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79 AyTM 11.1, 2004 * Arqueólogos de Trabajos de Arqueología y Restauración, Soc. Coop. Mad. ([email protected]). 1. INTRODUCCIÓN El conocimiento arqueológico del sector fronterizo conocido como Marca o Frontera Media durante el periodo islámico resulta limi- tado si lo comparamos con otros ámbitos peninsulares. Las investigaciones se han cen- trado, fundamentalmente, en estudios sobre la red viaria, las fortificaciones y la política urbanizadora de los Omeyas, vinculada habi- tualmente a la posición fronteriza de esta región. Trabajos más recientes han pretendi- do profundizar en las características del pobla- miento en este sector del territorio andalusí a través del estudio de la documentación escri- ta, la prospección sistemática de asentamien- Excavaciones en Guadalajara: secuencia andalusí desde época Emiral a Taifa y presentación de un singular conjunto numismático Elena Serrano, Mar Torra, Manuel Castro y Aurelia Sánchez* RESUMEN A partir de la documentación de una secuencia estra- tigráfica en la ciudad de Guadalajara se han podido identificar unos materiales andalusíes con dataciones relativas. Se han identificado hasta 4 fases de activi- dad para el período islámico, con silos, pozos e ins- talaciones de tipo industrial así como importantes lotes de materiales. Entre ellos, se ha localizado un conjunto de 37 piezas de cobre (monedas o pon- derales) de reducidas dimensiones, de forma irregu- lar y un peso no superior a 1,2 grs., con leyendas en epigrafía árabe tales como “La justicia es de Dios” y “Abdallah ibn Muhammad”. Esta secuencia es el punto de partida para el reconocimiento de las caracterís- ticas que definen las diferentes fases y puede per- mitir precisar las cronologías de otros yacimientos coetáneos, en general no estratificados, de la Fron- tera Media. Por otro lado, los conocimientos que se tienen sobre la Guadalajara islámica se han visto incre- mentados al poder registrar una ocupación conti- nuada desde época emiral en una ciudad de la que apenas se conocían restos de su cultura material. PALABRAS CLAVE: Frontera Media. Secuencia estratigráfica. Cerámicas andalusíes. Cobres islámicos. Cronología. ABSTRACT Starting from the documentation of a stratigraphic sequence in the town of Guadalajara, a number of dates corresponding to materials from the different excavated contexts have been established. There have been identified even four activity phases for the Isla- mic period including silos, wells or industrial installa- tions as well as significant lots of materials. Among them, there are a group of 37 pieces (coins or weights), small in there size, whith irregular shapes and weig- hing no more than 1,2 grm. These pieces contain legends in Arabic epigraphy such as “Justice comes from God” and “Abdallah ibn Muhammad”. This sequence is the starting point to recognize the defi- ning characteristics of the different phases which ena- ble us to determine chronologies from some sites belonging to the “Frontera Media” (Middle Border) and which in general are not stratified. Furthermore, the knowledge of the Islamic Guadalajara has been increased thanks to the documentation of a continued occupation which begins in the Emiral time in a town whose material culture was hardly known. KEY WORDS: “Frontera Media”. Stratigraphic sequence. Islamic pottery. Islamic coppers. Chrono- logie.

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79AyTM 11.1, 2004

* Arqueólogos de Trabajos de Arqueología y Restauración, Soc. Coop. Mad. ([email protected]).

1. INTRODUCCIÓN

El conocimiento arqueológico del sectorfronterizo conocido como Marca o FronteraMedia durante el periodo islámico resulta limi-tado si lo comparamos con otros ámbitospeninsulares. Las investigaciones se han cen-trado, fundamentalmente, en estudios sobre

la red viaria, las fortificaciones y la políticaurbanizadora de los Omeyas, vinculada habi-tualmente a la posición fronteriza de estaregión. Trabajos más recientes han pretendi-do profundizar en las características del pobla-miento en este sector del territorio andalusía través del estudio de la documentación escri-ta, la prospección sistemática de asentamien-

Excavaciones en Guadalajara: secuenciaandalusí desde época Emiral a Taifay presentación de un singularconjunto numismáticoElena Serrano, Mar Torra, Manuel Castro y Aurelia Sánchez*

RESUMEN

A partir de la documentación de una secuencia estra-tigráfica en la ciudad de Guadalajara se han podidoidentificar unos materiales andalusíes con datacionesrelativas. Se han identificado hasta 4 fases de activi-dad para el período islámico, con silos, pozos e ins-talaciones de tipo industrial así como importanteslotes de materiales. Entre ellos, se ha localizado unconjunto de 37 piezas de cobre (monedas o pon-derales) de reducidas dimensiones, de forma irregu-lar y un peso no superior a 1,2 grs., con leyendas enepigrafía árabe tales como “La justicia es de Dios” y“Abdallah ibn Muhammad”. Esta secuencia es el puntode partida para el reconocimiento de las caracterís-ticas que definen las diferentes fases y puede per-mitir precisar las cronologías de otros yacimientoscoetáneos, en general no estratificados, de la Fron-tera Media. Por otro lado, los conocimientos que setienen sobre la Guadalajara islámica se han visto incre-mentados al poder registrar una ocupación conti-nuada desde época emiral en una ciudad de la queapenas se conocían restos de su cultura material.

PALABRAS CLAVE: Frontera Media. Secuenciaestratigráfica. Cerámicas andalusíes. Cobres islámicos.Cronología.

ABSTRACT

Starting from the documentation of a stratigraphicsequence in the town of Guadalajara, a number ofdates corresponding to materials from the differentexcavated contexts have been established. There havebeen identified even four activity phases for the Isla-mic period including silos, wells or industrial installa-tions as well as significant lots of materials. Amongthem, there are a group of 37 pieces (coins or weights),small in there size, whith irregular shapes and weig-hing no more than 1,2 grm. These pieces containlegends in Arabic epigraphy such as “Justice comesfrom God” and “Abdallah ibn Muhammad”. Thissequence is the starting point to recognize the defi-ning characteristics of the different phases which ena-ble us to determine chronologies from some sitesbelonging to the “Frontera Media” (Middle Border)and which in general are not stratified. Furthermore,the knowledge of the Islamic Guadalajara has beenincreased thanks to the documentation of a continuedoccupation which begins in the Emiral time in a townwhose material culture was hardly known.

KEY WORDS: “Frontera Media”. Stratigraphicsequence. Islamic pottery. Islamic coppers. Chrono-logie.

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tos y la descripción y análisis de los esquemasconstructivos de las estructuras localizadas 1.Diversos trabajos de prospección han permi-tido identificar, a partir de la recuperación decerámicas, una serie de asentamientos, la mayo-ría de los cuales carecen de referencias tex-tuales a excepción de Alija y quizás Vascos. Sinembargo, una de las conclusiones más gene-ralizadas se refiere a la dificultad de datar lossitios identificados a partir del registro cerá-mico, dada la práctica inexistencia de yaci-mientos estratificados.

Por otro lado, y a pesar del gran númerode intervenciones arqueológicas realizadas enámbitos urbanos, todavía carecemos de secuen-cias fiables para el periodo pre-taifa en ciuda-des como Madrid, Toledo, Talavera, Talamancao Guadalajara 2. Salvo contadas excepciones, porejemplo Vascos, no se han excavado viviendaso restos del primitivo parcelario, por lo que eldesconocimiento sobre la morfología o fasesde crecimiento de las ciudades es práctica-mente absoluto. Por otro lado, la ausencia desecuencias impide contar con elementos quepermitan datar las escasas evidencias que pro-porciona este registro arqueológico. Un recien-te trabajo muestra cómo el desconocimientode las tipologías cerámicas de los siglos IX d.C.y X d.C. en el interior de al-Andalus es pro-ducto de esta general ausencia de estratigrafí-as (FERNÁNDEZ UGALDE, 2001).

Una excavación arqueológica realizada enla ciudad de Guadalajara, ha permitido docu-

mentar una secuencia estratigráfica poco habi-tual en el registro arqueológico de la regióncentral de al-Andalus 3. El análisis de estasecuencia nos permite plantear que los con-juntos cerámicos de época califal, y en gene-ral pre-taifa, de la Frontera Media habían resul-tado hasta la fecha irreconocibles, ya que lasvariables empleadas para datar determinadoscontextos o asentamientos, deben ser revisa-das a partir de los resultados de yacimientosestratificados. En este sentido, el estudio quepresentamos sobre un conjunto numismáticoprocedente de uno de los estratos de amor-tización de un silo subterráneo, viene a con-firmar cómo sólo el estudio de secuenciaspuede permitir plantear cronologías inclusopara este tipo de objetos (CASTRO y SÁNCHEZ,

en prensa).

En una primera aproximación al área deestudio se observa que la mayoría de los sitiosidentificados como islámicos, a partir funda-mentalmente de materiales recuperados en tra-bajos de prospección, son con toda probabili-dad de época de Taifas. Falta reconocer, a partirde los ajuares cerámicos, las fases anteriores.Hoy por hoy no existen ni argumentos cro-nológicos rotundos ni secuencias estratigráficasque permitan asegurar que en el mundo de laFrontera Media lo Califal pasa, entre otras cosas,por la generalización del vidriado y la difusiónde técnicas como el verde y manganeso. Senecesitan más registros de sitios estratificadospara confirmar, rebatir y completar esta pri-mera presentación 4.

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1 Por ejemplo, el trabajo de investigación dirigido por S. Martínez Lillo y L. Serrano-Piedecasas (MARTÍNEZ y SERRANO-PIEDECASAS,1998).

2 Por el contrario, para el periodo taifa se han reconocido numerosos contextos que han sido datados en esta época a partir de ladocumentación de las técnicas de verde y manganeso y cuerda seca, generalmente asociadas. Por ejemplo, en la ciudad de Madridapenas se conocen —o permanecen inéditos— conjuntos que difieran de las características generalmente admitidas para los ajua-res del siglo XI; en la ciudad de Guadalajara se han publicado materiales catalogados como califales a partir de la presencia de verdey manganeso. En definitiva, salvo contadas excepciones, el siglo XI es reconocido fácilmente a partir de la presencia de las seriesvidriadas bícromas y polícromas, cerámicas pintadas y repertorios tipológicos con las series clásicas y la fase califal es identificada apartir del verde y manganeso aunque en general se admita que son materiales descontextualizados o procedentes de excavacio-nes no estratificadas.

3 Los primeros resultados de los trabajos arqueológicos fueron presentados y publicados en Actas del Primer Simposio de Arqueologíade Guadalajara, celebrado en Sigüenza entre el 4-7 de octubre de 2000 y en Congreso Internacional Almanzor y su época, celebradoen Córdoba entre el 14-18 de Octubre de 2002, donde presentamos la comunicación “Vivir en la frontera: aportaciones de laarqueología en Guadalajara (siglos X y XI)“ (en prensa).

4 Agradecemos a Lucía Román, Esther Corregidor y María Torra su colaboración en el estudio de la documentación generada porla excavación, y a Antonio Fernández Ugalde y Manuel Presas Vías las sugerencias y lectura crítica del documento.

