Kropotkin Peter - El Estado

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  • 8/14/2019 Kropotkin Peter - El Estado

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    EL ESTADOPeter Kropotkin

    Digitalizado porhttp://www.librodot.com

    Tomando por tema de esta conferencia El Estado y su papel histrico, creo responder auna necesidad que se deja sentir imperiosamente en estos momentos: la de profundizar laidea misma del Estado, estudiar su esencia, el papel que represent en el pasado y la parteque puede caberle representar en el porvenir.

    Es precisamente, respecto a la cuestin del Estado, por lo que andan divididos lossocialistas. En el conjunto de fracciones existentes entre nosotros y que responden a ladiferencia de temperamentos, a los diversos modos de pensar, y, sobre todo, al grado deconfianza en la prxima revolucin, se dibujan dos grandes corrientes.

    De una parte, los que esperan efectuar la revolucin social dentro del Estado,manteniendo la mayor parte de sus atribuciones, hasta amplindolas y utilizndolas abeneficio de la revolucin. De otra hay los que, como nosotros los anarquistas, ven en elEstado, no solamente en su forma actual, sino hasta en su esencia y bajo todas las formasque podra revestir, un obstculo para la revolucin social, un obstculo por excelenciapara el desarrollo de una sociedad basada en la igualdad y en la libertad ; una formahistrica para prevenir este florecimiento, y que trabajan, por consiguiente, para abolir yno para reformar el Estado.

    Como veis, la divisin es profunda. Corresponde a dos corrientes divergentes que sehallan en toda la filosofa, la literatura y la accin de nuestra poca. Y si las nocionescorrientes sobre el Estado permanecen en la obscuridad tanto como sucede actualmente,no cabe duda que ser sobre esta cuestin del Estado por lo que se librarn las msobstinadas luchas, cuando, y esperemos que sea pronto, las ideas comunistas busquen surealizacin prctica en la vida de las sociedades.

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    Importa mucho, pues, despus de haber hecho tan a menudo la crtica del Estadoactual, investigar el por qu de su aparicin, profundizar el papel que ha desempeado enel pasado y compararlo con las instituciones que vino a substituir.

    Por de pronto, entendmonos antes sobre lo que queremos significar con el nombre de

    Estado.

    I

    Ya sabis que existe la escuela alemana que se complace en confundir el Estado con laSociedad. Esta misma confusin se halla tambin en los escritos de los mejores

    pensadores franceses, los cuales no pueden concebir la sociedad sin la centralizacin porel Estado, y he aqu porque continua y habitualmente dirigen a los anarquistas el reprochede que quieren destruir la sociedad, que predican la regresin a la guerra perpetua de cadauno contra todos.

    Razonar de este modo significa ignorar por completo los progresos realizados en eldominio de la historia durante estos ltimos treinta aos; es ignorar que el hombre havivido en sociedades durante millones de aos antes de conocer el Estado; es olvidar queel Estado es de origen reciente dentro de las naciones europeas, pues apenas si data delsiglo XVI; es desconocer, en fin, que los perodos ms gloriosos de la humanidad fueronaquellos en que las libertades y la vida local no estaban an destruidas por el Estado y enque las masas humanas vivan en municipalidades (comunas) y en federaciones libres.

    El Estado no es ms que una de las formas revestidas por la sociedad en el curso de lahistoria. Acaso se pueden confundir?

    Por otra parte, se ha confundido asimismo el Estado con el Gobierno. Ya que no puedehaber Estado sin Gobierno, se ha dicho algunas veces que lo que hay que realizar es laabolicin del gobierno y no la del Estado.

    Parceme, no obstante, que en el Estado y en el Gobierno tenemos dos nociones deorden diferente. La idea de Estado implica algo muy contrario a la idea de Gobierno.Comprende, no tan slo la existencia de un poder colocado muy por encima de la

    sociedad, sino tambin una concentracin territorial y una concentracin de muchasfunciones de la vida de las sociedades entre las manos de algunos o hasta de todos.Implica nuevas relaciones entre los miembros de la sociedad.

    Esta distincin, que tal vez nos escapa a primera vista, aparece sobre todo cuando seestudian los orgenes del Estado.

    Para comprender bien lo que es el Estado slo hay un medio; estudiarlo en su

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    desenvolvimiento histrico. Y esto es lo que voy a intentar.

    El Imperio Romano fue un Estado en el verdadero sentido de la palabra. Hasta nuestrapoca subsiste como ideal para el legislador.

    Sus rganos cubran un vasto dominio de cerrada red. Todo aflua hacia Roma: la vidaeconmica, la vida militar, las relaciones judiciales, las riquezas, la educacin, hasta lareligin. De Roma venan las leyes, los magistrados, las legiones para defender elterritorio, los gobernadores, los dioses. Toda la vida del Imperio remontaba al Senado,ms tarde al Csar, el omnipotente, el omnisciente, el dios del Imperio. Cada provincia,cada distrito, tena su Capitolio en miniatura, su pequea proporcin de soberano romano,para dirigir toda su vida. Una sola ley, la ley impuesta por Roma, reinaba en el Imperio, yeste Imperio no representaba de ningn modo una confederacin de ciudadanos; era unrebao de sbditos.

    Aun hoy el legislador y el autoritario admiran la invasin de los brbaros, la muerte de

    la vida local incapaz de resistir por ms tiempo los ataques del exterior y la gangrena quese extenda desde el centro, destrozaron aquel Imperio, y sobre las ruinas se desarrollouna civilizacin nueva que aun hoy da es la nuestra.

    Y si dejando a un lado las civilizaciones antiguas, estudiamos los orgenes y losdesarrollos de la joven civilizacin brbara hasta los perodos que, a su vez, dieronnacimiento a nuestros Estados modernos, podremos hacernos cargo de la esencia delEstado mejor que si nos lanzsemos al estudio del Imperio Romano o del de Alejandro, oel de las monarquas despticas de Oriente.

    Tomando por punto de partida estos poderosos demoledores brbaros del ImperioRomano, podremos seguir la evolucin de toda la civilizacin desde sus orgenes hasta sufase: el Estado.

    II

    La mayor parte de los filsofos del siglo pasado se formaron una idea muy elementalsobre el origen de las sociedades.

    Al principio, decan, los hombres vivan en pequeas familias aisladas, y la guerraperpetua entre estas familias era el estado normal. Pero un da se dieron cuenta de losinconvenientes de estas luchas sin fin y los hombres se decidieron a constituirse en

    sociedad. Entre las familias esparcidas se estableci un contrato y se sometieronvoluntariamente a una autoridad, la cual - tengo necesidad de decirlo? - se convirti enel punto de partida y en iniciador de todo progreso...

    Hay necesidad de aadir, puesto que ya os lo habrn enseado en la escuela, quenuestros actuales gobernantes se han arrogado este bello papel de pacificadores y decivilizadores de la especie humana?

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    Concebida en una poca en la cual no se saba gran cosa de los orgenes del hombre,esta idea domin en el siglo pasado, y es necesario decir que en manos de losenciclopedistas y de Rousseau, la idea del contrato social se convirti en una armapoderosa para combatir a la realeza de derecho divino. No obstante, a pesar de losservicios que haya podido prestar en el pasado, esta teora debe ser reconocida como

    falsa.El hecho real es que todos los animales, a excepcin de algunos carniceros y de

    algunas aves de rapia, y salvo algunas especies que estn en vsperas de desaparecer,vivan en sociedad. En la lucha por la vida, las especies sociables son las que subsistensobre las dems. En cada clase de animales ocupan el peldao ms elevado de la escala yno puede caber la menor duda de que los primeros seres de aspecto humano vivan ya ensociedad.

    El hombre no ha creado la sociedad. La sociedad es anterior al hombre.

    Actualmente se sabe tambin - la antropologa lo ha demostrado a la perfeccin - queel punto de partida de la humanidad no fue la familia, sino el clan, la tribu. La familiapaternal tal como la conocemos, o tal como nos la pintan las tradiciones hebraicas, hizosu aparicin ms tarde. Millares de aos vivi el hombre en la fase tribu o clan, y duranteesta fase - llammosla tribu primitiva o salvaje, si queris - ya el hombre desarroll todauna serie de instituciones, de usos, de costumbres, de mucho anteriores a las institucionesde la familia paternal.

    En estas tribus no exista la familia aislada, como no existe tampoco en muchosmamferos sociables. La divisin en el seno de la tribu se fue formando mejor porgeneraciones, y desde una poca remotsima, que se pierde en el crepsculo del gnerohumano, se haban ido estableciendo limitaciones para impedir las relaciones dematrimonio entre las diversas generaciones, mientras que estaban permitidas entreindividuos de una misma generacin. Se descubren an las huellas de este perodo enciertas tribus contemporneas y se las encuentra en el lenguaje, en las costumbres y en lassupersticiones de los pueblos muy avanzados en la civilizacin.

    Toda la tribu efectuaba la caza o la contribucin voluntaria en comn, y aplacada suhambre, se entregaba con pasin a sus danzas dramatizadas. Actualmente se encuentranan tribus, muy cercanas de esta fase primitiva, arrojadas sobre los circuitos de losgrandes continentes, o en las regiones alpestres menos accesibles de nuestro globo.

    La acumulacin de la propiedad privada no podra efectuarse en ellas, puesto que todoobjeto que haba pertenecido en particular a un miembro de la tribu, era destruido oquemado all donde se enterraba el cadver. Esto se efecta an en Inglaterra, por lostsiganos, y los ritos funerarios de los civilizadores llevan este sello; los chinos quemanmodelos de papel de todo lo que posea el muerto, y nosotros paseamos hasta la tumba elcaballo del jefe militar, su espada y sus condecoraciones. El sentido de la institucin se haperdido, pero la forma subsiste.

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    Lejos de profesar el desprecio por la vida humana, sentan los primitivos horror alsuicidio y a la sangre. Derramarla era considerado como una cosa tan grave, que cadagota de sangre vertida, no solamente de sangre humana, sino hasta la de ciertos animales,exiga que el agresor perdiera de la suya una cantidad igual.

