(Fray Athelstan 07) La Charada Del Asesino - Paul Harding

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  • 7/21/2019 (Fray Athelstan 07) La Charada Del Asesino - Paul Harding

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    {\rtf1{\info{\title (Fray Athelstan 07) La Charada del asesino}{\author Paul Harding}}\ansi\ansicpg1252\deff0\deflang1033{\fonttbl{\f0\froman\fprq2\fcharset128 Times New Roman;}{\f1\froman\fprq2\fcharset128 Times New Roman;}{\f2\fswiss\fprq2\fcharset128 Arial;}{\f3\fnil\fprq2\fcharset128 Arial;}{\f4\fnil\fprq2\fcharset128 MS Mincho;}{\f5\fnil\fprq2\fcharset128 Tahoma;}{\f6\fnil\fprq0\fcharset128 Tahoma;}}{\stylesheet{\ql \li0\ri0\nowidctlpar\wrapdefault\faauto\rin0\lin0\itap0 \rtlch\fcs1 \af25\afs24\alang1033 \ltrch\fcs0 \fs24\lang1033\langfe255\cgrid\langnp1033\langfenp255 \snext0 Normal;}{\s1\ql \li0\ri0\sb240\sa120\keepn\nowidctlpar\wrapdefault\faauto\outlinelevel0\rin0\lin0\itap0 \rtlch\fcs1 \ab\af0\afs32\alang1033 \ltrch\fcs0 \b\fs32\lang1033\langfe255\loch\f1\hich\af1\dbch\af26\cgrid\langnp1033\langfenp255 \sbasedon15 \snext16 \slink21 heading 1;}{\s2\ql \li0\ri0\sb240\sa120\keepn\nowidctlpar\wrapdefault\faauto\outlinelevel1\rin0\lin0\itap0 \rtlch\fcs1 \ab\ai\af0\afs28\alang1033 \ltrch\fcs0 \b\i\fs28\lang1033\langfe255\loch\f1\hich\af1\dbch\af26\cgrid\langnp1033\langfenp255 \sbasedon15 \snext16 \slink22 heading 2;}{\s3\ql \li0\ri0\sb240\sa120\keepn\nowidctlpar\wrapdefault\faauto\outlinelevel2\rin0\lin0\itap0 \rtlch\fcs1 \ab\af0\afs28\alang1033 \ltrch\fcs0 \b\fs28\lang1033\langfe255\loch\f1\hich\af1\dbch\af26\cgrid\langnp1033\langfenp255 \sbasedon15 \snext16 \slink23 heading 3;}{\s4\ql \li0\ri0\sb240\sa120\keepn\nowidctlpar\wrapdefault\faauto\outlinelevel3\rin0\lin0\itap0 \rtlch\fcs1 \ab\ai\af0\afs23\alang1033 \ltrch\fcs0\b\i\fs23\lang1033\langfe255\loch\f1\hich\af1\dbch\af26\cgrid\langnp1033\langfenp255 \sbasedon

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    r} Durante el verano de 1380, sir John Craston y fray Athelstan reciben el encargo de investigar el misterioso asesinato de Edwin Chapler, escribano de la Canciller\u237?a de la Cera Verde. Esta es la primera de una serie de muertes en lasque el asesino entabla una macabra partida con las v\u237?ctimas y con el talento del propio fray Athelstan. {\par\pard\hyphpar }{\page } {\s1 \afs32{\b{\qlPaul Harding{\line }{\line }La charada del asesino{\line }

    \par\pard\plain\hyphpar}\par\pard\plain\hyphpar}\par\pard\plain\hyphpar} {\~\par\pard\plain\hyphpar} Para Kathie y Peter Gosling, de Chingford. Muchas gracias por vuestra ayuda. {\~\par\pard\plain\hyphpar} {\par\pard\hyphpar }{\page } {\s1 \afs32{\b{\qlPr\u243?logo{\line }\par\pard\plain\hyphpar}\par\pard\plain\hyphpar}\par\pard\plain\hyphpar} {\~\par\pard\plain\hyphpar} Edwin Chapler, escribano de la Canciller\u237?a de la

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    Cera Verde, estaba sentado en la peque\u241?a y h\u250?meda capilla construidaen el centro del Puente de Londres. El sol ya se hab\u237?a ocultado, aunque lasestrellas a\u250?n no reluc\u237?an en el cielo rojizo, lo que proporcionaba alos ciudadanos de Londres una excusa para seguir comerciando, jugando o paseandocogidos del brazo por la orilla del r\u237?o. Las tabernas y los mesones estaban llenos a rebosar, y en las estrechas y tortuosas calles resonaban las canciones que la gente entonaba en las cervecer\u237?as. Las penurias y el hambre del invierno hab\u237?an quedado atr\u225?s: la cosecha hab\u237?a sido buena y los mercados estaban bien surtidos. Sin embargo, a Edwin Chapler lo invad\u237?a una profunda desaz\u243?n, como le habr\u237?a ocurrido a cualquiera que tuviera queafrontar una realidad como aquella a la que se enfrentaba \u233?l. Mir\u243? a su alrededor. Al fondo de la capilla se encontraba el peque\u241?o presbiterio, ala izquierda el altar de la virgen, y a la derecha una enorme y grotesca estatua de santo Tom\u225?s Becket con una espada clavada en la cabeza. \u8212?Deber\u237?a estar en La Docena del Fraile \u8212?susurr\u243? Chapler\u8212?, escuchando a un violinista y pregunt\u225?ndome si Alison sabr\u237?a bailar al son de la m\u250?sica. Hab\u237?a ido a la capilla, como hac\u237?a con frecuencia, en busca de orientaci\u243?n; pero no pod\u237?a rezar. Abr\u237?a la boca, pero nolograba pronunciar palabra alguna. Alz\u243? la vista hacia la vidriera y vio alCristo torturado que todav\u237?a, se retorc\u237?a de dolor en la cruz, iluminado por la \u250?ltima y d\u233?bil luz del d\u237?a. Chapler mir\u243? hacia otro lado. All\u237? dentro hac\u237?a fr\u237?o, y \u233?l estaba solo. Quiz\u225? tardara varios d\u237?as en tomar una decisi\u243?n. Un terror silencioso se apoder\u243? de \u233?l. \u191?Y si no hac\u237?a nada y lo descubr\u237?an? Chap

    ler trag\u243? saliva. Dos veranos antes hab\u237?a visto ejecutar a un hombre acusado de traici\u243?n: un escribano que hab\u237?a vendido informaci\u243?n secreta a los espa\u241?oles. Chapler cerr\u243? los ojos, pero no pod\u237?a borrar de su mente aquella truculenta escena: la alta y negra plataforma, la mesa demadera maciza bajo la horca. A aquel desafortunado escribano le hab\u237?an despedazado como si fuera un pollo. Despu\u233?s hab\u237?an metido los pedazos enbrea hirviendo, para luego exhibirlos sobre las puertas de la ciudad. Chapler seestremeci\u243?. Las velas que hab\u237?a encendido ante la estatua de santo Tom\u225?s parec\u237?an dos ojos de mirada ardiente. La capilla cada vez estaba m\u225?s oscura y Chapler sent\u237?a la presencia de una fuerza maligna que lo acechaba, dispuesta a saltar encima de \u233?l como un monstruoso gato. Oy\u243?el estruendo de los cascos de un caballo y se sobresalt\u243?. Chapler record\u243? a qu\u233? hab\u237?a ido all\u237?. Le hab\u237?an advertido que guardara s

    ilencio. Hab\u237?a ido a los establos y hab\u237?a encontrado a su caballo retorci\u233?ndose de dolor. Un mozo de cuadra, compasivo, hab\u237?a accedido a poner fin al sufrimiento del animal. Cuando llevaron el cad\u225?ver del caballo almatadero y le abrieron el vientre, en lugar de heno y paja encontraron anzuelosy afiladas hojas de cardo. Chapler protest\u243?, pero el due\u241?o de las cuadras se lav\u243? las manos. \u8212?\u161?A m\u237? no me culp\u233?is! \u8212?se defendi\u243?\u8212?. Aqu\u237? cuidamos bien a los caballos. \u161?Mirad a vuestro alrededor, maese! \u191?Por qu\u233? \u237?bamos a darle anzuelos y cardosa un pobre caballo? Chapler le dio la raz\u243?n y se march\u243? pensando queaquello era obra de un enemigo. Volvi\u243? a cerrar los ojos, apret\u243? los pu\u241?os y se arrodill\u243? junto al pilar pero un ruido lo asust\u243?. Abri\u243? los ojos y, aterrado, vio una silueta negra que se cern\u237?a sobre \u233?l, bajo el techo de gruesas vigas. Chapler gimi\u243? de miedo. \u191?Qu\u233?

    era aquello? \u191?Un demonio? \u191?Un alma maligna que lo acechaba? La sombranegra describi\u243? un giro, batiendo suavemente las alas. Chapler se tranquiliz\u243?: no era m\u225?s que un cuervo, uno d\u233? esos enormes p\u225?jaros negros que abundaban en el Puente de Londres, donde cazaban estorninos o, mejor a\u250?n, esperaban a que clavaran en los palos las cabezas de criminales y traidores. Aquel cuervo hab\u237?a entrado en la capilla y hab\u237?a quedado atrapadoen su interior. Chapler lo observ\u243? con curiosidad; el p\u225?jaro no grazn\u243?, sino que vol\u243? hacia el alf\u233?izar de una ventana, golpe\u243? elvidrio con su pico amarillo y luego gir\u243? la cabeza. Chapler tuvo la impresi\u243?n de que aquel animal lo estaba observando. \u191?Ser\u237?a una se\u241?

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    al de mal ag\u252?ero? \u191?Un demonio? Pens\u243? en abrir la puerta para versi el p\u225?jaro sal\u237?a volando, pero no pod\u237?a moverse. No le importaba; al menos el cuervo le hac\u237?a compa\u241?\u237?a. En ese momento el cuervograzn\u243?, como si le hubiera le\u237?do el pensamiento; gir\u243? la cabezay mir\u243? hacia la puerta. Chapler suspir\u243? y se puso en pie al tiempo quela puerta se abr\u237?a. El cuervo grazn\u243?, triunfante, emprendi\u243? el vuelo y sali\u243? de la capilla. Chapler no se fij\u243? en \u233?l, pues le interesaba m\u225?s la figura que entraba, arrastrando los pies. \u8212?\u191?Qui\u233?n sois? \u8212?pregunt\u243?. La figura, cubierta con una capa, no le respondi\u243?, sino que se detuvo ante el altar de san Crist\u243?bal, situado cercade la puerta. Se oy\u243? caer una moneda en la caja; la figura golpe\u243? unayesca, encendi\u243? una vela y la coloc\u243? ante la estatua del patr\u243?n de los viajeros. En aquel momento la figura se volvi\u243?; se trataba de una mujer, cuyo tosco cabello sobresal\u237?a por debajo del ala de su puntiagudo sombrero y le cubr\u237?a los hombros en desordenados mechones. La mujer se acerc\u243? a Chapler, y el escribano vio un rostro arrugado, unos ojos negros y relucientes, unos labios fruncidos, casi ocultos entre los surcos de las mejillas. Suspir\u243? aliviado al comprobar que era la vieja Harrowtooth (literalmente \u171?diente de arado\u187?), la hechicera que viv\u237?a en un cuchitril que hab\u237?a cerca del puente. La llamaban as\u237? porque el \u250?nico diente que ten\u237?a sobresal\u237?a de su boca como el extremo de hierro de un arado. \u8212?Megusta rezar sobre el agua \u8212?declar\u243? la anciana Harrowtooth, esbozandouna sonrisa\u8212?, y a fe m\u237?a que \u233?ste es un buen sitio para rezar, pues siempre hay{\b

    }silencio. El agua divina debajo, y el cielo divino encima. \u8212?Asi\u243? lamu\u241?eca de Chapler con su huesuda mano\u8212?. Y siempre reconforta ver a un hermoso joven diciendo sus oraciones. He visto a muchos j\u243?venes a lo largo de mi vida \u8212?farfull\u243?\u8212?; recuerdo a uno que me ech\u243? de aqu\u237?, maldici\u233?ndome, cuando le ped\u237? una moneda. \u8212?Acerc\u243? su feo rostro al de Chapler y a\u241?adi\u243?\u8212?: Contrajo unas fiebres, unased terrible le abrasaba la garganta pero no se atrev\u237?a a humedecerse siquiera los labios, porque no soportaba el ruido ni el contacto del agua. Chapler apart\u243? la mano, busc\u243? en su bolsa y le dio una moneda a la anciana. \u8212?Que Dios os bendiga, se\u241?or. \u8212?Harrowtooth levant\u243? la moneda yrepiti\u243?\u8212?: Que Dios os bendiga. Entro aqu\u237?, me gasto un cuarto de penique en una vela, y resulta que salgo m\u225?s rica que cuando entr\u233?.\u191?Qui\u233?n dice que Dios no escucha nuestras oraciones? \u8212?La anciana

    sacudi\u243? los estrechos hombros al re\u237?r. Abri\u243? la puerta de la capilla, se volvi\u243? y, con una voz ronca y sorprendentemente fuerte, dijo\u8212?: Una advertencia, joven: \u161?el cuervo es un p\u225?jaro de mal ag\u252?ero!\u8212?Dicho esto, cerr\u243? dando un portazo. Chapler regres\u243? al pilar yse agach\u243? junto a \u233?l. Pese a la aparici\u243?n de la anciana Harrowtooth, ahora se sent\u237?a m\u225?s tranquilo, como si ya hubiera tomado una decisi\u243?n. Si actuaba correctamente, si hac\u237?a lo que deb\u237?a, estar\u237?a a salvo y no le pasar\u237?a nada. Permaneci\u243? un rato all\u237?, reflexionando sobre c\u243?mo deb\u237?a actuar. Se arrodill\u243?; ahora que su alma estaba serena, podr\u237?a rezar, y quiz\u225?s encender\u237?a otra vela antes demarcharse. Absorto en sus oraciones, Chapler no oy\u243? abrirse la puerta. Alguien entr\u243? deprisa, como una ara\u241?a, desliz\u225?ndose sobre las losas,y no se oy\u243? nada hasta que el extremo de hierro de la maza le rompi\u243?