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2. GUADALAJARA ISLÁMICA

La región central de al-Andalus, y más con-cretamente la zona fronteriza próxima al Sis-tema Central, comprende las comarcas atra-vesadas por la principal vía de comunicación delEstado Omeya: los valles del Guadiana y Tajo(Figura1). Según informan las fuentes escritascomo Muqtabis V o al-Udri (MANZANO, 1991),este sector fue poblado ya desde fechas muytempranas por grupos beréberes, en generalmuy vinculados a zonas de frontera. Aunquela investigación arqueológica en este sentidoresulta todavía incipiente, el análisis de la topo-nimia arroja interesantes datos sobre los asen-tamientos, y se empieza a contar con análisisde macrotopónimos que parecen indicar unorigen beréber tribal, por ejemplo, en la zonacomprendida entre Sigüenza y Guadalajara,donde parece haberse preservado un grannúmero de topónimos arabo-beréberes(FERNÁNDEZ UGALDE, 2001). Podemos destacarlos que mencionan a algún individuo o familiade origen beréber, como Madinat al-Faray delos Banu l-Faray. Recientes estudios realizadosa partir del análisis constructivo de fortifica-ciones (MARTÍNEZ LILLO y SERRANO PIEDECASAS,

1998) han permitido delimitar determinadaszonas de la Marca Media –ribera meridionaldel Tajo– como territorios dominados por tri-bus beréberes aliadas con el poder Omeya. Sinembargo aún no nos es posible reconocer lapresencia de población beréber a partir delanálisis de aparejos, técnicas constructivas oajuares cerámicos y siguen resultando proble-máticas las atribuciones beréberes de algunasformas o tipos cerámicos asignadas en deter-minados asentamientos, por ejemplo en “LasFuentecillas” (Madrid) donde los tipos así cla-sificados son las conocidas “ollas con escota-

dura en hombro” o las jarritas de cuello cilín-drico y cuerpo globular (BERMEJO y LÓPEZ, 1996) 5.

Por otro lado, sólo en fechas recientes seestán empezando a reconocer contextos quepueden datarse provisionalmente en las pri-meras fases del periodo andalusí. Un recientetrabajo de síntesis (OLMO, 2002) plantea, a par-tir de los resultados obtenidos fundamen-talmente en el yacimiento de Recópolis, enasentamientos como El Turmielo, o la reinter-pretación de otros como El Castro de la Coro-nilla, la existencia de claras evidencias arqueo-lógicas que son interpretadas como el reflejode una ruptura con la fase anterior, de épocavisigoda, datada en el siglo VIII d. C. Esta fasese caracteriza por una aparente continuidad enlos aspectos tipológicos del registro arqueoló-gico 6 constatada en yacimientos como el pro-pio Recópolis, Segóbriga o Ercávica, e inter-pretada como indicadora de la debilidad deuna estructura social y la implantación de unanueva. A lo largo de este siglo, y siempre a par-tir del referente cerámico, se plantea la crea-ción de nuevos asentamientos a menudo en anti-guos castros de la Edad del Hierro, o en lugaresno habitados hasta ese momento. Entre losyacimientos de este tipo se encuentran El Tur-mielo (Aragoncillo, Guadalajara) y el Castro dela Coronilla (Chera, Guadalajara).

Sin embargo, Olmo insiste en que la ausen-cia de secuencias estratigráficas obliga a ser cau-tos, ya que yacimientos datados a finales del VIIId. C., a partir del material cerámico, puedenser del siglo IX d. C. En general, se asume quelas dataciones nunca deberán llevarse al sigloX d. C. por la ausencia de materiales de esacronología. Durante la primera mitad del sigloIX d. C. se fundaron nuevos centros como

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5 En este sentido resulta muy interesante la sugerencia planteada por BOONE Y BENCO (1999) sobre la tradición cerámica beré-ber: si los beréberes norteafricanos fueron los responsables de muchos asentamientos rurales peninsulares, se debería esperar quesu tradición cerámica, lo mismo que otros aspectos de su bagaje cultural, fuera la misma que la que se documenta en el Norte deÁfrica, donde se observa que la pervivencia de la cerámica a mano, es una de las características de estos asentamientos. Ya G. Ros-selló se preguntaba sobre las cerámicas modeladas bereberes y su pervivencia, y argumentaba sobre la dificultad de extrapolación.Ver “Coloquio” en MALPICA, A. Ed. (1993): Primer Encuentro de Arqueología y Patrimonio: La cerámica altomedieval en el sur de al-Andalus, Granada, pp. 139-152.

6 Esa continuidad en los aspectos tipológicos se refiere a la pervivencia de ajuares visigodos (aunque con introducción de tipos nue-vos como cántaros o candiles y distintas formas de ollas), desaparición paulatina de la mano/torneta, o la continuidad en el paisa-je urbano.

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Guadalajara, Zorita o Peñafora y se abandonaríanlos anteriores (por ejemplo, El Turmielo, LaCoronilla o el mismo Recópolis). Así, en épocacalifal se produciría “...la consolidación de la hege-monía de la sociedad islámica y del Estado Cali-fal Omeya [...]”.

Las excavaciones del área urbana de Gua-dalajara parecen señalar que fue un centroimportante de producción cerámica de estaépoca, a juzgar por los hallazgos localizados enLa Plaza de la Antigua de un alfar, fechado porsus excavadores en el siglo X d.C. por la pre-sencia de cerámica vidriada (CRESPO y CUA-

DRADO, 1992). Otro asentamiento datado enesta fase a partir de los materiales de pros-pección es Cueva Harzal (Olmedillas, Guada-lajara), donde se recuperaron 11 fragmentosde cerámica islámica, entre los que destacan una“olla con escotadura”, un fragmento vidriadointerior y exterior en verde, y varios con pin-tura exterior a trazos. La datación en época cali-fal que proponen los arqueólogos se basa enla presencia de cerámica pintada (VALIENTE y

GARCÍA-GELABERT, 1983). Por último, un yaci-miento que puede llegar a aportar informaciónsobre el registro cerámico en asentamientosrurales es el de Los Casares (Riba de Saelices,Guadalajara), actualmente en curso de exca-vación (GARCÍA y FERRERO, 2002).

A. La ciudad de Guadalajara

Guadalajara, la Madinat al-Faray islámica, ciu-dad de la Frontera Media, aparece menciona-da en las fuentes escritas árabes como centrosecundario en relación con Toledo. Estuvo bajoel gobierno de los Banu Salim, linaje beréberde la tribu de los Masmuda que controlaba elterritorio comprendido entre Guadalajara yMedinaceli (Soria). Esta zona constituyó a menu-do un núcleo de resistencia de grupos de com-ponente beréber contra el poder estatal Omeya.Así, a finales del siglo X d.C., los gobernado-res pasaron a ser directamente designados porel poder central. Uno de los más famosos fueGalib, que se hizo fuerte en este sector fron-terizo (MANZANO, 1991). Las escasas referenciasescritas informan de que Guadalajara era unaciudad fuertemente amurallada, con abundan-te agua, mercados, posadas y baños. Es en el

siglo X d.C. cuando alcanza su máximo esplen-dor, llegando a ser capital de kûra. Al igual queotras ciudades de este sector fronterizo fueconquistada a finales del siglo XI d.C. En cual-quier caso, las informaciones extraídas de lasfuentes escritas son poco concluyentes.

En la Guadalajara islámica, situada en la ori-lla izquierda del río Henares, sobre la vertien-te inferior de una ladera perfectamente deli-mitada por los barrancos del Alamín al Este yde San Antonio al Oeste, los primeros estu-dios arqueológicos centraron su interés en lamorfología urbana. Torres Balbás (TORRES BALBÁS,

1940) y posteriormente B. Pavón (PAVÓN, 1984)

informan sobre el primer puesto militar y pos-terior alcazaba, que se localizaría en el sectorcentral de este promontorio. La primitiva medi-na se extendería en dirección al Henares hastaenlazar con el puente sobre este río, cuya cons-trucción se data en el s. X d. C. Estudios pos-teriores, como los de Pradillo y Esteban (PRA-

DILLO y ESTEBAN, 1991) o C. Mazzoli (MAZZOLI,

2000), nos muestran una ciudad con su alcaza-ba en el centro, que ya en el siglo XI d.C. abar-caba una superficie intramuros de 47,05 ha.

B. Arqueología de la Guadalajara andalusí

Las intervenciones arqueológicas en Gua-dalajara (Figura 2), aunque escasas, han reve-lado indicios de este poblamiento islámico a par-tir de la recuperación de materiales cerámicos,en general descontextualizados (CRESPO y CUA-

DRADO, 1992). Las principales excavaciones rea-lizadas en la ciudad se concretan en:

– Diversas campañas llevadas a cabo en elinterior del Alcázar, cuyos resultados per-manecen prácticamente inéditos (CUADRA-

DO, CRESPO y ARENAS, 1998).

– Iglesia de los Remedios, donde se docu-mentaron varios contextos (“bolsadas”)fechados en época islámica por los mate-riales: candiles de piquera, jarritas con deco-ración pintada, tapaderas, un ataifor vidria-do melado con trazos de manganeso y 3fragmentos decorados con cuerda seca par-cial (BARROSO y JIMÉNEZ, 1992).

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– Plaza de la Antigua. Se localizaron vestigiosinterpretados como pertenecientes a unalfar hispanomusulmán. El repertorio cerá-mico se refiere a fragmentos bizcochadoscon decoración de trazos de pintura, vidria-das meladas o verdes, ausencia de verde ymanganeso y de cuerda seca, así como alhallazgo de varios atifles y rollos (CRESPO y

CUADRADO, 1992).

– Plaza de Moreno, con cerámicas de tipolo-gía islámica descontextualizadas (CRESPO y

CUADRADO, 1992).

– Palacio de los Guzmán. Se excavaron losrestos de la cocina de una casa islámica yse recuperaron conjuntos cerámicos entrelos que se encuentran ollas con escotadu-ra en hombro, jarritas y cántaros, desta-cando la ausencia de cuerda seca y la esca-sez de cerámica vidriada monocroma. Esteconjunto ha sido datado a mediados delsiglo X d.C. (CRESPO y CUADRADO, 1992).

– Iglesia de Santa María de la Fuente, Conca-tedral de Guadalajara, donde sobre unatumba en fosa, datada en época visigoda opostvisigoda, se documentaron restos deun muro con zócalo de piedra y alzado detapial o adobe que parece correspondersecon el final de la época islámica, ya que sele apoyaba un estrato con materiales cerá-micos entre los que cabe destacar : verde ymanganeso y pintadas (PRESAS, 2002).

Debemos señalar que ninguna de estas inter-venciones ha sido en extensión, y que se trataen general de excavaciones de sondeos.

