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EDUARDO GRÜNER LA OSCURIDAD Y LAS LUCES Capitalismo, cultura y revolución

Gruner. Introducción. La Oscuridad y Las Luces

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  • EDUARDO GRNER

    LA OSCURIDAD Y LAS LUCES

    Capitalismo, cultura y revolucin

  • Grner, Eduardo La oscuridad y las luces. - la ed. - Buenos Aires :

    Edhasa, 2010. 589 p. ; 22,5x15,5 cm.-(Ensayo)

    I S B N 978-987-628-092-1

    1. Ensayo Poltico Ecorlmico. I. T tu lo C D D 320

    Diseo de coleccin: Jordi Sbat

    Primera edicin: junio de 2010

    Eduardo Grner, 2010 Edhasa, 2010

    C r d o b a 744 2 C , Buenos Aires [email protected]

    http://www.edhasa.net

    Avda. Diagonal 519-521. 08029 Barcelona E-mail: [email protected] http://www.edhasa.com

    I S B N : 978-987-628-092-1

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    Impreso por Cosmos Print

    Impreso en Argentina

    Para mis hijos, Cecilia y Federico

    el pueblo de Hait, y por su intermedio para todos los pueblos oprimidos de una Tierra de la que slo ellos podrn conjurar su extincin.

  • Introduccin

    La voluntad de pensamiento (crtico) para Latinoamrica

    La utilizacin y superexplotacin de fuerza de trabajo esclava de origen afri-cano durante la colonizacin de Amrica -prctica generalizada para toda la regin de las islas del Caribe y las ms productivas zonas del Brasil, pero tam-bin en las actuales Honduras, Panam, Costa Rica, Venezuela, Colombia, Ecuador o Per, y en menor cuanta pero no con menor significacin cuali-tativa en Mxico y en el Ro de la Plata- fue uno de los etnocidios (y genoci-dios) ms horrendos e incalificables de la historia de las sociedades humanas, solamente comparable, en el mismo perodo histrico, al genocidio (y etno-cidio) de las culturas indgenas de la as llamada Amrica, y desde luego nti-mamente ligado a ste. Vale decir: es parte, y una parte sustantiva y en varios sentidos decisiva, de la propia conformacin de la Modernidad, del modo de produccin capitalista centrado en Europa, de la emergencia de las formas propiamente modernas del racismo (o tal vez, segn se mire, del racismo tout court, en tanto las formas imperiales pre-modernas no fueron particularmente "racistas" en el sentido en que se entiende modernamente este concepto), y de una planificacin tcnica y racional del dominio desptico y cruel del poder establecido sobre millones de seres humanos inermes.

    La plantacin esclavista americana - lo veremos- es la mejor condensa-cin avant la lettre entre los horrores de la explotacin del trabajo en las pri-meras fbricas industriales, y ese otro invento moderno, el campo de concen-tracin -no casualmente surgido en Sudfrica a fines del siglo X I X - . En un sentido lato, pero para nada excesivo, se puede decir que sin los antecedentes del esclavismo "afroamericano" y el semi-esclavismo "amerindio" cosas como el nazismo y las posteriores - y en algn caso anteriores, como en el de Armenia- guerras de exterminio de poblaciones enteras (desde Hiroshima hasta el Lbano, desde Vietnam hasta Bosnia, desde Rwanda hasta Irak, des-

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    de Palestina hasta Darftir, y cada lector tendr sus propios ejemplos, entre los que deberan estar, con su propia especificidad, los sangrientos golpes milita-res que asolaron al Cono Sur de nuestro continente en la dcada del setenta), esos igualmente "racionales" planes de exterminio que han hecho del siglo X X el ms comparativamente violento y despiadado de la historia, hubieran sido infinitamente menos concebibles: es como si los siglos de colonialismo escla-vista hubieran creado una suerte de "colchn" de tolerancia para lo intolera-ble, de siniestra posibilidad de deslizamiento (hasta dnde?) de los lmites en-tre lo posible y lo imposible, lo verosmil y lo increble. O, en otra jerga: entre lo inimaginable y lo real. Lo expresa muy bien Fernando Mires:

    Los terribles holocaustos del siglo XX, el siglo de la modernidad to-tal, encuentran sus orgenes en el genocidio cometido, en nombre de "razones superiores", incluso "revolucionarias", en contra de los in-dios americanos (y nosotros agregamos: y de los negros afi-icanos)'.

    En suma: an sin detenernos ni tomar como punto especfico de compara-cin el "detalle" de las plantaciones qua campos de concentracin, el control planificado, racional y desptico, el rgimen de "administracin total" y de exterminio cuando hiera necesario, como en el caso de las rebeliones incon-trolables- autorizan asimismo a ver en el sistema esclavista moderno en Amrica los fijndamentos lgico-polticos de lo que el siglo X X dio en llamar to-talitarismo, tal como en su momento lo hiciera Hannah Arendt para el colo-nialismo en general^. Cinco siglos de naturalizacin de ese proceso ("naturali-zacin", inclusive, de las crticas a ese proceso, que se han vuelto una suerte de ritual rutinario del pensamiento "progresista") han operado como una aneste-sia de la conciencia y de las palabras que permitiran dar cuenta de cuan des-cendientes somos del Horror por l representado. Este libro ~ n i ningn otro, por s solo- no podra pretender subsanar ese olvido: ninguna voluntad de pa-labra lograr sustituir lo que slo podra ser el efecto de construccin de prc-ticas materiales y sociales. Sin embargo, y es su mxima aspiracin, tal vez con-tribuya, modestsimamente, a una protesta frente al silencio cmplice de gobiernos, instituciones de todo tipo (incluyendo las acadmicas), y por su-puesto -no caba esperar menos- los mass media, voceros semiinconscientes de la "ideologa dominante" mundializada, ante la cuestin del rol de la esclavi-tud en la conformacin de la Modernidad, en general, y en particular el rol, prematura y radicalmente cuestionador de las contradicciones internas e irre-solubles de esa Modernidad, que tuvo la Revolucin haitiana.

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    La sintomatologa actual ms palmaria de aquel silencio cmplice puede condensarse en un hecho muy sencillo, y aparentemente banal: los preparati-vos del "bicentenario" de "los movimientos independentistas en Amrica Latina", con las controversias alrededor de esa fecha emblemtica, incluyendo el intento local (estamos escribiendo desde la Argentina) de apropiacin de la "patria" por el "campo", mostrando otra vez la importancia poltico-ideolgica de los smbolos. Pero no hay tal "bicentenario", si se habla de toda Amrica "Latina" y el Caribe. La revolucin ms antigua y ms importante no es de 1810, sino de 1804: la de Hait, antes la colonia francesa de Saint-Domingue. Por qu no se festej, entonces, el "bicentenario" en el 2004? Es un lapsus racista (como se sabe, la inmensa mayora de los haitianos son descendientes de los esclavos "importados" de frica)? Es un sugestivo olvido de esa "revo-lucin de esclavos" que nuestras burguesas "nacionales" quisieran no recor-dar? Es la incomodidad actual de ese "recuerdo", ya que muchos gobiernos "latinoamericanos" -incluido el argentino- estn complicados en la ocupa-cin "pacificadora" de ese pobre pas?

