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1 Imagen, percepción y verdad en la obra de Vik Muniz Prof. Diego Singer Universidad de Buenos Aires

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Imagen, percepción y verdad en la obra de Vik Muniz Prof. Diego Singer Universidad de Buenos Aires

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El pintor construye, el fotógrafo revela

Susan Sontag

Una mirada filosófica sobre las obras de arte no pretende simplemente interpretar

desde un conjunto de teorías las obras que un artista presenta. Por supuesto, determinadas

herramientas teóricas nos permiten ver de otra manera una propuesta artística. Pero el

encuentro con las obras debe movernos a conceptualizar nuevamente, a ampliar nuestro

registro de lo sensible y a poner en juego los saberes previos. Es con este espíritu con el que

nos acercamos a la obra de Vik Muniz, artista contemporáneo brasilero que problematiza a

través de sus fotografías, la relación del espectador con el mundo de las imágenes. Poner en

evidencia, hacer ver, llevar al lugar de la mostración, son operaciones a las que los artistas

plásticos o visuales nos tienen acostumbrados. Después de todo, este tipo de obra de arte no

es sino una materialidad presente a los ojos, afirmación más que acertada en el caso de Vik

Muniz quien, si bien trabaja con diferentes materiales, presenta al espectador solamente la

fotografía de sus obras. O, en todo caso, sus obras son imágenes fotográficas que

evidencian la ausencia de la materialidad involucrada en el proceso productivo. En este

sentido, intentaremos pensar junto con la obra de Vik Muniz problemas relacionados con la

mímesis, su ambiguación y su multiplicación infinita. También abordaremos la cuestión de

la imagen como ideología y en particular la constitución de la memoria como archivo

fotográfico. Para los fines del presente trabajo nos limitaremos en casi todos los casos a las

obras expuestas en la retrospectiva que se exhibe entre mayo y septiembre de este año en el

Centro de Arte Contemporáno del Museo de la Universidad de Tres de Febrero.

Partamos de algunas evidencias básicas a las que nos enfrentamos en relación a las

obras de Vik Muniz. Todas las obras presentadas son fotografías, la mayoría de ellas

analógicas y algunas otras con diferentes técnicas digitales. Sin embargo, una primera

impresión es que se trata de fotografías de sus obras y no de las obras mismas. Vemos una

muy rica y variada utilización de materiales y técnicas de construcción de imágenes, pero

las vemos siempre a través de la documentación fotográfica. Muchas de las obras tienen un

formato tan grande que nos obligan a alejarnos de ellas para que se pueda formar allí una

imagen reconocible (a la manera de algunos cuadros impresionistas) y a acercarnos para

intentar ver si efectivamente se trata de una foto o está allí presente el material: recortes de

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revistas, chocolate, azúcar, hilo, papel. En todos los casos esa búsqueda del material sufre

una decepción, se trata sólo de fotografías. Pero al acercarnos a la obra vemos también

cómo fue compuesta la imagen: por infinidad de pequeños fragmentos de otras fotografías,

de basura, de pigmentos, de alimentos, de tierra. Es, por otra parte, el modo en que Muniz

elige nombrar a muchas de sus series: “Imágenes de alambre”, “Niños de azúcar”,

“Imágenes de chocolate”, “Imágenes de hilo”, “Imágenes de diamantes”, etc. Con estas

observaciones preliminares queda claro entonces que Muniz nos presenta fotografías cuyas

imágenes tienen en muchos casos un complejo y laborioso proceso de construcción más

cercano al de las bellas artes, que parece poner en crisis el preconcepto que tenemos sobre

las fotografías como simples instantáneas de lo real. ¿Cómo están compuestas las imágenes

que se nos presentan? Este es uno de los primeros interrogantes, uno de los más inmediatos

con el que Vik Muniz mismo juega y hace jugar al espectador. Veamos entonces hacia

dónde nos puede llevar este interrogante.

Monadismo

En el año 2003 Muniz realizó un conjunto de trabajos cuya serie forma “Mónadas”.

Se trata de imágenes compuestas por una infinidad de elementos similares que dibujan uno

de ellos en gran tamaño: soldaditos de plástico forman la imagen de un niño soldado,

monedas forman la imagen de una gran moneda, diversas flores forman una gran rosa

blanca. Todos los elementos no son idénticos entre sí, varían en colores y formas, pero

tienen una equivalencia, son los pequeños ladrillos de una construcción bidimensional con

la que Muniz dibuja, generalmente abriendo espacios en blanco entre los objetos. En

muchas otras series utiliza técnicas similares, en las series “Jeroglíficos”, “Imágenes de

basura”, “Autorretratos” entre otras, Vik Muniz compone una imagen de gran formato con

una multiplicidad de elementos pequeños que quedan en evidencia acercándose a la

fotografía. ¿En qué sentido el concepto leibniziano de mónada puede aportar claves de

lectura que exceden a la serie homónima?

