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Franz Oppenheimer - El Estado

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    Franz Oppenheimer

    EL ESTADO Su historia y evolución desde un punto de

     vista sociológico

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    Título original: Der Staat Franz Oppenheimer, 1908Traducción: Juan Manuel Baquero VázquezRetoque de cubierta: TitivillusEditor digital: TitivillusePub base r1.2

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    PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN EN ESPAÑOL

    Resulta chocante que alguien que escribió en elmomento en que lo hizo Franz Oppenheimer y que,además, defendía una tesis «sin romanticismos» sobreel origen y la esencia del Estado (rapiña y opresión)confiara, sin embargo, en que la evolución históricaconduciría casi inexorablemente a su desaparición y asu sustitución por lo que él denomina «la libreciudadanía»; una etapa histórica donde la humanidad

    conocería la auténtica libertad. Para entender esteoptimismo del autor alemán, conviene explicar sustesis más relevantes.

    Oppenheimer está convencido de que las teoríasconvencionales sobre el Estado, diversas y a menudoen conflicto, son claramente insuficientes paraindagar sobre lo que una teoría sociológica del Estadodebe explicar: su esencia misma. Quizás por ello,

    ninguna teoría ha conseguido la aceptación general:ni el origen, ni la evolución, ni el propósito del Estadoque pretenden desentrañar, han conseguido unacuerdo unánime. Solamente un estudio sociológico opsico-sociológico del Estado —línea de investigacióniniciada por Saint-Simon y Comte— podría, por fin,demostrar cuál era el verdadero significado de esesingular producto histórico.

    Pues bien, el estudio científico de la HistoriaUniversal, que hasta ahora ha sido —en términoshegelianos—  la historia de los Estados, muestraclaramente que en todas partes el Estado ha surgidode la conquista y que su objetivo no ha sido otro quela explotación económica de los dominados. No soloeso: todos los Estados, sean del tipo que sean, son y

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    han sido siempre Estados de clases en los que la clasedominante gobierna en su propio beneficio sobre

    todas las demás. Las pruebas históricas, sobre todo elabundante material etnográfico del que dispone y alque hace múltiples referencias el profesor alemán, nodejan lugar a dudas sobre la veracidad de una tesis defiliación aparentemente marxista.

    Nuestro autor cree que las teorías sobre el origendel Estado que no reconocen este hecho fundamentalestán completamente equivocadas. En su mayoría, se

    trata de doctrinas que hacen surgir el Estado de unaprimitiva acumulación de capital, como si el Estadofuera el resultado natural de la evolución económicadesde una especie de comunismo primitivo hasta laaparición y consolidación de la propiedad privada. Eneste proceso, el origen del Estado reside en uncontrato pacífico y voluntario, con independencia deque se parta de la premisa de que los hombres son

    sociables por naturaleza o todo lo contrario, porqueen ambos casos se asume que los individuos son librese iguales y que, gradualmente y como efecto delejercicio de ciertas virtudes económicas, iránapareciendo las clases sociales sin que intervenganingún poder extraeconómico. Este es el axioma de lasociología «burguesa» que puede remontarse hasta lafilosofía griega y que ha sido repetido una y otra vez

    en la historia del pensamiento. Tesis —insisteOppenheimer—  muy influyente, pero por completoerrónea, como señalan las pruebas históricas y lasdeducciones de la ciencia económica y de la sociología.Sin embargo, a pesar de todas estas pruebas, en lateoría de la acumulación originaria no existe rastroalguno de ese poder opresor basado en el hurto y en la

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    explotación que está en la raíz misma del Estado,aunque ya Gumplowicz, y algunos otros antes que él,

    demostraron que en su origen está siempre laconquista.La razón que explica el origen violento del Estado

    no es otra que el deseo de satisfacer necesidadeseconómicas, aunque ese deseo es algo más que lapersecución de bienes materiales o el ánimo deenriquecerse. Como es sabido, una de las tesis máscélebres de la obra de Oppenheimer es que la

    satisfacción de las necesidades puede llevarse a cabo através de dos tipos de medios: políticos y económicos,siendo el Estado la forma para la organización de losmedios políticos. Estos son violentos y se basan en laapropiación del trabajo de otros individuos, mientrasque el trabajo personal de cada uno y el libreintercambio constituyen los medios económicos, queson pacíficos por naturaleza.

    En ambos casos se trata de obtener bienes ysatisfacer necesidades (tanto fisiológicas comosociales) de la manera más segura y cómoda; es decir,empleando el medio menor para obtener el mayorresultado, y ambos se emplean uno junto al otro,desde el origen de la civilización. Precisamente, unode los medios no económicos más eficaces para lasatisfacción de las necesidades es el propio Estado. De

    hecho, el capitalismo y la sociedad de clases sontambién una creación del medio político, del poder deconquista. Así queda refutada la tesis contraria: quelas clases sociales se han formado sin intervención delmedio político; es decir, la tesis de la acumulación delcapital defendida por autores liberales como J. Turgot y A. Smith, entre otros.

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     Además, esto es así siempre y en todas partesporque la humanidad comparte sin excepción una

    misma psicología. Todos los hombres, conindependencia de su raza, obedecen a las mismasinfluencias del ambiente y presentan similarescaracterísticas en un análogo nivel de desarrollo. Losseres humanos tienen los mismos instintos ynecesidades. Por eso, se observan iguales fenómenosen escenarios totalmente diferentes, hasta en aquellos«pueblos ignorados por la historia». El profesor de

    Frankfurt rechaza tajantemente las doctrinas racistasporque, por encima de las naciones y las razas, está laidea de Humanidad. Su planteamiento es general y nocontempla excepciones.

    Los primeros pueblos, los cazadores primitivos, notenían Estado porque no se habían desarrolladotodavía suficientemente los medios económicos,porque —podría decirse—  no había aún nada que

    robar. Ningún Estado puede llegar a serlo hasta quehaya desarrollado un número determinado de objetospara la satisfacción de las necesidades humanas. Deahí que los cazadores primitivos vivieranprácticamente en la anarquía. Serán los pastoresnómadas, agresivos y violentos, los que más adelantese acaben imponiendo sobre los campesinos,surgiendo así el Estado. A su vez, del conflicto entre

    unos y otros surgirá la civilización.Los campesinos vivían en asociaciones débilmente

    organizadas sin un poder único y común y vivíanapegados a la tierra. No eran belicosos, porque laguerra no mejoraba en nada su condición.Precisamente por tener un carácter más pacífico eranpresa fácil de los pastores nómadas que, además,

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    aprendieron pronto la utilidad de conservar la vida delos enemigos para convertirlos en esclavos. En ese

    momento, con la introducción de la esclavitud, se hacompletado el Estado en sus caracteres esenciales,aunque aún le falta circunscribir su poder organizadoa un territorio delimitado. Y esto ocurre tanto en losEstados marítimos (fundados por los nómadasmarinos), como en los Estados terrestres.

    Del Estado terrestre surgirán el Estado feudal y elEstado absoluto que, a pesar de los cambios,

    continúan siendo en esencia lo mismo: un conjunto demedios políticos para la satisfacción de lasnecesidades, aunque ya se puede decir que el Estadoprimitivo se ha desarrollado plenamente y que lo quehará a partir de ahora es crecer. Este crecimiento estanto objetivo como subjetivo; es decir, el Estado sedesarrolla como una forma política y jurídica decontenido económico, a la vez que se va elaborando

    una especie de comunidad o integración psíquica quese manifiesta en la conciencia de pertenencia,desapareciendo con el tiempo el recuerdo de su origenauténtico.

    Del Estado feudal desarrollado y del Estadoabsoluto, llegaremos al Estado constitucional actualen el cual el Estado debería representar los interesesde todos, aunque —como ocurre en los otros estadios

    de la evolución estatal— la Administración, la ley, la justicia y la política internacional siguen siendoproductos de clase. En realidad, el Estado es y ha sidosiempre un Estado de clases, originadas en lasdesigualdades de fortuna que forjan característicasidénticas en todas las clases dominantes. De hecho,según el tipo de dominio, hay un tipo de Derecho,

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    pues los Estados se mantienen de conformidad con losmismos principios que los originan. Por eso, la vida

    del Estado constitucional moderno está tambiéndeterminada por el capital productivo. Sin embargo,la novedad del sistema moderno son los funcionarios.Ellos tienen el deber de preservar los interesespúblicos, no los de una clase determinada, de modoque los medios económicos avanzan en su luchacontra los medios políticos. No obstante,adelantándose a las tesis de laPublic Choice,

    Oppenheimer escribe que los funcionarios realizantambién políticas de clase prescritas para ellos, puesno dejan de ser hombres «reales» con su propiaconciencia de clase.

