoespantoquesicontemplaranunavisiónhorrible,ytodosucuerpoestabaagitadoporunanerviosaconmoción.

Enriquetasintiómiedo,ytalvezporestoseapresuróaretirarsedelojodelacerradura;peroapenassevioenelcentrodelgabinete,volvióadominarlalacuriosidad,yentoncesaplicóunaorejaalluminosoagujero.

Estaba hablando el padre Claudio, y el timbre de su voz, siempre tanseguro,demostrabaahoragranagitación.

—Pero, ¡Diosmío!, cálmate,Fernanda;no te entreguesde talmodoa la

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desesperación.Piensaquesinosabesdominartetevaadaralgúnaccidente,yentonceselefectoseráfatal,puestuhermana,esapobreniña,sabráloqueporcaridaddebemosocultarle.Yo tecreíamás fuerte,ya saberquecarecíasdeserenidad,notehubiesedadotanprontolanoticia.Vamos,llora,llora,quetalvezlaslágrimasdesahoguentupecho.¡Notedetengas,hijamía;sobretodo,queEnriquetanoseenteredeloquepasa!

Enriquetasentíatantotemorcomocuriosidad.

¿Quénoticiatansiniestraeraaquélla?

—¡Ay, padremío!—dijo, por fin, la baronesa, dando un suspiro ruidoso,que tenía mucho del estampido del tapón al saltar con el empuje de losoprimidosgases,e inmediatamentecomenzóa llorar,acompañandosu llantoconunhipodoloroso.

ElpadreClaudionadadecía.Esperaba,sinduda,parahablar,quepasaraelprimerímpetudedolorenlabaronesa.

Transcurrieron algunos minutos, que fueron para Enriqueta verdaderossiglosdeangustia.Sucuriosidad, tanvivamentedespertada,agitábalaconelansiadeconoceraquelmisterio.

Por fin, la baronesa pareció calmarse, y preguntó al jesuita, con acentoquejumbroso:

—¿Cuándoocurrióladesgracia?

—Esta mañana, a las once. El conde, según dicen los empleados, alcomprender que había sido encerrado en un manicomio, se entregó a unaccesodeviolentalocura,golpeándoseeintentandoderribarlapuerta.

—¡Ay,pobrepadremío!—gritólabaronesa.

—¡Chist!Más bajo, hijamía.No grites tanto; piensa que puede oírte tuhermana.

DoñaFernandareanudósullantosilenciosamente,yeljesuita,despuésdeunalargapausa,siguióhablando:

—Losempleadosdelmanicomiooíandesdefueraelestrépitoqueelcondeproducía, derribando losmuebles, golpeando la puerta y revolcándose en elsuelo.Cuandoserestablecióelsilencio,creyeronqueelcondedescansabadesu fatigosa lucha; pero el estampido de un tiro vino a hacerles conocer laterribleverdad.

Se detuvo el padreClaudio, como si se gozara en apreciar el efecto queproducíansuspalabras.

—Entraroninmediatamenteenlahabitaciónyvieronalcondederodillas,

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con el pecho cubierto de sangre y una pistola en la mano. Por pronto queacudieron a quitarle el arma de lamano, ya tu padre se había disparado unsegundotiroenlasien,ymoríaconlasonrisaenloslabios,diciendoqueyatenía bastante. Ha sido una catástrofe horrible. Mira si el personal delmanicomio quedaría impresionado, que hasta algunas horas después no hapensadoennoticiarelhecho.EldoctorZarzosoestáaturdidoporladesgracia,ycuandovinoconPeláezamicasa,aparticiparmelafatalnoticia,dijoqueseconsiderabafaltodefuerzasparavenirarelatarteloocurrido.

ElpadreClaudiocesódehablar,ylanzóenderredorunamiradadealarma.Labaronesanotóaquellaimpresión.

—¡Eh!¿Quéeseso,reverendopadre?

—Creíahaberoídoalgoasícomounsuspiroounlamentolejano.

La baronesa puso igualmente atención, y los dos quedaron por algunosinstantessilenciososyaguzandoeloído.

—Nohasidonada,reverendopadre.Algunailusióndesussentidos.Estascatástrofesconmuevendetalmodo,quehastahacenvervisiones.

Enriqueta había oído perfectamente la terrible relación. Nunca se habíaimaginadoquefueseellacapazdetantovalor.