En primer término, los cuerpos tal como los vemos están compuestos de elementos

más simples. De acuerdo a Leibniz “Cada parte de la materia puede ser concebida como un

jardín lleno de plantas y como un estanque lleno de peces. Pero cada rama de la planta,

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cada miembro del animal, cada gota de sus humores es también como ese jardín o ese

estanque. Y aunque la tierra y el aire, que hay entre las plantas del jardín, o el agua, que hay

entre los peces del estanque, no son ni planta ni pez, contienen, sin embargo, otras plantas y

otros peces, tan sutiles, empero, casi siempre, que no podemos percibirlos.”1 Parece ser una

cuestión de escala lo que no permite percibir los cuerpos más pequeños. El trabajo de Vik

Muniz en este sentido revela al espectador la multiplicidad constitutiva de todas las

imágenes que se nos presentan, magnifica los detalles, logrando poner en primer plano el

aspecto compuesto de las figuras. Es entonces el espectador, tal como lo mostraron los

teóricos de la Gestalt quien completa las figuras y supone que tienen continuidad, que no

tienen costuras ni partes heterogéneas. Este juego de la distancia entre el espectador y la

1 Leibniz, G., Mónadología en Discurso de metafísica, Sistema de la naturaleza, Nuevo tratado sobre el entendimiento humano, Monadología, Principios sobre la naturaleza y la gracia, México, Porrúa, 1991, p. 397.

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Soldado de juguete, serie Mónadas, 2003 (Detalle). obra es parte del efecto buscado por Muniz: nos acercamos y aparecen los elementos que

componen la figura, nos alejamos y la figura reconocible vuelve a armarse ante nuestros

ojos. ¿Qué sucedería si fueramos capaces de ver aún más en detalle esas imágenes?

¿Veríamos los componentes de los soldaditos de plástico también formados por una

variedad de elementos más pequeños? La física contemporánea por supuesto ya nos da una

respuesta más completa, aunque no total, a ese acercamiento de la imagen. No conocemos

aún los elementos simples que componen lo real, ni las dinámicas complejas del mundo

subatómico.

Pero propiamente hablando las mónadas son entidades anímicas con distintos

grados de posibilidades perceptivas y su forma de interacción es muy distinta a lo que

podríamos suponer, no hay comunicación exterior entre ellas, cada mónada está cerrada

sobre sí misma y todo su conocimiento e intercambio con el mundo se da en el modo de la

representación. Las monadas son entonces entidades con distintos grados de percepción

cerradas sobre sí mismas ¿Cómo es que perciben si no tienen contacto con un mundo

exterior a ellas, si no tienen “ventanas” según la famosa expresión de Leibniz? Contienen

en sí todo el universo representado, pero la mayor parte de esa representación se encuentra

oscurecida, de tal modo que sólo accede a una pequeña porción de realidad, a una pequeña

perspectiva que le pertenece y la diferencia de todas las demás mónadas. Hay distintos

grados de percepción (hay mónadas inorgánicas, animales con memoria y espirituales o

humanas), pero en todos los casos cada una accede a un punto de vista único de la totalidad

y la única mónada increada (Dios) es la que contiene la totalidad de los puntos de vista

existentes y posibles. “Y así como una misma ciudad, vista por diferentes partes, parece

otra y resulta como multiplicada en perspectiva, así también sucede que, por la multitud

infinita de sustancias simples, hay como otros tantos universos diferentes, los cuales no

son, sin embargo, sino perspectivas de uno solo, según los diferentes puntos de vista de

cada mónada.”2 Este trabajo de multiplicar las perspectivas es parte de la problematización

de la obra de Vik Muniz, son las mónadas racionales (los espectadores de la obra) quienes

pueden multiplicar sus percepciones desde nuevos puntos de vista y hasta generarlos. En

este sentido el trabajo de Muniz no hace más que obligarnos a ampliar nuestras 2 Ibídem, p. 395.

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posibilidades perspectivas que muchas veces tendemos a subestimar. Tal como afirmó en

una entrevista realizada en el diario Página 12: “Cuando estamos en un museo o en una

galería, estamos haciendo dos cosas en paralelo: estamos viendo arte y estamos pensando

cómo estamos viendo, de qué manera estamos viendo. Es una actividad muy importante:

allí se unen la percepción y el discernimiento. Y a partir de esa fórmula podés actuar de una

forma distinta en todos los aspectos de la vida”.3 Efectivamente la percepción y el

discernimiento son características específicas de las mónadas racionales, pero lo que no

parece estar puesto en juego en ese discernimiento normalmente es nuestra capacidad para

acceder al mundo que percibimos. Vik Muniz solamente nos presenta imágenes, retira el

mundo y se trata, en muchos casos, de imágenes que fácilmente reconocemos, es decir,

imágenes que ya estaban de alguna manera en nosotros vistas desde una nueva perspectiva.

Castillo de arena #10, serie Castillos de arena, 2014

3 Viña, E., Postales del presente, en Diario Página 12, 5 de Julio de 2015.

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El trabajo de la serie “Castillos de arena” fue producto de una experimentación de

cuatro años, hasta que en conjunto con un técnico especializado Muniz logró dibujar

castillos con una máquina de rayos de iones focalizados (normalmente utilizada para

reparar microchips) sobre pequeños granos de arena, luego de sucesivos escaneos para

agrandar la imagen, presenta los castillos de arena en impresiones de gran tamaño. La

escala infinitesimal de las imágenes revela la capacidad de albergar representaciones de los

objetos más pequeños, se abre así ante nuestros ojos la posibilidad de micromundos tal y

como están esbozados en el pensamiento leibniziano. Esta experiencia se complementa con

la serie “Colonias” en la que Muniz compone imágenes con diferentes patrones utilizando

microorganismos (células cancerígenas o infectadas por virus, bacterias, etc.), nuevamente

en conjunto con el Massachusetts Institute of Technology. En ambos casos la apuesta es

clarificar percepciones mínimas que podríamos tener, que de hecho llegamos a tener a

través de la obra de Vik Muniz. Pero por supuesto no se trata simplemente de agrandar una

imagen ya dada, castillos y patrones de bacterias son artificios evidentes que ponen en

juego nuevamente nuestra relación con las posibilidades de la materialidad devenida

imagen.

