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Índice Introducción..................................................................................................... 9 I. Partir de la experiencia de Jesucristo.................................................... 15 1. La persona de Cristo que nos ha fascinado................................................. 15 2. El Espíritu guía nuestra vida al seguimiento de Jesús................................ 17 3. Características del seguimiento de Jesús en nuestra vida consagrada........ 18 II. Una espiritualidad vital y encarnada................................................... 23 1. Mediaciones culturales y espiritualidad...................................................... 23 2. Condiciones y características de la antigua y de la nueva espiritualidad... 26 3. Espiritualidad en la historia........................................................................ 26 4. Espiritualidad antigua.................................................................................. 27 5. Los condicionantes de la espiritualidad antigua......................................... 28 6. Espiritualidad desencarnada........................................................................ 29 7. Espiritualidad moderna............................................................................... 30 8. Los condicionantes de la nueva espiritualidad........................................... 30 9. Espiritualidad encarnada, vital y fraterna................................................... 35 10. Diversas etapas y ejes centrales de la espiritualidad actual...................... 37 11. Los grandes polos de la espiritualidad de la vida consagrada.................. 41 III. La vida fraterna en comunidad............................................................ 47 1. Las raíces de la fraternidad cristiana........................................................... 47 2. La fraternidad en la Iglesia y en la vida consagrada.................................. 50 3. La vida consagrada: vida de fraternidad..................................................... 51 4. Redescubrimiento de la vida fraterna en comunidad.................................. 52 5. Fraternidad religiosa y comunidades cristianas.......................................... 52 6. Fundamentos teológicos de la fraternidad cristiana.................................... 53 7. La experiencia del Padre y del Espíritu en la fraternidad cristiana............ 54 8. La experiencia de Cristo, hermano mayor presente en los hermanos........ 54 9. Presencia que actúa a través de carismas diferentes................................... 56 10. De la imperfección a la plenitud de la fraternidad cristiana..................... 56 11. El aporte de la vida consagrada a la fraternidad cristiana........................ 57 12. El aporte de los votos en su dimensión fraterna....................................... 58 “Un nuevo rostro de la vida consagrada” Camilo Maccise

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ÍndiceIntroducción..................................................................................................... 9

I. Partir de la experiencia de Jesucristo.................................................... 151. La persona de Cristo que nos ha fascinado................................................. 152. El Espíritu guía nuestra vida al seguimiento de Jesús................................ 173. Características del seguimiento de Jesús en nuestra vida consagrada........ 18

II. Una espiritualidad vital y encarnada................................................... 231. Mediaciones culturales y espiritualidad...................................................... 232. Condiciones y características de la antigua y de la nueva espiritualidad... 263. Espiritualidad en la historia........................................................................ 264. Espiritualidad antigua.................................................................................. 275. Los condicionantes de la espiritualidad antigua......................................... 286. Espiritualidad desencarnada........................................................................ 297. Espiritualidad moderna............................................................................... 308. Los condicionantes de la nueva espiritualidad........................................... 309. Espiritualidad encarnada, vital y fraterna................................................... 3510. Diversas etapas y ejes centrales de la espiritualidad actual...................... 3711. Los grandes polos de la espiritualidad de la vida consagrada.................. 41

III. La vida fraterna en comunidad............................................................ 471. Las raíces de la fraternidad cristiana........................................................... 472. La fraternidad en la Iglesia y en la vida consagrada.................................. 503. La vida consagrada: vida de fraternidad..................................................... 514. Redescubrimiento de la vida fraterna en comunidad.................................. 525. Fraternidad religiosa y comunidades cristianas.......................................... 526. Fundamentos teológicos de la fraternidad cristiana.................................... 537. La experiencia del Padre y del Espíritu en la fraternidad cristiana............ 548. La experiencia de Cristo, hermano mayor presente en los hermanos........ 549. Presencia que actúa a través de carismas diferentes................................... 5610. De la imperfección a la plenitud de la fraternidad cristiana..................... 5611. El aporte de la vida consagrada a la fraternidad cristiana........................ 5712. El aporte de los votos en su dimensión fraterna....................................... 58

“Un nuevo rostro de la vida consagrada”Camilo Maccise

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IV. Profetismo y opción preferencial por los pobres.............................. 611. Sentido y dimensiones de la vocación profética en la Biblia..................... 632. Jesús Profeta y evangelizador del Reino de Dios....................................... 673. Nuestra vida consagrada como signo profético a la luz de la mística y

profecía de nuestros fundadores y fundadoras........................................... 684. Profetismo, opción por los pobres y solidaridad........................................ 755. La inserción de la vida consagrada............................................................. 766. Estructuras e instituciones de la vida consagrada al servicio de la solida-

ridad............................................................................................................ 827. Solidaridad: utopía y concretizaciones históricas....................................... 838. Instituciones de la vida consagrada como estructuras................................ 849. En la perspectiva del proyecto salvífico de Dios....................................... 8510. Estructuras de la vida consagrada al servicio de la solidaridad humana,

eclesial y congregacional.......................................................................... 8611. La solidaridad en las obras apostólicas tradicionales............................... 8812. La organización interna de los Institutos al servicio de la solidaridad.... 8913. Una revisión renovadora de las instituciones para la solidaridad............ 8914. Dificultades para la renovación de las instituciones................................. 9015. El marco cristológico en la renovación de las instituciones de la vida

consagrada para la solidaridad.................................................................. 9116. El marco eclesiológico en la renovación de las instituciones de la vida

consagrada para la solidaridad.................................................................. 9217. Hacia una auténtica solidaridad................................................................ 9418. Comunidades cercanas al pueblo.............................................................. 9419. Los bienes de las comunidades e Institutos religiosos al servicio de la

solidaridad................................................................................................. 9620. Formación para la solidaridad................................................................... 97

