78
7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 1/78 LITERATURA ALFAGUARA 31  Peter Ha-ndke  nació  en Griffen  (Austria) en  l-?42.  Es uno de los autores de lengua ale- mana  más  conocidos  y  traducidos  en la  actualidad.  su  obra  novelística,  teatral  y  cinematográfica le  acompaña'el  éxifo  a la vez que el  escándalo.. H;i  obtenido  los más importantes  galardones  lite- rarios del*mundo  germanq,  El  mie o  del  portero al  penalty  marca  el  inicio  de su  madurez estilís- tka-y,ha  sido llevada  al  cine  por  Wim  Wenders. El despido de  su.-trabajo  de  mecánico  a Joscf  Rloch.  antiguo  portero de un equipo  de fútbol,  le  «pone  el  inicio  de una  etapa  en la que  nada  encaja  de  manera  clara  y que se  desenvuelve por cauces  dolorosos  a la vez que  distantes.  Con * precisa  minuciosidad  Handke  no?'entrega  un de- : licado  contrapunto  entre  ,1a  ruptura  interior^y •^J¡  inundo exterior que iSarcan cada  movimiento l  f  p'ensamientó  del  personaje. trg tq wn  de  Pilttr Fernández  -  Galiana

Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 1/78

L I T E R A T U R AA L F A G U A R A

31

  Peter  Ha-ndke  nació  en Gr i f f en  (Aust r ia)en   l -?42.  Es uno de los autores de lengua ale-m a n a  m ás  conocidos y  traducidos  en la  actual idad.  su  obra  novelística,  teat ra l  y  cinematográ f icale  a c o m p a ñ a ' e l  éx i fo  a la vez que el  escándalo. .H;i  o b t e n i d o  lo s más imp o r t a n te s  galardones  lite-r a r io s d e l * m u n d o  germanq ,  E l  mie o  d e l   porteroa l  penal ty   m a r c a  el  inicio  de su  madurez estilís-t k a - y , h a  sido llevada  a l  cine  p or  Wim Wenders.

El despido de  su.-trabajo  de  mecánico  aJoscf  R l o c h .  a n t i g u o  portero de un  equipo  de

f ú t b o l ,  le «pone  el  in ic io  de una  etapa  en la que n a d a  enca j a  de m a n e ra  clara y que se desenvuelvepor cauces  dolorosos  a la vez que  distantes.  C on

* precisa  m i nu c i os i da d  Han d k e  no?'entrega  un de- :l i cado  c o n t r a p u n t o  e n t r e  ,1 a  rup tura  interior^y

• ^ J ¡   inundo ex te r ior que iSarcan cada  movimientol  f  p ' ensamientó  del  personaje.

trg tq wn  de  Pilttr Fernández   -   Ga l iana

Page 2: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 2/78

Cu a ndo  Peter Handke  publica  E l   miedodel   portero   a l penalty   ya había alcanzado am pl io

íenombfe,  en la  l it era tura a l em ana , pero  es  estanovela,  p rec isamente , l a que  m a r c a  su  m a du rez

estil ística. Josef  Bloch,  actua lmente mecánico yanteriormente portero  de un  equipo  de  fútbol ,es despedido de su  t raba jo  sin que se llegue asaber  por  qué.  A  partir  de ese  m o m e n t o  nadie

conocerá  ya las  causas  de lo que  ocurre. Bloch,desde  el  m o m e n t o  que  ent ra  en  contacto  con ellector  has ta  que se  separa  del  m i s m o , v i v e  co nconcentrada

  escrupulosidad  todos  sus  m o m e n t o s ,

deteniéndose  en  cada  uno de  ellos  pero  a t rave-sándolos como  si un  velo algodonoso  lo  envol-viera todo. Handke, poniendo  al  servicio  delrelato u na m inuciosida d casi m icroscópica, s igue

  las  Devoluciones  de Bloch  primero  en la ciudady  después  en una  pequeña población prov incianacerca  deja  frontera.  Ni el  cine,  ni el  cr imen,  ni

el   viaje ,  ni los av atare s de la posada en la quese   insta la , nad a parece l legar hasta el protagon is-

t a de una m anera d i recta o c la ra . Cada  frasehecha, cada palabra dicha al a za r por él o por cual-qu ier in ter locutor ,  le  presenta  una  du da ,  le pa-rece  ajena  y vacía . Los únicos e l ementos que sele   ofrecen  m á s o  m e n o s  aprehensibles,  so n  unosrecuerdos esporádicos  de su  época  de  fu tbol i s t aque  tampoco  f o rm a n  un eje al  cual pueda asirse.Así , el  dogjjBvolvimiento  de cada jornada , pesea  su  m inuciosa descripción,  se ve  roto  por la  dis-

gregación,  por la  dispersión,  por la  inconexión:e n   que Bloch sum erge todo,  sin  llegar a saber laimpd£tí«jc¿a  que cada  e lemento  t iene f rente a los

  d e m á s  o en sí  m i s m o . E l  resul tado  es una  novela

Page 3: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 3/78

Page 4: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 4/78

OTRAS OBRAS DEL AUTOR:

DIE HORNISSENDER  HAUSIRERDE R  KURZE BRIEF  ZUM   LANCEN  ABSCHIEDBEGROSSUNG DES AUFSICHTSRATSCHRONIK   DE R  LAUFENDEN  EREIGNISSEWUNSCHLOSES UNGLÜCK

FALSCHE   BEWEGUNGALS DAS  WONSCHENRNOCH  GEHOLFEN  HA TDIE   STUNDE  DER WAHREN  EMPFINDUNG  *DI E  LINKSHÁNDIGE  FRAU

*  Próximo a  publicarse  en esta misma colección.

El   miedo  del porteroal  penalty

Page 5: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 5/78

LITERATURAALFAGUARA

DIRECTOR: EDUARDO NAVAL PeterHandkeEl  miedo  de l porteroal  penalty

Traducción   d e P i la r Fe rnández  -  Gal iana

EDICIONESALFAGU¿S ^H>

BRUGUERA

Page 6: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 6/78

TITULO  ORIGINAL:DIE   ANGST  DES  TORMANSBEIM ELFMETER

SUHRKAMP   VERLAGFRANKFURT AM MAIN 1970ALLE RECHTE VORBEHALTEN

DE   ESTA  EDICIÓN:

EDICIONESALFAGUARA

AVENIDA DE AM ERICA, 37EDIFICIO  TORRES BLANCASMADRID-2TELEFONO  416 09 001979

ISBN:  84-204-2510-9DEPOSITO  LEGAL:  M . 4.411/1979

El   miedo  del porteroal pen al ty

Page 7: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 7/78

LA  MAQUETA DE LA COLECCIÓNY  EL  DISEÑO  DE LA  CUBIERTAESTUVIERON A CARGO DEENRIC SATUE  ®

PARA  LA  COMPOSICIÓN TIPOGRÁFICASE   HA   UTILIZADO  TIPO  G A R A M O N TCUERPO  12

PARA LA CUBIERTASE   UTILIZO PAPEL ACUAR ELAPAPELERA PENINSULARY  PARA EL INTERIORPAPEL  OFFSET  EDITORIAL AHUESADODE 100 GMSDE  TORRAS  HOSTENCH, S.A.

  «E l  po r t e ro m i raba cómo  la   pe lo ta  rodabap o r  enc ima  de la  línea »

Page 8: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 8/78

A 1   mecánico Josef  Bloch que ha-

bía  sido anteriormente  un  famoso   portero  de

un  equipo  de   fútbol al ir al  trabajo  por lamañana le fue  comunicado  que   estaba des-pedido.  Se a  como sea Bloch  lo   interpretó asícuando  al   aparecer  por la   puerta  de la   garita

donde  los  obreros estaban descansando sola-mente  el  capataz levantó  la  vista  de l   almuerzoas í  que se   marchó  de la   obra.  En la   calle alzóel brazo pero  el  coche  que  pasaba  por  allí  en

aquel momento  no era un   taxi  —tampoco  lohubiera sido  si  Bloch  no   hubiera levantado  elbrazo para hacer señas  a un   taxi. Finalmenteescuchó  el   sonido  de   unos  frenos;  Bloch  se

dio la  vuelta:  a sus   espaldas estaba  un   taxi  y

el  taxista decía algo malhumorado; Bloch  se

dio la  vuelta  de   nuevo se   metió  en el   taxi  ydijo  que  quería  ir al  mercado.

Era  un  bonito  día de  octubre.  Blochse   comió  una  salchicha caliente  en un  quiosco

y  después atravesando  la  zona  de los  puestosse   fue a un  cine.  Todo  lo que  veía  le  moles-

Page 9: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 9/78

14

taba;  intentó  ver lo  menos  posible.  Dentrodel  cine  dio un  suspiro  de alivio.

Al  entrar  le  sorprendió  que la  taqui-llera  contestara  con un  ademán  muy  naturalal gesto  que hizo al poner  el dinero  en el  platogiratorio  sin  decir palabra.  Observó  que  juntoa  la  pantalla había un  reloj  eléctrico con la es-fera  luminosa. A mitad de la película oyó quesonaba una campana; se quedó pensando du-rante un rato si había sonado en la películao venía de  fuera,  de la torre de la iglesia queestaba junto al mercado.

Al  salir  a la calle se compró unas uvas,

que en esa época del año eran muy baratas.Siguió andando, comiéndose las uvas por elcamino  y  escupiendo  las  pielecitas.  En el  pri-mer  hotel  donde  pidió  una  habitación  no leadmitieron,  porque  llevaba solamente una car-tera;  el  conserje del  segundo hotel,  que  estabaen una  callejuela,  le  llevó personalmente  a lahabitación. Mientras el conserje se marchaba,Bloch  se echó en la  cama  y no tardó en dor-

mirse.Por la  tarde salió del hotel  y se embo-

rrachó. Luego se despejó y se le ocurrió llamara  algunos amigos; como la mayoría de estosamigos no  vivían  en la  ciudad  y el  teléfonono devolvía las monedas, Bloch se quedó enseguida sin calderilla. Un policía, al que saludócon  la  intención  de  detenerle,  no le  devolvióel saludo. Bloch se preguntó si era posible que

el policía  no  hubiese interpretado bien  laspalabras  que le  había gritado desde  la  acera

15

de  enfrente,  y pensó  por  contraposición  en lanaturalidad con que la taquillera del cine habíagirado  el  plato  con la  entrada hacia  él. Larapidez  del  movimiento  le  había sorprendidotanto, que casi se olvidó de recoger la entradadel plato. Decidió  ir a ver a la  taquillera.

Cuando llegó al cine, hacía un mo-mento que se habían apagado las luces de lasvitrinas de las carteleras. Bloch vio cómo unhombre,  subido  en una escalera, cambiaba lasletras  del  título  de la  película  por el  título  dela película  del día  siguiente. Esperó hasta  quepudo  leerlo;  entonces volvió  al  hotel.

El día  siguiente  era  sábado. Bloch  de-cidió quedarse un día más en el  hotel. Apartede un matrimonio americano, él era la únicapersona  que  había  en el  comedor; durante unrato estuvo escuchando su conversación, queentendía  a  medias, pues anteriormente habíaestado con su equipo varias veces de turnéen Nueva York; después se marchó rápida-mente a comprar algunos periódicos. Aquel

día los periódicos eran muy voluminosos, puesse  trataba  de las  ediciones  de fin de  semana;así  que no los dobló, sino que se los metiódebajo  del  brazo  y  volvió  al  hotel.  Se volvióa  sentar  en la  mesa  del  desayuno, que  estabaya  recogida,  y  apartó  las  páginas  de los anun-cios; le agobiaban. Vio dos personas que  pasa-ban por la calle con los voluminosos periódi-cos.  Contuvo  la  respiración hasta  que pasaron

de largo. Solamente entonces se dio cuenta deque se  trataba  de los dos americanos; en la

Page 10: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 10/78

16

calle  no había reconocido  a la pareja que habíavisto antes en la mesa d el  comedor.

En un  café  se  entretuvo mucho tiempobebiendo  el  agua  qu e  servían  en un  vaso,  ala  vez que el  café.  De vez en  cuando  se levan-taba  y cogía una  revista  de los montones, quehabía encima  de las  sillas  y las  mesas, desti-nadas  a  ellos especialmente;  la  camarera,  alcoger  el  montón  de  revistas  que  estaba  a sulado,  mencionó  al  irse  las  palabras  «mesa  delos periódicos». Bloch, al que por una parte nole gustaba hojear  las  revistas,  y por  otra parteno  podía  dejar ninguna sin haberla hojeado de l

todo,  intentó  mientras tanto  mirar  un  pocoa  la  calle;  el  contraste entre  la  hoja  de la re-vista y las  cambiantes escenas  de  fuera  le ali-viaba. Al  salir,  él  mismo volvió  a  poner  lasrevistas encima  de la mesa.

Los   puestos  de l  mercado  ya  estabancerrados. Bloch estuvo  un  rato dando patadi-tas  a los  desperdicios  de verduras  y  frutas  co nlos que  tropezaba  al  andar. Allí mismo,  entre

los  puestos, hizo  sus  necesidades. Mientrastanto observó  que en  todas partes  las  pare-des de las  barracas  de  madera estaban negrasa  causa  de la  orina.

Las  pielecitas  de las  uvas  que  habíaescupido  el día  anterior estaban  aún en laacera.  Al  poner Bloch  el  billete  en el  platode la  taquilla,  se  arrugó  al  girar; Bloch  en-contró  en  ello  una  excusa para decir algo.  La

taquillera respondió. El

 habló  de

 nuevo. Comoeso  no era  frecuente,  la  taquillera  le  miró.

17

Esto  le  proporcionó  una  nueva excusa paraseguir hablando.

Otra  vez en el  cine, Bloch pensó  en

la  novela  y el hornillo eléctrico  que  estaban  allado  de la  taquillera;  se  echó para atrás,  yempezó  a distinguir detalles  en la pantalla.

Por la  tarde cogió  el  tranvía para  iral  estadio. Sacó  una  entrada  sin  asiento  y sesentó después encima  de los  periódicos,  queaún  no  había tirado;  no le  molestaba  que losespectadores  de  delante  le  taparan  la  vista.A  medida  que el  juego  avanzaba  se  iban sen-tando  la  mayoría. A  Bloch nadie  le  reconoció.Dejó allí  los  periódicos, puso encima  una bo-tella  de  cerveza  y  salió  del  estadio antes  de lpitido  final  para evitar  la  aglomeración.  Lesorprendió  que  hubiera tantos autobuses  ytranvías medio vacíos  esperando  delante  delestadio  —se  trataba  de un  partido  de  liga.Se  subió  a un  tranvía  y se  sentó. Permaneciómucho tiempo allí sentado casi  a  solas, hastaque  empezó  a  impacientarse.  ¿Y  si el  arbitro

había decidido  que el  juego continuara?  Allevantar  la  mirada  vio que el sol se  estabaocultando.  Bajó  la  cabeza sin  querer expresarnada  con  ello.

Afuera  empezó  a  soplar  el  viento  derepente. Casi a la par con el pitido  final —treslargos  pitidos—,  los  conductores  y  cobradoresse subieron  en los  autobuses  y en los  tranvíasv  la  gente empezó  a  salir  del  estadio. Bloch

se  imaginó  que  escuchaba  el  ruido  de las bo-tellas  de cerveza al caer  en el campo;  al mismo

Page 11: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 11/78

18

tiempo escuchaba  el  sonido  del polvo  que cho-caba  contra  los cristales.  Si en el cine  se habíaechado para atrás, ahora  se  inclinaba hacia

delante, mientras  lo s  espectadores irrumpíanen los  tranvías. Por  suerte llevaba encima unprograma  de la  película.  Le  parecía como  siacabaran  de  encender  los  focos  de l  estadio.Una   absurda ocurrencia,  dijo  Bloch.  El  habíasido  un mal portero a la luz de los  focos.

En el  centro  de la  ciudad  le  costó  unbuen rato encontrar  una  cabina  de  teléfonos;y  cuando  la  encontró, habían arrancado  elauricular y  estaba  por los  suelos. Siguió  ca-minando  y por fin  pudo llamar  por  teléfonodesde  la  Estación  de  Ferrocarril  del  Oeste.Como  era  sábado, apenas pudo  dar con  nadie.Cuando  al  final  contestó  un a  mujer ,  una co-nocida  de  antes, tuvo  que  explicarle  quiénera  para  que  ella  le  reconociera. Quedaroncitados  en un  bar, cerca  de la  Estación  delOeste, donde  Bloch sabía  que  había  una má-quina tocadiscos. Entretuvo  el  tiempo hasta

qu e  llegó  la  mujer  metiendo monedas  en lamáquina  y  dejando  que  otras personas apre-taran  los  botones  por él;  mientras tanto  ob-servaba  con  atención  las  fotos  y  firmas  dejugadores  de  fútbol  que  había  en la  pared;unos años antes  el  establecimiento había sidoalquilado  por un  delantero  del  equipo nacio-nal,  que  después  se  marchó  a  ultramar parahacer  de  entrenador  de uno de los  salvajes

equipos  de  liga americanos, y  ahora, despuésde la  disolución  de la  liga,  se  había quedado

19

allí  y se  ignoraba  su  paradero. Bloch empezó  hablar  con una  chica,  que  desde  la  mesamás  próxima  a la  máquina tocadiscos extendíaa  ciegas el brazo hacia  atrás  y escogía siempreel  mismo disco. Salieron juntos  del  bar. Que-ría   meterse  con  ella  en el  primer portal, perotodas  las puertas estaban y a cerradas co n  llave.Cuando  por fin  encontraron  una  puerta  qu eno  estaba cerrada, resultó que,  a  juzgar  porlo s  cánticos, detrás  de una  puerta  qu e  habíaa  continuación  se  estaba celebrando  en  aquelmomento una ceremonia religiosa.  Se metieronen un  ascensor  que se  encontraba entre  la

primera y la  segunda puerta; Bloch apretó  elbotón  del  último piso. Antes  de que el ascen-sor  comenzara  a  funcionar  la  chica quiso  ba-jarse.  Entonces Bloch apretó  el botón  del pri-mer  piso;  allí  se  bajaron  y se quedaron  en eldescansillo; entonces  la chica  se puso cariñosa.Subieron juntos la  escalera. El  ascensor estabaen el  ático;  se metieron  en él,  bajaron, y  vol-vieron  a la calle.

Bloch caminó un  rato con la chica, des-pués  dio la  vuelta  y  volvió  al  bar.  La  mujer,qu e  todavía llevaba  el  abrigo puesto,  ya habíallegado. Bloch  le explicó  a la amiga de la chica,qu e  estaba todavía esperando  en la mesa juntoa  la  máquina  tocadiscos,  que la  chica  no ibaa  volver  y  salió  del bar con la  mujer.

Bloch dijo:  «M e  siento ridículo, así,sin abrigo, cuando tú llevas uno». La muchachase  le  colgó  del  brazo. Para liberar  su  brazo,Bloch hizo como  si le  fuera  a  mostrar algo.

Page 12: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 12/78

2 2

Entonces  no se le  ocurrió  qué le  podría mos-trar. De repente quiso comprar el periódico  dela  tarde. Atravesaron varias calles  sin  encon-trar  un  vendedor  de  periódicos. Finalmente

cogieron  el  autobús para  ir a la  Estación  deFerrocarril  de l  Sur, pero  la  estación estaba  yacerrada. Bloch fingió que estaba asustado;  peroen  realidad estaba verdaderamente asustado.A   la  muchacha,  que ya en el  autobús, mien-tras abría  el  bolso  y  jugaba  con  algunos  ob-jetos,  le  había insinuado  que  tenía  la  regla,  ledijo:  «He  olvidado  dejar  una  nota»,  sin  saberlo que quería decir  en realidad con las palabras

«nota»  y  «dejado».  De  cualquier modo  semetió  él  solo  en un  taxi  y fue al  mercado.

Como  los  sábados había sesión  de no-che en el  cine,  Bloch  llegó  con  mucha antici-

pación.  Fue a un  autoservicio  que no  estabalejos de allí, y se comió  un a  fricadelle  de  pie.Intentó contar  un  chiste  a la  camarera  en elmenor tiempo posible; cuando el tiempo trans-currió  sin que  hubiera contado  el  chiste hasta

el  final,  se  interrumpió  en  medio  de una  frasey  pagó.  La camarera  se  rió.

En la calle se encontró con un  conocido

que le  pidió dinero. Bloch  le  dijo  unas pala-bras malhumorado.  El borracho le agarró de lacamisa  y en ese  momento  la  calle  se  quedó  aoscuras.  El  borracho  dejó  caer  la  mano  asus-tado.  Bloch  al  darse  cuenta  de que los  anun-cios luminosos  del  cine  se  habían apagado,

se   alejó  a  toda  prisa.  La  taquillera estaba  en

la  puerta  del  cine;  iba a  subirse  en el  cochede un  muchacho.

Bloch  la  miró. Ella,  que  estaba  ya sen-tada  en el  asiento  de  delante,  junto  al  con-

ductor,  respondió  a su  mirada mientras  secolocaba  el  vestido para  no  arrugárselo;  porlo  menos,  a  Bloch  le pareció una respuesta.No  ocurrió nada más; ella cerró  la  puerta  yel  coche arrancó.

Bloch volvió  al  hotel.  Cuando llegó,el recibidor del hotel estaba encendido, pero nohabía nadie;  al  descolgar  la  llave  se  cayó  dela  casilla  una  nota doblada;  la  desdobló:  era

la  cuenta. Cuando Bloch estaba  aún en el  des-cansillo  con la  nota  en la mano, contemplandouna  solitaria maleta  qu e estaba junto a la puer-ta,   el  conserje  salió  del  almacén. Bloch  le pi-dió  inmediatamente  un  periódico  y  mientrastanto miraba  por la  puerta abierta  al  interiordel  almacén,  donde  se  veía  que el  conserjehabía  estado durmiendo  en una  silla que habíacogido  del recibidor.  El  conserje cerró  la puer-

ta, de  manera  que  Bloch podía  ver  solamenteuna  escudilla  de  sopa encima  de una  pequeñaescalera  de  mano,  y  solamente comenzó  a ha-blar una vez que se puso detrás del  mostrador.Pero  Bloch  ya  había tomado  el  cierre  de lapuerta como  una  respuesta negativa  y  subiólas escaleras para  ir a su habitación. Solamentevio un par de  zapatos delante  de una de laspuertas  del  larguísimo  pasillo;  al  llegar  a suhabitación  se  quitó  los  zapatos  sin  deshacer

los nudos  de los cordones, y los  puso también

Page 13: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 13/78

22

delante  de la  puerta.  Se  echó  en la  cama  y almomento  se  quedó  dormido.

A media noche  se despertó,  poco antesde que comenzara una disputa en la habitaciónde al  lado;  pero  quizás  fuera  solamente que,como  se  había despertado  de un  modo  tanrepentino,  su  sentido  de l  oído  se  encontrabaen   un estado más sensible de lo normal, y lepareció que las voces que oía estaban discu-tiendo. Golpeó  la pared con el puño. Enton-ces  escuchó  el  murmullo  del  agua  del  grifo.Cerraron  el  grifo;  volvió  la  calma  y se  volvióa  dormir.

Al día siguiente le despertó el  teléfonode la  habitación.  Le  preguntaron  si  tenía  in-tención de quedarse aún una  noche.  MientrasBloch contemplaba la cartera, que estaba enel suelo  —la  habitación no tenía  guardamale-tas—,  dijo  sí  inmediatamente  y  colgó. Reco-gió los zapatos del pasillo, que nadie había lim-piado porque  era  domingo,  y se  marchó  de lhotel sin desayunar.

En la Estación del Sur se  afeitó  en losservicios  con una  maquinilla  de  afeitar  eléc-trica.  Se  duchó  en una de las  cabinas. Mien-tras se vestía leyó la sección de deportes delperiódico  y los  informes judiciales.  Al  cabode un rato, cuando aún no había terminado deleer  —en  las  otras cabinas  no  había ningúnruido—,  se  sintió  muy  bien  de  repente.  Seapoyó,  vestido  ya del  todo,  en la  pared  dela  cabina, golpeando  la  banqueta  de  maderacon el zapato.  El  ruido hizo  que la  mujer  qu e

23

cuidaba  de las cabinas preguntara inmediata-mente desde  fuera  qué era lo que  pasaba  y ,como  él no  contestaba, llamó  a la  puerta  co nlos nudillos. Como Bloch tampoco contestóesta  vez,  la  mujer  golpeó desde  fuera  el pica-porte  con una  toalla  (o lo que  fuera')  y semarchó. Bloch leyó  el  periódico  de pie  hastael  final.

En la  plaza  de la  estación  se  encontrócon un  conocido  que se dirigía  a las  afueras  dela  ciudad para actuar  de  arbitro  en un  partidode   colegiales. Bloch  no se  tomó  en  serio estainformación  y  siguió  la  broma diciendo  qu e

él  podía  ir  también  y ser el  juez de  línea. Asi-mismo,  cuando  el  conocido abrió  su  macutoacto  seguido  y le  enseñó  lo que  había dentro,un  equipo  de  arbitro  y una  bolsa  de  limones,Bloch, como había  hecho  anteriormente  al de-cir el otro  la  primera  frase,  tomó estos objetospo r  artículos  de broma  y dirigiéndose de nuevoal  conocido  se  declaró dispuesto  a  cargar  in-mediatamente  con el macuto  si le permitía via-

jar  con él.  Incluso  cuando  se  encontraban  enun   tren  que les  llevaba  a las  afueras  de laciudad y  tenía  el  macuto sobre  las  rodillas,le  daba  la  impresión  de que  seguía tomándolotodo en broma, sobre todo ahora que era lahora  de  comer  y el  compartimento  se  habíaquedado casi vacío. Desde luego Bloch no po-día  explicarse  lo que el  compartimento vacíotenía  que ver con su  jocoso comportamiento.Que el  conocido  se  dirigiera  a las  afueras  conun  macuto  y que él,  Bloch,  fuera  con él, que

Page 14: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 14/78

 

comieran juntos en un restaurante de las  afue-ras de la  ciudad  y que  fueran  juntos, comodecía  Bloch,  «a un campo de fútbol de carney  hueso»,  también  le  parecía, cuando volvíasolo  a la  ciudad,  un  engaño mutuo.  Todo  esono  había servido  de  nada, pensó Bloch.  Porsuerte  no se  encontró  a  nadie  en la  plaza  dela  estación.

Llamó  a su  ex-mujer  desde  una  cabinade  teléfonos  que se encontraba  al borde de unparque; ella  le  dijo  que  todo  iba  bien, perono le  preguntó nada. Bloch estaba intranquilo.

Se  sentó  en la  terraza  de un  café,  que

a  pesar de la época del año  estaba todavíaabierta, y pidió una cerveza. Como al cabo deun rato todavía no le  habían llevado  la cerveza,se   marchó; además  la  superficie  de  acero  de lamesa,  que no  estaba cubierta  con un  mantel,le cegaba.  Entró  en un bar y se sentó junto ala  ventana;  los  otros clientes estaban viendola  televisión.  El la  estuvo viendo  un  rato. Al-guien se dio la vuelta y le miró. Se marchó

de  allí.En  el Prater * se metió  en una  pelea.Un individuo  le  echó rápidamente  la  chaquetahacia  atrás, atrapándole los brazos, y el  otrole dio un  cabezazo debajo de la  barbilla. Blochcaminó  un  poco  de  rodillas  y  después  dio unpuntapié  al  muchacho  que  tenía delante.  Fi-nalmente  los  otros  dos le  llevaron  a  rastrasy  detrás de un  puesto de chucherías  le derri-

*   Parque de Viena muy famoso. [N.  d el  T.]

25

barón  a  puñetazos.  Se  desplomó  y los dos semarcharon. Bloch  se  arregló  el  traje  y se  lavóla  cara  en un  servicio.

Estuvo jugando al  billar  en un  cafédel  segundo distrito hasta  que  transmitieronlas   noticias deportivas  en la  televisión. Blochpidió a la camarera  que  encendiera  el  aparato,pero  luego miraba como  si  todo aquello  no leinteresara. Invitó  a la  camarera  a  beber algocon él. Cuando  la cam arera volvió  de una  habi-tación interior, donde estaban jugando ilegal-mente,  Bloch estaba  ya en la  puerta; pasó  po rsu   lado,  pero  no  dijo  nada; Bloch salió.

De  vuelta  en el  mercado,  al ver las ca-jas   vacías de  fruta  y verdura amontonadas des-ordenadamente detrás  de los  puestos,  le pa-reció  otra vez como si las  cajas  no fueran rea-les, sino  de  broma. ¡Como  los  chistes  sin pa-labras , pensó Bloch, que le gustaban mucholos  chistes mudos.  Esa  impresión  de  engaño ysimulación  —«¡esa simulación con el  pito  delarbitro  en el  macuto » ,  pensaba  Bloch—  des-

apareció   solamente cuando  estaba"  en el  cine,donde  un  cómico cogió  una  trompeta  al  azaral  pasar  por una  chamarilería  y con  toda  na-turalidad  se  puso  a  soplar  en  ella,  y  entoncesBloch volvió  a  reconocer esta trompeta  y to-das las  demás cosas  sin  cambiarlas  de  sitio  einequívocamente. Aquello le tranquilizó.

Al   terminar  la  película  se  quedó  po rlos puestos  del  mercado para  esperar  a la ta-

quillera. Ella salió  del

  cine poco tiempo des-pués de haber empezado la última sesión. Para

Page 15: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 15/78

26

no  asustarla cuando  fuera  a su  encuentro  en-tre los  tenderetes,  se quedó sentado  en la  cajay  dejó  qu e  llegara  a una  parte  de l  mercadomás   iluminada.  En uno de los  puestos aban-donados, detrás  de la chapa derribada, sonabael  timbre  de un  teléfono;  el  número  de  telé-fono  de l  puesto estaba escrito  en  letras gran-de s  sobre  la  chapa ondulada.  «¡Anulado »,pensó  Bloch  inmediatamente. Caminó detrásde la  taquillera  sin alcanzarla. Cuando  se subióal  autobús  él  llegó inmediatamente después  yse  subió también.  Se  sentó  frente  a  ella, peroestaban  separados  po r  varias  filas  de asientos.

Solamente  cuando  en la  siguiente parada  losviajeros  que  acababan  de  subir  le  taparon  lavista,  Bloch pudo comenzar  a  reflexionar  denuevo: estaba  fuera  de  duda  qu e  ella  le habíamirado, pero desde luego  no le  había recono-cido; ¿era posible  que hubiese cambiado tantodespués  de la  pelea? Bloch  se  palpó  la  cara.Encontraba ridículo mirar  en el  reflejo  de lcristal  de la  ventanilla  lo que  ella estaba  ha-

ciendo  en  aquel momento. Sacó  el  periódicodel  bolsillo  interior  de la  chaqueta, miró  lasletras  de  abajo  pero  no las  leyó. Entonces  sesorprendió  de  repente  a sí mismo leyendo.  Untestigo presencial relataba  el  asesinato  de unrufián  al que  habían disparado  en un ojo acorta  distancia.  «De la  parte  de  atrás  de sucabeza  salió volando  un  murciélago  y se es-trelló  contra  el papel  de la  pared.  El corazón

me  dio un  salto.»  El  hecho  de que las  frasessin una  sola interrupción  se  refirieran  a  algo

27

completamente distinto,  a otra  persona,  le so-bresaltó.  «¡Ahí  tenían  que  haber hecho  unapausa »,  pensó Bloch,  que  después  del  peque-ño  sobresalto estaba indignado. Caminó  porel  pasillo hasta donde estaba sentada  la taqui-llera  y se  sentó casi enfrente para poder  mi-rarla, pero  no la  miró.