Hígado (Hepatocitos) patrón celular 1, serie Colonias, 2014

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Imagen del mundo

Debemos pensar entonces en todos los aspectos que involucra un mundo en el que

los percipientes no pueden salir de sí mismos, un mundo en el que todos los seres tienen

diversos grados de percepción y diferentes perspectivas desde las cuales se representan el

mundo, aunque el concepto mismo de representación aquí pierde parte de su sentido, en

tanto esa percepción es para estas mónadas la única presentación posible de los otros entes.

Como afirma Gilles Deleuze en su libro sobre Leibniz y el barroco: “Al no existir el mundo

fuera de las mónadas, se trata de pequeñas percepciones sin objeto, micropercepciones

alucinatorias. El mundo sólo existe en sus representantes tal como están incluidos en cada

mónada.”4 Participar de este juego de percepciones, del percibir y el ser percibido es formar

parte de un juego de constitución mutua, en el caso de Leibniz coordinado perfectamente

por la armonía preestablecida ordenada por la mónada divina. Pero lo que nos importa es

ante todo lo que significa para nosotros constituirnos en torno a una diversidad de

imágenes. En este sentido la obra de Vik Muniz juega permanentemente con la evidencia

de lo que la imagen hace y rehace en nosotros, así como los modos en los que nosotros

demandamos de la imagen para constituir una comprensión del mundo que habitamos.

En su ya clásica conferencia de 1938 Die Zeit des Weltbildes, Martin Heidegger

caracteriza a la época moderna como la “época de la imagen del mundo”. En lugar de

pensar que hay una imagen moderna del mundo, que cambió respecto a una imagen

medieval o antigua, lo que sostiene es que la moderna es la primera época en la que el

mundo se comprende como imagen. Sin embargo, no hay que leer este concepto

rápidamente, es menester comprenderlo en el contexto de toda la conferencia de Heidegger.

“Imagen del mundo, comprendido esencialmente, no significa por lo tanto una imagen del

mundo, sino concebir el mundo como imagen. Lo ente en su totalidad se entiende de tal

manera que sólo es y puede ser desde, el momento en que es puesto por el hombre que

representa y produce. En donde llega a darse la imagen del mundo, tiene lugar una decisión

esencial sobre lo ente en su totalidad. Se busca y encuentra el ser de lo ente en la

representabilidad de lo ente.”5 Esta representabilidad de lo ente está asocidada

intrínsecamente al desarrollo de la ciencia moderna como técnica de manipulación de lo 4 Deleuze, G., El pliegue, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 112. 5 Heidegger, M., Caminos de bosque, Madrid, Alianza, 1996, p. 74.

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ente y a un particular modo de ser del hombre que se configura como el manipulador de lo

ente a través del cálculo, la planificación y el conocimiento entendido como tecnificación.

La época de la imagen del mundo es la época de apresamiento y utilización de la

materialidad del mundo. Afirma Heidegger que el término “imagen” hay que entenderlo

como en la expresión ‘wir sind über etwas im Bilde’, o sea, ‘estar al tanto de algo’.

“Hacerse con una imagen de algo significa situar a lo ente mismo ante sí para ver qué

ocurre con él y mantenerlo siempre ante sí en esa posición.”6 La imagen del mundo

entonces implica una manipulación del mundo, un mantener frente a sí desde el cual operar

sobre el mundo. Se trata entonces de una puesta en presencia o de un evidenciar el mundo,

una forma de revelar lo que el mundo es que se patentiza como imagen presente.

Ahora bien, si en la conferencia de Heidegger, el mundo como imagen es la manera

en la que los hombres nos presentamos al mundo desde la modernidad y nos permite

disponer a la vez de este mundo, en la obra de Vik Muniz asistimos a un “mantener ante sí”

de la imagen que desarma y pone en crisis esta pretensión moderna de dominio del mundo.

Sospechemos del mundo como imagen, de la constitución de la subjetividad moderna como

polo de puesta en imagen del mundo, eso parece querer decirnos una y otra vez la obra de

Vik Muniz. ¿Cuáles son los nuevos modos del mundo que nos aguardan una vez que quede

en evidencia el artificio del mundo como imagen? El artificio implica todo un sistema de

“mantener ante sí” y de ‘estar al tanto’, una continuidad de los modos de la imagen en el

mundo moderno que organizan la experiencia permitiendo un acceso claro al mundo. La

operación de Vik Muniz parte de la evidencia de que estamos inmersos en un mundo de

imágenes y en lugar de intentar salir de alguna forma de él, nos invita a entrenar la mirada

ya que el hombre no es simplemente el que dispone ante sí lo ente, sino quien es

constituido como hombre en un complejo entramado de imágenes. Como afirmó Muniz en

una entrevista reciente: “La idea de poder transmitir que las cosas no son sólo lo que ves, sino

que hay mucho más, forma la base ética de mi trabajo. Las imágenes son mecanismos, son

instrumentos complejos, y cuando empiezas a revelar una cierta complejidad dentro de una

imagen, empiezas a instigar en el individuo la necesidad de mirar todo mejor.”7 Esta

concepción de las imágenes como mecanismos o instrumentos implica entonces una

exploración de los modos en que estos mecanismos funcionan. 6 Ibídem, p. 73. 7 Lezcano, A., Vik Muniz:el arte de la ilusión en Revista Gatopardo, Mayo 2015.

