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LA AMENAZA DEL ESTEREOTIPO Beatriz Sevilla Venía yo para aquí el año pasado cuando me di cuenta de que, joé, había muy pocas mujeres. Había dos mujeres, de hecho. De cuarenta y tres charlas. Un 4.5%. Así que para este año me propuse averiguar por qué había tan pocas mujeres e intentar encontrar, si había, alguna posible solución. Lo primero que encontré fue que, en general, hay pocas mujeres en ciencia. De las personas que investigan en España, no hay muchas que sean mujeres. Y, como podemos ver empíricamente aquí, divulgan pocas. Aunque este año ya somos trece de sesenta y dos, un 21%, hemos mejorado bastante. Pero bueno, esto por qué, ¿no? Por qué tan pocas mujeres en la ciencia en general y en divulgación en particular. Lo primero que encontré fue un estudio de Yale en 2012 en el que se envió el mismo curriculum, para una posición de encargado de laboratorio, a 127 profesores de distintas universidades. La mitad iban con nombre de chico y la mitad con nombre de chica. Se pidió a los profesores que evaluaran cuánto de empleables y competentes eran los candidatos, cuánto tiempo dedicarían a enseñarles a hacer su trabajo, y cuánto les pagarían. ¿Y qué nos encontramos? Que solamente cambiando el nombre, a las mujeres se nos ve como menos competentes, menos empleables, se dedicaría menos tiempo a enseñarnos a hacer el trabajo, y se nos pagaría 3700 dólares menos al año. El hecho de que con los mismos méritos se vea a las mujeres como menos competentes debe tener algún tipo de repercusión en el número de gente que hay en ciencia, evidentemente. También encontré un concepto en psicología y sociología conocido como la AMENAZA DEL ESTEREOTIPO, que consiste en que, si tú estás haciendo una cosa (como por ejemplo dar una charla) y existe un estereotipo

La amenaza del estereotipo

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LA AMENAZA DEL ESTEREOTIPOBeatriz Sevilla

Venía yo para aquí el año pasado cuando me di cuenta de que, joé, había muy pocas mujeres.

Había dos mujeres, de hecho. De cuarenta y tres charlas. Un 4.5%. Así que para este año me propuse averiguar por qué había tan pocas mujeres e intentar encontrar, si había, alguna posible solución.

Lo primero que encontré fue que, en general, hay pocas mujeres en ciencia. De las personas que investigan en España, no hay muchas que sean mujeres. Y, como podemos ver empíricamente aquí, divulgan pocas. Aunque este año ya somos trece de sesenta y dos, un 21%, hemos mejorado bastante. Pero bueno, esto por qué, ¿no? Por qué tan pocas mujeres en la ciencia en general y en divulgación en particular.

Lo primero que encontré fue un estudio de Yale en 2012 en el que se envió el mismo curriculum, para una posición de encargado de laboratorio, a 127 profesores de distintas universidades. La mitad iban con nombre de chico y la mitad con nombre de chica. Se pidió a los profesores que evaluaran cuánto de empleables y competentes eran los candidatos, cuánto tiempo dedicarían a enseñarles a hacer su trabajo, y cuánto les pagarían.

¿Y qué nos encontramos? Que solamente cambiando el nombre, a las mujeres se nos ve como menos competentes, menos empleables, se dedicaría menos tiempo a enseñarnos a hacer el trabajo, y se nos pagaría 3700 dólares menos al año. El hecho de que con los mismos méritos se vea a las mujeres como menos competentes debe tener algún tipo de repercusión en el número de gente que hay en ciencia, evidentemente.

También encontré un concepto en psicología y sociología conocido como la AMENAZA DEL ESTEREOTIPO, que consiste en que, si tú estás haciendo una cosa (como por ejemplo dar una charla) y existe un estereotipo sobre una demográfica a la que perteneces (como las chicas o la gente joven) que dice que lo vas a hacer mal (las chicas no saben hacer ciencia, los jóvenes nosequé), lo harás peor. Para comprobar si este concepto era realmente “algo”, un señor de Stanford, que hace muchas cosas de este rollo, hizo un estudio consistente en tres experimentos.

En el primer experimento, se coge a un grupo mixto de hombres y mujeres con el mismo nivel de matemáticas (cursadas durante el mismo tiempo y con más o menos las mismas notas), y se les hace un examen fácil y un examen difícil. En el

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examen fácil todo el mundo lo hace más o menos igual, y en el difícil las mujeres lo hacen notablemente peor. No sabemos por qué, así que hacemos más cosas.

Cogemos a dos grupos mixtos en dos salas distintas, y les ponemos el examen difícil. En una de las salas se dijo que anteriormente el examen no había presentado diferencias de género en los resultados, y en la otra se dijo que sí las había presentado. Y bueno, en la que se dijo que no las había presentado no las presentó, y en la que sí pues sí. Esto podría ser una profecía autocumplida clásica, ¿no? Se dice que va a pasar algo y pasa. Así que para comprobar que no era esto se repitió el experimento.