    Pero sea como sea, queda la cuestin de que la historia del esclavismo afroamericano nos coloca frente a un dilema quiz irresoluble: siendo como es una historia consustancial a, e inseparable de, lo que se ha convenido en lla-mar la "Modernidad", nos obliga ello, por fuerza del asco moral que esas ra-ces de la modernidad occidental nos produce, a renegar de la modernidad - y de occidente- como tal e in toti La modernidad, que es claramente europea y eurocntrica, y la necesidad imperiosa de combatir con todas las armas te-ricas, ideolgicas y polticas que logremos juntar contra ese abusivo "eurocen-trismo", contra la todava persistente colonialidad del poder, debe hacernos arrojar el nio (los irrenunciables, o tal vez inevitables, logros ticos, polticos y culturales de la modernidad) junto con el agua sucia de la baera? O debe-ramos buscar una posicin ms "equilibrada", que nos permitiera, como se dice, separar la paja del trigo, balancear los horrores humanos inditos de la modernidad con la conquista de una sensibilidad social, poltica y simblica que justamente nos habilita para luchar contra esos horrores con un bagaje cultural inconmensurablemente mayor que el que podan tener nuestros an-tepasados pre-modernos?

    Pero, dnde trazar la raya? Cmo desprenderse de la evidencia de senti-do comn de que, sin aquellos horrores generados por la modernidad, quiz las armas para combatirlos no nos hubieran sido necesariast Podemos, claro, como siempre, retornar una y mil veces al clebre dictum de Walter Benjamn a propsito de la constitutiva inextricabilidad de la civilizacin y la barbarie:

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    acaso la antigedad greco-latina, tambin ella apoyada sobre la fuerza de tra-bajo esclava -aunque en wfwor medida que la modernidad europea, como in-tentaremos mostrarlo-, no gener cosas tan irrenunciables para nuestra cul-tura como la poltica, la pica de Homero, las tragedias de Sfocles? Y acaso la "brbara" Edad Media, apoyada sobre la servidumbre de la gleba o las Cruzadas (primer gran genocidio proto-"moderno" y antecedente, como han afirmado muchos, de la empresa colonizadora^), no produjo a Dante o al Giotto? Y acaso el violento pasaje de la pre-modernidad a la modernidad, apoyado en la sangrienta constitucin de los Estados nacionales o las guerras religiosas, no produjo a Shakespeare y a Cervantes, a Boccaccio y Gngora, a Corneille, Racine o Rabelais, al entero "Renacimiento" y luego al Barroco? Pero, tenemos acaso derecho a excusar los primeros trminos de estas oposi-ciones en nombre de los segundos? Y si, nuevamente, y peor an, sospech-ramos que Homero, Dante, Shakespeare o Racine fueron de algn modo po-sibles porque hubo esclavitud, siervos de la gleba y guerras religiosas? Por otra parte, este razonamiento genrico no es privativo de la modernidad occiden-tal: por ejemplo, se puede abstraer la maravilla de las pirmides de Egipto de los miles de inocentes sacrificados por la fuerza en su construccin?

    Es ms que obvio que no tenemos respuestas para estas preguntas. Es tambin obvio que no podemos renunciar a Homero, Dante y Shakespeare. Es igualmente obvio que no tenemos derecho a distraernos de las cuotas de barbarie modernas. A lo sumo, podemos formular la nada conclusiva - y me-nos todava tranquilizadora hiptesis de que lo intelectualmente ms hones-to es la voluntad de sostenerse, como se pueda, en la contradiccin, en la ten-sin, en el conflicto, sin esperanzas de "superacin", de hegeliana Aufhebung, entre esas cosas. Est claro que, una vez que uno intenta ubicaise incmoda-mente en esa posicin externa a toda imago ideolgica de una realidad en equilibrio, reconciliada -como dira Adorno-, eso ya no tiene vuelta atrs. Todo el mundo, incluido, y en primer lugar, el mundo de las ideas, de las "competencias simblicas", se le aparece como un indecidible campo de bata-lla, del cual se puede huir, pero al cual no se puede ingresar impunemente. El problema, adems, es que est muy lejos de ser un campo de batalla, digamos, homogneo y balanceado por la paridad de fuerzas. Casualmente, lo que la co-lonialidad motmz ha producido es, precisamente, una profundizacin tam-bin ella indita de las asimetras en todos los niveles (socioeconmico, pol-tico-ideolgico, simblico-cultural) en escala por primera vez mundial Y all donde hay asimetras producidas (no por la "naturaleza" sino) por la explota-cin, la dominacin legtima y el racismo, no hay "equilibrio" posible, y no

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    puede juzgarse con la misma vara a dominadores y dominados. Lo que tica-mente se impone es tomar partido por las vctimas (sin necesidad de idealizar-las ni "romantizarlas": su memoria no requiere consuelos, sino una apuesta a la bsqueda de la verdad, por difcil que sea). Es nicamente desde esa pers-pectiva situada -como hubiera dicho Sartre que se puede aspirar a alguna clase de "objetividad", que se puede, como suele decirse, "rescatar" lo que ha-ya de rescatable en la civilizacin moderna, es decir, aquello que, a sabiendas o no, excede su cuota de culpabilidad, o al menos de complicidad, en la bar-barie.

    La cuestin que se plantea este libro es, ante todo, por supuesto histri-ca. Pero no se trata de una labor de historiadores "profesionales". Tendremos, hasta donde se pueda, que reconstruir los hechos "tal como fueron", segn amonestaba Von Ranke, apoyndonos en la literatura secundaria que nos pa-rezca ms confiable y seria. Pero sabiendo que los "hechos" no estn ya hechos para siempre, sino que siguen hacindose en la interpretacin situada que hoy les demos. La esclavitud afroamericana, como institucin jurdica, ya no exis-te. Pero su ya-no-existencia, como uno de esos fantasmas que retornan para acosar a los vivos (como el padre de Hamlet exigiendo justicia, digamos) si-gue marcando a la modernidad -y a la ya agonizante "postmodernidad", si es que eso alguna vez "tuvo lugar"- porque fue una decisiva marca de su origen, por ms intentos de renegacin que de ella se hayan hecho. Paradjicamente, la llamada "postmodernidad", con su afn por diluir la densidad histrica tan-to pasada como futura, termina por aunarse al ms rampln positivismo de-cimonnico en su concepcin de la historia como pasado absoluto e irrepeti-ble. Pero las pocas histricas no son una mera acumulacin de hechos singulares y cerrados: son tambin, y sobre todo, una lgica. La lgica de la modernidad, por fuerza de la colonialidad del saber y del poder, es la de una poca dividida contra s misma (como el sujeto dividido de Freud, si se nos per-mite esa analoga: ya abundaremos sobre este tema en nuestro primer captu-lo y en nuestras Conclusiones), y que al mismo tiempo ha bregado por des-plazar esa divisin fuera de la vista, por ocultar que la apariencia armoniosamente homognea de la "totalidad" moderna slo puede hacerse verosmil porque ha expulsado la profunda fractura que est en su origen.

