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ENSAYO - INVITACIÓN A LA ÉTICA - FERNANDO SAVATER

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ÉTICA

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Page 1: ENSAYO - INVITACIÓN A LA ÉTICA - FERNANDO SAVATER

ASESOR: LIC. RUBEN ALTAMIRANO CONTRERAS

ALUMNA: PROFRA. PATRICIA NORA MACIPDE ZÚÑIGA

GRUPO 939

22 DE AGOSTO 2009

La invitación a la ética de Fernando Savater

El filósofo español parte del principio de que la naturaleza humana es

acción transformadora, ya que cada hombre es lo que hace y éste, a su vez, se

crea en la actividad1. La actividad es la respuesta del hombre ante una realidad

que se le opone y le provoca la necesidad de transformarla, aunque el ser humano

también se transforma como resultado de dicho proceso.

Más aún, la identidad de los individuos no se centra en lo que poseen o lo

que pretenden ser sino en lo que hacen ya que (sostiene el autor), el producto de

la actividad humana se presenta, además, como referente de identidad ideal,

perfecta. Pero no basta pues –de acuerdo con Savater-, el ser humano “ama más

su posibilidad que sus productos”2, es decir, prefiere la posibilidad de seguir

creando: el hombre activo es el que quiere, el que desea, pues su principal

propósito, antes que nada, es el querer ser3, es decir, el deseo de definirse a sí

1 SAVATER, Fernando. Invitación a la ética, Barcelona: Ed. Anagrama, 2008, p 15.2 Ídem., p 19.3 Íd., p 23.

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mismo frente al mundo, y ante la inicial falta de identidad propia (y el

descubrimiento de su imperfección), el hombre emprende una búsqueda incesante

de su propia identidad en la creación, la transformación, proceso que se vuelve

infinito al descubrir la finitud e imperfección de sus productos y de sí mismo y se

convierte en necesidad de ser reconocido por otro individuo.

En consecuencia, para el autor la pregunta central de la ética no es “¿qué

debo hacer?”, ya que dicha cuestión se ubica más en el plano de lo religioso y la

ética no debe confundirse con la moral; la pregunta central de la ética tampoco es

aquella de “¿qué puedo hacer?”, pues ésta implica suponer que las posibilidades

de acción del hombre a camino único. La ética pues, se centra en otra cuestión:

“¿Qué quiero hacer?”, pues la voluntad de ser y hacer conduce al individuo a

definir, con base en dicha pregunta, sus deberes y posibilidades. El deber es el

fundamento del querer que, a su vez, conduce al ser humano al descubrimiento de

sus potencialidades4. Para lograr ser reconocido, señala Savater, es necesario

establecer “… una comunidad de sujetos de la que ningún sujeto quede excluido,

en la que se pacten relaciones de auténtica y explícita reciprocidad y donde a

nadie le sea menoscabada ni vedada la realidad de lo posible”5, una sociedad

donde se practique la dialéctica y la integración socio-cultural y en la que el

reconocimiento trascienda a la subjetividad de las relaciones (emocionales,

parentales, políticas, económicas, etc.). Así, la relación ética -a decir de Savater-,

tiende a la impersonalidad y al cosmopolitismo con intención de superar dichas

subjetividades6.

Cabe señalar que el reconocimiento puede encontrar su fundamento en tres

tipos de relación: a) la que se basa en la piedad, que minimiza la dignidad

humana, b) la que se basa en la jerarquización y la violencia y; c) aquella que se

basa en la fraternidad, la colaboración, y busca la eliminación de la violencia, pues

se basa en el reconocimiento de uno mismo en el otro a partir de la mutua

identificación entre ambos como seres humanos, lo cual constituye, desde la

perspectiva de nuestro autor, la base de una auténtica relación ética mediante el

4 Íd., p 29.5 SAVATER, Fernando. Op. Cit., p 30.6 Ídem., pp 31-32.

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otorgamiento de la palabra a los demás y la capacidad de poner en palabras “lo

que exigimos de ellos, lo que les ofrecemos o reprochamos” 7. Así, para el filósofo

español la ética surge y es aplicable sólo en las relaciones humanas, no en la

relación entre dioses y hombres, objetos y hombres u plantas y hombres. La ética

es el resultado, no la base de las relaciones auténticamente humanas, pues no

presenta una descripción normativa de la conducta humana sino un ideal cuyo

contenido práctico consiste en mantener siempre abierta la vocación humana de lo

posible. Es decir, la ética, tiende a dejar al ser humano la libertad de querer ser a

través de la transformación de la realidad y de su identificación en el tránsito: “El

ideal ético consiste en articular y reconciliar todo aquello que el hombre quiere, es

decir, todo lo que para él vale”8, de lo que se concluye que la ética no posee ni

presenta valores, es un esfuerzo creador mediante el cual se pretende armonizar

(dar fundamento, posibilidad, coherencia y sentido) a todo lo que vale para el

hombre9.