    Por esto en el seno de la tribu un homicidio era cosa absolutamente desconocida, porejemplo, en los esquimales, estos sobrevivientes de la edad de piedra que habitan lasregiones rticas. Pero cuando se encontraban tribus de origen, color y lengua diferentes,sucedase muy a menudo la guerra. Verdad es que ya entonces los hombres procuraronsuavizar estos encuentros. La tradicin, como lo han demostrado muy bien Maine, Post,Nys, elaboraba ya los grmenes de lo que ms tarde convirtise en derecho internacional.Por ejemplo, no se poda asaltar un pueblo sin prevenir antes a sus habitantes. Nadieosaba matar en el sendero que frecuentaban las mujeres para ir a la fuente. Y para pactarla paz, era necesario pagar el equivalente de hombres muertos en ambos bandos.

    Desde entonces estaba por encima de todas las dems una ley: Los vuestros han herido

    o matado a uno de los nuestros; por consiguiente, nosotros tenemos el derecho de matar auno de los vuestros o infligirle una herida absolutamente igual a la que ha recibido elnuestro, no importa cual, pues siempre es la tribu la responsable de cada acto de uno desus miembros. Los tan conocidos versculos de la Biblia: sangre por sangre, ojo por ojo,diente por diente, herida por herida, muerte por muerte -, pero no ms, como ha hechoobservar muy bien Koenigswarter - tiene aqu su origen. Era su modo de concebir lajusticia, y nosotros no podemos enorgullecernos mucho, puesto que el principio de vidapor la vida que prevalece en nuestros cdigos no es ms que una de estas supervivencias.

    Como veis, toda una serie de instituciones y muchas ms que paso en silencio, todo uncdigo de moral de tribu, fue elaborado durante esta fase primitiva.. y para mantener estencleo de costumbres sociales, bastaban el vigor, el uso, la costumbre y la tradicin.Ninguna necesidad tuvieron de la autoridad para imponerlo.

    Sin duda que los primitivos tenan directores temporales. El hechicero, los quepretendan atraer la lluvia, - el sabio de aquella poca - procuraban aprovecharse de loque conocan o crean conocer de la naturaleza para dominar a sus semejantes. Hastaaqul que mejor saba retener en la memoria los proverbios y los cantos, en los cuales seincorporaba la tradicin, gozaba de ascendiente. En aquella poca estos instrudos procuraban asegurar su dominio transmitiendo sus conocimientos nicamente a unoscuantos elegidos. Todas las religiones, y hasta las artes y oficios, han principiado, comosabris, por los misterios.

    El valiente, el arrojado. y sobre todo, el prudente, se convertan de este modo endirectores temporales en los conflictos con las tribus vecinas, o durante las emigraciones.Pero la alianza entre el portador de la ley, el jefe militar y el hechicero, no exista, y nopuede suponerse el Estado en estas tribus, como no se supone en una sociedad de abejas yhormigas, o entre los patagones y esquimales contemporneos nuestros.

    Esta fase dur, no obstante, millares y millares de aos, y los brbaros que invadieron

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    el Imperio Romano haban asimismo pasado por ella. Apenas si acababan de salir de ella.

    En los primeros siglos de nuestra era se produjeron inmensas emigraciones entre lastribus y las confederaciones de tribus que habitaban el Asia central y boreal. Oleadas depueblos, empujados por otros ms o menos civilizados, bajados de las altas mesetas del

    Asia - arrojados probablemente por la desecacin rpida de estas mesetas -, fundaronEuropa, empujndose unos a otros y mezclndose recprocamente en su marcha haciaoccidente.

    Durante estas emigraciones, en que tantas tribus de origen diverso se fundieron,necesariamente tena que disgregarse la tribu primitiva que exista an en la mayor partede Europa.

    La tribu estaba basada en la comunidad de origen, en el culto a los comunesantepasados, pero, qu comunidad de origen podan invocar en adelante stasaglomeraciones que surgan del revoltijo de las emigraciones, de los empujes, de las

    guerras entre tribus, durante las cuales se vea ya surgir ac y acull la familia paternal, elncleo formado por el acaparamiento que algunos hacan de las mujeres conquistadas orobadas a las tribus vecinas?

    Los lazos antiguos haban quedado rotos y so pena de disolverse - lo que, en efecto,tuvo lugar respecto de alguna tribu desaparecida para la historia - deban surgir nuevoslazos de unin. Y surgieron. Se hallaron estos lazos en la posesin comunal de la tierra,del territorio sobre el cual una determinada aglomeracin acab por fijarse.

    La posesin en comn de determinado territorio - valle o colina - se convirti en la base de una nueva inteligencia. Los dioses antepasados haban perdido toda susignificacin, y los dioses locales de tal valle, de tal ribera o de tal bosque vinieron a darla consagracin religiosa a las nuevas aglomeraciones, substituyendo a los dioses de laprimitiva tribu. El cristianismo, acomodndose ms tarde a las supervivencias paganas,hizo de ellos santos locales.

    A partir de aqu, la comuna del pueblo, compuesta en parte o enteramente de familiasseparadas - todos unidos, no obstante, por la posesin en comn de la tierra - convirtise,andando el tiempo, en el lazo de unin necesaria.

    Este lazo subsiste an sobre inmensos territorios de la Europa oriental, en el Asia y enel frica. Los brbaros que destruyeron el Imperio Romano - escandinavos, germanos,celtas, eslavos, etc. -, vivan bajo esta especie de organizacin. Y estudiando los cdigosbrbaros del pasado, como asimismo las confederaciones comunes de pueblo en loskbilas, en los mongoles, en los hinds y en los africanos, etc., que an existen, ha sidoposible reconstituir en toda su plenitud esta forma de sociedad que representa el punto departida de nuestra actual civilizacin.

    Echemos un vistazo sobre esta institucin.

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    III

    La comuna del pueblo, se compona, como se compone an, de familias aisladas. Perolas familias de un mismo pueblo posean la tierra en comn, la consideraban como sucomn patrimonio y se la repartan segn el nmero de individuos de cada familia, segnsus necesidades y sus fuerzas. Centenares de millones de hombres viven an bajo estergimen en la Europa oriental, en las Indias, en Java, etc. Es el mismo rgimen que hanestablecido los campesinos rusos, en nuestros das, cuando el Estado les dej la libertadde ir a ocupar el inmenso territorio de la Siberia y ocuparlo en la forma que ellosquisieran.

    Al principio, el cultivo de la tierra se haca en comn y esta costumbre se mantiene anen muchos parajes, al menos por lo que se refiere a cierta clase de terrenos. Respecto delos desmontes, la tala de los bosques, construccin de puentes, elevacin defortificaciones y torres que servan de refugio en caso de invasin, todo esto se haca encomn como en comn lo hacen an centenares de millones de campesinos all donde el

    municipio ha resistido las invasiones del Estado. Pero el consumo, sirvindome de unaexpresin moderna, se efectuaba ya por familias, teniendo cada uno su ganado, su huertay sus provisiones, los medios de atesorar y transmitir los bienes acumulados por herencia.

    En todos estos negocios el municipio rural (comuna) era soberano. La costumbre localera ley, y la plena asamblea de todos los cabeza de familia, hombres y mujeres, era eljuez, el nico juez, en materia civil y criminal. Cuando uno de los habitantes, quejoso deotro, plantaba su cuchillo en tierra en el lugar donde el municipio tena por costumbrereunirse, el municipio vena obligado a dictar sentencia segn la costumbre local, despusque el hecho haba sido establecido por los jurados de ambas partes en litigio.

    Faltarame el tiempo si tuvira que contaros todo lo que de interesante ofrece esta fase.Me bastar haceros observar que todas las instituciones de que se ampar el Estado enbeneficio de las minoras, todas las nociones de derecho que encontramos (mutiladas abeneficio de las minoras) en nuestros cdigos, y todas las formas de procedimientojudicial que ofrezcan garantas al individuo, tuvieron sus orgenes en el municipio depueblo. As, pues, cuando nosotros creemos haber hecho un gran progreso estableciendoel jurado, no hacemos ms que volver a las instituciones de los brbaros, despus dehaberlo modifIcado en provecho de las clases dominantes. El derecho romano no hizootra cosa que sobreponerse al derecho consuetudinario.

    El sentimiento de unidad nacional se desarrollaba al propio tiempo que las grandes

    federaciones libres de comunas rurales.

    Basada en la posesin, y muy a menudo sobre el cultivo en comn de la tierra, lacomuna del pueblo, soberana como juez y legislador del derecho consuetudinario,responda a la mayor parte de las necesidades del ser social.

    Pero no a todas las necesidades; muchas quedaban sin satisfacer. De todos modos elespritu de la poca no estaba por llamar a un gobierno desde que una necesidad se dejaba

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    sentir; al contrario, optaba por tomar por s mismo la iniciativa, por unirse, aliarse,federarse, crear una inteligencia, grande o pequea, numerosa o restringida, querespondiera a la nueva necesidad. Y la sociedad de entonces encontrbase literalmentellena de fraternidades juradas, de ayuntamientos (guildas) para el apoyo mutuo, deconfederaciones dentro y fuera del pueblo, y dentro de la federacin.

    Aun actualmente podemos observar esta fase y este espritu en accin en algunafederacin brbara que contina aislada, apartarla de los Estados modernos calcados en eltipo romano, o mejor dicho, bizantino. Un ejemplo, entre muchos que podramos citar,son los kbilas que han mantenido su comuna del pueblo con las atribuciones que hemencionado.

    Pero los hombres sienten la necesidad de extender su esfera de accin mucho ms allde sus cabaas. Unos corren por el mundo buscando aventuras como comerciantes. Otrosse dedican a un oficio - un arte - cualquiera. Y estos comerciantes, estos artistas, se unenen hermandades aunque pertenezcan a pueblos, tribus o confederaciones diferentes. Esta

    unin es necesaria para ayudarse recprocamente en lejanas aventuras o, para transmitirsemutuamente los misterios del oficio, y se unen, juran la fraternidad y la practican demodo que su estudio sorprende al europeo; de modo real y no con vanas palabras.

