Infante Bonfiglio, José María-La Ideología Política Al Servicio de La Seguridad y La Seguridad en La Teoria Política

ALED – 2015: Publicación Conmemorativa das “Actas de Puebla”

Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

X Congreso Internacional da ALED

(28 a 31 de octubre de 2013)

DIVERSIDAD CULTURAL, PROCEDIMIENTOS DE HIBRIDACIÓN Y LA

MULTIMODALIDAD EN EL DISCURSO

LA IDEOLOGÍA POLÍTICA AL SERVICIO DE LA SEGURIDAD Y

LA SEGURIDAD EN LA TEORÍA POLÍTICA

José María Infante Bonfiglio1

Resumen: La aparición del término seguridad en política es errática y el concepto de

seguridad en la teoría es ambiguo. El objetivo de esta ponencia es mostrar que esta

ambigüedad es léxica y sintáctica pero sobre todo, implícita: siempre se refieren a una

otredad, a un enemigo amenazante que es un fantasma inscrito en un imaginario y que, en

el caso de la teoría política, casi nunca se enuncia. La cosa amenazante puede ser ubicada

topológicamente, como en las teorías geopolíticas, aunque la mayoría de las veces se ubica

en el espacio de lo siniestro, es decir en el no-espacio. Se analizan los clásicos del

pensamiento político, desde Machiavelli hasta nuestros días y el lenguaje del poder

asociado, el que, como lo señala Noam Chomsky en numerosos trabajos, consiste en

demonizar a quien está circunstancialmente contra los intereses del poderoso.

Palabras clave: seguridad, políticas de seguridad; seguridad ambiental; seguridad personal.

Abstract: The appearance of the term security policy is erratic and the concept of security

in theory ambiguous. The aim of this paper is to show that this ambiguity is lexical and

syntactic but especially implied: always refer to an otherness, a threatening enemy who is a

ghost enrolled in an imaginary and, in the case of political theory, hardly ever stated. The

thing may be located topologically threatening, and geopolitical theories, but most of the

time located in the space of the uncanny, in other words, in the non-space. The classics of

political thought are analyzed, from Machiavelli to the present day and the language of the

associated power, which, as noted by Noam Chomsky in numerous works, is demonizing

who is circumstantially against the interests of the powerful.

Keywords: security, political security, environmental security, personal security

1Doctor en Psicología. Profesor investigador en la Universidad Autónoma de Nuevo León desde 1976. Su

interés principal (pero no el único) se ubica en el estudio del comportamiento político en sus múltiples

facetas, entre ellas el discurso.







Introducción

Algunos autores sugieren que el término seguridad parece haber aparecido en la

tradición del pensamiento occidental con Cicerón2 (trad. 1997). Allí, al final del texto,

Cicerón señala que hay dos aspectos a considerar en las cosas que hacen a la utilidad en los

estados, la que se presenta mediante dos procesos: la incolumitas (seguridad) y la potentia

(poder, fuerza). En lo que hace a la seguridad, piensa que el territorio, los puertos, el dinero,

la armada, los soldados y los aliados son quienes más contribuyen a la seguridad. En esos

dos aspectos, la seguridad y la potencia, la primera consiste en garantizar la vida de manera

segura y eficaz. Por potencia debe entenderse el conjunto de los medios suficientes para

preservar los propios recursos y debilitar los ajenos. Unas líneas después, al ordenar las

necesidades, ubica en primer lugar la dignidad, en segundo a la seguridad y por último a la

conveniencia; la dignidad y la seguridad estarían casi siempre en conflicto y el dilema

moral es por cuál de las dos decidirse en función de las circunstancias.

Quizá las bases de lo que ahora llamamos seguridad nacional hayan aparecido en los

tratados que se conocen como Paz de Westfalia, firmados en Münster, Westfalia, el 24 de

octubre de 1648; allí, Francia impuso su doctrina de la razón de estado como justificación

de la actuación internacional y la correspondiente de que al interior de los países los

gobernantes debían proporcionar seguridad a todos los habitantes. Las reflexiones

posteriores llevaron a conceptualizar sobre ‘espacio’ y consiguientemente ‘geopolítica’.