V. Inculturación y unidad en la diversidad.............................................. 1011. Una evangelización inculturada y una inculturación de la vida consagrada.. 1012. Inculturación del evangelio......................................................................... 1023. Inculturación de la vida consagrada........................................................... 1034. Defensa de las culturas............................................................................... 1035. Vida consagrada y unidad en la diversidad................................................ 1046. Modalidades del encuentro multicultural en la vida consagrada................ 1077. Los Institutos religiosos signo e instrumento para el encuentro multicul-

tural............................................................................................................. 108

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VI. Compartir el carisma y la espiritualidad con un laicado asociado... 1151. Perspectiva histórica del laicado en la Iglesia............................................ 1152. El laico en el documento “Christifideles laici”......................................... 1183. Nuevas perspectivas para un laicado asociado........................................... 120

IV. Bibliografía................................................................................................. 125

RETIRO: Mirar al Crucificado para descentrar la vida - MikelHernansanz.................................................................................................. 127

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La realidad de la vida comunitariaen la vida religiosa ha sido redescu-bierta con nuevas dimensiones en unaIglesia de comunión. El Concilio Vati-cano II presenta la vida religiosa conun acento especial en la fraternidad co-mo elemento a partir del cual se entien-den los otros que la definen y constitu-yen. Al hablar de la comunidad la des-cribió como fruto del amor de Dios de-rramado por el Espíritu para reunir asus miembros “como verdadera familiacongregada en el nombre del Señor”28.

El documento posinodal Vita con-secrata subraya el carácter de signo decomunión que tiene la vida consagradaen la Iglesia. Y pone también de relie-ve la importancia que tiene en un mun-do dividido e injusto29.

Las raíces de la fraternidad, su de-sarrollo y comprensión en la historia dela iglesia y de la vida religiosa, los de-safíos que enfrenta hoy y las condicio-nes para un testimonio fraternal de losreligiosos en la actualidad son aspectosque hay que tener presentes para unacomprensión del sentido y de los alcan-ces de la fraternidad cristiana, vistos

particularmente desde la perspectiva dela vida religiosa.

1. LAS RAÍCES DE LA FRATERNIDADCRISTIANA

La fraternidad cristiana no es unsimple sentimiento natural de filantro-pía que lleva a una relación que creavínculos de afecto y amistad con lossemejantes. Jesús nos reveló nuevas di-mensiones que nos permiten compren-der mejor el sentido profundo de losvínculos de hermandad que Dios haquerido que existan entre los sereshumanos.

Es en las fuentes bíblicas donde en-contramos, expresada en la experien-cia-modelo de Israel y de la comunidadcristiana primitiva, lo que podemos lla-mar las raíces de nuestra fraternidadvistas desde la fe en un Dios que nos hahablado de muchas maneras en la his-toria y plenamente en su Hijo (cf Heb1, 1-2).

El AT transmite la experiencia deuna fraternidad basada en la solidari-dad que da la pertenencia al mismo

- Capítulo 3 -La vida fraterna en comunidad

28 PC 15.29 VC 51.

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pueblo de Dios, que tiene sus orígenesen la promesa hecha a Abraham y quese compromete con una alianza en laque se inculcan el amor y la preocupa-ción por el prójimo-hermano, especial-mente por los más pobres y desampa-rados. Es en la fraternidad donde seconcretiza el ideal de una sociedad depersonas libres, porque han sido libera-das por Dios, y hermanas porque elmismo Dios las ha convertido en sufamilia.

En el NT la realidad de la fraterni-dad cristiana, sus fundamentos y exi-gencias aparecen con mayor precisión.Jesús insiste en la fraternidad de todos(Mt 23,8). Esta fraternidad universal seexpresa con fuerza en la parábola delbuen samaritano (Lc 10, 25-37): el pró-jimo-hermano es todo aquel que se en-cuentra en necesidad aunque no perte-nezca al pueblo escogido.