3. LA EXCAVACIÓN DEL TÚNELDE “AGUAS VIVAS”: PLANTEA-MIENTO Y METODOLOGÍA

La intervención que presentamos vino moti-vada por el proyecto de construcción del túnelde Aguas Vivas (Figura 3), que implicaba un

corte transversal de la ciudad medieval desdeel barranco de San Antonio hasta el del Ala-mín, junto al Alcázar. Los sondeos de valora-ción justificaron la excavación en extensión(800 m2) de la parcela de C/ Ingeniero Mari-ño, localizada junto al Alcázar, y el control delmovimiento de tierras en el resto de la super-ficie afectada 7. La potente estratificación pre-servada en el citado solar (Figuras 4 y 5) pusode manifiesto una secuencia de ocupación queabarca desde fase islámica hasta la actualidad,demostrando el potencial arqueológico del sub-suelo de Guadalajara (SERRANO, SERRANO y

TORRA, 2002).

Por otro lado, y como trabajo arqueológi-co previo a la ejecución del túnel de AguasVivas, se procedió a documentar los restosconstructivos localizados en el barranco delAlamín y coincidente con el punto de entron-que del túnel y puente diseñados para salvarel barranco. Como resultado de la intervenciónpodemos destacar que se han documentadolos restos del último recinto fortificado medie-val de la ciudad de Guadalajara, levantado entorno al siglo XIII d. C. y sometido posterior-mente a diversas remodelaciones y adaptacio-nes (TORRA y SERRANO, 2002). La traza del túnelfue modificada, y en la actualidad los citadosrestos defensivos se han preservado y puedencontemplarse.

A. El método arqueológico

Antes de detenernos en la descripción dela secuencia debemos insistir en los aspectosmetodológicos referidos al proceso y registrode la excavación arqueológica. Los resultadosque se presentan son el fruto de la aplicaciónde un sistema de excavación basado en el méto-do estratigráfico: reconocimiento de la totalidadde las unidades estratigráficas, sean positivas–estratos horizontales, muros, pavimentos– onegativas –fosas, interfacies de destrucción–,horizontales o verticales, de origen natural o arti-ficial, es decir, aquellos elementos susceptiblesde ser identificados e individualizados durante

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7 Las obras de desmonte llevadas a cabo con motivo de la construcción de la Plaza de los Caídos y Avenida del Ejército, explican la ausen-cia de estratificación arqueológica en este sector de la traza, por lo que el control del movimiento de tierras se consideró suficiente.

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el proceso de excavación arqueológica. El estu-dio de sus relaciones físicas (básicamente, ante-rioridad o posterioridad), podrá ser represen-tado posteriormente en una matriz o diagramaestratigráfico que represente la secuencia cro-nológica de la zona excavada.

El sistema de documentación de dichas uni-dades estratigráficas se basa en la correcta indi-vidualización de las mismas, su registro en fichasnormalizadas de unidad estratigráfica (en lasque se indican sus características físicas, defini-ción, relaciones estratigráficas, composición,interpretación, etc.), la realización de plantasacotadas, secciones acumulativas y documen-tación fotográfica. Los materiales arqueológicosrecuperados en cada unidad estratigráfica indi-vidualizada se tratan como un conjunto, sien-do de gran importancia las asociaciones demateriales que se presentan; las dataciones delas unidades estratigráficas deben realizarse conlos materiales más modernos que aparecen enellas, ya que en contextos urbanos puede serhabitual la aparición de materiales residualesque, sin una correcta metodología, pueden cau-sar más problemas que aportar soluciones. Enpalabras del propio E. Harris ( HARRIS, 1991:63-

64), “El objetivo principal del estudio de la estra-tificación arqueológica es situar las unidades deestratificación, los estratos y los elementos en suorden secuencial relativo. La secuencia estratigrá-fica puede y debe construirse sin tener en cuen-ta los contenidos artefactuales de los estratos”.

B. El análisis de la secuencia

El proceso de periodización se ha realiza-do a partir, en primer lugar, del diagrama estra-tigráfico (Figura 6). Una vez obtenida la secuen-cia se ha procedido al establecimiento de fasesy periodos. Su análisis ha permitido recono-cer para el periodo islámico cuatro fases deocupación, que se pueden resumir en la iden-tificación de diferentes grupos de actividadesen ocasiones de difícil interpretación: forma-ción de una serie de depósitos, excavación y

uso de silos subterráneos de almacenamiento,pozos y cubetas, amortización de la mayorparte de las estructuras de la fase preceden-te y por último, excavación y uso de fosas defuncionalidad desconocida que implicó la des-trucción de parte de las anteriormente men-cionadas.

El proceso final de periodización se ha ela-borado a partir de la documentación genera-da por la propia excavación y por el análisis delos materiales contenidos en los diferentes con-textos.

El análisis definitivo de los materiales arque-ológicos, nos ha permitido asignar datacioneslo más precisas posibles, a las fases previamenteestablecidas. Como se intentará exponer a lolargo de los siguientes apartados, la búsquedade indicadores cronológicos o elementos convalor datante no ha sido tarea fácil dada laausencia de contextos estratigráficos de refe-rencia. Este desconocimiento sobre los con-juntos que pueden llegar a “caracterizar” las di-ferentes fases de ocupación en el entorno dela zona analizada, ha determinado que lapropuesta final de datación pueda resultar nove-dosa e incluso discutida. En definitiva, las cro-nologías propuestas se apoyan, fundamental-mente, en el propio análisis de la secuenciaestratigráfica.

De especial interés resulta el hallazgo de unconjunto de 37 piezas de cobre recuperado enuno de los estratos que amortizaron un silo sub-terráneo de almacenamiento. Dada la singula-ridad de las piezas –los escasos ejemplos cono-cidos hasta la fecha proceden de trabajos deprospección en Huesca (DOMÍNGUEZ ARRANZ,

et alii, 1996), y de la amortización de un pozoen la ciudad de Zaragoza 8 – su datación ha teni-do que realizarse, finalmente, a partir de suposición estratigráfica.

Los únicos elementos con valor datante quepresentamos, se reducen al análisis epigráfico

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8 Agradecemos la colaboración prestada por F. J. Navarro Cabeza, que estudia este tipo de piezas en la región aragonesa, habiendo loca-lizado varios hallazgos. Le animamos a la publicación de los resultados, que con total seguridad aportarán luz a este tipo de conjuntos.

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preliminar de una inscripción sobre una orza,y a la documentación de los sistemas decora-tivos de verde y manganeso y cuerda seca, apa-recidos en contextos que se localizan física-mente bajo unidades estratigráficas, cuyacronología es claramente postislámica.

C. El estudio de los materiales

El estudio de los materiales cerámicos ha par-tido de los trabajos de sistematización realiza-dos por Rosselló Bordoy (ROSSELLÓ, 1991), enlos que la denominación tradicional identifica altiempo, la forma y la función de las piezas, juntoa las tipologías de Bazzana (BAZZANA, 1984) oNavarro (NAVARRO, 1991), basadas en la clasifi-cación funcional. Por ello es importante, a la horade asignar la función, atender al fin específicopara el que se hizo la pieza, y no a los usossecundarios que se le pudieron dar. En esta cla-sificación funcional están presentes los siguien-tes grupos: vajilla de cocina, almacenaje, servi-cio de mesa, usos múltiples, usos adicionales,contenedor de fuego, uso arquitectónico yvarios. Por otro lado, el estudio tipológico rea-lizado por M. Retuerce de los materiales cerá-micos de la Marca Media (RETUERCE, 1998) nosha permitido, a la hora de abordar nuestro tra-bajo, conocer o reconocer los diferentes tipos,en qué yacimientos se han encontrado y si setrata de materiales contextualizados o no. Esteestudio emplea, fundamentalmente, criteriosformales y decorativos, y se encamina a dife-renciar las distintas agrupaciones cerámicasdurante el periodo Omeya en el marco geo-gráfico de la meseta. Es importante señalar, quela general ausencia de secuencias estratificadas,imposibilita no sólo el establecimiento de cro-nologías relativas sino, en definitiva, la obtenciónde conocimientos sobre los ajuares cerámicosrepresentativos de cada fase.

El estudio se ha realizado sobre un total de11.140 fragmentos de cerámica selecta, de losque 4.701 pertenecen a contextos datados enel periodo islámico. Se han considerado selec-tos todos aquellos fragmentos que aportabaninformación relativa a su funcionalidad e iden-tificación tipológica lo más precisa posible. Enel apartado descriptivo se han considerado

aspectos como acabados, tipo de pasta, deco-raciones y técnicas, así como la factura de laspiezas. El vidriado se ha considerado un aca-bado, ya que compartimos la opinión de auto-res como Rosselló, que estima que se trata deun procedimiento puramente funcional, al faci-litar la conservación de los alimentos.

La información procedente del análisis delmaterial no selecto (4.542 fragmentos de loscontextos de época islámica) se ha referido, bási-camente, a los acabados, presencia/ausencia dedecoración y grupos funcionales cuando hasido posible. Posteriormente se ha procedidoa la comparación estadística, con los conjuntosde los materiales selectos, procedente de losmismos contextos y fases.

4. LA SECUENCIA ESTRATIGRÁFICA

En esta síntesis destacaremos la descripcióndel conjunto de materiales arqueológicos decada una de las fases, dado que su inclusión encontextos estratificados nos ha permitido deter-minar las características generales de los distintosmomentos de ocupación (Figuras 7, 8 y 9).

A. Fase I

Los primeros indicios de ocupación estánrepresentados por una serie de estratos super-puestos de textura arcillosa y compacta cor-tados por dos silos subterráneos, un pozo y dosfosas de funcionalidad desconocida.

Teniendo en cuenta lo parcial de su docu-mentación poco puede decirse en relación asu formación o uso. Lo más destacable de estafase es la recuperación de un conjunto demateriales cerámicos estratificados y la cons-tatación de indicios tanto de una presunta acti-vidad textil –dada la localización de dos posi-bles husos para hilado manual–, como de ciertaactividad relacionada con la metalurgia del hie-rro a escala doméstica, a partir de la recupe-ración de escorias.

El estudio del conjunto cerámico, realizadosobre un total de 405 fragmentos considera-

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dos selectos, permite caracterizarlo por el pre-dominio de la cerámica a torno, aunque cuen-ta con fragmentos realizados a mano-torneta(3%). Las pastas son claras y medias, con coc-ciones alternantes y en general bien depura-das. En los acabados hay un claro predominiode las cerámicas alisadas, generalmente conengobes pajizos, una mínima representación dela decoración pintada (sólo 2 fragmentos) yuna ausencia absoluta de cerámicas vidriadas.En cuanto a la clasificación funcional se docu-mentan hasta 5 grupos, con un repertorio tipo-lógico escaso, siendo los más frecuentes lasjarras con arranque de asa en el borde, lasjarritas de carena de arista en hombro y cue-llo cilíndrico, así como las ollas de cuerpo glo-bular con cuello curvo y borde exvasado, bífi-do y redondeado, o recto con moldura exterior.También se han documentado fragmentos deun alcadafe, un posible ataifor (en cualquiercaso, una forma abierta) y un cuello de formacerrada (¿redoma?). Debe destacarse que entodos los tipos las bases son planas. Convieneseñalar una pieza cuya tipología recuerda a tipospreislámicos, con paralelos similares en Recó-polis o en el Castro de la Coronilla: se tratade una forma cerrada, olla u orza, de baseplana y con decoración incisa ondulada. Enestos yacimientos es catalogada como perte-neciente a la primitiva época islámica –paleo-andalusí– fase datada entre el siglo VIII d.C. yla primera mitad del IX d.C (OLMO, 2002).