    el cr\u225?neo y el joven cay\u243? al suelo echando sangre por la boca. La figura lo arrastr\u243? hasta la escalinata de la iglesia, y una vez all\u237?, el asesino se detuvo. No hab\u237?a nadie, hab\u237?a oscurecido. Cogi\u243? a Chapler, como si \u233?ste fuera un amigo que hubiera bebido demasiado, y lo llev\u243? hasta el parapeto del puente, donde no podr\u237?an verlo. Levant\u243? el cad\u225?ver de Chapler y lo arroj\u243? por encima de la barandilla, como si se tratara de un saco, a las agitadas aguas del r\u237?o. Tres noches m\u225?s tarde, cuando el r\u237?o bajaba caudalosamente hacia el mar, una larga barcaza zarp\u243? del muelle de San Pablo. La impulsaban unos encapuchados provistos de p\u233?rtigas. En la proa y en la popa hab\u237?a otros hombres, tambi\u233?n encapu

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    chados, que llevaban antorchas, y en el centro de la barcaza iba sentado el Pescador de Hombres, con la capucha sobre los hombros, escudri\u241?ando el r\u237?ocon sus ojos sin p\u225?rpados. Buscaba cad\u225?veres; a \u233?l y a sus amigos, los parias de Londres, {\iles} pagaba el ayuntamiento: una cantidad determinada por cada cad\u225?ver querescataran del agua. Hab\u237?a un precio para las v\u237?ctimas de accidentes yotro para los suicidas, pero las mejores pagadas eran las v\u237?ctimas de asesinato. El Pescador de Hombres, con el inquietante rostro untado de aceite para protegerse del viento del r\u237?o, tarareaba una nana mientras escrutaba las aguas. \u8212?Alg\u250?n cuerpo encontraremos \u8212?murmur\u243?\u8212?. \u161?Mirad bien, hijos m\u237?os! Las pocas barcazas y botes que navegaban por el r\u237?o no se les acercaban. A nadie le gustaba el Pescador de Hombres, y los que trabajaban en el T\u225?mesis le ten\u237?an especial temor. En las tabernas y lascervecer\u237?as se rumoreaba que el Pescador de Hombres y sus secuaces matabanpara luego sacar del r\u237?o a sus propias v\u237?ctimas. Todos los barqueros entre Southwark y Westminster rezaban constantemente a sus santos patrones para que el Pescador de Hombres no encontrara sus cad\u225?veres y los llevara a aquella extra\u241?a capilla, donde yacer\u237?an, metidos en un burdo ata\u250?d, hasta que alguien los identificara. Ese d\u237?a el Pescador de Hombres se sent\u237?a esperanzado. Dos d\u237?as atr\u225?s hab\u237?an arrojado al r\u237?o a unborracho y a un marinero de Brabante que hab\u237?a muerto en una pelea de taberna. Sir John Cranston, el corpulento forense de la ciudad, les hab\u237?a pagado bien. En ese momento el Pescador de Hombres reiniciaba la b\u250?squeda. \u8212?\u161?S\u237?, hijos m\u237?os! \u8212?susurr\u243? citando incorrectamente el

    oficio de difuntos\u8212?. Recordad el terrible d\u237?a en que la tierra devolver\u225? a los muertos, y los r\u237?os de Dios, sus secretos. Entonces dio unaorden y la barcaza vir\u243? para esquivar una carreta de basura que estaban vaciando en el r\u237?o desde la orilla. Los basureros blasfemaron e hicieron unase\u241?al para protegerse del mal de ojo, mientras la macabra barcaza del Pescador de Hombres pasaba de largo. \u8212?Impulsad la barca hacia la orilla \u8212?orden\u243? el Pescador de Hombres, se\u241?alando una curva que describ\u237?ael r\u237?o antes de bajar hacia Westminster. \u8212?\u191?Est\u225?is seguro, se\u241?or? \u8212?pregunt\u243? Icthus, el mejor nadador del Pescador de Hombres\u8212?. \u191?No deber\u237?amos quedarnos en medio de la corriente? \u8212?No\u8212?respondi\u243? el Pescador\u8212?. Conozco bien el r\u237?o, y baja demasiado deprisa. A los cad\u225?veres que vienen de Southwark o del Puente de Londres se los lleva hacia los juncos. La barcaza vir\u243?, y las antorchas de brea

    vacilaron y chispearon movidas por la brisa nocturna. El Pescador cogi\u243? sucampanilla y la hizo sonar; el tintineo reson\u243? por el r\u237?o amenazadoramente, advirtiendo a las otras embarcaciones. La barcaza se acerc\u243? m\u225?sa la orilla. \u8212?\u161?Veo uno! \u8212?grit\u243? un vig\u237?a\u8212?. \u161?Veo uno, se\u241?or! \u161?All\u237?, entre los juncos! El Pescador de Hombresescrut\u243? la penumbra, mir\u243? entre los juncos y tambi\u233?n \u233?l vioel brillo de la hebilla de un cintur\u243?n, y otra cosa. \u8212?\u161?Acercaosm\u225?s! La barcaza se acerc\u243? un poco m\u225?s a la orilla. Icthus salt\u243? al agua y nad\u243? como un pez, haciendo honor a su nombre; luego atrap\u243? el cad\u225?ver de Edwin Chapler y mir\u243? su hinchada cara, los ojos fijosy la boca con sangre incrustada. \u8212?\u161?Un cad\u225?ver! \u8212?grit\u243? Icthus\u8212?. \u161?He encontrado un cad\u225?ver, se\u241?or! {\~\par\pard\plain\hyphpar} En Ratcat Alley, una de las callejuelas que iban a pa

    rar a Watling Street, bajo la Catedral de San Pablo, Bartholomew Drayton, un prestamista de p\u233?sima reputaci\u243?n, se preparaba tambi\u233?n para su encuentro con la muerte. Drayton yac\u237?a en el suelo de su contadur\u237?a de techo abovedado mientras gem\u237?a, agonizante, con una flecha de ballesta clavadaen el pecho. Se tumb\u243? sobre un costado y mir\u243? hacia la puerta; sab\u237?a que no podr\u237?a descorrer los cerrojos ni hacer girar las llaves de las tres cerraduras. Drayton cerr\u243? los ojos y gimi\u243? de dolor. Siempre se hab\u237?a enorgullecido de aquella puerta de quince cent\u237?metros de grosor, con bisagras de acero y con la parte exterior afirmada por enormes pernos, y queahora iba a ser su perdici\u243?n. Siempre se hab\u237?a cre\u237?do a salvo all

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    \u237?, en su contadur\u237?a; all\u237? no pod\u237?an entrar los ladrones, nininguno de sus avariciosos escribientes pod\u237?a echar mano de lo que \u233?lhab\u237?a reunido a lo largo de los a\u241?os. No hab\u237?a ventanas, ni tan solo una rendija; pero nada de todo aquello hab\u237?a servido. Drayton, que hab\u237?a defendido al rey en las guerras contra Francia, sab\u237?a que hab\u237?allegado su hora. Era extra\u241?o que la muerte le llegara all\u237?, en su c\u225?mara de techo abovedado. Dirigi\u243? la vista hacia la pared del fondo; quiz\u225?s estuviera recibiendo su merecido. Ahora ten\u237?a que rendir cuentas.Cerr\u243? los ojos; ten\u237?a las piernas y los pies helados. Drayton, al igual que Chapler, intent\u243? rezar, pero s\u243?lo consegu\u237?a evocar las palabras del Evangelio acerca del rico que hab\u237?a llenado sus graneros y que sepreparaba para una vida de abundancia y felicidad. \u171?\u161?Necio! \u8212?bramaba Dios\u8212?. \u191?Acaso ignoras que lo que yo quer\u237?a era tu alma?\u187? Drayton murmur\u243? una plegaria: ten\u237?a tiempo para invocar el perd\u243?n de Dios, pero \u191?qu\u233? pasaba con el otro crimen? Se volvi\u243? haciaun lado; luego, haciendo un gran esfuerzo, intent\u243? arrastrarse hacia la pared del fondo hasta tocarla. S\u237?, si lograba tocarla podr\u237?a pedir perd\u243?n. Cuando hab\u237?a recorrido un corto tramo, el dolor lo venci\u243?. Unfr\u237?o intenso recorri\u243? su cuerpo de arriba abajo, y Bartholomew Draytonentreg\u243? su alma al Se\u241?or. {\~\par\pard\plain\hyphpar} {\par\pard\hyphpar }{\page } {\s1 \afs32{\b{\qlCap\u237?tulo 1

    {\line }\par\pard\plain\hyphpar}\par\pard\plain\hyphpar}\par\pard\plain\hyphpar} {\~\par\pard\plain\hyphpar} Sir John Cranston, forense de la ciudad de Londres, se sent\u243? en un banco, se quit\u243? el gorro de piel de castor y se sec\u243? el sudoroso rostro. Le habr\u237?a encantado sacar el milagroso odre que llevaba bajo la capa, pero no estaba seguro de c\u243?mo reaccionar\u237?a su secretario, el hermano Athelstan, fraile dominico, que estaba sentado en el otro extremo de la habitaci\u243?n. Athelstan estaba muy callado, m\u225?s de lo habitual.Su alargado y cetrino rostro no denotaba expresi\u243?n alguna bajo el negro cabello tonsurado, y su mirada, normalmente alegre, parec\u237?a ahora sombr\u237?a. Se encontraba sentado con las manos metidas en las mangas de su t\u250?nica blanca, mordisque\u225?ndose el labio. \u171?Preferir\u237?a estar en otro sitio \u8212?pens\u243? Cranston\u8212?. Preferir\u237?a estar en la otra orilla del r\

    u237?o, en San Erconwaldo, con sus malditos feligreses.\u187? Escrut\u243? el rostro de su amigo. Athelstan ni siquiera hab\u237?a tenido tiempo de afeitarse odesayunar; cuando Cranston lo llam\u243?, el fraile acababa de terminar la misamatutina. \u8212?Ten\u233?is que venir conmigo, hermano \u8212?insisti\u243? elforense. Se\u241?al\u243? al enorme gato que no se separaba de Athelstan\u8212?.Que {\iBuenaventura} se encargue de vigilar San Erconwaldo, y echadle un poco de heno al viejo {\iPhilomel}. Quiero plantearos un misterio que pondr\u225? a prueba vuestra inteligencia y que a m\u237? me ha desconcertado por completo, os lo aseguro. Athelstan lo sigui\u243? en silencio. Cruzaron el Puente de Londres y se abrieron paso entre la multitud hasta llegar a la casa del prestamista Bartholomew Drayton, enRatcat Lane. \u8212?Cont\u225?dnoslo de nuevo \u8212?le dijo Cranston a Henry Fl

    axwith, su m\u225?s fiel alguacil. Flaxwith resopl\u243? con fuerza. \u8212?Lo s\u233?, lo s\u233? \u8212?admiti\u243? Cranston\u8212?; pero el hermano Athelstan necesita conocer los hechos. Ninguno de nosotros dudar\u237?a en marcharse deaqu\u237?, si no fuera porque han asesinado a Drayton, y ha desaparecido una gran cantidad de plata. \u8212?Ver\u233?is, sir John \u8212?empez\u243? Flaxwith\u8212?. Esta ma\u241?ana, mucho antes de que las campanas llamaran a maitines, {\iSans}{\i\u243?}{\in} y yo... \u8212?\u161?Al cuerno con \u233?l! \u8212?exclam\u243? Cranston\u8212?. \u161?No quiero saber nada de vuestro maldito perro! \u8212?Mi perro y yo \u