Un primer fundamento de la frater-nidad lo coloca Jesús en el amor queDios tiene a cada persona. Cuando sele dirige la pregunta sobre cuál de losmandamientos es el primero de todos,Cristo responde que es el de amar aDios con todo el corazón y todas lasfuerzas, y añade: “el segundo es seme-jante a éste: amarás a tu prójimo comoa ti mismo. De estos dos mandamien-tos penden toda la ley y los profetas”(Mt 22, 36-40). El amor al hermano esla respuesta al amor de Dios. En estemandamiento se encuentra la explica-

ción del misterio de la iglesia: comuni-dad de amor entre hermanos, hijos delmismo Padre. El amor hacia él es fuen-te del amor hacia sus-hijos. El amor delPadre se difunde entre los hombrespara suscitar en ellos el amor a los her-manos (1 Jn 5,1-2). Entre el amor aDios y el amor a los hermanos existeuna compenetración. El amor a Diosilumina y purifica la fraternidad. Ésta,por su parte, es la manifestación comu-nitaria de ese amor y el criterio paradiscernir su autenticidad.

En la categoría de prójimo-herma-no Jesús coloca también a los enemigos(Lc 6, 27-28). El motivo de este amorfraterno a los que nos hacen mal lo co-loca Cristo en la imitación del Padre,que “es bueno con los ingratos y losperversos” (Lc 6,35).

Para Pablo la comunión en Cristo yla vocación a formar la comunidadeclesial crean vínculos fraternos entrelos creyentes. Vínculos que tienen suraíz y su origen en Dios y en Jesús. Es-to explica el uso tan frecuente del tér-mino hermano - hermana (más de 130veces). Mientras en los evangelios es-tos términos se usan preponderante-mente para significar una fraternidadnatural, en Pablo predomina el sentidoreligioso o espiritual en su empleo.Significa especialmente ser copartíci-pe en la misma fe en Cristo, que une alos creyentes en la fraternidad de él,que viene a ser el primogénito entre

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muchos hermanos (Rom 8, 29), a quie-nes Dios ama (1 Tes 1, 4). Esta frater-nidad en Cristo acerca a los creyentesentre sí, pero los relaciona tan fuerte-mente con Jesús que dar escándalo a unhermano es pecar contra Cristo (l Cor8, 12). El segundo sentido es el de coo-perador en el ministerio de evangeliza-ción (Rom 16, 3).

La fraternidad del NT tiene su ex-presión máxima en la aparición de lascomunidades primitivas. En ellas sepalpa sensiblemente el primer fruto delEspíritu: el amor (Gal 5, 22). La comu-nión de corazones y el compartir losbienes aparecen no sólo como caracte-rísticas de la comunidad de Jerusalénsino como ideal para los cristianos detodos los tiempos (He 4, 32). A partirde la fe común (He 2, 42), los creyen-tes acogen la palabra de Dios que losconvoca a unirse en la fraternidad. Estatiene como fruto y exigencia a la vez lakoinonía o comunión con el Padre ycon su Hijo Jesucristo y entre los cre-yentes (1 Jn 1, 1-4). En ella se integranla fe y la vida. Esta comunión se mani-fiesta externamente en la aceptación delos demás, en el compartir los bienes,en la proyección social del amor. Laeucaristía tiene el significado profundode compartir la vida, que es Jesucristo,el pan del que todos participan (1 Cor10, 17), fuente y alimento de la frater-

nidad. “En torno a la mesa sencilla deuna casa, escuchando el evangelio ypartiendo el pan, se saben congregadospor la obra del Padre en Jesús Cris-to”30. La oración se vive como escuchade Dios para comprometerse con elhermano. La diversidad de carismasconduce a un servicio mutuo, como ex-presión de una fraternidad en el Padre,Hijo y Espíritu que comunican esos do-nes para edificación de la comunidad yutilidad de todos (1 Cor 12, 1. 4-6).

La fraternidad en el NT tiene unanovedad en relación a la que se pide enel AT: el amor al prójimo-hermano de-be ser como el de Jesús (Jn 13, 34-35).El dice que es un “mandamiento nue-vo” en el sentido de que en Jesús setiene la plenitud de la revelación contoda la novedad que trae consigo y queviene a establecer con claridad la fuen-te y la meta de la fraternidad cristiana.La fuente no es otra que el Padre dequien todo procede; el Hijo que se hahecho nuestro hermano; el Espíritu quenos transforma en hijos (Rom 8, 15-16)y nos congrega en la comunión de laiglesia (1 Cor 12, 12-13). Esta fraterni-dad tiene como meta la comunión en launidad trinitaria (Jn 17, 21.23. 26). Lafraternidad cristiana es el lugar dondeCristo se hace presente y donde se ma-nifiesta, en forma imperfecta y limita-da, pero como signo que puede atraer a

30 M. LEGIDO LOPEZ, Fraternidad en el mundo. Estudio de eclesiología paulina, (Salamanca, 1982)p. 158.

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los demás, la comunión de amor queexiste en la Trinidad.

La fraternidad cristiana tiene, pues-tas de relieve en el amor de Cristo, lagratuidad, la universalidad y la entregatotal. En el amor trinitario, la comu-nión y la reciprocidad. El amor de Je-sús y el amor trinitario son, por tanto,fuente y modelo; principio y términode la fraternidad a la que los hombreshan sido llamados como parte funda-mental del proyecto de Dios en la his-toria. El Padre, por el Espíritu, nos in-troduce en la comunión de su Hijo ynos configura con ella (Ef 4, 4-6).