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En la serie Postales de ningún lugar Muniz compone imágenes icónicas de ciudades

turísticas (Buenos Aires, Río de Janeiro, París, Roma, New York), imágenes de postal, con

cientos de recortes de postales de diferentes lugares que forman un gigantesco collage en el que

reconocemos la imagen de la ciudad. Pero, a diferencia de lo que esperaríamos de una postal,

no hay una sola parte de la imagen que esté “tomada” de la ciudad representada. Y, sin

embargo, la función representativa cumple en parte su propósito a la vez que evidencia la

trampa de la composición. Como en muchos otros casos Vik Muniz quiere lograr el peor truco

posible, pretende revelarnos fácilmente el mecanismo que nuestra relación con las imágenes

pone en práctica. ¿Qué es lo que esperamos de una imagen, en particular de una postal, sino la

posibilidad de capturar un fragmento seleccionado del mundo? ¿Y qué encontramos en las

postales de Vik Muniz sino la desposesión de aquello que aguardábamos? Tenemos en algún

sentido lo que buscábamos, pero aparece desplazado, como en una especie de imagen onírica

en la que el cielo de Buenos Aires está repleto de autos voladores e imágenes de la reina de

Inglaterra. Sin embargo, nada debería ser tan claro respecto a una imagen, como un lugar

geográficamente identificable y que además, todos podamos reconocer. Precisamente la imagen

revela su artificiosidad, su construcción como un conjunto de citas de otros lugares que en

muchos casos no podemos identificar. ¿Cómo es que esta operación se lleva a cabo?

Buenos Aires, serie Postales de ningún lugar, 2015

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El trazo y la materia

Otras series están realizadas de forma similar: Imágenes en papel, Imágenes de

revistas o Álbum componen imágenes en muchos casos fácilmente identificables, poniendo

en evidencia desde el título de la serie hasta el tratamiento del trabajo, el collage o la

superposición de imágenes anteriores, imágenes fuera de su contexto original que

componen otras imágenes, como en el caso de las Postales de ningún lugar. Sin embargo,

en muchos casos, por ejemplo en la serie de Imágenes en papel, quisiéramos acercarnos a

tocar la superposición de las capas de papeles de distintos tonos o colores.

Viento del noreste, a la manera de Winslow Homer, serie Imágenes en papel, 2010

Winslow Homer, Northeaster, Óleo sobre tela, 1895

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Más allá de otros ejes que analizar en estas obras y lo que su autor cuenta de ellas y

su historia, no hay que pasar por alto lo que nos sucede como espectadores en relación a la

materialidad anhelada. Es, en muchos sentidos, una decepción ante nuestras expectativas

llegar a la conclusión de que esa multiplicidad de materiales que están frente a nuestros

ojos, se escurren como arena entre los dedos para dejarnos ante sus presentificaciones

fotográficas. Hay, en la obra de Vik Muniz, una puesta en ausencia de la materialidad, un

retirarse de los sentidos táctiles hacia el proceso de producción de la obra, del que los

espectadores sólo llegan a atisbar una idea a través del detalle fotográfico. Pero este

proceso de desmaterialización se evidencia ya en el devenir histórico de la obra de Muniz

desde sus comienzos. Comenzando con sus primeros trabajos como escultor (serie

Reliquias de 1987), vemos un proceso en el cual los materiales comienzan a volverse más

intangibles: esculturas de algodón, luego líneas de alambre, después hilo, más tarde granos

de azúcar, o polvo. En todos estos casos, podemos ver un laborioso proceso de ejecución de

la obra que involucra explorar materiales distintos, pero nuevamente se nos presenta en la

exhibición solamente la fotografía. Lo fotografiado, que en un primer momento uno podría

verse tentado en llamar “la obra propiamente dicha” queda en algún lugar mítico, pero

materialmente desaparece para darle la primacía al registro fotográfico, para el cual está

especialmente creada. En el caso de las Imágenes de alambre y las Imágenes de hilo vemos

una experimentación en la idea de trazo, un dibujo material en el que nuevamente se nos

revela que el lápiz u otro material típico utilizado para el dibujo oculta su materialidad que

tiende a aparecer invisibilizada. En cambio, es evidente no bien prestamos un poco de

atención, que el alambre o el hilo permiten a la vez que limitan una serie de trazos de las

figuras dibujadas.