    El pensamiento que se ha denominado eurocntrico ha operado un simul-tneo doble movimiento en este sentido: por un lado, ha deglutido las histori-cidades diferenciales de las otras (muchas y mayoritarias) culturas -las "afroame-ricanas", para nuestro caso-, ai postular su particularismo como universalismo, al pretenderse el Todo de la Civilizacin, de la Razn, de la Historia; por el

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    otro, y con el mismo gesto, ha admitido, s, la diferencia del Otro, pero pos-tulndola como una absoluta y radical alteridad, construyendo respecto de ella una completa exterioridad que pareciera decir: "All los tienen, ellos son los otros, con los cualc^ nada tenemos que ver", como si esa otredadparticular moderna no fuera un producto de la barbarie colonial, hoy disfrazada de "glo-balizacin" (otra falsa totalidad, para permanecer adornianos): al igual que en el fetichismo de la mercanca de Marx, se "olvida" el proceso de produccin - y ms an las relaciones de produccin, es decir de explotacin y dominio- para contemplar a la distancia el producto terminado. Es por eso que la exaltacin acrtica de la Diferencia -tan la page hoy en ciertos crculos del relativismo ms o menos culturalista, "progresista" y bienpensante- resulta a la larga ex-tremadamente peligrosa, en tanto arriesga caer en complicidad objetiva con ese borramiento del proceso de produccin de nuestra historia moderna. Y bien, no: no hay Diferencia pura: hay que partir de la modernidad como de una poca de contaminacin, que ha -insistamos- producido diferencias a tra-vs de un ejercicio de poder.

    La cuestin que se plantea este libro es tambin, entonces - y se nos dis-culpar la pretensin un poco solemne- una cuestin de filosofa crtica de la cultura. Se trata de des-totalizar (por razones que esperamos se aclaren en el tex-to, nos resistimos al neologismo deconstruir) la falsa totalidad eurocnmca.. De mostrar, otra vez, que ella slo puede auto-representarse como totalidad justa-mente porque no est dispuesta a admitir su propia falta; porque viene al ca-so aqu la jerga psicoanaltica, aunque el ncleo del asunto es profundamente poltico- ella es una totalidad castrada que ni an en su actual "decadencia" es-t dispuesta a reconocer su propia castracin - lo cual no deja de tener su lgi-ca: finalmente, si pudiera hacerlo, tendra que transformarse en otra cosa .

    Para abordar esa cuestin, nada nos ha parecido mejor que el tema de la esclavitud afroamericana, y muy en particular -en el sentido de los temas es-trictamente "histricos"- el de la Revolucin haitiana, ya que ella es el prime-ro, el ms radical y ms decidido (y por eso mismo ms "olvidado") desmen-tido a las pretensiones de la "falsa totalidad", del "equivalente general" del eurocentrismo, an, y especialmente, del ms "progresista", como el que fue encarnado contemporneamente a la Revolucin haitiana por la Ilustracin y la Revolucin francesa.

    Este libro no quiere ser, pues, solamente una historia de la esclavitud afroamericana y/o de la Revolucin haitiana. N i siquiera quiere serlo princi-palmente (si bien dedicaremos mucho espacio a esos "hechos", no siempre bien conocidos): hay muchos y muy buenos libros -aunque lamentablemen-

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    te no tantos en lengua castellana- dedicados a esos temas, y por otra parte el autor de este texto est muy lejos de ser un erudito en la cuestin. Tampoco, aun cuando tuviera la posibilidad, sera sa su intencin. Lo que s queremos es examinar crticamente las implicaciones (actuales o potenciales, hipotticas o simplemente imaginadas, por cierto nunca definitivas) de esos "hechos" pa-ra aquella des-totalizacin del eurocentrismo.

    Ya hemos utilizado un par de veces -y volveremos seguramente a hacer-lo ms adelante- ese concepto, el de "des-totalizacin", que tomamos en prs-tamo de un pensador europeo -aunque no uno cualquiera-, Jean-Paul Sartre. Tambin hemos citado a Adorno o a Benjamn. Y el lector encontrar en el libro referencias a muchos otros pensadores crticos europeos, e incluso nor-teamericanos -adems de, obviamente, los latinoamericanos y caribeos-. Nos gustara pensar que esto no slo no es necesariamente contradictorio con aquel pensar en situacin, sino que es -si queremos ser consecuentes con nues-tras propias premisas- estrictamente necesario. En primer lugar, hay una difi-cultad prctica: como ya lo hemos sealado al pasar, la bibliografa en caste-llano, al menos para la historia de la Revolucin haitiana, pero en alguna medida tambin para la historia de la esclavitud afroamericana en su conjun-to, es relativamente escasa (recurdese que las lenguas oficiales ms generali-zadas para el rea del Caribe donde la esclavitud africana tuvo mayor peso, con excepcin de Cuba, son el ingls y el francs, y en el caso de Brasil el por-tugus; y si bien en esta ltima lengua contamos con ms fuentes, en francs o ingls son sobre todo autores de origen europeo y norteamericano -inclu-yendo canadienses- los que se han ocupado del tema, si bien afortunadamen-te est en crecimiento la bibliografa de origen antillano caribeo). Pero hay algo ms importante: para empezar, los autores europeos que utilizamos son, como decimos, pensadores crticos del eurocentrismo y el colonialismo: algu-nos porque lo son explcitamente, otros porque lo que nos gustara denomi-nar su modo de produccin de conocimiento autoriza plenamente su utilizacin "local" para un pensamiento crtico situado.