2. LA FRATERNIDAD EN LA IGLESIAY EN LA VIDA CONSAGRADA

La conversión al evangelio de Je-sús y la presencia y acción del Espírituproducen como fruto inmediato, laaparición de la fraternidad cristiana.Esta, que es atestiguada en los escritosneotestamentarios, continúa siendo te-ma de vida, discernimiento y reflexiónentre los creyentes. En el libro de losHechos de los Apóstoles aparece la co-munidad modélica de Jerusalén un tan-to idealizada. (Hch 2, 42-47; 4, 32-35).

Otros testimonios de las comunida-des antiguas van en la misma línea. Enellos se ve la fraternidad como el ideal

máximo al que hay que tender. Es elbien supremo que nos ha legado Jesús.A él hay que cantarle “en la concordiay en la armonía del ágape”, escribíaIgnacio de Antioquía a la comunidadde Efeso31. Testimonios semejantesson el de Ireneo y el de Tertuliano. Elprimero insiste en que la fraternidad eslo que diferencia a los que se mantie-nen fieles a la fe de los que se apartande ella. Tertuliano, en su Apologeticumdefiende a los cristianos de las falsasacusaciones que se les hacían. Insisteen que sólo pueden ser acusados de vi-vir en la fraternidad y en el amor al gra-do de que los que los conocen dicen:“Ved cómo se aman ... cómo están dis-puestos a morir los unos por losotros”32.

La fraternidad cristiana origina unaforma de vida que tiene que expresarsetambién en la comunicación de bienes.Los Padres de la iglesia, partiendo delejemplo de los primeros cristianos y dela consideración de los hermanos comotemplos de Dios, invitan con acentosproféticos a compartir los bienes mate-riales. Recuerdan que, antes que en lostemplos de piedra, Cristo está presenteen el templo del hermano necesitado.

Han sido los documentos socialesde la iglesia los que, especialmente ennuestro siglo, han vuelto a insistir en la

31 Ad Ephesios, 4, 1.32 Apologeticum, 39, 7.

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fraternidad cristiana como signo e ins-trumento del reino de Dios, que ayudaa que la natural solidaridad se revistade las dimensiones específicamentecristianas de gratuidad, perdón y re-conciliación33. Y, en esta misma líneahacen hincapié en la opción preferen-cial o amor por los pobres, como formaespecial de primacía en el ejercicio dela caridad y de la fraternidad cristia-nas34.

Otro aspecto de capital importanciaen la consideración de la fraternidadcristiana es que ella no puede vivirsesólo al interior de la iglesia. Es necesa-rio que se abra a todos los hombres,incluso a los que no creen en Cristo. Deesto hablaban ya los padres de la igle-sia. En nuestra época, a través de la lu-cha contra toda discriminación los cris-tianos han sentido que son hermanosde todos; han ido madurando la convic-ción de que no puede ser invocadoDios, Padre de todos, por quienes seniegan a comportarse fraternalmentecon algunos hombres creados a imagende Dios.

3. LA VIDA CONSAGRADA: VIDA ENFRATERNIDAD

Esta experiencia de fraternidad sefue condensando de manera particularen la vida de los monjes. Desde Pa-

comio, que marca el paso de anacore-tismo al cenobitismo, hasta los más re-cientes institutos religiosos, un puntoclave ha sido siempre la vida en frater-nidad. La espiritualidad del monaquis-mo se resumía en una fórmula: losmonjes viven la vida apostólica, es de-cir, la vida a semejanza de los apósto-les y de la primitiva comunidad de Je-rusalén (cf Mc 3, 13-14; He 2, 42-47;4, 32-35). Más todavía, Casiano ve enel monacato la prolongación históricade esa comunidad.

Pacomio presenta una fuerte preo-cupación por una vida de comunión en-tre los monjes. Sufre por la falta de ellaen la sociedad de su tiempo. Invita allevar el peso de los hermanos y a soli-darizarse con todos los hombres. Lafraternidad para él es una vida de amorintenso y de servicio mutuo. En la tra-dición monástica la fraternidad en-cuentra en el abad a un “padre común”,que coordina y organiza la vida de losmonjes de tal modo que los fuertes sesientan estimulados a dar más y los dé-biles no se retraigan ni se desanimen.

La aparición de los frailes (fratres= hermanos), en el s. XIII, revolucionael concepto de vida religiosa y loadapta a las nuevas circunstancias so-ciales. Una doble fraternidad impulsaa los mendicantes: la interior al grupo,

33 Cf Sollicitudo rei socialis, 40.34 Cf id. 42.

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que los hace demostrar que es posiblevivir los valores del evangelio en unmundo burgués y materializado, y lade proyección apostólica que los con-duce a atender fraternalmente a loscristianos en un período de abandonopastoral.

Las reformas del s. XVI, al mismotiempo que insisten en una mayor aus-teridad y abnegación evangélicas, pre-tenden restablecer la igualdad fraterna,renunciando a las diferencias socialesque se habían introducido en los con-ventos. Como una expresión de esa fra-ternidad renuncian a los apellidos -quetraían consigo distinciones poco evan-gélicas- y, como en el caso de la refor-ma teresiana, se busca formar comuni-dades más pequeñas que permitan vivirmás fácilmente la comunión en una in-tegración apoyada en la fe y en el amorcristianos. Santa Teresa hablará de sucomunidad reformada como de un “pe-queño colegio de Cristo” en el que to-das se deben amar y ayudar.

