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Inspiración san agustín

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En la época de los padres de la Iglesia no se hablaba de la inspiración escriturística, se trataba de la inspiración en general y todo quedaba incluido en el tema de la profecía, de ahí que se hable de la inspiración profética “una y otra clase de inspiración eran, según los santos doctores, eran esencialmente iguales por el influjo de Dios en el entendimiento del hagiógrafo, diferenciándose solamente en el modo de expresar ese influjo divino o por la escritura en la inspiración bíblica o por la palabra en la profecía.” Rabanos, 74. “La inspiración se identifica con la iluminación.” Lope Ciruelo, 19.

“La inspiración bíblica abarca tres aspectos: el activo o la inspiración en Dios, el pasivo o en el hombre y el terminativo o en la Escritura” Rabanos, 74

Dios autor de la Escritura

“Por diversos modos nos enseña San Agustín que Dios es autor de la Sagrada Escritura.

(primero) Muchos son los nombres dados por San Agustín a la Escritura, que muestran el origen divino de ella: coloquios divinos (De vera religiones, c. 3, n. 5), testimonios divinos (De Gen. ad litt X, c. 6, n. 29) Venerable estilo del Espíritu Santo (Confess. Lib. 7, c.21, n.27), autógrafo de Dios, cartas escritas por Dios y enviadas a los hombres (Enarrat. In Ps. 90, serm. II, I)

2. La distinción agustiniana entre libros sagrados y no sagrados descansa sobre la autoridad divina de los libros ( De Civ. Dei, lib. 12 c. 9 n. 2; Contra Faust. Lib. II, c.5; Ep. 82, c. 2, n .5; Adv. Iudaeos, c. 1, n. 2; de doct. Christ., lib. 1, c.37). La autoridad de la Sagrada Escritura sobrepasa a la de los doctores y libros humanos (De 8 Dulcitii quaest., 3, n. 3; De Civ. Dei, lib. 14, c.7; Contra Faust., lib. 33, c. 6. La autoridad de la Sagrada Escritura proviene de que Dios es su autor (Serm. 235, c. 1, n. 1).

3. San Agustín afirma clara y explícitamente que Dios es autor de la Sagrada Escritura (Enarrat. In Ps. 114, 3) Rábanos, 76-77. “San Agustín realza el factor divino, porque pretende siempre poner de relieve la autoridad de la Biblia” Lope ciruelo, 19.

“Las afirmaciones agustinianas son tan rotundas que se le ha de leer con algún cuidado. Contra los que afirmaban que Cristo fue un gran sabio, mientras que los apóstoles fueron embusteros, insiste en que “la Cabeza dicta a la mano” y “la voz del discípulo es la voz de Cristo”.

El hombre autor de la Sagrada Escritura (De Civ. Dei, lib. 18, c. 41)

Los autores divino y humano

El factor humano se pone de relieve en casos en que el contexto lo reclama: por ejemplo, cuando Agustín hace la defensa de Moisés contra los maniqueos, o cuando hace algunas reservas sobre el mismo Moisés, o sobre el autor del Pentateuco en general, sin afirmar que sea Mosiés, o cuando duda del autor humano de la Epístola a los hebreos”. Lope Ciruelo, 21

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“Donde hay dos o más agentes para la realización de una obra común, allí se exige necesariamente orden o jerarquización de actividades: o la obra se atribuye igualmente a los dos agentes o distintamente, es decir, a uno primariamente y a otro secundariamente.” Rabanos, 78

“Los hagiógrafos son considerados por él (san Agustín), como por todos los Santos Padres y Doctores de la Iglesia, como instrumentos y ministros de Dios . Rábanos, 79

“Dios, para la composición de la Sagrada Escritura, se vale de los hagiógrafos como instrumentos (De Civ. Dei II, 3). “Oigamos qué es lo que dice el Espíritu Santo por boca del Santo Profeta” (Ps. 33, serm. 2, 2, I) “A otros autores leo de modo que por mucha santidad y ciencia que gocen no lo juzgo verdadero porque ellos así lo sintiesen, sino a ello me persuadieron por medio de aquellos autores canónicos”(Epís. 82,3) “Parece muy pernicioso creer… que aquellos hombres, por quienes la Escritura nos ha sido dispensada y escrita, pudiesen decir mentiras en sus libros”Epíst. 82,3 “El Espíritu Santo, que por los hagiógrafos hablaba, no hubiera querido enseñar esto a los hombres (la figura del cielo…) si no les fuera provechoso” (De Gen. ad litt. II, c. 9, n. 20). Cit. Por Rábanos, 79-80.

