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ITA D E L E G A D ADEL

O R O A R T Í S T I C O O

----- Oros depesitados en la ^lioteca Nacion^^

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I Procedencia ^

r mde la procedencia

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C A R T A C U A R T A

D E L P O B R E C I T O H O L G A Z A N ,

á Don Servando Mazculla^

A m i g o y Señor : D eje , sino m e engaño , pendiente mi illtima carta, eii aquellas esquelitas que acababa de re­cibir de mis dos favorecedores í y en e fec to , apenas me azepillé el vestido, cuando me fui en derechura á presen­tar mis respetos á S. E . H álle le en su gabinete revo lv iendo m am otretos y deshaciendo legajos , que segtui el co - lorciilo de manteca rancia que tenían, me parecieron no haberse visto en so l­tura de muchos años acá. Apenas me hubo m ira d o , hecho mano á los an­teojos y me dijo de este modo. ¿Paré- cele á V m d. amigo , que á un hom bre de mis servicios se ie ponga en preci­sion de cantar la palinodia'^ Supongo á Vm d, enterado de las bolinas que co r­ren j y acaso no ignorará q u e m e veo

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en precisión de im prim ir un manifiesto. N o es esto lo que me a p u ra , porque además de qu e ya m e lo tiene enjare­tado un am igo que m e e s t im a , tengo aquí una coleccion de los que mas han sonado en estos años atrás. L o que sí m e mortifica , es que hasta tan to que salga , tengo que guardar c lau su ra , y n o presentarme con m i berlina por esc prado adelan te , com o tenia de costum ­bre. Hasta el com pañero qu e iba todas las tardes c o n m ig o , se v é tam bién ata­cado , y no se atreve á salir de su es­condite. P o r lo tan to y o quisiera que V m d. n o retrasara el ponerle en l im ­p io , y para que no pueda equivocarse en los elogios que debe tr ibutarm e, qu ie ro que V m d. vaya repasando con- ttjigo esta oja de serv icios, que h e e n ­con trado aquí á la mano.

Piensan por ahí cuatro tontos,, que para haber llegado á T en ien te G eneral n o he ten ido mas qu e favor y mas fa­vo r , pero y o Ies haré ver ahora que n o me han hecho mas que justicia ri­gurosa. P o rq u e ha de saber V m d . que

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todavía no había cum plido nueve años, cuando m e veia ya con dos charreteras en los hom bros y m i despacho corrien­te , por los muchísimos méritos que había contraído m i madre siendo Seño^ ra de Honor. Mas de seis años estuve agregado á los R egim ien tos que había de guarnición en la C o r t e , y precisa­do todos los meses á irm e á presentar en la revista. V i pasar p o r cima de m í muchísimos Capitanes mas m odernos que y o , bajo p re tex to de que ha­bían perdido algún m iem bro de su cuerpo en la guerra de G ibraltar. E n ­tretanto ya me iba apuntando el v ígo- t e , y si no es po r un a lm uerzo que se d io en la casa del L a b ra d o r , acaso no hubiera salido á G efe hasta estar harto de cum plir diez y seis años. P o r fin , m e hicieron T en ien te C o ro n e l agregado, y tuve que ponerm e en m ar­cha para el puerto de Santa María , se­parándome de mi pobre m a d re , y sin mas recomendación que unas cartas del Ministro de la G uerra para el Capitan General de Andalucía, Este Señor me

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precisaba á ir m uchos días á su mesa, y hasta me encargó una comision de traer pliegos á la C o r t e , anunciando Ja llegada de una f lo ta , jv e a V m d. si este servicio no merecia la miseria que m e dieron que fue el grado de C o ro ­nel? Pues hasta eso lo llegaron á m u r­m urar. D etdvem e aquí unos dias , y com o no era razón que habiendo yo servido tan bien á la P à t r i a , no se me concediera algún descanso , m i madre reclam o com o era justo que se m e em ­please en la secretaría , sin mas objeto q u e el de cobrar alguna cosa mas de sueldo. A ll í aguanté todo el t iem po que duro la guerra anterior de F r a n ­cia , y cuando se h izo la p a z , ya se caia de su peso que m e dieran la en ­com ienda que disfruto en la orden de Santiago. L uego tuve que aguardar á iin dia de besamanos para lograr el bor­dado de Brigadier. V ea V m d. si hasta entonces tendria nadie que decir de mí carrera ; pues con todo eso no me han faltado enemigos y envidiosos que han estado m urm urando de mis adelanta-

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m ie n to s , sin considerar que otros ape­nas andan á gatas cuando ya son Maris­cales de C am po. E n verdad , en ver­dad , que y o no lo fui hasta la campa­ña de P o r tu g a l , cuando conquistamos e l N a ra n ja l de Yelves que nos costó mas sangre que lo que á V m d . le p a ­rece. F in a lm en te , cuando llegaron los franceses, yo me exalté de pu ro patrio­tismo , y de paso para C ád iz me acer­qué á la Ju n ta de Estrem adura , donde me dieron el grado de T en ien te G e ­neral.

