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CRISTIAN HEMBRA VENEGAS VEGA

HEMBRA - CVVpuertomarina.cl/descargas/hembra.pdf · del amor por sus raíces, que lo mueven a interpretar el paisaje “a vuelo de Cóndor”, a recorrer visualmente sus cielos, ríos

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  • CRISTIAN

    HEMBRA

    VENEGASVEGA

  • Galería Marina del Sol presenta la exposición del artista Cristian Venegas Vega bajo el nombre “Hembra”, instalación que reúne una serie de obras entre pinturas (hembra) y objetos (nutrión), ambos concepto, hembra y nutrión, son tomados por el artista en un entramado conceptual que reflexiona, de manera crítica, sobre el poder desde la fuerza de la naturaleza y las posibles relaciones imbricadas del sujeto con su territorio.

  • “Hembra”, símbolo como fenómeno de resistencia.Sus procesos de (des)territorialización.

    Investigadora y crítica de ArteLicenciada en Artes Plásticas Diplomada en Gestión Cultural y comunicación.Magister en Literatura Hispanoamericana Doctorado en Educación-Cultura (en curso)

    Johanna Martin Mardones

  • El artista Cristian Venegas Vega presenta “Hembra” como mapa estructural a partir de dos líneas de desarrollo aparentemente distintas: una relacionada con un trabajo bidimensional que reúne diecisiete obras bajo el nombre “Hembra”; y el segundo, una instalación de dieciocho piezas, a modo de esculturas, en un trabajo de investigación de varios meses, denominado “Nutrión”, vinculando cartográficamente procesos constructivos con artes visuales.

  • En ambos casos Venegas Vega asume una postura crítica para reflexionar, desde los hitos territoriales, dos ideas que se instalan en la muestra-montaje en una actitud altamente consciente y subversiva, acto que se torna encantadora invención al poner al desnudo lo femenino desde una postura que se funda en referencia simbólica desde lo atávico que tensiona la nominación hembra y le devuelve su carácter sacro desde un paisaje materno no eriazo, más bien vinculado a la imagen romántica del

    paisaje plagado de color, que busca, justamente, ser color, ser contención y naturaleza pujante y viva, por una parte; y nutrión, representación simbólica que instrumentaliza la concepción de nutrirse-nutrición bajo un concepto imaginario (re)creado por el artista para pensar la realidad e intentar articularla, que refuta y se confronta a la imagen romántica de un paisaje virgen y autóctono, por otra. El montaje de ambas propuestas tensiona la relación entre significado y significante.

  • El trabajo fragmenta la memoria territorial para plantear una gran interrogante que se niega a una respuesta convencional y se convierten en el juego de los entresijos que (pro)mueve el campo del análisis y los procesos reflexivos, y se aventura a crear nuevos puentes conectivos. La primera pregunta que sugiere son los procesos vinculantes entre hembra y nutrión; ambos sometidos al juego ineludible del poder, dispositivo del que nacen ambas nociones desde distintas mesetas para interrogar y debatir desde lo político y social sobre la hegemonía de nuestra cultura, y que el artista emplaza en procesos de decodificación en un sustrato común.

  • Se podría establecer que ambas propuestas nacen de territorios distintos, sugiriendo un estado de polarización, es el (des)plazamiento el que los comunica, complementa o contradice desde los cimientos del debate estructuralista. En hembra se señala una (re)ordenación del símbolo (desterritorializar), para usar palabras de Deleuze y Guattari, como paisaje originario monumental atravesao la sexualidad,

    la maternidad, lo genérico para bordear lo otro, útero-órgano esencial de la vida, desplazando el foco de poder que tensa el paisaje como territorio geopolítico al analizarlo desde la construcción natural, voluntad de saber (Foucault), hasta la concepción del ideario social, voluntad de poder (Foucault).