     Al estudiar las diferentes etapas por las que pasa laformación del Estado, nuestro autor descubre que enla historia de la humanidad existe una tendenciaevolutiva que conduce desde el Estado primitivo

    basado en la conquista hasta una «libre ciudadanía»en la que dejará de ser un medio propiamente político.La historia del Estado sería, pues, la historia de laevolución hacia el triunfo de los medios económicos(valorados siempre positivamente) sobre los políticos.Del Estado primitivo basado en el robo, creeOppenheimer que se llegará a la meta final, a la«ciudadanía libre», en la que desaparecerá

    definitivamente la explotación de una clase sobre otraporque ya no habrá clases. Es decir, crecerá loeconómico y disminuirá lo político. Solo habrásociedad, no Estado. Y como la historia enseña que lasguerras se hacen en interés de las clases dominantes,por conquistar territorios, por dominar pueblos, porrazones dinásticas o por deseo de riquezas, podemos

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    deducir que, una vez sustituido el Estado por lasociedad, esto es, los medios políticos por los medios

    económicos, desaparecerá también la guerra.He aquí la meta última de esta filosofía de laHistoria que subyace a la obra del autor. La Historiatiene una finalidad, pasa por una serie de etapas,obedece a determinadas leyes y culmina en un estadiofinal no muy lejano que será superior a los anteriores.Porque en último término, de la lucha entre el Estado y la sociedad, surgirá la sociedad sin clases y la unión

    de toda la Humanidad, que comparte un destinocomún. La dialéctica entre medios económicos ypolíticos (entre el bien y el mal, entre la libertad y laesclavitud, la benevolencia y la brutalidad, la paz y laguerra), hace que en un sentido muy hegeliano lahistoria progrese y se proyecte hacia un futurosuperior e integrador de las fases anteriores, cuyaculminación es una especie de República Universal al

    modo kantiano.Oppenheimer reivindica el optimismo de los

    humanistas a la vez que rechaza el pesimismosociológico que cree está invadiendo la época en laque vive. Los medios económicos van a ganar, y losmedios políticos están llamados a desaparecer de lasociedad. Al igual que la filosofía de la Historia deTurgot o Condorcet, cree que la dirección hacia el

    progreso es inevitable, aunque en la obra del autoralemán ese progreso consiste básicamente en que elEstado dejará de ser un medio político paraconvertirse en «una libre ciudadanía» que, por lo visto,implica que la armadura del Estado siga siendo la delEstado constitucional, pero sin el elemento negativode la explotación y la opresión. Sin embargo, no queda

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    muy claro (como decíamos al comienzo) cómo sigueexistiendo el Estado (por lo menos se sigue usando

    este nombre) y su burocracia (guardiana de losintereses comunes, al no haber ya distinción de clase)cuando aquel pasa a ser —en palabras deOppenheimer—  una sociedad guiada por elautogobierno cuyo contenido es la economía pura y suforma «la libre ciudadanía». Afirmaciones querecuerdan vagamente a la tesis del desvanecimientodel Estado y su sustitución por la administración de

    las cosas de las que hablaban Marx y Engels, aunquenuestro autor rechaza tanto el comunismo como elanarquismo, porque no confía en la revolución, sinoen la evolución.

    En cualquier caso, al final del recorrido históricolo que se constituye es una sociedad en la que se dantanto caracteres liberales como caracteres propios deun socialismo moderado y reformista. Por un lado, es

    cierto que nuestro autor está convencido de que lasociedad del futuro será una sociedad guiada por elautogobierno y que el Estado dejará paso a la libreciudadanía en una sociedad sin dominación. Pero seráuna sociedad también de iguales, sin distinciones declase, basada únicamente en el trabajo y elintercambio en la que, además, se ha eliminado la granpropiedad de la tierra (uno de los mayores males de la

    humanidad) cuyo origen no es otro que la ocupación y la conquista feudal. Si el acceso a la tierra seencuentra bloqueado y se convierte en un monopolio,es inevitable que reine la injusticia. Por eso, lasolución que propuso Oppenheimer al movimientosionista para Palestina a principios delsiglo XX consistía precisamente en sustituir la

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    propiedad privada de los grandes terrenos porcooperativas gestionadas por los propios campesinos

    o por propietarios independientes. Su liberalismodebía eliminar todos los privilegios y monopolios paraque reinase la armonía de intereses.

    Es significativo que el propio Oppenheimer secalificara a sí mismo como socialista-liberal o liberal-socialista. Su «liberalismo socialista» consiste en unsocialismo al que se ha llegado a través del liberalismo,una tercera vía que conecta con el programa de

    Ludwig Erhard, de quien fue amigo y profesor enFrankfurt, como también lo fue de Wilhelm Röpke,uno de los creadores del ordoliberalismo. Susbiógrafos consideran que esta vena reformista y supreocupación por los más pobres tienen su origen enlos años en que practicaba la medicina en los barriosmás miserables de Berlín.

    Por eso mismo, resultan difíciles de compaginar

    algunas de las características más destacadas de suobra con muchas de las premisas liberales básicas (porlo menos, con las del llamado liberalismo clásico deorigen anglosajón). En efecto, Oppenheimer defiendeel historicismo materialista que en más de una ocasiónrecuerda a Marx y a sus discípulos; admite la creenciaen que existen unas leyes inherentes que rigen eldesarrollo histórico; acepta la analogía de la sociedad

    con el organismo y rechaza el modelo del homooeconomicus. En esa línea, critica el individualismoextremo, defiende la concepción «agrocéntrica» de laeconomía y la sociedad, y la idea de que el capitalismoes creación de los medios políticos, al tiempo queasume ese «biologicismo» que le hace comparar elcomportamiento de los hombres al de otros animales

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    como los osos o las abejas, a los campesinos pasivoscon óvulos, y a los pastores activos con

    espermatozoides, por citar solamente algunos de susejemplos más llamativos, en algún caso muyperegrinos.

    No obstante, también es cierto que otrascaracterísticas de su obra pueden ser del agrado de losliberales e incluso, aún más, de los llamados«libertarios» o anarcocapitalistas de la escuela deMurray Rothbard que reconoce, por cierto, la

    influencia de nuestro autor. Su sociedad sindominación, su valoración positiva de los medioseconómicos (ligados a la razón, la libertad, la paz y laigualdad) y negativa de los políticos o la confianza enla libertad y el progreso, son ideas todas ellas quepueden fácilmente compartir unos y otros. Sobre todopara los anarcocapitalistas, la identificación de losmedios políticos con el robo de los frutos del trabajo y

    la tesis de que a lo largo de la historia los hombres hanpreferido usar los métodos políticos antes que loseconómicos haciendo del Estado una instituciónparasitaria de explotación depredadora, son ideas muyde su agrado y afines a su concepción de una sociedadlibertaria. Además, la convicción que se desprende dela obra de Oppenheimer, en el sentido de que elmercado aumenta la producción y crea riqueza

    mientras que el Estado la roba, encaja perfectamentecon su ideología porque, en última instancia, laexplotación y la miseria son los efectos negativos de lapolítica y no de la economía. Está claro, pues, que estematiz anarquista de la obra de Oppenheimer resultamuy atractivo para los defensores del mercado sinEstado. Probablemente esta es la razón por la que hoy

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    día se promueve la recuperación de un autor taninteresante como discutible.

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    PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN EN EE. UU.

    Este pequeño libro se ha hecho notar. Además de estasegunda edición norteamericana que tiene en susmanos, hay ediciones traducidas al francés, al húngaro y al serbio. También tengo constancia de que existentraducciones publicadas en francés, húngaro, hebreo y yiddish, pero estas son copias ilegales. El libro hasuperado toda crítica y sobre él se ha hablado tantofavorable como desfavorablemente. Sin lugar a dudas,

    ha hecho renacer el debate sobre el origen y la esenciadel Estado. Algunos etnólogos destacados, en especial Holsti,

    actual ministro de Asuntos Exteriores del Libre Estadode Finlandia, han atacado el principio básico que seformula y demuestra en esta obra, pero no han tenidoéxito, puesto que su definición de Estado asumía lacuestión que en realidad habría de demostrarse. Han

    reunido una gran variedad de hechos como prueba dela existencia de algunas formas de gobierno yliderazgo, recogiendo incluso aquellas formas sinclasificación alguna, y le han dado el nombre de«Estado». No es mi intención refutar estos hechos. Esevidente que en cualquier grupo de humanos, porpequeño que sea, ha de existir una autoridad quedetermine los conflictos y, llegados a situaciones

    extraordinarias, asuma el liderazgo. Sin embargo,dicha autoridad no es «el Estado» como yo lo entiendo.El Estado podría definirse como la organización deuna única clase que domina sobre todas las otras. Unaorganización como tal solo puede darse de una forma:mediante la conquista y el sometimiento de gruposétnicos por parte de un grupo dominante. Ninguno de

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    mis críticos ha dado pruebas convincentes queinvaliden esta postura. La mayoría de los sociólogos

    contemporáneos, entre los que podrían mencionarse Albion Small, Alfred Vierkandt y Wilhelm Wundt,acepta esta tesis. En concreto, Wilhelm Wundt afirma,en términos inequívocos, que «la sociedad política (untérmino idéntico al de Estado en el sentido que seemplea en este libro) apareció y pudo solamenteoriginarse en periodos de migración y conquista», enlos cuales se sucede el sometimiento de un pueblo

    sobre otro.Incluso hay algunos de mis oponentes que se

    inclinan de manera favorable hacia mis argumentos,como es el caso del venerable Adolf Wagner, cuyaspalabras cito con orgullo. En su artículo sobre «elEstado» en el Handwörterbuch derStaatswissenschaftenescribió:

    El concepto sociológico de Estado al que me hereferido, en especial en el ámbito y el tratamientoofrecidos por Oppenheimer, merece unminucioso examen, especialmente por parte deeconomistas e historiadores políticos. Desde estepunto de vista, el panorama que se ofrece sobre eldesarrollo económico de los pueblos y del Estadodurante tiempos históricos debería resultar

    atractivo incluso para aquellos que se oponen altérmino mismo.

    El «concepto sociológico de Estado», tal y como lodenominó Ludwig Gumplowicz, goza en últimainstancia de aceptación general. Sus oponentes seesfuerzan y perseveran enormemente en sus intentos,

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     y en una ocasión incluso me referí a ellos como «la raízsociológica de todos los males». No obstante, el

    concepto responde al principio básico de sociología«burguesa» y será considerado de valor, no solo enasuntos de índole económica e histórica, sino tambiénen el estudio del derecho y la historia constitucional. Así pues, me tomo la libertad de hacer algunoscomentarios al respecto.