En otra universidad, con más gente, un examen un poco más largo y no tan difícil. En una de las salas se dijo que el examen no había presentado diferencias de género, y en la otra sala no se dijo nada. En la sala en la que se dijo que no había presentado diferencias de género no las presentó, y en la que no se dijo nada, las mujeres o hicieron bastante peor. Entonces, esto es, digamos, una profecía autocumplida que viene de antes, ¿no? Como de fábrica.

Y la solución a esto sería eliminar esa profecía autocumplida que viene de fábrica, es decir, eliminar el estereotipo. ¿Cómo eliminamos el estereotipo de que las mujeres hacen ciencia peor?

Bueno, pues quizás, añadiendo más mujeres. Al concepto de añadir más mujeres de las que habría si nadie hiciera nada activamente se le conoce como acción afirmativa. Y para ver qué efectos tenía la acción afirmativa unas profesoras de Stanford hicieron un estudio, consistente en coger catorce grupos de seis personas, mitad chicos mitad chicas, y pedirles que en cinco minutos resolvieran tantos problemas de matemáticas como pudieran. Estos problemas consistían en sumar cinco números de dos cifras. Después se les preguntaba si querían ser evaluados de manera individual (50 céntimos por cada problema bien resuelto) o de manera competitiva (entrar en una competición en la que los dos mejores se llevan 1.50 por cada problema bien resuelto). Esta competición se prueba sin acción afirmativa, es decir, así, o con acción afirmativa, es decir, de los dos ganadores al menos uno tiene que ser una mujer.

¿Qué resultados da esto en términos de participación? Bueno, en la competición sin acción afirmativa participan muy poquitas mujeres y la mayor parte de los hombres, y CON acción afirmativa, participan la mayor parte de las mujeres y muy poquitos hombres. Este cambio en la composición de participantes es más del que se explica por el cambio de probabilidad, porque la probabilidad cambia: si eres una mujer bajo la acción afirmativa solo tienes que ser la mejor de las mujeres en vez de ser la mejor o la segunda mejor. Pero hay más cambio de lo que se explicaría por eso.

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En el paper se dan un par de razones: el hecho de que existe un estereotipo de que las mujeres son peores que los hombres en matemáticas, así que si solo hay que competir con otras mujeres, igual te animas más.

La otra es que el hecho de que las mujeres están menos inclinadas a competir, especialmente con hombres, en general, sin necesidad de que sea de matemáticas, que aparece en la literatura de estas cosas.Ahora vamos a ver qué efectos tiene la acción afirmativa no sobre la participación en general, sino sobre el rendimiento. Porque, normalmente, el problema con la acción afirmativa es “cuántos hombres más cualificados tienes que descartar hasta llegar a la primera mujer más cualificada”.

En este estudio, al menos, la respuesta es cero. El número de gente muy buena, es decir, que resuelve entre 14 y 20 problemas, que es el máximo, es el mismo, y son igual de buenos. Lo único que cambia de ese grupo de gente es la composición de género. Bajo la competición sin acción afirmativa solo 1/4 de esas personas son mujeres, y con acción afirmativa, la mitad. Es decir, no se descartan hombres más cualificados en favor de mujeres menos cualificadas.

Entonces ya está, ¿no? Qué fácil. Acción afirmativa, metemos más mujeres a capón en todas partes, y lo solucionamos.

Desgraciadamente, esto no es tan fácil. A veces añadir mujeres no es bueno para otras mujeres.

En Italia las oposiciones a profesor asistente y titular se hacen a escala nacional, y están todos los datos de varios años. Con estos datos, unos profesores de la universidad de Pisa calcularon el cambio en la probabilidad de aprobar dependiendo de la composición del tribunal. Como, sorprendentemente, había pocas evaluadoras, los tribunales eran o bien de cinco hombres, o de cuatro hombres y una mujer, y alguno de tres hombres y dos mujeres. ¿Y qué nos encontramos? Que por cada mujer en el tribunal, es un 2% menos probable que una candidata apruebe. Para los candidatos varones da igual, pero cada profesora en el tribunal hace que sea un dos porciento menos probable que apruebe una candidata. Y esto no es porque las mujeres sean más duras evaluando.

Sino porque los hombres del tribunal son más exigentes con las candidatas cuando hay una mujer presente en el tribunal.

Pero esto no significa que las profesoras en general se libren, porque en el primer estudio del que os he hablado, las personas que evaluaban los currículums para el puesto de administrador de laboratorio eran mujeres también, no solo había hombres.

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Lo que os quiero decir con esto es que existe un sesgo cognitivo en contra de las mujeres. Y tiene un nombre: misoginia. Que es eso, un sesgo, no un odio consciente ni un menosprecio ahí a lo “qué mal las mujeres, qué mal”. La acción afirmativa hace un poco por compensar ese sesgo, pero no funciona siempre, y ni de lejos lo suficiente.

Así que bueno, habrá que tomar conciencia de nuestros propios sesgos e intentar corregirlos, que no nos hará inmunes, pero bueno, es un principio.

Muchas gracias.