Garrido-año4 - Tiempo Ordinario I-IX.pdf

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  • 2 P. Manuel Garrido, O.S.B. Ao litrgico patrstico (4)

    MANUEL GARRIDO BONAO, O.S.B.

    Ao litrgicopatrstico

    (4) Tiempo Ordinario I-IX

    Fundacin GRATIS DATE. Pamplona, 2002

  • 3Tiempo Ordinario

    1 Semana

    DomingoEn lugar del primer domingo del Tiem-

    po Ordinario se celebra la fiesta del Bau-tismo del Seor. En todo caso, los ele-mentos propios de ese domingo prime-ro, que se emplean en las misas ferialesde esta semana, son los que siguen:

    Entrada: En un trono excelso vi sen-tado a un hombre, a quien adora muche-dumbre de ngeles, que cantan a una solavoz: su imperio es eterno.

    Colecta (Gregoriano): Mustrate pro-picio, Seor, a los deseos y plegarias detu pueblo; danos luz para conocer tu vo-luntad y la fuerza necesaria para cum-plirla.

    Ofertorio (Veronense): Dgnate, Se-or, aceptar la ofrenda de tu pueblo; queella nos santifique y nos alcance lo queahora imploramos de tu misericordia.

    Comunin: Seor, en ti est la fuenteviva y tu luz nos hace ver la luz (Sal35,10). Yo he venido para que tenganvida y la tengan abundante, dice el Se-or (Jn 10,10).

    Postcomunin (Gregoriano): Te supli-camos, Dios todopoderoso, que conce-das a quienes alimentas con tus sacra-mentos la gracia de poder servirte lle-vando una vida segn tu voluntad.

    LunesAos impares

    Hebreos 1,1-6: Dios nos ha habladopor su Hijo. La primera parte de esta Cartaest destinada a proclamar la superiori-dad de Cristo sobre los profetas, y abarcauna rpida visin de la historia de la sal-vacin, hasta la venida de Cristo en la ple-nitud de los tiempos. Observamos en ellatres anttesis: antiguamente-ltimos tiem-pos; nuestros padres-nosotros; profetas-Cristo, el Hijo de Dios. En esa plenitud delos tiempos todo queda polarizado porCristo. l es el centro de la historia. Loes de nuestra vida? Dice Orgenes:

    Cul es, pues, la imagen de Dios, a semejan-za de la cual ha sido hecho el hombre, sino nues-tro Salvador? l es, en efecto, el primognito detoda criatura (Col 1,15), de l se ha escrito que esel resplandor de la luz eterna, la imagen clara de lasustancia de Dios (Heb 1,3). Y l dice tambin deS mismo: Yo estoy en el Padre y el Padre est enM y quien me ha visto a M, ha visto a miPadre (Jn 14,10 y 9). En efecto, como el que vela imagen de alguien ve a aquel cuya imagen es,as tambin, quien ve al Verbo de Dios (Jn 1,1),que es la imagen de Dios, ve a Dios (Homilassobre el Gnesis 1,13).

    Y en otro lugar el mismo autor hacedecir a la Amada del Cantar bblico:

    Yo soy aquella etope, soy negra, ciertamente,por la condicin plebeya de mi linaje, pero hermo-sa por la penitencia y por la fe, pues en m heacogido al Hijo de Dios, he recibido al Verbo he-cho carne. Me llegu al que es imagen de Dios,primognito de toda criatura (Col 1,15) y ademsresplandor de su gloria e impronta de su esencia(Heb 1,3), y me volv hermosa (Comentario alCantar de los Cantares 2).

    A la Palabra de Dios, que nos ha ha-blado de la excelencia y grandeza de CristoJess sobre todas las cosas, aun sobrelos ngeles, respondemos con el Salmo96, cantando a Cristo resucitado: El Se-

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    or reina, la tierra goza, se alegran las is-las innumerables; justicia y derecho sos-tienen su trono. Los cielos pregonan sujusticia y todos los pueblos contemplansu gloria. Ante l se postran todos losdioses. Porque T eres Seor, Altsimosobre toda la tierra, encumbrado sobre to-dos los dioses.

    Aos pares1 Samuel 1,1-8: Dios premia a los hu-

    mildes y escucha su oracin. Ana, esposaestril de Elcan, insultada por su rival,sufre, se humilla y ora al Seor, que escu-cha a los humildes de corazn. Son mu-chos los Santos Padres que hacen el elo-gio de la humildad. Recordamos aqu unbello prrafo de San Juan Crisstomo:

    Cul es me preguntas la cabeza de la vir-tud? La cabeza de la virtud es la humildad. De ahque Cristo empezara por ella sus Bienaventuran-zas diciendo: bienaventurados los pobres de es-pritu (Mt 5,3). Esta cabeza no tiene ciertamentepreciosa cabellera ni trenzas; pero s tal bellezaque enamora al mismo Dios... Esta cabeza, enlugar de cabellos y cabellera, ofrece a Dios sacri-ficios agradables. Ella es el altar de oro y el propi-ciatorio espiritual. Porque sacrificio es para Diosun espritu contrito (Sal 50,19)...

    Tiene tambin la virtud sus pies y sus manos,que son las buenas obras; tiene un pecho de oro yms duro que el diamante, que es la fortaleza.Todo es fcil vencerlo antes que romper ese pe-cho. El espritu, en fin, que reside en el cerebro yen el corazn la caridad (Homilas sobre SanMateo 47,3).

    Con el Salmo 115 cantamos al Seor:Te ofrecer, Seor un sacrificio de ala-banza. Cmo pagar al Seor todo el bienque me ha hecho? Alzar la copa de lasalvacin, invocando su nombre. Cumpliral Seor mis votos en presencia de todoel pueblo. Te ofrecer un sacrificio de ala-banza, invocando tu nombre, Seor. Cum-plir al Seor mis votos en presencia detodo el pueblo; en el atrio de la casa delSeor, en medio de ti, Jerusaln.

    Este salmo de agradecimiento recuerdael cntico de Ana, cuando por fin recibede Dios un hijo, Samuel (1 Sam 2).

    Marcos 1,14-20. Convertos y creed labuena noticia. La presencia de Jess, elSalvador, es la realizacin plena de la ac-cin salvfica del Padre. l dice a todos:convertos y creed la Buena Noticia. SanMximo de Turn comenta:

    Nada hay tan grato y querido por Dios, comoel hecho de que los hombres se conviertan a lcon sincero arrepentimiento (Carta 2).

    Y San Clemente Romano: Recorramos todas las etapas de la historia, y

    veremos cmo en cualquier poca el Seor haconcedido oportunidad de arrepentirse a todos losque han querido convertirse a l (1 Carta a losCorintios 7).

    Jess les dijo: venid conmigo y os harpescadores de hombres (Mc 1,17). Fe-liz cambio de pesca! Jess les pesca a ellospara que, a su vez, ellos pesquen a otrospescadores. Primero se hacen peces paraser pescados por Cristo; despus ellosmismos pescarn a otros... Observa SanJernimo:

    Y le siguieron. La fe verdadera no conoceintervalo; tan pronto oye, cree, sigue, y convierteal hombre en pescador... Yo pienso que dejandolas redes dejaron los pecados del mundo... Noera, en efecto, posible que, siguiendo a Jess, con-servaran las redes (Comentario al Evangelio deSan Marcos).

    Martes Aos impares

    Hebreos 2,5-12: Dios juzg convenien-te perfeccionar y consagrar con sufrimien-tos al gua de su salvacin. La condicinde Cristo en su vida terrena es aparente-mente contradictoria. Comenta San Agus-tn:

    Considera como dicho de l: ha sido hechoun poco inferior a los ngeles (Heb 2, 7). Y si yahas puesto tus ojos en su forma de siervo, no te

  • 5quedes en ella, levntate por encima y confiesaque Cristo es igual al Padre. Por qu oyes contanto agrado: El Padre es mayor que yo? Es-cucha con mayor satisfaccin an: Yo y el Pa-dre somos una misma cosa (Jn 10,30).

    sta es la fe catlica, que navega como entreEscila y Caribdis, como se navega en el estrechoentre Sicilia e Italia: por una parte rocas queprovocan el naufragio; y por otra, remolinos quedevoran las naves. Si la nave va a dar contra lasrocas, se destrozan; si va a parar al remolino, esengullida (Sermn 229 G,4).

    El pensar en Cristo o en cualquier otropunto del campo de la fe, hay que tenercuidado de ir siempre por el buen cami-no, sin desviarse, sin caer ni en excesosni en defectos. Lo conseguiremos siem-pre si seguimos la doctrina de la Iglesia.Como dice el concilio Vaticano II,

    la Tradicin, la Escritura y el Magisterio dela Iglesia, segn el plan prudente de Dios, estnunidos y ligados de tal modo que ninguno puedesubsistir sin los otros. Los tres, cada uno segnsu carcter, y bajo la accin del nico EsprituSanto, contribuyen eficazmente a la salvacinde las almas (Dei Verbum 10).

    La grandeza del hombre adquiere suverdadera dimensin al contemplar la hu-manidad de Cristo, exaltada en la resu-rreccin. La verdadera humanidad se al-canza al compartir la grandeza y la gloriade Jess resucitado. Es la obra de Diosen Jesucristo y en nosotros, cantada porel Salmo 8: Seor, Dueo nuestro, quadmirable es tu nombre en toda la tierra!Qu es el hombre para que te acuerdesde l el ser humano para darle poder? Lohiciste poco inferior a los ngeles, lo co-ronaste de gloria y dignidad... Diste atu Hijo el mando sobre las obras de tusmanos. Todo lo sometiste bajo sus pies.

    Aos pares1 Samuel 1,9-20: El Seor se acord

    de Ana, que vino a ser madre de Samuel.El Seor escucha la splica de los humil-des y stos glorifican a Dios. Siempre la

    afliccin ser una escuela de ferviente ora-cin; una oracin no solo de palabras, sinonacida del corazn. Muchas veces losSantos Padres nos hablan bellamente dela oracin. Oigamos a Tertuliano:

    En el pasado la oracin alejaba las plagas, des-vaneca los ejrcitos de los enemigos, haca cesarla lluvia. Ahora, la verdadera oracin aleja la ira deDios, implora en favor de los enemigos, suplicapor los perseguidores. Y qu tiene de sorpren-dente que pueda hacer bajar del cielo el agua delbautismo, si pudo tambin impetrar las lenguas defuego? Solamente la oracin vence a Dios; peroCristo la quiso incapaz del mal y poderosa para elbien...

    La oracin fortaleci a los dbiles, cur a losenfermos, liber a los endemoniados, abri lasmazmorras, solt las ataduras de los inocentes. Laoracin perdona los delitos, aparta las tentacio-nes, extingue las persecuciones, consuela a lospusilnimes, recrea a los magnnimos, conduce alos peregrinos, mitiga las tormentas, aturde a losladrones, alimenta a los pobres, rige a los ricos,levanta a los cados, sostiene a los que van a caer,apoya a los que estn en pie... Qu ms decir enhonor de la oracin? Incluso or el mismo Seor,a quien corresponde el honor y la fortaleza por lossiglos de los siglos (La oracin 29,2).

    Dios manifiesta su fuerza en la debili-dad de las criaturas, como se ha visto enel caso de Ana. Ella viene a ser madre deSamuel por el poder misericordioso deDios, al que haba implorado con una ora-cin salida de lo ms ntimo de su cora-zn. Y nosotros mismos, que tenemos ex-periencia de los favores de Dios, canta-mos con jbilo el mismo cntico de Ana,anunciando a todos los hombres la mise-ricordia de Dios salvador:

    Mi corazn se regocija por el Seor,mi Salvador. Mi poder se exalta por Dios;mi boca se re de mis enemigos, porquegozo con tu salvacin. Se rompen los ar-cos de los valientes, mientras los cobar-des se cien de valor. Los hartos se con-tratan por el pan, mientras los hambrien-tos engordan... El Seor da la muerte y lavida, hunde en el abismo y levanta; da la

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    pobreza y la riqueza, humilla y enaltece.Levanta del polvo al desvalido, alza de labasura al pobre, para hacer que se sienteentre prncipes y herede un trono de glo-ria.