    La prueba más temprana del reconocimiento de laidea subyacente al derecho de acumulación

    originaria  podría datarse, como mucho, del periodode desaparición de la civilización clásica, en la épocaen la que la economía de esclavo capitalista convirtiólas ciudades-Estado en ruinas como si sus habitanteshubiesen padecido un consumo galopante. Al igualque en nuestra actualidad capitalista, la cual seasemeja a este periodo en muchos aspectos, seprodujo una ruptura de todas esas relaciones que se

    han venido formando de manera natural y bajo lascuales el individuo ha encontrado protección. Los«lazos comunitarios» a los que se refiere FerdinandToennies se habían aflojado. El individuo se encontródesamparado, obligado a confiar en sus propiosesfuerzos y en su propia razón en un mar embravecidode competencia que aparecería más adelante. La razóncolectiva, el producto final de la sabiduría de miles de

    años de experiencia, ya no servía como guía ni podíasalvaguardar al individuo, que se encontraba másdiseminado. A partir de esta necesidad por una razónindividual surgió la idea de nacionalismo. Esta ideaencuentra su primera justificación como línea dedesarrollo y método en la recientemente originadaciencia de gobierno social. Sin embargo, cuando más

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    adelante se convirtió en lo que Rubenstein —en suobra titulada Romantic Socialism—  denomina

    «tendencia», no fue justificada. La comunidad,utilizando el término que emplea Toennies, seconvirtió en «sociedad». «El Contrato» parecía ser elúnico lazo que mantenía unidos a los hombres,contrato que se basaba en la relación puramenteracionalista de servicio por servicio, el do ut des, el«Contrato social» de Rousseau. Una «sociedad»parecería ser, así pues, la unión de individuos que se

    buscan a ellos mismos y que esperan obtener sussatisfacciones personales a través de la unión. Aristóteles había enseñado que el Estado se habíadesarrollado, mediante crecimiento gradual, a partirdel grupo familiar. Los estoicos y los epicúreossostenían que los individuos formaban el Estado —con la diferencia de que los primeros concebían alindividuo como un ser por naturaleza social y los

    segundos lo concebían como un ser por naturalezaantisocial—. Por consiguiente, para los estoicos el«Estado de naturaleza» se presentaba como una uniónpacífica y, por el contrario, para los epicúreos, comouna guerra de todos contra todos, con la sociedadcomo un medio convincente para un modusvivendi  adecuado. Para los unos la sociedad estabacondicionada physei (por naturaleza); para los otros lo

    estaba nomo (por decreto).Sin embargo, a pesar de esta importante distinción

    entre las dos escuelas, ambas asumían la premisa deque, en sus orígenes, los individuos eran libres,política y económicamente iguales, y que de un ordensocial primitivo como tal se había desarrolladoplenamente, mediante la diferenciación gradual, el

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    Estado con su jerarquía de clases. Esto es el derecho deacumulación originaria.

    Sin embargo, erraríamos si creyésemos que estatesis se presentó en un principio como juicio histórico.El racionalismo es ahistórico en esencia, inclusoquizás antihistórico. Por el contrario, la tesis se expusocomo una «ficción», una teoría, una suposiciónahistórica consciente. De esta forma adquirió elnombre de ley natural . Fue bajo este nombre que seintrodujo en el pensamiento moderno, estoicamente

    retocado en Hugo Grotius y Samuel Pufendorf, asícomo epicúreamente en Thomas Hobbes. Se convirtióen el arma de pensamiento operativa entre elcreciente tercer estamento de los grupos capitalistas.

    Los capitalistas usaban las armas, primero contrael Estado feudal con sus clases privilegiadas y, másadelante, contra el cuarto estamento, con su teoría declases del socialismo. Contra la dominación feudal se

    argumentó que una «Ley de la Naturaleza» ni conoceni permite privilegios. Tras haber triunfado en laRevolución Inglesa de 1648 y la gran RevoluciónFrancesa de 1789, se justificó, partiendo del mismorazonamiento, su propia preeminencia de facto y lapropia superioridad de sus clases social y económica,en contra de las demandas de las clases trabajadoras.Según Adam Smith, en una sociedad las clases son el

    resultado del desarrollo «natural». Desde un estadooriginal de igualdad, estas aparecieron a causa delejercicio de las virtudes económicas de la industria, lafrugalidad y la providencia. Puesto que estas virtudescorresponden preeminentemente a una sociedadburguesa, la norma capitalista, castigada así por la leynatural, resulta justa e irrefutable. No obstante, no

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    pueden presentarse las demandas del socialismocomo corolario a este teorema.

    Por consiguiente, lo que originalmente sepresentó como una «ficción» se convirtió, en primerlugar, en una hipótesis y, finalmente, en el propioaxioma de toda sociología burguesa. Sussimpatizantes aceptan el axioma como evidente,como algo que no necesita demostrarse. Para ellos, ydentro de esta teoría, la dominación de clases es elresultado de una diferenciación gradual desde un

    estado original de libertad e igualdad general, sinimplicaciones de ningún poder extraeconómico.Robert Malthus, en un intento por demostrar quecualquier tipo de Socialismo es puramente utópico,aplicó esta supuesta ley al futuro. Su célebre «Ley depoblación» no es nada más que la ley de acumulaciónoriginaria aplicada en el futuro. Afirma que si seintentase de alguna manera restaurar el estado de

    igualdad económica, el funcionamiento de la leytendría el efecto —debido a la diferencia en laeficiencia económica—  de restaurar las condicionesde la clase moderna. Todo sociólogo ortodoxocomienza con la lucha contra esta supuesta ley deformación de clases. No obstante, cada uno de lospasos que se han alcanzado en los distintos campos dela sociología han podido darse gracias a que se han

    sacado una a una las innumerables y ramificadasraíces que se han desprendido de este supuestoaxioma. Una sociología bien fundada ha de revocar elhecho de que la formación de clases en ciertostiempos históricos no se produjo conforme a unadiferenciación gradual en una competencia

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    económica pacífica, sino que apareció como resultadode violentas conquistas y forzoso sometimiento.

    Puesto que tanto el capitalismo como elsocialismo se originaron en Inglaterra, estosencontraron en aquel país su primera expresión. Asípues, encontramos a Gerrard Winstanley, líder de losdenominados «igualitarios auténticos» del tiempo deCromwell, recopilando hechos históricos en contra deesta teórica suposición ahistórica. Puso de manifiestoque la clase dirigente inglesa —laSquirearchy  1 —,

    estaba esencialmente compuesta por conquistadorestriunfantes, los normandos, y que la clase sometida laformaban los sajones ingleses que habían sidoconquistados. Sin embargo, su demostración tuvopoca influencia. Fue solo cuando la gran Revoluciónrusa dejó los contrastes claramente al descubiertocuando este pensamiento se propagó. Nada menosque el conde de Saint-Simon, reconocido fundador de

    la sociología moderna, así como el no menosimportante socialismo científico, descubrió en la clasedominante de su país a los conquistadores francos yburgundios y, en su población sometida, a losdescendientes de los celtas romanizados. Fue lapublicación de dicho descubrimiento lo que dio a luza la sociología de Europa Occidental. Las conclusionesque se derivaron fueron impulsadas por la doctrina de

    Saint-Simon, la obra Filosofía de la Historia de Auguste Comte y por los sansimonistas Enfantin yBazard. Estos pensadores ejercieron una graninfluencia en el desarrollo económico del siglo

    1 N. del T.: El término Squirearchy  hace referencia a la clase formada porterratenientes aristocráticos.

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    siguiente; aunque su principal aportación fue lagestación de la idea sociológica de Estado.

    La nueva sociología tuvo mayor aceptación enEuropa Oriental que en Europa Occidental. La razónpuede encontrarse fácilmente siempre que serecuerda que en el Este el contraste entre «Estado» y«sociedad» no se ha delimitado de forma definitiva, alcontrario de lo ocurrido en el Oeste. E incluso en elOeste, dicho contraste solo se apreció claramente,como hecho social, en Inglaterra, Francia, Países Bajos

    e Italia, puesto que en estos países solamente la clasede riqueza móvil, que había ido escalando posicioneshasta configurar el tercer estamento, tuvo éxito a lahora de derrocar al «Estado» feudal. En Francia, laalianza contraída entre los capitalistas y la Coronacontra la entonces armada y activa nobleza, resultóexitosa en el sometimiento de los miembros de lasFrondas bajo el poder absoluto del Rey. A partir de

    este momento, ese nuevo estamento se presentabacomo la Nación y el término «economía nacional»sustituye al concepto anterior de «economía política».Los miembros de este tercer estamento se sentíancomo sujetos del Estado cuyos derechos y libertadeshabían sido reducidos por los privilegios de los dosestamentos dominantes, la nobleza y el clero. Porconsiguiente, el tercer estamento proclama los

    derechos de «sociedad» y opone contra el «Estado» laeterna Ley de la Naturaleza, la cual defiende laigualdad y la libertad originales contra los derechosteórico-históricos de los estamentos. El concepto desociedad como contraste al concepto de estamentoaparece por primera vez con Locke y, desde su época,el contraste entre ambos conceptos fue cada vez

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    definiéndose más, especialmente en los escritos de laescuela fisiocrática de economía.

    En esta lucha entre clases e ideas, ni EuropaCentral ni Europa del Este desempeñaron un papelimportante. En Alemania se había desarrollado unaclase capitalista —en tiempos de los Fugger de Augsburgo— que alcanzó casi la magnitud de la clasenorteamericana. No obstante, dicha clase fueaplastada por las Guerras Religiosas y las diferentesinvasiones francesas de los siglos XVI y XVII, que

    dejaron una Alemania desértica y despoblada. Al finalde este periodo todavía quedaban algunas ciudades ypequeños Estados bajo la dominación absoluta de lospríncipes. Dentro de las ciudades, los artesanos seagruparon en gremios profesionales, mientras que elresto lo constituían personas que se dedicaban a laactividad educativa o académica. Todos ellosdependían en gran medida del Estado —los miembros

    de los gremios profesionales porque aceptaban unacondición privilegiada, los agentes porque servían alEstado y los profesionales porque pertenecían al másalto estamento social—. Es por esta razón por la queno hubo ningún movimiento, ni económico ni social,del tercer estamento en Alemania. Solamente hubo unmovimiento literario influenciado por todas las ideasprovenientes de Occidente. Esto explica por qué el

    contraste entre ambas ideas, Estado y sociedad, nohabía calado en la sociedad alemana. Por el contrario,ambos términos se usaban como sinónimos conconnotaciones de una conformidad en esencianecesaria respecto a la naturaleza.