B. Fase II

La siguiente evidencia de ocupación es laexcavación y uso de silos subterráneos, pozos,fosas de funcionalidad indeterminada y unascubetas interpretadas en un primer momentocomo posibles tenerías. Los silos subterráneosde almacenamiento, constituyen la evidenciaarqueológica más habitual en el sector centralpeninsular y, como sugieren recientes investi-gaciones, es probable su relación con grupossegmentarios que conservan la capacidad de

almacenamiento familiar de reservas (FER-

NÁNDEZ UGALDE, 1994; 1997). Aunque el regis-tro arqueológico es escaso, contamos con refe-rencias que localizan silos relacionados conviviendas, en corrales o dependencias anejas,aunque también podría tratarse de áreas dealmacenamiento al aire libre.

Se han documentado un total de 27 silos,con predominio de los de formas cilíndricas ypiriformes, de paredes alisadas sin revestimiento,directamente excavados en el terreno geoló-gico o cortando estratificación arqueológica.Las capacidades oscilan entre 8 y 40 hl., valo-res que vienen a coincidir con los estimadospara silos documentados en otros puntos penin-sulares. También se ha localizado un pozo deextracción de agua, de sección circular y patesenfrentados.

Destacamos la documentación de cuatroestructuras semisubterráneas, muy próximasentre sí, excavadas en el terreno geológico, deplanta rectangular y esquinas redondeadas. Fue-ron construidas con hormigón hidráulico y sucara interna presenta un revestimiento, cuyaformación podría ser debida a su uso. En unprimer momento, se consideró la posibilidad deque estas cubetas se utilizaran en los procesosde curtición. Sin embargo, el análisis químico 9

del sedimento que recubre las paredes pare-ce descartar su interpretación como tenerías.Así, aunque estas estructuras puedan estar rela-cionadas con alguna actividad industrial, care-cemos de elementos que permitan una iden-tificación segura. Finalmente, hay que señalar laexcavación de dos fosas de planta rectangulary esquinas redondeadas, paredes alisadas y baseplana. Su interior se encontraba relleno de pie-dras irregulares de mediano tamaño y bien tra-badas; los datos de que disponemos impideninterpretar su posible uso.

Las diferentes estructuras que acabamos depresentar informan sobre espacios urbanos de

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9 Según el análisis químico del “revestimiento” realizado por Montserrat Gómez y Joan Enrich (Arqueocat, S.L), su estructura laminar oestratificada presenta un 88% de carbonato cálcico, un 0,25% de materia orgánica y el resto presumiblemente hierro. La deposición deeste carbonato cálcico parece que tiene su origen en la lenta evaporación de agua dura, y no proviene de la carbonatación cálcica dehidróxido cálcico, que es el empleado en las operaciones de calero anteriores a la curtición.

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funcionalidad muy diversa, lo que puede sor-prender en una extensión tan reducida. Al care-cer de indicadores cronológicos que informensobre el momento en el que se excavarontanto los silos como el pozo y las cubetas, sólosu posición estratigráfica permite establecer unacronología relativa entre la fase I y la siguien-te, fase III, que corresponde a la amortizaciónde las mencionadas estructuras.

C. Fase III

Gran parte de los silos, el pozo y cubetasde la fase anterior se amortizaron en un plazode tiempo relativamente breve, reutilizándosecomo basureros 10.

Se ha recuperado un importante conjuntode materiales arqueológicos entre los que des-taca la cerámica, el conjunto numismático de37 piezas de cobre, así como abundantes esco-rias de hierro. El ajuar cerámico analizado (661fragmentos selectos y 1.672 no selectos), pre-senta unas características técnicas y formalessimilares a las de la fase I: pastas claras y mediasbastante depuradas, cocciones alternantes ymixtas y engobes pajizos como acabado habi-tual de las piezas. Sin embargo, ya no se docu-menta la factura a mano-torneta, y es ahoracuando aparecen los primeros vidriados, siem-pre monocromos en verde o melado-amari-llento, y en porcentajes muy poco significativos(de 0 a 5%).

Los grupos funcionales documentados osci-lan entre 4 y 6, sin un claro predominio de nin-guno de ellos; en cuanto a los tipos identifica-dos, el repertorio es semejante al de la fase I:jarras con arranque del asa en el borde; jarri-tas con claro predominio de las de carena de

arista en hombro o de borde con molduraexterior triangular; ollas de borde vuelto, redon-deado –moldurado o no–, o bífido (con pre-dominio de las primeras); ataifores (represen-tan un 1%, igual que en la fase I), redomas yalcadafes. Además, aparecen por vez primeraarcaduces, candiles de piquera, tinajas, anafresy atanores. La documentación de estos últimoses interesante, ya que es poco habitual su hallaz-go en yacimientos andalusíes 11 y sugiere unainfraestructura hidráulica relativamente desa-rrollada. Así, todos los tipos identificados sonya claramente islámicos.

Otro hallazgo especialmente interesante hasido la localización de un conjunto de 37 pie-zas de cobre, de reducidas dimensiones, for-mas irregulares (fundamentalmente, redonde-adas o rectangulares) y un peso no superior a1,2 grs 12. En las leyendas, en epigrafía árabe,aparece: Al-Adl li-llah, “La Justicia es de Dios”en una de sus caras, y “Abdallah b. Muham-mad” en la otra. Consideramos convenienteextendernos en el estudio de este conjuntode piezas, dada su singularidad.

Los objetos monetiformes, aparecieron agru-pados y adheridos en el fondo de un silo reu-tilizado como basurero, y posiblemente guar-dados en un saco de tela, del que quedabanindicios. Su estado de conservación impedía suidentificación y lectura. Por ello, fueron some-tidos a una restauración 13 que individualizó laspiezas, lo que puede haber provocado peque-ñas variaciones metrológicas en el conjunto.

Se trata de un grupo de cospeles de formairregular, de reducido tamaño y peso, realiza-dos posiblemente en cobre 14. Las leyendas quepresentan aparecen incompletas o fragmenta-

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10 En este sentido ha sido documentada en gran parte de los asentamientos de la Frontera Media una fase de abandono generalizado desilos datada, a partir de los materiales contenidos en los estratos de amortización, a finales del siglo XI d.C. o principios del XII d. C., yque ha sido vinculado a la extensión de la formación feudal (FERNÁNDEZ UGALDE, 1994; 1997).

11 En Madinat al-Zahra de época califal (VALLEJO y ESCUDERO, 1999) y en Murcia datados en el siglo XIII d. C. (NAVARRO, 1991).

12 Su similitud formal con las monedas fraccionarias de época taifa provocó que la primera clasificación realizada a partir de un análisis pre-vio a su restauración, resultara errónea: en una primera presentación de la excavación se proponía una datación para esta fase en plenaépoca taifa (SERRANO y TORRA, 2002), que como veremos ha sido revisada

13 Este trabajo fue realizado por el restaurador F. Gago.

14 Esperamos realizar próximamente un análisis de los componentes metálicos de las piezas.

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das, como si hubiesen sido realizadas por uncuño mayor que el cospel. Éstos fueron acu-ñados, recortados a tijera y limados los bor-des, empleando una técnica muy similar a la delas fracciones emitidas durante el periodo taifa,pero diferente y más descuidada que la utili-zada para dirhemes y dinares. Otro aspectointeresante de la técnica de fabricación es lapequeña “lengüeta” (borde doblado) que pre-sentan dos de las piezas.

Los cospeles escasamente superan el cen-tímetro, oscilando su tamaño entre 8,3 mm. y14,1 mm, situándose el valor dominante entre11 y 12 mm, con un grosor que no excede los2 mm. El peso medio no supera el gramo (0,86grs.), siendo el valor modal de 0,9 y dominan-do la frecuencia 0,8-1,1 gramos, entre la quese sitúan el 72,95% del total de las piezas (Figu-ra 10).

La mayor parte presentan únicamente leyen-da central, tanto en anverso como en reverso,careciendo de adorno y de orlas, aunque comoveremos, existen algunas excepciones.

La leyenda en el anverso (IA-Leyenda 1) es:

Al-Adl li-llah (La Justicia es de Dios), queaparece de forma completa o parcial, en 10monedas.

En el reverso (IIA-Leyenda 2) se encuen-tra la leyenda cAbdallah (ibn) Muhammad, en8 piezas.

En otros cospeles se distinguen leyendasdiferentes; en el caso de uno de ellos: (Ab) dAllah en la primera línea y en la segunda Allah¿...?; en éste, la leyenda se encuentra enmar-cada entre adornos de esquinillas; otro podríatener la leyenda Abdallah en dos líneas, ade-más de orla. El resto del conjunto o presen-ta letras sueltas o son ilegibles.

Un grupo reducido de piezas muestran ador-nos, círculos o puntos y grupos de éstos, des-tacando en una de ellas un adorno central enuna de sus áreas (¿motivo floral?), que podríarecordar a los que aparecen en dirhemes definales del Emirato Independiente (VIVES, 1893).

La epigrafía de las piezas no es homogénea,presentándose dos grupos: el primero, domi-nante, que siguiendo a M. Ocaña, podríamosdefinir como “cúfico arcaico”, se caracterizaríapor la ausencia de todo ornato y por la abso-luta rigidez en torno a la línea base de la escri-tura (OCAÑA, 1970). En el segundo, la letra álif,presenta unos “ápices” que aparecen a finalesdel siglo IX d.C. en dirhemes y feluses. Sinembargo, C. Barceló 15 plantea que los tipos deletra pertenecen a la segunda mitad del sigloX d.C.-primera mitad del siglo XI d.C., aunqueen dos de las piezas, considera que existen indi-cios para situarlas bien entrado el siglo XI d.C.

D. FaseIV

La última evidencia constatada del periodoislámico, se refiere a la excavación, uso y amor-tización de fosas irregulares cuya funcionalidaddebe de ser de simples basureros y al abando-no de pozos y ocasionalmente silos que, a juz-gar por la secuencia que presentamos, debió pro-ducirse a lo largo del siglo XI d.C. Debemosseñalar que el reconocimiento de esta fase, enla que se han considerado conjuntamente laexcavación y uso de las estructuras subterrá-neas y su amortización, se ha realizado a par-tir de la interpretación como “basurero”, asig-nada a la única fosa documentada en el sectorde la excavación con secuencia estratificada para

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15 Agradecemos a C. Barceló el análisis preliminar realizado sobre la epigrafía de las piezas de cobre.