  • En nutrión, invención del artista para hablarnos del lugar donde nos nutrimos y especialmente de qué nos nutrimos, lo que se busca es establecer el funcionamiento de las relaciones de poder, como lugar donde el sujeto se maquiniza como ser social de manera totalizadora, ideario social. Y es, desde ese lugar, donde surgen nuevas interrogantes y se abre un campo de reflexión acerca de los procesos totalizadores estructurados como cárceles de la (in)conciencia, mega-estructuras que irrumpen de manera transversal plegadas de significados políticos y sociales; prisiones cimentadas-alimentadas por tramas urbanas de poder. El sujeto, en cuanto ser humanizado, se convierte en instrumento perdiendo su condición para aparecer como animal sobre una edificación totémica que lo erige, dirige y (sos)tiene bajo la perorata de nutrirlo, y de la (in)conciencia como resultado de esa nutrición sólo que, contrario a lo que pasa con las pinturas que (re)crean paisajes como núcleos, en nutrión, como lo plantea Miguel Morey, en relación a la voluntad de poder y de saber, “en un orden en que el saber y el poder son cómplices, no hay más supervivencia (…) que manteniéndose en la clandestinidad: guardar silencio”.

  • En este sentido, el paisaje que nos plantea Venegas Vega asume, en la instalación, un rol combativo y de resistencia. Las montañas, como imagen monumental, los árboles autóctonos y, en general, la composición como dominio del espacio contiene y soporta la estructura desde la concepción matríztrica (Maturana) que es, a la vez, contenedora emotiva-afectiva del sujeto perdido en la macro-estructura que lo desintegra y lo hace símbolo (desterritorializa), sin posibilidad de convertirse en índice (territorialización), es decir, el sujeto no existe en cuanto ser desprovisto de soporte y conciencia en la ausencia de una estructura válida. Bajo esta mirada la propuesta plantea que la interacción de los iconos (reterritorialización), como referentes esenciales de su propuesta, sólo es posible en la comunión de ambos en un nuevo territorio, a lo que Deleuze y Guattari llamarían, el lugar del devenir, donde el paisaje, en cuanto célula nuclear, sostiene-contiene al sujeto en una meseta común que se fortalece en y desde la matriz, territorio desde donde se origina un discurso extranjero, se resiste y se construye.

    Tal como Rudolf Arnheim nos aclara, las formas son conceptos. “En la percepción de la forma reside el inicio de la formación de conceptos” Hay en la obra de Cristian Venegas Vega toda una fuerza que emana del amor por sus raíces, que lo mueven a interpretar el paisaje “a vuelo de Cóndor”, a recorrer visualmente sus cielos, ríos y bosques para encontrar las señales con las que va construyendo espacios que terminan obligándonos a tomar consciencia.

    Ahí están los cuestionamientos sociales, políticos, humanísticos. Su discurso no se queda en la superficie de los temas, por el contrario nos aborda con la entereza de un artista que está plenamente identificado con su mundo y que nos comparte esa angustia para, de esta manera, invitarnos a un cambio de ruta.

    Sin embargo, como señalaba al principio, esa dicotomía estriba también en la belleza que emana de cada cuadro y que nos contagia el amor por la naturaleza, los toques fantásticos, casi impredecibles con los que representa cada elemento, hacen de sus paisajes verdaderos regalos para la vista. De igual manera, la detallada y minuciosa construcción instaladora produce emociones que nos hermana en una consciencia creativa.

    Es, como señala René Berger, en la conciencia del hombre donde conviene buscar el fundamento de las convenciones estéticas, su verdad y su sentidoEso es lo que hace mucho más interesante la obra de Cristian Venegas Vega, donde lo que vemos no es exactamente lo que significa y donde lo que sentimos y experimentamos es, a la vez, un canto de amor y de coraje.

  • Gildo González AnguloFebrero 14 de 2019

    Cristian Venegas Vega: Hembra y Nutrión

    Galería Marina presenta el trabajo reciente de Cristian Venegas Vega. Se trata de una serie de pinturas de gran formato y objetos que conforman una instalación. Como se podrá observar todo apunta a una serie de dicotomías que a su vez tiene un mensaje único: nuestra autodestrucción. La exploración que realiza desde 2013 en torno a la cadena cordillerana de Los Andes queda plasmada en estas piezas paisajísticas que nos envuelve en la reflexión de una multitud de temas relacionados con su representación, hasta llegar a una serie de conclusiones que adquieren el giro socio-político que hábilmente ha sabido capturar en este prolongado estudio titulado Hembra. Andes, la Muralla de América.