     Y sigue habiendo otra causa de esta diferencia enla actitud mental de Europa Occidental y Europa del

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    Este. En Inglaterra y Francia, desde los tiempos deDescartes, los problemas y dudas con respecto a la

    ciencia fueron planteados por hombres instruidos enlas matemáticas y las ciencias naturales. En especial,estos fueron guías importantes en el nuevo estudio dela Filosofía de la Historia, cuna de nuestra sociologíamoderna. Sin embargo, en Alemania fueron losteólogos y, en especial, los teólogos protestantes losque lideraron el pensamiento de la época. En susmanos el Estado se observaba como un instrumento

    divino y, de hecho, como divinidad inmanente. Dichopensamiento resultó en el culto del Estado, quealcanzó su punto álgido en el ampliamente conocidosistema hegeliano. De este modo, dos corrientes depensamiento fluyeron una al lado de la otra durantealgún tiempo —la sociología de Europa Occidental yla Filosofía de la Historia en Alemania— entrelazándose en ocasiones, como en el caso de

     Althusius y Pufendorf, que dejaron su sello en lasenseñanzas sobre la ley natural en francés, inglés yholandés. Por su parte, Rousseau también se reflejó enHegel. En 1840, sin embargo, se produjo unaimportante unión a través de Lorenz Stein, uno de lospupilos más brillantes de Hegel que más tarde seconvertiría en la figura más importante del derechoadministrativo alemán y, posteriormente, seguiría

    influyendo en varias generaciones de pensadores.Siendo aún joven, llegó a París con el propósito deestudiar socialismo de primera mano. Entablóentonces relación con célebres figuras de tan heroicotiempo como Enfantin y Bazard, Louis Blanc, Reybaud y Proudhon.

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    Lorenz Stein se empapó con bastante entusiasmodel nuevo pensamiento y, en su fértil mente, comenzó

    a gestar de manera precipitada la original síntesisentre el pensamiento sociológico y científico deEuropa Occidental y, por otra parte, la alemanaFilosofía de la Historia metafísica. Stein dio el nombrede Ciencia de la Sociedad (Gesellschaftswissenschaft)al producto final. Gracias a los escritos de Stein fueposible impulsar en gran medida todos los logrosimportantes del pensamiento sociológico alemán.

    Especialmente de la manera en la que lo handemostrado Struve y Karl Marx, así como tambiénSchaeffle, Othmar Spann y Gumplowicz, quienesestán enormemente en deuda con él.

    No obstante, no pretendo desarrollar este asuntode índole histórica. Solamente me preocupo porencontrar cómo se formó la idea sociológica de Estado.En un primer momento, la unión de estas dos

     vertientes de pensamiento acabó en unadesafortunada confusión terminológica. Los escritoresde Europa Occidental habían perdido desde hacíatiempo el control a la hora de unificar expresionesrelacionadas con el pensamiento. Tal y como puedeobservarse más arriba, el tercer estamento se formóconsiderándose a sí mismo como «sociedad», comooposición al Estado. Sin embargo, cuando el cuarto

    estamento creció hasta alcanzar conciencia de clase ytuvo certeza de su propia existencia teórica, seatribuyó a sí mismo el término «sociedad», comopuede observarse en la selección del término«socialismo», y trató a la burguesía como una formade «Estado», Estado de clases. Es por ello por lo que sedieron dos conceptos ampliamente desiguales de

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    «sociedad». No obstante, existía una idea subyacentecomún tanto a la burguesía como a los socialistas,

    puesto que ambos entendían el Estado como unaadquisición de privilegios que aumentaban y semantenían violando así el Derecho natural, si bien lasociedad se pensó como aquella forma obligatoria deunión entre humanos en conformidad con el Derechonatural. Solamente discrepaban en un fundamento:mientras el tercer estamento defendía que su sociedadcapitalista era el resultado de los procesos del Derecho

    natural, los socialistas consideraban sus objetivoscomo no cumplidos y mantenían que la sociedad idealdel futuro, la cual sería realmente el producto de losprocesos del Derecho natural, solamente podríaalcanzarse mediante la eliminación de toda«plusvalía». A pesar de que ambos grupos seencontraban en conflicto en cuanto a los fundamentos,ambos veían el «Estado» como civitas diaboli y la

    «sociedad» como civitas dei.Por el contrario, Stein opuso los objetivos de

    ambos conceptos. Como hegeliano, ypreeminentemente como fiel al Estado, Stein concebíala idea de Estado como civitas coelestis; y, por otraparte, la idea de sociedad, la cual compartían amigos y profesores suyos, y que, según él, solo englobaba a laclase burguesa dominante, pasó a denominarla

    como civitas terrena.Lo que desde el sentido platónico se conoce como

    la «idea pura», el «orden natural» de los primerosfisiocráticos, y lo que tanto ingleses como francesesacuñaron bajo el término de «sociedad», era paraStein el «Estado». A aquello que se había contaminado y que se había vuelto impuro a causa de burdos

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    contenidos lo llamaron «Estado», mientras que losalemanes, por otro lado, lo llamaron «sociedad». No

    obstante, la diferencia entre ambos términos esdiminuta. Stein descubrió a duras penas que elconcepto puro de Estado, basado en el derecho y lalibertad y defendido por Hegel, estaba condenado apermanecer siendo una mera «idea». Eternamentelimitado, tal y como él asumió que debía ser, por lasfuerzas de la propiedad y la cultura de ellasdesprendidas, nunca podría llegar a ser una realidad.

    Esta fue su conclusión en cuanto a la «sociedad»respecta, de manera que su desarrollo efectivo seencontraba obstaculizado por la asociaciónbeneficiosa de seres humanos, tal y como Steinconcebía dicha asociación.

    De este modo se alcanzó la cima del pensamientoconfuso. Los sociólogos alemanes en su totalidad,exceptuando a Carl Dietzel, pronto comprendieron

    que el concepto hegeliano de Estado era importante,existiendo simplemente como «idea». En ningún casoalcanzó la realidad de crecimiento histórico nitampoco, de ninguna de las maneras, se hizo para querespondiese a aquello que siempre se habíaconsiderado como Estado. Hace tiempo, Marx yBakunin, los fundadores, respectivamente, delcolectivismo científico y del anarquismo práctico, y en

    especial Ludwig Gumplowicz, abandonaron laterminología hegeliana y aceptaron la utilizada enEuropa Occidental que, a su vez, ha sido aceptadageneralmente en todos sitios.

    En este libro se ha seguido la terminología deEuropa Occidental. Por «Estado» no me refiero a laagregación de humanos que tal vez pueda llegar a ser

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    algo, o bien, acaso, a ser lo que debe ser. Me refiero aque la suma de privilegios y posiciones dominantes se

    suceden a partir de poderes extraeconómicos. Y, porel contrario, con «sociedad» me refiero a la totalidadde conceptos de todas las relaciones de índolepuramente natural y a las instituciones entre loshombres, que no se efectuará hasta que no se eliminede la vida comunitaria hasta el último de los vestigiosen los que se fundamentaron las «épocas de conquista y las migraciones». Otros, por el contrario, podrían

    denominar como «Estado» cualquier otra forma deliderazgo y de gobierno, así como cualquier otro idealdistinto. Todo es cuestión de elección personal. Perosería bueno si estos otros pensadores entendiesen queno entran en debate sobre la idea sociológica de«Estado» si el concepto de «Estado», fundamentadoen otra base distinta, no se corresponde con lo queellos han desarrollado. Además, estos últimos

    también deberían cuidarse de no caer en la trampa deemplear otro significado distinto al empleado en estelibro cuando nos referimos a todas esas entidades que,a lo largo de la historia, han venido denominándose«Estados», entidades cuya esencia, desarrollo,progreso y futuro bien merecen ser explicados desdela firme convicción de unos francos principios o unarazonada filosofía.

    FRANZ OPPENHEIMERFráncfort del Meno, abril de 1922

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    CAPÍTULO PRIMERO

    TEORÍAS DE ESTADO

    En este tratado solo se contempla el Estado desde unpunto de vista sociológico y no desde la sociología jurídica, tal y como concibo el término, siendo ambosuna Filosofía de la Historia y una teoría económica.

    Nuestro objetivo es el de indagar y trazar la evolucióndel Estado desde su génesis sociopsicológica hasta suactual forma constitucional. Hecho esto,concentraremos nuestros esfuerzos con el propósitode presentar una visión bien fundamentada respectoa su evolución futura. Puesto que solamente debemosindagar en la esencia misma del Estado, no debemosocuparnos de las formas externas del derecho bajo el

    cual se asume tanto su origen internacional comonacional. En síntesis, este tratado es una contribucióna la filosofía de la evolución del Estado, aunquesolamente en tanto y en cuanto la ley de evoluciónaquí tratada desde su forma genérica afecta, además,a los problemas sociales comunes a cualquier formadel Estado moderno.

     Atendiendo a dicha limitación, podríamos ignorar

    desde un principio todas las doctrinas recibidas desdeel derecho público. Un mero examen superficial de lasteorías convencionales que versan sobre el Estadobastaría para poner de manifiesto que no dan ningunaexplicación de su génesis, su esencia y su finalidad.Dichas teorías abarcan todos los posibles maticesentre todos los extremos concebibles. Rousseau

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    concibe el Estado como un contrato social, mientrasque Carey atribuye el origen de este a una banda de

    ladrones. Platón y los seguidores de Karl Marx dotanal Estado de omnipotencia, convirtiéndolo así enseñor absoluto por encima de los ciudadanos en todoslos ámbitos tanto políticos como económicos. Por suparte, Platón incluso va más lejos y desea que inclusolas relaciones sexuales queden reguladas por el Estado.Por otro lado, la escuela de Manchester, alcanzando elextremo opuesto del liberalismo, defiende que el

    Estado solamente debería realizar funciones policialesde suma necesidad y, por ello, daría lógicamente comoresultado un anarquismo científico que debería acabarcon el Estado en su totalidad. Desde estos puntos de vista tan diversos y conflictivos, resulta imposibleestablecer un principio fijo ni formular un conceptosatisfactorio sobre la esencia real del Estado.