    Adems puede ocurrir a uno una desgracia cualquiera. Acaso maana el hombre mspacfico se vea obligado a salir de los lmites establecidos de su bienestar o sociabilidad,tal vez reciba en una escaramuza golpes y heridas, y entonces ser necesario pagar lacompensacin gravosa a la injuria hecha o al herido, le ser necesario defenderse ante laasamblea del pueblo y restablecer los hechos basndolos en la fe de seis, diez o doceconjurados, motivos todos sobrados para que se entre a formar parte de una hermandad.

    Siente el hombre, adems, la necesidad de politiquear, hasta de intrigar, de propagardeterminada opinin moral o una costumbre. Y por ltimo, es necesario conservar,mantener la paz exterior, establecer y solidificar alianzas con otras tribus, constituirfederaciones con gentes lejanas, propagar nociones de derecho internacional... y paratodo esto, para poder satisfacer todas estas necesidades de orden emotivo o intelectual,los kbilas, los mongoles, los malayos, no hay peligro que se dirijan a un gobierno,puesto que ni siquiera lo tienen. Hombres de derecho rutinario y de iniciativa individual,no estn pervertidos por la corrupcin que emana de un gobierno o de una Iglesia. Seunen entre s directamente, constituyen hermandades juramentadas, sociedades polticas oreligiosas, uniones de oficios, guildas, como se deca en la Edad Media, o cofs, comodicen actualmente los kbilas. Y estos cofs traspasan las murallas de la aldea, se reflejan alo lejos en el desierto y en las ciudades extranjeras. En estas uniones la fraternidad sepractica de modo real. Negarse a ayudar a un miembro de su cof, aunque se corra elriesgo de perder todo su haber y su vida, es considerado como una traicin que se hace ala hermandad.

    Lo que hoy observamos en los kbilas, los mongoles, los malayos, etc., constitua laesencia misma de la vida de los arriba nombrados brbaros en Europa desde el siglo V alVII. Con el nombre de guildas, amistades, hermandades, universitas, etc., pululan las

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    uniones para la defensa y apoyo mutuo; para vengar las ofensas inferidas a un miembrode la unin y responder de ellas solidariamente a fin de substituir la venganza del ojo porojo, por la compensacin, seguida de la aceptacin del agresor en la hermandad; paraimpedir las pretensiones de la naciente autoridad; para el comercio; para la prctica de labuena vecindad ; para la propaganda, en fin, para todo lo que el europeo educado por la

    Roma de los csares y de los Papas pide actualmente al Estado. Es muy dudoso que enaquella poca haya habido un solo hombre, libre o siervo, salvo los que eran puestosfuera de la ley por sus mismas hermandades, que no hubiese pertenecido a unahermandad o guilda cualquiera fuera de su comuna.

    Los sagas escandinavos cantan las excelencias de aquellas hermandades; el sacrificiode los hermanos juramentados es el tema de sus ms bellas poesas, mientras la Iglesia ylos reyes nacientes, representantes del derecho bizantino (o romano) que reaparece,lanzaban contra ellos todos sus anatemas y sus ordenanzas, las cuales, afortunadamente,eran letra muerta.

    La entera historia de aquella poca pierde su significacin y se hace absolutamenteincomprensible, si se deja de tener en cuenta estas hermandades, estas uniones dehermanos y de hermanas que brotan de todas partes respondiendo a las mltiplesnecesidades de la vida econmica y pasional del hombre.

    Sin embargo, los puntos negros principian a acumularse en el horizonte. Frmanseotras uniones, las de las minoras dominadoras, que intentan, poquito a poco, transformaren esclavos, en sbditos, a aquellos hombres libres. Roma estaba muerta, pero sutradicin reviva, y la Iglesia cristiana, sugestionada por la visin de las teocraciasorientales, prest su poderoso apoyo a los nuevos poderes que buscando iban el modo deconstituirse.

    El hombre, lejos de ser la bestia sanguinaria y feroz que muchos le atribuyen parademostrar la necesidad de dominarla, ha amado siempre la paz y la tranquilidad. Msbatallador momentneo que feroz, prefiere su ganado y su terreno a la profesin de lasarmas. Y he aqu porque apenas las grandes emigraciones de los brbaros fuerondisminuyendo, apenas las hordas y las tribus comenzaron a establecerse ms o menosfijamente en sus respectivos territorios, vemos confiado el cuidado de la defensa delterritorio contra las nuevas oleadas de inmigrantes, a algn individuo que tiene a su ladouna pequea banda de aventureros, de hombres aguerridos o bandoleros, mientras la granmasa cuida de su ganado o cultiva la tierra. Este defensor comienza desde entonces aatesorar riquezas; regala caballo y hierro (tres cuchillos en aquella poca) al miserableque quera seguirle y se lo hace suyo, principiando a copiar los embriones del podermilitar.

    Por otra parte, la tradicin que haca la ley, queda olvidada de la gran masa y slosubsiste alguno que otro viejo que ha podido retener en su memoria los versos y loscantos en los cuales se narran los preceptos de que se compone la ley rutinaria y los recitaen los grandes das de fiesta de la comuna. Y poco a poco algunas familias forman unaespecialidad, transmitida de padres a hijos, en tener estos cantos y estos versos en la

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    memoria, en conservar la ley en toda su pureza. A ellos acuden los campesinos paradirimir las diferencias en casos embrollados, especialmente cuando dos pueblos o dosconfederaciones se niegan a aceptar las decisiones arbitrales tomadas en su seno.

    La autoridad del rey o del prncipe germina ya en estas familias, y cuando ms estudio

    las instituciones de aquella poca, ms claro veo que el conocimiento de la ley rutinaria,de hbito, hizo mucho ms para constituir esta autoridad que la fuerza de la guerra. Elhombre se ha dejado esclavizar mejor por su deseo de castigar segn la ley que por laconquista directa militar.

    Y as fue como surgi gradualmente la primera concentracin de los poderes, laprimera mutua seguridad para la dominacin, la del juez y la del jefe militar, contra lacomuna del pueblo. Un hombre suea con estas dos funciones y se rodea de hombresarmados para ejecutar las decisiones judiciales, se fortifica en su hogar, acumula en sufamilia las riquezas de la poca - pan, ganado, hierro - y poco a poco impone su dominioa los campesinos de los alrededores.

    Y el sabio de la poca, es decir, el hechicero o el sacerdote, no tardaron en prestarleapoyo y en compartir la dominacin, o bien, aadiendo la lanza a su poder de mago, sesirvieron de ambos en provecho propio.

    Tendra necesidad de todo un curso, mejor que de una conferencia, para tratar a fondoeste tema, plagado de enseanzas preciosas, y contar como los hombres libres seconvirtieron gradualmente en siervos forzados a trabajar para el seor laico o religiosodel castillo; para explicar de qu modo se constituy la autoridad, por tanteos, por sobrede los pueblos y de las comarcas; de qu modo los campesinos se rebelaron, secoaligaron, lucharon para combatir esta creciente dominacin y cmo sucumbieron enestas luchas contra los fuertes muros de los castillos, contra los hombres cubiertos dehierro que defendanlos.

    Bastar que os diga que en el undcimo y duodcimo siglo, pareca que la Europaentera marchaba por completo hacia la constitucin de estos reinos brbaros tales comoaun se observan hoy en el corazn del frica, o hacia esas teocracias conocidas en lahistoria del Oriente. Esto no pudo efectuarse en un da, pero los grmenes de estospequeos reinos y de estas pequeas teocracias estaban ya all y se iban solidificando mscada da.

    Afortunadamente el espritu brbaro - escandinavo, celta, germano, eslavo - que habaimpulsado a los hombres durante siete u ocho siglos aproximadamente, buscando lasatisfaccin de sus necesidades en la iniciativa individual y en la libre inteligencia de lashermandades y guildas, afortunadamente, repito, este espritu viva an en los pueblos yen los burgos. Los brbaros se dejaban esclavizar, trabajaban para el seor, pero suespritu de libre accin y de libre inteligencia no se haba dejado corromper. A pesar detodo, sus hermandades subsistan, y las cruzadas no hicieron sino despertarlas ydesarrollarlas en Occidente.

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    Entonces estall en el siglo XII, con un conjunto sorprendente en Europa, la revolucinde las comunas, preparada desde larga fecha por este espritu federativo salido de la uninde la hermandad juramentada con la comuna del pueblo.

    Esta revolucin que la masa de los historiadores prefiere ignorar, vino a salvar a

    Europa de la calamidad que la amenazaba, deteniendo la evolucin de los reinosteocrticos y despticos en los que hubiera acabado por sucumbir nuestra civilizacindespus de algunos siglos de brillante desarrollo, como sucumbieron las civilizaciones deMesopotamia, Asiria y Babilonia.

    Dicha revolucin abri una nueva fase de vida: la fase de los municipios libres.

    IV

    Se comprende fcilmente que a los historiadores modernos educados en el esprituromano y empeados en hacer remontar todas las instituciones hasta Roma, les sea difcil

    comprender el espritu del movimiento comunalista del siglo XII. Este movimiento,afirmacin viril del individuo que logra constituir la ciudad por la libre federacin de loshombres, de los pueblos, de las ciudades, fue una negacin absoluta del espritu unitario ycentralizador romano mediante el cual se pretende explicar la historia en nuestrasuniversidades. Dicho movimiento no va ligado a ninguna personalidad histrica ni aninguna institucin central.

    Es un desarrollo natural, antropolgico, perteneciente, como la tribu y la comuna delpueblo, a una determinada fase de la evolucin humana y no a tal o cual nacin o regin.