Cuando  se bajaron Bloch reconoció  quese  encontraban  muy a las  afueras,  cerca  delaeropuerto.  A aquella hora  de la noche  la zonaestaba  muy  tranquila. Bloch caminaba juntoa  la  chica, pero  no lo  hacía como  si  quisieraacompañarla  o la  estuviera acompañando.  Alcabo  de un  rato  la  tocó.  La  muchacha  se de-tuvo,  se  volvió hacia  él y le  abrazó  tan  apa-sionadamente  que él se  asustó.  El  bolso  quellevaba  en la  mano  que le  quedaba libre  lepareció durante  un  segundo  más  íntimo  queella misma.

Durante  un  rato caminaron uno al ladodel  otro,  manteniendo entre ellos  una  peque-ña   distancia,  sin  llegar  a  tocarse. Solamente

cuando  llegaron  a la  escalera  él la  abrazó  denuevo. Ella echó  a correr;  él iba más  despacio.Al  llegar arriba reconoció  su casa  por la puer-ta,  que  estaba abierta  de par en  par. Ellaatrajo  su  atención  en la  oscuridad;  él fue a suencuentro  e inmediatamente comenzaron  a ha-cer el amor.

A la  mañana  siguiente  se despertó  co nun   ruido  y al  mirar  por la  ventana  del  apar-

tamento  vio que en  aquel momento estabaaterrizando  un  avión.  Corrió  las  cortinas para

Page 16: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 16/78

28

evitar  el  destello  de las  luces  de  posición  delaparato. Como hasta entonces  no  habían  en -cendido ninguna luz,  no se  había preocupadotampoco de correr las cortinas. Bloch se tum-bó en la  cama  y  cerró  los  ojos.

Con   los  ojos cerrados  le sobrevino  un aextraña  incapacidad para imaginarse algo. Aun-que intentaba reproducir en su mente los ob-jetos  de la  habitación  con  todos  los  detallesposibles, no podía imaginarse nada;  ni siquierahubiera  podido copiar  en sus  pensamientos  elavión  qu e  hacía  un  momento había visto ate-rrizar y que en  aquel momento  frenaba  sobre

la  pista,  e  incluso podía reconocer  el  sonidode  aquellos  frenos.  Abrió  los  ojos  y se  quedóun rato mirando hacia un rincón, donde estabael hornillo: intentó grabarse en la mente lamarm ita y las flores m architas que colgaban dela  pila  de l  fregadero. Apenas cerró  los  ojosya   no fue  capaz  de  imaginarse  las  flores  y latetera.  Intentó prestarse ayuda construyendofrases  para aplicarlas  a  estos objetos  y  poder

así  prescindir  de las  palabras, pues pensabaque componiendo una historia con esas  frasesquizás  le resultaría más  fácil  imaginarse losobjetos.  La  marmita empezó  a  pitar .  La s  flo-res se las había regalado a la chica un amigo.Nadie quitó  la  tetera  del  hornillo. «¿Hagot é ? » ,  preguntó  la  muchacha . Todo  era  inútil:Bloch abrió  los  ojos, pues  ya no  aguantabamás. La  muchacha dormía  a su  lado.

Bloch  se puso

  nervioso.  Por una

  parteestaba  esa  pesadez  del  ambiente cuando tenía

 9

los  ojos  abiertos  y por  otra parte  esa  pesadezaún más  insoportable  de las  palabras  que de-signaban los objetos que le rodeaban.   « ¿ Y  sifuera  porque acabo de hacer el amor con ella?»,pensó. Fue al baño y se quedó mucho tiempodebajo de la ducha.

La tetera pitaba en la realidad cuandovolvió.  « ¡Me he  despertado  con la  ducha » ,dijo  la chica. A Bloch le pareció que era laprimera  vez que le  hablaba directamente.  Lecontestó  qu e  todavía  no se  había despejadode l  todo.  ¿Y si hubiera hormigas en la tetera?«¿Hormigas?»   Cuando  el  agua hirviendo cayó

sobre las  hojas  de té en el fondo de la tetera,en  lugar  de las  hojas  vio  hormigas  y en unaocasión había vertido sobre ellas agua hir-viendo. Descorrió  las  cortinas  de  nuevo.

La  lata  del té  estaba abierta  y las pa-redes  interiores  le  proporcionaban  una  extrañailuminación, pues  reflejaban  la luz que en-traba  por la  pequeña abertura redonda  de latapa. Bloch,  con la  lata encima  de la  mesa,

miraba fijamente a su interior por la abertura.Le divertía  el  sentirse  tan atraído por la  extra-ña   iluminación de las  hojas  de té, mientrasque al mismo tiempo hablaba con la chica,Finalmente puso la tapa en la abertura, peroal  momento se calló. La chica no se había dadocuenta  de  nada. «¡Me llamo  Gerda »,  dijo.Bloch nunca había querido saberlo.  ¿S i  no sehabía dado cuenta  de  nada?,  preguntó,  pero

ella ya había puesto un disco, una canción ita-liana acompañada  con  guitarras eléctricas

Page 17: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 17/78

30 31

«¡Me  gusta su voz », dijo.  Bloch,  al que nole gustaban nada las canciones de moda ita-lianas,  calló.

Cuando ella salió  un  momento  a com-

prar algo para el desayuno  —«¡hoy  es lu-nes »,  dijo—  Bloch tuvo por fin la oportuni-dad  de mirar  todo  tranquilamente. Mientrascomían  hablaron mucho. Al cabo de un ratoBloch observó que ella hablaba de cosas queél  acababa  de  contarle como  si se  tratara  desus propias cosas, mientras  que él por el  con-trario, cuando mencionaba algo  que  ella aca-baba de contar, o bien  lo  citaba solamente con

precaución  o,  desde  el  momento  en que ha-blaba  de  ello  con sus  propias  palabras,  poníasiempre delante  un  extraño  y  distante «eso»o  «esa», como  si temiera inmiscuirse en susasuntos.  Si él  hablaba  del  capataz  o  se  referíaa  un  futbolista llamado Stomm, podía  se rque  ella  inmediatamente después  dijera  contoda confianza  y  naturalidad  «el  capataz»  y«Stumm»;  sin embargo cuando ella mencionó

a un  conocido llamado Freddy  y un  estable-cimiento  que se  llamaba  «El  sótano  de  Este-ban», él decía siempre al contestar:  «¿eseFreddy?»  y  «¿ese  sótano  de  Esteban?»  Todolo que ella sacaba a relucir le impedía intere-sarse  por  ello  y le  molestaba  que  repitiera  loque él había  dicho de una  manera espontáneay  natural.

Por supuesto, algunas veces, de vez encuando  y solamente  por un  momento,  la con-versación le parecía tan normal como a ella:

él  le  preguntaba  y  ella contestaba;  ella  pre-guntaba  y é l daba  una  respuesta  muy  natural.«¿Es aquello  un  avión  a  reacción?» —«No,es  un  avión  de  hélice.»  —«¿Dónde  vives?»—«En  el  segundo distrito.» Incluso  le  faltópoco para contarle la pelea.

Pero  entonces empezó a molestarletodo  cada vez más. Quería contestarla, perose  interrumpía continuamente porque le pare-cía   que ya  sabía  lo que le iba a  decir. Ellacomenzó  a inquietarse,  se paseaba  por la habi-tación  de un  lado  a  otro; buscaba algo  quehacer y sonreía tontamente. Pasó un rato dando

la  vuelta  a los  discos  y  cambiándolos.  Se le-vantó  y se  echó  en la  cama;  él se  sentó  a sulado. ¿Iba hoy al trabajo?, preguntó  ella.

Inesperadamente le puso las manos  enla  garganta. Al momento comenzó a apretartan   fuerte  que a  ella  ni por un  instante  se leocurrió tomárselo  en  broma. Bloch escuchóvoces  afuera, en el descansillo. Tenía un miedomortal. Se dio cuenta de que a la chica le salía

un  líquido  por la  nariz.  Dio  también  una es-pecie  de  gruñido.  Filialmente  escuchó  un so-nido parecido a un crujido. Le  pareció  comoel  ruido  que  hace  una  piedra  al  golpear  depronto la parte de  abajo  de un coche en uncamino  vecinal lleno  de  baches.  En el  suelode  linóleo habían caído gotas  de saliva.

Apretaba con tanta  fuerza  qu e ensegui-da  se  sintió cansado.  Se  tumbó  en el  suelo,

incapaz  de quedarse dormido e incapaz de le-vantar la  cabeza. Oyó  cómo alguien golpeaba

Page 18: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 18/78

32

por  fuera  el  pomo  de la puerta  con un  trapo.Aguzó  el  oído.  No se oía  nada.  Por lo  tantodebía  de  haberse quedado dormido.

No  necesitó mucho tiempo para des-

pejarse;  desde el  primer momento  del desper-tar se  sentía  ya  ausente; como  si  hubiera  un acorriente  de  aire  en la  habitación, pensó.  Nisiquiera  se había hecho un  solo rasguño. A pe-sar  de  todo  le  daba  la  sensación  de que porel  cuerpo  se le  escapaba  un  líquido linfático.Se  levantó  y  limpió todos  los  objetos  de lahabitación  con un  paño  de cocina.

Miró  por la  ventana:  abajo  un  indivi-

duo  caminaba  por el  césped hacia  un  camiónde   reparto  con un  montón  de  trajes  al  brazoqu e  colgaban  de sus respectivas perchas.

Bajó  en  ascensor  y al  salir  de la casacaminó un  rato  en la  misma dirección. Luegocogió  un  autobús  que le  llevó desde  las  afue-ras  hasta  la última parada  del  tranvía;  el tran-vía  le llevó  al centro de la  ciudad.

Al  llegar  al  hotel resultó que, creyendo

que no iba a volver,  ya habían puesto  su car-tera  bajo  custodia. Mientras pagaba  el  boto-nes  sacó  la  cartera  de l  almacén.  Al ver unaseñal  en  forma  de  anillo  más  clara  en su su-perficie,  Bloch se dio  cuenta  de que  probable-mente habían puesto encima  una  botella  deleche  con la  base mojada; mientras  el  porterobuscaba  el  cambio abrió  la  cartera  y vio quehabían revisado también  su contenido;  el man-

go   del  cepillo  de  dientes asomaba  del  estuchede  cuero;  el  transistor estaba encima  de  todo

33

lo  demás. Bloch  se  volvió hacia  el  botones,pero  había desaparecido  en el  almacén. Comoel  espacio detrás  del  mostrador  del  conserje

era  bastante reducido, Bloch agarró  al  con-serje  con una  mano  y le atrajo  hacia  él y des-pués, conteniendo  la  respiración,  con la  otramano  hizo ademán  de  darle  una  bofetada.  Elhombre  se  estremeció  y se  echó hacia atrás,aunque  Bloch  ni  siquiera  le  había tocado.  Elbotones  se  había quedado  muy  quieto  en elalmacén.  Bloch  se  marchó acto seguido  conla  cartera.

Llegó  a la  oficina  del  personal  de laempresa justamente antes  del  descanso  de lmediodía  y  recogió  los  papeles. Bloch  se ex-trañó  de que aún no  estuvieran preparadosy de que  tuvieran  qu e hacer todavía unas cuan-tas llamadas telefónicas. Preguntó  si podía lla-mar por  teléfono  y  llamó  a su  ex-mujer;  cuan-do   cogió  el  niño  el  teléfono  y  empezó  a  decircon una  frase  aprendida  de  memoria  que sumadre  no  estaba  en  casa,  Bloch colgó. Mien-

tras  tanto  los  papeles estaban  ya  preparados;metió  la  tarjeta,  de  impuestos  en la  cartera;cuando  preguntó después  por el  sueldo atra-sado, la  mujer  ya se  había ido. Bloch puso  elimporte  de la  llamada  telefónica encima  de lamesa y  salió  del edificio.

También  los  bancos estaban  ya cerra-dos.  Así que  esperó  en un parque  a que  abrie-ran por la  tarde  y  poder  sacar  su  dinero  de

la  cuenta corriente  —nunca  había tenido  unacartilla  de  ahorros. Como  no le iba a  durar

Page 19: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 19/78

34

mucho  tiempo,  decidió devolver  su  transistor,que  estaba casi nuevo. Cogió  el  autobús parair a su  alojamiento  en el  segundo distrito  ycogió también  un  flash  de una  cámara  foto-

gráfica  y una  maquinilla  de  afeitar  eléctrica.En la tienda  le explicaron luego que  solamentepodía  devolver  las  cosas  si  compraba otras  acambio.  Bloch  fu e  otra  vez a su  habitación  ymetió  dos  copas  en una  bolsa  de  viaje.  Desdeluego  se  trataba solamente  de  copas  manu-facturadas   qu e  su  equipo había ganado  unavez en una  turné y la segunda vez en un trofeo;cogió también  un  colgante  de  oro:  un par de

botas  de  fútbol.Como  era el único cliente  en la  chama-

rilería, sacó  las  copas  y  acto seguido  las  pusoencima  del  mostrador. Entonces pensó  quese  había precipitado demasiado  al  poner  lascosas inmediatamente  en el  mostrador, comosi  se tratara  de objetos  qu e  estaban  a la ventay rápidamente las quitó de allí, incluso  las metióen la  bolsa  y  solamente volvió  a  ponerlas  en

el mostrador cuando  se lo indicaron.  Al fondoen una  estantería descubrió  una  caja  de mú-sica  qu e  tenía encima  de la  tapa  un a bailarinaen  la  postura habitual. Como siempre  que veíauna  caja  de música  le dio la  impresión  de queya  la  había visto antes.  Sin  ninguna discusiónaceptó inmediatamente  la  primera  oferta  qu ele  hicieron  por sus  cosas.

Después  se  dirigió  a la  Estación  de

Ferrocarril  del Sur con el  ligero  abrigo  quehabía cogido  de su habitación  al brazo. Cuando

35

iba a coger  el autobús  se encontró con la dueñadel  puesto donde solía comprar  los periódicos.Llevaba  un  abrigo  de  pieles  e iba  paseando

con un  perro;  y  aunque normalmente cuandocompraba un  periódico  charlaban  a  menudoun   poco mientras ella  le  daba  el  periódico  ylas  vueltas  y él no  apartaba  la  mirada  de laspuntas ennegrecidas de sus dedos, parecía  queella entonces,  fuera  del  puesto,  no le  habíareconocido.  Por lo menos no levantó  la miradani  contestó  a su  saludo.

Como  diariamente salían pocos trenesen  dirección  a la  frontera, Bloch  se  metió  enun  cine de actualidades para entretener  el tiem-po   hasta  la  salida  de l  próximo tren  y  allí  sedurmió. De  repente todo  se iluminó y el ruidode una  cortina  que  bajaba  o  subía  le  pareciótan  cercano  que se  asustó. Abrió  los ojos paraaveriguar  si la  cortina  la  habían subido  o lahabían bajado. Alguien  le  alumbró  en la  caracon una  linterna. Bloch  le  tiró  la  linterna  alsuelo  al

  acomodador  de un

  manotazo  y se fue

a  los  servicios.

Allí había tranquilidad,  la luz del díaentraba  por la  ventana; Bloch  se  quedó  in-móvil  un  rato.

El  acomodador  le  había seguido ame-nazándole  con la  policía. Bloch abrió  el  grifo,se lavó  las manos, apretó  el botón  del  secadorde   manos eléctrico  y mantuvo  las manos  en el

aire caliente hasta  que el  acomodador  se mar-chó.

Page 20: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 20/78

36

Entonces  Bloch se cepilló  los  dientes.Observó  en el  espejo cómo, mientras utili-zaba  una mano para lavarse los dientes, laotra mano  la  tenía apoyada  en el  pecho  enuna postura extraña, apretada casi por comple-to en forma de puño. De la sala de proyecciónsalían  los  gritos  y  exclamaciones  de los  per-sonajes  de la película de dibujos animados.

Bloch había salido en una ocasión conuna chica que, según sus noticias, tenía ahorauna posada en un  pueblo  fronterizo  del sur.Buscó  su  número inútilmente  en la  oficina  decorreos  de la  estación, donde  se  podían encon-

trar las guías telefónicas de  todo  el país; enel  pueblo había algunos establecimientos, perono  figuraba  el  nombre  de los  propietarios.Además  Bloch se cansó en seguida de soste-ner la guía telefónica  —las  guías telefónicasestaban colgadas  en una  fila  con el  lomo haciaarriba. «Mirando al suelo», se le ocurrió derepente. Un  policía  entró y le  pidió  la docu-mentación.

El  acomodador  se  había quejado,  dijoel policía, mientras miraba alternativamente alpasaporte  y a la  cara  de  Bloch.  Al  cabo  de unrato Bloch decidió disculparse.  Pero  el  policíano tardó en devolverle el pasaporte mientrasle  comentaba  qu e  había viajado  lo  suyo. Blochno le miró cuando se marchó sino que rápi-damente  puso  en su  sitio  la  guía telefónica.Se   oían unos gritos;  al  levantar  la  vista, Bloch

vio que en la cabina  telefónica  de enfrenteun   emigrante griego hablaba  a  voz  en  grito

37

en el  auricular. Bloch reflexionó  y  decidióprescindir  del  tren  y  viajar  en  autobús; cam-bió el billete y se dirigió por fin, después decomprar un perrito caliente y algunos perió-dicos,  a la  estación  de  autobuses.

El  autocar estaba dispuesto, pero  porsupuesto no se podía entrar todavía; los con-ductores estaban reunidos charlando cerca deallí. Bloch  se  sentó  en un  banco;  el sol  bri-llaba;  se  comió  el  perrito  pero no  tocó  los pe-riódicos porque quería reservarlos para el via-je, que iba a ser muy largo.

Los  maleteros  a  ambos lados del  coche

estaban  casi vacíos: casi nadie llevaba equi-paje.  Bloch  se quedó  fuera  esperando hasta  qu ela  puerta trasera se  cerró.  Entonces se metiórápidamente  por la  puerta delantera  y el  cochearrancó.

Alguien  llamó desde  fuera  y el  auto-car se  detuvo  al  instante; Bloch  no se  volvió;se   subió una campesina con un niño que llo-raba  muy  fuerte.  Una vez  dentro  el  niño  se

calló. Entonces  el  coche emprendió  la marcha.Bloch observó que su asiento estabajustamente  encima de la rueda de l  coche; comoel suelo estaba arqueado  hacia  arriba los piesse le  resbalaban.  Se  sentó  en la  última  filade   asientos, desde donde podía mirar cómo-damente  hacia atrás cuando quisiera.  Al  sen-tarse,  aunque la cosa no tenía la menor im-portancia,  vio los  ojos  del  conductor  en el

espejo retrovisor. Bloch se volvió hacia atráspara  colocar  la cartera detrás del asiento y

Page 21: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 21/78

38

aprovechó para echar un vistazo afuera. Lapuerta hacía mucho  ruido.

Mientras que en las otras  filas de asien-tos del  autobús  los viajeros miraban hacia de-lante,  las dos  filas  de asientos  que  estaban de-lante de él se miraban la una a la otra; así quelos  viajeros que  estaban sentados unos detrásde  otros  casi inmediatamente después  de lasalida dejaban  de  conversar, mientras  que losviajeros  que tenía delante no tardaron en em-pezar a charlar  de nuevo. A Bloch le agradabanlas voces  de la  gente.

Al cabo de un rato —el autocar ya es-

taba en la  carretera—  una  mujer  que estabasentada en el asiento de al lado junto a la ven-tanilla, le advirtió que se le habían caído unasmonedas. Dijo: «¿Es suyo  este  dinero?»,  ymientras  tanto  sacó una moneda de la hendi-dura entre el respaldo y el asiento. Encima delasiento  intermedio entre él y la  mujer  habíaotra moneda, un  centavo americano. Bloch  re-cogió las monedas mientras contestaba que pro-

bablemente había perdido el dinero antes aldarse  la  vuelta.  Pero como  la  mujer  no se ha-bía dado cuenta de ese detalle empezó a hacerpreguntas y Bloch le contestó otra vez; pocoa poco, aunque les resultaba un poco incómodopor la posición de los asientos, comenzaron aentablar una pequeña conversación.

Bloch  no  tuvo tiempo  de  guardar  lasmonedas mientras hablaba y escuchaba. De

tenerlas en la mano se pusieron tibias, como sise  las acabaran de devolver en la taquilla de

39 

un cine. Explicó que las monedas estaban tansucias,  porque no hacía mucho tiempo las ha-bían arrojado al  campo antes  de  celebrarse  unpartido  de  fútbol.  «¡No  lo entiendo »,  dijo

la viajera.  Bloch  se puso  a leer  a  toda prisa  elperiódico.  «¡Cara  o  cruz »,  siguió diciendoella, así que a Bloch no le quedó más remedioque volver  a guardar el periódico. Antes, cuan-do se  sentó  en el  asiento  que  estaba encimade la rueda del  coche,  se le había roto  la cintapara  colgar  el  abrigo;  lo  había colgado  en lapercha que estaba al lado de su asiento,  peroal  sentarse hizo  un  movimiento brusco  y sin

darse cuenta pilló  el borde  del  abrigo,  así quela  cinta  se  descosió. Bloch estaba sentado conel abrigo  sobre  las rodillas, indefenso juntoa  la  mujer.

La  carretera había empeorado. Como lapuerta corredera del coche no se cerraba deltodo, Bloch veía cómo  la luz de  fuera  se colabapor la rendija e iluminaba oscilante el interiorde l  coche.  Sin mirar  a la  rendija, observó tam-bién  la  oscilación  en la  hoja  del  periódico.Leyó línea  po r  línea. Entonces alzó  la  vista  ycomenzó a  observar  a los  viajeros  de  delante.Cuanto  más lejos  estaban,  más  disfrutaba  mi-rándolos. Al cabo de un rato observó que laluz  ya no oscilaba en el interior del coche.Afuera  ya no  había luz.

La   falta  de costumbre de  observar tan-tos detalles le produjo dolor de cabeza, aunquetambién  era  posible  que se  debiera  al  olor

de  la cantidad  de  periódicos  que  llevaba.  Por

Page 22: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 22/78

4

suerte  el  autocar  se  detuvo  en una  capital  deprovincia,   y  allí  los  viajeros pudieron cenaren una posada. Mientras  Bloch  se paseaba unpoco al aire libre oía continuamente, proce-

dente  del  bar,  el  ruido  de las  máquinas de ci-garrillos  en  funcionamiento.

En la plaza descubrió una cabina deteléfonos  iluminada. Todavía le zumbaban losoídos  por el  ruido  de l  motor  de l  autocar,  as íque le resultó muy agradable escuchar el so-nido  de la  grava  que  había delante  de la ca-bina. Tiró los periódicos  a la papelera al ladode la  cabina  de  teléfonos  y se  metió dentro.

«¡Voy  a hacer un buen  blanco »,  había  oídodecir a alguien en una película, que se pasabalas noches m irando por la ventana.

No contestó nadie.  Bloch,  otra vez alaire  libre,  a la sombra de la cabina de telé-fonos,  escuchaba, procedente  del  parador,  pordetrás de las cortinas echadas, el intenso   tim-breo de las máquinas tragaperras. Cuando en-tró en el  bar, estaba  ya  casi vacío;  la  mayoría

de los  viajeros

  habían salido  afuera.

  Blochse  bebió  un a  cerveza  en la barra y  salió  alvestíbulo: algunos estaban sentados ya en elautocar,  otros estaban charlando en la puertacon el conductor,  otros  estaban más allá, deespaldas al autobús, en la oscuridad   —Bloch,al que  resultaba  odioso  observar ciertas cosas,se  llevó  la  mano a la  boca.  ¡En  lugar  de  mirarsimplemente para  otro  lado M iró para otrolado y vio algunos viajeros en el vestíbulo,que  volvían  con  niños  de los  servicios.  Al

41

llevarse  la  mano  a la  boca, percibió  el  olor  dela  barra  de  metal,  que  había  en el  respaldo  delos  asientos para agarrarse.  «¡No  es  cierto »,pensó  Bloch.  El  conductor  se  había subido  al

autocar  y  había puesto  el  motor  en  marcha,como señal para que los otros se subieran tam-bién. «¡Como si no lo supiéramos por  lógica »,pensó Bloch. Cuando el  coche arrancó las coli-llas de los cigarrillos, que habían tirado a todaprisa  por las  ventanillas, centelleaban  en lacarretera.

Ya  no tenía a nadie en el asiento de allado. Bloch  se  traladó  al  rincón  y  extendió  las

piernas en el asiento. Se desabrochó los cordo-nes de los zapatos y, apoyándose en la venta-nilla lateral, miraba  la  ventanilla  de  enfrente.Cruzó las manos por detrás de la nuca, de unapatada tiró al suelo una  miga  de pan que habíaen el  asiento,  se  apretó  las  orejas con los ante-brazos  y se miró  los codos enfrente de los ojos.Apretó  los codos contra las sienes, se olis-queó  las  mangas  de la  camisa, s e  frotó  la  bar-

billa  en el  brazo, echó  la  cabeza hacia atrás  ymiró las luces del techo. ¡No había manera deacabar  con  ello Lo  único  que le  quedaba  porhacer  era  ponerse  en  pie.

Las  sombras de los árboles, más allá  delas   cunetas, describían círculos alrededor delos árboles cuando pasaban con el autocar.Los limpiaparabrísas no estaban paralelos deltodo.  La  cartera  de los  billetes,  que  tenía  elconductor, estaba abierta. En el suelo del pa-sillo  había una cosa parecida a un guante. En

Page 23: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 23/78

42

los  pastos  a los  lados  de la  carretera habíavacas  durmiendo. Era  inútil luchar contra ello.

A  medida  qu e  avanzaban, se  bajabancada  vez más  viajeros  en las  sucesivas paradas.

Se  ponían  al  lado  del  conductor para  que lesabriera la puerta delantera. Cuando  el  autobússe  detenía, Bloch escuchaba cómo  el  vientosacudía la  lona  de la baca  del coche.  Al rato  elautocar  hizo  una  nueva parada  y escuchó gri-tos de bienvenida  afuera  en la oscuridad.  M ásallá reconoció  un  paso  a nivel  sin barrera.

Poco  antes  de  medianoche  el  autobússe detuvo  en la  localidad  fronteriza.  Bloch  co-

gió inmediatamente  una habitación  en la fondaqu e  estaba cerca  de la parada del autocar. Pre-guntó  a la  chica  que le  enseñó  su  habitaciónsi conocía  a su  amiga,  que se llamaba Hertha,pero  no  sabía  el  apellido. Ella podía  infor-marle: su  amiga  había alquilado  una  casa  dehuéspedes  a las  afueras  de l  pueblo. ¿Qué sig-nificaba  ese  ruido?,  preguntó Bloch  una vezen la  habitación  a la  chica,  que ya se marcha-ba .  «¡Todavía quedan algunos mozos jugandoa  los  bolos »,  contestó  la muchacha saliendode la habitación.  Sin echar  una  mirada  a su al-rededor Bloch  se desnudó,  se lavó  las manos yse metió en la cama. Todavía se siguieron oyen-do   durante  un  rato  el  traqueteo  y los crujidosde  abajo, pero Bloch estaba ya dormido.

No se  había  despertado  él  solo,  sinoque  seguramente le había despertado algo. Nose  oía  ningún ruido; Bloch estuvo pensando

qué era lo que  podía haberle despertado;  al

43

cabo  de un  rato  empezó  a  imaginarse  que lehabía asustado alguien  al  doblar  el  periódico.¿O había sido el  crujido  del  armario?  Proba-blemente, como había dejado los pantalones  decualquier manera,  un a  moneda  se le  habíacaído rodando  y  había  ido a  parar debajo  dela  cama.  Vio un  grabado  en la  pared  que re-presentaba  el pueblo  en  tiempos de las guerrasturcas;  los habitantes  de la ciudad  se paseabandelante  de las murallas  y,  detrás  de las mura-llas,  la  campana  de la  torre  estaba  tan  incli-nada,  que era forzoso suponer que en aquelmomento sonaba de un modo estridente. Bloch

se  imaginó  al  sacristán izado hacia arriba  po rla  cuerda  de la campana;  vio  cómo  los ciuda-danos  de  fuera  se apresuraban  a la  entrada  dela  muralla; algunos  de los que  corrían lleva-ba n  niños  en  brazos,  un  perro caminaba entrelas  piernas  de un  niño moviendo  la  cola,  ydaba  la  impresión  de que le  hacía tropezar.Asimismo  la  campanilla  de  emergencia  de latorre  de la ermita estaba representada  de una

forma  tan  real,  qu e  parecía  que se iba a darla  vuelta. Debajo  de la  cama había solamenteuna  cerilla quemada.  En el  pasillo,  unos  me-tros  más  allá, chirrió  de  nuevo  un a  llave  enla  cerradura; probablemente  era eso lo quele  había  despertado.

Bloch oyó en el desayuno que dos díasantes  un colegial inválido  había  desaparecido.La  chica  se lo  estaba contando  al  conductor

de l  autobús,  qu e  había pasado  la  noche  en lafonda  y se  preparaba para hacer  el  recorrido

Page 24: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 24/78

 

de   vuelta  con el  autocar medio vacío  o, porlo menos, eso es lo que vio Bloch por la  ven-tana. Luego salió también la chica, así queBloch, durante un rato, estuvo solo en el co-medor. Amontonó los periódicos en la sillaqu e  tenía  al  lado; leyó  que no se  trataba  deun  inválido,  sino  de un  niño sordomudo.  Ha-bían armado mucho jaleo con el asunto, ex-plicó la muchacha nada más volver, como siestuviera rindiendo cuentas. Bloch   no  sabíaqu é  contestar. Entonces tintinearon  las  bote-llas de cerveza vacías que se estaban llevandometidas  en las  cajas.  Bloch escuchaba  las vo-

ces de los repartidores en el vestíbulo como sisalieran  de la  televisión  qu e  había  en la  habi-tación  vecina.  La  chica  le  había  contado  quela  madre del dueño se pasaba el día metida enla otra habitación contemplando  el  programade  turno.

Luego Bloch fue a una tienda y secompró  una  camisa, ropa  interior y unos  cuan-tos  pares  de  calcetines.  La  dependienta,  qu e

tardó bastante en salir del oscuro almacén,daba la impresión de que no entendía a Bloch,que le hablaba en   frases  completas; solamentese  puso en movimiento cuando le nombró ex-clusivamente,   y en voz  alta  y  clara,  las  cosasqu e  deseaba. Mientras abría  el  cajón  de la  cajaregistradora, dijo  qu e  había  recibido  botas  degoma;  y aún,  al darle las  cosas en una bolsa deplástico, le preguntó si no necesitaba nada más:¿pañuelos?,  ¿una  corbata?,  ¿una camiseta delana?  Cuando Bloch llegó a la fonda, se cambió

45

y  metió con cuidado la ropa sucia en la bolsade  plástico. Afuera,  en la plaza  y en el  caminoque llevaba hacia las  afueras  del  pueblo,  ape-nas se encontró con nadie. Una hormigueraque estaba junto a un edificio nuevo dejó defuncionar  en  aquel momento; estaba todo  tansilencioso,  que a Bloch hasta  su s  propios pasosle  parecían  fuera  de  lugar.  Se  detuvo  a  mirarlas  lonas negras  qu e  cubrían  las  pilas  de ma-dera de un aserradero, como si allí se pudieraoír algo más que el murmullo de los traba-jadores,  que seguramente estaban almorzandosentados detrás  de las  pilas  de  madera.