T o d o esto que he dicho á V m d . lo verá confirmado en ese legajo , que no hay mas que ir buscando patentes para que se vea que no miento. Pues por lo que hace á insignias , no hay una que yo no m e haya ganado ; á bien que no tienen mas que mirarm e al pecho cuando v o y á la C o r t e , que apenas tengo uniform e donde me que­pan. Por eso S. M. que hasta ahora solo ha prem iado el verdadero m érito me colocó en el Suprem o Consejo de la G uerra , para que con mis luces y ex-

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spencnc îa m i l i t a r , organizase e l egér- c í r o , y cuidase sobre todo de poner trabas á las purificaciones. E s to es en com pend io lo que V m d. ha de poner de letra bien clara en e l M anifiesto^ to ­cando ligeramente eso que dicen por ahí de ios dictámenes particulares que p u s e , porque además de que y o m e p ropongo desvanecer esa especie ver­ba lm en te , con solo que V m d. recalque u n poco sobre m i nacimiento ̂mihonor^ ios altos destinos qite me han sido confia­dos , y sobre todo mi acendrado z e h p o r el servicio , estamos despachados y C ris to con todos. Para docum entos jus­tificativos puede V m d. copiar al fin to ­das las patentes y despachos que tengo, y aquel oficio que me paso el alcalde de D on Benito contándom e el suceso d e la Albuera,

C o n esto m e re tiré á m i casa , y despues de haber puesto en orden to­dos los papeles, me dirigí á la del o tro Señor Eclesiástico que me habia envia­do á llamar. C o m o yo ya sé su genio, procuré mesurar m i semblante y mis

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palabras para no contradecirle, y íiguan- rar algunas impertinencias que tiene. E ncontré al lacayo en la antesala,, y com o este no sabia que yo iba allí lla­mado , me dijo que no tenia que espe­rar al am o, porque estaba rezando maí^ t iñ e s , ín terin llegaba la hora de darse la disciplina. Díjele entonces que y o no me hubiera atrevido á venir á m o ­lestarle , sino me hubiesen enviado á llamar para cierto encargo que se ne­cesitaba de prisa. Levantóse de la silla y pasó á dar el recado al Señor , qu ien dio orden inm ediatamente de que pa­sase adelante. N o estaba por cierto re ­zando maitines, sino tom ando un jica­rón de chocolate con muchísimos v iz - cochos, y sin levantar la vista me pre­gun tó si yo era todavía cristiano cató­lico , ó sí me habla dejado pervertir por las máximas del dia. B onito soy yo para eso , le respondí ; apuradam ente n inguno es mas enem igo que yo de lo que está pasando , y cada dia me acuer­do mas de lo que perdem os rodos en jque ya no se escuchen los santos con­

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sejes de los varones apostdllcos que hasta ahora han llevado el tim ón de la Iglesia y del Estado. Pero Dios querrá qu e esto c a m b ie , y q u e veamos otra v e z encendida la antorcha de la fé que se vá apagando á toda prisa.

En tonces me m iro de arriba abajo y poniendo una cara algo menos aus­tera que hasta allí» Bien parece me dijo q u e no ignora V m d. los grandes servi­cios que se hacen ñ la N a d e n co n avo­carse uno esclusivamente las propues­tas d e todos los destinos de im portan­cia , porque con eso nadie sale acomo­dado sino el que tiene el m odo d e pen­sar qu e se le manda. M í dictamen ha’ s ido siem pre q u e ninguno qu e se rie puede ser querido de D ios ̂ que los hom bres necesitan m ucho p a lo , y que n o poniendo al frente de todas las cor­poraciones hombres duros y apasiona­dos á obedecerme » el altar y el trono corrían un peligro inm h ien te .P e ro esto n o es del caso ; !o q u e y a necesito es q u e V m d. vea de coordinar un M ani* fiesta aií á m anera de pas to ra l , que

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I tpienso dar á lu z un dia de estos para desvanecer ciertas voces que susurran, sohr« SI m e debo ir d no á m i Iglesia, p o rque dicen que ya no hago falta. Y o sé m u y bien <^ue Ja h ag o , y sé m ucho mejor que n o tengo gana ninguna de i r á tratar com o iguaÍes á los que han sido mÍ5 s,tíbditos : sé lo que son cabil- í l o s , y yo nunca he pod ido estar en paz con ellos ; con q u e vea V m d. el m odo de arreglar esos materiales por­que mi cabeza n o está para tales ocu- paciojies.