Caracol, serie Equivalantes, 1993 Los zapatos del artista, serie Imágenes de alambre, 1994

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16.200 yardas, serie Imágenes de hilo, 1996 Valentina, la más rápida, serie Niños de azúcar, 1996

“Yo no soy un innovador, me sirvo de técnicas y estrategias de producción

visual muy tradicionales. Dibujo como todo el mundo, académico, básico, figurativo, y

fotografío como quien hace una fotocopia, sin mucho photoshop ni nada de eso. Pero la

conjunción de ambas cosas, dibujo y foto, tiene un efecto conceptual muy fuerte.”8

Estamos entonces en presencia de dibujos que, como afirma Muniz, recurren a modos

tradicionales de representación, en muchos casos recurren a imágenes icónicas del

mundo del arte o a objetos muy simples, como una silla, un par de zapatos, un gatito.

En otros casos, el dibujo copia una fotografía (por ejemplo en Niños de azúcar) y el

resultado es fotografiado nuevamente para la obra final. Debemos interrogarnos

entonces sobre ese pasaje por el dibujo, que en casi todas las obras de Vik Muniz

implica una exploración de los materiales con los que dibujar. Series como Imágenes de

chocolate o Imágenes de nubes evidencian la variedad de materiales con los que se

pueden realizar trazos, dependiendo cada uno de ellos de diversos procesos de

aplicación, de herramientas de dibujo, de secado y fotografiado. Por un lado la

posibilidad de utilizar cualquier tipo de material para dibujar, es parte de un recorrido

lúdico que parece tener sus raíces en los principios de su obra escultórica. Por otro lado,

8 Ibídem.

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la especificidad de cada uno de los materiales, que no sólo demanda técnicas diversas,

sino que se relaciona con las imágenes de las obras poniendo de relieve que se trata de

algo más que un medio expresivo. Esto se evidencia en particular en las series en las

que imágenes de personas reales son compuestas con materiales diversos (azúcar o

basura) que tienen una relación inescindible con la vida cotidiana y el trabajo de esas

personas. El proceso entonces parece ir desde objetos y materiales cotidianos (alambre,

basura, polvo, azúcar), que son utilizados como herramientas para dibujar o trazar

figuras fácilmente reconocibles que luego son fotografiadas y generalmente expuestas

en grandes formatos. ¿Qué implica entonces la transformación de materiales cotidianos

en elementos de dibujo? ¿Qué sucede cuando estos elementos reunidos formando una

figura son fotografiados y transformados definitivamente en “obras de arte”?

Atlas (Carlao), Serie Imágenes de basura, 2008

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Vik Muniz cree que el medio fotográfico utilizado y la consiguiente puesta en

ausencia de la materialidad acercan su propuesta artística a la reflexión conceptual. “La

fotografía es la última forma tangible de mediación entre la mente y todo aquello que yace

más allá del alcance inmediato de nuestros sentidos. Constituye una idea materializada,

muy efímera, absolutamente dinámica y eficiente, si bien es un objeto o algo situado allí, en

el umbral que separa un objeto de una idea.”9 Ni pura idea, ni puro objeto; ni pura

abstracción, ni pura materialidad concreta, la fotografía es el umbral que puede revelar

nuestra relación con la materia: las extenuantes jornadas en las plantaciones de azúcar o en

el basurero municipal que modelan y constituyen los cuerpos de los trabajadores, aparecen

ahora transfigurados. Esa misma materia que dispuesta para la representació n, intenta

cambiar la relación de las personas con su vida diaria. Y a la vez, las fotografías de Vik

Muniz pretenden revelar nuestra relación con la representación misma, con la proliferación

de imágenes que terminan por conformar un mundo en el que vivimos. En la película

documental Wasteland vemos este intento de Muniz por cambiar la vida de las personas

que recogen y seleccionan basura, mediante esta técnica de la transubstanciación que

transforma basura en arte. Su propósito es cambiar la vida de las personas con el mismo

material con el que trabajan todos los días. Una primera lectura podría sugerirnos que la

conversión en arte, salva, que la desmaterialización y la puesta en imagen, salvan, que la

materialidad enferma y la imagen salva. Sin embargo, no se trata de oponer materia a

imagen. Justamente el trabajo de Muniz pone en estado de problema lo que sucede entre

materia e imagen y el papel de la representación. La relación lúdica con la materia, el

dibujar con cualquier material que se encuentre a la mano, es radicalmente distinta a la

relación productivo-laboral con la materia. De ahí la puesta en crisis de lo que un objeto

con un sentido muy específico supuestamente es y lo que puede llegar a ser, en la estela del

ready-made pero esta vez con un grado de trabajo artesanal importante sobre el material ya

existente. Producir imágenes permite entonces volver a significar el mundo a nuestro

alrededor, no para llegar a un significado más verdadero o esencial, sino por el cambio

mismo que reporta “mirar desde otro lugar” o “mirar con otros ojos”. En este caso Vik

Muniz involucra en el proceso de la obra a aquellos cuya vida pretende cambiar. “Yo estoy

intentando crear arte, e influenciar individuos a través de la imagen ya no es suficiente. Yo