    Precisamente por esto escap a la ciencia universitaria; por esto Agustn Thierry y

    Sismondi, que comprendieron el espritu de aquella poca, no han tenido sucesores enFrancia, y actualmente Luchaire se encuentra solo para reanudar la tradicin del granhistoriador de las pocas merovingia y comunalista. Y por esto tambin, en Inglaterra yen Alemania, el despertar de los estudios sobre este perodo y la vaga comprensin de suespritu, son de origen reciente.

    El municipio de la Edad Media, la ciudad libre, tiene su origen, por una parte, en lacomuna del pueblo, y por otra, en estas mil hermandades y guildas que se constituyeronaparte, fuera de la unin territorial. La federacin de estas dos especies de unionesperfeccion la comuna de la Edad Media bajo la proteccin de su recinto fortificado y desus torres.

    En alguna regin fue un desarrollo natural. En las dems -y fue la regla general para laEuropa occidental - fue el resultado de una revolucin. Cuando los habitantes de undeterminado burgo se sentan suficientemente protegidos por sus murallas, formaban unaconjuracin. Prestbanse mutuamente juramento de abandonar todos los asuntospendientes concernientes a los insultos, las luchas o las heridas, y juraban para desde allen adelante no recurrir jams, en las querellas que pudieran ocurrir, a otro juez que nofuera los sndicos que ellos mismos nombraban. En cada guilda de arte o de buena

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    vecindad, en cada hermandad jurada, esto era ya desde haca mucho tiempo la prcticaregular. Tal haba sido la costumbre antao en cada comuna de pueblo, antes que elobispo o el reyezuelo llegara a introducirse y ms tarde imponer su juez.

    Ms tarde las aldeas y las parroquias que componan el burgo, as como las guildas y

    hermandades que en su seno se haban desarrollado, se consideraban como una solaamitas, nombraban sus jueces y juraban la unin pertinente entre todos estos grupos.

    Una carta estaba pronto redactada, y aceptada. En caso de necesidad se mandabacopiar la carta (especie de constitucin) de alguna pequea comuna vecina (actualmentese conocen y estudian centenares de estas cartas) y quedaba constituda la nueva comuna.Al obispo o al prncipe que hasta entonces haba sido en mayor o menor grado el seor,no le quedaba otro recurso que aceptar el hecho consumado o combatir con las armas lanueva conjuracin. A menudo el rey, es decir, el prncipe que haba querido darse aires desuperioridad sobre otros prncipes y cuyo cofre estaba vaco, conceda la carta mediantedinero. De este modo renunciaba a querer imponer su juez a la comuna y se daba

    importancia ante los dems seores feudales. Pero esto no era una regla general. Eran acentenares las comunas que vivan sin otra sancin que su voluntad, sus murallas y suslanzas.

    En cien aos este movimiento se extendi de un modo sorprendente en toda Europa -por imitacin, fijaos bien, - englobando Escocia, Francia, Pases Bajos, Escandinavia,Alemania, Italia, Polonia y Rusia. Y cuando hoy comparamos las cartas y la organizacininterior de las comunas francesas, inglesas, irlandesas, rusas, suizas, italianas o espaolas,nos sorprende la casi identidad de estas cartas y de la organizacin que se engrandeci alabrigo de estos contratos sociales. Qu leccin ms elocuente para los romanistas y loshegelianos que no conocen otro medio que la servidumbre ante la ley para obtener lahomogenidad en las instituciones!

    Desde el Atlntico hasta la mitad del curso del Volga, y desde Noruega, a Italia, Europase cubri de comunas. Unas se convirtieron en ciudades populosas como Florencia,Venecia, Nuremberg o Novgorod, otras permanecieron siendo burgos de un centenar ohasta de una veintena de familias, y sin embargo fueron tratados como a iguales por sushermanas ms florecientes y prsperas.

    Organismos henchidos de savia, estas comunas se diferenciaban evidentemente en suevolucin. La posicin geogrfica, el carcter del comercio exterior, las resistencias delexterior que haba que vencer, etc., daban a cada comuna su historia propia. Pero paratodas el principio era siempre el mismo. Pskow en Rusia y Brugge en Holanda, un burgoescocs de trescientos habitantes y la rica Venecia con sus islas, un burgo del norte deFrancia y de Polonia o la bella Florencia, representaban la misma amitas; la mismaamistad de las comunas de pueblo y de las guildas asociadas; su constitucin, en susrasgos generales, es siempre la misma.

    Generalmente, la ciudad, cuya muralla se ensancha en extensin y en espesor a medidaque aumenta la poblacin y defiende los flancos con torres cada da ms altas y elevadas,

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    cada una de ellas levantada por tal o cual barrio llevando un sello individual,generalmente, repito, la ciudad estaba dividida en cuatro, cinco o seis secciones osectores que arrancaban de la ciudadela hacia las murallas. Con preferencia estaban estosbarrios habitados cada uno por un arte u oficio, mientras que los nuevos - las artesjvenes - ocupaban los arrabales que pronto se cercaban con un nuevo y fortificado

    crculo de muralla.La calle o la parroquia, representaba la unidad territorial, que responde a la antigua

    comuna de pueblo. Cada calle o parroquia tiene su asamblea popular, su forum, sutribunal popular, su sacerdote, su milicia, su estandarte, y a menudo su sello, smbolo dela soberana. Federada con las dems, conserva no obstante su independencia.

    La unidad profesional, que a menudo se confunde, o poco le falta para ello, con elbarrio o el sector, es la guilda, la unin de oficio. Esta conserva an sus santos, suasamblea, su forum y sus jueces; tiene su arca, su propiedad territorial, su milicia y suestandarte. Conserva asimismo su sello y del propio modo continua siendo soberana. En

    caso de guerra, su milicia marchar, si as se juzga conveniente, aadiendo su contingenteal de las dems guildas y plantar su estandarte al lado del estandarte principal (carosse)de la ciudad.

    La ciudad, en fin, es la unin de los barrios, de las parroquias y de las guildas, y tienesu plena asamblea en el gran forum, su gran atalaya, sus jueces elegidos, su estandartepara aliar las milicias de las guildas y de los barrios. Trata en calidad de soberano con lasdems ciudades, se federa con las que quiere, pacta alianzas nacionales o fuera de sunacin. Los Cinco puertos ingleses alrededor de Douvres estaban federados con puertosfranceses y norleandeses del otro lado del canal de la Mancha, la Novgorod rusa es laaliada de la Hansa escandinavogermnica, y as otras muchas por el estilo. En susrelaciones exteriores cada ciudad posee todos los atributos del Estado moderno, y desdeesta poca se constituy, por medio de libres contratos, lo que ms tarde deba conocersecon el nombre de derecho internacional, colocado bajo la sancin de la opinin pblicade todas las ciudades, y ms tarde muy a menudo violado, mejor que respetado, por losEstados.

    Sucedi muchas veces que una ciudad, no pudiendo encontrar la sentencia en un casocomplicado, mand buscar la sentencia a una ciudad vecina. Y cuntas veces no hizoque este espritu reinante de la poca - el arbitraje, mejor que el juez - se manifestara enel hecho de dos comunas tomando por rbitro a una tercera!

    Las uniones de oficio obraban de igual modo. Trataban sus negocios comerciales y deoficio prescindiendo de sus ciudades y concluan sus tratados sin tener en cuenta lanacionalidad. Y cuando en nuestra ignorancia hablamos con orgullo de nuestroscongresos internacionales de oficios, y hasta de aprendices, es porque no sabemos que yase celebraban en el siglo XV.

    Por ltimo, o bien la ciudad se defiende ella misma contra los agresores, y dirige por smisma las guerras encarnizadas contra los seores feudales de los alrededores,

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    nombrando cada ao uno o dos jefes militares de sus milicias, o bien acepta un defensormilitar, un prncipe, un duque, que escoge por s misma por todo un ao y lo despidecuando bien le parece. Generalmente, pona a su disposicin, para sostn de sus soldados,el producto de las multas judiciales, pero le prohiba inmiscuirse en los asuntos de laciudad. O bien, en fin, demasiado dbil para emanciparse por completo de sus vecinos los

    buitres feudales, conservaba por defensor militar ms o menos permanente a su obispo, oa un prncipe de una determinada familia - golfo o gibelino en Italia; familia de Rurich ode Olgerd en la Lituania, - pero velando constantemente para que la autoridad delprncipe o del obispo no traspasase de los hombres del castillo. Y hasta le prohiba entrarsin permiso en la ciudad. Sin duda no ignoraris que aun en nuestros das el rey delnglaterra no puede entrar en la ciudad de Londres sin el permiso del lord alcalde de laciudad.

    Mucho podra extenderme sobre la vida econmica de las ciudades de la Edad Media; pero vome obligado a dejarla pasar en silencio. Fue tan variada esta vida queocuparame demasiado tiempo. Bastar solamente que os haga observar que el comercio

    interior lo efectuaban siempre las guildas; nunca los artesanos particularmente; que losprecios se fijaban en mutuo acuerdo; que en los comienzos de aquel perodo el comercioexterior lo haca exclusivamente la ciudad y que slo ms tarde se convirti enmonopolio de la guilda de los comerciantes, y ms tarde aun, de individuos aislados; quenunca se trabaj los domingos y la tarde de los sbados (da de bao); y, en fin, que elabastecimiento de los gneros principales lo hacia asimismo la ciudad. Esta costumbre seconserv en Suiza por lo que concierne al trigo basta la mitad de este siglo. En suma, estdemostrado y probado por una cantidad inmensa de documentos de todas clases, quejams la humanidad conoci, ni antes nl despus, un periodo de blenestar relativo tanbien asegurado a todos como lo fue en las ciudades de la Edad Media. La miseria, laincertidumbre y el excesivo trabajo de que actualmente nos quejamos, eranabsolutamente desconocidos en aquellas poblaciones.

    V

    Con estos elementos - libertad, organizacin de lo simple a lo compuesto, la produccin y el cambio efectuados por los gremios, el comercio con el extranjeroefectuado por la ciudad, as como la compra de provisiones -, con estos elementos, repito,las ciudades de la Edad Media se convirtieron durante los dos primeros siglos de su vidalibre en centros de opulencia y de civilizacin como desde entonces no se han visto jamsiguales.