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    8212?prosigui\u243? Flaxwith, implacable\u8212? est\u225?bamos haciendo la ronda. {\iSans}{\i\u243?}{\in} \u8212?dijo gui\u241?\u225?ndole un ojo a Athelstan e ignorando el suspiro dedesesperaci\u243?n de Cranston\u8212? siempre va despacio; le gusta pararse, olisquear y levantar la pata de vez en cuando. Me hab\u237?a comprado una tarta deanguila, porque no hab\u237?a desayunado... Cranston cerr\u243? los ojos. \u171?Dios m\u237?o, dame paciencia\u187?, pens\u243?. Flaxwith era un hombre sumamente taciturno, pero honrado y meticuloso, y ten\u237?a buena vista para los detalles. \u8212?Acababa de terminarme el pastel \u8212?continu\u243? el alguacil\u8212? cuando llegamos a Ratcat Lane. All\u237? vi a dos j\u243?venes, Philip Stablegate y James Flinstead, los escribientes de Drayton, golpeando la puerta de supatr\u243?n. \u8212?\u191?Esas dos buenas piezas que ahora est\u225?n arriba? \u8212?En efecto, sir John. Pues bien, les pregunt\u233? qu\u233? suced\u237?a. \u8212?Flaxwith alz\u243? su redondeado rostro y a\u241?adi\u243?\u8212?: Deber\u237?a ir a ver qu\u233? hace {\iSans}{\i\u243?}{\in...} \u8212?{\iSans}{\i\u243?}{\in} est\u225? perfectamente \u8212?le asegur\u243? Cranston\u8212?. He encontradouna salchicha en la despensa y se la he dado; por lo visto estaba muerto de ham

    bre. \u8212?En ese caso... En fin, les pregunt\u233? qu\u233? suced\u237?a, y ellos me contestaron que llevaban un rato llamando a la puerta, pero que maese Drayton no les abr\u237?a. Ya hab\u233?is visto la puerta de la casa, sir John: esgruesa como la cabeza de un franc\u233?s. As\u237? que rodeamos la casa; y todaslas ventanas estaban cerradas a cal y canto. \u8212?\u191?Hay alguna otra entrada? \u8212?pregunt\u243? Athelstan. \u8212?S\u237?, la hay, pero la puerta es igual de gruesa que la de la entrada principal, y dura como el roble. Habr\u237?amos necesitado una m\u225?quina de asedio de la Torre para echarla abajo. A Cranston se le estaba agotando la paciencia, y, discretamente, dio un sorbo de clarete de su odre. Luego se lo ofreci\u243? a Athelstan, que neg\u243? con la cabeza.\u8212?As\u237? que decidimos entrar por la ventana. Maese Philip se subi\u243?a los hombros de maese James y abri\u243? los postigos con un cuchillo. Detr\u225?s de los postigos hab\u237?a una de esas peque\u241?as cancelas: rompi\u243?

    el cristal y abri\u243? el pestillo. \u8212?\u191?Est\u225?is seguro de eso? \u8212?le interrumpi\u243? Athelstan. \u8212?Por supuesto \u8212?respondi\u243? Flaxwith\u8212?; pod\u233?is comprobarlo vos mismo. La madera est\u225? rota; los barrotes, forzados. De hecho, se dir\u237?a que {\ino} la hab\u237?an abierto durante a\u241?os. Maese Stablegate entr\u243? en lacasa, retir\u243? los pestillos de la puerta principal, descorri\u243? el cerrojo, y maese Flinstead y yo entramos. \u8212?\u191?C\u243?mo encontrasteis la casa? \u8212?pregunt\u243? Cranston. \u8212?Oscura como la noche y con un terrible olor a moho; no hab\u237?a velas ni antorchas. \u8212?Flaxwith redujo la voz a unsusurro y a\u241?adi\u243?\u8212?: Silenciosa como una tumba, sir John; os lo aseguro. \u8212?\u161?Seguid! \u8212?le espet\u243? Cranston. \u8212?Todas las habitaciones estaban vac\u237?as; igual que \u233?sta. Athelstan despert\u243? desu ensue\u241?o y mir\u243? alrededor. Pens\u243? en el verso de los Evangelios:

    \u171?\u191?De qu\u233? le sirve a un hombre ganar el mundo entero si sufre lap\u233?rdida de su alma inmortal?\u187?. Drayton, que estaba considerado como uno de los principales prestamistas de la ciudad, deb\u237?a de haber sido tambi\u233?n un avaro. La c\u225?mara en que se encontraban estaba sucia y dejada, y s\u243?lo ten\u237?a unos cuantos muebles; hac\u237?a mucho tiempo que no cambiaban los juncos del suelo, y las paredes estaban sucias y desconchadas. Athelstan estaba seguro de haber o\u237?do ratas por el pasillo. \u8212?\u191?Voy demasiadodeprisa? \u8212?pregunt\u243? Flaxwith. Cranston se limit\u243? a sonre\u237?r.\u8212?Llegamos a la c\u225?mara acorazada \u8212?prosigui\u243? el alguacil\u8212?, luego llamamos a la puerta varias veces, pero nadie nos contest\u243?; no

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    se o\u237?a nada. \u8212?\u191?Mirasteis en las habitaciones de arriba? \u8212?pregunt\u243? Athelstan. \u8212?S\u237?, ya lo creo, pero no hab\u237?a nadie. Maese Drayton deb\u237?a de estar en su contadur\u237?a. Vos mismo hab\u233?is visto la puerta, sir John: es de roble macizo, las bisagras son de acero y hay tambi\u233?n unos pernos de acero en la parte exterior. Empec\u233? a temer lo peor,sal\u237? a la calle y pagu\u233? a unos basureros para que entraran en la casa. Encontramos un tajo en el jard\u237?n, y con \u233?l echamos la puerta abajo.\u8212?\u191?C\u243?mo lo conseguisteis? \u8212?pregunt\u243? Athelstan\u8212?.\u191?No dec\u237?ais que la puerta era demasiado gruesa? \u8212?Ten\u233?is raz\u243?n, padre \u8212?replic\u243? Flaxwith\u8212?. Pero uno de los basureros sirvi\u243? en el ej\u233?rcito, y hab\u237?a derribado montones puertas en Francia. Nos dijo que nos concentr\u225?ramos en las bisagras, y eso fue lo que hicimos. La puerta acab\u243? cediendo, y dentro encontramos a Drayton, tendido en elsuelo. No hemos movido el cad\u225?ver; tiene una flecha de ballesta clavada enel pecho, y la plata ha desaparecido. \u8212?\u191?Cu\u225?nta plata? \u8212?Seg\u250?n el libro de contabilidad, al menos cinco mil libras esterlinas. Cranstonsilb\u243? entre dientes. \u8212?Madre m\u237?a. \u191?Qu\u233? m\u225?s sab\u233?is? \u8212?Los dos escribientes, Stablegate y Flinstead, se hab\u237?an marchado la noche anterior, como era su costumbre, poco antes de v\u237?speras. Cuando se fueron, maese Drayton cerr\u243? todas las puertas. De eso no cabe duda, sir John: no dej\u243? entrar a nadie, y nadie sali\u243? de la casa. Athelstan selevant\u243? y asi\u243? la cruz de madera que llevaba colgada del cuello con un cord\u243?n. \u8212?Si os he entendido bien, maese Flaxwith \u8212?dijo sonriendo al alguacil\u8212?, anoche ese hombre se encerr\u243? en su c\u225?mara acor

    azada, y una vez dentro no sali\u243? de ella ni dej\u243? entrar a nadie. Estama\u241?ana las puertas y ventanas segu\u237?an cerradas a cal y canto. Abajo, la c\u225?mara acorazada sigue cerrada e intacta, pero dentro yace el prestamista, muerto, y le han robado la plata. \u8212?S\u237?, as\u237? es. \u8212?Y \u191?no hay entradas secretas, t\u250?neles ni portillos? \u8212?No, padre, ya hab\u233?is visto la casa: es de piedra, una de las pocas que hay por aqu\u237?. Por eso la compr\u243? Drayton. \u8212?\u191?Y la c\u225?mara acorazada? \u8212?Juzgad vos mismo, padre \u8212?repuso Flaxwith\u8212?. Es un cuadrado de piedra; el techo es de yeso, pero est\u225? intacto, y las paredes y el suelo son de piedra.Cuando necesitaba aire puro, Drayton ten\u237?a que abrir la puerta. He conocido a muchos ladrones, padre; se cuelan por las ventanas con la misma facilidad con la que un sacerdote se cuela en un burdel... \u8212?Se interrumpi\u243? bruscamente y rectific\u243?\u8212?: Como un hur\u243?n en su madriguera. Para entrar

    en esa c\u225?mara acorazada habr\u237?a que ser un experto. \u8212?Ve\u225?mosla. Flaxwith se levant\u243?, y los tres salieron de la habitaci\u243?n. Cranstonasi\u243? a Athelstan por el brazo y le dijo: \u8212?\u191?Est\u225?is bien, hermano? \u8212?Claro, sir John. Un poco adormilado... \u8212?Seguro que os hab\u233?is pasado la noche en vela \u8212?le reprendi\u243? Cranston\u8212?. Hab\u233?is estado otra vez en esa torre estudiando las estrellas, \u191?no es cierto? Athelstan sonri\u243? t\u237?midamente. \u8212?S\u237?, sir John, as\u237? es. \u8212?\u191?Seguro que no ha pasado nada m\u225?s? \u8212?pregunt\u243? Cranston\u8212?. Espero que el padre prior no os haya escrito para comunicaros que os releva de vuestro cargo en San Erconwaldo y os env\u237?a a Oxford. Athelstan asi\u243? la gruesa mano de Cranston y le dio un apret\u243?n. \u8212?Sir John \u8212?dijo\u8212?, hace un mes, el padre prior me pregunt\u243? si deseaba hacer esetraslado y yo le contest\u233? que no. Cranston disimul\u243? su alivio; adoraba

    a su esposa, lady Maude, a sus hijos gemelos, que eran su m\u225?s preciado tesoro a sus perros {\iGog} y {\iMagog}; pero tambi\u233?n sent\u237?a un profundo aprecio por aquel simp\u225?tico fraile, inteligente y con un agudo sentido del humor. Cranston hab\u237?a sido soldado antes que fiscal y hab\u237?a conocido a muchos hombres; pero, como lehab\u237?a dicho en m\u225?s de una ocasi\u243?n a lady Maude: \u171?Puedo contar a mis amigos con los dedos de una mano, y todav\u237?a me quedan dedos librespara hacerle un adem\u225?n grosero al regente. Y a Athelstan lo considero un buen amigo\u187?. Cranston mir\u243? con tristeza al fraile y dijo: \u8212?No os

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    ir\u233?is a Oxford, \u191?verdad, hermano? \u8212?No, sir John. Voy a bajar a la c\u225?mara acorazada. Athelstan ech\u243? un vistazo al m\u237?sero sal\u243?n. \u8212?Nos encontramos ante un misterioso asesinato, sir John; pero, \u191?qu\u233? hac\u233?is vos aqu\u237?? \u191?Qu\u233? es lo que tanto os inquieta? \u8212?Drayton sol\u237?a guardar su dinero en casa de los lombardos \u8212?contest\u243? Cranston\u8212?: los hermanos Bardi y los Frescobaldi, de Leadenhall Street. Y acababa de retirarlo casi todo, pues iba a prestarle cinco mil libras deplata a nuestro noble regente, Juan de Gante, duque de Lancaster. Athelstan suspir\u243?. \u8212?Como pod\u233?is imaginar, hermano, a Gante le trae sin cuidadoque Drayton est\u233? en el cielo o en el infierno. Lo que quiere es la plata;sobre todo ahora, pues Drayton no tiene herederos, y por lo tanto el regente notendr\u225? que devolver el pr\u233?stamo. Tambi\u233?n quiere que capturemos alladr\u243?n. Como ya sab\u233?is, mi querido monje... \u8212?\u161?Fraile, sirJohn! \u8212?Como ya sab\u233?is, mi querido fraile, nadie puede contrariar a nuestro regente y salir indemne. \u8212?Cranston oy\u243? a Flaxwith que los llamaba, y dijo\u8212?: Ser\u225? mejor que vayamos, hermano. Se metieron en el oscuro pasillo, que apestaba a sebo, aceite hirviente y otros olores desagradables. \u8212?Flaxwith ha encontrado el orinal arriba, lleno de excrementos \u8212?susurr\u243? Cranston\u8212?. Drayton, adem\u225?s de taca\u241?o, era un cerdo. Flaxwith los esperaba en lo alto de la escalera con una antorcha. \u8212?\u191?Y {\iSans}{\i\u243?}{\in}, sir John? \u8212?dijo el alguacil, suplicante. \u8212?\u161?Al cuerno con \u233?l! \u8212?replic\u243? Cranston\u8212?. Vuestro perro vivir\u225? una eterni

    dad, Henry, y no puedo decir lo mismo de m\u237? si no recuperamos esa plata. Flaxwith se encogi\u243? de hombros, resignado, y los gui\u243? por la estrecha escalera de piedra. Al llegar abajo, vieron la enorme puerta que el alguacil les hab\u237?a descrito. Flaxwith entr\u243? el primero en la contadur\u237?a y pusola antorcha en un gancho de la pared. Athelstan mir\u243? el cad\u225?ver que yac\u237?a en el suelo de piedra. Se hab\u237?a formado un charco de sangre del que sal\u237?an unos riachuelos que corr\u237?an por las losas. El fraile se agach\u243? y examin\u243?, compadecido, el escu\u225?lido rostro de Drayton: los p\u225?rpados cerrados, los labios manchados de sangre seca. Le toc\u243? el cuelloy comprob\u243? que la piel estaba fr\u237?a y h\u250?meda. Athelstan cerr\u243? los ojos y rog\u243? a Dios que, con su infinita misericordia, se apiadara deaquel hombre, que en vida no hab\u237?a tenido dignidad y que hab\u237?a muertocomo un perro. Le dio la vuelta al cad\u225?ver y vio que Drayton llevaba unas c