    Marcos 1,21-28: Les enseaba conautoridad. Jess se manifiesta en la sina-goga, enseando con autoridad y curan-do a un poseso. Los testigos de tales acon-tecimientos quedan estupefactos y la famade Jess comienza a extenderse. Cristotiene todo el poder salvador del Padre, do-mina sobre todas las cosas, y puede co-municar a los hombres el amor del Pa-dre. Por eso una de las manifestacionesde este poder es su capacidad de expulsaral demonio, es decir, de dominar al anti-poder, al enemigo del Padre, quitndoleel seoro que tiene sobre los hombres.

    Tambin nosotros estamos dominadoscon frecuencia por el poder enemigo, quees todo lo que ahoga en nosotros el amorde Dios. Y esa cautividad nuestra solo pue-de superarse dejndonos dominar por elpoder salvador de Cristo. Comenta SanAgustn:

    Qu dijeron los demonios?: Sabemos quineres t, el Hijo de Dios. Y escucharon: Ca-llad!. No dijeron ellos lo mismo que dijo Pedro,cuando [Jess] les pregunt [a los discpulos]:Quin dice la gente que soy yo? Despus deque escuch lo que opinaban las gentes de fuera,volvi a interrogarles, diciendo: Y vosotros,quin decs que soy yo? Respondi Pedro: Teres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Lo que dije-ron los demonios, eso mismo lo dijo Pedro. Perolos demonios escucharon: Callad! Y en cam-bio a Pedro le dijo: Dichoso eres t.

    Pues bien, distnganos a nosotros lo que lesdistingua a ellos. Qu mova a los demonios? Eltemor. Y a Pedro? El amor. Elegid y amad. Es lafe tambin la que distingue a los cristianos de losdemonios... Pero si nos distinguimos en la fe,distingmonos de igual manera en las costumbresy en las obras, inflamndonos de la caridad de queestaban privados los demonios (Sermn 234,3).

    MircolesAos impares

    Hebreos 2,14-18: Tena que parecerseen todo a sus hermanos para ser compa-sivo y Pontfice fiel. El sacerdocio de Cris-to fue eficacsimo: venci al prncipe dela muerte y libr la humanidad. El plande salvacin querido por Dios no era sal-var al hombre sin el hombre. Pero estoslo pudo hacerlo Cristo: Dios y hombreal mismo tiempo.

    Es un sacerdocio el de Cristo muy di-verso al de los judos y al de los paganos.Cristo tom para S una naturaleza hu-mana. Comentando ese texto de los He-breos, dice San Juan Crisstomo:

    Qu quiere decir tiende una mano [a loshijos de Abrahn]? Por qu no dijo: asumi, sinoque utiliz esta expresin: tiende una mano? Por-que este verbo hace referencia a los que persiguena sus adversarios, y ponen todos los medios paracapturar a los fugitivos y apresar a los que seresistan. En efecto, la naturaleza humana habahuido de l y haba huido muy lejos, porque dice[el Apstol] que estbamos muy lejos de Dios ysin Dios en el mundo (Ef 2,12). Por eso lmismo nos persigui y nos tom para S. El Aps-tol hace ver que hizo todo esto por puro amor a loshombres, por caridad y por solicitud hacia noso-tros (Homila sobre Hebreos 2).

    En Jesucristo, que es el s a todaslas promesas, Dios nos reconcili consi-go mismo. En el realismo de su Encarna-cin y muerte, Dios mismo llev la obraredentora a su perfeccin. Es la manifes-tacin ms definitiva y clara de la fideli-dad de Dios a sus promesas. Por eso can-tamos con el Salmo 104:

    El Seor se acuerda de su Alianza eter-namente. Dad gracias al Seor, invocadsu nombre, dad a conocer sus hazaas alos pueblos, cantadle al son de instrumen-tos, hablad de sus maravillas. Gloriaos de

  • 7su nombre santo, que se alegren los quebuscan al Seor. Recurrid al Seor y a supoder, buscad continuamente su rostro.

    Aos pares1 Samuel 3,1-10.19-20: Habla, Seor,

    que tu siervo escucha. Samuel es llamadoal ministerio proftico. l fue fiel al Se-or. Es admirable y ejemplar la relacinde Samuel y el sacerdote El. Jerarqua yprofetismo proceden de Dios y se com-pletan. El profetismo insumiso, descara-do y separado de la jerarqua no es deDios. As lo ensea San Ignacio de An-tioqua:

    Es conveniente obedecer sin ningn gnero defingimiento, porque no es a ste o aqul obispoque vemos a quien se tratara de engaar, sino queel engao ira dirigido contra el obispo invisible;es decir, en este caso ya no es contra un hombremortal, sino contra Dios, a quien aun lo escondi-do est patente (Carta a los Magnesios 1).

    Y San Bernardo: Qu ms da que Dios nos manifieste su vo-

    luntad por S mismo o por sus ministros, ya seanngeles, ya sean hombres? (De los preceptos ydisposiciones 9).

    La vocacin de Samuel es modelo deprontitud en la respuesta. ste es el me-jor sacrificio de alabanza que se puedeofrecer a Dios. Hay que ofrecer a Diosuna obediencia total y sincera, y tener enl plena confianza, total abandono en susmanos. Digamos, pues, con el Salmo 39:

    Yo esperaba con ansia al Seor: l seinclin y escuch mi grito. Dichoso elhombre que ha puesto su confianza en elSeor, y no acude a los idlatras, que seextravan con engaos. T no quieres sa-crificios ni ofrendas, y en cambio meabriste el odo. No pides sacrificio expia-torio, entonces yo digo: Aqu estoy,como est escrito en mi libro, para ha-cer tu voluntad. Dios mo, llevo tu leyen las entraas. He proclamado tu salva-

    cin ante la gran asamblea: no he cerradolos labios; Seor, T lo sabes.

    Marcos 1,29-39: Cur a muchos en-fermos de muchos males. Las curacionesmilagrosas son seales del poder salva-dor de Cristo. Con sus milagros manifiestaJesucristo que el reino mesinico, anun-ciado por los profetas, est ya presente ensu persona. As atrae la atencin a S mis-mo y hacia la Buena Nueva del Reino quel encarna; y suscita una admiracin yun temor religioso. Comenta San Jerni-mo:

    Ojal venga [Jess] y entre en nuestra casa y,con un mandato suyo, cure la fiebre de nuestrospecados! Porque todos nosotros tenemos fiebre.Tengo fiebre, por ejemplo, cuando me dejo llevarpor la ira. Existen tantas fiebres como vicios. Porello, pidamos a los Apstoles que intercedan anteJess para que venga a nosotros y nos tome de lamano; pues si l toma nuestra mano, la fiebrehuye al instante. l es un mdico egregio, el ver-dadero protomdico. Sabe tocar sabiamente lasvenas y escrutar los secretos de las enfermedades.No toca el odo, no toca la frente, no toca ningunaotra parte del cuerpo, sino la mano.

    Aquella mujer tena la fiebre porque no poseaobras buenas. Primero, por tanto, hay que sanarlas obras y luego quitar la fiebre. No puede huir lafiebre si no son sanadas las obras. Cuando nues-tra mano posee obras malas, yacemos en el lechosin podernos levantar, pues estamos sumidos to-talmente en la enfermedad (Comentario a SanMarcos 3,5).

    JuevesAos impares

    Hebreos 3,7-14: Animaos unos a otrosmientras dura este hoy. Este texto de lacarta a los Hebreos est centrado en elSalmo 94, por medio del cual el Seornos exhorta a la fidelidad. Hemos de es-cuchar la voz del Seor en el tiempo pre-sente, para que nuestros corazones no seendurezcan. Debemos mantener viva lafe, para anticipar la visin de las realida-des que nos han sido prometidas.

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    La fe garantiza a los cristianos que sudispersin y su actual situacin en el de-sierto del mundo es el preludio de unabienaventurada escatologa real. Los fie-les han de servirse del mundo y vivir enl, sin sustraerse de l. Es decir, han devivir en el mundo, como si vivieran fuerade l.

    Muchos Padres han tratado del valorinmenso de la fe. Escuchemos a San Cle-mente Romano:

    Procuremos hacernos dignos de la bendicindivina y veamos cules son los caminos que nosconducen a ella. Consideremos aquellas cosas quesucedieron al principio. Cmo obtuvo nuestroPadre Abrahn la bendicin? No fue acaso por-que practic la justicia y la verdad por medio de lafe?...

    Tambin nosotros, llamados por su benepl-cito en Cristo Jess, somos justificados no pornosotros mismos, ni por nuestra sabidura o inte-ligencia, ni por nuestra piedad, ni por las obrasque hayamos practicado con santidad de corazn,sino por la fe, por la cual Dios todopoderoso jus-tific a todos desde el principio. A l sea la gloriapor los siglos de los siglos. Amn (Carta a losCorintios 31-33).

    A la palabra de Dios recibida en la lec-tura anterior respondemos con el mismoSalmo 94. Oigamos la llamada: Ojal es-cuchis hoy la voz del Seor. No endu-rezcis el corazn. Ese hoy ha sidoya inaugurado por Jesucristo. Estamos vi-viendo los tiempos definitivos. ste es eltiempo de la gracia y nosotros hemos deresponder con gran fe. As entraremosen el descanso del Seor. Ese hoy esun grito de urgencia:

    Ojal escuchis la voz del Seor. Noendurezcis el corazn. Entrad, postrmo-nos por tierra, bendiciendo al Seor, Crea-dor nuestro. Porque l es nuestro Dios, ynosotros su pueblo, el rebao que l gua.Slo teniendo un gran espritu de fe po-demos poner en prctica cuanto se nos diceen este Salmo.

    Aos pares1 Samuel 4,1-11: Derrotaron a los is-

    raelitas, y el arca de Dios fue capturada.Nuestra vida en la tierra es un combatecontinuo. No basta, pues, para nuestra vidareligiosa un culto externo, como muchasveces advierten los profetas. Es necesariala prctica de las virtudes y la verdaderainterioridad en el culto, de modo que steproceda del corazn.

    Cuando esto falta, Dios detesta el cultoy el pueblo es castigado. No todo el quedice Seor, Seor... (Mt 7,21) Este pue-blo me honra con sus labios, pero su co-razn est muy lejos de M (Mt 15,8; Is29,13). Por eso hemos de luchar con lasarmas de la fe y de la verdadera religiosi-dad, como dice San Gregorio de Nisa:

    El enemigo de nuestra alma tiende muchastrampas ante nuestros pasos, y la naturaleza hu-mana es, de por s, demasiado dbil para conse-guir la victoria sobre el enemigo... Por eso es ne-cesario que quien desprecia las grandezas de estemundo y renuncia a su gloria vana, renuncie tam-bin a su propia vida. Renunciar a la propia vidasignifica no buscar nunca la propia voluntad, sinola voluntad de Dios y hacer del querer divino lanorma nica de la propia conducta; significa tam-bin renunciar al deseo de poseer cualquier cosaque no sea necesaria o comn.

    Quien as obra se encontrar ms libre y dis-puesto para hacer lo que le mandan los superio-res, podr realizarlo prontamente con alegra ycon esperanza, como corresponde a un servidorde Cristo, redimido para el bien de sus hermanos(Tratado de la conducta cristiana).

    Quien es fiel en su vida a la voluntadde Dios es el que le da el culto que l me-rece, y que l no desprecia, pues ve queprocede de un corazn contrito y humi-llado.

    Los israelitas no obraron el bien y hu-bieron de sufrir por mano de los filisteosel castigo merecido. El Arca de Dios fue

  • 9capturada, y as perdieron lo ms sagra-do que ellos tenan. Tambin nosotros he-mos pecado. Tambin tenemos necesi-dad de la misericordia divina. Y la pedi-mos con el Salmo 43:

    Redmenos, Seor, por tu misericor-dia. Ahora nos rechazas y nos avergen-zas, y ya no sales, Seor, con nuestrastropas; nos haces retroceder ante el ene-migo, y nuestro adversario nos saquea.Nos haces el escarnio de nuestros veci-nos, irrisin y burla de los que nos ro-dean. Nos has hecho el refrn de los gen-tiles, nos hacen muecas las naciones. Se-or, ten misericordia de nosotros, no ol-vides nuestra desgracia y opresin.

    La muerte del pecado se realiz cierta-mente en el bautismo. Sin embargo anpermanecen en nosotros las secuelas delpecado con sus concupiscencias. Senti-mos viva la ley del pecado, que dominanuestros miembros (Rom 7,32). Tene-mos, pues, necesidad de conversin yde un culto sincero, que proceda de la fey de los ms hondo del corazn, y quese refleje en nuestras obras.