    Consltense los documentos que permiten establecer la tarifa de remuneracin deltrabajo - Roger ha establecido esta tarifa por lo que concierne a Inglaterra y un grannmero de escritores alemanes por Alemania -, y se ver que el trabajo del artesano, yan el del simple jornalero, estaban remunerados en aquella poca por una tarifa que nohan alcanzado en nuestros das ni los mejores de nuestros obreros. Pueden dar testimoniode ello los libros de cuentas de la Universidad de Oxford y de ciertas propiedadesinglesas y los de un gran nmero de ciudades alemanas y suizas.

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    Considrense, por otro lado, la perfeccin artstica y la cantidad de trabajo decorativoque el obrero efectuaba, tanto en las bellas obras de arte que produca como en las cosasms simples de la vida domstica - una verja, un candelero, una vajilla, etc. -, y seadivinar en seguida que en su trabajo no conoca la prisa, la precipitacin, el exceso detrabajo de nuestra poca; que poda forjar, esculpir, tejer, bordar a su placer, como en

    nuestros das solamente pueden hacerlo un reducidsimo nmero de obreros artistas.Que se examinen, por ltimo, los donativos a las iglesias y a las casas pblicas de la

    parroquia, de la guilda o de la ciudad, sean obras de arte como esculturas, metalesforjados o fundidos, objetos decorativos, o sean en dinero y se comprender el grado de bienestar que realizaron estas ciudades; se concebir fcilmente el espritu deinvestigacin y de inventiva que en ellos reinaba, el soplo de libertad que inspiraba susobras, el sentimiento de solidaridad fraternal que se estableca en aquellos gremios, dondelos hombres de un mismo oficio estaban unidos, no solamente por el lazo mercantil otcnico del oficio, sino por los lazos de sociabilidad, de fraternidad. En etecto, acaso noera ley de la guilda que dos hermanos deban velar a la cabecera de un hermano enfermo

    - costumbre que ciertamente exiga un espritu de sacrificio en aquellas pocas deenfermedades contagiosas y de pestes, - y acompaarle hasta la tumba y cuidar de laviuda y de sus hijos?

    La negra miseria, el abatimiento y la incertidumbre del maana que caracteriza anuestras ciudades modernas, eran absolutamente desconocidos en aquellos oasis surgidosen el siglo XII en medio de la selva feudal.

    En aquellas ciudades, al amparo de las libertades conquistadas, bajo el impulso delespritu de la libre inteligencia y de la libre iniciativa, se desarroll toda una nuevacivilizacin y alcanz un grado tal de bienestar como no se ha visto otro semejante en lahistoria hasta el presente.

    Toda la industria moderna nos viene de aquellas ciudades. En tres siglos, las industriasy las artes llegaron a tal grado de perfeccin que nuestro siglo no ha podido sobrepujarlassino en la rapidez de produccin, muy raramente en calidad y mucho ms raramente enbelleza del producto. Todas las artes que en vano hoy tratamos de resucitar - la belleza enRafael, el vigor y la audacia en Miguel Angel, la ciencia y el arte en Leonardo de Vinci,la poesa y la lengua en Dante, la arquitectura, en fin, a la cual debemos las catedrales deLyn, Reims y Colonia -, el pueblo fue su albail, segn expresin de Vctor Hugo. Lostesoros de belleza que encerrbanse en Florencia y en Venecia, los municipios de Bremay de Praga, las torres de Nuremberg y de Pisa, y as hasta el infinito, todo esto fue elproducto de aquel perodo.

    Queris medir los progresos de aquellas ciudades con un solo vistazo? Pues comparadla catedral de San Marcos de Venecia con el arco rstico de los normandos, las pinturasde Rafael con los bordados de los tapices de Bayeuse, los instrumentos de precisin yfsicos y los relojes de Nuremberg con los relojes de arena de los siglos precedentes, lalengua seora del Dante con el latn brbaro del siglo XII... Todo un mundo mediaba yfloreci entre una y otra poca.

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    Jams, excepcin hecha de aquel otro perodo glorioso, siempre de ciudades libres, dela Grecia antigua, la humanidad haba dado un paso semejante en el camino del progreso.Jams, en dos o tres siglos, el hombre sufri una modificacin tan profunda ni extenditanto su poder sobre las fuerzas de la naturaleza.

    Pensis, acaso, en estos momentos, en la civilizacin de nuestro siglo, cuyosprogresos no cesan de alabarnos? Pero es que en cada una de sus manifestaciones no serevela hija directa de la civilizacin desarrollada en el seno de los municipios libres deaquella poca? Todos los grandes descubrimientos que ha hecho la ciencia moderna - elcomps, el reloj, el cronmetro, la imprenta, los descubrimientos martimos, la plvora,las leyes de la cada de los cuerpos, la presin de la atmsfera, de la cual la mquina devapor fue un desarrollo, los rudimentos de la qumica, el mtodo cientfico indicado yapor Roger Bacon y usado en las universidades italianas -, de dnde viene todo esto sinode las ciudades libres, de la civilizacin que se desarroll al amparo de las libertadescomunales?

    Puede que se me diga que olvido los conflictos, las luchas intestinas que llenan lahistoria de aquella poca, el tumulto en sus calles, las encarnizadas batallas sostenidascontra los seores, las insurrecciones de las artes jvenes contra las artes antiguas, lasangre derramada y las represalias de todas estas luchas.

    Pues bien, no; no olvido nada de todo esto; pero como Leo y Botta - los doshistoriadores de la Italia medioeval -, como Sismondi, Ferrari, Pino, Capponi y tantosotros, veo que estas luchas fueron la garanta de la vida libre en la ciudad libre. Veo enellas una renovacin, un nuevo esfuerzo hacia el progreso despus de cada una de estasluchas. Despus de haber relatado en detalle estas luchas y estos conflictos, y despus dehaber medido as la inmensidad de los progresos realizados mientras estas luchasensangrentaban las calles -el bienestar asegurado a todos los habitantes, renovada lacivilizacin -, Leo y Botta sacaban en conclusin este justo pensamiento quefrecuentemente me viene a la memoria:

    Una comuna - decan - no presenta la imagen de un todo moral, no se muestrauniversal en su manera de ser, como el mismo espritu humano, sino cuando en su senoha admitido el conflicto y la oposicin.

    S, el conflicto, libremente debatido, sin que un poder exterior, como el Estado, vengaa arrojar su inmenso peso en la balanza a favor de una de las fuerzas que estn en lucha.

    Como estos dos autores yo pienso asimismo que a menudo se han causado mayoresmales imponiendo la paz, puesto que de este modo se han aliado juntas cosas contrariasqueriendo crear un orden poltico general, sacrificando las individualidades y lospequeos organismos, para absorberlos en un vasto cuerpo sin color y sin vida.

    He aqu porque las comunas - mientras ellas mismas no buscaron convertirse enEstados e imponer a su alrededor la sumisin en un vasto cuerpo sin color y sin vida -, he

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    aqu, repito, porque las comunas se engrandecan, salan rejuvenecidas despus de cadalucha y florecan entre el choque de las armas en sus calles, mientras que dos siglos mstarde, esta misma cvilizacin se hunda al ruido de las guerras engendradas por losEstados.

    En la comuna, la lucha era por la conquista y el mantenimiento de la libertad delindividuo, por el principio federativo, por el derecho de unirse y agitarse; mientras quelas guerras de los Estados tenan por objeto anular estas libertades, someter al individuo,aniquilar la libre iniciativa, unir a los hombres en una mIsma servidumbre ante el rey, eljuez, el sacerdote y el Estado.

    Aqu radica toda la diferencia. Hay las luchas y los conflictos que matan y hay lasluchas y los conflictos que empujan a la humanidad por la senda progresiva.

    VI

    Durante el curso del siglo XVI, los brbaros modernos vinieron a destruir toda lacivilizacin de la Edad Media. Estos brbaros no la anularon por completo, peroparalizaron su marcha por dos o tres siglos al menos, lanzndola en una nueva direccin.

    Sujetaron al individuo quitndole todas sus libertades, pidironle olvidara las unionesque antes basaba en la libre iniciativa y la libre inteligencia, y su objetivo fue nivelar laentera sociedad en una misma sumisin ante el amo. Quedaron destrudos todos los lazosentre los hombres al declarar que nicamente el Estado y la Iglesia deban formar, de allen adelante, el lazo de unin entre los individuos; que solamente la Iglesia y el Estadotenan la misin de velar por los intereses industriales, comerciales, jurdicos, artsticos ypasionales, as como para resolver sobre las agrupaciones a las cuales los hombres del

    siglo XII tenan la costumbre de unirse directamente.

    Y quines fueron estos brbaros modernos?

    Fue el Estado: la triple alianza, finalmente constituda, del jefe militar, del juez romanoy del sacerdote, los tres formando una asociacin para obtener el dominio, unidos los tresen un mismo podero, podero que iba a mandar en nombre de los intereses de la sociedadpara aplastar a esta misma sociedad.

    Uno se pregunta, naturalmente, cmo pudieron estos modernos brbaros triunfarsobre las comunas tan poderosas antes? Dnde hallaron la fuerza para esta conquista?

    Esta fuerza la encontraron, primeramente, en el pueblo. Del mismo modo que lascomunas de la Grecia antigua no supieron abolir la esclavitud, las comunas de la EdadMedia no supieron emancipar al campesino de su servidumbre al propio tiempo queemancipaban al ciudadano.

    Verdad es que casi en todas partes, en los momentos de su emancipacin, el ciudadano-artesano y cultivador a un mismo tiempo - intent arrastrar al campesino en su

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    emancipacin. Durante dos siglos los ciudadanos de Italia, de Espaa y de Alemaniasostuvieron una guerra encarnizada contra los seores feudales. Se hicieron prodigios deherosmo y de perseverancia por parte de los burgueses en esta guerra a los castillos. Sedesangraron a fin de hacerse dueos de los castillos del feudalismo y para poder abatir elbosque feudal que los rodeaba.