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el periodo islámico. Interpretada esta fosa comobasurero, la deposición de su contenido debióde ser inmediata. La similitud del conjunto cerá-mico de este basurero, con otros procedentesde la amortización de un pozo y varios silos 16,tanto desde el punto de vista tipológico y fun-cional como de acabados y técnicas decorati-vas, ha permitido que incluyamos en esta mismafase los estratos de relleno vinculados al aban-dono de estas estructuras subterráneas.

Para el estudio del conjunto cerámico deesta fase hemos seleccionado dos contextos queconsideramos representativos: por una parte,los estratos de relleno de una fosa irregular, posi-ble basurero, cuya ejecución implicó la des-trucción parcial de los estratos que caracteri-zaban la primera fase de ocupación, así comode uno de los silos amortizados en la fase III;y, por otra, un segundo conjunto procedentede un pozo que, aunque carente de relacionesfísicas directas, contiene un impresionante lotede piezas prácticamente completas. En ambosconjuntos (2.734 fragmentos selectos) el reper-torio es muy similar. Es en este momento cuan-do se produce la generalización del vidriado,que llega a representar hasta un 24% del mate-rial. El porcentaje mayoritario de cerámicasvidriadas son las monócromas en verde y mela-do y las meladas con manganeso, y ahora sedocumentan por primera vez técnicas cómo elverde y manganeso (7,7 %) y la cuerda seca 17

en sus dos variedades: total y parcial o de ver-dugones (7,3 %). También se documentan losprimeros vedríos monócromos en negro. Lascerámicas bizcochadas presentan mayoritaria-mente decoración pintada a trazos en rojo onegro y engobes rojos (55,2 %), y desapare-cen los engobes pajizos característicos de las

fases anteriores. En ambos casos las pastas sonmenos depuradas y la práctica totalidad de lasbases son convexas.

En cuanto a los grupos funcionales, estánrepresentados prácticamente los mismos queen la fase precedente. Sin embargo, en los tiposse aprecia una importante diversidad y clarasdiferencias con las fases anteriores: las ollasdocumentadas en fases I y III son sustituidas,fundamentalmente, por formas con escotadu-ra, bases convexas y paredes muy finas. Tam-bién son abundantes las ollas de cuello muycorto vertical y labio fino y redondeado, cuer-po globular y base convexa. Aparecen, en unaltísimo porcentaje, las jarritas de cuello cilín-drico y cuerpo globular con decoración pinta-da a trazos, que reemplazan a las jarritas de aris-ta en hombro con engobes claros. Tapaderas,cazuelas, tazas y cantimploras aumentan elrepertorio formal conocido; a la vez, cántaros,orzas, ataifores, cuencos, jofainas, botellas oredomas representan un porcentaje mucho máselevado y adoptan gran diversidad de tipos.

Cabe destacar una pieza, posible orza, prác-ticamente completa, de pastas poco depuradasy engobe exterior rojo que presenta comopeculiaridad un graffiti trazado sobre la partesuperior del galbo. Aunque el estudio epigráfi-co definitivo no se ha completado, podemos ade-lantar que contamos con una posible dataciónde finales del siglo XI d.C., para la inscripciónen la que se aprecian: la expresión Baraka li-llahgrabada a modo de letrero, un graffiti centralque puede ser una aleya coránica y, por último,unas líneas que parecen indicar intentos cali-gráficos para reproducir la shahada “no hay másdivinidad que Dios” 18 (Láms. I y II).

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16 El pozo y los silos mencionados se documentaron en el transcurso de los trabajos de seguimiento de las obras del túnel. Aparecierondirectamente bajo el asfalto de la Avenida del Ejército por lo que carecen de relaciones estratigráficas.

17 En cuanto al valor de la cuerda seca como indicador cronológico cabe destacar las propuestas de autores como F. Valdés y M. Casa-mar (CASAMAR y VALDÉS, 1984) que plantean que la generalización de esta técnica se produce durante el periodo Taifa aunque pudie-ra aceptarse su inicio a finales del Califato. En este sentido, en la Rábita de Guardamar se documentaron 4 fragmentos de cuerda secaparcial, en un contexto datado a finales del siglo X d.C.-principios del XI d.C. (AZUAR, 1990). Contamos también con excepciones comolas de Murcia y Málaga donde se han datado fragmentos de cuerda seca en el siglo X d.C. (DOMÍNGUEZ BEDMAR, 1987). No obstante,F. Valdés considera que “En términos de cronología, la cuerda seca se documenta con certeza desde comienzos del siglo XI. No exis-te hoy ningún yacimiento en el que se haya demostrado —y publicado— claramente, por vía estratigráfica, su presencia en el siglo X”.Ciertamente, este autor no descarta el inicio de la técnica a finales del siglo X (VALDÉS, et alii, 2001: 385).

18 Agradecemos a C. Barceló su amabilidad e interés al proporcionarnos unos primeros comentarios acerca de la epigrafía de la pieza, pre-vios al estudio definitivo.

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Esta notable diversidad tipológica y, funda-mentalmente, el gran desarrollo del vidriado(con la aparición de las técnicas de cuerda secay de verde y manganeso), junto a la decora-ción pintada, son las características principalesde la fase IV, y coinciden plenamente con lacaracterización genérica de la vajilla islámica delsiglo XI d.C.

5. DATACIÓN DE LA SECUENCIA

La intervención que acabamos de presen-tar ha permitido reconocer una secuencia estra-tigráfica en la que se han documentado y exca-vado contextos islámicos que han aportado ungran número de materiales. Por otro lado, elanálisis final de la secuencia se ha concretadoen la constatación de diversos grupos de acti-vidades para el periodo islámico, entre los quecabe destacar el almacenamiento subterráneo,pozos de captación de agua, usos industrialeso metalurgia del hierro a escala doméstica.

Según el análisis estratigráfico, en todas lasáreas excavadas se ha podido documentarque los contextos con materiales claramenteatribuibles a la fase III, están cortados porotros que contienen materiales netamentediferenciables, adscribibles a la fase IV, corta-da a su vez por una fosa que se rellenó, a juz-gar por el análisis de los materiales, en unafase posterior de clara cronología postislámi-ca. En aquellos sectores donde no se hanregistrado relaciones físicas directas, se cons-tata esa misma diferenciación entre dos reper-torios tipológicos y decorativos, que coincidencon los aquí descritos para las fases III y IV,esta última considerada, en principio, de épocade Taifas (Figura 11).

Ha sido necesaria la búsqueda de indica-dores cronológicos fiables que permitiesen asig-nar dataciones lo más aproximadas posibles alas diferentes fases establecidas a partir delanálisis de la secuencia. Sin embargo, la esca-sez de estudios sobre conjuntos cerámicosdebidamente contextualizados –o lo que es lomismo, procedentes de sitios estratificados–obliga a ser cautos a la hora de asignar cro-nologías.

A. La cerámica

Sólo en fechas recientes han comenzadoa sentarse las bases para la caracterización delos materiales cerámicos de fases emirales endiversas zonas de la geografía andalusí. Entrelas regiones con más registros arqueológicosse encuentran el Sur y Este de al-Andalus,como ponen de manifiesto los resultados pre-sentados en reuniones como la celebrada enSalobreña en 1990, o el importante númerode publicaciones generadas sobre el tema. Másrecientemente, los trabajos arqueológicos rea-lizados en ciudades como Valencia, Jaén, Méri-da o Córdoba están aportando interesantesresultados, sobre todo para las fases paleo-andalusíes. Sin embargo, todavía nos encon-tramos lejos de poder afinar cronologías apartir del registro cerámico para determinarqué objetos son emirales del siglo VIII d.C.,del IX d.C. o del primer tercio del X d.C.(ROSSELLÓ, 2002:68). Por el contrario, para la fasede ocupación califal, aunque el registro es másescaso, los lotes datados en el siglo X d.C.resultan muy numerosos, pues la presenciadel sistema decorativo en verde y mangane-so es utilizada como un claro indicador cro-nológico.

En la ciudad de Valencia, por ejemplo, varioscontextos excavados y datados en fases emi-rales contienen los primeros materiales vidria-dos en monócromo verde o melado, siempreasociados a la forma ataifor. Los tipos docu-mentados son ataifores, en su mayoría bizco-chados, ollas, cazuelas, tinajas, jarritas, jarras,candiles y arcaduces (PASCUAL, et alii, 1997).

En Marroquíes Bajos (Jaén), el vidriado essignificativo a partir del último tercio del sigloIX d.C., datándose los primeros ejemplaresdocumentados a mediados de ese siglo. Enplena época califal las piezas vidriadas alcan-zan el 61,53% de los conjuntos analizados. Losprimeros vidriados van acompañados de unnotable incremento de las cerámicas tornea-das, que llegan a representar el 83,65%. Sedocumentan ollas, redomas, jarros, jarritas, atai-fores, tinajas, candiles y tapaderas. En época cali-fal prácticamente ha desaparecido la mano/tor-neta, el vidriado se generaliza y en cuanto a

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los tipos, el mejor representado es el ataifor,seguido de jarros, jarritas, tinajas, orzas y ollas(PÉREZ, 2003).

En Mérida, las excavaciones realizadas endiversos puntos –Morería, interior de la Alca-zaba y área de servicio del anfiteatro– están per-mitiendo caracterizar los conjuntos emiralescon un claro predominio del torno, y el regis-tro de las primeras piezas con vidriado siem-pre en monocromo verde y asociado exclusi-vamente a candiles y aceiteras. Las piezasvidriadas son consideradas de importación, yaunque se documentan ejemplares con trazosde pintura en jarras y jarritas, no son tenidasen cuenta como piezas decoradas, dado elcarácter profiláctico que se asigna a los trazos.En cuanto al repertorio tipológico, convivenlos herederos de la época visigoda –ciertostipos de ollas y cántaros–, tipos nuevos clara-mente islámicos –jarros, candiles y arcaduces–y unos tipos que son considerados híbridos(ALBA y FEIJOO, 2001).

En el arrabal de Cercadilla (Córdoba) cabedestacar la ausencia de cerámica vidriada en con-textos emirales 19, en los que por otra partese constata una gran diversidad tipológica, conollas, jarros, grandes tinajas, lebrillos, tapaderas,cuencos, botellas, candiles, braseros, anafres,platos –precedentes del ataifor– y arcaduces.Salvo los cuencos, el resto de los tipos empie-zan a desarrollarse a partir del siglo VIII d.C.Durante la fase califal la cerámica vidriada repre-senta el 14,25%, las bases son planas o ligera-mente convexas, la mayoría de los ataiforescarecen de repié, y los anillos de solero sólose documentan a partir del siglo XI d.C.. Lageneralización de la cerámica vidriada, con ladocumentación de los primeros ejemplares en

verde y manganeso y cuerda seca (tan sólodos fragmentos), se encuentra vinculada a losniveles de abandono del barrio califal.