    alzas y un jub\u243?n andrajosos. Las gastadas botas daban un aspecto rid\u237?culo a sus delgadas piernas; no llevaba ninguna cadena colgada del cuello, ni ning\u250?n anillo en los dedos. Athelstan se pregunt\u243? si aquel hombre habr\u237?a encontrado alg\u250?n placer en la vida. \u8212?\u191?Era soltero? \u8212?pregunt\u243?. \u8212?Estuvo casado \u8212?contest\u243? Flaxwith\u8212?, pero hace muchos a\u241?os: despu\u233?s de la paz de Bretigny con Francia, su esposa lo abandon\u243?; y no me extra\u241?a que lo hiciera. Drayton no ten\u237?a m\u225?s parientes. Athelstan examin\u243? la herida infligida por la flecha de ballesta en el estrecho y delgado pecho de Drayton. Luego se apart\u243? del cad\u225?ver y examin\u243? el charco de sangre, que se extend\u237?a por el suelo y llegaba casi hasta la puerta. Se recogi\u243? el h\u225?bito y camin\u243? de puntillas por las losas. \u8212?\u191?Qu\u233? pasa, hermano? Athelstan se\u241?al\u243? el umbral, y dijo: \u8212?La sangre empieza al menos a un palmo de la puert

    a; ah\u237? es donde Drayton cay\u243? por primera vez. \u8212?Se volvi\u243? yse\u241?al\u243? la pared del fondo\u8212?. Veamos: el hombre se est\u225? muriendo, la puerta est\u225? cerrada con llave y los cerrojos echados, \u191?no? Flaxwith asinti\u243?. \u8212?All\u237? \u8212?dijo Athelstan se\u241?alando\u8212?est\u225? el escritorio de Drayton, donde hac\u237?a todas sus cuentas, donde se sentaba y se regodeaba pensando en la fortuna que hab\u237?a amasado. \u8212?S\u237?, as\u237? es \u8212?terci\u243? Cranston\u8212?. Pero no intent\u243? irhacia la puerta ni hacia el escritorio, sino hacia la pared del fondo. \u191?Porqu\u233?? Cranston fue hacia la pared y, sacando su daga, dio unos golpecitos en los ladrillos encalados. \u8212?Parecen s\u243?lidos \u8212?declar\u243?\u8212

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    ?. Escuchad, Athelstan. Cranston volvi\u243? a golpear la pared en varios puntos, pero s\u243?lo se oy\u243? un ruido sordo. \u8212?No hay ning\u250?n pasadizosecreto \u8212?sentenci\u243?, y enfund\u243? la daga. \u8212?Quiz\u225? Draytondeliraba \u8212?coment\u243? Flaxwith. \u8212?Eso demuestra una cosa \u8212?observ\u243? Athelstan\u8212?. La puerta deb\u237?a de seguir cerrada cuando Drayton cay\u243?; de no ser as\u237?, ese pobre hombre habr\u237?a intentado llegar hasta ella. \u8212?Se levant\u243? y se sec\u243? la mano en el negro manto que llevaba sobre la t\u250?nica blanca. Mir\u243? alrededor y a\u241?adi\u243?\u8212?: Ten\u233?is raz\u243?n, maese Flaxwith. Esta c\u225?mara es un cuadrado de piedra y yeso. Athelstan dio unos pasos por la c\u225?mara. El escritorio estaba pegado a una de las paredes, y hab\u237?a una butaca con cojines. Sobre el escritorio hab\u237?a una b\u225?scula, varias hojas de pergamino, plumas, tinteros yun cofre con el cierre roto. Athelstan examin\u243? el cofre y lleg\u243? a la conclusi\u243?n de que llevaba a\u241?os as\u237?. Dentro s\u243?lo encontr\u243?unas cuantas tiras de cera y m\u225?s plumillas. Por lo dem\u225?s, la habitaci\u243?n estaba vac\u237?a. \u8212?Ni siquiera hay un crucifijo \u8212?susurr\u243? Athelstan\u8212?. Drayton deb\u237?a de ser un hombre reservado y taca\u241?o. Los tres se quedaron un instante contemplando la desolada c\u225?mara. \u8212?Aqu\u237? no podr\u237?a colarse ni una rata \u8212?declar\u243? Cranston; se sec\u243? la frente y bebi\u243? otro sorbo de su odre milagroso. \u8212?Excepto por la puerta \u8212?terci\u243? Athelstan\u8212?. Vamos a examinarla. Cogieron la antorcha que hab\u237?an dejado en la pared y examinaron concienzudamente la puerta. La curiosidad de Athelstan iba en aumento. La madera ten\u237?a al menosnueve pulgadas de grosor, y las bisagras eran de acero. A juzgar por los tres ce

    rrojos y las dos cerraduras, que todav\u237?a ten\u237?an las llaves dentro, lapuerta deb\u237?a de estar bien cerrada cuando la derribaron. Examin\u243? los tachones de metal: por la parte exterior eran c\u243?nicos y se clavaban en la madera con un pasador que hab\u237?a en el interior; comprob\u243? que todos estuvieran intactos. La \u250?nica abertura que encontr\u243? fue una peque\u241?a rejilla en la parte superior de la puerta, de unos quince cent\u237?metros de anch\u243? {\iy} otros quince de alto. Toc\u243? la tapa de madera que la cubr\u237?a. \u8212?\u191?Y esta rejilla? \u191?Estaba abierta o cerrada? \u8212?No estoy seguro \u8212?respondi\u243? Flaxwith\u8212?. Ahora est\u225? abierta, pero es posible quese abriera cuando echamos la puerta abajo. Athelstan se qued\u243? mirando la rejilla. Era lo bastante ancha como para mirar por ella, pero las barras estabantan juntas que habr\u237?a sido dif\u237?cil pasar una daga entre ellas, y m\u22

    5?s dif\u237?cil a\u250?n una flecha de ballesta. Athelstan volvi\u243? a concentrarse en los enormes tachones de acero. \u8212?\u191?Qu\u233? hac\u233?is? \u8212?pregunt\u243? Cranston, intrigado. \u8212?Quiero ver si hay alguno suelto \u8212?explic\u243? Athelstan\u8212?. Se sujetan a la puerta mediante unos pasadores. \u8212?Eso ya lo he hecho yo \u8212?dijo Flaxwith, triunfante\u8212?, pero nohay ninguno suelto. \u8212?Y si lo hubiera \u8212?intervino Cranston\u8212?, lom\u225?s probable es que se hubiera soltado cuando maese Flaxwith y sus colegasgolpeaban la puerta, \u191?no? Athelstan le dio la raz\u243?n y se rasc\u243? la cabeza. \u8212?Por lo tanto, el problema sigue siendo el mismo \u8212?dijo. Volvi\u243? a entrar en la contadur\u237?a\u8212?. Maese Drayton deb\u237?a de tener la plata aqu\u237?, \u191?no? Cranston asinti\u243?. \u8212?Lo que no entiendo \u8212?continu\u243? el fraile\u8212? es que, si el asesino tuvo que matar alprestamista, coger el dinero y huir, lo normal ser\u237?a que la puerta hubiera

    quedado abierta; pero no: Drayton est\u225? dentro, y la puerta, perfectamente cerrada. Si los ladrones lo {\imataron} primero y luego se llevaron la plata de la habitaci\u243?n, \u191?c\u243?mo es que la puerta qued\u243? cerrada? \u8212?Y si qued\u243? cerrada \u8212?aport\u243? Cranston\u8212?, \u191?c\u243?mo entraron los ladrones, mataron a Drayton, le robaron la plata y salieron dejando la puerta cerrada por dentro? \u8212?Exacto, sir John. Es como una adivinanza. \u8212?Adem\u225?s \u8212?a\u241?adi\u243? Flaxwith\u8212?, no s\u243?lo robaron la plata, sino tambi\u233?n todaslas monedas sueltas que encontraron. Y los escribientes de Drayton afirman que faltan dos candelabros de plata y un colgante de oro. Athelstan se sent\u243? en

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    el banco y se qued\u243? mirando el cad\u225?ver. \u8212?\u191?C\u243?mo consiguieron entrar? \u191?Y qu\u233? hicieron para salir? \u8212?murmur\u243?. \u8212?\u191?Qu\u233? quer\u233?is decir? \u8212?pregunt\u243? Cranston dando otro trago de su odre. \u8212?Bueno, entiendo que mataran a Drayton y que robaran la plata; pero \u191?c\u243?mo consiguieron entrar y salir? Esa puerta es m\u225?s resistente que un muro de acero. Si alguien se hubiera acercado a ella, Drayton habr\u237?a bajado la tapa de la rejilla, y as\u237? habr\u237?a estado a salvo; bastaba con que no abriera la puerta. Ahora bien, supongo que Drayton habr\u237?a dejado entrara un escribiente, o a un amigo suyo. \u8212?Mir\u243? a Flaxwith y agreg\u243?\u8212?: \u191?Est\u225?is seguro de que la llave segu\u237?a en la cerradura y de que los cerrojos estaban echados? \u8212?Eso fue lo primero que comprob\u233? \u8212?respondi\u243? el alguacil, cambiando el peso de una pierna aotra\u8212?. Por favor, sir John, \u191?puedo ir ya a ver qu\u233? hace mi perro? {\iSans}{\i\u243?}{\in} me echa mucho de menos cuando no me ve. \u8212?\u161?Id a ver a vuestro maldito animal! \u8212?grit\u243? Cranston\u8212?. \u161?Y saludadlo de mi parte! Flaxwith sali\u243? a toda prisa de la c\u225?mara. \u8212?Hay otro problema \u8212?prosigui\u243? Athelstan\u8212?. \u191?C\u243?mo entr\u243? y sali\u243? el asesino de la casa sin forzar ninguna puerta ni ventana? \u8212?\u161?Qu\u233? misterio! \u8212?Cranston tom\u243? otro sorbo del odre milagroso. \u8212?\u191?Siguen ah\u237? los escribientes? \u8212?pregunt\u243? Athelstan. \u8212?S\u237?, hermano. Nos esperan arriba. Salieron de la contadur\u237?a y fueron a reunirse co

    n ellos. En cuanto los vio, Athelstan desconfi\u243? de maese Philip Stablegatey de su colega James Flinstead. S\u237?, se mostraron muy amables, se pusieron en pie al verlos entrar y su apariencia era afable: llevaban el cabello bien cortado, y la cara lavada y pulcramente afeitada. Vest\u237?an ropa sobria: casacasy calzas oscuras. Stablegate era rubio, de rostro agraciado y sonriente, mientras que Flinstead era bastante m\u225?s moreno. Sin embargo, Athelstan sinti\u243?una inmediata aversi\u243?n hacia ambos. Era evidente que eran hombres inteligentes y socarrones y ninguno de los dos disimul\u243? la gracia que les hac\u237?a el comportamiento de sir Cranston. El forense les pidi\u243? que se sentaran,y a continuaci\u243?n ayud\u243? a Athelstan a colocar un destartalado banco enfrente de ellos. Athelstan dej\u243? la bolsa en la que llevaba sus utensilios deescritura entre los pies y esper\u243? con paciencia a que sir John diera otrosorbo de su odre milagroso. El forense cerr\u243? los ojos y eruct\u243? con gus

    to, cosa que hizo que Stablegate agachara la cabeza y riera por lo bajo. Cranston, que se tambaleaba en el banco, guard\u243? de nuevo el odre; debi\u243? de captar la burla. \u8212?\u191?Sois los escribientes de maese Drayton? \u8212?pregunt\u243?, sin andarse por las ramas\u8212?. \u191?Fuisteis los \u250?ltimos quelo vieron con vida? \u8212?Nos marchamos poco antes de v\u237?speras \u8212?respondi\u243? Flinstead. \u8212?Contadme lo que ocurri\u243? \u8212?dijo Athelstan.\u8212?Lo mismo de siempre \u8212?dijo Flinstead con irritaci\u243?n\u8212?. Vos sois... \u8212?El hermano Athelstan, sacerdote de San Erconwaldo, de Southwark. \u8212?Y mi secretario \u8212?a\u241?adi\u243? Cranston. \u8212?\u191?Nos consider\u225?is sospechosos del crimen? \u8212?\u191?Por qu\u233? iba a consideraros sospechosos? \u8212?replic\u243? Athelstan. Flinstead se qued\u243? un poco desconcertado. \u8212?Contestad mi pregunta, os lo ruego \u8212?a\u241?adi\u243? Athelstan\u8212?. \u191?Qu\u233? ocurri\u243? anoche? \u8212?Terminamos nuestra j

    ornada a la hora de siempre \u8212?contest\u243? Stablegate\u8212?; est\u225?bamos trabajando en nuestra c\u225?mara, una peque\u241?a buhardilla que hay al fondo del pasillo, y maese Drayton entr\u243?, como todos los d\u237?as, para decirnos que ya pod\u237?amos marcharnos. Antes de que me lo pregunt\u233?is, hermano, os dir\u233? que \u233?l no confiaba en nosotros. Ni en nosotros, ni en nadie.Cuando salimos a la calle, maese Drayton nos dio las buenas noches con la mismahosquedad de siempre. Despu\u233?s cerr\u243? la puerta, y o\u237?mos c\u243?moechaba los cerrojos y las llaves. \u8212?\u191?Y despu\u233?s? \u8212?Fuimos abeber a la taberna El Cerdo Danzar\u237?n, como solemos hacer. Est\u225? en SanMart\u237?n, cerca del matadero. \u8212?\u191?Y despu\u233?s de eso? Cuando son\