Inc lino la suya haciéndome señal de que m e marchara , y yo le obedecí con disgusto porque deseaba hallar al­gún hueco para espetarle mi preten^ sion. Veremos si cuando Íei lleve el traba jo co n c lu id o ,, puedo tirar alguna puntada q u e m e asegure la bucòlica. E l trabajo no era difícil porque ya estaban indicaidos Ipá m edios d e defensa , sien­do el principal de todos recordar al pdblico que no hay jned ío mas seguro para ganar el c i e lo ^ q u e o lv idafse de las injurias recibidas, y coltíiar de nuc-

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VOS beneficios a los que nos fian hecho mal. C o n «sto , y con ungs^cuantas citas de San Pübio , y de la sagrada Escritura , quedo d em o strad o , que á io .hecho^echo^y agua pasada no mnek molino.

N o tardarán en salir al púb lico , y ■yo tendré buen cuidado de remitírse­los á V m d . , pero en tre tan to quiero en* terarle de com o van estas cosas, por­que me parece que le ha de ensanchar «1 án im o lo que voy á decirle. Ya sa ̂be V m d. que lo que mas me afligia cuando em pezaron estas trapisondas, e ra el ver que todos los madrileños se liabi.m dado de 0)0 para no rem over aquellas especies de que nosotros he­m os sacado tanto fruto en estos illrimos años. Q u iero d ec ir , aquellas designa­ciones de p a r t id o , con las cuales su­p im os mantener una guerra abierta entre, familia y familia , haciendo que u n a parte de los españoles mirase á la o tra com o indigna de merecer este nom bre. Nadie puede negar la utilidad qu e saco la Pàtria de tener divididos

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los ánimos hasta el pun to de que no solo fuesen excluidos de los empleos aquellos que nos podían hacer sombra, sino también desechados de la sociedad, y privados de respirar el aire pàtrio. N osotros tuvim os e l gusto de mar­car sus frentes coa los ingeniosos m o ­tes de Itberaks y afrancesados, y no contentos con declararlos incom pati­bles con nuestro verdadero ínteres^ su­p im os también enzarzarlos á ellos en­tre sí, para que se aborrecieran m utua­m e n te , d á lo menos para que se m ira­sen con recíproca desconfianza. Era qua­si imposible que se reconciliáran nunca, y de este modo estabamos seguritos de conseguir cuantos destinos vacasen. Pe­ro aquel aciago dia del 9 de M arzo, esre pueblo de M adrid , que es un bra­gazas, em pezó á pedir á gritos la am ­nistía general -sin distinción de perso­n a s , aturdiendo e l palacio, la p lazue­la , las casas consistoriales , y to d o í ios sitios públicos, hasta que arrancöe l fa­tal decreto de olv ido y de libertad.

L e confieso á V m d. am igo qu é per

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entonces m iré nuestra santa causa com o perdida en teram ente , y que no hubiera dado un pito por el triunfo de nuestro partido. M ucho mas creció mi descon­suelo cuando supe que se habia dado orden para que pudiesen volver ai seno desús familias todos esos bribonazos que im pid ie ron e l saqueo de M a d r id , de Sevilla y de otros pueblos, cuando la invasión francesa ; sobre todo aquellos picaros que hallándose ejerciendo la judicatura» n o abandonaron e l foro, para trasladarse á C ád iz donde cabía todo e l m u n d o , y desde cuya plaza podían administrar justicia á los p u e ­blos que les estaban encomendados. E l lo s fueron la causa de que se d e tu - bieran los progresos de la anarquía, y hasta hicieron la iniquidad de que se estableciese algún o rden en el pago de contribuciones. Y o les aseguro qu e por e l vo to de V m d . y por el m i ó , nunca hablan de habér ten ido ni aun rem ota esperanza de v o lv e r á abrazar á«us ma­dres, esposas, hijos, n i amigos, ni aun e l de beber las aguas de los n o s que les

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r ie ro n nacer. Pero este bárbaro pueblo, que es generoso y noble por instinto» lo prim ero de que se acordó fue de pe­dir al R ey que olvidara él mismo sus agravios, y que Jos hiciera oJvidar á to­dos los españoles.