    Y para continuar, no estamos dispuestos a dejarle la "teora" a Europa. Una buena parte del eurocentrismo "progresista" consiste en la idea de que ellos" son los dueos del pensamiento (an el ms crtico), y "nosotros" lo so-

    mos del sentimiento (de la pasin, el entusiasmo, el compromiso "visceral", etc-tera). La clebre ancdota del encuentro entre el antroplogo brasileo Darcy Ribeiro y nada menos que Claude Lvi-Strauss, en Pars, da cuenta de modo ajustado y condensado de este impulso eurocntrico con frecuencia incons-ciente: Lvi-Strauss (al cual nadie puede honestamente negarle su anticolonia-

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    lismo consecuente, si bien muy poco "dramticamente" actuado) manifiesta su satisfaccin, y an su total aprobacin, con el trabajo de campo de Darcy Ribeiro; pero cuando ste a su vez le transmite sus inquietudes (y algunas cr-ticas) tericas, el gran Lvi-Strauss lo mira severamente y lo amonesta: Ah, non, monsieur: la thorie... c'est a nous. Pero, no: estamos en todo nuestro de-recho -y en nuestro deber- de apropiamos, para lo que pueda servirnos, de la "gran teora" europea, y reinscribirla (y por lo tanto, en buena medida transfor-marla) en la lgica de nuestra propia situacin. Una teora es tambin la teora de su propia lectura, y la lectura es siempre, necesariamente, asimismo situa-da. Es una lectura trans-positiva, o, como se dice ahora, re-significada, que busca siempre -otra cosa es que lo consiga- producir algo a partir de una her-meneusis crtica. Flaco favor le haramos a la causa anti-eurocntrica admi-tiendo que "sus" teoras son slo y exclusivamente para "ellos". Nos estara-mos situando del otro lado de una barrera ideolgica que ha sido creada por elbs, y confirmando por lo tanto la realidad t esa barrera. Traicionando, as, nuestra propia premisa sobre la necesidad de mantenerse, cueste lo que cues-te, en la incomodidad de la tensin.

    Somos perfectamente conscientes de que esto, hoy, constituye un toda-va sordo pero ya intenso debate en el pensamiento latinoamericano, y en ge-neral "perifrico". Ya lo dijimos: en otra parte hemos intentado -no nos co-rresponde a nosotros decir con qu xito- hacer la crtica de los estudios culturales y en particular de la llamada teora postcolonial, sobre la base de que esas corrientes, por un lado, pueden haber representado una promisoria reac-cin contra el eurocentrismo imperante, pero irnicamente se haban dejado capturar en exceso -entre otras razones porque la mayor parte de su trabajo se asent en los centros acadmicos europeos y norteamericanos- por el "tex-tualismo" post de origen europeo que esas academias favorecan como el der-nier cri del pensamiento crtico "aceptable". Pero en los ltimos aos estamos asistiendo -especialmente en Latinoamrica- a una contra-reaccin inversa, que a veces incurre en el casi completo desprecio por toda forma de pensa-miento (no importa cuan crtico) originado en el "Primer Mundo". Esta pa-sa por ser una posicin ultra-WiW en su consistencia intransigente. Pero las cosas, desgraciadamente, son un poco ms complejas: aparte del hecho evi-dente de que ningn pensamiento podra surgir de la nada (y no es que la his-toria del pensamiento "propiamente" latinoamericano sea ruula. sino precisa-mente que la mayora de los pensadores latinoamericanos del pasado que hoy se invocan pensaron en la inevitable tensin con el pensamiento europeo), se corre el peligro de una impensada complicidad con el prejuicio -l s bien eu-

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    rocntrico- de que Latinoamrica es "un mundo aparte" (es, para llevarlo a su mxima caricatura, el prejuicio orientalista el sentido de Edward Said- y exotizador (\\xe. ha acantonado a los narradores latinoamericanos en el "nicho" del realismo mgico, o del barroco tropical, o cualquiera de las etiquetas con las que se arman exitosos congresos de literatura comparada... en Europa o EE.UU.).

    Pero, casualmente, ms arriba criticbamos esta expulsin eurocntrica de Latinoamrica (o de frica) al limbo de la Alteridad absoluta. No estaramos ahora hacindole el juego a eso? Y, principalmente: no estaramos siendo in-consecuentes con nuestra propia premisa de que aquella modernidad dividi-da nos ha dividido tambin a "nosotros", y que por lo tanto es de esa. fractu-ra, de esa contaminacin, de ese conflicto no resuelto de nuestra propia historia perdida de la que debemos partir para llegar a otra cosa ? No se trata, pues, de ninguna tercera va entre la sumisin al eurocentrismo y la ilusin de un puro "Latinoamrica-centrismo", sino de patear ese tablero, de salirse de esa imagen especular invertida, de pensar desde "nosotros" con - y cuando sea necesario contra- todo lo que de "ellos" seamos capaces de re-apropiarnos. Es, justamente, otra manera de des-totalizar falsas (por mutuamente excluyen-tes) totalidades en las que "ellos" quisieran encerrarnos. Por supuesto, tene-mos nuestras propias cuestiones, de las que ellos no han dejado de apropiarse, bien o mal: el "indigenismo" o la "negritud", por ejemplo, hace ya mucho que hacen moda acadmica (y no menospreciamos las "modas": las tomamos co-mo sntomas) en los primermundanos centros de produccin intelectual. Tambin entre nosotros, claro est, pero con la diferencia -que debera hacer-nos dar el clebre "salto cualitativo"- de que aqu eso es parte de nuestra ex-periencia (aunque muchos, y especialmente los argentinos, demoren en hacer-se cargo), desde hace siglos, pero de manera renovada en los ltimos aos, en los cuales la visibilidad poltica, y ya no slo terica o etnogrfica, de esos "otros" ha empezado a subir las escalinatas de las casas de gobierno, y ha sal-tado a las primeras planas de los diarios. No ser nunca, pues, de la misma ma-nera que Darcy Ribeiro -o quien corresponda- podr leer y pensar crtica-mente eso, aun cuando utilice la sofisticada (y sin duda inmensamente imprescindible) teora lvi-straussiana, que entonces ya no ser solamente teo-ra "lvi-straussiana".

    Por supuesto, ante todo pensamos como latinoamericanos. Esto no de-bera hacer falta aclararlo. Y sobre todo, no debera hacer falta proponrselo. Debera ser una inevitabilidad, incluso una fatalidad-como la que invocaba nuestro Borges-, cuya misma aclaracin resultara "sospechosa" de incons-

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    cente eurocentrismo: despus de todo, en el Corn no figuran los camellos, como dira tambin Borges: ellos se dan por sentado. Pero eso no es can as, sobre codo en un pas como la Argentina, ese pas de "europeos en el exilio", para permanecer borgeanos (aunque, lo sabemos, ese "pas" es Buenos Aires, y muy poco ms, y claro est que n i siquiera todo Buenos Aires).

    Aclarado lo cual, volvamos a nuestro tema, para ir poniendo punto final a esta Introduccin. La esclavitud afroamericana, as como el proceso revolu-cionario haitiano, sern parte sustantiva de nuestro texto, pero tambin sern nuestro pre-texto (en el mejor sentido del trmino) para ensayar - y reivindi-caremos sin concesiones el valor crtico y poltico del ensayo- un, de nuevo, modo de produccin de pensamiento crtico "latinoamericano" (las comillas van a cuenta de que esta denominacin, como ya se ver, no nos conforma, aunque provisoriamente la aceptaremos para poder avanzar). Como tal "pre-texto", este libro, como cualquiera, no puede aspirar a decirlo todo, ni siquie-ra sobre su tema ms especfico. Apenas aspira a decir lo que nos ha parecido esencial, o al menos no silenciable, y siempre bajo la orientacin "estratgica" arriba propuesta. Se nos han quedado, sin duda, enormes cantidades de cues-tiones afiiera. Sern -o ja l - temas para otro(s) texto(s), y esperemos que no slo nuestros.