    Este conflicto irreconciliable de teorías se explica

    fácilmente por el hecho de que ninguna de las teoríasconvencionales trata la cuestión del Estado desde unpunto de vista sociológico. No obstante, el Estado esun fenómeno común que ha venido sucediendo a lolargo de la historia y su naturaleza, además, solopuede clarificarse mediante el estudio amplio eintegral de la Historia Universal. Sin embargo, yexceptuando el campo sociológico, la cuestión del

    Estado no ha sido nunca abordada desde dichoenfoque. Todas las teorías de Estado de carácterprevio han sido teorías de clases. Con el objetivo deanticipar algunos de los resultados de nuestrasinvestigaciones, todo Estado ha sido y es un Estado declases; al igual que toda teoría de Estado ha sido y esuna teoría de clases.

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    Sin embargo, la teoría de clases surge, pornecesidad, como un subproducto de distintos deseos

     y voluntades, no como el objeto ni el resultado de lainvestigación en sí. Los argumentos sobre los que sebasa se utilizan no en aras de instaurar la verdad, sinocomo armas en el combate de los intereses materiales. Así pues, el resultado no es ciencia, sino ignorancia.Entendiendo el Estado, se podría, de hecho, reconoceren esencia las teorías que sobre él versan. Sin embargo,el entender las teorías sobre el Estado no nos dice

    nada de su esencia.Lo siguiente podría decirse como concepto

    dominante que prevalece, especialmente, en el ámbitoacadémico y que trata sobre el origen y la esencia delEstado. Responde a un punto de vista que, pese a losmúltiples ataques, sigue afirmándose.

    Se mantiene que el Estado es una organizaciónformada por humanos en comunidad que se originó a

    causa de un instinto social que la naturaleza implantóen el hombre (doctrina estoica) o, por otro lado,apareció por un impulso irresistible de acabar la«guerra de todos contra todos» y obligar a los violentos, quienes se oponen a todo esfuerzoorganizado, a vivir una vida pacífica en comunidad enlugar de una batalla antisocial en la que se destrozacualquier brote de progreso (doctrina epicúrea). Estos

    dos conceptos aparentemente irreconciliables sefusionaron debido a la mediación traída por la filosofíamedieval. Esta, fundada en el razonamiento teológico y en la firme creencia de la Biblia, hizo florecer laopinión de que el hombre, una criatura social enorigen y por naturaleza, fue dividido, a través delpecado original, el fratricidio de Caín y la transgresión

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    a la Torre de Babel, en innumerables tribus que luchansin descanso hasta quedar placenteramente unidas en

    un Estado.Esta opinión es completamente insostenible.Confunde el concepto lógico de una clase con algunasespecies subordinadas de la misma. Habiendoaceptado que el Estado es solo una forma de cohesiónpolítica organizada, es preciso recordar que es unaforma con características muy específicas. TodoEstado conocido a lo largo de la historia es o ha sido

    un Estado de clases, una política de grupos socialessuperiores e inferiores que se basaba en distinciones,tanto de clase como de propiedad. Es este fenómenoel que debemos, por tanto, denominar «Estado». LaHistoria tiene muchísimo que decir al respecto.

    Por lo tanto, debemos justificarnos a la hora dedesignar cualquier forma de organización política condicho término, haciendo ver que estamos ante el

    fenómeno de un Estado de clases. Por suerte, siemprese puede recurrir a las pruebas para así demostrar quetoda organización política concebible, incluso sioriginalmente no representaba ninguna política declases sociales o económicas superiores o inferiores,puesto que resulta de gran necesidad someterse a lasleyes propias del desarrollo, debe, al fin y al cabo,resolverse atendiendo a la forma de clase específica

    del contexto histórico. Si dichas pruebas estuvierandisponibles, veríamos una forma única deamalgamación política, con diferentes grados dediferenciación según el nivel de desarrollo, como sonla fase preparatoria, cuando la distinción de clases aúnno existe, y la fase de madurez, cuando aquella se hadesarrollado por completo.

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    Los antiguos estudiantes de filosofía del Estadocasi no tenían conocimiento de este problema. Así,

    trataron de aducir las pruebas que se requerían sobreel hecho de que, a causa de las tendencias inherentesal desarrollo, toda organización política humana ha deconvertirse, paulatinamente, en un Estado de clases.Los filósofos del derecho canónico dejaron esta teoríaen manos de los filósofos que defendían la Ley de laNaturaleza. A través de ellos, y gracias a la mediaciónde Rousseau, dicha teoría pasó a formar parte de las

    enseñanzas económicas que, incluso en la actualidad,dirigen las opiniones de muchos filósofos llegando enocasiones a apartarla de los hechos que así loatestiguan.

    Esta supuesta prueba descansa sobre el conceptode la «acumulación originaria» o un cúmulo originalde riqueza, tanto en terreno como en bienes muebles,originado a partir de fuerzas puramente económicas

    —una doctrina que se ganó las burlas de Karl Marx,quien se refiere a ella como un «cuento de hadas». Elrazonamiento del que parte dicho esquema es el quesigue a continuación.

    En algún lugar, en un extenso y rico país, algunoshombres libres, de igual categoría, deciden fundar unsindicato con el objetivo de protegerse mutuamente.Con el tiempo, acaban diferenciándose en distintas

    clases de propiedades. Aquellos que gozan de unamayor fuerza, sapiencia, capacidad de ahorro,industria y prudencia adquieren, con el paso de losaños, un volumen básico de bienes muebles oinmuebles. Por el contrario, aquellos hombres que seguían por la estupidez y la poca eficiencia, al igual queaquellos que se entregan al descuido y el despilfarro,

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    siguen sin posesiones de ninguna clase. La personaeficiente presta su propiedad productiva a la persona

    con menos recursos a cambio de una remuneración, ya sean impuestos sobre bienes inmuebles o cualquiertipo de ganancia, y se hacen cada vez más ricos,mientras que los otros, en cambio, siguen siendopobres. Dichas diferencias en términos de posesiónterminan dando lugar a distinciones de clases sociales,puesto que la persona rica tiene preferencia en todolugar, siendo ellos los únicos que gozan de tiempo y

    de medios que dedicar a los asuntos públicos,nombrándose a ellos mismos los administradores delas leyes en beneficio propio. Así pues, con el tiempose desarrolla, por una parte, un estamento regulador ypropietario y, por otra parte, el proletariado, una clasesin propiedad de ningún tipo. El Estado primitivo dehombres libres e iguales entre sí acaba convirtiéndoseen un Estado de clases por una ley inherente del

    desarrollo, puesto que en todo grupo de hombresexisten, como posiblemente ya se haya visto, fuertes ydébiles, listos y torpes, precavidos y derrochadores.

    Parece bastante posible, y también coincide con laexperiencia recibida en nuestro día a día. No es paranada inusual apreciar cómo un miembro de la clasemás baja dotado de algún don especial asciende de susorígenes y llega incluso a alcanzar una posición de

    liderazgo dentro de la clase superior. O por elcontrario, ver cómo algunos miembros débiles oderrochadores de la clase más alta «pierden su clase» y acaban en el proletariado.

    No obstante, toda esta teoría es completamenteerrónea. Se trata de un «cuento de hadas» o de unateoría de clases utilizada para justificar los privilegios

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    de las clases superiores. El Estado de clases nunca seoriginó ni nunca pudo haberse originado de esta

    forma. La Historia deja constancia de ello y laeconomía, por otro lado, muestra de forma deductiva,con un testimonio absoluto, matemático y vinculante,que tampoco se pudo. Un simple problema dearitmética elemental muestra que la admisión de unaacumulación originaria es completamente errónea yno tiene nada que ver con el desarrollo del Estado declases.

    La prueba es la siguiente: todos los profesores deDerecho natural, etc., han declarado de maneraunánime que la diferenciación entre clases querecaudan las ganancias y clases sin propiedadsolamente puede darse si se han ocupado las tierrasfértiles. Durante todo el tiempo que el hombre hagozado de enormes oportunidades para adueñarse delterritorio desocupado, «nadie», en palabras de Turgot,

    «pensaría en acceder a los servicios del otro», ypodemos añadir, «al menos por salarios que no fueranmayores que las ganancias de un campesinoindependiente que trabaja una propiedad nohipotecaria y lo suficientemente extensa»; aunque elsistema hipotecario no es posible debido a que latierra sigue siendo libre para su uso y disfrute, al igualque los aires y las aguas del planeta. Por otra parte,

    toda materia que se obtenga de manera fácil yasequible pierde todo valor de garantía, pues nadiepresta cosas que son fáciles de alcanzar.

    Los filósofos del Derecho Natural asumieron, pues,que la total ocupación del terreno debía haberseproducido bastante temprano y a causa del aumentonatural de una población originalmente pequeña.