A principios del siglo XX, Gran Bretaña y Francia utilizaron en su discurso oficial

el término seguridad en dos niveles; en un nivel general, para indicar una cierta

conformidad con el statu quo y la supuesta paz, mientras que el nivel local aludían al

2casi diríamos que es natural que haya discrepancias sobre la fecha de redacción de La invención retórica, pero parece haber sido redactada en -88 o -87 y publicada en -55 (cuando contaba entre 15 y 17 años).







compromiso de los ciudadanos con los intereses nacionales, eliminando toda diversidad o

diferencia (Wæver, 2009).

A partir de 1945, la teoría de la seguridad fue insertada en el contexto de la guerra

fría y toda toma de decisiones en la política internacional (y también en los asuntos

internos) debía justificarse en función de una vaga noción de seguridad, que era usada

ideológicamente, pero donde ambos bloques coincidían en justificar sus acciones opuestas

en los mismos términos de seguridad.

En la década de los años 70 en el siglo pasado los regímenes totalitarios del cono

sur latinoamericano justificaron sus actos de barbarie y sus asesinatos con la idea de

proteger la seguridad nacional; en algunos casos, como se conoció luego, fueron alentados

por el departamento de Estado de Estados Unidos, como en el caso de Chile (de otros

países no se tienen evidencias, pero a la luz de toda la información que se ha filtrado en los

últimos tiempos, no sólo Estados Unidos ha participado en múltiples operativos de

intervención directa o indirecta en los asuntos internos o externos de otros estados, lo cual

constituye un delito contemplado en el Código de Crímenes contra la Paz y la Seguridad de

la Humanidad).

La ONU definía en 1986 la seguridad como una condición en la que los estados-

nación consideran que no hay peligro por un ataque militar, presiones políticas o coerción

económica por parte de otro, de modo que son capaces de impulsar su propio desarrollo y

progreso. Esta definición oficial deja ambigua la consideración sobre ‘estado’, pero

también la ONU admitía que el concepto mismo de seguridad es relativo, debiendo

considerarse a la seguridad tanto en el nivel nacional como en el internacional como

asuntos de grado, siendo la seguridad internacional un asunto de cooperación entre estados

(lo que ya había sido establecido en la paz de Westfalia). En la 95° sesión plenaria,







celebrada en 1986, se encomendaba a la Comisión de Derechos Internacional la elaboración

de un Código de Crímenes contra la Paz y la Seguridad de la Humanidad, la que llevó a

cabo numerosos debates y publicó un cuantioso número de documentos sobre el tema, que

iban desde la indiferenciación de los conceptos ‘crímenes contra la paz’ y ‘crímenes contra

la seguridad de la humanidad’ hasta su especificidad en cuanto a los tipos de acciones que

deberían incluirse en la consideración de delitos. Posteriores trabajos, no sólo de la

mencionada Comisión, sino de otros organismos de la ONU, llegarían a definir la seguridad

ciudadana como una de las condiciones necesarias para que las personas puedan adquirir un

desarrollo personal que complete los requerimientos ideales de nuestras modernas

concepciones sobre el ser humano. Se contempla, asimismo, que no habrá fortalecimiento

de la seguridad ciudadana si al mismo tiempo no se construyen formas de convivencia

acordes a principios democráticos, las cuales deben tener como uno de sus principales

objetivos proteger, de manera eficaz y apegada a los principios de los derechos humanos, la

integridad física y material de las personas.

Por su parte, el Consejo de Europa, en su reunión de los días 29 al 31 de mayo de

2001, indicaba que (citado por Brotat i Jubert 2002): “Reconocer que no hay libertad sin

seguridad y que vivir dentro de un marco de certeza, constituye un derecho fundamental del

hombre”.

Buzan, Wæver y de Wilde (1998) hablan de un complejo de seguridad para referirse

al conjunto de estados cuyas respectivas percepciones de mayor seguridad están

interrelacionados de tal manera que sus problemas de seguridad nacional no se pueden

analizar o resolver de un modo razonable de manera independiente, es decir que se requiere

de la cooperación internacional para proporcionar mayor seguridad a los seres humanos.







Introducen la idea de segurización como la versión más extrema de la politización, dando a

entender que el asunto está presente como una amenaza existencial, que requiere medidas

de emergencia, y justificando así acciones que se encuentran fuera de los límites normales

del proceso político, remarcando que la identificación de una amenaza existencial adquiere

un papel fundamental.Esta identificación debe contar con una amplia aceptación de vastos

sectores de población; aunque admiten que puede haber instancias en los que la palabra

seguridad puede aparecer sin esta lógica y que, en algunos de los casos en que opera de

acuerdo con esta lógica, la referencia a la seguridad es sólo metafórica.