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    u243? el toque de queda de Santa Mar\u237?a le Bow nos fuimos a casa, en Grubb Street, cerca de Cripplegate; compartimos una habitaci\u243?n all\u237?. \u8212?La se\u241?ora Aldous, nuestra casera, os confirmar\u225? que llegamos a casa enun estado lamentable. Dormimos hasta el amanecer, nos levantamos y vinimos aqu\u237?. \u8212?\u191?Y? \u8212?pregunt\u243? Athelstan. \u8212?Lo mismo de cada ma\u241?ana, padre; llam\u225?bamos a la puerta y maese Drayton nos abr\u237?a. \u8212?Pero esta ma\u241?ana ha sido diferente, \u191?no? \u8212?S\u237?, padre, golpeamos la puerta con todas nuestras fuerzas y tocamos la campanilla. Entoncesapareci\u243? Flaxwith, y el resto ya lo sab\u233?is. \u8212?\u191?Qu\u233? es lo que s\u233?? \u8212?pregunt\u243? el fraile. \u8212?Pues que revisamos las ventanas, porque la puerta principal y la puerta trasera estaban cerradas, como decostumbre. \u8212?Y \u191?entrasteis por una ventana? \u8212?S\u237? \u8212?contest\u243? Stablegate\u8212?. Me sub\u237? a los hombros de James, met\u237? mi daga por una rendija y levant\u233? el postigo. Sir John se estaba quedando dormido; ten\u237?a la cabeza ca\u237?da hacia delante y la boca abierta. Stablegatese tap\u243? la boca para ocultar una sonrisa burlona. \u8212?En ese caso... \u8212?dijo Athelstan elevando el tono de voz y poni\u233?ndose en pie. Sir John sesobresalt\u243? y se puso en pie de un brinco. Se qued\u243? plantado, con laspiernas separadas, y pesta\u241?e\u243?, respirando ruidosamente por la nariz; entonces vio que los dos escribientes se estaban riendo. Athelstan cerr\u243? losojos. \u8212?\u191?Me encontr\u225?is gracioso, caballeros? \u8212?Cranston llev\u243? la mano a la daga que ten\u237?a en el cinto. Dio un paso al frente; ten\u237?a los pelos del bigote y las patillas erizados, y los ojos fuera de las \u243?rbitas\u8212?. \u191?Encontr\u225?is gracioso al viejo sir John? \u191?S\u24

    3?lo porque mis hijos me han despertado antes del amanecer y ahora tengo sue\u241?o? \u191?Y porque el viejo sir John ha dado un par de tragos de vino? Pues sabed, caballeros \u8212?continu\u243?, ech\u225?ndoles el alienta en las narices\u8212?, que el viejo sir John no es tan tonto como parece\u8212?. Levant\u243? eldedo \u237?ndice y dijo\u8212?: \u191?As\u237? que viv\u237?s con la se\u241?ora Aldous, en Grubb Street, cerca de Cripplegate? \u8212?S\u237? \u8212?afirm\u243? Flinstead, sorprendido de que sir John hubiera o\u237?do aquel comentario, pues parec\u237?a dormido. \u8212?Conozco a la se\u241?ora Aldous \u8212?prosigui\u243? Cranston\u8212?. Cinco veces se ha presentado ante m\u237? acusada de prostituci\u243?n y de regentar un burdel. \u8212?Ahora vive sola \u8212?replic\u243? Stablegate. \u8212?Sola con estos dos muchachitos, \u191?no? \u8212?S\u237? \u8212?afirm\u243? el escribiente. \u8212?S\u237?, sir John \u8212?le corrigi\u243? Cranston. \u8212?S\u237?, sir John. \u8212?Os aconsejo \u8212?agreg\u243? el f

    orense con tono amenazador \u8212?que no os burl\u233?is del viejo sir John. Seha cometido un asesinato, y alguien ha robado la plata de la Corona. \u8212?Nosotros no sabemos nada de eso. \u8212?No, amigo m\u237?o, claro que no. Esas cincomil libras eran para los cofres del regente; y ahora han desaparecido. \u8212?Cranston pos\u243? sus enormes manazas sobre los hombros de los j\u243?venes escribientes, que no pudieron contener una mueca de dolor\u8212?. Bueno, amiguitos;vamos a ver esa maldita ventana. Athelstan, satisfecho de que Cranston hubiera impuesto su autoridad, se volvi\u243? bruscamente hacia la puerta. \u8212?Lo siento \u8212?dijo al regresar\u8212?. \u191?No sab\u237?ais que maese Drayton guardaba cinco mil libras de plata en su contadur\u237?a? \u8212?\u201?l nunca nos dejaba tocar el dinero \u8212?explic\u243? Stablegate\u8212?; \u233?sa era la norma en la que m\u225?s insist\u237?a. Sabemos \u8212?prosigui\u243?\u8212? que unos mensajeros del banco de los Frescobaldi visitaron la casa ayer, aunque maese D

    rayton nos dijo que nos qued\u225?ramos en nuestra c\u225?mara, pues \u233?l mismo abrir\u237?a la puerta. M\u225?s tarde o\u237?mos un murmullo de voces, y luego los mensajeros se marcharon. Athelstan asinti\u243? y pregunt\u243? a los escribientes: \u8212?\u191?Y qu\u233? pas\u243? entonces? \u8212?Si los mensajerostrajeron el dinero \u8212?contest\u243? Stablegate\u8212?, conociendo a maese Drayton, seguro que cont\u243? hasta la \u250?ltima moneda, firm\u243? un recibo yguard\u243? el dinero en su c\u225?mara acorazada. \u8212?\u191?Os llevabais bien con maese Drayton? \u8212?pregunt\u243? Cranston. \u8212?\u161?No! \u8212?contestaron los escribientes al un\u237?sono. \u8212?Era un ro\u241?oso \u8212?declar\u243? Flinstead\u8212?; nos hac\u237?a trabajar de sol a sol. A la hora del \

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    u225?ngelus nos daba un poco de cerveza, pan y queso; y despu\u233?s segu\u237?amos trabajando. \u8212?Se toc\u243? la manga de la casaca y a\u241?adi\u243?\u8212?: En Navidad y en Pascua nos daba casacas nuevas, y una moneda de plata el d\u237?a de San Juan. Casi nunca hablaba con nosotros; s\u243?lo ven\u237?a a vernos de vez en cuando, sigiloso como una sombra, para comprobar que no est\u225?bamos malgastando su tiempo ni su dinero. \u8212?\u191?Mencion\u243? alguna vez aamigos o parientes? \u8212?Nunca \u8212?respondi\u243? Stablegate\u8212?. Un d\u237?a le pregunt\u233? si hab\u237?a estado casado, y se puso hecho un basilisco. \u8212?Y \u191?qu\u233? pas\u243?? \u8212?Baj\u243? murmurando entre dientes,y nunca volvimos a preguntarle nada. \u8212?No ten\u237?amos m\u225?s remedio que trabajar para \u233?l \u8212?a\u241?adi\u243? Flinstead\u8212?. Maese Draytonsol\u237?a recordarnos que Londres estaba lleno de escribientes que buscaban trabajo, y no quer\u237?amos vernos convertidos en mendigos, padre. Athelstan asinti\u243? con la cabeza y abri\u243? la puerta. \u8212?Est\u225? bien, caballeros;vamos a ver esa ventana. Los dos escribientes bajaron delante. Flaxwith estabaen el piso de abajo, acariciando a su perro y habl\u225?ndole en voz baja. Al verlos, el mast\u237?n levant\u243? la cabeza y gru\u241?\u243?. \u8212?Tranquilo\u8212?le susurr\u243? Flaxwith\u8212?. Ya sabes que sir John te quiere mucho. \u8212?\u161?No soporto a ese chucho! \u8212?dijo Cranston\u8212?. Ha intentado morderme al menos tres veces. Los escribientes los guiaron hasta una peque\u241?asala llena de trastos. El revestimiento de madera de las paredes estaba resquebrajado y cubierto de polvo, y la habitaci\u243?n apestaba a juncos podridos; pod\u237?an verse telara\u241?as por todas partes, y tambi\u233?n oyeron chillidosde ratas, molestas por aquella intrusi\u243?n. La habitaci\u243?n estaba oscura,

    y la \u250?nica luz era la que entraba por los postigos rotos de una ventana. Athelstan cogi\u243? un taburete, le dijo a sir John que lo sujetara y se subi\u243? a \u233?l para examinar la ventana. Le bast\u243? con echar un vistazo paracomprobar que hab\u237?an forzado los postigos. El fraile baj\u243? del taburete. \u8212?As\u237? es \u8212?dijo\u8212?. La ventana y los postigos han sido forzados recientemente. \u8212?Fui yo \u8212?declar\u243? Stablegate, y con voz suplicante a\u241?adi\u243?\u8212?: Sir John, padre, nosotros no tenemos nada que ver con la muerte de Bartholomew Drayton ni el robo de la plata. \u8212?Y \u191?noten\u233?is nada que a\u241?adir? \u8212?pregunt\u243? Athelstan. \u8212?No, padre. \u8212?Decidme: \u191?qu\u233? pens\u225?is hacer ahora? Stablegate se encogi\u243? de hombros; el polvo que se hab\u237?a levantado en la sala le hizo toser. \u8212?\u191?Qu\u233? quer\u233?is que hagamos, padre? \u8212?dijo\u8212?. Volveremos a San Pablo, a pasearnos por el pasillo central hasta que alg\u250?n c

    omerciante rico nos contrate. \u8212?\u191?Hab\u233?is solicitado alguna licencia para viajar, por el pa\u237?s o al extranjero? \u8212?pregunt\u243? Cranston.Al forense no le impresion\u243? el gesto de sorpresa de los escribientes. \u8212?Sab\u233?is perfectamente a lo que me refiero \u8212?agreg\u243?\u8212?. \u191?Hab\u233?is solicitado permiso para viajar a la Canciller\u237?a de la Cera Verde? \u191?S\u237? o no? \u8212?No, sir John. Cranston se acerc\u243? a los escribientes y dijo: \u8212?Estupendo. Pues no lo hag\u225?is hasta que hayamos solucionado este caso. Quedaos en vuestros alojamientos; no pod\u233?is salir de Londres sin mi autorizaci\u243?n. Ahora ya pod\u233?is marcharos. Los dos escribientes salieron de la sala, y al cerrarse la puerta se levantaron nubes de polvo. \u8212?\u191?Qu\u233? opin\u225?is, hermano? \u8212?Cranston sac\u243? su odre\u8212?. \u161?Qu\u233? lugar tan seco, por los cuernos del diablo! \u8212?Para vostodos los lugares son secos, querido sir John. Cranston le gui\u241?\u243? un oj

    o al fraile, bebi\u243? un sorbo del odre y se dio unas palmaditas en el est\u243?mago. \u8212?Ya va siendo hora de que comamos algo, hermano. Pero no hab\u233?is contestado mi pregunta. \u8212?Creo que son tan culpables como Herodes y Pilatos \u8212?contest\u243? Athelstan\u8212?. En mi opini\u243?n, sir Johnson un par de criminales y cre\u237?an haber cometido el asesinato perfecto. \u8212?Exhal\u243? un suspiro y agreg\u243?\u8212?: Y quiz\u225? tengan raz\u243?n. \u8212?\u191?Cre\u233?is que mataron a Drayton? \u8212?Estoy convencido de ello, sir John. Creo que son culpables; lo que no s\u233? es c\u243?mo lo hicieron. \u8212?\u161?Flaxwith! \u8212?grit\u243? el forense. El alguacil entr\u243? en la sala; {\i