“La acción instrumental de los hagiógrafos está declarada por la preposición per, por o por medio de y la expresión por boca de; dicha acción viene unida con la acción del agente principal, que es el Espíritu Santo.” Rábanos, 80

“La filosofía nos enseña que el agente principal usa del instrumento según su propia naturaleza. De donde al usar de los hagiógrafos para la composición de la Escritura, los dejó en el ejercicio de sus facultades intelectivas y volitivas, lo cual vale tanto como decir que no usó de ellos

mecánicamente, sino de un modo humano como instrumentos vivos. “Dios habla por medio del hombre conforme al modo del hombre, porque hablando así nos encuentra a nosotros” (De Civ. Dei, lib. 17, c. 6, n. 2)

“San Agustín afirma la actividad humana de los hagiógrafos. “Me atrevo a decir, hermanos míos, que quizá ni el mismo Juan dijo como es, sino como pudo, porque el hombre dijo de Dios, y sí lo dijo inspirado por Dios; pero, al fin y al cabo, hombre. Porque era inspirado, dijo algo; si no hubiera sido inspirado, no diría nada. Más porque era hombre inspirado, no dijo todo lo que es, sino dijo lo que podía el hombre” In Ioann. Evang. Tract I, C. I, n. 1.

La inspiración no excluye la investigación de lo que se ha de escribir: “De lo cual confieso que ignoro la causa, a no ser que aquellos a quienes el Espíritu Santo revelaba lo que había de servir de autoridad de la religión escribieran unas cosas por su investigación histórica, como hombres, y otras, como profetas, por inspiración divina” De Civ. Dei, lib 18, c. 38 , Rábanos 81. “Los profetas, aunque necesitaron de una revelación especial de las cosas sobrenaturales, no estuvieron exentos de un estudio propio, como lo atestigua la Escritura misma en el caso del autor del II Mac., c. 2 v. 24, y San Lucas, c. 1, vv. 1-3” De cons. Evang. Lib. 2, c. 12, n. 27, Rábanos 82.

La misma escritura demuestra que los hagiógrafos escribieron sus libros, ejerciendo la actividad propia y de un modo proporcionado a su carácter propio y peculiar, a su cultura, y a sus cualidades

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personales: “Es claro que cada uno explicó según que cada uno lo recordaba, y como cada uno lo tenía en su corazón, a pesar de explicar la misma sentencia” (De cons. Evang. Lib. 2, c. 12, n.27 cita por Rábanos 82.

Esto no impide que el hagiógrafo escriba lo que Dios quiera: “Es bastante probable que cada uno de los evangelistas creyese que debía contar con el mismo orden en que Dios hubiera querido traer a su memoria las mismas cosas que narraba, mientras en estas cosas, cuyo orden fuese éste o aquél, nada hubiese que repugnase a la autoridad y a la verdad evangélicas. Mas cualquiera que con piadosa diligencia buscare, ciertamente hallará, ayudado por la divina gracia, por qué el Espíritu Santo, dividiendo sus propios dones según quiere y gobernando y rigiendo sin duda, para que recuerden lo que escribieron las inteligencias de los hagiógrafos, permita ordenar su narración a uno así y a otro de otra manera” (De cons. Evang. Lib 2, c. 21, n. 51 y 52.) citado por Rábanos 82.