9 Wechsler, D., Vik Muniz Buenos Aires, Buenos Aires, Eduntref, 2015, p. 10.

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quiero crear individuos, crear un nuevo tipo de individuos, y creo que hay posibilidad de

hacerlo, haciéndolos productores de cosas. No se trata sólo de ver dibujitos animados: haz

los tuyos propios. No se trata sólo de ver imágenes, puedes producir tú mismo esas

imágenes, fotografiarlas, manipularlas. Lo puedes hacer con cinco años, en el colegio, y eso

lo vas a asimilar y va a ser totalmente diferente del niño que sólo aprende a leer y

escribir.”10

Visión, política y verdad

En su análisis sobre la relación entre ocularcentrismo e ideología, Martin Jay da

cuenta de la importancia de la visión como la metáfora privilegiada del conocimiento y, en

este sentido, de una de las definiciones del concepto de ideología de Karl Marx, como una

imagen invertida tal como sucede con la camera obscura. A esta visión distorsionada, se

opondría una visión clara que se corresponde con lo que realmente sucede una vez quitados

los velos ideológicos. Pero esta tradición ocularcentrista de la que Marx participa fue

discutida y destronada desde diversos frentes. Algunos religiosos, en los que la palabra

toma la primacía sobre la imagen, otros con tintes deconstruccionistas que pusieron el

acento en la imposibilidad de llegar a tener una imagen “original” es decir, no distorsionada

de una u otra manera. Sin embargo Jay no acuerda plenamente con las críticas

deconstruccionistas del ocularcentrismo: “A pesar de su resuelto quebrantamiento de

muchos de los supuestos fundamentales del pensamiento occidental, a pesar de su asedio -

en el sentido derrideano de sacudir, pero dejando en pie- a las jerarquías tradicionales de

ese pensamiento, y a pesar de toda su autoproclamada sedición, se hace difícil no llegar a la

conclusión de que la alternativa desconstruccionista a la desacreditada versión

ocularcentrista de la crítica de la ideología es en sí misma insuficiente.”11 Esta crítica

interna al ocularcentrismo occidental parece movilizar en parte el trabajo de Vik Muniz. No

porque quiera abandonar la centralidad de la imagen en la construcción de significación en

nuestra vida, sino porque varios de sus trabajos dejan en evidencia los mecanismos de

engaño y tergiversación a los que estamos sujetos como espectadores pasivos e ingenuos de

10 Lezcano, A., op. cit. 11 Jay, M., Campos de fuerza, Buenos Aires, Paidós, 2003, p. 266.

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las imágenes que se nos presentan. Si bien Vik Muniz no se reconoce como un “artista

político”, muchas de sus obras pretenden poner en movimiento reflexiones sobre nuestro

modo de relacionarnos con las imágenes, con intenciones que claramente podemos

denominar “políticas”. Desde las temáticas de las series que se refieren a condiciones de

trabajo de vulnerabilidad extrema, a guerras o a los inmigrantes africanos que pierden sus

vidas en el Mediterráneo (Lampedusa), Muniz no deja de tocar problemáticas

contemporáneas de una forma impactante. Sin embargo es consciente de las limitaciones

que este tipo de intervenciones pueden provocar: “Está claro que las personas no van a

generar conciencia sociopolítica a través de tus obras. Seguramente ni les pase por la

cabeza, pero es un principio, un comienzo.”12 Claramente este “generar conciencia” no se

refiere simplemente a enterarse de que estas crudas realidades ocurren diariamente en el

mundo que habitamos. Es seguramente más importante el trabajo crítico que establece la

obra con el espectador y la revisión que debe hacer en su relación con los modos de

recepción de las imágenes, en particular de las fotografías.

Lampedusa, obra presentada en la Bienal de Venecia de 2013

Si acercamos el trabajo de Vik Muniz a la crítica del ocularcentrismo no es, como

ya afirmamos, porque se pretenda salir de él, como si hubiera un afuera posible. Como

12 Lezcano, A., op. cit.

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afirma Martin Jay, así como se presentan a la vista las seducciones del mercado y las

formas de la vigilancia, también el imaginario social puede crear nuevas formas de

comunidad y nuevos órdenes sociales posibles. En otras palabras, si pretendemos accionar a

favor de un cambio social, no debemos simplemente mantener una distancia crítica respecto

a las imágenes que se nos presentan porque son vehículo privilegiado del engaño

ideológico; debemos también ser capaces de utilizar las imágenes para contribuir a una

conciencia crítica y a una creatividad productora de lo nuevo.

Una de las apuestas más interesantes que intenta poner en estado de cuestión nuestra

relación que tenemos con las fotografías como archivo de una época, es la serie “Lo mejor

de Life”, uno de los primeros trabajos de Vik Muniz en 1988. Basándose en un libro que

había tenido y luego perdió con una selección de las mejores fotos de la revista Life, Muniz

dibujó de memoria esas fotos icónicas de diversos sucesos históricos. Los dibujos fueron

luego fotografiados fuera de foco y en una primera aproximación a las obras, no es fácil

notar que no son las fotografías originales. Solamente después de una atenta mirada, se

empiezan a notar detalles que parecen evidenciar que no estamos frente a fotografías que

documentan lo sucedido, sino frente a versiones dibujadas de las fotografías, con más

diferencias de las que podríamos sospechar. Al comparar las fotografías originales con los

dibujos realizados por Vik Muniz, vemos que esas diferencias son sustanciales y nos cuesta

aceptar la credulidad de nuestra primera mirada. La frase de Nietzsche que elige Jonathan

Crary como epígrafe del capítulo cuarto de Técnicas del observador, es más que

reveladora: “Nuestro ojo encuentra más confortable responder a un estímulo dado

reproduciendo una vez más una imagen que antes hubo producido muchas veces que

registrando aquello que es diferente y nuevo en una impresión.”13 La percepción entonces

está preñada de memoria, al mirar estamos rememorando y reconociendo (en este caso de

un modo parcialmente falso) la imagen que tenemos delante. Como ya afirmamos, Vik

Muniz utiliza imágenes conocidas en muchas de sus obras, teniendo en cuenta el

reconocimiento del espectador y a partir de allí despliega su juego. Así como en la serie

Postales de ningún lugar es el espectador el que reconoce la imagen de la ciudad (que no

está allí como tal), en este caso también es el espectador el que tiende a reproducir una

percepción de conjunto de un modo que sin dudas podemos llamar conservador.