    Tal como Rudolf Arnheim nos aclara, las formas son conceptos. “En la percepción de la forma reside el inicio de la formación de conceptos” Hay en la obra de Cristian Venegas Vega toda una fuerza que emana del amor por sus raíces, que lo mueven a interpretar el paisaje “a vuelo de Cóndor”, a recorrer visualmente sus cielos, ríos y bosques para encontrar las señales con las que va construyendo espacios que terminan obligándonos a tomar consciencia.

    Ahí están los cuestionamientos sociales, políticos, humanísticos. Su discurso no se queda en la superficie de los temas, por el contrario nos aborda con la entereza de un artista que está plenamente identificado con su mundo y que nos comparte esa angustia para, de esta manera, invitarnos a un cambio de ruta.

    Sin embargo, como señalaba al principio, esa dicotomía estriba también en la belleza que emana de cada cuadro y que nos contagia el amor por la naturaleza, los toques fantásticos, casi impredecibles con los que representa cada elemento, hacen de sus paisajes verdaderos regalos para la vista. De igual manera, la detallada y minuciosa construcción instaladora produce emociones que nos hermana en una consciencia creativa.

    Es, como señala René Berger, en la conciencia del hombre donde conviene buscar el fundamento de las convenciones estéticas, su verdad y su sentidoEso es lo que hace mucho más interesante la obra de Cristian Venegas Vega, donde lo que vemos no es exactamente lo que significa y donde lo que sentimos y experimentamos es, a la vez, un canto de amor y de coraje.

  • Lo primero que capta mi atención son los colores con los que representa el paisaje, los contrastes entre los verdes de gran brillo, los rojos intensos, los azules y grises. Una paleta básica parecería insuficiente para trasladar al lienzo la inmensidad y la imponente belleza de esta región del mundo, sin embargo, la capacidad creativa de Cristian y su pasión por abrirse a sus más íntimos sentimientos logran una revisión del paisaje recargado de toda su información y de su contagioso grito: Nos estamos destruyendo.

    La instalación Nutrión, va de la mano con las demostraciones de Arte Povera para que experimentemos más directamente todas nuestras cotidianas acciones consumistas en una desmedida carrera nutricional que nos otorga un poder que no es más que una condena.

    Tal como Rudolf Arnheim nos aclara, las formas son conceptos. “En la percepción de la forma reside el inicio de la formación de conceptos” Hay en la obra de Cristian Venegas Vega toda una fuerza que emana del amor por sus raíces, que lo mueven a interpretar el paisaje “a vuelo de Cóndor”, a recorrer visualmente sus cielos, ríos y bosques para encontrar las señales con las que va construyendo espacios que terminan obligándonos a tomar consciencia.

    Ahí están los cuestionamientos sociales, políticos, humanísticos. Su discurso no se queda en la superficie de los temas, por el contrario nos aborda con la entereza de un artista que está plenamente identificado con su mundo y que nos comparte esa angustia para, de esta manera, invitarnos a un cambio de ruta.

    Sin embargo, como señalaba al principio, esa dicotomía estriba también en la belleza que emana de cada cuadro y que nos contagia el amor por la naturaleza, los toques fantásticos, casi impredecibles con los que representa cada elemento, hacen de sus paisajes verdaderos regalos para la vista. De igual manera, la detallada y minuciosa construcción instaladora produce emociones que nos hermana en una consciencia creativa.

    Es, como señala René Berger, en la conciencia del hombre donde conviene buscar el fundamento de las convenciones estéticas, su verdad y su sentidoEso es lo que hace mucho más interesante la obra de Cristian Venegas Vega, donde lo que vemos no es exactamente lo que significa y donde lo que sentimos y experimentamos es, a la vez, un canto de amor y de coraje.

  • Tal como Rudolf Arnheim nos aclara, las formas son conceptos. “En la percepción de la forma reside el inicio de la formación de conceptos” Hay en la obra de Cristian Venegas Vega toda una fuerza que emana del amor por sus raíces, que lo mueven a interpretar el paisaje “a vuelo de Cóndor”, a recorrer visualmente sus cielos, ríos y bosques para encontrar las señales con las que va construyendo espacios que terminan obligándonos a tomar consciencia.

    Ahí están los cuestionamientos sociales, políticos, humanísticos. Su discurso no se queda en la superficie de los temas, por el contrario nos aborda con la entereza de un artista que está plenamente identificado con su mundo y que nos comparte esa angustia para, de esta manera, invitarnos a un cambio de ruta.