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    Tenían la impresión de que ya se había producidomuchos siglos anteriores a su época, en el siglo XVIII,

     y dedujeron inocentemente los grupos de clasesexistentes a partir de las condiciones asumidas de estemomento histórico tan alejado en el tiempo. Nuncallegaron a entender cómo podían solucionar susproblemas y, con pocas excepciones, gran cantidad desociólogos, historiadores y economistas habían caídoen sus mismos errores. Es solo desde hacerelativamente poco tiempo que me salieron las

    cuentas; y son verdaderamente asombrosas.Podemos determinar con una exactitud

    aproximada la cantidad de terreno de fertilidad mediaen una zona templada y, además, qué cantidad seríasuficiente para permitir que una familia decampesinos tenga sus necesidades básicas cubiertas, ocuánto podría trabajar dicha familia con las fuerzas delas que dispone sin solicitar ayuda externa ni recurrir

    a los individuos que permanentemente se ocupan delas tareas de la granja. Allá por los tiempos de lasgrandes migraciones bárbaras (entre los s. III y VII d.C.), la porción correspondiente a cada hombre concualidades físicas eficientes era de, aproximadamente,unas veinte hectáreas en terrenos de cualidadesmedias. Por otro lado, en un terreno de cualidadesóptimas, solamente unas siete o diez hectáreas. De

    este terreno, al menos un tercio y, en ocasiones, lamitad, se dejaba cada año en barbecho. El resto, queigualaba las 20-23 hectáreas, era suficiente paraalimentar y engordar como cerdos a todos loscomponentes de estas inmensas familias de alemanesengendradores de hijos. Todo ello a pesar incluso delas rudimentarias técnicas del momento, por las que

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    todos los días se perdía, al menos, la mitad de lacapacidad productiva. Asumamos que, en estos

    tiempos modernos, veinte hectáreas son suficientespara que un campesino medio sustente a su familia. Así pues, hemos asumido una porción del terreno losuficientemente grande como para salvar cualquierinconveniente. La Alemania actual, con la poblacióncon la que cuenta, goza de un área agrícola de unoscuarenta y cuatro millones de hectáreas. La poblaciónagraria, incluyendo a agricultores y a sus familias,

    alcanza la cifra de los diecisiete millones de personas,de manera que, contando con unos cinco miembrospor familia y una división igualitaria del terreno, acada unidad familiar le correspondería diez hectáreas.En otras palabras, ni siquiera en la Alemania denuestro tiempo podría haberse alcanzado el objetivoallá donde, según las teorías de los seguidores delDerecho Natural, comenzaría la diferenciación de

    clases.Si se aplica el mismo proceso a países no tan

    densamente poblados como, por ejemplo, los paísesdel Danubio, Turquía, Hungría y Rusia, los resultadosserán incluso más sorprendentes. De hecho, en lasuperficie terrestre existen setenta y tres mil millonesdoscientas mil hectáreas. Si dividimos dicha cifraentre el número de seres humanos de todas las

    profesiones, esto es, mil millones ochocientos mil,cada familia formada por cinco miembros poseeríaunas dieciocho hectáreas y media y, aun así, quedaríandos tercios del planeta sin ocupar.

    Entonces, si son causas puramente económicas lasque traen consigo la diferenciación de clases debido alcrecimiento de la clase trabajadora sin bienes muebles

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    ni inmuebles, el momento álgido no se ha dado aún;ni se ha alcanzado el punto crítico en el que la

    propiedad de la tierra traerá consigo una gran escaseznatural con nefastas consecuencias de futuro —si esque, de hecho, llegamos a verlo.

    No obstante, durante siglos, y a lo largo y anchode todo el planeta, hemos presenciado un Estado declases formado por clases poseedoras en la cima de lapirámide y una clase trabajadora sin bienes de ningúntipo en el extremo opuesto, incluso en tiempos en los

    que la población era mucho menos densa que en laactualidad. Ahora queda de manifiesto que el Estadode clases puede solamente emanar allí donde lasuperficie fértil se ha ocupado por completo. Y, como ya he ilustrado en relación a nuestra épocacontemporánea, puesto que la totalidad del terreno nose ocupa económicamente, ha de significar que este seocupó mediante efectos políticos. Puesto que el

    terreno no podía llegar a la «escasez natural», dichaescasez tuvo que presentarse como «legal». Dichorazonamiento deja de manifiesto que la tierra fueadquirida por una clase dominante en detrimento delas clases inferiores y, además, se impidieron losasentamientos. Por ello, el Estado, como un Estado declases, solamente pudo haberse originado a través deconquistas y opresión.

    Esta postura, denominada «idea sociológica delEstado», tal y como se verá más adelante, sefundamenta en gran medida en todo un abanico dehechos históricos archiconocidos. No obstante, lainmensa mayoría de los historiadorescontemporáneos se han alejado de ella defendiendoque los diferentes grupos tribales, amalgamados por la

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    guerra en un Estado, ya habían formado, antes dellegar a la situación que se menciona, un «Estado» por

    sí solos. Puesto que no contamos con ningún métodopara obtener pruebas históricas que refuten esta teoría,pues los orígenes de la Historia del ser humano sondesconocidos, debemos dar el veredicto de «sinpruebas», siempre que de forma deductiva no seaposible alcanzar la certeza absoluta de que el Estadosolo pudo haberse desarrollado mediante ladominación bélica. Sin embargo, las pruebas que se

    tienen hasta el momento ponen de manifiesto quenuestras simples estimaciones excluyen cualquier otroresultado.

    LA IDEA SOCIOLÓGICA DEL ESTADO

     A la idea original y puramente sociológica de Estado,

    he añadido la fase económica, y el producto final lo heformulado de la manera siguiente:

    ¿Qué es, entonces, el Estado entendido como unconcepto sociológico? El Estado, enteramente en sugénesis, esencialmente y casi completamente desde suexistencia, es una institución social conformada porun grupo de hombres victoriosos sobre un grupo dehombres derrotados con el único fin de regular el

    dominio del grupo victorioso sobre los vencidos ysalvaguardarse de las revueltas internas y los ataquesexternos. Teleológicamente, dicho dominio no tuvoningún otro propósito que la explotación económicade los vencidos por parte de los vencedores.

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    Ningún Estado primitivo conocido hasta nuestrosdías se ha originado de otra forma2. En cualquier otra

    tradición confiable donde se haya dado lo contrario, obien se entiende la amalgamación de dos Estadosprimitivos plenamente desarrollados en un organismode organización más compleja, o bien se trata de unaadaptación al ser humano de la fábula de la oveja quenombró al oso rey con el objetivo de que la protegiesecontra el lobo. Sin embargo, incluso en el último delos casos citados, la forma y el contenido del Estado

    era precisamente la misma que en aquellos Estadosdonde nada había intervenido y que se convirtieron,inmediatamente, en «Estados de lobos».

    Los pocos conocimientos históricos aprendidos ennuestros días de colegio bastan para corroborar estadoctrina genérica. Por todas partes vemos algunatribu belicosa de salvajes asaltando las fronteras decualquier otra tribu menos violenta, estableciéndose

    en los territorios como nobleza y fundando susEstados. En Mesopotamia, las olas se siguen unas aotras; los Estados también —babilonios, amoritas,partos, mongoles, seldshuks, tártaros y turcos—; aorillas del Nilo, hicsos, nubios, persas, griegos,romanos, árabes y turcos; en Grecia, los Estadosdóricos son un buen ejemplo; en Italia, romanos,ostrogodos, lombardos, francos y germanos; en

    España, los cartaginenses, visigodos y árabes; en la

    2  «La historia es incapaz de hacer gala de algún pueblo en el que ladivisión del trabajo y de la agricultura no coincida con una explotacióneconómica en la que queden repartidos los esfuerzos del trabajo por unaparte y los frutos del mismo, por otra. En otras palabras, la división deltrabajo no se desarrolló como el sometimiento de un grupo bajo losotros». Robertus-Jagetzow, Illumination on the Social Question, 2.ªedición, Berlín, 1980, p. 124.

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    Galia, romanos, francos, burgundios y normandos; enBretaña, sajones y normandos. En la India, la sangre

    derramada en los enfrentamientos acaecidos entreclanes belicosos ha llegado incluso a las islas delocéano Índico. Y la situación se repite en China. Porsu parte, también en las colonias europeas se da elmismo caso, como, por ejemplo, en México ySudamérica. Allá donde este elemento no se repite, ydonde solo se han encontrado grupos de cazadoresnómadas, que quizás sean exterminados pero nunca

    dominados, los conquistadores recurren a laimportación de enormes grupos de hombresprocedentes de terrenos lejanos para ser explotados ysometidos de manera perpetua a trabajos forzados,naciendo así el comercio de esclavos.

    Una excepción aparente solo se encuentra enaquellas colonias europeas en las que se prohíbereemplazar el déficit de población nativa por la

    importación de esclavos. Una de estas colonias, losEstados Unidos de América, se encuentra dentro delas más poderosas formaciones de Estados de toda laHistoria. La excepción en que se halla se explica de lasiguiente manera: los grupos de hombres que habríande explotarse y ser sometidos a trabajos forzados sindescanso se importan por sí mismos, mediante laemigración masiva desde Estados primitivos o desde

    Estados con más elevados estándares de desarrollo enlos que la explotación se ha vuelto intolerable y se haalcanzado la libertad de libre movimiento. En estecaso, podríamos hablar de una infección llegada desdeel exterior con «aires de Estado» traída por otrosgrupos ya infectados. No obstante, donde sea que enestas colonias la inmigración está limitada, sea bien

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    debido a las excesivas distancias y los costosos gastosque supone dejar el hogar, o bien por la existencia de

    normativas que limitan la inmigración, percibimosuna aproximación hacia la gestación de un Estado,algo que reconocemos como resultado preciso y final,pero para lo que aún no hemos encontradoterminología científica. También aquí, en el desarrollodialéctico, cualquier cambio en la cantidad estárelacionado con un cambio en la calidad. La forma seha llenado de un nuevo contenido. Seguimos

    concibiendo un «Estado» en tanto en cuantorepresenta una figura reglamentaria firme, apuntaladamediante fuerzas externas, las cuales tambiénaseguran la convivencia social de inmensas masas dehombres, pero que ya no es el «Estado» según suantiguo sentido. Ya no es el instrumento dedominación política y explotación económica de ungrupo social sobre otro; en definitiva, ya no es el

    «Estado de clases». Más bien se asemeja a unacondición que parece haber emergido a partir de un«contrato social». Este es el escenario que se dio en lascolonias australianas, exceptuando la de Queensland,que tras el sistema feudal continua explotando a lossemiesclavizados kanakas. Es solo en Nueva Zelandadonde podríamos decir que casi se ha alcanzado.

    Por ahora, puesto que no se ha logrado un

    consenso general sobre el origen y la esencia de losEstados conocidos a lo largo de la Historia ni sobre elsignificado sociológico del término «Estado»,resultaría inútil intentar dar un nuevo nombre a estasdenominadas mancomunidades políticas. Seguiránllamándose «Estados» pese a las protestas,especialmente por el placer que se siente al utilizar

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    terminología confusa. No obstante, a efectos de esteestudio, proponemos emplear un nuevo concepto, un

    nuevo avance verbal, el cual ha de catalogar elresultado del nuevo proceso como «ciudadanía dehombres libres».