Dios, al servirse de los hombres para la composición de la Biblia, no les despoja de sus imperfecciones. La Escritura nos muestra estas imperfecciones en la oscuridad de las sentencias, en la inexactitud del estilo, en los barbarismos, etc. Lo cual quiere decir que los hagiógrafos, al escribir sus libros, no eran instrumentos meramente mecánicos, cuyas manos se movía solamente al impulso de Dios, sino instrumentos racionales, dotados de la acción realmente humana, personal, e individual, ya en lo concerniente al estilo y forma literaria como a las cosas que debían escribir. Y la razón de ello descansa en que aquellas imperfecciones no pueden ser atribuidas al Espíritu Santo, sino a los hagiógrafos, que las cometen a causa de la falta de claridad en concebir y de orden y elegancia en disponer y expresar las cosas. Cfr. Tract in Ioan I,I

Naturaleza de la inspiración

“San Agustín acentúa la acción de Dios y la del hagiógrafo, pero no se cuida de precisar lo que se ha de adscribir al uno y al otro. Nunca le pasó por las mientes que pudiera darse contradicción alguna entre ambos factores, puesto que para él se trataba de una aplicación concreta de la teoría del concurso en la que nunca halló contradicción.” Lope Ciruelo, 22

“Entre todo lo que se requiere para llamarse y ser autor de un libro lo primero y principal es que lo conciba y lo forme el entendimiento; una vez concebido y formado en el entendimiento, ya lo puede expresar externamente sobre el códice. Dios, siendo autor del libro, debe tener primeramente en su entendimiento las ideas que se han de escribir y en cuanto se han de escribir , para después, por ser autor principal del libro, comunicarlas a los hombres, que las han de poner por escrito. Por la misma razón el hombre, siendo también autor del libro, debe concebir las mismas ideas que ha de escribir y concebirlas, por ser autor instrumental del libro, merced a la comunicación divina.” Rábanos 84.

“La concepción y el conocimiento profético pertenece mayormente a la mente” (De Gen, ad litt., lib. 12, c. 9) Rábanos 84

“El que quiere escribir un libro debe, ante todo y sobre todo, saber lo que ha de escribir; es decir, el hagiógrafo debe tener en la mano o adquirir el conocimiento de lo que ha de consignar. ¿De

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dónde o cómo lo adquiere? De dos maneras, a saber: o naturalmente, por propia investigación, o sobrenaturalmente, por revelación divina. Ahora bien: ¿es necesaria la revelación divina? No; el hagiógrafo puede adquirir la noticia de lo que ha de escribir por conductos humanos, y Dios es autor de la Escritura aunque no revele nada al escritor sagrada. Sin embargo, la revelación divina acompaña alguna vez a la inspiración.” Rábanos 84

“Pudo suceder que viniese a la mente de Mateo, que escribía el Evangelio, el nombre de Jeremías por el de Zacarías, lo cual hubiera sido corregido si le hubieran avisado los que pudieron leerlo en la vida del evangelista, a no ser que éste pensase que, regido por el Espíritu Santo, no en vano se le ocurrió un nombre por otro, si es que no declaró Dios que fuese escrito así” De cons. Evang. Lib 3, c, 7, n. 30 Rábanos 86. Estas palabras pueden ser entendidas de que el hagiógrafo no necesita de revelación divina para escribir su libro, aunque Dios le dirija en la adquisición del material bibliográfico” 86

En el comentario al Libro del Génesis Agustín plantea la cuestión de si puede llamarse profeta a aquel que recibe visiones o sueños, concluyendo que es profeta aquel a quien Dios ilumina en el entendimiento y no sólo percibe acontecimientos revelatorios. (XII,9). “No es profeta del verdadero y sumo Dios quien ve las visiones divinas sólo con el cuerpo o con aquella parte del espíritu en que se perciben las imágenes, quedando sin verlas con el entendimiento” (Contra Adimantum 18,2) Rábanos 82

A veces, principalmente cuando debe consignarse algo inasequible o de difícil acceso al hagiógrafo, le auxilia Dios con la revelación o adquisición sobrenatural de las cosas, aun previamente a la investigación natural del hagiógrafo Cfr. Rábanos 89 Encontramos algunas reflexiones en el Tratado de evangelio de Juan al referirse al bautista: “Porque era inspirado, dijo algo; si no hubiera sido inspirado, no diría nada. Mas porque era hombre inspirado, no dijo todo lo que es, sino dijo lo que podía decir el hombre” (I,I,1)

