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Formando lideres desde el epicentro para la conquista

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Formando líderes desde el epicentro para la Conquista

Por Alexander Dorado Albán

Lectura para la meditación: 1 Timoteo 1:12-16

Si estamos aquí, es por la gracia de Dios, es por la misericordia de Dios, Pablo decía, “doy gracias al que me fortaleció, al que me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio”; no estamos por voluntad humana sino por voluntad de Dios; “al que me tuvo por fiel”; el reconocía quien o que había sido él, “blasfemo, perseguidor, injuriador”. Sabemos, que el único pecado que no tiene perdón, es la blasfemia al Espíritu Santo, la negación de Jesús como Mesías Salvador y Redentor. Dice Pablo, “habiéndolo yo negado a Él, Él tuvo misericordia de mí”, habiendo sido un perseguidor de sus santos, promotor de uno de los crímenes al primer discípulo mártir del evangelio, como fue Esteban; habiendo sido un injuriador, pero fue recibido a misericordia, porque lo hizo por ignorancia en incredulidad; fue más abundante la fe y el amor que es en Cristo Jesús.

Pablo reconoce que Dios había sido misericordioso con él, y lo puso en el ministerio. Y eso es lo que debemos entender, la expresión del amor del Dios es fijarse en nosotros y colocarnos en el ministerio. Cuando el nos coloca en el ministerio, entendemos que es un regalo de Dios, que es una bendición que él ha querido darnos; que es una manifestación de su amor, de su clemencia, de su misericordia; “fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí, el primero, toda su clemencia para ejemplo de los que habrían de creer en el para vida eterna”. Dios toma nuestra vida como un ejemplo para otros. Que gran privilegio, el Señor le coloca a uno en el ministerio, sin reunir los requisitos, sin merecerlo; y no solo eso, me toma como su instrumento para ganar a muchos pecadores, para salvar y llevar a muchos a sus pies; y quiere que sea molde, modelo y ejemplo para otros.

Y esto parece hasta una broma de Dios, que una persona que antes era un anti testimonio, ahora resulta ser el testimonio vivo del amor de Dios; la más clara demostración de su obra. Solo que no siempre los hombres lo ven así. Antes de ascender al cielo, el Señor Jesucristo dio una instrucción a los discípulos, “permanezcan a Jerusalén, y esperen, porque dentro de no muchos días, recibirán poder y me serán testigos”. Ellos tenían una sola instrucción, congregarse, estar juntos, en oración, esperando la promesa; pero en el capítulo 1 del libro de los Hechos, a Simón Pedro, se le ocurre, o toma la iniciativa, en virtud a su liderazgo natural en el grupo, que había que nombrarle sucesor a Judas; y hace toda una explicación de porqué hacerlo; y se inventa unos requisitos, un proceso de selección, para el que sería el remplazo de Judas, algo de la mente de Simón, esto no vino de Dios.

Dice, Hechos 1:21-26, “es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su

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resurrección. Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabas, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías. Y orando, dijeron: Tu, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar. Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles”. Dese cuenta cuantas veces repite el pronombre “nosotros”; se había vuelto una logia. Luego, ¿Cuáles eran los requisitos según Simón Pedro? Tenía que ser de ese grupo que habían estado con el Señor desde el bautismo de Juan hasta el día en que él había sido recibido arriba. Tiene que ser de “nosotros”; haber estado con nosotros desde Juan hasta la ascensión. Y solo dos calificaron, José y Matías.

Y oraron sobre algo que Dios no les había pedido que hicieran; y una vez que ellos “señalaron” a dos, echaron suertes, y salió favorecido Matías. ¿Sera que eso fue por obra del Espíritu Santo? Creo que no, las razones son muy sencillas: Primero, nadie les dijo que nombraran un sucesor. Segundo, nadie les dijo que se inventaran esos requisitos. Tercero; su oración fue más un colofón, porque esa oración estaba fuera de lugar; y cuarto, señalaron “a dedo” al que ellos creían, y finalmente, en quinto lugar, decidieron echando suertes, a través de un cara y sello, eligieron a Matías. Porque en los planes de Dios, estaba que otro fuera el sucesor de Judas, no era Matías aunque para Judas no había que buscar sucesor; pero si llegaría otra persona a impulsar la obra del evangelio, pero ese hombre en que Dios se iba a glorificar, no era tarea de los apóstoles buscarlo, sino que el mismo se iba a proveer de ese instrumento, sobre quien derramaría toda su misericordia y mostraría toda su clemencia; ese hombre es Pablo.