Le   explicaron  que la  posada  se  encon-traba  en el  lugar donde  la  carretera  asfaltadaque  salía  del  pueblo  describía  un  arco,  y porallí  se  encontraban también algunas  granjas  yel   cuartelillo  de la  aduana;  la  carretera teníaun a  ramificación,  igualmente  asfaltada  en eltrozo  en que  había  casas  a los  lados, pero  lue-go   tenía grava solamente  y  después, poco antesde llegar a la frontera, se convertía en unsendero. El paso fronterizo estaba cerrado.Pero Bloch no h abía preguntado nad a referenteal paso  de la  frontera.

En una explanada vio un azor descri-biendo círculos. Cuando inmediatamente des-pués  el  azor comenzó  a  aletear  y se  lanzó  enpicado, Bloch cayó en la cuenta de que no  habíaestado observando  el  aleteo  y  lanzamiento  envertical del pájaro, sino el lugar de la expla-nada  en el que el  pájaro  iba  probablemente  a

Page 25: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 25/78

46 47

caer;  el azor había  recobrado mientras  tanto laposición horizontal, y después volvió a elevarse.

También  era  extraño  que  Bloch,  alpasar  por un  campo  de  maíz, no  hubiera vistolos  callejones  rectos que, atravesando el cam-po,  conducían  al  otro  extremo, sino  que viosolamente la impenetrable espesura de los ta-llos,  hojas  y mazorcas, cuyos granos desnudosasomaban  de vez en  cuando  por  añadidura.¿Por  añadidura?  El  arroyo,  que  justamenteen aquel momento pasaba por debajo de la ca-rretera, hacía bastante ruido y Bloch se detuvode  nuevo.

En la posada se encontró con la  cama-rera,  que  estaba fregando  el  suelo. Bloch pre-guntó  por la dueña. «¡Todavía no se ha levan-tado »,  dijo  la camarera. Bloch pidió una cer-veza en la barra. La camarera  puso en el suelouna de las sillas que estaban encima de lasmesas. Bloch cogió otra silla de la misma mesay  se  sentó.

La  camarera fue detrás del mostrador.

Bloch puso las manos encima de la mesa. Lacamarera  se  agachó  y  abrió  la  botella. Blochapartó el cenicero. La camarera cogió al pasarun posavasos de otra mesa. Bloch echó la sillahacia  atrás. La camarera sacó el vaso del cuellode la  botella, puso  el posavasos sobre  la mesa,colocó el vaso encima del posavasos, vació labotella en el vaso, puso la botella en la mesay  se marchó.  ¡Otra  vez igual Bloch ya nosabía  qué  hacer.

Por fin vio una gota, que corría por lasuperficie del  vaso hacia  abajo,  y un  reloj  enla pared, cuyas manillas eran dos cerillas; unade las  manillas estaba partida  y  señalaba  las

horas; no se había quedado mirando cómo caíala  gota, sino el lugar del posavasos en el queseguramente iba a caer. La camarera, que mien-tras tanto estaba  fijando  las baldosas del suelocon una especie de pasta, le preguntó si conocíaa  la  posadera. Bloch movió  la  cabeza  afirma-tivamente, pero solamente dijo  sí  cuando  lacamarera  alzó la  vista.

Una niña entró corriendo sin cerrar la

puerta.  La  camarera mandó otra  vez al  ves-tíbulo, donde  se  quitó  las  botas  y,  tras  unasegunda advertencia, cerró  la puerta. «¡La  hijade la dueña », explicó  la  camarera, que  inme-diatamente se llevó la niña a la cocina. Cuandovolvió,  dijo  que «unos días atrás un hombrehabía  preguntado por la dueña. Decía que lehabían llamado para abrir un pozo. Ella ledijo  inmediatamente  que se  marchara, pero

él no cesó en su empeño hasta que le hubo en-señado el sótano y entonces, sin perder ni unsolo momento, cogió una pala, así que ellatuvo  que  pedir ayuda para  que le  ayudarana  echarlo  y  ella...»  Bloch  se las  arregló  parainterrumpirla en aquel momento. «Desde en-tonces la niña tiene miedo de que al pocerose le ocurra volver.» Pero mientras tanto habíaentrado un carabinero y se bebió un vaso de

aguardiente en el mostrador.

Page 26: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 26/78

48

¿Estaba  ya en  casa  el  niño  desapare-cido?,  preguntó la camarera. El carabinerocontestó: «No, todavía no le han  encontrado».

—No  hace ni dos días que desapareció—dijo  la cam arera . El carabinero replicó:—Pero  por la  noche hace  ya  bastante  frío.

—De  todos modos lleva ropa  de  abri-go —dijo  la  camarera.  Sí,  llevaba  ropa  deabrigo, dijo el carabinero.

—No  puede estar  muy  lejos  —añadió.No podía haber llegado muy   lejos,  repitió lacamarera. Bloch vio encima de la máquina to-cadiscos unos cuernos  de  ciervo deteriorados.La camarera explicó que eran de un ciervoque se  había extraviado  en el campo  de  minas.

Bloch oyó ruidos en la cocina y, alescuchar  con  atención,  le  parecieron voces.La   camarera comenzó  a  hablar  a gritos  con al-guien  al  otro lado  de la  puerta.  La  posaderarespondió desde la cocina. Estuvieron un ratohablando  en  este tono. Entonces,  a  mitad  deun a  respuesta, entró  la  posadera. Bloch  la sa-

ludó. Se sentó en su mesa, no a su lado,  sinoenfrente;  puso las manos sobre las rodillas pordebajo de la mesa. La  puerta  se  había quedadoabierta y Bloch podía escuchar el zumbido delfrigorífico   en la  cocina.  La  niña estaba sen-tada por allí cerca comiéndose un pedazo depan.  La  posadera  le  miraba  fijamente,  comosi  hiciera mucho tiempo que no le veía. «¡Ha-

cía  mucho tiempo  que no nos veíamos »,  dijo.Bloch   le  contó  una  historia  para justificar  su

49

estancia  en  aquel lugar.  Por el  marco  de lapuerta veía  que la  chica, allá  lejos,  estaba sen-tada  en la cocina. La  posadera  puso las  manossobre la mesa con las palmas alternativamentehacia arriba  o  hacia  abajo.  La  camarera llevóla  bebida  que  Bloch había pedido para ella.¿Qué «ella»? En la cocina, que entretantose  había quedado vacía, el frigorífico  temblaba.Se   quedó mirando  a  través  de la  puerta  laspeladuras  de  manzana , que  estaban encima  dela  mesa  de la  cocina. Debajo  de la  mesa habíaun  recipiente  lleno de manz anas, algunas man-zanas  se  habían caído rodando  y  estaban  po r

allí tiradas. En el marco de la puerta estabancolgados en un clavo unos pantalones de tra-bajo. La posadera h abía puesto el cenicero entrelos dos.  Bloch puso  a un  lado  la botella, peroella  se  puso  la  caja  de  cerillas enfrente, colo-cando luego  el  vaso  a su  lado.  FinalmenteBloch puso  su  vaso  y su  botella  a la  derechadel otro vaso y la  caja  de cerillas.  Hertha  serió.

La   niña entró y se apoyó en el respal-do de la silla de la posadera. La mandaron abuscar leña para la cocina,  pero,  al abrir lapuerta con una  mano solamente,  se le  cayerontodos los leños. La camarera los recogió y losllevó  a la  cocina, mientras  que la  niña volvióa  apoyarse  en el  respaldo  de la  posadera.  ABloch  le dio la  impresión  de que  hacían todoesto a propósito para librarse de él.

Alguien dio desde  fuera  unos golpeci-tos  en la  ventana,  pero  inmediatamente  se

Page 27: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 27/78

50

alejó.  El  hijo  de l  casero,  dijo  la  posadera.  Entonces vieron  que  pasaba  un  grupo  de  niñospor la calle; uno de ellos se acercó de impro-viso, apretó  la  cara  contra  el  cristal  de la  ven-tana  y se  escapó corriendo.  «¡Ya han  salido  dela  escuela »,  dijo  ella. Entonces disminuyó derepente la luz en la habitación, pues en lacalle  se  había detenido  un  camión  de  mue-bles. «¡Ah í llegan mis m uebles »,  dijo  ella.Bloch  se  sintió aliviado  de  poder levantarsey  ayudar  a  meter  los  muebles.

Mientras entraban el armario la puertase   abrió. Bloch la cerró de un puntapié. Cuan-

do terminaron de colocar el armario en el dor-mitorio, ella se subió al piso de arriba. Unode los empleados le dio a Bloch la llave y élechó  la  llave  a la cerradura  de l  armario.

Pero  él no era el  dueño,  dijo  Bloch.Poco  a poco,  cada vez que decía algo, le suce-día siempre lo mismo. La posadera le invitóa comer. Bloch, que más o menos había pla-neado quedarse  a  vivir allí, rechazó  la  invita-

ción.  Pero  de  todos modos  dijo  que  volveríapor la  noche. Hertha,  que le  hablaba desde  lahabitación donde se encontraban los muebles,le  contestó cuando  ya se  marchaba;  a  pesar  detodo  le pareció que la  había oído llamar. Entróde nuevo en el bar y, como todas las puertasestaban  abiertas, pudo ver que la camareraestaba en la  cocina,  de pie  junto  al  fuego,mientras que la  posadera ordenaba  la  ropa  de l

armario  en el  dormitorio  y la  niña estaba sen-tada en una  mesa del bar  haciendo  los  deberes

51

de la  escuela. Seguramente cuando  se  marchóhabía  confundido  el  sonido  del  agua hirviendoen la cocina con una llamada.

A pesar  de que la ventana estaba abier-ta,  era  imposible  ver lo que  había  en el  inte-rior  del  cuartelillo  de los  carabineros;  la  habi-tación estaba demasiado oscura para distinguiralgo desde  fuera.  Pero  los de  dentro  segura-mente habían visto a Bloch; se dio cuenta deello  porque contuvo  la  respiración inconscien-temente  al  pasar  por  allí.  ¿Era posible  que nohubiera nadie en la habitación, a pesar de quela ventana estaba abierta de par en par?  ¿Por

qué «a  pesar de»? ¿Era posible que no  hubieranadie en la habitación, porque  la ven tana estabaabierta  de par en  par? Bloch miró hacia atrás:incluso habían quitado  una  botella  de  cervezadel   alféizar  de la ventana para  poder  mirarlebien cuando ya había pasado de largo. Oyóun   ruido,  como cuando  una  botella rueda  porel suelo  debajo  del  sofá.  Pero  por  otra parteno era muy  probable  que en el  cuartelillo  tu-

viesen  un  sofá.  Solamente cuando  ya se en-contraba un poco más lejos, cayó en la cuentade que habían encendido la radio en el cuar-telillo.  Bloch volvió  al pueblo  por la curva  qu ehacía la carretera. De repente comenzó a cami-nar despreocupadamente sintiéndose muy ali-viado, solamente tenía que seguir la carreteray  llegaría  al  pueblo.

Caminó  un  rato entre  las  casas. Escu-ch ó algunos discos  en un  café  y el  dueño tuvoque enchufar la máquina tocadiscos; se mar-

Page 28: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 28/78

52

chó  antes  de que los  discos  se  hubieran ter-minado; desde  fuera  escuchó cómo  el  dueñovolvía  a  desenchufar .  Un  grupo  de  escolaresestaban sentados  en  unos bancos mientras  es-

peraban  el  autobús.Se   detuvo enfrente  de un  puesto  de

fruta,  pero  tan  lejos,  que la  mujer  qu e  estabadetrás de la  fruta  no podía atenderle. Se lequedó mirando  y  esperó  a que se  acercara  unpoco más. Un niño, que estaba delante de él,dijo  algo, pero  la  mujer  no  contestó.  Pero  en -tonces, cuando  se  acercó  un  policía  por  detrásy  estuvo  lo  suficientemente cerca,  la  mujer  se

dirigió inmediatamente hacia  é l.En el  pueblo  no  había cabinas telefó-nicas.  Bloch  intentó llamar por teléfono a unamigo desde la  oficina  de correos. Tuvo queesperar  en un banco  frente  a la  ventanilla, perola comu nicación n o  llegaba. A  aquella hora  de ldía   las líneas estaban sobrecargadas. Despuésde   insultar  a la  empleada  se marchó.

Al  pasar por los baños públicos en las

afueras  de la ciudad, vio a dos policías en bici-cleta  qu e  venían hacia  él.  ¡Con  los  capotespensó.  Y  cuando  los  policías  se  detuvierondelante  de él, vio que en  efecto llevaban  ca-potes;  cuando  se  bajaron  de las  bicicletas  nose  quitaron  ni  siquiera  las  gomas  que les  su^jetaban  los  bordes  de los  pantalones. Blochtuvo de nuevo la sensación de que estaba con-templando   un a  caja  de  música; como  si no fue-ra la primera vez que veía todo aquello. Apesar  de que  tenía echado  el  cerrojo, seguía

53

agarrado a la puerta de la cerca que rodeabalos  baños. «Los baños están cerrados», dijoBloch.

Los  policías  hicieron  una  serie  de co-mentarios con  toda naturalidad, pero daba  sinembargo  la  impresión  de que  tenían  un  doblesentido; de cualquier manera acentuaron mala  propósito palabras como «acera»  y  «las  ca-bras de  Becher»,  diciendo en su lugar «már-chese» y «tomar en consideración», e igual-mente se equivocaron intencionadamente aldecir «disculparse»  en  lugar  de  «terminadosa  t iempo»,  y  «expulsar»  en  lugar  de  «blan-

quear»  * . Qué  sentido podía tener  si no, quelos policías le contaran la historia de las cabrasdel   granjero Becher,  que una  vez, antes  de quelos  baños  se  inauguraran , se escanaron  v, comoalguien se había dejado la p uerta ab ierta, irrum-pieron allí dentro  en  tropel  e  hicieron  su snecesidades  por  todas partes, incluso dejaronmuestras de ello en las paredes de la cafetería,así que fue  necesario volver  a  blanquear  las

paredes y los baños no pudieron estar termi-nados a tiempo;  ¿y   por ese motivo tenía quedejar  Bloch la puerta cerrada y quedarse enla  acera? Cuando  continuaron  su  camino,  los

  En   efecto,  en el  idioma  alemán  puede  confundirse  el  sig-nificado  de  palabras  con una  grafía  semejante,  dependiendode la  sílaba q ue  lleve  el  acento.  En  este caso,  las  palabras Ge hw eg (¡márchese )  y  beherz igen  (tomar  en consideración),pueden  confundirse  fácilmente  co n  las  palabras  gebweg  (acera)y  Becher-Ziegen  (las  cabras  de  Becher);  así  mismo z ur   rechtenZei t  fer t ig  y  ausweissen ,  si  variamos  el  acento, podrán tener

el  significado  de las  palabras  rechtfertigen  (disculparse)  yauswetsen   (expulsar).  [Ñ.  del  T.]

Page 29: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 29/78

54

policías  omitieron, casi burlonamente,  las ex-presiones  habituales  de  despedida  o por lo me-nos  solamente  las  insinuaron  y lo  hicieron  deun   modo  muy  particular, como  si  quisieran

darles  un  segundo  significado.  Al  marcharseno  miraron hacia atrás. Para demostrar que notenía nada  que  esconder,  Bloch  siguió paradojunto a la  verja,  contemplando el interior dela casa de baños vacía; «como  si fuera  un  arma-rio   abierto,  al que he ido para sacar algo», pen-só Bloch.  Ya no se  acordaba  del  motivo  porel que se había acercado a los baños. Ademáshabía oscurecido;  los  rótulos  de las urbaniza-

ciones a las  afueras  de l pueblo  ya estaban ilu-minados. Bloch volvió  al  pueblo.  Dos  chicasque  iban  en dirección  a la estación pasaron  porsu  lado,  y él las llamó. Ellas miraron haciaatrás sin dejar de caminar y   le  contestaron.Bloch tenía hambre. Comió en la fonda, mien-tras escuchaba la televisión, que se oía desdela  habitación vecina. Luego entró a verla conel vaso en la mano, y no se movió de allí hasta

que apareció el cartelito anunciador del  finalde la  emisión. Pidió  la  llave  y  subió  a su habi-tación. Cuando estaba ya medio dormido, lepareció oír que arrancaban un coche con lasluces apagadas. Intentó preguntarse inútilmen-te por qué le había venido a la imaginaciónprecisamente un coche con las luces apagadas;probablemente se durmió mientras se hacíaestas reflexiones.

Bloch  se  despertó  con los  ruidos  y larespiración jadeante  de los  basureros  en la

55

calle,  que  estaban vaciando  los  enormes cubosde basura en el camión de  recogida;  pero cuan-do se asomó  afuera  vio que había  sido  más

bien  la  puerta corredera  del  autobús  que sehabía cerrado  al  arrancar,  y que más  allá  es-taban  descargando las cántaras de leche en elmuelle de carga de la lechería; aquí en el cam-po no había camiones para la recogida de lasbasuras; ya  empezaban otra  vez las  confusio-nes.

Bloch vio que la chica estaba en lapuerta  con un  montón  de  toallas  al  brazo,  yencima  una  linterna; antes  de que  pudieraatraer  su  atención  ya  había desaparecido  enel  pasillo. Después de cerrar la puerta comenzóa  disculparse,  pero  Bloch no podía entenderlaporque  en  aquel momento estaba también  di -ciéndole algo  a  ella.  La  siguió  por el  pasillo;ella ya se  había metido  en  otra habitación;  devuelta en su h abitación, Bloch,  con m ucha exa-geración,  dio dos  vueltas  a la  llave  en la ce-rradura.  Un  poco  más  tarde  fue a  buscar  a

la  chica,  qu e  estaba  algunas  habitaciones  másallá  y le  explicó  qu e  había sido  un  malenten-dido.  La  chica, mientras extendía  una  toallaencima  del lavabo, contestó que sí, que habíasido  un  malentendido,  qu e  probablemente  ha-cía  un rato, cuando se encontraba al fondodel pasillo, le había confundido con el con-ductor del autobús que estaba en el rellano dela  escalera,  así  que, creyendo  que ya  estaba

abajo,  había entrado  en la  habitación. Bloch,que estaba en el quicio de la puerta, dijo, que

Page 30: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 30/78

 6

no se  había referido  a  eso.  Pero  ella  abrió elgrifo  en aquel momento, así que le pidió  qu erepitiera  la frase.  Bloch  contestó entonces, queen la  habitación había demasiados armarios,arcenes  y cómodas. La muchacha  replicó  quesí y que sin   embargo  en la  fonda faltaba  per-sonal, como probaba  la  confusión  anterior  queseguramente en su caso, se había  debido  alagotamiento. Bloch  contestó  que no se  habíareferido a eso al hacer la observación  sobrelos  armarios, solamente quiso decir, que apenasse   podía mover uno en la habitación.

La  muchacha preguntó qué quería decir

con eso. Bloch  no  contestó. Ella interpretó  esegesto mientras estrujaba  la  toalla sucia,  o másbien  Bloch interpretó  ese  gesto como  una ré-plica a su  silencio.  Ella  dejó  caer la toalla enla  cesta; Bloch tampoco contestó esta vez porlo   que,  en su  opinión,  la  chica comenzó  a des-correr las cortinas, así que se salió al pasillo,que estaba más oscuro. «¡No quise decir eso »,exclamó la chica. Le seguía por el pasillo, pero

después Bloch comenzó  a  seguirla  a  ella mien-tras repartía las toallas por las habitaciones.En un  recodo  del  pasillo tropezaron  con unmontón de sábanas sucias que había en el suelo.Al  apartarse Bloch,  se le  cayó  a la  chica  unacaja  de  jabón  qu e  llevaba encima  de l  montónde toallas.  ¿S i  necesitaba una linterna paravolver a  casa?,  preguntó Bloch. Tenía novio,contestó la chica, que se levantó después de

recoger  la  caja  toda colorada.  ¿Si en la  fondatenían alguna habitación  con las  puertas  do -

57

bles?, preguntó Bloch. «M i novio es ebanis ta»,contestó  la  chica. Bloch  dijo  que una vez enun a  película había visto que en un hotel se

quedaba  encerrado un ladrón entre las dospuertas. «¡Todavía  no ha  conseguido nada  ninadie escaparse de nuestras habitaciones »,  dijola  chica.

Abajo  en el comedor leyó que habíanencontrado  un a  moneda americana  de  cincocentavos  junto  a la  taquillera.  Lo s  conocidosde la taquillera no la habían visto nunca conun   soldado americano;  y en  esta época habíamuy   pocos turistas americanos en el país. Ade-más   se  habían encontrado garabatos  en losbordes de un periódico como los que se hacennormalmente cuando se está conversando conalguien. Estaba claro que los garabatos no pro-cedían de la taquillera; los estaban analizandopara ver si podían proporcionar alguna  infor-mación sobre el visitante.

El   fondista  se  acercó  a la  mesa  y  pusoencima  el impreso de entrada; hasta entonces

lo había tenido Bloch en su habitación. Blochrellenó el impreso. El  fondista  se había apar-tado un poco  y no  dejaba  de mirarle. En aquelmomento  la  sierra mecánica cortaba  la  maderaen la  serrería  de  afuera.  Bloch escuchaba  elruido corno si se tratara de algo prohibido.

En lugar de llevar lógicamente el im-preso  detrás  del  mostrador,  el  fondista entróen la  habitación vecina  y,  según  vio  Bloch,  se

quedó allí hablando  con su  madre;  y en  lugarde salir enseguida, como era de imaginar, por

Page 31: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 31/78

58

la  puerta  que se  había dejado abierta, siguióhablando hasta  que por fin se le  ocurrió  ce-rrarla.  Al  cabo  de un  rato salió  la  anciana enlugar  del  fondista.  El  fondista  no la  siguiósino  que se quedó  en la  habitación  y descorriólas  cortinas  y  entonces,  en  lugar  de  quitar  latelevisión, enchufó  el  ventilador.

En   aquel momento entró  la  chica  conla  aspiradora  al  otro extremo  del  comedor.Bloch  se  imaginaba  que la iba a ver  salir tran-quilamente  a la  calle  con el  aparato; pero  enlugar  de eso lo  enchufó  y  comenzó  a  pasarlopo r  debajo  de las  sillas  y las  mesas. Cuando

entonces  el  fondista volvió  a  correr  las  cor-tinas  en la habitación vecina, l a madre del fon-dista volvió  a la  habitación  y  finalmente  elfondista  desenchufó  el  ventilador, Bloch tuvola  sensación  de que  todas  las  cosas volvían  aencajar  de  nuevo.

Se  informó  por el  fondista  de si en lalocalidad  se  leían muchos periódicos. «Sola-mente periódicos semanales  y  revistas», con-

testó  el  fondista. Bloch,  que le había pregun-tado cuando  ya se  marchaba,  al  empujar  elpicaporte hacia  abajo  con el  codo  se  pilló  elbrazo entre  el picaporte  y la puerta.  «¡Le estábien  empleado »,  exclamó  la chica  a sus espal-das. Bloch escuchó aún, cómo  el  fondista  lepreguntaba qué había querido decir  con eso.

Escribió  un par de  tarjetas  postales,pero no las echó inmediatamente después. Lue-

go, en las  afueras  de la ciudad, cuando  las ibaa  echar  en un  buzón adosado  a una  verja,  vio

59

que la próxima recogida  del buzón  se  realizabaal  día  siguiente. Desde  una  turné  por  Sud-américa,  donde  su  equipo tenía  qu e  mandartarjetas postales desde cada ciudad con la  firmade  todos  los  jugadores, Bloch  se  había acos-tumbrado  a  escribir  tarjetas  cuando estaba  deviaje.

En  aquel momento pasó  por  allí  ungrupo  de colegiales;  los  nifíos  iban cantando yBloch echó  las postales.  Al caer, el buzón vacíoresonó. Pero el buzón era tan pequeño que eraimposible  que  resonara. Además Bloch habíaechado  a andar inmediatamente.

Estuvo caminando  un  rato campo  através.  La  sensación  que  tenía  de que le  caíaen la  cabeza  un a  pelota  muy  pesada,  mojadapor la  lluvia, cedió  un poco.  El bosque comen-zaba cerca de la frontera. Se dio la vuelta cuan-do  reconoció  la  primera  torre  de  control  alotro extremo  de la vereda,  en  tierra  de nadie.En el  linde  del  bosque  se  sentó  en el  troncode un  árbol. Casi inmediatamente después  se

levantó. Entonces  se  sentó otra  vez y contó  eldinero  qu e  tenía. Alzó la vista. E l  paisaje, aun-que era  llano, comenzaba a arquearse  tan cercade  donde  él  estaba,  que  daba  la  sensación  dequ e  quería eliminar  su  presencia  allí.  El seencontraba aquí,  en el  linde  del  bosque, allíestaba la casucha de un  transformador, allíuna  lechería,  allí había un campo, allí  se veíanunas cuantas siluetas, allí,  en el  linde  de l  bos-

que, estaba él. Estaba sentado, tan callado, quellegó a perder la noción de sí mismo. Más tarde

Page 32: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 32/78

60

descubrió  que las siluetas que se veían en elcampo eran policías  con  perros.

Junto  a un  arbusto  de  zarzamoras, me -tida casi completamente  debajo  de las  zarza-

moras,  se encontró Bloch  un a  bicicleta  de niño.La puso  de  pie.  El  sillín estaba bastante alto,como para  un  adulto. Tenía algunos pinchosde   zarzamora clavados  en las  ruedas, pero  apesar  de  ello  no se  habían pinchado.  En losradios de una rueda se había quedado enredadauna rama de abeto, así que estaba bloqueada.Bloch tiró de la rama. Entonces  dejó  caer labicicleta al suelo, pues se le ocurrió pensar

que los policías podrían ver los  reflejos  de lsol en la  caja  metálica del  faro.  Pero  los poli-cías ya habían pasado de largo con los perros.

Bloch se quedó mirando las siluetasmientras bajaban  un a  pendiente; relucían  laschapas  de los  perros  y  también  el  aparato  deradio-escucha.  ¿Y  si los  destellos eran  un aseñal? ¿Serían señales luminosas? Poco  a pocoestas sospechas fueron desapareciendo:  a lo le-

jos  brillaban  las  cajas  metálicas  de los  farosde los  coches cuando  la  carretera  dibujaba  un acurva, cerca de Bloch relucían los   fragmentosde un espejito, más allá el camino estaba cu-bierto  de  trozos  de  mica  que  centelleaban.Cuando Bloch  se  subió  a la  bicicleta,  las  rue-das se iban abriendo camino en la grava.

Recorrió una pequeña distancia en bici-cleta. Finalmente  la  dejó apoyada  en la  casetadel  transformador y  siguió  a pie. Leyó  el  cartelanunciador  del  cine  que  estaba pegado  con

61

grapas  en la  pared  de la lechería; los otroscarteles estaban  por el  suelo hechos pedazos.Bloch siguió caminando  y en el  patio  de unagranja  vio un mozo que tenía hipo. Vio cómorevoloteaban las avispas en un huerto de ár-boles frutales. En un cruce de caminos habíaflores  podridas en una lata de conservas. A loslados  de la  carretera había cajetillas  de  ciga-rros vacías  en la  hierba. Junto  a las  ventanascerradas veía los ganchos para adosar las con-traventanas  a las  fachadas  de las  casas.  Al pa-sar por una ventana abierta olió a podrido. Enla  posada le  dijo  la posadera que en la casa de

enfrente  se había muerto alguien ayer.Cuando Bloch   se  dirigía  a la  cocina,

donde  estaba ella,  se  cruzaron  en la  puerta  yél la  siguió  al  bar. Bloch  la  adelantó  y se  sentóen una mesa del rincón,  pero  ella ya se habíasentado en una mesa cerca de la puerta. Cuan-do Bloch iba a decir algo, ella se le adelantóen seguida. El quería comentarle que la   cama-rera llevaba zapatos  ortopédicos, pero  la  posa-

dera ya estaba señalando hacia la  calle  po rdonde, en aquel momento, pasaba un policíacon una bicicleta de niño. «¡Esa es la bicicletadel niño  mudo », dijo.

La   camarera había llegado  con las re-vistas en la mano; los tres juntos miraron   afue-ra.   Bloch preguntó si el pocero había vueltoa  dar  señales  de  vida.  La  posadera,  qu e  sola-mente había entendido las palabras «dar se-

ñales  de  vida», empezó  a  hablar  de  soldados.Esta vez Bloch dijo «vuelto» y la posadera

Page 33: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 33/78

6

dijo  algo  sobre  el  niño  mudo. «¡Ni siquierapodía pedir  ayuda »,  dijo  la  camarera,  peroen  realidad estaba leyendo  en voz  alta  el piede una  ilustración  de las  revistas. La posadera

empezó a contar  una  película  en donde alguienhabía metido clavos  en la masa de los pasteles.Bloch  preguntó  si los  vigilantes  de las  torresde  control tenían gemelos  de campaña;  por lomenos allá arriba brillaba algo. «¡Pero  si desdeaquí no se ven las torres  de control »,  contestóuna   de las mujeres. Bloch  vio que  todavía  lesquedaba  en la cara harina de hacer  los pasteles,sobre  todo  en las  cejas  y en las  raíces  de loscabellos.

Salió al  patio,  pero  como nadie habíasalido detrás  de él  volvió adentro.  Se  apoyóen la máquina tocadiscos dejando todavía sitioa  su  lado.  La  camarera,  que se  había sentadodetrás  del  mostrador, rompió  un  vaso.  Conel  ruido  la  posadera salió  de la  cocina, perono   miró  a la  camarera sino  a él.  Bloch giró  elbotón  en la parte  de atrás  de la máquina toca-

discos para bajar  el volumen. Entonces, cuandola  posadera estaba  aún en la  puerta, subió  elvolumen  de  nuevo.  La  posadera comenzó  apasear  frente  a él por la  habitación, como  siquisiera  medirla  con sus  pasos. Bloch  le  pre-guntó cuánto tenía  qu e  pagarle  al  casero  dealquiler.  Al  escuchar  la  pregunta  Hertha  sedetuvo.  La  camarera empujaba  con la  escobalos fragmentos de vidrio en un recogedor. Blochfue

  hacia Hertha,  la  posadera pasó  muy  cercade él en dirección  a la  cocina. Bloch  la  siguió.