    Ensayemos, entonces, describir sucintamente lo que s se encontrar den-tro de nuestro texto, ordenando lo que hasta aqu hemos aludido un tanto fragmentariamente:

    Este libro se propone estudiar el rol de la esclavitud afroamericana (y espe-cficamente caribea) en la conformacin de lo que Immanuel Wallerstein ha denominado el sistema-mundo moderno, incluyendo sus componentes ideo-lgico-culturales y filosfico-polticos y, con ese marco terico-histrico, lle-var a cabo como "estudio de caso" el de la Revolucin haitiana, desde un pun-to de vista socio-histrico, etno-cultutal y filosfico-poltico. Se trata de mostrar que:

    a) La esclavitud afroamericana cumpli un papel decisivo en el proceso de acumulacin de capital a escala mundial, y por consiguiente en la emer-gencia y consolidacin del modo de produccin capitalista como tal, en el sentido amplio comprendido por esa categora, que incluye sus aspec-tos no slo socioeconmicos, sino poltico-culturales.

    b) Por lo tanto, la as llamada modernidad tn su conjunto - y en particular, la modernidad "perifrica" latinoamericana y caribea- es impensable sin el "documento de barbarie" representado por la esclavitud.

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    c) En ese contexto, la Revolucin haitiana (la primera y ms radical de las revoluciones independentistas americanas, con un fuerte componente so-cial y etno-cultural) produce objetivamente, asimismo, el primer gran "discurso" de lo que podramos llamar una contra-modernidad a escala global, y es por ello que estuvo sometida a una consecuente (re)negacin ideolgica por parte del pensamiento dominante.

    d) La esclavitud afroamericana y la Revolucin haitiana produjeron un im-portante impacto sobre el pensamiento contractualista, iluminista y cr-tico en la filosofa y la teora poltica de los pases "centrales", si bien ese rol fue tambin sistemticamente negado y consciente o inconsciente-mente excluido, por lo cual debe ser interpretado "sintomticamente" desde la Teora Crtica.

    e) Las huellas de ese impacto, sin embargo, perduraron largamente, a veces de manera "subterrnea", a veces "entre lneas" o "intertextualmente", con frecuencia tambin de forma explcita, en el pensamiento crtico, la literatura y la ensaystica latinoamericana - y especialmente, desde luego, en el Caribe hasta nuestros propios das. Nos atreveremos a decir, inclu-so, que la Constitucin Haitiana de 1805, y muy particularmente su ar-tculo 14, es el primer ensayo crtico de reflexin sobre la modernidad americana.

    Una parte cualitativamente central de nuestra investigacin, pues, estar des-tinada al estudio de la Revolucin haitiana -la primera y ms radical, insisti-mos, de las revoluciones independentistas del Nuevo Mundo, llevada a cabo por los esclavos afro-caribeos-, y de lo que acabamos de denominar sus hue-llas intertextuales, ya que otra de nuestras hiptesis, como se ver, es que ese acontecimiento opera como un condensado de las significaciones y contradic-ciones de la propia construccin del sistema-mundo moderno, incluyendo las aporas del pensamiento incluso ms avanzado de la Revolucin francesa, y por lo tanto marcando indirectamente -aunque fuere desde la (re)negacin ideolgica, como decamos- a las representaciones imaginarias o simblicas de la "modernidad".

    Desde el punto de vista de una sociologa histrica ms "dura", por el cual comienza nuestro anlisis, como ya lo adelantamos, se trata de inscribir el fenmeno de la esclavitud afroamericana y de los procesos polticos que la resistieron o se le opusieron localmente (incluyendo el rol absolutamente pro-cagnico de la Revolucin haitiana) en la "base material" de la teora del sis-tema-mundo. La teora del sistema-mundo, en su sentido ms amplio, ha sido

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    fuente de numerosos estudios que se suman a la obra pionera de Immanuel Wallerstein y Samir Amin. En cuanto a la aplicacin de la teora a la sociolo-ga histrica colonial latinoamericana en general, sostendremos que las rela-ciones de pro-luccin esclavistas locales, se integraron desde su mismo origen a la lgica del desarrollo capitalista a nivel mundial Esto implica una diferen-cia especfica radical de la esclavitud afroamericana respecro de cualquiera de las formas de esclavitud anteriores, las cuales no conttibuyeron a producir otro modo de produccin econmicamente "superior".

    Especialmente en lo que refiere a los estudios sobre la esclavitud afroame-ricana en el Caribe (as como en otras subregiones del continente y principal-mente Brasil), seguimos a aquellos que la entienden como un monumental fe-nmeno cultural y "civilizatorio": la esclavitud afroamericana cre, y no slo traslad o reprodujo, complejsimas estructuras sociales, culturales, religiosas, lingsticas, estticas, artstico-musicales, etctera, a travs de muy sofisricadas formas de sincretismo, hasta el punto que sobre esa base se gener toda una cultura nueva, indita hasta entonces. Pero tendremos siempre en cuenta que esa "construccin" cultural fue el producto de una violenta destruccin cultu-ral paralela, que llamaremos -parafraseando una famosa nocin de Fernando O r t i z - transculturacin catastrfica.

    Sobre la historia social y poltica de Hait, y en particular de la Revolu-cin haitiana de 1791-1804, retomamos aquellos trabajos que consideran el "caso Hait" como un paradigma concentrado que permite aprehender las re-laciones de la esclavitud con el desarrollo del capitalismo mundial. En ellos, Hait se convierte en el lugar por excelencia del cruce del conflicto colonial con el social y el tnico-cultural, las paradojas de la diferencia y la igualdad, las tensiones entre la cuestin "nacional" y la "mundializacin".