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    Sans}{\i\u243?}{\in} iba pis\u225?ndole los talones, con la lengua colgando. Mir\u243? la apetitosa pierna de sir John y estuvo a punto de lanzarse sobre ella, pero Flaxwith tuvoel acierto de sujetarlo por el collar, levantarlo y cogerlo en brazos. \u8212?{\iSans}{\i\u243?}{\in} y yo estamos a vuestro servicio, sir John. \u8212?\u161?Al cuerno! \u8212?gru\u241?\u243? Cranston\u8212?. Quiero que hag\u225?is tres cosas. Primero, id a ver a los banqueros de Leadenhall Street, los Frescobaldi, y comprobad si ayer leenviaron la plata a Drayton. Segundo, id al Cerdo Danzar\u237?n y preguntad siesos dos escribientes pasaron all\u237? parte de la noche. Y por \u250?ltimo, quiero que vigil\u233?is a los escribientes y esa casa de Grubb Street donde se alojan. Si intentan salir de Londres, detenedlos. \u8212?\u191?De qu\u233? se losacusa, sir John? Cranston cerr\u243? los ojos y dijo: \u8212?De maltratar a vuestro perro. {\~\par\pard\plain\hyphpar} {\par\pard\hyphpar }{\page } {\s1 \afs32{\b{\qlCap\u237?tulo II{\line }\par\pard\plain\hyphpar}\par\pard\plain\hyphpar}\par\pard\plain\hyphpar} {\~\par\pard\plain\hyphpar} Mientras Athelstan y Cranston iban hacia Ratcat Lane,

    Luke Peslep, escribano de la Canciller\u237?a de la Cera Verde, entraba tambale\u225?ndose en la taberna Tinta y Tintero, en la esquina de Chancery Lane, dondepensaba desayunar. Peslep, un joven de buena familia y con excelentes perspectivas, no ten\u237?a ning\u250?n problema. Tres noches atr\u225?s, tras una excelente cena, hab\u237?a recibido las atenciones de una prostituta, y esto todav\u237?a le manten\u237?a euf\u243?rico. Aquella ma\u241?ana se hab\u237?a levantado,se hab\u237?a lavado y se hab\u237?a puesto ropa limpia, dispuesto a iniciar una nueva jornada en la Canciller\u237?a de la Cera Verde. Luego se plant\u243? enla barra de la Tinta y Tintero y mir\u243? a su alrededor, exultante. Ech\u243?un vistazo a la cocina, pero estaba tan contento y satisfecho que no vio los animales que rondaban por all\u237?, un chucho y un gato sarnoso, ni los restos decomida y la basura acumulados en el suelo. Tampoco percibi\u243? el hedor de los excusados que hab\u237?a al fondo del patio, tras unos matorrales. Peslep s\u2

    43?lo ve\u237?a el sol reflejado en los charcos, s\u243?lo o\u237?a el tableteode las ocas, y, cerrando los ojos, sabore\u243? los apetitosos aromas procedentes de la despensa. Se sent\u243? en el rinc\u243?n de siempre, y cuando se le acerc\u243? Meg, la criada, pidi\u243? su jarra de cerveza y un plato de queso conmanzanas y pan. Peslep, como de costumbre, desliz\u243? una mano bajo el escotado corpi\u241?o de Meg y le toc\u243? un pecho. \u8212?Cada d\u237?a las tienes m\u225?s maduras, \u191?eh, Meg? Pronto estar\u225?n listas para comer. Meg se apart\u243? el cabello de la sucia cara y esboz\u243? una sonrisa forzada. No pod\u237?a quejarse: Peslep siempre pagaba con plata y, si protestaba, el amo le calentar\u237?a las orejas. El joven mordisqueaba su manzana y escuchaba los ruidosque llegaban a la taberna: un coro de villancicos en una iglesia cercana, unasmujeres cotilleando en la calle, ni\u241?os gritando, un gallo perezoso que cantaba saludando al amanecer, un mercachifle que pregonaba sus mercanc\u237?as... D

    e los talleres descubiertos que hab\u237?a cerca de la prisi\u243?n del Fleet llegaba el sonido de las herramientas. Peslep cerr\u243? los ojos y pens\u243? quele encantaba aquella ciudad. Un grupo de mendigos entr\u243? en la taberna y sesent\u243? a una mesa para contar las monedas que les hab\u237?an dado los feligreses al salir de la misa de la ma\u241?ana. El jefe de la banda pidi\u243? unas jarras de vino y comida caliente para todos. Peslep sab\u237?a que se quedar\u237?an all\u237? hasta que se les acabara el dinero y cayeran al suelo, borrachos como cubas, y que despu\u233?s el astuto tabernero los desplumar\u237?a. Uno de los mendigos sac\u243? una flauta de su jub\u243?n y se puso a tocar, otro cogi\u243? el la\u250?d que llevaba en una bolsa y toc\u243? unos cuantos acordes;

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    los dem\u225?s empezaron a cantar, marcando el comp\u225?s en la gruesa mesa demadera, haciendo temblar las jarras y los platos. Peslep se arrellan\u243? en elasiento y los observ\u243? con los ojos entrecerrados. Se sent\u237?a satisfecho de c\u243?mo iban las cosas: las amenazadoras nubes ya se hab\u237?an retirado, y todo iba a salir bien. Quer\u237?a comprarse una casa, quiz\u225?s al nortede Clerkenwell. Abri\u243? los ojos y vio entrar a un joven en la taberna, con la capucha puesta, las espuelas tintineando; llevaba un talabarte, con daga y espada, colgado del hombro. Chasc\u243? los dedos y le susurr\u243? algo a Meg, quefue corriendo a llevarle una jarra de cerveza. El joven se sent\u243? y Pesleplo mir\u243? con desd\u233?n; luego mir\u243? hacia otra parte. \u161?Un presumido! Uno de aquellos j\u243?venes petimetres a los que Peslep y sus compa\u241?eros despreciaban abiertamente, y a los que sin embargo admiraban en secreto, porsu riqueza y su porte elegante; Alcest incluso los imitaba. Alg\u250?n d\u237?aPeslep deseaba ser como ellos. El est\u243?mago empez\u243? a hacerle ruidos, yse termin\u243? r\u225?pidamente la jarra. \u8212?\u161?Maese tabernero! \u8212?Se levant\u243? y chasc\u243? los dedos. El tabernero sali\u243? de la despensacon unos trapos limpios que le entreg\u243? a Peslep. Siempre se repet\u237?a lamisma rutina: el escribano desayunaba, luego iba a los excusados y, antes de marcharse a trabajar, se tomaba otra jarra de cerveza. Peslep sali\u243? al patio,tap\u225?ndose la nariz al pasar junto al estercolero. Los excusados estaban alfondo, detr\u225?s de unos setos; eran una serie de cub\u237?culos colocados sobre un alba\u241?al. Entr\u243? en uno de ellos, se baj\u243? las calzas y se puso c\u243?modo. Con los trapos en la mano, cerr\u243? los ojos y se puso a pensar en el dinero que hab\u237?a reunido. De pronto se abri\u243? la puerta; Peslep

    , asombrado, intent\u243? levantarse; vio al joven al que hab\u237?a visto entrar en la taberna y la espada que le apuntaba el est\u243?mago. El escribano no pudo hacer nada; el joven le clav\u243? la espada, la hizo girar y la extrajo conun r\u225?pido movimiento. Peslep se retorci\u243? de dolor, y entonces el jovenvolvi\u243? a clavarle la espada, esta vez en el cuello. {\~\par\pard\plain\hyphpar} Sir John Cranston y Athelstan hab\u237?an regresado ala contadur\u237?a de maese Drayton para seguir registr\u225?ndola, y oyeron que alguien llamaba a la puerta. Subieron ambos a abrir. Athelstan vio a un individuo alto y elegante cuya silueta se destacaba contra la luz del sol. El individuo entr\u243?, con la gorra de joyas incrustadas en la mano; las espuelas de susbotas tintinearon al chocar contra los tablones del suelo. No llevaba espada, pero ten\u237?a la mano apoyada en el pu\u241?o de la daga, tambi\u233?n adornadocon joyas. Vest\u237?a una oscura capa de color azafr\u225?n elegantemente recog

    ida sobre un hombro. Cranston escrut\u243? su atractivo y moreno rostro y sus risue\u241?os ojos verdes, y vio que el joven llevaba la barba y el bigote cortados a la moda francesa. El forense pens\u243? que el joven le recordaba a alguien.\u8212?\u191?Nos conocemos, se\u241?or? \u8212?pregunt\u243?. \u8212?\u191?Soissir John Cranston, forense de la ciudad? \u8212?As\u237? es. Os he hecho una pregunta, se\u241?or. \u8212?Soy sir Lionel Havant, miembro de la Casa Real de sualteza el duque de Lancaster. \u8212?Ah, ya veo: uno de los esbirros de Juan deGante. \u8212?Cranston se levant\u243?, con las piernas separadas, mirando al joven de arriba abajo; luego se le acerc\u243? con el brazo extendido\u8212?. No os ofend\u225?is, muchacho. Conoc\u237?a a vuestro padre, sir Reginald Havant deCrosby, Northampton. El joven sonri\u243?, y a continuaci\u243?n se enderez\u243?, como si de pronto hubiera recordado cu\u225?l era su misi\u243?n. \u8212?Me alegro de veros, sir John; pero he venido por orden del regente. Quiere recuperar

    sus cinco mil libras de plata. \u8212?\u161?Pues tendr\u225? que esperar! \u8212?le espet\u243? Cranston\u8212?. Yo soy forense, pero no hago milagros. Havantmir\u243? al hermano Athelstan, que alz\u243? la mirada hacia el techo. \u8212?Sir Lionel \u8212?terci\u243? Athelstan antes de que Cranston se enfureciera\u8212?, puede decirse que acabamos de llegar; todav\u237?a nos queda mucho trabajo.El joven caballero asinti\u243?. \u8212?\u191?Tra\u233?is un mensaje para nosotros? \u8212?pregunt\u243? Athelstan. \u8212?S\u237?. \u191?C\u243?mo lo sab\u233?is? Athelstan se\u241?al\u243? el peque\u241?o rollo de pergamino que el joven llevaba en el talabarte. \u8212?Ah, s\u237?. \u8212?Sir Lionel cogi\u243? el mensaje y, desenroll\u225?ndolo, dijo\u8212?: Sir John, su alteza el regente tambi\u

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    233?n quiere saber lo que le ha ocurrido a uno de sus escribanos, Edwin Chapler,de la Canciller\u237?a de la Cera Verde. Anoche hallaron su cad\u225?ver en elT\u225?mesis, y ahora lo tiene el Pescador de Hombres. No se sab\u237?a nada deChapler desde hac\u237?a un par de d\u237?as. Su alteza quiere que reclam\u233?is el cad\u225?ver, que pagu\u233?is lo que os pidan y que investigu\u233?is la causa de la muerte del escribano. \u8212?\u161?Estoy demasiado ocupado para investigar la muerte de un escribano borracho! \u8212?protest\u243? Cranston. \u8212?Chapler no estaba borracho, sir John \u8212?replic\u243? Havant\u8212?. Chaplermuri\u243? asesinado. Unos minutos m\u225?s tarde, Cranston, con Athelstan a sulado, atravesaba el Cheapside y bajaba por Bread Street. El forense quer\u237?air a la Barca de San Pedro; as\u237? era como el Pescador de Hombres llamaba a su \u171?capilla\u187? o dep\u243?sito de cad\u225?veres. Cranston se abr\u237?apaso a empujones entre la multitud. Las casas, de dos y tres pisos, estrechas yapretadas, no dejaban pasar la luz del sol, y obligaban a los transe\u250?ntes agolpearse unos a otros para avanzar por las abarrotadas calles. Los tenderetesy las tiendas estaban abiertos, y se o\u237?a gritar a los aprendices, sobre todo a los de los sastres, con sus enormes carretones cubiertos de una amplia variedad de materiales: telas de hilo de Bruselas, de brillantes colores, con lujososbordados; telas inglesas, de Louvain y de Arras. M\u225?s abajo, en las callesde Trinity, los tenderetes estaban llenos de mercanc\u237?as del L\u237?bano y Venecia: cofres de canela, bolsas de azafr\u225?n y jengibre, toneles llenos de higos, naranjas amargas y pieles de lim\u243?n caramelizadas con aromas ex\u243?ticos. All\u237? estaban expuestos cajones llenos de almendras y nuez moscada, sacos de az\u250?car y pimienta, toneles de vino, pizarras y cajas de tiza, divers

    os art\u237?culos de cuero... y tambi\u233?n se exhib\u237?an arenques en cajones abiertos, junto a frutas y verduras. A Athelstan le habr\u237?a gustado preguntarle alguna cosa a Cranston, pero el ruido era ensordecedor. Adem\u225?s, el forense estaba demasiado ocupado amenazando con el pu\u241?o a los descarados aprendices que intentaban cogerlo por el brazo. Cranston gru\u241?\u237?a y se los sacaba de encima a golpetazos, como un oso acosado por perros de caza, mientras Athelstan lo segu\u237?a, abatido, intentando no prestar atenci\u243?n a los gritos, los trueques y los regateos. Los campesinos, los artesanos y los transe\u250?ntes lo empujaban y lo golpeaban, y de vez en cuando el fraile tropezaba y ten\u237?a que disculparse ante alguna dama que pasaba del brazo de su pretendiente.Mientras bajaban por la R\u233?ole hacia Vintry y las zonas menos salubres de la ciudad, Athelstan no quitaba la mano de su bolsa, pues all\u237? hab\u237?an montado sus puestos los curanderos y las adivinas, que atra\u237?an a carteristas

    y descuideros. Aquella gente siempre se reun\u237?a en sitios as\u237?, como las abejas alrededor de un panal, o como dir\u237?a sir John, \u171?como moscas alrededor de un cagarro\u187?. Finalmente Athelstan atisbo jarcias de barcos, y labrisa matutina le trajo el aire fresco y penetrante del r\u237?o. Cranston, queestaba malhumorado y no paraba de dar sorbos de su odre milagroso, torci\u243?por un callej\u243?n que conduc\u237?a a la Barca de San Pedro. Se les acerc\u243? un vendedor de reliquias, con una caja que presuntamente conten\u237?a las u\u241?as de los pies del fara\u243?n que hab\u237?a perseguido a Mois\u233?s. Cranston se quit\u243? la capucha. \u8212?\u161?Que Dios nos ampare! \u8212?grit\u243? el individuo, y, corriendo{\b}como un galgo, se perdi\u243? entre las sombras. {\~\par\pard\plain\hyphpar} El Pescador de Hombres estaba sentado en un banco delante de su capilla, rodeado de su extra\u241?o s\u233?quito, compuesto de mendig

    os y leprosos con la cara y las manos cubiertas de llagas; algunos estaban tan desfigurados que llevaban m\u225?scaras. Junto al Pescador de Hombres estaba Icthus; el muchacho no ten\u237?a cejas ni pesta\u241?as, ten\u237?a aspecto de pez,y de hecho nadaba como un pez. Sir John se detuvo y salud\u243? con la cabeza:sent\u237?a un profundo respeto por el Pescador de Hombres. \u8212?Buenos d\u237?as, sir John. \u8212?Buenos d\u237?as, amigos \u8212?respondi\u243? Cranston, sonriente, mientras Athelstan hac\u237?a la se\u241?al de la cruz. El Pescador deHombres se levant\u243? e hizo una reverencia. \u8212?Bienvenido a nuestra humilde iglesia, sir John\u8212?. Mir\u243? a Athelstan y a\u241?adi\u243?\u8212?: Vos tambi\u233?n, hermano Athelstan. Una vez m\u225?s, nos une la muerte. \u8212?