En cualquier caso, no deja de sorprender ladocumentación de la producción de vidriadoslocales en Málaga 20, Almería 21 o Silves en fechastan tempranas como el siglo IX d.C. cuandoen Córdoba sólo se constata a partir del sigloX d.C. (FUERTES SANTOS, 2001; VALDÉS, 2001).

Por último, en la zona conocida como Fron-tera Media son escasos los yacimientos queaporten información de contextos estratifica-dos. Si nos referimos a ámbitos urbanos comoMadrid o Toledo, pese al importante númerode intervenciones realizadas en su subsuelo, lainformación es escasa dada la ausencia desecuencias. En Madrid, por ejemplo, los vesti-gios arqueológicos del periodo islámico se redu-cen, casi exclusivamente, a la excavación deestructuras subterráneas como silos o pozos ylos materiales arqueológicos sólo pueden serestudiados a partir del análisis de paralelos.Interesa destacar, no obstante, que la mayoríade los materiales recuperados han sido data-dos en el siglo XI d.C. a partir de la docu-mentación del verde y manganeso, cuerda seca,vidriados monócromos en negro o melado ocon trazos y un repertorio tipológico extenso.Se trata de ajuares típicos del siglo XI d.C.meseteño, lo que corroboran determinadoshallazgos numismáticos 22.

Para fases precalifales la información con laque contamos se ciñe a asentamientos comoRecópolis (OLMO, 2002), El Turmielo (LÁZARO,

1995), en la revisión de sitios como El Castrode La Coronilla (OLMO, 2002), en materialesprocedentes de prospección como los de Olme-

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19 Los escasos fragmentos recuperados —en estratos siempre en contacto con los califales— así como el reducido número de la mues-tra, permite interpretarlos como productos importados si se confirma su adscripción emiral (FUERTES SANTOS, 2001:203).

20 Ya desde el siglo IX d.C., se documentan importantes lotes de ataifores vidriados en una amplia gama de melados y decorados con tra-zos de manganeso, unido a una gran diversidad tipológica: jofainas, tazas, arcaduces, candiles, jarritos, redomas, jarros, marmita, cazuela,alcadafe y tinajas, conviviendo con piezas fabricadas a torno lento (ÍÑIGUEZ y MAYORGA, 1993).

21 En Bayyana se documentan piezas claramente emirales junto a otras vidriadas, incluso en verde y manganeso, en contextos datados enuna fase de transición entre el mundo emiral y califal (CASTILLO y MARTÍNEZ, 1993).

22 En la intervención realizada en la C/ Cava Baja, 30, de Madrid, se han podido datar determinados conjuntos procedentes del abandonode silos, gracias a la recuperación de un hallazgo numismático no anterior al siglo XII d.C., asociado a ajuares cerámicos como los aquídescritos (FERNÁNDEZ UGALDE, 1996: 25; FERNÁNDEZ UGALDE y SERRANO, 1997: 136).

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dilllas (VALIENTE y GARCÍA GELABERT, 1983), Ercá-vica (ÁLVAREZ DELGADO, 1989) o Navalvillar(CABALLERO ZOREDA, 1989). En general se obser-va que las fases precalifales cuentan con unosrepertorios cerámicos cuyas características másdestacables son la ausencia de vidriados y dedecoraciones pintadas, unidas a repertoriostipológicos con predominio de formas cerra-das (LÁZARO, 1995; OLMO, 2002). En Recopólis(Zorita de los Canes, Guadalajara) y en El Tur-mielo (Aragoncillo, Guadalajara), por ejemplo,la presencia del vidriado determinará el iniciode la fase califal.

En cuanto a la aparición y difusión del vidria-do en la Península, resultan cada vez más nume-rosos los asentamientos donde se datan con-textos con ejemplares vidriados en fechas tantempranas como mediados del siglo IX d.C.(Málaga, Almería, Jaén o en Mérida), consta-tándose un incremento gradual a finales de estesiglo. Sin embargo, en Córdoba y en los asen-tamientos mencionados de la Frontera Medialos primeros vidriados marcarán el inicio de lafase califal.

Otro indicador cronológico suele ser la per-vivencia de tipos de fases precedentes, siem-pre asociados a formas nuevas que varían segúnlas áreas de estudio.

Según la opinión general, los conjuntos cali-fales se caracterizan por la proliferación delvidriado, la difusión del verde y manganeso yla desaparición de tipos cerámicos no islámi-cos. Lo califal va a ser datado a partir de la docu-mentación de fragmentos de verde y manga-neso en los ajuares cerámicos, no tanto por lapresencia de cerámicas vidriadas, ya docu-mentadas en varios asentamientos en fases pre-califales aunque en porcentajes, en general,poco representativos 23. Incluso se están empe-zando a documentar fragmentos de verde ymanganeso en contextos datados en fases ante-riores al califato como por ejemplo en Marro-quíes Bajos (PÉREZ, 2003:77).

Así, pese a la existencia de claras diferen-cias regionales, en la mayor parte de las áreasanalizadas se está llegando a conclusiones simi-lares. La documentación del vidriado va a per-mitir datar determinados contextos atendien-do a su representación. En yacimientos confases paleoandalusíes de ocupación, los mate-riales cerámicos se caracterizan por la docu-mentación del vidriado, aunque en porcentajesbajos, predominio de bases planas, pervivenciade mano/torneta, así como de tipos claramentepreislámicos. Su incremento, junto con la pre-sencia de verde y manganeso, desaparición detipos preislámicos y ejemplares fabricados amano/torneta y la sustitución, en varios de lostipos, de las bases planas por convexas, seránconsiderados como indicadores cronológicospara la fase califal.

B. El conjunto numismático

Capítulo aparte merece la interpretación delestudio del conjunto numismático, localizado enun estrato de amortización de un silo subte-rráneo de almacenamiento. Este hallazgo se aso-cia a los materiales cerámicos descritos para lafase III. Es importante señalar que las piezas quepresentamos en este trabajo son escasamentecitadas en la bibliografía numismática reciente,y por sus leyendas en general interpretadascomo ponderales (Lám. III).

A lo largo del siglo XX, la literatura numis-mática anglosajona se ha interesado por los sis-temas metrológicos del Imperio árabe (PETRIE,

1926), catalogando un gran número de ponde-rales de los periodos Omeya, Abbasí y Tuluní,realizados en la mayor parte de los casos envidrio (BALOG, 1976). Los investigadores hanintentado establecer una relación de estas pie-zas con las monedas circulantes, el pago deimpuestos y las transacciones cotidianas. En1986 Holland publica un conjunto de 586 pon-derales de bronce, procedentes de las ruinasde Cesarea Marítima, en la actual Israel(HOLLAND, 1986). Uno de los aspectos más inte-

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23 Debemos excluir los casos de Málaga y Pechina donde la presencia del vidriado en fases emirales llega a alcanzar importantes porcen-tajes (CASTILLO y MARTÍNEZ, 1993; SÁNCHEZ y MAYORGA, 1993).

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resantes de este trabajo es el análisis de los pon-derales que, por su bajo peso, no se corres-ponden con piezas circulantes, considerandoel autor que posiblemente mantienen una estre-cha relación con recortes de dirham o de dinar,muy frecuentes en el mundo árabe, siendo eltipo de “dinero” empleado para las pequeñastransacciones diarias.

Los recientes trabajos de Album (ALBUM,

1998) e Ilisch (ILISCH, 1993), están poniendo demanifiesto el desconocimiento que existe sobrelas emisiones Omeyas y Abbasidas de cobre,siendo la mayor parte de ellas anónimas: “Likeits Umayyad antecedents, copper coinage of theAbbasid period is essentially municipal coinagelocally regulated at each mint. Over 100 mintshave been reported, but only a portion of thesearea collectible. An approximate date range isgiven for each mint, even though many or all coinsmay be undate. Most bear the name of the localgobernor, but only a few have the name of deCaliph [...]. There is no comprehensive study of theAbbasid perior copper coinage; and many of thedate ranges given here are tentative […]. Largequantities of uncentain Abbasid style fulus arefound in Syrian hoards, some vaguely based onthe common type of al-Kufa 167, others of varioustypes, usually without mint, date or gobernor. Mostare quite tiny, tipically one gram or less” (ALBUM,

1998: 30-31).

En el caso de la Península Ibérica, desdemediados de los años 80, tras la publicación delas láminas de Antonio Delgado por RodríguezLorente e Ibrahim, se empieza a describir ungrupo de piezas consideradas como “ponde-rales” (RODRÍGUEZ LORENTE e IBRAHIM, 1985). Enprincipio sus rasgos fundamentales eran la pre-sencia de la leyenda árabe al-Adl, “Justicia” oal-Adl li-llah, “La Justicia es de Dios”, asociadaen algunas ocasiones a nombres no identifica-dos plenamente. Su forma es, en casi todos loscasos, rectangular.

El peso de estas piezas se situaba en lo quese entendía como “dinar legal” emitido duran-

te el Califato de Córdoba, como presenta Pelli-cer en su trabajo de 1988, en el que a travésdel análisis metrológico y las equivalencias pre-sentes en las fuentes, intenta sistematizar cuá-les serían los ponderales empleados en al-Anda-lus durante el Califato y su posterior influenciao uso en los reinos cristianos del siglo XI d.C.(PELLICER, 1988).

Pero sin duda, el estudio más importante esel acometido por T. Ibrahim, publicado en larevista Numisma entre 1993-1994, en el quese describen un total de 88 ponderales, la mayorparte de ellos de bronce, siendo minoritarioslos tipos de plata (IBRAHIM, 1993; 1994) 24. Nin-guno de ellos tiene procedencia arqueológicaclara, señalándose vagamente las provincias deSevilla y Córdoba, como su lugar de origen. Lasleyendas de este tipo de piezas son variadas,aunque las más frecuentes son “Justicia” y “LaJusticia es de Dios”, junto a otras, que apare-cen en un número menor, como por ejemplola unidad de medida, aleyas coránicas y nom-bres de personajes. Algunos de estos últimoshan sido identificados con funcionarios vincula-dos a la ceca o, también, como cambistas.

Posteriormente Moll Mercadal publica, enGaceta Numismática, varios ponderales islámi-cos de bronce, aparecidos en Mallorca, conforma de prisma rectangular y con la leyenda“La Justicia es de Dios”. Se trata de piezascorrespondientes a ponderales de dinar y mediodinar, de las que también se desconoce su pro-cedencia exacta y que el autor, siguiendo laepigrafía de las mismas, plantea pueden perte-necer a la taifa de Mallorca y a la dinastía pro-almorávide de los Banu Ganiya (MOLL MERCA-

DAL, 1995).

Un conjunto similar al que presentamos eneste trabajo, ha sido analizado por C. Lasa en1996 y 1997 (CABAÑERO y LASA, 1997). Se tratade una colección de 33 piezas, procedentesdel entorno de la ciudad de Huesca, sin quese aporten datos más precisos (DOMÍNGUEZ

ARRANZ et alii, 1996). De ellas 18 son rectangu-

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24 Para la comparación de la metrología de todos los conjuntos, ver CASTRO y SÁNCHEZ (en prensa).

