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Enciclopedia Autodidáctica Océano - Tomo II - Filosofía - Ediciones Océano, Barcelona, 1986.
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FRIEDRICH NIETZSCHE (1844-1900)
Es la figura más representativa de la crisis de valores que
afectó a la civilización occidental a partir de finales del siglo
XIX. Nietzsche perdió la confianza en los cimientos que
sustentaban la cultura occidental. De sus obras cabe citar:
1870: El nacimiento de la tragedia.
1873-1876: Conversaciones intempestivas.
1874: La filosofía de la época trágica de los griegos.
1882: La Gaya Ciencia.
1873: Así habló Zaratustra.
1884: Más allá del bien y del mal.
1887: Genealogía de la moral, El ocaso de los
ídolos y Ecce homo.
Nietzsche polemizó abiertamente con toda la tradición
metafísica occidental, incluyéndose en lo que se llamó "la
filosofía de la vida" o "vitalismo". Consideró la necesidad de
destruir la distinción platónica entre el mundo de las ideas y
el mundo material, y la distinción cristiana entre la Tierra y el
Cielo, o la distinción kantiana entre fenómeno y noúmeno.
Lo apolíneo y lo dionisíaco
Tras un estudio profundo de la filosofía griega clásica, la
interpretó bajo el criterio de dos conceptos: lo apolíneo y lo
dionisiaco. La estética ocupó también un lugar importante en
el pensamiento filosófico, que consideraba que un artista o
un poeta no son tales si no están en conflicto con su tiempo.
La poesía y el arte trágicos son para él la llave que abre paso
a la esencia del mundo, siendo instrumentos de la filosofía.
No concebía un artista sin filósofo.
Ya en su primera época expresó una dualidad entre dos
maneras de enfrentarse al mundo: el modo filosófico-
científico (el instinto de Apolo) y el intuitivo-artístico (el
instinto de Dionisos). La diferencia que se expresa en esa
oposición es la diferencia entre comprender el mundo o
sentirlo. Nietzsche se situó a favor de la concepción trágica
del mundo, siguiendo el esquema griego, enfrentándose
violentamente con la visión ascética del sacrificio y la renuncia
cristianos.
Sin embargo, el aparente pesimismo de Nietzsche es en el
fondo una optimista afirmación de la vida, un sentimiento
jubiloso incluso ante la muerte. De tal manera que el
vitalismo alcanza una importancia metafísica. La muerte o
aniquilación no significa la desaparición total, sino la vuelta a
la profundidad de la vida, de donde ha surgido todo lo
individual: el Uno retorna y se funde con el Todo a través de
la muerte. Apolo es el dios de la luz, de la claridad, de la
forma, de la apariencia; en cambio, Dionisos es el dios de lo
caótico y desmesurado, del frenesí y de la noche. La filosofía
no es más que la visión de la lucha entre las dos opciones. En
esta primera época filosófica Nietzsche reconoció a Hegel
como a un maestro y luego renegó de él.
La genealogía
Posteriormente, Nietzsche declaró la guerra a todas las
dualidades idealistas del mundo y prefiguró la apología del
hombre y la muerte de Dios, proclamando el predominio de
la ciencia. Coincidió con Marx en considerar que toda la
filosofía anterior partía del hombre actual como si éste fuera
el hombre abstracto, sin tener en cuenta que las
circunstancias históricas, las costumbres y las religiones, con
su influencia, obligan a hablar del hombre concreto.
Frente a la filosofía metafísica, Nietzsche elabora la filosofía
del desengaño en forma de una genealogía, para demostrar
que lo sobrenatural es una ilusión producto de la debilidad
de ciertas individualidades, más concretamente de la mayoría
de los individuos de la sociedad. Lo fundamental de esta
genealogía consiste en interpretar cualquier hecho siempre a
través de su característica más despreciable. Así, interpretó la
aparición del derecho como provecho común, la verdad
como el instinto del engaño y la santidad como un pozo de
rencor y así refutó una serie de conceptos filosóficos. Definió
a la religión como un desahogo anímico, señalando que:
«Nunca la religión, ni directa ni indirectamente, ni como
dogma ni como símbolo, ha aportado una sola verdad, pues
toda religión ha nacido de la angustia y de la necesidad».
Friedrich Nietzsche, filósofo alemán que llevó a cabo la crítica
más corrosiva de la civilización occidental, realizando la
apología del hombre (el superhombre), cuya emergencia
significaba la muerte de Dios.