Si dependiera de los hombres, tal vez no estaríamos aquí. Avanza la Biblia, y llegamos a Hechos 9; en los planes de Dios estaba que Cristo mismo, reclutara a Pablo; porque a él no lo reclutó Simón, Andrés o Felipe, sino el mismo Señor, quien les llamo a ellos. Dice la escritura, una vez que Saulo tuvo el encuentro con Jesús, “entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió. Había entonces en Damasco, un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí el ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entró en casa, y poniendo sobre él las manos dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento, le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. Y habiendo tomado

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alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco”. (Hechos 9:8-19)

¿Qué le está diciendo el Señor a Ananías? Ve a esta dirección y ora por este hombre. Pero Ananías que le dice al Señor. “Creo que estas en un error; acaso no sabes quien este hombre y lo que ha hecho, (como si el Señor no lo supiera) Señor, como se te ocurre que yo vaya a orar por semejante hombre perverso, si ha hecho muchos males, tiene autoridad de los principales para prender a tus santos”. ¿Y el Señor, que le dice? “Ve”. Simplemente, “vaya y ore por el…porque instrumento escogido me es éste”. Y sin tener como refutar, tuvo que ir, así fuera a regañadientes. Y dice la escritura, “y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es este el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes? Pero Saulo mucho mas se esforzaba, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo”. (Hechos 9:21-22)

La elección la hizo el Señor; cuando Dios pone su mirada en nuestra vida, el primero que se resiste es uno; el primero que le pone resistencia al Señor es uno mismo. Por eso dice, “más yendo por el camino, aconteció, que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeo un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿porque me persigues? Y él dijo: ¿Quién eres Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tu persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Y el temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿Qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer”. (Hechos 9:3-6) El primero en resistirse es uno, en poner resistencia y obstáculos al llamado de Dios, y algunos, como en el caso de Saulo, llegan al punto de ser perseguidores, sin saber que están “dando coces contra el aguijón”. Pero cuando uno escucha la voz de Dios, ya no hay porque seguir resistiéndose.

Una vez que Dios le habla a uno, aparecen los “Ananías”, que no lo quieren discipular; y a muchos les pasa, que se quedan con la imagen o la vida anterior de ese hombre, y les cuesta entender lo que Dios ha hecho, está haciendo y quiere hacer en esa persona. No se atreven, les da miedo discipular ese “tigre”. Y se inventan excusas; “es que este no se deja discipular de nadie”; pero la incompetencia e inmadurez, les lleva a justificar por qué no se atreven a discipular a esa persona. Hay Ananías que no quieren hacer su trabajo, que no quien ir a orar por ese hombre, a imponerle las manos, a que recobre la vista; ese hombre también necesita sanidad, a ungirlo. Pero también, aparecen en el camino, la gente del común, los amigos, los compañeros, los familiares, los vecinos, los que lo conocieron o hacen parte de su vida anterior, (antes de su encuentro con Jesús) Y hacen talanquera. Algunos no entienden lo que está pasando, o se resisten, y otros tratan de poner trabas.

Y mientras tanto, Saulo se esforzaba por convencerlos de su conversión, que él había nacido de nuevo, de su encuentro con Jesús, pero no le creían, y se confundían; ahora, les demostraba que ya no era el de antes, que él ahora era una nueva criatura; pero no le creían. Como también a otros les ha pasado lo mismo; en la familia, en el vecindario, en el trabajo; la mujer con la se tenía un flirteo, pero que

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ahora en Cristo ya no lo quiere tener, pero esta mujer, no está dispuesta a abandonar la relación y no entiende que ese viejo hombre ha quedado atrás, y ahora es un nuevo hombre en Cristo; pero ella quiere seguir con su relación pecaminosa. O los amigos, que hasta aceptan que se hizo cristiano, pero que le insisten en que vaya con ellos a tomarse unos tragos, unas cervezas. Y se confunden, porque no pueden entender, como puede pasar eso.

Pero lo más doloroso, es lo que sigue aquí. “Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo. Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó como Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y como en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús. Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía, y hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero estos procuraban matarle. Cuando supieron esto los hermanos, le llevaron hasta Cesárea, y le enviaron a Tarso. Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo”. (Hechos 9:26-31)

Es doloroso para Saulo sentirse rechazado por los mismos discípulos, porque no lo consideran un verdadero discípulo, no lo legitiman como tal; lo ven como alguien extraño, foráneo, como “harina de otro costal”, no lo aceptan. Y esto sí que pasa en los ministerios, en los cuales se presenta el “amiguismo” y las “roscas”; y entonces, encontramos a dos personas, que en lugar de atender al nuevo o al que llega, al recién nacido en Cristo, lo que hacen, es que lo dejan a un lado, y en vez de acogerlo, lo rechazan, y hablan de esta persona. Y una persona que lo que necesita es ser acogido por su familia en la fe, termina siendo marginado. Y el que llega, que cree que aquí todo es distinto, que aquí se vive el amor que se predica, descubre que también entre nosotros hay celos, envidias, contiendas; y la calidez y el sentimiento fraterno que la persona espera encontrar en el Cuerpo de Cristo, no lo halla, sino que se encuentra con las mismas situaciones que se viven en el mundo, los celos, los egoísmos, las envidias. Y también se encuentra con hermanos, líderes, que en lugar de acercarle al Señor, le acosan para tener una relación con ellos; y en lugar de hallar algo distinto, diferente, se da cuenta, que lo que pasa en el mundo, también pasa en el Cuerpo de Cristo.