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    \u191?Ten\u233?is el cad\u225?ver de Edwin Chapler? \u8212?pregunt\u243? Cranston. El Pescador de Hombres le dio la jarra de cerveza que ten\u237?a en la mano aIcthus, abri\u243? la puerta de la capilla e invit\u243? a Cranston y a Athelstan a entrar con \u233?l. El interior era un cobertizo largo y estrecho. En la pared del fondo hab\u237?a un rudimentario altar, sobre el que ard\u237?an dos velas a ambos lados de un crucifijo. \u171?Las paredes que lo flanqueaban estaban decoradas con pinturas, una de las cuales representaba a Jon\u225?s en el momentoen que se lo tragaba la ballena. En la otra aparec\u237?a Cristo con sus ap\u243?stoles, que guardaban un gran parecido con el Pescador de Hombres y sus compinches, surcando el mar de Galilea en una gran barcaza. Era un lugar tenebroso, iluminado con l\u225?mparas de aceite y antorchas de juncos. Hab\u237?a dos mesas,y en cada una de ellas yac\u237?a un cad\u225?ver que hab\u237?an sacado del T\u225?mesis, cubiertos ambos con una lona sucia. Pese a los grandes cuencos de hierbas que hab\u237?a debajo de cada una de las mesas, Athelstan percibi\u243? eldesagradable olor a descomposici\u243?n; sin embargo, el Pescador de Hombres sesent\u237?a all\u237? como en su casa, y mientras los guiaba iba hablando solo.Se par\u243? junto a una de las mesas y retir\u243? la lona, descubriendo el cad\u225?ver de un joven empapado de agua del r\u237?o, con los ojos entreabiertosy el rostro de un blanco amarillento. Athelstan vio que el cad\u225?ver ten\u237?a sangre seca en las comisuras de la boca. \u8212?No fue un accidente \u8212?sentenci\u243? el Pescador de Hombres, y le dio la vuelta al cad\u225?ver. Athelstan, intentando controlar las n\u225?useas, examin\u243? la herida que el hombreten\u237?a en la nuca. \u8212?\u191?Tiene alguna herida m\u225?s? \u8212?pregunt\u243? Cranston al tiempo que tomaba un sorbo de su odre. Esta vez Athelstan ac

    ept\u243? el ofrecimiento del forense y bebi\u243? tambi\u233?n un gran sorbo. \u8212?Si las tiene, yo no las he visto. \u8212?El Pescador de Hombres tendi\u243? la mano y a\u241?adi\u243?\u8212?: \u161?Tres chelines, sir John! \u161?Tres chelines por sacar a una v\u237?ctima de asesinato del T\u225?mesis! \u8212?El ayuntamiento os pagar\u225? \u8212?repuso Cranston. El Pescador de Hombres sonri\u243?, pero no retir\u243? la mano. \u8212?Vamos, sir John, no jugu\u233?is conmigo. Si vos vais al ayuntamiento a pedir tres chelines, tres chelines es lo que os dar\u225?n; en cambio, si voy yo, me dar\u225?n un par de palos en la cabeza yme arrojar\u225?n por la escalera. Cranston suspir\u243? y le entreg\u243? el dinero. \u8212?Le golpearon en la nuca \u8212?explic\u243? el Pescador de Hombres\u8212?. Se trata de Edwin Chapler; lo sabemos porque hemos encontrado las credenciales en su bolsa. Como es un funcionario de la Corona, se las hemos enviado al regente, al Palacio Savoy. \u8212?\u191?Hab\u233?is encontrado algo m\u225?s?

    \u8212?pregunt\u243? Cranston. \u8212?Unas cuantas monedas, pero... \u8212?El Pescador de Hombres se encogi\u243? de hombros. Athelstan le dio la vuelta al cad\u225?ver, se arrodill\u243? y empez\u243? a susurrar la absoluci\u243?n. El Pescador de Hombres esper\u243? con paciencia mientras Athelstan trazaba la se\u241?al de la cruz sobre el rostro del joven muerto y susurraba el r\u233?quiem. \u8212?Le golpearon en la nuca \u8212?prosigui\u243? el Pescador d\u233? Hombres\u8212?, y conociendo el r\u237?o, yo dir\u237?a que lo arrojaron desde el Puente deLondres hace tres noches. \u8212?\u191?No deber\u237?a presentar el cad\u225?ver heridas y magulladuras producidas por los tabiques y los pilares del puente? \u8212?No, sir John. El r\u237?o baja con fuerza entre los arcos del puente. Estoy convencido de que lo arrojaron desde all\u237?: mientras se revolcaba en el agua, se le enredaron algas en la ropa. Si baj\u225?is a examinar los arcos del puente, comprobar\u233?is que es uno de los pocos sitios del r\u237?o donde se acu

    mulan las algas. \u8212?El Pescador de Hombres se ri\u243? y a\u241?adi\u243?\u8212?: Reconozco que estoy fanfarroneando, sir John; uno de mis ayudantes habl\u243? con la vieja Harrowtooth, esa bruja que vive en una casucha cerca de uno delos extremos del puente. Hace tres noches entr\u243? en la capilla de Santo Tom\u225?s Becket, y all\u237? vio a un hombre cuya descripci\u243?n coincide con ladel cad\u225?ver. \u8212?Claro \u8212?dijo sir John\u8212?. Y detr\u225?s de lacapilla hay una zona desierta, donde mucha gente se suicida. \u191?A qu\u233? hora lo vio Harrowtooth? \u8212?Despu\u233?s de v\u237?speras ya empezaba a anochecer. El joven se hallaba muy alterado; rezaba junto a la entrada, como si no seencontrara c\u243?modo en la capilla. \u8212?Conozco a la vieja Harrowtooth \u8

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    212?terci\u243? Athelstan\u8212?. Hablar\u233? con ella. \u8212?\u191?Y el cad\u225?ver? \u8212?pregunt\u243? el Pescador de Hombres. \u8212?Dejadlo aqu\u237? veinticuatro horas \u8212?respondi\u243? Cranston\u8212?. Si nadie lo reclama, envi\u225?dselo al sacerdote de Santa Mar\u237?a le Bow para que lo entierren. Enese cementerio hay un terreno... \u8212?Eso no puedo hacerlo \u8212?le interrumpi\u243? el Pescador de Hombres\u8212?. El \u250?ltimo cad\u225?ver que les llev\u233? lo rechazaron, y seguir\u225?n haci\u233?ndolo hasta que limpien el cementerio y construyan un nuevo osario. Athelstan se qued\u243? mirando al cad\u225?ver, lamentando la brutal muerte de aquel hombre tan joven. \u8212?En ese caso, enviadlo a San Erconwaldo \u8212?dijo\u8212?. Si nadie lo quiere, San Erconwaldolo acoger\u225?. Athelstan gir\u243? la cabeza al o\u237?r que se abr\u237?a lapuerta, y vio que Havant, rodeado del s\u233?quito del Pescador de Hombres, queprotestaba como una bandada de estorninos, entraba en la capilla. \u8212?\u161?Por el amor de Dios! \u8212?exclam\u243? sir John\u8212?. \u161?No me dig\u225?isque voy a tener que soportaros tan temprano, sir Lionel! \u8212?Hay una epidemia de muertes, sir John. Han asesinado a otro escribano. \u8212?\u191?Cerca del r\u237?o? \u8212?pregunt\u243?, esperanzado, el Pescador de Hombres. Sir Lionel ni siquiera se molest\u243? en contestarle, y dirigi\u233?ndose a Cranston, prosigui\u243?: \u8212?Han matado a Luke Peslep en el excusado de la taberna Tinta yTintero. Ten\u237?a una pu\u241?alada en el vientre y otra en el cuello; el asesino se ha esfumado. \u8212?\u191?Robo? \u8212?pregunt\u243? Cranston. \u8212?Nole han quitado nada, salvo la vida, aunque hemos encontrado esto. Havant entreg\u243? al forense un trozo de pergamino, y Cranston se lo pas\u243? a Athelstan.\u8212?Esta ma\u241?ana no tengo la vista muy bien. \u8212?Era la explicaci\u243

    ?n que sol\u237?a dar Cranston cuando hab\u237?a bebido demasiado. Athelstan ley\u243? el texto a la luz de una l\u225?mpara de aceite. \u8212?Dos acertijos \u8212?dijo lentamente\u8212?. El primero reza: \u171?Hubo un rey que luch\u243? contra un ej\u233?rcito. Consigui\u243? derrotarlo, pero al final vencedor y vencido acabaron en el mismo sitio\u187?. \u8212?\u191?Qu\u233? demonios significa eso? \u8212?pregunt\u243? Cranston. \u8212?Eso s\u243?lo Dios lo sabe \u8212?repuso Athelstan\u8212?. Y el segundo reza: \u171?La primera es el origen del viaje hacia el infierno\u187?. \u191?Lo llevaba Peslep encima? \u8212?pregunt\u243?. \u8212?No \u8212?contest\u243? Havant\u8212?, el asesino debi\u243? de dejarlo sobre el cad\u225?ver. Cranston y Athelstan le dieron las gracias al Pescador de Hombres y salieron con Havant a la calle. Las campanas de la ciudad repicaban llamando a las oraciones del mediod\u237?a. Los comerciantes y sus clientes ignoraban esa invitaci\u243?n, pero se hab\u237?an tomado un descanso para comer y beber

    , as\u237? que las calles no estaban tan abarrotadas, y ahora resultaba m\u225?sf\u225?cil moverse por ellas. Con todo, cuando llegaron a la taberna Unta y Tintero, Athelstan estaba cansado. Havant caminaba a grandes zancadas, como un gigante, y sir John, que no se dejaba impresionar, se esforzaba por demostrar que era un caballero poderoso, capaz de competir con los mejores y m\u225?s j\u243?venes. Frente a la taberna Tinta y Tintero se hab\u237?a formado un corro de curiosos, vigilado por los arqueros de la Torre, que llevaban el blas\u243?n de Juan de Gante. Havant se abri\u243? paso entre la multitud all\u237? reunida, habl\u243? con el capit\u225?n de los arqueros y entr\u243? en la taberna seguido de Cranston y Athelstan. En el sucio patio encontraron a un arquero mordisqueando un hueso de pollo mientras piropeaba a Meg, la criada, que les indic\u243? el lugarcon el pulgar. \u8212?Est\u225? ah\u237? dentro \u8212?grit\u243?\u8212?. El capit\u225?n le ha subido las calzas y lo ha adecentado un poco; dice que a ning\u2

    50?n hombre deber\u237?an encontrarlo as\u237?. Athelstan abri\u243? la puerta del excusado. Peslep estaba sentado en el banco de la letrina, y ten\u237?a el jub\u243?n manchado de sangre. El fraile vio las dos heridas, una en el cuello y la otra en el vientre. \u8212?Sacadlo de ah\u237? \u8212?susurr\u243?. Cranston grit\u243? una orden. El arquero, con la ayuda de Athelstan, sac\u243? el cad\u225?ver del excusado y lo dej\u243? sobre los adoquines del patio. Athelstan le dio la absoluci\u243?n y examin\u243? las dos heridas, cogi\u243? la bolsa del difunto y vaci\u243? su contenido en la palma de su mano. No hab\u237?a m\u225?s que unas pocas monedas, una piedra p\u243?mez y una medallita de san Crist\u243?bal. Athelstan recit\u243? un breve r\u233?quiem, bendijo el cad\u225?ver y se pus