Era un verdadero golpemortal saber de repente que aquel padre al queamaba con toda la fuerza de una pasión reciente, y al que creía de viaje,acababademorirenelfondodeunmanicomio,habiendosidodespojadoantesdesurazón;pero,apesardeloabrumadoraqueeralanoticia,larecibióconvalor,yella,queseconmovíaprofundamenteconlamáspequeñadesgracia,resistió con hercúlea firmeza la inmensa pesadumbre que caía sobre sucorazón.

Aquellanoticia,talvezporsumismainmensidaddolorosa,nolaconmoviótanto como era de esperar. Parecía que su inteligencia se negaba a creeraquellacatástrofetaninesperadacomoterrible.

Un rudo golpe en el corazón y una rápida y creciente debilidad en laspiernas fueron todos los efectos físicos que en ella produjo la noticia en elprimer momento. Pero después, sus pulmones parecieron contraerse,agarrotadosporunamanodehierro.Le faltó aireque respirar,yungemidosordofuesubiendoysubiendolentamentealolargodesugarganta,saliendo,al fin, amortiguado de sus labios, con la triste entonación del balido delinocentecorderocuandosevepróximoalsacrificio.

AquellofueloqueoyóelpadreClaudio.

Losoídosdelajovenzumbaban,sucráneoparecíacomprimidoporunarode hierro, y sintió que el suelo la atraía y que sus piernas negábanse a

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sostenerla. Pero la alarma del jesuita y de la baronesa, que habían quedadosilenciosos y en acecho, y un arranque propio de su carácter, que tenía enciertosmomentostodalainflexibleenergíadeldesupadre,lahizosostenerseconunvalorimpropiodesuedadysusexo.

¡Qué!¿Ibaellaadesmayarsecomounanecia?¿Ibaa imitara lasdamasdel teatro,quesiemprecaendesvanecidasal sueloen lascircunstanciasmáscríticas,yenquemásnecesariaessupresenciadeánimo?No;ellaescucharíaahora, y después daría rienda suelta a su dolor, llorando al conde cuantoquisiera. Ahora, lo importante era enterarse de aquella conversación que lerevelaba desgracias inesperadas. ¿Supadre en unmanicomio? ¿Cómopodíaseraquello?

Y sostenida por tal decisión, siguió con el oído aplicado a la cerradura,haciendo esfuerzos por contener sus suspiros y librarse de aquella dolorosaangustia,quehacíatemblarsuspiernas.

Resultaba sublime la energía de aquella joven hermosa y delicada. ElcarácterdeBaselgaestabaenella, así comoen suhermanastra, labaronesa,sobrevivíaelespíritudePepitaCarrillo.

CuandodoñaFernandayel jesuitasehubieronconvencidodequenolesespiabanadie,continuaronsuconversación.

Labaronesa,repuestayadelaemociónquelehabíaproducidoelsuicidiodeBaselga,parecíamásconsolada.Sudoloreramásbienhijodelasorpresaque de un verdadero sentimiento. El padre Claudio sabía bien hasta dóndellegabaelafectoquedonaFernandaprofesabaasupadre.

La baronesa sentía ya más curiosidad que dolor. Por esto se apresuró acontinuarlaconversación.

—Pero, padre mío, me resulta muy extraño el triste fin de mi padre.¿Cómopudoproporcionarselapistolaconquesediomuerte?

—Estoesloqueyomismomepreguntoyloqueproducegranextrañezaen losempleadosdelmanicomio.Nadie sabecómo llegóa susmanosdichaarma,ylomásnaturalescreerqueéllallevabaenelbolsillosiempre,yquealhallarla,despuésdesuaccesodefuror,pensóutilizarla,suicidándose.Eraunapistolapequeña.

—Meparecehaberlavistovariasvecesenlamesadesudespacho.

—Ha sido una gran desgracia que la llevara al ir al manicomio. ¡Si yohubierapodidopensarestamañanaque la teníaen susbolsillos,mehubieraapresuradoaquitársela,concualquierpretexto!¡Oh,Diosmío!¡Quédesgraciatanterrible!¡CómonosafligeelSeñorcuandomenosloesperamos!

La baronesa creyó del caso volver a sus gimoteos, aunque esta vez no

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fuerontannaturalesyespontáneoscomoantes.

Enriquetaseguíaescuchando.

Laemociónqueaquellaspalabras leproducíannopodíacompararsea laquelehizoexperimentarlaprimeranoticia,quefuelamásfatal;peroservíanparaexacerbarsudolor,detallandoeltrágicofindesupadre.