    Marcos 1,40-45: Se le quit la lepray qued limpio. Este milagro es signo delpoder del Hijo de Dios. El hecho prodi-gioso se divulga, contra la voluntad delSalvador, y se enciende el entusiasmo delpueblo. Verdaderamente solo en Cristoest nuestra salvacin.

    Los Santos Padres ven muchas vecesen la lepra un smbolo de la enfermedadprofunda del pecado. As, por ejemplo,San Atanasio:

    Sin contentarse con haber encontrado el mal,el alma humana, poco a poco, se fue precipitan-do en lo peor... As, desviada del bien y olvidan-do que ella es imagen del Dios bueno, el poderque obra en ella no le deja ver ya al Dios Verbo,la semejanza a la que ella fue hecha; y saliendode s misma, no piensa ni imagina sino la nada.Ella ha escondido en los repliegues de los deseoscorporales el espejo que hay en ella; por el cual

    solo poda ver la imagen del Padre. Y as ahora nove ya ms aquello en lo que un alma debe pensar.Al contrario, vuelta hacia todos los lados, slo veaquello que cae bajo los sentidos.

    As, llena el alma de toda clase de deseos car-nales y ofuscada por la falsa opinin que de ellosse ha hecho, acaba por imaginarse como las cosascorporales y sensibles a Dios, de cuyo pensa-miento se ha olvidado, y da a las apariencias elnombre de Dios. Ella no aprecia ms que aquelloque ve y contempla como algo agradable. Ello es,pues, el mal, la causa y el origen de la idolatra(Tratado contra los paganos 2 y 8).

    Solo el Salvador puede sanarnos de estalepra. La lepra se le quit inmediatamen-te y qued limpio.

    ViernesAos impares

    Hebreos 4,15.11: Esforcmonos en en-trar en el descanso del Seor. Para llegara ello es menester evitar los ejemplos deincredulidad del antiguo Israel. Es nece-sario adherirnos por la fe al mensaje desalvacin que Cristo nos ense con supalabra, su vida, su muerte y resurrec-cin. Entrar en el descanso es entrar enla intimidad de Dios. La paz interior delhombre es don de la gracia de Dios reci-bida en una colaboracin asctica fiel. Co-menta San Juan Crisstomo:

    Pensemos que nuestra vida no es otra cosaque un combate, y nunca buscaremos el reposo.Nunca consideremos la afliccin como algo ex-traordinario. Hemos de parecemos al atleta, queno mira la lucha como algo inesperado. No estodava tiempo de descansar; hace falta que nosperfeccione el sufrimiento (Homila sobre He-breos 5).

    As llegaremos a la unin con Dios. Porla cruz a la luz, por el combate a la pazeterna, al gozo espiritual.

    Todo el Antiguo Testamento se escri-bi para leccin nuestra. La historia delpueblo de Israel fue la historia de su ne-gativa a los beneficios de Dios. Por eso,

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    no entraron en su descanso. Se olvidaronde los preceptos del Seor. No cumplie-ron sus mandatos. Ahora nosotros tene-mos acceso a la ntima unin con Diosgracias a Cristo, siguiendo sus ejemplos,obedeciendo su doctrina.

    As lo confesamos en el Salmo 77: Noolvidis las acciones de Dios. Lo que o-mos y aprendimos, lo que nuestros pa-dres nos contaron, lo contaremos a la fu-tura generacin: las alabanzas del Seory su poder. Que lo cuenten a sus hijos,para que guarden Sus mandamientos. Paraque no imiten a sus padres, generacinrebelde y pertinaz, generacin de cora-zn inconstante, de espritu infiel a Dios.

    Aos pares1 Samuel 8,4-7.10-22: Gritaris con-

    tra el rey, pero Dios no os responder. Elpueblo quiere tener un rey, pero Samuelve ese deseo con reticencia: Yav es elnico rey de Israel. De hecho, la monar-qua slo se impuso y consolid con Da-vid. Tambin nosotros hemos de ponernuestra confianza en la autoridad del Se-or, ejercitada en las autoridades de laIglesia, evitando apoyar nuestra esperan-za en poderes humanos. Escuchemos laexhortacin de San Ireneo:

    Siendo nuestros argumentos de tanto peso,no hay para qu ir a buscar de otros la verdad quetan fcilmente se encuentra en la Iglesia, ya quelos Apstoles depositaron en ella, como en unadespensa opulenta, todo lo que pertenece a laverdad, a fin de que todo el que quiera puedatomar de ella la bebida de la vida. Y sta es lapuerta de la vida; todos los dems son salteadoresy ladrones. Por esto hay que evitarlos, y en cam-bio hay que poner suma diligencia en amar lascosas de la Iglesia y en captar en ella la tradicinde la verdad (Tratado contra las herejas 3,4).

    La misma doctrina viene dada por SanVicente de Lerin:

    El verdadero y autntico catlico es el queama la verdad de Dios y a la Iglesia, cuerpo de

    Cristo; aquel que no antepone nada a la religindivina y a la fe catlica. No les antepone la auto-ridad de un hombre, ni el amor, ni el genio, ni laelocuencia, ni la filosofa; sino que, despreciandotodas estas cosas y permaneciendo slidamentefirme en la fe, est dispuesto a admitir y a creersolamente lo que la Iglesia siempre y universal-mente ha credo (Conmonitorio 20).

    A pesar de la contumacia del pueblo,que exige un rey humano, Yav ser eter-namente el Rey de Israel. se es el granprivilegio del Pueblo elegido, por haberpactado una alianza con Dios. Pero Israelmuchas veces es infiel a la alianza conDios, y en la plenitud de los tiempos noacoge al Mesas, Cristo Jess. Para el nuevoIsrael, la Iglesia, no hay mayor honor ybienaventuranza que tener a Cristo comoSeor, pastor y gua. As lo rezamos en elSalmo 88:

    Cantar eternamente tus misericordias,Seor. Dichoso el pueblo que sabe acla-marte: caminar, oh Seor, a la luz de turostro. Tu nombre es su gozo cada da, tujusticia es su orgullo. Porque T eres suhonor y su fuerza, y con tu favor realzasnuestro poder. Porque el Seor es nues-tro escudo y el Santo de Israel, nuestroRey.

    Marcos 2,1-12: El Hijo del hombre tie-ne potestad para perdonar los pecados.l es Dios. El vino para eso, para quitarel pecado del mundo. Por eso nosotrosnos presentamos ante el Seor como pe-cadores, como pobres paralticos, carga-dos de pecados. Y Cristo nos sana y nosperdona. El establece en la Iglesia un sa-cramento: el de la penitencia o reconci-liacin, para perdonar los pecados de to-dos los que con buena disposicin se acer-quen al sacerdote. Comenta San Ambro-sio:

    El Seor es grande: a causa de unos perdona aotros, y mientras prueba a unos, a otros les per-dona sus faltas. Por qu, oh hombre, tu compa-ero no puede nada en ti, mientras que en cambio

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    ante el Seor su siervo tiene un ttulo para inter-ceder y un derecho para impetrar? T que juz-gas, aprende a perdonar; t que ests enfermo,aprende a implorar. Si no esperas el perdn defaltas graves, recurre a los intercesores, recurre ala Iglesia, que ora por ti y, en atencin a ella, elSeor te otorgar lo que El ha podido negar.

    Hemos de creer que el cuerpo de este paral-tico ha sido curado verdaderamente, y reconocertambin la curacin del hombre interior, a quienle han sido perdonados sus pecados. Por su par-te, los judos, afirmando que solo el Seor puedeperdonar los pecados, confesaron vigorosamen-te la divinidad del Seor, y con su juicio traicio-naron su mala fe, puesto que a la vez exaltan laobra y niegan la persona.

    Es, pues, gran locura que este pueblo infiel,habiendo conocido que slo Dios puede perdo-nar los pecados, no crea en [Cristo] cuando per-dona los pecados. El Seor, que quiere salvar alos pecadores, demuestra claramente su divini-dad por su conocimiento de las cosas ocultas ypor sus acciones prodigiosas (Comentario aSan Lucas lib. 5,11-12).

    SbadoAos impares

    Hebreos 4,12-16: Acerqumonos contoda confianza al trono de la gracia. Lapalabra de Dios es viva y eficaz: juzga aquien la escucha. Llenos de la fuerza deJess, Hijo de Dios y Sumo Sacerdote,en todo semejante a nosotros menos enel pecado, permanezcamos firmes en lafe para alcanzar la misericordia de Dios.Dos verdades preciosas se nos revelan enese texto: el valor de la Palabra de Diosy la condicin de Cristo, Sumo y EternoSacerdote. As contempla San GregorioNacianceno a Jesucristo, como Palabra ycomo Pontfice, al tiempo que le recono-ce otros altos ttulos:

    T eres llamado Palabra y ests sobre todaslas palabras; t, que ests sobre toda luz, eresllamado Luz (Jn 1,9; 8,12; 12,46). T eres lla-mado Fuego, pero no porque incides sobre lossentidos, sino porque purificas la materia ligeray viciosa (Dt 4,24; Heb 12,29). T eres Espada,

    porque divides y separas el mal del bien (Ef 6,13;Heb 4,12); Bieldo, porque limpias y quitas aque-llo que es ligero y llevado por el viento, y guardaslo que est lleno en los graneros de arriba (Mt3,12; Lc 3,17); Hacha, porque, habiendo tenidopaciencia tanto tiempo, cortas la higuera estril(Mt 3,10; Lc 3,9; Lc 13,6-9); Puerta, porque in-troduces (Jn 10,7-9); Camino, para que nosotrosandemos por el camino recto (Jn 14,6); Oveja,porque eres la vctima (Is 53, 7); Pontfice, queofreces tu Cuerpo (Heb 4,14; 8,1-9; 9,11); Hijo,porque lo eres del Padre (Mt 3,17; 17,5; Mc 1,11;9,7; Lc 2,22; 9,35) (Sermn 37,4).

    Reconocemos la eficacia de la Palabrade Dios, que es espritu y vida, descansoy alegra, luz y felicidad, con el Salmo 18:La ley del Seor es perfecta y es descan-so del alma; el precepto del Seor es fiel einstruye al ignorante. Los mandatos del Se-or son rectos y alegran el corazn; lanorma del Seor es lmpida y da luz a losojos; la voluntad del Seor es pura y eter-namente estable; los mandatos del Seorson verdaderos y enteramente justos.

    Aos pares1 Samuel 9,1-4.17-1910,1: Sal re-

    gir a su pueblo: Dios lo escogi. Peroesta eleccin exige de l un comportamien-to digno. De lo contrario le retirar su fa-vor, como as fue. Hay que corresponder,pues, a la gracia divina, a los dones delSeor. Cuando no hay una corresponden-cia fiel, el corazn se endurece y la vida sehace triste y estril. San Juan Crisstomodice:

    Si eres obediente a la voz de Dios, ya sabesque te est llamando desde el cielo; pero si eresdesobediente y de voluntad torcida, aunque le oye-ras fsicamente, no te bastara. Cuntas veces nole oyeron los judos? A los ninivitas les bast lapredicacin de un profeta. Aquellos, en cambio,permanecieron ms duros que piedras en mediode profetas y de milagros continuos. En la mismaCruz se convirti un ladrn con slo ver a Cristoy, junto a ella, los que haban visto resucitar muer-tos, le insultaban (Homila en honor de San Pa-blo 4).

    1 Semana del Tiempo Ordinario

  • 12 P. Manuel Garrido, O.S.B. Ao litrgico patrstico (4)

    El Seor nos da constantemente gra-cias para ayudarnos en el cumplimientodel deber de cada momento. Al cristianole corresponde acoger fielmente esa gra-cia y as dar el fruto que Dios quiere dar-le.

    En todos los momentos de su historiasupo Israel, llevado por sus profetas, des-cubrir la presencia del Seor. Cuando co-menz la monarqua, descubrieron en elrey la presencia protectora de Israel. Lasvictorias, los xitos, la vida, las bendicio-nes que recaen sobre el rey son manifes-taciones del cuidado del Seor que dirigea su pueblo.