A modo de conclusión, hace falta rescatar la propuesta de Fernando

Savater acerca de que “… una educación moral autónoma y no autoritaria, más

atenta al espíritu de la Ley que a su letra, se ocupará de asentar bien los

principios, de tal modo que cada cual pueda elegir o inventar sus propias normas y

sepa abandonarlas o superarlas cuando sea oportuno”10 (que nos remite al dilema

del capitán del navío presentado por Aristóteles), y añade que los principios son la

formulación del contenido más general de la voluntad de valor, expresados en

forma de leyes que recogen el ideal de armonización y jerarquización de los

valores, de lo que el hombre quiere tomando en cuenta la objetivación racional de

dicha jerarquía –que no por ello deja de ser subjetiva-, y dejando abierta la

posibilidad subjetiva de dar mayor importancia a ciertos valores por encima de

otros, pues a final de cuentas (señala Savater), todos los valores son

imprescindibles y todos pueden llevar al máximo refinamiento y elevación.

Esta última propuesta nos lleva a concluir que el elemento principal de la

enseñanza de la ética es la prudencia ya que, como señalaba el filósofo griego en

7 Íd., pp 33-38.8 Íd., p 64.9 SAVATER, Fernando. Op. Cit., p 64.10 Íd., p 68.

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su ética a Nicómaco, sólo mediante el ejercicio de la prudencia – es decir, de la

capacidad de razonar, dialogar y decidir conforme a su voluntad-, el hombre puede

alcanzar la virtud y su propia felicidad, sin menoscabo de sus intereses y su

naturaleza pero también sin entrar en contradicción con la sociedad.

Con base en lo anterior, sería necesario asumir que el mejor medio para la

enseñanza de la ética y sus principios (o valores) consiste, como también señaló

el filósofo griego en su obra es “en poner a los niños y jóvenes en situación”, es

decir, dejándolos decidir por sí mismos desde edad temprana con intención de que

mediante su propia experiencia comiencen a reconocerse como sujetos activos e

imperfectos, pero también como sujetos con deseos, voluntad y capacidad de

razonar, dialogar y decidir.

La ética, como dice Savater, se aplica en el ámbito de lo humano, y las

relaciones que se viven al interior del aula presentan una de las mejores

oportunidades para dejar a los estudiantes en situación de experimentar los

principios de la ética. Aceptar la invitación del filósofo español implica el reto de

reconocernos imperfectos, comprometidos con la búsqueda infinita de un ideal

ético que nos conduzca a reconocernos como ser humano en el otro, en el

estudiante, el padre de familia, los compañeros docentes, los directivos y

autoridades, buscando superar el deseo destructivo de cosificarlos y reconociendo

que, por su naturaleza humana, se encuentran en igualdad de condiciones con

uno mismo, ante lo cual se hace evidente la posibilidad (y la necesidad) de

dialogar, razonar y decidir juntos.

Semejante decisión no es sencilla, pues en el caso de la sociedad

mexicana un amplio número de habitantes ha vivido en un entorno en donde no se

reconocen las posibilidades arriba mencionadas y crecen, a decir de Erich Fromm,

con temor a ser libres y actuar conforme al principio de la voluntad propia (o como

preguntaba el propio Savater: ¿Qué quiero hacer?), pues hay que recordar que la

libertad implica responsabilidad, misma que no todos están dispuestos a asumir

debido al temor a ser castigados, de la forma que sea.

No obstante, resulta fascinante descubrir que la ética no impone límites a la

conducta de los seres humanos sino que se constituye como el resultado de las

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relaciones humanas en un entorno de apertura, tolerancia, diálogo, razón y

voluntad, lo que representa la oportunidad de crear nuevas alternativas de

acercamiento y comprensión de la naturaleza humana y, en consecuencia, de que

el hombre se reconozca a sí mismo en los demás y, al hacerlo, se enriquezca y

trascienda.

BIBLIOGRAFÍA:

SAVATER, Fernando. Invitación a la ética, Barcelona: Ed. Anagrama, 2008