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lares y 15 más o menos circulares, con los cos-peles recortados a tijera y los bordes limados.En la leyenda aparece la palabra “Justicia”, “Justo”,“La Justicia” o “La Justicia de Dios”, junto conel nombre propio de Abdallah. El peso mediose sitúa en 1,05 gramos, pero la mayoría de laspiezas se encuentran en la frecuencia entre0,80-1,17 gramos, con un valor dominante de0,98 gramos, siendo el resto de las piezas máspesadas, según el autor, un conjunto diferente.Estas son las únicas piezas publicadas hasta elmomento, similares a las que presentamos, aun-que hay que destacar que las característicasmetrológicas del depósito de Guadalajara, sonligeremente inferiores (Figura 10).

Hemos intentado encontrar similitudes conotras piezas de cobre del periodo islámico. Conun peso similar, existen numerosos feluses delEmirato Independiente, especialmente en lafrecuencia 0,6 y 1,2 grs. En cambio, más pare-cidas en cuanto a su técnica de fabricación, sehan estudiado monedas fraccionarias de los rei-nos de taifas, con un importante lote de pie-zas de peso y metal similar, aunque de epigra-fía diferente (FROCHOSO y MEDINA, 1999).

Metrológicamente es posible una tercerainterpretación, si consideramos su identifica-ción como ponderales, cuyo peso se ajusta al1/4 y 1/8 de dinar y aproximadamente al de1/3 de dirham. Conocemos la emisión de frac-ciones de dinar por parte del Califato de Cór-doba, especialmente en el Norte de África,aunque su presencia en los tesoros es hastaahora muy poco frecuente, al igual que ocurrecon las fracciones de dirham acuñadas por alia-dos circunstanciales en época del Califa HisamII. En relación a lo anterior, cabe señalar que,a lo largo del siglo X d.C., se produce en al-Andalus la llegada de numerario foráneo, acu-ñado fundamentalmente por los fatimíes. Sinexistir todavía un estudio generalizado a nivelpeninsular, y basándonos únicamente en elrecientemente publicado por Doménech Belda(DOMÉNECH, 2002) que hace referencia al terri-torio de S̆arq al-Andalus, resulta que, sobretodo durante la segunda mitad del siglo X d.C.y la primera del siglo XI d.C., es frecuente lapresencia en los tesoros levantinos de fraccio-nes, fundamentalmente de dirhemes fatimíes,

cuyo peso, siguiendo a Balog (BALOG, 1961), sesituaría para el cuarto de dirham en 0,75 grs.y para el octavo en 0,30 gramos.

Sin embargo, las piezas que se presentan eneste estudio, no han aparecido en ningún casoasociadas a conjuntos fatimíes como los hastaahora mencionados. Lo mismo ocurre con lostesoros, tanto de época emiral, califal y taifa,en los que se ha localizado y analizado unimportante número de fragmentos o recortesde dirhemes, y en los que tampoco se encuen-tran piezas como las descritas.

Como hemos visto, uno de los rasgos fun-damentales de los ponderales hasta ahora cata-logados es la presencia constante de la pala-bra “Justicia” (al-adl) y sus variantes, o de “Lajusticia es de Dios” (al-Adl li-llah), acepcionesque podrían hacer referencia tanto al peso justoo legal de la moneda o el ponderal, como a loaceptado por la comunidad musulmana, moralo jurídicamente. Sin embargo, no es un térmi-no empleado exclusivamente en ponderales,pues existe un número relativamente impor-tante de feluses emitidos durante el periodoOmeya y Abbasí en el Norte de África y Orien-te, que hacen mención, bien al concepto moralde la palabra “Justicia”, o a la sumisión que elindividuo debe ante Allah o el poder consti-tuido. Destacaremos los tipos del catálogo deWalker 727, 728, 729, 922, 923, 939 y 940(WALKER, 1956). Estas piezas tienen como deno-minador común haber sido acuñadas siempreen cobre, en el periodo de la primera conquistaislámica del Norte de África, si bien hay tiposya abbasidas como el 940 de Walker. Su cro-nología abarcaría desde el 100H hasta el 157H,aunque no descartamos su presencia en tiposposteriores. Por último, aparece simplementela palabra “Justo” en Lavoix 1616, acuñada enMadinat al-Salam (LAVOIX, 1887). Sin embargo,a pesar de la relación en sus leyendas, las carac-terísticas morfológicas de estas piezas y las deGuadalajara son muy diferentes.

Junto a la leyenda “Justicia”, en los ponde-rales localizados en la Península es también fre-cuente la aparición del nombre propio “Abda-llah”, personaje que hasta ahora no ha sidodefinitivamente identificado, y que se ha que-

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rido relacionar con prefectos de ceca duranteel gobierno de Abd al-Rahman III o con cam-bistas. No obstante, existen otras posibles inter-pretaciones, como puede ser la de asociarlo conlos gobernadores que aparecen en las fuentesárabes durante el periodo final del emirato yprincipios del califato, de los que tenemos unainformación precisa a través del Muqtabis deIbn Hayyan (VIGUERA y CORRIENTE, 1981). Quedasin explicación, el hecho de que en estas pie-zas, si se trata de ponderales, no aparezcanotros nombres, pues curiosamente los hastaahora identificados como tales, abarcan unperiodo corto del califato. ¿Es qué no se fabri-caron ponderales ni antes ni después?

Como ya se ha señalado, el estudio com-parativo tanto de las características formalescomo funcionales de este tipo de piezas no hapermitido una datación precisa, ya que en nin-gún caso se han encontrado asociadas con con-juntos monetarios o tesoros plenamente iden-tificados. Sin embargo, lo que diferencianotablemente al conjunto de Aguas Vivas es suaparición en un contexto arqueológico con-creto, formando lo que podríamos denominarun depósito o tesoro.

La reutilización de la estructura donde hansido halladas las piezas, como “basurero”, pare-ce fuera de toda duda, dado que con el con-junto numismático aparecen fragmentos cerá-micos, que en ningún caso corresponden a piezascompletas, y también restos de fauna. Por tanto,a partir de los datos arqueológicos, considera-mos que se trata de un depósito de piezas queen un determinado momento tuvieron un valorsimbólico o material, lo que hizo que fueranagrupadas; la pérdida posterior de este valor,explicaría su aparición en un espacio de vertido.

En cuanto a su funcionalidad, resulta difícilinterpretarlas como ponderales, dada su formairregular 25. Si se tratase de éstos, tendrían quecorresponder necesariamente con fraccionesde piezas en circulación, que deberían tener lasmismas características metrológicas que el con-

junto hallado. A pesar de ello, dichas fraccio-nes no se han encontrado asociadas a estas pie-zas, ni parece que haya existido un volumen encirculación en época emiral o califal, que per-mita explicar un conjunto de ponderales exclu-sivamente ajustado a un peso determinado, almargen de las unidades monetarias que con totalseguridad conocemos en circulación, dinares ydirhemes.

Por otra parte, si el fenómeno de recortede monedas, muy frecuente en la moneda deplata de épocas emiral y califal, estuviera rela-cionado con las piezas de Guadalajara, impli-caría necesariamente la búsqueda de subdivi-sores al margen de las unidades en circulación,aspecto este último que no está ratificado nipor el análisis de los tesoros estudiados, ni porlos contextos arqueológicos.

Ante estas evidencias, optamos por pensarque nos encontramos ante un tipo de mone-da fraccionaria de escaso valor, de posible alcan-ce local o regional, desconocida hasta la fecha,y que muy posiblemente realizaría la funciónexclusiva de numerario para pequeñas tran-sacciones. Otros hallazgos de este tipo de pie-zas, aún siendo muy limitados, ratifican esta pro-puesta. Así lo demuestra el conjunto delAyuntamiento de Huesca, publicado por C.Lasa, aunque también tenemos noticias de laaparición de piezas similares en la ciudad deZaragoza y en el Valle medio del Ebro arago-nés. Éstas siempre se presentan aisladas, o acom-pañadas de piezas circulantes, que subrayan aúnmás su funcionalidad como numerario.

6. UNA PROPUESTA DE DATACIÓN

Teniendo en cuenta el estudio de los mate-riales arqueológicos y las dataciones habitual-mente consideradas, las fases I, II y III habríansido comúnmente fechadas en época emiral(dada, fundamentalmente, la ausencia de verdey manganeso), y la fase IV, en época taifa (porla presencia de verde y manganeso y cuerda

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25 La pieza número 4 (lám. III) es la única que presenta una forma perfectamente rectangular, y podría ser interpretada como ponderal,aunque su peso coincide con el grueso del conjunto. En una de sus caras presenta una leyenda ilegible y en la otra un adorno.

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seca). Sin embargo, según el análisis estratigrá-fico que se ha expuesto, y a partir de la segu-ra datación en época de taifas de la fase IV, lafase III y seguramente la II serían atribuibles aépoca califal. Conviene destacar que se des-conocen conjuntos de materiales procedentesde asentamientos meseteños que hayan sidopublicados y que presenten características simi-lares a los aquí descritos para la Fase III, conpresencia de las primeras cerámicas vidriadas,siempre monocromas y en porcentajes muybajos, ausencia de decoraciones pintadas yrepertorios tipológicos como los descritos.

Así, nuestra propuesta es que contamoscon una posible fase emiral, (I), dos fases cali-fales (II y III) y una fase taifa (IV). A continua-ción se exponen los argumentos que justificanlas cronologías propuestas.

La datación taifa de la fase IV se apoya enlas características tipológicas descritas para elconjunto de materiales, unida a la generaliza-ción del vidriado y a la documentación por vezprimera de los sistemas decorativos de verdey manganeso y cuerda seca en sus dos varie-dades, a la datación preliminar asignada al graf-fiti trazado sobre una orza, y por último, a larelación física directa con contextos atribuidosa una fase V, cuya datación –a partir de los mate-riales cerámicos– es post-islámica. Esta últimafase se caracteriza por la introducción de cerá-micas con decoración pintada de finas pincela-das en tipos nuevos, la desaparición de las cerá-micas vidr iadas bícromas y polícromas,perdurando tan sólo escasos ejemplares envidriado monocromo en verde o melado, enataifores de clara tipología islámica.

La datación califal de la fase III a partir delregistro cerámico resulta problemática, ya queno responde a lo habitualmente consideradocomo característico de esta época. Se podríaobjetar argumentando la posible existencia deun hiato no identificado, que pudiera haber eli-minado todo vestigio de época califal. Ante esaposibilidad, que es ciertamente verosímil, ¿cómo

explicar que a lo largo de los 200 m linealesdocumentados (excavación y seguimiento dela traza del túnel), que representan un cortearqueológico transversal de la ciudad medie-val, sólo se registren en el interior de pozos,silos y fosas, materiales como los atribuidos alas fases III o IV? ¿Dónde estaría esa fase inter-media, es decir, la fase califal? ¿Acaso cabe pen-sar que ese hipotético hiato implicó una trans-formación tal de la superficie habitada queterminó eliminando totalmente cualquier evi-dencia de esa fase en el registro arqueológico,incluidas las subterráneas –silos, pozos, etc.?¿No es más fácil suponer que tenemos la fasecalifal delante, y que hasta ahora hemos sidoincapaces de reconocerla?