Pero aqui de mis artimañas y de las de todos los nuestros. L o prim ero que hem os hecho ha sido introducir la duda de sí el decreto , que está concebido en términos generales, y que no ofre^ ce la m enor d lf ícultad , es aplicable á los afrancesados ; sí debe intrepretarse con arreglo á lo que d ice , ó á lo que debió decir; si fue esa Ja intención del pueblo ó la del gobierno; y finalmente, sí la orden comunicada á Jos Em baja­dores de Lóndres y de París , se ha do revocar ó no. Ya V m d. conoce que esto es m u y interesante para lo sucesivo, p o rque com o las Ideas de los afrancesa- dos son tan parecidas en ciertas cosas á las de liberales f no tardarían casi nada en, unirse contra noso tros , y noS Veríamos negros para poder alternar con ellos en la provision de d es tinos , que

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es ei obgeto principal de nuestras an­sias. Pero ya gracias á D io s , vamos sa­cando par tido , y empiezan á dejarse persuadir de nuestras insinuaciones; de m odo que si logramos que los libera­les se declaren otra vez enemigos de los afrancesados, sin remedio ninguno va- nios á tener bajo nuestras vanderas á los unos d á los otros.

Tam bién debe V m d. tener esperan­zas en la santa liga de los Príncipes del N o r t e , que el que mas y el que m e­nos está tem blando de que se in troduz­ca aqui la heregía de L u t e r o , porque com o todos ellos son catd licos , apos­tó licos, romanos á m acham artil lo , es regular que cada uno envie un egérci- to en forma de Cruzada para sujetar á estos locos. L o que sí debe darnos cui­dado es el que abran los ojos los pro­pietarios de la nación, que es en quie­nes reside la verdadera fuerza , porque si ellos llegan á formar una liga, aun­q u e no sea santa , estoy bien cierto de qu e nos van á reducir á la dura necesi­dad de que trabajemos todos los que

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gustamos de holganza. P ero no es deesperar que una gente que tiene pues-i* tos sus cinco sentidos en la v il ocupa­ción de cu ltivar la t i e r r a , se vaya á penetrar de las ventajas que les ofrece la C o n s t i tu c ió n , n i q u e deje de m irar con respeto á los que siempre los han ten ido á los píes de los caballos. N o en vano decía un hom bre d o c t o , que mientras se conservara en España la afición á la T eo lo g ía , no habia que te­m er alborotos ni sediciones, porque y a se v é , si en un pueblo de cien veci­nos los veinte tiran para beneficiados, catorce para abogados, seis se m eten fra iles , cuatro estudian para escriba­n o s , ocho se v ienen á ser lacayos á M adrid , tres se dedican á barberos, o tro á herrado r . aquel á c a r re te ro , y si lue ­go se descuentan el sacristan, el m o ­n ag o , el m éd ico , el bo tica r io , y el maestro de n iños , vea V m d. lo que queda para cu ltivar las tierras , las v i - viñas , y demas zarandajas del campo.

O tro arbitrio hem osdiscurrido para cortar ios vuelos á las ¡deas del d ía , que

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i Ses poner en ridículo eso que llaman t i juram ento : porque decimos nosotros, sí eso que se jura fuera con án im o deci­d ido de cu m p lir lo , una de d o s , o se apresurarían á prestar el ju ram ento m u ­chas personas que se sabe que no le pres­tan sino á regañadientes, d se resisti­rían con noble franqueza á prestarle , es asi que apenas juran cuando ya están obrando en contra de lo jurado , ergo esto no es mas que una farsa para salir del apuro. Y o asistí el o tro dia al ju­ram ento que prestd una corporacion de esta C o r t e , y por cierto que tuve uii rato m u y d ive rt ido , porque fue ta l la ja­rana y la gresca que se a rm d , que era cosa de reir uno las tripas. Verdad es que estaba abierto el libro de los Santos E van­gelios, que había delante la Im agen de N ues tro R ed en to r Jesucristo ( y por cierto q u e era de plata ) : que se les puso 3 cada ind iv iduo la señal de la C r u z , y se in te rpe lo el augusto nom bre de Dios, pues con todo eso'se estaba viendo en a lg u n o s , que aquello no era mas de por cuí^iplír, y e a iös mas se desctibria la

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violencia con que pronunciaban e l sí juro. Yo conocí que tenían razó n , p o r ­que com o ya rantas veces se han jurado tantas cosas, y nadie ha pagado el pato sino los tontos que lo cum plie ron ; lo me¡or es jurar com o en un barbecho, y luego hacer lo que á uno le tenga cuenta : j está V m d.?