63

Como  en la otra silla estaba echado  ungato,  se  quedó  a su  lado  de  pie. Ella estabahablando  de l hijo  de l casero,  que era su novio.Bloch  se  acercó  a la  ventana  y  comenzó  a ha-cerle  preguntas  sobre  él.  Ella contó detalla-damente  a qué se dedicaba  el  hijo  del  casero.Siguió hablando  sin que  nadie  le  preguntara.Bloch  vio un  tarro  de conservas  al borde  de lacocina.  De vez en  cuando decía:  ¿si?  En lospantalones  de  trabajo  colgados  en el  marcode la  puerta descubrió otra cinta métrica. Enese momento  la interrumpió  y le preguntó  po rqu é  número empezaba  a  contar normalmente.

Ella  se  quedó perpleja, incluso interrumpió  latarea de  quitar  el  corazón  a una  manzana.Bloch dijo  qu e  desde hacía poco, había obser-vado  en sí mismo  la  costumbre  de  empezar  acontar  por el  número dos;  por  ejemplo, estamañana  estuvo  a punto  de  atrepellarle  un co-che, pues pensó  que le  daría tiempo  a cruzarantes  de que pasara  el  segundo coche; simple-mente  no  había contado  con el  primer coche.

La   posadera respondió  con una  frase  hecha.Bloch  fue a  donde estaba  la  silla  y la

levantó  por las  patas traseras,  así que el  gatocayó  en el  suelo  de un  salto.  Se sentó  y  apartóla  silla  de la  mesa.  Al  hacer este movimientochocó  con una  mesita  qu e  había detrás  y unabotella  de cerveza s e cayó y fue a parar rodandodebajo  de un  banco.  ¿Por  qué  estaba todo  elrato sentándose, levantándose, luego  se  mar-

chaba o se quedaba por allí dando vueltas, lue-go volvía  a entrar?, preguntó  la posadera.  ¿Lo

Page 34: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 34/78

64

hacía para burlarse  de  ella?  Bloch,  en  lugarde   contestar  le  leyó  un  chiste  de la  hoja  deperiódico donde estaban  las peladuras  de man-zana.  Como veía  el  periódico  al  revés, leía  tan

entrecortadamente  que la  posadera, inclinán-dose hacia delante, siguió leyendo.  Afuera  seoían  las  risas  de la  camarera. Algo  se  cayó  alsuelo  en el  dormitorio.  No  volvió  a  oírse nada.Bloch,  que  antes tampoco había  oído  ningúnruido, quería echar  un  vistazo; pero  la  posa-dera explicó  que ya  hacía rato  qu e  había  oídoque la niña estaba despierta; seguramente sehabía  bajado de la  cama  y no  tardaría  en  salir

para  pedir  un pedazo  de  pastel. Entonces Blochescuchó  por  primera  vez un  ruido,  y  parecíaun   gimoteo. Resultó  que la  niña  se  había caídode la cama cuando estaba durmiendo y quecuando se despertó en el suelo, junto a la cama,no   sabía  dónde  estaba.  Ya en la  cocina  laniña contó que había moscas debajo de la al-mohada.  La  posadera  le  explicó  a  Bloch  quelos  niños  de los  vecinos,  que  estaban dur-

miendo  en su  casa mientras duraba  el  velato-rio en la  suya,  que era  donde había ocurridoel  fallecimiento, tenían  la  costumbre  de  dis-parar  a las  moscas  que  estaban posadas  en lapared con las gomas de los  tarros  de  conserva;seguramente,  por la  noche habían metido  lasmoscas  que  estaban  por el  suelo debajo  dela almohada.

Después  de  darle  a la  niña algunas co-sas  para que se distrajera  —hasta  ahora lashabía  tirado todas—, poco  a  poco  se  calmó.

65

Bloch   vio que la  camarera salía  de l  dormitoriocon la  mano hueca  y  tiraba  las  moscas  en elcubo  de la  basura.  El no  tenía nada  que veren el  asunto, dijo.  Vio que la  camioneta  de lpanadero  se  detuvo frente  a la  casa  de los veci-nos y el conductor puso dos barras de pan enlos escalones de la entrada, debajo el pan ne-gro, encima  el  blanco.  La  posadera mandó  ala  niña  a la  puerta para  qu e  atendiera  al  hom-bre; Bloch escuchó que la camarera se  mojabalas  manos detrás  del  mostrador; últimamenteese  hombre estaba siempre disculpándose,  dijola posadera.  ¿De verdad?,  preguntó Bloch.Entonces entró la niña en la cocina con dosbarras  de  pan. También  vio que la  camarerase  secaba  las  manos  en el  delantal  y  despuésiba a atender a un cliente. ¿Qué quería beber?¿Quién?  De  momento nada,  fue la  respuesta.La   niña cerró  la  puerta  de l  bar.

«Ahora estamos solos»,  dijo  Hertha.Bloch miró  a la  niña,  qu e  estaba mirando  a lacasa de en frente por la ventana. «Ella no cuen-ta»,  dijo  ella. Bloch tomó aquello como  un aindicación  de que  quería decirle algo,  pero en-tonces  se dio  cuenta  que lo que  había queridodecir  en  realidad  era que  podía empezar  ahablar. A  Bloch no se le  ocurría nada qu e  decir.Dijo una cosa obscena. Ella mandó a la niñaafuera  inmediatamente.  El  acercó  la  mano  aella. Ella  le  tocó suavemente.  El le  agarróbruscamente  del brazo, pero enseguida  la  soltó.En la  calle  se encontró  con la niña,  que  estaba

Page 35: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 35/78

66

hurgando  en el  cemento  de la  pared  con unabrizna  de  paja.

Miró  por la  ventana  de la  casa de en-frente,  que estaba abierta. El cadáver estabasobre  una  tarima; junto a é l estaba  ya el  ataúd.Una   mujer  estaba sentada  en un  taburete  enun rincón, mo jando pan en una jarra de mosto;en un  banco detrás  de la  mesa,  un  muchachoestaba  tumbado  de  espaldas durmiendo;  ungato estaba echado encima de su barriga.

Cuando Bloch entró  en la casa casi tro-pezó en el  vestíbulo  con un  tronco  de madera.La   campesina salió  a la  puerta,  él  entró  y se

puso  a  hablar  con  ella.  El  muchacho  se  habíasentado,  pero  no decía nada; el gato se habíaido.  «¡Ha  tenido  que  velar toda  la  noche »,dijo  la  campesina.  Por la mañana se  había  en -contrado  al muchacho  con una  chispa bastanteconsiderable.  Se volvió  hacia el difunto y co-menzó a  rezar. Mientras tanto cambió  el  aguade las  flores. «Ocurrió todo  m uy  deprisa»,dijo,  «tuvimos  qu e  despertar  al  chiquillo para

qu e  fuera  corriendo al pueblo.»  Pero  el niñono supo decirle al cura lo que había pasado yno habían tocado la campana. Bloch notó queestaban empezando  a  caldear  la  habitación;  alcabo  de un  rato  se  desplomaron  los  troncosde  madera que había dentro de la estufa. «¡Traeun poco de  leña »,  dijo la campesina. El mu-chacho volvió con algunos  troncos que  sujetabacon  ambas manos,  y los  dejó  caer junto  a laestufa  armando  una  gran polvareda.  Se  sentódetrás de la mesa y la campesina metió  los  tron-

67

eos  en la  estufa. «Nos  han  matado  un  niñogolpeándole  con calabazas», dijo. Dos  viejaspasaron  por la  ventana  y  saludaron  a los dedentro;  Bloch vio un  bolso negro  en el  alféizar

de la  ventana; acababan  de  comprarlo,  ni si-quiera habían sacado  los  papeles  de  relleno.«De repente dio un aullido y murió», dijo lacampesina.

Bloch podía  ver el  interior  del bar deenfrente  donde  el  sol,  que ya  estaba bastantebajo,  brillaba  co n  tanta intensidad  que la  parteinferior  de la  habitación, sobre  todo  el  enta-rimado recién puesto, las patas de las sillas

y  las  mesas  y las  piernas  de las  personas, bri-llaban  en sus  contornos como  si la luz emanarade  ellas mismas;  vio que el  hijo  del  caseroestaba  apoyado  en la  puerta  de la  cocina  conlos  brazos cruzados apoyados  en el  pecho  yhablaba  con la  posadera,  que  probablementeestaba todavía sentada en la mesa, un pocomás   allá. A  medida que el sol se ocultaba, estasimágenes  le  parecían  a  Bloch cada  vez más

lejanas  y  confusas.  No  podía apartar  la  vistade  allí; solamente comenzó a disiparse e sta sen-sación  cuando  vio a los  niños  qu e  estaban  co -rriendo  en la  calle. Entonces  entró  un  niñocon un ramo de flores. La campesina puso elramo  en un  vaso  y colocó  el  vaso  al pie de latarima. El  niño  se  quedó allí  de  pie.  Un  pocodespués  la  campesina  le dio una  moneda  y elniño  se  marchó.

Bloch escuchó  un  ruido, como  si lostablones del  suelo  hubieran  cedido  bajo  el

Page 36: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 36/78

68

peso de una  persona.  Pero  era  solamente  quelos  troncos  de la  estufa  habían vuelto  a  des-plomarse. Cuando  Bloch  dejó  de  hablar  conla  campesina, el muchacho  se tendió  en el ban-

co   y se  quedó dormido otra vez. Luego lle-garon  unas  mujeres  y  comenzaron  a  rezar  elrosario. Alguien borró  lo que estaba escrito enla  pizarra  de la  fachada  de la  tienda  de  ultra-marinos  y  escribió  en su  lugar:  naranjas,  cara-melos, sardinas.  En la habitación  se hablaba  envoz  baja, afuera  en la  calle,  los  chiquillos  ar-maban  jaleo. Un  murciélago  se  había quedadoenganchado en la  cortina;  el muchacho se des-

pertó  con sus  chillidos  y  poniéndose  en piede un  salto enseguida  se  abalanzó sobre  él,pero  el  murciélago  ya se había escapado.

Estaban  ya en el crepúsculo,  y a nadiele  apetecía encender  la  luz.

Solamente   el bar de  enfrente estabaun  poco iluminado  por la luz de la máquinatocadiscos,  qu e  estaba  enchufada;  pero nadieponía discos. La habitación de al lado, que era

la  cocina, estaba  ya completamente  a  oscuras.A  Bloch  le  invitaron  a  cenar  y se  sentó  conlos  demás  a la mesa.

Aunque  la  ventana estaba ahora cerra-da ,  había muchos mosquitos  en la  habitación.Enviaron  a un  niño  po r  posavasos  a la  posadapara  ponerlos después encima  de los  vasos  yevitar así que los mosquitos  se cayeran dentro.Una   mujer  vio de  repente  qu e  había perdidoun  colgante  de la cadena  qu e  llevaba al  cuello.

Todos comenzaron a buscarle. Bloch  no se mo-

69

vio  de la  mesa.  Al  cabo  de un  rato  sintió  lanecesidad  de ser él mismo  el que lo encontraray  se unió  a los demás. Como  no  pudieron  en-contrar  el  colgante  en la  habitación, siguieron

buscando  afuera,  en el  pasillo.  Una  pala  sevino abajo, mejor dicho, Bloch la cogió al vueloantes  de que  llegara  a  caerse de l  todo.  El mu-chacho alumbraba  con una  linterna,  la  cam-pesina apareció  con una  lámpara  de  petróleo.Bloch  pidió  la  linterna  y  salió  a la  calle.  Ca-minaba  en  cuclillas  por la  grava,  pero  nadiele había seguido. Escuchó cómo alguien gritabadentro,  en el recibidor,  que habían encontrado

el  colgante. Bloch  no  quiso creerlo  y  siguióbuscando. Entonces escuchó  que  detrás  de laventana  habían empezado  a  rezar  de  nuevo.Dejó la  linterna  en el  alféizar  de la  ventanay se marchó.

De  vuelta  en el  pueblo Bloch  se  sentóen un  café  y se  quedó mirando  un  juego  decartas.  Empezó  a  discutir  con el  jugador  qu eestaba  delante de él. Los otros  jugadores  obli-

garon  a  Bloch  a que se  marchara. Bloch  fuea  la habitación trasera. Allí estaban dando  unaconferencia  con  proyecciones. Bloch  se  quedóun  rato mirando.  Era una  conferencia  sobrelos  hospitales  de  órdenes religiosas  en el sud-este  de  Asia. Bloch,  qu e  había estado todo  elrato hablando  en voz  alta, empezó  a  discutirotra  vez con la  gente.  Se dio la  vuelta  y semarchó.

Estuvo  reflexionando sobre  la  posibi-

lidad  de  volver  a entrar, pero  no se le ocurría

Page 37: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 37/78

7

qué  excusa hubiera  podido  poner.  Fue a  otrocafé. Allí  quería  que desenchufaran  el  ventila-dor. Además decía  que la  iluminación  era de-masiado débil.  La  camarera se  sentó  a su  lado

y  un  poco después  él  hizo  ademán  de  pasarleel  brazo  por  encima  de los  hombros; ella  sedio cuenta de que sólo se trataba de un ademány  se  echó para atrás, incluso antes  de que élviera  con  toda claridad  que  únicamente habíaquerido hacer  un  ademán. Bloch quiso  justifi-carse pasándole  de  verdad  a la  camarera  elbrazo  por  encima  de los  hombros;  pero  ellaya   se había puesto  en pie. Cuando Bloch  iba a

levantarse  la camarera  se fue. Ahora Bloch  hu-biera tenido que  fingir que se proponía seguir-la.  Pero  era  demasiado para  él y se  marchódel  café.

En su habitación  de l hostal se  despertópoco antes  del  amanecer. De  repente todo  loque estaba  a su alrededor  le  resultaba inaguan-table. Pensó detenidamente  si de  verdad  es-taría despierto, pues justamente  en un mo-

mento determinado,  en  este caso poco antesdel  amanecer,  de  buenas  a  primeras todo  sevolvía  insoportable. El  colchón estaba hundidobajo  su peso,  los  armarios  y las  cómodas  esta-ban muy  lejos, apoyados  en las  paredes,  eltecho,  por  encima de él,  tenía una  altura inso-portable. Había  un silencio  tal en la habitaciónun poco iluminada,  afuera en el pasillo y sobretodo  en la calle,  que Bloch  no lo pudo  aguan-tar  más. Unas intensas náuseas  se  apoderaron

de él. Acto seguido vomitó en el lavabo. Estuvo

71

vomitando  un  rato  sin  sentir  ningún  alivio.Se  tumbó otra  vez en la  cama.  No  estaba  ma-reado, por el contrario veía todo con un  equili-brio inaguantable.  No le  sirvió para nada aso-

marse por la  ventana  y  mirar  a la  calle.  Unalona  se  mantenía inmóvil encima  de un  cocheaparcado. Descubrió  do s cañerías en una  paredde la  habitación;  estaban colocadas paralela-mente, desde  el  techo hasta  el  suelo.  Todo  loqu e veía estaba limitado de una  forma  insopor-table.  Las  náuseas  no le  hacían  incorporarsesino  que  parecía como  si le  oprimieran.  Ledaba  la  sensación  de que  todo  lo que  veía  lotenía  grabado con un  cincel,  o más bien como

si  los objetos  que le rodeaban  se recortaran so -bre un fondo. El armario, el lavabo, la bolsa deviaje,  la puerta: entonces  se dio cuenta de  que,como  si alguien  le  forzara  a  ello,  le  venía  a lamente  la  palabra  correspondiente  a  cada  ob-jeto. Cada  vez que  divisaba  un  objeto seguíainmediatamente  la  palabra.  La  silla,  la  per-cha,  la  llave. Hasta entonces  el  silencio habíasido  tan absoluto  qu e ningún ruido  le había lla-

mado  la  atención;  y  como,  por una  partehabía  la  suficiente  claridad para poder  ve rlos  objetos  qu e  tenía alrededor,  y por  otraparte estaba  todo tan silencioso que ningún rui-do   podía distraer  su  atención  de los  objetos,los   había visto como  si al  mismo tiempo  sehubiesen estado haciendo propaganda  a sí mis-mos.  En  realidad  las náuseas eran parecidas  alas náuseas  que le  entraban cuando  oía  deter-

minados  anuncios, canciones de  moda  o himnos

Page 38: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 38/78

7

nacionales que, eran  tan  pegadizos,  qu e  hastaen   sueños  los  repetía  o  tarareaba. Contuvo  larespiración como  si tuviera hipo. Al inspirar  levolvieron  las  náuseas.  Contuvo  la  respiración

de nuevo. Al cabo de un rato surtió un poco deefecto y se durmió.A  la  mañana  siguiente  todo  esto  le ha-

bía  desaparecido  de la  imaginación. Y a habíanhecho  la  limpieza  en el  comedor  y un  emplea-do de la  oficina  de  impuestos  se paseaba  po rallí, pasando revista  a los  diversos objetosmientras  el  fondista  le  daba  una  relación  delos precios. El fondista le presentó  al empleado

las facturas  de la cafetera y de un congelador;como  los dos  estaban hablando  de  precios,  aBloch  le parecieron  aún más  ridículos  los  epi-sodios  de la  noche. Después  de  hojear  los pe-riódicos  los dejó a u n  lado  y se puso  a escucharal empleado de  impuestos,  que  discutía  con elfondista  sobre  el precio  de un menú. L a madredel  fondista  y la  chica  se les  unieron; todoshablaban  a la vez. Bloch  se  metió  en la discu-sión  y  preguntó  qué era lo que  costaba apro-

ximadamente amueblar  una  habitación  de lafonda.  El  fondista contestó  qu e  había com-prado  los  muebles  muy  baratos  a los campe-sinos de la comarca que,  o bien  se habían mar-chado  o  incluso algunos habían emigrado.  Ledijo  un  precio  a  Bloch. Bloch  quiso  saber  elprecio  de  cada pieza  de l  mobiliario  po r  sepa-rado.  El hostelero  le  dijo  a la chica  que le  tra-jera  el  inventario  de la  habitación  y no  sola-

mente les dio el precio  a que  había comprado

73

cada  objeto, sino también  el  precio  que  creíaqu e  podía poner  a un  arcón  o un  armario  encaso  de volverlos a vender. El empleado  de im-puestos, que había estado todo el rato  tomando

nota, dejó  de  escribir  y le  pidió  a la  chica  unvaso  de vino. Bloch estaba satisfecho  y  queríamarcharse.  El  empleado  de  impuestos explicóqu e  cuando  é l veía  un  objeto,  po r  ejemplo  unalavadora,  se informaba inmediatamente  del pre-cio,  y  cuando volvía  a ver el  objeto,  por  ejem-plo una  lavadora  de la misma marca, e ra capazde   reconocerla no  solamente por los distintivosexteriores,  que en una  lavadora podían  ser los

botones  del  programa  de  lavado,  sino  que seguiaba  siempre  por lo que el  objeto,  en  estecaso  la lavadora, costaba  la primera  vez que lovio, o sea, por el precio. Desde luego procurabaque el  precio  se le  quedara grabado  con  todaexactitud  y de  esta manera reconocía inmedia-tamente  todos  los  objetos cuando  los  veía  po rsegunda  vez.  ¿Y  si el  objeto  no  merecía  lapena?, preguntó Bloch.  El no  tenía nada  qu ever con objetos  sin valor comercial, contestó e lempleado  de  impuestos,  por lo  menos  en loqu e correspondía  al ejercicio  de la profesión.

Todavía  no  habían encontrado  al  niñomudo. Desde luego habían puesto  la bicicletabajo  custodia  y  buscaban  por los  alrededores,pero no se oía  ningún  disparo,  lo que  hubierapodido  ser una  señal  de que uno de los poli-cías  había dado  co n  algo.  De  cualquiera modoel  ruido  de l  secador detrás  del  biombo  en lapeluquería  en que Bloch había entrado  era tan

Page 39: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 39/78

7

alto  que no se oía  nada  de l  exterior. Dijo  qu ele  cortaran  los  pelos  del  cuello. Mientras  elpeluquero se lavaba  las  manos  la  chica  le  cepi-lló a  Bloch  el  cuello  de la  camisa. Entonces

desenchufaron el secador de pelo y escuchócómo alguien  por  detrás  del  biombo pasabaunas hojas. Se oyó una especie de chasquido.Pero era  solamente que al otro lado del  biomboun bigudí se había caído en una palangana.

Bloch preguntó  a la  chica  si se iba acasa en el  descanso del  mediodía.  La chica con-testó que no era del pueblo,  que  venía en  trentodas las mañanas; al mediodía se iba a un

café  o se quedaba allí con su compañera. Blochle  preguntó  si  compraba todos  los  días  un bi-llete  de ida y  vuelta.  La  muchacha contestóqu e  compraba  un  abono semanal. «¿Cuántocuesta  el  abono  semanal?»,  preguntó Blochinmediatamente.  Pero  antes  de que la  chicacontestara,  dijo  que eso no era asunto suyo.A   pesar de todo la muchacha  dijo  el precio.La   compañera dijo  por  detrás  del  biombo:«¿Por  qué lo pregunta, si no es asunto  suyo?»

Bloch, que ya se había puesto  en pie, leyó toda-vía  la  lista  de  precios  junto  al  espejo mientrasesperaba  el  cambio  y se  marchó.

Descubrió que tenía la extraña m anía deenterarse  de los  precios  de  todo.  Se  quedóaliviado cuando vio que en la luna de   cristaldel  escaparate  de una  tienda  de  ultramarinos,habían  escrito con pintura blanca los nombresde las  mercancías  qu e  habían entrado  última-

mente  y sus  precios correspondientes.  En un

75

puesto  de  fruta  qu e  estaba delante  de la  tien-da, se  había caído  la  pizarra  de los  precios.La  puso  en pie de  nuevo.  El  movimiento  fuesuficiente  para  qu e  alguien saliera  y le pregun-

tara  si  quería comprar algo.  En  otra tiendahabían puesto un vestido muy  largo encima  deuna   mecedora. Una etiqueta en la que estabaclavado un  alfiler,  estaba junto al vestido en elasiento de la mecedora. Bloch no tenía muy cla-ro si el precio se refería a la silla o al vestido;probablemente uno de los dos no estaba a laventa.  Se  quedó parado  allí  delante hasta  queesta  vez  también salió alguien  a  preguntarle.

El preguntó a su vez; le contestaron que segu-ramente  el  alfiler  de la  etiqueta  se  había caídode l  vestido,  pero  desde luego  era  evidente  quela  etiqueta no podía ser de la mecedora; porsupuesto, era de propiedad privada. Solamentehabía querido informarse,  dijo  Bloch, que yase  iba.  Le  gritaron donde podía encontrar  esemismo modelo de mecedora. En un  café  pre-guntó Bloch   el  precio  de la  máquina tocadis-cos.

  No era  suya, dijo

  el  dueño, solamente

  eraprestada. No se había referido a eso, contestóBloch, sólo quería saber  el  precio. Únicamentese  quedó  satisfecho  cuando  el  dueño  le  dijo  elprecio.  Pero  no  estaba seguro,  dijo  el  dueñoEntonces Bloch empezó a preguntar  sobre otrosobjetos  de l  establecimiento pues  el dueño teníaque saber sus precios, ya que eran de su pro-piedad. Después  el dueño  empezó  a hablar  delos  baños públicos, cuyo costo  de  construcción

había excedido  con  mucho  al  presupuesto ini-

Page 40: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 40/78

76

cial.  « ¿ E n  cuánto?», preguntó  Bloch. El  due-ño no lo  sabía. Bloch  se  impacientó.  « ¿ Y acuánto  ascendía  el  presupuesto inicial  de l  cos-to?»,  preguntó Bloch.  El dueño tampoco pudo

contestar esta vez.  De  cualquier manera  enla  primavera pasada había  sido encontrado  unmuerto  en una  cabina,  qu e  probablemente  ha-bía pasado allí todo  el invierno. Tenía  la cabezametida  en una  bolsa  de  plástico.  El  muertohabía resultado  ser un  gitano.  En la  regiónhabía algunos gitanos sedentarios;  se  habíanconstruido unas casitas  en el  linde  de l  bosquecon la  indemnización  de  daños  y  perjuicios,

qu e  habían recibido  por su  detención  en loscampos  de  concentración. «Por  lo  visto  pordentro  las tienen muy  limpias», dijo el  dueño.Lo s  policías,  que con  motivo  de la búsquedadel  escolar desaparecido habían interrogado  alos habitantes de las casitas, se habían quedadosorprendidos  al ver el  suelo recién fregado  yen  general  el  orden existente  en el  interior.Pero precisamente  ese  orden, siguió diciendo

el  dueño,  no  había hecho  más que  agravar lassospechas;  pues seguramente  los  gitanos  nohubieran  fregado  el  suelo  de no  haber tenidoun  motivo. Bloch  no  desistió  en su  propósitoy  preguntó  si  habían  tenido  suficiente  con laindemnización para  la  construcción  de los  alo-jamientos. El  dueño no podía decir  a cuánto s ehabía elevado  la  indemnización. «Por entonceslos  materiales  de  construcción  y los  obreroseran  aú n  baratos», dijo  el  dueño. Bloch  dio

la  vuelta  por  curiosidad  al  vale  de  caja  qu e

77

estaba pegado  a la  base  del  vaso  de  cerveza.«¿Tiene  esto algún valor?», preguntó despuésmientras  se  metía  la  mano  en el  bolsillo  yponía  una  piedra encima de la mesa. El dueño

sin   tocar  la  piedra contestó  qu e  piedras comoesa se encontraban  en los  alrededores cada dospasos. Bloch  no  replicó. Entonces  el posaderocogió  la  piedra,  la  hizo rodar  un  poco  en elhueco  de la  mano  y  volvió  a  ponerla encimade la  mesa. ¡Qué desilusión Bloch guardó  lapiedra  inmediatamente.

En la  puerta  se  encontró  con las dospeluqueras.  Les  propuso,  qu e  fueran  con él a

otro establecimiento.  La  segunda  dijo  qu e  allíno  había discos  en la  máquina. Bloch preguntóqué quería decir con  eso. Ella contestó  que losdiscos eran malos. Bloch salió y ellas  le siguie-ron.  Pidieron  algo  de  beber  y las  chicas saca-ron  unos bocadillos. Bloch  se  inclinó haciadelante  y comenzó  a charlar  con ellas.  Le ense-ñaron sus  carnets  de  identidad.  Al  tocar  lasfundas,  las manos comenzaron a sudarle al mo-

mento.  Le  preguntaron  si era  soldado.  La se-gunda de las dos  estaba  citada  por la  tardecon un  representante; pero saldrían  dos pa-rejas  juntas  porque cuando  iba  sola  una pa-reja  no se  sabía  de qué  hablar. «Cuando v anjuntas  dos  parejas  una vez  habla uno, luegootro.  Se  cuentan chistes.» Bloch  no  supo  quécontestar.  En la habitación  de al  lado  un niñoandaba  a  gatas  por el  suelo.  Un  perro dabasaltos  alrededor  de l  niño  y le  lamía  la  cara.

El  teléfono sonaba  en la  barra; mientras  es-

Page 41: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 41/78

 8

tuvo sonando Bloch no atendió a la conversa-ción.  Los  soldados casi nunca tenían dinero,dijo  la  peluquera. Bloch  no  contestó. Comoles miraba  las manos, ellas  le  explicaron  que el

fijador  les  había ennegrecido  las  uñas.  «N osirve  de  nada pintarlas,  el borde  sigue estandonegro.»  Bloch levantó  la  vista. «Nos compra-mos toda la ropa  confeccionada.»  «Nos peina-mos la una a la otra.»  «En el  verano, cuandovolvemos  a  casa  es  todavía  de día.»  «Prefierobailar lento.» «Cuando volvemos  a  casa  ya nocontamos tantos chistes, entonces se olvida unode hablar.» Ella se tomaba todo demasiado en

serio, dijo  la  primera peluquera. Ayer,  en elcamino hacia la estación, había mirado inclusoen los  huertos  de  frutas  buscando  al  colegialdesaparecido. Bloch había dejado los carnetsencima  de la  mesa  en  lugar  de  devolvérselosa  ellas, como  si no  tuviera ningún derecho  amirarlas.  Se quedó  mirando cómo  el  vaho  desu  huella digital desaparecía de las  fundas  deplástico. Cuando  le  preguntaron  lo que  era,

contestó  que  había sido portero  de un  equipode fútbol. Explicó que los  porteros podían estarmás  tiempo activos que los jugadores de  campo.«Zamora se mantuvo hasta  que ya era  bastanteviejo», dijo Bloch. Como  respuesta se pusierona  hablar de los jugadores de fútbol que ellasconocían.  Cuando  se  jugaba  un  partido  en supueblo,  se  ponían detrás  de la  portería  delequipo  visitante  y le  hacían burla  al  porteropara ponerle nervioso.  La  mayoría  de los  por-teros eran zambos.

79

Bloch observó  qu e  cada  vez  qu e  men-cionaba  algo  y  comenzaba  a  hablar  de  ello,contestaban las dos con una h istoria qu e les ha-bía   ocurrido  a  ellas  con el  objeto mencionado

o con un  objeto parecido,  o que en  cualquiercaso conocían de oídas. Por ejemplo, si Blochhablaba  de la  fractura  de  costillas  que  habíasufrido  siendo portero, ellas contestaban queunos días antes se había caído un trabajadorde una  pila  de  tablones  en la  serrería  de l  pue-blo y  también había sufrido  un a  fractura  decostillas; y cuando Bloch mencionó entoncesque habían tenido que coserle los labios   varias

veces,  le  contaron como respuesta  un  combatede boxeo de la televisión, donde a un boxeadorle  habían reventado también una ceja; y  cuandoBloch contó que al dar un salto una vez chocócon un  lateral  de la  portería  y se  partió  lalengua por la  mitad, ellas replicaron inme-diatamente que el colegial mudo también teníala  lengua partida en dos.