    Sin embargo, como señalaba al principio, esa dicotomía estriba también en la belleza que emana de cada cuadro y que nos contagia el amor por la naturaleza, los toques fantásticos, casi impredecibles con los que representa cada elemento, hacen de sus paisajes verdaderos regalos para la vista. De igual manera, la detallada y minuciosa construcción instaladora produce emociones que nos hermana en una consciencia creativa.

    Es, como señala René Berger, en la conciencia del hombre donde conviene buscar el fundamento de las convenciones estéticas, su verdad y su sentidoEso es lo que hace mucho más interesante la obra de Cristian Venegas Vega, donde lo que vemos no es exactamente lo que significa y donde lo que sentimos y experimentamos es, a la vez, un canto de amor y de coraje.

  • Tal como Rudolf Arnheim nos aclara, las formas son conceptos. “En la percepción de la forma reside el inicio de la formación de conceptos” Hay en la obra de Cristian Venegas Vega toda una fuerza que emana del amor por sus raíces, que lo mueven a interpretar el paisaje “a vuelo de Cóndor”, a recorrer visualmente sus cielos, ríos y bosques para encontrar las señales con las que va construyendo espacios que terminan obligándonos a tomar consciencia.

    Ahí están los cuestionamientos sociales, políticos, humanísticos. Su discurso no se queda en la superficie de los temas, por el contrario nos aborda con la entereza de un artista que está plenamente identificado con su mundo y que nos comparte esa angustia para, de esta manera, invitarnos a un cambio de ruta.

    Sin embargo, como señalaba al principio, esa dicotomía estriba también en la belleza que emana de cada cuadro y que nos contagia el amor por la naturaleza, los toques fantásticos, casi impredecibles con los que representa cada elemento, hacen de sus paisajes verdaderos regalos para la vista. De igual manera, la detallada y minuciosa construcción instaladora produce emociones que nos hermana en una consciencia creativa.

    Es, como señala René Berger, en la conciencia del hombre donde conviene buscar el fundamento de las convenciones estéticas, su verdad y su sentidoEso es lo que hace mucho más interesante la obra de Cristian Venegas Vega, donde lo que vemos no es exactamente lo que significa y donde lo que sentimos y experimentamos es, a la vez, un canto de amor y de coraje.

  • Tal como Rudolf Arnheim nos aclara, las formas son conceptos. “En la percepción de la forma reside el inicio de la formación de conceptos” Hay en la obra de Cristian Venegas Vega toda una fuerza que emana del amor por sus raíces, que lo mueven a interpretar el paisaje “a vuelo de Cóndor”, a recorrer visualmente sus cielos, ríos y bosques para encontrar las señales con las que va construyendo espacios que terminan obligándonos a tomar consciencia.

    Ahí están los cuestionamientos sociales, políticos, humanísticos. Su discurso no se queda en la superficie de los temas, por el contrario nos aborda con la entereza de un artista que está plenamente identificado con su mundo y que nos comparte esa angustia para, de esta manera, invitarnos a un cambio de ruta.

    Sin embargo, como señalaba al principio, esa dicotomía estriba también en la belleza que emana de cada cuadro y que nos contagia el amor por la naturaleza, los toques fantásticos, casi impredecibles con los que representa cada elemento, hacen de sus paisajes verdaderos regalos para la vista. De igual manera, la detallada y minuciosa construcción instaladora produce emociones que nos hermana en una consciencia creativa.

    Es, como señala René Berger, en la conciencia del hombre donde conviene buscar el fundamento de las convenciones estéticas, su verdad y su sentidoEso es lo que hace mucho más interesante la obra de Cristian Venegas Vega, donde lo que vemos no es exactamente lo que significa y donde lo que sentimos y experimentamos es, a la vez, un canto de amor y de coraje.

    “Nuestra responsabilidad como escritores de un tiempo y un lugar predeterminado es asumir conscientemente los valores correspondiente a nuestra cultura andina”

    Cristian Venegas Vega

    Hembra“ ”

    Eduardo Meissner GrebePintor - Escritor – Académico

    Concepción - Chile

  • CRISTIANVENEGAS

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    HEMBRA