“Por parte de la mente se requiere y basta en la inspiración, considerada en sí misma, que el entendimiento, quizá tras largas horas, variadas y muchas investigaciones meramente naturales, juzgue la verdad de lo recogido o investigado. Para ese juicio necesita los auxilios divinos y la elevación de su entendimiento; en dicho juicio consiste lo que llamamos inspiración” Rábanos 90

“La acción divina en el hagiógrafo es positiva: Dios mueve positivamente las facultades del hagiógrafo, impeliéndole inmediata y físicamente a escribir. No se trata, pues, de una influencia moral ni tampoco de una acción mediata. Tal influencia no pertenece al gobierno ordinario de la Providencia, porque excluye todas las fuerzas naturales y pertenece al orden estrictamente sobrenatural.” Lope Ciruelo, 23. Dentro de ese orden sobrenatural la inspiración no pertenece a la gracia llamada “gratum faciens”, puesto que la reciben Balaán, Saúl, Caifás, y Pilatos, aunque de un modo transeúnte. Pero por eso mismo vemos que se trata de una gracia transeúnte y no de una gracia habitual” Lope ciruelo, 23. “Dios da la orden de escribir, es decir, impulsa a escribir y el impulso se mantiene durante todo el trabajo. La acción divina recae, como sujetos propios, sobre el entendimiento y la voluntad humanas, en cuanto que todo lo sensorial e imaginario queda

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dirigido y subordinado al lumen mentis et intelligentiae, o logran su fruto como un fructus mentis ad intelligentiam.” Lope ciruelo 24 (De Cons. Evan 1,1,2s; De gen. ad litt. 1,1,2s; 12,9,20;12,11,24; 12, 24,50).

“Puede verse el factor humano puesto de relieve en muchos pasajes. A cada frase, en que se acentúa la acción de Dios, corresponde otra en que se acentúa la acción del hombre.” Lope Ciruelo, 26.

“El juicio que ha de dar el hagiógrafo puede ser especulativo y práctico. El juicio especulativo recae sobre la verdad de lo escrito, y el práctico sobre lo escrito sin dejar de influir en la forma externa o envoltura literaria de los juicios.” Rábanos 90

“El efecto inmediato de Dios en los juicios especulativos es que estos juicios, en cuanto ordenados para ser escritos, no sean juicios mera y simplemente humanos, sino juicios principalmente divinos. Dios, salvando la actividad propia del hagiógrafo, rige la mente de éste como quiere; la mueve tan según su naturaleza propia que puede no percibir la moción sobrenatural, pero también tan infaliblemente que el hagiógrago no puede no ver la verdad y certeza de los juicios.” Rábanos, 90

San Agustín afirma de la luz divina en el entendimiento del profeta y del hagiógrafo: “El Espíritu Santo no influye igualmente en todos los profetas, sino en unos por la influencia sobre el espíritu, donde se reciben las imágenes de las cosas; en otros sobre la inteligencia, fruto de la mente, y en otros con ambas inspiraciones” (De div. Quaest. ad Simpli. Q. 1, n. 1) “Quienes escribieron las Escrituras eran hombre; su luz era recibida. La verdadera luz era Aquel que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.” Tratado sobre el Evangelio de San Juan I,6. “El tercer género de visión es según la intuición de la mente, por el cual son entendidas la verdad y la Sabidura (Contra Adimanto 28,2) “Quien escribe siempre es determinado objetivamente a escribir en virtud de (un) juicio práctico, que concibe el objeto de la voluntad bajo la razón de verdadero, tendremos que el Santo, como todos los autores, debió conceder este juicio al hagiógrafo, el cual debía seguir infaliblemente bajo el influjo divino aquel juicio en orden a consignar por escrito estos y solos estos determinados juicios.”Rábanos, 92.