Además habla ban de cosas y sobre todode  personas  que era  imposible  que él  conocie-ra,  dando  po r  descontado  que él  tenía  qu econocerlas  y que  sabía perfectamente  de loque hablaban. María le había pegado a  Ottoen  la  cabeza  con el bolso de cocodrilo.  El tíohabía  bajado  al  sótano, había perseguido  aAlfred  por el  patio  y  había pegado  a la  coci-nera italiana con una rama de abedul. Eduardse  había apeado  en la  bifurcación  de  caminos,así que a  medianoche tuvo  qu e  irse  a pie a

casa;  ella había atravesado  el  bosque  de l  ase-

Page 42: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 42/78

80

sino de  niños  para que  Walter  y Karl no lavieran caminando  por el  camino  de los extran-jeros,  y al  final  se  había quitado  los  zapatosde   baile  que le  había regalado  el  señor Frie-

drich.  Bloch  sin embargo,  hacía  una  aclaracióna  cada nombre  y  explicaba también  de  quiénse  trataba. Incluso describía  algunos  de losobjetos que mencionaba para  "explicar  cómoeran. Cuando surgió  el nombre  de  Víctor Blochañadió:  «U n  conocido mío»;  y cuando hablabade   un  tiro libre  no  solamente describía  lo queera  un  tiro  libre sino  que les  explicaba, mien-tras las peluqueras esperaban la continuación

de la historia, las reglas del tiro   libre  en ge-neral;  e  incluso, cuando mencionaba u n  córnerque un  arbitro  había  pitado,  creía  que estabaen la obligación de explicarles que no se tratabade la esquina de una habitación *. Cuanto máshablaba, menos natural le parecía lo que decía.Poco  a poco  llegó  a la convicción de que cadapalabra  necesitaba  un a  aclaración. Tenía  qu edominarse para  no  detenerse  en  medio  de unafrase.  Algunas veces, cuando estaba diciendoun a  frase  qu e  había pensado  co n  anterioridad,se  equivocaba; cuando  lo que  decían  las  pelu-queras resultaba ser exactamente igual que loque él se  había imaginado mientras estaba  es-cuchando,  le era  imposible contestar. Mientrasestuvieron  hablando  entre ellos  con  familiari-

*   La  palabra  alemana  Ecke  viene  a  designar  el  córner  delos   españoles; palabra  que el  castellano  ha  tomado  de l  original

inglés  córner qu e  significa,  al  igual  qu e  Ecke  en  alemán,  rin-cón o  esquina.  [N.  de l   T ~ ¡

81

dad,  se  había  ido  olvidando  cada  vez más delo que le  rodeaba;  ni  siquiera había seguidoviendo al perro y al niño de la habitación deal  lado;  pero,  cuando después  se  detuvo  sin

saber  cómo continuar  y  comenzó  a  buscar fra-ses  que  todavía  se  sentía  capaz  de  decir,  elexterior  comenzó  a  llamarle  de  nuevo  la  aten-ción y por todas partes veía particularidades.Por fin preguntó si  Alfred  era amigo de ellas;si siempre había una  rama de abedul encima delarmario; si el señor Friedrich era un represen-tante; o si el camino de los extranjeros sellamaba  así porque a lo mejor pasaba por una

población   extranjera.  Ellas  le  contestaban  muycomplacientes  y poco  a  poco Bloch comenzó  apercibir  de  nuevo,  y  todo  al  mismo  tiempo,siluetas, movimientos, voces, llamadas  y  for-mas  en  lugar  de cabellos teñidos con las raícesoscuras,  en  lugar  de un  broche solitario  en elescote,  en  lugar  de  unas uñas ennegrecidas,en lugar de una sola espinilla en las   cejas  depi-ladas,  en  lugar  del  abrigo  de  pieles  en elasiento  de una  silla  del  café.  Con un  solo  mo-vimiento, rápido y sereno, cogió al vuelo elbolso  que de  improviso  se  había caído  de lamesa. La primera peluquera le ofreció un boca-do de su bocadillo, y mientras  ella  lo  sosteníamordió  con  toda naturalidad.

Alguien  decía  en la  calle  que  habíandado vacaciones en la escuela para que todoslos niños pudieran buscar a su compañero. Perosolamente habían encontrado algunos objetos

que, aparte  de un  espejito hecho pedazos,  no

Page 43: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 43/78

 

tenían nada  que ver con el  desaparecido.  Elespejito   había sido identificado como propie-dad del  niño  por la  funda  de plástico. Aunquehabían  registrado  meticulosamente  los  alrede-

dores  del  lugar  del hallazgo, no habían encon-trado ningún otro punto  de referencia. El poli-cía que le contó a Bloch  todo  esto, añadió,  quedesde  el día de la  desaparición  se  desconocíael paradero  de uno de los  gitanos.  A Bloch  leextrañó  que el  policía, estando incluso  al  otrolado  de la  calle,  se  hubiera detenido para gri-tarle  toda  la  historia.  Preguntó  a su vez si yahabían mirado  en la  casa  de  baños.  El  policía

contestó  que el edificio estaba cerrado  con lla-ve, y que ni  siquiera  un  gitano  podría  entrar  llí

En las  afueras  del  pueblo Bloch obser-vó que los  campos  de  maíz estaban casi  porcompleto pisoteados,  de  forma  que  entre  lostallos quebrados  se podían  ver las flores ama-rillas  de la  calabaza;  en  aquella época  flore-cían por  primera vez,  en  medio  de un  campo

de  maíz,  siempre  a la  sombra.  Por la  calle  seveían  po r  todas partes mazorcas de  maíz arran-cadas  a  medio pelar,  y  mordisqueadas  por loscolegiales,  a su  lado estaban  las  hojas  de lamazorca,  de un  color  más  oscuro. Bloch  yahabía visto  en el  pueblo cómo  se  peleabanmientras  esperaban  el  autobús, lanzándoseunos  a  otros pelotitas  fabricadas  co n  esas  fi-bras oscuras.  Las  hojas  de  maíz estaban  tanmojadas,  qu e  cada  vez que  Bloch pisaba  unmanojo,  rezumaba agua  y se oía una  especie

83

de  burbujeo, como  si  estuviera andando  porun  terreno pantanoso.  Por  poco tropieza  conun a  comadreja  qu e  alguien había atropelladoy  tenía  un  buen pedazo  de  lengua  fuera  de las

fauces.  Bloch  se  detuvo  y  rozó  con la  puntadel  zapato  la  lengua larga  y  delgada,  que lasangre había oscurecido:  estaba dura  y  rígida.Empujó  la comadreja con el pie hasta  la cunetay  siguió  su camino.

Al  llegar  al puente  dejó  la  carretera  ycaminó  junto  al  arroyo  en  dirección  a la  fron-tera. A medida que iba avanzando, daba  la sen-sación de que el  arroyo  era  cada  vez más  pro-

fundo,  por lo  menos  el  agua corría  más  lenta-mente.  Los  avellanos  de las orillas cubrían  detal manera e l arroyo, que la superficie de l aguaapenas se veía.  A lo  lejos  se oía el chirrido  deuna  guadaña  en la  siega. Cuanto  más  lenta-mente corría  el  agua,  más  turbia parecía vol-verse.  Al  entrar  en una  curva  el  arroyo  se de-tenía  en  seco,  y las  aguas  se volvían  más  tur-bias.  Se oía el  traqueteo  de un  tractor  a  bas-tante distancia  de  allí como  si  estuviera  porcompleto desconectado  de  todo aquello.  Ne-gros matojos  de  bayas  de  saúco  un  poco  pa -sadas colgaban  entre  la  espesura.  Había  pe-queñas  manchas  de  aceite  en la  superficie  in-móvil  del agua.

A  veces  se  veían burbujas,  que  subíandel  fondo del  agua. Los  extremos de las ramasde los  avellanos  se  metían  en el  arroyo.  Enaquellos momentos ningún ruido  del  exterior

podía distraer  la  atención. Apenas habían  sa-

Page 44: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 44/78

8

lido  las  burbujas  a la  superficie,  se  veía cómovolvían  a  desaparecer. Algo saltó  a tal  veloci-dad, que era imposible reconocer si había sidoun pez.

Cuando  Bloch,  al cabo de un  rato,  semovió inesperadamente, com enzaron a aparecerburbujas  en el  agua. Atravesó  un  puentecilloqu e  llevaba  a la otra  orilla  y se  quedó inmóvil,con la  mirada  baja,  contemplando  el  agua.  Elagua  estaba  tan  tranquila,  que la parte  de arri-ba de las  hojas  qu e  nadaban  en la  superficieestaba completamente seca.

Se   veía cómo  las  arañas  de  agua  co-

rrían de aquí  para allá  y por  encima  de ellas,manteniéndose siempre al mismo nivel, vo-laba  un  enjambre  de  mosquitos.  En un  puntodeterminado, el  agua  se encrespaba un  poco.Se  oyó de  nuevo  un  chapuzón,  y es que unpez  había dado un salto en el agua. Desde laorilla se veía un sapo, que estaba sentado enla  otra orilla. U n pedazo de barro se desprendióde la  orilla  y  otra  vez  empezaron  a  subir bur-bujas  de l  fondo.  Los  pequeños episodios  qu etenían lugar  en la  superficie de l  agua parecíantan  importantes que, cuando volvían  a  repe-tirse, se quedaba uno observándolos atenta-mente  y en  seguida  se  acordaba  de  ellos.  Y lashojas  se  movían  tan  lentamente  en la  superfi-cie del  agua,  que se  intentaba mirar  sin  pesta-ñear  hasta  que le  ardían  a uno los  ojos,  puesse  tenía miedo de que con el pestañeo se pu-diera confundir  sin  darse  un o  cuenta,  el mo-

vimiento de las pestañas con el movimiento de

85

las   hojas. En el agua llena de  lodo  ni siquierase   reflejaban  las  ramas,  que  casi llegaban  asumergirse  en  ella.

Fuera del campo visual había algo que

a  Bloch,  qu e  miraba inmóvil  el  agua,  le co-menzó a  molestar. Parpadeó, como  si sus  ojostuvieran  la culpa, pero no miró hacia el lugarque le inquietaba.  Poco a poco el objeto apare-ció en su horizonte. Lo estuvo viendo duranteun   rato  sin  darse cuenta  de lo que  era; pare-cía,  como  si la  totalidad  de su conciencia  fueseun   punto  ciego. Entonces, como cuando  enun a  película cómica alguien abre  un a  caja  sin

darle la menor importancia y  continúa charlan-do, y  solamente  un  poco después  se  detiene  yvuelve  de  nuevo  su  atención  a la caja,  vio a suspies,  en el  agua,  el  cadáver  de un  niño.

Entonces volvió  a la  carretera.  En lacurva  donde  se  encontraban  las  últimas casasantes  de  llegar  a la  frontera,  se  encontró  conque un  policía venía  de  frente  en una  motoci-cleta;  le  había visto  de  antemano  en el  espejode la  curva; entonces apareció realmente  en lacurva  sentado  muy  derecho  en el  vehículo,con  guantes blancos,  con una  mano apoyadaen el  manillar  y  otra  en la  barriga; tenía  lasruedas  manchadas d e  barro;  un a  hoja  de  remo-lacha estaba enganchada en los rayos de la rue-da .  El  rostro  del  policía  no  delataba nada.Cuanto  más  observaba Bloch  la  figura  de lamotocicleta,  le  parecía cada  vez más  como  siestuviera alzando  la  vista lentamente  de la

hoja  de un  periódico  y  acto seguido mirara  po r

Page 45: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 45/78

86

una  ventana  al  exterior:  el  policía  se  alejabacada vez  más y le  interesaba menos cada vez.Al  mismo  tiempo Bloch  cayó  en la  cuenta  deque, aquello  que  había visto mientras obser-

vaba al policía,  lo vio durante u n instante comosi  se  tratara  de una  comparación  con  algunaotra  cosa.  El  policía desapareció  de la  vista  yBloch  dedicó solamente  su atención  a las cosassuperficiales. Se dirigió  a la  posada  de la  fron-tera  y cuando  llegó allí,  aunque  la puerta  delba r  estaba abierta,  no  encontró  a nadie.

Se quedó  un  rato allí parado, entoncesabrió  la  puerta  de  nuevo  y, una vez  dentro,

la  cerró  con  todo cuidado.  Se  sentó  en unamesa del  rincón,  y  esperó mientras  lanzaba  deun  lado para  otro  las  bolas  que se  utilizabanen las  cartas para contar  los  juegos  que seganaban. Finalmente mezcló la s cartas q ue aso-maban  entre  las  filas  de  bolas,  y  comenzó  ajugar  él  solo.  Al  poco rato  se  entusiasmó  conel juego;  una carta se le cayó debajo de la mesa.Se  agachó  y vio que la  niña  de la  posadera

estaba  en  cuclillas debajo  de una  mesa,  ro-deada  de  sillas  por  todas partes. Bloch  se in-corporó  y continuó  el  juego;  las  cartas estabantan  manoseadas,  que al  tocarlas  le daba  la  sen-sación de que  estaban hinchadas. Miró  al in-terior de la  habitación  de la  casa  de  enfrente,y  la  tarima  se  había quedado  ya  vacía;  lasventanas  estaban abiertas  de par en  par. Unos

niños comenzaron  a  chillar  en la  calle,  y la

niña  apartando rápidamente  las  sillas  de un

87

empujón,  salió  de su  escondite  y  corrió  a lacalle.

La   camarera  llegó  del  patio.  Como  sifuera  un a  respuesta  al hecho  de  verle allí sen-

tado,  dijo  que la posadera había  ido al  castillopara  renovar  el  contrato  de  alquiler. Detrásde la camarera entró  un  mozo,  que arrastrabaen cada mano un a  caja  de cervezas; pero  a pe-sar  de  ello mantenía  la  boca abierta. Bloch  ledijo  algo, pero  la  camarera  le  advirtió  que nole  dirigiera  la  palabra, pues cuando  iba tancargado  le era  imposible hablar. El  mozo,  queal  parecer  era un  poco retrasado mental, apiló

las   cajas  detrás  de l  mostrador.  La  camarera  ledijo: «¿Ha vuelto  a  sacudir  la  ceniza encimade la  cama  en  lugar  de echarla  al  arroyo?  ¿Y ano  jode con las cabras?  ¿Todavía hace picadi-llo las  calabazas para embadurnarse  la  caracon ellas?» Fue a la  puerta  con una  botellade  cerveza, pero  él no  contestó. Cuando ellale  enseñó  la  botella,  se  acercó. Ella  le dio labotella  y le  abrió  la  puerta.  Un  gato  entrócorriendo  a  toda velocidad,  dio un  salto  enel  aire intentando atrapar  una  mosca,  e inme-diatamente  se la  tragó.  La  camarera cerró  lapuerta. Mientras  la  puerta había permanecidoabierta,  Bloch escuchó  el  timbre  del  teléfonoque  sonaba allí  al  lado,  en el  cuartelillo  dela  aduana.

Bloch  se  dirigió entonces  al  castillo,  yel mozo iba delante; caminaba lentamente por-que no  quería adelantarle;  se quedó observán-

dole mientras señalaba  con  gestos violentos

Page 46: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 46/78

 

un  peral  y le oyó  decir:  «¡Un  enjambre  deabejas »,  y  también  él  creyó  ver al  mirar  po rprimera vez que allá arriba, colgado de lasramas, había realmente  un  enjambre  de  abe-jas;  hasta que al mirar con atención los otrosárboles, reconoció que lo que  ocurría  era  sola-mente  que los  troncos  de los  árboles  en  algu-nos  sitios eran  más  gruesos de lo  normal. Vioque el  mozo, como  si  quisiera comprobar  quese   trataba  de un  enjambre  de  abejas,  lanzaba.la  botella  a la  copa  del  árbol.  El  líquido  quequedaba dentro salpicó el tronco, la botellacayó  en un  montón  de  peras podridas  que

había en la hierba e inmediatamente,  acompa-ñadas de un zumbido, comenzaron a salir mos-cas y  avispas  del  montón  de  peras. Bloch ca-minaba ahora junto  al  mozo,  y oyó  cómo  ha -blaba  de un  «bañista chiflado»  que  había vis-to  ayer bañándose en el  arroyo; tenía los  dedosmu y  arrugados y le salía un globo de espumapor la boca.  Bloch  le  preguntó  si  sabía nadar.Vio que el mozo   fruncía  los labios y asentía

violentamente con la cabeza, pero entonces  oyóque decía «no». Bloch se adelantó y todavíapodía  oír  cómo seguía hablando, pero  no  vol-vió la  cabeza.

Al  llegar al castillo dio unos golpecitosen la  ventana  de la  casa  del portero. Se  acercótanto al cristal, que podía mirar adentro. En-cima  de la  mesa había  un  recipiente lleno  deciruelas.  El  portero,  que  estaba tumbado  enel  sofá,  se acababa de  despertar; comenzó a ha-cerle  señas, pero  Bloch  no  sabía cómo  contes-

89

tarle. Movió  la cabeza afirmativamente. El  por-tero salió  con una  llave, abrió  la  puerta  y dán-dose la vuelta inmediatamente tomó la delan-tera.  ¡Un  portero  con una  llave ,  pensó Bloch;

otra vez le pareció como si todo lo que veíafuera  solamente  una  retrasmisión.  Se dio  cuen-ta de que el portero tenía la intención de guiar-le por el edificio. Se propuso aclarar el malen-tendido;  pero  aunque  el  portero hablaba  muypoco, no se presentó ninguna oportunidad.Atravesaron  una  puerta  a la  entrada  que  teníaclavadas  sobre  el  quicio multitud  de  cabezasde   peces. Bloch  se  había preparado para recibir

un a  explicación, pero  al  parecer  se le  habíapasado otra vez por alto el momento oportuno.Ya estaban  dentro.

En la  biblioteca  el  portero  le  leyó  envoz alta fragmentos  de  algunos libros, dondese   hablaba de  cómo  en la Edad Media  los cam-pesinos tenían  qu e  ceder  a su  señor gran partede la  cosecha  en  concepto  de  renta. Bloch  noconsiguió  interrumpirle  en  este punto porque,en  aquel momento, el portero estaba traducien-do una  inscripción  latina  qu e  hablaba  de uncampesino  insubordinado. «Tuvo  qu e  abando-nar el  señorío», leyó  el  portero,  «y  algúntiempo después le encontraron en el bosquecolgado boca abajo de una rama con la   cabezaen   un hormiguero.» El libro de rentas era tangrueso,  que el  portero necesitó  las dos manospara  darle  la  vuelta. Bloch preguntó  si la  casaestaba  habitada. El portero contestó que la

entrada  a las habitaciones privadas no estaba

Page 47: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 47/78

90

permitida.  Bloch oyó un  chasquido,  pero  erasolamente que el portero había cerrado el libro.«La  oscuridad  en los  bosques  de  abetos», citóel portero de memoria, «le hizo perder el jui-

cio.»  Afuera  se oyó un  ruido, como  si unamanzana  muy  pesada  se  desprendiera  de unarama.  Pero  no se oyó el  impacto. Bloch mirópor la  ventana  y vio que el  hijo  de l  casero  es-taba en el jardín, donde, con una larga vara,que  tenía  en el  extremo  un  saco  con  púas  enlos bordes, arrancaba las man zanas con las púasy  después  caían  en el  saco; mientras  que laposadera estaba debajo, en la hierba, con el

delantal extendido.En la  habitación vecina había tableroscon mariposas colgados en las paredes. El por-tero le enseñó las manchas que le habían salidoen   las manos al disecarlas. A pesar de  todomuchas m ariposas  se habían caído  de los  alfile-res en que estaban clavadas; Bloch vio el  polvoen  el  suelo, debajo  de los  tableros.  Se  acercóun  poco  más y observó  con  atención  los  restos

de las mariposas que aún estaban clavados enlos  alfileres.  Cuando el portero entró y cerróla  puerta  a sus  espaldas,  se  desprendió algode un  tablero  fuera  de su  campo visual  y sedeshizo en polvo al caer. Bloch vio un pavónnocturno, que parecía casi enteramente cubier-to por un resplandor verdoso y opaco. No seinclinó hacia delante, ni tampoco dio un pasoatrás. Leyó los rótulos al pie de los alfileresvacíos. Algunas mariposas habían cambiadotanto  de  forma,  qu e  solamente  se las  podía

91

reconocer  por las  descripciones  de los  rótulos.«U n  cadáver  en el  cuarto  de  estar», citó  elportero  desde  la  puerta  que  comunicaba  conla habitación  de al  lado. Alguien  dio un  grito

en el  exterior  y se oyó que una  manzana  secaía  al  suelo.  Bloch, al asomarse a la ventana,vio cómo una rama vacía recobraba bruscamen-te su posición inicial. La posadera echó la man-zana  que se había caído al suelo en el montónde las  manzanas dañadas.

Luego llegaron unos colegiales  foraste-ros y el  portero  interrumpió  el  recorrido  paraempezar desde  el  principio.  Bloch aprovechó

la  oportunidad y se marchó de allí.De  nuevo  en la  calle  se  sentó  en un

banco junto a una parada del autobús postalque, según decía un letrero de  latón, había sidodonado por la  caja  de ahorros de la localidad.Las   casas estaban  tan  alejadas  unas  de  otras,que parecían todas iguales; cuando las  campa-nas  empezaron  a  sonar,  era  imposible distin-guirlas en el campanario. Un avión pasó volan-do tan alto por encima de su cabeza, que nollegó a verlo; solamente consiguió ver un re-flejo.  A su  lado  en el  banco había  un  rastroseco de caracol. Debajo del banco la hierba es-taba  todavía húmeda del  rocío  de la nocheanterior:  el  envoltorio  de  celofán  de un pa-quete  de  cigarrillos estaba empañado de  vapor.A su izquierda  veía...  A su derecha  había...A  sus  espaldas  vio...  le  entró hambre  y  siguióandando.

Page 48: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 48/78

92

De  vuelta  en la  posada.  Bloch  pidióun  plato  de  fiambres.  La  camarera cortó  elpan y los  fiambres  con un aparato de cortar elpan y le llevó un plato con las lonchas de   fiam-

bres;  po r  encima había puesto  un  poco  de mos-taza.  Bloch comió,  ya  empezaba  a  oscurecer.En la  calle, jugando, un  niño había encontradoun   escondite  tan  bueno,  que no le  pudieronencontrar. Solamente cuando el juego se habíaterminado, Bloch  le vio caminando  por la  callevacía. Puso  el  plato  a un  lado, apartó tambiénel posavasos, puso el salero a un lado.

La  camarera  se  llevó  la  niña  a la cama.

Luego  la  niña volvió  al bar y comenzó  a  correren camisón de un sitio a otro,  entre los clien-tes. De vez en cuando subían polillas aleteandodesde el suelo. Cuando la posadera volvió, sellevó  a la  niña otra  vez al  dormitorio.

Corrieron las cortinas y el bar se llenó.Se   veían algunos mozos  en la  barra que, cadavez  que se reían, daban un paso hacia atrás.Junto  a ellos había unas chicas con abrigos de

seda  artificial,  como  si  fueran  a  marcharse  en-seguida. Se veía cómo un mozo contaba algoy  los  demás  se  quedaban inmóviles,  y  entoncesse   echaban a reír todos al mismo tiempo. Losque estaban sentados, se habían acercado lomás  posible  a la  pared.  Se  veía cómo  la  pinzametálica  de la máquina-tocadiscos escogía undisco, se veía cómo el brazo se colocaba encimadel disco, se oía cómo algunos, que esperabansus discos, enmudecían;  era  inútil,  no  servíade   nada.  Y no  servía  de  nada  que se  viera

93

cómo resbalaba el reloj de pulsera en la muñecade la camarera, por debajo de las mangas delchaleco, cuando dejaba colgar  el  brazo  de  purocansancio, que  la  manivela de la cafetera auto-

mática se levantara lentamente y que se oyeracómo alguien, antes de abrir la  caja  de cerillas,se la  llevaba  al  oído  y la  agitaba.  Se  veía cómolos  vasos sucios  se  estaban  reponiendo  conti-nuamente, cómo los mozos se abofeteaban enbroma.  Todo  era  inútil. Solamente  le  parecióque el ambiente se ponía serio de nuevo, cuan-do alguien  dijo  en voz alta que quería pagar.

Bloch estaba bastante borracho. Pare-

cía   como si todos los objetos estuvieran  fuerade su alcance. Estaba tan  alejado  de los acon-tecimientos, que él mismo ya no se hallaba enlo que  veía  o  escuchaba, ¡Como  las  fotogra-fías  aéreas , pensó, mientras miraba los cuer-nos y las cornamentas que estaban colgadas enla pared.  Los  ruidos  le  parecían intermitenciasde la radio, eran parecidos a las voces y ca-rraspeos que se oían en las retrasmisiones por

la radio  de los  servicios litúrgicos.Al  cabo  de un  rato entró  el  hijo  de lcasero. Llevaba pantalones bombachos y colgóel abrigo  tan  cerca  de  Bloch,  que le  obligó  ainclinarse  a un  lado.

La   posadera se sentó junto al hijo delcasero, y se oyó cómo le preguntaba mientrasse   sentaba, qué quería beber, y cómo actoseguido le gritaba  la orden  a la camarera. Blochestuvo observando durante  un  rato  que losdos  bebían  del  mismo vaso; cada  vez que el

Page 49: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 49/78

94

mozo decía algo,  la  posadera  se le  acercabamucho, hasta llegar  a  tocarle;  y  cuando,  conun  movimiento rápido,  le  pasó  al  mozo  porla  cara  la  palma  de la  mano,  se vio  cómo  él

atrapaba  la  mano  y la  acariciaba  con la  boca.Entonces la posadera se sentó en otra mesa,donde, mientras le pasaba a un mozo la manopor el pelo,  continuó  con sus  movimientos co-merciales. El  hijo  del casero se levantó y cogiólos  cigarrillos  de su  abrigo,  que  estaba detrásde Bloch. Cuando Bloch movió la cabeza a lapregunta  de si el  abrigo  le  molestaba,  se diocuenta  de que  desde hacía  un  rato  no  había

apartado  la  mirada  de un  punto.  Bloch excla-mó:  «¡La cuenta », y de nuevo  le  pareció que,por un  momento,  todos  se  ponían serios.  Laposadera,  que  estaba abriendo  una  botella  devino con la cabeza echada hacia atrás, hizo unaseñal a la camarera, que estaba detrás de la ba-rra ocupada en  fregar  los vasos, y después losponía sobre una bayeta de  esponja  que absor-bía el  agua,  y la camarera se dirigió hacia élesquivando a los mozos que rodeaban la barray  le dio el cambio con dedos, que estaban  fríos,en monedas, que estaban  mojadas  y que élinmediatamente, mientras se ponía en pie, semetió  en el  bolsillo;  un  chiste, pensó Bloch;quizás  el  hecho  de que  todo  lo que  ocurría  lemolestara tanto se debía solamente a que es-taba borracho.

Se   levantó  y fue a la  puerta; abrió  lapuerta  y  salió  —todo  estaba  en  orden. Para

asegurarse,  se  quedó  allí  un  rato  de  pie.  De

95

vez en  cuando salía alguien  y  hacía  sus  nece-sidades. Otros,  que llegaban en aquel momen-to, cuando escuchaban la máquina-tocadiscosempezaban   ya a  cantar antes  de  entrar. Bloch

se marchó.De vuelta en el pueblo; de vuelta en

el hostal; de vuelta en la habitación. Sola-mente quince palabras, pensó Bloch aliviado.Escuchó  que en la  habitación  de  arriba abríanel grifo de la bañera; por lo m enos escuchó unasgárgaras  y  lugo  un  resoplido,  y  alguien  qu eestaba comiendo.

Probablemente apenas acababa de dor-

mirse, cuando  se  despertó  de  nuevo.  En unprimer momento le pareció como si se hubieracaído de sí mismo. Entonces se dio cuenta deque estaba en una cama. ¡No se puede  trans-portar ,  pensó Bloch. ¡Una mo nstruosida d Sevio  a sí mismo como si de repente hubieradegenerado  a  cualquier otra cosa.  Ya no en-cajaba  en la  realidad; solamente era,  y  queríaseguir siéndolo, afectación e instinto s asesinos;

yacía  allí,  tan  claro  y  manifiesto,  que no se leocurría ninguna  imagen  con la que  pudieraestablecerse  una  comparación. Era,  tal  comoestaba allí, algo lascivo, obsceno, inoportuno,inagotable causa de  escándelo;  ¡que le entie-rren , pensó Bloch,  ¡prohibidle,  apartadleCuando se palpaba recibía una sensación des-agradable, pero entonces  se dio  cuenta  de quelo que  ocurría  era  solamente  que su concienciade sí mismo era tan fuerte, que la sentía enforma  del  sentido  del  tacto  en  toda  la  super-

Page 50: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 50/78

 

ficie  de su cuerpo; como si de hecho su con-ciencia y sus pensamientos, de una maneramanifiesta  y palpable, se hubieran  vuelto  con-tra él.  Yacía allí indefenso, incapaz  de  resis-

tir;  con su  repugnante interior  al  descubierto;y  no le resultaba desconocido,  solamente  loveía  de una  manera distinta  y le  parecía  re-pugnante.  Se  había producido  un a  sacudida  ycon una  sacudida  se  había desnaturalizado,  sehabía roto su cohesión con el curso de los acon-tecimientos. Yacía allí, imposible de creer ya  la vez tan  real;  ya no  existían  las  compara-ciones.  Su  conciencia  de sí  mismo  era tan

fuerte,  que le sobrevino una angustia mortal.Comenzó  a sudar. Una  moneda  se cayó al  sueloy  fue a  parar rodando  debajo  de la  cama;  sedetuvo: ¿una comparación? Entonces se dur-mió.

Otra vez el despertar. Dos, tres,  cuatro,contó Bloch. Su estado no había cambiado,pero  probablemente se había acostumbrado aél mientras dormía. Cogió la moneda que sehabía caído debajo  de la  cama  y se la  metióen el  bolsillo.  Si tomaba sus precauciones yél mismo se presentaba a los demás, las pala-bras  le  vendrían  a la  boca  sin  esfuerzo  alguno.Un lluvioso día de octubre; por la mañanatemprano;  un  polvoriento  cristal  de una  ven-tana:  funcionaba. Saludó  al  fondista;  el  fon-dista  en  aquel momento estaba poniendo  losperiódicos  en el  revistero;  la  chica colocabaun a  bandeja  en la  ventanita  qu e  comunicaba

la cocina con el bar: seguía funcionando. Si

97

se   andaba  con  cuidado,  la  cosa podría seguirasí   sin interrupciones: se sentó en la mesa enla que siempre se sentaba; comenzó a leer elperiódico  qu e  leía cada día; leyó  un a  noticiaen el periódico que decía que seguían un ras-tro en el  asesinato  de  Gerda  T. que  llevabaal  sur del  país;  los  garabatos  en los bordes  de lperiódico  que se  encontraba  en  casa  de lavíctima habían ayudado  a la  investigación.  Unafrase  seguía  a la  otra.  Y  después  y  después  ydespués...  ya no  hacía  falta  preocuparse más.

Al  cabo de un rato  Bloch  se  sorpren-dió a sí  mismo, aunque todavía seguía sentado

en el comedor,  detallando  en voz alta lo quesucedía  en la  calle  al  tomar  conciencia  de unafrase  qu e  decía: «Efectivamente había estadodemasiado  tiempo desocupado». Como a Blochle  parecía  un a  frase  concluyente, intentó  refle-xionar sobre lo que había estado pensando an-tes para llegar al punto en que se le habíaocurrido. ¿Qué había venido antes?  ¡Sí Antes,según le  venía ahora  a la  memoria, había pen-

sado:  «Sorprendido por el tiro,  dejó  que lapelota le rodara entre las piernas». Y antesde   esta  frase  había pensado  en los  fotógrafosque estaban detrás de la portería, y que siem-pre le irritaban  tanto.  Y antes: «Alguien sedetuvo a sus espaldas, pero lo único que hizofue  silbar  a su  perro».  ¿Y  antes  de  esta  frase?Antes de esa  frase  había pensado  en una  mujera  la que había visto detenerse en un parque,y  al  volverse para mirar algo  que  estaba detrásde él,  había mirado  de una  manera  especial

Page 51: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 51/78

98

como sólo se puede mirar a un niño desobe-diente.  ¿Y   antes? Antes  el  fondista  había  es-tado hablando  de l  niño mudo,  qu e  había sidoencontrado muerto por un carabinero, a poca

distancia de la  frontera.  Y  antes de l  niño habíapensado  en el  balón,  que  había dado  un  saltocuando estaba casi  en la  raya. Y   antes  de  pen-sa r  en el  balón había visto  qu e  afuera  un averdulera  se ponía  en pie de un  salto  y comen-zaba  a  correr detrás  de un  niño.  Y a la  ver-dulera le había precedido una  frase  del perió-dico:  «E l  ebanista tuvo dificultades  en la  per-secución del ladrón, pues todavía llevaba pues-

to el  delantal». Pero había leído  la  frase  en elperiódico mientras se estaba acordando de queen   una pelea le habían atrapado los brazosechándole  la  chaqueta para atrás.  Y se le ha-bía  ocurrido pensar en la pelea por lo que ledolió el golpe que se dio al chocar con la es-pinilla contra  la  mesa.  Intentó  buscar  un  pun-to de referencia en el suceso para averiguarlo que hubiera  podido ocurrir antes:  ¿tenía al-

go  que ver con el movimiento?, ¿con el dolor?,¿o con el ruido del golpe de la espinilla contrala  mesa?  Pero  ya no  recordaba nada  más. En-tonces vio frente a él, en el periódico, la   foto-grafía  de la puerta de un  piso  que habíantenido que  forzar  porque dentro se encontrabaun   cadáver. Así que todo había empezado conesa   puerta, pensó, hasta que se había encon-trado  po r  primera  vez con la  frase  «Había  es-

tado demasiado tiempo  desocupado».