    Finalmente - y despus de revisar la singular diferencia que supone el de-bate sobre la legitimidad de la esclavitud (principalmente indgena pero tam-bin africana) en el mbito de la teologa espaola del siglo X V I - , respecto del impacto filosfico de la esclavitud afroamericana y la Revolucin haitiana so-bre el pensamiento iluminista, contractualista y crtico, revisaremos y re-in-terpretaremos el pensamiento iluminista y contractualista (particularmente, como es obvio, la Ilustracin francesa del siglo XVII I ) con el objeto de mos-trar cmo la categora de esclavitud ^nt los grandes philosophes manejan, uni-da a un eurocentrismo que a veces puede rayar en semi-inconsciente racismo, les impide -ms all de sus honestas intenciones "progresistas" o "abolicionis-tas"- entendet claramente lo que est verdaderamente en juego en el sistema-mundo a travs de la economa de plantacin y todas sus consecuencias filo-

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    sfico-polticas y culturales, y cmo la Revolucin haitiana, inesperadamen-te, tiene una decisiva influencia sobre una de las nociones filosficas centrales para el pensamiento occidental moderno, como es la dialctica del Amo y el Esclavo de la Fenomenologa del Espritu de Hegel, de ruya continui-dad/ruptura en la obra de Marx tambin nos ocuparemos sucintamente. Finalmente, quisiramos analizar cmo la propia "textualidad" de la Revolucin haitiana -empezando por el texto de su primera Constitucin de 1805- pone "en escena", por as decir, una verdadera teora implcita de lo que hemos llamado contra-modernidad, no frontalmente opuesta pero s radi-calmente diferente al imaginario y las representaciones eurocntricas de la Modernidad. Esa "teora" coloca como "analizador"discursivo, a nuestro pare-cer, el significante de la negritud, que ser motivo de debate a todo lo largo del siglo XX en obras capitales para la cultura antillana/caribea, como son las de C. L. R. James, Aim Csaire, Frantz Fann, Edouard Glissant y el Premio Nobel de Literatura Derek Walcott, entre tantos otros.

    En cuanto a lo que suele llamarse el "estado de la cuestin"; no existe en lengua castellana -mucho menos en la Argentina- una sola investigacin que hayamos podido localizar sobre el tema propuesto. Lo que ms abundan son estudios historiogrficos sobre el trfico de esclavos en trminos generales o en la Amrica Hispana, aunque mucho menos sobre el Caribe. Existen, por supuesto (no demasiados, pero s lo suficientemente amplios como para pro-porcionar la informacin contextual imptescindible) textos sobre la situacin actual y sobre la historia de los "afro-latinos" en todo el continente, particu-larmente en Brasil y el Caribe, aunque hemos encontrado tambin algunos buenos estudios para Colombia, Venezuela y Per. Las posibilidades -siempre en lengua castellana- se reducen muchsimo ms cuando queremos abordar la historia de la Revolucin haitiana: apenas si pueden registrarse algunos "cl-sicos" como el de C. L. R. James (traducido hace ya tiempo en Mxico), o la biografa de Toussaint Louverture por Aim Csaire traducida en Cuba. Sintomticamente, las fuentes bibliogrficas aumentan de manera exponen-cial en lengua inglesa y francesa (aunque en este caso mucho menos que en ingls, lo cual es tambin un "sntoma"), para todo lo cual remitimos a nues-tra bibliografa. An as, se trata en la inmensa mayora de los casos de traba-jos de investigacin (histrico-social, antropolgica, de teora poltica o de historia econmica) altamente especializados, y circunscriptos a un perodo o a una problemtica especfica. Es raro encontrar intento alguno de vincular la cuestin de la esclavitud afroamericana con la teora del sistema-mundo capi-talista: aun en el propio Immanuel Wallersrein, donde sin duda la vinculacin

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    se seala, ocupa un espacio (cuantitativo y cualitativo) notoriamente reduci-do en relacin al volumen de su opera magna -si bien, y no es poca cosa, tie-ne la audacia de insinuar que la importancia de la Revolucin haitiana para Amrica Latina podra ser mayor que la t^ e la revolucin francesa.

    Por supuesto, esto puede compensarse apelando a numerosas otras fuen-tes (ya a partir del clsico texto de Eric Williams, o del igualmente cannico de Eric Wolf) que articulan ambos fenmenos (el de la esclavitud y del surgi-miento del capitalismo "mundializado") aun cuando no posean las categoras wallersteinianas. Desde un punto de vista ms estrictamente antropolgico, hay sealamientos en Melville Herskovitz, Sidney Mintz y otros, y desde una perspectiva de la historia econmica y social, sin duda el trabajo ms comple-to son los dos gruesos volmenes de Robin Blackburn, aunque ni siquiera es-te autor (cuyo trabajo es posterior a la obra de Wallerstein) utiliza la catego-ra de sistema-mundo. Mucho menor es el caudal de literatura existente sobre la relacin entre la esclavitud, la Revolucin haitiana y la filosofa iluminista, si bien aqu s contamos con un clsico traducido a lengua castellana (el de Michle Duchet), y varios excelentes aportes tanto en ingls como en francs. Pero permtasenos insistir en que en prcticamente la totalidad de estos casos, se trata de estudios ms bien monogrficos cuando no ultra-especializados, en los que se encontrarn escasas reflexiones -desde el punto de vista de la Teora Crtica en sentido amplio sobre el impacto, explcito o implcito, de la Revolucin haitiana sobre el pensamiento filosfico de la modernidad.

    Dos excepciones que se destacan en un panorama ms bien desolado son Susan Buck-Morss y el historiador haitiano-norteamericano Michel-Rolph Trouillot. Un tanto parcial y fragmentariamente, pueden encontrarse tiles referencias en Sybille Fischer, y -aunque ms referidas a la literatura que a la filosofa en sentido estricto- en Christopher L. Miller. En cambio, no hay un solo texto que hayamos podido identificar que trabaje, o siquiera sugiera o permita inducir, el tema de la esclavitud afroamericana, la Revolucin haitia-na o los vnculos de ambas con la conformacin cultural de la modernidad desde el abordaje de los Estudios Culturales o la Teora Postcolonial (discipli-nas o reas en las que se podra haber esperado abundancia de material) con las nicas - y muy parciales- excepciones de un breve ensayo de Homi Bhabha (que por otra parte merecer una severa crtica de nuestra parte) y alguna mencin aislada en Stuart Hall , que no resulta un aporte significativo. Finalmente, desde luego hay gran cantidad de fuentes sobre el concepto de la negritud-y^2& de las cuales son, por otra parte, objeto de anlisis de un ca-ptulo de nuestro libro, como es el caso de Gilberto Freyre, Fernando Ortiz,

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    Roberto Fernndez Retamar, Aim Csaire, Frantz Fann, Edouard Glissant o Derek Walcott-, pero en ninguna de ellas se encontrar la idea -que cons-tituye una de nuestras hiptesis importantes en el l ibro- de que la problema-ticidad de dicho concepto tiene su origen histrico en la propia Revolucin haitiana, y su origen "textual"la Constitucin haitiana de 1805.

    Resumiendo, pues, nuestras principales hiptesis:

    1) La esclavitud afroamericana en Amrica Latina - y muy en particular en el rea del Caribe y las Antillas- ha cumplido un rol histrico de prime-ra magnitud en la conformacin de lo que Immanuel Wallerstein ha de-nominado economa-mundo-, o bien (ms ampliamente) sistema-mundo capitalista moderno. En este sentido, ha sido uno de los factores centra-les que hicieron posible la emergencia de lo que suele llamarse la "Modernidad" europea occidental, por supuesto desde un punto de vis-ta econmico-social (vinculado a lo que Marx, en el captulo X X I V de El Capital denomina "acumulacin originaria") pero tambin poltico-cul-tural, ya que -en el contexto amplio de la administracin colonial por parte de las metrpolis- contribuy a la "racionalizacin" en un senti-do estrictamente weberiano- de los grandes Estados Nacionales y su or-ganizacin legal-burocrtica, as como a la construccin de una "identi-dad" cultural europea definida en relacin a un(os) Otro(s) radical(es), y en este caso particular a la negritud africana; esto ltimo incluye (como contracara "negativa") la generacin de la forma especficamente moder-na del racismo, en tanto ideologa justificadora orientada a "disolver" la contradiccin entre la explotacin de fuerza de trabajo esclava y los idea-les modernos de libertad individual.