13 Crary, Techniques of Observer. Vision and Modernity in the Nineteenth Century. MIT Press, 1992.

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Representaciones de la memoria: Foto original, revista Life Hombre deteniendo a un tanque en Pekín, serie Lo mejor de Life, 1988.

Representaciones de la memoria: Beso en Foto original, revista Life Times Square, serie Lo mejor de Life, 1988.

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Este carácter conservador de la percepción cobra una relevancia mucho mayor en

relación a la fotografía. Porque desde sus comienzos, ganó un lugar en el imaginario y las

prácticas como una forma de documentación inigualable de la realidad. Accedemos a través

de la fotografía a momentos únicos que de otro modo se hubieran perdido y la existencia

del registro fotográfico constituye una prueba contundente que conforma un archivo

histórico en muchos casos indispensable para probar que tales o cuales hechos realmente

sucedieron. Sin embargo la obra de Vik Muniz continuamente pone en crisis esa función de

la fotografía. En el caso de esta serie de trabajos, hay una primera indistinción ¿dibujo o

fotografía? ¿artificio o realidad? Es claro que esta dicotomía es falsa. No podemos ya

aceptar que algo así como la realidad sea lo que la fotografía nos muestra y tampoco

podemos oponer entonces al dibujo como un artificio. En el primer caso estaríamos

desconociendo el trabajo del fotógrafo: la selección, el encuadre, la composición, el marco

en el que esa fotografía nos es presentada, pero también estaríamos desconociendo la

relación que esa fotografía tiene con su contexto y con nuestra memoria en relación a otras

imágenes. Muniz es muy consciente de esta pretensión que tenemos cuando miramos una

fotografía: “Mi trabajo constantemente juega con la idea de pruebas y documentos en tanto

incorpora los ímpetus primarios de la fotografía como una resaca temática.”14 Sobre la

demanda de ser sostén de una mímesis lo más ajustada posible de la realidad, recibimos

señales que no sólo parecen no corresponderse al mundo, sino que dejan en evidencia

nuestra participación activa en esa construcción.

En el clásico texto de Walter Benjamin sobre la fotografía y el cine como formas de

arte postauráticas, la relación entre documento histórico, lucha política y fotografía queda

explicitada del siguiente modo: “Las tomas fotográficas comienzan a convertirse, con

Atget, en elementos de prueba del proceso histórico. Esto constituye su secreta

significación política.”15 El receptor tiene que interpretar esa foto, es puesto en movimiento

político y los textos que acompañan las fotos en los periódicos quieren direccionar esa

interpretación. La primacía del valor de exhibición que predomina en la foto, hace de ella

un particular escenario de la lucha política. La foto moviliza y lo hace hacia un lado o hacia

otro. Esa recepción de las fotografías como documentos históricos está no solamente

14 Wechsler, D., op. cit., p. 12. 15 Benjamin, W., La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica en Estética y política, Buenos Aires, Las cuarenta, 2009, p. 102.

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dirigida por los epígrafes de las fotografías en diarios y revistas, sino como afirmamos por

la memoria colectiva e individual que terminan de armar la percepción y de dar sentido a

esas imágenes. La serie The Weimar file da cuenta de cómo se direccionan las

interpretaciones de las fotografías como pruebas documentales. Como consecuencia de un

caso en el que un conjunto de fotografías alemanas de la primera mitad del siglo XXI que

fue vendido a un escritor especializado en libros de espionaje, Vik Muniz tomó cientos de

fotografías que, exhibidas en conjunto y sin epígrafe ninguno que nos oriente, invita a

armar un rompecabezas de historias de espías, experimentos científico-militares y

contrainteligencia.

Exposición de la serie The Weimar file

Fotografías de la serie The Weimar file

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En este caso la fotografía funciona en serie con otras fotografías y permite armar

una narración. Mejor dicho, obliga al espectador a hilar una narración que siga las pistas y

sugerencias que permita tender puentes entre objetos sueltos que parecen no tener sentido

por sí mismos y fotos de personas o lugares intervenidas con anotaciones que pueden dan a

entender que fueron utilizadas para reconocimientos de distinto tipo. Tal como Benjamin

indicó respecto a las fotografías de Atget, el juego del detective y del espía está involucrado

en el proceso mismo del espectador. Reconocimiento, archivo, documentación, explicación

de los hechos, se suceden vertiginosamente en el imaginario ante esta proliferación de

fotografías que sólo pueden cobrar sentido por sus referencias a imágenes similares. “Cada

vez que reconoces una imagen significa que estás tratando con su doble, con algo que ya

has visto con anterioridad, tal vez en muchas ocasiones. Y cada vez que la vuelves a ver,

lleva consigo el contexto de cada uno de los encuentros anteriores.”16 Aunque en este caso

no se trata, como en Lo mejor de Life, de reconocer las mismas imágenes, sí se leen en el

contexto de un imaginario que nunca está ausente del acto perceptivo. El sujeto no está solo

en su percepción, sino que lleva con él las herramientas culturales y políticas de las que

pudo hacerse durante su historia. Podemos afirmar entonces que el reconocimiento

involucrado en la percepción, lo que llamamos más arriba el conservadurismo del

espectador, se acentúa en el caso de las fotografías que presentan un cariz documental, e

incluye todo el acervo de saberes que exceden la simple coincidencia de formas, trazos y

tonos.