    Pero solamente lo lograron a medias. Guerra fatigosa sta, concluyeron por firmar la paz prescindiendo del campesino. Entregaron ste al seor, fuera del territorioconquistado por la comuna, a fin de comprar la paz. En Italia y en Alemania concluyeronaceptando al seor feudal pero a condicin de que residiera en la ciudad como unburgus. En otras partes los ciudadanos compartieron con el seor feudal su dominiosobre el campesino. Y el seor se veng de este bajo pueblo, que odiaba y despreciaba,ensangrentando sus calles con sus luchas, y las venganzas de las familias seoriales no seventilaron ante los sndicos y los jueces comunales, sino que se resolvieron con la espadaen las calles.

    El seor feudal desmoraliz al ciudadano con sus liberalidades y sus intrigas, con sustrenes de vida seorial, con la educacin recibida en la Corte del obispo o del rey. Hzolecompartir sus luchas, y el burgus acab por imitar al seor y se convirti a su vez enseor, enriquecindose con el trabajo de los siervos acampados en los pueblos.

    Despus el campesino ayud a los reyes, a los emperadores, a los csares nacientes y alos Papas cuando todos stos se pusieron a reconstituir sus reinos para esclavizar lasciudades. Y all donde no march todo bajo sus rdenes, el seor dej hacer lo quequisieran.

    Fue en la campia, en un castillo fortificado, situado en el centro de poblacionescampesinas, donde lentamente principi a constituirse la realeza. En el siglo XII estarealeza slo exista de nombre, y en la actualidad sabemos perfectamente lo que debemosopinar de los vagabundos, jefes de pequeas partidas de bandidos que tomaban estenombre y que - Agustn Thierry lo ha demostrado muy bien - en aquella poca nosignificaban gran cosa.

    Lentamente, por tanteos, un barn ms poderoso o ms astuto que los dems, lograbaac o acull, elevarse por encima de los otros. La Iglesia no tardaba en prestarle su apoyo.Y por la fuerza, la astucia, el dinero, y en caso de necesidad por medio de la cuchilla odel veneno, uno de estos barones feudales se iba engrandeciendo a costa de los dems. Detodos modos, la autoridad real jams logr constituirse en ninguna de las ciudades libresque tenan un forum ruidoso, su roca Tarpeya o su ro para los tiranos: fue en el campodonde consigui constituirse.

    Despus de haber intentado vanamente constituir esta autoridad en Reims o en Lyon,fue en Pars - aglomeracin de pueblos y de burgos rodeados de ricas campias que hastaentonces no haban conocido la vida de las ciudades libres; - fue en Westminster, a laspuertas de la populosa Londres; fue en el Kremlin, edificado en el seno de ricos pueblosen las ribieras de Moskva, despus de haber fracasado en Suzdal y en Wladimir, pero

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    efectivamente, por revolucin los conquistaron en todas partes.

    Pero si para la mayor parte esta revolucin fue el punto de partida de una renovacinde la vida y de todas las artes (esto se ve muy bien estudiando Florencia), en otrasciudades termin con la victoria del popolo grasso sobre el popolo basso, por un

    aplastamiento, por las deportaciones en masa, las ejecuciones, sobre todo cuando losseores y los sacerdotes se mezclaron en la lucha.

    Y ya no hay que decirlo, lo que el rey tom por pretexto a fin de aplastar al pueblo alto,fue la defensa del pueblo bajo, y poder subyugar a ambos cuando se hubo convertido endueo de la ciudad.

    Adems, las ciudades deban morir, puesto que las mismas ideas de los hombres habancambiado. La enseanza del derecho cannico y del derecho romano las haba pervertido.

    El europeo del siglo XII era esencialmente federalista. Hombre de libre iniciativa, de

    libre inteligencia, de uniones queridas y libremente consentidas, vea en s mismo elpunto de partida de toda sociedad. No buscaba remedios en la obediencia, no peda unsalvador en la sociedad. rale desconocida la idea de disciplina cristiana y romana.

    Pero bajo la influencia de la Iglesia, siempre enamorada de la autoridad, celosasiempre de imponer su dominio sobre las almas, y especialmente sobre los brazos de losfieles, y, por otra parte, bajo la influencia del derecho romano, que ya desde el siglo XIIhaca estragos en la Corte de los poderosos seores, reyes y Papas y que pronto seconvirti en estudio favorito de las universidades, bajo la influencia de ambasenseanzas, que se armonizan perfectamente, por ms que fueron encarnizadas enemigasen su origen, los espritus se pervirtieron a medida que el sacerdote y el legistatriunfaban.

    El hombre se convierte desde entonces en un enamorado de la autoridad. Y cuandoestalla una revolucin de los oficios bajos en una comuna, sta llama a un salvador, seentrega a un dictador, un Csar municipal, y le confiere plenos poderes para exterminar alpartido rebelde. Y el dictador se aprovecha, con todos los refinamientos de crueldad queen sus odos desliza la Iglesia, o sigue el ejemplo importado de los reinos despticos deOriente.

    La Iglesia no vacila en apoyarle. Acaso no ha soado siempre con el rey bblico quese arrodilla ante el sacerdote y es su instrumento dcil? Acaso no odia con toda su almalas ideas de racionalismo que imperaban en las ciudades libres en el primerRenacimiento, en el del siglo XII; ms tarde las ideas paganas que condujeron al hombrea la naturaleza bajo la influencia del nuevo descubrimiento de la civilizacin griega, y,ms tarde aun, las ideas que en nombre del cristianismo primitivo sublevaron a loshombres contra el Papa, el sacerdote y el culto en general? El fuego, la rueda, la horca -estas armas tan queridas de la Iglesia en todo tiempo - se pusieron en prctica contra losherejes. Y fuese cual fuese el instrumento, Papa, rey o dictador, poco importbalemientras que el fuego, la horca o la rueda funcionasen contra los herejes.

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    Y bajo esta doble enseanza del legista romano y del sacerdote, el espritu federalista,el espritu de libre iniciativa y de libre inteligencia se mora para dejar paso al espritu dedisciplina, de organizacin autoritaria. El rico y la plebe pedan a do un salvador.

    Y cuando el salvador se present, cuando el rey, enriquecido lejos del tumulto y delforum, en alguna ciudad por l creada, apoyado en la riqusima Iglesia y escoltado por losnobles conquistados y los campesinos, llam a las puertas de las ciudades, prometiendo alpueblo bajo su alta proteccin contra los ricos, y a estos ricos obedientes su proteccincontra los poderes revolucionarios, las ciudades, rodas ya por el cncer del autoritarismo,no tuvieron poder bastante para resistirle.

    Despus, adems, los mongoles haban conquistado y devastado la Europa oriental enel siglo XIII y se constitua en Moscu, bajo la proteccin de los khans trtaros y de laiglesia cristiana rusa, todo un imperio. Los turcos se haban implantado en Europa ...mientras que en el otro extremo la guerra de exterminio contra los moros en Espaa

    permita que otro imperio poderoso se constituyera en Castilla y Aragn, apoyado en laIglesia romana, en la inquisicin, en la cuchilla y en la hoguera...

    Estas invasiones y estas guerras conducan forzosamente a Europa a entrar en unanueva fase: la de los Estados militares.

    Ya que las mismas comunas se convertan en pequeos Estados, los pequeos Estadosdeban, a su vez, ser forzosamente engullidos por los grandes ...

    VII

    Sin embargo, la victoria del Estado sobre las comunas de la Edad Media y lasinstituciones federalistas de aquella poca, no fue inmediata. Hubo un momento en quehasta pareci muy dudosa su victoria.

    Un inmenso movimiento popular, religioso en su forma y expresiones, peroeminentemente igualitario y comunista en sus aspiraciones, se produjo en las ciudades yen los campos de la Europa central.

    Ya en el siglo XIV (en Francia en 1358, y en Inglaterra en 1381) se produjeron dosgrandes movimientos anlogos. Las dos poderosas sublevaciones de la Jacquera y deWat Tyler haban sacudido la sociedad hasta en sus cimientos. Ambas haban sido

    dirigidas principalmente contra los seores. Y aunque vencidas las dos, la sublevacin delos campesinos en Inglaterra puso por completo fin a la servidumbre, y la Jacqueria enFrancia le haba de tal modo puesto a raya en su desarrollo, que desde entonces lainstitucin de la servidumbre slo pudo vegetar sin alcanzar jams el desarrollo queadquiri en Alemania y en la Europa Central.

    En el siglo XVI se produjo un movimiento anlogo en el centro de Europa. EnBohemia con el nombre de hussista, de anabaptismo en Alemania, en Suiza y en los

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    Pases Bajos y de tiempos revueltos en Rusia (en el siglo siguiente), fue, adems derebelin contra el seor feudal, una rebelin completa contra el Estado y la Iglesia, contrael derecho romano y cannico en nombre del cristianismo primitivo.

    Este movimiento, desfigurado durante mucho tiempo por los historiadores estatistas y

    eclesisticos, empieza ahora a ser conocido.El santo y sea de esta sublevacin fueron la libertad absoluta del individuo y el

    comunismo. Fue ms tarde, cuando el Estado y la Iglesia lograron exterminar a sus msardientes defensores y escamotearlo en su provecho, que este movimiento se achic, yprivado de su carcter revolucionario, se convirti en la reforma de Lutero.