Elcursoquetomólaconversaciónentreeljesuitaylabaronesa,aúnexcitómássucuriosidad.

—Ha sido muy grande esta desgracia, hija mía—continuaba el padreClaudio—; pero no por esto debemos rebelarnos contra Dios, que todo lodisponey lodirige;cuandodaaunade suscriaturas tan tristedestino, sabebienporqué lohace.Llora lamuertede tupadre, yaqueparaundolor tanjustoynaturalnosonútilesloshumanosconsuelos;peronoolvidesqueDiossaca siempre el bien delmal, la felicidad de la desgracia, y que tal vez hadispuestoestacatástrofeparafacilitarlosplanesquetúyaconoces,yqueson,paramayorgloriadelSeñor.

—¡Ah!¡Nuestrosplanes!...—dijolabaronesaconairededistracción.

—Sí,nuestrosplanes,hijamía,nuestrosplanes,quetú,sumidaentudolor,pareces haber olvidado. ¿Acaso ya no piensas en que tu hermana abrace lavidareligiosa?

—Nuncahedesistidodeello.

—Puesporestodigoquetalvezesadesgraciaquehoynosaflige,seaparanuestrobien.¿Norecuerdasdequémodotan tercoseoponía tupadreaqueEnriquetafuesemonja?

—Sí;erainflexibleenestepunto,ycontaldequemihermananoentraseenunconvento,prefería lanzarlaalgranmundoypasearlaporesossalones,dondesóloseaprendenpecados.

—Debemos llorar lamuerte del conde;mas no por esto hemos de dejarolvidado nuestro asunto, que tanto interesa a Dios. Es preciso queaprovechemos losmomentosyquedecidamosaEnriquetaaqueentreenelconvento.Talvez la recientedesgraciacontribuyaaalejarladelmundoparasiempre;además,tenemoslapromesaquemehizoenconfesión,ydelaqueyatehablaré.

—Sí,padremío.Esprecisoqueaprovechemos laocasiónydecidamosaEnriquetaaqueabraceelestadoreligioso.Yomecomprometoaalcanzarsudefinitivoconsentimientodentrodepocosdías.

—Nocreoqueellapresentegranresistencia.

—Creoqueasí será.Peroaunquese resistiera... ¿Acasonomandoyoen

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ella?¿Nosoysusegundamadre?

Ylabaronesadecíaestaspalabrasensondeamenaza,dandoaentenderdeloqueeracapazparadomarunavoluntadrebelde.

—Seguramente—dijo el jesuita—lograremos ver realizados nuestrosplanes. Ya no tenemos obstáculos. Convéncete, hija mía, de que aúntendremosquedargraciasaDiosporhaberdispuestodeunmodotantrágicodelavidadelconde.

Enriquetayanooyómás.

Adivinabaenaquellaconversaciónalgoquelecausabauninmensoterror.Elextrañoeinesperadofindesupadrehacíalapensarsiésteseríaobradeunatraiciónpremeditada.EnsucerebrosurgíayseagrandabalasospechadequeelpadreClaudiopodíatenersuparteenaquellacatástrofe.

Laspalabrasamenazantesyproféticasquehabíapronunciadoalconfesarlaen la Colegiata de San Isidro, renacían en su memoria como pruebasacusadoras contra el poderoso jesuita. Recordaba aquella afirmación de quelos poderes celestiales anulaban a todos cuantos se oponían a su voluntad,asegurando que el conde sería castigado si se negaba a permitir que su hijaentraraenunconvento.

Enriqueta, envuelta en las sombras crepusculares que habían invadido elgabinete, sentía miedo. No creía que el padre Claudio hubiera influidodirectamenteeneltristefindelconde,peroseimaginabayaaljesuitacomounser terriblemente poderoso y sobrenatural, que sólo necesitaba mirar conindignaciónaunapersonaydesearla lamuerte, paraque inmediatamente lafatalidadacudieseensuauxilio,exterminandoalserodiado.

Laoscuridadquerodeabaalajoven,ellúgubresilenciodeaquelgabinete,solamente interrumpido por el rodar de algún carruaje, que con su estrépitoconmovía sordamente las paredes, las lúgubres imágenes que en su cerebroevocabaaquella terrible revelaciónyeldesfallecimientocrecientequede sucuerposeapoderaba,yqueaúnhacíamayorelmiedo,obligaronaEnriquetaasalirdeallí.

