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INTERPRETACIÓN SOBRE LAS MENINAS. (FOUCAULT)
En Las Palabras y las cosas se sostiene la tesis de que, en cada época opera una episteme
diferente, una experiencia desnuda del orden,1 un campo de visibilidad. La noción de episteme
permite ubicar los enunciados de los discursos en un periodo determinado, para asentarlos sobre una
positividad que los hace posibles. Al hablar de episteme Occidental, Foucault se refiere a la episteme
renacentista, la episteme clásica y episteme moderna; a través de ellas describe las relaciones que han
existido en determinada época entre los diferentes dominios del saber, la homogeneidad en el modo
de formación de los discursos, es decir, la episteme la podemos considerar una mirada horizontal
entre los saberes.2 La forma fundamental de la episteme renacentista había sido la semejanza; la de la
episteme clásica, el orden; la de la modernidad, la historia. Lo que el orden ha sido para la episteme
clásica –la forma y el contenido de lo que puede ser conocido con certeza–, la historia lo ha sido para
la episteme moderna.
A través de la arqueología, Foucault muestra dos grandes discontinuidades en la episteme
occidental: la que inaugura la época clásica (hacia mediados del siglo XVII) y la que, hacia
comienzos del siglo XIX, marca el umbral de nuestra modernidad. En esos dos momentos el orden
del pensamiento se ha visto modificado, es decir, la forma que utilizaba la razón para representar el
mundo cambia sustancialmente, la teoría de representación se ve modificada y se rompe el lazo que
une al lenguaje con lo que representa. Desaparece la teoría de la representación como fundamento
general de todos los órdenes posibles; se desvanece el lenguaje como enlace indispensable entre la
representación y los seres; el lenguaje pierde su lugar de privilegio. Sin embargo, el hombre entra por
vez primera en el campo del saber occidental.3
Con las Meninas de Velásquez, Foucault nos muestra cómo es que la transición de una
episteme a otra podía ser reconocida en ciertas producciones culturales. En esa configuración
discursiva muestra el fin de una episteme y el comienzo de otra, de tal forma que podemos comenzar
a hablar de modernidad para pensar el nuevo campo epistemológico del siglo XIX. El cambio
consiste en la apertura de un nuevo espacio para el pensamiento, una nueva episteme, cuyos efectos
los podemos advertir en el nuevo lugar que ocupará la Historia en la episteme moderna, desplazando
a la ciencia del orden y reacomodando el peso de la representación para esta nueva época, es decir, la
1 Foucault, Michel, Las palabras y las cosas, [Trad. Elsa Cecilia Frost], 2ª. Ed. Siglo XXI, México, 2010, pp. 14-15. 2 Castro, Edgardo, El vocabulario de Michel Foucault, Bernal, Buenos Aires, 2004, pp. 113-114. 3 Foucault, Michel, Las palabras… p. 16.
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historia es presentada como la madre de todas las ciencias del hombre.4 A partir del siglo XIX las
semejanzas observables y la identidad y diferencia que sustentaban a la ciencia general del orden
durante los siglos XVII y XVIII cederán su lugar a las analogías puestas en juego por la emergencia y
revaloración de la Historia en la modernidad:5
Una de las metáforas que Foucault emplea como recurso para explicar la transición de una
episteme a otra, subyace en los elementos y composición del cuadro de Las Meninas. La obra, abre el
espacio de la representación clásica y muestra en ella lo que se ve y los que ven, la reciprocidad y los
reflejos, hasta llegar a los reyes que sólo pueden ser considerados como fuera del cuadro, han sido
excluidos del espacio visible. Al considerar el vacío esencial que indica la inestabilidad en la época
de la representación, encuentra el anuncio del cambio de episteme clásica a la episteme moderna que
da origen a la edad del hombre. Antes del fin del siglo XVIII, el hombre no existía, por ello el pintor
aún no puede hacer presente al sujeto de la representación, no obstante, hace notar su ausencia como
anuncio de la invención del hombre como figura epistémica central, es decir, sobre lo que gira la
representación ha sido desplazado y sólo el espejo refleja algo que no pertenece al cuadro.
El espejo muestra lejanamente lo que es representado, como una duplicación débil. Es el
medio que emplea Foucault para ilustrar la próxima episteme, la invención del hombre en su posición
ambigua, como sujeto que conoce y objeto del saber. El hombre, ausente como sujeto central del
conocimiento en la episteme clásica, asumirá el papel hegemónico en la episteme moderna.
La obra presenta un juego de representaciones en donde se establece una relación de
reciprocidad entre el espectador y el cuadro, pues el espectador no sabe cuál es el objeto que se está
representado o si él mismo es el objeto de representación. No obstante, el objeto de representación
está en el cuadro, reflejado en el espejo que nadie mira, de tal manera que la pintura logra traer lo
invisible al plano de representación. En la época clásica, la posición del espectador, del sujeto
conocedor, no era la del contacto directo con el mundo sino la de quien permanecía retirado.
BIBLIOGRAFIA
Castro, Edgardo, El vocabulario de Michel Foucault, Bernal, Buenos Aires, 2004, pp. 397.
Foucault, Michel, Las palabras y las cosas, [Trad. Elsa Cecilia Frost], 2ª. Ed. Siglo XXI, México,
2010, pp. 398.
4 Ibid. p. 379. 5 Ibid. p. 232.