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    o en pie. El tabernero, fingiendo una gran pena, sali\u243? al patio frot\u225?ndose las manos y elev\u243? la vista hacia el cielo. \u8212?\u161?Que Dios se apiade de nosotros! \u8212?se lament\u243?\u8212?. \u161?Que Dios se apiade de todos nosotros! \u8212?\u161?Callaos ya! \u8212?gru\u241?\u243? Cranston\u8212?. Noos preocup\u233?is, maese tabernero: sacaremos el cad\u225?ver de aqu\u237?. Dentro de muy poco estar\u233?is de nuevo contando monedas. Explicadme qu\u233? hapasado. \u8212?He enviado un mensajero a la Torre \u8212?balbuce\u243? el tabernero\u8212?, porque \u233?se es Luke Peslep, escribano de la Canciller\u237?a dela Cera Verde. \u8212?No enviasteis al chico a la Torre \u8212?se burl\u243? Meg. \u8212?A ver si os fij\u225?is en lo que dec\u237?s, por el amor de Dios \u8212?terci\u243? Havant\u8212?. Enviasteis al chico a la Canciller\u237?a de FleetStreet: yo estaba all\u237? cuando lleg\u243? con vuestro mensaje. El taberneroagit\u243? los dedos; luego sac\u243? un trapo sucio de su grasiento delantal yse sec\u243? la cara. \u8212?\u161?Se\u241?or, ten piedad! \u161?Ten piedad denosotros! \u161?Ten\u233?is raz\u243?n! \u161?Ten\u233?is raz\u243?n! Es que pensaba que hab\u237?an desembarcado los malditos franceses, y que hab\u237?a que ir a la Torre. Cranston sujet\u243? al tabernero por el hombro y dijo: \u8212?Amigo m\u237?o, acaban de asesinar a un funcionario de la Corona y vos no hac\u233?is otra cosa que gimotear como un chiquillo. \u8212?Yo no he visto nada \u8212?aleg\u243? el tabernero. \u8212?Estaba demasiado ocupado vigilando a los clientes\u8212?intervino Meg. Athelstan llam\u243? a la muchacha y desliz\u243? un penique en su huesuda mano. \u8212?\u191?Y vos? \u191?Qu\u233? hab\u233?is visto, muchacha? \u8212?pregunt\u243?. La joven se sec\u243? la nariz con el dorso de lamano y respondi\u243?: \u8212?Peslep ha venido a desayunar, como de costumbre; m

    e ha tocado los pechos, como de costumbre, y se ha sentado a comer como un pr\u237?ncipe. Despu\u233?s ha ido a los retretes, como siempre, a hacer sus necesidades. \u8212?\u191?Algo m\u225?s? \u8212?No s\u233? nada m\u225?s; no he visto salir a nadie detr\u225?s de \u233?l. Sim\u243?n, el ferretero, ha salido al patioporque ten\u237?a la vejiga rebosante de cerveza, luego le hemos o\u237?do gritar y el resto ya lo sab\u233?is. \u8212?\u191?Hab\u233?is visto a alguien en lataberna esta ma\u241?ana que os haya llamado la atenci\u243?n? \u191?Alg\u250?nforastero, quiz\u225?? La joven cerr\u243? los ojos y frunci\u243? los labios yel entrecejo. \u8212?Han entrado unos mendigos \u8212?contest\u243?\u8212?. Ah,s\u237?, y tambi\u233?n un joven muy apuesto. \u8212?Abri\u243? un ojo y se\u241?al\u243? a Havant\u8212?. Vest\u237?a como vos, con ropa buena; llevaba un talabarte y botas altas de montar, con espuelas. Havant esboz\u243? una sonrisa y pregunt\u243?: \u8212?Pero no era yo, \u191?verdad? \u8212?Oh, no, se\u241?or \u82

    12?contest\u243? la muchacha t\u237?midamente\u8212?. Vos sois mucho m\u225?s atractivo que \u233?l. \u8212?Entonces, \u191?le visteis la cara? \u8212?pregunt\u243? Athelstan. \u8212?Me fij\u233? en que iba reci\u233?n afeitado \u8212?respondi\u243? Meg\u8212?. Pero no, padre, en realidad no le prest\u233? mucha atenci\u243?n; ten\u237?a demasiado trabajo. Cranston, que estaba de pie, balance\u225?ndose, con los ojos entrecerrados, chasc\u243? la lengua y dijo: \u8212?Maese tabernero, haced que se lleven el cad\u225?ver de aqu\u237?. \u8212?Sac\u243? unas monedas de la bolsa de Peslep, que Athelstan le hab\u237?a dado. \u8212?\u191?Adonde hay que llevarlo? \u8212?A la iglesia de vuestra parroquia \u8212?contest\u243? Cranston, sujetando al tabernero por la mu\u241?eca y apret\u225?ndoselacon fuerza\u8212?. Decidle al p\u225?rroco que se lo env\u237?a sir John Cranston para que lo entierre. El tabernero se alej\u243? a grandes zancadas, y Meg losigui\u243?. \u8212?\u191?Qu\u233? hac\u237?ais vos en la Canciller\u237?a? \u82

    12?le pregunt\u243? Cranston a Havant. Havant se encogi\u243? de hombros. \u8212?Obedec\u237?a las \u243?rdenes del regente, sir John. Ten\u237?a que ir a informar del hallazgo del cad\u225?ver de Chapler. \u8212?Estaban muy tristes y afligidos, y entonces lleg\u243? el chico de la taberna. \u8212?Havant mir\u243? al cielo y a\u241?adi\u243?\u8212?: Tengo que irme, sir John\u8212?. Mir\u243? a Athelstan, le sonri\u243?, dio media vuelta y entr\u243? en la taberna. Cranston sesent\u243? en un taburete de madera y se qued\u243? contemplando el cad\u225?ver mientras Athelstan examinaba el patio. \u8212?No encontrar\u233?is nada \u8212?se lament\u243? el forense\u8212?. Ese se ha escabullido como un fantasma. Athelstan fue hasta la parte trasera de los excusados y abri\u243? una portezuela qu

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    e conduc\u237?a a un callej\u243?n. Mir\u243? a uno y otro lado; en un extremo unos ni\u241?os jugaban con un sapo, bajo la atenta mirada de un gato escu\u225?lido; en el otro, entre dos casas, hab\u237?a un espacio por el que se acced\u237?a a otra calleja. Athelstan cerr\u243? la portezuela, regres\u243? al patio y se sent\u243? junto a sir John. \u8212?Demasiados asesinatos \u8212?murmur\u243?el forense. Se frot\u243? la cara y agreg\u243?\u8212?: Hermano Athelstan, necesito comer algo. \u8212?Le dio un codazo a su compa\u241?ero, que estaba absortoen sus pensamientos\u8212?. \u191?En qu\u233? pens\u225?is, monje? \u8212?Estoyperplejo, sir John, y no s\u243?lo por la muerte de Drayton. Adem\u225?s est\u225? Chapler, a quien han golpeado en la cabeza y arrojado al r\u237?o. Y ahora apu\u241?alan a Peslep en un excusado. \u8212?Y eso \u191?qu\u233? significa? \u8212?pregunt\u243? Cranston. \u8212?A esos escribanos los ha matado alguien que conoc\u237?a todos sus h\u225?bitos y costumbres. \u8212?Athelstan exhal\u243? unsuspiro y prosigui\u243?\u8212?: Seguro que Chapler ten\u237?a por costumbre rezar en la capilla de Santo Tom\u225?s Becket, y, como acaba de decirnos Meg, Peslep sol\u237?a venir aqu\u237? cada ma\u241?ana a desayunar. \u8212?\u191?Y el asesino? \u8212?Ese joven, es lo m\u225?s probable \u8212?respondi\u243? Athelstan\u8212?. Ha venido aqu\u237? con su talabarte, ha esperado a que Peslep salieraal patio y lo ha seguido. Debe de haber sido f\u225?cil: Peslep estar\u237?a sentado en el retrete, con las calzas alrededor de los tobillos; de repente la puerta se abre, el asesino le clava la espada en el vientre y luego en el cuello, ydesaparece por el callej\u243?n sin dejar rastro. Vamos, sir John \u8212?dijo Athelstan poni\u233?ndose en pie\u8212?. Ya comeremos m\u225?s tarde, ahora tenemos que ir a la Canciller\u237?a. \u8212?No \u8212?le contradijo sir John. \u8212?

    \u161?Sir John! \u8212?Los asesinatos de los escribanos son importantes, hermano, pero el regente no me dejar\u225? en paz. Quiero volver a casa de Drayton y registrar a fondo esa contadur\u237?a. \u8212?Ahora estamos en la ciudad, sir John\u8212?insisti\u243? Athelstan\u8212?. Chanchery Lane no queda lejos de aqu\u237?. El asesinato de Drayton es obra de una mente astuta, y su misterio no se reduce a un pasadizo secreto. Adem\u225?s \u8212?a\u241?adi\u243? sacando el trozode pergamino de su bolsa\u8212?, \u191?por qu\u233? dejar\u237?a el asesino estos acertijos? \u191?Qu\u233? mensaje pretend\u237?a transmitir? Creo, sir John, que a Peslep y a Chapler los mat\u243? alguien como ellos, otro escribano. As\u237? que levantaos, sir John; todav\u237?a es temprano para pensar en comer. Cranston cedi\u243? de mala gana, disimulando su decepci\u243?n por no poder comprarse un jugoso pastel de carne en el Cordero de Dios. Salieron de la taberna Tintay Tintero despu\u233?s de que Cranston le diera \u243?rdenes al tabernero respec

    to a lo que ten\u237?a que hacer con el cad\u225?ver de Peslep, y echaron a andar hacia el Cheapside, pasando por los Shambles, el ruidoso mercado de carne situado frente a la c\u225?rcel de Newgate, hasta llegar a Holborn Street. All\u237?tuvieron que pararse un rato, porque un grupo de c\u243?micos hab\u237?a atra\u237?do a una multitud de curiosos desocupados. Unos cuantos transe\u250?ntes queno ten\u237?an prisa se hab\u237?an reunido en un descampado cercano para observar a los artistas y juglares, que hac\u237?an acrobacias, sacaban fuego por laboca y danzaban sobre cuerdas. Tambi\u233?n merodeaban por all\u237? varias prostitutas con vestidos de colores chillones; cuando reconocieron a sir John Cranston, se oyeron algunos silbidos, pero no se le acerc\u243? ning\u250?n granuja. Finalmente sir John, gritando y agitando sus monumentales pu\u241?os, se abri\u243? paso entre el gent\u237?o. Pasaron por la posada Obispo de Ely y entraron enel barrio de los abogados, abarrotado de hombres con indumentaria sobria, con ca

    sacas bordeadas de piel, escribientes y secretarios ataviados con prendas de color marr\u243?n y verde. Torcieron por Chancery Lane, y Cranston se detuvo ante una gran casa de cuatro plantas. Las ventanas estaban cubiertas de polvo, y el yeso y el entramado de madera de la fachada, descoloridos y resquebrajados. \u8212?Est\u225? as\u237? desde que yo era ni\u241?o \u8212?observ\u243? Cranston mientras golpeaba la aldaba de hierro con forma de pluma. Se\u241?al\u243? a Athelstan con el dedo \u237?ndice y a\u241?adi\u243?\u8212?: Esta casa encierra grandessecretos. Estaba a punto de decir algo m\u225?s cuando la puerta se abri\u243?de par en par. El hombre que los recibi\u243? vest\u237?a, pese al calor, una t\u250?nica ribeteada de piel que le llegaba hasta los pies; en una mano llevaba u

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    n mon\u243?culo, en la otra, una pluma, y ten\u237?a los dedos manchados de tinta. Era calvo, y el color gris\u225?ceo de su cutis hac\u237?a que sus ojos brillantes y su nariz puntiaguda sobresalieran a\u250?n m\u225?s. Hizo una mueca de fastidio con los p\u225?lidos labios y dijo: \u8212?\u191?Qu\u233? se os ofrece,se\u241?ores? \u8212?Se rasc\u243? el delgado cuello. \u8212?Nos env\u237?a el rey \u8212?contest\u243? Cranston, y lo apart\u243? de un empuj\u243?n. \u8212?Losiento mucho, se\u241?or \u8212?dijo el individuo sujetando a Cranston por el brazo. \u8212?\u191?Qui\u233?n sois? \u8212?bram\u243? el forense. \u8212?TibauldLesures, el se\u241?or de los pergaminos. \u191?C\u243?mo os\u225?is...? Cranston lo cogi\u243? por la mano y dijo: \u8212?Pues yo soy sir John Cranston, forense de la ciudad, y he venido obedeciendo las \u243?rdenes expresas del regente.Este monje es el hermano Athelstan, p\u225?rroco de San Erconwaldo y mi secretario personal. \u8212?Y \u191?por qu\u233? no hab\u233?is empezado por ah\u237?? \u8212?protest\u243? Lesures estirando el largo y delgado cuello como un pollo enojado. Meti\u243? los dedos en el cintur\u243?n