Funciones y posibilidades de las imágenes De acuerdo a lo que hemos afirmado, la obra de Vik Muniz es una apuesta crítica,

lúdica y reflexiva en torno a las imágenes y nuestra relación con ellas, los modos en los que

se configuran mundos o experiencias posibles. La movilización del espectador al que se le

revelan los mecanismos del engaño, lo lleva a preguntarse por el mundo que lo circunda y

por el grado de realidad que su particular perspectiva parece constituir. Para poder aclarar

cierta confusión posible respecto a las relaciones complejas entre imagen y realidad y

pensar el papel del arte y de la fotografía en este escenario, hagamos uso de algunos

conceptos de Jacques Rancière. En una conferencia del año 2001 articula parte de estos 16 Wechsler, D., op. cit., p. 125.

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interrogantes de la siguiente manera: “¿De qué se habla y qué es lo que se nos dice, en

términos exactos, cuando se afirma que a partir de ahora ya no hay realidad sino sólo

imágenes o, a la inversa, que a partir de ahora ya no hay imágenes sino sólo una realidad

que permanentemente se representa a sí misma?”17 Parecería que en cualquiera de los dos

casos estamos atrapados en una dimensión en la que no hay descentramiento posible

respecto de los modos de percepción y experiencia. Una realidad tan presente a la

experiencia que no permite su mímesis, o un régimen de representación tan potente que

perdemos todo contacto con la realidad. Sin embargo, es en este contexto en el Vik Muniz

presenta sus obras de arte, su particular modo de producción de imágenes fotográficas

capaces de trastornar los automatismos del espectador. Debemos pensar entonces, como

mínimo, en distintas funciones y posibilidades de las imágenes. Sigamos nuevamente aquí

a Rancière para diferenciar entre una pretensión de semejanza y una alteración de esa

función. “’Imagen’ significa entonces dos cosas distintas. Está por un lado la relación

simple que produce la semejanza de un original: no se trata necesariamente de su copia fiel,

sino simplemente de lo que alcanza para producir sus efectos. Y está el conjunto de

operaciones que produce lo que llamamos “arte”, o sea, precisamente una alteración de la

semejanza.”18 Aunque Rancière cree que la fotografía puede tener pretensiones de ‘archi-

semejanza’, por ser la emanación misma del objeto la que capta la cámara, no es el punto

que nos interesa pensar aquí en relación a la obra de Vik Muniz. Sí es pertinente en cambio

este distingo entre una imagen y una imagen artística en tanto que esta última produce un

distanciamiento respecto a la semejanza, juega con la semejanza, pone en evidencia la

pretensión de semejanza de las imágenes. Justamente cuando la fotografía pierde, aunque

más no sea parcialmente, esa demanda de constituirse en el sucedáneo de la realidad, en la

prueba documental irrefutable de que algo ha sucedido, entonces es que se puede comenzar

a hacer arte con ella. Esto es, se pueden comenzar a realizar composiciones formales y

apuestas estéticas que no estén vehiculizadas por su función mimética, pero que tampoco

pueden desconocerla. Por estos motivos, una particular combinación de estas búsquedas

estéticas con un descentramiento crítico de la función de la semejanza, es el campo fértil en

el que Vik Muniz despliega su trabajo.

17 Rancière, J., El destino de las imágenes, Buenos Aires, Prometeo, 2011, p. 23. 18 Ibídem, p., 28.

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Nube Nube, Manhattan, serie Imágenes de nubes, 2002 A la hora de pensar cómo un determinado régimen de la imagen puede modificarse

desde la praxis artística, Rancière parece acercarse al modo en que estuvimos analizando

las obras de Vik Muniz, al afirmar que “la tarea del arte consiste entonces en jugar con la

ambigüedad de las semejanzas y la inestabilidad de las diferencias, operar una

redisposición local, un reordenamiento singular de las imágenes en circulación. En un

sentido, la construcción de estos dispositivos pone al arte a cargo de las tareas que

anteriormente le correspondían a la ‘crítica de las imágenes’.”19 En la serie Imágenes de

nubes, este juego con la ambigüedad de las semejanzas es más que evidente. Las fotografías

son literalmente (como en la mayor parte de los títulos de las series de obras de Muniz) lo

que se describe. Sin embargo, son a la vez evidentemente otra cosa, un juego con la imagen

estereotipada de la nube. Una puesta en escena de la expectativa que el espectador tiene

respecto a la fotografía, que funciona como crítica de la imagen y amplía en un mismo

movimiento sus posibilidades creadoras.

19 Ibídem, p. 44.

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Bibliografía

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política, Buenos Aires, Las cuarenta, 2009.

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