    Comenz siendo anarquista comunista, predicado y puesto en prctica en algunascomarcas, y si hacemos caso omiso de las frmulas religiosas, que fueron un tributopagado a la poca, se encuentra en este movimiento la esencia misma de la corriente deideas que nosotros representamos en este momento: negacin de todas las leyes del

    Estado o divinas; la conciencia de cada individuo debiendo ser nica ley, la comunaduea absoluta de sus destinos, recuperando de los seores todas las tierras y negandotodo tributo personal o en dinero al Estado; en fin, el comunismo y la igualdad puestos enprctica. Por esto cuando se pregunt a Deuck, uno de los filsofos del movimientoanabaptista, si reconoca la autoridad de la Biblia, respondi que, solamente la regla deconducta que cada individuo encuentra para s en la Biblia le es obligatoria. Y sinembargo, estas mismas frmulas tan vagas, tomadas de prestado al lenguaje eclesistico,esta autoridad del libro al cual se piden tan fcilmente argumentos en pro y en contra dela autoridad, y tan indecisas cuando se trata de afirmar netamente la verdad, acaso estamisma tendencia religiosa no encerraba ya en germen la certeza de la derrota de lasublevacin?

    Este movimiento nacido en las ciudades se extendi prontamente en el campo. Loscampesinos se negaban a obedecer a quien fuese, y clavando un zapato viejo en la puntade una pica a guisa de bandera, se apoderaban de la tierra de los seores, rompan loslazos de la servidumbre, arrojaban de su seno al sacerdote y al juez y se constituan encomunas libres. nicamente con la hoguera, la rueda o la cuchilla, destrozando a ms decien mil campesinos en pocos aos, pudo el poder imperial o real, aliado al poder de laIglesia Papal o de la reformada - Lutero impuls la matanza de campesinos aun msviolentamente que el Papa - poner fin a estas sublevaciones que por un momentoamenazaron la constitucin de los nacientes Estados. La reforma luterana, hija delanabaptismo popular, apoyada en el Estado, destroz al pueblo y aplast el movimientodel cual tom su fuerza en sus orgenes. Los restos de este inmenso movimiento serefugiaron en las comunidades de los Hermanos Maros, que, a su vez, fueron destruidasun siglo ms tarde por la Iglesia y el Estado. Los que no pudieron ser exterminadosfueron a buscar refugio y asilo, unos en el sudeste de Rusia, otros en la Groenlandia,donde pudieron continuar hasta nuestros das en comunidades, negando todo servicio alEstado.

    Desde entonces la existencia del Estado qued asegurada. El legislador, el sacerdote y

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    el seor soldado constitudos en solidaria alianza alrededor de los tronos, pudieroncontinuar su obra de aniquilamiento.

    Y cuntos embustes han propalado en beneficio del Estado los historiadores estatistasrespecto de este perodo!

    En efecto, acaso no nos han enseado, por ejemplo, en la escuela, que el Estado noshizo la merced de constituir sobre las ruinas de la sociedad feudal, estas unionesnacionales que eran imposibles antes por las rivalidades de las ciudades? Este embustenos lo han enseado a todos en la escuela y casi todos hemos continuado creyndolo yagrandes.

    Y, sin embargo, hoy sabemos perfectamente que a pesar de todas las rivalidades, lasciudades medioevales trabajaron durante cuatro siglos para constituir estas uniones,queridas, consentidas libremente, por medio de la federacin, y, lo que es mejor, que lolograron.

    La Unin lombarda, por ejemplo, englobaba las ciudades de la alta Italia y tena su cajafederal guardada en Gnova o en Venecia. Otras federaciones, como la Unin Toscana, laUnin Rhenana (que abarcaba sesenta ciudades), las federaciones de Westfalia, deBohemia, de Servia, de Polonia, de las ciudades escandinavas, alemanas, polonesas yrusas en todo el Bltico. All haba ya todos los elementos, y aun el hecho mismo, deampliar aglomeraciones humanas libremente constitudas.

    Queris la prueba viviente de estas agrupaciones? La tenis en Suiza, donde la Uninse afirmaba primeramente entre las comunas del pueblo (Viejos Cantones) del mismomodo que se constitua en Francia, en la misma poca, en el Leonesado. Y como en Suizala Unin entre las ciudades del gran comercio lejano, las ciudades apoyaron lainsurreccin de los campesinos (siglo XVI) y la Unin englob ciudades y pueblos paraconstituir una federacin que ha durado y dura an hasta en nuestros das.

    Pero el Estado, por su propio principio vital, no puede tolerar la federacin libre.Representa sta lo que ms horroriza al legislador: el Estado dentro del Estado. Este nopuede reconocer una unin libremente consentida funcionando en su seno; nicamente ly su hermana la Iglesia acaparan el derecho de servir de lazo de unin entre los hombres.

    Por consiguiente, eI Estado debe, forzosamente, aniquilar las ciudades basadas en launin directa entre ciudades. Al principio federativo debe substituir el principio desumisin, de disciplina. Es su substancia. Sin este principio, deja de ser el Estado.

    El siglo XVI, siglo de guerras encarnizadas, se resume por entero en esta lucha delEstado naciente contra las ciudades libres y sus federaciones. Las ciudades se vencercadas, tomadas por asalto, saqueadas, y sus habitantes diezmados o expulsados.

    El Estado queda victorioso en toda la lnea y las consecuencias vais a verlas enseguida.

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    En el siglo XV, Europa estaba cubierta de ricas ciudades cuyos artesanos,constructores, tejedores y cinceladores producan maravillas artsticas, cuyasuniversidades sentaban los cimientos de la ciencia, cuyas caravanas recorran loscontinentes y cuyos buques surcaban mares y ros.

    De todo esto, qu es lo que qued dos siglos ms tarde? Ciudades que habanalbergado cincuenta y hasta cien mil habitantes, y que haban posedo, como Florencia,ms escuelas y los hospitales comunales ms camas que no poseen actualmente lasciudades mejor dotadas en este particular, estaban convertidas en barriadas nauseabundas.El Estado y la Iglesia se haban apoderado de sus riquezas y sus habitantes haban sidodiezmados o deportados. Muerta la industria bajo la minuciosa tutela de los empleadosdel Estado. Muerto el comercio. Los mismos caminos vecinales que antes unan lasciudades, estaban absolutamente impracticables en el sigloXVII.

    El Estado es la guerra. Y las guerras, asolando Europa, acabaron por arruinar lasciudades que el Estado no pudo arruinar directamente.

    Y los pueblos, ganaron al menos algo con esta concentracin estatista? No,ciertamente, nada ganaron. Leed lo que nos dicen los historiadores sobre la vida de loscampesinos en Escocia, en Toscana, en Alemania, durante el siglo XVI, y comparad susdescripciones de entonces con las de la miseria en Inglaterra en los comienzos de 1648,en Francia bajo el reinado de Luis XIV, el rey Sol, en Alemania, en Italia, en todas partes,despus de cien aos de dominio estatista.

    La miseria, la miseria en todas partes. Todos los historiadores estn unnimes enreconocerla, en sealarla. All donde fue abolida la servidumbre se reconstituynuevamente bajo mil formas diversas y nuevas; y all donde aun no haba sido totalmentedestruida, se modelaba bajo la gida del Estado en una institucin feroz, conteniendotodos los caracteres de la esclavitud antigua, o peor an.

    Acaso poda salir otra cosa de la miseria estatista, cuando su primera preocupacinfue anular la comuna de pueblo, despus la ciudad, destruir todos los lazos que existanentre los campesinos, poner sus tierras a merced del saqueo de los ricos, y someterlos,individualmente, al funcionario, al sacerdote, al seor?

    Anular la independencia de las ciudades; robar las guildas ricas de los comerciantes yde los artesanos; centralizar en sus manos el comercio exterior de las ciudades yarruinarlo; apoderarse de toda la administracin de las guildas y someter el comerciointerior, como asimismo la fabricacin de todas las cosas hasta en sus menores detalles auna nube de funcionarios, y matar de este modo la industria y las artes; aduearse de lasmilicias locales y de toda la administracin municipal; aplastar a los dbiles en provechode los fuertes por medio de los impuestos, todo esto fue el papel que desempe elEstado naciente en los siglos XVI y XVII ante las aglomeraciones humanas.

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    La misma tctica emple, evidentemente, con los campesinos. Desde el instante que elEstado se sinti con fuerzas para ello, se apresur a destruir la comuna del pueblo, aarruinar a los campesinos que cayeron en sus manos y entregar las tierras de dichascomunas al saqueo.

    Los historiadores y los economistas a sueldo del Estado nos han enseado quehabindose convertido la comuna del pueblo en una forma anticuada de la posesin delterreno que pona obstculos al progreso de la agricultura, tuvo que desaparecer bajo laaccin de fuerzas econmicas naturales. Los polticos y los economistas burgueses no hancesado de repetirlo hasta nuestros das, y hasta hay revolucionarios y socialistas - los quepretenden ser cientficos - que aun recitan esta frmula convenida, aprendida en laescuela.

    Jams se afirm embuste alguno tan odioso como este en la ciencia. Embuste querido,puesto que la historia est llena de documentos para probar al que quiera conocerlos - porlo que concierne a Francia basta consultar a Dalloz -, que la comuna del pueblo estuvo

    primeramente privada por el Estado de todos sus atributos: de su independencia, de supoder jurdico y legislativo, y que luego sus tierras fueron, o simplemente robadas por losricos con la proteccin del Estado, o bien directamente confiscadas por el Estado.

    Este robo principi en Francia a partir del siglo XVI y aument de grado durante elsiglo XVII. Desde 1659, el Estado tom bajo su tutela a las comunas, y basta consultar elEdicto de 1667, de Luis XIV, para ver el robo de bienes comunales que se efectu enaquella poca. Cada uno se ha arreglado a su capricho ... se han repartido ... para despojarlas comunas se han valido del vinculamiento de deudas ..., deca en este Edicto el ReySol, y dos aos ms tarde dicho rey confiscaba en provecho propio todas las rentas de lascomunas. A esto es lo que, en lenguaje soi disant cientfico, llaman muerte natural.