La segurización es un proceso discursivo en el nivel de la acción política, por el cual

se construye un entendimiento intersubjetivo al interior de esa comunidad, cuyo objetivo es

ubicar un cierto objeto (de existencia real o imaginaria) como constituyente de una

amenaza a otro objeto de referencia valorado de manera especial, lo que permite hacer

llamados a la búsqueda de medidas excepcionales que permitan enfrentar y eliminar esas

amenazas

Desde la perspectiva sociológica, seguridad puede asociarse a (in)vulnerabilidad.

Giddens (2007) habla de democratización cotidiana para referirse al fenómeno de las

sociedades posindustriales donde se da una democratización de la vida cotidiana, pero

donde no se presenta una mayor seguridad ni tampoco una mayor sensación de seguridad.

Apunta a los cambios que se han dado en materia de riesgos a la seguridad en los países de

la Unión Europea a partir de 1989: las nuevas formas de terrorismo, la proliferación

nuclear, los enfrentamientos de alcance regional, el debilitamiento del estado en algún país

y la organización transnacional de la delincuencia.

Se ha definido a la vulnerabilidad social como la predisposición a ser afectado por

un evento natural y contar con poca resiliencia o capacidad para prevenir, recobrar o







adaptarse a las condiciones de deterioro socioambiental y de eventos hidrometeorológicos

extremos (Oswald, 2011). Sin embargo, al limitar la causa de los perjuicios a eventos

naturales, esta definición reduce notoriamente la consideración del fenómeno. Hay muchas

expresiones de vulnerabilidad social que se relacionan con marginación política y social,

fragilidad económica, prejuicios etnocéntricos y otras condiciones socioculturales que

constituyen amenazas a la seguridad social que quedarían excluidas al adoptarse una

definición como la propuesta por U. Oswald.

Ulrich Beck (2012) dice que el trabajo y la vida humana de los ciudadanos de todos

los países en la actualidad, sin excepción, se caracterizan por la diversidad y la inseguridad.

La llamada flexibilidad laboral, que consiste simplemente en facilitar a los empresarios el

despido de los trabajadores, significa que tanto el estado como la economía trasladan los

riesgos al individuo, dejándolo expuesto a diversos tipos de trauma.

Prácticamente en todas las naciones, existe un grupo especialmente vulnerable: las

mujeres; en los desastres naturales, quienes son habitualmente más afectados son las

mujeres, ya que mueren más y pierden más bienes, elementos asociados a la condición

previa de marginación social a la que suelen estar sometidas.

Para David Roberts (2013), el enfoque académico sobre la seguridad ha tenido un

vuelco a partir de los años posteriores a la llamada guerra fría. Por un lado, se han buscado

enfoques más amplios y comprehensivos sobre la violencia, no limitándose a guerras o

conflictos entre estados, sino incluyendo también la destrucción ambiental y la escasez de

recursos; en otra dimensión, se propone dejar de considerar a las instituciones estatales

como objeto central de investigación para centrarse en los seres humanos. El campo

disciplinario de las relaciones internacionales ha sido dominado desde la primera guerra

mundial por el realismo, en una concepción hobbesiana del estado, por el cual el uso y







fabricación de armas de destrucción masiva cubrían todos los temas de la agenda

internacional, mientras que dictadores tercermundistas eran manipulados por los miembros

del comité permanente de Naciones Unidas para mantener el balance entre países.

Un artículo publicado por Richard Ullman en 1983, que llevaba por título

‘Redefiniendo la seguridad’ marcó los inicios de un nuevo enfoque, separándose del

argumento realista y analizando las implicaciones para la inseguridad derivadas del

deterioro ambiental, las guerras civiles y el empobrecimiento (Roberts, 2013). La idea de

seguridad ya no se puede limitar al campo militar y el objeto a ser asegurado ya no es el

estado sino el ser humano.

En 1994, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD 1994)

introdujo una nueva comprensión de la seguridad humana. Se partió del reconocimiento de

que hasta esa fecha, el concepto de seguridad se había interpretado de manera estrecha,

vinculado a la seguridad del territorio contra las amenazas del exterior, también asociado a

la protección de los intereses nacionales o a la seguridad internacional en peligro por un

posible desastre nuclear; en todo caso, siempre pensada en la dimensión del estado-nación y

no en la dimensión humana, de la gente de carne y hueso. Se señalaron cuatro

características esenciales con relación al concepto básico:

- la seguridad humana se ha convertido en un motivo de angustia universal.