    As contina hoy la historia de la Igle-sia, y con ella, los que reconocemos aCristo como Rey, rezamos el Salmo 20:Seor, el rey se alegra por tu fuerza ycunto goza con tu victoria! Te adelan-taste a bendecirlo con el xito y has pues-to en su cabeza una corona de oro fino.Te pidi vida y se la has concedido, aosque se prolongan sin trmino. Tu victoriaha engrandecido su fama, lo has vestidode honor y de majestad. Le concedes ben-diciones incesantes, lo colmas de gozo entu presencia. El salmo, pues, se refiere aCristo, a su reino de santidad y de gracia,de justicia, de amor y de paz.

    Marcos 2,13-17: No he venido a lla-mar a los justos sino a los pecadores. A lavocacin del Lev sigui un banquete enel que los puritanos se escandalizan por-que Cristo come con los pecadores: Nonecesitan mdico los sanos, sino los en-fermos. Cristo ofrece siempre a los pe-cadores la posibilidad de salvar sus vidas.Slo quiere que acojan la gracia del arre-pentimiento. Que se adhieran a su perso-na y al Padre por la senda del amor. Co-menta San Agustn:

    All estaban [los fariseos], all mostraban sucrueldad: ellos eran quienes le lanzaban reprochesy le decan: Ved que come con publicanos y pe-

    cadores. Formaban parte del mismo pueblo quedaba muerte al mdico, a aquel que con su sangreles preparaba el antdoto. Como el Seor no sloderram sus sangre, sino que hasta se sirvi de sumuerte para confeccionar el medicamento, delmismo modo resucit para dar una prueba de laresurreccin. Con paciencia padeci para ense-arnos la paciencia a nosotros, y en su resurrec-cin nos mostr el premio de esa virtud (Sermn175,3).

    La verdadera justicia se compadece delos pecadores, pero la falsa justicia se apar-ta de ellos. Por eso Cristo recibi con amo-rosa compasin al publicano y a la Mag-dalena, la pecadora. Con qu magnficaplasticidad nos pinta Jess su infinito amorhacia los pecadores en las parbolas delBuen Pastor y del hijo prdigo! Dndeestaramos si el Seor no nos hubiera re-conciliado con su infinito amor?

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    2 Semana

    DomingoEntrada: Que se postre ante Ti, oh

    Dios, la tierra entera; que toquen en tuhonor, que toquen para tu nombre (Sal65,4).

    Colecta (Gregoriano): Dios todopo-deroso, que gobiernas a un tiempo cieloy tierra, escuche paternalmente la ora-cin de tu pueblo, y haz que los das denuestra vida se fundamenten en tu paz.

    Ofertorio (Veronense): Concdenos,Seor, participar dignamente de estos san-tos misterios, pues cada vez que celebra-mos este memorial del sacrificio de Cris-to, se realiza la obra de nuestra reden-cin.

    Comunin: Preparas una mesa ante my mi copa rebosa (Sal 22,5). Nosotroshemos conocido el amor que Dios nostiene y hemos credo en l (1 Jn 4,16).

    Postcomunin (como las dos oracio-nes anteriores, se encontraba en el Misalanterior, y sta ha sido retocada segn elVeronense): Derrama, Seor, sobre no-sotros tu espritu de caridad, para que,alimentados por el mismo pan del cielo,permanezcamos unidos en el mismoamor.

    CICLO ALa finalidad de la Encarnacin del Ver-

    bo se manifiesta en el ansia profunda delCorazn de Cristo Redentor para llevar alos hombres, purificados de sus pecados,hasta la condicin de hijos de Dios. Paraconseguirlo, los ilumina primero con supalabra y su vida, y los santifica, al fin,con su propio sacrificio, como Corderodestinado a expiar los pecados de todoslos hombres. As lo vemos en las lecturassiguientes:

    Isaas 49,3.5-6: Te hago Luz de lasnaciones, para que seas mi salvacin.Todo hombre, de cualquier condicin yorigen, necesita de la salvacin. Jess esel Siervo de Dios, que tiene poder parailuminar y reconciliar a todos los hom-bres hasta el ltimo confn de la tierra. ElSiervo, en su condicin difcil, pero pre-ciosa, experimenta la dureza del corazndel Pueblo elegido. Pero sufre paciente-mente, para que todos podamos ser comol. Comenta San Gregorio Nacianceno:

    Vengamos a ser como Cristo, ya que Cristo escomo nosotros. Lleguemos a ser dioses por l, yaque l es hombre por nosotros. l ha tomado loque es inferior para darnos lo que es superior. Seha hecho pobre para que su pobreza nos enriquez-ca (2 Cor 8,9); ha tomado forma de esclavo (Flp2,7) para que nosotros recobremos la libertad(Rom 8,1); se ha abajado para alzarnos a noso-tros; acept la tentacin para hacernos vencedo-res; ha sido deshonrado para glorificarnos; muripara salvarnos y subi al cielo para unirnos a susquito, a nosotros que estbamos derribados acausa del pecado (Sermn 1,5).

    Con el Salmo 39 unimos nuestra voza la de Cristo y cantamos: Aqu estoy,Seor, para hacer tu voluntad. Yo espe-raba con ansia al Seor: l se inclin yescuch mi grito; me puso en la boca un

    2 Semana del Tiempo Ordinario

  • 14 P. Manuel Garrido, O.S.B. Ao litrgico patrstico (4)

    cntico nuevo, un himno a nuestro Dios...He proclamado su salvacin ante la granasamblea.

    1 Corintios 1,1-3: Gracia y paz os dnuestro Padre y Jesucristo, nuestro Seor.Es por Cristo, Salvador por quien el Pa-dre nos ofrece la gracia que nos reconci-lia y la paz que nos salva. En la Carta aDiog-neto leemos:

    Nadie jams ha visto ni ha conocido a Dios,pero l ha querido manifestarse a S mismo. Semanifest a travs de la fe, que es la nica a la quese le concede ver a Dios. Porque Dios es Seor yCreador de todas las cosas, que todo lo hizo ytodo lo dispuso con orden, no slo am a loshombres, sino que tambin fue paciente con ellos.Siempre lo fue, lo es y lo ser: bueno, benigno,exento de toda ira, veraz; ms an l, es el nicobueno. Despus de haber concebido un designiogrande e inefable se lo comunic a su nico Hijo.

    Mientras mantena oculto su sabio designio ylo reservaba para S, pareca abandonarnos y olvi-darse de nosotros. Pero, cuando lo revel pormedio de su amado Hijo y manifest lo que habaestablecido desde el principio, nos dio juntamentetodas las cosas: participar de sus beneficios y very comprender sus designios. Quin de nosotroshubiera esperado jams tanta generosidad?

    Dios, que todo lo haba dispuesto junto con suHijo, permiti que hasta el tiempo anterior a lavenida del Salvador viviramos desviados del ca-mino recto, atrados por los deleites y concupis-cencias, y nos dejramos arrastrar por nuestrosimpulsos desordenados... Nos dio a su propioHijo como precio de nuestra redencin: entreg alque es santo para redimir a los impos, al inocentepor los malos, al justo por los injustos, al inco-rruptible por los corruptibles, al inmortal por losmortales...

    Oh admirable intercambio, mediacin incom-prensible, beneficios inesperados: que la impie-dad de muchos sea cubierta por un solo justo, yque la justicia de uno solo justifique a tantos im-pos! (Diogneto 8).

    Juan 1,29-34: ste es el Cordero deDios, que quita el pecado del mundo. Trasproclamar la necesidad de la penitencia yde la conversin, el Bautista coron sumisin de Precursor, sealando en Jess

    la presencia santificadora del Cordero deDios. Unas ocho veces ha comentado SanAgustn este pasaje evanglico :

    Demuestra que tienes amor al Pastor amandoa las ovejas, pues tambin las ovejas son miem-bros del Pastor. Para que las ovejas se conviertanen miembros suyos, fue conducido al sacrificiocomo una oveja (Is 53, 7); para que las ovejas sehicieran miembros suyos, se dijo de l: He aqu elCordero de Dios que quita el pecado del mundo(Jn 1, 29). Pero, grande es la fortaleza de esteCordero. Quieres conocer cunta fortaleza mos-tr tener? Fue crucificado el Cordero y resultvencido el len. Ved y considerad con cunto po-der rige el mundo Cristo, el Seor, si con su muertevenci al diablo. Ammosle, pues; nada tengamosen mayor aprecio (Sermn 225,1-2).

    Jess es el nico justo en medio deaquella muchedumbre que confesaba suspecados. l es el Cordero de Dios. Aquin se refiere esta imagen?: Al corderosacrificado en el templo?, al corderopascual?, al Siervo de Yahv? A los tres almismo tiempo. Y esa imagen significa quel es inocente, lleno de mansedumbre, deperfeccin ritual y de santidad, y que sersacrificado en la Cruz para salvar a todoslos hombres de sus pecados, para irra-diar en todas partes la Luz sin ocaso consu palabra y con su vida.

    CICLO BDios nos ha hablado con impresionante

    realismo en la Encarnacin de su Verboeterno, hecho hombre como nosotros,igual a nosotros en todo, menos en el pe-cado. Por eso todo dilogo autntico en-tre el hombre y Dios se ha de hacer a tra-vs de Jesucristo. Quien rechaza a Cristo,rechaza a Dios y se coloca fuera de la sal-vacin redentora.

    1 Samuel 3,3-10.19: Habla, Seor,que tu siervo escucha. El episodio de lavocacin del profeta Samuel es un claroexponente del derecho de Dios a condi-cionar decisivamente la vida del hombre

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    con su libre llamamiento. Y es tambinun ejemplo de la autntica respuesta hu-mana ante la vocacin divina. Oigamos aCasiano:

    Hay tres gneros de llamamiento. Uno cuan-do nos llama Dios directamente; otro, cuandonos llama por medio de los hombres; y el tercero,cuando lo hace por medio de la necesidad (Co-laciones 3).

    Muchos son los caminos que conducen aDios. Por eso, cada cual debe seguir con deci-sin irrevocable el modo de vida que primeroabraz, mantenindose fiel en su direccin pri-mera. Cualquiera que sea la vocacin escogida,podr llegar a ser perfecto en ella (ib. 14).

    Aqu estoy, dice Samuel, porque mehas llamado. San Jernimo escribe almonje Heliodoro:

    Recuerda el da en que entraste en filas, cuan-do sepultado con Cristo en el bautismo, jurastelas palabras del sacramento: que por el nombredel mismo Cristo, no tendras cuenta con padreni madre. Mira que el enemigo tiene empeo enmatar a Cristo en tu pecho. Mira que el donativoo soldada que, al entrar en la milicia, recibiste escodiciado por los campamentos contrarios... Se-cos los ojos, vuela al estandarte de la cruz. Eneste caso, es verdadera piedad ser cruel (Carta14).

    Con el Salmo 39 le decimos al Seoruna vez ms: Aqu estoy, para hacertu voluntad. Yo esperaba con ansia alSeor; l se inclin y escuch mi grito;me puso en la boca un cntico nuevo, unhimno a nuestro Dios... Dios mo, lo quie-ro, llevo tu ley en mis entraas.

    1 Corintios 6,13-15.17-20: Vuestrosmiembros son miembros de Cristo. La vo-cacin cristiana es integral. Afecta tam-bin a nuestro cuerpo para la santidad.No se es cristiano con slo el pensamien-to y el alma. Dios llama al hombre ente-ro, le reclama hasta lo ms ntimo de sucorazn. As lo explica San Gregorio deNisa

    Considerando que Cristo es la luz verdade-ra (Jn 1,9), sin mezcla posible de error alguno,

    nos damos cuenta de que tambin nuestra vida hade estar iluminada con los rayos de la luz verdade-ra. Los rayos del sol de justicia son las virtudesque de l emanan para iluminarnos; para que de-jemos las actividades de las tinieblas y nos con-duzcamos, como en pleno da, con dignidad (Rom13, 1) y, apartando de nosotros las ignominias quese cometen a escondidas, obrando en todo a plenaluz, nos convirtamos tambin nosotros en luz y,como es propio de la luz, iluminemos a los demscon nuestras obras.

    Y si tenemos en cuenta que Cristo es nuestrasantificacin (1 Cor 1,10), nos abstendremos detoda obra y pensamiento malo e impuro, con locual demostraremos que llevamos con sinceridadsu mismo nombre, mostrando la eficacia de estasantificacin, no con palabras, sino con los actosde nuestra vida.