T am bién nos tiene ofrecida su p lu ­ma un poeta de nuestro b a n d o , porque es del bando de to d o s , y y o no sé si es por la fuerza de sus versos d porque sabe cuando los ha de h ace r ; lo cierto es que el partido que él alaba es siem­pre el que queda encima. Cosas le he visto yo en otros tiem pos, ensalzar has­ta las nubes, que todos decían que de- bian estar debajo de t ie r ra , pero tam ­bién el pobre que quedaba debajo ya podía encomendarse á D ios , porque en u n 'ab r ir y cerrar de ojos le espetaba una sátira que lo volvia loco , aunque el dia antes hubiese com ido en su casa, y á los postres le hubiese pedido pres­tada una onza. Es hom bre de m ucho provecho , y que á pura copla ha sabi­

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d o calzarse un destino títil y descansa­do. Ya dice él que se va á jubilar com o poeta , pero nos tiene dada palabra de que luego que esto cambie de m odo q u e no haya duda n in g u n a , el p rim er soneto que com ponga ha de ser en ala­banza de la Inquisic ión, y unas letrillas á la O rd en Tercera de nuestro padre san Francisco.

Igualm ente he recibido una carta de un caballero cruzado , que tubo m u­cho favor en su tiem po , com o que cor­rieron voces de que iba á estar en e l can d a le ro ; tam bién la echa de escri­to r , y era una de las columnas de la Iglesia y del Estado , com o que le va­l ió bien uno y o tro . Si supiera Vm d. q u e pesetas h izo en poco tiem po... so­bre que su casa era una colmena. A ll í las cajas de dulce , los jam ones, las car­gas de chorizos, el aderecito para la se­ñ o ra , los juguetes para los n iños , y de cuando én cuando los cartuchos de medallas po r via de gratitud , p e ­ro nada de simonía n i de cohecho . S i , ¡b o n ito era para tales picardiasl

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com o que una v ez que le regalaron unas peras en una bandeja de plata, sa­lió ' m u y enfadado hasta la puerta d i­ciendo á los criados que ¿p o r qué ha­bían recibido las peras? Y o concurrí algunas veces á su tertulia , cuando te­n ia m angoneo , y en m i vida he visto ju n to tan to señor de respeto. D e obis­p o abajo , no había clase de sugetos que n o gustaran de o i r l e , pero él á todos los hablaba en su le n g u a , y com o te­nia aquel coramroobis y aquella mages- tad en el h a b la r , les hacia creer á to ­dos cuanto le daba la gana. Y no tenia m aldita la v a n id a d , porque aunque h izo grabar su re tra to de cuerpo en te­ro , no fue mas de p o rque se lo roga? ron algunos amigos su y o s , que estaban m al con que é l n o se diese á conocer p o r ese m undo . M e parece que Je es­to y v iendo todavía con su vestido b o r ­dado , sus veneras , su escudo com o el m ió , y aquel andar tan posado qtie pa­recía un embajador. D ios le bendiga por el bien que me p ro m e t ío , y que me hubiera cum plido sin duda alguna.

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á no haberle levantado u n caramillo qu e le h izo saltar de aqui con m ucha pena de los buenos. \ O h envidia . envi­d ia , y que de males acarreas 1 Ya se ve, si en cuanto vieron que no había l o ­grado ser lo que él deseaba , em peza­ron á hacerle burla hasta los preren- d ie n te s , y eso que les habia prom eti­d o no recibirles la excelencia. Pero á te q u e ya me dice que en cuanto se vue l­va la tortilla , no ha' de dejar obispado donde no cobre una pensión , y lo creo po rque es hom bre capaz de hacerlo c o m o lo dice.

V ea V m d ., pues, com o aquí no perdem os el tiem po y vamos preparan* d o materiales para nuestra empresa : no se descuide V m d. por su parte y dándo­m e aviso de sus progresos, m ande á su afectísimo amigo

JEl Lamentador,

M adrid : Im pren ta que fué de Foentenebro. i8ao .

¿ 3 hallará con las anteriores en la librea f a d t S a n z , Ciiíle de lasCarretas. S u precio

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