Temblorosa, con paso vacilante y casi sin darse cuenta de lo que hacía,saliódelgabinetelajoven,condirecciónasucuarto,evitandoeltropezarconlosmuebles.

El jesuita y la baronesa seguían hablando de la vocación religiosa deEnriquetaydelentusiasmomísticodesuhermanoRicardo,queprometíaserunexcelentesoldadodelaCompañíadeJesús.

Cuandola joven llegóa tientasasucuarto,sindarsecuentaexactade loquehacía,encendióunabujíaycerróconllavelapuerta.

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Después, desalentada, inerte, y como si la vida se escapara su cuerpo,dejósecaercomouncadáversobresublancolecho.

Un suspiro angustioso levantó su pecho, y rompió por fin a llorar.Necesidadteníasuespantosodolor,tanfirmementedetenido,detaldesahogofísico,yporestoEnriquetapermaneciómásdeunahorainerte,sinpensarennada,nidarotrasmuestrasdevidaqueaquel llanto incesanteysin término,queparecíaunaverdaderafuentedelágrimas.

Pasómucho tiempoantesdequeEnriqueta, algo aliviadade aquel dolorqueleproducíaunaangustiaasfixiante,sedieracuentadedóndeestaba.

Cuandopudoreflexionar,ysurazón,yafríaydespejada,recordócuáleraladesgraciaquelahabíasumidoentalpostración,sudolorvolvióarenacer,aunquemáspunzanteyvivo.

Sesentíaanonadadaporaquelladesgraciainmensa,ypensabaensupadreconlamismavivezadepasiónquesisetrataradeunamante.Habíaconocidodemasiado tarde el verdadero carácter de aquel hombre tan adustoexteriormente como cariñoso y tierno en la intimidad, y esto contribuía aaumentar sudesesperación. ¡Morir cuandoella casi acababade encontrar enunsermisantrópicoyterrible,unverdaderopadre!...

Enriqueta,conlamiradafijaenlapared,ysiguiendolainquietadanzadesombrasquearrojabasobreellalavacilanteluzdelabujía,permaneciómuchotiempocontodoelaspectodeunasonámbula.

Unruidoqueresonóentodoelcuartolasacódesuensimismamiento.

Llamabanalacerradapuerta,ylavozdelabaronesapreguntaba:

—¡Enriqueta,niñamía!¿Quéhaces?¿Estásenferma?

La joven dudó en contestar; pero, por fin, siguiendo instintivamente elhábitodedisimularymentirquelehabíainspiradoaquellaeducaciónmonjil,contestó:

—Meencuentrobien.Déjametranquila,Fernanda.Estoyrezando.

—Bueno,puesreza.Yanosveremosalahoradecenar.

Alejóse labaronesa,yEnriquetacontinuóen lamismaposiciónycon lamiradafijaenlapared.

Lapresenciadesuhermanahabíacambiadorepentinamenteelcursodesuspensamientos,yahora,suactualsituaciónseleaparecíaconterribleclaridad.

Sinelpoderosoapoyoqueencontrabaensupadre,sometidaporcompletoa la voluntad de su irascible hermana, iban a obligarla a que entrase en unconvento,yseríaninfructuososcuantosesfuerzoshicieseporresistirse.

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Ella no quería sermonja. La elocuencia artificiosa del padre Claudio lahabíaarrastradoenunmomentoaprometerqueentraríaenelclaustro;peroahoranoestabadispuestaatalsuicidio.

Además,sinqueellapudieraexplicarseelporqué,sentíagranrepugnanciaalpensarenlabaronesaysudirector,eljesuita.Parecíanledosmiserablesdela peor especie, y aun cuando no tenía ninguna prueba, empeñábase enconsiderarlos como los autores del trágico fin de su padre, como los que lehabíanempujadoaacabardeunmodotanhorribleconsuvida.

El hallarse su padre encerrado en unmanicomio en el instante demorir,producíala grandes reflexiones. ¿Qué locura era la suya? ¿Cómo ella, quevivíaalladodesupadre,nosehabíaapercibidodenada?¿Nopodíasertodoel resultado de una diabólica maquinación de Fernanda, que nunca habíaquerido a su padre? ¿Y por qué aquel empeño tan tenaz de procurar susalvacióneternametiéndolaenunconvento?