    Adems, cuando decimos que Cristo es nues-tra redencin, lo consideramos como el precio quenos gana la inmortalidad y nos hace posesin suya,comprados a la muerte por su vida (1 Tim 2,6). Ysi somos de Aquel que nos redimi, sigamos entodo al Seor, de manera que ya no seamos dueosde nosotros mismos, sino que el Seor es Aquelque nos compr (1 Cor 6,20) y nosotros somossus siervos. Su voluntad es, pues, para nosotrosley de vida (Tratado sobre el perfecto modelo decristiano 4.6).

    Juan 1,35-42: Vieron donde viva y sequedaron con El. En toda vocacin cris-tiana Cristo es el centro, y es quien poneal hombre en sintona garantizada con lavoluntad de Dios, que as le elige y le lla-ma. Jess quiere que los dos discpulos veany contemplen personalmente. Lo que ellosvieron debi de ser algo impresionante,segn deducimos de lo que despus hi-cieron. Estos apstoles comunican a otrossu inmenso gozo, para ganarlos tambinpara Jesucristo. Comenta San Agustn:

    Los dos discpulos, al orle hablar as, van en posde Jess. Se vuelve Jess, ve que le siguen y lesdice: qu buscis? Responden ellos: Maestro,dnde moras? Ellos todava no le siguen, comopara quedarse a vivir con l... Pero l les muestradnde vive, y ellos estn con El. Qu da tan felizpasan y qu noche tan deliciosa! Hay quien seacapaz de decirnos lo que oyeron de la boca del Se-or?

    2 Semana del Tiempo Ordinario

  • 16 P. Manuel Garrido, O.S.B. Ao litrgico patrstico (4)

    Edifiquemos tambin nosotros mismos y ha-gamos una casa en nuestro corazn, adonde vengaEl a ensearnos y hablar con nosotros (Sermn203,2).

    CICLO CLa Iglesia nos invita en estos domingos

    que hoy comienza a seguir al Corazn deCristo en los primeros pasos de su vidapblica, y nos ensea a escuchar su pala-bra, asimilarla y seguirla; y tambin a re-cibir sus hechos, es decir, a aprender lec-ciones de vida y de santidad evanglica.Ser cristiano no consiste solamente en re-cordar unos hechos y conocer unas doc-trinas, sino en aprender a vivir una vidanueva, la misma vida de Jess, segn elEvangelio, identificndonos con l.

    Isaas 62,1-5: El marido se alegrarcon su esposa. Este texto ha sido escogi-do en razn de la lectura evanglica: lasbodas de Can. La obra de la salvacin esfruto de una eleccin de Dios absoluta-mente libre y gratuita. El Seor se eligiun pueblo, como el esposo elige a su espo-sa en una alianza perpetua. Escribe Casia-no:

    La alegra que encuentra el marido con suesposa, la encontrar Dios contigo. ste y otrostextos bblicos, como los de Oseas y Jeremas,han sugerido a los msticos el matrimonio espiri-tual del alma con Dios. Es una doctrina elevada ala que todos estamos llamados. Es una intimidadperfecta con Dios.

    ste ha de ser nuestro principal objetivo y eldesignio constante de nuestro corazn: que nues-tra alma est continuamente unida a Dios y a lascosas divinas. Todo lo que le aparte de esto, porgrande que pueda parecernos, ha de tener en no-sotros un lugar puramente secundario o, por me-jor decir, el ltimo de todos. Inclusive debemosconsiderarlo como un dao positivo (Colacio-nes 1).

    Con el Salmo 95 proclamamos: Con-tad a todos los pueblos las maravillas delSeor. Cantad al Seor un cntico nuevo,cantad al Seor toda la tierra; cantad al

    Seor, bendecid su nombre. Proclamadda tras da su victoria, contad a los pue-blos su gloria, sus maravillas a todas lasnaciones. Familias de los pueblos, acla-mad al Seor, aclamad la gloria y el po-der del Seor, aclamad la gloria del nom-bre del Seor. Postraos ante el Seor enel atrio sagrado, tiemble en su presenciala tierra toda. Decid a los pueblos: elSeor es Rey, l gobierna a los pueblosrectamente.

    1 Corintios 12,4-11: El mismo y nicoEspritu reparte a cada uno como a l leparece. Dios mismo es quien, con la ri-queza de su Espritu y con la variedad desus dones, trata de hacer de la Iglesia suEsposa santa, la madre nica de todos losredimidos por Cristo. El Espritu Santoha obrado siempre en la Iglesia de unmodo nuevo, intenso y creativo. As lomuestra la historia de la Iglesia. Ministe-rios y carismas han sido siempre para ellaun don continuo, en medio de gozos ypenalidades. Oigamos a San Juan Criss-tomo:

    El tiempo que ha precedido al bautismo era uncampo de entrenamiento y de ejercicios, donde lacadas encontraban su perdn. A partir de hoy, laarena est abierta para vosotros, el combate tienelugar, estis bajo la mirada pblica, y no slo loshombres, tambin innumerables ngeles contem-plan vuestros combates. Pablo confiesa en su Cartaa los Corintios: nosotros hemos sido presenta-dos como espectculo al mundo, a los ngeles y alos hombres (1 Cor 4,9). En efecto, los ngelesnos contemplan y el Seor de los ngeles es el quepreside el combate. Para nosotros no slo es unhonor, sino tambin una seguridad. Cuando eljuez de estos asaltos es precisamente Aquel queha entregado su vida por nosotros qu honor yqu seguridad no habremos de tener? (Ocho ca-tequesis bautismales 3,8).

    Juan 2,1-12: En Can de Galilea Je-ss comenz sus signos por intercesin dela Virgen Mara. Jess eligi, como mar-co de su primera manifestacin redento-ra, la ceremonia de unas bodas. Ms tar-

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    de elevara el matrimonio cristiano a sig-no sacramental de la unin de l mismocon su Iglesia. ste es el primer milagropblico de Jess. Oigamos el comenta-rio de Fausto de Riez:

    Por obra de Cristo se produce en Galilea unvino nuevo, esto es, cesa la ley y sucede la gracia;es retirada la sombra y se hace presente la reali-dad; lo carnal viene a hacerse espiritual; la anti-gua observancia se transforma en el Nuevo Tes-tamento. Como dice el Apstol: lo antiguo hapasado, lo nuevo ha comenzado (2 Cor 5,17). Ydel mismo modo que el agua contenida en lastinajas, sin mermar en su propio ser, adquiereuna nueva entidad, as tambin la ley no quedadestruida con la venida de Cristo, al contrario,queda clarificada y ennoblecida.

    Como faltase el vino, Cristo suministra unvino nuevo. Bueno es el vino del Antiguo Testa-mento, pero el del Nuevo es mejor. El AntiguoTestamento que observan los judos se diluye enla materialidad de la letra; mientras que el Nuevo,al que pertenecemos nosotros, nos comunica elbuen sabor de la vida y de la gracia (Sermn 5sobre la Epifana).

    LunesAos impares

    Hebreos 5,1-10: A pesar a ser Hijo,aprendi, sufriendo, a obedecer. La per-fecta humanidad de Cristo entre los hom-bres se subraya ahora con la definicinde sacerdote, que solo en l se verifi-ca plenamente. En efecto, Jesucristo, ele-gido por Dios entre los hombres, los re-presenta en el culto a Dios, y ofrece do-nes y sacrificios por los pecados. El sa-crificio de Cristo fue en realidad el queconsigui el perdn de los pecados, y lno lo ofreci por S mismo, pues no te-na pecado alguno. Oigamos a Orgenes:

    Fijmonos en nuestro verdadero y sumo sa-cerdote, el Seor Jesucristo. l, habiendo toma-do la naturaleza humana, estaba con el pueblotodo el ao, aquel ao, a saber, del cual dice lmismo: Me envi a evangelizar a los pobres ya proclamar el ao de gracia del Seor. Y una

    vez durante este ao, el da de la expiacin, entren el Santuario; es decir, cumplida su misin,penetr en los cielos, y entr en la presencia delPadre, para hacerle propicio al gnero humano ypara interceder en favor de todos los que creenl...

    En el Antiguo Testamento se celebraba el ritode la propiciacin ante Dios; pero t, que has veni-do a Cristo, verdadero sumo sacerdote, que con susangre te hizo a Dios propicio y te reconcili con elPadre, transciende con tu mirada la sangre de lasantiguas vctimas y considera ms bien la sangrede Aqul que es la Palabra, escuchando lo que lmismo te dice: Esta es mi sangre, que ser derra-mada por vosotros para el perdn de los pecados.

    El hecho de rociar el lado oriental tiene tambinsu significacin. De Oriente nos viene la propicia-cin, pues de all procede el varn cuyo nombre esOriente, el que ha sido constituido Mediador entreDios y los hombres. Ello te invita a que miressiempre hacia el Oriente, de donde sale para ti elsol de justicia, de donde te nace continuamente laLuz para que no camines nunca en tinieblas, ni tesorprenda en tinieblas aquel da ltimo; para queno se apodere de ti la noche y la oscuridad de la ig-norancia, sino que vivas siempre en la Luz de laSabidura, en el pleno da de la fe, bajo la Luz de lacaridad y de la paz (Homila 9 sobre el Levtico5,10).

    Con el Salmo 109 proclamamos el sa-cerdocio de Cristo. Constituido por DiosSumo y Eterno Sacerdote, l ha realizadoen su vida, compartida con la de sus her-manos, los hombres, el puente de uninentre el cielo y la tierra. l, vctima de supropio ofrecimiento, se ha convertido paratodos en autor de la salvacin eterna:

    Dios le dice por eso: t eres sacerdoteeterno segn el rito de Melquisedec. Des-de Sin extender el Seor el poder de sucetro: somete en la batalla a los enemigos.Eres prncipe desde el da de tu nacimien-to; entre esplendores sagrados yo mismote engendr como roco, antes de la auro-ra, antes de la aurora del mundo, desdetoda la eternidad.

    Cuanto ms miserables seamos por no-sotros mismos, ms debemos volvernos

    2 Semana del Tiempo Ordinario

  • 18 P. Manuel Garrido, O.S.B. Ao litrgico patrstico (4)

    hacia l, ms debemos unirnos a sus s-plicas, a su alabanza, a su accin de gra-cias. Y el Seor, hacindonos suyos, nosescuchar y nos librar. Depositemos todoen l: nuestro yo, nuestra esperanza ynuestros temores, nuestro presente, nues-tro pasado y nuestro porvenir... l es Sa-cerdote eterno.

    Aos pares1 Samuel 15,16-23: Obedecer vale ms

    que un sacrificio. El Seor rechaza comorey a Sal, que le ha sido infiel. San Agus-tn dice:

    La obediencia con toda verdad ha de decirse lavirtud propia de la criatura racional, que acta bajola potestad de Dios. Y tambin ha de decirse queel primero y el mayor de todos los vicios es elorgullo, que lleva al hombre a querer ms potes-tad para su ruina, y tiene el nombre de desobe-diencia (Tratado sobre el Gnesis 8).

    El cristiano ha de rechazar la tentacinde interpretar la obediencia como un so-metimiento indigno del hombre, propiode personas con escasa madurez. Quienespiensan as no han considerado que Cris-to se hizo obediente hasta la muerte ymuerte de cruz (Flp 2,8).

    La sinceridad de vida es el mejor sa-crificio. La Escritura y los Padres insis-ten una y otra vez en que el culto externosin interioridad de corazn no es por Diosquerido, sino rechazado. Por eso el Se-or nos dice en el Salmo 49: No te re-procho tus sacrificios, pues siempre estntus holocaustos ante M. Pero no aceptarun becerro de tu casa, ni un cabrito de tusrebaos. Por qu recitas mis preceptos ytienes siempre mi alianza en tu boca, tque detestas mis enseanzas y te echas ala espalda mis mandatos? Esto haces yme voy a callar? Crees que soy comot? Te acusar, te lo echar en cara. Elque me ofrece accin de gracias se mehonra; al que sigue el buen camino le harver la salvacin de Dios.

    Es verdad que nuestra ofrenda, Cristo,es infinitamente ms preciosa que todoslos costosos sacrificios del Antiguo Tes-tamento; pero no olvidemos aquellas pa-labras: no todo el que dice: Seor, Se-or... Hemos de sacrificar a Dios todolo que no sea compatible con Su volun-tad. Hemos de ofrecerle sacrificios quenos cuesten algo real y sensible. Hemosde morir a nosotros mismos, al pecado, yprocurar tener los mismos sentimientosque tuvo Cristo Jess (Flp 2,5).