99

Entonces  todo  marchó bien durante unrato;  los movimientos de los  labios  de las  per-sonas que hablaban con él concordaban conlo que les oía decir; las casas no se componían

solamente   de la  fachada;  en el  muelle de cargade la  lechería estaban arrastrando sacos  de ha-rina  dentro  del almacén; cuando alguien gri-taba  algo desde el otro  extremo de la calle, seoía verdaderamente como si viniera de allálejos;  al  parecer,  la  gente  qu e  pasaba  por laacera de  enfrente  no  recibía ningún dinero  poraparecer  en un  segundo plano;  el  mozo  quellevaba  un  esparadrapo debajo  del ojo  tenía

una  costra real;  y la  lluvia  no  aparecía sola-mente en primer término sino que caía en latotalidad del campo visual. Entonces Bloch seencontró  bajo  el  alero  de una  iglesia. Proba-blemente había llegado allí  po r  alguna callejue-la  y,  cuando empezó  a  llover,  se  metió debajode l  tejado.

Le  sorprendió  que  dentro  de la  iglesia  hu-biera  más luz de la que  había imaginado.  Asíque, después  de  sentarse  en un  banco, pudocontemplar   a sus  anchas  los  frescos  de l  techo.Al   poco rato  los  reconoció: estaban reprodu-cidos en el prospecto que se encontraba en lashabitaciones  de la  fonda. Bloch,  que se  habíaguardado un a  hoja  porque tenía  un  plano de lalocalidad  y sus  alrededores, donde estaban  de -talladas las carreteras y los caminos, sacó elprospecto  y leyó que los primeros planos y elfondo  de la pintura eran obra de diferentes

artistas; hacía tiempo que las  figuras  en pri-

Page 52: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 52/78

100

mer   término estaban  ya  terminadas,  y el  otroestaba todavía pintando  el  fondo. Bloch alzóla vista  de l prospecto  y miró  a la  bóveda; comono   conocía  las  figuras  —probablemente  se  tra-

taba  de  algunos personajes bíblicos—,  le  abu-rrían;  sin  embargo  era  agradable estar con-templando la bóveda mientras que  afuera  se -guía lloviendo cada vez más fuerte. La pinturase extendía  por  todo  el  techo  de la  iglesia;  enel   fondo estaba representado  un  cielo azul co npocas nubes, casi uniforme ; aquí  y allá  se veíanalgunas nubes  deshilachadas; en un  punto bas-tante alejado, po r  encima  de las figuras,  habían

pintado  un  pájaro.  Bloch  hizo  un cálculo delos  metros cuadrados  que el  artista había  te -nido  qu e  pintar.  ¿Había  sido  difícil  pintar  unazul  tan  uniforme?  Era un  azul  tan  claro,  qu esin   duda  lo  habían conseguido mezclando  elcolor  con  blanco.  Y si en  efecto habían hechola  mezcla, ¿habrían tenido  qu e  cuidar  que eltono de  azul no se alterara  de un día de  trabajopara  otro?  Por  otra parte  el  azul estaba  muylejos  de ser del  todo  uniforme, sino  qu e  cam-biaba incluso dentro  de una  misma pincelada.¿Así  que,  no se  podía pintar  el  techo simple-mente  de un  color azul uniforme, sino  que setenía  qu e  tener conciencia  de que se  tratabade un  cuadro?  De  manera  que el cielo  de l fon-do no se  pintaba  a  ciegas, extendiendo  los co-lores  en el  indispensable mortero húmedo  conel  pincel  más  grueso  que se  pudiera encontraro  incluso  con una  brocha, sino  que el  pintor

tenía  qu e  pintar  un  cielo  de  verdad,  con pe-

101

quenas variaciones  en el  color azul, pero  qu etampoco podían  ser muy  claras, para  que lagente  no  creyera  que se  debían  en  realidada  un  fallo  en la  mezcla.  Y  verdaderamente

aquel fondo  no  parecía solamente  un  cielo por-qu e  estamos acostumbrados  a  imaginarnos  elcielo como fondo, sino porque allí, trazo  po rtrazo, estaba pintado  el  cielo. Estaba pintadocon  tanta exactitud, pensó Bloch,  qu e  casi pa -recía como  si estuviese dibujado;  por lo  menoscon mucha más exactitud que las  figuras  enprimer plano.  ¿Y si  había añadido  el  pájaropo r  algún enfado  qu e  había tenido?  ¿Y   habíapintado el  pájaro  desde  un  principio  o  sola-mente  lo  había pintado cuando  ya  había ter-minado? ¿Y si el artista que había pintado elfondo  estaba desesperado? Nada llevaba a esainterpretación y Bloch la rechazó inmediata-mente, pues  le  resultaba ridicula.  Le  parecíaenteramente como si su interés por la pintura,como si su ir y venir de aquí para   allá,  sussentadas,  su s  salidas,  su s  entradas  no  fueranmás que  evasivas.  Se levantó:  «¡Fuera  distrac-

ciones »,  dijo en voz alta. Como si quisieradesmentir  su  afirmación,  salió  a la  calle  y  actoseguido cruzó  a la  otra  acera  y se  metió  en unportal;  se  quedó allí,  desafiante,  j un to  a  unasbotellas  de  leche vacías hasta  qu e  dejó  dellover,  y  nadie llegó  ni  nadie  le  pidió  explica-ciones; luego entró en un  café  y se quedó allíun   rato sentado,  con las  piernas extendidas,sin   qu e  nadie  le  hiciera  el  favor  de  tropezarse

con  ellas  y  enzarzarse  en una  pelea.

Page 53: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 53/78

102

Afuera  veía  un  trozo  de la  plaza  delmercado, donde estaba aparcado  un  autobúsescolar;  en el  café  veía  las  paredes  a  derechae izquierda,  a un lado había  una estufa apagada

con un  ramo  de  flores encima,  y al  otro  ladoun  perchero  con un  paraguas. También veíaotro  fragmento  de pared en el que  estaba  lamáquina-tocadiscos  donde  un  punto luminosose  movía lentamente  y se  detenía  en el nú-mero elegido,  al  lado estaba  la máquina  de ci-garrillos  con  otro  ramo  de  flores encima; des-pués otro fragmento con el  dueño detrás de labarra,  que le  estaba abriendo  una  botella  a lacamarera  y ella  la  puso  en una  bandeja;  y fi-nalmente  un fragmento donde  se encontraba  élmismo  con las  piernas estiradas,  que  termina-ban en las  puntas sucias  y  mojadas  de  unoszapatos, también  se  veía  el  enorme ceniceroqu e  había encima  de la  mesa  y  junto  a él unpequeño jarrón  y  después  el  vaso  de  vino  dela  mesa  de al  lado,  que en  aquel momentoestaba vacía. Ahora  que el  autobús  se  habíaido,  se dio  cuenta  de que el  ángulo visual que

se  tenía  de la  plaza  correspondía  casi exacta-mente  al ángulo visual  de las  tarjetas  postales:vista  de la Columna  de la  peste junto  a fuenteornamental;  al borde de la postal un fragmentode la vista de un aparcamiento de  bicicletas.

Bloch  estaba  irritado.  Dentro  de losfragmentos   veía  los  detalles  con  tanta clari-dad,  que le  resultaba molesto:  como  si lostrozos  que  veía valieran  por la  totalidad.  Los

detalles  le  parecían otra  vez  placas  con  nom-

103

bres grabados. «Letreros luminosos», pensó.Así,  por  ejemplo, cuando veía  la  oreja  de lacamarera  con el  pendiente,  lo  tomaba comoalgo  representativo  de  toda  la persona.  Y un

bolso  en una mesa cercana  a la  suya, qu e esta-ba   un  poco entreabierto,  de  forma  que se veíadentro  un  pañuelo  de  cabeza  a  lunares, repre-sentaba  a la mujer  qu e estaba sentada  en aque-lla   mesa,  y que  mientras sostenía  un a  taza  decafé  con una  mano,  con la  otra hojeaba  unarevista  y  solamente  se detenía  de vez en cuan-do  para mirar  una  fotografía.  A una  torre  decopas de  helado, puestas  una  encima  de  otraen el  mostrador,  se la  podía  comparar  con eldueño  y el  charco  de  agua  en el  suelo,  a lospies  del  perchero, representaba  los paraguasque  estaban colgados.  En  lugar  de ver las ca-bezas  de los  clientes, Bloch veía  las manchasde   suciedad  de la  pared  a la  altura  de suscabezas.  Estaba  tan  irritado  qu e  miraba  el su-cio cordón,  del que en  aquel momento tirabala  camarera para apagar  los  apliques  de lapared  —ahora  había mucha  más  claridad  en

la  calle—,  como  si  toda  la  iluminación  de lapared estuviera  ah í solamente para fastidiarle.Además le dolía  la cabeza porque cuando llegóestaba  lloviendo.

Los  molestos detalles parecían ensuciary  deformar completamente  las  figuras  y el en-torno  al que  pertenecían.  Uno se  podía  de-fender  dándoles  un  nombre  a  cada  uno enparticular y  utilizando después estas denomi-

naciones como insultos contra esos mismos

Page 54: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 54/78

104

objetos  o  individuos.  Al  dueño,  que  estabadetrás  de la  barra,  se le  podía llamar  un a  copade  helado  y a la  camarera  se le  podía  decirque era un  agujerito  en el  lóbulo  de la  oreja.

Del  mismo modo entraban ganas  de  decirlea  la  mujer  de las revistas:  ¡Eh,  tú , ¡bolso ,y  al  hombre  de la  mesa  de al  lado,  que porfin  había salido  de la  habitación trasera  y seestaba  bebiendo  el  vaso  de  vino  de pie  mien-tras pagaba: ¡Eh,  tú ,  ¡mancha de los panta-lones , o  gritarle mientras estaba poniendo  enaquel momento el vaso vacío encima de la mesapara  marcharse que era una huella digital, unpicaporte,  una  fila  de  botones  de un

  abrigo,un charco de agua, un tornillo de bicicleta, unguardabarros, etcétera hasta  que la  figura de lacalle  con una  bicicleta hubiera desaparecido  dela   escena... Incluso  las  conversaciones  y  sobretodo las exclamaciones de la gente, el ¿deverdad?, el  ¡vaya,  vaya ,  le resultaban tan mo-lestas, que le entraban a uno ganas de burlarserepitiéndolas  en voz  alta.

Se   metió  en una  carnicería  y  compró

unos fiambres y dos panecillos. No queríacomer  en la  fonda  porque  le  quedaba  pocodinero. Examinó los extremos de las salchi-chas,  que  colgaban  de un  palo  en una  fila  ho-rizontal e indicó a la vendedora la salchichaque quería. Un niño entró con una nota en lamano.  El  carabinero había creído  en un  prin-cipio que el cadáver del niño era una colcho-neta hinchable,  dijo  la  carnicera  en  aquel  mo-

mento. Cogió dos panecillos de una   caja  de

105

cartón y les hizo una   raja  en el medio sin lle-gar  a  partirlos  de l  todo.  El pan  estaba  tanduro  que Bloch oyó  cómo crujía cuando  locortaban con el cuchillo. La carnicera abrió los

panecillos  y  metió  dentro  las  rodajas  de  fiam-bre. Bloch  dijo  que no  tenía prisa,  qu e  podíaatender antes  al  chiquillo.  Vio  cómo  el  niño,sin   decir palabra, extendía el brazo con unanota. La carnicera se inclinó hacia delante paraleerla. Cuando estaba cortando   la  carne,  se leresbaló  el  pedazo  de la  tabla  y se  cayó  en elsuelo  de  piedra.  «¡Plaf »,  dijo  el  niño.  Eltrozo  de  carne  no  se  movió  de l  sitio donde  sehabía  caído.  La  carnicera  lo  recogió,  le  raspóla  superficie  con la  hoja  del  cuchillo  y lo en-volvió.  Bloch vio que los colegiales  estabanafuera  con los  paraguas abiertos, aunque habíadejado  de  llover.  Le  abrió  la  puerta  al  niñoy  se  quedó mirando  a la  carnicera mientrasquitaba el pellejo del extremo de la salchichay  después ponía las rodajas en el  otro  pane-cillo.

El negocio va mal, dijo la carnicera.

«E n  esta calle solamente  hay  casas  en la  acerade la tienda, así que en primer  lugar  no  vivenadie enfrente y por lo tanto nadie puede verque  aquí  hay una  tienda,  y en  segundo lugarla  gente  qu e  pasa  po r  esta calle  no va  nuncapor  esta acera  y  como pasan demasiado cercanunca  se dan  cuenta  de que  aquí  hay una  tien-da ;  además, para colmo de males, el escaparatetiene casi el mismo tamaño que la ventana del

cuarto de estar de las otras  casas.»

Page 55: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 55/78

106

Bloch se  extrañó  de que la  gente  nocaminara  por la  otra acera, donde  el  terrenoestaba  más despejado  y el sol comenzaba  a dardesde mucho  más  temprano. ¡Eso  es que la

gente necesita caminar junto  a las casas ,  dijo.La  carnicera,  que no le  había entendido por-que en  medio  de la  frase  le fue  imposible se-guir  hablando  y  solamente  se  sintió  capaz  demurmurar ,  se  rió, como  si  hubiese esperadode  todos modos  que le  respondiera  con unchiste.  Y en  realidad  la  tienda  se  quedó  tanoscura en aquel momento, a l pasar algunas per-sonas  po r  delante  de l  escaparate,  qu e  parecíaun  chiste.

En primer  lugar...  en  segundo  lugar...Bloch  estaba repitiendo para  sí lo que la  carni-cera  le había dicho;  le parecía sospechoso  quese  pudiera empezar  a  hablar sabiendo  ya deantemano  cuál  iba a ser el  final  de la  frase.Se comió  los bocadillos  por el  camino. Estrujóel papel  parafinado  del  envoltorio  para  tirarlodespués en una papelera. Pero por allí no habíaninguna.  Caminó durante  un  rato  con la  bola

de papel en la mano cambiando continuamentede   dirección.  Se  metió  el  papel  en el  bolsillode la  chaqueta,  se lo  volvió  a  sacar  y al  finallo   tiró  en un  huerto  frutal  metiéndolo  por lacerca. A l momento llegaron  las gallinas corrien-do de  todas partes, pero  se  dieron otra  vez lavuelta  sin  llegar  a picotearlo.

Bloch  vio que, delante  de él,  tres hom-bres cruzaban la calle  en diagonal, dos de ellos

llevaban  un  uniforme,  el de en  medio  iba ves-

107

tido  con un  traje negro  de  domingo  y la  cor-bata  le  colgaba  a la  espalda  por  encima  delhombro, podía  ser por el viento  o  simplemen-te porque iban andando  muy deprisa.  Se quedó

mirando mientras  los  policías entraban  con elgitano en el edificio de la comisaría. Hasta  quellegaron  a la  puerta  iban caminando  los  tresjuntos  y  daba  la  impresión  de que el  gitanose  movía  con  toda naturalidad entre  los  poli-cías y charlaba  con ellos; pero  tan  pronto comouno de los  policías  empujó  la  puerta,  el  otrole rozó el codo por detrás  sin llegar a agarrarle.El gitano volvió  la cabeza para mirar  al policíay  le  sonrió  amablemente; llevaba  abierto  elcuello  de la camisa, por  debajo  de l  nudo  de lacorbata.  A  Bloch  le  pareció  que el  gitano  es-;taba  tan  metido  en una  trampa que, cuando  lerozaron  el brazo,  lo único  que  podía hacer  eramirar  amablemente  al  policía, sintiéndose  in-defenso.  Bloch  les  siguió  al  interior  del  edifi-cio,  donde  se  encontraba  también  la  oficinade  correos; durante  un  momento estuvo pen-sando  que  cuando  la gente viera  que se estaba

comiendo  un  bocadillo  en  público,  a  nadie  sele  ocurriría pensar  que  estaba metido  en unlío:  «¿Metido en un  lío?» De ninguna manerapodía pensar  que  tenía  qu e  justificar  su presen-cia en  aquel lugar mientras  se  llevaban  al gi-tano ocupándose  en  alguna cosa, como podíaser  comerse  un  bocadillo  de  salchichas. Sola-mente  tendría  que  hacer esfuerzos  por  jus-tificarse  en  caso  de que le  pidieran explicacio-

nes y le  reprocharan algo;  y  como debía  de

Page 56: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 56/78

108

evitar  po r  todos  los  medios pensar  que lepodían pedir explicaciones, tampoco podíapensar  en  preparar justificaciones  co n  anterio-ridad,  por si se  presentaba  el  caso;  pero  no se

encontraba  en esa  posición.  Por lo  tanto  si lepreguntaban si había visto cómo se llevabandetenido  al gitano, no necesitaba negarlo yponer  el  pretexto  de que  estaba distraído  co -miéndose  un  bocadillo  de  salchichas, sino  qu epodía reconocer con toda tranquilidad que ha-bía sido testigo de cómo se llevaban al gitano.«¿Testigo?», se interrumpió Bloch mientrasesperaba  en la  oficina  de  correos  a que le pu-sieran  la  conferencia;  «¿reconocer?»  ¿Quétenían que ver esas palabras con lo ocurrido,cosa  que para él carecía de importancia? ¿Notenían un  significado  para él, que en aquelmomento hubiese querido negar algo?   «¿Ne-gar?», se interrumpió Bloch de nuevo. No habíanada que negar. Tenía que poner atención enel uso de algunas palabras que  t ransformabanlo que quería decir en una especie de   afir-mación.

Le dijeron que se metiera en una ca-bina. Todavía obsesionado con la idea de quetenía  qu e  evitar  a  toda costa  dar la  impresiónde que  quería hacer  un a  declaración,  se  ün-contró con que estaba envolviendo el  auricularcon un  pañuelo.  Un  poco  confuso,  se  metió  elpañuelo en el  bolsillo.  ¿Cómo le habían lle-vado sus pensamientos sobre las cosas que sedicen sin pensar a la idea del pañuelo? Le

dijeron  que el  amigo  con el que  quería hablar

109

estaba confinado  con su  equipo  en  unas ins-talaciones deportivas preparándose para el par-tido  de l  domingo,  que era muy  importante,  ypor teléfono no se le podía localizar. Bloch le

dio otro  número  a la  telefonista. Ella  le  exigióque pagara antes la otra llamada. Bloch pagóy  se  sentó  en un  banco  a  esperar  la  segundallamada.  El teléfono sonó y se levantó.  Perosolamente  querían  transmitir  un  telegrama  defelicitación. La  empleada  lo  anotó  y  despuéspidió  que se lo leyeran palabra por palabrapara  comprobarlo. Bloch se paseaba por lahabitación.  Un  cartero estaba  ya de  vuelta  y

se   puso a arreglar cuentas con la empleadaen  voz  alta. Bloch  se  sentó.  A  aquella hora,poco después del mediodía, no ocurría nadaen la  calle. Bloch comenzó  a  impacientarse,pero  no lo  mostró.  Oyó  cómo contaba  el  car-tero,  qu e durante  todo  este tiempo  el gitano sehabía  quedado escondido  en un  refugio  qu elos  carabineros tenían cerca  de la  frontera.«¡Eso  lo  sabe  cualquiera »,  dijo  Bloch.  El  car-tero se volvió hacia él, le miró y no  dijo  nadamás.  Lo que él estaba comunicando, como sise   tratara  de una  novedad, siguió Bloch, habíavenido ya en el periódico ayer, antes de ayery  antes  de  antes  de  ayer.  Lo que  estaba  di-ciendo  no  significaba nada, nada  de  nada.  Elcartero se había vuelto de espaldas a Bloch,cuando éste no había terminado aún de hablar,y  comenzó  a  hablar  en voz  baja  con la em-pleada, en un murmullo, que a Bloch le recor-

daba  esos  fragmentos  de las películas extran-

Page 57: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 57/78

110

jeras,  que no se  traducían  porque  de  todosmodos iban  a  seguir  sin  entenderse.  Ya  nadieescuchaba  a Bloch. De  repente  el  hecho  deque en  aquel momento  se encontraba  en la ofi-

cina  de  correos  y que «ya  nadie  le  escucha-ba», se le apareció  no como una  realidad, sinocomo un  chiste malo, como  uno de  esos jue-gos de  palabras  que  toda  su  vida,  a  pesar  deque a veces procedían  de los  redactores depor-tivos,  le habían resultado  tan  odiosos. Lo quehabía contado  el  cartero  del  gitano  le  habíaparecido ya una grosera ambigüedad, un a  torpeinsinuación,  e  incluso también  el  telegramade felicitación,  en el que las palabras resultabantan  familiares  qu e  parecía imposible  que lashubieran dicho  con  alguna intención. Y no so-lamente  era una  insinuación  todo  lo que sedecía, sino  que  también  los  objetos  que  teníaa  su  alrededor estaban allí para sugerirle algo.«¡Como   si  estuvieran haciéndome señas  y gui-ñándome  el  ojo »,  pensó Bloch. Pues  ¿quépodía significar  que el  tapón  del  tintero estu-viera junto  al  papel secante  y  que,  con  toda

seguridad, hubieran cambiado  hoy el  papelsecante  de  encima  del  pupitre,  de  forma  quesolamente  se  podían leer algunas impresiones?¿Y  no  sería  más  correcto decir «para qué»  enlugar de «de  forma  que»,  y se  pudiera decirasí, «para que»  las  impresiones  se  pudieranleer? Entonces  la empleada levantó el auriculary  deletreó  el  texto  de l  telegrama. ¿Qué insi-nuaciones hacía  al mismo tiempo?  ¿Qué  doble

sentido tenía  la  frase  «te  deseamos  lo  mejor»?

111

¿Y qué  significado tenía  la  fórmula «muchossaludos»?  ¿Para  qué esa retórica? ¿Para quién«tus  orgullosos abuelos»  no era más que unnombre  falso?  Ya por la  mañana, mientras

estaba  leyendo  el periódico, Bloch había toma-do por una  trampa  el  pequeño anuncio  delperiódico  «¿por  qué no me  llamas  por  telé-fono?»

Le  pareció como  si el  cartero  y la em-pleada  fueran  los  personajes  de un  cuadro.«La empleada  y el cartero»,  se corrigió. Ahoraresultaba  que esa  odiosa enfermedad  de losjuegos  de  palabras  le  había atacado  en  pleno

día.  «¿En  pleno  día?»  No  sabía cómo  se lehabían ocurrido aquellas palabras.  La  expre-sión  le  parecía chistosa, pero  de una maneradesagradable. ¿Pero  las  otras palabras  de lafrase  no  eran también desagradables? Cuandoun o  decía para  sí en  voz  alta  la palabra  enfer-medad,  después  de un par de  repeticiones  loúnico  qu e  quedaba  era  reírse  de  ella.  «Unaenfermedad me  ataca»:  ridículo. «Voy  a po-nerme  enfermo»:  ridículo también.  «La em-pleada de correos  y el cartero»:  un  solo chiste.¿Saben  ustedes  el  chiste  de l  cartero  y la em-pleada  de  correos? «Parece como  si  todo  co-rrespondiera  a un  título», pensó Bloch:  «E ltelegrama  de  felicitación»,  «E l  tapón  de l  tin-tero», «Los trozos  de  papel secante tiradospor el suelo». Al  mirar  el  soporte  en el queestaban colgados lo s troqueles,  le pareció comosi  estuviese dibujado.  Se  quedó mirándolo  un

rato,  pero  no  llegó  a  descubrir  lo que el  so-

Page 58: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 58/78

11 2

porte  tenía  de  chistoso;  y sin  embargo teníaque tener algo de chistoso: porque si no  ¿có-mo es que le  daba  la  sensación  de que era undibujo?  ¿O  se  trataba  otra vez de una tram-

pa? ¿O es que  quizás  el objeto servía sola-mente para que él se equivocara? Bloch volvióla  vista a otro lado, volvió a mirar hacia otrolado y de nuevo volvió la vista hacia otro lado.¿L e  dice  a  usted algo esta almohadilla para  latinta?  ¿Qué  piensa usted  al ver  este chequeescrito? ¿Qué relaciona usted  co n  abrir  uncajón?  A  Bloch  le  parecía como  si  tuviera  qu ehacer el inventario de la habitación para que

los  objetos  en que se  estancaba  al  hacer  laenumeración,  o que  simplemente omitía,  pu-dieran servir como pruebas.  El  cartero  dio unapalmada  en la  enorme bolsa,  qu e  llevaba  to-davía colgada.  «El  cartero  da un  golpecito  enla bolsa  y después  se la d escuelga», pensó Blochpalabra por  palabra. «Ahora  la  deja  encima  dela  mesa y entra  en el almacén de los  paquetes.»Describía  para  sí  todos estos  incidentes, comosi  solamente  se los  pudiera representar imagi-nándose que era un presentador de la radio,y  que se los  estaba relatando  al  público.  Alcabo  de un  rato resultó.

Sonó  el  timbre  del  teléfono  y se  que-dó de pie, allí parado. Como siempre que so-naba el  teléfono, creyó haberlo sabido  ya unmomento antes de que sonara. La empleadalo   cogió  y  entonces señaló  la  cabina. Dentrode la  cabina  se  preguntó  si  quizás había  in-

terpretado  mal el  gesto  o si  quizás ella  no se

113

había referido  a  nadie  en  particular. Cogió  elauricular  y le  pidió  a su  ex-mujer  que le man-dara  algún dinero a la lista de correos. Ella,como si supiera que era él el que llamaba, al

contestar  el  teléfono había dicho  su  nombrede  soltera. Siguió  un  extraño silencio. Blochoyó un cuchicheo que no iba dirigido a él.«¿Dónde  estás?»,  preguntó  la  mujer .  Los  piesse le  habían quedado  fríos  y  estaba  a dos ve-las, dijo Bloch, y se rió como si se  tratara   dealgo muy gracioso.  La mujer  no  contestó. Blochescuchó otra vez el cuchicheo. No era tanfácil,  dijo  la mujer . ¿Por qué?, preguntó Bloch.No le

  había  hablado  a él,  contestó  la

  mujer.«¿ A  dónde envío  el  dinero?» Pronto tendríaque volverse los bolsillos del revés si no leechaba una  mano,  dijo  Bloch.  La  mujer  nocontestó.  Entonces  colgaron  el  auricular  en elotro extremo.

«Cosas  de l  pasado  qu e  nunca  más  vol-verán» *,  pensó Bloch  de  improviso  mientrassalía  de la  cabina.  ¿Qué  había querido decircon  eso? De hecho había oído decir que en la

frontera  había tal cantidad de monte  bajo,muy   espeso  y  completamente  salvaje,  que en-tre las ramas se podían encontrar restos denieve hasta incluso  a  principios  de  verano.Pero  él no se  había referido  a  eso. Ademásnadie tenía nada que hacer en el monte  bajo.

*  La  traducción  literal  de la  expresión correspondiente  a lanuestra  en  alemán,  dice:  «Nieve del año pasado», de ahí quese  aproveche  para  hacer  el  juego  de  palabras  que  viene  a

continuación.  [N.  el  T.]

Page 59: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 59/78

114

«¿Nada  qu e  hacer?»  «¿Qué  quería decir  co neso?» «Simplemente lo que digo», pensó Bloch.

En la  caja  de  ahorros  cambió  la mo-neda  que  desde hacía mucho tiempo llevaba

siempre encima. Intentó cambiar también  unbillete brasileño, pero  en la  caja  de ahorros  nocompraban  esa  moneda; además  no  tenían  lacotización  de l  cambio.

Cuando entró Bloch,  el  empleado  es-taba contando monedas, después  las  envolvíaen   una  especie  de  cartucho cilindrico  y les po-nía una  goma alrededor. Bloch puso  el  billeteencima del  mostrador.  Al  lado había  un a  cajade  música  de  juguete; hasta  que no la  hubomirado  por  segunda  vez, Bloch  no se dio cuen-ta   de que en  realidad  era una  hucha para  unfi n  benéfico.  El  empleado levantó  la  vista  sindejar  de contar. Bloch,  sin que  nadie  se lo hu-biera  pedido, empujó  el  billete  por  debajo delcristal  de la  ventanilla.  El  empleado estabaocupado  en colocar los cartuchos en una  hilera.Bloch  se  agachó  y  sopló hasta  que el  billetefue  a  parar delante  de l  empleado, entonces

el  empleado desdobló  el  billete,  lo  alisó  conel  puño  y lo  palpó  con las  yemas  de los de-dos. Bloch vio que tenía  las yemas de los dedosun  poco ennegrecidas.  En ese  momento salióotro  empleado  de la  habitación interior; parapoder atestiguar, pensó Bloch.  Pidió  que lemetieran  las monedas  del cambio —ni siquierahabía dado  para  un  billete—  en una  bolsa  depapel,  y volvió  a  empujar  las  monedas  por de-

bajo  del cristal.  El empleado puso  las monedas,

115

igual  que  había apilado  los  cartuchos,  en unabolsa  de papel  y  empujó  la bolsa hacia Bloch.A  Bloch  se le ocurrió que si  todo  el  mundopedía  que le  metiesen  el  dinero  en  bolsitas,

al cabo  de  cierto tiempo  la  caja  de  ahorros  es-taría arruinada. También  se podía hacer  lo mis-mo con las otras compras:  ¿cabía dentro  de loposible  que el  consumo  de  material  de emba-laje  llevara  a los  negocios paulatinamente  a laquiebra?  De  cualquier manera resultaba  agra-dable imaginárselo.

Bloch  se compró  un  plano  de la regiónen   una  papelería;  pidió  que se lo envolvieran

bien,  y  después  se  compró también  un  lápiz;el  lápiz  se lo  metieron  en una  bolsa  de  papel.Siguió andando  con el  paquete  en la  mano;ahora  que  tenía  las  manos ocupadas,  se  sentíamás  inofensivo  qu e  antes.