Con el pasar del tiempo, la vidafraterna se fue transformando con fre-cuencia en una vida de observancia or-ganizada. Comenzó a predominar elaspecto de colectividad sobre el comu-nitario-fraternal. Este pasó a un segun-do plano. Se cayó con frecuencia en unindividualismo en el seno de un grupo,generalmente bastante numeroso y es-tructurado piramidalmente.

4. REDESCUBRIMIENTO DE LA VIDAFRATERNA EN COMUNIDAD

A partir del Vaticano II se ha redes-cubierto la importancia básica de lafraternidad en la vida religiosa. Esta sepresenta como una vivencia fraternaldel evangelio y se dice, con razón, queallí radica su principal testimonio; queesa es la forma de hacer presente la sal-vación de Jesucristo que posibilitó lacomunión fraterna entre los hombres.

La vida fraterna, aún vivida en laimperfección, aparece como una ex-presión de la fuerza reconciliadora delmisterio pascual de Cristo, que actúaen la pobreza del hombre egoísta. Latoma de conciencia del carácter rela-cional del hombre y del sentido comu-nitario de la historia de la salvación hahecho ver que la koinonía cristiana noes una estructura externa sino una rea-lidad interior. Esta experiencia y estareflexión sobre la fraternidad cristianavivida en la vida religiosa están impul-sando a una apertura integradora haciael pueblo de Dios que, en las comuni-dades, busca una fraternidad mayor vi-vida en medio del mundo en solidari-dad profunda con todos.

5. FRATERNIDAD RELIGIOSA Y CO-MUNIDADES CRISTIANAS

Las comunidades eclesiales de ba-se y otros grupos cristianos tratan de

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recuperar la dimensión fraterna de lahistoria de la salvación, perdida en elenfoque individualista de la fe. La fra-ternidad cristiana sale al encuentro delas tres necesidades psicológicas fun-damentales del ser humano, vistasdesde la perspectiva del evangelio. Laprimera de estas necesidades es la deamar y ser amado. En el agape, quehunde sus raíces en Dios, encuentra uncamino para su realización. La segun-da: producir, ser útil, tiene un campo enla esperanza-cristiana que lucha por latransformación de la sociedad y delmundo. La última necesidad: compren-der el sentido de la existencia, puedeencontrar su satisfacción en la fe quelleva a ver y a juzgar, en grupo dialo-gante, la realidad en que se vive.

Las comunidades religiosas al in-sertarse, desde la vivencia de su propiafraternidad, en la más amplia comuni-dad eclesial, reciben y dan aportes enrelación a la koinonía cristiana. Supe-ran, por otra parte, el peligro de ence-rrarse en el marco estrecho de un pe-queño grupo. Entran así en comunióncon una iglesia menos clerical. Se des-pojan de seguridades que provienen delpoder y del prestigio y, sobre todo, ad-quieren una nueva comprensión delevangelio y de sus exigencias de frater-nidad. Esto lleva a los religiosos a cons-tituirse en comunidades más sencillas,más fraternas e insertas en el pueblo.

La fraternidad de la vida religiosaya no depende de un solo tipo de vidacomunitaria monástico-conventual. Seexperimenta que es posible vivirla den-tro de un pluralismo de modelos de co-munión que asuman las características,la cultura, los valores humanos y reli-giosos de los pueblos en los que se si-túan y viven los religiosos. Esto permi-te que la fraternidad que ellos se es-fuerzan por vivir pueda convertirse enun fermento de comunión.

6. FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DELA FRATERNIDAD CRISTIANA

El fundamento trinitario. Desde laperspectiva teológica hay que resaltarla impronta trinitaria en la fraternidadcristiana. Si el hombre es imagen deDios, lo es del Dios trino y eso suponey exige la apertura hacia los demás. Enla persona humana esta dimensión rela-cional se da en tres direcciones: haciael Padre como origen y principio, hacialos demás en una mutua sacramentali-dad que revela y oculta el propio miste-rio radicado en el Verbo, en quien y porquien fueron creadas todas cosas (Col1, 13-20), y hacia dentro de sí mismoen el misterio del Espíritu Santo 35.

La Trinidad muestra que la frater-nidad no puede edificarse ni en la abso-lutización de las diferencias de las per-sonas y de las comunidades de perso-

35 L. BOFF, La Trinidad, la sociedad y la liberación (Madrid, 1987) p. 184.

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nas, ni tampoco en la de la comunión yunidad que las destruya. En el misteriodel Dios trino se da una diferencia quese armoniza con la igualdad. “Sola-mente respeta al Dios trinitario una co-munidad una, única y unificadora, sindominio ni opresión dictatorial. Este esel mundo en el que los seres humanoslo tienen todo en común y lo compartetodo, a excepción de sus característicaspersonales”36.