    Este escueto estudio sobre los Estados del pasado y del presente debería, en la medida de lo posible,reemplazarse por un estudio de los indicios por otraparte ya demostrados mediante el estudio racial y deaquellos Estados que no se contemplan en nuestra

    erróneamente denominada «Historia Universal».Llegados a este punto, ha de aceptarse con seguridadque, también aquí, nuestro planteamiento general es válido sin excepciones. En todas partes, ya sea en elarchipiélago malayo o en el «gran laboratoriosociológico de África», en todo espacio donde eldesarrollo de las tribus ha culminado de una formamás avanzada, el Estado ha surgido a partir de la

    dominación de un grupo de hombres sobre otro. Subásica justificación, su raison d’être, ha sido laexplotación económica de los dominados.

    En consecuencia, el presente estudio puede servircomo prueba de la premisa elemental que en él sedesarrolla. El explorador al que, antes que a ningúnotro, le debemos el haber comenzado esta línea deinvestigación, es el Profesor Ludwig Gumplowicz de

    Graz, jurista y sociólogo, quien a una valiente vidapuso de colofón una muerte valientemente escogida.Dicho esto, en líneas generales, podemos adentrarnos y recorrer, junto a la más lastimosa humanidad, elrumbo que el Estado ha venido siguiendo en suproceso de desarrollo desde que apareciera porprimera vez. A continuación, nos proponemos hacer

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    un seguimiento desde el Estado primitivo fundado enla conquista hasta alcanzar una «ciudadanía de

    hombres libres».

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    CAPÍTULO SEGUNDO 

    LA GÉNESIS DEL ESTADO

    De una única fuerza se origina la vida. Una fuerza quela hizo evolucionar desde una sola célula, unapartícula de albúmina vagando por el cálido océano delos tiempos prehistóricos, hasta formar a los vertebrados, dando origen al hombre. Según Lippert,esa única fuerza representa la tendencia que da origena la vida, quedando esta última bifurcada en «hambre y amor». Con el hombre, no obstante, también lafilosofía desempeña un papel importante dentro deestas fuerzas con el objetivo de «sostener, junto alhambre y al amor, el andamiaje del mundo de loshombres». Sin lugar a dudas, esta filosofía, esta «idea»de Schopenhauer, no es en realidad más que unafuerza vital a la que él da el nombre de «voluntad». Esun órgano de orientación en el mundo, un brazo en lalucha de la existencia. A pesar de ello, llegaremos areconocer el deseo de causalidad como una fuerzaindependiente que actúa por sí sola y que espera elacontecimiento de hechos sociales que actúen comocolaboradores en el proceso sociológico del desarrollo.En los comienzos de la sociedad humana, así como

    más adelante conforme a su desarrollo, dichatendencia ha ido bifurcándose en algunas nocionessingulares a las que se les dio el nombre de«superstición». Estas descansan en una serie deconclusiones puramente lógicas sacadas deobservaciones incompletas en relación con el aire, elagua, la tierra, el fuego, los animales y las plantas, queparecían estar dotadas de una multitud de espíritus,

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    tanto benignos como malignos. Se podría decir que enlos tiempos más modernos, en un nivel solamente

    alcanzado por unas pocas etnias, también se observanlos jóvenes elementos del deseo de causalidad, comopor ejemplo la ciencia, que aparece como resultadológico de la completa observación de hechos. Cienciaa la que se le solicita que acabe con un amplio yramificado espectro de supersticiones que, por otraparte, han calado y han echado raíces en el almamisma de la Humanidad. No obstante, y por poderoso

    que sea, especialmente en momentos de «éxtasis»3, elfenómeno de las supersticiones puede haber influidoincluso en los momentos más triviales de la Historia,colaborando, quizás, en el desarrollo de la vidacomunitaria de los humanos, donde la fuerzaprincipal de desarrollo sigue dándose en lasnecesidades básicas para la vida, las cuales obligan alhombre a conseguir, tanto para él como para su

    familia, alimentos con los que alimentarse, ropas conlas que vestirse y un techo donde guarecerse. Por lotanto, esto sigue observándose como el impulso«económico». Una investigación sociológica — y porsociológica queremos decir sociopsicológica—  sobreel desarrollo de la Historia no podría por lo tantorealizarse de otra forma que no fuese siguiendo losmétodos mediante los cuales se han cubierto las

    necesidades económicas en su desarrollo paulatino, yteniendo en cuenta las influencias del impulso decausalidad dentro de un marco adecuado.

    3  Achelis, T. Die Ekstase in ihrer kulturellen Bedeutung , vol. 1de Kulturprobleme der Gegenwart , Berlín, 1902.

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    1. MEDIOS POLÍTICOS Y ECONÓMICOS

    Existen dos medios radicalmente opuestos por loscuales el hombre, que requiere sustento para poder vivir, es forzado a obtener los recursos necesarios parasatisfacer sus deseos. Los dos medios a los que nosreferimos son el trabajo y el hurto, el trabajo personalde cada individuo y la apropiación forzosa del trabajoajeno. ¡Hurto! ¡Apropiación forzosa! Estas palabrasnos transmiten la idea de delito y una connotaciónpenitenciaria, puesto que formamos parte de unacivilización desarrollada basada específicamente en lainviolabilidad de la propiedad. Y no nos alejamosdemasiado de ello cuando estamos convencidos deque el hurto de tierras y zonas marinas constituye larelación originaria de la vida, al igual que el comerciodel guerrero —que desde hace bastante tiempo no esmás que el hurto masivo organizado—, que constituyela más respetada de las ocupaciones. Tanto por ellocomo también debido a la necesidad de contar en eldesarrollo posterior de este estudio con términosconcisos, precisos y claramente contrapuestos paradefinir estos tan importantes contrastes, propongodenominar «medios económicos» al trabajo personalde cada individuo y al intercambio equivalente altrabajo personal e individual por el trabajo de otrospara la satisfacción de necesidades. Por otra parte, laapropiación indebida del trabajo de otros individuosse denominará «medios políticos».

    En realidad, la idea no es completamente nueva: alo largo de la Historia, los filósofos se han topado conesta contradicción y han intentado formularla. Sinembargo, ninguna de estas fórmulas ha conseguido

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    desarrollar la premisa en su totalidad de maneralógica. Nunca se ha demostrado irrefutablemente que

    la contradicción en cuestión solo es evidente al tratarlos medios mediante los cuales se obtiene el propósitoidéntico, la adquisición de objetos económicos deconsumo. Y sin embargo, este es el núcleo mismo deeste razonamiento. En el caso de un pensador comoKarl Marx, podría observarse hasta qué punto deconfusión se llega si tanto el propósito como losmedios económicos no se diferencian de manera

    estricta. Todos estos errores, que en última instanciaapartaron de la verdad la espléndida teoríadesarrollada por Marx, se sostenían en la falta de unaclara diferenciación entre satisfacción de lasnecesidades de los medios económicos y el propósitode los mismos. Esto hizo que se designara la esclavitudcomo una «categoría económica» y como una fuerzaentendida como «fuerza económica» —ambas

     verdades a medias que resultan incluso más peligrosasque las completas, ya que su descubrimiento presentauna mayor dificultad y son inevitables las erróneasconclusiones que de ellas se desprenden.

    Por otro lado, nuestra propia y clara distinción delos dos medios en relación con un mismo propósitonos ayudará a evitar cualquier confusión como tal.Esta será nuestra clave para llegar a entender la

    evolución, la esencia y el propósito del Estado. Y,puesto que la única Historia Universal que se ha dadohasta el momento se ha tratado solo de una Historiade Estados, este razonamiento también ayudará a lahora de comprender la Historia Universal. Toda laHistoria, desde los tiempos primitivos hasta nuestrosdías, presenta y presentará un único tema hasta que

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    hayamos alcanzado la libre ciudadanía: la lucha entrelos medios económicos y los medios políticos.

    2. PUEBLOS SIN ESTADO: CAZADORES YCULTIVADORES DE LA TIERRA

    El Estado es una organización de los medios políticos.Por consiguiente, ningún Estado puede llegar a serlohasta que los medios económicos no hayan

    desarrollado un número concreto de objetos para lasatisfacción de necesidades, objetos que puedenarrebatarse mediante el hurto en tiempos bélicos. Poresta razón, los cazadores primitivos no tenían Estado,e incluso los cazadores con un mayor índice dedesarrollo solo formaron parte de alguna estructuraestatal cuando encontraron en sus alrededores algunaorganización económica desarrollada que podían

    subyugar. No obstante, los cazadores primitivos vivíanprácticamente en anarquía.

    En cuanto a los cazadores primitivos en general,Grosse comenta lo siguiente:

    Entre ellos no existen diferencias importantes defortuna, por lo que no se da una fuenteimportante que pudiese dar lugar al origen de las

    diferencias de rango. En términos generales,todos los hombres adultos pertenecientes a unamisma tribu disfrutaban de los mismos derechos.El hombre de más edad, gracias a su experiencia,disfruta de cierta autoridad; sin embargo, nadiesiente la obligación de obedecerle. Donde enalgunos casos se reconoce a los jefes —como en

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    el caso de los botocudos, los pueblos de Californiacentral, los weddas y los mincopies—, su poder es

    extremadamente limitado. Los jefes tribales notienen medios para anteponer sus deseos a la voluntad del resto. No obstante, la mayoría de lastribus de cazadores no cuenta con ninguna figuraque ejerza de jefe. La población masculina en sutotalidad se presenta como una masa homogénea,sin diferencias, en la que solamente aquellosindividuos a los que se les reconocían poderes

    mágicos alcanzaban cierta importancia4.

     Así pues, difícilmente se observan indicios quedesvelen cierta «condición de Estado», ni siquiera enaquellos casos donde se siguen las más aceptadasteorías de Estado; y mucho menos donde de verdad seaplica la «idea sociológica de Estado».