Al  llegar  a las  afueras  del  pueblo  sesentó en un banco, desde donde tenía una vistade los  alrededores,  y  señaló  en el  mapa  conel lápiz  los detalles  del  paisaje  que se  extendíadelante  de él. Explicación  de los  signos: estoscírculos significaban un  bosque frondoso, estostriángulos  un  bosque  de  coniferas y cuando  sealzaba  la vista  de l mapa, se quedaba  un o asom-brado  de que  efectivamente correspondiera  ala  realidad. Allí  enfrente,  probablemente  elterreno  era pantanoso;  po r  allí  era muy proba-ble que  hubiese  un  nicho  con una  imagen  alborde  de l camino; allí  se encontraba  un paso anivel.  Si se  caminaba  po r  esta carretera  co-marcal, aquí había  que  atravesar  un  puente,

Page 60: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 60/78

116

después se llegaba a un camino para el trans-porte de mercancías, entonces se subía por unacuesta bastante empinada,  pero  podía  ser quearriba del todo se encontrara alguien al ace-

cho, entonces había que desviarse de ese cami-no y  seguir campo  a  través, atravesar despuésun   bosque,  po r  suerte  un  pinar, pero  al  salirde l  bosque podría ocurrir  que  alguien le salieraal  encuentro,  de  manera  que era  necesario evi-tarlos  bajando  po r  esta cuesta  y  atravesandoaquella  granja  para pasar junto  a ese  cobertizo,e inmediatamente después seguir el curso delarroyo saltando al otro lado al llegar a este

punto, porque aquí  se  podía encontrar  unocon que un jeep venía de   frente,  se atraviesanentonces en zig-zag los campos de labranza,salva  uno el seto que le separa de la carretera,por donde pasa un camión en ese momento,entonces se le hacen señas para que se detengay  ya se encuentra  uno a  salvo. Bloch  se detuvo.«Cuando  se  trata  de un  asesinato,  lo que  ocu-rre es que se  tienen lapsus mentales», había

oído  decir  a  alguien  en una  película.Se  sintió  aliviado  al  encontrar  en  el

mapa  una zona rectangular que no correspon-día al  paisaje:  no había ninguna  casa  en ellugar donde debía de haber una y la carretera,qu e  dibujaba  una curva en aquel lugar, con-tinuaba  en  línea  recta  en la  realidad. A Blochse   le ocurrió que quizás, llegado el momentooportuno,  esa  discontinuidad podría serle  de

alguna  utilidad.

117

Observó  un  perro  en una  pradera,  qu ecorría hacia un hombre; entonces se dio cuentade que ya no  estaba  observando al perro,  sinoal  hombre, que se movía como el que tiene la

intención de cerrar el paso a alguien. Entoncesvio que detrás del hombre había un niño; y sedio cuenta de que no observaba al hombre y alperro, como hubiese sido lo normal, sino queestaba observando al niño, que desde   lejosparecía  estar  muy  inquieto; pero luego llegóa  la conclusión de que había  confundido  losgritos del niño con una  falsa  inquietud. Mien-t ras- tanto  el hombre había agarrado al perro

del collar y los tres, perro, hombre y niño,echaron  a  andar.  « ¿A  quién  ib a  dirigida todala escena?»,  pensó Bloch.

En la tierra, a sus pies, vio otra escena:hormigas  a la  caza  de  unas  migajas  de  pan.  Sedio  cuenta  de que  esta  vez  tampoco observabalas  hormigas, sino que estaba observando lasmoscas posadas  en las  migajas.

Literalmente, todo  lo que  veía  le  lla-

maba  la atención. Las escenas no resultabannaturales,  sino  que  parecía como  si  hubieransido preparadas para alguien  con  todo cuidado.Tenían algún propósito.  Al  ponerles  la  vistaencima, le saltaban a uno literalmente a losojos.  «¡Como  señales de  l lamada »,  pensóBloch. ¡Igual  que las  órdenes Cuando  se ce-rraban los ojos y se volvían a abrir al cabo deun   rato, parecía literalmente  que  todo había

cambiado.  Parecía  como  si el  marco  de la  vista

Page 61: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 61/78

118

que  tenía ante  los  ojos  no  dejara  de  temblary  vibrar.

Bloch  se  levantó  y se  marchó  de  allítan  rápidamente,  que ni  siquiera  le dio  tiempo

a  enderezarse  del  todo.  Al  cabo  de un  ratose detuvo y enseguida comenzó  a correr. Corríabastante  deprisa.  De  repente  se detuvo, cam-bió de  dirección, siguió corriendo  sin variar  elritmo, entonces cambió  el  paso, luego cambióel  paso otra vez,  se  detuvo, comenzó  a  retro-ceder,  se dio una  vuelta mientras retrocedía,siguió corriendo hacia adelante,  de  nuevo  sedio  media vuelta para retroceder,  retrocedió,

se  dio una  vuelta para seguir corriendo haciadelante,  dio unas cuantas zancadas y comenzóa  correr  a  toda velocidad, después  se  detuvo-en   seco,  se  sentó  en una  piedra  al  borde  delcamino  y  enseguida  se  levantó  y  siguió  co-rriendo.

Al  poco tiempo  se  detuvo  y  despuéssiguió andando, pero entonces  le  pareció  quela vista  qu e  tenía delante  de sus ojos  se entur-

biaba partiendo de los bordes hasta llegar  a unpunto central;  lo único  que  veía, excepto  porun   círculo  en el  centro  de la  visión,  era  oscu-ridad. «Como cuando miran  por un  telescopioen   una película», pensó.  Se secó el sudor  de laspiernas  con los  pantalones.  Al  pasar  por unsótano,  que  tenía  la  puerta entreabierta,  viounas  hojas  de té que  despedían  un a  extrañaluz  tenue. «Como  si  fueran  patatas», pensó

Bloch.

119

Naturalmente  la  casa  qu e  tenía delan-te era de un  solo piso,  las ventanas estabanclaveteadas,  el tejado estaba cubierto de musgo(¡vaya  palabrita ),  la  puerta estaba cerrada,

encima  de la  puerta  se  leía: «Escuela prima-r ia»,  en la parte trasera de l jardín estaban par-tiendo leña  con un  hacha, probablemente  erael conserje, casi seguro, y delante de la escuela,como  es  natural,  no  faltaba  un  seto,  sí ,  todoconcordaba, estaba todo, hasta  el más mínimodetalle,  ni  siquiera faltaba  el  borrador debajode la pizarra en el  interior  de las oscuras clasesy a su  lado  la  caja  de las  tizas, tampoco  falta-

ban  los  semicírculos  en las  paredes  del  exte-rior  y  junto  a  ellos  una  nota aclaratoria  qu eindicaba que se  trataba  de  desconchados pro-ducidos  por el  roce  de los ganchos  de las con-traventanas;  en  resumidas cuentas,  era  comosi  todo  lo que se veía  o se oía  llevara  un  cer-tificado   qu e  confirmara que era completamente

real.La   tapa  de la cesta  de carbón  de la cla-

se estaba abierta  y se veía en su interior  el acerode la  pala  (¡una  inocentada ),  también  se veíael  suelo  con los  anchos tablones  del  entari-mado,  qu e estaban todavía mojados en las grie-tas   después  de l  fregado, tampoco había  queolvidar el  mapa  de la  pared,  el  lavabo  a unlado  de la  pizarra  y las  hojas  de  maíz  en elalféizar  de la  ventana:  ¡la única imitación  queno   merecía  la  pena No  caería  en esa  inocen-

tada.

Page 62: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 62/78

120

Era  como  si  cada  vez  describiera círcu-los más  amplios. Había olvidado  el  pararrayosque había muy cerca de la puerta, y ahora leparecía  un a  palabra clave. Tenía  qu e  empezar

de una vez. Para darse ánimos fue al patio deatrás pasando junto  a la  escuela  y  empezó  ahablar  con el  conserje,  que  estaba  en la  cabanade los  troncos. Cabana, conserje, patio: pala-bras guía.  Se  quedó mirando mientras  el  con-serje  colocaba  un  leño sobre  el  tarugo de made-ra, y  después  le  daba  un  hachazo. Entretantoél se  había salido  al  patio  y  desde allí hablabacon el conserje, el conserje se detenía, contes-taba, y después daba  un hachazo  al tronco, quese   caía  a un  lado antes  de  tocarle, entoncesclavaba el hacha en el tarugo de madera y todose  llenaba de polvo. La pila de maderas al fon-do de la  cabana,  que aún  estaba  sin  partir,  sedesplomó.  ¡Otra  palabra guía Pero ya no suce-dió  nada más, excepto  que le  preguntó  al  con-serje,  que se encontraba dentro de la cabana,casi  a oscuras, si se daba clase a todos los nive-les en una  misma habitación,  y el conserje con-

testó  que en  efecto, había  un a  sola clase paratodos  los  niveles.

Por eso no era  nada raro  qu e  cuandolos  niños acababan  la  escuela  ni  siquiera  hu -bieran aprendido a leer,  dijo  el conserje derepente, mientras clavaba el hacha  en el  tarugode madera y salía de la cabana: ni siquiera erancapaces  de  construir ellos mismos  una  solafrase;  cuando hablaban entre ellos utilizaban

casi  siempre palabras sueltas y nunca decían

121

nada si no les preguntaban antes; solamenteaprendían las cosas de memoria y las decían decarrerilla en voz  baja;  y precisamente por esemotivo eran incapaces de construir  frases  com-

pletas. «En realidad, es como si todos  fueranmudos en menor o mayor grado»,  dijo  el con-serje.

¿Qué  significaba  eso? ¿Qué  se  propo-nía el  conserje  con  ello?  ¿Qué  tenía  que verél con  todo eso?  ¿Por  qué se  comportaba  en-tonces el conserje como si tuviera que ver conél?

Bloch  debería  de  haber dado  una  res-puesta,  pero  no  hizo  caso.  Si  empezaba  a ha-

blar, tendría  que  seguir.  Así que se  dedicó  adar vueltas por el patio, ayudó al conserje arecoger  los  troncos que,  al  darles  un  hachazo,habían salido disparados a la cabana, entonces,sin   llamar  la  atención,  se  alejó  poco  a poco  endirección a la carretera, y a partir de ahí si-guió andando tranquilamente.

Pasó  por el  campo  de  deportes.  Eraya  tarde, después de la salida del  trabajo,  y

lo s  futbolistas estaban entrenando.  El  terrenoestaba tan mojado, que cuando los jugadoresdaban una patada al balón salpicaban todo al-rededor. Bloch se quedó un rato mirando yse marchó cuando estaba empezando a oscu-recer.

Comió  una  fricadelle  en la  fonda  de laestación  y se  bebió también algunas jarras  decerveza.  Después se sentó en un banco del an-

dén.  Una  chica  con  zapatos  de  tacón alto  iba

Page 63: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 63/78

122

y  venía por la grava. Sonó el teléfono en eldespacho del  jefe  de estación. Un empleadoestaba  fumando  en la  puerta. Alguien salióde la  sala  de  espera  y se  quedó  de pie en el

andén. Se oyeron otra vez unos ruidos queprovenían del  despacho  de l  jefe  de  estacióny  se oía  hablar  a  alguien  en voz  alta, como  siestuviera hablando  po r  teléfono. Mientras tan-to se  había hecho  de  noche.

Todo  estaba bastante tranquilo. Se veíacómo aquí  y  allá alguien daba  un a  calada  alcigarrillo. Abrieron  un  grifo  a  tope  y en se-guida  lo  volvieron  a  cerrar. ¡Como  si  alguien

tuviera miedo Más allá había un grupo  char-lando en la oscuridad; los sonidos resonaban,como cuando se está medio dormido. Alguiengritó:  ¡au Era imposible distinguir si habíasido un hombre o una  mujer.  Se oyó claramentecómo alguien decía desde muy   lejos:  «¡Parececomo  si  estuviera usted completamente exte-nuado » Igualmente se veía con toda claridada  un  ferroviario  de pie en  medio  de las  vías, y

se  estaba rascando  la  cabeza. A   Bloch  le  pare-cía   como si estuviera dormido.Se   veía cómo  un  tren efectuaba  su  lle-

gada.  La  gente observaba mientras  se  bajabanalgunas personas,  que  parecía como  si no su-pieran seguro si se tenían que  bajar  o no.  Enúltimo lugar  se  bajó  un  borracho  y  cerró  lapuerta  de un  portazo. Se vio cómo  el empleadohacía  una señal con una linterna desde el an-

dén,  y el  tren arrancó.

123

En la sala de espera Bloch miró el ho-rario de los  trenes.  Aquel día ya no pasabaningún  tren.  De  todos  modos  se  había hechotan tarde, que ya era hora de ir al cine.

En la antesala del cine ya había gente.Bloch se sentó con la entrada en la mano.Cada  vez llegaba más gente. Era agradableescuchar  los  diferentes sonidos. Bloch  fue a lapuerta de la sala, se  puso  en la cola y porfin  entró.

En la  película alguien disparaba  a unhombre  por la espalda  con un  rifle y la víctimaestaba  muy  lejos, sentado junto al  fuego. Pero

no pasó nada; el hombre no se desplomó, sinoque se quedó sentado y ni siquiera se volviópara  ver quién había disparado. Pasó un rato.Entonces  el  hombre  se  cayó lentamente  decostado  y se quedó echado en el suelo  sin hacerun   solo  movimiento. Siempre pasa  lo  mismocon  estos  rifles  viejos,  dijo  a su  acompañanteel que había disparado: no tienen ningún po-der de penetración.  Pero en realidad el  hombre

había muerto mientras estaba sentado junto alfuego.Después  de la  película Bloch  se fue en

coche con dos muchachos en dirección a lafrontera.  Una piedra  golpeó  la  parte  de  abajodel coche; Bloch, que iba sentado en el asientoposterior,  volvió a ponerse en guardia. Comoaquel  día era día de pago, no había ningunamesa libre  en la posada. Se sentó donde pudo.

La   arrendataria  llegó  y le  puso  la mano en el

Page 64: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 64/78

124

hombro.  El  entendió  y pidió  aguardiente paratoda  la  mesa.

Para pagar puso  un  billete  dobladoencima  de la  mesa.  El  mozo  que  tenía  al  lado

desdobló  el billete  y  dijo  que a lo mejor habíaotro dentro.  Bloch  dijo:  ¿y  qué si lo  hay?,y dobló el billete  de  nuevo.  El  mozo desdoblóel  billete  y le  puso  un  cenicero encima. Blochagarró   un  cenicero  y le arrojó al  mozo  las co-lillas a la cara. Alguien le  quitó  la silla pordetrás,  y al  resbalarse,  se  cayó debajo  de lamesa.

Bloch  se  puso  en pie de un  salto  y le

dio un  puñetazo  en el  pecho  al  mozo  que lehabía quitado  la  silla.  El  mozo  se  cayó  de es-paldas contra  la  pared  y  empezó  a  gemir  conmucho escándalo,  porque  le  faltaba  el  aire.Entonces, entre unos cuantos,  le  pusieron  aBloch  los  brazos  a la  espalda  y le  arrastraronhasta la puerta. El ni siquiera se cayó al suelo,solamente se tambaleó e inmediatamente vol-vió a entrar.

Quiso  pegar  al  mozo  que  había des-doblado  el  billete.  Le  pusieron  la  zancadillapor detrás y los dos, él y el mozo, se cayeronal  suelo, y al caer se dieron un golpe contrala  mesa. Durante  la  caída Bloch  no  paró  dedarle  puñetazos.

Alguien le agarró las piernas y le   arras-tró por el  suelo. Bloch  le dio una  patada  y elotro  le  soltó. Unos cuantos  le  agarraron  y learrastraron hasta la puerta. Una vez en la calle,

le  llevaron  a los  baños turcos  y así  estuvieron

125

un   rato, yendo  con él de  aquí para allá.  Sedetuvieron  en la  puerta  de l  cuartelillo  de laaduana.  Le  apretaron  la  cabeza contra  el  tim-bre y se marcharon.

Un  carabinero salió y al ver a Bloch allídelante, volvió  a  meterse otra vez. Blochpersiguió a los mozos y derribó a uno pordetrás.  Los  otros  se le  echaron encima. Blochse   escabulló  y le dio a uno un  puñetazo  en labarriga. Salieron unos cuantos  de la  posada.Alguien  le  puso  un  abrigo  en la  cabeza.  El leagarró  por las  espinillas,  pero  en  aquel  mo-mento  le  sujetó  otro  los  brazos. Entonces  le

tumbaron rápidamente por segunda vez y vol-vieron  a la  posada.Bloch  se  quitó  el  abrigo  de  encima  y

corrió detrás  de  ellos.  Uno se  detuvo, perono se  volvió. Bloch  corrió  hacia  él;  entoncesel  mozo echó  a  andar  y Bloch  se  cayó  al  suelo.

Al cabo de un rato se levantó y entróen la  posada. Intentó decir algo, pero  al moverla  lengua la sangre se le agolpó en las ampollasde la boca. Se sentó en una   mesa  e indicó conel  dedo  que le  trajeran  algo  de beber. El  restode la  mesa  no le  hacía caso.  La  camarera  lellevó  una  botella  de  cerveza  sin  vaso. Creyóver encima de la mesa moscas pequeñitas quecorrían  de  aquí para allá,  pero  era  solamenteel humo  de los  cigarrillos.

Estaba  tan  débil,  que era  incapaz  decoger la botella con una sola mano; así quela  cogió  con las dos  manos,  y se  inclinó hacia

delante para  no  tener  que  alzarla demasiado.

Page 65: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 65/78

126

Tenía  los  oídos  tan  doloridos, que  durante  unbuen rato le pareció que en la mesa de al ladono ponían las cartas tranquilamente sobre lamesa,  sino que hacían un ruido terrible, y de-

trás de la barra no dejaban caer la bayeta enel  fregadero, sino  que la  arrojaban  con  fuerzay  se oía una  especie  de  ¡bum ;  y la  hija  de laposadera,  que  llevaba unos zuecos  de  madera,no   caminaba normalmente, sino  qu e  hacía  unruido trepidante;  el vino  no  caía  en los  vasos,sino  qu e  hacía gárgaras  y de la  máquina toca-discos no salía música, sino truenos.

Escuchó  que una  mujer  gritaba  asus-tada,  pero en aquel bar un grito de una  mujerno tenía ninguna importancia; por lo tantoera imposible que la  mujer  hubiese gritadoporque estuviera asustada.  Pero,  a pesar detodo, el grito le había molestado, pues lamujer  había dado un chillido muy estridente.

Poco  a poco los detalles fueron per-diendo también  su  significado:  la  espuma  dela  botella de cerveza vacía le llamaba tan pocola  atención como el paquete de cigarrillos que

un   mozo  a su  lado acababa de  abrir,  y lo  habíaabierto tanto,  que  podía sacar el  cigarrillo  conlas   uñas.

Ya  no le interesaban tampoco las ceri-llas  quemadas que se encontraban por todaspartes, en las ranuras del entarimado, e in-cluso las huellas de  uñas  en la masilla delmarco de las ventanas le resbalaban por com-pleto.  Ya nada le interesaba, las cosas sola-

mente ocupaban  un  sitio; como  en  tiempos

127

de  paz, pensó  Bloch. Ya no  había  que  pensaren   ningún significado para  el  gallo silvestredisecado  qu e  estaba encima  de la  máquina  to-cadiscos;  tampoco tenían  ya  ningún papel  las

moscas  que dormían en el techo de la habi-tación.Se   veía cómo  un  mozo  se  peinaba  con

los  dedos,  se  veía  que  algunas muchachas  sedirigían a la  pista para bailar,  se veía  qu e  unoscuantos mozos  se  levantaban  y se  abrochabanlos  botones  de la  chaqueta,  se oía  jugar  a lascartas,  pero  uno ya no podía entretenerse enesos detalles.

A Bloch empezó a entrarle sueño.Cuanto  más  sueño tenía, mejor percibía  lascosas,  y las  diferenciaba unas  de  otras. Obser-vó que la puerta se quedaba siempre abiertacuando alguien salía,  y  siempre  se  levantabaalguien para cerrarla. Estaba tan cansado, quepercibía  cada objeto  por  separado, sobre todolos  contornos, como  si en  cada objeto existie-ran   solamente  los  contornos. Veía  y  escuchabatodo directamente, sin tener, como le ocurríaantes, que traducirlo primero a palabras o per-cibirlo, por regla general, en   forma  de palabraso de  juegos  de palabras.  Se encontraba  en unestado en el que  todo  le  parecía natural.

Un poco después  la  posadera  se  sentóa  su  lado, y él le pasó  el brazo  por los  hombroscon tanta naturalidad,  que dio la  impresiónde que ella ni siquiera se había dado cuenta.Echó unas cuantas monedas en la m áquina, sin

darles ninguna importancia,  y sin más  preám-

Page 66: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 66/78

128

bulos comenzó a bailar con la posadera. Lellamó  la  atención  el  hecho  de que  cada  vezque ella le decía algo, decía su nombre a con-tinuación.

Ya  no le interesaba ver cómo la  cama-rera  se  sujetaba  un a  mano  con la  otra, tam-poco había  ya  nada especial  en las  gruesas cor-tinas, y cualquiera podía darse cuenta de quecada vez se  marchaba  más  gente. Daba  un asensación de alivio muy grande, escuchar cómohacían sus necesidades en la calle y despuésseguían andando.

Ya  no  había tanto jaleo  en el  bar,  as í

que la música de la máquina-tocadiscos se es-cuchaba  con  toda claridad.  En los  intervalosentre  un disco y otro  se hablaba en voz  baja  ycasi  se  contenía  la  respiración;  y  cuando  co-menzaba  el  siguiente  disco  se  quedaba  unoaliviado. Bloch  se  imaginó  que se  podía hablarde estos incidentes como si  fueran  algo quesiempre vuelve  a  repetirse; todos  los  pequeñosincidentes  de un día  cualquiera;  lo que se es-cribe  en las  tarjetas  postales.  «Por  las  tardes

todo  el  mundo  se  reúne  en el bar de la  posaday  se  oyen discos.» Cada  vez le  entraba  mássueño, y  afuera  las manzanas se caían de losárboles.

Ya  todo el  mundo, excepto  él, se habíamarchado,  y la  posadera  se fue a la  cocina.Bloch se quedó allí sentado esperando a quese  acabara  el  disco. Desenchufó  la  máquina  to-cadiscos, así que solamente quedó luz en la

cocina. La posadera estaba sentada en la mesa

129

echando las cuentas. Bloch fue hacia ella conun   posavasos  en la  mano. Ella levantó  la  vistacuando él entró, y le miró de   frente  mientrasse  le acercaba. Cayó en la cuenta del posavasos

demasiado  tarde, y quiso esconderlo antes deque ella lo viera, pero la posadera ya habíaapartado  la  vista  de él y  ahora miraba  al posa-vasos,  y le  preguntó  si  acaso había  en él apun-tada  alguna cuenta, que se había quedado sinpagar. Bloch dejó caer  el  posavasos y se  sentójunto a la posadera, no de una manera deci-dida, sino que titubeaba con  cada  movimiento.Ella siguió contando  y  hablando  con él al mis-

mo  tiempo,  y  después guardó  el  dinero. Blochdijo  que lo único que había pasado era quese   había olvidado de que tenía el posavasosen  la  mano,  pero  que no  había  querido  decirnada  en especial.

Ella le invitó a que le acompañara acomer algo. Puso un plato   frente  a él, enton-ces él  dijo  que le  faltaba  el cuchillo, pero mien-tras  tanto ella  ya  había puesto  el  cuchillo  aun  lado  del  plato.  Tenía que ir al  jardín para

recoger la ropa,  dijo  ella, pues en aquel mo-mento estaba empezando a llover. No esta-ba lloviendo,  le  corrigió  él,  solamente estabacayendo  agua  de los  árboles, porque hacía  unpoco  de  viento.  Pero  ella  ya  había salido  y sehabía  dejado la puerta abierta, así que él pudover que era verdad que estaba lloviendo. Lavio volver y le gritó que se le había caído unacamisa,  pero resultó ser solamente la bayeta

del suelo, que estaba siempre junto a la entra-

Page 67: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 67/78

130

da.  Cuando ella encendió  un a  vela encima  dela  mesa, él vio  cómo  la  cera goteaba en un  pla-to ,  porque ella sujetaba  la  vela  un  poco incli-nada. Debería tener cuidado,  dijo  él,  pues  la

cera  se  estaba derramando  en los  platos lim-pios. Pero en aquel momento colocó ella  la velaen la  cera  aú n  líquida  qu e  había derramado,e  hizo presión  co n  ella  en el  plato hasta  qu ese   mantuvo  de  pie.  «N o  sabía  qu e  tuvierasla  intención  de  poner  la  vela  en el plato»,  dijoBloch.  Ella hizo ademán  de  sentarse  en unsitio donde  no  había ninguna silla,  y  Blochexclamó:  «¡Cuidado »,  pero ella solamente  sehabía  agachado para recoger  un a  moneda  qu ese   le  había caído debajo  de la  mesa  al  hacerlas cuentas.  Cuando ella  fue al dormitorio  parapasar  revista  a la  niña,  él en  seguida preguntópo r  ella; incluso cuando  en una  ocasión ellase  levantó  de la  mesa,  él le  gritó  que a  dóndeiba. Ella encendió  la  radio  qu e  había encimadel  aparador;  era  agradable mirar cómo  semovía  al  compás  de la  música  de la  radio.Cuando   ponían  la  radio  en una  película,  siem-

pre  interrumpían  la  emisión  al  momento paracomunicar una  orden  de búsqueda.

Estuvieron charlando mientras estuvie-ron  sentados  a la  mesa.  A  Bloch  le  parecíacomo  si  fuera  incapaz de  decir algo serio.  Em -pezó  a  hacer chistes, pero  la  arrendataria  setomaba  muy en  serio todo  lo que  decía.  El ledijo  que su blusa parecía un a  camiseta de  fútbolpor las  rayas,  y aún  hubiera querido decir algo

más,  pero ella  le  interrumpió para preguntarle

131

si  es que no le  gustaba  su  blusa,  y qué  teníacontra ella.  No  sirvió  para  nada  que  afirmaracon m ucha convicción qu e solam ente había sidouna  broma,  y que la  blusa  le iba muy  bien

incluso  a la  palidez  de su  piel;  entonces ellale preguntó  si  creía  que su  piel  era demasiadopálida. El  dijo en broma, que los muebles de lacocina eran casi iguales que los muebles deuna  cocina  de  ciudad,  y  entonces ella  le  pre-guntó que por qué había dicho   «casi».  ¿Acasola gente de allí tenía  todo  más limpio? Inclusocuando Bloch comenzó a hablar en broma delhijo  de l  casero (probablemente  le  había hechoun a  proposición), ella  le  tomó  en  serio  y ledijo  que el  hijo  de l  casero no estaba libre.Entonces él quiso aclarar con una comparaciónqu e  no había hablado en serio, pero ella tam-bién  tomó  en  serio  la  aclaración.  «No me  refe-ría a  nada  en  particular»,  dijo  Bloch. «Perotiene  qu e  haber existido  un  motivo para  qu elo  dijeras»,  contestó  la posadera. Bloch  se  rió.Le  preguntó que por qué se reía de ella.

La  niña comenzó  a  chillar  en el  dor-

mitorio. Ella  fue  allí  y la  tranquilizó. Cuandovolvió,  Bloch estaba en pie. Ella se detuvo de-lante  de él y se  quedó unos momentos mirán-dole.  Pero  entonces empezó a hablar de símisma.  Como  la  tenía  tan  cerca,  no se  sintiócapaz  de  responder,  y dio un  paso hacia  atrás.Ella no le siguió, sino que se quedó callada.Bloch  quiso  abrazarla.  Cuando finalmente m o-vió la  mano, ella miró  a un  lado. Bloch dejó

caer  la  mano e  hizo como  si todo  hubiera sido

Page 68: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 68/78

132

una broma. La posadera se sentó al otro ladode la  mesa  y  siguió  hablando.

Quiso decir algo, pero  se le  había  ol-vidado  lo que  quería decir. Intentó recordarlo:

no  consiguió acordarse exactamente  de lo quese   trataba,  pero  tenía algo que ver con elasco. Entonces un movimiento de la mano dela  posadera le recordó otra cosa. Esta vez tam-poco  se acordó de lo que era, pero tenía algoque ver con la  vergüenza.  Todo  lo que  perci-bía, movimientos  y objetos, no le hacían pensaren   otros movimientos  y  objetos, sino  en  sen-saciones  y  sentimientos;  y  cuando pensaba  enlos sentimientos, no lo hacía como si estuviera

recordando un hecho pasado, sino que los re-vivía como algo presente: no pensaba en lavergüenza  y en el  asco, sino  que  ahora  se  aver-gonzaba  y se  asqueaba cuando  se  ponía  a re-cordar,  sin que le  vinieran  a la  memoria  losobjetos causantes  de la  vergüenza  y el  asco.Asco y vergüenza, la unión de los dos era tanfuerte  que empezó a sentir picores en todo elcuerpo.

Un metal golpeó por  fuera  en el cristalde la ventana. La posadera respondió a supregunta,  que se  trataba  del cable del  pararra-yos  en la escuela, al momento tomó esta repe-tición como un designio; no podía ser una ca-sualidad  que se  hubiera  tropezado  dos  veces,una detrás  de otra,  con un pararrayos. Ademásle  parecía  que  todo  lo que  veía tenía algúnparecido con alguna otra cosa; todos los   obje-

tos le  recordaban unos  a  otros.  ¿Qué  signifi-

133

caba  que el pararrayos hubiera vuelto a presen-tarse? ¿Cuál  era la  interpretación  del  pararra-yos?  «¿Pararrayos?»  ¿Existía la posibilidadde que no  fuera  más que  otro  juego de pala-

bras?  ¿Significaba  que no podía pasarle nada?¿O   indicaba quizás q ue  tenía  qu e contarle  todoa  la posadera? ¿Y por qué tenían  forma de pezlas   galletas que había en aquel plato? ¿A quéaludían?  ¿Tenía que quedarse «callado comoun  pez»?  * ¿Ya no podía  decir  nada más? ¿Eraesto lo que le indicaban las galletas del plato?Era como si no estuviera viendo todo aquello,como  si lo  estuviera leyendo  en  alguna parte,en  el cartel anunciador de las normas de con-ducta  de un  sitio cualquiera.

Sí , eran norm as de conducta. La bayetaque estaba encima del  grifo  le estaba ordenan-do algo. También encima de la mesa, que  ahoraestaba vacía,  el  tapón  de la  botella  de  cervezale  exhortaba  a  algo.  Se  repetía  sin  descanso:allá donde miraba veía un desafío: hacer unacosa, no hacer la otra. Para él, todo estaba per-fectamente  planeado de antemano, la repisa

con los  frascos  de las especies, una repisa conbotes  de  mermelada recién  hecha...  era unaconstante  repetición.  Bloch  se dio  cuenta  quedesde hacía un rato ya no hablaba solamenteconsigo mismo: la posadera se había levantadoy  estaba en el fregadero recogiendo los restosde pan de los  platos. Tenía  que ir  recogiendo

La   expresión  alemana «callado  como un  pez»,  corres-ponde  a la  expresión  en  castellano «callado como  una  tum-

ba».  [N.  el

  T.]