    Marcos 2,18-22: El novio est conellos. La observancia de la ley mosaicano est ya vigente para los discpulos deCristo, que son amigos del Esposo. El mi-nisterio salvador de Jess proclama unosprincipios fundamentales de vida, que noencajan en el sistema religioso entoncesvigente entre los judos.

    La doctrina de Jess tiene una gran fuer-za renovadora. Cristo declara aqu su di-vinidad y llama a sus discpulos los ami-gos del Esposo, sus amigos. Estn conl y por eso no necesitan ayunar. Sin em-bargo, cuando no est l presente visi-blemente, ser necesario el ayuno y la mor-tificacin para poder verle con los ojosdel alma. Dice San Agustn:

    La penitencia purifica el alma, eleva el pensa-miento, somete la propia carne al espritu, hace alcorazn contrito y humillado, disipa las nebulosi-dades de la concupiscencia, apaga el fuego de laspasiones y enciende la verdadera Luz de la casti-dad (Sermn 73).

    Y San Basilio:Al ser nocivo para el cuerpo el demasiado cui-

    dado y un obstculo para el alma, es locura mani-fiesta servirle y mostrarse sumiso con l (Dis-curso a los jvenes 3).

    Con razn, pues, dice la Iglesia al Se-or en un prefacio de Cuaresma: con elayuno corporal refrenas nuestras pasio-nes, elevas nuestro espritu, nos das fuerzay recompensa.

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    MartesAos impares

    Hebreos 6,10-20: La esperanza quese nos ha ofrecido es para nosotros unancla segura y firme. Hemos de llevaruna vida autnticamente cristiana, puesDios es fiel a sus promesas y nuestra es-peranza es como un ancla que nos aferraa l, Cristo Jess, nuestro Sumo y Eter-no Sacerdote. El ancla siempre ha sidodesde los primeros siglos del cristianis-mo un signo de la firmeza y seguridadde la fe. Muchas veces aparece pintadaen las catacumbas. Los cristianos somoshombres que esperamos la futura gloriaque se revelar en nosotros. San Basiliodice:

    Un nico motivo te queda para gloriarte, ohhombre, y el nico motivo de esperanza consisteen hacer morir todo lo tuyo y buscar la vida futu-ra en Cristo (Homila 20, sobre la humildad).

    San Agustn afirma que toda la espe-ranza del hombre estriba solo en la granmisericordia de Dios (Confesiones 10).Y San Juan Crisstomo:

    No desesperis nunca. Os lo dir en todosmis discursos, en todas mis conversaciones; y sime hacis caso, sanaris. Nuestra salvacin tienedos enemigos mortales: la presuncin, cuandolas cosas van bien, y la desesperacin, despusde la cada. ste segundo enemigo es mucho msterrible (Homila sobre la penitencia).

    Dios es siempre fiel a sus promesassalvadoras. l se ha comprometido y nomiente. Por eso, con gran nimo y forta-leza, cantamos con el Salmo 110: ElSeor recuerda siempre su alianza. Doygracias al Seor de todo corazn, en com-paa de los rectos, en la asamblea. Gran-des son las obras del Seor, dignas deestudio para los que las aman. El Seor

    ha hecho maravillas memorables, es pia-doso y clemente; l da alimento a sus fie-les, recordando siempre su alianza. Envila redencin a su pueblo, ratific parasiempre su alianza; su nombre es sagradoy temible; la alabanza del Seor dura porsiempre.

    Aos pares1 Samuel 16,1-13: David es ungido y

    la accin del Espritu le invade. Diosmuestra su benevolencia hacia David ysu pueblo. Los planes de Dios no son losde los hombres (Is 55,8), y as lo com-prueba Samuel, que se ve obligado a re-chazar uno a uno todos los hermanos ma-yores de David. El cumplimiento de lavoluntad del Seor es siempre la gua mssegura para el cristiano. Esta voluntad deDios, que se va manifestando a lo largode la vida, puede ser acogida con resig-nacin, con generosidad o con pleno aban-dono en l, que es lo ms perfecto.

    Cualquier cosa que te suceda recbela comoun bien, consciente de que nada pasa sin que Dioslo haya dispuesto (Carta llamada de Bernab9). Y San Agustn: El Seor conoce mejor que elhombre lo que le conviene en cada momento(Carta 138).

    Cantamos la eleccin y uncin de Da-vid con el Salmo 88. En lo ms pequeose ha revelado el poder del Seor. As seve ms claro que es Dios el que da la fuer-za, el valor y la victoria a los que siguenplenamente su voluntad:

    He ceido la corona a un hroe, helevantado a un soldado sobre el pueblo.Encontr a David, mi siervo, y lo he un-gido con leo sagrado; para que mi manoest siempre con l, y mi brazo lo hagavaleroso. l me invocar: T eres miPadre, mi Dios, mi Roca salvadora, yyo lo nombrar mi primognito, excelsoentre los reyes de la tierra.

    Como es obvio, David es figura de Cris-to, y lo que dice el Seor de aqul lo dice

    2 Semana del Tiempo Ordinario

  • 20 P. Manuel Garrido, O.S.B. Ao litrgico patrstico (4)

    ms plenamente de Cristo, Rey del uni-verso. l es el cumplidor exacto de la vo-luntad del Padre, como lo confes variasveces: mi alimento es hacer la voluntaddel que me envi y acabar su obra (Jn4,34). El camino que l nos seal es elcumplimiento de la voluntad divina: or lapalabra de Dios y practicarla. Es ah don-de se demuestra realmente el amor a Dios,y donde se expresa de verdad nuestro gra-do de unin con El: no el que dice: Se-or, Seor..., sino el que hace la volun-tad de mi Padre (Mt 7,21).

    Marcos 2,23-28: El sbado se hizopara el hombre, y no el hombre para elsbado. La salvacin, tema central delmensaje de Jess, no es cuestin de anti-guas observancias legales, sino de rela-cin personal con Dios, que slo es posi-ble por el camino del amor. Cristo, comoHijo de Dios, es Seor del sbado. A lanueva alianza entre Dios e Israel ha suce-dido una alianza nueva entre Dios y la hu-manidad. Esta alianza, nueva, perfecta ydefinitiva, est fundada en Cristo Jess.Comenta San Ambrosio:

    No slo por la ternura de sus palabras y porel ejemplo de su actos, el Seor Jess comenz adespojar al hombre de la observancia de la leyantigua y a revestirlo del nuevo vestido de la gra-cia. As lo conduce ya en da de sbado por lossembrados, es decir, lo aplica a obras fructuosas.Qu quiere decir sbado, mies, espigas? No setrata de un misterio sin importancia. El campo estodo el mundo presente; la mies del campo es,por la semilla del gnero humano, la cosecha abun-dante de los santos; las espigas del campo son losfrutos de la Iglesia, que los apstoles remuevenpor su actividad, nutrindose y alimentndose denuestros progresos.

    Se levantaba ya la mies, fecunda de virtudes,con muchas espigas, a las cuales son comparadoslos frutos de nuestros mritos; pues, como a ellas,el mal tiempo los deteriora, o los quema el sol, olos humedecen las lluvias, o los destrozan lastempestades, o bien los segadores los amontonanen los depsitos de los graneros dichosos.

    La tierra ha recibido ya la palabra de Dios, ysembrada con la semilla celestial, ha producidoen el campo ubrrimo una mies abundante. Losdiscpulos tenan hambre de la salvacin de loshombres, y [arrancando espigas] parecan extraerel alimento de las almas y atraer a la luz de la fepor los prodigios deslumbrantes que realizaban.Pero los judos pensaban que eso no estaba per-mitido en sbado. Cristo, sin embargo, por unnuevo beneficio de su gracia, subraya la ociosi-dad de la ley y la accin de la gracia (Comenta-rio al Evangelio de San Lucas 5, 28-29).

    MircolesAos impares

    Hebreos 7,1-3.15-17: T eres sacer-dote para siempre segn el rito de Melqui-sedec. Quedan perfilados los rasgos delsacerdocio de Cristo: ser el suyo un sa-cerdocio totalmente nuevo, cuya imagenpuede ser la figura misteriosa de Melqui-sedec. De ste no se conoci su ascen-dencia ni su descendencia (Gen 14,17-20). Por eso es tipo del sacerdocio eternode Cristo. Era rey de Saln, esto es, reyde paz. Abrahn lo considera superior.

    Todo esto es propio de Cristo. Por l,que es nuestro Mediador, nuestro Sumo yEterno Sacerdote, la Iglesia puede ofre-cer y ofrece al Padre una accin de gra-cias, una eucarista, perfecta y digna del. En la maravilla sagrada de la Euca-rista se actualiza sacramentalmente el sa-crificio nico de Cristo. Oigamos a SanLen Magno:

    Est presente el Seor Jesucristo en medio delos creyentes. Por eso nuestra confianza no estemeraria, sino fiel. Pues, aunque l est sentadoa la derecha de Dios Padre, hasta que ponga atodos sus enemigos por escabel de su pies (Sal109,1), sin embargo, no falta nunca el Sumo Pon-tfice de la asamblea de sus pontfices, y con raznse le canta por boca de toda la Iglesia y de todoslos sacerdotes: T eres sacerdote para siempresegn el orden de Melquisedec.

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    l mismo es Aquel cuya figura presignificabael pontfice Melquisedec, que no ofreca lasoblaciones judaicas, sino que inmol el sacrificiode aquel sacramento que nuestro Redentor con-sagr en su Cuerpo y en su Sangre. l mismo esaquel cuyo sacerdocio no haba de pasar con eltiempo de la ley, como pas el establecido segnel orden de Aarn, sino que fue instituido con lafirmeza de un juramento indisoluble, que habade celebrarse perennemente segn el orden deMelquisedec. Pues, as como entre los hombresel juramento que se presenta con estas frmulasqueda sancionado como pacto perpetuo, as tam-bin la declaracin del juramento divino, que seencuentra en estas promesas, fijadas en decretosinconmovibles. Y puesto que el arrepentimientoindica el cambio de voluntad, Dios no se arre-piente en aquel en que, segn el beneplcito eter-no, no puede querer otra cosa distinta de lo quequiso...

    Honramos, pues, el da en que fuimos consa-grado obispo, ya que piadosa y verdaderamenteconfesamos que, en todas las cosas que hacemosrectamente, Cristo es quien realiza la obra de nues-tro ministerio (Sermn 5, 3-4).

    Volvemos a cantar el sacerdocio deCristo con el Salmo 109: T eres sa-cerdote eterno, segn el rito de Melquise-dec. Orculo del Seor a mi Seor:sintate a mi derecha y har de tus ene-migos estrado de tus pies... El Seor loha jurado y no se arrepiente: T eressacerdote eterno, segn el rito de Melqui-sedec.

    El sacrificio de la Misa es una reactuali-zacin sacramental del sacrificio reden-tor del Calvario. Jess en l se da a Smismo y se entrega sin lmites a los hom-bres, como Sacerdote y Vctima. Todasu vida ha sido una donacin continua-da. l vino para dar su vida (Mt, 20,28),y en la hora suprema consum su dona-cin en el sacrificio de la Cruz.

    Aos pares1 Samuel 17,32-33.37.40-51: David

    venci al filisteo Goliat. Comenta SanAgustn:

    El enemigo te da la muerte con tu misma es-pada; con tus mismas armas te vence y te asesi-na. Acepta el precepto, sabiendo que no es unarma con la que el enemigo te da muerte, sino conla que t se la das a tu enemigo. Pero no presumasde tus fuerzas. Contempla al joven David contraGoliat: contempla al pequeo contra el grande;pequeo pero presumiendo del nombre de Dios:T con escudo y lanza; yo en nombre del Seoromnipotente. As, as y no de otra manera hasde luchar; no hay otra manera de derrotar al ene-migo. Quien presume de sus fuerzas, antes de lalucha ya est derrotado (Sermn 153,11).