    2) En este marco, las mltiples formas de resistencia de los esclavos afroa-mericanos (que originalmente van desde formas "individuales" como el suicidio o el infanticidio dirigido tanto contra los propios hijos como con-tra los hijos del amo, hasta formas de organizacin social muy complejas como el llamado cimarronaj), y muy especialmente ese monumental "sal-to cualitativo" representado por la Revolucin haitiana que estalla en 1791, supone de facto un gigantesco "desmentido" a las pretensiones "universalistas" de la Revolucin francesa (y por extensin, de la Moder-nidad eurocntrica) cuyo lmite era precisamente el mantenimiento del sistema esclavista en las colonias, y en particular en la colonia francesa de Saint-Domingue (luego llamada Hait), que en la poca de ambas revo-luciones es la ms rica y ms productiva de todas las colonias -riqueza y

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    productividad basadas, iiay que insistir, en la Rierza de trabajo esclava-. Se puede decir, en efecto -y este sera el enunciado ms breve posible de nues-tra segunda hiptesis global-, que en este sentido la Revolucin haitiana es ms "'rancesa' que la francesa, puesto que ella s se propone objetivamen-te rfrt/izrifr aquella universalidad al postular la plena emancipacin y otor-gar igualmente plena ciudadana a los esclavos afroamericanos. Pero tam-bin se puede decir que la Revolucin haitiana puede ser ms "francesa" que la francesa justamente porque es haitiana. Es decir, porque es una re-volucin llevada a cabo por esa particularidad (social, tnica y cultural) que est por definicin excluida de la (falsa) totalidad ideolgicamente constituida como autoimagen de incluso la ms "progresista" moderni-dad. Y aquel "desmentido", aquella denuncia en acto de los lmites de la universalidad moderna, incluye a los lmites del pensamiento ilustrado, an del ms "radicalizado" (como el de un Rousseau, un Moncesquieu o un Voltaire), cuya virulenta crtica al Anden Rgime no haba sido capaz de traspasar las fronteras del eurocentrismo, ni de alcanzar un cuestiona-miento que fuera a las propias races del sistema esclavista. En este senti-do, pues, la Revolucin haitiana es no solamente la primera revolucin independentista de Amrica Latina y el Caribe (la Declaracin de la Independencia es del 1 de enero de 1804) sino por muy lejos la ms ra-dical, ya que por ella son los ex esclavos negros (y no una lite "criolla" blanca dominante, como sucedi en todas las otras revoluciones de la Independencia) los que en principio toman el poder, para instaurar una as denominada Repblica Negra.

    3) La Revolucin haitiana, pues, tiene inmensas consecuencias histrico-fi-losficas (que han sido persistentemente renegadas por el pensamiento occidental hegemnico) para una teora crtica latinoamericana en parti-cular y "perifrica" en general. Ella supone una imagen de la modernidad tambin radicalmente distinta a la dominante (y que bautizaremos, a fal-ta de mejor trmino, como contra-modernidad), que cuestiona de hecho la concepcin historicista lineal, evolucionista y "etapista" caracrerstica del eurocentrismo moderno. Ya el propio hecho de que no slo pueda haber una coexistencia entre el modo de produccin capitalista y las rela-ciones de produccin esclavistas, sino ms an, que las segundas tengan un rol constitutivo en la conformacin del primero (si bien, claro est, junto a muchos otros factores), implica una poderosa de-construccin (pa-ra utilizar una jerga actual) de aquella visin historicista, y sobrepone a la misma lo que un autor clsico ha denominado la lgica del desarrollo

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    desigual y combinado (vale decir, la articulacin de diferentes y an con-trapuestos "tiempos" histricos bajo la "direccin" de uno de ellos). Al mismo tiempo, ello pone en cuestin -siempre desde una perspectiva " f i -losfica"- la relacin conflictiva e irresoluble enere (para recurrir ahora al lenguaje hegeliano) el universal abstracto (en este caso representado por la Revolucin francesa y en su huella el pensamiento de la "Modernidad" eurocntrica), y el particular concreto (en este caso, la Revolucin haitia-na y en especial, "textualmente", su primera Constitucin independien-te de 1805), y en contra de una visin reconciliada (como la llamara Theodor W. Adorno) de la realidad histrica, poltica y cultural. Es a to-do esto a lo que denominamos contra-modernidad, una nocin que por otra parte permite sortear el impasse de lo que a nuestro juicio es una oposicin binaria excesivamente rgida entre modernidad y lo que ha da-do en llamarse postmodernidad, en la cual ambos trminos de la oposicin son de cuo eurocntrico.

    Las (siempre parciales y transitorias) conclusiones de todo lo antetior pueden enunciarse de la siguiente manera:

    La modernidad capitalista no podra haberse consolidado sin la instru-mentacin de la esclavitud afroamericana en tanto proyecto econmico y poltico universal.

    La teora poltica y la filosofa moderna tuvieron que producir diversos dispositivos de pensamiento tendientes a desplazar o, directamente, a ne-gar la esclavitud, aun cuando los conceptos de razn y libertad en los cua-les se fundaban como disciplinas se gestaron simultneamente a un gi-gantesco proceso de explotacin de la fuerza de trabajo esclavo.

    Existiran efectos subjetivos persistentes y globales producto de la esclavitud afroamericana, que se extienden mucho ms all del rgimen institucional que la sustentaba formalmente. Es decir, se considera a la esclavitud y a sus efectos como un fenmeno que va ms all de un determinado modo de produccin o una forma de propiedad.

    De acuerdo a las hiptesis anteriores, se podra considerar a Amrica Latina y el Caribe como un observatorio de las patologas de la racionali-dad instrumental donde los procesos extremos que se constatan frecuen-temente en el sub-continente (ej. desigualdades socioeconmicas, polti-cas, culturales) no se deben a un proceso de modernizacin desviado o detenido, sino a la realizacin de su misma esencia.

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    La Revolucin haitiana ha dejado marcas indelebles -aunque a menudo "inconscientes" y "reprimidas"- en la cultura, la literatura y el arte anti-llano en particular y latinoamericano en general.