San Agustín reflexionando sobre el sentido de las palabras en Tratado del Evangelio de San Juan(120,2), en la obra Contra Adimanto (11) y en La doctrina cristiana (II,6,7s) expresa que las palabras que aparecen en la Sagrada Escritura son dadas por Dios al hagiógrafo, por eso tiene un sentido profundo que sólo el autor divino quiso dar, pero además estas palabras están escritas en lenguaje humano, de ahí que algunas sean obscuras o suenen mal a los oídos de algunos. Esto no quita que no sean inspiradas y que Dios con ellas quiso dar un mensaje profundo.

En cuanto al criterio para que un libro sea inspirado, San Agustín se fija sobre todo en la “autenticidad” o en la “canonicidad” porque sólo a la Biblia se le rinde el homenaje absoluto de la fe. Y junto con la canonicidad viene la inspiriación, ya que dar un libro por apostólico o profético incluye el darlo por inspirado o divino, supuesto que los profetas hablan en nombre de Cristo y

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bajo su acción. Agustín insiste en que tan sólo por medio de la tradición eclesiástica nos comunica el Señor un hecho que pertenece al orden sobrenatural” Lope Ciruelo 28

La reflexión sobre la inspiración que desarrolló San Agustín es continuada por Santo Tomás, repitiendo en algunos momentos lo dicho por el obispo y en otro momento haciendo su propia síntesis ayudándose de la filosofía aristotélica. Así se convierte en un pilar de la moderna reflexión teológica sobre la inspiración. Enumeremos algunos elementos de su pensamiento sobre este tema, enmarcados en su Tratado sobre la profecía contenido en II-II, 171-180de la Suma Teológica y en otros pequeños escritos.

“La profecía consiste principalmente en conocimiento, porque los profetas conocen cosas que están lejos del conocimiento humano” 171,1…la profecía consiste secundariamente, en una locución, en cuanto los profetas anuncian, para edificación de los demás, las cosas que conocen por revelación de Dios, 171,1 “Las cosas reveladas divinamente, y que están por encima del conocimiento humano, no pueden ser confirmadas por la razón humana, porque ésta no las alcanza sino por obra del poder divino” Art 1. “Dado, pues, que la profecía pertenece al conocimiento que supera el orden natural…síguese que para la profecía se requiere una luz inteligible superior a toda luz de la razón natural” A. 2 “…la luz profética reside en el alma del profeta como una pasión o impresión pasajera.. así como el aire necesita siempre una nueva iluminación, así también la mente del profeta necesita una nueva revelación” a. 2 “el conocimiento profético tiene lugar mediante una luz divina, con la que pueden conocerse todas las cosas sean divina o humanas, espirituales o corporales.” A.3. Ante la cuestionante de si el profeta conoce por inspiración todas las cosas que se puede conocer proféticamente Tomás responde: “ “El Señor revela a los profetas todas las cosas necesarias para la instrucción del pueblo fiel; pero no a todos ellos, sino parte de ellas a unos y parte a otros.” A.4 resp. 1 “La profecía puede considerarse como algo imperfecto en el orden de la revelación divina.”a.4 resp 2. “La mente del profeta es ilustrada por Dios de un doble modo: mediante una revelación expresa y mediante cierto instinto, que, a veces, recibe la mente humana sin saberlo, tal como dice San Agustín en II Super Gen. ad. Litt. Art, 5 “… a veces es incapaz de distinguir adecuadamente si las ha pensado por instinto divino o por su propio espíritu, puesto que no todo lo que conocemos por espíritu divino se nos manifiesta con certeza profética, porque ese instinto es algo imperfecto en el orden de la profecía.” A.5 “la profecía es un conocimiento intelectual impreso en la mente del profeta a modo de enseñanza por la revelación divina. Ahora bien: la verdad del conocimiento en la mente del discípulo es idéntica a la que existe en la mente del maestro”.A. 6 “la profecía propiamente dicha no puede proceder de la naturaleza, sino únicamente de la revelación divina” c. 172,1. “así como Dios, al ser causa universal en el obrar, no necesita una materia ni disposición de la materia misma en los efectos corpóreos, sino que puede proporcionar, a la vez, la materia, la disposición y la forma, tampoco exige una disposición previa en los efectos espirituales,” a.3. “la profecía puede darse sin caridad, como lo demuestra un doble argumento. En primer lugar, por el acto de cada uno: la profecía pertenece al entendimiento, cuyo acto es anterior al de la voluntad, a la cual perfecciona la caridad. En segundo lugar, por el fin de cada una: la profecía, al igual que otras gracias gratis dadas, se concede para utilidad de la Iglesia. Pero, si consideramos la rectitud