    Se calcula que al siguiente siglo, la mitad, por lo menos, de las tierras comunales, selas apropi la nobleza y el clero amparadas por el Estado. A pesar de todo la comunacontinu subsistiendo hasta 1787. La asamblea del pueblo se reuna debajo del olmo,alquilaba las tierras y distribua los impuestos. Vanse los documentos que reuni Babeauen su libro El pueblo bajo el antiguo rgimen. Turgot encontr en la provincia en queactuaba de intendente que las asambleas eran demasiado tumultuosas y las aboli en suintendencia para substituirlas con asambleas elegidas entre los ms ricos del pueblo. ElEstado generaliz esta medida en el ao 1787 en vsperas de la revolucin. El mir quedabolido y los negocios de las comunas cayeron de este modo entre las manos de algunossndicos elegidos por los burgueses y campesinos ms ricos.

    La Constitucin se apresur a confirmar esta ley en diciembre de 1789, y los burguesessubstituyeron entonces a los seores en el despojo de las comunas y de lo poco que lesquedaba de tierras comunales. Y se necesit una Jacquera tras otra para obligar a laConvencin (1792) a confirmar lo que los campesinos sublevados acababan de realizar enla parte oriental de Francia, es decir, que la Convencin devolviera las tierras comunalesa los campesinos, como as se efectu, pero nicamente all donde est,revolucionariantente, realizado de hecho. Es el caso, como sabis, de todas las leyes

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    revolucionarias; solamente entran en vigor all donde el hecho se ha consumado.

    Sin embargo, la Convencin aadi a esta ley algo de su propia cosecha, ordenandoque estas tierras recuperadas a los seores fuesen repartidas en partes iguales entre losciudadanos activos nica y exclusivamente, es decir, entre los burgueses del pueblo. De

    una plumada desposea de este modo a los ciudadanos pasivos, es decir, a la masa decampesinos empobrecidos que ms necesidad tenan de estas tierras comunales, lo cual,afortunadamente, motiv una nueva Jacquera y una nueva ley de la Convencin,ordenando en 1793 la reparticin de las tierras por cabeza, entre los habitantes todos, cosaque no se puso en vigor y que sirvi de pretexto para nuevos robos de tierras comunales.

    Acaso estas medidas no eran bastante para provocar lo que economistas ehistoriadores burgueses llaman la muerte natural de la comuna? Como si aun no fuesebastante, el 24 de agosto de 1794 la reaccin que se apoder del poder di a esta muerteel golpe de gracia. El Estado confisc todas las tierras de los municipios y las convirtien fondo de garanta de la deuda pblica, sacndolas a pblica subasta y ponindolas amerced de sus partidarios.

    El 2 prairal, ao V, despus de tres aos de realeza, esta ley fue, afortunadamente,abolida. Pero al propio tiempo quedaron tambin abolidas las comunas, siendosubstituidas por concejos cantonales a fin de que el Estado pudiera obligarlas msfcilmente con sus partidarios.

    Esto dur hasta 1801 en que las comunas del pueblo volvieron a ser comunas, peroentonces el gobierno se encarg de nombrar l mismo los alcaldes y los concejales encada uno de los 36 000 municipios (Francia). Y este absurd dur hasta la revolucin dejulio de 1830 en que se puso en vigor la ley de 1789. Durante este tiempo las tierrascomunales fueron confiscadas otra vez por el Estado (1813) y saqueadas de nuevo porespacio de tres aos. Lo que qued de ellas no se devolvi a las comunas hasta el ao1816.

    Os imaginis que con esto concluy todo? De ningn modo. Cada nuevo rgimen havisto en las tierras comunales una fuente de recompensas para los defensores de lossucesivos regmenes. Y as vemos, despus de 1830, por tres veces diferentes, la primeraen 1837 y la ltima con Napolen III, que se sucedieron las promulgaciones de leyes paraobligar a los campesinos a repartir lo que les quedaba de los bosques y de pastoscomunales, y por tres veces asimismo el Estado vise obligado a anular estas leyes envista de la resistencia de los campesinos. A pesar de ello, Napolen III supo aprovecharsequedndose algunas propiedades entre manos para poder luego regalarlas a algunos desus partidarios.

    He aqu los hechos, y he aqu lo que algunos individuos han dado en llamar enlenguaje cintfico la muerte natural de la posesin comunal bajo la influencia de lasleyes econmicas. Lo mismo dara llamar muerte natural al destroce de cien mil soldadosen el campo de batalla.

    Ahora bien, lo que sucedi en Francia sucedi tambin en Blgica, en Inglaterra, en

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    Alemania, en Austria, en todas partes de Europa, excepto en los pases eslavos.

    Las pocas de recrudecimiento del robo a las comunas se corresponden en toda laEuropa occidental. En Inglaterra, por ejemplo, no se atrevieron a proceder por medio delas medidas generalmente puestas en prctica y prefirieron que el Parlamento votara

    algunos millares de enclosure acts separados, por los cuales, en cada caso especial, elparlamento sancion la confiscacin - en la actualidad se procede an del mismo modo -y di al seor el derecho de retener las tierras comunales que previamente haba cercado.Y mientras la naturaleza ha respetado hasta el presente los estrechos surcos que dividanlos campos comunales temporalmente entre las diversas familias del pueblo en Inglaterra,y que en los libros de Marshal tenemos descripciones precisas de esta forma de posesina principios de este siglo, no han faltado, sin embargo, sabios como Seebohm, dignomulo de Fustel de Coulanges, que sostuvieran y ensearan que la comuna no existi enInglaterra sino como forma de servidumbre.

    En Blgica, en Alemania, en Italia, en Espaa, encontramos los mismos

    procedimientos. En una u otra forma, la apropiacin personal de las tierras, antescomunales, fue casi totalmente perpetrada en los aos cincuenta de este siglo. De sustierras comunales los campesinos nicamente han guardado algunos pocos pedazos.

    He aqu de qu modo este seguro mutuo entre el seor, el sacerdote, el soldado y eljuez - el Estado - ha procedido con los campesinos a fin de despojarlos de su ltimagaranta contra la miseria y la esclavitud econmica.

    Pero es que el Estado, mientras organizaba y sancionaba este robo, poda por lomenos respetar la institucin de la comuna como rgano de la vida local?

    Evidentemente, no.

    Admitir que los ciudadanos constituyan entre s una federacin que se apropie algunasde las funciones del Estado, hubiera sido, en principio, una contradiccin. El Estado pidea sus sbditos la sumisin directa, personal, sin intermediarios; quiere la igualdad en laservidumbre, no puede admitir el Estado dentro del Estado.

    As vemos que, desde que el Estado principi a constituirse en el siglo XVI, trabajpara destruir todos los lazos de unin que existan entre los ciudadanos, sea en el puebloo en la ciudad. Si toler, con el nombre de instituciones municipales, algunos vestigios deautonoma - jams de independencia -, fue nicamente con una mira fiscal, para no gravarmucho el presupuesto central, o bien, para permitir a los ricachones de provincias que seenriquecieran ms aun a costa del pueblo, como sucedi en lnglaterra hasta nuestros dasy sucede an en las instituciones y en las costumbres.

    Y esto se comprende perfectamente. La vida local es de derecho de costumbre,mientras que la centralizacin de los poderes es de derecho romano. Las dos no puedensubsistir juntas, y la segunda deba anular la primera.

    He aqu por qu bajo el rgimen francs en Argela cuando una djemmah kbila -

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    comuna del pueblo - quiere pleitear por sus tierras, cada habitante de la comuna debepresentar separadamente una instancia a los tribunales, los cuales juzgarn cincuenta odoscientos asuntos aislados antes que aceptar la queja colectiva de la djemnlah. ElCdigo jacobino de la Convencin, conocido por Cdigo de Npolen, no reconoce elderecho de costumbre, solamente reconoce el derecho romano, o mejor, el derecho

    bizantino.He aqu por qu en Francia, cuando el viento derriba un rbol de la carretera nacional,

    o cuando un campesino no quiere efectuar por s mismo la reparacin dc un caminocomunal y prefiere pagar dos o tres francos al picapedrero, se necesita poner enmovimiento a doce o quince empleados del Estado y emborronar ms de cincuenta hojasde papel, antes que el rbol pueda ser vendido o que el campesino reciba el permiso deaportar dos o tres francos a la caja de la comuna.

    Y si alguna duda os ofrece esta afirmacin encontraris estas cincuenta hojas,debidamente enumeradas por Tricoche, en el Journal des Economistes.

    Esto, fijarse bien, sucede bajo el mando de la tercera Repblica, pues no hablo de los procedimientos brbaros del antiguo rgimen que se limitaba a llenar cinco o seispapeletas. Sin duda por esta diferencia dicen los sabios que en aqella poca brbara elpapel que el Estado desempeaba era ficticio.

    Si solamente sucediera esto, podramos nicamente quejarnos de un exceso de veintemil funcionarios y de un gasto intil de mil millones en el presupuesto. Una bagatela paralos amantes del orden y de la regimentacin.

    Pero hay algo peor en el fondo. Hay el principio que lo ha matado todo. Loscampesinos de un pueblo tienen mil intereses comunes; intereses de hogar, de vecindad,de relaciones constantes. Forzosamente vense obligados a unirse para mil cosas diarias.Pero el Estado no quiere, no puede consentir que se unan. Con darles la escuela, el cura,el guardia civil y el juez, cree que debe bastarles. Y si surgen otros intereses quiere quepasen por las manos del Estado y de la Iglesia.

    Hasta fines de 1883, les estaba severamente prohibido a los campesinos francesesagremiarse, aunque slo fuese para comprar juntos abonos qumicos o para regar suscampos. En 1883-86 la Repblica se decidi a otorgar este derecho a los campesinos, nosin votar con muchas precauciones y obstculos la ley sobre los sindicatos.

    Y nosotros, embrutecidos por la educacin estatista, somos capaces de alegrarnos delos progresos recientemente realizados por los sindicatos agrcolas, sin avergonzarnosante la idea de que este derecho del cual estuvieron privados los campesinos hastanuestros das, perteneca en la Edad Media a todos los hombres, libres o siervos, sinrefutacin posible. Esclavos como somos, vemos en estos progresos una conquista de lademocracia.

    He aqu a qu grado de embrutecimiento hemos llegado con nuestra educacin

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    falseada, iniciada por el Estado, y con nuestros estatistas!