La bibliografía existente parte del presu-puesto de que el rasgo diferenciador de lo cali-fal es precisamente la documentación de vidria-dos, incluida la difusión desde mediados delsiglo X d.C. de las primeras piezas en verde ymanganeso. Autores como F. Valdés invalidanla existencia de vidriados en la península antesde estas fechas en Córdoba y su alfoz 26 y, conla pertinente argumentación, apuntan a quesólo a inicios del XI d.C. se difundirán en el restode las regiones peninsulares (VALDÉS, 2001).

Ciertamente, sin olvidar las importantesdiferencias regionales, ampliamente demostra-das, en general se viene sugiriendo que la gene-ralización de la vajilla “típicamente islámica” seprodujo a partir de finales del siglo IX d.C.,coincidiendo, a decir de los investigadores, conel control del estado Omeya y la ya presunta-mente fuerte islamización de la sociedad. Estaislamización implicaría el desarrollo y difusióndel vidriado. En nuestro caso, y sin olvidar quelos datos manejados proceden de una únicaexcavación, detectamos que la fase III, con osin vidriado, es ya plenamente islámica en elrepertorio formal.

Más problemática resulta la datación de lafase I, dada la similitud de las características delos ajuares cerámicos entre las fases I y III. Tan

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26 Dato confirmado por las intervenciones arqueológicas realizadas en la ciudad de Córdoba, por ejemplo en Cercadilla (FUERTES yGONZÁLEZ, 1994).

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sólo cabe resaltar la ausencia de cerámicasvidriadas, la documentación de escasos frag-mentos fabricados a mano-torneta y de unapieza considerada tipológicamente preislámica.Una vez más debemos apoyarnos en su posi-ción estratigráfica, ya que es la relación de ante-rioridad con varias de las estructuras de la faseposterior, la que nos permite plantear una data-ción emiral para esta fase, sin posibilidades demayor precisión.

La identificación tipológica del depositonumismático tampoco ha resultado fácil. Unaprimera interpretación sería la de que nosencontramos ante un conjunto de piezas definales del emirato o principios del califato,coincidente con la primera fitna y la desapari-ción de las emisiones monetarias en plata, juntoa una relativa importante acuñación de felusesde cobre, y que se trataría de un conjunto depiezas acuñadas por algún poder local, comose conocen a finales del siglo IX d.C. y princi-pios del X d.C.. La epigrafía, vendría a apoyaresta propuesta, ya que sus rasgos fundamen-tales (escasa decoración, linealidad, etc.) recuer-dan a los toscos feluses con deficiente acuña-ción, emitidos en un periodo corto de tiempoque coincidió con la desarticulación del poderemiral.

Sin embargo, la ausencia de paralelos deestas piezas, nos obliga a ubicarlas en la posi-ción estratigráfica concreta que aporta la exca-vación arqueológica. Si las piezas que presen-tamos pertenecen a la fase III, que se considerade la segunda mitad del siglo X d.C., y que tienepor encima, física y cronológicamente, una faseIV de época taifa directamente superpuesta,no presentándose ningún hiato, debemos con-siderar el depósito como de la segunda mitaddel siglo X d.C., y muy posiblemente de fina-les de este siglo o principios del XI d.C., lo quesugiere C. Barceló en su análisis preliminar dela epigrafía. La homogeneidad del conjuntoimpide pensar en un uso muy prolongado deestas piezas, ya que, junto a su similitud física,es destacable la ausencia de intrusiones de pie-zas de otro tipo. Por todo ello, creemos queel momento de fabricación no puede ser muyanterior al de depósito.

7. CONCLUSIONES

Para terminar, creemos que la aportaciónde este trabajo puede sintetizarse en los siguien-tes puntos:

La excavación estratigráfica en extensión deuna sección de la Guadalajara andalusí ha per-mitido identificar cuatro fases de época islámi-ca y precisar las características de tres conjun-tos cerámicos diferenciados:

– La fase I: conjunto cerámico atribuido aépoca emiral cuya característica más desta-cable es la escasa diversidad tipológica, la pre-sencia de algunos ejemplares cuyas carac-terísticas formales coinciden con cerámicaspreislámicas, de algún fragmento fabricadoa mano/torneta, la ausencia de ejemplaresvidriados y de fragmentos con decoraciónpintada.

– La fase II: excavación y uso de varios tiposde estructuras subterráneas como pozos,silos, cubetas y fosas de funcionalidad des-conocida.

– La fase III: conjunto atribuido a la época cali-fal. Bastante similar al anterior en cuanto ala escasa diversidad tipológica, pero en elque ya no se documentan formas no islá-micas. Se mantienen los tipos islámicos pre-existentes, y se incorporan arcaduces, can-diles, atanores o anafres. Se constatan losprimeros ejemplares vidriados, siempremonocromos en verde o melado-amari-llento, aunque con presencia muy poco sig-nificativa.

– La fase IV: de época de taifas, se caracteri-za por la gran diversidad funcional y tipo-lógica, la presencia de vidriados en todassus técnicas (verde y manganeso, cuerdaseca parcial y total, etc.) y de decoracionespintadas en un 55,2% del total de la cerá-mica. Se detectan por vez primera muchosde los tipos que comúnmente reconoce-mos como claramente islámicos, que en laMeseta son fundamentalmente los ataifo-res, las jarritas de cuerpo globular y cuellocilíndrico con decoración pintada a trazosy las ollas con escotadura en hombro.

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Somos conscientes de que esta caracteri-zación supone una novedad en las clasificacio-nes al uso. En este sentido, las característicasde los materiales de las fases I y III, vienen acoincidir con las descritas para otros ámbitospeninsulares que se vienen fechando siempreen momentos anteriores a mediados del sigloX d.C., dada la ausencia de las series vidriadasbícromas y polícromas.

Sin secuencias estratigráficas que apoyen locontrario, los resultados que hemos presen-tado permiten plantear que en la FronteraMedia la caracterización del periodo califal apartir de los repertorios cerámicos, no pasapor la generalización del vidriado ni por la difu-sión del verde y manganeso, como parececonstatarse en otras regiones a partir de prin-cipios y mediados del siglo X d.C. Comun-mente se admite que su documentación es unclaro síntoma de “islamización”, y su ausenciase considera como indicativa de la marginali-dad de un territorio. Sin embargo, creemos queen el área que estamos analizando, esa islami-zación en los ajuares cerámicos ya se habíaproducido durante la fase califal, pero con con-juntos diferentes de los considerados caracte-rísticos para ese periodo.

De lo anteriormente expuesto se deduceuna perdurabilidad de los repertorios cerámi-cos durante el periodo Omeya, con introduc-ción de nuevos tipos en fase califal, como arca-duces, candiles de piquera, tinajas, anafres,atanores y quizás redomas, desaparición detipos preislámicos e inexistencia de piezas fabri-cadas a mano-torneta. Por el contrario en elXI d.C. asistimos a la generalización del vidria-do en todas sus variedades, al máximo desa-rrollo de las decoraciones pintadas, a la intro-ducción de nuevos tipos y a la desaparición deotros: son en definitiva, los ajuares que todosreconocemos claramente como islámicos.

En cuanto a la información aportada porel análisis de las piezas de cobre habría quedestacar :

– Estas piezas podrían ser interpretadas, con-siderando su leyenda, como ponderales,pero sus características físicas, hacen pen-sar más bien que se trate de cobres deescaso valor, circulantes en la Marca Mediay Superior.

– Estos cobres parecen haber sido empleadosdurante el siglo X d.C., habiéndose produ-cido su depósito a finales de este siglo o prin-cipios del XI. d.C. No será posible concre-tar el alcance de su circulación y su definitivacronología en tanto no se produzca unmayor número de hallazgos en estratigrafí-as arqueológicas, dado que estas piezas care-cen de data.

Una consecuencia que puede desprender-se de este primer análisis es que plantea la nece-sidad de revisar las dataciones del conjunto deyacimientos andalusíes conocidos en la Fron-tera Media de al-Andalus: si la mayoría de lossitios cartografiados como islámicos presentanuna aparente continuidad hasta época taifadada su identificación a partir de los materia-les cerámicos “típicos”, ¿dónde estarían losasentamientos de fases iniciales, o los que seabandonaron a finales del Emirato o duranteel Califato? Es por ello imprescindible apoyaren secuencias claras las dataciones de asen-tamientos que se efectúen a partir de los ma-teriales cerámicos. Por otro lado es necesariala aplicación de estrategias arqueológicasvariadas, ya que se pone de manifiesto una“invisibilidad” del registro arqueológico en deter-minados tipos de asentamientos, fundamen-talmente rurales, si partimos exclusivamente delregistro cerámico. Recientes trabajos en yaci-mientos rurales con ocupación desde fases tar-doantiguas hasta época emiral, e incluso hastabien entrado el siglo X d.C. 27, son un buenejemplo de cómo con una prospección pre-via de tipo tradicional jamás se hubiera detec-tado o reflejado una fase de ocupación islá-mica. Queda pues patente la dificultad de datarlas ocupaciones andalusíes en sus momentosmás antiguos.

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27 Por ejemplo los yacimientos de Gózquez y Pinto en la Comunidad de Madrid (VIGIL-ESCALERA, 2000).

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En nuestra opinión, esta opacidad del regis-tro arqueológico en la Frontera Media parecedemostrada para buena parte de las fases deocupación islámica, entre otras razones por lafalta de reconocimiento de contextos bien data-dos con ajuares de época pretaifa. Excavacio-nes extensas en yacimientos con secuenciasestratificadas son una de las mejores formasde generar conocimiento arqueológico.

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Fig. 2. La ciudad de Guadalajara. Intervenciones arqueológicas

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Fig. 3. Túnel de Aguas Vivas: superficie afectada por la intervención arqueológica.Plantas de fase del periodo islámico del solar de Ingeniero Mariño

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Fig. 4. Sección longitudinal de la parcela de C/ Ingeniero Mariño

Fig. 5. Estratificación arqueológica documentada desde el Barranco del Alaminen el solar de C/ Ingeniero Mariño (Área 1000)

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Fig. 6. La secuencia estratigráfica (Área 2000)

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Fig. 7. Vajilla de servicio de mesa

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Fig. 8. Vajilla de almacenaje, transporte y conservación

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Fig. 9. Vajilla de cocina

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Fig. 10a. Tabla y gráfico de la frecuencia de pesos del conjunto de Aguas Vivas (superior).

Fig. 10b. Comparación con el peso medio de otros conjuntos.

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Lám. 1. Orza con la inscripción

Lám. 2. Detalle de la inscripción

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113AyTM 11.1, 2004

Lám. 3. Tipos principales