7. LA EXPERIENCIA DEL PADRE YDEL ESPÍRITU EN LA FRATERNIDADCRISTIANA

Jesús es quien nos revela el rostrodel Padre. A partir de esa revelación, enel camino de la fraternidadcristiana los creyentesexperimentan su presenciapaternal-maternal en elmisterio de la existenciarecibida como don gratui-to. Es así como, en la exis-tencia de cada persona haycomo una epifanía del Padre. Tambiénen la incomprensibilidad de los cami-nos por los cuales conduce la historiade cada uno y de la comunidad huma-na. Esa experiencia de ser todos hijosde un Padre común exige la fraternidadque, a su vez, manifiesta la común fi-liación.

Al Espíritu se le experimenta en laaparición de la comunidad que se fun-da en lo que es el primer fruto de supresencia: el amor (Gal 5, 22). El esquien está cerca, con y en la comuni-dad (Jn 14, 16-17). En los carismas quesuscita y que sostienen y hacen madu-rar la fraternidad se le percibe como sufuente y como su guía (1 Cor 12, 4-13).

8. LA EXPERIENCIA DE CRISTO,HERMANO MAYOR PRESENTE EN LOSHERMANOS

Además de la experiencia del Padrey del Espíritu, la fraternidad cristianatiene, y en forma especial, la de Jesús.Él es el hermano mayor (Rom 8, 29).

Más todavía, Jesús está pre-sente en cada persona. Des-de la perspectiva cristianaésta es una realidad que seacepta por la fe. Aquí radi-ca un aspecto original de lamisma. “El cristianismo esla única religión donde en-

contramos a Dios en los hombres, espe-cialmente en los más débiles”37.

Cristo, Dios con nosotros y en no-sotros. La revelación definitiva de Diosse da en Jesucristo. En él, Verbo encar-nado, tenemos la máxima comunica-ción de Dios, lleno de misericordia y

36 J. MOLTMANN, La doctrina sociale della Trinità, en Sulla Trinità (Napoli, 1982) p. 36. Citadopor L. BOFF, o.c., p.187.37 S. GALILEA, El seguimiento de Cristo (Guadalajara, 1979) p. 33.

“El cristianismo esla única religión

donde encontramos aDios en los hombres,especialmente en los

más débiles”(S. Galilea)

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fidelidad (Jn 1, 14). A través de la en-carnación Dios asumió nuestra condi-ción humana. Desde entonces, nuestroencuentro con él se da en y a través dela humanidad de Cristo. Él, que vivióen un marco histórico-geográfico de-terminado, sigue presente en la historiay en cada uno de los seres humanos(Mt 20, 28; Jn 14, 23). Resucitado notiene ya esas limitaciones. Penetra todala realidad guiando desde dentro todoel proceso de transformación del uni-verso y del hombre: “todo fue creadopor él y para él, él existe con anteriori-dad a todo, y todo tiene en él su con-sistencia” (Col 1, 16-1). Todo pertene-ce a Cristo resucitado, principio, centroy fin de la historia. La persona humana,creada a imagen y semejanza de Dios(Gen 1, 26-27) está llamada también aser conforme con la imagen del Hijo(Rom 8, 29). De allí que de modo es-pecial, el hombre revele a Cristo. Las“semillas del Verbo” de las que se ha-bla en la tradición de la iglesia, no sonen el fondo otra cosa que esa presenciasuya viva y operante, que suscita elbien, crea la comunión fraterna, sostie-ne el esfuerzo humano en la búsquedade 1a justicia, la paz, el amor. Cristo esno sólo el Emmanuel, el Dios con no-sotros. Es también el Dios en nosotros.

La fraternidad cristiana debe exten-derse a todos porque en todos, de algunamanera, se hace presente Jesús, el her-

mano mayor. Gracias a la encarnación ya la resurrección, toda persona humanase ha transformado, en cierto modo, enun sacramento de Cristo, que lo revela ylo oculta en mayor o menor grado.

El NT nos habla, en primer lugarde Cristo que se identifica con losapóstoles, a quienes envía a anunciar elevangelio (Mt 10, 40; Jn 13, 20). Estátambién presente en los creyentes, uni-dos a él como los sarmientos a la vidapara participar de su savia vital y poderdar frutos (Jn 15, 5-7). Ellos se con-vierten en morada de Cristo y del Padre(Jn 14, 23) y participan de la vida trini-taria (Jn 17, 23). Jesús se identificatambién con los miembros de la iglesiacomo comunidad (Hch 9, 5).

La presencia del Señor no se limitaa los que creen en él. Está presente encada persona humana. Allí lo debemosdescubrir siempre, de tal modo que loque hagamos o dejemos de hacer a losdemás, lo hacemos o dejamos de hacera él (Mt 25, 31-46). El Vaticano II pusode relieve que por su encarnación, elHijo de Dios “se ha unido en ciertomodo a todo hombre”38. En los no-cristianos y en los no-creyentes estácon una presencia escondida, guiandosus caminos en la historia. La presen-cia de Cristo resucitado se revela en to-da persona que trabaja por un mundomás justo y más humano aún sin hacer

38 GS 22.

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una referencia explícita a él. De modoespecial, sin embargo, esa presencia seda y se manifiesta en los cristianos que,fraternalmente reunidos en el nombrede Jesús lo aceptan conscientemente,asumen sus exigencias, tratan de se-guirlo, de colaborar con él en la reali-zación del reino de Dios (Mt 18, 20).