    David es pequeo e insignificante, perova hacia el enemigo en el nombre del Se-or de los ejrcitos. Dios que es Roca,Alczar, Baluarte, Escudo y Refugio, esel nico que da la victoria. Esto se cum-ple siempre, pero ms en el Reino de Cris-to, en la Iglesia. Los que confan en elSeor alcanzan la salvacin. Pasan los per-seguidores, pasan los herejes, pasan losque niegan a Cristo, pero l sigue reinan-do y reinar siempre, y con l tambin suIglesia. Lo proclamamos con el Salmo143:

    Bendito el Seor, mi Roca, que adies-tra mis manos para el combate, mis de-dos para la pelea. Mi Bienhechor, mi Al-czar, Baluarte donde me pongo a salvo,mi Escudo y mi Refugio, que me sometelos pueblos. Dios mo, te cantar un cn-tico nuevo, tocar para Ti el arpa de diezcuerdas; para Ti, que das la victoria a losreyes y salvas a David, tu siervo. Defin-deme de la espada cruel.

    Marcos 3,1-6: Est permitido en s-bado salvar a un hombre o dejarlo pere-cer? Sigue el problema de la legislacinmosaica ante el mensaje de Cristo, queviene a salvar a todos los hombres. Loscontemporneos de Jess no quieren re-cibir la verdad, no aceptan el verdaderosentido de la ley, no reconocen la horadel amor supremo que Cristo viene a ins-taurar. No entienden que Jesucristo, consu doctrina y con su conducta, aunque apa-

    2 Semana del Tiempo Ordinario

  • 22 P. Manuel Garrido, O.S.B. Ao litrgico patrstico (4)

    rentemente rompe el orden religioso deMoiss, no viene a abrogar la Ley, sinoa consumarla en el amor (Mt 5,17). Essta una de las caractersticas ms autn-ticas de la vida cristiana. Dice San Ber-nardo:

    El amor basta por s solo, satisface por s soloy por causa de s. Su mrito y su premio se iden-tifican con l mismo. El amor no requiere otromotivo fuera de l mismo, ni tampoco ningnprovecho; su fruto consiste en su misma prcti-ca. Amo porque amo, amo para amar. Gran cosaes el amor, con tal que se recurra a su principio yorigen, con tal que vuelva siempre a su fuente ysea una misma emanacin de s mismo (Sermn83).

    San Agustn deca: cuanto ms amo,me siento todava ms deudor (Carta192).

    JuevesAos impares

    Hebreos 7,258,6: Cristo, ofrecindo-se a s mismo, ofreci su sacrificio de unavez para siempre. En clara distincin res-pecto del sacerdocio del Antiguo Testa-mento, Jess, nico y eterno Sacerdote,que vive por siempre junto al Padre parainterceder en favor de nosotros, ofreciun sacrificio nico, la ofrenda que hizode s mismo en el Calvario. San Fulgenciode Ruspe dice muy bellamente:

    l es quien en S mismo hace lo que era nece-sario para que se efectuara nuestra redencin. Esdecir, l mismo es el sacerdote y el sacrificio; esDios y templo; es el sacerdote por cuyo medionos reconciliamos y el Dios con quien nos hemosreconciliado. Ten, pues, por absolutamente segu-ro y no dudes en modo alguno, que el mismoDios unignito, Verbo hecho carne, se ofreci pornosotros a Dios en olor de suavidad, como sacri-ficio y hostia.

    El mismo, en cuyo honor, en unidad con elPadre y el Espritu Santo, los patriarcas, profe-tas y sacerdotes ofrecan en tiempos del AntiguoTestamento sacrificio de animales; l mismo esaqul a quien ahora, en el tiempo del Nuevo Tes-

    tamento, en unidad con el Padre y el EsprituSanto, con quienes comparte la misma y nicadivinidad, la santa Iglesia catlica no deja nuncade ofrecer por todo el universo de la tierra, comosacrificio del pan y del vino, con fe y caridad(De fide ad Petrum 22).

    Como en das anteriores, tambin hoyempleamos el Salmo 109: Oh Cristo, teres sacerdote eterno, segn el orden deMelquisedec.

    Aos pares1 Samuel 18,6-9; 19,1-7: Mi padre,

    Sal, te busca para matarte. Sal sienteenvidia del xito logrado por David entreel pueblo. Pero Jonatn, su hijo, que esamigo ntimo de David, le previene del pe-ligro. Sobre la amistad nos ofrece el Bea-to Elredo estas palabras:

    Esta es la verdadera, perfecta, la estable yconstante amistad: la que no se deja corromperpor la envidia; la que no se enfra por las sospe-chas; la que no se disuelve por la ambicin; laque, puesta a prueba, no cede; la que a pesar detantos golpes, no cae; la que batida por tantasinjurias, se muestra inflexible (Tratado sobre laamistad espiritual 3).

    Y San Len Magno:Amndonos Dios, nos restituye a su imagen.

    Y para que halle en nosotros la imagen de subondad, nos concede que podamos hacer lo quel hace, iluminando nuestras inteligencias e infla-mando nuestros corazones, a fin de que no sola-mente le amemos a l, sino tambin a cuanto lama. Si entre los hombres se da una firme amistadcuando los ha unido la semejanza de costumbres(aunque sucede muchas veces que la conformi-dad de costumbres y deseos conduce a malos afec-tos), cunto ms debemos desear y esforzarnospor conformarnos con aquellas cosas que Diosama! (Sermn 12, 1 sobre el ayuno del mes dediciembre).

    Por muy grande que sea la persecu-cin y por mucho que aumenten las difi-cultades, el alma piadosa confa siempreen Dios. Confesamos, por eso, con el Sal-mo 55: En Dios confo y no temo. Mi-sericordia, Dios mo, que me hostigan,

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    me atacan y me cercan todo el da; todoel da me hostigan mis enemigos, me ata-can en masa. Anota en tu libro mi vidaerrante, recoge mis lgrimas en tu odre,Dios mo... En Dios, cuya promesa ala-bo, en Dios confo y no temo. Qu po-dr hacerme un hombre? Te debo, Diosmo, los votos que hice; los cumplir conaccin de gracias.

    Esa confianza inalterable, an en me-dio de las mayores angustias, se funda-menta en la amistad del alma con Dios.As dice San Gregorio Magno:

    Qu grande es la misericordia de nuestroCreador! Ni siquiera somos siervos dignos su-yos, y nos llama amigos. Qu grande es la dig-nidad del hombre al ser amigo de Dios! (Homi-la 27 sobre los Evangelios).

    Marcos 3,7-12: Los espritus inmun-dos gritaban: T eres el Hijo de Dios.Aquellos espritus, reconociendo su de-rrota, manifestaban el poder salvfico deJesucristo. Reconocen ese poder cuan-do nos tientan a nosotros? Por qu per-mite Dios nuestras tentaciones? Porquenos son tiles. Oigamos a San Juan Cri-sstomo:

    Permite Dios que seas tentado, primero, paraque te des cuenta de que ahora eres ya ms fuer-te. Luego, para que tengas moderacin y humil-dad y no te engras por los dones recibidos, pueslas tentaciones pueden muy bien reprimir tu or-gullo. Adems de eso, la malicia del demonio,que acaso duda de si realmente le has abandona-do, por las pruebas de las tentaciones puedetener certidumbre plena que te has apartado del definitivamente. Hay un cuarto motivo: lastentaciones te hacen ms fuerte que el hierromejor templado. Y un quinto: te hacen compro-bar mejor lo preciosos que son los tesoros quese te han confiado, porque si no viera el demonioque ests ahora constituido en ms alto honor,no te hubiera atacado (Homila 13 sobre SanMateo).

    El Pastor de Hermas dice queel diablo no puede dominar a los siervos de

    Dios que de todo corazn confan en El. Puede, s,combatirlos, pero no derrotarlos (Hermas 2).

    Nosotros no confiemos en sus halagosy fascinaciones. A veces el mismo Sa-tans se disfraza de ngel de luz (2 Cor11,14).

    ViernesAos impares

    Hebreos 8,6-13: Cristo es Mediadorde una alianza mejor. El tema de la alian-za es central en la Carta a los Hebreos.All se encuentra esa palabra ms vecesque en los dems libros del Nuevo Testa-mento. La comparacin entre las dosalianzas, la Antigua, dada a Moiss y gra-bada en piedra, y la Nueva, dada por Cris-to y grabada en la inteligencia y en el co-razn de los fieles por el Espritu Santo,desarrolla el texto de Jeremas (Jer 31,31-34), donde el profeta anuncia la alianzainterior de Yav con su pueblo. Orgenescomenta:

    Todos los que hemos recibido la palabra delSeor somos linaje escogido, sacerdocio real, na-cin santa, pueblo adquirido (1 Pe 2, 9). Si, pues,alguno de nosotros, que hemos sido constituidosen el orden de la estirpe real, ha sido llevado porel diablo cautivo, sin duda ha sido trasladado delcortejo real a Babilonia y hace alianza conNabucodonosor porque despreci la alianza conDios.

    Es imposible que el hombre viva sin una uotra alianza. Si mantienes en ti el testamento deDios, Nabucodonosor no puede hacer alianza con-tigo. Y si rechazaste el testamento de Dios, por laprevaricacin de sus mandatos, has hecho pactocon Nabucodonosor. Pues est escrito: hizo conl un pacto (Ez 17,13), y se visti como untraje la maldicin (Sal 108,18) (Homila 12,17sobre Ezequiel).

    Lo que fue promesa se ha hecho aho-ra realidad en Jesucristo, y lo que fueanuncio de la constante misericordia deDios se ha manifestado plenamente enCristo con el carcter de lo definitivo. les al mismo tiempo misericordia y fideli-dad. Celebramos orantes ese misterio degracia con el Salmo 84:

    2 Semana del Tiempo Ordinario

  • 24 P. Manuel Garrido, O.S.B. Ao litrgico patrstico (4)

    Mustranos, Seor, tu misericordia ydanos tu salvacin. La salvacin est yacerca de sus fieles y la gloria habitar ennuestra tierra... La justicia y la paz se be-san; la fidelidad brota de la tierra y la jus-ticia mira desde el cielo.

    Aos pares1 Samuel 24 3-21: No extender la

    mano contra l, porque es el ungido delSeor. Sal persigue a muerte a David. Ycuando ste lo encuentra solo y lo tiene asu merced, sin embargo, no levanta lamano contra l por respeto al ungido delSeor. No se venga. Sal conoce por estoy por otros signos que David es el elegi-do del Seor, pero no por eso cambia ha-cia l sus sentimientos. Pueden ms en lla envidia y la soberbia. El perdn otorga-do por David a su mayor enemigo es unejemplo perfecto. Pudo vengarse y no lohizo, guardado del mal por temor de Dios.Tambin San Len Magno exhorta al per-dn:

    Amadsimos, acordndonos de nuestras de-bilidades, que nos han hecho caer en toda clase defaltas, guardmonos de descuidar este remedioprimordial [del perdn] y este medio tan eficaz enla curacin de nuestras heridas. Perdonemos, paraque se nos perdone; concedamos la gracia quenosotros pedimos. No busquemos la venganza,ya que nosotros mismos suplicamos que se nosperdone. No nos hagamos el sordo a los gemidosde los pobres; otorguemos con diligente benigni-dad la misericordia a los indigentes, para que po-damos encontrar tambin nosotros misericordiael da del juicio (Sermn 39,6).

    El ejemplo de David, acosado y sal-vado, nos mueve a elevar a Dios un cantode confianza con el Salmo 55. La fuerzaprotectora de Dios es ms poderosa quela accin de los enemigos: En Dios con-fo y no temo. Misericordia, Dios mo,que me hostigan, me atacan y me acosantodo el da; todo el da me hostigan misenemigos, me atacan en masa. Anota entu libro mi vida errante, recoge mis lgri-

    mas en tu odre. Que retrocedan mis ene-migos cuando te invoco y as sabr queeres mi Dios. En Dios, cuya promesa ala-bo, en el Seor, cuya promesa alabo, enDios confo y no temo; qu podr ha-cerme un hombre? Te debo, Dios mo,los votos que hice; los cumplir con ac-cin de gracias.

    Marcos 3,13-19: Llam a los que qui-so y los hizo sus compaeros. Jess eligea sus apstoles para que estn siempre conl y para enviarlos a predicar. No es po-sible ser apstol de Cristo si no se estunido ntimamente a l. Difcilmente sepodr misionar si no estamos llenos deCristo por la oracin. San Agustn insisteen ello con frecuencia:

    Antes de permitir a la lengua que hable, elapstol debe elevar a Dios su alma sedienta, conel fin de dar lo que hubiese bebido y esparciraquello de que le haya llenado (Doctrina Cris-tiana 1,4). El cristiano, para que aprenda a amara su prjimo como a s mismo, debe antes amar aDios como a s mismo (Comentario al Salmo118).