Pero afortunadamente, Dios se provee de un Bernabé para Saulo, quien lo toma, lo trae a los apóstoles, intercede por él, les cuenta como Saulo había visto en el camino al Señor, como él le había visto mientras se dirigía a Damasco; como él había hablado valerosamente por el nombre de Jesús; intercede por él, lo defiende, lo representa; lo cuida, protege; da testimonio de como Saulo hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y como disputaba con los griegos ¿pero qué paso? El sanedrín de los apóstoles, la alta corte, supieron lo que Bernabé les estaba diciendo, lo que decidieron fue enviarlo a una ciudad de Cilicia, (actual Turquía) lejos de Jerusalén, al lugar de donde era originario Saulo, a Tarso. ¿Y por cuanto tiempo estuvo Saulo en Tarso? Catorce Años. Y desde la elección de Matías hasta cuando Bernabé decide ir por Saulo a Tarso, el mundo gentil ni fue conquistado, porque a

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quien Dios tenía en mente para ese ministerio era a Pablo; no era Simón, ni ninguno de los discípulos. Porque los discípulos, aquellos que habían sido esparcidos, no hablaban a nadie la palabra, sino solo a los judíos. Hasta que apareciendo unos varones en Chipre y de Cirene, los cuales entrando en Antioquia, hablaron también a los griegos, anunciaban el evangelio de Jesús. (Hechos 11:19-20)

Y comenzó a gestarse un despertar entre los gentiles, para entonces, dice la Biblia, “Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo, y hallándole le trajo a Antioquía. Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía”. (Hechos 11:26) En esos catorce años, por la pura misericordia de Dios, Saulo no se había perdido; ¿Quién cuidó de El todo ese tiempo? El mismo Señor. ¿Quién le discípulo todos esos años? El Espíritu Santo quien cuido el corazón de Saulo. De tal manera que cuando Bernabé fue por él, ese corazón estaba intacto, lleno del fuego de Dios, y se lo trajo a Antioquia. E hicieron equipo, y se congregaron todo año, enseñaron a mucha gente, y fue tal el avivamiento y el despertar espiritual, que a los discípulos se les llamo cristianos por primera vez.

El derramamiento del Espíritu fue en Jerusalén, pero el avivamiento se despertó y desarrollo en Antioquia. La primera escuela de líderes fue en Antioquia, y desde donde se dieron las misiones de conquista, los viajes misioneros de Pablo, fue desde Antioquia. La cuna de los montes, (en el lenguaje de la familia del Centi) fue Antioquia. Y es un privilegio, estar en el centro, en el epicentro del avivamiento, de la conquista para el mundo. La invitación es apreciar con humildad estos tiempos. No es por méritos, sino por la gracia de Dios que Dios nos ha puesto en el ministerio. Es justo reconocer, que uno mismo se resistió por mucho tiempo, el entorno social presento resistencia, que hubo líderes que se resistían a discipular; los mismos discípulos no creían en la conversión, en la legitimidad del discipulado, y hasta los apóstoles, preferían, enviarnos a Tarso, que abrirnos paso para el ministerio. Pero si dependiera de los hombres, uno no estaría aquí. Pero si estamos aquí, es en virtud a un llamado.

Si es necesario, el mismo Señor se nos presenta en el camino y nos hace el llamado; si es necesario obliga a un Ananías para que nos discípulo y cumpla su labor pastoral; O se sirve de un hombre restaurador con el don de la consolación, como Bernabé; porque al final, el hace su voluntad. No era Matías, así lo creyeran los apóstoles, era a Pablo a quien Dios tenía en mente, para llevar el evangelio de Jesucristo a los gentiles; como lo relata Pablo testificando de su conversión en Hechos 22 Por eso debemos apreciar estos tiempos de Dios; por gracia de Dios el Señor nos ha puesto en el ministerio, pero no solo eso, en el epicentro del avivamiento mundial, de los Hechos del Espíritu Santo para la conquista, y no nos ha dado, el liderazgo que Dios está usando para llegar a los montes, hasta lo último de la tierra. Frente al privilegio, desafío y objetivo que tenemos por delante, bien vale la pena cualquier esfuerzo o sacrificio que se requiera hacer. Por eso honramos este ministerio.

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