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de costumbres según las pasiones del alma y las acciones externa, la maldad de costumbres supone un impedimento para la profecía, porque para ésta se requiere la elevación de la mente a la contemplación de lo espiritual, y la mente queda impedida por una pasión vehemente y por una dedicación desordenada a las cosas externas.” 172,4. “en la revelación profética intervienen cuatro factores: influjo de la luz inteligible, infusión de especies inteligibles, impresión u ordenación de formas imaginarias y expresión de formas sensibles.” 173,3. Hay que decir que en algunos explicados claramente por el aquinate se produce abstracción de los sentidos y en otros no. “En la revelación profética, la mente del profeta es movida por el Espíritu Santa como un instrumento imperfecto con respecto al agente principal. Y es movida no sólo a percibir algo, sino también a decir o hacer algo… Y cada una de ellas se produce con algún defecto en el conocimiento, pues cuando la mente del profeta es movida para percibir alguna cosa, unas veces es movida para percibir sólo esa cosa y otras va más allá y conoce que eso le es revelado por Dios. Igualmente, a veces es movida la mente del profeta para hablar, de suerte que entiendo lo que el Espíritu Santo intenta con sus palabras,…Otras veces, en cambio, aquel cuya mente es movida a pronunciar unas palabras no entiende lo que el Espíritu Santo quiere significar por ellas…De igual modo, cuando el Espíritu Santo mueve la mente de alguien para que haga algo, a veces éste conoce lo que significa…Pero otras veces no lo entiende…Por tanto, cuando alguien sabe que está siendo movido por el Espíritu Santo para proferir un juicio sobre algo, de palabra o de obra, se da profecía propiamente dicha. Pero cuando es movido sin que él lo sepa, entonces no hay profecía perfecta, sino instinto profético. Pero conviene tener en cuenta que la mente del profeta es un instrumento imperfecto… y los verdaderos profetas no conocen todo lo que el Espíritu quiere significar en sus visiones, palabras o hechos. C.173, a.4

Atendiendo a una reflexión hecha por San Jerónimo en el Prólogo al Libro de los Reyes y utilizada como objeción donde distingue entre profetas y hagiógrafos: “Todos aquellos a los que llama profetas, tales como Isaías, Jeremías, tuvieron la visión imaginaria a la vez que la intelectual; no así los que él llama hagiógrafos, que inscribían bajo la inspiración del Espíritu Santo, como Job, David, Salomón y otros. Luego parece más apropiado llamar profetas a aquellos que poseen la visión imaginaria junto con la intelectual que a los que sólo poseen la intelectual” 174, 2, obj. 3. Santo Tomás responde a tal objeción con la siguiente respuesta: “si Dios infunde a alguien la luz intelectual no en orden a conocer cosas sobrenaturales, sino para conocer a luz de la certeza divina aquellas cosas que pueden conocerse mediante la razón humana, entonces tal profecía intelectual es inferior a aquella otra que va acompañada de una visión imaginaria que la conduce a la verdad sobrenatural. Es ésta la profecía que poseyeron todos los que se cuentan entre los profetas, los cuales se llaman especialmente profetas por haber desempeñado un oficio profético y haber hablado en nombre del Señor…No hacían esto los hagiógrafos, algunos de los cuales hablaban más frecuentemente de cosas que están al alcance de la razón, y no en nombre de Dios sino en el propio, aunque ayudados por la luz divina.” 174, 2, resp. 3. Así pues el hagiógrofo posee una forma imperfecta de la profecía. Es claro que en el profeta en sentido estricto se distingue el carácter propiamente iluminativo de Dios por todo lo que significa la profecía, pero en el hagiógrafo hay elementos bien claros de la iluminación, aspecto que queda muy claro en el texto citado anteriormente.

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Josué Valentín Góngora