    Y San Ambrosio:Recibe a Cristo para que puedas hablar a los

    dems. Acoge en ti el agua de Cristo... Llena, pues,de esta agua tu interior, para que la tierra de tucorazn quede humedecida y regada por sus pro-pias fuentes (Carta 2,1-2).

    En fin, San Gregorio:San Juan Bautista escuchaba en su interior la

    voz de la Verdad para manifestar al exterior lo queoa (Homila 20 sobre los Evangelios).

    sta ha sido la doctrina constante de laIglesia: de la unin vital con Cristo de-pende la fecundidad de todo apostolado.Si no estamos con l, no podemos serenviados a predicar.

    SbadoAos impares

    Hebreos 9,2-3.11-14: Entr una vezpara siempre en el Santuario con su san-

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    gre. Gran diferencia entre el sacerdociode Cristo y el sacerdocio de Aarn: nohay en la Cruz sangre de cabritos, sino lasuya; no se ofrece muchas veces el sacri-ficio, sino una sola vez. Es la eficacia in-finita del sacerdocio y sacrificio de Cris-to. Comenta San Len Magno:

    Oh admirable poder de la Cruz... En ella estel tribunal del Seor, el juicio del mundo, el po-der del Crucificado. En ella atrajiste a todos ha-cia Ti, Seor, a fin de que el culto de todas lasnaciones del orbe, celebrara, mediante un sacrifi-cio pleno y manifiesto, lo que se realizaba en elTemplo de Judea como sombra y figura. Ahora,en efecto, es ms ilustre el orden de los levitas,ms alta la dignidad de los ancianos, ms sagradala uncin de los sacerdotes; porque tu Cruz es lafuente de toda bendicin, el origen de toda gra-cia. Por ella, los creyentes reciben de la debilidadla fuerza, del oprobio la gloria y de la muerte lavida (Sermn octavo sobre la Pasin 4).

    La lectura anterior nos mueve a can-tar con el Salmo 46 la exaltacin de Cristoen la Cruz. Es el Misterio Pascual: Pa-sin, Muerte, Resurreccin y Ascensindel Seor a los cielos. Jess se anonady Dios lo exalt: Dios asciende entreaclamaciones, al son de trompetas... Pue-blos todos, batid palmas, aclamad a Dioscon grito de jbilo; porque el Seor essublime y terrible, emperador de toda latierra..., porque el Seor es el Rey delmundo: tocad con maestra. Dios reinasobre las naciones. Dios se sienta en sutrono sagrado.

    Aos pares2 Samuel 1,1-4.11-12.19.23-27:

    Lealtad de David ante la muerte de Saly Jonatn. Emotiva y bella elega deDavid: cmo cayeron los valientes!...Sal es y sigue siendo el ungido del Se-or, y es gravemente escandaloso que unhombre elegido por Dios tenga semejan-te destino. Sern necesarios todava mu-chos siglos antes de que la humanidad

    aprenda a unir en Jesucristo uncin divi-na y muerte escandalosa. Pero, en reali-dad la muerte de Jess no es vergonzosa,sino sublime. Reina Cristo desde la Cruz.Destruye en ella el pecado y la muerte.San Teodoro Estudita escribe:

    La Cruz es el madero al cual subi Cristo,como un Rey a su carro de combate, para desdeall, vencer al demonio, que ostentaba el poder dela muerte, y librar al gnero humano de la esclavi-tud del tirano (Sobre la Cruz).

    Israel entendi siempre sus desgraciascomo castigo de Dios por sus infidelida-des. La voz de los elegidos se alza enton-ces en un grito de socorro. El mismo pue-blo, aunque humillado y castigado, con-tina siendo el pueblo de Dios. La miseri-cordia de Dios prevalecer sobre la mise-ria de su pueblo, y lo sacar de la desgra-cia. Su misericordia y fidelidad son eter-nas, como lo cantamos en el Salmo 79:

    Que brille tu rostro, Seor, y nos sal-ve. Pastor de Israel, escucha; T que guasa Jos como a un rebao; T que te sien-tas sobre querubines, resplandece, anteEfran, Benjamn y Manass. Despiertatu poder y ven a salvarnos. Seor, Diosde los Ejrcitos hasta cundo estars ai-rado mientras tu pueblo te suplica? Le distea comer llanto, a beber lgrimas a tragos:nos entregaste a las contiendas de nues-tros vecinos, nuestros enemigos se burlande nosotros.

    As oraba Israel. Pero nosotros sabemosque Cristo vence y que con l vencere-mos tambin nosotros en todos nuestrospeligros.

    Marcos 3,20-21: Su familia deca queno estaba en sus cabales. Un grupo de fa-miliares de Jess sale a su encuentro, por-que corra la voz de que estaba loco. Esamisma calumnia vuelve a ser aludida enese mismo Evangelio. Oigamos a San Gre-gorio Magno:

    2 Semana del Tiempo Ordinario

  • 26 P. Manuel Garrido, O.S.B. Ao litrgico patrstico (4)

    Un sector del pueblo enjuicia peyorativamentela obra y el mensaje de Cristo. Al no aceptar consencillez su excelsa doctrina lo juzgan como a uniluso. Hasta all lleg la humillacin del Salvador,que se agrandar en la hora de la Pasin y Muer-te. Hemos de aprender de la entereza de Cristo alsufrir tan gran difamacin y calumnia.

    Qu importa que los hombres nos deshon-ren, si nuestra conciencia nos defiende? Sin em-bargo, de la misma manera que no debemos exci-tar intencionadamente las lenguas de los que inju-rian para que no perezcan, debemos sufrir connimo tranquilo las movidas por su propia mali-cia, para que crezca nuestro mrito. Por eso sedice: gozaos y alegraos, porque vuestro galar-dn es muy grande en los cielos (Mt 5,12) (Ser-mones sobre el Evangelio 17).

    3 Semana

    DomingoEntrada: Cantad al Seor un cntico

    nuevo, cantad al Seor toda la tierra. Ho-nor y majestad le preceden, fuerza y es-plendor estn en su templo (Sal 96,1.6).

    Colecta (del Misal anterior, y antes delGregoriano): Dios todopoderoso y eter-no, aydanos a llevar una vida segn tuvoluntad, para que podamos dar en abun-dancia frutos de buenas obras en nombrede tu Hijo predilecto.

    Ofertorio (Veronense): Seor, recibecon bondad nuestros dones, y haz quelleguen a ser para nosotros dones de sal-vacin.

    Comunin cantamos: Contemplad alSeor y quedaris radiantes, vuestro ros-tro no se avergonzar (Sal 33,6). O bien:Yo soy la luz del mundo el que me sigueno camina vida (Jn 8,12).

    Postcomunin (del Misal anterior, y an-tes del Gelasiano): Dios todopoderoso,que cuantos hemos alcanzado tu graciavivificadora, nos alegremos siempre deeste don admirable que nos haces.

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    CICLO ANuestro Salvador comienza a evange-

    lizar precisamente en Galilea, regin me-nospreciada desde Judea y tenida por es-casamente religiosa.

    Isaas 9,1-4: En la Galilea de los Gen-tiles el pueblo vio una luz grande. Isaasproclama la condicin mesinica delEmmanuel, como Luz divina destinada adisipar las tinieblas de la vida humana. Eltema de la luz es de gran importancia enla Sagrada Escritura. Aqu el tema de laluz anuncia la liberacin ya prxima delas provincias cadas en manos de losasirios. Se trata de una liberacin vincu-lada a la persona del futuro Rey, que noes otro que el Mesas.

    La luz, elemento esencial de la felici-dad futura, significa a la vez salvacin,liberacin de la opresin y del pecado,participacin en la gloria del personajemesinico. Como veremos en la lecturaevanglica, esa profeca la ve cumplidaSan Mateo cuando comienza la predica-cin de Jesucristo en Galilea.

    Con razn, pues, cantamos con el Sal-mo 26: El Seor es mi luz y mi salva-cin, a quin temer? El Seor es la de-fensa de mi vida, quin me har tem-blar? Una cosa pido al Seor, eso busca-r: habitar en la Casa del Seor por todoslos das de mi vida; gozar de la dulzuradel Seor contemplando su templo. Es-pero gozar de la dicha del Seor en elpas de la vida. Espera en el Seor, svaliente, espera en el Seor.

    1 Corintios 1,10-13.17: Poneos deacuerdo y no andis divididos. Jess si-gue siendo en la Iglesia la nica luz ver-dadera que ilumina y salva. Los valoreshumanos pueden deslumbrar las concien-cias, con el riesgo de oscurecer en ellas

    la primaca absoluta de Cristo, la necesi-dad del Salvador. El gran principio que sur-ge de esta lectura paulina es el hecho de launidad de los cristianos en la nica fe enCristo, ya que los ministros del Evangeliono son ms que instrumentos de una ni-ca salvacin, realizada por Jesucristo. SanGregorio de Nisa dice que

    si tenemos en cuenta que Cristo es nuestrasantificacin (1 Cor 1,30), nos abstendremos detoda obra y pensamiento malo e impuro, con locual demostraremos que llevamos con sinceridadsu mismo nombre, mostrando la eficacia de estasantificacin, no con palabras, sino con los actosde nuestra vida (Tratado sobre el perfecto mode-lo cristiano).

    Mateo 4,12-23: Vino a Cafarnan paraque se cumpliera lo que haba dicho elprofeta Isaas. Al Corazn redentor deCristo se llega mediante una conversinque nos disponga a ser iluminados por l,y que nos permita seguirle con fidelidadde discpulos. Y no debe maravillarnos quela luz del Salvador llegue a veces a hom-bres que estn muy lejos de l. As diceSan Juan Crisstomo:

    El pueblo sentado en las tinieblas vio una luzgrande. Tinieblas llama aqu el profeta no a lastinieblas sensibles, sino al error y a la impiedad.De aqu que aade: A los sentados en la regin ysombras de la muerte una luz les ha salido. Paraque os dierais cuenta de que ni la luz ni las tinieblasson aqu las tinieblas y la luz sensibles, hablandode luz, no la llam as simplemente, sino luz gran-de, la misma que en otra parte llama la Escrituraluz verdadera (Jn 1,9); y, explicando las tinie-blas, les dio el nombre de sombras de muerte.

    Luego, para hacer ver que no fueron ellos quie-nes, por haberle buscado, encontraron a Dios, sinoque fue ste quien del cielo se les apareci, dice:una luz sali para ellos, es decir, la luz mismasali y brill para ellos, no que ellos corrieran pri-mero hacia la luz. Y sta es la verdad, pues antes dela venida de Cristo, la situacin del gnero huma-no era extrema. Porque no solamente caminabanlos hombres en tinieblas, sino que estaban senta-dos en ellas, que es seal de no tener ni esperanzade salir de ellas. Como si no supieran por dnde

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    tenan que andar, envueltos por las tinieblas, sehaban sentado en ellas, pues ya no tenan fuerzani para mantenerse en pie (Homila sobre SanMateo 14,1).

    CICLO BEl llamamiento a la salvacin, garanti-

    zado por la presencia de Jess Redentoren medio de los hombres, no puede seracogido sin un profundo cambio perso-nal y colectivo. No podemos alcanzar lasalvacin sin un cambio radical de nues-tra vida. El Hijo de Dios se ha hecho hom-bre para hacer de los hombres hijos deDios. Pero quiere una opcin personal porparte de los hombres. l no coacciona.Nos deja en el uso pleno de nuestra liber-tad, que ha de ejercitarse hacia el bien yno degenerar en el libertinaje. Se requiereuna decisin vital, un compromiso pro-fundo de fidelidad al Corazn de CristoRedentor, que cambia toda nuestra vidainterior y externamente. El encuentro conel Salvador ha de producir en nosotrosuna conversin, un cambio de vida, dementalidad y de costumbres.

    Jons 3,1-5.10: Los ninivitas se con-virtieron de su vida. El libro proftico deJons constituye todo l una parbola re-veladora. En l se manifiesta claramentela voluntad de Dios, que quiere que todoslos hombres se salven y lleguen al cono-cimiento de la verdad. Oigamos a SanIreneo:

    Dios toler con paciencia que Jons fuese en-gullido por el cetceo, no para que fuese absorbi-do y destruido definitivamente, sino para q