Cristo, cercano a nosotros, presen-te en todo hombre, “ha querido identi-ficarse con ternura especial con losmás débiles y pobres”39. En ellos hayuna presencia privilegiada del Señorque invita a una fraternidad más cerca-na y comprometida. Esta identificaciónparticular de Cristo con los pobres,convierten la experiencia del pobre enuna experiencia de Dios, fuertementeinterpeladora. En esos hermanos laimagen de Dios se halla escarnecida yensombrecida40, y aparecen los rasgossufrientes de Cristo el hermano mayor,que nos cuestiona e interpela41. Por esola fraternidad cristiana tiene como me-dida privilegiada, no excluyente, el ser-vicio a los pobres42.

9. PRESENCIA QUE ACTÚA A TRAVÉSDE CARISMAS DIFERENTES

La presencia del Señor en los her-manos es dinámica. El actúa en ellos y

por ellos para crear la fraternidad. Cris-to irradia su plenitud sobre la humani-dad a través de los carismas que distri-buye. Pablo, hablando de los carismasen la iglesia -doctrina que puede, encierta medida, aplicarse a toda la hu-manidad-, insiste en la diversidad yunidad de los mismos. Los concibe co-mo dones que Dios comunica gratuita-mente para servicio de los demás(1 Cor 12, 4-6).

Existe entre los carismas una es-tructura armónica porque ellos son, enel fondo, expresión y manifestación deDios, que los da para construir la fra-ternidad. En los carismas diferentes,Cristo se diversifica y multiplica parasalir al encuentro de las necesidades detodos. En las cualidades y dones de losdemás tenemos una invitación a descu-brir al Señor Jesús que sigue presenteen cada persona para hacerla signo einstrumento de su amor que une en lasolidaridad fraterna.

10. DE LA IMPERFECCIÓN A LA PLENI-TUD DE LA FRATERNIDAD CRISTIANA

La fraternidad cristiana, como todarealidad humana, tiene una dimensiónescatológica. Existe en ella un “ya” pe-ro también un “todavía no”. Ya somos

39 Documento de Puebla, 196.40 Cf ib. 1142.41 Cf ib. 31-39.42 Cf ib. 1145.

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hijos de Dios, pero todavía no se mani-fiesta lo que hemos de ser (1 Jn 3, 2).La convicción de una comunicación delos creyentes que trasciende los hori-zontes de este mundo está presentedesde los inicios del cristianismo. Laiglesia peregrinante tiene una índoleescatológica y está unida a la iglesiacelestial. En la transformación del uni-verso “permanecerán la caridad y susobras” y el bien de la unión fraternajunto con otros, los volveremos a en-contrar, después de haberlos fomenta-do y vivido en la tierra, “libre de todamancha, iluminados y transfigurados,cuando Cristo entregue al Padre el rei-no eterno y universal”43 y Dios seatodo para todos (1 Cor 15, 28).

11. EL APORTE DE LA VIDA CONSA-GRADA A LA FRATERNIDAD CRISTIA-NA

La vida religiosa pertenece al ser ya la santidad de la iglesia, fraternidadde los discípulos de Jesús. Su misióncarismática consiste en ser “un símbo-lo que puede y debe atraer eficazmentea todos los miembros de la iglesia acumplir sin desfallecimiento los debe-res de la vida cristiana”44 que se resu-men en el amor que irrumpe y crea lanueva comunidad de hermanos.

El Vaticano II puso de relieve la lí-nea testimonial de la vida religiosacuando le recordó su papel de simboli-zar, manifestar, prefigurar, representary proclamar los valores del reino. “Pa-ra significar la vida religiosa debeadoptar un lenguaje inteligible para lasdiversas culturas, épocas y situacionesen las que vive. El ser de los religiososse manifiesta o traduce en la praxis. Enella se juega la significatividad de lavida religiosa y, por tanto, su esencia yservicio a una iglesia toda ella evange-lizadora”45.

A lo largo de la historia, en mediode muchas limitaciones e imperfeccio-nes, la vida religiosa ha testimoniadode modo especial la dimensión fraternay comunitaria de la historia de la salva-ción. Hoy, en las circunstancias nuevasy ante los desafíos que presentan, lavida religiosa está llamada a hacer lomismo desde dos vertientes: la del he-cho de estar constituida por comunida-des humanas y cristianas y la de suconsagración expresada en los votoscon su dimensión comunitaria.

La deshumanización de las estruc-turas e instituciones sociales, la privati-zación de la vida y las crisis de la fami-lia son fuertemente destructoras de las

43 GS 39.44 LG 44.45 CLAR-CONFER, Signos proféticos del Reino. La vida religiosa de cara a una nueva evangeliza-ción (1987) n.6.