    El texto que aqu presentamos, entonces, corresponde a una investigacin de orden terico y bibliogrfico. Si tuviramos que definir con precisin - lo cual, se sabe, es siempre difcil- las reas "disciplinarias" pertinentes que en distm-tas medidas interactan en la investigacin, ellas seran las de: Sociologa Histrica, Antropologa Cultural, Filosofa Poltica, Teota Postcolonial y, ms parcialmente, Historia Econmica. Nuestras fiienres secundarias, por lo tan-to, provienen principalmente de estas reas. Pero, aclaremos: nos rehusamos absolutamente a definir nuestro texto como "inter"-, mult i " - o "trans"-disci-plinario. Como afirma Juan Ritvo,

    [...] La apelacin a la transdisciplina -porque nivela y justifica de an-temano lo que no debera nivelar ni justificar- es el salvoconducto para el marasmo, la esterilidad, la renuncia al pensamiento en nom-bre de la concordia (la indiferencia) liberal de las disciplinas que ocupan confusamente el campo de las llamadas "ciencias humanas". [...] No hay disciplina que no tenga lagunas de indecibilidad, zonas de contradiccin, paradojas en las cuales los caminos contrapuestos llevan ambos al mismo resultado, producto de la disparidad de los desarrollos. Las disciplinas -es esto lo esencial- se comunican fruc-tferamente entre s cuando hay pelemos, es decir, cuando hay con-flicto, y en ese conflicto algo excedentario se transmite de un lado al otro de la frontera: slo las fracturas comunican^.

    Hay aqu, de manera totalmente azarosa, dos ideas que se vern insistir en nuestro texto, aunque en registros diferentes al "epistemolgico": la de dispa-ridad de desarrollos, que nosotros llamamos desarrollo desigual y combinado; y la de que es el conflicto - y no la ilusin "liberal" de un consenso in-diferente-lo que produce autntico "conocimiento". Como dice bien Ritvo, no hace fal-ta recurrir a lo "inter": ya en s mismas, cada una de esas disciplinas que la di-visin del trabajo intelectual tpica de la "especializacin" moderna consagr como autnomas, est atravesada por sus conflictos internos, sus faltas, sus restos, sus efectos no buscados e irreconducibles a los presupuestos epistemo-lgicos pretendidamente armnicos y consistentes que ta presiden. Lo "inter-disciplinar" a menudo sirve, justamente, para ocultar ese conflicto mra-dis-

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    ciplinario, sobre todo el que, en las "ciencias humanas" modernas, las quiere oponer a la filosofada: la cual han salido originariamente. La "interdisciplina", en la inmensa mayora de los casos, es la excusa para un intercambio en el que todos se van con lo misrro que haban trado, como no puede ser de otra ma-nera cuando se da por sentado que el "objeto" ya estaba constituido desde siempre, y tan slo se trata de estudiarlo desde diferentes "ngulos". Pero la produccin de conocimiento "filosfico" consiste precisamente en producir objeto, y no en confirmarlo, aunque fuera bajo la forma de compartirlo. Por otra parte, lo "interdisciplinar" suele tambin ser la coartada para el ablanda-miento del rigor intelectual. Lo que quisiramos en este texto, en cambio, se-ra oscilar entre la ms estricta disciplina y la ms hertica in-disciplina.

    Ahora bien, la estrategia de lectura de todas esas fuentes secundarias a que hemos aludido est orientada por lo que ha dado en llamarse interpretacin sin-tomtica. Adems de tomar literalmente lo enunciado en los textos - lo cual en modo alguno podra soslayarse, y menos an tratndose de datos histricos, co-mo es el caso de muchos de ellos- importar sobremanera intentar discernir la enunciacin "entre lneas" que permita captar lo ms acabadamente posible el conflicto entre las pretensiones de "universalidad" del pensamiento eurocntrico, y las "particularidades" histrico-concretas que no pueden ser plenamente sub-sumidas en esa conceptualizacin "universal-abstracta". Respecto de esta cues-tin, est claro que no se finge inocencia ni virginidad terica alguna: se parte del horizonte filosfico que, por mor de brevedad, se podra llamar "frankfur-tiano" (y en particular, tal como puede encontrarse en las obras de Adorno, Horkheimer y Benjamn) y sus sealamientos a propsito de una dialctica ne-gativa (o dialctica en suspenso, en el lenguaje benjaminiano), en la cual no pue-de encontrarse una "sntesis" o "superacin" (en el sentido de la Aufhebung de Hsgel). que impide la conformacin ideolgica de una falsa totalidad. Este "ho-rizonte" es, por otra parte, perfectamente compatible con ese mtodo de anli-sis hermenutico que Jean-Paul Sartre, en su Crtica de la Razn Dialctica, ha definido como progresivo-regresivo, y que consiste en empezar por grandes blo-ques de problemas generales planteados a la manera de hiptesis globalizadoras, para luego "descender" al anlisis histrico-concreto, y luego regresar a las cues-tiones iniciales para enriquecerlas en sus determinaciones concretas y desplegar las tensiones y conflictos que all se revelen; como es sabido, Sartre bautiz este recorrido como la dialctica de totalizacin/destotalizacin/re-totalizacin, y que especifica y complejiza tanto el mtodo llamado hipottico-deductivo como el descripto por Marx en la famosa Introduccin de 1859, de "ida y vuelta" entre la abstraccin, la concrecin particularizada y lo concreto-pensado.

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    A su vez, se tiene especialmente en cuenta que se est analizando la pro-blemtica planteada desde y para Latinoamrica -o , si se quiere, desde y para la "periferia", como dira Wallerstein-; por lo tanto, tambin se toma en cuen-ta, de manera decisiva, lo que ha sido teorizado por ciertos pensadores latino-americanos para dar cuenta de esa posicin particular-concreta que represen-ta una lectura "sintomtica" de la historia y la cultura "universales" hecha en el contexto de nuestra historia colonial y postcolonial. Tales son, entre otras, nociones como la colonialidad del poder/saber de Anbal Quijano, la hegemo-na epistmica de Walter Mignolo, la negatividad anti-hegemnica de Enrique Dussel, la etnofagia de Hctor Daz-Polanco, o la transculturacin de Fer-nando Ortiz. Todas ellas son categoras que - y puede tomarse esto, en todo caso, como una hiptesis subsidiaria, de orden epistemolgico, del texto- ge-neran una muy productiva tensin complementaria con las conceptualizacio-nes europeas (aunque no necesariamente "eurocntricas") de los autores nom-brados ms arriba.

    Notas

    ' Fernando Mires, En nombre de la Cruz. Discusiones teolgicas y polticas frente al Holo-causto de los indios, Buenos Aires, Libros de la Araucaria, 2006, p. 11.

    ^ Cfr. Hannah Arendt, Los orgenes del totalitarismo (3 volmenes), Madrid, Alianza, 1981.

    ' Cfr., por ejemplo, Steven Runciman, Historia de las Cruzadas, Madrid, Alianza, 1973. ''Juan B. Ritvo, "Postmodernidad ( IV)" , en Imago Agenda n 133, 2009.