    La estructura social de los campesinos primitivos

    no se parece más a un Estado de lo que lo parecía elgrupo de cazadores. Tampoco en los casos donde elcampesino trabaja la tierra y vive en libertad existe un«Estado». El arado siempre es la señal que simbolizala existencia de un estado económico más elevado,cosa que solamente se da en un Estado, es decir, «enun sistema de plantación trabajado por sirvientesdominados» 5 . Los cultivadores de la tierra viven

    alejados los unos de los otros, disipados a lo largo yancho del terreno en dependencias independientes.Quizás en aldeas separadas debido a disputas por elterreno o por cuestiones fronterizas. En el mejor de loscasos, viven en asociaciones débilmente organizadas,

    4 Grosse, E. Formen der Familie, Freiburgo y Leipzig, 1896, p. 39.5 Ratzel, F. Völkerkunde, 2.ª edición, Leipzig y Viena, 1894-5, II, p. 372.

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    unidas bajo juramento y por el hecho de compartir lamisma descendencia, la misma lengua y las mismas

    creencias. Se unían quizás una vez al año en lacelebración común donde se recordaban importantesancestros o dioses tribales. No existía ningunaautoridad que gobernase sobre el resto, sino que eranlos distintos jefes tribales o regionales los que sípodían llegar a ejercer algún tipo de influencia sobresus esferas circunscritas, dependiendo normalmentede sus cualidades personales y, especialmente, de los

    poderes mágicos que a él se atribuyeran. Cunowdescribe a los campesinos peruanos antes de laincursión de los incas de la siguiente forma:

    Una vida desregulada de muchos individuosindependientes viviendo constante ymutuamente en guerra y que, de formapersistente, se dividen formando uniones

    territoriales más o menos autónomas y unidaspor razones de parentesco6.

    Podría decirse que todos los campesinosprimitivos del nuevo y viejo mundo eran de este tipo.

    En un estado de sociedad como tal, es difícilimaginar que una organización violenta aparecieseprecisamente por razones bélicas. Es lo

    suficientemente difícil movilizar a todo el clan en suconjunto, y aún más a la tribu, por razones defensivas.El campesino siempre encuentra dificultades demovilidad. Se encuentra tan enraizado a la tierra comolas plantas que cultiva. De hecho, el trabajo que realizalo «une a la tierra» ( glebl œ adscriptus) incluso cuando,

    6 Die Soziale Verfassung des Inkareichs. Stuttgart, 1896, p. 51.

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    en ausencia de ley alguna, tiene libertad demovimiento. Además, ¿qué propósito tendría realizar

    una expedición de saqueos en un país cuyos territoriosestán solamente ocupados por campesinos quetrabajan la tierra? El campesino no puede llevarse delcampesino nada que ya no posea. En una sociedadmarcada por la abundancia de los terrenos agrarios,cada individuo dedica un poco de su trabajo para elcultivo total. Cada uno ocupa el territorio que necesita.Más sería innecesario. Su adquisición significaría

    trabajo perdido, incluso si los propietarios son capacesde conservar durante un periodo de tiempodeterminado el grano ya asegurado. No obstante, enunas condiciones primitivas, el grano se estropearápidamente debido a los cambios atmosféricos, lashormigas u otros agentes. Según Ratzel, el campesinode África Central ha de convertir la superflua porcióncorrespondiente a su cultivo en cerveza tan pronto

    como le sea posible, con el objetivo de no perderlo porcompleto.

    Por todas estas razones, los campesinos primitivospara nada tienen ese deseo belicoso de tomar laofensiva, marca que distingue a cazadores y pastores:la guerra no mejora sus condiciones. Y, además, estaactitud pacífica toma más relieve por el hecho de quelos campesinos no se vuelven guerreros eficientes por

    el simple hecho de estar subyugados, mientras que lospastores y los nómadas, debido a su modo de vida,desarrollan una mayor ligereza y rapidez de acción ymovimiento. Debido a ello, el campesino primitivo es

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    normalmente de un carácter más templado que el deaquellos7.

    Para resumir, dentro de las condiciones sociales yeconómicas de las distintas regiones de campesinos,no se aprecia diferenciación laboral para las altasformas de integración. Ni se da el impulso ni laposibilidad de subyugar de forma violenta a loshabitantes cercanos. Por ende, no puede existirningún «Estado» y, de hecho, nunca ha existidoninguno con tales condiciones sociales. Si no se

    hubiese dado el impulso desde fuera por grupos dehombres que conseguían sus alimentos de distinta

    7   Esta contradicción psicológica, aunque en ocasiones expresada

    abiertamente, no es la norma absoluta. Como Grosse manifiesta en su

    obra titulada Forms of the Family  (p. 137):

     Algunos historiadores de civilización presentan a los campesinos

    en oposición a los nómadas violentos, postulando que los

    campesinos son personas amantes de la paz. No puede decirse

    que, de hecho, sus vidas económicas les acarreen guerras o

    conflictos, y tampoco los educa para ello, tal y como puede decirse

    de los ganaderos. No obstante, es en esta forma de cultivo donde

    se observan más casos de índole violenta. Los caníbales salvajes

    del archipiélago de Bismarck, los violentos y sedientos de sangre

    vitianos, carniceros de los ashantis y los dahomes —todos ellos

    cultivan sus «pacíficos» terrenos, y si los demás campesinos no

    son tan malos como pudiesen serlo, parece que la gentil

    disposición del inmensa mayoría parece ser, al menos,

    cuestionable.

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    manera, los cultivadores de la tierra primitivos nuncahabrían descubierto el Estado.

    3. PUEBLOS ANTERIORES AL ESTADO: PASTORES Y VIKINGOS

    Por otro lado, los pastores, incluso estandoincomunicados, han desarrollado toda una serie deelementos que responden a la condición de Estado y,

    en aquellas tribus que han progresado en mayormedida, han desarrollado dicha condición en sutotalidad, con la sola excepción del último punto deidentificación que completa el Estado en su sentidomoderno, es decir, exceptuando solamente laocupación definitiva de un territorio circunscrito.

    Uno de esos elementos es económico. Incluso sinla intervención de ningún poder extraeconómico,

    entre los pastores sigue desarrollándose unadiferenciación lo suficientemente destacada tanto entérminos de propiedad como de ingresos. Habiendoasumido que, en un comienzo, el número de cabezasde ganado era totalmente igualitario, en un cortoperiodo de tiempo el mismo individuo podía ser másrico o más pobre. Un ganadero especialmente astuto vería su ganado aumentar en número rápidamente,

    mientras que un vigilante sereno y un cazador audazprotegerían su ganado de las bestias. El elementosuerte también afecta al resultado. Uno de estospastores encuentra un terreno con excelentes puntosde abastecimiento de agua y buen forraje para dejarque su ganado pazca a su antojo mientras que el otro,por el contrario, pierde todo su ganado debido a un

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    brote de pestilencia, o bien a una fuerte nevada otormenta de arena.

    Las desigualdades en términos de fortuna traenrápidamente consigo distinciones de clase. Lospastores que lo han perdido todo tienen que trabajarpara el hombre rico, quedando por debajo de este alhacerse dependientes de él. Allá donde viven pastores,en todas las tres partes del mundo antiguo, nosencontramos la misma historia. Meitzen relata el casode los lapones, pueblo trashumante de Noruega, de la

    siguiente forma:

    Trescientos renos bastaban para una familia. Aquella que no tuviese más de cien tendrá queponerse al servicio del rico, cuyos rebañosalcanzaban las mil cabezas de ganado8.

    El mismo escritor, hablando de los pueblos

    nómadas de Asia central, escribe:

    Una familia necesitaría hasta trescientas cabezasde ganado para vivir bien, cien cabezas significapobreza y una vida con deudas. El sirviente ha decultivar las tierras del señor9.

    En relación con los hotentotes africanos, Ratzel

    escribe lo que parece una forma de «commendatio»:«El hombre pobre se esfuerza para trabajar para elhombre rico; su único objetivo es adquirir ganado»10.Laveleye, quien informa de las mismas circunstancias

    8 Siedlung und Agrarwesen der Westgermanen, etc. Berlín, 1895, I, p.273.9 1, c. I, p. 138.10 Ratzel, F. 1, c. I, p. 702.

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    desde Irlanda, traza el origen y el nombre del sistemafeudal (système féodal ) en relación con los préstamos

    de ganado realizados por los individuos ricos hacia losmiembros pobres de la tribu. En este sentido, un«fehu-od» (posesión de ganado) fue la primera deudamediante la cual, y mientras esta no se saldase, elindividuo pobre quedaba subyugado al rico, al quedenominaba como «su amo».

    Solamente podemos imaginar de manera difusalos métodos mediante los cuales, incluso en las más

    pacíficas hordas de pastores, esta diferenciaciónsocioeconómica de carácter sucesivo puede haber sidomayor mientras hubiese cierta conexión entre elpatriarcado y los cargos supremos y más elevados delsacerdocio, siempre y cuando los hombres mayoresmás astutos utilizaran inteligentemente lasuperstición de los miembros de su clan. Sin embargo,esta diferenciación, siempre y cuando no se vea

    afectada por los medios políticos, se da dentro de unoslímites muy reducidos. Con toda certeza, lainteligencia y la eficiencia no son algo hereditario. Elrebaño más grande se dividirá si son muchos losherederos de una familia, y la fortuna es un asuntoespinoso. En nuestros tiempos, el hombre más rico deentre los lapones de Suecia, en el menor tiempoposible, ha acabado viviendo en unos niveles de

    pobreza tan severos que el gobierno ha tenido queintervenir en su ayuda. Todas estas causas provocanque la condición por la que se rige la igualdadsocioeconómica se restituya más o menos:

    Cuanto más pacífico, autóctono y puro sea unnómada, más pequeñas son las diferencias

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    palpables en cuanto a las posesiones. Resultaentrañable observar el placer con el que un viejo

    príncipe de la región de Tsaidam en Mongoliaacepta su tributo o regalo, consistente en unpuñado de tabaco, varios terrones de azúcar y veinticinco copecs11.

    Esta igualdad es destruida permanentemente y, enmayor grado, por los medios políticos:

     Allí donde se da una guerra y se toma un botínaparecen unas diferencias más marcadas, lascuales se dejan apreciar por el número de esclavos,mujeres, armas y monturas enérgicas que seposee12.

    ¡La posesión de esclavos! Los nómadas son los queinventaron la esclavitud, gestando así la semilla del

    Estado, el p