Page 69: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 69/78

134

todo detrás  de él,  dijo,  ni  siquiera  se  molestaen  cerrar  el  cajón  de la mesa después  de cogerlos  cubiertos,  los  libros  que  hojea  los  dejaabiertos  sin  más, cuando  se  quita  la  chaqueta

simplemente  la  deja caer  al  suelo.Bloch contestó que verdaderamente te-nía la  sensación de que  todo  lo  tenía  que  dejarcaer. Faltaba poco, por ejemplo, para que de-jara  caer  el  cenicero  que  tenía  en la mano;  élmismo se quedaba asombrado de ver que toda-vía  conservaba  el cenicero en la mano. Se habíapuesto  de  pie, sosteniendo mientras tanto  elcenicero frente a él. La posadera le miró. El sequedó  un  rato  mirando  el  cenicero,  y despuéslo puso en alguna parte. Como para lograr quelas  indicaciones  que  continuamente  se  repe-tían en el ambiente volvieran a presentarse,Bloch  repitió  lo que  había dicho. Estaba  tandesamparado, que todavía lo repitió una vezmás. Vio que la  posadera sacudía  el brazo  en-cima del fregadero. Dijo que se le había metidoun  pedazo  de  manzana en la  manga, y  ahorano había manera de que saliera. ¿No había

manera de que  saliera? Bloch  se  puso  a  imi-tarla, sacudiéndose  también  la manga;  le  pare-cía que si se ponía  a imitarlo todo, podría llegara  parecerse  a la  propia  sombra  de una  per-sona.  Pero  ella se dio cuenta en seguida, y lehizo una  muestra  de su  imitación.

Entretanto  se  acercaba  al  frigorífico, yencima del  frigorífico estaba  la  caja  de unatarta. Bloch observaba con mucha atención

cómo ella,  sin  dejar  de  imitarle, movía  la  caja

135

por  detrás. Como  él la miraba  con  tanta insis-tencia, echó el codo para atrás otra vez. Lacaja  de pasteles  comenzó a resbalarse y se des-lizaba lentamente por las esquinas redondeadasdel  frigorífico. Bloch hubiera  podido aún  atra-parla, pero se quedó mirando cómo se caía alsuelo.

Mientras  la  posadera  se agachaba pararecoger  la  caja, él iba sin descanso de aquí paraallá  y  allí donde llegaba  y se  detenía, empu-jaba  las  cosas  a un  rincón,  una  silla,  un me-chero  encima  de la chimenea,  una  copita  paralos huevos duros en la mesa de la cocina.  «¿Es-tá  todo  en orden?»,  preguntó.  Le  preguntaba

a  ella  lo que  quería  que  ella misma  le pregun-tara.  Pero  antes de que pudiera contestar seoyeron unos golpecitos desde  fuera  en el  cris-tal de la ventana, y era imposible  que esos gol-pes los hubiera dado el cable de un  pararrayos.Bloch lo sabía ya un momento antes.

La  posadera  abrió  la  ventana.  Afuerahabía  un  carabinero  que iba a su  casa  en elpueblo,  y  pidió  que le  dejaran  un  paraguas.

Bloch  dijo  que  podía irse con él, y la posaderale dio el  paraguas  que  estaba  colgado  en elmarco  de la  puerta, debajo  de los  pantalonesde  trabajo.  Él  prometió devolvérselo  al díasiguiente.  Hasta  que no se lo  devolviera,  nopodría ocurrir nada inesperado.

En la  calle abrió  el  paraguas.  Al mo-mento, comenzó  a  golpear  la  lluvia  con  tantafuerza,  que no oyó si le había dado un res-puesta. El carabinero avanzó pegado a la pared

Page 70: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 70/78

136

de la casa hasta ponerse debajo del paraguas,y  entonces se marcharon.

Solamente habían dado algunos pasoscuando  se  apagó  la luz en la  posada,  y  enton-

ces la  oscuridad  fue  absoluta. Estaba  tan os-curo que  Bloch  se puso la mano delante de losojos.  En  aquel momento pasaban junto  a unavalla, y escuchó al  otro  lado el resoplido deunas  vacas.  Algo pasó corriendo por su lado.El  follaje susurraba  a los lados de la  carretera.«¡Por  poco piso  un  erizo »,  exclamó  el  cara-binero.

Bloch  le  preguntó cómo había conse-guido ver el erizo en la oscuridad. El carabinerorespondió:  «Eso  es  cosa  de mi  oficio. Cuandosolamente se ve un movimiento o se oye unmurmullo, tiene que ser uno capaz de distinguirel  objeto  de donde  proceden  el  movimiento  oel murmullo. Incluso es necesario reconocer unobjeto que se mueve, aunque lo percibas enel  borde  mismo  de la  retina». Mientras tantohabían dejado atrás  las  casas  de la  frontera,  ycaminaban junto al riachuelo por un  atajo.  El

camino  estaba cubierto  de  arena,  y se  volvíacada  vez más  clara  a  medida  que  Bloch  se ibaacostumbrando  a la  oscuridad.

—La  verdad es que aquí no estamosmuy   ocupados  —dijo  el carabinero—. Desdeque  minaron  la  frontera  se  acabó  el contraban-do. A   medida  que la  tensión  se  afloja,  se cansauno y ya no es  capaz  de  concentrarse.  Y sialguna  vez ocurre algo, no se reacciona a

tiempo.

137

Bloch vio algo que corría hacia él, yse puso  detrás del carabinero. Un perro  pasópor su lado corriendo y le rozó.

—Cuando  po r  casualidad sorprende-

mos  a alguien  ni  siquiera sabemos cómo cogerle.Lo  hacemos  mal  desde  un  principio,  y  cuandoalguna vez acertamos, nos confiamos en queel  compañero  que llevamos al lado le cogerá,mientras que el compañero se  confía  en quetú  mismo  le vas a  atrapar,  y el  individuo  encuestión  se  escapa.  ¿Se  escapa? Bloch escuchócómo el carabinero a su lado, debajo del para-guas, cogía  aire.

La  arena crujió  a sus  espaldas,  se diola  vuelta y vio que el perro volvía. Siguieronandando,  y el  perro seguía  a su  lado  y lesmordisqueaba las corvas. Bloch se detuvo,arrancó  una  rama  de un  almendro  a la  orilladel riachuelo, y le persiguió hasta que se  alejó.

—Cuando  se  enfrenta  uno a  alguien—continuó  el  carabinero—  es importante mi-rar al  otro  a los  ojos.  Antes  de que  echea correr, sus ojos indican la dirección en que

lo  hará. Pero  al  mismo tiempo  hay que  obser-var también sus piernas. ¿En qué pierna seapoya?  Se  echará  a correr  en la  dirección  queseñala la pierna en que se apoya. En el casode que el  otro quiera engañarte  y no  vaya  aecharse a correr en esa dirección, tendrá quecambiar la pierna de apoyo justamente antesde echarse a correr, y en esta operación per-derá tanto tiempo, que mientras tanto se le

puede echar  un o  encima. Bloch miraba hacia

Page 71: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 71/78

138

el  riachuelo,  que se  oía, pero  no se  veía.  Unpájaro  bastante grande salió volando  de unarbusto.  En un  cobertizo  de  madera  se oía unalboroto  de  gallinas,  y se oía  también cómodaban  picotazos  en los  listones  de la  pared.—En  realidad  no hay ninguna regla  —dijo  elcarabinero—.  Siempre  se  está  en  desventajaporque  el  otro también  te  está observando,y  ve  cómo  vas a reaccionar  a sus movimientos.Lo  único  que en  realidad  se  puede hacer  esreaccionar.  Y  cuando empiece  a  correr cam-biará  de dirección  al segundo paso,  y tú mismote has  apoyado en el pie que no  era.

Mientras  tanto  habían  llegado  ya a la

carretera  asfaltada  y se  acercaban  a la entradade l  pueblo. Aquí  y  allá pisaban serrín reblan-decido,  que  antes  de la  lluvia había  empujadoel  viento hasta  la  calle.  Bloch  se  preguntó  siel  carabinero hablaba  tan  detalladamente  deun a  cosa,  que  podía decirse simplemente  enun a  sola  frase,  porque  en  realidad quería decirun a  cosa completamente distinta.  «¡Ha  habla-do de  memoria »,  pensó Bloch. Para hacer  la

prueba, comenzó  a su vez a  hablar  de unacosa con  todo detalle,  y normalmente no hubie-ra necesitado para ello  más que una  sola  frase,pero  el  carabinero pareció tomar esto con todanaturalidad,  y le preguntó  a dónde quería llegarcon  eso.  Por  otra  parte  parecía que lo que elcarabinero había estado contando antes,  lo ha-bía  dicho completamente  en  serio. Cuando lle-garon  al centro  del pueblo  les salieron  al pasolos  participantes  de un  concurso  de  baile.

139

«¿Concurso de  baile?»  ¿A qué  aludía ahoraesta  palabra?  Una  muchacha  qu e  pasó junto  aellos  buscaba  una  cosa  en su  «bolso»,  y  otrallevaba unas botas  de  «caña»  alta.  ¿Servían

para algo  las  abreviaturas?  Escuchó  el clic delcierre  del  bolso  a sus  espaldas; casi cierra  elparaguas  como respuesta.

Acompañó  al  carabinero  con el  para-guas  hasta  la  urbanización,  que  estaba  en lasafueras.  «Hasta ahora siempre  he  tenido  qu ealquilar  el  piso, pero estoy ahorrando paracomprarme uno», dijo  el  carabinero,  que yaestaba  en el  portal. Bloch también entró.  ¿Siquería  subir  para  tomarse una  copa? Bloch

rechazó  la invitación,  pero  se  quedó allí  para-do.  Cuando  el  carabinero todavía  no  habíallegado arriba,  se apagó  la  luz. Bloch  se apoyóen   los  buzones.  Afuera  pasaba volando  unavión bastante alto.  «¡El  avión  del correo »,exclamó el carabinero en la oscuridad,  y  apretóel  botón  de la  luz.  La  escalera  se  iluminó.Bloch  se fue a  toda prisa.  En la fonda  oyó quehabía llegado  un  numeroso  viaje  turístico,  y

los   habían alojado  en la  bolera  con  camas  decampaña;  por eso  aquel  día  había bastantetranquilidad. Bloch preguntó  a la  chica  quele había dado esta información  si quería acom-pañarle arriba. Ella contestó gravemente  quehoy  no le era  posible.  Más tarde oyó desdesu  habitación cómo caminaba  por el  pasillo  ypasaba  delante  de su puerta.  En la  habitaciónhacía  tanto  frío  por  causa  de la  lluvia,  que le

parecía como  si  hubieran esparcido  por  todas

Page 72: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 72/78

140

partes  serrín  mojado.  Puso  el  paraguas  en ellavabo  con la  punta hacia  abajo  y se  echó  enla  cama vestido.

Bloch  se  empezó  a  adormilar.  Se  des-

perezó unas cuantas veces para ahuyentar  lamodorra,  pero  eso le  amodorró  aún  más.  Levenían  a la  cabeza algunas cosas  qu e  había  di-cho  durante  el  día;  intentó  librarse  de  estospensamientos realizando espiraciones. Enton-ces   sintió cómo poco  a  poco  se iba  quedandodormido; como antes  de l  final  de una  pausa,pensó.  Unos faisanes atravesaban  el  fuego vo-lando  y  unos boyeros caminaban  por un cam-po de  maíz,  y el  mozo  de la  casa estaba  en el

almacén  escribiendo  con  tiza  los  números  delas habitaciones  en su  portafolios,  y un  zarzalsin   hojas estaba  lleno  de  golondrinas  y  cara-coles.

Poco  a  poco  se  despertó,  y  entoncesllegaron  a sus  oídos  los  ruidos  de la  respira-ción  de una  persona  en la  habitación  de allado,  y con el  ruido  de esa  respiración,  en loque  parecía  ser un  estado  de  modorra,  se po-

dían construir  frases;  la  espiración  le  hacía  elefecto  de una «y» muy  larga,  y el  sonido pro-longado  de la  inspiración  se  confundía  en suimaginación  con las  frases  que  algunas vecesestaban unidas  al «y», como po r ejemplo cuan-do   iban  a  continuación  de un  guión,  que co-rrespondía  a la  pausa entre  la  inspiración  yla espiración.  En la puerta  del  cine había  mu-chos soldados  con  zapatos  de  domingo termi-

nados  en  punta,  y  todo  el  mundo colocaba  la

141

caja  de  cerillas  encima  del  paquete  de  cigarri-llos,  y encima  de la  televisión había  un  jarrón,y  un  camión cargado  de  arena pasaba juntoal  autobús levantando  un a  polvareda,  y un

autoestopista llevaba  en la  mano  libre  un ra-cimo  de uvas y alguien  dijo  delante  de la puer-ta:  «¡Abran,  por  favor »

«¡Abran,  por  favor »  ¡Estas  dos úl-timas  palabras  no  tenían nada  que ver con larespiración  de la habitación  de al  lado,  que sehacía  ahora cada  vez más  clara, mientras  qu elas  frases desaparecían  poco  a poco.  Ahora  yaestaba despierto  del todo. Volvieron a dar unosgolpecitos  en la  puerta diciendo:  «¡Abran,  po rfavor »  Seguramente  era eso lo que le  habíadespertado,  pues había dejado de  llover.

Rápidamente  se  incorporó,  un a  plumadel colchón saltó hacia arriba e inmediatamentevolvió  a su  situación inicial;  en la  puerta  es-taba  la  camarera  con la  bandeja de l  desayuno.El no  había pedido  el  desayuno, fue  capaz  dedecir, mientras ella  se  disculpaba  y  llamabadespués  en la puerta  de  enfrente.

Otra  vez a  solas  en la  habitación,  lepareció como  si  hubieran cambiado todo  delugar. Abrió  el grifo. Inmediatamente cayó unamosca  del  espejo  al  lavabo,  y en un  momentoel  agua  se la  llevó.  Se  sentó  en la  cama:  unmomento antes  la  silla estaba  a su  derecha  yahora  estaba  a su  izquierda. L a volvió  a mirarde  izquierda  a derecha;  esa  mirada  le  parecióun a  lectura. Veía  un  «armario», «después»

«una»  «mesa» «pequeña», «después» «una»

Page 73: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 73/78

142

«papelera», «después» «una» «cortina»;  sinembargo  al  mirar  de  derecha  a  izquierda veía

h  , al  lado  una 1  T   ,  debajo  la 0 , alnalado  el I [   encima  su O  ; y cuando  miraba

a su alrededor veía  la Q . al lado el 0 y el ©.Estaba sentado encima  de la |_   ,  debajo ha-bía  una =, al  lado  una  = Fue  hacia  la

U U   Bloch corrió  las cor-tinas y  salió  de la  habitación.El  comedor estaba ocupado  por el via-

je  turístico.  El  fondista  llevó  a  Bloch  a la ha-bitación de al lado, donde la madre del fon-dista estaba sentada  delante  de la  televisión,y  las cortinas estaban corridas. El fondista des-corrió las cortinas y se quedó al lado de Bloch;que tan  pronto  le  veía  de pie a su  izquierda

como, cuando  alzaba  la vista de nuevo, le teníaa  su  derecha. Bloch  dijo  que le  trajeran  eldesayuno  y preguntó  por el periódico. El  fon-dista contestó  que en ese momento  lo  estabanleyendo  los miembros  del viaje  turístico. Blochse palpó  la  cara  con los  dedos;  le  daba  la im-presión  de que  tenía  las  mejillas entumecidas.Tenía  frío.  Las moscas se arrastraban por  elsuelo  con  tanta lentitud,  que al  principio  se

creyó que eran escarabajos. Una   abeja  empren-

143

dio  el vuelo desde el  alféizar  de la ventana yen seguida volvió. La gente daba saltos en lacalle para esquivar los charcos; llevaban bolsasde la compra muy abultadas. Bloch se palpó

la cara  por  todos lados.El fondista entró con la  bandeja  y  dijoque el periódico  no  estaba libre todavía. Habla-ba en un  tono  de voz tan  bajo  que  Bloch,  alcontestarle,  le  habló  en el  mismo tono.  «Nocorre prisa», susurró.  La  pantalla  de la  tele-visión  se  veía llena  de  polvo  a la luz del  día,y  en  ella  se  reflejaba  la  ventana,  por la quese   asomaban  los  niños  al pasar para  la  escuela.Bloch comía  al  mismo tiempo  que  miraba  la

película. La madre del  fondista  gemía de vezen cuando.

Afuera  divisó  un  carrito  de  periódicoscon la bolsa cargada. Fue a la calle, entoncesintrodujo primeramente una moneda por la ra-nu ra y a continuación sacó el periódico. Teníatanta  práctica en hojearlo que, cuando entró,ya  estaba leyendo la descripción de sí mismo.Una   mujer  se había  fijado  en él en un  autobús

porque  se le  habían caído unas monedas  de lbolsillo; enton ces ella se agachó a recogerlas yvio que eran monedas americanas. Más tardese   enteró de que también se habían encontradounas monedas parecidas junto  a la  taquillera.En un  principio  no se  habían tomado  en  seriosus declaraciones,  pero  después resultó  que sudescripción coincidía  con la  descripción  de unamigo de la taquillera que, la noche anterior

al suceso, había visto a un homb re mero deand o

Page 74: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 74/78

144

cerca del cine, cuando fue a recoger en cochea  la  taquillera.

Bloch  se sentó de nuevo en la habita-ción y contempló el dibujo que habían hecho,

basándose  en las  declaraciones  de la  muier .¿Significaba  eso que todavía no conocían sunombre? ¿Cuándo  se  había imprimido  el pe-riódico? Vio que correspondía al primer re-parto,  que por  regla general aparecía  ya por latarde  del día  anterior.  Le  parecía como  si lostitulares  y el  dibujo hubieran sido pegados  en-cima  de la  página; como  en los  periódicos  delas películas, pensó: allí los titulares auténticos

también  se  sustituían  por los  titulares qu e con-venían a la  película;  o  como  los  titulares  refe-rentes a uno mismo que se podían imprimiren las  ferias  de  barrio.

Habían descifrado la palabra  «Stumm»en los garabatos de los bordes, y por cierto,con la letra inicial mayúscula; por lo tanto,se   trataba con toda seguridad de un nombrepropio.  ¿Estaba  complicado  en el  asunto  al-

guien que se  llamara Stumm? Bloch  se  acordóde que le había hablado a la taquillera de suamigo, el  futbolista  Stumm.

Cuando  la  chica recogió  la mesa, Blochno  dobló  el  periódico.  Oyó  decir  que  habíanpuesto al gitano en libertad, que la muerte delcolegial mudo había sido  un  accidente.  En elperiódico había salido solamente una  foto  de lniño junto con sus compañeros de colegio, por-

que nunca le habían fotografiado a él solo.

145

El  almohadón  que la madre del  fondis-ta  tenía  a la espalda  se cayó del  sillón  al  suelo.Bloch lo recogió y se marchó llevándose elperiódico.  Vio el  ejemplar  de la  fonda  en la

mesa  de  jugar  a las  cartas; entretanto,  el  viajeturístico ya había emprendido la marcha. Élperiódico  —se  trataba de una edición de finde semana— era tan grueso, que no cabía enla  pinza.

Cuando  un  coche pasó  por su  lado,  seextrañó, sin ninguna razón  —en  realidad eldía  era bastante  claro—,  de que llevara losfaros  apagados. No ocurrió nada especial. Viocómo en los huertos vaciaban las cestas demanzanas  en los talegos. Una bicicleta que leadelantó, iba de aquí para allá resbalándose enel  fango.  Vio cómo dos campesinos se dabanla  mano  en la puerta  de una  tienda; tenían  lasmanos  tan ásperas, que oía cómo raspaban alcontacto.  En la carretera  asfaltada  había hue-llas embarradas  de  tractores,  que  venían  delos  caminos vecinales.  Vio que una  mujer  an-ciana  estaba inclinada delante  de un escaparate

con el  dedo  en los  labios.  Los aparcamientosdelante de las tiendas se iban quedando vacíos;los últimos clientes entraban ya por la puertatrasera.  «L a  espuma»  «se  resbalaba hacia aba-jo»   «por los escalones de la puerta cochera».«Detrás» «de la  luna  de los  escaparates» «ha-bía» «colchones de  plumas».  Metían de nuevolas pizarras negras de los precios en el interiorde las tiendas. «Los pollos» «picoteaban» «las

uvas caídas por el suelo».  Los pavos se  acurru-

Page 75: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 75/78

146

caban pesadamente  en las  jaulas  de  alambrede los  huertos  de  frutas.  Las  estudiantes  demagisterio salían por la puerta con las manosapoyadas  en las  caderas.  En la  oscura tienda,

el  comerciante estaba  en  silencio detrás  delpeso. «Encima del mostrador» «había»  «tro-citos  de levadura». Bloch estaba apoyado enla  pared de una casa. Se oyó un ruido extraño,como  si ,  justamente a su  lado, hubieran abier-to de par en par una  ventana  qu e  solamenteestaba  entreabierta. Inmediatamente siguió an -dando.

Se   quedó de pie delante de un edificio

nuevo  que  todavía  no  estaba habitado, peroque sin embargo ya tenía puestos los cristalesde las ventanas. Las habitaciones estaban tanvacías  que,  a  través  de las  ventanas,  se  veíael  paisaje  de detrás. A Bloch le pareció comosi é l m ismo hubiese edificado la casa. El mismohabía puesto  los  enchufes  y  también  los  cris-tales de las ventanas. También eran suyos elcincel,  el  papel  de  envolver  y la  fiambrera  que

había  en el  alféizar  de la  ventana.Miró el edificio por segunda vez: no,los interruptores de la luz seguían siendo in-terruptores   de la  luz,  y las  sillas  en el  jardíndetrás  de la casa  seguían siendo sillas de jardín.

Siguió andando, porque—¿Tenía  que justificarse porque siguiera

andando? ¿Y  cómo—?¿Cuál era su objetivo? ¿Cuándo—?

¿Tenía  qu e  justificr  el  «cuándo», mientras

147

él—?  ¿Continuaba  esto  así,  hasta—? ¿Yahabía  llegado  tan  lejos,  que—?

¿Por  qué  motivo tenía  que  deducirsealgo, simplemente porque estuviera caminando

por  aquí? ¿Tenía  que  justificar  el por qué sequedaba  ahí  parado?  ¿Por  qué  tenía  que  jus-tificar  algo cuando pasaba por una piscina pú-blica?

Esos «de manera que», «porque» y«por medio  de»  parecían instrucciones; deci-dió  evitarlos, para no—

Era como si a su lado abrieran silen-ciosamente  un  escaparate entreabierto.  Todolo  imaginable, todo  lo  visible estaba ocupado.No era un chillido lo que le  asustaba, sino unafrase  sin pies ni cabeza, después de un montónde  frases normales  y corrientes. Parecía  comosi todas  las  cosas tuvieran otro nombre.

Las  tiendas  ya  estaban cerradas.  Lasrepisas para las mercancías, de las que ya noiba y  venía nadie,  estaban abarrotadas.  Nohabía ningún hueco  en el que por lo  menosno hubiera  una pila de  latas  de conservas. To-

davía colgaba  de  ellas  una  etiqueta medioarrancada.  Las  tiendas  estaban  tan  ordenadasque...

«Las  tiendas estaban  tan ordenadas queno se podía mostrar nada, porque...» «Lastiendas estaban  tan  ordenadas  que no se  podíamostrar nada, porque unas cosas tapaban aotras.» Mientras tanto, en el aparcamiento so-lamente quedaban ya las bicicletas de las estu-

diantes  de  magisterio.

Page 76: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 76/78

148

Bloch  se fue al  estadio  después  de co-mer.  A  bastante distancia  de  allí escuchó  losgritos  de los espectadores.  Cuando llegó, toda-vía   estaban  en el  calentamiento  los  hombres

de la reserva. Se sentó en un banco en el sen-tido  longitudinal  del  campo,  y  comenzó  a  leerel   periódico, hasta  qu e  llegó  al  suplemento  de lfin   de  semana. Oyó un ruido, como cuando caeun pedazo de carne en un suelo de piedra; le-vantó la vista y vio que el balón, que pesabamucho  porque  estaba mojado, había rebotadoen la cabeza de un jug ador.

Se  levantó y se marchó. Cuando volvió,

el  juego  ya  había empezado. Todos  los  bancosestaban ocupados,  así que  caminó  a lo  largodel  campo hasta llegar  a la  portería.  No  que-ría quedarse parado  tan  cerca  de la  portería,y subió la pendiente hasta  la  carretera. Caminópor la  carretera hasta llegar  a la  esquina dondeestaba la bandera. Le pareció como si se learrancara  un botón del abrigo y se pusiera adar saltos en la carretera. Cogió el  botón  y se

lo  metió  en el bolsillo.Comenzó  a  hablar  con  alguien  que es-

taba de pie a su lado. Se informó de los equi-pos que estaban jugando y preguntó por elsitio donde  se  exponían  los  resultados.  Coneste viento contrario  no  iban  a  meter muchosgoles, dijo.

Se  dio  cuenta  de que el  hombre  queestaba junto a él llevaba hebillas en los  zapa-

tos.  «Yo  tampoco conozco este sitio», contestó

149

el hombre. «Soy representante,  y solamente mevoy a  quedar unos cuantos días  po r  aquí.»

—Los jugadores gritan demasiado —di-jo  Bloch—.  Un  buen juego  se  desarrolla  con

mucha tranquilidad.—No  tienen ningún entrenador que lesdiga  desde  el  borde  del  campo  lo que  tienenqu e hacer —contestó e l representante. A Blochle  pareció como  si  estuvieran representandoesta  conversación, para una tercera persona.

—Cuando  se juega en un campo tanpequeño, tienen que tomarse decisiones muyrápidas  —dijo.

Oyó un  aplauso, como  si la  pelota  hu-

biera rebotado  en los  bordes  de la  portería.Bloch contó que una vez había jugado contraun   equipo,  en el que  todos  los  jugadores ibandescalzos; cada  vez que  daban  una  patada  ala pelota,  los  aplausos  le  atravesaban  de  puntaa  punta.

—Una  vez vi en un estadio, cómo unjugador se rompía una pierna —dijo el repre-sentante—.  Se oyó el crujido hasta los sitios

de  arriba, donde está  uno de  pie.Bloch  vio  junto  a él  otros espectadoresque  charlaban entre  sí. No  observaba  al queestaba  hablando en ese momento sino, por elcontrario,  a  aquel  qu e  estaba escuchando. Pre-guntó  al  representante  si  alguna vez, cuandoun equipo atacaba, había intentado   dejar  demirar a los delanteros para mirar al porterode la  portería, hacia  la que  corrían  los  delan-

teros.

Page 77: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 77/78

150

—Es  muy difícil apartar la vista de losdelanteros y del balón para mirar al portero—dijo  Bloch—.  Se  tiene  uno que  desprenderdel balón, es una cosa completamente forzada.

En  lugar  del  balón  se ve  cómo el  portero,  conlas manos apoyadas en los muslos, corre haciadelante, hacia atrás, se inclina a derecha eizquierda  y  grita  a los  defensas. Normalmentela  gente  se  fija  en él  solamente, cuando  ya hanlanzado  la  pelota hacia  la  portería.

Caminaron  juntos por la línea lateral.Bloch escuchó una respiración jadeante, comosi  el  juez  de  línea pasara corriendo  a su  lado.«Es un espectáculo muy cómico ver correr alportero  de  aquí para  allá  esperando  la  pelota,pero  todavía sin ella», dijo.

El no podía estar mucho tiempo mi-rando para allá, contestó  el  representante,  in-voluntariamente volvía  la  mirada hacia  los de-lanteros. Cuando  se  miraba  al  portero, pare-cía  como si  tuviese uno que  ponerse bizco.  Eracomo  si se  viese  a  alguien caminar hacia  unapuerta   y, en  lugar  de  mirar  a la  persona,  se

mirara  al picaporte. Empieza a dolerle a unola  cabeza  y se  tienen dificultades para respirar.

—Uno  se  acostumbra  a  ello  —dijoBloch—, pero es  ridículo.

Se   anunció  un  penalty.  Todos  los es-pectadores corrieron  a  ponerse detrás  de laportería.

—El portero  está pensando hacia  quéesquina  va a  lanzar  el  otro  el  balón  —dijo

Bloch—.  Si conoce  al  jugador, sabrá cuál es la

151

esquina  qu e  elige normalmente. Pero general-mente,  el  jugador  qu e  lanza  el  penalty cuentatambién con que el portero está haciendo éstaso  aquellas  conjeturas.  Así que el  portero sigue

reflexionando, y  llega  a la  conclusión  de queesta vez el  tiro  irá  dirigido  a la  otra esquina.¿Pero  qu é  ocurre  si el  jugador continúa  refle-xionando también,  y  decide dirigir  el  tiro  a laesquina acostumbrada? Etcétera, etcétera.

Bloch vio cómo poco a poco todos losjugadores  iban saliendo del área de castigo.El que iba a  lanzar  el  penalty colocó  el  balónen   el sitio adecuado. Entonces él mismo retro-cedió  y  salió  de l  área  de  castigo.

—Cuando  el  jugador toma  la  carreri-lla, el portero indica con el cuerpo inconscien-temente  la  dirección  en que se va a  lanzar,antes  de que  hayan dado  la  patada  al balón,  yel jugador puede entonces  lanzar  el  balón tran-quilamente en la otra dirección —dijo Bloch—.Es como si el portero intentara abrir una puertacon una  brizna  de  paja.

De repente el jugador echó a correr.

El  portero,  que  llevaba  una  camiseta  de unamarillo chillón, se quedó parado sin hacerun solo movimiento, y el jugador le lanzó elbalón a las manos.

E D I C I O N E SA L :   G U A R A

3RUGUERÁ

Page 78: Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

7/21/2019 Handke Peter - El Miedo Del Portero Al Penalty

http://slidepdf.com/reader/full/handke-peter-el-miedo-del-portero-al-penalty 78/78

E S T E L I B R OS E A C A B O   DE  I M P R I M I RE N L O S T A L L E R E S G R Á F I C O SDE  HIJOS  DE E.  M I N U E S A ,   S. JE N   M A D R I DR O N D A   DE  TOLEDO, 2 4E L   1 5 D E F E B R E R O D E   1 9 7 9

SE   ENCUADERNO   EN

S A INDUSTRIA   DEL LIBRO

de   impecable  brillantez  a la vez que de  dis tan»ciado  análisis  de  personajes  y  si tuaciones.  UrK;libro qu e  deja  la  sensación de  haber  asistido  a  u n > -

proceso  de  locura irreparable.

Peter  Handke  nació  en  Griffen Austria)en   1942.  Ha vivido en diversas  ciudades alema-nas y en  París.  Desde  la  publicación  de sus  pri-meras obras se convirtió en uno de los autoresalemanes   má s  conocidos  y  t raducidos, l legando  aalcanzar  el  premio Georg-Büchner  en  1 9 7 3 ,  un ode los  galardones  más  apreciados  en  lengua  ale-mana.  Ha  escrito también teatro  y  dirigido cine.

El   miedo  del   portero  a l  pen lty  ha  sido  l levadoal   cine  por Wim  Wenders .

- <;Pilar  Fernández-Galiano,  Madrid  1954","es  licenciada  en  Filología  inglesa  y  alemana  porla   Universidad  de  Salamanca,  ha  realizado estu-dios  en St.  Andrews (Escocia)  y en la  Univer-sidad  de  Munich. Actualmente  se dedica a la  ;enseñanza,  en la  Universidad  A utónoma  de

Madrid,  y a  la  traducción.