Concierne a todos los seres humanos, cualquiera sea su condición. Algunas de sus

amenazas, como el desempleo, el delito, la contaminación ambiental, los estupefacientes o

las violaciones de derechos humanos, pueden variar en intensidad según diferentes

contextos, pero son amenazas reales y, lo peor, que van en aumento.

- los componentes son interdependientes, en modo transversal y vertical.







- se hace más fácil corregir los problemas de la seguridad humana mediante

políticas de prevención que mediante intervenciones a posteriori.

- la seguridad humana se centra en los seres humanos. Atiende a las formas en que

la gente vive en sociedad, la libertad que posee para optar por lo que le es más conveniente,

las posibilidades de acceso a los mercados y la existencia de las condiciones para vivir una

vida en paz libre de conflictos.

Existen dos aspectos principales de la seguridad humana: el resguardo contra

amenazas crónicas como el hambre o las enfermedades y la protección contra las

alteraciones repentinas y dolorosas de la vida cotidiana. Cuando la gente siente amenazas

contra su seguridad suele hacerse más intolerante, como es el caso de las pasiones

xenofóbicas en todo el mundo. No se trata de conductas reactivas o defensivas, como en el

caso de la seguridad militar, sino que la seguridad humana es un concepto integrador que

busca la participación de la gente en la pretensión de una mejor calidad de vida. Las

amenazas contra la seguridad humana pueden ubicarse en siete categorías principales:

económica, alimentaria, salud, ambiental, personal, comunitaria y política.

Uno de los pilares de la seguridad humana es la seguridad ambiental, que trata sobre

la disponibilidad de los recursos y condiciones naturales para la vida de la sociedad (Guerra

V., 2011); esos recursos y condiciones incluyen los recursos hídricos, la fauna y flora

naturales, la producción agropecuaria, la pesca en sus diversas modalidades, sanidad del

aire y del ambiente, plagas y epidemias, pero también la prevención de conflictos y el uso

de la violencia por parte de organismos militares o subversivos.

Asociada a la vulnerabilidad ambiental se puede encontrar la seguridad alimentaria;

entre los años 2011 y 2013 unos 842 millones de personas han sufrido hambre crónica,

según un informe conjunto de FAO, FIDA y PMA. Y aun cuando las cifras marcan un







ligero progreso con relación a años anteriores, la realidad es que una de cada ocho personas

en el mundo padece hambre. La disponibilidad de alimentos es importante, pero para

reducir el hambre se requiere, además, de mejoras en los medios de comunicación, agua

potable, saneamiento ambiental y atención sanitaria, conjuntamente con prácticas de

alimentación adecuadas. El crecimiento en la producción agrícola ha podido, en algunos

casos, reducir el hambre, pero en ocasiones se deteriora la situación nutricional, ya que una

ingesta insuficiente de vitaminas y otros nutrientes, niveles altos en enfermedades

infecciosas, agua insalubre, escaso saneamiento ambiental y prácticas de alimentación

inadecuadas producen serios problemas de desarrollo a casi 2,000 millones de personas en

el mundo, en especial en los sectores de pobreza (da Silva, Nwanze y Cousin, 2013).

El índice de seguridad alimentaria de The Economist Intelligence Unit (EIU),

demuestra que los países que han mostrado avances significativos en estabilidad política y

derechos democráticos son también los que más han progresado en el índice de seguridad

alimentaria (EIU, 2013).

Para Jeffrey Sachs (2013), el debate sobre la seguridad económica se asemeja el

relacionado con la pobreza, el ambiente y el desarrollo sustentable, es decir que está

cargado de valores ideológicos. Los datos muestran que el gasto social, aparentemente alto,

de los países con una alta proporción de estado de bienestar, ha reducido de manera eficaz

la pobreza y la desigualdad y han ampliado la calidad de vida de la población, incluyendo

una mejor condición de salud.