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relaciones fraternas. Una vida fraternarenovada en las comunidades religio-sas, en medio de sus limitaciones, pue-de testimoniar que lo más importantees el ser y no el tener; que hay que darprimacía a la persona sobre la estructu-ra y que hay que compartir las respon-sabilidades en la igualdad básica de losseres humanos. En el esfuerzo porcumplir las exigencias del amor cristia-no en la entrega generosa a los demásen un mundo de egoísmo, odios y divi-siones, los religiosos podrán testimo-niar la acción del Señor que convoca ala comunidad fraterna.

La vida religiosa en fraternidad pa-ra ser signo e instrumento de comunióndebe estar abierta al medio en el quevive y a las personas que la rodean. Só-lo así su presencia sencilla y fraternalse hará inteligible y cuestionadora en laacogida y el compromiso. Además, unaubicación en lugares pobres y en zonasmarginadas hará más clara y significa-tiva su fraternidad abierta y universal.

“Las comunidades de vida consa-grada son enviadas a anunciar con eltestimonio de la propia vida el valor dela fraternidad cristiana y la fuerzatransformadora de la buena nueva…Particularmente los Institutos interna-cionales… tienen el cometido de dartestimonio y de mantener siempre vivo

el sentido de la comunión entre lospueblos, las razas y las culturas… Si-tuadas en las diversas sociedades denuestro mundo… las comunidades devida consagrada, en las cuales convi-ven como hermanos y hermanas perso-nas de diferentes edades, lenguas y cul-tura, se presentan como signo de undiálogo siempre posible y de una co-munión capaz de poner en armonía lasdiversidades”46.

12. EL APORTE DE LOS VOTOS EN SUDIMENSIÓN FRATERNA

Además de la vida comunitaria, losvotos, con las implicaciones que tienenen la vida de fraternidad, pueden ser untestimonio profético evangelizador deesa vida.

a) El voto de pobreza, entre otrascosas, lleva a compartir los bienes en lacomunidad mostrando que una personavale no por lo que tiene sino por lo quees. Demuestra así, igualmente, que lafunción de las cosas materiales es la deser lugar de encuentro con Dios y loshermanos. A través de este tipo de po-breza religiosa se aprende la apertura aDios y a los demás; se expresa el valorsocial de los bienes y se percibe la exi-gencia de trabajar para crear una socie-dad justa y humana para todos. Al mis-mo tiempo, una comunidad religiosa,

46 VC 51.

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que pone lo que es y lo que tiene al ser-vicio de los más pobres y necesitadostrabajando por su promoción, denunciaevangélicamente el uso de los bienespara prestigio y poder en la sociedad.Esto va contra el plan de Dios que otor-ga los bienes para utilidad de todos enun fraterno compartir.

b) La castidad consagrada al servi-cio del reino permite la creación de lacomunidad como familia reunida en elnombre del Señor. Esa unión manifies-ta su presencia. Por la vivencia comu-nitaria de la castidad los individuosuniversalizan su dimensión social yafectiva. Si bien la castidad consagradaexpresa la comunión con Dios, ésta nopuede separarse de la comunión frater-na en la comunidad. Ella, a su vez, seabre a relaciones más amplias que per-miten ir extendiendo la fraternidadque, edificada en un amor generoso,denuncia el amor egoísta que sólo bus-ca el placer y la utilización de la perso-na. La comunidad religiosa está llama-da a ser, por la castidad consagrada quela hace surgir, un testimonio de laalianza de Dios con su pueblo. Alianzaque libera para el servicio y la fraterni-dad y que universaliza el amor al próji-

mo. Un amor que va más allá de losvínculos de la carne y de la sangre.

c) La obediencia religiosa, vividaen su dimensión de búsqueda comunita-ria y fraternal de la voluntad de Diosjunto con quienes tienen el servicio dela autoridad, puede y debe aparecer co-mo el camino para resolver evangélica-mente el problema que surge entre unalibertad individualista, que no tiene encuenta a los hermanos y una autoridadtotalitaria, que oprime en las relacioneshumanas. Buscando en la oración y eldiálogo fraterno los caminos del Padre,la comunidad denuncia ese tipo de li-bertad y autoridad. Testimonia que laauténtica libertad debe tener en cuentael bien de los otros y que el sentido de laautoridad es el de un servicio fraterno.

En el empeño por la vida fraternahacemos la experiencia del Dios trinita-rio. La Trinidad, como alguien ha di-cho, es la mejor comunidad. En ella sevive la unidad en la diversidad. A travésde la vida fraterna en comunidad losconsagrados/as responden a los anhelosde comunión en un mundo de odio y dedivisiones y muestran que es posible eldiálogo y la aceptación mutuos.

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Para la reflexión personal y comunitaria

1. A la luz de las reflexiones presentadas, ¿cómo nos encontramos en nues-tra vida comunitaria a nivel de conventos y de provincia?

2. ¿Qué medios nos podrían ayudar a crecer en la vida fraterna en ambosniveles?

3. ¿Cuál debería ser mi compromiso para crear fraternidad y testimoniar-la en el mundo de hoy?