Enriqueta, atropelladamente, y sin la menor ilación, hacíase todas estaspreguntas,yaunqueaningunadeellas sabía responderse satisfactoriamente,enelfondodesupensamientosiemprequedabalatentelasospechadequeallímismo,enaquellacasa,estabalaverdaderacausadetodaslasdesventurasquecaíansobresufamilia.

Elporveniraparecíasealajovensombríoyexecrable.Ellapodríaresistirsea losmandatos de su hermana, podría negarse tenazmente a obedecerla y aentrarenunconvento,perosuvidaseríaunverdaderoinfierno,ytendríaquesufrirtodaclasedecastigos.Recordabaaquellaescenaviolentaocurridaeldíaen que la baronesa descubrió su correspondencia amorosa con el capitánÁlvarez,yaúnleparecíasentirensurostroelescozordelosgolpesdesufierahermana.

Aquellabeataeracapazdetodocuandosuvoluntadencontrabaobstáculos.

Estremecíasedeterroralpensarensuporvenirdehuérfana,sometidaalaautoridaddeunahermanastraquesiemprelahabíaodiado.

Lo futuro se le aparecía como un mar de sombrías ondas poblado dehorriblesmonstruos;perosobreaquellasaguasoscuras,infectasymugientes,suimaginaciónlehacíaverunaisladeluzenlacualerguíaselafiguradeunseramado,delúnicoprotectorquelequedabayqueestabaaguardándolaconlosbrazosabiertos.

Ellapodía llegarallí.Todoconsistíaenunesfuerzosupremo.Bastabaunmomentodedecisiónparasalirdellóbregomardesuexistenciafuturayponerelpieenaquellaisladeesperanza.

PermanecióEnriquetamuchotiemposentadaensulechoyconlacabeza

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inclinada, entregándose a una lucha interna y tempestuosa, que agitaba supensamientodeunmodohorrible.

Varias veces se levantó con la expresión del que adopta una solucióndesesperada,yotrastantasvolvióaarrojarseenellecho,pálida,desalentadaymirandoconterroratodaspartescomoasustadadesuspropiospensamientosydealgúnpoderocultoquelareteníaprisioneraenaquellahabitación.

Por fin, levantó su cabeza con arrogancia, como si desafiara a ocultosescrúpulos que lamartirizaban, y plantándose en el centro de la habitación,miróenderredorcomosifueraahablarconlassombrasdelosrincones.

—Meiré;sí,meiré—murmuró—;¿porquéhedequedarmeaquí?¿Tengoaalguienquemequiera?

Y lentamente, sin precipitación ni alarma, sacó de su ropero un vestidonegroyselopuso.Echósealacabezaunamantilladetupidovelo,colocóéstesobre su rostro y abrió con precaución la puerta, evitando el chirrido de lacerradura.

Deslizóse por las oscuras habitaciones tan silenciosamente como unasombra, y al pasar cerca de su gabinete escuchó la voz de la baronesa quehablabacon toda laservidumbre,dándola instruccionessobreelmodocomodebíanobservarel lutoporlamuertedeldueñodelacasa,recomendándolesqueporaquellanochenadadijeranalaseñorita,puesyaseencargaríaelladehacerlasaberaldíasiguientelafatalnoticia.

EnlaantecámaranoencontróEnriquetaanadie,ybajandorápidamentelaescalera,pasóconnomenorceleridadporantelaportería,encuyointeriorelobeso conserje estaba muy ensimismado, leyendo un folletín de "LasNovedades".

Cuandolajovenpusosuspiesenlaaceralanzóunsuspirodesatisfacción,y bajandomás aún su velo sobre el rostro, se alejó calle arriba con rápidopaso,confundiéndoseentrelostranseúntes.

Dosmozalbetes, que caminaban en dirección contraria, al ver a la jovenenlutada detuviéronse indecisos, y riendo la siguieron por fin, marchandojuntoaellayhablándolaconairedecalaveras.

Pocodespuésdieronlasocho,yunaberlinadealquilerquebajabalacalleconpasotardo,parófrentealacasadeBaselga.

El portero abandonó su folletín y asomó la cabeza por la puerta de suhabitación, viendo cómo sobre la acera discutía, por cuestión de la propina,con unamujerona que llevaba agarrado con ambasmanos un gran saco denoche.

Cuando lamujer entró en el portal y la luz del lujoso farol la dio en el

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rostro,elporterolareconocióinmediatamente.

EraTomasa,laantiguaamadellaves.

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