La moda en los últimos tiempos en México consiste en ofrecer todo tipo de equipos

y sistemas que permitan la sensación de seguridad para quienes los usan o manipulan:

alarmas para viviendas o automóviles, sistema de localización personal o vehicular, puertas

u otras formas de bloqueo de tránsito o espacios, muebles (sillas o sillones con sistema de







protección para accidentes, especialmente para personas con alguna forma de incapacidad),

extinguidores u otras formas de control de incendios, distintos aparatos, artilugios o

mecanismos para la prevención de accidentes hogareños, todo lo cual implica que en el

imaginario sentirse seguro o inseguro abarca un nivel de significación que no se tenía hace

pocos años.

En su análisis del panorama de las acciones de seguridad en México, Úrsula Oswald

dice “como primera conclusión queda claro que los conceptos de seguridad han sido

siempre producto de construcciones sociales y mecanismos para legitimar acciones

presentes y futuras, definiendo concretos peligros y amenazas…” (Oswald, 2011:31)

Desde su primer día de gobierno, Felipe Calderón Hinojosa (2006) ordenó al Secretario de

la Defensa Nacional emprender una guerra contra el narcotráfico, la que dejó un saldo de

más sesenta mil muertos. En su mensaje al pueblo de México del 1° de diciembre de 2006,

dado desde el Auditorio Nacional por los obstáculos que en especial los grupos perredistas

le impusieron para que lo hiciera desde el Palacio de San Lázaro,decía

la inseguridad pública amenaza a todos y se ha convertido en el principal

problema de estados, ciudades y regiones enteras (…) Y ordeno a los secretarios

de Marina y de Defensa a redoblar el esfuerzo para garantizar la seguridad

nacional por encima de cualquier otro interés (…) Sé, que restablecer la seguridad

no será fácil ni rápido, que tomará tiempo, que costará mucho dinero, e incluso y

por desgracia, vidas humanas (CALDERÓN HINOJOSA, 2006, p. 2-3)

El 6 de diciembre presentó un proyecto de presupuesto para el año 2007, donde la

Secretaría de Seguridad Pública recibiría un incremento de 54.8 por ciento. En un viaje

realizado a la ciudad de Monterrey el 15 de febrero de 2007 decía “hemos emprendido la

lucha frontal contra el crimen organizado (…) apoyaremos (…) a Nuevo León para que

rescate condiciones mínimas de seguridad” (El Norte, 2007). El discurso asociaba







seguridad y combate a la delincuencia, dejando de lado todos los otros aspectos de

seguridad que aquí se mencionan. Esto era la obsesión de Felipe Calderón: “Si no lo

hacemos, si no ganamos esa batalla, puede ser que la próxima vez que vengan a Los Pinos

se tengan que sentar con un presidente narcotraficante” (Monsiváis, 2009). Amenaza de

cuentos infantiles, sólo para justificar acciones que si se hubieran desarrollado de otra

manera, habrían causado menos perjuicios. Lo que se debe destacar es que Felipe Calderón

parecía tener conciencia de que debían seguirse otros caminos: en el discurso de apertura a

la 27ª reunión del Consejo Nacional de Seguridad Pública expresó “la única salida viable al

problema de inseguridad que vive el país es fortalecer las instituciones y fortalecer la

legalidad” (El Norte, 2009).Las encuestas de opinión mostraban que entre los líderes

sociales se presentaba un alto nivel de desilusión, ya que una mayoría de opiniones decían

que la política contra el narcotráfico y la delincuencia había fracasado.En ocasiones, Felipe

Calderón utilizó el argumento de la pendiente resbalosa (González de Alba, 2012), una

forma de falacia muy utilizada por muchos políticos (“Si no se hace X, ocurrirá Z),

justificando sus acciones diciendo que si no se hubiera hecho así, se estaría peor.

Independientemente del discurso, en un análisis que no se puede hacer aquí, la política de

combate al narcotráfico tuvo más daños que beneficios.

Parece evidente que mientras en la teoría social y política el significado de

seguridad se amplía hasta abarcar muchos aspectos interrelacionados; en el discurso de

Felipe Calderón, ese significado se hizo cada vez más estrecho para incluir sólo uno de los

problemas del narcotráfico, el de la eliminación de las bandas de delincuentes.

Pero el haber concentrado los esfuerzos en una sola dirección no tuvo ningún efecto

positivo: a unos días de finalizar su periodo de gobierno, familiares de desaparecidos se

reunieron en la explanada del palacio de Bellas artes de la ciudad de México para reclamar







un saldo de “más de 90 mil muertos, 5,397 desaparecidos documentados, 590 casos de

tortura y 4,112 feminicidios” (El Norte, 2012).

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